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Los gobernadores de

Sinaloa ante la historia


(1831-2011)
Heriberto M. Galindo Quiñones
Coordinador general de la obra
y Presidente de la Fundación para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C.

Nicolás Vidales Soto


Coordinador del proyecto historiográfico

Héctor Alfonso Torres Galicia


Director general de la Fundación para Mover
y Transformar a Sinaloa, A. C.

Ronaldo González Valdés: Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855


Nicolás Vidales Soto: Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911
Gilberto J. López Alanís: Los gobernadores de la Revolución mexicana, 1911-1968
Roberto Soltero Acuña: Los gobernadores de la modernidad, 1969-2011
coordinadores de bloques temáticos

Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Tomo I. Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855
Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911

Primera edición, octubre de 2015

Producción: Fundación para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C.

D. R. © Heriberto M. Galindo Quiñones


D. R. © Andraval Ediciones, S. A. de C. V.
Juan de la Barrera, 1927 Nte.
Tierra Blanca, 80030,
Culiacán (Sinaloa).

Maritza López, editora

Portada e interiores: Fabiola Vázquez


Archivos fotográficos: ahges, INEHRM, INAH, Archivo Miguel Tamayo Espinosa de los
Monteros, Andraval Ediciones y archivos particulares de Adrián García Grimaldo,
Jesús García Rodríguez, Armando Nava y Jaime Sánchez Duarte.
Videograbación de entrevistas y promoción audiovisual: Jorge Aragón Campos
Revisión final: Jaime Sinagawa Montoya

ISBN: 978-607-7860-54-9 (Obra completa)


ISBN: 978-607-7860-55-6 (Tomo i. Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855
Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911)

Impreso en México / Printed in Mexico

Prohibida la reproducción parcial o total de la presente publicación por cualquier medio


sin la previa autorización por escrito de los propietarios de los derechos reservados.
Los
gobernadores
de Sinaloa
ante la historia
(1831-2011)
Coordinador general
Heriberto M. Galindo Quiñones
Presentación

Abrevar de los acontecimientos históricos es un ejercicio intelectual al


que estamos obligados quienes formamos parte de una sociedad viva
y activa, que ve y va hacia adelante con la divisa de evolucionar y su-
perarse para alcanzar el progreso y el bienestar de la gente en todas las
áreas. Sin embargo, la principal obligación es para quienes transitamos
por la vía intelectual como forma de vida y para quienes abrazamos las
tareas inherentes al servicio público en bien de la comunidad.
Ahondar en las circunstancias y las razones de hechos, conduc-
tas y acciones ocurridos en Sinaloa desde su formación constitucional
como Estado Libre y Soberano en 1831, y escudriñar en lo realizado u
omitido por los principales protagonistas, como lo son sus goberna-
dores es además de interesante, atractivo, formador y trascendente.
La Fundación para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C., nació
con el propósito de contribuir con las diferentes instancias guberna-
mentales, empresariales y de la sociedad civil en el impulso del desa-
rrollo integral de las y los sinaloenses a partir de proyectos educativos,
culturales, económicos, deportivos y sociales, que tienen por objetivo
proyectar a nuestra entidad hacia niveles superiores desde todas pers-
pectivas posibles, basándose en nuestra potencialidad, raíces, tradi-
ciones, talento, determinación y espíritu innovador y creativo, ade-
más de la vocación de superación y progreso que nos caracteriza.

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A la luz de lo anterior, y conscientes de la necesidad y trascenden-
cia que significa pugnar por que todos conozcamos el azaroso recorri-
do que Sinaloa ha tenido que transitar desde sus orígenes hasta nues-
tros días, fue que convocamos a connotados historiadores, ensayistas,
cronistas y periodistas sinaloenses a colaborar en la realización de un
proyecto historiográfico ciertamente ambicioso y complejo.
Así se gestó la obra Los gobernadores de Sinaloa ante la
historia (1831-2011) y de la cual nos sentimos francamente orgu-
llosos, tanto por la audacia y la determinación de las que nos imbui-
mos y que nos animaron para concluirla como por la respuesta de los
admirables, brillantes y acuciosos investigadores sociales que se en-
cuentran en estas páginas, auténticos obreros intelectuales compro-
metidos con la verdad de los tiempos idos y de los tiempos por venir.
Todas y todos pusimos lo mejor de nuestra capacidad para lograr
el propósito soñado. Una obra del tamaño de la que ofrecemos a los
lectores y amantes de los aspectos históricos fue una tarea de gran
peso, que en algunos casos tomó meses y en otros incluso años.
La continuidad de este proyecto será una tarea obligada en el fu-
turo. Los tres tomos que presentamos ahora invitarán a la prepara-
ción de los que sean necesarios, pues habrá que rescatar y compi-
lar permanentemente la obra gubernamental que se produzca en los
próximos años.
Por ahora se abordan los sucesos ocurridos desde el nacimiento
del Estado Libre y Soberano de Sinaloa el día 13 de marzo de 1831 con
la instalación del Congreso Constituyente en la ciudad de Culiacán
y el nombramiento de su primer gobernador Francisco Iriarte, hasta
el licenciado Mario López Valdez, quien tomó posesión del cargo el
1 de enero de 2011 y cuyo mandato constitucional concluirá el último
día de diciembre de 2016. Todos ellos hicieron su parte en la cimenta-
ción y edificación de lo que hoy somos las y los sinaloenses y de lo que
a esta fecha constituye el patrimonio económico, cultural, arquitectó-
nico y político de nuestra pujante y amada entidad federativa.
Con sus luces y sombras, todos los gobernadores pusieron su me-
jor empeño e interés en servir, a pesar de que, más allá de intereses
personales legítimos o mezquinos o un ejercicio del poder fáctico o

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legal —que los hubo, como se muestra aquí—, su labor se haya desa-
rrollado en medio de particulares vicisitudes como asonadas, guerras
intestinas, revoluciones, inestabilidad política y financiera, precarie-
dad económica, subdesarrollo en prácticamente todos los órdenes,
invasiones e intromisiones extranjeras y del centro del país, abusos,
insalubridad, pobreza extrema, bandolerismo, necesidades no aten-
didas por falta de recursos o por descuido, concentración de la rique-
za en muy pocas manos, ausencia de políticas públicas eficaces y fal-
ta de oportunidades, de educación, de promoción cultural y de obras
de infraestructura, ante lo cual se impuso la grandeza de espíritu de
las y los sinaloenses y de la mayoría de los mandatarios.
Los gobernadores de la época fundacional de Sinaloa, los de la
Reforma y del porfiriato, así como gran parte de los que correspon-
den a los tiempos de la Revolución mexicana, se enfrentaron a agu-
dos problemas y conflictos ancestrales de muy dif ícil solución; serían
los últimos ejecutivos estatales del período revolucionario y los de
la modernidad quienes impulsarían un desarrollo más tangible y ar-
mónico mediante obras de infraestructura como escuelas, carreteras,
hospitales, agua potable, drenaje, alcantarillado, pavimento, energía
eléctrica, educación, cultura, vivienda y regularización de la tierra,
entre otros notables aspectos materiales de progreso.
La historia registra gobernadores honrados, patriotas, justicieros,
valerosos, verdaderamente revolucionarios, comprometidos y queri-
dos por el pueblo, capaces, trabajadores, admirables y hasta heroicos,
e incluso los hubo visionarios e innovadores, creadores e impulsores
de instituciones que dieron un gran impulso a Sinaloa y pusieron las
bases para un desarrollo más avanzado de lo que es hoy nuestro es-
tado; pero también los hubo insensibles, dilapidadores, obtusos, ul-
traconservadores, violentos y carentes de valores morales, ética y es-
crúpulos, pues la corrupción y la impunidad tuvieron arraigo en el
ejercicio del poder público. Es claro pues que nuestros gobernan-
tes, en tanto seres humanos, han tenido virtudes y defectos, aciertos
y errores, mas su obra, su legado al desarrollo sinaloense, es lo que se
destaca de nuestro análisis.

Presentación | 7
Esta obra, ahora en manos de lectores atentos, no pretende ser
una nueva historia de Sinaloa, como bien han advertido los realiza-
dores, sino que es una enriquecedora compilación que la articula, in-
tegra y complementa de otra manera que, por cierto, no tiene prece-
dente. No busca, ni intenta, denostar, ofender, enjuiciar o sancionar,
sino registrar actos y conductas del gobierno y los gobernantes tal
como fueron, mostrándolos en su contexto, al tiempo que reconoce
y transparenta los éxitos, fracasos, problemas y caminos de solución
seguidos por quienes han ocupado el poder Ejecutivo del estado.
Por otra parte, cabe mencionar que se incluyen entrevistas con
algunos de los exgobernadores que aún viven, donde cada autor y
cada entrevistado asume la responsabilidad de sus opiniones.
Expreso mi reconocimiento y mi gratitud a quienes colaboraron
en la realización de este gran esfuerzo editorial y a quienes coordi-
naron conmigo los trabajos. Todos los participantes fueron funda-
mentales para la concreción de un producto que consideramos de la
mayor valía e importancia histórica. Valoro y aprecio enormemente
la labor de los coordinadores de los cuatro grandes bloques de inves-
tigación que componen el proyecto: Ronaldo González Valdés, Gil-
berto López Alanís, Roberto Soltero Acuña y Nicolás Vidales Soto;
asimismo, el trabajo videográfico de Jorge Aragón, la labor periodísti-
ca de Jorge Luis Telles y Mario Martini y, en general, el excelente tra-
bajo de las y los historiadores. Los entusiastas que creímos en el pro-
yecto vencimos —como siempre— a los escépticos y a los suspicaces.
He aquí, finalmente, un producto que rebasa afanes políticos de parti-
culares y cuenta con la seriedad y el rigor de las ciencias sociales.
Por otra parte, sin el trabajo de revisión, diseño, corrección de es-
tilo, organización y producción tampoco habría sido posible realizar
este sueño; y no puedo dejar de lado las tareas de administración y
dirección de recursos así como una adecuada difusión. Por ello, va mi
agradecimiento a la y los responsables de los equipos de trabajo, en es-
pecífico al encabezado por la rigurosa editora Maritza López López; a
Alfonso Torres Galicia, director general y tesorero de la Fundación;
a Armando Ojeda Camacho, en la comunicación y a Jaime Sinagawa
Montoya en la revisión final. A todas y a todos los que participaron

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en el proyecto les expreso mi aprecio personal, al tiempo que agra-
dezco y reconozco, con admiración, la ejemplar labor llevada a cabo
tanto en la aportación de textos ya editados como en los inéditos, que
fueron producto de invaluables investigaciones adicionales que com-
plementaron y enriquecieron desde su génesis la obra.
Hacemos patente aquí también nuestro más sincero reconoci-
miento, gratitud y admiración a los historiadores que ya no se en-
cuentran entre nosotros pero que viven en nuestra memoria, por sus
empeños para con la celosa, rigurosa y exigente entidad que es la his-
toria, que los registra y valora en su justa dimensión. Por el acerca-
miento al conocimiento de la vida y la obra de quienes gobernaron
a Sinaloa desde 1831 y por su trabajo responsable, riguroso y pulcro,
lleno de buenas intenciones, la sociedad sinaloense y la Fundación
para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C., los reconoce.
Finalmente, convencidos de que los recursos financieros también
son un elemento vital para llevar a feliz término proyectos de esta na-
turaleza y envergadura, expresamos nuestra perenne gratitud a quie-
nes con su patrocinio hicieron posible esta obra; estoy seguro de que
su generoso respaldo financiero fructificó en un producto de gran
utilidad social, educativa y cultural.
Es un altísimo honor presentar este anhelado proyecto editorial,
animado por el firme deseo y el inmarcesible propósito de que sea de
utilidad por sus aportaciones; al ser fruto del esfuerzo y la dedicación
de sinaloenses tan respetables, tengamos plena confianza que será de
gran valía para toda la sociedad.
De esta manera, la Fundación para Mover y Transformar a Sina-
loa, A. C., que me honra presidir y haber constituido con los más no-
bles propósitos, evidencia que hace su mejor esfuerzo por cumplir
con su deber, plasmado en el objeto social del acta constitutiva pre-
parada por el notario público Fernando Díaz de la Vega, que le dio
creación legal y formal.
Hago votos por que hoy y mañana sigamos rescatando lo mejor
de nuestra historia, los ejemplos dignos de seguir, y que actuemos
cada vez de mejor manera, pensando en incrementar nuestro gran

Presentación | 9
legado y de cara a un futuro que queremos más promisorio y progre-
sista porque los sinaloenses lo merecemos.
Apelo al pensamiento, a la rectitud, a la honradez, a la ética, a la
capacidad, a la preparación y a la visión de las y los políticos sinaloen-
ses para rescatar lo mejor de nuestra historia y plasmarlo en proyec-
tos y políticas públicas viables, avanzadas, innovadoras y creativas en
bien de Sinaloa; tenemos que cambiar y crecer, sortear obstáculos de
cualquier índole, desarrollarnos y avanzar en todos los aspectos por el
bien de nuestros hijos y nietos, de nuestras familias y de toda la so-
ciedad sinaloense.
Este es nuestro tiempo y no podemos perderlo, como tampoco la
oportunidad de ser mejores y de preparar con tesón, empeño y bri-
llantez a nuestros niños y jóvenes de ambos géneros.
Conciliemos para crecer y conjugar los mejores esfuerzos por
nuestro querido Sinaloa.
Actuemos como si esta fuera la última oportunidad que tenemos.
Pensar y actuar en grande es la divisa.

Heriberto M. Galindo Quiñones


Coordinador general

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Introducción

Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011) es


una obra que comprende el período que va de 1831 a 2011. Aunque
parece complejo por su larga temporalidad y falta de documentación,
es un ejercicio de investigación atractivo sumamente importante por
sus aportaciones para comprender la actuación de los titulares del
poder Ejecutivo en el desarrollo de la sociedad sinaloense.
Para efectos prácticos, el libro se ha dividido en cuatro momen-
tos históricos: 1831-1855, 1855-1911, 1911-1968 y 1969-2011, correspon-
diéndole a Ronaldo González Valdés, Nicolás Vidales Soto, Gilberto
López Alanís y Roberto Soltero Acuña, respectivamente, la respon-
sabilidad de cada uno de ellos.
No se trata de otra historia de Sinaloa, sino de precisar, con obje-
tividad sustentada en la documentación disponible, las aportaciones
de cada gobernador a partir de aquellas decisiones que coadyuvaron
a que los sinaloenses pudiésemos vivir mejor y que las nuevas gene-
raciones encontrasen en su camino menos obstáculos para alcanzar
sus aspiraciones fundamentales: así, en unos reconoceremos la obra
material, sobre todo en los últimos tiempos; en otros, será su valor
personal y su actitud ante el momento histórico; o bien, en algunos
será la solidaridad, el ejemplo cívico y la dignidad con que actuaron;

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en fin, cada uno tendrá que ser valorado atendiendo las condiciones
que le tocó vivir.
Es indudable que este libro se convertirá en un valioso recurso
que nos permitirá entender lo que ha costado ser lo que somos y
lo que tenemos, base sustentable para seguir construyendo mejores
condiciones de vida para la sociedad sinaloense.
Por otra parte, en esta obra se han dado cita hombres y mujeres
interesados en el proceso histórico de nuestra entidad y que se han
ocupado antes del tema, por lo tanto, es el producto de concepciones
diferentes que, al reunirse, nos ofrecen una visión integral, rica y es-
tructurada por un objetivo común, en el cual confluyen el periodista,
el historiador profesional, el estudioso independiente o el asesor del
gobernante, aportando cada uno su conocimiento y experiencia, in-
tegrando con sus ensayos una obra que recoge el legado de los titulares
del poder Ejecutivo a lo largo de los 180 años del devenir sinaloen-
se. Además, la diversidad de estilos literarios que compone esta obra
es una riqueza que obedece fundamentalmente al origen, formación
profesional y experiencia de cada autor, sin negar que el afecto por el
personaje se convierte en otro factor que influye a la hora de plantear
su tratamiento; en cada caso, sin embargo, se trató de abordarlo ob-
jetivamente, considerando su origen familiar, formación académica
y profesional, trayectoria en el campo de su desempeño, forma en la
que accedió al poder y el legado de su administración al desarrollo de
la sociedad sinaloense en materia económica, política y social.
Es posible que falten temas y personajes por abordarse, defecto
que pueden poseer las historias de largo plazo. Para subsanar alguna
omisión involuntaria, en el anexo se incluye el listado elaborado por el
Lic. Héctor R. Olea Castaños, acucioso investigador badiraguatense a
quien le debemos la relación más detallada sobre este particular, pre-
cisada en los anales de la historia legislativa y administrativa de nues-
tra entidad. Lamentablemente, una inundación reciente del Archivo
Histórico del H. Congreso del Estado causó irreparables daños a este
importante acervo documental; no obstante, el material que pudo sal-
varse fue de gran relevancia para este trabajo.

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Olea incluyó, precisando nombres y fechas, todos los personajes
que se han ostentado como gobernadores de Sinaloa, aun aquellos
militares que fueron designados al margen de nuestra Constitución y
sin el acuerdo de la Legislatura local, razón que deja fuera de nuestro
interés a algunos de ellos. También aparecen en ese listado los nom-
bres de quienes ejercieron la titularidad del Ejecutivo estatal ilegal-
mente, por lo cual tampoco se les incluyó aquí, y en otros casos, los
menos, los venidos de otras entidades, cuyo paso por la historia de
la entidad fue efímero y su obra, si la hicieron, está sujeta a que otros
estudiosos la analicen en el futuro.
En este libro, los sinaloenses tenemos una historia concentrada
que antes había permanecido dispersa, una historia que nos habla
del largo proceso que ha determinado, en cada momento de su vida,
la construcción de este Sinaloa en el cual confluyen, armónicamen-
te la mayoría de las veces, los esfuerzos de nuestros ancestros. Aquí
encontraremos las aportaciones de varias generaciones, lo que dejará
una impronta permanente, única en su género, para que nuestros hi-
jos y nietos abreven en ella el día de mañana y comprendan los gran-
des y valiosos esfuerzos, plenos de energía, capacidad, orgullo, satis-
facciones y sinsabores, que han trascendido a través de las decisiones
más valiosas que a lo largo de 180 años de historia han definido el
rumbo y destino de Sinaloa.
Esta oportunidad de conocer detalladamente una visión del
proceso histórico sinaloense, es una aportación que la Fundación
para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C., a través de su presiden-
te, el Lic. Heriberto M. Galindo Quiñones, entrega a los jóvenes de
hoy y mañana para que conozcamos nuestro Sinaloa y seamos ca-
paces de formar en nuestros hijos, herederos de esta gran riqueza,
la conciencia de la necesaria conservación, el aprovechamiento y la
superación de su historia, base de la identidad de un pueblo que ha
sabido conquistar, con trabajo tenaz y creatividad, el momento que
estamos viviendo.

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Los
gobernadores
de Sinaloa
ante la historia
(1831-2011)
Tomo I
Primeros gobernadores
en Sinaloa, 1831-1855

Los gobiernos liberales


en Sinaloa, 1855-1911

Coordinadores
Ronaldo González Valdés / Nicolás Vidales Soto
Primeros gobernadores
en Sinaloa, 1831-1855

Ronaldo González Valdés


Vladimir C. Ramírez Aldapa
El proceso histórico

Este bloque se refiere a la primera etapa de la historia de Sinaloa


como Estado libre y soberano de la República mexicana, con especial
énfasis en la reseña de sus gobernadores. Se trata de un esfuerzo por
abonar a la historia política de la entidad, y en más de un sentido de
la región noroeste de lo que hoy es nuestro país. Como lo ha afirma-
do Sergio Ortega Noriega: en la medida en que nuestros destinos se
entrelazan inevitablemente con los del resto de las entidades de esta
parte del septentrión mexicano, toda historia estatal se vincula con
una historia regional.
Este es un primer acercamiento a una temática de nuestra his-
toria política que, sin duda, tendrá que seguirse abordando con más
detalle en lo sucesivo. De hecho, el capítulo recorta su tela de va-
rios tapices históricos tejidos por estudiosos pertenecientes a distin-
tas generaciones en la región y el país. Hemos intentado articular, así
sea con la transcripción literal en buena parte de la narración, un dis-
curso que dé cuenta de este período desde dos perspectivas comple-
mentarias, a saber:
1. El proceso histórico general de la región durante el período, con-
siderando los antecedentes de la revolución de Independencia,

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la Constitución de Cádiz, la intendencia de Arizpe, la provincia
de Sonora y Sinaloa, la primera y efímera separación de las pro-
vincias de Sinaloa y Sonora en 1823 y la conformación del Esta-
do Interno de Occidente en 1824, hasta la erección del Estado
Libre, Soberano e Independiente de Sinaloa en 1831. Enseguida,
se aborda la historia de los diferentes episodios de fundación y
refundación de la vida política y social del flamante estado de
Sinaloa, narrando de manera breve los avatares del primer en-
frentamiento entre los grupos de notables de Culiacán y Cosalá,
los grupos de Culiacán y Mazatlán (comerciantes extranjeros y
comandantes de las guarniciones militares federales), el predo-
minio de los militares durante el régimen centralista, la invasión
norteamericana, la recuperación del poder y el ocaso del grupo
de los De la Vega de Culiacán, hasta el tránsito hacia la Reforma
liberal. Por la naturaleza y propósito mismos de la obra, el tra-
bajo destaca los aspectos políticos de este proceso, subrayando
las pugnas entre los grupos de notables que protagonizaron la
disputa por el poder en aquellos tiempos.
2. En un segundo apartado se ofrece una relación cronológica de los
nombres, períodos y acciones principales de quienes detentaron
el poder gubernamental en el estado. A tono con lo apuntado lí-
neas arriba, la relación se divide en los siguientes subapartados:
«El breve dominio del grupo de Cosalá»; «Los notables de Culia-
cán: un nuevo grupo dominante»; «La disputa en el centralismo:
dos grupos de notables, militares y otra circunstancia nacional»;
«La ronda de los militares»; «El grupo de Culiacán de nuevo»;
«Ocaso y caída de los De la Vega» y, por último, «El tránsito a
la Reforma». Vale advertir que, como se sabe, la información
sobre este período es más bien escasa y sigue todavía dispersa
en diferentes publicaciones y archivos. No gratuitamente, An-
tonio Nakayama la llamó la «Edad Media de la historia de Sina-
loa». Por lo mismo, nos dimos a la tarea de cotejar puntualmen-
te nombres (en los que había diferencias evidentes, por ejemplo
en el caso del general Francisco Duque, que aparece en algunos
textos como Francisco Duarte), al igual que fechas y sucesos que

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variaban de un autor a otro en algunos pocos casos, sobre todo
en tiempos del centralismo durante el cual, en poco menos de
diez años caracterizados por amotinamientos y cuartelazos, se
sucedieron 13 gobernadores.

De esta manera y de acuerdo con nuestro recuento, fueron 46 los


cambios que ocurrieron en el puesto de gobernador de 1831 a 1855,
aunque algunos de los personajes detentaron el poder en más de una
ocasión. La sinopsis de su actuación es comprensiblemente diferen-
te: primero, por la disponibilidad de información; en segundo lugar,
por la relevancia de su papel; y, en tercer término, y sobre todo, por
el muy variable tiempo en que ejercieron su encargo, alguno de ellos
de solamente un día (Pomposo Verdugo del 5 al 6 de febrero de 1846
en el primero de sus tres encargos, si consideramos el que tuvo en el
período de la Reforma).
Antes de culminar esta nota preliminar, dejamos constancia de
nuestro reconocimiento a la obra de quienes se han hecho cargo del
estudio de este período en diferentes épocas, desde los grandes cronis-
tas de fines del siglo xix y la primera mitad del xx, hasta los historia-
dores académicos y profesionales de fines del siglo pasado a la fecha.

Antecedentes

Apenas ha concluido la revolución de Independencia y el país se está


organizando. Después del triunfo del Plan de Iguala y el movimiento
trigarante, se acepta que la flamante monarquía mexicana reconoce
al rey Fernando VII, aun asumiéndose como un reino independiente
de España; igualmente se reconoce la vigencia de la Constitución es-
pañola de 1812 (Constitución de Cádiz) en todo lo que no contradiga
la independencia del país.
En consecuencia, tal y como lo mandataba dicha norma, los ayun-
tamientos constitucionales y las diputaciones de provincia quedaron
confirmadas en sus funciones. En el noroeste, las elecciones para la
diputación de Arizpe se realizaron el 24 de febrero de 1822, quedando

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 21


conformada por autoridades de la época virreinal y por los notables
de las familias distinguidas de la región. En este momento fue tam-
bién que se cambió la denominación de Intendencia de Arizpe por la
de provincia de Sonora y Sinaloa.
El ayuntamiento y la diputación provincial fueron las armas que
permitieron a los notables de las regiones hacer sentir su peso en la
política. Gracias a ello, estos miembros de las familias prominentes
de las provincias tuvieron una amplia y decisiva representación en la
conformación del Congreso Nacional Constituyente que quedó ins-
talado el 24 de febrero de 1822. En mayo de ese mismo año, como se
sabe, Agustín de Iturbide se entroniza como emperador de México,
disolviendo al Congreso y encarcelando a los diputados.
Desde entonces inicia la época de asonadas, enfrentamientos in-
testinos y luchas contra potencias del exterior, que marcó todo el si-
glo xix mexicano. Los abanderados del Plan de Casa Mata procla-
mado el 1 de febrero de 1823, con Antonio López de Santa Anna a la
cabeza desde Veracruz, desconocieron al Imperio y ganaron la ad-
hesión de las diputaciones provinciales, consiguiendo la abdicación
y expatriación de Iturbide en marzo de 1823. De esta manera, con la
importante participación de las provincias, y destacadamente de las
logias masónicas a través de las diputaciones provinciales, se frustró
el propósito de continuar viviendo en el esquema colonial.
En seguida, el 20 de diciembre de 1823, las provincias autónomas,
a través de sus representantes en el segundo Congreso Constituyente,
votaron por la implantación de la República federada que amparaba
las autonomías provinciales.
En el caso del noroeste, es importante señalar que, como venía
ocurriendo desde mediados del siglo xviii, existían grupos que plan-
teaban la división de la extensa región en dos provincias: Sonora
y Sinaloa. Así, en el marco de la reinstalación del primer Congre-
so Constituyente, el 19 de junio de 1823 se estableció su separación,
aprobándose la elección de ambas diputaciones provinciales, la de
Sonora con sede en Ures y la de Sinaloa en Culiacán (en esta circuns-
tancia, por cierto, esta población fue declarada ciudad). Sin embargo,
ya a fines del mismo mes de 1823 el coronel Mariano de Urrea había

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promovido un movimiento para unirlas. Como ocurría frecuente-
mente en aquellos años, De Urrea, originario de Sonora y llegado
con el cargo de jefe político superior y comandante general por el go-
bierno de México, había militado al lado de personajes que represen-
taban historias distintas, como Iturbide y Santa Anna. Después del
fallido intento de proclamar el Estado Libre de Sonora y publicar un
decreto con las bases constitucionales del nuevo estado en el Real de
El Rosario considerando la integración de los territorios de las dos
provincias, declinó de su postura y tomó posesión del nombramien-
to con que originalmente llegó.
Todos estos lejanos avatares de la vida política del país documen-
tan la división de opiniones en torno a la manera de constituir la región
en la nueva nación mexicana. Y así fue que, pese a la opinión aparente-
mente mayoritaria en el segundo Congreso Constituyente de noviem-
bre de 1823, con la proclamación del Acta Constitutiva de la Federa-
ción mexicana en enero de 1824, se formalizó la unión de Sonora y
Sinaloa en el llamado Estado Interno de Occidente.

Primer enfrentamiento entre notables: el Estado


Interno de Occidente

De acuerdo con Sergio Ortega Noriega, estos notables formaban la


élite de la sociedad regional:

Al sur de la provincia de Sinaloa, en los reales de Cosalá y El Ro-


sario, estaban las familias Iriarte, Verdugo y Gaxiola; en Culia-
cán radicaban las familias De la Vega, Fernández Rojo, Martínez
de Vea y Espinosa de los Monteros. En el norte de Sinaloa, en el
Real de Álamos, vivían las poderosas familias Almada y Salido,
y también las familias González de Zayas, Campoy, Esquer, Va-
lenzuela y Elías González. Al norte de Sonora, en la ciudad de
Arizpe, estaban las familias Escalante, Moreno, otra rama de los
Elías González y los Bustamante, por mencionar algunas. En-
tre los ríos San Miguel y Sonora, en Horcasitas, Pitic y Ures, las

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 23


familias destacadas eran las Íñigo, Aguilar, Monteverde, Gándara,
Cubillas, Astiazarán y Uruchurtu. (Ortega, 2004: 167)

Beneficiados por las reformas borbónicas, la expulsión de los je-


suitas, la privatización de las tierras misionales, los incentivos a la mi-
nería y la liberalización del comercio a fines del siglo xviii, además
del reconocimiento de las diputaciones provinciales y los ayunta-
mientos constitucionales a principios del xix, estos notables prota-
gonizaron, en muy buena medida, los acontecimientos políticos en la
región durante todo este período.
A través de alianzas familiares y económicas, y sobre todo del
comercio de importación —captando la plata producida para inter-
cambiarla en pasta por mercancías extranjeras en los puertos de la re-
gión—, estos notables se fortalecieron al tiempo que sus nexos con el
gobierno central se volvieron menos férreos. De aquí se desgranaron
los conflictos que finalmente llevaron al término del Estado Interno
de Occidente.
Por este rumbo apuntan los comentarios de Azalia López Gon-
zález cuando escribe, a propósito de la configuración de Culiacán
como ciudad y como capital de lo que después será el estado de Si-
naloa, que

en ese camino hacia la definición real y concreta de un territorio


mayor, aparecen los grupos que habían acrecentado su poder eco-
nómico y político a través de la interconexión de todo el corredor
occidental: desde la Alta California hasta Guadalajara, haciendo
uso de caminos terrestres y salidas al mar como Guaymas, Topo-
lobampo, Altata y Mazatlán. El reacomodo de intereses no se hizo
esperar. El proceso de Independencia fue un trámite en la defini-
ción de un espacio más integrado a sus representantes: las oligar-
quías regionales. En el nuevo estado de cosas, para cohesionarse
y mostrar su poder, estos grupos privilegiados necesitaron la ciu-
dad no sólo para saberse poderosos e importantes, sino también
para que otros los reconocieran como tales. (López, 2015)

24 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


En la villa de El Fuerte de Montesclaros, declarada capital del es-
tado por su posición geográfica y por la concentración demográfica
de la zona, se expidió, en 1824, la ley para la instalación del Congreso
Constituyente del Estado Interno de Occidente. Después de realiza-
das las elecciones, seis diputados por Sinaloa y cinco por Sonora to-
maron posesión como los primeros representantes en el primer Con-
greso que redactó la Constitución de la nueva entidad.
Lo primero fue declarar extinta la diputación provincial y cesar
de sus funciones a los jefes políticos de las dos provincias. Se nombró
gobernador provisional a Juan Miguel de Riesgo y vicegobernador a
Francisco Iriarte (pertenecientes a logias masónicas distintas, yor-
kina el primero y escocesa el segundo). La organización política del
Estado, siguiendo a la Constitución federal, contempló la división de
los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, el establecimiento del ré-
gimen municipal y la designación de funcionarios por medio de elec-
ciones indirectas (y voto restringido a quienes supieran leer y escribir),
dividiéndolo en cinco distritos y catorce partidos. Está claro que, gra-
cias a las elecciones indirectas, los notables de cada lugar controla-
ban a los ayuntamientos y a los diputados de su zona. Para alcanzar la
gubernatura, sin embargo, requerían hacer alianzas con otros grupos
y enfrentarse declaradamente a otros.
En materia económica, los notables aumentaron su poder con el
desmantelamiento de las misiones, siguieron controlando la produc-
ción minera y pudieron articular su interés en el comercio de impor-
tación. En este lapso se empezó a consolidar una importante élite de
comerciantes que representaban a casas comerciales extranjeras en
puertos como Mazatlán y Guaymas.
Entre sublevaciones indígenas en el centro y sur de Sonora, así
como en el norte de Sinaloa, se decidió el traslado de la capital del
estado a Cosalá. Como era de esperarse, las pugnas entre los grupos
de notables se presentaron en la Legislatura, dándose el caso de que
ésta quedó enfrentada con el Ejecutivo. En septiembre de 1827, in-
conforme con la decisión del entonces gobernador Francisco Iriarte
de mantener la gubernatura en Cosalá, la Legislatura se trasladó a la
Villa de los Mulatos de Mazatlán, pasó a la de San Sebastián —hoy

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 25


Concordia— y después al Real de El Rosario, donde decretó que la
capital sería Álamos, deponiendo con el apoyo del coronel Mariano
Paredes de Arrillaga al gobernador Iriarte.
Con sus propios intereses económicos como telón de fondo, los
notables disputaron en todo momento quién debía ocupar la guber-
natura, detrás de lo cual se encontraba la decisión acerca de la resi-
dencia de la capital y la posibilidad de establecer la separación defini-
tiva de Sonora y Sinaloa, lo que dio lugar a una constante inestabilidad
en la permanencia de los gobernadores. Como puede observarse en
el cuadro 1, quien mayor tiempo ostentó el cargo (de cuatro años que
mandataba la Constitución) fue Francisco Iriarte, cabeza del grupo
Cosalá, desempeñándose durante dos años pero en tres períodos dis-
continuos.

Cuadro 1
Gobernadores del Estado Interno de Occidente
Juan Miguel de Riesgo (septiembre de 1824-octubre de 1824).
Francisco Iriarte (octubre de 1824-abril de 1825).
Simón Elías González (abril de 1825-octubre de 1825).
Nicolás María Gaxiola (octubre de 1825-febrero de 1826).
Simón Elías González (febrero de 1826-agosto de 1826).
Nicolás María Gaxiola (agosto de 1826-noviembre de 1826).
Francisco Iriarte (noviembre de 1826-noviembre de 1827).
José María Gaxiola (noviembre de 1827-agosto de 1828).
José María Almada (agosto de 1828-septiembre de 1828).
José María Gaxiola (septiembre de 1828-agosto de 1829).
José María Almada (agosto de 1829-octubre de 1829).
Francisco Iriarte (octubre de 1829-abril de 1830).
Francisco Escobosa (abril de 1830-mayo de 1830).
Leonardo Escalante (mayo de 1830-marzo de 1831).

26 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Se ha comentado que el proyecto de separar el antiguo territorio
de la Intendencia de Arizpe venía de tiempo atrás. Así, ya en noviem-
bre de 1823 se había hecho realidad, aunque sólo efímeramente, pues
en enero de 1824 ambas provincias fueron reunificadas en el Estado
Interno de Occidente.
Aprovechando que la Constitución federal de 1824 permitía cam-
bios a sus disposiciones al cumplirse los seis años de su vigencia, los
partidarios de la división argumentaron incompatibilidad de intereses,
climas, economías y problemáticas (por ejemplo, Sinaloa no tenía
por qué ser responsable de los gastos que implicaba el mantenimien-
to de fuerzas armadas en Sonora debido a los constantes ataques de
los indígenas). Finalmente, el 18 de octubre de 1830 se publicó la ley
que establecía la división de los estados de Sonora y Sinaloa. Pero,
contra lo que pudiera pensarse, la pugna entre los notables se inten-
sificó, en el caso de Sinaloa con el enfrentamiento del grupo de Cu-
liacán con el de Cosalá y El Rosario y, un poco después, con la emer-
gencia del grupo de los comerciantes mazatlecos y los militares ahí
establecidos.

El Estado de Sinaloa: enfrentamiento entre dos grupos


de notables

El Congreso Constituyente del Estado de Sinaloa quedó instalado el


13 de marzo de 1831, día en que se conmemora oficialmente la crea-
ción del Estado Libre, Soberano e Independiente de Sinaloa. La pri-
mera Legislatura se integró por miembros de los grupos Cosalá y Cu-
liacán, entre ellos los diputados Antonio Fernández Rojo, Antonio
Iriarte, Manuel María Álvarez de la Bandera, Rafael de la Vega y Rá-
bago, Antonio Murúa, Pedro Sánchez, Paulino Peimbert, José Esque-
rra, Francisco Orrantia y Antelo, Manuel Urrea y Pedro Guerrero.
La primera función de este Congreso fue elegir como gobernador
a Francisco Iriarte, cuya ausencia obligó a nombrar como titular del
Ejecutivo al vicegobernador Agustín Martínez de Castro a partir
del 14 de marzo de 1831. A su vez, éste cedió el cargo el 18 de junio del

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 27


mismo año a Fernando Escudero, pues el Congreso había otorgado
a Francisco Iriarte una licencia de seis meses por motivos de salud.1
El 12 de diciembre de 1831, el Congreso expidió la primera Cons-
titución del Estado de Sinaloa. Dicho ordenamiento fue considerado
vanguardista en su tiempo porque en algunas de sus disposiciones,
como el artículo 10, prohibía que las manos muertas (instituciones re-
ligiosas y comunidades indígenas) adquirieran bienes inmuebles o bien
señalaba que ninguna persona podía ser detenida por más de 60 horas
sin que se le dictara auto de formal prisión, como en el artículo 108.
Otras disposiciones, igualmente progresistas para la época, como
la libertad de prensa, la prohibición de los monopolios o la pérdi-
da de derechos ciudadanos por vender o comprar votos, fueron le-
tra muerta desde el principio. Finalmente, otro aspecto relevante era
que el artículo 31 de la Constitución dividía al estado en siete parti-
dos y once distritos: El Rosario (distrito de El Rosario), Concordia
(distritos de Concordia y Villa Unión), San Ignacio (distrito de San
Ignacio), Cosalá (distrito de Cosalá), Culiacán (distritos de Culiacán
y Badiraguato), Sinaloa (distritos de Sinaloa y Mocorito) y El Fuerte
(distritos de El Fuerte y Choix).
En marzo de 1832, el primer Congreso constituyente clausuró sus
sesiones, abriéndose la convocatoria para la elección de la prime-
ra asamblea legislativa y el primer gobernador constitucionales. En
el enfrentamiento entre los grupos de Cosalá y Culiacán, resultaron
vencedores los notables del sur. A pesar de estar gravemente enfer-
mo, la asamblea instalada el 10 de junio de 1832 decretó electo como
primer gobernador constitucional a Francisco Iriarte. El 20 de julio,
por la misma razón, en su lugar se hizo cargo del puesto Manuel Ma-
ría Álvarez de la Bandera, quien había sido electo vicegobernador y
también era miembro prominente del grupo Cosalá.

1  Finalmente, Iriarte —hasta entonces el miembro más conspicuo del gru-


po Cosalá, reconocido por su incesante lucha a favor de la separación del
Estado Interno de Occidente— murió en la ciudad de México el 17 de sep-
tiembre de 1832.

28 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Durante su gestión tuvo lugar la primera rebelión militar en Si-
naloa, ocurrida en Culiacán en septiembre de 1832, que anunció los
vientos de tormenta que se avecinaban. El gobierno estatal, al amnis-
tiar a los sublevados, mostró una debilidad que muy pronto le signifi-
caría evidentes costos políticos: Álvarez de la Bandera se mantuvo en
el Ejecutivo local menos de dos años. Con la intervención del gobier-
no general de la República, el 26 de febrero de 1834 las fuerzas mili-
tares al mando del general Carlos Cruz Echeverría y del coronel José
Urrea sorprendieron y derrotaron a las milicias estatales, tomando
preso al gobernador.
Durante este tiempo se vivió un conflicto de poderes que dio lu-
gar a un triunvirato formado por José Palau, Manuel de Herrán y
Agustín Martínez de Castro (estos dos últimos emparentados con la
importante familia De la Vega en Culiacán) para ejercer el gobierno
en el estado. Más tarde, ante la rebeldía de la Legislatura y en apoyo a
Manuel Álvarez, se convocó a elecciones para instalar una nueva, por
lo que el 16 de julio de 1834 se eligió a José Antonio Jorganes como
gobernador provisional, pero debido a que éste se encontraba en la
capital del país, tomó su lugar momentáneamente José Felipe Gómez
(casado con una sobrina de los De la Vega). Jorganes asumió el po-
der en agosto de 1834 y renunció el 20 de noviembre, después de un
motín sin mayores repercusiones ocurrido en Cosalá el 1 de octubre.
Fue sustituido por Jesús Blas de Guevara, mismo que dimitió sin ha-
ber tomado posesión.
Pese a la resistencia de Álvarez de la Bandera, quien huyó de la
prisión y se refugió en Cosalá con el apoyo de las autoridades locales
y las de El Rosario y Concordia, el 23 de enero de 1835 renunció a so-
licitud del comandante militar del estado, general José Mora, quien
tenía la instrucción del presidente Santa Anna de poner orden en la
entidad. El claro predominio del grupo de Culiacán se hizo evidente
ese mismo día, pues la nueva asamblea legislativa nombró a Manuel
María de la Vega y Rábago como gobernador provisional. Un predo-
minio que, como se verá, se mantuvo por 14 años.
La familia De la Vega, cuyos primeros miembros, dos inmigrantes
españoles, se habían instalado en la villa de San Miguel de Culiacán a

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 29


mediados del siglo xviii, controlaba el comercio en el norte y centro
de Sinaloa, adquiriendo mercancías importadas de contrabando vía el
puerto de Altata. Se trataba de una familia muy extensa y con una
amplia red de relaciones que le permitían echar mano de cualquier
medio y contar con personas del más diverso perfil para controlar al
gobierno y la economía regional.
En tanto, otro poder se iba erigiendo en Mazatlán, lugar que desde
1820 había sido reconocido por las cortes españolas como puerto de
altura. Desde tiempos de la guerra de Independencia habían llegado
comerciantes extranjeros que representaban a casas estadouniden-
ses e inglesas, y después españolas, francesas y alemanas. En 1828, la
aduana de El Rosario fue trasladada a Mazatlán y en agosto de 1837 el
puerto tuvo su propio ayuntamiento. Ya para la década de 1830, Ma-
zatlán había desbancado a San Blas y a Guaymas por su desarrollo
mercantil. Los comerciantes extranjeros, a pesar de no formar redes
parentales para fortalecer su poder político, pronto dejaron sentir su
influencia frente a los notables del centro al actuar políticamente a
través de sus intermediarios mexicanos. Y esto ocurría ya en 1840 con
casas comerciales con apellidos como Mott-Talbot (estadounidense),
Isidoro de la Torre, Jecker y Compañía (española y suiza), Pedro Font
(francesa), Gucheron y Patte (francesa), Redonet-Echeguren (francesa
y española), Has-Denghausen (alemana), Kunhardt y Ewald (alema-
na) y Moller y Compañía (alemana), entre otras.
Al poder de estos grupos de notables extranjeros contribuyó el
hecho de que el Ejército federal, primero con el propósito de res-
guardar el puerto y los caudales de la aduana y después por otras ra-
zones que se explicarán más adelante, mantuvo una presencia per-
manente en el cuartel de Mazatlán durante todo este período. Sus
comandantes no estaban subordinados a los poderes locales y por lo
mismo podían intervenir —como lo habían hecho al apoyar a los De
la Vega al derrocar al gobierno de Manuel Álvarez de la Bandera—
en los asuntos políticos del Estado. El problema para la oligarquía de
Culiacán fue que en lo sucesivo lo harían sirviendo como brazo ar-
mado de los comerciantes extranjeros a cambio de la remuneración
por sus servicios.

30 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Fue así que se perfilaron dos grupos con intereses económicos en
disputa irreconciliable: el de Mazatlán, con los comerciantes extran-
jeros y sus aliados (las autoridades municipales y los comandantes
del Ejército federal), y el de Culiacán, con la familia De la Vega, sus
parientes y su red de protegidos.

La disputa en el centralismo (1836-1846)

En ocasión de la licencia otorgada al presidente Santa Anna, en 1833


el vicepresidente Valentín Gómez Farías impulsó, a través de la ma-
yoría del Congreso, una reforma de fondo inspirada en los principios
del liberalismo. Sus objetivos eran secularizar la enseñanza, incautar
los bienes del clero, limitar el crecimiento y la fuerza de las órdenes
religiosas y hacer del Estado la instancia que supliera al real patrona-
to que rigió durante la época colonial.
Ante la reacción del clero y los grupos conservadores, Santa Anna
dio marcha atrás en esta reforma, aprovechando para abolir el siste-
ma federal e instaurar la República central, todo esto a fines de 1835.
Tal fue el pretexto de Texas para comenzar la guerra que lo indepen-
dizó de México.
Los estados pasaron a convertirse en departamentos y los goberna-
dores fueron nombrados en la capital del país; las asambleas legislati-
vas se convirtieron en juntas departamentales con la mera encomienda
de asesorar al Ejecutivo. El argumento era el mismo de todos los cen-
tralismos: combatir el desorden y la dispersión a que daba lugar la au-
tonomía propiciada por el federalismo y, de manera particular, lograr
el control central de la recaudación y el gasto de las rentas públicas.
Después del desconocimiento de la Constitución de 1824, el régi-
men centralista se mantuvo del 23 de octubre de 1835 al 22 de agosto de
1846 (con el paréntesis del 7 de octubre de 1841 al 31 de diciembre
de 1843). A lo largo de esos años el presidente Santa Anna gobernó con
el código centralista por toda norma, es decir, sin Constitución.
En Sinaloa, el enfrentamiento entre los De la Vega y los comer-
ciantes extranjeros de Mazatlán se recrudeció, con lo que resultaron

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 31


beneficiados los comandantes militares destacamentados en Mazat-
lán. Se trataba de proteger intereses comerciales muy claros: el co-
mercio de contrabando por Altata (que no contaba con autorización
para la navegación de altura) y la distribución de mercancías en las
zonas centro y norte de la entidad por parte de los De la Vega, y la im-
portación de artículos y bienes por el puerto de Mazatlán, evadiendo
por diferentes vías las imposiciones fiscales y trabajando su merca-
do en el sur del estado, Jalisco, Durango y Chihuahua, por los comer-
ciantes extranjeros. De hecho, algunos de estos últimos eran cónsu-
les de sus países, lo que les daba inmunidad diplomática e influencia
ante las autoridades del centro del país. Los De la Vega los hostigaban
con el poder judicial y el fisco estatal, pues, aunque la aduana era fe-
deral, las mercancías importadas debían pagar alcabala al distribuir-
se en el estado. Los comerciantes extranjeros, por su parte, contaban
con la guarnición federal y con su capacidad para organizar motines
en oposición al poder del grupo de Culiacán.
Ya se dijo que en 1835 los notables de Culiacán habían ubicado
en la gubernatura a su jefe, Manuel María de la Vega y Rábago, pero
al instaurarse el siguiente año la República central las cosas ya no les
fueron completamente favorables. Como ocurrió en prácticamente
todo el país, esta época se caracterizó por una gran inestabilidad po-
lítica: durante los años del centralismo hubo en Sinaloa 13 goberna-
dores, seis civiles y siete militares. Los civiles —que representaron los
intereses de los De la Vega y tuvieron su sede en Culiacán— fueron
Pedro Sánchez, Francisco Orrantia y Antelo, Luis Martínez de Vea,
Agustín Martínez de Castro, Pomposo Verdugo y Rafael de la Vega
y Rábago; de acuerdo con Sergio Ortega, cinco de ellos recibieron el
nombramiento desde la ciudad de México y dos ocuparon interina-
mente la gubernatura por ser los miembros más antiguos de la jun-
ta departamental. Los gobernadores de extracción militar fueron los
generales Francisco Duque, Francisco Ponce de León, Juan José An-
drade y José Antonio Mozo; el coronel José Ruiz de Tejada y los te-
nientes coroneles Juan Ignacio Brambila y Ángel Miramón, todos
ellos comandantes de la guarnición de Mazatlán, que fue la sede de
sus gobiernos. Ninguno de ellos culminó el período de cuatro años

32 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


de gobierno, lo que habla de la precaria estabilidad existente en el
ámbito político.
La primera junta departamental fue elegida el 15 de marzo de
1837, bajo el gobierno interino de Pedro Sánchez, quien ocupaba el
cargo desde el 28 de septiembre de 1836 pese a ser acusado de fede-
ralista y de ser adepto al grupo de los De la Vega. Pedro Sánchez go-
bernó hasta el 31 de mayo de 1837, cuando entró como gobernador
provisional José Francisco Orrantia y Antelo, en cuya gestión, el 13
de enero de 1838, se produjo el levantamiento a favor de la Constitu-
ción de 1824 encabezado por el coronel José María Cuevas y dirigi-
do en Culiacán por el general José Urrea y en el sur de la entidad por
José María Guzmán. Finalmente, después de varios combates, a fines
de mayo de ese mismo año, el general Mariano Paredes de Arrillaga
venció a los federalistas.
A Orrantia y Antelo le sucedió en el poder Luis Martínez de Vea,
quien ocupó el cargo del 30 de octubre de 1840 al 18 de julio de 1842.
En 1844, los De la Vega ejercieron el poder dos veces en la persona de
Agustín Martínez de Castro (del 15 de mayo al 8 de junio de 1844, la
primera, y del 9 de noviembre al 31 del mismo mes de 1844, en la se-
gunda ocasión).
Entre los comandantes militares, detentaron la gubernatura el ge-
neral Francisco Duque (en dos ocasiones: del 8 de julio de 1842 al 23
de abril de 1843, y del 6 al 7 de marzo de 1844), el general Juan J. An-
drade (del 19 de diciembre de 1843 al 6 de mayo de 1844), el general
José Antonio Mozo (en dos momentos: del 7 al 15 de mayo de 1844,
y del 8 de junio al 30 de octubre de 1844), el coronel José Ruiz Tejada
(del 30 de octubre al 7 de noviembre de 1844) y el teniente coronel Juan
Ignacio Brambila (del 7 al 9 de noviembre de 1844).
El 24 de abril de 1845 asumió la gubernatura Rafael de la Vega y
Rábago, nuevo líder del grupo de notables de Culiacán, pero el 7 de
enero de 1846 aconteció en Mazatlán el cuartelazo a favor del Plan
de San Luis del coronel Ángel Miramón, quien el 22 de enero se hizo
cargo del gobierno estatal con el apoyo de la guarnición de Culiacán.
Apenas nombrado prefecto de Culiacán, Mariano Díez Martínez
tomó prisionero a Rafael de la Vega por unas horas. Acompañado de

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 33


varias autoridades, éste huyó inicialmente a Tamazula, Durango, y
después a las cercanías de Culiacán, donde proclamó el desconoci-
miento de las autoridades emanadas de la revuelta.
En Mazatlán, el 5 de febrero, se desconoció al gobierno de Mira-
món y se nombró provisionalmente a Pomposo Verdugo, quien asu-
mió el cargo el 6 de agosto de 1846. Ya antes, el 14 de diciembre de
1845, había ocurrido la rebelión del general Mariano Paredes Arri-
llaga (el mismo que venció a los federalistas sinaloenses en mayo de
1838) en la ciudad de San Luis, con el apoyo de una buena cantidad
de jefes militares, entre otros Ángel Miramón, comandante general
y gobernador de Sinaloa. Resultado de esa sublevación, en enero de
1846 se volvió al régimen federal.
Con la restauración del federalismo, los notables de Culiacán recu-
peraron los poderes estatales. Después de las elecciones para instalar
la asamblea legislativa, ésta designó a Rafael de la Vega y Rábago como
gobernador constitucional el 21 de noviembre de 1846, esto después de
que José María Salas, quien se había autonombrado presidente interi-
no, pretendió nombrar el 5 de septiembre de 1846 a Gumersindo Lai-
ja, nativo de la hacienda de Pericos en Mocorito y exfuncionario de los
gobiernos de Manuel María de la Vega y Francisco Orrantia, quien ja-
más pudo tomar posesión ante el ayuntamiento de Culiacán, institu-
ción facultada por la ley ante la ausencia de la asamblea legislativa.

