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ae PABLO DA SILVEIRA COMO GANAR DISCUSIONES (O AL MENOS COMO EVITAR PERDERLAS) UNA INTRODUCCION A LA ‘TEORIA DE LA ARGUMENTACION TAURUS a IIE AAA ALAALAL A LLL A PENSAMIENTO INTRODUCCION no es lo mismo que tener razon ni perderla es sinénimo de estar equivoca- do. Con mucha frecuencia, el que consigue im- ponerse en un debate es simplemente el mas ha- bilidoso, el mas experimentado o el que tiene una personalidad mas avasallante (a veces tam- bién el mas cruel o el menos escrupuloso). Todos hemos hecho la experiencia de encontrar con va- rias horas de retraso el argumento que hubiera permitido zanjar definitivamente la cuestion. Pe- ro para entonces la idea no tenia ninguna utili- dad, porque la discusion habia terminado y el otro habia salido mejor parado. Vistas asi las cosas, pareceria que la discusién y el debate son actividades de las que no debe- riamos esperar nada bueno. Apenas'sé tataria de dos formas de enfrentamiento en las que, co- mo tantas veces ocurre, simplemente impera la ley del mas fuerte. La tnica diferencia radicaria en que en esos casos no se trata cle la fortaleza fi- fuente de verdades absolutas, de modo gue todo el tiempo estamos obligados a verificar la solidez de nuestras convicciones. Y es practicamente ine- jitable que ese esfuerzo nos lleve a someter nues- ras certezas a la Critica ajena. Hace ya un siglo y nedio, John Stuart Mill decia que la mejor evi- lencia que podemos proporcionar en favor de na idea consiste en someterla a una discusién n Ja que todos tengan una oportunidad de refu- ia. Si la idea supera esa prueba, habremos ido ‘mas lejos que podemos ir en esa direccién. Las discusiones reales pueden volverse Asperas iesagradables porque los seres humanos somos ‘electual y moralmente imperfectos. Pero es jus- nente a causa de esta imperfeccion que no po- mos privarnos de discutir. ‘Debatir €s ¢) mejor niles de afios: la logica y la retOrica. El primero de esos vinculos es facil de enten- der: un argumento consiste en un encadena- miento de premisas que conduce a una conclu- sion, y la légica se ocupa del modo en que las premisas se encadenan con las conclusiones. En consécuencia, es imposible hablar de argumenta- cion sin hablar al mismo tiempo de légica. Sin embargo, la teoria de la argumentacion ee €s pura légica aplicada. A esta teoria no sélo le interesa el modo en que estén construidos nuestros argumentos, sino también el impacto ‘que pueden tener sobre un auditorio. Y este es un aspecto al que los légicos no atienden. Co- mo dice un viejo manual de introduccién a la disciplina, “la légica no se ocupa de la fuerza persuasiva de los argumentos. Argumentos logi- camente Incorrectos convencen a veces, en tan- to que otros légicamente impecables a menudo no lo logran. La légica se ocupa de la relacién objetiva entre la demostracié og cere NE EBLE ‘a oid EN ow are 1to0 lede ser logi ny la conclusi6n. “aM ear PABLO DA SILVEIRA La disciplina que se es a ch >. persua- siva de los argumento: Desde que fue creada por los griegos hace miles de afos, la retorica se encarga de analizar el impacto que los argumentos tienen o pueden tener sobre un au- ditorio. Este estudio vale tanto para los argumen- tos bien consituides como para aquellos mal construidos desde el punto de vista logico. La teoria de la argumentacién S€ nutre enton- ces de dos disciplinas tan antiguas como la filoso- fia misma. Se interesa en la construccién de bue- nos razonamientos y en la identificacion de los defectuosos, pero también analiza las diferentes formas en que nuestras palabras pueden impac- tar sobre quienes nos escuchan. Y coloca todos estos aportes al servicio de un doble objetivo: po- nernos en condiciones de construir mejores ar- gumentaciones y ayudarnos a evaluar mejor las argumentaciones de los demas. Tras un largo periodo de opacamiento duran- te el cual la légica se volvid una disciplina para es- pecialistas y la retorica se hundié en el descrédi- to, la teorfa de la argumentaci6n recuper6 todo su vigor en la segunda mitad del siglo xx. Esto se debe al menos a dos razones. La primera es la crisis de las ilusiones respec- to de la posibilidad de convertir en ciencia to- das las formas de conocimiento que nos pare- cen relevantes, Hoy sabemos que ese programa positivista no es viable. Buena parte.de nuestras convicciones y de las razones que utilizamos para COMO GANAR DISGUSIONES..