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SEGUNDA EDICION JOHN PIPER LA SUPREMACIA DE DIOS EN LA PREDICACION Dr. John Piper bP Primera E jon, impresa en Mexico, 2008 Publicado por: Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org ISBN 978-1-928980-33-9 Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Baker Books (P.O. Box 6287; Grand Rap- ids, MI; 49516-6287) para traducir e imprimir este libro al espafol. Copyright © 1990, 2004 by Desiring God Foundation Originally published in English under the title, The Supremacy of God in Preaching, Revised Edition, by Baker Books, a division of Baker Publishing Group, Grand Rapids, Michigan, 49516, USA. All rights reserved. ‘Traduccién al Espaiiol por Max Mejia Vides, y revisada por Moises Zapata, MTW. Ninguna parte de esta publicacién se podra reproducida, procesada en algin sistema que la pueda reproducir, 0 transmitida en alguna forma o por algtin medio—electronico, mecénico, fotocopia, cinta magnetofonica u otro—excepto para breves citas en resefias, sin el permiso previo de los editores. © Las citas biblicas son tomadas de la Versién Reina-Valera © 1960 Sociedades Biblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Biblica Un- idas. Utilizado con permiso. ~4~ PSs CONTENIDO Prefacio Parte 1 Por qué Dios debe ser Supremo cuando Predicamos 1—La Meta de la Predicacion: La Gloria de Dios 2La Predicacién Fundamental: La Cruz de Cristo 3—BI Don de la Predicacién: EI Poder del Espiritu Santo 4La Gravedad y la Alegria de la Predicacién Parte 2 Como lograr la Supremacia de Dios en la Predicacion: Guia del Ministerio de Jonathan Edwards 5—Centrados en Dios: La vida de Edwards 6—Sometidos a la Dulce Soberania: La Teologia de Edwards 7Haced a Dios Supremo: La Predicacion de Edwards —Estimula las Afecciones Santas —thumina la Mente —Satura con Escritura —Utiliza Analogias e Imagenes —Usa Amenazas y Advertencias —Ruegua por una Respuesta —Escudritia las Obras del Corazon. —Rindete al Espiritu Santo en la Oracién —Sé Quebrantado y Blando de Corazén —Sé Intenso —Conelusién bP7 PREAMBULO. Las gentes estén hambrientas de la grandeza de Dios. Pero la mayoria de ellas, en medio de una vida Ilena de problemas, no quieren reconocerlo. La majestad de Dios es una cura des- conocida, Hay en el ambiente muchas recetas populares cuyos beneficios son superficiales y breves. La predicacién que no tiene el aroma de la grandeza de Dios podra entretener por un tiempo, mas no calmaré el grito del alma que clama: “Muéstrame tu Gloria.” Hace anos, durante la oracién semanal en nuestra iglesia, decidi predicar acerca de la San- tidad de Dios, basandome en Isaias 6. En el primer domingo del aio, decidi mostrar la vi- sion de Dios que se encuentra en los primeros cuatro versos de ese capitulo. “En el ano que murié el rey Uzias, vi yo al Senor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él habia serafines; cada uno tenia seis alas; con dos cubrian sus rostros, y con dos volaban. Y el uno al otro daban voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, Jehova de los ejércitos; toda la tierra esté lena de tu gloria. ¥ los qui- ciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llend de humo. De modo que prediqué sobre la santidad de Dios, ¢ hice lo mejor que pude para mostrar la majestad y la gloria de tan grande y santo Dios. No dije ni siquiera una minima palabra aplicada a las vidas de las personas. La aplicacién es esencial en el curso normal de una predicacién, pero aquel dia me senti Ilevado a hacer [p 8] una prueba: ¢Acaso el mostrar apasionadamente la grandeza de Dios por si sola llenaria las necesidades de esta gente? No me habia dado cuenta de que no hacia mucho, antes de este domingo, una pareja joven de nuestra iglesia habia descubierto que uno de sus hijos estaba siendo abusado sexua- Imente por un pariente cercano. El asunto era increiblemente traumatico. Ellos estaban alli aquel domingo por la mafiana escuchando aquel mensaje. No sé cuantos fieles, aconse- jando a los Pastores nos dirian hoy: “Pastor Piper, gno se da cuenta de que su gente esta sufriendo? ¢No pudiera usted bajar del cielo y ser mas practico? gNo se da cuenta de la clase de gente que se sienta frente a usted los domingos?” Semanas mas tarde supe la his- toria, Un domingo por la tarde después del servicio, el esposo me llamé aparte. “John,” me dijo, “estos han sido los meses mas duros de nuestras vidas. zY sabe por qué he logrado resistirlos? Fue la vision de la Grandeza de la Santidad de Dios que usted nos dio la prime- ra semana de enero. Esa ha sido la roca a la que nos hemos aferrado.” La grandeza y la gloria de Dios son relevantes. No importa si las encuestas salen con una lista de necesidades perceptibles que no incluyan la suprema grandeza de la soberania del Dios de la Gracia. Hay una necesidad mas profunda, y nuestro pueblo esta hambriento de Dios. Otra ilustracién de lo anterior es la manera cémo la movilizacién misionera estA ocurriendo en nuestra iglesia y la forma cémo en la historia esto ha sucedido fp 9] vez tras vez. La ju- ventud de hoy no se entusiasma por denominaciones y agencias. En cambio, se entusias- ma por la grandeza de un Dios global y por el incontenible propésito de un rey soberano. El ~6~ primer gran misionero dijo: “Se nos ha dado la gracia y apostolado para despertar la ob- ediencia por la fe, por razén de Su nombre, a todas las naciones.” (Romanos 1:3, énfasis marcado) Las misiones existen por razones del amor de Dios. Fluyen por un amor a la glo- ria de Dios y por el honor de Su reputacién, como la respuesta a una oracién: “Santificado sea tu nombre.” Estoy convencido que la visién de un gran Dios es una pieza clave en la vida de la iglesia, tanto en lo pastoral, como en el esfuerzo misionero. Nuestras gentes necesitan oir de un Dios milagroso. Necesitan oir que alguien, por lo menos una vez a la semana, alce su voz ¥ magnifique la supremacia de Dios. Ellos necesitan contemplar el completo panorama de las excelencias de Dios. Robert Murray M’Cheyne dijo: “Dios no bendice a los grandes talentos tanto como a la gran semejanza a Jestis. Un Ministro santo es una poderosa arma en las manos de Dios.”! En otras palabras, lo que la gente demanda es nuestra santidad person- al. Y ciertamente, la santidad personal es nada menos que una vida inmersa en Dios—el vivir de una filosofia extasiada en Dios. Dios mismo es la materia fundamental de nuestra predicacién—en Su majestad, verdad, santidad, rectitud, sabiduria, fidelidad, soberania y gracia. No quiero decir que no debamos predicar sobre las menudencias de las cosas practicas como la paternidad, el divorcio, fp 10] el Sida, la TV y el sexo. Lo que quiero decir es que cada una de esas cosas debera ser traida ante la santa presencia de Dios y dejada descubiertas sus raices de piedad o impie- dad. No es la tarea del predicador cristiano dar platicas morales o psicolégicas para animar acerca de cémo conducirse en el mundo, cosa que cualquier otro puede hacer. Mas la mayoria de nuestra gente no tiene en este mundo quien les diga una y otra vez acerca de la suprema belleza majestuosa de Dios. Tragicamente por eso, muchos estan hambrientos de la vision centrada en Dios, del gran predicador Jonathan Edwards. Mark Knoll, historiador eclesial, descubrié que en los dos siglos y medio pasados desde Edwards, tragicamente “los evangélicos norteamericanos no han pensado desde un inicio acerca de la vida como cristianos, porque toda su cultura se los ha impedido. La piedad de Edwards continué en una tradicién de reavivamiento, a su teologia siguié un Calvinismo académico, mas no hubo sucesores para la visién universal de su Dios poderoso o de su profunda filosofia teolégica. La desaparicion de la perspectiva de Edwards en la historia de la Cristiandad norteamericana ha sido una tragedia.”? Charles Colson repite esta conviccién: “La iglesia moderna de Occidente—en su mayoria desviada, Ilena de cultos ¢ infectada con gracia barata—necesita oir el reto de Edwards ... Creo que las oraciones y las obras de los que aman y obedecen a Cristo en el mundo "Andrew Bonar, ed., Me moir and Remains of Robert Murray MeCheyne (repde. ed., Grand Rapids: Baker Book: House, 1978), 288. ? Marks Noll, “Jonathan Edwards, Moral Philosophy, and the Secularization of American Christian Thought,” Reformed Journal (February 1983): 26, Enfasis del autor. ~T~ podran prevalecer siempre que atesoren los mensajes de un hombre llamado Jonathan Edwards.” [p 11] La recuperacion de “La vision universal de un Dios Poderoso” causara gran regocijo sobre la tierra en los mensajeros de Dios, y una razén de profiundo agradecimiento al Dios que hace todas las cosas nuevas. El material de la Parte 1, fue inicialmente expuesta como las Conferencias Harold John Ockenga sobre Predicacién, en el Seminario Teolgico Gordon Conwell, en febrero de 1988. La esencia de la Parte 2 fue primeramente expuesta como las Conferencias del Centro Billy Graham sobre Predicacion, en Wheaton College, en octubre de 1984. Tales privilegios y es- fuerzos fueron una tremenda ganancia para mi mas que para cualquier otro. Doy gracias a los administradores de estos Colegios que confiaron en mi, y me permitieron tener un atis- bo del alto llamado del predicador cristiano. Siempre doy gracias a Dios, que nunca me ha abandonado sin una palabra y un celo para hablarla la mafana de un domingo, todo para Su gloria. Oh, pero yo tengo mis momentos. Mi familia de cuatro hijos y una esposa estable no es ajena a las penas y las lagrimas. Las criticas pueden herir al irritable, y el desanimo puede llegar tan profundo como para dejar a este predicador mudo. Pero la inconmensurable y soberana gracia de Dios, mas alla de toda soledad e inconveniencia, me ha revelado Su Palabra y me ha dado un corazén capaz de saborearla y enviarla semana tras semana. Por eso nunca he dejado de amar la predica- cién, En la misericordia de Dios hay una razén humana para ello. Charles Spurgeon lo sabia, y la mayoria de [p 12] predicadores felices lo saben. Cierta vez le preguntaron a Spurgeon acerea del secreto de su ministerio. Al cabo de una breve pausa, respondié: “Mi gente ora por mi."