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ensadores UT % OR reer Corles a Rojas Ait mn Hy ae Mh aS WO ea LY Rees OCS ee cigewariaTe CAPITULO I DE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA “En pocas palabras, podemos decir que (. } un mal Manual solo merece ser fulminado Mare Bloch, “;Manuales o Sintesis. AHES, vol. V, 1933. ¢Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer milenio cronolégico, un Anti-manual y ademas, un anti-ma- nual del “mal historiador”?, Porque estamos convencidos de que la mayoria de las instituciones académicas que hoy forman y educana los futuros historiadores de nuestro pais, lo que estan educando y formando es a malos historiadores, y no a historiadores criticos, serios, creativos y cientificos. Y también porque sabemos que el sentido que tienen, en ge- neral, todos los “manuales” es el de simplificar ideas o argu- mentos complicados, con el fin de volverlos asequibles a un publico cada vez mas amplio. Pero nuestro objetivo en este pequeno libro es muy distinto: Jo que queremos no es hacer simples, ideas que son comple- jas, sino mas bien combatir y criticar viejas ideas simples, rutinarias y ya superadas sobre lo que es y sobre lo que de- beria ser la historia. Ideas que a fuerza de repetirse, desde la educacién primaria mas elemental hasta el nivel univer- (Corlos Antonio Aguirre: Rojas @ sitario de la licenciatura y de los posgrados, han terminado por ser aceptadas y reconocidas por la inmensa mayoria, construyendo asi la empobrecida y deformada nocién de lo que hoy se llama comanmente “historia”. Al mismo tiempo, y luego de criticar esa visi6n anacrénica y limitada hoy imperante, de lo que es y de lo que deberia ser la historia, queremos presentar, también de modo acce- sible aun vasto publico, ciertas ideas y propuestas, comple- jas y elaboradas, de lo que en nuestra opinién deberia ser y es en verdad la historia mas actual y mas de vanguardia. Pero no convirtiendo a esas propuestas e ideas en tesis y nociones simples, sino mas bien reformulaéndolas de una manera sencilla, que a la vez que mantiene su complejidad, las ilustra con ciertos ejemplos y las desmenuza con mas detalle, retraduciéndolas a un lenguaje mas cercano y ase- quible a ese amplio publico. Porque lejos de esa imagen que nos han impuesto, y que reproducen con tenacidad la inmensa mayoria de nuestras escuelas y de nuestras Universidades, imagen que presenta a la historia como algo aburrido y memoristico, que sdélo se ocupa de cosas viejas y de rancios pasados ya muertos y lejanos, Ja historia mas actual y de vanguardia es en cam- bio algo vivo y apasionante, que investiga los mas relevan- tes problemas del ser humano y de las sociedades contempordaneas, con una riqueza de instrumentos intelec- tuales, y de métodos y técnicas, que deslumbran de inme- diato a todos aquellos que deciden introducirse seriamente en sus interesantes e intrincados laberintos. Asi, para nosotros, la historia no es una disciplina asociada solamente con los archivos, y con los hechos, personajes y 2 Antimanval del mal historiador sucesos ya desaparecidos y muertos, sino una ciencia tam- bién de lo social y de lo vivo, atenta al perpetuo cambio historico de todas las cosas, y directamente conectada, de mil y un maneras, con nuestro presente mas actual, lo mis- mo que con nuestra vida social mediata e inmediata, en to- das sus multiples y variadas manifestaciones. Ademis, si el tipo de historiador que hoy se forma en la gran mayoria de lasescuelas y de los posgrados de historia de nues- tro pais, es de manera predominante un mal historiador, poco actualizado respecto de las principales corrientes historiograficas mas actuales, y poco informado de los traba- jos y de las obras de los mas importantes historiadores del si- glo XX, entonces el tipo de historia que también de un modo generalizado se produce y s¢ publica entre nosotros, es una historia puramente descriptiva, monografica, empobrecida y profundamente acritica. Porque no hay duda de que es inofen- sivo y hasta conveniente para los actuales poderes y grupos dominantes, que se repitan hasta el cansancio —de los alum- nos y hasta de los propios profesores— las “gestas gloriosas” de nuestra Independencia, los cuentos sabidos y archirrepetidos de nuestra historia colonial, las versiones paternalistas y hasta indulgentes de nuestra etapa precolom- bina o