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Tema 7
Tema 7
Rutinas, actividades y
estrategias sensoriales
Índice
Esquema 3
Ideas clave 4
7.1. Introducción y objetivos 4
7.2. ¿Qué es la integración sensorial? 5
7.3. Los sentidos y su impacto en el desarrollo 7
7.4. Los sentidos en la integración sensorial 12
7.5. Los trastornos del procesamiento sensorial 15
7.6. Clasificación de los trastornos del procesamiento
sensorial 19
7.7. Estrategias para mantener rutinas y apoyar la
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integración sensorial 24
7.8. Estrategias sensoriales asociadas a las rutinas 27
7.9. La evidencia científica actual 48
7.10. Referencias bibliográficas 49
A fondo 53
Test 55
Esquema
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A veces, los niños se resisten a participar en algunas rutinas diarias, lo cual lleva a
pensar en ocasiones que es una forma de ejercer control sobre su entorno o sobre
sus cuidadores principales. En ese punto, tanto las familias como los profesionales
debemos intentar averiguar si al niño realmente no le gustan ciertas sensaciones o
actividades o si está experimentando con el control o con las conductas que pone en
marcha ante determinadas situaciones.
Debemos ser conscientes que, a veces, un entorno ruidoso, un contexto con trasiego
de personas, un determinado alimento, ciertos olores, el material para hacer una
manualidad, la textura de la ropa… pueden ser potenciales estímulos que generen en
el niño que los percibe incomodidad, displacer, estrés, malestar, distracción,
repulsión o asco.
Dependerá de su modalidad sensorial y, de ser así, ¿cuál será la conducta que el niño
o la niña ofrezca? ¿Querrá participar en la actividad o rutina que le estamos
proponiendo o nos mostrará reticencias y conductas en las que podemos percibir
agitación corporal, baja atención, evitación y rechazo activo, enfado, llanto, agresión,
baja o nula participación, comportamientos disruptivos, arcadas y/o vómitos…?
A lo largo de este tema reflexionaremos sobre lo que sucede justo en medio, entre el
estímulo sensorial y la reacción o respuesta. Ese punto intermedio nos ofrecerá la
oportunidad de construir un puente entre ciertas dificultades o comportamientos
disruptivos, y el trastorno sensorial de base.
Con todo ello lograremos incorporar una nueva mirada, una perspectiva sensorial, a
la hora de observar, explicar y abordar determinadas necesidades en la infancia.
Antes de adentrarnos en las rutinas y actividades diarias en las que participa el niño
y cómo puede interferir en ellas la integración sensorial (IS), resulta necesario
comenzar explicando qué es y qué implicaciones tiene en el desarrollo y la
participación infantil. Así, podremos entender qué derivadas resultan cuando se
presentan dificultades a este nivel.
del propio cuerpo y del medio ambiente y hace posible utilizar el cuerpo de
manera efectiva dentro del medio (Ayres, 1972).
Un ejemplo que nos puede ayudar a ilustrar esta idea sería el montaje de un
puzle. Cuando todas las piezas se encuentran dispersas sobre la mesa y no
contamos con la imagen resultante (imaginemos que hemos perdido la caja),
no podremos saber de qué se trata hasta que no armemos el puzle o, al menos,
completemos una gran parte. A medida que las piezas se vayan colocando en
su lugar correspondiente, llegará un momento en el que todos esos pequeños
dibujos sin aparente sentido adquieran un significado único, pudiendo ser la
pirámide de Keops, Peppa Pig o un coche de carreras. Con esto, lo que en un
principio eran estímulos visuales inconexos, terminan por conformar una
imagen integrada.
Pese a que mucha información sensorial está disponible para ser percibida, el cerebro
activa mecanismos para seleccionar aquella que resulta relevante para la persona en
un momento o circunstancia determinados. Podemos decir que actúa como un
modulador y como un foco hacia el que dirigir la atención.
Esta cita se atribuye a Aristóteles. Más que «estar en los sentidos», cabría precisar
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que «haya pasado antes por los sentidos». Especialmente cuando hablamos de
infancia, el conocimiento se fundamenta originariamente en información
proveniente de las vías sensoriales con las que contamos tanto por el propio órgano
sensorial como por las aferencias hacia el SNC y el correspondiente sustrato
neurológico que permite su procesamiento.
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Tema 7. Ideas clave
El desarrollo se apoya en este principio: es necesario recibir estimulación
sensorial y procesarla para, posteriormente, generar aprendizajes.
