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nun CRIATURAS ABISALES Marina Perezagua loslbros del tince Died intses DGB (Dt Gein Buca) Imes decir © Aron Wise, The Do's roger Primes e:mayo d2011 [Nee ei: rvenbed2905 (arn Peg 2915 (Cones de prt ns Ba (deeb. Loris dines 2015 Ginn iad es Cot alin op oo Bucs srealneine so ‘ebsites Fook ww choexnMirsline Twine idle smegrtsyasreces ICRA epi leg 29379015 “Takei derecho sd Lengua fornea (Olga W. via en un Boeing transthntico cuando una san lengua aided crsal dea ventnlla donde tei 2po- yada a frente. Olgu W, se desper con un ligero dolor de uel, ys ei unos cenimerros del vdro para incorpo rarse en el asiento, Tenia la boca sea y bebié un poco de agua de a botela que levaba en el balso de mano. Mira ambos ides. Era un vuelo nocturo y su inguin la oe cid de a noche limitaba sa vista A su derechavnjaba un sefor pequeioy enlengue, can una protberanca exage tala en el pecho. Toda sdormilads, Ola W. pens en tun hombre pijaro, aeordéndose de un cuaro alm de os alos veinte, donde un personae excesivamente blanco pre senta al especeador un teas semejante al buehe de un pi: chin, por la deformidad de unas cosas prominent. (Olga W. imag agenesis de aque hulto ye vino al ca- ez La figura el paseo atrgantado con un hueso de ave, tosieno en una lucha que aabs com el gop ea a espalda de una mano amiga. En su istento por svar de a asia Jk mano two que aporearl asta que la jorab see ali polo lo. As consujorobs despa aca lester ‘i, dormitaba su triste compaero de i. ‘Ole W, encendi la lampaita situada sobre su sient y ya totalmente dsperta se dspoia a er cuando le pare~ Ever de soslayo que algo se habia destacado en la noche, all afvera del avin. Mir por la ventanillay no pudo ver fda, a uniformidad del vaio la tranquilizd, Miré de aver ‘hombre pio y esta ver fila atencin en sunaiz agi Jefe, Temid que enna de sus eaberads le clavars aguel arto en el hombro, Olga W. todavia no st habia dado oenta de qu del oro ldo, y por terer er I lengua ha- ‘ia lami el rst de su ventana yeaa algunos manu tosall pegnda La mayoria de os pasjeros dorm, slo alguns Ince tax permanecianencendias en avin, y aqel silencio nosis a Olga W. ainiciar sv lectara. Olga W iba legend, pero el peo le moesaba en cra y del hr abiero Sobre sus rolls para recogérselo en una cola de caballo Foren el namento en qe uso mira si reficio en el tis- tal cuando avin la presencia del gran lenges. 1 principio Oly W. no podoapreciar nature del xgano pegado al rsal. En los primers segundos slo pul advertr na masa roa qu permancia al alrs de Fa cabeca, Se gr hace el ser dela joroba desplazada pare ‘comentacel incident, pero seguia dormid, ye iS en que tenia a cuenes de los os tan prfna como lade la boca, ‘js abs pref eres aca el interior de su gegan> ta separindole del mundo, Olga W.voié a mira fuera y fntoneespudoapreia con horror que To que estaba po- fos centimetros de su cara era tna lengua separida des 8 boca, y desu cabeza desu cuerpo una lengua suet ysl taria Pace tratar de media excendié su mano con los dds polar y metique sepaidos. En eomparacin con a lengua sumano resultaba peqefia,ynecesité algo mis de un pal- mo pra abaearl, A Olga W- le vino entoncesa la boca un sabot a hie temié que el miedo lo supurara como olor yl propagara por to el svidn. Pars eta contajsu coer oy agarroté ls manos el vient, los slo, en un afin de ‘contenerse a misma jvlvia mira hacia la ventana Aungue ea una lengua muy grande, Olga W. no duds ‘en ningin momento de gues wataba de una lengua hua na, Se aero hasta tocar el eristal eon la narizy ado ver el ‘tamatio debs paps ye colors blanguecino de a parte sperior dl misculo, que contrastaba con elo vivo dela punta, Durante les siguientes minutos, mientras estuvo ob- servando a lengua, Olga W. tvo tempo de familaiarse coel pts Ysesiaoi m compare de vsje misatractvo que el que aca asudere- Gin A ees wenn pte eg que aventaabs en movida a aquella ota lengua qe ella se imaging acartonada desde que, hacia un rato, el seorha- ‘ia abierola boca en an geso de trepanacia, En es ins- tanteOlgs W. sini que no habia rstl entre su caray la Jengua ce furs, Como las manos de mimo que aparentan Iscar una sala desesperadaen un gran vidro insistent, Jalengua habia comprendido la facia el risa y se habia siruado junto ala cara de Olga W. Desapaecis el arster asépico qu anes le confer a seperacin hermetic de a ‘entril, ahora presencia fea de Ia lengua desple- ‘ba acomparada de s propio aliento, ° (Olga W. comprobs gue el hombre pao seat dor anid, Tenia ks brazosencogidos ys pos cerrado y i= tuadossmétrcamente soe sus pieras,a modo de galing enpalo de corr, En un lado de laa de Olga W. se are= rmolnaba el vabo que desprendaaguela lengua podcrss dese el oto ldo ellegabn el olor del cuerpo yermo de su compatero de avin, A Olga W.lebast est contrast para ‘eonsentr que, enunsantamén, a lengua sel colar por la fala e bjara un poco ls medias yse le acomodara entre sus tsls. Abas lengua y mujer, permaneseron quiets tos instants, cabo de los cuales el scl ream st ‘movimiento y,susitwyendo la superficie dl crsal de la ‘entail por sexode Olga W.,posgnd con sus lamidos. "ALcontact de supe con lengua, Olga W. quiso pen sar que era na lengua qu ella deseab desde hacia mess, «que econocian desde hci ln tempo. Una vex que se habia acoplado alli abso, el tama e result c6modo, cs fami, yagrdable satura, suvaho, suelo ito lamerla yal beara, Antelaconianza que le confers imag rari comola lengua que smabs, Olga W. se rel, yal or- cer la cabera hacia su derecha se enconté de nuevo con la ‘mucea patética de su compar de vise. Para neutralizar Isimagen de agel matin dela libido Olga W. se desabrochs el cinta de seguridad y se cobrié completamente conf rmanta que reparten en los vels de args distancia. Enel iron de a cubicalo Olga W. vo que tapers la boca para no deatar con savor lo que oculaba con la ata ‘Cuando li lengua pu descansar Olga W. se descubio la cabeza, se incompor y se limp con un peo de papel ue cogis dl boll de acai dl hombre pir, que ni siquiera se inmats. Después besb con cud af lens, aquese habia dormio,y la guards en su neces. Duane el esto del viaje mien Olea W.se dui sélo despersevando una vor anunciaba el aterzgje, La lengua habia despertado antes, y haba para acopirsele de evo. Olea W. nol import se 0- sno en sv asienoy se abrochs el cnn de seguridad Esaba amanecindo el ielo ena unos tonos pastel quele dierona Olga W.un senscén de biznestar. Se semi tes- a descnsaa, se pregun Ia hor Camo no levaba rel Yel mil exaba dexonecado, mi a mura del sedor lito, Els tena rel, pro la mange de su chaque cel taba cas toda la eer. A vero desir por primera vez Olga W. decd pregunare: «Perdone, sor, zpodri ws ted decime la hora? Elsefior no dion una palabra, pero lemostr a hora Ola W. y Ineo, como dsclpindose, la mir con ss ojs cfneavos para expicale con sets la r= 6ndesu silencio, tl como hacen lesmudosen 5052505 4 eos cement incmodo. Csanlo Olga W.supo eon asco que a lengua que levabacosigo no er aque habia deseo, sno un lengua repugnantey hambrien,inten- ‘6 despendersede ella toda cost tires a pureaos. a tos. perono pudo fo del neceser Fredo yla méquina Hay tres personas alrededor de mi, como casi cada tarde ‘Mi madre nunca falta, y generalmente vienen sus dos her- ‘mans acompatindola, como akora, mis ds tas. Llevo dos ios tumbada en esta cama, en la habicacin del mismo hos- pital que me tajeron ewando me af dea moto. Dosaios. ‘Cuando una estéen coma no sabe ni cmo se pasa el tiem po, algunos das parecen semanas, algunas semanas parecen pocas horas. Eni estado yo seraincaparde calcolarenin- to hace que estoy aqui, pero por las conversaciones de mis familiares, dels enfermeras, voy sacando no sl eaifor- ‘maci6n, sino también otros muchos datos, que 2 veces me aprietan como pellzeos. Por lo visto no hay esperazas de ‘mora, y mi madre susurra cien veces al dia mi nombre, Inés, Inés, Inés, y cadaver que lo hace un ltigazo me hiere {a garganta, Pero mi garganta no traga, ni se contrac, yen realidad ninguno de mis dolores es dl todo fico, por eso ‘cand utilizo expresiones como «un latgazo me hiere la {gargantar slo quero dar a entender asi una fuerte angus- tia, porque a les postrados como yo no les puede doler mis B que el entendimiento. «Si supieras eugnto me gustaria que pudieras oirme al menos ahora», me dice mi madre, y yo me rio por dentro y pienso que si ella supiera mo duelen ls palabras, por si misma me taparia los ofdos eon cers ealien- te. Pero no lo sabe, porque creo que se supone que mi per- cepeién es la misma que la que pueda tener el picaporte de puerta que lleva al bao, solo que yo no Hlevo a nadie a ninggin sitio. ‘Creo que la habitacidn donde me tienen es bastante am- plia, porque desde la puerta hasta mi cama cuento entre diez ¥ doce pasos de hombre, algunos més si entra una mujer. Mis vistas eomentan esta holguray elogian las facilidades el hospital eomo si se tratara de un hotel. Eso es porque los {que me han querido mucho, que son ya los tinicos que si srven viniendo, se han vencido ante tres palabras que quedan como tlm recurso de los desafortunados: podria ser peor. ‘No, mami, no, tta, no podria ser peor. Uno se ahoga igual «nun poro de dos metros de profundidad que de cien. La agonfa es una esponja que cuando