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CURSO

DE
INTRODUCCIÓN A
LA TFP
LA ESCUELA INGLESA
5 de abril

RONALD FAIRBAIRN 2

CRITICA A LA TEORÍA DE LA LIBIDO 4

HERBERT ALEXANDER ROSENFELD 9

LA IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA EN ROSENFELD 11

WILFRED BION 16

BIBLIOGRAFÍA 21

Tamara Messano
RONALD FAIRBAIRN
1889-1964. Edimburgo, Escocia.

Graduado en 1923 en la Universidad de Edimburgo como médico, se dedicó al


inicio a niños y adolescentes, y estudió los efectos sobre el abuso físico y sexual
infantil. Fue profesor de la Universidad de Psicología Clínica de Edimburgo, de la
que debió retirarse en 1935 debido al rechazo del psicoanálisis entre los
académicos. A partir de allí se dedicó por completo a la práctica privada hasta su
muerte.

En 1931 entró como miembro asociado a la IPA británica. Sus mentores fueron
Ernest Jones y Edgar Glover.

Aunque extremadamente respetuoso de las tradiciones, Ronald Fairbairn aporta


una obra creativa e innovadora para el movimiento psicoanalítico, en cierta
medida por el aislamiento geográfico, pero también por un espíritu crítico e
independiente, facilitado por su formación filosófica profunda, en la juventud. El
hecho de que no fundara una escuela tuvo como consecuencia que su obra no haya
tenido gran difusión y haya sido desatendida.

En 1934 escuchó a Melanie Klein, en una reunión de la Soc. Psicoanalítica


Británica, cuando presentó el trabajo Psicogénesis de los Estados Maníacos
Depresivos.

Si bien nunca rompió oficialmente con el pensamiento freudiano, propuso una


teoría alternativa de la motivación humana: la libido busca el objeto más que
el placer, es decir el contacto antes que la descarga.

Obviamente esto determinó modificaciones a la teoría pulsional de Freud, sobre


la base de reconsiderar el papel de las relaciones de objeto. Para Fairbairn la
libido y la agresión son subsidiarias de la relación de objeto o por lo menos deben
incluirse en una concepción que privilegie definitivamente el vínculo con la
madre. No se trata de una energía que busca descargarse. Hay una relación
objetal que implica emociones en las que se expresan los impulsos.

Desarrolló la idea de que las relaciones de objeto son incorporadas a la


mente a través de un proceso de internalización, que es el origen a su vez,
de las estructuras endopsíquicas.

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Asimiló las instancias clásicas de Freud - yo, superyó y ello-, a un modelo basado
en la existencia de objetos internos que tienen diferentes funciones, algunas
libidinales y otras destructivas.

Sus ideas son la plataforma de desarrollo de autores posteriores, entre ellos


Kernberg, quién combina sus ideas con las de Melanie Klein y
Hartmann. Kernberg introduce las teorías de las relaciones objetales y los
mecanismos descriptos por Fairbairn y M. Klein en el psicoanálisis de los EEUU.

Como vimos anteriormente con Carmen, Melanie Klein enfatizó el papel de las
relaciones de objeto. Mantuvo los conceptos de pulsiones de vida y muerte de
Freud. Nunca cuestionó estos postulados freudianos. Adjudicó a estas mociones
innatas los impulsos agresivos del individuo y restó importancia en cierta forma
a las experiencias vivenciales reales. Para Melanie Klein la madre modula, dentro
de cierto margen, las tendencias agresivas innatas. El neonato experimenta la
realidad a través de estas tendencias, y la estructura psíquica es el resultado de
una interacción en la que el medio tiene, por lo tanto, un papel relativo.

La postura de Fairbairn es al respecto antitética.

Si bien Fairbairn tomó como punto de partida las ideas kleinianas acerca de las
relaciones objetales tempranas, no aceptó como lo hizo Klein la teoría pulsional
de Freud. Cuestionó el concepto de pulsión de muerte.

Debió entonces explicar el origen de los impulsos agresivos que vinculó con el
medio ambiente: para este autor -junto a Balint y a Guntrip (el principal difusor
de sus ideas)-, la agresión es el resultado de una frustración del medio
ambiente. Las madres con sus características reales tienen un papel
estructurante.

El sujeto es, hasta cierto punto, el resultado de las gratificaciones que se le


proporcionaron y de las frustraciones a las que fue sometido en su más tierna
infancia.

Esta jerarquía dada al medio ambiente y a las experiencias reales tiene su


consecuencia en el enfoque terapéutico.

Fairbairn subraya la importancia a lo que el analista “hace” en la sesión: el


analista es “el heredero de la madre”, por lo que la creación de un clima
emocional adecuado, así como la actitud tolerante y paciente, son de vital
importancia para la estructuración de la personalidad del sujeto, y, por lo tanto,

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para la superación de los síntomas. Propone también el abandono del diván en su
encuadre, a fin de facilitar el contacto real.

