LA MEMORIA

DE LAS VÍCTIMAS
XX ANIVERSARIO
DE LA FUNDACIÓN
VÍCTIMAS DEL TERRORISMO
LA MEMORIA
DE LAS VÍCTIMAS
XX ANIVERSARIO
DE LA FUNDACIÓN
VÍCTIMAS DEL TERRORISMO

Miguel Renuncio
(coordinador)
©  Fundación Víctimas del Terrorismo
Apartado de Correos nº 46.453
28080 Madrid
www.fundacionvt.com

©  José Ibarrola (ilustración de portada)

Producción editorial: Editorial MIC

Depósito Legal: M-35880-2021

En los apuntes biográficos que anteceden a cada una de las entrevistas o artículos que componen
este libro, los topónimos aparecen siempre en su forma oficial, que generalmente corresponde a la
lengua vernácula de la comunidad autónoma donde se encuentra el lugar. En aquellos casos en los
que son oficiales tanto el topónimo en castellano como el topónimo en otra lengua, se ha optado
por el primero, por ser el castellano el idioma en el que está escrito el libro. En las entrevistas y artícu-
los, sin embargo, se mantienen los topónimos tal y como fueron escritos por los autores.
Todos los textos han sido revisados de acuerdo con las normas de la Ortografía de la lengua espa-
ñola, publicada por la Real Academia Española en 2010.
IN MEMORIAM a todas
las víctimas del terrorismo
 PRÓLOGO

Con motivo del XX aniversario de la Fundación Víctimas del Terrorismo, hemos querido
recopilar en un libro conmemorativo los numerosos testimonios de víctimas del terro-
rismo que, a lo largo de los años, han ido apareciendo en nuestra revista. Ordenados
cronológicamente, componen un gran relato de la historia del terrorismo en España,
formado a su vez por multitud de pequeños relatos, cuyos protagonistas son los super-
vivientes de los atentados o los familiares de quienes en ellos perdieron la vida. También
hemos querido recoger el testimonio de algunas personas que, desde las instituciones
públicas o desde cualquier otro ámbito de la sociedad, han contribuido a la defensa de
las víctimas del terrorismo.

Quizá la primera conclusión que se pueda extraer de la lectura de este libro sea que el
sufrimiento de las víctimas ha sido siempre el mismo, con independencia de la época en
la que se produjo cada uno de los atentados, de la organización terrorista que los perpe-
tró, de sus objetivos fanáticos y totalitarios o de cualquier otra circunstancia. La muerte
violenta de un inocente —y todas las víctimas lo son— es siempre cruel e injustificable, y
deja a su alrededor un gran número de personas afectadas, que deberán sufrir de por
vida el dolor provocado por la ausencia de un ser querido.

Otra de las conclusiones que pueden extraerse es que la percepción de las víctimas del
terrorismo por parte de la sociedad española ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.
Durante muchos años, incluso cuando el país se veía sacudido a diario por una conti-
nua sucesión de atentados, las víctimas eran prácticamente invisibles. Cosificadas por
la lógica de los terroristas o convertidas en parte de una fría estadística, a nadie parecía
importarle su dolor. Mucho tuvieron que luchar aquellas primeras víctimas para que las
instituciones comenzaran a prestarles atención.

Afortunadamente, la situación actual es muy distinta. El desarrollo de las asociaciones y

fundaciones de víctimas del terrorismo a partir de 1981, la creación de la Fundación Vícti-
mas del Terrorismo —adscrita al Ministerio del Interior— en 2001 o la aprobación de la Ley
29/2011, de 22 de septiembre, de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas
del Terrorismo, son buena prueba de ello. Nuestra sociedad ha aprendido a rendir home-
naje a las víctimas, a expresar su compromiso permanente con ellas y a manifestarles su
reconocimiento, su respeto y su solidaridad, inspirándose en los principios de memoria,
dignidad, justicia y verdad. Cuatro principios fundamentales que vertebran todo el siste-
ma español de apoyo a las víctimas del terrorismo.

En definitiva, este libro pretende contribuir al objetivo de no olvidar nunca a los que
perdieron la vida, sufrieron heridas físicas o psicológicas o vieron sacrificada su libertad
como consecuencia del fanatismo terrorista. La deslegitimación ética, social y política de
la violencia es un deber que nos incumbe a todos, y el testimonio directo de quienes la
han sufrido en primera persona es el mejor instrumento para conseguirlo. Las historias
personales de las víctimas del terrorismo constituyen una parte importante de la historia
reciente de España, cuyo conocimiento debemos transmitir a las próximas generaciones
con el fin de que tanto horror y tanto sufrimiento no vuelvan a repetirse jamás.

Tomás Caballero Martínez

Presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo
 S U M A R I O
PRIMERA PARTE. HÉROES INVOLUNTARIOS
Fermín Monasterio..................................14
Humberto Fouz..........................................18
Baldomero Barral
y María Josefina Pérez...................... 22
Casimiro Sánchez.....................................28
Juan Ruiz......................................................... 32
Diego Del Río Martín............................. 36
Manuel Albizu............................................. 40
Juan María De Araluce........................ 44
Jesús Lolo........................................................50
Aurelio Salgueiro.......................................54
Alejandro Hernández............................58
Miguel Chavarri.......................................... 62
Sonsoles Álvarez De Toledo.............66
Manuel Moya...............................................70
Aureliano Calvo.......................................... 74
Javier Rupérez.............................................78
Ramón Baglietto......................................82
Basilio Altuna...............................................88
Fernández De Arroyabe.....................88
José Luis Vázquez.................................... 92
Emilio Casanova........................................96
José Luis Veiga........................................ 100
José Arturo Rodríguez...................... 104
Gerardo Puente........................................ 110
Alfonso Sánchez....................................... 114
Raimundo Plata........................................ 118
Enrique González................................... 120
SEGUNDA PARTE. TESTIGOS DEL HORROR
Juan Carlos I............................................... 323
Felipe Vi......................................................... 324
Adolfo Suárez............................................ 326
Ana María Vidal-Abarca...................330
Maite Pagazaurtundúa....................334
Marimar Blanco......................................338
Tomás Caballero.....................................342
Gregorio Peces-Barba.......................346
José Manuel Rodríguez ................. 348
Sonia Ramos.............................................354
Juan Atarés.................................................. 122
Alejandro Sáenz....................................... 126
Jesús María Faucha..............................130
Antonio Lancharro.................................134
Javier Gómez............................................. 138
María Del Carmen Mármol............. 142
Sonia y Susana Cabrerizo................. 142
Silvia y Jordi Vicente............................146
Mercedes Manzanares.......................146
Roberto Manrique.................................150
José María Pino........................................154
Francisco Zaragoza............................... 156
José María Sánchez..............................160
Isidro Villalibre...........................................164
Pedro Samuel Martín..........................168
Irene Villa....................................................... 172
José San Martín....................................... 176
Alfonso Morcillo.......................................180
Gregorio Ordóñez..................................184
Publio Cordón...........................................188
Juan José Aliste........................................ 192
Fernando Múgica...................................196
Alberto Jiménez-Becerril............... 200
Ascensión García.................................. 200
Tomás Caballero.................................... 204
Manuel Zamarreño...............................210
Luis Portero................................................. 214
Julia Iglesias................................................ 218
Montserrat Torija....................................358
Florencio Domínguez........................ 363
Agustín Ibarrola......................................366
Ignacio Latierro.......................................368
Gotzone Mora............................................ 371
Manoli Uranga......................................... 374
José Manuel Ayesa............................... 376
Raquel Alonso......................................... 380
Pari Ibrahim...............................................382
Santos Santamaría............................... 222
Silvia Martínez.......................................... 226
José Manuel Sánchez........................230
Juan Pablo Moris................................... 236
Rodolfo Benito.........................................248
Vicente Marín............................................ 252
Sonia Parrondo.......................................254
Miguel Antonio Serrano...................258
Óscar Encinas...........................................260
Clara Escribano.......................................264
Paqui Falcón..............................................268
Jana Gallardo............................................. 272
Marta Oliver............................................... 276
Esther Sáez.................................................278
Antonio Miguel Utrera....................... 282
Ignacio González....................................286
Román Sánchez.....................................290
Julia Vilaró....................................................294
Diego Salvá.................................................298
Jean - Serge Nerin................................302
Juan Alberto González......................306
Jorge García
e Isidro Gabino San Martín........ 308
Ignacio Echeverría................................. 314
Iñaki Arteta.................................................385
José María....................................................390
Ángeles Escrivá....................................... 392
José Ibarrola...............................................396
Fernando.....................................................400
Jorge Martínez........................................404
Isabel San Sebastián..........................408
Mario Vargas...............................................410
Germán Yanke.......................................... 413
 PRIMERA PARTE

H É R O E S
I NVO LU N TA R I O S
ASESINADO POR

ETA
1969

Fermín
MONASTERIO PÉREZ

Fermín Monasterio, taxista de profesión, había nacido

en 1931 en un pequeño pueblo de la provincia de Bur-
gos, aunque desde hacía años vivía en Bilbao. El 9 de
abril de 1969, tras despedirse cariñosamente de su mu-
jer y sus tres hijas, se fue a trabajar como cualquier otro
día, sin saber que no volvería a verlas. Aquella tarde, en
el Casco Viejo de la capital vizcaína, le paró el taxi un
individuo que resultó ser un terrorista de ETA que huía
de la Policía. Cuando se dio cuenta de que el pasajero
que llevaba estaba herido, Fermín se negó a continuar
el viaje si aquel no le daba una explicación. Entonces, el
terrorista sacó su pistola y lo mató. De este modo, Fer-
mín Monasterio se convirtió en la tercera víctima mor-
tal de ETA, después de José Antonio Pardines y Melitón
Manzanas, y en la primera que no pertenecía a las fuer-
zas de seguridad.

“LA SOCIEDAD NO PUEDE PASAR PÁGINA
ANTE LO QUE SUCEDIÓ”
La historia está construida con sustratos. Con capas
de tierra que van enterrando el pasado. La memoria
tiene que ver con una labor geológica, tiene que ver
con levantar la tierra, con sacar a la luz lo que resulta
invisible. La invisibilidad es la apariencia de no exis-
tir. Durante muchos años las víctimas de ETA fueron
invisibles.
Hace 50 años ETA asesinó al primer civil de su tra-
yectoria criminal, el taxista Fermín Monasterio Pérez.
Testimonio de Dori Monasterio,
hija de Fermín Monasterio
Revista Fundación nº 67
( junio de 2019)
María José Prieto
Dori, su hija, tenía 10 años cuando le arrebataron a
su padre. “Nos obligaron a callar. Nos ignoraron, no
existíamos. Éramos un estorbo”. Con estas palabras
describe la irrupción brutal en el mundo adulto.
Desde ese día comenzó a construir la coraza de una
infancia cercenada.
El 9 de abril de 1969, cuatro miembros de ETA, Ma-
rio Onaindia, “Txutxo” Abrisketa, Víctor Arana Bilbao
y Miguel Echevarría Iztueta, se instalaron en un piso
 -16-
FERMÍN
MONASTERIO
PÉREZ
Me sentí aliviada cuando empecé a hablar con otras víctimas,
cuando me di cuenta de que había que contar lo que pasó
para que no se volviera a repetir
de la calle Artekale de Bilbao. La vivienda había
sido descubierta por la Policía y en su interior les
esperaban varios agentes. En la operación consi-
guieron apresar a tres de ellos, pero Echevarría,
alias “Makagüen”, fue alcanzado por dos disparos y
consiguió huir.
En la calle se encontró con el taxi de Fermín. El eta-
rra le sacó la pistola y le amenazó con matarle si no
le llevaba a la dirección indicada. Fermín se resis-
tió y Echevarría le asestó varios tiros. El miembro
de ETA sacó al conductor del vehículo y lo arrojó al
suelo. Otro taxista encontró el cuerpo agonizante
de su compañero y lo llevó al hospital de Basurto,
donde falleció.
El 9 de abril de 2019, 50 años después, el Ejecuti-
vo vasco rindió el primer homenaje individual a una
víctima de la banda terrorista. La familia de Fermín,
su viuda, Rosario, sus tres hijas, Dori, Charo y Mari-
mar, y sus nietas estuvieron en el acto.
“El homenaje fue un reconocimiento a la figura de mi
padre. Perdimos a una persona maravillosa, que lo
era todo para nosotras, y nos enfrentamos al olvido, al
rechazo, a la soledad en medio de una sociedad que
vivía sometida por el terror”, lamenta cuando habla de
esos primeros años. “Fue una época muy complicada,
de repente mi madre se quedó sola, salió adelante
como pudo, con tres hijas, pero siempre nos inculcó
el respeto. Nos educó en el amor y no en el odio. Este
homenaje fue también para mi madre. Es un agrade-
cimiento por todo lo que hizo por nosotras”.
“Tuvimos que callar”
Dori Monasterio colabora con Gogora, el Instituto de
la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos
con sede en Bilbao, y participa en el programa del
Gobierno Vasco “Adi-adian”, en el que las víctimas
relatan su testimonio en las aulas. Precisamente, la
idea de arrancar el trauma de las fauces del tiempo,
de reconstruir el testimonio como terapia pedagógi-
ca para la sociedad, es el hilo conductor de su relato:
“Las personas olvidamos pronto. La memoria es muy
frágil, hay que trabajarla, recuperarla, porque la so-
ciedad no puede pasar página ante lo que sucedió.
Solo la convivencia y la comprensión pueden ayudar
en la reconstrucción”.
La familia de Fermín vivió la misma exclusión que
otras víctimas. “Tuvimos que callar ante el asesina-
to, ante las injusticias y ante el terror. Durante años
me puse una coraza y me metí dentro, no hablaba
del tema, me aislé por completo”. Con el tiempo, ese

Dori Monasterio participó en 2019 en un homenaje a su padre organizado por el Gobierno Vasco
escudo, el duelo íntimo que viven las víctimas, se
convirtió en su tabla de salvación. “Cuando llegué a
una edad, me di cuenta de que tenía derecho a de-
cir quién era y qué pasó y empecé a trabajar en mi
reestructuración”, explica.
De esta manera se desprendió de la coraza. “Tam-
bién el fin de la banda lo cambió todo. Hasta
ese día, cada asesinato me hacía revivir el dolor,
la injusticia, el miedo, la soledad, la pérdida… Me
sentí aliviada cuando empecé a hablar con otras
víctimas, cuando me di cuenta de que había que
contar lo que pasó para que no se volviera a repe-
tir”, explica.
Dori está convencida de que la conciliación debe
sustentarse en la convivencia: “Hay que contar lo
que ha ocurrido. Solo es posible alcanzar la paz re-
construyéndonos como sociedad, reconciliándonos,
hablando de lo que sucedió, sin ocultarlo”.
-17-
FERMÍN
MONASTERIO
PÉREZ
Luis Tejido / EFE
Confiesa que tiene mucha esperanza en los jóvenes.
“Cuando llegas a una clase te reconforta el interés
que demuestran y sus ganas de conocer. Muchos te
preguntan: “¿Por qué? ¿Cómo fue posible que suce-
diera algo así y nadie hiciera nada? ¿Por qué no se
reaccionó?”.
Te hacen esas preguntas porque no saben lo que ha
pasado. Algunos sí lo han escuchado en casa, pero
otros tienen esa historia enterrada, es como si no
existiera. Los jóvenes te abrazan, te dan ánimos, pero
sobre todo quieren aprender de su pasado para no
repetirlo. Ellos son nuestra esperanza para la paz”.
Por esta razón, siempre repite en las aulas las mis-
mas impresiones: “Tenemos que escuchar. Hay que
hablar. Debemos emprender un camino basado
en la convivencia, el respeto y el diálogo. Solo así lo
lograremos”.
ASESINADO POR

ETA
1973

Humberto
FOUZ ESCOBERO

Humberto Fouz tenía 29 años y era natural de A Co-

ruña, aunque residía en la localidad guipuzcoana de
Irun, donde trabajaba en una empresa de transportes.
Él y otros dos amigos, Fernando Quiroga y Jorge Gar-
cía —también coruñeses—, cruzaron la frontera el 24 de
marzo de 1973 para ver El último tango en París (pelí-
cula prohibida entonces en España) en un cine del sur
de Francia. Posteriormente, entraron en una discoteca,
donde varios etarras los confundieron con policías espa-
ñoles. Al dirigirse a una segunda discoteca, fueron abor-
dados por los terroristas, que los secuestraron. Los tres
jóvenes fueron cruelmente torturados y asesinados, y a
día de hoy aún se desconoce el paradero de sus cuer-
pos. El escritor Adolfo García Ortega ha reconstruido los
hechos en su novela Una tumba en el aire.
 Artículo de Coral Rodríguez,
sobrina de Humberto Fouz
Revista Fundación nº 70
(abril de 2020)

N U E S T R A VI C T O R I A CO N T R A E L O LVI D O

Coral Rodríguez Fouz

El 24 de marzo del año 1999 pronuncié, por primera
vez en público, los nombres de Humberto, de Fer-
nando y de Jorge. Lo hice ante el Pleno del Senado.
Se cumplían entonces 26 años de su desaparición y
asesinato a manos de ETA y pronuncié en voz alta
sus nombres consciente de que muchos los oían
por primera vez. Lo hice consciente de que muy
pocos recordaban que en los inicios de su historia
criminal ETA había hecho desaparecer a tres jóve-
nes trabajadores.
 -20-
HUMBERTO
FOUZ
ESCOBERO

Queridos abuelos: vuestro ejemplo,

vuestro cariño, vuestros recuerdos compartidos,
los tesoros del tío Humberto que guardasteis
para mamá y para nosotros —para mis
hermanos, Enrique, Marta y Ana, y para mí—,
nos han guiado siempre en esta lucha

Hoy, cuarenta y siete años después de su desaparición,
gracias al Centro Memorial de las Víctimas del Terroris-
mo y gracias a Adolfo García Ortega, que les ha cedido
el diario de la investigación que llevó a cabo para es-
cribir Una tumba en el aire, volvemos a recordarlos.
Esperábamos este diario con impaciencia. Queríamos
que Adolfo publicara con detalle con quiénes habló,
qué le contaron. Ansiábamos que compartiera su re-
corrido. Con la firme esperanza de que pueda servir
para que la justicia encuentre por fin las “novedades”
que le permitan ir más allá del “no ha lugar” con el que
ha despachado hasta ahora todas las peticiones de in-
vestigación.
Pero aunque esa esperanza se vea nuevamente frus-
trada, aunque los jueces sigan considerando que no
ha lugar a nada, a pesar de contar con los informes
policiales que desde el año 1974 figuran en el sumario,
de conocer las declaraciones de algún infiltrado y de
algún arrepentido; aunque aun contando con las in-
vestigaciones que ha realizado Adolfo nos vuelvan a
denegar, como lo acaban de hacer, la oportunidad de
reclamar que se investigue lo que no se ha investigado
nunca, he de decir, con enorme satisfacción y orgullo,
que hemos logrado vencer. Que no solo hemos ven-
cido a ETA, que se ha visto obligada a disolverse, sino
que hemos vencido al silencio y a la mentira.
Esta es nuestra gran victoria. Los Diarios de Sesiones
del Senado y del Parlamento Vasco, Orígenes —capí-
tulo del documental ETA, el final del silencio, de Jon
Sistiaga—, Una tumba en el aire, el diario de investiga-
ción que publica el Centro Memorial, son la prueba de
esa victoria.
No hemos conseguido el alivio de la no impunidad. No
hemos logrado todavía que ETA reconozca que asesinó
a Humberto, a Fernando y a Jorge. No hemos consegui-

Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García desaparecieron en San Juan de Luz
do que ningún etarra desvele dónde se deshicieron de
sus cuerpos. Pero hemos derribado el muro de silencio
que durante casi tres décadas habían conseguido le-
vantar. Hemos ganado la batalla por la memoria.
Y en esta victoria quiero recordar a mi abuelo Humber-
to y a mi abuela Isabel, que murieron en 1986 sin haber
recibido ninguna muestra de solidaridad más allá de
la de los más cercanos. Queridos abuelos: vuestro
ejemplo, vuestro cariño, vuestros recuerdos comparti-
dos, los tesoros del tío Humberto que guardasteis para
mamá y para nosotros —para mis hermanos, Enrique,
Marta y Ana, y para mí—, nos han guiado siempre en
esta lucha. Esta búsqueda infatigable de la verdad, de
la justicia, de la memoria, es en vuestro nombre. Y es
en nombre de mamá.
Me gustaría creer que, junto a esa tumba en el aire,
desde la que Humberto, Fernando y Jorge saben que
-21-
HUMBERTO
FOUZ
ESCOBERO
les seguimos recordando, están mis abuelos Humber-
to e Isabel viendo ellos también esta victoria.
A mi padrino Humberto no solo le gustaba el cine,
como muy bien refleja Adolfo en su novela. También
le encantaba oír música. En 1973 tenía solo 29 años y
como a tantos jóvenes de su generación le encanta-
ban Los Beatles. Como homenaje me gustaría acabar
con parte de lo que decía John Lennon en su Imagine.
“Imagina que no hay paraíso. / Es fácil si lo intentas.
/ No hay infierno bajo nosotros. / Encima, solo cielo.
/ Imagina a toda la gente / Viviendo el presente. /
Imagina que no hay países. / No es difícil hacerlo. /
Nada por lo que matar o morir, / Y tampoco nin-
guna religión. / Imagina a toda la gente / Viviendo
la vida en paz. / Quizás digas que soy un soñador /
Pero no soy el único. / Espero que algún día te unas
a nosotros / Y el mundo será uno solo”.
ASESINADOS POR

ETA
1 9 74

Baldomero
BARRAL FERNÁNDEZ

María Josefina
PÉREZ MARTÍNEZ

Cuando se casaron, en 1971, Baldomero Barral y María

Josefina Pérez no pudieron irse de luna de miel, pero
al cabo de tres años consiguieron cogerse una semana
de vacaciones y decidieron ir a Madrid. Dejaron a sus
dos hijos en A Coruña, a cargo de los padres de María
Josefina, y emprendieron su ansiado viaje. Tenían 24 y
21 años, respectivamente. El 13 de septiembre, sobre las
dos y media de la tarde, la joven pareja se encontraba
en la cafetería Rolando, situada a escasos metros de la
Puerta del Sol. De pronto, una fuerte explosión provo-
cada por una bomba escondida en los aseos hizo que
el techo del local se viniera abajo, sepultando a quienes
allí se encontraban. Baldomero, María Josefina y otras 11
personas perdieron la vida en la peor masacre cometi-
da hasta entonces por la banda terrorista ETA.
 Testimonio de Ramón Barral,
hijo de Baldomero Barral
y María Josef ina Pérez
Revista Fundación nº 50
(marzo de 2015)

“ N O P O D E M O S P E R M I T I R Q U E S E O LVI D E ,
HAY QUE MANTENER VIVO EL RECUERDO
DE LO QUE HA PASADO”

Carolina Couso

Corría el mes de septiembre de 1974 cuando el ma-
trimonio formado por Baldomero Barral Fernández y
María Josefina Pérez Martínez, dos coruñeses de 24 y
21 años respectivamente, al fin podían cogerse una se-
mana de vacaciones y hacer su viaje de luna de miel,
que llevaban tres años postergando. Se habían casado
en 1971, y desde entonces habían trabajado muy duro
para poder abrir un pequeño negocio familiar en su
barrio. El negocio y la crianza de sus dos hijos —Ramón,
de tres años, y Baldomero, de cuatro meses— habían
ocupado su tiempo y sus energías, por lo que habían
decidido tomarse las tan merecidas vacaciones. El
destino de su viaje: Madrid.
Lo habían planificado todo. Hasta el último detalle
para poder disfrutar de unos días de descanso. Los
 -24-
BALDOMERO
BARRAL
FERNÁNDEZ
padres de María Josefina, que como tantos gallegos
habían tenido que emigrar y residían en Inglaterra, ha-
bían venido a pasar unos días en A Coruña y hacerse
cargo de los niños para que la joven pareja pudiera to-
marse un respiro.
La mañana del 13 de septiembre Baldomero y María
Josefina disfrutaban al fin de su luna de miel. Ha-
bían llamado por teléfono a casa y habían hablado
con los abuelos, a los que les comentaron que tenían
intención de pasar el resto del día en Aranjuez. Sin
embargo, el azar quiso que en el último momento
cambiaran de planes y decidieran quedarse en Ma-
drid, paseando por el centro. Esa misma casualidad
quiso que aquel día de finales de verano ETA decidie-
ra atentar en la capital, haciendo explotar una bomba
en la cafetería Rolando de la calle del Correo, muy
cerca de la Puerta del Sol. La cafetería era frecuenta-
da por policías de la Dirección General de Seguridad
y por ello se sospecha que pudo ser el objetivo de la
banda asesina.
Eran las dos y media de la tarde, y la cafetería Rolando
estaba, como de costumbre, llena de gente. Transeún-
tes, policías, turistas y una joven pareja componían la
clientela de aquel fatídico día.
En los aseos del establecimiento ETA había colocado
un artefacto compuesto por 30 kilos de explosivos,
además de metralla, cuya detonación se dejó sentir en
un radio de varios kilómetros y provocó el derrumbe
del techo de la cafetería, sepultando a clientes y em-
pleados, y provocando la muerte de 13 personas, entre
las que estaban María Josefina y Baldomero, y dece-
nas de heridos.
Héroes anónimos, víctimas invisibles
Hablamos con Ramón Barral, hijo de Baldomero y
María Josefina. Hoy Ramón tiene 44 años y cuatro
hijos, pero aquel día de 1974 era un niño de tres años
al que, como a su hermano Baldomero, de pocos
meses, ETA le había robado la posibilidad de crecer
con sus padres. “Mi abuela había venido para que
mis padres pudieran irse unos días y no volvió a
marcharse. Se quedó con mi hermano y conmigo,
lo asumió como algo normal. Mientras mi abuelo re-
gresaba a Londres, donde tenía su trabajo. Una vez
al año venía a España a vernos, y el resto del año nos
escribíamos cartas”.
La abuela Fina y el abuelo Pepe son los grandes
héroes anónimos de esta historia. Una pareja de
emigrantes gallegos, obligados a buscarse la vida le-
jos de su Galicia natal, a la que la abuela Fina tuvo
que regresar para hacerse cargo de sus nietos tras
la muerte de su hija y su yerno, mientras el abuelo
Pepe seguía trabajando en Londres. “Mis abuelos son
las verdaderas víctimas de esta historia. Obligados a
vivir en países distintos, ocupándose de nosotros. Mi
abuela ha hecho de madre y de padre a la vez, un
esfuerzo descomunal que solamente hemos recono-
cido mi hermano y yo”.
Resulta fácil advertir el cariño y la gratitud con
los que Ramón nos habla de los sacrificios que
hicieron sus abuelos, que supieron anteponer el
cuidado de sus nietos al dolor por la pérdida de su
hija y su yerno o la separación forzosa del matrimo-
nio. En aquella época no vivíamos hiperconectados
como ahora, Inglaterra quedaba lejos, y esa dis-
tancia suponía una barrera infranqueable a la hora
de mantener un contacto regular. Los móviles e
Internet no formaban parte de nuestras vidas, y
el contacto estaba supeditado al correo ordinario.
“Me acuerdo que manteníamos correspondencia
Mis abuelos son
las verdaderas víctimas
de esta historia. Obligados
a vivir en países distintos,
ocupándose de nosotros.
Mi abuela ha hecho de
madre y de padre a la vez,
un esfuerzo descomunal
que solamente hemos
reconocido mi hermano y yo

La abuela Fina, con sus nietos Baldomero y Ramón
con mi abuelo de forma regular. Comprábamos so-
bres de esos que eran de colores para cartas por
avión, le escribíamos y teníamos que esperar la
respuesta. Así pasábamos los meses, hasta que él
podía venir una vez al año. Sin embargo, mi abuelo
se acordaba de nosotros todos los meses y nos en-
viaba dinero, porque por aquel entonces las cosas
no eran fáciles”.
El sacrificio de Fina y Pepe no fue en vano, sin duda fue
fundamental para que Ramón y Baldomero tuvieran
una infancia feliz, como cualquier niño, y una vida nor-
malizada que les ha hecho ser como son hoy en día.
Fina y Pepe supieron convertir el duelo por la muerte
de su hija y su yerno en cariño y esfuerzo para sacar a
sus nietos adelante.
-25-
MARÍA JOSEFINA
PÉREZ
MARTÍNEZ
Eran otros tiempos,
y lejos quedaba aún
el momento en el que
las víctimas del terrorismo
iban a contar con cierto
apoyo institucional y social.
ETA, por aquel entonces,
era la que gozaba incluso
de algunas simpatías
entre la intelectualidad
de la época
Un sistema deficiente, con muchas carencias
Eran otros tiempos, y lejos quedaba aún el momen-
to en el que las víctimas del terrorismo iban a contar
con cierto apoyo institucional y social. ETA, por aquel
entonces, era la que gozaba incluso de algunas sim-
patías entre la intelectualidad de la época. “De hecho
—nos cuenta Ramón—, el único reconocimiento pú-
blico que tuvieron mis padres fue una foto de su
entierro en el periódico. Fue un entierro multitudi-
nario, porque en las ciudades pequeñas las tragedias
siempre se viven mucho más cercanas”.
Ahora nos resulta difícil imaginar siquiera ciertas co-
sas, pero la verdad es que a mediados de los setenta
no había ni las mínimas prestaciones sociales que
garantizaran el estado de bienestar del que gozamos
hoy en día. “Mis padres eran autónomos, tenían una
pastelería, por lo que al fallecer no tuvimos derecho
ni a una pensión de orfandad, porque no habían co-
tizado lo suficiente. Tampoco teníamos derecho a
matricularnos en ningún colegio, ni a que nos aten-
dieran en la sanidad pública. Ahora puede resultar
un tanto surrealista, pero en aquel entonces era el
sistema que había, y el atentado lo que hizo fue úni-
camente poner de manifiesto la mala organización
que tenía este sistema”.
 -26-
BALDOMERO
BARRAL
FERNÁNDEZ
El abuelo Pepe era quien, con su trabajo y esfuerzo,
reparaba estas deficiencias, enviando dinero desde
Londres para que a la abuela Fina, a Ramón y a su
hermano Baldomero no les faltase de nada.
Pero el caso de la familia Barral es aún más surrea-
lista si cabe, y es que hasta la aprobación en 1999 de
la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo,
no fueron considerados víctimas. “Nosotros hemos
crecido con este tema asimilado e interiorizado. Afor-
tunadamente no tenemos un recuerdo traumático
del atentado, es como si hubiéramos nacido huérfa-
nos, con la salvedad de que mi abuela siempre hizo
de madre y padre. Además, nosotros no hemos bus-
cado nunca el reconocimiento público, pero sí que
hemos echado de menos que alguien, en determi-
nados momentos, te llame y te diga: “¿Cómo estás?
¿Necesitas algo?”, aunque solo sea para decir que es-
tás bien y que no necesitas nada”.
El carácter emprendedor y decidido de Ramón ya
se podía entrever desde muy joven. Así, nos cuenta:
“Cuando tenía 12 o 13 años empecé a escribir car-
tas al ministro del Interior, al Gobierno, a la Casa
Real, para exponerles mi caso y, cuando me con-
testaban, lo hacían con formulismos, evidenciando
las carencias del sistema”. El asociacionismo entre
las víctimas del terrorismo ni siquiera había co-
menzado a f raguarse, por lo que a la familia Barral
le quedaban pocas opciones mediante las que
hacerse oír, y muy pocos recursos con los que tra-
tar de paliar la injusticia que con ellos se estaba
cometiendo.
“Uno de los primeros apoyos que encontramos fue
por parte de la AVT, en tiempos de Ana María Vi-
dal-Abarca. Todavía era una asociación que estaba
empezando, pero sí que sentimos que eran personas
con las que podíamos hablar. Una de las asistentas
sociales de la AVT se preocupó especialmente por
nuestro caso y habló con alguien de la Seguridad
Social para que nos incorporasen al sistema. Fue la
primera ayuda que tuvimos”.
El atentado que desmembró a ETA
Al parecer, el atentado que costó la vida a los pa-
dres de Ramón fue planeado por ETA casi un año
antes, durante la “operación Ogro”, como se deno-
minó a la preparación del atentado contra Carrero
Blanco, asesinado en 1973. Un grupo de miembros
de la banda lo planeó desde Madrid con el objetivo
de atentar contra la Dirección General de Seguri-
dad. Así, ETA envió a dos de sus sicarios a colocar
una bomba en los aseos de la cafetería Rolando, por
su cercanía a esta entidad, y por ser frecuentada por
miembros de la Policía.
Sin embargo, el alcance de la masacre fue mayor del
esperado, y recibió muchas críticas en el seno de la
propia organización terrorista, cuya cúpula residía en-
tonces en Francia. Esto provocó un cisma en la banda,
que acabó dividiéndose entre los partidarios de la vio-
lencia, que continuaron como ETA militar-V Asamblea,
y los que no aceptaban estas acciones indiscrimina-
das, que se agruparon en ETA político-militar.
Durante las semanas siguientes al atentado se pro-
dujeron numerosas detenciones, y se buscó con
ahínco a los autores, pero nunca se llegó a esclarecer
la autoría material. Aunque muchos detenidos pasa-
ron meses e incluso años en prisión, nunca llegaron
a ser juzgados, porque antes llegó la amnistía de
1977. Así, la masacre de la cafetería Rolando quedó
tristemente impune.
“Tengo la impresión de que aquel atentado sucedió
en un momento en el que no era conveniente para
nadie, ni para quienes querían el continuismo del ré-
gimen, ni para quienes esperaban una transición”, nos
comenta Ramón.
 -27-
MARÍA JOSEFINA
PÉREZ
MARTÍNEZ

No podemos perder de vista que hay que mantener vivo

el recuerdo de las víctimas y de lo que ha pasado.
Yo estoy encantado de que ETA ya no mate, ojalá lo hubiera
dejado muchos años antes, pero no podemos olvidarnos
de las cerca de 1.000 personas que ha asesinado

Hay que educar a los jóvenes en el respeto
y recordando lo que ha pasado
Ramón nos cuenta que acaba de regresar a Madrid,
donde trabaja en una entidad bancaria, desde Vitoria,
donde ha asistido a la inauguración de las obras del
Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. “Era la
primera vez que iba al País Vasco y he de decir que me
ha sorprendido gratamente. Me ha gustado mucho”.
Hablamos sobre cómo ha evolucionado la sociedad
y sobre el reconocimiento y el apoyo social que ac-
tualmente tenemos las víctimas del terrorismo, tan
distinto al ambiente que se respiraba en los setenta.
“Pero no podemos perder de vista que hay que man-
tener vivo el recuerdo de las víctimas y de lo que ha
pasado. Yo estoy encantado de que ETA ya no mate,
ojalá lo hubiera dejado muchos años antes, pero no
podemos olvidarnos de las cerca de 1.000 personas
que ha asesinado”.
Es necesario mantener vivo el recuerdo para hacer
justicia, y para evitar volver a cometer los mismos
errores en el futuro. “Yo tengo una hija de 13 años,
a la que afortunadamente el tema del terrorismo
le suena como algo lejano. Por eso creo que es
necesario contarles lo que pasó a las nuevas ge-
neraciones, pero contárselo bien para evitar que la
historia se repita”.
“Durante la inauguración del Centro Memorial de
las Víctimas del Terrorismo en Vitoria —relata Ra-
món—, había un pequeño grupo de chavales muy
jóvenes gritando en el momento en el que se des-
cubrió la placa. Eran unos pocos y estoy seguro de
que ni siquiera saben lo que ha supuesto ETA, por-
que no lo han vivido, pero están recibiendo una
información que no se corresponde con la realidad.
Por eso es fundamental que no olvidemos, que
mantengamos vivo el recuerdo de los que ya no es-
tán y de lo que ha pasado. No se pueden olvidar 50
años de historia de un plumazo”.
Es dif ícil no compartir el poderoso argumento
de Ramón, quien nos ha contado su historia, evi-
denciando que aún quedan héroes invisibles que
contribuyen a ennoblecer la naturaleza humana.
Sus padres, Baldomero y María Josef ina, a los que
ETA asesinó cuando comenzaban a vivir; sus abue-
los, separados físicamente, pero unidos por el amor
hacia sus nietos; y su propia experiencia y la de su
hermano Baldomero, dos niños que se han hecho
mayores y no están dispuestos a dejar que este re-
cuerdo se olvide.
ASESINADO POR LOS

GRAPO
1975

Casimiro
SÁNCHEZ GARCÍA

Nacido en un pequeño pueblo de la provincia de Ávila,

Casimiro Sánchez vivía en Madrid con su mujer y sus
cuatro hijos. Era miembro de la Guardia Civil y, en 1975,
prestaba servicio en el canódromo de la capital. La no-
che del 2 de agosto, finalizada su jornada de trabajo,
regresaba a casa junto a su compañero Inocencio Cabe-
zón. Ambos caminaban por la calle cuando, de pronto,
fueron tiroteados por tres integrantes de una organiza-
ción terrorista hasta entonces desconocida: los Grupos
de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRA-
PO). De este modo, a sus 44 años de edad, Casimiro se
convirtió en la primera víctima mortal de los GRAPO,
vinculados al Partido Comunista de España (reconstitui-
do). Mejor suerte corrió su compañero, quien, a pesar de
las heridas recibidas, consiguió sobrevivir al atentado.

“TODAS LAS VÍCTIMAS SON IGUALES,
SOLO CAMBIA EL NOMBRE DEL VERDUGO”
Pilar es la hija de Casimiro Sánchez García, guardia civil natural de Herreros de Suso (Ávila)
y primera víctima de los GRAPO
Hablar con Pilar Sánchez es como abrir la puerta del
pasado y dejar paso a miles de recuerdos nítidos y
cristalinos sobre su infancia y su familia. Hablar con
ella es como ojear las páginas del álbum de fotos fa-
miliar y reconocer en sus palabras a cada uno de sus
tres hermanos, a su madre y, sobre todo, a su queri-
do padre, Casimiro Sánchez García. Hablar con Pilar
es reconocer que la memoria es el reino eterno en el
que habitan los recuerdos.
En cuanto conocemos a Pilar, nos damos cuenta de
que es una luchadora nata, capaz de pelear por aque-
Testimonio de Pilar Sánchez,
hija de Casimiro Sánchez
Revista Fundación nº 32
(septiembre de 2010)
Carolina Couso
llo en lo que cree sin miedo a la batalla, y es que a
sus 50 años recién cumplidos ha librado muchas más
cruzadas de las que quisiera, siempre aferrada al re-
cuerdo de su padre y con la razón y la justicia como
únicas armas. Casada y madre de dos hijos, esta en-
fermera de profesión se siente reconfortada cada vez
que ayuda a alguno de sus pacientes, ya que confiesa
que la fuerza con la que se levanta cada día la ha he-
redado de su padre.
La vida de Pilar, como la de tantas víctimas del terro-
rismo, se ha visto condicionada por la sinrazón de la
 -30-
CASIMIRO
SÁNCHEZ
GARCÍA

Aquella noche Casimiro Sánchez García, de 44 años de edad,

caminaba de vuelta a casa junto a su compañero,
el también guardia civil Inocencio Cabezón, por el madrileño
barrio de Carabanchel, una vez finalizado su servicio en
el canódromo. Sin que mediara una sola palabra, los agentes
de la Benemérita fueron tiroteados a quemarropa por detrás
por tres individuos de los llamados Grupos de Resistencia
Antifascista Primero de Octubre (GRAPO)

violencia. No en vano, Pilar es hija de Casimiro Sánchez
García, guardia civil natural de Herreros de Suso (Ávila)
y primera víctima de los GRAPO. Al recordar a su pa-
dre, Pilar derrocha ternura: “Era un hombre bueno que
murió por sus hijos. Recuerdo que siempre nos decía
que teníamos que estudiar”. También era un hombre
cariñoso, muy enamorado de su madre y atento con
sus hijos. “Cuando llegaba a casa por la noche, después
de trabajar, se pasaba horas jugando con nosotros al
escondite o a cualquier otro juego”, nos comenta.
Pilar era la tercera de cuatro hermanos. “Dicen que yo
era el ojito derecho de mi padre porque siempre ha-
bía querido tener una niña y, cuando yo nací, después
de mis dos hermanos mayores, vio por fin cumplido su
sueño, aunque siempre tuvo mucho cuidado en tratar-
nos igual a los cuatro”. También nos comenta que era
una persona que valoraba mucho la vida familiar: “De
hecho, estuvimos destinados un tiempo en Cataluña,
pero la ilusión de mi padre era acercase a su familia en
Castilla, a la que estaba muy unido. Sobre todo recuer-
do el cariño que le unía a su hermana Luisa. Por este
motivo vinimos a Madrid un año antes”.
El día en que todo cambió
Cuando le preguntamos por aquel fatídico 2 de
agosto de 1975, Pilar nos relata con sorprendente
precisión y nitidez sus recuerdos de aquel día: “Era
sábado y esa misma mañana había estado con mi
padre de compras. Habíamos comprado regalos
para mis hermanos. Por aquel entonces el perso-
naje de moda era Pippi Langstrump y le habíamos
regalado esta muñeca a mi hermana pequeña”. La
ternura y el cariño con los que habla de su padre
son capaces de conmovernos y de hacernos imagi-
nar con total claridad aquella mañana de compras:
“Yo me estaba haciendo una falda que quería estre-
nar esa tarde para ir con mi tío, que estaba de visita,
a ver a mi padre al canódromo donde trabajaba.
Siempre solíamos ir a buscarle a su trabajo, porque
nos dejaban entrar y nos gustaba ver las carreras, e
incluso hacer alguna apuesta. Pasamos la tarde en el
canódromo con mi padre y, sobre las nueve y media,
nos dijo que podíamos irnos a casa, que él saldría a
eso de las diez y que nos veíamos allí”. Y así lo hicie-
ron, se fueron a casa sin saber que aquella sería la
última vez que vería a su padre con vida.
A las once de la noche, extrañados por la tardanza de
Casimiro, la madre de Pilar se asomó a la ventana de
su casa y vio un revuelo inusual en el vecindario. “Era
muy raro que mi padre no hubiera llegado y pregun-
tamos a los vecinos qué había pasado. En el pabellón
militar en el que vivíamos, el guardia que estaba “de

puertas” nos dijo que había tenido un accidente, un
coche que les había atropellado a él y a su compañe-
ro que volvían andando. Pero, en realidad, habían sido
víctimas de un atentado terrorista”.
Así fue, aquella noche Casimiro Sánchez García, de 44
años de edad, caminaba de vuelta a casa junto a su
compañero, el también guardia civil Inocencio Cabe-
zón, por el madrileño barrio de Carabanchel, una vez
finalizado su servicio en el canódromo. Sin que me-
diara una sola palabra, los agentes de la Benemérita
fueron tiroteados a quemarropa por detrás por tres
individuos de los llamados Grupos de Resistencia Anti-
fascista Primero de Octubre (GRAPO).
Casimiro fue cruelmente asesinado ante la mirada ató-
nita de su compañero, que no pudo hacer nada por
ayudarle y que también resultó gravemente herido en
el atentado. Ambos fueron trasladados al hospital mi-
litar Gómez Ulla, donde Pilar y su familia conocieron el
trágico desenlace. “Yo me enteré por mi hermano de
que mi padre había muerto”.
Los días y los meses que siguieron al atentado fueron
muy duros para la familia de Pilar. “Todos estábamos
muy afectados. Mi madre estaba muy mal y mis her-
manos también. Nos sentimos muy solos. Nadie vino
a ayudarnos”. Pilar, que por aquel entonces tenía 15
años, recuerda los días de angustia que se vivieron en
su casa: “Vivíamos en un pabellón militar dentro de un
cuartel y no sabíamos cuánto tiempo íbamos a po-
der quedarnos allí. Nuestra vida estaba rota. Mi padre
siempre quiso que tuviéramos lo mejor y ahora no sa-
bíamos qué hacer”.
También nos comenta que se sentía muy triste por
su madre. Sus padres habían planeado para el mes
de septiembre un viaje a Portugal que nunca llega-
ron a hacer. Además, recuerda con mucha tristeza el
día en el que vieron llegar a casa al compañero de
su padre, recuperado de las heridas recibidas en el
atentado: “Me alegraba mucho de que estuviera bien,
pero no podía dejar de pensar que mi padre no ha-
bía sobrevivido”.
La situación de Pilar era diferente a la del resto de
sus hermanos, ya que por aquel entonces ella estaba
estudiando interna en Buitrago del Lozoya. “Eso me
obligó a vivir el dolor por la muerte de mi padre lejos
de mi familia”.
-31-
CASIMIRO
SÁNCHEZ
GARCÍA
También recuerda con precisión las primeras Navida-
des sin su padre: “Fueron unas Navidades muy tristes
sin mi padre. Ninguno teníamos ganas de festejar
nada. Además, poco antes nos habían comunicado
que teníamos que dejar el pabellón del cuartel en el
que vivíamos y nos mudamos el 31 de diciembre”.
Dedicando su vida a los demás
Con el paso de los años, Pilar ha conseguido cons-
truir una vida de la que su padre estaría orgulloso.
Madre de dos hijos a los que siempre les ha incul-
cado el cariño hacia su abuelo, Pilar trabajó muy
duro para llegar a ser enfermera. “Empecé como
personal de limpieza en un hospital, pero una de
las monjas que trabajaban en la misma planta que
yo se encargó de inculcarme el amor por los demás
y empecé a estudiar para ser enfermera”. Como en-
fermera estuvo trabajando 16 años en el hospital
Gómez Ulla, el mismo sitio al que trasladaron a su
padre tras el atentado. “Fue muy duro trabajar allí,
pero resultaba reconfortante saber que podía ayu-
dar a otras personas. Reconozco que me volcaba
especialmente con las víctimas de atentados que
recibimos en todos esos años”. Ahora, Pilar traba-
ja en un centro médico militar de Cuatro Vientos,
donde lleva 12 años atendiendo a los enfermos con
todo el mayor cariño y esmero.
Sus hermanos también han dedicado muchos es-
fuerzos al servicio de los demás. Así, los dos mayores
han seguido los pasos de su padre y han optado por
vestir con orgullo el uniforme de la Guardia Civil.
“No perdonaré jamás a los asesinos de mi padre”
Pilar reconoce que no perdonará jamás a quienes
privaron a su padre de ver crecer a sus hijos, y de
conocer ahora a sus nietos: “Nunca me han pedi-
do perdón, pero aunque lo hicieran creo que sería
incapaz de perdonarles. Ellos truncaron la vida de
mi padre, pero también la del resto de mi fami-
lia”. Por este motivo desprecia cualquier atentado
terrorista, sea quien sea el asesino: “No entiendo
que discriminemos entre víctimas de ETA o de los
GRAPO o del 11M. El resultado de un atentado es
el mismo sea cual sea el asesino. Por eso creo que
las víctimas deberíamos estar más unidas”. Tam-
bién reconoce: “Afortunadamente, las víctimas del
terrorismo cada vez nos vemos más arropadas y
comprendidas por la sociedad, que es algo que no
podíamos decir en 1975”.
ASESINADO POR EL

FRAP
1975

Juan
RUIZ MUÑOZ

Juan Ruiz y su mujer vivían en Barcelona, pero eran na-

turales de Marbella (Málaga) y tenían previsto volver allí
cuando él se jubilara. En tan solo tres meses, Juan deja-
ría de vestir el uniforme de la Policía Armada —ejercía de
peluquero en el cuartel donde estaba destinado— y co-
menzaría una nueva vida. Sin embargo, esa nueva vida
nunca llegó, porque el Frente Revolucionario Antifascis-
ta y Patriota (FRAP) lo había elegido como su próximo
objetivo. El 14 de septiembre de 1975, cuando Juan re-
gresaba a su domicilio, se detuvo a comprar unos chu-
rros y un refresco para su hija, que entonces tenía seis
años. Cuando salió de la churrería, los terroristas le dis-
pararon en la cabeza y, ya en el suelo, lo apuñalaron. En
su honor, el Ayuntamiento de Marbella dio el nombre
de Juan Ruiz Muñoz a una calle de este municipio de
la Costa del Sol.

“ES MUY DOLOROSO VER CÓMO LA SANGRE
DERRAMADA POR NUESTROS SERES QUERIDOS
ES PISOTEADA”
Entrevistamos a Luisa Ruiz, hija de Juan Ruiz, policía asesinado en Barcelona el 14 de septiembre
de 1975 por el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP)
Le faltaban tan solo tres meses para jubilarse. Juan
Ruiz era miembro de la Policía Armada y estaba des-
tinado en Barcelona, donde vivía junto a su mujer
y su única hija, de seis años. La llegada de la niña al
mundo había supuesto toda una alegría para el ma-
trimonio; la querían con locura y se desvivían por que
tuviera una infancia feliz.
Juan ejercía de peluquero en su trabajo, donde cor-
taba el pelo a sus compañeros, y en casa, donde
atendía a los vecinos del barrio. Era un hombre muy
conocido y muy querido por todos. Su mayor ilusión
era poder volver a Marbella (Málaga), de donde eran
Entrevista a Luisa Ruiz,
hija de Juan Ruiz
Revista Fundación nº 73
(diciembre de 2020)
Miguel Renuncio
naturales él y su mujer. Lo tenían ya todo preparado
para trasladarse allí.
El 14 de septiembre de 1975, antes de regresar a casa,
Juan se detuvo a comprarle unos churros y un refres-
co a su hija. Sabía que ella se pondría muy contenta.
Nada le hacía sospechar que no iba a volver a ver a
las dos personas a las que más quería en el mundo,
porque un comando del FRAP había decidido acabar
con su vida.
Era un blanco fácil. Juan se movía siempre por los
mismos sitios y a las mismas horas, y nunca iba ar-
 -34-
JUAN
RUIZ
MUÑOZ
mado. Los terroristas lo habían estado siguiendo y
conocían sus costumbres. En cuanto salió de la chu-
rrería, le pegaron un tiro en la nuca y, ya en el suelo, lo
apuñalaron. Su único “delito”, vestir el uniforme de la
Policía Armada.
El FRAP consumó así su quinto asesinato, pero lo úni-
co que consiguió con ello fue destrozar una familia,
dejando viuda a su mujer y huérfana a su hija. Desde
ese mismo instante, ambas tuvieron que aprender a
vivir de nuevo. En su honor, el Ayuntamiento de Mar-
bella puso a una calle del municipio el nombre de
Juan Ruiz Muñoz.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
Recuerdo una infancia muy feliz. Fui una niña muy de-
seada, ya que llegué después de 13 años de matrimonio.
Mis padres estaban locos de alegría con mi nacimien-
to. Mi padre llevaba 30 años en Barcelona y mi madre
20. Recuerdo especialmente los domingos en que a mi
padre no le tocaba estar de servicio en el cuartel. Me
llevaba a tantos sitios de diversión para niños… En Barce-
lona había muchas atracciones infantiles. Él pertenecía
al Segundo Escuadrón de Caballería de la Policía Arma-
da, pero, como era el peluquero del cuartel, no tenía que
hacer nunca servicio en la calle. Se dedicaba a trabajar
en la barbería o a cuidar a los caballos, rara vez realizó
otro tipo de servicio. Sí recuerdo una ocasión en que fue
con el caballo al Camp Nou para custodiar un partido
Barça-Real Madrid, y como iba a ser retransmitido por
televisión, avisó a toda la familia de Marbella, de donde
eran naturales los dos, papá y mamá, para que lo viesen
por la tele. Recuerdo que cuando lo enfocaban sonreía,
porque sabía que lo estaríamos mirando. Fue muy espe-
cial para mí ver a mi papá en la tele, tan apuesto, subido
a lomos de su caballo Manolo. También tenía una pe-
queña peluquería en una habitación de nuestra casa,
donde atendía a vecinos del barrio, todos muy cariñosos
conmigo. Cuando venían a cortarse el pelo, siempre me
traían alguna chuchería. Así vivimos, felizmente, hasta
aquel fatídico 14 de septiembre de 1975, cuando yo tenía
tan solo seis años.
¿Ha vuelto a Barcelona?
Sí, he vuelto varías veces. Conservo muy buenos ami-
gos allí, amigos que eran como nuestra familia.
¿Cómo era su padre?
Mi padre era una persona muy sencilla, amable, muy
trabajador, disciplinado. Su mayor afán era que no me
faltase a mí de nada, y trabajar de una manera incan-
sable para poder volver a Marbella, donde ya tenía
comprado un piso y un local para montar su barbería.
¡Poder volver a su tierra después de 30 años en Barce-
lona! Estaba muy ilusionado, tan solo quedaban tres
meses para que llegase ese gran día… Nunca sospechó
que jamás vería cumplido su sueño. Él pasaba todos
los días por los mismos sitios y a la misma hora, y nun-
ca iba armado, así que era el blanco perfecto y el más
fácil para esa banda de cobardes.
Aquellos eran los “años de plomo”. ¿Temía su pa-
dre que pudiera ocurrirle algo?
Para nada, él estaba tan tranquilo. Decía: “Yo nunca
he tenido problemas con nadie. ¿Quién va a querer
meterse conmigo?”. Iba vestido de paisano y sin arma.
Al hacer siempre el mismo itinerario, lo tenían vigi-
lado. Incluso uno de los miembros del comando se
enteró de que tenía una peluquería, y allá que fue. Se
presentó en mi casa. Ya era tarde y estábamos cenan-
do cuando llamó al timbre. Mi madre, que le abrió la
puerta, se extrañó, porque todos los clientes eran co-
nocidos del barrio, y a aquel hombre nunca lo había
visto. Mi padre se levantó y, aun siendo tarde y sin aca-
bar de cenar, le hizo pasar para atenderlo. Mi madre
me estaba dando un yogur en un sillón, desde el que
veíamos la habitación de la peluquería, así que el ase-
sino no se atrevió a apretar el gatillo de la pistola que
llevaba escondida en su chaqueta.
Entonces, llegó el día del atentado…
Sí, lo acecharon un domingo, 14 de septiembre de
1975, muy cerca de casa. Salía de una churrería, donde
me había comprado churros, Fanta y unas golosinas.
Siempre me traía cositas, porque sabía que yo lo es-
peraba con mucha ilusión, y más los domingos. Al
salir, uno de ellos le puso la pistola en la nuca y dispa-
ró a bocajarro, y otros dos lo apuñalaron varias veces
después de que cayera al suelo malherido. Mi madre
y yo estábamos en casa, extrañadas de que tardase,
porque siempre era extremadamente puntual. La co-
mida estaba esperándolo en la mesa. Entonces, dos
policías llamaron al timbre y le dijeron a mi madre
que mi padre había sufrido un accidente de coche. Mi
madre, muy nerviosa, les contestó: “Mi marido no tie-
ne coche, él viaja en metro”. Enseguida recordó que a
mi padre, en el cuartel, le habían advertido del peligro
de los atentados que se estaban produciendo, y se dio
cuenta de que algo estaba pasando... Se llevaron a mi
madre y yo corrí a esconderme debajo de la cama de

mis padres, llorando asustada. Entonces, vinieron los
vecinos y mis padrinos, que vivían enfrente, y estuvie-
ron buscándome por toda la casa, pero yo no quería
salir de mi escondite. Estaba muy asustada y tenía
miedo, sabía que algo horrible había pasado.
Tras el asesinato de su padre, hubo una serie de
detenciones. ¿Se juzgó a alguien? ¿Hubo alguna
condena?
Era un comando de seis personas, cinco hombres y
una mujer. Uno de ellos se autoinculpó y a los demás
los soltaron. En su declaración, contó cómo había ido
a casa e intentó matarlo allí, pero no fue capaz. Dijo
que no tenía nada en contra de él, que solo quería
matar “al uniforme”, y que lo escogieron como víctima
por ser el más fácil. ¡Cobardes asesinos! Después, al
poco tiempo, lo pusieron en libertad por la amnistía
de Adolfo Suárez, cuando soltaron a todos los “presos
políticos”. Ni siquiera hubo juicio.
En general, la sociedad en aquellos años no era muy
sensible al dolor de las víctimas del terrorismo. ¿Fue
también su caso?
No, todo el que conocía a mi padre sabía lo buena
persona que era. En Marbella se enteraron de la noti-
cia en mitad de un partido de fútbol. Interrumpieron
la emisión para informar del atentado y pusieron su
fotografía. Toda la familia y sus conocidos se que-
daron impactados con la noticia, no podían creerlo.
Después, cuando trasladaron su cuerpo por carretera
desde Barcelona, en numerosas localidades por las
que iba pasando le rendían honores. Posteriormente,
cuando empezaron a caer como moscas, era raro el
día en que no había un atentado y llegó un momento
en que se convirtió en algo monótono y rutinario. La
sociedad se “acostumbró” y hasta llegó a verlo como
normal. Fue horrible.
¿En qué situación se quedó su madre tras el aten-
tado, con una niña pequeña? ¿Quiénes la ayuda-
ron a salir adelante?
Nos volvimos a Marbella, donde teníamos a toda
nuestra familia. Ellos nos arroparon y nos acogieron.
Por parte del Gobierno, nada. A mi madre le pagaron
el sueldo de mi padre del día 1 al 14, que fue lo que tra-
bajó, y más nada. Como seguro médico, nos pusieron
la beneficencia. No fue hasta años después cuando
a ella le dieron una pensión medio digna. Fue muy
duro. Mi madre se puso a trabajar como modista para
sacarme adelante.
-35-
JUAN
RUIZ
MUÑOZ
Mi madre falleció
de alzhéimer en 2008,
y el único estímulo
al que respondía
era ver la fotografía
de mi padre.
Cuando lo hacía,
lloraba sin parar
Todo este tiempo, habrán vivido con el recuerdo
de su padre…
De hecho, mi madre falleció de alzhéimer en 2008, y
el único estímulo al que respondía era ver la fotografía
de mi padre. Cuando lo hacía, lloraba sin parar.
¿Ha cambiado mucho la atención a las víctimas
del terrorismo en estos 45 años?
Afortunadamente, sí. Ahora hay ayudas psicológicas
y económicas para apoyar a las familias, que quedan
totalmente destrozadas.
¿Cree que los asesinatos del FRAP han caído en
el olvido?
Los del FRAP y todos los demás. Es una vergüenza, una
humillación. Somos una moneda de cambio para el
Gobierno; es más, tenemos que ver a asesinos y sus
cómplices dirigiendo nuestro país. Es muy doloroso,
muy injusto, ver cómo la sangre derramada por nues-
tros seres queridos es pisoteada. Resulta indignante y
muy cruel.
¿Es partidaria de que en los colegios e institutos
se estudie la historia del terrorismo en España
y que los jóvenes conozcan el testimonio de las
víctimas?
Por supuesto que sí. Es de justicia y debería ser obliga-
torio, pero parece que están muy interesados desde
el Gobierno en borrar todo el sacrificio que hemos
hecho para poder tener hoy en día una democracia.
Una democracia que ha sido posible gracias a la san-
gre derramada de nuestros seres queridos. ¿Justicia?
¿Memoria? ¿Dignidad? ¿Dónde están?
ASESINADO POR EL

FRAP
1975

Diego
DEL RÍO MARTÍN

Diego del Río tenía 24 años y era natural de Algeciras

(Cádiz). Hacía poco que había ingresado en la Policía
Armada. De hecho, Barcelona era su primer destino.
El 29 de septiembre de 1975, se encontraba vigilando
junto a un compañero la pagaduría del actual Hospital
Universitario Vall d’Hebron. De pronto, cinco terroristas
del FRAP abrieron fuego contra los agentes, que resulta-
ron gravemente heridos, y se llevaron más de 20 millo-
nes de pesetas (alrededor de 120.000 euros). A diferen-
cia de su compañero, que consiguió sobrevivir, Diego
falleció horas después del atentado (había recibido va-
rios disparos en el abdomen y uno en la cabeza). Estaba
casado y tenía un hijo de apenas 21 meses. Su mujer,
nuevamente embarazada, perdió al bebé que esperaba
debido al shock que le produjo el atentado.

“MI VIDA SE TRUNCÓ TOTALMENTE:
HE PERDIDO A UNA NIÑA Y MI HIJO
NO HA PODIDO CONOCER A SU PADRE”
Entrevistamos a Magdalena Periñán, viuda de Diego del Río, policía asesinado en Barcelona el 29 de
septiembre de 1975, en un atentado atribuido al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP)
Apenas llevaba cinco meses en Barcelona. Diego del
Río estaba muy ilusionado con su nuevo trabajo; era
su primer destino tras ingresar en la Policía Armada.
Él y su mujer eran naturales de Algeciras (Cádiz) y,
pese a su juventud, ya tenían un hijo y esperaban otro.
Eran felices y se imaginaban toda una vida juntos. Lo
que no podían saber es que un atentado iba a separar
sus caminos el 29 de septiembre de 1975.
Aquella mañana, Diego vigilaba junto a un compañe-
ro la pagaduría de la Residencia Sanitaria Francisco
Franco (actual Hospital Universitario Vall d’Hebron)
cuando cinco terroristas abrieron fuego contra ellos
Entrevista a Magdalena Periñán,
viuda de Diego del Río
Revista Fundación nº 73
(diciembre de 2020)
Miguel Renuncio
para robar el dinero que custodiaban. Diego recibió
varios disparos en el abdomen y uno en la cabeza,
que le causó la muerte. Tenía 24 años. Su compañero
resultó gravemente herido, pero logró sobrevivir.
Los terroristas se llevaron su botín (más de 20 mi-
llones de pesetas), aunque a cambio ocasionaron
un daño irreparable a la familia del policía ase-
sinado, sobre todo a su mujer, quien a causa del
shock perdió al bebé que esperaba. Desde 2015,
una placa recuerda a Diego del Río en su ciudad
natal, junto al monumento dedicado a todas las
víctimas del terrorismo.
 -38-
DIEGO
DEL RÍO
MARTÍN
¿Cómo conoció a Diego?
Conocí a Diego cuando yo tenía 14 años, en un club
parroquial de nuestro barrio, en Algeciras. Él trabajaba
de auxiliar administrativo en una oficina de construc-
ción y yo estaba estudiando. Todas las mañanas nos
veíamos en un sitio por el que los dos teníamos que
pasar, y luego él se iba para su trabajo y yo para el ins-
tituto. Así, un día tras otro, surgió nuestro noviazgo y
nos casamos. Tuve a mi hijo con 17 años, faltaban cua-
tro meses para que cumpliera los 18, y lo vivimos con
mucha ilusión. Él estaba en la mili y yo con mis padres,
pero el niño fue motivo de alegría para todos.
Cuando él ingresó en la Policía Armada, ¿se le pasó
a usted por la cabeza que pudiera ocurrirle algo?
Diego aprobó el examen para la Policía cuando aún
estaba haciendo la mili y, como mi padre también era
policía, yo lo vi como algo normal. Estaba muy conten-
ta, porque iba a ser policía igual que mi padre. Jamás
se me pasó por la cabeza que fuera a ocurrirle algo.
¿Cómo iba a temer yo nada si en aquella época no pa-
saban esas cosas?
Su primer destino fue Barcelona…
Sí, después de hacer las prácticas en Madrid duran-
te seis meses, nos fuimos a Barcelona. Diego estaba
muy contento, porque a dos compañeros que ingre-
saron con él, también de Algeciras, les tocó el País
Vasco, y sin embargo a él le había tocado Barcelo-
na. Allí vivimos solo cinco meses. Yo entonces era
una cría y no sabía nada de ETA, ni de los GRAPO,
ni del FRAP, pero mi marido, que era mayor que
yo, sí sabía lo que ocurría, aunque no me lo conta-
ba directamente. Un día a lo mejor me decía: “A mí
si me matan me tienen que matar por la espalda,
de frente no me van a matar”. Y otro día me decía:
“No tiendas mi ropa en el balcón, tiéndela dentro
de casa”. Yo no entendía aquello. En una ocasión, en
que iba a comprar, me dijo una mujer: “Han matado
a un policía”. A mí aquello me sonó a chino. No sabía
nada de atentados terroristas.
¿Ha vuelto alguna vez a Barcelona?
Volví varias veces para ir al médico, pero aquello era
terrible. Cada vez que iba era un suplicio: todo eran
recuerdos y recuerdos que me martilleaban la cabe-
za. Como una película grabada en mi mente. Era una
sensación muy rara la que yo sentía, así que tuve que
dejar de ir, porque aquello era muy fuerte. Barcelona
para mí implica desgracia, pena, dolor, sufrimiento… Es
algo muy extraño. No descarto volver alguna vez, pero
por ahora no tengo la intención de hacerlo.
Diego sufrió un atentado el 29 de septiembre de
1975…
Efectivamente, fue en el Hospital Vall d’Hebron de Bar-
celona. Él y un compañero estaban en una habitación
pequeñita, custodiando los sueldos de los médicos
(entonces no se cobraba en el banco), y había una cola
para cobrar. En esa cola se pusieron cinco terroristas,
vestidos de médicos. En un momento dado, se caye-
ron unas monedas al suelo. Mi marido fue a cogerlas y,
cuando se estaba levantando, le dispararon una ráfa-
ga de metralleta. Le pegaron seis tiros en el abdomen,
que lo atravesaron y le salieron por la parte lumbar. Ya
en el suelo, intentó sacar la pistola, pero entonces le
dieron un tiro en la cabeza. Entró en coma y al poco
tiempo murió. Tenía 24 años.
¿Se hizo alguna investigación? ¿Se juzgó a alguien?
No sé si hubo investigación ni si se juzgó a alguien. Yo
tengo unos papeles que dicen que fueron los GRAPO,
otros que fue el FRAP… Pero hoy ya sé que a mi marido
lo mató el FRAP, y es una injusticia muy grande ver a
Pablo Iglesias en el Gobierno y saber que su padre mi-
litó en el FRAP. Parece que él es un héroe y, mientras
tanto, mi marido está bajo tierra.
¿En qué situación se quedó usted tras el asesina-
to de Diego?
El atentado de mi marido fue algo horroroso y aque-
llos momentos a mí no se me van a olvidar nunca.
Eso lo tengo en la cabeza para toda mi vida, hasta el
día en que me muera. Aun así, creo que sufrí menos
porque era muy joven; si hubiera sido mayor, creo que
hubiera sufrido más. También estuve muy arropada en
todo momento por mis padres y por una tía, hermana
de mi madre, que se portaron maravillosamente bien
conmigo. Gracias a ellos, no me vi sola. Diego y yo no
teníamos muchas cosas ni teníamos dinero, estába-
mos empezando a vivir e íbamos tirando. Entonces,
tuve que dejar el piso de Barcelona y me fui con mis
padres a Marbella. Yo he estado muy arropada por mi
familia y eso lo tengo que agradecer.
¿Pasó usted dificultades económicas?
Por aquel entonces, además del alquiler, estábamos
pagando los muebles del dormitorio, y una nevera y
una lavadora, que es lo que teníamos. En la fábrica de
muebles se portaron muy bien, porque, cuando se en-

teraron de lo que había pasado, me dijeron que ellos se
los llevaban y que no tenía que pagar más. Pero mi pa-
dre dijo que no, que me llevara los muebles a Marbella y
que los pagaríamos como pudiéramos. Y así fue. Luego,
resultó que mi niño tenía alergia. Yo no sabía lo que le
pasaba, pero siempre estaba malito y tenía que llevarlo
a la consulta del médico. En aquella época no teníamos
Seguridad Social. A todo esto, a mí me dieron un sobre
con 16.000 pesetas, que era la paga de mi marido…
Cuando Diego fue asesinado, usted estaba emba-
razada. ¿Qué ocurrió?
A los 15 días del atentado, tenía que ir a Algeciras a arre-
glar unos papeles. Fui en autobús desde Marbella yo
sola, a pesar de lo mal que estaba, mientras mi madre
se quedaba con el niño. Entonces, me ocurrió algo de
lo que también me acordaré toda la vida, porque se
me ha quedado grabado para siempre. Estaba frente al
Parque María Cristina cuando, de pronto, noté una cosa
muy rara por las piernas. Me miré y tenía una hemorra-
gia. Dos personas que pasaban por la calle me llevaron
al Hospital Militar, que estaba muy cerca. Allí los médi-
cos me dijeron que el feto —era una niña— llevaba dos
semanas muerto y que la causa había sido la situación
traumática vivida como consecuencia del atentado. Lo
pasé muy mal, pero tuve que tirar para adelante con mi
hijo, que tenía 21 meses nada más. Ahí empecé mi vida
de nuevo, empecé a vivir una nueva vida.
Emocionalmente, ¿cómo ha sido esa nueva vida?
Yo estaba muy mal, con depresión, con ansiedad… Aho-
ra ya no lloro nunca al hablar del tema, aunque a veces
se me hace un nudo en la garganta, pero me he pro-
puesto no llorar más. Ya he llorado mucho. Mi vida se
truncó totalmente: he perdido a una niña y mi hijo no
ha podido conocer a su padre. Estuve casi tres años sin
querer salir a la calle. Todavía hoy, algunas veces, tengo
que tomar pastillas para dormir a causa de la ansiedad.
Por ejemplo, en septiembre, que es cuando mataron
a mi marido, me entra una pena muy grande. Me da
mucha melancolía, mucha tristeza, y cojo un poquito
de depresión. Intento estar distraída, pero el mes de
septiembre para mí es horrible. Lo mismo ocurre con
la Navidad, en parte porque ya me faltan mis padres y
muchos otros seres queridos, pero también porque me
acuerdo mucho de la hija que perdí, que debería haber
nacido en diciembre, y pienso que podría tener ya 45
años… Creo que sufro más ahora que cuando me quedé
viuda, porque estoy más sola y siento todavía más pena
por mi marido, que perdió la vida muy joven.
-39-
DIEGO
DEL RÍO
MARTÍN
¿Qué repercusión tuvo el atentado en la familia de
Diego?
Su padre fue perdiendo la cabeza y murió al poco tiem-
po. Y de los tres hermanos de Diego, el más pequeño,
que entonces tenía 13 años, acabó metiéndose en la
droga y también murió. Todo ello, a raíz del atentado.
¿Ha cambiado mucho la atención a las víctimas
del terrorismo en estos 45 años?
Pues sí. Cuando yo me quedé viuda, en 1975, me
correspondió una paga muy pequeñita, de 8.000
pesetas. Las víctimas de aquellos primeros años está-
bamos olvidadas. No nos enterábamos de las cosas y,
cuando queríamos reclamar algo, ya había prescrito.
Ahora hay más información y todo es diferente. Entre
otras cosas, ahora las víctimas estamos más arropadas,
tenemos tratamiento psicológico…
Su hijo ha seguido los pasos de su padre y hoy es
policía nacional…
Con mi hijo he tenido mucha suerte, porque es bue-
nísimo. Va a cumplir 47 años y estoy muy orgullosa de
él. Además de buen hijo, es buen padre —tengo dos
nietos— y buen marido. Él ha seguido los pasos de su
padre y los de su abuelo. La verdad es que, desde que
era niño, decía que quería ser policía. ¡Y ahora uno de
mis nietos, con tres años y medio, también quiere ser
policía! Igual que su padre cuando era chico, exacta-
mente igual.
Sin embargo, para usted no ha tenido que ser
fácil…
Cuando él se estaba preparando para ingresar en la
Policía Nacional, yo lo pasé muy mal. Tuve que volver a
ir al psicólogo, porque tenía pesadillas, estaba siempre
triste… y el psicólogo me ayudó mucho. Un día me dijo:
“Magdalena, ¿tú has visto alguna vez que en el mismo
agujero caigan dos bombas? ¿A que es muy difícil?”.
Entonces, pensé: “Es verdad, ¿cómo me va a pasar lo
mismo dos veces?”. Ahora no lo tengo tan claro, pero lo
cierto es que mi hijo ha tenido mucha suerte, porque
no lo han mandado destinado al País Vasco, ni tam-
poco a Barcelona. Su primer destino fue Orihuela, y
eso a mí me dio mucha tranquilidad. Después se fue a
Madrid y ahora está en Málaga. Pero la verdad es que
al principio lo pasé muy mal y lloré mucho. Tuve que
ir al psiquiatra, porque tenía mucha ansiedad, y me
pasaba todo el día y toda la noche pensando... Sin em-
bargo, ahora estoy muy contenta. Gracias a Dios, me
he relajado y estoy más tranquila.
ASESINADO POR

ETA
1976

Manuel
ALBIZU IDIÁQUEZ

Soarte es un caserío de la localidad guipuzcoana de

Itziar, perteneciente al municipio de Deba. Allí nacie-
ron Manuel Albizu y sus hermanos, uno de los cuales,
conocido precisamente como “Soarte”, fue un famoso
levantador de piedras. Manuel, de 53 años, trabajaba
como tractorista en Errenteria y los fines de semana
ejercía de taxista en Zumaia, donde vivía. Anterior-
mente, había sido policía municipal. El 13 de marzo
de 1976, un etarra se subió al taxi e indicó a Manuel
que lo llevara en dirección a Getaria. Al llegar a un
desvío, el terrorista sacó su pistola y le pegó varios ti-
ros en la cabeza. Su cuerpo sin vida permaneció en el
interior del taxi hasta que, horas después, fue hallado
por una pareja, extrañada por la presencia de un co-
che con las luces encendidas y el motor en marcha.
Manuel estaba casado y tenía cuatro hijos.

¿IN MEMORIAM?
Manuel Albizu, vecino de Zumaya (Guipúzcoa), fue asesinado en marzo de 1976. Treinta y cuatro años
después, seguimos desconociendo quiénes fueron sus verdugos.
La damnatio memoriae era una práctica de la anti-
gua Roma que consistía en condenar el recuerdo de
un enemigo del Estado. Una vez hubiese fallecido, se
procedía a eliminar todo cuanto recordara al conde-
nado: inscripciones, imágenes, monumentos…
Esta práctica a la que someten a las víctimas del te-
rrorismo algunos ayuntamientos vascos sigue vigente
hoy día y lo pudimos comprobar el pasado 23 de julio
en Zumaya (Guipúzcoa). Desde entonces, una placa
con el lema “In memoriam” y un logotipo turístico uti-
lizado por el Ayuntamiento es lo único con lo que se
pretende homenajear a las cinco víctimas del terroris-
mo del municipio.
Mi abuelo, Manuel Albizu Idiáquez, es una de ellas y
la primera de todas. Eran las diez de la noche del 13
Artículo de Cristian Matías,
nieto de Manuel Albizu
Revista Fundación nº 32
(septiembre de 2010)
Cristian Matías Albizu
de marzo de 1976 cuando se encontraba en el interior
de su taxi y un terrorista de ETA requirió sus servicios;
una vez transcurridos unos kilómetros, fue conducido
a un desvío entre las localidades de Zumaya y Guetaria
y allí, todavía en el interior del vehículo, por la espalda,
sin oportunidad de defenderse, el terrorista vació el
cargador de su pistola sobre su cabeza, asesinándolo
cobardemente.
Manuel Albizu era un hombre conocido en Zumaya.
Taxista de profesión, había ejercido también como
policía municipal durante una época. Hermano del
conocido levantador de piedras “Soarte”, su único
“delito” fue mantener una relación cordial de amis-
tad con algunos guardias civiles que vivían en la casa
cuartel que se encontraba cerca de su vivienda. Esta
relación le llevó a merecerse la fama de confidente
 -42-
MANUEL
ALBIZU
IDIÁQUEZ

Treinta y cuatro años después, ignoramos quiénes son

sus asesinos, desconocemos si existe alguna sentencia
o si hubo detenciones. Tan solo pasaron unos meses
para que las Cortes Generales aprobaran
la Ley de Amnistía de 1977, pusieran “el contador a cero”,
su asesinato quedara impune y los asesinos,
libres de cualquier cargo

policial, que enseguida comenzó a extenderse por
el pueblo.
Treinta y cuatro años después, ignoramos quiénes
son sus asesinos, desconocemos si existe alguna
sentencia o si hubo detenciones. Tan solo pasaron
unos meses para que las Cortes Generales aproba-
ran la Ley de Amnistía de 1977, pusieran “el contador
a cero”, su asesinato quedara impune y los asesinos,
libres de cualquier cargo. Esta ley, que hoy muchos
valoran como positiva y un paso necesario para con-
solidar la democracia en nuestro país, es la que sirvió
para que el asesinato de mi abuelo y otros muchos
resultaran totalmente gratis y permitió a muchos
terroristas salir de la cárcel para volver a matar. Los
familiares de Manuel Albizu seguimos viviendo en
Zumaya, hemos tenido que soportar, y en ocasiones
seguimos soportando, muchas miradas y comenta-
rios, pero lo que no esperábamos era que, después
de tanto tiempo, el actual alcalde de Zumaya tele-
foneara a casa para comunicarnos con tan solo una
semana de antelación la intención de homenajear a
las víctimas del municipio.
Iñaki Aguirrezabalaga (Eusko Alkartasuna), sin en-
trar en detalles, sin ninguna reunión previa, sin
tener en cuenta la opinión de los familiares, preten-
día contar con nuestra asistencia para la colocación
en un paseo de una placa en homenaje a las vícti-
mas del terrorismo. Tras conseguir que el alcalde
accediera a recibirnos, y sin lograr que en la placa
apareciera algo tan elemental como una alusión a
las víctimas del terrorismo, decidimos no participar,
desmarcarnos totalmente del presunto homenaje
y hacerlo público a través de un comunicado a los
medios.
Se aplicaba de esta manera la damnatio memoriae,
un homenaje hipócrita y ofensivo, que llegaba tarde
y que se realizó a contrarreloj; el alcalde no quería re-
conocer que se trataba de víctimas del terrorismo, no
quería reflejar nombres, ni el motivo o los causantes
de su asesinato. No es el momento. Iñaki Aguirrezaba-
laga es alcalde de Zumaya gracias a los votos de ANV
(candidatura que no fue ilegalizada en esta localidad)
y con los cuales gobierna en coalición con Izquierda
Unida y Aralar.
Una vez finalizado el acto y delante de la recién
colocada placa, lejos de cualquier autocrítica y sin
ningún tipo de reflexión, se dirigió a los medios allí
presentes para acusar a mi familia de haber mon-
tado un espectáculo por hacer públicas en los
medios nuestras justas y legítimas reclamaciones,

Manuel Albizu, asesinado por ETA en 1976, vivía en Zumaya con su mujer y sus cuatro hijos
y es que este individuo pretendía realizar un home-
naje express y de tapadillo, sin apenas repercusión,
descubriendo una placa de dimensiones ridículas,
tratando de limpiar de este modo las conciencias
de quienes durante 34 años jamás han hecho ab-
solutamente nada por la memoria de las víctimas
del terrorismo.
No hay que olvidar que, en estos momentos, Eusko
Alkartasuna, de la cual Iñaki Aguirrezabalaga es pre-
sidente por Guipúzcoa, está ultimando acuerdos con
Aralar y Batasuna para concurrir coaligados a las elec-
ciones municipales y forales del próximo mayo bajo
la marca Euskal Herria Bai, camuflando al “brazo po-
lítico” de ETA e intentando una vez más eludir la Ley
de Partidos.
Este homenaje, que cuenta con el apoyo de la Direc-
ción de Atención a las Víctimas del Terrorismo del
Gobierno Vasco, es el último hasta el momento de
una serie de reconocimientos que se han llevado a
cabo en distintos municipios del País Vasco. Ignoro
-43-
MANUEL
ALBIZU
IDIÁQUEZ
los detalles de los mismos, pero sí me gustaría apro-
vechar esta ocasión para alertar a los familiares de
las víctimas para que conozcan bien los detalles de
estos “homenajes”. No podemos permitir que nos
roben la memoria, que no se nombre a los asesina-
dos, no podemos tolerar que se juegue con nuestro
sufrimiento y se manipule la historia para tratar de
conseguir objetivos políticos a costa de tanta sangre
injustamente derramada.
Ahora, tras el recién declarado alto el fuego por
parte de ETA, es cuando debemos actuar con más
contundencia, porque solo podremos derrotarla
desde la unidad, que, si a nosotros nos fortalece, a
ellos les debilita. No hay que caer en errores pasados
y en esa trampa que pretenden llamar negociación;
ahora es cuando debemos conseguir que ETA y Ba-
tasuna pierdan toda esperanza de conseguir sus
objetivos políticos, empleando la Ley de Partidos y
con todos los instrumentos judiciales y policiales;
en definitiva, hacerles sentir que, ahora más que
nunca, vamos a por ellos.
ASESINADO POR

ETA
1976

Juan María
DE ARALUCE VILLAR

El presidente de la Diputación de Guipúzcoa, Juan Ma-

ría de Araluce, fue asesinado el 4 de octubre de 1976 en
San Sebastián, junto al conductor del coche oficial en
el que viajaba y los tres policías que lo escoltaban. To-
dos fueron acribillados a balazos cuando él se disponía
a bajar del coche para entrar en su domicilio. Su mujer
y sus hijos casi fueron testigos del atentado, puesto que
oyeron las ráfagas de disparos y, al asomarse al balcón,
presenciaron la escena del crimen. Vizcaíno de naci-
miento, Juan María era notario y desempeñaba los car-
gos de consejero del Reino y procurador en Cortes. Era
una persona muy conocida y había recibido amenazas
de muerte. Tras su asesinato, la familia decidió trasladar-
se a Madrid. Al cabo de los años, su hija Maite sería elegi-
da presidenta de la Asociación Víctimas del Terrorismo.
 Entrevista a Maite Araluce,
hija de Juan María de Araluce
Revista Fundación nº 74
(abril de 2021)

EFE

“A LOS PRESOS DE ETA NO LOS QUIEREN

CERCA, LOS QUIEREN EN LA CALLE”
Maite Araluce era apenas una niña cuando ETA asesinó a su padre a la puerta de su casa, en un atentado
que costó la vida a otras cuatro personas. Era el 4 de octubre de 1976, una fecha que nunca olvidará, no
solo porque aquel día le arrebataron a su padre —Juan María de Araluce, presidente de la Diputación de
Guipúzcoa—, sino también porque a partir de entonces la vida de toda su familia cambió para siempre.

Miguel Renuncio

Durante los “años de plomo”, nadie en España se
preocupaba por las víctimas del terrorismo: ni las ins-
tituciones públicas, ni los medios de comunicación, ni
la sociedad en general. Afortunadamente, la situación
actual es muy distinta, gracias en gran parte a la labor
de Ana María Vidal-Abarca, Sonsoles Álvarez de Toledo
e Isabel O’Shea, que el 4 de febrero de 1981 crearon la
Hermandad de Familiares de Víctimas del Terrorismo,
origen de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT),
que hoy preside Maite Araluce.
La AVT acaba de cumplir 40 años. ¿Qué destacaría
de sus fundadoras?
Sin lugar a dudas, su valentía, porque en aquella época
las víctimas del terrorismo eran totalmente invisibles.
De hecho, Ana María Vidal-Abarca, Sonsoles Álvarez de
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JUAN MARÍA
DE ARALUCE
VILLAR

Las únicas víctimas del terrorismo con las que teníamos

contacto eran las que conocimos en Madrid, pero la verdad
es que todos queríamos olvidarnos un poco del tema.
No hablábamos de ello, cada uno sufría su dolor como podía.
Nosotros somos nueve hermanos y formábamos una piña
con mi madre, por lo que nos apoyábamos unos a otros

Toledo e Isabel O’Shea tuvieron que fundar la AVT casi
en la clandestinidad. También destacaría su fortaleza
y la convicción que tenían en sus valores, que hizo que
no cejaran nunca en el intento, a pesar de que se lo
pusieron muy difícil.
Usted perdió a su padre en 1976, cuando las víc-
timas del terrorismo no tenían ningún tipo de
apoyo…
Ninguno, el desamparo era total. Nadie se preocupaba
de nosotros y, por supuesto, no teníamos nada de lo
que hoy existe gracias a las fundadoras de la AVT. No
había absolutamente nada: ni asistencia psicológica,
ni jurídica, ni de ningún tipo. Tenías que buscarte la
vida como podías y, si además vivías en el País Vasco,
te hacían la vida imposible. Por eso, mi madre decidió
empezar una nueva vida en Madrid, lejos de aquella
sociedad enferma. Su principal idea era que no quería
criar a sus hijos en ese ambiente de odio, y por eso nos
sacó de allí. Nosotros pudimos sobrevivir gracias a la
pensión de viuda de notario que cobraba mi madre.
¿Cómo recuerda aquellos años?
Las únicas víctimas del terrorismo con las que tenía-
mos contacto eran las que conocimos en Madrid, pero
la verdad es que todos queríamos olvidarnos un poco
del tema. No hablábamos de ello, cada uno sufría su
dolor como podía. Nosotros somos nueve hermanos
y formábamos una piña con mi madre, por lo que nos
apoyábamos unos a otros. Eso nos ayudó a salir ade-
lante y nos hizo más fuertes. Pero es verdad que del
terrorismo apenas se hablaba. Eso sí, cada vez que ha-
bía un atentado todos nos poníamos en la piel de esos
familiares, pensando en lo que estarían pasando y en
lo que les quedaba por pasar...
¿Cuándo entró en contacto con la AVT?
Mi madre se asoció en aquellos años, aunque nunca
tuvo una participación destacada. En mi caso, hasta
que no conocí a otras víctimas del terrorismo en Gra-
nada, que es donde vivo ahora, y vi el calvario por el
que todavía estaban pasando… No quiero decir que yo
lo tuviera superado, porque esto no se supera nunca,
pero sí lo tenía más asumido. Entonces, al conocer la
situación de esas familias, fue cuando empecé a im-
plicarme. Así, llegué a ser delegada provincial y tuve
distintas responsabilidades antes de entrar en la Junta
Directiva, y al final he terminado siendo presidenta.
En sus 40 años de historia, ¿cuáles han sido los
principales logros de la AVT?
El primero de ellos ha sido dar visibilidad a las víctimas
del terrorismo y hacer que su voz sea escuchada en las
instituciones, tanto nacionales como internacionales,
así como en los tribunales de justicia, los medios de
comunicación, etc. También me parece fundamen-

tal que la AVT ha sido capaz de ofrecer una atención
integral a las víctimas. Con el paso de los años, esa
atención se ha ido haciendo cada vez más específi-
ca y, por ejemplo, ahora nuestros psicólogos están
especializados en la atención a víctimas del terroris-
mo. También nos hemos convertido en un dique de
contención frente a aquellas decisiones políticas que
perjudican a nuestro colectivo. En definitiva, hemos
defendido siempre la Verdad, Memoria, Dignidad y
Justicia de las víctimas.
¿Van a realizar alguna actividad para celebrar este
40º aniversario?
Nos hemos planteado hacer un documental, una ex-
posición, un concurso fotográfico, etc., y nos gustaría
culminar todo ello con la celebración de un congreso,
como el que organizamos con motivo del 30º aniver-
sario. Sin embargo, vamos a esperar un poco a ver
cómo evoluciona la situación sanitaria.
¿Cuáles son, actualmente, las principales líneas
de trabajo de la AVT?
La principal sigue siendo la defensa de la Verdad,
Memoria, Dignidad y Justicia de las víctimas del terro-
rismo, porque siempre se nos está atacando por algún
lado, como ocurre con los recibimientos a los terroris-
tas que salen de prisión o los intentos de cambiar el
relato e invisibilizar de nuevo a las víctimas, argumen-
tando que ETA es ya cosa del pasado… Aunque así
fuera, la AVT no es una asociación solo de víctimas de
ETA, sino que agrupamos a víctimas de muchas orga-
nizaciones terroristas.
La AVT es muy crítica con el acercamiento de pre-
sos de ETA a cárceles del País Vasco y Navarra, o
próximas a estas comunidades autónomas…
Nosotros sabemos que los acercamientos son lega-
les, porque pertenecen a la política penitenciaria y
no la legislación penitenciaria, pero pensamos que la
dispersión sigue siendo útil para la reinserción de los
terroristas, porque cuando se encuentran alejados del
entorno de ETA dejan de recibir presión. Queremos
que los terroristas se arrepientan de verdad, y la única
forma de demostrar que su arrepentimiento es since-
ro pasa por su colaboración con la Justicia. No nos vale
que firmen una carta diciendo que se arrepienten y
que luego, cuando les hacen un recibimiento, digan
lo orgullosos que están de pertenecer a ETA. ¿Dónde
está el arrepentimiento? Si asumieran que lo que hi-
cieron está mal y colaboraran con la Justicia, nos daría
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JUAN MARÍA
DE ARALUCE
VILLAR
igual que los acercaran. Pero si siguen defendiendo
lo que hicieron y dicen que si estuvieran en la misma
situación lo volverían a hacer, nos parece que no es-
tán capacitados para reinsertarse. Además, cuando se
transfieran al País Vasco las competencias en materia
penitenciaria, sabemos que van a ser más laxos en
cuanto a los permisos y los cambios de grado, y al fi-
nal acabarán saliendo a la calle. Porque no los quieren
cerca, sino que los quieren en la calle.
En relación con los recibimientos a etarras, ¿cree
que existiría una fórmula legal para impedirlos?
Nosotros estamos pidiendo que se estudie esa fórmula
legal y que, si hay que cambiar la legislación, se cam-
bie. No puedo entender que, en un país democrático
como España, se permitan los homenajes a terroristas
cuyo único mérito es haber asesinado a nuestros fa-
miliares. No lo puedo entender. Sería impensable que
en Francia salieran de la cárcel los condenados por el
atentado contra Charlie Hebdo y les hicieran un ho-
menaje. Creo que aquí lo que falta es voluntad política
para impedirlo. La Ley 29/2011, de 22 de septiembre,
de Reconocimiento y Protección Integral a las Vícti-
mas del Terrorismo dice que se deben evitar los actos
públicos que entrañen una humillación a las víctimas.
Pues bien, esto es una humillación, así que no se está
cumpliendo la ley.
La AVT ha publicado un informe sobre el impacto
psicológico que esos actos de recibimiento y ho-
menaje tienen en las víctimas del terrorismo…
Sí, y es demoledor. Por eso, como presidenta de una
asociación que tiene más de 4.700 asociados y vien-
do el daño que se les está haciendo, tengo que seguir
peleando.
¿Qué hace la AVT para intentar preservar el verda-
dero relato del terrorismo en España?
Nosotros creemos que el verdadero relato es el rela-
to en primera persona de las víctimas del terrorismo.
Por eso, tenemos un proyecto de grabación de testi-
monios y edición de libros. A esto cada vez le damos
más importancia, porque hay muchas víctimas que
son mayores y dentro de unos años se perderá su re-
lato. Entonces, nos parece fundamental recoger todos
esos testimonios en primera persona. Otra de las cosas
que hacemos es acudir a colegios, institutos, colegios
mayores, etc., y todos los años organizamos varias
jornadas en distintas universidades. Nos parece fun-
damental acercar a los jóvenes ese relato en primera
 -48-
JUAN MARÍA
DE ARALUCE
VILLAR
Maite Araluce fue elegida presidenta de la Asociación Víctimas del Terrorismo en 2018
persona, porque lo grave no es que muchas veces no
sepan nada de la historia del terrorismo en España,
sino que lo poco que saben lo saben mal. Claro, que
cuando un presidente del Gobierno como Pedro Sán-
chez habla de “presos vascos” en lugar de “terroristas
presos”… ¡No están presos por ser vascos, sino por ser
terroristas! Debemos rechazar ese lenguaje que algu-
nos utilizan para intentar hacer ver que esto fue un
conflicto en el que hubo dos bandos.
En ese sentido, la AVT ha denunciado reciente-
mente a la abogada de Pablo Hasél…
Sí, por decir que “en Euskal Herria los compañeros tu-
vieron que luchar con los únicos medios que tuvieron
y les dejaron, que fueron las armas”. Eso es justificar el
terrorismo, y no podemos permitir que ese relato sea
el que llegue a la gente joven. Lo mismo ocurre con la
idea, tantas veces repetida, de que ETA nació duran-
te el franquismo. Nacería en la época que fuera, pero
la gran mayoría de sus atentados han sido durante la
democracia. El miedo que tenemos es que estos argu-
mentos calen en los jóvenes, porque, si no conocen la
verdadera historia del terrorismo, si no saben lo que ha
ocurrido en España, corremos el riesgo de que vuelva
Jotxo Cáceres
a suceder. No podemos pasar página sin antes haber
leído el libro, y eso es lo que se está queriendo hacer.
A propósito de Pablo Hasél, ¿qué le parece que se
quiera reformar el Código Penal para revisar el de-
lito de enaltecimiento del terrorismo?
Me parece una barbaridad. Creo que nadie en su sano
juicio que se ponga en la piel de una víctima del terro-
rismo puede frivolizar con ETA, con los GRAPO o con el
grupo terrorista que sea. Para mí, es muy doloroso que
se hable en esos términos, y lo mismo le ocurre a la in-
mensa mayoría de las víctimas. No se puede frivolizar
con aquello que a tantas personas nos ha roto la vida.
Como bien sabe, en España existen más de 300
asesinatos terroristas sin resolver…
Sí, entre ellos el de mi padre, al que además afectó la
Ley de Amnistía de 1977.
¿Cree que algunos de esos casos podrán resolver-
se, a pesar del tiempo transcurrido?
Desde que llegué a la presidencia de la AVT, he teni-
do clara una cosa: hay muchas víctimas del terrorismo
que no hemos tenido derecho a la justicia, pero al me-
 -49-
JUAN MARÍA
DE ARALUCE
VILLAR

Si su arrepentimiento fuera real y sintieran de verdad

el dolor causado, como dicen, colaborarían con
la Justicia y, de este modo, ayudarían a
llevar la paz a muchas familias

nos queremos tener derecho a la verdad. Por eso, he
pedido que se sigan investigando los asesinatos sin
resolver, independientemente de que puedan estar
prescritos o amnistiados. Que se sigan investigando
para que las familias sepan la verdad, porque lo que
no prescribe nunca es la condición de víctima.
De hecho, el proyecto político de EH Bildu es el
mismo que defendía ETA…
Por eso mismo, deberían pedir perdón y reconocer
que aquello estuvo mal y que la violencia no lleva a
ninguna parte. Mientras no lo hagan, no deberían estar
donde están.

Muchos de esos casos se podrían resolver si los
terroristas colaboraran con la Justicia…
Efectivamente, si su arrepentimiento fuera real y
sintieran de verdad el dolor causado, como dicen, co-
laborarían con la Justicia y, de este modo, ayudarían a
llevar la paz a muchas familias.
Esos terroristas siguen contando con el apoyo de
EH Bildu, cuya ilegalización pide la AVT. ¿En qué
se basa la petición?
Nosotros hemos presentado ya más de 200 indicios a
los distintos fiscales generales del Estado para la ilega-
lización de EH Bildu. Con la Ley de Partidos Políticos en
la mano, EH Bildu es ilegal, lo que ocurre es que no hay
voluntad política para hacerlo. Por eso, pedimos que
al menos no se les trate como si fueran una forma-
ción política más. Pero ahí están, en las instituciones
y pactando con el Gobierno de España en temas tan
importantes como la aprobación de los Presupuestos
Generales del Estado. He de reconocer que eso duele
mucho. ¿De qué ha servido tanta sangre?
Este año se cumple el 17º aniversario del 11-M.
¿Qué mensaje le gustaría trasladar a las víctimas
de ese atentado?
El caso fue juzgado. Fueron condenadas 18 personas
y actualmente siguen cumpliendo condena siete.
Desde la AVT, estaremos vigilantes para que cumplan
íntegramente sus condenas. Ni un día más, pero ni un
día menos. Además, consideramos que hay flecos que
se deben seguir investigando, como quiénes fueron
los inductores del atentado.
La AVT ha pedido la prisión permanente revisable
para los miembros de la célula yihadista que aten-
tó en Cataluña…
Nosotros consideramos que todos los miembros
de la célula son responsables de las muertes pro-
vocadas. Ellos tenían un plan, que era atentar en
Barcelona y provocar el mayor número posible de
muertes. Ese era el plan y todos los miembros de la
célula participaron en él. Así lo ha defendido nuestro
abogado en el juicio.
HERIDO POR

ETA
1978

Jesús
LOLO JATO

Jesús Lolo, casado y con una hija de cuatro años, era

policía municipal en la localidad vizcaína de Portuga-
lete. La noche del 15 de abril de 1978, mientras estaba
de servicio en un parque próximo a la ría de Bilbao, vio
a un joven en actitud sospechosa y decidió darle el alto.
Jesús no lo sabía, pero se trataba de un miembro de la
banda terrorista ETA. Inmediatamente, el desconocido
sacó una pistola, apuntó hacia Jesús y, sin dudarlo, apre-
tó el gatillo. La bala atravesó la médula espinal del poli-
cía y lo dejó postrado de por vida en una silla de ruedas.
A partir de ese momento, Jesús sufriría terribles dolores
que lo llevaron a ingresar en multitud de hospitales y
a someterse a innumerables operaciones. Transcurridos
25 años de aquel atentado, por el que nadie ha sido juz-
gado, Jesús falleció el 17 de mayo de 2003.

UN PASEO POR LA MEMORIA
Un disparo le robó la infancia, una etapa que Maribel pasó viendo
cómo su padre vivía entre dolores y hospitales
María Isabel Lolo Vázquez o Maribel, como la llaman to-
dos sus amigos, tiene 35 años y una gran fuerza interior
que llama poderosamente la atención de todos aquellos
que la conocen. Aunque a simple vista puede parecer
frágil y delicada, como una flor a la que cuidar en el cen-
tro de jardinería en el que trabaja, Maribel es una mujer
fuerte y decidida, luchadora y vital, capaz de transmitir
amor y fuerza a partes iguales. Sensible y de gran cora-
zón, Maribel adora a los animales porque “pueden ser
mejores que muchas personas”. Así, comparte su casa
con dos gatos recogidos de la calle y un perro, a los que
dedica toda la atención y cuidados que necesitan. Y es
Testimonio de Maribel Lolo,
hija de Jesús Lolo
Revista Fundación nº 27
( junio de 2009)
Carolina Couso
que esta ingeniera agrícola es incapaz de permanecer
impasible ante el sufrimiento ajeno y la injusticia.
Recuerdos de la niñez
Uno de los primeros recuerdos que tiene de su in-
fancia se remonta a los cuatro años. Es un recuerdo
trágico y triste, que marcó su vida y la de su familia
para siempre. Supuso un antes y un después radical
en su existencia, que le impidió llevar una infancia feliz,
como la del resto de niños de su edad. “La infancia tie-
ne que ser el periodo más feliz de la vida de un niño, y
la mía no lo fue por culpa del terrorismo”.
 -52-
JESÚS
LOLO
JATO
Su padre, Jesús Lolo Jato, era policía municipal en
la localidad vizcaína de Portugalete. Un día de abril
de 1978, un etarra se cruzó en su vida destrozándo-
la para siempre. “Fue el 15 de abril. El día 16 era el
cumpleaños de mi madre. Mi padre hacía servicio
en un conocido parque de Portugalete, el parque
de los Monos, cuando vio a un chico corriendo con
una bolsa. Le resultó sospechoso y le dio el alto”. En
el parque había animales y la Policía Municipal solía
hacer vigilancia para evitar que los robasen. El chi-
co en cuestión resultó ser un miembro de la banda
terrorista ETA que acudía a un encuentro con otros
terroristas en el famoso Puente Colgante. Sin me-
diar palabra y tras echar a correr, sacó una pistola,
encañonó a Jesús y a su compañero, y no dudó ni
un segundo al pegarle un tiro. El disparo le ocasionó
heridas en el riñón izquierdo y le atravesó la médu-
la espinal, postrándole en una silla de ruedas para
siempre sometido a fuertes dolores.
“Recuerdo que varios compañeros de mi padre vinie-
ron a mi casa a avisar a mi madre. No se atrevían a
decirle lo que le había pasado a mi padre. A mí me en-
volvieron en una manta y me llevaron a casa de unos
vecinos. Ahí empezó todo”. Con estas palabras nos re-
lata Maribel los primeros recuerdos de su niñez.
Ese mismo 15 de abril, Jesús fue operado de urgen-
cia en el hospital de Cruces, en la vecina localidad de
Baracaldo, para extraerle la bala que había cambiado
drásticamente su vida. “Recuerdo la cara de mi padre
el primer día que le fui a ver al hospital. Era como si se
avergonzara de que le vieran en una cama en el hospi-
tal o en una silla de ruedas. Y es que él siempre había
sido una persona muy activa y vital”.
Esa operación en Cruces fue la primera de un total de
23 intervenciones a las que se vería sometido Jesús
durante los 25 años siguientes. Todas con la misma
finalidad: tratar de aliviar los terribles dolores que el
atentado le produjo de por vida. “Mi infancia se con-
virtió en un ir y venir de hospitales y médicos: Cruces,
Basurto, San Juan de Dios, el Gómez Ulla… Incluso
llegamos a ir a Turín para buscar una solución a los
tremendos dolores que tenía mi padre, pero en todas
partes nos dijeron que no había solución”.
Infancia robada
Maribel siempre echará de menos haber tenido una
infancia “normal, como la de otros niños”, en la que
sus padres pudieran salir con ella “de paseo, o a ju-
gar al parque o a la playa”. Sus momentos de ocio
discurrían en los jardines y en los pasillos del hos-
pital en el que estaba ingresado Jesús, acaparando
la atención y los cuidados de los médicos, las enfer-
meras, y jugando con otros niños que necesitaban
atención médica. “Por eso, siempre me acuerdo de
una imagen que vi hace años por televisión, en la
que aparecía el etarra “Josu Ternera” en el monte pa-
seando con su hijo. No puedo olvidar esa imagen,
porque eso es algo que yo no he podido hacer nun-
ca con mi padre”.
Los días pasaban lentamente entre hospitales, y la
niña Maribel no se resignaba a que su padre fuera a
depender de una silla de ruedas toda la vida. “Igual
dentro de poco puede venir papá a verme nadar en
la piscina”, le decía a su ama, como ella llama cariño-
samente a su madre. Pero eso nunca fue posible. Su
padre pasaba largas temporadas ingresado, y ni si-
quiera pudo asistir a la primera comunión de Maribel.
Los tremendos dolores que padecía se lo impidieron.
Eran unos dolores terribles que le hacían imposible
llevar su vida con normalidad.
Maribel se acostumbró desde niña a convivir con la
presencia cercana del dolor y el sufrimiento ajeno,
y ella misma reconoce: “Creo que vivir tanto tiempo
en hospitales y ver el sufrimiento de niños y otras
personas me ha hecho ser alguien más sensible y
capaz de comprender el dolor ajeno”. Seguramente
que estas vivencias también han contribuido a for-
Creo que vivir tanto
tiempo en hospitales
y ver el sufrimiento
de niños y otras personas
me ha hecho ser alguien
más sensible y capaz
de comprender
el dolor ajeno

Hoy día nos preocupamos por cosas sin importancia,
y muchas veces no nos damos cuenta de que cada día
de la vida es un regalo que hay que aprovechar
jar el carácter luchador y valiente de Maribel, quien
asegura que “hoy día nos preocupamos por cosas
sin importancia, y muchas veces no nos damos
cuenta de que cada día de la vida es un regalo que
hay que aprovechar”.
Ejemplo de coraje y fuerza
Fueron años muy duros, en los que todo el mundo
miraba para otro lado cada vez que había un aten-
tado. Eran tiempos en los que la frase “algo habrá
hecho” se oía sin reparos en cada esquina. Eran
años de miedo social y soledad para las víctimas
del terrorismo. En estas circunstancias, Maribel y su
familia encontraron el apoyo de la gente más cer-
cana, sobre todo de la familia de su madre, su tío
Manuel y algunos amigos, pero poco apoyo institu-
cional. También reconoce que para ellos fue muy
importante sentir la solidaridad de otras víctimas
del terrorismo: “A lo largo de todos estos años, he-
mos sentido cómo, afortunadamente, cada vez hay
más apoyo social”.
En todo este tiempo, además, para Maribel ha sido
fundamental el apoyo de muchos amigos que han
sabido comprender su dolor. “La verdad es que
mis amigos han sido muy importantes para mí”,
asegura.
Esta familia, ejemplo de coraje, nunca tiró la toalla, se
armaron de valor y lucharon cada día de los que duró
la batalla contra el dolor. “Mis padres son un ejemplo
de fuerza y valentía. Mi madre se vio obligada a con-
vertirse en madre y padre a la vez, echarse la vida a la
espalda y ser fuerte”. Reconoce que le entristece pen-
sar que a su madre le truncaron sus aspiraciones y que
-53-
JESÚS
LOLO
JATO
su vida no ha sido nada fácil: “Yo nunca he visto que
mis padres se derrumbasen, ni siquiera los he visto llo-
rar ni compadecerse, y eso me ha servido de ejemplo
y me ha dado mucha fuerza”.
Maribel se emociona al hablar de su padre. Con or-
gullo nos cuenta que “era una persona buena, con
un gran corazón, que llegó a perdonar a su asesino.
Incluso reconoció que él podía haberle disparado
también pero que no lo hizo porque no podría vivir
con esa carga”. Por todo esto, asegura: “Las víctimas
del terrorismo somos un ejemplo, porque no pedi-
mos condecoraciones ni medallas, tan solo que no
se nos olvide y que se haga justicia”.
El dolor que mantenía a Jesús postrado en una silla
de ruedas era físico, consecuencia del certero tiro
que le partió la columna un día de abril. Pero, sin
duda, Jesús sentía otro dolor más psicológico, como
consecuencia de no poder convivir con sus seres
queridos de la forma que a él le hubiera gustado.
Todo este dolor se acabó el 17 de mayo de 2003,
cuando dejó de sufrir para siempre. Las cicatrices
de las operaciones y del tiro que 25 años antes le
pegara un etarra en un parque de Portugalete han
seguido marcando las vidas de Maribel y de Luisa,
su esposa. Maribel nos cuenta que “cada atentado
supone volver a reabrir las heridas y sufrir de nuevo
el mismo dolor”. Por eso, ella es una activista con-
vencida de la lucha pacífica contra el terrorismo, y
raro es no verla en alguna concentración o recogien-
do firmas para que, como ella misma dice, “cuando
yo tenga hijos no tengan que vivir en una sociedad
donde existe el terrorismo, y puedan disfrutar de su
infancia como yo no pude”.
ASESINADO POR

ETA
1978

Aurelio
SALGUEIRO LÓPEZ

Aurelio Salgueiro, cabo primero de la Guardia Civil, era

natural de Monforte de Lemos (Lugo). Destinado en la
localidad guipuzcoana de Mondragón, estaba casado y
tenía siete hijos. Como cada mañana, el 28 de agosto
de 1978 fue a la oficina de Correos a recoger la corres-
pondencia y, de regreso al cuartel, dos terroristas de los
Comandos Autónomos Anticapitalistas se le acercaron
y le dispararon por la espalda, rematándolo en el suelo
en presencia de uno de sus hijos. Aurelio tenía 46 años.
Los Comandos Autónomos Anticapitalistas eran una or-
ganización terrorista formada, entre otros, por antiguos
miembros de ETA político-militar. Aparecieron en 1978
y se mantuvieron activos hasta mediados de los años
ochenta, siendo su acción más sonada el asesinato del
senador socialista Enrique Casas.

EL VIAJE COMO TERAPIA
Belén Salgueiro Vázquez es la menor de siete her-
manos. Su padre, el cabo primero de la Guardia Civil
Aurelio Salgueiro López, tenía 46 años cuando, el 28
de agosto de 1978, fue asesinado en la localidad gui-
puzcoana de Mondragón. Aquella mañana se dirigía
al cuartel después de haber recogido la correspon-
dencia, como hacía todos los días a la misma hora.
Entonces dos miembros de los Comandos Autóno-
mos Anticapitalistas, acercándose a él, le dispararon
varios tiros por la espalda y lo remataron en el suelo
Entrevista a Belén Salgueiro,
hija de Aurelio Salgueiro
Revista Fundación nº 49
(diciembre de 2014)
Miguel Renuncio
delante de uno de sus hijos. Belén no había cumplido
aún un año de edad, y acababa de quedarse huérfana.
Esta es una historia que, tristemente, se repitió con
mucha frecuencia en los “años de plomo”, cuando ETA
y sus grupos afines destrozaban familias indiscrimina-
damente en aras de una Euskal Herria independiente
y socialista. A partir de ese momento, la madre de Be-
lén tuvo que sacar adelante, ella sola, a sus siete hijos,
los cuales han protagonizado, cada uno a su manera,
 -56-
AURELIO
SALGUEIRO
LÓPEZ

su particular historia de superación. Al cabo de los

años, Belén Salgueiro puede presumir hoy de ser la
fundadora y propietaria de la agencia de viajes Mi Via-
je Exclusivo, y nos relata su experiencia a la hora de Nuestra época fue la
emprender siendo víctima del terrorismo.
del silencio; nadie hablaba
¿Quién es Belén Salgueiro? ¿Cómo te definirías a de ello, cada uno llevaba
ti misma?
su cruz como podía,
Soy una joven emprendedora que se esfuerza en salir
adelante dentro de una vida marcada, como por des- sin ningún tipo de ayuda.
gracia tantas otras, por las consecuencias de un acto Yo de niña seguía
terrorista. A nivel personal, me quedé huérfana de
padre por un atentado cinco días antes de mi primer “escondiendo” la profesión
cumpleaños. Eso me supuso crecer en el seno de una y muerte de mi padre,
familia muy numerosa, con las necesidades que ello
conlleva, sin el referente ni el apoyo afectivo, moral y y hasta hace pocos años
económico de una figura paterna, pues el atentado no hablaba con casi nadie
que sufrió mi padre dejó una viuda y siete huérfanos
tras de sí.
de ello. Ahora no me
importa decirlo
En todos estos años, ¿te has sentido apoyada por
la sociedad?
Nuestra época fue la del silencio; nadie hablaba de
ello, cada uno llevaba su cruz como podía, sin ningún
tipo de ayuda. Yo de niña seguía “escondiendo” la pro-
fesión y muerte de mi padre, y hasta hace pocos años
no hablaba con casi nadie de ello. Ahora no me im-
porta decirlo. Eso sí, me ha tocado escuchar el mítico
“algo habrá hecho”. Realmente en el día a día es algo
que tengo muy presente, pero lo llevo por dentro.
dejar atrás la rutina y vivir momentos nuevos, apasio-
¿Cómo ha cambiado, en los últimos años, la aten- nantes y felices. Siempre disfrutaba mucho cuando
ción a las víctimas por parte de las instituciones? nos íbamos de vacaciones al pueblo, ya que las vaca-
En mi opinión, desde que se creó la Dirección Gene- ciones eran sinónimo de relax y alegría, sensaciones
ral de Apoyo a Víctimas del Terrorismo del Ministerio que durante el año en mi casa no se sentían. Era un
del Interior y surgió la Fundación de Víctimas del Te- modo de escape de un día a día de lucha muy duro
rrorismo, las cosas han cambiado bastante y se está e intenso. Desde que tenía 16 años llevo trabajando
trabajando en mejorar muchos aspectos. Puedo decir y estudiando a la vez; cuanto más tiempo estuviera
que, durante los últimos años, estamos siendo recibi- ocupada haciendo cosas, menos tiempo tenía para
das, escuchadas y atendidas en nuestras necesidades pensar y deprimirme. Esto tiene su parte negativa a
como víctimas del terrorismo, cosa que jamás nos nivel personal, pero a nivel profesional me ha resulta-
había ocurrido antes. Hay un equipo de gente muy do muy positivo, dado que me ha permitido avanzar
profesional y humano con ganas de hacer cosas y desde una edad muy temprana, haciendo currículum
avanzar, que es lo más importante. en cuanto a estudios y experiencia profesional.

¿Cómo afrontaste la situación tan dura que te
tocó vivir y cómo lograste salir adelante?
En mi caso, mi vía de escape fue el desarrollo profe-
sional. Siempre me apasionó el mundo de los viajes y
el turismo, tal vez porque viajar es la mejor forma de
Ahora tienes una agencia de viajes. ¿Cómo te de-
cidiste a emprender?
Cuando empecé a trabajar, me fijaba en que no veía
a muchas mujeres en puestos directivos y que mu-
chas de ellas tenían que decidir entre un ascenso y su

Belén Salgueiro es hija del guardia civil Aurelio Salgueiro, asesinado por ETA en 1978
En mi caso, mi vía
de escape fue el desarrollo
profesional. Siempre
me apasionó el mundo
de los viajes y el turismo,
tal vez porque viajar
es la mejor forma
de dejar atrás la rutina
y vivir momentos nuevos,
apasionantes y felices
-57-
AURELIO
SALGUEIRO
LÓPEZ
familia. También por mi manera de ser inquieta, me
gustan los retos y siempre he intentado escapar de la
rutina. Yo pensaba que los trabajos estables y rutina-
rios no eran para mí, que necesitaba algo que fuera un
reto cada día, que me ayudara a derivar mi energía y
ganas de escapar en algo positivo, y cada vez pensaba
más en centrar todo este esfuerzo y tiempo en algo
construido por mí, no por terceros. Hace cuatro años
decidí iniciar mi proyecto y, tras mucho trabajo, sacri-
ficio y buenos y malos momentos, estoy orgullosa de
mi empresa, del esfuerzo diario y de las personas que
tengo trabajando conmigo, un gran equipo que, junto
con nuestros clientes, me ayuda a disfrutar día a día
de todo lo que hago. He de destacar que un empren-
dedor siempre necesita tener alguien que le apoye
para poder cumplir sus sueños. Yo por desgracia no
puedo contar con mis padres, dado que mi madre
falleció también hace unos años, pero tengo a mis
hermanos, que confían en mí, así como muchos otros
apoyos que hacen que siga luchando para poder tra-
bajar en algo que me ayuda a ser feliz: mi agencia de
viajes. Me gustaría contar también con vuestro apoyo
y que mi trabajo, nuestro trabajo, pueda ser de utili-
dad para vosotros.
ASESINADO POR

ETA
1978

Alejandro
HERNÁNDEZ CUESTA

Nacido en el valle del Jerte, al norte de la provincia de

Cáceres, Alejandro Hernández trabajaba como conser-
je en la localidad guipuzcoana de Irun, donde además
era propietario de un bar. El 30 de noviembre de 1978,
un hombre y una mujer llegaron al centro educativo
donde Alejandro ejercía su labor y preguntaron por él.
Cuando acudió a su encuentro, sin sospechar nada ex-
traño, resultó que uno de los desconocidos —el hom-
bre— sacó una pistola y le disparo siete tiros. Alejandro
quedó tendido en el suelo, herido de muerte, mientras
sus agresores se daban a la fuga en un coche robado,
conducido por un tercer terrorista. Poco después, ETA
reivindicaba el atentado llamando a varios medios de
comunicación. Alejandro Hernández tenía 43 años. De-
jaba viuda y ocho hijos.

“LLEVO TODA LA VIDA ESPERANDO
QUE SE HAGA JUSTICIA CON EL ASESINATO
DE MI PADRE”
Alejandro Hernández Barrantes tiene hoy 45 años, es
el quinto de ocho hermanos y lleva desde los 11 años
esperando que se haga justicia con el asesinato de
su padre. Su madre, Julia, y el resto de sus hermanos
comparten con él la sensación de abandono y el senti-
miento de impotencia al saber que los asesinos de su
padre nunca han pagado por el crimen cometido.
Alejandro nunca olvidará el 30 de noviembre de 1978.
Como cada día, al salir del colegio se dirigió a su casa.
Pero, a diferencia del resto de días, cuando llegó al
portal vio que había mucha gente, vecinos y policía.
No sabía qué había pasado, pero su hermana le sacó
Testimonio de Alejandro Hernández Barrantes,
hijo de Alejandro Hernández Cuesta
Revista Fundación nº 38
(marzo de 2012)
Carolina Couso
pronto del desconcierto: “Han matado a papá”, le dijo.
Con estas palabras, Alejandro dejó atrás su infancia
con 11 años para convertirse en un pequeño hombreci-
to más en su casa.
Hacia la una de la tarde del día 30 de noviembre de
1978, la banda terrorista ETA asesinaba en Irún a Ale-
jandro Hernández Cuesta, conserje en el Centro
Nacional de Formación Profesional Administrativa de
Comercio Exterior del barrio de Anaka. Según testigos
presenciales, un hombre y una mujer entraron en la
escuela preguntando por Alejandro, que fue avisado
por uno de los profesores. Así, al acercarse a la puerta
 -60-
ALEJANDRO
HERNÁNDEZ
CUESTA

Nadie nos ayudó después de la muerte de mi padre,

todo el mundo nos dio la espalda y se olvidó de nosotros.
Incluso tuvimos que cerrar el bar, ya que la clientela
no acudía, probablemente por miedo. Fueron tiempos
muy difíciles, sobre todo para mi madre

de acceso al centro y sin mediar palabra, los dos eta-
rras dispararon contra él. Alejandro, que fue alcanzado
por siete impactos de bala, se desplomó en el suelo
mientras los autores se daban a la fuga, abandonando
apresuradamente el centro escolar. Una vez fuera del
recinto, se subieron a un automóvil que les esperaba
en las inmediaciones con el motor en marcha y una
tercera persona al volante. El coche, un SEAT 1430 de
color rojo, había sido robado momentos antes de que
se cometiese el atentado, para ser abandonado en el
centro de Irún esa misma tarde.
Los terroristas sabían que a esas horas las puertas
de la Escuela de Comercio Exterior estaban abiertas
ante la inminente salida de los alumnos. Así pues, tu-
vieron libre acceso a las dependencias del centro, al
que entraron a cara descubierta.
Esa misma tarde, la banda terrorista ETA reivindi-
có el asesinato de Alejandro Hernández mediante
llamada telefónica a diversos medios de comuni-
cación vascos. Alejandro Hernández Cuesta, de 43
años, era natural de la localidad cacereña de Jerte.
Estaba casado y tenía ocho hijos, con edades com-
prendidas entre los 18 años y los 17 meses. Además
de ser conserje del Centro de Formación en Comer-
cio Exterior desde hacía seis años, Alejandro era
propietario de un bar.
“Nadie nos ayudó después de la muerte de mi padre
—comenta Alejandro—, todo el mundo nos dio la es-
palda y se olvidó de nosotros”. Incluso tuvieron que
cerrar el bar que había abierto su padre, ya que la
clientela no acudía, probablemente por miedo. “Fue-
ron tiempos muy difíciles, sobre todo para mi madre”.
Julia, un ejemplo de lucha
Alejandro, durante toda la entrevista, nombra incon-
tables veces a su madre, siempre desde el cariño y
el agradecimiento, con una ternura y admiración in-
finitas, recordando episodios vividos que, seguro, no
debieron de ser fáciles. “Mi madre tenía ocho hijos
que alimentar, el mayor tenía 18 años, y ella acababa
de cumplir los 37”.
Alejandro nos comenta que solamente dos de sus
hermanos trabajaban por aquel entonces, y que su
madre no cobraba pensión alguna, por lo que su si-
tuación económica no era la más deseable. “Incluso
cuando llegó el momento de que mis dos herma-
nos mayores hicieran el servicio militar, mi madre
pidió a las autoridades que los eximieran, ya que
eran los únicos que traían ingresos a casa, pero ni
siquiera entonces se acordaron de nosotros, y mis
hermanos tuvieron que hacer la mili”. Alejandro si-
gue relatándonos nuevos pasajes de su vida, como
si viajase al pasado y pusiera voz a sus vivencias.
Así, nos comenta que con tan solo 15 años tuvo que
buscar un trabajo para contribuir económicamente
en su casa. “Hoy ha estado aquí mi sobrino de 15
años y me doy cuenta de que es solo un niño, pero
yo con su edad me puse a trabajar en un circo que
 -61-
ALEJANDRO
HERNÁNDEZ
CUESTA

pasó por Irún, porque en mi casa éramos muchos y
había poco dinero”.
El paso del tiempo no ha cerrado del todo la herida que
se abrió en esta familia el 30 de noviembre de 1978, ya
que, como nos comenta Alejandro, “siempre ha estado
abierta: con cada atentado, con cada víctima”.
Es necesario hacer justicia
Para Alejandro y su familia, hay una cuestión fun-
damental que no se ha resuelto todavía, a pesar de
que han pasado más de 33 años. Así, Alejandro hace
referencia al hecho de que los asesinos de su padre
nunca han sido identificados, por lo que tampoco
han sido juzgados.
Hace unos meses, Alejandro, junto a otras víctimas
pertenecientes a Covite, fueron a la Audiencia Na-
cional a recabar información sobre los expedientes
de sus respectivos familiares. “Esta ha sido la única
información que yo he recibido sobre el asesinato de
mi padre. Entonces fue cuando supe que le habían
disparado siete veces y que no se había investigado
absolutamente nada, porque, según el expediente, en
febrero de 1979 el caso estaba cerrado y concluso”.
El abandono y el olvido sufridos a lo largo de todos
estos años tampoco se verán resarcidos con la satis-
facción de ver a los asesinos entre rejas. “Ni siquiera
tendremos la oportunidad de ver que se ha hecho jus-
ticia —nos comenta—. Además, si se quiere hacer ver
que todas las víctimas somos iguales, no se pueden
hacer agravios entre ellas. La vida de mi padre no vale
menos que la vida de cualquier otra víctima”.
Existen 314 casos de asesinatos terroristas que no han
sido resueltos por la Justicia. Esto supone que más del
40% de los asesinatos cometidos por ETA han queda-
do impunes para sus autores. “Es mantener la herida
abierta eternamente”, porque nadie ha pagado por
estos crímenes. Además, las indemnizaciones recogi-
das por la ley en estos casos también son menores, ya
que no se contempla la indemnización en concepto
de responsabilidad civil.
Alejandro, como muchas otras víctimas, cree que
los casos de asesinato no deberían prescribir: “Si por
casualidad se encontrase ahora a los asesinos de mi
padre, sus delitos ya habrían prescrito, y eso no me
parece justo. Las víctimas siempre seremos víctimas,
pero los asesinos deben pagar con lo que diga la Justi-
cia por sus asesinatos”.
Sobre el cese definitivo de la violencia etarra, decla-
rado hace unos meses por la propia banda terrorista,
Alejandro es claro: “Ojalá lo hubieran hecho antes, y así
habrían ahorrado mucho sufrimiento a tantas familias”.
Además, se muestra preocupado ante la posibilidad
de que conlleve algún proceso de negociación que su-
ponga beneficios para los etarras o el acercamiento de
los presos: “No se pueden hacer concesiones, ni ahora
ni nunca. Hay que cuidar más a las víctimas”.

Si por casualidad se encontrase ahora a los asesinos

de mi padre, sus delitos ya habrían prescrito,
y eso no me parece justo. Las víctimas siempre
seremos víctimas, pero los asesinos deben pagar
con lo que diga la Justicia por sus asesinatos
ASESINADO POR

ETA
1979

Miguel
CHAVARRI ISASI

Aunque unos años antes había recibido una carta in-

timidatoria, Miguel Chavarri no se sentía amenazado.
Riojano de nacimiento, vivía desde hacía tiempo en
Beasain, principal población de la comarca del Goierri,
con su mujer —guipuzcoana— y sus tres hijos. A Miguel
le gustaba ayudar a los demás y, quizá por eso, en Bea-
sain no solo era el jefe de la Policía Municipal y el jefe de
los Bomberos, sino también el encargado del alumbra-
do público y de la limpieza. El 9 de marzo de 1979, un
terrorista de ETA entró en las instalaciones del Ayunta-
miento, se dirigió al despacho de Miguel y lo encontró
leyendo el periódico. Sin más, le disparó nueve tiros a
bocajarro y se marchó. No hubo testigos; nadie vio nada
ni oyó nada. Miguel tenía 48 años. Tras el atentado, su
familia decidió abandonar el País Vasco.

“MI MADRE SE ME ABRAZÓ Y ME DIJO:
‘¡QUÉ NOS HAN HECHO! ¡QUÉ NOS HAN HECHO!’”
Mari Sol tenía 17 años cuando ETA asesinó a su padre,
Miguel Chavarri Isasi, jefe de la Policía Municipal de
Beasáin (Guipúzcoa). Nueve disparos a bocajarro aca-
baron con su vida el 9 de marzo de 1979 y, de paso,
truncaron las vidas de su mujer y sus tres hijos, que
tuvieron que marchar a Logroño para dejar atrás el
horror de los “años de plomo”, llevándose consigo una
profunda tristeza y una inmensa soledad. Actualmen-
te, Mari Sol participa en el proyecto “Testimonio directo
de las víctimas del terrorismo en centros docentes” y
es vicepresidenta de la Asociación Riojana de Víctimas
del Terrorismo (ARVT).
Entrevista a Mari Sol Chavarri,
hija de Miguel Chavarri
Revista Fundación nº 65
(diciembre de 2018)
Miguel Renuncio
¿Cómo era su padre?
La verdad es que no tengo muchos recuerdos. Yo
siempre digo que me los borraron. Mi padre era de
Cihuri, un pueblo de La Rioja, y me acuerdo de ir allí
de vacaciones, pero otros recuerdos de mi niñez no
tengo. Él era un hombre servicial y estaba 100% dedi-
cado a la gente de Beasáin. De hecho, aparte de ser el
jefe de la Policía Municipal, era el jefe de Bomberos, el
encargado del alumbrado público y el encargado de
la limpieza. A él ese servicio a los demás le gustaba.
Como padre era exigente, por ejemplo con las notas,
pero no tengo muchos recuerdos más.
 -64-
MIGUEL
CHAVARRI
ISASI
¿Existía en Beasáin un ambiente favorable a ETA?
Yo entonces estaba estudiando COU en el instituto
y no tenía ningún problema con mis amigas ni me
sentía rechazada. Eso sí, cuando llegaba la noticia
de alguna detención, por ejemplo, ya sabíamos que
al día siguiente no iba a haber clase, porque se ha-
cía asamblea y, por supuesto, se votaba no ir a clase.
Luego había manifestación, venían los “grises”, etc.
Nosotros vivíamos en una calle que no era muy lar-
ga, y allí solían enfrentarse policías y manifestantes.
Cuando había huelga general, sabíamos que debía-
mos hacer la compra porque al día siguiente no iba
a haber ni pan.
¿Cómo recuerda el día del atentado?
Yo estaba en clase cuando, a segunda hora, llama-
ron a la puerta: eran una amiga mía —que estaba en
otra aula— y el ordenanza. Me dijeron que recogiera
mis cosas y que saliera, porque mi madre se había
puesto enferma y yo debía quedarme con mi herma-
no pequeño, que tenía tres años. Al llegar a la salida,
estaban allí el director, el jefe de estudios y un com-
pañero de mi padre, que además vivía en nuestro
mismo edificio. Este compañero había llamado a un
taxi para que nos llevara a casa, y lo que recuerdo del
camino es el ruido de los helicópteros sobrevolando
el pueblo. No recuerdo nada más. Llegué a casa y,
cuando subí, ya había gente, estaban las vecinas… Mi
madre se me abrazó y me dijo: “¡Qué nos han hecho!
¡Qué nos han hecho!”. A partir de ahí… una locura.
Unos años antes, su padre había recibido una
amenaza de muerte. ¿Cree que aquello tuvo re-
lación con su asesinato?
Lo que recibió fueron unos recortes de periódico pe-
gados en un papel, en los que ponía algo así como
“Te vamos a matar”. Él lo debió de consultar con al-
guna autoridad, pero le dijeron que no hiciera caso,
porque las amenazas de ETA iban en una hoja con
el sello de la banda y estaban escritas a máquina. Le
aconsejaron que no le diera importancia.
Entonces, ¿él no se sentía amenazado?
En casa la verdad es que de mi padre se habla muy
poco, yo creo que por el dolor que nos produce, pero
mi madre ha comentado que alguna vez ella le dijo:
“¿Por qué no nos vamos?”, y que él le contestaba: “¿Por
qué nos vamos a ir, si yo no he hecho nada?”. Que
yo sepa, mi padre nunca miró los bajos del coche ni
tomó ninguna medida de protección. Nada de nada.
¿Su madre ha vuelto a Beasáin? ¿Y usted?
Mi madre es de Lazcano, un pueblo al lado de Beasáin, y
alguna vez ha vuelto por allí, a algún funeral… Ella es la 13ª
de 14 hermanos, aunque ya solo viven dos. Nunca le ha
gustado volver. Yo he vuelto esporádicamente, acompa-
ñándola a ella, y hace pocos años fui por primera vez con
mis hijos… Es difícil.
Este es uno de los muchos crímenes de ETA que no
se han llegado a resolver…
El próximo 9 de marzo se cumplirán 40 años, así que el
crimen está prescrito. Por eso, aunque ahora se supiera
quién fue el autor, no se le podría juzgar. Pero aunque
solo fuera por saber la verdad… Por lo menos, saber
quién lo hizo.
¿Nunca tuvieron noticias de la investigación del
caso?
No. Nosotros nos fuimos con nuestro dolor y nunca na-
die nos dijo nada.
Sin embargo, seguro que tuvieron que escuchar
aquello de “algo habrá hecho”…
Cuando oyes eso con 17 o 18 años, tú te planteas: “¿Qué
ha hecho mi padre que yo no sé?, ¿en qué estaba meti-
do?”. Pero luego te das cuenta de que es simplemente la
excusa de quienes quieren justificar a los asesinos. Nada
más que eso. Hace unos días, por ejemplo —aunque no
es exactamente lo mismo—, una persona que conozco
me dijo que me había visto en televisión, porque hubo
una ofrenda de flores organizada por la Asociación Víc-
timas del Terrorismo (AVT), y me preguntó: “¿Qué era tu
padre?”. ¡Y qué más da lo que fuera! Va a hacer 40 años y
todavía te siguen preguntando qué era tu padre…
Aún más duro habrá tenido que ser convivir con la
soledad…
La soledad la hemos sentido, y mucho. Además, en-
tonces había atentados casi todos los días y veías a esas
familias en televisión… ¡Qué dolor! ¡Qué soledad! Incluso
ahora, con el paso de los años —aunque la situación ha
cambiado—, yo creo que la soledad sigue existiendo. Re-
cientemente han hecho un homenaje a Isaías Carrasco
en Mondragón, y las noticias venían a decir que ya era
hora, después de 10 años… Y eso que entonces parecía
que veías a las familias más arropadas en los funerales,
pero en el fondo estaban igual que nosotros, porque
había gente que iba, se hacía la foto y después adiós.
Nosotros no tuvimos ni eso, pero en cualquier caso te
sientes solo, solo, solo.

Cuando con 17 o 18 años
oyes eso de “algo habrá
hecho”, tú te planteas:
“¿Qué ha hecho mi padre
que yo no sé?, ¿en qué
estaba metido?”. Pero
luego te das cuenta
de que es simplemente
la excusa de quienes
quieren justificar
a los asesinos
¿El Ayuntamiento de Beasáin no les ayudó de nin-
guna forma?
En el momento del funeral y del traslado, ellos se en-
cargaron de todo. Eso sí que es verdad. Pero hace unos
años, buscando en Internet, vi que se había hecho un
homenaje a dos ertzainas a los que también mataron
allí. Lo que ocurre es que, además de a esos dos ertzai-
nas, en Beasáin mataron a otras cuatro personas. A las
cuatro, en 1979: primero a un guardia civil y su novia,
luego a mi padre y luego a un camarero. Al verlo, me
enfadé tanto que decidí escribir al Ayuntamiento. Mis
hermanos y yo enviamos la carta, y no nos ha contes-
tado nadie hasta el día de hoy.
¿Le siguen afectando las noticias sobre otros
atentados terroristas?
Sí. Y más todavía cuando el atentado es contra una
persona en concreto, como en el caso de mi padre.
Pensar que han ido a por él, que lo han vigilado, que
lo han seguido para encontrar el momento… Eso tam-
bién es duro.
Usted ha dado su testimonio en varios institutos.
¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Cómo reaccionan
los alumnos?
A mí la experiencia me ha gustado mucho. Me lo co-
mentó Jerónimo López, el presidente de la ARVT, y
yo le dije que me gustaría participar. Estuve primero
en dos institutos de la Comunidad de Madrid y luego
ya en La Rioja. El proyecto empezó el curso pasado,
a principios de año, y en breve voy a repetir la expe-
riencia. La mayor parte de los chavales se emocionan
-65-
MIGUEL
CHAVARRI
ISASI
y, cuando acabas, algunos te dicen: “¿Te puedo dar un
abrazo?”. El primer día que me dijeron eso, pensé: “Les
ha llegado”. Para eso es precisamente para lo que es-
tamos ahí, para que sepan que somos personas de
carne y hueso, y que cuando oigan en las noticias que
ha habido un atentado se acuerden de que a noso-
tros nos ha pasado lo mismo. Y que lo comenten en
casa para que sus padres no olviden lo que han vivido.
Los chavales la verdad es que responden bien. Ojalá el
proyecto se vaya extendiendo por toda España.
Usted es vicepresidenta de la ARVT. ¿Qué le
ha aportado la relación con otras víctimas del
terrorismo?
Al principio, yo no quería saber nada de otras vícti-
mas. ETA mató también a un guardia civil retirado que
era muy amigo de mis padres, en San Sebastián, y su
viuda le comentó a mi madre que se había creado la
AVT… Pero yo no quería hablar con otras víctimas. Has-
ta que un día cambias y decides dar el paso. Creo que
viene bien, porque entre nosotros no hace falta contar
cómo te sientes, ya que todos hemos pasado más o
menos por lo mismo. Cada caso es diferente, pero ese
sentimiento lo llevamos todos. Y lo mismo ocurre con
los heridos, porque se habla mucho de los asesinados
y muy poco de los heridos. Algunos de ellos tienen he-
ridas físicas, que se ven, pero muchos otros no, y sin
embargo también tienen secuelas graves.
ETA se ha disuelto, pero la ideología que alentó y
justificó sus asesinatos sigue intacta en una parte
de la sociedad vasca…
Mi hermano mediano ha dado una charla hace poco
en un instituto, y uno de los profesores le dijo que su
mujer era de un pueblo muy cercano al nuestro y que,
cuando va a ver a su familia, no se habla de política.
¡No se puede hablar! Va a costar mucho que las cosas
cambien. Yo creo que tiene que pasar alguna genera-
ción, porque ahora mismo no le veo solución a esto.
Me refiero a que todos estemos de acuerdo en que los
etarras eran unos asesinos… Creo que va a tener que
pasar tiempo, y desde luego no ayudan los homenajes
que se hacen en algunos pueblos. Yo a los chavales
les pregunto: “¿Os imagináis, por ejemplo, que a los te-
rroristas de los atentados de Barcelona y Cambrils se
les hicieran homenajes? ¿O que se homenajeara a un
violador que sale de la cárcel?”. Esto pasa solamente
con el terrorismo de ETA, y es así por el apoyo social
que tiene y porque hay muchos que callan. No apo-
yan, pero callan.
SUPERVIVIENTE DEL INCENDIO
DEL HOTEL CORONA DE ARAGÓN,
EN EL QUE MURIÓ SU MARIDO,
ALFONSO QUEIPO DE LLANO Y ACUÑA

1979

Sonsoles
ÁLVAREZ DE TOLEDO Y URQUIJO

Sonsoles Álvarez de Toledo, natural de Llodio (Álava), fue

víctima del incendio del Hotel Corona de Aragón, en Za-
ragoza, el 12 de julio de 1979. En el siniestro murió su
marido, Alfonso Queipo de Llano, teniente coronel del
Ejército de Tierra, que había participado como jinete en
los Juegos Olímpicos de Roma (1960) y Tokio (1964). El
matrimonio tenía seis hijos, con edades comprendidas
entre los 12 y los 23 años. Sonsoles decidió entonces de-
dicar su vida a las víctimas del terrorismo, fundando en
1981, junto a Ana María Vidal-Abarca e Isabel O’Shea, la
Asociación Víctimas del Terrorismo, de la que llegaría a
ser presidenta entre 1999 y 2003. Por la magnitud de la
tragedia, el incendio del Hotel Corona de Aragón fue un
suceso que conmocionó a toda España. La Justicia no
ha podido establecer la autoría de los hechos.