se empapa ya no absorbe ns. Yo estoy empapada, més all tan slo la muerte el ini- «co cambio que modificarfa mi situacién y, sin embargo, el nds aborrecido por mi. Muerte, te aborrezco, Ojalé fueras person para escupirte ala cara. Ojaldyo también fuera per- sona para poder escupirte al cara Pero todavia no me ha legado el momento, y eseucho a ri madre recordando en vor alta: «Inés, mi nia, no hay noche que pase en que no se me vengan ala eabera tus pala- bras, cuando varias veces, y como en una suerte de augurio fatal, me pediste que sialgtin dia quedabas en coma jamis permitiera que sete deseonectara», Si, mam, yo me acuee- 4 do perfectamente, ti siempre me decias que aquella era una acvertencia innecesaria, y que no estaba bien reerearse con elpensamieato de alguna desgracia, Pero yo no me reerea~ by, yo solo queria que, en easo de encontrarme como ahors ‘me encuentro, pudieras interpretar esta cas negra que soy @ través del registro de mi voz antes del siniestro. Cierto que et aquel momento mis palabras parecian el colmo dela pre~ cancion, y en su humildad estaban lejos de mostrar la natu- raleza claividente con que se muestran hoy, pero ahora veo ‘que aquéllas fueron mis palabras mis aeertadas, ls mi les, me alegro dle que con ellas me diera tiempo de adver- tite ue puedes dejar de vistarme site cansas al cabo de los ao, que puedes hacerte ala idea de que me maté el dia del accidente, que puedes negar que alguna vez me parst,sies que asi sufres menos. Todo lo que hagas me da igual, salvo inserrumpir para siempre este hilo que me queda de vida, ura maquinaria que me da la posibilidad de respirar, el pal- $o, la nutricin; una maquinari ala que as vistas debert diigise como si fuera yo, ala que ti, mama, deberias aca ciar tambign de ver-en cuando, porque en ella esti el foco aque caldea mi came, Sin embargo, cuando alguien entra en esta habitacién viene a verme a mi,y se olvida de esta extensién mia que son ‘uros tubos, unos liquidos, unos cables. Y ocurre que hay oisiones en las que también a mi se me ignora, y pienso incluso que quien viene a esta sala viene a verse asi mismo. Ambas, la miquina y yo, nos unimos entonces en a exchu- sign. Alguiea, un conocido o un familiar, entra, aude al termostato para ajustar a su gust la temperatura dela habi- tacién, se sienta enfrente de mi, lanza un suspiro, supongo 15 ‘que me mira, yentonces empieza un mondlogo que no tie- nie nada que ver conmigo, un didlogo donde yo soy la mejor interlocutora, porque nunca llevo la contraria. A més de uno le falta el pudor; Alicia, Roman, zpor qué me decis eto que ni yo quiero eseuchar ni vosotros quertis que se escu~ che? :Por qué no os lo tragiis como harias si yo pudiera sosteneros la mirada? Pero en realidad desde mi pensamiento transijo en casi todo, y desde mis ereunstancias estoy agradecida como pe- ‘ra adoptada, porque ninguno de mis prientes parece haber dado muestra hasta I fecha de querer interrumpir mi man- tenimiento mecénieo. EI momento critica ya ha pasado, ‘cuando el jefe del equipo médico que se ocupa de mile ofre- ‘6 ami madre la posibilidad de que mis érganos terminaran en ottos cuerpos. Mi madre nose rindié al canto de las sire~ nas, ala retrica de un doctor que insstia en que evalua la trascendencia que mis riiones, mi corazén, ls e6reas de nis ojos, tendrian para socorrer la vida de otras personas. Mami, tt desofste toda peticin, e hiciste bien, que cada ‘cuerpo acarree su propio deterioro, No quiero que mis rga~ nos jvenes envejezean en personas ajenas, que los hijossal~ ven asus padres, si quieren, y ls padresa sus hijs, pero yo ‘me quiero entera y, sin tener descendencia, tampoco tengo nada que dejar a mis mayores,y por eso me ofrezco como herencia. Mam, no nave tempo de regalarte una vejezduloe -ydespreacupads, pero aqui tienes lo néximo que una perso- na puede dejar, su cuerpo intacto. ¥ ti, doctor, que le habla~ bas a mi madre de Ia generosidad de los donantes,caciso podris ti siquiera sofiar con ser la mitad de generoso que ‘yo? Jams, porque yo, Inés, soy la lherencia de ra mista, 6 Algo bueno ha hecho este doctor, a pesar de todo, y a pesar de que ni él mismo podré advertir que uno de sus ac- ‘tos ha cambiado mi estancia en este hospital. Una decisin ‘suya ha aleerado mi historia de manera tan rotunda como el ‘hoque contra el asfilto Ia noche del accidente. Después de llevar dos afios alojada sola en esta habitaci, sin compar- tira con nadie, hace dos meses escasos que dispuso instalar 4 otro paciente, que qued6 en un estado semejante al mio después de ser arrollado por un autobis. Tuve suerte y no _muri6, sgradezco su atropello, Fredo es su nombre. Con Fredo he entrado complacida en mi tereer aio aqui. Como a mi, vienen a visarle cada dia, aungue con mis frecuencia, como es logico, dado que pricticamente acaba de legar. «Inés, hija mia, mira qué listima, aba lado hhan puesto aun paciente tan joven y guapo como ti, me decfa mi madre el dia en que lleg6 él, yo pensaba que ojaki todas hs listimas fueran como aguélla. Ahora, mientras cuerdo su legada, él sigue ahi, a dos metros escasos de mi, coneetado al mismo tipo de aparatos que yo, por los mismos tipos de cables, ingiriendo la misma comida que yo por los mismos tubos. «Fredo, mi hijo», suspira su padre, , y yo pienso: «Estis cscuchando a mamé, Fredo? ‘Te perdiste mi adolescencia, pero sornos afortunados, porque cada dia yo sé més de tiy ‘ui mds de mi>. A mf me gusta cuando tu papé recuerda tu habilidad para eazar lagartijas, enando repite: «Nadie sabia ‘mo a tus cinco aos te las ingeniabas para ser més ripido «que ellasy lenar un cubo entero de aquellos bichos». Me ‘gusta porque yo también hacia eso, y espero a que mi madre lorecuerde para que Fredo me crea, Pero mii madre recuer- da otras cosas que quizé tambign le gusten, «0 acss0 no te ‘gusta saber que me desarrollé casi de un dia para otro, que de todas las nifias de mi case yo ti el prorotpo del paso de una bellezainocente a una bellezafecunda, fuerte y blanita ala ve22>. Ahora escucho que mi cuerpo se estésecando, y que he adelgazado diez kilos de los cincuenta y cuatro que pesaba, y por momentos me retrato de lo que dije antes, porque creo que si, que mi situacidn podria ser peo, de he- cho lo es cada vex que los recuerdos se me aparecen como lo que son, espectros que juguetean y me ofrecen el dedo indi- 8 ‘ce untado en mie para que lo chope y crea que todavia ali- ‘menta, oculténdome que en mi mundo ya no existe las abejas,y que lo que se me ofrece como miel no es mis que el liguido que supura una mano que se pocire. Pero est no se lo digo a Fredo, sino que le digo: «Si me hubieras conocido 4 mis catorce ais yo habria puesto tu cabeza en mi vientre redondo y ti ronroncaria como tn gato satisfecho», Entre mi cama ya de Fredo hay una cortina pero como yo estoy al lad dei nica ventans que hay en nuestra habi- tacida, la mayor parte del tiempo la cortina ests plegada, para que el aire venile toda la pieza. La ventana es muy grande, y ahora que hay bisa mi madre la ha abierto de par en par. Las vistas deben de ser agradables, porque todo el ‘mundo las celebra. Hay un jardin y una fuente pequedia en centro, de donde nacen cuatro caios que riegan los arrates, El sonido del agua que corre puede escucharse levemente incluso cuando la ventana est cerada, pero ahora que esti abierta entra una corrientedelicada de aire que antes de le~ ‘ara Fredo tiene que pasar por mi «Dime si hueles mi pelo, Fredo, porque mi madre me lo ha avado hay con el champai ‘que me gusta, no te confundas y pinses que el olor viene de las flores de cualquier parte»» Emionces pienso que los dos no estamos aqui, sino en un carmen de Granada, que yo co- ‘noci en mi época de estudiante, donde pasaba las tarde Ie- yendo cerca de una fuente que sonaba parecido a ésta, «¥ al imaginar ta perfil quiero decrte qe tenes el rostro de una virgen de Fra Angelico, pero en hambre, y los pirpados apa~ cibles de una muchacha de Van Bck, yen el huerto donde ‘estamos tu amor mesabe a amor cortés, ti, mi amante fran 5, trovador que festeja muestra pein innatao» 19 Al médico que entra yo no quiero verle ms, por mucho aque haya sido quien wehaya puesto aqui. Tine la cara gra~ +e, imagino, como un sepaltuero, pero sin motivo, porque aqut no veo ningin muerto, Adem interumpe ls conver- saciones de nuestros padres y, cuando nos stin hablando y entra, después cuesta trabajo retomarla carla, ques weoes se queda en algin momento clave para nuestra compression ‘mutua. Por eso estoy siempre en ascuas, suplicando que e doctor no entre cuando mi madre rememora un capitulo im- portante de mi historia. Yo creo que este hombre no tiene ningin ipo de apetito, que su mirada ela misma cuando dirige a nuestra botellita de sero que cuando se dirige a un ‘entrecot de temera oa la piermas de mi prima. ‘Desde que vivo en posicin horizontal slo siento movi- rmiento cuando mi mente pasa del blanco al negro. Hoy he sido volteada por una nueva sombra, Mi madre decae, el Snimo le faques,y me pregunta: «:No staré siendo injusta ‘mantenigndote en este estado? Yo prefertia estar mertaa ‘que mie vieras asi, y me pregunto si como mare no deberia desconectartey abreviar tu agonia. Inés, mi nifia, no puede haber decisin mas cfil que ésta de matarte o mantenerte muerta. 