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dyn Li d CARTA 38 fae Rica a Ibben En Esmirna Es un gran problema entre los hombres saber si es més ventajoso quitar la libertad a las mujeres 0 dejarsela. Me pa- rece que hay muchas razones a favor y en contra. Silos euro- peos dicen que no hay generosidad en hacer desdichadas a las personas que uno ama, nuestros asiéticos responden que hay bajeza en los hombres si renuncian al imperio que la naturaleza les ha dado sobre las mujeres. Si se les dice que el gran nimero de mujeres encerradas es molesto, responden que diez mujeres que obedecen molestan menos que una que no lo hace. $i objetan, a su vez, que los europeos no sabrian set felices con mujeres que no les son fieles, les responden que esa fidelidad que tanto alaban no impide el disgusto que siempre sigue a las pasiones satisfechas; que nuestras muj res son demasiado nuestras; que una posesién tan tranquila no nos deja nada que desear ni que temer; que un poco de coqueteria es una sal que pica y previene la corrupcién. Tal vez un hombre més sensato que yo tendrfa dificultad para decidir; puesto que silos asiéticos hacen muy bien en buscar medios adecuados para calmar sur inquictudes, los europeos también hacen muy bien en no tenerlos. Después de todo, dicen, si fuéramos desgraciados en nuestra calidad de maridos siempre encontrariamos modo de desquitarnos en calidad de amantes, Para que un hombre pudiera quejarse con razén de la infidelidad de su mujer, [102] seria menester que s6lo hubiera tres personas en el mundo; si hubiera cuatro, no habria ninguna ventaja, Saber sila ley natural somete las mujeres a los hombres es otra cuestién. -No-me decta dias pasados un fildsofo muy galante-; la naturaleza nunca ha dictado t Ley. E] imperio que sobre cllas tenemos es-una.verdadera tiraiifa; nos lo han dejado tomar solo porque son més dulces que nosotros y en con- secuencia tienen mas humanidad y razén. Estas ventajas, que sin duda debieran darles la superioridad si hubiéramos sido razonables, se la han hecho perder, porque nosotros no lo somos. Ahora bien, si es verdad que no tenemos so- bre las mujeres mas que un poder tirdnico, no lo es menos que ellas tienen sobre nosotros un imperio natural; el de la belleza, a la que nada resiste. Nuestro poder no se extiende a todos los paises, pero el de la belleza es universal. éPor qué tendriamos nosotros un privilegio? Porque somos ms fuertes? Eso es una verdadera injusticia. Empleamos toda clase de medios para abatir su valor: Jas fuerzas serian iguales si la educacién también-lo fuera. Probémolas en los talentos que la educacién no haya debilitado, y veremos si somos tan fuertes. Hay que reconocerlo, aunque choque nuestras costum- bres: entre los pueblos més civilizados, las mujeres siempre han tenido autoridad sobre sus maridos; dicha autoridad fue establecida por ley entre los egipcios, en honor de Isis; y entre los babilonios, en honor de Semiramis, Se decia de los romanos que comandaban a todas las naciones pero obe- decfan a sus mujeres. No hablo de los sauromatas, que eran verdaderos esclavos de este sexo: eran demasiado barbaros para que su ejemplo pueda ser citado. Ya ves, querido Ibben, que he tomado gusto.a.este pais donde se complacen en sostener opiniones extraordinarias y—- reducir todo a paraejan-B] profeta ha decidido la cuestidn, [103 } Y ha regulado los derechos de uno y otro sexo. Las mujeres, dice, deben honrar a sus maridos, y estos deben honrarlas, pero tienen un grado de ventaja sobre ellas. Paris, 26 de la luna de Yummadi 2 de 1713. [ 104] CARTA 39 Haggit Ibbi al judo Ben Josué, prosélito mahometano EnEsmirna Me parece, Ben Josué, que siempre hay signos especta- culares que preparan el nacimiento de los hombres extraor dinarios; como si la naturaleza sufriera una especie de crisis y el poderio celeste produjera con esfuuerzo. Nada tan maravilloso como el nacimiento de Maho- ma, Dios, que por los decretos de su providencia habia resuelto desde el comienzo que enviaria a los hombres este gran profeta para encadenar a Satan, cre6 una luz dos mil afios antes de Adan, que pasando de clegido en elegido, de ancestro en ancestro de Mahoma, Ilegé finalmente hasta 41, como un auténtico testimonio de que descendia de los patriarcas. También