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CUARTA UNIDAD EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO, LA VERDAD Y LA CIENCIA Hempel, C. G.. (2002) Las leyes y su papel en la explicacién cientifica, En Filosofia de la clencta natural. Madrid: Alianza editorial, pp. 78-106 5, LAS LEYES Y SU PAPEL EN LA EXPLICACION CIENTIFICA 1. Dos requisitos basicos de las explicaciones cientifices Explicar los fenémenos del mundo fisico ¢s uno de los objetivos primarios de las ciencias naturales, Por lo demés, casi todas las aciones cientificas que hemos citado a titulo de ilustraciones en los capitulos precedentes no pretendian descubrir ningiin hecho concteto, sino alcanzar una comprensién explicativa; se ocupaban de cémo se contrac Ia fiebre puerperal, por ejemplo; de por qué la capacidad de las bombas aspirantes para clevar el agua tiene una limitacién caractecistica, de por qué !a tranmisién de la luz concuerda con las leyes de la dptica geométrica, etc. En este capitulo y en el siguiente examinaremos con algin detalle la naturaleza de las expli- caciones cientificas y la clase de comprensién que proporcionan. Que el hombre se ha ocupado larga y persistentemente ce lograr alguna comprensidn de los enormemente diversos, a menudo intrin- cados y a veces amenazadores sucesos del mundo que le rodea lo muestran Jos méltiples mitos y metéforas que ha elaborado en un 76 44 5. Las leyes y su papel en la explicacién cientifica a esfuerzo por dar cuenta de Ja simple existencia del mundo y de sf mismo, de la vida y la muerte, de los movimientos de los cuerpos celestes, de la secuencia regular del dia y 1a noche, del cambio de las estaciones, del trueno y el reldmpago, de la luz del sol y de la luvia. Alguaas de estas ideas explicativas estén basadas en concep- ciones antropomérfices de las fuerzas de Ia naruraleza, otras invocan poderes 0 agentes ocultes, otras, en fin, se refieren a planes inescru- tables de Dios 0 al destino. Las explicaciones de este tipo pueden dar al que se plantea los problemas la impresién de que ha alcanzado cierta_comprensién; pucden resolver sus dudas y en este sentido «rcsponden» a su pre- gunta, Pero, por muy satisfactorias que puedan ser psicoldgicamente estas respuestas, no son adecuadas para los propésitos de 1a ciencia, fa cual, después de todo, se ocupa de desattollar una concepeién del inundo que tenga una relacién clara y Iégica con nuestra expe tiencia y sea, por tanto, susceptible de contrastacién objetiva. Por esta razén, las explicaciones cientlficas deben cumplir dos requisitos sisteméticos, que Hamazemos el requisite de relevancia explicativa y el requisito de contrastabilidad. EL astr6nomo Francesco Sizi ofrecié Ia siguiente argumentacién para mostrar por qué, ea contza de lo que su contemporéneo Galileo pretendia haber visto por el telescopio, no podia haber satélices girando en torno a Jupiter: Hay siete ventanas en Ia cabeza, dos orificios nasales, dos orejas, dos ojos y ‘una boca; asf en Jos cielos hay dos estrellas favorables, dos que no son. propi- cias, dos luminarias, y Mercurio, el vinico que no se decide y permanece indife- renie, De lo cual, asf como de muchos otros fenémenos de la navuraleza sirpi- lares —los siete metales, etc—, que seria tedioso enumerar, inferimos que el aiimero de los planetas es necesatiamente siete... Ademés, los satélites son invi- sibles a simple vista, y por tanto no pueden tener influencia sobre la Tierra, ¥ por tanto serfan indtiles, y por tanto no existen!, El defecto crucial de esta argumentacién es evidente: los «he- chos» que aduce, incluso si se aceptaran sin ponerios en cuestién, son enteramente irrelevantes para el asunto que se esté discutiendo; 1 Del libro de Holton y Roller Foundations of Modern Physical Science, p. 160. 45 78 Filosofia de Ja Ciencia Natural no dan la més minima razén por la que debamos suponer que Jkipiter no tiene satélites; las pretensiones de relevancia sugeridas por palabias tales cue «pur iutilum, ase sigues y «necesariamenter son enteramente esptiteas. Consideremos, en cambio, la explicacién fisica de un arco iris. Esa explicacién nos muestra que el fendmeno sobreviene como resul- tado de la reflexién y refraccién de la luz blanca del Sol en pequeiias gotas esféricas de agua tales como las que hay en fas nubes. Por referencia a las leyes épticas relevantes, este modo de dar cuenta del hecho muestra que es de esperar la apaticién de un arco iris cuando quieta que una rociada o una nube de pequefias gotas de agua es iluminads por una luz blanca fuerte situada detrés del observador. De este modo, aunque se diera el caso de que no hubicramos visto nunca un arco itis, la informacién explicativa proporcionada por la fisica constituiria una buena base para esperar o creer que aparecerd tun arco iris cuando se den las circunstancias especificadas. Nos refe- riremos a esta caracteristica diciendo que la explicacién fisica cumple el requisito de relevancia explicativa: la iniotmacién explicativa adu- cida proporciona una buena base para creer que el fendmeno que se trata de explicar tuvo o tiene lugar. Ha de cumplirse esta condicién pata que podamos decir: «Esto lo explica. {En estas circunstancias ‘era de esperar que se produjeta el fenémeno en cuestién! » Este requisito representa una condicién necesaria de una explica- cién adecuada, pero no una condicién suticiente. Por ejemplo, una gran masa de datos que indique la presencia de un corrimiento af rojo en los espectros de las galaxias distantes proporciona una base sélida para creer gue esas galaxias se alejan de la nuestra a enormes velocidades, aunque no explique por gué. Con el fin de introducir el segundo requisito bésico de las expli- caciones cientificas, examinemos una vez més le concepcién de que la atraccién gravitatoria pone de manifiesto una tendencia natural afin al amor. Como antes hemos sefialado, esta concepcién no tiene ninguna implicaciéa contrastadora. Por tanto, no hay ningdn dato empitico que pueda confitmarla o desmentitla. Estando, como est, desprovista de contenido empitico, esta concepeién no proporciona ninguna base para esperar que se produzca el fenémeno caracter‘stico de la atraccién gravitatoria: le falta poder explicativo objetivo. Comentarios similares podtian hacerse con respecto a las explicaciones 46 5. Las leyes y su papel en le explicacién cientifica 9 en términos de un hado inescrutable: invocat esa idea no es alcanzar una comprensién especialmente profunda, sino abandonar todo inten- to de explicacién. En contraste, los enunciados en los que se basa la explicacién ffsica de un arco iris tienen yarias implicaciones con- trastadoras; implicaciones concernientes, por ejemplo, a las condi- ciones en que podré verse un atco itis en el cielo y af orden de sus culores; la aparicidu de uu feudaneue de wicy itis cu la cspuma de una ola que rompe en las rocas, y en la hierba cubierta de ro- clo, ete. Estos ejemplos ilustran una segunda condicién que deben cumplir las explicaciones cientifieas, a la que Hamaremos el requisito de contrastabilidad: los enunciados que constituyen una explicaciéa cientifica deben ser susceptibles de contrastacién empirica. Ya se ba sugerido que, puesto que la concepcién de fa gravitacién en tétminos de una afinidad universal subyacente no tiene implica ciones contrastadoras, carece de poder eplicativo: po proporciona una base para esperar que se dé la gravitacién universal o que la atraccién gravitatoria tenga tales y tales rasgos caracteristicos; porque si implicara esas consecuencias, bien deductivamente, bien incluso en un sentido mas débil, inductivo-probabilistico, entonces serfa contras- table por referencia a esas consecuencias. Como muestra este ejemplo, Jos dos requisitos considerados estén en interrelacién: una explicacién propuesta que cumpla el requisite dé relevancia cumple también el requisite de contrastabilidad. (La inversa es claro que no se da.) ‘Veamos ahora qué formas toman las explicaciones cientificas y cémo cumplen estos dos requisitos bésicos. 