20 {Horror de los horrores, made atroz y descarada! No decaigas, acuérdate de mi deseo expreso, ahuyenta de ti esa ida, aqué deto decirte para que no te alies con mi muerte? Si ya sé, ands, mam sal de la habitacin, divértete un poco, no vuekas mis, ges que he hecho algo que te haga pensar que no estoy bien? zes que me he comportado de ‘manera que creas que soy desgraciada? Te prometo que yo soy feliz con mi suerte, dle hecho soy mas feliz que nunca, jai hubiera nacido ase dia del accident fue el mas feliz demi vida, aquel dia compadec a todos los andantes, por- que yo sf que sé lo que es vivir, yo sf que oy afortunada. ‘Mi madresale de la habitacis, y antes de que wuela yo inyoco ami amante gal, mi snico salvador, pienso en él, y en su méquina, que es nuestra otra mitad, y Ie imploro: «Fredo, leviniatey anda, conmigo». Elrendido De nada sirvié su inocencia. Tras mis declaraciones su de- fensa fue en vano, Bl jez decrets cadena perperua. Asi en- cerrado, le queria ver yo desde hacfa meses, en realidad des- deel primer momento en que levi. Aquel primer momento habia tenido lugar exactamente cinco semanas antes del dia en que nos eonocimos, teinta, inco dias al cabo de los cuales hubo una breve presenta- cin, y eso fue easi todo. Yo me lamabs Rita y él se llamaba Berafard, tras un apretén de manos. Aquelia misma tarde ‘me cost6 poco convencerle para que se trasladase con todos sus birtulos a mi apartamento, Creo que no babriamos ha- ‘lado més de cinco minutos cuando le solté muy de repente ‘In impresin de nuestras soledades y le presenté la solucién de lo que llamamos una vida en comin. Como lo que mis ‘nos sobraba era el tiempo (ambos coincidiamos en una baja por depresin), puedo decir que el primer mes lo gasté de ‘manera integra en retirarle la eorteza que le cubria por desu- $0, y durante los meses siguientes é se dedies a agradecér- melo con un amor apacible y constante, que n0s hacia des- 4 pertaren un soporde satisfaceién quese prolongaba durante todo el di ‘Después del colapso de nuestra relacin y de! suyo pro- pio, he afiorado muchas veces el décil letargo de aquella Epoca, que extendlia las races de muestra prehistoria bajo la silla en que le descubri, Estaba sentado en una cafeteria cualquiera, con una cara cualquiera, sin cierto air, silo la imagen de alguien que desde hacia mucho tiempo no se pronunciaba, el reflejo de un vestgioy, sin embargo, no ad- virti6 mi presencia. No se fjé en mi a primera vez, y lo in- tenté una segunda, Me acergué a él para pregantarle si una de las sllas de su mesa estaba libre, y asi me senté en la me- sade al lado, con mi cabeza apantandio en su direcciin, Fstuve ‘observindolo durante largo rato y él nada, ni siquera se in- mut6. Bebia un café a sorbos corto y en intervalos intermi- ables, con a vista, y seguramente la mente, perdidas en al- rin sitio de escasa importaneia. En pocas palabras, se diria «que estaba alli matando el tiempo. En evanto ami, desde los inicios de mi tristeza, tampoco tenia ganas de hacer mucho, asi que cuando me di cuenta de que todos los di la cafete- ria era para él un panto obligado, me unt a su rutina, El soll venir sobre las cuatro, yo le vela Hegar, y unos ‘minutos ms tarde le pedia una dels sllaslibres de so mesa yy me sentaba en la de al lado, siempre orientada hacia él Esto ocurrié durante las semanas previas a nuestro cono- cimiento, invariablemente. La sitacida era un euro de ‘constants jas y determinadas, y como ta é las acogié cada di, sin mostrar a més minima extraneza. Como digo, solia Iegar a las cuatro, y se marchaba sobre las siete. Tres horas cada dia, inclayendo los fines de semana, son muchas ho- 24 rs, allisentado como la viva imagen de un penitente, derren- sido no por los afios, que no pasaban de treinta y pcos, sino por algin choque mortal en su historia, que mis tarde, Cuando nos uos conecendo, me con desde una certs Pero por aquel entonces atin no le conocia, y cada ver 4que le vefa aumentaba mi curiosidad hacia su persona. Me preguntaba por qué dedicaria gran parte de la semana a aquel triste far niente. Me preguitaba si en realidad aquellas horas las emplearia reeredndose en los encantos de su ena- ‘morada, o memorizando su papel en wn guién de cine, o en el pensamiento de alsin problema matemitico, buscando, como yo buscaba todavia, un cero de la Funcién zeta que consiguiera violar la hip6tesis de Riemann; pero cualquier ‘opeién era descartada, porque cualquiera que lo hubiera isto habria pensado lo mismo que yo, que aquel hombre estaba simplemente quemando las horas. Esto no evité que siguiera preguntindome en qué mundo vivria para que una situaci6n tan peculiar le pasara desapercibida, una situacién anipica en la que una mujer bela se dirige a él cada da, sin ree para pedirle una sillaysentarse enfrente, utd me vio sin mirarme muchos dias, porque cuando al conocere le pregunté cuindo habia reperado en mi per. sona me contesté: «Pues hoy... (Qué quieres deci», res- pondiénddome sin saber que ese hoy estaba cargado de his- toria para mi, que él me conocia de diez minutos y, sin ‘embargo, yo le habia dado desde hacia semanas el derecho a fordenar hasta el més intimo de mis cajones. Ignoraba Bern- hhard que antes de aquel «hoy» s6lo las ganas de encontratle ‘me babian devuelto un impulso vital olvidad, una situacién 35 ‘que empez6 a sorprenderme enando reanudé mis contactos ‘con el espejo de mi habitacin, preocupada por mi aspecto. ‘Aquel hombre ensimismado habia legado a signfiar, triste cs contarlo la parte més importante de mi vida. Me acosta~ ‘ba imaginando su voz sala de ls primeras palabras que me disigiera, me despertaba segura de estar escuchando el sil- bdo dela cferera para el café que él me estaba preparando. ‘Me duchaba, me peinaba y me vestia para, me alimentaba y descansaba también para él Ast transcurian mis jornadas, os itros de agua diarios, una manzana, ocho horas de sue- fio como minimo, mi piel bien hidratada. Pero él no parecia reparat en mi existenciay, a pesar de las tardes que transcu~ ‘rian una tras otr, yo estaba segura de que no era en mien {quien pensaba cuando cumplia con os habitos minimos que la vida suele requerit. Respecto ala mfa, ami vida, la itas se volvieron a reanudar. Vol a dar mi niimero de teléfono a algunos hombres, con los que me despertaba después de hhaberlos puesto al servicio de unas précticas sexuales que hacia una eternidad que ya no ensayaba, yen todo ponia un gran esmero, pensando en el provecho que en un futuro cercano aquellas destrezas podrian ofrecernos slo a noso- ‘ros dos, para regalo de muestro cuerpo y alma. Entretenida en estos cuidados, eperaba el momento portuno para un cambio en la monoton‘a que me unia a él, ‘ese eambio se produjo de manera inesperada, una tarde en ‘que llegué a la cafeteria ala hora de costumbre y no Te n= ‘contré. Fn aquel instante toda la tranquilidad que me babia sostenicl hasta entonces se vino abajo, y me enfureci pen- sando que tal vez por confiaren la inerca de lo cotidiano le habria perdido la pista para siempre. Aguél no era el cambio 6 que yo esperaba, y su desaparcion lleg6 a ponerme en el extremo de un atagque de angustia. Llegué a mi apartamento totalmente trstornada, rrojé las macetas contr a pared, y 1me ensaié con el perro por lamer ls ests esparcidos, gol- pedndole hasta que dejé de moverse. Todavia eshausta por el esfuerzo me tiré de medio lado en el sof, yen pocos mi- nutos de duermevela se me agolp6 en el pecho un desampa- 10 profundo, que se amargaba por la muerte del animal, mi ‘nica compatia, y terminaba en el presenimiento de que ‘nunca mis era a Bernhard Cuando la oscurdad del calle comenz6 a descender por el sof, calulé que e acerca el momento del ciere de las tiendas, me levanté y cori para comprar nuevas macetas que reemplazaran a las que acaba~ ba de romper, en un afin por restablecer cuanto antes el orden que yo misma habia perturbado. Restitu todo, ex- éepto mi pobre perro, yme apenaba pensar que me costaria tiempo hacerme con otro que se acereara a su grado de do- cilida. Pero los destrozos de la viviends, los intentos de re- paracin, ki muerte del animal, todo aquello de nada sivi6, porque dos dias mas tarde Bernhard volvaa estar ala hora acostumbrads en la misma cafeteria. Fue entonces cuando le abordé yruvo lugar nuestra pre- sentacin. El se Hamaba Bernhard y yo me llamaba Rit, y empezamos nuestra consivencia, Entre nosotros habia po- as palabras, y ahora recuerdo s6lo un par de charlas que podriancalifcarse de conversaciones. En una de ls prime- tas me contd su historia en veinte minutos. No intervine hasta el ina, porque en el relato de su via él iba hilvanan- do infortunio tras infortuno, y cuando yo queria decir algo porque pensaba que habia terminado de contar el ihimo oa desasre, ya se habfa metido en Ia erdnica del siguiente, que siempre era peor que el anterior. La suya habia sido wna vida a tropezones, marcada por un hecho trigico singular, pero también por una combinacin de desgracias que por st coincidencia en un Gnico individuo hacian de él una suerte de recepticulo de adversidades. Era una de esas personas para quienes no existen palabras bonitas, porque todo el ‘mundo que lo conoce comprende que no hay consuelo que valga para su situacién. Era ese tipo de hombre que tiene la gran habilidad de hacer