- r fundar nuestras decisiones se ubican en el terre- no de lo opinable. Pero este no es un. motivo para renunciar a toda forma de justificacién, sino un estimulo para buscar recursos que, sin alcanzar el grado de rigor que podemos exigirle al método cientifico, nos permitan llegar a conclusiones compartidas.! La segunda razén tiene que ver con la consoli- dacién, al menos en las sociedades occidentales, de ia democracia como forma de vida. Una vez su- perada la tentaci6n totalitaria que ensombrecié buena parte del siglo Xx, una vez dejadas atras las utopias que pretendian construir nuevos mode- los de organizacién social mediante la destruc: cién de la convivencia politica, la democracia vuelve a ser valorada como la forma de coexisten- cia que, a pesar de todos sus limites e imperfeccio- nes, nos proporciona las condiciones mas adecua- das para buscar colectivamente la justicia en un contexto de respeto por la diversidad. Ahora bien, argumentar es una de las activida- des mas tipicas de lo que solemos denominar una sociedad democratica. Se argumenta en la politica para justificar el apoyo 0 el rechazo a di- ferentes medidas de gobierno. Se argumenta en los negocios para explicar por qué un precio nos parece demasiado alto o por qué pensamos que un servicio es de mala calidad. Se argumenta en- tre empleados y patrones cuando se discute un acuerdo salarial. Se argumenta entre yecinos cuando la asamblea de propietarios considera — 15 PABLO DA SILVEIRA pintar la fachada de un edificio. Y también se ar- gumenta cuando se hace publicidad, o al menos cuando se opta por algunas de Jas maneras en las que esta actividad puede realizarse.” Esta presencia casi universal de la argumenta- ci6n es una caracteristica de-nuestra forma de vi- da, pero no necesariamente se encuentra en to- das partes. En una sociedad donde se aplica la ley del mas fuerte no hay necesidad de argumentar, o al menos todo se reduce a un ‘tinico y repetido argumento que consiste en decir: “Esto se hace asi porque yo lo digo, y yo estoy en condiciones de imponer mi voluntad”. Aun dentro de las sociedades democraticas hay Ambitos en los que no se argumenta. Por ejemplo, en las fuerzas armadas sdlo se lo hace entre pares: hacia arriba y hacia abajo se reci- ben o se dan érdenes. Lo mismo ocurre en cier- tas organizaciones religiosas. Pero, salvo que deci- damos hacernos militares 0 tomemos alguna decision comparable, el hecho de vivir en una so- ciedad democratica nos asegura que permanen- temente nos veremos envueltos en argumenta- ciones. No tenemos a nuestro alcance la opcion de mantenernos fuera de ellas. Lo tnico que po- demos decidir es si vamos 2 intentar o no conver- tirnos en buenos argumentadores. Esta es una raz6n suficiente para que examinemos en qué consiste el arte de argumentar y cuales son las mejores y las peores maneras de hacerlo. ¢QUE ES UNA ARGUMENTACION? DSisdigatscs que digo que esta lloviendo. Esta afirmaci6n tiene dos caracteristicas importantes. En primer lugar, puede ser verdadera 0 falsa (lo que obviamente depende de que esté lloviendo o no). En segundo lugar, no se trata de una afirma- cién autoevidente. Dicho de otro modo: no al- canza con decirla para probar que es verdadera. Ni siquiera importa el énfasis con el que se hable. Puedo, levantar la voz y afirmar rotundamente que esta IHoviendo pero, si no llueve, la afirma- cién seguird siendo falsa. Mi tono de voz y mi gra- do intimo de conviccion son irrelevantes a este respecto. ¢De qué manera puedo mostrar que la afirma- cién que estoy haciendo es verdadera y no falsa? Sencillamente, tengo que mostrar que esta llo- viendo. Por ejemplo, puedo invitar a quien me escucha a asomarse a la ventana y verlo por si mismo. A esta operacion se la denomina Esto quiere decir que sélo las oraciones afirmativas o negativas contienen pro- posiciones.