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Esta primera novela de Rosamaria Roffiel tiene el éxito asegurado: desde las feministas y las lesbianas —ostrechos circulos de Poblacién abundante— que buscaran encontrarse en alguna personaja 0 identiicarse con cierta reflexién, hasta fos homoldbioos que querrén arralgarse morbosamenta en su conviccién de que las —tanto como tos— homasexuales son grotescamente perversas. ‘A través de divertides didlogos, la autora comparte lo agasajadoras que llegan a ser las relaciones entre amigas solidarias, Porque Amora no solo habla del amor sexual que algunas mujeres Sienten por otras (y del que muchas mas se impiden experlmentay), sino Que trata ademas de los esfuerzos —frustrados, si, mas no veleidosos- fen que cesi toda buga (vid. glosario del libro) consciente se emperia por festablecer relaciones de pareja con el hombre, fundadas en la equidad Habla también de desamor, de veladas romanticas y alardeceres lluviosos, de noches de viernes soltarias, de trabajo feminista, de vida dde mujer en la ciudad, Paro es, por encima de toda otra cosa, un pedazo mas de la lucha por relvindicar el derecho de “nosotros, los Seres vives y comprometides, (de dictar) nuestras propias reglas © {inventar) nuestras propias formas de relacionarnos, porque las que fexisten ni nos aloanzan ni nos convencen”. Cietto es que toda norma sfixia los verdaderos sentimionios y destruye la verdadera expresién de [a naturaleza: antes ya lo decia Werther: otro miembro de nuestro clan de apasionados LAURA LECUONA Rosamaria Roffiel nacié en Veracruz, Ver., el 30 de agosto de 1945. Periodista autodidacta, trabajo mas de diez afios en Excelsior, tres an la revista Proceso y cuatro en fern. Ma publicado: Corramos libres ‘hora (Poesia, Editorial Femsol, 1986) y ;AY Nicaragua, Nicaragdital (Testimonio, Editorial Claves Latinoamericanas, 1987). Amora es su - Pn 3.0112 113074139 Coleccién Fabula Rosamaria Roffiel —iLos hombres son una subcategor‘ La miisica cachonda de un jazz a media luz, Las vo- ces, los murmiullos y las risas de los invitados al coctel Los colores chillantes sobre cartulina negra de los di- bujos de Felipe Ehrenberg. La copa de vino blanco he- lado en mi mano. Todo se inmoviliza momenténeamen- te para mi ante el comentario. Volteo ligeramente a la zquierda: chi est la autora de dicha alirmacién. Me- nuda, con pantalones color malva, una blusa blanca de encaje y un corazén de oro colgandole del cuello, insis- te ante su amiga: —jLos hombres son una subcategorfa! La miro, nos sonreimos y pregunto: —éTodos, o sélo los machos? —ZQué hay unos que no lo sean? —Si, como cinco, gno te parece? —No he conocido a ninguno. —Tampoco yo, pero no quiero convertirme en una pe- simista. Vehemente, fresca, espontanea, bonita, muy bonita, suelta una carcajada’ En ese momento llega Fernanda, colega periodista quien nos hizo un reportaje sobre nues. tro trabajo en el Grupo de Ayuda a Personas Violadas. Nos saludaros, besa a la del corazén de oro y se lleva a la mujer cue platicaba con ella. Al quedarnos solas, Ia personaja en cuestion se me acerca y me extiende la mano: —Hola, me llamo Claudia, —Yo soy Guadalupe. ¢Cémo Hlegaste a tal conclusién? —Experiencia tras experiencia. —Pero todavia no estas cansada, ¢verdad? —jAgotada! {A poco ya te diste por vencida? ; } { { | Ni madres! Hay subcategorias que me encantan. gA tino? —Peco de selectiva. También yo, experiencia tras ex- periencia, aprendi que més