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Título del artículo 239

Familia I. Introducción
y reproducción
del capitalismo D esde sus orígenes más tempranos
el pensamiento social se sintió pro-
fundamente atraído por el estudio
de las relaciones entre la familia y
la sociedad que la contiene. Más recientemente
su atención se ha dirigido hacia la articulación
entre la familia monógama y nuclear y el siste-
ma capitalista, en cuanto que dos de las institu-
ciones fundamentales de la moderna sociedad
Juan Ignacio Castien occidental. Dos han sido los aspectos de esta
articulación sobre los que ha recaído principal-
mente su interés. El primero ha consistido en
las posibles contribuciones de la familia a la
reproducción del capitalismo y el segundo en la
influencia de este último sobre la configura -
ción de aquélla. En 1885 Engels (1971) nos
legó un estudio pionero que, a pesar de todas
sus simplificaciones y carencias, tan reiterada-
mente denunciadas, contiene algunas hipótesis
muy valiosas acerca de estas dos cuestiones.
Posteriormente otros autores inscritos también
en la tradición marxiana, como Dalla Costa
(1975), Meillasoux (1977), Stolcke (1982 y
1994) y otros, han proseguido esta línea de
investigación, apoyándose para ello en algunas
de las ideas iniciales del propio Engels.
Por desgracia, nos parece que muchos de
estos autores, pese a sus indudables méritos, han
incurrido de nuevo en excesivas simplificacio-
nes. Sin referirnos por el momento a nadie en
concreto, nuestra principal discrepancia con
ellos estriba en que para nosotros la articulación
entre la familia y el capitalismo es bastante
menos directa y necesaria. En este artículo
vamos a ofrecer, precisamente, algunos argu-
mentos a favor de la tesis opuesta, según la cual
ambas instituciones se caracterizan por una
autonomía recíproca mayor de lo que parece.
Con el fin de no dispersarnos demasiado y
alcanzar, así, una cierta profundidad en nuestros
análisis, vamos a circunscribir bastante la natu-
raleza de nuestro objeto de estudio. Nos ocupa-
remos solamente de las posibles contribuciones
de la familia a la reproducción del capitalismo,
dejando el examen de la segunda vertiente de
su articulación mutua para mejor ocasión.
Nuestra aportación resultará, por ello, necesa-
riamente unilateral y, por lo tanto, incompleta.
Mostramos sólo una cara de la moneda, pero

Juan Ignacio Castien. Dpto. de Psicología Social. Universidad Complutense. Madrid


Política y Sociedad, 36 (2001), Madrid (pp. 239-253)
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esperamos hacerlo con una cierta claridad y mediante una operación de categorización
nitidez. Pero para poder lograr este objetivo, social. Consiste ésta en su adscripción a alguna
tenemos que empezar por definir claramente de las categorías integrantes de un sistema pre-
las principales variables de nuestra ecuación, viamente establecido, generado mediante un
como «familia», «capitalismo» o «reproduc- determinado criterio o principio de categoriza -
ción». A esta tarea vamos a dedicar íntegra- ción social. En función de la específica catego-
mente el próximo apartado. ría social a la que se le haya adscrito, variarán
luego sus derechos y deberes respecto a los
demás. En el caso de la familia, los principios
categorizadores utilizados son fundamental-
II. Algunos elementos mente tres: la edad, el género y el parentesco,
teóricos dentro del cual incluiremos también, por como-
didad, las relaciones de afinidad entre «parien-
tes políticos». Estos tres principios se basan en

E ntendemos por sistema capitalista, o


más sencillamente, por capitalismo,
todo ese vasto sistema de relaciones
combinaciones entre hechos estrictamente bio-
lógicos y otros puramente culturales.
Los principios categorizadores de edad,
sociales reguladas principalmente mediante el género y parentesco se aplican también sobre
capital. Este último es la forma más desarro- relaciones sociales no vinculadas directamente
llada alcanzada por el dinero, en su función de con la familia. Este es el caso de la segregación
agente mediador entre las personas. Tal fun- laboral en función del género. Incluso el paren-
ción la ha recibido, al investírsele de la pro - tesco, aunque es usado ante todo en el ámbito
piedad social 1 de ser intercambiable por casi familiar, también puede serlo más allá de sus
cualquier otro bien o servicio. Ello otorga a límites. Así ocurre cuando, al contratar a un
quien lo posee en una magnitud dada la capa- nuevo empleado, se prefiere a un «pariente».
cidad de apropiarse esos bienes y servicios en En este artículo, sin embargo, vamos a desen-
otras magnitudes también dadas (Marx 1975). tendernos de todas las relaciones regidas por el
Las relaciones capitalistas comprenden una principio edad, así como de todas las orientadas
extensa porción de los modernos sistemas por los otros dos principios cuya vinculación
sociales occidentales, pero tan sólo una por- con el sistema familiar no sea clara y directa.
ción. Junto a ellas, existen otras no mediadas De este modo, vamos a ocuparnos de la articu-
principalmente por el capital, ni, incluso, por el lación entre el sistema capitalista y el sistema
dinero, y que, en consecuencia, no pueden ser familiar, pero no de la articulación en general
denominadas capitalistas. Es este el caso de las entre las relaciones capitalistas y las «de géne-
que se dan en el seno de la familia y, en menor ro» y «de parentesco».
medida, de las que, fuera de ella, se establecen El concepto de reproducción social, simple o
con «parientes» más lejanos. Tampoco en nues- ampliada, puede aplicarse sobre una sociedad
tra sociedad las relaciones capitalistas gobier- en su conjunto o sobre alguna de sus porciones,
nan la totalidad de la actividad económica, es como la familia o el sistema económico capita-
decir, la producción y distribución de bienes y lista. Es un proceso que abarca la reproducción
servicios 2. Pues, en su seno una gran parte de de la estructura de las relaciones sociales, con
aquélla continúa organizada mediante relacio- los elementos simbólicos necesariamente
nes no capitalistas, como, entre otras, las que se implicados en ellas, así como la reproducción
entablan en el seno de la familia. estrictamente material de las personas y los
Las relaciones sociales constituyentes de objetos conectados mediante estas relaciones.
esta última institución difieren cualitativamen- De este modo, la reproducción material consti-
te de las capitalistas. Pertenecen a ese amplio tuye un aspecto particular de la social. Y como
conjunto de relaciones reguladas mediante puede apreciarse, inspirándonos en Engels
categorizaciones sociales (Tajfel 1984). En (1971), Meillasoux (1977) y Harris (1982), nos
ellas no es a una entidad externa, como el dine- estamos sirviendo de una concepción ampliada
ro, sino a la propia persona, a quien se le invis- de la misma, que abarca, no sólo la producción
te directamente de unas determinadas propie- de bienes y servicios, sino también la repro-
dades sociales. Tal investidura se efectúa ducción física y cultural de las personas. De
Familia y reproducción del capitalismo 241