2. La explicacién nomoldgico-deductiva Volvamos una vez més al descubrimiento de Périer en el expe- rimento del Puy-de-Déme, el descubrimiento de que la longitud de la columna de mercatio en un barSmetro de Torricelli disminuye a medida que sumenta la akitud. Las ideas de Torricelli y de Pascal sobre la presién atmosférica proporciona una explicacién de este fenémenc; de modo un poco pedante, la explicacién se podria des- glosar como sigue: a) Sea cual fuere el cmplazamicnto, Ia presién que la columaa de mercutio que estd cn la parte cerrada del aparato de Torti- 47 80 Filosoffa de la Ciencia Narural celli ejerce sobre el mercurio de ta parte inferior es igual a la presién ejercida sobre la superficie del mercurio que esté en el recipiente abierto por la columna de aire que se halla encina de 41. 5) Las presiones ejercidas por las columnas de mercurio y de aire son proporcionales a sus pesos; y cuanto més cortas son las co- lumnas, tanto menores son sus pesos. c] A medida que Périer transportaba el aparato a Ja cima de Ia montafia, la columna de aite sobre el tecipiente abierto se iba haciendo més corta. 4) (or tante,) la columna de mercurio en el recipiente cerrado se fue haciendo més corta durante el ascenso. Asf formulada, la explicacién es una argumentacién en ¢l sentido de que el fendmeno que se trata de explicar, tal como aparece descrito en el enunciado (d), es lo que cabja esperar a Ia vista de Jos hechos explicativos citados en (a), (4) y (ch; y que, ademds, (d) se sigue deductivamente de los enunciados explicatives. Estos tltimos son de dos tipos: (a) y (6) tienen el cardcter de leyes generales que ex- presan conexiones empiricas uniformes; (c}, en cambio, describe ciettos hechos concretos. Asi, pues, el acortamiento de la columna de mercurio se explica aqu{ mostrando que tiene ugar de acuerdo con ciertas feyes de la naturaleza, como resultado de ciertas cizcuns- tancias conctetas. La explicacién encaja el fendmeno que se trata de explicar en un patrén de uniformidades y muestra que era de esperar que se produjera, dadas esas leyes y dadas las circunstancias conctetas pertinentes. El fenémeno del que la explicacién viene que dar’ cuenta Jo de. nominaremos de ahora en adelante fendmeno explanandum; al enun- ciado que lo describe, enunciado explanandum, Cuando por el con- texto se puede discernir a cudl de ellos nos referimos, denominaremos a cualquiera de ellos simplemente con el nombre de explananduns. ‘A los enunciados que especifican la infotmacién explicativa (a), (6), (c), en. nuestto ejemplo— los denominaremos enunciados exple- nantes; todos ellos formardn el explanans. Consideremos, como segundo cjemplo, Ix cxplicacién de una ca: racteristica de la formacién de imdgenes por reflexién en un espejo es- férico; a saber, Ia caracteristica de que en general 1/u + 1/v = 2/r, 48 5. Las leyes y su papel en la explicacién cientifica aL donde w y v son las distancias desde el punto objeto y desde el punto imagen hasta el espejo, y r es el radio de curvatura del espejo. En Optica geométtica, esta uniformidad se explica con Ja ayuda de Ia ley bisica de reflexién en un espejo plano, tratendo In reflexién de un destello de Juz en cualquier punto de un espejo esférico como un caso de reflexidn en un plano tangencial a la superficie esfética. La exp! cacién resultante se puede formelar como una argumentacién deduc- tiva, cuya conclusién es el enunciado explanandum, y cayas premisas incluycn las leyes bésicas de reflexién y de propagecién rectilinea, asi como el enunciado de que fa superficie del espejo forma un scgmeanto de csfera?. Una argumentacién similar, cuyas premisas incluyan también la ley de reflexién en un espejo plano, ofrece una explicacién de por qué fa Juz de una pequefia fuente de luz situada en el foco de ua espajo paraboloide se zefleja en un destello paralelo al eje del para- boloide (un principio que se aplica tecnolégicamente en Ia construc- cién de faros de automévil, de reflectores y de otros ingenios). Las explicaciones hasta aqui consideradas se pueden concebir, entonces, como argumentaciones deductivas cuya conclusién es el enunciado explanandum, E, y cuyo conjunto de premisas, el expla nans, consta de leyes generales, Li, La, ..., Le, y de otros enuncia- dos, Ci, Cr ..-, Cr, que hacen asertos acetca de hechos concretos. La forma de esas atgumentaciones, que constituyen, por tanto, uno de los tipos de explicacién cientffica, se podria representar mediante el siguiente esquema: ND] Hmunciados explanantes Enunciado explanandum A las explicaciones de este tipo se les amar explicaciones por subsuncién deductiva bajo leyes generales, o explicaciones nomold- 2 La derivacién de las teyes de reflexién para superiicies curvas a que nos referumos en este y en el proximo capitulo se exponen de manera simple y Nicida en el cap. 17 del libro de Morris Kline Mathematics and the Physical World, Nueva York, Thomas Y, Crowell Company, 1959. 49 ue Filosotla de Ja Ciencia Natural gico-deductivas. (El otigen del sétmina «nomolégicos esté en la pa- lnbra gticga Pero es interesante sefialat que no todos los enunciados de esta forms universal, aunque sean verdaderos, pueden considerasse leyes de la naturaleza, Por ejemplo, la otacién «Todos los minerales que hay en esta caja contienen hierro» es de forma universal (F es la condiciéa de ser un minetal de esta caja; G, la de contener hierro); sin embargo, aunque sea verdadero, no habria que considerarlo como una ley, sino como Ia asercién de algo que ‘ade hecho es el caso», como una «generalizacién accidental». O bien considérese el enunciado:; «Todos los cuerpos compuestos de oto puro tienen una masa menor de 100.000 kilogramos.» Sin duda, todos los objetos de oro hasta ahora examinados por ef hombre se ajustan a lo que ese enunciado dice; hay, por tanto, un testimonio confirmatorio considerable, y no se conocen casos que lo refuten. Ademés, es perfectamente posible que nunca en Ie historia del uni- verso haya habido o haya en el futuro un cuerpo de.oro puro con una masa de 100.000 kilogramos o mas. En este caso, la genctaliza- cin propuesta no sélo estaria bien confirmada, sino que serfa verda- dera. Y, sin embargo, su verdad la considerarfamos presumiblemente como accidental, sobre la base de que no hay nada en las leyes bésicas de 1a naturaleza tal como ésta se concibe en la ciencia contem- porénea que nos haga descartar Ja posibilidad de que exista —o inclu- so de que podamos producir— un objeto de oro s6lido con una masa que exceda de 100.000 kilogramos. Ast, pues, una ley cicntifica no queda adecuadamente definida si Ja caracterizamos como un enunciado verdadero de forma