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Cariruto 2 EL AGUSTINISMO POLITICO 1. La obediencia cristiana La obligacién de los cristianos de prestar acatamiento a las autoridades constituidas estaba profundamente arraigada ya desde su fundador, porque, segiin decia San Pablo en el capftulo 13 de la Epistola a los Romanos: “Los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. {Quieres no temer a Ja autoridad? Obra el bien y obtendrés de ella elogios, porque es para ti un ministro de Dios para el bien. Pero si obras el mal, teme, porque no en vano lleva espada, porque es un ministro de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal. Por lo tanto, es preciso someterse no sélo por temor al castigo, sino también en conciencia. Porque por esto pagdis también los impuestos; porque son ministros de Dios ocupados asiduamente en ese oficio que sirven a esto mismo. Dad a cada uno lo que se le debe: a quien impuestos, impues- tos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor”. 11. Problemas nuevos Sin embargo, al ser la iglesia cristiana algo més que una religién oficial, no un apéndice del Bstado, sino una organizacién auténoma y colocada respecto de éste en posicién superior en cuanto a su fin, surgié una situacién conflictiva en el seno del Imperio Romano que recla- maba una adhesién total a los stibditos. Adhesién que Uegaba al extremo de la adoracién de la persona del representante del poder. Asi, el cristianismo planteaba el problema de otra Jealtad que estaba excluida de Ia antigua idea de ciudadania, Empero, ningtin cristiano consideré que Iglesia y Estado debian obrar separados, sino actuar de consuno como alma y cuerpo, siendo ambos instrumentos designados por Dios. Después de convertirse al Cristianismo el Imperio, el problema de la delimitacién de las jurisdicciones de Iglesia y Estado no se suscit6 de inmediato, Pero lo que en circunstancias normales se solucionabe con el reconocimiento de la competencia de a Iglegia en materias espirituales, iba a acarrear dificultades en situaciones anormales y en materias ambiguas, 22 JUAN MANUEL MEDRANO. 5 1.2. Los Padres de Ia Iglesia Los Padres de la Iglesia se abocaron a estos problemas, entre otros: 1.2.1. Sqn Ambrosio San Ambrosio era Obispo de Milén cuando sobresalié por su vigorosa defensa de la auto- nomfa de la Iglesia en materias espirituales. Claramente afirmé que en esas materias Ja Iglesia tenfa jurisdiccién sobre todos los cristianos, incluido el emperador, ya que éste, como cual- quier cristiano, era hijo de la Iglesia. En carta al emperador Valentiniano, afirmé que en materia de fe “son los obispos los que deben ser jueces de los, emperadores y no los emperadores lo’ jueces de los obispos”. Puso en préctica su teoria, reprendiendo piblicamente, en varias ocasiones, a los empera- dores Valentiniano y Teodosio, pero siempre en materia espiritual y sin incitaciones a la rebelidu. 42:9. San -Agusttr Una de as ideas més caracteristicas de San Agustin fue su concepcién de Ia comunidad cristiana como punto culminante de Ja historia, que es un desarrollo hacia aquélla. Expuso su doctrina, principalmente en su libro La ciudad de Dios, obra de circunstancias tendiente a probar que la'caida de Roma en poder de Alarico no se debia a la decadencia que habfa significado para el Imperio la adopcién del Cristianismo. Desarroll6 Ia idea -que ya vislumbraran Séneca y Marco Aurelio~ de que el hombre era ciudadano de dos ciudades: la ciudad de su nacimiento y la ciudad de Dios. EI hecho bisico en la vida del hombre estaba dado por la division de sus intereses; por un lado, los intereses terrenos, centrados alrededor del cuerpo; por el otro, los intereses ultraterrenos, gue correspondian al alma. Esta distincién para San Agustin era la clave para comprender la historia humana. Dicha clave consistia en Ja lucha de la ciudad de Dios, fundada en el amor a Dios (intereses ultraterrenos) y la ciudad terrena, reino de Satin, gobernada por apetitos infe- riores. Sélo en la primera era posible la paz y era Ja tinica permanente. Roma cay porque las ciudades terrenas eran perecederas. Sin embargo, San Agustin no identificaba a la ciudad terrena con el Estado ni a la ciudad de Dios con la organizaci6n eclesidstica. En la historia, ambas sociedades estarin mezcladas hasta su total separacién en el Juicio Final. La salvacién vendrdé a través de Ja Iglesia, entendida no como mera organizacién humana, sino como unién de los verdaderos creyentes para la que opera la gracia de Dios en Ja historia. En consecuencia, al estar ligada la salvacién humana a la Iglesia, los intereses de ésta deberdn prevalecer sobre cualquier otro tipo de intereses. Para San Agustin, pues, después del advenimiento del Cristianismo, ningiin Estado podia ser justo, a menos que fuera cristiano. _ ‘San Agustin no Ilegé a afirmar que el Estado debia ser el “brazo secular” de la Iglesia, pero su concepcién dejé por muchos siglos Ja idea de que el Estado debia ser cristiano, instru mento para la salvacién, de los hombres, y de que los intereses espirituales se encontraban indiscutiblemente por encima de los demas. 1.3. Un empirismo “hierocrdtico” Jean Touchard, que dirigiera la Historia de las ideas politicas (1964), una obra colectiva que acierta singularmente en la sistematizacién de largos perfodos histéricos, se refiere a los primeros siglos de la Edad Media como “un empirismo hierocrdtico”. O sea, el reino de lo sagrado. HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 23. En el afio 419, Roma fue tomada por Alarico, rey de Jos visigodos. Era el remate de una Jarga decadencia de la idea de Imperio, donde fue desapareciendo la vida civdadana y econémica. La tradici6n imperial se transvas6 al Este y en el Occidente apenas si qued6 sitio para un movimiento cultural. E] Cristianismo, por su parte, debié dedicarse a tareas de vulgarizaci6n, en detrimento de la profundizacién y originalidad. Fue un perfodo de bondas transformaciones. El Imperio adopt6 oficialmente al Cristianis- mo y el emperador trasladé su sede a Constantinopla. La época se caractetiz6 por un empirismo radical: Jos hechos encontraban en su propia existencia su raz6n de ser. La redacci6n de tratados especfficamente politicos no comenzé hasta el siglo IX, con la Via Regis de Esmaragdo, de contenido més moral que politico. Las ideas politicas debfan ser extrafdas de los.actos oficiales: decisiones, cartas, eteétera, y de la crénica de los historiégrafos. Los acontecimientos se desenvolvieron en una atmésfera teocrética, 0 al menos “bierocratica”, segiin se dijo. En Oceidente, la autoritas quedaba en manos de la Iglesia, mientras que en Oriente, ésta qued6 asociada intimamente a Ia suerte del Imperio como religién oficial. 1.4. La aparici6n del agustinismo politico San Agustin, en La ciudad de Dios, al distinguir entre las dos ciudades, habia mostrado que para los cristianos s6lo contaba en dltimo término la ciudad de Dios. Habfa precisado, incluso, que, aunque siendo ambos poderes —espiritual y temporal- independientes entre sf, el segundo estaba integrado dentro del plan divino y no podia contrariarselo. Las nociones agustinianas de paz y justicia no incidfan en el derecho natural, tratando de sustituirlo o de vigorizarlo. Pretendian elevarse de la materia viva hasta la fe y la vida sobrenatural. Los herederos de esta doctrina le imprimieron otro sesgo: de un reflejo defensivo de una causa superior hicieron una regla de gobierno diario; asi quedaba absorbido el orden natural dentro del orden sobrenatural; el derecho natural dentro de Ja justicia sobrenatural y el derecho del Estado dentro del derecho de la Iglesia. 