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Loris Zanatta Historia de América Latina De la Colonia al siglo XX1 serie ura tisterla de Ametica Latina constityye un dest {Qu tiene en comtn ese conunto do estados que presentan recoridos, goograliasy sciedades diferentes? ,Cuénta hay de utopia on la proclamadaunidad latinoamaicane? ,Cém0 puede consti un rico rlato apart da tanta diversidens? Las Zaatta lo ha resuelto adriablement, En Historia de “América Late aparecen a Argentina y México, Bras y Cubs; texto se detene asimismo e7 0s Andes, Centoamérica ye One, ‘caupsndose con mayer detale dela ctapa reciente, sobre todo la segunda rita del siglo XX y sn descuidarringin easo nacional ‘Exlorando el complejo entetazamiento da la police, e estado y cies iologs el autor era al papel dal Iberaism, e nacional, la democracy la reolucén y suraya pertouanente la sgniicciin cal catociemo en las creencias, la sociedad ya cutura. Tras el corjunto de historias nacionlos, encuentra ito conductor do na istova anoameccana, istingulendo fo que una yo que vice, lo comin yf singula,o especcamenteltinoamsiceno yyaqua que camparto con ol esto del mundo occidental, ‘Asi logra plasma esa compsiiad en una sintesis ara, ‘ue arteda hisétesis novedosasy desaintes. Oe organiismo Colonia al populsmo modern, cl Iberasmo del sigh XK a las democracias eopulsis contemporéness, del cauclsmo alas cctaduras, el volumen relate deverir de América Latina como una tera de ransformaciones, de evolucionese iwolucones, de rustraciones y promeses. Le Biblioteca Bésica de Historia ofroce un panorama sistematico ‘dela historia argentina desdo los pueblos originarios hasta et siglo XX en sus dimensiones social, palica, econémica y cultural {Apartr de sides y actuaizadas investigaciones, destacados historiadores narran el pasado de nuestro pats situéndolo en su ‘contexto yen sus vinculos con América Latina y el mundo. ‘Los relatos combinan una perspectiva original yrigurosa con ‘una exposiién sencilla y recta. Cada volumen incluye fuontes « iustraciones que contibuyen a hacer mas vvda ahistoria. ® to ‘siglo veintiuno = srt Loris Zanatta Historia de América Latina Loris Zanatta Historia de América Latina De la Colonia al siglo XX1 bibloteca sic de istofa 1. El patrimonio espiritual de la Colonia En el curso do la extensa era colonial, Esparia y Portugal im- plantaron en Iberoamérica las hondas raices de su civizacién: tanto las estructuras materiales como las espirltuales quedaron profundamente impregnadas por ella. Asi conformadas, las so- cledades coloniales americanas desarrollaron los rasgos que no s86lo condlcionaron el posterior transit ala independencia, sino ‘que plasmaron una densa herencia con la cual la entera historia de los periodos posteriores tuvo que ajustar una y otra vee las cuentas. Entre aquellos rasgos se destacan la naturaleza conc- liadora del vinculo entre los reinos americanos y los soberanos ‘europeos, la tensién entre la unidad politica y la seomentacién social, la organizacién y la concopcién corporativa dol orden social, Ia superposicién entre orden politico y homogeneidad spiritual y ol nacimiento de una economia periférica, vale decir, ditigida hacia los morcados transatlanticos. La consolidacién de las sociedades coloniales, por un lado, y el esfuerzo de las ‘coronas ibéricas por acrecentar su podor en los territorios im- periales para extraer de ellos. mas recursos y triunfar sobre el desatfo de las potencias nacionales en ascenso, por otro lado, Fesquebrajaron durante el siglo XVII el tradicional vinculo entre la parte europea y la americana de los imperios lbéricos, No ‘obstante, dicha union no legé a romperse. La herencia politica Alo largo de casi tres siglos (desde que, en la primera mitad {el siglo XVI, la conquista se volvié colonizacién hasta que, en Ios ini- ios del siglo XIX, las colonias lograron su indlependencia) América Lae tna fue Europa. ‘Tres sglos durante los cuales cambi6 el mundo y, con 41,se transform Iberoamérica, Cambiaror 18 Histor de Amerie Latina cancias y su modo de circulaci6n, las socierlades y las formas de orga nizacién social, Se modificé el equilibrio entre las potencias europeas, dado que las potencias ibéricas entraron en un progresivo declinar, ‘mientras que