universal: esta caracterizacién expresa una condicién necesatia, pero no svfi- ciente, de las leyes del tipo que aqu? estamos discuticndo. gEn qué se distinguen las leyes genuinas de las generalizaciones accidentales? Este intrincado problema ha sido intensamente discuti- 55, ba Filosoffa de la Ciencia Natural do en los tltimos aiios. Pasemos revista brevemente a algunas de las principales ideas surgidas del debate, que continiia todavia. Una ciferencia notable y sugestiva, sefialada por Nelson Good- man, es Ia siguiente: una ley puede servic —mientras que una generalizaciéa accidental no— para justificar condicionales contra- Jacticos, es decir, enunciados de la forma «Si A fuera (hubiera sido) el caso, entonces B setfa (habria sido) el casos, donde A no es (no ha sido) de hecho el caso. Asi, Ia asercién «Si hubiéramos puesto esta vela de parafina en una caldera de agua hitviendo, se habria fundido» podria justificarse aduciendo la ley de que la parafina es liquida por encima de los 6U grados centigrados (y el hecho de que el punto de ebullicién del agua son £00 gradas centigrados). Pero el enunciado «Todos los minerales que hay en esta caja contienen hierro» no podzia ser utilizado de modo andlogo para justificar el enunciado contrafactico «Si hubiéramos puesto este guijarro en la caja, contendtia hierro». De modo semejante, una ley, en contraste con una genetalizacién accidentalmente verdadera, puede justificar condicionales subjuntivos, es decit, enunciades del tipo «Si acon- teciera A, entonces también aconteceria B», donde se deja en sus- perso si A ba sucedido 0 no de hecho. El enuncisdo «Si pusiéramos esta vela de parafina en agua hirviendo, entonces se fundiria» es un ejemplo. Estrechamente relacionada con esta diferencia hay otra, que ¢s de especial interés para nosotros: una ley puede —mientres que una generalizacién accidental no— servit de base para una explicacién. Asi, la fusién de una vela concreta de parafina puesta en agua hir- viendo se puede explicar, de acuerdo con el esquema (N-D), por referencia a los hechos concretes mencionados y a la ley de que la parafina se funde cuando $4 temperatura sobrepasa los 60 grados centigrados. Pero ef hecho de que un mineral concreto de la caja contenga hierro 90 se puede explicar de une manera andloga por 2 En su ensayo «The Problem of Counterfactual Conditionals», reimpreso como primer caplculo de su libro Fact, Fiction and Forecast, 2 ed. Indiané- polis, The Bobbs-Merrill Co., Inc, 1969, Esta obra plantea fascinantes problemas bisicos acerca de las leyes, de 10s enuncisdos contraficticos y del razonamiento inductivo, y los examina desde un avanzado punto de vista snalitico, 56 5. Las leyes y su papel en la explicatién cen 89 referencia al enunciado general de que todos Jos minerales que hay en las cajas contienen hierto. Puede parecer plausible decir —como otra distinelén m4s— que el tiltimo enunciado sirve simplemente como una formulacién conve- nientemente abseviada de una conjuncién finita de este tipo: «El minezal 7 contiene hierro, y el mineral r» conciene hierto, ..., y al mineral rg contiene hiero»; mientras que Ia generalizacién acerca de la parafina se reficre a un conjunto potencialmente infinita de casos particulates, y, por tanto, no podria ser parafraseada mediante tuna conjuncién finita de enunciados que describen casos individuales. La distincién es sugestiva, pero exagerada. Porque, para empezar, la genctalizacién «Todos los minerales que hay cn esta caja contienen hierro» no nos dice de hecho cudntos minerales hay en la caja, ni menciona ningiin mineral particular ri, rz, etc. Por tanto, el enunciado general no es \gicamente equivalente a una conjuncién finita del tipo a que nos hemos referido, Para formular una conjuncién apro- pida, necesitamos informacién adicional, que se podria obtener contando y poniendo rétulos a los minerales que hay en la caja. Ademés, nuestra generalizacién «Todos los cuerpos de oro puro tienen una masa de menos de 100.000 kilogramos» no se consideraria como una ley incluso si hubiera en el mundo cuerpos de oro en ndmero infinito. Asf, pues, el criterio que estamos considerando falla por vatios motives. Finalmente, sefialemos que un enunciado de forma universal pue- de considerarse como una ley incluso aunque de hecho no se cumpla ea ningéin caso. Consideremos, a titulo de ejemplo, el enunciado: «En cualquier cuetpo celeste que tenga el mismo radio que la Tierta, pero dos veces su masa, Ia caida libre « partic del estado de reposo se ajusta a la férmula s = 32 P.» Puede que en todo el universo no exista objeto eeleste alguno que tenga ese tamaiio y esa masa, y sin embargo, el enunciado tiene el cardcter de una ley. Porque ese enun- ciado (0, mejor dicho, un enunciado muy aproximado, como en el caso de la ley de Galileo) se sigue de la teorfa newtoniana de la gravitacién_y del movimiento en conjuncién con el enunciado de que la aceleracién de la caida libte sobre la Tierta es de 32 pies por seyuudy cada segundo; guca, pur tanto, de un slide apoyo ted- rico, de igual modo que la ley de caida libre sobre la Luna a que antes nos referiamos. 57 ” Filosofia de ja Ciencia Natu Dijimos que una ley puede justificar condicionales subjuntivos y condicionales conttafécticos acetca de casos potenciales, es decir, ucetca de cusos puitiulaies que pueden ocurtit, 0 que podfan haber ccurride, pero que no han ocurtido. De manera similiar, la teoria de Newton justifica nuestro enunciado general en una versién subjun- tiva que sugiere que su naturaleza es parecida a la de una ley, 2 saber: «Fn cualquier cuerpo celeste que pueda existir que tenga cl mismo tamafio que la Tierra, pero dos veces su volumen, !a caida libre se ajustarfa a Ja fétmula s = 322.» En cambio, la generali- zacién acerca de los minerales no se puede parafrasear como si afir- mara que cualgsier mineral que pudiera haber en esta caja contendria hierro, ni tampoco, desde lvego, tendria este aserto ninguna justi- ficacién tedrica. De modo similar, tampoco utilizariamos nuestra genctalizacién acerca de la masa de los cuerpos dureos —llamémosle H~- pata justificar enunciados t2l como éste: «Dos cuerpos de oro puro cuyas masas individuales suman mas de 100,000 kilogeamos no se pueden fundir para formar un solo cuerpo; 0, si su fusién fuera posible, entonces la masa del cuerpo resultante seria menor que 100.000 kilo- gramos», porque las teorias fisicas y quimicas bdsicas de la materia corrientemente aceptadas no excluyen este tipo de fusién, y no im- plican que haya una pérdida de masa de ese tipo. Por tanto, aunque la generalizacién Hi fuera verdadera, es decir, aunque no se produjeta ninguna excepcidn, esto constituiria un simple accidente 0 coinciden- cia desde el punto de vista de la teor!a cortientemente aceptada, que permite qué se den excepciones a H. ‘Asi, el que un enunciado de forma universal cuente como una Jey dependerd en parte de las teorlas cientiticas aceptadas ca la época. Esto no quiere decir que las «generalizaciones empirices» —enunciados de forms universal que estén empiricamente bien con- firmados, pero que no tienen una base en la teorfa— no se consideren nunca como leyes: las leyes de Galileo, de Kepler y de Boyle, por ejemplo, fueron aceptadas como tales antes de que recibieran una fundamentacién tedrica. La relevancia de la teoria es