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Las freidoras de aire son toda una sensación desde hace un par de años. Las
también conocidas como freidoras sin aceite están entre esos «nuevos
electrodomésticos» de los que todo el mundo habla, como los aspiradores
robotizados o los robots de cocina. Pero ¿merecen la pena? ¿Son útiles para
cocinar de forma más fácil y saludable? Y más allá de eso, ¿cómo funcionan? A lo
largo de este artículo trataremos de responder estas y otras preguntas.
Esta observación puede parecer demasiado purista o incluso pedante, pero tiene
su importancia porque, como podemos imaginar, la forma de cocinado determina
las características del alimento, tanto desde el punto de vista organoléptico
(aspecto, olor, sabor, textura) como desde otros puntos de vista, el nutricional
entre ellos. Y aunque en las freidoras de aire se utiliza un poco de aceite, no es un
proceso de fritura propiamente dicho.
En una freidora de aire ocurre algo parecido. Básicamente está constituida por una
resistencia eléctrica, que suele estar situada en la parte superior de la cámara
donde se introducen los alimentos, y que actúa como fuente de calor. Sobre esa
resistencia hay un ventilador que fuerza al aire caliente a moverse desde la parte
superior de la cámara hacia la inferior, pasando así a través de la superficie del
alimento. En la parte inferior normalmente hay unas canalizaciones que
reconducen el aire caliente para que al ascender pasen de nuevo a través de la
superficie del alimento.
Ahora bien, conviene aclarar algunas de esas ideas que tenemos tan asentadas
con respecto a las grasas y las frituras, porque muchas de ellas son erróneas.
Para empezar, deberíamos saber que las grasas son necesarias para que
nuestro organismo funcione de modo correcto. Es decir, no podemos seguir
una dieta ausente de grasas.
Las grasas aportan una cantidad considerable de calorías, y debemos
tenerlo en cuenta. Pero eso no significa necesariamente que
«engorden». La cosa no funciona así, porque el metabolismo es algo más
complejo que sumar y restar calorías. En definitiva, las grasas tienen cabida
dentro de una dieta saludable; de hecho, son necesarias, tal y como
acabamos de comentar.
Es importante tener en cuenta que no todas las grasas son iguales. No es
lo mismo comer aguacates o frutos secos, que son saludables a pesar de
su elevada proporción de grasas, que comer beicon y chorizo, que también
tienen elevadas proporciones de grasas, pero no son saludables.
Si tuviéramos que hacer un ranking de métodos de cocinado, es probable
que el más saludable fuera el cocinado al vapor y «el menos bueno» la
fritura, sobre todo porque en este último pueden generarse compuestos
indeseables si no tenemos cuidado. Pero eso no significa que debamos
desterrar la fritura de nuestra cocina. Podemos seguir utilizando esta forma
de cocinado, manteniendo algunas consideraciones:
o utilizar aceites adecuados (por ejemplo, aceite de oliva).
o evitar que alcancen temperaturas muy elevadas (no conviene que
humeen).
o no usar aceites sucios ni reutilizarlos muchas veces (lo idóneo sería
emplearlos una sola vez, y si no es posible, no más de tres).
Más allá de todo esto, lo en verdad relevante y con la idea que deberíamos
quedarnos es que son más importantes los alimentos que comemos que la forma
en que los cocinamos. Es decir, si nuestra dieta está formada en buena parte por
patatas fritas, nuggets, croquetas y otros alimentos del estilo, no mejorará
sustancialmente cambiando la fritura convencional por la «fritura» con aire. Lo
idóneo sería sustituir en la medida de lo posible esos alimentos por otros más
saludables, como verduras, hortalizas, etc.
✅ Ventajas
❌ Inconvenientes