Critica a la teoría de la libido

Para Guntrip “el psicoanálisis debería ocuparse de los hechos psicodinámicos, de


las actividades de la personalidad como tal, y de su destino en el desarrollo
normal o anormal del sí mismo psíquico. Las potencialidades básicas y las
necesidades primarias de la personalidad están dadas por la herencia biológica y
el psicoanálisis debe tomar como punto de partida este factor innato o “instintivo”
y después indagar cómo surge la personalidad tal como la conocemos en el niño
y en el adulto”.

Por lo tanto, la teoría de Fairbairn es una teoría del desarrollo psicogenético de la


estructura de la personalidad en términos de las relaciones objetales, que son las
causas primarias de las diferenciaciones psíquicas internas.

Entonces, si lo que realmente importa del punto de vista psicológico es cómo se


constituye el psiquismo a partir de las relaciones con los objetos del medio ambiente,
entonces la libido no es más que un vehículo de relación con éstos y no el motor y eje
de la formación de la estructura. La libido es primariamente buscadora de objetos
y no del placer o de la descarga, tal como lo había planteado Freud.

Recordemos que el modelo de libido de Freud es esencialmente hidrodinámico:


el individuo nace con un monto determinado de energía psíquica que busca su
descarga para reestablecer el equilibrio del aparato. Para esto, el individuo
requiere de un objeto externo, en el cual “descargar” parte de la pulsión. El objeto
es entonces un elemento auxiliar en el objetivo psíquico primario que consiste en
liberarse de la energía, o lo que es lo mismo, disminuir la tensión, con lo que se
obtiene el placer.

De allí que para Freud es posible la existencia del “narcicismo primario”, estado
en el que hay descarga sin objetivo externo, es decir en el propio yo.

Fairbairn elaboró una propuesta opuesta: “la libido busca primariamente el


objeto (en vez del placer como lo postula la teoría clásica) y el origen de
todas las condiciones psicopatológicas deben buscarse en perturbaciones
de las relaciones de objeto del yo en desarrollo”.

Fairbairn se apoya en evidencias clínicas, por ejemplo:

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• La revelación de un impulso inconsciente en el curso de un tratamiento
analítico puede movilizar mecanismos defensivos del tipo de la
racionalización, mecanismo que difícilmente permite resolver el conflicto
intrapsíquico. Los enfermos pueden llegar a hablar con precisión de los
impulsos sin comprometerse emocionalmente.

Fairbairn pone como ejemplo un intercambio con un paciente.

• “Uno de mis enfermos fue maestro en esta técnica, después de suministrar


una comprensiva descripción intelectual del estado de la tensión del
impulso en el que sentía que se encontraba me dijo un día “ ¿Y bien que
piensa Ud. hacer?” Como respuesta le expliqué que el verdadero problema
radicaba en lo que él mismo pensaba hacer. Esta contestación le pareció
muy desconcertante, lo que en realidad trataba de ser. Lo desconcertó
porque lo enfrentaba bruscamente con el verdadero problema del análisis
y de su vida”. (Cuál era el origen del impulso y a quién se dirigía).

Una prueba de la importancia que se le adjudica en el psicoanálisis a las relaciones


objetales es el viraje que se produce en la interpretación de la transferencia. Se la
empezó a tratar como una herramienta terapéutica esencial y a tratar de
interpretarla sistemáticamente cada vez que aparecía en el material de sesión,
tanto en forma manifiesta como latente. Indiscutiblemente la transferencia
constituye un punto específico de relación objetal, en este caso, con el terapeuta.
Si se jerarquiza su análisis por sobre otro tipo de materiales clínicos, es una
prueba de que, aún sin teorizarlo muy explícitamente, se está pensando al
impulso o pulsión como subordinado a la relación objetal que se vehiculiza a
través de él.

En resumen, para Fairbairn “(…) los impulsos deben ser simplemente


considerados como las formas de actividad de la vida de las estructuras del
yo”.

Pero entonces, ¿qué se reprime? ¿un impulso o una estructura?

Para el autor la represión actúa sobre unidades complejas formadas por un objeto
y el impulso o pulsión asociada. Si consideramos la relación del niño con los
aspectos satisfactores de su madre, podríamos decir que lo que se reprime es el
“objeto-madre satisfactor” junto con el sentimiento libidinalmente positivo que
tiñe a ese vínculo. Por el contrario, la relación con los aspectos frustrantes de la

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madre daría como resultado la incorporación de un objeto-frustrante junto con
los impulsos agresivos que el niño experimenta con ese contacto.

¿Cómo está entonces constituido el aparato psíquico de un individuo?


Fairbairn postula que se trata de un espacio habitado por objetos internos
asociados a impulsos libidinales, tanto positivos (producto de relaciones
gratificantes) como negativos (resultado de relaciones frustrantes).

Las estructuras endopsíquicas se revelan en los sueños y las fantasías


diurnas. Tanto en unos como en otras, los “personajes” oníricos o
fantaseados representan distintos objetos internos, es decir, diferentes
aspectos de la propia personalidad del soñante. Lo que sucede en los sueños
es una “instantánea” de la vida endopsíquica del sujeto y no sólo, como lo
postula la teoría clásica, una realización de deseos.