este modo, el grueso de las actividades realiza- la crianza de los niños, que socialmente se les
das por la familia se incluyen en una de sus dos encomienda de manera prioritaria. Únicamen-
vertientes, mientras que los procesos económi- te la asumen otras instituciones, como los orfa-
cos, capitalistas o no, ocupan la otra. natos, cuando la familia no puede hacerlo. Por
En función de lo anterior, el estudio de las ello, estando cómo está conformada nuestra
posibles contribuciones de la familia a la repro- sociedad, las tareas domésticas constituyen
ducción del capitalismo atañerá tanto a la ver- una ocupación necesaria de la familia, mien-
tiente estrictamente material de la misma, como tras que la producción para el mercado tan sólo
a las demás porciones de su reproducción social. es algo contingente para ella.
Nos vamos a preocupar aquí únicamente de La segunda contribución de la familia a la
aquellas posibles contribuciones suyas cuyo reproducción del capitalismo estriba en su
carácter sea más directo. Ello supone dejar de papel en la conformación de nuestro sistema de
lado aquellas que, por ejemplo, puedan consistir herencia. Este consiste en una relación social,
en el fomento de ciertos valores morales favora- mediante la cual circulan, post mortem, los bie-
bles al desarrollo capitalista. Tras este recorte, nes entre las personas. Está regulada principal-
nos van a quedar sólo dos posibles contribucio- mente mediante el parentesco, que, como
nes: la reproducción material de la fuerza de tra- vimos, funciona sobre todo en el ámbito de la
bajo, mediante el trabajo doméstico y la repro- familia, y que, es por ello, ante todo, un princi-
ducción también material de esta misma fuerza pio propio de esta institución. Por eso, ella par-
de trabajo y de los medios de producción, así ticipa indirectamente en su conformación y, por
como la reproducción social de las relaciones lo tanto, en la del propio sistema de herencia.
capitalistas, por medio del sistema de herencia. Este sistema contribuye a la reproducción
Respecto a la primera, la familia participa material y social de las familias y del capitalis-
doblemente en el proceso de reproducción mo, articulando mutuamente ambos procesos.
material del capitalismo. Por una parte, repro- Para empezar, por medio suyo, las nuevas fami-
duce biológicamente a los productores, y, por lias reciben de las antiguas unos recursos adi-
la otra, genera, por medio del trabajo domésti- cionales, con los que pueden reproducir más
co, bienes y servicios para ellos. Ambas con- fácilmente a sus miembros. Además, algunas de
tribuciones constituyen dos aspectos de un ellas lo hacen en cantidad suficiente para poder
único proceso. Este consiste en la reproduc- convertirse en propietarias, e incluso en capita-
ción física y cultural cotidiana, es decir, inme- listas, reproduciendo, así, la posición estructu -
diata (Heller 1977), de las personas, en con- ral de sus familias antecesoras, junto con el bie-
traste con la más indirecta, efectuada luego por nestar y el prestigio estamental inherentes a
la economía capitalista en su conjunto. ella. Ambos hechos favorecen la reproducción
Muchas familias se implican además en la material del capitalismo. El primero favorece
economía capitalista mediante las empresas una mayor eficacia del trabajo doméstico fami-
familiares y ciertas formas de trabajo a domi- liar, tan útil para él, y el segundo permite la con-
cilio. En estos casos, los principios categoriza- tinuidad de los distintos procesos productivos,
dores «familiares» son usados como criterios pese a la muerte de quienes los iniciaron origi-
auxiliares para la planificación del proceso nalmente. Y este último proceso contribuye asi-
productivo. Estas actividades se diferencian mismo a la reproducción social del capitalismo.
del trabajo doméstico en que suministran a la No sólo, gracias a él, unos pocos acceden a la
economía capitalista directamente bienes y posición de propietarios y hasta de capitalistas,
servicios, en vez de las personas aptas para sino que el resto quedan privados, al menos de
producirlos y consumirlos. En este artículo no modo inmediato, de la posibilidad de alcanzar-
vamos a ocuparnos tampoco de esta última la. Por ello, tendrán que seguir alquilando su
contribución, ya que la juzgamos de importan- fuerza de trabajo. Y así, de una generación a
cia secundaria. Sólo una minoría de las fami- otra, se conserva esa concentración del capital
lias participan en ella. Y sólo una minoría de la en manos de una minoría, que es una de las pre-
producción capitalista es realizada «en fami- misas fundamentales para la existencia de un
lia». Por el contrario, la mayoría de las fami- capitalismo plenamente desarrollado.
lias toman parte, total o parcialmente, en las Todavía no hemos intentado dilucidar si
tareas domésticas. Así ocurre en especial con todas estas contribuciones familiares son, no
242 Juan Ignacio Castien

solamente útiles, sino además necesarias e amos ir acercando gradualmente a su respues-


indispensables para el capitalismo, y, por lo ta, valiéndonos de un análisis histórico que
tanto, si éste podría subsistir sin ellas, o, al recogiera los diferentes factores causales
menos, sin que fuesen efectuadas por la fami- implicados, y rechazando de plano cualquier
lia. Esta será nuestra tarea durante los tres explicación reduccionista basada únicamente
siguientes apartados. en la supuesta funcionalidad de este tipo de
familia para el capitalismo.
En lo que respecta al primer interrogante,
III. El papel del trabajo podemos enfocarlo tanto desde el punto de
vista de la unidad doméstica, como desde el de
doméstico en el capitalismo la economía capitalista. En ambos casos, parti-
remos de la hipótesis de que se recurre al tra-

C
bajo doméstico no remunerado, porque hacer-
omo acabamos de ver, el trabajo lo resulta beneficioso. Así, si la mayoría de las
doméstico familiar participa en la unidades domésticas asumen ellas mismas sus
reproducción física y cultural de los cargas domésticas, ello es debido casi siempre
productores y consumidores que la economía a que les resultaría oneroso contratar asalaria-
capitalista necesita. Así, a través suyo, esta dos. Pues aquellas que gozan de los recursos
economía se articula con otra de carácter no suficientes para ello sí lo hacen, total o par-
capitalista, doméstica, de la cual toma algunos cialmente. Las siguientes preguntas que tene-
elementos indispensables para su funciona- mos que plantearnos, entonces, son la de por
miento. Nos toca ahora examinar más deteni- qué es tan caro este trabajo, y la de, ya que lo
damente esta articulación, las razones de su es, por qué no se lo abarata. Nuestra respuesta
peculiar naturaleza y sus posibles alternativas. es que es muy difícil conseguirlo.
Comenzaremos distinguiendo entre el tra- De acuerdo con Marx (1975), para dismi-
bajo doméstico remunerado y el no remunera- nuir duraderamente el valor de cambio de
do. El primero es ejecutado a cambio de un cualquier bien o servicio, hace falta rebajar su
salario, como un intercambio mercantil más. valor, reduciendo la magnitud del trabajo
Ello lo sitúa plenamente dentro de la econo- socialmente necesario invertido en su realiza-
mía capitalista y fuera de nuestro campo de ción, por medio del aumento de la productivi -
observación. El segundo es realizado gratuita- dad del trabajo concreto que le corresponde.
mente por todos o parte de los miembros de Pero esta solución tropieza en el caso del tra-
las unidades domésticas. Tales unidades pue- bajo doméstico con dos grandes obstáculos. El
den pertenecer a tipos muy diversos. Junto a primero estriba en que, en algunas de sus
las familias nucleares típicas, nos encontra- modalidades, y, al igual que en otros muchos
mos con otras muy diferentes, como las for- oficios, no hay que contar únicamente con el
madas por «compañeros de piso», sin víncu- tiempo consumido estrictamente en la ejecu-
los de parentesco entre sí, o por personas ción de las diversas tareas domésticas, sino
solas. La familia es, pues, sólo un caso más también con el que se consume permanecien-
dentro de una gama muy variada. A partir de do «de guardia», a la espera de tener algo que
estas dos distinciones, podríamos formularnos hacer. En un momento dado, algo puede rom-
dos preguntas distintas. La primera concerni- perse o mancharse, o ha de adelantarse o retra-
ría a las razones por las que la mayoría de las sarse la preparación de la comida. Este tiempo
unidades domésticas cargan ellas mismas con de espera, no es productivo en sí mismo, pero
el fardo del trabajo doméstico, en vez de dele- hace posible la producción, por lo que no se
garlo en profesionales asalariados, integrán- puede prescindir de él. Durante su transcurso,
dolo, así, dentro de la economía capitalista. La no se pueden realizar otras tareas productivas
segunda atañería al predominio de la familia o lúdicas; supone un esfuerzo y la renuncia a
nuclear y monógama entre ellas, así como a su otras oportunidades de rentabilizar la propia
papel clave en una parte tan vital del trabajo fuerza de trabajo. Por ello, debe ser remunera-
doméstico como lo es la crianza de los niños. do. El segundo es que se trata de un trabajo
Pero de esta última pregunta no nos vamos a muy complejo, integrado por una multitud de
ocupar aquí. Pues creemos que sólo nos podrí- operaciones distintas. Esta pluralidad de tareas
Familia y reproducción del capitalismo 243

