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HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por
el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el
diablo. No comió nada en estos días, y al final sintió hambre. Entonces le
dijo el diablo: — Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta
en pan.
Y Jesús le respondió: — Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre.
Después el diablo lo llevó a un lugar elevado y le mostró todos los
reinos de la superficie de la tierra en un instante y le dijo: — Te daré toda
esta potestad y su gloria, porque me ha sido entregada y la doy a quien
quiero. Por tanto, si me adoras, todo será tuyo.
Y Jesús le respondió: — Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios y
solamente a Él darás culto.
Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo y le
dijo: — Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo desde aquí, porque escrito
está: Dará órdenes a sus ángeles sobre ti para que te protejan y te lleven
en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.
Y Jesús le respondió: — Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento
oportuno.
***
LAS PRUEBAS ESPIRITUALES (2)
En las tentaciones
En cuanto a vuestras tentaciones, ocultadlas en una de las llagas de nuestro
Señor y bondadosísimo Salvador, y en lo más recio de la tempestad acogeos, cual
piedras preciosas, a la concha protectora, es decir, a nuestro Señor crucificado.
No examinéis los efectos o las razones de las tentaciones; marchad siempre
adelante; necesitáis ser mantenidos en la miseria de vuestra humillación y en la
convicción de vuestra debilidad.
Dios queda con vosotros; he ahí vuestro consuelo y vuestra fuerza.
Haced un acto de resignación, no razonéis con vuestras penas, no examinéis
vuestras turbaciones; contentaos con decir a Dios: “Oh Jesús mío, perdonadme
cuanto haya podido desagradaros; antes morir que pecar”. Luego descansad con
toda paz en el seno de la misericordia divina. Seréis más del agrado de Dios si no
os volvéis para contemplar Sodoma y Gomorra en llamas, y si claváis vuestros
ojos en la cruz y en el amor de Jesús y en el cielo, que constituye el término de la
jornada.
Jesús, que no hizo quebrar la caña medio rota, sostenga la débil caña de nuestra
alma, si permite que el viento la agite y la incline a tierra; pero que al instante
hágala dirigirse al cielo.
También el demonio tentó al divino maestro; se le apareció revestido de
diversas formas; y aún más: tuvo la osadía de llevarlo por los aires; pero Jesús le
dejó obrar, hasta que, sin perder su serenidad y sin recurrir a milagros, lo rechazó
tan sólo con algunas palabras.
Después de haber acompañado a Jesús en el Tabor, en Getsemaní, en el
calvario, hay que compartir también con Él sus tentaciones; pero, ¡confiad!, Jesús
está frente a los demonios, modera su furor, está presto a combatir con nosotros.
Cierto que el demonio no está solo: la imaginación, el corazón y el cuerpo
conjuran con él contra nuestra pobre alma. Pero no os desalentéis. Es cual una
convulsión popular: es inútil razonar y gritar para apaciguar los ánimos; lo mejor
es dejarlos gritar solos: pronto se calmarán y se llenarán de vergüenza. Es menos
temible el demonio cuando nos tienta de un modo sensible.
¡Ánimo! Después del primer temor, cobrad alientos, poneos a salvo y acogeos
al corazón del divino maestro, como los niños que, al sentirse con miedo, se
acogen al regazo de su madre.
***
“Las tentaciones son muchas veces utilísimas al
hombre, aunque sean graves y molestas, porque en
ellas es uno humillado, purificado y enseñado”
(Imitación, Lib. I cap. XII).