* Por eso es que yo he sido revivido una y otra vez en la obra del ministerio. Asi es como La Supremacia de Dios en la Predicacién pudo ser escrito. Mi gente ora por mi. A ellos dedico este libro con afecto y gratitud. Oro porque este libro pueda volver los corazones de los heraldos de Dios, para el cumpli- miento de la gran admonicién apostélica: Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios ... conforme el poder que Dios da para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio > Charles Colson, “Introduction,” en Jonathan Edwards, Religious Affections, (Afectos Religiosos), (Portland: Multnomah, 1984), xxii, mexiv. lain Murray, The Forgotten Spurgeon (Spurgeon, El Principe Olivdado), (Edinburgh: Banner of Truth, 1966), 36 por los siglos de los siglos. Amén. (1 Pedro 4:11) John Piper bp 13} PREFACIO Prefacio a la Edicion Revisada (2003) Mas que munca, creo en la predicacién como una parte de la adoracién en la iglesia con- gregada. La predicacién es adoracin, y pertenece a la vida de adoracién regular de la igle- sia, sin importar el tamafo de la iglesia. No se vuelve conversacién o “compartir” en la igle- sia pequefia. No se convierte en una inyeccién estimulante o retintin de campanillas en la megaiglesia. La predicacion es adoracion sobre la Palabra de Dios—el texto de la Escritu- ra—con explicacién y exultacion. La predicacion pertenece a la adoracién corporativa de la iglesia, no s6lo porque el Nuevo Testamento ordena “predica la Palabra’ (Keruxon ton logon) en el contexto de vida corpora- tiva (2 Tim, 3:16-4:2), sino aun més fundamentalmente porque la esencia doble de la ado- racién lo demanda. Esta esencia doble de la adoracién proviene de la manera en que Dios se revela a nosotros. Jonathan Edwards lo describe asi: Dios se glorifica a Si mismo hacia las criaturas en dos maneras también: 1. Por manifes- tarse a... sus entendimientos. 2. Comunicandose a Si mismo a sus corazones, y en su re- gocijarse y deleitarse y gozar las manifestaciones que El hace de Si mismo ... Dios es glorifi- cado no solamente porque Su gloria sea vista, sino también cuando esa gloria es gozada. Cuando [p 14] aquellos que la ven se deleitan en ella, Dios es mas glorificado que si ellos solamente la ven. Su gloria es recibida entonces por toda el alma, por ambos, el entendi- miento y el corazén. Siempre hay dos partes en la verdadera adoracién. Hay el ver a Dios y hay el saborear a Dios. No los puedes separar. Tienes que verlo a 1, para saborearlo a Bl. Y sino lo saboreas a El cuando le ves, le insultas. En la verdadera adoracién, siempre hay entendimiento con la mente y siempre hay sentimiento en el corazén, El entendimiento siempre debe ser el fundamento del sentimiento. Si no, todo lo que tenemos es emocionalismo sin base. Pero el entendimiento de Dios que no motiva sentimiento por Dios se vuelve mero intelectualismo e indiferencia. Por esto la Biblia nos ama continuamente a pensar, a considerar y a medi- tar, por un lado, y a regocijarnos, a temer, a gemir, a deleitarnos, a tener esperanza y a es- tar alegres, por el otro. Ambos, entendimiento y sentimiento, son esenciales para la adora- cién. La razon que la Palabra de Dios toma la forma de predicacién en la adoracion es que la verdadera predicacién es la clase de discurso que consistentemente une estos dos aspectos de la adoracién, tanto en la manera en que es hecha como en el propésito que tiene. Cuan- do Pablo le dice a Timoteo, en 2 Timoteo 4:2, “Predica la Palabra”, el término que utiliza para “predicar” es una palabra que se usa para “pregonar” o “anunciar” o “proclamar” (ke- ruxon). No es una palabra que se usa para “ensehar” o “explicar”. Es lo que un pregonero del pueblo hacia: fp 15] *\Oigan, oigan, oigan! El Rey tiene una proclamacién de buenas nuevas para todos aquellos que juren alianza a su trono. Sea conocido de ustedes que El ~10~ dara vida eterna a todos los que confien en y amen a Su Hijo.” Yo llamo a este pregonar exultacion, La predicacion es una exultacién publica sobre la verdad que trae. No es desin- teresada, fria o neutral. No es una mera explicacién. Es manifiesta y contagiosamente apa- sionada acerca de lo que dice. Sin embargo, este pregonar contiene ensefanza. Puedes verlo al mirar de nuevo 2 Timoteo 3:16—La Escritura (que da motivo a la predicacién) es util para ensefar. Y puedes verlo al mirar adelante el final de 2 Timoteo 4:2: “Que prediques la Palabra ... redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (ensefianza).” Asi que la predicacién es expositiva. Versa sobre la Palabra de Dios. La verdadera predicacién no es la opinién u opiniones de un mero hombre. Bs la fiel exposicién de la Palabra de Dios. Asi que, para decirlo en una oracién gramatical: La predicacién es exultacién expositiva. En conclusién, entonces, la razon que la predicacion sea tan esencial a la adoracién corpo- rativa de la iglesia es que es adecuada de manera tinica para alimentar ambos, entendi- miento y sentimiento, Es adecuada de manera tmica para despertar el ver a Dios y el sabo- rear a Dios. Dios ha ordenado que la Palabra de Dios venga en una forma que ensene a la mente y toque el corazon. Quiera Dios usar esta edicién revisada de La Supremacta de Dios en la Predicacion para fomentar un movimiento de adoracién y vida teocéntricas, centradas en Dios. [p 16] Que la predicacion de nuestras iglesias muestren mas y mas la verdad de Cristo y el sabor de Cristo. Que los pulpitos del pais resuenen con exposicién de la Palabra de Dios y exulta- cién en la Palabra de Dios. John Piper 2003, ~~ pi7y PRIMERA PARTE, POR QUE DIOS DEBERIA SER SUPREMO EN LA PREDICACION 1 La Meta de la Predicacién La Gloria de Dios En septiembre de 1966 era yo un novato estudiante de medicina, con estucios superiores en literatura en Wheaton College. Habia terminado un curso de verano en quimica, estaba locamente enamorado de Noel y estaba mas enfermo que nunca con mononucleosis. El doctor me envié al centro de salud durante las tres semanas més decisivas de mi vida, Fue un periodo por el cual nunca dejo de dar gracias a Dios. Por aquellos dias, el semestre de otofio comenzé con una Semana de Bnfasis Espiritual. El orador en 1966 era Harold John Ockenga. Fue la primera y ultima vez que yo le oi predi- car. La radio del colegio WETN transmitié los sermones, y yo los escuché mientras estaba acostado en mi cama, a unos doscientos metros de su puilpito. Bajo la predicacién de la Palabra por el Pastor Ockenga la direccién de mi vida fue permanentemente fp 18] cam- biada. Puedo recordar cémo mi corazén casi explotaba anhelante, conforme escuchaba— deseando conocer y dominar la Palabra de Dios en aquella forma. Por medio de esos men- sajes, Dios me llamé al ministerio de la Palabra, de manera irresistible y (creo) en forma irrevocable. Desde entonces, ha sido mi conviccién que la evidencia subjetiva del Hamado de Dios al ministerio de la Palabra (para citar a Charles Spurgeon) “es un intenso y todo— absorbente deseo por la obra.” Cuando sali del centro de salud, dejé la quimica organica y tomé filosofia como materia se- cundaria, y me propuse obtener la mejor educacién biblica y teolégica posible. Veintidos aflos mas tarde (a esa disertacién en 1988) puedo testificar que el Senor no me ha dejado dudar de ese llamado, Bsta tan claro en mi corazén hoy como nunca antes. Y solamente me maravillo de la maravillosa providencia de Dios—de salvarme y llamarme como un sir- viente de la Palabra, y luego dejarme hablar, después de dos décadas, bajo la bandera de las Conferencias Harold John Ockenga sobre Predicacién, en el Seminario Teolégico Gor- don-Conwell Este es para mi un precioso privilegio. Oro porque sea un tributo aceptable al Dr. Ockenga, que munca me conocié—y por tanto es un testimonio al hecho de que nunca sabremos de la verdadera utilidad de nuestra predicacién, hasta que todo el fruto de las ramas del arbol que han brotado de las simientes que hemos sembrado haya madurado a la luz de la eter- nidad. Ip 19] Porque como desciende de los cielos Ia Iluvia y la nieve, y no vuelve alld, sino riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, asi sera ‘Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1972}, 26, ~12e mi palabra que sale de mi boca; no volvera a mi vacta, sino que hard lo que yo quiero, y seré prosperada en aquello para que la envié. (Isaias $5:10-11) El doctor Ockenga nunca supo lo que su predicacin hizo en mi vida, y puede usted tomar nota de que si usted es un predicador, Dios le va a ocultar mucho del fruto que El produce en su ministerio. Vera lo suficiente para estar seguro de Su bendicién, pero no tanto como para pensar que usted podria vivir sin ello. La meta de Dios es que El sea exaltado y no el predicador. Esto nos lleva al tema principal: La Supremacia de Dios en la Predicacién. Su bosquejo es intencionalmente trinitario: La Meta de la Predicacién: La Gloria de Dios. La Base de la Predicacién: La Cruz de Cristo. El Don de la Predicacién: El Poder del Espiritu Santo. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espiritu Santo son el inicio, el medio y el fin en el ministerio de la Predicacién. Sobre toda labor ministerial, especialmente la predicacién, se destacan las palabras escritas por el apéstol: “Porque en él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:36) El predicador escocés James Stewart dijo que los objetivos de una predicacién genuina son para “despertar la conciencia por medio de la santidad de Dios, para alimentar la mente con la verdad de Dios, fp 20] para purificar la imaginacién por medio de la belleza de Dios, para abrir el corazén al amor de Dios, para consagrar la voluntad al propésito de Dios.”? En otras palabras, Dios es la meta al predicar, Dios es el fundamento de la predicaci6n—y todos los demas recursos son dados por el Espiritu Santo. Mi carga es rogar por la supremacia de Dios en la predicacién—que la nota dominante en la predicacion sea la libertad de la Gracia soberana de Dios, que el tema unificador sea el celo que Dios tiene de Su propia Gloria, que el gran propésito de la predicacién sea la infi- nita e inagotable realidad de Dios y que la penetrante atmésfera de la predicacién sea la santidad de Dios. Entonces, cuando en la predicacién se tocan las cosas ordinarias de la vida—ta familia, el ocio, las amistades o las crisis de nuestro diario vivir—Sida, divorcio, adicciones, depresiones, abusos, pobreza, hambre y, lo peor de todo, la gente inconversa del mundo, estas cosas no sélo son consideradas: Son Ilevadas a la misma presencia de Dios. John Henry Jowett, quien predic en Inglaterra y América durante treinta y cuatro aos hasta 1932, pudo ver este gran poder de tales predicadores del siglo IX como Robert Dale, John Newman y Charles Spurgeon. El dice: “Siempre estuvieron dispuestos a detenerse a ver lo que sucedia en el pueblo, pero siempre vincularon las calles con las alturas, y enviaron sus almas errantes sobre las eternas coli- 2 James Stewart, Heralds of God (Grand Rapids: Baker Book House, 1972), 73. Esta cita viene de William ‘Temple, quien la formule para definir adoracion, pero Stewart la tomé prestada como dando “precisamente los propésitos y fines de la predicacion", nas de Dios ... Es este tema de la inmensidad, sentido de Su eterna presencia e indicacion Ip 21] de lo infinito, que considero que debemos de recuperar en nuestras predicaciones.”* Casi a finales del siglo XX, la necesidad de recuperacién es diez veces mayor. Tampoco estoy proponiendo alguna forma de preocupacién artistica elitista con imponde- rables filoséficos o intelectuales. Hay cierto tipo de personas que gravitan a los cultos de alta liturgia, porque no toleran el “palmoteo” de 1a adoracién evangélica, Spurgeon fue to- do, menos un intelectual elitista. Casi no ha habido Pastor de mayor agrado popular. Sus mensajes, sin embargo, estaban Henos de Dios y la atmésfera estaba cargada con la pre- sencia de tremendas realidades. “Nunca tendremos grandes predicadores” decia, “hasta que tengamos grandes tedlogos.”* No fue que él se preocupara mas por los grandes ideales que por las almas perdidas. Se preocupaba por lo uno, debido a que amaba lo otro. Lo mismo sucedié con Isaac Watts, que vivié un siglo antes. Samuel Johnson dijo de Watts: “Todo lo que él tomaba en sus manos, debido a su incesante hambre por almas, fue convertido en teologia.”® Lo que quie- ro decir con el caso de Watts es que él todo lo Ilevé a una relacién con Dios, porque se preocupaba por las personas. Hoy dia, creo que Johnson opinaria de mucha predicacién contemporanea que, “cualquier cosa que él predicador toma en sus manos es, por su constante afin de relevancia, conver- tido en psicologia.” Ni las grandes metas de predicacién ni el valioso lugar de la [p 22] psi- cologia valen nada ante la pérdida del fundamento teolégico. Una de las razones por las que la gente a veces duda del valor que tiene una predicacién centrada en Dios es porque nunca han oido una. J. |. Packer cuenta que oy6 predicar a D. Martyn Lloyd-Jones en la Capilla de Westminster cada domingo por la noche durante 1948 y 1949. Dice que nunca antes oy6 predicacién semejante. Vino a él con la fuerza y el impetu de un choque eléctrico. Lloyd-Jones, dijo, le levé a “la presencia de Dios, mas que ningtin otro hombre."6 gEs esto lo que la gente de estos dias se lleva de la adoracién—sentir la presencia de Dios, un toque de Su soberana gracia, una disertacién del panorama de Su gloria, el gran propésito de la infinita raz6n de ser de Dios? gAcaso entran durante una hora a la sema- na—que no es un sacrificio—a una atmosfera de la santidad de Dios que deja Su aroma en sus vidas por toda una semana? Cotton Mather, quien ministré en Nueva Inglaterra hace 300 anos, dijo: “En la tarea de un predicador cristiano, el gran esquema e intencién es restaurar el trono y dominio de Dios en las almas de los hombres.”” Eso no fue una exhuberancia retorica, Era una conelusion 2John H. Jowett, The Preacher: His Life and Work (New Yorks: Harper, 1912), 96, 98. + Spurgeon, Lectures, 146 + Samuel Johnson, Lives ofthe English Poets (London: Oxford University Press), 2:365. ‘ Christopher Catherwood, Five Evangelical Leaders (Wheaton: Harold Shaw, 1988), 170, 7 Cotton Mather, Student and Preacher, or Directions for a Candidate of the Ministry (London: Hindmarsh, 1726), v ~~ exegética mesurada y exacta de uno de los més grandes textos biblicos que conducen a los fundamentos de la Supremacia de Dios en la Predicacién. El texto que respalda lo dicho por Mather es Romanos 10:14-15: “zComo, pues, invocarén a aquel en el cual no han creido? gY cémo creeran en aquel de quien no han oido? gY cémo oirén sin haber quien les predique? gY cémo [p 23] predicaran si no fueren enviados? Como esta escrito: ;Cuén hermosos son los pies de los que anun- cian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas!” Del texto anterior, la predicacién puede ser definida como la proclamacion de las buenas nuevas por un mensajero enviado por Dios—{*proclamacién’—de la palabra kerussontos en verso 14, “buenas nuevas” de las palabras euangelizomenon agatha, en verso 15; “mensaje~ 10 enviado de la palabra apostalosin en verso 15). La pregunta clave es: gQué es lo que el predicador proclama? gCudles son las buenas nu- evas a que se refiere el texto? Puesto que el verso 16 es una cita del verso 7 de Isaias 52:7, haremos bien en regresar y dejar que Isaias lo defina para nosotros. Oiga lo que Mather oy6 en este verso concerniente al gran designio de la predicacién Cristiana. Cuan hermosos sobre los montes son los pies de aquel que trae buenas nuevas, aquel que anuncia la paz, aquel que trae noticias de bien, aquel proclama la salvacién, aquel que dice a Sion: Tu Dios reina. Las buenas nuevas del predicador, la paz y la salvacién que él amuncia estan grabadas en una oracion: “Tu Dios Reina.” Mather aplica esto con plena justificacion al predicador: “El gran designio ... de un predicador cristiano es restaurar el trono y el dominio de Dios en las almas de los hombres.” Ip 24] La nota mas relevante en la boca de cada profeta-predicador de los dias de Isaias, de Jesus o de nuestros dias, es “Tu Dios Reina.” Dios es el Rey del universo; tiene derechos absolutos de Creacién sobre este mundo y sobre cada uno de los que en él viven. Rebe- liones y motines, sin embargo, se dan por todos lados, y Su autoridad es menospreciada por millones. Por eso es que Dios manda predicadores por todo el mundo gritando que Dios reina, que no va permitir que Su gloria sea menospreciada indefinidamente. Que Bl va a vindicar Su nombre con grande y terrible ira. Pero también son enviados a proclamar que, por el momento, Dios ofrece una total y libre amnistia a los rebeldes que abandonen su rebeldia, que clamen por misericordia, que se arrodillen ante Su trono y le juren sujecién y fidelidad para siempre. La amnistia esta firmada con la sangre de Su Hijo. Mather esta en lo cierto: El gran esquema del predicador cristiano es restaurar el trono y el dominio de Dios en las almas de los hombres. ¢Pero, por qué? ¢Podremos profundizar ~~ mas? ¢Qué es lo que motiva el corazén de Dios al demandar someternos a Su autoridad, ademas de ofrecernos amnistia? Isaias nos da la respuesta en un texto anterior. Hablando de la misericordia para Israel, Dios dice: Por amor a mi nombre diferiré mi ira, y para alabanza mia la reprimiré para no destruirte. He aqui te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de afliccién. Por mi, por amor a mi mismo lo haré, para que no sea mancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro, (Isaias 48:9-11) [p 25] En el fondo del soberano ejercicio de misericordia de Dios como rey esta Su inaltera- ble pasion por el honor de Su nombre y la demostracién de Su gloria. Asi pues, podemos profundizar mas el punto de Mather. Tras el compromiso de Dios de reinar como Dios, esta el profundo compromiso de que Su gloria un dia Ilenara la tierra. (Num. 14:21; Isa. 11:9; Hab. 2:14; Sal. 57:5; 72:19) Este descubrimiento tiene una tre- menda implicacién en la predicacion, porque el profundo propésito de Dios en el mundo es el de Ilenarlo con la reverberacién de Su gloria en la vida de una nueva humanidad, resca- tada de cada pueblo, tribu, lengua y naci6n. (Apoc. 5:9)° Mas la gloria de Dios no se refleja claramente en los corazones de hombres y mujeres cuando se agachan con desgano en sumisién a Su autoridad 0 cuando obedecen por temor servil 0 cuando no hay regocijo en respuesta a la gloria de su rey. Las implicaciones para la predicacién son claras: Cuando Dios envia emisarios a declarar, “Tu Dios Reina”, Su objetivo no es obligar la sumision del hombre por un acto de cruda autoridad; Su meta es cautivar nuestras afecciones con irresistibles demostraciones de glo- ria, La nica sumisi6n que refleja completamente el valor y la gloria del rey