vale no coger a levantarte vacia de una cama. —Eso suena a posgrado, pues ¢cudntos afios tienes? —Voy a cumplir treinta y siete. —{Con raz6n! No, yo apenas empiezo en la universi- dad de la vida. Tengo veintiocho y todavia me voy con la finta de los galanes perfectos. —¢Cuales son ésos? —Hay dos clases: los plisticos y los intelectuales de izquierda. —Cual es cual? —Lés primeros: traje impecable con chaleco y todo, zapatos Florsheim boleados, corte de pelo Zona Rosa 0 Polanco, Topaz y Rolex de oro. Los segundos: jeans, za- patos de gamuza o tenis, pelo largo y barba, Volkswa- gen o nada, y siempre con un Proceso bajo el brazo. —Y cual prefieres? —{Son exactamente iguales! {La subcategoria! —¢Cémo lo notas? —No me queda otra: cero comunicacién, pésimo sexo, narcisismo galopante de su parte y desgaste paulatino de la mia. —<¥ cudnto aguantas? —Varia. Depende de mi necesidad de afecto y de mi grado de masoquismo en ese momento. —gCual es tu récord? —Dos afios y medio. —iY hablas de posgrados! Yo jamas he resistido tan- to, Me quiero demasiado. “= zEntonces qué haces? Te la pasas sola la mayor parte del tiempo? Sola no. Me tengo a mi, y a mis amigas, Intercambiamos mimeros de teléfono. 10 De puntitas para no despertar a los fantasmas Claudia. Le queda el nombre. Le va con sus ojos color. Ambar, sus labios carnosos y rosados, su pelo de dos cas- tafios. Claudia. Me gust6, si, me gustd. Pero nada. Otra pinche buga* que a la mera hora me salga con que ella Sélo me quiere como amiga, que le muevo el tapete pero que no es su boleto, que qué pena, que no le gustaria perder mi amistad, pero que... jni loca! Mejor rompo el papelito y me olvido del asunto. Todavia estoy cansada de lo de Cristina. Fueron tres meses ide enamoramiento en serio y después cinco de trabajar interiormente para arreglar el desamor. Pero no me arrepiento, Volveria a vivirlo. Fue un encuentro lindo. Una amistad sabrosa. Horas en el teléfono. Car- tas que intercambiar. Libros que discutir. Cenas, cafés, carcajadas. ¢Cémo no iba a enamorarme de ella? Em- pecé a amarla como algo tan légico, tan natural, como abrir un peraguas cuando comienza allover. Claro, nun- ca le propuse nada porque sabia perfectamente que no podria corresponderme. Apenas acababa de descubrir que habia lesbianas en nuestro grupo feminista y atin no se recuperaba de la impresion. Cuando me percaté de mi rollo decidi pedirle una tregua. {Mi quetida Cristina! Al poco tiempo de haberla co- nocido le escribi: "Qué manera de meterte en todos mis momentos, de subirte a mis suefios cada noche, de que- darte en mi vuelo de mujer”. Y asi era. Gracias a ella andaba yo con la ilusién como tinico vestido. Nuestra ‘complicidad crecié igual que mi amor, hasta ocuparme toda. Mis deseos de amarla iban mas alld de la realidad “Mujer que, en apariencia, se relaciona sextialmente sélo con hombres, ray | | | | misma. No supe corregir el rumbo. La noche de la fiesta del grupo tomé conciencia de cuanto se me notaba el sentimiento. Entonces tuve mie- do. Miedo de que las demds se dieran cuenta y la moles- taran por mi culpa. Miedo de que ella se diera cuenta y decidiera apartarme de su vida. Traté de mesurarme, Ge disimular. Por supuesto, no supe hacerlo. También, y esto inconscientemente, le exigi mas que otras amigas porque de ella estaba enamorada. Pero no era su boleto y sus reacciones no correspondian a lo que yo esperaba. Esto llegé a producirme una terrible sensacién de impotencia y descontrol. No entendia sus mensajes ni sus cédigos. Hasta que me confesé que yo misma la Ilevaba a veces a esos comportamientos que no lograba descifrar después. Yo, con mi vehemencia, mi radicalismo, mis exigencias. 