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EL ORIGEN DEL ODIO Neon tile DOO te Gee a Rc saeco De ce nee Reet a ea Dew mcnL uk cnn De ee Ce ee ee lactor determinante en el desarrollo de un eardcter viotento, Todos los eriminales fueron golpeados en su infancia y no ence CO ack a Be) a eee tue eet ne a one een ee Taner he i heirs eel COE Mn Rn er iv BO ee ero ct Geer tater ier ero Tee ee ee MO ee ee ee De Neuere ee eae nes Pee nn ute ares ANIC ARO FUL KC Is MUSLI ous Avice MILLER El origen del odio “Traduccién de Carlos Fortea La mayoria de las personas nacen en el seno de una fa- ‘milia y ésta imprime en ellas unas marcas determinants. “Aunque de évenes eritiquemosa nuestros padres o incluso rompamos con ellos, no podemos evitar la influencia que, enmayor 0 menor medida, ejercen sobre nosotros esas pri- ‘meras marcas. Y adquirimos conciencia de ello, a més tar- dar, cuando tenemos nuestros propios hijos. Mucha gente no se preocupa de eso. Se limita a repe- tircon sus hijos lo que ha vivido, pues considera que es lo adecuado. Sin embargo, algunas personas sufren al des- cubrir un dia con asombro que precisamente en la rela- cién con sus hijos o con su pareja es donde mis les falta a libertad interior que tanto habian anhelado desde su ju- venvud. Tal vez entonces experimenten la sensacién de encontrarse en un callején sin salida. De nifios no tenfan eleceién, No les quedaba mis remedio que someterseasu entorno y a la influencia de éste, y de adultos 1 menudo ignoran que existen alternativas. Por mucho que nuestro origen, nuestra herencia y nuestra educacién nos marquen, para bieny para mal, de adultos podemos reconocer poco a poco esa marca, y no tendremos por qué actuar como autématas, Cuanto mas conscientes seamos de ella, més facil nos resultaré eludir so Las vias que conducen aesa liberacién son muy diversas, tanto como los diferentes destinos humanos. Algunos de esos destinos son los que nos cuentan las siguientes his- torias. Entre otras cosas, estos relatos pretenden mostrar que las huellas de la infancia no sélo nos acompafian en las fa- milias que fundamos al aleanzar la edad adulta, sino que también se manifiestan en el entramado social, En las re- flexiones finales expongo la cuestién de si es posible aprender, y de qué forma, a entender mejor el origen del odio. El modo en que el adulto integra en su vida la historia desu infancia varia de persona a persona. Sin embargo, con independencia de la decisién que adopte cada indivi- duo al respecto, la sensibilizacién que hoy se manifiesta en muchos eireulos hacia los dafios sufridos en Ia infan- cia constituye un beneficio para la sociedad. Los malos tratos alos nifios siempre se han producido, y siguen es- tando muy extendidos hoy en dia. Pero sélo ahora las vic~ timas empiezan a tomar conciencia de lo que les ha ocu- rrido y comienzan a hablar con otras personas sobre las consecuencias. Cuestiones que hasta ahora apenas se ha- bian abordado se convierten hoy en tema de conversa- siGn, lo cual abre a mucha gente nuevas perspectivas y la posibilidad de vivir una existencia més plena. Esto es algo que uve ocasiéa de comprobar hace po- co, mientras lefa un libro* en el que catorce padres conde- rnados por abuso sexual, que en la cércel habfan partici- paclo en una terapia de grupo bien estructurada, cuentan * David, Gilles (ed: J'ai commis Pinceste, Edition del! Hom- me, 1995, ‘su historia, Resulta alentador ver con qué rapide ha cambiado la forma de pensar de estos hombres cuando, por vez primera, han podido hablar de su angustia y se han sentido comprendidos y aceptados. Como cabria es- pera todas esas historias reflejan graves privaciones en Ja infancia que se enmascararon con la explotacién sexual ‘como sustitutivo de la falta de amor. Lo que califico de alentador es a transformacién que experimentan estos hombres por el mero hecho de parti- cipar en las conversaciones de la terapia. Todos ellos ha- bian vivido treinta, cuarenta, cincuenta afios sin haber te- nido nunca Ia oportunidad de cuestionarse o incluso reconocer como injusto lo que les habfa tocado suftir en su infancia. Asf, con toda naturalidad, habfan infligido a sus hijos ¢l mismo dafio que se les habia hecho a ellos. No conseguirian liberarse de esa presién mientras no tuvie- ran claras las razones. Hoy pueden hacerlo y