A modo de ejemplo vamos a ver el material onírico de una paciente de Fairbairn


y su interpretación en términos de estructuras endopsíquicas. Tengamos
presente la idea de que los personajes del sueño representan distintos aspectos
de la personalidad o lo que es lo mismo distintos objetos internalizados.

“El sueño (manifiesto) al que me refiero consistió en una breve escena en la que
la soñante veía que era violentamente atacada por una actriz famosa en un edificio
respetado, que durante generaciones había pertenecido a su familia. Su esposo
miraba, pero parecía imposibilitado e incapaz de protegerla. Después de realizado
el ataque, la actriz se alejaba, y volvía a desempeñar un papel teatral, que según
parecía estar implícito, había abandonado momentáneamente con el fin de
realizar el ataque, a modo de interludio. La soñante se veía entonces
contemplando su cuerpo que yacía sangrante en el piso, pero, al contemplarlo,
notaba que por un instante se transformaba en un hombre. Luego alternaba
siendo ora ella, ora ese hombre, hasta que por fin despertó con gran angustia”.

Las asociaciones revelaron que el hombre era su esposo real, la actriz era ella
misma y también la madre. El personaje observador representaba a la propia
paciente. Recordemos que la atacada (ella) se tornaba al final del sueño en el
hombre impotente que observaba al inicio. Esto sugiere que había una especie de
superposición entre la representación del esposo y la de ella misma. El punto de
contacto entre ambas imágenes estaba en el impulso agresivo que tenía hacia él,
lo que de alguna forma se expresaba en conductas sadomasoquistas volcadas en
su propia persona.

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De este relato Fairbairn extrae las siguientes conclusiones:

“En el sueño manifiesto, el drama comprende 4 figuras:

• La de la soñante sometida al ataque


• La del hombre en quién se transforma y alterna ella.
• La de la actriz atacante.
• La del esposo de la soñante como espectador impotente.”

Sin embargo, respecto al drama, el único testigo es la propia soñante, el yo


observador. Incluyéndola, son 5 las figuras con las que se puede contar. Pero
considerando que la actriz atacante representaba tanto a la propia soñante como
a su madre, podemos estar de acuerdo en que en el contenido latente del sueño
hay 6 figuras.

Estas se dividen en dos clases: estructuras del yo y estructuras de objeto.

Se destacan, en cada clase, 3 componentes:

Las estructuras del yo son:

• 1ª el yo observador
• 2ª el yo atacado
• 3ª el yo atacante

Las estructuras del objeto son:

• 1ª el esposo de la soñante como observador impotente


• 2ª el objeto atacado
• 3ª el objeto atacante.

Esto nos conduce a otra observación: que las estructuras del yo se prestan
naturalmente a ser apareadas con las estructuras de objeto.

Entonces, para Fairbairn la estructura endopsíquica está concebida por un mundo


habitado por objetos internos, no como un aparato constituido por yo-ello-
superyó.

La mente está poblada por tres clases de estructuras, dotadas cada una de ellas
por un tipo peculiar de impulso. Una de estas estructuras está constituida por:

• 1. Un yo atacante y el objeto atacante, dotados de energía negativa.


• 2. Una unidad yo atacado-objeto atacado, dotados de energía libidinal
• 3. Un yo observador- objeto observador. Este último es el “yo central”.

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Se deduce que Fairbairn concibe el mundo psíquico como disociado. Las personas
no tienen un yo, sino varios, provistos de distintos tipos de impulsos.

Esto sitúa a todos los individuos muy cerca de la posición esquizoide, dónde el
mecanismo predominante es la escisión del yo, concepción de enorme importancia
psicopatológica.

Para Fairbairn (1944) la mente está poblada de unidades compuestas en las


que se asocian partes del yo con partes del objeto y con un impulso
específico.

Los sueños y las fantasías son “escenarios dónde esas partes de la personalidad
interpretan esos papeles, todo lo que sucede en esta “puesta en escena” no es más
que la representación de los conflictos existentes en determinado momento entre los
aspectos disociados del mundo interno.

De lo propuesto por Fairbairn, Otto Kernberg discrepa en tres aspectos:

1. Escaso énfasis otorgado a los instintos y a lo que a su juicio es una


subestimación de la importancia de la agresión, que no parece coincidir
con la observación de los pacientes gravemente regresivos.

2. La inferencia del autor de que únicamente son introyectadas las


relaciones con objetos malos.

3. Para Otto Kernberg la sugerencia de Fairbairn de reemplazar la


psicología de los instintos por una nueva psicología de estructuras
dinámicas (del yo) es interesante, pero no cree que la conceptualización
del yo como compuesto por dichas estructuras dinámicas invalide la teoría
freudiana de los dos instintos, el libidinal y el agresivo.

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HERBERT ALEXANDER
ROSENFELD
1910-1986, Londres.

