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MARIA ELENA WALSH Dailan Kifki Tlustraciones SANDRA LAVANDEIRA ALEAWalsh Dailan Kifki 1 Cr inetaspenste penticapanie malvon por la vereda, como todos los jueves, cuando al abrir la puerta ;zapate! 7 a de familla, todos sentados en el suelo como ple- les rojas porque, como ustedes recordaran, nos hhabiamos quedado sin muebles. Mi mama dijo. “ay que demuriclar la Faye dee Datla Xi kia la policia Mi pap dij: —No, esto comesponde a la Municipalidad. Mi tia Clodomira sostuvo: —No, hay que avisar a los centros de inves- tigaci6n de owns. Y¥ mi hermano Roberto aflrm: -Estamos fitos, =¥ a todo esto —dije yo haciendo puche- r0s-, el pobrecito Dailan Kifki anda por el cielo sin tener quién le prepare su sopita de avena De pronto sonaron tes fueries golpes en a puerta de calle Tor, Toc y Toe. Yo salté gritando: bs —iSon ellos que vuelven: Com a abrir la puerta y qué creen que vi no vamos nada a bafamos en el charco, vamos a tomar chocolate a mi casa, y a tomarlo como se debe, en tacitas de porcelana y sobre la mesa No quiero —dijo el Abuelo—, estoy aburri do de tomar chocolate en tacitas, yo quiero en: chocolatarme todo, igual que usted, mi nicta, el Bombero y Dailan Kiki iEntonces, supisichet —dijo ferozmente el enanito, sacando otra vez su espada. Se pusieron a pelear, como de costumbre, hasta que el Comisario los separ6, a fuerza de sil- bato, palo y guantes blancos. Pasada esta tormenta, nos pusimos todos en marcha rumbo a la casa del senor Carozo, que por suerte quedaba ahi noms, 34 30 Cecctvamenie: Ja casa quedaba muy cerca, ro habia que coniar diecisiete atbo- les, pasar un arroyito y medio, dar la media vuel- ta, contar hasta cuatro, dar quince pasos de vals para la derecha y Iuego catorce de tango para la izquierda y.. all estaba la casa. Efectivamente, era un castillo, grande co- mo los castillos de veras, pero yo pensé: “Este enanito no me engafia mas, ya sé que el castillo, es grande por fuera pero chico por dentro, igual que la carroza" Eiectivamente, era muy grande por fuera pero chiquito por dentro, Yo me preguntaba como iba a caber tanta gente dentro del castilo, pero en fin, ya habiamos. superado tantos problemas que no me iba a asustar por tan poca cosa El seftor Carozo nos hizo entrar primero al ‘Abuelo ya mi, Nos agachamos y, gateando, puti ‘mos pasar muy c5modos por la puerta En cuanto traspusimos el umbral, oimos a ‘nuestras espaidas un llanto espantoso: era Dailan kiki, tristisimo porque, naturalmente, él sf que no Ss cabia. Y ya habia percibido el exquisito olor a chocolate que venta de la cocina del palacio. Uoré tanto y tan bien que estoy segura de que se despegaron todas las estampilias del correo de Guluba, Decidi no hacerle caso y dejar que Horara, que es lo que se suele hacer con los chicos lloro- nes y malcriados, y entramos todos los que puci mos en la sala del castillo del sefior enanito, Es decir, entramos el Abuelo, yo y una 0 dos perso: ‘Se me hace muy difleil contarles qué pre- closa era esa sala. Eso si: no era una sala para es- tar ni para sentarse ni para recibir visitas, Era una sala nada mas que para mirar. Estaba liena de ventanas y ventanitas can cristales de todos colo- res. ¥ lo curioso es que, al parecer, las ventanas no se quedaban quietas, sino que se movian ca- da vez que uno se movia. De modo que los colo- res cambiaban y se mudaban constantemente, Era como estar adentro de un caleidoscopio. 