fue a causa de este mismo profeta que Dios no quiso que ningin nifio fuera concebido sin que la natu- raleza de la mujer dejara de ser inmunda y el miembro viril centregado a la circuncisién. El vino al mundo circunciso, y la alegria apareci6 en su rostro desde ya desde su nacimiento; la tierra tembl6 tres veces, como si ella misma hubiese parido; todos los, idolos se prosternaron; los tronos de los reyes cayeron; Lucifer fue arrojado al fondo del mar, y solo después de haber nadado durante cuarenta dias salié del abismo y hu- "Hagges un hombse que ha hecho la peregrinacién ala Mec (N del A) [105] Los moscovitas no pueden salir del imperio, ni siquiera para viajar. Asf, separados de las otras naciones por las leyes del pais, han conservado sus antiguas costumbres con tanto ‘més empefio cuanto no crefan que fuese posible que exi ran otras. Pero el principe que reina actualmente: ha querido cambiarlo todo; ha tenido grandes disputas con ellos a pro- pésito de sus barbas; elclero y los monjes no han combatido menos a favor de su ignorancia. El pretende que florezcan las artes y no descuida nada para llevar a Europa y Asia la gloria de su nacién, hasta hoy olvidada y casi tinicamente conocida por ella misma. Inquieto y sin cesar agitado se desplaza pot sus vastos estados, dejando en todas partes las sefiales de su natural severidad, Los abandona como si no pudieran contenerlo y va a buscar en Europa otras provincias y nuevos reinos. seo he gs%0, aero Usbe. Te conuro para que meen- vies ni Mosci, 2 dela luna de Shalwal de 1713. 2 Pedro el Grande. (N. dela T) [134] CARTA 52 Rica a Usbek ‘En Estaba el otro dfa en una reunién en la que me diverti bastante. Habia mujeres de todas las edades; una de ochenta afios, una de sesenta, una de cuarenta, que tenfa una sobrina de veinte o veintidés to me hizo acercarme a esta tiltima, que me =2Qué decis de mi tfa, que asu edad quiere tener aman- tes y todavia se hace la coqueta? ~Se equivoca -le dije- porque es una actitud que sélo 0s conviene a vos. ‘Un momento después, me encontré junto a su tia, que me éQué decis de esa mujer que tiene por lo menos sesenta afios y ha pasado hoy mas de una hora arreglan- dose? -Es perder el tiempo -le dije- hay que poseer vuestros cencantos para pensar en ellos. Me acerqué a esa desdichada mujer de sesenta, y me lamentaba por ella en mi coraz6n, cuando me dijo al oido: ~éHabrase visto algo mas ridiculo? Mire a esa mujer que iene ochenta afios y se pone cintas color fuego: quiere ha- cerse la joven, y lo logra, porque una cosa asi la acerca a la infanci hh, gran Dios! ~me dije a mi mismo- Nunca senti- remos sino el ridiculo de los demds? Tal vez sea una suerte [135] ~pensaba luego que encontremos consuelo en las debilida- des del otro. ‘Sin embargo, yo me divertfa, y me dije: “Ya hemos su- bido bastante, bajemos ahora y empecemos por la vieja que esté arriba de todo”. ~Sefiora, os parecéis tanto a esa sefiora a quien acabo de hablar, que pareceria que fuerais hermanas; creo que tenéis ‘més o menos la misma edad. ~Verdaderamente, sefior ~me respondié-, cuando una ‘muera, la otra deberd sentir un gran miedo: no creo que haya entre nosotras més de dos dias de diferencia. Cuando dejé a esta dama decrépita, me dirigi a la de sesenta afios. ~Sefiora, es menester que deciddis sobre una apuesta que he hecho: he dicho que vos y aquella dama dije sefia- Jando a la de cuarenta afios-, erais de la misma edad. -A fe mia ~dijo ella-, no creo que haya ni seis meses de diferencia. Bueno, aqui estamos; sigamos adelante. Descendi un poco més, y fui a la mujer de cuarenta afios, ~Sefiora, concededme la gracia de decirme sies por bro- ‘ma que llamais sobrina a la sefiorita que esta en la otra mesa. Sois tan joven como ella, ¢ incluso ella tiene en el rostro alguna cosa marchita que vos no tenéis, y esos vivos colores de vuestra tez.. —Esperad -me dijo ella-, es verdad que soy su tia; pero su madre tenfa por lo menos veinticinco afios mas que yo; no éramos sino medio hermanas; of a mi difunta hermana decir que su hija y yo nacimos en el mismo afio. ~¥allo decia yo, sefiora, y no me equivocaba al sentirme asombrado. Querido Usbek, las mujeres que se sienten terminadas por adelantado, querrian retroceder hacia la juventud. £C5- ‘mo no tratarian