“LAS VÍCTIMAS NECESITAN AYUDA
PARA SEGUIR ADELANTE”
Desde que perdiera a su marido en el incendio del
Hotel Corona de Aragón, en 1979, Sonsoles Álvarez de
Toledo ha dedicado su vida a luchar por la dignidad
y los derechos de las víctimas, a veces desde la sole-
dad y el abandono de algunas instituciones y partidos
políticos. Hoy mira con orgullo las conquistas alcan-
zadas por la Asociación Víctimas del Terrorismo, que
fundó hace 21 años y que actualmente preside.
¿Qué supone presidir una entidad de estas carac-
terísticas?
Yo no he trabajado en otras asociaciones, pero sí que
puedo decir que la AVT tiene una carga muy profunda
Entrevista a Sonsoles Álvarez de Toledo
Revista Fundación nº 1
(diciembre de 2002)
Bernardo Rodríguez / EFE
María Cano
referente a una tragedia que sufrimos la sociedad espa-
ñola desde hace más de 30 años y en la que estamos
implicados todos los que pertenecemos a la Asocia-
ción. En cualquier caso, es una carga que llevas con
mucho orgullo. Luchar por la dignidad de las víctimas
del terrorismo es, sin duda, mi mayor satisfacción.
¿En qué momento y por qué surge la idea de
crear la AVT?
La Asociación nació en 1981, cuando Ana María Vi-
dal-Abarca, Isabel O’Shea y yo decidimos poner fin a la
situación de abandono y soledad en la que se encon-
traban las víctimas del terrorismo. Yo me quedé viuda
 -68-
SONSOLES
ÁLVAREZ DE TOLEDO
Y URQUIJO

Cuando se produce un atentado, enviamos un telegrama

a los familiares de la víctima expresándoles nuestras
condolencias y solidaridad. Dejamos pasar unos días para
que estén tranquilos, son momentos de muchas emociones.
Después, volvemos a ponernos en contacto y les ofrecemos
toda la atención y los servicios que prestamos desde la AVT

en 1979 cuando mi marido, Alfonso Queipo de Llano,
murió en el incendio del Hotel Corona de Aragón, del
que, gracias a Dios, logré sobrevivir. Sentí el silencio
y el abandono que rodea a las víctimas. Cuando te
ocurre algo así, sufres un golpe emocional tan fuer-
te que te incapacita para seguir adelante, continuar
con tu vida normal. Luego, en 1981, ETA asesinó al ma-
rido de Ana, y es entonces cuando nos pusimos en
contacto. Encajamos perfectamente nuestras ideas y
preocupaciones, vimos que había mucha gente que
estaba muriendo sin que nadie les prestara ninguna
atención. Es ahí cuando emprendimos la lucha por la
dignidad y los derechos de las víctimas del terrorismo
y creamos la AVT.
¿Cómo ha sido el recorrido?
Los comienzos fueron muy difíciles, estábamos com-
pletamente solas. Muchos debieron de pensar que
éramos tres señoras que nos habíamos vuelto locas.
Pero teníamos tanta seguridad en lo que estábamos
emprendiendo, que no nos importaba nada lo que se
pensara y se dijera sobre nosotras. Había que traba-
jar mucho, y los momentos malos, que los hubo, no
nos hicieron desistir de nuestro propósito. Debíamos
empezar a concienciar a los españoles del terror que
sufríamos muchos. Era entonces cuando se oía: “A mí,
mientras no me toquen…”. Esto no podía seguir así, ha-
bía que hacer entender que nos podía tocar a todos.
Con el paso del tiempo, las cosas han cambiado mu-
cho. Ahora la gente no tiene miedo a decir “no” a ETA,
ni a ayudar a las víctimas del terrorismo. Notas el calor
de las personas cerca de ti y nadie se echa atrás. Ade-
más, también ha surgido una creciente sensibilidad
hacia el terrorismo en la clase política y judicial, que ha
permitido grandes avances.
¿A cuánta gente atiende la Asociación?
La AVT abarca todo el territorio nacional y, actual-
mente, la población atendida supera las 6.000
personas. Los socios que aglutina son víctimas di-
rectas del terrorismo, entendiéndose como tales los
heridos que han sobrevivido a los atentados sufridos;
o bien la viuda o viudo en caso de haber resultado
asesinado su cónyuge, o el familiar más inmediato
en el supuesto de que la víctima estuviese soltera:
padres, hermanos, etc. Además, con el fin de que
la atención sea lo mejor y más cercana posible, la
Asociación dispone de delegaciones en las distintas
provincias españolas.
¿Cómo se levanta a una familia destrozada por
una acción terrorista?
Es muy difícil. Cuando se produce un atentado, en-
viamos un telegrama a los familiares de la víctima
expresándoles nuestras condolencias y solidaridad.
Dejamos pasar unos días para que estén tranquilos,
son momentos de muchas emociones. Después, vol-
vemos a ponernos en contacto y les ofrecemos toda
la atención y los servicios que prestamos desde la
AVT. De cualquier manera, y pese a todas las ayudas,
el dolor que produce un atentado es algo que que-
da dentro, con lo que tienes que convivir y que nunca
olvidas. Te levantas porque la vida te lo pide y porque
el espíritu de supervivencia está ahí. En ocasiones te
sientes sin fuerzas, pero no hay más remedio que se-
guir mirando hacia adelante.
 -69-
SONSOLES
ÁLVAREZ DE TOLEDO
Y URQUIJO

Gracias al esfuerzo de numerosas personas, hemos podido

alcanzar gran parte de nuestros objetivos. Muchos se han
materializado en la Ley de Solidaridad con las Víctimas
del Terrorismo y la armonización de las pensiones,
viejas reivindicaciones de la AVT que se han alcanzado
ahora porque ha habido voluntad política

¿Cuáles son las necesidades de las víctimas?
Muchas: materiales, morales... Las víctimas necesitan
todo el apoyo del mundo para hacer frente a una nueva
realidad que les ha sido impuesta contra su voluntad.
En muchos casos, las familias tardan toda la vida en
recuperarse de este golpe, porque el daño psicológico
es terrorífico. Nosotros tenemos el deber de ayudarles
y prestarles toda la atención necesaria. Es importante
creer que tiene que ser así, que las víctimas necesitan
todo tipo de ayudas, muy especialmente la solidaridad,
el cariño y la memoria de sus seres queridos, que bajo
ningún concepto pueden quedar en el olvido.
En este sentido, ¿qué labor realiza la AVT?
La actividad de la Asociación se lleva a cabo desde
diferentes áreas, organizadas en función de estas nece-
sidades que comentamos: Asistencial; Administrativa;
Formación y Empleo; Jurídica; y Psicológica, además del
Gabinete de Prensa, que realiza un trabajo de denuncia
de las terribles secuelas del terrorismo, en un intento
de mantener sensibilizada a la opinión pública. Todo
el trabajo que se desarrolla es igualmente importante.
Gestionamos las subvenciones que recibimos de las ins-
tituciones y las donaciones de particulares para realizar
los diferentes proyectos, a veces muy costosos. Es el caso
de las áreas Jurídica y Psicológica, con un plantel de pro-
fesionales numeroso y muy necesario para dar perfecta
cobertura a las demandas que existen.
¿Qué importancia tiene esta gestión en la mejora
de la situación de las víctimas?
Muchísima. De nos ser por la labor que se desarro-
lla desde la AVT, las víctimas nos encontraríamos en
una situación completamente distinta. Precisamente,
fundamos esta casa ante las vergonzosas carencias
que sufríamos y que nadie tenía en cuenta. Las áreas
de trabajo son consecuencia de estas necesidades.
Es imprescindible, por ejemplo, la ayuda psicológica
para intentar superar el shock y el trauma produci-
dos por un atentado. Es también importantísima
la defensa de los derechos de las víctimas ante los
tribunales, que se ejerce desde nuestro gabinete jurí-
dico; el contacto y la atención directa con los socios,
que se realiza desde el área social; o la ayuda que se
presta a nuestros socios en formación y empleo, des-
de el área responsable de tal labor. En definitiva, el
trabajo que realizan nuestros profesionales en la AVT
es extraordinario por su implicación, eficacia y gene-
rosa dedicación.
¿Qué logros se han obtenido?
Gracias al esfuerzo de numerosas personas, he-
mos podido alcanzar gran parte de nuestros
objetivos. Muchos se han materializado en la Ley de
Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo y la ar-
monización de las pensiones, viejas reivindicaciones
de la AVT que se han alcanzado ahora porque ha
habido voluntad política. Queda mucho trabajo por
hacer, aunque afortunadamente, y como ya he di-
cho antes, las víctimas contamos hoy con el apoyo
de las principales instituciones de España, la soli-
daridad de la sociedad y las iniciativas de muchos
colectivos, que han nacido en el transcurso de los
últimos años en respuesta a la situación de intole-
rancia que se vive en el País Vasco y en repulsa al
terrorismo.
MUERTO EN EL INCENDIO
DEL HOTEL CORONA DE ARAGÓN

1979

Manuel
MOYA JIMENO

El Corona de Aragón era uno de los mejores hoteles de

Zaragoza, y en él se encontraba alojado Manuel Moya,
de 36 años, casado y con tres hijos. Su familia estaba
disfrutando de unos días de vacaciones en la provincia
de Segovia, pero él había tenido que seguir trabajando.
El 12 de julio de 1979 se celebraba en la Academia Ge-
neral Militar la entrega de reales despachos a los nuevos
oficiales del Ejército de Tierra, por lo que muchos mili-
tares de alta graduación estaban alojados en el hotel.
A primera hora de la mañana, un pavoroso incendio se
extendió rápidamente por todo el edificio, acabando
con la vida de decenas de personas, entre ellas Manuel.
Siempre se sospechó que pudo tratarse de un atentado,
pero no fue hasta 2009 cuando el Tribunal Supremo de-
terminó que el incendio fue intencionado.

“LA GRAN LABOR DE MI MADRE”
Amanecía el 12 de julio del año 1979 en la capital za-
ragozana cuando un demoledor incendio asolaba
el Hotel Corona de Aragón. A consecuencia de las
devastadoras llamas, morían 78 personas y otras 113 re-
sultaban heridas.
Este suceso fue uno de los de mayor impacto de la
Transición española, ya que, desde el mismo momento
en que se produjo el incendio, fueron muchas las es-
peculaciones sobre la naturaleza del incidente. En un
primer momento, el incendio fue tachado de fortuito,
Testimonio de Marisa Moya,
hija de Manuel Moya
Revista Fundación nº 29
(diciembre de 2009)
Carolina Couso
hasta que, en febrero de este mismo año, el Tribunal Su-
premo daba por válido, en una sentencia, un informe
pericial que afirmaba que el incendio estuvo causado
por “al menos tres personas organizadas y adiestradas”.
Del mismo modo, la sentencia reconoce que en el inci-
dente se utilizaron agentes que intensificaron y avivaron
el fuego con “napalm unido al magnesio”, por lo que
los autores materiales tenían que contar con conoci-
mientos altamente especializados. Con esta sentencia
del Tribunal Supremo se ponía fin a las especulaciones
sembradas durante tres décadas y se aclaraba algo que
 -72-
MANUEL
MOYA
JIMENO

A medida que han ido pasando los años,

y yo también he ido creciendo, me he dado
cuenta de la gran labor que ha hecho
mi madre inculcándonos valores tan
importantes como el respeto y el amor

las familias afectadas ya sabían: el incendio había sido
consecuencia de un atentado terrorista.
Aquel verano, María Luisa Moya era una niña de nue-
ve años que pasaba las vacaciones escolares en el
pueblo de sus padres en compañía de su madre,
Amparo, y de sus dos hermanos menores: Margari-
ta, de cinco años, y Manuel, de tan solo un añito. Su
padre, Manuel Moya, de 36 años de edad, no disfru-
taba de aquellos días de descanso vacacional en el
pueblecito segoviano de Añe, ya que sus quehaceres
profesionales se lo impedían. Manuel era ingeniero
técnico industrial y aquel 12 de julio de 1979 se en-
contraba alojado en el Hotel Corona de Aragón, en
cuya cafetería se cree que pudo empezar el devasta-
dor incendio.
Hoy Marisa, como la conocen sus amigos y familiares,
es una mujer de 39 años, licenciada en Económicas.
Su carácter amable y luchador, además de la estre-
cha relación que la une a sus hermanos y su madre,
ha contribuido notablemente a que superase las
terribles secuelas que cualquier atentado deja en la
vida de un niño.
Marisa nos relata cómo vivió aquel terrible atenta-
do que marcó su infancia con tan solo nueve años:
“La visión y los recuerdos que tengo de aquel día
son los de una niña que no alcanzaba a compren-
der qué había pasado, pero que era plenamente
consciente de que había ocurrido algo muy grave”.
La curiosidad infantil la animaba a descubrir qué
había sucedido, y un día, al preguntarle a su tío,
confirmó sus sospechas de que ya no volvería a ver
más a su padre: “‘Tu padre se ha ido al cielo’, me
dijo mi tío”.
Amparo, una mujer admirable
Desde aquel caluroso día de verano, su vida y la de
su familia cambiaron para siempre. “El mayor cam-
bio de todos lo sufrió mi madre, que pasó de ser
una persona muy alegre a estar triste”. No en vano,
Amparo había perdido a su marido y compañero,
y con tan solo 34 años tenía una difícil labor en la
vida: luchar para sacar adelante a tres niños peque-
ños ella sola.
Marisa alaba continuamente la labor que durante
todos estos años ha llevado a cabo su madre. Son
muchas las palabras de admiración y de cariño que
le dedica a lo largo de toda la entrevista: “Mi ma-
dre —nos comenta— siempre ha estado pendiente
de mí y de mis hermanos, siempre ha estado atenta
para que no nos faltase de nada y, sobre todo, ha vi-
vido continuamente preocupada por que fuésemos
iguales al resto de niños de nuestra edad. Preocupa-
da por darnos una educación y por que creciésemos
alegres y felices”. Las palabras de Marisa dejan en-
trever una tremenda admiración cuando nos habla
de Amparo, su madre: “Ella es la causa por la que
mis hermanos y yo nunca nos hemos sentido solos
y hemos sido capaces de superar la pérdida de mi
padre. Por ella siempre hemos estado, y seguimos
estando, muy unidos”.

La admiración que siente hacia su madre ha ido cre-
ciendo con el paso del tiempo, como reconoce la
propia Marisa: “A medida que han ido pasando los
años, y yo también he ido creciendo, me he dado
cuenta de la gran labor que ha hecho mi madre
inculcándonos valores tan importantes como el res-
peto y el amor”.
Treinta largos años de espera
“Mi madre siempre nos ha mantenido al margen de
todo, evitando que supiésemos muchas cosas que nos
podían hacer daño”. Marisa reconoce que el instinto
protector de su madre le ha hecho vivir en soledad
todo el proceso de lucha por el reconocimiento social
e institucional del atentado.
Ha debido de ser una tarea difícil, dura y solitaria. “So-
bre todo porque nosotros nunca hemos sentido el
apoyo institucional, nunca nadie nos ha apoyado ni
se ha solidarizado con nosotros”. Las víctimas de este
atentado se vieron desamparadas durante más de 30
años, aunque, tras la sentencia del Tribunal Supremo
del pasado mes de febrero, se ha solicitado al Gobier-
no la condecoración de las víctimas.
“El reconocimiento social e institucional es importan-
te, aunque no vaya a servir para devolverle la vida a
mi padre”, nos comenta Marisa, quien reconoce que
la herida producida por la prematura pérdida de su
padre siempre ha seguido abierta y, 30 años después,
aún le sigue echando de menos.
Reconozco que noto
su ausencia en
los momentos más
importantes de mi vida.
Me hubiera gustado
que compartiera conmigo
mi licenciatura, el día
de mi boda o que ahora
conociera a sus nietas
-73-
MANUEL
MOYA
JIMENO
“Sobre todo, reconozco que noto su ausencia en los
momentos más importantes de mi vida. Me hubiera
gustado que compartiera conmigo mi licenciatu-
ra, el día de mi boda o que ahora conociera a sus
nietas”, asegura Marisa. No obstante, su carácter
optimista y positivo le hace sentir la cercanía de su
padre: “Él está con nosotros y ha estado siempre, to-
dos estos años”.
El esfuerzo y el tesón por bandera
Marisa siempre fue una niña aplicada y buena es-
tudiante y, a diferencia de lo que suele ocurrirnos a
muchos, a ella le gustaban las matemáticas y la es-
tadística. “Se me daban bien los números”, reconoce.
Por este motivo, decidió estudiar Económicas. “No
quería hacer una carrera técnica y, además, me gus-
taba mucho el mundo de la empresa”. De este modo,
ingresó en la Facultad de Económicas y sacó su carre-
ra sin problemas.
Actualmente, y gracias al esfuerzo y tesón que ha
demostrado a lo largo de los años, Marisa lleva el
canal bancario de banca-seguros de Mapfre-Caja
Madrid. Ella es la responsable de hacer que to-
das las oficinas que tiene a su cargo funcionen, y
afortunadamente es un trabajo que le encanta. Su
exitosa proyección profesional se completa con
una activa vida familiar. Madre de dos niñas de dos
y cinco años, Marisa seguramente conseguirá incul-
carles los mismos valores que su madre les inculcó
a ella y a sus hermanos. Unos valores basados en la
educación, el amor y el respeto.
ASESINADO POR

ETA
1979

Aureliano
CA LVO VA L

Aureliano Calvo, de 38 años, procedía de un pequeño

pueblo de la provincia de Burgos, pero vivía en San Se-
bastián junto con su mujer, donostiarra de nacimiento,
y sus tres hijos. El más pequeño de ellos tenía tan solo
seis meses. Aureliano era miembro de la Policía Nacio-
nal y, en sus horas libres, trabajaba como taxista. El 30
de agosto de 1979, por la tarde, salió de casa y nunca
más volvió, ya que fue asesinado a tiros en su taxi por
un terrorista de ETA. Como en tantos otros casos, na-
die ha sido juzgado ni condenado por este crimen, que
ha quedado impune. Aureliano no fue el único policía
nacional asesinado ese día en Gipuzkoa, ya que por la
mañana ETA había tendido una emboscada a varios
agentes en Zumarraga, y uno de ellos, José María Pérez,
resultó muerto. Tenía 25 años.

“UN ASESINATO NO DEBERÍA PRESCRIBIR JAMÁS”
Al dolor de la pérdida de Aureliano se une el desconsuelo por saber que el culpable
de su situación jamás pagará por el crimen cometido
Actualmente existen 326 casos de asesinatos terroris-
tas que no han sido resueltos por la Justicia, por lo
que sus autores no han sido ni juzgados ni condena-
dos por el crimen cometido. Esta cifra cobra especial
relevancia si la ponemos en contexto y señalamos
que supone que el 40% de los asesinatos cometidos
por ETA hayan quedado impunes, bien porque sus
autores no han sido identificados o porque el delito
ha prescrito con el tiempo.
Carmen Ibarlucea, viuda del policía nacional Aure-
liano Calvo Val, es una de las víctimas que ha visto
Testimonio de Carmen Ibarlucea,
viuda de Aureliano Calvo
Revista Fundación nº 39
( junio de 2012)
Carolina Couso
cómo el asesinato de su marido prescribía con el
paso de los años sin que nadie pagara por él. Para
Carmen y para sus hijos no hay consuelo. Al dolor de
la pérdida de Aureliano se une el desconsuelo por
saber que el culpable de su situación jamás pagará
por el crimen cometido.
La vida de Carmen cambió radicalmente el jueves 30
de agosto de 1979. Con solo 32 años, esta donostiarra
luchadora, solidaria y de mirada limpia se enfrentó a la
vida y a la muerte, a la soledad y al olvido. Ahora, y des-
de la distancia que otorga el paso del tiempo, estamos
 -76-
AURELIANO
CALVO
VAL
convencidos de que Carmen puede sentirse orgullosa
al mirar atrás y comprobar que su fortaleza y coraje la
hicieron capaz de sacar a su familia adelante.
El día empezó mal, como tantos otros en aquellos
años en el País Vasco, ya que a primera hora de la
mañana ETA asesinaba en una emboscada al policía
José María Pérez Rodríguez, en las inmediaciones de
la estación de Zumárraga. Eran los conocidos como
“años de plomo”, esa trágica época de la historia de
nuestro país en la que las Fuerzas y Cuerpos de Segu-
ridad del Estado eran los principales blancos elegidos
por ETA, por lo que raro era el día que no se perpetra-
ba un nuevo atentado.
Inmensa responsabilidad
“Aquella tarde de finales de agosto —nos comenta
Carmen—, mi marido salió de casa a las seis y media
porque estaba pluriempleado y, además de trabajar
como policía nacional, conducía un taxi en sus horas
libres. Nunca más volvió a casa”.
Doce horas después del atentado de Zumárraga, la
Policía Nacional encontraba en San Sebastián el cuer-
po sin vida de Aureliano Calvo Val dentro de su propio
taxi. Los impactos de bala indicaban que había sido
asesinado, aunque nunca nadie supo quiénes habían
sido sus verdugos.
“A las nueve de la noche, más o menos, recuerdo que
mi vecina de abajo me llamó. ‘¿Ha pasado algo?’, le
pregunté. ‘¡Baja!’”. Al llegar al portal del pabellón de
viviendas destinadas a la Policía Nacional en el que re-
sidía la familia Calvo Ibarlucea, Carmen vio a uno de los
superiores de su marido. “Rápidamente me di cuenta
de que había pasado algo muy grave, pero en aquel
momento no podía imaginarme que habían matado
a Aureliano. Pensaba que podría volver a verle y hablar
con él, que le había pasado algo, pero no aquello”. Car-
men reconoce que, incluso después de casi 33 años,
sigue recordando aquel momento con nitidez, como
si acabase de ocurrir. Ese trágico instante cambió su
vida para siempre, convirtiéndola en la viuda de Aure-
liano, y heredando la inmensa responsabilidad de criar
a sus tres hijos sola.
Aureliano, de 38 años, había nacido en Quintanas de
Valdelucio, Burgos, por lo que, tras el funeral que se ce-
lebró conjuntamente con el otro policía asesinado en
Zumárraga aquella misma mañana, fue trasladado a
su localidad natal para ser enterrado. Carmen decidió
quedarse en San Sebastián: “Nunca me planteé mar-
charme de aquí. Yo soy de San Sebastián y, aunque no
fueron tiempos fáciles, esta es mi tierra”. Aquel verano,
Carmen se vio sola criando a tres hijos: dos niñas de
12 y 3 años, y un niño de 6 meses. “En aquellos mo-
mentos, ser capaz de sacar a mis hijos adelante era mi
único objetivo en la vida y, la verdad, no sé de dónde
saqué las fuerzas necesarias para conseguirlo, aunque
está claro que las fuerzas se buscan donde sea”, nos
cuenta esta “madre coraje”.
Carmen reconoce que, en aquellos tiempos, el único
apoyo que tuvo fue el de su familia y la de su marido, y
algunas amigas cercanas. “Menos mal que la sociedad
ha cambiado mucho y ahora las víctimas no tenemos
por qué escondernos ni avergonzarnos”, nos comenta.
Pero a finales de los años setenta las cosas eran muy
distintas. “Yo soy de la Parte Vieja de San Sebastián y
aquí nos conocemos todos, así que sabía perfecta-
mente que los hijos de algunas de mis compañeras de
colegio y conocidas estaban en ETA”.
“El dolor no prescribe nunca”
Carmen nos comenta que nunca supieron quién fue
el asesino de Aureliano. Aún hoy, casi 33 años más
tarde, son muy pocos los detalles que se conocen
del atentado que le costó la vida a este policía na-
cional. “Yo pensaba que si la Policía descubría algo
me llamaría, pero los años iban pasando y nunca na-
die llegó a llamarme para decirme nada”. Harta de
esta situación, Carmen pidió ayuda a un abogado del
Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vas-
co (Covite), por lo que este mismo año acudieron a
la Audiencia Nacional a consultar el expediente del
asesinato de su marido.
“Cuando vimos el expediente, no me lo podía creer.
El documento tenía solamente 39 páginas, cuando
suelen tener muchísimas más, y no hacía ninguna
referencia a la investigación posterior al atentado”.
Porque, tal vez, nunca se llevó a cabo ninguna inves-
tigación sobre el asesinato de Aureliano, negándole a
su familia el consuelo de ver a su asesino cumplir una
condena por el crimen cometido. “Si no hay asesino, es
muy difícil que pueda haber condena…”, comenta con
resignación no exenta de dolor.
Carmen, como otras víctimas en su misma situación,
piensa que los asesinatos terroristas no deberían pres-
 -77-
AURELIANO
CALVO
VAL

Menos mal que la sociedad ha cambiado mucho y ahora

las víctimas no tenemos por qué escondernos ni avergonzarnos.
Pero, a finales de los años setenta, las cosas eran muy distintas.
Soy de la Parte Vieja de San Sebastián y aquí nos conocemos
todos, así que sabía perfectamente que los hijos de algunas
de mis compañeras de colegio y conocidas estaban en ETA

cribir jamás, porque de este modo se les está negando
la justicia. “No se trata de venganza, pero ningún ase-
sinato le puede salir gratis a los asesinos. Es necesario
para que todos sigamos creyendo en el sistema de
Justicia”. Carmen va más allá y nos comenta que “el
dolor no prescribe nunca, así que los crímenes tampo-
co deberían hacerlo”.
La situación y el dolor vividos por Carmen a lo largo
de todos estos años han hecho que esta donostia-
rra quiera contribuir a ayudar a otras víctimas en su
misma situación, por lo que lleva años colaborando
con Covite. Así, desde 2010 forma parte de su Jun-
ta Directiva, porque es una convencida de que el
asociacionismo es beneficioso para las víctimas del
terrorismo. “En mi caso, siempre me he sentido muy
apoyada por Covite. Me han ayudado siempre que lo
he necesitado”.
No podemos olvidar que Carmen vivió los años más
trágicos del terrorismo etarra y, durante mucho
tiempo, se vio sometida al silencio y el olvido de la so-
ciedad, por lo que valora enormemente la capacidad
de las asociaciones de “poner en contacto a personas
que han sufrido la misma tragedia, que se entienden
porque sus problemas son los mismos”. Además, “las
asociaciones de víctimas tienen una fuerza que hay
que aprovechar”, según nos comenta Carmen. “Es una
forma de reivindicar la memoria de los que ya no es-
tán y de concienciar a la sociedad”.
Cuando hablamos del futuro del terrorismo, Carmen
señala que no cree en la reinserción de los presos
etarras, y nos comenta que una posible amnistía le
parecería tremendamente injusta para todas las
víctimas, pero la vida ha enseñado a Carmen a ser pa-
ciente y sabia, por lo que reconoce sin tapujos que “la
política es el arte de saber hacer amigos, así que en
estos casos es mejor esperar y estar a la expectativa
de lo que pueda pasar”.
Del mismo modo, cuando le preguntamos por el cese
definitivo de la violencia de ETA comunicado por la
propia banda terrorista el pasado mes de octubre,
Carmen es clara: “no me creí nunca ninguna de sus
treguas, ¿por qué iba a creerme ahora esto?”.
Como todas las víctimas, Carmen desearía que este alto
al fuego se hubiese producido hace muchos años. An-
tes de aquella fatídica tarde de finales de agosto…
SECUESTRADO POR

ETA
1979

Javier
RUPÉREZ RUBIO

Javier Rupérez, de 38 años, era diputado de la Unión

de Centro Democrático, el partido de Adolfo Suárez,
que entonces gobernaba España. El 11 de noviembre de
1979, tras salir de su domicilio en Madrid, fue secuestra-
do por varios terroristas de ETA político-militar, que lo
introdujeron en un vehículo y lo trasladaron a un pue-
blo de la provincia de Ávila, donde lo tuvieron retenido
durante 31 días. Sus familiares vivieron momentos de
gran angustia, sin saber si volverían a verlo con vida, has-
ta que el 12 de diciembre fue puesto en libertad a las
afueras de Burgos. Años después, él mismo narraría su
cautiverio en el libro Secuestrado por ETA. Javier Rupé-
rez llegó a ser embajador de España en Estados Unidos
(allí vivió los atentados del 11-S) y fue director ejecutivo
del Comité Contra el Terrorismo de Naciones Unidas.

“HAY 30 PAÍSES QUE NO CUMPLEN CON
LAS OBLIGACIONES CONTRA EL TERRORISMO”
El pasado mes de junio, tras celebrar consultas con el
Consejo de Seguridad, el secretario general de Na-
ciones Unidas anunció el nombramiento de Javier
Rupérez como director ejecutivo del Comité Contra el
Terrorismo. Desde entonces, Javier Rupérez ha puesto
en marcha el Comité con un equipo integrado por 35
personas y ha podido constatar que hay una treintena
de países que no demuestran voluntad de cumplir con
las obligaciones vinculantes que Naciones Unidas im-
pone a todos los estados miembros para la lucha contra
el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones.
Entrevista a Javier Rupérez
Revista Fundación nº 9
(diciembre de 2004)
Rafa Albarrán
Fernando Delgado
Javier Rupérez conoce bien el terrorismo, ya que
en 1979 fue secuestrado por ETA. Este licenciado en
Derecho y Periodismo, antes de ser nombrado di-
rector ejecutivo del Comité Contra el Terrorismo, fue
embajador de España en Washington y ocupó diver-
sos puestos en el servicio diplomático español. Fue
embajador de España ante la Conferencia sobre la Se-
guridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y ante la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Con anterioridad, fue diputado y senador en las Cortes
españolas entre 1979 y 2000.
 -80-
JAVIER
RUPÉREZ
RUBIO
Creo que desde el 11 de Septiembre hay una nueva
conciencia del peligro terrorista, y ello ha llevado a
la adopción de medidas internacionales muy destacadas
que han fortalecido los instrumentos antiterroristas
Señor Rupérez, ¿cuáles son las funciones del Co-
mité Contra el Terrorismo?
El Comité tiene que velar por el cumplimiento de la
resolución 1373, que impone obligaciones muy im-
portantes a todos los estados para luchar contra el
terrorismo en todas sus formas y manifestaciones.
Entre estas obligaciones, está el que no proporcionen
apoyo financiero a los grupos terroristas, que les de-
nieguen refugio, sostén o apoyo, que se intercambien
informaciones entre gobiernos sobre los grupos que
cometen actos terroristas y que cooperen en la inves-
tigación y detención de quienes participen en esos
actos. Todo ello, unido a una serie de requisitos legales
para que tipifiquen como delito en su legislación inter-
na los actos de terrorismo y se enjuicie a sus autores.
¿Cómo evaluar actualmente la amenaza terrorista
en el mundo?
Yo creo que desde el 11 de Septiembre hay una
nueva conciencia del peligro terrorista, y ello ha lle-
vado a la adopción de medidas internacionales muy
destacadas que han fortalecido los instrumentos anti-
terroristas. Desgraciadamente, esto no se ha traducido
en una reducción de la cifra de las víctimas, aunque sí
han tenido lugar menos acciones terroristas. Es decir,
han disminuido los atentados y los que se han pro-
ducido han tenido una mayor letalidad. En cualquier
caso, creo que la plaga del terrorismo es el más serio
peligro que tiene el futuro de la humanidad.
¿Cuáles son los países de mayor riesgo terrorista?
Nuestro trabajo no consiste en señalar a los países que
tienen mayor riesgo, sino a aquellos en los que hay
problemas en la lucha antiterrorista, para conocerlos
y buscar soluciones.
Entonces, ¿cuáles son los países en los que no se
cumplen los requisitos establecidos en materia
antiterrorista?
Mire, yo no puedo identificar a los países por su nom-
bre. Solo puedo dar una visión global. En este sentido,
el Comité ha establecido correspondencia con todos.
Ya sabemos que 80 países se han retrasado en pre-
sentarnos sus informes. Por tanto, puedo decirle que
no todos están involucrados en la lucha antiterroris-
ta. Lo que sabemos hasta ahora es que hay 35 países
que sí cumplen con sus obligaciones, 60 que están
en camino de cumplir, otros 60 que no cumplen por
dificultades técnicas y otros 30 que no demuestran vo-
luntad política de cumplir.
¿Qué hace el Comité para que estos 30 países
cumplan con las resoluciones?
Recordarles, a través de la correspondencia, que
tienen que presentarnos los informes que les solicita-
mos. Hasta ahora hemos enviado cuatro oleadas de
peticiones, y 80 países no han respondido. Por nues-
tra parte, se les insiste en que respondan y en que
se cumplan las resoluciones. El Comité es un órga-
no subordinado al Consejo de Seguridad y será este
el que en su momento tendrá que decidir lo que se
hace con aquellos países que no cumplan. Pero to-
davía nos encontramos en una fase de persuasión y
presión amistosa.
¿Con qué organismos internacionales se han
puesto en contacto para buscar su cooperación?
Nosotros trabajamos con distintas agencias interna-
cionales, como la Oficina de Naciones Unidas contra
la Droga y el Crimen Organizado, que tiene tam-
bién una ramificación contra el terrorismo. Además,

Nuestro trabajo no consiste en señalar a los países
que tienen mayor riesgo, sino a aquellos en
los que hay problemas en la lucha antiterrorista,
para conocerlos y buscar soluciones
buscamos la cooperación con países miembros de
Naciones Unidas y con organizaciones internacio-
nales, regionales y supranacionales. Entre ellas, la
Unión Europea, la Organización de los Estados Ame-
ricanos y otras de Asia, como ASEAN o el Grupo de
Shanghái. Todas ellas son corresponsales nuestros. Y
también mantenemos contactos con el Fondo Mo-
netario Internacional, el G8, la Organización Marítima
Internacional, la Organización de Aviación Civil In-
ternacional y la Organización Mundial de Aduanas,
entre otros.
¿Cómo pueden cooperar con el Comité estas or-
ganizaciones?
Nos dan apoyo técnico y son un soporte fundamen-
tal. Estas organizaciones internacionales reparten
entre sus estados miembros las exigencias de Na-
ciones Unidas. Ellas conocen mejor que nadie cómo
funcionan sus propios territorios. Y para ello, les da-
mos asistencia técnica que permita el cumplimiento
de nuestras peticiones. Por ejemplo, el Fondo Mo-
netario Internacional y el G8 hacen un trabajo muy
importante para el control de las actividades finan-
cieras que vayan dirigidas a los grupos terroristas.
Estos controles dieron buenos resultados tras los
atentados del 11 de Septiembre, lo que avala la idea
de que es fundamental que se trabajen estas vías de
escape financieras de los terroristas.
¿Desempeñan algún papel dentro del Comité las
víctimas del terrorismo?
El Comité Contra el Terrorismo fue creado en el
año 2001, tras el 11 de Septiembre, y en el año 2004
decide revitalizar sus trabajos y crea la Dirección
Ejecutiva, de la que me encargo yo. Desde entonces,
-81-
JAVIER
RUPÉREZ
RUBIO
estoy formando un equipo que tendrá finalmen-
te 35 personas. Le puedo decir que, cuando tomé
posesión, recordé el papel de las víctimas como
conciencia de la sociedad. Precisamente, el pasado
8 de octubre el Consejo de Seguridad creó un grupo
de trabajo para estudiar la posibilidad de establecer
un fondo de ayuda a las víctimas del terrorismo y sus
familiares. Ese será parte de mi cometido.
¿Cree que las víctimas del terrorismo pueden lle-
gar a desempeñar un papel necesario en la lucha
internacional contra esta lacra?
La experiencia nacional que tenemos nos hace ver
que lo que significa el terrorismo está en la concien-
cia de las víctimas. En España se produjo un salto
cualitativo cuando las víctimas cobraron un papel
protagonista. Por eso, creo que no hay nada mejor
que tener un elemento de identificación del te-
rrorismo como lo es el denunciado por las propias
víctimas. Y eso hay que tenerlo en cuenta en el pla-
no internacional.
Entonces, ¿cómo piensa usted que debe articu-
larse en el plano internacional el papel de las víc-
timas del terrorismo?
Creo que esa decisión del Consejo de Seguridad de
estudiar la creación de un fondo es un indicio de
cómo contar en el futuro con las víctimas del terroris-
mo. Al procurar este fondo, sin duda se está teniendo
en cuenta a las víctimas en el plano internacional. Y lo
que habría que hacer es formalizar el reconocimiento
a las víctimas en el organismo que determine el Con-
sejo de Seguridad, donde tengan cabida las víctimas
y sus organizaciones, tal y como se hace también en
el plano doméstico.
ASESINADO POR

ETA
1980

Ramón
BAGLIETTO MARTÍNEZ

Ramón Baglietto salvó la vida a un bebé en 1962, al

evitar que fuera arrollado por un camión; transcurri-
dos 18 años, ese bebé se convirtió en su verdugo. El
atentado tuvo lugar el 12 de mayo de 1980, cuando Ra-
món regresaba en coche a su domicilio en la localidad
guipuzcoana de Azkoitia. Fue ametrallado por varios
miembros de ETA y, tras perder el control, se estrelló
contra un árbol. Entonces, uno de los etarras —aquel
al que de pequeño salvó la vida— se acercó a Ramón
y lo remató disparándole a bocajarro. La víctima, de 42
años, era militante de la Unión de Centro Democráti-
co. Natural de Bilbao, tenía dos hijos. Años después, su
viuda, Pilar Elías, tuvo que soportar que el asesino, tras
salir de prisión, abriera un negocio en el edificio donde
ella vivía. Pedro Mari Baglietto, hermano de Ramón, es
autor del libro Un grito de paz.

“QUIEREN ECHARME DE MI CASA,
PERO NO LES VOY A DAR ESE GUSTAZO”
Hablar de Pilar Elías es hablar de una persona luchadora y valiente,
capaz de contagiar su optimismo y su vitalidad naturales
Pilar es la viva imagen de la fortaleza, una virtud de la
que ha hecho gala en más de una ocasión para afron-
tar su propia vida, luchando sin descanso para que a
las víctimas se les reconozcan todos los años que han
pasado “en silencio, olvidadas”.
Casi 26 años después del asesinato de su marido, el
concejal de UCD Ramón Baglietto, Pilar sigue revi-
viendo a diario el atentado. La desvergu e
̈ nza y el nulo
arrepentimiento que demuestran los criminales de
ETA encuentran su máximo exponente en Kandido
Azpiazu, el asesino de Ramón Baglietto, quien desde
Testimonio de Pilar Elías,
viuda de Ramón Baglietto
Revista Fundación nº 14
(marzo de 2006)
Carolina Couso
abril de 2004, tras haber cumplido 10 de los 52 años de
cárcel a los que fue condenado en 1981, ha abierto una
cristalería en los bajos del domicilio de Pilar, en la lo-
calidad guipuzcoana de Azkoitia. “Me encuentro todos
los días al asesino de mi marido y me hierve la san-
gre. Lo que quiere es provocarme y que me vaya de mi
casa, pero no le voy a dar ese gustazo”, nos dice Pilar.
“Cuando me enteré de que había comprado la crista-
lería, me quedé helada. Acababa de regresar de unas
vacaciones —recuerda— cuando una amiga me dijo
que se había vendido el bajo y yo me alegré porque el
antiguo propietario era amigo mío, o eso creía yo”.
 -84-
RAMÓN
BAGLIETTO
MARTÍNEZ

Estas tiranteces y enfrentamientos se volvieron a repetir

durante la celebración de un pleno en el que se aprobó
una moción de la coalición PNV-EA, que gobierna
con mayoría absoluta, en la que se defendía el derecho de
los asesinos de Ramón Baglietto “a reorganizar sus vidas”.
“¿Y qué pasa con los derechos de las víctimas?”,
se preguntaba Pilar Elías

Los asesinos de Baglietto se declararon insolventes, y
no pagaron los 90.000 euros (15 millones de las anti-
guas pesetas) que la sentencia de noviembre de 1981
les impuso como indemnización a la familia. Hasta
ahora, ante la sistemática declaración de insolvencia
por parte de los acusados, era el Estado quien asumía
el pago de las indemnizaciones, al amparo de la Ley
de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo. Pero la
situación parece haber cambiado, pues Kandido Az-
piazu es propietario de la cristalería Aldako, por la que
ha pagado 120.202 euros (unos 20 millones de pese-
tas). “Además, con el tiempo me he enterado de que
tiene otras propiedades, como un pabellón, un garaje,
una casa y dos coches. ¿De dónde ha sacado todo ese
dinero si era insolvente?”, se pregunta Pilar. Pero ahí no
acaba todo; el pistolero que acompañaba a Azpiazu
la noche que asesinaron a Ramón Baglietto, José Ig-
nacio Zuazolazigorraga, también tiene propiedades a
su nombre, como un restaurante que comparte con
otros dos socios y que adquirió en una subasta.
Al tener conocimiento de la situación que estaba vi-
viendo Pilar Elías, la Asociación Víctimas del Terrorismo
interpuso una querella en la Audiencia Nacional con
el fin de que “se embarguen los bienes de Kandido
Azpiazu” y que este “haga frente a su responsabilidad
civil”. Esta demanda dio como resultado la inmediata
investigación de los bienes del terrorista, tras lo cual la
Audiencia Nacional emitió un auto en el que se orde-
naba el embargo de los bienes de Kandido Azpiazu
por no haber pagado la indemnización que corres-
pondía a Pilar y a sus hijos. “Ahora tiene que hacerse
efectivo el embargo, porque Kandidito presentó un
recurso pero lo perdió”. Esta medida sienta un prece-
dente muy importante que puede ser aprovechado
por otras víctimas en situaciones similares. “Por fin pa-
rece que las cosas se van arreglando”, comenta.
Macabras casualidades
Ramón Baglietto fue asesinado por ETA el 12 de mayo
de 1980, el año en que la banda terrorista marcó su
macabro récord de víctimas mortales. “Esa noche llo-
vía a mares —recuerda Pilar—. Ramón me llamó por
teléfono a las nueve menos diez para decirme que
fuera preparando la cena, que ya había terminado de
trabajar”. Mientras él recorría el camino de vuelta a
Azkoitia desde la localidad vecina de Elgoibar, donde
tenía la tienda de muebles en la que trabajaba, Pilar
preparó la cena como cada noche y se sentó a espe-
rar a que llegara su marido. Lo que no podía imaginar
es que Kandido Azpiazu y José Ignacio Zuazolazigo-
rraga, dos pistoleros de ETA, también esperaban a
Ramón. Así, en plena carretera, en un SEAT 131 roba-
do, los terroristas divisaron el coche de Baglietto, se
situaron a su lado y lo ametrallaron. Ramón perdió
el control y chocó contra un árbol, donde Azpiazu lo
remató a sangre fría.
Minutos más tarde, llamaron a la puerta de Pilar; era
un tío suyo carmelita. Le dijo que Ramón había sufri-
do un infarto, pero Pilar enseguida se dio cuenta de
la verdad: “No me digas eso. Eso no es verdad. A Ra-
món lo han matado”. Pocos días antes, Pilar y Ramón
habían estado visitando a José Larrañaga, uno de los
fundadores de UCD en Gipuzkoa y amigo del matri-
monio, que se recuperaba en el hospital de los tiros
recibidos por varios pistoleros de ETA. Quizá fue este
hecho lo que puso a Pilar en antecedentes y le hizo

presentir la verdadera causa de la muerte antes de
que nadie se lo dijese.
El 17 de mayo de 1980, cinco días después del asesinato
de Ramón Baglietto, Kandido Azpiazu y José Ignacio
Zuazolazigorraga eran detenidos. Pilar no quiso asistir
al juicio en el que el asesino de su marido fue conde-
nado a 52 años de prisión: “Nunca quise verle la cara”,
hasta que él se instaló en los bajos de su domicilio.
Una de las crueles casualidades de esta historia es
que Kandido Azpiazu y Ramón Baglietto se conocían.
Ambos eran vecinos de Azkoitia y el destino había uni-
do sus vidas años atrás, cuando Baglietto salvó de la
muerte a su verdugo, que era solo un bebé. Una tar-
de, el hermano mayor de Azpiazu, en compañía de su
madre y el propio Kandido, jugaba en la calle con una
pelota que, en uno de los lances del juego, fue a parar
a la carretera. El pequeño de dos años no se lo pensó
dos veces y corrió detrás de su juguete, sin percatarse
de que un camión pasaba por la calzada. La madre,
con el bebé en brazos, corría hacia su hijo mayor en
peligro, pero Ramón, que vio la dantesca escena, lo-
gró arrebatarle al pequeño Kandidito de los brazos,
salvándole de morir bajo las ruedas del camión con su
madre y su hermano.
Otra macabra circunstancia que llama la atención en
esta historia es que el primo de Ramón, Eugenio Etxe-
beste, alias “Antxon”, era por aquel entonces un “peso
pesado” en la cúpula etarra del que se sospecha que
pudo autorizar el asesinato de Baglietto. Lo que de-
muestra una vez más los pocos escrúpulos que rigen
la conducta de la banda terrorista. Tras el asesinato de
Ramón, las amenazas etarras se centraron en su her-
mana, Nieves Baglietto, concejala por UCD en Azkoitia.
Pese a no tener miedo a los terroristas y a sentir un
profundo amor por su tierra, se vio obligada a abando-
nar su pueblo en favor de sus 10 hijos.
Sin Ramón, a Pilar no le quedó otra opción que to-
mar las riendas de su casa y sacar adelante a sus dos
hijos, de 13 y 9 años, ejerciendo de madre y padre a la
vez. Aun así, encontró tiempo para honrar la memoria
de su marido siguiendo sus pasos en el terreno polí-
tico como militante del Partido Popular. Aunque su
carrera política no ha sido fácil y ha estado sembrada
de zancadillas, Pilar saca pecho ante la adversidad y
lleva ya 13 años como concejala en Azkoitia: “Esta es
mi tercera legislatura y estoy muy satisfecha con la la-
-85-
RAMÓN
BAGLIETTO
MARTÍNEZ
bor que desempeño”. Pilar es la única representante
del PP en el Ayuntamiento de su pueblo, donde com-
parte trabajo con 11 concejales del PNV, 1 socialista y 4
representantes de una plataforma heredera de Bata-
suna. “Yo me siento respetada por mis compañeros,
aunque en la segunda legislatura lo pasé bastante
mal porque había en el Ayuntamiento cuatro repre-
sentantes de Batasuna con los que había muchas
tiranteces, y hasta insultos”.
Tiranteces y enfrentamientos
Estas tiranteces y enfrentamientos se volvieron a re-
petir el pasado 26 de enero durante la celebración
de un pleno en el que se aprobó una moción de la
coalición PNV-EA, que gobierna con mayoría absolu-
ta, en la que se defendía el derecho de los asesinos
de Ramón Baglietto “a reorganizar sus vidas”. “¿Y qué
pasa con los derechos de las víctimas?”, se preguntaba
Pilar Elías mientras se sucedían los enfrentamientos
entre los partidarios de la moción y los que, como ella,
creen que es una forma de favorecer a los violentos.
Pilar se siente “muy defraudada y triste” por la reacción
de sus compañeros y vecinos. “Ahora parece que la
reinserción solo es para unos, y para las víctimas, una
palmadita en la espalda”.
A pesar de los innumerables desprecios y desplantes
que ha vivido y la infinidad de situaciones tensas a
las que se ha enfrentado, esta mujer dice no haberse
sentido amenazada nunca: “Solo una vez, que me en-
viaron un paquete”. El 12 de marzo de 2001, durante la
última tregua de ETA, Pilar recibió un paquete bomba.
“Lo recogí del correo, pero, al ver el buzón forzado, me
hizo sospechar y lo mandamos a analizar por la Ert-
zaintza”, que confirmó que se trataba de un artefacto
explosivo. “No creo que fuera suficiente para matarme,
pero sí que me habrían dejado guapa”. Los terroristas
no respetaron a Pilar ni durante la tregua que ellos
mismos declararon.
En la actualidad, Pilar Elías vive sola en la casa que
construyó su abuelo hace 63 años. Nunca se ha plan-
teado abandonar Azkoitia. “Es mi pueblo y no me van
a echar de él”, asegura. El coraje que demuestra Pilar
parece no agotarse nunca, aunque ella misma reco-
noce: “Muchas veces no sé de dónde saco las fuerzas
para enfrentarme a tanta injusticia, pero cuando me
paro a pensar en los momentos tan difíciles que nos
ha tocado atravesar a las víctimas, tanta soledad y tan-
to silencio, las fuerzas me salen solas”.
 -86-
RAMÓN
BAGLIETTO
MARTÍNEZ
¡VA POR TI, RAMÓN!
Suena impertinente el despertador. Son las 6.30. No
me apetece levantarme. Lo único que me apetece
ahora mismo es estrangular a mi secretaria, que me
ha programado una charla en un instituto de Alcalá
de Henares a las 8.30. Me incorporo perezosamente.
Voy a la cocina y tomo un trago de agua. Meto en la
boca la pastilla para la tensión, cosa que tenía que
haber hecho antes de tomar el trago de agua. Un de-
sastre. Decididamente, si quiero despertarme, debo
meterme en la ducha.
Ya inmerso en la mañanera vorágine circulatoria, me
pregunto qué hace un jubilado como yo en medio
de esta itinerante población laboral. Poco a poco,
voy tomando conciencia de que la Fundación Víc-
timas del Terrorismo nos ha encomendado a unos
cuantos familiares de víctimas mortales impartir
unas charlas a los alumnos de colegios e institutos
sobre nuestra personal experiencia con el terroris-
mo. El año pasado lo hicimos también con cerca de
5.000 estudiantes. Fue una experiencia conmovedo-
ra. Este curso nos esperan otros tantos muchachos
y muchachas. Me preguntan a veces si resulta duro
rememorar cada día nuestra tragedia. Yo les respon-
do, siempre con emoción, que en cada uno de estos
actos tengo la sensación de que estoy resucitando
un poco a mi hermano Ramón, de que estoy hacien-
do menos inútil su muerte. Este pensamiento me
Artículo de Pedro Mari Baglietto,
hermano de Ramón Baglietto
Revista Fundación nº 7
( junio de 2004)
Pedro Mari Baglietto
estimula para continuar el trayecto y llego al centro
docente con el ánimo bien dispuesto para mi ilusio-
nante tarea.
El salón de actos está todavía cerrado. Me siento a
esperar en un banco del frío vestíbulo en esta fría
mañana de enero. Nada de esto, sin embargo, enti-
bia mi entusiasmo. Cuando llega el responsable me
pregunta si necesito que estén también los profe-
sores. Le digo que yo no los necesito, pero que, a lo
mejor, los profesores sí necesitan escuchar la charla.
Puntualmente, el salón se llena de alumnos con sus
profesores.
Empiezo a desarrollar mi tema y rápidamente con-
sigo la total atención del auditorio. Lo triste es que
haya tenido que morir mi hermano para que yo
disponga ahora de un argumento que concite tan
vivamente su interés. Mi hermano Ramón, por una
circunstancia casual, había salvado la vida de un
niño cuando iba a ser aplastado por un camión. Este
niño, 18 años después, fue precisamente el autor de
su muerte. Me preguntan en el debate posterior a
la charla cómo es posible que una persona llegue
a acumular tanto odio como para llegar a matar a
su propio salvador. Les digo que es perfectamente
posible porque alguien se ha ocupado de con-
vencerle de que mi hermano era un enemigo del
 -87-
RAMÓN
BAGLIETTO
MARTÍNEZ

Soy el hermano de Ramón, pero tranquilo, que yo

no voy a matarte, ni mis hijos van a matar a tus hijos.
Esto es lo que nos diferencia. Tú, gracias a la Constitución
que tanto detestáis, has tenido un juicio justo
y has cumplido una condena más o menos justa
y ahora estás legítimamente en la calle. Tranquilo, porque
el uso exclusivo de la ley y el derecho es nuestra grandeza
y el uso irracional del crimen es vuestra vileza

pueblo vasco simplemente porque no era naciona-
lista y, además, tenía amistad con un ministro que,
por cierto, también es vasco. Les digo también que
los verdaderos culpables de su muerte son precisa-
mente quienes van señalando a estos muchachos,
desde la coraza de la impunidad, a quiénes tienen
que odiar y quiénes tienen que ser objeto de su in-
dispensable violencia en la lucha por sus sacrosantas
aspiraciones secesionistas.
Los alumnos preguntan y preguntan y hasta me po-
nen en aprietos; sin embargo, me ayudan cada día
a enriquecer mi argumentario; ¿qué harías si te en-
contraras de pronto con el asesino de tu hermano?
No me apetece ese encuentro, respondo; pero, si tal
sucediera, le agarraría del hombro y le diría: “Soy el
hermano de Ramón, pero tranquilo, que yo no voy a
matarte, ni mis hijos van a matar a tus hijos. Esto es lo
que nos diferencia. Tú, gracias a la Constitución que
tanto detestáis, has tenido un juicio justo y has cum-
plido una condena más o menos justa y ahora estás
legítimamente en la calle. Tranquilo, porque el uso
exclusivo de la ley y el derecho es nuestra grandeza y
el uso irracional del crimen es vuestra vileza”.
Les insisto en esta idea que la Fundación tiene in-
terés especial en remarcar con estas charlas. No
podemos reprimir la violencia con la misma violen-
cia. Nos degradaríamos igual que ellos. No hay atajos
en la lucha contra el terrorismo. Solo la estricta apli-
cación de la ley y el derecho son los instrumentos
adecuados para su erradicación. La prueba es que el
año del atentado de mi hermano hubo 93 muertos
violentos, y el año pasado, 2. Lentamente, dolorosa-
mente, pero vamos ganando esta batalla y eso debe
llenarnos de esperanza.
Suena el timbre para el recreo, pero, ante la sorpresa
de los profesores, ningún alumno se mueve, siguen
preguntando y preguntando.
Al terminar, los profesores me saludan con entusias-
mo. El director me entrega un recuerdo del colegio.
Los alumnos me rodean hasta la salida y no paran de
preguntar. Me siento como los toreros después de
una gran faena. Cuando, ya en solitario, me dirijo ha-
cia el coche para el retorno, echo una mirada al cielo
y hago un guiño emocionado. ¡Va por ti, Ramón!
Ya en mi oficina, mi secretaria me entrega las ins-
trucciones para la charla del día siguiente. Me
despido con expresivo afecto. Ella no sabe que esta
mañana he querido estrangularla. Ella solo sabe la
enorme gratitud que le tengo a ella y a la Fundación
Víctimas del Terrorismo por posibilitarme este apa-
sionante trabajo.
ASESINADO POR

ETA
1980

Basilio
A LT U N A
FERNÁNDEZ DE ARROYABE

Basilio Altuna era capitán de la Policía Nacional. Esta-

ba casado y tenía cuatro hijos. Había nacido en Álava
hacía 57 años y en Álava murió a manos de un pistolero
de ETA político-militar. El 6 de septiembre de 1980, Ba-
silio se encontraba disfrutando de las fiestas de Eren-
txun, pequeña localidad situada a unos 15 kilómetros
de Vitoria. Un terrorista se aproximó a él y, cuando se
encontraba a corta distancia, le disparó en la cabeza.
Basilio se desplomó y quedó tendido en la plaza del
pueblo, mientras su asesino huía en un coche que lo
estaba esperando. La banda terrorista se justificó acu-
sando falsamente a la víctima de estar relacionada con
los Sucesos de Vitoria de 1976, lo cual fue desmentido
por su viuda y sus hijos. Dos años después, ETA políti-
co-militar dejaría las armas y muchos de sus crímenes,
como este, quedarían impunes.
 Artículo de Ángel Altuna,
hijo de Basilio Altuna
Revista Fundación nº 15
( junio de 2006)

AT E N TA D O S S I N R E S O LVE R ,
ASIGNATURA PENDIENTE
Ángel Altuna explica su posición ante los asesinatos en los que no hay encausados
y la Justicia no tiene a quién culpar

Ángel Altuna

En 1980 tenía yo 17 años: ETA político-militar decidió
asesinar, preparó el asesinato y asesinó a mi padre, Ba-
silio Altuna, capitán de la Policía Nacional, de un tiro en
la nuca. A los dos días, ETA político-militar reivindicó el
asesinato. A día de hoy todavía no se sabe quién le ase-
sinó. Este caso de asesinato, reivindicación y posterior
ausencia de encausados no es único; es el de decenas
y decenas de víctimas del terrorismo. Es por ello que
con estas líneas no quiero personalizar, pero sí quiero
intentar ser didáctico.
Pues bien, a esas alturas de la vida yo no tenía inte-
riorizado ni asumido como ciudadano, por ejemplo,
un concepto como es el de Estado de derecho. En esa
joven democracia y con mi juventud, yo no llegaba a in-
teriorizar algo tan básico a día de hoy como puede ser
la “separación de poderes” o los “principios constitucio-
nales”. Tampoco tenía incorporados conceptos que he
ido añadiendo posteriormente a mi bagaje personal,
como son el de “prevaricación” o “impunidad”. Tam-
bién he ido aprendiendo a valorar unas determinadas
 -90-
BASILIO
ALTUNA
FERNÁNDEZ DE ARROYABE

Hablamos en muchas ocasiones de víctimas inocentes

o de la inocencia de las víctimas. Pues bien, hay que
dejar bien claro que la inocencia de todas las víctimas
del terrorismo va unida a la culpabilidad de todos sus
victimarios. Por ello, cualquier disminución externa
de la culpabilidad al asesino pasa automáticamente
como culpabilidad al campo del asesinado

visiones del mundo por encima de otras; de tal forma
que me gusta hablar más, por ejemplo, de ciudada-
nos que de pueblo y me gusta haberme dado cuenta
de que los deberes implican derechos y que los dere-
chos implican deberes. Tampoco entonces tenía muy
claro que en un Estado moderno y por nuestra Cons-
titución se establecía un contrato social por el cual el
ciudadano delega en la Administración de Justicia, o
sea, en lo público, su pleito con los delincuentes que
le han agredido, y de esta manera, el ciudadano huye
de cualquier posibilidad de utilizar una justicia priva-
da. Por tanto, tampoco sabía que, unilateralmente, el
Estado no puede hacer dejación de sus funciones y
romper este contrato social, aunque lo quisiera alguno
de sus poderes, por ejemplo, desde la impunidad.
Estas ideas las he ido asimilando desde mi condición
de ciudadano a medida que cumplía años. Pero creo
sinceramente que en aquel tiempo, principios de los
ochenta, incluso los más adultos en su gran mayoría
tampoco manejaban claramente estos conceptos. La
mayoría de las personas, no solo los jóvenes, no éra-
mos del todo conscientes de la profundidad, de la
bondad, pero también de la exigencia que traía con-
sigo un Estado de derecho, un Estado moderno y un
Estado democrático.
Dos años después del asesinato de Basilio, en 1982, la
organización que lo asesinó se dividió en dos. Unos
decidieron su disolución sin entregar arma alguna y
otros decidieron continuar con la práctica del terror.
Los que decidieron su disolución no se arrepintieron
y no reconocieron daño alguno. Los poderes del Es-
tado posibilitaron una “puerta de atrás” para estas
personas que habían delinquido. Tengo la certeza de
que en aquellos momentos hubo dejación de fun-
ciones, no hubo investigación policial, hubo claros
signos de impunidad y, por los datos que yo manejo,
algún indicio de posible prevaricación. El que quiera,
que me pregunte. Pues bien, era tal el ansia social de
que aquellos “años de plomo” se acabaran, que hubo
en la sociedad una ilusión generalizada. Por el con-
trario, las víctimas callábamos, estábamos ocultas,
socialmente no existíamos. A partir de ese momen-
to, la oscuridad. Finalmente, se posibilitó que, en un
brevísimo espacio de tiempo, muchos de esos miem-
bros de ETA pudieran hacer vida normal. Así pues,
dos años después del asesinato de mi padre, muchos
de ellos paseaban por las calles de mi ciudad y reci-
bían puestos de trabajo en instituciones públicas. Por
el contrario, la vida de nuestro padre había sido arre-
batada; la vida de mi familia, violentada y truncada; y
el caso seguía sin resolver.
Me gustaría compartir una reflexión personal que
para mí es trascendental. Mi mayor ejercicio de ge-
nerosidad posible me lleva a poder pensar que
aquella injusta salida por la “puerta de atrás”, aun-

que seguramente bienintencionada, fue producto
de una inexperta y en exceso joven democracia. Lo
afirmo como lo siento. De igual forma, esa inexper-
ta democracia fracasó absolutamente en el intento
de conseguir un “efecto dominó” para persuadir al
resto de terroristas de que desistieran del asesinato
y la extorsión. Desde aquellas fechas, 1982, ETA ha
asesinado a más de 500 personas. Aquel proceso no
se puede ni se debe repetir ahora ni en las formas ni
en el fondo que subyace. Nuestra democracia ahora
es adulta; incluso los más jóvenes de ahora son adul-
tos en democracia. Y de la misma forma que todos
defendemos que es inadmisible, ilegal e ilegítima
una violencia tipo GAL contra el terrorismo de ETA,
tampoco el Estado se puede valer y servir de la im-
punidad y las “puertas de atrás”. Un Estado moderno
tiene que diferenciar legalmente y con claridad las
consecuencias administrativas y penales entre los que
han delinquido y los que no lo hemos hecho.
Me gustaría recordar también que los únicos que es-
tamos hablando y apuntando decididamente en una
línea de justicia integral somos, en general, las vícti-
mas del terrorismo. No es autocomplacencia. ¿Por qué
lo afirmo? Porque no hemos hecho ni uso ni apología
de la justicia privada; porque pedimos una verdadera
justicia retributiva por la cual la pena impuesta al de-
lincuente sea proporcional al delito cometido; porque
queremos una justicia reparadora en todo lo reparable
a la víctima; y también porque el fin reinsertador de la
privación de libertad que marca la Constitución exi-
ge en el penado un componente activo, restaurador,
voluntario, de reconocimiento interno del daño, de
colaboración con la Justicia, de entrega de las armas,
y que, de no ser así, se escaparía del concepto de rein-
serción. Sería otra cosa.
No podemos olvidar lo siguiente: hablamos en mu-
chas ocasiones de víctimas inocentes o de la inocencia
de las víctimas. Pues bien, hay que dejar bien claro
que la inocencia de todas las víctimas del terrorismo
va unida a la culpabilidad de todos sus victimarios. Por
ello, cualquier disminución externa de la culpabilidad
al asesino pasa automáticamente como culpabilidad
al campo del asesinado. Este es el peligro de un pro-
ceso negociador. Podríamos llegar entonces a una
construcción social por la cual, finalmente, puede que
la víctima incluso tuviera su parte de culpa. Lo que afir-
-91-
BASILIO
ALTUNA
FERNÁNDEZ DE ARROYABE
mo no es un juego del lenguaje. Lo que afirmo tiene un
sentido profundo. Si esto llega a ser así, habremos pa-
sado del “algo habrá hecho” al “seguro que algo hizo”.
Repito: la culpabilidad del asesino va estrechamente
unida a la infinita inocencia de todas las víctimas. Son
vasos comunicantes, conviene no olvidarlo.
Ahora bien, ¿qué es lo que diferencia esta situación
de aquella que a mí me tocó vivir? Pues que, desgra-
ciadamente, hoy existen muchísimas más víctimas
que en el año 1982. Todas estas víctimas seguramen-
te no se habrían imaginado en aquellos momentos
que ellos o los suyos iban a poder ser objeto de un
atentado terrorista. Y esta gente, los supervivientes
o los familiares de los asesinados, es gente buena y
es gente respetable, y todos ellos se expresan, a su
manera, desde su condición de ciudadanos en un Es-
tado moderno. Y usan y disfrutan de una libertad de
pensamiento porque son conscientes del horror de la
sinrazón. Tenemos todos, y también incluyo a los jó-
venes, una democracia que ya no es joven y ya no es
inexperta y en la que el eje principal son el derecho y
las libertades de los ciudadanos, amparados ambos
en la Constitución. Este eje supera incluso a la capa-
cidad de decisión, si no es ajustada a derecho, de un
gobierno puntual o de un parlamento determinado.
Dicho de otra forma, los poderes no pueden dejar de
gestionar la libertad y los derechos de sus ciudada-
nos y, por ello, tampoco los de las víctimas. ¿Qué me
gustaría reclamar hoy? Algo tan sencillo como la con-
dición de ciudadanía de las víctimas del terrorismo y
que yo en mi juventud no tenía interiorizada. A partir
de ahí, reclamo también que jamás el Estado haga
dejación y rompa unilateralmente el contrato social
por el cual administra de forma pública, a través de
la Justicia, los pleitos de sus ciudadanos. Así pues, los
gobernantes, las fuerzas de seguridad del Estado y los
jueces deben seguir haciendo respetar dicho contrato
investigando y aclarando los casos sin resolver.
Desde estos puntos de vista tiene absoluto sentido la
petición de las víctimas de que, en los tratados inter-
nacionales, el terrorismo sea considerado como un
crimen de lesa humanidad. Esto daría lugar a la no
prescripción de los delitos de terrorismo, porque a mi
entender y como un día me dijo otra víctima del te-
rrorismo: “Si el dolor del terror no prescribe, el delito
tampoco debería hacerlo”.
ASESINADO POR

ETA
1980

José Luis
VÁZQUEZ PLATA

José Luis Vázquez era cabo primero de la Guardia Civil.

El 4 de octubre de 1980, se encontraba junto a dos com-
pañeros —Avelino Palma y Ángel Prado— en Salvatierra
(Álava), localidad que celebraba sus fiestas patrona-
les. Cuando iba a comenzar una prueba ciclista, varios
miembros de la banda terrorista ETA se acercaron a cara
descubierta y dispararon contra los guardias civiles. Los
compañeros de José Luis murieron en el acto, pero él,
herido, consiguió esconderse detrás de un coche. Cuan-
do los terroristas se disponían a huir, algunos vecinos
del pueblo les alertaron de que uno de los guardias civi-
les aún vivía. Entonces, un etarra se le acercó y lo remató
a sangre fría. Natural de una pequeña localidad coruñe-
sa, aunque residente en Vitoria, José Luis llevaba casado
cinco meses y su mujer estaba embarazada.

“AUNQUE EL CORAZÓN LLORE , HAY QUE SONREÍR”
Hace 23 años, Gema López, embarazada entonces, perdió a su marido,
el guardia civil José Luis Vázquez Plata
Al hablar con Gema es fácil darse cuenta de que su
carácter extraordinariamente fuerte y solidario se ha
forjado a base de batallas duramente libradas con la
vida. No en vano, ella ha sabido hacer frente a las difí-
ciles situaciones que se le han ido poniendo delante,
procurando mantener siempre una sonrisa y sacando
alguna moraleja positiva de cualquier situación. De he-
cho, Gema nos comenta que todos tenemos alguna
frase que nos define y que solemos decir a menudo. La
suya es: “Aunque el corazón llore, hay que sonreír”.
La vida ha moldeado el carácter de Gema a base de
duras pruebas, que ella ha librado con firmeza y tesón.
Testimonio de Gema López,
viuda de José Luis Vázquez
Revista Fundación nº 35
( junio de 2011)
Carolina Couso
A sus 53 años, esta asturiana luchadora ha sorteado
más obstáculos de los que mucha gente es capaz,
siempre aferrada al recuerdo de su marido, José Luis,
natural de la localidad coruñesa de Coirós, y al amor
por su hija. Con una eterna deuda de gratitud hacia
su madre, Violeta —de la que dice: “Era una persona
muy valiente, que me lo ha dado todo en la vida”—, sus
hermanos y su abuela, ya que ellos fueron los únicos
apoyos que encontró en el tortuoso camino de prue-
bas que ha sido su vida.
La vida de Gema, como la de tantas víctimas del terro-
rismo, se ha visto condicionada por la sinrazón de la
 -94-
JOSÉ LUIS
VÁZQUEZ
PLATA
Embarazada de cuatro
meses y con 23 años,
sus ilusiones se acababan
de romper y se veía
obligada a empezar una
nueva vida. Tras el funeral
de su marido en Vitoria, sus
compañeros los escoltaron
al aeropuerto envueltos
en un ruido de sirenas
violencia desde que, a los 23 años, estando embaraza-
da de cuatro meses, se quedó viuda. Ha sido madre y
padre a la vez, educando a su hija en el recuerdo y el
amor hacia su padre, demostrando una vez más que
las víctimas del terrorismo son un ejemplo de lucha,
sin afán de venganza.
El día que todo cambió
Hay un día en la vida de Gema que nunca podrá olvi-
dar: el 4 de octubre de 1980. De hecho, su memoria es
clara y recuerda cada pequeño detalle como si de una
fotografía se tratase. “Era sábado —nos comenta—. José
Luis había salido, pero, como no trabajaba aquella tar-
de, habíamos pensado pasarla juntos”. Pese a ser una
mujer fuerte y valiente, Gema no puede evitar emocio-
narse al recordar aquel día. “Sobre las dos de la tarde,
José Luis llegó bastante apresurado porque tenía que
salir a un operativo especial, ya que esa tarde había
una vuelta ciclista en Salvatierra. Se puso el uniforme y
salió. Yo me asomé al pequeño balcón que teníamos
en casa y le vi marcharse”. Sin saber que aquella sería
la última vez que vería a su marido.
Aquel día, ETA quiso emular al comando de las juven-
tudes del PNV, Euzko Gaztedi, que en el verano de 1968
explosionó una bomba bajo un puente en Urbasa, a 65
kilómetros de Pamplona, provocando un fuerte soca-
vón en la calzada y la suspensión de la XV etapa de
la Vuelta Ciclista a España. En esta ocasión, lamenta-
blemente, ETA organizó una emboscada que acabó
con la vida de tres guardias civiles de la Agrupación de
Tráfico: el cabo primero José Luis Vázquez Plata, de 32
años de edad y marido de Gema, y los guardias civiles
Ángel Prado Mella y Avelino Palma Bríos.
La localidad alavesa de Salvatierra celebraba sus fies-
tas patronales, para lo que habían organizado una
vuelta ciclista, en la que participaban unos 80 corredo-
res. Mientras el destacamento de Tráfico de la Guardia
Civil velaba por el correcto desarrollo de la carrera, un
comando etarra comenzó un tiroteo en el que fallecie-
ron instantáneamente los guardias civiles Ángel Prado
Mella y Avelino Palma, que debían abrir la marcha,
mientras que José Luis resultó herido en un primer
momento, al rebotar una bala en las monedas que
guardaba en su guerrera. Corriendo, se refugió detrás
de un coche, pero sus vecinos decidieron traicionarle y
avisar a uno de los terroristas que ya se daba a la fuga.
Este se volvió y remató a sangre fría a José Luis.
Sobre las cuatro y media de la tarde, Gema escuchó
que varias ambulancias pasaban delante de su casa
en Vitoria. “Recuerdo que en aquel momento me
puse muy nerviosa. Estaba inquieta porque presen-
tía que había pasado algo”. Desgraciadamente, sus
presentimientos se confirmaron cuando tres compa-
ñeros de su marido llamaron a su puerta. En cuanto
los vio en el umbral, solamente pudo preguntar: “¿Ha
sido José Luis?”.
Entera, aún sin poder creerse lo que estaba pasando,
Gema esperó la llegada de su madre, a quien avisaron
por teléfono de que su yerno había tenido un acciden-
te. Vestida con un delantal, ya que en el momento de
la llamada estaba trabajando en el restaurante que
regentaba en la localidad asturiana de Mieres, Violeta
se presentó en casa de su hija. El único consuelo que
en aquel momento encontró Gema se lo aportaba su
madre. Solamente el paso de las horas y la sensación
de soledad que esta asturiana vivió aquellos días le hi-
cieron acabar de creerse lo que había pasado.

Recuerdo que muchas veces bajaba al parque
con mi niña en el cochecito y veía a otras familias
con sus hijos pequeños. Eso me hacía sentir
mucha soledad y tristeza
Embarazada de cuatro meses y con 23 años, sus ilu-
siones se acababan de romper y se veía obligada a
empezar una nueva vida. Tras el funeral de su marido
en Vitoria, sus compañeros los escoltaron al aeropuer-
to envueltos en un ruido de sirenas. Desde allí fueron
trasladados en un helicóptero militar “de color gris plo-
mo” a Asturias. El recuerdo que Gema tiene de esta fría
aeronave es realmente sobrecogedor.
Madre coraje
Poco más de tres meses después del atentado, Gema
dio a luz. El milagro de la vida volvió a llenar su exis-
tencia con una niña que es “igualita que su padre en
todo”. Aquellos días fueron muy difíciles, como bien
podemos imaginar, pero ella supo reunir el valor su-
ficiente para sacar a su hija adelante. “Tengo mucho
que agradecerle a mi madre, a mis hermanos y a mi
abuela, que eran mi única familia y apoyo en esos mo-
mentos. Y también quiero acordarme de José Carlos
Fernández Lastra, el ecógrafo de maternidad que me
atendió en el parto, porque se portó siempre muy
bien conmigo”.
Gema nos habla de su madre, Violeta, con mucha
ternura y amor, reconociendo su valor y valentía. De
hecho, su madre fue el sólido pilar en el que Gema
encontró apoyo al perder a su marido. Pero Gema es
igual de fuerte que Violeta, y los años han demostrado
que siempre supo cómo educar y criar a su hija.
Fueron años difíciles y llenos de soledad. “Recuerdo
que muchas veces bajaba al parque con mi niña en
el cochecito y veía a otras familias con sus hijos pe-
-95-
JOSÉ LUIS
VÁZQUEZ
PLATA
queños. Eso me hacía sentir mucha soledad y tristeza”.
Pero Gema supo mantenerse al pie del cañón, y nunca
dejó que las lágrimas de su corazón le borrasen la son-
risa. Así, en todos estos años, Gema ha hecho todo lo
posible por trasmitirle a su hija el amor por su padre y
construir el recuerdo que nunca tuvo. “Ponía fotos de
José Luis en su habitación, le hablaba de él. Hacía todo
lo posible por que ella le conociese y se sintiera orgu-
llosa de su padre”.
Hubo momentos muy difíciles. Sobre todo, Gema nos
cuenta: “El bautizo de mi hija, su comunión, su gra-
duación y su boda han sido los días más difíciles que
he vivido. Siempre he procurado mantener la sonrisa,
pero sentirme sola en esos momentos me ha resulta-
do muy difícil”.
Gema ha vivido todos estos años con continuos tra-
tamientos, que la ayudasen a sobrellevar la ansiedad
y la tristeza constantes que siente desde aquel 4 de
octubre de 1980. Pero esta mujer nunca se ha olvidado
de agradecer lo que hicieron por ella aquellos que la
ayudaron en los peores momentos. Así, nos comenta:
“Quiero agradecerles la delicadeza que siempre me
mostraron el doctor Agustín Cabezudo y su secreta-
ria, Angelines, porque siempre supieron atenderme en
todo momento y ayudarme en lo que pudieron”. Quizá
fruto de este agradecimiento, Gema se ha convertido
en una mujer solidaria y activa, siempre dispuesta a
echar una mano a quien se lo pida. De hecho, el día
que hablamos con ella estaba participando en la cues-
tación contra el cáncer. El terrorismo le arrebató su
vida, pero nunca podrá borrar su sonrisa.
ASESINADO POR

ETA
1983

Emilio
CASANOVA LÓPEZ

Natural del municipio valenciano de Ayora, Emilio Ca-

sanova tenía 29 años y era policía nacional. A pesar de
estar destinado en Valencia, en la primavera de 1983
fue enviado a San Sebastián en labores de apoyo. El
23 de junio, víspera de su cumpleaños, asistió junto
a varios compañeros al funeral del guardia civil Juan
Maldonado, que había sido asesinado por ETA. A conti-
nuación, se subieron a una furgoneta y emprendieron
el camino hacia el Parque Móvil de San Sebastián. A su
paso, miembros de los Comandos Autónomos Antica-
pitalistas activaron un coche bomba cuya potente ex-
plosión alcanzó de lleno a la furgoneta. Emilio resultó
herido de gravedad y murió en el Hospital de la Cruz
Roja. Apenas llevaba cuatro meses casado y su mujer
estaba embarazada de una niña, que nacería huérfana
de padre siete meses después.

“TODAS LAS VÍCTIMAS DESEAMOS
Q U E N U E S T R O AT E N TA D O S E A E L Ú LT I M O ”
Al hablar con María Dolores Casanova López, uno se
da cuenta rápidamente de que es una mujer franca,
sin dobleces, a la que la vida le ha forjado un carácter
fuerte, pero sin perder del todo la dulzura y la ternura
que un día tuvo esta mujer de 53 años, natural de la lo-
calidad valenciana de Ayora. La más pequeña de cinco
hermanos. “Mi hermano mayor se llama José, luego
está Concha, después Brígida, luego estaba Emilio
Juan y yo soy la más pequeña de todos”.
El paso del tiempo no ha sido capaz de borrar el re-
cuerdo y el cariño que María Dolores siempre sintió
hacia su hermano Emilio. La familia ha sido durante
todo este tiempo un pilar fundamental para María
Dolores, un apoyo en los buenos y malos momentos,
y un lazo irrompible que ha conseguido unir su pre-
sente y su pasado. Ahora, María Dolores está casada
Testimonio de María Dolores Casanova,
hermana de Emilio Casanova
Revista Fundación nº 47
( junio de 2014)
Carolina Couso
y tiene dos hijas, de 25 y 20 años, que son su orgullo,
pero la vida no ha sido siempre un sendero de rosas
para esta mujer.
María Dolores, con solo 12 años, sufrió el revés del fa-
llecimiento de sus padres, y fue criada por una tía.
Sus cuatro hermanos y ella estuvieron desde ese mo-
mento más unidos. “Después, con la muerte de mi
hermano Emilio, todos nos hemos sentido aún más
unidos si cabe por su recuerdo”.
Un día lluvioso de verano
El 23 de junio de 1983, la vida de María Dolores y el
resto de sus hermanos cambió para siempre. Su her-
mano Emilio Juan Casanova López era policía nacional
y estaba destinado en Valencia, pero llevaba un par de
semanas en San Sebastián en labores de apoyo.
 -98-
EMILIO
CASANOVA
LÓPEZ
“Aquel día llovía muchísimo, yo tenía 22 años y traba-
jaba en un taller textil. Recuerdo claramente todo lo
que sucedió —comenta María Dolores—. Llovía tanto
que no había señal de televisión en el pueblo. Al día
siguiente, era el cumpleaños de mi hermano Emilio.
Habría cumplido 30 años”.
Eran los “años de plomo”, en los que raro era el día en
el que no había algún atentado terrorista. Años en los
que ETA se sentía fuerte y contaba con el silencio de la
sociedad vasca. Eran años sombríos y llenos de miedo
y dolor.
El día anterior, 22 de junio, ETA había asesinado en la
localidad guipuzcoana de Pasajes al guardia civil Juan
Maldonado Moreno. La mañana del día 23, la víspera
de su 30º cumpleaños, Emilio y seis compañeros más
asistieron al funeral celebrado por el guardia civil en la
sede del Gobierno Civil de Guipúzcoa. Dos horas más
tarde, aproximadamente a las 14:20 horas, el furgón de
la Policía Nacional con los siete agentes regresaba al
Parque Móvil de San Sebastián, circulando por el pa-
seo de Mundaiz, en la margen derecha del río Urumea.
Varios terroristas, apostados en la orilla contraria,
aprovecharon el paso del convoy, que se encontra-
ba a escasos 100 metros de su destino, para activar
a distancia el detonador de una bomba que previa-
mente habían depositado en un SEAT 127 aparcado en
el paseo. El vehículo en el que viajaban Emilio y sus
compañeros fue alcanzado de lleno por la metralla y
la onda expansiva de la bomba. La fortísima explosión
asoló el lugar, dejando constancia de la gran crueldad
que siempre ha exhibido ETA en sus atentados, hirien-
do a todos los agentes.
El lateral izquierdo de la furgoneta policial se llevó la
peor parte, quedó completamente acribillado debido
a la metralla, con orificios que en algunos casos alcan-
zaban varios centímetros de diámetro. Emilio viajaba
precisamente en ese lateral, por lo que recibió de lleno
el impacto de la explosión y fue trasladado urgen-
temente al Hospital de la Cruz Roja. “Mi hermano le
había cambiado el sitio a otro compañero antes de sa-
lir”, nos comenta con tristeza María Dolores.
Poco tiempo después de ser ingresado, Emilio falleció,
mientras que otros compañeros heridos eran tras-
ladados a la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de
Aránzazu de San Sebastián y al Hospital Provincial.
Esa misma tarde, a última hora, la sede del Gobierno
Civil de Guipúzcoa acogía su segunda capilla ardien-
te en menos de 24 horas. ETA había vuelto a asesinar
a un inocente. Emilio Juan Casanova López llevaba
cuatro meses casado y su mujer estaba embarazada
de dos meses.
María Dolores recuerda cómo se enteró de lo que
había pasado. “Aquel día, debido a la lluvia, no había
señal de televisión en el pueblo, por lo que no nos en-
teramos de nada hasta que una amistad de la familia
que vivía en Madrid llamó por teléfono a mi casa y nos
preguntó qué había pasado. Nosotros no sabíamos a
qué se refería y nos dijo que había visto en la tele que
ETA había asesinado a mi hermano en San Sebastián.
Rápidamente llamé a mis hermanos y poco a poco
conseguimos confirmar la noticia”.
La muerte de Emilio marcó a la familia Casanova
López. De hecho, María Dolores nos comenta: “Me do-
lió mucho su muerte, porque no encontraba ningún
consuelo. Creo que, como todas las víctimas, siempre
he pensado que si al menos hubiera sido el último
atentado, el que pusiera fin al terrorismo… Habría sido
más fácil de llevar”.
María Dolores nos habla del apoyo que le brindaron
todos los vecinos de Ayora, quienes, lejos de la frial-
dad que el terrorismo despertaba en el País Vasco, se
volcaron con la familia de Emilio. “Recuerdo que, al
día siguiente, se celebró en Ayora un funeral por mi
hermano y asistió todo el pueblo, que siempre nos ha
apoyado mucho. De hecho, hace unos años le pusie-
ron el nombre de mi hermano a una calle”.
Siete meses después del atentado que acabó con la
vida de Emilio, nació Adela, su hija, a la que no pudo
conocer. María Dolores y su cuñada mantienen una
estrecha relación, al igual que con su sobrina, a quien
han intentado inculcar su amor por su hermano, y de
la que se siente muy orgullosa.
Un monumento para recordar a todos los policías
asesinados
El pasado 18 de junio, María Dolores y su familia asis-
tieron en Madrid a la inauguración del monumento
en memoria de los 186 policías nacionales fallecidos
en atentados terroristas a lo largo de la historia. Este
memorial se ha ubicado de forma permanente en
la antigua capilla de lo que fue el Colegio de Huér-
 -99-
EMILIO
CASANOVA
LÓPEZ

Yo tenía 22 años y trabajaba en un taller textil.

Recuerdo claramente todo lo que sucedió.
Llovía tanto que no había señal de televisión
en el pueblo. Al día siguiente, era el cumpleaños
de mi hermano Emilio. Habría cumplido 30 años

fanos de la Policía Nacional, sede actual del Centro
de Altos Estudios Policiales, en la madrileña plaza de
Carabanchel.
El monumento monolítico recuerda a todos los agen-
tes del Cuerpo Nacional de Policía asesinados por
las diferentes bandas terroristas que han actuado en
nuestro país, además de hacer una mención espe-
cial a todos los agentes que dieron su vida en acto de
servicio. Asimismo, ante el memorial arderá perma-
nentemente una llama en perpetuo recuerdo de los
policías fallecidos.
Desde 1968, fecha en la que ETA asesina a su prime-
ra víctima, 186 agentes de la Policía Nacional han
sido asesinados en actos terroristas. De ellos, el 40%
(incluido Emilio Juan Casanova López) apenas tenían
30 años de edad y el 60% llevaban menos de 10 años
en el Cuerpo. Además, los agentes asesinados dejaron
huérfanos a 222 niños. Junto a esas víctimas mortales,
más de un centenar de policías resultaron gravemente
heridos y otro centenar de ciudadanos, que se en-
contraban en las proximidades del lugar, resultaron
también afectados.
Además del memorial con los nombres de todos los
policías fallecidos, el homenaje incluye una exposi-
ción sobre las víctimas del Cuerpo Nacional de Policía,
titulada “La victoria de la libertad: la Policía Nacional
contra el terrorismo”. Esta exposición, que podrá vi-
sitarse hasta finales de julio, ofrece una visión de las
cuatro áreas fundamentales en relación con el terro-
rismo y la Policía, que —bajo los títulos de “Dignidad”,
“Verdad”, “Justicia” y “Memoria”— recogen los actos de
las bandas terroristas como causantes de daños mate-
riales y estragos, el trabajo policial contra el terrorismo,
el apoyo social a las víctimas del terrorismo y el recuer-
do a los fallecidos.
María Dolores nos comentaba al día siguiente: “Fue un
acto muy emotivo y bonito, además de necesario. La
Policía ha visto morir a muchos de sus agentes. El acto
estuvo cargado de sentimientos y, aunque tengo que
reconocer que fue duro, también fue bonito”.
María Dolores, al igual que el resto de su familia, siem-
pre recordará a su hermano Emilio, y nos comenta:
“Yo no puedo olvidar a mi hermano ni lo que pasó, y
por eso tampoco puedo perdonar a quienes lo hicie-
ron. Creo que asesinar fríamente a alguien no puede
ser perdonado jamás”. El recuerdo de Emilio siempre
preside las reuniones familiares, como ella misma nos
comenta: “El recuerdo de mi hermano Emilio nos ha
unido más al resto de hermanos”.
ASESINADO POR

ETA
1984

José Luis
VEIGA PÉREZ

José Luis Veiga era sargento primero de la Guardia Civil

y, aunque vivía en A Coruña junto a su mujer y sus dos
hijos, en ocasiones se desplazaba al País Vasco por su
condición de técnico especialista en desactivación de ar-
tefactos explosivos. En 1984 no le tocaba ir, pero le cam-
bió el turno a un compañero recién casado. Para el 27
de septiembre tenía previsto volver a casa, porque era el
cumpleaños de su hijo pequeño. Sin embargo, la noche
anterior le dijo a su mujer que no podría ir. En la madru-
gada del 28 de septiembre, ETA tendió una trampa a la
Guardia Civil: avisó de la colocación de una bomba en la
vía férrea cerca de Elburgo (Álava) y escondió otra en el
camino por el que los agentes tenían que pasar. La ex-
plosión de esta segunda bomba mató a José Luis y a dos
compañeros: Victoriano Collado y Agustín Pascual.

“EL PAPA PERDONÓ A SU AGRESOR,
PERO ESTE CUMPLIÓ SU PENA”
Desde tiempos inmemoriales, Galicia ha sido una
región matriarcal donde la mujer constituía el pilar
principal del núcleo familiar. La tradición marinera de
la región hacía que el cabeza de familia pasara largas
temporadas embarcado en alta mar, mientras que la
mujer era la encargada de proporcionar el sustento
diario a los hijos que quedaban en tierra. Para ello, las
mujeres gallegas han hecho gala de su valor y fortaleza
durante siglos.
Charo Sierra es una de esas mujeres que han llevado el
coraje y la fortaleza por bandera durante toda su vida.
Aunque su marido no era marinero, Charo vio cómo su
vida naufragaba a causa del peor de los temporales,
el desencadenado por la ira y la sinrazón de las armas.
Así, a esta pontevedresa de 57 años, natural de Ponte-
cesures, no le quedó otro remedio que echarse la casa
a la espalda y sacar a su familia adelante.
Entrevista a Charo Sierra,
viuda de José Luis Veiga
Revista Fundación nº 15
( junio de 2006)
Carolina Couso
Emulando a sus antepasados, Charo tuvo que apren-
der a ejercer de padre y madre a la vez desde que ETA
asesinase a su marido, el sargento primero de la Guar-
dia Civil José Luis Veiga Pérez, en Álava en 1984.
Aquellos años fueron los más sangrientos de la ban-
da terrorista ETA y en ellos las víctimas sufrían mayor
abandono e incomprensión. La eterna frase “algo ha-
brá hecho” se convertía en una lamentable cantinela
popular cada vez que asesinaban a un guardia civil, y el
miedo a convertirse en el blanco de las iras etarras ha-
cía casi imposible encontrar un sacerdote que oficiase
los sepelios de los agentes asesinados.
La sociedad daba la espalda a las víctimas, y la indi-
ferencia y el abandono eran la única respuesta que
encontraban tras los atentados. Así, Charo nos ofrece
un duro relato de los amargos momentos que tuvo
 -102-
JOSÉ LUIS
VEIGA
PÉREZ
que pasar hace 22 años, constituyendo un valioso tes-
timonio de lo que para muchas víctimas significaron
los “años de plomo” del terrorismo en España.
Antes del atentado, ¿cómo era su vida?
Nosotros siempre vivimos en A Coruña, mi marido era
sargento primero de la Guardia Civil y jefe del equipo
TEDAX (unidad especial de la Guardia Civil dedicada
a la desactivación de explosivos) de A Coruña. Ade-
más, José Luis era profesor de enseñanza primaria y
licenciado en Derecho. Todos los años, los miembros
del grupo TEDAX pasaban dos meses en el País Vasco.
Aquel año no le tocaba ir a mi marido sino a un com-
pañero que se acababa de casar, pero a José Luis le dio
pena enviarlo y fue en su lugar.
¿Nunca le acompañaron a esas concentraciones
de dos meses en el País Vasco?
Mi marido no quería que fuésemos allí, decía que
había mucho desprecio de la gente hacia nosotros y
evitaba por todos los medios que pasáramos por eso.
Los ochenta fueron años muy duros, donde los
atentados contra los miembros de la Guardia Civil
se repetían a diario. ¿Cómo recuerda usted aquel
fatídico día de septiembre de 1984?
Puf... Todo sucedió en la noche del 27 al 28 de septiem-
bre, a eso de las doce y media. Verás, se da la casualidad
de que el día 27 mi hijo pequeño cumplía cuatro añitos.
Su padre iba a venir a celebrarlo con nosotros, pero me
llamó él un día antes —como todos los días— y me dijo
que no podía venir. Yo me llevé un disgusto tremendo,
ya que sería el primer cumpleaños de mis hijos sin su
padre, pero me dijo que en unos días venía definitiva-
mente y me prometió que no volvería más al País Vasco.
El día 27, a las nueve y media de la noche, llamó para
felicitar al niño y, después de estar charlando con los
tres, se despidió de mí con un “te quiero, hasta mañana”.
Pero ese mañana no llegó nunca, y nunca pude volver
a hablar con él. La tarde del 27 habíamos celebrado
en casa el cumpleaños de mi hijo pequeño con varios
amigos suyos y te puedes imaginar cómo quedó todo.
Cuando se fueron, estaba todo revuelto y yo agotada.
Después de acostar a los niños, pensé: “Me voy a sen-
tar un momento”, pero me quedé dormida. A las doce y
media, me desperté sobresaltada con un pensamiento:
“Madre mía, si pasa algo cómo tengo la casa”, y me puse
a recoger todo. Terminé a las tres menos cuarto de la
madrugada y me acosté. No habían pasado ni cinco mi-
nutos y llamaron a la puerta. Salí como una bala. Creía
que era mi marido, que venía dándome una sorpresa
(lo había hecho en viajes anteriores), pero al ver por la
mirilla a uno de sus hermanos y a uno de sus jefes me di
cuenta de lo que había pasado. No tuvieron que decir-
me nada. Abrí la puerta y pregunté entre lágrimas: “¿Lo
han matado?”. Solamente asintieron con la cabeza, y ahí
empezó mi calvario. Los asesinos de ETA habían puesto
una bomba trampa en la vía del tren y habían avisado
de que en 30 minutos haría explosión. Para proteger a
la gente que venía en el tren, se suspendió el servicio y
avisaron a los TEDAX y a otras unidades especiales de la
Guardia Civil. Los terroristas habían puesto un sedal en
el camino por el que obligatoriamente tenían que pasar
los artificieros y, al pasar, uno del equipo tropezó con el
sedal e hizo explosión la bomba. Así murieron tres per-
sonas, entre ellas José Luis, e hirieron a mucha gente.
Han pasado ya casi 22 años, aunque las heridas
del terrorismo no cierran nunca del todo. ¿Cómo
ha cambiado su vida desde entonces?
Por supuesto que estas heridas no cicatrizan nun-
ca. Puedes dominar tus pensamientos y dejarlos en
la recámara, pero, en el momento que sucede algo,
todos se agolpan y vuelves a revivir el pasado. Tras el
atentado, mi vida dio un giro de 180 grados. Los pri-
meros años, era tan grande la pena que sentía que no
tenía ganas ni fuerzas para nada, pero tenía dos hijos
y había que educarlos. Poco a poco, pidiéndole a mi
marido que me ayudara y guardándome mi pena y
mi rabia, fui tirando y hoy, gracias a Dios, tengo dos
hijos fenomenales, licenciados en Derecho y criados
sin odio, y yo creo que felices, que siguen sintiendo un
gran amor hacia su padre.
Se quedó viuda muy joven y con dos niños muy
pequeños, por lo que se ha visto obligada a ejer-
cer de padre y madre a la vez. ¿Cómo han vivido
todo esto sus hijos?
Mis hijos eran muy pequeños. El mayor, José Luis, te-
nía ocho años y medio y David había cumplido cuatro
años el día anterior. Todas las viudas de víctimas nos
vemos obligadas a ejercer de padre y madre, unas con
ayuda y otras solas, tirando como podemos. Yo, gra-
cias a Dios, tuve en dos hermanos de mi marido, Paco
y Manolo, ayuda y apoyo. Ellos me arreglaron todos
los papeles oficiales, y sobre toco uno de ellos, Paco,
durante los primeros años tras la pérdida de mi ma-
rido, venía todos los días a vernos, estaba al tanto de
los estudios de mis hijos, los llevaba de paseo, les daba
cariño y me escuchaba cuando hablaba y lloraba. Se
puede decir que fue mi psiquiatra. Desde aquí, mi
agradecimiento a él y a su mujer. Yo creía que mis hijos

lo habían llevado mejor, aunque en realidad me equi-
vocaba. Cuando el mayor terminó su carrera, me dijo
un día: “Mamá, qué contento estaría papá viéndome
ahora, ¿verdad? Lo echo de menos”. Eso me partió el
alma, me di cuenta de lo que había sufrido en silencio.
Me comenta que el apoyo de su familia ha sido
fundamental tras el atentado. ¿Se sintió apoyada
también institucionalmente?
No y rotundamente no. Cuando sufres un atentado
te intentan manejar, es lo único que les interesa, que-
dar bien en la prensa. Te voy a contar una anécdota.
Al día siguiente del atentado, iban a traer a mi mari-
do desde el País Vasco en avión, y me acompañaron
al aeropuerto muchos de sus amigos. Después de
llevar allí esperando mucho tiempo, y en vista de la
tardanza, pregunté qué pasaba y me dijeron que no
habían encontrado en el País Vasco a ningún cura
para decirle un funeral. Me puse histérica y les dije
que lo trajeran inmediatamente, que en Galicia so-
braban curas. A mis suegros y a mí nos llevaron a
una sala especial y a todos los acompañantes a otra.
Cuando dije que nos íbamos con ellos, se movilizaron
y los trajeron a nuestro lado. Después no nos dejaban
ni levantar para tomar café, nos lo traían. En cuanto
te rebelabas, se mataban por halagarte. En aquella
época, la asociación de víctimas apenas si existía ni
te hacían ni caso. Cuando me enteré de que existía,
ya habían pasado cinco años del atentado y nadie
se había puesto en contacto conmigo. Intenté bus-
carla y, cuando la encontré, me dijeron que no me
podían atender en ese momento y que me llamarían,
pero todavía estoy esperando. Menos mal que ahora
el asociacionismo sí que funciona bien y se preocu-
pan por nosotros y por nuestras víctimas. En cuanto
al respaldo gubernamental, voy a contarte una cosa:
cuando el Gobierno concedió a todos los militares
víctimas del terrorismo un ascenso a la categoría
inmediatamente superior, a mi marido lo descendie-
ron. Él era sargento primero y lo nombraron cabo en
vez de brigada, que era lo que le correspondía, y a
estas alturas todavía no he recibido rectificación al-
guna. Imagínate cuánto apoyo he tenido.
¿Cree que la sociedad española comprende el do-
lor de las víctimas?
La sociedad empezó a comprender algo a las vícti-
mas cuando los atentados fueron indiscriminados, por
miedo o porque pensaban que les podía tocar a ellos.
Mientras caían guardias civiles, policías o militares, no
se inmutaban; eso iba en el sueldo.
-103-
JOSÉ LUIS
VEIGA
PÉREZ
Ahora, después de todos los duros momentos que
ha vivido y con la templanza y el sosiego que solo
concede el paso del tiempo, ¿cómo se siente?
Pues ahora que tenemos una asociación fuerte que
nos apoya, me siento con fuerzas para luchar, para in-
tentar que los asesinos de mi marido se sienten en el
banquillo y que sean juzgados. Quiero justicia y que
cumplan la pena que les sea impuesta. El Papa perdo-
nó a su agresor, pero este cumplió su pena.
Hoy estamos viviendo un momento político sin
precedentes en nuestro país. ¿Qué piensa del
alto el fuego de ETA?
Que es un tiempo que está ganando ETA para rear-
marse y volver a hacerse fuerte.
¿Y qué opina de una posible negociación entre el
Gobierno y ETA o sus interlocutores?
Me parece que con los terroristas no se puede nego-
ciar, hay muchos muertos para que todo quede en
nada. Me pregunto qué será lo que se les está dando a
cambio de que no maten, porque ETA ni ha entregado
las armas ni deja de extorsionar. Me preocupa enor-
memente que la Justicia mire hacia otro lado y que no
aplique la condena que se merecen los terroristas. Yo
quiero que haya vencedores y vencidos. Los asesinos
no pueden salir impunes de sus crímenes, tienen que
pagar con la cárcel los asesinatos que han cometido.
Las manos manchadas de sangre no se limpian con
talante y negociación. No olvidemos que hay unos ase-
sinos que matan indiscriminadamente y mucha gente
que ha muerto dando su vida por España.
¿Qué diferencias ve entre la situación actual y los
contactos llevados a cabo por los gobiernos an-
teriores?
Los gobiernos anteriores exigían a los terroristas que
entregaran las armas sin condiciones y sin pagar un
precio político por ello. La sensación que tengo ahora
es que todo vale y se perdona todo.
¿Estaría dispuesta a aceptar una negociación con
ETA si con ello se consigue el fin del terrorismo?
No. Negociación con asesinos, nunca.
¿Cree que algún día veremos el final del terrorismo?
Yo, desgraciadamente, no creo en el fin del terrorismo,
y menos con negociaciones en las que se va cediendo
poco a poco a todo lo que piden. Creo que lo único
válido contra el terrorismo es que caiga sobre ellos el
peso de la ley, policial y judicialmente.
ASESINADO EN EL ATENTADO
CONTRA EL RESTAURANTE EL DESCANSO

1985

José Arturo
RODRÍGUEZ PATO

La noche del 12 de abril de 1985, el Restaurante El Des-

canso, situado a las afueras de Madrid, se encontraba
lleno de gente. Por su cercanía a la Base Aérea de To-
rrejón, solía ser frecuentado por militares estadouni-
denses, pero a esa hora la mayoría de los clientes eran
españoles. De pronto, la explosión de una potente bom-
ba destruyó gran parte del edificio y sepultó a decenas
de personas, entre las que se encontraban José Arturo
Rodríguez y su esposa. Ella sobrevivió, pero él fue uno
de los 18 fallecidos en el primer atentado yihadista con
víctimas mortales que se producía en España. Un aten-
tado por el que nadie ha sido juzgado. José Arturo, que
acababa de aprobar una oposición, tenía 33 años y era
el mayor de seis hermanos. Su familia lo recuerda como
un hombre tranquilo y conciliador.

PA R A N O O LVI D A R
He necesitado 20 años para darme cuenta de lo que
sucedió, de cómo esos años pueden parecer muchos
o pocos según hayan transcurrido, según los hayas vi-
vido... Y creo que, por muchos años que pasen, nunca
podré ser la que era, porque con veintitantos lo único
que quieres es pasarlo bien y que se cumplan todos
tus sueños.
Desde aquel día, lo único que he hecho ha sido
sobrevivir, no parar, trabajar y olvidarme inconsciente-
mente de lo que había ocurrido, no asumirlo y seguir
hacia delante. Esto es lo que ha sido mi vida desde
Artículo de Cristina Salado,
viuda de José Arturo Rodríguez
Revista Fundación nº 11
( junio de 2005)
Cristina Salado
que una noche, en un restaurante —al que íbamos
para pasarlo bien, después de una semana de duro
trabajo—, me robaron mi vida y la de 100 personas
más para siempre.
Esta es la historia de muchas víctimas del terrorismo,
de los cientos de personas que han sufrido un atenta-
do terrorista, hayan o no perdido a un ser querido en
él. Nunca podré transmitir el desaliento, el desánimo,
el estupor y la incredulidad que produce un hecho así,
la inseguridad y la desconfianza que produce en un
ser humano.
 -106-
JOSÉ ARTURO
RODRÍGUEZ
PATO

Hay alguien que

ha decidido que mueras
o que vivas, alguien
a quien no conoces,
ni te conoce, a quien
nunca has hecho nada,
pero él cree que sí,
alguien que quiere
reivindicar no sé qué cosa,
y que siempre elige
víctimas inocentes
Cristina Salado, viuda de José Arturo Rodríguez

Hay alguien que ha decidido que mueras o que vivas,
alguien a quien no conoces, ni te conoce, a quien nun-
ca has hecho nada, pero él cree que sí, alguien que
quiere reivindicar no sé qué cosa, y que siempre elige
víctimas inocentes. Así que, cuando paras un poco y
eres capaz de entender el alcance que tiene un hecho
así, han pasado 20 años, y seguramente hay matices
que no sea capaz de interpretar aún, y quizá no sea
capaz de hacerlo nunca.
No permitamos:
Que cuando la lenta maquinaria de la Administración
se ponga en marcha, demostrando su incapacidad
para que de verdad muestre su solidaridad con las
víctimas, hacerlo todo rápido y con eficacia, no tener
en cuenta el déficit cero, y su recorte con negativas a
ayudas, invalideces y demás necesidades perentorias.
Al pago adelantado, por parte de las víctimas, de las
necesidades psicológicas (¡y cinco meses para resol-
ver!), papeleo, mareo e inhumanidad.
No permitamos:
Que cuando hayan cesado las cámaras, los discursos
sin contenido ni sentimientos de muchos, cuando
los heridos vuelvan a casa, cuando las viudas, viudos,
huérfanos, padres sin sus hijos, se encuentren con
la realidad, cuando ya no sirvamos a los políticos en
campañas electorales, ni a otros para fotos superficia-
les, cuando no haya que acallar conciencias.
No permitamos:
Que se olvide que detrás de las estadísticas, los nú-
meros de expediente, etc., estamos personas, que ya
nunca volveremos a ser como antes.

“PERDÍ A MI HERMANO Y NO QUIERO
Q U E S E O LVI D E Q U E F U E A S E S I N A D O”
Detrás de su sonrisa y de su hablar tranquilo y pausado
se esconde un inmenso dolor, marcado por el olvido
que han sufrido las víctimas del atentado del Restau-
rante El Descanso, en el que murieron 18 personas. Un
olvido al que se añade la injusticia de que el presunto
autor del crimen no haya sido juzgado por ello. Ma-
ría José Rodríguez Pato perdió a su hermano mayor,
José Arturo, el 12 de abril de 1985, cuando una potente
bomba convirtió aquel restaurante de las afueras de
Madrid en el escenario del primer atentado yihadis-
ta con víctimas mortales en España. Luego vendrían
otros, como el 11-M y los recientes atentados de Barce-
lona y Cambrils, pero aquel fue el primero. Y nadie le
prestó atención
¿Cómo era José Arturo?
Somos seis hermanos y él era el mayor, el primogénito
y, para mi madre, su ojito derecho. Arturo era una per-
sona muy tranquila, muy conciliadora. Nos arropaba
a todos los hermanos y sobre todo a mí, porque los
mayores íbamos cuidando de los pequeños, y él me
cuidaba a mí. Estábamos muy unidos. Cuando se casó
y se fue de casa, yo me iba siempre de veraneo con él.
Era como un bálsamo, aportaba tranquilidad a todo
el mundo y todos coinciden en que era una persona
absolutamente conciliadora.
-107-
JOSÉ ARTURO
RODRÍGUEZ
PATO
Entrevista a María José Rodríguez,
hermana de José Arturo Rodríguez
Revista Fundación nº 60
(septiembre de 2017)
Miguel Renuncio
¿Qué hacía aquella noche en El Descanso?
Había aprobado una oposición hacía escasamente
dos meses, y aquella noche había ido a celebrarlo con
su mujer y con otra pareja. Ahí estaban los cuatro, ce-
lebrando que Arturo había aprobado una oposición.
Al fin había conseguido un trabajo estable, porque él
era aparejador y había estado trabajando en distintos
sitios. Lo había conseguido con esfuerzo y estaba dis-
frutando de ello.
¿Cómo se enteró del atentado y de que su herma-
no se encontraba entre las víctimas?
Fue absolutamente penoso. Yo tenía 25 años y esta-
ba terminando la carrera. Vi la noticia en televisión y
pensé: “Qué horrible, pobre gente…”. Entonces me fui
a la cama y, a eso de las dos de la madrugada, llaman
por teléfono diciendo que mi cuñada está en un hos-
pital y que de mi hermano no me podían decir nada
porque no lo sabían, pero que estaría en otro hospital.
Mis padres se encontraban en la sierra, así que les lla-
mamos y vinieron inmediatamente. Se juntó toda mi
familia en casa, y unos primos y yo nos fuimos a buscar
a mi hermano hospital tras hospital, por todo Madrid,
pero volvimos a casa sin ninguna noticia. Finalmente, a
eso de las seis de la mañana, más o menos, José María
García dio el listado de las víctimas, y entre ellas estaba
 -108-
JOSÉ ARTURO
RODRÍGUEZ
PATO
Mi madre no consiguió levantar cabeza y se fue muriendo
poquito a poco. Aguantó porque tenía otros cinco hijos
que necesitaban su apoyo, porque ella era muy fuerte,
pero empezó a somatizarlo todo
mi hermano. Así nos tuvimos que enterar, por la radio.
Después, mi padre acudió al Instituto Anatómico Fo-
rense y le hicieron ir a un estanco a comprar una póliza
para el certificado de defunción.
¿Cómo les afectó a tus padres?
Mi madre no consiguió levantar cabeza y se fue mu-
riendo poquito a poco. Aguantó porque tenía otros
cinco hijos que necesitaban su apoyo, porque ella era
muy fuerte, pero empezó a somatizarlo todo. Mi padre
también duró poco. Es como si los hubieran matado
a los dos, en el momento del atentado los mataron a
ellos también.
¿Y usted cómo lo vivió?
Eché a perder aquel curso de universidad, pero bue-
no… Me recuperé por mi familia y porque hay que
seguir adelante y luchar. Yo me hice fuerte apoyando a
mi cuñada, puesto que ella, evidentemente, era la que
necesitaba más apoyo, porque había sufrido el aten-
tado. Me centré en ayudarla a ella, en que lo superara,
en que tuviera las fases de duelo… y supongo que eso
también me ayudó muchísimo a mí. Me apoyé en ella
y fui superando el dolor, pero eso es algo que continúa
siempre, siempre, siempre.
Transcurridos 32 años, ¿qué es lo que más le sigue
doliendo?
Yo no soy rencorosa para nada, pero es muy injusto
que este atentado no se haya juzgado, que no se haya
cogido a ese señor (se refiere a Mustafá Setmarian,
quien presuntamente colocó la bomba). Si saben
quién es, porque algunas víctimas lo han reconocido, y
saben dónde ha estado y que ha vivido aquí en Espa-
ña, ¿cómo no lo han cogido? No me lo explico.
Durante muchos años, las víctimas del terrorismo
yihadista no han tenido ninguna visibilidad en
España…
Ninguna. Este tipo de terrorismo era extraño en aquel
momento. Ahora sabemos mucho acerca de sus mo-
tivaciones, pero antes… Se pensaba que había sido un
loco que había puesto una bomba, una persona que
no estaba bien… Incluso llegaron a decir, para quitarle
importancia, que había sido un escape de gas. Pero
claro, un escape de gas no te deja el cuerpo lleno de
metralla de arriba abajo, como tiene mi cuñada. Aque-
llo fue un bulo, un intento de desvalorizar la muerte de
mi hermano.
¿Cuándo comenzaron a cambiar las cosas?
El punto de inflexión fue el 11-S, y después el 11-M. A
raíz de esos atentados comenzó a cambiar la percep-
ción sobre el tema y se empezó a tomar conciencia de
que algo similar había pasado aquí ya en 1985. Yo reco-
nozco que las propias víctimas de El Descanso se han
apartado y han querido olvidar, porque lo han pasado
muy mal. Además, ese señor está libre, no ha sido juz-
gado. Imagínate que dan la cara y al miserable ese le
da por hacerles algo. Ellos tienen todo el derecho a no
querer dar la cara, pero yo sí, yo necesito hacerlo… (por
primera y única vez durante la entrevista, a María
José se le quiebra la voz y tiene que secarse las lágri-
mas). Yo perdí a mi hermano y no quiero que se olvide
que fue asesinado.
¿Cómo ve ahora la atención a las víctimas?
Ahora la atención es maravillosa. Las víctimas son
acogidas y evaluadas, se les da apoyo, tienen terapia
y actividades para estar unidas. Eso es importantísi-
mo, porque no te explicas igual con alguien que es

María José Rodríguez ha participado en los cursos de verano de la Fundación Víctimas del Terrorismo
víctima del terrorismo que con alguien que no lo es.
Y no porque unos y otros seamos diferentes, sino por-
que las víctimas tenemos esa malísima sensación,
ese malísimo recuerdo. De vez en cuando necesitas
contar tu historia, porque es una catarsis maravillo-
sa frente al dolor que se te va acumulando. La unión
entre las víctimas, como tenemos en la Asociación
Víctimas del Terrorismo (AVT), es un gran apoyo, yo
creo que imprescindible. Cuando ocurrió el 11-M, fui
a Ifema de forma anónima a ayudar y recuerdo a un
padre que estaba temblando, al que le decía: “Yo he
pasado por esto, mi padre ha pasado por esto”. No
hacía más que abrazarme y yo sentía que se estaba
desahogando.
¿Y qué sucede con cada nuevo atentado terrorista?
Pues que lo revives todo, todo… y todo vuelve. Em-
piezan otra vez los recuerdos, aquellas fotos que
salieron en los periódicos, porque yo no fui a El
Descanso, pero a mí esas fotos no se me van de la
-109-
JOSÉ ARTURO
RODRÍGUEZ
PATO
Rafa Albarrán
cabeza. Empiezo a rememorar, empieza la angustia…
Por eso es bueno que las víctimas nos desahogue-
mos. Yo tengo muchas amistades del 11-M y estamos
muy unidas.
Este verano ha participado en el curso de verano
de la Fundación Víctimas del Terrorismo. ¿Qué
otros testimonios ha dado?
La AVT ha grabado mi testimonio y también he sa-
lido en un libro, pero a mí lo que más me gustó fue
hablar en la Universidad Francisco de Vitoria, tam-
bién con la AVT. Aquello fue espectacular, no por mí
ni por mis compañeras, que lo hicieron muy bien,
sino por la reacción de los chavales. Les veías las
caras, preguntándose: “¿Pero esto pasaba ya hace
tantos años? ¿Es posible? ¿De verdad?”. No tenían
noticia de ello. Y yo quiero que se sepa que lo que
está pasando ahora ya pasaba entonces, para que se
tenga una visión de la historia y se intente erradicar-
lo, por difícil que sea.
HERIDO POR

ETA
1985

Gerardo
PUENTE BALDERAS

El “comando Madrid” de ETA asesinó el 12 de junio de

1985 a Vicente Romero, coronel del Ejército de Tierra,
y a su chófer, Juan García. En su huida, los terroristas
utilizaron un coche cargado de explosivos que, minutos
después, abandonaron en el aparcamiento subterráneo
situado en la avenida de Felipe II, junto a El Corte Inglés.
La Policía Nacional desalojó los grandes almacenes y,
a continuación, dos técnicos especialistas en desactiva-
ción de artefactos explosivos, Esteban del Amo y Gerar-
do Puente, acudieron para intentar neutralizar la bom-
ba. Mientras los agentes inspeccionaban el vehículo, el
artefacto estalló y mató en el acto a Esteban. Su com-
pañero, que se encontraba justo detrás de él, resultó
gravemente herido, con el brazo izquierdo destrozado y
quemaduras en la mayor parte de su cuerpo.
 Testimonio de Gerardo Puente
Revista Fundación nº 18
(marzo de 2007)

“TENÍA LA ESPERANZA DE QUE LA JUSTICIA

NOS ESCUCHASE”
Gerardo Puente, víctima de José Ignacio de Juana Chaos, dice: “Las víctimas nunca hemos pedido
venganza. Solo queríamos que este criminal cumpliera íntegramente su actual condena por amenazas
en la cárcel, y si la quiere cumplir en huelga de hambre, que lo haga”.

Carolina Couso

Hace casi 22 años que Gerardo Puente volvió a nacer.
“Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, lo tengo todo
grabado en mi memoria”. Gerardo nos cuenta su ex-
periencia con el aplomo que solo puede dar el haber
sobrevivido a una muerte casi segura.
Fue el 12 de junio de 1985. Aquella soleada mañana, el
“comando Madrid” de ETA, con el sanguinario terrorista
José Ignacio de Juana Chaos al frente, había asesina-
do a Vicente Romero, coronel del Ejército, y a su chófer,
Juan García. Tras el brutal asesinato, los terroristas aban-
donaron el vehículo que habían utilizado para darse a
la fuga en el parking de un conocido centro comercial
situado en la madrileña avenida de Felipe II. Hacia las 11
de la mañana, una patrulla de especialistas en desacti-
vación de explosivos (TEDAX) de la Policía Nacional se
presentó en el aparcamiento para hacer un reconoci-
miento del vehículo utilizado por el “comando Madrid”.
Entre los integrantes de esta patrulla de los TEDAX se
encontraba Gerardo, que se acercó al coche con su
compañero Esteban del Amo. Inmediatamente, los dos
experimentados policías, que ya habían vivido situacio-
nes similares, advirtieron que había una bomba trampa,
compuesta por cuatro o cinco paquetes de Goma-2, en
el asiento trasero del coche. Una cantidad de explosivos
suficiente para hacer volar todo el parking.
 -112-
GERARDO
PUENTE
BALDERAS
Preocupados por la situación y tratando de pro-
teger la integridad física de las personas que
pudieran acceder al aparcamiento, los policías dan
la voz de alarma y solicitan el desalojo de los gran-
des almacenes y la instalación de un cordón policial
de seguridad. “Sabíamos que ETA estaba preparan-
do algo gordo, llevaban tiempo intentando perpetrar
una masacre, y lo consiguieron dos años después, en
1987, en el Hipercor de Barcelona”.
Las condiciones de trabajo de Gerardo aquel día no
eran las ideales: había muy poco espacio para manio-
brar y tratar de desactivar la bomba; además, la forma
en la que estaba colocado el coche hacía imposible la
ayuda del robot de desactivación de explosivos, por lo
que él y su compañero Esteban tenían que desactivar
la bomba manualmente. “Lo siguiente que recuerdo
es un estruendo increíble, un fogonazo, un golpe en el
pecho y salir despedido varios metros por los aires”. La
onda expansiva alcanzó de lleno a Esteban del Amo,
que en el momento de la explosión se encontraba
delante de Gerardo, haciendo de escudo de su com-
pañero y salvándole la vida, aun a costa de perder la
suya propia. “Mi compañero Esteban fue quien me sal-
vó aquella mañana”.
La explosión había sido tremenda, destruyendo gran
parte del aparcamiento, por lo que los cascotes y los
escombros caían sobre Gerardo, que se desangraba
en el suelo, aturdido y mareado por la explosión. “Creo
que nunca llegué a perder el conocimiento, aunque
recuerdo que pasé mucho miedo, mucho terror y
pánico, como nunca he pasado en mi vida. Recuer-
do que me puse a rezar a la Virgen de las Angustias,
porque pensaba que había perdido algún miembro”.
Gerardo ya había visto situaciones similares y sabía
que en estos casos lo más frecuente era la amputa-
ción de las extremidades a consecuencia de la onda
expansiva. “Recuerdo que miré a mi izquierda y vi un
brazo totalmente destrozado. Eran huesos y tendones.
Lo agarré como si no fuera mío y salí corriendo a través
del humo hacia una luz”. Días más tarde, mientras se
recuperaba en el hospital, los compañeros le conta-
ron que allí no había ninguna luz. Todo era oscuridad
y caos, pero Gerardo supo encontrar el camino que le
sacase de ese infierno.
La recuperación de Gerardo no fue fácil. Tenía el
75% del cuerpo abrasado, pasó más de un mes en
la unidad de quemados del Hospital de La Paz, su-
frió innumerables operaciones para reconstruirle
los tendones del brazo y hacerle injertos de piel,
y perdió gran parte de la movilidad y sensibilidad
de su mano y brazo izquierdos, lo que le incapaci-
tó para seguir desempeñando su trabajo. Su vida
cambió por completo. De ser un profesional activo
y preparado, pasó, de la noche a la mañana, a estar
postrado en la cama de un hospital y a tener que
rehacer su vida. Aprender a vivir de nuevo con sus
nuevas condiciones. “El impacto psicológico fue lo
peor. Las heridas sabía que se irían curando poco
a poco, con ayuda de la rehabilitación, pero yo no
me sentía con fuerzas para afrontar lo que me ha-
bía pasado”.
Cuando le dieron el alta en el hospital y pudo irse a
casa, en su Granada natal, fue fundamental la ayuda
y la comprensión de su mujer. “Sin ella, yo no habría
podido recuperarme. Ella ha sido mi mejor medicina,
mi enfermera y mi mayor apoyo. Yo siempre digo que
ella es la verdadera víctima del terrorismo. Yo solo soy
el superviviente de un atentado”.
Llegó un momento en el que Gerardo estaba tan hun-
dido y deprimido que a su mujer no le quedó otra
alternativa que darle un ultimátum. “Recuerdo que
me dijo: ‘O te espabilas o te espabilo’. Así que, poco a
poco, me fui recomponiendo y, siempre con su ayuda,
fui dejando de tomar las pastillas de las que dependía”.
El coraje y la fuerza de su mujer le ayudaron a aferrarse
de nuevo a la vida.
Gerardo y su familia tuvieron la desgracia de que el
terrorismo condicionase sus vidas en una época en la
que la sociedad española aún no entendía a las víc-
timas. Eran los llamados “años de plomo”, en los que
las víctimas eran marginadas y olvidadas. Este olvido
nos lo relata Gerardo al contarnos las reacciones de
sus amigos y vecinos, cuando nos asegura que nadie
se acordaba de su familia después de un tiempo: “Al
principio todo el mundo me venía a ver al hospital,
pero luego, cuando me dieron el alta, apenas me lla-
maban. Además, cuando empezaba a salir a la calle
y me cruzaba con algún vecino, me daba cuenta de
que me esquivaban, preferían no encontrarse conmi-
go. Supongo que era porque no sabían qué decirme
o cómo tratarme, pero aquello me dolía y no podía
comprenderlo”. Institucionalmente, Gerardo y su fami-
lia tampoco se sintieron amparados. Nadie ofreció a
Gerardo, o a su familia, la atención psicológica nece-

saria. “Yo, hasta el año 2000, no había recibido ningún
tipo de ayuda psicológica”.
El dolor causado por un acto terrorista no se olvida,
se revive con cada nuevo atentado, que hace reabrir
las heridas ya cicatrizadas. Las secuelas físicas son,
de hecho, las que más pronto curan, las que antes
dejan de sangrar. El silencio y el olvido al que se ha
sometido a las víctimas del terrorismo durante mu-
cho tiempo tampoco han ayudado a cicatrizar estas
lesiones. Esteban del Amo, compañero de Gerardo,
murió en el atentado, pero pocos años después mu-
rieron otros tres compañeros: “El recuerdo que tengo
de aquel día es aún peor que el que conservo de mi
propio atentado. Fue el 12 de junio de 1991 y lo recuer-
do como si me hubiera pasado a mí. ETA asesinó a
tres amigos míos, compañeros de los TEDAX. Poco
después murió otro compañero en Bilbao. Con cada
atentado valoraba más la suerte que yo había tenido,
pero a la vez me sentía hundido recordando a mis
compañeros asesinados”.
Gerardo se sumió en su propia realidad, lo que le lle-
vaba a magnificar su atentado. “Yo pensaba que mi
atentado era el único del mundo. Me sentía más afec-
tado que nadie. Hasta que conocí la existencia de la
Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT), con la cual
empecé a colaborar activamente en Granada y en
ella conocí a otras víctimas, con las que me identifi-
qué rápidamente. Me hicieron comprender que había
casos mucho más graves que el mío. Ser testigo de
su fuerza me ayudó a recuperarme totalmente y, a la
vez, a tratar de ayudar a otras personas que también
habían sufrido un atentado”. Desde 2003, Gerardo es
el delegado de la AVT en Granada y trabaja de forma
muy activa para conseguir que a las víctimas se las
reconozca y recuerde como corresponde. “Aunque no
todo el mundo parece estar dispuesto a conceder a
las víctimas el trato que se merecen. En los últimos
tiempos es muy difícil hacer algo, porque no nos en-
tienden y, a veces, nos ignoran. Además, nos miden a
todos con el mismo rasero y piensan que somos radi-
cales de derechas, aunque nuestra ideología no tenga
nada que ver”.
Hace pocos días, a Gerardo le volvieron a asaltar la
desesperanza y el desamparo que había vivido en
otro tiempo. Fue al saber que quien había intentado
matarle fríamente, sin tan siquiera conocerle, iba a
cumplir en su propia casa los 514 días que le faltaban
-113-
GERARDO
PUENTE
BALDERAS
para completar su condena de tres años, después de
mantener en jaque al Gobierno con una huelga de
hambre que duraba ya 114 días.
“Tenía la esperanza de que la Justicia nos escuchase. Ya
es bastante denigrante para nosotros que este asesino
de 25 personas haya cumplido tan solo una condena
de 18 años”. De Juana Chaos fue condenado a 3.000
años de cárcel por sus asesinatos, de los que tan solo
cumplió 18, al ampararle el antiguo sistema judicial.
Tras cumplir esta condena, fue nuevamente imputa-
do por dos delitos de amenazas y enaltecimiento del
terrorismo al publicar dos artículos en Gara. En un pri-
mer momento, se le impuso una pena de 12 años y
siete meses de prisión. La Audiencia Nacional confir-
mó esta sentencia, pero el pasado mes de febrero el
Tribunal Supremo decidió rebajarla a tres años, de los
que ya ha cumplido parte.
“Las víctimas nunca hemos pedido venganza. Solo
queríamos que este criminal cumpliera íntegramen-
te su actual condena por amenazas en la cárcel, y si
la quiere cumplir en huelga de hambre, que lo haga.
Él es quien ha tomado la decisión personal de dejar-
se morir. A sus víctimas no les permitió decidir”. Pero
el sanguinario terrorista De Juana Chaos ya no cum-
plirá el anhelo de tantas voces como la de Gerardo, y
en cuanto abandone el Hospital Donostia, en el que
se recupera de su ayuno, se irá a su casa a acabar de
cumplir su condena. “Me siento muy humillado, aban-
donado y ofendido por este Gobierno, porque han
sido muchas las personas que han muerto por opo-
nerse al traslado de presos al País Vasco. Parece que ya
nadie se acuerda de por qué mataron a Miguel Ángel
Blanco o por qué secuestraron a Ortega Lara. De este
modo, parece que tantas y tantas muertes como he-
mos vivido en este país no han servido para nada”.
Ahora a Gerardo tan solo le queda, como hizo en otro
tiempo que parecía olvidado, buscar refugio y con-
suelo en su familia. “Yo he tenido la suerte de poder
ver crecer a mis hijos y ver nacer a mis nietos”, nos co-
menta. A sus 53 años, ha vivido muchas situaciones
y ha luchado demasiado como para rendirse en este
momento. “Mientras tenga fuerzas y siga pensando
que es una causa justa, seguiré luchando para exigir
memoria, dignidad y justicia para las víctimas del te-
rrorismo. Y seguiré rebelándome ante cualquiera que
pretenda hacerme convivir con asesinos como De
Juana Chaos”.
HERIDO POR

ETA
1985

Alfonso
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ

Un autobús de la Guardia Civil con 24 agentes a bordo

atravesaba la madrileña plaza de la República Argenti-
na en la mañana del 9 de septiembre de 1985. Al aproxi-
marse a un paso de peatones, el conductor vio un coche
que le resultó sospechoso y decidió acelerar para cruzar
el semáforo antes de que se pusiera en rojo. Entonces,
el coche explotó. La pericia del conductor salvó la vida a
sus compañeros, aunque 16 de ellos resultaron heridos.
Cuando los guardias civiles abandonaban el autobús, to-
davía aturdidos, fueron tiroteados por los miembros de la
banda terrorista ETA que habían colocado el coche bom-
ba, y los agentes tuvieron que responder con sus armas
reglamentarias. Uno de los heridos en este atentado fue
Alfonso Sánchez, quien años después llegaría a ser presi-
dente de la Asociación Víctimas del Terrorismo.

“NO PIDO LA PENA DE MUERTE, SOLAMENTE
QUE CUMPLAN SUS CONDENAS ÍNTEGRAS”
Víctima del “comando Madrid” de Inés del Río Prada, dice estar muy preocupado
por la decisión sobre la “doctrina Parot”
La Guardia Civil es uno de los colectivos que más víc-
timas del terrorismo cuenta entre sus filas. Así, desde
1968 hasta nuestros días, 237 miembros de este cuer-
po han sido asesinados cruelmente por las diferentes
bandas terroristas que han operado en nuestro país,
por el mero hecho de vestir el verde uniforme de la
Benemérita. Además, a lo largo de todos estos años
miles de guardias han resultado heridos, sobreviviendo
milagrosamente a la barbarie, pero muriendo emocio-
nalmente en el atentado. Ellos son testigos en primera
persona de lo que supone enfrentarse al terror, y su
testimonio nos ayuda a mantener vivo el recuerdo de
los que ya no están.
Testimonio de Alfonso Sánchez
Revista Fundación nº 42
(marzo de 2013)
Carolina Couso
Uno de esos testimonios es el de Alfonso Sánchez Ro-
dríguez, moralmente comprometido con la constante
denuncia del abandono y el sufrimiento que las vícti-
mas del terrorismo han experimentado durante años.
Él, con su labor diaria, quiere contribuir a mantener
viva la memoria de todos sus compañeros asesinados,
pero también es su particular terapia para agradecer la
suerte que tuvo el día que ETA se cruzó en su camino,
cambiando su vida para siempre.
Miembro activo de la Asociación Víctimas del Terro-
rismo (AVT), Alfonso trabaja duramente para que la
memoria de las víctimas no se pierda y para que no
 -116-
ALFONSO
SÁNCHEZ
RODRÍGUEZ
se las humille más. Alfonso compagina su labor en la
AVT con una concejalía en Puebla de la Sierra, su “re-
tiro espiritual” en la Sierra de Madrid, como él mismo
reconoce. “Somos unos 200 habitantes y yo soy conce-
jal, sin sueldo ni presupuesto, de Servicios Sociales, por
lo que siempre intentamos buscar actividades para
hacer con los mayores del pueblo”. Esta labor altruista
es una muestra más del carácter compasivo de Alfon-
so, de 47 años, quien se declara natural de Puertollano
(Ciudad Real), aunque “la vaca es de donde pace, no
de donde nace”, por lo que él tiene “la suerte de ser de
muchos sitios”.
Acababa de empezar su vida profesional
El 9 de septiembre de 1985, Alfonso Sánchez tenía 19
años y hacía tan solo dos meses que había salido de la
Academia. “Recuerdo aquel día perfectamente, como
si hubiese ocurrido esta misma mañana. Era lunes y
esa semana tenía turno de mañana. Eran las 7.20 y me
subí al autobús, justo detrás del conductor, Antonio
Medina. Íbamos al depósito de estupefacientes que
el Ministerio de Sanidad tenía en la calle Príncipe de
Vergara. De repente, al pasar por la plaza de la Repú-
blica Argentina, oímos una fuerte explosión y luego un
zumbido en los oídos. A partir de ahí, solamente po-
día sentir cómo la metralla, que rebotaba en el suelo
y contra el autobús, se nos clavaba en las piernas y en
el costado”.
El “comando Madrid” de ETA acababa de detonar un
coche bomba al paso del autobús de la Guardia Ci-
vil, en el que viajaban 24 agentes, por la madrileña
plaza de la República Argentina. ETA utilizaba por
primera vez en la capital la detonación de un vehí-
culo para atentar directamente contra un objetivo,
no para deshacerse de un coche previamente utili-
zado por la banda.
De los 24 agentes que viajaban en el autobús, 16 re-
sultaron heridos, junto con dos viandantes. Uno de
ellos era Eugene Kenneth Brown, un ciudadano esta-
dounidense de 40 años, casado y con dos hijos, que
falleció dos días más tarde. Estaba en Madrid de paso,
representando a la empresa Johnson & Johnson, y te-
nía previsto regresar a su país ese mismo día, pero fue
alcanzado por la metralla en el cuello mientras hacía
ejercicio en las inmediaciones de la plaza.
Tras la explosión, los guardias civiles que viajaban en
el autobús fueron tiroteados por los terroristas con
intención de rematarlos. Heridos y conmocionados,
tuvieron que repeler la agresión, ayudados por los
agentes que montaban guardia ante la Embajada
de la Unión Soviética, a pocos metros del lugar del
atentado. Alfonso nos describe minuciosamente la
escena como si la estuviera viviendo nuevamente:
“Recuerdo que, cuando recuperé un poco la cordura,
no dejaba de oír disparos, así que cogí una metralleta
del suelo del autobús, salté por la ventana delante-
ra, que había desaparecido, y lancé varias ráfagas.
Me acordaba de lo que nos habían enseñado en la
Academia: que cuando los terroristas veían que se
respondía a sus disparos huían, así que no lo dudé y
seguí disparando”. Finalmente, los terroristas huyeron
en un taxi que habían robado a punta de pistola poco
antes del atentado.
La rápida reacción de los agentes evitó muchas
muertes aquella mañana. Como también lo hizo el
conductor del autobús, Antonio Medina Gordillo,
quien, según declaró al poco tiempo de sufrir el aten-
tado, sospechó al ver un coche parado en medio de
un paso de peatones y decidió acelerar para saltarse
el semáforo en ámbar, lo que evitó que se consumase
la masacre.
“Lo siguiente que recuerdo —comenta Alfonso— es ayu-
dar a socorrer a los heridos. Me miraba el cuerpo con
miedo, porque tenía terror a una mutilación. Recuerdo
a Eugene Kenneth Brown en medio de un charco de
sangre, como en una película, y cómo intentábamos
evacuar a todos los heridos en coches particulares. A
mí me llevó la Policía al hospital, donde me cortaron la
ropa y me hicieron muchísimas pruebas”.
Años después, el testimonio del etarra Juan Manuel
Soares Gamboa permitió reconstruir la preparación y
ejecución del atentado perpetrado por el “comando
Madrid” de ETA, que en aquel entonces estaba in-
tegrado por el propio Soares Gamboa y los asesinos
José Ignacio de Juana Chaos y Belén González Peñal-
va, además de Inés del Río Prada y Esteban Esteban
Nieto, que eran los que les proporcionaban infraes-
tructura informativa y logística. De este modo, se
supo que el comando, siguiendo órdenes de la cúpu-
la de la banda, decidió atentar contra la Guardia Civil
aprovechando la información que Inés del Río Prada
y Esteban Esteban Nieto habían facilitado sobre un
autobús de la Benemérita que pasaba todas las maña-
nas por la plaza de la República Argentina. El atentado

pretendía provocar una masacre de guardias civiles
mediante la detonación de un coche bomba cargado
de explosivos, que estallaría al paso del autobús.
Alfonso nos cuenta: “Ya en el hospital, estaba vistién-
dome en mi habitación y, sin avisar, entró un hombre
y me preguntó qué tal estaba. Yo me encontraba aún
conmocionado y le contesté de mala manera. Cuan-
do salí, el compañero de puerta me preguntó: ‘¿Qué
le has dicho al ministro?’”. Era Ernest Lluch, por aquel
entonces ministro de Sanidad y Consumo, quien sería
asesinado de dos disparos por ETA en el aparcamien-
to de su domicilio el 21 de noviembre de 2000.
El calvario sufrido por Alfonso durante esos días, y
durante el resto de su vida debido a las heridas reci-
bidas, no fue suficiente. A los dos años del atentado,
lo mandaron destinado a Éibar, una de las zonas más
calientes en aquellos “años de plomo”. La serenidad y
la entereza de Alfonso, una vez más, le fueron útiles
en aquellos tiempos, como lo habían sido el día del
atentado. “Allí encontré muy buena gente, buenos
compañeros y buenos amigos. Pero también se veía
que aquello era el caldo de cultivo de ETA”.
El dolor no desaparece nunca
En el año 2000, a Alfonso le otorgaron el retiro for-
zoso de la Guardia Civil por las lesiones sufridas en el
atentado: restos de metralla en el cuerpo, pérdida de
audición y trastorno postraumático crónico.
Aunque, poco a poco, el tiempo ha ido cerrando algu-
nas de las heridas que Alfonso sufrió aquella mañana
de 1985, es consciente de que solamente ha curado
las más superficiales, las que únicamente dejaron
huellas en su cuerpo. Otras heridas más profundas,
sencillamente, no se curarán nunca. Son las que no
han dejado marca visible, pero que han llegado hasta
su alma y su conciencia. Son las heridas emocionales,
las que no le dejan dormir bien o las que le hacen “te-
ner días malos”, como él mismo reconoce. “Con cada
atentado o con cada noticia sobre ETA, todas las víc-
timas volvemos a sentirnos vulnerables y a revivir
nuestros atentados”.
Preocupado por la decisión que tomará
Estrasburgo
Estos días Alfonso reconoce estar “muy preocupado
por la decisión que adoptará el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos sobre la ‘doctrina Parot’”. Al dolor
-117-
ALFONSO
SÁNCHEZ
RODRÍGUEZ
por el agravio que supondría la derogación de esta
doctrina, se suma la indignación personal de saber
que la etarra Inés del Río, quien ha elevado un recurso
al Tribunal, participó directamente en su atentado.
La llamada “doctrina Parot” tiene como objetivo
evitar que los etarras condenados puedan salir de
prisión antes de cumplir la pena máxima de 30 años
en virtud de los beneficios penitenciarios. Esta doc-
trina, avalada en España por el Tribunal Supremo y
el Tribunal Constitucional, obliga a descontar los be-
neficios del total de las penas y no del máximo de
cumplimiento efectivo. La norma fue aplicada en
2006 por el Supremo para evitar la puesta en libertad
del etarra Henri Parot.
La etarra Inés del Río, miembro del “comando Ma-
drid” que perpetró el atentado de la plaza de la
República de Argentina, llevó hasta Estrasburgo una
reclamación contra la aplicación de la doctrina, y es-
tos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
tomará una decisión, de la que depende la vigencia
de esa norma.
Alfonso reconoce que está preocupado, pero quiere
confiar en “el sentido común de los jueces”. Lo contra-
rio, nos comenta, demostraría que “asesinar en este
país sale muy barato”. Además, argumenta: “ETA ya
ha causado mucho daño a las víctimas y la sociedad
española, por lo que liberar a los asesinos vulneraría
nuestros derechos humanos”.
Aunque no quiere ni plantearse el hecho de que
se pueda revocar la “doctrina Parot”, Alfonso re-
conoce: “Pensar que esta señora que asesinó a 24
personas quede libre me produce estrés, ansiedad,
rabia, y pena”. Un sentimiento que comparten to-
das las víctimas.
De hecho, Alfonso no comprende que nadie pueda si-
quiera plantearse que la “doctrina Parot” es injusta. “Si
lo hacen, es porque no entienden lo que supone sufrir
un atentado terrorista, y si la quitan [la “doctrina Parot”]
sería humillante para todos”. “No estamos pidiendo
la pena de muerte ni que los fusilen, solamente que
cumplan íntegramente sus condenas”. “Yo tengo el de-
ber moral de luchar con lo que esté en mi mano para
que los terroristas cumplan íntegras sus condenas. Han
intentado matarme y han acabado con la vida de mu-
chos de mis amigos y compañeros”.
HERIDO POR

ETA
1985

Raimundo
PL ATA PAMPANAS

Hacía solo unos meses que el joven guardia civil Raimun-

do Plata había salido de la Academia. El 9 de septiembre
de 1985, junto a 23 compañeros, viajaba en el autobús que
sufrió el atentado de la plaza de la República Argentina,
perpetrado por el “comando Madrid” de ETA. Los terroris-
tas hicieron explotar un coche bomba al paso del vehí-
culo de la Guardia Civil y solo la habilidad del conductor
evitó que se produjera una masacre. Posteriormente, los
terroristas abrieron fuego contra los agentes cuando es-
tos abandonaban el autobús. Raimundo resultó herido
y pasó dos días en el hospital. Peor suerte corrió Eugene
Kenneth Brown, un ciudadano estadounidense que ha-
bía viajado a España por motivos de trabajo y justo en ese
momento se encontraba en la plaza. Fue la única víctima
mortal de este atentado.
 Testimonio de Raimundo Plata
Revista Fundación nº 45
(diciembre de 2013)

“ETA CONSIGUE QUE LE CONCEDAN

UNA TARIFA PLANA POR MATAR”

Carolina Couso

Raimundo Plata era uno de los guardias civiles que la

mañana del 9 de septiembre de 1985 sufrieron el aten-
tado de la madrileña plaza de la República Argentina,
perpetrado por el “comando Madrid” de ETA. Raimundo
recuerda aquella mañana a cámara lenta, como si de
una sucesión de fotogramas se tratase. Eran poco más
de las siete de la mañana de un nuevo día de servicio
para Raimundo. “Apenas hacía unos meses que había
salido de la Academia y prestaba servicio en Madrid, en
vigilancia de embajadas”. Esa mañana, 24 guardias civi-
les partían en un autobús desde la Dirección General de
la Guardia Civil, en la calle Guzmán el Bueno, hacia la de
Serrano. Al llegar a la plaza de la República Argentina, el contribuyó a reabrir las cicatrices psicológicas que yo
autobús paró en el primer semáforo en rojo. En ese mo- ya tenía tras el atentado. La puesta en libertad de De
mento, un hombre pasó corriendo cerca del autobús. Juana Chaos volvió a hacer mella en estas heridas y, en
Era Eugene Brown, un ciudadano estadounidense que 2008, me dieron de baja del servicio activo”.
resultaría muerto a consecuencia del atentado.
Ahora, con la derogación de la “doctrina Parot”, Rai-
El autobús continuó su ruta y volvió a encontrarse un mundo cree que “se le ha concedido a ETA la tarifa
semáforo en rojo, pero esta vez el conductor decidió no plana por matar. Da igual que les condenen a más de
parar. Un coche aparcado de forma indebida levantó 1.000 años, porque no cumplirán ni 30 en la cárcel”.
sus sospechas, y la decisión de no parar logró salvar la
vida de los 24 agentes que transportaba en el autobús. Como otras muchas víctimas, Raimundo no comprende
El “comando Madrid” de ETA les estaba esperando, in- a qué se debe esta nueva injusticia, y nos comenta: “Me
tegrado por los asesinos Inés del Río Prada, José Ignacio gustaría poder preguntarles a los políticos y a los jueces
de Juana Chaos y Juan Manuel Soares Gamboa. de qué parte están, a favor de las víctimas o en contra”.