Diplomado en Medicina en Munich en 1934, debió emigrar a Gran Bretaña en


1935, país donde revalida su título y se forma como psiquiatra, interesándose
originalmente en el tratamiento psicoanalítico de pacientes psicóticos. Fue
analizado por Melanie Klein y trabajó bajo la influencia kleiniana con Bion, Hanna
Segal, y otros. Contribuyó a la descripción de los mecanismos de identificación
proyectiva en los estados confusionales psicóticos y en la patología del carácter
grave, sobre todo los trastornos narcisistas de personalidad, en su variante
maligna. También estudió profundamente el fenómeno de la reacción terapéutica
negativa, contribuyendo a su desmistificación en su obra titulada “Callejones sin
salida”, en donde concibe a la reacción terapéutica negativa como un intento de
comunicación por parte del paciente, intento en que coloca al analista en la misma
situación que él. El mecanismo subyacente es la identificación proyectiva.

Con Melanie Klein, nuestro autor aprendió la importancia de los procesos de


identificación proyectiva y su relación con las condiciones narcisistas graves. Así
mismo, integró parte de las observaciones de la autora sobre la envidia precoz del
pecho y el modo en que ésta produce fuertes reacciones terapéuticas negativas en
la situación de transferencia. Rosenfeld se da cuenta así de la estrecha relación
que existe entre las actitudes narcisistas y de envidia, y las relaciones objetales.

En 1963 Rosenfeld formula el narcisismo de una forma muy distinta a la de Freud.

Vamos a aclarar que lo que vamos a abordar en los próximos párrafos es la


experiencia de nuestro autor con pacientes psicóticos.

Recordemos que en su trabajo sobre el narcisismo Freud sostenía que en


situaciones psicóticas -tales como la esquizofrenia y la paranoia-, la libido se
independiza del objeto y del mundo exterior y se retira al interior del yo. Sugería
que los pacientes estaban tan absortos en sí mismos y en su seguridad (eran tan
narcisistas) que no podían establecer relaciones significativas o de dependencia
con otras personas.

Si esto era cierto, una de las consecuencias en la terapia psicoanalítica era que
estos pacientes no podían establecer una relación de transferencia y, por lo tanto,

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no podían hacer uso del instrumento principal del encuadre terapéutico para
mejorar.

Su experiencia con pacientes esquizofrénicos le hizo pensar distinto. “He dicho


ya que, a pesar de su aparente indiferencia o aislamiento, los pacientes
psicóticos establecen en realidad transferencias muy intensas, aunque
diferentes a las que se producían en pacientes neuróticos.”

Observa que los pacientes psicóticos parecen mostrar a los demás, y


especialmente al terapeuta, actitudes de omnipotencia típicas. “En sus fantasías
reclaman sus objetos incansablemente, confunden su self y el de los otros,
asimilan a otros en sí mismos y se colocan en el lugar de los otros”.

Introduce el término “relaciones objetales narcisistas” con el fin de recalcar que


no se trataba de un estado carente de objeto. De hecho, para nuestro autor, esto
sugería que mantenían una relación especial con los objetos: sólo eran capaces de
relacionarse con ellos con fines narcisistas y tan solo de una manera muy
omnipotente.

Con el tiempo, Rosenfeld acuña la expresión: relaciones objetales


omnipotentes narcisistas. De esta manera se refería a la tendencia que tienen
de utilizar a los demás (los objetos) como recipientes dentro de los que,
sintiéndose muy poderosos, proyectan aquellas partes de sí mismos que sienten
como algo no deseado o que les causa dolor o ansiedad.

Las relaciones objetales narcisistas omnipotentes son en parte una defensa


contra el reconocimiento de la separación entre el self y el objeto.

Tales formas de relación evitan que se despierten sentimientos de agresividad y


ambivalencia originados por la frustración, así como cualquier conciencia de
sentimiento de envidia o agresividad hacia otros. De la misma manera, el paciente
tampoco puede amarles o depender de ellos si forma un todo con ellos.

Parece probable entonces que la fuerza y la persistencia de las “relaciones


objetales omnipotentes narcisistas” estuvieran estrechamente relacionadas con
la intensidad de los sentimientos de envidia o agresividad del bebé, que son
revividos -y por lo tanto pueden ser estudiados-, en la relación de transferencia
analítica. Cuánto más envidiosos son los deseos de un paciente, por ejemplo, más
difícil es hacer frente a la separación y abandonar las relaciones objetales
omnipotentes narcisistas.

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La identificación proyectiva en Rosenfeld

Tanto para este autor como para Otto Kernberg, la identificación proyectiva es un
mecanismo fundamental para comprender la relación transferencial en el
tratamiento de pacientes severamente perturbados.

El término de “identificación proyectiva” ha sido empleado para designar una


serie de procesos similares, aunque no idénticos. Por ello, vamos a intentar
distinguir y aclarar algunos de los problemas relacionados con este término.

La identificación proyectiva se refiere, ante todo, a un proceso de escisión


del yo primitivo, en la que tanto las partes buenas del self como las malas son
expulsadas del Yo, y, por lo tanto, proyectadas en forma de amor u odio en los
objetos externos. Este proceso conduce a una fusión de las partes proyectadas
del self con los objetos externos el individuo es idéntico al aspecto relevante del
objeto externo hasta tal punto que es éste.1 Una consecuencia importante de esta
identificación proyectiva es que da origen a ansiedades paranoides.