que hasta el menos sagaz. pueda comprender de manera instntiva e inmediata que las pala bras de aliento para él sonarian siempre desafinadas, Est de iis decir que yo no intenté consolarle, y aunque por mo- rmentos me venian impulsos de felicidad ante la compara~ cin de nuestras historias, de la que yo salia mejor parada, también es cierto que habia instantes en que me acometia ‘una quemazén interior que me ahogaba. Esa quemazén provenia de que a diferencia de él, yomo era una buena na dadora en mi desdicha, ‘Nuestro primer aio tanscurri sin apenas salir de casa, ysin apenas hablar, pero nuestra relacién sexual supa cual- {quer earencia de intereambio verbal. Todo To que nos te~ ‘niamos que decir era puesto en escena sobre nuestra cama, @ ‘menudo sobre otros sitios, haciendo del apartamento un nido que me sujetaba cada dia masa Bernhard, El pas6a ser smi casa, una casa en claroscuro por el gusto agridulee que result6 de abandonar mi vida en las manos de él. A veces centraba como en un delirio que me duraba dias, siempre en- tre el placer de un erotismo grandioso y el desasosiego de ‘reerme perdida sin su presencia. Todo lleg6 a balancearse centre dos polos, la entrega absoluta y el miedo 2 perderlo, aque era verdadero pavor. ‘Mis temores eran todo uno, un reconcentrado de ef cia maxima, Al principio no tenfa una forma definida, en ‘nuestra vida no habfa otras personas, no habia agentes ex- ternos que pudieran alterar nuestra relacién. Mi ansiedad parecia infundada, pero no tardé en ponerle un rostro, yun din se me apareci6 como la sospecha ms congruente: la potencia de estorbar su suicidio, Fse me parecié el motivo el miedo que habia trastornado nuestra apacible monoto- nia, Recordé el sabor amargo de sentirme sola, Me vi a mi ‘misma meses atris, viviendo para él cuando todavia él no habia reparado en mi, y senti vergienza. Ese resquemor que antes me veniay se iba como a rifagas, ahora pas6 a er mi ‘estado habitual. Descubrieme en el terror de pensar en su ‘muerte fue el inicio de una nueva etapa de intranguildad en ‘mi vida, y en este sentimiento se resumen las eausas de ‘comportamiento posterior. Todo lo que él miraba lo miraba yo con mas atencién, ‘como intentando rastrear las huellas que su retina hubiera| dejado en el objeto mis simple. Cuando sus ojos se paraban | ‘en objetos que yo consideraba potencialmente peligrosos, ‘bjetos punzantes 0 afilados, con alguna excusa yo los qui- taba inmediatamente de su aleance. Pero pronto cualquier ‘cosa se convirté para mi en lel. Hice desaparecer los es= jos, ¢ incluso las hojas de papel; nos quedamos sin libros, ‘sin cables, sn cinturones, y quitaba las bombillas las pocas ‘veces que yo siliay él se quediada en casa. Fui vaciando el Apartamento hasta de los detalles més insignificantes y, 00 a poco, los espacios se fueron desocupando al extremmo 29 que los dos fuimos ya casi un islote en aquel vacio, El no podia adivinar qué habia detris de mi comportamiento, pero tampaco pareca importarle demasiado, y esto me preo~ cupaba més, porque me hacia pensar gue de algin modo él tendria ya preparada la manera de quitarse la vida, una ma- nnera mucho mis suil que las que yo era capaz de imaginar, yy por ello, quiz, fatalmente inevitable. r “Transcurrido un aBo fue cuando Bernhard pronuncié la frase, aeaso desaforcunada, que mares esta historia como irrevocable, «Rita», me dijo, «que poco a poco vactes nues- tra casa me da igual, contigo viviria mejor en una jaula, el ‘mundo me estorba> ‘A partir de aquella mafana, el mantenimiento de nues- tro amor tom en mi mente la forma de una prisién, y pen- sando en esta idea se me ocurrié sumar el siguiente y ultimo infortunio a los anaes de su historia, el proyecto que deten~ dria las patadas de nuestro hijo en mi vientre y que daria con sus huesos en Ia crcel,en cuya imagen descubri el bisamo bo do que ahora, dias después del final de nuestra historia, no é los motivos que me levaron a pensar en su suicidio, Intento disculparme confiando en que una ocu- rrencia tan desbordada debia de obedecer a alin tipo de seiiales codificadas, que yo descifé de manera intitiva.In- tento disculparme, como digo, pensando que si bien él no dio explicitamente razones para pensar que queria mo- Hr teva que dare iniios eladca quem bean le gar auna conelusién tan clara sobre lavoluntad de su propia muerte. Bondadosa prisin, cavilaba mientras estuve tra- ‘mando mi plan; gratos guardas penitenciarios, conservadle 3 {a vida, que con vuestra estrecha vgilanca se vea obligado a seguir viviendo,y cuando la vida le reclame la doss ce amor que le demanda a cualquier morta, all estaré yo, pero slo YY, para satsficerleen la horas de visita. Con este propésito concebi un hijo. El acogié la notic con sorprendente entusiasmo. A os seis meses de gestacicn lo perdi. Durante esos seis meses me ocupé en envenenar a la criatura que se estaba formando, una pequefia dosis en cada una de mis eornidas, hasta que me vino el aborto pla- nado. Era una nifia. Lloré mucho, con dolor sincero, pero ‘no hubo arrepentimiento, y durante ls dias de convalecen- ia me dediqué a inculpar a Bernhard del envenenamiento desu hija no nacida. Mis seis meses de embarazo los habia ‘ocupadlo en inventar una trama perfecta para acusat a Bern- hard de mi atorto, con la agravante de poner en riesgo in- luso mi vida, La acusaciin dio resultado y creo que, aun- que mis esfuerzos hubieran sido menos, Bernhard habria sido igualmente sentenciado como culpable, porque no hizo nel mas leve amago por desmentir mis declaraciones. Su abogado defensor parecfa tener mayor interés en su absolu- ¢i6n que él mismo, y durante el juicio observé edi la pasi- Vidad de Bernhard hacia que la vena del euello del letrado se hhinchara mas pis. Oficialmeme Bernhard fue condenado a muchos aiios Ae prisén, pero en mi mente la sentencia le obligaba a vivir luna vida que yo crefa que él desestimaba, Para mi, fue con- ddenado a vivir de por vida. Bernhard entré en prisin con el ‘mismo talante con el que le conoei,indiferente, con una do- , le decia, mien- tras laabrazaba y besaba sus piernas moradas. Aquellaima- gen arruiné el alma de Johanna, que solt6 el lanto conteni- do de meses mientras le chillaba a Noah por primera vez: ‘<{Por qué?! Dime, zpor qué?..», mientras le zarandeaba com tal violencia que Ephraim tuvo que separarla del hijo y recordarle, enfureeido, que sélo era un nif Los dias que siguieron a aquella tarde la abuels cayé en- ferma, E1 doctor le diagnosticé una gripe comin, pero dada st.edad era necesario tomar todas as precauciones para que Ja enfermedad no evolucionara hacia un estado critico. Al sentirse tan débil,cwvo miedo de lo peor y le pidié a su hi ‘que lamara cuanto antes al abogado de Ia familia. Queria "ela una sma rein de teen, Cuando el abogado llegé Ia anciana estaba en la eama, incorporada so- Bernat pene canna Nahata vs deb «fa cinco afos,y se sorprendié de encontrarla tan mejorada, a pesar de la edad y dela gripe. Charlaron un poco, pero la 8 abvela, que se cansaba, decidié plantearlesin predmblos su ppropésito, Para asegurarse de que nadie les escuchaba, con tun ritmo entrecortado y lento le pidié al abogado que ce- rrarala puerta dele habitacién ysesentara en la cama, cerca de ella, Entonces le declaré su iltima voluntad, que él debia legalizar- El hombre respingé y e respondié: —iPero seiora Jacobs, es0 es del todo imposible! Creo que usted ha perdido el juico.. —Le digo que asi es, y que asf debe usted dejarlo por escrito —declaé lla. —Peto zcémo? ;Qué idea tan disparatada! No, no me abe en lacabeaa.. —Aeérquela le pidié la abuela, —elq —La cabera. Acérquelaa mi La abuela le bess la frente y el abogado sintié una pi cadura. Entonces suets la mano trémula de la enfecma y ln ayucé a escribir la frase que meses después la Hevaria ala muerte. Cuando salié de la habtacion rechaz el refrigerio ue le ofrecia Johanna, para escabulirse de cualquier tipo de explicacion: ‘A pesar de que la inelinacién de Noah hacia la abvela ‘superaba com creces la que demostraba por su made, seguia fequiriendo los mimos de Johanna. Peto ella, por aquellos as, comenz6 a sutir una reaceinfisica inexplicable, y era ‘que cada vez que su hijo le echaba los brazos sentfa una ira bigndole hasta la cabeza en rfgas de un calor desagrad , enfermo. Al principio intent6 esquivarle, le compro uevosjuguetes para mantenerleentretenido y, sobre todo, jado de ella. Pero cuando tenia que tocar a Noah por las 39 obligaciones bisicas de madre, como bafiarle limpiarle la cara, y especialmente evando su hijo aleanaba a besarla, Jo- hhanna experimentaba una grima que la llevaba a lavarse allt por donde habian pasado los labios himedos del nit, Su propio comportamiento la asusté de si misma, y €x- primiendo ls iltimas gotas de paciencia intent6, una vez mis, olvidar las palabras del hijo. Pero el esfuerzo vacié sa voluntad una mafiana en que escuché desde la cocina el te- ‘mio «» del nifo encima de la abuela, «Esa voz no es la de mi hijo», quiso pensar, y como una furia entré en el salén, se acered hasta su sega, le quité al nifio de encima y rminindola alas rodillas rompié en elas el plato que tenfa en las manos mientras gritaba: «(Cerrad la boca, rodillas des- lenguadas!», y después, a la abuela, que no habia sentido is que el dolor de las