La invasión estadounidense (1847-1848)

En mayo de 1846, Estados Unidos declaró la guerra a México, argu-


mentando como causa inmediata la incorporación de Texas a su te-
rritorio el 1 de marzo del año anterior. Ya en abril de 1846, el gobierno
federal había enviado al coronel Rafael Téllez para que se embarcara
rumbo a la Alta California, comandando un numeroso y bien equi-
pado cuerpo militar. Sin embargo, al llegar a Mazatlán, Téllez se re-
beló contra el presidente Mariano Paredes Arrillaga. Ahí, junto con
los comerciantes extranjeros, afincó un poder alterno al del gobierno
local, a cargo de Rafael de la Vega.

34 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


A fines de septiembre de 1846, la escuadra estadounidense del
Pacífico arribó a Mazatlán, iniciando las hostilidades. Finalmente, en
febrero de 1847 se declaró el bloqueo del puerto. Ante el reclamo y el
envío de naves por parte de los ingleses para defender sus intereses y
a sus súbditos en Mazatlán, la armada norteamericana suspendió el
bloqueo. Cuando el 11 de octubre Téllez fue intimado para la rendi-
ción del puerto, el coronel se retiró con su tropa arguyendo incapaci-
dad militar para defender la plaza. Así, quien trató con los invasores la
entrega de la ciudad fue el alcalde José María Vasavilbazo (posterior-
mente gobernador durante un muy breve tiempo), quien pidió garan-
tizar el respeto a la población civil. Ese mismo día, las fuerzas estado-
unidenses desembarcaron en las playas sinaloenses. En este sentido,
el papel del ayuntamiento fue determinante para evitar que se impu-
siera la ley marcial en el puerto. Las acusaciones de Téllez contra el
ayuntamiento, tildándolo de traidor y colaboracionista, tuvieron por
lo mismo poca resonancia.
Con la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo (el 2 de fe-
brero de 1848, y ratificados el 30 de mayo del mismo año) la ocupa-
ción de Mazatlán llegó a su fin el 17 de junio de 1848. Junto con Texas,
como se sabe, México perdió más de la mitad de su territorio, aun-
que durante los ocho meses de ocupación norteamericana en Mazat-
lán sólo se presentó un hecho de armas: la refriega en la población de
Urías, en la que el capitán del puerto, Carlos Horn, obligó a un grupo
de marines estadounidenses a replegarse a sus barcos.
No obstante, la arena de la lucha política se mantuvo activa duran-
te el tiempo de la ocupación en el resto del estado. Después de en-
tregar la plaza en el puerto, el coronel Téllez avanzó hacia el norte,
derrotando el 15 de septiembre de 1847 a las milicias cívicas defen-
soras de Culiacán y del gobernador Rafael de la Vega, en el pobla-
do de Las Flechas. En el combate murió el general Teófilo Romero,
quien comandaba a los derrotados, y fue hecho prisionero Francisco
de la Vega, hermano del gobernador. Para ilustrar el desgaste provo-
cado por las disputas entre las propias facciones de connacionales en
la guerra contra la intervención norteamericana, basta señalar que

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 35


ese mismo día, mientras en las regiones se daban cruentos enfrenta-
mientos por el poder local, los invasores tomaron la ciudad de México.
Con la huida de Rafael de la Vega y sus funcionarios a la Villa
de Sinaloa, los vencedores saquearon la capital del estado, afectando
propiedades de vecinos y especialmente las de la familia De la Vega.
Téllez se proclamó gobernador, pero muy pronto, resarciéndose del
revés inicial, Rafael de la Vega recuperó Culiacán el mes de noviem-
bre. Con el restablecimiento del gobierno legítimo, éste encabezó a
sus tropas para someter al coronel Téllez en Concordia. Al tener co-
nocimiento de la aproximación de un destacamento del Ejército fe-
deral para someterlo a corte marcial, Téllez se rindió ante el gober-
nador en el pueblo de Zavala. Pasados estos momentos de infortunio
para la patria, el grupo De la Vega consolidó su posición en la vida
política y económica regional frente a los notables mazatlecos. Aun-
que las cosas cambiarían pronto.

El fin de un grupo de notables (1848-1853)

El grupo de la familia De la Vega continuó ejerciendo el poder es-


tatal por medio de los gobernadores Pomposo Verdugo (1848-1850)
y Francisco de la Vega (1852-1853). No obstante, la tensión con los
comerciantes extranjeros de Mazatlán prosiguió. Pomposo Verdugo
mantuvo —y de hecho incrementó— la presión fiscal y judicial sobre
éstos, lo que dio lugar, como respuesta, a la sublevación de la guar-
nición federal el 18 de julio de 1848, misma que fue reprimida con
gran dureza por el gobernador ejecutando a tres de los jóvenes ofi-
ciales que acaudillaron el movimiento. Ante una nueva sublevación
en enero de 1849, Pomposo Verdugo tomó la decisión de residir en
Mazatlán, solicitando al gobierno federal el traslado de la guarnición
a Concordia. En esta dif ícil situación, sucedió la muerte de Rafael de
la Vega, el verdadero dirigente político y económico de la región. Su
hermano Francisco asumió la gubernatura en enero de 1852, pero su
temperamento impulsivo marcó una diferencia con respecto a su cal-
culador y cerebral antecesor.

36 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Entre las iniciativas de gobierno impulsadas por Francisco de la
Vega destacó la reforma fiscal dirigida especialmente a los comer-
ciantes mazatlecos que proponía la sustitución de las alcabalas por
contribuciones directas de cada una de las casas comerciales, todo
bajo el control directo del gobierno estatal. En respuesta a esta medi-
da, el 5 de mayo de 1852 los comerciantes extranjeros organizaron un
motín en contra de los recaudadores, medida que se repitió en cada
ocasión que se intentó el cobro de las imposiciones. En esta circuns-
tancia, el capitán Pedro Valdés, oficial secundario de la guarnición a
las órdenes de los comerciantes extranjeros, tomó el cuartel militar
la noche del 11 de julio de 1852, haciendo prisionero al comandante
de la guarnición, general Ramón Morales, y al gobernador Francis-
co de la Vega, quien estaba en Mazatlán para hacer efectivo el co-
bro de los impuestos y ajustar cuentas con los organizadores de los
motines.
El gobernador fue liberado al día siguiente, después de aceptar
las condiciones de los amotinados. Así, en una junta de vecinos y co-
merciantes extranjeros, ese mismo 12 de julio se tomó la decisión de
pedir al Congreso general que Mazatlán y los partidos del sur se con-
virtieran en territorio federal, y a pesar de no recibir una respuesta
favorable, el puerto se mantuvo independiente del gobierno estatal
bajo el mando de Pedro Valdés, que para entonces había hecho pri-
sioneras a las autoridades locales.
Enarbolando la bandera de la rebelión proclamada en Guadala-
jara el 13 de septiembre de 1852, demandando la salida de Mariano
Arista y reclamando el regreso de Santa Anna a la presidencia, el ca-
pitán Valdés derrotó a la milicia del estado en Portezuelo, poblado
cercano a Culiacán, el 16 de octubre de 1852, obligando a huir hacia el
norte al gobernador Francisco de la Vega. Mientras tanto, Culiacán
fue saqueado durante tres días, particularmente las propiedades de
los De la Vega, muchas de las cuales fueron destruidas.
Después de una momentánea recuperación de la capital por parte
del gobernador, las tropas de Valdés lo echaron de la ciudad y lo per-
siguieron hasta propinarle la derrota definitiva en Balácachi, en las
proximidades de El Fuerte, el 17 de marzo de 1853. Con ello llegaron

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 37


a su fin los años de dominación del grupo Culiacán en la política y la
economía sinaloense.
Vendrán nuevos tiempos surcados por otros procesos y aconte-
cimientos que signarán el futuro de México y Sinaloa: la forja defi-
nitiva de la nación y el Estado nacional con el triunfo de los liberales
y la finalmente fallida intervención francesa, la rediviva disputa por
el control político local con el surgimiento de figuras tan caracterís-
ticas como Plácido Vega y la posterior versión regional del porfiriato
con el cañedismo.

El breve dominio del grupo de Cosalá

Francisco Iriarte y Conde

Se le nombró «gobernador en ausencia» por parte del primer Con-


greso Constituyente el 13 de marzo de 1831, otorgándosele licencia por
seis meses. Presumiblemente nació en 1790 y murió el 17 de septiem-
bre de 1832 sin tomar posesión del cargo. Dice Herberto Sinagawa:

La primera asamblea legislativa de Sinaloa nombró Gobernador


Constitucional a don Francisco Iriarte y Conde, [quien] tomaría
posesión del cargo el 28 de mayo de 1831, pero pidió licencia unas
semanas después, ya que se sentía enfermo a causa de la intensa
lucha política que tuvo que sostener hasta lograr la separación de
Sinaloa del Estado Interno de Occidente, gastando la fortuna que
había amasado con la explotación del Mineral de Guadalupe de
los Reyes, cerca de Cosalá. Tan grave era la enfermedad y el de-
bilitamiento f ísico provocado por su largo enfrentamiento con
el grupo sonorense acaudillado por Juan Miguel de Riesgo, que
murió en la ciudad de México el 17 de septiembre de 1832. Con la
muerte del esforzado cosalteco, el naciente estado se vio sacudido
por luchas internas en las que se sucedían los gobernadores con
increíble rapidez, de acuerdo con la fortaleza de los grupos que

38 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


se disputaban el poder, sin tomar en cuenta la opinión del pueblo.
(Sinagawa, 2013: 294)
[Más adelante, Sinagawa Montoya informa:]
Nació en Cosalá. En 1823 fue electo vocal de la diputación pro-
vincial de Sinaloa, de acuerdo con la Constitución de Cádiz de
1812 [...]. Iriarte luego presidió la diputación provincial de junio
a septiembre de 1824; fundador de la logia del rito escocés en el
Estado de Occidente, y cesó en la jefatura política al instalarse el
Congreso Constituyente. Vicegobernador, se encargó del poder
del 7 de octubre de 1824 hasta el 27 de abril de 1825. Nuevamente
fue gobernador (del Estado Interno de Occidente) al año siguien-
te. Tuvo agrias disputas con las logias yorkinas dirigidas por Juan
Miguel de Riesgo. Opuesto al traslado de la capital del estado a
Culiacán, primero, y a Álamos después, inhabilitado por el Con-
greso general para seguir como gobernador, cesó el 29 de noviem-
bre de 1827. En 1829 vuelve a ejercer el poder, que entrega el 1 de
abril de 1830. Gobernador electo, tomó posesión (ahora ya del go-
bierno del estado de Sinaloa) el 28 de mayo de 1831, y se separó del
cargo el 8 de junio siguiente. Fue dueño de la mina de Guadalupe
de los Reyes, una de las más ricas en oro y plata. Se dice que dicha
mina fue descubierta por unos individuos que buscaban colme-
nas en Semana Santa. Fue vendida por unos pesos a don Francis-
co Basilio Iriarte, en 1801. Su hijo Francisco la empezó a explo-
tar. Tenía dos socios. Se deshizo de la sociedad. Se gastó toda su
fortuna y la de su esposa, pero encontró la veta madre en 1830,
y las minas La Descubridora y La Estaca empezaron a producir
grandes cantidades de oro y plata. En ese año, se dice, dejaron un
ingreso de un millón de pesos, y también que el señor Iriarte se
gastó ese dinero en la pugna que sostuvo con el Congreso Cons-
tituyente del Estado de Occidente. El mineral vivió años de gran
bonanza. Se trajo el primer dinamo que produjo electricidad para
la planta y el pueblo tuvo agua potable por gravedad; tenía su pro-
pio hospital y médico. Sus instalaciones eran de lo mejor: un tele-
férico de cinco kilómetros de extensión para el transporte de me-
tales de la mina central Dolores a la planta, un gran taller donde

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 39


se torneaban las piezas para el equipo, y en 1900 se supo de la
existencia de Guadalupe de los Reyes en la Exposición Mundial
de París para conmemorar el nacimiento del siglo XX. Mazatlán
proveía de todo: azúcar, sal, telas, zapatos, café, cerveza alemana y
medicinas. Don Francisco murió en la ciudad de México el 17 de
septiembre de 1832. Después de su muerte, sus bienes fueron ob-
jeto de una enconada disputa. Se dice que sus hijos dilapidaron lo
que logró amasar con mucho esfuerzo. (Ibíd.: 346-347)

Por su parte, Sergio Ortega Noriega comenta:

Francisco Iriarte fue un personaje de gran importancia en esta


dif ícil etapa de la historia de Sinaloa, durante la cual se formó la
primera generación de políticos de la sociedad regional al inde-
pendizarse del gobierno colonial. Iriarte nació en Cosalá, hacia el
año de 1790, en el seno de una familia de notables de la localidad
cuyos miembros, dedicados a la minería y al comercio, llegaron a
acumular una fortuna considerable. Como era lo ordinario entre
los políticos de la época, se afilió a la masonería y fue militante
del rito escocés. Inició su vida pública en 1823 como miembro de
la diputación provincial de Sinaloa (antes de constituirse el Es-
tado Interno de Occidente) y llegó a ser gobernador del Estado
Interno de Occidente en 1824, puesto que desempeñó dos años,
pero en tres períodos discontinuos, debido a la inestabilidad po-
lítica de aquellos tiempos [...] fue el gobernante más destacado
de aquellos seis y medio agitados años que duró el Estado de Oc-
cidente. Francisco Iriarte luchó por los intereses de los notables
del sur de Sinaloa, es decir, los de Cosalá y de El Rosario, que en
aquel momento formaban el grupo político más fuerte. El gober-
nador Iriarte tuvo fuertes conflictos con la legislatura del estado
por dos motivos principales: por retener en Cosalá la capital, y
por la división del Estado [Interno de Occidente]. Al momento de
la creación del Estado de Sinaloa, en 1831, seguía siendo el hom-
bre fuerte de la política sinaloense, y su grupo era el más podero-
so del estado; sin embargo, la muerte truncó su carrera política y

40 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


también marcó el ocaso de los notables de Cosalá y de El Rosario.
(Ortega, 1999:189)

Agustín Martínez de Castro

Gobernador interino del 14 de marzo de 1831 al 18 de junio del mismo


año. Posteriormente, formó parte del triunvirato surgido del levan-
tamiento auspiciado por los De la Vega contra el gobernador Manuel
María Álvarez de la Bandera. Cedió el cargo el 18 de junio a Fernando
Escudero, toda vez que el 26 de mayo el Congreso otorgó a Iriarte li-
cencia por seis meses para que restableciera su salud en la capital del
país. Poco más adelante, cuando

en febrero de 1834 el jefe de las fuerzas federales de Culiacán,


Carlos Cruz de Echeverría, y el coronel José Urrea, apoyados por
la familia De la Vega, llevaron a cabo un golpe de Estado, toman-
do prisionero al gobernador Álvarez de la Bandera, [nombraron]
en su lugar un triunvirato formado por José Palau, Manuel de la
Herrán y Agustín Martínez de Castro (estos dos últimos emparen-
tados con los De la Vega). (Aguilar, 1997: 52)

Con esto se prefiguraba de manera muy clara el ascenso del gru-


po Culiacán al poder estatal.
Posteriormente, del 24 de marzo al 7 de julio de 1834, formó par-
te de un triunvirato con José Palau y Manuel de la Herrán, para nue-
vamente, del 15 de mayo al 8 de junio de 1844, ser gobernador interino.
Este breve mandato tuvo sede en Culiacán, a diferencia de los gobernan-
tes militares, que residían en Mazatlán. La junta departamental dispuso
su ejercicio de gobierno en su calidad de vocal decano de dicho órgano.
Su estancia sirvió para designar un nuevo gobernador constitucional.
Del 9 de noviembre al 1 de diciembre de 1844, en tanto vocal más
antiguo de la junta departamental, y de conformidad con lo dispues-
to en las Bases Orgánicas del régimen centralista (expedidas por la

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 41


Junta Nacional Legislativa el 12 de junio de 1843), fue nombrado de
nuevo gobernador.
Su último período fue del 1 de marzo al 11 de mayo de 1846, cuan-
do se hizo cargo del gobierno en Culiacán por segunda ocasión a cau-
sa de una enfermedad de Rafael de la Vega.

Fernando Escudero

Gobernador del 18 de junio de 1831 al 20 de julio de 1832. Nació en


1796 y murió presumiblemente en 1854. Entró en funciones por nom-
bramiento del Congreso Constituyente el 18 de junio de 1831, después
de que le fue concedida licencia por motivos de salud a Francisco
Iriarte, sustituyendo a Agustín Martínez de Castro. Con él se esta-
bleció la forma de publicar y jurar la Constitución y se promulgó la
primera Constitución Política del Estado de Sinaloa el 12 de diciem-
bre de 1831, que contenía principios liberales que después normaron
nuestras instituciones de Derecho (Olea, en Ortega, 1987). Expidió el
primer Reglamento de Justicia en el estado y dispuso la construcción
de una columna para perpetuar el pronunciamiento del pueblo exi-
giendo la reposición de Iriarte y Conde, depuesto en septiembre de
1827 de la gubernatura del Estado Interno de Occidente por el coro-
nel Mariano Paredes Arrillaga con el apoyo de la Legislatura, en me-
dio de la disputa entre los grupos de notables de Sonora y Sinaloa. De
él dice Herberto Sinagawa:

Peleó contra la segregación de Álamos del Departamento de El


Fuerte, por considerar que pertenecía a Sinaloa; prohibió que
manos muertas adquirieran bienes raíces, proclamó la no reelec-
ción, expidió la Ley Orgánica del Estado y la Ley electoral y fir-
mó el decreto que el Primer Congreso Constituyente emitió el 25
de junio de 1832, declarando Gobernador Constitucional al señor
Francisco Iriarte y como vicegobernador a Manuel María Álvarez
de la Bandera. (Sinagawa, 2013: 218)

42 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Manuel María Álvarez de la Bandera

Gobernador del 20 de julio de 1832 al 24 de marzo de 1834. El pri-


mer Congreso Constituyente clausuró sus sesiones en marzo de 1832
y convocó a elecciones para constituir la primera asamblea legisla-
tiva y decidir quién sería el primer gobernador constitucional del
estado. Después de resultar electo Antonio Iriarte, presuntamente
primo de Francisco Iriarte, quien no aceptó el cargo, el 20 de julio de
1832 el vicegobernador Manuel María Álvarez de la Bandera, tam-
bién miembro prominente del grupo de notables de Cosalá, ocupó
el puesto.
Después de la primera rebelión ocurrida en Culiacán en septiem-
bre de 1832, el 10 de julio de 1833 se nombró una nueva asamblea le-
gislativa estatal, pues la anterior había reconocido el Convenio de
Zavaleta, lanzado por Antonio López de Santa Anna contra Anasta-
sio Bustamante. En febrero de 1834 se llevó a cabo el golpe de Esta-
do promovido por el grupo de los De la Vega en el cual cayó prisio-
nero el gobernador Álvarez de la Bandera, y en su lugar se nombró
un triunvirato subordinado al grupo de Culiacán. Después de alguna
resistencia y ante la dualidad de poderes que se vivía en la entidad,
con la intervención del Supremo Gobierno a favor de los pronuncia-
dos y con dos gobernadores provisionales nombrados sucesivamen-
te, Álvarez de la Bandera —quien se había refugiado en Cosalá y en
El Rosario— renunció definitivamente el 23 de enero de 1835 a solici-
tud del general José Mora, quien —con instrucción expresa del pre-
sidente Santa Anna— llegó a poner orden en el estado. Con dicha re-
nuncia culminó definitivamente el dominio del grupo de notables de
Cosalá en Sinaloa.

El triunvirato: José Palau, Manuel de la Herrán y Agustín


Martínez de Castro

Gobernaron del 24 de marzo al 7 de julio de 1834. Después del gol-


pe de Estado al gobernador Álvarez de la Bandera, y habiendo éste

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 43


huido con una buena parte de la asamblea legislativa hacia El Rosario,
Concordia y Cosalá, la mayoría de los distritos acordó, como se rese-
ñó líneas arriba, crear un triunvirato que ejerciera provisionalmente
el Ejecutivo estatal.

José Felipe Gómez

Gobernador provisional del 7 de julio al 2 de agosto de 1834. Ya en


funciones el triunvirato, convocó a elecciones para formar una nueva
asamblea legislativa que se instaló el 6 de julio de 1834, convocando
inmediatamente a elecciones para el Ejecutivo y declarando gober-
nador provisional a José Antonio Jorganes, pero ante la ausencia de
éste se nombró a José Felipe Gómez, de quien se sabe que nació en
1780 y falleció en 1842. De acuerdo con Herberto Sinagawa, era tipó-
grafo de oficio:

Su mérito principal es haber editado el primer periódico que se co-


noció en las provincias de Sinaloa y Sonora al constituirse el Estado
de Occidente [...] Se trata de El Espectador Imparcial y apareció en
el segundo semestre de 1825 en El Fuerte [Durante los tiempos del
Estado Interno de Occidente]. José Felipe Gómez estableció una
alianza con don Francisco Iriarte y Conde [...] En 1827, Gómez edi-
tó otra página periodística en Álamos, siendo la primera que vio la
luz pública en [lo que hoy es el estado de] Sonora, y cuando con
motivo de la sublevación yaqui se acordó cambiar los poderes del
Estado de Occidente a Cosalá, el 28 de agosto de 1826, se llevó
su imprenta a dicha villa donde publicó El Espectador Imparcial,
apoyando a Iriarte y Conde en sus pretensiones de estructurar po-
líticamente a Sinaloa, pugnando por la creación de los primeros
municipios después de la fallida Constitución de Cádiz del 19 de
marzo de 1812, y de acuerdo con la concepción republicana de
don Miguel Hidalgo y Costilla de «un congreso de pueblos y vi-
llas». Al amparo del patriarca cosalteco [Iriarte y Conde], Gómez
fue diputado en el Congreso Constituyente y gobernador provi-

44 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


sional [del para entonces ya estado de Sinaloa] el 20 de noviembre
de 1834, renunciando el 22 de enero de 1835 nombrándose en su
lugar con el mismo carácter a don José Antonio Jorganes. (Ibíd.:
298-299)

En lo referido a las fechas, como se advierte claramente, Sinagawa


difiere de todas las demás cronologías conocidas acerca de los perío-
dos de los mandatos de los gobernadores de Sinaloa. En otra versión,
se dice que para cuando José Felipe Gómez asumió la gubernatura
provisional del estado de Sinaloa, el 7 de julio de 1834, «estaba casado
con una sobrina de los De la Vega». (Aguilar, op. cit.: 52)

José Antonio Jorganes

Gobernador provisional del 2 de agosto al 20 de noviembre de 1834.


El suyo fue un gobierno cruzado por diversos imponderables políti-
cos, incluido el motín ocurrido en Cosalá el 1 de octubre de 1834, que
no tuvo mayores repercusiones. En su peculiar estilo, de él dice An-
tonio Nakayama:

La actuación del señor Jorganes no fue muy tranquila que diga-


mos. A finales del mes de agosto había en la entidad muchos sig-
nos de rebeldía, y en septiembre siguiente la asamblea legislativa
se puso en contra de la política que en materia religiosa había se-
guido el vicepresidente en funciones, licenciado Valentín Gómez
Farías, pues adoptó un acta levantada en El Rosario el 26 de agos-
to anterior (1834) manifestando que la actitud del pueblo de aque-
lla ciudad, lejos de ser un movimiento revolucionario ni de pertur-
bar el estado de cosas, tendía al afianzamiento del sistema federal
y a las autoridades del estado, y que como era necesario remover
aun los más lejanos pretextos de los que apasionados de la anterior
administración [de Gómez Farías] [pudieran] valerse para seducir
y engañar a los incautos [decretaba adoptar la expresión del pue-
blo de El Rosario, y establecía que] Las leyes sobre proscripción de

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 45


personas, sobre reformas religiosas, tolerancia de sectas masóni-
cas y todas las demás disposiciones que traspasan los límites de
la Constitución general eran contrarias a la voluntad del Estado.
Después, el Congreso continuó con la revisión de los decretos
expedidos por la asamblea anterior desde el 17 de agosto de 1833
al 31 de diciembre del mismo año, derogando el expedido en la
primera de esas fechas, que declaraba que el período legal del ór-
gano legislativo terminaría el 31 de diciembre de 1835, así también
como el de la imprenta y los votados en el año de 1834. El señor
Jorganes acabó por renunciar. (Nakayama, 2006: 227)

Manuel María de la Vega y Rábago

Gobernador provisional del 22 de enero al 26 de octubre de 1835. El


mismo 20 de noviembre de 1834, recibida la renuncia de José Anto-
nio Jorganes, la asamblea legislativa designó en su lugar a José Blas
de Guevara, quien a su vez renunció sin haber tomado posesión. Se
nombró entonces a Manuel María de la Vega como gobernador provi-
sional el 22 de enero de 1835. El fin de la resistencia de Manuel María
Álvarez de la Bandera al presentar su renuncia formal el 23 de enero
de 1835 permitió dar total legalidad al nuevo gobierno. Empezó en-
tonces el predominio de los De la Vega en el estado. En el enfrenta-
miento con el grupo de comerciantes extranjeros de Mazatlán apo-
yados por la guarnición militar federal del puerto, este mandatario
reformó el sistema de tributación fiscal al comercio, que era de al-
cabalas, sustituyéndolo por el de contribución directa, a lo cual se
opusieron férreamente los comerciantes extranjeros y finalmente fue
abolido en 1843.

46 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


La disputa en el centralismo: dos grupos de
notables, militares y otra circunstancia nacional

Pedro Sánchez

Primero como gobernador provisional —desde el 28 de septiembre


de 1836— y luego como encargado del departamento en su condi-
ción de primer vocal de la junta departamental —desde el 15 de mar-
zo de 1837—, gobernó Sinaloa hasta el 31 de mayo de 1837. Sobre el
contexto de aparición del centralismo, algunos estudiosos apuntan:

A principios de 1835, el presidente de la República, Antonio Ló-


pez de Santa Anna, ante la presión del grupo conservador, dero-
gó las leyes reformistas del vicepresidente Valentín Gómez Farías
que lesionaban los privilegios e intereses del clero y del Ejérci-
to; estuvo a favor de la abolición de la Constitución de 1824 y de
la expedición del código centralista que regiría en todo el país a
partir de 1836, reforzándose con Anastasio Bustamante en la pre-
sidencia desde el 12 de abril de 1837 [...] las entidades federativas
pasaron a ser departamentos dependientes del gobierno central,
suprimiendo las legislaturas y nombrando en su lugar a las juntas
departamentales que se elegían indirectamente a través de elec-
tores [...] La etapa centralista en Sinaloa se caracterizó por una
sucesión de gobiernos (seis civiles y siete militares) que llegaron
al poder mediante cuartelazos y sublevaciones. Los gobernantes
civiles representaron los intereses de los De la Vega y tuvieron su
sede en Culiacán. Los gobernantes militares eran los comandan-
tes de las fuerzas federales en la guarnición militar de Mazatlán,
por lo que estuvieron a favor de los intereses de los comerciantes
del puerto. (Aguilar, op. cit.: 53)

A Pedro Sánchez, primer gobernante de la etapa centralista, le


tocó enfrentar circunstancias que lo obligaron a desacatar las orien-
taciones del Supremo Gobierno:

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 47


Al implantarse el régimen centralista, el gobierno general pensó en
reformar la división territorial y creyó conveniente la reunión de
Sinaloa y Sonora para formar de nuevo una sola entidad. El gober-
nador del departamento, Pedro Sánchez, citó al vecindario de Cu-
liacán con el objeto de darle a conocer el proyecto y pulsar su opi-
nión, y el 21 de abril de 1836 las personas convocadas se reunieron
en la sala de gobierno donde [...] se acordó por unanimidad que
por ningún motivo se aceptaba que los dos estados se unieran de
nuevo, y que si el gobierno general insistía en llevar a cabo su idea,
se preferiría que Sinaloa se uniese a Durango y así podrían sacar-
se mayores ventajas [...]. El resultado de la junta fue lógico: estaba
muy reciente el recuerdo de la lucha por la división del Estado de
Occidente y los sinaloenses ya se habían acostumbrado a gober-
narse por sí mismos. Afortunadamente, el gobierno no insistió en
llevar a cabo la unión de las dos entidades. (Nakayama, op. cit.: 228)

José Francisco Orrantia y Antelo

Sustituyó a Pedro Sánchez en fecha indeterminada de 1838, gober-


nando hasta el 3 de julio de ese mismo año. No se puede precisar la
fecha exacta de su entrada en funciones. Eran tiempos turbulentos,
marcados por el enfrentamiento entre federalistas y centralistas. Es-
tando en funciones Orrantia y Antelo, el general José Urrea (nom-
brado comandante general y protector por la legislatura de Sonora)
encabezó un levantamiento a favor del federalismo. El 12 de enero de
ese año, el coronel José María Cuevas se sublevó en Culiacán con el
apoyo del gobernador. Al día siguiente, en junta de vecinos en Culia-
cán, se determinó reconocer la Constitución federal de 1824 y la Car-
ta Constitutiva local de 1831. El mismo Orrantia fue quien presidió la
junta. Por otra parte, las fuerzas centralistas de Lino Alcorta fueron
derrotadas en El Rosario y días después Cuevas se apoderó de Cosa-
lá, haciéndose de 50 000 pesos en barras de plata y joyas. En tanto,
saliendo de Sonora en dos barcos, Urrea tomó Mazatlán, pero ante la
acometida de las fuerzas centralistas al mando del general Mariano

48 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Paredes de Arrillaga, la plaza fue recuperada el 6 de mayo y en segui-
da tomaron control de Cosalá. Al ocupar finalmente Culiacán, Urrea
tuvo que dejar la ciudad debido a la proximidad de las tropas coman-
dadas por el coronel Teófilo Romero, quien se había mantenido leal
al centralismo después del pronunciamiento en la capital del estado,
y fue derrotado por Alcorta en el poblado de El Tablón. Así fue como
se frustró el intento por reinstaurar el régimen federalista durante el
breve período de José Francisco Orrantia. (Buelna, 1966: 38 y Mena,
1942: 202)

Luis Martínez de Vea

Gobernador Constitucional del departamento de Sinaloa del 25 de


mayo de 1838 al 18 de julio de 1842. Dice Antonio Nakayama que

El día 25 de mayo en que Urrea abandonó la ciudad de Culiacán,


fueron repuestas las autoridades legítimas, siendo designado go-
bernador Luis Martínez de Vea, quien prestó juramento ante el ge-
neral [Teófilo] Romero, iniciando su gestión el mismo día. Sus pri-
meros trabajos fueron reorganizar la administración y reinstalar a
los empleados que no habían colaborado con los rebeldes. Se vol-
vió, así, a los senderos del código centralista de 1836. Algunas gavi-
llas al mando de personajes que después darían de qué hablar [Án-
gel Miramón y Mariano Garfias] quedaron dispersas en lugares
como el mineral de Guadalupe y Calvo. (Nakayama, op. cit.: 229)

En desacuerdo con la fecha de inicio en sus funciones citada an-


teriormente, otro texto señala que

Orrantia y Antelo gobernó hasta 1838 y al parecer le sucedió Luis


Martínez Vea, como se puede concluir de los documentos ana-
lizados por don Eustaquio Buelna, en los cuales consta que esta
persona ocupó el cargo de gobernador constitucional del 30 de
octubre de 1840 al 18 de julio de 1842. (Aguilar, op. cit.: 54)

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 49


Durante el gobierno de Martínez de Vea, el 8 de octubre de 1838
empezó a operar en Culiacán el Seminario Tridentino y Nacional de
Sonora, fundado por el obispo Lázaro de la Garza y Ballesteros, pri-
mera casa de estudios superiores en el noroeste del país.
Martínez de Vea sorteó también otros incidentes significativos de
inconformidad, como el provocado por el magistrado Gumersindo
Laija, quien después de la salida de José Palau dejó de ser suplente para
convertirse en magistrado propietario del Tribunal de Justicia. Duran-
te el pronunciamiento acaudillado por el general José Urrea, los ma-
gistrados Mariano Amezcua y José Loza huyeron de Culiacán, tras lo
cual Laija usurpó la presidencia del órgano judicial. Desde ahí deman-
dó la salida del gobernador Orrantia y Antelo, persiguiendo a ambos
magistrados. Cuando Martínez de Vea —quien quería que las aguas
corrieran de nuevo con una relativa normalidad— arribó al Ejecutivo
ratificó a Laija en el puesto de presidente del Tribunal, pero se vieron
enfrentados ante la renuencia de este último a aceptar la reincorpora-
ción de Amezcua y Loza. Laija acusó en el Congreso general de la Re-
pública al gobernador, y las represalias no se dejaron esperar: Martí-
nez de Vea suspendió de sus funciones a Laija y éste se dio a la tarea
de amotinar a algunas comunidades, lo que propició que el gobierno
adoptara medidas drásticas y obligara a Laija a huir del estado.
Durante esta etapa, en el contexto nacional, tuvieron lugar en
1841 las rebeliones del general Mariano Paredes Arrillaga en Guada-
lajara y de Antonio López de Santa Anna en Perote, Veracruz, pro-
ducto de las cuales se sustituyeron las leyes constitucionales de 1836
por las Bases Orgánicas que tuvieron vigencia desde el 12 de junio de
1843, con pocas consecuencias en Sinaloa en lo concerniente al régi-
men centralista.

Gral. Francisco Duque

Gobernador interino del 18 de julio de 1842 al 23 de abril de 1843.


Con él inició una ronda de militares en el gobierno de la entidad,
mismos que al tiempo que ejercían la gubernatura se desempeñaban

50 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


como comandantes generales del departamento de Sinaloa con resi-
dencia en Mazatlán. De manera efímera, Duque ejerció el cargo una
vez más. Azalia López informa que

los enfrentamientos entre los grupos dominantes eran muy no-


torios, por ejemplo el del general Francisco Duque (1842) cuando
se dirigió al Supremo Gobierno para justificar su conducta militar
en el departamento de Sinaloa, cuya sede se encontraba en Ma-
zatlán, acusando a las autoridades de protectoras del contraban-
do, citando hechos fraudulentos o introducciones clandestinas
por el puerto de Altata. Duque mostró documentos para com-
probar que la casa de los señores De la Vega y hermanos había
realizado actos de contrabando, extendiendo su acusación contra
el empleado de la hacienda pública Ángel Güemes como cómplice
[...]. Asimismo, incluía a Manuel Rubio y José Ignacio Echeverría
en un fraude contra el erario nacional por cien mil pesos, para lo
que necesitó de una investigación avalada por notarios públicos
de Culiacán y Cosalá. (López, op. cit.: s/p)

El 1 de diciembre de 1844 fue nombrado gobernador de nuevo, y


ocupó el puesto hasta el 24 de abril de 1845. Tras su pronunciamien-
to, el teniente coronel Brambila entregó el mando político y militar al
general Francisco Duque —a quien el general Paredes Arrillaga había
mandado para sustituirlo después del levantamiento de Guadalajara.

Gral. Francisco Ponce de León2

Gobernador y comandante general del departamento del 7 de sep-


tiembre al 19 de diciembre de 1843. Unos meses después, del 6 de
marzo al 7 de mayo de 1844, se hizo cargo de la gubernatura por se-
gunda ocasión en sustitución del general Juan J. Andrade.

2  Se desconoce quién o quiénes ejercieron el poder Ejecutivo en Sinaloa


del 23 de abril al 7 de septiembre de 1843.

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 51


Gral. Juan J. Andrade

Gobernador y comandante general del departamento del 19 de di-


ciembre de 1843 al 6 de marzo de 1844. Falleció en el desempeño de
su cargo.

Gral. José Antonio Mozo

Gobernador Constitucional y comandante general del departamento


del 7 al 15 de mayo de 1844. Ese mismo año, del 8 de junio al 30 de oc-
tubre, fungió de nuevo en ambos cargos. Tomó posesión en Culiacán
pero regresó a Mazatlán, donde fincó la capital del estado.

Cnel. José Ruiz de Tejeda

Gobernador y comandante militar del 30 de octubre al 7 de noviem-


bre de 1844. Fungió como segundo cabo de la comandancia a cargo
del general José Antonio Mozo en Mazatlán, y al retiro de éste asu-
mió la gubernatura.

Tte. Cnel. Juan Ignacio Brambila

Gobernador interino y comandante general del 7 al 9 de noviembre


de 1844. Acaudilló el pronunciamiento de la guarnición de Mazatlán
a favor del Plan de Guadalajara, que abanderó el 1 de noviembre de
1844 el general Mariano Paredes Arrillaga, proclamando el descono-
cimiento del gobierno de Antonio de Santa Anna. Después de esto,
Brambila se autodesignó gobernador interino aun con la oposición
de la junta departamental con residencia en Culiacán, que a su vez
nombró a Agustín Martínez de Castro (su vocal más antiguo) como
mandatario estatal.

52 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Rafael de la Vega y Rábago

Gobernador Constitucional del departamento con residencia en Cu-


liacán del 24 de abril de 1845 al 22 de enero de 1846. Considerado el lí-
der del clan de los De la Vega, durante su primer mandato tuvo lugar,
el 7 de enero de 1846, el cuartelazo del teniente coronel Ángel Mira-
món a favor del Plan de San Luis, de Paredes Arrillaga. Advirtiendo la
inminencia de la invasión norteamericana, el 28 de abril de 1845 lan-
zó una proclama al pueblo de Sinaloa exhortándolo a organizarse y
tomar las providencias necesarias para hacer frente a la agresión ex-
pansionista. Desafortunadamente su proclama no prosperó debido a
la situación de las arcas públicas y por los enfrentamientos entre los
grupos que se disputaban el poder. (García, 1992: 20)
Fue gobernador del departamento por segunda vez, con residen-
cia en Culiacán, del 12 de febrero al 1 de marzo de 1846. Tras haber re-
cuperado el poder, fue sustituido provisionalmente por sus cuñados
Agustín Martínez de Castro y Pomposo Verdugo por enfermedad.
Después de su tercer pronunciamiento, en esta ocasión en San Luis
Potosí, desconociendo en esa ocasión al presidente José Joaquín He-
rrera, el general Paredes Arrillaga llegó a la presidencia a principios
de 1846, dando fin al centralismo. La situación, sin embargo, siguió
siendo confusa y complicada.
Ocupó el Ejecutivo por tercera ocasión del 11 de mayo al 13 de
julio de 1846 y por cuarta vez del 6 de agosto al 5 de septiembre de
1846 en Culiacán. Su último período como gobernador constitucio-
nal del estado fue del 21 de noviembre de 1846 al 1 de junio de 1847.
Después del conflicto con Gumersindo Laija, aunque ya había ante-
cedentes, el 30 de septiembre y el 1 de octubre de 1846 las corbetas
norteamericanas Warren y Cyane llegaron a Mazatlán cruzando dis-
paros con tropas mexicanas al mando del general Téllez sin mayores
consecuencias. El 17 de febrero de 1847 fondeó en el puerto la fragata
Portsmouth; el comodoro Stockton entregó una comunicación a Téllez,
además de la declaración del bloqueo de la costa occidental de Méxi-
co. Téllez, atemorizado, pidió apoyo al general Anastasio Bustamante,
mismo que no pudo hacerlo por falta de elementos. La Portsmouth

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 53


y otros barcos se mantuvieron en la bahía durante cinco semanas,
hasta que se presentó la diferencia con el gobierno inglés que no re-
conoció el bloqueo, lo que dio lugar a que, ocurrido un incidente en-
tre la armada norteamericana y un buque inglés, el gobierno de Esta-
dos Unidos cancelara provisionalmente el bloqueo, gracias a lo cual
Mazatlán pudo reactivar el comercio de la costa occidental.

Tte. Cnel. Ángel Miramón

Gobernador y comandante militar del 22 de enero al 5 de febrero de


1846 con sede en Mazatlán. A cargo del gobierno en el puerto, Mira-
món recibió el apoyo de la guarnición de Culiacán, por lo cual nom-
bró como prefecto de dicha ciudad a Mariano Díez Martínez (enemigo
de los De la Vega a pesar de estar emparentado con ellos), quien hizo
prisionero a Rafael de la Vega y luego lo dejó en libertad apenas unas
horas después. Este último huyó a Tamazula, Durango, para ubicarse
en las cercanías de Culiacán y desconocer a las autoridades surgidas
de la revuelta. López González relata que

aunque varios departamentos y ciudades en 1846 se pronunciaron


a favor del plan del general Paredes, hasta el 20 de enero la ciudad
de Culiacán dio a conocer los cambios que en el gobierno se ha-
bían producido. Los notables de Culiacán, por segunda ocasión,
se reunieron para discutir y determinar qué hacer con respecto a
los cambios nacionales; para ello nombraron a Pedro Antonio Es-
pinosa para dirigir la junta, y como secretario designaron a Anto-
nio Ramos. En esa reunión se intentó que el general José Urrea
tomara el gobierno en sus manos, pero éste declinó y finalmen-
te quedó como estaba: con el mando de las armas para conservar
el orden público. Quien realizó las propuestas fue Gumersindo
Laija, agradeciendo la intervención de Ángel Miramón, gober-
nador provisional del estado. Se nombraron nuevas autoridades
(prefecto, alcaldes y síndicos). Buena parte del año de 1846 fue de
recomposición a nivel nacional, pero a nivel local las denuncias

54 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


sobre las actividades ilícitas, léase contrabando, llevadas a cabo
bajo los auspicios de la familia De la Vega, llenaron los espacios
de la prensa local y nacional. (López, op. cit.: s/p)

Miramón fungió como gobernador y comandante militar por se-


gunda ocasión del 6 al 12 de febrero de 1846, y de nuevo por la fuerza
de las armas.

Pomposo Verdugo

Gobernador por primera ocasión en su condición de presidente de la


junta departamental con residencia en Mazatlán del 5 al 6 de febrero
de 1846. En palabras de Antonio Nakayama a propósito de los fre-
cuentes amotinamientos:

Algunos [...] podrían tenerse como risibles de no ser por los da-
ños que causaron al país y al estado, como el registrado en Ma-
zatlán el 5 de febrero de 1846, por el que la soldadesca reconoció
como gobernador a Pomposo Verdugo, para que al día siguiente
volviera a pronunciarse proclamando al teniente coronel Ángel
Miramón. (Nakayama, op. cit.: 231)

Asumió por segunda vez la gubernatura interina por su paren-


tesco con los De la Vega y debido a su calidad de vocal segundo de la
asamblea con sede en Culiacán del 13 de julio al 6 de agosto de 1846,
pero regresó de marzo de 1848 a diciembre de 1850. Durante esta úl-
tima gestión se expidieron los decretos que tenían el propósito de re-
organizar los ayuntamientos y, lo mismo que su antecesor, Manuel
María de la Vega, pretendió aplicar (sobre todo a los comerciantes de
Mazatlán) el impuesto a la contribución directa, aunque no tuvo éxi-
to. En este período, el 5 de junio de 1849, la familia De la Vega sufrió
un duro golpe con el fallecimiento de su miembro más destacado,
Rafael de la Vega y Rábago, con lo cual empezó su definitivo ocaso.

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 55


Gumersindo Laija

Gobernador nombrado por el Supremo Gobierno del 5 de septiem-


bre al 21 de noviembre de 1846. Como antecedente de su arribo al
poder, debe decirse que ante la casi segura guerra contra Estados
Unidos, el general Paredes Arrillaga había comisionado a la Alta Ca-
lifornia al general Rafael Téllez, pero éste se levantó en armas el 7 de
mayo de 1846 en Mazatlán, desconociendo a Paredes

y proclamando el restablecimiento de la Constitución de 1824 y el


regreso de Santa Anna. Téllez asumió, así, la comandancia militar
y su pronunciamiento encontró eco en varias partes del país. Tal
fue el caso del general José María Yáñez (más tarde también go-
bernador de Sinaloa) al mando de las fuerzas militares de Jalisco.
El general Paredes saldría a enfrentar la revuelta, y en la ca-
pital del país el general José Mariano Salas le daría un cuartelazo
y se autonombraría presidente interino. Salas restituyó provisio-
nalmente la Constitución de 1824 y cesó a las juntas departamen-
tales; además, como tenía la facultad de remover a los goberna-
dores, el 5 de septiembre de 1846 nombró a Gumersindo Laija,
nativo de la hacienda de Pericos en Mocorito y exfuncionario de
los gobiernos de Manuel María de la Vega y Francisco Orrantia,
como gobernador, pero para esta fecha Laija había sido desterra-
do a Tepic por Rafael de la Vega ante el temor de que fuera desig-
nado como mandatario estatal por el Supremo Gobierno. Al co-
nocer la noticia, Laija se dirigió a El Rosario, pero no pudo tomar
posesión en Culiacán porque los De la Vega pusieron en contra al
ayuntamiento de la capital, que era la institución por ley, después
de la asamblea legislativa, con facultades para tomar juramento
al nuevo gobernador. Esta acción fue realizada por los De la Vega
con el objeto de ganar tiempo y colocar al mayor número posi-
ble de adeptos en la nueva asamblea legislativa que se instaló el
21 de noviembre de 1846 y que declaró a Rafael de la Vega como
gobernador constitucional. Al tener conocimiento de esta deci-
sión, Laija se trasladó hacia Mazatlán para que el ayuntamiento

56 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


del puerto le tomara protesta, cosa que nunca ocurrió por la opo-
sición del general Téllez, quien sostuvo una posición ambivalente
en el conflicto entre los De la Vega y Laija. (Aguilar, op. cit.: 56-57)

Gral. Rafael Téllez

17 de septiembre de 1847 al 20 de enero de 1848. Después de su inten-


to por declarar el estado de sitio en febrero de 1847 debido a la pre-
sencia de barcos norteamericanos en Mazatlán y de recibir la noti-
ficación del bloqueo del puerto, y ante la oposición del gobernador
Rafael de la Vega, Téllez envió al capitán José María Piña a Culiacán
con el propósito de derrocarlo. El 15 de septiembre las fuerzas del go-
bernador De la Vega, bajo las órdenes del coronel Teófilo Romero,
fueron derrotadas en el rancho Las Flechas; en el sitio murió Romero
y cayó prisionero el coronel Francisco de la Vega, hermano del gober-
nador. Ante esto, el gobernador abandonó Culiacán con rumbo a la
villa de Sinaloa. El 17 de septiembre Piña entró a la capital saqueando
los comercios e inmuebles de los De la Vega. El general Téllez enton-
ces se autonombró gobernador.
Habiendo sido designado el comodoro W. Shubrick como jefe de
las operaciones navales en el Pacífico, recibió órdenes de bloquear
Guaymas y Mazatlán. Así, el 1 de noviembre de 1847 las fragatas In-
dependence, Congress y Cyane fondearon en la bahía de Mazatlán;
la tropa al mando del general Téllez evacuó la zona y no quedó en el
puerto más que la autoridad del Ayuntamiento. El alcalde José María
Vasavilbazo, después de intentar infructuosamente que se ampliara
el término de entrega de la plaza (determinado en sólo cuatro horas
de ese mismo día), obtuvo las garantías necesarias para el respeto de
la población civil.

La ocupación de los norteamericanos en Sinaloa se concentró ex-


clusivamente en el puerto de Mazatlán; después de la toma de éste,
sólo hubo un hecho armado el 18 de noviembre de 1847, cuando el
capitán de las fuerzas federales, Carlos Horn, con veinte hombres

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 57


rechazó en Urías [...] a un grupo de soldados norteamericanos que
pretendía desembarcar. En cambio, la actitud asumida por Téllez
dejó mucho que desear. Desde su llegada al puerto se había apo-
derado de la aduana, embolsándose los impuestos que pagaban
los buques al desembarcar mercancías y, durante la ocupación, su
conducta fue antipatriota, pues sacrificó los intereses de la nación
por sus intereses personales. Inclusive hubo rumores de que Té-
llez había propuesto al comodoro Shubrick independizar Sinaloa
y Sonora. (Ibíd.: 59)

Finalmente, después de la liberación de su hermano Francisco,


Rafael de la Vega recuperó Culiacán el 17 de noviembre de 1847, para
después dirigirse a Mazatlán, con el apoyo del general José María Yá-
ñez, comandante militar de Jalisco al mando de las tropas federales.
Téllez se retiró a la villa de Concordia para negociar su rendición en
el poblado de Zavala el 20 de enero de 1848, protestando obediencia
al Supremo Gobierno y reconociendo a De la Vega como gobernador.
En esa fecha entregó la comandancia militar al coronel Carlos Cruz
Echeverría, poniéndose a disposición del gobierno central. Después
de la firma de los tratados de Guadalupe-Hidalgo, y tras siete meses de
ocupación en Mazatlán, los norteamericanos dejaron el puerto el 17
de junio de 1849.