1.5. Formulaciones. San Gelasio I Aparecié la cuestién de si debfa primar la autoridad del emperador o la del Papa. EL’ Papa consideraba necesario contemplar ambos términos de la comparacién desde el punto de vista del Ultimo fin del hombre. La contestacién surgia de inmediato ni bien se preguntaba el para qué de cada una de las cosas. Y esta contestacién alcanzaba no s6lo al acatamiento que el sibdito debja al Papa por encima del emperador, sino también al acatamiento que el empera- dor debia al Papa, Es decir, que Ja primacia del Papa no sélo era en virtud de la circunstancia del cargo, sino también de la persona del Papa, de lo que emanaba su propia dignidad y responsabilidad: el emperador debfa bajar la cabeza ante el Papa porque el Papa era responsa- ble ante Dios de Ja salvacién del alma de aquél. ‘Asi, San Gelasio I, mientras era Papa, en una carta dirigida al emperador Anastasio del Imperio Romano de Oriente, después de distinguir los dos organismos por los que el mundo era gobemado, la sagrada autoridad de los pontifices y el poder real, precis6:e“Pero la autori- dad de los sacerdotes es de tal modo mayor, que deberdn dar cuenta al Seftor, en el juicio final, de los mismos reyes. En efecto, ti sabes, hijo clementfsimo, que aunque gobiernes él género humano gracias.a tu dignidad, bajas, sin embargo, la cabeza con respeto ante los prelados de Tas cosas divinas; ti esperas de ellos, al recibir los sacramentos celestiales, los medios de tu salvaci6n; y aun disponiendo de ellos, sabes también que hay que somieterse al orden religioso, més bien que dirigirlo. Sabes también, entre otras cosas, que dependes de su juicio y que no tienes que tratar de plegarlos a tu voluntad”. Las afirmaciones del Papa San Gelasio I fueron desarrolladas y complemretitidas por San Gregorio I Magno, al formular la “concepcién ministerial” del Imperio y de la monarquia 24 JUAN MANUEL MEDRANO Asf Io expresé al emperador Mauricio y a su hijo Teodosio: el poder ha sido dado para ayudar a quienes deseen hacer el bien a subir al cielo. El principal acto del buen gobierno sera la represién del pecado, dird al rey merovingio Childeberta, Y también por San Isidoro de Sevilla, que instalaba el concepto del gobierno civil como braz secular de la Iglesia: “el poder temporal no setia necesario si no impusiera por el terror y la disciplina lo que los sacerdotes no podfan hacer prevalecer mediante la palabra”, 2. San Gregorio Magno Gregorio nacié en Roma y pertenecia a una encumbrada familia romana. Entre sus parien- tes y antepasados figuraban Severino Boecio y los Papas Félix II y Agapito. Durante su infan- cia inicié sus estidios bajo el clima cultural que emanaba de la corte bizantina de Justiniano. ‘Ya joven ingresé en el servicio civil de la ciudad y leg6 a ocupar el cargo de prefecto de la ciudad. Por ese entonces, la paz de la peninsula habia sido alterada con la invasién de los lombardos. Al mismo tiempo, después de la muerte del emperador Justiniano, el Imperio Bi- zantino empez6 un perfodo de languidecimiento que fue sentido en Italia, porque cifraba su seguridad en la proteccién que dicho Imperio podrfa suministrarle ftente a la amenaza de “Tos barbaros. ~ — ~ — Hacia el afio 574, Gregorio decidié abandonar el servicio civil de la ciudad para ingresar en Ia vida monacal. A tal efecto destiné su propia casa para instalar en ella el Monasterio de San Andrés. En el aiio 579, el Papa Pelagio Il ordend a Gregorio como dicono y lo enyié como legado suyo ante la corte imperial en Constantinopla. Alli permanecié hacia él afio 586. Durante su permanencia en la capital imperial escribié las Morales, su primer comentario exegético del libro de Job. Hacia 586 regresé a Roma y actué como consejero y secretario del Papa Pelagio Il. Dos aiios después volvi6 al monasterio de San Andrés, donde escribié la Exposicion sobre el Can- tar de los Cantares; la Homilfa sobre Ezequiel y una Exposicin sobre el Primer Libro de los Reyes. Es por esta época cuando recorriendo las calles de Roma vio. una fila de esclavos anglosajones. A la vista de este espectéculo pensé partir para Inglaterra para emprender su evangelizaci6n, pero finalmente no realizé el viaje y continué siendo secretario del Papa. Des- de ese puesto procuré intervenir para Hegar a una situacién de paz con los lombardos. La politica que propiciaba Gregorio, de convivencia con los bérbaros procurando su conversién, no coincidia con la del Imperio, que procuraba obtener una revancha militar y una reconquista territorial en Italia. En septiembre de 593, el Papa Pelagio II murié durante una epidemia y Gregorio fue elegido Papa contra su voluntad. Le tocé regir los destinos de la Iglesia durante un perfodo aciago; durante la peor época de las invasiones lombardas, que en varias ocasiones amenaza~ ron a Roma. Fue un tiempo de gran pobreza, de epidemias y hambre, y Gregorio ordené distribuir y utilizar el tesoro de la Iglesia para contribuir a mitigar las miserias de la poblaciGn. Frente a la permanente hostilidad de los lombardos consiguié la paz mediante el pago de un tributo, ya que no contaba con Ia colaboracién de los bizantinos. Finalmiente, logré la conver- sién del rey lombardo y el bautismo de su hijo, ocurrido en 603. Este hecho preparé la conver- sién de todo el pueblo, con lo que se restablecié la paz, debida sobre todo al sentido comin del Papa, que no reclamé la devolucién de territorios conquistados. Fue por esta época que recla- mé para si el titulo que después usarfan todos los Papas: Servidor de los Siervos de Dios (Servo servorum Dei) Asimismo, dedicé gran atencién a la liturgia de las ceremonias religiosas. De esta manera, introdujo en la misa el allelluia, aun fuera del tiempo de Pentecostés, asf como el rezo del Pater Noster después del canon. Se ha discutido si fue el organizador del llamado “canto gregoriano”, pero estd generalmente admitido que esta masa coral debe adjudicarse a otro Papa posterior del mismo nombre: Gregorio Il o Gregorio Ill. Le tocé, pues, a Gregorio vivir en una Roma muy distinta a la del apogeo de la Reptiblica © del Imperio, é1 mismo lo manifest6 en su Homilfa sobre el Profeta Ezequiel: ““,qué hay que HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 25 nos alegre en este mundo? Por todas partes vernos luto y ofmos gemidos. [...] A qué bajo estado ha descendido aquella Roma que en otra ocasién fue Sefiora del mundo; nos es facil verlo. {..} Desechemos los deseos del mundo cuando su final esté préximo. Imitemos el ejem- plo de los santos”. No obstante esta aparente desolacién, no renuncié a la lucha para dejar en claro los derechos de la Iglesia frente a los del Estado. En su obra L’Augustinisme Politique (p. 122 y ss.), Arquilidre le atribuye lo que denomina la “concepcién ministerial del Estado”, que recoge Ja idea expuesta por el Papa San Gelasio I en su Carta al Emperador Anastasio. Lo de concepcién ministerial va por el significado de la palabra ministerio, vinculado a “menester”, que a su vez alude a necesidad, a la causa final de cada cosa, Segiin San Gregorio Magno, la autoridad o el poder tenfan su fuente en Dios y ya existia en los primeros tiempos de la creacién porque ninguna sociedad podia subsistir sin un gobier- no, y aun los angeles estaban ordenados jerérquicamente, Pero esta autoridad debfa ser ejerci- da de manera paternal. Dios lo quiso asf para que los buenos pudiesen convivir con los malos y para mantener a los malos en el buen camino. En el cumplimiento de esta misién radicaba el titulo de los principes para gobernar, y eran los representantes de Dios en esta tierra. También debfan respetarse los principes malos, porque, segtin ocurrfa normalmente, los sibditos tenfan los soberanos que merecfan, Ahora bien, més concretamente vinculado con la aludida concepcién ministerial era la misién providencial del emperador: Ia de ser cabeza de un Imperio Cristiano, que cumplfa una misién providencial al servicio de Ia Iglesia: “Bl Sefior ha confiado al principe terrenal la tarea de convertir-a la Iglesia que ha rescatado por medio de su muerte, Por ello debe proteger con extrema solicitud la paz y la fe” (Las Morales, XXXI, 46) : Una vez establecida 1a misién del emperador: velar sobre la Iglesia y propager la fe, ,qué papel se atribuia al Pontifice? Porque se trataba de no confundir los respectivos dominios de una y otra autoridad, y en lo posible, establecer Ia respectiva primacfa en caso de conflicto. Gregorio siempre buscé armonizar la autoridad papal con la obediencia debida al monarca. Si bien no proclamaba de manera intransigente la superioridad de su magisterio sobre la funcién imperial, al menos siempre afirmaba de manera enérgica la primacia de lo espiritual, Entre las diversas cuestiones que se plantearon a San Gregorio Magno, en que pudieran considerarse enfrentadas 0 superpuestas la autoridad del Papa y la del emperador, surgié aque- Ila nacida de la pretensi6n del Patriarca de Constantinopla de proclaruarse “Patriarca Univer- sal”. El Patriarca, de esa manera, estaba usurpando un titulo ecuménico que no le pertenecfa, por lo que el Papa pidié al emperador hacer cesar tal usurpaci6n. Sefialé que era funcién propia Gel emperador velar por la paz interior de la Iglesia. Quizds esa era la fumcién mas importante de la administracién general del emperador, con lo que resaltaba uno de los aspectos mis destacados del agustinismo politico: 1a paz de la Iglesia estaba fntimamente