prehispanica, y las siempre ligeramente preocupadas versiones de nuestro “agitado” y “cadtico” siglo XIX. Y todo ello, para confortarnos al final con la idea de que hoy, a pesar de todo, estamos mucho mejor que en cualquiera de esas épo- cas del “pasado”, y para demostramos por enésima ocasi6n que, a fin de cuentas, “hemos progresado”. Sin embargo, y desde hace ya mas de un siglo, la verdadera historia cientifica ha peleado abiertamente para dejar de ser ese simple instrumento de legitimacion de los poderes estatui- Be] Corlos Antonio Aguirre Rojas dos, tratando de distanciarse tanto de la “historia” oficial —en verdad, mis bien simple crdnica de las conquistas, de las victo- rias y de los ‘logros’ de esos mismos poderes —, como de las distintas versiones de la igualmente limitada y sometida his- toria tradicional. Ya que es imposible hacer una historia seria, de cualquier hecho, fenémeno 0 proceso, en cualquier pean too etapa del “pasado” o del “presente”, que no muestreensu anillisis la necesaria finitud y caclucidad de lo que se estudia, haciendo evidentes el caracter efimero y los limites tempora- les de ese problema investigado, y subrayando el obligado cam- bio historico al que estan sometidos todos esos procesas, fenémenos y sucesos mencionados. 4 Pero entonces, si practicamos el analisis histérico desde esta idea de la historia siempre afenta al cambio, y siempre enfo- cada en esa dialéctica de permanencia y de transformacién de todos sus objetos de estudio, desembocamos necesaria- mente en una historia genuinamente critica, que junto al “lado bueno” de las cosas observa y analiza también su “lado malo”, desmitificando a los héroes y normalizando a los personajes y a las situaciones extraordinarias y excepciona- les, al tiempo que “desglorifica” los origenes y las gestas fundadoras, e introduce sistematicamente los fracasos jun- to a los éxitos, la vida cotidiana al lado de los “grandes momentos histéricos”, los procesos sociales y econdmicos por debajo de las grandes batallas militares o de los reso- nantes sucesos politicos, y las creencias colectivas y la cul- tura popular junto a las brillantes ideas y las “obras geniales” dela ciencia, la literatura 0 el conocimiento de lo social, por mencionar sélo algunos de los tantos ejemplos posibles. Una historia critica, que siendo forzosamente opuesta a las historias oficiales y tradicionales hasta hoy dominantes, se z Antimanval del mal historiador desplaza sistematicamente de las explicaciones consagra- das y de los lugares comunes repetidos, para intentar cons- truirnuevas y muy diferentes interpretaciones de los hechos y de los problemas histéricos, para rescatar e incorporar nuevos territorios, dimensiones 0 elementos hasta ahora ignorados 0 poco estudiados por los historiadores anterio- res, y para restituir siempre el caracter dindmico, contradic- torio y multiple de toda situacion © fendmeno histérico posible, Una historia diffcil, rica, aguda y critica, que se cul- tiva muy escasamente en nuestro pais, y que es sin embar- go la Gnica historia realmente valiosa y aceptable, si es que deseamos escribir y ensefar una buena historia, y si es que pretendemos, en esa misma practica histérica, estar por lo menos a la altura de los desarrollos y de los progresos mas recientes que ha alcanzado hoy el oficio de historiador, en el mundo entero, y en estos inicios del tercer milenio cronolégico que ahora comenzamos a vivir. Gi un manual tradicional, que ayuda a formar malos histo- riadores oficiales y tradicionales, comienza siempre por cier- tas definiciones, entonces un Antimanual como este, que persigue abrir el espacio y coadyuvar a crear las condicio- nes para formar buenos historiadores criticos, deberia co- menzar tal vez con toda una serie de antidefiniciones. Anticonceptos, antinociones y antidefiniciones de lo que debemos entender por la historia, de cual es su especifico objeto de estudio, de sus métodos principales y de sus tec- nicas fundamentales, lo mismo que de sus objetivos, sus resultados y sus modelos, teorfas, categorias y problemati- cas mas esenciales. Entonces, definiendo o estableciendo lo que para nosotros no es la historia y los problemas a los que no deberia de E¢) Corlas Antonia Aguirre Rojas limitar su estudio, y las técnicas en las que no deberia estar confinada, etc., quizd sea posible no sélo identificar con mas precision