dificulta enormemente el aumento global de la tarse con un nivel de riqueza superior al actual.
productividad, con la consiguiente reducción Sin embargo, quizá podría compensarse. En pri-
de costes. Y, al mismo tiempo, requiere de una mer lugar, se liberaría una inmensa cantidad de
cierta cualificación personal, aunque ésta sea fuerza de trabajo que, de poder ser absorbida por
infravalorada socialmente. Esto habrá quizá el mercado –lo cual quizá sea mucho suponer–
reducido algo su valor de mercado, pero, aún podría crear a más largo plazo una impresionan-
así, se la debe recompensar, lo cual encarece te cantidad de riqueza. En segundo lugar, la
sus servicios. En consecuencia, para abaratar socialización del trabajo doméstico podría eco-
este trabajo habría que elevar su productividad nomizar costes. Primero, porque favorecería su
y, al mismo tiempo, reducir su cualificación. mayor automatización y, segundo, porque permi-
Durante siglos, estos dos objetivos se han tiría introducir mayores economías de escala. De
alcanzado simultáneamente en las diferentes este modo, las necesidades colectivas podrían ser
ramas de la producción, gracias al incesante satisfechas menos costosamente mediante un
incremento de la división del trabajo. Mediante reducido número de electrodomésticos, de
ella, los trabajos inicialmente complejos han mayor tamaño, ubicados en las empresas que
quedado descompuestos en operaciones más asumirían el viejo trabajo doméstico. Y, en tercer
simples, que un personal menos cualificado, y, y último lugar, porque, bajo una competencia
por lo tanto, peor pagado, podía, sin embargo, capitalista, se agudizaría el imperativo producti -
ejecutar más productivamente. Semejante incre- vista en la realización de estas labores. En cual-
mento de la división del trabajo conlleva y quier caso, lo que parece quedar claro es que los
requiere al tiempo de una mayor socialización obstáculos económicos a la plena socialización
del mismo. Pues, es necesario que se establezca del trabajo doméstico no resultan en modo algu-
una conexión entre los diversos grupos de opera- no insuperables. Este hecho encuentra una cierta
rios encargados de las diversas tareas parciales, corroboración en la socialización parcial del
que supere el relativo aislamiento que mantenían mismo que ya ha tenido lugar hasta el momento.
los antiguos trabajadores más cualificados mien- Más difíciles se nos presentan los impedi-
tras las realizaban todas personalmente. mentos sociales. La mayor socialización del
La socialización plena del trabajo doméstico trabajo doméstico implicaría una atenuación,
supondría que las tareas realizadas ahora por más o menos acentuada, del aislamiento de la
los ocupantes de cada hogar en beneficio unidad doméstica respecto al resto de la socie-
exclusivo del mismo, tendrían que ser descom- dad, pues gran parte de la actividad cotidiana
puestas en diversas operaciones parciales y de sus miembros tendría que desarrollarse
ejecutadas por diversos operarios en beneficio ahora en presencia de extraños. Ello supondría
de muchos hogares simultáneamente. Ello un problema importante. Tal y cómo está orga-
obligaría a una mayor «intromisión» en su nizada nuestra vida, al hilo de esas actividades,
interior de personas ajenas a ellos y/o a la sali- entremezclándose con ellas, se efectúan otras
da de sus miembros para recibir fuera los ser- muchas actividades cotidianas. Dos de ellas
vicios que ahora reciben dentro. De este modo, nos interesan aquí. La primera está constituida
estos tendrían que tolerar una mayor presencia por todas aquellas prácticas, como consejos,
de «extraños» para limpiarlos, llevar comidas conversaciones íntimas o discusiones, median-
etc... y/o alimentarse fuera de él, llevar su ropa te las cuales se regula la conducta recíproca de
a lavanderías, etc. Esta socialización abarataría los miembros de la unidad doméstica. La
el trabajo doméstico lo suficiente para que segunda consta de todas aquellas actividades,
fuese asumido plenamente las agencias priva- ligadas a los gustos particulares, mediante las
das y/o estatales, integrándose por completo que cada uno desarrolla su personalidad indivi-
dentro de la economía capitalista. dual. No es conveniente que ninguna de las dos
Un sistema así sería técnicamente factible, se despliegue delante de extraños. Pues, al con-
pero su implantación se toparía con grandes obs- templarlas, estos pueden obtener una informa -
táculos económicos y sociales. En cuanto a los ción acerca de nuestros sentimientos, conflic-
primeros, supondría enormes costes en la habili- tos e idiosincrasias personales, que podrían mal
tación de más guarderías, comedores, lavanderí- interpretar o de la que podrían aprovecharse
as, así como en el personal para atenderlos. para perjudicarnos. Esta es la principal razón,
Semejante gasto seguramente sólo podría afron- por la que en presencia de aquellos con quienes
244 Juan Ignacio Castien

tenemos poca «confianza», no solemos ser ductas. De este modo, se le mantiene relativa-
«nosotros mismos», sino que ponemos en prác- mente aislado del resto de los miembros de la
tica una conducta mucho más estereotipada, unidad doméstica, recordándole que no debe
que revela mucha menos información sobre entrometerse en ciertos asuntos. La segunda
nuestra personalidad y nuestra vida. En conse- estrategia estriba en, cuando existen el tiempo
cuencia, si realizásemos nuestras actividades y la disposición mutua para ello, ir tejiendo
domésticas en presencia de tales «extraños», o una relación menos formalizada con él. Esta
bien, se reducirían nuestras oportunidades para debe generar lazos afectivos, que conviertan,
realizar cotidianamente estas otras dos impor- parcialmente, al personal contratado en miem-
tantes actividades, o bien tendríamos que resig- bro hasta cierto punto de la unidad doméstica,
narnos a llevarlas a cabo en presencia de espec- y, por lo tanto, en alguien leal a ella. Ambas
tadores no deseados. Ninguna de estas dos estrategias suelen combinarse de modos muy
alternativas resulta especialmente atractiva. complejos que aquí no podemos abordar. Y,
No hay que olvidar que, bajo las condicio- pese a todo, el «servicio» es con frecuencia
nes actuales, las relaciones sociales que se sue- una excelente fuente de información acerca de
len establecer en el seno de las unidades las «intimidades» de aquellos a quienes sirve,
domésticas tienen un carácter mucho menos al tiempo que a menudo surgen conflictos, por
impersonal, estereotipado y competitivo, que no quedar claro hasta dónde alcanza la «con-
las entabladas en su exterior. En el marco de fianza» con él.
ellas, se puede desarrollar mejor la propia indi- Nos parece que la argumentación anterior
vidualidad, entregarse a las ocupaciones más nos ha permitido esbozar una respuesta a nues-
placenteras para cada uno y configurar una tra pregunta inicial de por qué a la mayoría de
vida emocional más rica. Por ello, la mayoría los hogares no les resulta útil recurrir al servi-
de las personas desean preservar estas relacio- cio doméstico. Ahora vamos a ocuparnos de la
nes. Y eso les exige un relativo aislamiento, otra cara de la moneda, es decir, de cómo
una mínima «intimidad». Solamente si las puede beneficiarse el sistema capitalista de
relaciones sociales que se desarrollan fuera de este hecho. Ante todo, renunciamos de partida
la unidad doméstica se transformasen, podría a cualquier explicación teleológica del mismo,
quizá dejar de ser tan vital para ellas este basada en la suposición de que también sea
repliegue sobre sí mismas. Pero nada anuncia ventajoso para él. Las explicaciones ofrecidas
hoy semejante cambio. más arriba nos bastan por sí solas para explicar
Precisamente, el trabajo doméstico remune- este hecho, sin que tengamos que añadir otra
rado ostenta unas cualidades que permiten a tan tortuosa. Más bien, ocurre que por causa
quienes lo contratan solventar estos proble- suya, la economía capitalista queda privada de
mas. Técnicamente constituye un sustituto casi un amplio campo por el que podría expandir-
perfecto del trabajo que desempeñarían los se. Pues, el trabajo doméstico, remunerado o
miembros de la unidad doméstica, no sólo, no, se presenta en nuestra sociedad como una
como es lógico, por su resultado final, sino especie de vasto islote no capitalista, dotado
también por su modus operandi. Así, es tam- de unos nada casuales rasgos artesanales,
bién un trabajo bastante polivalente, y, en con- como su polivalencia y su adecuación, no a
secuencia, salvo algunas excepciones, el per- unas rígidas normas productivistas, sino a
sonal destinado a él es poco numeroso. Y en lo unos patrones de calidad más flexibles. El
que se refiere a las relaciones sociales con los capitalismo se ha encontrado ante el hecho de
miembros de la unidad doméstica, la preserva- que un importante sector de la actividad eco-
ción de la intimidad de los miembros de ésta, nómica le está vedado, y ha tenido que articu-
y, cuando es posible, de la del propio personal larse con el sistema económico que lo regía.
contratado, suele resultar problemática. Bási- Quién sabe si podría haberse beneficiado más
camente, son dos las estrategias puestas en de la situación opuesta, pero ha tenido que
marcha para asegurarla. La primera consiste aprovechar la existente.
en un distanciamiento que puede ir, cuando es Como ya vimos, la principal contribución de
posible, acompañado de una segregación espa- las familias a la economía capitalista consiste
cial. Las relaciones con el «servicio» se estere- en suministrarle la fuerza de trabajo que nece-
otipan y en su presencia se evitan ciertas con- sita de un modo poco costoso. Para entender
Familia y reproducción del capitalismo 245