de engafiar a las otras? Hacen todos los [136] esfuerzos necesarios para engafiarse a si mismas y escapar a la mds afligente de todas las ideas. Paris, 3. de a luna de Shakeal de 1713. [137] cuando estoy enfermo; cuando nada tengo que esperar por una parte, la religion se presenta y me gana con sus promesas; quiero entregarme a ella y morir del lado de la esperanza. Hace mucho que los principes cristianos liberaron a los esclavos de sus estados; porque, decfan, el cristianismo hace iguales a todos los hombres. Es verdad que este acto de n les era muy util: de ese modo rebajaban a los sefiores al retirar al populacho de su dominio. Luego conquistaron paises donde vieron que resultaba ventajoso tener esclavos, y permitieron venderlos y compra religioso que tanto los conmovia. Qué quieres que te diga? Verdad en un tiempo, error en otro. iPor qué nosotros no seremos como los cristianos! Somos muy simples al recha- zar establecimientos y conquistas ficiles en climas porque el agua no es bastante pura para lavarnos segtin los principios del santo Alcorn.’ Doy gracias a Dios todopoderoso, quien ha enviado a Ali, sugran profeta, porque practico una religién que se hace referir a todos los intereses humanos y que es pura como el Cielo del que ha descendido. Paris, 13 dela luna de Zédfar de 1715. * Alosmahometanos no les interesa conquistar Venecia porque en ella no cencontrarian agua para sus purificaciones. (N. del A.) [196] CARTA 76 Usbek a su amigo Ibben En Esmirna En Europa, las leyes contra los que se matan a si mismos nn terribles. Por asf decirlo, se los hacemorir una segunda vz, Se los arrastra indignamente por las calles; se los tacha nfames; se confiscan sus iene} Me parece, Ibben, que esas Teyes son muy injustas. indo me siento agobiado de dolor, de miseria, de des- épor qué quieren impedirme poner fin a mis pe- irme cruelmente de un remedio que esté en mi no? éPor qué me piden que trabaje por una sociedad en la ‘yano quiero participar? ¢Que sostenga pese a mi mismo convencién que se ha realizado sin mi? La sociedad se da sobre una mutua ventaja; pero, cuando se me hace rosa, équé me impide enuncagLe ida me ha sido dada no un favor, de modo que puedo devolverla cuando ya lo eh ‘causa cesa, de modo que el efecto también debe GEL principe quiere que sea su stibdito cuando no ob- go las ventajas de serlo? éMis conciudadanos pueden nandar ese inicuo reparto de su utilidad y mi desespe- ibn? Dios, a diferencia de todos los benefactores, épuede idenarme a recibir gracias que me agobian? {Estoy obligado a seguir las leyes cuando vivo bajo ellass, { ‘i ivetando ya no vivo, épueden ain atarme? ] [197] jolenek pa oe CO of AY » , Pero, me dirén, alterdis el arder(de la Providencis»Dios gh _haunido vuestra alma y vuestro cuerpo, y Vos Tos separdis. "Os oponéis pues a sus designios y le resistis. »P is any Qué quiere decir esto? CAcaso turbo el orden de la __. ynbrovidencia cuando cambio las modificaciones de la materia hago cuadrada una bola que las primeras leyes del movi- miento, ¢s decir las leyes de la creacién y la conservacién, habfan hecho redonda? Sin duda no: sélo hago uso del de- recho que me ha sido dado, y en este sentido puedo turbar a mi capricho toda la naturaleza sin que puedan decirme que me opongo a la providencia. Cuando mi alma esté separada de mi cuerpo, éhabré menos orden en el universo y este estara menos arreglado? éCreéis que esta nueva combinacién sea menos perfecta y menos dependiente de las leyes generales? éque el mundo habré perdido algo? éy que las obras de Dios sean menos, grandes, o mas bien menos inmensas? (@enstis que mi cuerpo, transformado en una espiga de tfigo, un gusano, una hierba, se cambie en una obra de la naturaleza menos digna de ella2¥Y que mi alma, liberada de todo lo que tenia de tertestre;$éré menos sublime? 