a este tipo de historia tradicional y aburrida que todavia hoy padecen nuestros estudiantes alo largo de toda su formacién, sino también ayudar a desbrozar el camino para superar a este tipo de historia, y para ser capaces de Proponer y de practicar otra historia, completamente dife- rente y nueva. Historia diferente a la que hoy se cultiva mayoritariamente, que no es “la ciencia que estudia los hechos y situaciones del pasado”. Porque, mas alla de que es totalmente imposi- ble fijar con rigor y certidumbre la fecha, o momento, o eta- pa que hoy divide nuestro “presente” de nuestro “pasado”, es claro también que la historia no es esa aburrida y temero- sa ciencia del pasado, sino mas bien la ciencia que se consa- gra al estudio de “Ia obra de los hombres en el tiempo”, segun la acertada definicién de Mare Bloch, y por lo tanto, el examen critico que abarca lo mismo el mas pretérito pe- tiodo de Ia mal llamada “prehistoria” humana, que el mas actual e inmediato presente, Ya que es claro que esta definicion de la historia, como cien- cia que estudia el pasado, no sdlo pretende rehuir el com- promiso social del historiador con su Propio presente, sino que también confunde a nuestro oficio, con la simple y bur- da tarea del anticuario. Porque son el anticuario 0 el colec- cionista de antigiiedades, los que se ocupan “sélo del pasado”, rompiendo artificialmente una linea temporal que €s esencialmente continua, linea que nos demuestra perma- nentemente que cualquier ‘presente’ —y por ende, también cualquier ‘pasado’ —, no es mas que una compleja articula- ci6n estratificada de distintos “pasados todavia presentes”, 2 Antimanual del mal historiador es decir de diversos hechos y fendmenos hist6ricos que re- montan su origen y su vigencia a muy diferentes lineas y magnitudes temporales, magnitudes que incluyen desde el estricto ayer de unos dias, semanas o meses, hasta los va- tios pasados de lustros, décadas, siglos o hasta milenios. Historia entonces que estudia tanto el “pasado” como el mas. actual y candente “presente”, y ademas sin caer ensu falsa y siempre artificial separacién, que explica que hoy exista, con plena legitimidad y reconocimiento social, el Area de la Mamada historia contempordnea, también nombrada a veces como historia inmediata, o historia del tiempo presente, his- toria que tomando como su objeto de andlisis a esos fend- menos actuales del mas diverso orden, es capaz de integrarlos y de explicarlos dentro de una visién que resti- tuye en profundidad toda su carga y toda su densidad his- toricas especificas. Una historia que no se construye, ademas, sdlo con docu- mentos escritos, ni tampoco sdlo con los testimonios depo- sitados en los archivos historicos. Porque el buen historiador no se forma sélo en los archivos, sino también, y muy esen- cialmente, en la observacion acuciosa y aguda de la vida mas actual y de la vida del pasado en todas sus multiples y variadas manifestaciones. Ya que hace muds de siglo y me- dio que aprendimos que las fuentes del historiador no se reducen sélo a los textos y a los testimonios escritos, sino que abarcan absolutamente a toda huella o trazo humano que nos permita descifrar y reconstruir el problema histori- co que acometemos. Asi, lo mismo la dendrocronologia, que nos permite volver a trazar las diferencias del clima duran- te cientos de afos, que el andlisis del carbono 14, que hace posible datar la antigiiedad de un hueso fésil, e igualmente Corlos Antonio Aguirre Rojas 2 la fotografia aérea, que nos deja ver las diferentes formas que adquieren los campos de cultivo en las distintas regio- nes de un pais, o la iconografia, que nos entrega parte de las actitudes y de las practicas cristianas de un culto religioso, son todas fuentes pertinentes y legitimas del trabajo actual y cotidiano de los historiadores. Ya que cuando se trata de comprender, y luego de explicar un hecho 0 proceso histé- rico determinado, el historiador inteligente esta autorizado a recurrir a cualquier elemento 0 indicio posible que le per- mita entender o analizar el especifico problema que abor- da. Lo que explica el hecho de que, en la actualidad, la historia se haga apoyandose lo mismo en la fotografia o en el cine que recurriendo sistematicamente a los testimonios orales, e igualmente interpretando una pintura o un monu- mento, que construyendo una serie econémica, demografi- ca