Montar en triciclo, pedir un vaso de agua, ponerse el pantalón y camiseta, correr para
chutar una pelota, colorear dentro de un espacio, comer un plato de macarrones,
copiar un dictado, tomar la leche del biberón…
Para explicar cómo está influido el proceso madurativo por esta capacidad de integrar
información sensorial, Ayres (2006) elaboró un diagrama estructurado en cuatro
niveles. A la izquierda incluyó algunos de los sentidos con mayor influencia en el
desarrollo y, a la derecha, cada uno de esos cuatro niveles en los que mostraba
conductas adaptativas, progresivamente más complejas, que pueden aparecer
gracias a una correcta integración de las experiencias sensoriales.
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El primer nivel ocurre durante los primeros meses de vida. Con una adecuada
integración de las sensaciones táctiles se establece el vínculo entre el bebé y la
madre. Así, podría afirmarse que la creación de ese vínculo emocional se produce,
esencialmente, gracias al tacto. Las experiencias táctiles ofrecen sensaciones de
seguridad y confort. La conciencia corporal que obtiene el bebé, la distinción de su
yo y no-yo, se realiza a través de la piel, y experimenta vivencias cuando lo mueven,
lo bañan, lo tocan, lo cogen, lo besan, etc. Cabe recordar que son las vivencias táctiles
las que permiten realizar la función de succión que, con el paso de los meses,
evoluciona hacia la masticación.
En primer lugar, el niño logra edificar una estabilidad emocional adecuada, cuyas
bases se cimientan, en gran medida, en una correcta recepción y manejo de sus
vivencias táctiles, vestibulares y propioceptivas. El esquema corporal precisa de la
experiencia integrada del cuerpo para delinear esquemas mentales de todas las
partes que lo componen. El pilar básico de un movimiento adecuado se encuentra en
el conocimiento previo del propio cuerpo.
En segundo lugar, para darse una motricidad funcional es necesaria la capacidad para
planear acciones futuras, cosa que permite asumir nuevos retos para,
posteriormente, automatizar las respuestas.
Gracias a la capacidad del cerebro para gestionar las diversas sensaciones, el niño
logrará sostener y focalizar su atención sobre los estímulos importantes que se den
en el entorno, así como desatender o ignorar a los distractores, aquellos estímulos
que no resultan relevantes para una determinada situación.
En el tercer nivel, sobre los cimientos de los dos niveles anteriores, se descubren
otras habilidades nuevas y de mayor complejidad como, por ejemplo, el lenguaje. El
aprendizaje y empleo de los sistemas orofaciales para realizar emisiones verbales
precisan de un conocimiento tanto de la posición como del movimiento lingual
dentro de la cavidad oral. Si la integración de la información propioceptiva y táctil se
realiza adecuadamente, el niño podrá posicionar los labios y la lengua en diversos
puntos de articulación para producir distintos sonidos.
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Por último, en el cuarto nivel, aparecen los productos finales, es decir, cualidades de
la persona, habilidades y respuestas adaptativas que suponen un desafío mayor para
el individuo, debido a que son conductas que exigen que se dé un correcto andamiaje
de los tres niveles previos.
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Al preguntar cuántos sentidos tiene el ser humano, la respuesta habitual suele ser
cinco cuando, en realidad, se pasan por alto dos sentidos más. Nuestros siete
sentidos son la vista, el olfato, el oído, el gusto, el tacto, el sentido vestibular y la
propiocepción.
A pesar de que todos los sentidos tienen su relevancia y son necesarios para que se
dé un correcto desarrollo psicomotor, prestaremos una atención especial a tres de
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Los niños pequeños descubren el mundo que les rodea, en gran parte, gracias al
tacto. Durante la exploración del entorno, todo aquello que cogen suelen llevárselo
a la boca. Lo muerden, lo chupan, le dan golpes, lo lanzan… y toda la información que
se extrae con estas acciones es sensorial, y les sirve para aprender y construir. Como
apuntaba Piaget: «¡La palabra comprender proviene de prender!». De esta manera,
toda experiencia relacionada con el movimiento sustenta la base sobre la que se
desarrollan procesos mentales a partir de la asimilación de conductas motrices (Ried,
2012).