José Rojo y Eseverri

Gobernador de febrero a marzo de 1848. Con la instalación de una


nueva asamblea legislativa, en febrero de 1848 se nombró gobernador
y vicegobernador a José Esquerro y José Rojo y Eseverri.

Esquerro —a decir de Antonio Nakayama— era uno de los hom-


bres públicos más notorio, honrado y con una limpia trayec-
toria política iniciada durante las primeras luchas de centralis-
tas y federalistas, y los De la Vega, ante el desprestigio en que se
encontraban, pretendieron ponerlo al frente del gobierno, sólo

58 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


que José no podía gobernar bajo su tutela y renunció sin tomar
posesión. Como el vicegobernador no se encontraba en Culia-
cán, asumió la gubernatura en Villa Unión José María Vasavilba-
zo, quien actuó breves días y dimitió, y entonces se hizo cargo del
poder el vicegobernador José Rojo y Eseverri, que al igual que Es-
querro era un hombre muy distinguido y había sido escogido por
los De la Vega por el mismo motivo que aquél. Rojo y Eseverri go-
bernó un mes escaso, al cabo del cual renunció, y aunque Francis-
co Javier Gaxiola dice que esto sólo podía explicarse por la políti-
ca exclusivista de los De la Vega, que no toleraban en el poder más
que a los miembros de su familia, la verdad es que el vicegober-
nador renunció debido a que su limpia trayectoria y su hombría
de bien le impidieron hacer causa común con un grupo que sola-
mente buscaba el medro personal por medio del dominio políti-
co. (Nakayama, op. cit.: 265)

José María Gaxiola

Gobernador de diciembre de 1850 a enero de 1851. Siendo también


miembro de la familia de los De la Vega, fue el primer mandatario
que rindió un informe de labores ante la asamblea legislativa. Duran-
te su gestión, se vivió la amenaza del filibusterismo que se padeció
en Sonora (Gastón Rousset de Boulbon) y Baja California (William
Walker). El año de 1851 se presentó la terrible epidemia de cólera de-
bido a la cual hubo un gran número de defunciones, sobre todo en
Culiacán, y entre ellas la del propio gobernador.

Triunvirato de José de Jesús Espinosa de los Monteros,


Miguel Verdugo y Avilés y Antonio E. Núñez

Gobernaron de enero al 8 de septiembre de 1851. La asamblea legisla-


tiva los nombró a raíz de la muerte de José María Gaxiola. El primero
era secretario de la diputación permanente, el segundo presidente del

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 59


Supremo Tribunal de Justicia y el tercero presidente de la Junta Muni-
cipal de Culiacán.

José María Aguirre

Gobernador del 8 de septiembre de 1851 al 11 de enero de 1852. Fue


nombrado gobernador interino por el triunvirato que le antecedió en
el poder. Preparó el camino para el nombramiento de Francisco de la
Vega y Rábago.

Cnel. Francisco de la Vega y Rábago

Gobernador del 11 de enero de 1852 al 17 de marzo de 1853. Fue el úl-


timo de los De la Vega que ejerció el poder. Bajo la influencia de su
secretario de Gobierno, Ignacio Ramírez el Nigromante, promulgó
una nueva Constitución local el 31 de enero de 1852, en la que se con-
sagraron ideas de cepa liberal.
En su período se llevó a cabo el levantamiento armado separa-
tista de Mazatlán que puso fin al dominio político del grupo de Cu-
liacán en el estado. La causa del amotinamiento de los comerciantes
mazatlecos fue la determinación de suprimir el sistema de alcabalas
y poner en vigor el sistema de contribuciones directas para la indus-
tria y el comercio con base en las existencias de mercancías en los
establecimientos. Al pretender engañar al gobierno con el monto de
sus existencias, éste las elevó al doble, duplicándose también la im-
posición directa de las contribuciones, lo que dio lugar a los levan-
tamientos, como la manifestación del 5 de mayo dirigida por los co-
merciantes Rafael Esquerra, Ignacio Herrera e Ignacio María Lerdo.
Ante esto, la junta municipal acordó solicitar la reconsideración del
impuesto al gobierno estatal. El 28 de mayo se ordenó al juez de Pri-
mera Instancia y al jefe político de Mazatlán que procedieran a ha-
cer los embargos correspondientes a las casas comerciales. Teniendo en
cuenta la falta de apoyo de las fuerzas federales del puerto al mando del

60 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


general Ramón Morales, el gobernador, auxiliado por una sección de
la Guardia Nacional, se presentó en Mazatlán el 19 de junio de 1852,
removiendo a las autoridades municipales y aprehendiendo a ocho
comerciantes: Rafael Esquerra, Ignacio Herrera, Ignacio Lerdo, Pe-
dro Arizqueta, José Somellera, Bustamante, Pedro Font (vicecónsul
de Francia) y Pedro Echeguren (vicecónsul de España), poniéndolos
en libertad previo pago de una considerable multa.
El 11 de julio, sin embargo, con el apoyo de un sector de la pobla-
ción, los comerciantes de Mazatlán se levantaron de nuevo, hacien-
do prisioneros al general Ramón Morales y al gobernador Francisco
de la Vega, que se vieron obligados a signar un convenio comprome-
tiendo su retiro del puerto sin armamento y dejando el monto de las
multas que ascendía a 21 800 pesos. Por la tarde de ese día, Pedro Val-
dés y un grupo de comerciantes extranjeros tuvieron una reunión de
la que resultó un acta que sometía a consideración del gobierno fe-
deral la separación del distrito de Mazatlán del estado de Sinaloa y la
constitución de un territorio autónomo. Dicha solicitud no fue apro-
bada debido a que el gobierno federal tenía conocimiento

de que el pronunciamiento del 11 de julio había servido para


desembarcar mercancías de contrabando de varios barcos que
merodeaban el puerto, además de que era muy reciente la pér-
dida causada por la intervención norteamericana y no estaba
dispuesto a aceptar la creación de un nuevo territorio en el cual
el grupo político dominante estuviera formado por extranjeros.
(Aguilar, op. cit.: 63)

Sumándose al Plan del Hospicio (proclamado el 13 de septiembre


en Guadalajara), en el cual se demandaba la destitución del general
Mariano Arista como presidente de la República y el regreso de Santa
Anna, el 23 de septiembre de 1852 Pedro Valdez encabezó otro levan-
tamiento, asumiendo el mando del estado y autodesignándose gober-
nador. Tras combatir a Francisco de la Vega y derrotarlo el 16 de octu-
bre en el poblado de Portezuelos, en las cercanías de Culiacán, Pedro
Valdés y sus tropas se apoderaron de Culiacán, cometiendo múltiples

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 61


tropelías y saqueando la ciudad durante tres días, luego de lo cual ex-
pidió un decreto trasladando la capital a Mazatlán.

Cnel. Pedro Valdés

Gobernó sin la oposición de los De la Vega del 17 de marzo al 20


de noviembre de 1853. Habiendo devastado Culiacán, Pedro Valdés
nombró prefecto con jurisdicción en el norte del estado a Antonio E.
Núñez, quien formó parte del triunvirato que gobernó de principios
de 1851 a septiembre de ese año y había sido presidente de la Junta
Municipal de Culiacán, que fue asesinado por órdenes de los De la
Vega el 11 de enero de 1853. Francisco de la Vega, apostado en el dis-
trito de El Fuerte, recuperó Culiacán el 18 de enero de 1853, abando-
nando la ciudad en marzo al tener conocimiento de que Valdés había
mandado a un ejército en su contra. Será este ejército, al mando de
Antonio Grosso, el que derrotaría en definitiva a Francisco de la Vega
en Balácachi el 17 de marzo de 1853.

Al parecer, una de las primeras medidas que tomó Pedro Valdés,


en acuerdo con el gobierno federal, fue cerrar el puerto de Alta-
ta al comercio exterior, esto con el fin de favorecer a los comer-
ciantes mazatlecos. Fue en ese marco que en 1853 se dio la peti-
ción que los culiacanenses hicieron a Santa Anna en relación con
la clausura del puerto de Altata, preguntando: «¿quiere saber la
influencia de Altata en el aumento de habitantes y en la riqueza
pública?». Argumentaban que cinco años atrás había ocurrido la
apertura y que el cambio era visible, que la bonanza de Culiacán
era palpable. Se decía: «el aspecto del parque como espacio públi-
co daba la impresión de ser un corral, y ahora la plaza se ha con-
vertido en un lugar de recreo público, con cómodos asientos de
cerca sombreados por hermosos naranjos, ceñida de una sober-
bia hilera de portales; el centro es de calles rectas y amplias enga-
lanadas por buenos edificios y animadas por el comercio. Llama
la atención pública el Colegio, la Casa de la Moneda, la fábrica de

62 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


tabaco, los muros de la nueva catedral, la Lonja, la fábrica de hila-
dos, como construcciones bien establecidas, y que dos mil habi-
tantes se habían multiplicado a seis mil durante los últimos años.
(López, op. cit.: s/p)

En su tercer encargo como gobernador y comandante militar


duró del 25 de febrero al 20 de julio de 1854. En Sinaloa se tuvo cono-
cimiento de la rebelión encabezada por Juan Álvarez e Ignacio Co-
monfort, que acaudillaron el Plan de Ayutla y desconocieron al pre-
sidente Santa Anna con la demanda de integrar un nuevo congreso
constituyente. Dice Nakayama: «las autoridades levantaron un acta
en Mazatlán dando su adhesión al gobierno del general Santa Anna,
lo cual fue secundado en varias poblaciones de la entidad por espíritu
de servilismo o por miedo, aunque lo más probable es que el mismo
gobierno haya presionado para ello».

Gral. José María Yáñez

Gobernador y comandante general de Sinaloa con residencia en Ma-


zatlán del 20 de noviembre de 1853 al 2 de febrero de 1854. Sobre él,
dice Nakayama:

Con la derrota del coronel De la Vega, el coronel Pedro Val-


dés asumió la gubernatura y la comandancia general, pero poco
tiempo después las entregó al general José María Yáñez, quien
se dedicó a organizar la defensa de la costa occidental, pues ha-
bía noticias de que algunos grupos de filibusteros amenazaban
con desembarcar en las playas del noroccidente, aunque no duró
mucho tiempo en el gobierno, ya que recibió órdenes de mar-
char a Sonora para hacerse cargo de los mandos político y militar.
(Nakayama, op. cit.: 287)

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 63


Cmte. de Marina Pedro Díaz Mirón

Gobernador y comandante militar del 2 al 25 de febrero de 1854. Duró


menos de un mes en el puesto, mismo que abandonó para dirigirse al
estado de Sonora para hacerse cargo del mando militar y político de-
fendiendo a la costa noroccidental de los ataques filibusteros por lo
que fue nombrado Heroico Defensor de Guaymas.

Gral. Miguel Blanco

Gobernador y comandante militar con residencia en Mazatlán del 20


de julio de 1854 al 27 de octubre de 1855.

El 20 de julio siguiente, Valdés entregó el poder al general Mi-


guel Blanco, quien traía instrucciones de Santa Anna de levantar
obras materiales para deslumbrar al pueblo, y desde luego cons-
truyó un cuartel de grandes dimensiones, una fortificación y el
camino que a ella conducía. Sin embargo el descontento seguía
creciendo, y cuando el gobierno y los principales vecinos de Ma-
zatlán vieron que el gobierno de Santa Anna se había derrumbado,
suscribieron un acta en la que estipularon que el general Blanco
seguiría al frente del gobierno y de la comandancia militar, ha-
biéndola firmado el mismo Blanco y algunos comerciantes ex-
tranjeros, aunque éstos hicieron la salvedad de que no se mezcla-
ban en los asuntos del país. El acta fue secundada por los soldados
que guarnecían el puerto y por los vecinos de algunos poblados,
pero en Culiacán el pueblo se reunió para demostrar su simpatía
por el movimiento revolucionario sin importarle la actitud hostil
del prefecto y comandante militar [de Culiacán] José Inguanzo, y
nombró prefecto al licenciado Eustaquio Buelna, quien ejerció su
cargo durante tres días, ya que fue encarcelado por el jefe militar.
(Ibíd.: 287-288)

64 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Luego ocurrió el levantamiento de un grupo de vecinos de Culia-
cán liderados por el teniente Plácido Vega en la región de Tamazula,
Durango, gracias a lo cual Sinaloa salió de la férula conservadora el
27 de septiembre de 1855, cuando la guarnición de Mazatlán suscri-
bió el acta por la cual se adhirió al Plan de Ayutla, para poco después
recibir la noticia, el 18 de octubre, de que el presidente Juan Álvarez
había designado gobernador a Pomposo Verdugo.

Manuel Zelayeta

Gobernador interino del 27 de octubre al 8 de noviembre de 1855.


Tras recibir la notificación del nombramiento de Pomposo Verdu-
go como gobernador del estado por parte del presidente Juan Álvarez,
el general Miguel Blanco entregó el poder a Miguel Zelayeta en su
calidad de primer vocal del Consejo de Gobierno; éste, a su vez, lo
pasó a Pomposo Verdugo el 8 de noviembre del mismo año, y con
este mandatario se inició el período de los gobernadores de la época
de Reforma en Sinaloa.

Conclusiones

A continuación se resumen algunos rasgos distintivos de los suce-


sos ocurridos durante el período del cual nos hemos ocupado en este
bloque:
1. El surgimiento de oligarquías regionales, beneficiarias de las re-
formas borbónicas; la expulsión de los jesuitas, la privatización
de las tierras misionales y la inmediata incautación de los bienes
comunales propiedad de los pueblos indígenas, los incentivos a
la minería y la liberalización del comercio a fines del siglo xviii.
Constituyeron la base económica para la consolidación de las fa-
milias que se disputarían el destino político de Sonora y Sinaloa.
2. Después de la Independencia y del episodio del Imperio de Itur-
bide, mediante alianzas familiares y económicas, del comercio de

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 65


importación que captaba la plata producida para intercambiarla
en pasta por mercancías extranjeras en los puertos de la región,
los grupos de notables se fortalecieron al tiempo que sus nexos
con el gobierno central se volvieron más relajados. De aquí se
desgranaron los conflictos que finalmente dieron al traste con el
proyecto del Estado Interno de Occidente.
3. Con la separación de los estados de Sonora y Sinaloa, la disputa
por el poder político y económico fue declarada primero entre los
grupos de notables de Cosalá y Culiacán y luego entre los de Co-
salá y el grupo emergente de comerciantes extranjeros de Mazat-
lán, que contaban con el apoyo de los diplomáticos-comerciantes
y las autoridades locales, pero sobre todo con el de las guarnicio-
nes militares destacadas en dicha ciudad.
4. Durante el régimen centralista, la situación nacional impactó no-
tablemente en la política regional, dando lugar a un período de
gobiernos militares en medio de continuas asonadas y subleva-
ciones.
5. Con la efímera recuperación del poder por parte del grupo de
Culiacán a principios de la restauración del federalismo, se hizo
evidente la fuerza de los diplomáticos-comerciantes extranjeros
apoyados por los militares en Mazatlán.
6. Como lo comprueba la noticia del encarnizado enfrentamiento
de las tropas del general Téllez (autoproclamado gobernador) con
las del gobernador Rafael de la Vega el 15 de septiembre de 1847
en el poblado de Las Flechas, las facciones en liza en la región pe-
leaban entre ellas en plena ocupación del puerto de Mazatlán por
parte de las milicias norteamericanas. Baste decir que ese mismo
15 de septiembre de 1847 los invasores estadounidenses tomaban
la ciudad de México.
7. Queda claro que la disputa por el poder tuvo mucho que ver con
intereses económicos particulares. De acuerdo con Sergio Orte-
ga Noriega, estaban por un lado los De la Vega, practicando el co-
mercio de contrabando por Altata (que no contaba con autoriza-
ción para la navegación de altura) y distribuyendo sus mercancías
en la zona centro y norte de la entidad, por otro, los comerciantes

66 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


extranjeros, importando artículos y bienes por el puerto de Maza-
tlán, evadiendo por diferentes vías las imposiciones fiscales (apro-
vechando, de hecho, el desorden provocado por los motines auspi-
ciados por ellos mismos, como ocurrió el 11 de julio de 1852, para
desembarcar ilegalmente mercancías de barcos que merodeaban
al puerto), trabajando su mercado en el sur del estado, Jalisco,
Durango y Chihuahua.
8. Ambiciones de poder y dominio económico, mezcladas con el ape-
tito de poder de los militares apostados en el puerto, en medio de
una turbulenta situación nacional que se expresó en la lucha entre
federalistas y centralistas y que tomó al país dividido cuando ocu-
rrió la intervención norteamericana, pintaron el denso y abigarra-
do fresco de los gobernantes de Sinaloa durante este período, mis-
mo que se puede ver panorámicamente en el cuadro 2.
9. Durante 46 encargos del Ejecutivo, hubo 33 gobernadores, algu-
nos de los cuales, desde luego, repitieron en el cargo. Destaca Ra-
fael de la Vega y Rábago, con cinco períodos distintos en los que,
sin embargo, sólo pudo sumar un año con siete meses y 27 días
como mandatario. Fue un gobernador civil quien en un único
período duró poco más de cuatro años, Luis Martínez de Vea,
aunque existe otra versión que afirma que este gobernador estu-
vo menos de dos años en el puesto (del 30 de octubre de 1840 al
18 de julio de 1842). Nosotros, como se apuntó en el apartado co-
rrespondiente a este mandatario, hemos seguido la información
de Antonio Nakayama, haciendo la aclaración explícita de la dis-
crepancia. Hubo, por otra parte, cuando menos cuatro gobernan-
tes que duraron menos de una semana en la gubernatura.
10. Se asomaban los tiempos de la Reforma y la consolidación de un
auténtico Estado nacional. Curiosamente, del triunfo del federa-
lismo y el liberalismo se seguirán después las sucesivas prácticas
centralistas que hasta la fecha caracterizan el ejercicio del poder
en México. Esa es la historia que sigue.

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 67


Cuadro 2

Gobernantes de Sinaloa de 1831 a 1855

Militar/ Grupo
Período Tiempo
civil político

Francisco Iriarte y
13 de marzo de 1831 1d Civil Cosalá
Conde

Agustín Martínez 14 de marzo al 18 de julio


4m 4d Civil Cosalá
de Castro de 1831

18 de junio de 1831 al 20
Fernando Escudero 1a 1m 2d Civil Cosalá
de julio de 1832

Manuel María Ál- 20 de julio de 1832 al 26


1a 7m 9d Civil Cosalá
varez de la Bandera de febrero de 1834

Período del triun-


virato formado por
José Palau, Manuel 24 de marzo al 7 de julio Militar-
3m 14d Culiacán
de la Herrán y de 1834 civil
Agustín Martínez
de Castro

7 de julio al 2 de agosto
José Felipe Gómez 25d Civil Culiacán
de 1834

José Antonio Jor- 2 de agosto al 20 de no-


3m 18d Civil Culiacán
ganes viembre de 1834

Manuel María de la 22 de enero al 26 de oc-


9m 4d Civil Culiacán
Vega y Rábago tubre de 1835

68 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Cuadro 2

Gobernantes de Sinaloa de 1831 a 1855

Militar/ Grupo
Período Tiempo
civil político

28 de septiembre de
1836, y desde el 15 de
marzo de 1837 como en-
cargado del departamen-
Pedro Sánchez to en su condición de Civil Culiacán
primer vocal de la junta
departamental, gober-
nó Sinaloa hasta el 31 de
mayo de 1837

José Francisco Indeterminado 1838 al 3


Civil Culiacán
Orrantia y Antelo de julio de 1838

Luis Martínez de 25 de mayo de 1838 al 18


4a 1m 24d Civil
Vea de julio de 1842

General Francisco 18 de julio de 1842 al 23


9m 5d Militar
Duque de abril de 1843

General Francisco 7 de septiembre al 19 de


3m 12d Militar
Ponce de León diciembre de 1843

General Juan 19 de diciembre de 1843


2m 16d Militar
J. Andrade al 6 de mayo de 1844

General Francisco 6 de marzo al 7 de mayo


2m 1d Militar
Ponce de León de 1844

General José Anto-


7 al 15 de mayo de 1844 8d Militar
nio Mozo

Agustín Martínez 15 de mayo al 8 de junio


24d Civil Culiacán
de Castro de 1844

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 69


Cuadro 2

Gobernantes de Sinaloa de 1831 a 1855

Militar/ Grupo
Período Tiempo
civil político

General José Anto- 8 de junio al 30 de octu-


4m 22d Militar
nio Mozo bre de 1844

Coronel José Ruiz 30 de octubre al 7 de no-


7d Militar
de Tejeda viembre de 1844

Gobernador interino y
Teniente coronel
comandante general del
Juan Ignacio 2d Militar
7 al 9 de noviembre de
Brambila
1844

Agustín Martínez 9 de noviembre al 1 de


23d Civil Culiacán
de Castro diciembre de 1844

General Francisco 1 de diciembre de 1844 al


4m 23d Militar
Duque 24 de abril de 1845

Rafael de la Vega y 24 de abril de 1845 al 22


8m 28d Civil Culiacán
Rábago de enero de 1846

Teniente coronel 22 de enero al 5 de


13d Militar
Ángel Miramón febrero de 1846

Pomposo Verdugo 5 al 6 de febrero de 1846 2d Civil Culiacán

Teniente coronel
6 al 12 de febrero de 1846 6d Militar
Ángel Miramón

Rafael de la Vega y 12 de febrero al 1 de mar-


18d Civil Culiacán
Rábago zo de 1846

Agustín Martínez 1 de marzo al 11 de mayo


2m 10d Civil Culiacán
de Castro de 1846

70 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Cuadro 2

Gobernantes de Sinaloa de 1831 a 1855

Militar/ Grupo
Período Tiempo
civil político

Rafael de la Vega y 11 de mayo al 13 de julio


2m 2 d Civil Culiacán
Rábago de 1846

13 de julio al 6 de agosto
Pomposo Verdugo 24d Civil Culiacán
de 1846

Rafael de la Vega y 6 de agosto al 5 de sep-


29d Civil Culiacán
Rábago tiembre de 1846

5 de septiembre al 21 de
Gumersindo Laija 2m 16d Civil
noviembre de 1846

Rafael de la Vega y 21 de noviembre de 1846


7m 10d Civil Culiacán
Rábago al 1 de junio de 1847

General Rafael Té- 17 de septiembre de 1847


4m 3d Militar
llez al 20 de enero de 1848

José Rojo y Eseverri febrero a marzo de 1848 2m Civil

marzo de 1848 a diciem-


Pomposo Verdugo 1a 9m Civil Culiacán
bre de 1850

diciembre de 1850 a
José María Gaxiola 2m Civil
enero de 1851

Triunvirato de José
de Jesús Espinosa
Enero al 8 de septiembre
de los Monteros,
de 1851 11m Civil
Miguel Verdugo y
Avilés y Antonio E.
Núñez.

8 de septiembre de 1851
José María Aguirre 4m 3d Civil
al 11 de enero de 1852

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 71


Cuadro 2

Gobernantes de Sinaloa de 1831 a 1855

Militar/ Grupo
Período Tiempo
civil político

Coronel Francisco 11 de enero de 1852 al 17


1a 2m 6d Militar Culiacán
de la Vega y Rábago de marzo de 1853

Coronel Pedro 17 de marzo al 20 de no-


8m 3d Militar Mazatlán
Valdés viembre de 1853

General José María 20 de noviembre de 1853 Prerrefor-


2m 12d Militar
Yáñez al 2 de febrero de 1854. ma

Comandante de
marina Pedro Díaz 2 al 25 de febrero de 1854 23d Militar
Mirón

Coronel Pedro 25 de febrero al 20 de ju-


4m 25d Militar
Valdés lio de 1854

General Miguel 20 de julio de 1854 al 27


3m 7d Militar
Blanco de octubre de 1855

27 de octubre al 8 de no-
Manuel Zelayeta viembre de 1855 11d Civil

Civiles 27

Militares 19

72 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Más períodos como gobernador

Nombre Períodos Total Condición


de tiempo

Rafael de la Vega y 5 1a 7m 27d Civil


Rábago

Agustín Martínez 4 10m 21 d Civil


de Castro

Pomposo Verdugo 2 1a 9m 24d Civil

General Francisco 2 1a 1m 28d Militar


Duque

Coronel Pedro 2 1a 28d Militar


Valdés

General Francisco 2 5m 13d Militar


Ponce de León

Teniente coronel 2 19d Militar


Ángel Miramón

General José 2 15d Militar


Antonio Mozo

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 | 73


Más tiempo gobernando

Nombre Períodos Total Condición


de tiempo

Luis Martínez de 1 4a 1m 24d Civil


Vea

José Francisco 1 3a 2m Civil


Orrantia y Antelo

Pomposo Verdugo 2 1a 9m 24d Civil

Menos tiempo gobernando

Nombre Períodos Total Condición


de tiempo

Francisco Iriarte y 1 1d Civil


Conde

Teniente coronel 1 2d Militar


Juan Ignacio
Brambila

Coronel José Ruiz 1 7d Militar


de Tejeda

74 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


r
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76 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


LOS GOBIERNOS LIBERALES
EN SINALOA, 1855-1911

Nicolás Vidales Soto


Gitzel Aleida Vidales Ibarra
Antecedentes

Este capítulo comprende el proceso que siguió el estado liberal en


nuestra entidad. A nivel nacional, su inicio está definido por la irrup-
ción de una nueva generación integrada fundamentalmente por jó-
venes ilustrados, nacidos y formados al calor de la lucha de Inde-
pendencia, fortalecidos en el intento de la reconquista española y
activos en contra de la dictadura santannista y en la guerra de la in-
vasión norteamericana, que culminaron con la pérdida de los terri-
torios de los estados norteños y su anexión a los Estados Unidos de
América, dejando en bancarrota el erario nacional, acuciado por los
prestamistas extranjeros que exigían el pago de los adeudos contraí-
dos por los gobiernos conservadores.
Este conjunto de situaciones conformaron, en la que podemos
llamar la primera generación auténticamente mexicana, un genuino
patriotismo y el consiguiente compromiso de rescatar las potestades
del Estado nacional y reglamentar una vida social compartida des-
igualmente entre los privilegios gozados por un reducido sector y las
condiciones infrahumanas en que se desenvolvía la mayoría.
En 1855 las fuerzas liberales lideradas por Ignacio Comonfort y
Juan Álvarez —prestigiado general insurgente— se lanzaron al com-
bate bajo el Plan de Ayutla, exigiendo al dictador Antonio López de

79
Santa Anna la renuncia a la presidencia de la República, logrando
que el 9 de agosto saliera de la ciudad de México y abandonara el
país. La revuelta duró escasos dos meses en diferentes lugares, pero
a principios de octubre el general Juan Álvarez llegó con su ejército a
Cuernavaca, nombró la Junta de Representantes que lo eligió presi-
dente y designó el gabinete nacional.
La derrota de los contingentes conservadores permitió que el go-
bierno convocara al Congreso Constituyente, que después de largas
deliberaciones terminó con la elaboración de una Constitución Po-
lítica que reglamentó la vida nacional, la cual fue promulgada el 5 de
febrero de 1857, definiendo el tipo de gobierno y estructura que desde
entonces lo caracterizarían como liberal, federalista, nacional y po-
pular, terminando con los privilegios que habían causado tanto daño
a las mayorías del país.
En este proceso de 56 años —de 1855 a 1911— podemos distin-
guir algunas fases que nos permitirán conocerlo mejor: la primera
es la lucha por el poder hasta llegar a la presidencia de la República;
la segunda es la implantación de una serie de reformas sustantivas
que fueron denominadas leyes de Reforma, y cuya decretación estu-
vo acompañada de la reacción militar encuadrada en el Plan de Ta-
cubaya hasta su derrota; la tercera es la intentona de establecer un
imperio francés con la consiguiente guerra de Intervención, hasta el
15 de mayo de 1867, día en que Maximiliano de Habsburgo, Miguel
Miramón y Tomás Mejía fueron fusilados en el Cerro de las Campa-
nas, en Querétaro; una cuarta fase es la que podemos llamar recons-
trucción nacional, que da inicio con el regreso del presidente Juárez
a la ciudad de México para reimplantar el gobierno liberal y que ter-
mina con su muerte; la quinta comprende el interinato de Sebastián
Lerdo de Tejada hasta el Plan de Tuxtepec, con lo cual da inicio la
sexta fase, que podemos denominar porfiriato, con tres momentos:
asunción al poder, consolidación y declive.
Dado que los momentos históricos no se presentan estrictamen-
te iguales en todas las regiones del país, pues el desarrollo de los su-
cesos en el centro siempre tienen repercusiones posteriores en las
entidades, y ya que el ingrediente diferenciador son las condiciones

80 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


regionales, podemos decir que, para los efectos de este trabajo, en Si-
naloa estas fases quedarán temporalizadas de acuerdo con la siguien-
te secuencia:

Inicio del gobierno liberal

1855-1857. Los gobernantes de Sinaloa en este período fueron Pom-


poso Verdugo, Agustín Martínez de Castro y Miguel Ramírez, quien
juró, proclamó la Constitución federal y devolvió el poder a Verdugo.
Este último fue un individuo comprometido con el acaudalado grupo
de los De la Vega y un creyente católico supeditado al poder religio-
so, por lo cual se negó a jurar la Constitución y llamó a Miguel Ra-
mírez, hermano de el Nigromante, para que cumpliera con ese man-
dato legal.
Durante los años de 1857-1859, en una lucha constante por el po-
der, se alternaron en el Ejecutivo Leonardo Ibarra y los generales José
María Yáñez, Pedro Espejo, León Yáñez, Luis Pérez Gómez y Manuel
Arteaga, por órdenes del gobierno conservador.

La guerra de Reforma

Plácido Vega se pronunció en El Fuerte el 19 de agosto de 1859 y, con


el apoyo del general sonorense Ignacio Pesqueira, expandió su movi-
miento al centro y sur de Sinaloa. Una vez consolidado el triunfo vol-
vió a su estado para continuar la lucha liberal.
1859-1863. A partir del Plan de El Fuerte, gobiernan Sinaloa el ge-
neral Ignacio Pesqueira, el coronel Jesús García Morales y Plácido
Vega, quien se convirtió en el hombre fuerte de la entidad; este últi-
mo alternó el ejercicio del Ejecutivo con Francisco de Paula Maldo-
nado, el Dr. Luis Lerdo de Tejada y el coronel Fortino León.
1863-1864. El 31 de marzo de 1864 la fragata francesa La Corde-
llière intentó tomar Mazatlán, pero fue rechazada por la defensa del
puerto. Por indicaciones del general Pesqueira, el general Jesús García

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 81


Morales recibió el gobierno de Sinaloa para impulsar la guerra, pero
debido a la inconformidad con su actuación en el terreno militar fue
depuesto bajo los lineamientos del Plan de El Rosario, organizado por
Ramón Corona, Domingo Rubí y Antonio Rosales.

La guerra de Intervención francesa

1864-1865. El general Antonio Rosales Flores ejerció el Ejecutivo en


este período, en el que alternó con los generales Gaspar Sánchez
Ochoa —que por indicaciones presidenciales lo devolvió a Rosales—
y Domingo Rubí. Ante las dif íciles condiciones en que se encontra-
ba la lucha en el sur de la entidad, el alto mando del ejército liberal
en Sinaloa reorganizó sus fuerzas y Rosales marchó con su brigada
a Culiacán, atendió el gobierno del estado y preparó la defensa de la
capital ante el ataque de un contingente franco-mexicano que desem-
barcaría en Altata. Rosales derrotó en toda la línea a los invasores, cu-
briéndose de gloria en la batalla de San Pedro, titulada por su impor-
tancia el 5 de Mayo de Occidente —por ser la primera acción de guerra
liberal exitosa que se presentó en línea después de 1862 en Puebla—,
distinción por la que Sinaloa pasó a las páginas de la historia.
En la lucha por el poder, el partido tepiqueño comandado por el
general Ramón Corona mostró sus ambiciones y las diferencias entre
éste y Rosales, provocando en consecuencia un golpe militar contra el
gobernador; en mayo, la junta de jefes y oficiales convocada en Cosa-
lá por Corona, derrocó a Rosales y llevó a Rubí al gobierno del estado.
1865-1866. En tanto Rubí asumía el gobierno, éste fue ejercido por
Manuel Monzón. Entre los sucesos importantes de este período se
pueden contar los siguientes: el 12 de febrero de 1865 las tropas in-
tervencionistas incendiaron la Villa de Concordia, el suceso más bár-
baro y cruel perpetrado durante la Intervención francesa contra una
población indefensa; el 23 de septiembre de ese mismo año murió el
general Antonio Rosales en la defensa de Álamos, Sonora, y final-
mente, durante 1866, bajo la tutela del general Domingo Rubí, se pu-
blicó en Culiacán El 5 de Mayo, Periódico del Estado de Sinaloa, que

82 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


dio a la luz los decretos liberales e instauró las instituciones republi-
canas en las regiones centro y norte del estado.
1865-1871. El general Domingo Rubí ejerció el poder como gober-
nador militar, pero durante el último año también atendió el Ejecu-
tivo Jesús Ríos. En su carácter de gobernador y comandante militar,
Rubí firmó los decretos que dieron vida a las instituciones liberales
en Sinaloa.

La restauración de las instituciones republicanas

1871-1875. Producto de la reforma electoral que permitió el sufragio


abierto, Eustaquio Buelna fue electo gobernador por 25 000 votos,
alternando el Ejecutivo con Manuel Márquez de León, Mariano Ro-
mero, Blas Ibarra, Andrés Tapia, Prisciliano Flores, José María Ran-
gel, Domingo Rubí, Doroteo López, José Ceballos, Jesús Ríos, Ángel
Urrea e Ignacio Cruz. El 5 de mayo de 1873 Buelna decretó el funcio-
namiento del Liceo Rosales en Mazatlán, cuna de la Universidad Au-
tónoma de Sinaloa, y pocos días después acordó el traslado de la ca-
pital a Culiacán.
1875-1876. Con el apoyo de los partidarios de Francisco Cañedo,
Jesús María Gaxiola triunfó en las elecciones, mas sus propios sim-
patizantes, porfiristas comprometidos con los nuevos tiempos, lo de-
rrocaron para asumir el poder.
1877. El coronel Jesús Ramírez Terrón reunió al Congreso del Es-
tado, que convocó a elecciones extraordinarias para gobernador y vi-
cegobernador del Estado y en las cuales resultó ganador Francisco
Cañedo.

El porfiriato: asumiendo el poder

1877-1879. Coronel Francisco Cañedo, supliéndolo en sus ausencias


Manuel Monzón y el general Francisco Loaeza.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 83


1879-1880. Coronel Francisco Cañedo, supliéndolo en sus ausen-
cias Manuel Monzón y el coronel Cleofas Salmón.
1880-1884. Ing. Mariano Martínez de Castro, supliendo sus au-
sencias Cleofas Salmón (1882-1883).
1884-1888. Gral. Francisco Cañedo, cubriendo sus ausencias Ga-
briel Peláez (1885, 1886 y 1888).
1888-1892. Ing. Mariano Martínez de Castro, por segunda y últi-
ma ocasión, supliéndolo Bernardo Vázquez en 1889. El gobernador
contrató al arquitecto Luis F. Molina, quien realizó diversas obras
que embellecieron la capital sinaloense: el teatro Apolo, el mercado
y la cárcel municipal, el Palacio de Gobierno, la escuela y la Casa de
Gobierno, además de remodelar algunas casas particulares.

La consolidación del porfiriato

1892-1909. Gral. Francisco Cañedo, con las suplencias de Jesús Esco-


bar en 1893 y 1895. Ignacio Escudero en 1896, Francisco Orrantia y
Sarmiento en 1897, Juan B. Rojo en 1898-1901, Eriberto Zazueta en
1903-1907 y 1909. El 30 de abril de 1907 murió en Culiacán Eustaquio
Buelna y dos años y 35 días después, el 5 de junio, el gobernador Fran-
cisco Cañedo.

El final del porfiriato

En julio de 1909 el Congreso del Estado convocó a elecciones ex-


traordinarias para gobernador sustituto, en las cuales participaron
Diego Redo de la Vega y el Lic. José Ferrel; la campaña electoral pre-
sentó un proceso muy reñido, con una alta participación social.
1909-1911. Diego Redo de la Vega, quien fue sustituido por Inés
Peiro en 1910. El 10 de junio se levantó en armas, en la sierra del dis-
trito de Sinaloa, el primer grupo revolucionario al mando de Gabriel
Leyva Solano, quien fue capturado por los rurales bajo el mando del
coronel Herrera y Cairo y asesinado a mansalva el 13 de junio.

84 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Estallido de la Revolución

En 1911, con la toma de Ciudad Juárez, el general Porfirio Díaz renun-


ció a la presidencia de la República; ante la toma de Culiacán, Diego
Redo de la Vega renunció al Ejecutivo, con lo cual culminó la etapa de
los gobiernos liberales en Sinaloa, para dar curso a los gobiernos de la
Revolución mexicana.

Los gobernadores liberales

Pomposo Verdugo
(18 de octubre de 1855-17 de febrero de 1856; 26 de abril de 1856-15 de
abril de 1857; 7 de junio-23 de septiembre de 1857)

Origen y formación

Integrante de una de las familias más antiguas de Sinaloa, Pomposo


Verdugo y Verdugo nació en la villa de Culiacán a principios del si-
glo xix. Su formación es desconocida, pero su relación con la familia
De la Vega da algunas luces sobre su personalidad, ya que al casarse
con María Felipa se integró estrechamente al clan que llegó a regir los
destinos políticos y económicos de la entidad. Su mentor fue Rafael
de la Vega y Rábago, el personaje más ilustrado de la familia.
Al referirse a la relación que existía entre los De la Vega y los Ver-
dugo, Antonio Nakayama nos dejó un comentario sumamente ilus-
trativo:

Don Rafael de la Vega y Rábago, que para entonces había regresa-


do de Europa y era mirado como el cerebro de la familia, sopesaría
el aspecto que representaba el noroeste y llegaría a la conclusión
de que ellos, los De la Vega, eran los indicados para controlar el
poder político que traería aparejado el poder económico. ¿Por qué
no habrían de serlo si eran una estirpe nueva, ambiciosa, llena de

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 85


vigor? No representaban una fuerza caduca, como eran sus ances-
tros Verdugo, que durante tres siglos fueron los amos de la villa.
Cierto que no contaban con un sólido apoyo como el que tuvieron
los Espinoza de los Monteros, que acababan de ser desbancados,
pero los favorecía el hecho de que de momento no se vislumbrara
en el horizonte otra persona o grupo que capitalizase el poder.
(Nakayama, 2010: 14)

Ante los encuentros contra los militares que desde Mazatlán re-
presentaban al gobierno santannista, para 1855 el poderío del clan De
la Vega había caído a su punto más bajo, pero creyendo encontrar en
ese grupo un aliado contra el dictador, Pomposo Verdugo —cuñado
de Manuel María, Rafael y Francisco de la Vega—, recibió el 18 de oc-
tubre la designación como gobernador de Sinaloa por el general Juan
Álvarez, jefe de la revolución de Ayutla, tomando posesión del cargo
el 8 de noviembre en la capital del estado, enfrentándose inmediata-
mente con la oposición del general José Inguanzo, quien desde Cu-
liacán se levantó en armas contra los gobiernos federal y estatal, obli-
gando a Verdugo a refugiarse en Mazatlán.

Su actuación como gobernante

El 10 de noviembre el general Inguanzo extrajo 12 000 pesos de la Casa


de Moneda y tomó rumbo a Cosalá; inmediatamente, Pomposo Ver-
dugo comisionó a Plácido Vega para que fuese en su persecución, para
lo cual este último penetró en el estado de Durango al mando de la
Sección Libertadores de Sinaloa, cuyos elementos cometieron abusos
contra la población civil que fueron reclamados por el alcalde cons-
titucional de Amaculí. Meses después, para resolver este conflicto, el
gobernador sinaloense comisionó a Antonio Rosales, quien cumplió
su misión satisfactoriamente basando sus argumentos en los postula-
dos del derecho vigente e impidiendo que la soberanía del estado se
viese afectada por las demandas judiciales de los afectados.

86 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


A pesar de todas las expectativas creadas por su origen y su rela-
ción con los De la Vega, Verdugo integró su gabinete con personali-
dades del bando liberal, donde figuraban Antonio Rosales y Miguel
Ramírez, hermano de Ignacio Ramírez, el Nigromante, haciendo pú-
blicamente a un lado las relaciones con el resto de los miembros del
clan, aunque siempre salvaguardó la integridad de los intereses fami-
liares y respetó los compromisos con la jerarquía eclesiástica.
Pero, ¿cómo se encontraba el estado de Sinaloa 25 años después
de iniciada su vida política como entidad libre y soberana? La síntesis
que ofrece Francisco Javier Gaxiola es la siguiente:

Sinaloa había vivido desde la independencia en constante alarma


y había sido víctima de mil trastornos: los partidos políticos que
sucesivamente habían dominado la situación parece que tuvieron
por objeto exclusivo arruinar y defraudar al pueblo, que sufría la
indolencia de los caciques, la tiranía del clero y la tutela ominosa
del fanatismo y la ignorancia. Viciados todos los elementos que
daban vida a los pueblos y extendida la corrupción en todas las es-
feras sociales, era indispensable que un cambio completo se rea-
lizara. Los militares veían los motines como el medio más eficaz
para defraudar a la nación las rentas de la Aduana de Mazatlán;
el comercio vivía del comercio más descarado, y corrompía con
dinero a los soldados para dar entrada, sin causar derechos, a los
buques que conducían efectos extranjeros, llegando a tal grado la
corrupción que puede decirse que todos los pronunciamientos
no obedecieron otro motivo, aunque pretextaron muchas causas;
la propiedad, poco respetada por la autoridad, en su mayor parte
representada por hombres sin conciencia y capaces de mayores
abusos, pues o eran parientes de los gobernadores o favoritos, y
dueños, por lo tanto, de vidas y haciendas e irresponsables siem-
pre, no sólo de sus faltas, sino también de sus delitos; la hacienda
pública, en medio del mayor desorden, no podía atender ni a las
exigencias oficiales, aunque sí atendía las exigencias de muchas
personas que fueron por largos años comensales de las rentas del
Estado; la instrucción primaria apenas se conocía, y la superior

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 87


se impartía en un seminario de reciente creación; la minería, la
agricultura, las industrias todas, en estado naciente, necesitaban
una mano impulsora que las desarrollara, y no un gobierno que
estuvo casi siempre desempeñado por personas avaras, sedientas
de riqueza y tan amantes del bienestar individual como indiferen-
tes de la felicidad del pueblo. (Gaxiola, 2013: 11)

Con el propósito de poner orden a esta situación, el 3 de enero de


1856 Pomposo Verdugo expidió en Culiacán el Estatuto Orgánico del
Estado de Sinaloa, que de acuerdo con el Plan de Ayutla

declaraba soberano al estado de Sinaloa, prometía arreglar la ad-


ministración interior y cumplir y respetar las leyes y disposicio-
nes emanadas del gobierno del Gral. Juan Álvarez; proclamaba la
más amplia libertad de prensa [...] y garantizaba el derecho de re-
unión y petición. Imponía, por otra parte, el deber de respetar las
leyes generales y particulares de Sinaloa no sólo a los ciudadanos,
sino a todo el que pisara el territorio del estado, con exclusión de
los extranjeros que pudieran ampararse por tratados internacio-
nales o los que regían sobre vecindad en diferente estado; puso
en vigor la Constitución de 1852 [en lo] relativo a los derechos y
obligaciones del ciudadano, reformándola nada más en lo que se
relacionaba con la rehabilitación, facultad que concedía al gober-
nador. (Ibíd.: 9-10)

El Estatuto, una especie de preconstitución, según Alger Uriarte


Zazueta, rigió la vida de la entidad hasta la entrada de la Carta Magna
de 1857. El Estatuto preveía la formación de un Consejo de Estado in-
tegrado por diez ciudadanos distinguidos por su probidad, distinción
que recayó en Agustín Martínez de Castro, Pedro Sánchez, José Rojo y
Eseverri, Francisco C. Orrantia e Isidoro Arellano como propietarios y
en Jesús Escudero, Eustaquio Buelna, Miguel Ramírez, José Tellaeche
y Clemente Espinoza de los Monteros como suplentes, cuya función,
entre otras, era suplir al gobernador. El Estatuto y el Consejo de Estado
permitían a las autoridades iniciar un proceso de reordenamiento de

88 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


la vida política proclamando los principios democráticos para la apro-
bación y aplicación de nuevas leyes en la entidad.

Agustín Martínez de Castro


(17 de febrero-26 de abril de 1856)

Cumpliendo con su investidura y el compromiso de mantener el or-


den liberal en la entidad, Verdugo entregó el 17 de febrero la guberna-
tura a Agustín Martínez de Castro en su calidad de primer vocal del
Consejo de Estado. El gobernador viajó entonces al puerto de Mazat-
lán para entrar en pláticas con el general Pedro Valdés, comandante
de la plaza de Mazatlán, y Mariano Ortiz de Montellano, administra-
dor de la Aduana Marítima de ese puerto, quien, argumentando es-
casez de recursos, se negaba a cumplir las exigencias económicas del
militar. El resultado de la mediación fue un buen acuerdo entre am-
bas partes.
En concordancia con los postulados del Plan de Ayutla, el gobier-
no federal lanzó la convocatoria para elegir diputados al Congreso
Constituyente federal que expediría una nueva Carta Magna que re-
cogiera las demandas más sentidas por la población, para lo cual se
reuniría en la ciudad de Querétaro el 18 de febrero de 1856. La dipu-
tación sinaloense estuvo integrada por Mariano Yáñez, Ignacio Ra-
mírez y Antonio Martínez de Castro, y como suplentes Joaquín de la
Vega, Ramón F. Alcaraz y Manuel Álvarez.
El 10 de febrero, el general Santos Degollado, en su carácter de
gobernador y comandante militar de Jalisco, decretó que, de acuerdo
con la soberanía estatal, se había recuperado la capacidad para hacer
acuerdos para asegurar la paz, la unión y las libertades, y que al tiem-
po que rechazaba el plan de Zacapoaxtla promovido por el general
José López Uraga y el obispo Antonio Haro y Tamariz, convocaba a
las entidades a signar un acuerdo que sostuviera la integridad de la
nación con base en el Plan de Ayutla. A los pocos días, en Culiacán,
Agustín Martínez de Castro rechazó el 8 de marzo la invitación de los
sublevados, brindándole a la población un momento de tranquilidad

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 89


social, pero el día 25 contestó a Degollado que el gobierno de Sinaloa
aceptaba la invitación.
Pomposo Verdugo volvió a Culiacán: el 26 de abril reasumió sus
funciones y en mayo nombró a Antonio Rosales en la doble fun-
ción de secretario interino de Gobierno y redactor de La Bandera
de Ayutla, órgano oficial del Gobierno del Estado de Sinaloa, donde
se publicaron la circular del ministro José María Lafragua, el Plan de
Ayutla reformado en Acapulco, el Estatuto Orgánico Provisional de la
República Mexicana y la primera Revista Política, documentos que vi-
nieron a orientar a los sinaloenses sobre el rumbo que el gobierno fe-
deral pretendía darle a la nación.
En 1856, con el pleno funcionamiento de la Cámara de Diputa-
dos, se elaboraron algunas reformas a la segunda Constitución esta-
tal, que se distinguió por ser la primera a nivel nacional en incluir en
sus artículos algunas demandas liberales pioneras, como la prohibi-
ción a los cuerpos religiosos de adquirir propiedades, «una mejor re-
organización del Estado y la necesidad de una mayor regulación de la
administración pública y, desde luego, definiciones más claras sobre
la conveniencia de alcanzar una auténtica distribución de competen-
cias entren los poderes locales» (Uriarte, 2010: 339), acordes con el
pensamiento liberal avanzado que fueron recomendadas por El Ni-
gromante e impuestas en este documento fundamental por los dipu-
tados partidarios del bando liberal.
Con el propósito de recabar fondos para completar los ingresos
necesarios para el mejor funcionamiento de la administración y aten-
der las demandas del gobierno central, el 28 de junio Pomposo Ver-
dugo decretó la aplicación de una contribución auxiliar y el 8 de julio
las normas relativas al nombramiento de magistrados suplentes en la
Corte de Justicia del Estado, disposiciones que en el sentir de Blas José
Gutiérrez, magistrado del Juzgado de Distrito de Culiacán con resi-
dencia en Mazatlán, carecían de validez en virtud de no haber sido
aprobadas por el gobierno federal, generando inconformidad entre
los comerciantes que a la hora de la recaudación alentaron al pueblo a
oponerse, por lo cual fue necesario llamar a la fuerza armada.

90 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Defensa de la soberanía estatal

El gobernador, en uso de las facultades conferidas por las nuevas regla-


mentaciones, demandó al magistrado ante el Ministerio de Justicia y el
presidente, acusándolo de trastornar el orden público. Por otra parte,
se dirigió a todos los estados de la Unión manifestando que la conduc-
ta de un funcionario federal, al convertirse de facto en censor y árbitro
de un gobierno local, afectaba la soberanía e inducía a la desobedien-
cia de otros funcionarios. En defensa propia, el magistrado publicó un
folleto acusando a Verdugo de usurpar funciones oficiales mientras
Agustín Martínez de Castro se desempeñaba como gobernador.
Verdugo, atento a las consecuencias de su demanda contra el
magistrado federal, publicó su defensa el 6 de diciembre, que influ-
yó decisivamente en las autoridades superiores. Al proclamarse la
Constitución Política de 1857 por el gobierno federal, los compromi-
sos contraídos con el obispo De la Loza le impidieron jurarla, solici-
tando permiso para evitar ese acto que contrariaba las disposiciones
que había dictado la jerarquía católica y llamando en primer lugar a
Agustín Martínez de Castro y, después, por rechazo de éste, a Miguel
Ramírez —segundo vocal del Consejo— para que ocupase el cargo y
cumpliese con el ordenamiento liberal.