o cultural, entre tantas otras posibles fuentes de las que ahora disponen los historiadores en el ejercicio de su oficio. Otra “antidefinicién” importante de la historia verdadera- mente cientifica es la que afirma que no es posible hacer la historia de México, o de Francia, o de Chile o Espafia, e in- cluso la historia de Europa, o de Africa, o de América Lati- na, si uno se queda /imitado al analisis de los procesos y de los hechos puramente mexicanos, franceses, chilenos, espa- niles, europeos, africanos o latinoamericanos, segtin los di- versos casos respectivos. Porque después del siglo XVI, y del profundo e irreversible proceso de radical universaliza- cidn histérica que la humanidad ha vivido en los tltimos cinco siglos, es cada vez mas imposible entender las historias lo- cales, nacionales o regionales, si uno se encierra en el limi- tado y siempre parcial horizonte local, nacional o regional. Y sin embargo, todavia hoy siguen siendo muy comunes y difundidas, por ejemplo, esas historias “nacionales” que no 2 Antimanval del mal historiador van mas alla de sus propias fronteras, limitandose en el mejor de los casos a considerar ciertos elementos que desde esta perspectiva, suelen calificarse como los “factores externos” de esos mismos procesos nacionales estudiados —factores externos que, en este caso, son siempre concebidos solamente como un simple “complemento”, marginal e inesencial, para la explicacién del “cuadro total” —, cuando no simplemen- te ignoran totalmente la existencia misma del resto del mun- do, en el peor de los casos. Pero si Henri Pirenne gustaba de repetir que o habia “his- toria posible de Bélgica, que no fuese a la vez una historia de Europa”, y si tanto March Bloch como Fernand Braudel han retomado esta sentencia pirenniana para agregar que, ademas, no hay historia posible de Europa que no sea a la vez una historia del mundo, entonces no existe hoy historia cientifica posible que no rompa totalmente con el limitado marco nacional, incorporando y considerando el rol siempre esencial que juega la historia universal dentro de cada una de las historias regionales, continentales, nacionales y hasta locales de cualquier espacio o rincén de nuestro planeta. x. esto, no al simple modo secundario de los “factores exter- nos”, sino como dimensién fundamental subyacente a los pro- cesos mas locales, sin la cual es imposible la adecuada comprensién de los problemas estudiados. Porque, por ejem- plo, los movimientos y los procesos complejos de las Inde- pendencias de México, o de Colombia, o de toda América Latina como conjunto, no pueden entenderse adecuadamen- te, sin tomar también en cuenta los elementos fundamenta- les que aporta la existencia de la crisis profunda que entonces vive Europa, y que determina el sentido de los profundos reacomodos internos europeos de esos mismos tiempos, que seran factor decisive para la irrupcién de dichas Indepen- Covlos Antonio Agu Rojas 2 dencias. De la misma manera en que el movimiento de 1968 en México, 0 el proceso del ‘Codobazo’ argentino de 1969, resultan incompletos en su explicacién, si no los resituamos dentro de un cuadro mucho mas global que permita com- pararlos y vincularlos con las similares y también simulté- neas experiencias de, por ejemplo, el mayo francés, la primavera de Praga o la gran revolucion cultural china de 1966, entre otros. Otra antinocién importante, es la que afirma que el histo- riador bien formado y capaz de enfrentar los problemas actuales e-histéricos mas importantes, no se forma leyendo sélo textos y trabajos de otros historiadores o de otros prac- ticantes del mismo oficio. Porque si bien es cierto que sin conocer la obra de los principales historiadores, y de las principales corrientes historiograficas de los tltimos ciento cincuenta afios, es imposible aspirar a ser un verdadero his- toriador, también es claro que el buen historiador se educa y se forma, hoy en dia, lo mismo en la lectura de los econo- mistas que de los antrop6logos, y lo mismo con los buenos textos clasicos de la sociologia, la geografia o la psicologia, que leyendo buenas y muchas novelas, junto a los trabajos mas importantes y a las obras principales de los cientistas politicos, de los etndlogos o de los especialistas del derecho, entre otros. En este punto, alguien podria observar y con raz6n, que en una gran parte de nuestras escuelas