'Y es que hubicra querido abatir a espadazos sus mie- dos, agarrar a dios de la solapa y advertirle lo mal que Ie irfa si ella llegaba a padecer un solo dolor mas, apre- tarla en un abrazo largo para exprimirle la tristeza acu- ‘mulada, amarla a toda mi capacidad aun a riesgo de mo- rirme de tanto sentirla, Pero llegé el momento en que el sentimiento empez6 a ser desgarrador para mi, Me pasé semanas dandome de trancazos con ese amor que —asumo la responsabi- lidad— fue bronca totalmente mfa. Traté de ser lo mas honesta y clara, con ella y conmigo misma. Hasta que entendi: habia que detenerse. No merecia ese dolor, ni ella tampoco. Era la hora del desprendimiento, y arran- carse de cuajo el amor es de los actos més dificiles. Ade- ms, lleva tiempo. Le podria haber pedido perdén por irrumpir en su vida con mi amor no solicitado, pero no lo hice porque fue un amor Ileno de buenas intenciones. En cambio, le pedi un tiempo para ordenar el sentimiento. Sabia que en la esencia existia una enorme amistad. Le propuse 12 reencontrarnos después para iniciar otra historia, E] reencuentro superé nuestras expectativas. Ningu- na de las dos estaba segura de lograrlo. Pero se dio. Al principio creo que ambas estabamos cohibidas. Ahora ja comunicacién se hace cada vez mas intensa. Segui- mos pasdndonos horas en el teléfono. Hemos llegado a colgar a las dos de la mafiana. Al otro dia tengo que des- pertarla a las siete y media para que no llegue tarde a trabajar. 'Y es que Cristina Ileg6 a mi vida en un momento muy especial. Fue hace dos afios, cuando me quedé sin tra- bajo y tuve que dejar mi departamento. Durante cuatro meses anduve como némada, de casa en casa, sin encon- trar un sitio para vivir. También fue la época de la muer- te de Diana. Entonces veia todo negro a mi alrededor, sentia que no habia salida posible. Cristina llegé con su ser tinico, a regalarme sus inten- tos de vivirse con sentido, su descubrirse y transformar- se cotidianamente, su vulnerabilidad disfrazada de dra- gon terrible y verde, su turbacién cuando la abrazaba y no era hora ni de saludarnos ni de decirnas adidés, su necesidad de afecto, su ternura intuida mas que nada en sui rubor y en algin toque escapado de su: mano. Y nos fuimos haciendo amigas, volviéndonos aliadas, saltandonos reglas, inventando ritos, descubriendo ins- tantes. Hasta que fue una presencia cada vez mas nece- saria. Eso me ayud6 a sobrevivir las dltimas semanas antes de venir al encuentro de mi propio espacio y de mi tiempo en este departamentote, frente al Parque Mé- xico, en el cue vivo ahora con Citlali y Mariana. Pero no, insisto, ni una buga mas. Es mucho desgas- te. La traen a una Ilena de “a lo mejores”. Que si te quiero un chingo. Que si qué van a decir mis papas. Que si nin- gtin cuate me da lo que ta, pero... Que sino sé qué me pasa porque yo no soy lesbiana. jHuy no!, de pensarlo me canso. Por mas que me guste la tal Claudia, jni loca! 13 4 i { Su teléfono a la basura y yo a pensar en mi préximo re- portaje sobre Centroamérica. 