cómo se realiza esta contribución, tenemos que asegurar la reproducción de esta fuerza de tra-
dar primero un pequeño rodeo. Para todo siste- bajo remunerada por debajo de su valor consis-
ma económico, las contribuciones positivas a te en aprovecharse de su reproducción parcial
su reproducción material compatibles con los fuera de la esfera capitalista. Tal es el caso, tan
demás aspectos de su reproducción social han frecuente en el Tercer Mundo, de aquellos tra-
de plasmarse en un reparto de propiedades bajadores asalariados que completan sus
sociales entre sus participantes favorable a la magros salarios con lo cultivado en sus peque-
reproducción de las relaciones sociales que lo ñas parcelas familiares (Meillasoux 1977).
organizan. En el capitalismo, tal traducción El trabajo doméstico no remunerado opera
social consiste en la creación de más valor que exactamente igual. Su aportación material
el poseído inicialmente (Marx 1975 el cual va objetiva a la reproducción de la fuerza de tra-
a parar mayoritariamente a manos de los capi- bajo no es recompensada con remuneración
talistas). Cuando se logra realizar este nuevo alguna, o, como máximo, lo es sólo con una
valor en la esfera de la circulación, en forma de inferior e indirecta, como en el caso del «sala-
más valor de cambio, se adquiere la capacidad rio familiar». De este modo, no eleva- o lo
de obtener con aquél muy diversas mercancías, hace sólo escasamente -el valor de esta mer-
incluidas los «factores productivos» con los cancía, pero tampoco menoscaba su capacidad
que podría reiniciarse el proceso. Se trata de para crear más valor. Así, supone un ahorro
ensanchar todo lo posible la diferencia entre la para el capitalista, lo cual puede permitirle,
magnitud de valor inicial y la final. Esto puede incluso, rebajar el precio de las mercancías
lograrse añadiendo más valor a la mercancía elaboradas con ella, volviéndolas más compe-
vendida. Pero también, reduciendo las magni- titivas. Aquí radica su rentabilidad para él. Y
tudes de valor desembolsadas previamente en este ahorro de valor no afecta sólo a la fuerza
la producción de la misma y, en especial, en la de trabajo que contrata, sino también a la suya
adquisición de la mercancía fuerza de trabajo, propia y a la de las personas a su cargo.
la única que crea valor. Para ello, hay que dis- Podría pensarse que es posible calcular la
minuir la magnitud del valor consumido en la magnitud del valor que este trabajo añadiría a
contratación de la fuerza de trabajo, es decir, el la fuerza de trabajo, si fuese ejecutado en el
capital variable, sin afectar a la capacidad de marco de unas relaciones mercantiles. Pero
esta última para crear valor de uso y valor. Esta este problema es mucho más complejo de lo
reducción de costes puede permitir, incluso, que parece. Pues, no se puede atribuir directa -
hasta una venta más barata de la mercancía mente ningún valor a este trabajo. El valor de
producida, conservando una tasa de beneficio cualquier mercancía viene dado por la magni-
razonable, que la vuelva más competitiva. Se tud del tiempo de trabajo socialmente necesa-
renuncia a la posibilidad de obtener todo el rio para su elaboración. El cálculo de este
valor posible, a cambio de la certeza de ver rea- tiempo sólo tiene sentido, cuando existe inte-
lizada una porción razonable del mismo. rés en economizarlo, es decir, cuando se persi-
Uno de los modos de conseguir esto consis- gue un trabajo lo más productivo posible. Con
te en reducir su remuneración por debajo de su este fin, se aprovecha al máximo la destreza de
coste de reproducción socialmente establecido. los operarios, su resistencia física y psíquica,
Ello resulta especialmente factible cuando, la eficacia de los sistemas de organización de
aparte del salario, el trabajador recibe recursos su trabajo y la calidad del instrumental a su
por otros conductos. Esto es lo que ocurre con disposición. En otras palabras, debe existir un
el propietario que aporta su fuerza de trabajo a imperativo productivista. Este imperativo se
«su» propio proceso productivo. Al hacerlo, se genera fácilmente en una economía mercantil,
ahorra parte del capital variable que hubiera ya que en ella los diferentes productores com-
tenido que desembolsar en contratar a alguien. piten por las preferencias del consumidor, sir-
Obra igual, cuando emplea a sus familiares, por viéndose, entre otros medios, de una reducción
ejemplo sus hijos, a cambio de un salario de los precios de sus mercancías, que es, en
menor que el que le hubiera pagado a cualquier parte, resultado, de la reducción del tiempo de
otro. Esta solución se encuentra a su alcance trabajo invertido en su elaboración.
porque él, y su familia, gozan al tiempo de unos Nada de esto ocurre con el trabajo domésti-
beneficios empresariales. Otro de los modos de co no remunerado, pues al no orientarse hacia
246 Juan Ignacio Castien

el mercado, no esta guiado por este peculiar material y socialmente a la buena marcha del
imperativo. Naturalmente, debe satisfacer capitalismo. Dejaremos su aportación material
unos patrones generales acerca del grado de para el siguiente apartado y atenderemos aquí
bienestar apropiado para quienes disfrutan de únicamente a la social. Consiste ésta en la
un nivel de renta dado, lo cual obliga a ejecu- reproducción del acceso desigual al capital, con
tarlo con un mínimo de pericia y de celeridad. lo cual se preserva la polarización entre una
Pero se trata de criterios mucho más laxos y minoría de propietarios y una mayoría de asa-
flexibles. Para constatar esta aseveración, nos lariados. Junto a los bienes, heredamos además
basta con lanzar una rápida mirada al estilo de una condición estamental (Bourdieu 1991), es
trabajo característico del ama de casa. Este es decir, una determinada categorización social,
un tanto elástico. La jornada laboral es muy que determina una importante parte de nuestros
larga, pero está salpicada por frecuentes inte- derechos y deberes. Este último tipo de heren-
rrupciones y los tiempos dedicados por unas y cia no favorece de un modo directo la repro-
otras a sus diferentes labores varían mucho; ducción de las relaciones capitalistas, pero tam-
unas se pasan la mitad del día limpiando y bién nos interesa aquí, porque quizá pueda
otras son bastante menos exigentes; unas per- hacerlo más mediatamente. Tanto en uno,
manecen mucho tiempo en la cocina, para pre- como en otro caso, edificaremos nuestros pro-
pararles a los suyos comidas sabrosas y otras pios argumentos sobre el análisis crítico de los
se toman menos molestias. Y, como señala de Verena Stolcke (1982). Dividiremos nuestra
Dalla Costa (1975) los electrodomésticos se exposición en dos partes. En la primera abor-
utilizan simplemente para ahorrar tiempo e daremos la herencia de los bienes, y en la
incomodidades, de acuerdo a esos patrones segunda la de las condiciones estamentales.
generales sobre el bienestar, que cada vez son En cuanto a la primera, Stolcke parte del
más exigentes. Esto es algo distinto del uso argumento de Engels (1971) acerca del nexo
intensivo de la maquinaria para producir cada entre el sistema de herencia «tradicional» y la
vez más, con menores costes y en menor tiem- subordinación social femenina. De acuerdo
po. Por lo tanto, carece de sentido cualquier con el mismo, la monogamia de la mujer con-
estimación del valor no remunerado de este lleva la atribución legal de los hijos de ésta a
tipo de trabajo doméstico. Tan sólo se podría, un único hombre. Esto resulta funcional para
indirectamente, calcular el valor que tendría un sistema de herencia que distribuye los bie-
un trabajo doméstico asalariado que le sustitu- nes entre los parientes «legítimos», es decir,
yese. Pero en este caso habría que distinguir aquellos cuya paternidad jurídica es la adecua-
entre el valor que tendría este trabajo, si se rea- da. De este modo, favorece la preservación de
lizase bajo la modalidad actual y el precio, la desigualdad en el acceso a la propiedad.
probablemente mucho más bajo, que ostenta- Como la paternidad jurídica se asienta además
ría, si pasase a ser una actividad generalizada sobre la biológica, se requiere del control
y socializada plenamente. sobre la actividad sexual de la mujer. Este
queda facilitado por su subordinación en gene-
ral y, más en particular, por su confinamiento
en el hogar, con la habitual reducción de su
IV. La familia actividad productiva a la doméstica. Así, tal
y la reproducción reducción es más una consecuencia que una
causa de la subordinación femenina.
de la desigualdad clasista De aquí deduce Stolcke que esta subordina-
ción no podrá superarse plenamente con la
emancipación de la mujer respecto a las cargas