6 , querido Ibben, no tienen otra fuente fesse crgullagicrentizs nteata pepsin, ¥ pore aque. s@ueremos que nos cuentetren el universo, figuraren él serun objeto importante, Nos imaginamos que Ia aniquilacién de un ser tan perfecto como nosotros degra- daria toda la naturaleza, y no concebimos que un hombre de mas 0 de menos en el mundo, iqué digo! que todos los, hombres juntos, cien millones de cabezas como la nuestra, no son sino un tomo sutil y aislado, que Dios solo percibe a causa de la inmensidad de sus conocimientos. Paris, 15 de la luna de Zafar de 1715, é [198] CARTA 77 Ibben a Usbek En Paris Mi querido Usbek, me parece que para un verdadero musulmén las desdichas son menos un castigo que una ame~ naza. Los dias que nos llevan a expiar las ofensas son dias preciosos. El tiempo que habria que abreviar es el de las pros- peridades. De qué sirven todas esas impaciencias sino para mostrar que quisiéramos ser felices, con independencia de uel que da las fel lad misma? Si un ser est4 compuesto de dos seres, y la necesidad conservar la union sefiala més la sumisién a las érdenes | creador, se ha podido hacer de ello una ley religiosa. Si a necesidad de conservar la unién es una mejor garantia las acciones de los hombres, se ha podido hacer de ella a ley civil. De Esmirna, tltimo dia de la luna de Zdfar de 1715. [199] golpea con fuerza la puerta. Este predmbulo previene para elresto del discurso, y cuando el exordio es bueno, hace so- portables todas las necedades que vienen detrés, y que, por fortuna, llegan demasiado tarde. Te aseguro que estos pequefios talentos, de los que no se hace ningtin caso entre nosotros, son aqui muy titiles a quienes tienen la suerte de poseerlos; y que un hombre de buen sentido no brilla en absoluto ante ellos. Paris, 6 dela luna de Rebiab 2 de 1715. [210] CARTA 83 Usbek a Rhedi En Venecia Sihay un Dios, mi querido Rhedi, es absolutamente ne- cesario que sea justo, pues sino lo fuere seria el més malvado © imperfecto de todos los seres. cia es una relacién de conveniencia que se en- ente entre dos cosas; esa relaci6n es siempre la ‘ma, cualquiera sea el ser que la considere, Dios, un angel un hombre. Es verdad que no siempre los hombres ven esas relacio- ness incluso, con frecuencia, cuando las ven, se alejan de ellas, ysu interés es siempre lo que ven mejor. Lajusticia eleva su voz, pero le es dificil hacerse oir en el turmulto de las pasiones. Los hombres pueden cometer injusticias porque tienen s en cometerlas y prefieren su propia satisfaccién a la los demis. Siempre actéan remitiéndose a si mismos: na~ ic es malo gratuitamente, sino que se necesita una razén determine, ¥ esa raz6n es siempre de interés. Pero no es posible que Dios haga algo injusto; desde se supone que ve la justicia, es absolutamente necesario la siga, ya que, como no necesita nada y se basta a el mas malvado de los seres porque lo seria sin ynitrar ningiin interés en ell aun si no hubiera Dios, también deberfamos amar ticia; es decir, hacer un esfuerzo para asemejarnos a ese jue tenemos una idea tan bella, y que si existiera seria [211] necesariamente justo. Aun si estuviéramos libres del yugo de Ja religin, no deberiamos estarlo del de la equidad. Esto es, Rhedi, lo que me hace pensar que la justicia es eterna y no depende de las convenciones humanas. Y si de ellas dependiera, seria una terrible verdad que habria que ocultarse a uno mismo. Estamos rodeados de hombres més fuertes que nosotros, que pueden dafiamnos de mil maneras diferentes, y que més de la mitad de las veces, pueden hacerlo impunemente. tranquilidad para nosotros el saber que en el corazdn de todos esos hombres existe un principio interior que combate a nues- tro favor y nos pone a cubierto de sus intenciones! Sin ello, deberiamos vivir en un miedo continuo; pa- sariamos ante los hombres como ante leones y jamas nos sentirfamos ni por un momento seguros de nuestro bien, nuestro honor, nuestra vida. Todos estos pensamientos me animan contra esos doc tores que representan a Dios como un ser que ejercita tird- nicamente su poder y lo hacen actuar de un modo como no querrfamos actuar nosotros mismos por temor a ofenderlo; que lo cargan de todas las imperfecciones que él castiga en nosotros, y en sus opiniones contradictorias lo representan a veces como un ser malo, a veces como un ser que odia el mal y lo castiga. Cuando un hombre se examina, iqué satisfaccién para encontrar que tiene el corazén justo! Este placer, por seve- 0 que sea, debe fascinarlo: puede ver su ser tan por encima de los que no lo tienen, como se ve por encima de los tigres y los osos. Si, Rhedi: si yo tuviera la certeza de seguir siempre inviolablemente esas equidad que tengo ante los ojos, me