“Todo lo recuerdo sin sonido, porque, al estar dentro de la
onda expansiva, no oímos nada”, nos comenta Raimun-
do. “En un primer momento, pensé que la explosión era
debida a algún fallo en el motor. Ni se me pasó por la
cabeza que pudiera ser un atentado, hasta que al bajar
del autobús vi cómo intentaban rematarnos”.
Raimundo, que permaneció dos días hospitalizado
debido a las heridas sufridas, se volvió a incorporar al
trabajo y, de premio, recibió un destino forzoso al País
Vasco. “Estuve un año y medio en Baracaldo, donde el
ambiente no era demasiado agradable y solamente
Inés del Río, la impulsora de la derogación de la “doc-
trina Parot”, ya está en la calle, y Raimundo anticipa: “En
breve, también veremos a Henri Parot. Es una vergüen-
za que ya nadie vaya a pagar por este atentado”.
Pero hay otro asunto que también preocupa a muchas
víctimas y es que estos etarras, según la sentencia de
Estrasburgo, podrían ser indemnizados por el Estado,
al entenderse que se ha vulnerado su derecho a la li-
bertad. “Sería indignante que estos asesinos cobren un
céntimo del Estado y muchas víctimas aún no haya-
mos recibido nuestras indemnizaciones”.
HERIDO POR

ETA
1985

Enrique
GONZÁLEZ MARTÍN

Hacía poco que Enrique González había empezado a

vestir el uniforme de la Guardia Civil. Su cometido era,
al igual que el de otros compañeros, proteger las diver-
sas embajadas que existen en Madrid. La mañana del
9 de septiembre de 1985, viajaba en un autobús junto
a 23 agentes más cuando, a su paso por la plaza de la
República Argentina, ETA hizo estallar un coche bomba
y, a continuación, tiroteó a sus ocupantes. Enrique resul-
tó herido, al igual que otros 15 guardias civiles. La única
víctima mortal de este atentado fue Eugene Kenneth
Brown, un transeúnte de nacionalidad estadounidense
que se encontraba en España por motivos de trabajo.
Enrique se reincorporó a su destino y, apenas unos me-
ses después, cinco compañeros suyos murieron en un
atentado muy similar, esta vez en la calle Juan Bravo.

“LA ‘PAROT ’ ERA LO QUE HACÍA
QUE LA JUSTICIA FUERA JUSTA”
Carolina Couso
Enrique González sobrevivió al atentado de la plaza
de la República Argentina. Sus recuerdos de aquel
lunes de septiembre permanecen nítidos, a pesar del
paso del tiempo. “Recuerdo que había salido de la
Academia en junio y me incorporé a la vigilancia de
embajadas en Madrid. Aquella mañana llegué a mi
unidad, me puse el uniforme y subí al autobús. Hice
risas con los compañeros y me senté al fondo, con
rumbo al Consulado de la Unión Soviética”. Como si
de una secuencia cinematográfica se tratase, Enrique
nos relata el atentado fotograma a fotograma, con un
recuerdo especial para el conductor del autobús, por-
que su pericia hizo que hoy pueda contarlo: “Si llega
a parar en aquel semáforo, no salimos vivo ninguno”.
“Después de la explosión, me vi entre los asientos de
delante. No sé cómo llegué. Perdí la consciencia. No sé
cuánto tiempo pasó hasta que salí. Fui de los últimos
en abandonar el autobús”. Al salir, Enrique escucha dis-
paros. Les están intentando rematar. “Me puse al lado
de un compañero. Había perdido el arma, volví a subir
al autobús a recuperarla. Bajé y me puse a su lado”.
Enrique sufrió heridas de diversa consideración por
todo el cuerpo, “aunque lo peor fueron las secuelas
psicológicas”. Aun así, a las pocas semanas se reincor-
poró al servicio y volvió a realizar esa ya maldita ruta de
las embajadas, aunque entonces la realizaban en dos
Land Rover, porque se habían quedado sin autobús.
Solamente siete meses después del atentado de la
plaza de la República Argentina, el destino volvió a po-
ner a prueba a Enrique. Era el viernes 25 de abril de
1986. “Una vez más, y como cada mañana, volvíamos
a hacer la ruta. Salieron los primeros compañeros en
el Land Rover y, cuando íbamos a arrancar el segundo,
nos avisan de que el primer coche ha caído y de que
hay muertos. Los habían cazado en la calle Juan Bravo
y habían muerto cinco compañeros”.
Testimonio de Enrique González
Revista Fundación nº 45
(diciembre de 2013)
El Land Rover de Enri-
que salió hacia el lugar
del atentado. “Monté
el último y me puse al
lado de la puerta. Fui
durante todo el tra-
yecto con ella abierta,
muerto de miedo. Íba-
mos todos en silencio,
sabiendo que nuestros
compañeros estaban muertos en la calle y pensan-
do que podíamos haber sido nosotros”. Después de
aquello, Enrique pidió un cambio de destino y recaló
en Pozuelo de Alarcón, pero al año fue enviado forzoso
al País Vasco. “Me mandaron a Vitoria, pero antes pasé
por Fuenterrabía. Vivía aterrorizado. Hacía mis servicios
y acumulaba días libres para poder bajar a Madrid para
ir al psiquiatra. Al cumplir el año de destino en Vitoria,
volvió a Madrid. Las secuelas de los atentados fueron ha-
ciendo mella en él y, en 1997, fue declarado víctima del
terrorismo y dado de baja del servicio de la Guardia Civil.
Hoy en día, Enrique lo tiene claro: “Siento vergüenza e
indignación ante el fallo de Estrasburgo. La ‘doctrina
Parot’ era lo único que conseguía que el sistema judi-
cial español fuese justo”.
Ahora mismo, como a otras víctimas, le asalta la duda:
“¿Quién garantiza que estos terroristas no vuelvan a in-
tegrar el núcleo duro de ETA y volvamos a 1985? Ni se
han arrepentido ni ETA ha entregado las armas”. “Esto
es otro palo como el de De Juana, a quien tendieron
un puente de plata; como el de Bolinaga, que se iba
a morir de cáncer y ahí sigue; y ahora Inés del Río...
¿Quién va a velar por las víctimas de ETA?”.
Y mientras, la vida sigue y cada viernes la Audiencia
aprueba nuevas excarcelaciones de asesinos confe-
sos, de etarras y miembros de los GRAPO que, lejos de
cumplir una mínima condena por los asesinatos que
han cometido, salen airosos de las cárceles para ser re-
cibidos y vitoreados por sus simpatizantes..
ASESINADO POR

ETA
1985

Juan
ATARÉS PEÑA

ETA había intentado matar ya en varias ocasiones a Juan

Atarés, general de la Guardia Civil en la reserva, a pesar
de lo cual él siempre había rechazado llevar escolta. El 23
de diciembre de 1985, mientras caminaba por el parque
pamplonés de la Vuelta del Castillo, a escasos metros de
su domicilio, dos terroristas del “comando Nafarroa” se le
acercaron por la espalda y lo tirotearon. A continuación,
huyeron en un coche robado, conducido por un tercer
terrorista. Juan Atarés había nacido en Huesca en 1918 y
tenía una larga trayectoria militar: participó en la Guerra
Civil y después continuó en el Ejército de Tierra hasta
que, en 1945, solicitó el ingreso en la Guardia Civil. En
1978 tuvo un sonado enfrentamiento con el teniente ge-
neral Manuel Gutiérrez Mellado, entonces vicepresiden-
te del Gobierno y ministro de Defensa.
 Artículo de Matilde Atarés
Revista Fundación nº 33
(diciembre de 2010)

CUÁNTO TE ECHAMOS DE MENOS

Matilde Atarés Ayuso recuerda a su padre, el general de la Guardia Civil Juan Atarés Peña,
25 años después de su muerte

Matilde Atarés Ayuso

Todavía me encuentro a amigos tuyos que me dicen:
“Ayer estuvimos hablando de tu padre. Nos acorda-
mos de vosotros en estas fechas”. Papá, cuánto te echo
de menos. Cuántas veces noto tu vacío y siento la ne-
cesidad de estar contigo, y tú no estás. Te asesinaron.
Desde el día 23 de diciembre, “de hace 25 segundos”,
seguimos viviendo, pero algo se rompió dentro de
mí. Mi alegría a veces tiene un toque de tristeza, es
una pena interior que no se supera. Esos malditos no
pararon hasta conseguir matarte, eras un “objetivo
 -124-
JUAN
ATARÉS
PEÑA

Le dispararon tres tiros en la nuca y lo remataron en el suelo

en la Vuelta del Castillo, enfrente de nuestra casa,
cuando volvía del cuartel de felicitar la Navidad.
Iba solo, siempre rechazó las escoltas.
Sus asesinos, también asesinos de 16 personas,
entre ellas el niño Alfredo Aguirre Belascoain…

político”. Y hasta que no lo consiguieron, no te deja- Pamplona ha sido asesinado el general de la Guardia
ron en paz. Civil Juan Atarés Peña”.

Sigo teniendo esa pregunta que todas las víctimas nos
hacemos: “para qué...”, “por qué…”. Y la respuesta que
recibo es “para nada”, no sirvió “para nada”. Solo para
que otra familia sufriera.
El asesinato es una muerte adelantada por la mano
del asesino. No es una muerte natural por edad o
enfermedad, es algo premeditado, estudiado y efec-
tuado con saña. Una muerte que mata también todos
los proyectos y las ilusiones de las víctimas. Lo siguie-
ron, le hicieron fotografías, le mandaron anónimos…
Otro año más, otro suspiro más
Qué fácil es hablar para los que nos rodean y no han
sufrido en su familia un atentado. Te dicen: “El tiempo
todo lo suaviza…”. Ya ha pasado tiempo, pero la rabia
y la impotencia, ver a los políticos pactando con sus
asesinos bajo manga, engañándonos… Ver cómo por
hacer aeróbic y cursos de cocina sus penas se quedan
reducidas a nada… y son puestos en libertad.
Le dispararon por la espalda, como hacen los cobar-
des, y lo remataron en el suelo.
Todo se vuelve soledad y silencio
Ese momento lo recuerdo igual que la llegada a tu ca-
pilla ardiente en el cuartel. Los amigos, los guardias, tus
compañeros. Besos, abrazos, ánimos. Después, todo
se vuelve soledad y silencio, hay que seguir adelante.
Al hablar de mi padre se me ensancha el corazón.
Le pudieron matar, pero solo fue físicamente. Su hu-
manidad, su carisma, su ejemplo de vida, con eso no
pudieron ni podrán jamás. Vive en nosotros, en su fa-
milia y amigos.
Amaba a España y a su Guardia Civil, a la que defen-
dió y cuidó todo lo que pudo, por encima de todo.
Como militar, su hoja de servicio es intachable, y
como padre y abuelo, un ser maravilloso, familiar, ca-
riñoso y bueno.

Bajábamos el puerto de Piqueras camino de Soria,
ese 23 de diciembre había nevado. Al oír las noticias
de las 14 horas lo escuchamos por la radio del coche.
Tuvimos que desviarnos hacia un camino secundario y
frenar, salir del coche sin saber qué hacer, desorienta-
dos por el golpe que supone recibir una noticia así. “En
Mercedes Galdós, “Bitori” (homenajeada e hija predi-
lecta de su pueblo, Ezquioga), y José Ramón Artola
Santesteban (La Chantrea, Pamplona), después de
intentar matar a mi padre cinco veces, a la sexta lo
consiguieron. Por la espalda, le dispararon tres tiros
en la nuca y lo remataron en el suelo en la Vuelta del
 -125-
JUAN
ATARÉS
PEÑA

Juan Atarés fue asesinado en Pamplona el 23 de diciembre de 1985

Castillo de Pamplona, enfrente de nuestra casa, cuan-
do volvía del cuartel de felicitar la Navidad. Iba solo,
siempre rechazó las escoltas. Sus asesinos, también
asesinos de 16 personas, entre ellas el niño Alfredo
Aguirre Belascoain…
pero la pena se nos clava dentro y, aunque nos reímos
y divertimos, siempre te asalta la tristeza y ese pen-
samiento de “si estuviera…”, “si papá lo hubiera visto…”.
Sobre todo en los momentos familiares, no lo llena
nada ni nadie.

Están en la calle, en libertad La muerte es el terrorismo. La esperanza y la libertad

Al salir de la cárcel, José Artola fue recibido con ho-
nores, le bailaron el aurresku y fue llevado en autobús
hasta Pamplona, a la casa donde le esperaban sus pa-
dres. Sus padres. Yo no tengo al mío gracias a él, que
lo asesinó. Tus nietos te han conocido a través de un
vídeo, pero tú estás siempre presente en nuestras vi-
das, hablamos de ti siempre. Como si estuvieras con
nosotros. Nosotros te continuaremos.
Perder a un padre, hermano, familiar, en un atentado
terrorista no se supera nunca. Se puede vivir con ello,
son la vida. Nadie ama más la vida ni la defiende más
que nosotros, que hemos perdido a nuestro padre.
Como todas las víctimas del terrorismo que han per-
dido a un ser querido.
Se acerca el próximo 23 de diciembre y, en este nuevo
suspiro, vamos a desear que nunca nadie más sufra un
atentado. Que consigamos la paz y que el recuerdo de
todos vosotros, que habéis entregado la vida por Espa-
ña y por todos los españoles, siga siendo ejemplo para
que nunca más esto se vuelva a repetir.

Sigo teniendo esa pregunta que todas las víctimas

nos hacemos: “para qué...”, “por qué…”. Y la respuesta
que recibo es “para nada”, no sirvió “para nada”.
Solo para que otra familia sufriera
ASESINADO POR

ETA
1985

Alejandro
SÁENZ SÁNCHEZ

Era su último día de trabajo, ya que, después de 22 años,

Alejandro Sáenz se había acogido a una jubilación an-
ticipada. Trabajaba en la fábrica de Michelin situada en
la localidad guipuzcoana de Lasarte-Oria, donde era jefe
de seguridad. Anteriormente, había sido miembro de
la Guardia Civil. Aquel día, 30 de diciembre de 1985, sus
compañeros de Michelin le habían preparado una fies-
ta de despedida. Como de costumbre, Alejandro salió
temprano de su domicilio y fue caminando en direc-
ción a la empresa, pues vivía cerca de allí. Cuando ya se
encontraba en el aparcamiento, dos terroristas de ETA
abrieron fuego contra él y huyeron a bordo de un taxi
que previamente habían robado en Hernani. Alejandro
murió en el acto. Nacido en La Rioja, tenía 58 años, esta-
ba casado y era padre de un hijo.

“A P R E N D Í A I R C O N L A C A B E Z A M U Y A LTA”
Francisco Javier Sáenz o Javi, como le conocen sus
amigos, es un hombre tranquilo y afable, de buen
carácter y luchador. Amigo de sus amigos y fiel a sus
convicciones. Se define como “una persona pragmá-
tica y meticulosa”, y nos comenta que considera que
su carácter es “más germánico que latino”, ya que no
se deja llevar fácilmente por los dictados del corazón,
sino que para él es fundamental ver las cosas con
perspectiva y analizarlas en profundidad.
A sus 55 años, Javier trabaja como ayudante de direc-
ción en una multinacional. “Hago todo tipo de trabajos
y me paso el día hablando en inglés”, reconoce. Es un
Testimonio de Francisco Javier Sáenz,
hijo de Alejandro Sáenz
Revista Fundación nº 33
(diciembre de 2010)
Carolina Couso
hombre culto, al que le apasionan “la literatura, la his-
toria y la filosofía”. De hecho, lee todo cuanto cae en
sus manos.
Javier lleva 25 años casado con María Luisa, Lisi, y tiene
un hijo de 20 años al que pusieron el nombre de su
abuelo, Alejandro. Javier reconoce que está tremen-
damente orgulloso de su hijo y de su mujer: “Son mi
mejor apoyo. Sin ellos, no sé qué haría”.
Para Javier, el 30 de diciembre de 1985 marcó un antes
y un después en su vida. Aquel fatídico día asesinaron
a su padre, Alejandro Sáenz Sánchez, guardia civil re-
 -128-
ALEJANDRO
SÁENZ
SÁNCHEZ
tirado, jefe de seguridad de la empresa Michelin de
la localidad guipuzcoana de Lasarte. Alejandro era
natural de Garranzo, un pequeño pueblo de La Rioja,
tenía 58 años de edad y estaba casado con Conchi,
su esposa y compañera. Cuando le preguntamos a
Javier cómo recuerda el día del atentado, es como si
su mente escribiese de forma automática el macabro
guion de una película, narrando cada fotograma con
total precisión y detalle. “Tengo memoria fotográfica
—reconoce— y recuerdo cada minuto de ese día como
si estuviera sucediendo ahora mismo”. Por aquel en-
tonces, Javier tenía 29 años y acababa de casarse con
Lisi, su compañera inseparable. “Nos casamos el 24 de
agosto de 1985, unos meses antes de que asesinaran a
mi padre, y nos quedamos a vivir en Lasarte”.
El último día de trabajo
Ese lunes, 30 de diciembre, era el último día de Ale-
jandro Sáenz como jefe de seguridad de Michelin,
después de más de 22 años en la empresa, ya que se
había acogido a una propuesta de jubilación anticipa-
da. “Era entonces cuando iba a comenzar a vivir la vida
junto a mi madre, ya que los dos eran jóvenes, pero
nunca pudieron llevar a cabo todos los planes que ha-
bían hecho juntos”.
Javier recuerda que eran las nueve menos cuarto de
la mañana cuando alguien llamó a la puerta de su
casa, situada junto a la empresa en la que trabajaba
su padre. “Al abrir, vi al subalterno de mi padre y supe
automáticamente que le había pasado algo grave”. In-
mediatamente, sus peores presentimientos se vieron
confirmados cuando el compañero de su padre le dijo
que había sufrido un atentado de camino al trabajo.
“Le pregunté si había muerto, y me dijo que sí”.
Aquella mañana, como cada día en los últimos 22
años, Alejandro Sáenz recorría andando los escasos
300 metros que separaban su domicilio de su traba-
jo en Michelin. “Era una persona muy trabajadora y
organizada. Por eso, le gustaba llegar temprano para
organizar el día”, nos comenta Javier. Pero aquella ma-
ñana, al cruzar el aparcamiento de la empresa, dos
terroristas le estaban esperando en un taxi que habían
robado a punta de pistola horas antes en la localidad
guipuzcoana de Hernani. Al verle llegar, bajaron del ve-
hículo y tirotearon a Alejandro a corta distancia.
Alejandro Sáenz era una persona muy querida en Lasar-
te y en la empresa donde trabajaba. “Todos le conocían
y le querían”, nos comenta Javier. De hecho, aquel día
sus compañeros de trabajo le habían preparado una
fiesta de despedida por su jubilación anticipada. “Él ha-
bía quedado en llevarle a una de sus compañeras una
calabaza de su huerto, que le encantaba cuidar en sus
ratos libres, y salió de casa con ella debajo del brazo”.
Aquella mañana, Javier recuerda que, junto al cuerpo
sin vida de su padre, había una calabaza tirada en el
suelo. “La recogí, la limpié y se la llevé a mi madre”.
En aquellos difíciles momentos, Javier supo mantener
la sangre fría y, al ver el cuerpo inerte de su padre, no
pudo reprimir una oleada de cariño y dolor, y le besó
la nuca. Fue su último beso, símbolo del amor que Ja-
vier sigue sintiendo hacia su padre. En aquel mismo
momento, Javier también pensó en su madre y se
prometió a sí mismo que trataría de mantener vivo el
recuerdo que ella tenía de su padre “como había sido
en vida”. A partir de entonces, nada fue fácil para la
familia Sáenz, que tuvo que aguantar estoicamente y
con valentía la embestida que le había dado la vida.
De hecho, Javier nos recuerda que no fueron pocas
las veces en las que tuvieron que escuchar comenta-
rios del tipo “algo habrá hecho” o incluso eufemismos
propios de los “años de plomo” en el funeral de su pa-
dre. “El funeral de cuerpo presente se celebró el 31 de
diciembre de 1985, a las 12 de la mañana, en Lasarte.
Fue un momento muy duro, en el que tuvimos que
escuchar cómo el sacerdote que oficiaba la misa decía
que estábamos allí congregados debido a la muerte
violenta de Alejandro. Todo el mundo tenía miedo de
hablar de asesinatos y nadie llamaba a las cosas por su
nombre. A mi padre lo habían matado a sangre fría y
nadie parecía verlo así”.
“Mi padre murió por ser guardia civil”
Pero Javier tiene muy claro el motivo por el que asesi-
naron a su padre. “Mi padre murió por ser guardia civil.
Estoy seguro”. Javier nos relata que su padre ingresó en
el cuerpo de la Guardia Civil en 1948 y estuvo ligado a
él toda su vida, aunque solamente vistiera el benemé-
rito uniforme hasta 1963. “Recuerdo que, cuando a mi
padre le ofrecieron ir a trabajar a Michelin, a mi madre
no le gustó nada. En mi familia todos queremos mu-
cho al cuerpo de la Guardia Civil”.
Durante los 15 años que estuvo ligado directamente a
la Guardia Civil, Alejandro estuvo destinado en las co-
mandancias de Barcelona y Guipúzcoa (Behovia, Irún
y Lasarte), siempre dejando un grato recuerdo en to-

dos cuantos le conocieron. “Mi padre hacía favores a
todo el mundo, le gustaba la gente y procuraba hacer
el bien, como creyente que era”.
“En las semanas anteriores al atentado, mi padre estaba
bastante raro. Yo creo que estaba preocupado porque
en aquellos días asesinaron a varios guardias civiles re-
tirados y todo el mundo le decía que tuviera cuidado”.
El 26 de noviembre de 1985 asesinaron, también en La-
sarte, al guardia civil retirado José Herrero Quiles, viejo
conocido de Alejandro. “Hay una foto muy curiosa en
un libro que publicó el Ayuntamiento de Lasarte-Oria,
en la que aparece mi padre al lado de José Herrero en
una procesión de Semana Santa. Parece algo premo-
nitorio verlos a los dos en la misma foto al lado de la
imagen de Cristo yacente”. Siete días antes del atenta-
do que le costó la vida a Alejandro, el 23 de diciembre,
también moría asesinado en Pamplona el general de
brigada Juan Atarés, en situación de reserva activa.
“Nunca nos imaginamos que podía pasarle algo así a
mi padre, él era un hombre bueno al que quería todo
el mundo. Aunque supongo que por eso lo asesinaron”.
Los días que siguieron al atentado fueron tremenda-
mente duros para la familia de Javier. Su madre tuvo
que rehacerse y sacar fuerzas de flaqueza para seguir
adelante. “No fue fácil, pero mi madre era muy valiente
y luchadora, como buena riojana”.
“Nadie se preocupó de nosotros. Nunca hubo psicólo-
gos a nuestro lado para ayudarnos a superar aquello,
ni nadie nos brindó su apoyo. Solo recuerdo un tele-
grama de condolencias que recibimos del entonces
presidente del Gobierno, Felipe González, y su mujer,
Carmen Romero”. La sociedad vasca, en aquellos años,
vivía bajo el mandato del miedo. “Mucha gente nos
dejaba de lado porque estaban asustados”.
No es rencoroso, pero reconoce: “Por quien más me
duele toda la indiferencia que vivimos durante aquellos
años es por mi madre. Nadie se acordó de ella. La trata-
ron como a una apestada. Eso no lo perdonaré nunca”.
Javier sacó también fuerzas de flaqueza en aquellos mo-
mentos, se apoyó en su familia y amigos más cercanos
y aprendió a vivir arropado por los suyos y protegido por
la coraza que él mismo se había construido. Desarrolló
una técnica que le permitía vivir sin que los comentarios
sobre los presos vascos, los sucesivos atentados de ETA
o las continuas pintadas que sembraron las calles de La-
-129-
ALEJANDRO
SÁENZ
SÁNCHEZ
sarte le afectaran. “Yo aprendí a poner cara de pato. Si
te fijas, estos animales van con la cabeza muy alta, er-
guidos, pero por debajo del agua mueven las patas sin
que nadie lo note en la superficie. Eso era exactamente
lo que yo hacía: ir con la cabeza muy alta, sin dejar que
nadie intuyese lo que pensaba por dentro”.
Los recuerdos de Javier son la memoria viva de una
época no muy lejana en el País Vasco. Lasarte era una
localidad pequeña, donde todos se conocían, y eso
hacía más difícil si cabe el día a día de las víctimas.
“Nosotros no llegamos a vivir la situación de desam-
paro y abandono que vivieron muchas familias de
guardia civiles asesinados, quienes tuvieron que ser
enterrados en el más absoluto olvido y por la puerta
de atrás. Pero tampoco fue fácil”.
Para Javier, “lo más duro de todo es que nunca he-
mos sabido quiénes fueron los asesinos de mi padre.
Nunca podremos tener una sentencia firme que los
condene a pasar el resto de su vida en la cárcel. Eran
miembros liberados de ETA y no estaban fichados”.
Javier vive con el recuerdo eterno de sus padres graba-
do en la memoria. Su vida es un sincero homenaje a su
valor y a su integridad, que admira por encima de todo.
Valora y reconoce los esfuerzos y la valentía de su ma-
dre, Conchi, que falleció el pasado año. Javierito, como
le llamaba su madre, también se siente tremendamen-
te orgulloso de su padre, y de su profesión. “Para mí, mi
padre siempre será guardia civil. Un hombre valiente y
bueno que dio su vida por aquellos valores en los que
creía, y que supo inculcarme desde pequeño”.
Estas Navidades se cumplirán 25 años del asesinato
de Alejandro Sáenz, y Javier quiere rendirle un sincero
y emocionado homenaje, aunque nosotros estamos
seguros de que su padre estará orgulloso de él, esté
donde esté.
Hace unos días, Javier comentaba que acababa de re-
galarle a un buen amigo suyo el libro Vidas rotas, escrito
por Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos Gar-
cía Rey. Antes de entregárselo, le escribió la siguiente
dedicatoria: “Este es el libro que nunca te hubiese que-
rido dedicar”. Hoy nosotros nos sentimos del mismo
modo que Javier en aquel momento y, pese a alegrarnos
mucho de haberle conocido y tenido la oportunidad de
hablar con él, tenemos claro que esta es la entrevista que
nunca nos hubiera gustado hacerle.
HERIDO POR

ETA
1986

Jesús María
FAUCHA LÓPEZ

Jesús María Faucha tenía 26 años y estaba destinado en

el Parque Automovilístico de la Guardia Civil, en Madrid.
El 25 de abril de 1986, pasadas las siete y cuarto de la
mañana, conducía un Land Rover en el que viajaban los
agentes que debían relevarse en la vigilancia de varias
embajadas. Tras pasar por las de Estados Unidos e Italia,
Jesús María detuvo el vehículo ante un semáforo en rojo
en la confluencia de las calles Juan Bravo y Príncipe de
Vergara. En ese instante, un coche bomba colocado por
la banda terrorista ETA hizo saltar por los aires el Land
Rover de la Guardia Civil. De los nueve agentes que via-
jaban en él, cinco resultaron muertos y cuatro heridos
graves. Jesús María fue uno de los que sobrevivieron al
atentado, pero perdió la visión de un ojo y la audición
de un oído, y recibió múltiples heridas de metralla.

“ME ACUERDO MUCHO DE MIS COMPAÑEROS
Y, CUANDO PIENSO EN ELLOS ,
TODAVÍA ME EMOCIONO”
En los años ochenta, raro era el día en que España no
se despertaba con algún atentado terrorista enca-
bezando las noticias. Eran los “años de plomo”. Años
marcados por la barbarie terrorista, que dejaba un re-
guero de víctimas inocentes a lo largo y ancho de la
geografía española.
Muchas de estas víctimas se contaban sobre todo
entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado,
quienes por el mero hecho de vestir un uniforme eran
los principales blancos de ETA. Este es el caso de Jesús
María Faucha López, quien conducía un Land Rover
de la Guardia Civil que hacía el relevo de los agentes
Testimonio de Jesús María Faucha
Revista Fundación nº 48
(octubre de 2014)
Carolina Couso
que vigilaban las embajadas aquella mañana del 25
de abril de 1986, en la que ETA decidió explosionar un
coche bomba en la confluencia de las calles Juan Bra-
vo y Príncipe de Vergara, en Madrid.
Cinco guardias civiles fallecidos a causa de un
coche bomba
Eran poco más de las siete y cuarto de la mañana del
25 de abril de 1986 cuando, de pronto, una explosión
sacudió una de las zonas más transitadas de la capital
al paso de un Land Rover de la Guardia Civil. La con-
fluencia de las calles Juan Bravo y Príncipe de Vergara
fue el macabro escenario de uno de los atentados más
 -132-
JESÚS MARÍA
FAUCHA
LÓPEZ

En seguida me di cuenta de que habíamos sufrido

un atentado. El panorama era como un campo de batalla.
La fachada de la Clínica Nuestra Señora del Rosario,
que estaba justo enfrente, se había caído

sangrientos de la banda terrorista en la capital. Cin-
co miembros de la Benemérita resultaron muertos, y
cuatro más heridos graves, a consecuencia de la ex-
plosión de un coche bomba que contenía más de 40
kilos de explosivos y metralla. Jesús Faucha era quien
conducía aquella mañana el Land Rover con los nueve
agentes de la Guardia Civil. El joven, que por entonces
contaba 26 años, sobrevivió al atentado, aunque como
consecuencia perdió la visión de un ojo y la audición
de uno de sus oídos. Además, a día de hoy, aún puede
ver las huellas que la metralla le dejó en su cuerpo.
Jesús nos cuenta que recuerda perfectamente todo lo
que ocurrió aquella mañana. “Recuerdo que yo estaba
destinado en el Parque Automovilístico de la Guardia
Civil, que está en la calle Príncipe de Vergara. Aque-
lla mañana, tenía que ir recogiendo a los compañeros
que habían acabado sus guardias en las embajadas,
para ir dejando a los relevos. Habíamos estado en las
embajadas de Estados Unidos e Italia cuando el semá-
foro entre las calles Juan Bravo y Príncipe de Vergara
se puso en rojo”.
Jesús paró el Land Rover en el semáforo, por lo que el
lado derecho del vehículo fue alcanzado de lleno por
la detonación a distancia del coche bomba aparcado
junto a la acera, poniendo fin a las vidas de los guar-
dias civiles Alberto Amancio Alonso Gómez, Juan José
Catón Vázquez, Vicente Javier Domínguez González,
Juan Carlos González Rentero y Juan Mateos Pulido.
Además, otros cuatro agentes resultaron gravemente
heridos, entre los que se encontraba Jesús. El recorri-
do del Land Rover debía finalizar en la representación
diplomática de la Unión Soviética, aunque nunca llegó
a su destino.
“En seguida me di cuenta de que habíamos sufrido un
atentado. El panorama era como un campo de batalla.
La fachada de la Clínica Nuestra Señora del Rosario,
que estaba justo enfrente, se había caído”. En mitad
de aquel escenario, similar al de una guerra, los gritos
de dolor y las sirenas de ambulancias y coches de Po-
licía se mezclaban con un olor acre a quemado. Los
supervivientes, desorientados y aturdidos, trataban de
ayudar a los heridos. “Cuando pude salir por mi propio
pie, el Land Rover aún estaba ardiendo. Tenía sangre
en las manos y recuerdo que entré en un bar cercano
a lavarme. Al salir, un coche policial me llevó al hospi-
tal”, nos comenta Jesús.
“Al llegar allí, recuerdo que mi mayor preocupación
era llamar a mi mujer para tranquilizarla y decirle que
estaba bien, pero no me dejaron. Yo sabía que estaría
preocupada, pero fue imposible llamarla”. En el hospi-
tal atendieron a Jesús, que pudo recuperarse pronto
de sus heridas, aunque algunas secuelas le acompa-
ñarán siempre.
Cuando revive mentalmente los primeros momentos
del atentado, recuerda que su único pensamiento
era: “Estoy vivo”. Emocionado, reconoce: “Tuve suerte.
Fui el que menos grave resultó, por lo que me con-
 -133-
JESÚS MARÍA
FAUCHA
LÓPEZ

sidero tremendamente afortunado”. Ahora, 28 años

Ahora ya es tarde
después, ha conseguido reponerse casi totalmen-
te, aunque nos comenta: “Me acuerdo mucho de para corregir los errores
mis compañeros y, cuando pienso en ellos, todavía del pasado, pero se pueden
me emociono. También pienso en lo que me po-
día haber pasado y aquello a lo que he sobrevivido, evitar errores futuros.
pero procuro que no afecte demasiado a mi vida. No podemos consentir
He tenido suerte de encontrar apoyo en la Asocia-
ción Víctimas del Terrorismo (AVT)”. Compartir su que los terroristas apelen
experiencia con otras personas que han vivido un a los derechos humanos
atentado le ha ayudado a sobreponerse y a afrontar
la vida de otra manera.
para salir de la cárcel…
Ellos son los primeros
Desde el pasado mes de abril, Jesús es vocal de la
Junta Directiva de la AVT. “Es necesario dar apoyo
que no han respetado
psicológico a las víctimas y proteger los intereses del los derechos humanos
colectivo para evitar que se olvide lo que hemos vivido
de las víctimas
todos estos años”, nos comenta.

“Muchas veces se ha utilizado políticamente a las

víctimas del terrorismo”
El brutal atentado al que sobrevivió Jesús fue obra
de los seis etarras que en esos momentos formaban
el “comando Madrid”: Juan Manuel Soares Gam-
boa, José Ignacio de Juana Chaos, Antonio Troitiño
Arranz, Inés del Río Prada, Idoia López Riaño y Este-
ban Esteban Nieto. Todos fueron condenados por la
Audiencia Nacional a penas de entre 200 y 378 años
de cárcel, por lo que hoy resulta paradójico que es-
tén en libertad. “Este es un ejemplo sangrante de lo
barato que le ha salido a ETA matar”, nos comenta
Jesús, quien es tajante al señalar que no cree que
los etarras hayan pagado por todo el daño que han
causado.
“Yo creo que en España ha habido mucha permisi-
vidad con el terrorismo. Habría que haber hecho
una ley hace muchos años, pero ha faltado volun-
tad política”, explica. “Ahora ya es tarde para corregir
los errores del pasado, pero se pueden evitar errores
futuros. No podemos consentir que los terroristas
apelen a los derechos humanos para salir de la cár-
cel… Ellos son los primeros que no han respetado los
derechos humanos de las víctimas”.

“En nuestro país, los terroristas han tenido muchos
beneficios, nunca se les ha tratado como a asesinos,
y a las víctimas se nos ha utilizado políticamente en
muchas ocasiones, y por parte de todos los partidos.
Esto es lo que ha provocado que se cometan injusti-
cias como ver en libertad a criminales que nunca se
han arrepentido ni han pedido perdón”.
Jesús, a sus 54 años, vive en Guadalajara, donde co-
labora con todo tipo de iniciativas que eviten que las
víctimas y el dolor que el terrorismo ha ocasionado
caigan en el olvido. “Soy una persona muy activa y eso
me ha ayudado mucho”, nos comenta, siempre en un
tono franco y campechano que le delatan como una
persona sincera.
ASESINADO POR

ETA
1986

Antonio
LANCHARRO REYES

Una furgoneta bomba sembró de muerte y destrucción

la madrileña plaza de la República Dominicana el 14 de
julio de 1986. Poco antes de las ocho de la mañana, un
convoy de la Guardia Civil, compuesto por un autobús,
un microbús y un todoterreno, circulaba por la plaza
con más de 70 jóvenes agentes a bordo, que se dirigían
a realizar unas prácticas. La explosión impactó de lleno
en el convoy y destruyó muchos otros vehículos, causan-
do también graves daños en los edificios cercanos. Este
fue el atentado más grave cometido por ETA hasta ese
momento, ya que costó la vida a 12 personas, todas ellas
guardias civiles. Uno de los agentes fallecidos era Anto-
nio Lancharro, natural de Monesterio (Badajoz). Tenía 21
años y se preparaba, al igual que sus compañeros, para
incorporarse a la Agrupación de Tráfico.

“NUNCA PERDONARÉ QUE ME HAYAN PRIVADO
DE VIVIR MÁS TIEMPO JUNTO A MI HERMANO”
Pese a todo, Manoli sabe reconocer que la sociedad les ha arropado en todo momento,
mostrándoles cariño y comprensión
Hay determinados momentos de la macabra historia
del terrorismo en nuestro país que están grabados a
fuego en la memoria colectiva. Uno de estos casos es
el asesinato de 12 guardias civiles el 14 de julio de 1986
en la madrileña plaza de la República Dominicana.
Aquel fue el atentado de ETA con más víctimas
mortales hasta entonces en la historia de la de-
mocracia española. Las familias de Carmelo Bella
Álamo, Juan Ignacio Calvo Guerrero, José Calvo Gu-
tiérrez, Miguel Ángel Cornejo Ros, Javier Esteban
Plaza, Andrés José Fernández Pertierra, Jesús María
Freixes Montes, José Joaquín García Ruiz, Santiago
Iglesias Godino, Miguel Ángel de la Higuera López,
Jesús Jiménez Jimeno y Antonio Lancharro Reyes
nunca olvidarán aquel día.
Testimonio de Manoli Lancharro,
hermana de Antonio Lancharro
Revista Fundación nº 41
(diciembre de 2012)
Carolina Couso
Manuela Lancharro es hermana de Antonio, uno de
los guardias civiles fallecidos aquella mañana del ve-
rano de 1986. Manoli, como le gusta que la llamen, es
una mujer llena de fuerza, que contagia su vitalidad
con tan solo mirarla. Nacida en la localidad pacense
de Monesterio, es la pequeña de cuatro hermanos “¡y la
única mujer!”, como ella misma nos señala.
En aquel atentado, Manoli perdió algo más que a su
hermano. “Perdí a mi amigo, a mi cómplice y a mi
confidente. Antonio y yo éramos los pequeños y es-
tábamos muy unidos. De hecho, mi madre nos solía
decir que parecíamos gemelos”.
Hoy, más de 26 años después del atentado, Manoli se
emociona al recordar cómo sucedió todo. Es el úni-
 -136-
ANTONIO
LANCHARRO
REYES
co momento en el que vemos flaquear su fortaleza
y borrar la sonrisa con la que esta mujer de 44 años
afronta la vida.
Aquel día, como cada mañana, más de 70 jóvenes
agentes de la Guardia Civil de toda España, con eda-
des comprendidas entre los 19 y los 25 años, realizaban
el curso para incorporarse a la Agrupación de Tráfi-
co. Cada día, durante dos semanas, se desplazaban
siguiendo el mismo itinerario desde el Parque Auto-
movilístico de la Benemérita, situado en la madrileña
calle Príncipe de Vergara, hasta la Venta de la Rubia,
en la carretera de Burgos, donde hacían las prácticas
de moto para completar su instrucción. Así, el convoy
formado por un autobús, un microbús y un Land Rover
de la Guardia Civil salía de Príncipe de Vergara y giraba
a la derecha en la plaza para tomar la carretera de cir-
cunvalación M-30 por la calle Costa Rica.
Poco antes de las ocho de la mañana de aquel lunes 14
de julio, mientras los guardias civiles circulaban por la
plaza de la República Dominicana, varios asesinos del
“comando Madrid” de ETA, entre los que se encontraban
Idoia López Riaño, Antonio Troitiño Arranz y Juan Manuel
Soares Gamboa, les esperaban para accionar el detona-
dor a distancia de una furgoneta cargada con más de
50 kilos de explosivos y metralla. A pocos metros de la
furgoneta, el sanguinario José Ignacio de Juana Chaos
mantenía un vehículo en marcha para facilitar la fuga.
Al accionar el detonador, todo se oscureció y se sumió
en el caos. El estruendo y la onda expansiva causados
por la explosión fueron tremendos. La detonación
alcanzó de lleno al microbús y a la parte trasera del
autobús del convoy de la Benemérita. Otros muchos
vehículos e inmuebles de la zona se vieron afectados.
La plaza de la República Dominicana se convirtió en
el escenario del horror, mostrando sin piedad la cruel-
dad terrorista.
Cuatro jóvenes guardias civiles murieron en el acto
y más de 40 personas resultaron heridas de diferen-
te consideración. En las horas y días siguientes, otros
ocho agentes fallecieron a consecuencia del atentado.
Antonio Lancharro Reyes, de 21 años, falleció ese 14 de
julio. Manoli, que por aquel entonces tenía 17 años, nos
comenta que su hermano siempre había querido ser
guardia civil. “Yo también quería ser guardia civil, y él
me decía: ‘Primero entro yo y luego te vienes tú’”. Pero
aquel día se rompieron todos los sueños y planes que
habían construido durante años.
Aquella mañana de verano
El día del atentado, Manoli había acompañado a su
madre a Sevilla. “Monesterio era un pueblo pequeño
y para cualquier cosa había que ir hasta Sevilla, así
que, como mi madre tenía que ir al dentista, me fui
con ella”. Al terminar la consulta, decidieron acercar-
se a unos grandes almacenes. “Estábamos mirando
ropa en El Corte Inglés y, de repente, oímos que nos
llamaban por megafonía para que acudiéramos a un
teléfono en la primera planta. Me resultó raro, pero
fuimos a ver qué pasaba. Era la hermana de mi cuña-
da, que nos decía que nos fuésemos para el pueblo
porque mi cuñada Macarena estaba un poco indis-
puesta”. En aquel momento, no pensó que nada malo
pudiera haberle ocurrido a su hermano.
Al llegar de vuelta a Monesterio, la separaron de su
madre en cuanto bajó del autobús. “A mí me cogie-
ron y, sin más, me dieron la noticia a bocajarro: ‘Han
matado a tu hermano Antonio’”. El mundo entero se
derrumbó para Manoli. “Con mi madre tuvieron más
tacto. Se la llevaron aparte y le dijeron que debían ir
a Madrid porque había habido un accidente y tenían
que ir a una misa que se celebraba. A mi madre le re-
sultó raro, pero cogimos un avión para Madrid”.
Manoli quería mantenerse serena para no alarmar a su
madre, que no acababa de creerse la noticia del acci-
dente, pero no podía evitar las lágrimas. Finalmente,
ya en Madrid, fueron a la Dirección General de la Guar-
dia Civil, donde su madre por fin supo la demoledora
verdad. “Todos estábamos destrozados. Yo no dejaba
de pensar en que el día anterior, en El Corte Inglés, ha-
bía estado mirando un vestido negro, y mi madre me
decía que parecía un vestido para ir a un funeral”.
Mientras la vida, tal y como Manoli la había conocido
hasta ese momento, se venía abajo, cientos de ciuda-
danos anónimos mostraban su repulsa ante el brutal
atentado. La plaza de la República Dominicana se
llenaba de ramos de flores y de ciudadanos indigna-
dos que respondían al llamamiento del alcalde de
Madrid, Juan Barranco, para guardar tres minutos de
silencio en solidaridad con las víctimas del atentado,
sus familiares y los cuerpos de seguridad. Eran los
“años de plomo” y no resultaba muy frecuente ver a la
ciudadanía expresar su repulsa ante el terrorismo de
forma tan clara.
La capilla ardiente, instalada en la Dirección General de
la Guardia Civil, era un desfile de familiares, compañeros
y autoridades. Al término de la misa, nada volvió a ser

como antes, y Manoli solamente tenía el consuelo de
una vida llena de recuerdos junto a su hermano Antonio.
Bicho malo nunca muere
El fin de semana anterior al atentado, Manoli y Anto-
nio habían estado en las fiestas de un pueblo cercano
al suyo, Cabeza la Vaca. “Antonio y yo compartíamos
amigos y solíamos salir juntos. De hecho, mi madre no
me dejaba salir sin mi hermano, porque quería que
me vigilase”.
Al volver del pueblo vecino en coche, una amiga co-
mún le dijo a Antonio que tuviera precaución, que ETA
estaba cometiendo muchos atentados. “Tienes que
tener mucho cuidado, Antonio, que no paran de ma-
tar a guardias civiles”, le dijo. Antonio la miró tranquilo
y le dijo con una sonrisa, para rebajar la tensión: “Tú
tranquila, que bicho malo nunca muere”. Manoli nun-
ca podrá olvidar aquella conversación.
“Tampoco puedo olvidar cómo se despidió de todos
al marcharse para Madrid el día anterior al atentado.
Antonio pensó al irse que no se había despedido de
mi madre, y se dio la vuelta y volvió a besarnos a todos,
uno a uno. No puedo borrar de la memoria esa ima-
gen de él alejándose después de haberse despedido,
sin saberlo, para siempre”.
Manoli, con tan solo 17 años, había forjado una férrea
memoria cargada de recuerdos junto a su hermano.
“La muerte de Antonio se llevó la alegría de mi casa”.
Así, la familia Lancharro aprendió a vivir con el dolor
y la tristeza, pero con el tiempo ese dolor se tornó en
rabia al sentirse humillados y heridos de nuevo por los
asesinos de Antonio.
“La muerte de mi hermano nos marcó para siem-
pre, pero, mejor o peor, supimos sobrevivir. Lo que
no toleramos es la humillación”, nos comenta Manoli
cuando hablamos de uno de los asesinos de su her-
mano, De Juana Chaos. “Cuando se puso en huelga
de hambre, sentí que se reía de todas las víctimas, y
recordaba de nuevo la frase de mi hermano: ‘Bicho
malo nunca muere’”.
La fortaleza de Manoli no deja de sorprendernos cuan-
do hablamos con ella. Su vitalidad y su bondad solo se
ahogan cuando aflora la rabia con la que habla de los
asesinos de su hermano. Manoli se niega a creer que
no haya justicia y nos señala: “Lucho por que las penas
se cumplan íntegramente. ¿Para qué una condena de
2.000 años si no llegan a cumplir ni 30? La ‘doctrina
-137-
ANTONIO
LANCHARRO
REYES
Parot’ suponía una cierta tranquilidad, un pequeño
bálsamo para las víctimas. Ya no. Esto que ha pasado
(no sé ni cómo definirlo) nos causa, me causa, frustra-
ción y una sensación de impunidad demoledora. Es
como si a mi hermano lo mataran de nuevo”.
Además, Manoli no puede soportar el daño que han
causado en su familia. “En 2009 falleció mi padre, que
en los últimos tiempos había cogido una depresión
con todo el tema de De Juana. Él era el más fuerte de
todos, y se derrumbó”.
Caprichos del destino
El día a día de Manoli está lleno de curiosidades y capri-
chos del destino, que siguen uniendo su vida con la de su
hermano Antonio. Nos cuenta con entusiasmo que ella
es conductora de un autobús que hace la ruta escolar
llevando a más de 100 niños de entre 2 y 16 años al cole-
gio. “Estos niños me dan mucha alegría, son un motivo
para levantarme cada mañana”. Cuando nos lo cuenta,
con cierta amargura, no podemos evitar acordarnos del
autobús que llevaba a Antonio a sus prácticas para ingre-
sar en la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil.
Pese a todo el dolor que ha vivido esta familia, Mano-
li sabe reconocer que la sociedad les ha arropado en
todo momento, mostrándoles cariño y comprensión.
En 2008, en la misma plaza de la República Domini-
cana, se inauguró un monumento en homenaje a las
víctimas del terrorismo sufragado íntegramente por
donaciones de ciudadanos anónimos a iniciativa de
la Fundación para la Defensa de la Nación Española.
Manoli y familiares de otras víctimas acudieron a la in-
auguración, que fue un momento muy emocionante.
Ese mismo año, el pueblo que vio nacer a Antonio Lan-
charro, Monesterio, inauguraba una calle con su nombre
y le hacía un homenaje. Para la familia de Manoli, fue un
acto muy emotivo. Ella nos comenta: “De este modo, las
nuevas generaciones de Monesterio sabrán quién era mi
hermano, preguntarán quién fue o por qué murió”.
Desde hace años, Manoli ha hecho su vida en Madrid,
aunque vuelve a su pueblo cada vez que puede. Junto
a su marido y sus dos hijos, ha formado una familia
que le da fuerzas para afrontar el futuro. “Mis hijos
Antonio, como mi hermano, y Anabel son mi fuerza,
además de mi marido, Manolo”. Aun así, hay días en los
que Manoli necesita sentirse cerca de su hermano y
entonces se va de paseo hasta la plaza de la República
Dominicana y se sienta en un banco. “Parece que el
tiempo se detiene y me encuentro tranquila”.
HERIDO POR

ETA
1986

Javier
GÓMEZ SEGURA

Uno de los principales objetivos del “comando Madrid”

de ETA, en los años ochenta, era la Guardia Civil. Tras ha-
ber intentado perpetrar una masacre el 9 de septiem-
bre de 1985 (en la plaza de la República Argentina) y
haberlo conseguido el 25 de abril de 1986 (en la con-
fluencia de las calles Juan Bravo y Príncipe de Vergara),
los terroristas repitieron su modus operandi el 14 de ju-
lio de ese mismo año en la plaza de la República Do-
minicana, si bien en este caso utilizaron una furgoneta
cargada con cinco ollas a presión, repletas de explosivos
y metralla. El resultado fue desolador: 12 agentes perdie-
ron la vida y otras muchas personas resultaron heridas.
El guardia civil Javier Gómez fue uno de los supervivien-
tes de este terrible atentado, el más mortífero de ETA
hasta ese momento.
 Testimonio de Javier Gómez
Revista Fundación nº 34
(marzo de 2011)

“CREÍA QUE EL ATENTADO ERA

UNA CONSECUENCIA NORMAL DE MI TRABAJO”
Javier estudió Psicología en la Universidad Complutense de Madrid. Su experiencia le ha convertido
en la persona ideal para ayudar a otras víctimas en el Cuerpo.

Carolina Couso

El pasado 21 de marzo, la Fundación Guardia Ci-
vil celebró el primer Seminario Multidisciplinar
sobre Afectados por el Terrorismo en el Ámbito de la
Guardia Civil, en el salón de actos de la Dirección Ge-
neral. En este evento, se pudieron escuchar diferentes
ponencias y testimonios sobre diversos aspectos asis-
tenciales, legales y sociales, que afectan directamente
a las víctimas del terrorismo en la Guardia Civil. Un
cuerpo que cuenta en sus filas con 243 miembros ase-
sinados a manos de diferentes bandas terroristas.
La Guardia Civil fue el primer colectivo en sufrir direc-
tamente las consecuencias letales del terrorismo, en
1968, con el asesinato del guardia civil José Antonio
Pardines Arcay a manos de ETA. Desde entonces, mu-
chos más atentados contra sus miembros y sus casas
 -140-
JAVIER
GÓMEZ
SEGURA

Mi primer sentimiento fue de culpa,

por haber sobrevivido al atentado,
por no haber sufrido suficiente, aunque
ahora sé que todos esos sentimientos
eran producto del shock inicial

cuartel han conmocionado a la sociedad española, distancia, provocando una tremenda explosión que
engrosando la macabra lista del horror que el terro- levantó la parte trasera del autobús y causó la muerte
rismo ha sembrado a lo largo de más de 40 años en a 12 agentes. Además, decenas de personas resultaron
nuestro país. heridas, entre ellas Javier.

Sin duda alguna, uno de los testimonios más sobreco-
gedores y humanos que se pudieron escuchar en el
transcurso del seminario organizado por la Fundación
Guardia Civil fue el del capitán Javier Gómez Segura,
de la Agrupación de Tráfico, víctima superviviente del
brutal atentado contra un convoy de la Benemérita el
14 de julio de 1986. Aquel día, poco antes de las ocho
de la mañana, un autobús, un microbús y un Land Ro-
ver de la Guardia Civil atravesaban la madrileña calle
Príncipe de Vergara, como cada día, para llegar a la
carretera de Burgos. El destino de esta comitiva era la
Venta de la Rubia, donde los 70 jóvenes agentes que
viajaban en el convoy realizaban cada mañana prác-
ticas de moto con la intención de incorporarse a la
Agrupación de Tráfico.
Aquel día, a diferencia de los anteriores, una furgoneta
cargada con más de 50 kilos de explosivos y metra-
lla esperaba al convoy de la Guardia Civil a la altura
de la plaza de la República Dominicana. Al paso de
los agentes, los terroristas activaron un detonador a
“Hoy salgo del armario”
Para Javier, no es fácil hablar en público del atentado.
De hecho, en el transcurso de este seminario era la pri-
mera vez que Javier daba testimonio de lo sucedido,
constituyendo, como él mismo reconocía, “una salida
del armario en toda regla”.
Tras la explosión, Javier reconoce que se sintió muy
desorientado y, después del shock inicial, logró salir
del autobús saltando por una ventana, para refugiarse
del caos y la desolación detrás de unos árboles. “Mi pri-
mer sentimiento fue de culpa, por haber sobrevivido al
atentado, por no haber sufrido suficiente, aunque aho-
ra sé que todos esos sentimientos eran producto del
shock inicial”. Recuerda también que, al cabo de unos
minutos, un compañero se acercó a él y lo devolvió a la
realidad. “Mi compañero paró un coche que circulaba
por la calle, y un ciudadano anónimo fue el que nos
llevó al Hospital de La Paz. De aquel momento, recuer-
do con total claridad la tapicería ensangrentada del
coche en el que viajábamos”.

Al llegar al centro hospitalario, Javier se dio cuenta de
que, por fortuna, sus heridas no eran tan graves como
podía suponer en un primer momento. “Eran heridas
pequeñas en la cabeza y en los brazos”, aunque nece-
sitaba ser intervenido quirúrgicamente.
Al cabo de un rato, mientras esperaba a ser atendido,
un médico se acercó a él y le pidió que identificase a
dos compañeros. “Este recuerdo se ha quedado gra-
bado en mi memoria para siempre, y estoy seguro de
que será imborrable durante el resto de mi vida”.
Javier reconoce que en aquel tiempo, los años ochen-
ta, la sociedad no estaba preparada para acoger a las
víctimas, y hubo muchos compañeros que se sintie-
ron aislados. “Hubo compañeros que no acudieron al
hospital, y eso hizo que se les considerara de forma
diferente a los que sí fuimos”. Ahora la sociedad ha
cambiado mucho, y la Guardia Civil también. “Hemos
aprendido mucho en estos años, afortunadamente”,
reconoce Javier. Pero sobre todo se ha aprendido a
humanizar a la víctima y, desde la Guardia Civil, a asu-
mir los errores del pasado, fruto de la rigidez y de la
poca permisividad que tenían a la hora de mostrar sus
sentimientos. Al guardia civil se le exigía marcialidad,
coraje y aplomo, así que, al enfrentarse a este tipo de
situaciones donde se requería un trato más humano,
se sentían desbordados y sobrepasados.
“No me consideraba víctima”
Javier sufrió trastornos de estrés postraumático,
como miedo a la carretera y a los transportes públi-
cos, pesadillas, ansiedad… “Incluso reconozco que tuve
problemas para comportarme bien. Lo que me había
ocurrido era mi síndrome de Aquiles, un punto dé-
bil que no podía confesar”. Javier dejó de ir en coche,
sustituyéndolo por la moto, “de la que era más fácil es-
capar en caso de necesidad”.
“Yo no había pensado nunca que lo que me había su-
cedido me convertía en una víctima del terrorismo.
Por aquel entonces, yo creía que era algo normal por
mi trabajo” Así asumía la Guardia Civil los atentados
terroristas, con resignación y estoicismo.
-141-
JAVIER
GÓMEZ
SEGURA
Poco a poco, Javier fue enfrentándose a otras si-
tuaciones y circunstancias, que acentuaron las
consecuencias traumáticas del atentado. “Para mí, lo
difícil fue aceptar que la Guardia Civil no era una fa-
milia que te protegía ante algo así. Nosotros hicimos
lo que pensamos que la gente esperaba de nosotros”.
Por este motivo, Javier se rebeló contra el sistema. “Me
costó mucho tiempo volver a ser un buen guardia civil.
Me sentía estresado, defraudado, y estos sentimientos
eran los que dominaban mi conducta”, recuerda.
Forjando al psicólogo
De 1990 a 1995, Javier estudió Psicología en la Universi-
dad Complutense de Madrid. Su experiencia personal
y vital le ha convertido en la persona ideal para ayudar
a otras víctimas del Cuerpo, como lleva haciendo des-
de hace 16 años.
Cuando le preguntan si su vocación es consecuencia
directa del atentado, él comenta: “No lo tengo muy
claro. Creo que no tiene nada que ver, pero a veces lo
dudo”. Incluso nos cuenta una anécdota con un pro-
fesor en la facultad. “Me preguntaban continuamente
si mi vocación tenía que ver con lo que me había pa-
sado, y un profesor me dijo que, si había estudiado
Psicología por el atentado, me habría salido más ba-
rato hacer terapia”.
El espíritu de superación de Javier le hizo prepararse
el ascenso a la Escala de Oficiales de la Guardia Civil,
a través de la Escala Facultativa. De este modo, hoy es
capitán y ejerce en la Agrupación de Tráfico.
Javier es una persona fuerte y optimista. Un luchador
convencido del efecto cicatrizante que tiene el paso
del tiempo. “Es necesario afrontar los hechos para po-
der superar el trauma”. Aun así, muchas veces la herida
se reabre cuando menos lo esperamos, como le ocu-
rrió a Javier el día que iba a la entrega de despachos
de oficial de la Guardia Civil. “Aquel día, un 18 de marzo,
tenía que subirme a un autobús y recorrer un trayec-
to, así que me volví a sentir vulnerable de nuevo, pero
tenemos que ser capaces de enfrentarnos a las situa-
ciones para poder superarlas”.
ASESINADAS POR

ETA
1987

María del Carmen

MÁRMOL CUBILLO

Sonia
y Susana
CABRERIZO MÁRMOL

María del Carmen Mármol y sus dos hijas, Sonia y Susa-

na Cabrerizo, habían acudido al Hipercor de la avenida
Meridiana, en Barcelona, para realizar unas compras.
Era el 19 de junio de 1987 y estaban preparando las vaca-
ciones. Pasadas las cuatro de la tarde, cuando la madre
y sus hijas se encontraban ya en el interior de su coche,
dispuestas a abandonar el centro comercial, una poten-
te bomba colocada en otro vehículo arrasó el aparca-
miento subterráneo. Un total de 21 personas perdieron
la vida abrasadas por el fuego o asfixiadas por los gases
tóxicos en el peor atentado cometido por la banda te-
rrorista ETA en toda su historia. Como consecuencia, Ál-
varo Cabrerizo, marido de María del Carmen y padre de
las dos niñas, se quedó aquel día sin mujer y sin hijas. Se
quedó completamente solo.

“HAN PASADO 20 AÑOS
Y ES COMO SI HUBIERA SIDO AYER”
Después de hablar con Álvaro Cabrerizo, uno se da
cuenta de la fortaleza y el valor que destilan cada una
de sus palabras y reflexiones. Álvaro es la viva imagen
de la superación y un ejemplo de lucha y amor por la
vida, una persona con una capacidad infinita de amar.
Pero también es un claro ejemplo de que las heridas
del terrorismo no cicatrizan, y es que solamente quien
sufre la pérdida de un ser querido de una forma tan
cruel y sanguinaria es capaz de comprender lo que
significa el terrorismo.
Ahora, cuando se cumplen 20 años del atentado de
ETA en el Hipercor de Barcelona, el más sangrien-
to perpetrado por la banda terrorista, Álvaro vuelve
a revivir los peores momentos de su vida como si no
hubiera pasado ni un instante. “Por aquellas fechas,
estábamos planeando las vacaciones. Mi mujer y mis
hijas solían ir a un camping cercano mientras yo aten-
día nuestros negocios, aunque todas las noches iba a
Testimonio de Álvaro Cabrerizo,
viudo de María del Carmen Mármol y
padre de Sonia y Susana Cabrerizo
Revista Fundación nº 19
( junio de 2007)
Carolina Couso
dormir allí, y en cuanto tenía un momento me escapa-
ba para estar con ellas”.
Pero todos esos preparativos llenos de ilusión saltaron
por los aires en el parking de un centro comercial el 19
de junio de 1987. “Recuerdo que aquel día fui a trabajar
al bar que regentaba, y que me tocó llevar a un co-
nocido al hospital, porque había tenido un accidente.
Allí, mientras esperaba que me dijeran algo sobre el
estado de mi amigo, me enteré de que había habido
un atentado en el Hipercor. Yo no sabía que mi fami-
lia estaba de compras, así que no me preocupé por
ellas, pero, cuando al volver a Barcelona vi el videoclub
que regentaba mi mujer cerrado y no conseguía dar
con mi familia, empecé a desesperarme”. En ese mo-
mento, comenzó un indescriptible calvario que llevó a
Álvaro a buscar durante horas a su mujer y a sus hijas
por todos los hospitales de la Ciudad Condal. Una pe-
regrinación desesperada en busca de su familia. “No sé
 -144-
MARÍA DEL CARMEN
MÁRMOL
CUBILLO
cómo no me volví loco. No encontraba ni a mi mujer
ni a mis hijas, y nadie sabía decirme nada de ellas”. ETA
había matado a Sonia y a Susana Cabrerizo, sus hijas,
de 16 y 14 años, y a su esposa, María del Carmen Már-
mol. Pero el mismo atentado acabó también con otras
18 vidas y causó heridas de diferente consideración a
medio centenar de personas. “Por aquel entonces, mi
único objetivo en la vida era procurarles un futuro me-
jor a mis hijas, darles una carrera y verlas crecer felices.
Ahora ellas tendrían 36 y 34 años, y yo, probablemente,
sería abuelo”, nos cuenta Álvaro con voz emocionada.
Pero ETA le privó de su mayor ilusión, le negó la posi-
bilidad de ver crecer a sus hijas y de envejecer junto a
su mujer. “Me lo quitaron todo, me dejaron hundido,
sin alegría”. Pero la fortaleza de este hombre le llevó a
aferrarse a su fe y a sus amistades, y a pensar que en la
vida se paga todo lo malo que uno hace. “He confiado
mucho en que la Justicia se encargaría de vengar lo
que nos han hecho, pero a veces ya no sé qué pensar”.
A partir de ese momento, se dio cuenta de que hasta
muchos de los que creía que eran sus amigos le daban
la espalda. “No sé si por pena o porque tenían mie-
do, pero la gente se alejaba de nosotros. No entendían
nuestro dolor”.
Con el paso de los años, Álvaro encontró a Lola, su in-
separable compañera en los últimos tiempos, que le
ha hecho recuperar la fe en las personas. Juntos han
adoptado a una niña de ocho años. “A esta niña quiero
ofrecerle lo que no me dejaron darles a mis hijas”.
Álvaro tardó en asimilar lo que le había pasado, como
él mismo reconoce: “Yo nunca pensé que esto me pu-
diera pasar a mí. Nadie piensa nunca que vaya a ser el
blanco de una banda de asesinos. Eso, sencillamen-
te, es algo que les pasa a otros. Aunque lo cierto es
que el terrorismo nos afecta a todos, a unos nos qui-
ta la vida, pero a otros les quita la libertad”. Después
del atentado, Álvaro no pudo soportar la presión de
los recuerdos acumulados en su casa vacía y decidió
poner tierra de por medio y marcharse a Andalucía,
buscando el amparo y el calor en la costa gaditana,
en las antípodas de Barcelona. Ahora, 20 años des-
pués, ha conseguido poder hablar del tema con la
serenidad propia de quien ha reflexionado mucho y
con la sabiduría de quien lleva tanto tiempo buscando
respuestas, pero reconoce que la herida que ETA ha
dejado en su vida se reabre con cada atentado y cada
vez que se ignora a las víctimas. “Como ahora, que vol-
vemos a tener la amenaza de un nuevo atentado de
ETA. Es muy difícil vivir con la amenaza constante de
que pueden volver a matar a alguien”.
“Los últimos acontecimientos políticos nos están di-
vidiendo a todos, víctimas y no víctimas, y no somos
conscientes de que España es como un animal, que
necesita de su parte izquierda y su parte derecha para
avanzar. Un animal que tiene que tener todos sus flan-
cos unidos, porque, si no, no tiene sentido”.
Álvaro no entiende cómo hemos llegado a este punto.
“Creo que, al hablar de terrorismo, la única ideología
que hay que defender es la vida y lo único que hay
que tener claro es que no se puede causar más sufri-
miento a quien lo ha perdido todo. El Estado tiene que
velar por las víctimas y por los derechos de los inocen-
tes. Me parece increíble que nos hayamos llegado a
plantear siquiera sacar a un asesino como De Juana
de la cárcel. Para mí, primero es necesario cumplir
como ciudadano para poder exigir cualquier tipo de
derecho, así que un terrorista que ha asesinado a 25
personas a sangre fría no tiene ningún derecho que
reclamar”, nos comenta. “Todos queremos la paz, pero
también queremos justicia y respeto hacia la memoria
de nuestros muertos”.
Sobre las negociaciones del Gobierno con ETA, Álvaro
es muy claro: “Me gustaría que el presidente se hubie-
ra puesto en el lugar de las víctimas, que se hubiera
imaginado por un momento que es víctima de un
atentado terrorista. ¿Habría estado entonces dispues-
to a negociar con quien le ha hecho tanto daño?”. Con
esta pregunta se resume el sentir de muchas víctimas
del terrorismo, que ven en las negociaciones del Go-
bierno con ETA un nuevo atentado a su dignidad y
un nuevo agravio a la memoria de sus seres queridos.
Un paso atrás en el tiempo. Pero no solo eso, sino que
también supone un paso atrás en la situación de los
afectados por el terrorismo en nuestro país, como nos
comenta Álvaro Cabrerizo: “Volvemos a estar margina-

Todos queremos la paz, pero también queremos justicia
y respeto hacia la memoria de nuestros muertos
dos, divididos y separados como durante todos esos
años en los que vivíamos olvidados y amenazados”.
Esos años en los que las víctimas vivían su drama en
silencio y soledad, sin ningún apoyo, criminalizadas,
como aún hoy ocurre en algunas zonas del País Vasco,
donde los terroristas siguen siendo considerados hé-
roes o gudaris de una sociedad sometida por el terror,
en la que sus ciudadanos, muy lejos de ser libres, viven
amenazados por el puño de la violencia terrorista.
Para Álvaro, a las víctimas solo les queda un camino
con el que evitar que se siga comerciando con la san-
gre derramada durante todo este tiempo: “Hacernos
oír y recuperar el apoyo de la sociedad, que tanto se
ha solidarizado con nosotros en cada atentado”. En
su opinión, es fundamental “unir las voces de las víc-
timas y hacer comprender a toda la sociedad que el
sufrimiento y el dolor siguen después de cada aten-
tado”, porque la única solución que encuentra para
acabar con esta situación es “hacer que el pueblo
hable, porque, cuando el pueblo quiere algo, no hay
quien lo pare”.
Es absurdo pensar que las víctimas se oponen a un
proceso de paz: “Somos quienes más deseamos que
nadie pase por lo que nosotros hemos pasado, pero…
¿quién piensa en los que han muerto?”. Para todas las
personas que han padecido la violencia terrorista, “no
se puede permitir que asesinen a más gente inocente
ni que se negocie con la dignidad de los que ya no
están”. Álvaro cree que, para acabar con el terrorismo,
todos los estamentos de la sociedad tenemos que
aportar algo, aunque hay quien tiene que asumir una
responsabilidad mayor. “El Estado, por ejemplo, tiene
que velar por la seguridad y la vida de los ciudadanos.
En cuanto a los medios de comunicación, tienen que
-145-
SONIA Y SUSANA
CABRERIZO
MÁRMOL
ser conscientes de que ETA atenta para conseguir re-
percusión mediática, para hacerse oír y, así, lograr sus
pretensiones, por eso tienen que dejar claro que no
son altavoces de los terroristas y hacerse más eco de la
voz de las víctimas”.
Hace cuatro años, Álvaro volvió a revivir y a recordar
el atentado de Hipercor en la Audiencia Nacional,
cuando se juzgaba al antiguo dirigente etarra Santia-
go Arróspide Sarasola, “Santi Potros”, y al miembro del
“comando Barcelona” Rafael Caride Simón. “Ese día
tuve que escuchar que mi familia murió porque ETA
estaba en guerra contra el Estado español, y en todas
las guerras hay objetivos civiles”. Se sintió nuevamente
humillado e indignado. Además, al entrar en la Au-
diencia Nacional aquel día, les estaba esperando una
multitud de simpatizantes de la izquierda abertzale
portando ikurriñas y gritándoles todo tipo de insultos.
“Parecía que nosotros éramos los terroristas. Nos volvi-
mos a sentir solos y marginados. Nadie se preocupaba
por nosotros. Tan solo los abogados de El Corte Inglés
nos arroparon un poco. Eran los etarras los que pare-
cían las víctimas o los héroes”.
Álvaro ha demostrado que las injusticias de la vida se
pueden afrontar con valentía. Su historia es una historia
llena de valor y esperanza. Una historia triste en la que
él es el héroe encargado de luchar por un final feliz.
Álvaro es un claro ejemplo de que la vida no siempre
premia a los justos, pero el coraje y la fortaleza que
siempre ha demostrado, y que sigue demostrando,
nos sirven de espejo en el que mirarnos a muchas
víctimas que, como él, un día nos encontramos sin
fuerzas para superar el obstáculo que la vida nos
puso delante.
ASESINADOS POR

ETA
1987

Silvia
y Jordi
VICENTE MANZANARES

Mercedes
MANZANARES SERVITJÁ

Silvia Vicente, de 13 años, quería un bañador nuevo para

su viaje de fin de curso. Por eso, había quedado con su
madre en que irían juntas a comprarlo al día siguiente.
Sin embargo, su tía Mercedes se ofreció a ir con ella a
comprárselo esa misma tarde, y como el hermano de
Silvia, Jordi, de nueve años, quiso acompañarlas, se fue-
ron los tres juntos al Hipercor de la avenida Meridiana
de Barcelona. Era el 19 de junio de 1987. Una vez termi-
nada la compra y cuando se disponían a regresar a casa,
una potente explosión acabó con sus vidas y con las de
otras 18 personas. ETA había colocado un coche bomba
en el aparcamiento subterráneo del centro comercial.
Nuria Manzanares y Enrique Vicente, padres de Silvia y
Jordi, perdieron aquella tarde a sus dos hijos y a su her-
mana y cuñada, respectivamente.

“ TODAVÍA SIGO PREGUNTÁNDOME
POR QUÉ TUVO QUE TOCARLES A ELLOS”
Nuria relata las horas previas al atentado que costó la vida a sus hijos y a su hermana.
No quiere venganza, pero sí justicia.
Nuria es, sin duda, de esas mujeres a las que los em-
bates de la vida les ha forjado el carácter, dotándolas
de una fortaleza y una templanza sin las que sería im-
posible enfrentarse a un nuevo día. Pero en el caso de
Nuria, hay algo más. Su tono de voz, suave y melódico,
y la delicadeza con la que escoge cada palabra irra-
dian dulzura y bondad a raudales, por lo que todavía
resulta más cruel y desgarrador su relato.
Nuria Manzanares y su marido, Enrique Vicente, son los
testimonios vivos de lo que fueron los “años de plomo”
en España. Esos años en los que toda la sociedad se
sentía amenazada por ETA. Su caso es estremecedor,
uno de esos testimonios que se te clavan en el alma
y que no dejan de recordarnos el valor efímero de la
vida. Su historia es un claro ejemplo de superación y
lucha, cuyos protagonistas son auténticos héroes.
Testimonio de Nuria Manzanares,
madre de Silvia y Jordi Vicente
y hermana de Mercedes Manzanares
Revista Fundación nº 43
( junio de 2013)
Carolina Couso
Se cumplen ya 26 años desde que, el 19 de junio de
1987, ETA cometiera el atentado más sangriento de
su historia al hacer estallar un coche bomba en la se-
gunda planta del parking del Hipercor de la avenida
Meridiana de Barcelona, mientras más de 300 perso-
nas, entre empleados y clientes, se encontraban en el
centro comercial. La detonación de más de 200 kilos
de explosivos y metralla provocó una perforación en el
suelo y el techo, que contribuyó a la propagación de la
deflagración. El resultado fue una auténtica masacre:
21 muertos y medio centenar de heridos, además de
cuantiosos daños materiales.
Pero aquel día algo cambió en la sociedad española.
ETA multiplicó la repulsa de la ciudadanía, que se sintió
vulnerable y amenazada por la banda, lo que motivó
numerosas manifestaciones en contra del terror.
 -148-
SILVIA Y JORDI
VICENTE
MANZANARES
Pronto me encontré con mi marido, que estaba desencajado,
y me dijo: “Los niños, muertos. Los tres. Mercè también”.
No lo puedo olvidar. Los tengo presentes cada día
Nuria nos hace un relato emocionado de cómo re-
cuerda aquel trágico viernes. “Mi hija Silvia, que tenía 13
años, acababa la EGB y se iba el lunes de viaje de fin de
curso, así que habíamos acordado ir juntas a comprar
un bañador ese sábado”, pero el destino tenía otros
planes y la hermana de Nuria, Mercè Manzanares, de
30 años, se ofreció para llevar a su sobrina de compras
esa misma tarde. “Yo tenía una peluquería en el barrio
y estaba trabajando a eso de las tres y pico de la tarde,
cuando mi hija Silvia me dijo que su tieta la iba a llevar
a comprar el traje de baño, y que luego la acompaña-
ría a la fiesta de fin de curso que habían programado
en el colegio”.
A los pocos minutos, entró su hijo pequeño en la pelu-
quería. Era Jordi, tenía nueve años y hacía 15 días que
había hecho la Primera Comunión. Esa tarde se iba a
quedar con los abuelos hasta que empezase la fies-
ta con la que su colegio celebraba el final del curso
escolar. “Yo también me voy con la tieta”, le dijo. Y no
hubo forma de convencerle de que se quedara. “Esa
fue la última vez que los vi”, nos relata Nuria con la voz
quebrada por la emoción. “Imagínate lo que es pasar
de verlos al mediodía, tan contentos, y darles un besito
y decirles adiós, a no verlos más. Es lo peor que nos ha
podido suceder en la vida”.
Ajena a lo que iba a ocurrir, Nuria estuvo casi toda la
tarde absorta en su trabajo, hasta que hacia las seis
notó que había mucho revuelo en la calle, pero no le
dio demasiada importancia. “Había mucho trajín de
gente, pero tampoco le hice mucho caso”.
Su marido, Enrique, que también tenía un negocio en
el barrio, había oído por la radio que se había produci-
do un atentado con coche bomba en el Hipercor de la
avenida Meridiana y, como si quisiera deshacerse del
mal presagio que sintió al escuchar la noticia, llamó a
Nuria para preguntarle dónde estaban los niños. Ella,
que no sabía nada, le dijo que su hermana los había
llevado de compras, pero que desconocía exactamen-
te adónde habían ido. “Seguro que no se han ido muy
lejos —comentó—, porque más tarde tienen la fiesta
del colegio”.
Enrique, sin decirle nada a su mujer para no preocu-
parla, se dirigió a la zona del atentado, donde empezó
un largo periplo buscando a sus hijos y a su cuñada.
El calvario de Enrique acababa de empezar. “Al llegar
al Hipercor, vio que había muchos heridos y escuchó
que alguien decía el nombre de mi hermana, así que
se acercó a preguntar y le dijeron que estaban en el
Hospital Vall d’Hebron. No se lo pensó y se fue a ver
si los encontraba”. Al llegar al Vall d’Hebron, empezó
a buscar a su familia, pero le dijeron que allí no se en-
contraban y lo mandaron al Hospital Clínico, donde
estaban evacuando a muchas víctimas.
Al llegar al centro, Enrique se enfrentó a la peor de las
situaciones posibles. Primero tuvo que reconocer el
cadáver de su cuñada Mercè. Después, encontró a su
hijo Jordi, que también había fallecido. Pero aún fal-
taba Silvia, y Enrique se agarró a la esperanza de que
estuviera viva, aunque esta posibilidad se desvaneció
al poco tiempo, en cuanto encontraron a la niña.
Mientras, Nuria seguía trabajando en la peluquería.
“Pensaba que era muy raro que mi hermana no hubie-
ra vuelto ya de llevar a los hijos a la fiesta del colegio,
así que llamé al centro y me dijeron que aún no ha-

bían llegado. Me pareció raro, pero pensé que tal vez
se habían retrasado por algún motivo”. Nuria siguió tra-
bajando, ajena al horror, hasta que una de las chicas
que trabajaba con ella se le acercó y le dijo: “Nuri, cám-
biate, que los niños han tenido un accidente y están
en el Clínico. Nos vamos”.
Nuria reconoce que en ese momento le entró el mie-
do, pero que nunca pensó que podían haber muerto
todos. No tardaron en llegar al Hospital Clínico. “Allí
pronto me encontré con mi marido, que estaba
desencajado, y me dijo: ‘Los niños, muertos. Los tres.
Mercè también’”. Desde entonces, Nuria no ha deja-
do de preguntarse por qué. “No lo puedo olvidar. Los
tengo presentes cada día y, cuando veo a los hijos de
los vecinos, que eran amigos de mis niños, pienso
que ya estarían así de mayores. Que tal vez tendrían
hijos, qué sé yo”.
Con el paso del tiempo, Nuria se ha ido enterando
de nuevos detalles con los que ha ido reconstruyen-
do aquella fatídica tarde. “Detrás de la peluquería
había una guardería y nos llevábamos muy bien con
la dueña. Aquella tarde, ella se encontró con mi her-
mana y con los niños justo cuando entraban en el
Hipercor, así que cuando se enteraron de la noticia
lo comentaron en el barrio. Por eso aquella tarde ha-
bía tanto ajetreo”.
Aquel viernes cambió su vida y, como ella misma re-
conoce, “ya nada volvió nunca más a la normalidad”.
Mercè, Silvia y Jordi fallecieron en el parking cuando
se disponían a abandonar el centro comercial. “Por
unos minutos no se salvaron”, nos comenta Nuria, que
no puede dejar de pensar en lo cruel que ha sido la
vida con ella. “No puedo evitar pensar por qué no les
dije que no fueran de compras, si había quedado en
llevarles yo el sábado”.
…Y de repente, llegó Enric
Después del atentado, Nuria y su marido se traslada-
ron una temporada a Madrid, a casa de su hermano.
“Fueron días muy difíciles, y nuestro único consuelo y
apoyo lo encontramos en la familia”. A su regreso, Nu-
ria comentó con sus compañeras en la peluquería que
no se encontraba muy bien. “Se me había retirado el
periodo, por lo que las chicas me dijeron que debería
ir al médico”.
-149-
MERCEDES
MANZANARES
SERVITJÁ
Ella aún no lo sabía, pero días antes del atentado se
había quedado embarazada de su tercer hijo, Enric.
Fue un embarazo de alto riesgo, pero mereció la pena.
“Enric ha sido nuestra salvación, él nos ha devuelto las
ganas de vivir y nos ha dado un motivo para seguir pe-
leando”, nos comenta Nuria.
Desde que nació, Enric siempre ha tenido que vivir
con el recuerdo de sus hermanos, a los que nunca
conoció. Por eso, Nuria y Vicente han sido especial-
mente cuidadosos con su educación. “Nunca hemos
querido inculcarle rencor ni eso del ‘ojo por ojo,
diente por diente’. Hemos querido que viva la vida
con normalidad”.
No se puede perdonar ni olvidar
En septiembre de ese mismo año, eran detenidos tres
miembros del “comando Barcelona” de ETA como auto-
res del atentado. Eran Domingo Troitiño —quien aparcó
el coche en el parking del Hipercor—, Josefa Ernaga
y José Luis Gallastegui. En octubre de 1989, Troitiño y
Ernaga fueron juzgados por la Audiencia Nacional y
condenados a 794 años de prisión cada uno. Por este
atentado, también se juzgó a Rafael Caride y “Santi Po-
tros” en 2003, siendo condenados a 790 años de cárcel.
Nuria y Vicente lo único que desean es que se haga
justicia y que cumplan los años que han de pasar en la
cárcel. “Ni mi marido ni yo somos vengativos, ni hemos
pensado nunca en tomarnos la justicia por nuestra
mano, pero olvidar y perdonar no se puede. Es una
cosa muy gorda”.
Aun así, y tras sufrir el duro golpe de perder a sus hijos
y a su hermana el mismo día, la vida parece haberse
empeñado en poner a prueba la fortaleza de esta fa-
milia. Además de las secuelas propias del trauma que
sufrieron ella y su marido tras el atentado, Nuria nos
comenta: “En 1991 le detectaron un tumor a mi mari-
do, le operaron, y en enero del año pasado le volvieron
a detectar otro. Yo tuve que dejar la peluquería”. Pero
esta catalana no se rinde y está decidida a afrontar lo
que la vida le depare con decisión, con fortaleza, y salir
vencedora de cada nueva batalla.
A sus 62 años, ha visto demasiado horror y ha convi-
vido con demasiados problemas como para rendirse
ahora.
HERIDO POR

ETA
1987

Roberto
MANRIQUE RIPOLL

Tres víctimas del terrorismo, Roberto Manrique, José

Vargas y Álvaro Cabrerizo, fueron los impulsores del mo-
vimiento asociativo en Cataluña. Primero por su cuenta,
con grandes dificultades, luego en el seno de la Aso-
ciación Víctimas del Terrorismo y, a partir de 2003, me-
diante la creación de la Asociación Catalana de Vícti-
mas de Organizaciones Terroristas. Los tres sufrieron de
una u otra forma el brutal atentado perpetrado por ETA
el 19 de junio de 1987 en el Hipercor de la avenida Me-
ridiana de Barcelona, en el que murieron 21 personas.
Roberto y José resultaron heridos, mientras que Álvaro
perdió a su mujer y sus dos hijas. Este atentado supuso
un hito en la movilización social contra el terrorismo, ya
que cientos de miles de personas se echaron a las calles
en Barcelona para expresar su rechazo a ETA.

N O P O D E M O S O LVI D A R
Cada ciudadano, cada persona, tenemos fechas mar-
cadas en nuestra memoria. El día de la boda, el día
en que nació nuestro primer hijo... Algunos hasta se
acuerdan del día que conocieron al primer amor (o al
último). En el caso de aquellas personas que hemos
sufrido el tremendo zarpazo del terrorismo asesino,
siempre estará en nuestra mente el día fatídico, el día
en el que nuestra vida y las de nuestros seres queridos
se truncaban, cambiaban radicalmente. Tantos años
colaborando en la asistencia al mayor número posible
de víctimas me han demostrado que no hay ningún
Artículo de Roberto Manrique
Revista Fundación nº 19
( junio de 2007)
Roberto Manrique
sistema para olvidar esa fecha, pese a que muchos lo
hemos intentado. Podemos pasar épocas mejores, po-
demos intentar aprender a convivir con el dolor, pero
no existe la posibilidad de olvidar esa maldita fecha.
Escribo todo esto mientras todavía resuenan las llama-
das, los correos electrónicos y los mensajes con frases
cariñosas, con palabras que, llegadas desde otros cora-
zones que han sufrido tanto o más que el mío, ofrecen
ánimos y deseos de superación. Hace ya 20 años que
unos malnacidos decidieron añadir mi nombre a una
 -152-
ROBERTO
MANRIQUE
RIPOLL

larga lista de personas anónimas que, en solo un ins-
tante, se han ido viendo abocadas a pertenecer al
mundo de los heridos en atentado terrorista, al mun-
do de los supervivientes. Un mundo que, por muchos
intentos de entender lo ocurrido, solo tiene una res-
puesta: lo que todos hemos sufrido no tiene sentido,
no tiene excusa, no tiene argumento.
Ningún ser humano puede, con un mínimo atisbo de
sensibilidad, corear o respaldar un solo atentado. Y
menos aún excusarlo. Veinte años desde aquel fatídico
19 de junio. Veinte años en los que todavía continúan
las secuelas y los efectos negativos en la salud. Y me
niego a definir al atentado en Hipercor como el peor
en la historia de ETA, porque para cada víctima su pro-
pio atentado es el peor. Un atentado nunca puede ser
más importante que otro en razón del número de víc-
timas que haya causado. Después de aquel 19 de junio,
en días posteriores, una manifestación de más de un
millón de ciudadanos inundó las calles de Barcelona.
Miles y miles de almas respetando el dolor de muchas
familias afectadas por aquel atentado multitudinario.
En septiembre, solo tres meses después, las Fuerzas
de Seguridad del Estado y la colaboración ciudadana
consiguieron detener a dos de los “presuntos” autores.
Lo peor de todo fue enterarse de que eran nacidos en
Palencia y en Navarra, muy vascos ellos. Durante todo
ese tiempo, al igual que tantos otros de los heridos
graves, intenté sobrevivir en un ambiente hostil, po-
der superar lo ocurrido. Más de dos años esperando
una sola muestra de interés por parte de aquellos que
poco tiempo antes se habían dado tanta prisa para
decir, en voz alta y clara, que “estaban con” nosotros.
Con las víctimas.
Tuvo que llegar el juicio en octubre de 1989 para, en la
puerta de la Audiencia Nacional, conocer a dos hom-
bres que allí se encontraban para asistir al primer día
del juicio. José como testigo. Álvaro como visita. Allí
estábamos tres recién llegados, dos heridos y un viu-
do al que, como en una lotería siniestra, le asesinaron
también a sus dos hijas. Tres personajes afectados por
las consecuencias del atentado en Hipercor. ¿Solo tres
de casi 70? Una vez dentro de la Sala, un ambiente
atroz. Gentuza venida desde Dios sabe dónde ani-
maba a los dos asesinos, que estaban dentro de una
jaula de cristal. Se enviaban besos, abrazos, risas. Allí
estaban Domingo Troitiño y Mercedes Ernaga. Tras el
vidrio. Junto a nosotros, en el mismo banco de ma-
dera, los familiares, amigos y conocidos de los dos
presuntos autores del atentado. Todo aquello pare-
cía una película de terror. Los presuntos culpables,
acompañados y en actitud poco menos que festiva.
Los tres recién llegados, inmóviles y esperando que
aquella farsa terminara lo más pronto posible. A José
ni le dieron la oportunidad de explicar lo que vivió en
el interior de aquel infierno en que se había converti-

Dentro de la Sala, un ambiente atroz. Gentuza venida

desde Dios sabe dónde animaba a los dos asesinos,
que estaban dentro de una jaula de cristal.
Se enviaban besos, abrazos, risas. Allí estaban
Domingo Troitiño y Mercedes Ernaga. Tras el vidrio
 -153-
ROBERTO
MANRIQUE
RIPOLL

Qué ilusos éramos entonces. Cuando nuestros abogados nos

explicaron que, por causa del Código Penal vigente, aquella
condena no iba a ser superior a 18 o 20 años de máxima
estancia en la cárcel, empezamos a comprender
que había muchas cosas que cambiar

do Hipercor 27 meses antes. Incluso le abonaron los hijas? Peor aún, ¿cómo lo asumirá? ¿Cómo se lo expli-
gastos del desplazamiento con un talón sin fondos, lo caremos a las víctimas que vayamos encontrando en
cual fue una premonición de lo que todavía nos espe- el camino? ¿Quién nos ayudaría en esta vorágine en la
raba por vivir. que nos estábamos metiendo?

Podría dar la impresión de que aquella situación nos
amilanó, pero nada más lejos de la realidad. Si para
algo sirvió aquella primera mañana en la sala de la
Audiencia Nacional fue para comprender que te-
níamos la suerte de haber sobrevivido a nuestro
atentado y, por esa razón, debíamos pasar a la acción.
Aquella sala vio iniciarse un proyecto que debía conti-
nuar. Teníamos que coordinar esfuerzos; éramos tres,
pero había muchos más. Estaban los familiares del
resto de víctimas. Los padres, los cónyuges, los hijos.
Estábamos los propios supervivientes y teníamos la
obligación moral de hacer algo. Pero no encontramos
ayuda por parte de nadie. No existía ningún sistema
para localizar a todos aquellos familiares de los ase-
sinados, ni tan siquiera a los heridos. Los hospitales
no nos daban ni un solo nombre. Al fin, la sentencia.
Condenaban a aquellos dos asesinos a casi 800 años
de prisión, es decir, toda la vida. Qué ilusos éramos
entonces. Cuando nuestros abogados nos explicaron
que, por causa del Código Penal vigente, aquella con-
dena no iba a ser superior a 18 o 20 años de máxima
estancia en la cárcel, empezamos a comprender que
había muchas cosas que cambiar. Otro golpe bajo,
muy bajo, a la dignidad y a la moral. ¿Cómo explicar
eso a un hombre al que le mataron a su esposa y a sus
En aquella sentencia aparecía la relación de los
nombres y apellidos de las víctimas mortales y, con-
secuentemente, los de sus padres, cónyuges o hijos,
que eran los beneficiarios de los mínimos derechos
correspondientes. Aparecían también los nombres
y apellidos de los supervivientes. Los días de baja, las
secuelas. Las cantidades para cada indemnización.
Entonces no existía Internet, ni Google, ni inventos va-
rios. Listados telefónicos, y gracias. Con esa fuente de
información pasamos horas, noches, días y meses en-
teros rebuscando para localizar a los compañeros de
nuestro atentado.
Por fin, en marzo de 1990, contactamos con la gente
de la AVT. Con Ana María Vidal-Abarca y un magnífico
equipo de trabajadores y colaboradores. A todos ellos,
muchas gracias por su interés y abnegación. Desde
entonces, todo fue más fácil. Localizamos a más de 150
familias residentes en Cataluña víctimas de diferentes
atentados. En el año 2000 tramitamos gran cantidad
de expedientes, superando los 1.300 millones de pese-
tas en indemnizaciones recibidas. Sin cobrar una sola
peseta de comisión a nadie. Desde 2003, por motivos
ajenos a nuestra voluntad, somos Associació Catalana
de Víctimes d’Organitzacions Terroristes.
HERIDO EN EL MISMO ATENTADO EN EL QUE FUERON ASESINADOS SUS PADRES, JOSÉ JULIÁN PINO ARRIERO
Y MARÍA DEL CARMEN FERNÁNDEZ MUÑOZ, JUNTO CON SU HERMANA SILVIA,
Y EN EL QUE RESULTÓ TAMBIÉN HERIDO SU HERMANO VÍCTOR

ETA
1987

José María
PINO FERNÁNDEZ

Aún no había amanecido cuando el 11 de diciembre de

1987, poco después de las seis de la mañana, un terroris-
ta de ETA estacionaba un coche cargado con 250 kilos
de explosivos junto a la casa cuartel de la Guardia Civil
en Zaragoza y se daba a la fuga en otro vehículo, que
lo estaba esperando. Segundos después, todo saltó por
los aires. Como consecuencia de la explosión, gran parte
del edificio, de cuatro plantas, se derrumbó y dejó se-
pultadas a decenas de personas bajo una enorme mon-
taña de escombros. Un total de 11 personas murieron,
incluidos seis menores de edad. Entre los fallecidos se
encontraban José Julián Pino, sargento de la Guardia
Civil, y su mujer, María del Carmen Fernández, ama de
casa, junto con su hija pequeña, Silvia, de siete años. Sus
otros dos hijos, José María y Víctor, resultaron heridos.

“AHORA TENEMOS QUE SER FUERTES ,
UNA VEZ MÁS”
Carolina Couso
El atentado contra la casa cuartel de Zaragoza fue,
sin duda, uno de los más sangrientos de todos los
perpetrados por la banda terrorista ETA. Toda la socie-
dad española se movilizó para arropar a sus víctimas
y condenar a los asesinos, y aún hoy forma parte del
imaginario colectivo como recuerdo permanente de
los crímenes de ETA.
Poco después de las seis de la mañana del 11 de di-
ciembre de 1987, ETA hacía estallar un coche bomba
en la puerta principal del cuartel de la Guardia Civil en
Zaragoza, segando la vida de 11 personas, entre ellas
seis menores. Tres de los fallecidos eran los padres y la
hermana pequeña de José María Pino. Su historia es
un ejemplo de superación, coraje y valentía.
De aquella mañana José María recuerda el olor a ex-
plosivo, la lluvia y las sirenas de los Bomberos, las
ambulancias y la Policía, el caos posterior a la explosión
y, sobre todo, el calvario que él y su hermano Víctor
vivieron a consecuencia del atentado. Su padre, José
Julián Pino; su madre, María del Carmen Fernández;
y su hermana pequeña, Silvia, de tan solo siete años,
fueron brutalmente asesinados aquella madrugada.
El sargento José Julián Pino Arriero hacía servicio
de vigilancia en la entrada del cuartel, sustituyendo
a un compañero enfermo. Al ver un coche cerca de
la puerta, se dirigió hacia él con intención de seña-
lar al conductor que no estaba permitido estacionar
en aquel lugar. En ese momento, el conductor del
Renault se subió a un segundo vehículo, en el que le
esperaban otros etarras, y se alejó a gran velocidad.
Pocos segundos después, una gran explosión cam-
biaría la vida de José María y su hermano Víctor, pero
también la de otras muchas familias.
Aquella mañana de diciembre de 1987, el etarra Hen-
ri Parot acabó con la infancia de ambos hermanos.
Testimonio de José María Pino
Revista Fundación nº 45
(diciembre de 2013)
“Sobra decir que el atentado cambió mi vida”, nos
comenta José María, que por aquel entonces tenía 13
años. “Mi hermano Víctor y yo nos fuimos a vivir con
nuestros abuelos, y luego ingresamos en el colegio de
huérfanos de la Guardia Civil Infanta María Teresa. Nos
sentíamos abandonados. Nuestra vida había cambia-
do por completo”.
Hoy José María tiene 39 años y ha superado una gran
carrera llena de obstáculos a lo largo de su vida. Es un
hombre íntegro, que ha heredado la vocación de su
padre al ingresar en la Guardia Civil. Ahora, con la de-
rogación de la “doctrina Parot”, su fe en la Justicia se
resquebraja y lo deja huérfano de nuevo. “No entiendo
cómo hemos podido llegar a este extremo. No entien-
do cómo los políticos han permitido que pase esto”.
Aun así, José María sigue manifestando su fortaleza al
hacer frente a la vida, que le ha mostrado su cara más
dura, y nos comenta: “Las víctimas no podemos sen-
tirnos derrotadas ni tristes. Primero, porque no hemos
hecho nada malo; y segundo, porque ahora tene-
mos que ser fuertes, una vez más, para que nuestros
verdugos y los asesinos de nuestros familiares no se re-
godeen en nuestro dolor”. Y concluye: “No han ganado.
Son libres, pero siguen siendo asesinos”.
HERIDO POR

ETA
1988

Francisco
ZARAGOZA LLUCH

Cada vez que la Sociedad Deportiva Eibar jugaba un

partido de fútbol en su estadio, la Policía Nacional acti-
vaba un dispositivo de seguridad. El 18 de diciembre de
1988, como cualquier otro domingo, un convoy formado
por tres vehículos partió de la comisaría en dirección a
Ipurua. Aquella tarde, el equipo eibarrés se enfrentaba
al Sabadell en un partido de Segunda División. Sin em-
bargo, todo cambió cuando ETA hizo estallar un coche
bomba, cargado de explosivos y metralla, al paso del
convoy policial. Un agente, José Antonio Barrado, perdió
la vida, mientras que otros tres resultaron gravemente
heridos. Entre ellos se encontraba Francisco Zaragoza,
casado y padre de dos hijos, quien años después crearía
la Asociación Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Esta-
do Víctimas del Terrorismo.

UN MAL RECUERDO
Todo ocurrió un domingo, el 18 de diciembre del
año 1988. Yo tan solo tenía siete años, pero creo que,
cuando vives algo así, no importa la edad. Es algo que
jamás te puedes quitar de encima, son momentos tan
dolorosos que cualquier cosa te obliga a recordarlos.
Jamás pensé que tuviera que contarle a alguien todos
esos malos recuerdos. Voy a relatarlos como yo los re-
cuerdo, como una niña de siete años que no perdió
a su padre en un atentado terrorista, pero que nunca
jamás volvió a ser el mismo.
Era una tarde fría, pero en casa se estaba bien. Mi ma-
dre no paraba quieta por casa, hasta que se bajó a la
calle y nos dejó a mi hermano y a mí en casa, sin saber
nada de lo que estaba ocurriendo. Ella solo nos pro-
tegía de todo lo que, sin quererlo, nos iba a tocar vivir.
Artículo de Elixabete Zaragoza,
hija de Francisco Zaragoza
Revista Fundación nº 57
(diciembre de 2016)
Elixabete Zaragoza
Como dos niños, mi hermano, que tenía 11 años, y
yo intentábamos ver la televisión, sin encontrar nada
que nos gustara. Y entre un canal y otro, de repente
vimos algo que jamás se me olvidará: esa imagen,
esa fría imagen que mostraba un avance informativo,
el cual decía que había habido un atentado terroris-
ta en Éibar, que un furgón de la Policía Nacional que
iba a cubrir un partido de fútbol había saltado por los
aires a causa de un coche bomba. En la imagen se po-
día ver una de esas furgonetas marrones en las que
yo tantas veces había subido tan orgullosa para ver
dónde trabajaba mi papá, pero esta furgoneta no era
igual. La de la imagen estaba muy destrozada, llena
de agujeros y los cristales rotos. Estaba como medio
tumbada, como si le faltaran las ruedas de uno de sus
lados. Mientras que la reportera seguía hablando, por
la parte de debajo de la imagen salían unos nombres.
 -158-
FRANCISCO
ZARAGOZA
LLUCH
Yo apenas sabía leer, pero sí que pude reconocer uno
de ellos: Francisco Zaragoza. Un rayo cruzó mi cuerpo,
mientras que la presentadora de las noticias decía sin
ningún escrúpulo que, de los ocupantes de la furgone-
ta, uno había fallecido. Que en las noticias de la noche
darían más detalles de lo sucedido. Los nombres pa-
saban una y otra vez sin parar, pero no dijeron quién
era el fallecido. Yo solo pensaba en mi padre. ¿Por qué
salía el nombre de mi padre?
Corrimos escaleras abajo buscando a mi madre, bus-
cando respuestas. No sabíamos lo que pasaba; ella sí,
pero no nos quiso preocupar. Ella estaba en el portal
con un frío que pelaba, sin nada de abrigo, esperando
que alguien le dijera algo, alguna noticia, pero nadie
llegaba. Mi hermano y yo empezamos a contarle los
dos a la vez lo que acabábamos de ver —no nos salían
las palabras—, y entonces a mi madre le resbaló una
lagrima por su mejilla, pero rápido la limpió. No quería
que nos preocupáramos, y no era para menos. Eran
sobre las seis de la tarde, ya era de noche y no había
noticias de ningún tipo.
Volvimos a casa, pero ya no nos dejó poner la televi-
sión, así es que, como pudimos, pasamos el tiempo.
No puedo deciros la hora que sería, pero no nos que-
ríamos ir a la cama sin ver a papá. No hubo manera esa
noche de acostarnos. Todos esperábamos impacien-
temente su llegada y, de repente, tocaron al timbre.
Todos corrimos, queríamos abrirle, que volviera a casa,
darle un beso, un abrazo, que nos contara cómo es-
taba, qué había ocurrido, por qué su nombre había
salido en la televisión.
Mi hermano abrió la puerta, pero mi reacción al ver-
le creo que fue la peor. No le reconocí, ese no era mi
papá, mi papá no se había marchado lleno de sangre,
mi papá no se fue con toda la ropa rota ni sucia y, so-
bre todo, esa no era la cara de mi papá. Y no solo por la
brecha que tenía en la frente, sino porque estaba des-
figurado. Tenía la cara llena de sangre y en su rostro se
podía ver el dolor. Esa sería a partir de ese momento
su cara, su nuevo rostro.
Yo no entendía qué le pasaba y no tenía valor para
acercarme a él, me daba miedo, no quería verlo.
No quería que él me tocara, pero, cuando pasó
un rato, me di cuenta de que, detrás de toda esa
sangre, de todo ese dolor y sufrimiento, estaba mi
papá. Entonces, como cualquier niño, le pedí que
me acostara y me cantara una canción, como ha-
cía siempre. Una canción que, cuando la recuerdo,
se me llenan los ojos de lágrimas, porque, aunque
tuviera esa voz tan masculina, era la persona que
mejor la cantaba. Él sacó fuerzas y me acostó, me
tapó y, después de la canción, me dio un beso.
Ningún beso de mi padre ha vuelto a ser igual; ese
beso fue muy especial, fue el primer beso que me
daba en su nueva vida.
A la mañana siguiente, todo parecía normal. Él me lle-
vó al colegio como si no hubiera pasado nada, como si
fuera un día como otro cualquiera, pero no era así. Ya
eran casi las fiestas de Navidad, esas fiestas que todos,
cuando hemos sido niños, hemos deseado tanto. Yo
no tuve Navidades.
La siguiente vez que lo vi ya fue en Valencia. No lo volví
a ver porque lo llevaron al hospital, y un familiar nues-
tro tuvo que venir a recogernos a mi hermano y a mí,
para que mi madre pudiera empezar sus días de en-
fermera. Sí, enfermera, porque en eso se convirtió. En
nuestra familia tuvimos que pasar las Navidades solos,
cuando todos los demás las pasaban en familia.
Ya nada volvió a ser igual, ya no salíamos a visitar si-
tios nuevos, ya no salíamos a la nieve, se acabó el ir al
parque, el pasar tiempo todos juntos, porque, aun-
que seguíamos juntos, él ya no era igual. Me duele
decirlo, pero mi padre ya no estaba con nosotros,
aunque siguiera allí. Mi padre, la persona que yo más
quiero, solo podía estar sentado retorciéndose de do-
lor, cosa que no ha cambiado mucho. Por las noches
solo se oían las pesadillas de mi padre, se le oía chillar,
se oía gritar y también podíamos oírle llorar, no solo
de dolor físico, porque esos llantos venían de más
adentro. Nunca podremos saber todo el sufrimiento
que tuvo que pasar por culpa de unos… No hay califi-
cación para ellos.
Nadie se puede imaginar lo doloroso que puede lle-
gar a ser ver a tu padre llorar, llorar por todo el daño
que nos había hecho esa gentuza, porque el daño no
solo se lo hicieron a él, nosotros también sufrimos y se-
guimos sufriendo. Intentaron romper nuestra familia,
pero lo único que lograron fue mucho dolor.
Los días pasaban y mi padre no cambiaba, seguía
dolorido. Tanto que hasta un abrazo mío le producía
dolor. ¿Dónde estaba mi padre? Esa persona que se

desvivía por nosotros, que nos amaba con locura, que
nos comía a besos cada vez que nos veía, que lloraba
cada vez que se iba a trabajar por tener la pena de de-
jarnos un mes solos. ¿Dónde estaba? ¿Por qué ya no
era el mismo?
Todo cambió, ya no había alegría, ya no había juegos
ni trucos de magia, ya no salíamos a ningún sitio, por-
que mi padre no podía. Ya no podía hacer todas esas
cosas que solíamos hacer juntos, que tanto nos diver-
tían. No podía ni ayudarnos en los estudios, porque no
solo su cuerpo sufrió, su cabeza también.
Cuántas veces, viendo vídeos que mi padre afortuna-
damente grababa cuando salíamos juntos, le hemos
dicho: ¿Te acuerdas...? ¿Dónde fue…? Esas preguntas,
tan simples para nosotros, para él eran un mundo.
No se podía acordar de nada, ni de cuando éramos
bebés, ni de nuestros primeros pasos, ni de ningún
recuerdo que para nosotros eran esos momentos tan
bonitos y divertidos que habíamos pasado juntos. No
os podéis imaginar lo doloroso que es que tu padre
no se acuerde de los mejores momentos de la vida
de sus propios hijos. Todos esos recuerdos le fueron
arrebatados.
Mi madre tuvo que ponerse a trabajar para sacarnos
adelante. Trabajaba por las noches limpiando un
centro comercial y después en la feria de muestras,
para por el día poder seguir cuidándonos y ejer-
cer de enfermera, una profesión que aprendió por
amor. Sí, el amor que siente hacia mi padre, que era
su paciente, porque nadie nos ayudó. Nadie se pre-
ocupó de preguntar si necesitábamos algo, si nos
encontrábamos bien. Ni siquiera una puñetera feli-
citación por Navidad. Estábamos solos. Mi padre ya
no les servía, era un inútil para ellos. ¿Cómo podían
demostrar tan pocos escrúpulos? ¡Mi padre dio su
vida por ellos! Pero aunque estuviéramos solos, mi
madre supo sacarnos adelante, porque una madre,
aunque no le queden fuerzas, aunque el cansancio
no le deje ponerse en pie, hace lo posible para sacar
las fuerzas necesarias de donde haga falta por su fa-
milia. Y mi madre lo demostró.
Pasaron los meses, los años y crecí. Crecí lo suficiente
para poder comprender todo lo que viví cuando era
pequeña, comprender por qué mi padre ya no volvió
a ser igual, por qué lloraba por las noches, por qué te-
nía pesadillas, por qué no conseguía recordar los más
-159-
FRANCISCO
ZARAGOZA
LLUCH
bonitos recuerdos de nuestra infancia, por qué siem-
pre estaba cansado, dolorido, sin ganas de nada. Ese
domingo, como cualquier domingo de fútbol —algo
normal en nuestras vidas—, cambió la vida de mi pa-
dre y nuestra vida cambió con la suya.
Con los años, me he dado cuenta de que las pe-
sadillas que no dejaban dormir a mi padre eran
producidas por los recuerdos nefastos de aquel día,
que tan solo él puede revivir sin quererlo cada día
de su vida. Que los recuerdos olvidados nunca más
los va a recuperar, pero para eso me tiene a mí, para
volver a contarle y revivir todos esos maravillosos mo-
mentos. Que no volveremos a visitar todos los lugares
maravillosos a los que de pequeña me llevaba. Que
el dolor que tenía, por desgracia, es algo que ha ido
a más. Él no puede dar un paso sin apoyarse en su
bastón, no puede subir escaleras sin apoyarse en un
pasamanos, él ya no sabe lo que es dar un paseo, por-
que a los pocos pasos está dolorido. Que no pudo
volver a jugar con sus hijos en un parque o llevarlos a
la playa, o tan simple como ir a un cine, porque solo
sentía dolor físico. No puede, porque estar más de
media hora sentado es horroroso para él, que no ha
podido mantener en brazos más de dos minutos a
sus nietos recién nacidos, porque el dolor que siente
es como si se le quebrara la espalda. ¡Cómo me hu-
biera gustado, como a cualquier hijo, que su padre
jugara con sus nietos, que es lo más bonito que tiene
un abuelo! Llevarlos al parque, jugar a caballito, cual-
quier cosa que hacen los abuelos, pero él no puede. Y
eso también es por culpa de ellos.
Esta es mi historia, la historia de una niña de sie-
te años, hija muy orgullosa de un policía nacional, a
quien un nefasto domingo 18 de diciembre le arreba-
taron a su padre, al padre que tanto quiero. Y aunque
me devolvieron a mi padre y no se lo llevaron para
siempre, como en otros muchos casos, mi padre ya
no volvió a ser igual.
Ahora, con 35 años, se me da la oportunidad de
contároslo, y os lo agradezco, pues él no es la única
víctima de esta familia. Somos tres más: mi madre,
mi hermano y yo, porque nosotros también sufri-
mos, también lloramos, también nos dolía todo lo
que a mi padre le pasaba, y no podíamos compren-
der por qué le había pasado. ¿Por qué? ¿Por qué lo
hicieron? ¿Por qué nos destrozaron de esa manera
nuestra feliz vida?
ASESINADO POR LOS

GRAPO
1989

José María
SÁNCHEZ MELERO

Los guardias civiles José María Sánchez e Isaac Rodrigo

eran los encargados de vigilar la Delegación de Hacien-
da en Gijón (Asturias) el 28 de diciembre de 1989. Pocos
minutos antes de las doce del mediodía, dos miembros
de los GRAPO entraron en el edificio a cara descubier-
ta, abrieron fuego contra los agentes y, tras salir a toda
prisa, se dieron a la fuga en un coche que previamen-
te habían robado. José María resultó gravemente he-
rido como consecuencia de los disparos (recibió ocho
impactos de bala) y, a pesar de que fue trasladado de
urgencia al Hospital de Cabueñes, los médicos no pu-
dieron salvarle la vida. Tenía 38 años, estaba casado y
era padre de dos hijos. Su compañero Isaac murió en el
acto, ya que los terroristas lo remataron en el suelo para
robarle su arma reglamentaria.

LOS SANTOS INOCENTES
María de los Ángeles López tiene 51 años, aunque oyén-
dola hablar parece tener muchos más, por la sabiduría
y la experiencia que deja entrever en sus palabras. Ella
se define como una persona optimista y capaz de ver
siempre el lado positivo de las cosas. Con una sonri-
sa permanente que inspira confianza, esta asturiana
natural de Langreo nos comenta que, en todo tipo de
situaciones, “hay que ser capaz de centrarse en buscar
soluciones y ver siempre la parte buena de las cosas,
centrarse en construir el futuro y no alimentarse de la
ira y la rabia”. Esta mujer luchadora, madre coraje y so-
lidaria convencida ha dedicado los últimos 20 años de
su vida a hacer todo lo posible para que otras víctimas
no sufran el aislamiento, la soledad y el desamparo
que ella se vio obligada a vivir desde que el 28 de di-
ciembre de 1989 la banda terrorista GRAPO asesinara
a su marido en Gijón.
Una cruel inocentada del destino
José María Sánchez Melero era guardia civil y tenía
38 años aquella mañana de diciembre. Ese día de los
Testimonio de María de los Ángeles López,
viuda de José María Sánchez
Revista Fundación nº 28
(octubre de 2009)
Carolina Couso
Santos Inocentes de 1989, él y su compañero, Isaac
Rodrigo Ranilla, prestaban servicio de vigilancia en la
Delegación de Hacienda de Gijón. Eran días de fiesta,
en plena Navidad, pero también eran días convulsos
en los que los Grupos Revolucionarios Antifascistas
Primero de Octubre (GRAPO) pretendían ejercer pre-
sión mediante huelgas de hambre y altercados, con
el objetivo de conseguir la notoriedad necesaria para
reivindicar la reagrupación de los presos de la banda.
Hacia las doce de esa fría mañana, dos históricos
miembros de este grupo terrorista entraron en la De-
legación de Hacienda de la ciudad y se dirigieron al
puesto en el que prestaban servicio José María e Isaac.
Con aire resuelto, preguntaron algo a los agentes, que
no tuvieron tiempo de reaccionar ante los disparos
que precedieron a su respuesta. Disimulada debajo de
un periódico, cada terrorista llevaba un arma escon-
dida, que no dudaron en utilizar contra los guardias
civiles. Como consecuencia de estos disparos, Isaac
Rodrigo Ranilla falleció en el acto, mientras que José
 -162-
JOSÉ MARÍA
SÁNCHEZ
MELERO
En todos estos años, he vivido momentos muy duros,
porque el dolor de cualquier víctima es el mío propio.
Todas nuestras experiencias son iguales y entiendo
perfectamente su sufrimiento y su dolor
María Sánchez Melero fue trasladado de urgencia al
Hospital de Cabueñes con ocho impactos de bala.
Mientras, los terroristas consiguieron darse a la fuga en
un coche robado.
Cuando sonó el teléfono ese mediodía, Ángeles esta-
ba en casa con sus dos hijos, que se encontraban de
vacaciones. “Los compañeros de mi marido me dijeron
que acababa de haber un atentado en la Delegación
de Hacienda, donde estaba José María, y lo primero
que pensé era que se trataba de una cruel inocenta-
da. No me lo podía creer. ¿Un atentado en Gijón? Eso
era imposible”. Eran los duros “años de plomo”, en los
que la sociedad veía impasible cómo el terrorismo
acumulaba víctimas inocentes, sobre todo entre los
miembros de la Guardia Civil y la Policía destinados
en el País Vasco. Ángeles reconoce que no podía creer
que algo así hubiera sucedido en Asturias: “Cuando
colgué el teléfono y me fui al Hospital, aún seguía sin
poder creérmelo. Al llegar, me dijeron que José había
muerto, pero hasta que no lo vi no me lo acabé de
creer”. En ese momento, Ángeles, rota por el dolor, ya
era consciente de que le esperaban momentos muy
difíciles. “Volví a casa y me enfrenté como pude a la
difícil tarea de explicarles a mis hijos lo que le había
pasado a su padre”.
Empezando una nueva vida
Aquella mañana supuso el final de la vida que hasta
entonces había conocido Ángeles. Se había enamo-
rado muy joven de José María, que era natural del
pueblo asturiano de Panes, y se había casado con él
cuando tan solo tenía 20 años. Ahora, con 31, ya era viu-
da y tenía dos hijos, de siete y nueve años, de los que
hacerse cargo en solitario. “Fueron años muy difíciles,
en los que aprendí que en la vida había que luchar por
todo. La gente de mi entorno no estaba acostumbra-
da al dolor de las víctimas del terrorismo y todos los
que estuvieron a nuestro lado en un primer momento
iban rehaciendo su vida, y nosotros teníamos que se-
guir adelante también”. Esta familia no sintió ningún
apoyo institucional en un primer momento, y el entor-
no más cercano a sus hijos tampoco propiciaba que la
herida cicatrizara con rapidez. “En el colegio, los niños
habían visto lo que le había pasado a José María por
la tele y se lo contaban a mis hijos, que se iban ente-
rando así de los detalles más dolorosos”. La crueldad
inocente de los niños.
En aquel momento, Ángeles decidió armarse de co-
raje y valor, olvidarse del dolor y centrarse en lo más
importante para ella: sus hijos. Para propiciarles un
entorno apropiado y en el que poder comenzar de
nuevo, decidió romper con su antigua vida. “Por mis
hijos, empecé a trabajar, algo que fue muy duro por-
que tenía que estar sin ellos muchas horas. Me saqué
el carné de conducir y nos cambiamos de casa. Todos
estos cambios nos vinieron muy bien, porque empe-
zamos a ilusionarnos con detalles pequeños, como la
decoración de sus habitaciones”.
Solidaridad con las víctimas
Aunque lentamente, pasaban los meses y la vida de
Ángeles seguía llenándose de cambios y novedades.
“Recuerdo que fui a Madrid y conocí a Ana María Vi-
dal-Abarca, que era la presidenta de la Asociación
Víctimas del Terrorismo. Me pidió que esa Navidad
le echara una mano repartiendo juguetes entre los
niños víctimas del terrorismo de Asturias. Desde en-
tonces, no he dejado de ayudar en la medida de mis
posibilidades”.
Ángeles no puede olvidar el desamparo que sufrió
después del atentado que le costó la vida a su marido,
por lo que decidió ocupar el poco tiempo libre que
su trabajo y sus hijos le permitían en ayudar a otras
víctimas. “En todos estos años, he vivido momentos
muy duros, porque el dolor de cualquier víctima es el
mío propio. Todas nuestras experiencias son iguales
y entiendo perfectamente su sufrimiento y su dolor”.

Gijón fue el escenario del atentado en el que murieron José María Sánchez y su compañero Isaac Rodrigo
Pero esta mujer hace gala de su eterno optimismo y
reconoce que es grato comprobar cómo los tiempos
han ido cambiando: “Antes la sociedad no entendía a
las víctimas. No entendía nuestro dolor ni las secuelas
y los problemas a los que teníamos que enfrentar-
nos. Esto hacía que se distanciara de nosotros, y esa
soledad es muy dura y difícil de superar. Afortunada-
mente, ahora parece que las cosas están cambiando
y la sociedad nos comprende y nos apoya, sufre con
nosotros y se ha vuelto mucho más solidaria”.
Para Ángeles, es importante sentir el apoyo y el re-
conocimiento que en otras épocas se les negó a las
víctimas. “Por eso, creo que es importante mantener
viva la memoria de todos los que han perdido su vida
por defender la libertad. Creo que es justo que se
mantenga vivo su recuerdo”.
Preocupaciones de madre
A medida que sus hijos fueron creciendo, Ángeles vio
que sus preocupaciones iban cambiando. Así, al cabo
de los años, tanto su hija como su hijo decidieron mar-
charse a estudiar a Madrid, al Colegio de Huérfanos de
la Guardia Civil. Pasaron allí muchos años formándose
y estudiando. También fue allí donde su hijo descu-
brió su vocación, siguiendo los pasos de su padre en la
-163-
JOSÉ MARÍA
SÁNCHEZ
MELERO
Benemérita. “Recuerdo que me llamó un día, cuando
tenía 16 años, y me dijo que cuando acabase los estu-
dios iba a ser guardia civil. Reconozco que para mí fue
difícil de aceptar, porque una madre siempre vela por
la seguridad de sus hijos y siempre tiene el instinto de
separarlos de cualquier peligro, pero también es cierto
que con el tiempo me he dado cuenta de que mi hijo
es muy feliz en su trabajo, y eso hace que yo también
lo sea. Ahora ya me he resignado y estoy muy orgullo-
sa de mis dos hijos”. Y también de su nieto, quien ha
llenado de ilusión la vida de esta asturiana.
La hija de Ángeles también soñaba con vestir el uni-
forme verde de la Guardia Civil, pero el destino quiso
que fuera imposible, porque a raíz del atentado su-
frió diferentes problemas de salud que derivaron en
una dolencia severa de espalda, que le impide llevar
a cabo las pruebas físicas que exige el ingreso en la
Benemérita. Aun así, Ángeles dice sentirse muy orgu-
llosa de ella: “Siempre me ha demostrado que es una
persona muy fuerte, capaz de afrontar las situaciones
difíciles que se ha ido encontrando en la vida”. Debe
de ser un don genético el de esta familia, que, como el
ave Fénix, es capaz de renacer de sus propias cenizas
y ver siempre el lado positivo de las cosas. Toda una
lección de bondad y solidaridad.
HERIDO POR

ETA
1990

Isidro
VILLALIBRE TURRADO

El policía nacional Isidro Villalibre estaba destinado en

A Coruña, pero a finales de 1990 fue enviado temporal-
mente a Bilbao. El 18 de noviembre, recibió la orden de
ir a Santurtzi junto a otros compañeros, para garanti-
zar la seguridad de un partido de fútbol. Finalizado el
encuentro, los agentes se disponían a regresar a Bilbao
cuando ETA hizo explotar una bomba al paso del convoy
policial. La explosión impactó de lleno en la furgoneta
en la que viajaba Isidro, que resultó gravemente herido
y tuvo que ser hospitalizado, al igual que su compañero
Antonio Suárez. Peor suerte corrieron los agentes José
Francisco Hernández y Daniel López, que fallecieron
en el acto. En el momento del atentado, Isidro tenía 33
años, estaba casado y era padre de una niña, y su mujer
estaba embarazada de su segunda hija.

“LA VIDA ME DIO
UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD”
En el mismo coche que Isidro, viajaban otros tres compañeros, dos de los cuales
no tuvieron la suerte de sobrevivir a la explosión
Isidro Villalibre Turrado nació en León hace ahora 53
años, aunque ha pasado la mayor parte de su vida en
Galicia, cerca del mar que tanto le gusta y en el que
disfruta de su tiempo libre pescando o, simplemente,
mirando al horizonte, buscando la tranquilidad que un
día intentaron robarle.
Al hablar con Isidro, en seguida nos damos cuenta
de la paz interior y la tranquilidad que transmite, de
su fortaleza y vitalidad, fruto de sus vivencias y, se-
guramente, de sus reflexiones. Pero, sobre todo, nos
sorprende su optimismo, ya que es capaz de recordar
con templanza y nitidez el atentado que sufrió en pri-
Testimonio de Isidro Villalibre
Revista Fundación nº 36
(septiembre de 2011)
Carolina Couso
mera persona hace ahora 21 años, pero con la vista
puesta en el horizonte, en todos los proyectos pen-
dientes y futuros que la vida le ha brindado en forma
de segunda oportunidad. Consciente de su suerte, Isi-
dro es claro: “No quiero perder ni un minuto más de
mi vida. He tenido mucha suerte en seguir viviendo y
quiero aprovecharlo. Se lo debemos a los que no han
tenido esta segunda oportunidad”.
El día que todo cambió
En noviembre de 1990, la vida de Isidro cambió
para siempre. Por aquel entonces, tenía 33 años y
estaba destinado en la Unidad de Intervención de
 -166-
ISIDRO
VILLALIBRE
TURRADO

No quiero perder ni un minuto más de mi vida.

He tenido mucha suerte en seguir viviendo y quiero
aprovecharlo. Se lo debemos a los que no han tenido
esta segunda oportunidad

la Policía Nacional en A Coruña. Esta Unidad de Re-
serva o Intervención era la encargada de apoyar a
otras unidades y destacamentos a lo largo de toda
la geografía española, por lo que no era extraño
que su personal realizase desplazamientos fre-
cuentes. Así, a primeros de ese mes de noviembre,
esta unidad había recibido órdenes de desplazarse
al País Vasco, a Bilbao, para prestar apoyo durante
unas semanas en cuantos operativos fueran nece-
sarios. “Se trataba de ayudar en lo que pudiéramos
durante unos 15 días”. Poco ante de que terminase
el operativo y la Unidad de Reserva pudiera regre-
sar a su base en Galicia, se le encomendó la misión
de prestar servicio de seguridad en un partido de
fútbol en la vizcaína localidad de Santurce. Nadie
podía imaginar entonces lo que este traslado iba a
suponer en sus vidas.
El 18 de noviembre de 1990, 15 minutos después de
la una de la tarde, Isidro y sus compañeros de unidad
ya habían terminado el operativo y se encontraban
preparando su regreso al acuartelamiento de Bilbao
cuando el “comando Vizcaya” de ETA accionó el sis-
tema detonador de una bomba, compuesta por 100
kilos de amosal y 200 de tornillería, que previamente
había sido colocada en el interior de una camioneta
Pegaso, similar a las utilizadas para el reparto de bom-
bonas de butano.
Los terroristas hicieron estallar el dispositivo justo
en el momento en que pasaban por la zona dos
furgonetas del Cuerpo Nacional de Policía. En el
primer vehículo policial viajaban cuatro agentes
de la Unidad de Reserva de A Coruña, y el desti-
no quiso que fuera alcanzada de lleno por la onda
expansiva. “Solamente recuerdo un ruido muy leja-
no —nos comenta Isidro—. Luego, no me enteré de
nada hasta que vinieron a sacarme de debajo de los
escombros. Tenía el brazo y la pierna derechos des-
trozados, y sentía que algo me quemaba”. Isidro fue
trasladado inmediatamente al Hospital de Cruces,
en Baracaldo.
Instalado ya en su habitación del Hospital, fue cuando
Isidro tomó conciencia de qué les había pasado. No
habían sido víctimas de un accidente fortuito, sino de
un atentado terrorista. “Siempre fui consciente del ries-
go que tenía mi profesión, sobre todo en el País Vasco.
Pero nunca pensé que pudiera ser víctima de un aten-
tado. Yo creía que era una cuestión de probabilidades
y por eso las víctimas siempre eran compañeros que
llevaban muchos años destinados en el País Vasco.
Aquel día, me di cuenta de que cualquiera puede ser
víctima del terrorismo. Es una cuestión de azar”.
En el mismo vehículo que Isidro viajaban otros tres
compañeros, dos de los cuales no tuvieron la suerte
 -167-
ISIDRO
VILLALIBRE
TURRADO

Estamos obligados a recordar a los que ya no están,

a no dejar que muera su recuerdo, pero yo no puedo
vivir pensando constantemente
en lo que me ocurrió aquel día

de sobrevivir a la explosión. Eran José Francisco Her-
nández Herrera, de 34 años, y Daniel López Tizón, de
40 años, ambos casados y padres de dos hijos. Falle-
cieron prácticamente en el mismo momento de la
detonación. “Yo tuve mucha suerte, por eso tengo
que mirar adelante y vivir la vida. Mis compañeros no
tuvieron la misma suerte que yo, así que tenemos el
deber de recordarles y de aprovechar la oportunidad
que ellos no tuvieron”. El cuarto agente que viajaba
en el vehículo policial era Antonio Suárez Bujía, quien
también sufrió heridas de gravedad y fue trasladado
al Hospital de Cruces.
Una larga recuperación
Tras varios días ingresado en el Hospital de Cruces,
Isidro pidió el traslado a A Coruña, ya que su mujer
estaba embarazada de siete meses y no podía des-
plazarse para estar con él. Después de 15 días más
de hospitalización en Galicia, fue dado de alta y co-
menzó un largo periodo de rehabilitación, que se
prolongó durante más de un año y medio. “Tenía el
brazo y la pierna destrozados, y el oído afectado por
la explosión, pero lo que más me preocupaba era el
ojo derecho, porque tenía la córnea dañada y creía
que iba a perder la vista”. Isidro perdió audición, aun-
que recuperó prácticamente la totalidad de la visión,
pero le han quedado numerosas secuelas físicas que
le impidieron seguir trabajando.
A Isidro no le gusta hablar de las dif icultades que
seguramente tuvo que vivir. Tampoco quiere rela-
tarnos el suf rimiento que su estado le ocasionó a
su familia. Isidro se refugia en su optimismo per-
manente y se limita a decirnos que tuvo mucha
suerte y que no quiere mirar hacia atrás, que eso
no sería justo ni para él ni para su familia. “Estamos
obligados a recordar a los que ya no están, a no de-
jar que muera su recuerdo, pero yo no puedo vivir
pensando constantemente en lo que me ocurrió
aquel día”.
Después de una interminable rehabilitación, Isidro
ya no pudo volver a vestir el uniforme de la Policía.
El atentado había destrozado el proyecto de vida
que se había planteado para él y su familia. “Un tri-
bunal médico me declaró no apto para el servicio
con 34 años, y me promovieron para la jubilación.
Desde entonces, mi único proyecto en la vida es vi-
virla”. Vivir la vida en compañía de su mujer, cuyo
apoyo fue fundamental en su recuperación, y sus
dos hijas. Y por supuesto, tener tiempo para ir al
mar. De este modo, hace años que el barco de Isi-
dro puso rumbo a una nueva vida, mecido por la
suave brisa del amor hacia sus hijas y su mujer, y
tratando de estar atento a cualquier señal de pe-
ligro que los faros costeros puedan anticipar, para
evitar nuevas tormentas.
HERIDO POR

ETA
1991

Pedro Samuel
MARTÍN GARCÍA

Pedro Samuel Martín tenía 25 años y había seguido los

pasos de su padre al ingresar en la Guardia Civil. Esta-
ba destinado en San Sebastián cuando, el 16 de marzo
de 1991, tras comer junto a tres compañeros en un res-
taurante, se montó con ellos en un coche. Se dirigían al
cuartel de Intxaurrondo, pero miembros del “comando
Donosti” de ETA vigilaban sus movimientos desde el cer-
cano Cementerio de Polloe y, a su paso, activaron una
bomba que hizo saltar por los aires el vehículo. Como
consecuencia de ello, uno de los guardias civiles, Luis
Aragó, falleció en el acto, mientras que los demás resul-
taron gravemente heridos. También resultaron heridos
dos transeúntes, padre e hijo, que pasaban por el lugar
donde explotó la bomba. Pedro Samuel tuvo que ser
operado de urgencia, pero pudo salvar la vida.

“HABLAR CON OTRAS VÍCTIMAS
ME HA SERVIDO DE TERAPIA
En el atentado perdió la vida su compañero Luis Aragó Guillén
Corría el año 1988. Pedro Samuel Martín García cum-
plía uno de sus sueños desde niño: seguir los pasos de
su padre e ingresar en la Guardia Civil.
Tras formarse en la Academia, Pedro pasa a la primera
unidad que se crea de los Grupos Rurales de Segu-
ridad (GRS), en Madrid. En mayo de 1990, un joven e
ilusionado Pedro Samuel llega a San Sebastián para
realizar un curso de orientación en la Comandancia de
Inchaurrondo. Se adapta perfectamente a la vida en
el País Vasco, aunque es consciente del acoso que su-
Testimonio de Pedro Samuel Martín García
Revista Fundación nº 44
(septiembre de 2013)
Carolina Couso
fre la Benemérita en esos años, por lo que extrema las
precauciones y se relaciona fundamentalmente con
otros compañeros. La vida transcurre tranquilamente
para este joven, que por entonces contaba 25 años,
y solicita reincorporarse al GRS al terminar el curso.
“Probablemente, en mayo de ese año me volverían a
destinar a Madrid, donde se vivía mucho más tranqui-
lo”. Pero la vida tenía para él otros planes.
El 16 de marzo de 1991, el destino se interpuso de forma
drástica en la vida de cuatro jóvenes guardias civiles.
 -170-
PEDRO SAMUEL
MARTÍN
GARCÍA

Aquel sábado, el salmantino Pedro Samuel Martín, jun-
to a tres compañeros, comía en el barrio donostiarra de
Eguía, antes de dirigirse a la Comandancia de Inchau-
rrondo. Así, al terminar el almuerzo, se montaron los
cuatro en el Ford Escort blanco de Pedro Samuel.
Varios miembros del “comando Donosti” de la banda
terrorista ETA estaban esperando el paso del vehículo.
Ironías de la vida. Los terroristas acechaban desde el
cementerio cercano de Polloe para causar la muerte a
los jóvenes guardias civiles. A las 15.55 de esa tarde de
sábado, la vida de estos amigos y compañeros cam-
biaría para siempre.
Ayuda de los compañeros
“Tras el impacto inicial, salté como pude del coche, lo
que me provocó quemaduras en la parte derecha del
cuerpo. Vi a un policía local y recuerdo que le pedimos
ayuda, porque en aquel momento solamente podía-
mos pensar en que nos iban a rematar. No sé si es que
se quedó petrificado al vernos, pero el policía fue inca-
paz de echarnos una mano”. A los pocos minutos de

Una bomba accionada a distancia al paso del coche

de Pedro provocó la muerte del guardia civil Luis Ara-
gó Guillén, de 28 años, quien viajaba como copiloto
aquella fatídica tarde. Además, el impacto causó he-
Tras el impacto inicial,
ridas a sus tres compañeros y dos transeúntes (padre salté como pude del coche,
e hijo). “Lo recuerdo todo a cámara lenta —nos relata
Pedro Samuel—. Vi un destello blanco y el coche salió
lo que me provocó
despedido unos 30 metros”. quemaduras en la parte
derecha del cuerpo.
La bomba, compuesta por ocho kilos de explosivo y
metralla, había sido colocada, según testigos, por dos Vi a un policía local
personas jóvenes pocos minutos antes de la explosión. y recuerdo que le pedimos
Probablemente, los autores del atentado vigilaron a
los guardias civiles en el lugar en el que los agentes ayuda, porque en aquel
estuvieron almorzando, y esperaron en las cercanías al momento solamente
paso del vehículo.
podíamos pensar en que
El cabo primero Luis Aragó Guillén, natural de la locali- nos iban a rematar.
dad zaragozana de Murero, falleció prácticamente en
el acto al quedar atrapado entre los hierros del coche.
No sé si es que se quedó
El resto de ocupantes resultaron heridos. Eran Miguel petrificado al vernos,
Ángel García Morillas, de 23 años, y José Carlos Casillas
Hernández, de 21 años, primo de Pedro Samuel y natu-
pero fue incapaz
ral de Cerezo de Abajo (Segovia). de echarnos una mano

Reconozco que,
para mí, fue fundamental
el apoyo de otras víctimas.
De hecho, al regresar
a Salamanca, un grupo
de viudas por terrorismo
se pusieron en contacto
conmigo para prestarme
su apoyo. Hablar con gente
que había pasado
por una situación parecida
me ayudaba y me servía
de terapia
haber explotado la bomba, Pedro Samuel recuerda
con nitidez cómo un Volkswagen Golf se acercó a toda
velocidad hasta donde ellos se encontraban. Eran unos
compañeros de la Comandancia de Inchaurrondo que,
al escuchar la detonación, acudieron en su auxilio.
Pedro fue trasladado de urgencia a la Clínica del Pilar,
donde a los pocos minutos entraba en quirófano. Le
quedarían secuelas de por vida. “Recuerdo que, al salir
de la cirugía, fue cuando nos informaron de la muerte
de Luis. Fue desolador”.
A la misma hora, el padre de Pedro Samuel estaba de
servicio en la localidad salmantina de Macotera cuan-
do se enteró de que había habido un atentado en San
Sebastián. Las informaciones en un primer momento
fueron confusas. “Incluso le dijeron a mi padre que
había fallecido el conductor de mi coche…”. Por eso,
Pedro decidió llamar por teléfono a su casa en cuanto
salió de quirófano. “Así, al menos, los tranquilizaba: su
hijo estaba vivo”.
-171-
PEDRO SAMUEL
MARTÍN
GARCÍA
Heridas físicas y psicológicas
Cuando hablamos sobre la vida después del aten-
tado, Pedro nos relata el calvario que para él supuso
reponerse tanto de las heridas físicas como de las psi-
cológicas. “Eran años de mucha actividad terrorista,
y era muy difícil no recordar aquello cada vez que se
producía un nuevo atentado”. La vitalidad y la fortaleza
de Pedro fueron esenciales para superar los momen-
tos difíciles.
“Reconozco que, para mí, fue fundamental el apoyo
de otras víctimas. De hecho, al regresar a Salamanca,
un grupo de viudas por terrorismo se pusieron en con-
tacto conmigo para prestarme su apoyo. Hablar con
gente que había pasado por una situación parecida
me ayudaba y me servía de terapia”. Con los años, el
espíritu altruista y la vocación de servicio de este guar-
dia civil, hoy retirado, le llevaron a colaborar con varias
organizaciones de ayuda a las víctimas del terrorismo.
“Cuando yo sufrí el atentado, no existía en la sociedad
mucha sensibilidad hacia las víctimas. No muchas
personas se mostraban muy sensibles hacia nosotros”.
Hoy Pedro lo tiene claro, y la vitalidad con la que afron-
ta el día a día es su forma de celebrar esta segunda
oportunidad que el destino le brindó aquel 16 de mar-
zo, hace 22 años. Además, el apoyo constante de sus
padres y amigos le ha dado la fortaleza necesaria para
superar los malos momentos. Con el paso de los años,
Pedro ha encontrado en sus dos hijos, de 11 y 15 años,
una ilusión renovada en la vida. “Ellos son mi motor
para levantarme cada día”.
Además, la vocación de servicio público que Pedro
Samuel demostró al ingresar en la Guardia Civil sigue
vigente hoy en día mediante su trabajo como alcalde
de la pequeña localidad salmantina de Carbajosa de
la Sagrada.
HERIDA EN EL MISMO ATENTADO EN EL QUE RESULTÓ
TAMBIÉN HERIDA SU MADRE, MARÍA JESÚS GONZÁLEZ GUTIÉRREZ

ETA
1991

Irene
VILLA GONZÁLEZ

Involuntariamente, Irene Villa se convirtió durante déca-

das en un símbolo de la brutalidad de la banda terro-
rista ETA. Solo tenía 12 años cuando, el 17 de octubre de
1991, una bomba lapa adosada a los bajos del coche de
su madre, María Jesús González, funcionaria de la Direc-
ción General de la Policía, las dejó a las dos salvajemen-
te mutiladas. Irene perdió las dos piernas y varios dedos
de una mano, mientras que su madre perdió una pier-
na y un brazo. La propia Irene cuenta que, al descubrir
que no tenía piernas, sus gritos se escucharon en todo el
hospital. Fue su madre quien le dio la clave para poder
seguir adelante: debían vivir como si hubieran nacido
así en lugar de odiar a quienes habían intentado matar-
las. Irene ha escrito varios libros, entre ellos Saber que se
puede, en el cual narra su experiencia.
 Entrevista a Irene Villa
Revista Fundación nº 9
(diciembre de 2004)

“HASTA QUE NO PERDAMOS EL MIEDO

NO SE ACABARÁ EL TERRORISMO”

Alberto Fernández

Irene Villa ha madurado, se ha hecho mayor. Ahora es

una joven mujer muy activa. Está a punto de terminar
dos de sus tres carreras universitarias y acaba de pu-
blicar su primer libro, Saber que se puede. A sus 25
años, Irene le pide a la sociedad “que no tenga miedo,
porque hasta que no superemos el miedo no se acaba
el terrorismo”.