D e los análisis anteriores se despren-


de que el trabajo doméstico no re-
munerado resulta beneficioso, pero
domésticas, sino tan sólo mediante la abolición
de la monogamia, la familia actual, el sistema
de herencia imperante, la propiedad privada y
no indispensable, para el capitalismo. Por ello, el capitalismo. Y es aquí donde comienza nues-
económicamente sería factible que aquél absor- tro desacuerdo con ella. Pues nos parece que
biese esta actividad. Ahora toca ocuparse del todo su razonamiento reposa sobre un análisis
sistema de herencia. Vimos ya cómo ayuda en exceso descontextualizado; los hechos
Familia y reproducción del capitalismo 247

sociales a los que ella se refiere están determi- la mujer ha ido accediendo a la condición de
nados también por otros factores. Al ignorarlo, propietaria y heredera, en igualdad con el
ha trazado un nexo lógico demasiado rígido hombre. Ello ha contribuido seguramente a
entre propiedad privada capitalista, herencia, atenuar la preeminencia de la paternidad jurí-
parentesco y familia, paternidad jurídica, pater- dica y los controles para asegurar la biológica,
nidad biológica, monogamia, al menos para la sobre la que aquella sigue sustentándose. Una
mujer, control sobre su sexualidad y subordina- mujer puede hoy ser empresaria y, al morir,
ción femenina. De los vínculos entre propiedad legar sus bienes a una hija carente de padre
privada, herencia y familia nos ocuparemos en reconocido. Y nada de esto, frente a lo que se
el próximo apartado. Primero, hemos de abor- deduciría de las tesis de Stolcke, ha perjudica-
dar la segunda parte de esta «cadena», la cons- do al capitalismo.
tituida por la paternidad jurídica, la biológica y Varios ejemplos etnográficos nos enseñan
la monogamia. Nuestra crítica se compondrá que un sistema de herencia no tiene por qué
de tres argumentos que aportaremos sucesiva- asentarse necesariamente sobre un matrimonio
mente. El primero consistirá en una somera tal y cómo lo entendemos nosotros, una familia
descripción de los factores que subyacen al como la nuestra, la concesión de un papel tan
encadenamiento causal señalado por Engels. El determinante para las paternidad jurídica y para
segundo constatará que los cambios acaecidos la biológica y un control tan severo sobre la
en el último siglo en la sociedad occidental han sexualidad femenina. A este respecto, resulta
conducido a una erosión del mismo, sin que muy instructivo el célebre caso de los nayar de
ello, sin embargo, haya perjudicado en absolu- Malabar, descrito por Gough (1974). Entre esta
to al buen desenvolvimiento del capitalismo. Y antigua casta de guerreros, la filiación se traza-
el tercero mostrará, mediante varios conocidos ba únicamente por vía materna. Los hermanos
ejemplos etnográficos, la existencia de hecho formaban grupos de residencia que nunca
de encadenamientos causales distintos. abandonaban. Las mujeres tomaban amantes
El vínculo causal señalado por Engels existió entre los hombres de otros matrilinajes, pero
realmente en el mundo occidental hasta hace sus hijos pasaban a formar parte del suyo,
siglo y medio. Allí y entonces, el Derecho y las mientras que los de sus hermanos engrosaban
convenciones sociales no otorgaban por entero los de sus propias amantes. El vínculo de pare-
más que al varón las potestades de adquirir, ja no implicaba el de residencia. Los hombres
alquilar o enajenar bienes y de contratar o ser no tenían ni derechos, ni deberes legales sobre
contratado a cambio de un salario. La mujer, al los hijos de sus amantes. No obstante, cuando
encontrarse parcialmente despojada de ellas, no una mujer quedaba encinta, era preciso que uno
podía ser plenamente propietaria, ni, por lo o varios hombres reconocieran ritualmente su
tanto, heredera. Así, si estaba casada, su heren- paternidad, regalándole un trozo de tela. De lo
cia era controlada por su marido. Su papel den- contrario, podía ser expulsada del linaje, vendi-
tro del sistema de herencia se limitaba al de da como esclava o incluso muerta. La razón
intermediaria entre distintos varones, como su estriba en que se temía que el hijo perteneciese
padre y su marido, en el caso más simple. No a un hombre de casta inferior, cuya impureza,
vamos aquí a aventurar explicación alguna para contaminaría el linaje. No se buscaba, pues
esta situación. Nos limitamos a tomar nota de asegurar la paternidad de un varón en concreto,
ella y a apuntar algunas de sus posibles conse- sino la de uno del grupo adecuado. Las exigen-
cuencias. En primer lugar, resultaba razonable, cias eran menos ambiciosas y ello permitía un
aunque no absolutamente necesario, el que, control sexual menos severo.
incluso bajo un sistema de filiación bilateral, En este caso, el derecho de acceso a los bie-
primase la línea paterna sobre la materna. Sien- nes del linaje no estaba apenas mediatizado por
do ello así, se volvía vital la determinación de la la paternidad jurídica. Pero, aún cuando ésta
paternidad jurídica. E, imperando una peculiar sea más influyente, puede no estar tan ligada a
ideología que remitía aquella a la biológica, el la biológica, como entre nosotros. En algunas
control sobre la sexualidad femenina resultaba sociedades africanas, por ejemplo, la esposa
asimismo imprescindible. tiene derecho a mantener relaciones sexuales
Pero desde entonces, todo este cuadro ha con hombres distintos de su marido, pero la
experimentado profundos cambios. Ante todo, paternidad jurídica de sus hijos corresponde
248 Juan Ignacio Castien

aquél, pues el ha pagado el precio de la novia clase se determina mediante la posición ocupada
(Beattie 1972). Es perfectamente factible, por respecto al capital y no mediante ninguna cate-
tanto, servirse de la paternidad jurídica, sin res- gorización social previa. La condición estamen-
tringir la actividad sexual de la mujer. Y ello tal es un atributo añadido que puede reforzar y
sin contar los casos en que tal paternidad puede legitimar, de un modo indirecto, esta pertenen-
ser atribuida, incluso, a una mujer o un varón cia, pero no su constituyente directo, al contrario
fallecido, como entre los nuer (Beattie l972). que en la mayoría de los sistemas sociales no
Todos estos ejemplos etnográficos pertenecen capitalistas. Esta distinción fue ya desarrollada
a sociedades no capitalistas, pero nos demues- por Lukács (1985), con un lenguaje brillante,
tran que la herencia puede regularse mediante aunque hoy se nos antoja poco preciso.
procedimientos muy diversos. La conclusión del Precisamente, en su magnífico trabajo
apartado anterior se repite. Todo este complejo «Mujeres invadidas» (1994), Stolcke ha anali-
encadenamiento institucional para asegurar una zado agudamente uno de estos sistemas no
determinada paternidad biológica, es útil para capitalistas: el imperante en España y sus colo-
regular el acceso a las herencias, y, por lo tanto, nias americanas durante el Antiguo Régimen.
para preservar esa desigualdad que es el funda- Se trataba de un sistema basado en la adscrip-
mento del sistema capitalista. Pero no es indis- ción de la gente a diferentes categorías socia-
pensable para ninguno de ambos. Todo podría les, cuyo acceso a los recursos económicos era
suceder de otro modo, y, hasta cierto punto, ya marcadamente desigual. A cada categoría se le
es así. Las explicaciones funcionales que remi- adjudicaba un específico nivel de excelencia
tan el origen de este peculiar encadenamiento a heredado por nacimiento. Mediante la exigen-
su utilidad para el capitalismo estarán fuera de cia de la «limpieza de sangre» se restringía sis-
lugar. Hay que buscar en otra parte, aunque aquí temáticamente el acceso a ciertos puestos de
no podemos dedicarnos a ello. los miembros de las categorías tachadas de
El segundo argumento aportado por Stolcke inferiores. Esta «limpieza» debía ser preserva-
para justificar esa necesidad que supuestamen- da. Para ello, los grupos privilegiados combi-
te tiene el capitalismo de que se coarte la naban la endogamia con la vigilancia sobre sus
sexualidad femenina, reposa sobre la legitima- mujeres. Sus hombres, por el contrario, podían
ción que le reporta a este sistema la herencia entretenerse con las de los escalones inferio-
de ciertas condiciones estamentales. Existe, res, en la seguridad de que la posible descen-
según ella, una contradicción ideológica laten- dencia de estos escarceos quedaría luego pri-
te entre la visión meritocrática que el capitalis- vada, total o parcialmente, de sus propios
mo promueve y las enormes desigualdades que privilegios. Así, todo el entramado entre pater-
su sistema de herencia perpetúa. Para conju- nidad jurídica, biológica, matrimonio, repre-
rarla, se atribuye a la minoría privilegiada una sión sexual y dominación para la mujer resul-
superioridad innata. Esta ha de preservarse, taba en este caso plenamente necesario 3.
evitando el mestizaje con la mayoría domina- Evidentemente, las relaciones capitalistas
da. Ello requiere de una acusada endogamia de pueden beneficiarse de su articulación con
clase y de un severo control sobre la mujer otras basadas en la categorización social. El
para impedirle todo contacto sexual con los derecho de herencia, cómo señala Stolcke
hombres de esta mayoría, el cual llevaría a la (1982) con perspicacia, es una buena muestra
infiltración de los hijos nacidos del mismo de ello. Lo mismo ocurre con la determinación
dentro de la elite dominante. de la nacionalidad, es decir, de los derechos y
Antes de examinar si esta peculiar herencia de deberes respecto al Estado. Pues, al conducir
la categorización como innatamente superior o frecuentemente a la discriminación jurídica del
inferior, es en verdad funcional para el capitalis- inmigrante, permite su mayor explotación
mo, hemos de aclarar de qué modo se articula mediante los propios mecanismos capitalistas.
con las relaciones capitalistas en sí mismas. Ocurre lo mismo con otras formas de segrega-
Como ya señalamos en el apartado II, estas rela- ción laboral, como las basadas en el género o
ciones quedan constituidas, mediante la atribu- la etnia. El imperialismo de los siglos XIX y XX
ción de propiedades sociales al dinero, en vez de operó del mismo modo. Los «nativos», defini-
por medio de su atribución directa a las perso- dos como «inferiores», sufrían, incluso, for-
nas. Por ello, en el capitalismo la pertenencia de mas de explotación no capitalistas, como las
Familia y reproducción del capitalismo 249