es la sumisin gozosa. Sumision a reganadientes ofende al rey. Sin gozo en el stibdito, no hay ninguna gloria para el rey. Esto es lo que Jestis en efecto dijo en Mateo 13:44, “El reino (la norma, el dominio) de los cielos es como un tesoro escondido en un campo, que un hombre encuentra y esconde; en- tonces feliz (su alegre sumisién a aquel fp 26] reino y su deleite en su gloria, su valor) va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.” Cuando el reino es un tesoro, la sumision es un placer. Al revés, cuando la sumisién es un placer, el reino es glorificado como un te- soro. Por tanto, si la meta de la predicacién es glorificar a Dios, deberé orientarse a una alegre sumisién a Su reino y no a una sumisin superficial. Pablo lo dijo en la 2 Corintios 4:5, “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como el Seftor.” Pero mas adelante, en el verso 6, basado en la proclama del seforio de Cristo—bajo la norma y la autoridad del rey Jestis—nos dice que la esencia de su predicacién es “la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” La tinica sumisién al senorio de Cristo que magnifica plenamente Su valor y refleja Su belleza es el humilde gozo de! alma humana en la gloria de Dios en la faz de Su Hijo. © Una defensa exegttica extensa de esta deciaracién es dada en el Apendice 1 de John Piper, Desiring God (Portland: Multnomah, 1985) ~16~ La maravilla del evangelio y el descubrimiento mas liberador que este pecador ha hecho es que el mas profundo deseo de Dios de ser glorificado y mi mas profundo anhelo de ser san- tificado, no estan en conflicto, sino de hecho encuentran una realizacion simulténea en el despliegue de la gloria de Dios y mi deleite en ella.° Por tanto, la meta al predicar es la glo- ria de Dios reflejada en la gozosa sumisién del corazon humane. Y la supremacia de Dios en la predicacién esta asegurada por este hecho: Aquel que satisface recibe la gloria; aquel que da el placer es el tesoro. > Esta es la tesis de Desiring God, donde son desarrolladas sus implicaciones para las areas de la vida distin- tas a la predicacién, ~AT~ ip 29] 2 El Terreno de la Predicacion La Cruz de Cristo Predicacién es la proclamacién de las buenas nuevas por un mensajero enviado de Dios, las buenas nuevas que: Dios reina; £1 reina para revelar Su gloria, Su gloria es revelada plenamente en la gozosa sumisién de Su creacién; Por tanto, no hay conflicto final entre el celo de Dios a ser glorificado y nuestros anhelos de satisfaccién, y que algin dia la tierra sera llena con la gloria del Senor, reflejada y vibrante en la genuina alabanza candente de la iglesia rescatada, reunida de cada pueblo y lengua y tribu y nacion. La meta de la predicacién es la gloria de Dios reflejada en la gozosa sumision de Su crea- cién. [p 30] Pero hay dos obstaculos masivos para lograr esta meta: la justicia de Dios y el orgul- lo del hombre. La justicia de Dios es Su inquebrantable celo por la exaltacion de Su gloria. El orgullo del hombre es su inquebrantable celo por la exaltacién de su propia gloria. Lo que en Dios es justicia, en el hombre es pecado. Tal es el punto de Génesis 3—el pecado entré en el mundo por una tentacién, y la esencia de esa tentacién fue: “Seras como Dios.” El esfuerzo de imitar a Dios en este punto es la esencia de nuestra corrupcién. Nuestros padres cayeron a causa de ello, y en ellos todos hemos caido a causa de to mis- mo. Ahora es parte de nuestra naturaleza. Tomamos el espejo de la imagen de Dios que estaba destinada a reflejar Su gloria en el mundo, le damos la espalda a la luz y nos ena- moramos de los contornos de nuestra propia sombra oscura, tratando desesperadamente de convencernos (con los avances tecnologicos 0 habilidades administrativas, hazafas atléticas o logros académicos, logros sexuales o corte de pelo extravagante] que la parte os- cura de Ja imagen en el suelo frente a nosotros es realmente gloriosa y satisfactoria. Al or- gulloso amor por nosotros mismos le afiadimos, aunque no nos demos cuenta, desprecio por la gloria de Dios. Conforme nuestro orgullo desprecia la gloria de Dios, Su justicia le obliga a derramar Su ira sobre nuestro orgullo. La altivez de los ojos del hombre sera abatida, y la soberbia de los hombres sera humillada; y Jehova solo sera exaltado en aquel dia. 1 Para una defensa y exposicién de esta definicion ver John Pipes, The Justification of God (Grand Rapids: Baker Book House, 1985}, ~ IBY fp 31] De los testimonios de sus contemporaneos, sabemos que los sermones de Edwards eran tremendamente poderosos en su efecto sobre las gentes de su congregacién de Northamp- ton. No es porque él fuera algo asi como un orador dramatico como lo fue George White- field. En los dias del despertamiento atin escribid totalmente sus sermones y los ley con pocas gesticulaciones. Entonces, edénde estaba su poder? Sereno Dwight, quien recopilé sus memorias, atribuia su éxito en parte a ‘la profunda y penetrante solemnidad de su mente. En todo momento, tuvo una solemne conciencia de la presencia de Dios. Esto era visible en su apariencia y su semblante. Ello tenia, obviamente, una influencia controladora sobre todas sus prepara- ciones para el pillpito, y era mas manifiesta en todos sus servicios ptiblicos. Sus efectos en la audiencia eran inmediatos ¢ irresistibles.” No tenia estudiadas variaciones de la voz, ni fuertes énfasis. Escasamente gesticulaba o se Ip 54] movia, y no hacia ningun intento, por la elegancia de su estilo o la belleza de sus ilustraciones, por satisfacer el gusto y fascinar la imaginaci6n. Pero si usted considera la elocuencia como el poder de presentar una verdad importante ante una audiencia, con un abrumador peso de argumentacién y con tal intensidad de sentimientos que el alma entera del disertante es levada en cada parte de la concepcién y su entrega, de modo que la so- lemne atencién de toda la congregacion esté cautiva de principio a fin y se dejan impre- siones que no pueden ser borradas, Mr. Edwards fue el hombre mas elocuente que he vido.* Intensidad de sentimientos, argumentos de peso, mente penetrante, sabor de piedad, espiritu fervoroso, celo por Dios—tales son las sefias de la ‘solemnidad de una predica- cién.” Si hay algo que podamos aprender de Edwards es tomar nuestro llamamiento en se- rio, no menospreciando la Palabra de Dios y la accién de predicar. En Escocia, cien afios después de Edwards, un Pastor hipécrita llamado Thomas Chalmers fue convertido en su pequefa parroquia de Kilmany. Se convirtié en un poderoso evangeli- zador para las misiones mundiales, desde su pastorado en Glasgow y desde su atril de la Universidad de San Andrés y mas tarde en Edimburgo. Su fama y poder en el pulpito fu- eron en Escocia en su tiempo. Sin embargo, de acuerdo a James Stewart, Chalmers predicaba “con un desconcertante acento provincial, {p 58] con una casi falta total de gestos dramaticos, cenido firmemente al texto, con su dedo siguiendo las lineas del manuscrito conforme leia.”> Andrew Black- ® Dwight, Memoirs, in Banner, L:chsxix. ‘Ibid., L:exe. $ Stewart, Heralds of God, 102. ~29~ wood se refiere a Chalmers como “atado al manuscrito, empleando largas frases.”* ¢Cual, pues, era su secreto? James Alexander, quien por ese tiempo ensefiaba en Princeton, le pregunté a John Mason a su regreso de Escocia, por qué Chalmers era tan efectivo, a lo que Mason respondié: “Es por su pasién intensa.”? Deseo dar tan fuerte conviccién como las palabras puedan comunicar que el trabajo de predicar debe de ser realizado con “pasion intensa.” No corramos el riesgo de una imitacion mecanica de Edwards y Chalmers y sus padres Puritanos. Hemos caido tanto de sus con- ceptos de predicacién, que no podriamos imitarlo si tratéramos. Digo “caido” porque ya sea que se deba leer un manuscrito 0 que el sermén sea de dos horas de largo y sus oraciones complejas y pocas historias, el hecho es que la gloria de estos predicadores fue su pasién— una pasién que podemos lamar solemnidad. La mayoria de las personas tienen muy poca experiencia de profundos, sinceros, reverentes y poderosos, encuentros con Dios en la pre- dicacién, y la tinica asociacién que viene a sus mentes cuando tal nocién es mencionada es que el predicador es de mal genio o aburrido o ligubre o triste o Aspero 0 no amistoso. Si usted intenta traer un santo silencio sobre la gente en un servicio de adoracién, tenga la seguridad que alguien diré que la atmésfera es no amistosa o fria. Todo lo que muchas gentes pueden imaginar es que la ausencia de parloteo significara la presencia de una atmésfera [p 56] rigida, rara y no amigable. Debido a que tienen poca o ninguna experien- cia con el profundo regocijo en momentos de solemnidad, ellos buscan la alegria de la tini- ca manera que saben—siendo superficiales, alegres y habladores. Los Pastores han absorbido esta estrecha opinién de gozo y amistad que ahora se cultiva por toda la tierra, con comportamiento en el puilpito y expresién verbal casual, que hace que sean impensables la pasién intensa de Chalmers y la penetrante solemnidad de la mente de Edwards. El resultado es que los domingos se hacen o dicen predicaciones pla- gadas de trivialidad, ligereza, descuido, petulancia y un espiritu comin de que nada de proporciones eternas e infinitas esta siendo hecho o dicho el domingo por la manana. Si fuera a colocar mi tesis en una frase bien pensada, seria asi: La alegria y la solemnidad deberian de estar entretejidas ambas en la vida y la predicacién del Pastor en forma tal de sosegar el alma descuidada y endulzar las cargas de los santos. Digo “endulzar” porque connota la intensidad del gozo que tengo en mente, y lo distingue de los pequefos y vo- lubles intentos de provocar alegria en una congregacion. El amor por la gente no toma a la ligera preciosas realidades (de ahi el llamado a la solemnidad), y el amor a las gentes no les pone cargas de obediencia sin proporcionarles la fuerza del gozo para ayudarles a llevarlas (de abi el amado al regocijo). El gozo en predicar es un acto de amor. La gente siempre se admira cuando digo que si un Pastor ha de amar verdaderamente a su gente, debera buscar diligentemente su felicidad en el ministerio de la (p 57] Palabra. La gente ha sido consistentemente ensenada que para ser una persona amorosa debes abandonar la busqueda de tu propia felicidad. Esta bien ’ Andrew W. Blackwood, ed., The Protestant Pulpit (Grand Rapids: Baker Book House, 1977), 311. 