Nació el 21 de noviembre de 1978 en Madrid, aunque

ella misma insiste en que su vida “empezó el día del

atentado”, en el que resultó herida junto con su insepa-
rable madre, María Jesús González. Obtuvo el título de
Comunicación Audiovisual en el año 2000. Ese mismo
año se matriculó en Psicología y al año siguiente en
Humanidades, y está a punto de licenciarse en ambas.
No para de hacer cosas. Trabaja, estudia, viaja cuando
puede, disfruta de la compañía de sus amigos y hace
deporte. “Incluso he aprendido a esquiar y me encan-
ta”, apunta con orgullo.
La verdad es que Irene está siempre ocupada, porque
todos los que han estado a punto de morir, confiesa,
están “demasiado preocupados por no perder el tiem-
po”, tratan de “querer abarcarlo todo, tratarlo todo,
viajar, estudiar, subir, bajar, conocer…”. De hecho, los
días que Irene no tiene nada programado no para de
leer y de buscar actividades para no estar parada. “Es
un ansia la que tengo”, dice.
Irene ha hecho entrevistas para revistas, ha trabajado
en documentación… Pero lo que más le gusta es la ra-
dio. “He estado tres años en Radio Nacional de España,
con Nieves Herrero. Pero Nieves se fue y se acabó mi
colaboración”, comenta con cierta tristeza. Sin embar-
go, Irene siguió trabajando y escribiendo. La niña ha
madurado. Fruto de todo ello es su libro Saber que se
Juanjo Santacana
puede, de cuyo contenido y de otras muchas cosas
más hablamos en esta entrevista.
Irene nos recibe en su casa y nos enseña sus rincones
favoritos, su lugar de trabajo, sus fotos y regalos pre-
feridos, mientras nos acompañan parsimoniosamente
dos perros y un gato que conviven como si fueran her-
manos de la misma raza. En esa casa, ni los “enemigos”
naturales del reino animal mantienen el más mínimo
enfrentamiento. Allí, un perro y un gato comparten es-
tancia, cama y comida
¿Cuáles son sus planes para el futuro?
Me gustaría dedicarme a la psicología para ayudar a la
gente a ser feliz y, a lo mejor, también colaborar en al-
gún programa de radio, para poder ayudar a muchos
más pacientes de los que puedo tener en una consulta.
¿Cuándo decidió escribir un libro?
Empecé el día que cumplí los 25 años, después de una
etapa de cambios que relato en el propio libro. Esa
 -174-
IRENE
VILLA
GONZÁLEZ
etapa me hizo madurar, porque antes no había llega-
do a valorar lo que era la felicidad. Lo cierto es que, tras
un bache, me di cuenta de que mucha gente puede
sufrir depresiones en la vida. Entonces decidí escribir
para esa gente que necesita ayuda.
¿Qué quiere transmitir?
Sobre todo felicidad, porque se puede superar un
atentado, cualquier desgracia o cualquier dificultad
que tenemos en la vida.
¿Cómo se puede superar?
Pues con mucho optimismo, con muchas ganas de
salir adelante, porque todo está en uno mismo. No
podemos depender de nadie, no debemos tener de-
masiado apego a personas y a cosas. Hay que buscar
lo mejor que hay dentro de uno mismo.
¿Ha reflejado su infancia y a su familia en el libro?
Sí. La verdad es que era obligado. No quería en un
principio contar mi biografía en el libro, pero era ne-
cesario. Yo sabía que eso era un reclamo para que lo
leyera la gente. Yo sabía que tenía que contar también
el atentado. Pero la historia del libro no era relatar el
atentado, era hablar del terrorismo, del problema del
País Vasco, y al mismo tiempo contar que se puede
ser feliz.
¿Qué papel ha desempeñado su familia?
Muy importante. Porque son los que me han dado la
educación. Porque, a pesar de mi optimismo y cons-
tancia, ha influido la educación que he recibido en
valores, en honestidad. Me enseñaron a convivir con
los demás, a compartir. No sé, cosas que se están per-
diendo ahora. También recuerdo lo que me aportaron
en el colegio las monjitas irlandesas. Ellas me enseña-
ron a dar, a ser buena persona. Me inculcaron valores
que se van perdiendo…
¿Cuál ha sido la aportación de su hermana a la
familia, teniendo en cuenta que ella sufrió de otra
manera lo que pasó?
Virginia, mi hermana, tiene su capítulo en mi libro. A
ella y a otras víctimas como ella va dedicado ese capí-
tulo, porque su forma de vivir el terrorismo es todavía
más dura. Recuerdo que mi madre y yo estábamos
cada una en un hospital y teníamos la obligación o
el compromiso de recuperarnos. Teníamos a toda la
gente a nuestro alrededor para ayudarnos a ello. Sin
embargo, mi hermana se encontró sola, sin su madre,
sin su hermana, y era una víctima que no tenía ni apo-
yos psicológicos ni nadie a su lado.
¿Qué tal está Virginia ahora?
Pues muy bien. Aunque puedo decir que no ha estado
muy bien hasta después del 11 de Marzo, porque tras
los atentados pudo ver a las familias de las víctimas de
los trenes y pudo solidarizarse y compartir su dolor. Ahí
expulsó su rabia y su dolor.
¿Por qué ha titulado el libro Saber que se puede?
Porque es el título que mejor lo define. Creo que hay
mucha gente que no sabe que se puede. Eso les des-
motiva. Y yo quiero provocar todo lo contrario. Por eso
el título, inspirado en la canción de Diego Torres, que
me encanta.
¿Cuándo sintió Irene Villa que podía?
La verdad es que enseguida. Yo nunca he necesitado
apoyo psicológico ni leer un libro que me ayudara a
superarlo. Sin embargo, este libro es para gente que
no lo sabe. Yo, por mi afán de superación, por mi opti-
mismo, siempre he sabido que podía. De hecho, hasta
mi propia minusvalía no ha significado nada en mi
vida. Yo he hecho piragüismo, bicicleta, esquí, buceo, y
nunca me he parado a pensar en mi minusvalía.
¿Una joven como usted qué le pide a la sociedad?
Que no tenga miedo, porque hasta que no superemos
el miedo no se acaba el terrorismo. Y que se posicione
contra el terrorismo y a favor de la paz. Con la unión de
todos es la única forma de acabar con el terrorismo.
¿Y qué les dice a los terroristas?
Que se lean mi libro. Aunque no lo harán, porque
cuento muchas verdades y muchas mentiras…
Cuento la mentira sobre la que se asientan los na-
cionalismos, sobre la que se asienta el terrorismo…
Porque ni España es un estado opresor ni ellos eran
un imperio al que le hemos quitado su espacio. Al
revés, los terroristas son una panda de incultos y sec-
tarios, que solo se creen lo que les dicen los locos
que los exaltan. Me gustaría que leyeran mi libro y
que se culturizaran.
¿Cree que es bueno que las víctimas del terroris-
mo estén unidas en asociaciones, colectivos…?
Por supuesto que sí. Las víctimas nos tenemos que
ayudar. Y sobre todo, tenemos que tener en cuenta
que la unión hace la fuerza.

¿Qué le pide a la Justicia?
Pues eso, justicia. Que los terroristas cumplan sus
penas íntegras. Quizá fui injusta en el libro, porque
acababa de vivir el 11 de Marzo y estaba enrabietada y
llegué a escribir que en mi país nunca hay justicia, que
los terroristas salen enseguida de la cárcel… Y la verdad
es que me arrepiento. Es lo único que cambiaría de mi
libro. Pero sigo pidiendo que se cumplan las penas y
que no se retroceda ni un paso. Se lo pido al Gobierno,
me da igual que sea del PP o del PSOE porque soy
apolítica, que no retrocedamos. Me da miedo que se
reagrupe a los presos.
¿Cuál es el mayor acierto y el mayor reproche que
les puede hacer a los medios de comunicación en
relación con el tratamiento que han dado al terro-
rismo y a las víctimas?
Agradecerles que estén pendientes de nosotros, aun-
que creo que la actitud ha cambiado mucho a raíz de
los atentados del 11 de Marzo. Me parece que enton-
ces todo el mundo dio el protagonismo a las víctimas,
pero antes del 11-M los medios no hacían tanto hinca-
pié en las víctimas, nos tenían en un segundo plano y
se olvidaban más de las viudas y de los huérfanos.
¿Se ha sentido incomprendida?
Yo no. Tengo que reconocer que mi caso ha sido un
caso aislado, privilegiado. He tenido en torno a mí a
todo el mundo. Pero sí es verdad que ha habido mu-
chas víctimas incomprendidas, sobre todo en el País
Vasco, que han padecido en soledad su silencio y, en-
cima, convivir teniendo cerca a los asesinos. Esa gente,
que yo conozco, calla y tiene miedo. Por eso les pido
que dejen el miedo a un lado.
¿No cree que estas personas a las que alude son
ahora más comprendidas por la sociedad?
Creo que sí, porque la sociedad está despertando cada
día más ante el terrorismo y cada vez hay más apoyo a
las víctimas, sobre todo, insisto, después del 11 de Mar-
zo, aunque ya se inició este cambio tras el asesinato de
Miguel Ángel Blanco. Hoy cada fin de semana hay un
homenaje a las víctimas, en todos los pueblos y ciuda-
des de toda España quieren rendirnos homenaje.
¿Y usted dedica más tiempo a las otras víctimas?
Yo reconozco que, también a partir de los atenta-
dos del 11-M, estoy dedicando más tiempo a ayudar
a todas las víctimas. Porque ha sido particularmente
doloroso y sangriento. De hecho, empecé a escribir el
-175-
IRENE
VILLA
GONZÁLEZ
libro en noviembre del año pasado y lo que trataba era
optimista, un argumento de superación, pero a mitad
del libro tuvieron lugar los atentados del 11-M y el libro
se hizo pesimista.
¿Ha ayudado a las víctimas del 11-M?
Sí, estuvimos en Ifema tras los atentados y luego en
los hospitales.
¿Cómo fue su experiencia en los hospitales?
Pues la verdad es que muy buena, porque hablaba
con los heridos en sus camas y, cuando yo les ense-
ñaba lo que tenía, se daban cuenta de que ellos no
tenían casi nada. Se les iluminaba la cara, era como ver
una luz al final del túnel. Más de uno me decía: “Me has
abierto los ojos, no tengo por qué estar triste, porque
al final me podré recuperar”.
¿Mantiene todavía alguna relación con ellos?
Sí, mantengo varias. Por ejemplo, con Laura, una chica
que también perdió una pierna y que salvó la vida por-
que una persona la cogió en brazos y la trasladó a un
centro sanitario. También tengo contacto con Raquel,
otra chica que tiene una lesión medular y que está en
el hospital de Toledo.
¿Qué sintió al despertarse el 11 de Marzo?
Fue el día más terrible de mi vida. Sentí una desespe-
ranza increíble, la verdad es que me hundí. Y eso que
soy una persona muy optimista, pero aquel día solo
quería dormirme. Mi madre estaba igual. Lloraba. En-
tonces recordé lo que me dijo mi padre en el hospital:
“Irene, si te caes tú nos caemos todos”. Y ese recuerdo
fue el que me devolvió a la realidad y me llevó a tratar
de ayudar a las víctimas del 11-M.
¿Odia a los terroristas?
No. Creo que ese es el primer paso para ser feliz. Y
para no odiar, el principal ingrediente es pensar que
tu vida ha cambiado, pero que no hay nadie detrás.
Como pienses que alguien te ha querido matar es
cuando odias. Entonces, yo decidí que mi vida em-
pezaba el día del atentado y que había vuelto a
nacer. Y ya está.
¿Y les perdona?
Por supuesto. Por eso mismo, porque no pienso
que haya alguien detrás de esto. Entonces, les per-
dono para vivir, porque creo que es la única forma
de ser feliz.
ASESINADO POR

ETA
1992

José
SAN MARTÍN BRETÓN

José San Martín, natural de La Rioja, tenía 48 años, esta-

ba casado y era padre de dos hijos. El 25 de febrero de
1992, tras finalizar su jornada laboral en la Comandan-
cia de la Guardia Civil de Bilbao, se subió a un tren de
regreso a Algorta. Vestía de paisano y no iba armado.
En su mismo vagón viajaba una colaboradora de ETA,
que tenía alojado en su domicilio al “comando Vizcaya”.
Ella lo reconoció y se bajó en la misma estación que él,
sabiendo que en la calle había un terrorista dispuesto
a cometer un atentado. Cuando ella le hizo una señal,
el etarra se acercó a José y le disparó en la cabeza. El
guardia civil cayó al suelo, donde fue rematado a sangre
fría. En el momento del atentado, el hijo mayor de la víc-
tima era también guardia civil, y el hijo menor seguiría
después los mismos pasos que su padre y su hermano.
 Entrevista a Luis Alberto San Martín,
hijo de José San Martín
Revista Fundación nº 75
( junio de 2021)

“ YA NO MATAN PORQUE NO PUEDEN,

P E R O S I P U D I E R A N VO LVE R Á N A M ATA R ”
Luis Alberto San Martín es hijo de José San Martín, guardia civil asesinado por ETA en 1992
en la localidad vizcaína de Algorta. Tras la muerte de su padre, él decidió seguir sus pasos: ingresó
en la Guardia Civil y fue destinado al País Vasco. En la actualidad, colabora con la Fundación Víctimas
del Terrorismo llevando su testimonio a las aulas para que el recuerdo de lo ocurrido perdure
en el tiempo y la historia no se repita jamás.

Miguel Renuncio

El 25 de febrero de 1992, tras finalizar su jornada de
trabajo, el guardia civil José San Martín se sube a un
tren en Bilbao con destino a Algorta. Viste de paisano
y no va armado. Él no lo sabe, pero en su mismo vagón
viaja María Ángeles Pérez, en cuyo domicilio se aloja
el “comando Vizcaya”. Ella se fija en él y lo reconoce. Al
llegar a Algorta, José se baja del tren y María Ángeles
lo sigue. La mujer sabe que fuera se encuentra Juan
Carlos Iglesias, alias “Gadafi”, dispuesto a cometer un
atentado, pero sin un objetivo concreto. Se adelanta
al guardia civil y, a la vista de “Gadafi”, hace una señal.
José está sentenciado. El terrorista saca la pistola y le
dispara en la cabeza. La víctima se desploma, pero
“Gadafi” quiere asegurarse y, a sangre fría, lo remata en
el suelo. José San Martín, natural de La Rioja, tenía 48
años, estaba casado y era padre de dos hijos.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia en el País
Vasco?
Desde pequeño, me educaron para ocultar la pro-
fesión de mi padre; no podía decir que era guardia
civil. Él me explicaba que había personas a las que
eso no les gustaba y que, si se enteraban, podrían
causarle daño a él. Por lo tanto, yo me crie con esas
pautas y aprendí a llevar una doble vida. Al comenzar
el curso, en el colegio había que rellenar siempre una
ficha donde, entre otros datos, tenía que poner la
profesión de mi padre. Él me decía que pusiera “fun-
cionario”, pero a mí eso no se me quedaba y, como
sabía que él iba de uniforme, yo pensaba en otras
profesiones en las que se usara uniforme y ponía,
por ejemplo, “bombero”. El problema es que al año
siguiente no me acordaba de lo que había puesto y
ponía “butanero”, “médico” o “enfermero”. Cualquie-
ra que cogiera aquellas fichas y viera que mi padre
cambiaba cada año de profesión… Yo en ese mo-
mento no me daba cuenta, pero para mí aquello era
bastante traumático.
 -178-
JOSÉ
SAN MARTÍN
BRETÓN
Entonces, desde niño tuvo que aprender a convi-
vir con el miedo…
Claro, yo a veces en casa veía a mis padres tristes por-
que se había producido un atentado, había muerto un
guardia civil o incluso habían matado a algún amigo
de mi padre. Entonces, yo comencé a hacerme una
idea de lo que era el terrorismo, aunque hasta que no
sufres un atentado no sabes realmente lo que es. Te lo
puedes imaginar, pero hasta que no lo vives no sabes
lo duro que puede llegar a ser. Yo he conocido a per-
sonas que han sido asesinadas, como Fabio Moreno
Chica, que era vecino nuestro, o José Calvo de la Hoz,
que era compañero de mi padre, pero nunca pensé
que a él lo fueran a matar.
¿Cómo fue su adolescencia?
Cuando estudiaba Formación Profesional, el ambien-
te era bastante abertzale e incluso algún alumno
fue detenido por colaborar con ETA. A esas edades
ya se empieza a hablar de política, y yo intentaba ir
en la misma dirección que el resto para que no me
descubrieran. Nunca se me olvidará que un día los
compañeros se enteraron de que otro chaval era hijo
de un policía nacional y empezaron a pegarle una
paliza diaria. Le decían: “Tu padre es un puto madero,
un torturador…”. Lo que hacían con él era muy duro,
pero más duro es ser cómplice de aquello para sal-
var tu propio pellejo. Yo ahora me arrepiento, pero
entonces el miedo me paralizaba. En otra ocasión,
se había producido un tiroteo entre un comando de
ETA y la Guardia Civil, y había muerto un terrorista. No-
sotros estábamos en clase y, de pronto, entra el cura
que daba Religión y nos hace ponernos de pie para
rezar una oración por aquel gudari que había sido “vil-
mente asesinado por las fuerzas de ocupación”. Yo no
daba crédito.
¿Y cómo era la relación con sus amigos?
Mi mejor amigo, Iñaki, supo que mi padre era guar-
dia civil después de muchos años de amistad. Fuimos
al colegio juntos y estábamos a punto de acabar For-
mación Profesional. Como él me invitaba mucho a su
casa pero yo no le invitaba nunca a la mía (yo vivía en
un cuartel), se pensaba que en mi familia debía de ha-
ber algún problema muy grave. Un día quedamos a
tomar un café y ya se lo tuve que contar. ¡Me temblaba
todo! “Mira, Iñaki, te tengo que decir una cosa… Verás,
es que mi padre… es guardia civil”, le dije. Él se me que-
dó mirando fijamente y se echó a reír. “¡Venga ya!, con
lo radical que tú eres…”, respondió. Pero yo le insistí y, al
final, se convenció de que hablaba en serio. Entonces,
me dijo: “Por mí no hay ningún problema y me alegro
mucho de que me lo hayas contado”. A día de hoy, se-
guimos siendo muy buenos amigos.
¿Cuál fue el primer contacto de su padre con el
mundo de ETA?
Su primer contacto fue en Las Arenas. Allí había un
hombre que tenía amistad con los guardias civiles
y entraba a menudo en el cuartel. Los terroristas lo
sabían y, un día, le obligaron a colocar una bomba
escondida en una caja de zapatos. Por la noche, el
hombre fue al cuartel y confesó lo ocurrido, así que mi
padre cogió la caja y la llevó a las vías del tren, don-
de explotó. Mucho más traumático fue lo que ocurrió
años después, cuando mi padre estaba destinado en
Bilbao y era el encargado de asignar los destinos a los
guardias civiles que llegaban. Eran chicos jóvenes, que
venían de Andalucía, Galicia, etc., y en aquella época
había atentados todos los días. Un día aparecieron dos
o tres guardias y mi padre los mandó a Marquina, con
tan mala suerte que aquella misma noche los ametra-
llaron. No fue culpa suya que los mataran, pero él se
sintió responsable.
Su padre fue asesinado el 25 de febrero de 1992…
Sí, yo llevaba unos días en San Fernando (Cádiz), don-
de estaba haciendo el servicio militar obligatorio. A
mediodía, mi padre me había llamado por teléfono
y habíamos estado hablando. Luego me fui a hacer
deporte y, al cabo de un rato, me llaman por mega-
fonía. Al salir del complejo deportivo, veo un Nissan
Patrol de la Guardia Civil y me echo a temblar, porque
yo sabía cómo se comunicaban los atentados a los hi-
jos del Cuerpo. Llego a donde está mi sargento y me
dice: “Corre, cámbiate que te están esperando”. Yo me
pongo el uniforme y voy al cuerpo de guardia, donde
me recibe mi capitán. Recuerdo que la televisión esta-
ba apagada, lo cual era muy raro, y pregunté si podía
encenderla, pero me dijeron que estaba estropeada…
“Por favor, si ha pasado algo en Bilbao, díganmelo”, les
rogué, pero insistieron en que no sabían nada y que el
almirante quería hablar conmigo. La espera se me hizo
eterna hasta que, por fin, me dijeron que fuera a su
despacho. Subo las escaleras corriendo y, al entrar en
el despacho del almirante, veo a todos los oficiales de
la Armada de pie, vestidos de uniforme y mirándome
con la cara desencajada. En ese momento, supe que
mi padre había sufrido un atentado y me vine abajo.
Fueron momentos muy duros.

¿Cómo regresó al País Vasco?
Me dijeron que me iban a llevar a Sevilla y que al día
siguiente cogería un avión para Bilbao, pero yo me
negué. Quería salir inmediatamente hacia allí. Enton-
ces, hablaron con la Comandancia de la Guardia Civil
de Cádiz y mandaron un coche para que me llevara.
Y qué casualidad, que uno de los dos guardias civiles
que venían en el coche había sido compañero de mi
padre. Les pedí que pusieran la radio, pero también
me dijeron que estaba estropeada… Salimos de San
Fernando por la tarde y llegamos a Bilbao de madru-
gada. Durante todo el viaje, yo estuve alimentando
en mi mente la idea de que mi padre estaba vivo. Me
imaginaba que habría sido un coche bomba y no im-
portaba si no tenía brazos o no tenía piernas. “Por lo
menos podré hablar con él, podré abrazarlo”, pensa-
ba. Al llegar a la Comandancia de Bilbao, yo sabía que
había dos posibilidades: si nos decían que fuéramos a
Basurto, mi padre estaba vivo, pero si nos decían que
fuéramos al Gobierno Civil es que estaba muerto. Y
efectivamente, nos dijeron que fuéramos al Gobierno
Civil. Aquello fue durísimo: el féretro con sus iniciales,
el olor de las flores, los cirios… Me impresionó mucho
ver a mi padre en la caja, vestido de uniforme. Parecía
que estaba dormido.
¿Cómo fue el encuentro con su familia?
De allí me fui al cuartel donde vivíamos y, al llegar, un
compañero de mi padre, entre lágrimas, me contó
cómo había sido el atentado: “Al salir de la estación de
tren, le han pegado dos tiros en la cabeza y no hemos
podido hacer nada por él”. Subí a casa y me encon-
tré a mi madre en la cama, porque tenía problemas
de corazón, y nos abrazamos. “¡Me lo han matado! ¡Me
lo han matado!”, decía. Allí estaban mi hermano, mis
abuelos, amigos de mi padre, etc. Yo pensaba que
aquello era un sueño y que en algún momento iba a
despertar, pero no, aquello era de verdad.
Además de la muerte de su padre, ¿qué otras
consecuencias tuvo el atentado?
La principal consecuencia fue que mi madre se mu-
rió de pena, porque le quitaron al amor de su vida y
no pudo soportarlo. A ella la mataron el mismo día
que mataron a mi padre; a partir de entonces, se fue
destruyendo poco a poco. Ya no quería vivir. Es muy
duro ver a tu madre en esa situación y no poder hacer
nada para evitarlo. Por eso, yo digo que ETA no es lo
que te quita, sino todo lo que se va a llevar a partir de
ese momento.
-179-
JOSÉ
SAN MARTÍN
BRETÓN
Tras el atentado, usted decidió ingresar en la
Guardia Civil. ¿Por qué?
Primero, como homenaje a mi padre —aunque él no
quería que yo fuera guardia civil— y, segundo, para de-
mostrarle a ETA que ahí estaba yo para ocupar su lugar.
¿No pensó que podía correr la misma suerte
que él?
Mi padre nunca iba armado cuando estaba fuera de
servicio y fue un objetivo fácil, pero yo siempre he
llevado la pistola encima. No por miedo, sino por pre-
caución. Esa es la lección más grande que me ha dado
la vida. “¿No te pesa la pistola?”, me preguntaba a veces
mi mujer, y yo le respondía: “Más me pesa el dolor por
haber perdido a mi padre”.
Usted ha compartido su testimonio con alumnos
de Secundaria y Bachillerato, y también con uni-
versitarios. ¿Cómo valora esta experiencia?
Creo que es fundamental que estas cosas se cuenten,
porque es la única manera de que el recuerdo perdure
para que algo así no vuelva a suceder. Puede haber
muchas historias, pero la verdad la tienen las víctimas.
Y cada vez que se muere una víctima, se muere una
parte de esa verdad.
¿Cómo reaccionan los alumnos, sobre todo los
más jóvenes?
Cuando yo cuento mi historia a los chavales y les
pregunto qué habría que hacer con los terroristas, la
mayoría de ellos dicen que matarlos. Pero entonces yo
les explico que no, que eso sería un error, porque la
gran diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros
no somos unos asesinos. Lo que el Estado debe ha-
cer con los terroristas es obligarles a cumplir íntegra su
condena, además de no permitir que les hagan home-
najes al salir de la cárcel. Muchas veces me preguntan
por el perdón, y yo les digo que no puedo perdonar
que mataran a mi padre y destrozaran mi familia.
¿Cree en el fin del terrorismo?
Yo lo que creo es que estos ya no matan porque no
pueden, pero si pudieran volverán a matar. Lo que
pasa es que ahora no les interesa, porque estás en
las instituciones. ¿Pero qué pasará cuando no con-
sigan sus objetivos? Además, sigue habiendo más
de 300 asesinatos de ETA sin resolver. Si estuvieran
arrepentidos, como dicen algunos, colaborarían con
la Justicia, pero no lo hacen. Lo único que quieren es
salir a la calle.
ASESINADO POR

ETA
1994

Alfonso
MORCILLO CALERO

La mañana del 15 de diciembre de 1994, en el municipio

guipuzcoano de Lasarte-Oria, Alfonso Morcillo se despi-
dió de su mujer con un beso. Ella sonrió y le dijo que
tuviera cuidado. Por aquel entonces, Alfonso era uno de
los máximos responsables de la Guardia Municipal de
San Sebastián y llevaba tiempo empeñado en desen-
mascarar a los topos que ETA tenía en el cuerpo policial.
Nada más salir del portal, dos terroristas se le acercaron
por la espalda, le dispararon dos tiros en la nuca y hu-
yeron en un coche, conducido por otro etarra. La mujer
de Alfonso bajó corriendo a la calle y permaneció junto
a su cuerpo, tendido en el suelo bajo la lluvia, hasta la
llegada de los servicios de emergencia. Ningún vecino
se acercó a prestar ayuda. Alfonso tenía 40 años y era
padre de dos hijos, de un matrimonio anterior.

QUERIDO ALFONSO…
Mi querido Alfonso:
Ahora que han pasado unos días después de haber
atravesado uno de los momentos más duros de mi
vida, tras presenciar el juicio por tu asesinato y ver la
cara de tu asesino, García Gaztelu, alias “Txapote”, quie-
ro detenerme un poco y reflexionar sobre uno de los
momentos más dolorosos tras tu asesinato.
Como siempre, mi primer pensamiento va para ti.
No dejé, Alfonso, de pensar durante el juicio, ni un
segundo, en ti, en aquella lluviosa y triste mañana
cercana a la Navidad de 1994 cuando, tras darme un
beso, me deseaste que pasara un buen día. Ya sa-
Artículo de Caty Romero,
viuda de Alfonso Morcillo
Revista Fundación nº 16
(octubre de 2006)
Caty Romero
bes que nunca fue así. Yo, entreabriendo los ojos, te
dediqué mi última sonrisa y, como cada día, te dije:
“Alfonso, ten cuidado”.
Desapareciste físicamente para siempre de mi lado.
Abajo, en nuestro portal, te esperaron tres “libertado-
res de la patria vasca”: “Txapote”, Lasarte y Karasatorre,
con pistola en mano y mucho odio dentro de sí.
Te relato mi nueva experiencia ante tu asesino, queri-
do Alfonso. Ha sido muy doloroso escuchar a peritos,
ertzainas, guardias civiles, policías nacionales, al
fiscal Jesús Alonso (por cierto, magistral su interven-
ción)... y, sobre todo, a los forenses. He escuchado por
primera vez cómo te dieron dos tiros a una peque-
 -182-
ALFONSO
MORCILLO
CALERO

ñísima distancia, 20 centímetros. ¡Qué valientes, 20

centímetros y por la espalda! Cómo fueron disparos
de muerte (sin posibilidad alguna de defenderte, te
juzgaron, te sentenciaron y, en décimas de segundo,
ejecutaron dicha sentencia). Yo, que durante una hora
permanecí a tu lado, sentada en el suelo, mientras
nos caía una tibia lluvia, tenía la esperanza de que no
me dejarías, que no podrías permitir que me queda-
ra en la más terrible de las condenas, la soledad. Me
equivoqué, y falleciste una hora después. Y estos tres
asesinos rompieron todos nuestros sueños, nuestro
próximo viaje a visitar a nuestras familias, poder tener
nuestros hijos, terminar tu carrera de Derecho, dis-
frutar de tu nuevo ascenso y llegar a tu jubilación (tu
gran ilusión)...

Y te fuiste, con aquella sonrisa perfecta, con tu dulce

mirada, con tu bien hacer, con tu gran profesionalidad,
con tu defensa de los derechos humanos, con tu fir-
meza ante individuos como estos... Caty Romero, viuda de Alfonso Morcillo

En 1994 te asesinaron, en 1998 me enfrenté al primer juicio

contra Valentín Lasarte y en 2006 vuelvo de nuevo
a la Audiencia contra García Gaztelu, “Txapote”.
Desde el primer juicio hasta este, las cosas
han cambiado mucho con respecto
al apoyo a las víctimas

Han pasado 11 largos años. He esperado día tras día
a que llegara este momento para empuñar mi única
“arma”, la justicia. He creído en ella y ella me ha respon-
dido. He hecho todo aquello que tú hubieses hecho
por mí. Mi sufrimiento ha quedado, en parte, recom-
pensado con la sentencia que le condena a 29 años y
el “destierro” del pueblo que fue nuestro hogar.
Nunca quise que el terrorista fuera el protagonista,
aunque reconozco que este venía ocupando líneas
y líneas en los medios de comunicación. Yo siempre
quise que se hablara de ti. Lo he intentado. Por eso,
en la carta en la que relato este juicio, cada línea está
cargada de reconocimiento y memoria hacia ti. Debo
decirte que su cara al entrar en la sala de la Audien-
cia me provocó un “revuelo interior” difícil de explicar.
Allí estaba el causante de todo mi sufrimiento; allí
me encontraba yo, apenas a dos metros, con la rabia
contenida. Te prometo que no desfallecí en ningún
momento; me parecía contradictoria la cobardía de su
actitud para no mirarme de frente, me aturdían las de-
claraciones de cómo te mataron a bocajarro, el relato
de la dirección de la bala... y, durante unos segundos,
borré de mi mente todo lo que se hablaba allí y noté
tu presencia junto a mí. Volviste a estar otra vez cerca
de mí para darme fuerza.
Gracias por todo tu apoyo.
Lasarte, como testigo, y “Txapote”, como individuo al
que se juzgaba, se mofaron de sus víctimas, pero yo
sé que son sus únicos momentos de gloria. Les espera
una larga condena, y solo deseo que ningún gobier-
no frivolice con medidas de gracia para estos asesinos.
He pasado 11 largos años lejos de mi familia para que
llegara este momento y no callaran mi voz, que es la
tuya, y no callar nunca ante ningún gobernante y re-
-183-
ALFONSO
MORCILLO
CALERO
Han pasado 11 largos años.
He esperado día tras día
a que llegara este momento
para empuñar mi única
“arma”, la justicia.
He creído en ella
y ella me ha respondido
cordarles permanentemente que estos individuos no
merecen ningún tipo de compensación: son asesinos.
No quiero terminar mi carta, Alfonso, sin un ápice de
optimismo. En 1994 te asesinaron, en 1998 me enfrenté
al primer juicio contra Valentín Lasarte y en 2006 vuelvo
de nuevo a la Audiencia contra García Gaztelu, “Txapo-
te”. Desde el primer juicio hasta este, las cosas han
cambiado mucho con respecto al apoyo a las víctimas.
Aquel año 1998 se celebraba el juicio contra Valentín
Lasarte, y solo me vi arropada por dos personas. Había
mucha indiferencia, mucha desidia, y un abandono
absoluto por parte de personas que deberían haber
estado allí, además de instituciones como el Minis-
terio del Interior, el Gobierno Vasco y, sobre todo, el
Ayuntamiento de San Sebastián, al cual tú dedicaste
casi 20 años de tu vida en pro de la seguridad de los
ciudadanos, muchas horas de esfuerzo y entrega sin
compensación alguna. Nunca se personaron en tu
juicio, aunque tú sí dejaste tu vida por pertenecer a
dicha institución. Era la soledad de la víctima a la que
muchas viudas nos hemos tenido que enfrentar du-
rante años. No voy a decir que ahora en 2006, en este
nuevo juicio, esté todo resuelto y me haya sentido me-
jor. Pero sí es verdad que esta vez estaba rodeada por
muchos más amigos que luchan por lo mismo que
yo: la justicia, la verdad y la memoria de todo lo que
aquí ha ocurrido.
Querido Alfonso, un fuerte beso. Ya sabes, los hombres
ya le han juzgado y solo pido que Dios haga lo mis-
mo, y espero seguir recibiendo tu fuerza para seguir
en esta que es mi lucha: la justicia, la única “arma” con
la que cuento.
Hasta siempre.
ASESINADO POR

ETA
1995

Gregorio
ORDÓÑEZ FENOLLAR

El 23 de enero de 1995, mientras Gregorio Ordóñez co-

mía junto a varios compañeros del Partido Popular en
un bar del centro de San Sebastián, un miembro de la
banda terrorista ETA se le acercó por la espalda y le dis-
paró en la cabeza. Tan solo cuatro días antes, Gregorio
había presentado su candidatura a la alcaldía de la ciu-
dad, y tenía muchas posibilidades de ganar las eleccio-
nes municipales que se iban a celebrar el 28 de mayo.
Por aquel entonces, era teniente de alcalde en el Ayun-
tamiento de la capital guipuzcoana y diputado del Par-
lamento Vasco. Nacido en 1958, estaba casado y tenía
un hijo de apenas un año. Tras el atentado, su viuda, Ana
Iríbar, crearía en su honor la Fundación Gregorio Ordó-
ñez, mientras que su hermana, Consuelo, sería una de
las fundadoras del Colectivo de Víctimas del Terrorismo.

“GREGORIO ERA UN HOMBRE AUTÉNTICO,
POR ESO L A GENTE CREÍA EN ÉL”
Gregorio Ordóñez era teniente de alcalde de San Se-
bastián y diputado del Parlamento Vasco cuando, el 23
de enero de 1995, mientras comía con sus compañe-
ros del Partido Popular, ETA acabó con su vida de un
tiro en la nuca. Cuatro días antes, había presentado su
candidatura a la alcaldía para las elecciones de mayo,
y las encuestas lo señalaban como ganador. A punto
de cumplirse 25 años de aquel crimen, su viuda, Ana
Iríbar, presidenta de la Fundación Gregorio Ordóñez,
ultima los preparativos de una exposición dedicada a
recordar a aquel hombre valiente e íntegro que, con su
ejemplo, señaló el camino que conduciría a la deslegi-
timación social del terrorismo.
Entrevista a Ana Iríbar,
viuda de Gregorio Ordóñez
Revista Fundación nº 69
(diciembre de 2019)
Miguel Renuncio
En enero se cumplen 25 años del asesinato de
Gregorio Ordóñez. ¿Cómo afronta la familia este
aniversario?
Vivimos el día a día como siempre; no estamos insta-
lados en el dolor, la tragedia o el rencor. Hacemos una
vida como cualquier otro ciudadano más. Es verdad
que, cuando se acercan estas fechas, brota una cierta
tristeza y, lógicamente, vuelves a recordar lo que fue
aquel 23 de enero, pero hacemos una vida normal y
corriente. Además, mi hijo y yo somos gente alegre, a
la que le gusta divertirse… como hacía el propio Goyo.
Y recordar a Goyo no es motivo de tristeza, sino todo
lo contrario. Yo me siento privilegiada por haber sido
 -186-
GREGORIO
ORDÓÑEZ
FENOLLAR
su mujer, por haber compartido un tiempo muy im-
portante con él, aunque breve, y por haber tenido un
hijo juntos. Su recuerdo siempre es motivo de alegría,
orgullo y satisfacción.
Gregorio no fue asesinado por casualidad. Aca-
baba de presentar su candidatura a la alcaldía de
San Sebastián y tenía serias posibilidades de ga-
nar las elecciones. Sin duda, aquello precipitó su
asesinato…
Gregorio preparó muy bien la presentación de su
candidatura, el 19 de enero, pidiendo al presidente
del Partido Popular que fuera a San Sebastián en el
día más importante para la ciudad, la víspera de su
patrono. Él consideraba que había llegado el mo-
mento de dar normalidad al hecho de ser del PP, que
no había que ocultarlo, como hacía mucha gente.
En aquella presentación, Gregorio le dijo a José Ma-
ría Aznar: “Tú serás presidente y yo seré alcalde”. Por
desgracia, él ni pudo ser alcalde ni pudo disfrutar la
victoria de Aznar. Evidentemente, su asesinato fue
un crimen político; es más, fue un crimen electoral.
ETA eliminó a un adversario político, como había he-
cho repetidamente en los años setenta, cuando casi
aniquiló a la UCD en el País Vasco, y como seguiría
haciendo después de Gregorio, matando a otros mu-
chos cargos públicos no nacionalistas.
Antes de su asesinato, había recibido numerosas
amenazas de muerte…
Había recibido amenazas, pero él no las compartía
conmigo. Cuando Gregorio salía de casa y veía una
pintada amenazante, pedía ayuda al portero para
limpiarla y que yo no la viera. Gregorio recibía ame-
nazas telefónicas y físicas. Sabía que lo seguían y llegó
a denunciarlo al entonces consejero de Interior, Juan
María Atutxa, pero se consideró que no estaba en las
listas y que, por tanto, no había que adoptar ninguna
medida excepcional.
¿Cómo reaccionó la sociedad ante su asesinato?
Se produjo una conmoción muy importante, sobre
todo en San Sebastián. Prueba de ello son las miles
de personas que acudieron a la capilla ardiente, al
funeral, al entierro y a la manifestación. Me consta
que en Correos tenían sacas llenas de telegramas.
Creo que la reacción de la sociedad donostia-
rra, vasca y española fue muy positiva, y se dio un
importante paso hacia adelante. Así lo han reco-
nocido personas como Cristina Cuesta o Gurutze
Galparsoro, que comprendieron que la reivindica-
ción en la calle no podía consistir solo en pedir paz,
sino que había que poner de relieve el carácter po-
lítico de las víctimas.
El entorno de ETA atacó hasta en tres ocasiones la
tumba de Gregorio…
Sí, y aparecían en las calles pintadas que decían:
“Ordóñez asesino”. ¡Era el mundo al revés! De he-
cho, yo recuerdo ir con Goyo por la calle y oír a
algunas mujeres gritarle: “¡Asesino!”. Es un odio más
allá de la muerte, porque no solo quisieron matar a
Gregorio, sino que quisieron matar lo que él signi-
ficaba: la libertad. Pero los valores fundamentales,
afortunadamente, no se pueden matar, porque
siempre habrá alguien dispuesto a tomar el relevo.
Lo que Gregorio hizo fue romper con el miedo, ser
libre y natural, moverse por la ciudad como un ciu-
dadano más, sin complejos por ser de derechas o
cristiano. Era un hombre absolutamente libre, que
hablaba de la misma manera entre amigos que en
un debate público. Era auténtico, por eso la gente
creía en él.
Usted ha afirmado recientemente que “ETA
no ha sido derrotada aún”. ¿Se refiere a que su
proyecto político sigue estando presente en las
instituciones?
Efectivamente. La democracia española tiene un
déficit muy importante: mientras el proyecto políti-
co de ETA siga teniendo representación pública en
las instituciones, nuestra democracia no estará a la
altura de las circunstancias históricas. Por eso, me
parece muy importante que las nuevas generacio-
nes sepan quiénes son esas personas, dónde han
estado, qué es lo que han aplaudido y qué es lo que
han promovido.
Aún existen más de 300 asesinatos de ETA sin
resolver. ¿Se acabará algún día la impunidad?
Esa es la pregunta que seguimos formulando a los
responsables públicos. ¿A qué están esperando? A mí
lo único que me ha aportado un cierto consuelo es
precisamente la acción de la Justicia, el saber que han
 -187-
GREGORIO
ORDÓÑEZ
FENOLLAR

Evidentemente, su asesinato fue un crimen político; es más,

fue un crimen electoral. ETA eliminó a un adversario político,
como había hecho repetidamente en los años setenta,
cuando casi aniquiló a la UCD en el País Vasco, y como
seguiría haciendo después de Gregorio, matando a otros
muchos cargos públicos no nacionalistas

detenido a los asesinos de Gregorio, que se les ha juz-
gado, que han ido a la cárcel… Es fundamental que se
haga justicia. Si no, una familia no se recupera, y si no
se recuperan 300 familias… no se recupera la sociedad
española. Es un agujero negro, una deuda pendiente.
Alguien tiene que hacer algo.
¿Qué relato cree que prevalecerá, el de las víctimas
o el de los terroristas?
El único relato posible que hay que escribir es el que
tiene que ver con la justicia, porque hay dos listas que
no pueden dar lugar a equívoco: la de quienes han
asesinado y la de quienes han sido asesinados. Esas
dos listas son inamovibles y son las que deben perdu-
rar en el tiempo y en la historia. Más allá de los relatos,
está la justicia. Y eso es lo importante.
¿En qué consistirá la exposición sobre Gregorio
Ordóñez que se va a inaugurar el 23 de enero en
el Palacio de Miramar?
La exposición se divide en tres partes. La primera
sala está dedicada al atentado, y en ella podrán ver-
se los objetos que Gregorio llevaba aquel día en su
maletín de trabajo, así como las cerca de 300 cartas
que yo recibí tras su asesinato. Son cartas de muy
diversa procedencia, escritas por toda clase de per-
sonas, desde expresidentes del Gobierno hasta otras
viudas, e incluso hombres que luego serían víctimas
de ETA. Esas cartas, que yo tenía guardadas sin leer
en una caja, se van a exponer ahora por primera vez,
junto con parte de los telegramas que conservo. La
segunda sala es la más potente, ya que recoge toda
la trayectoria pública de Gregorio, desde que fue ele-
gido concejal por primera vez en 1983 hasta que fue
asesinado en 1995, así como el contexto en el que se
desarrolla esa actividad. La tercera y última sala re-
corre la biografía de Gregorio, que también es muy
interesante: cómo nació en Venezuela porque sus
padres habían emigrado allí a trabajar, cómo regresa-
ron a España y él estudió Ciencias de la Información
en la Universidad de Navarra, cómo empezó a traba-
jar de periodista y cómo pronto acabó dedicándose
a la política.
¿Cuándo surgió el proyecto y quiénes lo han
hecho posible?
Empezamos a trabajar en este proyecto en noviem-
bre de 2018, con el objetivo de recordar a Gregorio.
Tengo la gran fortuna de estar rodeada de gente muy
profesional, como Enrique Bonet, que se encarga
de la museografía, o María Jiménez, que me ayuda
en el comisariado y las labores de documentación
y archivo. Para el catálogo, estamos trabajando con
Ediciones El Viso. Además, contamos con el apoyo
de toda la Administración Pública: el Ayuntamiento
de San Sebastián, con su alcalde a la cabeza, nos dijo
que sí desde el primer momento, lo mismo que la
Diputación General de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco,
a través del Instituto Gogora. Aparte de estas ayu-
das directas, tenemos subvenciones del Ministerio
del Interior y la Fundación Víctimas del Terrorismo.
También nos apoyan diversas empresas del sector
privado. Tengo que agradecer, además, la ayuda de
personas como Miren Albistur, Mikel Díez o Iñaki
Arteta, director de los tres audiovisuales que forma
parte de la exposición. Por último, aportan piezas de
arte el Museo Artium de Vitoria, José Ibarrola, la fami-
lia Chillida, el Museo San Telmo de San Sebastián, el
Centro de Atracción y Turismo, y el Departamento de
Cultura del Ayuntamiento.
SECUESTRADO POR LOS GRAPO
Y MUERTO DURANTE SU CAUTIVERIO

1995

Publio
CORDÓN MUNILLA

Nacido en 1935 en la provincia de Soria, Publio Cordón

se trasladó pronto a Zaragoza, donde se convirtió en un
conocido empresario. Casado y padre de cinco hijos, en
1993 perdió al mayor de ellos en un accidente de aviación.
El 27 de junio de 1995, como cada mañana, Publio salió
temprano de su casa para hacer deporte, pero aquel día
no regresó. Los GRAPO lo secuestraron y lo trasladaron a
la ciudad francesa de Bron, cerca de Lyon. Allí estuvo du-
rante dos semanas metido en un zulo, hasta que un día
de mediados de julio consiguió salir de él y, al intentar
escapar, cayó desde un balcón y murió como consecuen-
cia de las heridas. A pesar de ello, los terroristas oculta-
ron su muerte para seguir extorsionando a la familia y,
finalmente, cobrar el rescate que pedían a cambio de su
liberación. El cuerpo de Publio no ha aparecido.
 Testimonio de Carmen Cordón,
hija de Publio Cordón
Revista Fundación nº 40
(septiembre de 2012)

“LA GUARDIA CIVIL NUNCA DEJÓ DE BUSCAR A

M I PA D R E . N O P U E D O E STA R M Á S AG R A D E C I DA”
El pasado mes de julio, después de 17 años, la Guardia Civil puso por fin punto final a todo tipo
de especulaciones. Publio Cordón nunca fue liberado, falleció 15 días después de ser secuestrado

Carolina Couso

La vida de Carmen bien podría haber inspirado más de

un guion cinematográfico, pero la crueldad del desti-
no no ha permitido aún escribir un final feliz completo
para esta historia. La clásica máxima que dice que en
ocasiones “la realidad supera a la ficción” se cumple
al dedillo con esta heroína modesta, capaz de hacer
cualquier cosa por su familia.

Desde la primera palabra, Carmen Cordón Muro es

capaz de cautivarnos. Su precisión narrativa, los deta-
lles vívidos que no escatima y la pasión con la que nos
relata cada pasaje de su vida nos sobrecogen en mu-
chos momentos y nos ayudan a entender el dolor que
su familia y ella han vivido en los últimos 17 años, des-
de que los Grupos de Resistencia Antifascista Primero
de Octubre (GRAPO) secuestraran a su padre, Publio
Cordón. Aun así, esta zaragozana, casada y madre de
tres hijos (un niño y dos niñas), periodista de profesión,
es la viva imagen del optimismo y de la fortaleza, un estábamos muy orgullosos. Su muerte fue el primer
claro ejemplo de coraje y de lucha. gran mazazo que sufrió mi familia”.

Carmen es hija de Pilar Muro y Publio Cordón, un
conocido empresario de Zaragoza, fundador de la
aseguradora Previasa y del Grupo Hospitalario Quirón.
Publio Cordón llegó a la capital del Ebro desde su So-
ria natal sin apenas nada en la maleta, pero con tesón
y esfuerzo consiguió licenciarse en Derecho y Medici-
na, ejerciendo como profesor de Derecho Mercantil,
aunque su trayectoria profesional siempre ha estado
vinculada al sector médico.
Publio Cordón y Carmen Muro tuvieron cuatro hijas
y un hijo, que falleció en un accidente de ultraligero
en 1993, dos años antes del secuestro. Carmen nos co-
menta: “Mi hermano era un líder nato del que todos
Publio Cordón era un hombre vital que empezaba cada
mañana con lo que él llamaba su “elixir de la juventud”,
que consistía en 30 minutos de ejercicio en una zona
próxima a su vivienda, a las afueras de Zaragoza. Ese pa-
seo rápido se había convertido en una rutina esencial
para comenzar el día. Sin embargo, la mañana del 27
de junio de 1995 Publio Cordón no regresó a casa tras su
paseo habitual. Ante la tardanza, su mujer telefoneó a
Carmen, que por aquel entonces vivía en Madrid, donde
esa misma mañana había quedado con su padre para
cerrar los trámites necesarios para la creación de una
nueva sociedad empresarial. “Recuerdo que serían so-
bre las ocho y media de la mañana cuando me llamó mi
madre para decirme que mi padre no había vuelto del
 -190-
PUBLIO
CORDÓN
MUNILLA
paseo. Ella siempre ha sido muy intuitiva y fuerte, por lo
que la llamada me sobresaltó. Al instante, supimos que
algo había pasado”. Pilar y una de las hermanas de Car-
men, Pili, decidieron ir a buscar a su padre, rehaciendo
el camino que él solía recorrer a diario. “A unos 300 me-
tros de mi casa, encontraron marcas de derrapes en el
suelo y los perros de mi padre abandonados, por lo que
no dudaron en ningún momento que lo habían secues-
trado”. De vuelta a casa, se encontraron con una pareja
de policías municipales, a quienes comentaron lo suce-
dido y sus sospechas acerca del secuestro.
Publio Cordón nunca había recibido amenazas directas
de ningún grupo terrorista, aunque, a finales de los años
ochenta, los GRAPO hicieron una intensa campaña de
extorsión entre los empresarios de Zaragoza. Uno de los
destinatarios de las cartas enviadas por la banda terro-
rista fue el tío de Carmen, por aquel entonces director
de la Clínica Quirón de Zaragoza. Es sobradamente co-
nocida la actividad de los GRAPO en la capital del Ebro,
donde realizaron diferentes seguimientos a empresarios
de la zona durante muchos meses, fruto de los cuales
seguramente decidieron secuestrar a Publio Cordón.
“Siempre he pensado que, si se hubiera actuado antes,
se podría haber detenido a los secuestradores y se ha-
bría salvado la vida de mi padre, pero había que seguir el
protocolo habitual en los casos de desapariciones”, nos
comenta Carmen. “Si se hubieran cerrado las carreteras,
los terroristas nunca habrían podido salir de España”.
“Los primeros días, todo eran informaciones confusas
y, en muchos casos, contradictorias. En un primer mo-
mento, todo el mundo pensaba que ETA estaba detrás
de la desaparición de mi padre, porque por aquel en-
tonces la banda estaba muy activa y tenía secuestrado
a José María Aldaya”. Aunque lo más doloroso de todo
eran las especulaciones que surgían en torno a una
posible desaparición de Publio Cordón por motivos fi-
nancieros. “No solamente no se estaba buscando a mi
padre, sino que estaban socavando su imagen y perju-
dicando a mi familia”.
Tras 72 horas sin tener ninguna noticia sobre Publio
Cordón, se recibió una llamada en casa de Carmen que
ponía un poco de luz en aquel mar de especulaciones.
“Eran los GRAPO, que reivindicaban el secuestro de
mi padre, según ellos para ‘expropiar el capital robado
injustamente al pueblo bolchevique’”. La Policía, que
había intervenido el teléfono de la familia Cordón, con-
firmó la llamada y señaló como interlocutor a Enrique
Cuadra Echeandía, un histórico de la banda terrorista.
En la conversación telefónica, Cuadra Echeandía so-
licitó un rescate económico a cambio de la puesta en
libertad de Publio Cordón. “En un primer momento, nos
pedían 1.000 millones de pesetas, aunque luego lo deja-
ron en 500. Nosotros no éramos tan ricos y no sabíamos
de dónde íbamos a sacar todo ese dinero, porque en el
banco solo teníamos 16 millones de pesetas”.
El rescate
A los pocos días, apareció en casa de la familia Cordón
el director de la Clínica Quirón de Barcelona, quien les
comentó que un motorista (sin quitarse el casco) había
dejado un sobre en la recepción con una carta escrita
por Publio Cordón. En la carta, se detallaban las ins-
trucciones para ponerse en contacto con los GRAPO
solamente cuando reunieran el dinero acordado para
el rescate, a través de un anuncio en el diario El País. “En
el anuncio, teníamos que poner algo así como ‘se busca
piso en el Algarve’ cuando tuviésemos los 500 millones
en divisas extranjeras que habían solicitado, pero, como
no pudimos reunir más que 400 —gracias a la ayuda
de muchos amigos y familiares, y algunos créditos ban-
carios que hemos terminado de pagar hace poco—,
pusimos algo así como ‘se busca piso en el Algarve,
precio a negociar’, acompañado de un número de te-
léfono”. De este modo, Carmen —por aquel entonces,
embarazada de cuatro meses— y su marido, Ignacio,
acordaron con los terroristas verse la mañana del 8 de
agosto en la avenida de Italia de París. “Recuerdo que
fuimos la noche anterior en coche y que buscamos un
hotel cercano en el que pudiéramos meter el coche en
el garaje para descargar el dinero, porque en total eran
dos bolsas de deporte que pesaban muchísimo”.
A las diez de la mañana, acudieron al lugar acordado
vestidos de blanco, como les habían exigido, y estu-
vieron esperando un buen rato, intentando averiguar
quiénes serían los secuestradores de entre todos los
transeúntes que pasaban por la calle. “Allí no venía na-
die, pero al cabo de un rato nos dimos cuenta de que
el teléfono de una cabina cercana no paraba de sonar y
decidimos cogerlo. Nos instaban a coger un papel que
estaba pegado en la cabina, donde había instrucciones
para llegar a otra cabina en otro lugar, y de ahí a otro
punto de la ciudad, con lo que empezamos una yinca-
na por todo París recibiendo nuevas instrucciones”.
Carmen y su marido habían informado a la Policía de
que iban a pagar el rescate en París, así que una patru-
lla fue con ellos en otro coche. En cuanto empezaron
a recorrer las calles de la capital francesa en busca de

nuevas instrucciones, el coche de la Policía se despis-
tó y les perdió de vista, pero Carmen e Ignacio debían
seguir adelante para pagar el rescate y salvar la vida
de Publio Cordón. “Las llamadas se habían vuelto cada
vez más amenazantes, así que no podíamos dudar
en ningún momento, teníamos que seguir adelante.
Además, la noche anterior había habido en París un
atentado de terroristas argelinos y las calles estaban
llenas de gendarmes. Me aterrorizaba pensar que nos
parasen, con todo ese dinero en el coche”.
A las seis de la tarde, una de las instrucciones que reci-
ben vía telefónica les cita en un punto de París donde se
encuentran con Enrique Cuadra Echeandía y Fernando
Silva Sande, que se suben a su coche para el pago del
rescate y les ordenan que les lleven a una parada de
metro cercana. Carmen conduce el coche, pero sabe
que la están apuntando con un arma. Su marido Igna-
cio habla con los terroristas y les pide que cumplan su
parte del trato. “Nos dijeron que, si estaba todo el dine-
ro, en cinco días tendríamos a mi padre en casa”. Había
pasado más de un mes desde el secuestro y la Policía
había señalado a Fernando Silva Sande como el car-
celero de Publio Cordón. “Ahora, con el tiempo, pienso
que deberíamos habernos dado cuenta de que mi pa-
dre había muerto, porque, si Silva Sande era el carcelero
y había acudido a la cita en París, estaba claro que era
porque no había nadie a quien custodiar”.
Cuando le preguntamos a Carmen por sus sentimien-
tos en aquellos momentos, lo tiene claro y nos dice:
“Solo pensaba en que podía salvar a mi padre, no en el
peligro que podía correr”.
La larga espera
Publio Cordón nunca volvió a casa. A finales de ese
mes de agosto, un presunto portavoz de los GRAPO se
pone en contacto con varios medios de comunicación
para informar de que Publio Cordón había sido puesto
en libertad el 17 de agosto en Barcelona. Esta informa-
ción la señala de nuevo Enrique Cuadra Echeandía,
tras ser detenido en noviembre de 1995 junto a otros
miembros de la banda.
Comienza así un periodo de informaciones confusas
por parte de los GRAPO, que se prolongan durante
años. En 2000 incluso la Audiencia Nacional llega a ar-
chivar el caso “hasta que Publio Cordón aparezca o se
detenga a Silva Sande”. Afortunadamente, Silva Sande
es detenido en París en noviembre de ese mismo año,
por lo que se reabre el caso. En 2003 el Tribunal Co-
-191-
PUBLIO
CORDÓN
MUNILLA
rreccional de París condena a Silva Sande a 10 años de
prisión por el secuestro de Publio Cordón, mientras que
la Audiencia Nacional le condena en 2007 a 28 años.
El pasado mes de julio, después de 17 años, la Guardia
Civil puso por fin punto final a todo tipo de especula-
ciones. Publio Cordón nunca fue liberado, falleció 15
días después de ser secuestrado. “Así se lo comunicó el
ministro del Interior a mi madre por teléfono, aunque
yo había leído esa mañana la noticia en la prensa e in-
cluso una compañera de televisión me llamó desde la
casa donde lo habían tenido secuestrado”.
“La Guardia Civil nunca dejó de buscar a mi padre.
No puedo estar más agradecida”. Así, tras años de
búsqueda y más de 5.000 viviendas registradas en
Francia, la Guardia Civil localiza una casa cerca de Lyon
que permite reconstruir el cautiverio del empresario.
Publio Cordón fue trasladado a Francia tras su secues-
tro en Zaragoza y fue recluido en un armario-zulo de la
vivienda, en la que también vivían sus secuestradores.
En ese habitáculo, Publio Cordón pasó unos 15 días, en
los que, para no perder la noción del tiempo, fue ha-
ciendo muescas en la pared, que al ser descubiertas
pusieron en alerta a la Guardia Civil 17 años después.
Según el informe de la Benemérita, Publio Cordón
consiguió romper la cadena del cierre del zulo, se di-
rigió al balcón de la primera planta y se preparó para
escapar de la vivienda. Los terroristas debieron de
escuchar ruido y corrieron a localizarle, pero Publio
Cordón se lanzó por el balcón y cayó al suelo, por lo
que se cree que fueron estas heridas las que causa-
ron su muerte. Los secuestradores decidieron ocultar
su fallecimiento para poder cobrar el rescate, que ya
estaban negociando.
“Hemos estado huérfanos de justicia durante muchos
años y abandonados por el sistema. Por lo menos,
ahora se conoce la verdad y podemos saber qué pasó
con mi padre”. Carmen nos comenta que agradece
enormemente las grandes muestras de cariño que
están viviendo ahora y que injustamente no tuvieron
hace 17 años.
Ahora solamente queda encontrar el cadáver de
Publio Cordón, pero Carmen se muestra optimista:
“Nuestra esperanza es la Guardia Civil. Sabemos que
va a hacer todo lo posible por encontrarlo, aunque
también esperamos que las ideologías no intoxiquen
a la Justicia”.
HERIDO POR

ETA
1995

Juan José
ALISTE FERNÁNDEZ

El 10 de noviembre de 1995, Juan José Aliste, capitán del

Ejército de Tierra, circulaba con su coche por Salaman-
ca camino del cuartel. Pero antes, como cada mañana,
debía dejar a una de sus hijas y varios compañeros a las
puertas del colegio en el que estudiaban. Ninguno de
los ocupantes lo sabía, pero aquel coche llevaba adosa-
da una bomba lapa, que un terrorista de ETA había co-
locado la noche anterior. Al llegar al colegio, los niños se
bajaron y, justo cuando el vehículo reemprendía la mar-
cha, la bomba explotó. Como consecuencia del atenta-
do, Juan José perdió ambas piernas. Nacido en 1955 en
un pequeño pueblo de la provincia de Zamora, estaba
casado y tenía tres hijos. Con el tiempo, se convertiría en
el primer presidente de la Asociación de Víctimas del
Terrorismo de Castilla y León. Falleció en 2021.
 Testimonio de Juan José Aliste
Revista Fundación nº 52
(septiembre de 2015)

Nacho Gallego / EFE

“SI APRENDES A VIVIR CON ESTO, ES CUANDO

SABES QUE, POR FIN, TU VIDA PUEDE CONTINUAR”
Hablamos con Juan José Aliste, a quien ETA colocó una bomba lapa en los bajos de su coche.
Perdió sus dos piernas. El atentado ocurrió segundos después de que dejara a su hija y a otros tres
niños en el colegio. Ellos salvaron sus vidas, pero presenciaron lo que nunca debieron ver,
lo que nunca debieron conocer. Salamanca se despertó conmocionada.

María José Prieto

Fue el 10 de noviembre de 1995. “No se puede perdo-
nar a quien no te ha pedido perdón”, lo repite varias
veces, mientras charlamos, con un tono calmado, sin
acaloramientos. Han pasado 20 años. Pero no hay ol-
vido, nunca lo ha habido. “¿Cómo voy a olvidar algo
con lo que vivo cada día? ¿Cómo es posible olvidar
algo que veo cada día? Cada movimiento me recuer-
da cómo estoy”, se explica, en el mismo tono, no hay
prisas. Juan José Aliste subió ese día al coche, como
cada mañana. Llevaba a cuatro niños al colegio. Los
padres siempre protegen a sus hijos, les cuidan, aquí
si hay prisas, quieren que lleguen puntuales a clase,
que saquen buenas notas, lo hacen porque les quie-
ren, como cualquier padre, porque los padres desean
 -194-
JUAN JOSÉ
ALISTE
FERNÁNDEZ
Juan José Aliste pronunció el pregón de las fiestas de Salamanca en 2014
lo mejor para sus hijos, es así porque son la respuesta,
porque son el sentido a tantas preguntas. Así lo hizo
Juanjo, como cualquier día, como cualquier padre. En
estas acciones cotidianas no piensas continuamente,
están ahí, te acompañan, acompañan a cualquier pa-
dre, es como un código de conducta.
Y a los 20 segundos llegó la explosión. Todo cambió.
Cambió su vida, la de su familia, la de su hija, testigo.
Ella vio lo que ningún hijo debe ver, lo que ningún
padre debe padecer. “El daño físico fue mío, pero a
mi familia, a mi familia… les afectó de otra manera,
especialmente a mi hija… creo que a la familia le due-
J.M. García / EFE
le más”, continúa. “Cuando sufres un atentado tienes
que encontrar la manera de superarlo, porque si no
te hundes en un pozo sin fondo”. Él lo ha logrado. “He
tenido la suerte de aprender a convivir con ello, he
aprendido a vivir con estas circunstancias”. Se expresa
con calma. También está el tiempo. Cada día. Pero ha
aprendido a superar. Ha conseguido aprender. Ya no
hay pozos sin fondo.
Razona sin titubeos, consciente de su situación, muy
meditada, demasiado pensada. Porque nunca nadie
le pidió perdón. “El tiempo cura las heridas, pero no
las cierra. Cuando aprendes a vivir con esto, es cuando
 -195-
JUAN JOSÉ
ALISTE
FERNÁNDEZ

Algunos lo pretenden, pero no nos pueden olvidar,

hay que recordarlo en las escuelas,
tiene que estar en los libros de texto,
como una parte de nuestra historia reciente,
los jóvenes tienen que saber que en España
hubo terrorismo de ETA

sabes que tu vida puede por fin continuar”. El tiempo 2015, recibió la Medalla de Oro de las Cortes de Castilla
ha resultado un buen compañero. y León, junto a otras víctimas del terrorismo.

También está el juicio. Se celebró este año, después
de tanto tiempo, de tanto pensar. El caso se reabrió
y la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional dictaminó, “sin ninguna duda”,
que el etarra Sergio Polo perpetró el atentado en el
que perdió sus dos piernas. Su nombre se mezcla
irremediablemente entre estas líneas. “Aun así, soy
afortunado porque ha habido un juicio y se ha emiti-
do una sentencia”. Se ha cerrado un círculo, “pero no
la herida, solo te ayuda a cicatrizarla”.
Y recurre de nuevo al olvido. Siempre el olvido. Ese
temor permanente en las víctimas, lo que no puede
llegar a suceder. “Algunos lo pretenden, pero no nos
pueden olvidar, hay que recordarlo en las escuelas, tie-
ne que estar en los libros de texto, como una parte de
nuestra historia reciente, los jóvenes tienen que saber
que en España hubo terrorismo de ETA”. Su tono de
voz se vuelve más intenso, pero siempre es correcto,
afable, es un hombre cercano. No se puede ocultar, no
se puede “blanquear” la historia, ignorarla, “está ahí, las
víctimas estamos aquí”.
Juan José Aliste siempre ha sentido el abrazo de la so-
ciedad. Una sociedad que en situaciones así se vuelve
más humana. “En mi caso siempre he estado arropa-
do por la gente, pero también por las instituciones”.
Los reconocimientos le acompañan. El 13 de junio de
2014, el Consejo de Ministros acordó ascender a Juan
José Aliste a comandante con carácter honorífico. El 8
de septiembre de 2014, fue el pregonero de las fiestas
de Santa María de la Vega, en Salamanca, por su ejem-
plo diario de tolerancia y respeto. El 25 de febrero de
Es consciente de lo que él significa para la sociedad.
Conoce su importancia y su valía. Lleva casi un año in-
merso en la Asociación de Víctimas del Terrorismo de
Castilla y León, de la que es presidente. Una asociación
que surge para dar cabida a problemas más regiona-
les y que la Asociación Víctimas del Terrorismo, debido
a su ámbito nacional, no puede dar respuesta de for-
ma tan detallada.
Uno de los principales objetivos de esta asociación es
que todas las víctimas de Castilla y León estén en con-
tacto y colaboren para plantear una ley autonómica
de atención a las víctimas del terrorismo, que com-
plementará a la Ley 29/2011, de 22 de septiembre, de
Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas
del Terrorismo, que es de ámbito estatal. “Estas leyes
ya existen en otras comunidades autónomas y en
Castilla y León nos habíamos quedado un poco apar-
tados, desde la asociación pedimos a las víctimas que
nos hagan llegar sus ideas para llevarlas a la Consejería
de la Presidencia y comenzar a tramitar la ley”.
Juan José Aliste reside en Salamanca. Se mueve en
una silla de ruedas. Lleva una vida normal, dentro de
sus limitaciones. Hace frío en esta bella ciudad, pero
el cielo es hermoso y azul. Es un buen día para char-
lar, siempre lo es para la poesía, para unos versos de
Mario Benedetti: “El olvido no es victoria / sobre el mal
ni sobre nada / y si es la forma velada / de burlarse de
la historia / para eso está la memoria / que se abre de
par en par / en busca de algún lugar / que devuelva
lo perdido / no olvida el que finge olvido /sino el que
puede olvidar”.
ASESINADO POR

ETA
1996

Fernando
MÚGICA HERZOG

Fernando Múgica fue asesinado el 6 de febrero de 1996,

cuando caminaba por el centro de San Sebastián. Dos
terroristas de ETA se le acercaron por la espalda, le dispa-
raron un tiro en la nuca y, antes de huir, encañonaron a
uno de sus hijos, que se encontraba en el lugar de los he-
chos. Fernando había nacido en San Sebastián en 1934,
de padre español y madre francesa de origen polaco (su
familia materna sufriría el Holocausto a manos de los na-
zis por ser de religión judía). Estaba casado y trabajaba
como abogado junto a sus tres hijos, que compartían
su misma profesión. Además, era un histórico dirigente
socialista, al igual que su hermano Enrique, quien fue
ministro de Justicia y posteriormente Defensor del Pue-
blo. Tras el atentado, Enrique pronunciaría unas palabras
que se hicieron famosas: “Ni olvido ni perdono”.

LA SUERTE DE ALGUNAS VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO
No gustan al régimen nacionalista vasco las compa-
raciones entre los criminales de la Alemania nazi y los
etarras de la Euskadi nacionalista; teme el nacionalis-
mo vasco que, conocidas las similitudes entre unos y
otros, se generalice la denuncia de ser el País Vasco
una región de Europa donde el silencio y el miedo
han sido ordenadamente esparcidos con la colabora-
ción del Gobierno regional.
Existen tales similitudes entre nazis alemanes y eta-
rras vascos, pero entre unos y otros hay también
diferencias. Hoy me quedo con una: ni siquiera el jui-
Artículo de Rubén Múgica,
hijo de Fernando Múgica
Revista Fundación nº 16
(octubre de 2006)
Rubén Múgica
cio de Núremberg mostró a los primeros como los
juicios de la Audiencia Nacional vienen mostrando a
los terroristas etarras; mientras los primeros sucum-
bieron cabizbajos y algunos optaron incluso por el
suicidio, la Audiencia de nuestro país permite definir
la verdadera catadura de los terroristas nacionalistas
vascos, ensañados con los familiares de sus víctimas
desde una infinita falta de compasión.
Lo acabamos de ver con el tal Iglesias Chouzas, cuyo
alias, “Gadaffi”, describe la mentalidad de quien en
la banda pone esta clase de apodos y de quien los
 -198-
FERNANDO
MÚGICA
HERZOG

Rubén Múgica, hijo de Fernando Múgica

acepta. Acaba de ser juzgado el tal “Gadaffi” por el

asesinato, el 14 de enero de 1992, de José Anseán, fun-
cionario de policía; no ha tenido “Gadaffi” el menor
reparo en jactarse públicamente de su crimen ante la No gustan al régimen
viuda del asesinado, mientras ella rememoraba entre
lágrimas cómo había implorado al criminal que no
nacionalista vasco
asesinara a su esposo. las comparaciones
entre los criminales
Lo vimos recientemente con el etarra Bilbao, ame-
nazando a gritos al juez Alfonso Guevara; mostró de la Alemania nazi
nuevamente el tal Bilbao cuál es la verdadera na- y los etarras de la Euskadi
turaleza de sus actos y de sus intenciones, que
parecen no tener nada que ver con ninguna forma nacionalista; teme
no ya de arrepentimiento, sino de intención de po- el nacionalismo vasco que,
ner punto final a su vocación puramente criminal.
Lo vimos en julio con el etarra “Txapote”, juzgado conocidas las similitudes
primero por el asesinato de Miguel Ángel Blanco entre unos y otros,
(12 de julio de 1997) y, después, por el asesinato de
mi padre, Fernando Múgica (6 de febrero de 1996);
se generalice la denuncia
recientemente, ha sido juzgado y condenado por el de ser el País Vasco
asesinato de Alfonso Morcillo (15 de diciembre de
1994) y pronto será enjuiciado por los asesinatos de
una región de Europa
Mariano de Juan (10 de abril de 1995) y de Gregorio donde el silencio y el miedo
Ordóñez (23 de enero de 1995).
han sido ordenadamente
Al común de los españoles resultó insufrible la jactan- esparcidos con
cia de “Txapote” con los padres y la hermana de Miguel
la colaboración
Ángel, buscando el criminal la forma de mejor ofen-
derles, ignorando “Txapote” y el régimen beneficiario del Gobierno regional
de sus crímenes que los familiares de su víctima re-
presentan la mejor forma de combate cívico frente
 -199-
FERNANDO
MÚGICA
HERZOG

La Audiencia Nacional permite definir la verdadera

catadura de los terroristas nacionalistas vascos,
ensañados con los familiares de sus víctimas
desde una infinita falta de compasión

al terrorismo: la que, sin saber nada de venganzas,
tampoco sabe de olvido ni perdón; para eso ya están
los políticos instalados en la equidistancia, corrompi-
dos desde su preocupación por no llamar a las cosas
por su nombre, relativizando la inmensa gravedad de
cada crimen. En eso no están solos los jerarcas del ré-
gimen nacionalista; desde hace años, les acompaña
una flota de idiotas morales como Jesús Eguiguren,
Gemma Zabaleta u Odón Elorza, por citar solo a al-
gunos. Gesticulaban solemnemente cada vez que se
producía un asesinato, pero inmediatamente después
corrían a hablar a escondidas con la gentuza de Bata-
suna, ofreciendo pactos indeseables a los criminales y
asumiendo ante ellos sucios compromisos. Dicen lue-
go, pomposamente, que lo suyo es querer salvar vidas;
como si los demás fuéramos Jack el Destripador.
Qué duda cabe de que entre “Txapote”, mi familia y
yo hay algo personal, pero no voy a darle al criminal
el placer de leer aquí ninguna sensiblería; ya le escri-
bí, durante el juicio de julio, diciéndole que mi familia
no asistió a la vista para ver sus gestos y muecas, sino
para liquidarlo, anunciando nuestro deseo de que
muera en la cárcel.
Lo que no imaginábamos —creo que en esto esta-
mos todas las víctimas del terrorismo—es que esos
mismos criminales tuvieran psiquiatra, y menos aún
que este fuera voluntario. De nada parece servir que
“Gadaffi”, Bilbao y “Txapote” hayan demostrado que
su motivación y vocación son solo homicidas; ya su
psiquiatra, sin que nadie se lo haya preguntado, se ha
apresurado a señalar que esos concretos criminales
padecen una afectación mental y que el peso de la
ley caerá sobre ellos.
Estoy tranquilo, en la parte que me toca. Si el psi-
quiatra dice que sobre el enfermo “Txapote”, que
asesinó a mi padre, caerá el peso de la ley, descan-
saré tranquilo, sabiendo que cumplirá su condena
en prisión; ahí donde mi familia y yo deseamos que
muera “Txapote”.
Pero no me quedo del todo tranquilo, pues siendo va-
rios los terroristas que participaron en el asesinato de
mi padre, solo de “Txapote” habla el psiquiatra volun-
tario; y no diciendo este nada de los posibles males
que aquejan a los otros criminales, temo que a ellos
no se les aplique la ley y puedan no cumplir siquiera
sus condenas. Otro tanto ocurrirá, sin duda, con los
familiares de quienes fueron asesinados por crimina-
les etarras a los que el psiquiatra no ha reconocido;
parece justo, así, que el conjunto de las víctimas del
terrorismo miremos con recelo eso que llaman “pro-
ceso”, que se nos antoja como el preámbulo de un
deliberado empate entre el Estado y la organización
terrorista ETA.
A ninguna forma de empate aspiraron los criminales
nazis sentados en el banquillo de Núremberg; sus
atrocidades les hicieron asumir que solo tenían una
salida: sucumbir y ser destruidos.
ASESINADOS POR

ETA
1998

Alberto
JIMÉNEZ-BECERRIL BARRIO

Ascensión
GARCÍA ORTIZ

Alberto Jiménez-Becerril, de 37 años, era concejal del

Partido Popular en el Ayuntamiento de Sevilla, donde
ejercía el cargo de teniente de alcalde. Su esposa, As-
censión García, dos años mayor que él, trabajaba como
procuradora de los tribunales. En la madrugada del 30
de enero de 1998, cuando el matrimonio caminaba por
el centro de Sevilla, de regreso a casa, dos miembros de
la banda terrorista ETA se les acercaron por la espalda
y los mataron disparándoles en la cabeza. Junto a sus
cuerpos sin vida, quedaron tirados en la calle los tres
claveles rojos que Ascensión llevaba a sus hijos, de ocho,
siete y cuatro años, para que a la mañana siguiente ce-
lebraran en el colegio el Día de la Paz. Ese mismo año,
el Ayuntamiento de Sevilla creó la Fundación contra el
Terrorismo y la Violencia Alberto Jiménez-Becerril.

“ES INTOLERABLE QUE SE HAGAN HOMENAJES
A LOS ASESINOS Y QUE LAS VÍCTIMAS
VI VA N E N E L O LVI D O”
Se han cumplido 20 años de aquella trágica ma-
drugada del 30 de enero de 1998, cuando Alberto
Jiménez-Becerril y su esposa, Ascensión García, regre-
saban a su casa en Sevilla. Dos pistoleros de la banda
terrorista ETA se les acercaron por la espalda y, sin
mediar palabra, les descerrajaron sendos tiros en la
cabeza. Los tres hijos del matrimonio, de cuatro, siete y
ocho años, nunca volvieron a ver con vida a sus padres.
Él era concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento
de Sevilla, donde ejercía como teniente de alcalde, y
ella era procuradora de los tribunales.
Entrevista a Teresa Jiménez-Becerril,
hermana de Alberto Jiménez-Becerril
y cuñada de Ascensión García
Revista Fundación nº 62
(marzo de 2018)
Miguel Renuncio
Tan cobarde y cruel asesinato conmocionó a la so-
ciedad española en general y, muy particularmente,
a la sevillana, que salió a las calles para manifestar su
enérgica condena. Teresa Jiménez-Becerril, hermana
de Alberto, sigue encarnando hoy el espíritu de aquel
movimiento en defensa de la libertad y manteniendo
vivos los valores democráticos que defendía su herma-
no. Teresa preside la Fundación contra el Terrorismo
y la Violencia Alberto Jiménez-Becerril y, desde 2009,
representa a España en el Parlamento Europeo como
diputada del Partido Popular.
 -202-
ALBERTO
JIMÉNEZ-BECERRIL
BARRIO
Acaban de cumplirse 20 años del asesinato de Al-
berto y Ascen. ¿Cómo ha vivido usted este triste
aniversario?
Todos los aniversarios son duros para mi familia y, así
que pasen otros 20 años, lo seguirán siendo. Lo que sí
he intentado y creo que conseguido es que este ani-
versario especial del asesinato de Alberto y de Ascen
tuviera repercusión, y para ello grabamos un vídeo. Y
también la Fundación Alberto Jiménez-Becerril, que
presido, otorgó el Premio contra el Terrorismo a Anto-
nio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, a quien
conozco bien y sé de su compromiso con nuestra
noble causa, y quien siempre se ha brindado a acom-
pañarme en cualquier acto que he organizado en el
Parlamento Europeo de apoyo a las víctimas. Mi mi-
sión es testimoniar y preservar la memoria, porque el
mayor regalo que podemos hacerle a ETA es nuestro
silencio, porque, si no recordamos, ellos recuerdan por
nosotros mintiendo, para conseguir ese final sin ven-
cedores ni vencidos.
Aquel atentado conmocionó a toda Sevilla, que
reaccionó con multitudinarias muestras de dolor
y de rechazo al terrorismo, pero el tiempo pasa y
las nuevas generaciones no han tenido aquella
experiencia. ¿Teme que la memoria de Alberto y
Ascen acabe cayendo en el olvido?
Mientras yo viva no caerá en el olvido. Intentaré hablar,
escribir y recordar como pueda. Pero, lógicamente,
muchos jóvenes no conocen el terror que sembró ETA
durante 60 años, por eso ese vídeo —que me propu-
so el Ministerio del Interior para las redes sociales— es
un instrumento muy útil para que se conozcan los he-
chos. Un minuto y medio para relatar un crimen que
marcó nuestras vidas y la de muchísimos sevillanos.
La gran mayoría de los españoles siempre ha estado a
nuestro lado y no quiere olvidar lo inolvidable. Pero es
necesario que quienes tienen el poder de preservar la
memoria y defender la dignidad de las víctimas no se
abandonen al cómodo olvido.
Ni los autores materiales del crimen, ni su cóm-
plice, ni el jefe de ETA que ordenó actuar al “co-
mando Andalucía” han manifestado ningún tipo
de arrepentimiento ni se han desmarcado de la
violencia. ¿Para usted sería importante que lo
hicieran?
Los terroristas de ETA casi nunca se arrepienten. Su
soberbia es tal que consideran necesarios esos asesi-
natos, las víctimas son nada para ellos, desprecian la
vida de los demás y no se consideran responsables del
dolor causado. Estaban y están ciegos de odio, no fluye
ninguna piedad por sus venas, ni por las de quienes les
rinden homenajes. Para mí no significa nada lo del per-
dón, no pierdo ni un minuto de mi tiempo en pensarlo.
Ahora que ETA ha sido derrotada por el Estado de
derecho, aunque no ha llegado a disolverse, ¿cuál
debe ser el papel de las víctimas del terrorismo en
la sociedad?
ETA está derrotada, pero la victoria no es completa.
Muchos terroristas y sus cómplices han llegado a las ins-
tituciones, ellos creen que políticamente han ganado.
Es siniestro lo que han declarado recientemente en el
sentido de que quizás se disuelvan porque ya han cum-
plido su función y viene un cambio de ciclo. Ante este
panorama desolador, las víctimas tenemos que luchar
para que esto no acabe en un empate, porque enton-
ces sí que se pisotearía la dignidad de las víctimas.
El mismo año en que Alberto y Ascen fueron ase-
sinados, se creó en Sevilla la Fundación contra el
Terrorismo y la Violencia Alberto Jiménez-Bece-
rril. En este tiempo, ¿qué ha conseguido la Fun-
dación?
Tengo el honor de ser presidenta de la Fundación y,
como su nombre indica, el objetivo de ella es preser-
var la memoria de las víctimas y combatir el terrorismo
de todas las maneras posibles. Para ello hacemos mu-
chas actividades, como seminarios de carácter anual
con jóvenes, a los que traemos al Parlamento Europeo,
donde también hacemos conferencias con expertos en
lucha antiterrorista y apoyo a las víctimas. Asimismo, te-
nemos un proyecto llamado “El rincón de la memoria”,
que consiste en colocar placas en diversos lugares de
Sevilla que recuerdan a las víctimas del terrorismo. Ade-
más, tenemos un premio de fotografía y literatura para
promover la cultura de la paz y denunciar la violencia.
Hemos instaurado un nuevo premio periodístico, que
distingue a quienes se significan en su lucha contra
el terrorismo y su apoyo a las víctimas. Y el Premio de
nuestra Fundación, que este año recibió Antonio Tajani,
presidente del Parlamento Europeo. También colabo-
ramos con las demás fundaciones de víctimas en la
defensa de la memoria, la dignidad y la justicia.
El Parlamento Europeo, del que usted forma par-
te, está investigando por qué más de 300 asesi-
natos de ETA siguen aún sin resolver. ¿Qué frutos
espera que dé esa investigación?

La asociación Dignidad y Justicia presentó una peti-
ción al Parlamento Europeo, la cual apoyé, para que
se esclarezcan los más de 300 asesinatos de ETA sin
resolver. La petición sigue su curso. La Comisión ha
escrito a las autoridades competentes de la investiga-
ción en España para tener información. Es importante
que desde Europa se entienda la necesidad de tantas
víctimas que merecen justicia.
Los homenajes a etarras en el País Vasco y
Navarra o el enaltecimiento del terrorismo en las
redes sociales, ¿siguen siendo dos asignaturas
pendientes?
Absolutamente, sí. Me preocupa que, como ETA no
mata, ello se traduzca en un “ETA no mató”. Es intole-
rable que se hagan homenajes a los asesinos y que las
víctimas vivan en el olvido. Pensemos en Echarri-Ara-
naz, donde con dinero público se pagó un mapa de la
memoria en el cual aparecía el terrorista que asesinó a
Jesús Ulayar (como torturado), y su víctima ignorada o
al nivel del asesino. O en Andoáin, donde los chivatos
etarras que dieron información sobre Joseba Pagaza
fueron recibidos como héroes. O en Villava, donde en
más de una ocasión han homenajeado al asesino de
mi hermano y su mujer. Una vez pude parar la infamia,
otras no. Y así podría seguir dando ejemplos. Además,
muchos casos de enaltecimiento en redes no se están
considerando como humillación a las víctimas, y no
entiendo esa actitud. Mi pregunta es: ¿por qué?, ¿por
qué las víctimas del terrorismo tenemos que soportar
ese escarnio?
La presencia de Arnaldo Otegi en el Parlamento
Europeo, hace dos años, puso de manifiesto el
desconocimiento de la realidad de ETA por parte
de algunos eurodiputados o su insensibilidad ha-
cia las víctimas del terrorismo. ¿Ha cambiado esta
situación?
Creo que ya dejamos claro en el Parlamento Europeo
que Otegi es un terrorista. A mí no me dieron la pala-
bra, pero como pude recordé que ni mi hermano ni
su mujer iban a la guerra cuando los mató ETA. Que
España es una democracia y que no necesitamos que
ningún falso “hombre de paz” vaya contando menti-
ras por Europa. Siempre habrá algunos eurodiputados
que lo apoyarán. Lo trajo la GUE, la Izquierda Unitaria
Europea, pero no hizo ninguna entrada triunfal. Creo
que cada vez hay más conciencia del dolor de las
víctimas, porque hoy día el terrorismo golpea a toda
Europa. Los que hoy apoyan a los independentistas
-203-
ASCENSIÓN
GARCÍA
ORTIZ
ETA está derrotada, pero
la victoria no es completa.
Muchos terroristas
y sus cómplices han llegado
a las instituciones, ellos
creen que políticamente
han ganado
catalanes en el Parlamento Europeo ayer aplaudían a
Otegi. Dios los cría y ellos se juntan.
¿Existe consenso en el Parlamento Europeo sobre
el rechazo al terrorismo yihadista y sobre cómo
combatirlo?
Existe consenso respecto al rechazo del terrorismo
yihadista. Sería un drama si no fuera así. Sobre cómo
combatirlo, hay quienes se llenan la boca hablando de
prevenir atentados pero luego, a la hora de legislar, no
quieren que se considere delito el viajar a Siria u otros
países para entrenarse en los campos de adiestramien-
to de terroristas. Y como esto, muchas más cosas. Hay
mucha hipocresía en quienes hablan de proteger a los
ciudadanos pero luego rechazan las medidas de segu-
ridad. Para prevenir, hay que legislar en prevención y
protección. Los ciudadanos deben poder vivir libres y
seguros. Afortunadamente, aprobamos el informe so-
bre cómo combatir el terrorismo que amplía los delitos
que permitirán a los jueces perseguir a los criminales.
¿Se están tomando medidas a nivel europeo para
prevenir la radicalización violenta?
La radicalización es la base del terrorismo islamista y
claro que tomamos medidas para detectarla y com-
batirla, ya sea en las familias, escuelas o prisiones. Hay
que educar e integrar para evitar que quienes viven en
Europa, muchos nacidos aquí, sean captados por las
redes terroristas, que manejan perfectamente la pro-
paganda y las emociones de muchos jóvenes. Nuestro
trabajo para combatir el terrorismo va en muchas lí-
neas. Para mí es vital prevenir, proteger, perseguir a los
terroristas y responder a las necesidades de las vícti-
mas. Esa es la estrategia.
ASESINADO POR

ETA
1998

Tomás
CABALLERO PASTOR

“Murió por lo que había vivido: la libertad, la justicia y

la paz” son las palabras que figuran sobre la tumba de
Tomás Caballero, asesinado por ETA el 6 de mayo de
1998. Aquel día, el concejal de Unión del Pueblo Navarro
salió de su domicilio como de costumbre para dirigirse
al Ayuntamiento de Pamplona. Nada más subirse al co-
che, fue tiroteado a través de la ventanilla y murió poco
después en el Hospital de Navarra. Sus enfrentamientos
con los concejales de Herri Batasuna lo habían converti-
do en un objetivo para la banda terrorista. Nacido en la
localidad riojana de Alfaro, Tomás tenía 63 años, estaba
casado y era padre de cinco hijos. Veterano sindicalista
y político, llegó a ser alcalde de Pamplona entre 1976 y
1977. Tras el atentado, sus familiares crearon en su honor
la fundación que lleva su nombre.

“QUIENES PIDEN EL ACERCAMIENTO
DE LOS PRESOS EN REALIDAD QUIEREN
SU SALIDA DE L A CÁRCEL”
Tomás Caballero fue asesinado por ETA el 6 de mayo
de 1998, cuando era concejal de Unión del Pueblo
Navarro (UPN) en el Ayuntamiento de Pamplona. Su
hija, María Caballero, ha seguido sus pasos en política
y ahora es ella quien se sienta en el pleno del consis-
torio pamplonés. Pero lo hace en la oposición, porque,
aunque UPN fue el partido más votado en las últimas
elecciones municipales, EH Bildu se hizo con la alcaldía
gracias a los votos de Geroa Bai, Aranzadi e Izquier-
da-Ezkerra. Este año se ha cumplido el 20º aniversario
del asesinato de Tomás Caballero, coincidiendo casi
en el tiempo con el anuncio y la escenificación de la
disolución de ETA.
Entrevista a María Caballero,
hija de Tomás Caballero
Revista Fundación nº 63
( junio de 2018)
Miguel Renuncio
“Murió por lo que había vivido: la libertad, la jus-
ticia y la paz”, dice el epitafio de su padre. ¿Cómo
han vivido usted y su familia este 20º aniversario?
Lo hemos vivido de manera especial, porque nos
parecía que había que hacer algo diferente, y así lo
entendía también UPN. Ha sido un acto de home-
naje íntimo para familiares, amigos y compañeros, y
nos ha reconfortado mucho. En el plano personal, lo
hemos vivido con paz y tranquilidad, haciendo entre
todos un homenaje muy bonito a la memoria de mi
padre, en compañía de quienes él quería. La familia
ha estado muy unida, y mi madre —que es quien más
fuerza nos ha dado durante todo este tiempo— se ha
 -206-
TOMÁS
CABALLERO
PASTOR
Era una persona buena, trabajadora, educada en el valor
del esfuerzo, y también una persona muy comprometida
y muy creyente. El compromiso le venía de su fe,
de sus creencias
sentido muy arropada. Estamos muy orgullosos de
ella, la verdad. Por otro lado, el aniversario ha quedado
empañado por las noticias de ETA que se iban produ-
ciendo. Eso sí nos ha tenido un poco revueltos. Pero
bueno, nosotros hemos querido destacar el legado de
mi padre, cuya memoria sigue muy viva.
¿Cómo era su padre?
Era una persona buena, trabajadora, educada en el
valor del esfuerzo, y también una persona muy com-
prometida y muy creyente. El compromiso le venía de
su fe, de sus creencias. Mi padre se implicaba mucho:
con los estudiantes, con los trabajadores, etc. Fundó
un sindicato cuando todavía existía la dictadura, por-
que entendía que había que defender las libertades,
el poder hablar. Por eso plantó cara a la dictadura y
trabajó en serio para conseguir una España mejor. Era
vehemente en la defensa de lo que hacía, pero tam-
bién muy dialogante y humano. Y muy vitalista: le
faltaban horas del día para trabajar, para hacer cosas, y
nunca mostraba cansancio. Estuvo un tiempo en polí-
tica, estuvo en la vida sindical, se volcó altruistamente
durante 12 años con el Club Deportivo Oberena… Pero
su amor por Navarra hacía que él quisiera volver a la
política, y le dieron una oportunidad cuando ya estaba
casi en la edad de jubilación. Yo lo que puedo decir
es que ETA mató a mi padre en un momento de su
vida en que era una persona feliz, realizada, pues es-
taba trabajando en lo que quería, veía a sus hijos ya
asentados, con un futuro… Podía haberse quedado en
casa haciendo otras cosas, pero él libremente eligió
ser concejal, sabiendo lo que se jugaba, y para noso-
tros es un orgullo. Quienes lo mataron también tenían
libertad para no hacerlo, nadie los obligó. Ellos eligie-
ron ese camino y, desde luego, yo creo que ni ellos ni
sus familias podrán sentir el orgullo que nosotros sen-
timos por nuestro padre.
¿Cuál es el legado que Tomás Caballero ha dejado
en la sociedad?
Todas las personas que pasan por el mundo hacien-
do el bien dejan su impronta. En el caso de mi padre,
al haber sido asesinado por la banda terrorista ETA,
su ejemplo se ha hecho más visible. Habrá otros que
hayan hecho cosas igual de maravillosas, pero no han
tenido esa visibilidad en la sociedad. ETA intentó callar
a mi padre, apagarlo, pero lo que hizo fue engrande-
cerlo, sacar a la luz mucho más su personalidad. Y
nosotros estamos comprometidos en mantener viva
su memoria. Creemos que tenemos que reivindicar
su figura, porque es lo que ellos intentaron quitarnos.
Él representaba mucho por ser el portavoz del grupo
político mayoritario en Pamplona y, en ese sentido,
mantenemos nuestro compromiso de por vida.
¿Qué supone para usted la desaparición de ETA?
Que ETA no mate es importante, pero en esas está-
bamos desde 2011. ¿Qué ha cambiado ahora? ¿Qué
significa que ETA se haya disuelto, si ya no tenía capa-
cidad para matar? En ese aspecto me deja fría. A mí lo
que más me preocupa es lo que queda detrás de ETA;
es decir, toda esa gente que sigue alimentando el clima
de odio. Lo que no puede ser es que ETA se disuelva y,
al día siguiente, tengamos carteles en unas fiestas en
los que ponga: “Gracias, ETA”. Eso es indecente. Y lo
que no podemos aguantar es que quieran organizar
un espectáculo mediático de la mano de gente que
se pone una corbata ese día, que se da abrazos con

María Caballero, hija de Tomás Caballero, ha seguido los pasos de su padre en política
Otegi, que engaña a personas que no sé si han ido de
buena fe o no… ¿Dónde estaba esa gente cuando ETA
mataba? También me molesta que vayan a Francia a
hacer todos estos “saraos”, cuando en Francia es donde
han estado amparados tantos años. Venían a España,
mataban y volvían a cruzar la frontera para esconder
las armas y vivir tranquilos. Entonces, que vayan allí a
escenificar su disolución, a hacer un montaje propa-
gandístico, como si se hubiera firmado un tratado de
paz... Estamos hablando de terroristas, y punto.
Como los etarras considerarán que su padre tenía
“una participación directa en el conflicto”, a uste-
des no les han pedido perdón…
Yo no necesito que me pidan perdón por pedirlo, por-
que sería un perdón vacío, sin arrepentimiento real ni
reconocimiento del daño causado. ¿De qué dicen que
se arrepienten? ¿De los “daños colaterales”? Es un in-
sulto, una vergüenza impresionante. ¿Por qué razón
mataron a mi padre? Uno de los asesinos dijo en el
juicio que lo hicieron porque pertenecía a UPN, un par-
tido que, como PP y PSOE, es contrario al proyecto de
Euskal Herria. Entonces, ellos siguen creyendo que era
-207-
TOMÁS
CABALLERO
PASTOR
Rafa Albarrán
una muerte necesaria, no han renunciado a sus ideas.
Y por si fuera poco, al día siguiente de la disolución la
presidenta de nuestra comunidad, que es nacionalis-
ta [Uxue Barkos lidera la coalición Geroa Bai, integrada
por PNV, Atarrabia Taldea y Zabaltzen], salió a decir que
había que seguir avanzando en ese proyecto.
¿Cree que se acabará acercando a los presos eta-
rras a las cárceles del País Vasco y Navarra?
No tengo la menor duda de que habrá un cambio en
la política penitenciaria, y en parte es lógico, porque
la política actual se estableció con una banda terroris-
ta en activo. Ese momento llegará algún día, cuando
tenga que llegar. Lo que es una vergüenza es salir al
día siguiente a pedir contraprestaciones a cambio
de nada. Además, hay que tener en cuenta que la
dispersión de los presos no la hemos establecido las
víctimas, sino el Estado. Y los sucesivos gobiernos han
entendido que era necesario aplicarla. ¿Por qué se
debe cambiar de criterio ahora? ¿Porque lo diga ETA?
Pues no. Lo que el Estado tenga que hacer, que lo haga
cuando proceda y con argumentos, pero que no sea
nunca porque unos pocos digan que han dejado de
 -208-
TOMÁS
CABALLERO
PASTOR
matar. Por otra parte, quienes piden el acercamiento
de los presos en realidad quieren su salida de la cár-
cel. Lo que dicen en las manifestaciones es: “Los presos
a casa”. Y ese “a casa” es literalmente a casa. Lo que
quieren es que se abran las cárceles. Entonces, si nos
han dicho durante años que confiemos en la Justicia, y
hemos aguantado muchas cosas por creer en esa Jus-
ticia, lo que no vamos a hacer es aceptar concesiones
que nada tienen que ver con la Justicia.
En el futuro, cuando gran parte de la sociedad no
haya conocido el tiro en la nuca ni la bomba lapa,
¿prevalecerá el relato de la verdad?
En esto no soy muy optimista, sinceramente, porque
la sociedad quiere vivir tranquila y tiende a pasar pá-
gina. Para que prevalezca el relato de la verdad, hace
falta un esfuerzo y un compromiso muy importante
por parte de la gente, y a veces no somos tan activos
como los que están a favor de blanquear la historia.
Al final, somos unos pocos los que cargamos con
esa responsabilidad. La gente dice: “Si ya no matan,
déjalo estar, eso es lo que queríamos”. Sí, eso es lo
que queríamos, pero de ahí a que parezca que está-
bamos en un conflicto y que estos muchachos eran
unos jóvenes idealistas… Será difícil que prevalezca
el relato de la verdad, pero yo estoy comprometida a
pelear por ello.
En Navarra se publicó Relatos de plomo…
Sí, es una obra fantástica, pero este Gobierno reti-
ró desde el primer momento el enlace de la página
Uno de los asesinos
de mi padre dijo
que lo mataron
por pertenecer
a un partido contrario
al proyecto
de Euskal Herria
web. Y es verdaderamente importante poner cara a
quienes fueron asesinados por ETA, porque leyendo
las historias de las víctimas te das cuenta de lo que
ha sido ETA: un grupo mafioso. La prueba más clara
es que ellos mismos no podían abandonar la orga-
nización. A “Yoyes”, cuando quiso dejarlo, la mataron
con su hija de la mano. Eso es algo propio de un gru-
po mafioso. Ellos pueden pretender adornarnos este
“conflicto”, pero lo tienen muy difícil.
Hace tres años, usted y el resto de concejales de
UPN en el Ayuntamiento de Pamplona fueron
abucheados por una multitud al grito de “UPN,
kampora!” (“¡UPN, fuera!”). ¿Cómo vivió aquel día
en el que EH Bildu se hizo con la alcaldía?
Lo viví fatal, como muchas otras víctimas del terroris-
mo. Mi padre era concejal de UPN, fue asesinado y
esta gente no condenó el crimen. Para mí, Herri Bata-
suna tenía una responsabilidad directa en el asesinato
de mi padre y de otros tantos, por su papel de cóm-
plice, de brazo político de ETA. Aquel día yo no daba
crédito. ¡Y la gente encima jaleándolos en la calle! Que
nosotros, que somos el grupo mayoritario, tuviéra-
mos que salir entre gritos me pareció vergonzoso. De
hecho, nos propusieron salir por la puerta de atrás y
nos negamos. ¿Por qué kampora? ¿Fuera de dónde?
Hasta hace poco, cuando esa gente decía “fuera” te
mataban. Pero no, no nos vamos, seguiremos viviendo
en Pamplona porque somos de Pamplona. Ese mo-
mento para mí fue durísimo, lo tengo grabado en mi
memoria como uno de los más tristes.

Joseba Asiron tuvo que medir mucho sus palabras
al condenar “cualquier violación de los derechos
humanos”. ¿Esa perversión del lenguaje está muy
presente en la sociedad navarra?
Desde que tenemos a este alcalde y desde que Uxue
Barkos está en el Gobierno de Navarra, con el apoyo de
EH Bildu, se habla de “todas las violencias” y “todas las
víctimas”. Es algo indecente, porque hace un año orga-
nizaron un homenaje en el Parlamento de Navarra y
llevaron a familiares de etarras. Nosotros nos negamos
a ir, ¡y se escandalizaban de que nos enfadáramos!
Luego se unieron todos al sufrimiento de los familia-
res por tener que recorrer tantos kilómetros para ver a
sus hijos. En esa comparecencia estaba la madre del
que mató a mi padre, y decía: “¿A quién beneficia este
sufrimiento, el tener que ir hasta allá…?”. Pues que se lo
pregunte a su hijo, a ver a quién beneficia, que el sufri-
miento lo tenemos nosotros. ¿A quién ha beneficiado?
Que conteste él.
Pablo Iglesias acusó en su día a UPN de “utilizar
la memoria de las víctimas para hablar de a quién
ponemos de alcalde” y les llamó “corruptos y sin-
vergüenzas”. ¿Les ha pedido perdón?
No, no nos ha pedido nunca perdón. Y se ha de-
mostrado que, tal y como advertíamos, la marca de
Podemos en Pamplona, Aranzadi, sigue las tesis de
Bildu y no se ha separado en absoluto de ellas en nin-
guna votación que tenga que ver con estos temas. La
verdad es que yo en aquel momento no daba crédito,
porque de lo que se trata al final es de “desactivar”
Herri Batasuna tuvo
una responsabilidad
directa en el asesinato
de mi padre
y de otros tantos
por su papel de brazo
político de ETA
-209-
TOMÁS
CABALLERO
PASTOR
a las víctimas. No puedes hablar, porque entonces
dicen que te estás aprovechando. No puedes hacer
política, porque según ellos los partidos te utilizan.
Siempre han dicho que las víctimas, por nuestra
sensibilidad, tenemos que mantenernos al margen.
Como si el asesinato de nuestros familiares no hubie-
ra tenido una motivación política…
Recientemente, se ha constituido la Asociación Na-
varra de Víctimas del Terrorismo de ETA. ¿Por qué
motivo se ha creado ahora? ¿Cuáles son sus fines?
En Navarra hay víctimas de los “años de plomo” (los se-
tenta y ochenta), que estuvieron abandonadas a nivel
social, como en toda España, pero luego la sociedad
empezó a movilizarse y los distintos gobiernos han
venido apoyando y respaldando a las víctimas, hacién-
donos sentir su cariño. Sin embargo, la llegada de este
Gobierno lo ha cambiado todo. Entonces decidimos
asociarnos y la verdad es que estamos muy satisfechos
de haberlo hecho, porque nos ha servido de motiva-
ción y porque tenemos muchas cuestiones que tratar
y que no queremos ya que otros hablen por nosotros.
Y eso es importante, porque lo que antes no hacía fal-
ta en Navarra ahora sí hace falta, por unos políticos
nacionalistas que están empeñados en blanquear el
relato de ETA y suavizar lo que pasó. Es importante
que las víctimas estemos asociadas, tengamos una
voz única y fuerte, y digamos las cosas como son. La
asociación se ha constituido este año y la presidenta
es Carmen Imaz, hija del primer asesinado en Navarra,
en 1977, lo cual es también algo simbólico.
ASESINADO POR

ETA
1998

Manuel
ZAMARREÑO VILLORIA

Cuando José Luis Caso fue asesinado de un tiro en la

cabeza, el 11 de diciembre de 1997, su amigo Manuel Za-
marreño decidió sucederle como concejal del Partido
Popular en el Ayuntamiento de Errenteria (Gipuzkoa),
aun a sabiendas de que podía correr la misma suerte
que él. En seguida, el entorno de ETA comenzó a ame-
nazar a Manuel con carteles, pintadas y llamadas tele-
fónicas. Incluso llegaron a quemarle el coche, pero lo
peor estaba por llegar. El 25 de junio de 1998, salió de
su domicilio para ir a comprar el pan, acompañado de
su escolta, el ertzaina Juan María Quintana. Al regresar,
ETA activó una bomba escondida en una moto. Manuel,
de 43 años, murió en el acto como consecuencia de la
explosión. Estaba casado y tenía dos hijos. Su escolta re-
sultó herido, pero sobrevivió al atentado.
 Entrevista a Naiara Zamarreño,
hija de Manuel Zamarreño
Revista Fundación nº 71-72
(septiembre de 2020)

“TODAS LAS VÍCTIMAS TENEMOS DERECHO

A LA VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACIÓN”
Naiara tenía 15 años cuando le arrebataron a su padre, Manuel Zamarreño, concejal del Partido Popular
en la localidad guipuzcoana de Rentería. La mañana del 25 de junio de 1998, Manuel salió de su domicilio
y nunca más volvió a ver a su mujer y a sus hijos. Cuando regresaba de comprar el pan, un comando
de ETA hizo explotar una bomba colocada en una moto. Manuel murió en el acto y su escolta, el ertzaina
Juan María Quintana, resultó herido. Esta era la crónica de una muerte anunciada.

Miguel Renuncio

Apenas seis meses antes del asesinato de Manuel
Zamarreño, ETA había matado al anterior concejal
del Partido Popular en el Ayuntamiento de la locali-
dad, José Luis Caso, de un tiro en la cabeza. A ambos
les unía una gran amistad, forjada en los años que
compartieron juntos trabajando en Astilleros Luzuria-
ga. Tras el asesinato de José Luis, Manuel no dudó ni
un segundo en dar un paso al frente para ocupar el
puesto de su amigo, aun a sabiendas de que aquello le
podía costar la vida, como así fue. Manuel Zamarreño,
de 43 años, se mostró siempre tal y como era: un hom-
bre leal, alegre y valiente, firmemente comprometido
con la paz, la libertad y la democracia. Algo incompa-
tible con la locura asesina de ETA.
¿Cómo era su padre?
Mi aita era una persona muy sociable, amigo de sus
amigos. Era un hombre muy leal, que asumió el cargo
 -212-
MANUEL
ZAMARREÑO
VILLORIA
de concejal en el Ayuntamiento de Rentería en honor
a su amigo José Luis Caso, asesinado por ETA el 11 de
diciembre de 1997. Mi aita era muy alegre. Nos reíamos
mucho, porque siempre estaba haciendo bromas. Le
encantaban las fiestas: el día de San Sebastián (con la
tamborrada), las fiestas del pueblo… y formaba parte
de una asociación de vecinos, que organizaba las fies-
tas del barrio.
Cuando piensa en él, ¿qué recuerdos le vienen a
la cabeza?
Mi hermano pequeño y yo fuimos a una ikastola, por-
que mi aita quería que aprendiéramos euskera y nos
sintiéramos parte del País Vasco. Él estaba en el AMPA
y participaba en las diferentes actividades que se or-
ganizaban. Siempre era mi aita quien nos llevaba al
colegio y le encantaba hacer los deberes conmigo,
porque él chapurreaba euskera y era una forma de
aprender palabras nuevas. También le gustaba mucho
salir por ahí y alguna vez me decía: “Dile a la ama a ver
si vamos a dar una vuelta, porque si se lo digo yo va a
decir que no”. Le encantaba pasear por San Sebastián,
hacer actividades en familia… Esos son los recuerdos
que tengo de la infancia.
Su padre debía de tener también unas fuertes
convicciones democráticas…
Sí, él creía en la libertad, rechazaba el uso de la vio-
lencia y, precisamente, luchaba para que cesara la
violencia en el País Vasco que tanto amaba. Él pensa-
ba que con la palabra podía llegar a conseguirlo...
Recibía amenazas continuas (carteles, pinta-
das, llamadas telefónicas, etc.) e incluso lle-
garon a quemarle el coche. ¿Usted cómo vivía
todo aquello?
Con mucho miedo, aunque yo creo que, hasta años
después, no he sido consciente del riesgo que él
corría y de la realidad tan oscura que estábamos vi-
viendo. Recuerdo que un día de los Santos Inocentes
le echaron pintura y ácido sulfúrico al coche, y fuimos
siguiendo las manchas de pintura que iban hacia Pa-
sajes, el pueblo colindante, hasta que perdimos la
pista. Al año siguiente, el día de Reyes, fue cuando
le quemaron el coche. Yo rezaba para que no le pa-
sara nada a mi aita, aunque, por otro lado, pensaba:
“¿Cómo le va a pasar a él? Con toda la gente que hay…”.
El día del atentado, como de costumbre, usted se
asomó a la ventana para verle marchar…
Sí, siempre me gustaba verle salir de casa. Además,
me llamaba la atención que fuera con escolta. Aquel
día, como llovía, mi aita llevaba paraguas, pero el es-
colta iba mojándose… Nunca pensé que podía llegar
un día que fuera el último…
Tras su muerte, usted siguió viviendo en Rente-
ría. ¿Sintió comprensión o rechazo por parte de la
gente?
Hubo un poco de todo. Mi entorno y mis amigos me
apoyaron, y en la ikastola también se volcaron con-
migo. Solo me quedaba un curso y me ayudaron a
sacarlo bien, pero en el instituto… Ahí sí tuve algún pro-
blema con la gente. Me metían octavillas en la taquilla,
me gritaban “Gora ETA!”, e incluso había un profesor
de Historia, militante de Herri Batasuna, que me pe-
nalizaba en las notas. En el caso de mi ama, ella se
quedó en la más absoluta soledad. La gente del barrio,
las que eran sus amigas… Todos la abandonaron, in-
cluso algunos familiares que vivían en San Sebastián
cortaron la relación con ella, porque tenían un negocio
y no querían que aquello les salpicara... Fue terrible.
¿Cómo vive cada 25 de junio, aniversario del
atentado?
Es un día duro. Desde que empieza el mes, ya estoy
pensando en ese día. En general, junio es un mal mes
para mí.
Seguro que echará de menos a su padre todos los
días de su vida, pero habrá momentos en los que
le habrá echado más en falta...
En los momentos más felices de mi vida: el día que
me casé y cuando tuve a mis dos hijos, porque a él
le encantaban los niños y yo sé que le hubiera gusta-
do conocerlos. De hecho, el mayor lleva su nombre en
euskera, Imanol.
Hace tres años, el Ayuntamiento de Rentería ho-
menajeó a su padre, a José Luis Caso y a Vicente
Gajate, también víctima del terrorismo. ¿Qué
sintió aquel día?
Fue un acto consensuado por todos los partidos políti-
cos, encabezados por el alcalde Julen Mendoza, de EH
Bildu, y se organizó con mucho mimo para no hacer
a las víctimas más daño del que ya se les había he-
cho. Fue muy bonito, porque Juani, la viuda de José
Luis Caso, habló sobre su marido y yo hablé sobre mi
aita. Yo quería destacar lo positivo, contar cómo era él
realmente, así que días antes tuve una conversación

Mi ama se quedó en la más absoluta soledad.
La gente del barrio, las que eran sus amigas…
Todos la abandonaron, incluso algunos
familiares. ¡Fue terrible!
bastante larga con mi ama y mi hermano pequeño,
que viven en Cáceres. Recuerdo que puse el teléfo-
no en manos libres y estuvimos recordando muchas
anécdotas. Nunca antes lo habíamos hecho, así que,
ya solo por ese momento, el acto mereció la pena. Sin
embargo, a mis hermanos mayores les dije que iba a
participar un rato antes de que comenzara el home-
naje. Les mandé un mensaje por WhatsApp y apagué
el móvil, porque sabía que acudir a un acto encabe-
zado por EH Bildu se podía malinterpretar fácilmente.
En ese homenaje, el alcalde pidió perdón a las víc-
timas. ¿Fue un paso importante?
Cuando salí del acto, le dije a mi marido: “¿Tú has oído
lo mismo que yo? ¡Nos ha pedido perdón!”. Y lo comen-
té también con Juani. Aquel acto, al estar organizado
por la izquierda abertzale, repercutió en la gente de
Rentería, y eso a mí me ayudó a sentirme más arropa-
da en el pueblo. Sin duda, aquello fue un paso.
Para entonces, ETA había dejado ya de matar y es-
taba a punto de anunciar su disolución. ¿Ha mejo-
rado la convivencia desde entonces?
Ha sido todo un proceso, y aquel acto forma parte de
ese proceso. En 2013 el Ayuntamiento puso en marcha
un proyecto llamado “Eraikiz” (“Construyendo”), con
unas sesiones de cine que abordaban el tema de las
víctimas de ETA, los GAL, etc. Aquello tuvo también
mucha repercusión y fue muy impactante. Entonces,
yo me puse en contacto con el Ayuntamiento y, a los
pocos meses, me propusieron participar en una tertulia
en la radio. Al principio, yo dije que iba solo a escuchar,
porque pensaba que me iba a poner muy nerviosa,
-213-
MANUEL
ZAMARREÑO
VILLORIA
pero luego, a medida que el resto de personas iban
contando sus historias, sentí una brutal necesidad de
hablar, así que levanté la mano y di por primera vez mi
testimonio. Para mí, supuso quitarme un grandísimo
peso de encima. Y también fue un punto de inflexión,
porque me hizo pensar que yo también tenía que
escuchar al otro y empatizar con él, puesto que la so-
ciedad en su conjunto ha sufrido mucho. Debemos
caminar hacia adelante en favor de la convivencia. Yo
tengo dos hijos y no quiero que sufran lo que he sufrido
yo. Quiero que vivan en libertad y que puedan hablar
de su aitona libremente, sin que nadie les juzgue, sin
que nadie les señale y sin que nadie les insulte.
El pasado mes de junio, la Audiencia Nacional
procesó a “Txapote” por el asesinato de su padre.
¿Cómo afronta la reapertura del caso?
La verdad es que fue una sensación de alegría, pero
también de cautela. Yo esto ya lo llevo siguiendo des-
de hace tres años, cuando la Fundación Villacisneros
me ofreció reabrir el caso. Se portaron genial conmigo
y lo primero que me dijeron fue: “Será un proceso lar-
go. Nosotros vamos a hacer todo lo posible, pero no
te garantizamos que se le juzgue por el asesinato de
tu padre”. En estos tres años, he estado informada de
todo el proceso, pero ya había perdido un poco la es-
peranza. Entonces, cuando recibí el correo electrónico
que decía que finalmente se le iba a procesar, sentí
una gran alegría. La Fundación Villacisneros sigue tra-
bajando y tengo la esperanza de poder llegar hasta el
final. Mi aita se merece que se juzgue al responsable
de su asesinato. Todas las víctimas tenemos derecho a
la verdad, la justicia y la reparación.
ASESINADO POR

ETA
2000

Luis
PORTERO GARCÍA

Luis Portero había sido nombrado en 1989 fiscal jefe del

Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Me-
lilla, y permanecía en el cargo cuando, el 9 de octubre
de 2000, fue asesinado por ETA en Granada. Hacia las
dos y cuarto de la tarde, regresaba a su domicilio des-
pués de su jornada de trabajo en el Palacio de la Chan-
cillería, sede del Tribunal. Dos pistoleros de la banda
terrorista lo estaban esperando en el portal y, cuando
Luis se dirigía a tomar el ascensor, le dispararon un tiro
en la nuca. A continuación, hicieron explotar un coche
bomba en las inmediaciones, que no causó víctimas
mortales. Nacido en Madrid en 1941, estaba casado y
era padre de cuatro hijos. Años más tarde, su familia
crearía la Fundación Luis Portero García y la asociación
Dignidad y Justicia.

“MI TRABAJO ES LA FORMA QUE TENGO
DE AFRONTAR LA REALIDAD”
Hablar con Aixa Portero facilita el viaje a lo más
profundo de la mente de una artista cuyo trabajo
reivindica los derechos humanos y busca la compren-
sión, el apoyo y la solidaridad del espectador de su
obra con las víctimas del terrorismo. Porque Aixa es
una artista que conoce el sufrimiento de haber perdi-
do a un ser querido, el fiscal jefe del Tribunal Superior
de Justicia de Andalucía, Luis Portero García, su pa-
dre, en un atentado terrorista cometido por ETA el 9
de octubre de 2000 en la emblemática y universal
ciudad de Granada.
Testimonio de Aixa Portero,
hija de Luis Portero
Revista Fundación nº 5
(diciembre de 2003)
Sara Ferrón
“En mí hay una lucha muy fuerte. Yo no puedo vivir
permanentemente con rencor, con odio. Por eso,
mi trabajo es la forma que tengo de afrontar la rea-
lidad”. Aixa Portero (Málaga, 1975) reconoce además,
sin titubeos, que su trabajo cambió radicalmente tras
el asesinato de su padre. Un hecho triste, muy triste,
para ella y para su familia. Pero esta artista afincada
en Granada, que ha utilizado en más de una ocasión
sus sueños como fuente de inspiración, quiere con-
traponer la muerte con la vida inocente para llegar a
dar un mensaje de esperanza, enmarcado en el hecho
 -216-
LUIS
PORTERO
GARCÍA

Cuando murió mi padre empecé a tener sueños,

los cuales me llegaban como destellos.
Entre ellos, soñaba con el muñeco inocente.
También llegué a soñar con una montaña de ceniza
llena de cruces con inocentes. Entonces comencé
un diario en el que reflejaba los dibujos de mis sueños.
Y en casi todos ellos había un nexo común: los inocentes

de que el mundo es una auténtica paradoja. Porque
resulta paradójico ver una de las obras de esta joven
artista, que utiliza un dibujo infantil, absolutamente
inocente en el trazo y en el color, sobre la fotografía
de las consecuencias de un acto terrorista. Dice Aixa
que puso en práctica esta idea durante su estancia en
la Universidad de California (Estados Unidos). “Se me
ocurrió que los niños que han vivido situaciones de
conflicto podían aportar, desde su inocencia, solucio-
nes imaginativas frente a los violentos”.
Pero quizá lo que más llamó la atención de Aixa fue
ver cómo una madre y su hija de corta edad contem-
plaban las fotografías de atentados con los dibujos
infantiles desde la calle a través de los cristales, porque
una parte de la exposición se mostraba hacia la acera
de una avenida. “Mientras la madre —comenta Aixa—
reflejaba en la expresión de sus ojos la dureza de la
foto, la niña bailaba como si solo fuera capaz de ver
en su inocencia el dibujo que había hecho otro niño
sobre la misma fotografía”.

Aixa se dirigió a una escuela de San Diego donde
acudían niños de países en los que se vive en conflic-
to permanente. “En un aula, donde daba clase una
amiga, convivían unos 20 pequeños y pequeñas de
Colombia, de países del Este, de África, etc. Y yo les
pedí que me hicieran dibujos que mostraran lo que
ellos le ofrecerían a una persona violenta para hacerla
cambiar de opinión”. Aixa repitió esta misma experien-
cia con niños españoles, en un colegio de Granada.
El resultado de este experimento tuvo un eje común:
la interpretación infantil de un mundo idílico. “Unos
dibujaban regalitos navideños, otros el arco iris más
vistoso que sabían pintar y otros hacían corazones,
flores, parques con columpios y pájaros revolotean-
do felizmente... En fin, cosas así”. Durante el tiempo
en que estas fotografías permanecieron expuestas
en Bilbao, las reacciones de los espectadores fueron
dispares. “Hubo quien salió llorando de la exposición”.
El niño y el muñeco, que representan a los inocentes,
forman parte de la simbología permanente de la obra
de Aixa. “Cuando murió mi padre empecé a tener
sueños, los cuales me llegaban como destellos. Entre
ellos, soñaba con el muñeco inocente. También llegué
a soñar con una montaña de ceniza llena de cruces
con inocentes. Entonces comencé un diario en el que
reflejaba los dibujos de mis sueños. Y en casi todos
ellos había un nexo común: los inocentes”. De esta
manera, con el paso del tiempo, Aixa Portero se dio
cuenta de que estaba haciendo o había hecho una
exposición. “Es cierto —dice la artista— que la exposi-
ción que ahora llevo por distintas ciudades ha surgido
de mí sin quererlo. Le di el nombre de Re-Bajas de la
Inocencia, haciendo un juego de palabras que incita-
ra a reflexionar”.
¿Cómo es esa exposición? Pues se inicia en una sala
en la que se apilan muchas bolsas de papel en las

Aixa Portero perdió a su padre, Luis Portero, en el año 2000
que están escritos los nombres de las víctimas de
ETA. Y estas bolsas están rellenas de muñecos ino-
centes recortados en papel blanco. Al fondo de esta
primera sala y sobre la pared hay un enorme décimo
de lotería con la silueta de un muñeco inocente como
ilustración y la leyenda “‘Lotería’ de la Baja Nacional.
Décima parte del billete para el sorteo de cualquier
día del año”.
Otra parte significativa de la exposición la componen
las fotografías en las que se insertan los dibujos de
los niños que quieren convencer a los “malos” de que
no deben cometer acciones terroristas. Aixa describe
una de ellas, “que muestra un edificio derruido por la
explosión de un coche bomba, y sobre ella el dibujo
infantil de una casa bonita, junto a un árbol, el cielo, el
sol y pájaros revoloteando”.
Pero Aixa no centra su expresividad en las composi-
ciones sobre soporte de papel, ella trata de llegar al
-217-
LUIS
PORTERO
GARCÍA
La exposición
que ahora llevo
por distintas ciudades
ha surgido de mí
sin quererlo.
Le di el nombre
de Re-Bajas
de la Inocencia,
haciendo un juego
de palabras que
Ramón L. Pérez / Ideal incitara a reflexionar
visitante de su exposición también a través de la infor-
mática, mediante la instalación interactiva, realizada
con flash, videoproyector y ordenador. En una pantalla
se refleja el típico reloj de arena, pero cambiando el
relleno de granos de arena por el de pequeños mu-
ñecos inocentes. Si el visitante toma en su mano el
ratón del ordenador que hay frente a la imagen del
reloj, se para la imagen y se rompe el silencio de la sala
con el sonido de una especie de latido. Dice Aixa que,
con ello, trata de “trasladar al espectador una función
esperanzadora, parando la actividad de la caída de
inocentes, parando el reloj”. “Hay que tener en cuenta
—explica— que mi obra tiene muchas capas, que refle-
jo en mi crítica y en mi denuncia. Por supuesto que el
espectador es libre de ver lo que quiera en ella. Pero,
desde el momento en que asesinaron a mi padre, des-
de el mismo instante en que le encontré y le cogí de
las manos (por eso las manos forman parte de una de
las obras), yo quise volver a la inocencia, quise devolver
con vida a la muerte”.
HERIDA POR

ETA
2000

Julia
IGLESIAS MOLERO

Enfermera de profesión, Julia Iglesias salió temprano de

su casa, en Illescas (Toledo), para asistir a una reunión
en Madrid. Era el 30 de octubre de 2000. Sin embargo,
cuando se encontraba en la avenida de Badajoz, estalló
un coche bomba de ETA y la onda expansiva la alcan-
zó de lleno. Como resultado de la explosión, murieron
en el acto el militar y magistrado del Tribunal Supremo
José Francisco Querol; su chófer, Armando Medina; y su
escolta, Jesús Escudero. El atentado se produjo en hora
punta, cerca de dos colegios, bajo un edificio de vivien-
das y junto a una parada de autobús, por lo que resulta-
ron heridas más de 60 personas. Uno de los casos más
graves fue el del conductor de autobús Jesús Sánchez,
que falleció nueve días después. Julia plasmaría su pro-
pia experiencia en un libro titulado Desperté.

DE NUEVO LA VIDA
Este reportaje no es el resultado de una entrevista “al
uso”, como dirían los entendidos en retórica periodís-
tica; es más bien el resultado de desnudar dos almas
con el trasfondo de una historia en común. Por un lado
está Julia, en quien centraremos nuestro relato, vícti-
ma superviviente de un atentado terrorista, y en el lado
opuesto me encuentro yo, víctima del terrorismo des-
de que, en 1991, ETA asesinó a mi padre a las puertas
de mi colegio. Durante la entrevista que tuve con Julia,
en una cafetería madrileña, sentí como si la conocie-
ra de toda la vida, como si la historia que me contaba
fuera la mía propia. En muchas ocasiones, no necesita-
ba esperar su respuesta a mis preguntas para saber lo
que diría. Los momentos de complicidad entre ambas
se sucedían, uno detrás de otro, como en una cadena.
Testimonio de Julia Iglesias
Revista Fundación nº 6
(marzo de 2004)
Juanjo Santacana
Carolina Couso
Desde el primer momento en que la vi, sentí que
existía un estrecho vínculo entre las dos, que me hizo
comprender su historia del mismo modo que tuve
que asumir la mía propia años atrás. Por unas horas,
nuestros corazones, rotos a tiros, volvían a latir al ritmo
de la esperanza y la comprensión mutua. Y es que el
compartir nuestras vivencias nos ha hecho salir refor-
zadas en la creencia de que el terrorismo está próximo
a su fin, pero que, hasta que este no llegue, es necesa-
rio seguir alzando la voz en contra de los violentos.
Por eso, el testimonio que hoy nos brinda Julia Iglesias
tiene el valor añadido de ser el reflejo de la experiencia
de los que, como ella, hemos sufrido las consecuencias
de la barbarie terrorista.
 -220-
JULIA
IGLESIAS
MOLERO
Los dos cumpleaños de Julia
Su sonrisa sincera y sus grandes ojos azules de mirada
limpia, junto con su voz y su historia, que le sale di-
rectamente del corazón, hacen de Julia una persona
capaz de transmitir paz y tranquilidad. Julia es de esas
personas a las que, tan solo con mirarlas, se les adivina
la enorme fortaleza que encierran.
Ella se define como “una persona alegre, abierta y
espontánea, con muchas ganas de cantar y diver-
tirme, con un enorme afán de superación, enemiga
acérrima de las injusticias, un poco rebelde, exigente
y perfeccionista”, pero creo que, para hacer justicia a
su persona, habría que añadir los dos rasgos de Julia
que más me llamaron a mí la atención. Y es que, so-
bre todo, Julia es una persona muy positiva y vitalista,
capaz de transmitirte sus ganas de vivir tan solo con
mirarte. Julia tiene ese brillo especial en la mirada de
las personas que han vivido el lado más áspero de la
vida y han salido airosas de su particular lucha contra
la muerte. Con su impertérrita sonrisa amable, que
solo se le borra del rostro al recordar el atentado, me
fue relatando sus vivencias, dejando entrever en todo
momento el valor con el que las había afrontado.
Aunque vio la vida por primera vez el 5 de diciembre
de 1953, confiesa que volvió a nacer el 30 de octubre
de 2000, por lo que cada año celebra su cumpleaños
dos veces. Una fatal casualidad le hizo estar a escasos
cinco metros de un coche bomba en el momento
de su explosión. Eran las nueve y diez de una soleada
mañana otoñal cuando ETA accionó su particular má-
quina de matar en la madrileña avenida de Badajoz.
La explosión de un coche bomba, cargado con más de
20 kilos de dinamita, acabaría con la vida del magis-
trado del Tribunal Supremo José Francisco Querol; su
escolta, Jesús Escudero; su chófer, Armando Medina;
y el conductor del autobús número 53 de la Empresa
Municipal de Transportes (EMT), Jesús Sánchez. Ade-
más de causar heridas a más de 60 personas, entre las
que se encontraba Julia.
Historia de una fatal coincidencia
Julia piensa que las cosas no ocurren por casualidad y
que el tiempo es el encargado de hacernos compren-
der cuál es la finalidad de cada acontecimiento en la
vida, pero lo cierto es que ella no tenía por qué haber
estado allí ese día. Una fatal coincidencia la convirtió,
tristemente, en la protagonista de un cuento lleno de
horror, que aún busca su final feliz.
Ese día Julia salió de su casa a las siete de la maña-
na, en la toledana localidad de Illescas, para asistir
a las nueve a una reunión en la avenida de Bada-
joz. Como un día más, cogió el coche y se puso en
camino para recorrer los 40 kilómetros que separan
Madrid de Illescas. Ya en la carretera, Julia escuchó
por la radio que había retenciones en la M-30 para
entrar en la capital, por lo que decidió dejar su coche
cerca de una estación de metro y seguir así su viaje.
Al llegar a su destino, se llevó una sorpresa que iba
a cambiar para siempre el transcurso de su vida: la
reunión que ella creía tener a las nueve de esa mis-
ma mañana no estaba programada hasta las cuatro
y cuarto de la tarde. En lugar de tratar de localizar a
la persona con la que tenía concertada la reunión,
Julia asumió su despiste y decidió volver por la tarde.
Tras el enfado inicial, el temperamento positivo de
Julia le hizo recapacitar y pensar: “Voy a asumir mi
error, porque no merece la pena enfadarse, y voy a
pasar un buen día”.
Curiosamente, ese fue su último pensamiento antes
de que la onda expansiva producida por la explosión
del coche bomba la hiciera saltar por los aires y perder
la conciencia.
Al despertar, sin saber cuánto tiempo había pasado
ni qué había ocurrido, lo que vio la dejó paralizada. La
calle, por la que tantas veces había paseado, parecía
un infernal campo de batalla o, como ella dice, “el es-
cenario de una película de acción con grandes efectos
especiales”. El desconcierto, el fuego, grandes amasijos
de hierro, el humo y un caos inimaginable fueron su
primera toma de contacto con el mundo tras decidir
“pasar un buen día”. Aún desorientada, Julia vio cómo,
en sus piernas, tenía grandes heridas abiertas, a pesar
de no poder abrir apenas los ojos, debido a que es-
taban llenos de tierra y partículas desprendidas de la
explosión, igual que su boca.
No era consciente de los daños que había sufrido: cor-
tes y quemaduras de diversa consideración en todo
su cuerpo, lesiones en ambos oídos —por las que aún
padece vértigos—, traumatismos diversos y un largo
etcétera de lesiones físicas y psicológicas de las que
todavía hoy trata de recuperarse. Pero, aun así, Julia
seguía preocupándose por el resto de la gente. Al ver
arder el autobús de la EMT alcanzado por la explosión,
Julia se atormentaba ante la idea de que pudiera ha-
ber alguien dentro. Su mentalidad de enfermera le

hacía estar pendiente del dolor ajeno, olvidando por
un momento el suyo propio.
Tras recibir las primeras atenciones en la calle, fue
trasladada al Hospital Universitario Gregorio Marañón,
donde, curiosamente, ella había ejercido profesional-
mente tiempo atrás. En ese hospital iniciaría una dura
y larga recuperación, que le ha hecho replantearse la
vida de nuevo para aferrarse a ella con todas sus fuer-
zas y aprender a vivirla más intensamente.
Aferrándose a la vida
Durante los muchos meses que duró su recuperación
física, Julia vivió momentos muy duros que afectaron
también a su familia y a su entorno más cercano. Mo-
mentos de desánimo en los que aprendió a convivir
estoicamente entre el dolor y la soledad, en la única
compañía de sus allegados y de su Dios, al que tiene
presente constantemente desde el atentado. Fueron
muchos meses llenos de largos días e interminables
horas de lucha y tesón, en los que Julia hizo gala de
una fortaleza extraordinaria para vencer al desánimo
y no perder la esperanza. “Han podido con mi cuerpo,
pero no van a poder con mi estado de ánimo; sería
injusto para mí y para las personas que están a mi
lado”, se repetía una y otra vez para mantenerse firme
y constante en su lucha diaria.
Con este loable espíritu de supervivencia, Julia se ha
ido recuperando poco a poco de sus lesiones físicas,
aunque aún le quedan algunas secuelas. Las lesiones
psicológicas la acompañarán toda la vida, pero, des-
de su optimismo y fortaleza, seguirá luchando para
recuperar esa parcela de la vida que estuvo a punto
de perder. Y es que Julia, como muchas víctimas del
terror, ha sabido sacar algo positivo del atentado, por-
que, como ella dice, ha aprendido a ver la vida desde
otra óptica, ha aprendido a valorar más las cosas.
Sobre todo, esas pequeñas cosas en las que normal-
mente ni siquiera reparamos.
“Al suceder un acontecimiento como este —comenta
Julia—, los esquemas se te rompen y aprendes a mirar
más con los ojos del corazón que con los de la razón”.
Aunque, como ella misma reconoce, la recuperación
no fue fácil; sobre todo, en esos momentos en los que,
buscando apoyo, veía cómo todas las puertas se ce-
rraban a su paso. El abandono social e institucional
que, en ocasiones, sufren las víctimas del terrorismo
-221-
JULIA
IGLESIAS
MOLERO
ha estado presente también en la historia de Julia, que
reconoce que recuperarse de ese abandono ha sido
incluso más doloroso que las propias heridas produci-
das por el atentado. Y es que la historia del terrorismo
en nuestro país no solo ha dejado un reguero de san-
gre imborrable, sino también el desamparo de miles
de víctimas huérfanas de la solidaridad y el apoyo de
una sociedad que, afortunadamente, poco a poco em-
pieza a comprender que el terrorismo es un mal que
nos afecta a todos.
Las recaídas producidas por los recuerdos imborra-
bles de aquel 30 de octubre han afectado a Julia en
muchos momentos. Incluso en la recta final de su re-
cuperación, cuando, después de muchos meses sin
salir a la calle, volvía a reencontrarse con viejos conoci-
dos y amigos. “Ver gente tras el atentado me resultaba
doloroso, porque era como recordar que podría no ha-
berlos visto más...”. Miles de imágenes, sonidos y olores
le recuerdan constantemente el horror vivido.
Luchadora y tenaz
Fruto de sus experiencias tras el atentado, Julia se
planteó durante su recuperación la idea de escribir
un libro. “Para que ninguna persona pase lo que yo he
pasado ni se encuentre desamparada”. Así, en enero
nació Desperté, un relato íntimo de las vivencias de
Julia antes, durante y después de que ETA se cruzase
en su camino.
En las páginas de este libro, se aprecia la fortaleza con
la que Julia ha afrontado todo el proceso de recupera-
ción, mostrando el lado más humano del terrorismo,
las víctimas, y dejando testimonio de que nadie como
ellas conoce el lado más amargo de esta cruda realidad.
Páginas plagadas de recuerdos que nos hacen concebir
una imagen de Julia más allá de su condición de víctima,
mostrando el perfil de una mujer luchadora y tenaz.
Las experiencias que Julia relata en Desperté se nos
hacen familiares a todos los que hemos padecido una
situación similar. Los momentos de desconcierto, la
rabia, la impotencia y el abandono que ella nos cuen-
ta son el denominador común de miles de historias
como la suya. Pero su fortaleza y su coraje nos brindan
un espejo en el que mirar nuestra realidad y seguir sus
pasos hacia la recuperación.
Así es Julia: todo un ejemplo de vida con el que res-
ponder ante la muerte.
ASESINADO POR

ETA
2001

Santos
SANTAMARÍA AVENDAÑO

Para Santos Santamaría, ingresar en los Mossos d’Es-

quadra era un sueño hecho realidad. Lo que no sabía
es que su trayectoria en el cuerpo iba a ser breve por-
que la banda terrorista ETA se cruzaría en su camino. La
noche del 17 de marzo de 2001, se recibió el aviso de la
colocación de un coche bomba junto a un hotel de Ro-
ses (Girona), la localidad en la que él estaba destinado.
Santos participó en el dispositivo para desalojar la zona,
ayudando a muchas personas a ponerse a salvo, pero
la bomba explotó antes de la hora indicada por los te-
rroristas y una pieza del automóvil, que salió disparada,
acabó con su vida. Un hermano de Santos era también
mosso d’esquadra, y el padre de ambos se convertiría
después en presidente de la Asociación Catalana de
Víctimas de Organizaciones Terroristas.