exigencias de corveas o de entregas de exce- cionalidad que antes habíamos reconocido en la


dentes, que favorecían, sin embargo, al proce- discriminación laboral o en el recurso a formas
so general de acumulación capitalista. Se trata- de explotación no capitalistas; sólo la relativiza.
ba de un proceso de acumulación originaria. Por supuesto, ella beneficia en ciertos momen-
Un caso más reciente fue el de los nazis, cuya tos a grupos concretos de capitalistas, pero en lo
explotación de las poblaciones «inferiores» que respecta sistema en su conjunto la categori-
mediante métodos no capitalistas como las zación sistemática y permanente de las personas
expropiaciones masivas, los impuestos espe- de un determinado origen social como innata-
ciales, o los trabajos forzados, redundó tam- mente superiores y, en consecuencia, como pre-
bién en cuantiosos beneficios empresariales. feribles a otras acarrearía enormes distorsiones
Pero la funcionalidad de estas articulaciones negativas en el proceso económico.
no tiene por qué, implicar, sin embargo, su Una segunda contrariedad estriba en que la
carácter indispensable. Dejando para el próxi- visión meritocrática promovida por el Capitalis-
mo apartado el caso más complejo del derecho mo se contradice ideológicamente con las cate-
de herencia, vamos a dirigir nuestro análisis gorizaciones estamentales. Esto es así por dos
hacia las categorizaciones a las que se refiere razones. La primera es que estas últimas restrin-
Stolcke, aunque también lo creemos aplicable a gen el derecho a la movilidad social. Y la segun-
otras distintas. Nuestra crítica a esta autora va a da es que suelen conllevar también el encuadra-
constar de dos argumentos complementarios. miento de los individuos en grupos corporativos,
El primero atañe a los efectos disfuncionales en oposición con el individualismo liberal. En
para las relaciones capitalistas de su articula- cambio, como veremos a continuación, estas dos
ción con las relaciones construidas por medio contradicciones son más fáciles de solventar,
suyo y el segundo al hecho de que otros meca- cuando la desigualdad social no nace directa-
nismos ideológicos pueden desempeñar este mente de una categorización, sino como un
papel legitimador de un modo más sencillo y resultado indirecto de la distribución desigual
ocasionando menos problemas secundarios del dinero. Es ello lo que explica que tantas per-
La principal contrariedad que puede ocasio- sonas se revelen sinceramente contra las desi-
nar para las relaciones capitalistas su articula- gualdades del primer tipo, mientras se muestran
ción con otras basadas en algún tipo de catego- insensibles ante las del segundo.
rización social es la disminución de su propia Ambos inconvenientes pueden evitarse
eficiencia en la organización de la economía. La mediante otros modos de legitimación más sen-
gran virtud del capitalismo estriba en que, pues- cillos y, además, combinables entre sí. El prime-
to que determina el grado de influencia social ro consiste en disimular en parte las desigualda-
en función únicamente de la magnitud del valor des de riqueza y poder, entre quienes poseen o
controlado, quienes busquen aquélla deberán no el capital y entre quienes lo disfrutan en dife-
proporcionar a los demás bienes o servicios de rentes magnitudes, por medio de tres operacio-
un modo tal que les permita obtener valor de nes complementarias. Una es la de ignorar las
ellos. Por ello, en virtud de la peculiar raciona- desigualdades de poder. Otra, la de hacer de las
lidad propia de este sistema, lo único que ha de de riqueza, no una consecuencia necesaria del
importar en el trabajador contratado es su capa- sistema, sino, y sólo cuando se vuelven «excesi-
cidad para producir más y mejor por menos y en vas», una simple deficiencia accidental suya,
la mercancía comprada su relación calidad/pre- que se podría corregir con políticas asistenciales.
cio. Esto ha propiciado, pese a todos los costes Y la última es la de negarlas parcialmente, con
humanos, un inmenso desarrollo de las fuerzas mitos como el de la «sociedad de clases
productivas. Pero, para que esta racionalidad medias». El segundo procedimiento estriba en la
pueda aplicarse, es preciso, como ya vio Weber ocultación de la explotación económica en sí,
(1964) un relativo aislamiento de las relaciones mediante las diversas teorías sobre la «producti-
capitalistas respecto a las demás. Cuando se vidad del capital», de tan dudoso valor científi-
añaden otros criterios para elegir un trabajador, co. Gracias a ella, las desigualdades se vuelven
un patrón o una mercancía, se corre el riesgo de éticamente justificables. El tercer mecanismo
no optar por los mejores en términos estricta- sirve para justificar el que sean precisamente
mente económicos y, por lo tanto, con salir a la unos individuos concretos y no otros, quienes
postre perjudicado. Esto no contradice esa fun- ocupen las mejores posiciones. Consiste en el
250 Juan Ignacio Castien

recurso al individualismo liberal, para el cual la zador «parentesco» y la existencia de la fami-


sociedad se reduce a una colección de indivi- lia. Como ya adelantamos más arriba, se trata-
duos aislados en perpetua competencia. El desi- rá de estudiar la contribución de todo este
gual destino de cada uno es solo resultado de entramado institucional a la reproducción
supuestas diferencias personales. El éxito material del capitalismo. Yendo por partes,
corresponde a los «mejores». El resto no lo empezaremos con el papel desempeñado por el
merece y no tiene derecho a quejarse de su suer- sistema de herencia. Dos serán las preguntas
te. Y el cuarto, consiste en conceder a quien, al que nos haremos: si este proceso requiere de la
parecer, ganó sus bienes gracias a sus supuestas existencia de algún tipo de herencia, y si, sien-
dotes excepcionales, el derecho a legarlos a do así, este tipo ha de corresponderse con el
quien quiera.. No es preciso, como sostiene nuestro. Como la primera pregunta antecede
Stolcke, postular que han heredado también esas lógicamente a la segunda, comenzaremos con
dotes. Y muchas veces resulta notorio que no ha ella. De nuevo, el eje de nuestro análisis será
sido así. Basta simplemente con concebir la pro- un experimento intelectual, que, en este caso,
piedad como una posesión absoluta. Puesto que reposará sobre la ficción de un capitalismo sin
se puede disponer libremente de ella, también se sistema de herencia.
puede legarla a quien se quiera, sin que nadie Supongamos, pues, que los bienes de capital
tenga derecho a protestar por ello. Por lógica, los de cada empresario revertiesen, al morir éste,
parientes serán los más probables beneficiarios. o, incluso antes, al concluir su vida activa,
Pero también pueden ser desheredados. En cam- sobre una autoridad central encargada de
bio, desde un punto de vista biologicista, esta administrar los bienes colectivos, la cual los
libertad de testar sería muy peligrosa, pues per- entregaría luego a otra persona. Prácticas
mitiría a algunos advenedizos sin pedigree acce- semejantes se han dado en las sociedades pre-
der a la cima de la sociedad, por culpa del capri- capitalistas. Así, en las etapas iniciales del feu-
cho de algún donante irresponsable, pudiendo, a dalismo a veces la Corona recuperaba el feudo
partir de entonces, degradar el patrimonio gené- tras morir el vasallo y se lo entregaba a otro. Y
tico de los privilegiados. Muy significativamen- en las comunidades campesinas los lotes se
te, cuando lo que se lega es una condición esta- repartían periódicamente entre las familias.
mental, la libertad de testar se restringe, cuando Para poder realizar estas prácticas, se requie-
no se anula totalmente. Así, alguien puede que- ren dos condiciones. La primera consiste en
dar desheredado de un título nobiliario por su que exista en efecto una autoridad central
mala conducta, pero este título no puede legarse investida del derecho de retomar los bienes de
a cualquiera. manos de sus usufructuarios temporales o vita-
El resultado de este último análisis es más licios y entregarlos a otros nuevos. Y la segun-
negativo aún que el de los dos anteriores. No da es que tal autoridad disponga, además, de
sólo no encontramos ni una necesidad, ni una unos criterios claros que le indiquen a quienes
clara utilidad en el complejo institucional que tiene que reasignar esos bienes y en qué canti-
nos presenta Stolcke, sino que su misma exis- dades ha de hacerlo. Ambas condiciones se-
tencia nos parece más que dudosa. Se trata de rían muy difíciles de satisfacer en este caso.
una auténtica vía muerta. En cuanto a la primera, la pérdida del dere-
cho a legar discrecionalmente los propios bie-
nes entrañaría, por lógica, una limitación sobre
V. Herencia, parentesco el derecho de propiedad. Este se repartiría
entonces entre el empresario y la autoridad
y familia central. El problema es que esto quizá reduci-
ría entonces el interés del empresario por pre-

