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178 La veo llegar allí a donde Brigham Young y todas sus esposas;
ella solo pasó de largo. ¿Qué dijo ella?
179 Les oigo decir: “¡Alto ahí! ¿Adónde va, pues, el médico no
puede ayudarla? Entonces ¿adónde irá Ud.? Yo la he visto a Ud.
allá, con ese flujo de sangre”.
Ella dijo: “Voy a ir por el camino provisto por Dios”.
180 “¿Dónde está? ¿No estará hablando de ese hipócrita allá?”.
el camino provisto por Dios para mis ojos. ¡Oh, Señor, ten
misericordia de mí!”. Así es.
221 Un día leí la historia de Bartimeo el ciego, una historia corta.
Decían que había sido ciego por años. Él tenía una hija pequeña
que nunca había visto. Una noche… Y él solía subir allá y
sentarse en la calle. Él tenía un corderito. Los corderos solían
guiar a los ciegos como lo hacen hoy los perros; los perros que
guían a los ciegos. Ellos tenían un cordero entrenado para guiar
a los ciegos. Y entonces uno dijo un día que…
222 Él tenía dos tórtolas pequeñas y daban pequeñas volteretas,
así, para atraer la atención de los turistas que entraban en
Jerusalén, o en la—la ciudad, y ellos echaban monedas en su vaso.
Él estaba ciego.
223 Así que una noche su esposa se enfermó mucho, y él fue al
Señor. Y dijo: “Señor, yo no tengo nada; soy un hombre pobre; soy
un hombre ciego; no tengo nada que darte. Mas yo Te creo, Señor.
Y si tuvieras misericordia y permitieras que mi pobre esposa viva,
mañana Te daré mi tórtola como sacrificio”. El Señor sanó a su
esposa esa noche.
224 Al día siguiente él regresó, con un sacerdote ofreció las dos
tórtolas en sacrificio. Entonces no le quedó más que el cordero.
225 Poco después de eso, su niña se enfermó. Los médicos no
podían hacer nada por ella. Él dijo: “Señor, solo me queda una
cosa” y dijo, “es el cordero. Pero si Tú permites que mi niña, a la
que nunca he visto, si Tú solo permites que sane, entonces Te daré
mi cordero como sacrificio”. Entonces el Señor sanó a su niña.
226 A los pocos días, él salió por la calle, con ese cordero
guiándolo. Y Caifás, el sumo sacerdote, salió, dijo: “Ciego
Bartimeo, ¿a dónde vas?”.
227 Él dijo: “Voy, ¡oh, sumo sacerdote!, al templo. El cordero me
lleva al templo; para ofrecer el cordero en sacrificio”.
“¡Oh!” dijo él, “no puedes hacer eso”.
Dijo: “Sí”, Bartimeo.
228 Dijo: “Toma, te daré lo que cuesta un cordero. Ve a
comprar uno”.
229 Él dijo: “Yo no le prometí a Dios un cordero; yo Le prometí
este cordero, este cordero”.
230 Dijo: “Ciego Bartimeo, no puedes llevar ese cordero. Ese
cordero son tus ojos. No puedes ver sin ese cordero. Ese cordero
te guía. Esos son tus ojos, ciego Bartimeo. No puedes ofrecer ese
cordero”.
231 Dice que, el anciano tembló un poco y dijo: “¡Oh sumo
sacerdote!, Dios proveerá un cordero para los ojos de este ciego
Bartimeo”.
EL CA M I NO DE DIOS QUE H A SIDO H ECHO PA RA NOSOTROS 25
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