14 De plano, amiga, jno mas bugas, por favor! El trabajo en el Grupo me rebasa. Ninguna de nosotras se imagin6 que seria tan duro cuando decidimos crear un centro que diera apoyo médico, psicologico y legal a las personas violadas. Cada caso me aniquila. En las audiencias me dan ganas de patear a los violadores hasta reventarlos. También a los del Ministerio Publico. To- dos se cubren entre sf. Son cémplices. Lo que me des- quicia por completo es cuando nos toca una mujer juez y les da la razén a los tipos. {Es de no creerse! Victoria ya me conoce rebién. Cada vez que nos toca llevar un caso juntas se la pasa observandome. Cuando me em- piezo a poner roja enseguida me dice: “Tranquila, ami- a, acuérdate: el que se enoja pierde”. Pero aqui de todas formas perdemos, enojadas o no. Sime desespero mucho, la Vica me calma. No sé cémo resiste. De por sfla vida le cuesta tanto. Le sale mal. Cada majana hace unos esfuerzotes por levantarse. Le duele el mundo. Que si van a invadir Nicaragua. Que si los tra- bajadores de Pascual. Que si el caso de Elvira Luz Cruz. No sé cémo se le ocurrié estudiar sociologfa si la reali- dad la rebasa. Y a quién no. Después de todo, quién dijo que la vida era facil. Pero la Vica.. Y luego tan flaquita. A veces siento que otro fracaso amoroso 0 el siguiente caso de violacién la va a romper en trocitos. Nos conocemos desde el setenta y siete, cuan- do las dos descubrimos el feminismo y entramos —muer- tas del susto— al Movimiento de Liberacién de la Mu- jer. De ahi, pesamos a GRapay. Hay ratos en que me desespera. Siento ganas de sa- cudirla. De meterle brillo a sus ojos negros. De tirarle de su pelo clarito y lacio. De conocer las alabras mag’ cas necesarias para que la vida le funcione. Bueno, y la 15 neta, a quién de nosotras nos sale asi bien bien que td digas ay qué trinchona fulana de tal mira cémo le pone as banderillas a su existencia. La verdad, a ninguna. Pero nosotras ai la levamos. Hasta felices de vez en cuando. La Viquita nos preocupa, Como al afio de que el Grupo eché a andar le empezaron unos dolores espan- tosos de cabeza. En esa misma época termind su rela- cién con Manuel. Ya tenian casi tres afios de vivir jun- tos. Else fue y ella se queds sola en su departamentito Meno de recuerdos. El mismo bolero de siempre, Tam- bién perdié su trabajo. La cabeza se le reventaba, Pro- b¢ de todo: alopatia, homeopatia, bioenergética, acupun- tura, limpias, masajes. Hasta clases de mambo tomamos. En el Grupo le bromeabamos, “jAy, amiga, lo tuyo es mental!” Y hasta eso, ella lo reconocia. Al fin, dos afios después, nos anuncié triunfante que sus dolores habian desaparecido. “Ahora si, amiga, nun- ca més”, me repitié obsesiva todo el camino a la dele- gacién de La Perla, en Ciudad Nezahualeéyotl, a ver el caso del maestro de primaria que le metia mano a cuanta chamaquita podia y que, por supuesto, salié libre des- pués de pagar diez mil pesos de fianza, ‘Me gusta llevar casos con la Vica. Como que hemos formado un buen equipo. Si una se cae la otra le pone el hombro y viceversa. Y cuando las dos nos deprimi- Mos en exceso nos echamos un vinito. Casi siempre nos contamos nuestros rollos. Aunque a veces no porque nos deprimimos mas. Ahora anda superentusiasmada con su nuevo romance. Cruzo los dedos porque este galan no le resulte ni miedoso ni casado ni cabrén, lo cual, la neta, esta cabrén. ‘Ya sé lo que me vaa decir cuando le cuente lo de Clau- dia, “De plano, amiga, ino mas bugas, por favor!” Y tie- ne raz6n. Pero es que es redificil no caer en este tipo de tentaciones. Qué vitaminas ni qué proteinas, si la ne- cesidad primaria del ser humano es el afecto. Ahi anda- 16 mos buscando quién nos dé palmaditas para que nos sal- ten el corazén, las hormonas y hasta el ego. Lo que pasa. es que, después de lo de Cristina, le prometi a Victoria que ni una buga més. Me va a cantar como las mamas, “Te lo dije!”, y me voy a tener que aguantar. Bueno, y ademas qué le voy a contar si ya rompi el papelito con el mimero de teléfono. ;Pinche Lupe, qué trampotas te pones! 