otras, en especial Gran Bretafia y Francia, emergieron. Expresar de manera breve pero completa qué fueron esos tres siglos ;posible, Por lo pronto, los casos para América Latina es una tarea c de la América hispana (en aquella época sin duda la mas extensa, rica y poblada) y el de la portuguesa (atin poco habitada y, al menos hasta el siglo XVITL, concentrada sobre las costas) son distintos. No obstante, es preciso aclarar algunas cuestiones, en especial respecto de su heren= cia, En primer lugar, nos referiremos a su patrimonio espiritual, sin el ‘cual a historia de los perfodos siguientes perderia sus coordenadas. La primera observacién clave es que en esos siglos nacié en esa parte de ‘América una nueva cultura, Aquella América compartid desde enton- ces rasgosy destinos de la civilizaci6n hispsnica, cuyo elemento unitario, y principio inspirador residfa en la catolicidad, en la cual encontraba, ‘ademas, su misién politica. ‘América seqin Théodore De Bry. Théodore De Bry y Girolamo Benzori, “america Sivo Novus Orbis Respectu Europaerum Infeior Globl Terestiis Pars’, Frincfot, 1596. El pakiorioexpirtal de i Colonia 19 Hermosa u horrible, coaccionada o consensual, controvertida como toda cultura, este dato parece sin embargo fuera de toda discusién. Por que por civlizacién se entiende un complejo conjunto de instrumentos materiales y valores espirituales, de instituciones y costumbres capaces de plasinar tanto la organizactén social y politica como el universo es: pititual y moral de los pueblos que pertenecen a ella. En este sentido, la civilizacién hispénica en América no fue una excepeién, Tanto es asi {que sus caracteristicas fueron heredadas por los estaclos y poblaciones protagonistas de la historia latinoamericana contemporsnea. En términos politicos, los imperios ibéricos ~en especial el de los Habsburgo, quienes ocuparon e] trono de Espaiia desde 1585 hasta 1707- fueron organizados y concebiclos para dejar en herencia tanto un principio de unidad como uno de fragmentacién. Sobre una dosi: ficacién sabia y deticada de ambos prineipios se bas6 de hecho el régi ‘men pactista que goberné las relaciones entre el soberano y sus reinos, ‘Todos sus reinos 0 posesiones, tanto los peninsulares como los america- ‘nos, quedaban sometidos a parejo régimen. Ahora bien, zen qué consis: tia ese pacto no escrito, fruto cle una probada costumbre? Ante todo, en la unidad imperial. Imperio universalista regido por la misién universal de expandir Ia eristiandad, el imperio expafiol re concibié a si mismo en perfecta sintonia con el imaginario religioso que lo animaba: como tun inmenso organismo que, en a armonfa entre sus partes, ponia de ‘manifiesto el ordenamiento divino. Un orden de euya unidad politica y espiritual el rey era el garante, corazén batiente y terminal tinico de quel organismo, titular de la ley y protector de la iglesia. ‘Claro que, como ocurre con todo pacto, a cambio del econacimiento de su propia soberania, el rey realizaba importantes concesiones a estos sibditos. En principio, les otorgaba eso que vulgarmente es sefialado por medio de la formula popular “la ley se acata, pero no se cumple": lnley del rey era reconocida en signo de sumisién a st legitimo poder; <1 gobierno era otra cosa, fundaco sobre usos, costumbres y poderes ‘dc las elites locales. Estas eran parte integrante de un imperio unitatio, {que se extendlfa desde los altiplanos mexicanos hasta los andinos, unido por la obediiencia a un solo rey ya un solo Dios. Sin embargo, dichas elites goraban de amplia autonomia, Los reyes, que en verdad no po- ian gobernar efectivamente desde Madrid sus remotas posesiones, se resguardaban del peligro de que ellas, en caso de que se sintieran opri- Imidas por el poder central, desearan seguir sus propios caminos. Pero los monareas admitian también el principio de fragmentacién, el cual prevaleci6 una vez caido el imperio: para mantener unidos con eficacia 20 Histria de Armée Latina aquellos miembros, extraiios o extranjeros unos de otros, s6lo existia la dobediencia al rey, a lo que se afiadia la pertenencia a una misma civi- lizacién, concepcién fuerte en lo espiritual, aunque débil en términos politicos, La sociedad organica ‘Alo largo de tres siglos, las relaciones entre las