2Se imaginan? No habia sillas ni muebles ni nada, Sola- mente las ventanitas locas y, en un rincén, dormi- da enuna cama de cristal, una hermosa pelota de ftbol que era sin duda la que lo habia hecho campeén al sefior Carozo. es —Ahora duetine —dljo el sefior Carozo se- fRalando gravemente la pelota—, pero cuando se despierta, en seguida hace gol —2¥ aque hora se despierta? —e pregunte —A las cansadas —me respondio misterio- samente. Decidimos dejar dormir tranquila ala pelo- ta, yel duetio de casa nos invité a pasar al come- dor, donde, segiin explic6, nos esperaba una gran mesa con un mantel fnisimo y, sobre el mantel, ‘mas de 800 tacitas de porcelana con el chocolate humeante ya servido. Lo seguimos gateando hasta el comedor. Nos acomodamos alrededor de a mesa y vimos que, efectivamente, las 800 tacitas estabat dispuestas sobre el fino mantel, pera...no queda- bba ni una sola gota de chocolate. Que habia pasado? ElsinvergUenza de Dailan Kiki furioso porque no habia podido entrar en el palaco, no encontré ‘nada mejor que meter la trompa porta ventana yto mar el chocolate de todas las tacit, una por una Se dan cuenta? Lo unico que debo reconocer, para ser just, es que habia chupadb el chocolate con tal delicade- za que no habia roto una sola taza nl volcado una sola gota sobre e!finisimo y almidonado mantel. 12 Estabamos todos contemplando con triste- ay desesperacion las tacitas vactas, cuando de pronto... ;zépate! desde la sala llego un ruido de vidrios rates, Apenas alcanzamos a girar la cabe- za cuando de golpe y porrazo enti6 la pelota, sal- tando y rodando como una loca, Parece que se habia despertado con el es: candalo. La pelota se puso a saltar sobre la mesa y rompi6 unas cuantas tacitas, —Supisiche, se desperté —murmuré ¢! se- for Carazo. Luego de jugar y rebotar un buen rato, la pelota se escapé por la ventana y Dailan Kitki se puso a jugar con ella, en el jardin del palacio, ‘Ami me sorprendid mucho que el senor Ca~ 1ozo, que era tan cascarrabias, soportara una pe- Jota tan mal educada En fin, el dueno de casa se disponia yaa lla- mar a su misteriosa e invisible servidumbre para. que repusiera las tacitas rotas y preparara mas chocolate, cuando. Casi prefiero no recordar lo que pas6, Se me ponen los pelos de punta. 19 31 Je pronto, el palacio tembl6. El piso on- dulaba, la pintura del techo llovia sobre nuestras cabezas, un ruido infernal provenia de la sala: ERIS) CRASH PLUM PLATAPLYF BM BAM BM BReRRR! iSupisiche, un terremoto! —dijimos los tes, el seitor Carozo, el Abuclo y yo, tomandonos de la manito, muertos de miedo, ‘Sin embargo, a mi me extraflaba que hubie~ ra terremoto en Gulubi, ya que no habia visto tuna sola montafa, y mucho menos un volcan, Los tres apretamos los ojos y nos tapamos los ofdos, seguros de que Dailan Kifki, jugando con la pelota, habia destrozado parte del palacio. —iSeguro que es ¢l elefantet —rugi6 el se- for Carozo con vor de cachorro de leén. —iNo nos apresuremos! —e dije yo. iA ese elefante hay que encerrarioen una ‘escuela para toda la vida! —chillo el Abueto. —Yo estoy segura de que no fue él —defen- i al pobre Dailan Kifki 1s1 Que no? —contesto e enanito, verde de rabla— iLe apuesto mi pelota a que fue él! —Apostado le contesté tranguila, —Supisiche —afadio el senor Carozo—, si Dailan Kilki es inocente, te Ilevas la pelota, con ca- rita y todo, —Me la llevo, ‘Yo me asomé alla ventana y vi que Dailan Kit- 1H jugaha muy tranguila al golf, empujando la pelota con la trompa para hacetla caer en un hormiguero. —Venga, mire —le dije al senior Caroz0. Y¥ lo hice upa para que mirara. =2¥ entonces qué fue ese bochinche? —pre- -gunté el senor Carozo, intrigado, —No sé, pero es evidente que Dailan Kilki no tiene la culpa, de modo que le he ganado la pelota, —Un momentito —dijo e! sefior Carozo, que ya estaba arrepentido de haber apostado su precio- sa pelota—, esto tenemos que investigario con un detective; no te llevaras la pelota hasta que averi- gilemos que realmente no fue Dailan Kiki el que ‘orgenizé esa catastrofe, —Pero, sehor