estan di puestos a asumir su responsabilidad, porque ya no con- templan ese destino infantil como algo dado, sino que son ‘capaces de reconocer su injusticia y empiezan por tantoa aprender alamentarlo, Esa evolucién hacia la capacidad critica no los ha lle- vado a la autocompasién; al contrario, basindose en su propio dolor han aprendido a identificarse con sus hijos ¥ areconocer que los han perjudicado para el resto de su vida. Intentan subsanar en lo posible esos dafios, aunque saben que muchos serin irreversibles. Desde luego, sdlo algunos de esos hombres han logrado ya salir del callején sin salida; otros atin no lo han conseguido. Las historias narradas en este libro describen casos reales. Los nombres los he inventade libremente para proteger el anonimato de los protagonistas. En las des- cripciones de sus destinos y de su entorno opté por limi- —9— aspectos externos, para relaciones personales, ‘No hay una receta que explique eémo se pone una vi= da enorden. Nuestros objetivosy las posibilidades de que éstos se cumplan varfan de persona a persona. Aunque en Ia infancia no siempre nos fuera posible desarrollar todo nuestro potencial, aunque puedan acompafianos las hue- Mas de antiguos miedos, inseguridades y privaciones, hay muchas cosas que podemios mejorar, porque nuestra con- siencia de ellas se ha incrementado. Y esto es asi también Bracias al encuentro con personas sensibles que tuvieron la suerte decrecer rodeadas deamor y respeto, de vivir sin tabas en su infancia el placer y la alegria, personas que Pudieron luego Ilevar una vida més fil y feliz. Entre esas personas, en mis historias figuran quizésen especial Daniel, Michelle, Margot, Luise e incluso Glo- ria, Ellas saben escuchar, participar de la suerte del otro, Son abiertas, tienen ganas de entender y, por lo general, se hallan expuestas a menos confusiones que algunos de sus interlocutores. Como de nifios ellos mismos experi- mentaron mucho amor, se las arreglan mejor con sus-vi- das que quienes se alimentaron de ilusiones y tuvieron después que luchar para encontrar su verdad, como por ejemplo Claudia, Sandra, Anika, Helga o Lilla. El estilo narrativo y asociativo de este libro no debe- ria inducir a error sobre el hecho de que mi intencién va més alld de las meras cucstiones referidas a los destinos individuales y conduce a cuestiones de tipo general, so- bre todo la pregunta: «Cémo se reflejan las primeras experiencias del sufrimiento y el earifioa lo largo dela vi- da de la persona y en su convivencia con los demas?» Ya hay investigaciones referidas a cuestiones parciales que incluirfan la respuesta 2 esa pregunta, como por ejemplo = eorina, [a ygraffas de tiranos, estadisticas de a in embargo, que yo sepa no se ha reali- hhasta la fecha ningsin estudio que analice los datos istentes desde el punto de vista de las vivencias infanti- les de la persona que acta, Tales investigaciones son las que desearia suscitar con mis historias y mis reflexiones. 1 Claudia y Daniel: treinta afios después En los afios sesenta, Claudia y Daniel estudiaron jun- tos en Berkeley y se enamoraron. Entre los estudiantes, Claudia pasaba por ser sensible, pero claramente distan- te. Cuando Daniel la abrazaba, advertia en ella calor y disponibilidad a la entrega, pero también desconfianza, “una especie de temerosa contencién, Elcrefa notar un an- sia de proximidad y sinceridad, pero al mismo tiempo un mareado miedo, como si Claudia tuviera que protegerse de algo que él desconocia. Un dia Claudia anuncié a Da- niel que iba a casarse con Max. :Max? Daniel no podia imaginar dos personas mds alejadas espiritualmente que Claudia y Max. ‘También Daniel se casé mas adelante. Tuvo un matri- monio desgraciado. Pero después de divorciarse conocié a Monika, con la que construyé la clase de relacién que siempre habia deseado. Y hace poco, en un congreso que se celebraba en San Diego (entre tanto ambos se han convertido en psicote- rapeutas), Claudia y Daniel volvieron a encontrarse, No han mantenido contacto alguno desde hace treinta afios. Ahora se alegran de volver a verse. Daniel no ha cambia- 15 do mucho; Claudia, la timida estudiante de Berkeley, se ha convertido en una mujer madura, Los dos siguen ex- Perimentando la antigua atraccién mutua. Se euentan si vida en pocas palabras, Claudia también se ha