® Una oracién interrogativa como “¢Esta lloviendo ahora?” no contiene una propo- sicién sino una interrogacién. Una oracién impe- rativa como “No salgas sin paraguas” tampoco contiene una proposicién sino una orden. Lo que distingue las proposiciones, lo que nos permite saber si estamos 9 no ante una proposi- ci6n, es que son o bien verdaderas o bien falsas. E] enunciado “Este libro es verde” puede ser verda- dero o falso. En cambio, una pregunta puede es- tar bien o mal formulada, una orden puede ser exitosa o fracasada, pero ninguna de las dos pue- de ser verdadera ni falsa.’ La teoria general de las proposiciones fue ini- ciada por los griegos (particularmente por Aris- 24 COMO GANAR DISGUSIONES..- toteles) y luego desarrollada por los légicos de la Edad Media. Hoy todavia usamos sus maneras de hablar para referirnos a ella, Por ejemplo, deci- mos que la forma general de toda proposicién ca- tegdrica es: Ses P,o Snoes P (donde Ssignifica su- jetoy Psignifica predicado). O, siguiendo la misma tradicién, también decimos que el sujeto y el pre- dicado son los términos de la proposicién.® La definicién de argumentacion que propone Manin habla de proposiciones, de modo que era necesario aclarar el significado del término. Aho- ra sabemos que una proposicién no es Ja oracion que fabricamos cuando afirmamos o negamos al- go, sino la afirmacién o la negacién que estan contenidas en ella (lo que sobrevive a una buena traduccién). Esto es importante porque indica que una argumentacién no es un asunto de pala- bras sino un asunto de ideas. Si vamos a conven- cer legitimamente a alguien, lo que podra per- suadirlo no seran Jas palabras que empleemos sino los razonamientos que formulemos mien- tras hablamos. Pero Manin no sdlo dice que una argumenta- cién trabaja con proposiciones. También dice que las presenta en encadenamientos, y para en- tender este punto es necesario observar que las proposiciones pueden desempenar diferentes wet 25 PABLO DA SILVEIRA funciones en el curso de una argumentacion: al- gunas actuaran como premisas y otras ocuparan el lugar de la conclusién. Las:premisag son aquellas proposiciones en las que nos apoyamos para poder iniciar una argu- mentacion, es decir, aquellas afirmaciones sobre las que hay suficiente acuerdo para que puedan ser usadas como punto de partida por todos los interlocutores. Para que una proposicién sea aceptada como premisa no hace falta que sea universalmente re- conocida como verdadera. Lo que hace falta es que sea aceptada como verdadera por quienes participan en la discusién. Por esta raz6n, la deci- sin acerca de qué proposiciones pueden actuar como premisas puede variar segin el contexto. La proposicién “Jestis es el hijo de Dios” puede actuar como premisa en una discusi6n entre teo- logos cristianos, pero no sirve como tal en una discusi6n entre historiadores. Para los tedlogos, que Jestis es el hijo de Dios es una cuestion de fe. Ycomo todos comparten la misma fe, esta afirma- ci6n puede tomarse como punto de partida co- min. Para los historiadores, en cambio, “Jestis es el hijo de Dios” es una afirmacion inverificable y’ por lo tanto no puede ser usada como punto de partida de una discusi6n entre ellos. La decisi6n acerca de qué proposiciones pue- den actuar como premisas es relativa al auditorio al que nos dirigimos: valen como premisas aque- llas proposiciones que no son controvertidas en- 26 COMO GANAR DISCUSIONES... tre quienes participan de la discusiOn (PERELMAN 1970: 140). Pero este caracter relativo no debe to- marse como una invitacién al minimo esfuerzo, ya que el grado de aceptacién al que puede aspi- rar una argumentacién depende del grado de aceptaci6n que alcancen sus premisas. Una argu- mentacién que parta de la premisa: “Jestis es el hijo de Dios” puede aspirar a convencer al con- junto de los tedlogos cristianos, o al conjunto de los fieles cristianos, pero no al conjunto de la co- munidad cientifica. Una argumentacion que se apoye en premisas universal o casi universalmen- te aceptadas (por ejemplo: “Todo ser humano es mortal”) puede aspirar a una aceptacién univer- sal o casi