partes dle estas socieda- dles, tan distintas de una zona a la otra, fveron complejas, aticuladas yrricas en variantes. Por ende, no existe un nico modelo social vilido ppara todos y cada uno de los tantos territorios gobernaclos por las coro- ibéricas, Para reunir los rasgos de las relaciones sociales que tanto jmpregnaron las estrueturas y las mentalidades de Ia América ibérica, y {que mas tarde hicieron sentir su peso sobre la historia de América Lati- na independiente, resulta conveniente atenerse a ciertas consideracio- nes de cardeter amplio, En términos generales, es posible afirmar que el espirita y los instrumentos sobre Tos cuales se asent6 la arquitectura de las sociedacles ibéricas en América forjaron un orden corporativo, el ‘cual era la nota para las sociedades le Ia época en Occidente, pero asuunié un sentido y formas peculiares en una América de caracteres cespaciales y Inumanos particulares. Las leyes que regularon dichas so- ciedadles y, ms atin, las costumbres y las normas implicitas det régimen, de pacto con la Corona dotaron de vida a una sociedad de corporacio- res, Una sociedad donde los derechos y los deberes de cada individuo no eran iguales a los de cualquier otro, sino que dependian de los de- rrechos y deberes del cuerpo social al cual se pertenecfa. Esto ocurria tanto en los vértices de la sociedad, donde funcionarios, clero, fuerzas armadas posefan sus propios fueros, es decir, sus privilegios y sus obli gaciones, como en la base, donde las masas populares, en su mayoria indias, tenfan también derechos y obligaciones. Como todas las socie- dades occidentales de aquella época, también Ia ibérica en América era ‘orgainica, y presentaba dos rasgos fundamentales: era una sociedad sin individuos’, en el sentido de que los individuos se vefan sometidos al or sganismo social en su conjunto; y era jerdrquica, porque, como en todo ‘cuerpo orginico, tampoco en este todos sus miembros tenfan la misma relevancia, ya que se consideraba que cada uno debia desempeiiar el papel que Dios y la naturaleza le habfan asignado. Estas sociedades organicas, sin-embargo, eran ricas en contrastes y ambivalencias. Contrastes porque, a pesar de haber sido fundadas sobre El patimorio expt! dla Cleria 24 desigualdades profundas e institucionalizadas, sobre roles de dominan- tes 0 dominados establecidos desde Ia conquista, se vefan sujetas a re- sueltas recurrentes ya una sorda hostlidad contra el orden establecido Ambivalencias porque la naturaleza orgénica de la sociedad dejaba a los més oprimidos (por ejemplo, las comunidades indias) amplias posi- bilidades de autogobierno una ver satisfechas las obligaciones preesta blecidlas, ya fuera prestando pesados tributos con su fuerza de tabajo 0 pagando impuestos. Fs decir, aunque atravesadas por fuertes tensiones internas, aquellas sociedades presentaban también en sus rigidos estra- tosalgunos aspectos que luego serian idealizados (sentido comunitato, antonomia, proteccién), que es necesario tener en cuenta para com- prender la extraordinaria resistencia al cambio y al paso del tiempo de ciertos rasgos de aquel orden antiguo. Portada de Poltca indlana, de Juan de Solorzano Pereira, Mack, 1648, 22 Hitva de América Latina Un orden corporativa que en América Latina asumié rasgos inéditos 0 mas mareados que los de cualquier orden andlogo y cuya caracteristi- ‘ca mas evidente es su naturaleza segmentaria. Las frecuentes barreras entre un estado y otro de aquella sociedad de hecho no eran s6lo el fruto de la riqueza o del lingje, pero eran acumulativas: también eran Darreras étnicas y culturales que, en especial donde mas numerosa era la poblacién india o esclava, equivalian a compartimentos que separa ban mundos extrafios entre si, aunque constrefiidos a vivir en estrecha relacién, Estas eran, a grandes lineas y en su esencia mas intima, las sociedades que los nuevos estados de América Latina heredaron de los mperios ibéricos: atravesadas por fallas profundas y peligrosas, tam- bién estaban wnidas por estrechas redes de antiguos vinculos. En ellas, ‘el nacimiento del individuo” ~Ia politica moderna fundada sobre el primado de los derechos individuales- cay6 como un golpe de maza sobre una pieza de estaio, MT MT LF AY LF LY A LY A A a a aaa