“MI MAYOR APOYO HAN SIDO MIS AMIGOS”
Su hijo Santos, mosso d’esquadra, murió en un atentado de ETA
en Roses (Girona), el 17 de marzo de 2001
Santos Santamaría jamás podrá olvidar el día en el que
cumplió 60 años. Fue el 17 de marzo de 2001. Santos
tampoco podrá olvidar las últimas palabras de su hijo
de 32 años, mosso d’esquadra destinado en la locali-
dad gerundense de Roses, quien le dijo: “Felicidades,
papá, nos vemos pronto”.
Hasta entonces, Santos y su mujer, Julita, tenían tres
hijos, dos varones y una mujer. Los dos chicos, Santos
y Fernando, decidieron desde muy pequeños que
querían dedicar su vida a proteger la de los demás.
“Nunca me negué a que fueran mossos d’esquadra,
lo único que les exigí a cambio era que antes de-
Testimonio de Santos Santamaría Zaragoza,
padre de Santos Santamaría Avendaño
Revista Fundación nº 26
(marzo de 2009)
Carolina Couso
bían estudiar una carrera”. Así que solo fue cuestión
de tiempo que ambos ingresaran en el cuerpo de
Policía autonómica catalana, Santos destinado en la
policía judicial de la comisaría de Roses y Fernando
en Girona.
Si hay algo que puede definir con precisión el carácter
de Santos Santamaría, es su vitalidad. A sus 68 años
recién cumplidos, es una persona que rebosa energía,
fuerza y valor. Cada una de las palabras y expresiones
con las que nos relata su historia están impresas de
vitalidad y optimismo. Santos intenta dejar atrás el do-
lor que, sin duda, ha marcado su vida en estos últimos
 -224-
SANTOS
SANTAMARÍA
AVENDAÑO
ocho años, constituyéndose como un claro ejemplo
de lucha por la supervivencia.
Esa vitalidad, tan característica de este catalán, le ha
llevado incluso a sobrevivir a dos anginas de pecho.
“Uno de los ataques —nos cuenta— se produjo duran-
te una reunión con el lehendakari Ibarretxe, y tengo
que decir que me trataron muy bien. Se preocuparon
por mí en todo momento, e incluso siguieron a diario
mi recuperación”.
El día en el que todo cambió
El 17 de marzo de 2001, la banda terrorista ETA ase-
sinó por primera vez a un agente de los Mossos
d’Esquadra. Era Santos Santamaría Avendaño. Todo
sucedió poco antes de las once de la noche, cuan-
do un Ford Escort de color azul oscuro, cargado con
más de 50 kilos de explosivos, estalló en la conocida
urbanización de Santa Margarita, en Roses, a unos
35 kilómetros de la frontera con Francia, donde
un mes antes había sido robado el vehículo. En las
inmediaciones del lugar del atentado, había un co-
nocido hotel, que en aquellas fechas estaba repleto
de turistas.
Los terroristas aparcaron el coche aquella tarde en
el lugar señalado y, tras conectar el temporizador a
la carga explosiva, se dieron a la fuga. Poco después,
alertaron de la existencia de un coche bomba en las
inmediaciones del Hotel Montecarlo de Roses, que ha-
ría explosión a las once de esa misma noche. Llamaron
al diario Gara, a la asociación de ayuda en carretera
DYA y a los Bomberos de Barcelona para avisarles de la
colocación del coche bomba. De este modo, los Mos-
sos d’Esquadra, alertados por la Ertzaintza, iniciaron
una rápida evacuación del Hotel y de la populosa ur-
banización situada en las inmediaciones del lugar en
el que los terroristas habían aparcado el vehículo. Esta
rápida actuación evitó una matanza, ya que muchos
de los 200 turistas alojados en el Hotel Montecarlo es-
taban ya acostados.
La brutal explosión del Ford Escort se produjo unos
seis minutos antes de lo previsto, por lo que cogió des-
prevenidos a los agentes de las fuerzas de seguridad y
a algunos viandantes. La detonación fue de tal magni-
tud que se escuchó a varios kilómetros a la redonda y
provocó graves incendios en varios vehículos y un au-
tobús, así como importantes daños materiales en los
edificios próximos.
La lluvia de metralla arrasó todo lo que encontró a su
paso en un radio de 300 metros. En aquel momen-
to, Santos Santamaría Avendaño intentaba ensanchar
el perímetro del cordón policial para librar a los tran-
seúntes de los efectos de la onda expansiva, que
acabó dándole de lleno. Santos y tres agentes de la
Policía Local de Roses fueron alcanzados por la metra-
lla desprendida del vehículo, pero el joven agente de
los Mossos d’Esquadra ingresó ya cadáver en el Hospi-
tal de Figueres.
Santos Santamaría, el padre del mosso d’esquadra,
se enteró del atentado poco después de las once de
esa misma noche, cuando las televisiones daban las
primeras noticias del suceso e informaban de que
había una víctima mortal. En aquel momento, un ne-
gro presentimiento atenazó su corazón. “Cuando me
enteré de lo que había pasado, llamé al móvil de mi
hijo Santos, pero no me contestaba, así que decidí
llamar directamente a la comisaría de los Mossos d’Es-
quadra de Roses, donde él trabajaba. Allí me dijeron
que, de momento, no me podían confirmar nada de
lo sucedido, porque las informaciones todavía eran
muy confusas”. Pese a los nervios y la confusión inicial,
Santos decidió llamar a su otro hijo. “Llamé a mi hijo
Fernando, que estaba destinado en Girona, para ver si
él, por conducto interno, podía averiguar algo”. Poco
después, su teléfono volvió a sonar. Era su hijo Fernan-
do, que acababa de confirmar las terribles sospechas
que ambos tenían. “Papá, es él”, le dijo. “Es una frase
que no he podido olvidar”.
Esta fue una época tremendamente dura en la vida de
Santos. Acababa de perder a su hijo de la forma más
cruel, a manos de la banda terrorista ETA, cuando, tres
meses después, su mujer y compañera durante toda
la vida, Julita, también falleció. “No pudo superar la
muerte de nuestro hijo, el dolor pudo con ella”.
Numerosas muestras de cariño
Lejos de dejarse llevar por la pena y el sufrimiento, San-
tos fue capaz de sacar fuerzas de flaqueza y sobrevivir
a estos duros momentos. Cuando le preguntamos a
qué se aferró en esos días, no lo duda ni un minuto
y nos comenta: “Los ricos tienen psicólogos, pero los
pobres tenemos amigos”. Santos Santamaría, vital y
enérgico, se ha aferrado a sus dos hijos y a sus muchos
amigos para hacer frente al dolor y la pena que, sin
duda, ha sufrido en todos estos años. “Yo siempre digo
que esto es como la artrosis: el dolor inicial se cura,

pero, con el tiempo, siempre vuelve a aparecer”. San-
tos agradece el calor que ha recibido de sus allegados
y se deshace en halagos al recordar el cariño recibido.
“Muchas veces me llamaban para pedirme favores,
para mantenerme ocupado y distraído, y eso es algo
que siempre voy a agradecer. Tengo una deuda eterna
con mucha gente”.
Muchas veces me
llamaban para pedirme
favores, para mantenerme
ocupado, y eso es algo
que siempre voy
a agradecer.
Tengo una deuda eterna
con mucha gente
El pueblo de Roses también se volcó con la familia
Santamaría desde el primer momento, mostrándole
su solidaridad y sensibilidad.
Así, al día siguiente de la explosión se organizaron
numerosas concentraciones de repulsa. Y a los pocos
meses del asesinato del mosso d’esquadra, se deci-
dió colocar un monolito con su nombre en el mismo
lugar del atentado. “Este monumento me llena de
orgullo, porque es una bonita muestra de cariño ha-
cia mi hijo. Además, fue una idea del propio pueblo y
son ellos quienes se encargan de su conservación, de
que tenga flores y de que no esté abandonado. Creo
que es la mejor forma de mantener viva la memoria
de mi hijo Santos”.
Pero esta no es la única muestra de cariño que el pue-
blo de Roses le ha dedicado a la familia de Santos:
“Cada 17 de marzo, se organiza un sentido homenaje
en el que participan autoridades, Policía, Mossos d’Es-
quadra, Guardia Civil y muchas personas del pueblo,
que recuerdan a mi hijo”. Nos cuenta que esta iniciati-
-225-
SANTOS
SANTAMARÍA
AVENDAÑO
va partió de los propios habitantes de Roses, quienes
no quieren olvidar el atentado que se llevó por delante
a uno de sus vecinos más queridos.
El papel de la Justicia
El cariño que este catalán ha recibido durante todos
estos años es lo que le ha hecho seguir adelante y
emprender una lucha personal para que nadie más
tenga que vivir esta situación. “Durante mucho tiem-
po, he sido presidente de la Asociación Catalana de
Víctimas de Organizaciones Terroristas, y mi mayor
propósito siempre ha sido tratar de hacer justicia en
estos casos”.
En el año 2005, la Audiencia Nacional condenó a los
etarras Aitor Olaizola Baseta y Eider Pérez Aristizábal
a sendas penas de 75 años de prisión, al ser conside-
rados los autores materiales del atentado que costó
la vida a Santos Santamaría. Ellos fueron los encarga-
dos de aparcar el coche bomba en las inmediaciones
de la conocida urbanización de Roses. El relato de los
hechos contenido en la sentencia de la Audiencia Na-
cional señala que estos dos terroristas eran integrantes
de un “comando” de ETA denominado “Sugoi”.
Asimismo, en este documento se recoge también que
Aitor Olaizola y Eider Pérez solían celebrar reuniones
periódicas en Francia con varios dirigentes de la banda
terrorista, como Ainhoa Múgica Goñi y Juan Antonio
Olarra Guridi, quienes eran los encargados de fijar los
objetivos contra los que atentar. En una de estas reu-
niones, Ainhoa Múgica les ordenó colocar un vehículo
con explosivos en la zona del Hotel Montecarlo, en la
urbanización Santa Margarita de Roses.
Ahora, ocho años después del atentado, Ainhoa
Múgica se ha sentado en el banquillo de la Audien-
cia Nacional para ser juzgada como inductora del
atentado en el que fue asesinado Santos Santama-
ría. “Conseguir la primera sentencia de asesinato por
inducción ha sido otro de los objetivos que siem-
pre hemos perseguido desde la Asociación, porque
eso puede hacer que muchos de los terroristas que
acaben de cumplir sus condenas como asesinos ma-
teriales puedan enfrentarse a un nuevo juicio como
inductores de otros muchos crímenes”.
Ahora, tras el juicio a Ainhoa Múgica, el pasado 15
de febrero, Santos puede ver cumplido su sueño de
justicia.
ASESINADA POR

ETA
2002

Silvia
MARTÍNEZ SANTIAGO

Silvia Martínez tenía tan solo seis años cuando la ban-

da terrorista ETA acabó con su vida. El 4 de agosto de
2002, a las ocho y media de la tarde, se encontraba en
la vivienda de sus padres, ubicada en la casa cuartel
de la Guardia Civil en Santa Pola (Alicante). Los terro-
ristas habían colocado un coche bomba cargado de
explosivos junto al edificio, cerca de varias paradas de
autobús. Este brutal atentado se llevó por delante no
solo la vida de la pequeña Silvia, sino también la de
Cecilio Gallego, un hombre que en ese momento es-
taba esperando al autobús para regresar a su domici-
lio, en Torrevieja (Alicante). Silvia era la única hija del
matrimonio formado por el guardia civil José Joaquín
Martínez y su mujer, Toñi Santiago. Además de los dos
fallecidos, hubo una treintena heridos.

“LUCHARÉ, AUNQUE ME CUESTE LA VIDA,
PARA QUE CUMPLAN ÍNTEGRAS
SUS CONDENAS”
Testimonio de Toñi Santiago, madre de Silvia, asesinada en agosto de 2002 por ETA
en Santa Pola (Alicante)
Aunque ella se defina como “una mujer normal, con
virtudes y defectos”, Toñi Santiago es una luchadora
incansable que lleva el coraje por bandera. Defenso-
ra acérrima de la libertad y la democracia, confiesa
que no descansará hasta que vea entre rejas a los
asesinos de su hija, hasta que se haga justicia. Cuan-
do hablamos con Toñi, nos damos cuenta de que es
una mujer sincera, que nos habla directamente desde
el corazón, sin tapujos, sin adornos, que nos abre las
puertas de sus recuerdos más profundos y dolorosos
para que sirvan, una vez más, de espejo en el que re-
flejar la realidad de miles de familias españolas que,
desgraciadamente, han sufrido en sus carnes el azote
del terrorismo.
El 4 de agosto de 2002, a las 20.20, una gran explo-
sión se produjo en la calle Azorín de la localidad
Entrevista a Toñi Santiago,
madre de Silvia Martínez
Revista Fundación nº 16
(octubre de 2006)
Carolina Couso
alicantina de Santa Pola, justo frente al cuartel de la
Guardia Civil.
En esta ocasión, la banda terrorista ETA no avisó con
antelación de la colocación de un coche bomba con
más de 50 kilos de explosivos, por lo que las vivien-
das de la casa cuartel estaban llenas de gente, igual
que la parada de autobús que había enfrente. Como
consecuencia de este brutal atentado, fallecieron dos
personas, Cecilio Gallego, de 57 años, y Silvia Martínez,
una niña de seis años que jugaba con su madre en el
salón de una de las viviendas de la Benemérita.
Aquel fatídico día de verano, el mundo de Toñi se vino
abajo como lo hicieron las paredes que la rodeaban,
haciendo añicos la inocencia y la ternura de la vida de
su hija Silvia, segada prematuramente. Ese maldito
 -228-
SILVIA
MARTÍNEZ
SANTIAGO
día, Toñi se convirtió en madre coraje, defendiendo a
capa y espada la memoria de su niña y la del resto de
víctimas. “Para que mi hijo Javier, de 21 meses, pueda
vivir en paz en una sociedad libre que su hermana no
tuvo la oportunidad de conocer”. Toñi dice sin titubear:
“Lucharé, aunque me cueste la vida, para que los eta-
rras cumplan íntegras sus condenas y se pudran en la
cárcel”.
El pasado 4 de agosto, como cada año desde aquel
que tiñó de luto sus vidas, Toñi y su marido, arropados
por cientos de familiares, amigos y vecinos, quisieron
recordar a su hija en un emotivo homenaje en la plaza
de la Diputación, frente al lugar en el que vivieron feli-
ces. “Para nosotros, esta fecha es muy dura, durísima.
Año tras año, día tras día, tenemos que recordar que
nuestra pequeña fue brutalmente asesinada —nos
comenta Toñi—, aunque he de decir que este año, du-
rante el homenaje, me sentí muy arropada cuando, a
nuestra llegada, había muchísimas personas que lle-
naron la plaza de flores y muñecos, y nos ayudaron a
encender 1.200 velas en las que se podía leer: ‘No te
olvidamos’. Nos acompañaron muchísimos ciudada-
nos y autoridades de Santa Pola, representantes de la
Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT), víctimas del
terrorismo de otras ciudades, y familiares y amigos. A
todas estas personas, que desde el día del atentado
nos tendieron la mano y lo siguen haciendo, quere-
mos darles las gracias de corazón, porque su apoyo es
fundamental”.
Hoy hablamos con Toñi, quien nos abre su corazón
para ofrecernos su sincero y emotivo testimonio de lo
que para ella ha supuesto perder a su hija, su “peque-
ño tesoro”, de una forma tan brutal y cruel.
Me gustaría que me contase cómo era Silvia.
Silvia, desde que nació, siempre fue una niña con
“duende”. Mi hija tenía algo especial, algo que no sa-
bría definir. Era una niña guapísima, dulce, muy noble,
tal vez un poco “cabezota”, pero con un gran corazón.
Silvia era una niña que nunca pasaba desapercibi-
da. Cualquier persona que haya tenido trato con ella
podría contarte alguna anécdota. Silvia era, sencilla-
mente, encantadora.
Tras aquel funesto 4 de agosto de 2002, ¿cómo ha
cambiado su vida y la de su marido?
Nuestra vida ha cambiado por completo. Ni mi mari-
do ni yo hemos vuelto a ser los mismos. Unos malditos
asesinos nos destrozaron la vida y nos privaron de
nuestro tesoro más preciado. Junto con Silvia, acaba-
ron, en un solo segundo, con una parte de nuestra vida.
Acabaron con todo aquello en lo que habíamos creído
y por lo que habíamos luchado, acabaron con nuestras
ilusiones de crear un hogar, formar una familia…
Hay que ser muy fuerte para reponerse de la pérdi-
da de un hijo en esas circunstancias. ¿A qué se han
aferrado ustedes para poder seguir con su vida?
Pienso que esto no se supera nunca. Primero, hemos
tenido que afrontar la pérdida de nuestra pequeña;
después, “intentar” aceptarlo; y por último, aprender a
vivir sin ella. Es horrible, porque tienes que aprender a
hacerlo todo desde cero, como si fueras un recién na-
cido. Esto lo conseguimos con un esfuerzo tremendo,
apoyándonos el uno al otro, con mucho amor y com-
prensión. Aun así, tenemos temporadas de “bajón”,
días horribles en los que no quieres ver ni hablar con
nadie, en los que todo te molesta, aunque, cuando me
siento así, tengo a mi marido, en el cual me apoyo y
con quien me desahogo. Mi pequeña, desde donde
esté, también me da fuerzas. Yo sé que es así, sé que la
llevo conmigo y que me ayuda a seguir adelante. Ade-
más, desde hace 22 meses tenemos a Javier, nuestro
segundo hijo, quien desde su nacimiento hace nues-
tras vidas más llevaderas. Nos ha devuelto la sonrisa y
las ganas de seguir viviendo, aunque solo sea por él,
porque te puedo asegurar que en algunos momentos
habíamos perdido las ganas de vivir. El mayor deseo
de Silvia era tener un hermanito. Soñaba y deseaba ser
la hermana mayor. Tristemente, no pudo realizar ese
sueño porque una banda de asesinos acabó con su
vida de forma prematura. Cuando nuestro pequeñín
tenga uso de razón, le hablaremos de su hermana, le
contaremos cómo era ella.
El apoyo es fundamental para superar una situa-
ción como la que ustedes han vivido. ¿Se han sen-
tido apoyados institucionalmente?
Bueno, ha habido de todo un poco. Después del
atentado, todo eran visitas de personas que repre-
sentaban cargos en instituciones, ofreciéndose
para cualquier cosa que pudiéramos necesitar. Cir-
cunstancia esta que, desde luego, agradecemos
profundamente. Después, pasado el tiempo, quizá
echemos de menos alguna visita o llamada telefóni-
ca de alguna de esas personas para interesarse por
cómo estamos ahora. Sí que he de decir que desde
el Ministerio del Interior nos atendieron fenomenal-

mente, amén de la AVT, que siempre ha estado con
nosotros y sigue apoyándonos.
¿Y socialmente os sentisteis arropados? ¿Cree
que la sociedad española comprende el dolor de
las víctimas del terrorismo?
Rotundamente, sí. Lo sentí inmediatamente después
del atentado, cuando las calles de Santa Pola se co-
lapsaron de personas que salieron para solidarizarse
con nosotros. Recibí cientos de cartas de colegios,
de padres, de abuelos, de personas de toda España
que intentaban consolarnos y se hacían partícipes de
nuestro dolor. Ese mismo cariño lo he sentido cuando
he acudido a alguna manifestación, donde personas,
incluso desconocidas para mí, me expresan su afecto.
El tiempo ha pasado, pero las heridas del terroris-
mo tardan en cicatrizar. Por eso, quiero que nos
cuente cómo se siente ahora, casi cuatro años
después del asesinato de Silvia.
Una parte de mí está vacía, porque la mataron el mis-
mo día que asesinaron a mi hija. Ese hueco que mi hija
dejó no se puede llenar absolutamente con nada. Esa
parte de mí sigue estando de luto y llorando su pérdida.
El momento político que estamos viviendo no tie-
ne precedentes en nuestro país. Ha habido nego-
ciaciones con ETA en varias ocasiones, pero nun-
ca se había llegado tan lejos en el proceso como
ahora. ¿Qué opina del “alto el fuego permanente”
que ha declarado la banda?
Sinceramente, no creo en las palabras de tres encapu-
chados que salen en televisión diciendo que declaran
un “alto el fuego permanente”, como tampoco entien-
do por qué un Gobierno tiene que estar pendiente de
lo que diga una banda de asesinos. Creo que, una vez
más, será una tregua trampa y, cuando ETA esté en
condiciones, hará lo único que sabe hacer, matar. De
hecho, se ha podido “verificar” que, tras la declaración
del alto el fuego, ETA ha seguido extorsionando a em-
presarios vascos, ha destrozado un local en Navarra,
ha ocasionado daños en el coche de una concejala
vasca, ha seguido su lucha callejera… Además, como
cualquier ciudadana de este país, quisiera que no se
volviera a cometer un solo atentado más, pero nego-
ciación… ¿a cambio de qué? Me encantaría que ETA
entregara definitivamente las armas y se disolviera
como banda armada, y que se entregasen a la justicia
todos los asesinos buscados y cumplieran íntegra-
mente sus condenas. No creo que pida nada que no
-229-
SILVIA
MARTÍNEZ
SANTIAGO
me corresponda. Tan solo quiero justicia, nada más. Ni
por un momento quiero imaginar que el Gobierno ce-
derá a las exigencias de unos terroristas que llevan 38
años matando a personas inocentes.
¿Aceptaría algún tipo de negociación con ETA si
con ello se consigue el fin del terrorismo?
No acepto ni aceptaré jamás ningún tipo de nego-
ciación con los asesinos de mi hija. ¿Qué diálogo
mantuvieron ellos con nosotros? Si ni tan siquiera nos
dieron cinco minutos de “tregua” para abandonar lo
que sabían que se iba a convertir en una trampa mor-
tal… El señor Zapatero no debería olvidar que existen
más de 800 víctimas inocentes de ETA en España, mi-
les de hijos huérfanos que han tenido que crecer sin
el apoyo y el calor de sus padres, miles de padres a
los que se les ha privado de ver crecer a sus hijos. No
creo que sea justo que negocie con la sangre de mi
hija alguien que nunca ha hecho el esfuerzo de po-
nerse en el lugar de las víctimas. Personalmente, me
gustaría que, en lugar de actuar como presidente, en
esta situación pensase un poco más como padre que
es. Me gustaría que se pusiera en el lugar de todas las
víctimas que hemos perdido a un hijo (o a cualquier
familiar), porque creo que así entendería mucho mejor
nuestra postura. Solo pido la justicia que me corres-
ponde y memoria para que nadie pueda repetir la
barbarie que hemos vivido en este país. Eso es lo que
reivindicamos el pasado 4 de agosto, simbolizando
estos conceptos a través de un crespón negro sobre
un gran corazón de flores que lucía los colores de la
bandera de España, queriendo expresar, a la vez, que
seguimos de luto por nuestra hija y por todas las per-
sonas asesinadas a manos de los terroristas.
Si tuviera la oportunidad de dirigirse a los asesi-
nos de su hija, ¿qué les diría?
Creo que una persona que tiene la sangre fría de ase-
sinar a una criatura de seis añitos no se merece que
nadie tenga la deferencia de dirigirle una sola palabra,
porque creo que es algo inútil, que hablamos idiomas
diferentes. Aunque eso no quita para que yo tenga
una clara opinión de lo que son esos asesinos indesea-
bles, y de lo que merecen por ley y por justicia. Sé que
ellos nunca se arrepentirán de sus actos porque son
inhumanos, pero jamás obtendrán nuestro perdón. Yo
lucharé, aunque me cueste la vida, para que cumplan
íntegras sus condenas y se pudran en la cárcel, pero
aun así, a mi juicio, jamás pagarán por lo que le hicie-
ron a mi pequeña.
HERIDO EN EL ATENTADO
DE LATIFIYA (IRAK)

2003

José Manuel
SÁNCHEZ RIERA

José Manuel Sánchez es el único superviviente del peor

ataque que ha sufrido el Centro Nacional de Inteligen-
cia. Ocurrió el 29 de noviembre de 2003 y en él murie-
ron siete agentes: Alberto Martínez, Carlos Baró, Alfonso
Vega, Luis Ignacio Zanón, José Ramón Merino, José Car-
los Rodríguez y José Lucas. La misión de todos ellos era
apoyar a las tropas españolas que habían sido desple-
gadas en Irak tras la invasión del país por Estados Uni-
dos. Los agentes viajaban en dos todoterrenos y, cuando
se encontraban a unos 40 kilómetros de Bagdad, fueron
atacados por varios hombres fuertemente armados que
iban en otro vehículo. Los españoles trataron de defen-
derse, pero fueron cayendo uno a uno. José Manuel in-
tentó buscar ayuda y estuvo a punto de ser secuestrado,
aunque finalmente consiguió salvar la vida.
 Entrevista a José Manuel Sánchez
Revista Fundación nº 74
(abril de 2021)

Jotxo Cáceres
“ TRAS SOBREVIVIR AL ATAQUE,
ME PREGUNTABA QUÉ HACÍA VIVO”
José Manuel Sánchez era agente del Centro Nacional de Inteligencia cuando, hace más de 17 años,
se le encomendó la misión de viajar a Irak junto a otros compañeros para proteger a las tropas
españolas desplegadas en aquel país. Si todo hubiera salido según lo previsto, nunca hubiésemos
conocido su nombre ni el de los demás agentes, pero desgraciadamente no fue así.
El 29 de noviembre de 2003, José Manuel se convirtió en el único superviviente
del peor ataque que ha sufrido el servicio de inteligencia español.

Miguel Renuncio

El entonces presidente de Estados Unidos, George W.
Bush, ordenó la invasión de Irak en 2003 acusando a
Sadam Husein de poseer armas de destrucción masiva
y tener vínculos con Al Qaeda. Las operaciones milita-
res se desarrollaron entre el 30 de marzo y el 1 de mayo.
Entonces, el presidente del Gobierno español, José Ma-
ría Aznar, ordenó el despliegue de 1.300 militares —la
Brigada “Plus Ultra”—, que se establecieron en las ciu-
dades de Diwaniya y Nayaf. En consecuencia, el Centro
Nacional de Inteligencia (CNI), que disponía de un
agente en Irak, José Antonio Bernal, tuvo que reforzar
su presencia para apoyar a las tropas españolas, por lo
que fueron enviados otros cuatro agentes: Alberto Mar-
tínez, Carlos Baró, Alfonso Vega y Luis Ignacio Zanón.
 -232-
JOSÉ MANUEL
SÁNCHEZ
RIERA

Fue una noche llena de emociones, en la que yo

me preguntaba qué hacía vivo. Tenía todo tipo de
sentimientos: miedo, alegría, pena… y no podía
dejar de pensar en qué podría haber hecho
para cambiar las circunstancias. Ese ha sido
un pensamiento muy recurrente en mi vida
posterior, pero no tengo ninguna respuesta

Mientras tanto, la seguridad en el país se iba dete-
riorando a pasos agigantados. El 19 de agosto, un
atentado suicida contra la sede de Naciones Unidas
en Bagdad mató a 22 personas, incluido el Alto Co-
misionado para los Derechos Humanos, el brasileño
Sérgio Vieira de Mello. Entre los fallecidos estaba un
español, el capitán de navío Manuel Martín-Oar. El 9
de octubre, también en Bagdad, era asesinado a tiros
el agente José Antonio Bernal. En este caso, los terro-
ristas fueron directamente a por él y lo mataron a la
puerta de su casa.
El equipo formado por Martínez, Baró, Vega y Zanón
debía ser relevado en enero por otro, integrado por
José Ramón Merino, José Carlos Rodríguez, José Lucas
y José Manuel Sánchez. Por eso, estos cuatro agentes
viajaron allí en noviembre para conocer mejor el país y
las condiciones en las que iban a tener que realizar su
trabajo. El día 29, en Bagdad, los ocho agentes del CNI
se subieron a dos vehículos todoterreno para dirigir-
se a Diwaniya y Nayaf. Cuando circulaban cerca de la
ciudad de Latifiya, a unos 40 kilómetros al sur de la ca-
pital, la insurgencia iraquí les tendió una emboscada…
¿Cómo afrontaba usted una misión tan peligrosa?
Sin miedo, pero con cierto respeto. Todos sabíamos
que la situación en Irak era complicada, y las circuns-
tancias no eran las más propicias para nuestra misión.
¿Conocía a José Antonio Bernal?
Sí, mucho.
¿Pensó en algún momento que usted podría co-
rrer la misma suerte?
Claro. Recuerdo que unos días antes de viajar estuve
hablando con mi mujer sobre qué pasaría en el caso
de que yo sufriera un ataque, porque iba a estar seis
meses fuera de casa. Éramos conscientes de ello y
sabíamos a lo que íbamos, pero formaba parte de
nuestro trabajo.
El ataque se produjo el 29 de noviembre. ¿Quié-
nes fueron los autores?
Da igual quién estuviera detrás, porque eso no va a
cambiar el resultado. Pudo ser un atentado de opor-
tunidad, ya que nos comentaron que en aquella zona
se habían producido otros ataques en las mismas

José Manuel Sánchez y sus compañeros estuvieron en Bagdad antes de ser atacados
circunstancias, o pudo ser un atentado dirigido expre-
samente contra nosotros. No existe constancia ni de lo
uno ni de lo otro.
Usted fue brutalmente apaleado. En esa situación,
¿pensó que había llegado el fin?
Así es. Hubo un momento en el que me tiré al suelo,
porque me acordé de mi familia y pensé que no volve-
ría a verlos más. Pero fue solo un instante.
¿Sabe quién fue el hombre que le salvó la vida al
darle un beso en la mejilla?
Sí, lo supe al poco tiempo de volver a España, y tuve
suerte de que pasara por allí. Al ver que yo era un
occidental, se acercó a mí, me dio un beso y se fue.
Tampoco se quedó allí para ver el resultado.
Pero aquel gesto lo cambió todo...
Efectivamente, los violentos desaparecieron y apa-
recieron otras personas, dispuestas a ayudarme. Me
ofrecieron montarme en una pick up, pero estaba
llena de bidones de gasolina y yo dije que ahí no me
montaba, así que me subí a un taxi. Sin embargo, ape-
-233-
JOSÉ MANUEL
SÁNCHEZ
RIERA
nas recorrí 150 metros, porque enseguida vi llegar a
una patrulla de la Policía y me bajé. Los policías me
llevaron a la comisaría de Latifiya y, desde allí, a la de
Mahmudiya, ciudad que está más al norte. Después,
militares estadounidenses me trasladaron a su base,
donde pasé la noche.
¿Qué recuerda de aquellas horas?
Fue una noche llena de emociones, en la que yo me
preguntaba qué hacía vivo. Tenía todo tipo de sen-
timientos: miedo, alegría, pena… y no podía dejar de
pensar en qué podría haber hecho para cambiar las
circunstancias. Ese ha sido un pensamiento muy re-
currente en mi vida posterior, pero no tengo ninguna
respuesta.
Su mujer sabía que usted estaba en Irak, pero sus
hijos no. ¿Cómo se enteraron?
A la mañana siguiente, mis dos hijos mayores esta-
ban viendo la televisión y, al escuchar mi nombre,
uno le dijo al otro: “Ese es el nombre de papá”. Con
los años, les he contado a los tres lo que ocurrió
aquel día. He preferido hacerlo así para que conoz-
 -234-
JOSÉ MANUEL
SÁNCHEZ
RIERA
can las circunstancias y asuman lo sucedido con
cierta normalidad.
¿Qué ocurrió al volver a España?
Seguí trabajando en el CNI, pero haciendo algo com-
pletamente distinto. De hecho, me fui con mi familia
a otro país y estuvimos allí tres años. Lo que sucedió
después fue que, al regresar a España y tener que en-
frentarme todos los días a los recuerdos, sufrí una crisis
y tuve que ponerme en tratamiento psiquiátrico. Pasé
un año de baja y actualmente estoy retirado. Tengo las
secuelas psicológicas propias de un trastorno por es-
trés postraumático.
¿Ha cambiado su forma de ser?
Intento no ser muy distinto a como era antes, pero
sé que he cambiado en muchas cosas. Por ejemplo,
siempre que tengo que afrontar un problema, me
pongo en lo peor. Eso antes no me ocurría.
¿Qué ha aprendido del trato con otras víctimas
del terrorismo?
Tratar con otras víctimas me ha ayudado a relativizar
mi caso, porque a uno le parece que lo suyo es lo
más importante, pero eso es mentira. Mi experiencia
no es tan traumática como la de quien ha sufrido la
amputación de un miembro o padece cualquier otra
secuela física. Yo, por suerte, no sufrí ninguna herida.
Por lo tanto, me he dado cuenta de que mis viven-
cias no son peores que las de los demás. Cada uno
vive esto como buenamente puede, tú no decides
cómo vivirlo.
¿Cómo llegó a la Asociación Víctimas del Terroris-
mo de la Comunidad Valenciana (AVTCV)?
Hace unos años, cuando nos fuimos a vivir a Valencia,
descubrí que existía esta asociación, así que un día fui
a informarme y me asocié. Entonces, resultó que el an-
tiguo presidente no podía continuar y me propusieron
a mí asumir la presidencia. Como yo podía dedicar mi
tiempo, dije que sí, y ya voy por el tercer mandato.
¿Qué actividades organiza la AVTCV para sus so-
cios?
Tenemos u n programa integral de atención a víctimas
del terrorismo, que ofrece asistencia social y psicológi-
ca, y también desarrollamos una actividad de terapia
hidrotermal con apoyo psicológico. Además, todos
los años organizamos unas jornadas de convivencia
en las que intentamos darnos a conocer a la sociedad
valenciana. Solemos llevar a alguien relacionado con
el mundo de las víctimas o el mundo del terrorismo
para que dé una conferencia, y luego tenemos distin-
tas mesas de trabajo y hacemos alguna visita cultural.
¿Qué otras actividades lleva a cabo la asociación?
Organizamos conferencias en diferentes universi-
dades de la Comunidad Valenciana. El primer año,
la asociación fue a dos universidades, donde dimos
sendas charlas sobre los diversos tipos de terrorismo
que ha habido en España, haciendo especial hinca-
pié en ETA y el terrorismo yihadista. Esa fue nuestra
primera toma de contacto y la respuesta fue buena,
así que al año siguiente decidimos dar un paso más,
con conferencias en cuatro universidades, centradas
en los procesos de radicalización en entornos terroris-
tas. El tercer año acudimos ya a cinco universidades
y llevamos a un exmiembro de ETA, Teo Uriarte. Y,
finalmente, el año pasado, que ha sido el cuarto, fui-
mos también a cinco universidades (en total, cerca de
1.000 alumnos), llevando el testimonio de tres vícti-
mas del terrorismo.
¿Cómo reaccionan los jóvenes al escuchar esos
testimonios?
La reacción de los jóvenes es muy buena. Se emocio-
nan y, al mismo tiempo, se sorprenden de que algo así
haya ocurrido en España.
 -235-
JOSÉ MANUEL
SÁNCHEZ
RIERA

Tratar con otras víctimas me ha ayudado a relativizar mi caso,

porque a uno le parece que lo suyo es lo más importante,
pero eso es mentira. Mi experiencia no es tan traumática
como la de quien ha sufrido la amputación de un miembro
o padece cualquier otra secuela física

EMBOSCADA EN LATIFIYA

El 29 de noviembre de 2003, a las 15.22 h, ocho
agentes del CNI circulan por una carretera de Irak
a bordo de dos todoterrenos: un Nissan, que va en
cabeza, y un Chevrolet, que se mantiene a cierta
distancia. De pronto, un Cadillac se sitúa detrás del
segundo vehículo y sus ocupantes comienzan a
disparar a los españoles con fusiles AK-47. El con-
ductor del Chevrolet, Alfonso Vega, acelera hasta
adelantar al Nissan para alertar a sus compañeros,
pero el Cadillac lo sigue y, al llegar a la altura del
Nissan, los terroristas abren fuego. Alberto Martí-
nez, el conductor, muere en el acto, mientras que
José Lucas es herido en la cabeza. El todoterreno
queda detenido en el arcén. Después de esto, los
terroristas continúan su persecución hasta alcan-
zar al Chevrolet y vuelven a disparar sus AK-47.
También en este caso matan al conductor, mien-
tras que José Carlos Rodríguez resulta herido en el
estómago. El vehículo se sale de la carretera y cae
por un terraplén.
José Ramón Merino, que se ha puesto al volante
del Nissan, consigue acercar el todoterreno al lugar
donde está el Chevrolet. Mientras tanto, uno de los
ocupantes del Chevrolet, Carlos Baró, logra contac-
tar por radio con la sede del CNI: “¡Nos han atacado!
Tenemos por lo menos dos muertos. Avisa a la
Brigada. Que manden helicópteros”, pide angus-
tiado, pero la comunicación se interrumpe porque
vuelven los disparos, esta vez desde unos edificios
cercanos. Les atacan con fusiles y ametralladoras, y
los españoles solo pueden responder con sus pis-
tolas. Al cabo de un tiempo, Carlos Baró vuelve a
llamar por radio a Madrid: “¡Hay cuatro muertos…
o tres! Te doy nuestras coordenadas…”, pero la co-
municación se corta de nuevo. Los helicópteros
despegan de Diwaniya, pero, sin conocer la ubica-
ción exacta donde se está produciendo el ataque,
es muy difícil que puedan auxiliarlos.
La situación es desesperada. José Manuel Sánchez
cruza la carretera para intentar conseguir un vehí-
culo con el que sacar a sus compañeros de aquel
infierno, pero su pistola se encasquilla y una multi-
tud enfurecida se abalanza sobre él. Recibe golpes
sin parar e incluso llega a ser introducido en el ma-
letero de un coche. Cree que ha llegado el fin. Sin
embargo, en ese momento se le acerca un desco-
nocido y, sin mediar palabra, le da un beso en la
mejilla en señal de protección, ante lo cual la tur-
ba deja de apalearlo. El desconocido desaparece
y José Manuel Sánchez consigue subirse a un taxi,
pero enseguida ve llegar a la Policía y se baja. Para
entonces, el Nissan y el Chevrolet están ya ardien-
do y los españoles yacen muertos. Han ido cayendo
uno a uno, resistiendo heroicamente hasta el límite
de sus posibilidades. Es el peor atentado en la his-
toria del CNI.
ASE SI NADO E N E L

11-M
2004

Juan Pablo
MORIS CRESPO

El 11 de marzo de 2004, a tres días de las elecciones ge-

nerales y con una sociedad muy dividida por el apoyo
del Gobierno a la intervención militar estadouniden-
se en Irak, una célula yihadista colocó varias mochilas
bomba en cuatro trenes de Cercanías que circulaban
en dirección a Madrid. Se produjeron 10 explosiones (en
las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia, y en
la calle Téllez), que mataron a 193 personas e hirieron a
muchas más. Fue el peor atentado terrorista en la his-
toria de España. Juan Pablo Moris, una de las víctimas
mortales, tenía 32 años y estaba a punto de finalizar sus
estudios de Ingeniería de Caminos. Se subió al tren en
Alcalá de Henares, donde vivía, para ir a la empresa en
la que trabajaba como traductor técnico. Era un apasio-
nado de las infraestructuras, en especial de las presas.

“LOS GOBIERNOS DEBEN DEFENDER LA VIDA
Y APLICAR LAS LEYES”
Gabriel Moris y María Pilar Crespo son los padres de Juan Pablo, un joven de 32 años
cuyo único error en la vida fue subirse a un tren la mañana del 11 de marzo de 2004
Este estudiante de Ingeniería de Caminos, vitalista y
lleno de ilusiones, compró aquel día, sin saberlo, un
billete sin retorno para un viaje que compartió con
192 inocentes más. Aquel día, España entera se vistió
de luto y se unió al dolor de quienes habían sufrido el
atentado más sangriento de todos cuantos ha vivido
nuestro país. Afortunadamente, las ilusiones y el re-
cuerdo de Juan Pablo siguen presentes en la memoria
de quienes le conocieron. Para ellos, él sigue siendo el
mismo joven inteligente y “enamorado de la vida” que
fue siempre.
Entrevista a Gabriel Moris y María Pilar Crespo,
padres de Juan Pablo Moris
Revista Fundación nº 17
(diciembre de 2006)
Carolina Couso
He de reconocer que Gabriel y María Pilar me han
impresionado mucho. Ellos son el reflejo de la hones-
tidad y el amor por la vida. Después de hablar con
ellos, tuve la sensación de haber conocido a dos per-
sonas infinitamente bondadosas y honestas, que se
definen como “privilegiados”, pues el terrorismo no ha
dejado en ellos ni el más mínimo rastro de rencor y
odio, sino que les ha hecho “más sensibles al dolor hu-
mano, más solidarios y mucho más comprometidos”.
Me impresionaron mucho su sinceridad, su fortaleza
y su capacidad de amar y perdonar sin reservas. Este
 -238-
JUAN PABLO
MORIS
CRESPO
Soy consciente de que mi hijo no entregó su vida por algo,
sino que le arrebataron la vida para conseguir algo
afán conciliador y el respeto del que hacen gala al
contestar mis preguntas convierten sus respuestas en
un ejemplo de paz y amabilidad.
Gabriel, me gustaría que nos contara qué recuer-
da de aquel trágico 11 de marzo de 2004.
Recuerdo con detalle todo lo que mis sentidos
pudieron percibir a través de los medios de comu-
nicación. Recuerdo la esperanza de que a nosotros
no nos pudieran hacer una cosa así. Recuerdo mi
sentir, un tanto egoísta, pues pensaba solo en mi
hijo sin preocuparme de los demás, que sufrían igual
que nosotros. Recuerdo a los familiares y amigos que
supieron estar a nuestro lado. Recuerdo a todos los
profesionales y voluntarios que dedicaron su tiempo
y su cariño a paliar el dolor que nos sumía en la mi-
seria. También tuve un recuerdo para los fabricantes
de odio de nuestro país. Yo tenía el convencimiento
de que ellos eran los responsables más o menos di-
rectos de lo ocurrido. Cuando nos confirmaron lo que
ya imaginábamos, mi expresión más espontánea fue:
“¿Por qué no me ha ocurrido a mí en lugar de a mi
hijo? Él tenía una vida por vivir...”.
Cualquier muerte es cruel y dolorosa, pero perder
a un hijo así es, además, antinatural. Dicen que
el tiempo es capaz de hacer cicatrizar las heridas
más profundas, pero… ¿cómo se puede uno sobre-
poner a un golpe tan duro? ¿A qué se han aferra-
do usted y su mujer?
Creo que la pérdida de un hijo, como tantas otras
cosas, no se puede comprender hasta que la ex-
perimentas. Si a ello le añades que, en este caso,
alguien decide quitarle la vida para sacar algún pro-
vecho, el dolor y la rabia crecen exponencialmente,
si bien esa rabia no la sentimos, como hubiera sido
lógico, desde un comportamiento meramente
humano. Yo soy consciente de que mi hijo no en-
tregó su vida por algo, sino que le arrebataron la
vida para conseguir algo. ¿Lo que tenemos ahora?
El tiempo puede que nos dé la respuesta. El paso
del tiempo pienso que puede atenuar la intensidad
del dolor, pero jamás podrá eliminarlo. Ya el apren-
der a vivir sin su presencia es un dolor de por vida.
Para ser sincero, hemos reaccionado con una sere-
nidad y una calma inimaginables y yo diría que en
contraposición con nuestro carácter. Hemos senti-
do y sentimos algo muy difícil de describir, y creo
que más difícil de comprender. Nosotros intenta-
mos ser creyentes, pero pisando tierra. Desde esta
situación, hemos intentado organizar nuestra vida.
Conscientemente, no creo que nos hayamos afe-
rrado a nada, solo hemos decidido vivir esta nueva
vida con nuestros planteamientos vitales pero des-
de la nueva situación y, si cabe, con más intensidad
de lo que lo hacíamos. Esto lo sentimos como un
regalo, no como algo que nos cueste realizar, aun-
que a veces nos faltan las fuerzas.
Ustedes eran una familia normal, con las preocu-
paciones lógicas de cualquier familia. ¿Cómo ha
cambiado su vida desde aquella fatídica mañana?
El cambio más importante deriva del hecho de
haber perdido a uno de nuestros hijos, sin abso-
lutamente ninguna razón objetiva para ello. Nos
sentimos heridos de muerte por los que concibie-

ron, ejecutaron y se benefician de este horrendo
crimen. Gran parte de nuestros esfuerzos vitales se
encaminan a mantener viva la memoria de nues-
tro hijo, preservar a la familia del daño que nos han
causado (especialmente a los más vulnerables) y ser
útiles al resto de la sociedad realizando labores de
información, de exigencia de la verdad, de justicia y
de prevención para evitar que otros tengan que vivir
un trance similar al nuestro. Intentar vivir todo esto
desde una posición de ciudadano de a pie no resul-
ta fácil ni gratificante; en cambio, sentimos cierta
satisfacción porque creemos que hacemos algo por
los más débiles de la sociedad.
Me imagino a su hijo como un joven vitalista e in-
teligente. ¿Cómo era Juan Pablo?
Juan Pablo era y es (su presencia entre nosotros no
nos la han arrebatado definitivamente) un joven de
paz. Un compañero nos dijo: “Jamás he tenido un
roce con él”. Era una persona de ley, pero con una
fuerte personalidad. Era generoso, tenía una buena
formación humanística pese a estar finalizando sus
estudios de Ingeniería de Caminos, era más bien
introvertido y cerebral, pero de fácil comunicación
con cualquier persona. Era un enamorado de la vida
y del mundo en que vivía, le gustaba el cine, el de-
porte, la fotografía, la lectura, la filosofía, viajar. Dejó
muy buenos amigos en un curso de Bachillerato que
hizo en Estados Unidos. A nivel familiar, era muy ca-
riñoso, tenía un cariño especial por sus sobrinas, a
las que adoraba sin reservas, lo que no le impedía
reprenderlas con cariño si se terciaba. Admitía la
crítica y era crítico a su vez con todo lo que le ro-
deaba. Tenía, además, un sentido del humor que
impregnaba toda su existencia... Un amigo decía
que le encantaba comer en casa porque disfrutaba
con los “dardos” que nos lanzábamos entre noso-
tros. Se mostraba muy sensible e intolerante con el
terrorismo y su entorno. Cuando alguno de ellos ha-
cía declaraciones en los medios de comunicación,
cortaba, sin consultar, y apostillaba: “Estos tipos no
tienen derecho a hablar públicamente mientras no
dejen de matar”. Cuando regresó de la famosa ma-
-239-
JUAN PABLO
MORIS
CRESPO
nifestación de San Sebastián en 2003, unos meses
antes de su asesinato, nos dijo lacónicamente: “El
País Vasco tiene mala solución, allí se respira mucho
odio en la calle”. Parecía profético.
Tras el atentado, ¿sintieron en su familia el apoyo
institucional?
No más allá de lo que recoge la Ley de Solidaridad.
La multinacional donde presté mis servicios durante
40 años tuvo un comportamiento quizá más cer-
cano, al menos algunos de sus representantes. Las
personas de la Administración con las que tuvimos
relación sí mostraron un comportamiento, además
de exquisito, muy humano. Nosotros, hasta hoy, no
hemos solicitado apoyo institucional, pero tampoco
se nos ha ofrecido ni se nos han recomendado cau-
ces para solicitarlo.
¿Cree que la sociedad española comprende el do-
lor de las víctimas?
Cuando se habla de colectivos, y sobre todo de
colectivos muy numerosos, es muy arriesgado ge-
neralizar. Tras un atentado, una parte importante
de la sociedad se moviliza y muestra su apoyo a las
víctimas. Eso, que me parece humano y natural, es
importante, pero en mi opinión es insuficiente y
poco útil. Si analizamos la situación actual respecto
a las víctimas, vemos que hay grandes movilizacio-
nes de apoyo a nuestras reivindicaciones, pero creo
que ello no nos puede hacer pensar que toda la so-
ciedad comprende nuestro dolor. Este apoyo, que
acogemos con cariño y agradecimiento, no recoge
toda la casuística. También quiero resaltar que las
víctimas no vemos con buenos ojos el grado de po-
litización que nuestras reivindicaciones suscitan.
Esa actitud solo beneficia a los que quieren seguir
aprovechándose de nuestro dolor y, por supuesto,
a los terroristas. Individualmente, podremos hacer
política, no faltaba más, pues somos víctimas políti-
cas, pero nuestras reivindicaciones solo las hacemos
desde nuestra condición de víctimas y no desde la
óptica de algunos que quieren hacer política con
nuestro dolor. Yo respeto también a los que discre-
 -240-
JUAN PABLO
MORIS
CRESPO

pan de nuestras reivindicaciones, y deseo que las

circunstancias no les obliguen a cambiar sus plan-
teamientos actuales. Los toros se ven mejor desde la
barrera que en el ruedo.

Constantemente se oyen gritos para que se escla-

rezca lo ocurrido el 11 de marzo de 2004. “Quere-
mos saber la verdad” es el eslogan que ha enca-
bezado numerosas movilizaciones. ¿Cree usted
en la autoría de Al Qaeda o deja la puerta abierta
a que esté involucrada ETA?
Ese eslogan, si no recuerdo mal, surgió el 13 de mar-
zo, pero por desgracia hay muchas personas que se
han olvidado de él, a mi juicio sin razones para ello.
Durante dos años, las víctimas, que creemos en el
Estado de derecho, hemos visto como testigos mu-
dos todas las iniciativas lanzadas para conocer la
verdad, hacer justicia y prevenir nuevos atentados.
Nuestra confianza y nuestra paciencia están de-
mostradas. Lo que queríamos saber el 13 de marzo,
nosotros, las víctimas, no lo conocemos, y nos apro-

ximamos al tercer aniversario de los hechos. Hoy
tenemos cerrada la comisión de investigación sin
conocer a los responsables políticos; el sumario y
el auto de procesamiento, aparte de los defectos
de forma y de fondo, presentan un panorama poco
esperanzador de cara a desvelar quiénes fueron los
autores del crimen múltiple; este sumario, aparte
de no poner en claro ningún ejecutor material, se
olvida de los autores intelectuales. Los de Leganés
no es seguro que se llevaran la verdad con ellos.
¿Qué podemos pensar, no solo las víctimas sino los
ciudadanos en general? Las irregularidades no las
conoceríamos si no fuera por la prensa libre. Solo
hay silencio en los poderes públicos. Yo sé que mu-
rieron casi 200 personas, que hay 1.700 heridos y
que los poderes públicos no quieren que conozca-
mos la verdad, y a ello han contribuido el Congreso
de los Diputados, el Poder Judicial y una parte de
las Fuerzas de Seguridad del Estado. La respon-
sabilidad de Al Qaeda no figura en el sumario ni
en el auto de procesamiento, al menos yo no he
visto a Bin Laden o algún miembro de su entorno
Ignacio Irastorza
Gabriel Moris y María Pilar Crespo perdieron a su hijo
como acusados. Ni siquiera han citado a declarar
al dueño del piso de Morata, que era el individuo
más próximo a Al Qaeda. Respecto a la autoría de
ETA, yo no tengo ningún dato que pueda confirmar
su participación, pero sí puedo citar dos hechos
objetivos que hacen sospechar a cualquier inves-
tigador por ineficaz que sea: todas las conexiones
con ETA se han eliminado sistemáticamente de las
investigaciones sumariales, y la suspensión de la
Ley de Partidos Políticos y el Pacto por las Liberta-
des y contra el Terrorismo han tenido lugar a partir
del 11-M. Así, creo que cualquier hipótesis, salvo la
de Al Qaeda, es válida. Solo hace falta investigar
todas las vías. ¿Por qué ese empecinamiento en ta-
par cualquier vía distinta a la hipótesis del día 13?
La rebelión cívica la están propiciando los mismos

A los asesinos de mi hijo les preguntaría qué han obtenido
con su asesinato y el de tantos inocentes
poderes públicos, que hasta hoy no han sabido o
no han querido revelarnos la verdad. En cambio,
se han mostrado muy solícitos para tapar indicios
que pueden conducir a dicha verdad. Vivo con la
esperanza de que tanto mal no pueda permanecer
oculto durante toda la vida. Siempre habrá perso-
nas justas que no puedan soportar en silencio la
verdad que ellos conocen, sencillamente, porque
los hombres tenemos conciencia, aunque algunos
parecen la negación de dicha conciencia.
¿Cree usted que las víctimas deben quedarse al
margen y dejar actuar al Gobierno para decidir el
fin del terrorismo?
La parte de la sociedad que conoce en carnes
propias las consecuencias del terrorismo somos
las víctimas. Los gobiernos tienen el deber de de-
fender el derecho a la vida de los ciudadanos y de
aplicar las leyes. Cuando los gobiernos hacen deja-
ción de sus responsabilidades, son reos de culpa y
deben ser reprobados por los ciudadanos. Las víc-
timas somos ciudadanos de pleno derecho y, por
tanto, tenemos el deber de exigir a los gobiernos
que cumplan con sus deberes. El fin del terrorismo
solo pueden decidirlo los terroristas. Si el Gobier-
no fuera capaz de decidir dicho final, creo que la
paz sería ya una realidad, a menos que fueran los
terroristas los que ejercieran la acción de gobier-
no. Si un gobierno transgrede las leyes en beneficio
de los terroristas, se deslegitima a sí mismo, así de
sencillo. Si las víctimas y los ciudadanos no tene-
mos derecho a opinar en un asunto tan importante
como este, hay dos posibilidades: o las cosas que se
-241-
JUAN PABLO
MORIS
CRESPO
hacen no son legales o vivimos en una dictadura
con formas democráticas. Cada uno puede elegir
la que crea más adecuada a la situación actual, o
ambas. El pueblo español ha demostrado desde
hace casi 30 años que, cuando le dejan tomar deci-
siones, es juicioso y responsable.
¿Cree que el terrorismo tiene un final próximo?
¿Cómo habría que actuar ante los terroristas para
acabar con la tiranía del tiro en la nuca?
Ese es mi deseo, pero no puedo tener confianza en
que ello ocurra de inmediato, máxime cuando vemos
a diario la forma de moverse de la banda terrorista por
antonomasia, ETA. Creo que España ha vivido recien-
temente una etapa de eficacia en la lucha contra el
terror, desde la legalidad. No podemos entender que
se abandone el buen camino para elegir el actual,
máxime cuando no nos dan razones para ello. Las po-
líticas de apaciguamiento aplicadas a la lucha contra
el terrorismo se han mostrado ineficaces en el mun-
do entero. ¿Hay alguna razón explicable y explicitable
para este cambio?
Si tuviera la oportunidad de dirigirse a los asesi-
nos de su hijo, ¿les diría alguna cosa?
Más que decirles, les escucharía en silencio. Les pre-
guntaría qué han obtenido con el asesinato de mi hijo
y de tantos inocentes. Les desearía que no les ocu-
rriera a ellos ni a sus familias lo que ellos han hecho
con nosotros y les pediría que no lo hicieran más, que
fueran hombres para cambiar su odio por amor a los
demás. Todo ello sin menoscabo de que les aplicaran
las limitadas leyes humanas.
ASE SI NADO E N E L

11-M
2004

Rodrigo
CABRERO PÉREZ

Rodrigo Cabrero tenía 20 años, estudiaba Ingeniería

Informática y era aficionado a los juegos de rol. La ma-
ñana del 11 de marzo de 2004, salió de casa sin hacer
ruido y, como de costumbre, cogió primero el metro y
después el tren de Cercanías para dirigirse de Getafe a
Madrid. Pasadas las siete y media, se encontraba espe-
rando para hacer transbordo en la estación de Atocha
cuando, de pronto, explotaron tres bombas colocadas
por los terroristas en el tren que estaba detenido junto
a él. La onda expansiva lo alcanzó de lleno y Rodrigo
murió en el acto. Sus padres y su hermano lo buscaron
angustiados hasta que, al día siguiente, recibieron la
confirmación de su muerte. Años después, la madre de
Rodrigo, Marisol Pérez, recordaría estos y otros hechos
en su libro Dinos dónde estás y vamos a buscarte.

“NO HE PODIDO DEJAR DE PENSAR
EN NUESTRO HIJO NINGUNA DE LAS VECES
Q U E H E V U E LT O A PA S A R P O R AT O C H A”
Rodrigo Cabrero Pérez tenía 20 años y estudiaba In-
geniería Informática. Todas las mañanas cogía el tren
desde Getafe para ir a la universidad. Su línea no era
ninguna de las que salían de Guadalajara o Alcalá de
Henares, pero la fatalidad quiso que el 11 de marzo
se encontrara en el andén 2 de la estación de Ato-
cha cuando explotaron las bombas de uno de los
trenes. Sus padres, Juan Carlos y Marisol, y su her-
mano Gonzalo, lo buscaron sin descanso hasta que,
al día siguiente, supieron la verdad. Hoy su padre es
el vicepresidente de la Asociación 11-M Afectados del
Terrorismo y, transcurridos 13 años desde aquella tra-
gedia, nos ofrece su testimonio.
Entrevista a Juan Carlos Cabrero,
padre de Rodrigo Cabrero
Revista Fundación nº 58
(marzo de 2017)
Miguel Renuncio
Rodrigo tenía 20 años, casi 21, y toda una vida por
delante. ¿Cómo era? ¿Qué estudiaba? ¿Qué aficio-
nes tenía?
Es difícil contestar a esto en unas pocas palabras.
¿Qué puede decir un padre de su primer hijo? Que
fue un bebé esperado con emoción y muy querido,
un niño sonriente y dulce, un adolescente nada pro-
blemático, un joven honesto y bueno. Era divertido y
responsable, un lector empedernido, interesado en
las nuevas tecnologías (por eso estudiaba Ingeniería
Informática) y muy viajero. Se mostraba discreto con
los desconocidos, pero era abierto y dicharachero en
confianza. Tenía un gran sentido del humor y una
 -244-
RODRIGO
CABRERO
PÉREZ
risa franca y contagiosa. Ojalá pudiera oírla reso-
nar todavía entre nosotros. Había estudiado en el
colegio y el instituto del barrio, con la pandilla de
siempre, así que la universidad le abrió novedosas
y emocionantes perspectivas. Le proporcionó tam-
bién nuevas aficiones, amistades y hasta una novia
fugaz con la que llevaba apenas dos meses aquel
maldito 11 de marzo. Sensible, solidario y crítico, te-
nía el espíritu más antiviolento del mundo, media-
ba entre los amigos y no le gustaba discutir. Qué
enorme paradoja: su afán de mejorar el mundo, su
talante conciliador, su confianza en el género hu-
mano y su alegría, rotos por fanáticos que impusie-
ron por la fuerza exactamente lo contrario.
Han transcurrido ya 13 años desde aquel fatídico día.
¿Cómo recuerda esas largas horas de angustia?
Le sentimos salir de casa intentando no hacer rui-
do, para no despertarnos. ¿Cómo podíamos pensar
que no era una mañana más, que no volveríamos
a verle? Nos enteramos de las explosiones ense-
guida y le llamamos por teléfono. Lo apagó y por
eso le creímos en clase, pero cuando me acerqué
a buscarle a su facultad y comprobé que no había
llegado, el mundo se me vino encima. Sus profe-
sores y compañeros estaban desolados, su madre
y su hermano aterrorizados, y yo no sabía qué po-
díamos hacer, si no era esperar una llamada suya.
Pero eso nunca sucedió. Recorrimos hospitales,
los alrededores de Atocha y el posible camino que
hizo. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba sin
noticias, peores eran los augurios. La ciudad esta-
ba enloquecida y las líneas telefónicas colapsadas,
pero a la hora de comer, cuando ya el transporte
fluía casi normalmente y él seguía desaparecido,
empezamos a temer. Lo que nuestro cerebro y
nuestro corazón negaban, ni siquiera podían con-
cebir. Habíamos querido creerle a salvo porque su
tren no procedía de Alcalá de Henares, porque lo
imaginábamos en el Cercanías de Getafe y pensá-
bamos que las explosiones de El Pozo, Santa Eu-
genia y Téllez no podían haberle afectado. Mien-
tras le buscábamos no seguíamos las noticias y no
supimos hasta entrada la noche, cuando volvimos
a casa, que también hubo explosiones en la esta-
ción de Atocha. Entonces comprendimos que allí le
sorprendieron las malditas bombas yihadistas. No
tuvimos confirmación hasta el día siguiente, por la
mañana. Fue una noche negra y terrible.
En medio de tanta desolación, ¿destacaría algún
gesto sincero de solidaridad hacia ustedes en
aquellos días?
Los primeros gestos solidarios fueron de los amigos
de Rodrigo, los del barrio y los de la universidad. Fer
nos acompañó, discreto y silencioso, hasta la madru-
gada; Pablo ocupó su puesto en el coche para que
siguiéramos siendo cuatro mientras iniciábamos el
cortejo fúnebre. Muchos se lanzaron en masa a do-
nar sangre con su nombre en los labios, sus grupos
de Yahoo!, Messenger y el IRC (los equivalentes a las
redes sociales de ahora) nos llenaron de mensajes
de esperanza primero, de recuerdo y condolencias
luego. Acudieron en masa a las manifestaciones de
repulsa y a los actos fúnebres. Nos han seguido sos-
teniendo durante todo este tiempo, hasta hoy mis-
mo, con un apoyo constante, sincero, honesto y fiel.
Por supuesto, la familia, los amigos, los vecinos, los
compañeros de trabajo, los profesores nuevos y anti-
guos de Rodrigo, y hasta desconocidos se acercaron
a mostrarnos su solidaridad, su dolor y su rechazo a
toda forma de terrorismo.
Perder a Rodrigo tuvo que ser un golpe terrible
para toda la familia. ¿Cómo han sobrellevado ese
dolor?
Las primeras horas y días se viven en un estado de
semiconsciencia, sufriendo golpes de realidad, de
llanto, de inevitabilidad, de rabia, de inconsistencia,
de culpa, de impotencia… Éramos cuatro y de pronto
solo estábamos tres. Creo que sobrevivimos a fuerza
de cariño los unos por los otros, en especial porque
veíamos a Gonzalo aterrorizado sin su hermano ma-
yor y con unos padres que ya no parecían tan fuer-
tes como antes. Pero el paso del primer tiempo no
cura, solo lleva, con altibajos, a durísimas fases de
constatación. Hay que hacer un trabajo personal y
consciente de duelo, de cambios personales, de llan-
to y sufrimiento. En nuestro caso, multiplicado por la
manipulación mediática de los atentados, las imá-
genes terribles que nos encontrábamos en los lu-
gares más inesperados, las polémicas políticas y las
teorías conspirativas que ensuciaban la memoria de
lo ocurrido y reabrían mil veces nuestro sufrimiento.
Incluso hoy en día, 13 años después, regresan para el
aniversario de nuevo. Remueven el dolor de víctimas
y afectados, ¿para qué exactamente? Me temo, ade-
más, que las duras y larguísimas circunstancias de
nuestro duelo tuvieron otros daños colaterales. En
nuestro caso concreto, tres de los cuatro abuelos de

Rodrigo, destrozados por el dolor, se fueron detrás
de él solo unos meses después.
“Preferiría haber sido yo quien estuviera aquel día
en aquel andén”. ¿Cuántas veces lo habrá pensado?
Claro que lo pensé mil veces en aquellos días fatí-
dicos, y millones si llegamos hasta hoy. Sobre todo,
porque yo iba haciendo el mismo camino solo 20
minutos después, porque llevaba una década si-
guiendo exactamente ese mismo trayecto: de Ge-
tafe a Atocha, transbordo a la vía 2 y viaje hasta
Nuevos Ministerios. ¿Por qué él y no yo? Rodrigo
tenía todo por descubrir y yo ya lo tenía todo hecho,
bien podía marcharme en su lugar. Su madre y yo
nos habríamos cambiado sin dudarlo por él, era un
mantra que nos repetíamos sin descanso el uno al
otro y que no nos servía de alivio por más que lo
intentásemos. Pero nadie nos da a elegir. La vida es
así de cruel.
¿Es posible llevar una vida “normal” después de
una experiencia así? Subirse a un tren de Cerca-
nías, pasar por la estación de Atocha…
No he podido dejar de pensar en nuestro hijo ningu-
na de las veces que he vuelto a pasar por Atocha, o
pisar el andén 2. Apenas regresé al trabajo, solo unos
pocos días después de su asesinato, me sorprendió
la apariencia cotidiana del lugar, su aspecto inocen-
te, con las mismas prisas, ruidos y viajeros de siem-
pre. Su hermano siguió usando también el Cerca-
nías. Todavía lo hacemos todos. Nunca dejamos de
pensar en Rodrigo, creo que jamás vamos a afrontar
ese lugar sin pensarle.
¿Cree que las víctimas del 11-M siguen estando
presentes en la memoria colectiva de los españo-
les o siente que poco a poco van cayendo en el
olvido?
La actualidad es efímera y ya han pasado 13 años,
es normal que la gente piense que sucedió hace
mucho tiempo. Se pierde en los abismos del pasa-
do, pero los que lo vivieron lo recuerdan como una
experiencia traumática para todo el país. A menudo
los que me han conocido después y se han entera-
do luego de nuestra tragedia suelen preguntarnos
si creemos que se ha hecho justicia. Me parece que
en la población en general subyace la idea de que
los asesinos y los colaboradores tuvieron penas de-
masiado leves. Y ahora que están saliendo tantos
condenados a 10 y 12 años, más aún. Es triste, sin
-245-
RODRIGO
CABRERO
PÉREZ
embargo, que volvamos siempre a titulares conspira-
tivos en los aniversarios. Parece que hay quienes ne-
cesitan seguir enfangando los sucesos, me temo que
para diluir las responsabilidades políticas últimas. Fi-
nalmente, ahora que hay otros atentados palmaria-
mente yihadistas por toda Europa, se pasa como de
puntillas sobre el 11 de marzo de 2004, el más terrible,
el de mayor número de víctimas. ¿Por qué?
París, Bruselas, Niza, Berlín, Estambul… ¿Revive
con cada atentado la ausencia de su hijo?
Sí. Y antes de esos, que son recientes, el 7 de Julio
en Londres, por ejemplo, tan cercano en el tiempo
y modus operandi al nuestro. Revivimos las circuns-
tancias de terror, de sufrimiento. Tenemos que huir
de las imágenes y de los informativos, que además
se muestran morbosos y recurrentes durante días.
Lo más significativo es cómo se activa el estrés pos-
traumático y volvemos a preocuparnos por todo
durante las semanas posteriores, a dormir mal, a
sentirnos estresados, a recordar sucesos y a recrear
miedos. Resurgen la rabia, la impotencia, el llanto.
Cuando pensamos que ya lo tenemos todo media-
namente controlado, brota de nuevo el horror. Nos
ha sucedido también con los desastres que acarrean
muchas víctimas, como el accidente de Spanair y
los familiares reunidos en Ifema, para nosotros de
infausto recuerdo; el metro de Valencia; el Alvia de
Santiago… Nos sentimos hermanados con los heri-
dos, los afectados, las víctimas y sus familias.
Cientos de personas han sido detenidas en Espa-
ña en los últimos años por su vinculación con el
yihadismo. ¿Algo falla en nuestra sociedad?
Algo falla en el género humano cuando “el hom-
bre es un lobo para el hombre”. Es triste que en ese
sentido no avancemos. Porque fundamentalismos
de todo tipo llevan asolando a la humanidad desde
siempre. Y tenemos que mirarnos a nosotros mis-
mos y preguntarnos por qué somos intransigentes
y con quiénes para no mancharnos de la misma
barbarie de los terroristas. No hay nada, ni humano
ni divino, que justifique una muerte. Eso es lo que
tenemos que transmitir. A pesar de nuestro dolor y
de la injusticia que hemos sufrido, de parte de unos
locos fanatizados y de parte de unos conciudadanos
que, en lugar de cuidarnos y defendernos, nos han
vilipendiado sin piedad. Respecto a los asesinos di-
rectos, ellos mismos se suicidaron. Los que queda-
ron y los colaboradores están condenados con todas
 -246-
RODRIGO
CABRERO
PÉREZ
las salvaguardas del Estado de derecho: muchos con
menos pena de la que posiblemente merecían, pero
nuestra ley es garantista y es preferible eso a la ven-
ganza, que desde luego nosotros no buscamos. Los
responsables políticos últimos se han escabullido
ensuciando el suceso y la memoria de las víctimas,
ayudados por periodistas más preocupados por los
titulares y las ventas que por la verdad. ¿Qué falla
en nuestra sociedad? Que la justicia platónica es un
ideal, la legal es apenas aproximativa y la histórica,
si se consigue, se produce a muy largo plazo. Nadie
nos va a devolver a los que nos faltan, y solo nosotros
(sus familiares) y la gente de bien podemos luchar
por la dignidad de su memoria. En eso estamos.
¿Qué ha supuesto para usted la Asociación 11-M
Afectados del Terrorismo?
Nuestra asociación significó en primer lugar apoyo
emocional. Pero principalmente apoyo legal, pues a
través de ella nos personamos en los juicios. Agra-
decemos mil veces esta labor que nosotros no es-
tábamos en condiciones de afrontar solos en aque-
llos momentos. Sigue siendo un lugar donde uno
se siente comprendido, más importante cada día
AQUEL MALDITO 11 DE MARZO
Aquel jueves parecía un día como otro cualquiera.
Rodrigo salió de casa a las siete de la mañana, ce-
rrando la puerta con suavidad para no despertar a
sus padres y a su hermano, que aún dormían. Como
de costumbre, se dirigió a coger el metro y luego el
tren de Cercanías para ir de Getafe a Madrid. Tenía 20
años y estudiaba segundo de Ingeniería Informática.
Pero aquel jueves no era un día como otro cualquie-
ra, era 11 de marzo de 2004. En apenas tres minutos,
10 explosiones destrozaron cuatro de los trenes que
cubrían la línea entre Alcalá de Henares y Madrid,
sembrando la muerte de forma indiscriminada.
porque la gente ajena a pérdidas traumáticas no
entiende que nuestras vidas dieron un vuelco y no
volveremos a ser los mismos. No es que vayamos
haciendo melodramas, mantenemos una aparien-
cia de normalidad, pero solo entre iguales es posible
expresarse sin ser juzgado. Muchas veces no hace
falta ni llegar a hacerlo, porque nos entendemos sin
palabras. Y hay dos fechas tremendas que nos llenan
de desconsuelo. La primera es el 11 de marzo, con el
efecto aniversario, no por conocido menos dañino, y
que tiene un filo que corta muy hondo aunque pase
el tiempo. La otra son los cumpleaños, que mues-
tran los años que podrían haber compartido con no-
sotros y nos fueron arrebatados.
¿Cómo afronta su labor como vicepresidente?
¿Cuáles son sus principales líneas de trabajo?
Nuestra junta directiva trabaja esencialmente en
equipo, así que las líneas generales son comunes.
En esencia son: mantener la memoria fidedigna de
lo que sucedió y la dignidad de las víctimas y afecta-
dos, y también atender las necesidades de nuestros
asociados que siguen necesitando apoyo psicológi-
co, jurídico y asistencial.
Reseña del libro Dinos dónde estás y
vamos a buscarte, de Marisol Pérez
Revista Fundación nº 66
(marzo de 2019)
Miguel Renuncio
Con el corazón en un puño, su madre lo llamó insis-
tentemente al móvil y, al no localizarlo, su padre fue
a buscarlo a la universidad. Sin embargo, Rodrigo no
estaba allí. ¿Qué podía haberle pasado, si su tren no
procedía de Alcalá...? Angustiados, le escribieron un
mensaje: “Dinos dónde estás y vamos a buscarte”,
pero Rodrigo nunca contestó.
Aún no sabían que uno de los trenes había explo-
tado en el interior de la estación de Atocha, justo
cuando su hijo se encontraba en el andén 2, espe-
rando para hacer transbordo. Allí lo alcanzó la onda
expansiva, allí lo sorprendió la muerte. Tan joven.

La pena y la ausencia son una enfermedad crónica.
Del cuerpo y del alma
“Nuestro hijo mayor, nuestro queridísimo Rodrigo,
casi veintiún años a nuestro lado, su sonrisa y sus
ganas de vivir, su inteligencia, su manera de andar,
el brillo de sus ojos, sus planes de futuro... todo bo-
rrado en un instante”. La madre de Rodrigo, Marisol
Pérez Urbano, recoge su desgarrador testimonio
en el libro Dinos dónde estás y vamos a buscarte,
que ve la luz cuando se cumplen 15 años de aquel
maldito 11 de marzo.
En sus páginas se reflejan las dudas iniciales sobre
la autoría de los atentados, que enseguida se trans-
formaron en indignación de una gran parte de la
ciudadanía, las manifestaciones... y las inmediatas
elecciones generales del 14 de marzo.
Precisamente después de votar, Marisol y su ma-
rido, Juan Carlos, junto con su otro hijo, Gonzalo,
fueron al cementerio de la Almudena a recoger la
urna con las cenizas de Rodrigo: “No había salas dis-
ponibles para hacerlo en la intimidad —explica—, y
nos dieron la de nuestro hijo en un mostrador, eso
sí, con muchas disculpas y condolencias”.
A continuación, se dirigieron al Campo de las Nacio-
nes a recoger las pertenencias que Rodrigo llevaba
consigo cuando murió: “Estaban todas aplastadas y
rotas. Había manchas secas de sangre. Eso nos ha-
cía sufrir más pensando en hasta qué punto nuestro
hijo había pasado por un calvario”, recuerda.
Marisol incorpora a su relato los testimonios de
otras personas que conocieron a Rodrigo, como su
novia, Macarena, y sus amigos, con quienes com-
partía su afición a los juegos de rol. También narra
acontecimientos familiares difíciles de explicar sin
la ausencia de aquel chico alegre y cariñoso, opti-
mista y lleno de vitalidad. Acontecimientos como la
temprana muerte de sus abuelos, consumidos por
la pena y la tristeza. Consumidos, en definitiva, por
la ausencia de Rodrigo.
Así, Marisol va tejiendo una historia basada en cien-
tos de pequeños relatos, muchas veces rescatados
-247-
RODRIGO
CABRERO
PÉREZ
de lo que entonces ella misma iba escribiendo en la
intimidad de su dolor, como válvula de escape para
un corazón irremediablemente roto y ya para siem-
pre incompleto. Son pequeñas cartas dirigidas a su
hijo —junto con algunos poemas—, en donde ma-
nifiesta sus más profundos sentimientos, como la
tristeza, el miedo, la indignación o la rabia.
Esta última brota especialmente al hablar de los
máximos responsables políticos en el momento de
los atentados, o al recordar las teorías conspirati-
vas alimentadas durante años por algunos medios
de comunicación. Teorías que la propia Marisol se
encarga de desmontar apoyándose en los hechos
probados por la Audiencia Nacional y posterior-
mente ratificados por el Tribunal Supremo.
Dinos dónde estás y vamos a buscarte incluye
también diversas noticias, artículos y entrevistas
(especialmente a Pilar Manjón, primera presidenta
de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo), que
sirven para apoyar y completar el relato de la autora.
Con un estilo precioso, cuidado e intimista, y so-
bre todo con una gran sinceridad, Marisol no duda
en abrir su corazón de par en par, invitando al lec-
tor a acercarse respetuosamente al duelo que una
madre experimenta por la pérdida de un hijo y per-
mitiéndole conocer de cerca los efectos del estrés
postraumático. “La pena y la ausencia son una enfer-
medad crónica. Del cuerpo y del alma”, llega a decir.
Pero este libro transmite también un mensaje lu-
minoso, ya que, a pesar de la muerte de su hijo,
Marisol sigue sintiéndolo presente de algún modo:
“Hoy, no sé por qué, no me duele tanto el alma.
Hoy pienso que puedo con la vida. Hoy tengo más
esperanzas que nunca de encontrarte, para darte
ese abrazo que tenemos pendiente desde el día en
que se te llevaron. No te olvides de ser feliz, Rodrigo,
hijo celestial. Aprende, vive, estudia y experimenta
en tu mundo de luz. Nunca te olvidamos. Segui-
mos siendo cuatro, hasta la eternidad. Un abrazo
de oso bien apretado: Mamá”.
ASE SI NADO E N E L

11-M
2004

Rodolfo
BENITO SAMANIEGO

Rodolfo Benito era ingeniero industrial, tenía 27 años y

fue una de las 193 personas que fallecieron en los bruta-
les atentados del 11 de marzo de 2004. Aquella maña-
na, Rodolfo se dirigía a la empresa en la que trabajaba,
pero murió en el tren que estalló en la estación de San-
ta Eugenia, en el distrito madrileño de Villa de Vallecas.
Quienes lo conocieron lo recuerdan por sus valores, so-
bre todo por su tolerancia y solidaridad, y destacan de
él que era un estudioso incansable de los procesos de
innovación y desarrollo. Movido por su deseo de ayudar
y enseñar a los demás, estaba preparándose unas opo-
siciones para ser profesor de Matemáticas. Tras su muer-
te, su familia creó la Fundación Rodolfo Benito Sama-
niego con el fin de perpetuar su memoria y la de todas
las víctimas del terrorismo.

“CREAMOS LA FUNDACIÓN BASÁNDONOS
EN LOS VALORES QUE RODOLFO ATESORABA”
Existen múltiples maneras de sobrellevar una tragedia.
Todas tan válidas como necesarias. Frente al inso-
portable dolor de la pérdida de un ser querido, hay
quien trata de olvidar. Otros lo afrontan honrando la
memoria de quien ya no está “físicamente, pero sí es-
piritualmente”. Los valores y principios de las víctimas
se perpetúan en su legado, en un regalo a la sociedad
que solo tiene por objetivo difundir los ideales de con-
vivencia y tolerancia.
Entrevista a Juan Benito,
padre de Rodolfo Benito
Revista Fundación nº 68
(septiembre de 2019)
María Fernández
Así describe Juan Benito cómo su familia ha converti-
do la adversidad en fortaleza tras la pérdida de su hijo,
Rodolfo Benito Samaniego, de 27 años de edad. Él fue
una de las 193 víctimas mortales de los atentados del 11
de marzo de 2004, la mayor masacre terrorista vivida
en España. Rodolfo era ingeniero industrial superior
y acudía a trabajar cuando el “tren bomba” truncó su
sueño de ser profesor de Matemáticas, oposiciones
que estaba preparando en ese momento.
 -250-
RODOLFO
BENITO
SAMANIEGO
Sus amigos, su novia, su familia… “su gente” no se do-
blegaron al dolor y transformaron ese sufrimiento en la
Fundación Rodolfo Benito Samaniego, que nacía tres
meses más tarde del atentado. “Queríamos que Ro-
dolfo siguiera presente en el recuerdo, pero también
la memoria de todas las víctimas de este y cualquier
otro atentado”, recalca el padre de Rodolfo. Para él, los
principios fundacionales responden a los valores que
atesoraba el joven ingeniero. “Buscamos la fórmula de
extrapolar lo que Rodolfo hubiera querido y le hubiera
gustado hacer en esta sociedad teniendo en cuenta
su gran ideario y su forma de ser”, matiza.
Rodolfo Benito Samaniego era un estudioso incansa-
ble de los procesos de innovación y desarrollo y en él
confluían múltiples cualidades, todas presididas por la
fraternidad y la tolerancia. Por esta razón, la Fundación
Rodolfo Benito Samaniego asume estas virtudes y las
desarrolla a través de las actividades que realiza, tanto
directamente como en colaboración con otros orga-
nismos e instituciones.
Destaca como uno de los eventos más mediáticos la
convocatoria de los Premios a los Valores de Conviven-
cia, que cada 10 de marzo la Fundación concede a las
personas que se hayan distinguido por su aportación
a principios como la paz, la solidaridad, la libertad o la
democracia. El acto es una de las escasas ocasiones
en las que se abre el Paraninfo de la Universidad de
Alcalá. Este año los galardones recayeron, entre otros,
en la cantante Rozalén y en los componentes de la
película Campeones.
Los premios anuales no olvidan la pasión que Rodolfo
Benito sentía por su profesión, en la que prevalecía su
capacidad de entrega y ayuda a los demás sobre cual-
quier ambición personal. “Fue siempre un alumno de
matrícula de honor, pero escogía el camino del com-
pañerismo, el de transmitir el conocimiento a otros.
Un ingeniero peculiar que utilizaba la ciencia como
Los valores y principios
de las víctimas
se perpetúan en su legado,
en un regalo a la sociedad
que solo tiene por objetivo
difundir los ideales
de convivencia y tolerancia
arma de perfección en la sabiduría humana”, describe
su padre. “Un científico con alma de humanidades”.
En esta línea, la Fundación hace entrega de unos
Premios a la Innovación Tecnológica. Juan Benito ex-
plica el motivo. “Queríamos distinguir a los jóvenes que
acaban su carrera y lo hacen con un proyecto cuya
proyección social predomina”.
Estos galardones fueron una de las primeras de-
cisiones que tomó la Fundación, junto con otros
programas, siempre vinculados a la promoción de las
capacidades de convivencia y respeto que reflejan sus
estatutos. “Entendemos que estas decisiones están
amparadas en la forma de ser de Rodolfo, que tenía
unos valores dedicados a los demás”, añade su padre.
Destaca también una conferencia anual en la Uni-
versidad de Alcalá, el tercer miércoles de noviembre,
bajo el título “Convivencia y tolerancia en la sociedad
actual”.
La institución busca llegar a todos los estratos de la so-
ciedad, sin olvidarse de los niños. Por eso, premia los
trabajos de dibujo y artes plásticas vinculados a la Na-
vidad que se presentan cada año, en un proyecto que
culmina con un acto de teatro infantil: el Festival Infan-
til por la Tolerancia. “Después de 15 años, hay chicos
que tienen 20 o 22 años y que acuden a muchos actos
de la Fundación porque no olvidan aquello”, asegura
Juan Benito.
El Patronato organiza otros eventos, como exposi-
ciones de pintura, conciertos de música e incluso un
Curso de Derechos Humanos, basado en una serie

Celebración del XV aniversario de la Fundación Rodolfo Benito Samaniego
de ponencias impartidas por personas de diferen-
tes sectores como son la universidad, el Ejército o la
industria.
La Fundación no ha atenuado la aflicción que supuso
la pérdida de Rodolfo, pero su familia y amigos siguen
en su empeño, con la intención de ampliar fondos y di-
vulgar valores morales como lo habría hecho el propio
ingeniero. “Era una persona muy solidaria. Desde muy
pequeño había mostrado un particular anhelo por
estar donde pudiera existir un problema y buscar so-
luciones. Era una persona muy sencilla, humilde, pero
muy especial. Una persona con una sonrisa pequeña
pero muy apreciable en su rostro. Junto a él se sentía
paz y alegría. Rodolfo está presente para nosotros por
muchos motivos. Su madre y yo seguimos viviendo
en el mismo domicilio donde él estaba preparando
sus oposiciones, porque, aunque era un ingeniero con
-251-
RODOLFO
BENITO
SAMANIEGO
Jon Qaktus
una carrera muy brillante, su verdadera vocación era
la transmisión del conocimiento. Ya había pasado
varias pruebas para ser profesor de Matemáticas en
Secundaria. Seguimos teniendo el estudio donde él se
preparaba, con sus apuntes y sus libros técnicos. Espi-
ritualmente, él forma parte de nuestra vida cotidiana”,
matiza su padre.
Cabe destacar que uno de los principales objetivos de
la entidad es actuar en honor de Rodolfo y de las víc-
timas de todo tipo de terrorismo. “Siempre tenemos
presente el homenaje a todas las víctimas del terroris-
mo, sea del tipo que sea”, recalca.
La divulgación de estas actividades en la sociedad
ayuda a que las víctimas de los actos terroristas sean re-
cordadas. Sirven de acicate para combatir el terrorismo
y para no olvidar a quienes lo han sufrido.
ASE SI NADO E N E L

11-M
2004

Vicente
MARÍN CHIVA

Hacía solo cinco días que Vicente Marín había cumplido

37 años. Era un hombre de carácter alegre y afable, siem-
pre con una sonrisa en la boca. Apenas llevaba dos años
casado con Milagros, su novia de toda la vida. A Vicente le
gustaba llegar siempre puntual. Por eso, con su puntua-
lidad habitual, se presentó el 11 de marzo de 2004 en la
estación de Asamblea de Madrid-Entrevías para subirse
a un tren de Cercanías. Un tren que, poco después, explo-
tó junto a la calle Téllez, antes de llegar a su destino. Vi-
cente murió en el acto. Quienes lo conocieron recuerdan
que se había criado en el distrito de Carabanchel, que se
sabía de memoria todas las canciones de Joaquín Sabina
y que, al igual que el cantante, era un fiel seguidor del
Atlético de Madrid. Tanto Sabina como el club rojiblanco
lo homenajearon tras su muerte.
 Testimonio de Milagros Valor,
viuda de Vicente Marín
Revista Fundación nº 71-72
(septiembre de 2020)

E L Ú LT I M O B E S O
Una vida feliz y llena de ilusiones puede venirse abajo en un instante, como le ocurrió a Milagros
cuando murió Vicente, su marido, su amor

Miguel Renuncio

Siempre recordará el último beso que dio a su mari-

do. Fue el 11 de marzo de 2004, sobre las siete y veinte
de la mañana, frente a la estación de Asamblea de
Madrid-Entrevías. Milagros había acercado hasta
allí en coche a Vicente, que utilizaba el tren a diario
para ir a trabajar, y luego ella continuaba conducien-
do hasta su propio trabajo. “Hasta luego, que tengas
un buen día”, se dijeron, sin saber que no volverían
a verse más. El tren al que se subió Vicente aquella
mañana explotó antes de llegar a Atocha, a la altura
de la calle Téllez.

Cuando Milagros escuchó por la radio las primeras no-

ticias sobre los atentados, enseguida llamó a Vicente
al móvil, pero él no respondía. Pensó que sería por la
saturación de las líneas telefónicas, pero le llamó al
trabajo y le dijeron que no había llegado... Nadie sa-
bía nada de él. Tanto la familia de Milagros como la de
Vicente se movilizaron para intentar localizarlo, pero
todo fue en vano. A medida que pasaban las horas,
ella iba perdiendo la esperanza de encontrar a su ma-
rido con vida, aunque su corazón seguía aferrado a esa
esperanza. Así transcurrió todo el día 11 y buena parte
del 12. Milagros seguía en casa de sus padres —se ne-
gaba a ir a Ifema—, esperando una llamada que nunca
llegaba, hasta que, hacia las seis de la tarde, apareció
su hermano pequeño y le dio un fuerte abrazo. “No
hizo falta que me dijera nada”, recuerda.
Milagros y Vicente llevaban dos años casados y tenían
muchos planes de futuro, incluido el de formar una fa-
milia. Él tenía 37 años —los acababa de cumplir hacía
cinco días—, y su viuda lo recuerda como “una persona
muy alegre y muy jovial”. Tras su muerte, el único con-
suelo que le quedó a ella es que, según le dijeron, en el
momento de la explosión recibió un gran impacto en
el pecho y, con toda probabilidad, eso salvó la vida a la
persona que estaba detrás. Vicente era fan del Atlético
de Madrid y de Joaquín Sabina, y tanto el club como
el cantante tuvieron gestos de recuerdo hacia él. De
hecho, el propio Sabina llamó a Milagros para darle el
pésame y le envió un ramo de flores.
A pesar de haber transcurrido ya 16 años, ella sigue re-
cordando “como si hubiera sido ayer” aquel beso que
se dieron en el interior del coche, cuando sus caminos
se separaron para siempre.
ASE SI NADA E N E L

11-M
2004

Sonia
PARRONDO ANTÓN

No llevaban ni un año casados. Sonia Parrondo y su

marido hubieran celebrado el 30 de mayo de 2004 su
primer aniversario de boda, pero el 11 de marzo encon-
traron la muerte en la estación de El Pozo. Vivían en el
distrito de Villa de Vallecas y, como todas las mañanas,
se subieron juntos a un tren de Cercanías para dirigirse
a sus respectivos trabajos. Sonia había nacido en Madrid
en 1975 y era la menor de 10 hermanos. Sus familiares
la buscaron por todos los hospitales de la ciudad, pero
no la encontraron; esperaron noticias suyas durante tres
días en Ifema, pero no las recibieron. Con el alma en
vilo, tuvieron que irse a casa a esperar una llamada tele-
fónica, que finalmente llegó el 17 de marzo. Quienes co-
nocieron a Sonia la recuerdan como una mujer alegre,
divertida y a la que le encantaban los niños.

EL DOLOR DE LA AUSENCIA
Sonia Parrondo Antón tenía 28 años (faltaban tres
semanas para que cumpliera 29) y en mayo hubiera
podido celebrar su primer aniversario de boda, pero el
11 de marzo de 2004 cogió un tren de Cercanías junto
a su marido para ir a trabajar, un tren que jamás llegó
a su destino.
“Sonia era muy alegre, le gustaba mucho bailar y le
encantaban los niños. Era muy sensible con su entor-
no y siempre intentaba ayudar a quien lo estuviera
pasando mal”. Así la recuerda su hermana Pilar, quien
desde niña tuvo una relación muy estrecha con ella:
“Yo la cuidaba cuando era pequeña, la bañaba, la
vestía, la dormía... Nuestra madre trabajaba, así que
yo me hacía cargo de Sonia. Si se peleaba con algún
hermano, yo siempre la defendía a ella, porque era la
más pequeña”.
Sonia se casó en la primavera de 2003 y se fue a vivir
al distrito de Villa de Vallecas. La fatídica mañana del 11
de marzo, ella y su marido se dirigían a sus respectivos
Testimonio de Pilar Parrondo,
hermana de Sonia Parrondo
Revista Fundación nº 70
(abril de 2020)
Miguel Renuncio
puestos de trabajo (Sonia cuidaba niños y él trabaja-
ba en el aeropuerto), sin saber que la estación de El
Pozo se convertiría en su inesperado destino final. A las
7.38 h, sus vidas —y las de muchos otros inocentes— se
detuvieron trágicamente en aquellos vagones de tren.
Esa misma mañana, ajena a las primeras noticias so-
bre los atentados, Pilar había dejado a sus hijas en el
colegio y se disponía a acompañar a otra hermana
suya a una entrevista de trabajo. Aparcó el coche cerca
de casa y, cuando iba caminando hacia el portal, se
dio cuenta de que algo no marchaba bien. Su herma-
na le hacía gestos desde la ventana y Pilar aceleró el
paso para llegar lo antes posible, pensando que quizá
su madre, que padece una enfermedad crónica, había
tenido una recaída. Sin embargo, enseguida supo que
el problema era otro: su hermana le contó que varias
bombas habían explotado en la red de Cercanías; le
habló del caos, el miedo y la confusión que se estaban
viviendo en esos momentos y, llena de angustia, le dijo
que ni Sonia ni su marido respondían al teléfono.
 -256-
SONIA
PARRONDO
ANTÓN

No voy a olvidar nunca

esos gritos desgarradores
de dolor, que salían
de lo más profundo,
porque todos sabíamos
que, si nombraban
a un familiar tuyo,
quería decir que lo tenías
que enterrar.
Esos gritos los tengo
metidos en la cabeza

La primera reacción de Pilar fue tratar de tranquilizar
a su hermana. En efecto, Sonia cogía el tren todos los
días para ir a trabajar, pero... ¿por qué le iba a haber
pasado precisamente a ella? Aun así, cuando vio por
televisión las imágenes de El Pozo, no pudo evitar que
un escalofrío recorriera todo su cuerpo. Sin embargo,
quiso seguir pensando que su hermana pequeña es-
taba viva. Quizá las bombas la habían desorientado,
quizá estaba perdida en algún lugar, quizá...
La familia buscó a Sonia por todos los hospitales de
Madrid (a algunos incluso fueron dos veces preguntan-
do por ella), pero nadie sabía darles una respuesta. Ya
por la noche, decidieron ir a Ifema, el recinto ferial de la
capital, que empezaba a convertirse en una gigantesca
morgue. “No voy a olvidar nunca esos gritos desgarra-
dores de dolor, que salían de lo más profundo, porque
todos sabíamos que, si nombraban a un familiar tuyo,
quería decir que lo tenías que enterrar —recuerda Pi-
lar—. Esos gritos los tengo metidos en la cabeza”.
Sin embargo, el nombre de Sonia Parrondo no llegó
a sonar nunca en Ifema. Tres días después de los
atentados, con el alma en vilo y las manos vacías,
la familia tuvo que abandonar el recinto ferial y vol-
ver a casa a la espera de una llamada de la Policía
Científica. El cuerpo del marido de Sonia fue iden-
tificado el 15 de marzo; el de ella, el 17. Fueron seis
largos días de angustia, de incertidumbre, de in-
somnio... hasta que, por fin, la llamada llegó. Había
que enterrar a Sonia.
Un hueco en el corazón
Transcurridos 16 años, a Pilar todavía se le hace extra-
ño hablar de su hermana en pasado: “Algo así no se
supera. Yo estoy convencida de que no lo voy a supe-
rar. Es algo tan fuerte... Es como si te robaran un trozo
de ti. Desde aquel día, mi corazón tiene un hueco
que no se va a llenar jamás. He aprendido a vivir con
ello, pero, si tengo una pena, me acuerdo de Sonia, y
si tengo una alegría, también”.

Parque del Retiro de Madrid, próximo a la estación de Atocha
A pesar del dolor que la ausencia de Sonia ha dejado
en todos aquellos que la querían, ella sigue estando
muy presente y su recuerdo vuelve con fuerza, con
más fuerza si cabe, en fechas especiales como los
cumpleaños. “En las fiestas de los niños, Sonia se en-
cargaba de hacerles unas coronas, y a quien cumplía
los años le hacía una corona más grande y le ponía
el número de los años que cumplía”. Siempre tan de-
tallista, nunca se le olvidaba un cumpleaños… A día
de hoy, Pilar sigue recurriendo muchas veces a su
hermana pequeña: “Cuando tengo momentos ma-
los, hablo con ella y le pido que me ayude. A mí eso
me da consuelo, me transmite la sensación de que la
sigo teniendo cerca”, reconoce.
“Da igual los años que pasen, el dolor es algo que está
ahí y estará hasta el día en que me muera. El 11-M re-
presentó un antes y un después para todos nosotros.
Somos una familia humilde, de trabajadores, pero an-
tes éramos felices. Desde aquel día, nada ha vuelto a
-257-
SONIA
PARRONDO
ANTÓN
ser igual. Se fue Sonia y, con ella, se fue la felicidad de
toda la familia”, reconoce.
El pasado 12 de diciembre, Pilar participó en una
mesa redonda donde, además de hablar de su ex-
periencia personal, hizo algunas recomendaciones,
como que, en circunstancias similares, los hermanos
de las víctimas del terrorismo tengan derecho a reci-
bir atención psicológica, algo que ella echó en falta
en el 11-M. También manifestó su desagrado por “la
sensación de división que muchas veces transmiten
las asociaciones de víctimas”. Por el contrario, elogió
el “importante papel de las trabajadoras sociales del
Ministerio del Interior” y destacó que, al cabo de 16
años, “ellas siguen estando ahí”.
El próximo 5 de abril, día en que Sonia hubiera
cumplido 45 años, su familia volverá a recordar de
una forma especial su alegría, su sonrisa y sus ganas
de vivir.
ASE SI NADO E N E L

11-M
2004

Miguel Antonio
SERRANO LASTRA

Miguel Antonio Serrano tenía 28 años y vivía en Leganés

(Madrid) junto a su madre y dos de sus cinco hermanos.
El 11 de marzo de 2004, se encontraba en la estación
de Atocha esperando al tren que debía llevarlo hasta
Alcobendas (Madrid), donde trabajaba en una obra. Era
fontanero. Sin embargo, la muerte lo sorprendió allí
mismo en forma de bomba, oculta en una mochila en
el interior del tren. Al conocer la noticia de los atenta-
dos, su familia lo llamó innumerables veces al móvil con
la esperanza de volver a escuchar su voz al otro lado del
teléfono, algo que nunca sucedió. La vida de Miguel An-
tonio se había apagado y, con ella, la alegría que trans-
mitía siempre a quienes estaban junto a él. Le gustaba
pescar y tocar la guitarra, y disfrutaba viendo jugar a su
equipo de fútbol favorito, el Real Madrid.

“SIEMPRE NOTAREMOS SU AUSENCIA”
Carolina Couso
Ángel David Serrano Serrano hoy tiene 23 años y es-
tudia un grado superior en transporte y logística, pero
aquella fría mañana del 11 de marzo de 2004 todavía
era un niño que, con 13 años, se enteró por la televisión
de que había perdido para siempre a su tío favorito,
Miguel Antonio Serrano Lastra.
Miguel, de 28 años, viajaba en uno de los trenes en los
que explotaron las bombas cuando se dirigía a su traba-
jo como fontanero en la empresa de su cuñado. “Mi tío
Miguel era una persona muy alegre y divertida”, que vivía
con su madre y dos de sus cinco hermanos. “Le gusta-
ba todo lo relacionado con la naturaleza y la pesca, pero
también el fútbol y tocar la guitarra. A sus cuatro sobrinos
nos encantaba pasar las tardes con él, sentarnos a su alre-
dedor, escuchar cómo tocaba la guitarra o jugar al fútbol
o a las peleas”. Así nos relata Ángel la especial relación
que tenía con su tío. “En mi familia siempre notaremos su
ausencia”, nos comenta, dejando constancia en su voz del
cariño que todavía siente al recordar a Miguel.
La mañana del 11 de marzo de 2004, Ángel fue al cole-
gio como todos los días, mientras su tío Miguel llegaba a
la estación de Atocha para empezar su jornada laboral.
“Sobre las 8.30 de la mañana supe —nos comenta Án-
gel—que había pasado algo en un tren en Atocha, pero
no sabía exactamente qué había sucedido y no podía ni
imaginarme que a mi tío Miguel le había ocurrido algo”.
Al acabar las clases, Ángel se fue a casa de unos amigos
en Vallecas, donde se entera por la televisión de la mag-
nitud de los atentados. Desde entonces, esas imágenes
han estado presentes en su memoria, marcando el final
de su niñez. “Mis padres se habían pasado toda la tar-
de buscando a mi tío y en Ifema le llamaban al móvil,
pero no contestaba. Debió de ser un día horrible para
ellos. Cuando llegaron a casa, me confirmaron lo que
le había pasado a mi tío y, desde entonces, siempre he-
mos notado su ausencia. Sobre todo, mis padres y mis
abuelos lo han pasado muy mal durante estos años.
Testimonio de Ángel David Serrano,
sobrino de Miguel Antonio Serrano
Revista Fundación nº 46
(marzo de 2014)
Todos en mi familia lo hemos pasado fatal. Miguel era
una persona especial, amable, divertida, que siempre
estaba alegre y que nos hacía a los demás estar felices”.
“Los primeros años fueron muy duros y difíciles, pero
poco a poco en mi familia hemos seguido adelante”.
Ángel nos comenta que para él ha sido fundamental el
apoyo que ha encontrado en otras víctimas, saber que su
caso no es diferente al de otras personas que han perdi-
do a un ser querido por culpa de la sinrazón y la barbarie.
Los días que siguieron al atentado fueron una muestra
de solidaridad de la sociedad española con las víctimas,
cosa que Ángel recuerda a pesar de su corta edad en
aquel momento. “A mí me ha ayudado mucho poder
hablar con otras personas. Sobre todo, el apoyo que he
encontrado en la Asociación de Ayuda a las Víctimas del
11-M y el Project Common Bond a nivel internacional”.
Afortunadamente, Miguel ha supuesto para Ángel y
para el resto de sus sobrinos un espejo en el que mi-
rarse y un modelo que imitar. Así, en el recuerdo de
Ángel, Miguel sigue vivo, como en el corazón del resto
de sus sobrinos y su familia, que siguen acordándose
con cariño de su sonrisa y del sonido de las canciones
que tocaba con su guitarra, “que había aprendido a to-
car de oído”, como nos relata Ángel.
La historia de Miguel, a quien sus sobrinos adoraban,
sigue viajando en el recuerdo de su familia.
HE RI DO E N E L

11-M
2004

Óscar
ENCINAS MARTÍN

Al subir al tren de Cercanías en la estación de Vicálva-

ro, Óscar Encinas se encontró con dos compañeras de
trabajo, que venían desde Guadalajara, y se sentó junto
a ellas. Era el 11 de marzo de 2004. Cuando estaban en
la estación de El Pozo, un fortísimo estruendo en el va-
gón contiguo les hizo pensar que se había producido
un accidente. No sabían que en su propio vagón viaja-
ba una bomba similar, y a los pocos segundos explotó.
Como pudo, Óscar abandonó el tren y, al mirar hacia
atrás, contempló con horror la muerte y la destrucción a
su alrededor. Fue trasladado al Hospital 12 de Octubre,
donde se recuperaría de sus graves heridas. Sus com-
pañeras también sobrevivieron a aquel día, aunque sus
vidas, como la de Óscar —que entonces tenía 29 años—,
jamás volvieron a ser las mismas.

“MILAGROSAMENTE SALIMOS VIVOS”
Óscar Encinas Martín, de 29 años, se subía aquel 11
de marzo como cada mañana al tren que lo llevaría
a su trabajo desde la estación de Vicálvaro. En aquel
tren se encontró con dos de sus compañeras, Car-
men y Raquel, que venían desde Guadalajara. Óscar
se sentó junto a ellas bajo la escalera de acceso al
piso superior del convoy de dos plantas en el que
viajaban. La ubicación de sus asientos bajo la escale-
ra les salvó la vida.
Testimonio de Óscar Encinas
Revista Fundación nº 46
(marzo de 2014)
Carolina Couso
El viaje transcurría con normalidad hasta que, sobre
las 7.40, llegaron a la estación de El Pozo. Allí, en el
cuarto vagón del convoy explotó la primera mochila,
la segunda en el quinto vagón, justo en el que viaja-
ba Óscar con sus dos compañeras. Tras la primera
explosión, sin saber lo que había ocurrido, pensa-
ron que se había caído la catenaria y optaron por
mantener la calma. “Tranquilas, si hay que desalojar
el tren ya nos lo dirán”, comentó Óscar a sus com-
 -262-
ÓSCAR
ENCINAS
MARTÍN
El tren en el que resultó herido Óscar Encinas tenía como destino la estación de Atocha
pañeras. Ese consejo les salvó la vida a los tres, ya
que instantes después explotaba la segunda bomba
justo detrás de donde estaban sus asientos. “Si llega-
mos a levantarnos hacia la salida, no lo contamos”,
nos comenta.
“Mi siguiente recuerdo es salir gateando del vagón
como pude hasta la vía. No tenía zapatos, ni el libro
que llevaba, ni las gafas puestas. En aquel momen-
to, todavía seguía pensando que se trataba de un
accidente”.
Cuando salió de lo que quedaba del vagón, Óscar
no podía creer lo que estaba viendo. Y es que en la
estación de El Pozo perdieron la vida 67 personas. “Re-
cuerdo la confusión y el caos. Tenía la cabeza abierta,
me sangraba la oreja, pero no sabía si eran lesiones
importantes o no. Luego supe que tenía cortada la
aorta y el tímpano perforado”.
La gente que presenció el atentado corría por los
andenes, saltaba las vallas de acceso a la estación
y trataba de socorrer a los heridos. Las vallas y los
bancos de la propia estación se convertían en ca-
millas improvisadas. En medio de este caos, Óscar
encontró a su compañera Raquel. “Me quedé con
ella en las vías, le hablaba y la arropaba como podía.
No quería que me dejara de hablar. No sabía cómo
estaba”. Raquel se quejaba de dolor en las piernas,
“decía que no las sentía”.
Al poco tiempo pudieron ser evacuados, después de
que los bomberos abrieran una brecha de acceso en
el muro que rodeaba la estación. Carmen y Raquel
fueron trasladadas al Hospital Gregorio Marañón, y
Óscar al 12 de Octubre. “Me subieron a un coche pa-
trulla y me llevaron al hospital, donde me ingresaron
en la UCI”.
Sus lesiones eran graves, pero al día siguiente pudie-
ron trasladarlo a planta en el hospital, donde estuvo
una semana ingresado. “No sé cómo no nos pasó nada
peor. Milagrosamente salimos vivos. Puedo decir que
soy muy afortunado”.
 -263-
ÓSCAR
ENCINAS
MARTÍN

Recuerdo la confusión
y el caos. Tenía la cabeza
abierta, me sangraba
la oreja, pero no sabía
si eran lesiones importantes
o no. Luego supe
que tenía cortada la aorta
y el tímpano perforado

Mi siguiente recuerdo
es salir gateando del vagón
como pude hasta la vía.
No tenía zapatos,
ni el libro que llevaba,
ni las gafas puestas.
junto a sus amigos y su pareja en aquel momento, que
En aquel momento, reconoce que le ayudó muchísimo. “Aquel día sí que
todavía seguía pensando me cambió. Ahora vivo la vida de otra forma. Aprendí
a no callarme ni andar con tonterías. La vida es dema-
que se trataba siado corta como para perder el tiempo”.
de un accidente
Ahora, con 39 años, Óscar reconoce que el apoyo de
su círculo más cercano fue importante, pero la labor
y el apoyo que encontró en la Asociación Víctimas
del Terrorismo también. “En 2010 o 2011 empecé a
Al abandonar el hospital, Óscar se sintió abrumado hacer terapia con un psicólogo y reconozco que po-
por las muestras de cariño. “Estuvimos muy arropados. der hablar de lo que pasó, y de otras cosas, me ha
Nunca olvidaré el apoyo de toda la sociedad durante liberado mucho”.
aquellos días: las manifestaciones, la solidaridad, todo.
Creo que fue muy importante”. Al conversar con Óscar, es fácil darse cuenta de su
coraje y su voluntad de luchar por superar las se-
En la actualidad, 10 años después del atentado, la vida cuelas que aún le quedan del atentado (sobre todo
de Óscar ha cambiado. Laboralmente, ya no sigue en psicológicas). Su fortaleza es sin duda su mejor
la misma empresa. “Ahora trabajo en Correos los fines aliada, pero el apoyo de la familia y los amigos tam-
de semana, aunque no me vendría mal un trabajo bién ha sido y es fundamental para este madrileño.
más estable”. Personalmente, sigue muy unido a su fa- “Siempre estaré agradecido a las personas que han
milia, que ha sido su gran apoyo durante estos años, estado conmigo”.
H ERI DA E N E L

11-M
2004

Clara
ESCRIBANO ARENAS

Clara Escribano, casada y con dos hijos, trabajaba como

enfermera en el Hospital 12 de Octubre. Habitualmente,
era su marido quien la llevaba al trabajo, pero él estaba
de baja esos días, así que Clara tuvo que tomar el tren.
El 11 de marzo de 2004, llegó a la estación de Santa Eu-
genia justo cuando se marchaba un tren (el que explo-
taría en El Pozo), así que esperó unos minutos a que
llegara el siguiente. Se subió a él, se quedó de pie junto
a la puerta y sacó un libro. En cuanto el tren se puso en
marcha, una fortísima explosión sacudió el vagón. Clara
se golpeó la cabeza y perdió el conocimiento. Cuando
despertó, no había nadie con vida a su alrededor. Fue
evacuada en un coche de Policía e ingresó en el mismo
hospital donde trabajaba. Tiempo después, presidiría la
Asociación 11-M Afectados del Terrorismo.

“ESE JUEVES, A MÍ ME TOCÓ
LA LOTERÍA PRIMITIVA”
Con esta elocuente sentencia empieza Clara a relatar-
nos lo que para ella supuso el más sangriento de todos
los atentados que ha vivido nuestro país. Con una en-
tereza y una templanza asombrosas, Clara nos cuenta
cómo vivió esa fatídica mañana y cómo, desde enton-
ces, trata de superar las secuelas que el atentado le ha
dejado, ayudando a los que han tenido menos suerte
que ella.
Un viaje que terminó antes de empezar
Clara no era una viajera habitual de la red de Cercanías
de Madrid, ya que solía llevarla al trabajo su marido,
pero desde hacía una semana este se había cogido
Testimonio de Clara Escribano
Revista Fundación nº 8
(septiembre de 2004)
Carolina Couso
una baja, por lo que ella decidió servirse del tren para
llegar a su trabajo en el Hospital 12 de Octubre. Esa
mañana, Clara llegó a la estación de Santa Eugenia y
vio pasar un tren. Lo que ella no sabía en ese momento
es que aquel era uno de los “trenes de la muerte”, que
segaría prematuramente la vida de más de 60 perso-
nas, minutos más tarde, en la estación de El Pozo.
El siguiente tren que aquella mañana llegó a la es-
tación de Santa Eugenia era el que había de llevar a
Clara a su trabajo, así que abrió la puerta del vagón
y subió a él. Una vez allí, decidió quedarse de pie al
lado de la puerta en lugar de sentarse en alguno de los
 -266-
CLARA
ESCRIBANO
ARENAS
asientos vacíos que había debido a una huelga de pro-
fesores universitarios (lo que evitó que su hija Tamara,
de 19 años, viajase también). Clara sacó su libro de lec-
tura para que el viaje de 20 minutos que la separaba
de su trabajo se le hiciera más ameno y vio cómo se
cerraban las puertas del vagón, dejando fuera de ellas
lo que hasta entonces había sido su vida.
Una vez cerradas las puertas, el tren trató de ponerse
en marcha, pero el destino que esa mañana tomaron
sus viajeros fue mucho más macabro de lo que jamás
hubieran podido imaginar, ya que justo en ese mo-
mento se produjo una gran explosión que sumió todo
en el caos más absoluto. Clara fue alcanzada de lleno
por la onda expansiva, que ella recuerda como “un fo-
gonazo” encima de su cabeza. Ese fogonazo la lanzó
contra el suelo e hizo que perdiera el conocimiento
durante unos minutos. Al despertar, Clara recuerda es-
tar pidiendo ayuda con los ojos cerrados, mientras su
desesperación crecía a medida que pasaba el tiempo
sin que nadie acudiera a socorrerla. No comprendía
qué pasaba y, al abrir los ojos, descubrió por qué nadie
escuchaba sus llamadas de socorro: el vagón estaba
totalmente vacío, silencioso, destrozado y a oscuras.
Aún aturdida y desconcertada ante el espantoso pa-
norama que acababa de descubrir, Clara consiguió
incorporarse y comenzó a buscar su bolso para llamar
a su marido desde el móvil. En ese momento, una
persona subió a los restos del vagón y ayudó a Clara a
abandonar ese tétrico escenario.
Ya en el andén de la estación, una chica que viajaba
en los primeros vagones del tren y que había resul-
tado ilesa se hizo cargo de ella y la ayudó a llamar a
su marido, mientras un intenso dolor en su cuello se
hacía cada vez más insoportable a medida que pasa-
ban los minutos.
Al poco tiempo, su marido apareció en la estación, to-
talmente desencajado ante el horror que le rodeaba.
Apoyada por él, Clara decidió abandonar el andén y
salir fuera para recibir asistencia sanitaria. Con la ayu-
da de un hombre, que se identificó como guardia civil,
Clara fue recorriendo el camino que la separaba de la
calle con los ojos cerrados, tratando así de evitar la vi-
sión del horror que el atentado había dejado en Santa
Eugenia. Al salir a la calle, Clara descubría el hervidero
en el que se había convertido la entrada de la estación:
heridos deambulando, voluntarios y personal sanitario
tratando de paliar el caos de los primeros momentos...
Al dirigirse al hospital de campaña que el personal
sanitario del 061 había dispuesto fuera de la estación,
una patrulla de Policía se ofreció a llevar a Clara y a su
marido a un hospital. Hasta entonces, Clara pensaba
que el origen de todo ese caos había sido un accidente
o un cortocircuito que había provocado el desplome
de la catenaria sobre varios vagones del tren. Pero una
vez dentro del coche patrulla, la radio le dio a Clara las
claves de lo que había sucedido: varios atentados en
las estaciones de Santa Eugenia, El Pozo y Atocha, así
como en la calle Téllez, arrojaban hasta el momento
un balance incierto de víctimas.
Afrontando el día a día
Al llegar a Urgencias del Hospital 12 de Octubre, su se-
gunda casa y su lugar de trabajo, Clara se encontró con
varios compañeros que habitualmente comparten
tareas con ella en la unidad de Oncología Pediátrica
del centro. Nadie podía creer que fuese Clara la que
estaba allí como paciente, víctima de un atentado te-
rrorista. No entendían qué le había pasado. “¿Por qué
a ti?”, decían.
Durante su estancia en Urgencias, Clara es testigo
del frenético goteo de afectados que no dejan de lle-
gar al Hospital para recibir asistencia sanitaria, todos
“con la mirada perdida y una sensación de tran-
quilidad en el rostro. Nos podíamos estar mirando
durante horas y no nos veíamos. Todos estábamos
muy conmocionados”.
El balance del atentado para Clara supuso algo más
que un susto, ya que aún se está recuperando de las
numerosas secuelas que la explosión le ocasionó:
la perforación del tímpano derecho, varias heridas
abiertas y un esguince cervical, que ha derivado en
una lesión degenerativa similar a la artrosis. Ade-
más, tiene alojados trozos de metralla en la zona
cervical y en varios músculos de la espalda, que no
pueden ser retirados debido a su cercanía con la
columna vertebral, lo que podría ocasionar lesiones
aún más graves.
A pesar de la importancia de las secuelas físicas, Cla-
ra reconoce que las psíquicas son mucho peores.
Aunque ella se ha mostrado muy fuerte, dos meses
después del atentado ha terminado derrumbándose
y necesitando ayuda psicológica, ya que para ella es
muy duro verse convaleciente, sin poder seguir con
su vida diaria.

Vivo la vida con más intensidad e intento sacar más partido
de mis vivencias, aprovechar la vida al máximo
Un día lleno de silencio
El apoyo que ha recibido de su familia la ayuda a
superar día a día sus lesiones, pero reconoce que ha
de mostrarse fuerte delante de los suyos: “Si yo estoy
bien, todos están bien”. Desde un primer momento,
su marido y sus dos hijos la arroparon y le hacen más
llevadera su recuperación, aunque reconocen que
el continuo bombardeo mediático que ha sucedido
al atentado no les está ayudando a olvidar el peor
día de sus vidas. Aun así, Clara quiere ser positiva y
dice que, tras el atentado, ha nacido otra vez: “Vivo
la vida con más intensidad e intento sacar más par-
tido de mis vivencias, aprovechar la vida al máximo”.
Además, está muy preocupada por cómo el aten-
tado ha podido afectar a sus hijos y cómo puede
afectar a su futuro. Así, y a pesar de que desprecia a
los autores del atentado, Clara trata de educar a sus
dos hijos para evitar que sean xenófobos y piensen
que “todos los árabes son asesinos”, porque, según
nos comenta, “sería como pensar que todos los vas-
cos son ETA”.
Cuando le preguntamos a Clara sobre cuál es su re-
cuerdo más vivo de ese día, nos sorprende mucho su
respuesta, ya que nos cuenta que lo recuerda como
“un día muy triste, lleno de silencio, calma y vacío”, lo
que contrasta brutalmente con la percepción que,
desde fuera, todos tenemos de ese día, del que aún
recordamos vivamente el ruido ensordecedor de las
sirenas de las ambulancias, en su ir y venir hacia los
hospitales de la capital; el caos de la ciudad, con gente
alterada preguntándose qué había ocurrido; el pánico
de los supervivientes en las cercanías de las estaciones
afectadas; las radios en los coches ofreciendo la últi-
ma hora de los atentados; miles de teléfonos móviles
sonando sin cesar esperando encontrar a alguien al
-267-
CLARA
ESCRIBANO
ARENAS
otro lado... Pero para Clara, el 11 de Marzo no es nada
más que un enorme silencio, calma y vacío.
La unión hace la fuerza
Clara reserva sus fuerzas para ayudar a los demás.
Así, se define como “enfermera vocacional”. Su tesón
y su voluntad de combatir la injusticia la han llevado
a presidir la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo,
desde la que tratan de dar apoyo psicológico, legal y
administrativo a todos los afectados, pues dicen no
haber recibido apoyo institucional tras el atentado
hasta que no se constituyeron como Asociación.
El día a día en ella resulta duro, ya que, como recono-
ce Clara, “supone revivir constantemente el atentado”,
aunque desde diferentes ópticas: las de las distintas
personas que se acercan a la Asociación a exponer su
caso. El apoyo entre las víctimas resulta fundamental,
puesto que, como nos cuenta Clara, “una víctima se
siente siempre mucho más comprendida al exponerle
su caso a alguien que ha pasado por lo mismo que ella”.
La Asociación cuenta con más de 200 miembros,
aunque en un principio eran tan solo 35, y entre los
asociados están registradas 14 nacionalidades diferen-
tes. Esto nos ayuda a hacernos una idea del carácter
heterogéneo de la Asociación 11-M Afectados del Te-
rrorismo, de la que forman parte tanto familiares de
fallecidos, heridos directos, afectados indirectos por
motivo de convivencia (como es la familia de los dife-
rentes afectados)... Así, la Asociación se ha convertido
en una gran familia tanto para Clara como para el
resto de sus miembros, donde todos se entienden y
apoyan mutuamente y donde, además, todos reciben
la ayuda necesaria para superar las secuelas que el te-
rrible atentado ha dejado en sus vidas.
H ERI DA E N E L

11-M
2004

Paqqui
FALCÓN MEDINILLA

Paqui Falcón solía ir temprano a casa de sus padres para

dejarles a su hija, con discapacidad intelectual, para que
ellos la llevaran al colegio. El 11 de marzo de 2004, sin
embargo, el padre de Paqui estaba ingresado en un
hospital y su madre iba a ir a verlo, así que ella tuvo que
cambiar su rutina. Fue antes de lo habitual a la estación
y, sin saberlo, se subió a un tren cargado de bombas,
que provocaron decenas de muertos en El Pozo. Tras
las explosiones, Paqui estaba tan desfigurada que ni su
propio hermano —uno de los policías municipales que
acudieron al lugar del atentado— pudo reconocerla en
un primer momento, pero en cuanto lo hizo la cogió en
brazos y, temblando, la llevó al hospital. Tampoco la hija
de Paqui reconocía al principio a su madre, y se pasaba
los días llorando y llamándola a gritos.

“ V I V E C A D A D Í A C O M O S I F U E R A E L Ú LT I M O ”
Paqui Falcón (Madrid, 1965) no ha tenido una vida fácil.
Madre coraje que ha criado sola a una hija con minus-
valía cognitiva, el 11-M le hizo tocar fondo. Físicamente,
le produjo una miríada de secuelas. Emocionalmente,
le ha generado un “miedo perenne” y una incapacidad
para “ni perdonar ni olvidar” el dolor que el atentado
causó a su familia “y a las de los 193 muertos y más de
1.800 heridos”. Hoy, con muchos de sus sueños hechos
jirones en aquella vía de tren de la estación de El Pozo,
como el de aprobar unas oposiciones para las que lle-
vaba años preparándose, Paqui, funcionaria interina,
tiene claro que su lucha por salir siempre adelante “ha
Entrevista a Paqui Falcón
Revista Fundación nº 55
( junio de 2016)
Sito Escayola Ankli
valido la pena”. Y estará “eternamente agradecida a la
Fundación Víctimas del Terrorismo por su apoyo in-
condicional”, tanto en lo personal como en lo relativo a
la educación de su hija.
¿Cuándo fue la última vez que lloró de risa?
Hace cinco días con una amiga. Estar con los que
quieres es la mejor terapia.
¿Su 11-M fue mala suerte o así es el destino?
Mala suerte. Nunca cogía el tren a esa hora. Normal-
mente lo hacía más tarde, sobre las 8:15, dejando antes
 -270-
PAQUI
FALCÓN
MEDINILLA

La vida se va en un segundo y, por el ritmo de vida que nos

impone la sociedad, dejamos escapar las cosas más bonitas.
Apenas tenemos tiempo para disfrutar de nuestra familia.
Vivimos para trabajar y atender las necesidades básicas
de los nuestros. Después del atentado, pensé que nunca
volvería a correr por nada, que me tomaría las cosas
con calma y disfrutaría más. Pero una cosa es lo que
quieres y otra es lo que el sistema te permite

a mi hija en casa de mis padres para que la llevaran al
colegio. Pero como aquella semana mi padre estaba
ingresado y mi madre tenía que ir al hospital, tuve que
improvisar otra rutina.
“Cáete siete veces, levántate ocho”, dice un pro-
verbio japonés. ¿Perdonar es un paso hacia la re-
cuperación emocional?
No puedo ni quiero perdonar, porque 2.000 familias,
en su mayoría trabajadoras, están destrozadas por el
capricho de unos indeseables, que no han mostrado
ni un ápice de arrepentimiento. Mi hija estuvo lloran-
do cuatro días seguidos llamándome a gritos: no me
reconocía por lo desfigurada que estaba. Acabó en
terapia psicológica. Mi padre, que entonces estaba
enfermo, se deprimió. No comía, no hablaba y una
inmensa tristeza le invadió. Mi madre también que-
dó destrozada. Puedo perder capacidades auditivas
y visuales, tener dos hernias discales dorsales, estar
tapizada a puntos y grapas, pero ver sufrir de esta
manera a mis seres más queridos nunca cicatriza.
No olvidas, aunque, por otro lado, la vida te empuja
a salir adelante. Haces de tripas corazón para sonreír
y hacer creer a los demás que estás fenomenal. Lloré
mucho, muchísimo, pero jamás delante de ellos. Lo
hacía sola y en silencio.
¿Qué es lo que más recuerda de aquel día?
Que era un día triste y gris. Recuerdo llegar a El Pozo
y el pitido intermitente de las puertas del vagón ce-
rrándose. No oí la explosión, pero a partir de ahí todo
sucedió a cámara lenta. Estaba empapada en sangre y
escuchaba sirenas. Aún veo los pantalones grises de al-
guien que me cogió por los brazos y me sacó del vagón.
Nunca supe quién fue, no le vi la cara, pero me salvó
la vida. Me hubiese encantado darle las gracias. Gritaba
pidiendo socorro médico. A lo lejos observé a un policía
municipal de espaldas... ¡Era mi hermano! Una compa-
ñera suya se acercó para ayudarme y le dije como pude
mi apellido y que le llamase. Pero al verme no me re-
conoció, ya que estaba totalmente desfigurada. Tardó
en hacerlo, pero cuando lo hizo me cogió en brazos y,
temblando, me llevó al Hospital 12 de Octubre.
¿Cómo ha cambiado su visión de la vida desde
aquel día?
La vida se va en un segundo y, por el ritmo de vida que
nos impone la sociedad, dejamos escapar las cosas
más bonitas. Apenas tenemos tiempo para disfrutar
de nuestra familia. Vivimos para trabajar y atender
las necesidades básicas de los nuestros. Después del
atentado, pensé que nunca volvería a correr por nada,
que me tomaría las cosas con calma y disfrutaría más.

Los atentados del 11-M, en los que resultó herida Paqui Falcón, sobrecogieron a Madrid y a toda España
Pero una cosa es lo que quieres y otra es lo que el siste-
ma te permite. Al año y medio del 11-M, me incorporé
de nuevo al trabajo y a la rutina del estrés y del poco
tiempo para mí. Y aunque quiero, no puedo cambiar.
¿Son peores las secuelas f ísicas o las emociona-
les?
Las físicas me afectaron mucho, ya que gran parte de
mis heridas fueron en la cara y eran muy llamativas.
Las emocionales son para toda la vida. Soy incapaz de
concentrarme cuando leo, según los psicólogos debi-
do al estrés postraumático. Ni he podido retomar mis
oposiciones, porque estudiar se ha convertido en una
misión imposible. Desde el atentado, no he tenido un
sueño agradable: todos están relacionados con bom-
bas o con que quieren matar a mi familia. Aunque
he conseguido volver a la normalidad, siempre vives
alerta. Un año y medio después del 11-M, lloraba cuan-
do subía a un tren, pero eso es algo que he podido
superar. Siempre estoy alerta, en tensión. Alguna vez
que he visto o notado algo extraño me he bajado del
vagón, y cuando veo policías les pregunto si todo va
bien. Aprovecho para reconocer y agradecer de cora-
zón la labor que realizan las asociaciones de víctimas
del terrorismo, siempre preocupándose por nuestro
bienestar social y emocional.
-271-
PAQUI
FALCÓN
MEDINILLA
¿Qué siente una víctima ante los recientes atenta-
dos de París, Bruselas o Estambul?
Mucho miedo. Lo revives todo. Noches en vela. Inseguri-
dad y, sobre todo, pena por los familiares de las víctimas.
A pesar de que Sara, la hija de Paqui, “tiene memoria de
elefante”, padece discapacidad intelectual o cognitiva,
una anomalía en el proceso de aprendizaje entendida
como la adquisición lenta e incompleta de las habilidades
cognitivas durante el desarrollo humano, que conduce
finalmente a limitaciones sustanciales en el desarrollo
corriente. Afortunadamente, ha podido educar a su hija
en un centro adaptado a sus necesidades, “porque la
educación pública no está preparada para este tipo de
casos particulares” y la “inconsciente crueldad de los ni-
ños” amenazaba la estabilidad de su hija. Por eso, hace un
llamamiento para que se adopten las medidas necesarias
para que estos chicos tengan acceso a colegios cercanos
a sus domicilios, con la ayuda necesarias de profesores,
psicólogos, pedagogos, etc., y que se valore mucho más el
esfuerzo que realizan día a día. Hoy la lucha continúa: “Es-
toy muy orgullosa de ella —dice emocionada—. Desde el
atentado compartimos minusvalías. Hemos reído, llorado
y conseguido todo lo que nos hemos propuesto. Ahora
toca la siguiente etapa: encontrar empleo. ¡Y seguro que
lo logramos!”, enfatiza guiñando un ojo.
H ERI DA E N E L

11-M
2004

Jana
GALLARDO PÉREZ

Con apenas 18 años, Jana Gallardo sobrevivió al peor

atentado terrorista en la historia de España —que pro-
vocó 193 muertos y miles de heridos—, pero perdió a su
novio, Óscar Abril. El 11 de marzo de 2004, Jana y Óscar
se subieron a un tren en Coslada para dirigirse a la Fa-
cultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte
de la Universidad Politécnica de Madrid, donde ambos
estudiaban. Hacia las ocho menos veinte de la mañana,
cuatro fortísimas explosiones detuvieron en seco el tren
en el que viajaban a la altura de la calle Téllez, antes
de llegar a la estación de Atocha. Jana fue evacuada al
hospital de campaña que se instaló en las inmediacio-
nes y, posteriormente, trasladada al Hospital Clínico San
Carlos, donde se recuperaría de sus lesiones. Nunca más
volvió a ver con vida a Óscar.

“HE APRENDIDO A VALORAR LA VIDA”
A sus 28 años, Jana Gallardo es la viva imagen de la
constancia, la superación y la pasión por lo que hace.
Un increíble ejemplo de fortaleza y valor, pero tam-
bién de optimismo y vitalidad. Deportista, estudiosa
y responsable eran solo algunos de los adjetivos que
mejor definían a Jana hace 10 años, y aún la siguen
definiendo hoy en día.
Testimonio de Jana Gallardo
Revista Fundación nº 46
(marzo de 2014)
Carolina Couso
Aquel 11 de marzo de 2004, como cada mañana,
Jana iba en Cercanías con su novio, Óscar Abril, de
20 años, desde Coslada a la universidad donde es-
tudiaban Ciencias del Deporte. Ni siquiera se podían
imaginar que aquel sería el último viaje que harían
juntos. Jana tenía 18 años y una vida llena de proyec-
tos, que está llevando a cabo gracias a su constancia
 -274-
JANA
GALLARDO
PÉREZ

Creo que sí que he sido

muy fuerte, pero también
he tenido mis momentos
de bajón. Sobre todo,
he aprendido a valorar
la vida, a no correr riesgos
innecesarios. Y aunque eso
me limita como persona,
creo que me hace sentir
mucho más segura

y esfuerzo, pero también gracias al apoyo de su fa-

milia y amigos. “Sobre todo gracias a mis padres,
Nuria y Carlos, y a mi hermana Raquel, que también
ha sufrido mucho”.

Cuando hablamos de sus recuerdos de aquella

mañana, nos comenta: “No tengo recuerdos dema-
siado traumáticos, afortunadamente. Cuando me
desperté tras la explosión, ya estaban entrando a
rescatarnos, así que yo no tuve ocasión de escuchar
gritos de angustia, ni a la gente llorando, ni los móvi-
les sonando. Cuando se acercaron a mí, me llevaron
al hospital de campaña que habían instalado en la
calle Téllez, donde estuve cuatro horas, y de ahí al
Hospital Clínico”.

Jana sufrió lesiones de diversa consideración: hi-

peracusia, traumatismo pulmonar y aplastamiento
de tres vértebras. Pero además de las lesiones físi-
cas, Jana perdió a una persona muy querida, muy
importante en su vida. Perdió a Óscar, con quien
se imaginaba un futuro que estaban empezando
a construir juntos. “Creo que sí que he sido muy Monumento a las víctimas del 11-M en la estación de Atocha
 -275-
JANA
GALLARDO
PÉREZ

Mi vida ha cambiado mucho en estos 10 años. A veces,

me planteo cómo pude sobrevivir yo y Óscar no,
por eso me gusta seguir manteniendo el contacto
con sus padres y ver que están bien. Es una forma
de mantener vivo el recuerdo de Óscar

fuerte, pero también he tenido mis momentos de
bajón. Sobre todo, he aprendido a valorar la vida,
a no correr riesgos innecesarios. Y aunque eso me
limita como persona, creo que me hace sentir mu-
cho más segura”.
Estos 10 años han sido para Jana una carrera de
fondo en la que, como buena deportista, ha ido su-
perando muchos obstáculos, haciendo gala de una
fortaleza y una vitalidad que le han permitido, pese
a las lesiones, realizar muchos de los proyectos que
compartía con Óscar, y otros que han ido surgien-
do con los años.
Jana no solo ha conseguido licenciarse en Ciencias del
Deporte, consiguiendo una beca de excelencia aca-
démica, sino que además ha hecho dos másteres y
un postgrado. Pero los logros de Jana no se limitan
al terreno académico, sino que en el plano personal
también puede considerarse una triunfadora. Aca-
ba de independizarse y, aunque reconoce que “los
comienzos, sobre todo en el plano laboral, no están
siendo fáciles”, con su vitalidad es difícil que Jana no
supere atléticamente cualquier obstáculo que se in-
terponga en su camino.
“Mi vida ha cambiado mucho en estos 10 años. A veces,
me planteo cómo pude sobrevivir yo y Óscar no, por eso
me gusta seguir manteniendo el contacto con sus padres
y ver que están bien. Es una forma de mantener vivo el
recuerdo de Óscar”. Jana nos comenta: “La gente que ha
pasado por un trauma de este tipo es muy fuerte, no que-
da más remedio. Pero eso no nos hace inmunes al dolor”.
Ahora Jana está centrada en abrirse paso en el mundo
laboral, “aunque está complicado”, según nos comen-
ta. “Ahora mismo trabajo en Siel Bleu, una entidad
francesa que ofrece cursos de actividad física para per-
sonas con dependencia o dificultades de movilidad”.
Nos dice que le encanta su trabajo y que lo compagi-
na con otras actividades, como viajar, cosa que hace
cada vez que puede. Lo que de verdad motiva a Jana
es la enseñanza, el poder compartir sus conocimien-
tos y formar a otras personas, y estamos seguros de
que será capaz de superar todos los obstáculos que se
encuentre a lo largo de su vida.
H ERI DA E N E L

11-M
2004

Marta
OLIVER SANTOL AYA

Marta Oliver tenía 28 años y acababa de comprar-

se un piso en el barrio de Santa Eugenia, en Madrid.
Tras estudiar Ingeniería Técnica Forestal, en 2003 ha-
bía empezado a trabajar en una importante empresa
del sector. Le gustaba viajar, conocer otros países, otras
culturas… Pero todo cambió bruscamente el 11 de mar-
zo de 2004, cuando una bomba explotó en el tren de
Cercanías en el que iba al trabajo. Aunque Marta sobre-
vivió al atentado, las secuelas psicológicas fueron terri-
bles. No obstante, ella rechazó cualquier tipo de ayu-
da. Años después, a raíz de otra experiencia traumática
que vivió junto a su marido, Marta cayó en una profun-
da depresión que la llevó a intentar suicidarse en varias
ocasiones. En su libro El muro de cristal, Marta narra
sus ingresos hospitalarios.
 Testimonio de Marta Oliver
Revista Fundación nº 71-72
(septiembre de 2020)

AQUEL JUEVES MALDITO

Sobrevivir a un atentado como el del 11-M puede convertirse en un auténtico infierno
si no se trata a tiempo el estrés postraumático que produce en las víctimas

Miguel Renuncio

Todas las mañanas, a las siete y cuarto, Marta que-

daba con tres amigas para ir juntas a la estación de
Santa Eugenia. El 11 de marzo de 2004, ella se quedó
dormida y llegó tarde a la cita, así que echó a correr
con la esperanza de encontrarlas en la estación. Al
llegar, comprobó que se le había agotado el billete
de 10 viajes y tuvo que detenerse a comprar otro.
Cuando por fin pisó el andén, vio cómo las puertas
del tren se cerraban y, al otro lado del cristal, sus ami-
gas la saludaban y le hacían gestos divertidos. Ese
tren explotaría en El Pozo y las tres jóvenes queda-
rían malheridas.

Marta esperó al siguiente tren. Nada más subir se

apoyó en una puerta, pero “una fuerza extraña” —así
lo define ella— la impulsó a cambiar de sitio. Enton-
ces se produjo una fortísima explosión y todo quedó
en silencio. La puerta en la que había estado apoya-
da hasta hacía solo un instante había saltado por los
aires. Todo olía a quemado. Cuando salió del vagón,
Jotxo Cáceres
lo primero que hizo fue comprobar que no le falta-
ba ningún miembro. “La gente deambulaba por el
andén sin rumbo fijo, con la mirada perdida —recuer-
da—. Parecían zombis”.
Podría parecer que aquello era el infierno, pero el
Ella solo pensaba en salir de allí y llegar al trabajo. In- infierno era lo que vendría después. Como consecuen-
cluso llamó a la oficina para decir que llegaría más cia de “aquel jueves maldito”, Marta sufrió terribles
tarde. La secretaria, estupefacta, le dijo que se fuera secuelas psicológicas, pero se negó a recibir asisten-
a casa. Marta cruzó las vías y, a la salida de la estación, cia médica y se refugió en el trabajo. De hecho, tardó
vio que había una gran cantidad de gente. Eran los ve- mucho tiempo en hablar de ello con su familia y sus
cinos de los pisos de alrededor, que llevaban mantas amigos. Pero hace cinco años, a raíz de otra experien-
y agua para los heridos. También había ambulancias cia traumática, los fantasmas del pasado regresaron
y coches de policía, pero ella apenas podía oír. “Era con mayor virulencia y Marta cayó en el abismo, in-
como una película muda de terror”, reconoce. Muchos cluidos varios intentos de suicidio. Ahora ha escrito un
de los afectados lloraban y gritaban, y eran incapaces libro, El muro de cristal, en el que narra sus ingresos
de marcar en el móvil el teléfono de sus familiares. hospitalarios.
H ERI DA E N E L

11-M
2004

Esther
SÁEZ GONZÁLEZ

Esther Sáez, casada y madre de dos hijos, trabajaba en

un laboratorio farmacéutico. El 11 de marzo de 2004,
como cada mañana, subió a un tren de Cercanías para
recorrer el trayecto entre Alcalá de Henares y Madrid. Al
llegar a la estación de El Pozo, una bomba explotó en su
vagón, muy cerca de donde ella se encontraba. Esther
resultó gravemente herida, pero recuerda con claridad
la voz de un chico que le dijo: “Todo va a salir bien”. Des-
pués, una ambulancia la trasladó al Hospital Gregorio
Marañón, donde entró en coma inducido. Cuando des-
pertó, no recordaba nada, ni siquiera conocía a sus hijos.
A pesar de las numerosas operaciones a las que ha teni-
do que someterse y de las importantes secuelas físicas y
psicológicas que padece, Esther reconoce haber perdo-
nado a los terroristas y reza por ellos a diario.