Miguel Ramírez Calzada


(15 de abril-7 de junio de 1857)

Promulgó la Constitución federal de 1857 el 19 de abril, jurándola en


acto solemne al día siguiente en Culiacán, y dispuso las ceremonias
correspondientes en las poblaciones más importantes del estado,
como Badiraguato, Bamoa y Choix, durante el mes de mayo.
Ante la orden del obispo Loza y Pardavé dirigida a jueces, cela-
dores y párrocos de abstenerse de jurar la Constitución por consi-
derarla ofensiva a los principios y poderes de la Iglesia, Miguel Ra-
mírez, en su calidad de gobernador, el 19 de mayo reclamó al obispo

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 91


su intromisión en los asuntos del Estado, desencadenando en Sina-
loa la guerra de Reforma.
Cumpliendo con los postulados del Plan de Ayutla y los linea-
mientos del gobierno federal, el 3 de junio de 1857 el Gobierno del
Estado convocó al pueblo de Sinaloa a celebrar elecciones para elegir
diputados, reformar la Constitución local y legislar sobre algunos
campos de la administración. Una vez cubierto este requisito, Pom-
poso Verdugo volvió al poder el 7 de junio, jurando la Constitución,
ante Ramírez y Rosales, aunque posteriormente se arrepintió y abjuró
de su protesta. Al día siguiente, la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción le comunicó lo que sigue: «Extráñase al juez de Circuito de Ma-
zatlán, don José Blas Gutiérrez, por su conducta en el negocio que
ha dado mérito a este expediente, apercibiéndole seriamente sea más
circunspecto en el desempeño de su empleo y guarde el debido res-
peto y armonía a las otras autoridades». (Gaxiola, op. cit.: 84)
Los ciudadanos, inconformes con la actuación pública del gober-
nador, se dirigieron al gobierno federal, motivando una misiva del
ministro de Gobernación, José María Lafragua, solicitándole a Ver-
dugo una respuesta a los señalamientos de que era objeto, entre los
cuales se citaban, sobre todo, la excesiva exigencia aplicada en la re-
caudación de la contribución extraordinaria y su apego a los dictados
de la familia De la Vega, favorecida en los juicios interpuestos contra
sus miembros; su intervención en las resoluciones judiciales, el cobro
anticipado de su sueldo, la exigencia a los miembros de la Guardia
Nacional de la compra de uniformes ostentosos, su injerencia en la
administración de la aduana marítima de Mazatlán, la autorización
del traspaso de los límites del estado de Durango, ofendiendo a sus
pobladores, y su tolerancia en la Secretaría de Gobierno a un indivi-
duo que pretendía pasar por encima de las autoridades.
La defensa de Verdugo, que llegó al presidente Comonfort, fue
amplia y sustentada; la entregó por medio del ministro Lafragua el
26 de noviembre y se publicó el 6 de diciembre. En el texto, para de-
jar en claro que las acusaciones eran producto de la exageración de
las pasiones humanas que engendra la política, dijo: «Finalmente se
me acusa [de] que tolero a mi secretario, que quiere dominar aun a

92 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


las autoridades. Si este cargo no es una sandez, no lo comprendo, y
excúseme V.E., que por esta causa no lo contradiga, etc.» (Ibíd.: 63)
El 31 de agosto se reunió el Congreso del Estado bajo la presiden-
cia de Ignacio Martínez Valenzuela y su primer acuerdo fue nombrar
gobernador al general José María Yáñez, quien por encontrarse fuera
de la entidad agradeció la distinción y solicitó permiso para retrasar la
toma de posesión. El día 23 de septiembre, en la sesión pública, Pom-
poso Verdugo explicó en su discurso de entrega del poder la causa fun-
damental del decreto que estableció las contribuciones auxiliares: la
falta de recursos para atender las necesidades del gobierno y las de
la población, que eran urgentes. Cerró su alocución diciendo:

Ciudadanos diputados, entregándoos pueblos positivamente paci-


ficados, os entrego el principal elemento para mejorar la condi-
ción social. Si veis una administración pública en simulacro y un
gobierno sin erario, hay detrás de este día solemne, cerca de dos
años de hábitos de orden y descanso público que facilitan la rea-
lización de un porvenir dichoso. ¡Situación es esta que positiva-
mente contrasta con la en que yo me posesioné del poder que es-
toy próximo a dejar! (Ibíd.: 84)
[Al contestar su informe, Ignacio Martínez Valenzuela dijo:]
Notorias son en verdad, las exigencias públicas, como son notorios
los hechos que V.E. relata; a éstos ha podido sobreponerse el dies-
tro y prudente gobierno de V.E.; aquellas siguen más y más apre-
miantes cada día, y la primera, la más urgente, que es la de crear
la hacienda del Estado, la legislatura se ocupará de ella con la
preferencia que V.E. ha consignado en la ley respectiva y lo de-
mandan la necesidad, la justicia y el ser y el crédito particular del
gobierno. Débese en esta parte un tributo de especial mención a
la conducta observada por todos los servidores del Estado, cuya
abnegación y sufrimientos se han hecho superiores a sus necesi-
dades, que son dignas de atenderse desde luego. (Ídem)

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 93


Valoraciones de su conducta

Francisco Javier Gaxiola, observador a destiempo de la actuación de


Pomposo Verdugo, asentó que
Antes de oír la defensa del gobernador Verdugo, preciso es hacer
constar que si bien estas acusaciones eran exageradas, como son
exageradas todas las pasiones que engendra la política, también
lo que es que no carecían por completo de fundamento, pues el
gobierno de Verdugo, moralizado y progresista por la presencia
de Rosales en la secretaría de Gobierno, como lo había sido, hasta
cierto punto, el del coronel don Francisco de la Vega por el con-
curso civilizador que le prestó El Nigromante, el gobierno de Ver-
dugo, decimos, participó de la estrechez de miras que había sido
el patrimonio de la política exclusiva de los Vegas. Iniciado Ver-
dugo en la vida pública bajo la égida de don Rafael de la Vega, sos-
tenido anteriormente por él en el gobierno, sin más escuela que
la que de él había recibido y elevado posteriormente al poder por
los elementos y prestigios reflejos que del partido dominante re-
cibía, se mostró, sin embargo, superior a todos ellos y pudo man-
tener en el estado la tranquilidad pública, reorganizar el erario y
sostener la dignidad de su gobierno. (Ibíd.: 62)

Por su parte, Eustaquio Buelna, hombre que vivió esa etapa, re-
gistró el siguiente comentario:

Este gobierno de don Pomposo Verdugo, a pesar de tener todos


los elementos de poder y hasta cierto punto una dictadura en el
estado, nada hizo para arreglar los diversos ramos de la adminis-
tración pública, y desperdició un tiempo precioso y una oportu-
nidad de hacer el bien público y de lucirse que no ha tenido por
tanto tiempo otro gobierno del estado. (Buelna, 2007: 314)

94 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Aportación a Sinaloa

Su permanencia en la gubernatura de Sinaloa fue relativamente cor-


ta y accidentada y su obra material es prácticamente inexistente, pero
su labor en el campo de la política liberal es altamente significativa, ya
que a pesar de su pertenencia al grupo De la Vega y su abjuración pú-
blica de la Constitución federal el 28 de marzo de 1858, su actuación
en el campo jurídico y administrativo es digna de reconocimiento, ya
que mantuvo el funcionamiento del Congreso del Estado, incorporó
en la Carta Magna sinaloense los artículos más avanzados en materia
de justicia social y entregó el gobierno del estado en orden de acuer-
do a los postulados liberales basados en la democracia y en la lega-
lidad, impulsando a la cámara local a fortalecer la hacienda pública
para atender dignamente las necesidades y compromisos del Estado.
Al concluir su mandato, Pomposo Verdugo se retiró a la vida pri-
vada, no volvió a incursionar en la política y se dedicó a cuidar los in-
tereses familiares, que, junto con los del clan De la Vega, constituían
una fortuna que habría de conservar e incrementar.
Cerramos este apunte citando el verso, de clara acuñación popu-
lar, que Raúl Cervantes Ahumada recitaba con su voz gruesa y grave
cuando en su siempre amena plática salían a relucir las anécdotas de
este singular personaje:

Gobernador jactancioso
que del pueblo eres verdugo,
¿eres verdugo pomposo
o eres Pomposo Verdugo?

Gral. José María Yáñez


(23 de septiembre de 1857-23 de abril de 1858)

A la edad de 18 años José María Yáñez se incorporó al Ejército Tri-


garante, que luchó por la independencia de México, participando en
la defensa de Tampico; en 1838 contribuyó a la defensa de Veracruz

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 95


cuando los franceses la atacaron durante la Guerra de los Pasteles; el
20 de mayo de 1846 se rebeló contra el presidente Paredes Arrillaga y
sus ambiciones monarquistas; al mando de quinientos hombres ata-
có a los invasores norteamericanos llegados por San Blas, obligándo-
los a retirarse; en 1852 fue designado gobernador de Jalisco por los con-
servadores que proclamaron el Plan del Hospicio y en 1853 derrotó en
Guaymas a los filibusteros que pretendían apoderarse de Sonora y Baja
California, por lo cual fue reconocido como el héroe de dicho puerto.
El 1 de septiembre de 1857 el Congreso del Estado lo eligió Gober-
nador Constitucional del Estado de Sinaloa. Su nombramiento estuvo
precedido de la campaña electoral para la elección de los once dipu-
tados que integraban el poder Legislativo. En cuanto a Yáñez, el pri-
mer acuerdo fue unánime, pero no fue así con la designación del vice-
gobernador, situación causada por dos grupos políticos opuestos con
respecto a la situación que habría de tener el grupo de los De la Vega:
el más numeroso negándose a permitir su participación y el minori-
tario apoyando su reingreso a la vida política. Los diputados que inte-
graron esta legislatura fueron Francisco Gómez Flores, Francisco Ló-
pez Portillo, José María Zevada, Ignacio Martínez Valenzuela, Jesús
María Gaxiola, Miguel Ramírez, Felipe Arellano y Juan García.
El Congreso llamó a Yáñez a ocupar el cargo, pero éste se disculpó
desde Guaymas por no poder acudir de inmediato; en cuanto a la elec-
ción del vicegobernador, se acordó que no había habido elección y se
autorizaba al Congreso a que, sin acatar las prescripciones reglamen-
tarias, interpretara la voluntad del pueblo y designara al ciudadano que
creyera pertinente. El cargo recayó en Leonardo Ibarra, quien protes-
tó el día 22 de septiembre, recibiendo de manos de Pomposo Verdugo
la primera magistratura. El, a partir de ese momento, exgobernador se
llevó un voto de gracia por «el acierto con que desempeñó el gobierno
en la dif ícil época en que lo ha tenido a su cargo». (Gaxiola, op. cit.: 84 )
La división al interior del Congreso se manifestó plenamente en
el mes de diciembre, cuando la asamblea legislativa dejó de funcionar
porque la minoría esperaba que el partido mayoritario impusiera sus
acuerdos, ante lo cual, para evitar el quórum, decidieron volver a sus
casas imposibilitando la reanudación de los trabajos, con lo cual Si-

96 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


naloa entró en una nueva etapa de intranquilidad política y social que
se agravó por la renuncia de Ignacio Comonfort a la presidencia de la
República, dando paso a que el general Félix Zuloaga proclamara el
17 de diciembre el Plan de Tacubaya, impidiendo así que el Lic. Beni-
to Juárez, en su calidad de presidente de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, ocupara el cargo.

El Plan de Tacubaya

La proclamación del Plan de Tacubaya afectó la vida sinaloense, es-


pecialmente en el puerto de Mazatlán, donde el 1 de enero de 1858 el
general Pedro Espejo, jefe de la guarnición militar, se levantó en ar-
mas. Los motivos de esta decisión fueron la desorganización del es-
tado por haberse disuelto el Congreso y las heridas que en materia
religiosa infligían al pueblo los artículos de la Constitución federal.
De tal forma, el Plan de Mazatlán sostenía la adopción del Plan de
Tacubaya, respetar el nombramiento del general José María Yáñez y
de Leonardo Ibarra como gobernador y vicegobernador del estado,
respectivamente, y reconocer al primero como general en jefe de la
4ª línea militar. Francisco Javier Gaxiola sostiene:

Inútil es decir que todos estos trámites y cortesías fueron nada


más para dar un aspecto legal a un motín militar, que se hizo
por orden del general Yáñez, como todo lo que entonces se ha-
cía; pues mientras él estuvo en Sinaloa, no hubo más voluntad
en el Estado que la suya, no hubo más gobernante que él, ni más
ley que sus órdenes y disposiciones. Sus antecedentes, su valor,
su patriotismo y su alto carácter militar, le habían conquistado el
prestigio y la popularidad de que disfrutaba, popularidad y pres-
tigio que, a decir verdad, fueron funestos para Sinaloa. (Ibíd.: 91)

El 5 de enero, el vicegobernador secundó el acta del pronuncia-


miento y Yáñez asumió el mando de gobernador y jefe militar otorga-
dos por el Plan de Mazatlán en el Palacio Federal del puerto.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 97


Cuatro días después, el general-gobernador decretó la integración
de un Consejo de Gobierno integrado por diez individuos: Pomposo
Verdugo, Pedro Sánchez, Jesús Bringas, José María Iribarren y Juan
Vasavilbazo como propietarios; y Francisco Malcampo, Miguel Cara-
za, Francisco Romanillo, Eustaquio Buelna y José María Zevada como
suplentes. No obstante, Buelna se negó a aceptar la designación.
El 14 del mismo mes se instaló el Consejo de Gobierno, que se
dedicó a elaborar el proyecto de estatuto normativo y dictaminar so-
bre algunos asuntos encargados por el gobernador. Para organizar
la marcha del gobierno, Yáñez envió a los distritos a personas de su
confianza con el carácter de autoridades civiles y militares, promo-
viendo con ello el inicio de una dictadura de facto que propició abu-
sos contra la población; el 16 llegó a Culiacán el general León Yáñez
y envió a Cosalá a Francisco Couto y a El Fuerte al comandante Fran-
cisco Renero. La judicatura se instaló posteriormente y por capital
del estado fue designado Mazatlán, sin que hubiere acuerdo alguno
que lo notificara.
En febrero la intranquilidad social mostró su cara ante el levan-
tamiento de grupos armados que, al carecer de bandera política, se
convirtieron en asaltantes de los minerales y casas de moneda situa-
dos en Cosalá y Guadalupe de los Reyes, afectando la vida social en
Ajoya, Tominil y Coacoyol.
Atendiendo los dictados del gobierno centralista, el 12 de abril el
gobernador publicó un decreto donde el ministro de Gobernación
establecía que los estados se convertían en departamentos y queda-
ban sujetos de forma absoluta al gobierno federal. Así, el día 20 que-
dó establecido que Sinaloa se dividía en cuatro partidos judiciales:
Mazatlán, Rosario y Concordia; Culiacán, Badiraguato y Mocorito;
Cosalá y San Ignacio; y El Fuerte con Sinaloa y Choix. En materia ad-
ministrativa se respetaba la demarcación geográfica anterior y en la
cabecera de cada distrito se designaron un prefecto y un subprefec-
to, que dependían directamente del general Yáñez, quien publicó el
21 de abril el reglamento que definía las atribuciones y facultades de
estos funcionarios.

98 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Gral. Pedro Espejo
(28 de abril-6 de septiembre; 11 de septiembre-30 de octubre de 1858)

Gobernó los departamentos de Sonora durante la administración san-


tannista, donde fue derrotado por las fuerzas liberales comandadas
por Ignacio Pesqueira, y el de Jalisco por disposición del general Mi-
guel Miramón, en sustitución del general Leonardo Márquez durante
la rebelión tacubayista; asimismo fue comandante de las fuerzas fe-
derales en Mazatlán, donde se pronunció para apoyar el ascenso del
general Yáñez.
Dos días después de dar a la luz la Ley de Administración de Jus-
ticia para el Departamento de Sinaloa, Yáñez fue llamado a la capital
del país, por lo cual el gobierno del estado fue asumido por el general
Pedro Espejo, quien protestó el cargo el 28 del mismo mes.
La ausencia de Yáñez afectó el orden social, y los elementos re-
volucionarios que apoyaban la causa liberal empezaron a organizarse
para luchar por sus ideales. La manifestación de los adeptos en Ma-
zatlán causó la expulsión de los líderes más visibles, como Miguel
Castellanos, Hipólito Ramírez, Francisco Gómez Flores, José María
Sánchez Román, Pedro José de Lerma y Bernardo Carrasco, quienes
en la serenata del 28 de mayo gritaron vivas a la Constitución, por
lo que fueron desterrados del puerto. Esta medida aplazó el levanta-
miento pero no impidió que desde El Fuerte un grupo de jóvenes li-
berales buscara el apoyo del general Ignacio Pesqueira, quien desde
Hermosillo prometió apoyarlos si decidían combatir por los ideales
reformistas. Así, el 19 de agosto de 1858 proclamaron el Plan de El
Fuerte, restableciendo la Constitución de 1857 y exigiendo el recono-
cimiento de Benito Juárez como presidente de la República; el con-
tingente tomó el nombre de Fuerzas Populares de Sinaloa y recono-
cía como jefe político a Plácido Vega.
En Culiacán, la noche del 28 de agosto, Ignacio Martínez Valen-
zuela, Miguel Ramírez, Adolfo Palacios, Eduardo Vega y Pablo María
Rivera convencieron al capitán Calixto Peña de sumarse a la rebelión
con sus elementos, extendiendo su esfuerzo a las guardias federales,
de las cuales 180 carabineros se sumaron al movimiento reivindicador

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 99


de la Constitución federal. Miguel Ramírez levantó el acta del pronun-
ciamiento restableciendo la Constitución de 1857 y al coronel Ignacio
Martínez Valenzuela como cabeza del levantamiento; esta importan-
te acción revolucionaria se extinguió por falta de armas y provisiones
causadas por la negativa del caudillo a imponer préstamos forzosos
para alimentar su desarrollo.
Francisco Javier Gaxiola hace notar que estos dos levantamien-
tos populares carecieron de coordinación, por lo cual los revolucio-
narios de Culiacán comisionaron a Eustaquio Buelna para unir filas,
pero los fuertenses se negaron a secundarlos, ya que estaban levanta-
dos en armas en espera de los refuerzos que envió Pesqueira al man-
do de Jesús García Morales.
El 3 de septiembre las fuerzas populares al mando de Fortino
León se pronunciaron en Concordia contra el Plan de Tacubaya y el
general Espejo declaró al departamento en estado de sitio para apar-
tar la Aduana Marina del control federal; tres días después entregó,
por orden central, el gobierno y la comandancia militar al general
León Yáñez, hermano de José María, aunque habría de retomarlo el
11 de octubre.

Gral. León Yáñez


(6 de septiembre-10 de octubre de 1858)

El 6 de octubre el coronel Jesús García Morales salió de Álamos con


400 hombres para integrarse a las fuerzas de Plácido Vega y una vez
organizada la Brigada de Operaciones viajaron al sur. Mientras tan-
to, al mando del general Manuel Arteaga, marchó de Mazatlán una
columna de las tres armas que, encontrándose con los constituciona-
listas en La Noria, Mocorito, presentaron combate el 27 de octubre,
bautizo de fuego para los liberales que resultó favorable a su causa.
Pocos días antes, Fortino León, junto a Pedro Sánchez y el capitán
Pablo Lagarma, se pronunciaron en Concordia con carabineros se-
ducidos por este último; el mismo 27, Espejo envió una fuerza en su
persecución al mando del coronel Campuzano, la cual fue evadida;

100 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


de vuelta en Mazatlán, los rebeldes intentaron asaltarla al día siguien-
te, operación fallida que alertó a los conservadores, quienes presen-
taron una vigorosa defensa, aunque ésta no impidió al enemigo to-
mar la cárcel, liberar a los presos y hacer frente a los soldados.

Gral. Manuel Arteaga


(1 de noviembre de 1858-6 de enero de 1859)

El 1 de noviembre de 1858, mientras Manuel Arteaga recibía el go-


bierno de manos del general Espejo, la Brigada de Operaciones en-
tró a Culiacán; el día 3, Arteaga tomó posesión del mando político y
militar, imponiendo al siguiente un préstamo forzoso por 30 000 pe-
sos cubierto por la Casa Vasavilbazo con prenda de certificados de la
Aduana de Mazatlán. También se decretó una leva entre los emplea-
dos del gobierno y la población de 16 a 50 años. El 5 empezó la forti-
ficación del puerto, que concluyó con diez baluartes.
El 17 de noviembre el gobierno de Sinaloa desterró al obispo Loza
y Pardavé por instigar contra las fuerzas constitucionalistas y el 2
de diciembre García Morales y Lagarma pusieron sitio a Mazatlán,
clausurándolo y declarando a Altata como puerto de altura para todo
tipo de actividades navales, por disposición del decreto del Supremo
Gobierno del 28 de febrero; el 15 de diciembre llegaron refuerzos del
distrito de Tepic para apoyar el sitio y el 17 Arteaga recibió los partes
oficiales que le daban el mando en el departamento.
El 4 de enero de 1859 Ignacio Pesqueira llegó a reforzar el sitio de
Mazatlán y el 6 fue reconocido como gobernador provisional de Si-
naloa —resumiendo en su persona, además, el gobierno de Sonora
y la jefatura de la División de Occidente—, tras lo cual mandó una
fuerza de 2 000 hombres y 20 cañones. El 8 y el 11 Pesqueira intentó
negociar la entrega de la plaza al general Arteaga, pero no tuvo éxito;
a partir de esa fecha, se presentaron algunas escaramuzas que des-
gastaron las fuerzas, y el 30 se levantó el sitio, ante el aviso de que el
general Luis Pérez Gómez, por órdenes de Miramón, avanzaba con
un contingente para apoyar a los sitiados, marchando a Elota para

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 101


ubicarse en Cosalá a la espera de las fuerzas que desde Durango co-
mandaba el general Esteban Coronado.
Eustaquio Buelna apunta, sin precisar cómo ni cuándo, que Luis
Pérez Gómez aparece públicamente el 19 de febrero como titular del
gobierno y que el 26 lo retomó Manuel Arteaga por órdenes del go-
bierno central.
El 30 de marzo salió de Mazatlán una columna al mando del gene-
ral José Inguanzo para atacar a los constitucionalistas acampados en
Cosalá. Pesqueira decidió que el sitio de combate fuera Las Mimbres,
en la serranía de Calafato, donde propinó el 15 de abril una completa
derrota a los conservadores, preludio para que el siguiente 22, tras un
fuerte combate, tomara Mazatlán para los constitucionalistas, hecho
que se consideró como el final de la guerra de Reforma en Sinaloa,
aunque no la conclusión de las hostilidades contra los conservadores.

Gral. Ignacio Pesqueira


(6 de enero-4 de junio de 1859)

Francisco Javier Gaxiola escribió:

Hijo de una familia con buena posición social, nació en Arizpe,


Sonora, y se educó en Europa. Coronel de las Guardias Naciona-
les en 1856, fue presidente del Consejo del Gobierno de Sonora en
la administración del Lic. José de Aguilar. En julio 16 se declaró le-
galmente jefe del poder Ejecutivo y abrió campaña contra el par-
tido gandarista y los filibusteros, derrotándolos y devolviendo el
poder a Aguilar, quien lo depositó en Pesqueira por declaración
del Congreso Constituyente de 1857. Fue aquel jefe el caudillo po-
pular de su estado, el firme sostenedor de la Reforma y uno de los
soldados que más brillo han dado a la República. Débese a él en
gran parte el triunfo de los constitucionalistas en Sinaloa [...] Pos-
teriormente, ya como militar, ya como gobernador, prestó buenos
servicios a Sonora, pero a pesar de su círculo numeroso de parti-
darios, llegó a hacerse repugnante su prolongada administración,

102 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


y él, comprendiendo con su buen talento que le había pasado su
época, se retiró a su hacienda después del triunfo de Tecoac y vi-
vió exclusivamente dedicado a las labores del campo, hasta el 4
de enero de 1886, fecha en que murió en su hacienda de Bacanu-
chi. (Ibíd.: 232)

Fue declarado gobernador provisional de Sinaloa el 6 de enero de


1859, cargo que conjugó con su nombramiento de Gobernador Cons-
titucional de Sonora, asumiendo la jefatura de la División de Occi-
dente de las armas liberales. Su gobierno se dedicó fundamentalmen-
te a atender los asuntos de la guerra. Triunfante en la batalla de Las
Mimbres, recuperó el puerto de Mazatlán y dictó algunas medidas
para organizar constitucionalmente la administración pública de la
entidad. El 3 de junio, para restablecer el orden constitucional, con-
vocó a la ciudadanía a elegir gobernador y diputados en Sinaloa, tras
lo cual marchó a Sonora para atender las responsabilidades de su car-
go; dejó, por acuerdo del Plan de El Fuerte a Plácido Vega como de-
positario del poder Ejecutivo a partir del día 4.

Plácido Vega Daza


(4 de junio de 1859; 19 de agosto de 1860; 26 de enero de 1861-12 de
febrero de 1862; 1-24 de enero de 1862; 13 de abril-17 de noviembre
de 1862; 1 de mayo de 1862-10 de enero de 1863; 26 de marzo-24 de
abril de 1862)

Plácido Vega Daza —sin la «y» entre sus apellidos, según el historia-
dor Antonio Lerma Garay, su biógrafo más documentado— es el per-
sonaje más controvertido en la historia sinaloense. Su nombre conci-
ta las pasiones más encontradas. Héroe para unos, traidor para otros,
dictador o gobernante dispuesto a conseguir el consenso popular del
momento, amigo fiel o enemigo férreo, son los calificativos que se
esgrimen a su paso. Buelna lo denigra, Lerma lo rescata, Humberto
Ruiz lo somete a la crítica y José María Figueroa lo justifica. Nakaya-
ma lo defiende cuando escribe:

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 103


En el escenario histórico sinaloense se paseó la figura de un hom-
bre que fue el primer actor de uno de los dramas más intensos de
nuestra vida, y al que sin embargo no le hemos concedido en for-
ma integral la gran importancia que tuvo. El juicio de nuestros
historiadores nos lo muestra como un monstruo apocalíptico, tal
como si fuera una visión de pesadilla; y de conformidad con sus
apreciaciones, las generaciones que de cien años acá han desfila-
do por nuestra tierra, al sólo leer su nombre, han de haber dibu-
jado una mueca de disgusto, para luego hacer coro en la letanía
de vituperios que se han cernido sobre su memoria, pues desde el
día en que Eustaquio Buelna lo juzgó excátedra ya no hubo más
que hablar, ni recurso que interponer. ¡Roma locuta, causa finita!
(Nakayama, 1993: 1)

Plácido Vega Daza nació el 5 de octubre de 1830 en la casona con-


tigua a la plaza central de la villa de El Fuerte, precisamente donde hoy
funciona la Casa de la Cultura. Fue el primogénito y el único varón de
los cinco hijos de Francisco Javier de la Vega y Esquer y Dolores Daza
Félix, a su vez él hijo de don Esteban Nicolás de la Vega y Colón de
Portugal y ella de Juan Daza, justicia mayor y subprefecto de El Fuer-
te a la hora de su nacimiento. A pesar de la boyante posición eco-
nómica de su familia, no tuvo la mejor educación, ya que a los ocho
años quedó huérfano y bajo el cuidado de su tío Tomás, por lo que se
interesó más por el ruido de las armas que por el silencioso paso de
las hojas de los libros. Acorde con su espíritu inquieto, a los catorce
años marchó a Culiacán para servir en las tiendas de sus primos, los
De la Vega, la familia dominante de la vida regional que se preciaba
de ser la rama legítima del apellido, menospreciando a los de El Fuer-
te, entre ellos el joven Plácido, quien además sirvió como soldado de
su tío, don Francisco de la Vega.
En los diez años que estuvo detrás del mostrador, escuchando las
pláticas que sostenían sus tíos y primos sobre la situación de la vida
nacional, Plácido se adentró en los intríngulis de la política y decidió
participar en ella en sentido opuesto al de sus parientes: desde el ban-

104 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


do liberal. Con sus desdenes, habían formado al hombre que acabaría
con su poderío.
En 1855, cuando Pomposo Verdugo asumió la gubernatura de Si-
naloa por órdenes del general Juan Álvarez, Plácido incursionó en la
carrera de las armas, para lo cual organizó la Sección Libertadora de
Sinaloa, defendiendo los postulados del Plan de Ayutla; así, en aca-
to a una orden superior, persiguió una banda de asaltantes incursio-
nando en el territorio de Durango, lo que provocó el reclamo de sus
autoridades; sin embargo, Antonio Rosales, secretario de Gobierno,
justificó su conducta con base a Derecho, y después de cubrirse los
reclamos, a fines de 1857, dejó la vida militar, retirándose a la isla
de Altamura para desarrollar proyectos económicos personales. No
obstante, su interés en la vida pública fue cada vez mayor y decidió
volver a la villa que lo vio nacer: allí, junto con Ramón Félix y Buelna,
Mariano Delgado, José Rentería, Adolfo Ibarra y Juan y Camilo Vega
Sarmiento, promulgó el Plan de El Fuerte el 19 de agosto de 1858, apo-
yando al gobierno liberal encabezado por el Lic. Benito Juárez para
enfrentarse contra los conservadores.
Con el previo acuerdo de los liberales sonorenses para llevar a
cabo este pronunciamiento y bajo las órdenes de Ignacio Pesqueira,
se armó la Brigada de Occidente, contingente militar de 700 plazas al
mando del coronel Jesús García Morales, que presentó combate el 27
de octubre en La Noria, Mocorito, tomó Culiacán y recuperó Maza-
tlán hasta obtener el triunfo total el 15 de marzo de 1859 en la batalla
de Los Mimbres, donde bajo el mando de Ignacio Pesqueira, Esteban
Coronado y Plácido Vega se derrotó a José Blas Inguanzo y se pasó
por las armas al jefe José Clímaco Rebolledo, con lo cual Plácido Vega
quedó como el caudillo liberal de Sinaloa sin rival para asumir la gu-
bernatura una vez que Pesqueira volviera a Sonora, lo cual ocurrió el
4 de junio de 1859.
En el desempeño de sus funciones lo sorprendió la publicación
de las leyes de Reforma, lo cual lo obligó a armar un ejército oficial y
presentar combates hasta derrotar al general Domingo Cajén, con lo
cual logró el reconocimiento del presidente Juárez y recibió el grado

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 105


de coronel de Caballería de Auxiliares del Ejército y general de briga-
da, según despacho del día 20 de noviembre de 1860.
En el ámbito nacional, después de tres años de lucha entre libera-
les y conservadores, con la derrota propinada el 22 de diciembre de
1860 por el general Jesús González Ortega al general Miguel Mira-
món en los campos de San Miguel de Calpulalpan, la guerra de Re-
forma llegó a su fin. El presidente Juárez regresó a la ciudad de Méxi-
co el 31 de enero de 1861, mas la ansiada paz no logró establecer sus
reales porque un nuevo conflicto, ahora internacional, se presentaba
a las puertas de la nación: las reclamaciones, presentadas el 31 de oc-
tubre, por el pago de la deuda externa contratada por los gobiernos
conservadores ante bancos españoles, ingleses y franceses. El 12 de
noviembre del mismo año Plácido Vega recibió el nombramiento
de Gobernador Constitucional, disponiendo en su mandato la cons-
trucción de la Aduana Marítima de Mazatlán y el establecimiento del
Colegio Mercantil y de Minería para afianzar el proyecto educativo
que formaría a las nuevas generaciones del pensamiento liberal.
El 17 de abril encarceló a Antonio Rosales y Adolfo Palacio y el
18 el Congreso convocó al pueblo a elegir funcionarios públicos. La
conducta de Vega respecto al trato a Rosales y Palacio le atrajo un
oficio de inconformidad y reproche de parte de Gregorio Castillo,
juez del Supremo Tribunal de Justicia, quien reclamó al gobernador
el uso de facultades extraordinarias, advirtiendo la pérdida de la in-
dependencia de este poder ante la conducta descomedida del Ejecu-
tivo, de lo que daba cuenta al Congreso del Estado y las autoridades
federales. Castillo abandonó el estado el 4 de mayo para dirigirse a
Colima, donde publicó el folleto Despotismo del gobernador del es-
tado de Sinaloa. El 24 de mayo Vega desterró a Rosales y Palacio y
después expulsó de la entidad a los colaboradores del general Do-
mingo Cajén.
En 5 de junio el gobernador salió en visita a los pueblos de Sinaloa
y llegó a Culiacán en agosto para marchar a Sonora y apoyar a Pes-
queira en la campaña contra los yaquis. El 2 de agosto Antonio Es-
tévez se pronunció en El Fuerte con las tropas destinadas a Sonora
negándose a marchar a su destino. Vega organizó otro contingente,

106 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


llegó a El Fuerte en octubre y, sin dejar mando que lo sustituyera en
el Ejecutivo, se internó a Sonora.
El 2 de noviembre se reunió el Primer Congreso Constitucional
en Mazatlán bajo la presidencia de Pedro Sánchez y declaró al ge-
neral Plácido Vega Gobernador Constitucional y vicegobernador al
general Manuel Márquez, pero debido a que Vega continuaba en So-
nora, Márquez ocupó la gubernatura.
Mientras esto sucedía en Sinaloa, los gobiernos de los tres paí-
ses inconformes enviaron a Veracruz representantes diplomáticos y
fuerzas militares. Las explicaciones oficiales lograron que Inglaterra
y España volvieran a la mar, pero Francia, con un proyecto imperia-
lista en marcha, desembarcó su contingente el 7 de enero de 1862
ocupando las plazas de Córdoba, Orizaba y Tehuantepec, base de
operaciones para tomar Puebla en camino a la capital, lo cual culmi-
nó dos años después con la entrada de Maximiliano de Habsburgo el
12 de junio de 1864.
Ante la situación presentada a nivel nacional, el gobernador Vega
dejó su cargo el 25 de enero para viajar a Guadalajara con el fin de
participar en los acuerdos a celebrarse entre el gobernador Pedro
Ogazón y Manuel Lozada, líder de las comunidades indígenas de Na-
yarit; el 26 de marzo retomó el poder y el 4 de abril, ante la magnitud
de los acontecimientos y en uso de las facultades extraordinarias au-
torizadas por el Congreso del Estado en sesión del 30 de noviembre
de 1861 salió a combate; en marzo de 1862 declaró a Sinaloa en esta-
do de sitio, asumiendo el poder absoluto en la entidad; el 12 de abril
el presidente Juárez decretó que todos los mexicanos cuya edad fluc-
tuase entre los 20 y los 60 años estaban obligados a tomar las armas
contra el invasor, por lo que Plácido Vega inició la leva más escanda-
losa en la historia regional para organizar el contingente que le exigía
el gobierno nacional: la Brigada de Sinaloa, integrada por 2 000 hom-
bres provenientes de los estados de Sonora y Sinaloa.
Después de una licencia de cinco días, el 1 de mayo Vega Daza
vuelve al gobierno de Sinaloa; el 2 de junio Lozada ataca a las fuerzas
de Sinaloa destacamentadas en Tepic, ocasionándoles un serio revés
a los coroneles Ramón Félix y Buelna y Ramón Corona. Por acuerdo

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 107


entre este último y Vega, el gobierno de Sinaloa le proporcionaría una
cantidad mensual para que sus tropas, denominadas Sección de Te-
pic, se ocuparan de resguardar la seguridad y el tránsito en esa región,
impidiendo el paso de los contingentes lozadistas a Sinaloa.
Los descontentos generados por la leva y el préstamo forzoso de
58 800 pesos para equipar las tropas que integrarían la Brigada de Si-
naloa, minaron el prestigio de Vega; sin embargo, el 11 de septiem-
bre expidió una ley que establecía la apertura de escuelas primarias
y de adultos en las principales comunidades de la entidad y decretó
la fundación del Ateneo Hidalgo en Mazatlán, eximiendo de la leva a
quienes asistieren a estas instituciones.
El 8 de octubre se enteró de la muerte del general Ignacio Zara-
goza, por lo cual decretó que fuese denominado Benemérito del Es-
tado, a la vez que dispuso la construcción de una plazuela que llevara
su nombre en el puerto de Mazatlán.
Perpetrado el ataque del 19 de octubre de las fuerzas de Corona
contra las de Lozada, acción de armas no autorizada por el gobierno de
Sinaloa, Vega suspendió el apoyo económico a Corona, generando una
irreconciliable enemistad durante el resto de sus días; a su vez, mandó
fusilar, sin formación de causa, al subteniente Cipriano León, pariente
de Fortino, abriendo así una brecha insalvable con el vicegobernador.
Todo esto dilató el viaje de la Brigada de Sinaloa y contribuyó tam-
bién a debilitar la personalidad del caudillo de El Fuerte, generando un
tenso ambiente social, pues incluso se le acusó de mantener poca con-
fianza en el triunfo de las armas nacionales contra el invasor.
Aun ocupado en los asuntos de la guerra, se casó en Guadalajara,
por conveniencia, con su prima Clara Vega Sarmiento, en una ceremo-
nia privada el 23 de noviembre de 1862, cumpliendo un compromiso
pospuesto durante cuatro años, al decir de Humberto Ruiz, acucioso
hurgador de los archivos del registro civil fuertense; su cuñado Ca-
milo llevó la novia a la capital jalisciense, pero la ceremonia religiosa
debió esperar por causas propias del ambiente político nacional deri-
vadas de las leyes de Reforma.
Las relaciones del general con las instituciones legislativa y judi-
cial son dignas de mencionarse. Siendo gobernador provisional con-

108 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


vocó, el 15 de septiembre de 1860, a elecciones para gobernador, vi-
cegobernador y diputados al Congreso Constituyente, integrándose la
cámara legislativa que reformó la Constitución local para adecuar las
disposiciones federales. La Carta Magna se promulgó el 3 de abril de
1861, consagrándose así el sufragio directo de los ciudadanos, la inde-
pendencia de los ayuntamientos en algunas funciones, la reducción
—a dos— de las instancias de los juicios y la división territorial en
diez distritos, acorde con lo dispuesto en 1831.
La fortaleza del gobernador se vio reducida cuando el contingen-
te estacionado en la Villa de El Fuerte, preparado para apoyar a los li-
berales sonorenses en su lucha contra los yaquis, fue seducido por el
coronel Antonio Estévez y Cleofas Salmón pronunciándose contra
el caudillo fuertense y sorprendiendo al prefecto Ramón Félix y Buelna
quien fue incapaz de derrotarlos. Los sublevados continuaron hacia el
norte, tomaron Álamos y pusieron sitio a Hermosillo, pero Pesqueira,
apoyado por una fuerza organizada por Plácido Vega, los derrotó vol-
viendo con parte de los pertrechos militares y cien prisioneros.
La decisión de cumplir las órdenes del presidente, más la impo-
sición de préstamos forzosos a las familias pudientes, le acarreó las
críticas más acerbas, pero aun así el 11 de enero de 1863 envió la Bri-
gada de Sinaloa a la ciudad de México:

Las tropas desembarcaron en Zihuatanejo y de ahí por tierra pa-


saron a Acapulco y enseguida a México. Una travesía dif ícil, pe-
nosa y dilatada que significó una merma de más de 500 hombres
por cansancio y enfermedad: algunos murieron, otros se regre-
saron y muy pocos llegaron después a México. Arribaron a Tlal-
pan, D. F., el 28 de marzo, y el 31 la brigada desfilaba frente al
Palacio Nacional, ante la presencia del presidente Juárez y sus mi-
nistros. (Quintero, 2007: 269)

Plácido Vega marchó en compañía de sus oficiales Jesús Toledo,


Crispín Palomares y Félix Almada. Encuadrándose al contingente en
el Ejército del Centro a las órdenes del general Ignacio Comonfort,
acudió a la batalla de Puebla con el carácter de general en jefe de la

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 109


Tercera División. Eustaquio Buelna, en sus Apuntes para la historia
de Sinaloa, escribió:

Don Plácido Vega jamás volvió a ocupar la silla del gobierno. Fue
el gobernador más absoluto, un dictador con las facultades que
le daba la situación anormal del país. Auxilió a otros estados con
tropas y recursos, derrochó la hacienda federal y del estado, no
dejó en éste más que memorias de asesinatos cometidos por sus
agentes, Hizo importante el nombre del estado, pero deprimió las
garantías de sus ciudadanos. (Buelna, op. cit.: 341)

Antes de abandonar el territorio sinaloense dejó en su lugar al


general Jesús García Morales, sonorense que vino al estado en el
contingente de Ignacio Pesqueira, sin que pudiera decir que tenía
el apoyo absoluto de los jefes locales, ya que las ansias de poder de
Ramón Corona, Domingo Rubí y Antonio Rosales emergían en las
reuniones de oficiales. Posteriormente, cuando Plácido Vega fue co-
misionado para la compra de armamento en Estados Unidos, la bri-
gada quedó bajo el mando de Porfirio Díaz, quien encomió el valor
de sus integrantes.
En busca de más recursos económicos para empezar su misión
volvió a Sinaloa, de donde salió el 12 de marzo de 1864 hacia San
Francisco, California, llevando en su portafolio el nombramiento de
agente confidencial del gobierno con la misión de buscar apoyos y
comprar y enviar armas al país lo más pronto posible. Sobre este par-
ticular, Filiberto L. Quintero retomó las palabras del Nigromante y
concluye con el juicio que consignó su destino:

En una de las cartas que desde Mazatlán escribió don Ignacio


Ramírez, el Nigromante, a su amigo don Guillermo Prieto, Fidel,
dice: «Vega, el cacique de este reinezuelo, solicitó y obtuvo del go-
bierno federal la más alta autorización para disponer de las ren-
tas de Sinaloa, con la promesa de armar y defender al Estado; este
general dispondrá de medio millón de pesos en efectivo; quien
lleva medio millón a la California, puede fácilmente arbitrarse

110 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


paso por otra cantidad igual». El desempeño de esta comisión,
tan inexplicablemente desatendida, señala en la vida militar y po-
lítica de don Plácido el principio de su decadencia, pues desde
entonces fue mermando considerablemente el prestigio y la po-
pularidad que había conquistado en su estado natal, para no re-
cobrarlo jamás. (Quintero, op. cit.: 270)

El 19 de octubre de 1864, Rosales, en colaboración con Corona y


Rubí, depuso a García Morales y asumió el cargo, con lo cual conclu-
yó el mandato y la influencia de Plácido Vega en el gobierno sinalo-
ense y se abrió una etapa en la cual los cónsules y los comerciantes
extranjeros, sobre todo de Mazatlán, impusieron su capital a la fuer-
za de las armas, deviniendo una época de caos e intranquilidad que
permitió el alije de mercancías sin el obligado pago de impuestos por
su introducción.
Durante dos años y medio que duró su comisión oficial, doña
Clara viajó a San Francisco para casarse por la iglesia, lo cual no im-
pidió el embarque a México, vía Sonora y Sinaloa, de armas, municio-
nes y pertrechos de guerra, custodiando personalmente el cargamen-
to final que por órdenes del Supremo Gobierno le entregó, camino a
Chihuahua, a los representantes del general Ramón Corona, quien a
esas alturas de la vida y temiendo su regreso, se había convertido en
su acérrimo enemigo. Recibido por el presidente Juárez, le presentó
un detallado informe y justificación de los 619 593.18 pesos que im-
plicó la compra de armas y su envío al territorio nacional, por lo cual
Juárez le obsequió un bono económico de 5 000 pesos por los resul-
tados favorables de la comisión.
A pesar de ello, el general fue acusado públicamente por los más
cercanos colaboradores del presidente de haber faltado a su obliga-
ción beneficiándose con las facultades de la comisión y no enviar ar-
mas para la defensa de la República. Ante la imposibilidad de obligar a
sus antiguos correligionarios a realizar una investigación que aclarara
los infundios y con la certeza de que era buscado para ser aprehen-
dido, viajó a Nayarit donde negoció con Manuel Lozada una estan-
cia de supervivencia comprometiendo su apoyo en la lucha contra

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 111


las fuerzas liberales, sobre todo las de Ramón Corona. La muerte de
Juárez en julio de 1872 no cambió su situación porque sus enemigos
continuaban en el gabinete nacional.
Después de la derrota de Lozada en la batalla de La Mojonera,
ocurrida los días 27 y 28 de enero de 1873, cuando Vega se negó a
mandar la carga de caballería cuya intervención pudo haber inclina-
do la balanza para el Tigre de Álica, el sinaloense salió del país, vivió
en Texas y Chihuahua entre 1874 y 1876, y regresó al territorio nacio-
nal para apoyar al general Porfirio Díaz, quien enarbolando el Plan de
Tuxtepec derrocó a Sebastián Lerdo de Tejada en abril de 1877.
Díaz asumió la presidencia de la República el 5 de mayo y, so-
portando una terrible enfermedad que diezmaba sus fuerzas, Pláci-
do Vega llegó a Acapulco intentando regresar a Sinaloa, pero debido
a su maltrecha condición f ísica encontró la muerte en ese puerto el
4 de enero de 1878. Sus restos fueron sepultados en una tumba cuya
ubicación permanece desconocida.
El Occidental, periódico de California, publicó el 23 de enero de
ese año unas cuantas líneas sobre la noticia de la muerte de Plácido
Vega, informando que el desenlace se efectuó, después de una larga
enfermedad y sufrimiento, el 4 de enero en Acapulco. En esta nota lo
reconocen como «un hombre extraordinario y figura notable en la his-
toria mexicana». Otro juicio emitido desde el extranjero lo pinta de la
siguiente manera:

Fue gobernador de Sinaloa de 1858 a 1863, durante la guerra en-


tre los conservadores (partido de la Iglesia) y los liberales. Cuando
Francia invadió México, fue el comisionado enviado a esta ciudad
a comprar armas y municiones de guerra. Su llegada aquí en ese
momento creó gran sensación y el exgobernador fue la figura del
momento. El general M. G. Vallejo y otros prominentes hispano-
americanos, lo mismo que muchos americanos, dieron a Vega una
calurosa recepción y le ayudaron materialmente en sus proyectos.
Poco después de que Juárez se convirtió en presidente, por cau-
sas propias del general, se alió al famoso jefe azteca Lozada, quien
por muchos años gobernó independiente del gobierno general en

112 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


el Cantón de Tepic, estado de Jalisco. Continuó por muchos años
como jefe consejero de Lozada y cuando éste comenzó su famosa
campaña, consistente en invadir todos los estados de México para
restaurar a los aztecas en el poder, Vega fue su primer ministro. La
campaña fue una desastrosa derrota y terminó con Lozada siendo
capturado y fusilado en Tepic, capital del cantón del mismo nom-
bre. Desde esos trágicos eventos muy poco se había podido hablar
del general Vega hasta el momento de su muerte. Fue él un hom-
bre de indudable intelecto y gran valentía. (Lerma, 2010: 164-165)

Por su parte, José María Figueroa sintetiza su opinión en las si-


guientes palabras:

Aventurera, peliculesca, fue la vida de este sinaloense que, desde


que abrazó el fusil en defensa de sus ideas liberales y del gobierno
del presidente Juárez se la llevó combatiendo en Sonora, en Sinaloa
y en otras partes de la República. Apenas calentaba la silla cuan-
do ya hacía velices para irse a los campos de batalla. Puede decirse
que no dejó combate importante en esta lucha fratricida, principal-
mente en Sinaloa, donde no interviniese. Fue el hombre de todas
las confianzas de Juárez, aunque después, cuando se entronizó en
el poder, luego de que Maximiliano fue fusilado, se convirtió en su
más acérrimo enemigo. (Figueroa, 1996: 29)

Aportaciones a Sinaloa

• Su obra material quedó representada en la construcción de la


Aduana Marítima de Mazatlán y en la plazuela levantada en ho-
nor al general Ignacio Zaragoza en el mismo puerto, obras que
perduran y siguen remozándose para beneficio de los comercian-
tes y las familias porteñas. En la última se celebran, entre otros,
torneos y competencias de ajedrez.
• En el campo educativo, el 28 de enero de 1861 creó el Colegio Mer-
cantil y de Minería en Mazatlán, que por su estructura y filosofía

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 113


liberal es considerado el antecedente inmediato del Liceo Rosales
—fundado doce años después por Eustaquio Buelna—, fuente ori-
ginal de la actual Universidad Autónoma de Sinaloa. Los autores
de ambos proyectos educativos fueron Francisco Gómez Flores y
otros intelectuales del momento.
• Su obra como gobernante en tiempos de la guerra de Reforma y
la Intervención francesa es admirable. Organizó, a leva forzada, el
contingente de 2 000 hombres exigido a Sinaloa por el gobierno
federal, capacitándolo y equipándolo para trasladarlo, junto con
los sonorenses, al centro del país a fin de incorporarlos a la lucha
contra los invasores. El cumplimiento de esta encomienda le valió
el reconocimiento de la calidad de lucha de la Brigada de Sinaloa
por el general Porfirio Díaz, que en algún momento los integró a
su ejército.
• Usó el poder del gobierno estatal de acuerdo a las circunstancias:
convocó al Congreso del Estado para mantener la legalidad ins-
titucional, pero lo asumió absolutamente cuando las condiciones
de la guerra lo exigieron, generando una gran inconformidad so-
cial que afectó su fama como hombre público. Decretó la abo-
lición del tratamiento de «Excelencia» y «Señoría», mientras el
Congreso incorporaba en la nueva Constitución el sufragio direc-
to de los ciudadanos en los comicios electorales.
• Pasó por el gobierno estatal y cumplió como agente confidencial
sin acumular fortuna, sentando las bases del ejercicio de la trans-
parencia en la aplicación de los recursos públicos al presentar su
informe económico y de resultados materiales al presidente Juárez,
quien lo aprobó y premió.
• En años recientes, el Cabildo de El Fuerte, a instancias de varias
organizaciones culturales, incorporó en el calendario oficial del
municipio el día 19 de agosto como una fecha conmemorativa
para celebrar el Plan de El Fuerte, con lo cual este municipio ins-
cribió su nombre en esta etapa histórica regional y nacional. En la
plaza de armas de ese municipio se levantó un monumento en su
honor y la Casa de la Cultura, sitio donde nació, lleva su nombre.

