EL ORIGEN DEL ODIO
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lactor determinante en el desarrollo de un eardcter viotento,
Todos los eriminales fueron golpeados en su infancia y no ence
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El origen del odio
“Traduccién de Carlos ForteaLa mayoria de las personas nacen en el seno de una fa-
‘milia y ésta imprime en ellas unas marcas determinants.
“Aunque de évenes eritiquemosa nuestros padres o incluso
rompamos con ellos, no podemos evitar la influencia que,
enmayor 0 menor medida, ejercen sobre nosotros esas pri-
‘meras marcas. Y adquirimos conciencia de ello, a més tar-
dar, cuando tenemos nuestros propios hijos.
Mucha gente no se preocupa de eso. Se limita a repe-
tircon sus hijos lo que ha vivido, pues considera que es lo
adecuado. Sin embargo, algunas personas sufren al des-
cubrir un dia con asombro que precisamente en la rela-
cién con sus hijos o con su pareja es donde mis les falta
a libertad interior que tanto habian anhelado desde su ju-
venvud. Tal vez entonces experimenten la sensacién de
encontrarse en un callején sin salida. De nifios no tenfan
eleceién, No les quedaba mis remedio que someterseasu
entorno y a la influencia de éste, y de adultos 1 menudo
ignoran que existen alternativas.
Por mucho que nuestro origen, nuestra herencia y
nuestra educacién nos marquen, para bieny para mal, de
adultos podemos reconocer poco a poco esa marca, y no
tendremos por qué actuar como autématas, Cuanto mas
conscientes seamos de ella, més facil nos resultaré eludir
soLas vias que conducen aesa liberacién son muy diversas,
tanto como los diferentes destinos humanos. Algunos de
esos destinos son los que nos cuentan las siguientes his-
torias.
Entre otras cosas, estos relatos pretenden mostrar que
las huellas de la infancia no sélo nos acompafian en las fa-
milias que fundamos al aleanzar la edad adulta, sino que
también se manifiestan en el entramado social, En las re-
flexiones finales expongo la cuestién de si es posible
aprender, y de qué forma, a entender mejor el origen del
odio.
El modo en que el adulto integra en su vida la historia
desu infancia varia de persona a persona. Sin embargo,
con independencia de la decisién que adopte cada indivi-
duo al respecto, la sensibilizacién que hoy se manifiesta
en muchos eireulos hacia los dafios sufridos en Ia infan-
cia constituye un beneficio para la sociedad. Los malos
tratos alos nifios siempre se han producido, y siguen es-
tando muy extendidos hoy en dia. Pero sélo ahora las vic~
timas empiezan a tomar conciencia de lo que les ha ocu-
rrido y comienzan a hablar con otras personas sobre las
consecuencias. Cuestiones que hasta ahora apenas se ha-
bian abordado se convierten hoy en tema de conversa-
siGn, lo cual abre a mucha gente nuevas perspectivas y la
posibilidad de vivir una existencia més plena.
Esto es algo que uve ocasiéa de comprobar hace po-
co, mientras lefa un libro* en el que catorce padres conde-
rnados por abuso sexual, que en la cércel habfan partici-
paclo en una terapia de grupo bien estructurada, cuentan
* David, Gilles (ed: J'ai commis Pinceste, Edition del! Hom-
me, 1995,
‘su historia, Resulta alentador ver con qué rapide ha
cambiado la forma de pensar de estos hombres cuando,
por vez primera, han podido hablar de su angustia y se
han sentido comprendidos y aceptados. Como cabria es-
pera todas esas historias reflejan graves privaciones en
Ja infancia que se enmascararon con la explotacién sexual
‘como sustitutivo de la falta de amor.
Lo que califico de alentador es a transformacién que
experimentan estos hombres por el mero hecho de parti-
cipar en las conversaciones de la terapia. Todos ellos ha-
bian vivido treinta, cuarenta, cincuenta afios sin haber te-
nido nunca Ia oportunidad de cuestionarse o incluso
reconocer como injusto lo que les habfa tocado suftir en
su infancia. Asf, con toda naturalidad, habfan infligido a
sus hijos ¢l mismo dafio que se les habia hecho a ellos. No
conseguirian liberarse de esa presién mientras no tuvie-
ran claras las razones. Hoy pueden hacerlo y estan di
puestos a asumir su responsabilidad, porque ya no con-
templan ese destino infantil como algo dado, sino que son
‘capaces de reconocer su injusticia y empiezan por tantoa
aprender alamentarlo,
Esa evolucién hacia la capacidad critica no los ha lle-
vado a la autocompasién; al contrario, basindose en su
propio dolor han aprendido a identificarse con sus hijos
¥ areconocer que los han perjudicado para el resto de su
vida. Intentan subsanar en lo posible esos dafios, aunque
saben que muchos serin irreversibles. Desde luego, sdlo
algunos de esos hombres han logrado ya salir del callején
sin salida; otros atin no lo han conseguido.
Las historias narradas en este libro describen casos
reales. Los nombres los he inventade libremente para
proteger el anonimato de los protagonistas. En las des-
cripciones de sus destinos y de su entorno opté por limi-
—9—aspectos externos, para
relaciones personales,
‘No hay una receta que explique eémo se pone una vi=
da enorden. Nuestros objetivosy las posibilidades de que
éstos se cumplan varfan de persona a persona. Aunque en
Ia infancia no siempre nos fuera posible desarrollar todo
nuestro potencial, aunque puedan acompafianos las hue-
Mas de antiguos miedos, inseguridades y privaciones, hay
muchas cosas que podemios mejorar, porque nuestra con-
siencia de ellas se ha incrementado. Y esto es asi también
Bracias al encuentro con personas sensibles que tuvieron
la suerte decrecer rodeadas deamor y respeto, de vivir sin
tabas en su infancia el placer y la alegria, personas que
Pudieron luego Ilevar una vida més fil y feliz.