mas bien de este tipo: un enunciado de forma universal, ya esté empfricamente confirmado 0 no haya sido contrastado todavia, se considerard como una ley si estd implicado por uns teorfa aceptada (a los enunciados de este tipo se les denomina con frecuencia leyes tedricas); pero 58 5. Las leyes y su papel en Ia explicaciéa cientifica 2 inchiso si estuviera empiticamente bien confirmado y fuera presumi- blemente verdadero de hecho, no se consideraria como una ley si no admitieta ciettos acontecimientos hipotéticos (tales como la fusién de dos cuerpos dureos con une masa resultante de mds de 190.000 ki- Jogramos, en el caso de nuestra generalizacién H) que una teorfa aceptada califica como posibles + 4. Explicaciones probabilisticas: nociones fundamentales No todas las explicaciones cientificas se basan en leyes de forma estrictamente universal. As{, el hecho de que Jim haya contraido el sarampién se puede explicar diciendo que la enfermedad se la con- tagid su hermano, que tuvo el sarampién tinos dias antes. Este modo de dar cuenta de los hechos relaciona una vez mds el evento expla. nandur: con un suceso anterior, la exposicién de Jim al contagio de la enfermedad; se dice que este tiltimo proporciona una explicaciéa porque hay una conexién entre la exposicién al contagio del saram- pion y el hecho de contraer la enfermedad. Esta conexién no se puede expresar, sin embargo, por medio de una ley de forma univer- sal; porque no en todos los casos de exposicién al contagio se pro- duce éste. Lo tnico que se puede afitmar es que las personas expuestas al contagio tienen una ptobabilidad muy alta de contract la enfer- medad; es decir, que Ja contraen en un tanto por ciento muy elevado de los casos. A los enunciados genetales de este tipo, que pronto ‘examinaremos més en detalle, se les Iamard leyes de forma probabi- listica 0 leyes probabilisticas, para abteviar. En nuestro ejemglo, entonces, el explanans consiste en Ia ley pro- babilfstica que acabamos de mencionar junto con el enunciado de que Jim estaba expuesto al contagio del serampién, En contraste con lo que ocurre en el caso de la explicacidn nomolégico-deductiva, estos enunciados explanantes no implican deductivamente el enim- 4 Un anflisis més completo del concepto de ley, asi como mis referencias Libliogrdficas, se cucvutrardu en el libro de E, Nagel The Structure of Science. Nueva York, Harcourt, Brace and World, 1961, cap. 4. {Hay versién castellana. Che. Bibliogratia.] 59 92 Filosofia de Ia Ciencia Natural ciado explanandum de que Jim contrajo el sarampién; porque en las inferencias deductivas que perten de premisas verdadetas, la conclu- siGu es invariablemente verdadera, mientras que en nuestro ejemplo estd claro que es posible que los enunciados explanantes sean verda- deros y el enunciado explananduns, sin embargo, falso. Diremos, en resumen, que el explanans implica el explanandum no con «certeza deductive», sino sélo con cuasi-certeza o con un alto grado de pro- babilidad. La argumentacién explicativa resultante se podria esquematizat del siguiente modo: La probabilidad de que las personas cxpuestas al contagio del sarampién contraigan Ja enfermedad es alta. Jim estaba expucsto al contagio del sarampién. ———————————— {hace altamente probable] Jim contrajo Ja enfermedad. En la presentacién corriente de una argumentacion deductiva, tal como. Ja utilizada, por ejemplo, en el esquema (N-D) de arriba, la conclusién aparece separada de las premisas por una sola linea, que sirve pata indicat que las premisas implican Idgicamente 1a conclu- siéa. La doble linea utilizada en este tiltimo esquema quiere indicar, de modo andlogo, que las «premisas» (el explanans) hacen Ja «con- clusién> (el enunciado explanandum) mis o menos probable; el grado de probabilidad viene sugerido por la anotacién que est entre corchetes. A las argumentaciones de este tipo se les Hamard explicaciones probabilisticas. Como vemos, la explicacién probabilistica de un de- terminado evento comparte ciertas catacteristicas bésicas con el tipo correspondiente de explicacién nomoldgico-deductiva. En arpbos casos, el evento dado se explica por referencia a otros, con los que el evento explanandurt esta conectado por medio de eyes. Pero en un caso las leyes son de forma universal; en ef otro, de forma probabilfstica. Y mientras que una explicacién deductiva muestra que, sobre la base de la informacién contenida en el explanans, el explanandum era de esperar con «certeza deductiva», una explicacién inductiva se 60 5, Las leyes y su papel en la explicacién cientifica 93 limita a mostrar que, sobre 1a base de la informacidn contenida en el explanans, el explanardum era de esperat con un alto grado de pro- babilidad, y quizé con «cetteza pracricas; es ast como esa viltima argumentacién cumple el requisito de relevancia explicatoria. 5. Probabilidades estadistices lees. probabilisticas Debemos ahora considerar més de cerca los dos rasgos diferen- ciales de las explicaciones probabilisticas que hasta el momento hemos sefialado: las leyes probabilisticas que las explicaciones de ese tipo invocan, y la naturaleza peculiar de la implicacién probabilistica que conecta el explanans con el explanandum, Svpongamos que de una urna que contiene muchas bolas del mis- mo tamafio y masa, pero no necesatiamente def mismo color, se extraen bolas sucesivamente. En cada operacién extraemos una bola y tomamos nota de su color. Luego devolvemos Ja bola a Ia urna, cuyo contenido removemos a conciencia antes de proceder a extraer Ia siguiente bole. Este es un ejemplo de proceso o experimento aleatorio, un concepto que pronto caracterizaremos con més detalle. Llamemos al procedimiento que acabamos de describir experimen- to U, a cada extraccién una ejecucién de U y al color de la bola en una determinada extraccin el resultado de esa ejecucién. Si todas las bolas de Ja utna son blancas, entonees hay un enun- ciado de forma estrictamente universal que es verdadero de los re- sultados producidos por Ia ejecucién de U: todas las extracciones de bolas de Ia urna dan como resultado una bola blanca (digamos que dan el resultado’ B, para abreviar). Si s6lo algunas de Jas bolas —por ejemplo, 600— son blancas, mientras que las demas —pon- gamos 400— son rojas, entonces hay un enunciado general de forma probabilistica que es verdadero del experimento: Ia probabilidad de que una ejecucién de U dé como resultado una bola blanca (dé un resultado B) es 0,6; en simbolos: Se] P(B,U) = 0,6 De modo similar, la probabilidad de que salga cara como resulta- 61 28 Filosotia de la Ciencia Natural do del expesimento aleatorio M, consistente ent lanzar una moneda al aise, esté dada por 54] PIC, M) = 0,5 y la probabilidad de obtener un as como resultado del experimen- to aleatorio D de hacer rodar un dado regular es 5c] P(A, D) = 1/6 eQué significan estos enunciados de probabilidad? Segén ena concepcién familiar, a veces Hamada concepcién «ctisica» de la pro- babilidad, el enunciado (52) tendrfa que ser interpretado del siguiente modo: cada ejecucién del experimento U efectiia una eleccién de una entre mil posibilidades bdsicas, 0 alternativas bdsicas, cada una de ellas representada por una de las bolas de la urna; de estas elecciones posibles, 600 son «favorables» al resultado B; y la probabilidad de extraer una bola blanca es simplemente