divorciado, después de un ma- ‘trimonio bastante largo que ha dado tres hijas como fru- to. Hoy, después de varios tratamientos en los que poco poco ha aprendido a entender sus miedos, se siente cé« ‘moda consigo misma y vive una nueva relaci6n de parcja con Mark. Sabes —dice Daniel, nunca entendi por qué te habias casado precisamente con Max. Y cuando alo lar- 80 de estos treinta afios pensaba en ti, me decfa que qui- 24 lo que buscabas era casarte con un hombre al que no amases, y que te fuera tan ajeno que no pudiera herirte. Probablemente la explicaci6n se encuentre en tu infan- cia. Pero gte aeuerdas?, en Berkeley nunca hablabamos de esos temas. Ahora quisiera saber més sobre ti, sobre tu infancia y tu matrimonio con Max; al fin y al cabo yo leconocia. —Me alegro de que me hagas esa pregunta —respon- de Claudia con espontaneidad—. Entonees yo te amaba de veras, y hace mucho que sofiaba con contartelo todo. Pero es una larga historia. Si quieres, te la escribiré. Dos semanas después, Daniel recibe una extensa carta Querido Daniel: Estimulada por tu pregunta, intento ahora —una vez mis—hacer balance de mi matrimonio. Estoy sentada en mi adorado jardin y por eso confio en ser capaz de dige- rir esos recuerdos. Mirando atrés, veo mi matrimonio co- ‘moun interminable y vano esfuerzo. Heintentado una y —— ie eae eerearme a un que , durante nuestro matrimonio jamas me fue infiel, ja- me pegé, y quese ocupé del bienestar econdmico de ‘vfamili pero que pornadadel mundo soportaba lapro- ximidad conmigo o con cualquier otra mujer. Seguardaba ura sf su pasado y sus sentimientos... atin mas que yo. ro detrds de la fachada yo creia advertir un ansia de calor, y esperaba poder satisfacerla algdn dia. Poresoconsideraba que mi misién—casi una tarea «a "tiempo completo»— era romper los muros que levanta- bami marido y abrirme paso hasta el nticleo de su perso- ‘nalidad para comunicarme con él. Pero fue una empresa -dlesesperada: Max no tenia intencién de abrirse, slo que- ria «que lo dejaran en paz», como él decia. Era el tipico «trabajador intelectual», y le bastaba con comunicarse "conmigo en un plano convencional. Su vida sentimental _s6lo se expresaba a través del sexo y en estallidos de ira; todo lo demas le parecia sospechoso, ajeno y arriesgado, 'y se burlaba de ello. Supuse que probablemente una in- - fancia trigiea fuera la responsable de aquella reserva. Lo deducia de unas pocas observaciones. Durante largo tiempo no supe los detalles. Llevaba en mi cartera una foto de cuando él tenfa tres afios. La miraba siempre que me habfa hecho daiio. No querfa guardarle rencor; siempre estaba dispuesta a en= tender, porque sentia compasién por ese nifio de expre- sin interrogante y rostro amable, Me bastaba mirar la foto para olvidar mis sentimientos, dejar de estar triste 0 furiosa y perdonarselo todo al adulto. En ilkima instan- cia, a quien perjudicaba con eso era a mi misma. Cuanto més unida me sentia al nifio que habia en él, més me per- dia de vista a mf misma y ami situacién, y atin més mar- eado se volvia su rechazo. Ei no queria conceder vida al- == {guna a ese nifio, no queria sentirlo por nada del mundo, Probablemente consideraba amenazadores mis intentos de aproximacién, porque el muro que lo rodeaba se fue haciendo cada vez mis alto. Dicen que los polos opuestos se atraen. ;Me casé con Max por eso? Sin duda, creo que la contradiccién era me- nos visible cuando nos conocimos. Entonees yo también tenia miedo a mis sentimientos y me ocultaba de mi mis- ma. Pero incluso en las discusiones de corte intelectual éramos incapaces de comunicarnos. Eramos como dos planetas distintos, En una relacién de pareja, la esperanza de unién se ve alimentada por una serie de intimidades, como el sexo,|os hijos, una casa propia o viajes en comtin. Pero cuando to- do eso sélo sirve para ocultar la verdadera realidad, al fi- nal el abismo se abre, implacable: enfermedades, opera- ciones innecesarias y cosas por el estilo. Asi ocurrié al menos en mi¢aso, ‘Tuve que pasar por mucho, antes de confesarme a mi misma que queriael divorcio. Max se opuso,afirmé queno podria vivir sin mi, Eso me llevé al borde del derrumba- miento, porque ref sus palabras y me sentfa responsable de su vida, Por otra parte, noestaba dispuesta apagar por ello con Ja mia. Sin embargo, poco después del divorcio. Max