creeria el primero de los hombres. Paris, primer dia de la luna de Yummadi 1 de 1715. [212] CARTA 84 Rica a *** Estuve ayer en los Invalidos; si fuera principe, preferi- haber hecho este establecimiento que haber ganado tres batalla. Se-ve en él la mano de un gran monarca y creo que es el lugar més respetable de la tierra. iQué espectéculo el de ver reunidas en un mismo lu- gar a todas esas victimas de la patria, que solo respiran para fenderla, y sintiéndose el mismo corazén, y no la mi fuerza, no se quejan sino de la impotencia en que se encuen- tran para sacrificarse aun por 1Qué cosa més admirable, el ver a todos esos débiles guerteros en su retiro observando una disciplina tan exac- ta como si estuvieran obligados a ella por la presencia del enemigo y buscar su iiltima satisfaccién en la imagen de la guerra compartiendo corazén y espiritu entre los deberes de Quertia yo que los nombres de los que mueren por la patria fueran conservados en los templos y escritos en regis- tros que fuesen como la fuente de la gloria y la nobleza. Paris, 15 de la luna de Yummadi 1 de 1715, (213] CARTA 85 Usbek a Mirza En kpabdn Sabes, Mirza, que algunos ministros del cha Soli habian pensado obligar a todos los armenios de Persia a aban- donar el reino o hacerse mahometanos, con el pensamiiento de que nuestro imperio estarfa cada vez més contaminado mientras conservara a ¢s0s infieles en su seno. Si en esa ocasién la ciega devocién hubiera sido escu- chada, se habria terminado la grandeza persa. No se sabe cémo no sucedié. Ni los que hicieron la propuesta, ni los que la rechazaron, conocieron sus conse- cuencias. El azar representé el papel de la raz6n y la politica y salvé al imperio de un peligro mas grande que el que hu- biera podido correr con la pérdida de una batalla y la toma de dos ciudades. Al proscribir a los armenios, se estuvo a punto de des- truir en un solo dia a todos los negociantes y casi todos los artesanos del reino. Estoy seguro de que el gran cha Abbas habria preferido hacerse cortar los dos brazos antes que fir mar semejante orden; y que al enviar al mogol y a los otros reyes de las Indias a sus stibditos més industriosos habria pensado entregarles la mitad de sus estados. Las persecuciones que nuestros mas celosos mahome- tanos han realizado contra los guebros los han obligad pasar en masa ala India; y privaron a Persia de esta nai tan aplicada a la agricultura y que era la tinica que por [214] trabajo estaba en condiciones de vencer la esterilidad de juestras tierras. ‘Ala devocién solo le quedaba otro golpe para asestar, jue era el de arruinar la industria, con lo cual el imperio xia por si mismo y con ¢l, necesariamente, esa misma religion que se queria hacer florecer. Si hay que razonar sin prevenciones, Mirza, te diré que sé sino seré bueno que en un Estado haya varias religio- nes. Es evidente que los que viven en religiones toleradas porlo comin més titiles a su patria que los que viven la religion dominante, porque alejados de los honores y sin poder distinguirse sino por su opulencia y sus riquezas, seven impulsados a adquirirlos por su trabajo y a abrazar los s penosos empleos de la sociedad. ‘Ademis, como todasas religioné’ contienen preceptos les ala sociedad, es Bueno que seatt celosamente observa- . Ahora bien, ¢qué hay mas capaz de animar ese celo que idad? les que no se perdonan nada. Los celos descien- hasta los particulares; cada uno se mantiene en guardia y teme hacer cosas que pudieran deshonrar su partido y lo pusieran al desprecio y la censura imperdonable del par- tido contrario. De modo que siempre se ha sefialado que una nueva introducida en un Estado era el medio més seguro para regir todos los“abusos de la anterior. Es inuitil decir que el principe no tiene interés en so- tar varias religiones en su Estado. Aun cuando todas las del mundo vinieran a reunirse en este, ello no le pro- «Juciria ningtn perjuicio, porque no hay ninguna que no prescriba la obediencia y no predique la sumisién, Confieso que las historias estan Henas de guerras de) f 2 Pero se debe tener cuidado: no es la multiplicidad [215] gen de religiones lo que produjo esas guerras, sito el.espiritu de intolerancia que animaba a la que sé crefa la dominant” ____ Los judios tomaron ese