Entre esas personas, en mis historias figuran quizésen
especial Daniel, Michelle, Margot, Luise e incluso Glo-
ria, Ellas saben escuchar, participar de la suerte del otro,
Son abiertas, tienen ganas de entender y, por lo general,
se hallan expuestas a menos confusiones que algunos de
sus interlocutores. Como de nifios ellos mismos experi-
mentaron mucho amor, se las arreglan mejor con sus-vi-
das que quienes se alimentaron de ilusiones y tuvieron
después que luchar para encontrar su verdad, como por
ejemplo Claudia, Sandra, Anika, Helga o Lilla.
El estilo narrativo y asociativo de este libro no debe-
ria inducir a error sobre el hecho de que mi intencién va
més alld de las meras cucstiones referidas a los destinos
individuales y conduce a cuestiones de tipo general, so-
bre todo la pregunta: «Cémo se reflejan las primeras
experiencias del sufrimiento y el earifioa lo largo dela vi-
da de la persona y en su convivencia con los demas?» Ya
hay investigaciones referidas a cuestiones parciales que
incluirfan la respuesta 2 esa pregunta, como por ejemplo
=
eorina, [a
ygraffas de tiranos, estadisticas de
a in embargo, que yo sepa no se ha reali-
hhasta la fecha ningsin estudio que analice los datos
istentes desde el punto de vista de las vivencias infanti-
les de la persona que acta, Tales investigaciones son las
que desearia suscitar con mis historias y mis reflexiones.1
Claudia y Daniel: treinta afios después
En los afios sesenta, Claudia y Daniel estudiaron jun-
tos en Berkeley y se enamoraron. Entre los estudiantes,
Claudia pasaba por ser sensible, pero claramente distan-
te. Cuando Daniel la abrazaba, advertia en ella calor y
disponibilidad a la entrega, pero también desconfianza,
“una especie de temerosa contencién, Elcrefa notar un an-
sia de proximidad y sinceridad, pero al mismo tiempo un
mareado miedo, como si Claudia tuviera que protegerse
de algo que él desconocia. Un dia Claudia anuncié a Da-
niel que iba a casarse con Max. :Max? Daniel no podia
imaginar dos personas mds alejadas espiritualmente que
Claudia y Max.
‘También Daniel se casé mas adelante. Tuvo un matri-
monio desgraciado. Pero después de divorciarse conocié
a Monika, con la que construyé la clase de relacién que
siempre habia deseado.
Y hace poco, en un congreso que se celebraba en San
Diego (entre tanto ambos se han convertido en psicote-
rapeutas), Claudia y Daniel volvieron a encontrarse, No
han mantenido contacto alguno desde hace treinta afios.
Ahora se alegran de volver a verse. Daniel no ha cambia-
15do mucho; Claudia, la timida estudiante de Berkeley, se
ha convertido en una mujer madura, Los dos siguen ex-
Perimentando la antigua atraccién mutua. Se euentan si
vida en pocas palabras,
Claudia también se ha divorciado, después de un ma-
‘trimonio bastante largo que ha dado tres hijas como fru-
to. Hoy, después de varios tratamientos en los que poco
poco ha aprendido a entender sus miedos, se siente cé«
‘moda consigo misma y vive una nueva relaci6n de parcja
con Mark.
Sabes —dice Daniel, nunca entendi por qué te
habias casado precisamente con Max. Y cuando alo lar-
80 de estos treinta afios pensaba en ti, me decfa que qui-
24 lo que buscabas era casarte con un hombre al que no
amases, y que te fuera tan ajeno que no pudiera herirte.
Probablemente la explicaci6n se encuentre en tu infan-
cia. Pero gte aeuerdas?, en Berkeley nunca hablabamos
de esos temas. Ahora quisiera saber més sobre ti, sobre
tu infancia y tu matrimonio con Max; al fin y al cabo yo
leconocia.
—Me alegro de que me hagas esa pregunta —respon-
de Claudia con espontaneidad—. Entonees yo te amaba
de veras, y hace mucho que sofiaba con contartelo todo.
Pero es una larga historia. Si quieres, te la escribiré.
Dos semanas después, Daniel recibe una extensa carta
Querido Daniel:
Estimulada por tu pregunta, intento ahora —una vez
mis—hacer balance de mi matrimonio. Estoy sentada en
mi adorado jardin y por eso confio en ser capaz de dige-
rir esos recuerdos. Mirando atrés, veo mi matrimonio co-
‘moun interminable y vano esfuerzo. Heintentado una y
——
ie eae
eerearme a un que ,
durante nuestro matrimonio jamas me fue infiel, ja-
me pegé, y quese ocupé del bienestar econdmico de
‘vfamili pero que pornadadel mundo soportaba lapro-
ximidad conmigo o con cualquier otra mujer. Seguardaba
ura sf su pasado y sus sentimientos... atin mas que yo.
ro detrds de la fachada yo creia advertir un ansia de
calor, y esperaba poder satisfacerla algdn dia.
Poresoconsideraba que mi misién—casi una tarea «a
"tiempo completo»— era romper los muros que levanta-
bami marido y abrirme paso hasta el nticleo de su perso-
‘nalidad para comunicarme con él. Pero fue una empresa
-dlesesperada: Max no tenia intencién de abrirse, slo que-
ria «que lo dejaran en paz», como él decia. Era el tipico
«trabajador intelectual», y le bastaba con comunicarse
"conmigo en un plano convencional. Su vida sentimental
_s6lo se expresaba a través del sexo y en estallidos de ira;
todo lo demas le parecia sospechoso, ajeno y arriesgado,
'y se burlaba de ello. Supuse que probablemente una in-
- fancia trigiea fuera la responsable de aquella reserva. Lo
deducia de unas pocas observaciones. Durante largo
tiempo no supe los detalles.