7 4 4 i La mejor forma de superar una tentacién es cayendo en ella* —¢Guadalupe? Si —Soy Claudia. Te acuerdas de mi? Nos conocimos en la exposicin de Felipe Ehrenberg. —Claro que me acuerdo. ;Cémo te va? —Bien, cy a ti? —Aqui, sobreviviendo bastante dignamente para como estan las cosas en el pais. —Hablo para invitarte a mi cumpleafios. Es el vier- nes, en casa de mis papas. ¢Apuntas la direccién? Fernanda y yo llegamos juntas, como a las diez de la no- che. Es una casa superburguesa. Salones y mas salones, libros y, por supuesto, cuadros. Uuu escalera de esas an chotas y serpentinas por donde bajaban las quinceane- ras en las peliculas de Marta Mijares y Ratil Farel. Mon- tones de gente. Ellos, de traje; ellas de vestido de coctel, cual debe. De entre los invitados brota Claudia. Esta preciosa, realmente preciosa. Vuelvo a sentir fafiaras en la pan. za. Nos saluda, nos pregunta qué queremos tomar y se pierde nuevamente entre los principes Sidi y las donce- las Liverpool, quienes rien coquetas y tontas ante los comentarios masculinos. Después de un rato pasamos a cenar. La mesa esté puesta en el jardin: lasaita, lomo de cerdo frio, ensala- da y pastel. Los meseros pululan por doquier cumplien- do los caprichos etilicos de los presentes. * Oscar Wilde. 18 Fernanda y yo hemos logrado mantenernos un poco ajenas a toda conversacién que vaya en contra de nues- tros principios feministas, aunque ahora parece que no podremos zafarnos mas: en nuestra mesa se sientan cua- tro varones y dos chicas cosmo. Y empiezan las provo- caciones. —Es que no existen mujeres guapas que sean inteli- gentes, créanme. —¢Hablas en serio? —Tti has conocido a alguna? —Pues no, realmente no. —Te digo, es imposible que se dé esa combinacién. Nosotras s6lo volteamos a vernos y nos pateamos li- geramente bajo la mesa para no caer en Ia tentacién de contestar. El colmo llega cuando un pendejo pregunta: —2A que no saben cual es el lema favorito de las fe- ministas? Nos ponemos en estado de alerta, el lomo frio se ca- lienta en nuestro plato y permanecemos en una tension notoria para cualquier ser sensible. Clary, aqui nv hay ninguno, asi que nadie se percata de nuestro estado. El tipo continua: Pienso, luego no soy mujer todos le festejan el “chiste”, jhasta las mujeres! Yo miro suplicante a Fernanda y le digo en voz baja: Por favor!, aptirate a comer que me estén dando ganas de vomitar. Ya en mi cuarto, mientras me pongo la camiseta de colores que uso para dormir, me repito que qué chinga- dos fui a hacer a esa fiesta, que qué chingados tengo yo en comiin con Claudia y su mundo, que qué chingados voy a hacer si me enamoro de otra buga, que qué chin- gados me pasa que no aprendo las lecciones. ‘Tardo en dormirme. 