universal. “@de. Si quiero formular argumentos que sean persuasivos para todos los miembros de la socie- dad, debo intentar partir de premisas que sean aceptables para todos. Supongamos, por ejem- plo, que quiero convencer a mis conciudadanos de que la pena de muerte es injusta. En ese caso no podré empezar argumentando que nadie tie- ne derecho a matar a otro hombre porque todos somos hijos de Dios, ya que la premisa “todos so- mos hijos de Dios” es controvertida. Los que creen en un Dios creador la van a aceptar sin difi- cultades, pero los que no creen no podran hacer- lo. En consecuencia, aun en el caso de que yo — Ds PABLO DA SILVEIRA crea en un Dios creador, si quiero convencer al conjunto de mis conciudadanos (y no solamente alos que comparten mi fe), voy a tener que pres- cindir de esta premisa como punto de partida de mi argumentaci6n publica.? Las premisas son las proposiciones en las que nos apoyamos para iniciar una argumentaci6n. La conclusion también es una proposicién, pero una proposicién caracterizada por dos rasgos: en primer lugar, sostiene algo diferente de lo que afirman las premisas; en segundo lugar, debemos aceptarla si previamente hemos aceptado las pre- misas. Llamamos duferenciat al proceso mediante el cual legamos a admitir una conclusién par- tiendo de premisas que consideramos legitimas. Supongamos que hemos aceptado como pre- misas las dos proposiciones siguientes: “Todos los hombres son mortales”, y “Sécrates es un hom- bre”. Entonces necesariamente debemos aceptar la conclusi6n: “Sécrates es mortal”. No es posible aceptar las dos primeras proposiciones y recha- zar la tercera. “No es posible” significa aqui que, una vez aceptadas las premisas, no podemos re- chazar la conclusién y al mismo tiempo seguir as- pirando a algun tipo de entendimiento racional. Ser premisa o conclusién no es una caracteris- tica interna de las proposiciones, sino una fun- cion que les podemos asignar, Una misma propo- sicidn puede ser premisa en algunos casos y conclusién en otros, segiin las necesidades del ar- gumento. Veamos esto con un ejemplo. we 28 COMO GANAR DISCUSIONES... El razonamiento anterior sobre el caracter mortal de Sécrates puede escribirse del siguiente modo: Premisa 1: Todos los hombres son mortales. Premisa 2: Sécrates es un hombre. Conclusién: Sécrates es mortal. Se trata de uno de los silogismos mas célebres de todos los tiempos. Pero consideremos ahora este nuevo razonamiento: Premisa 1: Ningin mortal puede escapar a la muerte. Premisa 2: Sécrates es mortal. Conclusién: Sécrates no puede escapar a la muerte. La proposicién “Sécrates es mortal” aparece en los dos razonamientos, pero en el primero fi- gura como conclusién y en el segundo aparece como premisa. Esta no es una situacion excepcio- nal sino frecuente, en buena medida a causa del modo en que avanza nuestro conocimiento. En ciertas épocas fue necesario argumentar muy se- riamente que la Tierra era redonda y no plana. Mientras eso ocurria, la proposicion “la Tierra es redonda” sdlo podia aparecer legitimamente como conclusién de un argumento. Pero con el paso del tiempo todo el mundo terminé por aceptar que la Tierra es redonda. A partir de ese 29 PABLO DA SILVEIRA momento, la proposicién “la Tierra es redonda” pudo empezar a funcionar como premisa. Una afirmaci6n puede ser entonces el punto de parti- da (una de las premisas, cuando hay acuerdo en torno a ella) o bien el punto de llegada de una ar- gumentaci6on (la conclusién, cuando no habia acuerdo al principio). La funcién que desempe- ne dependera, en ultima instancia, del contexto de discusi6n. ~ARGUMENTACION Y DEMOSTRACION Hasta aqui hemos visto que una argumenta- ci6n aspira a persuadir, que trabaja con propo- siciones y que encadena esas proposiciones ha- ciéndoles jugar alternativamente el papel de premisas y de conclusién. También vimos que la amplitud del auditorio al que podemos intentar convencer no puede ser mayor que la amplitud del auditorio que esté dispuesto a aceptar nues- tras premisas. Queda, sin embargo, un punto por aclarar: hemos visto que persuadir significa “pro- ducir o reforzar en el auditorio la