“ESTOY ORGULLOSA DE SER
UNA VÍCTIMA DEL TERRORISMO”
Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo
también mira dentro de ti. Esther Sáez (Madrid, 45
años) estuvo frente a uno cuando la bomba de su va-
gón explotó en la estación de El Pozo el 11-M. Aquel día
la muerte vino a llevársela. Era la segunda víctima más
grave del atentado y, mientras los médicos le aplica-
ban tratamientos de choque sin esperanza, ella sentía
que su llama languidecía hasta casi apagarse. Pero un
“halo divino” la sostuvo durante aquellos críticos días.
Ni tres paradas cardíacas en una misma noche, un
peligroso coágulo cerebral, operaciones de extrema
gravedad y la metralla que aún conserva en su cuerpo
pudieron doblegar su voluntad de vivir. Con un 67%
Entrevista a Esther Sáez
Revista Fundación nº 54
(marzo de 2016)
Sito Escayola Ankli
de minusvalía, tuvo que aprender de nuevo a hablar,
caminar, comer y “hasta recordar que tenía hijos”. Y en
vez de buscar una respuesta muda en un abismo que
amenazaba con devorarla, optó por sonreír, “superar y
perdonar”. Su inquebrantable fe en Dios y la bondad
y amor que desprende son epifánicos. Esther nos re-
cuerda que jamás hemos de perder la esperanza en
las ilimitadas cualidades e infinitas posibilidades del
ser humano. Su luz tiene un brillo especial...
¿Cómo se perdona un atentado como el 11-M?
Rezando a diario por los seres humanos que decidie-
ron que los que viajábamos en aquel tren debíamos
 -280-
ESTHER
SÁEZ
GONZÁLEZ

Nunca juzgo a las personas que hacen algo mal,

juzgo el mal en sí mismo, porque bastante tengo
con juzgarme a mí misma a diario (...). Soy feliz
porque he logrado perdonar a mis verdugos,
salir adelante y volver a disfrutar de la vida

morir. Orando para que encuentren la paz que nece-
sitan y pidan perdón. Un terrorista es una persona que
ha equivocado su camino y puede y debe rectificar
poniéndose al servicio de los demás.
¿No ha experimentado odio y rabia hacia los
asesinos?
Jamás. La vida no es fácil para nadie: ni para nosotros,
las víctimas, ni tampoco para los terroristas, cuyo en-
torno desconocemos y es el que les ha arrastrado por
un camino erróneo. Nunca juzgo a las personas que
hacen algo mal, juzgo el mal en sí mismo, porque bas-
tante tengo con juzgarme a mí misma a diario.
¿Se sigue preguntando “por qué yo”?
Es una pregunta incorrecta. La formulación acertada
es “¿por qué nosotros?”. Siempre tengo presente la plu-
ralidad de mi situación. Somos muchos y estamos en
el mismo barco; que la unión hace la fuerza no es un
tópico vacío. He conocido víctimas que han vivido su
situación hundidas en su individualidad, creyendo que
la solución al problema venía solamente del exterior, y
se les hace muy difícil salir adelante. A todas las abrazo.
¿Cuál es entonces el camino a seguir?
Hay que viajar hasta el núcleo interior más profundo
de uno. Las respuestas y soluciones están ahí. Es un
error buscarlas fuera. Me siento afortunada, porque fui
capaz de enfrentarme a todos mis miedos y acepté
mis secuelas físicas y psicológicas. Era evidente que mi
vida nunca iba a ser igual que antes del atentado. Pero
comprendí que ello no implicaba que fuese peor, sino
distinta. Mi consejo es no caer nunca en la autocom-
pasión. Soy feliz porque he logrado perdonar a mis
verdugos, salir adelante y volver a disfrutar de la vida.
¿Qué papel ha desempeñado Dios en su recupe-
ración?
Dios lo es todo. Estuvo a mi lado en la estación de El
Pozo el 11-M, y en los momentos más críticos que viví
en la REA (Reanimación) noté todavía más su presen-
cia. Nunca me abandonó.
¿Cómo lleva la compasión y pena de los demás
por usted?
Es la única forma que tienen de empatizar y mostrar
sus sentimientos. Siempre que puedo, hablo con ellos
para transmitirles que deben vivirlo de otra manera,
viendo la botella medio llena: con satisfacción de ver
que siempre se puede salir adelante de una situación
tan traumática y complicada.
¿Qué recuerda de los días posteriores al atentado?
Sentirme orgullosísima de la reacción de la socie-
dad. Por los recortes de prensa que un vecino me
había guardado, vi cómo la gente se había echado
en masa a la calle para manifestarse. Recuerdo im-
presionarme con las colas de donantes de sangre y
la desesperación colectiva de muchas personas que
querían ayudar y no sabían cómo... Todo aquello me
impactó.
¿Alguna decepción?
Ver que nuestros políticos no estuvieron a la altura. Su
actuación fue vergonzosa. Cuando muchas de las víc-
timas nos debatíamos entre la vida y la muerte, ellos
solo demostraron interés en echarse la culpa unos a
otros. Fue durísimo. Lo lógico habría sido que los par-
tidos, en bloque, hubiesen llegado a un acuerdo para
frenar en seco el proceso electoral y, juntos, echar el
resto para llegar al fondo de este asunto. Sentí envidia
 -281-
ESTHER
SÁEZ
GONZÁLEZ

sana al ver cómo se comportaron los políticos france-

ses tras los atentados de París... Fue ejemplar.

Rafa Albarrán
¿Los políticos solo se acuerdan de las víctimas
cuando se acercan las elecciones?
No sé si diría tanto. Lo que sí te puedo decir es que los Esther Sáez ha participado en los cursos de verano
políticos que fueron al Hospital Gregorio Marañón tras
el 11-M solo entraron a hacerse la foto con los enfer-
mos leves, los que apenas tenían rasguños. Ninguno
fue a la REA en aquellos momentos dantescos, donde
estábamos las víctimas más graves. Solo vinieron a vi-
sitarnos Rouco Varela, que me dejó una Virgen de la
Dios lo es todo. Estuvo
Almudena y un rosario —con el que rezo a diario desde a mi lado en la estación
hace 12 años y siempre sostengo en la mano para dor-
de El Pozo el 11-M,
mir—, y los entonces Príncipes de Asturias, Don Felipe
y Doña Letizia. y en los momentos
más críticos
Hace apenas unas horas, se ha producido un do-
ble atentado en Bruselas... que viví en la REA
Lo sé. He oído algo. Sufro una secuela llamada sín- noté más su presencia.
drome de estrés postraumático crónico y tengo
flashbacks en los que revivo con toda su crudeza el Nunca me abandonó
11-M. Ya he asumido esa condición, pero, cuando pa-
dezco un ataque, es inenarrable. En este sentido, el
atentado de París me afectó muchísimo. Estuve fatal
durante un mes. Perdí peso y tuve vómitos. Es inevita- A pesar de que las lesiones sufridas por el 11-M le han
ble. Ves imágenes que, desgraciadamente, te resultan impedido seguir con su vocación en I+D farmacéu-
familiares. Lo rememoras todo de nuevo y sabes lo que tica, Esther no está ociosa. Además de ser esposa y
sienten las víctimas y sus familiares. Estos sucesos te madre de dos hijos, colabora en una pastoral de jó-
ponen a prueba: recobras conciencia de tu fragilidad, venes, da catequesis a niños y, una vez por semana,
das un paso atrás y pierdes la estabilidad que tanto ayuda a ancianos enfermos de alzhéimer. Ella eleva
tiempo te ha costado ganar. Es por ello por lo que no a certeza aquel adagio olvidado de Leibniz que dice
creo que, a día de hoy, esté preparada para enfrentar- que, “puesto que Dios es benevolente, nuestro mun-
me a lo que ha pasado en Bruselas. Pero lo estaré y, do es el mejor de todos los mundos posibles”... ¿Por
cuando lo esté, lo afrontaré. qué no?
H ERI DO E N E L

11-M
2004

Antonio Miguel
UTRERA BLANCO

Tras las cuatro explosiones simultáneas que sacudieron

el tren en el que viajaba, Antonio Miguel Utrera, que
entonces tenía 18 años, consiguió salir del vagón por su
propio pie, pero poco después perdió el conocimiento.
Se despertó días más tarde en la cama de un hospital y
allí empezó a ser consciente de las importantes secue-
las que arrastraría el resto de su vida. Allí supo también
que una persona muy especial para él, su amiga Angélica
González, había muerto en otro de los trenes, víctima del
fanatismo de unos terroristas que no escatimaron me-
dios para causar el mayor dolor y sufrimiento posibles.
Transcurridos tres años, declararía como testigo en el jui-
cio del 11-M. Él siguió adelante con su vida y terminó sus
estudios de Historia. Ahora lleva su testimonio a las aulas
para mantener viva la memoria de lo sucedido.
 Entrevista a Antonio Miguel Utrera
Revista Fundación nº 64
(septiembre de 2018)

Rafa Albarrán
“LAS CHARLAS EN LOS INSTITUTOS HAN SIDO
UNA EXPERIENCIA PRECIOSA Y MUY POSITIVA”
El 11 de marzo de 2004, a las 7.39 h, cuatro bombas explotaron en el tren de Cercanías en el que
Antonio Miguel Utrera viajaba a Madrid, camino de la universidad, a la altura de la calle Téllez.
Han pasado ya 14 años, pero hay recuerdos que son imborrables. Antonio, que entonces tenía
18 años, consiguió salir del vagón por su propio pie e incluso llegó a llamar por teléfono a su madre.
Primero pensó que se trataba de un accidente, pero al ver el estado en el que había quedado
el vagón se dio cuenta de que en realidad era un atentado terrorista.

Miguel Renuncio

En el juicio del 11-M, Antonio Miguel Utrera declaró:
“Veía gente deambulando, era como un baile de so-
námbulos, eso es lo que yo recuerdo, una sensación
muy triste. Mucho silencio, la gente caminaba, nadie
se miraba… nadie miraba a nadie, todos miraban a la
nada”. Antonio sufrió graves secuelas físicas —algunas
de las cuales sigue arrastrando a día de hoy— y tam-
bién psicológicas, pero el tiempo transcurrido no ha
sido en balde. Lejos de quedarse anclado en aquella
triste mañana de 2004, Antonio ha hecho lo que debía
hacer: seguir adelante con su vida.
Han pasado 14 años desde el 11-M. ¿Cómo se en-
cuentra?
Después de 14 años, el dolor no se ha ido; creo que el
dolor tiene comienzo pero no tiene final. No obstan-
te, desde el primer momento tuve claro que no iba a
quedarme parado. Yo entonces estaba estudiando 1º
de Historia y, al cabo de cierto tiempo, conseguí volver
a la facultad. A partir de ahí, no he dejado de hacer
cosas. Aunque el dolor no haya desaparecido, sí se ha
ido diluyendo en el tiempo y me ha permitido crecer
como persona. Ahora me encuentro realmente bien.
 -284-
ANTONIO MIGUEL
UTRERA
BLANCO
A pesar de todas las dificultades, ha conseguido
salir adelante: terminó sus estudios, le apasio-
na la literatura… ¿Se consideras en cierto modo
afortunado?
Yo tuve la mala suerte de ser víctima de un atentado
y la buena suerte de no ser una de las víctimas morta-
les. Muchas veces la gente me dice: “Tú has sido muy
valiente”, pero yo no me considero valiente. Creo que
he hecho lo que se tiene que hacer, que es seguir ade-
lante. En su forma de comportarse, las víctimas del
terrorismo tienen mucho más que ver con lo que han
sido antes del atentado que con lo que son después.
Al menos así lo veo en mi caso. Yo era una persona
bastante optimista y no he dejado de serlo, por lo que
mi forma de ser me ha ayudado a llevarlo mejor.
Además del dolor por la experiencia sufrida, tuvo
que asumir la pérdida de una amiga suya, que
murió en el tren que explotó en Santa Eugenia…
Yo tenía 18 años y ella 19 recién cumplidos, así que fue
muy traumático. Sencillamente, me he adaptado. Los
traumas nunca se superan, porque es imposible. Tú te
adaptas con lo que te queda de vida o con la forma de
vida en la que te encuentres, y puedes desarrollar una
experiencia vital muy enriquecedora y muy digna. Yo
he crecido con el recuerdo de Angélica, me he hecho
mayor con él. Su vida me ha ayudado, me ha hecho
reflexionar.
Tras el atentado, ¿qué supuso para usted el apoyo
de sus padres?
Lo supuso todo, porque al fin y al cabo el padre y la ma-
dre son los que siempre están. Cuando todo falla, son
los que quedan. Mis amistades desaparecieron, y no
es algo raro, sino bastante habitual. Ante una tragedia,
la gente se queda sin amigos. Eso es precisamente lo
que me ocurrió a mí. Solo tenía a mis padres, quienes
en cualquier caso hubieran estado a mi lado. Afortu-
nadamente, mis padres me han ayudado mucho, han
sido buenos acompañantes. No me han encerrado en
un discurso victimista o derrotista, sino todo lo con-
trario. Ellos son los primeros que me animan a seguir
adelante, a hacer mi vida, a comportarme como si no
hubiera sucedido nada —dentro de lo posible—. Y yo
en ese sentido me siento muy afortunado.
¿Cómo le afectó el hecho de verse sin amigos?
Al principio me sentía muy culpable, creía que ha-
bía hecho algo, que me lo merecía. Y además eso
me llevó a pensar que algo había hecho yo en gene-
ral, en la vida, para merecer mi situación, incluso el
atentado mismo. Pasado el tiempo, me di cuenta de
que lo que les había sucedido a ellos no tenía nada
que ver conmigo, sino con ellos, con nuestra educa-
ción como sociedad, con nuestra forma de entender
las relaciones sociales. Hoy en día, eso me ha ayu-
dado a entender muchas cosas y a tomar bastante
distancia en ciertos temas, porque a la hora de la
verdad te ves solo.
¿Le ha ayudado el contacto con otras víctimas?
Cuando estaba en el hospital, evidentemente, com-
partía planta con otras personas afectadas, pero
en seguida me di cuenta de que esas personas no
tenían nada en común conmigo. Habíamos com-
partido un viaje desafortunado, pero en lo personal
no me unía nada a ellas. Siempre tuve claro que no
había razón por la que tener que compartir el res-
to de mis días con esas personas. Para mí, el hecho
de que seamos víctimas no es suficiente para unir
nuestras emociones. Es más, en un primer momen-
to creo que es nocivo. Pasado el tiempo, quién sabe,
pero al principio lo que necesitas es replantearte tu
vida y volver a ser quien eras. Por suerte, en España
tenemos un Estado que nos reconoce, nos ampara y
nos ayuda. En el Ministerio del Interior hay personas
que nos atienden y, además, en mi caso esa persona
es amiga mía. Me ha ayudado muchísimo con los
trámites y sigo viéndola todas las semanas. Lo que
ocurre es que muchas víctimas convierten el hecho
de ser víctima en el centro de su vida. Yo conozco
mucha gente a la que le ha pasado eso, y creo que
es un error, porque están destrozando sus vidas. Tú
tienes muchas facetas y una de ellas es el percance
de ser víctima del terrorismo, pero es eso, un per-
cance. No le des más importancia, no hagas que sea
el eje de tu vida.
Usted declaró como testigo en el juicio del 11-M.
¿Qué significó aquello?
Mirar a los acusados y ver cómo agachaban la cabeza
fue para mí una terapia de choque buenísima, por-
que me di cuenta de que ellos habían perdido, de que
ellos tenían miedo. Además, como víctima creo en la
justicia y eso implica aceptar las reglas del juego de-
mocrático. Si me preguntas qué me gustaría que les
hubieran hecho a ellos, puede que responda alguna
barbaridad, pero “ojo por ojo” y acabaríamos todos
ciegos… Eso también me ha sanado mucho y me ha
ayudado a llevarlo mejor.

El terrorismo yihadista es indiscriminado,
como volvimos a ver en Barcelona y Cambrils.
¿Qué piensa cada vez que se produce un nuevo
atentado?
Cuando ocurre un atentado, pienso: “Esta noticia
acabará, pero esa gente se ha quedado ahí”. Y pien-
so en las personas asesinadas, pero sobre todo en los
familiares y en los heridos, porque los heridos por lo
general nunca son noticia. Lo mismo sucede en los
accidentes de tráfico: se habla de los fallecidos, pero
de los heridos nunca se vuelve a saber más. Por eso,
cuando sucede un atentado yo pienso en ellos, en
la soledad, en lo que les espera por vivir. En el caso
de Barcelona, por ejemplo, me fijaba en la llamada
“solidaridad” de la gente (yo la llamo catarsis, no soli-
daridad): salir a la calle, gritar, poner flores… Y pensaba:
“En cuanto se aparte el foco de la noticia, las víctimas
se van a quedar solas”, porque al final el sufrimiento es
de cada uno.
¿Qué significa para usted la literatura?
La literatura me ha salvado la vida, porque sin ella no
tenía recursos para salir adelante. Mis padres me apo-
yaban, pero en mi fuero interno yo estaba solo, estaba
vacío. Y en un momento en el que físicamente no
puedes hacer cosas y socialmente estás abandonado,
el único recurso es que alguien te cuente algo.
¿Hay algún libro que le haya ayudado especial-
mente?
Hay varios, y de hecho son libros que estaban siempre
presentes en la habitación del hospital. Puedo destacar
dos que me vienen a la cabeza. Por una parte, la Poe-
sía completa de Kavafis, que para mí siempre ha sido
como un oráculo. Yo recuerdo la primera vez que tras el
atentado leí el poema Troyanos, cuando dice aquello
de “Pero siempre ocurre algo y nos detiene”, y ahí me
vi a mí mismo. Vi que el destino trágico de los troya-
nos era el mío propio. Antes lo había leído y a lo mejor
aquello había pasado desapercibido, pero todo cobró
un nuevo sentido tras el atentado. También destacaría
Así habló Zaratustra, de Nietzsche. Un día, viajando en
el tren, Angélica me habló del espíritu que se transfor-
mó en camello, y el camello en león, y el león en niño.
Y me lo contó de tal manera que pensé que era un
cuento que había escrito ella. Pero no, era de Nietzs-
che. Yo tengo un especial cariño a ese libro, también
por un pasaje en el que cuenta cómo Zaratustra llega a
un pueblo y ve anunciada la actuación de un volatinero,
y cómo el volatinero al final se cae y Zaratustra lo en-
-285-
ANTONIO MIGUEL
UTRERA
BLANCO
tierra con sus propias manos. A Angélica le encantaba
esa historia. También hay una frase al comienzo que me
recuerda a ella, cuando Zaratustra se despierta y le dice
al sol: “¡Oh gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tu-
vieras a aquellos a los que iluminas!”.
Usted ha participado en el proyecto piloto pues-
to en marcha por el Ministerio del Interior —junto
con el entonces Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte y la Comunidad de Madrid— para llevar el
testimonio de las víctimas del terrorismo a los cen-
tros educativos. ¿Cómo valora esta experiencia?
Desde el principio me pareció una buena idea. Yo ha-
bía dado charlas a universitarios y es verdad que me
sentía muy a gusto, pero no había mucha reacción
por parte del público. Por eso, tenía miedo de que mi
historia fuera aún más ajena para los chicos de un ins-
tituto, pero ha sido todo lo contrario. Se ha producido
una conexión preciosa y ha sido muy emocionante,
también para algunos de los profesores, que han aca-
bado abrazándome y llorando. Todas mis charlas han
estado dirigidas a alumnos de 4º de la ESO y los he
visto muy curiosos, muy respetuosos y muy puros. Ha
sido una experiencia preciosa y muy positiva. Al prin-
cipio, todos temíamos que los alumnos no fueran a
comprendernos, porque son hechos que han suce-
dido hace muchos años (en mi caso 14, pero en otros
casos podían ser 30). Sin embargo, todo el mundo ha
acabado muy contento. Yo hice un PowerPoint y les
mostré el tren, porque creo que la imagen también
es importante y no hay que ocultar lo que pasó. Re-
cuerdo que, cada vez que ponía la imagen del tren, en
sus caras se reflejaba mucho impacto y siempre había
mucho respeto por su parte.
También ha participado en el Curso de Verano de la
Fundación Víctimas del Terrorismo y el Centro Me-
morial de las Víctimas del Terrorismo, interviniendo
junto a Joaquín Echeverría y Raquel Alonso. ¿Cómo
lo ha vivido?
Siempre es agradable poder participar en un foro como
este y que la gente conecte con tus emociones. Éramos
tres personas con tres experiencias distintas, hablando
cada uno desde su vivencia personal. La gente acaba
empatizando, y eso crea conciencia y hace que la histo-
ria no se olvide. Yo creo que a todos nos pasa que, hasta
que no vemos a una persona a la que le ha sucedido
algo, creemos que eso no le sucede nunca a nadie. Es
más, hasta que no nos pasa a nosotros mismos, cree-
mos que es imposible que pase.
SUPERVIVIENTE DEL

11-M
2004

Ignacio
GONZÁLEZ DE CASTRO

La mañana del 11 de marzo de 2004, Ignacio González,

que vivía en la provincia de Guadalajara, cogió la línea
C-2 de Cercanías para dirigirse a su puesto de trabajo en
el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia
Civil. A mitad de trayecto, decidió cambiarse de sitio para
continuar el viaje junto a un compañero de trabajo, sin
imaginar que aquello, probablemente, le salvaría la vida.
Cuando el tren se encontraba aún en la estación de El
Pozo, Ignacio y el resto de viajeros sintieron una violenta
sacudida como consecuencia de la explosión de dos po-
tentes bombas. Tras abandonar el vagón, él y su compa-
ñero se pusieron a ayudar a los heridos, algunos de ellos
muy graves. Tiempo después, la experiencia de haber vi-
vido el mayor atentado en la historia de España llevaría a
Ignacio a caer en una profunda depresión.
 Entrevista a Ignacio González
Revista Fundación nº 30
(marzo de 2010)

LA MAÑANA EN LA QUE TODO CAMBIÓ…

Su vocación de socorro le llevó a salir del tren y ayudar a todas aquellas personas
que estaban heridas o confusas después del atentado

Carolina Couso

El 11 de marzo de 2004 amaneció como una mañana
de jueves más para Ignacio González. Inició su ru-
tina matinal como cualquier otro día en el pequeño
pueblo en el que vive, Villanueva de la Torre, en Gua-
dalajara, para trasladarse a su trabajo en la capital
madrileña. Nada podía hacerle pensar que ese día iba
a convertirse en una pesadilla que marcaría el resto de
su vida y que cambiaría el curso de la historia de nues-
tro país. Por el trabajo que desempeñaba en la Unidad
Central Operativa Medioambiental, perteneciente al
Servicio de Protección de la Naturaleza (SEPRONA)
de la Guardia Civil, Ignacio se veía obligado a viajar
continuamente por toda la geografía española, pero
cuando el trabajo no le mantenía alejado de su casa,
solía acercarse al cuartel en el que estaba instalada la
base de su unidad.
En estas ocasiones, Ignacio cogía el tren de Cercanías
para llegar puntual a su lugar de trabajo. Se montaba
en el vagón más cercano a la salida en la estación de
 -288-
IGNACIO
GONZÁLEZ
DE CASTRO
Mi primer instinto fue tratar de socorrer y ayudar
a todas las personas que veía que se encontraban
heridas o afectadas por la explosión
Azuqueca de Henares, iniciando así el recorrido hasta
la madrileña calle Batalla del Salado.
Aquella mañana, como cualquier otro día, cogió la
línea C-2 de Cercanías, que cubre el trayecto entre Gua-
dalajara y Madrid, y se sentó en uno de los primeros
vagones. Unas paradas después, decidió cambiarse de
vagón para continuar el viaje hasta el trabajo con uno
de sus compañeros, que había cogido el mismo tren
en el que él viajaba. No podía imaginarse que ese ges-
to iba a salvarle la vida.
Todo transcurría de forma normal hasta que, a las
07.38, el tren se paró en la estación de El Pozo. Al-
gunos pasajeros bajaron de su vagón, mientras otros
iban ocupando sus sitios, cuando un gran estruendo
hizo que el tren se sacudiese de forma violenta. Ig-
nacio pensó en aquel momento que “se trataba de
algún fallo técnico o que se había caído la catena-
ria encima del tren”. Nada le podía hacer pensar que
acababa de vivir en primera persona el mayor aten-
tado terrorista de la historia de España, en el que
murieron 193 personas y resultaron heridas más de
1.800. De hecho, El Pozo fue donde se produjo el ma-
yor número de víctimas mortales, con un total de 67
personas fallecidas.
En el tren en el que viajaba Ignacio hicieron explosión
dos bombas, y una tercera no llegó a explotar por
un error en el sistema de detonación. Esta bomba
quedó olvidada en una de las mochilas que viajaban
en el mismo vagón que Ignacio y, posteriormente,
constituyó una de las pruebas más relevantes en las
investigaciones policiales que ayudaría a determinar
el tipo de explosivos empleados y el modus operandi
de los terroristas.
El primer instinto, ayudar al prójimo
Justo después de las explosiones, Ignacio recuerda
la tremenda situación de caos que se vivió dentro
del vagón en el que viajaba junto a su compañero:
“Recuerdo que había fuego en el vagón, gritos, gen-
te llorando, corriendo, intentando escapar de aquel
caos”. Hay determinados recuerdos que Ignacio no
ha sido capaz de borrar de su memoria. Sus senti-
dos han almacenado y grabado la información que
recibieron aquel día, por lo que siempre le impresio-
nará recordar “el olor a quemado que había en todo
el vagón”, o el ruido de los centenares de llamadas
de móvil que no recibían respuesta entre los restos
del tren. De hecho, Ignacio nos comenta: “Estuve mu-
chos meses sin ser capaz de devolver el sonido a mi
móvil. Solamente lo tenía en silencio”.

Ignacio González utilizaba a diario la línea de Cercanías que une Guadalajara con Madrid
Su vocación de socorro, probablemente inculcada en
su larga trayectoria como agente de la Guardia Civil, le
llevó a salir del tren y empezar a ayudar a todas aque-
llas personas que estaban heridas o confusas después
del atentado. “Una vez que me di cuenta de que estaba
bien, llamé a mis padres para explicarles lo que había
pasado y decirles que yo me encontraba bien. También
llamé a mis compañeros del cuartel para que enviasen
ayuda. Nosotros solos no podíamos con aquello”. Aun así,
nos comenta: “Mi primer instinto fue tratar de socorrer y
ayudar a todas las personas que veía que se encontra-
ban heridas o afectadas por la explosión. Éramos unas
30 personas, incluidos mi compañero y yo, intentando
desalojar el tren para poner a todo el mundo a salvo. No
teníamos claro qué había ocurrido, pero nuestro primer
instinto fue ayudar a los que estaban peor”.
Ignacio no entiende muy bien por qué se salvó aque-
lla mañana que la muerte vino a rondarle tan de cerca.
“Todos los pasajeros que aquel día viajaban a mi lado en
el vagón estaban muertos y yo me salvé”, nos comenta
con voz apagada. “Mientras estaba intentando ayudar
a la gente, murieron otras cuatro personas más sin que
pudiésemos hacer nada para evitarlo”, añade. Y es que
a Ignacio el atentado le produjo unas hondas secue-
las psicológicas, una gran herida emocional que le ha
-289-
IGNACIO
GONZÁLEZ
DE CASTRO
impedido hacer una vida normal y continuar con su tra-
bajo en la Guardia Civil, del que era un apasionado. “De
la noche a la mañana, pasé de ser una persona extrover-
tida y alegre, volcada en mi trabajo, a ser una persona
totalmente apática y deprimida. No era capaz de qui-
tarme de la cabeza todo lo que vi aquel día en El Pozo.
No podía entender por qué me salvé aquella mañana”.
El apoyo de la familia es fundamental
Ignacio vio demasiado dolor en las horas que estuvo
ayudando al pie de las vías del tren en la estación de
El Pozo. Poco a poco se sumió en una profunda de-
presión, de la que todavía no se ha recuperado por
completo, aunque él mismo dice: “Esto es algo con lo
que tengo que aprender a vivir. Afrontar que la vida
sigue y que tengo que seguir viviéndola de la mejor
forma posible”. Esta nueva manera de pensar y la ayu-
da de especialistas es lo que más le está ayudando,
además de su familia, su nueva pareja y sus perros Flip,
Rita y Gilda. “En estos años he pasado momentos muy
malos, incluso he pasado 50 días ingresado en un sa-
natorio para recuperarme. Todos estos momentos han
sido muy duros también para mi familia”, nos comenta
Ignacio, que ahora empieza a ver la vida de otro color,
en compañía de su pareja, a la que agradece “su cariño,
paciencia y comprensión”.
SUPERVIVIENTE DEL

11-M
2004

Román
SÁNCHEZ DOMÍNGUEZ

Román Sánchez tomaba todos los días el tren para diri-

girse a su puesto de trabajo en una entidad bancaria de
Madrid. La mañana del 11 de marzo de 2004, se detuvo a
comprar el periódico, y eso hizo que perdiera el tren que
explotaría junto a la calle Téllez. Quizá aquello le salvó
la vida. Pero Román se subió al siguiente tren, en el que
los terroristas habían colocado también un siniestro car-
gamento. Cuando el convoy iniciaba su marcha en la
estación de El Pozo, una de las bombas hizo saltar por
los aires el vagón contiguo a aquel en el que él viajaba.
Al salir del tren, sin saber todavía lo que había ocurrido,
Román quedó horrorizado al contemplar la muerte y
la destrucción a su alrededor. Desde entonces, solo el
amor de su mujer y sus dos hijos, y la ayuda psicológica
que recibe, le han permitido seguir adelante.
 Testimonio de Román Sánchez
Revista Fundación nº 66
(marzo de 2019)

“CUANDO ENTRÉ EN EL VAGÓN,

L A V I S I Ó N M E R E S U LT Ó I R R E A L”
Un testimonio no construye la historia con mayúsculas, pero sí las emociones que se recuerdan
y cómo se reviven. Hay cientos de historias en el mosaico que compone el 11-M. Cientos de pequeños
relatos que nos adentran en ese espacio inmenso cargado de impresiones y sentimientos

María José Prieto

La historia de Román Sánchez comienza el 11 de
marzo a las 7.30. Unos minutos antes, se había de-
tenido para comprar el periódico. Ese retraso le hizo
perder el tren de Téllez. Pero cogió el siguiente: el
de El Pozo. Y comenzó el trayecto hacia su trabajo,
como cada día.
“Sentí un ruido muy fuerte, no me pareció una ex-
plosión, sonó como si un objeto enorme hubiera
caído sobre el techo del vagón. Todos nos asustamos
y salimos corriendo. Hubo un momento de pánico.
Recuerdo que pedí calma para bajar. Cuando salí,
me acerqué al vagón contiguo. Estaba destrozado.
Entré para ver si podía ayudar y me quedé paraliza-
do de la impresión. Me di cuenta de que no podía
hacer nada. Lo que vi me pareció imposible. Era
irreal. Había un agujero enorme en el techo y alrede-
dor la imagen era indescriptible”.
 -292-
ROMÁN
SÁNCHEZ
DOMÍNGUEZ

Los pasajeros de cuatro trenes de Cercanías se convirtieron en el objetivo de los terroristas del 11-M

Román trabaja en una entidad bancaria. Está casa-

do y tiene dos hijos. Su familia ha sido siempre un
faro entre las sombras.
Me incorporé al trabajo
a los cuatro o cinco días “En la estación abrieron las alambradas para que pu-
diéramos salir. Salí por la valla junto a otras personas
del atentado. Quería y caminé hasta casa. No recuerdo muy bien el re-
retomar mi vida, volver a corrido. Durante ese trayecto tengo unas imágenes
difusas. Cuando llegué me encontré a mi mujer y a
hacer lo que hacía antes, mis hijos. Estaban muy asustados, iban a salir a bus-
ser la misma persona que carme”.

era. Pensé que era fuerte, Román se detiene en este preciso momento. El en-
que lo superaría y que cuentro con su familia le desbordó. Por primera vez
empezó a comprender qué había sucedido y cómo
no me iba a afectar. Pero había sobrevivido. Las emociones siguen palpitando.
me equivoqué. Tardé casi
“Cuando los vi, me derrumbé. Irrumpieron de pronto
un año en dar forma a ese todos los sentimientos que había retenido. Al verlos,
día, en poner en orden salieron de golpe las lágrimas y los abrazos. Fueron
momentos de muchísima emoción. Después espera-
todo lo que sucedió mos. Las informaciones eran muy confusas, porque
en esas primeras horas apenas se sabía nada. Oíamos
noticias de Atocha, El Pozo, cada poco daban nuevas
cifras de víctimas… Recuerdo esas horas con mucha
confusión. Hasta las doce no conseguí contactar con
el trabajo. Me comunicaron que mantuviera la calma,
que me quedara en casa. Después de unos días, supe
que algún compañero del banco había fallecido”.
 -293-
ROMÁN
SÁNCHEZ
DOMÍNGUEZ

Solo pido que esto no vuelva a suceder nunca en ningún lugar

del mundo. Nadie debería pasar por una experiencia así.
Cuando ves las noticias, las guerras, los atentados, no nos
damos cuenta… pero son personas. ¿Cómo es posible esta
tragedia? ¿Cómo se puede provocar tanto dolor?
No entiendo el terrorismo, ni las guerras.
Son la sinrazón absoluta

Román quiso recuperar su rutina lo antes posible.
Quedarse en casa era impensable, sentía que las pare-
des se le caían encima. Había que volver a salir.
“Me incorporé al trabajo a los cuatro o cinco días
del atentado. Quería retomar mi vida, volver a hacer
lo que hacía antes, ser la misma persona que era.
Pensé que era fuerte, que lo superaría y que no me
iba a afectar. Pero me equivoqué. Tardé casi un año
en dar forma a ese día, en poner en orden todo lo
que sucedió”.
Han pasado ya 15 años. Un tiempo en el que no ha
logrado olvidar. “Ahora estoy en tratamiento psicoló-
gico. Mis hijos y mi mujer me aconsejaron que pidiera
ayuda profesional. Un psicólogo me está ayudando
a convivir con ese día, con esa situación que me hizo
cambiar. No he podido reconocer hasta ahora que
el atentado me afectó de una manera tan profunda.
Estoy intentando romper esa coraza, sacar a la luz los
sentimientos. Necesito volver a ser la persona que era
antes del atentado”.
Román vivió la conmemoración del 15º aniversario
como un día más. Tenía claro que no quería recordar
esta fecha de manera especial. “Los homenajes no
me agradan demasiado, no me ayudan a sentirme
mejor. Solo intenté que fuera un día cualquiera y
que pasara rápido. Este año, aunque tuvo una con-
notación de aniversario, no hice nada diferente. Fui
a trabajar y estuve con mi familia y mis amigos”.
Cada persona genera una respuesta diferente ante
los mismos hechos. No hay una única respuesta,
sino infinitos fragmentos de una historia común.
“Solo pido que esto no vuelva a suceder nunca
en ningún lugar del mundo. Nadie debería pasar
por una experiencia así. Cuando ves las noticias,
las guerras, los atentados, no nos damos cuenta…
pero son personas. ¿Cómo es posible esta tragedia?
¿Cómo se puede provocar tanto dolor? No entien-
do el terrorismo, ni las guerras. Son la sinrazón
absoluta”.
Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de Literatura en
2015, pronunció un emotivo discurso durante la ce-
remonia de entrega del galardón en la Academia
Sueca. Lleva toda su vida recopilando historias, voces
que hablan de sufrimiento, voces salidas de lo pro-
fundo del alma humana, que narran sus emociones
a partir de la verdad, de la cruda realidad de lo vivido
y lo visto: “Estoy interesada en la gente pequeña. La
pequeña gran gente —es como yo lo pondría—, por-
que el sufrimiento engrandece a las personas. Estas
personas cuentan sus propias pequeñas historias y
la gran Historia se cuenta en el camino. No hemos
tenido tiempo para comprender lo que aún nos está
pasando, solo tenemos que decirlo”.
HERIDA EN EL ATENTADO
DE MARIB (YEMEN)

2007

Julia
VILARÓ RODRÍGUEZ

La doctora barcelonesa Julia Vilaró es una apasionada

de la cultura árabe, lo que la ha llevado a viajar por di-
versos países de Oriente Próximo y el norte de África. El
2 de julio de 2007, se encontraba junto a otros turistas
visitando el complejo arqueológico de Mahram Bilqis,
situado a las afueras de la ciudad de Marib, en Yemen.
Cuando se disponían a abandonar la zona, a bordo de
varios vehículos, un terrorista suicida los embistió con
un coche bomba y todo saltó por los aires. En el atenta-
do perdieron la vida ocho ciudadanos españoles (Magie
Álvarez, María Isabel Arranz, Marta Borrell, Miguel Es-
sery, María Teresa Pérez, Antonio Pomés, Gabriel Tortosa
y María Asunción Vitorica) y dos yemeníes (uno de los
conductores y el guía de la expedición). Julia Vilaró re-
sultó herida en pies, brazos y cara.
 Testimonio de Julia Vilaró
Revista Fundación nº 20
(septiembre de 2007)

“SI PUDIERA CAMINAR,

M A Ñ A N A M I S M O VO LVÍ A A YE M E N ”
Julia Vilaró, doctora catalana, formaba parte de la expedición española
que sufrió un atentado en Yemen
Carolina Couso

El pasado 30 de junio, un total de 14 turistas españo-
les aterrizaban en el aeropuerto de Saná, la capital
de Yemen. Apenas 48 horas más tarde, mientras vi-
sitaban una zona turística de la provincia de Marib (a
unos 190 kilómetros de la capital), un terrorista sui-
cida, al volante de un coche bomba, puso fin a sus
vacaciones. Como resultado de esta acción, ocho
españoles y dos yemeníes (uno de los chóferes y el
guía de la expedición) perdieron la vida y otras seis
personas resultaron heridas.
Julia Vilaró formaba parte de la expedición espa-
ñola. Esta doctora catalana, amplia conocedora del
mundo árabe, recuerda que en el momento de la ex-
plosión pensó que estaban en un campo de minas
y que alguna había explotado: “Recuerdo que aca-
bábamos de visitar el templo de Mahram Bilqis, en
la famosa ciudad de la reina de Saba, y yo me había
retrasado un poco haciendo fotos, por lo que tuve
que echar una carrera para no hacer esperar a mis
compañeros. Al día siguiente nos esperaba una dura
jornada, ya que teníamos programada una ruta por
el desierto. Por eso nos íbamos ya al hotel. Cuando
llegué al coche, me senté al lado del chófer y empe-
cé a mirar las fotos que había hecho. Estaba viendo
la primera foto cuando una inmensa luz amarilla lo
 -296-
JULIA
VILARÓ
RODRÍGUEZ
inundó todo. Creo que perdí el conocimiento unos
minutos. Al despertar, recuerdo que los coches de
mis compañeros estaban en llamas y que el todo-
terreno en el que yo viajaba estaba destrozado y yo
no podía salir. Empecé a gritar con las pocas fuerzas
que tenía, hasta que un hombre me sacó en brazos y
me dejó sentada cerca del coche”.
En aquel momento, Julia descubrió que tenía impor-
tantes heridas en los pies, los brazos y la cara, por lo
que fue trasladada a un centro sanitario en la locali-
dad de Marib. El traslado fue un viaje rocambolesco
a través del desierto, sin la menor medida higiénica
a su disposición. Allí le hicieron las primeras curas y
fue trasladada a un hospital de Saná. “Recuerdo que
las enfermeras llevaban nicab y solo se les veían los
ojos. Tardamos cinco horas en llegar. Yo tenía los
pies destrozados. Íbamos en una vieja ambulancia
sin analgésicos ni tranquilizantes, pero yo no sentía
ningún dolor. Supongo que debido al shock de la ex-
plosión”. Julia nos cuenta que fue precisamente en
Saná donde supo con certeza que sus heridas eran
fruto de un atentado terrorista: “Alguien me dijo que
habíamos sufrido un ataque suicida. No me lo podía
creer. Yo pensaba que habíamos pisado una vieja
mina olvidada”.
Su traslado al madrileño Hospital Gómez Ulla se pro-
dujo de inmediato y sin problemas, gracias al avión
medicalizado en el que viajó acompañada de personal
militar sanitario curtido en Irak y Afganistán. “Todos
me trataron muy bien y me atendieron muy profesio-
nalmente. En Madrid me hicieron la reducción de la
fractura que tenía en el pie”. Pero su viaje aún no ha-
bía terminado, ya que al día siguiente fue trasladada
al Hospital Vall d’Hebron, en la ciudad condal, donde
le practicaron el resto de intervenciones necesarias.
“Ahora estoy muy bien. Ya tengo la mayor parte de las
heridas curadas. Solo me quedan los pies, que los ten-
go destrozados y no los puedo apoyar. Creo que me
espera lo más duro, porque ahora que me encuentro
bien me va a resultar muy difícil estar en cama. Hasta
dentro de tres meses, creo que no podré caminar”.
“La cultura árabe me fascina”
Mientras escuchamos cómo Julia nos relata su tras-
lado hasta Barcelona, donde ahora espera el alta
médica, apreciamos en su voz un tono nostálgico
que se acentúa cuando nos relata sus múltiples
viajes por Asia y África: “He recorrido muchos paí-
ses árabes, es una cultura que me fascina. Además,
mi profesión me ha llevado a residir en El Cairo,
Bangkok, Túnez o Delhi.” Julia es una viajera incan-
sable que se ha recorrido medio mundo en busca
de aventuras. “Esto es algo que llevo en los genes.
Cuando era una niña, siempre consultaba los atlas
de geografía y leía historias sobre China y otros paí-
ses lejanos. Además, me encantaban las novelas de
Julio Verne”, nos comenta.
Cuando habla de Yemen lo hace con cariño, sin ren-
cor ni resentimiento por lo que ha pasado. “Es un país
medieval por el que solo pude viajar unas horas. Por
eso quiero volver y completar los 24 días que me que-
daron pendientes. Pero estuve allí lo suficiente para
comprobar que los yemeníes son gente muy amable.
Si pudiera caminar, no lo dudaba: mañana mismo vol-
vía a Yemen”.
Cuando habla de las consecuencias del atentado, Julia
es tajante: “Me afecta que algunos medios de comu-
nicación olviden que, además de ocho españoles,
murieron dos yemeníes. A sus familias no las ampa-
ra nadie. El conductor de mi coche, un chico de 22
años que tiene un hijo, se salvó, pero ha perdido am-
bos ojos”. De esta forma aflora la humanidad de esta
doctora catalana, más preocupada por el futuro de los
heridos yemeníes que por su recuperación.
Sobre cómo se ha tratado la información del aten-
tado, nos comenta que no hay que estigmatizar a
países como Yemen por un hecho aislado: “Yo he
viajado a muchos países en los que se vivían situa-
ciones mucho más complicadas. El viaje de Yemen
lo contraté por una agencia especializada en viajes
de aventura a países alejados de los canales de turis-
mo tradicionales, que me dio todo tipo de garantías
de seguridad. Además, mientras estuvimos allí siem-
pre fuimos escoltados y no era un sitio caliente, por
lo que hasta incluso entre los compañeros bromeá-
bamos diciendo que con tanta seguridad iba a ser
imposible que nos secuestrasen”. No comprende por
qué se ha hablado de que han sido unos impruden-
tes por exponerse a este tipo de ataques viajando a
lugares supuestamente peligrosos. “¿Qué pasó con
el 11-M? ¿Es que Atocha también era un lugar peli-
groso?”, se pregunta. “Ellos estaban en Madrid, iban
a trabajar o a la escuela y les pasó lo mismo”, senten-
cia. Aun así, Julia insta a todo el mundo a viajar “de
forma responsable”.

Cuando mis amigos
y familiares oyeron
la noticia del atentado
en Yemen, enseguida
pensaron que a mí
no podía haberme pasado
nada, porque en todos
estos años que llevo
viajando he sobrevivido
a dos accidentes
de avión en Asia, ambos
con aterrizajes forzosos,
a un accidente en barco
en Camboya y a tres
accidentes mortales
de coche
Julia reconoce haberse sentido muy apoyada en
estos meses por sus amigos y familiares: “Incluso
me he reencontrado con gente a la que hacía años
que no veía”. Sobre el apoyo gubernamental que
ha recibido desde el atentado, Julia es muy clara:
“Todo el mundo me ha tratado muy bien y me he
sentido muy apoyada. Pero hay algo que el ministro
Rubalcaba prometió tras el atentado y espero que
cumpla”. Julia se refiere a la promesa del Ejecutivo
socialista de reconocer a las víctimas españolas de
atentados terroristas en el extranjero como vícti-
mas del terrorismo. “Pérez Rubalcaba prometió un
decreto ley para considerar víctimas del terrorismo
también a los españoles que sufran un atentado
en el extranjero. Espero que cumpla, porque el te-
rrorismo ya no es solo ETA. Vivimos en la era de la
globalización y esto es una consecuencia más. Ade-
más, yo cuando viajo por el extranjero no dejo de
ser ciudadana de mi país”. Esta es una lucha en la
-297-
JULIA
VILARÓ
RODRÍGUEZ
que están involucradas muchas asociaciones de
víctimas. La Asociación Catalana de Víctimas de Or-
ganizaciones Terroristas (ACVOT) lleva más de dos
años trabajando en este sentido. “Un turista español
puede sufrir un atentado en Egipto, Londres o Casa-
blanca, del mismo modo que un ciudadano de otro
país puede tener la desgracia de ser víctima de un
atentado en España. Hay que vivir con eso, pero no
dejarnos vencer por el miedo”.
Siete vidas tiene un gato
Hablando con Julia, nos damos cuenta de que se con-
sidera una persona afortunada: “He tenido mucha
suerte en salir viva de aquel atentado”. Aunque nos
sorprende conocer que no es la primera vez que se
ve en una situación parecida en el extranjero. “Cuando
mis amigos y familiares oyeron la noticia del atenta-
do en Yemen, enseguida pensaron que a mí no podía
haberme pasado nada, porque en todos estos años
que llevo viajando he sobrevivido a dos accidentes
de avión en Asia, ambos con aterrizajes forzosos, a un
accidente en barco en Camboya y a tres accidentes
mortales de coche”. Incluso bromea entre risas: “Pa-
rece que tengo tantas vidas como un gato, aunque
ahora voy a tener que andar con mucho cuidado, por-
que ya he agotado las siete”. Reconoce que, para ella,
el atentado no ha supuesto un golpe tan duro como
para alguno de sus compañeros de viaje: “Yo viajaba
sola y no he perdido a nadie. He tenido mucha suerte.
Además, tampoco me había dado mucho tiempo a
confraternizar con mis compañeros, ya que solo hacía
unas horas que nos conocíamos. Eso me ha ayudado
a sobrellevar el golpe”.
Sobre sus próximas vacaciones, nos comenta con
tristeza: “Me da mucha pena pensar que igual no
me recupero para entonces, pero tenía planificado
un viaje a Irán. Si pudiera andar, no me lo pensaba
ni un momento y hacía la maleta”. Su pasión por el
mundo árabe se hace patente en cada una de sus
palabras: “Su cultura me fascina desde siempre. In-
cluso he aprendido a hablar el árabe de la calle”, dice
con modestia.
Desde aquí, le deseamos una pronta recupera-
ción a esta aventurera infatigable para que pueda
seguir recorriendo mundo. De todos modos, esta-
mos seguros de que la fortaleza y la voluntad que
demuestra en sus palabras van a acelerar mucho el
proceso.
ASESINADO POR

ETA
2009

Diego
S A LVÁ L E Z ÁU N

Diego Salvá, de 27 años, sobrevivió a un grave accidente

de moto en marzo de 2009, que lo mantuvo en coma du-
rante varias semanas. Tras una complicada recuperación,
volvió a su destino como guardia civil en el municipio ma-
llorquín de Calvià. Precisamente el día en que se reincor-
poraba al trabajo, el 30 de julio de ese año, fue asesinado
por ETA junto a su compañero Carlos Sáenz de Tejada,
mediante la colocación de una bomba lapa adosada a los
bajos del coche que ambos se disponían a utilizar. Diego
era natural de Pamplona, aunque había pasado casi toda
su vida en Palma de Mallorca. Él y su compañero fueron
las dos últimas víctimas mortales de ETA en España. Ape-
nas un día antes, la banda terrorista había atentado tam-
bién contra la Guardia Civil al intentar provocar, sin éxito,
una masacre en la casa cuartel de Burgos.

“NO PERMITIREMOS QUE NINGÚN ASESINATO
QUEDE IMPUNE”
Diego Salvá fue asesinado por ETA el 30 de julio de 2009, junto a Carlos Sáenz de Tejada,
en Palmanova (Calviá)
Al hablar con Antonio Salvá, es fácil darse cuenta rá-
pidamente de que es un hombre reposado, como
el buen vino, poco amigo de expresar una opinión
sin realizar una profunda valoración previa. Analítico
y humano a la vez, este médico de 59 años nos im-
presiona por su claridad de ideas y la capacidad de
síntesis que nos demuestra al hablar, siempre con
tono pausado y amigable, de su experiencia perso-
nal el día en que ETA asesinó a su hijo Diego, el 30
de julio de 2009.
Su recuerdo de aquel día se plasma ante nues-
tros ojos, como una película, mediante el relato
Entrevista a Antonio Salvá,
padre de Diego Salvá
Revista Fundación nº 37
(diciembre de 2011)
Carolina Couso
de Antonio —Toni, como le llaman sus amigos cari-
ñosamente—. Nada se ha borrado, ni siquiera una
imagen ha conseguido desvanecerse ni lo más mí-
nimo en su memoria. Así, con la madurez propia de
quien ha dedicado largas horas a meditar sobre el
tema, Antonio nos envuelve en su relato, haciéndo-
nos cómplices de su dolor y de su determinación, de
su amor paterno y de su bondad.
“Aquel 30 de julio es imborrable para mí —comienza
a relatarnos—. Estaba en Ibiza, comiendo en un
restaurante, cuando me llamó mi hija Leticia para
comentarme que acababa de saber que ETA había
 -300-
DIEGO
SALVÁ
LEZÁUN
asesinado a dos guardias civiles en Palmanova
(Calviá) mediante un coche bomba”. Inmediatamen-
te, Antonio cogió su teléfono y marcó el número de
su hijo Diego. Al no recibir señal alguna, se temió lo
peor. Empezó así un agónico recorrido telefónico
por la Comandancia de la Guardia Civil de Palma,
la Policía, la Delegación del Gobierno y hasta dife-
rentes médicos, con la intención de confirmar la
identidad de los dos guardias civiles asesinados.
Primer día de trabajo tras 22 días en coma
Diego Salvá, de 27 años, había conseguido burlar a
la muerte varios meses antes del atentado. Era un
apasionado de las motos; de hecho, tenía dos: una
de competición y otra de paseo, e incluso participa-
ba en varias carreras. El 15 de marzo de 2009, sufrió
un accidente muy grave que le tuvo tres semanas
en coma, con una lesión cerebral importante. Los
médicos le advirtieron que la recuperación podía
prolongarse durante un año, pero Diego tenía ganas
de vivir y el 30 de julio se reincorporaba milagrosa-
mente al trabajo.
En aquella ocasión, hasta la muerte entendió que
no había llegado la hora de Diego. Ni la negra par-
ca fue capaz de segar toda la vitalidad y la juventud
que desprendía. Sin embargo, aquel fatídico jueves
30 de julio, Diego no tuvo la oportunidad de esqui-
var de nuevo a esa sombra gris. ETA no le dio opción
a defenderse. Ni a él, ni a su compañero Carlos.
Eran poco más de las dos de la tarde cuando Diego
Salvá y Carlos Sáenz de Tejada se convirtieron, sin
querer, en las dos últimas víctimas mortales de ETA
en España, después de que la banda terrorista colo-
cara debajo de su vehículo una bomba lapa frente al
cuartel de la Benemérita en la localidad mallorqui-
na de Palmanova.
Carlos Sáenz de Tejada tenía 28 años, había nacido
en Burgos y era guardia civil en Palmanova. Había
ingresado en el Cuerpo el 18 de febrero de 2008 y
había llegado destinado a la isla hacía un año, el 19
de julio de 2008. Por su parte, Diego Salvá Lezáun
tenía 27 años, había nacido en Pamplona y era
alumno en prácticas. Había ingresado en el Cuer-
po el 25 de agosto de 2008 y comenzó a trabajar en
Mallorca, como alumno en prácticas, el 31 de enero
de 2009. Los dos compañeros se montaron en un
Nissan Patrol que debían llevar al garaje. El coche
se encontraba aparcado en las inmediaciones del
cuartel de Palmanova, a unos 10 kilómetros de Pal-
ma de Mallorca. Apenas se habían acomodado en
el interior del vehículo cuando un terrorista activó
la bomba lampa adosada a los bajos. La explosión
acabó con la vida de los dos agentes.
Aquel día, ETA había colocado otra bomba lapa en
un segundo vehículo de la Guardia Civil, que afortu-
nadamente no explotó, dado que el coche estaba
averiado y nadie se montó en él, por lo que el arte-
facto fue posteriormente desactivado por los TEDAX.
Antonio Salvá pudo confirmar el fallecimiento de su
hijo por un compañero médico de la Comandancia
de la Guardia Civil de Palma. “Inmediatamente lla-
mé a mi mujer, que iba conduciendo con nuestro
hijo Eduardo. Le pedí que aparcase el coche y le dije:
‘Diego nos ha dejado’”.
Antonio fue en helicóptero a Palma para reunirse
con su familia. “Me trasladaron desde la Comandan-
cia de Ibiza, donde todo el personal estaba llorando
por la muerte de Diego y Carlos. Fue realmente muy
impresionante”. La templanza de Antonio, que hoy
entendemos mientras le escuchamos, le hizo no
querer reconocer el cadáver de su hijo porque pre-
fería “recordarlo como era en vida”.
Antonio nos cuenta: “Pusieron la capilla ardiente
en el Palacio de La Almudaina, enfrente de la Ca-
tedral. Los dos féretros estaban a un lado y al otro
estábamos nosotros. Por allí pasaron para darnos
el pésame diferentes representantes de todas las
fuerzas políticas, las Infantas, el Príncipe… Creo que
entonces fue cuando empecé a darme cuenta de la
magnitud de las circunstancias”.
Fue un funeral de Estado en la Catedral de Palma.
“Hubiésemos preferido algo más reservado, más
familiar, pero mi hijo había muerto como un hé-
roe y parecía lógico que fuese despedido como un
héroe”. Hubo un momento especialmente emocio-
nante para Antonio: “En el cementerio, después de
las salvas de honor, tocaron el himno La muerte no
es el final… No he podido escuchar ese himno de
nuevo sin sentir esa misma emoción”.
Cuando su hijo Diego le comentó que quería ser
guardia civil, se sintió orgulloso y reconoce: “Nunca

Inmediatamente llamé a mi mujer, que iba conduciendo
con nuestro hijo Eduardo. Le pedí que aparcase el coche
y le dije: ‘Diego nos ha dejado’
había pensado que le podría ocurrir algo. Jamás me
lo había planteado”. Por eso, aquel día cambió su
vida radicalmente, la de su esposa, Montse, y la de
sus otros seis hijos.
De los asesinos de Diego, nada o poco se sabe. Na-
die ha sido acusado ni juzgado por este atentado,
por lo que, tras el cese definitivo de la violencia de
ETA, Antonio y otras muchas víctimas se hacen las
mismas preguntas: ¿qué va a suceder con estos ase-
sinatos?, ¿nadie va a pagar por ellos?, ¿van a quedar
sus asesinos impunes? Antonio lo tiene claro: “No
podemos ni debemos consentirlo. El cese de la vio-
lencia de ETA ya me parece bastante tomadura de
pelo, porque no han entregado las armas ni han pe-
dido perdón a las víctimas. Además, siguen teniendo
cierta representación política. Así que, si encima nos
toca aguantar otra humillación más consintiendo
que estos atentados queden impunes, ¿cuánto más
tendremos que padecer las víctimas?”.
Para Antonio, es fundamental que ETA “pida perdón
a las víctimas” para “cerrar el ciclo y como recono-
cimiento de que ellos han hecho algo malo, y no
nosotros”. Es fundamental que haya vencedores y
vencidos, ya que “hemos sido nosotros quienes he-
mos puesto los cadáveres encima de la mesa, por lo
que no se puede pretender que todos seamos igua-
les y que aquí no ha pasado nada”.
Tras el anuncio de ETA de su intención de cesar
definitivamente en su actividad terrorista, Anto-
nio Salvá escribió una carta a su hijo Diego. En ella,
decía: “Diego, hijo, tu muerte no fue en balde. Lu-
charemos hasta el final para que se haga justicia,
por ti y por las 858 víctimas del terrorismo. Nosotros
hemos puesto los cadáveres encima de la mesa y
-301-
DIEGO
SALVÁ
LEZÁUN
ellos pretenden que tú tengas la misma conside-
ración que los propios terroristas. Eso no será así.
Sería la derrota de la justicia humana: equiparar al
verdugo con su víctima. Tú, hijo, defendiste, junto
a centenares de policías, militares, jueces y ciuda-
danos caídos, la ley, y por eso te mataron. Diego, te
mataron solo por ser un guardia civil, por cumplir
tu deber. La única guerra es la que ellos mantie-
nen contra la democracia. Diego, por la dignidad y
la justicia, no vamos a claudicar. El fin de ETA será
real cuando entreguen las armas y pidan perdón
por el dolor causado, y cuando asuman su res-
ponsabilidad moral aquellos que les han ayudado
políticamente con total impunidad. Diego, que se-
pan todas las víctimas que los que estamos aquí
seguiremos luchando para que su memoria no se
pierda. Me presento para senador en el último lugar
por las listas de Guipúzcoa, que con tanta valentía
y generosidad me ha ofrecido el Partido Popular. Si
alcanzo esta responsabilidad, lucharé por vuestra
memoria, para construir un mausoleo en el corazón
de Guipúzcoa, con un fuego permanente, con tu
nombre, Diego, y los de todas las víctimas asesina-
das a manos de ETA. Para que viváis siempre entre
nosotros. Porque, hijo, ni olvidamos ni olvidaremos”.
Antonio no pudo cumplir su deseo de ser senador
por Guipúzcoa en las pasadas elecciones generales
para, según nos comenta, “luchar contra el proble-
ma desde su origen, combatirlo desde su casa”. Sin
embargo, estamos seguros de que Antonio, Mont-
se y sus hijos seguirán levantándose cada día con
el mismo anhelo que alguna vez tuvimos todos los
que hemos sentido de cerca el terrorismo. Que Die-
go sea realmente la última víctima del terrorismo en
nuestro país. Que nadie más tenga que lamentar la
muerte de un ser querido.
ASESINADO POR

ETA
2010

Jeann - Serge
S
NERIN

Nacido en la Guayana francesa, Jean-Serge Nerin tenía

52 años, estaba casado y era padre de cuatro hijos. Había
ingresado en la Policía Nacional porque quería ayudar
a sus conciudadanos, y siempre trataba de reconducir a
los delincuentes para que llevaran una vida más digna.
El 16 de marzo de 2010, a unos 50 kilómetros al sur de
París, la patrulla de Jean-Serge dio el alto a varios terro-
ristas de ETA que acababan de atracar un concesionario
de coches, pero, cuando los policías estaban a punto de
detenerlos, fueron tiroteados por otros integrantes del
mismo comando. Jean-Serge resultó gravemente heri-
do y murió poco después. Este miembro de la Policía
Nacional francesa fue la última víctima mortal de ETA.
Un año y siete meses después, la banda terrorista anun-
ció el cese definitivo de su actividad armada.

“DETRÁS DE UNA MUERTE HAY UNA FAMILIA ,
AMIGOS Y COMPAÑEROS”
El policía Jean-Serge Nerin fue la última víctima mor-
tal de la banda terrorista ETA. Nacido en la Guayana
francesa, tenía 52 años cuando, el 16 de marzo de 2010,
fue tiroteado por un comando que acababa de atracar
un concesionario de coches al sur de París. Su esposa y
sus hijos jamás imaginaron que la vida de Jean-Serge
acabaría de esa manera, pero unos fanáticos violentos
se interpusieron en su camino. Quienes lo conocían,
destacan de él su bondad, su humanidad y su profe-
Entrevista a Floryan Nerin,
hijo de Jean-Serge Nerin
Revista Fundación nº 77
(diciembre de 2021)
Miguel Renuncio
sionalidad. Amaba con locura a su familia, disfrutaba
con sus amigos y, en el trabajo, trataba de reconducir a
aquellas personas que habían cometido algún delito,
para que llevaran una vida más digna, más decente. Al
cumplirse 10 años del anuncio del cese definitivo de la
actividad armada de ETA, hablamos con Floryan Ne-
rin, hijo de Jean-Serge, que no ha dejado de echar de
menos a su padre ni un solo día desde aquella maña-
na en que se despidió de él por última vez.
 -304-
JEAN-SERGE
NERIN
¿Cómo era su padre? ¿Qué destacaría de él?
Hay mucho que decir sobre él. Mi padre era un hom-
bre al que nunca volveré a ver. Sí, era mi padre, pero
puedo decirlo y no soy el único que puede hacerlo.
Quien lo conoció, se acuerda de él. Era un hombre que
se preocupaba primero por los demás. Como policía,
como compañero, como amigo y como padre. Era un
hombre al que le gustaba trabajar, bromear, estar con
su familia, ver deportes, cocinar y bailar. En el traba-
jo, era el tipo de policía que intentaba entender a la
gente que hacía cosas estúpidas como robar, y cómo
habían llegado a ello. Intentaba convencerlos de que
cambiaran su forma de actuar para tener una vida
más decente. Después de lo sucedido en 2010, reci-
bí mensajes de antiguos delincuentes de poca monta
que habían dejado de delinquir y que tenían una vida
decente, y mi padre había sido una de las razones. Lo
más importante para él era la familia y compartía su
amor por ella. Por eso, si solo pudiera resumirlo en una
palabra, sería “AMOR”.
Preparativos del homenaje a Jean-Serge Nerin en el Parlamento Vasco
¿Lo echa mucho de menos? ¿En qué momentos
siente más su ausencia?
Por supuesto. Tanto en los momentos de alegría como
de duda. Momentos que no puedo compartir con él.
¿Por qué quería ser policía? ¿Disfrutaba de su tra-
bajo?
Sí, a pesar de todas las dificultades, le gustaba mucho
su trabajo. A su manera, quería aportar su granito de
arena a la sociedad francesa.
¿Cómo recuerda el día del atentado? ¿Cómo afec-
tó a su familia?
Recuerdo muy bien ese día. Salimos de casa al mis-
mo tiempo. Luego, por la tarde, oímos en los medios
de comunicación que un policía de 53 años había sido
asesinado. Mi tía me llamó por ese motivo. Estábamos
muy preocupados porque este hecho había sucedido
en la ciudad en la que trabajaba, pero teníamos la es-
peranza de que no fuera mi padre, porque en realidad
David Aguilar / EFE
 -305-
JEAN-SERGE
NERIN

Mi padre intentaba entender a la gente que hacía

cosas estúpidas como robar, y cómo habían
llegado a ello. Intentaba convencerlos
de que cambiaran su forma de actuar
para tener una vida más decente

Un terrorista es un terrorista independientemente

de dónde venga y, si ha cometido crímenes,
debe pagar su deuda

tenía 52 años. Intentamos llamar a su trabajo, pero sus
compañeros se negaron a decírnoslo (seguramente
los jefes les habían pedido que no dijeran nada). Fue
un momento muy estresante. Y una hora después, un
antiguo compañero vino a anunciar la “noticia”. Obvia-
mente, afectó muchísimo a mi familia, a sus amigos,
compañeros y conocidos.
Durante este tiempo, ¿se ha sentido apoyado por
las instituciones?
Sí, pero solo en España. En Francia, solo cuando el Sr.
Sarkozy estaba en el poder. Después de él, en 2012,
el Gobierno francés parecía haber olvidado por com-
pleto este acontecimiento, excepto a nivel local, en
Seine-et-Marne. En cambio, una asociación de huérfa-
nos de policías nos ayudó mucho.
Uno de los asesinos de su padre está en prisión,
pero el otro aún no ha sido identificado. ¿Cree que
algún día será juzgado?
No tengo la respuesta a esa pregunta, pero espero
que algún día responda por sus crímenes.
¿Qué sabe hoy la sociedad francesa sobre ETA?
Depende de la persona. En Francia, muchos menores
de 30 años saben poco o nada de ETA. Los mayores de
30 años saben algo más, pero muchos se han olvida-
do, ya que no se habla demasiado del tema. Y cuando
se habla, es rápido.
¿Se imagina que en Francia hubiera un partido
político que no condenara el terrorismo o que
reclamara la liberación de los terroristas, como
ocurre en España?
Tengo entendido que algunos políticos franceses lo
han hecho en el contexto de la paz. En cambio, se-
ría inimaginable si los terroristas fueran islamistas.
Un terrorista es un terrorista independientemente de
dónde venga y, si ha cometido crímenes, debe pagar
su deuda.
Francia ha sufrido un gran número de atentados
terroristas en los últimos años (París, Niza, etc.),
todos ellos de carácter yihadista. ¿Se siente iden-
tificado con las víctimas de estos atentados, con
el sufrimiento de estas familias?
En Francia ha habido demasiados atentados en los
últimos años. Algunos dirían que mi padre tenía un
trabajo peligroso y que, por tanto, la probabilidad de
morir era mayor. Eso es cierto. Pero no debemos olvi-
dar que detrás de una muerte hay una familia, amigos
y compañeros. Por eso, sí, me siento identificado por-
que soy víctima del terrorismo, y para mí, sea cual sea
el origen o la creencia, un terrorista es un terrorista.
ASESINADO EN EL ATENTADO
CONTRA LA SALA BATACLAN DE PARÍS

2015

Juan Alberto
GONZÁLEZ GARRIDO

París sufrió el 13 de noviembre de 2015 una brutal ca-

dena de atentados terroristas, en los que murieron 130
personas. Explosiones y tiroteos se sucedieron en diver-
sos puntos de la ciudad, pero el objetivo principal de
los yihadistas del Dáesh fue la sala de espectáculos Ba-
taclan, donde esa noche se celebraba un concierto de
rock. Muchos de los asistentes cayeron abatidos por las
balas y los demás fueron tomados como rehenes, hasta
que la Policía consiguió poner fin al secuestro. Una de
las víctimas mortales fue el español Juan Alberto Gon-
zález, que asistía al concierto junto a su mujer, Ángela
Reina —también española—, que logró sobrevivir. Ape-
nas llevaban unos meses casados. Juan Alberto tenía 29
años, trabajaba como ingeniero y estaba estudiando un
máster en administración de empresas.
 Testimonio de Cristina Garrido,
madre de Juan Alberto González
Revista Fundación nº 68
(septiembre de 2019)

ESA SITUACIÓN SIN NOMBRE

Cuando una persona pierde a su padre o su madre, decimos que es huérfana, y cuando pierde
a su esposo o esposa, decimos que es viuda. Pero cuando alguien pierde a un hijo o una hija…
No hay palabra que pueda definirlo. Esa situación sin nombre es seguramente la más dolorosa
por la que alguien puede pasar en la vida.

Miguel Renuncio

Cristina Garrido es la madre de Juan Alberto Gonzá-

lez, quien la noche del 13 de noviembre de 2015 asistía
junto a su mujer, Ángela, a un concierto en la sala Ba-
taclan de París. Llevaban alrededor de una hora en
la sala cuando tres terroristas armados con fusiles y
explosivos irrumpieron en el edificio y comenzaron a
disparar contra la multitud, matando a 90 personas.
Ángela consiguió salvar la vida, Juan Alberto no.

“Él era un gran apoyo, tanto para mí como para su her-

mana —recuerda Cristina—. Era una persona dinámica,
alegre. Había terminado Ingeniería Industrial, estudió
piano, tocaba la guitarra eléctrica y la guitarra clásica,
le gustaba el teatro… Era una persona con mucha vida
y muy entrañable. Hubiera sido un padre excepcional,
porque era una persona maravillosa”.

La vida de Cristina cambió para siempre en el momen-

to en que le comunicaron el fallecimiento de su hijo,
porque con él se fue una parte muy importante de sí
misma. Dejó de ser feliz, dejó de tener ilusión: “Sigo
porque tengo otra hija y hay que seguir adelante, pero
nada más”. La gente intenta animarla diciéndole que
el tiempo pasa y que todo lo cura, pero ella no está de
acuerdo: “El tiempo pasa, pero hay cosas que no cura,
porque Juan Alberto no va a volver”.

Respecto a los terroristas, lo tiene muy claro: “Son unos

malditos asesinos. Se tienen que pudrir en la cárcel y
cumplir íntegra la pena que les imponga el juez. Los
que mataron a mi hijo y todos los terroristas. No se
puede consentir que ninguno de ellos esté en la calle.
Me revienta cuando los veo en las instituciones, por-
que son asesinos”. Y añade: “Juan Alberto estaba allí
escuchando música, disfrutando de un fin de semana
que tenía libre, y le quitaron la vida. Al asesino le deseo
que muera en la cárcel. No le voy a perdonar nunca,
porque sabía lo que estaba haciendo. Ellos entraron
allí a matar. Sabían a lo que iban, por eso no les voy a
perdonar. Lo hicieron a conciencia”.
ASESINADOS EN EL ATENTADO
CONTRA LA EMBAJADA ESPAÑOLA EN KABUL

2015

Jorge
GARCÍA TUDELA

Isidro Gabino
SAN MARTÍN HERNÁNDEZ

Jorge García era subinspector de la Policía Nacional y

estaba destinado en la Brigada de Policía Judicial, en
Granada. Tenía 45 años, estaba casado y era padre de
dos hijos. A finales de 2015, se encontraba en Afganistán
con la misión de garantizar la seguridad de la Embajada
española. Allí se encontraba también el agente Isidro
Gabino San Martín, de 48 años, casado y padre de tres
hijos, que estaba destinado en la IX Unidad de Interven-
ción Policial, en Oviedo. El 11 de diciembre, los talibanes
hicieron explotar un coche bomba a la entrada de la
sede diplomática y, tras acceder a ella, mataron a Jorge
e hirieron a su compañero, que moriría horas después
camino del hospital. Como consecuencia de este aten-
tado, fallecieron también varios policías afganos, mien-
tras que varios españoles resultaron heridos.
 Entrevista a Gemma de los Ríos y Estefanía Vera,
viudas de Jorge García e Isidro Gabino San Martín
Revista Fundación nº 76
(septiembre de 2021)

VÍCTIMAS DEL TERRORISMO TALIBÁN

Gemma y Estefanía están condenadas a recordar. Cada día, cada hora, su cabeza retrocede a finales
de 2015, dos semanas antes de Navidad. Era un día cualquiera, aparentemente, que se convirtió
en una terrible pesadilla de la que no consiguen escapar, porque esa pesadilla es real, y la realidad
supera muchas veces la ficción. Ellas dos lo saben muy bien, por el alto precio que han tenido
que pagar. Sus maridos, ambos policías nacionales, murieron defendiendo la Embajada española
en Kabul, y el vacío que ellos han dejado en sus familias sigue siendo, a día de hoy, insoportable.

Miguel Renuncio

Este es el relato de los hechos. El 11 de diciembre de
2015, a primera hora de la tarde, un terrorista suicida
empotra un coche bomba contra la puerta princi-
pal de la Embajada de España en la capital afgana,
lo que permite a otros tres terroristas acceder a la
sede diplomática. El subinspector Jorge García es el
primero en hacer frente a los atacantes, pero resulta
herido de bala y, pese a que intenta ponerse a salvo,
es rematado a sangre fría. Al escuchar los disparos, el
agente Isidro Gabino San Martín acude en auxilio de
Jorge, pero uno de los terroristas, apostado en la azo-
tea, dispara contra él y lo deja herido en el suelo. Sus
compañeros intentan socorrerle, pero los atacantes,
fuertemente armados, lo impiden una y otra vez… Las
horas pasan y Gabi se va desangrando. Bien entrada
la madrugada, las fuerzas de seguridad afganas, con
la ayuda de la OTAN, consiguen abatir por fin a los tres
terroristas, pero para Gabi es ya demasiado tarde y
muere antes de llegar al hospital. Este atentado, en el
que también perdieron la vida varios policías afganos,
 -310-
JORGE
GARCÍA
TUDELA

El ataque duró 12 horas

y en él perdieron la vida
Jorge, Gabi y 10 policías
afganos, que murieron
defendiendo también
la Embajada española

fue reivindicado por los talibanes. Los mismos que

hoy, cinco años y medio después, se han hecho con el
poder en Afganistán.

¿Cómo eran Jorge y Gabi?

Gemma: Jorge era un hombre muy familiar, muy
cariñoso; le gustaba mucho el contacto físico, le
encantaba dar abrazos y besos… Era un padre muy in-
volucrado con sus hijos y un policía de vocación, muy
profesional.
Estefanía: Gabi era una persona muy extrovertida,
perfeccionista, que amaba su trabajo. Lo suyo también
era vocacional. Era un padrazo y un gran compañero,
de esas personas que, cuando hay algún conflicto,
unen a la gente.

¿Recuerdan la última conversación que tuvieron

con ellos?
Gemma: El día del atentado, a mediodía, mi marido
me llamó por teléfono y hablamos durante horas. Él
estaba descansando, porque era viernes, y en Afganis-
tán los viernes son como aquí los domingos. Recuerdo
que yo por la tarde tenía que llevar a nuestro hijo pe-
queño a jugar al fútbol y, al no estar él, a mí no me
Jotxo Cáceres

apetecía quedarme después un rato con el resto de

padres tomando una cerveza, como hacíamos habi-
tualmente, pero él me replicó: “¿Por qué no? Aunque
yo no esté, tú tienes que seguir con tu vida, y los niños Gemma de los Ríos y Estefanía Vera

también. Imagínate que a mí me pasa algo…”. Estuvi-
mos hablando de los regalos de Reyes y me dijo que
iba a aprovechar para comprarlos por Internet.
Estefanía: Nosotros habíamos hablado también esa
mañana. De hecho, hablábamos dos o tres veces al
día, lo que ocurre es que siempre nos despedíamos
muy bien y ese día, con las prisas (el niño, el trabajo,
etc.), fue todo muy rápido. En ese momento no le das
importancia, porque lógicamente crees que después
vas a volver a hablar con él… Pero no fue así. Aquella
fue la última vez.
Los supervivientes del atentado les habrán conta-
do cómo fueron los últimos momentos de Jorge
y Gabi…
Gemma: El fatídico 11 de diciembre, Jorge y sus com-
pañeros estaban descansando en sus habitaciones.
La de Jorge se encontraba a pie de calle, con lo cual,
cuando los terroristas hicieron explotar el coche bom-
ba a las puertas de la Embajada, solamente la onda
expansiva ya tuvo que dañar todos sus órganos vitales.
Aun así, él consiguió armarse y salir de su habitación.
En ese momento, se encontró con uno de los terro-
ristas y ambos empezaron a dispararse, hiriéndose el
uno al otro. Jorge volvió a su habitación, pero el terro-
rista entró y allí acabó con su vida… Los compañeros,
que estaban un piso más abajo, me han contado que
la primera sensación que tuvieron cuando se produjo
la explosión fue como si se tratase de un terremoto,
porque en días anteriores habían sufrido uno [el 26 de
octubre]. Por eso, su intención inicial fue salir a la calle.
Sin embargo, al escuchar los disparos se dieron cuenta
de que estaban siendo atacados.
Estefanía: Entonces, Gabi y otro compañero fueron
a buscar a Jorge, pero los terroristas ya estaban en la
parte superior del edificio y les dispararon. Mi marido
cayó herido y su compañero tuvo que retroceder. En
realidad, a Gabi lo dejaron vivo como cebo, porque
querían ir matándolos uno a uno. Pasaba el tiempo
y él se iba desangrando. Pedía ayuda, pero no podían
hacer nada por él. Había un compañero que estaba
fuera de la Embajada, porque había ido al aeropuerto
en coche, y al enterarse de lo que estaba ocurriendo
regresó, pero al intentar entrar le lanzaron un explosi-
vo y resultó herido. A pesar de ello, consiguió acceder
por otra puerta, aunque se encontró con el mismo
problema: no podía acercarse a Gabi, porque lo mata-
rían. Al cabo de varias horas, llegó el Ejército noruego,
junto con el de Estados Unidos, y acabaron con los
terroristas. Entonces, los compañeros pudieron co-
-311-
ISIDRO GABINO
SAN MARTÍN
HERNÁNDEZ
ger por fin a Gabi... A mí, sinceramente, me sorprende
mucho que no hubiera una ambulancia, después de
todo el tiempo que había pasado. Lo tuvieron que su-
bir a una furgoneta, sin ningún medio, y de camino al
hospital murió.
Gemma: El ataque duró 12 horas y en él perdieron la
vida Jorge, Gabi y 10 policías afganos, que murieron
defendiendo también la Embajada española.
¿Cómo se enteraron de lo que estaba ocurriendo
en Kabul?
Gemma: Yo vivía en Monachil (Granada), junto con mi
marido y mis dos hijos, de 14 y 9 años, y ese era un
día normal, con las cosas del colegio, las actividades
extraescolares, etc. De camino al partido de fútbol fue
cuando recibí la primera llamada, en la que me aler-
taron de que algo ocurría, pero hablaban de una casa
de huéspedes cercana a la Embajada y no se sabía
exactamente qué estaba pasando. Entonces, yo tra-
té de aislar a mis hijos de cualquier información y los
mantuve en sus actividades, pero a la par empecé a
llamar por teléfono a los compañeros y a buscar in-
formación a través de Internet. Nadie me sabía decir
nada. De regreso a casa, empezó a salir la noticia en
televisión, así que llevé a mis hijos al comedor para
que viesen una película, mientras yo, desde la cocina,
trataba de averiguar algo. A las ocho de la noche, me
llamó el CNI y me confirmó que era un ataque contra
la Embajada, pero me dijeron que no me preocupase,
que Jorge estaba en la sala de seguridad, aunque la
operación seguía abierta. La verdad es que me que-
dé mucho más tranquila y llamé a toda la familia
para trasladarles lo que me habían comunicado. En
ese momento, empezó a salir en las noticias la foto
de Gabi, y yo, egoístamente, pensé: “No es Jorge”. Así,
hasta que a las cuatro de la madrugada, como en una
película, llamaron a mi puerta dos personas unifor-
madas y un compañero al que yo conocía. Nada más
verlos, supe que algo había ocurrido, así que mi reac-
ción fue cerrarles la puerta. No quería que entrasen,
no quería que me dijesen nada. Me dio una crisis de
ansiedad, pero ellos venían acompañados de los ser-
vicios de emergencia, que me atendieron.
¿Y cómo reaccionaron sus hijos?
Gemma: Pasadas las horas, mi hijo mayor se desper-
tó y, al verme en aquella situación, lógicamente se
asustó. Yo le recordé que su padre estaba trabajando
en un sitio peligroso y le insistí en que se acordara
siempre de lo mucho que él lo quería. Enseguida
 -312-
JORGE
GARCÍA
TUDELA

quiso saber qué había ocurrido y yo le expliqué: “Ha
habido un atentado terrorista donde trabajaba
papá”. “¿Lo han matado?”, me preguntó. Y yo asentí.
Mi hijo lloró, lloró aquella noche durante muchas ho-
ras, pero fue la única noche que lloró la muerte de
su padre. Desde entonces, padece de una depresión
postraumática. Llegó la hora de despertar a mi hijo
pequeño, que estaba esperando que el 6 de ene-
ro volviera su padre con los regalos de Reyes… y, sin
manual de instrucciones, le dije: “Papá ha sufrido un
accidente”. Como a su hermano, le insistí en que se
acordara siempre de lo mucho que él lo quería. Mi
hijo quiso saber si su padre estaba bien, pero yo no
era capaz de contestarle, así que directamente me
preguntó si había muerto, y yo le dije sí. Muy emocio-
nado, me abrazó y, con una madurez impresionante,
se levantó, se vistió y preparó sus cosas para mar-
charnos a Madrid.
En su caso, ¿cómo se enteró del atentado?
Estefanía: Yo estaba en casa con mi hijo, de 6 años.
Vivíamos en La Virgen del Camino (León). Entonces,
recibo un mensaje: “¿Qué sabes de Gabi?”. Al rato, otra
persona me escribe: “¿Sabes algo? ¿Ha habido algo en
Kabul?”. Yo no sabía nada, porque, como nos estaban
reformando el salón, no teníamos televisión, y ade-
más nadie me había avisado. Entonces, recibo una
llamada en la que me dicen que ha habido un aten-
tado en Kabul, en la Embajada, pero que no tienen
más información. En una segunda llamada, ya me di-
cen que hay un herido, pero yo no pensé que fuera mi
marido. Al rato, me vuelven a llamar y me dicen que
hay un muerto, pero, del mismo modo, yo seguí pen-
sando que no podía ser Gabi. Entonces, me llaman
otra vez y me confirman que es él… Yo dije que no
podía ser, dejé el teléfono y no quise escuchar más.
Abracé a mi niño, lo miré, me fui al salón y les dije a
todos que se fueran de casa. Nadie entendía nada,
claro. Fue muy surrealista. Siguieron llamando y yo no
contestaba, hasta que por fin lo hice y me dijeron que
en breve iría la Policía a mi casa para comunicárme-
lo oficialmente. Y así fue. Vinieron el comisario y otro
policía, ambos uniformados, junto con un psicólogo.
Al ver a los policías, el niño me preguntó qué pasaba,
y yo, con la ayuda del psicólogo, le expliqué que su
padre estaba en un sitio difícil y que no iba a volver.
“Mamá, tranquilízate, que lo podemos salvar, que nos
traigan su cuerpo”, me dijo, porque había visto una
película en la que reviven a un perrito y pensaba que
se podía hacer lo mismo con su padre. Desgraciada-
mente, las cosas no son así.
Aquella noche, ¿usted fue realmente consciente
de lo que había ocurrido?
Estefanía: No, aunque te lo digan no te lo crees. Al día
siguiente, vinieron el director general de la Policía y el
ministro, pero yo hay muchos detalles de los que no
me acuerdo. Además, fue tan largo todo: tenían que
traer el cuerpo a España, luego fue el funeral de Es-
tado… Yo cuando realmente empecé a ser consciente
es cuando, estando ya en Madrid, me preguntaron si
lo quería ver y fui a despedirme de él… Llevábamos 16
años juntos.
¿Qué les contaban sus maridos sobre la situación
en Kabul y, en concreto, sobre la seguridad de la
Embajada?
Estefanía: Aquella era la segunda vez que Gabi iba a
Afganistán y él ya había redactado informes en los que
alertaba de la situación de la Embajada, porque estaba
fatal: la zona donde dormían no era la más segura, les
podían haber disparado desde el edificio de enfrente;
cuando iban en coche tenían que bajarse para abrir
manualmente la puerta de acceso, ya que casi siem-
pre estaba estropeada; cualquiera podía entrar en el
recinto, porque muchos comerciantes iban y vendían
allí sus productos, etc. Existían numerosas anomalías.
Aquella era la segunda vez
que Gabi iba a Afganistán
y él ya había redactado
informes en los que
alertaba de la situación
de la Embajada

De hecho, se estaba realizando una pequeña reforma
para incrementar la seguridad de la Embajada y la
obra corría a cargo de unos trabajadores afganos que,
casualmente, la víspera del atentado dejaron sin colo-
car una chapa de protección en la parte superior del
edificio. Gabi me dijo: “A ver si nos la van a liar, porque
han dejado esto sin colocar y no me fío. Nos miran con
desprecio”. Y justamente fue en ese lugar donde se si-
tuaron los terroristas.
Gemma: La Embajada española no estaba en la Green
Zone [zona de máxima seguridad de Kabul, donde
se encuentran los principales edificios públicos] y los
diferentes informes que se hicieron denunciaban esa
situación de inseguridad. La mayor prueba de que la
Embajada no era segura es que el embajador no dor-
mía allí. Él dormía en la Green Zone. Para colmo, el día
que se produjo el ataque, por la mañana, los servicios
secretos franceses alertaron de la posibilidad de un
atentado terrorista en la capital, y no se tomó ninguna
medida extraordinaria.
Posteriormente, ustedes iniciaron una batalla ju-
dicial para demostrar que aquel ataque se podía
haber evitado...
Gemma: Sí, presentamos una querella en la Audiencia
Nacional contra el embajador, Emilio Pérez de Ágreda,
y el segundo embajador, Oriol Solá, por dos presuntos
delitos de homicidio imprudente y siete en grado de
tentativa [por los siete policías nacionales que resul-
taron heridos], pero el juez Santiago Pedraz decidió
archivarla. No obstante, la sentencia reconoce que la
Embajada era un objetivo especialmente vulnerable
frente a posibles atentados y que el Estado debería
haber adoptado las correspondientes medidas de
seguridad. Por ello, ahora hemos recurrido a la juris-
dicción contencioso-administrativa.
¿Cómo les afectó a ustedes y sus hijos la muerte
de Jorge y Gabi?
Estefanía: Tras el atentado, yo era incapaz de leer,
no me concentraba, no dormía… Tenía una gran de-
presión, aunque nunca me mediqué. Cuando estaba
realmente mal, no tenía ganas ni de levantarme y no
salía de casa, porque no quería que todo el mundo
me preguntara cómo estaba. Al niño me lo llevaban
al colegio y luego me lo traían. Él a veces me ha-
cía una infusión, me tapaba si tenía frío y me decía:
“Mamá, descansa, yo me hago la cena”. Es increíble,
con 6 años, lo que él me demostró. Yo no era feliz y
decidí irnos a vivir a Barcelona. Con 8 años, mi hijo ya
-313-
ISIDRO GABINO
SAN MARTÍN
HERNÁNDEZ
me decía: “¿Para qué voy a estudiar, si no vale la pena,
si al final nos vamos a morir?”. A día de hoy, es algo
que tengo que seguir trabajando. Por otra parte, yo le
hablo de su padre siempre con alegría, pero, cuando
intento enseñarle fotos o vídeos, él no quiere vernos.
Tampoco quiere tener ninguna foto de su padre en la
habitación.
Gemma: A mi hijo mayor, como he dicho antes, le
diagnosticaron una depresión postraumática. El pro-
blema es que no se deja ayudar. Mi hijo pequeño, por
su parte, empezó a desarrollar ataques de ansiedad,
que progresivamente fueron espaciándose en el tiem-
po, pero hace poco ha empezado a sufrir ataques de
pánico y he tenido que llevarlo al hospital en dos oca-
siones. Ahora está yendo a un psicólogo y, gracias a
ello, parece que va mejor.
La situación en Afganistán ha dado un vuelco este
verano, con la toma de Kabul por los talibanes, la
retirada de las tropas extranjeras y el atentado a
las puertas del aeropuerto. ¿Cómo están viviendo
ustedes estos acontecimientos?
Gemma: Son días muy complicados, la verdad, aunque
esto se veía venir desde que Estados Unidos anunció la
retirada de sus tropas. Obviamente, se me han venido
todos los recuerdos encima y he vivido con mucha an-
gustia la espera de los compañeros que estaban en el
aeropuerto. Ahora más que nunca, tengo la sensación
de que la muerte de Jorge y Gabi no ha servido para
nada, al igual que la de tantos españoles que han perdi-
do la vida allí. Creo que todas las víctimas del terrorismo
nos preguntamos por qué nos ha pasado esto a noso-
tros o para qué ha servido, y yo necesitaba poder mirar
a mis hijos y explicarles que por lo menos la situación
en Afganistán había cambiado… Pero lo que hemos vis-
to en el último mes tira por tierra cualquier argumento.
Yo no solo enterré a un subinspector de Policía, yo ente-
rré al padre de mis hijos, a mi compañero de vida, y eso
no hay nada que lo pueda compensar.
Estefanía: Yo lo he vivido con muchísima ansiedad,
y también con incredulidad. Cuando vi las imágenes
de esas personas cayendo desde un avión al intentar
huir… No me lo podía creer. ¿Cómo puede ser que una
minoría se haga con todo un país? Es que no lo en-
tiendo. A eso hay que añadirle la impotencia por la
situación que están viviendo las mujeres y la insegu-
ridad por saber que los terroristas que estaban presos
en Afganistán ahora han salido de la cárcel y pueden
venir a Europa, porque muchos proceden de países
europeos. Creo que esto va a traer consecuencias.
ASESINADO EN EL ATENTADO
DEL PUENTE DE LONDRES

2017

Ignacio
ECHEVERRÍA
MIRALLES DE IMPERIAL

Ignacio Echeverría nació en Ferrol (A Coruña) en 1978 y

pasó su infancia en la cercana localidad de As Pontes de
García Rodríguez, hasta que se trasladó con sus padres
y sus hermanos a Las Rozas de Madrid (Madrid). Estudió
Derecho y tuvo varios empleos antes de instalarse en
Londres. El 3 de junio de 2017, tras pasar la tarde mon-
tando en monopatín, Ignacio y dos amigos suyos vol-
vían a casa en bicicleta. Al llegar a las inmediaciones del
Borough Market, vieron a unos terroristas que estaban
atacando con cuchillos a la gente y, sin dudarlo, Ignacio
corrió a enfrentarse a ellos con su monopatín. Tras un
breve forcejeo, fue apuñalado y murió, pero su acción
sirvió para que varias personas pudieran salvar la vida.
Dos años después, su padre, Joaquín Echeverría, publi-
có el libro Así era mi hijo Ignacio.
 Entrevista a Joaquín Echeverría y Ana Miralles de Imperial
“IGNACIO QUERÍA SER BUENO, Y SU CONSEJO
AYUDÓ A OTROS A SER MEJORES PERSONAS”
Tras el atentado del London Bridge, el pasado 3 de ju-
nio, todos supimos de la heroica actuación de Ignacio
Echeverría, que salvó la vida a otras personas al en-
frentarse a los terroristas con su monopatín cerca del
Borough Market. Transcurridos apenas seis meses, sus
padres, Joaquín Echeverría y Ana Miralles de Imperial,
nos abren las puertas de su casa para hablarnos de
Ignacio y revelarnos una pequeña parte de su inmen-
so dolor, de la ausencia sin límites que ha dejado su
padres de Joaquín Echeverría.
Revista Fundación nº 61
(diciembre de 2017)
Miguel Renuncio
muerte. Pero lo hacen con gran entereza, con la sere-
nidad de quien sabe que la vida de su hijo ha tenido
sentido y que es ahora realmente cuando esa vida ha
alcanzado la plenitud.
Ignacio nació en Ferrol en 1978…
Joaquín: Sí, nació en Ferrol el 25 de mayo de 1978,
pero fue inscrito en Puentes de García Rodríguez. El
año anterior, a mí me había surgido la oportunidad de
 -316-
IGNACIO
ECHEVERRÍA
MIRALLES DE IMPERIAL

ir a trabajar a la mina de Puentes de García Rodríguez,

en la provincia de La Coruña. Es una mina de lignito
que ya no está en explotación. Una mina a cielo abier-
to; es decir, no con galerías sino como si fuera una Tenemos que seguir
cantera. Ahora está llena de agua, formando un lago.
haciendo vida normal,
Nosotros vivimos en Puentes desde 1977 hasta 1986.
no hay nada que temer.
¿Cómo fue la infancia de Ignacio? Ese era el espíritu
Joaquín: Vivíamos en un poblado de empresa, con las
connotaciones que eso tiene, porque todos nuestros de Ignacio
vecinos eran compañeros de trabajo. Era un sitio don-
de los niños podían jugar en la calle sin la necesidad
de que tuviéramos que estar pendientes de ellos todo
el tiempo.
Ana: Ignacio tuvo una infancia muy feliz.

Luego ustedes se mudaron a Las Rozas, e Ignacio

estudió Derecho en Madrid y París…
Ana: Sí, hizo Derecho hispano-francés, una titulación
El monopatín que llevaba
conjunta que se creó ese año. Ignacio el día que murió
Joaquín: Como nosotros habíamos hecho intercam-
se va a exponer
bios con familias francesas (nuestros hijos iban allí y
los suyos venían aquí), Ignacio tenía un cierto conoci- en el Centro Memorial
miento de francés, lo que le permitió acceder a esa
de las Víctimas
carrera. Para ello, además de la prueba de selectividad
tuvo que hacer un examen de francés. del Terrorismo, en Vitoria

¿Era buen estudiante?

Joaquín: Ignacio no era el mejor estudiante, pero te-
nía mucho tesón y un gran espíritu de superación. Se
pasó la vida estudiando por libre, adquiriendo cono-
cimientos de aquello de lo que él quería ejercer. Tuvo
muchos momentos difíciles en su vida laboral, que
para él era muy importante, pero tras cada tropiezo
salió más fuerte y más capaz.
¿Cómo era el carácter de Ignacio?
Joaquín: Él quería ser bueno, en su carácter estaba
querer ser bueno. Era una persona religiosa, practican-
te. También era inocente y se ilusionaba mucho. Era
buen amigo de sus amigos. Ignacio se movía en va-
rios ambientes, pero muchos de sus amigos eran más
jóvenes que él, porque el monopatín, que siempre es-
tuvo practicando, le llevaba a conocer a chavales de 16
años cuando él tenía 30. En ese mundo confluye gente
de todas las clases sociales, e Ignacio se pasó la vida
animando a estudiar a quienes tenía cerca. De hecho,
algunos de sus amigos, que llevaban un mal camino,
acabaron estudiando y hoy día son buenos profesiona-
les. Yo creo que su consejo y su ánimo ayudó mucho a
esas personas a ser mejores, a sentirse más realizadas
y a tener una mejor calidad de vida.
¿Por qué se fue a trabajar a Londres?
Joaquín: Ignacio había pasado por distintos trabajos.
Empezó a estudiar alemán en la Escuela Oficial de
Idiomas y consiguió una beca Leonardo da Vinci para
ir a un despacho en Núremberg. Después, tuvo una
beca con el banco ABN AMRO y se presentó a unas
pruebas para el Máster en Comercio Exterior de la Cá-
mara de Comercio de Madrid. En esas pruebas obtuvo
la máxima nota en conocimientos teóricos y la peor
nota de los que fueron seleccionados en la entrevista,
pero le dieron la beca. Estuvo en Bruselas y vino muy
contento. Después trabajó para una gestoría, para la
Agencia Tributaria, etc. De ahí pasó a Natixis, que es
un banco francés, y después al Banco Popular y a
Aresbank, donde fue responsable de compliance y se
formó en prevención de blanqueo de capitales.

Joaquín Echeverría y Ana Miralles de Imperial, en su domicilio de Las Rozas de Madrid
Ana: Y luego ya pasó al HSBC, en Londres, donde
su trabajo consistía precisamente en prevención de
blanqueo.
¿Cómo era su vida en Londres?
Joaquín: Al principio Ignacio se quedaba en casa de
nuestra hija Isabel, que vive allí, pero luego alquiló una
casa. Entonces, él fue haciendo su vida, creándose su
grupo de amigos, comía con sus compañeros de tra-
bajo… Aparte de eso Ignacio patinaba, y en las pistas
fue conociendo a gente.
Ana: Estaba muy bien en Londres, muy contento. Tenía
un jefe encantador, tenía a su familia, tenía amigos…
Joaquín: El día anterior a su muerte, pasó por allí un
amigo de la infancia y compañero de instituto, al que
hacía años que no veía porque trabajaba en Alema-
nia. Con ocasión de ir a un partido en Cardiff [el 3 de
junio era la final de la Champions League, entre el Real
Madrid y la Juventus], este amigo pasó por Londres y
-317-
IGNACIO
ECHEVERRÍA
MIRALLES DE IMPERIAL
Tamara González
nos contaba que había estado con él. Nos habló de lo
contento que lo veía y de que Ignacio le decía: “Veo el
futuro con mucha alegría”.
En marzo se había producido un atentado en
Londres y dos meses después fue el atentado del
Manchester Arena. ¿Temían que a su hijo le pudie-
ra pasar algo?
Joaquín: Nunca tuvimos sensación de inseguridad.
Claro que hay inseguridad, pero es que también si
me caigo por las escaleras me puedo matar. El peli-
gro de sufrir un accidente de cualquier tipo es mucho
mayor que el de morir por un atentado terrorista, así
que no nos podemos asustar. Tenemos que seguir
haciendo vida normal, no hay nada que temer. Ese
era el espíritu de Ignacio. No nos pueden acogotar,
tenemos que seguir.
Ana: De todos modos, el día que ocurrió él no te-
nía que estar por el London Bridge, tenía que estar
 -318-
IGNACIO
ECHEVERRÍA
MIRALLES DE IMPERIAL
Es positivo transmitir
el ejemplo de Ignacio
a los niños y a la gente
joven, explicándoles
que vale la pena ser bueno
aunque mueras por ello
en casa de nuestra hija porque había quedado para
cenar con ella, pero la fue llamando para decirle que
iría más tarde, que había quedado a patinar con unos
amigos...
Joaquín: Isabel nos contó que Ignacio le dijo al final
que cenaría con sus amigos.
Ana: Yo nunca pensé que estuviese allí. De hecho, ese
día nos fuimos tranquilos a la cama, porque Ignacio no
pintaba nada por el London Bridge.
¿Cuándo empezaron a sospechar que podía ha-
berle ocurrido algo?
Joaquín: En nuestra familia hay varios grupos de
WhatsApp, así que al día siguiente, al ver que el gru-
po de hijos estaba muy tranquilo, yo escribí: “Estáis
muy tranquilos, veo que lo estáis pasando muy bien”.
Alguno contestó, pero Ignacio no aparecía. De todos
modos, sabíamos que iba a ir a misa, así que lo lógico
era que apareciera después, pero no fue así. Le escribi-
mos un mensaje y no contestaba. Entonces Isabel fue
con su hija a casa de Ignacio, pero no llevaba llaves,
pensando que él estaría en casa. Al no abrirle la puer-
ta, ella empezó a intranquilizarse, y entonces Guille y
Javi, los amigos de Ignacio, le contaron lo que habían
visto por la noche…
Ana: En realidad, ella ya sabía lo de sus amigos por la
noche, lo que pasa es que no nos lo contó.
Desde el atentado hasta la confirmación del falle-
cimiento de Ignacio pasaron cuatro días. ¿Cómo
vivieron esa larguísima espera?
Ana: Yo nunca pensé que Ignacio estuviera muerto, la
verdad, siempre te queda la esperanza.
Joaquín: Pensamos que podría estar vivo pero que
no estuviera identificado, por las razones que fueran,
y nos pusimos en contacto con varios medios de co-
municación con la idea de que se hablara de Ignacio
para que las autoridades competentes tuvieran como
prioridad localizarlo. No sabíamos lo que había pasado
y nos parecía que, al no decirnos que estaba muerto…
Te pones a hacer conjeturas y piensas que los terro-
ristas pueden haberlo cargado en una furgoneta…
Piensas mil cosas. Pero la Policía estaba trabajando y,
en mi opinión, lo prioritario era que la Policía hiciera su
trabajo. Por tanto, no nos quedaba más que esperar.
Volvimos a hablar con la prensa cuando creímos que
teníamos que hacerlo, porque vimos que a los amigos
de Ignacio se les estaba poniendo verdes. Entonces yo
mandé una carta para defender a esos chicos, porque
para mí era muy importante que no salieran dañados.

El atentado terrorista en el que falleció Ignacio Echeverría tuvo lugar en las inmediaciones del Puente de Londres
Una vez que llegamos a Londres, tanto la Embajada
como el Consulado estuvieron muy volcados con no-
sotros, y eso nos tuvo muy distraídos.
Ana: El HSBC se portó muy bien también.
Joaquín: Sí, como éramos muchos, el banco puso a
nuestra disposición un piso en el centro de Londres.
Nos sentimos muy arropados tanto por el HSBC como
por la Embajada y el Consulado. También estuvieron
llamando permanentemente el ministro del Interior
y el ministro de Asuntos Exteriores, y Rajoy habló dos
veces conmigo. Nos arroparon mucho y eso nos ayudó
a que todo fuera más fácil.
En un principio se dijo que Ignacio había muerto
al intentar salvar a una mujer, luego que a un poli-
cía… ¿Saben exactamente lo que ocurrió?
Joaquín: Ignacio y sus amigos volvían en bicicle-
ta cuando vieron a una mujer herida en el suelo y
pararon para auxiliarla. A pocos metros, vieron una
especie de pelea y a un policía que caía al suelo.
Ignacio fue corriendo hacia allí y se puso a golpear
a los terroristas con su monopatín, pero ellos lo ro-
dearon y lo apuñalaron por la espalda. Fueron dos
puñaladas: una de poca importancia y otra mortal,
pero las dos por la espalda. Cuando Ignacio cayó al
-319-
IGNACIO
ECHEVERRÍA
MIRALLES DE IMPERIAL
suelo, los terroristas se dirigieron hacia Guille y Javi,
y ellos les tiraron las bicicletas encima y escaparon.
Por lo tanto, Ignacio intentó ayudar primero a la mu-
jer (que finalmente falleció) y luego al policía (que
sobrevivió). Días después, ese policía publicó una
carta de agradecimiento en un periódico gratuito
de Londres.
¿Cómo viven ustedes los numerosos homenajes
que se están llevando a cabo?
Joaquín: Los homenajes suponen un desgaste emo-
cional muy fuerte, pero creemos que no debemos
rechazar ningún homenaje que venga de un esta-
mento oficial. Por ejemplo, el Consejo Superior de
Deportes quiere dar el nombre de Ignacio Echeve-
rría a un trofeo de surf [Ignacio también era surfista]
que se llama la Vaca Gigante. Por otra parte, hemos
recuperado la tabla de Ignacio, la que llevaba el día
que murió, y se va a exponer en el Centro Memorial
de las Víctimas del Terrorismo, en Vitoria. Esas co-
sas están bien y hay que hacerlas. Ignacio ha tenido
una conducta buena y, en mi opinión, es positivo
transmitir ese ejemplo a los niños y a la gente joven,
explicándoles que vale la pena ser bueno aunque
mueras por ello.
 SEGUNDA PARTE

T E S T I G O S
DEL HORROR

Rey de España
JUAN CARLOS I
Con especial afecto correspondo a la invitación de
la Fundación Víctimas del Terrorismo para inaugu-
rar las páginas de esta revista con unas palabras
de saludo y aliento. Son muchas las ocasiones en
que, a lo largo de mi reinado, he transmitido mi re-
conocimiento y especial afecto a las víctimas del
terrorismo y a sus familias, en mi nombre y en el
de todos los españoles. Los sentimientos que to-
dos compartimos, y la deuda impagable que con
ellos hemos contraído, deben materializarse en una
-323-
JUAN CARLOS I
Mensaje de S.M. el Rey Juan Carlos I
Revista Fundación nº 1
(diciembre de 2002)
Casa de S.M. el Rey / DVirgili
atención continua y una asistencia efectiva a quie-
nes han visto truncada su vida y expectativas por el
asesinato a sangre fría de sus seres más queridos.
Celebro que esta conciencia colectiva inspire el
nacimiento de esta publicación, abierta a todas
las organizaciones de apoyo a las víctimas, y le
deseo muchos éxitos en su tarea de avivar nues-
tra solidaridad hacia quienes por tantos motivos lo
merecen.
 -324-
FELIPE VI
“VUESTRO DOLOR HA SIDO SIEMPRE EL DOLOR
DE LA CORONA , EL DOLOR DE TODA ESPAÑA”
Casa de S.M. el Rey
Rey de España
FELIPE VI
Presidenta del Congreso de los Diputados, presiden-
te del Tribunal Constitucional, presidente del Tribunal
Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, mi-
nistro del Interior, presidenta de la Fundación Víctimas
del Terrorismo, miembros de las diversas asociaciones
de víctimas, premiados, autoridades, señoras y señores.
En primer lugar, gracias. Gracias por vuestras pala-
bras, por vuestra deferencia en cuanto a mi persona y
Discurso de S.M. el Rey Felipe VI
Revista Fundación nº 62
(marzo de 2018)
a la institución que encarno. Pero gracias, sobre todo,
por poner tanto empeño y esfuerzo en hacer que se
conserven y promocionen los principios y valores que
muchos sentimos como tan básicos y tan fundamen-
tales para la sociedad; gracias por luchar para que
vuestra justa y digna causa sea la de todos. En ello,
como Rey y ante todo como persona, me tendréis
siempre a vuestro lado.
Todos, y las víctimas las primeras, desearíamos no es-
tar aquí, no premiar ni ser premiados; desearíamos
no tener causa para participar en un acto como el
de hoy; aunque esté inspirado efectivamente por los
mejores valores, valores positivos de convivencia, de
ética y respeto, de tolerancia, de democracia y liber-
tad. Pero la realidad nos lleva, nos trae, nos quita y
nos da. Y con esa realidad —con lo que tenemos y con
el tiempo que nos quede— podemos escoger lo que
hacer. Vosotros, con el apoyo de la sociedad y del Es-
tado, lo habéis hecho: memoria, dignidad, ejemplo,
enseñanza, convivencia… concordia. Esa es vuestra
respuesta a una terrible y dura realidad. Esa es la res-
ponsabilidad que todos debemos compartir, con la
ley, con la solidaridad y con la esperanza en un futuro
sin terrorismo.
Por ello, cualquier acto de gratitud y reconocimiento
a las víctimas del terrorismo merece el respeto, la ad-
hesión y el apoyo incondicional de todos, porque las
víctimas son —sois— el ejemplo y la memoria viva del
mayor sacrificio que nuestra sociedad ha hecho por
defender la libertad, la democracia, la convivencia y
nuestro Estado de derecho.
Todos debemos entender así esta ceremonia, como
un acto de reconocimiento a los que han sufrido. Por-
que estos Premios, que vuestra Fundación otorga a las
personas que, según los criterios que habéis marcado,
contribuyen o han contribuido de manera significati-
va a la mejora del colectivo de víctimas del terrorismo,

son en definitiva una muestra más de la propia gene-
rosidad de las víctimas, de vuestra generosidad; pues
sois vosotras las que de verdad sois acreedoras por
siempre de cualquier gesto de gratitud.
Sinceramente, por eso quiero deciros que todo esto
me ha hecho pensar muy bien si sumaba para vuestra
causa aceptar este galardón. Lo hago tan solo como
acicate y reafirmación de un compromiso moral, de
acción y representación. Porque no es para mi per-
sona, sino para todos los españoles que rechazan la
violencia terrorista y que exigen respeto y atención
permanentes para las víctimas y para sus familias.
Recibo el premio en nombre de los españoles, que
sentimos una deuda permanente con vosotros. Somos
nosotros, en suma, los que estamos agradecidos.
Gracias, querida Marimar, por tus palabras entraña-
bles. Ya lo has dicho todo tú, pero me correspondía a
mí poner de relieve vuestra grandeza, que sigue ma-
nifestándose y creciendo siempre en vuestros gestos
—como el que estas mismas distinciones represen-
tan—. Gestos que tenéis y que dedicáis incluso a pesar
de haber conocido el mayor dolor y sufrimiento, que
sabéis llevar con coraje y con dignidad, con el recuerdo
presente en todo momento de las personas más que-
ridas que os fueron arrebatadas por los terroristas, por
la acción criminal y cobarde de unos asesinos carentes
de valor, de principios y de humanidad, cargados de
odio y de desprecio al sagrado valor de la vida humana
y enemigos de la convivencia pacífica y democrática
en libertad y justicia.
Sé que estas palabras son compartidas igualmente
por los otros galardonados, a quienes por supuesto fe-
licito, y con quienes tengo el honor de estar hoy aquí.
Enhorabuena a los alumnos del Colegio Joyfe por el
Premio “Una ciudad sin violencia”, gracias también
por vuestro ejemplo de continuar con las enseñanzas
que procuran la experiencia y la aceptación de todas
las víctimas del terrorismo. Y a los Servicios Informati-
vos de Radio y Televisión Española, enhorabuena por
el Premio de Periodismo Fernando Delgado. No de-
jéis nunca de dar el mejor ejemplo en el apoyo a las
víctimas, ese que es propio de vuestra naturaleza: dar-
les altavoz, proyectar su imagen y difundir su historia
como se merecen.
También quiero decir que tengo muy presente y con
el mayor orgullo el nombre de este galardón que me
-325-
FELIPE VI
habéis concedido: el Premio en Defensa de los De-
rechos Humanos Adolfo Suárez. El presidente Suárez
siempre quedará en la memoria de nuestro país por
su labor histórica a favor de nuestra democracia y de
nuestras libertades.
Tuve la suerte de conocerlo, de estar presente y ser
testigo de muchos momentos muy especiales; tam-
bién de conversar con él en ocasiones posteriores
sobre todo aquello que vivió nuestra entonces jo-
ven democracia. Tuve el privilegio de sentir cerca su
patriotismo, su pasión por la política y su carisma y
simpatía personales.
En el año 1996 le fue concedido el Premio Príncipe
entonces —hoy Princesa— de Asturias de la Concor-
dia, efectivamente “por su personal contribución a
la concordia democrática de los españoles que se
proyecta como ejemplo en el ámbito internacio-
nal”, así lo dijo el jurado. Recordó entonces Adolfo
Suárez la Transición española como la gran obra
colectiva de los españoles al afirmar con sus pala-
bras: “Creo que se premia en mí la obra realizada
por todo un pueblo: en definitiva, la forma y el ta-
lante con que se llevó a cabo la Transición española
a la democracia”.
Permitidme recordar también las palabras con las
que él terminó su discurso de aquel día: “En el fu-
turo yo creo que España podrá superar cuantas
dificultades se le planteen y realizar su decisiva
aportación a la concordia de las naciones. Y para
ello creo que los españoles puede que solo ten-
gamos que hacer una cosa: cultivar, día a día, allí
donde nos encontremos, la buena semilla de la
concordia”.
Pues la labor que realizáis las víctimas del terroris-
mo, así como el justo y necesario reconocimiento y
atención que recibís de la sociedad, son, sin ningu-
na duda, maneras o ejemplos de cómo cultivar esa
buena semilla.
Al terminar ya mis palabras tan solo quiero reiterar —
como persona, como español y como Rey— mi apoyo
permanente a las víctimas del terrorismo, a su memo-
ria y a su dignidad. Su dolor ha sido siempre el dolor
de la Corona, el dolor de toda España.
Muchas gracias.
 -326-
ADOLFO
SUÁREZ
GONZÁLEZ
Pre s i d e n te d e l a Fu n d a c i ó n Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o
ADOLFO SUÁREZ GONZÁLEZ
“ TODOS ESTAMOS EN DEUDA
CON LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO”
Tiene historia en la mirada y humanidad en la sonrisa. En
su rostro ha quedado la huella de sufrimientos pasados
y nunca olvidados, sin que ello haya logrado borrar la vi-
talidad de su expresión ni la energía de su voz. Habla con
firmeza, seguro de cada una de sus palabras, pero tam-
bién desde la serenidad que dan los años y la experiencia.
Adolfo Suárez asegura que “las víctimas del terrorismo
son quienes han tenido que pagar, desde la Transición
hasta nuestros días, un precio más alto para que poda-
mos disfrutar en España de la libertad que hoy tenemos”.
Entrevista a Adolfo Suárez
Revista Fundación nº 1
(diciembre de 2002)
Juanjo Santacana
Fernando Delgado
Sentado en el salón de su casa, rodeado de recuer-
dos familiares y de la presencia querida y constante
de su esposa, desgrana sus pensamientos con la luci-
dez del hombre de Estado que siempre ha sido y con
la perspectiva del activo protagonista y del discreto
testigo, papeles ambos que ha desempeñado a lo lar-
go de las últimas décadas de la historia de este país.
Y desde esa perspectiva, dice que “las víctimas de fi-
nales de los años setenta y principios de los ochenta
merecen, si cabe, un especial recuerdo y un especial

homenaje, porque, desafortunadamente, fueron las
que vivieron con mayor soledad y en un mayor silen-
cio su dolor, y ello porque la sociedad aún no había
asumido todo el horror del terrorismo para hacerle
frente y acabar con él”.
Cuando se le dice que es un hombre muy querido por
los españoles, sonríe con una mezcla de escepticismo
y sorpresa, pero aparece un brillo de orgullo y emoción
en su mirada. Si se le pregunta por su vida actual, lo
primero que aparece es el recuerdo siempre presente
de Amparo, a la que confiesa sentir a su lado en cada
momento. Por un instante, parece difícil sacarle de su
entrañable enumeración de antiguas anécdotas de
una vida donde las satisfacciones han ido a la par con
los sinsabores. Pero, cuando se entra a tratar cuestio-
nes relativas a la Fundación Víctimas del Terrorismo,
que preside desde su constitución con ilusión y con
objetivos muy precisos, reaparece el político bregado
en mil batallas, siempre dispuesto a actuar, enemigo
de la pasividad y valiente y motivador a la hora de de-
fender aquello en lo que cree y de ir de frente contra lo
que mayor indignación pueda causarle, entre lo que
sin duda se encuentra el terrorismo.
¿Cree que la sociedad española ha sido generosa
con las víctimas y sus familias?
La sociedad contrae una deuda con las víctimas del
terrorismo que nunca se puede pagar. Nada puede
compensar el dolor, el sufrimiento, la frustración y la
soledad que supone haber perdido a un ser querido,
haber sido castigado por algo tan irracional, tan cruel
y tan absurdo como es un acto terrorista. Todos es-
tamos en deuda con las víctimas del terrorismo. A lo
largo de los años, los sucesivos gobiernos de nuestro
país han intentado compensar esa deuda y, sin duda,
la sociedad en su conjunto ha ido mostrando su sen-
sibilidad y su comprensión hacia las víctimas. Pero
nunca seremos lo suficientemente generosos con to-
dos los que han visto alteradas sus vidas de una forma
tan dramática.
¿Cuál fue el papel de las víctimas y de sus familias
en la Transición?
Las víctimas del terrorismo son quienes han tenido
que pagar, desde la Transición hasta nuestros días, un
precio más alto para que podamos disfrutar en Espa-
ña de la libertad que hoy tenemos. Ellas han pagado
con su vida, su integridad física y su libertad el logro
de una sociedad libre y plural que solo unos pocos
-327-
ADOLFO
SUÁREZ
GONZÁLEZ
no quieren aceptar, pretendiendo destruirla con su
barbarie. Desde los años setenta, España ha ido ga-
nándose día a día esa libertad y la única sangre que se
ha derramado para conseguirla ha sido la de las víc-
timas del terrorismo, por culpa de unos pocos, unos
asesinos que no quieren vivir con el resto en paz y en
libertad, que se niegan a aceptar que España es hoy
un modelo de democracia y de libertad.
¿Qué pueden hacer los políticos, los empresarios,
los intelectuales, para apoyar a las víctimas y a sus
familiares?
Hacerse oír. De la manera y por los medios de que
disponga cada uno. Hacerse oír con firmeza, con
decisión y sin miedo. Levantar la voz en contra del te-
rrorismo y a favor de los valores que representan sus
víctimas. Ser el eco de las propias víctimas, que tienen
más derecho que nadie a exigir el fin del terrorismo.
Y la manera de hacerse oír depende de los medios
de que disponga cada uno. Los políticos deben ha-
cerse oír desde la defensa del Estado de derecho y
de los valores constitucionales. Los intelectuales de-
ben hacerse oír poniendo su talento al servicio de la
causa de la democracia y de la libertad. Los empre-
sarios deben hacerse oír apoyando con sus recursos
a esas voces que piden el fin del terrorismo. Todos
los ciudadanos, nos dediquemos a lo que nos dedi-
quemos, podemos hacer algo por las víctimas del
terrorismo. Y de hecho, tenemos el deber moral de
hacerlo. Yo creo que la movilización social, en todos
sus aspectos, es un instrumento fundamental para
acabar con el terrorismo, tan importante como pue-
da serlo la acción política o la acción policial. Por ello,
yo creo que todos y cada uno de los españoles, desde
nuestras diferentes posiciones, debemos sentirnos
moralmente comprometidos a favor de las víctimas
y contra el terrorismo. Un compromiso que hay que
hacer efectivo desde el lugar en que nos encontre-
mos, desde la actividad que desarrollemos, desde la
situación en que estemos instalados. Todos somos,
de alguna manera, víctimas del terrorismo, todos es-
tamos humillados y ofendidos por él.
¿Cuáles fueron los peores momentos vividos por
usted a lo largo de su mandato político como con-
secuencia del terrorismo?
Cada atentado, cada vez que recibía la noticia de que
ETA había vuelto a actuar. No querría resaltar ninguno
de ellos en concreto. A finales de los setenta y princi-
pios de los ochenta, ETA se acercaba al centenar de
 -328-
ADOLFO
SUÁREZ
GONZÁLEZ
muertos al año. Causaba una enorme frustración, una
enorme rabia y un inmenso dolor ver cómo tanto ETA
como los GRAPO tenían una presencia permanente
en la vida de los españoles a través de sus crímenes.
He seguido sintiendo lo mismo todos estos años, pero
creo que las víctimas de entonces merecen, si cabe,
un especial recuerdo y un especial homenaje, porque
desafortunadamente fueron, con toda probabilidad,
las que han vivido en una mayor soledad y en un ma-
yor silencio su dolor. Porque la sociedad aún no había
asumido que todos, sin excepción, debíamos defen-
dernos del terrorismo con las armas del Estado de
derecho, porque a todos nos afectaba. Creo que to-
dos los que vivimos aquellos años tan intensamente
las llevamos de una manera muy especial en nuestro
recuerdo y en nuestro corazón.
Las víctimas de finales
de los años setenta
y principios de los ochenta
merecen un especial
recuerdo y un especial
homenaje, porque fueron
las que vivieron con mayor
soledad y en un mayor
silencio su dolor,
y ello porque la sociedad
aún no había asumido
todo el horror del terrorismo
para hacerle frente
y acabar con él
¿Cree que la situación ha mejorado para el actual
presidente del Gobierno?
Cada época tiene sus circunstancias y sus compleji-
dades y no se puede decir que lo uno sea mejor que
lo otro. Yo creo que el presidente Aznar ha sido un
gran presidente para este país. Concretamente, en
el problema terrorista, ha demostrado una firmeza
y una decisión dignas de admiración. Afortunada-
mente, cada vez se ha tomado más conciencia de
que el terrorismo es una cuestión de Estado, que
debe quedar al margen de la lucha partidista, y
eso sí lo considero de una vital importancia. En la
lucha contra el terrorismo no caben los intereses
particulares y hay que actuar desde el consenso y
desde el diálogo. En ese sentido, yo considero que
es fundamental la vitalidad del Pacto Antiterrorista
y de cualquier otro mecanismo que permita unir a
los demócratas, al margen de ideologías concretas,
frente a los asesinos.
¿Cuál era la ayuda que tenía España de los países
de su entorno en la Transición?
Vivíamos la indiferencia y el malentendido. Los países
vecinos no querían saber nada de nuestro problema
terrorista. No lo entendían. Le recuerdo a título de
ejemplo que, durante mis años de gobierno, los eta-
rras tenían en Francia la consideración de refugiados
políticos. Afortunadamente, eso también ha cam-
biado de forma radical, evolucionando para bien. La
cooperación internacional resulta esencial en la lucha
contra el terrorismo.
¿Cree que el 11 de septiembre ha influido en esa
mayor cooperación?
En el caso de España, la cooperación de nuestros
vecinos y de los países hispanoamericanos ha ido
creciendo gracias a la labor de nuestros gobiernos,
que han realizado una tarea tenaz y constante de
concienciación de otros gobiernos. España ha ido
ganando progresivamente credibilidad, prestigio y
respeto en el ámbito internacional, y ello ha repercu-
tido directamente en la cooperación internacional
contra nuestro problema terrorista. Eso es un mérito
compartido por todos los gobiernos de la democra-
cia. Ha sido una tarea larga y difícil, pero fructífera.
Hoy en día, Francia es un colaborador esencial para
nosotros y prácticamente han desaparecido los
antiguos santuarios de terroristas. Hoy día, los te-
rroristas de ETA ya no pueden sentirse seguros en
ningún país del mundo. El 11 de septiembre ha su-
puesto una toma de conciencia internacional muy
importante, pero en nuestro caso yo creo que la ta-
rea viene de lejos.
¿Cree que la cooperación internacional contra
el terrorismo ha incrementado la solidaridad
internacional con las víctimas?
 -329-
ADOLFO
SUÁREZ
GONZÁLEZ

Al mirar al pasado, hay que aprender de los errores cometidos.

Pero, junto con ello, hay que tener siempre la mirada
puesta en el futuro y conservar intacta la esperanza
de que algún día el tiempo nos dará la razón
a los que creemos en la libertad

Creo que ahora todos estamos sensibilizados frente a
cualquier víctima de cualquier tipo de terrorismo que
pueda existir en el mundo. Vivimos un momento de
tolerancia cero con el terrorismo, por así decirlo. Las
manifestaciones del terrorismo pueden ser muchas y
muy diferentes, pero las víctimas son todas una. Ahí
no hay diferencias. Son todas seres inocentes que
han sido elegidos por quienes quieren imponer a tra-
vés del terror y de la violencia sus ideas.
¿Puede comentarnos las principales iniciati-
vas que está poniendo en marcha la Fundación
Víctimas del Terrorismo, que usted preside?
La Fundación quiere ofrecer una voz a las víctimas,
quiere poder llegar a ser el canal a través del cual las
víctimas se hagan oír y tengan una presencia y un
protagonismo creciente en nuestra sociedad. Para
nosotros, las víctimas son la voz más legitimada para
luchar contra el terrorismo y deben ser el eje y el
motor de la movilización social contra el terrorismo.
Para ello, hemos establecido cauces de cooperación
con todos los colectivos de víctimas existentes, para
ofrecerles nuestro apoyo y nuestra colaboración
y para, respetando la identidad y la personalidad
de cada uno de ellos, ser una especie de casa co-
mún, de lugar de encuentro de todos ellos. Esto se
ha concretado en el diseño de un amplio progra-
ma de actividades que se ha orientado de manera
fundamental sobre dos objetivos. El primero, llegar
a los más jóvenes, transmitir a las nuevas genera-
ciones los valores de la tolerancia, el pluralismo y la
convivencia en libertad. Y el segundo, procurar dar
presencia a las víctimas en todos los ámbitos de
la sociedad: los medios de comunicación, el cine,
la fotografía, la universidad, los colegios... En todas
partes las víctimas pueden decir algo y nosotros lo
que pretendemos es ayudarlas a hacerse oír.
¿Cree que eso será suficiente?
Como decía al comienzo, nada es suficiente frente al
dolor de las víctimas. Pero la Fundación ha nacido con
humildad, aunque también con ambición. No somos
una Fundación al servicio de ninguna ideología concre-
ta más allá de la fe firme e inalterable en la posibilidad
de lograr una sociedad en que no haya sitio para los vio-
lentos. Conseguir eso es tarea de todos, del conjunto de
la sociedad, y la Fundación ha nacido con una vocación
de servicio a la sociedad y al logro de esos fines.
¿Qué debemos hacer para que las generacio-
nes que nos sucedan sepan vivir sin el uso de
la violencia?
En primer lugar, luchar activamente por el fin de esa
violencia, por que la violencia no quede como un
dramático legado para nuestros herederos. Esa es
una responsabilidad que no podemos trasladar a las
próximas generaciones. Y en segundo lugar, educar
a estas en los valores de la democracia. La educación
es el mejor antídoto contra la violencia.
¿Qué hemos hecho mal, entonces, hasta ahora?
No podría contestarle a esa pregunta. Creo que toda
época de la historia tiene su propio cáncer y, en nues-
tro país, en unos años que han supuesto un periodo
de desarrollo y de modernización único en la historia,
hemos tenido que ver todo ello manchado, entur-
biado, por un cáncer de nuestro tiempo como es el
terrorismo. Al mirar al pasado, hay que aprender de
los errores cometidos. Pero, junto con ello, hay que te-
ner siempre la mirada puesta en el futuro y conservar
intacta la esperanza de que algún día el tiempo nos
dará la razón a los que creemos en la libertad y podre-
mos al fin erradicar de nuestras ciudades, de nuestras
calles, a quienes no entienden de otro lenguaje que no
sea el crimen y la violencia.
 -330-
ANA MARÍA
VIDAL-ABARCA
LÓPEZ

Artículo de Ana Velasco,

hija de Ana María Vidal-Abarca
Revista Fundación nº 39
( junio de 2012)

Pre s i d e n t a d e l a Fu n d a c i ó n Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o

ANA MARÍA VIDAL-ABARCA LÓPEZ

Vi u d a d e J e s ú s Ve l a s c o Z u a z o l a , a s e s i n a d o p o r E TA e n 1 9 8 0

ANA MARÍA VIDAL-ABARCA ,

COHERENCIA E INTEGRIDAD
EN LA DEFENSA DE LAS VÍCTIMAS

Ana Velasco Vidal-Abarca

La Fundación Víctimas del Terrorismo ha otorgado a
Ana María Vidal-Abarca el premio que anualmente re-
conoce a las personas de trayectoria pública ejemplar
en la defensa de los derechos humanos, los valores de
convivencia, la pluralidad y la libertad de los ciudada-
nos, así como el fomento de una mejor comprensión
de la situación del colectivo de víctimas del terrorismo.
Creo que el jurado ha tomado una decisión justa y
acertada. Estoy segura de que muchas otras personas
también son merecedoras de este galardón, pero ella,
sin duda, se lo ha ganado con creces.
Se lo merece por su compromiso inequívoco hacia sus
semejantes, hacia las familias que, como la nuestra, se

han visto cercenadas por la maldad del terror. Se lo
merece porque hace 32 años, desde su indefensión y
soledad, tuvo la inmensa fortaleza de ánimo de decidir
entregar buena parte de su vida y esfuerzos a ayudar
a aquellos que quedaban desamparados, golpea-
dos por el dolor de la pérdida de sus seres queridos,
de esas personas admirables que en condiciones de
grave riesgo habían cumplido heroicamente con su
deber, y que como única respuesta a su sacrificio reci-
bían un manto de olvido y abandono.
Ella se rebeló contra una situación injusta, vergonzosa,
inexplicable, y se propuso hacer todo lo que pudiese
para que las familias abandonadas a su suerte recibie-
ran el apoyo, el respeto y la solidaridad de los poderes
públicos y de la sociedad. Un apoyo que se les estaba
hurtando por temor, conveniencia, desidia o inepti-
tud, o quizá por todo ello.
Tras tomar la decisión de trasladarnos a vivir a Madrid,
casi inmediatamente, con su profundo sentido de la
justicia y la reparación, su necesidad de “hacer algo”,
intentó localizar a otras familias afectadas por el te-
rrorismo. Recuerdo su asombro cuando supo que la
Administración no disponía de ningún registro o lista
de las víctimas ni, por supuesto, les hacía ni el más mí-
nimo seguimiento.
Se puso entonces en contacto con Sonsoles Álvarez
de Toledo, cuyo marido había muerto en el incendio
del Hotel Corona de Aragón, y con Isabel O’Shea, que
había tenido que abandonar Bilbao por amenazas a
su marido. Juntas emprendieron el proyecto, difícil y
lleno de obstáculos, de trabajar por y para las familias
de las víctimas del terrorismo, de reivindicar su sim-
bolismo fundamental en la sociedad y su derecho
incuestionable e irrenunciable a la justicia. Se entre-
garon a ese fin con la determinación de arropar a las
familias y de arroparse a sí mismas, de conseguir que
las personas que padecían aquel desconsuelo pudie-
ran unirse y afrontar juntas la defensa del legado de
todos aquellos que caían asesinados casi a diario ante
una falta de reacción estremecedora.
En febrero de 1981, fundaron la Hermandad de Fami-
liares de Víctimas del Terrorismo. Tuvieron que poner
un anuncio en el periódico con un apartado de correos
para darla a conocer y apareció una minúscula reseña
en algún periódico nacional. Así empezaron. Poco a
poco se fueron incorporando las jovencísimas viudas
-331-
ANA MARÍA
VIDAL-ABARCA
LÓPEZ
Ella se rebeló contra
una situación injusta,
vergonzosa, inexplicable,
y se propuso hacer
todo lo que pudiese
para que las familias
abandonadas a su suerte
recibieran el apoyo,
el respeto y la solidaridad
de los poderes públicos
y de la sociedad
de los guardias civiles y policías que ETA masacraba
sin piedad, sus padres, los hijos de los militares, y se fue
conformando una hermandad de personas que nos
sentíamos muy cercanas, muy unidas, muy compene-
tradas en nuestra soledad compartida. Nos reuníamos
en un semisótano de la calle Velázquez y allí ellas me-
ditaban sobre cómo actuar, qué hacer para conseguir
que los poderes públicos se ocupasen de atender las
reivindicaciones y necesidades de las familias de las
víctimas. A pesar de las dificultades, fueron años hu-
manamente entrañables. Las tres fundadoras estaban
siempre ahí, cercanas, a disposición de quien las nece-
sitase. Hicieron un trabajo extraordinario.
En aquella época, los crímenes eran constantes y
frecuentemente se aplicaban políticas erráticas, apa-
ciguadoras, que en la Hermandad se seguían con
desasosiego. Sentíamos una gran impotencia al sa-
ber de las deportaciones de terroristas a otros países
para no ser juzgados en España, de las concesiones al
entorno del nacionalismo, de los indultos. Fue espe-
cialmente amarga la liberación, entre 1982 y 1985, de
numerosos presos de ETA por la disolución de una de
sus ramas. Aquella generosidad tan injusta no sirvió
para acabar con ETA, únicamente fue útil para que
unos cuantos criminales obtuvieran la impunidad,
otros siguieran formando parte de la banda y nu-
merosos asesinatos ni siquiera fuesen juzgados, ante
la desolación de las personas afectadas. Recordaba
 -332-
ANA MARÍA
VIDAL-ABARCA
LÓPEZ
Creo que Ana María
Vidal-Abarca ha sido y es
un modelo de equilibrio,
mesura, bondad, sentido
común, seguridad
en sus convicciones,
compromiso y entrega
mucho a la fatídica amnistía de 1977, que sacó de la
cárcel a 1.232 reclusos de ETA, de los cuales el 55% se
reintegraron en la banda y formaron parte de la bru-
tal ofensiva terrorista que se desencadenó a lo largo
de los años siguientes.
En los inicios de la Hermandad, una de las grandes
preocupaciones fue la situación de precariedad
económica en la que quedaban algunas familias.
Sonsoles, Isabel y Ana María batallaron incansable-
mente para resolver estas indefensiones que se les
presentaban. Al cabo de 18 largos años de ir avanzan-
do paso a paso, en 1999 lograron que se aprobase la
Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo,
un hito que al fin garantizaba el reconocimiento ins-
titucional y social del que tantas víctimas se habían
hecho acreedoras.
Creo que Ana María Vidal-Abarca ha sido y es un mo-
delo de equilibrio, mesura, bondad, sentido común,
seguridad en sus convicciones, compromiso y entre-
ga. Creo que su trabajo, al igual que el de Sonsoles e
Isabel, ha sido fundamental para que la sensibilidad
que la sociedad siempre ha tenido hacia las víctimas
aflorase y para que hayan sido tenidas en cuenta con
respeto, admiración y solidaridad. Algo que deseo se
mantenga siempre.
En el ámbito familiar, Ana María Vidal-Abarca ha sido
el roble que ha cobijado a sus hijas. Con su entereza
nos ha proporcionado estabilidad y equilibrio. Ella, al
igual que nuestro padre, son el ejemplo que nos guía,
que nos ayuda y da fuerza para caminar por la vida
con integridad, esperanza y espíritu de servicio a los
demás. Los dos personifican valores que contribuyen
a crear sociedades mejores, más justas y más libres.
Este reconocimiento de la Fundación Víctimas del
Terrorismo, que ella también se honró en presidir,
tiene un gran valor para nosotras y lo agradecemos
infinitamente. Ojalá que al final los propósitos que las
fundadoras de la Asociación Víctimas del Terrorismo
se trazaron hace 31 años se consigan plenamente. Se-
ría un gran logro para todos los españoles.