de historia no se estu- dia ni se lee ni siquiera a los propios historiadores impor- tantes del siglo XX, ni tampoco a las principales obras de historia paradigmaticas y ejemplares de las mas importan- tes corrientes historiograficas hoy vigentes en el mundo entero. Pero si esta observacién es legitima, sdlo sefala la Agtirsanval del mal historiador doble laguna que debemos atin colmar, leyendo tanto esas obras de historia y a esos historiadores, como también a los. autores esenciales de todo el conjunto de las hoy llamadas ciencias o disciplinas sociales. Porque es obvio que la histo- ria abraza, dentro de sus vastos territorios, a todo el inmen- so abanico de lo social-humano en el tiempo, lo que quiere decir que sdlo puede construirse adecuadamente, desde un conocimiento sélido e igualmente amplio de los principales aportes de todas esas ciencias que versan sobre los distintos aspectos que incluye esa dimension de lo social-humano en su totalidad. Lo que implica, entre tantas otras cosas, que una buena licenciatura en historia, deberia de incluir en su plan de estudios, buenos y s6lidos cursos de introduccién o de nociones basicas de la antropologia y de la economia, lo mismo que los fundamentos de la geografia hist6rica —o mejor atin, de la geohistoria—, de la sociologia, de la cien~ cia politica o de la psicologia, por mencionar s6lo algunos de los varios ejemplos posibles. Antidefiniciones de una buena historia critica, que inclu- yen también, necesariamente, la idea de que esta historia cientifica y rigurosa no puede elaborarse con seriedad, si se rechaza o se ve con desprecio, 0 incluso si se considera sdlo marginal o secundariamente, a todas esas dimensiones fit- damentales que son las de la filosofia, la teoria, la metodolo- gia y la historiografia. Ya que es necesario reconocer que, en el tipo de historia que hoy se hace y se ensefia predomi- nantemente en nuestras escuelas y en nuestras divisiones de posgrado, reina una visién de la historia terriblemente empirista y hasta antitedrica. Asi, toda reflexién que vaya mas alla del mero enunciado de los supuestos “datos duros” y de los “hechos comproba- ‘Carles Antonio Aguime Rojas 4 dos”, y todo esfuerzo por Preguntar acerca de los modos en que se organiza e interpreta el material historiogrdfico, o por los modelos que se ponen en juego para llevar a cabo la investigacién histérica, lo mismo que las multiples pregun- tas sobre el sentido especifico que tiene la eleccién de un tema de estudio, sobre el cuestionario que organiza la pesquisa hist6rica, respecto de las categorias que se utilizan para ex- plicar los fenémenos abordados, o sobre la forma en que habran de presentarse y de transmitirse los resultados del trabajo realizado, todo esto es rapidamente descalificado por los actuales promotores de la mala historia oficial, positi- vista y tradicional, que se nos intenta imponer desde las aulas. Descalificacion que, inmediatamente, presenta a todo este tipo de preguntas y de reflexiones como si fuesen pro- blemas “metafisicos”, “filoséficos” en un sentido peyorati- vo del término, y mas en general, como simple y perniciosa “pérdida de tiempo”. i Y es que domina todavia terriblemente, entre el gremio de los seguidores de Clio, un antiteoricismo ampliamente di- fundido, que rechaza los debates tedricos fuertes e ignora totalmente los problemas de orden metodolégico, mirando desdefosamente a los filésofos que se atreven a incursionar en la historia, y abandonando ciegamente el fundamental campo o rama de la historia de la historiografia. Con lo cual, no existen en nuestras carreras y posgrados de historia, bue- nos y s6lidos cursos de teoria de la historia y de metodolo- gia historica, a la vez que tanto la filosofia de la historia como la historiografia, son casi siempre rebajadas aun abu- tridoy elemental recuento cronol6gico de autores y de obras, que se enumeran y resumen de la manera mas simplista posible, sin ubicar jamas los contextos historiograficos, in- telectuales, sociales y generales de dichos autores y obras, < Antimanval del mal historiadar por no mencionar la ausencia total de clasificaciones, de periodizaciones razonadas y comprehensivas, de estudios serios de filiaciones y de tipologias, a la vez que de reagrupamientos globales, de lineas de tendencia y de iti- nerarios mas estructurales. Pero sin teoria no hay buena historia, como