114 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Francisco de Paula Maldonado
(20 de abril-20 de mayo de 1860)

Un mes de gobierno coaccionado por las armas. Para conducir a las


tropas a su mando al sitio de Guadalajara, Plácido Vega dejó en su lu-
gar al presidente del Supremo Tribunal de Justicia, quien enfermo y
hostilizado por el coronel Fortino León, jefe de las armas, se separó
del cargo el 20 de mayo. Murió el 16 de junio de 1860.

Luis Lerdo de Tejada


(20 de mayo-19 de julio de 1860)

Presidente del Ayuntamiento de Mazatlán en funciones, fue desig-


nado por el coronel Fortino León para ejercer el cargo de goberna-
dor. Buelna sostiene en sus Apuntes que «Ninguna autoridad se había
nombrado más arbitrariamente. Ni el jefe de la Guardia Nacional te-
nía facultad para designar quién debía ser el jefe supremo del Estado,
ni el presidente del Ayuntamiento de una ciudad era emanación, ni
aún indirecta, de la voluntad de todo Sinaloa». (Buelna, op. cit.: 330)
Oponiéndose a esta decisión del jefe de las armas, el 5 de julio
el coronel Remedios Meza se rebeló en Concordia, por lo que For-
tino León, Mauricio Maldonado, Antonio Rosales, Adolfo Palacio
y Miguel Ramírez fueron comisionados para enfrentarlo, pero ter-
minaron pasándose a su bando. Ante esta situación, los notables de
Mazatlán acordaron no admitir el plan suscrito por los militares; los
jefes y oficiales propusieron a las fuerzas en pugna guardar la más es-
tricta neutralidad para convocar a los ayuntamientos a elegir al go-
bernador interino que expidiera la convocatoria para el propietario.
Este pronunciamiento de los militares, que denotaba la fragilidad de
la unidad en torno al gobernador Vega, quedó sin efecto, y Lerdo
de Tejada se vio obligado a devolverle el gobierno al coronel Fortino
León el 19 de julio.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 115


Cnel. Fortino León
(19 de julio-19 de agosto de 1860; 25 de enero-25 de marzo de 1862)

Durante los treinta días que gobernó en su primer turno, el coronel


Fortino León ordenó el destierro de los partidarios de Plácido Vega;
el Dr. Miguel Ramírez, pronunciado por el Plan de Escuinapa, asal-
tó el cuartel de Cosalá; el comandante de la fragata de guerra inglesa
exigía al gobierno la reparación por el artículo del Sr. Retes, que los
acusaba de piratería, y Remedios Meza fue derrotado en Palmillas y
El Sáuz por la Guardia Nacional.
La licencia concedida al general Márquez dejó vacante la vicegu-
bernatura del estado, por lo cual el general Vega solicitó al Congreso
el nombramiento de un suplente, responsabilidad que recayó en Eus-
taquio Buelna, quien se desempeñaba como secretario de Gobierno;
sin embargo, éste fue vetado por el gobernador y en su lugar se de-
signó al coronel Fortino León, quien asumió el puesto el 25 de enero
de 1862. Volvió a ostentar el cargo por cinco días el mes de abril, ante
una nueva ausencia de Plácido Vega.

Gral. Manuel Márquez de León


(17 de noviembre-31 de diciembre de 1861)

En los datos aportados por el Lic. Francisco Javier Gaxiola encontra-


mos una ficha que dice:

Natural de la Baja California, empezó su carrera militar derrotan-


do a los invasores norteamericanos el 20 de noviembre de 1847 en
el poblado de Urías, Mazatlán. En su tierra natal ocupó importan-
tes puestos públicos y encabezó movimientos políticos a favor de
la Reforma. Derrotó al Almirante Zerman en su expedición pirá-
tica sobre Baja California, siendo juzgado por el Gran Jurado que
se le formó siendo diputado al Constituyente de Querétaro, de-
fendiéndolo Ponciano Arriaga, Santos Degollado y otros distin-
guidos liberales, siendo absuelto en forma absoluta. Durante las

116 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


guerras de Reforma e Intervención francesa prestó grandes ser-
vicios a la patria y concurrió al sitio de Querétaro. Fue el caudillo
popular en Sinaloa durante la revolución de La Noria y gobernó
el estado con acierto. Figuró entre los defensores del Plan de Tux-
tepec y al triunfo de éste se levantó contra el Gral. Díaz. Hizo una
expedición en Sonora que causó asombro; derrotado y desterra-
do, regresó a morir en México en 1890. Uno de los hombres de
mayor popularidad que ha habido en Sinaloa; soldado muy inteli-
gente, buen gobernante y escritor público, aunque de un carácter
extravagante y caballeresco. (Gaxiola, op. cit.: 233)

Ante el Congreso del Estado, Manuel Márquez protestó la guber-


natura el 17 de noviembre de 1861; el 30 de ese mes el Legislativo acordó
otorgar al Ejecutivo facultades extraordinarias en los ramos de guerra
y hacienda, convocar a la Guardia Nacional y castigar como traidores
a la patria a los rebeldes, cumpliendo con las indicaciones del general
Plácido Vega, quien volvió a Mazatlán y tomó el mando del gobierno
el 31 de diciembre. Manuel Márquez ocuparía el cargo de gobernador
una vez más, del 11 de marzo al 4 de mayo de 1863.

Gral. Jesús García Morales


(11 de enero de 1863-5 de octubre de 1864)

Sonorense de nacimiento, vino a Sinaloa al mando de las primeras


tropas que envió el general Pesqueira para apoyar a los jóvenes fuer-
tenses que se pronunciaron a favor del Plan de Ayutla y la Reforma.
Siempre al lado de Vega, éste lo consideró un elemento fiel a su parti-
do, razón por la cual, contraviniendo a la Constitución y el Congreso,
lo propuso a los ayuntamientos para sustituirlo, evitando que el vice-
gobernador asumiera el cargo.
Cumpliendo con los compromisos conferidos por el presidente
de la República, Plácido Vega entregó el 11 de enero el mando del es-
tado al general García Morales para marchar al frente de la Brigada
de Sinaloa rumbo al centro del país.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 117


Al día siguiente, el gobierno de la República declaró en estado de
sitio a Sinaloa y designó a Manuel Márquez de León vicegobernador
encargado del mando político y militar, pero a partir del 11 de marzo
fue este último quien asumió dicha responsabilidad.
El 4 de mayo el general Márquez entregó formalmente el mando
del estado al general García Morales, quien asumió nuevamente la
gubernatura enfrentando un movimiento en su contra por parte del
coronel Antonio Rosales, quien lo acusaba de ser el instrumento de
Plácido Vega para aplicar una política de abusos que se ganó la ani-
madversión de la población, sin embargo el movimiento se frustró
porque la tropa de Culiacán se negó a sumarse.
La Intervención francesa era un hecho que no había llegado a Si-
naloa. Habían aparecido las fuerzas auxiliares de Lozada causando
graves trastornos en el sur de Sinaloa, pero el ejército francés no tenía
soldados en el territorio sinaloense. Sin embargo, el 26 de marzo de
1864, de la corbeta de guerra francesa La Cordellière, apostada fren-
te a Mazatlán, se lanzaron dos lanchas cañoneras que bombardearon
las fortificaciones que estaban levantando los defensores, aunque sin
mayor éxito. El día 31 la corbeta se acercó a la playa, disparando sus
cañones para proteger el desembarco de sus marinos, pero la acción
fue interrumpida por los soldados sinaloenses, que los obligaron a
volver al barco. Desde la playa, el comandante de ingenieros, Gaspar
Sánchez Ochoa, organizó un ataque con dos equipos de soldados que
se servían de un pequeño cañón, asestándole varios obuses al cuerpo
del navío de guerra, obligándolo a retirarse para reparar el daño. Este
hecho de armas evitó el desembarco, cubrió de gloria a los valientes
soldados defensores de la patria y alejó momentáneamente al ejérci-
to francés de la región.
Sin embargo, y a pesar del peligro derivado de la invasión, la
ansiada unidad de las fuerzas liberales era cada vez más lejana. En
agosto fueron reducidos a prisión Jorge Carmona, Juan de Dios Ro-
jas y Pedro Betancourt, quienes se proponían colocar a Jesús María
Gaxiola, presidente del Supremo Tribunal de Justicia, en lugar del
gobernador García Morales.

118 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Por su parte, Francisco de la Vega convocó a los vecinos de Culia-
cán a poner un alto a la leva extraordinaria y al préstamo forzoso que
en forma de subsidio había impuesto el gobierno el 16 de agosto; De
la Vega tomó el cuartel militar el 21 y el 23 publicó una proclama de-
mandando la renuncia de García Morales; el 26 salieron de Cosalá cien
hombres de la Guardia Nacional, reforzados días después por el pre-
fecto Atanasio Aragón, que por órdenes de García Morales salió con
150 hombres más; Jesús María Gaxiola fue designado como prefec-
to y comandante militar y Atanasio Aragón asumió los mandos políti-
co y militar de Culiacán. El 4 de octubre la plaza estaba en manos de los
gobiernistas, por lo que Francisco de la Vega huyó rumbo a la sierra.
En 5 de octubre, los jefes de los cuerpos militares estacionados
en el sur de Sinaloa se dieron cita para pronunciarse por el Plan de
El Rosario, desconociendo al general Jesús García Morales como go-
bernador y designando al coronel Antonio Rosales al mando supre-
mo de las armas, Ramón Corona como jefe de las fuerzas de Jalisco
y a Joaquín Sánchez Román como gobernador del estado, acordando
también dividir el territorio estatal para que Rosales ocupara Culia-
cán mientras Ramón Corona y Domingo Rubí organizaban la defen-
sa de Mazatlán. García Morales envió una fuerza en su contra, pero
el 13 de octubre el coronel Silvestre Benítez se adhirió al movimiento,
dejando sin defensa al gobernador.
El coronel Sánchez Román intentó intimidar a García Morales
para que dejara el gobierno, pero éste le contestó que observaría las
leyes y mantendría su lealtad al Supremo Gobierno. Los subleva-
dos atacaron el puerto y, después de una batalla entre fuerzas antes
amigas, tomaron los cuarteles respetando la vida de García Morales.
Sánchez Román asumió el mando de las Brigadas Unidas de Sinaloa
y Jalisco. Buelna sostiene que el 15 de octubre

como a las dos de la mañana, las fuerzas pronunciadas atacan y


toman Mazatlán, después de media hora de fuego, quedando pri-
sionero el señor García Morales, quien a poco fue puesto en com-
pleta libertad y se embarcó para Sonora y huyendo los favoritos
de la administración que había dejado don Plácido Vega y que les

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 119


habían conquistado la aversión popular. Este gobernador era su-
mamente modesto y apegado a sus deberes. (Ibíd.: 347)

El juicio de Eustaquio Buelna sobre Ramón Corona es determi-


nante para valorar su actuación política y militar en Sinaloa:

Desde este suceso [el derrocamiento de García Morales] comen-


zó a intervenir directamente Corona en la marcha política del es-
tado y también desde entonces comenzó a observarse gradual-
mente algo más de orden y disciplina en las fuerzas que mandaba,
que antes infundían pavor por sus excesos de todo género, al gra-
do de reputarse no inferiores a las de Lozada. (Ibíd.: 346)

Cnel. Antonio Rosales Flores


(5 de octubre de 1864-9 de marzo de 1865;
14 de marzo-20 de mayo de 1865)

El verdadero nombre de este militar, poeta y periodista fue José


Antonio Abundio de Jesús Rosales Flores, nacido el 11 de julio
de 1822 en Juchipila, Zacatecas, pero los jaliscienses lo reclaman
como su hijo, debido a que en ese entonces Zacatecas pertene-
cía a Jalisco. A su vez, Sinaloa lo reconoce como «El Héroe del
Triunfo de la República», por su contribución a la Independencia
nacional. Se cree que sus padres, los señores Apolonio Rosales y
Vicenta Flores, hayan sido criollos, y tenían lo suficiente para cos-
tear los estudios de su hijo. Así que al terminar su instrucción pri-
maria, fue enviado al Seminario Conciliar de Guadalajara a iniciar
sus estudios superiores, en la carrera de Leyes. Allí se encontra-
ba, cuando en el año de 1846, el país empezó a estremecerse por
la Invasión norteamericana, y su interés por defender la patria y
sus ideas liberales lo orillaron a suspender la carrera e ingresar
a la Guardia Nacional, donde participó en las primeras acciones
de guerra «en la defensa de Monterrey». A pesar de estas guerras
organizadas, el 2 de febrero de 1848, se firmó el «Tratado de Gua-

120 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


dalupe», donde México perdió casi dos y medio millones de kiló-
metros cuadrados de territorio.
En 1850, Rosales, con su grado de teniente, regresa a Gua-
dalajara, pero ya no reanudó sus estudios, sino que se dedicó al
periodismo, y tal vez a litigar para subsistir. Fundó el periódico El
Cantarito, en el cual destacaban sus ideas liberales, lo que le pro-
vocó la prisión en el cuartel de la ciudad tapatía. En 1851, debido a
persecuciones ideológicas, abandonó el estado de Jalisco con des-
tino al puerto de Mazatlán, en donde hizo públicas sus ideas li-
berales, provocando que el general Miguel Blanco, gobernante de
esa época, lo desterrara a Choix. Al llegar don Pomposo Verdugo
a la gubernatura del estado, Rosales fue llamado para desempeñar
los cargos de oficial mayor de la Corte de Justicia y el de secre-
tario particular. Durante ese mismo gobierno fue también de-
signado redactor del Periódico Oficial y secretario de Gobierno.
Pomposo Verdugo y Antonio Rosales se llevaban bien, pues a pe-
sar de que el gobernador era conservador, no se interponía con
las liberales ideas de su secretario. Tiempo después, Rosales re-
nunció a su cargo para lanzar su candidatura a diputado federal,
y obtuvo el triunfo, por lo que partió hacia la ciudad de Méxi-
co, donde fue anulada la elección. Allí permaneció durante algún
tiempo, hasta que se le envió al Cantón de Tepic con el nombra-
miento de jefe político. En 1859 regresó a Sinaloa nombrado se-
cretario del gobernador del estado, don Plácido Vega, pero como
el gobernador era autócrata y Rosales se caracterizaba por ser un
hombre de iniciativa e inteligencia, razón por la cual la relación
no era armónica, y el choque de ideas originó que don Antonio
presentara su renuncia al cargo, reingresando al Ejército. Rosa-
les tenía la facultad de planear las luchas con pocos hombres y
siempre estar al frente en el campo de batalla; así lo demostró el
7 de febrero de 1860, que con sólo 200 hombres defendió la pla-
za de Escuinapa contra el invasor y caudillo indígena El Tigre de
Álica, que contaba con 1 500 hombres. Fue tanta la ira del inva-
sor al verse derrotado que ordenó incendiar la población; Rosa-
les hizo gala de su valor al abrirse paso entre el fuego y las balas,

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 121


lo que provocó el reconocimiento de sus soldados y hasta de su
enemigo. Lo hábil para planear y ejecutar los ataques, y el valor
demostrado en el campo de lucha el 22 de diciembre de 1864 en
la batalla de San Pedro, le abrió para siempre las puertas de la
gloria, donde el triunfo fue completo, glorioso y de consecuen-
cias en extremo favorables a la causa nacional. Fue el director y
actor en la batalla, cuyo plan concibió y ejecutó con grandes ha-
bilidades, que le reconocen los franceses y los aliados de los fran-
ceses. Es a partir de ese día que comenzó el derrocamiento del
Imperio de Maximiliano. Esta batalla de San Pedro acabó con la
invasión de los franceses de que era objeto México desde 1863, y
para enmarcar esta importante fecha, narraremos los aconteci-
mientos tal y como lo cuenta la historia de Sinaloa. Desde 1863,
los mexicanos se enfrentaban en contra de los invasores, pero
a pesar de la heroicidad, los enemigos lograron dominar y apo-
derarse del país, y la corona del imperio mexicano estaba en ma-
nos de Maximiliano de Habsburgo. Los franceses decidieron ocu-
par el noroeste mexicano, especialmente los puertos de Guaymas
y Mazatlán, cuyas aduanas producían ingresos muy importantes,
por lo que desde el vapor D’Assas, a cargo de su comandante Le
Normand de Kergrist, notificó al gobierno de Rosales que a partir
del 13 de noviembre de 1864 quedaba establecido el bloqueo de
Mazatlán, y que desde esa misma fecha empezarían los ataques
contra la ciudad. La captura de Mazatlán les dio a los franceses
la llave para dominar el sur de Sinaloa, no así la región norte, que
se encontraba fuera de su alcance, y esto obligó al almirante jefe
de la Escuadra Pacífico, para que diera la orden de que saliera
una expedición compuesta de tropas terrestres y marítimas fran-
co-mexicanas, con el propósito de someterlos, así que partieron
del puerto de Mazatlán al puerto de Altata. El 19 de diciembre,
el gobernador y comandante militar del estado, el coronel An-
tonio Rosales, recibió la noticia que en el puerto de Altata había
llegado un buque de guerra, del cual desembarcaron unos oficia-
les. El gobernador inmediatamente hizo avanzar en observación
a la mayor parte del Escuadrón «Lanceros de Jalisco», al mando

122 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


de su jefe, Francisco Tolentino. El día 20, las noticias venidas ase-
guraron el desembarque de las fuerzas enemigas, así que el señor
Rosales dispuso su salida con todas las fuerzas y caballería dispo-
nible, reclutando además a jornaleros y aguadores de Culiacán.
El grueso de las fuerzas republicanas llegaba apenas a 400 hom-
bres, las cuales partieron al puerto de Altata y pasaron la noche
en el pueblo de San Pedro. Al amanecer del día 21, iniciaron su
marcha llegando a Navolato, donde encontraron a los hombres
de Tolentino, que venían en retirada hostigando a los enemigos
franco-mexicanos, por lo que Rosales formó a su gente en línea
de combate, pero los invasores esquivaron el choque y se inter-
naron en la espesura del bosque, así que las tropas de Rosales
decidieron devolverse a San Pedro para tomar posiciones a satis-
facción. A las siete de la mañana del 22 de diciembre en San Pe-
dro, los «Lanceros de Jalisco» que cubrían la vanguardia, anun-
ciaron la presencia del enemigo tiroteándolos en retirada, con la
serenidad y el valor que les distinguía. Poco después se trabó el
combate en forma fiera, al grado que no siendo posible para unos
y para otros cargar los rifles, se entablaron a choques con las ba-
yonetas. Impresionada la línea enemiga por el vigoroso ataque,
empezó a perder terreno, y dos horas después los invasores clava-
ban sus armas en las arenas del río Culiacán en señal de derrota.
La victoria obtenida por Rosales y sus hombres conmocionó
a todos los republicanos del país. El combate de San Pedro fue lla-
mado por sus contemporáneos como «el 5 de Mayo de Occiden-
te», ya que el triunfo en él conseguido le valió a Rosales la banda
de general y la entrada triunfal a las puertas de la gloria. Espíritus
mezquinos han querido opacar la gloria alcanzada por las armas
nacionales en San Pedro, sin reflexionar en las consecuencias que
trajo para el porvenir de México. En primer lugar, terminó con el
mito de invencibilidad de los franceses; segundo, demostró que
los soldados mexicanos mal armados y peor equipados peleaban
con tanto o más valor que sus adversarios; y, por último, evitó que
los invasores se posesionaran del centro y norte de Sinaloa, dejan-
do además el camino para que más tarde las tropas republicanas

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 123


marcharan a desalojar a los imperialistas de sus posiciones en So-
nora. Desde la ciudad de Chihuahua, el 9 de enero de 1865, el
Presidente Benito Juárez le escribió al general José María Patoni:
«deseo que este hecho de armas sea el principio de la resurrec-
ción de la República y de la marcha triunfal de nuestras tropas
hasta las playas del Atlántico», y este deseo se convirtió en rea-
lidad, ya que el combate de San Pedro fue la «piedra miliar» del
triunfo de la República. El héroe en la lucha de nuestra segunda
independencia murió en el campo de batalla el 24 de septiembre
de 1865; en honor a él, calles y plazas de Sonora y Sinaloa llevan
su nombre, además también llevó su nombre el máximo centro
de estudios sinaloense el Liceo Rosales, hoy Universidad Autóno-
ma de Sinaloa; se le erigió una estatua en el Paseo de la Reforma
de la ciudad de México y otra en Culiacán. También la capital del
estado de Sinaloa se llama Culiacán Rosales, Sinaloa, como un
pequeño homenaje a su valor e inteligencia en el triunfo de la ba-
talla de San Pedro. Por su parte, el periódico Estaffete, órgano del
partido franco-mexicano, dijo: «El general Rosales era uno de los
jefes más notables del partido republicano». Hombre de un des-
interés a toda prueba, leal, valiente, activo y avezado en el arte mi-
litar, deja en las filas del partido disidente un vacío que le será di-
f ícil llenar... Justicia a los vencidos. (Personajes de Sinaloa, 1998)

Antonio Rosales asumió el gobierno el 5 de octubre por acuerdo


de los jefes militares que se pronunciaron en El Rosario contra el man-
do del general Jesús García Morales. Los acontecimientos vividos en
Culiacán hicieron que el 19 de octubre los vecinos eligieran —en su
ausencia— al coronel Antonio Rosales como gobernador provisional
del estado en una forma por demás irregular.
El día 22 de octubre llegaron a Culiacán las fuerzas de la sección
de El Fuerte, comandadas por el coronel José Rentería, quien avanzó
hasta el centro de la entidad para combatir la rebelión de Francisco
de la Vega. Sin enemigo al frente, convocó a una junta de oficiales y
levantó un acta desconociendo al gobierno provisional de Mazatlán,
proponiendo declarar en estado de sitio a los distritos, con él al man-

124 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


do de los del norte y con Atanasio Aragón al mando de los del Sur,
mientras regresaban García Morales o Plácido Vega o el Supremo
Gobierno nombraba a otro. En su retirada al norte, la fuerza de Ren-
tería fue sorprendida en Mirasoles, distrito de Culiacán, donde cayó
prisionero su jefe, y concluyó este movimiento. Francisco de la Vega
ocupó El Fuerte y sus tropas saquearon las tiendas y el vecindario; fi-
nalmente, perseguido por José María Patoni, fue derrotado en Agia-
bampo y fusilado el 16 de diciembre en la plazuela.
Mientras esto sucedía en Sinaloa, el gobierno imperial preparó
desde Durango la incursión de un contingente militar sobre Maza-
tlán, Lozada alistó sus fuerzas para operar desde Nayarit y la marina
francesa se reforzó para atacarla por mar; el 12 de noviembre el co-
mandante Normand de Kergrist comunicó al gobernador Rosales la
inmediata ocupación del puerto.
Ante la impotencia de los defensores, el 13 de noviembre desem-
barcó un contingente francés en Mazatlán, por lo que Rosales viajó a
Culiacán, donde fue aceptado por las familias notables condicionán-
dolo a que no implantara la política de Plácido Vega.
El día 14, el comandante Munier organizó una junta de notables
que presidió don Andrés Vasabilbazo y estuvo integrada por Juan Va-
sabilbazo, Pablo Retes, José Láncaster, Ángel López Portillo, Miguel
F. Castro, Jesús Escobar y Jesús Ríos.
Una vez acordado por los jefes liberales, Rosales salió rumbo a
Culiacán, pero en la Puerta del Habal fue sorprendido por un piquete
de caballería de las fuerzas de Lozada, que pudo repeler para conti-
nuar a El Quelite, donde acordó con Corona, Sánchez Román y Ro-
sales combatir al imperio en guerra de guerrillas.
El 16 de noviembre salió de este lugar hacia San Ignacio y Cosalá;
llegó a Culiacán, estableció el gobierno y su cuartel y declaró a Altata
puerto de altura. Tres días después, en Mazatlán, los comerciantes y
familias notables juraron obediencia al imperio, por lo que los inter-
vencionistas impusieron una corte marcial.
Durante el siguiente mes, Rosales se dedicó a fortalecer su go-
bierno y armó y preparó su contingente para luchar contra el inva-
sor que pronto habría de aparecer por Altata. El 10 de diciembre el

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 125


alto mando francés determinó enviar en El Lucifer una fuerza de 400
hombres a cargo de Domingo Cortés y el comandante Jorge Carmo-
na, que desembarcó en Altata el día 20. Rosales mandó observadores
y salió de Culiacán la madrugada del siguiente día con la brigada a su
mando, y escogió las inmediaciones del poblado de San Pedro para
combatirlos. El 22 se llevó a cabo la batalla en la cual resultaron ven-
cedores los patriotas sinaloenses; al levantar el campo, se apropió de
las armas y pertrechos, capturó 98 extranjeros, incorporó a los mexi-
canos a su brigada, curó a los heridos y condujo a los vencidos a Cu-
liacán, asombrando a los vecinos por el triunfo; en la capital las fa-
milias más importantes, seguras de la victoria de los invasores, les
habían preparado una recepción. Rosales recibió el ascenso a general
de brigada.
Al empezar el año de 1865, la división francesa ordenó al general
Castagny el traslado a Mazatlán de 2 500 hombres estacionados en
Durango debido a que la vanguardia era constantemente obstaculi-
zada por órdenes de Ramón Corona. El 4 de enero, en El Espinazo
del Diablo, el coronel Garnier capturó a 13 defensores y al escribien-
te del cuartel, un joven de 13 años, quienes fueron fusilados y sus
cuerpos tirados a un barranco. El 8 de enero entró el comandante
Garnier a Mazatlán con el 51° batallón de línea y el 18vo de cazadores.
El coraje por el injusto trato de los franceses, que contrastaba
con la generosidad de Rosales en San Pedro, encendió el ánimo de
los patriotas y el 10 asaltaron en Veranos a los guardias de una con-
ducta, apropiándose de 600 mulas cargadas de mercancías; incen-
diaron el reducto donde se resguardaban, causaron importantes bajas
y capturaron a 60 cazadores de Vincennes quienes fueron ahorca-
dos en las cercanías de El Verde; los arrieros fueron incorporados a la
fuerza liberal.
El 15 llegó Castagny para tomar el mando militar en Mazatlán y el
28 mandó publicar el edicto que creó la Corte Marcial, recurso con
el que envió al paredón a muchos ciudadanos que se promulgaron
por la defensa de la patria; además, nombró prefecto municipal a
Francisco Gómez Flores, presidente del Ayuntamiento a Vicente Ál-
varez de la Rosa y regidores a Ángel López Portillo, León Villaseñor,

126 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Manuel Hidalgo, Miguel F. Castro, Fortunato de la Vega, Juan Ra-
mírez y Jesús Macías; los síndicos fueron Matías Acosta y Santiago
Rivero; los alcaldes Manuel Castellanos, Francisco Muro y Vicente
Maldonado; nombró también ministro del Tribunal a Jesús Betan-
court, fiscal a José María Iribarren y jueces a Jesús Bringas y Ladislao
Gaona, quien rehusó la designación, con lo que quedó formalmente
instalado el gobierno imperial en Mazatlán.
Ofendido por la derrota en San Pedro, Castagny ordenó castigar
con el látigo del fuego a las poblaciones de la región, entre ellas La
Noria, Presidio, El Castillo, La Embocada, Malpica, Aguacaliente, El
Zopilote y Matatán; Concordia fue incendiada el día 12 de febrero, en
una acción ruin y cobarde que constituyó una mancha para el ejército
francés. La saña de los enfrentamientos es indescriptible: los lozadis-
tas llegaron a tal grado de inhumanidad que el 24 de marzo entraron
a Maloya para dar muerte a 35 republicanos que se encontraban en el
hospital. La furia de los invasores y la infamia de los lozadistas se con-
virtieron en una poderosa fuerza destructora que propinó muchos e
importantes reveses a los patriotas, pero que no destruyeron la fe en
la victoria republicana. El 3 de marzo, Maximiliano de Habsburgo di-
vidió el territorio estatal en dos departamentos: Sinaloa y Mazatlán,
de los cuales los franceses no ocuparon uno ni por la mitad.
Muchos años después del 22 de diciembre de 1864, el gobierno
municipal de Navolato emitió la siguiente distinción:

Humanista, patriota, gran intelectual liberal, gran militar estratega,


gobernador y comandante militar de Sinaloa; es reconocido ad vi-
tam como Insigne Defensor de la Patria en la Épica Batalla de San
Pedro, municipio de Navolato, ocurrida el 22 de diciembre de 1864
contra el ejército invasor francés de Napoleón.1

Antonio Rosales, cumpliendo con la responsabilidad que le im-


ponía el cargo de gobernador y con su compromiso como defensor

1  «Vivan nuestros navolatenses distinguidos», H. Ayuntamiento de Navo-


lato, Acuerdo Ejecutivo, 13 de septiembre de 2003.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 127


de la patria, organizó el contingente militar que el momento le exigía
y las posibilidades le permitían y lo dispuso para enfrentar a la fuerza
invasora que, avanzando desde Altata, venía dispuesta a tomar Cu-
liacán. La encontró en el poblado indígena de San Pedro Comoloto,
donde la derrotó en toda su línea, demostrando en la batalla el em-
puje y la calculadora fiereza del guerrero, mientras que en la victoria
hizo gala de la magnanimidad humanitaria. Esta épica jornada, que
llegó a ser reconocida como el 5 de Mayo de Occidente, le dio a Si-
naloa la oportunidad de inscribir su nombre en las páginas de la his-
toria nacional con intenso brillo y orgullo patriótico, pues fue la pri-
mera batalla, después del 5 de Mayo de Puebla en 1862, que indicó
al pueblo mexicano y al mundo entero la posibilidad real de vencer al
ejército francés, señalado como el mejor del mundo.
Esta memorable acción militar, aunada a las múltiples demos-
traciones de valor, entrega y decisión inquebrantable de enfrentar al
enemigo en los encuentros protagonizados por los defensores de la
libertad y la independencia, hizo que el presidente Juárez, en su per-
sonal apreciación del comportamiento de todas las fuerzas naciona-
les, distinguiera a nuestra entidad como Sinaloa, el Estado sin Man-
cilla, reconociéndole con tan breves pero significativas palabras su
calidad, entereza y fe en la preservación de la soberanía nacional.
Rosales no construyó, salvo las fortificaciones tácticas para el com-
bate, obra material alguna en Sinaloa; sin embargo, levantó una obra
imperecedera: el derecho, ganado a base del esfuerzo patriótico de sus
hombres y mujeres, de escribir y leer su nombre en las páginas de la
gran historia nacional, compartiendo con el resto de los defensores,
la gloria del triunfo de la república. Por ello Rosales se ganó el derecho
a ser reconocido y homenajeado como héroe de Sinaloa; por eso ense-
ñamos en las escuelas la inolvidable gesta histórica del 22 de diciembre
y en San Pedro Comoloto, cada año, cumpliendo con el calendario cí-
vico sinaloense, le rendimos homenaje en el obelisco que marca el sitio
donde el comandante francés, acatando las leyes de la guerra en señal
de rendición, entregó su espada al defensor de la república.
Siglo y medio después de la batalla de San Pedro, la imagen del
general Antonio Rosales permanece viva en el imaginario colectivo

128 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


de la tierra de los once ríos, porque su ejemplo contribuyó, y lo sigue
haciendo, al fortalecimiento de la convicción del pueblo sinaloense
de mantenerse como defensor de la independencia, la libertad, la so-
beranía y nuestra identidad nacional.

Gral. Gaspar Sánchez Ochoa


(9-14 de marzo de 1865)

Según Francisco Javier Gaxiola, Gaspar Sánchez Ochoa

Nació en Guadalajara el 6 de enero de 1837 y estudió en el Co-


legio de Minería. Ya siendo ingeniero, se presentó en 1855 a los
caudillos de la revolución de Ayutla y luchó en Ciudad Guzmán y
Ocotlán, Jalisco; ascendió a Capitán de Estado Mayor, tomó par-
te en la campaña de Puebla en 1862, defendió la Constitución en
Perote y Veracruz y apoyó al general Jesús González Ortega en la
defensa de la ciudad de Zaragoza durante el sitio que le pusieron
los franceses. Llegó a Sinaloa distinguiéndose en el ataque a La
Cordellière el 30 de marzo de 1864, ganándose la admiración y
respeto de los liberales; tomó parte contra las revoluciones de La
Noria y Tuxtepec, sirvió con lealtad al presidente Lerdo de Tejada
y el general Porfirio Díaz lo designó jefe del Departamento de In-
genieros en la Secretaría de Guerra. [...] murió con la tranquilidad
de un hombre honrado, probo y patriota. (Gaxiola, op. cit.: 238)

Por su parte, Amado González Dávila dice que fue

Miembro del cuerpo de ingenieros del Ejército Republicano. En el


sitio de Puebla se distinguió por su valor y conocimientos en la es-
trategia militar, precisamente en el Fuerte de San Javier, en 1863,
cuando el general Forey, jefe francés, lo combatía. Al caer la pla-
za en manos del enemigo extranjero, las fuerzas mexicanas se re-
tiraron a los estados del centro y el coronel Sánchez Ochoa vino
a la ciudad de Mazatlán, donde se dedicó a dirigir la fortificación

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 129


del puerto cuando los franceses pretendían tomar la plaza con sus
fuerzas, pero fracasaron debido a que los cañones al mando del
Ing. Sánchez Ochoa, auxiliado por Miguel Quintana y Tagle, con-
testaron el fuego nutrido que hicieron dos lanchas cañoneras des-
prendidas de La Cordellière sin causar graves daños con sus más
de trescientos disparos, que una contusión ligera a dos de los tra-
bajadores, accidente que no les impidió continuar sus tareas (26 de
marzo de 1864). El 31 de este mismo mes la misma corbeta rompió
un tremendo fuego de tiroteo sobre las fortificaciones. Entonces
Gaspar [Sánchez] Ochoa contestó auxiliado por dos pelotones de
artilleros que se alternaron al mando del subteniente Rafael Gue-
rrero y del capitán Francisco Gamboa haciéndole serias averías a
La Cordellière, que se vio en la necesidad de anclar en el extremo
sur de la Isla del Venado. La población de Mazatlán toda se con-
movió al escuchar aquel cañoneo y los ciudadanos se apresuraron
a dirigirse a los cuarteles de sus cuerpos nacionales para empuñar
las armas v defender a su patria. El Ing. Gaspar [Sánchez] Ochoa
vivió aquellos instantes dif íciles para la misión que se le había en-
comendado; pero la sociedad mazatleca, ardiendo en entusiasmo,
«presentaba el espectáculo de un duelo, que ansía el momento
del combate, para mostrar una vez más a su orgulloso invasor la
superioridad que le infunde la justicia de su causa y la energía
con que protesta contra la inicua intervención de la Francia en su
modo de ser». (González, 1982: 558)

El 9 de marzo de 1865, enviado por el presidente Juárez, llegó a


Culiacán el general Gaspar Sánchez Ochoa y tomó posesión del go-
bierno del estado; cinco días después lo entregó a Antonio Rosales,
invistiéndolo de la legalidad violada el 5 de octubre, cuando en com-
binación con Corona, Rubí y otros jefes, derrocó a García Morales. A
partir del 14 de marzo, Rosales fue reconocido por el gobierno nacio-
nal como gobernador y comandante militar de Sinaloa.
Las ambiciones personales de los defensores de la patria no re-
dujeron su tono. Ramón Corona impulsó a Domingo Rubí a la gu-
bernatura del estado, provocando un enfrentamiento con Antonio

130 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Rosales. Buelna, testigo presencial, lo sintetiza con las siguientes pa-
labras:

20 de Mayo.- En este mes el coronel don Ascensión Correa, que


era uno de los jefes de Corona, con el Batallón Hidalgo, se sublevó
en Culiacán contra el gobernador Rosales, tomando por pretexto
la falta de pagas, que no era positiva, siendo el verdadero moti-
vo que Rosales no enviaba recursos a las fuerzas de Corona, y que
Corona y Rosales no caminaban de acuerdo, pues éste, en su fran-
ca y valiente ingenuidad, había dicho que las fuerzas de aquél eran
de bandidos. Correa se hizo dueño de la plaza y de toda la fuerza
que se guarnecía y puso presos al general Sánchez Román, al coro-
nel Banda y a los tenientes coroneles Jorge Granados y Francisco
Miranda, quedando oculto el general Rosales. Poco después, me-
diante una larga y amistosa conferencia entre Rosales y Correa, se
arregló el conflicto, dando por resultado que el primero continuara
al frente del gobierno y el segundo con el mando de su batallón.
Corona recibió estas noticias en camino a Cosalá, a donde
llegó el 18 de mayo, dejando allí la tropa al mando provisional de
Rubí; continuó a Culiacán para conferenciar con Rosales, al tiem-
po que éste había salido de Culiacán para Cosalá con el mismo
objeto, sin encontrarse ambos en el camino. La conferencia tuvo
lugar en Culiacán. Rosales pretendía que se enjuiciara a Correa;
Corona hace presente esta medida extemporánea, habiendo me-
diado un arreglo entre el gobierno y el jefe rebelde. El primero
replicó que en el punto en que habían llegado las cosas no ha-
bía más disyuntiva que el enjuiciamiento de Correa y que Corona
se encargara inmediatamente del gobierno. Éste indicó, como un
medio de avenimiento, que en cambio de Correa y su cuerpo, eli-
giese Rosales el batallón que le pareciese mejor.
Rosales, no obstante las proposiciones de Corona, no quiso
acceder a nombrar el gobernador que debía sucederle, rechazó
la indicación que se le hizo de Rubí y manifestó terminantemen-
te que sólo reasignaría ambos mandos en el general Corona, así
lo verificó. Corona dejó el mando de la plaza a Correa, volvió a

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 131


Cosalá y, con acuerdo de una junta de jefes y oficiales, se fijó defi-
nitivamente en Rubí para que se encargase del gobierno, en cuyo
favor solicitaba el apoyo de todos ellos. El cuartel se trasladó a
Culiacán, y a su llegada tomó Rubí posesión del gobierno». (Buel-
na, op. cit.: 356)

Correa se sublevó el 5 de mayo en Culiacán. Rosales, ante la fal-


ta de acuerdo con Corona, marchó a Mocorito y se pronunció contra
Rubí, quien había tomado posesión del gobierno el 1 de junio y ha-
bía sido reasumido por Rosales; conferenció con Rubí en este punto,
invitándolo a desconocer a Corona y proponiéndole que él se encar-
gara del mando de las tropas mientras Rubí gobernara Sinaloa, pero
este último pidió volver a Culiacán para responderle de allí. En acuer-
do con Corona, Rubí finalmente contestó que las cosas continuarían
como estaban mientras el gobierno general decidiera al respecto.
Corona salió a Chihuahua en busca de la orden del gobierno ge-
neral y Rubí determinó combatir a Rosales saliendo a Mocorito. Ro-
sales, quien había avanzado a la villa de Sinaloa, envió una fuerza a su
encuentro que fue batida por Rubí, quien antes de continuar recibió
una comisión de Rosales diciéndole que había recibido una solicitud
de apoyo del gobierno de Álamos, que estaba próximo a ser atacada
por los franceses, proponiendo un alto al fuego y el perdón para sus
partidarios para ir a prestar sus servicios en aquel lugar. Rubí acep-
tó la propuesta, volvió a Culiacán y Rosales cumplió con su destino.

Gral. Domingo Rubí


(1 de junio de 1865; 21 de diciembre de 1867-16 de septiembre de 1871;
7 de mayo de 1872-5 de febrero de 1873)

Sobre Domingo Rubí, apunta Francisco Javier Gaxiola:

De operario en las minas de Pánuco, llegó a general del Ejército y


gobernador de Sinaloa. Su vida es rica en acciones heroicas y tiene
una brillante carrera militar [...] En el gobierno del estado no des-

132 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


plegó dotes como político, pero su administración se ha singulari-
zado en Sinaloa por la honradez con que se manejaban los caudales
públicos. Vivió sus últimos días en el poblado de El Verde, Concor-
dia; fecundó con el sudor de su frente la tierra que antes regara con
su sangre generosa. Es un Cincinnato. (Gaxiola, op. cit.: 237)

Por su parte, Amado González Dávila sintetizó su vida con las si-
guientes palabras:

Nació el 4 de agosto de 1824 en el poblado de El Recodo, perte-


neciente al antiguo distrito de Concordia. Sus padres se avecin-
daron en el mineral de Pánuco del municipio de Concordia, donde
Rubí alcanzó su juventud. Más tarde se trasladaron a El Verde, del
mismo municipio, donde nuestro biografiado contrajo matrimo-
nio con Librada Velarde. Como militar se distinguió en su lucha
en contra de los franceses e infligió seria derrota a Lozada en las
lomas de Santiago Ixcuintla; y como gobernante, por su acriso-
lada honradez, considerándose como uno de los mejores gober-
nantes de aquella época. El V Congreso Constitucional de Sinaloa
lo declaró, en el año de 1871, Benemérito del Estado, considerán-
dolo uno de los republicanos que con más entereza y patriotis-
mo defendieron el honor nacional en el solar sinaloense duran-
te la Intervención francesa. Cuando los crímenes más execrables
manchaban el nombre de la Francia inmortal, en tierras mexi-
canas, en todas partes, sus buenos hijos respondieron como un
solo hombre en su defensa. Sinaloa se distinguió particularmen-
te combatiendo al invasor. «Era tal su entereza de alma y estaban
tan penetrados del sentimiento de su deber —nos dice el historia-
dor Buelna—, que entre tantos hombres sacrificados en el cadal-
so o en las encrucijadas, o asesinados, sin aparato de justicia, no
se recuerda en Sinaloa que uno solo haya muerto con cobardía,
o mostrando debilidad, sino antes bien dieron muchas señales de
remarcado valor demostrando a sus injustos verdugos y vitorean-
do a México y a su Independencia». Siendo presidente del Tri-
bunal Superior de Justicia Jesús Ríos, y gobernador provisional,

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 133


se dio un decreto en que se honra y se hace merecida justicia al
hombre que sirvió a la patria y al estado. El 7 de octubre de 1871
se le entregó dicho pliego, en la casa de Gobierno, en Mazatlán,
en presencia del C. Gobernador del Estado y de algunos funcio-
narios, empleados y vecinos del mismo puerto.
El señor Castillo Negrete dijo al hacer entrega del pliego alu-
dido:
«Ciudadano general: el Congreso me ha comisionado para que, a
su nombre, os presentemos el decreto que os declara Beneméri-
to; aquí lo tenéis, recibidlo como una muestra de gratitud que este
heroico estado da a vuestros servicios. Sinaloa no puede honraros
de una manera más alta; os confiere el mayor honor que puede
conferir. Os felicitamos a nombre del Congreso, el cual es para
que, si los trastornadores del orden público vuelven a afligir el
estado, seréis, como siempre, un fuerte apoyo de las autoridades
que el pueblo ha nombrado.»

El general Rubí contestó:


«Señores, una emoción grata, pero inexplicable, embarga hasta
cierto punto mi razón; mi corazón palpita de reconocimiento y
mi alma se siente inundada en el mar de luz y armonía que pro-
duce la gratitud. ¿Cómo no ser agradecido, señores, por una dis-
tinción tan honorífica como la que se me concede al declarárse-
me Benemérito del Estado, cuando yo, hijo del pueblo, sin contar
[con] más elementos que mi fe en el progreso y la libertad de la
humanidad, no he hecho más que servir con lealtad y con cons-
tancia a este mismo pueblo [de] donde he salido, lo que no es va-
nidad y que en nada aventaja al de mis demás hermanos? Sin em-
bargo los representantes del pueblo me han acordado una honra
que obliga más mi reconocimiento; y, a quien vuestra presencia y
a la faz del mundo entero, declaro que, si acepto gustoso el título
con que se me distingue, no es como un motivo de vanidad, ajeno
de mi carácter, sino porque él sirva para sellar mi carrera pública
y la promesa que de nuevo hago de sacrificar mi vida y derramar

134 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


mi sangre en defensa de la autonomía de México, de sus institu-
ciones democráticas y de la paz, libertad y progreso de Sinaloa.»
Este general tuvo correspondencia con Benito Juárez. Para que se
vea la estimación que le guardaba el benemérito, a continuación
se transcribe un documento interesante:

«Chihuahua, octubre 27 de 1866.


Sr. Gobernador de Sinaloa, D. Domingo Rubí,
Concordia.
Mi estimado amigo: Recibí las dos cartas de Ud. de fecha 24 de
septiembre y 1º de octubre, y con satisfacción he visto los triunfos
obtenidos por las armas nacionales en Palos Prietos y Ures, dan-
do por resultado el último la desocupación completa del estado
de Sonora, y probablemente la del puerto de Mazatlán. Celebro
mucho los preparativos de Udes. para atacar este último puerto y
creo firmemente en el buen éxito, porque además de que mientras
nuestra moral aumenta la de ellos decrece, parece que su plan
ahora es evitar el combate con el objeto de reconcentrar su lí-
nea de México a Veracruz. Sea como fuere, espero seguirá Ud.
participándome lo que por allá pase. De Durango salieron entre
franceses y traidores como ochocientos hombres con el objeto,
según parece, de proteger a Sombrerete por la aproximación de
las fuerzas del Sr. Auza. Sin otra cosa se repite su afmo. amigo y
S. S. Q. B. S. M. (Firmado) Benito Juárez.»
Obtuvo Rubí el grado de general de brigada con fecha 25 de
mayo de 1866. Fue varias veces gobernador del estado: del 20
de mayo al 20 de octubre de 1865; del 13 de febrero de 1866 al 16 de
septiembre de 1871; del 7 de mayo al 28 del mismo mes de 1872; del
13 de agosto al 15 del mismo mes de 1872. Fue declarado Benemé-
rito del Estado conforme decreto expedido el día 25 de septiem-
bre de 1871, en Mazatlán, por el H. Congreso local. Murió en El
Verde, Sinaloa, el día 11 de junio de 1896, después de larga y peno-
sa enfermedad. (González, 1982: 543-545)

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 135


Por renuncia del general Antonio Rosales, la junta de oficiales
realizada en Cosalá, por sugerencia del general Corona, le reasignó
el mando del estado al general Rubí. Relativamente pacificado el cen-
tro de la entidad, Rubí gobernó desde Culiacán, mientras Corona co-
mandaba a los defensores de la patria en el sur y el general Ángel
Martínez contenía la campaña imperialista en el norte de Sinaloa y el
sur de Sonora, a la cual se sumaron los indígenas mayos, arreciando
sus ataques para penetrar en territorio sinaloense.
Rosales, al frente de su Batallón Mixto, después de una honrosa
batalla contra los intervencionistas, murió en la defensa de Álamos
el 24 de septiembre, siendo sepultado con todos los honores por los
imperialistas en reconocimiento a su valía política y militar.
El 20 de octubre, Rubí salió con su tropa a Elota, dejó el mando
del gobierno a Manuel Monzón, prefecto político de Culiacán, y a fi-
nes del mes situó su gobierno en Concordia. El día 21 el gobernador
Rubí ordenó la marcha de un cuerpo de dragones rumbo al norte a
combatir a los grupos indígenas de Guasave, Bamoa, Nío y otros pue-
blos de Sinaloa, que se habían insurreccionado al mando del imperia-
lista Ruiz Sánchez, batiéndolos en toda la línea.
A principios de noviembre Jorge García Granados trató se suble-
varse en Culiacán, pero fue detenido, juzgado y condenado a muerte
y salvado a su vez por Monzón, que lo envió al cuartel central en San
Ignacio, de donde se fugó para volver a Culiacán, donde Monzón lo
remitió recomendado a Corona.
El 4 de noviembre Corona tomó El Fuerte, nombró prefecto a Juan
Francisco Azcárate y marchó al norte; el 8, Correa derrotó en Mochi-
cahui a un grupo de rebeldes; el 14 el jefe imperialista José María Al-
mada sorprende a Correa, quien se refugió en la Villa de Sinaloa; el 4
de diciembre el general Martínez tomó El Fuerte y destacó a Correa
contra los rebeldes acampados en Mochicahui; Jorge García Granados
solicitó a Corona su anuencia para volver a luchar a favor de la Repú-
blica y el gobernador le otorgó una fuerza a su mando; entre el 24 y el
25, Correa derrotó a los grupos indígenas sublevados en Ocoroni y El
Tule. En el sur de Sinaloa, el capitán Juan Miramontes hostigó a los im-

136 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


perialistas, causándoles graves daños con sus guerrilleros que opera-
ban en tierra y en las marismas de la región.
Reforzado con equipo y armamento decomisado a los invasores,
así como con el enviado desde Estados Unidos por Plácido Vega, el
contingente liberal engrosó sus filas y en 1866 se presentaron las ba-
tallas de Villa Unión (durante los días 19, 20 y 21 de marzo) y Concor-
dia (el 1 de abril), enfrentándose en la primera dos mil hombres por
bando. Los ataques franceses fueron perdiendo fuerza hasta reducir
su dominio al puerto de Mazatlán, el cual, después de aguantar el si-
tio y desplegar varios combates, fue evacuado por los invasores el 13
de noviembre, exactamente dos años después de haberlo ocupado.
La Intervención francesa fue una guerra sin cuartel que transcu-
rrió sin interrupciones durante 23 meses, en medio de hambre y múl-
tiples sacrificios por parte de los defensores. El sur de Sinaloa sufrió
las peores calamidades que un pueblo puede vivir, y ninguna región
de México resistió las atrocidades cometidas en esta guerra como lo
hicieron sus pobladores. Los sinaloenses soportaron, con estoicismo
y valor republicano, todas las infamias cometidas en nombre de un
imperio que nunca obtuvo el reconocimiento popular. Los hombres
se incorporaron a los cuerpos militares para defender la soberanía
nacional, las mujeres dieron ejemplo de dignidad y amor a la patria
nunca visto y los niños y jóvenes, desde sus alcances, se convirtieron
en ojos y oídos del Ejército, que se batía diariamente en los campos
de batalla. La guerra de guerrillas fue el recurso estratégico que hizo
añicos a los arrogantes invasores y traidores que los acompañaron en
esta trágica aventura. La defensa de la patria se convirtió en una au-
téntica composición literaria protagonizada por un pueblo que nun-
ca aceptó el yugo extranjero.
Sinaloa, a pesar de todas las desavenencias y desencuentros de
sus comandantes, propios de hombres con virtudes y defectos aun-
que totalmente inoportunos en esos momentos, dio ejemplo de en-
trega y sacrificio en la defensa de la independencia nacional, por lo
cual el presidente Benito Juárez calificó el esfuerzo patriótico en cin-
co palabras: Sinaloa, el estado sin mancilla.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 137


Sin embargo, la guerra no terminó ahí: los grupos derrotados,
reagrupados en los cuerpos militares triunfadores, intentaron insu-
rreccionarlos, por lo que fue necesaria la represión de la autoridad li-
beral hasta imponer el orden.
El 20 de diciembre, el general Corona salió con el Ejército de Oc-
cidente a la campaña del centro del país para participar en el sitio,
dejando en Mazatlán como jefe de las armas al general Ángel Mar-
tínez; el 29, en Acaponeta, Corona dictó el decreto que anexaba el
Cantón de Tepic al estado de Sinaloa hasta nueva orden de la autori-
dad competente. (Buelna, op. cit.: 371)
El 7 de enero el Ejército de Occidente llegó a los alrededores de Te-
pic y el 14 arribó a Guadalajara; el 2 de febrero ocupó Colima, el 4 el
general Márquez tomó Zamora, Michoacán, y se incorporó al sitio de
Querétaro, participando en la victoria final del pueblo mexicano so-
bre el imperio; el 17 el contingente al mando del general Corona salió
rumbo a la ciudad de México y participó en la toma de la capital de la
República para las fuerzas liberales. En mayo, tras su rendición, Maxi-
miliano de Habsburgo entregó su espada a Ramón Corona, quien lo
condujo al general Mariano Escobedo, general en jefe de las fuerzas si-
tiadoras, y el 15 de mayo, en el Cerro de las Campanas, los contingentes
del Ejército de Occidente fueron testigos del fusilamiento del príncipe
extranjero que soñó construir un imperio en el suelo mexicano. El 22
de julio Manuel Lozada firmó el acta de reconocimiento del Gobier-
no de la República, dejando libre el paso del territorio de Nayarit.

