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alan. Revista de Filosofia, 30,2003, 25-81 El sabio epictireo y el sabio estoico Resumen: La igus del sophie ssbion. —y no I del feof encara elie! ea de bs ‘extoieos y os epictieos. Este ensayo analiza, con ‘as y comentarios cries, fe coincidence is ivergencias ene ambas scuc CARLOS GARCIA GUAL" Abstract: image du esophin es rpeéseme dial de Tethique soiclenne et epicurenne. On analyse 2 propos. aver des tons des wes es pls prints, ot des notes ‘tiga, les comvergnces et divergences des deux Palabras clave: Foot helene, Sabidra, ‘oles Pellenistiquss. Feliidad, Epcuo, Evins. Key words: Philesophie hellenistiqu, Sages Bonewe Epica, Soins. Sefialaba Aristételes en su obra hoy perdida Sobre la filosofia (que conocemos sélo por breves fragmentos) que tanto el sustantivo sophia como el adjetivo correspondiente sophds han tenide a lo largo de ta historia cultural griega diversas acepciones. Y distingufa cinco sentidas en la historia del término, Fue considerada sophia, en primer lugar, ela ingeniosa capacidad de inventar lo ttl para las necesidades de la vida». Mds tarde sophia fue la inventora de artes y técnicas que ya no servian a las urgencias primarias de la existencia, sino a lograr lo bello y refiando. En tercer lugar, se llamd sophia la habilidad intelectual para atender a los asuntos civicos y crear leyes y un orden politica. (Aeesta etapa pertenecen los famosos Siete Sabios). En tercer lugar sophfa fue Ia investigacién de ka naturaleza (physike theorfa) y «sabios» quienes la investigaban, En quinto lugar, la meditacién de las cosas divinas, supramundanas e inmutubles.y su conocimiento fue reputado la ms alta «sabi- dura», Este fragmento aristotélico ha suscitado muchos e interesantes comentarios (véase, como ejer- plo, el de Rodolfo Mondolfo en La compression del sujeto humano en ta cultura antigua, Buenos Aires, 1955, pags. 557-8), pero no queremos demoramos ahora en esa evolucién progresiva del concepto de sopinia y de sophds, sino que vamos a destacar una nueva acepeién del mismo en la filosofia postaristotélica. En 1a época helenfstica los vocablos sophfa y sophds se recargan de un ‘huevo sentido, una sexta acepcién, pues. que pone el énfasis en Ia ética y en la préctica del saber, y que no es ya una actividad comemplativa, sino una actitud existencial que reine theoria y praxis en el camino hacia la felicidad. F1 sophds es el sage, no el savant. Es el que sabe vivir, y refleja en su actitud en el mundo su sereno dominio de una sabiduria colmada y dichosa. El sabio realiza asf el ideal det fil6sofo, y no es el investigador tenaz del mundo del ser, sino el gua ejemplar hacia una Fecha de rececin: 10 de noviembre de 2008, Fecha de aeeptackin: 25 de novembre de 2003 + Caedtico de Filologta Grieg es la Universidad Complutense de Made Facultad de de Flolog, 28040, Madr Email ezeuak@ ilo. son.es Ha publica. sobre ilosfiaprieg: pcan La seca del pera et 24 Carles Gareta Guat firme felicidad. En él se da la maxima aproximacién a lo divino, esa platénica homofoss 14 sheoi. ahora con claro énfasis en lo préctico y to ético. En una épaca en 1a que la filosofia se concibe como una bisqueda de la felicidad personal, amenazada por los tumbos y vaivenes del azar y angustiada por Ins constantes eri politicas, el mrrgeofe se pesenta como el experto en esa terapia animica que trae semedio y curacle Ins snB08 ¥ pesares, no tanto porque persiga una doctrina teoldpica o metafisica, sino Pome sabe dirigir la Searedianve la razon hacia el bien y la serendad de dnimo. De ahi que pretend ser, més all de ee sdestia socratica, no un buscador del saber, sino un sabio médico del alm, es decit. un sophés. (Sobre esa coneepcign miédica del filosofar, ef. Martha C. Nussbaum, The Therapy of Desire. Pri ceton Univ. Press, 1994). sy terea det flosofar se orienta hacia la busca de la felicidad. Y esta finalidad viene de my atrds, Desde los sofistas y