Como es sabido, el sentido del tacto se ubica en la piel y representa el órgano más
grande del cuerpo humano, albergando diferentes tipos de receptores nerviosos
especializados en procesar características distintas del estímulo táctil. Diferenciamos
tres clases:
Por otro lado, el sistema propioceptivo, cuyos receptores se sitúan en los músculos
(husos neuromusculares), tendones (receptores tendinosos de Golgi) y articulaciones
(terminaciones articulares de Golgi y corpúsculos articulares de Ruffini), permiten
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saber dónde se encuentra cada segmento corporal y/o cuál es el movimiento que
está realizando, sin tener que recurrir a la vista para ello. Así pues, nos proporciona
feedback sobre cómo nos estamos moviendo, cosa que nos ofrece una información
esencial para obtener destreza y coordinación motora, ya sea a nivel de función
manipulativa, de motricidad gruesa o de control motor oral. Así, permite regular la
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Tema 7. Ideas clave
fuerza de la contracción muscular, al igual que realizar movimientos en el momento
oportuno para resultar efectivos.
Protección
TACTO Discriminación
Regulación del tono muscular y cortical
Coordinación de movimientos
Equilibrio
VESTIBULAR ojos y cabeza
Coordinación bilateral Orientación espacial
Praxis Esquema corporal
PROPIOCEPCIÓN Movimientos Control postural
Tabla 3. Sentidos y funciones que posibilitan.
Los trastornos del procesamiento sensorial (TPS) representan la dificultad del sistema
nervioso central para interpretar y organizar apropiadamente la información captada
por los distintos sentidos. Implica la dificultad para analizar y utilizar dicha
información de forma exitosa a la hora de entrar en contacto con el ambiente, no
pudiendo responder a los múltiples estímulos del entorno de un modo eficaz
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Hay que recalcar que los TPS no son una enfermedad ni poseen categoría diagnóstica.
Actualmente no puede hablarse de ellos en términos de patología. Sin embargo, los
estudios anteriormente mostrados abren la puerta a que esta posibilidad pueda ir
ganando mayor fuerza en un futuro.
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En las dos guías se incluyen los TPS relacionados con dificultades de regulación
sensorial. En la primera de ellas, el diagnóstico es Regulation Disorders of Sensory
Processing; y, en la segunda, Regulatory-Sensory Processing Disorders. Aunque con
nombres distintos, estarían hablando del mismo conjunto de dificultades.
Por otro lado, los cuadros rojos del diagrama señalan los problemas de
procesamiento sensorial. Cuando no hay registro implica que el SNC no percibe la
información sensorial que se ha enviado. Si no regula significa que la percepción del
estímulo se produce de un modo intensamente alto o significativamente bajo
(veremos ejemplos más adelante). Cuando no hay discriminación, supone fallos en
la identificación del estímulo, es decir, a la hora de reconocerlo con la precisión
adecuada.
Hiperreactivo
Trastorno de la modulación
Hiporreactivo
sensorial
Buscador de sensaciones
Trastornos del
procesamiento Visual, auditivo, táctil,
sensorial Trastorno de la discriminación vestibular, propioceptivo,
(TPS) sabor y/u olfato
Trastorno postural
Trastorno motor con base
sensorial Dispraxia
Tabla 4. Trastornos del procesamiento sensorial (TPS). Fuente: Miller et al., 2007.
Pese a que existe otra propuesta nosológica (Schaaf y Mailloux, 2015), optamos por
explicar esta primera, dada su mayor divulgación entre los profesionales de la
atención temprana y su mayor repercusión en la literatura relacionada.
percepción más alta o más baja de lo que sería normal (para una mayoría de
personas) que provoca, en consecuencia, comportamientos poco adaptativos. El niño
o niña tiene dificultades para responder y relacionarse con los estímulos sensoriales,
según el grado, naturaleza o intensidad del input sensorial. Las respuestas que ofrece
no se ajustan a las exigencias propias de la situación. Además, se hace visible una
Vamos a compartir una serie de propuestas que pretenden ayudar a niños y niñas
con determinadas dificultades en el procesamiento de la integración sensorial.
Hay que tener en cuenta que la información ofrecida sobre integración sensorial es
introductoria, por lo que habrá que recurrir a profesionales cualificados para atender
necesidades más complejas de esta índole.
Muchos de los niños y niñas con TPS van a requerir que las estrategias se
implementen durante un periodo relativamente largo y con una frecuencia que
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podría ser diaria. Debido a esa continuidad y reiteración, se invita a pensar en ellas
como si de una dieta se tratara ya que, para que surta efecto, debe mantenerse en el
tiempo. Las dietas deben ser equilibradas, ajustadas a las características únicas de
cada persona y con los nutrientes repartidos en las distintas comidas. Sobre esto
último nos referimos a que se puedan implementar en distintos momentos y rutinas.