unida con la paz del Estado, Cualquiera fuese el resultado de su demanda, Gregorio afirmé con energia el pri- mado del obispo de Roma. En otra oportunidad, corrfa el aiio 593 cuando el emperador Mauricio promulgé una ley prohibiendo a todos los funcionarios de su administracién aceptar un oficio eclesidstico, incluy6 el ingreso ent calidad de monjes a un monasterio. “Esto equivale a cerrar el camino al cielo a una multitud de almas”, proclamé. Considers, pues, un deber de su “conciencia pontifical” indicar al emperador Mauricio, que habfa asociado al ejercicio del imperio a su hijo Teodosio, que “el poder que les habia sido dado de lo alto sobre todos los hombres es para ayudar a aquellos que quieren hacer el bien, para facilitarles el camino que conduce al cigjo. Para que el reino de la tierra esté al servicio del reino de los cielos”. Con lo que quedaba refirmada la primacia de lo espiritual sobre lo temporal. Por ello, el poder temporal tenfa una meta esencial: orientar las almas hacia su salvacién eterna. Arquiligre afirma que Gregorio jamés expres6 sobriamente, pero més plenamente que nunca, lo que denominé la concepcién ministerial del poder (p. 130). Con igual firmeza, San Gregorio Magno sostuvo esta posicién frente a los reyes bérbaros, con quienes, por otra parte, no estaba ligado por los antiguos lazos que Jo unfan con el Imperio Romano. ‘Tras una intensa vida de trabajo y lucha, San Gregorio Magno murié el 12 de mayo de 604, 26 JUAN MANUEL MEDRANO, 3. San Isidoro de Sevilla y la transmisién de la cultura antigua. AI perfodo de florecimiento intelectual que culminé con San Agustin, siguieron siglos de oscutidad, sobre todo provocada por Ia préctica suspensién de toda labor cultural en occiden- te. La interrupcién de la comunicacién entre las distintas ciudades del Imperio se debi6 a la invasi6n de los pueblos bérbaros y a la nueva conformacién politica que atent6 contra el man- tenimiento de larantigua unidad del Imperio Romano. Fueron afios en que se impuso el impe- rativo de rescatar para el futuro el legado del pasado. En esta tarea recordamos a San Isidoro de Sevilla. Nacié en el 570 en la ciudad de Cartagena © de Sevilla. Sucedié a su hermano San Leandro en la.sede episcopal de Sevilla y desempefis un destacado papel en Ia vida religiosa y polftica de su tiempo. Su obra principal se concentra en’las Etimologias y en las Sentencias, donde recogié importantes fracciones de la tradicién juridica antigua. San Isidoro tom6 Ja idea de San Gregorio Magno de que el poder de los reyes tena funda- mentalmente una funci6n represiva. Porque ello era indispensable, para conducir a los hombres 2 un camino de salvaci6n, ayudarlos a liberarse de las consecuencias del pecado. En realidad, San Isidoro puntualiz6 que el papel que corespondia a la autoridad civil era ser el brazo secular del poder eclesidstico. El sacerdote determinaba la condicién del pecado y la necesidad de la penilencia. La ejecucion de ia pena no estaba ex immos-det-sacerdote;-sine-del jucz-scoular-y, ‘acaso, del verdugo. Esa idea del principe como brazo secular al servicio de la Iglesia, que queria que todos los hombres se salvaran, era ta que sefialaba el papel del principe como ejecu- tor de la tarea salvifica de la Iglesia. El sacerdote carecfa de armas. El principe sf las tenia y debfa ponerlas al servicio de esa necesidad represiva que hacfan necesaria los pecados de los hombres. EI uso bueno o malo que de su poder hicicran los principes permitiria distinguir al buen gobernante del tirano. El gobierno puramente violento o represivo era ilegal. El principe debia procurar el imperio de la justicia. Justicia que exigfa que el propio principe se ateniera a su ley y la respetara; con Io que el pensamiento de San Isidoro debia colocarse en Jas antfpodas de aquella méxima absolutista que declaraba al principe exento del cumplimiento de la ley. ‘Como San Agustfn, San Isidoro via en el mal gobernante un castigo de la providencia, ya que toda autoridad era de Dios: Ia buena, del Dios Piadoso; la mala, del Dios iracundo. ‘Asimismo, son importantes las condiciones que Isidoro enumeré y que debia reunir toda ley: debfa de ser honesta, justa, posible, en conformidad con la naturaleza, en armonia con las costumbres del pais, conveniente por raz6n del lugar y del tiempo, necesaria, util, clara de manera tal que en st oscuridad no oculte ningtin engafio y establecida, no para el fomento de interéses particulares, sino para utilidad comin de todos jos ciudadanos. San Isidoro realizé una clasificacin del derecho Hamada a ejercer gran influencia. El derecho se dividié en derecho natural, derecho de gentes y derecho civil. El derecho natural, comin a todos los pueblos, estaba fundado en un natural instinto, independiente de toda deci- sién humana. El derecho de gentes se caracterizaba por su contenido, regulaba las distintas situaciones que, en Ia paz o en la guerra, provocaban las relaciones entre las gentes, cualquiera fuera su procedencia, El derecho civil era el que cada ciudad establecia para sf. Las Btimologfas de Isidoro fueron una cantera que preserv6 el legado cultural de la anti- giledad, aunque més no sea en cuanto a la gran acumulacién de datos y conocimientos, si bien no debe pensarse que las Etimologias hayan sido s6lo eso. La cultura antigua constituy un eficiente canal de alimentacién que aprovech6 el renacimiento carolingio y también épocas posteriores. Por, otra parte, en el pensamiento politico de Isidoro habia tal fertilidad de sugestio- nes que puede inferirse que en el mismo, la idea de un imperio universal va dejando paso a la dé nacién y pueblo. Cariruto 3 INSTITUCIONES POLITICAS Y JURIDICAS ENLAEDAD MEDIA . Subsistencia de la cultura romana Como ensefia George Sabine en su excelente capitulo XI: “EI Pueblo y su Ley”, de su Historia de la Teorta Politica, los siglos de la Patristica (hasta el siglo VI) todavia pertenecfan a la Antigiiedad. Tanto Séneca como San’ Gregorio I eran romanos porque vivieron en el cfrculo de las ideas politicas romanas, cuando la nica unidad politica con sentido era el imperio. Los invasores germénicos liquidarfan esa situacién. Por mas que un jefe como Carlomagno adoptase los titulos de “emperador” o “Augusto” no podia comparar su gobierno con el roma- no, cuyo imperio se habia retirado a Constantinopla, Tanto politica como intelectuaimente, Europa Occidental empez6 a girar alrededor de un centro propio, en lugar de ser el hinterland de una cultura que abarcaba el Mar Mediterréneo. 2. La vida intelectual. Valores aceptados Durante el lapso comprendido entre Jos siglos VI y IX no hubo una actividad teérica 0 filoséfica de relieve. Hl periodo de paz y de resurreccién del saber bajo Carlomagno fue dema- siado breve. Las ideas politicas recién resurgieron en el siglo XI con las controversias que enfrentaron a las autoridades, espiritual y temporal. Entretanto, seguia la tradicién antigua. Se aceptaba reverentemente la autoridad de las Escrituras, de los Padres de la Iglesia y hasta la de algunos autores paganos como Cicer6n, Por Jo tanto, no habia dudas respecto a a) El derecho natural y su obligatoriedad para gobernantes y gobernados. b) La obligacién de los reyes de gobernar justamente de acuerdo con Ia ley. ©) La santidad de la autoridad constituida tanto en la Iglesia como en el Estado. 4) La unidad de la eristiandad bajo los poderes paralelos del Imperio y del sacerdocio, 3. Personalidad del derecho a Sin embargo, es preciso tomar en cuenta la aparicién de ideas sobre el derecho y el Estado que no habfan existido en la Antigiiedad y que gradualmente se agregaron al acervo de la filosoffa politica de Occidente. Esas ideas surgieron al incorporarse principios juridicos germé- nicos al derecho romano entonces vigente. Las tribus germénicas concebian al derecho como algo perteneciente al pueblo o a la tribu. De abf que se considerase que cada tribu ~némades como eran~ levaba consigo sus propias normas y, de la misma manera, cada miembro de la tribu llevaba consigo el derecho tribal. Primaba, pues. Ja idea de la versonalidad del derecho. Esa orimacta versistié durante el veriodo 28 JUAN MANUEL MEDRANO de posterior convivencia de germénicos y romanos. Entre los siglos VI y IX, diversas tribus: visigodos, burgundios, lombardos, etcétera, pusieron por escrito sus normas y las codificaron. Coexisticron, entonces, dos derechos: el derecho de los germanos, aplicable a éstos donde estuvieran, y el derecho romano, de caricter local. Aunque a ellos debe agregarse una copiosa tradiciOn de usos y costumbres vinculados particularmente con la vida rural. 