Sécrates y Demécrto por Io menos. Pero en Ia €poca helenistica ese ris eeulta més apremiante. De ah quc la figura del bio adquiera un valor ejermplar. come’ maestro no ya de la verdad, sino de la elecciGn de vida. Este aspecto deriva de la imagen socritica del fildsofo, pero adquiere, como decimos. un nuevo relieve préctico. Ente lo sebraya bien Pierre Hadot —en {Qué es la filosofia antigua? (PCE, México, 1998— cunmalsen aL figura del sabio y 1a elecciGn de vid®» (0... pp. 240-241.) die: «Si pues la filosofia cairo ex un discuso, sino una eleceién de vida, una opeiGn existencal y un ejercicio vivido, es porgue es deseo de la sabidurfa. Es cierto que, en la nocién de sabiduria, se incluye la idea de un Piber perfecto. Sin embargo, como lo hemos visto a proposito de Platén y “Aristételes, este saber no ae eeson la posesién de informaciones acerca d I realidad, sno que también es un modo de vida Gque corresponde a la actividad mas elevada que el hombre pueda ejercer y S© vvincula intimamente con la excelencia, la virtd del alma. ssa escuela, la figura dl sabi es, por tanto Ia norma trascenwlente que determina modo de vide del Hl6sofo. ¥ debemos hacer constar ue. en la descripcién de esta norma, hay. més alld de te Miferencias que aparecen en ls distintas escuelas, acuerdos profundos,tendencias comunes ge podemos descubrir». Tas paginas que P, Hadot ha dedicado a este tépico del sabio en las escuelas helenisticas subrayando su importancia filosofiea, me parecen excelentes, pero hay un punio en debemos Giserepar de él, el que respecta a su observacion de que: «Tal vez los historiadores de la filosofia cep icaroa lo suficieme 1a considerable importancia que ten‘a en la enseflanza de [a filosofia govigua el discurso que consistiaen deseribir al bio» (p. 245). Bien puede ser cieto ‘algunos interadores modems hayan minusvalorado el tema, pero no es és, desde luego, el caso del buen Didgenes Laercio, al que Hadot no cita aquf en ningéin momento, ‘Tompoco nombra a Diégenes Laercio Olof Gigon cuando, en su libro Propicnes finidamentales de la filosofia antigua (Compania General Editora, Buenos Aires, 1962, Pp 252-59) contrapone los , «Las rlaciones sexuales nunca producen provecho, Pero son amables siem- pre que no poroduzcan dafio». «El sabio puede incluso casarsey tener hijos. En alguna circunstan- cia de su vida puede contraer matrimonio, Pero también puede disuadir a otros de >. (Filodemo y LLuerecio recomiendan para las relaciones sexuales ratar con prostitutas amables y discret), j6n con su Snimo alegre, los recuerdos gratos del pasado y su confianza en el El sabio y la politica ‘También en este terreno contrasta la postura de muy notable ambigtiedad de los estoicos con las actitudes epicireas, moderadas y muy claras, Recordemos algunas méximas del resumen epictireo que da D.L. (0.4 119): «El sabio no hard politica (oudé politetisezai). Ni se haré cinico. Ni mendigard. Incluso si se quedara ciego mantendra su forma de vida. Puede acudir a los tribunales. Y legar escritos a la posteridad. Pero no acudiré a las reuniones de mucho gentio. Velaré por su hacienda y su futuro, Amar la campifia. Se enfren- tard al azar: Y no abandonaré ningtin amigo. Velardi por su buen nombre, pero sélo en la medida precisa para no ser injuriado. Se alegrars mas que los otros en sus investigaciones. Tendré estatuas si le gusta, pero es indiferente que las tenga. Sélo el sabio sabe dialogar sobre las artes musicales ¥¥ Posticas, pero no compondré poemas por oficio. Puede ganar dinero con su sabidurfa, pero sélo, fen caso de necesidad. En la ocasién puede servir a un monarca. Estard agradecido a cualquiera por tuna buena correccién, Y puede montar una escuela, siempre que no atraiga a las masas. Incluso dard lecturas ante la gente, pero no por su gusto. Tend pri ‘mantendré ecudnime. Y por un amigo llegard a morir,sies preciso». ‘Vernos aqui un firme punto de partida: «el sabio no tomard parte en la politica». Es