Espafioles, indios y esclavos atricanos En tod América, la pablaciin blanca da eigen aurea ocx nabs los vértices superioces de la jerarquia social, y controlaba la paca y la eco. nora, la justo, ls armas y la rligién. Viva concentrada en los cents Uurbanos. En su interior, sin embargo resultaba heterogénea, rasgo que 59 acentué a medida que, el curso de la era colonial, nuevas clas migratoria aricaren a la oles arevicanas dosco la Peninsula Inérca, ‘Al ndicieo originatio de encomanderos ~esto es, de los conquistadores ‘ode sus deecendtentes qua en un primar momento haba recbido en dotzcién del soberano un tertorio definido por términos que también inclian a la poblacion autéctona que lo habtaba, y con el tempo 2 transformaron en grandes terratenientes, propictaios de numerosos es ‘lavos 0 ndios- se aftadleren poco a pace nuevas fas. Con al tiempo, emnargioron entre ollas los artesanos, los funcionaris y los profesionales, corgenizados en corporaciones que definian a naturaleza de ofcios, px0- fesiones y funciones publicas, al impo que sancionaban sus derechos yy deberes. También eran numerosos os blancos que se dedcaban al ccomercio y ala actividad mercantl en general, 0 se hallabon empleados en otras ocupaciones menores. Esto hacia dla sociedad blanca et __compartimento mas alto de equelles socadades, aunque muy heteroge- ‘neo y dllerenciad En su interior y cone! tempo, se vohié cada vez més rida la distinc entte criotos nacidos en Amica y perteneciontes ala Epatimoro eeittual dela Calera 29 socieda local, y peningulares legacos con el uriorme de funcionavies de J Corona. En especial, desde el siglo XVI, cuando las reforrnas intodu- das por los Borbones implicaron un estcto control sobre todos cargos Civils, miltros 0 eclesidsticos mas importantes En tanto, ts poblacén india estaba separeda con ntidez dela blanca. Tanto socialmante, sometida a severos regimenes de explotacion de su trabajo, como teritoraimente, ya que, en su mayor, se hallaba relege- daa los mirgenes de la ciudad o las zonas ruales. A esta poblacién a comtin referrse como la “Replica de Indios". Al mismo tempo, ta ‘pablacién india do la Nueva Espana (el futuro Méico} se mezcé més a fando con la poblacién blanca que las pablaciones indi del érea ancina, {donde los contornos étnicos so mantuvieron més dotnidos. Continedo a les propies comunidades, el queso de la poblacién inca conser en su Interior gran parte de las antiguas dlstinciones entre nobles y plébayes, de aus costumbres, y de la organizacion familiar y et uso de as tierras Ccomunitarias, ya en auge antes de la concuista ibética, Felpe Guaman Poma de Ayala, "Negros / Cémo lla en tanta pacioncia yy amor de Jesuctisto los puenos negros y negres y el uetaco de su amo No tiene caridad y amor de prégimo. / soberbioso’, en EI primer nueva carénica y buen gobiemo, México, Siglo Veituno Edtores, 1980. 24 Historia de Amica Latina Pitino, en cuanto ala poblacien aticana que lagé ala Améreaibérca a avs dela trata de esclavos ~segin les estimaciones més atendbes, fueron cerca de tree milones y medio de incviduos dranta la era colonia, tendo a concentra en as eas tropicals, donde la poblacén india era cezcase 0 auger, 0 donde, como en las Antes, habia sido leamada y Ldeseparecé a Causa ds ls epiderias causades por el contacto con los Conquistadores. En un primer momento, en los tertrios de la Corona es: pafiala, suimportacion fue concebida como un sistema copaz de pressrvar alos indios de la esclavitud, Estos eran jureicament Ihre, ya su protec cién y evangeizacion eetaba destineda explitamonte la conquita, grusso dels esclewos aficancs teriné trabajando en las plantaciones, integrendo las numerosas fis del senicio doméstico, 0 ben siviendo do intermedia a los dignatarios blancs, en zonas habitadas mayoitaia: mente porincios. Su elevadio valor comercial a gran resistencia fsca los vvolvieron, en muchos casos, cociciables alos ojos dela ete cla, Esto les permitd, con alguna frecuencia en especial en la Amica espaol), sepererse cel plano mas bajo dela escata social. Finalmente, por seqmen- tadas quo fuesen aque sociedad, entre sus compartimentos no 82 ‘erigfan muros tolekmento impermeable y, tanto a través de los trecuentes nacimintos da masiizos 0 da mulatos, cuanto por el creciente ingreso de incios 0 esclaves aficanos on la vida cocll de fa replica do espafioles, ‘con al tampo aqulias sociedades fueron asuriendo contomas cada vez més complejes dversos do rogién en region. 