Llevaba en mi cartera una foto de cuando él tenfa tres
afios. La miraba siempre que me habfa hecho daiio. No
querfa guardarle rencor; siempre estaba dispuesta a en=
tender, porque sentia compasién por ese nifio de expre-
sin interrogante y rostro amable, Me bastaba mirar la
foto para olvidar mis sentimientos, dejar de estar triste 0
furiosa y perdonarselo todo al adulto. En ilkima instan-
cia, a quien perjudicaba con eso era a mi misma. Cuanto
més unida me sentia al nifio que habia en él, més me per-
dia de vista a mf misma y ami situacién, y atin més mar-
eado se volvia su rechazo. Ei no queria conceder vida al-
=={guna a ese nifio, no queria sentirlo por nada del mundo,
Probablemente consideraba amenazadores mis intentos
de aproximacién, porque el muro que lo rodeaba se fue
haciendo cada vez mis alto.
Dicen que los polos opuestos se atraen. ;Me casé con
Max por eso? Sin duda, creo que la contradiccién era me-
nos visible cuando nos conocimos. Entonees yo también
tenia miedo a mis sentimientos y me ocultaba de mi mis-
ma. Pero incluso en las discusiones de corte intelectual
éramos incapaces de comunicarnos. Eramos como dos
planetas distintos,
En una relacién de pareja, la esperanza de unién se ve
alimentada por una serie de intimidades, como el sexo,|os
hijos, una casa propia o viajes en comtin. Pero cuando to-
do eso sélo sirve para ocultar la verdadera realidad, al fi-
nal el abismo se abre, implacable: enfermedades, opera-
ciones innecesarias y cosas por el estilo. Asi ocurrié al
menos en mi¢aso,
‘Tuve que pasar por mucho, antes de confesarme a mi
misma que queriael divorcio. Max se opuso,afirmé queno
podria vivir sin mi, Eso me llevé al borde del derrumba-
miento, porque ref sus palabras y me sentfa responsable de
su vida, Por otra parte, noestaba dispuesta apagar por ello
con Ja mia. Sin embargo, poco después del divorcio. Max
encontré otra mujer, con la que parecia entenderse bien.
Eso tranguiliz6 al fin miconciencia. Por suerte hay mujeres
con necesidades completamente distintas de las mias, hacia
las que Max quiz podia sentir menos rechazo. Tal vez con
ella pudo desarrollar sus aspectos positives y hacer realidad
$4 ideal de un hogar burgués sin «problemas graves».
Al principio yo intenté darle ese hogar, negando cada
‘vez mismi propia identidad. Yo habia experimentado tem-
Pranamente esa especie de sobrecarga psiquica, y durante
— 19
0 tiempo ful incapaz de oponer resistencia. Siempre
= Senn paies siempre me pedfan utili-
nbeneticio de sus propios intereses. Mi padre era aleo- "
en ocasiones seductor y en otras, derepente, coléri-
‘madre tenfa cancer y fue ingresada en un hospital en
casiones. Yo acudiaa visitarla en compaiia de mi
Naturalmente mis padres me daban pena por lo des-
dos que eran, y estaba dispuesta a hacer cualquier co-
jporayudarlos. Pero como nia, estaba desvalida paraha-
jo. Esa combinacién de extremo desamparo y excesiva
Alser hija tinica me sentia sola, buscaba con desespe-
‘contacto con mis padres y estaba dispuesta a hacer
jue me pidieran con tal de obtener su aprobaci6n. Fue
1 vano. Habfa momentos en los que eran tiernos con-
nigo, pero luego, sin motivo aparente amis ojes, mi pa-
yo nunca acabé de entender del todo, pero de la que me
_sentia culpable. |
Yo hacia lo que podia por no sentir nada: ni rencor ni
pena ni rabia. Sélo recuerdo el sentimiento de nostalgia,
‘Sealzabaen mia veces cuando ofa pitar la locomotor del
"tren. Era una mezela de profunda tristeza y deseo de huir,
denoestar expuesta aa continuaexigencia yalasoledad.
-Sofiaba con paises lejanos, donde las personas intercam-
biaban palabras amables y yo podia confiar en alguien.
Entonces me enamoré de ti, Me sentfa libre de res-
ponsabilidad por lo que te pasara, eras tan diferente a mis
"padres, podiamos hablar juntos de tantas cosas. Lo que
aa,siempre busqué parecia estar muy cercas me habrfa en=
cantado quedarme contigo, Pero no me fiaba de misuer
te, no estaba acostumbrada, temia defraudarte, que me
abandonaras. Asi que combati en toda regla mis buenos
sentimientos hacia ti, el deseo de ‘quedarme a tu lado, pa~
ranovolverasufrie como en milinfancia, Emtonces yono
eonocia otra cosa. No sabia que aquello no tenia por qué
volver a repetirse, de forma que segui atormentindome,
Sinduda mi decision de casarme con Max fue un enig-
ma para ti, porque él encarnaba todo lo que en realidad
Yo no queria: era reservado, estereotipado, sélo tenfa
intereses intelectuales y cra absolutamente convencio-
nal. Lo sabia todo, menos escuchar. En aquella época, en
Berkeley, yo atin no veia claro todo esto, y apenas habia
sabido ponerle nombre, Pero sé que lo sentia. Enton-
ces, por qué me casé con un hombre asi?
Yo pensaba: « Quiza sea terco, pero eso le hace fuerte,
nunca empezara a beber, pase lo que pase, y en consc-
‘cuencia nunea me abandonaré.e Esa idea, aunque fuera
absolutamente irreal, medaba seguridad. La inestabilidad
de mi padre siempre me habia produeido miedo, En
cuanto algo le inquietaba echaba mano la botella. Se re-
fagiabaenla embriaguez y sevolviainaleanzable para mi.
Jamés dio una explicacién, cualquier informacién que me
hubiera ayudado a comprenderle.