la relacién entre el némero de elecciones favorables realizadas y el ntimero de elecciones posibles, es decit, 600/1.000. La interpretacién clésica de los enunciados de probabilidad (55) y (5c) sigue una linea parecida. Sin embargo, esta caracterizacién es inadecuada; porque si antes de cada extraccién las 400 bolas rojas de Ja urna se colocaran en- cima-de las blancas, entonces en este nucvo tipo de experimento de la urna —llamémosle U’— la relacién entre alternativas basicas favo- rables y alternativas bisicas posibles seguirla siendo la misma, pero Ja probabilidad de extraer una bola blanca seria menor que en el experimento U, en el que las bolas son completamente mezclades antes de cada extraccién. La concepcién clésica obvia esta dificultad exigiendo el requisito de que las alternativas bdsicas a que se refiere en su definicién de probabilidad sean «equiposibles» 0 «equiprobs- bles» —un requisite que, presumidlemente, resulta violado en el caso del experimento U’. Esta estipulacién adicional plantea el problema de cémo definir la equiposibilidad o la equiprobabilidad. Pasaremos por alto este tema notoriameite inttincado y pelémico, porque —incluso supo- niendo que se pudiera caracterizar satisfactoriamente la equiprobabi- lidad— la concepcidn clasica seguiria siendo inadecuada, puesto que 62 5. Las leyes y su papel en la explicecién cientiticn % también se asignin probabilidades a los resultados de experimentos aleatorios con respecto a los cuales no se conoce el modo plausible de sefiulat ultetnativas bdsicas equiptobubles, Ast, cou respecto al expetimento aleatorio D, consistente en hacer rodar un dado regular, se puede considerar que las seis caras representan esas alternativas equiprobables; pero nosotros atribuimos probabilidades a resultados tales como sacar un es 0 sacar un mimeto impar de puntos, etc., también cn el caso de un dado cargado, a pesar de que en este caso no se pueden especificar resultados equiprobables bésicos. De modo similar —y esto es particularmente importante— la ciencia acigna prohahilidades a las reenitadas de ciertns experimentns aleatorios o procesos aleatorios que se dan en la naturaleza, tales como la desintegracién paulatina de Jos dtomos de sustancias tadiac- tivas 0 el paso de los dtomos de un estado de energia a otro. Tam- poco aqui encontramos alternativas basicas equiprobables en términos de las cuales se pueden definir y computar esas probabilidades a la manera clésica, Con el fin de llegar a una interpretacién més satisfactoria de nuestros enunciados de probabilidad, veamos como averiguariamos Ja probabilidad de sacat un as con un dado determinado del que no se sabe que sea regular. Obviamente lo harfamos efectuando un gran niimero de tiradas con el dado y averiguando la frecuencia relativa, es decir, Ia proporcién de aquellos casos en los que aparece un as. Si, por ejemplo, ejecutamos 300 veces el experimento L* de tirar el dado y el as apatece en 62 casos, entonces Ia frecuencia relati- va, 62/300, se considerarfa como un valor aproximado de la proba- bilidad p(A,D’) de obtener un as con ese dado. Procedimientos andlogos se utllizatian para hacer estimactones apropiadas con el lanzamiento al aire de una moneda, con el giro de una meda de tuleta, etc. De modo similar, las probabilidades asociadas con la desintegracién tadiactiva, con las ttansiciones entre diferentes estados de energia atémica, con los procesos genéticos, etc., se determinan averiguando las cotrespondientes frecuencias relativas; sin embargo, esto se hace con frecuencia por medios muy indirectos, més bien que contando simplemente los events atémicos (0 de otro tipo) que scan televantes. La interpretacién en términos de frecuencias relativas se aplica también 2 enunciados de probabilidad, tales como (56) y (5c), que 63 6 Filosofia de Ia Giencia Natural se refieren a los resultados de lanzar al aire una moneda normal (es decir, homogénea y estrictamente cilindrica) o de tirar un dado regular (es decir, homogéneo y estrictameme eibico}: lo que Je imteresa al cientifico (0 al jugador, para el caso) al hacer un enunciado proba- bilitario es la frecuencia relativa con la que se puede esperar un determinado resultado Q en largas series de repeticiones de agin expetimento aleatorio R. El recuento de altcrnativas basicas «equi- probables» y de aquellas alternativas de entre éstas que son «favo- rables» a O se puede considerar como un recurso heuristico para conjeturar la frecuencia relativa de O. Y ademas, cuando un dado regular o una moneda normal son lanzados un gran miimero de veces, las diferentes caras tienden a aparecer con igual frecuencia. Esto podsia esperarse sobre la base de consideraciones de simetri como Jas que actdan frecuentemente en Ia formacién de hipstesis fisicas, porque nuestro conocimiente empirico no da pie a que espe- remos que una cata resulte mas favorecida que otra. Pero, aunque estas consideraciones son muchas veces titiles desde el punto de vista heuristico, no se deben considerar como ciertas o como verdades autoevidentes: algunas suposiciones simétricas muy plausibles, tales como el principio de patidad, ha resultado que no son generalmente satisfechas en el nivel subatSmico. Asf, pues, las suposiciones acerca de las equiprobabilidades estén siempre sujetas a correccién a la Juz de los datos empiricos concernientes a las frecuencias relativas reales de los fendmenos en cuestidn. Tlustran este punto las teorfas estadis- ticas de los gases desarrollaces por Bose y Einstein y por Fermi y Dirac, respectivamente, que descansan en suposiciones diferentes con- ceraientes a qué distribuciones de particulas son equiprobables en un espacio de fases. Las probabilidades especificadas en las leyes probabilisticas re- presentan, entonces, frecuencias relativas. No pueden, sin embargo, ser definidas estrictamente como frecuencias relativas en largas se- ries de repeticiones del experimento aleatorio zelevante. Porque la proporcién, por ejemplo, de ases obtenidos al Lanzar un determinado dado cambiard, aunque sélo sea ligeramente, a medida que se amplia la serie de tiradas; ¢ incluso el ntimero de ases diferiria normalmente en el caso de des series que tuvieran exactamente la misma longitud. Vemos, sin embargo, que a medida que aumenta el mimero de titadas, la frecuencia relativa de cada uno de los distintos resultados tiende a 64 5. Las leyes y su papel en la explicacién cientifica 7 cambiar cada vez menos, y ello aungue los resultados de tiradas su- cesivas continden variando de une manera irregular y prdcticamente impredecible. Esto es lo que generalmente caractetiza un experi- mento sleatorio R con resultados ©}, Os, «.., Oni sucesivas ejecu- ciones de R dan-uno u otro de estos resultados de una manera irtegular; pero las frecuencias relativas de los resultados tienden 2 hacerse estables a medida que aumenta el némero de ejecuciones. ¥ las probabilidades de los resultados p(Os, R), (Os, R), --.5 HOes Rds se pueden considerar como valores ideales que las frecuencias reales tienden a asumir a medida que se van haciendo cada vez mds esta- bles. Por conveniencia matemética, las probabilidades se definen a veces como los limites matemiticas hacia los que convergen las fre~ cuencias zelativas a medida que el nimero de ejecuciones se incte- menta indefinidamente. Pero esta definicidn