7 James W. Alexander, Thoughts on Preaching (Edinburgh: Banner of Truth, 1975), 264. ~30~ obtenerla como un inesperado y no buscado resultado de amar (si ello fuera psicologica- mente posible), pero no esta bien dedicarse a ser feliz. Yo afirmo lo contrario: Si eres indiferente a tu gozo en ministrar, eres indiferente a un ele- mento esencial del amor. Y si intentas abandonar tu gozo en el ministerio de la Palabra, luchas contra Dios y tu gente. Considera Hebreos 13:17 “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegria (meta charas), y no quejandose (stenazontes) porque esto no €s provechoso para ustedes. (alusiteles gar humin touto) Un Pastor que lea esto no puede ser indiferente a su gozo, si ama a su gente. El texto dice que el ministerio sin gozo no ayuda a la gente. Mas el amor va con provecho para nuestra gente. Asi, el amor no puede olvidar el cultivo de su propio gozo en la ministracién de la Palabra. Pedro lo pone en la forma de un mandato: “Apacentad la grey de Dios que esta entre vosotros, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con 4nimo pronto” (1 Ped. 5:2-3). “Voluntariamente” y “4nimo pronto” son sencillamente dos términos diferentes para alegremente. Una raz6n que un el¢ hestro trabajo es que no puedes dar consist 3 p 58) alegria, no das el evangelio, das legalisn “obediencia” sin alegria, traslada esa manera d \cresia y atadura legalis- ta, no la libertad de ag Otra razén es que un z no le glorifica. No puede hacer que Dios luzca le produce alegria a su alma. Un conductor d entusiasmo, contradice y deshonra la majesta USUI LIS DN Ls Phillips Brooks tenia razon en su estimacion que para que un predicador tenga éxito debe de gozar plenamente con su trabajo, porque “su maximo gozo es la gran ambicién que tiene al frente, de glorificar al Sefior y de salvar las almas de los hombres. No hay en la tierra gozo comparable ... Conforme leemos sobre la vida de todos los predicadores mas destaca- dos del pasado, 0 conforme conocemos a los hombres que son poderosos predicadores de la Palabra hoy en dia, sentimos cuan verdadera y profundamente el ejercicio de sus ministe- rios les deleita.”* La alegria de la predicacién es esencialmente biblica si améramos a los hombres y glori- ficdramos a Dios—y éstas son las dos grandes finalidades de la predicacion. Pero existe una gran diferencia entre el gozo de Edwards y las risas y chistes de muchos pastores en los cuales las hebras de la felicidad no estan entretejidas [p 59] con una santa solemnidad. Edwards dijo: “Toda grata devocién que sea dulce aroma a Cristo y que lene el alma de un Cristiano con dulzura celestial y fragancia son afecciones de corazones que- brantados ... Los deseos de los santos entre mas sinceros, son deseos humildes: su espe- Brooks, Lectures, 82-83. ~3I~ ranza es una esperanza humilde; su gozo, aun cuando sea inexplicable y leno de gloria, es un gozo humilde quebrantado ...”° Hay algo acerca del completo peso de nuestra pecaminosidad y la magnitud de la santidad de Dios y la trascendencia de nuestro llamado, que deberia de producir un aroma de hu- milde solemnidad a la alegria de nuestra predicacién, La seriedad en la predicacién es apropiada porque la predicacién es el medio dispuesto por Dios para la conversién de los pecadores, el despertar de la iglesia y para la preservacion de los santos. Si la predicacién falla en su cometido, las consecuencias son infinitamente terribles. “Pues ya que en la sabiduria de Dios, el mundo no conocié a Dios mediante la sabiduria, agrad6 a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicacién” (1 Cor. 1:21), Dios salva a las gentes de la ruina eterna por medio de la predicacién. Cuando Pablo pon- dera esto en 2 Corintios 2:15-16, siente el tremendo peso de su responsabilidad: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden, a estos ciertamente olor de muerte para muerte y a aquellos olor de vida para vida. Y para estas co- sas equién es suficiente?” [p 60] Esto es algo sencillamente estupendo para pensar—que cuando predico, jel eterno destino de los pecadores cuelga de la balanzal Si una persona no es hecha apasionada y solemne por este hecho, la gente aprende inconscientemente que las realidades del cielo y del infierno no son serias. No puedo evitar pensar que esto es lo que se esta comunicando por el ingenio casual que viene de tantos ptlpitos. James Denney dijo: “Ningtin hombre puede dar la impresién de que él mismo es ingenioso y que Cristo es poderoso para sal- var"!0 John Henry Jowett dijo: “Nunca alcanzaremos el santuario del alma de un hombre con las conveniencias de un artista de teatro 0 de un bufén."+4 Sin embargo, muchos pre- dicadores creen que deben decir algo bonito o ingenioso o chistoso. Parece que existe un temor de aproximarse a la pasién intensa de Chalmers. Yo he visto un extraio silencio empezar a venir sobre una congregacién, y observé al predicador, aparen- temente sin intenci6n, disiparlo rapidamente con una ocurrencia alegre o el uso de un ju- ego de palabras un chiste, La risa parece haber sustituido el arrepentimiento como objetivo de algunos predicadores. La risa quiere decir que las gentes se sienten bien. Significa que usted les ha animado. Significa que usted tiene alguna medida de poder. Parece tener todas las seas de éxito en la comunicacién—si la profundidad del pecado y 1a santidad de Dios y el peligro del infier- no y la necesidad de corazones quebrantados se dejan de lado. Literalmente, me sorpren- den las conferencias en las que los predicadores mencionan la necesidad fp 61] de un rea- vivamiento, y entonces proceden a cultivar una atmésfera en la que nunca se podra dar. *Jonathan Edwards, Retigious Affections, ed. John E. Smith, in Yale (1959), 2:39, *9Citado en Stott, Between Two Worlds, 225. 4 John H. Jowett, The Preacher: His Life and Work (New York: Harper, 1912), 89, ~B2~ En meses recientes, lei Disertaciones sobre Reavivamientos de William Sprague y las me- morias de Asahel Nettleton, un poceroso evangelista del Segundo Gran Avivamiento. Un profundo y constante avivamiento espiritual en estas reuniones de evangelismo fue acompanado por una seriedad dada por el Espiritu entre el pueblo de Dios. Cito parte de las memorias de Nettleton: Otofio de 1812, South Salem, Connecticut: “Su predicacién produjo de inmediato solemni- dad en las mentes de las gentes ... La seriedad pronto se extendié por el lugar, y el tema de la religion pronto se torné en topico de conversacion.” Verano de 1813, North Lyme: “No habia seriedad especial cuando comenzé sus labores. Pero pronto una profunda solemni- dad invadié la congregacién” Agosto 1814, East Granby: “El efecto de su entrada en el lu- gar fue clectrizante. La escuela ... se Ilené de adoradores temblando. Solemnidad y serie- dad invadieron la comunidad.”!? La primerisima cosa que Sprague menciona en su capitulo sobre la manera de producir y promover avivamientos, es la seriedad: Pregunto a cualquiera de ustedes que haya estado en medio de un avivamiento, si una pro- funda solemnidad no invadié la escena ... Y si en tal momento has deseado estar festivo, gno has fp 62] sentido que no era el lugar para ello?... Fuera mas que absurdo pensar en efectuar tal trabajo por cualesquier medios que no estén marcados por la seriedad mas profunda o introducir cualquier cosa adaptada para despertar y halagar las emociones mas ligeras, cuando todas ellas deben ser sacadas de la mente. Todas las anécdotas, modos de expresién, gestos y actitudes risibles nunca estan tan fuera de Ingar como cuando el Espiritu Santo se esta moviendo en los corazones de una congregacion. Cada una de estas cosas es adecuada para alejar con pena al Espiritu Santo, porque contradicen directa- mente la tarea por la que ha venido—ta de convencer a los pecadores de su culpa y reno- varles para arrepentimiento.1? A pesar de esta realidad histérica, que parece tan obvia por la misma naturaleza de las co- sas, algunos predicadores que lamentan la ausencia de un avivamiento en nuestro dia pa- recen estar encerrados en un comportamiento desenvuelto, festivo, frente a un grupo. Al- gunas veces pareciera que la frivolidad es el enemigo mas grande de cualquier verdadero trabajo espiritual que se esté efectuando en los oyentes Charles Spurgeon tuvo un profundo y robusto sentido del humor, y podia usarlo con grande efecto. Robertson Nicoll, sin embargo, escribié de Spurgeon tres anos después de la muerte de este gran predicador: “El evangelismo de tipo humorista podra atraer a las mul- titudes, pero deja a las almas en cenizas y destruye el mero germen de la religion. Muchos que no conocen sus sermones piensan que Mr. Spurgeon fue un [p 63] predicador graci- 1 Bennet Tyler and Andrew Bonar, The Life and Labors of Asahel Nettleton (Edinburh: Banner of Truth, 1978), 65, 67, 80. + William Sprague, Lectures on Revivals of Religion (London: Banner of Truth, 1959), 119-120. El resto de este pasaje, aunque no incluido aqui, es igualmente poderoso. oso. De hecho, no hay otro predicador cuyo tono sea mas uniformemente apasionado, reve- rente y solemne.”