Este principio no es exclusivo de las necesidades surgidas en los TPS. Para que pueda
darse una adecuada intervención, se hace necesario una generalización de las
estrategias por parte de los cuidadores y adultos principales, así como en los
contextos más importantes de participación. Si, por ejemplo, se está trabajando que
una niña vaya incrementando su repertorio de alimentos, por ejemplo, de frutas, es
interesante que haya un esfuerzo y compromiso compartidos por parte de la familia,
la maestra y la educadora del comedor a la hora de animar a que tome, al menos,
tres pedazos de manzana (por poner un ejemplo). Dicho compromiso deberá ser
doble, tanto con el objetivo como con las estrategias que se van a seguir.
En este punto vamos a mostrar una serie de estrategias para compartir con los
adultos significativos alrededor del niño/a y pensadas para ser aplicadas en diversas
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Es frecuente encontrarse con niñas y niños que muestran conductas asociadas a una
hipersensibilidad hacia determinadas texturas, sabores y olores de los alimentos, lo
cual acaba afectando a las horas de la comida y creando grandes tensiones en las
familias.
En el caso de otros pequeños, como podrían serlo aquellos con un TEA, se añadirían
variables relacionadas con la rigidez conductual, como no aceptar una marca
diferente en un producto, yogur o botella de agua, por ejemplo. Además, podrían
manifestar incomodidad u oposición a que se mezclen alimentos en el plato, a que
no se acepten aquellos con alguna propiedad particular (como un determinado
color), o todo lo contario, que se toleren solo los que cuentan con una determinada
característica como, por ejemplo, alimentos crujientes.
Los objetivos habituales que las familias suelen plantear son dos: por un lado, lograr
un aumento en el repertorio de alimentos que come su hijo/a; por otro, que acepten
tomar comida sólida.
Vamos a ver algunas estrategias para apoyar a las familias para la consecución de
estos objetivos. Suele ser pertinente compartir con las familias el hecho de que los
cambios en relación con la alimentación pueden darse a medio o largo plazo.
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En primer lugar, podemos analizar con la familia qué alimentos acepta mejor.
¿Acepta mejor alimentos fríos, templados o calientes? Y ver qué propiedades tienen
los alimentos que ya acepta. Así, podemos empezar introduciendo alimentos nuevos
que tengan propiedades similares a las de aquellos que ya acepta con normalidad.
Los alimentos nuevos serán ofrecidos, inicialmente, en muy pequeñas cantidades.
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Tema 7. Ideas clave
En segundo lugar, podemos tener en cuenta el momento en el que ofrecemos
alimentos nuevos. Es recomendable hacerlo al inicio de las comidas, ya que la variable
hambre puede jugar a favor del cambio. También podemos alternar bocados de un
alimento favorito con otro nuevo o menos aceptado.
Hay que tener en cuenta que, dentro de las aproximaciones sucesivas hacia un
nuevo alimento, los pasos pueden ir a un ritmo diferente al que quisiera el
adulto.
Es importante ofrecer la cantidad de comida que el niño come con mayor frecuencia
y no la que quisiera que tomara el adulto. ¿Por qué? Porque en la primera de las
opciones el niño desarrollará competencia de logro, es decir, experimentará que se
lo ha comido todo mientras que, en la segunda opción, siempre verá que se queda
comida en el plato, que no logra llegar al objetivo de papá y de mamá.
Por supuesto, ni esta ni ninguna otra propuesta pretende entrar en conflicto con el
criterio o prescripción médica. Si fuera necesario, será el facultativo el que, en última
instancia, debería validar la idoneidad de las estrategias compartidas con la familia
debido a la particularidad de este tipo de problemática que puede comprometer la
salud del pequeño.
Para ir viendo los avances y tener más información, la familia puede llevar un registro
visual de los alimentos nuevos que se van añadiendo a la dieta del niño. Esta
estrategia está pensada para el pequeño, para que pueda ver cómo va
evolucionando. También para poder recordarle que ciertos alimentos ya los ha
comido (por si hay mala memoria). Para ello, puede ayudar tener una libreta con las
fotos impresas en las que se vea al niño comiendo o, en su defecto, contar con una
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También se pueden hacer aproximaciones a la conducta, como puede ser que el niño
le dé de comer a papá o mamá, tal vez, un par de bocados.