3.1. Cambia la concepcién personal del derecho ‘A medida que fue progresando Ja unién entre romanos y germanos, en forma conectada al éxito de la politica de los reyes de unificar el poder en sus manos, fue operéndose un cambio: el derecho pasé de ser considerado atributo personal a ser aplicado en virtud del territorio donde se encontraba 1a persona. La influencia de la Iglesia en algunas materias, como el matrimonio, institucién cuya jurisdiccién reclamaba para si, contribuyé al progreso de este proceso. EI derecho pas6 a ser de “tribal” a “territorial” o “real”, es decir, “del reino, del dominio del rey”. Lo que, empero, no significé que el derecho local o territorial fuese uniforme; por el contratio, vari6 mucho el derecho de una localidad con relacién a otra. 3.2. Concepcién del derecho. Permanencia ¢ inmutabilidad Era muy honda la creencia de que el derecho pertenecfa al pueblo. Esto no queria decir que la creacién del derecho dependiera de la voluntad del pueblo o que el derecho pudiera ser modificado por esa misma voluntad. Por el contrario, se consideraba al derecho como el princi- pio de organizacién que daba vida al pueblo. Bl pueblo era creacién de su derecho. No se suponfa que al derecho lo hiciese nadie; se le asignaban caracteres de permanencia ¢ inmutabilidad No s6lo se reverenciaba al derecho natural. Se lo consideraba ligado a la Divina Providen- que intervenia hasta en los. mAs minimos detalles de la vida. De allf la importancia que adquirié la costumbre, a la que se consideré, no como emanada de los usos sociales, sino como nacida del tronco del derecho natural, comin a todos los pueblos. Esta concepcién fue universalmente aceptada. Al reaparecer el estadio erudito de} derecho fue recogido por civilistas y canonistas, quienes identificaron “‘justicia” y “equidad”, “derecho natural” y “derecho divino”. 3.3. Descubrimiento y declaraci6n del derecho. Sustrato sociolégico Esa sociedad, de estructura econémico-social simple, cambiaba con lentitud, por lo tanto, concebfa sus normas como inmemoriales y que cubrian todos los problemas sobre los’ que hubiera que pronunciar juicio. Si esto dejaba de ser asf, no se consideraba necesario crear un nuevo derecho. Era necesa- rio descubrir qué es lo que significaba, en realidad, el antiguo; para lo cual se buceaba en el pasado a través de la memoria de los més viejos. EI hecho de que un estado de cosas hubiese existido de antiguo hacfa presumir, paralela- mente, que era justo y legitimo. A ello coadyuvaba la atmésfera estética que impregnaba la vida rural, donde todo transcurrfa perezosamente, desde la siembra hasta la cosecha. En el perfodo intermedio, la vida se alargaba, tanto'en las aldeas como en el campo, y cualquier aconteci- miento, pot pequefio que fuese, adquiria enormes proporciones. Podrfa decirse, pues, que el derecho se “descubria”, pero no existia un cuerpo cuya misién fuera la de crear el derecho. Bl hecho de que se atribuyese un nuevo significado a una norma, y asf se Jo declarase en una ley, no significaba que dicha norma hubiera dejado de tener validez aun antes de que una ley certificara su descubrimiento. HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER, EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 29 3.4, La declaracién del derecho Se hacfa a nombre de todo el pueblo o a nombre de alguien a quien se considerase compe- tente para hablar en nombre de todo el puebl Esto, que figura en todas las leyes medievales, tiene su fundamento en la concepcién de que el derecho era pertenencia del pueblo, que debfa ser consultado cuando se hacia alguna “declaracién” importante sobre sus disposiciones. Consentimiento significa aqui menos una declaracién de voluntad que el reconocimiento expreso de que el derecho era como se lo declaraba en Ja ley. “Porque la ley se hace con el consentimiento del pueblo y mediante la declaracién del rey” (frase de un Edicto del afio 864 que cita Sabine, p. 155). ‘La creencia de que el derecho era algo que pertenecia al pueblo y de que se lo “declaraba” en una ley con su consentimiento, era universalmente aceptada. Pero ello no significé por mucho tiempo que, concomitantemente, se reconociera ese consentimiento como un instru- mento de representacién del pueblo, problema muy posterior. 4, El rey sometido a las leyes De la creencia de que el derecho era pertenencia del pueblo y de que éste tenia parte fundamental en su declaracién, salfa una importante consecuencia: que el rey estaba sometido ala ley. Ello no significaba que el rey estaba sometido a la ley de Dios 0 a Ia de la naturaleza. No distinguiéndose entre derecho divino y humano y considerdndose que el mismo derecho regia gran variedad de situaciones, eso queria decir que el rey estaba bajo el contralor del derecho en Jo referente a las relaciones entre siibditos y gobernante. Lo que significaba que éste, el rey, debia gobernar con justicia, de acuerdo con las normas de sus predecesores. Asi, los reyes siempre prometfan, o bien les eran arrancadas esas promesas: “gobemnar con justicia, de acuerdo con las leyes de nuestros antepasados”. 4.1. Estatus Este acatamiento a la justicia tenia otra consecuencia: a cada cual debian serle garantiza- dos los derechos propios de su rango, fijados por la costumbre, por ser ello de justicia. Se concebfa al derecho como el derecho de gozar de las prerrogativas del rango. Lo que permitia y justificaba cualquier desigualdad. Y el rey no escapaba a esa regla: sus poderes y facultades estaban fijados en funcién de su estatus. El rey estaba obligado por la ley, pero sus derechos provenfan de su rango. 4.2. Comparacién con el derecho romano Habia una diferencia fundamental entre la concepcién medi cho romano. ‘Los jurisconsultos romanos también habfan basado Ia autoridad legal del emperador como derivada del pueblo romano. Asi, Ulpiano dijo: “lo que place al principe tiene fuerza de ley, porque el pueblo, mediante la lex regia le ha transferido su imperium y su potestas”. Sélo que, en Ja concepcién romana, esta transferencia era irrevocable. Lo que, por otra parte, era explicable dado el desarrollo del imperio. No ocurria asf en la concepcién medieval, donde toda suerte de conflictos se producfa, toda vez que con la nocién de “poder delegado por el pueblo” se entiecruzaba la de autoridad emanada del estatus real fl del monarca y la del dere- 30 JUAN MANUEL MEDRANO- 4.3. La elecci6n del rey En esencia, el rey era investido en virtud de tres titulos simulténeos y que correspondian a otras tantas maneras de encarar Ia. cuestién: a) Por herencia, en virtud de su estatus. ) Por eleccién, dado que se requerfa alguma forma de aceptaciGn o ratificaci6n por parte del pueblo, poseedor del derecho. c) Por lf gracia de Dios, que transformaba a éste en “Vicario de Dios” y hacia a quienes se alzasen contra su autoridad “fieles al diablo y enemigos de Dios”. Con el desarrollo de a evolucién constitucional, el Papado y el Imperio se transformaron en electivos, mientras que, en algunas naciones como Francia ¢ Inglaterra, prevaleci6 el princi- pio de primogenitura. 5. El feudalismo La idea del derecho perteneciente al pueblo y que regulaba todas las relaciones de la sociedad, desde la cdspide hasta la base, levaba gémenes del futuro desarrollo constitucionalista of onceprién an enerpo y la antoridad legal dela. Para Hegar a cristalizar en ese estadio se debié atravesar por otra forma de organizacién: el feudalismo, Las instituciones feudales dominaron tanto la Edad Media como las de la ciudad~ estado 1a Antigiiedad. Tanto por comprender gran variedad de instituciones como por poseer un desarrollo dife- rente en el tiempo y en el espacio, no es posible contener al feudalismo en una sola definicién. Si bien algunas de sus instituciones, como la servidumbre, existfan ya en el siglo V, puede decirse que se generaliza en los siglos XI y XII, después de la caida del Imperio Carolingio. La clave de la organizacién feudal estribé en que durante un perfodo de desorden, préxi- mo a la anarqufa, no fue posible una gran concentracién de poder politico y econémico. EI hecho econémico consistia en que el principal recurso era la agricultura. La comunidad politica era la aldea agricola, con funciones de policia de poca importancia. La organizacién politica y social era fundamentalmente local, El gobierno central no estaba en condiciones de salvaguardar ni la vida ni la propiedad de los sibditos. En esas condiciones, el pequeiio propietario, el agricultor, cedia su tierra y prestaba su servicio a un sefior feudal, a cambio de proteccién. EI feudalismo consistfa en un sistema de posesién de la tierra en la que la propiedad estaba desplazada por algo semejante al derecho real que’ se obtenia mediante el pago de un censo. “Un rey o un abad no podia utilizar su tierra més que entregéndola a un vasallo que'le pagase en servicio o en renta” (p. 165). 