A menudo, bajo la influencia desinhibidora del alco-
hol mi padre montaba en célera, y yo me devanaba los
sesos pregunténdome con qué habta desencadenado ¢u
ira. Siempre que mi madre estaba ingresada, me quedaba
sola con él y sufrfa su inestabilidad. Por eso buscaba un
hombre «estable>, Sin embargo, ti me mostrabas tus sen-
timientos, tu vulnerabilidad, y yo temia mi amor por ti
tenia miedo de precipitarme al mismo abismo en el que
29
el amor por mipadre."Temia que algin
ja no podria alcanzarte tampoco ati, "
ene encontrado en Max la contrafigura de mi
ire: una roca, con la que sin duda uno puede herirse
rian en casa de mis padres. Max no bebia, siempre es
tha sobrio, pero se retiraba y se me negaba de otra ma-
1 que resultaba aiin més efectiva que el alcohol: con
da desu intelecto habia levantado unos muros tan s6-
dos alrededor de sus sentimientos que cra imposible es-
‘tablecer una auténtica comunicacién con él. Todo lo que
enia que ofrecerme eran reproches, acusaciones y en el
mejor de los casos observaciones irdnicas. Una forma
ormal de amabilidad, que no estuviera trufada de sar-
“casmo, era algo impensable en él.
Ast que plan ra cular permaneef sumida en la
isma soledad que en casa de mis padres, aunque eso era
tiltimo que yo deseaba en el mundo. Visto desde fuera,
“tiene que sonar absurdo que buscara precisamente en
Max algo que él cra el menos indicado para darme: una
“comunicacién abierta y edlida, Fui incansable en mis es-
-fuerzos por abrirme paso hasta él. No. queria abandonar
“laesperanza. Mas bien dudaba de que semejante inter-
‘cambio conmigo fuera ni siquiera posible, porque jamas
lo habia experimentado de nifia. -
Sélo done de muchos afios he comprendido que de
"adulta tengo eleccién y no hay motivo para sacrficarme,
"que no tengo que esperar que cambie alguien que no se ha
-cuestionado jamds sus opiniones, Hoy disfruto de la posi-
bilidad de expresar abiertamente mis ideas ante otras perso-
“nasycomo mi esposo Marky algunos buenos amigas.
Por desgracia, la historia de mi tragico matrimonio no
—A—terminé con el divorcio, Se prolongé en mi relacién con
mi hija mayor, eon la que caia una y otra vez en el
viejo modelo de mi infancia: sobrecarga, sentimiento de
culpa y desvalimiento, Por suerte, logré establecer unas
relaciones cordiales con mis dos hijas menores, con las
que me siento relativamente libre de ese modelo, ¥ ¢o-
nnozco muchos ejemplos en los que fue posible mantener
muy buenos contactos a pesar del divorcio.
erode Carlame separaba un abismo queno pude su-
perar a pesar de mi empetio. Yo lo atribuyo, sobre todo,
a las vivencias reprimidas de mi infancia, que durante el
nacimiento de Carla y poco después medeminaban bajo
la forma de miedos solapados. No cabe sorprenderse de
gue esto pesara desde el principio en nuestra relacidn.
Creo quella profunda inseguridad inicial de Carla se man-
tuvo hasta que alcanzé la edad adulta. A esto se afadia
el hecho de que, de mis tres hijas, fuera ella la que més
sufrié con la ruina de nuestro matrimonio. Su destino
empez6, como tantas veces ocurre, antes de su nacimien-
to, cuando quise ver en ese bebé la salvaci6n de la falta de
referentes que presidia mi matrimonio, z¥ qué recién na~
cido estéen condiciones derespander atales expectativas?
Cuando esperaba a Carla acudtaun curso para embara-
zadas en el queaprendiamosa ponerlos pafialesy alimentar
alos bebés. Esa preparacién me permiti6 establecer una es-
pecie de didlogo con el bebé, aunque fuera silencioso. A
menudo ibaa pie a local donde se impartial curso, sumi=
daenlaconversaeién con mi hija, Dé estemodo lograbacs-
capar dela opresién que en casa me acompaflaba de forma
asi continua, Hoy puedo decir que sin duda me alegré de
su nacimiento, pero igual que sealegra un preso de a libe-
racién, de la que espera que haga realidad su ansia de con-
tactocon cl exterior, Nome alegréde lallegada del bebéco-
—2
mujer dispuesta a recibirun hijo y atender sus ne-
idlaces, Yo estaba hambrienta de amor, pero en ningiin
madura ni lo bastante plena como para ofrecer a nadie
je cmo actuar con un recién nacido. Sencillamente,
en el personal médico del hospital y acepté todo
aquello como una chica buena y bien educada que no quie~
re crear dificultades. Sélo mi cuerpo intentaba hablar, pero
‘por desgracia lo hacia ya con el lenguaje de los sintomas,
jue volvian a dejarme en manos del personal clinico.
“Sufri muy pronto de exeesiva produccién de leche,
icompafiada de una mastitis. Me trataron con alcanfor y
jtié al poco tiempo. Pero desde entonces el bebé se
«5 amamas, y gritaba y lloraba con frecuencia, Hoy se
be que el aleanfor permite frenar la produccién de le-
s, lo cual hace que la infeccién desaparezca con mis ra-
Jez; pero también se sabe que después la lactancia es
jivida por el bebé y la madre eomo una experiencia ne-
“gativa, e incluso se vuelve imposible. De ahi que en casos
yano se administre aleanfor. Hoy en dia, también se
ne mucho mas euidado que antes en la administracin
de este producto para otros fines.
En realidad, no hace mucho que entendi lo que habia.
ocurrido en el hospital veintiocho afios atras. Esto suce-
parto y atrasladar a este mundo la confianza natural que
;compafia la vida intrauterina, En francés, este reconoci-
* Frangoise Dolto: Solitude, Vertiges du Nord, 1985.
—2—miento seexpresacon la palabra reconnaissance, que tam-
bign significa Yano he de temer que alguien pretenda volver adis-
frazar a realidad preguntando: “ ;Cémo sabes que él abu-
6 de ti? zCémo puedes estar tan segura si no eras mas
que un bebé? ;Puedes demostrarlo? No puedes acusar a
nadie sin pruebas.” Siempre he temido esas objeciones,
porque es cierto que los recuerdos pueden ser engafiosos.
