Capitulo XIII
LA VIRTUD DE LA CASTIDAD
Los dinamismos del amor es posible integrarlos, armonizarlos, plas-
marlos. Pero ¢qué significa esta integracién? ¢Cudl es su estructura?
,Cémo podemos comprenderla? Ademés, ¢qué afiade a la naturaleza de
la persona?
La integracién de los dinamismos del amor implica una transforma-
cién del sujeto agente. Pero gen qué modo influye esta transformaci6n
sobre el actuar concreto, en la construccién de las acciones?
Se trata de afrontar el gran tema de la virtud de la castidad, entrar no
solamente en una descripcién fenomenol6gica, sino en una comprensién
de su esencia.
La gran dificultad que el argumento virtud, y especialmente la virtud
de la castidad, ha tenido desde hace tiempo puede situarse en una defi-
ciente comprensién de su esencia y, por lo tanto, de su papel. Se hace,
por lo tanto, necesario superar este limite afrontando el tema de la natu-
raleza de Ja virtud de la castidad.
1, NATURALEZA DE LA INTEGRACION AFECTIVA
La persona humana es sujeto de sus acciones en la unidad de cuerpo
yalma en la que subsiste. Ello implica que, en su actuacién, se dan cita
muchos y muy variados dinamismos: corporales, afectivos y espiritua-
les. Anteriormente hemos visto como la experiencia del amor revelaba
cuatro dimensiones o niveles, irreductibles unos a otros, aunque
permeables entre sf: corporal, afectivo, personal y religioso. En ellos se
da una reaccion y una intencionalidad precisa y propia, que, sin em-
barge, pueden armonizarse entre si. En la reaccién de cada uno de los
hivelesimtervienen, a su vez, 1a capacidad cognoscitiva humana y ape-
titiva, en modo diverso. Ast, en el nivel corporal esta implicado, cierta-
mente el eonocimiento sensible y la dimensién impulsiva, mientras que
Escaneado con CamScannerEldestino del eros
170
. avo estén implicados la memoria e imaginacig,
nivel afectivo estan ; a
men j6n emotiva; por lo que respecta al nivel personal, seven, aa
mensi do, la inteligencia, con su capacidad de conocey rm Pligg
s, por un la i ‘i a Fa ver
da: Bie Ja voluntad, como tendencia al bien en comin, al bien i weed
en sf ¥ Me en el nivel religioso se pone en juego la fe yla caridag 9
wie ae aprecia la complejidad de la experiencia de amor, que ates
muchas dimensiones de la persona. | Ae
La persona, reaccionando ante ta Peet ua a en forma dife,
rente, experimenta cémo su cea 4 determinada Univocg,
mente, ya que le abre a una gran posibilidad de ee Al contrarig Fa
Jo que sucede en el animal, cuya aaa Dears see SU com.
portamiento, en el hombre no se da tal rerminacién. @ reaccion de gy
cuerpo o de su afecto 0 de su espiritu le abren a una gran variedad de aq,
ciones y de modos de vivir la atraccion. del bien en razén de las circuns.
tancias en que se encuentre. ; ;
‘Ahora bien, si la experiencia de amor -se dé en el nivel que sea~ con.
lleva una llamada a vivirlo sin menoscabar la dignidad de la persona, Ysi
en ella se despierta la comprensi6n de una forma excelente de amarse,
entonces es posible entender que ahora la persona puede reconducir, or.
denar, la gran variedad de posibilidades de amor que surgen en modo tal
que en todas ellas pueda vivir el don de si mismo.
La excitacién del cuerpo y la intencionalidad a la uni6n corporal, la
emocién del afecto y Ja intencionalidad a la empatia mutua, pueden
ahora reconducirse a ser vividas en una mutua donacién y comunién con
Dios. Este fin de la comunién en la mutua donacién se convertiré en el
fin que dé unidad a la gran variedad de formas del amor. La honestidad
que implica este fin, mas all de cualquier utilidad o deleite que pueda
dar, seduce por su intrinseca belleza y atrae por su propia fuerza: vivir un
amor total con la otra persona en un don reciproco de s{ mismos en la
mediacién de la sexualidad y del afecto,
El deseo de unién sexual, el deseo de ternura, de empatia mutua, al-
canzan ahora su verdadero sentido y su fin propio, en donde pueden rea-
lizarse de una forma humana, excelente, porque permiten a la persona
alcanzar su plenitud. En esta reordenaci6n no se trata de imponer un or-
den extrinseco, ajeno al dinamismo, sino de configurar la verdad que se
ha descubierto en ellos, buscando una adecuada unidad y armonia entre
ellos. Asf, el deseo de unién corporal es reconducido a la unién con la
persona corporal, y la empatia mutua, a una concordia verdadera.