19 i i Han transcurrido dos semanas y no he podido dejar de pensar en Claudia. Y trato, deveras. Como parte de la terapia ocupacional, trabajo en un intento de cuento para Diana, nuestra compafiera feminista que murié de cancer y cuya muerte nos dejé friqueadisimas, Suena el teléfono. —iClaudia, qué sorpresa!.... aqui peledndome con la maquina de escribir. Ante mi incalculable azoro, Claudia me comunica que ella también escribe, poesia y cuento. Me lee algunas co- sas, me habla de su deseo intimo de ser poeta mas que narradora; de su desafortunada relacién amorosa con tun chavo con quien estuvo a punto de casarse pero quien la devaluaba constantemente y Ia hacia Hlorar un dia si y otro también; de sus inseguridades, de su necesidad de afecto, de los sentimientos tan encontrados que a ve- ces siente por su madre, de sus frustraciones profesio. nales, de su soledad, de de de Tras casi dos horas, cuelgo y no puedo creerlo. Lue- g0 entonces, esta personaja de pelo de dos castaiios y ojos color ambar no es nada més una frivola nitita ibe roamericana y discotequefia. Y yo, que esperaba el menor pretexto, me dejo ir en la alfombra magica de la ilusién, haciendo caso omiso de mis antenas y de mi percepcién. Y la esperanza re- nace en mi, 20 Los territories se conquistan con amor Nuestro departamento es inmenso, o al menos asi nos lo parece después de meses de peregrinar en busca de un sitio decente donde vivir. Es de cuando las personas importaban, de esos de techos altos y de alma anciana. iY tiene tres recamaras! Y son grandes, no de ésas de ‘“compermisito” que construyen ahora, donde sdlo ca- ben la cama y la depresién que te invade por vivir en semejante espacio. ‘Nuestras recdmaras son tan distintas, como nosotras, supongo. Para el resto de la casa negociamos entre el fanatismo casi karmico de Mariana por el art nouveau, Ja costosa debilidad de Citlali por los cuadros origina- les y mi tendencia por los muebles viejos y los colores chillantes. Resulté una buena combinacién. La sala es totalmente art nouveau, decorada en exclusiva por Ma- riana. Los cuadros son aportacién de Citlali. Y nuestro comedorcito, ah, nuestro comedorcito es rojo, con un trinchador de esos antiguos que venden carisimos en San Angel y no tanto en los bazares de Puebla. IY plantas, plantas por todas partes! ;Hasta en el ex cusado! ‘Qué distinto de mi primer departamento. jEra un hue- vito! Pero cémo lo amaba. Soné tanto con un lugar pro- pio donde colgar esas cositas que te recuerdan constan- temente a quien te las regal6. Al principio, sélo tenia mi colchén en el suelo, mi escritorio, mis libros y una mé- quina de escribir y un tocadiscos comprados de segun- da mano, verdaderas piezas de museo. Para Navidad, mis amigas me regalaron ollas, sartenes, platos, cucharas. ““Parece despedida de soltera!”, se quejaban el veinti- cinco de diciembre que nos reunimos a comer en mi pe- quefio territorio ganado con sangre, sudor y lagrimas. 21 iQué chantajes los de mi madre!: econémico ("zY aho- ra quién me va a ayudar con los gastos de la casa?"), mo- ral (“gCémo puedes hacerme algo asi, a mi que me he sacrificado tanto por ustedes?”), psicoldgico ("Una mu- Jer viviendo sola! Te expones a que cualquiera entre y te robe, o te viole, jo hasta te mate!” De pronto, me converti en una heroina para los ami- gos de mis hermanos y en la mas cruel de las villanas para las amigas de mi mama. Y como los mensajes maternos son los que mas directo egan y mas profundo se arraigan, las primeras noches me las pasé con el ojo pelén, por el miedo. No me im- porto. Pagué el precio fascinada de la vida. Cada momen- to libre, corria a estar en mi casita. La limpiaba con de- vocion. Lavaba los trastes como en éxtasis: mas que tallarlos, los acariciaba. Poco a poco fui llenando mi espacio, sintiéndome bien, sin culpas, Cada vez