Muchas victimas han retirado sus denuncias porque las
preguntas de los abogades las hacian sentirse inseguras y,
en ultima instancia, deseaban que toda esa pesadilla fue-
rasélo un producto de su imaginacién.
—Es grotesco —dijo Sam—que le debas precisamen-
tea tu padre el haberte ahorrado todo eso, Gracias a esta
conversacién, ahora te has librado de todas tus dudas.
‘Si, pero sobre todo te lo debo ati. Sin tu solidaridad.
jamas habia aleanzado la seguridad interior con la que he
procedido mientras hablaba con mi padre. Tomaste en se-
rio todo lo que te conté antes de que yo misma pudiera ha-
cerlo. Cuando estuve con mi padre, no me aparté ni-un se~
gunda de mi y demi historia. Debo esa actitud a que ahora
conozco toda la verdad. Es dolorosa, pero el dolor no es
comparable a la tortura que representa la interminable du-
da. En.una sociedad que ayuda a los delincuentesy silencia
a las victimas, semejante redencién de la duda resulta muy
liberadora, Es como sial fin pisara terreno firme
—Quizas incluso le hayas hecho tu padre un regalo,
aunque tus inteneiones no fueran, en primer término, al-
truistas. En contra de lo que pueda parecer, seguramente
le has proporcionado un gran alivio. Porque después de
haber visto todos esos reportajes de television tiene que
haberse hecho preguntas acerca de su conducta sexual pa-
racontigo, Si hubieras acudido.a él con la antigua ira, s6-
lo habrfa reaccionado con miedo y a la defensiva; se hu-
biera cerrado por completo. Por suerte lograste hablar
tranquilamente con él. Ha podido sentir que sufriste, pe-
ro también que has dejado atras el sufrimiento. Y ahora
también puedes entender que te causé dafio por confu-
sién c ignorancia, sin mala intencién.
»No has tratado de echar sobre un anciano la respon-
sabilidad de las decisiones erréness que has tomado en tu
vida, porque td misma has asumido la responsabilidad
que te corresponde. Tampoco te has hecho la generosa
que, supuestamente, podia perdonarlo todo. No has em-
pequetiecido ni embellecido nada. Aun asi, ha podido
sentir que le querias, que quizas atin le quieres. Tu amor
ha hecho posible la comprensién. Su hija, que ya no per-
mite muda y sumisa que abusen de ella, que ahora puede
mirarle con los ojos abiertos y sin engaitos, pero también
sin ira, que se atreve a hablar abiertamente y asile haayu-
dado a abrirse a él también.
—Eso es cierto. Todo esto no habria sido posible si me
hubiera propuesto perdonar y a la vez hubiera acudido
allicon un rencor reprimido einconsciente. Esa sabia hu-
biera estallado a la primera oportunidad, y desde ese mo-
mento habrfa dominado midiscurso. Midesprecio se ha-
bria derramado sobre él, y él se habria refugiado en el
papel del padre autoritario, No cabia excluir semejante
giro; esa es la forma en que nuestra comunicacién fun-cioné durante afios. Yo lo encontraba ridieulo, lo despre-
ciaba y, en mi juventud, buscaba parejas que fueran ca-
paces de impresionarme con algo, como antes lo hiciera
i, Hasta que descubria que su supuesta fuerzaera, como
antafio, una mascara. Ellos podian contar con mi inge-
nuidad mientras, detris de mi fachada de intelectual, yo
siguiera siendo emocionalmente la nifia pequefla que ob-
servaba con admiracién a su padre cuando éste hacia sus
trucos de magia.
»A pesar de saber todo eso, yo misma me sorprendi
de que mi vieja rabia no aflorara al encontrarme con mi
padre y de que en ningin momento me sintiera una vic~
tima, Probablemente la causa residia en el hecho de que
me tomé el permiso de hablar y decit lo que levaba mu-
cho tiempo queriendo decir. Es asombroso la rapido que
se esfuma el odio cuando uno no sigue forzandose a ca~
lar ni se explaya en estado de plenaindignacién, No sen-
tia necesidad de herirle, de atacarle, de ofenderle o hacer-
Iedafio de cualquier otra forma. Sélo queria atenerme a
los hechos que habian sido tan decisivos para mé, y que
por fin iba a llamar por su nombre.
»Lalibertad de poder expresarme me calmé, me sere~
né. No tuve dolor de cabeza ni nada por el estilo. Habia
conseguido hacerme oir, y él podia arrepentirse de sus ac-
tos. Podia decir al fin que sentia su ignorancia, sin tener
que excusarse. Eso mebasta. Asilo veo hoy, al menos. En
realidad, ha sido beneficioso hablar con mi padre yasien-
do adulta, y sentirme libre de miedos; es la primera vez
que lo consigo.
»Cuando pienso en la conversacién que mantuvimos,
deboadmitir que él demostré una capacidad deevolucién
asombrosa para su edad. Durante déeadas me esforeé en
tratar con mi familia de manera convencional y superfi-
cial “en aras de la paz”, y sufria constantemente al hacer=
lo. Porque de este modo jamés me aproximaba a unas
personas que eran tan importantes para mi. Cuando dejé
de someterme ala presién de la amabilidad convencional,
egué por fin hasta mi padre.
"—Desafiaste atu padre, pera debes reconocer que él
acepté el desafio. Sin duda hay padres que no podrian
aceptar una oferta semejante. Pero sin exponernos al re~
to no podemos saber de lo que el otra es capaz. Séloen el
curso de la conversaci6n puede surgir lo inesperado. O
no. Hay personas que se muestran abiertas y saben hablar
muy bien, pero caen presa del pinico cuando se ven obli-
gadas a abandonar su armazén defensivo, No concibenla
vida sin esa protecci6n. Por suerte tu padre no es unade
‘esas personas.