Los adultos deberán acompañar al pequeño desde una presencia lo más tranquila y
regulada posible. Sabemos que este tipo de necesidades tienden a elevar el nivel de
estrés en las familias. De ser posible, alternar las personas que acompañan al niño en
ese momento con el fin de evitar una sobrecarga de uno de un adulto en particular.
También habrá que valorar la idoneidad de usar, o no, una televisión o una tableta.
Para algunos niños puede funcionar como un refuerzo positivo; para otros, como una
excesiva distracción; para otros, como una distracción que le permite no
experimentar displacer cuando toma el alimento. De ser una opción factible, habrá
valorar si el hecho de asistir al comedor escolar podría proporcionar un cambio
positivo en su relación con la comida.
Los recursos que usamos también ocupan un lugar muy relevante. Por ejemplo, es
importante usar una vajilla de un tamaño proporcionado a la cantidad de comida
ofrecida. O tener en cuenta cómo es la silla o la mesa en la que está el niño sentado.
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Como vemos, hay diferentes situaciones que pueden requerir acciones más
específicas.
La ducha puede provocar mucha incomodidad en los niños debido al golpe (así lo
experimentan algunos) del agua en la piel. A veces la intensidad puede ser tan alta
que sea percibida con mucha molestia. También podemos preguntarnos si el baño es
un momento compartido, es decir, ¿se ducha o baña con algún hermano? De ser así,
¿puede esto aumentar su excitación? De no ser así, ¿sería interesante promover la
interacción con su hermano, en esa rutina, como estrategia?
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Otra cosa para analizar junto con la familia es si la hora del día en que se lleva a cabo
esta rutina es la que mejor se adapta al nivel de activación del niño. No es infrecuente
que muchas familias opten por ubicar el aseo en la recta final de la tarde, casi ya en
la noche, justo antes de la cena. ¿Es ese un momento en el que el niño está más
cansado, más irritable e impaciente? ¿Cabe la posibilidad de adelantarla?
Si hablamos de la bañera, por ejemplo, debemos tener en cuenta que los niños con
inseguridad gravitacional (hiperreactividad a nivel vestibular) suelen sentirse
incómodos en situaciones inestables. Esto ocurre cuando están sentados en la bañera
con el cuerpo sumergido. El control postural resulta algo más complejo y parte de su
irritación o malestar provendrían de ahí. Una solución sería emplear algún dispositivo
para el posicionamiento en la bañera.
Puede que el momento de mayor displacer sea cuando hay que aclarar el pelo, ya
que el agua tiende a caer sobre el rostro del niño. Existen diferentes productos para
prevenirlo, disponibles en tiendas de puericultura y compra online, como jarras con
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Tema 7. Ideas clave
borde blando de silicona que se acoplan en la frente para evitar estos derrames
accidentales sobre la cara.
También podemos promover el juego durante el aseo como un refuerzo positivo y/o
como un regulador emocional. ¿Es preferible que sea antes o después del
enjabonado?
Una vez que el baño ha finalizado, debemos analizar el momento del secado y
vestido. Cuando ya se ha abandonado el cambiador por la altura del niño, uno de los
lugares elegidos por los adultos es la tapa del váter, ya que permite que este adopte
una postura más ergonómica. Sin embargo, esto puede incrementar la inseguridad
en el niño, ya que los pies suelen quedar en el aire y no encontrar posibilidad de
apoyo para estabilizarse. Tampoco con las manos (los váteres no cuentan con
apoyabrazos). Una solución es sentar al niño sobre un banquito, apoyado en la pared,
o una silla pequeña.
Hay familias que emplean una crema hidratante corporal tras la ducha. Para evitar la
incomodidad de sentir una crema fría en la piel, dejar el bote cerrado dentro de la
bañera o plato de ducha para que se vaya calentando con el agua. Así, cuando vaya a
aplicarse, estará a una temperatura agradable para la niña/o.
Para el vestido, especialmente en épocas frías, puede ayudar que la ropa esté
previamente caliente. Aunque resulta confortable cualquier persona, esta estrategia
resulta particularmente beneficiosa para las niñas y niños con defensividad táctil.
En ocasiones, el momento de sacar el pelo al menor puede ser problemático. Por ello,
podemos promover espacios de juego simbólico en los que el niño, con la necesaria
supervisión del adulto, pueda emplear el secador con un muñeco, papá o mamá (en
el caso de usarlo hacia el adulto, puede ser en la situación real, tras su baño). Puede
jugarse a las peluquerías o emplear el secador para propulsar coches y desplazar
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Tema 7. Ideas clave
otros objetos (pelotas, bolas de algodón, hojas, derribar torres…). Se trata de cambiar
la relación con este objeto.