Los objetos que parecen poseer las partes agresivas del self se tornan
persecutorios y son vividos por el paciente como una amenaza de venganza. El
paciente tiene la impresión de que estos objetos - y las partes malas del self que
ellos contienen- tratarán de volver a introducirse a la fuerza en su interior.

Los pacientes que utilizan en exceso procesos identificatorios proyectivos están,


por lo tanto, permanentemente amenazados por tales ansiedades paranoides. En
consecuencia, en el plano de las implicancias técnicas, es importante evitar que
estas ansiedades se movilicen con demasiada rapidez en el análisis. El analista
puede llegar a confundirse o mezclarse muy fácilmente con el retorno de las
partes proyectadas del self y convertirse así en un poderoso perseguidor.

La identificación proyectiva, tal como la describió Melanie Klein, es


principalmente un mecanismo de defensa del self primitivo.

No obstante, esto supone que tiene que existir cierta separación entre el self y el
objeto. Sin embargo, algunos pacientes viven en un estado de identificación
proyectiva tan permanente que, al entender de este autor, se ha de considerar la


1 Recordemos que él se refiere a de la identificación proyectiva en pacientes

psicóticos. En pacientes fronterizos, la fusión es en realidad una refusión del


objeto con el self y auqneu el trabajo analítico para “depegarlos” es menor, debe
ser muy persistente y prolongado en el tiempo.

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posibilidad de estar frente a un proceso diferente y más primitivo, aunque
relacionado con la identificación proyectiva).

Las principales formas primitivas de identificación proyectiva podrían


considerarse entonces como predecesoras del tipo más corriente de
identificación proyectiva que estaría relacionado con los aspectos primarios más
tempranos de fusión de la madre con el bebé.

Rosenfeld no descarta que algunos mecanismos de identificación proyectiva


comiencen in utero. Lo que quiere decir es que quizás el feto sea sensible a ciertos
procesos mentales perturbadores que se producen en el interior de la madre y
que de alguna manera estos le son comunicados, en forma análoga al proceso que
subyace en los estados psicosomáticos. La identificación proyectiva también
puede desarrollarse en los primeros estadíos de fusión de la madre y el bebé que
se observan en la posición esquizo - paranoide y la depresiva. Algunos analistas,
entre los que se encuentra Bion, emplean en sus análisis estas formas de
identificación proyectiva más primitivas.

Los fenómenos de identificación proyectiva pueden presentarse en muchos


estados psicóticos o fronterizos, en donde los pacientes parecen luchar
desesperadamente con sentimientos y pensamientos confusos, desorientadores
y contradictorios. Parece que les resulta muy difícil pensar en sus sentimientos o
reconocerlos, pero a pesar de todo los comunican, o “anticomunican”
poderosamente de muchas formas diferentes. El autor está seguro de que los
pacientes de esta clase sufren debido a vivencias muy prematuras y
perturbadoras del tipo provisto por la identificación proyectiva primitiva.
Durante meses necesitan comunicarse en forma no verbal, a menudo permanecen
en silencio, o hablan de un modo muy confuso, monótono o simbólico. Esta
vivencia provoca un fuerte efecto físico sobre el analista. Es como si se hubiese
proyectado algo dentro del analista de una manera muy concreta y real.

Para el autor es conveniente pensar en la identificación proyectiva de dos


maneras a la vez:

• Todo proceso proyectivo de este tipo tiene una cualidad expulsora. El


individuo, algunas veces en forma muy violenta, está tratando de librarse
de pensamientos y sentimientos insoportables e intenta hacerlo a la
fuerza, dominando y controlando, imaginativamente, a otras personas.
• Por otro lado, el proceso de identificación proyectiva puede considerarse
también como un intento de comunicación. Si los pensamientos o
sentimientos insoportables y a menudo caóticos que son expulsados

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pueden ser contenidos (Bion 1962), es posible que lo que está ocurriendo
pueda ser comprendido y considerado, preparando así el terreno para que
los pensamientos y sentimientos sean tolerados y se hagan menos
insoportables.

El paciente psicótico que proyecta impulsos y partes de sí mismo dentro del analista
los está expulsando, pero también los está comunicando. Hace posible que el
analista comprenda y sienta sus vivencias y que las contenga.

De esta manera las experiencias insoportables pueden perder su cualidad


insoportable y aterradora y adquirir un significado.

La capacidad contenedora de un analista no tiene que ver con la pasividad, es


ante todo disponibilidad emocional para entrar en una relación intensa y
conservar su función de expresar las vivencias con palabras. La mayoría de los
pacientes psicóticos y fronterizos requieren normalmente una gran cantidad de
pensamiento activo por parte del analista, porque ellos carecen de la capacidad
de pensar. El analista tiene que unir en su propia mente los aspectos difusos,
confusos o escindidos, de los procesos previos al pensamiento del paciente, de
forma que poco a poco adquieran un sentido y un significado.