—Quiza mi padre no sea una excepcidn, pero como va~
mosa saberlo cuando se hacen tan pocosintentos de hablar.
Yo misma he esperado treinta afios para hacerlo. Coma sa~
bes, estoy suscrita y leo desde hace afios la revista Empathic
Parenting, que se edita en Vaneouver. Informa alos padres,
‘sobre las necesidades de los recién nacidos y nifios peque-
fios y sobre los més recientes esfuerzos por evitar la cruel-
dad quese practica contra losnifios. A través de ella me en-
teré de que en Boulder, Colorado, se han formado grupos
que organizan visitas a j6venes padres para ayudarlos. Las
estadisticas demuestean que el numero de malos tratos ya
ha descendido alli de forma significativa.
»Después de hablar con mi padre, imagino que también
seria Gtil otra forma de prevencién: animar a las parejas j6-
venes a.que conversen con sus propios padres, no para ha-
cerles repraches, sino para contarles sus nuevas experien-
cias, porque hoy se saben cosas que hace veinte afios eran
casi desconoeidas para la mayoria de la gente. Sinduda haymuchos padres los que se pueden decir y explicar esas eo-
sas, y quizds incluso estarian agradecidos de que se hiciera.
Seria una gran oportunidad para sus nictos.
—2Crees que los abuelos serfan asi mis carifiosos con,
sus nietos?
—No, en la mayoria de los casos ya loson, porque pa-
ra entonees estin libres de las coacciones educativas y
miedos desu infancia. Estoy pensando en otra cosa: i los
jévenes padres pudieran decir a los suyos, sin rabia ni re~
Proches, qué fue erréneo o incluso peligroso en su edu-
cacién, si fueran capaces de mencionarlo, correrfan un
riesgo menor de repetir esos errores con sus propios hi-
jos. Con cuanta frecuencia se oye aiin hoy en dia: «Los
palos me sentaron bien, me los merecia.»
»En tales consideraciones lo que se expresa es el anti-
guo miedo a los propios padres, el miedo del nifio pe-
quefio quese ha mantenido intacto en el adulto. Se aprue-
ban lasconductas y opiniones de los padres, se los protege
contra todo reproche y se osidealiza. El resultado es que
las crueldadles se transmiten de forma natural a los pro-
pios hijos. Pero si los jévenes padres visitan a sus padres
‘no como nifios, sino come adultos conscientes y bien in-
formados, entonees se desarrollari-una conversacién en-
tre adultos. Habré un encuentro en el que no se dard un
simple intereambio de papeles, donde el uno instruya al
atro en los viejos modelos, sino en el que dos generacio-
nes se confrontarin mutuamente.
»Por es0 veo en esas conversaciones una oportunidad,
de prevenir los malos tratos alos nifios, No es posible cam-
biar el pasado, por mas que lo deseemos. Pero creo que po-
demos cambiar las consecuencias de lo ocurrido en noso-
tos mismos. No tenemos que seguir callando por miedo,
como yo he hecho. Por lo menos podemos intentar hablar
y ver qué pasa entonces. Sila gente lo intenta mientras sus
hijos son pequefios oantes de tenerlos, les darn la oportu-
nidad de tener mejores padres que silos eduean en la con-
viccién de que “mis padres eran severos pero justos; debo
mucho a sus bofetadas”. Mucha gente alcanza una edad
avanzada temiendo que sus padres los hieran con su silen-
cio, suindignaci6n y su incomprensién, y se aferran a ese
miedo. A veces, éste los bloquea durante toda la vida.
Guando han comprendido queese peligro ya no existe por-
{que yano son nfs, el bloqueo termina. Entonces, siendo
adultos, comprenden que a menudo el silencio de los pa-
dros es un signo desu propio desvalimiento.
»Con frecuencia, aunque no siempre, las personas
mayores son prisioneras de las pautas de conducta en las
que fueron educadas. Buscan seguridad en esas pautas.
No debemos dejar que ¢s0 nos intimide, Es importante
{que no repitamos ciegamente esa crueldad. Dejando de
tener miedo a nuestros padres nos liberamos para nucs-
tros propios hijos. Y seguro que conseguiremos reducir
el miedo, cuando no erradicarlo, Yo lo he experimentado
en mi misma hoy. Imaginate que aiin nose han investiga-
do las consecuencias del abuso infantil sobre la historia
de la humanidad. Sélo ahora empezamos a intuir su al-
cance devastador. Pero precisamente eso nos ofrece tam-
bin los medios para cambiar las cosas. A nuestra genera-
cin y a las siguientes les toca llevar a la prictica los
descubrimientos de los tltimos veinte afios.
—Entiendo a qué te refieres. Por ejemplo, se podria
incluir esta cuesti6n en los centeos de asesoramiento pos-
natal o en los grupos de preparacién al parto.
—Es imprescindible. Porque la experiencia demues-
tra que las embarazadas estin mis bien poco intercsadas
en tales conversaciones; a menudo piensan que ellas loharfan todo deforma distinta a sus madres, y en el fondo
no esperan del nifio més que el cumplimiento de sus pro-
pios anhelos. Sélo cuando el nifio ha llegado descubren,
en determinadas cireunstaneias, su angustia y desespera~
cin, o se asombran de reaccionar con una ira extrema
cuando las cosas no salen conforme a lo previsto. En ese
‘momentos cuando necesitan ayuda, y deben recibirla lo
antes posible, quiz por qué no en centros de asesora-
miento.
»Pero, por motives profildeticos, se deberia llevar a
cabo una actividad informativa bien organizada antes del
nacimiento del nifio, Ahora se trabaja mucho en esa di
reccién. Incluso en Internet hay ya paginas web que
forman de las necesidades de los nifios pequeiios y se han
liberado claramente de las concepciones antiguas. Quiz
de este modo se pueda llegar a jévenes que no tienen un
circulo de amistades bien informado y alos que les faltan
buenas experiencias desu propia infancia para reaccionar
con carifio, de forma puramente instintiva, a las mudas
sefiales que emiten sus hijos recién nacidos.