adhesién a su conclusi6n”. Ahora bien, a qué clase de adhesién estamos aspiranda? Lo esencial en este punto es comprender que la clase de adhesién que pretendemos alcanzar cuando argumentamos es distinta de la clase de adhesion que buscamos cuando hacemos demos- traciones matemiticas. Pensemos en una demostra- 30 COMO GANAR DISCUSIONES... cién célebre, como el teorema de Pitégoras. Esa de- mostracién parte de premisas cuya verdad esta garantizada por la propia teoria y lega a una con- clusi6n que debemos considerar forzosa y univer- salmente verdadera: esa conclusién se aplica ine- vitablemente a toda figura que cumpla con las condiciones establecidas en las premisas. No hay lugar para dudas ni discusiones. Pero esta clase de certeza desaparece en cuan- to abandonamos los limites del razonamiento matemiatico. Incluso un razonamiento tan con- tundente como el que afirma el caracter mortal de Sécrates se apoya en una premisa (“todos los hombres son mortales”) que es tan sdlida como puede serlo una afirmaci6n de hecho, pero cuya verdad no esta asegurada por el propio razona- miento. Tal vez un dia nazca una persona inmor- tal, o tal vez ya exista una y no lo sepamos. }& Argumentar no es lo mismo que demostrar. De hecho, s6lo.argumentames-cuando noes: posible demostrar#? Como dice Bernard Manin, “argu- mentamos para intentar persuadir al otro. Pero s6lo intentamos persuadir —es decir, reforzar la adhesi6n a una proposicién— alli donde ninguna proposici6n se impone con fuerza irrecusable y es universalmente admitida [...]. En este sentido, la argumentaci6n difiere de la demostracion pero también difiere de su versién negativa, la refuta- 31 PABLO DA SILVEIRA cién: multiplicamos los argumentos contra una tesis, buscamos debilitarla, porque no dispone- mos de /a refutaci6n que bastaria para arruinarla de manera incontestable” (MANIN 1985: 84-85). Esto no debe llevarnos a pensar, sin embargo, que una vez que hemos salido fuera de los limites de las matematicas todo se vuelve impreciso y subjetivo. Aunque no alcancemos el grado de ri- gurosidad propio de una demostracién, sigue ha- biendo mejores y peores maneras de argumentar. A veces nos parece que para argumentar alcanza con defender de manera entusiasta lo que pensa- mos, pero las cosas no son tan simples como eso. Hay gente que s6lo es capaz de expresar lo que prefiere, sin poder agregar argumentos en su fa- vor. Hay gente que sélo puede agregar argumen- tos malos o insuficientes. Yhay gente que tiene la capacidad de presentar sus puntos de vista con una claridad y contundencia tales que se hace di- ficil no prestarle nuestro consentimiento. En la gran mayoria de los casos, esto tiltimo no es un don gratuito sino el resultado de un en- trenamiento. A argumentar se aprende, como se aprende a calcular o a preparar motores. Y tal co- mo ocurre con los motores, una argumentacién puede ser desarmada y vuelta a armar para ver si funciona correctamente. a a ee Se I @CUANDO ES POSIBLE ARGUMENTAR? Soto si se dan ciertas condiciones es posible ser- virse de argumentos para intentar persuadir a los demas. Dicho de otro modo, no siempre se argu- menta. El caso de la demostracién es un ejemplo tipico: si quiero probar que el teorema de Pitago- ras se cumple para todos los triangulos rectangu- los, no tengo que argumentar sino utilizar los procedimientos formales que han sido desarro- Iados por los matematicos. Otro ejemplo es la fuerza bruta: si alguien apela a Ja fuerza y se niega a aceptar argumentos, llega un punto en el que no tiene sentido seguir intentando la persuasién. O bien nos sometemos, o bien nos retiramos, o bien apelamos también nosotros a la fuerza. Esta constatacién sobre los limites de la argu- mentaci6n plantea la pregunta: squé condicio- nes deben cumplirse para que sea posible embar- carse en tal actividad? PABLO DA SILVEIRA LA EXISTENCIA DE DESACUERDOS La primera de esas condiciones es tan obvia que a veces la olvidamos: para que sea posible argu- mentar tiene que haber algtin desacuerdo. Sélo si hay mas de un punto de. vista sobre una misma cuestién tiene sentido que intentemos persuadir- nos mutuamente. En