5.1. Proyeccién del sistema feudal en el reino Si el sistema feudal acabase su total desarrollo, el Gnico propietario seria el rey, quien recibirfa de sus vasallos, los barones: a) Prestacion militar: cada barn contribufa al ejéreito del reino con determinado ntimero de hombres y lo mandaba. b) Presiacién tributaria: consistia en servicios 0 ayuda que el vasallo pagaba en ciertas ocasiones, mAs que en una contribuci6n regular. c) Para el vasallo importaba el derecho de administrar justicia en su fendo. “El vasallo de] vasallo no es vasallo del sefior”. De esta manera, al no poder relacionarse con la masa de sus sibditos,, sino a través de dcterminado nfimero de personas, quedaban sustraidos al poder real tres importantes campos: a) la milicia; b) los ingresos; c) los tribunales de justicia. De la comparacién de la relacién vasallo-sefior con la de siibdito-soberano del Estado moderno, surge lo siguiente: HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER, EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 31 a) En el aspecto personal, en el que tenfan importancia Ja lealtad y la reverencia que el vasallo debfa a sy superior, no se diferenciaba mucho de la subordinacién politica del Estado moderno, aunque tenfa por efecto el de desviar hacia un seffor intermedio esa subordinacién, b) En el aspecto juridico-econémico la relacién era muy similar a la de un_contrato de derecho privado, en el que ambas partes conservaban motivaciones de interés y conveniencia mutuos a Jos cuales subordinaban sus pretensiones. Esta circunstancia oscurecia la diferencia entre derechos privados y deberes pablicos. La relacién feudal no sélo estaba vinculada con la explotacién de Ja tierra. Podia ser establecida sobre cualquier otra circunstancia, por ejemplo, la explotacién de un molino, el cobro de un tributo, el desempefio de un: cargo piiblico. Como estos derechos eran hereditarios, resultaba que eran posefdos por quien los ejercfa, Asi, una funcién piblica era desempefiada no s6lo como una obligacién, sino también como el ejercicio de un derecho. 5.2. Obligaciones existentes entre sefior y vasallo Las obligaciones nacidas del contrato feudal eran mutuas, si bien el vasallo tenfa un deber propio de lealtad- hacia el sefior. El vasallo prestaba servicio militar, asistfa a la corte del sefior, brindéndole asesoramiento y consejo,.y efectuaba diversos pagos en algunas ocasiones, al transmitirse al heredero la posesién de la herencia, por ejemplo. Por'su parte, el seffor se obligaba a ayudar y proteger al vasallo, ateniéndose a la costum- bre o carta que establecia sus deberes ¢ inmunidades. 5.3, La corte feudal Era la institucién feudal tipica: ef concejo del sefior con sus vasallos para la consideracién de las diferencias surgidas entre ellos, en relacién con las instituciones de que dependian sus relaciones feudales. Tanto el sefior como los vasallos acudian a la corte cuando eittendfan que sus derechos estaban lesionados: podian apelar la decisién de los demas miembros de la corte. La noci6n de gue el sefior pudiera decidir con arreglo a su poder o a su voluntad era totalmente extrafia. Era necesario atenerse a Jo sancionado por Ia costumbre 0 la Carta, La decisi6n del Tribunal se aplicaba por el poder conjunto dé los miembros y no escapaba a ella, en casos extremos, el mismo rey. La Carta Magna lo establecia implicitamente: “Bsos barones, con todos los comunes del pais, nos infamen y graven de todos los modos que puedan [...] hasta conseguir Ia enmienda segin su juicio” (en caso de trasgresién por parte del rey). ‘Aqui el rey era primus inter pares. La relacién esencialmente contractual entre los miem- bros de la corte —incluso el monarca~ tendfa a impedir Ja concentracién de la autoridad en algin punto. Con ella quedaba abierto el camino de la rebelién legalizada. 6. La monarqufa medieval Pero no fue asf. BJ supuesto de la “rebelién organizada” era inadmisible en la préctica aunque en la practica se diera. La faz contractual no agotaba la monargufa medieval. Subsistfa a gran tradici6n: el rey era el ungido del Sefior y resistirse contra él no era legitimo. Perduraba atin la nocién de res publicae, transyasada de Cicerdn a través de los Padres de la Iglesia. Esto mismo lo expresaron diversos autores politicos de 1a época, como Hincmar de Reims y Juan de Salisbury: el beneficiario de este tipo de concepciones era el rey por seguir siendo el representante del interés pablico y, hasta cierto punto, el depositario de la autoridad piiblica. En realidad coexistfan dos ideas: a) La que concebfa al rey en relacién contractual con sus vasallos. b) La que lo consideraba cabeza de la comunidad politica. 32 JUAN MANUEL MEDRANO En virtud de Ia primera, podfa procederse contra el rey en las cortes. Por la segunda, el rey tenia a su conciencia como tinico juez. De la mezcla de ambas concepciones y de ambas ins tuciones rey y corte~ irfan surgiendo las futuras instituciones y los diversos cuerpos encarga- dos de las funciones de gobierno: consejos regios, tribunales de justicia, parlamentos. 7. Las concepeiones ascendente y descendente acerca del gobierno Todo sistema jurfdico se hallaba en estrecha relacién con las ideas y fines de Ia sociedad a Ia cual se iban a aplicar sus preceptos. Durante la. Edad Media europea, el criterio dominante habia sido el proporcionado por la cosmologia cristiana. El punto de vista cristocéntrico domi- naba en todas las clases de la sociedad, lo cual explica la compenetraci6n de los gobiernos medievales y sus sistemas juridicos con la temética cristiana. El derecho, en el que Maitland veia “el punto de contacto entre la vida y la légica” en la Bdad Media, condicioné todo el proceso histérico en ese perfodo. Ahora bien, para comprender lo expuesto es necesario esta- blecer la fuente del derecho aplicado, en particular donde residia la jurisdicci6n, es decir la capacidad de crear el derecho. Segin Walter Ullmann, en Principios de Gobierno y Politica en la Edad Media (p. 23 y del -ss:}j-eft ef periotiy- medieval cncontransas-des-coneepeiones-diamotralmente-opusstas acer gobierno y del derecho, Ambas concepciones tuvieron vigencia, aunque de manera alternada, ya que se dio el caso de que existfan perfodos en que una concepcién predominaba sobre la otra. Ullmann habla de la concepcién ascendente y 1a concepcién descendente del derecho y 1a politica. La concepcién ascendente del derecho y la politica significaba admitir que la fuente del poder y el derecho radicaba en el pueblo, sin tratar, empero, de dilucidar qué comprendia exactamente esa denominacién. Cualquier poder que resida en los érganos del gobierno se origina, en \iltima instancia, en el pueblo, que Jo otorga para hacer eficaz su ejercicio a Grganos con competencia especifica y limitada en el tiempo. Estos érganos son responsables ante el pueblo, como consecuencia de esta delegacién original, del ejercicio que hagan de ese poder. Esta organizacién de la politica y del derecho basada en el pueblo tiene como concepto central el ejercicio, por parte del gobernante o del magistrado, de una representacién de la comunidad. Este ejercicio de una representacién explica la denominacién de “ascendente” que Ullmann asigna a esta concepei6n, configuréndola como una pirémide, en cuya base se encuentra el pueblo, y el poder y la jurisdiccion se elevan hasta la cispide, donde tienen su lugar los gober- nantes y magistrados. La concepcién descendente de la politica y del derecho representa el concepto contrario al expuesto anteriormente. De acuerdo con esta concepcién, el poder y el derecho descienden de ‘un 6rgano supremo. De manera tal que el gobierno y la jurisdicci6n descienden de un érgano supremo que Ios distribuye “hacia abajo”. Siempre siguiendo a Ullmann, de acuerdo con la concepeién “cristocéntrica” imperante en la Edad Media, este Srgano supremo que distribuye el poder es Dios mismo, quien lo da a su Vicario en la tierra, que, de hecho, posee la suma del poder que deriva de Dios, De manera tal que este poder es ejercido y distribuido por delegacién de Dios, no por via de representaciGn, Este poder, por ser considerado de origen divino, ya