** Spurgeon es un excelente ejemplo debido a que crefa firmemente en el lugar adecuado del humor y la risa, Una vez dijo a sus alumnos: “Debemos de conquistar—especialmente al- gunos de nosotros—nuestra tendencia a la frivolidad. Hay una gran diferencia entre la jo- vialidad, que es una virtud, con la frivolidad comin, que es un vicio. Hay frivolidad que no tiene suficiente meollo para hacer reir, sino que juguetea con todo, es impertinente, vacia e irreal. Una risa sincera no es mas frivolidad que un Ianto sincero.”19 Es una seiial de estos tiempos que nosotros los predicadores seamos mucho mas adeptos al humor que a las lagrimas. El apéstol Pablo hablé de los pecadores en Filipenses 3:18 con lagrimas, porque vivian sus vidas “como enemigos de la cruz de Cristo.” Sin esa lamen- tacion, nunca habré el avivamiento que necesitamos, ni renovacién espiritual duradera. Caeria sobre una congregacién un poderoso espiritu de amor y conviccién, si un Pastor, con toda formalidad y solemnidad, pudiera comenzar su sermén de Pascua, no con un chiste 0 una bonita historia, sino con las palabras de John Donne: “gQué mar proporcio- naria a mis ojos las suficientes lagrimas para derramar, si pensara que de toda esta con- gregacion que ahora me mira, yo no fuera a encontrar a uno en la Resurreccién, a la dies- tra de Dios?"16 Ip 64] La solemnidad y 1a formalidad en la predicacién son apropiadas no solamente (como hemos visto) debido a que la predicacién es instrumento de Dios para el grave asunto de salvar pecadores y reavivar Su iglesia, sino también porque es el instrumento de Dios para preservar a los santos. Pablo dijo en 2 Timoteo 2:10, “Por tanto todo lo soporto por amor de las escogicios, para que ellos obtengan la salvacién que es en Cristo Jestis para vida eterna.” Por consiguiente, la labor a favor de los elegidos no es merengue sobre el pastel de su eter- na seguridad. Es el medio dispuesto por Dios para conservarlos seguros. La eterna seguri- dad es proyecto comunitario (Hebreos 3:12-13), y la predicacién es parte del poder asegu- rador de Dios. Dios llama efectivamente por medio de la Palabra y guarda eficazmente por la Palabra. Podemos decir que la eterna seguridad es cierta para el cristiano, y sin embargo evitar una opinién mecAnica que disipa la pasién intensa del ministerio semanal de la predicacién a los santos. Biblicamente, Dios utiliza la apasionada aplicacion de los medios de gracia para mantener a Su pueblo seguro; uno de tales medios es la predicacién de la Palabra de Dios. EI cielo y el infierno son expuestos cada domingo por Ja mariana, no solamente porque incrédulos podrian estar presentes, sino también porque nuestras gentes son salvas ‘si contintian en Ia fe” (Col. 1:23). Pablo relaciona la firmeza de fe con la predicacién de la Pa- labra de Dios en el evangelio (Rom. 10:17). ‘4 Citado en Murray, Forgotten Spurgeon, 38. #5 Spurgeon, Lectures, 212 'SCitado en Stewart, Heralds of God, 207. ~B4~ Ip 65] Seguramente que cada predicador debe decir con toda solemnidad, *jgQuién es ca- paz para estas cosas?!”—salvar pecadores, revivir la iglesia, proteger a los santos. Asi que yo repito mi tesis: La alegria y la solemnidad deben ir entretejidas en la vida y la predica- cién de un Pastor de tal manera que pueda serenar el alma descuidada y endulzar las car- gas de los santos. El amor por las gentes no puede tratar las tremendas realidades con li- gereza (de ahi la solemnidad), y el amor por las gentes no puede cargar a las gentes con obediencia sin alegria (de ahi el regocijo). Siguen siete sugerencias practicas para cultivar la solemnidad y el regocijo en tu predicacién. Primero. Lucha por una santidad practica, intensa y gozosa, en cada area de tu vida. Una de las razones es que no puedes ser algo en el pilpito que no eres durante la semana—al menos no por mucho tiempo. No puedes ser totalmente formal en el ptilpito y habitual- mente impertinente en la reunién del diaconado y la cena de la iglesia. Tampoco puedes mostrar la gloria de Dios en la alegria de tu predicacién si eres hosco, higubre y hostil du- rante la semana. No huches por ser cierta clase de predicador. jLucha por ser cierta clase de persona! Segundo. Haz tu vida—especialmente tu vida de estudio—una vida de constante comunién con Dios en oracién. E1 aroma de Dios no permanece en una persona que no permanece en la presencia de Dios, Richard Cecil dijo que ‘el defecto mas grande en los ministros Cris- tianos es la falta [p 66] de habito devocional.”*” Somos Ilamados al ministerio de la Palabra y Ia oraci6n, porque sin oracion, el Dios de nuestros estudios sera el Dios que no provoca temor ni inspiracién, el de los insipidos juegos académicos humanos. Estudio provechoso y oracién ferviente viven y mueren juntos. B. B. Warfield oy6 decir a una persona que diez minutos de rodillas te dara un conocimiento de Dios mas verdadero y profundo, que diez horas sobre tus libros. Su respuesta fue exactamente correcta. *|Cémo! gque diez horas sobre tus libros, de rodillas?"#8 Y Jo mismo debe ser verdad en la prepara- cién real de nuestros sermones. La norma de Cotton Mather era detenerse al final de cada parrafo conforme escribia su sermén, para orar y examinarse, y tratar de fijar en su co- raz6n alguna santa impresién de su tema.'? Sin este espiritu de oracién constante, no podremos mantener la solemnidad y la alegria que permanecen en la vecindad del trono de gracia. Texcero. Lee libros escritos por aquellos que exudan Biblia cuando los pinchas y que son intensamente apasionados acerca de la verdad que discuten. De hecho, descubri que era un consejo transformador de vida cuando un profesor de seminario nos pidié hallar a un gran evangelista tedlogo, y sumergirnos en su vida y sus escritos. Apenas puedo exagerar el efecto que ha tenido en mi vida vivir con Jonathan Edwards mes tras mes, desde mis dias de seminario. ¥ por medio de él encontrar mi camino a los hombres mas apasionados en el [p 67] mundo—jCalvino, Lutero, Bunyan, Burroughs, Bridges, Flavel, Owen, Char- ¥ Citado en Charles Bridges, The Christian Ministry (Rdinburgh: Banner of Truth, 1967), 214. 4s B. B. Warfield, “The Religious Life of Theological Students,” en Mark Noll, ed., The Princeton Theology (Grand Rapids: Baker Book House, 1983), 263. 8 Bridges, Christian Ministry, 214. ~B5~ nock, Gurnall, Watson, Sibbes y Ryle! Busca los libros que son apasionados acerca de Di- os, y descubrirés que ellos conocen el camino que conduce al gozo, con mas exactitud que muchos otros guias contemporaneos. Cuarto. Dirige tu mente a menudo a Ja contemplacion de la muerte. Es absolutamente in- evitable si el Sefior se demora y es absohutamente trascendental. No pensar en sus impli- caciones para la vida y la predicacin es increiblemente ingenuo. Edwards fue el hombre que fue—con profundidad y poder (iy once hijos creyentes!}—por decisiones como éstas, que tomé en su juventud. 9. Resuelto, En toda ocasion pensar mucho acerca de mi muerte y las circunstancias com- unes que la rodean. 55. Resuelto. Esforzarme al maximo a fin de actuar como pienso que debiera hacerlo si ya hubiera visto la felicidad del cielo y los tormentos del infierno.2° Cada funeral que realizo es una experiencia profundamente grave. Me siento ante el men- saje y me imagino que yo o mi esposa o mis hijos estan en aquel atatid. La muerte y la en- fermedad poseen una admirable manera de disipar de mi vida la niebla de la frivolidad y reemplazarla con fp 68] la sabiduria de la solemnidad y la alegria que hay en la esperanza del gozo de la resurreccién. Quinto. Considera la ensefianza biblica que, como predicador, seras juzgado mas estric- tamente. “Hermanos mios, no os hagais maestros muchos de vosotros, sabiendo que reci- biremos mayor condenacién” (Santiago 3:1). El escritor de Hebreos dice de los Pastores: “Porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” (13:17). ¥ Pablo lo pone de manera més ominosa en Hechos 20, cuando dice a las gentes que ha estado en- sefiando en Efeso: “Por tanto, yo os protesto en el dia de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos, porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” Evidentemente, no ensefar el consejo de Dios en su totalidad y con fidelidad puede dejar la sangre de nuestra gente en nuestras manos. Si consideramos tales cosas como debiéramos, la gravedad de la responsabilidad y la alegria de su resultado exitoso moldeara todo lo que hacemos. Sexto. Considera el ejemplo de Jestis. El fue tan bondadoso, tierno y gentil, como todo hombre justo pudiera ser. No fue malhumorado. Dijeron que Juan el Bautista tenia un demonio, dijeron que Jestis era glotén y bebedor, amigo de colectores de impuestos y peca- dores. El no fue un aguafiestas psicopatico, sino un hombre de dolor y familiarizado con la angustia. Nunca predicé un sermén descuidado y no hay registro [p 69] de alguna palabra descuidada. Nunca dijo una broma que sepamos y todo su humor fue como una vaina para el apasionado estoque de la verdad. Jestis es el gran ejemplo para los predicadores—las multitudes le oyeron gozosos, los niitos se sentaron en su regazo, las mujeres fueron trata- das con honra. Sin embargo, nadie en la Biblia habl6 del infierno mas frecuentemente 0 en. términos mas horrendos. Séptimo. Lucha con toda tu fuerza por conocer a Dios y por humillarte delante de Su po- derosa mano (1 Pedro 5:6). No te conformes con guiar a la gente entre las colinas de Su 2 Dwight, Memoirs, en Banner, 10%, 2%. ~36~ gloria. Conviértete