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Revisión: 1.0
21/06/2020
Para Chicho, Pili y Luz.
1
CONSTELACIONES OSCURAS
La gallinita ciega
Aquí podemos ver las tres señales que registró Bose durante su
experimento:
(A) corresponde a la respuesta de un músculo, (P) de una planta y (M) de
un metal. ¿No os parecen primas hermanas?
De la paciencia a la empatia
¿Cómo un mono torpe y lento oculto en las copas de los
árboles, a años luz de ser el animal más ágil, inteligente o
fuerte, se convirtió en la especie más dominante del planeta?
Muchas personas señalan a la corteza cerebral, concretamente
a la capacidad de generar predicciones o pensamientos
abstractos, como principal motivo de la supremacía del Homo
sapiens sapiens en el planeta azul, pero seguramente ser
conscientes de nuestros pensamientos tuvo mucho que ver. El
legado de nuestro querido Darwin se imprime a día de hoy en
los libros de escuela en forma de «sobreviven los más aptos».
¿Cómo conseguimos los seres humanos llegar a ser «los más
aptos» en algún momento de nuestra existencia? ¿Qué diantres
significa exactamente ser «los más aptos»? En la sociedad
occidental se ha grabado a fuego que los más aptos son los
más fuertes, los más competitivos, los más «vivos» e, incluso,
los más egoístas. Volver a mirar la naturaleza nos ofrece una
perspectiva completamente distinta del más apto donde la
competitividad o el egoísmo es una anécdota aislada. El
mundo vive sumido en constante cooperación y comunicación.
En las últimas décadas, gran parte de los estudios
científicos dan a entender que los más aptos no son los que se
adaptan al entorno, sino aquellos seres que consiguen
adaptarse con éxito al proceso de la vida, el cual va mucho
más allá de la porción de tierra que pisamos en un momento
concreto o de la época en que nos toca existir. Profundizando
en este asunto desde nuestra nueva visión del universo,
descubrimos que el ser humano consiguió adaptarse con éxito
al proceso de la vida y convertirse en el más apto gracias a
cinco herramientas básicas: la paciencia, la cooperación, la
empatia, la confianza y la honestidad.
Los orígenes de la paciencia se remontan a millones de
años atrás. Existen especies como pájaros, roedores y primates
que, al escoger entre una pequeña cantidad de comida ahora o
una mayor cantidad de alimento en un futuro cercano, se dejan
llevar por la impulsividad y eligen la opción más inmediata.
Los seres humanos, en cambio, somos capaces de esperar
semanas o largos períodos de tiempo si la recompensa vale la
pena (sobre todo si hablamos de dinero).[RF19] Ahora bien, la
paciencia no es algo exclusivo de los seres humanos. Bonobos
o chimpancés también son capaces de esperar para recibir más
cantidad de alimento. En un experimento que comparaba el
comportamiento de un chimpancé con estudiantes
universitarios de Harvard (supuestamente la créme de la
créme), los estudiantes mostraron menos paciencia que el
primate y terminaron abalanzándose sobre la comida antes de
tiempo, perdiendo la recompensa.
Donde nos llevamos la palma y superamos al resto de seres
vivos de carrerilla es cuando el asunto va de dinero. Ahí no
hay discusión. Un chimpancé, ante una recompensa de papel
manoseado y maloliente o un suculento manjar, pasa
olímpicamente del dinero y se decanta por la comida. Las
personas elegimos el dinero porque hemos hecho de él una
necesidad. Pero la cosa no queda aquí, aún somos más raros.
Cuando nos dan a elegir entre recibir una recompensa de diez
euros tras una espera de treinta días u once euros si esperamos
treinta y uno, normalmente elegimos la segunda opción.
Solemos pensar: «ya que espero treinta días… ¿qué más me da
esperar uno más?» Por el contrario, cuando nos preguntan si
queremos diez euros hoy u once mañana, las personas somos
más impulsivas y preferimos la recompensa inmediata por si
las moscas.[RF20] Incoherente, ¿no? Tal vez este
comportamiento venga de pensar «más vale pájaro en mano
que ciento volando». Dinero al margen, la paciencia es
imprescindible tanto para un depredador en busca del
momento preciso como para hacer fuego con yesca y pedernal.
Con todo, esta capacidad se perfila como una de las estrategias
de adaptación más aptas al proceso de la vida y, dada su
importancia, profundizaremos a su debido tiempo en los
entresijos neuronales para aprender cómo aplicar la paciencia
a una cotidianidad repleta de fechas de entrega, obligaciones,
dinero y estrés.
El siguiente aspecto a tratar es la cooperación. Para
entender su papel en el proceso de la vida llevemos a cabo un
experimento mental de los que tanto entusiasmaban a Einstein.
La cosa tiene huevos (aviso). Imaginemos que ponemos el
mismo número de gallinas en diferentes jaulas sin criterio
alguno y, pasado un tiempo, contamos tanto el número de
huevos que produce cada gallina de manera individual como el
número de huevos de cada gallinero en su conjunto. Entonces
seleccionamos las pitas más productivas y las juntamos a todas
en la misma jaula. Por si no se ha intuido, estamos tratando de
formar nuevos y mejores gallineros seleccionando a las aves
más productivas, algo similar a lo que intentan hacer las
empresas seleccionando a los candidatos con mejor currículum
(que no los más aptos) o a las universidades para elegir a sus
estudiantes. Supuestamente deberíamos obtener una superlínea
de gallinas más eficientes que pongan un número más elevado
de huevos y disparen la productividad, teniendo en cuenta que
a mayor número de huevos la probabilidad de preservar la
especie aumenta.
