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EL LECTOR DE BERNHARD SCHLINK

TRAILER DE LA ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA (Óscar a la mejora actriz)

El objetivo de esta propuesta de lectura era haceros reflexionar sobre cuestiones que están en el
fondo de lo que cuenta en la novela y que nos obligan, como lectores, a posicionarnos moralmente.
Vergüenza, culpa, cobardía, comprensión y renuncia, estos podrían ser los cinco temas que se
van entrecruzando en el hilo narrativo a medida que avanza el argumento. La novela, puedo
imaginarlo, no habrá sido del agrado de tod@s, pero os agradezco vuestra voluntad por leer y
conocer otros libros, que a mi parecer nos enriquecen.

El lector: memorias individuales y colectivas en la Alemania de posguerra

Bernhard Schlink es un escritor y jurista nacido en 1944 en Bielefeld, Alemania. Ha trabajado como juez en la Corte
Constitucional del estado federal de Renania del Norte-Westfalia y como profesor de historia del derecho en la Universidad
Humboldt de Berlín. Si bien ya había escrito algunas novelas policíacas, su reconocimiento como autor se deriva del éxito
obtenido con su novela El lector (Der vorseler), publicada en 1995. Traducida a 39 idiomas y ganadora de varios premios
internacionales, la novela fue adaptada al cine por el director Stephen Daldry en 2008, lo cual multiplicó el público receptor
de ese relato alrededor del mundo.

El lector narra, desde una perspectiva parcialmente autobiográfica, la historia de un romance que sostiene el adolescente
Michael Berg con Hanna Schmitz, una mujer mayor que él y misteriosa. Años después, cuando Michael es estudiante de
derecho, vuelve a ver a Hanna, quien se encuentra acusada en un tribunal contra los crímenes de la Segunda Guerra
Mundial y es declarada culpable. Michael, adulto, y Hanna, anciana, sostendrán luego una relación epistolar y literaria: él le
envía grabaciones de lecturas en voz alta. La práctica de la lectura atraviesa la tormentosa relación de la pareja en tres
tiempos: el romance, el juicio, la cárcel. El analfabetismo de Hanna y su superación final constituyen la clave de la
novela.

Letura, ducha, amor y luego holgazanear un poco en la cama;ese era entonces el ritual de nuestros encuentros

Esta obra es un buen ejemplo de que la memoria, tanto individual como colectiva, siempre es una elaboración del
pasado desde el presente que solo puede expresarse mediante una narración, como se ha insistido muchas veces en los
estudios de memoria. Los episodios que marcaron la vida de Michael solo adquieren sentido cuando los rememora a
posteriori, en su vida adulta, cuando se da cuenta realmente de quién es Hanna. El pasado va transformándose conforme se
retoma desde diferentes presentes. Las impresiones que producen al protagonista las visitas a posteriori de lugares
importantes para su vida de adolescente y de joven adulto determinan la manera en que recuerda y evoca el pasado, trátese
de la casa donde vivió su agitado romance con Hanna, o del campo de concentración de Struthof, el cual visita cuando
estudiante, primero, y, luego, cuando ya es mayor.

El pasado cobra sentido a través del presente. Por eso para Michael los días de su romance con Hanna, que recuerda
como felices, son empañados por las impresiones posteriores, por los descubrimientos, por el giro que se da por los
acontecimientos posteriores. Él rememora todo, acumulado, desde el hoy en que narra, en que escribe la historia.

El lector mezcla una hermosa historia de amor con las monstruosidades, pero Bernhard Schlink se aleja de los
dramatismos y el morbo y nos enseña los entresijos de la mente humana con una historia sencilla que logra dejarnos con la
boca abierta. Te invita a la reflexión profunda y te sorprendes.Aparte de las preguntas sin respuesta (porque yo no tengo
respuesta) y los dilemas morales que nos propone el autor en esta exquisita novela, también nos encontraremos de lleno con
una hermosa y diferente historia de amor.

¿Cómo amar a un monstruo? Michael quería huir de juzgar a Hanna. Quería huir de aquel juicio donde se debatía
entre salvarla y condenarla por sus horribles pecados. Cada persona tiene una parte oscura y una parte llena de luz. Es
este el meollo del libro, no os confundáis. No estamos ante una novela de amor al uso; estamos ante un libro que sabe
removerte por dentro y ponerte patas arriba todos los esquemas del bien y del mal. A veces creemos que es fácil juzgar a
alguien culpable. 
¿Pero y si somos capaces de ver la luz que existe en el interior de esos monstruos? Asistiremos al juicio interno de Michael
y veremos cómo toma las decisiones que cree correctas.