Al poder por la fuerza de las elecciones

El 7 de septiembre se lanzó la convocatoria para elecciones de gober-


nador y vicegobernador del estado de Sinaloa, en las cuales conten-
dieron cuatro corrientes políticas que dividieron a los antiguos com-
pañeros de armas: Domingo Rubí, Eustaquio Buelna, Ángel Martínez
y Manuel Monzón. Las elecciones se efectuaron el 13 de octubre, pero
ninguno de los contendientes alcanzó mayoría y se entró en un pro-
ceso de disturbios e intranquilidad social hasta que el 21 de diciem-

138 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


bre el Congreso del Estado tomó la decisión de nombrar gobernador
a Domingo Rubí y vicegobernador a Manuel Monzón.

La guerra por el poder entre los compañeros de armas

El 4 de enero los jefes Adolfo Palacio, Jorge García Granados e Irineo


Paz se pronunciaron en Culiacán contra la designación de Domingo
Rubí como gobernador del estado. Rubí salió al sur en busca de apo-
yo para contraatacar a los sublevados, quienes a los pocos días asal-
taron la Casa de Moneda, extrayendo 72 000 pesos propiedad de par-
ticulares. El día 6, Antonio Oseguera asaltó una conducta militar que
viajaba a Concordia; el 9 el general Jesús Toledo desconoció al gober-
nador Rubí y el 14, junto con Palacio y Granados, acordaron llamar
al general Ángel Martínez a asumir el gobierno, prometiendo nuevas
elecciones. Al día siguiente el Congreso del Estado clausuró sesiones
aduciendo la inestabilidad de la guerra civil.
El 19 llegó Corona a Mazatlán para dialogar con Rubí, que se negó
a renunciar y se reembarcó el 27 a Manzanillo; el 28, Ángel Martínez
se adhiere a la revuelta y empieza a despachar como gobernador sin
que el resto de las poblaciones secunden el movimiento.
El 13 de febrero, Plácido Vega —en tránsito de San Blas al puerto
de Guaymas— fue detenido frente a Mazatlán y consignado al gober-
nador de Colima, de donde se fugó; el 19 el coronel Palacio derrotó en
Villa Unión a una partida de soldados del gobierno, pero el 1 de mar-
zo una fuerza al mando de Sotero Osuna lo derrotó en la villa de Elo-
ta; García Granados, en Las Mesas, Cosalá, derrotó a un contingente
gobiernista que salió en su persecución; el 15 de marzo se presentó
una batalla en las inmediaciones de Concordia.
El 8 de abril llegó a Villa Unión y atacó a los sublevados, causán-
doles una gran derrota y recogiéndoles parque, pertrechos y piezas
de artillería. El 19 arribó el general Corona a Mazatlán con la 4ª Divi-
sión del Ejército de Occidente.
El 20 de junio el buque inglés Chantecler bloqueó el puerto impo-
niendo desorbitadas exigencias al gobierno de Sinaloa, pero esa fue

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 139


la última reclamación presentada por los comandantes de los barcos
de guerra extranjeros.
El día 2 de enero de 1869, Ramón Corona se embarcó rumbo a
Acapulco en tránsito a la capital de la República. El 13 de marzo, el
coronel Palacio se levantó en Culiacán, se apoderó de la cárcel y las
armas e incorporó a los presos a su contingente; además impuso un
préstamo forzoso a las familias pudientes y sacó otros 5 000 pesos de
la Casa de Moneda, postulando el desconocimiento de Rubí y el re-
greso de Plácido Vega al gobierno. El día 24 Victoriano Ortiz tomó
El Fuerte, donde impuso préstamos y aprisionó mujeres para que sus
maridos pagasen el rescate; el 26 llegó Palacio a esa villa y el 27 salió
rumbo a la sierra por la proximidad del contingente gobiernista co-
mandada por Eulogio Parra.
El 1 de abril el capitán Felipe Nájera derrotó en El Rosario a Vic-
toriano Cruz; el 18 Eulogio Parra derrotó y fusiló a Palacio en la Sie-
rra de la Soledad, rumbo a Chihuahua; el 6 de septiembre una partida
de asaltantes al mando de Maximiliano Llamas tomaron la población
de Escuinapa, donde impusieron préstamos, pero fueron rechazados
por la población. El 18 de octubre el Congreso del Estado sancionó la
Constitución local después de una serie de diferencias con el gobier-
no en turno, que se oponía a las reformas que impedían la corrup-
ción. Los diputados Buelna, Echevarría, Rivas e Inzunza sacaron ade-
lante las propuestas reformistas; la Constitución fue promulgada por
el Ejecutivo el 11 de enero de 1870.
El 8 de febrero una gavilla asaltó El Rosario al tiempo que Plácido
Vega suscribió en Quimiches, Nayarit, un acta apoyando el levanta-
miento del general García de la Cadena y desconociendo al gobierno
de Benito Juárez, así como los poderes Ejecutivo y Legislativo de Si-
naloa. Los pronunciados asaltaron el Walamo, Villa Unión, y llegaron
hasta Mazatlán. Camilo Isordia se sometió al gobierno, integrándo-
se al cuerpo de seguridad pública de El Rosario, aunque no cejó en
sus actos vandálicos. El 5 de marzo el capitán Blas Ruiz atacó a una
fuerza simpatizante del general Plácido Vega en La Concepción, Es-
cuinapa, y el 24 el propio Vega comandó la fuerza de seguridad que
había en Escuinapa, retirándose a La Bayona. El 6 de abril reclamó

140 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


al gobierno de Sinaloa la conducta de los perseguidores de los loza-
distas en tierra nayarita, en tanto el 9 le contestó la protección a las
fuerzas de Plácido Vega contra las poblaciones del sur de Sinaloa y
las fuerzas federales.
El 9 de mayo se desarrolló un motín contra el prefecto Felipe Ná-
jera y el 13 el Congreso del Estado aprobó la Ley Electoral que incor-
poró el primer sistema de elección directa en la república. El 28 del
mismo mes una fuerza al mando de Plácido Vega asaltó la aduana
del puerto de Guaymas, llevándose 5 000 fusiles y otras armas, per-
trechos, dinero y letras por cobrar. La situación era la siguiente:

La revolución que amenazó tan seriamente al estado se redujo a


la impotencia debido a la actitud del pueblo, las derrotas de los
revolucionarios de Zacatecas, al desprestigio de Vega, que llegó
al colmo con sus actos piráticos y la clase de gente que quería im-
poner al Estado por la fuerza de las armas.
La colonia jalisciense, que tan buena acogida tuvo en un prin-
cipio en Sinaloa y que prestó tan buenos servicios en la guerra de
Intervención, se había vuelto díscola y provincialista, pretendien-
do dominar exclusivamente en donde recibían hospitalidad. Eran
hombres de acción, pero en su mayor parte perdidos. No había so-
siego en los lugares donde ellos abundaban. Muchos de los que ha-
bían sido jefes y oficiales sólo aspiraban a la revolución para me-
drar, cometiendo excesos intolerables. En el distrito de Mazatlán
se quejaban los traficantes de los robos cometidos por soldados de
la cuarta división que, disfrazados de paisanos, salían a los cami-
nos a hacer depredaciones y muertes. [...] Posteriormente dio to-
davía mucho que hacer esta gente a los pueblos del estado. (Ibíd.:
384-385)

Los asaltos a los pueblos en el sur de Sinaloa continuaron durante


el mes de octubre, por lo que se propuso al Congreso del Estado que
declarase el estado de sitio, pero la respuesta de la autoridad fue que
el Estado se bastaba a sí mismo para perseguir a los revoltosos y poner
orden, aunque ello no impidió que continuaran los abusos, y como en

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 141


el caso de Camilo Isordia, que algunos miembros de las fuerzas del
orden se pasaran al bando contrario.
El 11 de enero de 1871, Camilo Isordia y Cristóbal Andrade de-
sertaron de la guarnición de Mazatlán para apoyar el movimiento
antirreeleccionista encabezado por el general Trinidad García de la
Cadena contra el gobierno del presidente Juárez. El 12 de marzo ata-
caron el cuartel de caballería estacionado en Siqueros, Mazatlán, al
grito de «¡Vivan García de la Cadena y Plácido Vega!»; el 24 Andrade
asaltó Culiacán, pero fue rechazado por la fuerza leal y el vecindario;
el 26 asaltaron Mocorito y salieron rumbo a El Fuerte, siendo captura-
dos en el camino. Andrade fue fusilado en La Noria el 6 de abril e Isor-
dia en el Cantón de Tepic.
Las elecciones federales provocaron un nuevo momento de agi-
tación con las candidaturas de Benito Juárez y Porfirio Díaz y en el
ámbito estatal Eustaquio Buelna y Manuel Márquez. Buelna logró
el apoyo de los distritos del norte, que a nivel federal apoyaron a
Juárez, mientras que Márquez tuvo las simpatías de los tepiqueños y
los comerciantes de Mazatlán, que a su vez sostenían la candidatura
de Díaz. El 2 de julio, Buelna ganó por 25 000 votos contra 11 000 y
el 9 Juárez obtuvo 88 sufragios contra 58 del general Díaz. El propio
Buelna comenta lo siguiente:

De estas elecciones generales data la corrupción que se ha venido


observando en lo sucesivo, pues hubo personas influyentes que
habiendo ido antes a pasearse a San Francisco, creyó haber ad-
quirido allí el verdadero modo de practicar este acto, y comen-
zó en la Aguacaliente (Colegio Electoral) a poner en planta la
corrupción más descarada, que ha cundido después en todo el
estado. (Ibíd.: 390)

Francisco Cañedo, que ya contaba con algún prestigio como pre-


fecto de Culiacán, se comprometió con Buelna, pero en el transcurso
de la campaña lo abandonó e inconformándose con el resultado elec-
toral se pronunció el 2 de septiembre en Culiacán. Tras ser combati-
do huyó a Imala, donde expidió un manifiesto apoyando el Plan de La

142 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Noria, e igual conducta siguió Eulogio Parra en Piaxtla, quien el día 3
secuestró al diputado Pablo Iriarte exigiendo un rescate de 2 000 pesos
y la entrega de las armas que tenía a su resguardo su hermano Manuel,
prefecto de Cosalá. El capitán Susano Ortiz salió en su persecución al
mando de un cuerpo de caballería; el 6 se pronunciaron contra Buel-
na Juan de Dios Rojas, en la villa de Sinaloa, y don Ibón Guzmán y Fé-
lix Machado en Copala; el 7 Eulogio Parra asaltó Cosalá, sustrayendo
7 000 pesos, y Refugio Quintero se rebeló en Aguacaliente con la mis-
ma bandera; al día siguiente las fuerzas leales capturaron en Imala a
Francisco Cañedo y Luis Martínez de Castro, mientras Eulogio Parra
publicaba en Culiacán que actuaba para impedir la toma de posesión
de las autoridades electas en acuerdo con el Plan de Culiacán, sufra-
gante del Plan de La Noria, obstaculizando así la asistencia de los di-
putados propietarios del norte a Mazatlán para nulificar la validez del
resultado electoral y nombrar a Márquez en lugar de Buelna.
El día 13 Parra levantó en Casa Blanca un acta designando gober-
nador provisional a Manuel Márquez en tanto se pacificaba el estado
y se convocaba a nuevas elecciones, desconociendo al Congreso y a
los prefectos políticos. Este movimiento fue auspiciado y alentado por
personas nacidas fuera de la entidad, sobre todo del bando tepiqueño.

Su aportacion al desarrollo de Sinaloa

Domingo Rubí fue un sinaloense que se elevó a las alturas de la gloria


por su indeclinable decisión de participar en la defensa de la inde-
pendencia y la soberanía nacional. De sencillo barretero ascendió a
general y gobernador del estado, mostrando siempre su filiación a la
causa liberal. Como gobernador militar y constitucional, demostró
respeto a la ley, combatió las facciones oportunistas y al bandoleris-
mo y contribuyó al establecimiento de las instituciones sociales del
México moderno, como fueron las derivadas de las leyes de Reforma;
asimismo, auspició el ejercicio del periodismo con la publicación de
El 5 de Mayo en Culiacán durante el año de 1866, restableció las le-
yes regulatorias aplicables al comercio local e internacional y en su

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 143


actuación pública hizo gala de honestidad y honradez republicana
aplicando los escasos recursos a la guerra.
Supo engrandecer su actuación con el consejo de Juan Bautista
Sepúlveda y apoyó al general Ramón Corona en todas sus decisio-
nes tácticas y estratégicas tanto en la vida militar como en la política.
Después de gobernar Sinaloa, volvió a El Verde, distrito de Concor-
dia, para trabajar la tierra. Si bien es cierto que la V Legislatura del
Congreso estatal lo reconoció como héroe de Sinaloa, las palabras de
Benito Juárez lo enaltecen y llenan aún más de gloria: «En Rubí tengo
un amigo, patriota y honrado, y con eso me basta».

Eustaquio Buelna
(27 de septiembre de 1871-7 de mayo de 1872; 5 de febrero de 1873-11
de mayo de 1875)

Es un héroe de Sinaloa. Su nombre está inscrito en el Muro de Ho-


nor del recinto del Honorable Congreso del Estado Libre y Soberano
de Sinaloa. En el libro publicado por ese legislativo acerca de su sem-
blanza biográfica se dice lo siguiente:

José Eustaquio Miguel Dolores Buelna Pérez nació en la villa de


Mocorito, Sinaloa, el 19 de septiembre de 1830, fue hijo legíti-
mo de don José Miguel Buelna y doña María Estéfana Pérez. De
acuerdo con su acta de bautismo, fechada el 29 de septiembre de
ese mismo año, recibió las aguas del río Mocorito —o Évora, en
honor al conquistador español Sebastián de Évora— en la iglesia
parroquial de la Inmaculada Concepción de Mocorito; fueron los
padrinos sus tíos maternos el cura y bachiller Basilio Pérez y su
hermana María de los Reyes Pérez.
De la infancia de Buelna poco se sabe, solamente que fue edu-
cado en las buenas maneras por parte de su familia y que recibió las
primeras enseñanzas en su lugar de origen. Asimismo, es posible
deducir que su niñez transcurrió de manera normal, como la de la
mayoría de los niños sinaloenses de la época, que crecieron rodea-

144 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


dos de una naturaleza relativamente apacible. El niño Eustaquio
debió haber aprendido sus primeras letras junto con el Padrenues-
tro y el Avemaría, de acuerdo con la enseñanza religiosa basada en
el silabario y en el catecismo católico del padre Ripalda. Por otro
lado, esos niños mocoritenses acaso escuchaban de vez en cuando
noticias a medias, acerca de sucesos que acontecían lejos del solar
nativo; rumores algo incomprensibles, para su corta edad, sobre las
primeras diferencias políticas entre liberales y conservadores; ace-
chanzas diversas que nutrían la natural curiosidad infantil por oír
viejas historias y leyendas contadas por sus mayores en las noches.
Quizá el niño Eustaquio alguna vez escuchó alguna conversación o
un sermón en misa dominical de su tío Basilio Pérez sobre el grave
estado de inestabilidad política y social en que se encontraba el país
debido a los enfrentamientos continuos entre federalistas y cen-
tralistas; sobre todo, es posible que en su niñez Buelna escuchara
algunas quejas de los ciudadanos más holgados económicamente,
los comerciantes ricos, sobre la violencia que se producía en otros
lugares del país. También debió de oír sobre las continuas asona-
das y levantamientos armados e insurrecciones de indios; asaltos a
las conductas de oro y plata procedentes de las minas de Bacubiri-
to y El Magistral. Todas estas revueltas enriquecían la conversación
cotidiana, de por sí pobre en información sobre lo que acontecía
fuera de la villa de Mocorito, a no ser la que traían los viajeros oca-
sionales, que se atrevían a pisar estas tierras que languidecían en la
placidez y tranquilidad entre 1837 y 1841.
Es precisamente en el año de 1841 cuando el niño Eustaquio
abandonó su terruño familiar para trasladarse a Culiacán e ingre-
sar al Seminario Conciliar y Tridentino de Sonora, contando con
el auspicio y complacencia de su tío Basilio Pérez. Así, a la edad
de 11 años, Buelna fue matriculado en calidad de capense (lo que
significa que no aspiraba a convertirse en sacerdote) en las cla-
ses de Latinidad, el 27 de octubre de 1841, que impartía esa insti-
tución clerical, la única que tenía estudios superiores en Sinaloa.
En el Seminario, localizado en Culiacán (edificio que actual-
mente ocupa el gobierno municipal de Culiacán), el joven Buelna

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 145


terminó su instrucción secundaria (que comprendía entonces la
actual preparatoria) e inició ahí mismo sus estudios jurídicos, ob-
teniendo conocimientos básicos en Derecho Canónico y Civil, es
decir in utroque jure. Pero no pasó mucho tiempo para que el jo-
ven mocoritense se mostrara inquieto e insatisfecho por el carác-
ter y la calidad de instrucción que recibía, por lo que, siguiendo el
ejemplo de otros jóvenes alentados por la ambición de superarse,
convenció a su familia y se trasladó en 1849 a la ciudad de Gua-
dalajara para inscribirse en la Facultad de Jurisprudencia y prose-
guir la carrera profesional de abogado. Allá, en un ambiente aca-
démico influenciado por el pensamiento liberal de corte radical y
propicio a la reflexión, a la libre y sana discusión de las ideas, Bue-
lna tiene oportunidad de convivir e intercambiar opiniones con
otros jóvenes aguerridos tales como Antonio Rosales, José María
Vigil y Leandro Valle.
Eustaquio Buelna finalizó sus estudios y sustentó examen pro-
fesional para obtener el título de Licenciado en Derecho el 28 de
diciembre de 1854, con la tesis: «¿Un religioso o religiosa, seculari-
zado legítimamente, puede ser heredero ab-intestato y ex-testa-
mento en unión de sus parientes y de cualquiera otra persona que
no tenga prohibición de heredar?».
El aspirante a licenciado en Derecho defendió su tesis, liberal
y humanista, durante tres noches —conforme a las disposiciones
reglamentarias de la época— ante un jurado especial designado
por el Supremo Tribunal de Justicia del estado de Jalisco. El inte-
rrogador principal fue el licenciado José Justo Corro, expresiden-
te de la República.
De regreso en Sinaloa, Eustaquio Buelna encontró un ambiente
proclive al activismo político, en virtud de que el pueblo de Culia-
cán se mostraba aún influenciado ideológicamente por el Plan de
Ayutla, proclamado el primero de marzo de 1854 y que desconocía
el gobierno de Santa Anna. Buelna luego ocupó el cargo de Prefec-
to de Culiacán el 4 de septiembre de 1855; sin embargo, no habían
transcurrido tres días después de su designación cuando fue apre-
hendido por órdenes del comandante militar y prefecto general

146 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


José Inguanzo, fiel a Santa Anna; y 20 días después —aumenta-
da su rebeldía luego de haber recobrado su libertad— ingresó a la
guerrilla de Plácido Vega, en Tamazula, Durango.
En medio de la turbonada y agitación generalizada, Eustaquio
Buelna ya había probado las mieles y los riesgos del periodismo
político escribiendo en La Bandera de Ayutla, que se publicaba
en Culiacán en 1856, editado por su antiguo amigo y condiscípu-
lo Antonio Rosales.
El 17 de diciembre de 1857, la Brigada Zuloaga, estacionada en
Tacubaya, valle de México, se sublevó proclamando el Plan de Ta-
cubaya, el cual exigía la supresión de la Constitución Federal de
1857. A este plan político se unió el presidente Ignacio Comonfort
(1855-1858). Sin embargo, el 11 de enero de 1858, los sublevados
desconocieron a Comonfort y designaron en su lugar al general
Félix Zuloaga.
En tanto que el 18 de enero de ese mismo año, el licenciado
Benito Juárez, en su calidad de presidente de la Suprema Corte de
Justicia, por ministerio de ley, se hizo cargo del gobierno consti-
tucional de manera itinerante y el 14 de febrero se estableció en
Guadalajara.
El 20 de agosto de 1858, el licenciado Eustaquio Buelna, fiel
partidario de la Constitución de 1857, en compañía del teniente
coronel Ignacio Martínez Valenzuela, se pronunció en Culiacán
contra el Plan de Tacubaya, acción que secundaba a su vez el pro-
nunciamiento que había hecho el general Plácido Vega poco an-
tes en la villa de El Fuerte.
Años después, Buelna se volvió a encauzar en la vida políti-
ca institucional y resultó electo diputado al Congreso del Estado;
enseguida fue diputado al Congreso de la Unión; y así continuó,
en rápido ascenso político, escalando puestos públicos hasta arri-
bar al cargo de Secretario General del Gobierno del Estado; y, por
propuesta del gobernador Plácido Vega, el Congreso del Estado
lo nombró Gobernador Sustituto el 10 de enero de 1862, cuando
aún no cumplía 32 años de edad (sin embargo, cuatro días des-
pués, la misma Legislatura declaró insubsistente y nulo el decreto

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 147


que le otorgaba tal nombramiento y se designó en su lugar al coro-
nel Fortino León para que ejerciera el Poder Ejecutivo durante las
faltas temporales del Gobernador Constitucional). Ahora bien, la
principal razón para esta revocación fue que finalmente no le agra-
dó a don Plácido Vega el nombramiento recaído en favor del licen-
ciado Buelna, por lo que el gobernador rápidamente solicitó el apo-
yo de los diputados del Congreso del Estado en favor del coronel
Fortino; además, se arguyó entonces que el licenciado Eustaquio
Buelna no podía asumir dicho puesto en virtud de que había aban-
donado el cargo de diputado al Congreso de la Unión, sin renun-
ciar debidamente a él.
Dentro del programa de festividades con motivo de la consu-
mación de la Independencia realizadas en Culiacán el 27 de di-
ciembre de 1866, en plena Intervención francesa, el licenciado
Buelna pronunció un encendido discurso en contra del Imperio
de Maximiliano, por lo que fue enviado a la cárcel por órdenes del
prefecto político y acusado de alterar la paz pública.
Al terminar la Guerra de Intervención, Buelna fue designado
Juez de Distrito; a fines de 1867, participó como candidato a go-
bernador del estado frente a los generales Domingo Rubí y Ángel
Martínez; perdió ante el primero, mas no se desalentó por ello y,
en 1869, regresó como diputado al Congreso del Estado y parti-
cipó en la comisión reformadora de la Constitución local, misma
que fuera expedida por el Cuarto Congreso Constituyente en el
puerto de Mazatlán —residencia de los poderes estatales— el 18
de octubre de 1869, y fuera promulgada por el Gobernador Cons-
titucional general Domingo Rubí, publicada en el mismo puerto
el 11 de enero de 1870.
El 20 de septiembre de 1871, al día siguiente de que cumpliera
cuarenta y un años de edad, fue proclamado Gobernador del Es-
tado, para terminar su mandato cuatro años después. Su régimen
constitucional fue bastante accidentado, ya que en esos cuatro
años fue constantemente víctima de intrigas de sus enemigos y en
varias ocasiones estuvo a punto de salir de la gubernatura, presio-

148 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


nado por constantes asonadas y revueltas que encabezaba el en-
tonces coronel Francisco Cañedo.
A fines de ese año de 1871, don Eustaquio Buelna se refugió
en la villa de Mocorito, hospedándose en la casa de la familia de
Miguel Leal, ubicada entonces —a decir de don José Ramón Ve-
lázquez en sus Apuntes de Mocorito— frente al costado sur de la
escuela Lic. Benito Juárez, por la calle de Las Gutiérrez, llamada
también de Las Quedadas. Sus amigos y ayudantes, también ori-
ginarios de ahí, Pedro Castro y Porfirio López, temían por la se-
guridad del licenciado Buelna, dado que su enemigo el coronel
Manuel Inzunza, leal a Francisco Cañedo y antiguo prefecto polí-
tico, encabezaba una guerrilla que merodeaba en rancherías cer-
canas.
En esa época, el Congreso del Estado, erigido en Gran Jurado,
conoció una acusación presentada en contra de Buelna por mal-
versación de fondos, pero de este incidente salió completamente
liberado de cualquier culpa y responsabilidad, ya que la Legislatura
declaró —mediante Decreto del 29 de diciembre de 1873— que el
goberna­dor Buelna quedaba absuelto de los cargos que le había
hecho de manera infundada el tesorero del estado Tomás Gómez.
Entre las múltiples actividades sobresalientes que desarrolló
Buelna como gobernador del Estado, se destaca el impulso que
le dio a la educación en general; cabe remarcar que fue el primer
gobernante sinaloense que promovió un impuesto para impulsar
la instrucción pública (15 de enero de 1873); asimismo, promulgó
a través de su vice-gobernador Ángel Urrea la ley que establece
el Colegio de Instrucción secundaria llamado Liceo Rosales, pri-
mer eslabón de lo que sería la actual Universidad Autónoma de
Sinaloa. Al comenzar su período gubernamental existían apenas
14 escuelas en todo el estado y, al terminar su mandato, dejó fun-
cionando 200 planteles escolares. En tanto que como impulsor de
la cultura en Sinaloa destaca junto a otros abogados ilustres como
Francisco Javier del Castillo Negrete y Carlos Galán.
Varios años después, en una acción inusual y que reafirma la
confianza de los ciudadanos depositada en él y, sobre todo, gracias

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 149


a su acrisolada honradez en el manejo de fondos públicos, exacta-
mente el 18 de diciembre de 1880, el H. Congreso del Estado de-
signó al licenciado Eustaquio Buelna Tesorero General del Estado.
Posteriormente, el licenciado Eustaquio Buelna fue nombra-
do Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cargo
que desempeñó durante 18 años de su vida.
Pero, ¿cómo era f ísicamente don Eustaquio Buelna? Era un
hombre de estatura regular, complexión normal, rostro ovalado,
ojos negros, cejas pobladas, nariz mediana, orejas normales, boca
pequeña, labios delgados, medio calvo, de bigotes frondosos, bar-
ba canosa y larga. Además, solía vestir trajes cruzados de casa-
ca negra, como de enterrador, de cuello alto y solapa ancha, casi
siempre tapaba su calvicie con un bombín de un negro verdoso, y
desde muy temprana edad llevó gafas pequeñas y delgadas de ar-
mazón de oro.
El 30 de abril de 1907, a las once y media de la mañana, a la
edad de 76 años, el licenciado Buelna falleció en su recámara de
la residencia familiar, casa que estaba ubicada por la calle Benito
Juárez, exactamente en el lugar que ahora ocupa un edificio mar-
cado con el número 65 poniente de la ciudad de Culiacán (actual
domicilio de una tienda de muebles y aparatos electrodomésti-
cos). Lo que le provocó la muerte fue la diabetes mellitus, que
hacía tiempo padecía y que a la postre le fue mermando poco a
poco sus facultades f ísicas hasta acabar con su valiosa existencia.
El comerciante Jorge de la Vega, con domicilio ubicado por la ca-
lle Rosales al poniente, compareció ese mismo día del deceso, a
las cuatro de la tarde, ante el oficial del Registro Civil de nombre
Antonio Uriarte, con el fin de levantar el acta de defunción. Otros
testigos fueron los señores Miguel Gaxiola y José A. Aguirre, em-
pleados públicos.
Además, es importante aclarar que el licenciado Buelna murió
repudiado por su enemigo el general Francisco Cañedo, entonces
gobernador del Estado, y por esa cruel circunstancia su cadáver
fue inhumado al día siguiente sin los merecidos honores y acom-
pañado tan solo de un puñado de amigos fieles y familiares cerca-

150 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


nos. Fue enterrado en una cripta sencilla de dos metros y medio de
largo por un metro de ancho en el panteón de San Juan Nepomu-
ceno, con «derecho a perpetuidad», según se desprende del texto
que documenta el pago que efectuó la familia el 21 de junio de 1912.
Transcurrieron bastantes años para que los viejos liberales, la
clase política y los grupos ciudadanos de Sinaloa, reconocieran
la obra realizada por don Eustaquio Buelna en beneficio de nues-
tro estado.
El talento demostrado por Buelna como investigador de te-
mas históricos, etnohistóricos, filológicos y lingüísticos ha sido
reconocido en múltiples ocasiones y en obras publicadas, tanto
por sus contemporáneos como por las generaciones posteriores.
Afortunadamente, el nombre de Eustaquio Buelna fue resca-
tado del olvido oficial; así, postmortem, el hombre culto y honra-
do, el político liberal de sabiduría inobjetable que habló y escribió
siempre con la verdad, el historiador erudito, recibió al fin los ho-
nores y homenajes que en vida se le negaron.
Don Eustaquio Buelna publicó varias obras historiográficas
y otras de carácter científico. En 1877 apareció editado el Com-
pendio histórico, geográfico y estadístico del estado de Sinaloa; en
1884, Breves apuntes para la historia de la guerra de Intervención
francesa en Sinaloa; en 1889 ordenó publicar el folleto de índo-
le científica La constitución de la atmósfera o leyes que rigen la
densidad, peso, altitud y temperatura del aire (y un apéndice); en
1890 reimprimió por su cuenta El arte de la lengua cahita, escri-
ta por el jesuita Juan B. de Velasco de la provincia de Sinaloa; en
1892 apareció su obra Peregrinación de los aztecas y nombres geo-
gráficos indígenas de Sinaloa; en 1893, Luces del otomí, gramática
de la lengua cahita; en 1895, La Atlántida y la última Tule; en 1903,
se imprimió un folleto conteniendo el discurso pronunciado en
Culiacán el 27 de septiembre de 1866, con motivo de las festivida-
des de la consumación de la Independencia; en 1905, un periódico
de Mocorito le publicó un artículo biográfico de la heroína Agusti-
na Ramírez de Rodríguez, mismo que después fue reimpreso por
la imprenta y casa editorial de Miguel Retes y Cía. en Mazatlán.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 151


De forma póstuma, le fueron publicados en 1924 sus Apuntes
para la Historia de Sinaloa, 1821-1882, efemérides inéditos que se
encontraban en manos de su hijo, el licenciado Alejandro Buel-
na Medina; en 1959, Ernesto Higuera seleccionó en Antología de
Prosistas Sinaloenses, volumen II, tomo I, su opúsculo sobre «Ex-
posición sobre el origen de las tribus nahoas y su tránsito por
el territorio de Sinaloa para el valle de México». Por su parte, la
Universidad Autónoma de Sinaloa, en 1966, publicó una segun-
da edición de los Apuntes para la Historia de Sinaloa, 1821-1882,
agregándoles una justificación escrita por el profesor Enrique Ro-
mero Jiménez, padre del licenciado Jorge Romero Zazueta, quien
fuera presidente del Supremo Tribunal de Justicia; finalmente, se
encuentra disponible un libro publicado por Siglo XXI Editores y
Difocur que reúne parte de la obra de Buelna.
Otra fuente de particular importancia para documentar la
historia de Sinaloa es la Colección de impresos de la biblioteca del
Lic. Eustaquio Buelna, heredada a su hijo Alejandro Buelna, de
cuyo material el licenciado Héctor R. Olea extrajo innumerables
datos para escribir varios de sus libros.
El 5 de septiembre de 1951, el señor Manuel Porrúa, propietario
de la famosa librería de la ciudad de México que lleva su apellido, le
escribió una misiva al licenciado Enrique Pérez Arce, gobernador
del estado de Sinaloa (1951-1953), comentándole acerca del frustra-
do ofrecimiento de venta de la Colección Buelna (archivo histórico
particular del licenciado Eustaquio Buelna) y que con anterioridad
había presentado a la administración gubernamental: «[...] y como
desgraciadamente por no haber llegado al precio el Gobierno del
Estado de Sinaloa no se la adquirió, vendiéndola entonces a un ex-
tranjero». Ahora, después de esa frustrada operación, le propuso
Porrúa al gobernador venderle una antigua colección de periódicos
sinaloenses, que datan del período de 1829 a 1911 (en total, apare-
cen inventariadas en 56 fichas documentales). En un párrafo de la
carta, Porrúa dice al gobernador: «el precio que le he fijado a esta
colección, para ser adquirida por el Estado es de $50 000.00, te-
niendo en cuenta la importancia y rareza de sus piezas».

152 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


[...]
Por Decreto número 193, publicado en El Estado de Sinaloa,
Órgano Oficial del Gobierno del Estado, número 153, del 23 de di-
ciembre de 1967, se acordó inscribir su nombre con letras dora-
das en el Muro de Honor del Salón de Sesiones del H. Congreso
del Estado de Sinaloa.
[...]
Escuelas primarias, un colegio de abogados y algunas calles
de las principales ciudades de Sinaloa llevan su nombre. (Mimia-
ga, 2013: 269-280)

El 16 de septiembre, instalado el Congreso del Estado, el general


Domingo Rubí pidió licencia para encabezar la persecución de los le-
vantados al mando de Eulogio Parra y en su lugar fue nombrado Jesús
Ríos. El día 20, el Congreso declaró a Eustaquio Buelna y Ángel Urrea
gobernador y vicegobernador de Sinaloa, respectivamente.
Cañedo fue hecho prisionero y condenado a pena de muerte, pero
ésta fue conmutada por prisión o destierro. Buelna tomó posesión de
la gubernatura del estado en ceremonia solemne el 27 de septiembre,
imponiéndose la voluntad ciudadana en la primera demostración del
valor de la democracia para el sostenimiento de la soberanía.

El Plan de La Noria en Sinaloa

El 17 de noviembre, en apoyo al Plan de La Noria, suscrito por el ge-


neral Porfirio Díaz, se pronunciaron José María Sopeña en Concor-
dia, Hilario Ramírez en El Rosario y la guarnición federal de Mazatlán
al mando del coronel José Palacio. Los sublevados desconocieron los
gobiernos de Benito Juárez y Eustaquio Buelna, y designaron en lu-
gar de éste a Mateo Magaña. El documento fue firmado, entre otros,
por Francisco Cañedo, quien había sido liberado por Susano Ortiz,
quien supuestamente lo conducía a Mazatlán para entregarlo a la pri-
sión federal. El 18 se adhirió al movimiento Ibón Guzmán en Copa-
la; Buelna salió de Mazatlán y el 25 llegó a Mocorito para organizar

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 153


la defensa de su gobierno; el 29 solicitó apoyo al gobierno de Sonora.
Antes, el 22, el general Ignacio Magaña se pronunció en Culiacán en
apoyo al Plan de Mazatlán, al tiempo que Francisco Cañedo arribó a
la capital para ponerse al mando de tropa y perseguir a sus enemigos.
El 29 de noviembre José Magaña entregó el gobierno al coronel
José Palacio, dándose el grado de general. En Mocorito, Buelna de-
signó a Blas Ibarra gobernador sustituto. El 4 de diciembre, por indi-
caciones del general Donato Guerra, Palacio entregó el gobierno del
estado a Manuel Márquez, quien recibió al mismo tiempo la coman-
dancia militar de Sonora, Sinaloa y Baja California.
En los primeros días de diciembre entraron a Culiacán Donato
Guerra —operador de Porfirio Díaz— y Manuel Márquez, instalando
el gobierno del estado con tres préstamos: Palacio por 50 000 pesos,
Magaña por 30 000 y Márquez por 200 000
El 9 de diciembre Cañedo salió con su fuerza rumbo al norte,
mientras Buelna evacuaba las plazas de Sinaloa y El Fuerte en su ca-
mino a Sonora, mas al recibir el apoyo del teniente coronel Próspero
Salazar Bustamante volvió sus pasos, recuperando las plazas, porque
el enemigo se reconcentró en Culiacán.
El 15 de diciembre la diputación permanente del Congreso del Es-
tado, reunida en El Fuerte, lanzó una enérgica protesta contra el mo-
vimiento que subvirtió el orden constitucional en el estado, apoyan-
do al gobierno legalmente electo.
El 3 de abril de 1872, Manuel Inzunza, comandando un grupo de
amigos de Cañedo y partidarios de Díaz, entraron a Mocorito, sa-
lieron a Bequillos y El Salto y pretendieron volver a Mocorito, don-
de los rechazaron; el 7 los indígenas de Ajoya atacaron una fuerza
rebelde en San Ignacio y, aunque no lograron el triunfo, afectaron al
contingente; el 10, en Mazatlán, un grupo de soldados se oponen al
traslado por mar a Culiacán y se rebelan a favor del gobierno. El 12
Márquez reasume la gubernatura del estado; el 24 Zacarías Ochoa
derrota a Manuel Ibarra; al día siguiente el teniente coronel Felipe
Valle derrotó a una fuerza rebelde al mando de Manuel Inzunza, y en la
refriega murió Gonzaga, su hermano; el 3 de mayo los rebeldes aban-
donan Mazatlán y el 5 el general Sóstenes Rocha arribó al puerto para

154 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


reimplantar el orden constitucional; el 6 los rebeldes abandonaron
la plaza de Culiacán y el 7 Rocha declaró el estado de sitio, desig-
nando a Domingo Rubí gobernador y comandante militar de Sinaloa,
causando una gran decepción a los partidarios de la legalidad, pues la
guerra interna había concluido y Rubí, a pesar de ser el jefe de las ar-
mas federales en Mazatlán, no había participado en el aplastamiento
de la rebelión, alcanzando mejores posiciones en el gobierno el par-
tido tepiqueño por su notoria influencia sobre Rubí.
Buelna permanecerá nueve meses fuera del poder, los cuales es-
tuvieron marcados por peligros y dif íciles negociaciones. Como él
mismo sustuvo:

Desde entonces comenzó a menguar en Sinaloa el prestigio del


gobierno general, porque se veía a las claras que sacrificaban las
aspiraciones de un pueblo por preparar el terreno, con los esta-
dos de sitio, para las futuras luchas electorales. Creyese necia-
mente que los pueblos son de cera, y que un día pueden abjurar
sus afecciones para adherirse con ligereza a un tercer partido que
se pretendió formar en Sinaloa, sin contar con el mismo Sinaloa».
(Buelna, op. cit.: 407-408)

El 12 de abril Rocha invitó a Buelna a ir a Mazatlán para cesar el


estado de sitio y reasumir el gobierno; el 16 Rocha llegó al puerto, tras
lo cual desembarcó el general Pesqueira, conferenció con él y volvió
a Sonora; Rocha, por su parte, obligó a los comerciantes a firmar pa-
garés por el monto de los derechos de importación defraudados, so
pena de juzgarlos como rebeldes.
El 18 de julio de 1872 muere Benito Juárez, presidente de los Esta-
dos Unidos Mexicanos, y el 14 de septiembre el nuevo presidente de
la República decretó la suspensión del estado de sitio en Mazatlán,
mas no fue obedecido por el general Prisciliano Flores, operador del
general Mejía, ministro de Guerra, quien le indicó no hacerlo.
Buelna, por su propia seguridad, se refugió en el consulado norte-
americano, pero el oficial Eduardo de la Vega lo extrajo de ahí por ór-
denes de Doroteo López, operador político del general Flores, quien

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 155


lo encarceló y forzó a presentar el día 23 su renuncia al gobierno del
estado, liberándolo el 26 por medio de una fianza pagada por Pedro
Echeguren.
El 5 de octubre, un acuerdo de jefes y oficiales le entregó la guber-
natura de Sinaloa a Francisco Cañedo, pero el 12 éste lo entregó con
hombres y armas al general José Ceballos, quien asumió la guberna-
tura y el mando militar por orden del gobierno general; mientras tan-
to, Buelna puso en circulación la renuncia forzada en su detención.
Ceballos mandó al general Carbó a pacificar los distritos del norte;
los rebeldes Francisco Meza y José Alcón tomaron Culiacán causan-
do disturbios; el 23 llegó Carbó a esa ciudad.
El 4 de noviembre Buelna salió a la ciudad de México para plan-
tear su situación al gobierno general; llegó el 19, fecha en que Ceba-
llos publicó el levantamiento del estado de sitio y entregó el gobierno
a Jesús Ríos, presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado.
Un mes después se instaló el Congreso y el 11 Ángel Urrea protestó
como vicegobernador de Sinaloa.
El 22 de diciembre, el pueblo de Mazatlán, liderado por José Caye-
tano Valadés, se amotinó por la depreciación de la cuartilla, moneda
de cobre de uso legal que dos de las casas comerciales más poderosas
acordaron recibir con un descuento del 50 %, provocando una depre-
ciación que permitió recibirlas hasta con el 80 % de descuento en una
suma general de 200 000 pesos, devolviéndolas los comerciantes al
gobierno, con gran ganancia para sí, en el pago de sus obligaciones
fiscales. La crisis de la cuartilla fue un duro golpe a las finanzas del
gobierno, ya de por sí en una grave situación por los amparos gestio-
nados por los grandes comerciantes enclavados en Mazatlán.
El 17 de enero de 1873, Manuel Lozada se levantó en armas lan-
zando a sus hombres sobre Guadalajara y Sinaloa. El 23, Eustaquio
Buelna volvió de la ciudad de México, con un discurso en el que lla-
mó a la conciliación; el 27 la caballería de Lozada tomó El Rosario,
pero fue enfrentada por Jesús Altamirano, quien la expulsó del esta-
do; el 28 y 29 Corona derrotó en La Mojonera a las tropas de Lozada
—la caballería al mando de Plácido Vega no entró en este combate—
y este fue el factor que definió la derrota.

156 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Buelna regresa al gobierno

Buelna tomó posesión del gobierno nuevamente el 5 de febrero de 1873.


El general Jesús Ceballos se mantenía en acuerdo con los rebeldes y, ar-
gumentando el castigo de los comerciantes de Mazatlán, le solicitó su
anuencia para volver al gobierno y decretar las medidas pertinentes, a
lo que Buelna se negó pero no fue apoyado por la Legislatura porque la
mayoría no acudía a sesiones y los suplentes, contrarios a él, obstacu-
lizaban la marcha de los negocios públicos; mientras tanto, los comer-
ciantes pagaban sus impuestos con cuartillas de cobre, debilitando la
hacienda estatal. El 28 de febrero y el 1 de marzo los generales Carbó y
Ceballos entraron a Tepic persiguiendo a las fuerzas de Lozada, con lo
cual se debilitaron las incursiones a Sinaloa, las familias nayaritas vol-
vieron a su tierra y se tranquilizó el sur de Sinaloa.
En el décimo primer aniversario de la batalla de Puebla, Eustaquio
Buelna decretó la fundación del Liceo Rosales en Mazatlán, institución
de educación considerada la base fundadora de la actual Universidad
Autónoma de Sinaloa, de la cual Francisco Gómez Flores fue el primer
director. El día 12 Ceballos enfrentó y desbandó las fuerzas de Loza-
da en el río Álica y la Suprema Corte de Justicia de la Nación negó el
amparo a los comerciantes mazatlecos, obligándolos jurídicamente a
pagar al gobierno los derechos de importación que habían entregado
a los sublevados.
El 5 de junio el capitán Lavayru frustró un motín en el cuartel fe-
deral de Culiacán; Damián S. Ballesteros, implicado, detenido y en-
viado a Mazatlán, huye en el camino; el 11 de julio, al mando de una
partida de rebeldes denominados sufragistas, entró a Mocorito pro-
clamando la destitución del gobernador Buelna; el 13 salieron rum-
bo a Badiraguato sin trastornar la elección de diputados al Congreso
Federal que se realizaba en el colegio electoral de Capirato; el 14 fue
aprehendido Lozada y fue fusilado el 19, primer aniversario luctuoso
de Benito Juárez, lo que permitió el regreso de familias a su estado
natal; el 19, Juan Alcón impidió que la gavilla de Manuel Inzunza to-
mara Bacubirito.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 157


El 1 de agosto don Eustaquio Buelna salió de Mazatlán en visita
a las poblaciones y pasó por Cosalá para acordar con los diputados
el traslado de la capital del estado a la ciudad de Culiacán; el cabeci-
lla Vicente López fue fusilado en Culiacán en castigo a las atrocida-
des cometidas contra la población escudándose en banderías políti-
cas; el 9, camino a Santiago de los Caballeros, fue derrotado Manuel
Inzunza y su partida de rebeldes; el 19 Buelna llegó a Culiacán. El 4 de
septiembre la diputación permanente convocó a la reunión del Con-
greso en Culiacán; el 16 se instaló el Congreso del Estado en ceremo-
nia solemne y el 20 declaró a Culiacán capital del estado de Sinaloa.

Con esta medida se acabó de definir la nueva política del gobier-


no, significando que ya no estaría a merced de especulaciones ex-
tranjeras, y quedaría fuera del alcance de la hostilidad inmediata
que en caso contrario solía declarárseles. Desde entonces las au-
toridades superiores del estado tuvieron más libertad en su ac-
ción legal y pudieron dictar medidas hacendarias que mejoraron
notablemente las condiciones del fisco. Cesaron entonces los mo-
tines, hechos frecuentemente por las fuerzas federales en Maza-
tlán, y los revolucionarios de oficio vieron la dificultad de los tras-
tornos, habiendo, además de Mazatlán, otro punto atendido por
el Supremo Gobierno, como Culiacán. (Ibíd.: 417-418)

Para arreglar la marcha de la hacienda pública, el gobernador


ordenó que la tesorería llevase a cabo medidas de contabilidad en
el pago de los proveedores y le informase de la existencia diaria del
efectivo, pero el tesorero Tomás Gómez se negó a cumplir las dispo-
siciones alegando plena libertad para actuar. Por orden del goberna-
dor Buelna se suspendió por tres meses al tesorero del estado, quien
al contestar irrespetuosamente el oficio de suspensión recibió otro
castigo igual. Tomás Gómez demandó a Buelna ante el Congreso ar-
gumentando que el gobernador carecía de atribuciones constitucio-
nales para ello. El 29 de diciembre, el Congreso del Estado, erigido en
Gran Jurado, falló a favor del Ejecutivo estatal.

158 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Empieza a resplandecer la espada de la justicia

El 6 de enero de 1874 muere Damián S. Ballesteros, implicado en el


levantamiento de septiembre de 1871 y el motín del 11 de julio de 1873;
el 12 de abril fue aprehendido en Guadalupe de los Reyes Carlos Co-
nant, pronunciado en Álamos en 1873, y fue consignado a las autori-
dades de Sonora; el 1 de marzo se inauguraron los cursos del Colegio
Rosales en Culiacán. El 16 de mayo Buelna solicitó que la Diputación
Permanente convocara a sesión extraordinaria para presentar su re-
nuncia por haber recibido comunicación del Congreso donde se re-
vocaba la corrección que el Ejecutivo impuso al tesorero por malos
manejos; como consideraba que esta medida contravenía sus atribu-
ciones constitucionales, prefería renunciar al puesto que aceptar tal
resolución, ya que en sesión del 29 de diciembre anterior había sido
absuelto de los cargos presentados por el extesorero.
Cumpliendo con sus atribuciones, el gobernador salió el 11 de junio
en visita a los pueblos del norte, donde arregló diferencias, reconcilió
a particulares y promovió el establecimiento de escuelas primarias en
las poblaciones por colecta pública y apoyo de las autoridades de las
regiones visitadas. El 30 de julio regresó a Culiacán y el 17 de noviem-
bre la Suprema Corte de Justicia de la Nación le absolvió en forma
unánime de la demanda que le presentó José Cayetano Valadés por
su encarcelamiento por delitos contra la ley de imprenta.
El 25 de enero de 1875 Eustaquio Buelna salió de nuevo a la visita
de los pueblos de las prefecturas del sur del estado, instalando escue-
las primarias y conciliando los ánimos de las familias que mantenían
alguna querella o resentimiento contra el gobierno; llegó hasta Escui-
napa y Chametla.
La efervescencia electoral para elegir autoridades estatales em-
pezó a hacerse sentir con las aspiraciones de José Rojo y José María
Gaxiola a la gubernatura y Domingo Rubí, Pablo Iriarte y Antonio H.
Paredes al vicegobierno; se llegó a comentar que Rubí era apoyado
por el general Francisco Arce, comandante de las armas federales en
el estado, para garantizar la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada
en la presidencia de la República y que Gaxiola no tenía la residencia

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 159


mínima de un año exigida por la Constitución local y que en su cali-
dad de juez de distrito de Sinaloa y sexto de lo criminal en México era
empleado federal y que al triunfo renunciaría para que Rubí ocupara
el gobierno; Rojo y Paredes contaban con la simpatía de los ciudada-
nos del norte y El Rosario, mientras que Gaxiola y Rubí tenían la de los
distritos del sur y Mazatlán, además de la presencia de las fuerzas mi-
litares federales distribuidas en las principales ciudades de los distritos
hostiles a Rubí. Todo esto mantenía en constante inquietud al estado.
Los bandoleros no cesaron en sus actividades, a pesar de lo cual
eran mal combatidos por las fuerzas federales pero rechazados por
los habitantes de los pueblos amenazados: la gavilla de Jorge Esco-
bar apareció en el distrito de Mazatlán y hubo otra en Plomosas que
fue combatida por Máximo Gurrola con vecinos armados; Atenógenes
Rodríguez se pronunció en Cosalá exigiendo armas, caballos y dinero,
pero el gobierno, atento a la situación, comisionó a Francisco Cañedo
a Cosalá para combatir a los alzados. Rubí persiguió con soldados fe-
derales a Escobar, aunque sin éxito, y volvió a Mazatlán, pero Escobar
finalmente fue batido en San Ignacio por el prefecto Sotero Osuna,
con desastrosos efectos para los asaltantes.