Estamos a punto de darnos contra un poste. Esta idea lineal
y limitada tan lógica para las personas no encaja en el proceso
de la vida, tal y como demostró William Muir de la
Universidad de Purdue al llevar a cabo este mismo
experimento en la vida real con la paciencia de un santo. En
los resultados del estudio puede verse cómo las primeras
generaciones de gallinas eran auténticas máquinas de poner
huevos y parecía que el sentido común hacía diana, pero al
cabo de seis generaciones todo dio un giro inesperado: las
gallinas comenzaron a desplumarse unas a otras y, en esas
trifulcas, muchas perdían la vida. Las gallinas más productivas
eran también las más fuertes, competitivas y agresivas, algo
que les permitía proteger mejor sus huevos pero al mismo
tiempo aumentaba los niveles de agresividad, tensión y estrés
de la comunidad. En pocas generaciones la producción de
huevos cayó en picado.
(A) En el primer estudio, Willy seleccionó las pitas más productivas de
cada jaula y, en pocas generaciones, se hincharon a picotazos. (B) Luego
se le ocurrió seleccionar las jaulas más productivas y… ¿quieres saber
qué descubrió? Continúa leyendo.
Vamos con las dos claves evolutivas que nos quedan para
tomar perspectiva de qué nos llevó a ser los más aptos e
integrarnos con éxito en el proceso de la vida: la confianza y la
honestidad. Hablemos de economía para entender la primera
de ellas. El Producto Interior Bruto o PIB hace referencia a la
riqueza que produce un país en un período de tiempo y se
utiliza como indicador para decir «España va bien». Hace
poco hemos descubierto que la riqueza de un país está
íntimamente relacionada con la confianza que sus habitantes
tienen los unos en los otros. Extrapolando todo lo aprendido en
la primera etapa de nuestro viaje, si una nube o una persona es
un sistema emergente, un país o una empresa también es un
sistema emergente, el cual cuenta con sus propias
características emergentes y toma sus propias decisiones.
Del mismo modo que una persona emerge de una
organización concreta de órganos y células, un país emerge de
una organización concreta de personas y el resultado es más
que la suma de cada habitante del país. Esto ocurre porque la
vida no suma, integra. Si un sistema emergente fuera el
resultado de la suma de sus partes no existirían características
emergentes. En cambio, debido a la integración con el proceso
de la vida, todos los sistemas que puedan existir cuentan con
características extraordinarias coherentes con el proceso de la
vida. Es así, atreviéndonos a estudiar un país como un ser
vivo, como descubrimos el efecto de la confianza en los
países. Un habitante que confía en sus conciudadanos, en la
gente que se encuentra en el súper o en la mujer de la limpieza
que viene a casa, vive en un país con un PIB mayor, lo que se
traduce en mayor riqueza y «bienestar». A mayor confianza de
los ciudadanos, mayor riqueza del país, tendencia que se repite
a lo largo y ancho del planeta a través de diferentes culturas.
En lugares como Australia, Finlandia, Arabia Saudí o
Suiza, donde la confianza de sus habitantes es del 50-65%, la
renta per cápita ronda los cincuenta mil dólares al año. En
España, la confianza de sus habitantes no alcanza el 20% y la
renta per cápita disminuye a treinta y cinco mil dólares
anuales. A los españoles nos tiemblan las piernas cuando
llamamos al cerrajero y nos cuesta confiar en la buena fe del
vendedor o el mecánico. En países como Filipinas o Colombia
los datos son alarmantes. La renta per cápita supera a duras
penas los diez mil dólares al año y la confianza en sus
paisanos es menor del 5%.[RF25] En lugares donde existe un
conflicto armado la confianza es prácticamente nula.
El pastorcillo y el lobo
El Homo honestus
El cerebro universal
Generando la realidad
Fotografiando la existencia
La receta de la percepción
¿Quiénes somos?
innocenceproject.org
La mujer elefante
Tendiendo a cero
De vuelta a la vida
La película de la vida
El punto G
Una de las claves para entender las emociones es darse cuenta de que el
fruto, es decir, la emoción resultante, es la suma de la calma que produce
el pensamiento hoja («el lunes tengo un examen médico»), la
incertidumbre del pensamiento rama («espero que todo vaya bien»), la
ansiedad del pensamiento tronco («al amigo de mi prima le encontraron
un tumor») y el miedo que nace del pensamiento raíz («tengo miedo a
morir»).
El test de la golosina
Los resultados del estudio de Walter dejan entrever una premisa que
estamos a punto de descubrir: la regla de usar o tirar. (A) Los niños que
prestaron atención a pensamientos relacionados con la golosina,
terminaron reaccionando antes de tiempo y devorando la chuchería. (B)
En cambio, los pequeños participantes que no usaron pensamientos
relacionados con la golosina terminaron llevándose dos dulces a la boca.
Reeducar el cerebro
La fórmula de la felicidad
Expandiendo la felicidad
CAPÍTULO 4: EL CEREBRO
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CAPÍTULO 5: EMANEMS
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