Carozo, antes tendriamos que saber en qué consiste esa famosa catastrofe, He~ mes ofdo el estruendo pero hasta ahora no nos hemos movido de aqui para enteramos de qué 162 sampiolin pasé —dije nerviosamente, contagiada ‘ya del vocabulario del enanito. —Para saber bien que paso —replico testa- rudo como siempre—necesitamos un detective, tun detective auténtico, con lupa y pipa. ~dPeto para qué un detective si podemos mmirar con nuesttos propios ojos? El ruido, la ca- tastrofe sucedi6 aqui cerquita, al parecer dentro de la casa, sefior Minujin. dUstedes creen que el enanito dio su brazo atorcer? No, Ni se molesté en ir a ver donde habia suce- dldo la catasirofe. Tampoco me dejé ira ver a mi Insistia, grunia y pataleaba clamando por un de- tective con lupa y pipa. Entonces escuchamos una tisita iténica a nuestras espaldas, eSe imaginan quién era? jiimaginense! me 7 32 Noeirsenusi yom ric ani mosalAbclpfactamente dara de dees tennant cpa Sale pe pone ita — da a vi detective pom a joe Azure dedenocanens lateencoappen nie She al cho —Fespndi sor coro ent mane 1 ah cas conti para qe eazara lnnescameygla sais “Toa as oped se bee a sao Daan Ki eg whe se areire ie cote oss conc nea bin pus aber no No sefior! \La pelota estaba jugando tran- quilta en e! jardin -Permitame esa pelota —insistié el Abuelo con la pipa entre los dientes. ‘Yo me asomé a la ventana y le pedi a Daitan Kifki que me alcanzara la pelota, cosa que hizo muy obediente. 16> EI Abuelo la cbserv6 por todos lados con su lupa y murmuré: —Esperemos que llegue la policia y lleve de tenida a esta pelota por sospechosa. —iEso si que no lo voy a permitir, sampio- lin! —rugio el enanito. Pero el Abuelo lo interrumpié tranquilamen- te, diciendo: —Prosigamos con Ia investigacion. Primero tenemos que saber donde se produjo el bochinche yy cudles son los datos materiales. Me parece que el ruido vino de la sala —ct je aqui estan todas las tacitas intactas. —Entonces pasemos ala sala —dijo tranqui lamente el Abuelo indicdndonos el camino con la pipa. Y all fulmos los tres de la manito. Ya no habia sala, No habia més que un mont6n de vidrios de todos colores hechos aficos. Ni rastros quedaban de la cuna de cristal de la pelota. Ni los marcos de las preciosas ventanas locas que se movian como tun caleidoscopio. Nos quedamos los tres en silencio, mirando: nos las puntas de los zapatos. Yo sentl que se me escapaba un lagrimén, Bajo rodando y después hizo clin al estrellarse 166 contra los vidtios rotos que alfombraban el suelo. El senor Carozo se habia quedado inmovil, con el gorro en la mano y la cabeza gacha Lo acaricié un poquito para reconiortarlo, porque me imaginé muy bien qué grande seria su luisteza ‘Una sala tan linda, Unica en el mundo. Quien fue? —Hloriqueaba—, gquién me tompio mi preciosa salita, quién? —Selor le dijo el Abuelo poniéndole la ‘mano sobre el hombro—, ése es uno de los mas grandes misterios de la historia de Gulubu. Pero ‘ya lo develaremos, con ayuda de mi pipa, mi lupa mi extraordinatia inteligencla, EI Abuelo estaba cada dia mas modesto. 'sacé una libretita cel bolsillo trasero de sus bombachas de golf y anoto: —Lo primero que tenemos que hacer —dijo después e! Abuelo guardando la libretita— es in lerrogar a todas las personas que estén alrededor de la casa —iPero no vamos a terminar més, Abuelo! Son como 800.000 personas! 