decir, el sabio cconvive en la ciudad con sus convecinos, pero se abstiene de frecuentar la escena politica. Esto est ‘en Ia linea del lema epicdreo lathe hidsas, «vive inadvenido». El elogio de Ia vida retirada como. mbito resguardado de la felicidad es un tpico bien conocido. Los epictireos desconfian de la gente El sabio eplciren el sabe esoieo 2» ¥y de los poderosos, de las masas incultas y fcilmente agitadas. Pero, al mismo tiempo, rehsan las factitudes extremas del recha7o social. Por eso no practican ni el cinismo ni la mendicidad: de igual ‘modo que en el plano intelectual se oponen al escepticismo. Son sociables, pero saben mantenerse a distancia de la muchedumbre inguieta y estin desengafades de las promesas y trampas de los politicos. Prefieren confiar en la amistad que en la justicia. Lo méximo que puede obtener el fil6- sofo de Ia sociedad es la paz y cierta seguridad (asphdleia) que le permita gozar de paz en su retro ciudadano. Fl sabio no pretende nunca los aplausos populares y no cultiva la adulaciGn ret6rica ni arriesga su serenidad por agradar a la gente, Se preocupa por obtener un modus vivendi disereto. No se dedicara a los negocios. pero puede sacar dinero de sus propias ensefianzas, (En contra de la opinién de Sécrates y Plat6n). Vive contento en su aurea mediocritas. que le permite cultivar con fervor la amistad y 1os estudios, con que disfruta muchisimo. ParadGjicamente puede arriesgar su dicha por ayudar a un amigo, ¢ incluso morir por él. La situacién es distnta en la doctrina estoica. De un lado se perciben ciertos ecos del cinismo, con el que Ia escuela conecta, y por otro el affn de servir a la sociedad que caracteriza el discurrit del pensamiento estoico hacia posiciones conservadoras. De un lado tenemos el idesl del sabio perfecto, situado muy por encima de las leyes y los anhelos humans, y del otro la aceptacién det pprogreso moral, destacado en los pensadores de la Estoa Media y la Nueva, en franca conexidn con Ta teorfa de los deberes de caricter social. De abt ciertas tensiones, contardicciones y variaciones ée la escuela Sin los cinicos domina el individualismo desgarrado, y la renuncia a cualquier clase de coope- acid social —Didgenes es el ejemplo claro de ese rechazo total de los valores sociales—, pronto los estoicos admiten que el ser humano virtuoso (el sabio) 8 «por naturaleza un ser sociable y activo» (Ald mén oude en ereniai phasi biésetai ho spoudaios: Koinonikds physei kai praktikds, DLL. 123). De ahf que se admite que «el sabio hari politica, salvo que algo se lo impida>. (El con- traste explicto con el epicureismo lo comentan Séneca en De otio, 3, 2 y Cicensn, De finibus, I 20, 28. Cuando leemos con atencién algunas lineas en que Didgenes Lacreio resume los preceptos estoicos, en ese desorden casi habitual en él, advertimos esa disyuncién entre la visidn idealista del sabio, perfecto y su funcién social en un mundo ocupado por gentes faltas de sabiduria y virtua Voy a citar unos parrafos en Iso que se parecia el contraste con les consjeos epicireos (D. VI, 121+ 125): «¢Y afirman que el sabio tomar parte en la politica si nada se lo impide, como asegura Crisipo cen el primer libro de Sobre fas vidas; pues efectivamente reprenderr el vicio e inducirs a la virtud. Y se casaré, como mantiene Zenén en su Reptiblica, y tendra hijos. Y ¢s més, el sabio no se contentaré ‘con meras opiniones. es decir, 2 nada falso dard su asentimiento, Y se hars einico. Pues el cinismo 2, como dice Apolodoro en su Eriea, «un atajo en el camino a la virtud». Y comerd came huratra en el apremio de las circunstancias, Sélo 61 es libre, mientras que los viles son esclavos: porque a libertad es ta facultad de obrar uno mismo por propio impulso; y la esclavitud la privacién de ta accién independiente. 