Así abortaron por todo el estado estos conatos de revolución, que


en la opinión pública, debido a las extrañas circunstancias que los
acompañaron, se tradujeron por manejos electorales. El pueblo
solo los aniquiló, dejando burladas las intrigas de los que emplea-
ban medios tan reprobados.
Logrando el pronto restablecimiento de la paz y cercano ya
el día de las elecciones, el gobernador creyó ser tiempo oportu-
no para presentar su renuncia del puesto que había desempeñado
por cerca de cuatro años, en uno de los períodos más tormento-
sos y dif íciles por los que ha pasado el estado, y así lo hizo, admi-
tiéndosele por la Cámara el 11 de mayo [1875]. Si no lo hubiera he-
cho, abríase dicho que las elecciones se hicieron bajo su presión,
y prefirió que otros más diestros salvasen el estado, si podían, o
cargase con la responsabilidad de la tolerancia de actos abusivos

160 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


que tendían a coartar, por una fuerza incontrastable, la libertad
de los ciudadanos para elegir a sus mandatarios.
Dejó, al salir del gobierno, la hacienda en vía de orden, arreglo
y abundancia, no tocándole la fortuna de percibir en su adminis-
tración los frutos que de aquél debía recoger la venidera.
La instrucción pública primaria, que fue el objeto de su espe-
cial empeño, quedó montada en un pie brillante y con bases para
extenderse y generalizarse más. La mayor parte tenía por fon-
dos una colecta vecinal obligatoria y costaba por entonces, al año,
más de sesenta mil pesos, que no se hubieran reunido por medio
de impuestos de la administración general del estado, asistiendo
a las escuelas más de nueve mil alumnos.
El Colegio Rosales, para la instrucción secundaria, también
quedó establecido y comenzó a tener progresos notables. Se dio
principio al arreglo de la administración de justicia, adoptando
los códigos del Distrito Federal y expidiendo algunos de los regla-
mentos más indispensables.
En suma, se gozó de garantías y la libertad de prensa tuvo la ex-
tensión más grande que se ha visto en el estado, de la que con fre-
cuencia abusaba la oposición, denigrando injustamente la conduc-
ta del gobierno y tergiversando sus más sencillos actos y sus más
legales procedimientos [...] Los agentes del comercio de Mazatlán
siempre le fueron hostiles, y es que comprendían [...] Que había un
alma firme y bien intencionada que trataba de poner un hasta aquí
al absurdo y corruptor reinado de la influencia extranjera.
La insolencia del partido revolucionario durante el período de
este gobierno fue debida a varias circunstancias: lejos de ser casti-
gados, o al menos los más culpables, al ser vencida la revolución en
Sinaloa, se interpuso la más intempestiva declaración de estado de
sitio, con mengua de la consideración debida al Gobierno del Esta-
do por sus sacrificios; vino después la amnistía que les aseguró la
impunidad, y luego la conducta de los gobernadores y comandan-
tes militares dio de mano a los sostenedores de la legalidad y prote-
gió a los pronunciados. Moralmente parecía triunfar la revolución

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 161


y sus adeptos estaban soberbios y alentados para faltar el respeto
a la autoridad.
A esto se agrega que el regreso del Sr. Buelna al poder fue en
pleno orden constitucional, y que la legislatura, dominada por
entonces por sus enemigos, le fue de tal manera hostil que se
abandonó a las mayores inconveniencias para reducirlo a la im-
potencia; estado de cosas que no cesó hasta el cambio de resi-
dencia del gobierno.
En su tiempo se desarrolló entre los comerciantes de Mazatlán
un verdadero furor por pedir amparo contra todas las disposicio-
nes del gobierno, especialmente en materia de hacienda, como
un medio de hacer la guerra al gobierno, y de hacer una adquisi-
ción aunque fuera impropia. Los jueces de distrito les eran com-
placientes y por lo regular también los de la Suprema Corte [...]
Durante su administración no hubo un solo caso de leva y procuró
tener el militarismo a raya. (Ibíd.: 424-425)

Aportación al desarrollo de Sinaloa

Eustaquio Buelna decretó la organización y el funcionamiento del Li-


ceo Rosales, piedra angular sobre la cual se levanta hoy la Universi-
dad Autónoma de Sinaloa; impulsó un gran programa educativo con
la fundación de 200 escuelas primarias, respetó el Estado de Derecho
y a los poderes estatales, fue defensor de la personalidad jurídica y la
figura política del gobernador de Sinaloa, ejemplo de imparcialidad
política en la contienda electoral y de apego al liberalismo; asimismo,
fue impulsor de la democracia electoral, del ordenamiento de las fi-
nanzas públicas y del respeto a la vida familiar, y por si no fuera sufi-
ciente, además fue científico, escritor e historiador y sus libros cons-
tituyen una valiosa herencia en el desarrollo cultural de Sinaloa.

162 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Ángel Urrea
(12 de mayo-6 de octubre de 1875)

Ante la renuncia de Eustaquio Buelna a la gubernatura, el Congreso


del Estado designó como vicegobernador a Ángel Urrea, quien se de-
claró neutral en el siguiente proceso electoral.
El 1 de junio en la villa de Sinaloa se enfrentaron los partidarios
de Rojo y Gaxiola, con el resultado de un muerto y nueve heridos; el
gobernador envió un comisionado especial que desposeyó al prefecto
de su investidura; Manuel I. Zevada, civil al mando de la tropa federal,
recorrió los pueblos circunvecinos apoyando a Gaxiola, y Rojo y sus
partidarios fueron encarcelados para garantizarle su seguridad y, con
el fin de batir al rojismo, se persiguió a sus partidarios, con lo que el
gobernador faltó a la imparcialidad que prometió.
El 6 de junio se desarrollaron las elecciones para gobernador y vi-
cegobernador del estado, en las cuales el distrito de Sinaloa se abstu-
vo de votar por Rojo para demostrar su rechazo al gobierno a causa
del partidismo de éste a favor de Gaxiola, quien en Culiacán no logró
aventajar a Rojo. En Cosalá, San Ignacio y Mazatlán, con presencia
de las fuerzas federales, las elecciones favorecieron a Gaxiola, quien
triunfó con un reducido margen.
En esta contienda electoral se definieron dos corrientes políticas
que unieron sus fuerzas en apoyo a Gaxiola: los porfiristas y los ler-
distas, estos últimos representados por el general Arce y aquéllos por
Francisco Cañedo.
El 11 de julio se realizaron las elecciones generales: en el distrito
de Ocoroni triunfó José Rojo y Eseverri. El Congreso del Estado con-
vocó a elecciones en algunos pueblos del distrito de Sinaloa por no
haberse realizado el día fijado por la ley, pero el gobernador se opuso
y se invalidaron los hechos.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 163


Ignacio Cruz
(29 de septiembre-6 de octubre de 1875)

En su calidad de presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Es-


tado de Sinaloa, recibió el mando del gobierno en ausencia del gober-
nador electo. Buelna apuntó sobre él: «Hombre honrado, de mucha
instrucción y cordura, es lástima que su administración haya sido tan
provisional y poco duradera».

José María Gaxiola


(6 de octubre de 1875-20 de julio de 1876)

El 4 de octubre llegó José María Gaxiola a Culiacán, el 6 tomó posesión


del cargo de gobernador ante el Congreso del Estado y nombró secre-
tario de Gobierno a Jesús Bringas; el 21 recibió facultades extraordi-
narias en los ramos de Guerra y Hacienda para enfrentar la inminen-
te invasión de Susano Ortiz, pronunciado en Durango, para lo cual el
gobierno dispuso el pago de una contribución auxiliar para pertrechar
las tropas. Ortiz no entró a Culiacán, sino que marchó a Guadalupe y
Calvo, Chihuahua.
José Rojo y Eseverri murió el 30 de octubre en la vlla de Sinaloa;
sus partidarios aseguraron que fue envenenado, lo que generó una
protesta popular sin referentes.
Pedro Betancourt se pronunció contra el gobierno el 27 de febrero
de 1876 en El Guayabo, distrito de Mazatlán, aumentó sus fuerzas en
Siqueros y Concordia y el 4 de marzo salió a combatirlo el prefecto
Uribe con soldados federales, derrotándolo en La Noria el 11 de mar-
zo; el 20 Jesús Bringas renunció a la Secretaría de Gobierno y fue sus-
tituido por Mariano Romero.
Pronunciado en Durango, Rafael Partida atacó Cosalá el 7 de abril;
el prefecto Cleofas Salmón lo rechazó y persiguió, pero Partida vol-
vió a Cosalá al saber que los pronunciados en Elota amagaban la villa.
Feliciano Roque, líder de los pueblos serranos, se pronunció en
Ajoya y ocupó San Ignacio el 29 de mayo; los pronunciados atacaron

164 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Culiacán el 17 de junio, pero fueron rechazados por la guarnición fe-
deral; el 27, el general Donato Guerra, pronunciado por el Plan de Tux-
tepec, ocupó Concordia; el día 3, el general Cristerna derrotó a Donato
Guerra en Concordia y los indios de Ajoya fueron desalojados de sus
pueblos por el coronel Ibarra.
A pesar de la convocatoria, el 9 de julio no hubo elecciones para
presidente de la República en Culiacán, Cosalá y San Ignacio; las elec-
ciones del Presidio fueron manejadas por el jefe de las armas federales
y los electores de Ocoroni se pronunciaron por el Plan de Tuxtepec.
Ante la ausencia de las fuerzas federales en Culiacán, Francisco
Cañedo se pronunció el 11 de julio con el apoyo del teniente coronel
Manuel Inzunza, persona de confianza de Gaxiola, a favor del Plan
de Tuxtepec; el acta se firmó el siguiente día y fue secundada por los
distritos del norte y Cleofas Salmón en Cosalá; Andrés Tapia salió a
San Ignacio para ponerse al frente de los sublevados.
Gaxiola, en el juicio de Buelna, no salió bien librado:

Nada hizo este gobernador en todo el período de su corta admi-


nistración que no llevase el sello de su falta de juicio, justo cas-
tigo para él mismo y para los que lo impusieron al estado, y des-
gracia para éste.
A poco de haber entrado al gobierno, autorizó una leva atroz
en la capital, que alarmó a toda la población, y luego dio libres a
los aprehendidos.
No cuidó de la instrucción pública, que en su tiempo se vio
abatida; el Colegio Rosales estuvo para suprimirse; en boca de
todo el mundo andaban las anécdotas de sus locuras o sus per-
cances diarios; todas las noches molestaba a la población con
los escándalos de su ebriedad y con sus disipaciones [...] Luego
que entró al gobierno ordenó la destitución de muchos emplea-
dos de la anterior administración, reemplazándolos con porfiris-
tas, pues se puede decir que no había lerdistas que le ayudasen.
(Ibíd.: 432-433)

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 165


Gral. Francisco Arce
(21 de julio de 1876-15 de enero de 1877)

Ante la situación que se presentaba a mediados de 1876, el gobierno


federal declaró el estado de sitio para Sinaloa, y el gobierno del esta-
do recayó en el general Francisco Arce el 21 de julio. El 22 llegó Do-
nato Guerra a Culiacán y se puso al frente de los pronunciados; el 29
sale de Mazatlán el coronel Modesto Cristerna para batir a los por-
firistas con apoyo del teniente coronel Bernardo Reyes con la caba-
llería traída de Tepic; Cañedo salió a los distritos del norte, mientras
Guerra trasladaría su fuerza a Guadalupe y Calvo; Cristerna sorpren-
dió a Guerra en Tameapa el 19 de agosto, Cañedo disolvió sus fuer-
zas el 7 de septiembre en San José de Gracia y el 9 se sometió a An-
drés Tapia en Cosalá, donde entregó armas y pertrechos de guerra a
las fuerzas federales.
El 25 de noviembre se pronunció en Culiacán el coronel Jesús Ra-
mírez Terrón en favor de José María Iglesias como presidente de la
República, secundándolo el 15 de diciembre Francisco Arce con la
guarnición federal de Mazatlán; el 20 Ramírez Terrón se pronunció
por el Plan de Tuxtepec, apoyando a Porfirio Díaz y provocando una
seria división en las filas pronunciadas contra el presidente Lerdo de
Tejada que los obligó a seguir su movimiento.
Manuel Inzunza y Jesús Ramírez Terrón atacaron Cosalá el 5 de
enero (1877), plaza defendida por el coronel Modesto Cristerna, que
los dispersó con grandes pérdidas, entre ellas su muerte; Manuel In-
zunza volvió a Culiacán para pronunciarse contra el Plan de Tuxtepec,
pero la información de que Cristerna murió en el ataque convirtió la
derrota en triunfo y evitó la consumación del cambio de bando, pe-
queño error que hubiera cambiado el curso de la historia de Sinaloa.
Informado Francisco Arce del descalabro en Cosalá, designó a
Domingo Rubí para que al mando de tropa se dirigiese en persecu-
ción de los sublevados. En Elota, el 12 de enero, Rubí fue desconoci-
do por la tropa al mando del coronel Troncoso, sucesor de Crister-
na, quien en comunicación con Jesús Ramírez se pronunció al día
siguiente en el pueblo de Piaxtla apoyando a los porfiristas. Los líderes

166 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


del lerdismo en Sinaloa eran Francisco Arce y los hermanos Bustos,
administradores de la Aduana Marítima y jefe de la oficina de Ha-
cienda, que no dudaron en viajar a la ciudad de México para apoyar
el Plan de Tuxtepec.
El 15 de enero, Troncoso entró a Mazatlán, terminando el gobier-
no de Francisco Arce. Buelna dice lo siguiente:

Jamás había habido en Sinaloa un gobierno más desconceptua-


do. Arce, como comandante militar, se había hecho odioso a los
sinaloenses desde que con tanto descaro les había impuesto un
gobernador como Gaxiola, usando los medios de fusilar, intimi-
dar, esparcir la fuerza federal por los distritos del estado, ya que
no pudo hacer que surtiese efecto la revolución de Escobar y de
Rodríguez, que se dice públicamente ser parte de sus maquina-
ciones; mas como gobernador, siendo debido su advenimiento al
estado de sitio, y considerándose criatura del presidente Lerdo, a
quien se tenía por cómplice o director en los ataques que había
sufrido la soberanía y dignidad del estado, obtuvo un aumento de
impopularidad, realzado por la conducta que el mismo Arce ha-
bía realizado en lo privado. Legisló sin facultades, abusó de las
rentas del Estado, que dejó comprometidas. Sobre todo, trató con
tiranía e inhumanidad a los prisioneros que caían en su poder».
(Ibíd.: 437)

Cnel. Jesús Ramírez Terrón


(15 de enero-4 de junio de 1877)

Militar. Idealista revolucionario, enemigo del porfirismo y pre-


cursor de la Revolución mexicana. Liberó a Heraclio Bernal de
la cárcel de Mazatlán y lo invitó a luchar contra la dictadura
porfirista, otorgándole grado militar y asignándole gente a su
mando. Ramírez Terrón murió combatiendo en Palos Prietos,
en un operativo al mando del Gral. Castro, quien pretendió cas-
trar el cadáver de Ramírez Terrón. (Olea, 2010: 26)

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 167


Gobernar para ordenar la administración

El 15 de enero el coronel Jesús Ramírez se encargó del gobierno del


estado; el 10 de marzo salió a Culiacán, reinstaló la capital y entregó
los archivos del gobierno y del Congreso, dejando en Mazatlán la Te-
sorería y el Tribunal de Justicia; el 12, el Congreso del Estado convocó
a elecciones estatales. Participaron Andrés L. Tapia, con el apoyo del
coronel Ramírez, y Francisco Cañedo, porfirista reconocido, promo-
tor del pronunciamiento a favor del Plan de Tuxtepec.
Las elecciones se efectuaron el 15 de abril y, con el apoyo de los
buelnistas, Cañedo ganó con dos terceras partes de la votación. El
Congreso sesionó el 27 de mayo, validó las elecciones, declaró gober-
nador a Francisco Cañedo el 1 de junio y el día 4 tomó posesión, por
primera vez, del gobierno del estado. Roberto Orrantia fue electo vi-
cegobernador.

Francisco Cañedo
(1877-1909)

En el largo mandato de Francisco Cañedo, durante el cual también ma-


nejó el poder detrás de Manuel Monzón, Cleofas Salmón y Mariano
Martínez de Castro, ocurrieron diversos hechos de gran relevancia.
Por la naturaleza de este libro, se enumeran a continuación, a manera
de resumen, sólo aquellos vinculados de alguna manera al gobierno y
el contexto político-económico de la época.

4 de junio de 1877-30 de septiembre de 1878. Primera elección

El Congreso del Estado acordó prorrogar su propio mandato has-


ta el 13 de septiembre de 1878 y el del gobernador y vicegobernador
hasta el 30 del mismo mes, en un intento por uniformar el tiempo de
gestión de ambos poderes; el 7 de julio derogó algunas disposicio-
nes emitidas por los gobiernos militares que los antecedieron, y el 30

168 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


de septiembre el coronel Jesús Ramírez fue movido a Acapulco y fue
sustituido por el general Francisco Loaeza.
La falta de lluvias en la temporada de verano ocasionó una sen-
tida escasez de semilla, sobre todo de maíz y frijol, provocando una
hambruna de grandes proporciones que el gobierno federal atacó en-
viando 15 000 pesos para la compra de semillas que serían puestas
a disposición de las familias a un precio reducido que facilitase su
compra; sin embargo, las indicaciones no se aplicaron correctamente
y la situación se agudizó aún más, a tal grado que hubo decesos por
falta de alimento.
En El Fuerte, durante el mes de marzo de 1878, se amotinaron más
de quinientas personas a causa del hambre; en Culiacán la población
hizo un plantón frente al Congreso, sin que esta autoridad acorda-
se alguna medida paliativa. Por otra parte, el 5 de abril el Congreso
expidió una nueva ley electoral que aplicaba el sistema de padrones,
resolviendo los problemas los mismos empadronadores. Buelna, a la
hora de calificar esta reforma, escribió:

¡Extraña inconsecuencia de los partidos! La ley del 13 de mayo


de 1870, de que sólo podía abusarse cuando el pueblo se mostra-
ba indolente en el ejercicio del derecho electoral, era atacada por
los que se llamaban partidarios del Sufragio Libre, porque decían
que era una arma en manos del poder; y cuando un partidario
del Sufragio Libre llegó al poder, no dudó dictar una ley en que
la más preciosa de las prerrogativas del pueblo viene a quedar en
manos del empadronador y de los agentes del gobierno. Se pue-
de corromper con facilidad a un corto número de individuos; era
muy dif ícil corromper a toda una sociedad. Más vale que el pue-
blo abuse en el ejercicio de su derecho electoral, que abuse el go-
bierno usurpando insidiosamente un derecho que no tiene. (Buel-
na, op. cit.: 442)

Con este comentario, Buelna marcaba su distancia de Cañedo, a


quien, a pesar de haberse pronunciado contra su gobierno y haberlo
derrotado y perdonado la vida en 1872, ayudó a triunfar en 1877.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 169


Las elecciones del 9 de junio de 1878 marcaron la gran diferencia:
el gobierno impidió el sufragio libre, reeligió a sus candidatos en el
Congreso y consiguió un Legislativo a modo; las federales del 30 de
junio fueron aún más descaradas, pues se negó el voto a los ciudada-
nos que no eran afectos al gobernador Cañedo. En Villa Unión hubo
dos colegios electorales, en Culiacán se arregló el quórum, no funcio-
naron mesas electorales, se inventaron actas y credenciales y se man-
dó asesinar ciudadanos en diversas regiones del estado, entre ellos
Feliciano Roque, el general de los indígenas de Ajoya.

Sin haber tenido seria oposición ni revueltas intestinas qué so-


focar, se vio el raro fenómeno de que este gobierno tuviese día
con día menos elementos pecuniarios, sin que por otra parte ha-
yan suprimido los fondos que constituyen las rentas. Cada día se
disminuyen las prorratas que se dan a los empleados, y se acusa
al gobierno del más escandaloso derroche y de invertir además
buena parte de los fondos públicos en tener contentos a los di-
putados directores de la Legislatura. Por eso es que jamás hubo
Congreso que menos velase por el bien de Sinaloa [...] La fórmula
de la administración era la inmoralidad y jamás se había visto en
el estado otra más corrompida en todos sus ramos y en la mayor
parte de sus empleados, que parecían escogidos para coadyuvar
a la perdición del país [...] En cuanto al personal del mismo, era
insustancial, sin ilustración, apartando del poder a los que le ha-
cían sombra o no marchaban de acuerdo con sus exigencias. So-
bre todo no había inspiración de Redo —don Joaquín—, su ínti-
mo amigo y favorecedor, a que no obedeciese y se podía decir que
Redo era el gobernador con manos postizas. (Ibíd.: 444)

La escasez de alimentos se manifestó nuevamente y el 16 de agos-


to se exhibió la inconformidad de las familias que no podían com-
prar maíz porque el precio subió a 1.75 pesos el almud, el gobierno
no aplicó el subsidio y los comerciantes carecían de producto para su
venta.

170 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Después de esto, varios vecinos de la capital reunieron fondos
para dar de comer a la gente menesterosa de la misma, y la que
acosada por la miseria venía de los pueblos vecinos a buscar en
ella el sustento. Se repartía carne cocida y arroz en morisqueta,
gastándose diariamente de 25 a 30 pesos. Se presentaban a recibir
raciones de 400 a 600 personas, y daba compasión ver a muchas
de ellas escuálidas, niños pidiendo a gritos el sustento, madres que
apenas podían sostener a sus hijos en los brazos, hombres que
fueron de constitución robusta, enflaquecidos y vacilantes [...] Se-
gún revelaciones privadas, parece que el hambre fue producida en
el interior del estado por los comerciantes y aun por los mismos
miembros de la Junta de Beneficencia, y en esta capital de acuerdo
con el gobernador del estado [...] todo con el fin de vender caro el
maíz que tenían entrojado y después el que habían comprado en
el extranjero. (Ibíd.: 446-447)

El último día de agosto, Francisco Cañedo solicitó una nueva li-


cencia al Congreso, la cual le fue concedida. El vicegobernador Ro-
berto Orrantia se mostró renuente a asumir el cargo que por ley le
correspondía, por lo cual Manuel Monzón, presidente del Supremo
Tribunal de Justicia del Estado, se convirtió en gobernador de Sinaloa.

3 de diciembre de 1877-6 de febrero de 1879

Para atender el desorden generado por los fraudes y malversaciones


de fondos descubiertos en las visitas ordenadas por el gobernador
Monzón, el día 1 de diciembre Cañedo llegó a Culiacán para reasumir
el mando el día 3, fecha en la que el Tribunal expidió orden de apre-
hensión contra Andrés Armenta, acusado de múltiples asesinatos y
quien había sido designado por el prefecto Manuel Inzunza, jefe de la
acordada en Mocorito, aunque la orden no se cumplió. Armenta, co-
nocido popularmente como el Cotón Pinto murió en 1879, camino al
Chinal, Mocorito, por manos anónimas.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 171


El 20 de diciembre, en una especie de miscelánea fiscal, el Con-
greso del Estado abolió la Ley de Alcabalas y expidió otra sobre con-
tribuciones directas.
En enero de 1878 el Congreso del Estado aprobó la ley que esta-
bleció las contribuciones directas, pero no llegó a publicarse en el
Periódico Oficial, y los comerciantes de Mazatlán se ampararon con-
tra la nueva disposición por considerarla exagerada. En el distrito de
El Fuerte se generalizó la hambruna, que ya se había agudizado por la
sequía, lo que provocó que la población se amotinara exigiendo una
rápida solución.
En 1879 el gobernador y su equipo de Hacienda salieron a Maza-
tlán a cobrar los impuestos a los comerciantes, medida que provocó
una gran inquietud social que fue encabezada por José Cayetano Va-
ladés, director de La Tarántula, periódico crítico del gobierno de Ca-
ñedo. Valadés murió asesinado la noche del 27 de enero, y el crimen
generó otra manifestación de repudio al gobernador, a quien la voz
pública acusaba de la autoría intelectual del asesinato. La indigna-
ción popular llevó al general Loaeza a declarar, aun sin facultades, el
estado de sitio en Sinaloa; el Congreso del Estado designó a Manuel
Monzón nuevamente gobernador, otorgándole facultades extraordi-
narias en los ramos de Guerra y Hacienda; a los días, Monzón expi-
dió una fuerte protesta contra el estado de sitio.
Cañedo llegó a Culiacán el 6 de febrero para enfrentar una acu-
sación que la familia de Valadés dirigió al Congreso y la responsabi-
lidad en el establecimiento del estado de sitio; el Legislativo le con-
cedió un permiso abierto. El 14 murió la heroina sinaloense Agustina
Ramírez en Mazatlán y el 16, presionado por sus opositores, Cañedo
salió de la capital y el general Loaeza levantó el estado de sitio.

En estos tiempos la administración de justicia está tan perdida que


ya no hay garantías ni en el Tribunal. Los magistrados o están au-
sentes u ocupan otros destinos. Los suplentes entran a funcionar
con derecho a abogar por tres meses, y para no perder ese derecho
piden licencia antes de que se cumpla ese término, y pronto vuel-
ven a entrar gozando del término de tres meses.

172 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Como los demás suplentes se ven a cada paso impedidos por
su injerencia en los negocios como abogados, no han podido cu-
brirse sus faltas sino en la medida anticonstitucional de nombrar
abogados por sorteo, de suerte que todos o casi todos los miem-
bros del Tribunal que conocen un negocio están abogando en
otros asuntos de que conocen otros abogados también como mi-
nistros, y es muy común oír decir que uno o más ministros de un
negocio se comprometen a fallarlo en determinado sentido, por-
que los ministros de otros negocios, en que son abogados los pri-
meros, hagan lo propio en él. (Ibíd.: 457)

El 14 de mayo se decretó un impuesto por bultos en tránsito, re-


implantando el sistema de alcabalas, y pocos días después el gober-
nador Cañedo —quien había regresado al estado después de ser ab-
suelto de cualquier responsabilidad por el asesinato de José Cayetano
Valadés— incrementó a 160 000 pesos el presupuesto estatal. El 13 de
junio Heraclio Bernal publicó un manifiesto, defendiéndose de los
ataques que le lanzó el gobierno del estado.

25 de septiembre-27 de septiembre de 1888. Segunda elección

En 1884, en La Constancia, distrito de El Fuerte, don Francisco Orran-


tia fundó el ingenio azucarero, pionero de la industria regional; Fe-
derico Weidner publicó su estudio sobre la minería sinaloense; Fran-
cisco Echeguren organizó la Cámara de Comercio de Mazatlán; en
Bacubirito, distrito de Sinaloa, se presentó un brote de viruela negra,
y Joaquín Redo y Balmaceda construyó la primera obra de pequeña
irrigación al desviar el agua del río Tamazula a los terrenos adyacen-
tes a la fábrica La Aurora en Culiacán.
A iniciativa de Pablo Retes se fundó en Mazatlán en 1885 el perió-
dico El Correo de la Tarde, bajo la dirección de José Cayetano Valadés;
Francisco Loubet adquirió la Fundición de Mazatlán, convirtiéndola
en Fundición de Sinaloa, la empresa industrial más grande del esta-
do con una clientela asentada en las principales ciudades del Pacífico

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 173


americano; Heraclio Bernal asaltó Jocuixtita y publicó el Plan de La
Rastra y se estableció la línea telegráfica Culiacán-Badiraguato; Za-
carías Ochoa, prominente empresario propietario de la hacienda de
El Águila en el distrito de El Fuerte, mandó abrir a pico y pala el pri-
mer canal de riego desde la orilla del río Fuerte hasta su hacienda en
el poblado de San José de Ahome para irrigar más tierras abiertas al
cultivo de la caña de azúcar.
A propuesta de Francisco Morales se construyó en 1886 un tú-
nel para aprovechar el ojo de agua de la cantería y conducir el líqui-
do a Copala; en Mocorito se constituyó la negociación Inzunza Her-
manos; empezaron a operar las minas de Cerro Agudo y San Miguel
de la Huerta en Mocorito y El Porvenir; Heraclio Bernal asaltó el mi-
neral Guadalupe de los Reyes y fue perseguido por el general Domin-
go Rubí, quien aprehendió y fusiló a Jesús Parra; el 17 de noviembre
nació la colonia de Topolobampo y el gobierno federal otorgó una
concesión a Albert Kimsey Owen y J. H. Rice para tomar agua del río
Fuerte.
El 4 de abril de 1887 Heraclio Bernal asaltó el mineral de Nues-
tra Señora y el pueblo de San José de las Bocas, distrito de Cosa-
lá. Asimismo, publicó el Plan de Conitaca, exigiendo la renuncia del
presidente Díaz y la restauración de la Constitución federal de 1857;
los gobiernos estatales de Durango y Sinaloa ofrecieron 10 000 pesos
por su captura. En noviembre entró en funciones el servicio público
telegráfico en Concordia. La Casa de Moneda de Culiacán informó
que en ese año procesó 18 toneladas de plata.
El 5 de enero de 1888 los rurales de Cosalá mataron a Heraclio Ber-
nal y ese mismo año se concluyó la cárcel municipal en Concordia.

27 de septiembre de 1892-27 de septiembre de 1896. Tercera


elección

En 1892 se publicó el periódico La Opinión de Sinaloa —del partido


porfirista— para impulsar la candidatura de Francisco Cañedo al go-
bierno del estado; para orientar la navegación marítima en Mazatlán

174 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


se inició la construcción del Faro del Crestón, actualmente el faro na-
tural más alto en el mundo. El 5 de mayo de ese año se inauguró en la
villa de Concordia un rudimentario sistema de agua potable; en sep-
tiembre arribó a Mazatlán el joven Amado Nervo para dirigir El Co-
rreo de la Tarde; El 21 de octubre, Benjamín F. Johnston y Zacarías
Ochoa establecieron el Águila Sugar Refining Co. en la villa de Ahome
para dedicarse a la fabricación de azúcar y sus derivados; el Congre-
so del Estado suprimió la directoría política de Guasave, integrándo-
la al distrito de Sinaloa; en Mocorito empezó a operar —a caballo— el
correo integrando la red Mocorito-Capirato-Pericos y Playa Colora-
da con tres movimientos semanales; sin concluirse adecuadamente,
concluyó la construcción del canal Tastes. El Congreso de la Unión
aprobó el proyecto del ferrocarril que partiría de Topolobampo rum-
bo a Chihuahua.
En Mazatlán, en 1893, el gobierno estatal cerró el periódico El De-
mócrata —dirigido por Joaquín Clausell, José Ferrel y Querido Mo-
heno— por sus críticas al gobierno; el prefecto político Ricardo Ca-
rricarte estableció en El Rosario el impuesto por perros, que causó
una fuerte protesta popular. En el distrito de El Fuerte, don Francisco
Orrantia aplicó importantes innovaciones tecnológicas en su ingenio
azucarero de La Constancia, mejorando la economía regional; los co-
lonos levantaron la primera cosecha de los campos agrícolas irriga-
dos con el agua del canal Tastes.
En 1894 se instaló la comunicación telefónica entre Pánuco y Con-
cordia; en Culiacán se inauguró el Teatro Apolo, primera obra del
arquitecto Luis F. Molina, quien posteriormente diseñó y dirigió la
construcción del edificio La Tercena —hoy Archivo Histórico General
del Estado de Sinaloa—, el Colegio Civil Rosales —Edificio Central de
la Universidad Autónoma de Sinaloa—, la cárcel municipal —donde
hoy se levanta el Instituto Sinaloense de Cultura—, la Escuela Beni-
to Juárez —donde funciona la Universidad Casa Blanca—, la casa del
general Francisco Cañedo —hoy Instituto Sinaloense del Deporte—,
el mercado municipal y la remodelación de las calles y plazuelas de la
ciudad; el Congreso del Estado expidió la sexta Constitución Política,
reconociendo diez distritos políticos; en la villa de Ahome, Benjamín

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 175


F. Johnston desplazó a Zacarías Ochoa en el negocio de la fabricación
de azúcar, convirtiéndose en el líder del desarrollo regional.
Por orden del juez de Primera Instancia de El Fuerte, en 1895 los
colonos fueron despojados de sus derechos sobre el canal Tastes, que
pasó a las manos de Benjamín F. Johnston. En Culiacán se inauguró
el alumbrado eléctrico.

27 de septiembre de 1896-27 de septiembre de 1900. Primera


reelección

El 13 de mayo de 1896 Diego Redo y Balmaceda, con el apoyo del go-


bernador Francisco Cañedo, estableció la negociación agrícola Eldora-
do en el valle de San Lorenzo, distrito de Culiacán, para la fabricación
de azúcar y productos derivados; en Mazatlán, por iniciativa de Jesús
Escobar, se instaló el alumbrado público y se anunció la introducción
de la energía eléctrica a los hogares que así lo contrataran, mientras
Loubet y Cía. empezaba la construcción del mercado municipal di-
señado con estructuras elaboradas por el ingeniero Gustave Eiffel en
Francia.
Benjamin F. Johnston y Zacarías Ochoa adicionaron cláusulas a
su convenio original elevando el capital a un millón de pesos para
atender la expansión del negocio; en Culiacán el Tribunal Superior
de Justicia amparó a los colonos sobre le expropiación de sus dere-
chos sobre el agua del canal Tastes, pero el fallo no se aplicó, lo que
agudizó las diferencias entre los colonos y propició la disolución de
la Colonia de Topolobampo.
El gobierno federal, a través de la Secretaría de Comunicaciones y
Obras Públicas, elaboró en 1897 la Carta General de la Costa con pla-
nos de rompeolas, canal, dragado y muros de protección para orien-
tar la construcción de obras para el puerto de Mazatlán; las negocia-
ciones mineras del distrito de Cosalá reportaron la producción de
980 barras de plata (45.36 kg cada una, casi 45 toneladas), superando
al resto de los distritos; concluyeron los trabajos que dotaron de agua
potable a la población de Pánuco, Concordia. El 15 de septiembre se

176 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


publicó en Culiacán la revista Bohemia Sinaloense, dirigida por Julio
G. Arce. Por otra parte, el gobierno federal otorgó otra concesión a
Albert K. Owen para que los miembros de la colonia de Topolobam-
po afines al proyecto original utilizaran el agua del río Fuerte.
En 1898 se tendió la línea telefónica El Rosario-Cacalotán, se abrió
una sucursal del Banco de Londres y México en Mazatlán, y se fundó
el Banco Occidental de México con sede en el puerto y una sucursal
en Culiacán; en San José de Gracia, distrito de Sinaloa, se reportó la
operación de 150 minas, generando un auge de ganancias con impac-
to favorable a la economía y las familias de la región; Pedro Zevada
inició la introducción del servicio de agua potable a la Villa de Sina-
loa utilizando tubos de fierro; en Los Mochis, Benjamin F. Johnston
empezó a construir el edificio del ingenio azucarero, eje central del
desarrollo regional del norte de Sinaloa, levantándose las primeras
casas de la nueva ciudad.
En 1899 Francisco Cañedo puso en funcionamiento el Mercado
Romero Rubio en Mazatlán, y después de muchos años de trabajo se
concluyó la construcción de la Catedral del puerto. En Navolato, Jor-
ge y Jesús Almada construyeron el canal Cañedo, obra de pequeña
irrigación que les permitió regar nuevos sembradíos de caña para ali-
mentar su ingenio azucarero

27 de septiembre de 1900-27 de septiembre de 1904. Segunda


reelección

El 20 de junio de 1900, Benjamin F. Johnston constituyó la Sinaloa Su-


gar Co., empresa dedicada a la transformación en azúcar y sus deriva-
dos de la caña sembrada en la región. En Culiacán, empezó la cons-
trucción del puente Cañedo sobre el río Tamazula; don Joaquín Redo
y Balmaceda mandó construir una obra de pequeña irrigación para
llevar agua a los terrenos adyacentes a Eldorado para sembrar mayor
extensión de caña de azúcar; la familia Redo de la Vega colocó la pri-
mera piedra para construir el ingenio azucarero de Eldorado, impor-
tante factoría para la producción de azúcar y sus derivados; Melesio

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 177


López y Juan Núñez presentaron su mezcal en la Exposición Interna-
cional de París, obteniendo medalla de bronce por la calidad de su pro-
ducto; asimismo, los rosarenses Victoria Verné, Manuela Arzápalo,
Agustín Díaz y Juana de McDouglas participaron en la Exposición In-
ternacional de París, donde el Cabildo de Mazatlán presentó el libro
Mazatlán Literario; y se tendió la línea telefónica El Rosario-Chametla.
En Los Mochis, Johnston compró 16 000 hectáreas, deslindó la
tierra, mandó construir los canales derivadores de agua hacia los te-
rrenos y organizó el predio en campos agrícolas, designando comi-
sarios para la distribución y vigilancia de las labores; por su parte,
Blas Valenzuela construyó el canal de El Burrión, la primera obra de
riego en Guasave, llevando las aguas del río Sinaloa a los campos ad-
yacentes a esta hacienda. En el sur, Gustavo Lang, con un capital de
100 000 amplió sus instalaciones y fundó la Cervecería del Pacífico.
Desde Topolobampo, en 1902, empezó el tendido de la línea
del Ferrocarril Kansas City-México y Oriente, que inmediatamente
transportó la maquinaria del ingenio azucarero de Johnston; fue la
primera obra construida con el apoyo de la modernidad tecnológica
en el norte de Sinaloa y el punto de partida de la ciudad de Los Mo-
chis. Para fines de año la obra mostraba un avance muy importante
en el levantamiento de muros y techos, así como en la colocación de
la maquinaria industrial; el ferrocarril imprimió un fuerte movimien-
to comercial en Topolobampo, comunicando las poblaciones de Los
Mochis-San Blas-Estación Joyanco en El Fuerte; y en Sivirijoa, dis-
trito de El Fuerte, Ira y Clarissa Kneeland empezaron a publicar Our
Hacht —Nuestra Hacha—, periódico que difundió la riqueza natural
e invitó a los extranjeros a venir a vivir e invertir en la región.
En la villa de Sinaloa, por disposición de Antonio Echavarría, pre-
fecto político del distrito, se construyó la Plaza Hidalgo; el Congreso
del Estado exoneró del pago de impuestos, por quince años, a las em-
presas que organizara H. F. Postlewhite para ofrecer los servicios de
agua por cañería, producir hielo y llevar el servicio de energía eléctrica
a los domicilios.
El 12 de diciembre se declararon los primeros brotes de peste bu-
bónica en Mazatlán; Leopoldo Ortega, prefecto político del puerto,

178 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


promovió la organización de la campaña médica más importante de
la historia de Sinaloa, que estuvo bajo el mando de Martiniano Car-
vajal, eminente médico antirreeleccionista y escritor revolucionario.
El 13 de marzo de 1903 se declaró controlado el brote de peste ne-
gra en Mazatlán como resultado del solidario esfuerzo regional, na-
cional e internacional, así como del profesionalismo de los médicos
radicados en el puerto; el 21 de mayo se declaró totalmente extin-
guido el brote epidémico, lo que convirtió a los médicos sinaloenses
en protagonistas de una hazaña científica sin par en su época a nivel
mundial.
El 3 de abril, por acuerdo del Congreso del Estado, se erigió la alcal-
día de Los Mochis en el distrito de El Fuerte, segregando a los poblados
de Bachoco y Baturi para integrarla a la celaduría de Ocoro, Guasave;
el 1 de junio el gobernador Francisco Cañedo decretó que Los Mo-
chis y Topolobampo se convirtieran en alcaldías; el 1 de septiembre,
sin molienda de caña, fue inaugurado el ingenio azucarero de la United
Sugar Company, y Benjamin F. Johnston puso en venta 20 hectáreas de
terrenos adyacentes a la factoría para resolver el problema habitacional
que hacía crisis en Los Mochis; el 7 de noviembre el Ayuntamiento de
El Fuerte pagó 800 pesos a Luis F. Molina por los planos para la cons-
trucción de su palacio municipal, similar al construido en Culiacán.

27 de septiembre de 1904-27 de septiembre de 1908. Tercera


reelección

En enero de 1904 inició la primera molienda de caña de azúcar en el


ingenio de Los Mochis; para proteger los campos agrícolas, la empre-
sa mandó levantar un tapo sobre el cauce del río Fuerte, ocasionando
la inundación de la villa de Ahome; en la Villa de El Fuerte se introdu-
jo el servicio de energía eléctrica, tanto al alumbrado público como a
los domicilios particulares; en Mocorito, José Sabás de la Mora fundó
el periódico Voz del Norte, en el que colaboraron Enrique González
Martínez y Sixto Osuna, fincando las bases de La Atenas de Sinaloa;
este mismo año murió Joaquín Redo y Balmaceda, cabeza y promotor

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 179


de un fuerte grupo económico con gran influencia política; fue suce-
dido por su hijo, el joven Diego Redo de la Vega, educado en Europa
y con fuertes ligas con José Ives Limantour, ministro federal de Ha-
cienda. El general Manuel González Cosío, ministro de Fomento, ce-
lebró un contrato con Alejandra Vega de Redo para el establecimien-
to de colonos chinos en las tierras de Eldorado.
En 1905 empezó a decaer la bonanza minera de Bacubirito, po-
blación enclavada en el Distrito de Sinaloa; sus familias emigraron a
otros lugares: los Avendaño de Bacubirito a Mazatlán, donde Andrés
Avendaño y Francisco Valadés Félix compraron El Correo de la Tar-
de. Arthur de Cima se convirtió en el único proveedor de gas, energía
eléctrica, hielo y ferrocarril urbano en el puerto de Mazatlán.
Por acuerdo del Gobierno federal, cesó en sus funciones la Casa
de Moneda de Culiacán, que en su larga vida (se fundó en 1842) acu-
ñó poco más de 65 millones de pesos en piezas de oro, plata y cobre
extraídos por la minería sinaloense.
En 1906, la antigua villa de El Fuerte, por acuerdo del Congreso
del Estado, fue elevada al rango de ciudad; Gabriel Leyva Solano asu-
mió la defensa de las comunidades indígenas de Ocoroni y Cubiri de
Portelas por el despojo de sus tierras cometido por José María Rojo
y Francisco Mussot; Francisco Echavarría fundó El Naranjo, ponien-
do en venta lotes de mil metros cuadrados y otorgando facilidades de
pago a los nuevos habitantes; en conmemoración del primer cente-
nario del natalicio de Benito Juárez, se inauguró la Escuela Primaria
que lleva su nombre en el edificio que ocupó la Casa de los Diezmos
y la Cárcel Colorada y en la plazuela de El Fuerte se develó el busto al
Benemérito de las Américas.
El ferrocarril Sud Pacífico llegó a San Blas, distrito de El Fuerte, y
alcanzó Estación Naranjo, Bamoa y Estación Guamúchil, impulsan-
do el desarrollo comercial y regional; en Mocorito apareció la revis-
ta Arte, dirigida por Enrique González Martínez y editada en la im-
prenta de José Sabás de la Mora por el prensista Crescencio Corona;
el 30 de abril, ante la indiferencia oficial, falleció en Culiacán Eusta-
quio Buelna, distinguido liberal sinaloense, historiador, gobernador
del estado y ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

180 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


27 de septiembre de 1908-5 de junio de 1909. Cuarta reelección

En enero de 1908 Gabriel Leyva Solano fue designado juez de Pri-


mera Instancia en Mocorito, pero en febrero fue retirado del cargo y
volvió a la villa de Sinaloa; en agosto, como presidente del Club De-
mocrático Domingo Rubí presentó queja contra el prefecto político
demandando respeto y alto a las arbitrariedades; en Choix, se pre-
sentó un brote epidémico (se reportaron 230 casos de fiebre); la co-
munidad indígena de Baca se inconformó por el despojo de sus tie-
rras por particulares; en abril llegaron a Mocorito Herman Stark y
Renne Louise para promover la experiencia cinematográfica trashu-
mante; en el puerto de Mazatlán, la Compañía Pearson construyó el
puente Juárez como parte de los trabajos de saneamiento.
Valorar el paso del general Francisco Cañedo Belmonte por el go-
bierno sinaloense requiere el establecimiento de pasajes cronológi-
cos que nos ilustren sobre su acceso, mantenimiento, consolidación
y ausencia del poder.
Su forma de acceder al gobierno quedó definida desde el levanta-
miento armado iniciado contra el resultado de las elecciones que lle-
vó al gobierno a Eustaquio Buelna en 1871 a quien, después de com-
prometerse con su candidatura, dejó de brindarle su apoyo a media
campaña electoral.
Francisco Cañedo, que ya contaba con algún prestigio como pre-
fecto de Culiacán, se comprometió con Buelna, mas en el transcur-
so de la campaña lo abandonó, e inconformándose con el resultado
electoral, se pronunció el 2 de septiembre en Culiacán; al ser comba-
tido huyó a Imala, donde expidió un manifiesto apoyando el Plan de
La Noria.
Capturado y procesado, pudo ser condenado a la pena de muerte,
pero gracias a la benevolencia de Buelna sólo fue enviado a la cárcel,
destino del que huyó camino a Mazatlán. En 1875 apoyó a José María
Gaxiola en su candidatura al gobierno estatal y un año después, en
el marco de la revuelta de Tuxtepec, se levantó en armas apoyando a
Porfirio Díaz y derrocando a Gaxiola, que fue sustituido por Francis-
co Arce, partidario de Sebastián Lerdo de Tejada, y después por Jesús

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 181


Ramírez Terrón, partidario de Díaz, quien solicitó al Congreso del
Estado que convocara a elecciones para gobernador, en las que com-
pitieron Francisco Cañedo y Andrés L. Tapia. Cañedo asumió el car-
go a través de un proceso electoral plenamente legalizado por el Con-
greso del Estado.
Cañedo siempre cuidó su relación con el poder Legislativo: man-
tuvo un congreso dócil ante sus pretensiones y necesidades que le-
galizó sus actos de gobierno; alternó la responsabilidad con Mariano
Martínez de Castro durante dos ocasiones, pero una vez consolidada
su relación con el presidente Díaz reformó la Constitución local para
mantenerse en el poder, gracias a lo cual los diputados lo eligieron en
siete ocasiones.
Mariano Martínez de Castro mantuvo su influencia en el gobier-
no sinaloense no sólo por ser miembro de una familia prominente
en la región, sino por ser hermano de Antonio Martínez de Castro,
primer ministro de Instrucción Pública y Negocios Eclesiásticos en
el gabinete del presidente Juárez en 1867, jurisconsulto redactor de
los códigos judiciales y creador, junto con otras personalidades, de la
Escuela Nacional Preparatoria. Mariano Martínez de Castro mantu-
vo una magnífica relación con Porfirio Díaz, hasta que Cañedo le de-
mostró al presidente que su hombre en Sinaloa era él, dominando la
política estatal de 1892 hasta su muerte en 1909.
Francisco Cañedo logró mantenerse en el gobierno del estado por
la alianza sostenida con las principales familias, sobre todo las del
centro y norte de la entidad: los Redo de la Vega, Almada, Bátiz e Izá-
bal en Culiacán; Echavarría, en Sinaloa; Johnston, en Los Mochis, y
Peiro, Inzunza y Retes en Mocorito; aprovechó la política federal en
materia de inversiones y abrió los recursos naturales, principalmen-
te mineros, al mundo exterior, atrayendo importantes capitales hacia
la sierra de El Fuerte, Choix, Sinaloa, Mocorito, Cosalá, San Ignacio
y Rosario, fundamentalmente; la Casa de Moneda de Culiacán trans-
formó los metales preciosos extraídos en riqueza palpable, contante
y sonante durante casi todo su gobierno, hasta que en 1905 el gobier-
no federal decidió regularizar la acuñación monetaria en el país, im-
posibilitando al estado para recibir los impuestos derivados de esta