7” Una economia periférica La América ibérica ingres6 a los imperios de Espafia y Portugal para desarrollar una vocacidn econdmica complementaria asus necesidades globales. Para citar el ejemplo mas famoso: es sabido que los metales preciosos americanos fueron decisivos para financiar las grandes am- biciones y las reiteradas guerras europeas de la corte espaiiota y, en ierta medida, para alimentar la acumulacin originaria gracias a la ‘cual levant6 vuelo la Revolucién Industrial. Esto no significa que hayan. faliado reciprocidades entre la orilla americana y la europea de aque tos imperios, dado el intenso intercambio de productos que modifics radicalmente los consumos en uno y otro sentido. Esto hizo, por ejem- plo, que los europeos “descubrieran" el tomate, la papa, el tabaco 0 el anand; otro tanto les o¢urrid a los americanos con el café, la cana de aniicar 0 Ia banana, cultivos de Ios cuales se convirtieron en grandes I paliwono espriuel dela Cocria 25 productores y exportadores, hasta el punto de incidir sobre la historia alimentaia (y, por Io tanto, demografica) de Europa, Lo que resulta mas relevante a la hora de comprender la herencia ceconémica que dejé la era colonial a la América independiente es que, fen €505 siglos, esa parte de América se volvié periferia de un centro eco- némico lejano, Un centro (el espafol bastante mis que el portugués) que ejercit6 1 monopolio comercial con los territorios americanos y que busc6 conservarlo, puesto que se entendia ~en una politica nada original para una época dominada por las doctrinas mercantilistas~ que el monopolio econémico sobre las propias posesiones era un decisive, instrumento de poderfo, que debia salvaguardarse a toda costa de la de las otras naciones. Dicha concepcién dejaria impresos caracteres perdurables y peculiares en Ia economfa latinoamericana. Esto es asf, también, porque las potencias ibéricas eran tan poderosas en el siglo XVI como declinantes dos siglos més tarde. En suma, poco 1 poco dicho centro se volvié periferia de otro centro, el que dese el norte de Furopa guié la revolucién en el comercio y en la industria desde el siglo XVIII en adelante. Esta condicién de periferia figura entre las principales herencias eco- _nmieas de la era colonial. La economéa de la América ibérica tendié 4 organizarse hacia el exterior en funeién del comercio, tanto para ob tener ingresos financieros de la exportacién de materias primas como para dotarse, a través de Ia importacién, le numerosos bienes funda- ‘mentales que el centro del imperio le proporcionaba. Esta vocacién petiférica continué caracterizando a la economia latincamericana aun euando el monopolio comercial con la Peninsula Tbérica comenz6 a pe- ligrar bajo el impulso de la competencia inglesa, francesa u holandesa y,con mayor razén, cusando el cordén umbilical con Espaiia y Portugal s€ cort6 por completo y la economia de América Latina queds huérfs- ra de un vinculo del que era mas que nunca dependiente -hasta que vyolvié a anudarlo con Ja nueva potencia hegem6nica, Gran Breta ‘Todo esto tuo también otros corolatios, de los cuales la historia eco- rndmica de América Latina mostr6 pronto profundos signos. FI prime- ro, la debilidad intrinseca del mercado interno, obstaculizado en su desarrollo por los enormes espacios continentales y por la estructura politica del imperio, pero aun mas por la proyeccién hacia el exterior dela economia del rea, y continuando con la propensién a la especia- lizaci6n productiva dirigida a la exportaci6n y los escasos incentivos al desarrollo de las actividacles manufactureras, inhibidas por la comple- ‘mentariedad econémica con un centro lejano. compete ‘26 Historia de Ameérca Latina En sintesis, América Latina recibi6 en herencia emp incluso de la economia, al menos en el sentido de que sus diversas areas ‘compartieron tun mismo “s{ndrome de la periferia’, esto es, problemas y oportunidades andlogos. Més ain, se trataba de fuerzas centrifugas, dada la natural tendencia de cada una de las regionesa establecer vincu- los con el socio exterior