En lo que sigue, expondré los estratos más significativos de un trabajo de


Otto Kerberg sobre la influencia del autor en la descripción y tratamiento
de pacientes narcisistas y borderline y las modificaciones técnicas.

• Rosenfeld detalló las características estructurales y los desarrollos de


transferencia de la personalidad narcisista en el psicoanálisis.
• Propuso que los pacientes narcisistas han introyectado en forma
omnipotente un objeto parcial primitivo totalmente bueno, negando así
cualquier diferencia o separación del objeto (Identificación proyectiva).
Esta tendencia permite a los pacientes con relaciones de objeto narcisistas
negar cualquier separación entre self y objeto y evitar cualquier
dependencia de un objeto externo.

Esta dependencia supondría la necesidad de un objeto amado y por ende


potencialmente frustrante. El odio por el objeto bueno toma la forma de envidia.

Las relaciones de objeto narcisistas permiten evitar los sentimientos agresivos


provocados por la frustración y de cualquier conciencia de envidia.

Estos objetos externos, que los pacientes necesitan en forma realista, son
utilizados a menudo para la proyección de todas las partes indeseables de los
pacientes hacia ellos, por lo que en el tratamiento el analista es tratado como un

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lavabo o wáter. La relación con un analista lavabo es extremadamente gratificante
para ellos ya que en ella se descarga todo lo desagradable al analista, y los
pacientes se atribuyen a sí mismos todo lo bueno que surge en la relación.

Estos pacientes tienen una autoimagen altamente idealizada, cualquier cosa que
interfiera con esta imagen es negada enfáticamente. Pueden tomar los valores e
ideas de los demás y afirmar que son propios, o bien devalúan o destruyen
inconscientemente lo que reciben de los demás porque de otro modo sufrirían
una intolerable envidia y por lo tanto experimentan un crónico sentido de
insatisfacción con lo que reciben de otros.

• Rosenfeld describió en algunos pacientes narcisistas la infiltración de su


self grandioso patológico por la agresión y destructividad primitivas. Esta
infiltración es la que proporciona un tipo de autodestructividad violenta a
estos pacientes. En estas condiciones hay un odio inconsciente de todo lo
bueno y valioso, y no sólo de los objetos externos, sino también de los
buenos aspectos sanos restantes de su self, normales y dependientes. Es
decir que la envidia y el resentimiento de estos pacientes van dirigidos, no
sólo contra lo que tienen los demás, sino lo que puede haber de bueno en
ellos mismos. Estos pacientes se benefician de la interpretación
sistemática y lo más temprana posible de la transferencia negativa
devaluante del analista, así como de la confrontación de este self
grandioso. El desafío técnico más importante es el trabajo sobre la envidia
autodestructiva.

El sentido de poder de estos pacientes parece derivar de su impenetrabilidad a


todos los puntos débiles humanos normales. Existe una idealización de este
aspecto grandioso y destructivo del self y, en consecuencia, muestran una actitud
de triunfo sobre el objeto bueno, devaluado y necesitado.

En 1975, Rosenfeld vinculó esta teoría con las formas más agudas de reacción
terapéutica negativa

El self grandioso patológico de estos pacientes, que muestra una fusión de los
impulsos libidinales y agresivos en la que predomina decididamente la agresión,
refleja una resistencia más primitiva, aguda y difícil de resolver con el
tratamiento. La reacción terapéutica negativa, derivada de los sentimientos de
culpa inconscientes provocados por un superyó sádico, son formas menos agudas
y más tratables.

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Más adelante, en los últimos años, H. Rosenfeld se dedica a pacientes
fronterizos. Analiza la psicosis de transferencia en los pacientes límite. Estos
episodios psicóticos momentáneos que normalmente se resuelven en la situación
analítica, reflejan la activación de la identificación proyectiva y mecanismos de
escisión que se presentan como estados confusionales que reactivan las
circunstancias gravemente traumáticas de la lactancia y primera infancia.

La confusión entre las partes buenas y malas del self y entre los objetos buenos y
malos es un factor que para este autor impide la interpretación de la identificación
proyectiva, en contraste con sus anteriores recomendaciones relativas a los
estados confusionales en las psicosis. Rosenfeld recomienda no interpretar
sistemáticamente la identificación proyectiva en estas condiciones, sino escuchar
atentamente a los pacientes e intentar aclararles la realidad de la situación
inmediata, sobre todo la suposición delirante de que las interpretaciones del
analista son ataques a los pacientes.

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WILFRED BION
1897-1979

Médico y psicoanalista inglés, alumno de Melanie Klein, que orientó buena parte
de su trabajo hacia el análisis de los pacientes psicóticos. Se interesó también en
el desarrollo del pensamiento del niño y sus trastornos, en estrecha relación con
la capacidad materna de “contener”, de recibir sus proyecciones y alimentarlo
psíquicamente. Fue el discípulo más turbulento de Melanie Klein, construyó una
teoría refinada del self y la personalidad sobre la base de un modelo matemático
y compuesta por nociones originales, como por ejemplo “función alfa”, “objetos
bizarros”, “continente-contenido”.