Otras estrategias que contemplar pueden ser las siguientes: secar el pelo mientras el
niño hace una actividad placentera para él (merendar, jugar con unos muñecos,
«bromear» con un segundo adulto…); hacerlo en un contexto donde tenga más
estímulos distractores, como su propio cuarto; secar el pelo haciendo una cuenta
atrás para que el pequeño sepa cuándo se va a hacer una pausa o acabar; emplear
un muñeco favorito para secarle el pelo a la vez; optar por niveles de intensidad
(calor/velocidad) bajos; inicialmente, efectuar el secado a gran distancia, pese a no
ser tan efectivo para lograr el secado (para disminuir la molestia del sonido).
El lavado debería recomendarse desde la aparición del primer diente. Cuanto antes
se introduzca este hábito de higiene, más posibilidad hay de prevenir estas conductas
hipersensibles.
Si el niño reacciona con arcadas, hacerse una pregunta: ¿se podrían lavar los dientes
pasado el tiempo de la digestión? Sabemos que las recomendaciones médicas indican
que hay que lavárselos después de las comidas. Sin embargo, si ello va a exacerbar el
malestar del niño, puede que el tamaño del problema se vea incrementado.
Será adecuado que se valoren aspectos como el tipo de cerda del cepillo, el tipo de
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cepillo: manual, eléctrico, con vibración, primeros pasos (para la estimulación de las
encías), si se debe aplicar pasta dentífrica ya que el uso de pasta puede incrementar
el desafío sensorial para el niño y hacerlo menos aceptable para él. También se
valorará qué tipo de pasta, por su sabor, puede gustarle más.
Una vez que iniciemos el lavado, es recomendable lavarse los dientes juntos y a la
vez, adulto y niño. Durante el lavado se puede contar en voz alta la duración del
cepillado. Para que el menor pueda anticipar en qué momento va a finalizar el
cepillado, el adulto puede realizar una cuenta atrás, manteniendo un ritmo
constante. Por ejemplo, contar de 1 a 3 o de 1 a 10. Al principio, si hay una baja
tolerancia, el ritmo deberá ser rápido, a veces mucho. Una vez el menor acepte que
el cepillado dure un tiempo en concreto, se podrá ir enlenteciendo dicho ritmo.
Después del lavado, podemos hacer una foto a sus dientes y mostrársela, resaltando
«lo blancos y limpios que los tiene». Y, como siempre, podemos realizar
aproximaciones jugando a lavar los dientes a papá y mamá, así como a la hora de
jugar con los muñecos.
En definitiva, debemos reforzar cualquier aproximación, por pequeña que sea. De ese
modo, compensamos la balanza de los mensajes potencialmente negativos que se le
podría estar ofreciendo, contribuyendo a crear un clima más positivo.
También debemos reconocer que un primer paso o punto de partida podría ser la
limpieza de los labios. Hay niñas y niños que cierran con fuerza la boca para evitar
que el cepillo les toque el interior de la boca. De ser así, si queremos cambiar el clima
emocional de esa rutina y su impacto, podemos plantearnos aproximaciones
sucesivas desde ese punto. Una vez se muestre más tranquilo y permisivo podremos
animarnos a dar un paso más, aumentando el desafío. Recordemos que la integración
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Las dificultades habituales de los niños y niñas con TPS a la hora de participar en esta
rutina estarían relacionadas con incomodidad o rechazo a ciertas prendas y texturas,
por un lado, y con descoordinación para colocarse y quitarse la ropa, por otro. A la
hora de mostrar las recomendaciones hemos respetado esta clasificación.
También es conveniente tener en cuenta que, en épocas de frío, es mejor optar por
prendas que preserven más el calor, pero empleando menos capas, un menor
número de prendas. La combinación camiseta interior, camiseta, camisa y jersey
puede ser difícil de tolerar (y de colocar para el adulto).
Durante la rutina de realizar el vestido matinal, dejar que pase un tiempo prudencial
antes de comenzar con esta actividad. Permitir que el niño haya hecho sus
necesidades o cambiado el pañal, tomado el desayuno, lavado la cara… De ese modo,
hay ya un mejor nivel de activación.