encontré otra mujer, con la que parecia entenderse bien. Eso tranguiliz6 al fin miconciencia. Por suerte hay mujeres con necesidades completamente distintas de las mias, hacia las que Max quiz podia sentir menos rechazo. Tal vez con ella pudo desarrollar sus aspectos positives y hacer realidad $4 ideal de un hogar burgués sin «problemas graves». Al principio yo intenté darle ese hogar, negando cada ‘vez mismi propia identidad. Yo habia experimentado tem- Pranamente esa especie de sobrecarga psiquica, y durante — 19 0 tiempo ful incapaz de oponer resistencia. Siempre = Senn paies siempre me pedfan utili- nbeneticio de sus propios intereses. Mi padre era aleo- " en ocasiones seductor y en otras, derepente, coléri- ‘madre tenfa cancer y fue ingresada en un hospital en casiones. Yo acudiaa visitarla en compaiia de mi Naturalmente mis padres me daban pena por lo des- dos que eran, y estaba dispuesta a hacer cualquier co- jporayudarlos. Pero como nia, estaba desvalida paraha- jo. Esa combinacién de extremo desamparo y excesiva Alser hija tinica me sentia sola, buscaba con desespe- ‘contacto con mis padres y estaba dispuesta a hacer jue me pidieran con tal de obtener su aprobaci6n. Fue 1 vano. Habfa momentos en los que eran tiernos con- nigo, pero luego, sin motivo aparente amis ojes, mi pa- yo nunca acabé de entender del todo, pero de la que me _sentia culpable. | Yo hacia lo que podia por no sentir nada: ni rencor ni pena ni rabia. Sélo recuerdo el sentimiento de nostalgia, ‘Sealzabaen mia veces cuando ofa pitar la locomotor del "tren. Era una mezela de profunda tristeza y deseo de huir, denoestar expuesta aa continuaexigencia yalasoledad. -Sofiaba con paises lejanos, donde las personas intercam- biaban palabras amables y yo podia confiar en alguien. Entonces me enamoré de ti, Me sentfa libre de res- ponsabilidad por lo que te pasara, eras tan diferente a mis "padres, podiamos hablar juntos de tantas cosas. Lo que aa, siempre busqué parecia estar muy cercas me habrfa en= cantado quedarme contigo, Pero no me fiaba de misuer te, no estaba acostumbrada, temia defraudarte, que me abandonaras. Asi que combati en toda regla mis buenos sentimientos hacia ti, el deseo de ‘quedarme a tu lado, pa~ ranovolverasufrie como en milinfancia, Emtonces yono eonocia otra cosa. No sabia que aquello no tenia por qué volver a repetirse, de forma que segui atormentindome, Sinduda mi decision de casarme con Max fue un enig- ma para ti, porque él encarnaba todo lo que en realidad Yo no queria: era reservado, estereotipado, sélo tenfa intereses intelectuales y cra absolutamente convencio- nal. Lo sabia todo, menos escuchar. En aquella época, en Berkeley, yo atin no veia claro todo esto, y apenas habia sabido ponerle nombre, Pero sé que lo sentia. Enton- ces, por qué me casé con un hombre asi? Yo pensaba: « Quiza sea terco, pero eso le hace fuerte, nunca empezara a beber, pase lo que pase, y en consc- ‘cuencia nunea me abandonaré.e Esa idea, aunque fuera absolutamente irreal, medaba seguridad. La inestabilidad de mi padre siempre me habia produeido miedo, En cuanto algo le inquietaba echaba mano la botella. Se re- fagiabaenla embriaguez y sevolviainaleanzable para mi. Jamés dio una explicacién, cualquier informacién que me hubiera ayudado a comprenderle. A menudo, bajo la influencia desinhibidora del alco- hol mi padre montaba en célera, y yo me devanaba los sesos pregunténdome con qué habta desencadenado ¢u ira. Siempre que mi madre estaba ingresada, me quedaba sola con él y sufrfa su inestabilidad. Por eso buscaba un hombre «estable>, Sin embargo, ti me mostrabas tus sen- timientos, tu vulnerabilidad, y yo temia mi amor por ti tenia miedo de precipitarme al mismo abismo en el que 29 el amor por mipadre."Temia que algin ja no podria alcanzarte tampoco ati, " ene encontrado en Max la contrafigura de mi ire: una roca, con la que sin duda uno puede herirse rian en casa de mis padres. Max no bebia, siempre es tha sobrio, pero se retiraba y se me negaba de otra ma- 1 que resultaba aiin més efectiva que el alcohol: con da desu intelecto habia levantado unos muros tan s6- dos alrededor de sus sentimientos que cra imposible es- ‘tablecer una auténtica comunicacién con él. Todo lo que enia que ofrecerme eran reproches, acusaciones y en el mejor de los casos observaciones irdnicas. Una