palabras y del sonido del plato all romperse, le grit: «(Fuera de aquil». Noah se puso a lorar y la abuelase Fue dela nica manera en que su cuerpo impe- dido se lo permitié:apretando los ojos. Pro Johanna rept: << Hle dicho que fuera's, mientras arastraba el in tirando de l com todas sus fuerzas hasta sacarlo del salén. Ephraim, {que habia tenido que salir por un asunto labora, leg’ horas después, y su madre estaba todavia en la entrada; el cuerpo le temblaba por el fro y pore disgust, y su roillasacartona- das ain sudzban algo de sangre, con el silencio de los santos Horesos de madera, Ephraim le impié los cores y fue a ha- bar con Johanna, pero tanto ella como Noah dorméan, ast que cargé con Ia anciana, la lev6 ala cama y se acost sin ce- nar, rumiando la saspecha de lo sucedido. Al dia siguiente, en un arrebato de eompasién, le dijo a Johanna: «No vuelvas a tocara mi madre». ~ Johanna cumplié la orden de su esposo de manera ra cal. No volviéa tocar a la abuela y Ephraim tuvo que hacer- se cargo de tndos sus cuidados. ‘Tras los iltimos sucesos la obsesin de Johanna terminé de apuntalane las ideas se le enmarafaron de tal modo en la cabeza quese convencis de que vvia tan silo para uta cosa: evitar todo contacto con su hij. Su vida diana se convitié en ‘un permanerte juego al escondite con unas reglas singular, pues lo nico que ella buscaba cuando no le tocaba esconder- se era la ausencia del nifio. Cuando Noah asomaba por la es- uina de une habitacin,o si se lo topaba simplemente en un lugar inesperado, Johanna pegeba un brinco, dejba lo ‘que cstuviera haciendo y se marchaba corriendo, Las prime- ras veces Noah se ref, y tomaba las carreras de la madre ‘como una inctacién a juego, pero cuando vio que sus ma- nos, dia tras ca, nunca la alcanzaban, euando vio que siempre peruia todas hs jugndas, se le acabé la diversion, como tam- bien se le acabaron las carcias, ls arrumacos, ls canciones... AA principio, como si fuera lo tnica que su conciencia recordaba, Johanna continus dindole de comer, y también evandole a lacama por lasnoches después de un bao ri do y casi a distancia, pero su comportamiento se iba dete- Torando como vitima de una prematura demencia seni, y waba en su decadencia a pasos de gigante. Cuando tenia costar al hijo simplemente lo metia en la cama, suje- indole come con pinzas para tocarle lo menos posible, lo ypabay cerabala puerta para no escuchar que Noah ll- Porque:no podia dormirse solo. En cuanto ala comida, plaz6 las cuatro tomas habituales por tres, luego por ‘yantes de legar a una sola le pis al padre que se en- " cargara dl de darle de comer, bafale y acostarle por las no- ches. A partir de entonces ella s6lo cocinaria, lejos, siempre lejos y esquiva de a presencia del hijo. Ephraim empez6 por atenderal nso cuatro veces al dia, pero desde el primer momento sinti la ansiedad de aban- onar su trabajo durante ese tiempo. Si Noah le requeria fuera de las cuatro eitas (que hahian de coincidir rigurosa- ‘mente con las atenciones ala abuela) él no se alteraba, y por nada sala del despacho. Enel extremo opuesto de la eas, en el porche, Johanna se pasaba la mayor parte del tiempo mirando al horizonte, ‘como en sus dias mis felies, pero ahora con a cabeza vacia, No respondia a ningin estimulo, y tanto si el sol quemaba ‘como sicaia un aguacero ella no se inmutaba; se dira que le habian extipado parte del cerebro. Dejo de hablar y se mo- via como un anfibio tratando de ahorrar oxigeno. Después de algunas semanas con su esposa en este estado, Ephraim pens6 que le costaria volver a hablar aunque quise +3, pero una noche ella le demostré que sus capacidades ora- les no se habian resentido. Estaban las dos durmiendo cuan- do el padre excuché los pasos descalzos de Noah entrando en la habitacién. El nifio pas6 por su lado, se dirigi6 a la parte del cama donde estaba la madre, se lepegé ala cara y le dijo al oido: «Johanna, tengo miedo». La madre se despert6 y en lun salto le grits al hijo <;Vigjo pervertido apirtae de mi» “Aquella noche Ephraim supo que la cabeza de Johanna estaba completamente tarada, pero por la mafiana, en wna inercia ya incomprensible, intents hacer recapecitar a su es- poss por el bien de la familia, Cuando Johanna escuch6 sus palabras, gast el ttimo momento de Incidez para decile: 2 <él’s posible que seas tan iota? (Fs que no te das cuenta de que aborrezeoa nuestro hijo? y dias después, exande Noah ‘eumplia cinco fos, desiparecié para siempre. Ephrai ni si- aquiera la bused, y se orguniz6 como pudo para hucers cago de a casa sn tener que pagar fa ayuda de una empleada, En sélo varias semanas quel hogar agoniranteempea a acu lar sucidad, olor llanto de nfo ysudores de anciana Los nervios de Ephraim estaban a panto de quebrarse cuando una noche encontr3, en un can, el tstamento que Ja abuela habia solicitado revisar durante las febres de la gripe. Ni Johanna ni él habian necestado abrir el sobre, Porque no desconfiaban de su posicién de benefciarios ab- solutos; pero ahore, con el delirio con que ua néutrago eree aque un espeismo le puede devolver lava, Ephraim lo as- 6 y, estupefico, leyé: «.. En plenas facultades mentales eteétera etcstera. yo nombro universal y tnico heredero de mi casa y de todas las propiediades que me son legitimas eteétera eteéten...a Noah Jacobs, mi tinico hijo». Tras leer ls palabras dela madre, Ephraim se desins por la pared hasta el suelo. Noté una pres terrible en ss sienesy se le ocurrié que era la lacurasubigadole a la eabe- 22, Quiso rechazarla,y apenas ls fuereasle aleanzaron para tomar aliento, se levant6 y coloeé en una maleta la docu mentacién mis rlevante de ane negocios. Antes de cerar tras él y para siempre la puerta de la casa, entré en el sain, 1mird por Gltima vera os ciegos de sa mad yl dijo “Ahi te quedas.con tu iio hijo. El nito I abuela continuaron haciéndose compat, se ablaban, se ofan; hasta que el hambre y la sed comenza™ ron aafecarls Thuminavia De qué manera, Oliver, infundiste en Jolieta el deseo de ceternizar tu lama, la primera ver que le hiciste el amor? ‘Bajo el peso de tu pecho, se preguntaba adénde iria aquella foerea después de vencera...«Adénde», legs a susurar pero entonces, un flujo de unin te desemboes en ella y le ort el pensamiento la vor. Enseguida, con el cuerpo to- dav ttlance,estir6 al vacio dela abitaién os brazs, las ‘manos, los dedos, toda ell alargada como brote de prima- ‘vera, enum intentode atrapar tu energa,evitar que se extra- vara, y deci que, habia alin modo posible de conser- vara, ella lo encontrar. Que feizmente fantaseb con la idea de que tu lumbre no Hegara a apagarse, sino que se transformara, para manifestirsle después, en otros mo- ‘ments de! di, y mediante los gestos ms secilosyhumil- des, como hacer el café o encender ef interruptor dela luz Cuando fuiste cayendo en el suefo, Julieta continué pen- sando en una soci, y al cabo de unos meses ya tenia el primer modelo del que fue su mejor iavento, el invento donde ms amor paso, una afombra de generadorescapaz 45 de transformar en electricidad la fuerza con que t, como a ‘una espada candente la fraguabas, La lamé Tamia “Tanto se entusiasin Julieta con su idea, que convencié 1 Oliver para que dejaran de pagar la compania de eletrii- dad, prometiéndole que ella se encargarfa de procurarles la cenergia de una manera menos prosaiea y, ademés, gratuita Después de tes facturas sin pagar, es cortaron el suminis- tro y, como el invento se retras6 un poco mis de fo que ella habia esperado, estuvieron dos semanas sin luz ni agua ¢3- liente. Oliver no se quejaba, y la vida que habian comenza- do juntos hacia eseasos meses siguid siendo maravillosae tre velasy linternas. Pero a pesar de su paciencia, Julieta estaba tan orgallosa de su ereacién que en cuanto terminé de verificar la ima pieza no quiso demorarse ms, aun- aque se trataba sdlo de un modelo piloto, corrié a mostrir- Pengo una sorpresa, No was a ereerlo, La he conse- —tespondis él. —iBl generador! —Y mientras entraban en el devin le tapé os ojos con las manos. —2Asi que éste era el motivo por el que no he pode subir aqui durante las imas semanas? —Ie decia entre visas, mientras fingia querer deshacerse de sus dedos para poder ver. —Espera, espera, que ya te lo muestro —y entonces re- tiré las manos de sus ojos. ;gLaalfombra2! —exclams sorprendido. Si, pero no es la misma alfombra, aunque lo parezca, Ahora sirve tambin para otro propésito. 