Conforme la niña o el niño vaya madurando, y en la medida que ello sea posible,
considerar que pueda participar durante la compra de algunas prendas, así como
elegir las que se va a poner ese día. Es menos probable que muestre rechazo o una
incomodidad intensa si hay motivación por la prenda seleccionada.
Antes del inicio de la rutina, el niño debe encontrarse colocado en una posición que
le proporcione seguridad, estabilidad, confort y libertad para moverse. Ejemplos que
podrían complicar esto son situarlo en la taza del váter, en la pierna del adulto, en el
borde de la cama, en el extremo del cambiador, en medio del sofá… Ejemplos que lo
facilitan podría ser una silla adaptada a su altura que permita apoyo de los pies en el
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Tema 7. Ideas clave
suelo y cercanía con el respaldo, un banquito arrimado hacia la pared (que también
logre el contacto espalda-pared y reposar los pies en el suelo), diversos dispositivos
para la sedestación…
Si ponemos como ejemplo que se coloque los pantalones, el adulto le ayudará muy
activamente hasta que estén colocados a unos centímetros por debajo de la cadera.
Ese último paso, el subirse el pantalón desde ahí hasta la cintura, será el que el niño
deberá asumir con mayor implicación y autonomía (aun requiriendo de una
estrategia complementaria, como la guía verbal o física, por ejemplo). Una vez sepa
hacerlo, el siguiente paso será subirse el pantalón desde la mitad del muslo y así,
progresivamente, hasta llegar al comienzo.
En todo momento, las órdenes deben ser claras, breves y basadas en un lenguaje
específico. Cuando usemos recomendaciones verbales para que el niño guíe el
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Debido a que desde el contexto escolar es habitual demandarnos apoyo para atender
estas necesidades, hemos distribuido las estrategias y recursos en dos entornos
principales: escuela y domicilio. Esta distinción es meramente organizativa y bien
podrían aplicarse y servir añadiendo, quitando o perfilando algún aspecto, tanto en
el hogar como en el colegio.
En el que caso que sea oportuno, se puede valorar el uso de grips y adaptadores para
mejorar el tipo de agarre. En este sentido, sería interesante contar con un repertorio
variado para probar el producto que mejor se ajuste a la necesidad específica del
niño.
A la hora de pintar, permitir que sea el propio niño el que saque punta a sus colores
y lápices. Esto se puede lograr desde edades muy tempranas si contamos con el
sacapuntas adecuado. Existen modelos que permiten ser cogidos con toda la
mano, lo que facilita enormemente esta tarea, como el Stabilo Easy Sharpener.
También los hay de tipo eléctrico, destinados a un uso infantil, como el modelo
Maxi-Regular de Milan.
Animar a que colabore reciclando papel y cartones. Para favorecer el rasgado,
puede ejercer este rol de «encargado del reciclaje». Implica agarre de gran fuerza
y es una actividad relativamente exigente a nivel de coordinación bilateral. Es fácil
ir graduando el desafío, ya que dependerá de si trocea solo un folio, varios a la vez,
una cartulina…
Implicarle en tareas que requieran transportar algunos objetos pesados, como un
paquete de folios que necesita la maestra o el maestro, por ejemplo.
Cuando no exista peligro de ingesta accidental, y siempre que se dé la debida
supervisión del adulto, contar con cajas de cinco a diez litros de volumen llenas de
alubias, garbanzos, lentejas, arroz… Pueden emplearse para «esconder» algunos
juguetes pequeños de interés para el niño, como coches, bolas o piezas encajables,
de forma que deba encontrarlos excavando y metiendo las manos.
Los juegos con plastilina son siempre un recurso interesante. Animar a que use
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En el contexto familiar
En casa podemos ver con la familia qué actividades pueden realizarse en diferentes
momentos con los materiales o situaciones que se producen en el día a día.
En el momento del baño, que manipule activamente los tapones de los productos de
aseo que pueda utilizar, como pasta de dientes, cremas, gel o champú y, además,
volcando y/o apretando el bote para obtener el producto deseado. Al ser una
actividad bilateral, para reducir la dificultad del reto, el adulto puede sujetar
inicialmente el envase sobre la superficie.
De ese modo, el niño solo debe dirigir su atención al tapón y no al recipiente. Para
permitir éxito en las fases iniciales, habrá que procurar que el tapón ya tenga parte
del recorrido hecho. La guía física suele ser la estrategia de elección más habitual. Es
preferible que se manipule con las manos secas. Hay que recordar que no es lo mismo
colocar el envase en horizontal o en vertical, ya que los movimientos para la rotación
son sutilmente diferentes (aquí nos referimos a los que debe realizar el niño).
irregular).