que ponia algo nuevo era como ina. gurarlo. Mis amigas se pasaban horas y salian felices. ‘Me sentian cambiada, me redescubrian. ‘También poco a poco empecé a conocer a las vecinas. Eramos cuatro mujeres solas en el edificio, una pareja Joven y el resto, leoneras. Mi vecina Gloria era divorcia- da. El marido le habia quitado al nico hijo que tuvie- ron. ¥ tras un infierno de audiencias y amenazas, deci- did que su amor le aleanzaba para dejar de envenenarle Ja vida al nifio. Renuncié a él. Cada cumpleafios, Navi- dad y fechas importantes le mandaba un regalo con una tarjetita, “para que vea que su madre no lo olvida”. Yo no le decia nada, pero ¢le legarian los regalos y las tar- jetitas al pequefio? Gloria tenia manos de hada para las plantas. Cada matita que me regalaba era un poem. Vio- letas, clavelines, millonarias, teléfonos. Mi balconcito, mi cocinita, mi departamentito entero se llené de colo. res y de esa sensacién tan especial de vida que dan las plantas y las flores. 22 La comida fue otra historia. Acostumbrada a que la muchacha me atendiera, apenas si conocfa el secreto para que la yema de un huevo estrellado no se pegara en el sartén. Qué hacer? Compré libros de cocina, de esos de tres por cien pesos que vendian en los Roma-Mé- rida. Intenté recetas, inventé guisos, hasta que logré do- minar dignamente la creacién culinaria. jAh, qué tiempos! Encontré la felicidad momentanea regando macetas, cortando papas y tomando cerveza, sola, con Joan Manuel Serrat y Georges Moustaki can- tandome, cémplices. De entonces para ac, mas de una década de no ha cer "vida con mama”. Deberia haber una ley: los jéve- nes, de cualquier sexo, a vivir solos un tiempo antes de casarse, Qué importante aprender a valerte por ti mis- ma. Qué rico aprendizaje el de la libertad. Costoso, si, es cierto, pero tan gratificante. Aunque, hay que admi- tirlo, la libertad no fue hecha para todos. Qué pesar. Co- nozco montones de seres que no sabrian qué hacer con su vida si fueran duefios de ella. gSerd cuestién de de qué? ‘A veces, cuando alguna amiga nueva me sale con que “ya me tengo que ir, es tardisimo, jmi marido/papas me va/van a matar!”, me sacude y me hace consciente de esa libertad que muchas de nosotras vivimos ya como algo gratuito y natural. ‘Ademds, resulté una pervertidora. Varias mujeres cer- canas siguieron mi ejemplo, cuando ni siquiera se ha- bian atrevido a pensar en ello. Finalizaban los sesenta. Eso no se habia visto en la clase media mexicana. Esos libertinajes sdlo existian en Europa y Estados Unidos. “Qué nos espera, Seftor!” gritaban los padres de fami lia en aquella época. Y tenian raz6n en preocuparse. Por- que los setenta estuvieron tupidos, y los ochenta pintan mejor Citlali, Mariana y yo decidimos vivir juntas debido a 23 j la crisis (la econémica, porque la existencial no estaba tan densa en ese momento). Citlali y yo nox conocimos enseguida. Y Sones e lali conserva ese candor, ese buen instinee » forszon gentil que cada vez menos gente conserva. E's fot6grafa, emperiada en vivir de la fotografia aunque ten- $i, iue Pasarse una semana encerrada en el laboratovin, veuio bien, 2ormir ni lo demas. Es presumida. Le puctg toil bien. Yo me doy cuenta de los cambios en ia taste sélo por los modelitos que estrena Citlalt Santa Flora Tristan! ¢Sera para siempre? Ya anuncié: poacePto mas ropa india de regalo. Mariana es mie ec. Pass nas tradicional, con sus pantalones de pane lusitas y sus Suéteres de