N
servar y ampliar «su» empresa. Pues, una vez
uestra atención va a dirigirse ahora que hubiese alcanzado una posición desahoga-
hacia el primer tramo de nuestra da y, sabedor de que, incluso en vida, tendría
cadena causal, aquel que conecta que devolverla, podría desentenderse de su
ese componente básico del sistema capitalista, destino, desviando sus fondos en beneficio de
que es la propiedad privada absoluta con el sis- su consumo personal. Si aquella sufriese una
tema de herencia, el uso del principio categori- crisis financiera, que sólo pudiera superar con
Familia y reproducción del capitalismo 251

grandes sacrificios, su disposición a asumirlos una ardua educación moral. Y su extensión al


podría ser escasa, llevándola a sucumbir final- conjunto de la sociedad demandaría una mayor
mente. La acumulación capitalista ha de ser un inversión en la socialización de la gente, que,
proceso continuado. Los cortes temporales de nuevo, elevaría los costes indirectos del
pueden resultarle desastrosos. Un segundo mantenimiento del sistema. Asimismo, tal uni-
problema podría estribar en que los empresa- versalismo podría debilitar ese individualismo
rios iniciasen procesos de acumulación por su competitivo propio de toda economía mercan-
cuenta y de modo clandestino, desviando, para til. Si aquél se debilitase, el valor cedería segu-
ello, parte de los recursos de las empresas tem- ramente terreno como principio regulador de
poralmente a su cargo. Esto ocurriría sobre los intercambios, frente a otros criterios de
todo, cuando su usufructo no fuese vitalicio. carácter más redistributivo, basados en una
Pero también podría ocurrir que deseasen legar cierta noción de solidaridad, como los que pre-
alguna herencia a sus allegados, por ejemplo, cisamente imperan hoy en el seno de las fami-
sus parientes, si existiese todavía algún tipo de lias. En tal caso, el capitalismo se disolvería.
parentesco. Ello podría dar origen a un capita- Pero, aunque se lograse compaginar esta pri-
lismo genuino, paralelo al controlado por la mera condición con la subsistencia de este sis-
autoridad, un poco a imagen de lo sucedido en tema, seguiría pendiente la satisfacción de la
los llamados países «socialistas». otra apuntada más arriba. Pues ninguno de los
Para hacer frente a estas amenazas, la autori- posibles sistemas de redistribución de los bie-
dad central tendría que proveerse de los perti- nes que se nos ocurren parecen muy eficaces. El
nentes mecanismos de coerción e información. primero sería un reparto equitativo, que otorga-
Si ambos adquiriesen la eficacia deseada, lo se a cada adulto un pequeño capital. De ser así,
cual es dudoso, tales amenazas podrían quedar el capitalismo desaparecería y le reemplazaría
anuladas o, al menos, razonablemente controla- una nueva edición del modo de producción
das. Pero ello redundaría en una mayor comple- mercantil simple. Pero, una economía de mer-
jidad administrativa, y, por lo tanto, en la des- cado con un alto desarrollo productivo exige
viación, para su mantenimiento, de unos una fuerte centralización del capital, con la con-
recursos que, de otro modo, hubieran podido siguiente proletarización de la mayoría de la
servir para atender el bienestar material de la población. Por lo tanto, este sistema coartaría el
población. Por otro lado, según adquiriesen más crecimiento económico. Una posible variante
peso todos estos mecanismos de control, más se podría consistir en repartir, no la propiedad de
limitaría de hecho y de derecho la propiedad instalaciones productivas enteras, sino acciones
privada, y más colectivista y menos capitalista de empresas, en una suerte de «capitalismo
se volvería al final el sistema en su conjunto. popular» masivo. Pero si existen acciones, ha
Podría objetarse, con razón, que todos estos de existir también un mercado para ellas, con
controles se volverían, en gran parte, super- sus ganancias para unos y sus pérdidas para
fluos, si se superase el actual egoísmo indivi- otros, y, si ambas no se compensan, la propie-
dualista. No lo dudamos. Igualmente, nuestra dad tenderá a concentrarse. Los resultados de
preferencia, al legar nuestros bienes, a favor de las privatizaciones mediante el reparto masivo
los más allegados a nosotros, en detrimento de de bonos de propiedad resultan muy alecciona-
los menos, se encuentra también, hasta cierto dores. Naturalmente, mediante una reasigna-
punto, configurada culturalmente. Se nos educa ción periódica de estas acciones, esta tendencia
para ser más leales con nuestros «parientes» que podría frenarse. Pero ello anularía parcialmente
con los demás. Pero esta educación tiene éxito, los éxitos de los empresarios, desincentivándo-
porque resulta más fácil ligarse emocionalmen- les en su cometido. Otro inconveniente de esta
te a quienes se trata más íntimamente que hacer- variante es que volvería más complicada la
lo con aquellos con quienes no se mantienen dirección de las grandes empresas. Los consejos
tales vínculos. Ciertamente este particularismo de administración de las sociedades anónimas
puede ser superado. Lo demuestra el ejemplo de agrupan sólo a sus principales inversores, mien-
esa minoría que ha sido capaz de amar y sacri- tras que la masa de los pequeños participa úni-
ficarse por colectividades mucho más extensas, camente, a través de las juntas de accionistas, en
incluso por la humanidad entera. Pero la adqui- las decisiones más trascendentales, si es que
sición de este sentimiento universalista exige está interesada en ello. Si sólo hubiese peque-
252 Juan Ignacio Castien