que fue instituido por Dios, da forma a una sociedad de tipo teocritico. Ullmann considera que la localizaci6n del origen del poder imprimié su carter al perfodo historico de que se tratare. Asimismo, sostiene que una y otra concepcién se han alternado cronolégicamente en Ja historia, tanto en el mundo romano como en el germénico. En la Roma republicana encontramos en su forma més pura la tesis ascendente: el poder es dado a los magistrados por los ciudadanos. Esta concepcién cedié cuando se instauré el prin pado de Augusto, y legé la concepcidn descendente a su expresién méxima con el Imperio Bizantino. Ullmann atribuye singular importancia a esta inversién hacia el poder teceritico, a la adopeién del Cristianismo. En el mundo germénico, de acuerdo con el testimonio de Técito, las pequefias comunida- des de una tribu, los vici, se unen para formar el pagus. Los pagi se unen, a su vez, hasta conformar el pueblo, y la Asamblea del pueblo elige al rey entre los nobles de nacimiento. a oe ewwewee RA ERM MRR HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER, EDAD MEDIAEDAD MODERNA 33 Pasado el tiempo, expresa Ullmann, esta concepeién ascendente o popular cedié su lugar a Ja concepcién descendente o teocrética. La causa del cambio fue la adopcién del Cristianismo y Ia concepcién sacra de Ia realeza germénica. Agrega que la expresion mas consumada de este cambio reside en la forma en que son designados los reyes: “rey por la gracia de Dios”. “El rey dice Ullmann— habfa destruido su antigua dependencia del pueblo [...] para aproximarse a la divinidad”. Este esquema, para Ullmann, no era aplicable al Papa, quien recibfa su poder de manera directa del mismo Cristo, de quien era Vicario. En la Baja Edad Media se produjo una reversién, segiin Ullmann, mediante la revaloriza- cién del concepto de ciudadano. Ullmann también destaca la participacién del feudalismo en este cambio. En si, el feudalismo consistfa en un sistema indiferente a cualquiera de las dos concepciones, pero que sirvié para “suavizar el transito de la realeza teocrdtica a una monar. quia limitada 0 constitucional”. Entiendo que este planteo, en cuanto atribuye a una inspiraci6n cristiana la concepcién denominada “descendente” o “teocrética”, no tiene en cuenta que, si bien San Pablo afirma que todo poder viene de Dios, de ninguna manera significa que Dios deposite el poder en la realeza, en los aristécratas o en el pueblo. De modo que no puede afirmarse que, de por si, la llamada concepcién descendente o teocrética del poder es cristiana. Ni desde luego, que la concepcién ascendente, que ve en el pueblo la fuente del poder, no es cristiana. Esta afirmacién significa adelantar Ia cuestién a los siglos XVI y XVII, en que, con motivo de la reforma protestante, se aborda la cuestién del origén de la autoridad y se debate la cuestién del derecho divino de los reyes. En cuanto a la posible influencia de la sociedad feudal’ en Ia reaparicién del concepto “ascendente” o popular, es sabido que, fortificada en su poder Ja nobleza feudal, el rey hubo de buscar su poder en el pueblo o en clases intermedias para poder afirmarlo. La sociedad feudal se habia cristalizado formando una jerarquia més © menos inmévil, cuya cabeza era el rey, que, en realidad, era un primum inter pares que presidfa la corte feudal. Por lo que los reyes que guisieron gobemar, hubieron de saltar el cerco de la organizacién feudal y también e] que le imponfa Ia Iglesia, recosténdose en el pueblo o en cuerpos que no eran feudales, como lo sostuvieron los legistas en Francia. CaprfroLo 21 ESTRUCTURAS POLITICAS, SOCIALES, ECONOMICAS Y CULTURALES DELA EDAD MEDIA 1. Las ciudades. El renacimiento urbano: sus diversas formas 11. Tesis de la préctica desaparicin de las ciudades Segin una corriente hist6rica muy extendida, a partir del siglo VI las ciudades sufrieron un. eclipse casi total que se prolongé hasta el siglo XJ, aunque pueden citarse muchos. ejemplos de restablecimiento urbano a partir del siglo X. EI pueblo de los francos era rural y vivia en una economia de base dominial. El comercio (de ejercicio dificil en tiempos de desorden) se encontraba bastante amortiguado y los artesanos abandonaban las cjudades para retirarse al campo. Las ciudades que subsistian, amenazadas por las invasiones (normandos, magiares, sarracenos), se replégaron sobre si mismas y se transformaron en “‘castra” (ciudades amuralla- das) defendidas por un récinto fortificado. Junto con las ciudades desapareci6 casi por completo el régimen municipal y el jefe militar o religioso ocup6 el lugar de la administracién, Para Henri Pirenne, en su libro Las ciudades de la Edad Media, el renacimiento urbano fue obra exclusiva de Jos comerciantes y de los artesanos. Al final de un largo perfodo de nomadismo o de decadencia, comerciantes y artesanos. habrian legado a afincarse en los Jugares mejor situados de manera esponténea: la presencia de un castillo, de una abadia o de un mercado era fndice del valor del paraje, sin constituir por si mismo el elemento determinante de la formaci6n de las ciudades en la Edad Media. 1.2. Los mercaderes ambulantes Segiin Henri Pirenne, los mercaderes ambulantes vendfan su mercaderfa al pie de las mu- rallas del castillo feudal (el bourg) o de Ia ciudad episcopal. Estas ciudades o burgos “no eran més que pequefias aglomeraciones, pobladas solamente por administradores, oficiales, clérigos y servidores. Los mercaderes habrian fundado también aglomeraciones, pero de un caracter completamente nuevo, situadas cerca de un rio, del mar o de un puente. A éstas se las lamé suburbios y después simplemente burgos 0 portus o wick, en Alemania. Con lo cual, las ciuda- des medievales habrian surgido de esos nuevos burgos que no posefan ningtin rasgo comin con Jas antiguas ciudades de origen romano, centros de administraci6n religiosa o agraria”. 122 JUAN MANUEL MEDRANO 1.3. Burguesia contra sentores feudales y obispos Estos mercaderes, fundadores de ciudades situadas en los suburbios, recibfan el nombre de “burgueses” y se opusieron fuertemente a los sefiores feudales (que residfan demasiado lejos) y a los obispos (que residfan demasiado cerca). Se dieron sus propios magistrados, inte- graron su propia milicia de infanteria ¢ introdujeron fortificaciones y otras obras de defensa en sus puertas. Ademés, acogieron siervos fugitivos a los que de inmediato emanciparon, por Jo que se deciaeque las ciudades tenfan una atmésfera de libertad y que emancipaba a los privados de ella (passim, especialmente, pp. 39-51 y 71-85). 14. Tesis referida a la continuidad de las ciudades romanas Heers rechaza la tesis de Pirenne y sostiene que a lo sumo serfa aplicable a algunas ciuda- des de Flandes 0, en menor medida, a las ciudades hanseéticas. Heers agrega que las ciudades de procedencia romana se mantuvieron muy activas en esta época, en la zona del Rin y, en general, en Alemania. Por lo que més bien, cabe negar que la ciudad haya nacido de forma artificial 0 yuxtapuesta a Ja aldea. La economfa de la ciudad estaba inserta en la economia del campo; por este hecho no puede decirse que existia hostilidad entre cl mundo urbano y el mundo tural (6p. Cit, p-138-y $8.) OO La aludida renovacién econémica y comercial se habrfa favorecido por los progresos de las técnicas de fabricacién y de transporte y por el reinado de una paz relativa. George Jehel y Philippe Racinet, en La Ciudad Medieval. Del Occidente Cristiano al Oriente Musulmén, una obra relativamente reciente, publicada en 1999, se suman a la critica de la tesis presentada por Henri Pirenne, acerca de la evolucién de la ciudad en la Edad’Media. En tal sentido, manifiestan: “En la historiografia subsiste una tendencia a considerar que después del alto nivel de desarrollo alcanzado por la ciudad sobre el modelo de la Roma imperial, la red urbana se desmantelé con relacién a las grandes invasiones de los sigios IV al VIM. Solamente habrian subsistido algunas zonas altamente urbanizadas, concretamente en Italia. Bl Imperio Carolingio, esencialmente rural, habrfa tenido como médulo de marco hist6rico y econémico nada més que el gran dominio rural, con solamente algunas’ ciudades episcopales o condales. Tan s6lo a partic del siglo X la ciudad habria iniciado su renacimiento, con la instauracién de la castellania feudal y del rébrote econémico que comportaba la formacién de mercados burgos. La cuestién de la decadencia urbana, que habria seguido al hundimiento del Imperio Ro- mano y que ha inspirado largos debates no es, en realidad, un falso