una situacién de unanimi- dad absoluta no hay necesidad de argumentar porque, sencillamente, no hay nada que discutir. Esta condicién es obvia, pero conviene recor- darla porque nos permite advertir la enorme fre- cuencia con la que nos veremos obligados a argu- mentar. Lo normal entre los seres humanos no es el consenso sino el desacuerdo. A veces se habla como si la unanimidad fuera algo asi como una situacion natural de la que sdlo nos apartariamos a causa de nuestras fallas: lo normal y espontaneo seria la convergencia, y la divergencia seria una sefial de que en alguna parte algo anduvo mal. Pero la realidad es mas bien la contraria. Los seres humanos nos apoyamos en experiencias que varian de un individuo a otro, tenemos pro- positos € intereses divergentes y estamos dotados de capacidades intelectuales y sensibilidades tam- bién disimiles. En estas condiciones, lo normal y esperable es que las personas no estemos de acuerdo en casi nada. Algunos de esos desacuer- dos seran superficiales y otros seran profundos, pero lo cierto es que, dados cualquier tema y un numero minimo de personas, si se conversa lo su- 34 COMO GANAR DISCUSIONES... ficiente es casi inevitable que surja alguna discre- pancia. Como regla general, alli donde aparez- can consensos muy sdlidas y. permanentes; lo:mas probable.es.que alguien le esté’ imponiendo su punto de vista a los demas. Esto vale para las pare- jas que dicen no haber tenido nunca una discu- sién y vale también para los regimenes politicos que afirman no tener necesidad de una oposi- cién organizada. Hasta tal punto la discrepancia nos es conna- tural que los desacuerdos también existen dentro de nosotros mismos. Con relativa frecuencia nos descubrimos indecisos ante un problema: tene- mos varios caminos y no sabemos cual tomar. Cuando esto ocurre, la confrontacién de puntos de vista no se da con otros individuos sino en nuestro propio interior. Esto es perfectamente normal y no debe ser visto como una senal de de- bilidad. La capacidad de dudar y de hacernos preguntas forma parte de una personalidad bien desarrollada. No es extrafio, por lo tanto, que a veces nos descubramos argumentando ante no- sotros casi como si fuéramos otra persona. Eso es lo que los fildsofos aman “deliberar”. En filoso- fia moral, la deliberacion es el didlogo interior que precede a la toma de una decision. Se trata de un aspéecto fundamental y particularmente enriquecedor de nuestra vida.’ En resumen: recordar que s6lo es posible argu- mentar alli donde existe una discrepancia es una manera de tener presente la enorme frecuencia 35 PABLO DA SILVEIRA con la que nos veremos obligados a argumentar. Ej desacuerdo no es una anomalia sino una parte esencial de nuestra vida. Los consensos amplios y prolongados, ademas de ser generalmente abu- rridos, son casi siempre artificiales. Esta es, entre otras cosas, una buena raz6n para tomar con cal- ma los desacuerdos que tengamos con los demas. Pero asi como el desacuerdo es necesario para que sea posible argumentar, no es menos cierto que la argumentacién se vuelve imposible si sélo hay desacuerdo. Cuando no existe ningtin punto de contacto entre los interlocutores, la argumen- tacion también se vuelve inviable. Para que sea posible argumentar hay que estar en un punto in- termedio: debemos estar en.desacuerdo sobre al- go, pero también tenemos que tener muchas co- sas en comin. : LA NECESIDAD DE UN LENGUAJE COMPARTIDO Aunque también parezca obvio decirlo, lo pri- mero que deben compartir dos personas para poder intercambiar argumentos es un mismo lenguaje. Esta afirmacién tiene una primera in- terpretacion muy trivial, pero tiene una segunda que no lo es tanto. La interpretacion trivial consiste en decir que dos personas solo podran discutir si com- parten un mismo idioma. Los dos tienen que dominar un lenguaje comun, ya sea la lengua —— 36 COMO GANAR DISCUSIONES... materna, un idioma adquirido 0 un sistema de signos como los que se usan en quimica 0 en in- formatica. Dos personas que no tienen ningan lenguaje de contacto sencillamente no pueden argumentar. Eventualmente podran intercam- biar signos