Para ello se debera plasmar la capacidad de reaccin sexual y afectiva
interviniendo sobre las potencias cognoscitivas que implican: sensibili-
dad, imaginacién y memoria, de tal manera que la atencién que se prest®
esté en relacion con la promesa de comunién, La atencién ahora, vivida
Escaneado con CamScannerLa virtud de la castidad
im
estas potencias cognoscitivas, sera movida
centra no en los valores oe i afectivos en cuanto desgajados de la
persona, sino que estaré atenta a la Persona en cuanto posee tales valo-
res. ¥ es que Ja actividad sexual no es simplemente una reaccién causad;
+ un fenémeno neurofisiolégico, sino que implica intrinsecamerss
su realizacion la atencién humana, la cual depende de la memorin's
part aginacion en el valor simbolico que se le haya dado del deeee
Iaguia. :
El orden que se plasma en los dinamismos del amor hace ahora que
Jos diversos dinamismos persigan su objeto propio, cierto, pero en orden
a} bien de la comunién. No se trata, por ello, de negar su originalidad nj
de poner en duda la bondad de su reaccién ni de ignorarlos ni, menos
atin, de reprimirlos 0 eliminarlos, sino principalmente de plasmarlos, de
establecer un orden en el modo como se va a reaccionar y buscar su bien
través de Por un deseo que se
ropio.
Pr te amor integrado entre el hombre y la mujer implica un principio
de unidad singular'. Su afecto le inclinara a esa entrega en totalidad. Su
impulsividad le moverd a esa entrega en totalidad. Las coordenadas del
afecto, que establecen el modo de apreciar el bien particular en relacion
ala determinaci6n de la vida feliz, quedan asf establecidas en una forma
diferente, de tal manera que permiten a la persona reaccionar ante los
valores particulares en armonia con el bien global de la persona. Ello le
permite identificarse con su reaccién porque su reaccién es ordenada.
Podemos ahora comprender cémo esta ordenacién del afecto implica
una transformacién del mismo afecto que le hace participe de algo que
pertenece al nivel tercero del amor: esto es, el espiritu. Su reaccién sera
ahora una reaccién inteligente, porque implica la inteligencia en su
mismo origen (cum ratione). Es muy distinto cuando la reaccién afectiva
simplemente sigue la raz6n, es conforme a ella (secundum rationem),
como pudiera ocurrir en determinadas circunstancias con el continente,
pero sin implicar en si misma la inteligencia: en este caso nos encontra-
ramos ante una reacci6n del cuerpo 0 del afecto que coincide por casua-
lidad con lo que la raz6n piensa, pero podria no coincidir. Y desde luego,
es totalmente distinta de una reaccién afectiva que sea contraria a la ra-
26n (contra rationem), esto es, contraria al sentido que la misma razon
daal valor de la corporeidad o afectividad?.
Si el polvo amasado en el inicio de la creacién fue capaz
aliento divino convirtiéndose en una persona, también los impul
de recibir el
sos de la
—_
daq ,Pat# la relaci6n entre el objeto de las potencias humanas dirigido ad plura
Que introduce la virtud, véase S.Th., FIT, q. 54, a. 4.