1m ¥ los sabios no slo son libres, sino, ademas reyes, ya que la realeza es un poder que no tiene que dar cuentas y que sélo seria firme en manos de los sabios, como afirma Crisipo en su De cuén propiadiamente emple6 Zen6m los vocablos. Pues sostienen que quien mans debe conocer el bien y-el mal y ningtin hombre vil es entendido en esto, Asi mismo s6lo los sabios son aptos para ejercer las magistraturas, para ejercer como jueces y actuar como oradores, mientras que de los hombres viles ninguno es capaz. ¥ atin mas, son impecables en ello, porque no caen en fallo alguno. Y son 30 Corts Gare Guat inofensivos, pues no hacen daiio a otros ni a sf mismo. ¥ no son compasivos ni tienen perdén para nadie; pues no pasan por alto los castigos que se desprenden de la ley, ya que el ceder y Ia compa~ sin y la misma clemencia son naderias propins de un alma que finge benevolencia ante las penas: y ellos no creen que éstas sean demasiado duras. 'Y dicen también que la amistad s6lo existe entre los virtuosos, por la semejanza que hay entre ellos. Pues afirman que la amistad es una cierta comunién en las cosas de Ia vida, en virtud de Ia cual nosotros nos valemos de los amigos como de nosotros mismos. Explican que el amigo es algo deseable por si mismo y que tener muchos amigos es bueno. Entre los viles dicen que amistad y que nadie es amigo de un malvado. Y que todos los necios desvarfan, pues no som sensatos, sino que ‘actian en todo con un desvario igual a la locura. El sabio todo Jo hace bien, en el sentido en que decimos que Tsmenias toca bien todos los aires de flauta. ¥ todas las cosas son de los sabies, pues la ley les ha dado un derecho total de propiedad. Pero se suele decir que algunas cosas son propiedad de los necios, como de las casas se dice, por un Indo, que son de ta ciudad. y, de otro, de sus usuarios». LLa participacién del sabio en la politica real no esté exenta de ambigiiedades. (Cf. De Luise~ Farinetti, 0c. pp. 201-2), Como hemos visto, el estoico no s6lo aspira a un feliz retiro y un bios theoretikds, sino que se siente impulsado hacia el bfos praktikés, atendiendo al anbelo natural de su sociable naturaleza. Sélo el sabio merece pues, por sus conocimientos y su dominio de la razdn, ser rey. como ya habfa sugerido Platén, pero es dificil que los demds Je concedan tal rango. En caso de no poder alzarse coma monarca, puede servir de consejero a otvos, afirmaba Crisipo. Aunque con esa tarea politica arriesgue su autarefa y su serenidac! de dnimo, el premio parece que le vale la pena. Yen efecto, nos es bien sabido cOmo varios estoicos asumieron ese papel de consejero Gulico, ya sea Estero en Esparta, ya luego Seneca junto a Nerén. G. Puente Ojea ha destacado bien como a lo largo del desarrollo histérico la doctrina de la Estos supo acomodarse a os contextos politicos con una rentable versatilidad. Esta flexibilidad de las actitudes prictieas de Ios estoicos no deja de parecer curiosa cuando pensamos en los fundamentos rigidos de su concepeién del sabio perfecto, soporte austero de una raz6n desapasionada y abstract ero fue esa flexibilidad en la comprensisn de sus dogmas escolares la que permiti6 a los estoicos ofrecer sus propuestas de vid, desde Zenén, discfpulo del cfnico Crates, hasta el melancélico Marco Aurelio, emperador desengafiado al frente del Imperio Romano. Este contraste entre el modelo del sabio y los compromisos mundanos de la Estoa est bien visto por M.Vegetti, cuando indica, al final de su libro L’etica degli antick’, e6mo en su aftn moralista, los estoicos sustituyeron la metifora aristotélica del arquero, por una nueva: la del filésofo como actor dramético, que realiza bien su papel y que tiene en el sabio perfecto un modelo de referencia escénica. El problema, segin Vegetti, se plantea en estos términos: ‘«;Existe una relacion posible entre la biografia imaginaria, pldsmara, del sabio, y las reglas del efectivo comportamiento moral? El sabio actéa ciertamente como cualquiera que siguiese las normas de la naturaleza: pero Ia universal desviaciGn respecto a estas normas produce de hecho luna quiebra