Pero quizás lo más relevante de esta novela sea cómo se cruza una historia de vida, una memoria individual, con
procesos de elaboración del pasado de implicación más amplia: el delicado juicio al pasado nazi que se emprende
desde la década de los años sesenta en Alemania. A partir de un romance, una historia de amor siempre conflictiva, el
autor acerca a los lectores de una manera muy cercana a los conflictos generacionales y al fenómeno del estigma de la
violencia propio de la posmemoria, de la Alemania de posguerra. Eso se constata, por ejemplo, en el juicio, cuando sale a
relucir la práctica de Hanna de dar cuidados especiales a las prisioneras débiles y delicadas para que le leyeran en voz alta
antes de enviarlas a su muerte en Auschwitz; o cuando en el testimonio de una de las supervivientes se asocia a Hanna con
una yegua, mientras él, durante su romance, la había asociado con un caballo.

Entonces Hanna se volvió y me miró. Su mirada me localizó de inmediato, y comprendí que ella había sabido todo el tiempo que yo
estaba allí. Se limitó a mirarme. Su cara no pedía nada, no reclamaba nada, no afirmaba nada, no prometía nada. Se mostraba, eso era
todo. Me di cuenta de lo tensa y agotada que estaba. Tenía ojeras, y las mejillas cruzadas de arriba abajo por una arruga que yo no
conocía, que aún no era honda, pero ya la marcaba como una cicatriz. Al verme enrojecer, apartó la mirada y volvió a fijarla en el
tribunal [...] No me consolaba pensar que mi sufrimiento por haber amado a Hanna fuera de algún modo el paradigma de lo que le
pasaba a mi generación, de lo que le pasaba a los alemanes, con la diferencia de que en mi caso resultaba más difícil hurtar el bulto o
enmascarar el fondo de la cuestión. Aun así, me habría hecho bien poder sentirme simplemente uno más de mi generación.

En la novela, se hace evidente una tensión entre la generación de los perpetradores o cómplices de la muerte masiva y la
generación de los venidos después, que juzga sobre la anterior. Se trata de la generación del movimiento estudiantil del 68,
que protesta contra la guerra norteamericana en el Vietcong y se alza contra sus padres y abuelos en un proceso de
revisionismo y crítica al nazismo:

La palabra clave era “revisión del pasado”. Los estudiantes del seminario nos considerábamos los pioneros de la revisión del pasado.
Queríamos abrir las ventanas, que entrase el aire, que el viento levantara por fin el polvo que la sociedad había dejado acumularse
sobre los horrores del pasado. Nuestra misión era crear un ambiente en el que se pudiera respirar y ver con claridad. Tampoco
nosotros apostábamos por la erudición. Teníamos claro que hacían falta condenas. Y también teníamos claro que la condena de tal o
cual guardián o esbirro de este u otro campo de exterminio no era más que un primer paso. A quien se juzgaba era a la generación que
se había servido de aquellos guardianes y esbirros, o que no los había obstaculizado en su labor; o que ni siquiera los habían
marginado después de la guerra, cuando podría haberlo hecho. Y con nuestro proceso de revisión y esclarecimiento queríamos
condenar a la vergüenza eterna a aquella generación.

¿Cómo debía interpretar mi generación, la de los nacidos más tarde la información que recibíamos sobre los horrores del exterminio de
los judíos? No podemos aspirar a comprender lo que en sí es incomprensible, ni tenemos derecho a comparar lo que es incomparable,
ni a hacer preguntas, porque el que pregunta, aunque no ponga en duda el horror, sí lo hace objeto de comunicación, en lugar de
asumirlo como algo ante lo que sólo se puede enmudecer, presa del espanto, la vergüenza y la culpabilidad. ¿Es ése nuestro destino,
enmudecer presa del espanto, la vergüenza y la culpabilidad? ¿Con qué fin? No es que se hubiera perdido el entusiasmo por revisar y
esclarecer con el que había tomado parte en el seminario y en el juicio; sólo me pregunto si las cosas debían ser así: unos pocos
condenados y castigados, y nosotros, la generación siguiente, enmudecida por el espanto, la vergüenza y la culpabilidad.

Como reflexión final, os propongo una serie de cuestiones, para que escribáis una especie de ensayo acerca de la
novela. Por favor, tratad de presentar un texto en donde no aparezcan las preguntas, de manera que se pueda leer como
si fuera un artículo de opinión. Intentad que las respuestas se vayan conectando de alguna manera. Siempre hay una
idea, una frase, que puede relacionarlas (si no sabéis cómo hacerlo, por favor, preguntadme).  

1. Breves apuntes de la novela que funcionen de introducción (para evitar que vuestro trabajo arranque de manera
brusca). Tratad de ser originales y breves en esta parte. 