no la hay tam- poco sin el desarrollo de un cierto entrenamiento en el cam- po de la reflexién filoséfica, sin la comprensién _ el manejo de sus mtiltiples metodologias, y sin el diagnéstico y balan- ce permanente que representa su propio BULRCexaaet ext) desa- rrollado justamente por esa rama que constituye dicha historia de la historiografia. También es importante, para poder escribir y ensenar una historia seria y digna de este nombre, afirmar la antinocién de que la historia no es una disciplina antiquisima, bien es- tablecida y delimitada, con su objeto, sus métodos, sus téc- nicas y sus conceptos ya definitivamente constituidos y determinados. Por el contrario, la historia concebida como proyecto realmente cientifico data de hace sélo ciento cin- cuenta afios, siendo una disciplina que se encuentra toda- via en sus primerase iniciales etapas de desarrollo, y por ende, en un intenso y continuo proceso de crecimiento y de enri- quecimiento constante, y atin a la busqueda de nuevas ob- jetos, paradigmas, modelos teéricos, conceptos, problematicas y técnicas atin por descubrir. Porque como bien lo ilustra la historia de esa historiografia que en sentido estricto podemos llamar contemporiinen — es decir, la que se despliega desde los trabajos y los Ce del proyecto critico de Carlos Marx desarrollados dentro ie este campo y hasta nuestros dias—, es claro que con cada Corlos Antonio: Aguisre Rojas nueva generaci6n de historiadores, nuestra disciplina se ha ido desarrollando y haciendo mas compleja, en la medida en que incorpora, todo el tiempo y de modo incesante, a esas nuevas técnicas, nuevos problemas, nuevos modelos, teoremas, paradigmas y conceptos que antes hemos men- cionado. Lo que entonces, y quiza mas que en otras cien- cias, obliga al historiador a estar atento, siempre y con mirada agil y despierta, a los nuevos desarrollos y alos pro- Bresos y avances mas recientes de su propia disciplina. Por eso, Fernand Braudel nos ha recordado que la historia no puede ser mas que la “suma de todas las historias posibles, pasadas, presentes y futuras”, es decir sélo el conjunto arti- culado de todos los progresos de una ciencia que se encuen- tra todavia en su infancia, y a la que aun le falta un largo y amplio camino por recorrer, Ola antinocién necesaria es la que nos ensena que la histo- ria no es nila simples “cronologias” o recuentos sucesivos de gobernantes y batallas, ni tampoco un titnico y siempre aburrido ejercicio de la memoria de los alumnos y los estu- diantes, a los que se quiere obligar a repetir y acumular en Ja cabeza una serie de fechas, lugares, datos, cifras y anéc- dotas, en su mayoria inutiles e irrelevantes, atin cuando a veces puedan ser pintorescos y hasta emocionantes, Porque todavia hoy, existen en nuestro pais eruditas colecciones de nuestra historia “ contemporanea”, cuyo criterio de periodizacion sigue siendo, asombrosamente, el de los cor- tes sexenales 0 cuatrianuales de los sucesivos gobiernos de los presidentes, como si un pais entero cambiase totalmen- te, o incluso cambiase significativamente, con cada uncion de un nuevo presidente de nuestra reptiblica. Y es todavia el dia en que se sigue equiparandoa la historia, con el apren- dizaje memoristico de lugares y batallas de nuestra “ruta 2 Antimanval del mal historiador de la independencia”, o de decretos y leyes emitidas por los gobernantes liberales o conservadores, lo mismo que por las disputas, golpes de estado, rebeliones o consolidaciones de tal o cual Estado, gobierno o régimen politico. Sin embargo, y felizmente para nosotros los historiadores, la historia es mucho mas que esas solas cronologias politi- cas de presidentes, gobernantes, facciones politicas y Esta- dos, abarcando la densidad misma del tejido completo de jas sociedades, e incluyendo entonces dentro de sus territo- rios a la historia econémica y a la historia cultural, a las trans- formaciones demograficas y a las grandes mutaciones sociales, lo mismo que a la evolucién religiosa, psicolégica, artistica o de la familia, entre tantos y tantos otros temas que no “ajustan” jamds sus itinerarios evolutivos, a los sim- ples cortes del “gobierno del presidente X”, 0 del “régimen politico de Y”. Ademéas, y si es claro que toda historia seria necesita de buenas y sistematicas cronologias, de mapas y Atlas bien proyectados y bien concebidos, de buenas y