Los niños y niñas pueden trocear el pan para colocarlo en la panera, partir las
zanahorias y romper las hojas de espinaca y otros vegetales. Pueden emplatar
alimentos, cogiéndolos con las manos o con materiales específicos, como espátulas,
cucharones o pinzas. Pueden coger la pasta templada y ponerla en el colador,
enjuagarla y colocarla después en el plato. Pueden preparar un zumo de naranja
abriendo la naranja cortada previamente y apretándola en el exprimidor… Pueden
emplear multitud de utensilios con la vigilancia y acompañamiento del adulto, como
rodillos, escurridor de vegetales, moldes, picadora de ajos, ralladores… Pueden
preparar masas para pizzas, pan, galletas…
No se debe olvidar que, especialmente con los niños que presentan hipersensibilidad
(táctil, vestibular o alimenticia), nunca prescribe el síntoma. Es decir, la dinámica de
Pero, si no se expone al niño a estímulos que le provocan rechazo, ¿cómo las tolerará
en el futuro? La respuesta reside en la manera en que se haga. ¿El niño es capaz de
dar una respuesta adaptativa ante ese determinado estímulo? Si hay sonrisa, expresa
temor controlado, si se acerca al estímulo, si decide cuándo poder parar, si pide más
intentos… entonces se le permitirá organizar la vivencia y aprender una forma
distinta de percibir y responder. Ante estos supuestos, sí será posible que se dé esa
esperada integración sensorial de la experiencia.
actuación que, según un amplio consenso, debería respetar una serie de principios:
Ante cualquier duda, es necesario que este tema se vea en el equipo de atención
temprana, si forma parte del terapeuta ocupacional nos podrá orientar sobre los
últimos avances que se están dando en este ámbito.
Nobel.
Chang, Y., Gratiot, M., Owen, J. P., Brandes-Aitken, A., Desai, S. S., Hill, S. S., Arnett,
A. B., Marco, E. J. y Mukherjee, P. (2016). White Matter Microstructure is Associated
with Auditory and Tactile Processing in Children with and without Sensory Processing
Disorder. Frontiers in Neuroanatomy, 9, 169.
https://dx.doi.org/10.3389%2Ffnana.2015.00169 .
Del Moral Orro, G., Pastor Montaño, M. A. y Sanz Valer, P. (2013). Del marco teórico
de integración sensorial al modelo clínico de intervención. Terapia Ocupacional
Galicia, 10(17). http://www.revistatog.com/num17/pdfs/historia2.pdf .
Miller, L. J., Anzalone, M. E., Lane, S. J., Cermak, S. A. y Osten, E. T. (2007). Concept
Evolution in Sensory Integration: A Proposed Nosology for Diagnosis. The American
Journal of Occupational Therapy, 61(2), 135-140.
https://doi.org/10.5014/ajot.61.2.135 .
Owen, J. P., Marco, E. J., Desai, S., Fourie, E., Harris, J., Hill, S. S., Arnett, A. B. y
Mukherjee, P. (2013). Abnormal white matter microstructure in children with sensory
processing disorders. NeuroImage Clinical, 2, 844-853.
https://dx.doi.org/10.1016%2Fj.nicl.2013.06.009
Sensory Profile 2.
https://www.pearsonclinical.es/producto/tabid/117/producto/131/titulo/perfil-
sensorial---2/Default.aspx
versión de compra que se adquiera, desde los primeros meses de vida y hasta los 14
años. Pese a que la evaluación de la integración sensorial es un proceso más
complejo, el uso de esta herramienta podría ayudar a clarificar ciertas sospechas.
aVOR. https://apps.apple.com/es/app/avor/id497245573
3. Una niña que rechaza el aseo con la alcachofa de la ducha, que se siente incómoda
con la arena de la playa, que difícilmente soporta la ropa apretada y que muestra
un comportamiento reticente cuando se le cortan las uñas podría presentar un
trastorno del procesamiento sensorial del tipo:
A. Hipersensibilidad táctil.
© Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
B. Iposensibilidad táctil.
C. Somatodispraxia.
D. Buscador de sensaciones.
D. Un terapeuta ocupacional.
10. Los trastornos del procesamiento sensorial son un diagnóstico que aparecen en la
5ª edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-
V).
A. Verdadero.
B. Falso.
C. Solo el trastorno de la discriminación sensorial.
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