46 Coil? —pregums, —Parasaberlo tienes que 6 Julieta ‘Oliver comenz6 a reir, pero siguié la recomendacién ‘con entusiasie, mientras ella caia como un pétalo sobre el delicado tapiz del desvin. Al cabo de una media hora, ya a ‘oscuras por la entrada de a noche, Oliver le dio mientras a ‘besaba que no comprendéa qué habia de nuevo en Ia alfom- bra. Entonces lla le contest: Prueba ahora a encender la hu ise levant6,caminé unos cuantos pasos hasta adivinar ‘eon su dedo el interruptor, lo apres y la luz se encendi, Has pagado las facturas? le pregunt. No. Entonees? Mira, acéreate le dijo ela, mientras levantaba la al- fombra —jgQué son todos estos botones?! —exclams élsin salir desuasombro. /Ah, estcy deseando explicarte..! Son inductores, y los he ideado para transformar en electrcidad la energia de nuestros movimentos. Bao muestra cama también he insta- lado el mismo dispositivo. —¢Para transformar nuestros movimientos? ¢Cémo? Por que Por que? Porque quiero vivir de ti, porque quiero que las corrientes que nos alimentan el deseo alimenten también las luces de nuestra casa porque... Pero mientras le hablaba, laluzse fue y wolvieron a que arse oscuras. Se evelaban asi, por primera ver asi srme la ropa —Ie respon- 9 ciones del invento, ylaexpresidn de Julieta se ensombreci, Le explicé, entonces, el inconveniente que ain debia solu- cionar: —Para que cl ingenio sea efectivo, tenemos que almace- nar en el acumulador una eantidad enorme de energia. To- davia no sé muy bien eémo lograrlo, pero mi propésito es twansformar un movimiento minimo en electricidad mx sma, 2Te imaginas? La sola fuerza de un parpadco tuyo po- «ria encendernos a televisén, 0 seria posible? —No en un grado tan extremo, pero slo suficiente para hablar de una nueva forma de alumbrado; aunque has de saber que, para servirnos de este invento, pongo una tnica condicion. Cdl? la energia debe derivarse tinicamente de la acti- vidad de nuestros cuerpos al unitse. —Pues si es por eso —le respondié Oliver besindole el cuello—, voy a procuraros la suficiente como para abaste- cera toda la region. Al escuchatle, Julieta un escalofrio lerecorré el cuer- o, yserindié un poco mas a las pasibilidades que su inven- wofrecia. —. En respues- ta, Jacques, a quien én no conoca, und la cabeza en el pecho de Gilda lod y grité: «\No podemos!», Dos azafa- ts se prenaon acs els sgragnend por al = alarmadas por los gritos. Intentaron mirarles ala cara trangllsls, pre los dos eran ona sola bola excanloa, dde acsticaintensa e intocable. Fue la misma Gilda quien, agotando el timo instante de reflesién antes desu propio 20s, pudo sacarse del bolsillo trasero del pantalén algunos comprimidos que reparié entre su boca y lade Jacques, de~ bajo de cada lengua. Dier minutos después, cuando la in- tensidad de las rurbalencias no habia aminado todavia sus «gritos comenzaron a aplacarse y cayeron en un sueiio pro- ie sobredosis. aero at nid por los firmacos nos llevé del seropuerto al hospital», eontinia Gilda en otra carta, . Bodas de oro ‘Le mafiana en que cumpliste setenta ynueveaftosy yo tenfa fochenta y dos, te presentaste con la tkima de tus ocurren- cias. Yo estaba leyendo el periddico en el sillén amarillo, y ti aparecist: en la habitacidn, te ditigiste a mi, y una ver sentada en mis rodilas te inclinaste hacia mi ofdo para susu- ‘rarme: «Les viejos tenemos mas miedo ala muerte porque yahemos empezado a sentir el olvido». Te apreté contra mi echo, como hacia siempre cuando te me sentabas encima, ara confortrte en alguno de tus miedos, pero esta vez tam. bién yo me sentiinquicto. Hablar de la muerte era un lujo ue no me cueria permitir a una edad tan avanzada, y me estremect ain més cuando entre mis brazos comprobé que ‘wcuerpo, mi querida Dolores, eabia en la mitad del espacio antes sola ocupar. Pero aquslla mains no te sentasteen mi para hablar de jos y de olido, sino para hacerme una proposicién. Con palabras habia entrado en la sala, «tengo una proposi- >. dijiste, con la firmeza que te caracterizaba cuando endias convencer de que por una ver, aunque fuera s6l0 % por esa vez, el mundo no debja tener en cuenta tu tendencia alllenarte la cabeza de pajaros. Después vino aquel susurto a imi ofdo, y entonces me agarraste la cara entre las manos y ime contaste ta plan de manera apresurada. «Es un gran plan, fue lo primero que te respond, con la promesa firme dle apoyarte y, aunque en mi apoyo no habia novedad algu- za quied ni siquiera en mi: manera de expresaclo, sla habia ‘en otro factor: esta ver también yo estaba persuadido de que aquél era un buen pla. Puesto que ti misma erasa menudo consciente de la inviabilidad de algunos de tus proyectos, mi convencimiento en esta ocasién te dejé maravillada, y comenzaste a entrar en detalles ‘Una mezela de expectacién y bienestar me hizo reaco- modarme en el sillén. Te olia mientras hablabas, Sabia que cl tiempo también tenia un olor, pero me parecié mentira «que ese olor estuviera ahora en la compariera de mi vida, y acerqué mis mi nariz.a tu boca. Cuando terminaste de ha- blar te agarré tu mofio encanecdo y lo solté para que te ca- yyera en una melena poco abundante que te Hegaba por la Cintura, Mientras te peinaba con mis manos te hice saber que de todas las ideas que habias tendo en la iltima dada, aquélla habia sido la tnice genial. Después de tantos afios de vida habia legado aser ya un {6pico entre tus familiares y conocidos la idea de que tenfas tun toque de excentricidad. Para algunos, ese toque no era iis que inmadurez, mientras que para otros te convertia en tuna persona preciosa y singular. Ni unos ni otros, sin em- bargo, habrian envidiado nunca esa particularidad tuya porque todo el mundo coincidfa en que fuera lo que fuera aquel rasgo distintivo te hacia sufrir mucho. 68 CConocerte y enamorarme det fue todo uno, hacia ya de esto cincuenta aos. Te me presentaste como el ser mis in- congruente, como una libélula de cemento que, lviana en su apariencia, enfa que soportar un peso excesivo. Me enlo- quect por aquella criaturay decid compartir cualquiera que fuera tu carga durante el resto de mi vida. Es ciertoque qui- 24 en un principio la carga no me parecié tan pesida como legs a serlo al cabo de poco tiempo, pero yo siempre habia sospechado que aquel amor seria trabajoso, y lo acepté, ‘como aceptaba todo, incluido tu matrimonio, que me lesio- 16 de por vida, y me produjo esta tos que se ha convertido ‘en mi sefia de identidad, y que el doctor siempre ha diag- nosticado como bronquitiscrénica porque él desconoce los sintomas que produce la abnegacién de compartir a una _ujer,sintomas entre los que destaca una tos como la mia, tuna tos granitica y obstinad. Lo tinico erdnico en mi enfer- ‘medad ha sido tu marido, pero eso el doctor no haaprendi- do aauscaltarl. Aquella mafana contigo en mis rodillas también tosi, un poco, ya ti, a tus tantos afos recién cumplidos, se te llena- ton los ojos de agua, y todavia excitada por mi reaecién ha- cia tu plan me besaste,continuaste hablando y te interrum- piste para preguntarme: — {Te acwerdas de Paula? —Cémo no recordar a Paula —te respondi—. Tuve que dominar el lanto cuando nos separamos de ella aque! dia en cl zooligico. La jaula donde l alojaron no era tan grande ‘como nos habian prometido. cierto, aquél era un espacio muy pequeiio para ella Bio cera ean yo eoncnppvecars 69 xy me decia: «Mi mujer tiene las arrugas de una elefanta, los pliegues Ilenos de barro seco de una elefanta madara». Ob, Paula. .Nos guardaris reneor? :Se esforzarin tus pirpa- dos caids sobre los ojos colosales y redondos por encon- trarmos entre a multitud que visita el zoo y se detiene frente «tu jaula? Dolores se habia empecinado en comprarte acta veinte afios con la idea de que nos sobreviviera. «Ni un pe- rro, nin gato ni otra mascota de vida breve, dijo, y esco- 6 un elefante por su longevidad, conciliando de aquella ‘manera su deseo de tener un animal y su rechazo a enterrar- Jo, enterraree, Paula... cuando Llegaste a la casa ain eras tuna cra, y estuvimos durante meses dndote el biber6n. Al principio dormias en el patio y, como tu llegada coincidié con el verano, dormi muchas noches sobre tu barrign de bebé gigante, con una oalla doble bajo la cara para amorti- quar tu duro vello de animal, mientras Dolores dormia en otra cama, su cabeza apoyada quiza en la barba de su espo- 50, tal ver desvelada por el cosquilleo de un fino pelo de , {que se le metiainsistente en la narz, en el lagrimal ‘Ay, Dolores, en dias como aquel en que compramos a Paula me doli de tener demasiado dinero, y de no haberte conocido cuando no me sobraba ni un eéntimo habria pen sado que tus voluntades eran frato del capricho. Sin embar- 40, de sobra sabia que esos arrebatos eran slo tu lucha con ‘ralapena que caracterizaba tu dnimo, que ain hoy acarreas, que yo acarreaba contigo encima una vez mis aquel dia, en nuestro sillén amarillo, a ratos radiante de viveza, a ratos apagada por los recuerdos, pero risuefa, siempre risueia, ‘mostrando tus dientes, tus nuevos dientes, Jos que te ha~ ban puesto hacia cinco aios. Verlos aparecery desaparecer 70 quella mafiana, tan limpios, tan blancos, tan anacrénicos| en tu cara, me hicieron atiorar tus dienes originales, Jos primitivos, —£Todavia se conservarin enteros? —te pregunté 1 qué? —contestaste. —Los dientes. gEstarin todavia intaetos? Me gustaban mucho aquellos dientes —t die —Los dientes.. ices —contestasteti—. Mis dientes.. [No sé si seguirin igual, no los he visto durante los tltimos aos. Y en efecto, ni ini yo habiamos entrado desde hecta ‘tiempo en esa pieza mindscula pero con una decoracién re~ finada que ti habfas reservado, en la zona menos hiimeda de la casa, parala custodia de los trozos que se nos caian, de tifa, de pelo, pero sobre todo de dientes, los de nuestros hijos cuando eran pequeiios, los del ratoncito Péret, los tu- yos, los mfos; la habitacién de marfl te gustaba llamarla, a ppesar de que era muy probable que el tnico marfil que queda- ta fuera el de los dientes de leche de Paula, porque el resto ya seria slo arsnilla, una arenilla que fue la responsable de que cerraras la habitacién para siempre, cuando un di, ‘mientras