2. ¿Qué opinas en relación al caso por el que Hanna es procesada? ¿Debería haber abierto la puerta? ¿Es
responsable Hanna de lo que se le imputa? ¿Es culpable? (Capítulo 9, parte II)

3. Más allá de lo que cada uno de nosotros hiciera si se viera en su situación, vayamos a la cuestión moral de fondo:
¿Por qué es más grave que Hanna no abriera la puerta que seleccionar presas para enviarlas a Auswitz? Al fin
y al cabo, las guardianas sabían que las presas seleccionadas iban a morir. ¿Por qué es más grave una cosa que
la otra? Voy más allá. ¿Qué responsabilidad tenían los alemanes que colaboraban en cualquier grado con la
maquinaria del Holocausto? Piensa que, mientras el pueblo alemán las juzgaba a ellas, jueces, profesoras,
ingenieros y multitud de responsables nazis estaban en libertad.

4. No reaccionar contra algo injusto, ¿nos hace cómplices de la injusticia?

5. Lee el fragmento: Intenté hablar del problema con mis amigos. Imagínate que alguien se dirige a sabiendas a su
perdición, y tú puedes salvarlo. ¿Lo salvarías? Imagínate una operación con un paciente que toma drogas que
son incompatibles con la anestesia, pero se avergüenza de ser drogadicto y no quiere decírselo al anestesista.
¿Hablarías con el anestesista? Imagínate que en un juicio se ha demostrado que el criminal era diestro pero
el acusado no se atreve a revelar que es zurdo porque le da vergüenza, y lo van a condenar. ¿Se lo contarías
al juez? O imagínate que un crimen sólo puede haberlo cometido, con toda certeza, un heterosexual, y el
acusado es homosexual, pero se avergüenza de serlo y se calla. No te pregunto si tiene sentido avergonzarse
de ser zurdo y homosexual. Sólo te pido que te imagines que el acusado no se atreve a confesarlo por
vergüenza.
Este fragmento me parece interesante porque obliga al lector a plantearse él mismo las cuestiones que se
plantea el narrador. Ya hablamos en clase sobre si Michael debía o no intervenir y comunicarle al juez que
Hanna era analfabeta. Pero la pregunta que debes contestar en tu trabajo es otra: ¿Se merece Hanna, como
criminal, la ayuda de Michael?

6. Piensa en el analfabetismo de Hanna. Desde el punto de vista simbólico, ¿qué puede querer decirnos el autor con
esto?

7. Haz un retrato de la personalidad de Michael a partir de su comportamiento durante toda la novela.

8. Valoración personal.

Y ahora sí: ahora empiezan a vislumbrar las auténticas raíces autobiográficas de la novela. Lo que Bernhard Schlink recoge

es el horror y el dolor de los alemanes de su generación en el momento de descubrir, llegada la mayoría de edad, que

aquellos con quienes tenían también unos vínculos afectivos indestructibles -sus padres- habían quizá colaborado en mayor

o menor medida con la barbarie nazi. Los diferentes grados de ignorancia -de la que el analfabetismo de Hanna no es sino

una nueva metáfora-, ¿pueden ser considerados atenuantes? (“El analfabetismo es una especie de minoría de edad eterna”).

¿Hasta qué punto el ciudadano de a pie -el médico, el juez, la guardiana de un campo de concentración- fue responsable de

la barbarie? Y si lo fueron,  ¿cómo debe situarse la generación del autor, la nacida en torno a los años 50 del siglo pasado,

frente a sus mayores? ¿Como releer el propio pasado personal y colectivo? La novela es, como los recuerdos que ya adultos

tenemos de nuestra infancia y juventud, un largo flashback:

"¿Por qué me pongo tan triste cuando pienso en aquellos días? ¿Será que añoro la felicidad pasada? Lo cierto es que en

las siguientes semanas fui feliz. Me las pasé estudiando como un imbécil, hasta sacar el curso, mientras nos amábamos

como si nada más importara en el mundo. ¿O será por lo que descubrí más tarde, por la sombra que ese descubrimiento

tardío arroja sobre aquellos días del pasado?"

Pero no hay salida fácil: 


"Quería comprender y al mismo tiempo condenar el crimen de Hanna. Pero su crimen era demasiado terrible. Cuando

intentaba comprenderlo, tenía la sensación de no estar condenándolo como merecía. Cuando lo condenaba como se

merecía, no quedaba espacio para la comprensión. Pero al mismo tiempo quería comprender a Hanna; no comprenderla

significaba volver a traicionarla. No conseguí resolver el dilema. Quería tener sitio en mi interior para ambas cosas: la

comprensión y la condena. Pero las dos cosas al mismo tiempo no podían ser."

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