sélidas series cuantitativas, y de estadisticas pertinentes de hechos, cifras y datos precisos y rigurosos, también es evidente que todo esto no es otra cosa que el soporte fiictico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual se construye la verdade- ra historia, es decir la explicacién comprehensiva, la inter- pretacién inteligente, y la reinsercién cargada de sentido profundo, de todo ese conjunto de hechos y de fenémenos, dentro de los procesos histéricos globales especificamente investigados. Finalmente, wna ultima antinocién en contra de la mala his- toria positivista y oficial, se refiere al hecho de que la histo- ‘Corlos Antonio Aguirre Rojas 2 tia no esta ni obligada ni condenada fatalmente, a ser solo el registro y el instrumento de autolegitimacién de las clases dominantes y de los poderes existentes en turno, Pues aun- que siempre han existido, y seguiran existiendo, los histo- riadores y los profesores de historia que estan dispuestos a tebajar a Clio a la simple y limitada funcién de ser una clara “memoria del poder”, que rehace la tradicién y reinventa todo el tiempo el pasado, para construir la historia desde el “punto de vista de los vencedores”, también han existido siempre los historiadores valientes y criticos, que “pasando el cepillo a contrapelo de la historia” han sido capaces de construir la historia “desde el punto de vista de las victi- mas” y de los vencidos, forjando contrahistorias y contramentorias histéricas que rescatan esos multiples “pa- sados vencidos”, pero vivos y actuantes, de que habla Walter Benjamin, Entonces, rompiendo con los lugares comunes de la histo- tia oficial, y haciendo frente a ese proceso de legitimacion de lo existente, que siempre concluye por explicarnos que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”, y que tal o cual proceso actual puede ser bueno, regular o malo, pero que es inevitable e ineludible —como en el caso actual de la mal llamada “globalizaci6n” —, rompiendo con estas visio- nes interesadamente fatalistas del pasado y del presente, el buen historiador genuinamente critico, nos recuerda siem- pre que ayer igual que hoy, la historia es un terreno de dis- puta constante, donde de manera contradictoria y tenaz se enfrentan siempre varios futuros alternativos posibles, va- rias lineas abiertas de posibles evoluciones diferentes, yen donde la linea o futuro que resulta finalmente vencedor y que se actualiza, se decide justamente desde y dentro de las condiciones concretas de ese espacio de combate. 2 Antimanval del mal historiador Por eso “ni siquiera los muertos estan a salvo” si el enemigo hoy enel poder vuelve a vencer, precisamente recodificando y reinventando el pasado en funcién de Hat ges y de sus propios mitos y justificaciones ideologicas especificas. Y frente a ello, sdlo es posible encender de nuevo “la chispa de la esperanza”, si nos ubicamos del lado de los oprimidos y de las victimas, defendiendo esos pasados que hoy han sido provisionalmente derrotados, pero a los que posible- mente les corresponde la victoria del manana. Y por eso también, en lugar de escribir un aburrido manual para malos historiadores, lleno de definiciones anacrénicas sobre una historia plana, acomodaticia con el poder, acendradamente empirista y limitada en sus concepciones, en sus fuentes y en sus horizontes, hemos preferido mejor, intentar esbozar esta suerte de Antimanual, con ciertas “antidefiniciones” iniciales, y que toma partido abiertamente por una historia mas densa y mas profunda, aunque tam- bién mas dificil y compleja. Una historia que ubicandose claramente dentro de las tradiciones del pensamiento so- cial critica, desarrollado desde hace siglo y medio, esta atenta a la teoria, a la filosofia y a la metodologia, a la vez que se reivindica como abierta y vasta en la definicién de su obje- to, sus fuentes, sus técnicas, sus modelos y sus paradigmas mas esenciales. Después de haber definido el tipo de historia que no quere- mos continuar hacienda, y que no deseamos que se siga en- sefiando e imponiendo en nuestras aulas, pasemos a ver ahora los “pecados” recurrentes del mal historiador, peca- dos que es necesario evitar a toda costa, si es que realmente Carlos Antonio Aguirre Rojos z intentamos construir otro tipo de historia, genuinamentig cientifica y genuinamente critica.

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