162 —Entre ellas esta el culpable —dlijo el Abue- Jo chupando la pipa. Salimos al jardin, donde toda nuestra co- mitiva acampaba debajo de los atboles y arriba de los treboles, ‘Todos tenian caras de distraidos y de ino- centes, cosa que me result6 muy sospechosa. EI Abuelo se trep6 a un tronco, de frente al ublico, y dijo con voz caima y sonora: —En este palacio acaba de suceder una te- rmible desgracia —= tan gorda como ese elefante como cuatro buzo- Ines juntos atados con un piolin, Entonces forcejeé un poquito, haciendo palanca con mi paraguas y. icrash, plin, plan, rataplash!, la puerta se vino aba- jo junto con toda la sala, incluldo el precioso venta- nal con vidrios ce todos colores... Pero les aseguro ue mi pobre paraguas es inocente! (EI ni siquiera ‘queria probar el chocolate! Ahora que he confesa- do todo, sefior detective, arrésteme y. (Aqui el lanto de mi ta fre tan caudaloso que or el resio de la confesién e inundé el jardin ) 36 my gt penne dren, manta ‘tu lirula? —préguntaba el seftor enanito Carozo, —Déjenme pensar —decia el Abuelo con el dedo en la frente Nadie sabia cémo castigara, Hasta que al sefior Carozo se le ocurtt6 una idea genial: “Que wuelva a constrai la sala de mi pa- Jadot —Pero cémo voy a reconstrui la sala sino soyelbafil.,—protestaba desesperada mitia Clo domira Que la haga de madera, mantantiu ius —canturreaba el senor Carozo. —Pero no soy campintera..—decia mi tia, cen medio de un ataque de hipo —Que le haga de cuerito, mantantns firs —insisé el seftor Carozo. —Pero's yo no soy talabattera..—decia mia —Que la haga de merengue, mantantin I rulé —insistié el sefior Carozo. Y mi ta se qued6 callada, Porque cocinar,e50 51 quc sabia. Y sobre eS todo hacer merengues, bizcochuelos, hojakdres y tortas con firuletes de crema y nueces picaditas, —Bueno —dijo mi tia, dirigiéndose decidida ala cocina Pero como nos dio miedo de que la rompie ta, le trasladamos varios calentadores y los ingte. dientes al jardin, Y.asi, poco a poco, con mucha paciencia y habilidad, mi tia Clodomira empez6 a reconstruir la sala, espantando a paraguazos a los curiosos que querian probaria a cada rato. Prepard enormes ladtillos de bizcochuelo, y ‘con ellos alz6 las paredes. LUnié los ladtillos, de mas esta deco, con dle ce de leche espeso, ‘Las paredes quedaton perfectas, y todo el mundo aplaudio. No aplaudan todavia, que falta mucho dijo mi tia, Y se puso a preparar las famosas ventanas, con caramel de todos colores. Quedaron casi igualitas que las anteriores. Lego coloco el techo, De chocolate, natural- mente. Y alli tuvieron que intervenir las autorida- des militares de la expedicion para impedir que los presentes se lo comieran We Cuando capo de techar, todo el mundo aplaudi, Mi tia salud6 con la pollera y dijo: —No aplauidan todavia que falta mucho. ¥ se puso a pintar las paredes con aziicar Dianguisima, ‘Todos aplaudieron de nuevo, pero mi tia advirtio: —No aplaudan todavia que faltan detalles de terminacién Yssalpic6 artisticamente con grageas las pas redes recién blanqueadas. Entonces si: mi tfa Clodomira, secandose la frente con el detantal y muerta de cansancio, reci- bio con grandes sonrisas la ovacién de la mutitud, I senor Carozo, feliz porque habia reco. brado su sala, me pidio que lo hiciera upa para darle un besito a mi tia Y asf terminé, felizmente para todos, ef Misterioso Caso de la Sala Desaparecida y el Pa- aguas Asesino, ¥ yo le habia ganado la pelota al senor Ca 1020, porque Dailan Kifki era inocente, Jaja. 1288 37 Me es woe apt ‘cuando vi que el sefior Carozo se iba muy tran uilo a buscar su pelata dormilona para ponerla otra vez en la sata —iUn momento, sefor Carozot —Ie grité. —2Que pasa? —me contesté haciéndose el tonto. —Lamento decile—e contesté—que esa pe Jota ya no es suya sino mia, bien mia y réquete mia —Supisiche —me contesté—, esa pelota es tf, bien mia y réquete mis desde hace 185 aftos No, sefior; usted, como es enanito, tiene una memoria muy corta, senor, pero recuerde, sefior, que usted me apost6 esa pelota, senior. y ‘yo se la gané en buena ley, sevior. — Yo? —me pregunté haciéndose el acom- brado—. No, apestar