le limpiabascuidadosamente el polvo a uno de mis colmillos, éte se te disolvi6 y manché de gris tus dedos, un friscomo el que sueltanlasalas de las mariposas, que detes- tas desde entorees. En estas atenciones, en tus as, en tu pelo, en tus mo- Tares, me sobrevino un vigor sexual que me hizo empezar a Aesvestrte en aquel mismo sillin. «Sin prisa», me dist, slentamente, tal como deshicimos nuestra casasr «Qué ‘currencias tienes», te die yo. La demolicién de muestra n” «asa nos ocupé aiios, porque mas que una demolicién fue wn desmonte, porque ti insististe en que tenia que desaparecer ‘como habia aparecido, paso a paso, en este caso piedra a piedra, Todo tuvo que hacerse segin ts indicaciones, me~ ticulosamente, desmontando desde el tejado hasta los ci- imientos de la manera mis limpia posible, como en un juego de palillos chinos armado para mostrar al mes diesto, sin tocar una tina habitacién, la del sillén, «suficiente para los dos», dijiste, y yo, como tantas veces después, repeti , dije ‘para mi, mientras me esforzaba, por mi parte y también una ‘vex. mis, por desafiar esos valores, hasta relajarme s6lo ‘evando comprobaba que mi figura vertical quedaba cortada por aquel miembro que me divida felizmente en dos éngu- los rectos, y que segundos més tarde desapareceria en tu ‘exerpo, devolviéndonas a ambos la concordia de la linea. Mis ochenta y dos aftos cayeron encima de tus setenta y rueve, oal reves; ciento sesenta yun aos se juntaron un dia mis en el sillin amarillo, al principio no sin ciertaressten- cia fisica por tu parte, que debias conformarte con ver dis- tminuida tu lubricacin a pesar de la lozania de tus ganas, cosas dela edad», soliasdecirme llegados a ese trance, con tun candor de adolescente, hasta que yo te eximia de ese re- sentimiento con sexo y amor, en medio de otra peticién, Porque aquel dia me hieiste otra peticién: «Como en el gimnasio, hizmelo otra vez como en el gimnasio», y yo in- tenté recrear aquella escena tan querida por los dos y tan ‘remota, cuando el ejereicio fisico era para tila sensacidn de arte afios de vida, Era la época en que cuando eorrias en cinta teimaginabas que ibas comiéndote fichas en un jue- de mesa, y que con cada ficha ganabas tiempo. Algunos pensabas que por cada diez minutos a nivel maximo la vida se te prolongaria un segundo mis; otros, algo menos ‘exigent, considerabas que el nivel no importaba, tan sélo la velocidad, por eso corrias mis que nadie. La tarde que men- ciomaste tantas veces después habia sido una tarde extraia en la sala de musculacién. Aductores, abdominals, poleas, biciclets, mancuernas...ambos nos deshicimos en todo tipo de ejerccios, y al final, en el agotainiento, sin pensar que el ‘cuerpo podria darnos para ms, con las Fuerzas debiltadas a ras de suelo, nos levantamos mutuamente, entre hierros y colchonans. No sabiamos entanes, mt quréa Dolores ue acababamos de conocer el climax de nuestros mayores, tetnesros ables de nonotron moss ores aos enelsillon amarillo, dande una vez mis, ancianos ya satsfe~ chos, con el rumor de mi tos acostambrada, retomamos el hilo de muestra charla, tu proposiciéa de dejar, para siem- pre,a tu marido. De lamar el tiburén, dela tierra el varén Ni siquiera nie he atrevido a decitselo nunca a Helena, mi amiga fil. Es Io primero que he pensado al despertar. Los listones desvenciiados de las persianas filtran la luz de lo que podrfa ser unnucvo dia, Todavia estoy en la cama, yempie- 20 a jornada como la acabé,escribiendo mis recelos.en estas hhojas que jusifican mi aislamiento. Qué solos nos encon- ‘ramos cuanco sentimos que el compartir nuestra angustia Sélo serviri para que se ciema sobre nosotros el indice del festigo de nuestras confidencias. En esos momentos no en- contremos alma humana que sus reconforte Los ojos que ‘nos miran buscar en muestras dda la acepraci6n de las su~ Yas y, acto seguido, nos censuran con un grito en el cielo. ‘Los ilusos piensin que sus tormentos enflaquecen al lado de fos nuestros. Helena no me juzgaria es no, pero podria alejarse para pre de my yo no quiero arriesgarme a eso, Igualmen- ; quizé algtn dia tenga que decirselo, porque cada vez th miro a sus ojos tan negros y billantes pienso que no negarle el derecho a conocerme tal como soy. Hay 75 quien descubre su homosexuaidad asus seres querides = sess edad relativamente avanzada digamosa los vente afios. ‘Yoestoy en esa edad, pero nome encuentro respaldada por ringin grupo, no soy lesbana, ni bisexual, ni ningtin médh- fo acaba de averiguar que tengo un aparato reproductor reseulino escondido en mi cuerpo de mujer. Si al menos fuera vegana, o negra albina,o fist, quizé pudiera res- paldarme en alguna comunidad de minoras,y formar up Prpconjunto, una minoria dentro de la minoris, algo ast ‘Como una miniscula paricula cle mercurio que se peg in- rediatamente a una gota mis grande. Pero yo no, yo que to llego nia got sospecho que nunca podré aleanzar la ca~ fegoria den subconjunto, yme imagino la palabra esrta cael eelo con letras grandes: «Minorfa», entre nubes de Slgodn, y mio esas letras desde abajo, yyo tan diminar y tran tanta envidia a esos grupos humanos discriminados. Pienso en otras posibilidades, alguna de tantas enfermeda~ dee ras, un sindrome degenerativo, 0 aunque fuera obesi- ‘dad morbid... quizd ast pudiera al menos apuntarme en [a Tisa de espera para hacerme una reduecién de estOmago, uid ahi mis compaaeros en la lista y en el sobrepeso me Spoyarian porque, a in yal cabo, con la carne se relaciona ih problema. Pero no, ni siguiera podtiacontar con ellos porque sus cares estin hecas de pescado, de lechugss Preaso pan, pero la carne que a mime llama esa carne r3- “ional, a carne de las personas, aunque no de todas. "Aém no he subido las persianas y escribo a media lu. ‘Tal como me he despertado he cogido esta libreta como para mitigar las ganas con ls que me acosté ayer despoés de Gneontrara mi vecino en el acensor, Como tantas otras Ve- ens hemos cu, uns os bance ee ola yun adis, pero la atracci6n es mutua, aunque segura~ toe lor era cama bono are on a pechos,y yo pienso en cémo le sobresale la nuez en medio desu cuelo, yen suolor. Ya de nia siempre me ol ‘ualquier corte en la mano de un amigo que un astdo, ‘mi primer periodo aprendi a diferenciar la carne segin el sexo, Entre toda las cares la humana era para mij, aunque inalcanzable, la mas apetecible, y de la humana, slo la de hombre; por eso si tenia que elegir entre cordero 0 corde- sa, entre vaca y toro, entre cerdo y cerda, por norma descar- taba a las hembras. Aquello fue considerado siempre un ‘enigma por mi familia pero no tuvieron mis remedio que aceptarlo, porque las veces que mi madre intents infiltrar ‘en mi plato un fiete de terneradiciéndome que era de buey, yo acababa vomitindolo todo en la mesa, sin tiempo siquie- ta de llegar al bai. Claro, como lo pon‘a todo perdido, mis padres no tuvieron otra que declarar el seftorio absoluto de fos machos en las cacerolas y pucheros, yen nuestra casa no habia hembra que entrara por nuestra boca, a excepcién de To que mi padre pudiera hacer con mi madre en su dormito- rio, que ahi ya no me meta, ‘Ora vex es de noche, odiosa noche que no hace més que revolver la bilis que aeumulo dentro, Mis obligaciones se fencargan de que los dias sean més soportables, y el dia de Ahoy ha pasado asi, como pasa lo que tiene que pasar, lo cot Las clases en la universidad me arraigan a esa cotidia idad y por eso las mafianas se me hacen mas llevaderas. 0 cuandbo Iga la noche ni siquiera en la cama logro fjar paredes, la kimpara, la mesilla de noche, que se mueven ¥ ” suenan como cargadas de termitas inquietas, y el suefio me llega ya de madrugada, cuando el cansancio es tan grande que ahuyenta cualquier peligro. ‘Al despertar, esta libreta es, una vez mas, mi tinico sosie~ ‘go. Recuerdo eéino fue la primera ver que tomé conciencia ‘de mi apetito por la carne de nuestros semejantes. Yo ten- ‘dria unos diez aiios. Estaba en un colegio de monjas y el rerver jueves de cada mes venfa un cura ala capilla del cale- ‘io para ofrecernos confesin y eucaristia. Era tn cura bas- tante joven y, como era el tinico hombre que posta entrar enel colegio, ea un curita multiusos porque lo mismo ser- via para decir misa que para sustituir alas profesoras de ma- temiticas 0 de flauta dulce. De esta manera, durante el pe- riodo lectivo habia siempre dos ocasiones que las niftas ‘esperdbamos como agiita de mayo: el momento en que una de las monjas caia enferma y un jueves de cada mes. Esto significaba que si por una racha de mala suerte ninguna de las monjas sufria un altibajo en su salud de hierro, y por la misma mala suerte era el cura el que se nos enfermaba, en- tonces corriamos el riesgo de pasarnos sin él hasta dos me- ses, que fue lo que sucedié aquella vez que ahora recuerdo. YY tengo que decir que todas nosotras empledbamos més de Ja mitad de nuestras oraciones en pedi que nuestro cura conservara su lozania. Pero aun asi llegé el dia que todas temiamos, y el padre cayé enfermo y no Jo volvimos a ver hasta dos meses més tarde, que vino a decir musa. BI dia de su regreso algo pas6; yo no sé si serfan las ganas contenidas después de tanto tiempo sin verle, pero el caso es que cuan- do fuea darme la sagrada forma yo me Ilevé un pedacivo de ssuyema