Lo que describo a continuación es una síntesis de sus ideas, realizada por Otto
Kernberg para el Tratado de Psiquiatría de Harold Kaplan y Benjamín Sadock, 2da
edición.

En su obra de 1970, “Atención e Interpretación”, Bion subrayó que el


conocimiento final de los procesos intrapsíquicos de un paciente u otra persona
es esencialmente inasequible, y que la comprensión que se alcanza por medio de
la interpretación debe reconocerse, a lo sumo, como una aproximación de la
verdad última de una experiencia intrapsíquica. Su recomendación de enfocar
cada sesión con un paciente, sin recuerdo o deseo – es decir, sin teorías
preconcebidas o deseos que influyan en el paciente, en cualquier dirección –, es
según él, un ataque al estilo autoritario, con el cual muchos analistas kleinianos
tradicionales parecen formular sus interpretaciones.

En 1967 publicó una serie de artículos que relacionaban a la patología del


pensamiento en los pacientes límite y esquizofrénicos con la actividad de
operaciones defensivas primitivas.

Intentó pues la construcción de una teoría psicoanalítica general del pensamiento


y de las distorsiones patológicas de los procesos del pensamiento en las psicosis.
Sus teorías representan la introducción de un modelo cognitivo-estructural en el
pensamiento kleiniano.

La existencia de elementos de pensamiento primitivos, de ideas anteriores a la


propia capacidad del pensamiento o, lo que él llamaba, “un aparato para pensar
ideas”, es una teoría básica de Bion.

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Bion denominaba a estas ideas iniciales como “elementos beta”, y las relacionaba
con las primeras impresiones sensoriales y las primeras preconcepciones.

En esto seguía la noción kleiniana de cierto conocimiento básico relativo a los


objetos buenos y malos, la genitalidad, étc.

Los elementos “beta” aparecen cuando un niño es severamente frustrado y su


alucinación –desiderativa- se rompe tras continuas frustraciones. En este
momento aparecen las nociones primitivas de objetos malos (típicos elementos
beta) y son evacuados en la forma de primitivas proyecciones, simultáneamente
con el esfuerzo para librarse del estado emocional desagradable mediante la
acción (descarga afectiva).

Bion ligaba esta teoría del pensamiento con la teoría kleiniana de la identificación
proyectiva. Si se da la suficiente gratificación como para permitir al niño tolerar
cierta frustración, los elementos beta, mutuamente aislados, primitivos, dispersos
(sensoriales, afectivos y cognitivos), que anteriormente fueron tratados mediante
una evacuación , pueden ser ahora tolerados, integrados y unidos en la forma de
un superior proceso de pensamiento que corresponde a los elementos
componentes del inconsciente dinámico y de los sueños.

Bion denominaba a la función por la que se integran los elementos beta en


pensamientos característicos del pensamiento primariocomo “función alfa” y a
la producción de funciones alfa, como “elementos alfa”.

Los elementos alfa, son impresiones sensoriales, afectos y concepciones -en


contraste con las preconcepciones innatas- que pueden ser almacenados en la
forma de recuerdos, reunidos y asociados y dan lugar a las formas superiores del
pensamiento.

Íntimamente ligada a su teoría de la función alfa y los elementos alfa, está su


teoría de la relación entre el niño y la madre, mediante la cual los elementos beta
primitivos del niño son, por así decirlo, absorbidos por la comprensión intuitiva
de la madre de la situación del niño en el momento de frustración.

La “ensoñación intuitiva” o “ensueño”, como lo llama Bion, le permite a la madre


incorporar los elementos beta proyectados, dispersos y fragmentados, e
integrarlos por medio de su comprensión intuitiva de la situación total del niño
en ese momento. La intuición de la madre actúa como contenedor que organiza el
contenido proyectado. Esta teoría implica que el niño, por la introyección de la
madre, puede identificarse con su función de contenedora y llegar a establecer así
un aparato interno para formar pensamientos. En otras palabras: actuando como

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organizador de los elementos beta proyectados, la madre crea un modelo de
funcionamiento alfa (integración del pensamiento) con el cual se identifica el niño
y que este utiliza para seguir transformando los elementos beta en elementos
alfa.

Bion amplió el análisis kleiniano de la posición paranoide para incluir un


mecanismo esquizoide más: los activos esfuerzos intrapsíquicos para destruir
las funciones cognitivas.

En su artículo de 1967, Bion indicaba que los pacientes esquizofrénicos


desarrollaban activos esfuerzos para romper los vínculos entre sus propios
procesos asociativos, para destruir su función alfa, y también para destruir la
capacidad del terapeuta para comprender y sintonizar con su situación,
destruyendo de esta manera el medio que el terapeuta tiene de comprenderlos.

Bion hablaba también de tres vínculos esenciales implícitos en la integración de


los procesos de pensamiento.

Estos tres vínculos son K (knowledge, conocimiento ), L (love, amor) y H


(hate, odio). Estos vínculos se refieren tanto a la vinculación intrapsíquica de
diferentes pensamientos como a los procesos interpersonales ligados con
aquellos procesos de pensamiento.