més conveniente, dando la espalda a los tert torios que la confinaban, frecuentemente tan vecinos como extraiios. TL LY LY LY LY Maa a aa Crecimiento econémico y nuevas potencias ‘Cémo, cudnto, en qué medida y por qué creci la economia dela ‘América Ibérca durante la ere colonial, en especial desde ol siglo XVI, ‘vando los Borbones en Espafia y el marqués de Pombal en Portugal introdujeron profundas reforraa, es un tema que alin divide a os histo adores. Las estadisicas de la Epoca, mas confiables que lss de épocas fnterioces, revelen qua ol crecimiento existioy que, en la mayer parte de los casos, cbedeci ala fuerte recuperacién de la actividad minera, tanto en Peri y Nuova Espafia, dando la oxtraccién ora mayormente de plata, como en Brasil. donde el boom fue el oro. Este creciriento. a su vez, tuo o rosuitado de otro que, en tminos més ampios, abarcd ala Europa del momento, donde crecié la demanda de metales preciosos y desarrollo producto de la industria incipient indujo a buscar en las ccolorias nuevos mercados de exportacin. Con al tiempo, sin embargo, las tansfornaciones que ocurian en Europa en los abores de la Revo: én Industrial dieron un estimulo ingto no s6lo a la demanda do plata de oF, sino también a ta de productos agricola y de otras minerales dela Amica idérica, lo cual induo ala especializacion en funcién de la ‘demand externa y profundiz6 atin més as fracturas en el seno del hete- rogénea imperio esparl. Fracturas que las reformas comerciales intro- ducidas por le Corona, en funcién de las cuales los americanos se veian estinados al papel de productores do materias primas para la naciente industria espavola y de consurridores de sus productos, no hicieron mas ‘que agudlzer De todas estas fracuras y dela demand americana do Ieralzacion del comerci ofreceran prusbas abundantes las quetras por la independencia Sin embargo, fue en el curso de este siglo cuando en México se accleré crecimiento damagraico y de sus cajas legaron dos tercios del total de los ingresos fiscales espanoles én América, Entonces, Cuba escalé las commas de fos productores munciales de azicar, los comerciantes de El patimorio esp de a Calera 27 (Caracas s@ erriquecieron vencliendo cacao y os ropatenses se hicieron ‘conacidos por primera vez. La apertura de nuevas ras ~en especial a {dol Gabo de Hornos, que allanaba el carrie hacia los puertos del aclico- y os progresos del comercioinlerocednico, mas aconérrico y ‘seguro gracias a nuevas y més séides construcciones navales,crearan Condiciones que acercaron, como nunca antes, @ Europa y América, Esta ‘ckcunstancia acrecenté la competencia de Espafa, donde el monopalio andeluz two que ceder a las presiones para lberalzar el comercio ‘americano, abriéndolo a nuevos puartos y als itercambios con colors de ottos paises, en especie, ale competencia de las potencies europeas emergentes. 47 Un régimen de cristiandad De todo cuanto la América Latina independiente hered6 de la América ibérica de la era colonial, lo que quiz& pes6 més sobre su historia pos- tetior fue lo menos visible y mensurable: el imaginario social de tipo religioso que la impregn6 hasta en sus pliegues mas intimos. Este dise- fiaba una sociedad organizada como una comunidad orgénica, enten- dida ala ver como reflejo de un orden divino revelado, y en a cual no cxistia ningtin distingo licito entre unidad politica y unidad espivitual, centre ciudadano y feligrés, entre esfera temporal y esfera espiritual. A su modo, los imperios ibéricos fueron regimenes de cristiandad: luga- tes donde el orclen politico se asentaba sobre la correspondencia de sus leyes temporales con la ley de Dios y donde el trono (el soberano) estaba unido al altar (Ia iglesia) ‘No obstante, no fue tanto la naturaleza de este imaginario lo que di- ferencié a la América ibérica del resto de Occidente, donde la conver- sgencia entre politica y religion era la norma. En todo caso, diferentes fueron las formas y la intensidad que asumis alli ese imaginario por efecto de su historia peculiar. Para entenderlo, debe tenerse presente ‘un par de aspectos clave. El primero es que la América ibérica qued6 fuera de la Reforma protestante y, por tanto, ajena a la ruptura de la

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