a primera vista incolmable, que hace de lo que en principio es normal una excepcién ‘naudita. El sabio puede entonces ser pensado —segtin una interpretacién bastante difundida entre Jos antiguos y los modemos— como un modelo de referencia, un standard de orientacién y valora- cidn del progreso que deberfa cumplirse en el espacio intermedio entre la desviacién y la norma, la maldad del necio y la perfeccién moral. Pero este progreso, como se ha visto, ¢s a su vez aporético: porque. en primer lugar, no llega de hecho nunca a su final: y porque cualquier avance ¢s conside- El sabioepiciveoy el sabi extieo 31 rado por los estoicos algo imperfecto, y por ello «sumergido» en el vicio, E] modelo y el standard representan —si falta cualquier valoracién positiva del espacio interemdio entre bien y mal, virtud y vicio— mis un punto de vista desde el que pronunciar la condena implacable de los necios, es decir, de la humanidad entera, que una meta propuesta a su mejoramiento. Frente a este «impasse», es probable que ya Zenén se haya preocupado, como excribe Bréhier, de «dar a la teorfa del sabio interpretaciones y limites capaces para volverla compatible con li reglamentacidn moral de la vida colidiana»; es menos probable, sin embargo. que él haya visto con Claridad los nuevos problemas que esa tentativa habrfa abierto, dejéndolos en herencia a los debates de la escuela (p. 282). Esos debates cobran pleno vigor en la Estoa Media y la Nueva. Cicerén los resume bien, y prueba las soluciones de Panecio y Posidonio, que se aproniman a tesisaristotélicas y plarGnicas, al admitir el progreso moral y rechazar las paradojas ya mencionadas. Vegetti recuerd cémo Cice- ron recuerda [a altemativa esencial: «O se acepta un dinico bien, la virtud estricta, y entonces se vuelve a Aristén, y tras él a la impresenable rigidez de los cinicos; o se sigue a Panecio, que habia, evitado la etititia alque asperitas» de los viejos estoicos,reconociendo una pluralidad de bienes, © decir el valor de los intermedios. de los «preferibles» y de los officia —y se reconoce emtonces la sensatez de la ética aristotélica, haciéndola un tanto més austera, pero acepetando lat fundamental ductilidad respecto a la vida individual y social (De fin. LV, 78)» (Sobre este desarrollo de la moral estoica ilustar bien el libro de Puente Ojea) Debemos concluir ya estos apuntes, volviendo al contraste entre el sabio epicdreo y el estoio. Didgenes Laercio ha subrayado, en frases paralelas a veces, a oposicién entre uno y otto {respecto al dolor y la pena, el cinismo, la politica ete), lo que no excluye algunos puntos comunes (la auto- suficiencia, el aprecio de la amistad, el no embriagarse, el no cultivar la ironia,ete.). Hay un punto de partida comin a ambas escuelas, como sefala Hadot y otros, y luego unas diveregencias nota- bles. Entre éstas conviene notar que la excesiva idealizacién de la figura del sabio estoico hace que no pueda presentarse en a realidad —aunque algunos estoicos legaron a proponer dos ejemplos: Homero y Séerates—, mientras que los epicireos vieron en Ia vida del fundador de su escuela la realizaciGn ejemplar de su modelo. Lucrecio nos ha legado las més entusiastas alabanzas al evocar en su poema la figura de Epicuro, Ningtin estoico suscité entre sus discipulos acentos semejantes. Pero el sabio estoico, como figura ética ideal, 2026 de duradero aprecio. Pervive en tiempos moder- nos, como atestigua bien Kant, que —en la Critica de la raz6n pura, Dialéctica trascendenal, TL 3 eseribi6: «El sabio de los estoicos es un ideal, es decir un hombre que existe s6lo en el pensamiento, pero corresponde finalmente a la idea de la sabiduria...No tenemos nosotros otro criterio para juzgar nuestras acciones mis que la conducta de este hombre divino en nosotros, con el que podemos Darangonamos, juzgamos, y asf mejoramos, aun cuando no nos sea nunca posible aleanzarlon.

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