forma ormal de amabilidad, que no estuviera trufada de sar- “casmo, era algo impensable en él. Ast que plan ra cular permaneef sumida en la isma soledad que en casa de mis padres, aunque eso era tiltimo que yo deseaba en el mundo. Visto desde fuera, “tiene que sonar absurdo que buscara precisamente en Max algo que él cra el menos indicado para darme: una “comunicacién abierta y edlida, Fui incansable en mis es- -fuerzos por abrirme paso hasta él. No. queria abandonar “laesperanza. Mas bien dudaba de que semejante inter- ‘cambio conmigo fuera ni siquiera posible, porque jamas lo habia experimentado de nifia. - Sélo done de muchos afios he comprendido que de "adulta tengo eleccién y no hay motivo para sacrficarme, "que no tengo que esperar que cambie alguien que no se ha -cuestionado jamds sus opiniones, Hoy disfruto de la posi- bilidad de expresar abiertamente mis ideas ante otras perso- “nasycomo mi esposo Marky algunos buenos amigas. Por desgracia, la historia de mi tragico matrimonio no —A— terminé con el divorcio, Se prolongé en mi relacién con mi hija mayor, eon la que caia una y otra vez en el viejo modelo de mi infancia: sobrecarga, sentimiento de culpa y desvalimiento, Por suerte, logré establecer unas relaciones cordiales con mis dos hijas menores, con las que me siento relativamente libre de ese modelo, ¥ ¢o- nnozco muchos ejemplos en los que fue posible mantener muy buenos contactos a pesar del divorcio. erode Carlame separaba un abismo queno pude su- perar a pesar de mi empetio. Yo lo atribuyo, sobre todo, a las vivencias reprimidas de mi infancia, que durante el nacimiento de Carla y poco después medeminaban bajo la forma de miedos solapados. No cabe sorprenderse de gue esto pesara desde el principio en nuestra relacidn. Creo quella profunda inseguridad inicial de Carla se man- tuvo hasta que alcanzé la edad adulta. A esto se afadia el hecho de que, de mis tres hijas, fuera ella la que més sufrié con la ruina de nuestro matrimonio. Su destino empez6, como tantas veces ocurre, antes de su nacimien- to, cuando quise ver en ese bebé la salvaci6n de la falta de referentes que presidia mi matrimonio, z¥ qué recién na~ cido estéen condiciones derespander atales expectativas? Cuando esperaba a Carla acudtaun curso para embara- zadas en el queaprendiamosa ponerlos pafialesy alimentar alos bebés. Esa preparacién me permiti6 establecer una es- pecie de didlogo con el bebé, aunque fuera silencioso. A menudo ibaa pie a local donde se impartial curso, sumi= daenlaconversaeién con mi hija, Dé estemodo lograbacs- capar dela opresién que en casa me acompaflaba de forma asi continua, Hoy puedo decir que sin duda me alegré de su nacimiento, pero igual que sealegra un preso de a libe- racién, de la que espera que haga realidad su ansia de con- tactocon cl exterior, Nome alegréde lallegada del bebéco- —2 mujer dispuesta a recibirun hijo y atender sus ne- idlaces, Yo estaba hambrienta de amor, pero en ningiin madura ni lo bastante plena como para ofrecer a nadie je cmo actuar con un recién nacido. Sencillamente, en el personal médico del hospital y acepté todo aquello como una chica buena y bien educada que no quie~ re crear dificultades. Sélo mi cuerpo intentaba hablar, pero ‘por desgracia lo hacia ya con el lenguaje de los sintomas, jue volvian a dejarme en manos del personal clinico. “Sufri muy pronto de exeesiva produccién de leche, icompafiada de una mastitis. Me trataron con alcanfor y jtié al poco tiempo. Pero desde entonces el bebé se «5 amamas, y gritaba y lloraba con frecuencia, Hoy se be que el aleanfor permite frenar la produccién de le- s, lo cual hace que la infeccién desaparezca con mis ra- Jez; pero también se sabe que después la lactancia es jivida por el bebé y la madre eomo una experiencia ne- “gativa, e incluso se vuelve imposible. De ahi que en casos yano se administre aleanfor. Hoy en dia, también se ne mucho mas euidado que antes en la administracin de este producto para otros fines. En realidad, no hace mucho que entendi lo que habia. ocurrido en el hospital veintiocho afios atras. Esto suce- parto y atrasladar a este mundo la confianza natural que ;compafia la vida intrauterina, En francés, este reconoci- * Frangoise Dolto: Solitude, Vertiges du Nord, 1985. —2— miento seexpresacon la palabra reconnaissance, que tam- bign significa