colores. Parece estudiante de alguna universidad inglesa, Ella misma parece inglesa, con su melena castafia, sus ojos aceitunados, sus rasgos europeos. |Y tan timida! Queda perfecta en su cubiculo del Colmex. El tipo de Citlali es mas mexicare, aunque, Ia neta, no tanto. Por lo menos tiene pelo y clog nee. Hie ise ES eae: Jalen Lupe Y no Jacqueline o Jessica. jHorror! Nocete res del pinche halloween, Tas tres hemos formado una familia y hemos hecho Ge nuestro espacio un templo. Le hablamos, le prenhe rrogincienso, le ponemos musica, le compramos flees feo lenamos constantemente de buena chergis deni, rope risas. Ademés, contamos con un vetiladero ae sel llamado precisamente Angelita-- que vicce seog oe 24 6 ro ces a la semana y deja su porcion de amor en est 7 la. Cada invitado exclama_ a Ceilnd casa! iEs como un balsamo!” Nosotras nos mi Famos cémplic ientes, llenitas de esa heri cémplices, sonrientes lentas de esa hermand) Gue rece Seda dia mis entre Mariana, citi yo 25 1a vida es una ensalada agridulce Quién lo Quien aifera, Espero a Claudia, Pese a todos mis a lavas decercbr ag eso. prom secant conell imi des Gee de destino, que ni aaa ee lamé por teléfono y amuncié: — Te voy a secuestrar. E1 inte vise ar. En veinte minutos inde BS, Y no mie dio tiempo ni de ensatlo mide de fitle gue no, Ademés, no ibaa decinie que no, Pat = Bape de ise. Hablamos comido juntas y ella se despi eee a ntrarse con una mujer vic : ‘Mientras comisinos hablamos de su matrinon orden Eramorne i Case matin den ificil que es vivir y de lo hetmoce gen St se pone a veces la vida, ne vida, pese a to spi optimist, acelerada como siempre, Peat COMER, Tres horas después, una Patricia distinta tocé a mi d una Patricia disti 166 ami puerta. Cubierta de lan ee naye waar de Hlanto, temblorosa, en cuanto abri —iLupe, no puedo mas! La apreté, le acaricié el . ey " i! sens eu mineral Ella foe ieee rc ‘uando: i's on go ono, Mando erees que ya oiste el peor caso, lle Se tapaba la cara mas se le colaban enti os. Yo seguia acarici: jillas, la oprimia m: dolor. Nos sentamos horas habiamos tom Se llama Marta, tie a leet manos mientras las lagri- tre los dedos y le mojaban los bra. clandole la cabeza, le secaba las me- ds fuerte como para absorber st nel mismo sofé donde hacia unas asell ad anaes carcajadas, ato: Gompafieros de su trabajo y otra amiga mas: Facreses nun departamenio de la colonia Roma, de 26 esos antiguos que tienen la sala y el comedor adelante, tun pasillo muy largo y las recémaras hasta el final. En In flesta habia otras parejas. Algunas bailaban. Todos tomaban cubas. Al rato de haber Iegado, el acompafiante de Marta insistié en bailar, empezd a pegar su cuerpo Ql de Marta, a tratar de meterle un muslo entre los su- Jos, a bajar las manos més alld de la espalda, a pegar Su aliento contra el odo de ella. Creo que es mejor que nos sentemo: un poco nerviosa, Nombre, vamos a bailar otro poquito! “Mejor vémonos, ya es muy tarde. —Muy bien, como prefieras. —Voy por mi abrigo y mi bolsa -Te acompano. Caminaron por el pasillo hasta la tiltima recémara. Fi miré hacia donde estaba su amigo y le hizo una sefia {que Marta no entendio en ese momento. Al entrar en la Bieza, él cerré la puerta, y antes que ella hubiera toma- fio su abrigo y su bolsa, la empujé sobre la cama y se Je eché encima. “pero, zqué haces? Déjame, ya me quiero ir TY ‘ti gue dijiste, a este pendejo ya me le escapé,

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