182 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


actividad. La producción diaria promedio a moneda en oro y plata
fue de tres mil pesos durante 60 años
En materia de salud pública, el gobierno estatal colaboró decidi-
damente con los esfuerzos particulares y el profesionalismo médico
para atacar los brotes de enfermedades que se presentaron a lo largo
de este período, entre las que sobresale, por su magnitud y resulta-
dos, el combate a la peste bubónica entre 1902 y 1903 en Mazatlán, el
cual se convirtió en un modelo internacional para combatir con efi-
ciencia este flagelo mortal.
Con el permiso del gobierno federal para la implantación en To-
polobampo de una colonia integrada por extranjeros, el gobierno
estatal mantuvo una política de atención a las obras materiales que
construía, favoreciendo al final la apropiación del Canal Tastes por el
joven empresario Benjamin F. Johnston, quien se convirtió en el gran
impulsor del desarrollo y modernización del norte de Sinaloa. La di-
solución de la colonia no representó el éxodo de sus miembros, por-
que quienes decidieron quedarse en esta tierra aportaron grandes e
importantes innovaciones materiales y culturales que impactaron a
la sociedad de esa región de la entidad.
El trazo y tendido de la vía de los ferrocarriles (el que salía de To-
polobampo, otro que cubría el tramo Culiacán-Altata y uno más que
atravesaba la planicie sinaloense de norte a sur tocando San Blas,
Guamúchil, Culiacán, La Cruz de Elota y Mazatlán, y lateralmente El
Rosario y Escuinapa); la excavación del canal Tastes junto con los del
valle de Angostura, Guasave y Culiacán, entre otros; la construcción
de los ingenios azucareros de Los Mochis, Culiacán, Eldorado, Na-
volato y las haciendas productoras de mezcal en Pericos y Cacalotán;
la operación de la fundidora Rice en Mazatlán y las industrias texti-
leras en este puerto y Culiacán; las obras de saneamiento del puerto
de Mazatlán; la modernización arquitectónica de Culiacán; la edifi-
cación de los palacios municipales en El Fuerte y Rosario, Concordia,
así como los edificios educativos en Mocorito, Culiacán y Mazatlán;
la comunicación telegráfica y telefónica de las principales ciudades y
centros productores, así como el funcionamiento del sistema de di-
ligencias y el correo entre los núcleos regionales; la apertura de los

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 183


puertos de Mazatlán, Altata y Topolobampo y los de cabotaje en Can-
gilones (Guasave), Playa Colorada (Mocorito), El Guayabal (Culiacán)
y Teacapán (Escuinapa), le dio a la vida sinaloense un proceso de cre-
cimiento material que alimentó una vida académica permanente en la
institución de educación media y superior que operaba en Culiacán y
que tuvo efectivas repercusiones en el quehacer cultural en Mocorito
y Mazatlán, donde se publicaban periódicos, revistas y libros y se re-
presentaban obras de teatro que oxigenaron artísticamente a la socie-
dad sinaloense. En ese entonces Eustaquio Buelna y Enrique González
Martínez se convirtieron en los exponentes más distinguidos del que-
hacer cultural en Sinaloa.
El periodismo sentó sus reales en las principales ciudades de la
entidad. Se publicaron periódicos en El Fuerte, Mocorito, Culiacán
y Mazatlán, siendo en esta última donde se mostró el mayor descon-
tento hacia el régimen, alimentado por los miembros de la familia
Valadés, que le siguieron cobrando al general Cañedo el asesinato
de José Cayetano en 1879. Para el período 1903-1906 los colonos Ira
y Clarissa Kneeland publicaron el diario Our Hatch, que difundía en
inglés la riqueza regional del norte sinaloense en muchas ciudades de
Europa y la Unión Americana.
El combate frontal a los levantamientos armados que pretextaban
banderías políticas y se contentaban con el asalto a las casas de mone-
da, minas y comercios importantes se tradujo, con la muerte de Hera-
clio Bernal en 1888, en un clima propicio para el desarrollo de los ne-
gocios sobre todo mineros, que eran la principal actividad económica.
En esos momentos de relativa tranquilidad, los sinaloenses empe-
zaron a ver el mundo: participaron en la Exposición Internacional de
París, el ferrocarril propició la exportación de tomate a la frontera nor-
te, la navegación marítima comunicó al estado con las principales ciu-
dades del mundo, el carnaval de Mazatlán atrajo un público regional
dispuesto a gastar en la diversión y los hijos de las familias prominen-
tes salieron a educarse en las ciudades europeas y regresaron con nue-
vas ideas e innovaciones tecnológicas; sin embargo, las condiciones de
vida de los trabajadores no mejoraban materialmente, las utilidades
no se invertían en nuevos centros de trabajo y mucho menos en be-

184 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


neficios para la mano de obra que cada día era sujeta a la tienda de
raya y a jornales paupérrimos, además de las condiciones feudales
de explotación y dominación social por parte de los hacendados y
los capitalistas extranjeros.
De acuerdo con el historiador Héctor R. Olea las condiciones en
que se encontraba la sociedad sinaloense en los últimos años del go-
bierno porfirista de Sinaloa encabezado por Francisco Cañedo eran
las siguientes:

El general Francisco Cañedo había establecido en Sinaloa un go-


bierno patriarcal [...] Las reelecciones [...] fueron acumulando para
el pueblo la funesta herencia de Tuxtepec; el monopolio de la mi-
nería por empresas extranjeras; la formación de latifundios del
porfirismo; los odios incontenibles del pueblo hacia los prefectos
políticos; la angustiosa y trágica vida de los mineros; la miserable
existencia de los siervos del campo; las inhumanas tareas de los
trabajadores en las vías férreas; los privilegios económicos para un
grupo de científicos; la inamovilidad de los servidores públicos; la
intervención del comercio extranjero en los asuntos políticos; las
alcabalas y los impuestos; la supresión de los derechos humanos y
cívicos; el doloroso contraste de una clase alta o aristócrata y otra
baja o plebeya; el fomento de una educación religiosa y sin senti-
do popular; la falta de respeto a la vida y moral humanas; la inmo-
derada explotación que hicieron los Redo con la madera tintórea
palo de Brasil, exportándola con sus barcos Diego, Alejandro y
María Cristina; las lisonjas de la prensa conservadora y, por último,
el hambre que padecía el pueblo, amalgama de todas las clases so-
ciales o gleba anónima que vino con admirables abnegaciones y ne-
cesarias crueldades a reconquistar su libertad. (Olea, op. cit.: 34-35)

Cañedo salió del gobierno sinaloense por una fulminante enfer-


medad que no le permitió cumplirle al presidente Díaz aquello que
le prometió: «Conmigo subió y conmigo bajará del poder». Sostenía
que solamente temía a dos personas: al general Porfirio Díaz y a la
muerte. Se ausentó del poder en forma súbita, sin que se demeritara

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 185


el uso de sus facultades, pues hasta ese momento mantenía al estado
en un puño. El Congreso local lo declaró Benemérito del Estado: ha-
bía servido a Sinaloa como diputado, senador y gobernador.
Su muerte y su sucesión brindaron la oportunidad para que el
pueblo demostrara su repudio a un régimen preocupado por incre-
mentar las utilidades de los capitalistas, encontrando en la campa-
ña electoral el mejor espacio para manifestar su decisión de elegir
un gobernador que respondiera a sus intereses. Las candidaturas de
José Ferrel y Diego Redo de la Vega alinearon al pueblo sinaloense en
dos grandes bloques: los que deseaban un cambio y apoyaban a Fe-
rrel y quienes se mantenían apegados al viejo régimen y postulaban a
Diego Redo. Los resultados del Congreso contra Ferrel agudizaron el
sentimiento de repudio hacia un régimen caduco e indolente ante las
necesidades básicas de la sociedad, y al calor de la campaña electoral
por la nueva reelección de Porfirio Díaz, se incubó la revolución que
acabó con el antiguo régimen, en el que los antes jóvenes revolucio-
narios liberales se transformaron en viejos gobernantes aferrados a
un régimen con visos de modernidad material, pero socialmente injus-
to, que creó riqueza pero no supo distribuirla entre la población, sobre
todo la más necesitada. Curiosamente el ferrocarril, la innovación tec-
nológica más importante del régimen, se convirtió en el arma favorita
de sus opositores, los revolucionarios, quienes lo aprovecharon para el
transporte de los contingentes que le hicieron la guerra.

Manuel Monzón
(31 de agosto-2 de diciembre de 1877; 7 de febrero-7 de mayo de 1879)

El 31 de agosto, por licencia concedida por el Congreso a Francisco


Cañedo y ante la renuencia del vicegobernador Roberto Orrantia de
asumir el cargo, Manuel Monzón, presidente del Supremo Tribunal de
Justicia del Estado, se convirtió en gobernador del estado de Sinaloa.
El Congreso inició actividades el 15 de septiembre con la mayoría
de diputados reelectos. Para ayudar a remediar la hambruna, autorizó

186 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


un impuesto especial sobre capitales raíces e inmobiliarios; desecha-
do el impuesto facultó al gobernador a gestionar un préstamo.
El 27, el gobernador comisionó visitas a las prefecturas, adminis-
traciones de rentas y juzgados para inspeccionar sus funciones y libros
de contabilidad, encontrando serias anomalías, sobre todo porque la
instrucción de Gabriel Peláez, contador de la Tesorería, era no llevar
contabilidad. En el cambio de administrador de la Aduana Marítima
de Mazatlán, se descubrió otro fraude; en Culiacán, Teodoro Cruz,
jefe de Contribuciones en Culiacán, huyó durante la visita.
El 19 de octubre el Congreso facultó al gobernador a gestionar un
préstamo, que no pudo efectuarse por un adeudo anterior aún vigen-
te, por lo que el Legislativo autorizó un impuesto especial para paliar
el hambre de los pobres.
En su segundo período como gobernador, Monzón expidió el
presupuesto de egresos reduciéndolo a 100 000 pesos, lo que le va-
lió la animadversión de los empleados públicos, que lo calificaron de
miserable. Su relación con el Congreso no fue del todo buena: llamó
torpes a los diputados y dijo no necesitar de ellos para gobernar. El
31 de marzo, el Congreso, erigido en Gran Jurado, liberó a Cañedo de
toda responsabilidad en el asesinato de Valadés, por lo que pudo re-
tomar la gubernatura el 8 de mayo.

Cnel. Cleofas Salmón


(20 de septiembre de 1879)

Francisco Javier Gaxiola lo retrata con las siguientes palabras:

Hijo del Estado y uno de los militares que tienen mejor hoja
de servicios. Principió su carrera de soldado raso y ha llegado
a ceñirse la banda de general. Hizo en Sinaloa toda la campaña
durante la guerra de Reforma y la Intervención francesa. Defen-
dió la causa republicana en otros estados, siempre con dignidad
y valor. Vicegobernador durante el cuatrienio 1880-1884, ocupó
el cargo de gobernador en sustitución del titular. Vivió en Cosalá,

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 187


donde desempeñó la prefectura en múltiples ocasiones. (Gaxiola,
op cit.: 238-239)

Por su parte, Eustaquio Buelna afirma:

Uno de los jefes, el otro fue don Cristóbal Romero, del contingen-
te liberal comandado por don Atanasio Aragón, que derrotó a las
fuerzas proimperialistas de don Francisco de la Vega en una ba-
talla celebrada por el oriente de Culiacán a finales de septiembre
de 1864. Se distinguió en la batalla de San Pedro, luchando jun-
to a su jefe, el coronel Antonio Rosales; en esta inolvidable epo-
peya, don Cleofas Salmón ostentaba el grado de teniente coro-
nel [...] Mientras esos sucesos pasaban en el sur (febrero 1865),
Rosales establecía en el norte una línea militar para poner a los
distritos de Mocorito, Sinaloa y El Fuerte a cubierto de cualquier
invasión, y hacía que Cosalá enviara a Culiacán un cuerpo de tro-
pas allí organizado, que puso a las órdenes del teniente coronel
don Cleofas Salmón para contribuir a la defensa del país. (Buel-
na, 2007: 97-98)

Mariano Martínez de Castro


(septiembre de 1880-27 de septiembre de 1884; 26 de septiembre de
1888-26 de septiembre de 1892)

Hombre acomodado de una familia distinguida del Estado de Si-


naloa; cerró sus oídos al egoísmo propio de los hombres de fortu-
na para prestar su cooperación al Estado en los cargos públicos.
Nació en la ciudad de Culiacán en 1841. Muy joven se le en-
vió a México donde recibió su título de Ingeniero topógrafo. A
su regreso al Estado, fue nombrado Munícipe a la Prefectura Po-
lítica de Culiacán. Siendo Senador de la República consiguió que
se declarara Puerto de Altura el de Altata y la concesión de un
ferrocarril que uniese a dicho puerto con la capital de Durango.
Fue posteriormente Gobernador del Estado y a instancias de él se

188 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


deben las líneas telegráficas que pusieron de inmediato contacto
con Tepic, Mazatlán, Culiacán y Alamos, con la línea general de
telégrafos. Esta mejora la hizo extensiva a varios distritos del Es-
tado. Puso a flote la Hacienda Pública y dotó al Colegio «Rosales»
con un espléndido edificio, expidiendo leyes adecuadas a tan lau-
dable objeto. Nuevamente es electo Gobernador en 1888. Intro-
dujo a Sinaloa el textil, riqueza que ha dado fama a Yucatán. Pro-
veniente de una de las cuatro familias más importantes del estado
que constituyeron un poderoso núcleo oligárquico, consolidado
gracias a la política del Gral. Francisco Cañedo. Durante su gu-
bernatura en el año de 1890 logró traer a Sinaloa, específicamente
a Culiacán, al Ing. Luis F. Molina, quien dio a la ciudad un perfil
urbano. (INEHRM, 1996)

El 29 de diciembre de 1879, el Congreso del Estado puso en vigor


la ley electoral del 13 de mayo de 1870, preámbulo para organizar las
próximas elecciones estatales en favor de Mariano Martínez de Cas-
tro como gobernador y Cleofas Salmón a la vicegubernatura, que-
dando el Legislativo y el Judicial favorables a Cañedo.
Los ciudadanos sinaloenses acudieron a las urnas el 28 de mar-
zo de 1880. Martínez de Castro triunfó en la mayoría de los distritos,
salvo Mazatlán, donde compitió el general Domingo Rubí. Los asun-
tos judiciales fueron cada vez más escandalosos y el desprestigio al-
canzó a Manuel Monzón, acusado de favorecer las causas de la Casa
Peña, mientras Cañedo arreglaba su casa en Culiacán usando los bie-
nes estatales en su beneficio y el prefecto Francisco M. Andrade en-
viaba a su rancho los animales mostrencos detenidos en la ciudad; el
descontento aumentaba por los excesos cometidos por órdenes de
Manuel Inzunza en Mocorito y Cleofas Salmón en Cosalá y la aplica-
ción de la ley fuga como solución a los juicios por asalto, según reco-
mendaba Porfirio Díaz para poner orden en la nación.
La prensa del Estado, amordazada por el gobierno, no influía en
el ánimo popular: El Monitor del Pacífico, con sede en Mazatlán, con-
tratado por el general Carbó, dedicó sus páginas al general Manuel

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 189


González, candidato a la sustitución de Díaz en la presidencia de la
República para el cuatrienio 1881-1884.
En el mes de junio, el general Jesús Ramírez Terrón tomó el cuartel
federal de Mazatlán al grito de «¡Viva Iglesias!», candidato no porfiris-
ta a la presidencia de la República; el 27 se efectuaron las elecciones fe-
derales, en las que resultaron ganadores los candidatos impuestos por
la presencia de las armas, aunque ello no impidió los brotes de oposi-
ción armada de los iglesistas y anticañedistas.
El 4 de julio se enfrentaron en Villa Unión las fuerzas federales al
mando del coronel Bernardo Reyes contra las iglesistas del general
Jesús Ramírez Terrón; derrotado Reyes, Ramírez salió rumbo a Con-
cordia. En San Ignacio, Fortino Lafarga se pronunció contra el go-
bierno en apoyo a Ramírez. Efectuadas las elecciones el 11 de julio en
medio de la desorganización electoral más escandalosa, fueron elec-
tos por mayoría abrumadora el general Manuel González a la presi-
dencia de la República, Joaquín Redo a la senaduría y el general Car-
bó a la diputación, con Justo Sierra como suplente.
El 16 de agosto Mariano Martínez de Castro firmó en la ciudad
de México el contrato para la construcción del ferrocarril Culiacán-
Altata, proyecto impulsado por el ministro de Fomento del gobierno
federal. Mientras tanto en Sinaloa, antes de terminar su mandato, el
20 de septiembre Cañedo llamó a Cleofas Salmón para entregarle el
poder mientras Martínez de Castro regresaba de la capital, evitando
con ello que lo recibiera Manuel Monzón, de quien desconfiaba que
le cubriese la espalda. Dos días después fue asesinado Jesús Ramírez
Terrón en El Salto, distrito de Mazatlán; el 25 la Legislatura dio un
voto de gracia a Cañedo por los valiosos servicios prestados al impo-
ner la tranquilidad pública, frustrándose su nominación como Bene-
mérito del Estado por la oposición popular; el 27 entregó el poder a
Cleofas Salmón.
Salmón otorgó permiso para la procesión de la Virgen del Rosario
en Culiacán, encontrándose con la animadversión de Cañedo, sin em-
bargo se sostuvo argumentando la liviandad de un pecado menor con-
tra la corrupción de los funcionarios inmiscuidos en los permisos de
juego con la complacencia de los diputados.

190 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


La venganza contra los partidarios de Ramírez Terrón fue ma-
yúscula: fueron fusilados sin formación de causa, sin interrogación
ni respeto alguno. El 29 de octubre el Congreso del Estado expidió
la Constitución reformada, disponiendo que los distritos políticos
fueran nueve, con lo que Badiraguato quedó fuera de la lista; asimis-
mo, los nombramientos de prefectos, alcaldes y otras autoridades se
harían directamente desde el gobierno y los alcaldes serían propues-
tos en terna por el prefecto; además, se suspendió la garantía que abo-
lía la pena de muerte. La exclusión de Badiraguato se resolvió con un
acuerdo del Congreso, que observado por el gobierno generó nuevas
controversias con el Legislativo.
El 18 de diciembre el gobernador designó a Eustaquio Buelna
como tesorero general y a don Gabriel Peláez como contador; el 28
se reasignó el contrato del ferrocarril Altata-Culiacán-Durango a un
inversionista de Nueva York de apellido Adams, y el 30 se concluyó la
línea telegráfica Culiacán-Altata.
En 1881 Francisco Peña Montoya fue designado secretario de Go-
bierno por el gobernador Martínez de Castro. La voz del pueblo adu-
cía enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Legislativo, partidario de
Cañedo, que prometía el encausamiento del gobernador y el regreso
de Cañedo a ocupar un escaño en la Legislatura local para impulsar-
los nuevamente al gobierno provisional de Sinaloa; en febrero se es-
tableció el telégrafo entre Culiacán y Mazatlán y los trabajos conti-
nuaron hacia Álamos.
Ante la supresión del distrito de Badiraguato, se realizaron nuevas
elecciones, en las que obtuvieron mayoría Marino Salazar como titu-
lar y Joaquín Vega como suplente; el Congreso, con dispensa de trá-
mite, acordó la supresión del distrito de Badiraguato y su diputado.
El 13 de julio Nicolás Zazueta, el Borrego, declaró que el prefecto
de Culiacán, Francisco M. Andrade, lo contrató para asesinar a José
Cayetano Valadés, ofreciéndole dinero, arma y protección, que no le
cumplieron, pues Cañedo ordenó su muerte; al día siguiente le apli-
caron la ley fuga, sepultando este litigio.
Las rentas del Estado mejoraron por el cambio de funcionarios
y la aplicación de un sistema de contabilidad apegado a la realidad,

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 191


cubriéndose los compromisos con los empleados al generarse un in-
cremento sustantivo; en Mazatlán se inauguraron los cursos de la
Escuela Náutica Mercante que hoy lleva el nombre del capitán An-
tonio Gómez Maqueo, mientras que en Culiacán se abrían los cursos
de la Escuela Normal de Preceptores en el Colegio Rosales y Mar-
tínez de Castro autorizó la compra del gabinete de f ísica para esta
institución. En septiembre se conectaron Culiacán y Álamos por el
telégrafo; el día 28 de septiembre azotó un terrible huracán sobre los
distritos del sur y el gobierno envió apoyos materiales para remediar
algunos de los males derivados del meteoro.
En 1882 se inauguró la ruta del Ferrocarril Occidental de México
—El Tacuarinero—, para cubrir la distancia entre Culiacán y Altata. En
1883 Francisco Gómez Flores fundó en Mazatlán el periódico La Voz
de Mazatlán; en septiembre, ante la epidemia de fiebre amarilla que
azotó los litorales y puertos —la cual cobró la vida de la cantante de
ópera Ángela Peralta—, se estableció una comisión médica integrada
por Carlos E. Thompson y Andrés Lasseter, Francisco Peña Montoya
y Juan y Francisco Rojo, que atendieron especialmente el brote que se
presentó en La Brecha, Guasave; Heraclio Bernal entró con su gavilla
por el sur de Sinaloa y atacó el pueblo de Conitaca; la línea telegráfica
llegó a Mocorito y se inauguró la Casa de las Diligencias.

Construir para avanzar

El 26 de septiembre de 1888 Mariano Martínez de Castro fue elec-


to por segunda ocasión y tomó posesión del gobierno estatal para el
cuatrienio 1888-1892. En Mazatlán, los empresarios suscribieron un
lote de acciones para financiar la introducción de agua potable en el
puerto; el gobernador Martínez de Castro visitó la colonia de Topo-
lobampo y se abrieron escuelas para varones en Ahome, Tehueco y
Mochicahui.
En 1889 Carlos A. Berguido se desempeñó como inspector de Ins-
trucción Pública y se abrieron escuelas primarias en Potrerillos, Las
Vegas, Nuestra Señora y La Higuerita; en el distrito de Concordia se

192 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


reportaron daños por el exceso de lluvias en la región; en el puerto de
Mazatlán se instaló el Banco de Occidental de México y las sucursa-
les de los bancos Nacional de México y de Londres y México. El 4 de
diciembre la Legislatura aprobó el proyecto de construcción del Tea-
tro Apolo, autorizando al gobierno la contratación de un préstamo.
Jesús Escobar, prefecto de Mazatlán, inauguró en 1890 la intro-
ducción del agua potable al puerto de Mazatlán; el gobierno federal
autorizó el proyecto para la construcción del canal Tastes como obra
pública para uso de los miembros de la colonia de Topolobampo; la
Sociedad Sandoval y Pacheco y el gobierno federal firmaron un con-
trato para el deslinde de tierras en Sinaloa; Bruno Simansky empezó
los trabajos para introducir el agua potable a Cosalá; en Elota apare-
ció un brote de viruela y el joven visionario Benjamin Francis Johns-
ton llegó al valle de El Fuerte.
El 4 de enero de 1891 empezó la construcción del canal Tastes,
obra realizada por los colonos bajo la dirección del ingeniero Eugenio
Tays, uno de los precursores del desarrollo del valle del Fuerte; el go-
bernador Martínez de Castro publicó la Ley de Instrucción Pública
del Estado de Sinaloa y en El Rosario empezó a publicarse el periódi-
co El Sur de Sinaloa; la Sociedad Sandoval y Pacheco deslindó los te-
rrenos de El Palmar de los Leal, Bequillos, Carricitos, La Palma y Lo
de Gabriel, en el distrito de Mocorito.

Eriberto Zazueta
(6 de junio de 1909-27 de septiembre de 1909)

De él, Héctor R. Olea nos dice que

nació en San Javier, distrito de San Ignacio, en 1859; estudió en el


Seminario Conciliar de Culiacán y en la Escuela de Jurispruden-
cia en Guadalajara, Jalisco, donde recibió el título de licenciado
en Derecho en 1885; desde entonces sirvió a la administración,
desempeñándose como un hombre honorable y servidor leal del

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 193


general Cañedo. [...] Alejado de la política finó sus días el 18 de
septiembre de 1915 en Guadalajara, Jalisco. (Olea, op. cit.: 38)

Al renunciar a su postulación como candidato al gobierno del es-


tado, sostuvo:

Soy enemigo de toda lucha personalista y de toda pugna que lle-


ve a la división de los buenos elementos de la sociedad. Nunca he
tenido ambiciones y mi papel al lado del señor general Francisco
Cañedo ha sido el de un amigo leal y el de un honrado colabora-
dor, sostenedor de los principios políticos de ese ilustre hombre
público. (Ibíd.: 39)

En 1909 en Guasave se integró el Club Reeleccionista Miguel Hi-


dalgo; en la casa de la familia Cervantes se desarrolló la Convención
Antirreeleccionista, dirigida por Jesús García Famanía y en la que
participaron Juan R. García, Refugio Ahumada, Glafiro López, Felipe
Riveros, Jorge Duriart, Genaro Elenes, José María Angulo, Eduwiges
Álvarez, Baltazar Angulo, Irineo Espinoza, Manuel P. Estrada, Isabel
García, Abel M. Álvarez, Roque Ahumada, Lázaro Camacho, Carlos
Castro, Enrique Díaz y Arcadio Beltrán representando a los clubes de
Angostura, Mocorito, Guasave y Sinaloa.
En Mocorito, Enrique González Martínez y Sixto Osuna publi-
caron el periódico Voz del Norte y se dejó de editar la revista Arte.
Por su parte, llegó a la capital del estado el Ferrocarril Sud-Pací-
fico, uniendo a Culiacán hacia el norte, y también en Culiacán se in-
tegró el Club Reeleccionista 2 de Abril; el 18 de abril el gobernador
Francisco Cañedo inauguró el paso del Ferrocarril Sud-Pacífico en
Mazatlán y el Banco de Sonora abrió una sucursal en esa ciudad.
El 5 de junio murió Francisco Cañedo, gobernador de Sinaloa
para el cuatrienio 1908-1912, y la sucesión levantó gran interés po-
pular. Así, el 14 de junio el Congreso del Estado convocó a elecciones
extraordinarias para gobernador; el 25 de junio el joven Rafael Buel-
na Tenorio salió del Colegio Rosales encabezando una manifestación
que promovía la candidatura de José Ferrel y el 28 fue expulsado de la

194 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


institución por orden del gobernador; en Copala, distrito de Concor-
dia, Francisco Niebla fundó el Club Bernardo Reyes para apoyar la
candidatura de José Ferrel, y aparecieron otros clubes en Santa Lucía,
Pánuco, Concordia, Tepuxta y El Verde; en San José de Gracia, dis-
trito de Sinaloa, se integró el Club Reeleccionista Antonio Rosales.
En el proceso electoral participaron originalmente cuatro corrien-
tes políticas salidas del mismo régimen:
1. Los viejos porfiristas, que pretendían la herencia del general Fran-
cisco Cañedo;
2. Los nuevos porfiristas, partidarios del ministro de Hacienda, José
Ives Limantour, también denominados científicos: jóvenes edu-
cados en Europa que pretendían continuar en el poder a la ausen-
cia del viejo dictador, encabezados en Sinaloa por el joven Diego
Redo de la Vega;
3. Los amigos del vicepresidente Ramón Corral, que hacían armas
para arribar al poder; y
4. Los viejos reyistas —partidarios del general Bernardo Reyes, go-
bernador de Nuevo León, que ya había demostrado sus deseos
de convertirse en el sucesor del viejo dictador— y que acordaron
apoyar al candidato de la oposición, José Ferrel.

Al final, tres de los cuatro grupos se alinearon alrededor del em-


presario Diego Redo de la Vega, nominándolo como candidato único
de los porfiristas y simpatizantes de Ramón Corral integrados en el
Club Central Electoral.
Contra todos ellos se enfrentó José Ferrel, director de El Correo de
la Tarde, periódico mazatleco, orientador de la opinión pública contra
los gobiernos porfirista y cañedista, apoyado por el pueblo y los simpa-
tizantes de Bernardo Reyes, integrados en el Club Democrático Sina-
loense. José Ferrel, periodista en la ciudad de México, al decir de José
C. Valadés, mantenía alguna relación con el presidente Díaz.
El 8 de agosto se realizaron las elecciones para gobernador y el
24, después de un proceso electoral muy competido, el Congreso de-
claró triunfador a Diego Redo, quien el 27 de septiembre tomó pose-
sión del cargo.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 195


Diego Redo de La Vega
(27 de septiembre de 1909-26 de mayo de 1911)

El Diccionario Biográfico de la Revolución Mexicana, publicado por


el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexi-
cana, dice lo siguiente:

Nació en Culiacán en 1869. Hijo del comerciante español Joaquín


Redo y Balmaceda, quien se casó con Alejandra de la Vega, hija
de una familia importante de Culiacán. Joaquín Redo, aliado de la
política cañedista, formó parte en 1880 del círculo de los familia-
res de Romero Rubio que frecuentaban entonces los jóvenes «po-
sitivistas» que más tarde serían los «científicos». Transmitió a su
hijo su fortuna y relaciones políticas.
Diego, ligado al grupo científico, entabló gran amistad con
Ramón Corral. Estudió la primaria en la escuela municipal de
Mazatlán, misma que concluyó en San Francisco, California; la
secundaria la realizó en el Colegio St. Matthew’s Military Aca-
demy. Años después su padre lo llevó a la ciudad de México a es-
tudiar la preparatoria. Posteriormente partió a Inglaterra, donde
ingresó a un internado para continuar sus estudios. Cuando tenía
18 años prosiguió su educación en Francia, en una academia mi-
litar. Su permanencia en el extranjero lo mantuvo al margen de los
negocios de su padre. Llevó una vida propia de hijo de familia rica,
que le trajo un cierto desapego a los intereses particulares de ésta,
originando algunas pugnas con sus hermanos.
El fallecimiento del fundador de la familia y responsable de la
riqueza acumulada, determinó que Diego, como el miembro ilus-
trado y político de la familia, se relacionara con los aspectos con-
tractuales y financieros de las negociaciones heredadas, demos-
trando su capacidad en estos menesteres. De esta manera se ligó
en lo económico y en lo político con las principales figuras del
porfiriato en el estado. Diego no sólo fue el clásico cacique que
ejerció dominio en una sola región, sino que además incursionó
como empresario, ligado al grupo de los científicos en la entidad.

196 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Al iniciarse la campaña electoral, de 1909, el ministro de Ha-
cienda, José Yves Limantour, director de la política provinciana y
nacional, lo identificó como el instrumento salvador para su parti-
do, y lo animó con todo vigor para contender por la gubernatura,
hasta hacerle llegar al poder, gracias a la influencia que desde la ca-
pital se ejerció en territorio sinaloense. Este proceso electoral re-
presentó una verdadera lucha democrática después de 32 años del
monopolio político ejercido por el gobernador Francisco Cañedo,
y desató las inquietudes retenidas por años de paz forzada, ya que
el otro candidato, José Ferrel, contó con un fuerte apoyo popular. A
pesar de todo, Redo ganó las elecciones del 8 de agosto con una mí-
nima diferencia de votos. Con ello, se realizó una vieja aspiración
de su padre, aunque su triunfo resultó un tanto indiferente para la
familia, debido a las fricciones que existían entre ellos. El goberna-
dor electo no era popular, pero tenía el apoyo de algunos comer-
ciantes, de los hacendados y de la burocracia civil y militar, y no era
de dudar que los peones de La Aurora, El Coloso y la hacienda El-
dorado hubieran sido obligados a votar por él. En los últimos días
del mes de septiembre protestó como gobernador en el teatro Apo-
lo, adornado profusamente para la ocasión; además, se le compu-
so la marcha Viva Redo. Integró su gobierno con gente como Fran-
cisco Sánchez Velázquez, Teodoro Valenzuela, Enrique González
Martínez, Genaro Estrada y Esteban Flores. El 28 de abril de 1911,
preocupado por el auge del movimiento revolucionario, publicó un
manifiesto al pueblo de Culiacán, en donde señalaba que: «El pue-
blo debe tener entendido que todas sus aspiraciones políticas son
comprendidas y atendidas por este gobierno, y que ya están en el
seno del H. Congreso del Estado, para su aprobación, las iniciativas
legales que tienden a asegurar a los sinaloenses el poder público de
la entidad, la no reelección del gobernador y el ejercicio efectivo
del derecho de sufragio; quedando así más que nunca desautoriza-
das las peticiones armadas y despejado el camino de la libertad».
Ni las reformas ni el aumento del presupuesto para gastos
de seguridad pública ni los llamados a la población para que co-
operara en la defensa de la ciudad, lograron detener el movimiento

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 197


armado que se había desatado. En los últimos días del mes de
mayo, Diego Redo renunció a la gubernatura, casi al mismo tiem-
po que Porfirio Díaz hacía lo propio en la presidencia, y salió de
Culiacán para el destierro con destino a Los Ángeles, California.
Posteriormente se exilió en Francia y luego en España.
Su administración duró prácticamente un año y tres me-
ses, de octubre de 1909 hasta mayo de 1911. Acompañó a Díaz a
París, Francia, donde fue su secretario particular, después re-
gresó a México y radicó en la casa-hacienda Eldorado. Su pre-
sencia influyó por mucho tiempo en la designación de síndicos
y jueces. A pesar de haberse establecido en este pueblo, realizó
frecuentemente viajes de negocios a Inglaterra y Francia. Murió
el 13 de enero de 1963 en la ciudad de México. (Diccionario Bio-
gráfico..., 1992: 585-586)

La campaña electoral por la presidencia de la República

La pérdida de la gubernatura de Sinaloa impulsó a los partidarios de


Ferrel a participar con más ahínco en la campaña electoral por la presi-
dencia de la República encabezada por el general Porfirio Díaz y el em-
presario coahuilense Francisco I. Madero, quien llegó el 2 de enero de
1910 al puerto de Mazatlán acompañado por su esposa y Roque Es-
trada para comenzar su gira política por el estado; el 4 arribó a Culia-
cán, celebrando una reunión presidida por Juan Francisco Vidales en
la Sociedad Mutualista, donde se eligió al Club Antirreeleccionista
dirigido por Manuel Bonilla; el 6 visitó Angostura y pasó por la Villa
de Sinaloa y El Fuerte en su viaje a Álamos, Sonora.
En Ibonía, el Palmar de los Ceballos y La Huerta, distrito de Co-
salá, se integraron los clubes políticos reeleccionistas para apoyar a
Porfirio Díaz; el 15 de abril los clubes antirreeleccionistas celebraron
su Congreso Nacional en la ciudad de México, al cual acudieron Ro-
sendo Verdugo y Felipe Riveros como delegados por Sinaloa; el 10 de
junio se levantó en armas el primer grupo revolucionario dirigido
por Gabriel Leyva Solano, quien fue aprehendido por los rurales el

198 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


día 12 y asesinado el 13, convirtiéndolo en el protomártir de la Revo-
lución mexicana; el 15 de septiembre el gobernador Diego Redo in-
auguró en Mazatlán el Paseo del Centenario y las glorietas Germa-
nia, Redo y Claussen; en El Rosario se puso en marcha el servicio de
energía eléctrica pública y en Concordia se terminó de construir el
palacio municipal, colocándole un reloj de campanas traído de Italia.
El 19 de noviembre, un día antes del levantamiento en armas convoca-
do por Francisco I. Madero, la policía de Culiacán encontró en la casa
de Ramón F. Iturbe un arsenal, los conjurados huyeron al pueblo de
Tamazula, Durango, para lanzarse a la revolución.

Conclusiones

Durante los años 1855-1911 el estado liberal sinaloense vivió una


transformación sorprendente al convertirse de intención jurídica a
realidad con alto grado de impacto social.
En los primeros 25 años su característica principal fue la inestabi-
lidad social derivada del estado de guerra —la librada contra la inter-
vención extranjera, la presentada entre las facciones nacionales y la
derivada de las luchas por el poder regional—; ni siquiera Eustaquio
Buelna, primer gobernador que asumió el cargo con un fuerte respal-
do popular, logró mantenerse en el Ejecutivo, y aunque fue depuesto
por los golpistas porfirianos recuperó la autoridad y convocó a elec-
ciones; sin embargo, en estos 25 años se cimentó el estado liberal al
establecerse las normas y las instituciones que lo significaron: leyes
de Reforma, primeras instituciones educativas, Casa de Moneda de
Culiacán, Congreso del Estado, un sistema jurídico, un aparato admi-
nistrativo recaudatorio y una vida electoral que funcionaban a pesar
de todas sus deficiencias.
El siguiente período (1880 a 1909), con el general Francisco Ca-
ñedo en el ejercicio del poder Ejecutivo, presentó breves momentos
de inestabilidad, sobre todo en el puerto de Mazatlán por el enfrenta-
miento con los comerciantes extranjeros, el asesinato del periodista
José Cayetano Valadés y la peste bubónica de 1902-1903; sin embargo,

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 199


comparado con el período anterior, fue un tramo fructífero en cuanto
al desarrollo social y económico, ya que se abrió la minería a la inver-
sión extranjera, la Casa de Moneda trabajó con pleno reconocimien-
to social por la calidad de su producto y la inmigración de los colo-
nos en Topolobampo fue un factor que impulsó —con innovaciones
científicas y culturales— el desarrollo del norte sinaloense; a su vez,
se extendieron las vías de comunicación y se otorgaron permisos para
la corrida de diligencias, alentando contratos para la apertura de ru-
tas de ferrocarriles y navieras, con lo cual se incrementó el comercio
regional e internacional; la educación se consolidó con el manteni-
miento del Colegio Civil Rosales y el establecimiento de escuelas pri-
marias básicas y superiores; la cultura alcanzó un lugar importante
con la edición de periódicos y revistas de corte regional, con la con-
secuente organización de grupos de intelectuales y críticos sociales,
etcétera. En fin, puede afirmarse que el estado liberal sinaloense se
consolidó como forma de gobierno desarrollando un aparato admi-
nistrativo que hizo respetar sus acuerdos e instituciones; sin embar-
go, la injusticia se implantó contra las capas sociales más desprotegi-
das de la población, por lo cual el progreso económico estuvo fincado
en una despiadada explotación de los trabajadores y la negación de
sus derechos en beneficio de una aristocracia regional y los inversio-
nistas extranjeros.
La muerte de Francisco Cañedo se presentó en 1909, cuando el
dictador ejercía el poder con plena autoridad: durante treinta años
había obtenido la experiencia suficiente para gobernar Sinaloa con
sapiencia, aprovechando las ventajas que le daba un sistema admi-
nistrativo creado por él y perfeccionado en beneficio de la oligarquía
que representaba; los poderes Legislativo y Judicial, así como la acor-
dada, acataban sus disposiciones con plena obediencia y su relación
con el presidente Díaz no tenía sombra a la vista.
La sustitución de Cañedo le dio a la sociedad sinaloense la opor-
tunidad de expresar —vía el proceso electoral— su inconformidad
por todos los atropellos de su administración, pero explotó con ma-
yor fuerza cuando se le impuso al joven científico Diego Redo de la
Vega en el Ejecutivo estatal, a lo cual se sumó la octava reelección de

200 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Díaz en la presidencia y la ejecución de Gabriel Leyva Solano en Ca-
brera de Inzunza el 13 de junio de 1910, preludios de una revolución
que trastocó hasta los cimientos el aparato administrativo del estado
liberal sinaloense.
Pero no fue la muerte de Cañedo ni la renuncia del presidente
Díaz lo que acabó con el estado liberal, sino la inconformidad social
convertida en revolución popular, un torbellino nacional alimentado
regionalmente, lo que arrasó con un sistema injusto que durante tres
décadas acumuló riqueza a base de la explotación y la negación de los
derechos de los sinaloenses.
En la segunda etapa (1880 a 1909) el gobierno de Sinaloa demos-
tró su capacidad para generar riqueza económica, política, cultural y
educativa, pero así también su incapacidad para distribuirla social-
mente, deficiencia que acarreó su propia destrucción en la revolu-
ción iniciada en 1910.
Según la cronología realizada por Héctor R. Olea, entre el 8 de no-
viembre de 1855 —fecha en que tomó posesión del Ejecutivo estatal
Pomposo Verdugo— y el 21 de mayo de 1911 —día en que presentó su
renuncia al gobierno de Sinaloa Diego Redo de la Vega—, se cuentan
53 personas que ejercieron 118 veces la titularidad del poder Ejecuti-
vo, unos por más y otros por menos tiempo, unos por única ocasión
y otros en diferentes oportunidades (véanse anexos en el tomo iii). La
formación social, la personalidad de cada uno de los gobernadores,
sus ambiciones personales, las condiciones en que vivieron y tuvieron
que decidir las acciones de sus gobiernos, fueron los elementos funda-
mentales que orientaron el rumbo de la sociedad sinaloense.

Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911 | 201


r
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206 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Sobre los autores

Heriberto Manuel Galindo Quiñones


(Guamúchil, Sinaloa, 1951). Político, escritor, catedrático, diplomático y
funcionario público. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pú-
blica por la UNAM (1973). Director General del Consejo Nacional de Recur-
sos para la Atención de la Juventud. Diputado federal y coordinador de la
bancada sinaloense en 1994-1997 y 2012-2015. Miembro de las comisiones
de Hacienda y Crédito Público, Ciencia y Tecnología, Comunicación Social
y presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Dipu-
tados en la LXII Legislatura. Presidente fundador del Instituto de Capaci-
tación y Desarrollo Político (icadep) del PRI. Secretario de Información
y Propaganda, miembro de la Comisión Política Permanente del Consejo
Político Nacional, coordinador del Comité Editorial Nacional y secretario
adjunto de la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Cónsul
General de México en Chicago, EE. UU., y Embajador de México en Cuba.
Presidente de la Fundación para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C.

Ronaldo González Valdés


(Culiacán, 1960). Sociólogo y ensayista, autor de los libros Acercamientos
(ensayos de teoría social, historia y filosof ía) (1991), uas: un discurso ram-
pante (1966-1985) (1992), Merodeos (una mirada generacional) (1996), Sina-
loa: una sociedad demediada (2008); coautor de Democracia y elecciones
en Sinaloa (1994) y La cultura en Sinaloa, narrativa de lo social y la violen-
cia (2013). Colaborador de distintas publicaciones regionales y nacionales
como las revistas Nexos y Politeia de la cual es presidente del consejo edito-
rial. Ha sido Director General de la Dirección de Investigación y Fomento

207
de Cultura Regional (difocur) del gobierno de Sinaloa (1999-2008) y Sub-
secretario de Planeación Educativa de la Secretaría de Educación Pública
y Cultura (sepyc) de Sinaloa. Actualmente es profesor e investigador de la
Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Vladimir C. Ramírez Aldapa


(Culiacán, 1968). Licenciado en Comunicación por la Universidad de Oc-
cidente (1980). Maestro en Gestión de Políticas Públicas y doctorante en
Gerencia Pública y Política Social.
Coautor de Participación Social, transparencia y rendición de cuentas:
indicadores de la democracia. Colaborador de Aldea 21.

Gitzel Aleida Vidales Ibarra


(Culiacán, 1974). Estudió la licenciatura en Mercadotecnia y maestría en
Administración con orientación en Negocios Internacionales en la Univer-
sidad de Occidente. Realizó un diplomado en Formación de Instructores
Nacionales con especialidad en Capacitación Electoral por el ICADEP-PRI-
UNAM. Directora del Colegio Atenas del Humaya y capacitadora electoral
PRI-Sinaloa 2000-2014.

nicolás Vidales Soto


(Culiacán, 1950). Egresó de la Escuela Normal de Sinaloa en 1968, de la li-
cenciatura en Economía de la Universidad Autónoma de Sinaloa en 1978
y de la maestría en Economía por la División de Estudios Superiores de la
Facultad de Economía de la UNAM en 1982. Se ha desempeñado como Se-
cretario Académico de la División de Estudios Superiores de la Facultad de
Economía de la UNAM, Director de Administración y Finanzas de Cobaes,
Secretario Académico de la División de Estudios Superiores de la UAS, y
Director del Centro de Estudios Sindicales de la Confederación de Traba-
jadores de México en Cuernavaca, Morelos. Autor de La Esperanza, visión
profética del Gral. Juan José Ríos; El hombre del paliacate, Rodolfo T. Loaiza
¿un crimen de Estado?; Sinaloa, un estado con historia y Sinaloa 1810-2010.

208 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Álbum fotográfico
Pomposo Verdugo.
Cnel. Francisco de la Vega.
Gral. Miguel Blanco.
Leonardo Ibarra.
Gral. José María Yáñez.
Gral. Ignacio Pesqueira.
Gral. Ignacio Pesqueira.
  Plácido Vega Daza.
 

Manuel Márquez de León.


 
Plácido Vega Daza.
Gral. Jesús García Morales.
Gral. Antonio Rosales.
Gral. Antonio Rosales.
  Voy a defender a la patria... llamado
 
de Antonio Rosales para marchar a la
batalla de San Pedro.

220 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Gral. Domingo Rubí.
Manuel Monzón.
Eustaquio Buelna.
Escultura en bronce ubicada en la Plazuela Rosales de Culiacán.
 

Eustaquio Buelna.
 
Grabado de Erasto
Cortés.
Blas Ibarra.
Jesús María Gaxiola.
Gral. Francisco Cañedo.
El gobernador Francisco Cañedo, al centro en la segunda fila departiendo con sus
 
amigos en Mazatlán.

Funerales del gral. Francisco Cañedo, gobernador de Sinaloa, junio 1909.


 
Gral. Cleofas Salmón.
Mariano Martínez de Castro.
Mariano Martínez de Castro.

Álbum Fotográfico | 231


232 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)
Índice

Presentación
|Heriberto M. Galindo Quiñones. . ...................................................... 5

Introducción............................................................................. 11

Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855


|Ronaldo González Valdés |Vladimir C. Ramírez Aldapa.................17

El proceso histórico....................................................................19
Antecedentes..................................................................................21
Primer enfrentamiento entre notables:
el Estado Interno de Occidente......................................................23
El Estado de Sinaloa: enfrentamiento
entre dos grupos de notables............................................................... 27
La disputa en el centralismo (1836-1846)....................................... 31
La invasión estadounidense (1847-1848)....................................... 34
El fin de un grupo de notables (1848-1853)................................... 36

El breve dominio del grupo de Cosalá.................................. 38


Francisco Iriarte y Conde.............................................................. 38
Agustín Martínez de Castro...........................................................41

233
Fernando Escudero........................................................................ 42
Manuel María Álvarez de la Bandera............................................ 43
El triunvirato: José Palau, Manuel de la Herrán
y Agustín Martínez de Castro............................................................. 43
José Felipe Gómez......................................................................... 44
José Antonio Jorganes................................................................... 45
Manuel María de la Vega y Rábago............................................... 46

La disputa en el centralismo: dos grupos de notables,


militares y otra circunstancia nacional................................ 47
Pedro Sánchez................................................................................ 47
José Francisco Orrantia y Antelo.................................................. 48
Luis Martínez de Vea..................................................................... 49
Gral. Francisco Duque................................................................... 50
Gral. Francisco Ponce de León....................................................... 51
Gral. Juan J. Andrade......................................................................52
Gral. José Antonio Mozo................................................................52
Cnel. José Ruiz de Tejeda................................................................52
Tte. Cnel. Juan Ignacio Brambila....................................................52
Rafael de la Vega y Rábago.............................................................53
Tte. Cnel. Ángel Miramón............................................................. 54
Pomposo Verdugo..........................................................................55
Gumersindo Laija.......................................................................... 56
Gral. Rafael Téllez...........................................................................57
José Rojo y Eseverri........................................................................58
José María Gaxiola..........................................................................59
Triunvirato de José de Jesús Espinosa de los Monteros,
Miguel Verdugo y Avilés y Antonio E. Núñez...............................59
José María Aguirre......................................................................... 60
Cnel. Francisco de la Vega y Rábago............................................. 60
Cnel. Pedro Valdés......................................................................... 62
Gral. José María Yáñez.................................................................. 63
Cmte. de Marina Pedro Díaz Mirón............................................. 64
Gral. Miguel Blanco....................................................................... 64
Manuel Zelayeta............................................................................ 65

234 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


Conclusiones................................................................................. 65

Bibliografía....................................................................................75

LOS GOBIERNOS LIBERALES EN SINALOA, 1855-1911


|Nicolás Vidales Soto |Gitzel Aleida Vidales Ibarra...................... 77

Antecedentes................................................................................ 79
Inicio del gobierno liberal..............................................................81
La guerra de Reforma.....................................................................81
La guerra de Intervención francesa.............................................. 82
La restauración de las instituciones republicanas.........................83
El porfiriato: asumiendo el poder..................................................83
Estallido de la Revolución..............................................................85

Los gobernadores liberales......................................................85


Pomposo Verdugo..........................................................................85
Agustín Martínez de Castro.......................................................... 89
Miguel Ramírez Calzada................................................................91
Gral. José María Yáñez.................................................................. 95
Gral. Pedro Espejo......................................................................... 99
Gral. León Yáñez.......................................................................... 100
Gral. Manuel Arteaga................................................................... 101
Gral. Ignacio Pesqueira.................................................................102
Plácido Vega Daza................................................................................ 103
Francisco de Paula Maldonado.................................................... 115
Luis Lerdo de Tejada..................................................................... 115
Cnel. Fortino León........................................................................ 116
Gral. Manuel Márquez de León................................................... 116
Gral. Jesús García Morales........................................................... 117
Cnel. Antonio Rosales Flores.......................................................120
Gral. Gaspar Sánchez Ochoa.......................................................129
Gral. Domingo Rubí..................................................................... 132
Eustaquio Buelna..........................................................................144
Ángel Urrea................................................................................... 163

Índice | 235
Ignacio Cruz.................................................................................164
José María Gaxiola........................................................................164
Gral. Francisco Arce.....................................................................166
Cnel. Jesús Ramírez Terrón..........................................................167
Francisco Cañedo.........................................................................168
Manuel Monzón...........................................................................186
Cnel. Cleofas Salmón.................................................................... 187
Mariano Martínez de Castro........................................................188
Eriberto Zazueta........................................................................... 193
Diego Redo de La Vega.................................................................196

Conclusiones................................................................................199

Bibliografía......................................................................................202

Sobre los autores......................................................................207

Álbum Fotográfico.............................................................. 209

236 | Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011)


El tomo I, Primeros gobernadores en Sinaloa, 1831-1855 r
Los gobiernos liberales en Sinaloa, 1855-1911,
de Los gobernadores de Sinaloa ante la historia (1831-2011),
de la Fundación para Mover y Transformar a Sinaloa, A. C.,
se terminó de imprimir en los talleres de
Litográfica Ingramex, S. A. de C. V.,
Centeno 162-1, Col. Granjas Esmeralda,
C. P. 09810, México, D. F.,
en el mes de octubre del año 2015.

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