mi preciosa pelota? :¥o? tHe ofa bien? Entonces Io hice upa de nuevo y, corriéndo- Je el gorro y levantandole un poco el pelo de la patil, le gité en el of: —Si sciior, usted me aposté la pelota y per- 46, asi que me la Nevo. ew —2y jugando a que se la aposté? —me pre: ‘gunt6, con los ojos muy abiertos—, ugando al iu do, a la rayuela, al domind, a la mancha veneno: sa, al tinenti? No sefior—Ie dije, esta vez levantandole la patilla de la otra oreja—, usted me la aposté cre: ryendo que el culpable del asesinato de la sala ere Dailan Kifki, y a investigacién policial ha demos: trado que el pobrecito era inocente. —Sampiolin —me contest impaciente—, bajeme que tengo mucho que hacer. —No seftor, no to bajo nada —le contesté, teniéndolo siempre a upa, a pesar de que patalea ba como loco revoleando los escarpines. Lo aparté un poco pero no lo puse en el suelo, —La peloia es mia, réquete mia —insisti, —2¥ a mi que me importa? —dijo por fin Llévese su pelota, total, el bosque de Guluba Hleno de pelotas de fitbol tan inteligentes como. Entonces lo puse en el suelo, y él entro c¢ rriendo en Ia casa y valié al poco rato abrarado su pelota, Me la dio de muy mala gana. 1998 38 AA parecer s ebian acaondo os probe mas oss ties os states lon de Desyel chocolate de sacs fi porecer, por fin amos a emprender viaje de regreim ala enaion de ang, ye ais caoea Tha eae pp catenin sre con a ang: 90 Socata fos chnoci eoeoplabarcl pure dc kez, oo pekuan on eldest El aboc nos Fiz desfar ante eso caro danole ane ys muchas rains por su hespalida @t ueno de casa paca bastante sin connuesta port,» mienas se penabala bar faconel menu ciara pasa cra events que cuando noe fuatos 56 tba ponera ra. Sate Kt también esta muy tit: Le navia gtd mucho el boogie de Guin, 3 duda le recordaba su casa en el Africa. Pero en algin da haba que volver Ww En cuanto nos alejamos unos pasos, mi tia Clodomira grits; iAllto, vista derechat Y todos miramos hacia su obra, que para entonces estaba llena de moscas y abejas, con luna titima mirada de admiracion ¥ nas encaminames, mientras el senor Ca Toz0 nos decia adiés con un panuelo mucho mas grande que él, baftado en llanto, Tuve que prometetie que volveriamos Se abraz6 a mis rodillas, secandose los ojos yy las patillas con mi delantal Tuve que hacerle cosquillitas en la nuica ‘Cuando se caim6 un poco emprendimos la retirada Dailan Kifki encabezaba la comitiva, y yo 1o seguia abrazada a la pelota dormilona, que ron- ccaba de Io lindo, Nos seguian: mi familia, el Bombero, el Ca pita, los Embajadores, el Chiquitisecretario, ef Intendente y todas las otras personalidades que ustedes ya concen. Y, mas atras, vecinos, curio- sos, heladeros, monaguillos y un perro con dos colas, Empezaba a anochecer, y a mise me ocurrié una funesta idea: gadénde tbamos? Porque el bosque de Gulubti es muy grande. Ww ‘Me acerqué al Abuelo y le pregunté en se- creto: —Abuelo gadénde vamos? —Como adénde vamos —me contest’—, a la estacion de ituzaing®. Si, ya sé, pero custed le pregunt6 al sefior Carozo para donde queda? —No porque cref que tii sabias el camino =e contesté el Abuelo. —No tengo la menor idea, Abuelo —le con- testé afligida —No te preocupes, en mi bolsillo tengo una brijula —2 qué hacemos con la bra si no sa- bemos si la estacion queda al Norte, al Sur, al Es- te 0 al costado? —le pregunte alarmada, Mi hermano Roberto oy6 la conversacién y coment: Estamos fhitos. El Abuelo detuvo a la comitiva y dijo que cra necesario mandar un chasqui ala casa del se- for Carozo para que le explicara el camino. Entonces mi hermano Roberto abrié la bo- cay en lugar de decir estamos ffs, como siem- pre, dijo Tengo una idea Y era cierto, tenia una idea, 19>

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