de amistad, de sumision o de agre- sion, pero en ningiin caso podran intercambiar argumentos. La segunda interpretacion de la exigencia de tener un lenguaje en comin es menos trivial y, en cierto sentido, mas preocupante. Hablar lenguas distintas es una de las razones por las que puede ser imposible entenderse, pero la comunicaci6n también puede ser extremadamente dificil aun entre personas que hablan un mismo idioma. Es- to es lo que ocurre cuando la gente se refugia en Jas jergas especializadas. Piensen en lo que ocurre cuando un ministro de Economia le explica a la prensa los fundamen- tos de una medida que acaba de tomar. Con mu- cha frecuencia, lo que dice es incomprensible pa- ra la inmensa mayoria de los ciudadanos. No habla un idioma diferente, pero a todos los efec- tos practicos es como si lo hiciera: la gran mayo- ria de quienes lo escuchan queda imposibilitada de evaluar si la medida es acertada o no. Las jergas especializadas no son patrimonio exclusivo de los tecnécratas. Muchas actividades tienden a crearlas de manera casi imperceptible. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los deportes. Para quien no esta familiarizado con el tenis 0 el PABLO DA SILVEIRA rugby, una discusién entre entendidos puede ser absolutamente incomprensible. Lo mismo ocu- rre con quienes son ajenos al turf o al golf. Yaun un deporte tan popular como el fatbol genera su propio lenguaje codificado, aunque esto puede pasar inadvertido a causa de la gran cantidad de gente que esta familiarizada con él. Pero basta ponerse en los zapatos de alguien que no sabe na- da de fatbol para percibir ]o enigmatica que pue- de ser la oracién: “El linea no marcé la posician adelantada”, E] mundo actual es el mundo de ie lenguajes especializados. Los informaticos hablan su pro- pia jerga, los economistas hablan la suya y lo mismo ocurre con los médicos y los abogados. Para quienes no consiguen entender esos cédi- gos, toda posibilidad de discutir se vuelve casi inalcanzable. Y el problema es que esta situa- cién plantea un serio desafio para las socieda- des democraticas- a En efecto, la caracteristica basica de las socieda- des democraticas es que todos los ciudadanos tie- nen la posibilidad de intervenir en la toma de de- cisiones colectivas. Pueden hacerlo a través de sus representantes, pueden hacerlo organizandose y movilizandose en grupos de opinién, o pueden in- tentar convertirse ellos mismos en representantes de sus conciudadanos. En cualquier caso, lo pro- pio de estas sociedades es que las decisiones comu- nes no quedan exclusivamente en manos del prin- cipe ni de una minoria de iluminados, 38 COMO GANAR DISCUSIONES... Pero este principio general se vuelve cada vez menos practicable si ocurre, como efectivamente ocurre, que las resoluciones a tomar se tinen de componentes técnicos complejos. La decision so- bre devaluar o no devaluar la moneda es una me- dida politica de primera magnitud, con conse- cuencias extremadamente serias para la gran mayoria de ja poblacion. Pero discutir el tema exige manejar una buena cantidad de conceptos y de datos econdmicos. Lo mismo pasa cuando se trata de definir una politica de desarrollo tecno- l6gico o cuando hace falta enfrentar los proble- mas del medio ambiente. Esta creciente “tecnificacion” de los proble- mas comunes parece empujar a las sociedades democraticas hacia un dilema desagradable: o bien siguen funcionando como hasta ahora, pe- ro al precio de tomar decisiones colectivas cre- cientemente irracionales, o bien se resignan a dejar en manos de los técnicos un numero cada vez mayor de decisiones politicas importantes. Como es obyio, cualquiera de los dos caminos resulta muy poco alentador para el futuro de la democracia. éExiste alguna via que nos permita escapar de este dilema? Ciertamente existe, pero bajo Ja for- ma de un desafio. Se trata de encontrar la mane- ra de trasladar al lenguaje corriente las conside- raciones y argumentos de caracter técnico que justifican las grandes decisiones politicas. Solo en la medida en que consigamos hacerlo podre- —— 230

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