tiene ciertas deficiencias intelectuales, y en algunos estudios mateméticos mds recientes sobre el tema, el pretendide significado empirico del concepto de proba. bilidad aparece caracterizado deliberadamente, y por buenas razones, de una manera més vaga por medio de la siguiente interpretacin estadistice de la probabilided *: EI enunciado WOR) =F significa que en une larga setie de ejecuciones del experimento alea- torio R, es casi cierto que la proporcisn de casos con resultado O se acerca ar. El concepto de probabilidad cstadistica, caractetizado de este modo, se debe distinguir cuidadosamente del concepto de probabi- lidad inductiva o lgica, que examinamos en la seccién 4.5. La probabilidad Iégica es una relacién Idgica cuantitativa entre enwn- ciados definidos; la oracién dH, K)=r 4 Mas detalles sobre el concepto de ptobsbilidad estadistica y sobre la de- finicign en témino de limites y sus deficiencias se encontrarén en In monogrefia de E, Nagel Principles of che Theory of Probability. Chicago, University of Chica bo Press, 1939. Nuestta versidn de le interpretacién estadistica sigue la que da ‘H. Cramer en las pp. 148-149 de su libro Mathematical Methods of Statistics, Princeton, Princeton University Press, 1946, Mosotis de Ia Clencla Natural, 4 65 38 Filosoffa de la Ciencia Natural afirma que la hipétesis H esté apoyada, © resulta probable, hasta tun grado 7 por el testimonio formulado en el enunciado K. La proba- bilidad cstad{stica cs una relacién cuantit va entre clases repetibles de eventos: una cierta clase de resultado, O, y una cierta clase de proceso aleatorio, R; representa, hablando toscamente, Ia frecuencia relativa con la que el resultado © tiende a dazse en una larga serie de ejecuciones de R. Lo que los dos conceptos tienen en comtin son sus caracterfsticas matemiticas: ambas satisfacen los principios bésicos de le ceoria matemética de la probabilidad: 2] Las valores numérions posihles de ambas prohahilidades van de Oa 1: b] La probabilidad de que se produzca uno de entre dos resul- tados mutuamente exclayentes de R es la suma de las probabilidades de los resultados tomados separadamente; Ja probabilidad, dado un restimonio K, de que se mantenge una u otra de entre dos hipétesis mutuamente excluyentes es la suma de sus probabilidades respectivas: Si O:, Ox, son mutuamente excluyentes, entonces (010 Or, R) = On R) + pOn R) Si H;, Hh, son hipétesis Iégicamente excluyenzes, envonces Ho Hz, K) = (Hi, K) + (Hi, K) ¢]_ La probabilidad de un resultado que se da necesatiamente en todos los casos —tales como O 0 no O— es 1; Ia probabilidad, sobre la base de cualquier testimonio, de una hipétesis que es légica- mente (y en este sentido necesariamente) verdadera, tal como H o na H, es 1: pO ono O,R) dHonod,K) Las hipétesis cienvificas en forma de enunciados de probabilided estadistica pueden ser contrastadas —y lo son— examinando las fre- cuencias telativas a largo plazo de los resultados en cucstién; y la 66 5. Las leyes y sw papel en ta explicacién ciemitica ” confirmacién de esas hipstesis se estima, hablando toscamente, en funcién del grado de concordancia entre las probabilidades hipoté uicas y las Grecuencias ubsetvadas. La Mgica de esas contrastaciones presenta, sin embargo, algunos problemas especificos ¢ intrincados que exigen cuando menos algunas someras consideraciones. Pensemos en la hipstesis H de que la probabilidad de obtener un as haciendo tiradas con un determinado dado es de 0,15; 0, resu- miendo, que p(A, D) = 0,15 donde D es el experimento aleatorio consistente en tirar exe dado. La hipétesis H no implica deductiva- mente ninguna implicacién contrastadora que especifique cudntos ases saldrén en una serie finita de tiradas del dado. No implica, por ejemplo, que exactamente en 75 tiradas de las 500 primeras salga un as, ni tampoco que el mimero de ases esté entre 50 y 100, por ejemplo. Pot tanto, sila proporcién de ases obtenidos en un gran niimero de tiradas difiriera considerablemente de 0,15, esto no seria una refutacién de H en el sentido en que una hipdtesis de forma estric- tamente universal, tal como «Todos fos cisnes son blancos», puede ser refuada, en virtud de la inferencia llamada modus tollens, por referen- cia. a un contracjemplo, tal como un cisne negto. De modo similar, si tuna gran sucesi6n de tiradas de ese dado diera una proporcién de ases muy préxima a 0,15, esto no confirmarfa H en el sentido en que una hipétesis resulta cor ada al encontrarnos con que un enun- ciado contrastador I implicado \égicamente pot ella es de hecho verdadero. Porque en este ultimo caso, la hipétesis afirma I por implicacién Iégica, y el resultado de la contrastacién cs, entonces, confitmatorio en el sentido de que muestra que una determinada parte de lo que la hipdtesis afirma es realmente verdadera; pero, estriccamente hablando, los datos de Ja frecuencia confirmatoria no muestran nada semejante por respecto a H; porque H no afirma por implicacién que Ja frecuencia de los ases en una larga sucesién de tiradas se vaya a aproximar a 0,15, Pero si bicn H no excluye Idgicamente la posibilidad de que la proporcién de ases obtenidos en una gran sucesién de tiradas del dado se aparte considerablemente de 0,15, implica Iégicamente que esas desviaciones son altamente improbables en el sentido estadistico; es decir, que si el experimento consistente en ejecutar una gran scric de tiradas (1.000 tiradas por serie, por ejemplo) se repite un gran mimero de veces, entonces sélo una reducida fraccién de estas grandes 67 100 Filosofia de Ia Ciencia Natural series conducirén a una proporcién de ases que difiere considerable- mente de 0,15, Si se trata de hacer tiradas con un dado, se supone normalmente que los resultados de tiradas succsivas son «cstadistica~ mente independientes»; esto quiere decir, hablando toscamente, que Ja probabitidad de obtener un as en una tirada del dado no depende del resultado de la tirada precedente. El andlisis matematica muestra que, en conjuncién con esta presuncién de independencia, nuestra hipstesis H determina deductivamente la probabilidad cstadistica de que la proporcién de ases obtenidos en m tiradas difiera de 0,15 en no mds de una determinada cantidad. Por ejemplo, H implica roe, dada nina serie de 1.000 tiradas del dada en enectidn, hay apro- ximadamente una probabilidad de 0,976 de que la proporcién de ases esté entre 0,125 y 0,175; y, de modo similar, que, dada una sucesién de 10.000 titadas, hay aproximadamente una probabilidad de 0,995 de que la proporcién de ases esté entre 0.14 y 0.16. Asi. pues, po demos decir: que, si H es verdadera, entonces es pricticamente cierto que en una gran sucesién de ensayos la proporcién de ases diferiré muy poco del valor hipetético de la probabilidad, 0,15. Por consi- gulente, si la frecuencia, observada a largo plazo, de un resultado no 3c acerca a la probabilidad que le ha sido asignada por una deter minada hipétesis probabilistica, entonces es muy verosimil que esta hipstesis sea falsa. En este caso, los datos relativos a la frecuencia cuentan como datos que refutan la hipdtesis, o al menos como datos que reducen su ctedibilidad; y si se encuentran testimonios refuta- rorios suficientemente sdlidos, se considerard que la hipstesis esté prdcticamente —aunque no Iégicamente— refutada,-y seré techazada, ‘en consecuencia. De