Por ejemplo, K, un vínculo esencial entre los elementos cognitivos, está también
implícito en la relación entre el niño y la madre. Bion se refirió a la secuencia antes
descripta en la que el niño proyecta los contenidos escindidos y aislados en la
madre que actúa entonces como contenedor hasta que el niño reintroyecta
finalmente la integración ahora organizada de los elementos de pensamiento
anteriormente escindidos. Un vínculo K está en acción en la situación
psicoanalítica en la que el paciente es capaz de identificarse con la labor del
analista en la integración del material del paciente. Las construcciones de objetos
buenos y malos, internos y externos, un aspecto crucial de la teoría kleiniana, son
manifestaciones típicas de lo que Bion describió como vínculos L o H. Un tipo
adicional importante de vinculación es la determinada por los vínculos menos K
(- K), una forma de relación patológica entre el niño y la madre que puede
observarse en la relación entre el paciente y el analista. La madre o el analista es
incapaz de experimentar la fantasía integradora en razón de las amenazas
agresivas implícitas en la identificación proyectiva masiva, y la madre o el analista
sustituye la integración intuitiva con un esfuerzo omnipotente para comprender
sin empatía y para utilizar esta comprensión como elemento de control. A su vez
el paciente puede introyectar un semejante vínculo –K como característica del

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funcionamiento de la madre o del analista, perpetuando así una falsa
comprensión que es escindida de la realidad emocional auténtica. El origen de
estos procesos –K suele radicar en los propios pacientes y está especialmente
relacionado con la intensa envidia y destructividad primarias que fuerzan a los
pacientes a intentar destruir la capacidad de pensamiento creativo de la madre o
del analista. Este es un mecanismo que originalmente se describió en pacientes
esquizofrénicos y posteriormente también en los pacientes límite.

Bion postuló también la existencia simultánea de partes no psicóticas y


psicóticas de la personalidad en los pacientes límite; describió a pacientes
dominados por elementos beta en los cuales se desarrolla una violenta
identificación proyectiva para expulsar a estos elementos. A causa de estos
desarrollos, los pacientes límite presentan lo que Bion llamó “objetos
extraños” (bizarros), es decir experiencias de tipo ilusorio o alucinatorio de
pavor, extrañeza, elementos sensoriales materiales o cognitivos que el paciente
experimenta como realmente existentes en el mundo exterior. Consideró estas
experiencias como la parte psicótica de la personalidad, que puede coexistir con
partes neuróticas de alto nivel. Esto implicaba entonces que la presencia de
operaciones defensivas de nivel superior, centradas en la represión, defiende a
las partes neuróticas de los pacientes de la conciencia de su funcionamiento
psicótico y primitivo.

Bion sugirió que en cada crisis aguda de los pacientes neuróticos tiene lugar una
activación de estos núcleos psicóticos primitivos, que deben ser analizados y
resueltos. (ej. del paciente que acusa a Otto Kernberg de haber escupido cuando
pasaba a su lado).

Como parte de sus estudios sobre la distorsión o deterioro general del proceso
analítico, Bion exploró el caso extremo del analista que trata a un mentiroso. Las
implicaciones conscientes e inconscientes de estas extremas distorsiones de la
verdad llevaron a Bion a postular tres tipos de relación analítica en términos de
la relación mutua entre continente y contenido:

• Establecimiento de un vínculo simbólico entre paciente y analista en la que


existe una relación e influencia realmente recíprocas.
• Vínculo parasitario, típico del mentiroso, en el que el paciente explota
consciente o inconscientemente la relación analítica para otros fines
diferentes a los formalmente acordados o que el analista supone que
existen – en palabras de Bion “una relación en la que uno depende de otro
para producir un tercero, que es destructor de los tres”.

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• El vínculo común, una básica falta de relación emocional que está
oscurecida por un proceso pseudopsicoanalítico.

En condiciones óptimas, el proceso psicoanalítico puede caracterizarse por la


presencia de transformaciones en cada sesión – en el paciente y en el
psicoanalista-, transformaciones en las cuales la realidad del psicoanalista se
aproxima a la del paciente aún sin ser idéntica a ella. El punto de vista del analista
produce una transformación, una nueva organización del material del paciente,
que es diferente a la organización originariamente asumida por el paciente. La
aproximación gradual de sus puntos de vista (o perspectivas) respectivos refleja
la labor psicoanalítica genuina.

Por esto el psicoanalista debe ser extremadamente cauto para no enfrentar al


paciente a un punto de vista predeterminado y sesgado y debe afrontar cada
sesión con una sincera disposición a ser sorprendido por el material del
paciente. Este enfoque es el que quería dar a entender Bion cuando decía que los
analistas deben dejar a un lado la memoria, y en la medida que están resueltos a
no influir o impulsar a los pacientes en una dirección determinada durante la
sesión, también tratan al paciente desprovistos de cualquier deseo.

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BIBLIOGRAFÍA

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