CESTh, UM, q. 58, a4, ad 3.
ylauni-
Escaneado con CamScannerLavirtud de la castidad 173
oluntad no se vea arrastrada, es el primer paso para adquirir el
ue la Pao tal control va dirigido a la plasmacién del afecto, la cual per-
bite. e el sujeto se posea en una forma original, gracias a la cual tiene
alt rdadera capacidad de autodominio. Y porque la persona «se po-
una ‘e posible que se entregue en la totalidad de lo que es. El don de si
Line por ello, en la virtud de la castidad.
ee segundo lugar, lo que se posee no es solo el impulso sexual, sino
también, en cierto modo, la duracién del amor. Si es verdad que el amor
abre una promesa de futuro, y que en sf mismo tiene un cardcter supra-
actual, ahora la persona puede valorar esta dimensién temporal del amor
de una forma nueva. La duracién del amor se ve no como algo que es
dado, sino como algo a construir. Por ello, la castidad introduce un prin-
cipio de unidad decisivo en la duracién de la vida.
En tercer lugar, dado que se modifica no el simple deseo particular,
sino el modo de desear mismo, introduciendo un orden que tiende a per-
manecer de una forma supraactual, ocurre que la misma naturaleza de la
persona se ve modificada en sus disposiciones. Quien posee la virtud de
la castidad tiene una disposici6n estable en sus dinamismos afectivos
para reaccionar y actuar en una manera nueva: en cuanto se dirigen al
fin de la comunién interpersonal (in ordine ad unum). Por ello, esta
nueva forma de reaccionar y de actuar en forma estable es Ilamada como
una «segunda naturaleza, porque sus principios operativos en relacién a
la sexualidad reaccionan con la estabilidad y organicidad de la natura-
leza, siendo dificilmente mudables. De ello se deriva que, asi como lo que
corresponde con la naturaleza es facil y deleitable, asi también se intro-
duce en la conducta virtuosa una facilidad y deleite singulares en el obrar
segun el habito adquirido.
En cuarto lugar, una afectividad asi modificada por la plasmacién en
ella del ideal de comunién alcanza su potencialidad maxima. De esta
forma, la capacidad humana de amar y ser amado llega a una situacién
de maximo desarrollo, a un estado optimal de sus dinamismos, a su per-
feccién tiltima. La virtud de la castidad hace posible al hombre alcanzar
el ultimum potentiae del amor: esto es, la excelencia del amor. Gracias a
esta perfeccién que introduce, su libertad se halla cualificada en una
forma nueva: es en sf misma una libertad de calidad, capaz de elegir con
sabidurfa cauces excelentes de accién, inventando con creatividad for-
mas nuevas de verdadero amor en relaci6n a circunstancias siempre
cambiantes. Bi
A pesar de estas caracteristicas eminentemente singulares y humanas
de la virtud de la castidad como habito, pesa, sin embargo, una cierta tra-
dicién que confunde el habito con la mera costumbre, la castidad con la
pudibundez. Es preciso aclarar las diferencias. Una y otra son algo total.
Escaneado con CamScanner174 El destino del eros
mente diferente’: porque la costumbre es una simple disposicién psicoig.
gica adquirida por la repeticién de actos, a modo de un automatismo
psicolégico. |
La pudibundez evita determinadas conversaciones 0 miradas por.
que asf se ha acostumbrado, huye de una reacci6n sexual y afectiva no
exponiéndose al trato con personas de otro sexo, se mantiene siempre
enuna franja de seguridad... Se trata de un habito psicol6gico que nos
determina a un tipo de comportamiento repetitivo, estandarizado, in.
dependientemente de las circunstancias en que nos encontremos: es
por ello incapaz de creatividad y, por sf mismo, no es adaptable al va.
riar de las circunstancias, porque no se basa en la bondad de un mo.
tivo, sino en un automatismo. De esta manera proyecta las costumbres
adquiridas en la infancia sobre la adolescencia y estas, sobre la etapa
de madurez, siendo incapaz de cambiar su modo de vestir o de estable-
cer otro modo de relacionarse con personas de sexo diferente... Su difi-
cultad mayor esta en que, inclinado a un determinado tipo de acciones,
reduce la amplitud y posibilidades de la libertad humana, cerrando po-
sibilidades nuevas.
La virtud de la castidad, por el contrario, depende, esencialmente, del
bien que por su propia belleza la seduce y que la atrae por su intrinseca
fuerza: esto es, del bien de la comunién en el mutuo don de s{ mismos, y
en razon de él,