TU EJEMPLO ES NUESTRA LUZ
Querida madre:
Cuando el 10 de enero de 1980, en tan solo un ins-
tante, las balas asesinas disparadas desde la maldad
nos arrebataron a nuestro padre, nos condenaron
para siempre a su ausencia y nos privaron del futuro
que debería haber sido, te erguiste ante la tragedia y
nos arropaste desde el principio con la firme deter-
minación de que, a pesar de todo, fuésemos felices.
Asumiste el papel de padre y madre y lograste que
jamás nos sintiéramos desamparadas. Nos cuidas-
te, nos protegiste y nos transmitiste la seguridad y
la serenidad que tanto necesitábamos. Gracias a tu
entereza, a tu fuerza, a tu sentido común, a tu inteli-
gencia, a tu ecuanimidad, a tu bondad, a tu sabiduría
y a tantas virtudes extraordinarias con las que Dios te
dotó, tus hijas hemos crecido seguras, en un entorno
feliz y lleno de amor. Has sido nuestro cobijo, nuestra
maestra, nuestra referencia y nuestra guía.
Ahora que te has ido, tu ausencia física nos atenaza.
No concebimos este mundo sin ti, sin tus consejos,
sin tu sonrisa, sin tu templanza, sin tu protección.
Como consuelo del dolor y de la pérdida incon-
mensurable nos queda nuestra fe y tu ejemplo
de vida, que nos acompañará siempre. Hemos
sido testigos de cómo, junto con tus inolvidables
y extraordinarias compañeras de camino Isabel
O’Shea y Sonsoles Álvarez de Toledo —las tres va-
lientes mujeres que tuvisteis que suplir lo que otros
deberían haber hecho y no hicieron—, fundaste en
1981 la Hermandad de Familiares de Víctimas del
Terrorismo, para tratar de paliar el desvalimiento
en todos los órdenes de tantas personas golpeadas
por el inmisericorde azote del terrorismo.
-333-
ANA MARÍA
VIDAL-ABARCA
LÓPEZ
Artículo de Ana Velasco,
hija de Ana María Vidal-Abarca
Revista Fundación nº 51
( junio de 2015)
Ana Velasco Vidal-Abarca
Tú respondiste al odio y a la destrucción con amor
y generosidad, canalizaste el dolor entregándote
en cuerpo y alma a la causa de las víctimas del te-
rrorismo, buscándolas una a una por toda España,
consolándolas y consolándoos juntas, esforzán-
dote frente a las dificultades, frente a las puertas
cerradas, frente a la indiferencia o la desafección,
demandando incansablemente lo que sabías que
las víctimas y la sociedad española merecían: justi-
cia con mayúsculas, sin mercadeos, sin dejaciones
y con integridad, al igual que reclamaste desde
el principio coherencia y principios para vencer al
mal, sin vulnerar jamás las normas del Estado de
derecho que deben de regir, pase lo que pase, el
comportamiento de todos.
Durante los siete meses que ha durado tu enferme-
dad has vuelto a dar muestra de tu fortaleza, de tu
ánimo y de tu optimismo. Ni una queja, ni un la-
mento. Has luchado hasta el final, has sido activa
hasta el último momento y, nuevamente, los que
te queremos —que somos tantos— hemos tenido el
privilegio de aprender de tu valerosa actitud ante
la adversidad.
Ahora nos dejas una responsabilidad enorme, man-
tener tu espíritu conciliador y constructivo pero
exigente en lo fundamental, seguir defendiendo la
justicia verdadera que siempre reclamaste y man-
tener el compromiso con nuestra querida patria
por la que nuestro padre dio su vida y a la que los
dos, padre y madre, amasteis con profunda lealtad.
Vuestro extraordinario ejemplo nos guiará siempre.
 -334-
MAITE
PAGAZAURTUNDÚA
RUIZ

Entrevista a Maite Pagazaurtundúa

Revista Fundación nº 12
(septiembre de 2005)

Delmi Álvarez
Pre s i d e n t a d e l a Fu n d a c i ó n Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o

MAITE PAGAZAURTUNDÚA RUIZ

Hermana de Joseba Pagazaur tundúa Ruiz, asesinado por ETA en 2003

“LA UNIÓN NOS HACE FUERTES

FRENTE A LOS FANÁTICOS”
Fernando Delgado

La palabra “compromiso” está presente en el discurso
de Maite Pagazaurtundúa cuando recuerda el mo-
mento en que decidió asumir la presidencia de la
Fundación Víctimas del Terrorismo. “Antes que nada
sabía que debía comprometerme y decir que sí”, ase-
gura en el transcurso de esta entrevista, en la que deja
claro su “cariño, respeto y admiración” por Ana María
Vidal-Abarca.
Desde la presidencia de la Fundación, Maite Paga-
zaurtundúa quiere desarrollar los programas que se
han concebido, ayudando en lo posible a las víctimas
y a sus representantes. No es su intención avivar des-
encuentros sino todo lo contrario, porque intentará
“hacer ver a los líderes sociales, mediáticos y políticos
que solo podremos hacer frente a los fanáticos con
eficacia caminando unidos, porque solo la unión nos

hace fuertes”. Está convencida de que la politización es
un tema muy secundario en la vida de los colectivos,
asociaciones y fundaciones. “Yo creo que comparten
cuestiones sustanciales de dignificación de las víc-
timas, de luchar contra la impunidad o a favor de la
verdad y de la justicia. Tampoco podríamos estable-
cer una causa directa entre pluralidad y polarización,
lo que ocurre es que no estamos ajenos a un debate
social y político que sí se ha polarizado extraordinaria-
mente, con un ambiente muy enrarecido y canalla”.
Maite Pagazaurtundúa comparte sus múltiples acti-
vidades profesionales, personales y familiares con su
“compromiso” con las víctimas, un “compromiso” aún
más íntimo desde el 9 de febrero de 2003, día en que
ETA asesinó a su hermano Joseba, jefe de la Policía
Local de la localidad guipuzcoana de Andoain. La pre-
sidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo nació
en Hernani (Guipúzcoa) en 1965 y es licenciada en Filo-
logía Hispánica y en Filología Vasca por la Universidad
de Deusto.
¿Cuáles son los motivos que la llevaron a aceptar
la presidencia de la Fundación Víctimas del Terro-
rismo?
Antes de pararme a reflexionar, sabía que debía com-
prometerme y decir “sí”. Pensé en la estabilidad del
trabajo de la Fundación, en que pudiera continuar sin
contratiempos ayudando a los colectivos de víctimas
y a la cultura de la memoria y de los valores demo-
cráticos. Es que me parece eficaz para hacer frente a
cualquier manifestación del fanatismo, tanto presente
como futura.
¿Qué opinión le merece la labor realizada por su
antecesora, Ana María Vidal-Abarca?
Solo puedo tener palabras de respeto, de cariño y de
admiración hacia Ana. Su trabajo siempre ha estado
basado en la sensatez y en la experiencia, alenta-
do siempre en el cariño hacia las personas que han
sufrido el horror, en el compromiso profundo, neta-
mente humano, con los que sufren, más allá de las
cuestiones ideológicas. Creo que podríamos definirlo
como el resultado de un compromiso de enorme ca-
lidad personal.
¿Puede decirnos, según su opinión, quién es vícti-
ma del terrorismo?
Hay una consideración objetiva y otra subjetiva. La pri-
mera la marcan las normas y la segunda se marca por
-335-
MAITE
PAGAZAURTUNDÚA
RUIZ
un vínculo emocional y afectivo. Los que han sufrido
un atentado lo son, por supuesto. También los entor-
nos familiares sufren directamente las consecuencias
morales y afectivas de las secuelas de un atentado.
Cuando se habla de familias destrozadas y rotas no se
exagera ni un ápice, es exactamente así: hijos y padres,
hermanos, cónyuges, se ven afectados en el sufrimien-
to o, en su caso, en el duelo. Aunque coexisten en
nuestra sociedad muchos tipos de familia, en aquellas
familias amplias y muy unidas, el número de víctimas
puede llegar a ser muy grande.
¿Y qué cree que esa víctima anónima le pide a la
sociedad y a los poderes públicos que la repre-
sentan?
Reconocimiento de su condición, en primer lugar,
frente a la desmemoria, frente a la impunidad, frente
a la enorme injusticia que significa el terrorismo. Pro-
tección económica y social para hacer frente a una
situación de devastación personal y familiar, apoyo
psicológico, en los casos que resulte necesario, y cari-
ño, porque el cariño ayuda a salir adelante.
En resumen, ¿qué necesita, hoy por hoy, una vícti-
ma del terrorismo?
Reconocimiento para la memoria y la justicia con-
tra el fanatismo que produjo el horror del terrorismo.
Protección económica y social, y apoyo y cariño de la
sociedad y de las instituciones.
¿Cree, como se ha llegado a decir, que hay vícti-
mas de primera y de segunda?
Hubo un tiempo muy duro en que las víctimas no
fueron reconocidas y más bien eran arrumbadas. Se
los llamó mucho después los “años de plomo”. Los
años setenta, ochenta y parte de los años noventa.
Los años en que más muertos causó el terrorismo
en España. No podremos dar jamás lo que merecían
a quienes sufrieron en silencio y en soledad años y
años de duelo y de tortura psicológica. Aquellas fue-
ron víctimas de segunda, en todos los sentidos. Por
fortuna, desde hace 10 años las cosas cambiaron de
forma radical.
A su juicio, ¿qué une y qué separa a las víctimas
del terrorismo islámico de las de ETA?
Nos unen el dolor y el deseo de que no se olvide lo que
nos ha pasado. Y es que los terroristas, atacándonos,
atacan a toda la sociedad española, y es importante
no olvidar. Nos une el deseo de verdad y justicia, el
 -336-
MAITE
PAGAZAURTUNDÚA
RUIZ

Las víctimas necesitan reconocimiento de su condición

frente a la desmemoria, la impunidad y la enorme injusticia
que significa el terrorismo. También necesitan protección
económica y social para hacer frente a una situación
de devastación personal y familiar, además de apoyo
psicológico y cariño, porque el cariño ayuda a salir adelante

deseo de que los crímenes no queden impunes. Nos
separa la excusa de los fanáticos terroristas: en un caso
son pretextos políticos nacionalistas y en el otro caso
son pretextos religiosos con un fondo antiimperialista.
Nos separan el modus operandi y los tiempos de los
terroristas, puesto que en el País Vasco llevan varias
décadas aterrorizando y el horror en Madrid lo cono-
cimos hace mucho menos tiempo. Nos separa que en
España nadie saca la cara a los integristas islámicos
cuando en el País Vasco hay personas que se dicen
honradas y se creen buenas que apoyan a los terroris-
tas etarras, o cuando menos son equidistantes entre
víctimas y victimarios.
¿Considera que la existencia de más de una dece-
na de colectivos, asociaciones y fundaciones de
víctimas es positiva para su reconocimiento so-
cial?
Supongo que sí. Las asociaciones, colectivos y funda-
ciones han ido surgiendo en virtud de las necesidades
que sentían sus miembros. El poder de penetración
social de las mismas, en cualquier caso, dependerá
más del acierto en sus proyectos que del número, ló-
gicamente.
¿No cree que la existencia de tantos colectivos ha
politizado sus actividades?
Me parece que la politización es un tema muy se-
cundario en la vida de los colectivos. Yo creo que
comparten las cuestiones sustanciales de dignificación
de las víctimas, de lucha contra la impunidad o a favor
de la verdad y de la justicia. Tampoco podríamos esta-
blecer una causa directa entre pluralidad y polarización,
lo que ocurre es que no estamos ajenos a un debate
social y político que sí se ha polarizado extraordinaria-
mente, con un ambiente muy enrarecido y canalla.
En este sentido, ¿tiene la impresión de que los par-
tidos políticos han querido utilizar a las víctimas?
Los partidos políticos —todos ellos— no son coros de
arcángeles, como no lo es ninguna forma asociativa
humana. El problema es que no es un buen momen-
to en la relación entre los grandes partidos políticos
españoles, y esto afecta y envenena lo relativo a esta

Maite Pagazaurtundúa y su madre, junto al artista Agustín Ibarrola, la viuda de Joseba y el alcalde de Andoain
cuestión que la sociedad española estima como im-
portante.
¿Qué va a hacer la Fundación para apoyar a las
víctimas y a quienes las representan?
Desarrollar nuestros programas de la forma en que
los hemos concebido, ayudando en lo posible a las
víctimas y a sus representantes. Por supuesto, pro-
curaremos no avivar desencuentros. Y en nuestra
modestia, intentaremos hacer ver a los líderes sociales,
mediáticos y políticos que solo podremos hacer frente
a los fanáticos con eficacia caminando unidos, porque
solo la unión nos hace fuertes.
¿Cuál debería ser la acción de los partidos políti-
cos y del Gobierno y cómo deberían repartirse los
papeles para mejorar la atención a las víctimas?
La receta es simple pero la ejecución es complicada:
en mi opinión, lo ideal es poner en primer lugar los in-
tereses de la sociedad para luchar contra el terrorismo,
contra el fanatismo, a favor de la memoria y el recuer-
do de los que nos fueron arrebatados injustamente.
-337-
MAITE
PAGAZAURTUNDÚA
RUIZ
Javier Echezarreta / EFE
¿Qué le pediría al presidente del PP, Mariano Rajoy?
Que sea capaz de poner la lealtad humana con la
sociedad por encima de la lealtad hacia los intereses
partidarios, sin autoengaños y sin ceder a las pre-
siones de los sectarios, que existen en todas las filas
políticas.
¿Y al presidente del Gobierno, José Luis Rodrí-
guez Zapatero?
Lo mismo. Que sea capaz de poner la lealtad huma-
na con la sociedad por encima de la lealtad hacia los
intereses partidarios, sin autoengaños y sin ceder a
las presiones de los sectarios, que existen en todas las
filas políticas.
¿Cree, por último, que nos encontramos hoy más
cerca que nunca de la paz?
No lo sé. Mirando los últimos 30 años me parece que
sí, aunque dependerá de nuestra unión y fuerza como
sociedad, del grado de acierto en lo que hemos veni-
do trabajando hasta ahora y tal vez, aunque sea en un
grado muy menor, del azar.
 -338-
MARIMAR
BLANCO
GARRIDO
Pre s i d e n t a d e l a Fu n d a c i ó n Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o
MARIMAR BLANCO GARRIDO
Hermana de Miguel Ángel Blanco Garrido, asesinado por ETA en 1997
“LAS VÍCTIMAS APORTAN LA VERDAD
PARA EVITAR QUE ETA REESCRIBA
SU HISTORIA DE TERROR”
En su primera entrevista como presidenta de la Fun-
dación Víctimas del Terrorismo, Marimar Blanco ha
sentado las bases del trabajo que queda por hacer en
esta institución. La recién nombrada presidenta de la
Fundación asegura que “las víctimas van a aportar la
verdad de lo ocurrido, en un momento muy importan-
te en el que se está tratando de manipular e imponer
el relato final de ETA”.
Marimar Blanco tiene palabras de elogio para quienes
le precedieron al frente de la Fundación y, tanto a Ana
Entrevista a Marimar Blanco
Revista Fundación nº 41
(diciembre de 2012)
Juan Carlos Linaje
Fernando Delgado
María Vidal-Abarca como a Maite Pagazaurtundúa, les
agradece “su cercanía y cariño” y asegura que su tra-
bajo “ha servido para salvaguardar su buen nombre y
para mantener el respeto que a día de hoy se merece
esta institución”. Pero, mirando al futuro, insiste en que
hay que “trabajar de una manera muy firme, clara y
contundente en la defensa de la memoria, la verdad y
la justicia de las víctimas y, sobre todo, en asentar las
bases de la verdad y la memoria para contrarrestar las
tentaciones manipuladoras de quienes quieren reescri-
bir la historia de terror de ETA, blanqueando su pasado”.

Está convencida de que no hay nada que negociar
con los terroristas y considera que, “cuando un gobier-
no negocia con una organización terrorista como ETA,
da a entender que hubo razones para cometer cada
uno de los asesinatos”. Al referirse a la situación de im-
punidad creada por la existencia de 326 asesinatos de
ETA sin resolver judicialmente, argumenta que “una
historia sin justicia nunca será historia y un relato con
impunidad nunca estará basado en la verdad”.
La nueva presidenta de la Fundación desea que no
haya dudas sobre su compromiso con todas las vícti-
mas: “Quiero manifestar mi compromiso con todas y
cada una de las víctimas y de las asociaciones y fun-
daciones que las representan”, independientemente
de si son víctimas de ETA, del terrorismo yihadista, de
los GRAPO o de cualquier otra organización asesina.
¿Qué significa para Marimar Blanco ser presiden-
ta de la Fundación Víctimas del Terrorismo?
Es para mí un honor y un orgullo presidir una institu-
ción tan importante como la Fundación Víctimas del
Terrorismo. Como presidenta, quiero manifestar mi
compromiso con todas y cada una de las víctimas y
de las asociaciones y fundaciones que las representan,
que sin duda son todo un ejemplo de compromiso y
de voluntad de trabajo en beneficio de los intereses y
de los derechos y las necesidades de las víctimas.
¿Cómo valora el trabajo realizado en esta fundación
por sus antecesoras en el cargo, Ana María Vidal-
Abarca y Maite Pagazaurtundúa?
Quiero agradecer tanto a Ana María Vidal-Abarca
como a Maite Pagazaurtundúa su compromiso firme
y claro con todas y cada una de las víctimas del te-
rrorismo, así como su cercanía y su cariño. El trabajo
desempeñado por ellas, desde el año 2001, fecha en
la que se constituyó la Fundación, ha servido para
salvaguardar su buen nombre y para mantener el
respeto que a día de hoy se merece esta institución.
¿Qué significado tiene contar en la presidencia
de honor con el expresidente del Gobierno Adolfo
Suárez?
Creo recordar que, cuando Adolfo Suárez se hizo car-
go de la presidencia de esta Fundación, en 2001, dijo
públicamente que quería dedicar su esfuerzo durante
estos años a apoyar a las víctimas del terrorismo, con
quienes la sociedad tenía contraída una deuda impa-
gable. Y sin duda lo ha hecho, permaneciendo año
-339-
MARIMAR
BLANCO
GARRIDO
tras año en la presidencia de honor de esta institución.
Pero, además, quiero añadir que los que pertenece-
mos a la Fundación Víctimas del Terrorismo sabemos
que también debemos dedicar todo nuestro empe-
ño a ser, ante la sociedad, el altavoz de las víctimas de
todos y cada uno de los terrorismos que desgraciada-
mente han actuado en España y contra los españoles.
¿Cree que a día de hoy las aportaciones de las
víctimas del terrorismo siguen siendo necesarias
para la sociedad?
Si cabe, hoy día las aportaciones de las víctimas son
más necesarias que nunca, porque las víctimas van a
aportar la verdad de lo ocurrido, en un momento muy
importante en el que se está tratando de manipular e
imponer el relato final de ETA, precisamente por par-
te de quienes han causado tantas muertes y tantos
heridos, o nos han amenazado o extorsionado, y han
causado tanto dolor a nuestros familiares.
¿Cuáles son, en este sentido, sus prioridades en
el trabajo que piensa llevar a cabo al frente de la
Fundación?
En primer lugar, quiero dar continuidad a todas las
actividades y proyectos que mis predecesoras em-
prendieron en la Fundación. Pero, especialmente,
quiero trabajar de una manera muy firme, clara y con-
tundente en la defensa de la memoria, la verdad y la
justicia de las víctimas y, sobre todo, en asentar las ba-
ses de la verdad y de la memoria para contrarrestar
las tentaciones manipuladoras de quienes quieren
reescribir la historia de terror de ETA, blanqueando su
pasado. Por ello, entiendo que hay que emprender to-
das aquellas actividades y proyectos que defiendan la
verdad y la memoria de las víctimas. Y en ello estamos
trabajando ya.
ETA ha dejado de matar, pero… ¿ha desaparecido?
ETA ha dejado de matar, pero desgraciadamente to-
davía no ha desaparecido de nuestras vidas. No es
pasado, sigue siendo presente, porque el anuncio
del cese definitivo de la violencia no supone un pun-
to final, más bien un punto y seguido, donde nuestro
nivel de exigencia debe seguir siendo el mismo: di-
solución incondicional de la organización terrorista,
entrega de armas, reconocimiento de la historia de
terror y petición de perdón, no solo a las víctimas
sino a toda la sociedad española en general, por el
terrible daño causado tanto físico como moral. Pero
todavía queda camino por recorrer hasta que ETA
 -340-
MARIMAR
BLANCO
GARRIDO
desaparezca definitivamente y aún nos queda más
camino hasta que la convivencia se asiente y se con-
solide de forma definitiva en el País Vasco.
¿Cómo está instalada ETA en la sociedad vasca?
¿Cree que ha conseguido sus objetivos?
Desgraciadamente, en el País Vasco se ha impuesto
un mantra de acogimiento a los que ya no matan pero
ni han denunciado ni condenado cada uno de los crí-
menes cometidos. Es humillante y doloroso observar
cómo quienes han sembrado tanto dolor a través de
las pistolas y las bombas consiguen más escaños que
aquellos que han sufrido de manera directa o indi-
recta las pistolas y las bombas. Han logrado volver a
participar en la vida política y, a través de ella, van a
intentar manipular y confundir a las nuevas y futuras
generaciones, pero es nuestra obligación hacer que
prevalezca la verdad y que no se ofenda ni a las vícti-
mas ni a la democracia, que les permite participar en
política e incluso gobernar.
Está claro que ETA y el mundo que la apoya trata
por todos los medios de reescribir su historia de
terror. Incluso la terrorista “Anboto” ha dicho en
París durante un juicio que ETA no es una orga-
nización terrorista. ¿Qué pueden hacer las víc-
timas para que prevalezca la verdad ante esta
estrategia de los asesinos?
La estrategia de ETA va a consistir en desnaturalizar
la memoria de las víctimas del terrorismo y legitimar
su historia de terror a través de la vieja teoría del con-
flicto. Por este motivo, desde la Fundación queremos
centrarnos en llevar a cabo cuantas actividades y pro-
yectos sean necesarios con el fin de que la memoria de
quienes han luchado contra el terrorismo perdure sin
que se olvide lo que hicieron para defendernos a to-
dos, para defender nuestra democracia. Hoy, más que
nunca, estamos obligados a escribir la historia desde la
verdad de lo ocurrido y a no permitir que otros, los que
han causado tanto dolor y tanto horror, la reescriban
a su antojo. Y es que no se puede falsear ni el pasado
ni el presente. Solo desde la memoria, la verdad y la
justicia conseguiremos que nunca nada ni nadie per-
mita a los terroristas justificar y legitimar cada uno de
los crímenes cometidos. Ante la amnesia colectiva que
unos pretenden imponer, solo cabe emplear la verdad,
porque la verdad nos hace libres a todos.
Hay pruebas sobradas de que los terroristas y
quienes les secundan buscan la equiparación de
las víctimas del terrorismo con las que ellos deno-
minan “del Estado”. ¿Qué opinión le merece esa
estrategia?
Esa es una estrategia que desde hace ya muchos
años está practicando la banda terrorista ETA, que
consiste en trasladar la vieja idea de la existencia de
un conflicto en el que hay víctimas de un lado y de
otro. La verdad de las víctimas desmonta sin duda y
de manera categórica esa estrategia. Sin olvidar que
aquí solamente ha habido una banda terrorista que
ha amenazado a inocentes para tratar de imponer sus
ideas totalitarias. Ellos buscan la desnaturalización de
las propias víctimas del terrorismo que han causado y
de toda su historia de terror, blanqueando esa historia
y lavando la imagen de los terroristas. Y para hacer-
les frente, creo que debemos mantenernos firmes y
alzar la voz para decir la verdad de las víctimas del te-
rrorismo, que, insisto, es importante para desmontar
cualquier intento de equiparación.
Trabajaré de una manera
muy firme, clara
y contundente en la defensa
de la memoria, la verdad
y la justicia de las víctimas,
contrarrestando
las tentaciones
manipuladoras de quienes
quieren reescribir
la historia de terror de ETA
Como sabe, el Gobierno Vasco anunció su deci-
sión de reconocer como víctimas de sufrimientos
injustos y abusos policiales a los etarras “Txiki” y
Otaegi. ¿Qué hay detrás de todo esto?
Sin duda, detrás de todo esto está la equiparación entre
las víctimas que tanto buscan en su estrategia quienes
apoyan a ETA. “Txiki” y Otaegi eran dos etarras, forma-
ban parte de la banda terrorista, y no es justo que se
trate de vender a la sociedad que son dos héroes de
nuestra democracia. No lo son y, por ello, considero

que se debe impedir que terroristas como estos pue-
dan ser reconocidos como víctimas y como héroes.
¿Cree que el Gobierno debe negociar con ETA su
fin definitivo?
No, nunca, porque cuando un gobierno negocia con
una organización terrorista como ETA, da a entender
que hubo razones para cometer cada uno de los asesi-
natos. Pienso que, para derrotar a ETA, lo que cabe es
la aplicación de la ley, la colaboración de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado para la localización y
detención de los terroristas, la cooperación internacio-
nal y la Justicia. Del pasado tenemos que aprender de
los aciertos, pero también de los errores. Y este pasado
reciente nos dice que, cuando se negocia, se claudica
con los terroristas, se produce un retroceso en la lucha
antiterrorista y se les da esperanzas de conseguir los
objetivos por los cuales han asesinado a tantos y tantos
ciudadanos, todos inocentes. Con cualquier organiza-
ción terrorista, solo cabe la firmeza de nuestro Estado
de derecho, y nunca, repito, nunca, la negociación.
¿Cree que es necesario seguir trabajando en el
ámbito internacional para erradicar los apoyos a
los terroristas?
Sin duda, el trabajo en el ámbito internacional es
esencial y, por ese motivo, desde la Fundación nos
esforzaremos todo lo posible en llevar la voz de las
víctimas fuera de nuestras fronteras, allá donde
quienes apoyan a los terroristas lanzan sus men-
sajes manipuladores de la verdad. Debemos tener
en cuenta que la estrategia manipuladora de ETA
comenzó hace muchos años en determinados paí-
ses de Europa y América, donde extendieron la
idea de que vivíamos un conflicto en el que el País
Vasco sufría la opresión de los estados español y el
francés. Y como sabemos que una de las labores
principales de ETA es extender lo que ellos deno-
minan “el conflicto” en el mundo internacional,
desde esta Fundación vamos a trabajar todo lo que
podamos en llevar la voz de las víctimas fuera de
nuestras fronteras para que se conozca la verdad
de lo ocurrido.
Si algo ha marcado en los últimos meses la acti-
vidad de todos los colectivos de víctimas del te-
rrorismo ha sido su trabajo contra la impunidad
que se pone de manifiesto por la existencia de
326 asesinatos de ETA sin autor conocido. ¿Qué
opinión le merece?
-341-
MARIMAR
BLANCO
GARRIDO
Uno de los objetivos fundamentales de la Fundación
es trabajar por la justicia y acabar con la impunidad
que desgraciadamente existe, como lo demuestran
los 326 asesinatos de ETA sin resolver por falta de au-
tor conocido. Debemos ser conscientes de que es una
prioridad, que todas las víctimas tienen derecho a la
justicia, y en estos momentos en que se está escribien-
do el relato final debemos trabajar para que ese relato
no esté basado en la impunidad, porque hay que tener
en cuenta que una historia sin justicia nunca será his-
toria y un relato con impunidad nunca estará basado
en la verdad. Por ello, la Fundación está esforzándose
todo lo que puede en buscar soluciones mediante el
trabajo conjunto con la Audiencia Nacional.
¿Qué labor realiza actualmente la Fundación
con las autoridades judiciales para resolver este
problema de la impunidad?
Contando con el apoyo de la práctica totalidad de
las asociaciones y fundaciones de víctimas, se ha
trabajado con la fiscalía y la presidencia de la Au-
diencia Nacional para conocer con exactitud los
asesinatos de ETA que no han podido ser resuel-
tos por la Justicia. Nos consta la preocupación que
este importante asunto de impunidad ha causa-
do en el propio presidente de la Audiencia, Ángel
Juanes, y en el fiscal jefe, Javier Zaragoza, y es-
peramos que pronto concluyan sus trabajos para
seguir avanzando.
Desgraciadamente, en España el terrorismo no
solo ha venido de la mano de ETA. Hemos sufrido
otros terrorismos, como los GRAPO o el yihadismo.
¿Cómo se relaciona la Fundación con las víctimas
de estos otros terrorismos?
Quiero que quede claro que la Fundación trabaja
para todas y cada una de las víctimas del terrorismo,
ya sean de ETA, los GRAPO, el yihadismo… Y por eso,
cuando hablo de mi compromiso firme con las víc-
timas, incluyo por supuesto a todas las víctimas y
asociaciones que las representan, ya sean del terro-
rismo etarra, del yihadista o del de los GRAPO. Quiero
decir que, cuando hablo de “víctimas”, pongo el nom-
bre pero nunca el apellido. Y también tengo que decir
que todos los proyectos que la Fundación pone en
marcha en reconocimiento de la verdad, la memoria
y la justicia se hacen extensibles a todas y cada una de
las víctimas y sus asociaciones, independientemente
de la organización terrorista que haya causado esas
víctimas.
 -342-
TOMÁS
CABALLERO
MARTÍNEZ

Entrevista a Tomás Caballero

Revista Fundación nº 71-72
(septiembre de 2020)

José Casares
Pre s i d e n te d e l a Fu n d a c i ó n Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o

TOMÁS CABALLERO MARTÍNEZ

H i j o d e To m á s C a b a l l e ro Pa s to r , a s e s i n a d o p o r E TA e n 1 9 9 8

“NO CONTAR LA VERDAD SOBRE EL TERRORISMO

ES POSIBILITAR SU JUSTIFICACIÓN,
Y ESO ES UNA GRAN IRRESPONSABILIDAD”

Miguel Renuncio

Siguiendo el ejemplo de Adolfo Suárez, Ana María Vi-
dal-Abarca, Maite Pagazaurtundúa y Marimar Blanco,
Tomás Caballero Martínez asumió el pasado 28 de
julio su nombramiento como nuevo presidente de la
Fundación Víctimas del Terrorismo. Hasta entonces,
ocupaba el cargo de vicepresidente segundo. Este
pamplonés de 55 años es hijo de Tomás Caballero Pas-
tor, concejal de Unión del Pueblo Navarro asesinado
por ETA el 6 de mayo de 1998. Compagina su trabajo
en el sector privado con la presidencia de la Fundación
Tomás Caballero, que mantiene viva la memoria de su
padre. Además, pertenece a la Asociación Víctimas del
Terrorismo, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo y la
Asociación Navarra de Víctimas del Terrorismo de ETA.

Elegido por decisión de los representantes del
Estado en el Patronato de la Fundación Víctimas
del Terrorismo, ¿cómo afronta su nombramiento
como presidente?
Lo afronto con mucho honor y con mucha responsabi-
lidad, por lo que podemos decir que afronto una muy
honorable responsabilidad. Es cierto que ya llevo unos
años de vicepresidente segundo y conozco la Funda-
ción, sus fines, que se plasman en sus proyectos, y las
personas que trabajan para sacarlos adelante, exce-
lentes profesionales, lo cual proporciona tranquilidad
y confianza. Quizás la mayor limitación la tenga en mi
disponibilidad, ya que tengo que conciliarlo con mi
vida laboral y, en ese sentido, no vivir en Madrid no fa-
cilitará mi presencia en algunos actos a los que sí me
gustaría asistir.
Vicepresidente de la Fundación desde octubre de
2012, ahora sustituye en el cargo a Marimar Blan-
co. ¿Ha hablado con ella?
Sí, claro. El relevo se realizó en la última reunión del Pa-
tronato, donde Mar actuó como presidenta y yo como
vicepresidente. Me trasladó su apoyo durante mi pre-
sidencia y su confianza en que el trabajo continuo al
frente de nuestra Fundación sirva para mantener el re-
conocimiento y la memoria que todas las víctimas del
terrorismo merecen. Todo el Patronato, y yo especial-
mente, le agradecimos su compromiso y dedicación
en defender los valores y fines que nos unen a todas
las víctimas del terrorismo, como son la Memoria, Dig-
nidad, Justicia y Verdad.
¿Cuáles son sus objetivos al frente de la Funda-
ción?
La Fundación tiene definidos en sus estatutos sus fines
fundacionales y, por no enumerarlos ahora, me sirve
nuestro resumen de la página web: “Queremos pro-
mover y divulgar los valores democráticos, la defensa
de los derechos humanos, la pluralidad y la libertad
de los ciudadanos y, al mismo tiempo, ser un vehícu-
lo útil de consulta para una mejor comprensión de la
situación del colectivo de víctimas del terrorismo en
España”. Mis objetivos son estos.
Su padre fue asesinado por defender la libertad,
la justicia y la paz. ¿Se siente inspirado por los
mismos ideales?
Los que somos padres sabemos de nuestra influen-
cia en nuestros hijos, por lo tanto, es seguro que los
valores en que mis padres me educaron, junto a mis
-343-
TOMÁS
CABALLERO
MARTÍNEZ
hermanos, nos influyen actualmente en nuestro día
a día y también ahora, cuando tomamos decisiones
incluso menos cómodas que sus correspondien-
tes alternativas. Él vivió con mucho compromiso
social y mucha coherencia hasta que lo mataron, y
precisamente, al elegirlo y matarlo, sin querer lo per-
petuaron.
¿A qué retos se enfrentan hoy las víctimas del te-
rrorismo en España?
Me produce mucho respeto opinar en nombre de
las víctimas del terrorismo, ya que no he sido elegi-
do su portavoz. Realmente presido la Fundación de
todas ellas, asociadas o no a las asociaciones existen-
tes, las cuales también queremos que formen parte
de esta. No obstante, me atrevo a enumerar algu-
nos retos que afectan a muchas víctimas: cobertura
máxima de los aspectos asistenciales; eliminación de
agravios provocados por las distintas normativas de
apoyo a las víctimas; avance y transparencia máxima
con los afectados por casos sin resolver; abordar sin
complejos ni equidistancias el aspecto educativo de
nuestros jóvenes para que conozcan la verdad y de-
fiendan una sociedad libre y plural, sin imposiciones,
etc.; y fomentar todos los reconocimientos a las víc-
timas, que mantienen la memoria y dignificación de
las mismas.
¿Cómo piensa que debe ser la relación de la Fun-
dación con el resto de las asociaciones y funda-
ciones de víctimas del terrorismo?
Todos los colectivos de víctimas del terrorismo for-
man parte de nuestros fines fundacionales, y algunos
de ellos están en su Patronato o estuvieron en el mo-
mento de su constitución o se han incorporado más
tarde. En nuestros fines fundacionales está la colabo-
ración con dichos colectivos en posibles actividades
con fines coincidentes, prestar asesoramiento y apo-
yo en la gestión si así lo demandan, incluso creando
o participando en la creación de otras entidades si
así se considera conveniente. Esto se concreta todos
los años en una convocatoria abierta de ayudas en
colaboración que tiene muy buena acogida, y no re-
cuerdo que ningún solicitante que hubiera cumplido
los requisitos administrativos exigidos se haya queda-
do al margen.
¿Y con la Fundación Centro para la Memoria de las
Víctimas del Terrorismo, también adscrita al Mi-
nisterio del Interior?
 -344-
TOMÁS
CABALLERO
MARTÍNEZ
La Fundación Centro para la Memoria de las Víctimas
del Terrorismo como tal también tiene definidos sus
fines fundacionales en sus estatutos, dando cumpli-
miento al mandato previsto en el artículo 57 de la
Ley 29/2011, de 22 de septiembre, de Reconocimien-
to y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo:
preservar y difundir los valores democráticos y éticos
que encarnan las víctimas del terrorismo, construir
la memoria colectiva de las víctimas, y concienciar
al conjunto de la población para la defensa de la
libertad y de los derechos humanos y contra el te-
rrorismo. Por lo tanto, en dichos fines podemos
colaborar y, de hecho, así venimos haciéndolo en di-
versos actos o actividades.
Entre los temas de actualidad, está la política
penitenciaria con los presos de ETA. Partien-
do de la base de que en un colectivo tan plural
como el de las víctimas del terrorismo no hay
una opinión unánime sobre la cuestión, ¿a us-
ted qué opinión le merecen los acercamientos
de presos de ETA?
Efectivamente, tengo mi opinión al respecto, pero
mientras sea presidente de la Fundación Víctimas del
Terrorismo no quiero compartirla públicamente, no
tanto por evitar el encuadre político que los medios
hagan de mi postura, sino por respeto a las víctimas
que no opinen como yo.
Las víctimas han mostrado reiteradamente su re-
chazo a los homenajes a presos de ETA cuando
abandonan la cárcel, algunos de ellos recibidos
como si fueran héroes. ¿Tan difícil es entender
que son asesinos? ¿Tiene intención de pedir a las
autoridades competentes que apliquen la legisla-
ción vigente para impedir esos recibimientos?
Yo quiero pensar que las autoridades no son negli-
gentes y actúan conforme a la legislación vigente. En
su pregunta afirma algo que yo desconozco. Para mí,
ser realista es conocer que los asesinos formaban par-
te de una organización terrorista que abarca mucho
más que los meros ejecutores y que ha contado con
un apoyo social que celebra la salida de la cárcel de
sus miembros. Para ellos es el único consuelo al saber
que han arruinado su vida y también la de sus fami-
lias, destrozando irreversiblemente las de sus víctimas.
Aunque los reciban, los que, a su vez, están obligados
a hacerlo, en su soledad y cuando intenten conciliar
el sueño siempre escucharán el ruido de sus balas
o bombas asesinas, siendo sabedores de que asu-
mieron el papel más vil y pardillo de todos. Yo como
víctima sufro los recibimientos por la parte más cobar-
de de los mismos. Una vez más, esa sociedad podrida
y amargada que alienta y apoya tanta cobardía y false-
dad por la causa de un pueblo que mayoritariamente
los rechaza.
¿Le preocupa que EH Bildu haya mejorado signi-
ficativamente su resultado en las últimas eleccio-
nes al Parlamento Vasco?
Preocupación no es la palabra, tristeza profunda pre-
feriría, aunque no sorpresa. Es la evidencia clara de la
eliminación de la libertad, en Euskadi y parte de Nava-
rra, por parte de quien ha ejecutado a sus contrarios.
Esto lo entienden hasta los niños. Se ha usado mucho
la palabra paz, pero yo reivindico y añoro, para todos,
la palabra libertad. Convencer en lugar de imponer.
En resumen, es obvio que los procesos electorales en
el País Vasco tardarán en alcanzar el mínimo marco
de libertad para que cualquier ciudadano se presente
sin miedos ni heroísmos frente a los matones que han
amedrentado a dicha sociedad.
¿Qué acciones pretende impulsar frente al per-
manente intento de determinados sectores, es-
pecialmente en el País Vasco y Navarra, de blan-
quear la historia de lo sucedido?
Las mismas acciones que ya se vienen realizando
para alcanzar los fines estatutarios de nuestra Funda-
ción, que se resumen en Verdad, Memoria, Dignidad
y Justicia. Mi presidencia no implica un cambio en
nuestros fines y cualquier acción que los busque pue-
de ser adoptada.
¿Qué mensaje le gustaría trasladar a las víctimas
del terrorismo yihadista?
Efectivamente, el terrorismo de ETA que hemos su-
frido durante más de 40 años ocupa buena parte de
las entrevistas, pero a la víctima del terrorismo le da
igual quién haya sido el grupo que le ha roto la vida,
y nuestra Fundación lo es de todas ellas, por lo que el
mensaje debe servir por igual. Desde otros puntos de
vista (asistenciales, analíticos, académicos, etc.), sí se
consideran circunstancias más específicas. El formato
de los hechos no es el mismo y eso también tiene sus
consecuencias.
Aunque las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado continúan deteniendo a presuntos yihadis-
tas, ¿cree que se está trabajando adecuadamente

para atajar posibles procesos de radicalización en
mezquitas, prisiones, etc.?
Seguro que sí. Debemos tener plena confianza en
nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y en la cola-
boración internacional.
¿Cree que el terrorismo yihadista será derrota-
do, igual que lo ha sido el terrorismo de ETA, los
GRAPO, etc.?
Ante este tipo de preguntas, las respuestas indican
más el espíritu del entrevistado que un vaticinio más
o menos riguroso. Todos hemos escuchado eso de “no
hay mal que 100 años dure”, y eso puede deberse a
que este desaparece antes o a que lo hacemos no-
sotros, y esto es bastante seguro. Acciones puntuales
terroristas serán más probables que sólidas organi-
zaciones terroristas. Me viene un poco el símil de la
dimensión de las empresas: pymes frente a grandes
empresas. Las pymes se crean más fácilmente, pero su
vida suele ser más corta.
¿Va a seguir apostando la Fundación por llevar
el testimonio de las víctimas del terrorismo a los
centros educativos?
Los testimonios directos de las víctimas son especial-
mente relevantes para la Dignidad, Memoria, Verdad
y Justicia que necesita toda la sociedad y, sobre todo,
los jóvenes. No es fácil, porque el dolor es inmenso
y la lucha por sobrevivir puede aconsejar mayor dis-
tancia con el propio recuerdo o vivencia. Desde 2002,
dentro del programa “Educar para la convivencia”, se
han impartido más de 750 conferencias en más de
400 centros de enseñanza de toda España, llegando
el testimonio directo de las víctimas a más de 50.000
alumnos. En los dos últimos años, se lleva a cabo en
colaboración con el Ministerio del Interior.
La Fundación, junto al resto de asociaciones y fun-
daciones de víctimas del terrorismo, ha sido muy
crítica con “Herenegun!”, el programa educativo
del Gobierno Vasco. ¿Cuál es su opinión sobre este
programa?
Mi resumen sería que, tras las aportaciones de los dis-
tintos colectivos y las nuestras, se ha presentado un
proyecto mejorado y entiendo que hay la mejor volun-
tad por llevar un relato riguroso y cierto a los jóvenes
vascos. No contar la verdad es posibilitar la justifica-
ción, y eso sería una gran irresponsabilidad que solo
amparan los que han tenido algún grado de responsa-
bilidad en lo sucedido. Pienso que las víctimas somos
-345-
TOMÁS
CABALLERO
MARTÍNEZ
el dolor de conciencia en la sociedad vasca, por haber
sido testigos directos de lo que estaba sucediendo.
En 2020 se cumplen 60 años del asesinato de la
primera víctima del terrorismo en España, la pe-
queña Begoña Urroz. Seis décadas después, ¿le
preocupa el desconocimiento que los más jóve-
nes tienen de la historia del terrorismo en nues-
tro país?
Sí, por supuesto. Es sorprendente ver cómo hechos
tan graves de ayer mismo se desconocen o se cono-
cen muy someramente. Por ello, ya he comentado
que todas las acciones que trabajen la memoria y la
verdad son necesarias para educar a nuestros jóvenes
en la construcción de una sociedad decente.
Volviendo a la parte operativa de la Fundación,
recientemente se ha puesto en marcha un nuevo
sistema de ayudas. ¿Cuál es su finalidad?
La finalidad, una vez más, es asistir a las víctimas del
terrorismo o sus familiares promoviendo su bienes-
tar y compensando, en la medida de lo posible, las
limitaciones personales y económicas en las que se
encuentren como consecuencia de alguna acción
terrorista. Son complementarias a otras posibles y se
abonan normalmente previa justificación del gasto.
Editamos un folleto informativo específico que detalla
las mismas y que tenemos disponible en nuestra web
(https://fundacionvt.org/ayudas/).
Y en el apartado de ayudas en colaboración a
asociaciones y fundaciones de víctimas del te-
rrorismo, ¿se plantea modificar los criterios de
selección de los proyectos anualmente subven-
cionados?
Estos asuntos, efectivamente más de la parte ope-
rativa, se consensúan en el Patronato y siempre hay
voluntad de mejorar, por lo que la receptividad es total
a dichas mejoras.
Concierto In Memoriam, Premios Anuales, Cursos
de Verano y exposiciones, entre otras, son las ac-
ciones que la Fundación desarrolla en defensa de
la memoria de las víctimas ¿Se plantea alguna lí-
nea nueva de trabajo?
He tenido plena libertad de aportar ideas al Patronato
durante ocho años y así seguirá siendo para todos los
partícipes. Es decir, cualquier nueva idea alineada con
nuestros fines será bienvenida y, en ese foro, mis nue-
vas ideas las trasladaré previamente a mis patronos.
 -346-
GREGORIO
PECES-BARBA
MARTÍNEZ

Entrevista a Gregorio Peces-Barba

Revista Fundación nº 9
(diciembre de 2004)

José Huesca / EFE

A l to Co m i s i o n a d o d e A p oyo a l a s Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o

GREGORIO PECES-BARBA MARTÍNEZ

“NINGÚN BIEN NACIDO PUEDE NEGARSE

A COLABORAR EN LA AYUDA A LAS VÍCTIMAS”
Ha sido nombrado Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo
por José Luis Rodríguez Zapatero

Fernando Delgado

Cuando recibió la llamada del presidente del Gobier-
no, José Luis Rodríguez Zapatero, para ofrecerle el
cargo de Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas
del Terrorismo, Gregorio Peces-Barba no pudo negarse
a aceptarlo porque, como ha confesado en una en-
trevista concedida a esta revista, “ningún bien nacido
puede negarse a colaborar en la ayuda a las víctimas”.
La única condición que le puso al presidente del
Gobierno fue la de compartir su dedicación al Alto
Comisionado con la de su actividad en la Universi-
dad Carlos III. A sus 66 años, Peces-Barba va a tratar
de ofrecer su experiencia a la ayuda a las víctimas,
después de haber sido ponente constitucional,
presidente del Congreso entre 1982 y 1986 y, en la
actualidad, rector de la Universidad Carlos III.
Señor Peces-Barba, ¿qué supone para usted su
nombramiento como Alto Comisionado de Apo-
yo a las Víctimas del Terrorismo?

Un honor y una responsabilidad, pero también una
carga que exige trabajo para ayudar a las víctimas y
mantener mis clases en la universidad. Tendré que
dedicar la mitad de tiempo a cada una de las activi-
dades; eso sí, con la ayuda de mi equipo y poniendo
toda mi atención en aplicar mi experiencia.
¿Tuvo que insistirle mucho el presidente del Go-
bierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para que
aceptase el cargo?
Mire, creo que ningún bien nacido puede negarse a
colaborar en la ayuda a las víctimas del terrorismo.
Y cuando me comunicó su decisión, lo único que le
dije era que quería seguir manteniendo mi actividad
en la universidad. Cumplida esta condición, acepté.
¿Cuáles serán sus prioridades al f rente de esta
responsabilidad?
En primer lugar, hacer lo posible para crear una
imagen de Alto Comisionado alejado de políticas
partidistas, y eso lo demostraré con mi actitud y
con mi tacto. Y en segundo lugar, haré lo posible
para conocer bien todo lo relacionado con las víc-
timas y sus colectivos. A este respecto, le puedo
decir que ya en 1994 mi universidad fue la primera
en condecorar a la Asociación Víctimas del Terroris-
mo, y también puedo aportar como experiencia ser
miembro del Patronato de la Fundación Miguel Án-
gel Blanco. Quiero ponerme en contacto y conocer
a personas de este colectivo, en concreto a familias
de víctimas fallecidas en atentados y a las propias
víctimas heridas.
¿Cree que la sociedad tiene deudas pendientes
a día de hoy con las víctimas?
Sí, deudas históricas inmensas, sobre todo con
las víctimas de hace unos 20 años, cuando la so-
ciedad miraba para otro lado. Todavía hay mal
funcionamiento en determinadas cuestiones, hay
problemas de respeto a la dignidad y reconoci-
miento de la enorme gravedad de los atentados
que causaron la muerte o las heridas a las víctimas.
Fernando de los Ríos decía que en España lo que
faltaba era respeto, y creo que a las víctimas hay que
trasladarles ese respeto.
-347-
GREGORIO
PECES-BARBA
MARTÍNEZ
Creo que hay
que perfeccionar
los sistemas de atención
y ayuda, mejorarlos,
coordinarlos,
disminuir la burocracia…
¿Qué queda por hacer por parte de los poderes
públicos?
Creo que hay que perfeccionar los sistemas de aten-
ción y ayuda, mejorarlos, coordinarlos, disminuir la
burocracia… Y en este sentido, me consta que hay un
servicio de atención del Ministerio del Interior, que está
centralizado en la Subdirección General de Atención a
las Víctimas del Terrorismo, que funciona bien.
¿Cree que se pueden hacer distinciones entre
víctimas de ETA, GRAPO o Al Qaeda?
No, en absoluto. Ninguna víctima de ningún terro-
rismo debe tener un distinto tratamiento, porque
nadie puede tomarse la justicia por su mano aten-
tando contra la vida de las personas.
¿Cuáles serán sus primeras actividades al f rente
de este cargo?
Lo primero que haré será conocer e ir a reunirme con
las distintas organizaciones que agrupan y trabajan
con las víctimas del terrorismo. Y esto lo haré a prime-
ros de enero.
¿Será dif ícil coordinar actividades de adminis-
traciones gobernadas por partidos políticos dis-
tintos?
Mi competencia llega solo a lo que depende de la
Administración del Estado. Pero creo que puedo te-
ner buena comunicación con las otras para mejorar
la coordinación.
 -348-
JOSÉ MANUEL
RODRÍGUEZ
URIBES
D i re c to r g e n e r a l d e A p oyo a Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o
JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ URIBES
“EL APOYO DE LOS GRUPOS POLÍTICOS
A LA NUEVA LEY ES EJEMPLAR”
José Manuel Rodríguez Uribes, director general de
Apoyo a Víctimas del Terrorismo del Ministerio del Inte-
rior, considera “ejemplar” el apoyo prestado por todos
los grupos políticos, sin excepción, al Proyecto de Ley
de Reconocimiento y Protección Integral a las Vícti-
mas del Terrorismo, que viene a “armonizar” el sistema
de protección y asistencia a las víctimas, actualizándo-
lo y haciéndolo “más justo y racional”.
Entrevista a José Manuel Rodríguez Uribes
Revista Fundación nº 32
(septiembre de 2010)
Ministerio del Interior
Fernando Delgado
El proyecto de ley ha cubierto ya una parte de su an-
dadura parlamentaria. En la Comisión de Interior del
Congreso de los Diputados, acaban de ser escuchadas
las asociaciones, colectivos y fundaciones de víctimas,
cuyos representantes han dado su parecer respecto al
contenido de su articulado. Con el señor Rodríguez
Uribes profundizamos, a lo largo de esta entrevista, en
el contenido de ese proyecto de ley.

¿Por qué una nueva Ley de Reconocimiento y
Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo?
Por muchas razones, pero intentaré resumirlas.
España cuenta con uno de los sistemas de protec-
ción y asistencia a las víctimas del terrorismo más
avanzados del mundo, pero existe la necesidad de
armonizar este sistema, actualizarlo y hacerlo más
justo y más racional. Existen dos bloques normativos
muy importantes que, si bien apuntan a un mismo
objetivo, deben ser refundidos. Me refiero a la Ley de
Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social
y a la Ley de Solidaridad. En este sentido, en la nueva
ley se agrupará todo el dispositivo vigente en una sola
norma, con excepción de las pensiones extraordina-
rias por terrorismo, recogidas en sus normas propias
desde finales de los años ochenta del siglo pasado.
Esto va a permitir incorporar en ese texto todas las
iniciativas y medidas que se han venido adoptando
en los últimos años para la asistencia a las víctimas:
desde las actuaciones inmediatas tras un atenta-
do terrorista hasta las medidas para garantizar su
memoria y dignidad. La nueva ley, como su propio
nombre indica, recogerá toda la filosofía de “apoyo
integral” que se ha venido desarrollando y que nece-
sitaba su consagración en un texto único. Pero, a mi
modo de ver, creo que una de las razones más impor-
tantes es que ha sido una petición expresa, reiterada
y muy justificada de todo el colectivo de víctimas,
tanto del movimiento asociativo como de muchas
personas, individualmente consideradas, que sufrie-
ron el terrorismo en cualquiera de sus formas y que
llevan años señalando la necesidad de modificar las
normas vigentes.
¿Cual ha sido el papel del Ministerio del Interior en
la elaboración de este nuevo texto?
Básicamente, hemos realizado dos tareas funda-
mentales: por un lado, contribuir a construir un
consenso esencial con las asociaciones de víctimas y,
por otro, definir un borrador suficientemente detalla-
do. Y ambas cosas se han hecho exitosamente para
satisfacción de todos. En este sentido, impulsados
por el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba, realizamos
una serie de consultas y reuniones con las organi-
-349-
JOSÉ MANUEL
RODRÍGUEZ
URIBES
zaciones representativas del colectivo de víctimas
del terrorismo. El 14 de octubre de 2008, fueron
convocados los representantes de asociaciones y
fundaciones a una reunión de trabajo con Alfredo
Pérez Rubalcaba. A este primer gran encuentro,
asistieron 35 colectivos (14 asociaciones de represen-
tación y asistencia a las víctimas, 9 fundaciones para
la memoria y dignificación de las víctimas, 7 organi-
zaciones del movimiento cívico de apoyo social a las
víctimas y 5 organizaciones de carácter público de
protección a las víctimas). Solo estuvieron ausentes
2 asociaciones —aunque enviaron sus comunicacio-
nes escritas— y 7 entidades excusaron su asistencia.
Después de este importante encuentro, celebra-
mos un gran número de reuniones bilaterales con
las directivas de cada una de estas organizaciones,
los sindicatos de Policía y las asociaciones de la
Guardia Civil, con el objetivo de conocer, de primera
mano, las principales opiniones sobre la legislación
vigente y sus propuestas de modificación. Una vez
concluido este proceso de consultas, formulamos
una propuesta normativa desde esta Dirección Ge-
neral, con la Secretaría General Técnica y dirigidos
por el subsecretario, Justo Zambrana, que fue remi-
tida a los grupos parlamentarios para que valoraran
su toma en consideración.
¿Cómo valora el apoyo al texto recibido por todos
los partidos políticos?
Ha sido ejemplar. Ya el ministro Rubalcaba, en su
comparecencia ante la Comisión de Interior del Con-
greso de Diputados el 27 de mayo de 2008, y en el
Senado el 4 de septiembre de 2008, había manifes-
tado su deseo de que el proyecto que presentáramos
recibiera el apoyo de todos los grupos parlamentarios
y que fuese aprobado, como la anterior Ley de Solida-
ridad, por unanimidad en el Congreso de Diputados.
Este deseo se está cumpliendo, porque todos los
grupos políticos han hecho suya esta propuesta y se
está tramitando como una iniciativa de todos, como
proposición de ley. Quiero agradecerlo expresamente,
a todos sin excepción, y reconocer también el tra-
bajo de enganche con todos los grupos de Antonio
 -350-
JOSÉ MANUEL
RODRÍGUEZ
URIBES
Hernando, portavoz del PSOE en la Comisión de Inte-
rior, que tramita la norma.
¿Para cuándo está previsto que el nuevo texto
entre en vigor?
Eso depende de la tramitación parlamentaria en la
Comisión de Interior, de los ritmos de las compare-
cencias y de las enmiendas parciales que, en su caso,
pueda haber. Después quedará su desarrollo a través
del reglamento, para lo cual tendremos unos meses.
En todo caso, va a depender del conjunto de los gru-
pos que han hecho suya la proposición de ley y sobre
la que están trabajando concienzudamente.
Pero ahora vamos por partes. ¿Qué novedades inclu-
ye el proyecto de ley en materia de indemnizaciones?
Las novedades son de tipo cualitativo y cuantitati-
vo. Por un lado, se produce un incremento en las
cuantías indemnizatorias a percibir tanto por fa-
llecimiento como por lesiones físicas. Por otro, se
instaura un mecanismo que permitirá garantizar
mejor el principio constitucional de igualdad al
conceder por cada modalidad de daños (falleci-
miento, incapacidades, etc.) una misma cantidad,
eliminando las diferencias que tanto se han de-
nunciado por el colectivo de víctimas. Estas nuevas
cantidades, actualizadas y mejoradas, como digo,
se aplicarán además con carácter retroactivo a to-
das las víctimas o sus familias cuya indemnización,
por baremo y/o por sentencia, no alcance los nue-
vos mínimos. Hablamos en este sentido, de acuerdo
con nuestras estimaciones, de beneficiar a casi el
70% de las víctimas del terrorismo en nuestro país.
Al mismo tiempo, establecemos un mecanismo de
racionalidad de cara al futuro fijando unas cuantías
preestablecidas para la solidaridad que asume el Es-
tado, con el fin de evitar diferencias no justificadas y
al tiempo sin cercenar la legítima discrecionalidad
judicial. Por poner un ejemplo, la solidaridad que
asumirá el Estado en términos de indemnizaciones
(por tanto, con independencia de las pensiones ex-
España es el único país
del mundo en el cual
el Estado asume
con carácter extraordinario
el abono de
las indemnizaciones
impuestas en sentencia
firme en concepto
de responsabilidad civil
por delitos de terrorismo
traordinarias, que también las asume el Estado), una
vez entren en vigor la ley y su reglamento, será de
500.000 euros para los casos de fallecimiento por
acto terrorista. Por último, la nueva ley permitirá
también la revisión de las secuelas e incapacidades
en caso de agravamiento, otra de las demandas his-
tóricas de las víctimas, lo que supondrá su atención
personalizada y continuada en el tiempo.
¿Cómo quedan reguladas las subvenciones que
se concederán por incapacidad temporal y por
secuestro?
En realidad, se trata también de “indemnizacio-
nes por incapacidad temporal y por secuestro”. Las
subvenciones, que también —y por primera vez— ad-
quirirán rango de ley, son las ayudas que se conceden
al movimiento asociativo y fundacional cuyo perfil es
la asistencia y defensa de los derechos de las víctimas
del terrorismo. Para el caso de las incapacidades tem-
porales, la cantidad a percibir será el equivalente al
doble del Indicador Público de Renta de Efectos Múlti-
ples (IPREM)/día durante el tiempo en que el afectado
se encuentre en tal situación, con un límite máximo

Ministerio del Interior
de 18 mensualidades. En el caso del secuestro, la pro-
puesta es el triple del IPREM/día con el límite de lo
establecido para la incapacidad permanente parcial,
que ahora sería de 75.000 euros. La gran novedad de
la protección del secuestro es que no quedará exclui-
da, como sucedía hasta ahora, ninguna modalidad
delictiva siempre que sea de naturaleza terrorista,
como sucedió con la Ley de Solidaridad de 1999, en la
que quedaron excluidos los supuestos de detención
ilegal o “secuestro exprés”.
¿La proposición de ley reconoce el derecho a
reclamar la diferencia en ayudas o indemniza-
ciones a las que ahora serán f ijadas? ¿Puede
explicar esto?
Bueno, lo he adelantado ya de forma genérica. Es
algo bien sencillo y sobre todo muy justo. Se trata
de aplicar retroactivamente la norma para quienes
ya hubieran obtenido ayudas e indemnizaciones
pero cuyas cuantías percibidas sean inferiores a las
reguladas en la nueva ley. Cuando se apruebe el
reglamento, estas personas tendrán un año para
solicitar el abono de las diferencias que pudieran
-351-
JOSÉ MANUEL
RODRÍGUEZ
URIBES
corresponderles. Comprende tanto a los que per-
cibieron esas indemnizaciones en concepto de
responsabilidad civil a través de una sentencia penal
como a los que solo se les ha aplicado el baremo
legal porque no hubo juicio en su caso o porque
no hubo pruebas suficientes para condenar a los
imputados y, por supuesto, a quien nunca fue in-
demnizado, que podrá solicitar la compensación
que le corresponda.
¿Cómo estipula las cantidades máximas que el
Estado asume en concepto de responsabilidad
civil que se fija en las sentencias?
España es el único país del mundo en el que el Es-
tado asume con carácter extraordinario el abono de
las indemnizaciones impuestas en sentencia firme en
concepto de responsabilidad civil por delitos de terro-
rismo. En la propuesta normativa, la cuantía total que
abonará el Estado no podrá exceder determinadas
cantidades. Por ejemplo, para los casos de gran invali-
dez se sitúa el límite en 750.000 euros, o los 500.000
euros a los que me he referido para los de fallecimien-
to. Entendemos que, con esta propuesta, los principios
de solidaridad e igualdad salen reforzados, desde un
ejercicio además de responsabilidad y de racionali-
dad con el dinero público, que no es ilimitado. En todo
caso, este límite máximo no supone un límite a la dis-
crecionalidad judicial, como he dicho, ni impide que
la víctima, si así lo considera, pueda pretender obte-
ner en vía jurisdiccional la diferencia que el Estado no
asuma, y que lo haga demandando al terrorista (victi-
mario) en vía civil.
¿Por qué se reconocen todos los atentados perpe-
trados desde el año 1960?
Parecía razonable a partir de la consideración como
primera víctima del terrorismo de la pequeña Bego-
ña Urroz, fallecida por una bomba incendiaria el 27
de junio de ese mismo año. Una fecha que, además,
se ha convertido en Día Nacional de las Víctimas
del Terrorismo, junto al Día Europeo, que es el 11 de
 -352-
JOSÉ MANUEL
RODRÍGUEZ
URIBES
marzo, en recuerdo del atentado con más víctimas
de nuestra historia, también como europeos. El es-
pacio temporal de la Ley de Solidaridad era 1968 y,
por la razón que le he dicho, en homenaje y reco-
nocimiento a esa familia, lo hemos retrasado hasta
1960. Además, sin distinción entre víctimas, recono-
ciendo a todas por igual y con carácter general en
esta ley, siempre que sean víctimas de terrorismo
o de actos violentos susceptibles de ser calificados
como terroristas.
¿Cuál es el tratamiento que se le concede a la
figura del amenazado?
Aparece definida entre los destinatarios de la nor-
ma, con lo cual se reconoce su significado, que es
sobre todo ético y político. Hicimos una propuesta
lo más abierta posible para que sean las administra-
ciones públicas, en particular nosotros y el Gobierno
Vasco (con su Oficina de Víctimas), las que pue-
dan valorar en cada caso el mejor apoyo que estas
personas, víctimas de violencia de persecución,
puedan necesitar. No se trata de indemnizaciones
económicas, sino de apoyos concretos (como ya
hace la Fundación, o nosotros desde el Ministerio
del Interior) y sobre todo del reconocimiento con
mayúsculas que merecen por haber sufrido duran-
te tanto tiempo el acoso y el hostigamiento de la
banda terrorista ETA o de su entorno. No olvidemos
que muchas de las víctimas del terrorismo fueron
antes amenazados. Dignificarles en esta ley no solo
era una exigencia jurídica derivada de la moción
del Congreso de los Diputados en este sentido, sino
que era sobre todo una exigencia moral.
¿Y los españoles que sufran atentados fuera de
nuestro territorio o los extranjeros que resulten
afectados en España?
La propuesta resuelve de forma completa, retroactiva
y definitiva todas las situaciones de terrorismo trans-
nacional e internacional que afecten a españoles, con
independencia de la naturaleza de la banda terroris-
ta o de que sus actos se dirijan o no contra intereses
españoles. A la vez, asegura legalmente el reconoci-
miento como víctimas del terrorismo de los miembros
de operaciones de paz y seguridad españolas en el
exterior que pierdan la vida o resulten heridos como
consecuencia de un acto calificado como terrorista.
¿Cómo se fija la atención integral de las víctimas?
La misma estructura de la ley es expresión de cómo
se fija la atención integral. Comienza con las actuacio-
nes inmediatas tras un atentado para la protección a
las víctimas (asistencia psicológica, médica, derecho
de información, protección de la intimidad, etc.), pa-
sando por las indemnizaciones por los daños sufridos
hasta llegar a normas de protección social (derechos
laborales, actuaciones en materia de vivienda, ayu-
das educativas, etc.) Sin olvidar su protección en los
procesos judiciales, las acciones de reconocimiento y
memoria, las medidas que garanticen su dignidad y
el apoyo al movimiento asociativo. En definitiva, la ley
abarca todas las dimensiones posibles para brindar
a las víctimas y a sus familias una protección amplia
y completa, como dijo Alfredo Pérez Rubalcaba, a lo
largo de ese proceso vital nuevo a partir del atentado,
expresión de una solidaridad mantenida en el tiem-
po por el conjunto de la sociedad y por el Estado.
¿Se han tenido en cuenta las demandas de las
víctimas sobre la ostentación de simbología
terrorista en lugares públicos y sobre actos de
exaltación del terrorismo?
Sí, se ha tenido muy en cuenta, aunque es algo en
lo que no han tenido que insistir porque lo compar-
ten todos los grupos parlamentarios y, claro está, el
Ministerio del Interior. Se reconoce, en efecto, que el
Estado asume la defensa de la dignidad de las víc-
timas estableciendo la prohibición de que en los
lugares públicos existan monumentos, escudos,
insignias, placas y otros objetos o menciones conme-
morativas o de exaltación o enaltecimiento individual
o colectivo del terrorismo o de los terroristas. Se es-
 -353-
JOSÉ MANUEL
RODRÍGUEZ
URIBES

Se reconoce que el Estado asume la defensa de la dignidad

de las víctimas estableciendo la prohibición de que en
los lugares públicos existan monumentos, escudos,
insignias, placas y otros objetos o menciones
conmemorativas o de exaltación o enaltecimiento
individual o colectivo del terrorismo o de los terroristas

tablece, asimismo, que las administraciones públicas
adopten las medidas necesarias para dar cumpli-
miento a esta prohibición, sin perjuicio de que las
víctimas y sus familiares puedan llevar a cabo, de for-
ma particular, la defensa de su honor y dignidad.
Finalmente, señor Rodríguez Uribes, ¿qué cree
que queda por hacer en apoyo y memoria de las
víctimas del terrorismo en España?
Pues queda mucho, porque, como le decía, la ley es-
tablece unos compromisos sociales e institucionales
con las víctimas sin límite de tiempo. El Parlamento
español tendrá que aprobar la ley. Lógicamente, se
tendrá que dictar su reglamento de desarrollo para
hacer efectivas todas estas medidas. Se tendrá que
poner en marcha la maquinaria estatal para estar
alertas y ser efectivos cuando se empiecen a recibir
las solicitudes. Y mientras tanto, debemos continuar
atendiendo a las víctimas y a sus familiares en las ne-
cesidades y demandas que nos van realizando, con
los límites, lógicamente, de la legislación vigente y
de nuestra capacidad, pero con todo nuestro cari-
ño y esfuerzo colectivo. También debemos trabajar
coordinadamente con todas las administraciones
públicas competentes, tanto a nivel estatal como au-
tonómico, así como con los órganos de la Fiscalía y
de la Audiencia Nacional. Y por supuesto, no es ba-
ladí el trabajo en el ámbito internacional, un trabajo
de deslegitimación de la violencia en cualquiera de
sus formas, pero también de reconocimiento a sus
víctimas, algo a lo que nos hemos venido dedicando
muy especialmente en los últimos años. El esfuerzo
en este sentido de Ángel Lossada, secretario de Esta-
do de Asuntos Exteriores hasta que tuvo que dejarlo
por enfermedad —de la que, por cierto, se recupera a
buen ritmo—, fue y ha sido fundamental; en la lucha
contra el terrorismo, del terrorismo de ETA o del terro-
rismo yihadista, pero también en la visibilidad de las
víctimas, de todas ellas, y en su reconocimiento como
víctimas de violaciones de derechos humanos: en la
ONU, en la OSCE, en la Unión Europea, en el Consejo
de Europa… en el mundo. No olvidemos que el terro-
rismo internacional es una de las amenazas globales
de nuestro tiempo. Evitar “años de plomo” y de silen-
cio hacia quien lo padece en sus propias carnes es
una obligación moral de todos nosotros y tenemos
que conseguir que también lo sea del conjunto de la
comunidad internacional.
 -354-
SONIA
RAMOS
PIÑEIRO
D i re c to r a g e n e r a l d e A p oyo a Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o
SONIA RAMOS PIÑEIRO
“EL TESTIMONIO DE LAS VÍCTIMAS DEBE LLEGAR
AL MAYOR NÚMERO POSIBLE DE ALUMNOS”
Sonia Ramos, nacida en Lugo, es licenciada en Dere-
cho por la Universidad Pontificia Comillas y pertenece
al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del
Estado. Ha sido subdirectora general de Función
Pública Local (2000-2004), subdirectora general de
Ayudas a las Víctimas del Terrorismo y de Atención
Ciudadana (2004-2012) y en la actualidad está al fren-
te de la Dirección General de Apoyo a Víctimas del
Terrorismo.
Entrevista a Sonia Ramos
Revista Fundación nº 62
(marzo de 2018)
Rafa Albarrán
Miguel Renuncio
El terrorismo yihadista volvió a golpear a España
en 2017. A los 16 fallecidos en los atentados de Bar-
celona y Cambrils se suma el asesinato de Ignacio
Echeverría en Londres. ¿Un año difícil?
Desde la masacre del 11 de marzo de 2004, en España
no habíamos sufrido el terrorismo de manera directa,
y eso había generado en la sociedad una cierta con-
fianza. Por ello, los atentados de 2017 han supuesto
una mayor sensación de vulnerabilidad, unida a una

desconfianza hacia la rutina diaria que todos tenemos.
Pero no podemos olvidar que las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado están haciendo una gran labor
preventiva y que de 2004 a 2017 no habíamos sufri-
do directamente un atentado. En esta legislatura se
ha detenido en España a más de 140 yihadistas, gra-
cias a que la experiencia de la Guardia Civil y la Policía
Nacional en la lucha contra ETA está dando ahora sus
frutos contra el terrorismo yihadista. Por lo tanto, de-
bemos confiar en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado, en las instituciones y en nuestro Estado de
derecho. En definitiva, los terroristas pretenden que
cambiemos nuestro modo de vida, y no podemos per-
mitir que lo consigan.
La Dirección General de Apoyo a Víctimas del Te-
rrorismo atendió in situ el pasado verano a las
víctimas de los atentados de Cataluña. ¿Cómo fue
esa labor?
El gran avance en los últimos años en materia de
atención a las víctimas del terrorismo consiste en
proporcionarles una asistencia inmediata. Nosotros
nos trasladamos a Cataluña en las horas siguientes a
conocer la noticia, porque creemos que el acompaña-
miento a las víctimas y las familias en esos primeros
momentos es fundamental para que nos pongan cara
y sepan quiénes les vamos a acompañar, asesorar e
informar. Un atentado no lo esperas, te deja conmo-
cionado y no sabes cómo reaccionar. Entonces, que
sepan que hay alguien que se va a ocupar de sus
gestiones inmediatas, que les va a acompañar en el
proceso de duelo y en todo lo que precisen, y que van
a tener la información y el asesoramiento adecuados,
es imprescindible. Nuestro empeño es que esa asis-
tencia se preste siempre desde el primer momento,
como ocurrió también en el caso de Ignacio Echeve-
rría, cuando nos trasladamos a Londres.
¿Ha servido la experiencia de Cataluña para
detectar alguna posible mejora en la atención a
las víctimas tras un atentado terrorista?
Sí, creo que hay que mejorar los protocolos bajo los
cuales deben funcionar de manera coordinada to-
das las administraciones públicas. Nosotros tenemos
nuestro protocolo interno, pero estamos trabajando
para que haya un protocolo que articule esa coordi-
nación, y en las próximas semanas lo vamos a poner
a disposición de las asociaciones y fundaciones de
víctimas para que nos den su opinión, puesto que su
experiencia es fundamental para nosotros.
-355-
SONIA
RAMOS
PIÑEIRO
El Gobierno de España está impulsando en la
Unión Europea la llamada Carta de Derechos de
las Víctimas del Terrorismo. ¿Cuál es su objetivo?
España está trabajando en varios organismos inter-
nacionales, y uno de ellos es la Unión Europea. La
singularidad de los atentados yihadistas es que en
ellos hay víctimas de muchas nacionalidades, y cree-
mos que esa transnacionalidad exige un cambio en
el funcionamiento de las instituciones europeas y de
los estados miembros. La directiva europea contra el
terrorismo aprobada en 2017 señala cómo debe ser la
atención a las víctimas, pero los estados la están im-
plementando de maneras muy distintas según sea
su percepción de la amenaza terrorista. De acuerdo
con la Comisión Europea y la Presidencia del Con-
sejo, creemos que la implementación tiene que ser
total. Además, hay que incrementar la cooperación
entre los estados miembros y establecer puntos de
contacto, identificados en los distintos estados, de tal
manera que, cuando ocurra un atentado como los
de Barcelona y Cambrils, sepamos con quién tene-
mos que contactar para que exista continuidad en la
atención a las víctimas en el momento en que estas
regresan a su país. España también apoya la iniciati-
va de la Comisión de crear un centro de coordinación
para atender a las víctimas del terrorismo en caso de
atentado. Con el apoyo de Francia, estamos impulsan-
do una mayor homogeneización, de cara a conseguir
a medio plazo lo que pretendemos que sea una Carta
de Derechos. En definitiva, se trata de que una vícti-
ma tenga iguales derechos si sufre un atentado en un
país u otro de la Unión Europea. En Naciones Unidas
también pretendemos que haya homogeneidad de
derechos, pero los avances son más complicados.
El sistema español de atención a las víctimas del
terrorismo ha sido valorado como un referente a
nivel internacional. ¿Por qué?
En primer lugar, porque la legislación es muy avan-
zada en cuanto al apoyo y el reconocimiento, que,
como la Ley dice, es integral, no solo indemnizatorio.
En España nos hemos dado cuenta de que las ayudas
económicas son necesarias pero no suficientes. Si se
pretende una reparación integral de la víctima y su
familia, las indemnizaciones tienen que ir acompaña-
das de apoyo psicológico y medidas que faciliten la
normalización. En segundo lugar, en España existe un
organismo a nivel institucional, esta Dirección Gene-
ral, que está específicamente encargada de atender
y apoyar a las víctimas desde el primer momento.
 -356-
SONIA
RAMOS
PIÑEIRO
En otros países puede haber servicios dependientes
del Ministerio de Justicia o del Ministerio del Interior,
pero con competencias sectoriales. Aquí ofrecemos
una ventanilla única en la que atendemos todas las
necesidades que son de nuestra competencia, e in-
cluso algunas que no lo son específicamente. Eso no
existe a nivel europeo, ni tampoco a nivel mundial.
Y hay un tercer factor, que son los programas que
realizamos en colaboración con las asociaciones de
víctimas. Debemos tener en cuenta que en España
el reconocimiento a las víctimas, tanto a nivel insti-
tucional como social, ha venido fundamentalmente
por el papel que las propias víctimas han desempe-
ñado en todo este proceso.
¿Cuáles son las principales ayudas económicas
que se gestionan desde esta Dirección General,
en función de su número y cuantía?
Desde que se aprobó la legislación actual, que entró
en vigor en 2012, se han destinado más de 148 millones
de euros a indemnizaciones y ayudas a las víctimas, ya
que la nueva Ley actualizó las cuantías fijadas para las
distintas consecuencias que puede tener un atentado,
como son el fallecimiento, las lesiones con distintos
grados de incapacidad o las lesiones permanentes
que no impiden a la víctima seguir trabajando. Eso
constituye el grueso de las indemnizaciones, las que
el Estado abona en función de los daños personales
que origina el atentado, pero nosotros las completa-
mos con ayudas al estudio (tanto para la víctima como
para los familiares hasta el segundo grado), ayudas
psicológicas, ayudas sanitarias, para prótesis, etc. Tam-
bién tenemos ayudas extraordinarias, que intentan
atender necesidades que no están cubiertas por el sis-
tema ordinario. La legislación española permite todo
esto gracias a que es muy detallada y exhaustiva.
¿Y qué hay de quienes tuvieron que abandonar
su lugar de residencia o de trabajo por culpa del
terrorismo?
La Ley de 2011 establece de manera genérica que
las personas que hayan recibido amenazas goza-
rán de una protección especial por parte de las
administraciones públicas y tendrán también un
reconocimiento honorífico, pero sin concretar cuál.
Cuando preparamos el reglamento de 2013, ese re-
conocimiento se concretó en una condecoración, la
Insignia, cuya descripción física está a punto de ser
aprobada en Consejo de Ministros, con lo cual las ya
concedidas hasta la fecha se podrán entregar. Por
otra parte, existen unas ayudas excepcionales que tra-
tan de compensar, al menos parcialmente, los gastos
que tuvieron que soportar quienes sufrieron amena-
zas terroristas. Hasta ahora se han realizado casi 200
reconocimientos y se han destinado unos 3 millones
de euros en ayudas. El problema es que la Ley exige
que para que exista ese reconocimiento debe haber
una sentencia, unas diligencias… y la mayor parte de
las personas afectadas ni siquiera denunciaban. Por
eso, una de las modificaciones que pretendemos
introducir en la Ley es que las amenazas puedan acre-
ditarse de otros modos, lo cual nos permitiría llegar a
más personas y proporcionarles, como es de justicia,
el reconocimiento de la sociedad española.
Han transcurrido ya dos años y medio desde la fir-
ma del convenio entre el Ministerio del Interior y el
Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólo-
gos. ¿Qué resultados está teniendo su aplicación?
Ya hay en torno a 300 psicólogos en toda España
con una formación específica, financiada por el Mi-
nisterio del Interior, para atender a víctimas de un
atentado terrorista. Nosotros derivamos a esta red los
casos de víctimas que no estaban recibiendo atención
psicológica y que ahora la demandan, o que sí esta-
ban recibiendo atención pero esta era mejorable. En
relación a los últimos atentados, no solamente en terri-
torio español, sino también en Túnez, París o Londres,
hacemos desde el primer momento una derivación a
los psicólogos de esta red, de modo que las víctimas
reciben una atención psicológica de calidad de forma
inmediata. Antes la atención la tenían que deman-
dar las familias, y muchas veces no lo hacían hasta
después de varios años, con lo cual las secuelas eran
mucho más difíciles de tratar.
Esta Dirección General cuenta con un equipo de
trabajadores sociales para atender a las vícti-
mas. ¿Qué importancia tiene este programa de
atención social?
Yo creo que es clave y además supone un elemento
diferenciador de nuestro modelo con respecto a otros,
en los que la atención es meramente indemnizatoria.
En el caso de Barcelona, por ejemplo, desplazamos
a nuestro equipo de trabajo social, y algunos de sus
miembros, que se encontraban de vacaciones, se in-
corporaron de manera voluntaria. El acompañamiento
a las familias por parte de unos trabajadores sociales
cualificados es fundamental. Los familiares saben que
estas personas, dependientes del Ministerio del In-

terior, van a acompañarles y van a coordinar su labor
con la de los compañeros que después tramitarán
las indemnizaciones. Ese acompañamiento incluye
cualquier gestión que deban realizar, como acudir al
Instituto Anatómico Forense, tramitar la repatriación
o cosas tan sencillas como gestionar el parking o el
servicio de comedor cuando están en el hospital. Se
trata de un apoyo tanto emocional como operativo,
que nos parece muy importante y funciona muy bien.
El proyecto educativo “Memoria y prevención del
terrorismo” ha dado como fruto ya una prime-
ra unidad didáctica, “El terrorismo en España”,
para alumnos de 4º de la ESO. ¿Cuáles serán los
siguientes pasos?
Va a haber siete unidades didácticas, y decidimos
comenzar por esta porque nos parecía que la base
tenía que ser explicar cómo había surgido el terroris-
mo en España, qué organizaciones habían cometido
atentados y habían amenazado a la sociedad, cuáles
fueron los primeros movimientos cívicos y las princi-
pales asociaciones y fundaciones de víctimas, cuál fue
la reacción de la sociedad, el papel de las víctimas,
etc. Entonces, desarrollamos esta primera unidad jun-
to con el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte,
la Fundación Víctimas del Terrorismo y la Fundación
Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo.
Por supuesto, difundimos el borrador a las asociacio-
nes y fundaciones, que nos hicieron sus aportaciones
y observaciones, y nosotros las incorporamos. Ahora
vamos a empezar a desarrollar las seis unidades di-
dácticas siguientes.
Este proyecto tiene una segunda parte, igual-
mente importante, que es el testimonio de las
víctimas en los centros educativos. ¿Cómo se
está desarrollando el proyecto piloto con alum-
nos de la ESO y Bachillerato en la Comunidad de
Madrid?
Después de un trabajo muy detallado con la Conseje-
ría de Educación e Investigación de la Comunidad de
Madrid, ofrecimos el testimonio de las víctimas a todos
los centros educativos, y finalmente se está llevando a
cabo en 55 de ellos. Empezamos en noviembre y ter-
minaremos en la segunda semana de marzo. Luego
continuaremos en La Rioja y en Castilla y León. Nuestra
idea es que haya un grupo de víctimas que puedan
realizar esta actividad de manera regular en cada co-
munidad autónoma. No puede ser un proyecto de
un solo año, sino que tenemos que implementarlo
-357-
SONIA
RAMOS
PIÑEIRO
para los siguientes cursos escolares, de tal manera
que lleguemos al mayor número posible de alumnos.
Las unidades didácticas sirven para contextualizar y
permiten al profesorado explicar a los alumnos las no-
ciones básicas, pero después es fundamental que los
jóvenes vean cuáles son las consecuencias del terro-
rismo en la vida de las personas y que busquen una
alternativa a la violencia en la que imperen el diálogo
y la tolerancia. Inculcar esos valores es muy importan-
te también como labor preventiva, y ahí las víctimas
tienen mucho que decir como personas que no han
recurrido a la violencia como respuesta a la violencia.
Se trata de una experiencia positiva, que contribuye a
la convivencia y a crear una sociedad con valores. Ese
es el mejor ejemplo.
¿Qué opinión le merecen los homenajes a terro-
ristas de ETA que se están realizando en algunos
lugares del País Vasco y Navarra?
Estos recibimientos y homenajes a etarras que han
cumplido condena son actos de desprecio y humilla-
ción a las víctimas del terrorismo y merecen mi más
absoluta condena, una condena que estoy convencida
que comparten la inmensa mayoría de los españoles.
La Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las
Víctimas del Terrorismo prohíbe en su artículo 61 ese
tipo de actos, y el propio texto de la norma proclama
la defensa del honor y la dignidad de las víctimas. Es-
tos actos van en contra de ese honor y esa dignidad, y
son absolutamente rechazables. No comprendo que se
diga que no son actos delictivos, cuando desde luego
están incumpliendo una normativa que debe ser res-
petada por todos. En el caso de Andoain, la Fiscalía ha
abierto una investigación, que imagino que prosperará.
¿Cómo se puede hacer un reconocimiento público a los
etarras, si ni siquiera han condenado el terrorismo? Eso
supone blanquear sus actuaciones y no lo podemos
permitir. Si estos actos continúan, se estará construyen-
do una historia en la que nuevamente se hablará de un
conflicto entre dos partes. Pero el relato tiene que ser
otro, un relato con mayúsculas construido con la histo-
ria de las víctimas, no con lo que otros nos pretendan
contar. Me parece muy lamentable. Nuestro objetivo
ahora tienen que ser las políticas de memoria, porque
el futuro debe cimentarse en un relato verdadero. De-
bemos asentar una política de memoria basada en la
verdad, en la verdad de las víctimas. Creo que no es un
reto fácil, pero nosotros vamos a hacer el mayor de los
esfuerzos y vamos a implicarnos al máximo para que
ese relato se asiente.
 -358-
MONTSERRAT
TORIJA
NOGUERALES

Entrevista a Montserrat Torija

Revista Fundación nº 70
(abril de 2020)

Rafa Albarrán
D i re c to r a g e n e r a l d e A p oyo a Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o

MONTSERRAT TORIJA NOGUERALES

“LA DERROTA PERMANENTE

D E L T E R R O R I S M O PA S A P O R L A U N I DA D”
Montserrat Torija defiende que “el testimonio de las víctimas en las aulas es fundamental,
porque hay jóvenes que no han oído hablar de ETA o de Miguel Ángel Blanco,
o que consideran el 11-M como algo lejano en el tiempo”

Miguel Renuncio

Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad
Autónoma de Madrid, Montserrat Torija pertenece al
Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado.
Hasta su toma de posesión como directora general de
Apoyo a Víctimas del Terrorismo, el pasado 31 de enero,
ejercía como vocal asesora del Gabinete Técnico de la
Subsecretaría del Ministerio de Trabajo y Economía So-
cial. Anteriormente, desempeñó los puestos de vocal
asesora en el Departamento de Asuntos Nacionales
del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, directo-
ra gerente de la Fundación Víctimas del Terrorismo y
subdirectora general de Gestión de Clases Pasivas del
Ministerio de Hacienda.
¿Cómo afronta su reciente nombramiento como di-
rectora general de Apoyo a Víctimas del Terrorismo?
Con mucha ilusión. Pocos centros directivos tienen un
componente tan humano como esta Dirección Gene-

ral. Aquí se trata a diario con personas que han vivido
situaciones verdaderamente dramáticas. Y esto, na-
turalmente, exige de uno mismo compromiso y una
gran capacidad de empatía. Es un privilegio personal
y profesional poder ayudar a un colectivo tan especial
como el de las víctimas del terrorismo. Tal y como dijo
el ministro durante un acto de entrega de condecora-
ciones que celebramos en Madrid, con ocasión del Día
Europeo de las Víctimas del Terrorismo, el terrorismo
instrumentaliza a las víctimas. Golpeándolas a ellas,
busca golpear la democracia. Así que la democra-
cia tiene el deber moral de honrarlas, y yo estoy muy
satisfecha de poder asistirlas en la medida de mis po-
sibilidades y de asumir esta responsabilidad.
Sin duda, le será de utilidad su experiencia como
directora gerente de la Fundación Víctimas del
Terrorismo…
Así es. Trabajé con un equipo de personas extraordi-
nario como directora gerente de la Fundación durante
una etapa que recuerdo con mucho cariño, ya que me
permitió conocer de primera mano las dificultades con
las que conviven diariamente las víctimas del terroris-
mo, los heridos, sus familiares y las personas que han
sido amenazadas, y cómo han resistido a esas condicio-
nes vitales tan injustas. Poder conocer personalmente
y escuchar los testimonios de personas que para mí
son un ejemplo fue una tarea muy gratificante, porque
comprendes que tu trabajo y compromiso ayuda a me-
jorar la vida de muchas personas ejemplares.
Como en la anterior legislatura, el ministro del
Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha dado
comienzo a sus encuentros de ámbito nacional
manteniendo una reunión con las asociaciones
y fundaciones de víctimas del terrorismo. ¿Qué
conclusiones se pueden extraer de ese primer
encuentro?
Creo que fue una reunión muy constructiva para to-
dos. El ministro tuvo la oportunidad de explicar de
primera mano las iniciativas que pretendemos poner
en marcha y, a su vez, las asociaciones y fundaciones
pudieron trasladarnos su punto de vista y sus propues-
tas de mejora, muchas de las cuales son compartidas.
La conclusión que puede extraerse de la reunión es,
precisamente, la de que seguimos remando juntos.
El apoyo a las víctimas del terrorismo es una política
compartida con las propias víctimas. Por supuesto,
esto no significa que en algún momento determinado
haya diferentes puntos de vista, pero lo importante es
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MONTSERRAT
TORIJA
NOGUERALES
que las líneas generales sí que cuentan con un enorme
consenso. En España tenemos demasiada experiencia
como para saber que la derrota permanente del terro-
rismo pasa por la unidad.
¿Se abordó la política penitenciaria? ¿Qué com-
promiso adquirió el Ministerio ante el colectivo de
víctimas?
El ministro nos trasladó que no habrá cambios res-
pecto a la línea de actuación de los últimos meses
y que los compañeros de la Secretaría General de
Instituciones Penitenciaras, que son los encargados,
continuarán evaluando caso por caso la trayectoria
individual de cada preso. Además, reiteró su com-
promiso de mantener informadas a las asociaciones
de manera constante, como ha venido sucediendo
hasta ahora.
El sistema español de atención a las víctimas del
terrorismo ha sido valorado como un referente a
nivel internacional. ¿Podría mejorarse?
Siempre hay hueco para la mejora. España cuenta con
un modelo que, en palabras de Ban Ki-moon, antiguo
secretario general de Naciones Unidas, es un ejemplo
de apoyo y solidaridad en el mundo entero. Son nu-
merosas las ocasiones en las que, desde distintos foros
internacionales, se comparten algunas de nuestras
llamadas “mejores prácticas” y los pilares de nuestro
modelo. Pero, como digo, siempre hay espacio para
la mejora. Y mejoras tanto en el plano normativo
como en el ámbito de la memoria y el relato, con la
extensión a todo el territorio nacional del proyecto de
testimonios de las víctimas, uno de los más queridos
en esta Dirección General.
España viene promoviendo en los últimos años di-
versas medidas para garantizar el reconocimiento
de las víctimas del terrorismo a nivel internacio-
nal. ¿Qué pasos se están dando?
Es importante saber que la normativa española
protege, además de a las víctimas de todas las na-
cionalidades que sufran un atentado en España, a los
españoles que sufren un atentado en el extranjero.
Dicho esto, sí, en el último año el equipo del Minis-
terio del Interior ha dado un gran impulso, tanto a
nivel europeo como mundial, por mejorar el recono-
cimiento de las víctimas del terrorismo. Lo contrario
no tendría sentido, hablando de un fenómeno trans-
nacional como el terrorismo. Por eso, Sus Majestades
los Reyes, junto al presidente Emmanuel Macron,
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MONTSERRAT
TORIJA
NOGUERALES
acompañados por el ministro del Interior, han lidera-
do el pasado 11 de marzo en París la conmemoración
del Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo; por
eso, España codirige con Afganistán el Grupo de
Amigos de las Víctimas de la ONU; por eso, la Direc-
ción General organizó en Madrid el pasado año un
seminario internacional en torno a la “Asistencia in-
tegral a las víctimas del terrorismo en el siglo XXI”; y
por eso, mantenemos el compromiso (en la línea que
lo ha venido haciendo esta Dirección General bajo el
impulso de su anterior directora) con la aprobación
de un estatuto internacional de la víctima del terro-
rismo en el marco de la ONU. Estoy convencida de
que es solo cuestión de tiempo y perseverancia que
se apruebe este estatuto. Y no vamos a cejar en este
empeño, porque no se trata de que, como democra-
cia, tengamos uno de los sistemas más completos
del mundo, lo que sin duda es una satisfacción; de lo
que se trata es de que las víctimas del terrorismo en
todo el mundo dispongan de un sistema tan avan-
zado como el nuestro, y que todo ser humano se
encuentre igual de protegido con independencia de
su nacionalidad.
¿Qué importancia tiene la labor de los trabajadores
sociales de esta Dirección General?
Fundamental. Uno de los elementos que hacen
que el sistema español de protección a las vícti-
mas sea uno de los mejores es el hecho de contar
con una Dirección General específica para las vícti-
mas, algo que no ocurre en la mayoría de los países.
Esta Dirección General cuenta, por un lado, con
funcionarios encargados de instruir los expedien-
tes administrativos de indemnizaciones y ayudas
y, por otro, con un equipo de trabajadores sociales
encargados tanto de la asistencia inmediata tras
un atentado como de prestar una atención que se
prolonga en el tiempo (tanto como lo necesite la
víctima). Son ellas, ya que se trata de mujeres en su
mayoría, las encargadas de mantener un contacto
directo, personal y continuado con las víctimas, y
su labor incluye programas de inserción laboral, de
acompañamiento en los procedimientos penales
y, en general, cualquier otra tarea que contribuya a
paliar el daño ocasionado. Tengo que decir que, al
poco de llegar, mantuve una reunión con ellos para
conocer su punto de vista, y me sirvió para ser cons-
ciente de la enorme experiencia que atesora este
equipo. Estoy más que satisfecha con el equipo de
profesionales con el que me he encontrado.
¿Cuáles son las principales ayudas económicas
que se gestionan desde esta Dirección General?
Por cantidad, está claro que las indemnizaciones
otorgadas a personas que sufrieron daños físicos o
psíquicos, o a los familiares que tuvieron la desgracia
de perder a un ser querido. Aproximadamente, este
tipo de indemnizaciones representan tres cuartas
partes del total. Ahora bien, existen otros muchos
tipos de ayudas. Están, por ejemplo, las indem-
nizaciones para secuestrados y las ayudas para
amenazados. También hay subvenciones para quie-
nes han sufrido daños materiales en sus viviendas
o vehículos, y otras ayudas psicológicas y sanitarias.
Hay ayudas al estudio y hay, en fin, otras de carácter
extraordinario que permiten contar con un sistema
flexible. Y eso por no citar las ayudas públicas que
concede vuestra Fundación y que completan las
nuestras. Las vías de apoyo económico a las víctimas
son numerosas.
¿Se contempla la equiparación de indemnizacio-
nes en una futura modificación de la Ley 29/2011,
de 22 de septiembre, de Reconocimiento y Pro-
tección Integral a las Víctimas del Terrorismo?
Se trata de una reivindicación que existe desde hace
tiempo y sobre la que hay un gran consenso entre las
asociaciones y fundaciones de víctimas del terrorismo.
En la medida en que presupuestariamente se pueda
atender, se propondrá entre las medidas de reforma
de la Ley 29/2011, que hay que recordar que fue apro-
bada con un elevadísimo consenso.
¿Qué resultados está dando el convenio entre el
Ministerio del Interior y el Consejo General de la
Psicología de España?

España cuenta con un modelo
que, en palabras de Ban Ki-moon,
antiguo secretario general
de Naciones Unidas,
es un ejemplo de apoyo
y solidaridad en el mundo entero
Esta colaboración es una de las “mejores prácticas”
de las que antes hablaba. Gracias a este convenio,
se constituyó en 2015 una Red Nacional de Psicólo-
gos especializados en las necesidades específicas
de las víctimas del terrorismo. Es una suerte poder
contar con especialistas en salud mental que dis-
pongan de experiencia. Como siempre decimos, esto
permite homogeneizar los criterios de atención psi-
cológica, ofrecer cobertura nacional especializada a
las víctimas del terrorismo y fomentar una atención
de calidad que facilite la recuperación de los afec-
tados. A día de hoy, la Red cuenta con más de 230
profesionales y ha dado frutos como, por ejemplo, la
Guía para una atención de calidad a víctimas de
terrorismo, presentada el año pasado, sobre la que
publicasteis una noticia en vuestra revista.
¿Cómo valora las nuevas unidades didácticas del
proyecto “Memoria y prevención del terrorismo”?
Son dos unidades dirigidas a 2º de Bachillerato. Una
se titula “El terrorismo en España” y se impartirá
dentro de la asignatura de Historia; la otra, llamada
“La radicalización del individuo”, se enmarca dentro
de la asignatura de Psicología. Aunque su objetivo
y enfoque son distintos, ambas resultan comple-
mentarias. Me parece un acierto que, además de las
unidades de contenido propiamente histórico, el te-
rrorismo se aborde también desde el punto de vista
de la pedagogía en asignaturas como Valores Éticos,
Filosofía y Psicología. Con ello ayudamos a que los
alumnos conozcan el fenómeno desde distintas dis-
ciplinas. Y se pone de manifiesto que las unidades
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MONTSERRAT
TORIJA
NOGUERALES
son un ejercicio de memoria, pero también algo
más. Que sirven para que las generaciones más jó-
venes tengan a mano un relato fiel de lo sucedido
en España, tanto del terrorismo de corte yihadista
como particularmente en el caso de ETA, pero tam-
bién para algo más. Y ese algo más es contribuir a
alejar a nuestras hijas e hijos de cualquier forma de
fanatismo político o religioso. La formación en todas
estas materias, avalada por expertos del Ministerio
de Educación y Formación Profesional, representa
un antídoto muy valioso contra cualquier forma de
radicalización.
La primera unidad didáctica, dirigida a alumnos de
4º de la ESO, se publicó en 2018. ¿Está satisfecha
con su grado de aplicación?
El proyecto de las unidades didácticas nació tras un
informe de la entonces Defensora del Pueblo, Soledad
Becerril, en el que se subrayaba la carencia que había
en los manuales de texto escolares en relación con el
terrorismo. Me satisface pensar que esta primera uni-
dad didáctica, como las que seguirán, ha empezado a
cubrir esa carencia, que era moral y pedagógicamente
injustificable. Se necesita continuar con el importante
esfuerzo de difusión entre los institutos y colegios que
se ha venido haciendo. Es importante que tanto las
autoridades educativas como los profesores, padres y
estudiantes sepan que tienen este material disponible.
Y lo haremos a lo largo de este primer semestre con-
tando con la colaboración del Ministerio de Educación
y Formación Profesional, que es parte imprescindible y
protagonista en este proyecto, además, por supuesto,
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MONTSERRAT
TORIJA
NOGUERALES
del Centro Memorial, cuyo liderazgo en la elaboración
de los contenidos ha sido determinante.
¿Cuándo estarán finalizadas el resto de unidades
didácticas, hasta las siete comprometidas?
En el primer semestre de este año se presentarán
las unidades didácticas conjuntamente por los Mi-
nisterios del Interior y de Educación y Formación
Profesional, cuyos equipos de docentes y pedagogos
—que son los expertos en cómo transmitir valores
y conocimiento— han elaborado los contenidos de
las unidades que entroncan con las asignaturas de
Filosofía y Psicología. Las unidades relativas a las
asignaturas de Historia ya están ultimadas, a falta
solo de incorporar algunas de las observaciones que
recientemente nos han hecho llegar las asociacio-
nes de víctimas.
¿Cómo valora que las víctimas del terrorismo
lleven su testimonio a los centros educativos?
Comentaba antes que es uno de los proyectos más
queridos del Ministerio del Interior, gracias a la impli-
cación de la Subsecretaría del Ministerio, cuyo apoyo
ha sido determinante para el pleno despliegue del
objetivo de llevar la voz de las víctimas del terrorismo
a los más jóvenes. La empatía que produce escuchar
la vida del otro, de ponerse en su lugar, de conocer
las circunstancias que han acompañado su trayec-
toria vital, es tan antigua como el ser humano; nace,
por cierto, de la misma fuente que nos lleva a abrir
las páginas de un libro, y en este caso hablamos de
una herramienta extraordinaria para que nuestros
jóvenes puedan conocer de primera mano momen-
tos determinantes de nuestra reciente historia, algo
fundamental si tenemos en cuenta que hay jóvenes
que no han oído hablar de ETA o de Miguel Ángel
Blanco, a los que incluso un atentado como el del
11-M les parece lejano en el tiempo. Por lo que he po-
dido ver cuando he tenido la oportunidad de asistir a
algún testimonio, las palabras de las víctimas son es-
cuchadas con gran atención. Quizá de lo que lean o
les expliquen sus profesores retengan un porcentaje
mayor o menor según el interés de cada uno, pero del
relato de las víctimas, de las irreparables consecuen-
El proyecto de las unidades
didácticas nació tras
un informe de la entonces
Defensora del Pueblo,
Soledad Becerril,
en el que se subrayaba
la carencia que había
en los manuales de texto
escolares en relación
con el terrorismo
cias personales y colectivas del terrorismo, y también
de los mensajes de concordia que las víctimas les tras-
ladan, tendrán un recuerdo que me atrevo a decir que
les durará toda su vida.
Este año abrirá sus puertas el Centro Memorial
de las Víctimas del Terrorismo. ¿Tendrá un papel
importante en la construcción del relato sobre el
terrorismo en España?
La Ley de apoyo a las víctimas se fundamenta explíci-
tamente en los valores de memoria, dignidad, justicia
y verdad. Memoria, dice la Ley, que salvaguarde y man-
tenga vivo el reconocimiento social y político de las
víctimas. Y tal es el cometido principal del Centro Me-
morial, que desde su creación viene realizando una
intensa actividad de investigación y de colaboración
con otros organismos, algunos universitarios. Este año,
una vez terminadas las obras en el edificio, ha llegado
el momento de que abra sus puertas al público, y dar
cumplimiento pleno a los fines para los que se creó:
ser centro de exposiciones y encuentro con el públi-
co para mantener viva la memoria de las víctimas del
terrorismo. Sin duda, la apertura del espacio museís-
tico, resultado de más de dos años de trabajo (tanto
del equipo del Centro Memorial como de expertos
externos), y la inauguración definitiva de su sede en
Vitoria-Gasteiz contribuirán al conocimiento gene-
ralizado del Centro Memorial y supondrán una gran
oportunidad para dar a conocer plenamente la insti-
tución a la sociedad.
 Entrevista a Florencio Domínguez
Revista Fundación nº 54
(marzo de 2016)

Jotxo Cáceres
D i re c to r d e l a Fu n d a c i ó n Ce n t ro p a r a l a M e m o r i a d e l a s Ví c t i m a s d e l Te r ro r i s m o

FLORENCIO DOMÍNGUEZ IRIBARREN

“HAY QUE RECORDAR A LAS VÍCTIMAS

EN SU CONDICIÓN DE PERSONAS,
NO COMO UNA CIFRA ESTADÍSTICA”
El director de la Fundación Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo
asegura que el Centro Memorial, con sede en Vitoria y Madrid, deberá reflejar
“las aspiraciones de las víctimas de memoria, verdad y justicia”

Miguel Renuncio

Florencio Domínguez aborda en esta entrevista la
puesta en marcha y el futuro inmediato de un orga-
nismo que, en sus propias palabras, deberá hacer “un
relato colectivo de lo sucedido en el que no queden
justificaciones públicas que disculpen la violencia
cometida ni que exoneren social, política e histórica-
mente a los que han recurrido al terrorismo vulnerando
los derechos de los ciudadanos”.
La Fundación que usted dirige se constituyó hace
unos meses con el fin de poner en marcha el Cen-
tro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. ¿En
qué estado se encuentran los trabajos de acondi-
cionamiento de su sede, en Vitoria? ¿Cuándo está
previsto que se inaugure?
La sede de Vitoria se ubicará en lo que fueron en su día
las oficinas del Banco de España, un edificio situado
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FLORENCIO
DOMÍNGUEZ
IRIBARREN
en un lugar céntrico de la capital alavesa. El edificio
llevaba muchos años abandonado, por lo que ha sido
necesario realizar una reforma de calado. La previsión
es que las obras terminen en marzo de 2017.
¿Qué labores está realizando o espera realizar la
Fundación hasta que llegue ese momento?
Las primeras labores del Centro Memorial son de ca-
rácter administrativo, para la puesta en marcha del
organismo. Esas tareas no se aprecian desde fuera,
pero son necesarias para que a corto plazo pue-
da funcionar el Centro a pleno rendimiento. Pero
mientras llega ese momento, estamos realizando
algunas actividades que sí son visibles: acabamos de
inaugurar la exposición “Once de Marzo”, llevada a
cabo junto con la Fundación Víctimas del Terroris-
mo y el Museo Nacional de Antropología. En breve
saldrá a la calle la primera publicación del Centro
Memorial. En mayo, junto con la Fundación Fernan-
do Buesa, inauguraremos en Vitoria la exposición “A
la hora, en el lugar”. En este tiempo, además, ha ha-
bido una reunión con los responsables del Memorial
del 11-S de Nueva York y una intervención en una au-
diencia en el Parlamento Europeo para presentar el
Centro Memorial.
¿En qué estado se encuentra el proyecto de esta-
blecer una sede en Madrid, dedicada a las vícti-
mas del terrorismo yihadista?
Se han realizado las primeras gestiones para buscar
un inmueble que pueda servir como sede en Madrid,
aunque el proceso llevará su tiempo. No va a ser fácil
ni rápido, pero conseguir una segunda sede en Madrid
dedicada de modo preferente al terrorismo yihadista
es un objetivo irrenunciable para el Memorial. Lo es por
un doble motivo: por la dimensión de la tragedia de
los atentados del 11-M, que por sí mismos justificarían
esa sede, pero también porque el terrorismo yihadista
es una amenaza a largo plazo y hay que concienciar a
la sociedad de ese peligro, contribuyendo a evitar la
radicalización de ciertos sectores. El testimonio de las
víctimas puede ser un arma eficaz de prevención de
ese terrorismo.
¿Cómo está afrontando, personalmente, el reto
de crear desde cero una Fundación de estas ca-
racterísticas?
En 2014, el Gobierno creó una comisión de expertos y
me nombró presidente de ese grupo de trabajo, que
presentó un informe sobre los principios, las bases y
la forma que debía tener el Centro Memorial. Aho-
ra he sido designado para ponerlo en marcha, para
hacer real el proyecto que dibujó la comisión de ex-
pertos. El reto es conseguir que el Memorial se ponga
en marcha y que funcione siguiendo la guía marcada
por la comisión. Durante muchos años, por mi traba-
jo como periodista, he tenido que escribir a menudo
sobre el terrorismo y las víctimas. Ahora tengo que
hacer algo más y conseguir que el Centro Memorial
refleje las aspiraciones de las víctimas de memoria,
verdad y justicia.
Actualmente vivimos una situación de incerti-
dumbre política, con el Gobierno en funciones
y la posibilidad de repetir las elecciones genera-
les. ¿Esto puede afectar al desarrollo del Centro
Memorial?
Creo que la situación de interinidad política en la
que nos encontramos no afectará al Centro Me-
morial. Un dato relevante es que la ley que creó el
Memorial fue aprobada en su día con un gran con-
senso político. Cuando se votó en el Congreso, solo
registró un voto en contra y una abstención, y en
el Senado sumó todos los votos a favor. Es un pro-
yecto que salió adelante con el máximo consenso
posible y eso es una garantía frente a las contingen-
cias políticas.
¿Y qué influencia pueden tener las elecciones al
Parlamento Vasco?
El consenso en torno al Memorial incluyó también
al nacionalismo vasco. Representantes del Gobierno
Vasco y del Ayuntamiento de Vitoria forman parte del
Patronato del Memorial y de la Comisión Ejecutiva,
por lo que su implicación en el proyecto es máxima.
Esa participación se va a mantener, al margen de los
avatares electorales.
¿Cuál será, en su opinión, la principal aportación
del Centro Memorial a las víctimas del terrorismo
y sus familiares?
El Memorial supondrá la existencia de un lugar per-
manente de recuerdo y homenaje a las víctimas, un
centro desde el que se trabajará para deslegitimar el
terrorismo, para que no quede ninguna justificación
de la violencia que sufrieron. Hay que recordar a las
víctimas en su condición de personas que tenían una
vida por delante, una familia, un proyecto de vida que
alguien truncó arbitrariamente. No es aceptable que
solo se piense en ellas como una cifra estadística.

El Memorial supondrá la existencia de un lugar permanente
de recuerdo y homenaje a las víctimas, un centro desde
el que se trabajará para deslegitimar el terrorismo
¿Y su aportación a la sociedad en general?
El memorial tiene como objetivo “preservar y difun-
dir los valores democráticos y éticos que encarnan
las víctimas del terrorismo, construir la memoria
colectiva de las víctimas y concienciar al conjunto
de la población para la defensa de la libertad, de
los derechos humanos y contra el terrorismo”. En lo
que concierne al terrorismo de ETA, el que ha cas-
tigado durante más tiempo y con más virulencia a
los españoles, en amplios sectores se ha instalado
una actitud favorable a pasar página y a olvidarse
de tantos años de sufrimiento. Sin embargo, nin-
guna sociedad puede dejar atrás de la noche a la
mañana un pasado tan duro y violento. En otros
sectores, directamente, se hace un discurso justifi-
cador del terrorismo etarra. Hay que trabajar para
recordar lo que ha supuesto ETA, deslegitimar su
violencia y ayudar a que nadie pueda volver a te-
ner la tentación de recurrir de nuevo al terror. Tiene
que hacerse un relato colectivo de lo sucedido en
el que no queden justificaciones públicas que dis-
culpen la violencia cometida ni que exoneren social,
política e históricamente a los que han recurrido al
terrorismo vulnerando los derechos de los ciudada-
nos. En lo que concierne al terrorismo yihadista, el
Centro Memorial puede contribuir, junto con otras
instituciones y agentes sociales, al trabajo que hay
que hacer para evitar la radicalización de futuros
yihadistas, mediante labores de prevención y educa-
ción. Creemos que en este campo podemos actuar
en sintonía con la estrategia contra la radicalización
de las Naciones Unidas, que reserva un papel a las
víctimas para responder a las narrativas del odio fo-
mentadas por los grupos terroristas.
-365-
FLORENCIO
DOMÍNGUEZ
IRIBARREN
¿Qué papel han desempeñado las asociaciones y
fundaciones de víctimas a la hora de definir los
contenidos del Centro Memorial?
Durante el proceso de definición de las característi-
cas del Memorial, el Gobierno encargó elaborar un
informe sobre el centro a la comisión de expertos
que yo presidí y, en paralelo, solicitó a las asocia-
ciones y fundaciones de víctimas que formularan
también sus aportaciones con ideas y propuestas.
Se abrió un canal de comunicación que permitió
presentar esas propuestas a las asociaciones que lo
consideraron oportuno.
¿Existen paralelismos entre el Centro Memorial
y otros centros repartidos por el mundo? ¿Cuál
puede ser su proyección internacional?
En el mundo hay muchos memoriales, pero centros
de este tipo dedicados a las víctimas del terrorismo
solo hay otro, el memorial de Nueva York dedicado a
las víctimas del 11-S. Hemos tenido un primer contac-
to con los responsables del memorial de Nueva York,
en el que les planteamos la posibilidad de colaborar
y encontramos buena disposición. Hay otros memo-
riales, como los dedicados al Holocausto, de los que
podemos aprender. La actuación en el ámbito inter-
nacional es importante: hay que conseguir colaborar
con centros que utilizan el recuerdo de los desma-
nes pasados para ayudar a las nuevas generaciones
a conocer lo ocurrido y a prevenir la vulneración de
los derechos humanos. La memoria es un arma efec-
tiva contra la justificación, ya sea del terrorismo, del
Holocausto o de otros ataques a los derechos de las
personas. La experiencia de las víctimas en un país
puede ser muy útil para otros.
 -366-
AGUSTÍN
IBARROLA
GOICOECHEA

Entrevista a Agustín Ibarrola

Revista Fundación nº 1
(diciembre de 2002)

Luis Tejido / EFE

Artista

AGUSTÍN IBARROLA GOICOECHEA

A R T E PA R A N O O LV I D A R
El artista vasco trabaja intensamente en una escultura de homenaje a las víctimas del terrorismo
que será expuesta en la ciudad de Vitoria. Será una escultura muy poderosa de imagen
y de un claro contenido.

Fernando Ratia

A sus 72 años, Agustín Ibarrola demuestra que es un
trabajador incansable, limitado por una salud que-
brada que ralentiza sus actividades más de lo que
quisiera. No obstante, compagina su labor de artista
con su faceta de intelectual entregado a quienes pa-
decen persecución física e ideológica en el País Vasco.
Como artista, Ibarrola está convencido de que no ha he-
cho todavía toda su obra y, como intelectual, no duda
a la hora de acudir a los actos convocados por ¡Basta
Ya!, el Foro de Ermua, la Fundación por las Libertades,
la Fundación Tomás Caballero y otras muchas. Porque
le llaman de muchos foros y es difícil que diga que no.
 -367-
AGUSTÍN
IBARROLA
GOICOECHEA

Confieso que crear supone para mí vivir la vida

que no me dejan vivir con libertad y normalidad.
Creo que lucho por la vida y la libertad como nunca

Agustín Ibarrola vive escoltado permanentemente,
por eso puede hablar con conocimiento sobre la li-
bertad. De ello y otras muchas cosas hemos hablado
con él.
Señor Ibarrola, ¿todos los artistas vascos tie-
nen las mismas facilidades para trabajar en su
tierra?
En mi tierra hay que ser nacionalista para ser conside-
rado como ciudadano o como artista.
¿El acoso que usted padece le perturba a la hora
de crear?
Confieso que crear supone para mí vivir la vida que no
me dejan vivir con libertad y normalidad. Creo que lu-
cho por la vida y la libertad como nunca.
¿Ha sido generoso el arte vasco de los últimos 30
años con las víctimas del terrorismo?
Salvo algún caso aislado, no se ha dado testimonio de
esta tremenda realidad. Sin embargo, el compromiso
con las simbologías y mitologías del nacionalismo sí
que existe y en gran cantidad de artistas. Dar fe de lo
que sucede siempre ha sido visto como una actitud
antivasca. En arte, sería calificado como de “arte con-
tra el pueblo vasco”. Lo que sucede es que en el resto
de España tampoco ha sido tratado este tema por los
grandes artistas.
¿Cómo van los trabajos de su escultura homenaje
a las víctimas?
Aún faltan algunas semanas. Hay que tener en cuenta
que se trata de una escultura muy compleja y poco
convencional. Será una obra muy poderosa de imagen
y de un claro contenido.
¿Cuándo se procederá a su inauguración en
Vitoria?
En cuanto esté terminada, ya que hay mucha expec-
tación.
¿Qué le queda por hacer?
Un artista está empezando siempre, así es que me fal-
ta todo por hacer.
 -368-
IGNACIO
LATIERRO
CORTA

Testimonio de Ignacio Latierro

Revista Fundación nº 68
(septiembre de 2019)

Javier Etxezarreta / EFE

Librero

IGNACIO LATIERRO CORTA

LECTURAS CONTRA LA BARBARIE

La Librería Lagun de San Sebastián es un compendio del mundo. Los libros contienen lo que somos.
Cuando leemos, vivimos la vida de otros. En ese espacio de intimidad, en el diálogo cómplice
entre el escritor y el lector, descubrimos que el desasosiego del protagonista es el nuestro.
También sus secretos son los mismos que los nuestros.
Todo el complejo meollo interior está en los libros.

María José Prieto

La literatura tiene la increíble capacidad de la meta-
morfosis. En el momento en el que abres las páginas
de un libro, te adentras en un proceso de cambio. Es
un viaje sin retorno. Porque, una vez que lees los pri-
meros párrafos, ya no volverás a ser quien eras. Nunca
serás la misma persona después de haber leído Cien
años de soledad. Y es precisamente esa fuerza rege-
neradora la que hace de los libros la más increíble de
las criaturas.
La historia de la Librería Lagun (“Compañero” en caste-
llano) no fue un camino de rosas. Las primeras líneas se
escribieron el 3 de diciembre de 1968, el día que abrió
sus puertas en pleno casco antiguo de Donostia. El

empecinamiento de su fundadora, María Teresa Cas-
tells, junto a su marido, José Ramón Recalde, e Ignacio
Latierro, resultó imbatible.
Tampoco el año fue baladí. Corrían los tiempos de
Mayo del 68. Las revueltas estudiantiles y sindicales
de Francia soplaban vientos de cambio. En la Libre-
ría Lagun, ese aire se respiraba en la clandestinidad.
“Siempre nos sentimos como un altavoz de la plurali-
dad y de la cultura. Quisimos contribuir, como muchas
otras librerías, a la extensión de las ideas democráti-
cas y a la oposición al franquismo”, rememora Ignacio
Latierro, que a sus 76 años sigue acariciando a diario
los lomos de las estanterías, aunque ya en calidad de
librero emérito.
En poco tiempo, Lagun se convirtió en un referente del
antifranquismo. Llegaban libros prohibidos, se cele-
braban charlas sobre la democracia y los más diversos
proyectos políticos. La pluralidad campaba en esa ac-
tiva trastienda.
Cristales rotos
Ignacio Latierro es un hombre afable, de voz pausada y
palabras sencillas. Un lector empedernido y voraz. Una
rara avis que habita rodeada de su principal alimento:
los más de 21.000 volúmenes que componen la librería.
No se entiende la historia reciente de Donostia sin
mencionar a Lagun. Las manecillas del reloj se posan
en esos primeros años de ansias de libertad y se detie-
nen de nuevo en un país ya en democracia, esta vez
con la peste de la vileza que sembró la banda terroris-
ta ETA. Eran los tiempos de los cristales rotos, los libros
quemados, los insultos y las pintadas amenazantes.
Ahora es el momento de preguntar por qué. ¿Qué su-
cedió para que una librería que había sido una luz
en la lucha antifranquista se convirtiera en el objetivo
de la banda criminal? “No hubo una sola razón, sino
un cúmulo de varias. El casco antiguo era un lugar
llamativo, estaba lleno de turistas, de bares… Era
un espacio animado y emblemático, pero al mis-
mo tiempo era un punto de concentración de los
grupos abertzales, que consideraban este territorio
como su feudo y que actuaban como una especie
de mafia. Tenían sus herriko tabernas, sus huchas
para los presos, hacían sus manifestaciones… No-
sotros no estábamos dispuestos a contribuir a ese
ambiente. Nos convertimos en un elemento que no
-369-
IGNACIO
LATIERRO
CORTA
aceptaba sus reglas del juego. Por otro lado, estaba
nuestra dedicación política. José Ramón Recalde
fue consejero socialista de Educación y posterior-
mente de Justicia. Yo, por mi parte, fui parlamen-
tario socialista. La política influyó, por supuesto,
pero también ese momento en los noventa en el
que Herri Batasuna anuncia que hay que presionar
a todo el mundo para lograr “el objetivo”. Además,
éramos libreros, vendíamos todo tipo de libros, con
pluralidad de ideas. Lagun era un espacio abierto
para la cultura en general. Todos estos factores se
unieron y desencadenaron las agresiones. De algu-
na manera, nos vieron como una de las fichas que
había que presionar para lograr sus propósitos”.
Las amenazas y destrozos fueron sucediéndose pau-
latinamente. Uno de los primeros ataques se produjo
cuando pusieron en el escaparate el libro homenaje
a Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en 1995. Ese
mismo día rompieron los cristales. A partir de ese
momento, “se produjo un ascenso de la violencia.
Después siguieron los daños por colocar el lazo azul,
un símbolo que nació por el secuestro del empresa-
rio Julio Iglesias Zamora. No querían que hubiera en
su territorio un comercio que repudiara el terrorismo”,
explica Latierro.
El ataque más grave sucedió en las Navidades de 1996.
“Nos destrozaron el escaparate, arrojaron pintura roja y
amarilla, quemaron los libros… La librería fue arrasada
y estuvimos a punto de abandonar. Pero la respues-
ta fue increíble. La gente empezó a comprar los libros
quemados, los cristales… cualquier cosa de Lagun. Fue
una muestra de solidaridad excepcional por parte de
nuestros amigos y clientes. Este acto simbólico nos
animó mucho y decidimos no cerrar”.
En enero de 1997 sufrieron otro ensañamiento. “Rom-
pieron el cristal, sacaron los libros a la calle y los
quemaron”. Las similitudes con el pasado más oscuro
de la reciente historia europea no se pueden ocultar.
Ese día ardieron algo más que papeles. La escena
tuvo repercusión internacional y el Gobierno Vasco
les ofreció una dotación de la Ertzaintza con protec-
ción día y noche.
Época de desolación
El atentado del año 2000 fue el más abyecto de todos.
El marido de María Teresa Castells, José Ramón Recal-
de, fue gravemente herido por ETA. Un tiro en la boca
 -370-
IGNACIO
LATIERRO
CORTA
le dejó vivo, pero no ileso. Desde entonces, sufrió se-
cuelas que le acompañaron el resto de su vida. Fue el
año en el que desaparecieron amigos como Fernando
Buesa, Ernest Lluch, José Luis López de Lacalle, Juan
Mari Jáuregui… Una lista que firman la barbarie y el
desprecio por la dignidad humana.
“Ese momento fue crucial para la librería, porque real-
mente nos planteamos el dilema de continuar. Fue
una época de desolación. Durante el primer mes,
lo que hicimos fue asimilar el atentado de Ramón.
Después, un grupo de amigos nos propuso trasladar
la vieja librería de la parte antigua a otra zona más
segura. Se recogieron fondos, los amigos y clientes
contribuyeron como pudieron, se encontró un local
en la calle Urdaneta y nos pusimos en marcha”, co-
menta Latierro.
¿Qué sintió en esos momentos? “Con las primeras
agresiones tuvimos miedo. No se puede negar. Pero
esa actitud fue evolucionando con el tiempo. Nos
dimos cuenta de que, en realidad, éramos libreros.
Lagun siempre había sido un espacio abierto a todos,
un lugar acogedor donde hablábamos de libros. De
la sensación de amenaza pasamos a la repulsa. No
podíamos tolerar que nos echaran. Después desarro-
llamos un profundo sentimiento de solidaridad fren-
te a la intolerancia. Los clientes, los amigos, personas
anónimas, todos estaban dispuestos a ayudarnos”.
El fin del terrorismo, ¿qué ha dejado? “Es importante
transmitir a la gente que no hay que borrar el pasado.
Lo esencial es no perder el sentido de lo que ocu-
rrió, es decir, que en Euskadi hubo un proyecto para
conseguir ‘un objetivo’ mediante la violencia. Ahora
hay que seguir adelante siendo conscientes de que
el futuro se construye sobre el pasado. Pero debemos
continuar. La vida sigue”.
En el año 2018, la librería conmemoró su 50º aniver-
sario con un homenaje en el Teatro Victoria Eugenia
de la capital donostiarra. En el acto se reunieron es-
critores, políticos, artistas, lectores y amigos con la
sentida emoción de reconocer el trabajo en favor
de “la cultura, el pensamiento crítico y la libertad”.
Durante la celebración, el Gobierno les concedió la
Placa de Honor de la Orden Civil de Alfonso X el Sa-
bio. Hasta 50 personas participaron en el homenaje
a través de un relato múltiple basado en una idea: “El
libro aquel que compré en Lagun”, un título simbóli-
Lo esencial es no perder
el sentido de lo que ocurrió,
es decir, que en Euskadi
hubo un proyecto para
conseguir “un objetivo”
mediante la violencia
co que reconoce la idea del espacio como vínculo y
símbolo del coraje democrático.
“Fue un acto muy intenso, conmovedor y muy bien
realizado, en el que 50 amigos y lectores recorda-
ron a Lagun con gran emotividad”, confiesa Latierro.
No pudieron acompañarle la precursora, María Te-
resa Castells, ni José Ramón Recalde, ya fallecidos.
Sí estuvieron sus actuales propietarios, los hijos de
los fundadores.
Es dif ícil evitar preguntar sobre el oficio. ¿Qué libro
recomienda? “Con permiso de mis amigos escritores,
creo que el libro que mejor ha sabido revelar la situa-
ción que hemos vivido es La carta, de Raúl Guerra
Garrido, un escritor excepcional”.
No es fácil ser librero en estos tiempos. Esta vez la
embestida viene en forma de “aparatejo” tecnológico,
de gigantes empresariales que venden libros junto a
muebles, ropa, zapatos, juguetes y electrodomésti-
cos. La librería, las puertas que te adentran en ese olor
tan peculiar del papel impreso, o la astucia del librero
cuando trata de atinar con los gustos del lector, es pro-
bable que desaparezcan. Una reconocida librera dijo
una vez: “El libro se lee, la pantalla se mira”. Hay una
diferencia perceptible. Sí que la hay.
Como argumentó Virginia Woolf: “Si quieres entender
lo que diferencia a un buen escritor de un escribidor,
inténtalo tú y verás”. Pues eso: “Si quieres entender lo
que diferencia a un buen librero de un vendedor de
libros, inténtalo tú y verás”.

Profesora universitaria
GOTZONE MORA TEMPRANO
PENSAMIENTO Y VIOLENCIA,
UN DUALISMO INSUPERABLE
En el País Vasco viene manteniéndose una situación
insostenible debido a la violencia continua perpetrada
por la banda terrorista ETA. Una pugna política puede
existir en cualquier sociedad occidental democráti-
ca, pero, en nuestro caso, ese conflicto se encuentra
seriamente mediatizado por el terrorismo. Las conse-
cuencias se manifiestan diariamente a través de una
vulneración constante de los derechos humanos fun-
damentales, como el derecho a la vida, a la libertad y a
la seguridad de las personas.
En este sentido, desde hace varios años, la universidad
pública vasca viene constituyendo el centro neurálgico
Artículo de Gotzone Mora
Revista Fundación nº 6
(marzo de 2004)
Gotzone Mora Temprano
de una vorágine terrorista impulsada por ETA y anima-
da desde el entorno nacionalista radical. En concreto,
resulta evidente que el proceso de agresión a la insti-
tución universitaria en la comunidad autónoma vasca,
desde el entorno de ETA, es la consecuencia directa
del marcado protagonismo que un importante sector
de la comunidad científica ha ostentado en el marco
de los movimientos cívicos contrarios a la violencia
y de la denuncia continua acerca de la connivencia
de sectores nacionalistas con los presos de la banda
armada. Además, la universidad, como espacio sim-
bólico con profunda proyección social, ha constituido
tradicionalmente un territorio hostil al totalitarismo y
 -372-
GOTZONE
MORA
TEMPRANO
al pensamiento unidireccional. La responsabilidad de
determinados grupos de intelectuales siempre ha ido
más allá de la meramente académica y es por todos
conocido que su manera de obrar o pensar ostenta
una indudable proyección social. Evidentemente, un
fenómeno de tanta trascendencia no podía quedar
sin respuesta por parte de ETA y de su mundo. Ello
nos ha convertido a muchos de nosotros en objetivos
prioritarios de la banda terrorista, que ha tratado de
desequilibrar a la institución universitaria poniendo en
marcha distintas estrategias.
En primer lugar, mediante la perpetración de atenta-
dos o amenazas de bomba en la UPV/EHU. Nuestra
universidad y, sobre todo, determinadas facultades
se han convertido en un territorio de reivindicaciones,
protestas y manifestaciones que impiden el normal
funcionamiento de la actividad docente-investigadora.
Esta circunstancia ha quedado patente en los últimos
cursos, y más concretamente desde la ilegalización
de Batasuna; situación aún más agudizada a partir de
mayo de 2003, fecha en la cual el Consejo de Minis-
tros anunció una serie de medidas consistentes en la
modificación del artículo 56 de la Ley General Peniten-
ciaria, en la que, además de garantizar el “derecho a la
educación” de los presos de ETA a través de la UNED
(universidad más apropiada en su caso por sus propias
características), se trataban de evitar los privilegios que
los presos de la banda terrorista habían recibido duran-
te décadas de la Universidad del País Vasco.
Pero, además de los intentos de atentado comenta-
dos al inicio del párrafo anterior, el entorno terrorista
también utiliza mecanismos de violencia psicológica
contra el individuo molesto para sus intereses. Este
acoso se materializa en numerosas ocasiones en
comportamientos de tipo mafioso, como dejarnos
mensajes amenazantes en los buzones de voz de
nuestros teléfonos, desaparecer las llaves de nuestros
despachos y encontrarnos parte del mobiliario cam-
biado de lugar, colocar una pintada consistente en
una diana en medio de la cual se puede leer el nom-
bre de un/a profesor/a, o destrozar materialmente el
coche de cualquiera de nosotros como aviso de lo que
puede ocurrir si continuamos en nuestra actitud.
Las dos estrategias anteriores se ven acompañadas
por otra mucho más sutil y, probablemente, muy pe-
ligrosa para la propia universidad. La misma consiste
en el acoso fundamentalmente a profesores llevado a
cabo por alumnos/as del entorno radical. Seguimien-
tos hasta el lugar donde dejamos aparcados nuestros
coches (matrículas de un buen número de profesores
han aparecido en la documentación incautada a ETA),
señalamientos y abucheos al entrar en clase o mientras
permanecemos dentro, e increpar e insultar a nuestros
escoltas se han convertido, lamentablemente, en ac-
tos cotidianos en nuestra universidad. En este sentido,
no es casualidad que entre los detenidos de los recien-
tes “comandos” etarras haya un número creciente de
alumnos/as universitarios/as. Muchos de ellos, además
de utilizar la supuesta actividad universitaria como
tapadera, tenían como finalidad controlar la universi-
dad y llevar a cabo campañas orquestadas de acoso a
profesores y de establecimiento o seguimiento de ob-
jetivos marcados por la banda terrorista ETA.
En este contexto, la “normalidad” académica apenas
existe. Hoy día, la universidad pública vasca no constitu-
ye ese marco de libertad que todas y todos desearíamos.
Una mezcla de miedo y de temor difuso se ha adueña-
do de los comportamientos y actuaciones de muchos
sectores de la comunidad universitaria, que se ven, sin
duda, mediatizados en sus conductas por las amenazas,
en unos casos directas y en otros veladas, que continua-
mente lleva a cabo el mundo de ETA y su entorno.
También los alumnos constitucionalistas han tenido
vivencias lamentables debido a la presión ejercida
por el entorno nacionalista radical. A muchos de los
que se han manifestado públicamente apoyando
nuestras iniciativas les han seguido por el campus y,
en ocasiones, hasta los portales de sus casas (alumnos
básicamente de las juventudes del PP y PSE), habién-
doles amenazado si no cambiaban de actitud.
Ante el cuadro que acabo de describir, la postura priori-
taria hubiera sido la demostración de una gran firmeza
por parte del equipo de gobierno de la Universidad. En
este sentido, de un tiempo a esta parte el rector, Manuel
Montero, ha decepcionado completamente las expec-
tativas de gran parte de los profesores implicados en la
defensa de las libertades públicas y de los valores de la
democracia. Si bien en un primer momento el rector
Montero asumió una posición decidida frente al entor-
no radical en la Universidad, a partir de un determinado
momento ha pasado a instalarse en una posición de
indefinición “definida”. Ello ha supuesto un duro golpe
para los que nos hemos quedado y optamos por man-
tener una postura de “reafirmación democrática” en

nuestro espacio laboral. Nuestras condiciones de vida
y de trabajo académico se han hecho cada vez más
difíciles en el día a día de la Universidad. Y es que, si
bien un posicionamiento claro del equipo rectoral no
eliminaría el problema, sí nos proporcionaría un apoyo
institucional que resulta fundamental para no terminar
tomando decisiones de emigrar hacia otros lugares.
El rector de una universidad como la nuestra no
puede comportarse sistemáticamente “como si no
pasara nada” y “mirar hacia otro lado”. No puede ofre-
cernos alternativas sine die que son indignas y que nos
amordazan. Así no se solucionan las cosas; él es la per-
sona obligada a garantizar derechos tan básicos como
nuestra permanencia como docentes en las aulas o la
“libertad de cátedra”, y no digo nada de nuestra dig-
nidad o integridad física, algunas veces amenazadas
cuando nos encontramos en el campus de nuestra
universidad. Estas mismas consideraciones se las tras-
ladamos a la consejera de Educación del Gobierno
Vasco, que a día de hoy todavía no nos ha convocado
para ofrecernos ningún tipo de alternativa, aunque sí
ha manifestado otra actitud bien distinta con respecto
a los presos de ETA, potenciando una ley vasca de uni-
versidades donde se contempla la posibilidad de que
puedan volver a estudiar en nuestra universidad y en
la que muchos constitucionalistas no tenemos cabida.
Es en este contexto cuando un grupo de docentes vin-
culados a la Universidad del País Vasco presentamos
la plataforma Profesores por la Libertad, sustenta-
da por 253 firmas. La referida iniciativa constituía la
respuesta al clima de tensionamiento que vive la Uni-
versidad, cuyos exponentes más significativos vinieron
representados por la obtención de una plaza como
profesor titular del presunto etarra Joseba Mikel Gar-
mendia y por las denuncias acerca de los privilegios
de los presos de ETA que estudiaban en la UPV. Aho-
ra bien, resultan ilustrativas las críticas expresadas a
través de los medios de comunicación por parte de
ciertos responsables académicos, así como de un sec-
tor de la clase política vasca.
Como he comentado anteriormente, el nombramien-
to como profesor de Joseba Mikel Garmendia nos
planteó una situación moral difícil de soportar. Hasta
ese momento, nunca un procesado por pertenencia
a banda armada había accedido a los cuerpos docen-
tes de nuestra universidad. Muchas cosas de las que
acontecieron resultaron incomprensibles para noso-
-373-
GOTZONE
MORA
TEMPRANO
tros. Ante ello, nuestra reacción fue sobre todo moral,
de carácter simbólico. Con la misma quisimos mostrar
la necesidad de propiciar un ambiente de libertad que
posibilitara la supervivencia de la UPV, característica
troncal en cualquier institución universitaria. Con per-
sonas como Joseba Mikel Garmendia, cuyas actitudes
habían quedado patentes a través de los medios de
comunicación, ese ambiente no era posible.
Pero, además, la citada plataforma siguió demos-
trando su iniciativa al denunciar los privilegios de los
presos de la banda terrorista ETA matriculados en la
UPV. Un grupo muy reducido pero especialmente
significado de docentes de la universidad vasca, ac-
tualmente integrados en la plataforma Profesores por
la Libertad, venía denunciando la irregular situación de
los presos de ETA alumnos de la universidad pública
vasca. Se evidenciaron situaciones de privilegio a favor
de los citados alumnos y, tras una minuciosa investi-
gación por parte de la Fiscalía del Tribunal Superior de
Justicia del País Vasco, se puso de manifiesto lo irregu-
lar de la situación descrita.
La concesión de títulos académicos en estas condicio-
nes constituía un claro trato de favor, solo “justificable”
por la connivencia existente en un sector importante
de la UPV en relación con el propio fenómeno eta-
rra. En unos casos, ello respondía al miedo existente
entre muchos profesores, pero en otros muchos era
consecuencia de la presencia de un nutrido grupo de
docentes de la UPV pertenecientes al nacionalismo
vasco en general.
Profesores por la Libertad ha dado un paso hacia de-
lante levantando su voz y denunciando irregularidades
y privilegios con la banda terrorista ETA. También nos
hemos posicionado frente al nacionalismo gobernan-
te y, más concretamente, contra el mal llamado Plan
para la Convivencia o “Plan lbarretxe”, un plan secesio-
nista e independentista. Un plan que coloca al 50%
de los habitantes de la comunidad autónoma vasca
como ciudadanos de segunda categoría, un plan que
rompe la convivencia... El continuar con nuestra denun-
cia lo tenemos muy claro, fundamentalmente porque
nos hemos hecho conscientes de que lo que hoy sufri-
mos es consecuencia de muchas décadas de tibieza,
indiferencia y querer mirar hacia otra parte. Queremos
levantar nuestras voces en favor de la libertad y de la
democracia en el País Vasco. Este es nuestro empeño y
esperamos conseguirlo.
 -374-
MANOLI
URANGA
SEGUROLA

Entrevista a Manoli Uranga

Revista Fundación nº 17
(diciembre de 2006)

Concejal

MANOLI URANGA SEGUROLA

“NO SÉ SI HAN DECIDIDO NO MATAR

PA R A N O D E JA R N O S VIVI R ”
La concejal socialista de Azpeitia, Manoli Uranga,
vive entre agresiones y amenazas de muerte

Fernando Delgado

Manoli Uranga es la única concejal del Partido Socia-
lista en el Ayuntamiento de Azpeitia, donde Batasuna
no tiene representación legal “pero está”. Desde que
se afilió a Comisiones Obreras, cuando tenía 18 años,
Manoli comenzó a tener problemas con los violentos,
pero cuando fue elegida concejal se multiplicaron las
agresiones y amenazas contra ella. Por eso dice ahora
que no sabe si al final la situación es que no matan
para “no dejarnos vivir”.
¿Cuándo comenzaron los problemas?
Yo soy nacida en Azpeitia y llevo en política desde los
18 años. Los primeros problemas comencé a tenerlos
cuando se enteraron de que estaba en Comisiones
Obreras.
¿Entonces no estaba en política activa?
No, en la política municipal, ya activa, fui elegida en
esta última legislatura.

La primera vez fue en el año 2001. Entonces tiraron cócteles
incendiarios a mi casa. Los tiraron a la ventana cuando
estaba dormida. Desde entonces no han parado
¿Cuál es la composición del Ayuntamiento de
Azpeitia?
Este Ayuntamiento tiene 17 concejales, de los cuales
15 son del PNV-EA, 1 es del PP y yo del PSE. Pero se da
la circunstancia de que uno del PNV no ha acudido a
ninguna reunión y el de EA dimitió hace dos años por-
que decía que no se sentía arropado.
¿Y cuándo sufrió la primera agresión?
La primera vez fue en el año 2001. Entonces tiraron
cócteles incendiarios a mi casa. Los tiraron a la venta-
na cuando estaba dormida. Desde entonces no han
parado.
¿Tuvo algún aviso que le hiciera prever esa
violencia contra usted?
Mire, yo siempre he sido española. Incluso por aquel
entonces le decían a mi hija: “Tu madre es española…”.
Esta claro, el problema lo tienen ellos.
¿Desde entonces siguieron las agresiones?
Sí, mediante pintadas, cócteles y pintura. Me han lan-
zado cócteles incendiarios en tres ocasiones y pintura
en dos, y me han hecho pintadas muchas veces. Yo
nunca les he visto, solo el día de las pasadas elecciones
municipales se plantaron unos 15 delante de mí y arro-
jaron papeletas suyas no legalizadas.
¿Lo último?
Las últimas agresiones se produjeron cuando intervi-
no el Supremo contra las herriko tabernas. Entonces
me pusieron una pintada que decía: “Manoli, ata a tus
perros”. Días después, tras una comisión municipal,
cuando uno de mis escoltas estaba fuera del Ayunta-
miento, le dijeron: “Tú, tu compañera y Manoli sois los
-375-
MANOLI
URANGA
SEGUROLA
siguientes”. Y era el primer día que ese escolta trabaja-
ba conmigo. Enseguida le identificaron.
Ante esta situación, ¿qué apoyos tiene?
En el Ayuntamiento, ninguno. Algunos, individualmen-
te, te dicen que “mucho ánimo”. Te dan la palmadita y
ya está. Hay que tener en cuenta que Batasuna no está
legalmente, pero está.
A pesar de esta presión en su contra, ¿por qué
continúa?
Yo no puedo engañar a mis principios. Hubo mo-
mentos que en familia nos planteamos marcharnos,
pero definitivamente decidimos que no, que nos
quedábamos. Y eso con un enorme coste perso-
nal, porque llevo años que no paseo con la familia.
Esta situación ha impedido que tenga una relación
cotidiana con mi madre. Ella está muy mal y yo en
ocasiones no puedo ir. Vivo pendiente de la segu-
ridad. Tengo que cambiar los horarios de entradas
y salidas. Para eso me ayudan los escoltas. Incluso
para pasear, tengo que ir fuera de mi pueblo. No
puedo salir de casa hasta que no suena el timbre y
me esperan los escoltas.
¿Ha cambiado mucho la vida desde que ETA
anunciara el alto el fuego?
Mire, yo ahora tengo las mismas esperanzas que tenía
cuando la anterior tregua. Pero cambios ahora no he
visto. Aquí el pasado 5 de diciembre quemaron un au-
tobús y, al lado, resultó también afectado otro vehículo
de un vecino del pueblo. Este hombre subió al pleno
municipal y los de Batasuna le dijeron que lo sentían
pero que ellos sufrían más. No sé si al final la situación
es que no matan para no dejarnos vivir.
 -376-
JOSÉ MANUEL
AYESA
DIANDA

Entrevista con José Manuel Ayesa

publicada en la revista Fundación nº 20
(septiembre de 2007)

Empresario

JOSÉ MANUEL AYESA DIANDA

“ H AY E M PR E S A R I O S Q U E PAG A N A E TA ,
EN UNAS ZONAS MÁS QUE EN OTRAS”
El presidente de la Confederación de Empresarios de Navarra
no se esconde al hablar del “impuesto revolucionario” de ETA

Fernando Delgado

José Manuel Ayesa Dianda es el presidente de la Con-
federación de Empresarios de Navarra, en la que se
agrupan 11.000 asociados, que se sienten “víctimas
del terrorismo”, víctimas de la extorsión de ETA. Dice
Ayesa que, desde el comienzo del “alto el fuego”, los
terroristas insistieron en exigir el chantaje mediante
cartas, en las que dejaban patente no solo la exi-
gencia de dinero, sino “la perversidad que emplean,
haciendo figurar en los remites a personas del entor-
no del chantajeado, tratando de crear una situación
de preocupación y de miedo”.
Señor Ayesa, ¿desde cuándo es empresario?
Comencé mi actividad siendo muy joven. No había
terminado mis estudios de economista, allá por el
año 1958, cuando falleció mi padre de forma repen-
 -377-
JOSÉ MANUEL
AYESA
DIANDA

La perversidad que emplea ETA en los envíos,

poniendo en los remites a personas del entorno
del chantajeado, trata de crear una situación
de preocupación y de miedo en la sociedad,
vinculando a un gran número de personas

tina y tuve que ayudar a mi familia. Con menos de 25
años, dirigía una empresa de más de 100 trabajado-
res del sector de la maquinaria eléctrica.
¿Cuántos empresarios hay en Navarra?
Empresas censadas, más de 25.000, pero en esa cifra
están incluidas las microempresas. La Confedera-
ción de Empresarios de Navarra, única organización
empresarial en Navarra con reconocimiento, y más
representativa, afilia a más de 11.000 empresas, gran-
des y medianas (todas), pequeñas e incluso algunas
microempresas.
¿Cuáles son los problemas cotidianos con los que
se enfrenta el empresario navarro a la hora de
poder realizar su trabajo?
Los habituales de cualquier empresario: la globali-
zación, la competitividad, la financiación, la calidad,
etc., pero entre ellas —y no las menos importantes— el
mantenimiento del empleo y la inversión.
¿Son comparables estos problemas propios de la
actividad empresarial con la amenaza constante
y el chantaje de ETA?
El chantaje de ETA no tiene —o no debería tener—
nada que ver con la gestión empresarial. Este es un
fenómeno que ha surgido de la actuación mafiosa de
los terroristas, que tratan de imponer sus ideas me-
diante el chantaje y el terror a un sector social cuyo
único objetivo es generar riqueza y actividad econó-
mica, y consecuentemente empleo.
De todos es conocido el permanente acoso que
mantiene ETA a los empresarios del País Vasco y
Navarra. ¿Podría decirnos en cuántas ocasiones
se han remitido cartas de amenaza a los empre-
sarios navarros desde el alto el fuego permanen-
te decretado por los terroristas el pasado año?
El mal llamado “alto el fuego” no significó la desapa-
rición de la extorsión a los empresarios. A los pocos
días de la declaración de ETA, se recibieron las prime-
ras cartas de chantaje, fechadas en marzo de 2006 y
depositadas en estafetas de Correos en los primeros
días de abril. A partir de este hito, prácticamente todos
los meses transcurridos hasta la actualidad ha existido
extorsión. Por cierto, la denuncia de estos hechos, rei-
terados, estuvo acompañada del intento de descrédito
por parte de los estamentos oficiales, que, tratando de
obviar esta circunstancia, tacharon de mentirosos a
los que, en cumplimiento de nuestra obligación y de
la responsabilidad que conlleva el cargo, nos vimos
obligados a denunciar a la opinión pública española
la existencia de actividad terrorista permanente a tra-
vés del mal llamado “impuesto revolucionario”. Quiero
recordar que incluso se llegó a afirmar, por algún
miembro del Gobierno, que estábamos poniendo pa-
los en las ruedas de la negociación. Recientemente, el
fiscal general del Estado, en su informe anual, ha reco-
nocido la existencia de esta barbaridad, pero quienes
la denunciamos de forma reiterada, con el riesgo que
esto comporta, no hemos recibido ninguna repara-
ción moral. Vergonzoso.
En todo este tiempo, ¿ETA ha llegado a elevar su
demanda de dinero hasta los 400.000 euros?
La banda, como no puede ser de otra manera mien-
tras exista, ha incrementado en los últimos meses, ya
fuera de la tregua, los importes que de forma mafiosa
reclama a los empresarios. Efectivamente, hasta los
400.000 euros en algunos casos. Pero no solo se trata
del importe. En mi opinión, además de lo económico,
la banda persigue otro objetivo no menos doloroso
 -378-
JOSÉ MANUEL
AYESA
DIANDA

Si alguien paga por colaborar con ETA, cuestión que dudo,

debe recibir el rechazo más radical y absoluto del resto
de los empresarios y de la sociedad. Debe saber que,
pagando, colabora directamente con la acción terrorista
y con los procedimientos inmorales empleados
por la mafia etarra. A quienes lo hacen por miedo,
simplemente les preguntaría si creen que pagando
han solucionado algún problema

y lamentable. La perversidad que emplea en los en-
víos, haciendo figurar en los remites a personas del
entorno del chantajeado, trata de crear una situación
de preocupación y de miedo en la sociedad, vincu-
lando a un gran número de personas. En definitiva,
trata de demostrar que controla a un parte impor-
tante de la sociedad vasca, navarra y hasta española.
En una de sus últimas cartas de chantaje, ETA
alude a que hay empresarios que sí pagan. ¿A us-
ted le consta? ¿Lo entendería?
Que existen empresarios que pagan no tiene duda,
desde luego en unas zonas más que en otras. Ahora
bien, yo opino que nadie lo hace de forma voluntaria.
Quien cede al chantaje es por miedo, por la inseguri-
dad que produce, por la presión del ámbito en el que
se desenvuelve y por muchas otras razones. Dicho lo
anterior, me pregunta si lo entiendo. Francamente,
no. Y ello porque quien cede al chantaje, aunque solo
sea a negociar con la banda para reducir la cantidad
exigida o para evitar su pago, ya se está equivocando.
No hay nada que induzca a pensar que quien paga
una vez, o muestra debilidad, no sea nuevamente
extorsionado en el futuro. Y de hecho, la realidad
demuestra que esto ha sucedido. Además, pagar es
penal, ética y moralmente condenable. Ahora bien,
hay que ponerse en la piel de los extorsionados, y yo
desde luego tengo que reconocer que no soy capaz
de juzgar esta conducta. Por eso, y a pesar de estar en
total desacuerdo con los que pagan o negocian con
la banda, siempre he mostrado mi solidaridad con
todos ellos, fundamentalmente porque la situación
en la que viven los extorsionados es tremendamente
complicada.
¿Qué les diría a quienes pagan a ETA por colabo-
rar y a quienes lo hacen por miedo?
Desde luego, si alguien paga por colaborar con la
banda, cuestión que dudo, debe recibir el rechazo
más radical y absoluto del resto de los empresarios
y de la sociedad. Debe saber que, pagando, cola-
bora directamente con la acción terrorista y con los
procedimientos inmorales empleados por la mafia
etarra. A quienes lo hacen por miedo, simplemente
les preguntaría si creen que pagando han solucio-
nado algún problema, si creen que han despejado
alguna incertidumbre o, por el contrario, han hecho
más fuerte a la banda. Además, naturalmente, de
cualquier otra consideración ética y moral.
¿Tiene el “mundo de ETA” apoyos en el “mundo
laboral” en Navarra?
Esta cuestión es complicada de explicar, pero no hay
duda de que alguno tendrá, pues no hay que olvidar
que ETA, desgraciadamente, también cuenta con
partidarios de la acción terrorista para conseguir sus
objetivos y, desde luego, el ámbito laboral es fiel re-
flejo de la sociedad. Aparte de lo anterior, no hay que
ignorar la existencia de algún sindicato proclive a los
terroristas.
¿Conoce algún caso de “secuestro exprés”?
No conozco ningún caso, lo cual no quiere decir que
no haya existido ni lo contrario.