problema? En efecto, con la Iegada del siglo IV se distinguen de modo aproximado algunos espacios de fuerte y antigua densidad urbana que cubren, en Oriente, las regiones de Irak, Egipto y Grecia y, en Occidente, Italia, la Galia Meridional y Africa del Norte sobre todo en su parte oriental. En menor grado, se puede afiadir a la lista la peninsula Tbérica, Aquitania, las regiones comprendidas entre el Loire, el limes renano y su prolongacién danubiana, es decir, el conjunto de las zonas de influencia de la civilizacién romana. Mas allé, los mundos sajén, germénico y eslavo quedan més bien des- provistos de ciudades. Asi que no se puede hablar al respecto de decadencia. Debido a la depresién general que acompafié la transicién hacia la Edad Media, es cierto que el tejido urbano sélidamente implantado desde Oriente hasta e] Mediterréneo se mantuvo incluso a pesar de las modificaciones inevitables durante un largo periodo. All{ donde era frégil y de implantacién més reciente, és donde se pueden descubrir regresiones en beneficio del espacio rural. Pero no se puede decir que se sienta un desapego profundo de las estructuras y el marco de vida urbano, ya que quedan atin las referencias institucionales, econémicas y cultura les” (1999, p. Ly ss.). LS. La evolucién en Francia : Con relacién a Francia, Touchard, haciendo referencia al libro de Ch. Petit-Dutaillis: Los Municipios Franceses, afirma que ¢l establecimiento de la paz era el objetivo primordial de la formacién del vinculo comunal. El juramento comunal pretendia, sobre todo, acabar con las poy PPE OL OE EOF ESL OV SS OCP RCO POOH ee HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS, LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 123 costumbres de violencia y brutalidad, con las querellas ¢ injurias entre los ciudadanos, asi como con las amenazas de saqueo y asesinato. La seguridad que semejantes oasis ofrecfan habria {ncitado a los comierciantes y arlesanos a congregarse masivamente en el néicleo urbano inicial, EI citado resumen agrega que en Francia habfa tres grandes categorfas de aglomeraciones urbanas: las communes (las comunas), las villes de simple franchise (ciudades a las que se les concedieron franquicias 0 exenciones por parte del rey, del sefior feudal o del obispo) y las aglomerations de consulat (ciudades con facultades para gobernarse por medio de c6nsules). 1) Las communes. La asociacién se formaba por medio de un juramento. El juramento comunal difiere profundamente del juramento feudal. Mientras que el jura- mento feudal era prestado por el vasallo a su sefior, el juramento comunal se prestaba entre iguales. Supone y consagra la igualdad de quienes lo prestan. La carta otorgada por el sefior local 0 por el rey consagraba este juramento, reconocfa su validez y le aseguraba una eficacia permanente. De una carta a otra, las cldusulas eran de una amplitud variable, yendo desde la reglamen- tacién de derechos y deberes hasta el establecimiento de verdaderos privilegios. En cambio, casi nunca tenjan un aspecto institucional. Seria intl, nueve veces de cada diez, buscar en una carta de commune una constitucién politica que fije el mimero, el modo de eleccién y las atribuciones judiciales y. administrativas del magistrado municipal. Si bien las communes todavia no eran “repablicas burguesas”, constitufan, de una manera general, la forma més avanzada de la autonomfa urbana en el interior del sistema feudal. ‘A veces la commune se integraba en el sistema feudal. Pronto los grandes sefiores feudales y los reyes ‘procuraron fomentar el régimen municipal como herramienta de sus propias politi- cas. En cierto modo, esta utilizacién marcaba la detencién del movimiento municipal. Desde ese momento, el nacimiento y la vida de las communes estarin perfectamente regla- mentados, como se desprende del testimonio de Beaumanoir: “De nuevo, no se puede hacer villa municipal o reino de Francia sin asentimiento del rey, ni fuera de los reyes, porque todas as novedades estén prohibidas”, 2) Las villes de simple franchise. Aunque administradas por el preboste del rey o del sefior local, gozaban de privilegios que mejoraban la condicién de sus miembros, sin que les fuese concedido el derecho de una organizaciGn politica auténoma. Estos privilegios vatiaban segin las cartas, Como regla general eran similares a las de las communes y su extensiGn era idéntica. La diferencia principal, ciertamente esencial; que existia entre las cartas de las communes con las de las villes de simple franchise es que las primeras s6lo eran concedidas a quienes habjan prestado un juramento comin, mientras que las segun- das dependian de Ja buena voluntad del principe. 3) Las agglomerations de consulat. Disfrutaban de una autonomia municipal completa. ‘Aunque se haya discutido mucho acerca del origen del gobierno consular, parece verdadera la tesis de Augustin Thierry, para quien la palabra “cénsul” provendria de Italia, donde ciudades como Milén o Génova se habrfan dado una magistratura nueva, la de los c6nsules, mientras que la institucién estaria cimentada en vestigios de regimenes municipales anteriores. ‘Las cartas de consulado eran todavia més amplias que las de las communes y concedian un ‘mayor lugar a los ciudadanos reunidos en asambleas, de forma tal que puede Ilamarse a esas aglomeraciones de consulado “pequefias reptiblicas”. Los cénsules, investidos de amplios poderes legislativos, financieros, judiciales y milita- res, estaban a la cabeza de este régimen, cuyo 6rgano deliberativo era el consejo y el Srgano consultivo era la asamblea general de los ciudadanos. Incluso, algunas ciudades,que anterior- mente habfan estado bajo régimen de consulado adoptaron un gobierno fuerte: el podesté, personaje tinico, especie de comandante supremo de la ciudad (Touchard, 1964, pp. 142-144). 1.6. La “Repiiblica” de Bodin y las ciudades Ch. Petit Dutaillis, en su mencionado libro Los municipios franceses. Caracteres y evolu- cién desde los orfgenes al siglo XVII, se extiende respecto de-lxs ideas que Jean Bodin expuso en su clasica obra Los seis libros de la Repiblica, que serfan aplicables al origen de la ciudad. 124 JUAN MANUEL MEDRANO “Un jurista como Jean Bodin, que public6 su Repiiblica en 1577, suefia con una Francia en Ja que funcionarios, gente de Iglesia o feudatarios, se agrupen en cuerpos y colegios; nos hace ver un reino en cierto modo sindicalizado, para ayudar con su trabajo a una monarquia justa y, en caso necesario, contenerla y contrarrestarla”. 17. “Cuerpo” y “colegio” - Si bien Bodin pensaba exaltar el papel de los parlamentos y de los tribunales de justicia — 41 era juez en el Parlamento de Burdeos-, sus teorfas también eran aplicables a la ciudad. Para ello, Bodin partia de las nociones de “cuerpo” y de “colegio”, que Petit-Dutaillis afirma haber encontrado en los documentos concernientes a los municipios a partir del siglo XIII: “Podemos decir que todo cuerpo o colegio es un derecho dé comunidad legitima bajo el poder soberano. Bl vocablo legitimo leva consigo la autoridad del soberano, sin permiso del cual no hay colegio”. aPero qué es una comunidad y qué diferencia hay entre un cuerpo y un. colegio? “La palabra comunidad es comin a la familia, al colegio y a la repiblica. Y, propiamente, el cuerpo se entiende o de varias familias o de varios colegios, 0 de varias familias y colegios. (.:] La familia es una comunidad natural. el Ps_nnaconm : Uno de Jos principales privilegios de los cuerpos y colegios es que se les puede efectuar legados por testamento, de donde surge la idea de que tienen un patrimonio, agrego por mi parte; pero los miembros de un colegio no viven forzosamente juntos: los que ponen sus bienes en comin no forman un colegio, sino “una sociedad pactada de todos sus bienes”. En cuanto a la repiiblica, la misma “tiene esto més, que es una comunidad gobernada por un poder sobera- no, y que puede ser tan restringida que no tenga cuerpo ni colegios, sino varias familias”. Los origenes histéricos, tales como los percibia Bodin, acaban de aclarar estas definicio- nes. “Bl origen de los cuerpos y colegios procede de la familia”. Las familias, al aumentar, han formado pueblos, después burgos “sin leyes, sin magistrados, sin principado soberano”. Se refifa, se robaba, se saqueaba. Entonces los hombres habjan construido fortificaciones y se aliaron, decia Bodin casi anticipando a Hobbes, “por sociedades, unos para defender sus casas, bienes y familias de Ja invasiGn de los més fuertes, otros para [...] saquear, robar y asaltar, pues