4
Anika: al menos lo intenté
La madre de Anika esté divorciada de su marido des-
dehace muchos afios, y hay vive en una residencia dean-
cians. Su hija, de cuarenta aiios argos, licenciada en Ro-
_ indnicas y profesora de institute en Budapest, acude a
visitarla. Esta contenta de encontrarse con ella en un es-
pacio neutral, que no le trae recuerdos de su infancia, y
- considera que la decoracién impersonal de la habitacion
corresponde incluso al earécter de su madre. En la casa de
ésta apenas habia algo que fuera suyo, porque siempre
hhabfa dejado que otros decorasen las habitaciones, ya
fueran sus hijas o personal especializado. Durante toda su
vida se comporté como una nifia a la que hay que aten-
dex, Estd clare que no sufria por la fria'e impersonal de-
coracién de la residencia.
En las anteriores visitas de Anika, la conversacién se
centraba en exclusiva en las necesidades dela madre. Ani-
ka jamés le hablaba de su propia vida, y su madre apenas
preguntaba por ella bien lainterrumpia con quejas so-
bre sus propias preocupaciones en cuanto la hija empe-
tabaa conta algo, Hoy Jahijaseproponemantenesseen
aus trece.————e
—Sabes, mam —empieza, después de intercambiar
las férmulas de saludo habituales—, siempre he querido
hacerte feliz. Asi que me esforcé en organizar tu vida pa-
ra quette sintieras bien. Nunca lo logré. Siempre me sen=
tia culpable y obligada algo, y no sabia con exactitud a
qué. Eso me producfa un estrés continuo, un agotamien-
to permanente y wna decepci6n conmigo misma porque,
sencillamente, no aleanzaba el objetivo.
—tAlguna vez te he hecho responsable de mi situa-
¢i6n? T no tuviste la culpa de que yo odiara el régimen
comunista y papa se divorciara de mi, Fue culpa de los
avatares dela vida.
—Como siempre te has quejadode eso, yo querfa libe-
rarte, cambiar las circunstancias de tu vida, hacer posible
que emigraras a un paigen el que te habria ido mejor. Pe-
ro todos mis esfuerzos se estrellaron contra tu indecisi6n,
Odiabas al Gobierno, sofabas con otros paises, pero en
Ultima instancia no deseabas separarte de tus hijos. Por
eso munca pensaste en serio en salir de Budapest. Yo era
1a Ginica que tomaba en serio tus planes de viaje, y por eso
mantuveuna extensa correspondenciacon gentedel Qcs-
te, Me rompé la cabeza buscando una solicién que era
inviable,
—~Por qué?
—Ninguna hija en el mundo habria satisfecho tu an-
sia de proteccién, de tener un hogar apacible. En vez de
credrtelo ti misma, cargaste a tus hijos con funciones pa-
ternas. Nos esforzamos en cumplirlas. Pero jamas estabas
satisfecha, porque en el fondo seguias sufriendo, y exda
vez mas, por las cireunstancias que te rodearon de nifiay
que después tratabas de negar.
—No sé de quéme hablas, Mis padres y hermanos me
querfan, tuye una juventud maravillosa,
—Eso no puede ser cierto. Si fuera verdad, habrias
tratado de transmitirme ese amor. No hay nada que ob-
jetar a esas ilusiones sia uno le hacen bien, Pero a veces
exigenun alto precio, quea menude han de pagar los pro-
pios hijos. Tié también has tenido que pagarlo, bajo for-
ma de los miedos que te persiguen desde hace algunos
aijos. De joven atin podias evitarlos.
—2Qué miedos? De qué hablas? Cuando era joven
yo no tenia miedos de ninguna clase.
—Compensabas tu miedo ejerciendo el poder sobre mi.
—Estds utilizando palabras muy fuertes. Tenfa que
‘eclucarte, y eso ¢s algo que es preciso hacer desde el pri-
mer dia, pues de lo contrario los nifios se convierten en
pequeiios tiranos. Tei mostrabas tendenciaa eso, siempre
{querias salirte con la tuya. Con mucha tenacidad, te en-
sefié cémo habia que comportarse, que no habfa que ser
egoista sino pensar primero en los demas, etc. Con el
tiempo lo aprendiste y te convertiste en una muchacha
“educada, Deberias estarme agradecida, pues sin dudaeso
te ha ayudado a salir adelante en la vida.
—Mamé —dijo Anika en voz muy baja—, a menudo
me hacias dafio con afirmaciones sobre la educacién como
las queacabas de hacer, y yo no vefael amino para superar
ol abismo queseabria entre nosotras. Pero hoy sémuy bien
‘que una mujer que atormenta a sus hijos de esa forma ab-
‘surda con sus métodos educativos es porqueella sufrié esos
tormentos alguna vez. Soy consciente también de que ac-
‘tuabas cn conciencia y te tomabas sinceras molestias en ha-
cerlo todo correctamente como madre.
Con qué te atormenté?
—Si realmente quieres saberlo, puedo leerteuna car-
ta, Mela eseribiste después de que comenzara mi andlisis
y te preguntara abja sido tu infancia. Yo mismaee CUCU
carecia de recuerdos de ese periodo. ¢Quieres que te la
lea? La he traido.
Si, léela.