ños accionistas, haría falta un sistema represen- parentesco. Podría basarse, por ejemplo, en
tativo similar al utilizado para las instituciones una libertad de testar absoluta, sin dar priori-
estatales. Ello forzaría la implicación real de dad a los parientes. Pero esta libertad conlle-
todos estos accionistas, lo cual exigiría una vez varía sus problemas. El primero sería el de
más profundos cambios de mentalidad y mayo- que, al no existir herederos por derecho pro-
res complicaciones administrativas. pio, en ausencia de un testamento, podría no
Ante estos problemas, se podría optar por una saberse qué hacer. Una solución podría ser la
segunda alternativa, consistente en un reparto de que el Estado se hiciese cargo de la heren-
desigual. Habría que discriminar, entonces, cia y la subastase a continuación. Se generali-
entre quienes tendrían derecho a entrar en ese zaría, así, un hecho ahora más minoritario.
reparto y quienes no. Para ello, habría que recu- Una segunda complicación consistiría en la
rrir a una categorización estamentalizadora. Pe- posible interrupción de la tradición empresa-
ro a este método, de nuevo, se opondría a la rial. El hijo del propietario, a través de un
visión meritocrática propia del capitalismo. aprendizaje formal e informal, va desarrollan-
Probablemente los excluidos del reparto origi- do las dotes apropiadas para gobernar la
narían bastantes conflictos. Se les podría conte- empresa que un día heredará. Este aprendizaje
ner, quizá, al menos durante un tiempo, median- sería más difícil con un sistema de herencia no
te la coerción y la legitimación ideológica de familiar. La tercera, y, acaso, más grave, ame-
esta desigualdad, pero ello, otra vez, conllevaría naza recaería sobre desigualdad en el acceso a
sus costes y complicaciones. Tampoco todas las los capitales. Pues más de un capitalista podría
reasignaciones de bienes podrían tener segura- dispersar sus capitales entre un círculo dema-
mente la misma cuantía. Ello obligaría a distin- siado amplio de allegados. Y la cuarta, y últi-
guir diversos subestamentos dentro del de los ma, sería su indeterminación. Habría siempre
propietarios. Y si además la pertenencia a cada cierta imprevisión acerca de quiénes, y en qué
uno de ellos se determinase por nacimiento, cantidades, iban a heredar. Hacen falta normas
acabaríamos encontrándonos finalmente ante claras y sencillas que determinen el porvenir
una versión renovada del sistema de herencia de las propiedades. Tales criterios deben ser, al
regido mediante el parentesco. menos hasta cierto punto, independientes de
La tercera alternativa consistiría en que la los afectos personales, pues éstos, en último
autoridad central subastase los bienes que le término, son siempre oscuros y mudables. La
revirtiesen. Ello mitigaría los efectos negati- amistad, al reposar básicamente sobre ellos, no
vos de las reasignaciones igualitaria y esta- cumple con este requisito. En cambio, el
mentalizada. Pero también conllevaría sus pro- parentesco sí. De este modo un sistema de
blemas. El primero es que, obviamente, sólo herencia no regido por el parentesco sería
podrían acceder a los bienes subastados quie- quizá factible, pero uno organizado por él
nes poseyesen previamente capitales impor- resulta más sencillo y eficaz.
tantes, con lo cual no todos los bienes tendrían Llegamos, así, al último tramo de nuestra
que haber revertido antes a la autoridad cen- cadena causal, el que conecta el parentesco y
tral, y para aquellos que no lo hiciesen tendría la familia. La cuestión que se nos plantea
que existir algún sistema de herencia. Por otra ahora consiste en si, en ausencia de organiza-
parte, el gasto en la adquisición de los bienes ción familiar alguna podría existir algún tipo
subastados sería oneroso. Entrañaría un fuerte de parentesco. En nuestra opinión, en nuestra
traspaso de dinero hacia esta autoridad. Y ello sociedad el vínculo de parentesco deriva de
frenaría la posterior acumulación de capital. una pertenencia, aunque sea pasada y media-
Todo el análisis anterior nos lleva a concluir ta, a una misma familia nuclear. De no existir
que el capitalismo podría quizá existir sin esta última, o algo equivalente, con la repro-
herencia, pero que ello le volvería menos efi- ducción física y cultural de las personas total-
caz económicamente. Lo más favorable para él mente socializada, sería poco probable que
es la transferencia directa de los bienes del este principio conservase su actual importan-
muerto a los vivos con poca injerencia de la cia. En primer lugar, porque, obviamente, per-
autoridad y pocos costes. dería todo su papel estructurante dentro de las
Naturalmente, un sistema de herencia no familias y, en consecuencia, parte del mismo
tiene por que regirse necesariamente por el fuera de ellas. Y, en segundo lugar, porque los
Familia y reproducción del capitalismo 253

vínculos emocionales entre parientes se debi- NOTAS


litarían en ausencia de una interacción coti-
1
diana. Ello no implicaría necesariamente la Entendemos por propiedad social de una entidad a
desaparición de todos los vínculos sociales y la capacidad que se le concede para regular determinadas
relaciones sociales, al orientar a las personas acerca de
emocionales entre padres e hijos. El caso de cómo deben comportarse respecto a ella.
los antiguos kibbutz así lo atestigua (Spiro 2
Nuestra definición no incluye las estrategias de
1974). Allí, unos y otros pasaban gran parte maximización del beneficio estrictamente económico,
de su tiempo libre juntos y se profesaban un pues su presencia es muy cuestionable en ámbitos no
intenso afecto mutuo, pese a que la familia capitalistas. En ellos a las actividades económicas se les
asignan también otros objetivos distintos, por lo cual no
realmente no existía. Pero en general, los se las puede dedicar exclusivamente para este fin. Asi-
lazos entre los parientes eran muy débiles. De mismo, tampoco nos parece apropiado priorizar los
cualquier modo, esta pérdida de relevancia del supuestos intereses del sujeto- concebido además de un
parentesco en general no tendría que suponer modo muy abstracto- sobre la descripción objetiva de las
inevitablemente una similar en lo que atañe a relaciones sociales en las que vive inmerso. Sweezy
(1982) nos ofrece una breve y lúcida discusión sobre
las relaciones de herencia. Se podría conser- estas cuestiones.
var como principio jurídico para estas particu- 3
No podía bastar con un control sexual más laxo,
lares relaciones sociales, aunque para las como el de los nayar, debido a que, por complejas razo-
demás, no jugase ya ningún papel. Pero segu- nes, que aquí no abordaremos, la conducta sexual
ramente su uso entraría en conflicto con el «correcta» era uno de los componentes del «honor» de
los privilegiados.
deseo de legar los propios bienes a los más
allegados, los cuales muchas veces no coinci-
dirían ya con unos «parientes» desprovistos
de cualquier relevancia social. De esta forma, REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
en ausencia de organización familiar alguna,
es muy dudoso que pudiera operar un sistema ANDERSON, P. (1986): Tras las huellas del materialismo
histórico; Siglo XXI.
de herencia basado en el parentesco, con lo BEATTIE, J. (1972): Otras culturas; FCE.
cual habrían de sufrirse las dificultades pro- BOURDIEU, P. (1991): El sentido práctico; Taurus.
pias de uno no sustentado sobre él. DALLA COSTA, M. (1975): «Las mujeres y la subversión
Nuestro análisis parece haber mostrado que de la comunidad»; en JAMES, S. y DALLA COSTA, M.:
al capitalismo le resultan muy útil, aunque no El poder de la mujer y la subversión de la comunidad;
Siglo XXI.
absolutamente imprescindible, la articulación ENGELS, F. (1971): El origen de la familia, la propiedad
entre herencia, parentesco y familia. Esta utili- y el estado; Editorial Fundamentos.
dad es más clara que las señaladas en los dos GOUGH, K. (1974): «Los nayar y la definición del matri-
apartados precedentes. Pero, desde luego, ello monio» en Llobera J.R. (comp.): Polémica sobre el
no implica que toda articulación entre estos origen y la universalidad de la familia; Anagrama.
HARRIS, M. (1982): El materialismo cultural.; Alianza
tres componentes tenga que coincidir exacta- Editorial.
mente con la que existe entre nosotros. HELLER, A. (1977): Sociología de la vida cotidiana;
Todos los análisis precedentes convergen: el Península.
capitalismo no necesita estrictamente de nin- LUKÁCS, G. (1985): Historia y consciencia de clase;
guno de sus actuales nexos funcionales con la Orbis.
MARX, K. (1975): El Capital; Siglo XXI.
familia; se beneficia de su existencia, pero MEILLASOUX, C. (1977): Mujeres, graneros y capitales;
podría pasarse también sin ellos, sin que, salvo Siglo XXI.
en el último caso examinado, disminuye segu- SPIRO , M. (1974): «¿Es universal la familia ?»; en Llo-
ramente su eficacia económica. Por ello, los bera op.c it.
diversos cambios sufridos por el sistema fami- STOLCKE, V. (1982): «Los trabajos de las mujeres»; En
León, Magdalena (Ed.): Debate sobre la mujer en
liar en los últimos años han resultado a la pos- América Latina y el Caribe; ACEP.
tre inocuos e incluso favorables para él. Nues- – (1994): «Mujeres invadidas: sexo, raza y clase en la
tro acuerdo con Perry Anderson (1986) en este formación de la sociedad colonial»; en Stolcke,
punto es absoluto. Y todo esto es así realmen- V.(comp): Mujeres invadidas; 1994; Horas y horas.
te, nos encontramos ante un nuevo ejemplo de SWEEZY, P.M. (1982): Teoría del desarrollo capitalista ;
FCE.
la complejidad de las realidades sociales y de TAJFEL, H. (1984): Grupos humanos y categorías socia -
la necesidad de desconfiar de todos los análisis les.; Herder.
engañosamente simples. WEBER, M. (1964): Economía y sociedad; FCE.

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