del dedo, yen mi boca se mezcl6 el sabor de lasan- 8 gre del padre con el sabor de la hosts, que yo me reereaba en imaginar zo0a como un chupa chupe de fren Scde, Elina Hegé 2 quejarse, haciendo gala del temple que se espera de fo ssi ook del ded aque ¥é, pero suficiente para confirmar lo que ya venia sospe- Ghando, Dede eonce como na basin bad is te ible por conocer el sabor humano, tuve que cargar con ‘este seereto, que se hizo mas duro de soportar cuando sali del colegio de monjas y se me abrieron las puertas a un ‘undo donde casi la mitad de las personas eran hembres. Helena estuvo conmigo en el colegio, Helena slié con- igo del colegio, siempre inseparables, y ni en ela, que a os cre ge ars erent smi carga. Ahora lo dnico que sabe es que ayer el vecino que me gutsy yo hebamos por fn por primera vez que eta noche tenemos una cita. Hemos quedado en su casa para cenar antes de salir, pero los dos sabemos que no sildremos. Efectivamente, ayer no salimos de su casa, hasta que yo te vine por la mafiana ala mia, para no dejar de escribir un lo tan importante en la historia de mi secret. Ambos estabamos ya sin ropa alguna cuando saltamos a la cama, Sélo e1 amor que sin conocerio ya sentia por él me diferen- ‘iaba de un animal, porque desde un principio le mantuve inmévil bajo mis piernas, mis dedos se apretaban fuerte en sus claviculas y mis tobillos anclaban sus pies. F no parecta ‘extrafarse de una fortaleza que no se correspondia en abso Jato con mi apariencia fisica y, muy al contrario, se inclina- ba ya a introducirse en esa hendidura que en tales momen- tos nos lleva a la infinitud. Entonces, abandoné la mesura del erotismo y empecé a saltar con tal sineronizacsin y con ” tal fuerza que bien podsfa haber inspirado el diseio de una ‘méquina de hacer vida. Y no me hubiera importado en a= soluto ir engendrando nifios la ver.que le introduefa hasta Jo mis profundo de mi tronco, tal era mi conciencia de mu- jer vivficante. En cada descenso mi boca se precipitaba contra la suya yluchaba para que los bocados que le daba en Jos labios, en su lengua, no rompieran su piel, pero era difi- «il, porque cuanto ms le chupaba y le mordia, mis foerce cera mi necesidad de atravesarie hasta el coraz6n. Un sutil sabor a sangre se instal6 en mi boca. Cambie de posicién y me puse de espaldas a su cabeza, sentada en su pelvis y con mis manos en sus rodillas. Noté un ligero vértigo, un liqui- do como un hormigueo que bajaba hasta mi ombligo, y fue ‘entonces cuando me miré el pecho y descubri, emocionada, la mayor sorpresa de mi vida: ime faltaba medio pezén! Aho- 14, con medio pez6n mutilado me siento mas integrada que rmunca. Ahora me atreveré a decile a Helena que yo no soy’ 1a inica que codicia orgilloss el bocado del exo opuesto. La loba ‘Ayer una sefiora me pidi6 que le ensefiara el recién nacido {que ocultaban mis brazos y sus ropas, y cuando retiré ls si- banias para que pudiera verlo, la mujer emitié un grto de terror que fue casi un bramico, a ver que yo, un hombre, un hombre cien por cien, estaba amamantando con mis pro- pios pechos @ aquel bebé. Dio dos pasos torpes hacia atris sin dejar de mirarme, y se ale} eorriendo como quien huye de su verdugo. Yo me sorprendi de que en este lugar en rui- nas y en llamas todavia hubiera algo que hieiera posible la turbacin de una majer. Me asombré de que en este infer= ‘no del mundo, leno hasta rebosar de humanos earrofieros, todavia quedaran miradasrecriminatoras.;Eh, sear, 0 se vaya, espere! Aqui nos estamos pucriendo todos, nos pu- dimes mutuamente, yo la pudro @ usted y usted pudre a quien puede... :A qué viene esa mirada entonces? A ver, venga aci y muéstreme otra vez esa acitud si es valient, que estoy deseando firmar mi primer crimen, Esta situaci6n comenz6 cuando la ciudad se vino abajo. Un dia estaba en pie y al da siguiente cays; un dia todos: sr ormian en mi calle yal dia siguiente ya no habia ni calle ni ‘quien pudiera pegar ojo, salvo aquellos que no sobrevivie- ron, que fueron msde la mitad, o asi me parece a mia sim- ple vista. Supimos entonces lo que era el reciclaje, el punie~ tazo del reloj dado de sopetén y a la misma vez para todos, [a carcajada siniestra de una historia que nos reflejaba a to- dlos como erineos vactos, crineos casi idénticos a los de los ‘manvales de anatomia, crineos del dilkimo adelamto en ho- tninides, pero que en poco difieren de los crineos romanos, ‘ode los de las momias egipcias, o del eslabén perdido, o de ‘cualquier erineo, hasta del crineo de un lagarto cualquiera ‘Cuando miro a mi alrededor el rasgo predominante es Ia ealvicie. Aqui somos todos calvos, sino hoy mafiana, pero luchanos sin embargo por poder decir «presente!» a cada nuevo dia que nos pasa a lista de asistencia. «(Presentel~, dlije ayer y quiero decir hoy, en esta aula que es un campo de batalla humeante, en esta propiedad de cimientos sin es- ‘tructuras, de tejados por los suelos, de suelos entre los euer~ pos. Debo de haber dicho ya mais de veinte veces «presen- te>, y ahora me dispongo a repetirlo en este nuevo sol. “Maldia sefiors lade ayer, pienso todavia tendido, mientras crujo los huesos de mi euerpo, que ahora quedan acotacos por un fregadero a mis pies y unos neumiticos a mi cabeza ‘Presentel», digo. Una ver levantado me fijo bien dénde pongo los pies y ‘comienzo a andar, Camino en linea recta cada dia, mucho, ‘camino mucho, sin detenerme hasta a noche, imaginando ‘que después de kil6metros habri de llegar un cambio, pero qué digo imaginando, soy tan simple como un android progrs- mado para no pararse. El pasaje es siempre moribundo. En ri recorrido s6lo hay hedor, néusea, sltimos espastos, Sin ‘embargo, hay algo que no encaja en esta desolacisa, es la ‘temperature, Estando lejos de las zonas que arden, parecie- aque ni el ff niel calor se molestaran en legas hasta aqui hhaciendo la agonia de los que quedan mis larga. Tenemos la frescara de un vergel, s6lo que sembrado de trozos de todo, cle antiguas casas, de antiguas personas. Yo no, yo sigo alzado y de una pieza, porque cuando me siento desoutrido ‘me saco unatetila y bebo, ‘Todo el sonido que escucho es hipo, un hipo con una excelente acistica, quizs proceda de los nidos en pie; pero no veo nidos en pie, procede de ellos, son ellos, son muje- res, y hombres, ancianos y jévenes, y todos me son indife- rentes. Los iinicos altos en e! camino los hago para recoger a eachorros, de animales de humanos, que encuentro chu pando de un pez seco o agitindose hambrientos en el la- gar de su abandono. Cuando les coloco la boca en uno de nis dos pechos peludos chupan hasta que se hartan, y yo ‘continio mi recorrido, dejindoles en el sitio donde termi- naron de mamar, y parindome sélo para recoger a una nue vacria, Aquellas boquitas como ventosas hiimedas no sélo rela~ jan la tensida de mis ubres llenas de alimento, sino que por ‘unos minutos me regalan la satisfnocién, falsa pero veros iil, de que voy dejando atris eriaturas que han de crecer,en el mejor de los casos diferentes en todo alos que quedamos, diferentes en todo a mf mismo. Pero no, yo no soy todopo- ‘deroso y, a pesar de ser una vaca con un grifa de leche siem- pe disponible, ahi termina mi poder, y de sobra sé que tan- tm proteina que les doy no les duraré a aquella boeas mis de 8 un dia, ylloro mi leche malograda como ella Ia Horan tar bin, ysigo caminando. En as dos itis semanas ealeulo que he amarnantado a ns de treintanifos, amis de cincuenta perros. A todos los dejésaciados, casi con certeza indtilmente, pan para hoy y hambre para mafiana, y no he hecho ni excepcin ni pause al- gma que me obligaran a demorarme en mi marcha, basta hoy. El paréntesis se produjo hace unas horas, cuando la boea de una muchacha me despert de un sueio profundo y ne- cesirio. Tragaba con la misma avidez que cualquier eacho- tro, pero sus dientes de adulta me lastimaban. Yo estaba boca arriba y cuando abri los ojos silo vi una melena en- crespada llena de brozas de matorral. La retiré para verle la cara yella me miré sin despegarse de su plato. Me hacia mis daft. Entonces, y con delicadeza, le sujeté una mano, esco- isu dedo anular, me lo trae a la boca y se lo chupé sin ientes, como diciendo «asi es eomo debes beber, y ela comprendis y asi lo hizo. ‘Bebié de un pecho y luego se pasé al otro, Amamantar sobre la marcha habia empezado a ser mi costumbre, el pe- {quefio tamafo de las cras lo haca posible, pero con aquella mujer, casi tan alta como yo, dificilmente habria podid ca- rminar sin despegirmela, asf que haciendo una excepcion es- peré a que terminara, Después continie mi vije, pero con ella detras. ‘Cuando es de noche y busco un escondite al abrigo de Jas alimatias, ella sigue ahi, silenciosa. Cuando tapio la sali- dda de este agujero con una roca ella ya se ha precpitado a este lado de la guarida improvisada aqui conmigo. Tiene ‘otra ver hambre y de maevo se agarra ami pecho. 84 Enel mes que levamos de simbiosis (yo le doy mi leche y ella me da compafia), nos hemos apaiiado para caminar jornadas mis largas. Slo paramos para descansar, mientras yo duermo ella come, y durante el trayectoes ela la que me coloca a los mamiferos en posicién lechal, alos bebés que vamos encontrando, Ella me los evelga, y también me los

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