modo similar, la estrecha coincidencia entre las probabilidades hipotéticas y las trecuencias observadas tenderd a con- firmar una hipéresis probabilistica y puede conducir a su aceptacion. Si las hipétesis probabilisticas han de ser aceptadas o rechazadas sobre la base del testimonio estadistico concerniente a las frecuencias observadas, entonces es necesatio contar con ctitctios aptopiados. Estos tendrdn que determinar: (2) qué desviaciones de las frecuencias observadas a partir de la probabilidad enunciada por una hipotesis han de contar como base pata rechazar esa hipstesis; y (b) hasta dude tieuea que cuincidic Tas {revucucias observadas y Ia probabi- lidad hipotética para que esa coincidencia se acepte como condicién de la aceptacién de 1a hipdtesis. Este requisito se puede hacer mas 68 5. Las leyes y su papel en la explicacién cientifica 101 © menos estricto, y su especificacién es un problema de cleccién. La estrictez de los criterios escogidos variard normalmente segin el contexto y los objetivos de Ia investigacién en cuestién. Hablando en general, dependera de la importancia que se dé, en ese determi- nado contexto, a Ia évitacién de dos tipos de error que pueden co- meterse: rechazar Ia hipétesis que se esté contrastando, aunque sea verdadera, y aceptarla, aunque sca falsa. La impostancia de este punto queda especialmente clara cuando Ia aceptacién 0 el rechazo de la hipétesis han de servir como base pata la accién prdctica. Asi, si Ia hipétesis se refiere a la probable efectividad y seguridad de una nueva vacuna, entonces 1a decisién acerca de su aceptacién tendrd que tomar en cuenta no sélo hasta qué punto concuerdan los rest: tados estadisticos de la contzastacién con fas probabilidades especi- ficadas por la hipétesis, sino también hasta qué punto serfan setias las consecuencis de aceptar la hipétesis y actuar en consecuencia (por ejemplo, vacunando nifios) cuando de hecho es falsa, y de re- chazar Ia hipétesis y actuat en consecuencia (por ejemplo, destruyendo Ia vacuna y modificando 0 suspendiendo el proceso de su fabricacién) cuando de hecho Ia hipétesis es verdadera. Los complejos problemas que se suscitan en este contexto constituyen el tema de la teoria de las contrastaciones y decisiones estadisticas, que se ha desarrollado en las tiltimas décadas sobre la base de la teorla matemética de la probabilidad y de la cstadistica *, Muchas leyes importantes y muchos principios tedricos de las ciencias naturales tienen carécter probabilistico, aunque a menudo son de forma més complicada que los enunciados simples de proba- bilidad que hemos discutido. Por ejemplo, segtin la teorfa fisica corriente, la desintegracién tadiactiva ¢s un fenémeno aleatorio en el que los dtomos de cada elemento radiactivo poseen una probsbilidad caractetistica de desintegrarse durante un perfodo especificado de tiempo. Las leyes probabilisticas cortespondientes se formulan nor- malmente como enunciados que dan la «vida media» del elemento en cuestién. Asi, los enunciados de que la vida media del radio™ es de 1.620 aos y Ja del polonio™ es de 3,05 minutos son leyes en el sentido de que la probabilidad de que un dtomo de radio™ se * Sobre esie tema, véase el libro de R. D. Luce y H. Raiffa Games and Decisions. Nueva York, John Wiley and Sons, Inc., 1957. 69 we Filosolia de la Ciencia Natural desintegre dentro de un plazo de 1.620 afios y la probabilidad de que un dtomo de polonio se desintegre dentro de un plazo de 3,05 mi- utes son ambas de '/2, De acueido com la imteipietacion estadistica antes citada, estas leyes implican que de un gran numero de dtomos de radio c de dtomos de polonio dados en un cierto tiempo, la mitad, © un miimero muy cercano a la mitad, existiré todavia 1.620 aiios, © 3,05 minutos mds tarde, habiéadose desintegrado los demés pot desintegtacién radiactiva, También en la tcorfa cinética hay varias uniformidades en la conducta de los gases, incluyendo las leyes de la termodindmica cli- sica, que se explican por medio de ciettos supuestos acecea de las moléculus que los constituyen; y algunos de ellos son hipétesis pro- babilisticas concernientes a las regularidades estadisticas en los mo- vimientos y colisiones de estas moléculas. Haremos ahora unas pocas obsetvaciones adicionales relativas a la nocién de fey probabilistica. Podrfa parecer que todas las leyes cientificas debieran considerarse como probabilisticas, puesto que el testimonio que Jas apoya es siempre un cuerpo de datos finito y Idgicamente no concluyente, que sdlo puede conferirles un grado més © menos alto de probabilidad. Pero esta argumentacién pasa por alto el hecho de que la distincidn entre leyes de forma universal y leyes de forma probabilistica no se refiere ala fuerza del apoyo empi- tico de los dos tipos de enunciados, sino a su forma, que refleja el cardcter Iégico de Ja asercién que hacen. Una Jey de forma universal ¢s bdsicamente un enunciado en el sentido de que en todos los casos en que se. dan unas condiciones de tipo F, se dan también unas condiciones de tipo G; una ley de forma probabilistica afirma, bésice- mente, que bajo ciertas condiciones, que constituyen la ejecucién de un expetimento aleatorio R, se produciré un cierto tipo de resultado en un porcentaje especificado de casos. Con independencia de si son verdaderas 0 falsas, de si gozan de un apoyo sélido o de un apoyo pobre, estos dos tipos de aserciones son de naturaleza légica diferente, y es en esta diferencia en lo que se basa nuestra distincién. Como vimos antes, una ley de la forma universal «Siempre que F, eatonces G» no es en absoluto un equivalente abreviado de un in- forme que enuitia que cada vaso de F hasta abura examinadu Yevaba asociada Ia presencia de G. Mas bie implica aserciones también pata todos los casos no examinados de F, tanto pasados como presentes 70 5. Las leyes y su papel en La explicacién cientifica 103, y futuros; implica también condicionales contrafacticos e hipotéticos que se refieren, por decirlo asf, a «casos posibles» de F: y es preci- samente esta caracterfstica la que da a las leyes su poder explicativo. Las leyes de forma probabilistica tienen un status andlogo. La ley que cnuncia que Ja desintegracién radiactiva del racio™ es un proceso aleatorio con una vida media de 1.620 afios no es evidentemente equivalente a un informe acerca de las velocidades de desintegracién que se han observado en ciertas muestras de radio™. Se refiere al proceso de desintegtacién de cualquier cuerpo de radio™ —pasado, presente o futuro—, ¢ implica condicionales subjuntivos y contrafécti- cos, tales como: si dos masas particulares de radio™ se combinaran en una, Jas velocidades de desintegracién setian las mismas que si hubieran petmanecido separadas. Es también esta caracteristica la que da a las leyes probabilisticas su fuerza predictiva y su fuerza explicativa. 