—En esta carta escribes: «Cuando tenias ocho atios,
tomamos juntas clases de lengua con un vecino que cra
profesor de instituto. Un dia tuvimos la tarea de escribir
tuna redacci6n. El se mostré elogioso con tu texto, y algo
despreciativo con el mio. Entonces t6 hieiste una obser
vacidn que me molesté mucho. De vuelta a.casa, di rien-
stasueliaa mi furiay te amenacé con darte una paliza que
no olvidarias en tu vida, Corrste alrededor de la mesa, y
yo detris, pero ti eras mas répida y no consegutatrapar-
te. Asiqueme puse el abrigo y salfa la calle. Cuando vol-
i por la noche, tt estabas aif sentada mirindome... Eso
me atacé los nervios. Me preguntaste qué iba a hacen y
dije que te fueras ala cama, que pensarfa un castigo. En
cualquier caso, hablaria con la ditectora de tu colegio pa
rapedirle conscjo. Ast queal fin te fuistea la cama. Cuan.
do me desperté por la mafiana y me asomé a tu habita-
cién, estabas sentada en Ix camay entonces volviste 4
‘miarme con los ojos muy abiertos y de nuevo empezas-
te aasediarme a preguntas. Dijiste que no habias dormi_
do en toda la noche porque no sabias qué iba apasar aho-
*3, Como siempre, tus preguntas me irritaron, y respondi
ue te eras al colegio de una ver. Entonees dijiste que
tedaba miedo eneontrarte ala directora, Te respondi que
te estaba bien empleado, que era un justo eastigo, Des-
pués pasé diez dias sin hablarte, El efecto de esa medida _
fue muy positivo: cambiaste mucho, dejaste de salir con
tus compafieras, permanecias conmigo en casa, A mf me
hacia falta eso, porque papé tenfa ya una amante y me
sentia sola. Después de ese incidenteno valvia tener pro-
blemas contigo.»
—Me habia olvidado de la carta, pero recuerdo muy
bien la historia. Ta me atormentaste, y no al revés. Td me
asediabasa preguntas para las que yo no tenfa respuesta.
Realmente no sabia cual era la mejor forma de castigarte,
porque tu abservacién me habia herido mucho.
—;{ Qué fue exactamente lo que dije?
—Ya no lo recuerdo. 7 ae
—2Es posible que no fuera yo quien te hiriera, sino
que la observaci6n del profesor te afectara tanto que di-
rigieras tu rabia contra mi? oe.
—No lo sé, Mi padre no me habia dejado ial instica-
to, y me senti avergonzada y puesta en evidencia por el
wrofesor.
r —En mi educacién te esforzaste por hacer todo: Ge
sario para que yome convirtiera en un scaricter noble»,
Rese cd dectis Peto di fire ioaciooe exes bajo
la presin de descargar sobre mi tus sentimientos repri-
it ‘Nunca: ieee de Jo que habia detris de
Ja ira que manifestabas contra mi. La carta que me escri-
biste no dice nada de esa frase mia que supuestamentetan-
to te hiti6. Todo ocurre como en El proceso de Kafka; no
llegoasaber en quéconsiste mi culpa. Posiblemente nodi-
je nada; tampoco tenfa motivos, al fin y al cabo el profe-
sor ya habia hablado. Pero ta no podias permitire el lujo
deenfadarteconély tampoco habriss podido expresar tu
enfaco. En cambio, conmigo podias desahogarte. Asf que
me convertiste en agresora, quiz como en tu infancia hi-
cieras con tu padre o tu hermano, y como erefas en las
tudes de una educacién dura, que te daba un poder sobre
mi casi ilimitado, utilizaste el castigo fisico.
Esa “solucién” a tus problemas funcioné hasta que
cumpllos ocho aftos. Después, esti claro que logré esca-
par atus golpes, Perottenfas sumida en la incertidumbre y me amenazabas con
denuncias en el colegio, que era mi tinico refugio. ¥ todo
pordelitos que yo no acababa de advertir. De ese modo,
despertaste cn mi un constante sentimiento de culpa.
Siempre tenia miedo a hacer, sin saberlo y sin quererlo,
cosas que te hirieran. Quise averiguar qué cosas debia
evitar. Pero hasta mis preguntas te molestaban, como ti
‘misma escribes; mis miradasteinquietaban y te repelia mi
neeesidad de conocer la verdadera razén de tu rabia. Yo
me sentfa como un ser malvado euando te preguntaba por
mi “delito”, porque no me dabas ninguna respuesta sa-
tisfactoria, Viviami ansia de claridad como una amenaza,
porque ti no la soportabas. Sélo podfa traerme compli-
caciones 0 conducirme a una catistrofe.
»Durante mucho tiempo cref que a tinica posibilidad
de no sobrecargar en exeso una relacién consistia en el
silencio, en ocultar mis sentimientos. fsa era la mejor for-
madeconducirse contigo. Pero en contacto con otra gen-
teadverti que no todos reaccionaban con extrafieza amis
preguntas, Tropecé con personas que estaban agradecidas
or ellas. Asi me liberé poco a poco de mis temores. Sin
embargo, el camino fue largo y doloroso. Una persona
squede nifia ha encontrado ofdos bien dispuestos para sus
preguntas se ahorra en gran medida recorrer ese camino.
—Tampocoa mise me permitia abrirla boca, simple-
mente debja obedecer.
—Te creo. «La conversacién es plata, el silencio es
oros, ése era tu lema educativo. Tener que callar era tra-
gico para mi, porque bloqueaba mi energia, mi confian-
za, mi capacidad de amar. En los libros de autoayuda se
suele leer que uno debe amarse a s{ mismo. Pero como
puede amarse a si mismo alguien que ha tenido la tem-
prana experiencia de que su madre considera molesta,
ofensiva o incluso peligrosa su ansia de contacto, de ver-
dad y de entender?
»Esa experiencia le persigue,e inconscientemente llega a
la convieciGn de que tiene que reprimir sus necesidades si
quiere entenderse con los demas. Por eso silencia las emo-
ciones més naturales del mundo, y siquiere seguir el conse-
jo deamarsea s{ misma se le plantea primero la pregunta de
Aquién ha de amar. Porqueni siquiera sabe quién es. Noco-
noce més que una diminuta parte desu ser.
El ser humano aprende a reconocerse en los ojos de
su made, La palabra francesa merveille, “maravilloso”,
que une dos términos como son mire, “madre”, y veille,
“