espiritu-de-proselitismio de los egipcios, y de ellos pasé, como una enfermedad epidémica y popular, alos mahometanos y cristianos. Finalmente, es ese espiritu de vértigo, cuyos progresos no pueden ser considerados sino como un total eclipse de la raz6n humana. Porque finalmente, aun cuando no fuera inhumano afligir la conciencia de los demés, aun cuando no resulta- rade ello ninguno de los malos efectos que germinan por millares, habria que ser loco para intentat (ele quiere hhacerme cambiar de religién lo hace sin duda porque él no cambiaria la suya cuando quisieran obligarlo} asi pues, le parece extrafio que yo no haga algo que él niismo no haria, quiz, ni por el imperio del mundo. Paris, 26 de la lina de Yummadi 1 de 1715. [216] CARTA 86 Rica a ** Parece aqui que las familias se gobiernan solas. El mari- dono tiene més que una sombra de autoridad sobre la mujei cl padre sobre sus hijos, el amo sobre sus esclavos, La justicia interviene en todos sus diferendos, y puedes estar seguro de «que siempre se pone en contra del marido celoso, el padre {astidioso, el amo incémodo. El otro dia fui al lugar donde se imparte justicia. Antes dle llegar, hay que pasar bajo las armas de un infinito niimero clejévenes mercaderes que te llaman con voces engafiadoras. Al principio este espectaculo es bastante gracioso, pero se pone higubre cuando se entra en las grandes salas donde se revelan todos los secretos de las familias y se ponen a la luz del dia las acciones més ocultas. ‘Alli, una joven modesta acude a confesar los tormen- tos de una virginidad conservada durante largo tiempo, sus combates y su dolorosa resistencia; esté tan poco orgullosa desu victoria, que siempre amenaza con una proxima derro- tay para que st padre no ignore nada sobre sus necesidades, las expone ante todo el pueblo. ‘Una mujer descarada viene luego a exponer los ultrajes que ha cometido contra su esposo como una razén para ser separada de él Con igual modestia, otra acude para decir que esté cansada de llevar el titulo de mujer sin gozar de él; viene [217] CARTA99 Rica a Rhedi En Venecia Los caprichos de la moda entre los franceses me pare- cen asombrosos. Ya han olvidado cémo estaban vestidos el verano pasado; e ignoran todavia mas cémo lo estarin este inviernos pero sobre todo, no se puede creer cudnto cuesta a un marido poner su mujer ala moda. éDe qué me serviria hacerte una descripcién exacta de su vestido y sus adornos? Una nueva moda vendria a destruir toda mi obra como la de sus obreros; y antes de que hubieras recibido mi carta, todo habria cambiado. ‘Una mujer que abandona Paris para ira pasar seis meses al campo, vuelve tan anticuada como si hubiera estado a olvidada durante treinta afios. El hijo desconoce el retrato de su madre, a punto tal lees ajeno el traje con el que esté pinta da: se imagina que la alli representada es alguna americana o que el pintor ha querido expresar alguna de sus fantastas. ‘A veces, los peinados suben insensiblemente y una re volucién los hace bajar de pronto. Hubo un tiempo en q st inmensa altura ponia el rostro de una mujer en el med de ella misma; en otro, eran los pies los que ocupaban dich lugar, pues los tacones hacfan un pedestal que los manteni enelaire. Quién podria creerlo? Con frecuencia, os a tectos se han visto obligados a elevar, bajar o ensanchar | puertas segiin lo exigieran las vestimentas de las mujeres, y las reglas de su arte han sido sometidas a este capricho. A ve [244] ces se ve sobre un rostro una cantidad prodigiosa de moscas, y todas desaparecen al dia siguiente. Antafio, las mujeres te- hian cintura y dientes. Hoy, ya no se habla de tal cosa. En esta nacién cambiante, por mas que digan los bromistas, las hijas estan hechas de modo diferente a sus madres. Con respecto a las maneras de vivir, sucede lo mismo we con las modas: los franceses cambian de costumbres giin la edad de su rey. El monarca incluso podria lograr ila nacién fuera grave silo hubiera intentado. El principe prime su carécter a a corte, la corte a la ciudad, la ciudad, {as provincias. El alma del soberano es un molde que da na a todas las demds. Paris, 8 dela luna de Zafar de 1717. itos de seda negra que se adher piel del rostro para simular (N.delaT)

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