¿Sospecha que hayan existido en algún momen-
to “secuestros exprés”?
Sospechas y rumores han existido, pero nunca he-
mos podido contrastarlos, ni por nuestros medios ni
a través de las fuentes de información que tenemos.
¿Cómo viven las familias de los empresarios las
amenazas terroristas?
Con una gran preocupación y con una gran ansie-
dad, sobre todo porque nunca se sabe si el proceso
de presión terrorista va a continuar. Hay que tener
en cuenta que la banda terrorista emplea un pro-
cedimiento muy perverso en su presión y, a medida
que va transcurriendo el tiempo, va enviando a cada
extorsionado dos, tres, cuatro cartas, cada vez más
agresivas, cambiando direcciones y remites. Esto
produce una enorme carga emocional, no solo en
la persona extorsionada sino también en su entorno
más próximo.
-379-
JOSÉ MANUEL
AYESA
DIANDA
Jesús Diges / EFE
¿Existe colaboración con el Ministerio del Interior
y con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Es-
tado para protegerles de estas amenazas?
A mí personalmente me gustaría que la colabora-
ción fuese mayor, pero no tengo duda alguna de
que quienes están comprometidos directamente
con la lucha antiterrorista ponen todos los medios a
su alcance para terminar con esta lacra social. Otra
consideración muy distinta me merece la actuación
a nivel político. Tengo la impresión de que este es un
asunto que molesta, ya que de otra manera parece
incomprensible que se haya negado su existencia
de forma reiterada y que la clase empresarial no
haya recibido, públicamente, una sola muestra de
firmeza y solidaridad por parte de las autoridades
nacionales.
¿Se consideran víctimas del terrorismo?
Sin ninguna duda.
 -380-
RAQUEL
ALONSO
DE FRANCISCO

Reseña del libro Casada con el enemigo,

de Raquel Alonso
Revista Fundación nº 64
(septiembre de 2018)

Ana Pérez
Escritora

RAQUEL ALONSO DE FRANCISCO

CASADA CON EL ENEMIGO

Raquel Alonso pasó en poco tiempo de llevar una vida feliz a sufrir un auténtico infierno:
su marido se radicalizó y acabó convirtiéndose en un terrorista. El desgarrador testimonio
de Raquel es, al mismo tiempo, una denuncia de las amenazas a las que ella y sus hijos
se ven sometidos en la actualidad y de lo desprotegidos que se sienten
ante un futuro extraordinariamente incierto.

Miguel Renuncio

Casada con el enemigo es un libro imprescindible
para conocer desde dentro el proceso de radicali-
zación de una persona y las terribles consecuencias
que ese hecho puede acarrear a sus seres queridos,
quienes no son responsables de las decisiones equi-
vocadas y las malas compañías que acaban llevando
a alguien a convertirse en terrorista. Es más, probable-
mente esos seres queridos hayan hecho todo lo que
estaba en sus manos para tratar de evitar ese desenla-
ce, sin haberlo conseguido.
Esto es precisamente lo que le sucedió a Raquel
Alonso, la autora, quien tras años de feliz matrimonio
con Nabil Benazzou se vio convertida de la noche a la
mañana en la esposa de un yihadista.
“Este libro nace de la necesidad de encontrar una res-
puesta para las víctimas de otro tipo de terrorismo, el
terrorismo yihadista —explica Raquel—. Para evitar el
infierno que vivimos mis hijos y yo durante tres años,
conviviendo con un islamista, sin que nadie diera res-

puesta a nuestras necesidades, pues no había ningún
lugar al que acudir donde solicitar ayuda”.
El relato de Raquel comienza recordando el momento
en que conoció a Nabil, un joven marroquí estudiante
de Ingeniería Técnica. Ella, española, había estudiado
Relaciones Públicas y Marketing y trabajaba en una pro-
ductora. Ambos se conocieron una noche de 1995 en
una discoteca de Madrid. Un año después, y pese a los
recelos de los padres de Raquel, la pareja se fue a pasar
un mes de vacaciones a Tánger, donde la joven fue muy
bien acogida por la familia de Nabil. De vuelta a España,
él le pidió matrimonio y se casaron el 18 de julio de 1997.
Raquel tenía entonces 27 años y Nabil 24. Tuvieron dos
hijos: un niño, que nació en 2001, y una niña, en 2007.
Juntos formaban una familia feliz y llevaban una vida
normal, sin imaginar lo que iba a suceder después.
“El amor que nos tuvimos Nabil y yo fue único, verda-
dero —recuerda Raquel—, aunque ninguno de los dos
sospechábamos en ese momento que hay amores tan
grandes que con el tiempo se pueden volver tóxicos y
perjudiciales, y que, después de haber dado tanta ale-
gría, pueden llegar a causar el máximo dolor que una
persona puede llegar a sentir”.
El punto de inflexión en sus vidas tuvo lugar en 2011, cuan-
do el padre de Nabil murió y este comenzó a frecuentar
la mezquita (hasta entonces no había sido una persona
especialmente religiosa). Allí fue captado por una célula
yihadista y experimentó una rápida transformación: se
dejó barba, empezó a vestir chilaba para ir a la oración,
dejó de beber alcohol y, sobre todo, se convirtió en un
hombre intransigente, obsesionado con que sus hijos
aprendieran árabe y practicaran los preceptos del islam.
En definitiva, entró en un proceso de radicalización. “Ya
no estaba orgulloso de su familia, quería convertirnos en
otras personas, hacernos vivir otras vidas”, lamenta Raquel.
La situación familiar comenzó a ser desesperada: Nabil
pasaba mucho tiempo en la mezquita, con aquellos a
los que llamaba “hermanos”, o en casa viendo vídeos
extremistas, que luego mostraba a sus hijos. Para tra-
tar de proteger a los niños de ese adoctrinamiento y
evitar que su padre los alejara definitivamente de ella,
Raquel fingió convertirse al islam. Sin embargo, inclu-
so eso parecía no ser suficiente para Nabil, cada vez
más dependiente de la célula que lo había captado.
“Su radicalización era evidente y sus creencias cada
vez más extremistas”, señala ella.
-381-
RAQUEL
ALONSO
DE FRANCISCO
Un buen día, Nabil le confesó su verdadero propósi-
to: “Mira, Raquel, sabes lo que está pasando en Siria,
están muriendo mis hermanos, niños, mujeres, y esta
situación hay que cambiarla. Los de la bandera negra,
como tú los llamas [así se refería ella a los terroristas
que aparecían en los vídeos], están montando un
califato para luchar por nuestra gente y me voy a ir a
ayudarles. Mi pueblo me necesita y es una obligación
musulmana hacer la yihad. Están saliendo de todos
los países, todos nos estamos juntando para luchar
contra ellos”. Incluso se planteaba llevarse a su familia
a Siria: “Otra opción sería que vinierais conmigo. Allí se
vive muy bien, te dan una casa, los niños van al colegio,
yo tendría un sueldo y tú vivirías tranquila y en paz”.
El proceso de radicalización de Nabil duró tres años, tres
largos años de tortura psicológica para Raquel y sus hijos,
que concluyeron el 16 de junio de 2014, cuando la Poli-
cía Nacional irrumpió en su casa. Nabil fue detenido bajo
la acusación de terrorismo, al igual que sus “hermanos”,
en el marco de la “operación Gala”, y posteriormente fue
condenado por la Audiencia Nacional a ocho años de pri-
sión y siete de libertad vigilada por pertenecer al Dáesh.
Del desgarrador testimonio de Raquel Alonso en Ca-
sada con el enemigo se extraen varias lecciones. La
primera, positiva, es el apoyo incondicional que en-
contró en su familia y sus amistades más íntimas para
poder salir adelante en una situación desesperada.
Otras lecciones no son tan positivas. Raquel denuncia
haberse sentido juzgada por la sociedad en numero-
sas ocasiones, y haber sido testigo de cómo sus hijos
eran juzgados también, por el simple hecho de haber
convivido con un terrorista, cuando en realidad ellos
eran víctimas y rehenes de su radicalización violenta y
su manipulación psicológica.
Por último, y esto es especialmente preocupante, Ra-
quel y sus hijos se sienten desprotegidos. Desprotegidos
frente a las amenazas y el acoso que sufren casi a diario
por parte del entorno de su ya exmarido. “Nos acosan y
nos agreden. No puedo desarrollar mi carrera profesio-
nal por haber estado casada con él, no tenemos ayudas
económicas, seguimos en tratamiento psicológico y, sin
el apoyo de mis padres, jamás podríamos haber salido
adelante —confiesa—. Y yo me pregunto, en un caso
como el mío, ¿quién cumple la condena?”.
Raquel y sus hijos han cambiado de domicilio ya en va-
rias ocasiones y, a día de hoy, carecen de protección.
 -382-
PARI
IBRAHIM

Entrevista a Pari Ibrahim

Revista Fundación nº 55
( junio de 2016)

Fu n d a d o r a y d i r e c to r a e j e c u t i v a d e l a F r e e Ye z i d i Fo u n d a t i o n

PARI IBRAHIM

“LOS TERRORISTAS HAN INTENTADO DESTRUIR

AL PUEBLO YAZIDÍ”
Pari Ibrahim explica la terrible situación de la minoría yazidí en el norte de Irak,
a la que el Dáesh quiso exterminar en 2014. Dos años después, muchas mujeres y niñas
siguen siendo esclavas sexuales en manos de los terroristas.

Miguel Renuncio

Pari Ibrahim es la fundadora y directora ejecutiva de la
Free Yezidi Foundation, organización dedicada a pres-
tar ayuda a los supervivientes del genocidio del pueblo
yazidí, perpetrado por el Dáesh o ISIS en agosto de 2014
en el norte de Irak. Pari Ibrahim intervino, al igual que
Marimar Blanco, en la reunión del Consejo de Seguri-
dad de las Naciones Unidas del pasado 21 de octubre.
Del 6 al 8 de julio, va a participar en el Curso de Verano
organizado por la Fundación Víctimas del Terrorismo y
el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo.
Su familia ha sido duramente golpeada por el Dáe-
sh. ¿Cómo sobrelleva esta terrible situación?
En realidad, mi familia no es diferente a otras familias.
Al igual que todos los yazidíes, simplemente inten-
to centrarme en aquello que puedo hacer, día a día.
Como comunidad, hemos perdido mucho, pero te-
nemos miles y miles de supervivientes. Por lo tanto,
además de promover el reconocimiento internacional
del genocidio, trato de pensar en los niños que viven
en los campamentos del Kurdistán. Intento centrarme

en la reconstrucción de la comunidad. Pienso en un
futuro en el que mi pueblo se vea libre de la opresión
y en el que sea tratado con igualdad en la sociedad.
¿En qué estado se encuentra el pueblo yazidí tras
el genocidio de 2014? ¿Cómo es la vida en los cam-
pos de desplazados internos? ¿Se sienten olvida-
dos por la comunidad internacional?
Como pueblo, en cierto modo nos hemos sentido ol-
vidados. Pero también estamos agradecidos por los
ataques aéreos y la ayuda humanitaria del exterior
que ha llegado a nuestros supervivientes. Yo diría que
el estado de la población civil es muy malo. La vida
en el campo de desplazados internos en el que traba-
jamos, Khanke, es difícil. Creo que las autoridades de
ACNUR hacen todo lo posible por su mantenimiento,
pero sigue siendo un campamento de tiendas. En mi
opinión, el reconocimiento del genocidio establece
una diferencia con respecto a nuestro pueblo, en el
sentido de ser escuchado y de que esos crímenes sean
conocidos, pero, en el día a día, se necesitarán muchos
años para crear una sensación de garantía, seguridad
y bienestar emocional.
¿Qué resultados concretos en materia humani-
taria ha obtenido en este tiempo la Free Yezidi
Foundation?
Hemos creado un centro para mujeres y un centro
para niños en uno de los campos. No tenemos una
enorme cantidad de dinero ni de recursos, y por su-
puesto que las grandes ONG y las agencias de la ONU
hacen mucho más que nosotros. Sin embargo, nuestra
dirección la ejercen mujeres yazidíes, y nuestro perso-
nal está compuesto en su totalidad por desplazados
yazidíes procedentes de Sinjar. Me gusta pensar que
nosotros proporcionamos cierta esperanza y optimis-
mo al campo y a las mujeres y los niños con quienes
trabajamos a diario.
Muchas personas suf ren estrés postraumático.
¿Cómo se las puede ayudar? ¿Podrán superar
algún día esa situación?
Es cierto. De hecho, yo diría que todos los supervivien-
tes yazidíes sufren niveles de estrés postraumático de
acuerdo con los estándares occidentales. Tenemos
algunas actividades cuidadosamente seleccionadas,
como arte, jardinería y música, para ayudar a combatir
el estrés, y estamos trabajando con el fin de conseguir
psicólogos que puedan atender a nuestros civiles. Pero
las necesidades son astronómicas y la comunidad ya-
-383-
PARI
IBRAHIM
zidí o kurda no tiene capacidad suficiente para ello. Es
muy caro y difícil conseguir allí psicólogos clínicos con
experiencia. Pero ese será un siguiente paso.
¿Qué se puede hacer por las mujeres y niñas que
han sido vendidas como esclavas sexuales? ¿Es-
tán condenadas a vivir en ese infierno?
Realmente, esa es la situación más difícil. Es muy do-
loroso ver el sufrimiento de las mujeres y niñas que
han regresado del cautiverio del ISIS, pero no hay
nada más doloroso que imaginar la miseria de aque-
llas que todavía permanecen en Raqqa o Mosul, o en
cualquier otro lugar. Estuvimos considerando la posi-
bilidad de implicarnos en el proceso de rescate, pero
es una situación difícil y preferimos dejársela a quie-
nes son expertos en ese tipo de cosas. La sensación
de impotencia para organizaciones como la nuestra, y
en especial para los familiares, es insoportable. El ISIS
está redoblando sus esfuerzos para evitar más fugas
de mujeres yazidíes, así que ahora será aún más difí-
cil que puedan escapar. También hay cientos de niños
yazidíes a los que han lavado el cerebro y que están
siendo entrenados para ser terroristas suicidas. Me
refiero a niños pequeños. Están en los campamentos
militares del ISIS, y es casi imposible identificarlos y
rescatarlos. Temo que todos ellos morirán en combate.
¿Cree que será posible detener, juzgar y condenar
a los responsables de estas atrocidades? ¿Cuál es
el papel de la Corte Penal Internacional (CPI)?
Personalmente, creo que al menos algunos criminales
del ISIS tendrán que enfrentarse a la Justicia por atroci-
dades como asesinatos en masa, violaciones en masa y
participación en genocidio. Por supuesto, la mayoría de
los responsables morirán, pero sabemos que algunos
de ellos han regresado ya a Europa. Otros sobrevivirán
y tratarán de esconderse entre la población de Siria o
Irak. En teoría, la CPI tendría jurisdicción sobre aquellos
combatientes de estados adheridos a la CPI que hayan
cometido crímenes contra la humanidad, sin importar
dónde se encuentren. Eso es lo que le dijimos a la fis-
cal jefe de la CPI. A decir verdad, es abominable que
la CPI no haya abierto al menos una investigación pre-
liminar acerca de los muchos miles de terroristas del
ISIS que proceden de estados adheridos a la CPI y que
están cometiendo violaciones y asesinatos impune-
mente. Me parece que la CPI no está interesada en ello.
En parte, porque considera que los líderes del ISIS son
mayoritariamente iraquíes y sirios, y que por lo tanto no
están bajo la jurisdicción de la CPI. Seamos claros. Es
 -384-
PARI
IBRAHIM
probable que muchos miembros del ISIS mueran en
combate antes o después, y eso podría suponer una
cierta justicia. Pero nosotros preferimos juicios y vere-
dictos de culpabilidad por atentar contra los yazidíes.
Personalmente, me da igual si se detiene y condena
por sus crímenes a miembros de la cúpula, a jefes inter-
medios o a combatientes de a pie. Sabemos que miles
de personas han cometido esos horribles crímenes, y
nos gustaría ver juicios y condenas específicamente por
el intento de exterminar a los yazidíes y por haber lleva-
do a cabo actos de violencia sexual. No simplemente
por pertenecer a una organización terrorista.
Usted participó en la reunión del Consejo de Se-
guridad de las Naciones Unidas dedicada a las
víctimas del terrorismo. ¿Qué importancia tuvo
aquella reunión?
A veces pienso que, efectivamente, fue importan-
te. Yo pronuncié un discurso muy duro y vehemente,
porque los yazidíes están furiosos por la inacción del
Consejo de Seguridad y la comunidad internacional.
Aunque los ataques aéreos estadounidenses salvaron
las vidas de decenas de miles de personas, otras tan-
tas han sido asesinadas o secuestradas. Y pienso que
el Consejo de Seguridad no hubiera hecho nada aun-
que todos los yazidíes hubieran muerto, porque ya ha
demostrado su total incapacidad para actuar incluso
ante los casos más evidentes. Por eso, quise enviar un
claro mensaje y decir que, a pesar de que el ISIS está
perdiendo fuerza, el Consejo de Seguridad sigue mos-
trándose incapaz de cumplir su deber más elemental,
que sería trasladar a la CPI el ataque contra la mino-
ría yazidí o tomar algunas medidas que permitieran
poner en marcha un proceso de responsabilidad y
justicia. Me alegro mucho de que el Gobierno español
pudiera organizar esta reunión utilizando la fórmu-
la Arria [para reuniones de carácter oficioso]. Quiero
pensar que mi mensaje llegó a algunos de los estados
miembros y que, unas semanas después, el mensaje
de Nadia (víctima yazidí) pudo tener un efecto más vi-
sible y público.
Por el contrario, a veces pienso que mi discurso no
fue para nada importante, ya que, al no ser un acto
público, pudo ser fácilmente ignorado. Sabemos que
la sede de la ONU está llena de discursos y apasio-
nados llamamientos al Consejo para que haga su
trabajo, pero, en relación con el caso los yazidíes, no
percibí realmente un sentido de urgencia por parte
de los estados miembros. Si se remite el caso a la
CPI, estoy segura de que será más bien por utilidad,
por razones políticas o para mostrar a miembros del
ISIS detenidos y acusados, pero no por ninguna pre-
ocupación hacia la población yazidí ni por cumplir
los compromisos internacionales con la Justicia. Eso
también me pone furiosa.
Ahora algunos países quieren presentarse a sí mismos
como los protectores de las víctimas yazidíes, en lugar
de asumir su responsabilidad por su anterior falta de
acción. En la película sobre los juicios de Núremberg,
un actor explica que la culpa nos alcanza a todos. Me
gustaría ver al Consejo de Seguridad asumir alguna
responsabilidad por no haber actuado, y reconocer
que no estaba preparado para hacer nada que pudie-
ra evitar el total exterminio de nuestro pueblo, porque
esa es la verdad. Pero supongo que, en lugar de eso,
todos debemos estar agradecidos a los líderes mun-
diales por simpatizar finalmente con la grave situación
de los yazidíes, y esperar que den los pasos necesarios
para ayudarnos a obtener justicia por la pérdida de
nuestros seres queridos.
Usted ha sido invitada a participar en el Curso de
Verano de la Fundación Víctimas del Terrorismo
y el Centro Memorial de las Víctimas del Terro-
rismo. ¿Qué mensaje le gustaría trasladar a los
asistentes?
En primer lugar, me gustaría aplaudir a la Funda-
ción. Es una triste verdad, pero el mundo realmente
necesita a esta Fundación, ahora más que nunca. Per-
sonalmente, espero aprender mucho en el Curso de
Verano. Como es obvio, instaré a todos los asistentes
a aprender más acerca del caso de los yazidíes, que
está relacionado con el terrorismo, pero también con
el genocidio. Además, pienso que todos los interesa-
dos en las víctimas del terrorismo deberían pensar en
el efecto que el terrorismo tiene sobre las comunida-
des. La comunidad es clave para nosotros, los yazidíes.
En nuestro caso, de forma específica, los terroristas
han intentado destruirnos, de modo que el mismo
concepto de sociedad y comunidad se ha visto ame-
nazado. Pero esa ha sido también nuestra fortaleza, la
que nos llevó a mi hermana y a mí al campo y a mi
hermano a combatir contra el ISIS en el monte Sinjar.
En nuestro caso, el ISIS quería matarnos a todos noso-
tros y destruir nuestro sentido de pertenencia, pero ha
sido el sentido de pertenencia lo que nos ha permitido
contraatacar y ha atraído a nuestro lado a amigos de
todo el mundo.

Director de cine
IÑAKI ARTETA ORBEA
“LA SOCIEDAD VASCA ESTÁ
TREMENDAMENTE TRAUMATIZADA”
El silencio pesa como una losa sobre la sociedad
vasca. Quienes colaboraron con ETA o durante años
justificaron sus crímenes callan ahora para no asumir
su responsabilidad, y quienes miraron hacia otro lado
sin hacer nada para evitar lo que ocurría a su alre-
dedor también callan, porque saben que no alzaron
la voz cuando deberían haberlo hecho. Quien sí la
alzó fue Iñaki Arteta, que lleva casi 20 años llevando
al cine los testimonios de las víctimas del terrorismo
y acaba de estrenar su último documental, Bajo el
silencio. En reconocimiento a su trayectoria, la Fun-
Entrevista a Iñaki Arteta
Revista Fundación nº 73
(diciembre de 2020)
Leize Producciones
Miguel Renuncio
dación Víctimas del Terrorismo le ha concedido el
Premio a la Defensa de los Derechos Humanos Adol-
fo Suárez 2020.
Usted lleva casi 20 años dando voz a las víctimas
del terrorismo. ¿Qué le mueve a seguir haciéndolo?
Cosas muy profundas. Todo comenzó con la prime-
ra película, Sin libertad, que fue el proyecto de un
pequeño grupo de personas a las que nos gustaba
el cine. Habíamos leído los dos o tres libros de testi-
monios de víctimas que existían entonces y quisimos
 -386-
IÑAKI
ARTETA
ORBEA
hacer una película. Acudimos a Cristina Cuesta y em-
pezamos a hablar con víctimas del terrorismo. Ellas
no me conocían a mí, así que tuvimos la dificultad
de encontrar a personas que quisieran hablar en
aquellos años, en los que hacerlo era todavía muy
peligroso (ETA mató a casi 40 personas entre 2000
y 2001). Quisimos dar a las víctimas la posibilidad de
contar su historia, su experiencia vital. Aquello podía
haber acabado ahí, pero nos gustó mucho y ade-
más tuvimos éxito: la película fue muy bien acogida
en festivales (nos dieron premios en Nueva York, Los
Ángeles, etc.) y causó mucha impresión en Euskadi
entre el mundo sensible a las víctimas y contrario al
terrorismo, ya que hasta entonces no se había he-
cho nada igual. Eso me pareció que daba un sentido
a mi trabajo y a mi propia vida. Fueron muchas las
cosas buenas que me pasaron con aquella primera
película, aunque también hubo algunas cosas malas,
porque de repente se me acabó el trabajo en la Di-
putación de Bizkaia, y yo tenía tres hijos pequeños…
Se me torció la vida, pero no me importó. Descubrí
que era bueno hacer algo así, tenía la sensación de
poder ayudar con mi trabajo a personas que sufrían
y que estaban muy vinculadas a mi tierra, personas a
Leize Producciones
las que incluso tendría que haber atendido antes. Eso
es lo que hace que me sienta útil con este trabajo y
también como persona.
Paralelamente, lleva casi 20 años sufriendo el ais-
lamiento, o el desprecio, en una sociedad domina-
da por el nacionalismo...
Todo se puede sobrellevar si tu entorno más cercano
también lo asume, si tu mujer y tus hijos no tienen
miedo ni se asustan, porque desde luego son cosas
que inciden en la vida personal. Como decía, yo me
quedé sin trabajo. Llevaba 14 años en la Diputación de
Bizkaia y, después de estrenar Sin libertad, fui desapa-
reciendo poco a poco hasta que articularon la manera
de que no siguiera allí. Aquello cambió mi vida, pero
tengo la suerte de no ser miedoso y decidí empezar
una nueva etapa: llevaba casi 20 años viviendo de la
fotografía y ahora llevo casi 20 años viviendo solo del
cine. Me he desarrollado profesional y personalmen-
te de una manera muy agradable, porque me doy
cuenta de que hago algo útil por la sociedad, por las
personas, y eso me llena más que nada. Los problemas
que pueda tener se quedan pequeños. Nadie tiene
una vida fácil, todos tenemos problemas, y después de

Todas las historias
de víctimas del terrorismo
te impactan, y te das
cuenta de que el daño
que se ha hecho
es inconmensurable
haber escuchado las desgracias y los infortunios que
han sufrido las víctimas del terrorismo, yo no me pue-
do quejar de nada.
En todos estos años, ha escuchado centenares
de testimonios de víctimas del terrorismo. ¿Le
siguen impactando?
Sí. Estos últimos años hemos estado grabando una
colección de testimonios de gente vinculada al cen-
tro-derecha en el País Vasco, sobre todo políticos
del Partido Popular, personas poco conocidas en la
mayoría de los casos, que han sido concejales en ayun-
tamientos como los de Santurce, Elorrio o Beasáin. Me
acuerdo especialmente de un hombre de Santurce
que era maestro y estuvo como 18 o 20 años de conce-
jal. Le habían quemado la casa y el coche, además se
le había muerto un hijo, la mujer se trastornó de toda
la presión que tenían, con manifestaciones en su casa
cada dos por tres... Y él, aguantando. Eso es heroicidad.
De verdad, es imposible que algo así no te conmue-
va. Su voluntad personal era estar ahí y hacer algo por
los demás. Uno no se acaba de acostumbrar. Todas las
historias te impactan, y te das cuenta de que el daño
que se ha hecho es inconmensurable.
En Bajo el silencio, se sitúa por primera vez ante los
terroristas y sus cómplices. ¿Qué le ha llevado a ello?
Todo lo que he venido haciendo anteriormente,
porque cada película me ha ido conduciendo a
otra. Con cada una me ha ido interesando un pun-
to de vista diferente y luego otro... Esta película yo
deseaba hacerla desde 2000, cuando leí un libro
de Fernando Reinares que se llama Patriotas de
la muerte, en el que entrevistaba a etarras que
estaban en la cárcel. Es un trabajo muy académi-
-387-
IÑAKI
ARTETA
ORBEA
co, con las mismas preguntas para todos: si eran
de una zona rural, si habían estudiado, si hablaban
euskera, cómo se metieron en ETA, etc. A mí me
gustó mucho aquel libro y escribí en la primera pá-
gina: “Esto me da una idea para…”. Hay que tener
en cuenta que las víctimas son víctimas por ellos,
así que saber qué piensan los “malos” nos interesa
a todos. Nos interesa la vida de Hitler, de Goebbels,
etc., porque uno intenta indagar sobre la condición
del ser humano. Somos ángeles y demonios, y esta
gente eligió ser demonio. Eso me llamó mucho la
atención en aquel momento, y ya en 2014 o 2015
estuvimos intentando hacer una película en la que
salieran solo etarras. Quisimos buscar financiación
y la gente se tiraba de los pelos: “¿Cómo? ¿Que yo te
voy a dar dinero para que un etarra cuente ahí su
rollo?”. Así que tuvimos que dejarlo.
¿Qué opina sobre la polémica generada en torno
a las palabras de Mikel Azpeitia, el sacerdote de
Lemona que aparece en el documental?
La primera que vio la película fue mi mujer, y me
dijo: “El cura es el peor”. ¡Y eso que salen etarras con
asesinatos! Claro, es que ser cura y decir esas cosas…
A todos los que vieron la película antes del estre-
no también les llamó mucho la atención el cura, y
luego los periodistas han dado en el clavo, porque
es lo más llamativo. Yo la verdad es que no me lo
esperaba, porque estamos curados de espanto con
todas las burradas que se oyen aquí. Pero sí, es lla-
mativo. No porque no hayamos oído antes esas
cosas o no sepamos que en Euskadi hay mucha
gente que piensa así, sino porque cuando lo ves en
una pantalla todo adquiere otra dimensión. Ese es
mi trabajo. La realidad está ahí, ya sabemos cómo
es, pero cuando te la ponen en una pantalla todo
se intensifica. Lo mismo ocurre con las víctimas.
Cuando hice la película Trece entre mil, a la gente le
impactaban mucho los testimonios. Ver el rostro de
esas personas hablando serenamente de una expe-
riencia tan horrible, de una situación tan extrema…
Entiendo que llame la atención.
Sin embargo, en el documental aparece un caso
aún peor que el de Mikel Azpeitia. Es el de Fernan-
do Arburua, el sacerdote que mató al ex guardia
civil Félix de Diego, compañero de José Antonio
Pardines, en 1979…
Sí, pero a la gente le llama más la atención el cura de
Lemona. Es curioso. Arburua dice en la entrevista que
 -388-
IÑAKI
ARTETA
ORBEA

al meterse en ETA pensaba que estaba haciendo el
bien. Eso también es llamativo, pero es que hay mu-
chas cosas así en la película. Lo increíble es que han
pasado casi 10 años desde que dejaron de matar y
esta gente podía haber cambiado de alguna mane-
ra. Ese sacerdote, además, se pasó veintitantos años
en la cárcel. ¿De qué les ha servido todo ese tiempo?
De nada, no les ha servido de nada. Es tremendo. Y la
gente que ha estado en su entorno, igual. Hay perso-
nas que apoyaban cada uno de los asesinatos. Ni uno
les parecía mal, salvo quizá el de algún niño… Hemos
entrevistado a varias personas de ese entorno y tam-
poco han cambiado. Esa miseria moral es la clave de
la película.
¿Por qué algo tan sencillo como “no matarás” es
tan complicado de entender por algunos en el
País Vasco? ¿La ideología está por encima incluso
de la fe?
La ideología, el fanatismo, es el motor que ha hecho
a esta gente trascender el respeto a la vida de los
demás. En el momento en que los primeros de ETA
empiezan a pensar que se puede traspasar esa raya,
ya todo es posible. Y lo hacen porque hay un grupo
social grande que participa de esa ideología, lo cual
les permite pensar que no están haciendo nada malo,
porque a muchos no les parece mal. Esa ideología fa-
nática, que al final es una fantasía historicista, es lo que
les ha impulsado a hacer lo que han hecho.
Hoy en día, cuando se habla de “normalidad” o
“normalización”, ¿qué se quiere decir?
Muchas cosas, pero fundamentalmente que les de-
jemos vivir entre nosotros sin renunciar a lo que han
hecho. No quieren que entendamos por qué lo hicie-
ron. Ese diálogo del que tanto han hablado durante
años y años, diciendo que esto se arreglaba con diá-
logo... Cuando hemos intentado hablar con ellos para
la película, no han querido. ¡Más de 100 personas nos
han colgado el teléfono! El silencio es la clave de esta
gente, ellos no quieren hablar. Eso del diálogo, como
tantas cosas que han dicho, es mentira. Son especia-
listas en la mentira y en la manipulación. Al fin y al
cabo, ¿a quien mata qué más le da mentir? Algunos
dicen: “Bueno, han pasado por la cárcel”. Sí, pero eso
no les hace mejores. Que opten por el silencio en lu-
gar de por el diálogo es una gran contradicción. Lo
que pretenden es que no les preguntemos. Quieren
vivir como si nada, sin reconocer que han hecho mu-
cho daño, intentan camuflar eso diciendo que ellos
también han sufrido. Pero no, ellos se han organiza-
do para matar y lo han hecho de forma sistemática.
Todo les ha parecido legítimo por la supuesta libera-
ción del pueblo “oprimido”, cualquier método les ha
valido para derrotar al país “opresor” y matar a quie-
nes ellos consideraban “enemigos”. Y todavía, en el
presente, arrastran esa superioridad moral de creer-
se que lucharon por todos nosotros, por el pueblo
vasco. Son unos fanáticos y quieren que entendamos
que lo que hicieron fue para salvarnos, para crear un
mundo mejor.
Una parte importante de la sociedad puede estar
interesada en pasar página para acallar su mala
conciencia por no haber hecho nada o haber mi-
rado hacia otra parte mientras ETA exterminaba a
los “enemigos” del pueblo vasco...
Claro que existe mala conciencia. La sociedad está
tremendamente traumatizada, de arriba abajo. El que
ha hecho el mal pretende esconderlo y el que no hizo
nada no quiere hablar del asunto. Por eso, muchas
personas prefieren no hablar. Ni lo hicieron entonces
ni lo van a hacer ahora. Ese es otro sentido de la pelí-
cula. Hubo mucha gente que no hizo nada, teniendo

Recuerdo a un hombre de Santurce que era maestro

y estuvo 18 o 20 años de concejal. Le habían quemado
la casa y el coche, además se le había muerto un hijo,
la mujer se trastornó de toda la presión que tenían,
con manifestaciones en su casa cada dos por tres...
Y él, aguantando. Eso es heroicidad

oportunidades para hacerlo, y naturalmente esas
personas no tendrán la conciencia tranquila. Eso no
se quita nunca. Yo también tengo mala conciencia,
porque cuando fui joven pasaban muchas cosas a mi
alrededor y tampoco se me alteró el pulso. ETA mató
a casi 100 personas en 1980, cuando yo tenía 21 años. Y
si me llegan a preguntar el 31 de diciembre que cuán-
ta gente había sido asesinada, probablemente no
tendría ni idea. No hay penitencia posible para borrar
esa sensación de haber participado de una manera
impasible en algo tan terrible como lo que ha ocurri-
do aquí. Muchos pensarán: “Yo no hice nada malo”,
pero es que tampoco hicieron nada bueno. El trauma
no desaparecerá hasta dentro de unos 25 años, cuan-
do hayamos desaparecido todos los que hemos vivido
esto. Ese trauma impide crear una sociedad sana.
¿Qué futuro le puede esperar a una sociedad en
la que una parte importante de la juventud sigue
defendiendo la “teoría del conflicto” y justifican-
do a ETA?
Esas ideas se transmiten sobre todo en el seno de las
familias, especialmente en las familias de los pueblos
pequeños, donde las relaciones son más estrechas.
Ahí es donde se transmite todo lo que la ideología tie-
ne de sentimental: la patria, los vascos, el euskera, etc.
Arnaldo Otegi se ha inventado ahora lo de la república
vasca, copiando la terminología de los independen-
tistas catalanes. En realidad, para decir que España es
un Estado “opresor” no hay que estudiar nada. Son co-
sas que se transmiten alegremente y se aderezan con
tres ejemplos. En ese sentido, creo que el papel de la
familia es mucho más importante que el de la educa-
ción. Durante el franquismo estudiábamos Formación
del Espíritu Nacional y, sin embargo, no conozco a
muchos franquistas. También íbamos a colegios de
curas y monjas, y no por ello hubo muchas vocacio-
nes. La clave está en las familias, en los padres que
transmiten a sus hijos esos sentimientos. No obstante,
creo que todas las generaciones se van regenerando.
La esperanza está en la gente que no ha conocido el
terrorismo. Aún así, siempre habrá fanáticos. También
hay neonazis en Alemania... El problema es que ahora
los jóvenes perciben que los que han estado asesinan-
do a gente hasta hace cuatro días son recibidos como
personas honorables en el Palacio de la Moncloa y
en el Congreso de los Diputados. Eso confunde, eso
manda un mensaje muy distorsionado. Eso es peor
que cualquier otra cosa, porque relativiza el mal de
manera que alguien puede decir: “No habrán matado
-389-
IÑAKI
ARTETA
ORBEA
tanto si hasta el presidente del Gobierno los recibe y
le van a aprobar los Presupuestos”. Ese es el mensaje
más pernicioso ahora mismo para los jóvenes. Lo que
está pasando con este Gobierno es horrible, porque
no hay escrúpulos para negociar o para dar carta de
naturaleza a unas personas que han estado asesinan-
do y que no reniegan de ello. Si no hay líneas morales,
nos vamos todos al garete, porque todo es confusión.
Claro, que EH Bildu sea considerada una forma-
ción política más, con la que se puede llegar a
acuerdos, no es la mejor forma de deslegitimar el
discurso de ETA…
Ha habido una dejadez grande por parte de los dis-
tintos gobiernos de España, y esa dejadez condujo
a que se legalizara el partido que ahora nos abruma
con toda su presencia. La Historia juzgará a esos go-
bernantes y dilucidará por qué lo han hecho, en lugar
de apartar a esta gente como a los nazis en Alemania.
Y todavía dicen que es una ideología sana, cuando es
la misma por la que han matado. El PSOE ha perdi-
do el norte y el sentido de su propia memoria, y en
compañía de Podemos está tomando decisiones que
merman la democracia. Los ultranacionalistas, cuando
se meten en las instituciones, lo corroen todo, envene-
nan absolutamente todo lo que tocan. Ellos trabajan
exclusivamente para su ideología, las 24 horas del día,
los siete días de la semana. Los demás estamos a otras
cosas, pero ellos no.
¿Habrá algún día una película de ficción sobre
ETA que tenga tanto éxito como Patria lo ha teni-
do en la literatura?
La respuesta es fácil: todo puede ser. Recuerdo que
una vez saludé a Fernando Aramburu después de una
charla. “Estoy haciendo una novela sobre el tema vas-
co, sobre unas familias…”, me dijo, y un año después
sacó la novela. Ni él ni la editorial se esperaban ese éxi-
to. Todo el mundo quiere hacer un best seller, pero las
cosas surgen sin pretenderlo. De todos modos, la clave
no está en hacer una película, sino muchas películas,
como ocurre con la temática de la Guerra Civil o de la
Segunda Guerra Mundial. Yo tengo un guion de ficción
desde hace unos años y llevo tiempo moviéndolo por
distintas productoras. El documental tiene el poder
de hacerte empatizar con el sufrimiento de las per-
sonas, pero la ficción te lleva por vericuetos distintos.
La ficción, como la novela, llega allí donde no llega el
documental, porque te metes en un personaje y vives
otra vida, una vida que no te imaginas.
 -390-
JOSÉ MARÍA
CALLEJA
Periodista y escritor
JOSÉ MARÍA CALLEJA
“HAY QUE APOYAR A LOS QUE LUCHAN
POR LA LIBERTAD, SEAN O NO CONOCIDOS”
José María Calleja, periodista y escritor, tiene el don de
la valentía junto al de la comunicación. Porque Calle-
ja es un excelente comunicador que ha adquirido un
compromiso permanente en la lucha contra el terro-
rismo y contra quienes lo secundan o se aprovechan
de él. Por eso, dice que “el terrorismo nacionalista y el
actual nacionalismo que gobierna son incompatibles
con la libertad de expresión, con la discrepancia, con el
diálogo”. Calleja acaba de publicar Héroes a su pesar,
un libro que relata la evolución de la reacción civil con-
tra ETA. El libro se centra en la labor de organizaciones
como ¡Basta Ya! y en casos de víctimas como el de la
familia Pagazaurtundúa. Pero también, como dice el
propio Calleja, “tenemos ahora que hacer un esfuerzo
por apoyar a todos los que luchan por la libertad, sean
o no conocidos”.
Entrevista a José María Calleja
Revista Fundación nº 5
(diciembre de 2003)
Fernando Alvarado / EFE
Fernando Delgado
¿Pueden trabajar con libertad los periodistas en el
País Vasco?
No. El terrorismo nacionalista impone una agenda de
miedos que hace imposible la libertad en el trabajo de
los periodistas, de la misma forma que quiere someter a
la clandestinidad a todas las opiniones que se salgan de
los principios fundamentales del nacionalismo terrorista
y del nacionalismo gobernante, que por cierto se dedica
sistemáticamente a atacar a los medios y a los periodis-
tas no adictos al régimen. Por ejemplo, el insultador de
lbarretxe habla de gal mediático y Arzalluz y eta (con mi-
núsculas, por favor) hablan de brunete mediática.
¿Por qué?
Porque el terrorismo nacionalista y el actual naciona-
lismo que gobierna son incompatibles con la libertad

de expresión, con la discrepancia, con el diálogo. Son
profundamente autoritarios y no soportan que pue-
da haber otras opiniones distintas de las suyas y que,
encima, se puedan decir en los medios. Les encanta
la censura y han hecho la vida imposible a cuantos
periodistas nos hemos atrevido a discrepar de los dic-
tados nacionalistas.
A su juicio, ¿por qué muchos ciudadanos vascos
abandonan sus hogares o sus negocios para resi-
dir en otras zonas de España?
Por el miedo, por el miedo que lleva implícita la di-
dáctica de la muerte. Se asesina a un popular, a un
socialista o a un periodista para aterrorizar a los po-
pulares, a los socialistas y a los periodistas. Hay quien
aguanta el tirón del tiro, pero hay otros que no sopor-
tan el clima criminógeno creado por el nacionalismo
y se van para vivir en libertad y en paz. Es un sínto-
ma de que vivimos en un estado de excepción en la
comunidad vasca el hecho de que empresarios, pro-
fesionales, gentes desconocidas... se hayan ido porque
no aguantaban tener que silenciar sus sentimientos o
sus opiniones, o porque han visto que a su lado era
asesinado un policía, un concejal...
¿Qué cree que tiene que suceder para que desa-
parezcan los vascos excluyentes?
Es muy difícil que los seres odiantes, entrenados du-
rante años en el odio, se civilicen, pero una forma de
quitarles el humus en el que crecen sería que cam-
biara el Gobierno nacionalista que les da amparo, les
gestiona los sueldos y les garantiza su permanencia en
el Parlamento Vasco a pesar de las resoluciones de la
Justicia. Mientras eso llega, es necesario que los que
estamos en contra del terrorismo lo digamos alto y
claro, y venzamos la primera batalla del miedo.
¿Qué opinión le merecen aquellos ciudadanos
que, aun estando amenazados, siguen viviendo
en el País Vasco?
Creo que la democracia española nunca les agradece-
rá lo suficiente el costosísimo esfuerzo que hacen por
defender las libertades en la comunidad autónoma
vasca, que son las libertades en toda España. Cuando
el terrorismo se acabe, algo que ocurrirá más pronto
que tarde, serán muchos los que dirán que combatie-
ron contra él (ya pasó después del fin de la dictadura),
pero ahora sabemos quiénes estamos contra el terro-
rismo y el alto precio, a veces irreversible, que pagamos
por ello. Los que luchan contra el terrorismo en la co-
-391-
JOSÉ MARÍA
CALLEJA
munidad autónoma vasca son lo mejor de España,
que lucha contra lo peor de España.
Usted, que es el autor del primer libro que se es-
cribió sobre las víctimas del terrorismo, ¿qué cree
que queda por hacer a día de hoy para apoyar a
este colectivo?
Hoy las víctimas tienen un reconocimiento humano y
moral del que carecían hace tan solo unos años. Hoy
hemos conseguido el desprestigio social de la muer-
te, que tanto jolgorio e indiferencia provocaba hasta
hace muy poco entre los nacionalistas asesinos y los
nacionalistas que se aprovechan de la muerte. Queda,
sin embargo, mucho por hacer, por ejemplo el reco-
nocimiento político de las víctimas del terrorismo. Ese
reconocimiento debería suponer la retirada del plan
crispador, del plan que quiere levantar un muro de la
vergüenza que separe a los vascos. El plan descansa
sobre casi 1.000 muertos y sobre 30 años de asesina-
tos. Si el nacionalismo quiere reconocer políticamente
a las víctimas, debería retirarlo inmediatamente.
Y usted, que vive amenazado, ¿qué se dice a sí
mismo para seguir trabajando haciendo uso de su
libertad?
Llevo toda mi vida luchando por la libertad. Luché
contra Franco y estuve en la cárcel por ello (a diferen-
cia de algún radiopredicador, que tenía edad penal y
no se mojó ni en la ducha contra el dictador, a pesar
de sus alharacas actuales), y estoy dispuesto a seguir
luchando contra el terrorismo hasta acabar con él y lo-
grar la libertad.
¿Quiénes son los héroes de su último libro?
Los héroes a su pesar de mi último libro son gentes
que quieren ser ciudadanos, es decir, sujetos de de-
rechos y obligaciones, como son los habitantes de
cualquier otra parte de España, es decir, en libertad,
y que para gozar de esos derechos, como los tienen
clausurados, se convierten en héroes. Cuento la his-
toria de esos héroes a su pesar que luchan por la
libertad y que, en muchos casos, no son conocidos.
Tenemos ahora que hacer un esfuerzo por apoyar a
todos los que luchan por la libertad, sean o no co-
nocidos. Con el libro quiero que nadie pueda alegar
ignorancia, que nadie pueda decir que él no sabía
lo que pasaba, que no se enteró de que había terror
y falta de libertad. El que quiera saber lo que pasa,
tiene mil libros para enterarse, que no venga luego
alegando ignorancia.
 -392-
ÁNGELES
ESCRIVÁ
SIRERA

Entrevista a Ángeles Escrivá

Revista Fundación nº 40
(septiembre de 2012)

Ignacio Irastorza
Periodista y escritora

ÁNGELES ESCRIVÁ SIRERA

“LOS HÉROES SON QUIENES MURIERON

PARA QUE HOY PODAMOS TENER DEMOCRACIA”
Acaba de publicar el libro titulado Maldito el país que necesita héroes,
en el que cuenta cómo los demócratas acabaron con ETA

Fernando Delgado

Ángeles Escrivá, redactora jefe de El Mundo y exper-
ta en la información sobre ETA, acaba de publicar el
libro Maldito el país que necesita héroes, en el que
desarrolla su trabajo profundo de investigación sobre
el final de ETA y hace un recorrido por la historia de
un proceso plagado de contradicciones, dolor, errores
y desesperanza, pero también de aciertos, estrategias
inteligentes y, sobre todo, vidas heroicas. Porque Ánge-
les Escrivá cuenta muchas historias en su libro, algunas
de gente conocida, otras de gente que lo es menos.
Pero tiene muy claro que “son héroes quienes murie-
ron para que hoy el resto podamos tener democracia”.
En su libro Maldito el país que necesita héroes, re-
cientemente publicado por Temas de Hoy, habla
usted sobradamente del presidente de los socia-
listas vascos, Jesús Eguiguren. A su juicio, ¿qué
papel ha interpretado Eguiguren en las negocia-
ciones con ETA?
Técnicamente, el presidente del PSE fue quien resta-
bleció los contactos entre los socialistas y Batasuna
en un primer momento, de forma secreta, y después
abrió el cauce para las conversaciones entre el Go-
bierno y ETA. Él siempre ha dicho que en un primer
momento, en el momento en el que se encontraba

vigente el Pacto Antiterrorista, lo hizo a título particu-
lar. Esto, que ya de por sí es muy difícil de entender
porque era el presidente del PSE y porque, en un de-
terminado momento, también estuvo Patxi López al
tanto de sus reuniones con Otegi en los diferentes ca-
seríos, deja de ser una excusa y se convierte en una
negociación con todas las consecuencias cuando Za-
patero gana las elecciones y da carta de naturaleza a
esos encuentros y a la estrategia que llevan consigo.
Eguiguren participará en la mesa de partidos políticos
en Loyola y en los encuentros bipartitos en Ginebra en-
tre el PSE y Batasuna y entre el Gobierno y la banda.
De hecho, él fue el único que estuvo en ambas mesas.
Desde el punto de vista político, él es quien convence
a Zapatero de que hay que negociar para que no haya
un muerto más y de que no cabe la derrota de ETA
sino la reconciliación.
¿Pero quién marcaba la pauta, Eguiguren o el
entonces presidente del Gobierno, José Luis Ro-
dríguez Zapatero?
Eguiguren explicó su estrategia y Zapatero se la com-
pró hasta administrarla como creyó conveniente. De
hecho, los socialistas siguieron la senda que él había
marcado incluso en los momentos de mayor des-
acuerdo. Lo que ocurre es que, desde 2008, él quiso
que las cosas fueran más rápidas, pero tanto al Go-
bierno de Zapatero como al de Patxi López no les
interesaba que se hablara tan claro y lo desautori-
zaron. Su afición a reivindicar sus puntos de vista sin
dobleces ni ocultamientos fue la que marcó su relevo.
En el último año, los socialistas que se han estado re-
uniendo con los batasunos siempre han dejado claro
que él ya no era el interlocutor (aunque se estuviese
hablando de lo mismo) y el presidente Zapatero, ya
fuera del Gobierno, llegó a comentarle al actual minis-
tro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que en realidad
había acabado demasiado afectado tras las negocia-
ciones y, de algún modo, se había desequilibrado. En
realidad, a Eguiguren sí le afectó todo ello, pero ya
cuando le enviaron a negociar sabían cuáles eran sus
características.
Arnaldo Otegi es una figura clave en todo este entra-
mado de contactos, diálogos o negociaciones, ¿no?
Lo es porque él empezó el diálogo con Eguiguren,
pero, a diferencia de lo que ahora quiere hacer creer —
blanqueando su pasado como terrorista—, su objetivo
inicial no era acorralar a ETA para ir por las vías demo-
cráticas, sino conseguir los objetivos políticos por otras
-393-
ÁNGELES
ESCRIVÁ
SIRERA
vías, con la presencia disuasoria de ETA. Otegi estaba
muy de acuerdo con la que llaman “estrategia arma-
da” tras el fracaso de Lizarra; contribuyó a ayudar a
ETA y a todo su entramado desde su brazo político y
a ensalzar a los etarras, y lo sigue haciendo en estos
momentos. No se opuso a que la banda siguiera ma-
tando tras el fracaso de la negociación, desde luego
no por motivos humanitarios. Si se mostró partidario
de dejar los asesinatos, es porque veía que la derrota
de ETA les iba a arrastrar a ellos también. Él mismo ha
dicho que su estancia en prisión ha ayudado mucho
a su evolución, e incluso en prisión le costó bastante
aceptar la fórmula “por vías exclusivamente pacíficas
y democráticas”.
También estaban Rufino Etxeberria y otros, ¿verdad?
Precisamente Rufino Etxeberria, al que se atribu-
ye la tesis de la “socialización del sufrimiento”, era el
otro batasuno importante sentado en las negocia-
ciones de Loyola (PSE-PNV-Batasuna), en las que se
pusieron cosas muy importantes encima de la mesa.
Cosas como la creación de una institución común
compartida entre el País Vasco y Navarra con capa-
cidad ejecutiva y legislativa, que después también se
llevaron a Ginebra para que los etarras eligieran. Los
presentes en Loyola siempre dijeron que les extrañó
que, de los dos, el más reflexivo y el más fiable fue-
ra Etxeberria, que mostrara él más reparo que Otegi
cuando trajeron un papel por orden de ETA que tor-
pedeaba las negociaciones. Pero, aun así, su tono fue
tan definido que Josu Jon Imaz tuvo que advertir de
que el PNV no se quedaba en una mesa en la que los
dirigentes de Batasuna parecían estar poniendo una
pistola en la sien del PSE a cambio de la paz.
Por lo que ha investigado, ¿qué provocó el comu-
nicado de ETA que anunciaba el cese definitivo de
los atentados?
Su degeneración operativa, que llevó a unas divisiones
internas y a unas discusiones que escandalizaban a
toda la izquierda abertzale, por estúpidas y por estar
protagonizadas por estúpidos. Se sabe que “Txero-
ki” consideraba a “Thierry” un imbécil incompetente
y que se expulsaron unos a otros y se hicieron juicios
sumarísimos. Y cuando ya estaban mal porque los de-
tenían como conejos, cometieron el error de moverse
para buscar respaldos entre sus militantes, y eso pre-
cipitó su caída. También fue importantísima la Ley de
Partidos. La convicción de que su hueco político iba a
ser ocupado por otros si no espabilaban y, cuando ya
 -394-
ÁNGELES
ESCRIVÁ
SIRERA
tenían esto claro, el último aldabonazo lo dio el Tribu-
nal de Estrasburgo con una sentencia de ilegalización
de Batasuna demoledora para sus intereses y sus ex-
pectativas también a nivel internacional.
¿La presión internacional fue tal o simplemente
fue utilizada por el mundo que apoya a ETA para
poner la pelota en el tejado del Gobierno?
No hubo presión internacional alguna, excepto la que
les advirtió de que serían detenidos en cualquier parte.
Si se refiere a Currin, al Grupo de Contacto, al Grupo
de Verificación, etc., son instrumentos utilizados por la
izquierda abertzale, primero para presionar al Gobier-
no y luego para escenificar un aterrizaje sin derrota,
sin humillación, cumpliendo relativamente una de
sus iniciales aspiraciones, la de la “internacionalización
del conflicto”, como la llamaban. Como paso previo al
cese definitivo estuvo la Conferencia de Ayete y, para
que esta se produjese, hubo una negociación en la
que se les garantizó el regreso a las instituciones en
unas condiciones menos onerosas para ellos de lo que
debieran haber sido (de ahí la legalización de Bildu y
Sortu) y una solución escalonada para los reclusos. El
Gobierno de Zapatero, con el conocimiento del PP de
Mariano Rajoy, lo aceptó.
¿Qué colaboración ha prestado el Gobierno de
Noruega en la búsqueda de soluciones en su te-
rritorio? ¿Y Francia?
En esta última época, Francia ha hecho a grandes
rasgos lo que le ha pedido el Gobierno español, a
nivel logístico sobre todo, dejando pasar a los nego-
ciadores cuando se estaba negociando, deteniendo
cuando había que hacerlo e ignorando, menospre-
ciando incluso, a los etarras cuando apelaban a los
dos estados. Esto es muy importante, porque, si les
hubieran dado entidad, hubiera sido una catástrofe.
El papel de Noruega y, sobre todo, el papel de las fun-
daciones de mediación, la Henry Dunant y otras, es
mucho más controvertido. Los mediadores no tenían
ni idea del problema, los de la Fundación tampoco.
Actuaron como si el Gobierno y ETA tuvieran la misma
legitimidad e, incluso, en alguna ocasión aconsejaron
a los negociadores de la banda que no cedieran an-
tes de obtener algo. Ahora, cuando les toca aplicar
a ellos la ley a un terrorista masivo como Breivik, le
aplican la perpetua revisable sin ningún complejo
democrático. También intervinieron los irlandeses y
británicos. Sobre todo tras la T4. El Gobierno del PSOE
quiso dar a entender que su ayuda había sido mag-
La degeneración
operativa de ETA llevó
a unas divisiones internas
y a unas discusiones
que escandalizaban
a toda la izquierda
abertzale, por estúpidas
y por estar protagonizadas
por estúpidos
nífica, pero en realidad aplicaban clichés que no se
deberían haber aplicado al terrorismo vasco y actua-
ban sesgadamente en favor de los abertzales.
¿Por qué cree que ETA no se disuelve definitiva-
mente?
ETA todavía quiere constatar que se celebra una
mesa de partidos, parlamentaria o extraparlamen-
taria, en la que se habla de la autodeterminación.
Además, tiene a los huidos y a los presos de la ban-
da pendientes de resolver. Cuando consiga algo más
de lo que ha conseguido con las legalizaciones po-
líticamente, pretende incorporarse como corriente
política a la izquierda abertzale. Se trata de no salir
derrotada. Los abertzales, que son muy chulos, ad-
miten que, cuando se dieron cuenta de que la “lucha
armada” estaba siendo contraproducente, cambia-
ron los medios para conseguir los mismos fines. Eso
oculta una derrota operativa evidente, que sería ge-
neral si los partidos democráticos no cedieran un
ápice en sus posiciones en el futuro (cosa muy poco
o nada probable). Y aunque fuera así, da mucha rabia
y es muy decepcionante que no se les haya exigido
la condena de ETA y de los etarras para acceder a las
instituciones, del mismo modo que resulta inconce-
bible que se haya renunciado a su deslegitimación
social, permitiéndoles reivindicar a sus presos como

Fundación Alberto Jiménez-Becerril
si no fueran asesinos. Hay cosas en las que se ha co-
rrido demasiado para obtener el fin. Se podían haber
hecho de otro modo sin comprometer la dignidad
de la democracia.
En la actualidad, ¿quién manda más en ese mun-
do, “los de las pistolas” o “los que pisan moqueta”?
Desde mi punto de vista, “los que pisan moqueta”, por
todo lo que he explicado antes.
Según sus investigaciones, ¿sigue habiendo con-
tactos o negociaciones con ETA?
No me consta que el Gobierno esté negociando con
ETA ni esté contactando, aunque nadie ha explicado
por qué se permitió a la cúpula de ETA estar dos me-
ses en Oslo, junto con “Josu Ternera”, siendo visitada
por políticos vascos, sin que nadie emitiese una queja
diplomática o exigiese su detención. Según mis datos,
no hay reuniones ni contactos a ese nivel. Sé que el
PSE y el PNV se reúnen con los dirigentes de Batasuna
de forma regular desde hace años y que trasladan sus
conclusiones y elaboran sus exigencias al Gobierno
con los mimbres extraídos de esas reuniones.
Ante todo esto, ¿que papel les queda por desem-
peñar a las víctimas del terrorismo, que no paran
de reclamar justicia?
-395-
ÁNGELES
ESCRIVÁ
SIRERA
Yo no soy quién para decirle a nadie lo que ha de
hacer. Y precisamente las víctimas tienen más ex-
periencia que nadie en aguantar, en luchar, en
personificar la dignidad del Estado y la generosidad
de la democracia. Hay cosas, como las legaliza-
ciones, que son irreversibles, pero queda un largo
camino que hay que vigilar. Soy de la opinión, pue-
de que equivocada, de que el fin del terrorismo no
debe construirse sobre una tabula rasa. Ha de ha-
ber vencedores y vencidos, en muchos sentidos, hay
que seguir luchando por la deslegitimación social
y política de quienes utilizaron el terrorismo. Hubo,
dicho pedestremente, buenos y malos, víctimas y
verdugos, asesinos y héroes. Y eso debe quedar es-
tablecido por honradez y porque los etarras quieren
reescribir la historia trocándose en pacificadores que
lucharon por una causa justa, en la que los valores
morales se ven difuminados o simplemente caen de
su lado. Debemos impedir esa reescritura y aspirar,
aunque no lo consigamos, a preservar no solo la me-
moria, sino también la justicia.
Por último, sería muy interesante saber cuáles
son, a su juicio, los héroes de toda esta maldita
historia, si es que cree que los hay…
En el libro cuento muchas historias, algunas de gen-
te conocida, otras de gente que lo es menos. Sé que
me dejo un montón de historias de personas que se
han sacrificado por la democracia y cuyas historias
desconozco. Pero son héroes, para mí, quienes murie-
ron para que hoy el resto podamos tener democracia.
Desde los miembros de las Fuerzas de Seguridad o de
la Ertzaintza hasta los políticos que se constituyeron
en la última frontera para que el resto pudiéramos
votar al partido que nos diera la gana. Los tipos que,
siendo agricultores o barrenderos, se iban a cumplir
con su trabajo de concejal en un pueblo repleto de
abertzales y escoltados. Quienes han puesto en pe-
ligro su integridad diciendo lo que pensaban. Es un
héroe Ortega Lara por aguantar. Es una heroína la
policía que se infiltró tres años en un comando y que
no quiso ni siquiera que se lo recompensasen, o los
guardias civiles que han aguantado pasando miedo,
frío e incomodidades para realizar la “operación San-
tuario”, en la que cayó “Antza”. Son héroes las familias
de todos ellos. No sé, levantar una sociedad demo-
crática aunque sea con unos defectos tan enormes,
desgraciadamente, ha requerido de muchos héroes,
contenidos, responsables, de una pieza, y la parte bue-
na es que los ha tenido.
 -396-
JOSÉ
IBARROLA
BELLIDO

Entrevista a José Ibarrola

Revista Fundación nº 4
(septiembre de 2003)

David Aguilar / EFE

Artista

JOSÉ IBARROLA BELLIDO

“HAY QUE REIVINDICAR TODOS LOS DÍAS

EL DERECHO A LA VIDA”
Alberto Fernández

El pintor José Ibarrola comenzó a pintar paraguas
cuando asesinaron a José Luis López de Lacalle, un vie-
jo conocido y amigo.
“Vi las imágenes por televisión y, además del lógico
impacto emocional que supusieron, descubrieron
una cruel metáfora de nuestra realidad. Alguien había
puesto allí un paraguas para intentar guarecerlo de la
lluvia, alguien protegía su cadáver de la lluvia, pero no
podía proteger su vida del asesino”.
José Ibarrola nació rodeado de pinturas y de pintores.
Su propio apellido le delata. Pero su obra es suya y de
quienes la contemplan. Y su estudio, según dice José,
“es un espacio de libertad total que nada ni nadie
podrá arrebatarme” Pero, además, este artista vasco

El terrorismo es la negación absoluta de los principios
más elementales de convivencia y libertad; por tanto,
es también el mayor enemigo de la creación y del arte
es un hombre comprometido, de verdad, contra la
violencia, que dedica muchas horas a reivindicar el
derecho a la vida.
¿Cómo se puede comprometer un artista contra
la violencia terrorista?
Posiblemente, los artistas, los intelectuales, los que por
razón de su actividad profesional tienen una platafor-
ma natural para difundir sus ideas y manifestaciones
son quienes han de posicionarse más claramente so-
bre cualquier atropello que se pueda cometer contra
los ciudadanos. No se trata de supeditar su trabajo
a una actitud meramente propagandística o de ins-
trumentalizar su actividad hasta convertirla en una
caricatura de sí misma; se trata de generar ejemplos
de solidaridad, una cultura de discusión rica y de
contrastes, abierta y plural, donde la intolerancia y el
fanatismo no solo no tengan cabida, sino que sean
percibidos como auténticos enemigos de la condición
humana, del concepto mismo de cultura y civilización.
El terrorismo es la negación absoluta de los principios
más elementales de convivencia y libertad; por tanto,
es también el mayor enemigo de la creación y del arte.
Denunciar la violencia terrorista sin peros ni contrapar-
tidas y reivindicar el respeto a la vida y a los derechos
humanos es, evidentemente, una actitud elemental a
la que no podemos sustraernos.
¿Cómo se puede comprometer un artista con las
víctimas de esa violencia terrorista?
Las víctimas son un referente. Y en concreto, en el País
Vasco su capacidad de organizarse y salir a la luz públi-
ca ha supuesto un auténtico revulsivo en la conciencia
social. El compromiso con las víctimas del terrorismo no
solo ha de ser un compromiso con su sufrimiento (solo
faltaba); ha de ser, además, el reconocimiento y la consi-
deración de la existencia de los verdugos, de que existe
en nuestra sociedad un segmento de la población que
mata, amenaza y chantajea o está dispuesta a hacerlo o
a permitirlo. Por eso creo que el auténtico compromiso
-397-
JOSÉ
IBARROLA
BELLIDO
con las víctimas, con su condición de víctimas, pasa por
la denuncia sistemática de las situaciones que genera,
justifica o asimila la actividad terrorista.
¿Por qué pensó en el paraguas para ligarlo a la
figura de José Luis López de Lacalle?
Cuando asesinaron a José Luis López de Lacalle, ase-
sinaron a un viejo conocido y amigo. Vi las imágenes
por televisión y, además del lógico impacto emocio-
nal que supusieron, descubrieron una cruel metáfora
de nuestra realidad. Alguien había puesto allí un pa-
raguas para intentar guarecerlo de la lluvia, alguien
protegía su cadáver de la lluvia pero no podía proteger
su vida del asesino. Sentí que, de alguna manera, to-
dos nosotros intentamos protegernos de las balas con
un frágil paraguas y ese objeto de uso tan cotidiano
nos mostraba con patética elocuencia lo que ya era
una ausencia, otra ausencia más. Empecé a pintar pa-
raguas en este sentido metafórico, inicialmente como
homenaje a López de Lacalle y a las víctimas, aunque
progresivamente he ido ampliando su sentido. Tam-
poco quiero hacer exclusivamente pintura denuncia;
creo que me haría flaco servicio y, por añadidura, em-
pobrecería un discurso artístico que tiene que ser lo
más amplio, complejo y sugerente posible.
¿De qué manera ha influido en usted la figura de
Agustín Ibarrola, su padre?
Lógicamente, haber nacido rodeado de pinturas y
de pintores, vivir inmerso en esa realidad, me ha ser-
vido para familiarizarme con el complejo mundo del
arte desde el principio. De todas formas, yo creo que
más que una influencia formal, estilística, de mi padre
(freudianamente lo maté siendo bastante jovencito)
he recibido una influencia sobre cómo vivir y entender
el arte y, sobre todo, cómo entender el compromiso
ético de la vida.
¿Está su trabajo mediatizado de alguna manera
por la vivencia de la violencia o su libertad llega
 JOSÉ
-398-

BELLIDO
IBARROLA

Fernando Gómez / El Correo


Las víctimas son un referente. Y en concreto, en el País Vasco
su capacidad de organizarse y salir a la luz pública
ha supuesto un auténtico revulsivo en la conciencia social
todo lo lejos que puede llegar la imaginación de
cualquier artista?
Mi estudio es un espacio de libertad total que nada
ni nadie podrá arrebatarme. Un artista utiliza muchos
instrumentos para hacer su trabajo, desde las ma-
nos hasta las más sofisticadas herramientas, pero es
su libertad y su capacidad creativa el principal motor
que pone en marcha el sistema. Naturalmente que
el entorno, la realidad que le rodea, la violencia, las
presiones, el acoso o el ninguneo son un factor que
pueden distorsionar su trabajo, que pueden anular o
mutilar su proyección pública o impedir en parte su
desarrollo profesional. Una realidad como la nuestra te
desquicia y desespera, te hastía, te desconcentra, pero,
si uno es un artista convencido y comprometido con
uno mismo, todo esto acaba convirtiéndose en una
experiencia más. Si sobrevives, claro.
Dígame qué pintores han dejado una mayor
huella en su obra.
No creo tener un solo pintor que me haya influencia-
do más que los demás. Cada etapa tiene sus propias
experiencias e influencias y la vida de un artista es
una sucesión de etapas que a veces se superponen
y otras veces se repiten. Muchos son los que han ido
dejando huella. Yo siempre he creído que el arte es
una manera específica de mirar el mundo, es apli-
car un punto de vista personal para todo cuanto te
rodea. Por eso admiro a todos esos artistas que me
descubren cualquier faceta oculta, cualquier giro in-
sospechado, cualquier gesto nuevo. Y me da igual
que sea pintor, escultor, escritor, músico... de todos
tenemos que aprender.
Usted distribuye su trabajo en distintas facetas.
¿Puede decirnos cuáles?
Realmente compagino varias facetas del mundo
artístico. Necesito variar, tocar varias teclas a la vez.
Me considero básicamente un pintor y, por supues-
to, toda mi actividad profesional gira en torno a la
-399-
JOSÉ
IBARROLA
BELLIDO
creación de imágenes. Sin embargo, la diversifico
técnicamente en varias disciplinas perfectamente
complementarias. Aparte de mis cuadros y esculturas,
que, como digo, es lo fundamental de mi actividad,
hago una ilustración diaria en las páginas de opinión
del periódico del País Vasco El Correo y colaboro ha-
bitualmente con ilustraciones para diversos medios
y entidades. Un apartado en el que llevo trabajando
muchos años es en el diseño de escenografías de tea-
tro o en la dirección artística para cine y televisión. El
trabajo colectivo del teatro, la corresponsabilidad en
las imágenes que conforman los espectáculos, el he-
cho de que nadie es enteramente protagonista de un
recurso plástico o de un hallazgo estético, es algo que
me atrae mucho. Sobre todo porque compensa, de
alguna manera, la soledad que caracteriza el trabajo
en el estudio del pintor.
Y en su dedicación a la escenograf ía teatral,
¿cuáles han sido sus principales trabajos?
No quisiera discriminar a ninguna de las compañías
con las que he trabajado. Lo cierto es que, después
de casi 30 años de actividad y cerca de 70 escenogra-
fías realizadas, todas han significado una experiencia
irrepetible y única que me resulta muy gratificante,
incluso cuando ha sido duro sacar adelante algún
proyecto. Creo que he colaborado con prácticamente
todas las compañías vascas y, en numerosas partici-
paciones, con otras del resto de España.
¿Cuáles son sus proyectos de futuro?
El trabajo de un artista, en realidad, es bastante siste-
mático y, de alguna manera, rutinario. Es el taller, las
colaboraciones, un día a día anónimo y oculto. Cuando
expones en una galería o se estrena un espectáculo o
una película, presentas el fruto de varios años de traba-
jo; por eso, cuando me preguntan sobre mis próximos
proyectos, siempre suelo decir que el futuro no es más
que un pasado realizado. Y ahora estoy simplemente
en un presente de trabajo. Que no es poco.
 -400-
FERNANDO
REINARES
NESTARES

Entrevista a Fernando Reinares

Revista Fundación nº 69
(diciembre de 2019)

Jotxo Cáceres
D i re c to r d e l Pro g r a m a s o b re R a d i c a l i z a c i ó n Vi o l e n t a y Te r ro r i s m o G l o b a l
en el Real Instituto Elcano

FERNANDO REINARES

“LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO PUEDEN

DESEMPEÑAR UN EXTRAORDINARIO PAPEL
DE PREVENCIÓN DE LA RADICALIZACIÓN”

Miguel Renuncio

Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política
en la Universidad Rey Juan Carlos; Woodrow Wilson
global fellow y adjunt professor en el Programa de Es-
tudios de Seguridad de la Georgetown University, en
Washington, donde también es fellow del Programa
de Extremismo de la George Washington University;
y también es senior associate research fellow en Ra-
dicalización y Terrorismo Internacional del Istituto per
gli Studi di Politica Internazionale, en Milán. Ha recibi-
do diversos premios y distinciones, como la Cruz del
Mérito Militar (2009) y la Cruz del Mérito Policial (2012).
En 2016 fue condecorado con la más alta distinción
que el Gobierno de La Rioja, su región natal, conce-
de a personas, “por su sobresaliente contribución a la

lucha antiterrorista y la defensa de los principios de-
mocráticos”. Es autor de numerosas publicaciones en
siete idiomas. Entre sus libros más recientes, se en-
cuentran Yihadismo y yihadistas en España. Quince
años después del 11-M (Madrid: Real Instituto Elcano,
2019; con C. García-Calvo y A. Vicente), Al Qaeda’s Re-
venge (Nueva York: Columbia University Press, 2017),
Estado Islámico en España (Madrid: Real Instituto El-
cano, 2016; con C. García-Calvo), The Evolution of the
Global Terrorism Threat (Nueva York: Columbia Uni-
versity Press, 2014; con B. Hoffman) y ¡Matadlos! Quién
estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España
(Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2014).
¿Qué es el salafismo yihadista y quién está detrás
de su rápida expansión a nivel internacional?
El salafismo yihadista es la formulación más extrema
y violenta del salafismo, que es una visión fundamen-
talista y excluyente del credo islámico. Aun a riesgo
de simplificar en demasía, podemos distinguir tres
tipos de salafismo. En primer lugar, el salafismo tra-
dicional, a veces indebidamente llamado quietista,
que en propiedad data del siglo XVIII y surge en la
península arábiga. En segundo término, el salafis-
mo político, cuyos seguidores aspiran a incidir sobre
las estructuras del poder y se articula como tal hace
unos noventa años, sobre todo en Egipto. Por últi-
mo, el salafismo yihadista o yihadismo global, que se
configura como ideología y como movimiento en la
década de los ochenta del pasado siglo, en torno a la
frontera entre Afganistán y Pakistán. Del mismo modo
que detrás de la expansión internacional del salafis-
mo tradicional se encuentran principalmente Arabia
Saudí y entidades religiosas con sede en pequeños
países del Golfo, detrás de la extensión del salafismo
político se encuentran organizaciones transnacionales
como la Hermandad Musulmana y países como Catar.
Por su parte, la propaganda de Al Qaeda y sus enti-
dades asociadas, así como, más recientemente, de la
organización denominada Estado Islámico, explican la
difusión del salafismo yihadista.
Usted ha estudiado en profundidad el fenómeno
del yihadismo en España. ¿En qué ha cambiado el
perfil del yihadista desde los atentados del 11-M?
Los atentados del 11-M se produjeron durante la se-
gunda de las tres fases por las que el yihadismo global
y la amenaza del terrorismo yihadista han atravesado
-401-
FERNANDO
REINARES
NESTARES
en su evolución. La primera fase transcurrió desde sus
orígenes, a mediados de los ochenta del pasado siglo,
hasta finales de 2001, tras el 11-S. La segunda, de 2002
hasta 2011, año en que fue abatido Osama bin Laden.
La tercera, desde que en 2012 se desató la guerra en
Siria hasta 2019, cuando desaparece el pretendido ca-
lifato que unos años antes había proclamado Estado
Islámico sobre amplios territorios de Siria e Irak. Pues
bien, el yihadismo en España se ha transformado a lo
largo de esta última fase cuando lo comparamos con
la segunda. Hablar de yihadistas en España es, desde
2012, hacerlo sobre todo de individuos nacidos y cre-
cidos en nuestro país, a diferencia de lo que ocurría
hasta 2011. La eclosión de este componente endógeno
del yihadismo en España es la mayor de las muta-
ciones que ha registrado el yihadismo en España. En
otros países de nuestro entorno, como Francia, Bél-
gica, Reino Unido o Alemania, donde la inmigración
llegada de países con sociedades mayoritariamente
musulmanas precede en décadas al caso de España,
ese cambio se dio con antelación. En la práctica, el yi-
hadismo endógeno es, en España, algo propio sobre
todo de individuos adscritos al segmento social de las
segundas generaciones, jóvenes de entre 18 y 34 años
que descienden de inmigrantes procedentes en su
mayoría de Marruecos.
Mezquitas, prisiones, Internet... ¿Cuál es, a día
de hoy, el principal ámbito de radicalización en
España?
He tenido ocasión de investigar empíricamente, junto
a Carola García-Calvo y a Álvaro Vicente, las moda-
lidades y los entornos de radicalización para el total
de yihadistas condenados o muertos en España entre
2004 y 2018. Nuestros resultados indican, al menos por
lo que se refiere a individuos que acabaron implicados
en actividades relacionadas con el terrorismo yihadis-
ta, que 9 de cada 10 se radicalizaron en compañía y
tres cuartas partes en entornos mixtos o básicamente
offline, aunque un tercio de los detenidos hizo suyas
las actitudes y creencias del salafismo violento princi-
palmente online. Tanto los domicilios privados como
los lugares de culto y centros culturales islámicos han
sido los principales ámbitos de radicalización para
cuantos se radicalizaron total o parcialmente en un
entorno offline. Los centros penitenciarios, por su par-
te, han sido ámbito de radicalización yihadista para un
15% de los individuos radicalizados total o parcialmen-
 -402-
FERNANDO
REINARES
NESTARES
Hablar de yihadistas
en España es, desde 2012,
hacerlo sobre todo
de individuos nacidos
y crecidos en nuestro país
te en un entorno físico o presencial. Pero lo que hemos
revelado es que, para al menos 7 de cada 10 yihadis-
tas condenados o muertos en España a lo largo de los
últimos 15 años, el proceso de radicalización violenta
estuvo ante todo determinado por dos factores. En
primer lugar, la exposición, mucho más a menudo pre-
sencial que virtual, a algún agente de radicalización.
En segundo lugar, la existencia de vínculos afectivos
previos, basados en relaciones de parentesco, amistad
o vecindad, con algún otro individuo ya radicalizado o
en proceso de radicalización constituye el otro factor
determinante.
¿Qué lleva a chicos jóvenes, como los de la célula
de Ripoll, a desear convertirse en terroristas y es-
tar dispuestos a morir matando?
Los dos factores a que acabo de hacer mención,
que denominamos factores de asociación diferen-
cial, subrayan la importancia que, en los procesos de
radicalización yihadista, sean cuales fueren las carac-
terísticas sociales de los individuos a quienes afectan,
tienen tanto la ideología, en particular las influencias
salafistas, como las redes de vínculos afectivos, sobre
todo locales. El caso de la célula de Ripoll es ilustra-
tivo. El líder y agente inicial de radicalización era un
imán salafista con pasado en círculos yihadistas. En-
tre sus nueve seguidores, todos vecinos y amigos,
había cuatro parejas de hermanos, dos de las cua-
les eran primos entre sí. A diferencia del imán, que
emigró de Marruecos a España en 2002, esos otros
nueve integrantes de la célula de Ripoll pertenecían
al segmento social de las segundas generaciones.
Estos descendientes de inmigrantes musulmanes
tienen a menudo problemas de acomodo sociocul-
tural y conflictos de identidad que ni la familia ni la
mezquita resuelven. En determinados casos, esos
problemas y esos conflictos los hacen receptivos a
actitudes y creencias típicas del salafismo yihadis-
ta, que minusvaloran las ayudas y oportunidades
recibidas de la sociedad en cuyo seno han nacido o
crecido esos adolescentes y jóvenes para, por el con-
trario, sobredimensionar experiencias personales de
agravios y frustraciones, interpretándolas en el marco
de una persecución del islam por parte del mundo
occidental que conduce a la obligación religiosa de
implicarse en una yihad entendida únicamente en
su acepción belicosa. La radicalización yihadista en-
tre adolescentes y jóvenes de segunda generación se
entiende mejor en términos socioculturales que so-
cioeconómicos.
La concepción de Al Andalus como “territorio is-
lámico usurpado”, ¿constituye un factor de riesgo
específico para España?
Supone en efecto una suerte de señalamiento cons-
tante y específico de España como espacio de yihad
defensiva y no solo como espacio de yihad ofensiva,
condición esta última que compartimos con otras na-
ciones europeas o con países no islámicos en general.
Baste con decir que, desde la formulación doctrinal
del actual yihadismo global por parte de Abdullah Az-
zam, hace ya tres décadas, tanto para esta ideología
como para el conjunto del movimiento transnacional
desarrollado a partir de ella, Al Andalus sigue siendo,
literalmente, un territorio musulmán que se encuentra
bajo ocupación y que, por tanto, debe ser liberado por
medio de una yihad violenta. Contribuir a esta yihad
violenta es, antes o después, una obligación individual
que se impone sobre cualquier musulmán capaz de
ello, de acuerdo con el fundamentalismo antirracio-
nal y atemporal que es propio del salafismo yihadista.
Así pues, se trata de un mito que, por extemporáneo
y hasta estrambótico que parezca en su definición yi-
hadista, puede llegar, en el caso de algunos individuos,
a ser real en sus consecuencias. Los integrantes de la
red del 11-M que eran residentes en España se deno-
minaban a sí mismos como “Brigada que se encuentra
en Al Andalus”, de igual modo que los miembros de
la célula de Ripoll, a la que pertenecían los terroristas
que atentaron en Barcelona y Cambrils, se presenta-
ban como “Soldados de Estado Islámico en la tierra de
Al Andalus”. Una red de radicalización y reclutamien-
to, desmantelada en 2013, que desde España enviaba

combatientes terroristas extranjeros a Siria, se deno-
minaba también “Brigada Al Andalus”.
¿El reciente atentado con cuchillo en Londres
confirma que el terrorismo low cost es, hoy por
hoy, la principal amenaza en Europa?
Desde hace más de un decenio, se viene insistien-
do en la amenaza que suponen los yihadistas que
atentan al modo de los actores solitarios y, más re-
cientemente, se ha subrayado que pueden hacerlo,
como ha quedado ya de manifiesto en repetidas oca-
siones, sin necesidad de adquirir armas de fuego o
explosivos, recurriendo en lugar de ello a otros medios
mucho más accesibles, que van desde los cuchillos
hasta los vehículos de motor. Al Qaeda primero y en
los últimos cinco años sobre todo Estado Islámico
han hecho llamamientos a sus seguidores en Europa
Occidental para que ejecuten actos de terrorismo de
esa naturaleza. El actual estado de fragmentación or-
ganizativa y liderazgo degradado por el que atraviesa
temporalmente la segunda de esas dos entidades, al
igual que el continuado énfasis de la primera en el
mantenimiento y la reorganización de sus ramas te-
rritoriales, como por ejemplo en torno al Sahel, hacen
previsible que la amenaza de los actores solitarios que
utilicen medios accesibles e incluso muy económicos
para atentar sea la más frecuente. Pero esa es solo
una de las expresiones de la amenaza yihadista en el
contexto europeo y no la más cruenta de las posibles
ni la de mayor impacto. Aunque menos frecuente, la
principal amenaza yihadista, por su alcance y letali-
dad, sigue siendo la relacionada con los atentados
múltiples y sofisticados perpetrados por células o re-
des conectadas bien con los mandos centrales de Al
Qaeda o de alguna de las ramas en que se encuentra
descentralizada, bien con las estructuras operativas
que Estado Islámico conserva en algunas demarca-
ciones territoriales al sur y al este del Mediterráneo, en
las que se incluyen combatientes terroristas extranje-
ros procedentes de distintos países europeos.
¿Están afrontando adecuadamente las socieda-
des occidentales el fenómeno de la radicalización
yihadista? ¿Cree usted en la desradicalización?
Prevenir la radicalización yihadista requiere de medi-
das generales y de programas singulares a la vez que
multifacéticos en ámbitos concretos que difieren mu-
cho entre sí. No en todos son aplicables de igual modo
-403-
FERNANDO
REINARES
NESTARES
Al Andalus es visto como
un territorio musulmán
que se encuentra
bajo ocupación
y que, por tanto, debe
ser liberado por medio
de una yihad violenta
o con las mismas posibilidades de supervisión y de
evaluación. Abundan los planes nacionales, pero sigue
existiendo debate en torno a qué ámbitos priorizar,
dudas sobre qué intervenciones deben predominar,
renuencias en la asignación pública de los recursos
necesarios e incertidumbres sobre los resultados que
se obtienen, también respecto a la desradicalización.
A todo ello no ayuda saber que los esfuerzos dedica-
dos a prevenir la radicalización yihadista emprendidos
hace década y media no han impedido que, entre
2012 y 2017, se registrase en Europa Occidental una
movilización yihadista sin precedentes. Tampoco
que haya que atender al mismo tiempo otras ma-
nifestaciones de radicalización violenta, como las
relacionadas con el etnonacionalismo o la extrema
derecha. De lo que no me cabe duda es del extraor-
dinario papel que pueden desempeñar las víctimas
del terrorismo, en concreto las víctimas del terrorismo
yihadista, en la sensibilización social sobre el proble-
ma y en la prevención de la radicalización yihadista,
desde escuelas y universidades hasta lugares de culto
y prisiones. También en iniciativas individualizadas de
desradicalización. Los agentes de radicalización yiha-
dista o la propaganda de las organizaciones yihadistas
buscan provocar desenganche moral y deshumanizar
a quienes consideran enemigos, para convertirlos más
fácilmente en blanco del terrorismo. Nadie mejor que
las víctimas del terrorismo yihadista para deslegitimar
las justificaciones normativas de semejante violencia
y confrontar la doctrina del salafismo violento que
niega, a quienes no la comparten, su condición de
personas y su derecho a la vida.
 -404-
JORGE
MARTÍNEZ
REVERTE
Periodista y escritor
JORGE MARTÍNEZ REVERTE
CORAZONES DE HIELO
Jorge M. Reverte prepara un documental sobre el sufrimiento injusto de las víctimas
Jorge Martínez Reverte es un hombre comprometido
con su trabajo y sus convicciones. Este periodista y es-
critor también mantiene un compromiso de apoyo a las
víctimas del terrorismo, demostrado en sus artículos y en
sus libros y ahora reafirmado en el documental Corazo-
nes de hielo, un proyecto que ha puesto en marcha con
la colaboración de la Fundación Víctimas del Terrorismo.
Jorge Martínez Reverte nació en Madrid en 1948. Es
periodista y colaborador habitual de El País, El Perió-
Entrevista a Jorge Martínez Reverte
Revista Fundación nº 16
(octubre de 2006)
Ignacio Irastorza
Fernando Ratia
dico de Catalunya y Canal Sur Radio. Como escritor
ha publicado una colección de relatos y varias nove-
las, entre ellas cinco hasta ahora protagonizadas por
el periodista Gálvez. Es autor del libro de relatos El úl-
timo café (1989), de la serie de novelas protagonizadas
por Gálvez: Demasiado para Gálvez (1979), Gálvez en
Euskadi (1982), Gálvez y el cambio del cambio (1995),
Gálvez en la frontera (2001) y Gudari Gálvez (2005), y
de los ensayos Terroristas: el mensajero (1980), Hijos
de la guerra: testimonios y recuerdos (2001), Soldado

de poca fortuna (2001), Perro come perro. Guía para
leer periódicos (2002), La batalla del Ebro (2003) y La
batalla de Madrid (2004).
Este periodista y escritor considera que “la sociedad
española tiene una deuda gigantesca con las víctimas
del terrorismo” y que “no puede haber, en absoluto,
un equilibrio sin una petición de perdón inequívoca
y sincera de quienes han matado por un cálculo frío
y criminal”. Cree que ha habido muchos libros bue-
nos sobre ETA, informados y justos. Pero también
opina que se han dado ejemplos de manipulación y
amarillismo, porque ha habido gente interesada en
mantenerse en una posición de equilibrio entre el
Estado y los terroristas. Martínez Reverte acaba de
empezar a trabajar en un documental en el que, se-
gún dice en el transcurso de esta entrevista, intentará
sensibilizar a la gente que lo vea sobre el sufrimiento
injusto, sobre el dolor y, especialmente, sobre qué sig-
nifican las víctimas, qué exigen, dónde están...
Como periodista y escritor, usted ha tenido la
oportunidad de ver y contar muchos de los gran-
des episodios de la historia de la democracia que
actualmente vivimos en España. El terrorismo de
ETA forma parte, tristemente, de esta historia.
¿Cuál es, a su juicio, el balance de la lucha de la
democracia contra el terrorismo?
En primer lugar, hay que recordar que el camino
de esa lucha ha sido tortuoso. El franquismo dejó a
España sumida en la miseria moral, algo en lo que
estábamos casi todos los que luchábamos contra la
dictadura. Eso nos llevó a muchos a brindar con vino
por la muerte de Carrero en un atentado. Yo mismo lo
hice. Tardé años en darme cuenta de lo que aquello
suponía. Me explico: desde el punto de vista personal,
a mí la muerte de ese señor sigue sin darme ningu-
na pena, porque me sigue pareciendo que era un
protagonista esencial de un régimen asesino, pero al
mismo tiempo me di cuenta de que la democracia
no podía venir de la mano de la violencia y el crimen.
Por mucho que Carrero fuera un hombre que me re-
pugnara, su muerte fue un crimen. Puestos a juzgarla,
puedo tomar prestado un razonamiento de Ángel Al-
tuna: a él no le dieron la oportunidad de reinsertarse.
-405-
JORGE
MARTÍNEZ
REVERTE
Por fortuna, ninguna de las formaciones políticas de
la oposición de verdad a Franco celebró oficialmente
el atentado. Ni el PCE ni el PSOE querían saber nada
de la violencia. Pero eso tardó mucho tiempo en con-
tagiarse a muchos militantes de izquierda, que veían
con simpatía a ETA por el simple hecho de oponer-
se a la extrema derecha. Hasta el atentado de la calle
del Correo, no se produjo en esos sectores un rechazo
abierto a la violencia etarra. Después el camino fue
largo, porque a ETA le quedó una repugnante heren-
cia de legitimidad que fue quebrada por personas
tan dignas como Juan Mari Bandrés, Mario Onaindia
y tantos otros, que o habían tenido militancia en los
orígenes del monstruo o habían simpatizado con al-
gunas de sus manifestaciones. En el País Vasco todo
fue más difícil, porque siguieron quedando rema-
nentes del odio franquista contra toda manifestación
nacionalista. Recuerdo muy bien el asalto a Rentería
por los “grises”. Ha costado muchos años. Solo les ha
dado fuelle el uso innoble de la existencia de ETA que
ha hecho una parte del mundo nacionalista —y me
refiero a personajes como Xabier Arzalluz o Joseba
Egibar— y el uso de horrores como los GAL que hicie-
ron algunos “aparatos” del Estado. La democracia ha
ganado hace mucho la batalla ideológica contra el te-
rrorismo. Quedan muchas cosas por hacer, pero nadie
que esté fuera de su mundo justifica ya en España la
existencia de la banda asesina.
Como autor de libros en los que aborda el terro-
rismo de ETA, ¿cree que el mundo editorial ha
profundizado suficientemente en la realidad del
terrorismo y de sus consecuencias?
Creo que ha habido muchos libros buenos sobre ETA,
informados y justos. Pero también creo que se han
dado ejemplos de manipulación y amarillismo. Por-
que ha habido gente interesada en mantenerse en
una posición de equilibrio entre el Estado y los terroris-
tas. “Rechazamos la violencia venga de donde venga”
ha sido el eslogan favorito de esas posiciones. Pero hay
sobrados ejemplos de análisis fecundos, como los de
Onaindia, José Mari Garmendia, Juan Aranzadi, Jon
Juaristi, José Mari Calleja y muchos otros, que sirven
para destrozar cualquier razonamiento de compren-
sión hacia el terrorismo. Hoy, quien sienta la menor
 -406-
JORGE
MARTÍNEZ
REVERTE

En España no ha habido un solo gesto antidemocrático

contra la libertad desde los colectivos de víctimas.
No ha habido venganza, no se han creado grupos
mafiosos que hayan actuado como los asesinos.
Se puede decir, sin exagerar, que las víctimas
han sido el principal referente moral de este país

simpatía o comprensión hacia ese mundo es culpable
o bien de estupidez o bien de maldad.
¿Cree que los escritores han sabido reflejar el dra-
ma de las víctimas del terrorismo?
En el terreno de la literatura, creo que se ha produci-
do un menor caudal de autores que en el del ensayo
capaces de ajustar las cuentas con el terrorismo y
con su producción de víctimas. Pero lo ha habido, y
en algunos casos eso ha significado para sus autores
sufrir la violencia, el acoso, el miedo. Algunos han te-
nido que abandonar el País Vasco. Es el caso de un
hombre ejemplar, Raúl Guerra Garrido, aunque no es
el único. Otros escritores han permanecido en el lim-
bo de la equidistancia, en el de la comprensión de
las raíces de la violencia, que no son otras que las del
irredentismo, por mucho que las fijen en los paisajes y
las inocentes costumbres de los pastorcillos asaltados
por la modernidad. Es el caso de gentes como Bernar-
do Atxaga, que no es partidario de la violencia, desde
luego, pero sí comprende y explica cómo Euskadi era
la Arcadia feliz hasta que llegó la modernidad, o sea,
España. Aunque él no se dé cuenta, suministra armas
de comprensión. Por mucho que, insisto, yo pienso
que a Atxaga no le gusta la violencia.
¿Ocurre igual en el mundo del cine?
El mundo del cine se ha comportado peor. Un di-
rector tan sólido como Imanol Uribe, por ejemplo,
hizo una película muy buena sobre la violencia, en la
que rastreaba sobre todo el sufrimiento del terroris-
ta que no puede dejar de hacer lo que hace porque
se ha metido en el berenjenal de la violencia. Pero
en esa película no se hablaba más que tangencial-
mente del sufrimiento de las víctimas, no había esa
parte de la realidad. Y me consta que Imanol tie-
ne una postura clara contra el terror. Pero ahí no
estaba. Otros casos no los menciono, porque han
tendido a trivializar el fenómeno, algo que me resul-
ta insoportable intelectual y emocionalmente. Hubo
una polémica muy sonora en torno al documental
de Julio Medem La pelota vasca. Medem, desde
mi punto de vista, cometió un grave error al buscar
un punto de equilibrio en el “conflicto”, intentando
comprender las razones de las dos partes. Pero es
que aquí no hay razones más que en un lado: quien
mata es ETA y quienes están presos es porque les
han cogido después de haber matado. Y a nadie se
le escapa que en España, desde hace muchos años,
se puede defender cualquier idea en público y en
los parlamentos. Es posible cambiar cualquier rea-
lidad política a base de votos. Quien mantenga que
no puede hacerlo es porque quiere hacerlo desde
las minorías, y eso va contra la esencia de la demo-
cracia. Cuando a Arzalluz le fallan las matemáticas,
pretende que los maketos no puedan votar. Ese es
el razonamiento en el que coincide con ETA. Volvien-
do a Medem, consiguió que gran parte del mundo

del cine le apoyara ante el rechazo de las víctimas.
Y se produjo la sinrazón de que actores y directores
de cine calificaran a las víctimas de radicales. En el
fondo, tenían razón, porque los colectivos defienden
con radicalismo su derecho a la libertad y a que no
les den un tiro en la nuca.
¿La sociedad está en deuda con las víctimas?
La sociedad española tiene una deuda gigantesca
con las víctimas del terrorismo. En España no ha ha-
bido un solo gesto antidemocrático contra la libertad
desde los colectivos de víctimas. No ha habido ven-
ganza, no se han creado grupos mafiosos que hayan
actuado como los asesinos. Se puede decir, sin exa-
gerar, que las víctimas han sido el principal referente
moral de este país. Y que siguen siéndolo. El que se
produzcan manifestaciones que entren en otros te-
rrenos, que pacten con la extrema derecha, no altera
esa afirmación. Porque siguen —y seguirán— sin ma-
tar, sin pedir recortes a la libertad de expresión, sin
demandar leyes excepcionales o la restauración de
la pena de muerte. La pena de muerte en España
y la falta de libertad de expresión solo se practican
en Euskadi, desde ETA y su entorno de extorsión y
opresión diaria.
¿Cómo se puede paliar esa deuda?
No es sencillo, y llevará mucho tiempo. La prime-
ra condición es que las víctimas puedan recuperar
su dignidad, puedan hacer el duelo, enterrar bien
a sus muertos. Deben ser reconocidas en toda su
grandeza democrática. Es curioso que, en algunos
ámbitos sociales que reclaman la recuperación de la
dignidad de las víctimas de la Guerra Civil, el recono-
cimiento de la injusticia de su muerte y el derecho a
un entierro digno, no se produzca la misma reclama-
ción con las víctimas del terrorismo contemporáneo.
Es como si se hiciera una petición de discreción a
los que han sufrido y sufren a causa de ETA. Yo pien-
so que a quien habría que pedir discreción es a los
militantes de Batasuna y a sus protegidos, que ame-
nazan desde los locales judiciales con volver a matar
y torturar. ¿Cómo se va a llegar a la paz sin haber
recuperado la libertad y sin haber dejado claro que
los asesinos y los equivocados son ellos? No puede
-407-
JORGE
MARTÍNEZ
REVERTE
haber, en absoluto, un equilibrio sin una petición de
perdón inequívoca y sincera de quienes han matado
por un cálculo frío y criminal.
Su compromiso con las víctimas le ha llevado a po-
ner en marcha un proyecto en colaboración con la
Fundación Víctimas del Terrorismo. ¿En qué con-
siste este proyecto?
Es un documental en el que intentamos sensibilizar
a la gente que lo vea sobre el sufrimiento injusto, so-
bre el dolor y, especialmente, sobre qué significan las
víctimas, qué exigen, dónde están. Ese territorio de
exigencia de libertad, de no claudicar al miedo, de
defensa de la democracia. Eso es obligatorio hacerlo,
sin necesidad de recurrir a imágenes dantescas, re-
cordando la visión de quienes sufren y luchan por el
derecho a vivir en un país mejor y más libre.
¿Cuál será el título de este documental?
Corazones de hielo.
¿Por qué Corazones de hielo?
Cuando mataron a Joseba Pagaza, yo me quedé im-
presionado con la frase de su hermana Maite, referida
a los políticos nacionalistas que no acudieron a ma-
nifestar su repulsa contra ETA y su apoyo a la familia
porque hubo algo que les molestó en el acto. La es-
pontaneidad evidente de la frase, su rotundidad, su
belleza literaria desprovista de afectación, describía
muy bien la visión maniquea que mantienen muchos
nacionalistas sobre el sufrimiento de “los otros”.
¿Conoce usted a muchos “corazones de hielo”?
Creo que demasiados. Gentes encantadoras en otros
terrenos que, cuando se habla de esos “otros”, cambian
su registro sensible. A ellos intento que vaya dirigido
también este documental.
¿En qué fase se encuentra actualmente el trabajo?
Estamos concluyendo la lista de personas que van a
participar y haciendo las localizaciones de rodaje.
¿Cuándo estará concluido y listo para emitir?
Espero que en marzo de 2007. Después, vendrá el tra-
bajo de comercialización.
 -408-
ISABEL
SAN SEBASTIÁN
CABASÉS
Periodista y escritora
ISABEL SAN SEBASTIÁN CABASÉS
“ H E C O M P R O B A D O L A A LT U R A M O R A L
Y PERSONAL DE LAS VÍCTIMAS”
Isabel San Sebastián es una profesional del perio-
dismo de dilatada carrera cuyo apoyo y solidaridad
con las víctimas del terrorismo ha sido en todo
momento una evidencia. Un ejemplo de ello es su
último trabajo, un libro de entrevistas a víctimas de
ETA que recogerá 10 testimonios directos, crudos y
sinceros, entre ellos el de José Antonio Ortega Lara.
Este libro, titulado Los años de plomo y editado en
colaboración con la Fundación Víctimas del Terro-
Entrevista a Isabel San Sebastián
Revista Fundación nº 2
(marzo de 2003)
Juanjo Santacana
Irene Aparicio
rismo por Temas de Hoy, será, sin duda alguna, una
aportación al conocimiento de las víctimas del te-
rrorismo en España. Porque Isabel, según reconoce
en el transcurso de esta entrevista, ha podido com-
probar, entre otras muchas cosas, “la altura moral
y personal de todas las personas que he conocido,
su capacidad para asumir su tragedia personal sin
convertirse en unos resentidos y su profunda con-
vicción democrática”.

¿Por qué un título como Los años de plomo?
Porque expresa con fuerza gráfica, a mi juicio, lo que
fueron unos años terribles de asesinatos continuados
por parte del terrorismo etarra y abandono de las víc-
timas por parte del conjunto de la sociedad española
y vasca. Fue el plomo de las balas, el del silencio cóm-
plice y el de la oscuridad que cayó sobre los muertos y
sus familiares.
¿Qué pretende conseguir con este libro?
Rescatar la memoria de las víctimas, recoger, en 10
testimonios seleccionados, la experiencia dramáti-
ca de millares de hombres, mujeres y niños que no
tuvieron en su día la oportunidad o la capacidad de
expresarse en libertad, y conseguir, en la medida de
lo posible, que quienes son demasiado jóvenes para
recordar aquella época, o tal vez la hayan olvidado,
sean conscientes de la deuda contraída por la demo-
cracia española con quienes vivieron en sus carnes la
brutalidad del terrorismo en el peor momento de su
ofensiva sanguinaria.
A título personal, ¿de qué manera le ha afectado
trabajar en este proyecto?
Ha sido duro oír determinadas historias de abando-
no total: de viudas incapaces de dar de comer a sus
hijas, forzadas a enviarlas a instituciones para huér-
fanos; de esposas atadas a la cama de sus maridos
inválidos; de hijos privados de un padre a la edad
en la que un padre es más necesario. Ha sido muy
duro, pero también ha sido enormemente enrique-
cedor comprobar la elevada talla moral de estas
personas, ninguna de las cuales clama venganza, ni
alberga odio en su corazón, ni se ha dejado amar-
gar por la experiencia vivida. Y eso incluye a José
Antonio Ortega Lara, cuyo testimonio sobre su se-
cuestro resulta realmente estremecedor y a la vez
enormemente edificante.
¿Qué utilidad puede tener el dar a conocer los tes-
timonios de víctimas del terrorismo?
Aparte de la utilidad moral, de la necesidad ética de
resarcir a estas personas del sufrimiento padecido me-
diante un reconocimiento social que en cualquier caso
nunca podrá compensarlas del todo, está la utilidad
social y política de dar a conocer un capítulo especial-
mente negro de nuestra historia reciente con el fin de
no volver a escribirlo en el futuro. Que nunca más se vi-
van unos “años de plomo” en España como fueron los
setenta y ochenta con respecto a las víctimas de ETA.
-409-
ISABEL
SAN SEBASTIÁN
CABASÉS
A lo largo de las entrevistas que ha realizado, ¿qué
le ha llamado más la atención?
La altura moral y personal de todas las personas que he
conocido. Su capacidad para asumir su tragedia per-
sonal sin convertirse en unos resentidos. Su profunda
convicción democrática. No exagero lo más mínimo si
digo que es muchísimo más lo que he aprendido de
cada una de las conversaciones que he mantenido
para escribir este libro que de la mayoría de las entre-
vistas que he realizado a lo largo de mi carrera, que son
muy numerosas y con personajes muy relevantes de
nuestra política.
¿Se ha sentido amenazada por su compromiso
con las víctimas y la libertad?
Me siento amenazada y llevo varios años viviendo pro-
tegida, como otros muchos españoles, por la existencia
de una organización terrorista en España que asesina a
todo aquel que obstaculiza sus designios criminales, y
de unos cómplices políticos de ETA que comparten los
mismos objetivos y facilitan la supervivencia de la banda.
¿Considera que las víctimas del terrorismo están
suficientemente reconocidas y protegidas?
Ahora empiezan a gozar de un cierto reconocimien-
to, aunque inferior al que merecerían. Además, sigue
habiendo víctimas y víctimas, de diferentes categorías
según su procedencia y circunstancia, lo que constituye
una gran injusticia. En todo caso, los tiempos han cam-
biado ciertamente a mejor desde la aprobación de la
Ley de Víctimas, tras la llegada de Jaime Mayor Oreja al
Ministerio del Interior, pero queda mucho por hacer y
nada de lo que se haga logrará compensar años y años
de abandono en la gran mayoría de los casos.
¿Cuál considera que debe ser el papel de los me-
dios de comunicación en relación con las víctimas
del terrorismo?
Debe ser un papel absolutamente beligerante, de
apoyo incondicional, interés preferente y tratamiento
destacado. Los medios de comunicación están entre
los principales beneficiarios del sistema de libertades
que disfrutamos (que ciertamente es mejorable, espe-
cialmente en el terreno de la libertad de expresión) y
ese sistema de libertades sigue en pie en buena medi-
da gracias al sacrificio de las víctimas. Así que tenemos
una deuda de gratitud con ellas, incrementada por los
años durante los cuales dimos más voz a sus verdugos
en nuestras páginas. Y esa es una deuda que tardare-
mos mucho en pagar.
 -410-
MARIO
VARGAS
LLOSA

Entrevista a Mario Vargas Llosa

Revista Fundación nº 4
(marzo de 2003)

El País
Escritor

MARIO VARGAS LLOSA

“NO HA SIDO SUFICIENTE EL COMPROMISO

INTELECTUAL CONTRA EL TERRORISMO”

Fernando Delgado

Con Mario Vargas Llosa, nacido en Perú en 1936 y na-
cionalizado español en 1993, hemos hablado para
conocer sus reflexiones sobre la libertad, la democra-
cia, la violencia, las víctimas de la violencia terrorista,
las consecuencias del terrorismo y el compromiso in-
telectual frente a ETA.
Y con toda sinceridad, a Vargas Llosa no le parece que
haya sido suficiente el compromiso del mundo de la
cultura con la realidad del terrorismo en España. Cree
que hay muchos hombres de pensamiento que han
guardado un silencio o una discreción frente al terroris-
mo que, dice, “a mí me parece lamentable”.
El escritor y académico de la lengua, cuya presencia en
España es cada día más habitual, considera que “los
nacionalismos excluyentes y las dictaduras son el an-
verso y el reverso de una misma realidad”, y asegura sin

titubear que “el desafío mayor que tiene la cultura de
la libertad y de la democracia en nuestro tiempo viene
de los nacionalismos”.
Señor Vargas Llosa, como firmante del manifiesto
“Aunque”, junto a otros intelectuales de diferen-
tes países, ¿qué valor otorga al compromiso pú-
blico de la intelectualidad con problemas como el
que se vive en el País Vasco?
Bueno, un valor muy alto. Creo que la intelectualidad
tiene la obligación de comprometerse en una lucha en
la que está en juego algo fundamental para la vida del
pensamiento y de la creación como es la libertad. Lo
que persigue ese manifiesto, precisamente, es defen-
der una libertad que está siendo amenazada en el País
Vasco por las acciones de un movimiento terrorista.
¿Cree que los intelectuales deben involucrarse o
mantenerse al margen de los problemas de la vida
cotidiana?
En la actualidad hay intelectuales, artistas, que
piensan que no es necesario involucrarse en una
actividad de tipo cívico, puesto que ya existen unas
instituciones democráticas donde se puede canali-
zar la participación del conjunto de la sociedad en
esta vida pública. Pero a mí me parece esa una visión
equivocada y muy mezquina de lo que es la respon-
sabilidad intelectual. Mire, cuando hay problemas
muy serios que atañen a la supervivencia de la legali-
dad, de la libertad, donde los derechos humanos de
una ciudadanía están en juego, creo que los intelec-
tuales tienen la obligación de participar, no solo por
una elemental cuestión de solidaridad, sino porque
el ejercicio mismo de su vocación requiere funda-
mentalmente la existencia de ese bien precioso que
es la libertad.
¿Ha sido suficiente hasta la fecha el compromiso
del mundo de la cultura con la realidad del terro-
rismo en España?
La verdad es que no me parece que haya sido suficien-
te. Desde luego, ha habido hombres de pensamiento,
escritores, artistas, que se han manifestado de mane-
ra muy resuelta y valerosa frente a estos problemas.
Pero creo que hay muchos que han guardado un
silencio o una discreción frente a este asunto que a
mí me parece lamentable. Creo que justamente un
país como España, que ha vivido no hace mucho una
dictadura de 40 años que hizo padecer a tantos espa-
ñoles, y sobre todo en el medio intelectual y artístico,
-411-
MARIO
VARGAS
LLOSA
de la censura, de la falta de información, de la repre-
sión, de los abusos a los derechos humanos..., tiene
la obligación moral de manifestar su solidaridad con
quienes en una región muy concreta de España están
siendo víctimas de un acoso y de una intimidación
sistemática que pone en tela de juicio los principios
básicos sobre los que se sustenta la vida democrática
en España.
¿Cuál es su análisis personal de todo lo que se está
viviendo en el País Vasco? ¿Cuál cree que es el
auténtico problema?
La tragedia del País Vasco fundamentalmente se
debe a la existencia de un grupo violento que no va-
cila en practicar el terrorismo en nombre de lo que
considera un ideal superior, lo cual ha desestabilizado
profundamente a la sociedad vasca y no permite que
funcione allí como en el resto de España la legalidad
democrática, lo que ha restringido tremendamente el
ejercicio de la libertad para todos los vascos. En fin,
creo que ese es el problema fundamental, la existen-
cia de un movimiento terrorista que está perturbando
profundamente el funcionamiento de las institucio-
nes democráticas.
¿Qué peculiaridades ve en el terrorismo de ETA
respecto de otros fenómenos terroristas, como el
que vivió su propio país con Sendero Luminoso?
Creo que hay un denominador común muy grande
en todas las organizaciones terroristas. Todas están
sustentadas en una visión unilateral y fanática, en una
actitud de intolerancia absoluta para con el otro, para
con quien piensa distinto. Además de la concepción
de que el fin justifica los medios. En eso creo que todas
las organizaciones terroristas, sean fundamentalistas
religiosas, sean nacionalistas, sean maoístas, como era
el caso de Sendero Luminoso, comparten una misma
visión, una misma intolerancia y, sobre todo, una fal-
ta total de escrúpulos en la aplicación de los métodos
para la consecución de sus objetivos.
¿Bajo qué circunstancias considera usted que pue-
de llegar a estar justificado o legitimado el uso de
la violencia?
Pues en esos casos extremos en que no queda ningún
espacio para una resistencia pacífica o legal, y cuan-
do están amenazados aquellos sustentos básicos de
la vida civilizada que son la libertad y la legalidad. Yo
entiendo muy bien que frente al nazismo no hubiera
otro remedio que combatir y que pelear, pero desde
 -412-
MARIO
VARGAS
LLOSA
luego que debe privilegiarse siempre que sea posi-
ble la lucha pacífica, porque sabemos que, cuando
se desencadena la violencia, las víctimas inocentes
suelen ser mucho más numerosas que las víctimas
culpables.
En este siglo XXI, ¿cuál es la mayor amenaza que
tienen las democracias y los pueblos? ¿Las dicta-
duras o los nacionalismos excluyentes?
Yo creo que los nacionalismos excluyentes y las dic-
taduras son el anverso y el reverso de una misma
realidad. El nacionalismo excluyente, que es una
forma de visión unilateral y dogmática de una proble-
mática, conduce inevitablemente a la violencia. Creo
que eso, hoy día, ha quedado comprobado hasta la
saciedad; de hecho, yo me atrevería a afirmar que qui-
zá el desafío mayor que tiene la cultura de la libertad
y de la democracia en nuestro tiempo viene de los na-
cionalismos, esos nacionalismos que en algunos casos
están amparados en una ideología de tipo religioso y
en otros en una ideología más bien laica, como es el
nacionalismo extremista marxista. Pero, en el fondo,
el nacionalismo es en nuestra época la manifestación
más evidente de la tradición autoritaria.
¿Cree que en las sociedades actuales están
suficientemente consolidados los valores de
tolerancia y convivencia, o queda aún un camino
por recorrer?
Hombre, siempre hay un camino por recorrer en ese
campo. Pero si nos referimos a España, yo diría que
en eso ha avanzado de una manera extraordinaria en
las últimas décadas y que se puede hablar hoy día de
España como de una democracia moderna, donde
los principios de libertad, de convivencia y de legali-
dad están profundamente arraigados en la sociedad
española. Y que quienes los rechazan son una minoría
realmente insignificante.
¿Considera su novela La guerra del fin del mundo
un tanto profética de la realidad que hoy se vive
en algunas comunidades como la vasca?
Pues, en cierta forma, sí. Yo creo que ese tipo de me-
sianismo que ve en una ideología determinada la
solución de todos los problemas sociales, económi-
cos, culturales, de una comunidad y que tiene una
muy larga tradición en la historia, en cierta forma se
manifiesta hoy día en España detrás justamente de
esos movimientos terroristas que, a través del apoca-
lipsis, creen que se puede llegar al paraíso.
La sociedad española
ha respondido
de una manera
muy civilizada, sensata
y democrática
a la amenaza que
el terrorismo significa
para la convivencia
y la democracia
¿Cómo valora la postura de la sociedad española y
de sus responsables políticos respecto a las vícti-
mas del terrorismo?
La sociedad española ha respondido de una manera
muy civilizada, sensata y democrática a la amenaza
que el terrorismo significa para la convivencia y la de-
mocracia. En otras circunstancias, tal vez eso hubiera
desestabilizado a las instituciones democráticas y po-
dría haber habido un clima propicio para pedir una
intervención militar e incluso hasta suspender tempo-
ralmente las instituciones democráticas en nombre de
una supuesta eficacia contra el terrorismo. Nada de eso
ha ocurrido. Creo que, con mucha serenidad y pruden-
cia, la sociedad española ha continuado funcionando e
incluso progresando, tanto desde el punto de vista eco-
nómico como social y cultural, a pesar del sufrimiento
y las desgracias que produce la acción terrorista etarra.
A su juicio, ¿qué camino se debe seguir para aca-
bar con el terrorismo?
No hay otro que el que se está aplicando. Creo que la
democracia tiene la obligación política y moral de de-
fenderse y de combatir con energía, pero por supuesto
siempre dentro de la ley, a la amenaza terrorista. Yo
creo que la inmensa mayoría de los españoles apoya
esa política de firmeza dentro de la legalidad frente a
quienes se arrogan el derecho de matar en nombre de
sus ideales.
¿Está aún por escribir la historia real de las vícti-
mas del terrorismo de ETA?
Esa historia se podrá escribir definitivamente cuando
el terrorismo etarra desaparezca del todo. Y hay que
hacer lo que está al alcance de cada cual para que esa
desaparición ocurra lo más pronto posible.

Periodista y escritor
GERMÁN YANKE GREÑO
“HAY QUE PENSAR EN LAS VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO TODOS LOS DÍAS”
Acaba de publicar Euskal Herria, año cero para tra-
tar de demostrar que Ibarretxe tiene un plan para la
independencia. Germán Yanke, defensor de la liber-
tad, cree —como Albert Camus— que hay que pensar
en las víctimas del terrorismo todos los días, sobre
todo en el País Vasco, donde la deuda con los que
han sufrido las consecuencias de la violencia es mu-
cho mayor.
Señor Yanke, ¿qué le llevó a escribir Euskal Herria,
año cero?
Un doble motivo. Por un lado, por un encargo de la
editorial Temas de Hoy y, por otro, porque a mí me in-
Entrevista a Germán Yanke
Revista Fundación nº 3
( junio de 2003)
Juanjo Santacana
Alberto Fernández
teresaba tratar de convencer a los posibles lectores de
que el “Plan lbarretxe” es un plan que va en serio, que
el nacionalismo vasco tiene un plan para la secesión y
la independencia. Han optado por la peor de las op-
ciones, por el pacto entre nacionalistas, incluyendo ahí
a los violentos y a los totalitarios.
¿Cree que Euskadi será independiente algún día?
No, creo que no, pero no porque los nacionalistas no
lo deseen o no lo busquen, sino porque tengo la espe-
ranza de que los ciudadanos vascos y las instituciones
democráticas, tanto nacionales como internacionales,
lo impidan.
 -414-
GERMÁN
YANKE
GREÑO
Alrededor de un 13% de
las personas del País Vasco
con un puesto de trabajo
lo tienen fuera de
la comunidad autónoma.
Yo sé de muchos
intelectuales que
están deseando volver
al País Vasco.
Predomina la sensación
de volver a colaborar
con un País Vasco libre
y en el que se respeten
los derechos humanos
y la legalidad
¿Desaparecería el terrorismo de ETA con una
Euskadi independiente?
No. Uno de los capítulos del libro trata esa cuestión.
ETA es una banda terrorista totalitaria que tiene
incluida en su ideología la violencia. La única op-
ción que se plantea en esa hipótesis desgraciada
sería que pasáramos de una sociedad amenazada
y golpeada por la violencia a un Estado totalitario.
Entonces, se convertirían en los policías totalitarios
y seguirían asesinando a toda la gente que se opu-
siera a sus pretensiones, que no son otra cosa que el
servilismo de los ciudadanos a una ideología totali-
taria. Porque el programa de ETA es un programa de
máximos, de violencia totalitaria. Y si en ese drama
hipotético se lograra la exclusión de todos los que no
son nacionalistas y partidarios de la independencia,
seguiría la violencia hasta que se consiguiera la Eus-
kadi socialista y totalitaria que ETA quiere. Yo creo
que la única opción con ETA es terminar con ella. Por
eso me enfadan las declaraciones del lehendakari
dirigiéndose a ETA, unas veces desde un punto de
vista moral y otras desde un punto de vista práctico.
Eso me parece una indignidad y una mentira. Mire,
lbarretxe sería la última víctima de ETA si no se ple-
gase a lo que ETA pretende.
En los últimos años se ha producido lo que se ha
dado en llamar “el exilio de intelectuales del País
Vasco”. ¿Qué tendría que ocurrir para que regre-
saran los intelectuales?
El exilio no ha sido solo de intelectuales. Es mucho
más amplio. Todo ello articulado por la situación políti-
ca del País Vasco. He leído que alrededor de un 13% de
las personas del País Vasco con un puesto de trabajo lo
tienen fuera de la comunidad autónoma. Yo sé de mu-
chos intelectuales que están deseando volver al País
Vasco. Predomina la sensación de volver a colaborar
con un País Vasco libre y en el que se respeten los de-
rechos humanos y la legalidad, pero tiene que haber
unas condiciones de normalidad y una actitud distinta
de la Administración Pública vasca. Porque, sorpren-
dentemente, el Gobierno Vasco y las autoridades
universitarias, en vez de sentirse angustiados porque
buena parte de sus profesores e investigadores se va-

Creo que ha habido un cambio en los últimos tiempos,
porque el Estado de derecho se ha hecho presente.
Ha pasado a una actitud activa de defender las libertades
yan por el acoso de los terroristas o del nacionalismo
en general, parece que se sienten tranquilos. La frase
de Arzalluz “ancha es Castilla”, junto a la actitud de la
Universidad, que, en vez de proteger a sus profesores,
les dice que no se preocupen porque les libera de las
clases para que puedan marcharse donde sea, ponen
de manifiesto que no hay una actitud de la Adminis-
tración vasca de respetar la dignidad de las personas y
de aprovecharlas para el bien intelectual del país. Ten-
ga en cuenta que hay 200.000 personas fuera del País
Vasco y que, en las últimas elecciones, la diferencia de
votos entre los constitucionalistas y los nacionalistas
fue de 40.000. Si volviera el 25% de los que se han ido,
a lo mejor perderían las elecciones.
A su juicio, ¿qué hay que hacer con la educación y
la cultura vascas?
Tras 25 años de Estatuto, estamos pagando el error
de pensar que había que darle al PNV todo lo que
pidiera para que acabara con la violencia. Y hemos
tardado mucho en convencernos de que el nacio-
nalismo no es parte de la solución de la violencia,
sino parte del problema. Creo que el tema de la
educación es muy importante, porque se va edu-
cando en el desconocimiento y el desprecio de la
historia de España y de Europa, que van en contra
de las pretensiones de los nacionalistas. Conse-
guir que los partidos constitucionales estén en el
Gobierno Vasco es el origen de la solución de los
problemas del País Vasco.
¿Cree que el País Vasco tiene contraída una deuda
con las víctimas del terrorismo?
Yo creo que sí, porque por causa de esa especie de
falso conflicto vasco ha muerto muchísima gente, que
se han convertido en mártires de la libertad y en un
-415-
GERMÁN
YANKE
GREÑO
ejemplo. A veces, desde el nacionalismo se critica la
idea de la defensa y el recuerdo constante de las víc-
timas diciendo que no por ser víctimas se tiene razón.
Yo he leído en un libro, publicado por la Fundación
Fernando Buesa, un diálogo entre Ramón Jaúregui y
el lehendakari Ardanza, y este plantea la cuestión de
que a veces, ante un atentado terrorista, puede dar la
impresión de que quien no se solidariza con la ideo-
logía de la víctima no se solidariza con esa víctima. A
mí eso me parece falso, porque la única verdad de las
víctimas no son sus ideas o la decencia de su vida par-
ticular, sino la convicción de que en el País Vasco hay
víctimas porque hay verdugos. A mí me gusta repe-
tir un pequeño diálogo de Albert Camus en el que, al
término de la Segunda Guerra Mundial, un joven uni-
versitario que no había participado en la contienda le
preguntaba qué debía hacer, y Camus le respondió:
“Hable y piense en las víctimas de la Segunda Guerra
Mundial todos los días de su vida, no las olvide nunca”.
A mí eso me parece fundamental y, si en algún sitio
debe ser una actividad cotidiana, es en el País Vasco.
¿Y qué cree que hay que hacer para defender la
libertad en el País Vasco?
Yo creo que ha habido un cambio en los últimos
tiempos, porque el Estado de derecho se ha hecho
presente. Ha pasado a una actitud activa de defender
las libertades. Vamos teniendo la experiencia de la efi-
cacia de ese tipo de medidas, y aquello que algunos
temían de que se iba a provocar un apocalipsis no está
ocurriendo. Hay que eliminar la sensación de impuni-
dad de los verdugos y sus colaboradores. No estar con
las víctimas en el País Vasco tiene que dar vergüenza e
incluso miedo, como ha dicho Fernando Savater, pero
miedo por la aplicación de la legalidad vigente y el Es-
tado de derecho.
 AG R A D EC I M I E N TO S
A LOS PATRONOS DE LA FUNDACIÓN VÍCTIMAS DEL TERRORISMO
Aguilera Ruiz, Luis
Araluce Letamendía, María Teresa
Benzo Sáinz, Fernando
Blanco Garrido, María del Mar
Caballero Martínez, Tomás
Cádiz Deleito, José Luis
Canal Muñoz, José
Carro Ruiz, Ana María
Castresana Sánchez, Ramón
Castro Villalba, Gabriel
Catalá Polo, Rafael
Corredor Pérez, Juan Antonio
Cospedal García, María Dolores de
Cuesta Gorostidi, Cristina
Delgado Cabezas, Luis Felipe
Díaz Guerra, Marino
Fuente Vázquez, Dolores de la
Gallego Berruezo, Pilar
Garrido Mayol, Vicente
Goicoechea Aranguren, Isabel
González Gutiérrez, María Jesús
González Rodríguez, Francisco
Gurrea Casamayor, Fernando
Herrera Rodríguez, Alberto
Herrero Juan, Luis
Hidalgo López, Antonio
Hoz García, Federico de la
Iríbar Cuartero, Ana
Jiménez de Laiglesia Santonja, José María
Jover Gómez-Ferrer, José María
Landaburu Illarramendi, Gorka
Landín Zorrilla, Rafael
Lázaro Ruiz, Juana María
Secretarios del Patronato:
Rosario Moreno-Cervera, Montserrat Torija y Ana V. Torrente.
Suplentes de los colectivos:
Bruno Broseta Dupré, Irene Muñoz Escadell y José Vargas Rincón.
Llera Ramo, Francisco
López Fernández, Soledad
López Revilla, Mercedes
López Ruiz, Javier
Manjón Gutiérrez, Pilar
Markiegi Candina, Xabier
Martín López, Concepción
Martínez Rico, Felipe
Matutes Juan, Abel
Ordóñez Fenollar, Consuelo
Oriol e Ybarra, Íñigo de
Pagazaurtundúa Ruiz, María Teresa
Paneque Sosa, María del Pilar
Pastor Julián, Ana María
Paz Fernández, Eulogio
Pedraza Portero, Ángeles
Pérez Renovales, Jaime
Pizarro Moreno, Manuel
Platero Sanz, Pilar
Puerta Pascual, Juan José
Ramos Armas, Federico
Rodríguez Lajo, Natividad
Rojo Abascal, María
Rutherford, John
Sánchez Rodrigo, Alfonso Eugenio
Suárez González, Adolfo
Tomás y Valiente Lanuza, Francisco
Uría Fernández, Francisco
Vidal-Abarca López, Ana María
Vidal Ortiz, Joaquín
Zabía Lasala, Mariano
Zambrana Pineda, Justo Tomás
Zaragoza Lluch, Francisco
A LOS MECENAS PÚBLICOS Y PRIVADOS DE LA FUNDACIÓN

Banco Santander Ayuntamiento de Alcobendas

BBVA Ayuntamiento de Madrid
Corporación RTVE Comunidad de Madrid
El Corte Inglés Comunidad Foral de Navarra
Fundación ACS Comunitat Valenciana
Fundación Iberdrola España Comunidad de La Rioja
Fundación ICO Comunidad del País Vasco
Fundación Montemadrid Comunidad de Castilla y León
Dragados Comunidad de Cantabria
FCC Comunidad de Castilla-La Mancha
Fundación Altadis Comunidad de Extremadura
Fundación Endesa Comunidad de las Islas Baleares
Fundación Esther Koplowitz Comunidad de la Región de Murcia
Fundación Vodafone Comunidad del Principado de Asturias
Google España Diputación de Álava
Red Eléctrica de España Red de Municipios Amigos
Repsol
Telefónica Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030
Wurth España Ministerio del Interior
Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea
y Cooperación
Ministerio de Cultura y Deporte
Ministerio de Educación y Formación Profesional
Ministerio de Hacienda y Función Pública

***

A Pedro Antonio Martín Marín y a todas aquellas personas y otras empresas que
han realizado importantes donaciones para las víctimas del terrorismo a lo largo
de estos veinte años.
 A LAS ASOCIACIONES Y FUNDACIONES DE VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO, Y A OTRAS INICIATIVAS

Asociación 11-M Afectados del Terrorismo
Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo
(AAVT)
Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo
(ACAVITE)
Asociación Catalana de Víctimas de Organizacio-
nes Terroristas (ACVOT)
Asociación Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del
Estado Víctimas del Terrorismo (ACFSEVT)
Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M
Asociación de Ertzainas y Familiares Víctimas del
Terrorismo (ASERFAVITE)
Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castilla
y León (AVTCyL)
Asociación de Víctimas del Terrorismo de la Co-
munidad Valenciana (AVTCV)
Asociación de Víctimas del Terrorismo Santiago
Apóstol
Asociación Dignidad y Justicia
Asociación Extremeña de Víctimas del Terroris-
mo (ASEXVITE)
Asociación Gallega de Víctimas del Terrorismo
Asociación Murciana de Víctimas del Terrorismo
(AMUVITE)
Asociación Navarra de Víctimas del Terrorismo de
ETA (ANVITE)
Asociación Plataforma de Apoyo a las Víctimas
del Terrorismo (APAVT)
Asociación por la Tolerancia
Asociación Pro Huérfanos de la Guardia Civil
Asociación Riojana de Víctimas del Terrorismo
(ARVT)
Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT)
Asociación Víctimas del Terrorismo por la Paz
(VITEPAZ)
Asociación Víctimas del Terrorismo Verde Espe-
ranza
Bakeaz
Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE)
Federación de Asociaciones Autonómicas de Víc-
timas del Terrorismo (FAAVT)
Foro de Ermua
Fundación contra el Terrorismo y la Violencia Al-
berto Jiménez-Becerril
Fundación de Victimología
Fundación Fernando Buesa Blanco
Fundación Gregorio Ordóñez
Fundación José Luis López de Lacalle
Fundación Luis Portero García
Fundación Manuel Giménez Abad
Fundación Miguel Ángel Blanco
Fundación Papeles de Ermua
Fundación para la Libertad
Fundación para la Tolerancia Maite Torrano
Fundación Profesor Manuel Broseta
Fundación Rodolfo Benito Samaniego
Fundación Tomás Caballero
Iniciativa Ciudadana ¡Basta Ya!
Manos Blancas
Plataforma Ciudadanos para la Libertad
Voces contra el Terrorismo
ZAITU

***

Y a todos cuantos en su día contribuyeron a defender la memoria de las víctimas del terrorismo reali-
zando las entrevistas que dan contenido a este libro:
Carolina Couso, Fernando Delgado, Miguel Renuncio, Irene Aparicio, María Cano, Sito Escayola, Alberto
Fernández, María Fernández, Sara Ferrón, María José Prieto y Fernando Ratia.
 Í N D I C E
ALFABÉTICO
A Felipe VI........................................................................................................324
Albizu Idiáquez, Manuel....................................................................40
Aliste Fernández, Juan José.........................................................192
Alonso de Francisco, Raquel...................................................... 380
Altuna Fernández de Arroyabe, Basilio................................ 88
Álvarez de Toledo y Urquijo, Sonsoles....................................66
Araluce Villar, Juan María de.........................................................44
Arteta Orbea, Iñaki..............................................................................385
Atarés Peña, Juan.................................................................................. 122
Ayesa Dianda, José Manuel.........................................................376
B
Baglietto Martínez, Ramón.............................................................82
Barral Fernández, Baldomero......................................................22
Benito Samaniego, Rodolfo....................................................... 248
Blanco Garrido, Marimar................................................................338
C Ibarrola Goicoechea, Agustín.....................................................366
Caballero Martínez, Tomás...........................................................342
Caballero Pastor, Tomás................................................................ 204
Cabrerizo Mármol, Sonia.................................................................142
Cabrerizo Mármol, Susana.............................................................142
Cabrero Pérez, Rodrigo...................................................................242
Calleja, José María............................................................................... 390
Calvo Val, Aureliano...............................................................................74
Casanova López, Emilio.....................................................................96
Chavarri Isasi, Miguel............................................................................62
Cordón Munilla, Publio.................................................................... 188
D
Domínguez Iribarren, Florencio...............................................363
E Manzanares Servitjá, Mercedes.................................................146
Echeverría Miralles de Imperial, Ignacio.............................314
Encinas Martín, Óscar...................................................................... 260
Escribano Arenas, Clara................................................................. 264
Escrivá Sirera, Ángeles.....................................................................392
F Monasterio Pérez, Fermín.................................................................14
Falcón Medinilla, Paqui.................................................................. 268
Faucha López, Jesús María............................................................130
Fouz Escobero, Humberto...............................................................18
G
Gallardo Pérez, Jana...........................................................................272
García Ortiz, Ascensión................................................................... 200
García Tudela, Jorge.......................................................................... 308
Gómez Segura, Javier........................................................................138
González de Castro, Ignacio........................................................286
González Garrido, Juan Alberto............................................... 306
González Martín, Enrique...............................................................120
H
Hernández Cuesta, Alejandro.......................................................58
I
Ibarrola Bellido, José......................................................................... 394
Ibrahim, Pari.............................................................................................382
Iglesias Molero, Julia...........................................................................218
J
Jiménez-Becerril Barrio, Alberto............................................ 200
Juan Carlos I.............................................................................................. 323
L
Lancharro Reyes, Antonio..............................................................134
Latierro Corta, Ignacio..................................................................... 368
Lolo Jato, Jesús..........................................................................................50
M
Manrique Ripoll, Roberto...............................................................150
Marín Chiva, Vicente.......................................................................... 252
Mármol Cubillo, María del Carmen.........................................142
Martín García, Pedro Samuel.......................................................168
Martínez Reverte, Jorge................................................................ 404
Martínez Santiago, Silvia.................................................................226
Mora Temprano, Gotzone..............................................................371
Morcillo Calero, Alfonso................................................................... 180
Moris Crespo, Juan Pablo..............................................................236 San Martín Hernández, Isidro Gabino................................ 308
Moya Jimeno, Manuel.........................................................................70 San Sebastián Cabasés, Isabel.................................................408
Múgica Herzog, Fernando.............................................................196 Sánchez Domínguez, Román................................................... 290
Sánchez García, Casimiro.................................................................28
N Sánchez Melero, José María........................................................ 160
Nerin, Jean-Serge.................................................................................302 Sánchez Riera, José Manuel........................................................230
Sánchez Rodríguez, Alfonso.........................................................114
O Santamaría Avendaño, Santos..................................................222
Oliver Santolaya, Marta....................................................................276 Serrano Lastra, Miguel Antonio................................................258
Ordóñez Fenollar, Gregorio.......................................................... 184 Suárez González, Adolfo..................................................................326

P T
Pagazaurtundúa Ruiz, Maite......................................................334
Torija Noguerales, Montserrat...................................................358
Parrondo Antón, Sonia.................................................................... 254
Peces-Barba Martínez, Gregorio............................................ 346
U
Pérez Martínez, María Josefina....................................................22
Uranga Segurola, Manoli...............................................................374
Pino Fernández, José María..........................................................154
Utrera Blanco, Antonio Miguel..................................................282
Plata Pampanas, Raimundo.........................................................118
Portero García, Luis..............................................................................214
V
Puente Balderas, Gerardo...............................................................110
Vargas Llosa, Mario............................................................................. 410
Vázquez Plata, José Luis....................................................................92
R
Veiga Pérez, José Luis....................................................................... 100
Ramos Piñeiro, Sonia........................................................................354
Vicente Manzanares, Jordi.............................................................146
Reinares Nestares, Fernando................................................... 400
Río Martín, Diego del............................................................................36 Vicente Manzanares, Silvia............................................................146
Rodríguez Pato, José Arturo....................................................... 104 Vidal-Abarca López, Ana María.................................................330
Rodríguez Uribes, José Manuel............................................... 348 Vilaró Rodríguez, Julia..................................................................... 294
Ruiz Muñoz, Juan.................................................................................... 32 Villa González, Irene............................................................................. 172
Rupérez Rubio, Javier..........................................................................78 Villalibre Turrado, Isidro................................................................... 164

S Y
Sáenz Sánchez, Alejandro.............................................................. 126 Yanke Greño, Germán.......................................................................413
Sáez González, Esther.......................................................................278
Salgueiro López, Aurelio................................................................... 54 Z
Salvá Lezáun, Diego.......................................................................... 298 Zamarreño Villoria, Manuel...........................................................210
San Martín Bretón, José................................................................... 176 Zaragoza Lluch, Francisco.............................................................156