6. El carécter inductivo de la explicacién probabilistica Uno de los tipos mas simples de explicaciéa probabilistica puede ilustrarse mediante nuestro anterior ejemplo acerca de Jim, el mu- chacho que contrafa el sarampién. La forma general de esta argu- mentacién explicativa podria ser enunciada asf: PO, R) esté préxima a 1 ies un caso de R {hace altamente probable] ies un caso de O Ahora bien: el alto grado de probabilidad que, como se indica en- tre corchetes, confiere el explanans al explanandum no es, desde luego, una probabilidad estadistica, porque caracteriza una telacién entre otaciones, no entte (clases de) eventos. Utilizando un témino que introdujimos en el capitulo 4, podemos decir que la probabili dad en cuestién representa le credibilidad racional del explanandum, dada la informacién proporcionada por el explazans; y, como antes 71 4 Filosolia de la Ciencia Natural hemos sefialado, en la medida en que esta nocién se puede inter- Pfetar como una probabilidad, representa una probabilidad IMpica 0 inductiva. En algunos casos simples, hay un modo obvio y natural de ex- presar esta probabilidad en términos numéricos. En una argumenta- cidn del tipo a que acabamos de referimos, si est4 especificado el valor numérico de p(O, R), entonces es razonable decir que la proba- bilidad inductiva que el explanans confiere al explanandum tiene el mismo valor numérico. La explicacién probabilistica resultante tie- ne esta forma: p(O,R} =r ies un caso de R [] Fes un caso deO Si el explanans es més complejo, la determinacién de las proba- bilidades inductivas correspondientes al explanandum suscita proble- mas dificiles, que en parte estén todavia sin resolver. Pero sea 0 no sea posible asignar probabilidades numéricas definidas a todas esas explicaciones, las consideraciones, precedentes muestran que cuando se explica un evento por referencia a leyes probabilisticas, el expla- rans confiere al explanandum sélo un apoyo inductive més o menos fuerte. As, podemos distinguir las explicaciones nomoldgico-deduc- tivas de las explicaciones probabilisticas diciendo que Jas primeras evan a cabo una subsuncién deductiva bajo leyes de forma universal, mientras que las Wtimas Ievan a cabo una subsuncidn inductiva bajo leyes de forma probabilistica. Se dice a veces que precisamente a causa de su catacter inductivo, una explicacién probabilistica no explica el que se produzca un evento, puesto que el explanans no exeluye desde el punto de vista 16gico el que se produzca. Peto el papel importante y cada vez mds amplio que las Teyes y las teorfas probabilfstices juegan en Ia ciencia y en sus aplicaciones hace que sea preferible considerar las explicaciones ba- sadas en esos ptincipios como si fueran también explicaciones, aunque de uu tipo menos tiguioso que las de la foun somuldgivo-deductiva. Tomemos, por ejemplo, la desintegracién radiactiva de una muestra de un miligramo de polonio™. Supongamos que lo que queda des- 72 3. Las leyes y sw papel en 1a explicacign cientitica 105 pués de 3,05 minutos tiene una masa que cae dentro del intervalo entre 0,499 y 0,501 miligramos. Este dato se puede explicar mediante la ley probabilfstica de desintegiacids: del puluniv porque esta ley, en combinacién con Ios principios de la probabilidad matemitica, implica deductivamente que, dado el inmenso nmimero de dtomos que hay en un miligramo de polonio®, Ja prcbabilidad del resultado especificado es abrumadoramente grande, de modo que en un caso concteto se puede esperar que se produzca con acerteza prictican Consideremos, como otro ejemplo, la explicacién cfrecida por la teorfa cinética de los gases de una generalizacién empiticamente esta- blecida Mamada ley de difusién de Graham. La ley enuncia que a una temperatura y una presién fijas, las proporciones en que distintos gases de un recipiente escapan o se difunden a través de una fina pared porosa son inversamente proporcionales a las rafces cuadradas de sus pesos moleculares: asi que, cuanto mayor sea la cantidad de un gas que se difunde por segundo a través de Ia pared, tanto mas ligeras son sus moléculas. La explicacin se basa en la consideracién de que Ia masa de un determinado gas que se difunde a través de la pared por segundo seri proporcional a la velocidad media de sus moléculas, y que la ley de Graham habré sido, por tanto, explicada si se puede mostrar que las velocidades medias de las moléculas de diferentes gases putos son inversamente ptoporcionales a Jas rafces cuadradas de sus pesos moleculares. Para mostrar esto, la teorfa acepta ciertos supuestos en el sentido de que un gas consiste en un gran niimero de moléculas que se mueven al azar a diferentes velo- cidades, que éstes cambian frecuentemente como resultado de las colisiones y que esta conducta aleatoria muestra ciertas uniformi- dades probabilisticas: en particular, que entre las moléculas de un determinado gas a una temperatura y una presion especificadas, dife- rentes velocidades se darén con probabilidades definidas —y diferen- tes. Estas presunciones hacen posible computar los valores probabi- Isticamente esperados —o, como podrfamos decir para abreviat, los valores amas probables»— que las velocidades medias de diferentes gases poseerén a igual temperatura y presién. Los valores medios mas probables —esto lo muestra Ja teorfa— son, ademés, inversamente proporcionales a las rafces cuadradas de los pesos moleculares de los gases. Pero los indices efectivos de difusién, que se miden experi- mentalmente y son el tema de Ia ley de Graham, dependerén de los 73 106 Filusoffa de la Ciencia Natural valores efectivos que las velocidades medias tienen en los enormes, pero finitos, enjambres de moléculas que constituyen la masa dada de gas. Y los valores medios efectivos estén relacionados con los valores correspondientes probabilfsticamente estimados o «més pro- bables» de un modo que es basicamente andlogo a la relacidn entre la proporcién de ases que aparecen en una serie larga, pero finita, de tiradas de un determinado dado y la correspondiente probabili- ded de obtener un as con ese dado. De Ja conclusin derivada testi- camente relativa a las estimactones de probabilidad, se sigue sdlo que a la vista del gran mimero de moléculas que intervienen, es sumamente probable que en cualquier tiempo dado las velocidades medias efectivas tengan valores muy préximos a sus estimaciones de probabilidad y que, por tanto, es practicemente cierto que sezdn, como las tltimas, inversamente proporcionales a las raices cuadradas de sus masas moleculates, satisfaciendo entonces la ley de Graham? Parece razonable decir que este modo de dar cuenta de las cosas proporciona una explicacién, aunque «sélo» sea con un muy alto grado de probabilidad asociado, de por qué los gases muestran la uniformidad expresada por la ley de Graham; y en los textos y tra: tados de ffsica, estos modos probabilisticos de rendir tedricamente cuentas son considerados, en efecto, como explicaciones. ~ 7 La velocidad «media» a que aquf nos referimos se define técnicamente como velocidad cusdrdtica media. Sus valores no difieren mucho de las velo- Gdades medias en el sentido usual de la media aritmética. Se puede encontrar una presentacién sucinta de la explicacién teorética de ia ley de Graham en el cap. 25 del libro de Holton y Roller Foundations of Modern Physical Science. La distinciSn, que en ese presentacién no aparece explicitamente mencionada, entre €l valor’medio de una cantidad para algin mimero finito de casos y el valor probabilfsticamente estimado o esperado de esa cantidad se discute breve- mente en el cap. 6 (especialmente en la seccién 4) de R. P. Feynman, R. B. Leighton y M. Sands The Feynman Lectures on Physics. Reading, Mass., Addison-Wesley Publishing Co,, 1963 74

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