en un escalador de montanas sobre los acantilados de la majestad de Dios, y permite que la verdad comience a trastornarte, de tal modo que nunca agotes las alturas de Dios. Cada vez que asciendas sobre el borde de un discernimiento, se extiende delante de ti, desapareciendo en las nubes, un millar de kilémetros de imponente belleza en el caracter de Dios. Preparate a ascender, y pondera el pensamiento que interminables edades de descubrimiento en el infinito Ser de Dios no seran suficientes para debilitar tu alegria en la gloria de Dios u opacar la intensidad de la solemnidad en Su presencia. ~3T~ 7 SEGUNDA PARTE COMO HACER PARA QUE DIOS SEA SUPREMO EN LA PREDICACION Cuando estuve en el Seminario, un sabio profesor me dijo que ademas de la Biblia, yo de- beria de escoger algtin gran tedlogo y dedicarme a lo largo de mi vida a comprender y do- minar su pensamiento—pensar por lo menos un poco més profundamente en la realidad, en vez de tocar las cosas superficialmente. Que con el tiempo Ilegaria a “conversar” con este tedlogo como si yo fuera un igual y conocer por lo menos un sistema con el cual traer otras ideas hacia un diélogo fructifero. Fue un gran consejo. E] tedlogo al cual me he dedicado es Jonathan Edwards. A él le debo mas de lo que puedo explicar. El ha alimentado mi alma con la belleza de Dios, la santidad y el cielo, aun cuan- do todas las demas puertas me parecian cerradas. Bl ha renovado mi esperanza y mi vision por mi ministerio en épocas deprimentes. Ha abierto la ventana en el mundo del Espiritu una y otra vez, cuando todo lo que podia ver eran cortinas de secularismo. Me ha mostrado la posibilidad de juntar pensamientos rigurosos acerca de Dios con el célido afecto de Dios. El encierra la verdad que la teologia (p 72] existe para la doxologia. El podia pasar matia- nas enteras clamando en oracién mientras caminaba por los bosques de las afueras de Northampton. Tenia una pasién por la verdad asi como por los pecadores perdidos. Todo eso florecié en el pastorado. Sobre todo, Edwards tuvo pasién por Dios, razén por la que él resulta tan importante si nos hemos de centrar en la supremacia de Dios en la predicacién. Jonathan Edwards predicé como lo hizo, por la clase de hombre que era y por el Dios que pudo ver. Los siguientes capitulos van a tratar sobre la vida de Edwards, su teologia y su predicacién. ~ 38 ~ bp 73] 5 Mantente Centrado en Dios La Vida de Edwards Jonathan Edwards nacié en 1703 en Windsor Connecticut. Su padre fue un Pastor de la localidad, y enseiié latin a su tinico hijo cuando apenas tenia seis afios. A los doce anos Jonathan fue enviado a Yale. Cinco anos después se gradué con altos honores y dio la des- pedida colegial en latin. Estudi6 para el ministerio durante dos aios en Yale, para luego tomar un breve pastorado en una iglesia presbiteriana en Nueva York. A principios de 1773, Edwards ensené en Yale durante tres afios. Luego vino el llamado de la iglesia Congregacional de Northampton, Massachusetts. El abuelo de Edwards, Solomon Stoddard habia sido Pastor alli durante medio siglo. Escogié a Edwards como su discipulo y sucesor. La sociedad comenzé en fe- brero de 1772. Stoddard murié en 1729 y Edwards conservé el pastorado hasta 1750, en una relaci6n de veintitrés anos. [p 74] Tiempo atras, en 1723 Edwards se habia enamorado de una chica de trece afios llamada Sarah Pierrepont que demostré ser exactamente la clase de mujer que podia com- partir su arrobamiento religioso. En la portada de su gramatica griega escribié 1a tinica clase de canto de amor de que era capaz su coraz6n: “Dicen que hay una jovencita en (New Haven) que es el amor de aquel Gran Ser que hizo y rige el Universo ... A veces ella va de lugar en lugar cantando dulcemente, y parece estar siempre lena de alegria y placer que nadie sabe para qué. Ella ama caminar por el campo y el bosque, y parece que siempre hay alguien invisible conversando con ella.”* Cuatro afos mas tarde, cinco meses después de la instalacién en Northampton, se casa- ron, Tuvieron once hijos (ocho hijas y tres hijos) quienes honraron a su padre y no trajeron reproche a la familia, a pesar de que tuvieron un padre que dedicé por lo menos trece ho- ras diarias al estudio. Para bien o para mal, Edwards no practicé un pastorado regular entre su gente (650 com- ulgantes en 1735). Acudié, cuando lo llamaron por los enfermos. Frecuentemente predica- ba en reuniones privadas de vecindarios particulares. Catequizaba a los nifios. Y animaba a cualquiera bajo conviccién espiritual para que viniera por consejo a su estudio. Se juzga- ba a si mismo como no dotado para conversar y que podia hacer mayor bien por las almas de los hombres y promover mas la causa de Cristo, predicando y escribiendo.? Al menos, durante los primeros afos de su pastorado en Northampton, Edwards predicé dos [p 75] sermones a la semana, uno la mariana del domingo y otro la noche de un dia de semana. En esos dias, los sermones eran generalmente de una hora, pero podian durar mucho mas. "Dwight, Memoirs, en Banner, Lxxxix. 2 Ibid., Leow ~39~ Cuando atin estaba en la Universidad, Edwards habia escrito setenta resoluciones. Y he- mos visto algunas de ellas, incluso la que dice: “Resuelto: Vivir con toda mi fuerza mientras viva."® Para él, eso lleg6 a significar una apasionada devocién al estudio de la divinidad. Mantuvo un régimen extremadamente riguroso de estudio. Dijo que pensaba que “Cristo mand levantarnos temprano cuando salié de la tumba muy temprano.”* Por eso se levan- taba entre cuatro y cinco de la manana para entrar a su estudio. Siempre estudiaba pluma en mano, pensado cada inspiraci6n, y registréndola en sus innumerables notas. Hasta en sus viajes prendia pedazos de papel en su saco para recordarse de la inspiracién que habia tenido en el camino. Por la noche, cuando la mayoria de los Pastores estén ya sea cansados en el sof o en el Comité de Finanzas, Edwards regresaba a su estudio después de pasar una hora con sus hijos después de la cena. Hubo excepciones. El 22 de enero de 1734, escribié en su diario: “Considero que es lo mejor cuando estoy en un buen estado de contemplacién divina ... que, ordinariamente, no seré interrumpido yendo a cenar, sino que me privo de ésta, antes que cortarla.”> Eso podra sonar poco saludable, especialmente para uno cuyo cuerpo de 1.88 mt. de altu- ra no era muy robusto. Pero Edwards tenia buen cuidado de su dieta fp 76] y ejercicio. To- do estaba calculado para optimizar su eficiencia y poder en el estudio. Se abstuvo de cual- quier cantidad y clase de alimento que le enfermara o le adormeciera. En el invierno hacia ejercicio cortando lena para el hogar, y en el verano montaba a caballo o caminaba por el campo. Referente a estas caminatas por el campo, cierta vez escribi6: “A veces en dias claros me encuentro particularmente dispuesto a considerar las glorias del mundo que aplicarme al estudio serio de la religién.”¢ De modo que también tuvo sus luchas. Pero para Edwards no era una lucha entre la naturaleza y Dios, sino entre dos experiencias diferentes de Dios. “Cierta vez conforme me adentré en el bosque por mi salud en 1737, habiéndome bajado del caballo en un sitio solitario, como ha sido mi costumbre de caminar para contempla- cién divina y oracién, tuve una vision, que para mi era extraordinaria, de la gloria del Hijo de Dios, como mediador entre Dios y el hombre y su maravillosa, plena, pura y dulce gra- cia, y amor y humildad, de gentil condescendencia ... que continué, tal como puedo juzgar, cerca de una hora; la cual me mantuvo la mayor parte del tiempo inundado de lagrimas y grandes sollozos.”7 SIbid., Lexx. STbid., Iscowi = Ibid. ’ Elisabeth Dodds, Marriage to a Difficult Man: The “Uncommon Union” of Jonathan and Sarah Edwards (Phila- delphia: Westminster, 1971), 22. "Jonathan Edwards: Selections, eds., C. H. Faust y T Johnson (New York: Hill and Wang, 1935), 69. De aqui en adelante citado como Selections. ~40~ Tuvo un amor extraordinario por la gloria de Dios en la naturaleza. Los buenos efectos de este amor sobre su capacidad para deleitarse en la grandeza de Dios y sobre la imaginacion de su predicacién fueron tremendos. [p 77] Edwards cometié algunos desatinos pastorales que encendieron la chispa que even- tualmente resulté en su despido de su iglesia. Por ejemplo, en 1744 implicé a una inocente joven pareja en un escandalo sobre obscenidad. Pero lo que terminé con el pastorado de Edwards fue su valiente repudio publico de la vieja tradicién en Nueva Inglaterra que no se requeria la profesion de fe para participar en la Cena del Seftor. Su abuelo habia por largo tiempo defendido la practica de admitir a la Cena del Sefior a gentes que no profesaban la fe o dieran evidencias de haber sido espiritualmente regeneradas. Stoddard vio la Cena como una ordenanza convertidora. Edwards Ilegé a rechazar esto por no ser biblico y escri- bio un libro para defender su tesis. Pero el viernes 22 de junio de 1750, la decision de des- pido fue leida, y el 1 de julio Edwards dio su sermén de despedida. Tenia cuarenta y seis afios, y habia servido en la iglesia la mitad de su vida. Durante todos esos anos habia sido como la chispa humana conectado al divino voltaje que produjo el Gran Avivamiento en Nueva Inglaterra. Hubo algunos periodos de reaviva- miento, especialmente en los afios de 1734 a 1735 y de 1740 a 1742. Casi todos los traba- jos de Edwards publicados durante sus dias en Northampton fueron dedicados a interpre- tar, defender y promover lo que él creyé era la sorprendente obra de Dios y no una mera histeria emocional. Ello nos deberia de ayudar a recordar que la predicacién de Edwards generalmente tuvo una amplia audiencia, no limitada tan sdlo a su parroquia. Siempre tu- vo en mente el reino de Cristo en la tierra y él sabia que su voz hacia eco mas alla de Nor- thampton. Algunos de {p 78] sus trabajos fueron publicados en Inglaterra antes de ser publicados en Boston. Después de su despido de Northampton, él aceptd un llamado de Stockbridge al oeste de Massachusetts como Pastor de la iglesia y misionero para los indios, donde trabajo hasta 1758, cuando lleg6 a ser Presidente de Princeton. Esos siete afios en el lejano Stockbridge fueron inmensamente productives para Edwards, y en 1757 se comenzaba a sentir como en casa. Asi que el 19 de octubre de 1757, después de ser llamado a ocupar la Presidencia de Princeton, Edwards escribié a los miembros del directorio de Princeton, para convencerles de que no estaba calificado para el cargo, di- ciendo: “Tengo un fisico, en varios aspects, peculiarmente infeliz, acompaiiado de flaécidos mascu- los, fluidos insipidos, pegajosos y escasos, y una pobreza de Animo, con ocasional debilidad infantil y una pobre manera de hablar, presencia y conducta, con desagradable aburri- miento y rigidez, no muy grato en la conversacién, en especial para la direccion de una Un- iversidad.” Ademas anadio: “Soy ademas deficiente en algunos temas de ensenanza, particularmente en Algebra, y las altas matematicas y de los clasicos griegos; mi conocimiento del griego proviene principal- mente del Nuevo Testamento.” Con razin es de admirar fp 79] que haya preservado su ~4r~ conocimiento de hebreo a lo largo de treinta anos de trabajo pastoral, porque dijo que no queria pasar su tiempo ensenando idiomas “a menos que sea la lengua hebrea, en la que yo desearia mejorar dando ensefianza a otros.” Era tipico de aquel hombre que a los cincuenta y cuatro aiios deseara mejorar su com- prensién del lenguaje biblico. Hablé de los libros que planeaba escribir y entonces rogé porque le dejaran hacer lo que su corazén anhelaba hacer: “Mi corazén esta tan inmerso en estos estudios que no encuentro en él el deseo de situarme en una ineapacidad para conti- nuarlos en lo que me resta de vida.” De modo que cuando el Consejo de ministros, que Edwards personalmente habia llamado a Stockbridge, vot que era su deber aceptar la presidencia, Edwards lloré ante dicho Conse- jo, pero acepté su recomendacién. Casi de inmediato salié y arribé a Princeton en enero de 1758. El 13 de febrero fue vacunado contra la viruela con éxito aparente. Pero desarrollé una fiebre secundaria, y enormes Ilagas se formaron en su garganta que evitaron su medi- cacién y murié el 22 de marzo de 1758 a la edad de cincuenta y cuatro atios. Sus tiltimas palabras a sus apesadumbrados amigos dolientes al borde de la cama fueron: “Confien en Dios, y no teman.”!° Su gran confianza en la soberana bondad de Dios, tal vez encontré su mas elocuente expresién en la fortaleza de su esposa. Ella recibié la noticia de la muerte de su esposo por carta de su /p 80] médico. La primera reaccién registrada se encuentra en una carta que escribié a su hija Ester el 3 de abril, dos semanas después de la muerte de Edwards: Mi muy amada pequefia: Qué puedo decir? Un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una nube oscura. Oh, pudiéramos besar la vara y taparnos con nuestras manos la boca! El Seiior lo ha hecho. El me ha hecho adorar sus bondades, al tenerle por tanto tiempo. Pero mi Dios vive, y él tiene mi corazén. ;Oh! ;Qué gran legado ha dejado mi esposo y vuestro padre! Todos somos da- dos a Dios; alla estoy y amo estar. Tu siempre afectuosa madre, Sarah Edwards 11 sEdwards, Memoirs, en Banner, l:clsxiv-clsxv, Pibid., L:clexvii 10 Tbid., L:clsxix. ~Az~ sl] 6 Sométete a Dulce Soberania La teologia de Edwards Lo que Jonathan Edwards predicé y cémo lo predicé fueron extensiones de su visién de Dios. De manera que antes de discutir sus predicaciones necesitamos ver una fraccién de esa vision. En 1735 Edwards predicé un sermén sobre el texto “Estad quietos y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10). De ese texto desarrollé la siguiente doctrina, “Dios no re- quiere que nos sometamos contrariando la razén, mas bien que nos sometamos como viendo la razén y el fundamento de la sumisién.” De donde la simple consideracién que Di- os es Dios muy bien puede ser suficiente para callar toda objecién y oposicién contra las soberanas dispensaciones divinas."* Cuando Jonathan Edwards se serenaba y contemplaba la gran verdad que Dios es Dios, él vio un Majestuoso Ser cuya clara existencia implica infinito poder, infinito conocimiento € infinita santidad. Luego arguments: [p 82] Es realmente evidente por la obra de Dios que su comprensién y poder son infinitos 1+. De modo que siendo de infinita comprensién y poder, tiene que ser perfectamente santo, debido a que la falta de santidad siempre demuestra algtin defecto, alguna ceguera. Donde no hay oscuridad 0 engafio, no puede haber falta de santidad ... Dios, siendo infinito en poder y conocimiento debe de ser autosuficiente y todo suficiente, de ahi que es imposible que pueda caer bajo alguna tentacién de hacer algo equivocado, porque no tiene motivo alguno para hacerlo ... Por tanto Dios es esencialmente santo y nada resulta ser mas im posible que ese Dios se equivoque.? Para Edwards, el infinito poder o absoluta soberania de Dios era el fundamento de la total suficiencia de Dios. Y esta toda suficiencia es el fundamento de Su perfecta santidad, y Edwards dijo en el Tratado Concemiente a las Afecciones Religiosas que la santidad de Dios inchaye toda Su excelencia moral. De ahi que la soberania de Dios para Edwards era tre- mendamente crucial para cualquier otra cosa que creyera acerca de Dios.° Cuando tenia veintiséis o veintisiete aitos, recordaba que nueve afos antes se prend6 de la doctrina de la soberania de Dios y escribié: “Ha habido un maravilloso cambio en mi mente referente a la doctrina de la soberania de Dios desde aquel dia hasta hoy ... En la absoluta soberania de Dios ... mi mente parece tener certeza, tanto como en cualquier cosa que mis ojos pueden ver ... La doctrina a menudo se me presenta sumamente agradable, brillante y dulce. Soberania [p 83] absoluta es la que amo atribuir a Dios ... La soberania de Dios Jonathan Edwards, “The Sole Consideration, that God is God, Sufficient to Still All Objections to his Sove- reignty: en Banner, 2:107. Enfasis de Edwards, # Ibid., 2:107-8. S Jonathan Edwards, 4 Treatise Concerning Religious Affections, en Banner, 1:279. ~4B~ siempre me ha parecido (una) gran parte de Su gloria. A menudo me ha deleitado aprox- imarme a Dios y adorarle como un soberano Dios.”* Conforme Edwards contemplaba a Dios y permanecia extasiado por Su inmensa soberania, no veia esta realidad aisladamente. Era parte de la gloria de Dios. Era dulce para Edwards porque era una grande y vital parte de una Persona infinitamente gloriosa a quien amaba con tremenda pasion. Dos inferencias siguen de esta vision de Dios. La primera es que la meta de todo lo que Di- os hace es para sostener y desplegar Su gloria. Todas las acciones de Dios fluyen de la ab- undancia, no de la escasez. La mayoria de las acciones humanas son motivadas por la ne- cesidad de lenar un déficit 0 para suplir alguna falta en nosotros mismos. Dios nunca to- ma medidas para suplir sus insuficiencias. Lo que ejecuta no es para remediar. Como so- berano absoluto y como fuente todo suficiente, todas sus acciones son la sobre abundancia de Su plenitud. Nunca actia para afadir a Su gloria, sino sélo para mantenerla y desple- garla, (Esto est desarrollado magistralmente en “Disertaciones Concernientes al Fin para el Cual Dios Cred el Mundo.” La otra inferencia de su visién de Dios es que el deber del hombre es deleitarse en la gloria de Dios. Puntualizo la palabra deleite intencionalmente, porque mucha gente de los dias de Edwards y hoy dicen que el principal propésito del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de fp 84] El para siempre. Pero comtnmente consideran opcional el deleitarse en el Sefior y no entienden con Edwards que la verdadera finalidad del hombre es glorificar a Dios de- leitandose en El por siempre. Deleite es lo que Edwards llama una “afeccion” (podriamos llamar emocién). 6 eseribié Un Tratado Referente a las Afecciones Religiosas para sefalar un punto importante: “La verda- dera religion, en gran parte, consiste en afecciones santas.” Definié afecciones como “el ejercicio vigoroso y sensible de la inclinacién y la voluntad del alma”s—cosas como odio, deseo, alegria, deleite, pena, esperanza, temor, gratitud, compasién y celo. Cuando hablamos de deleitarnos en Dios como nuestro deber, debemos de darnos cuenta que no es una cosa sencilla. Una vigorosa inclinacién en el corazon humano siempre de- berd incluir otras inclinaciones. Deleitarse en la gloria de Dios, incluye por ejemplo, odiar el pecado, temor de no agradar a Dios, esperanza en las promesas de Dios, contentamiento en la compaiia de Dios, deseo de una revelacién final del Hijo de Dios, alegrarse en la dencién que obtuvo, pena y arrepentimiento por las faltas de amor, gratitud por los inme- recidos beneficios, celo por los propésitos de Dios y hambre por la rectitud. Nuestro deber hacia Dios es que todas nuestras afecciones respondan adecuadamente a Su realidad y asi reflejar Su gloria. Edwards estaba totalmente convencido de que no hay religién verdadera sin afecciones santas. “Quien no tiene afeccién religiosa se encuentra en un estado de muerte [p 85] espi- + Selections, 59, 67. © Banner, 1:94-121 * Edwards, Religious Affections, en Banner, 1:287,

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