el imayor punto de honor y de virtud que hubo entre los primeros hombres, segtin dice Plutarco, era asesinar, matar, arruinar a los hombres, hacerlos esclavos. Esa licencia e impunidad de robar obligé a los hombres que aiin no tenfan principes ni magistrados a unirse por amistad para defenderse unos de otros y hacer comunidades y-hermandades”. Bodin continiia diciendo en La Repiiblica: “Se puede decir que todos los cuerpos y cole- gios se han instituido para la religién o para la policfa. En cuanto a la policia, los colegios se han establecido para distribuir la justicia, repartir las cargas, poner orden en las provisiones y met cancfas que hay que traer o quitar, para los oficios necesarios a la reptiblica, o para la institucién y discipliria. Y puede ser que un colegio sea particular de un oficio, o de una ciencia o de una mercancfa o de una jurisdiccién. Y también puede suceder que haya varios colegios unidos en ‘un cuerpo, como todos los oficios, 0 todos los mercaderés, 0 todos los maestros de las ciencias, © todos los magistrados”. “Basta ~agrega Bodin~ que Ja asamblea sea comin a todo’ los colegas, que haya un sindico comin y alguna bolsa comin”. También podia suceder, pero esto no era necesario, que uno de los colégas fuera elegido por la asamblea 0 escogido por el principe “para mandar, corregir y castigar a cada uno de sus colegas en particular, como ocurre con los obispos y abades, que tienen poder para castigar a los canGnigos y frailes”. En tal sentido, “El colegio puede hacer ordenanzas que obliguen a la minoria como colectividad y a todos los colegas en Particular. [...] Las repaiblicas no tienen fundamentos s6lidos para prescindir de los colegios, después de Dios, que la amistad y benevolencia de unos a otros, amistad que no puede mane. netse més que por alianzas, sociedades, Estados, comunidades, gremios, cuerpos y colegios. Los colegios y comunidades mal regulados producen muchas facciones, sediciones, parcialida- des, monopolios [...] y que en vez de una amistad sagrada y benevolencia caritativa, se ve nacer en ellos conjuraciones y conspiraciones”. Sin duda habfa que “desarraigar los abusos”, pero, HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 125 “no hay nada mejor” que los cuerpos y colegios “para mantener los Estados”, sean Estados aristocréticos, Estados populares o justas monarquias para acabar con las tiranias” (1959, pp. 195-201). 18. La ciudad a finales de la Edad Media. Burguesia, Desarraigados A finales de la Edad Media las ciudades aumentaron su poblacién ai recibir gran cantidad de nuevos pobladores. En Alemania, en Italia, en Francia, el auge, sobre todo de la industria textil, atrajo a los hombres procedentes del campo que acudieron a Ia ciudad en busca de mejores perspectivas de vida, en cuanto a salarios y a seguridad. Se produjo un fenémeno de despoblamiento de las aldeas y de desarraigo. A los recién llegados les resulté dificil adaptarse a las nuevas condiciones de vida. Asf constituyeron una plebe que afronté una vida de gran inestabilidad, ya que la menor crisis econémica los sumer- fa en el paro y en la miseria, Esta poblacién fue la que siguié a muchos de los predicadores, profetas iluminados, flagelantes y anunciadores del fin de los tiempos de toda laya. Era comiin, sobre todo, en lo que Huizinga lama “El otofio de la Edad Media”, ver largas caravanas lanzadas al camino con la intencién de hacer penitencia o renovar el mundo. Este movimiento de gente provocaba graves agitaciones, susceptibles de ser explotadas por aventu- zeros politicos o por lideres religiosos. Bs el caso de las muchedumbres que enfilaron detrés de Pedro Valdo, de Fra Dolcino o de Joaquin di Fiore. Con el trasfondo de semejante inestabilidad, surgieron, sin embargo, nuevas actividades, como la banca o Ia industria, que provocaron el ascenso de nuevos hombres, que se unieron por lazos de parentesco con la antigua nobleza, dando lugar a la irrupcién de una nueva clase dominante en las ciudades: la burguesfa. Los primitivos cénsules 0 los podesté que gobernaron las ciudades del norte de Italia, por ejemplo, después del fracaso de los Hohenstaufen por restablecer el orden feudal, fueron reemplazados por representantes de las “Artes”. En Florencia, Ja mayoria de los consejeros, oficiales y magistrados salfan de las lamadas “Siete Artes Mayo res", representativas, fundamentalmente, de actividades industriales. 2. Las corporaciones Las ensefianzas expuestas por Bodin, que Petit-Dutaillis con razén encontraba aplicables por entero a la ciudad un cuerpo, después de todo-, estén referidas, segin la intencién del autor de la Repiiblica, a las corporaciones. Justamente, a las corporaciones esti referido el parrafo anterior, en especial a las Ilamadas “Artes”, que, deponiendo al antiguo régimen de los c6nsules, asumieron el gobierno de Florencia. 2.1. Gremios y corporaciones de oficios En las ciudades, los artesanos de un mismo oficio se agruparon en “gremios” o en “corpo- raciones”. Estas corporaciones recibian el nombre de “gremios” en Francia, Espafia, Italia y sur de Europa y el de “gildas” en Alemania y el norte de-Evropa. Los gtemios desempefiaban a un tiempo varias funciones, a saber: ligas de ifflereses eco- némicos, sociedades de socoros mutuos, cofradias religiosas y corporaciones oficiales Como ligas de intereses econdmicos controlaban la produccién para impedir competen- cias ruinosas; se ponfan de acuerdo para fijar los precios y evitar exceso de produccién, sin estorbarse unos a otros en el oficio. Como sociedades de socorros mutuos ayudaban a sostener a las viudas, a los huérfanos y a los enfermos, se pagaban los gastos de entierro de los socios y se brindaba proteccién en cualquier otro caso de necesidad 126 JUAN MANUEL MEDRANO Como cofradtas religiosas tenian un santo patrén o protector, cuya fiesta celebraban. so- Jemnemente y eran asesorados por un cura pérroco que les servia de consejero y guia espiritual. Coto corporaciones oficiales tavieron sus privilegios y su jurisdicci6n, designando anual- mente a sus delegados para que formaran parte del Consejo Municipal, a fin de hacer respetar sus derechos. Cada gremio tenfa sus ordenanzas que reglamentaban el trabajo y la venta de los produc- tos, El gremio velaba por la calidad de la mercanefa producida por sus afiliados. A través de jurados designados a tal efecto, se vigilaba lo referente a Ja materia prima, a las técnicas de fabricacién, al tiempo y a las condiciones de trabajo, por lo que podian rechazar las mercade- fas que presentaran deficiencias. Con frecuencia, los talleres estaban agrupados por barrios 0 calles que recibian los nombres de los trabajadores allf establecidos. Para entrar en el oficio era necesario comenzar como aprendiz. El aprendiz vivia junto con Ja familia del maestro, formando parte de ella. No recibfa salario durante el aprendizaje. Des- pués de un periodo de adiestramiento se convertfa en oficial u obrero experto, cobrando un estipendio por su tarea. Bi oficial podfa Hegar a ser maestro o patrén de taller, Para esto era necesario pasar un examen te6rico y préctico y realizar una obra maestra del oficio; si el postu- lante era aprobado por el jurado, ya podia libremente ejercer la profesin después de jurar lealtad al gremio y cumplir con sus estatutos. Los obreros se’reunfan en pequeiios talleres, en nimero pequefio y la jornada duraba desde la Salida hasta 1a puesta del sof. — - En Francia, por ejemplo, los reyes expidieron ordenanzas que seftalaban salarios maximos y dichas agrupaciones, las de compatieros y las de maestros, con el tiempo Hegaron a entablar verdaderas luchas, pues los maestros trataron de obtener privilegios para su clase y prolongar innecesariamente los perfodos de aptendizaje y los compafieros, por su lado, formaron socieda- des mutualistas; pero ante la actitud de los maestros convistieron sus asociaciones en instru- mentos para combatirlos. Las autoridades no auspiciaron esas actitudes, legéndose asi hasta junio de 1791, en que la Asamblea Constituyente vot6 la [amada Ley Chapelier, que suprimié las corporaciones © gremios. Pasaron largas décadas para que se volviera a conceder a los obreros el derecho de agruparse en sindicatos para defender sus intereses. 2.2, Estatuto y contrato Hilaire Belloc, en su libro La crisis de nuestra civilizaci6n, se refiere a uno de los factores _ que mds cambié la vida econémica: el trénsito de un régimen econémico basado en el “Estatu- to” a otro basado en el “Contrato”. Belloc afirma que “estatuto significa posicién. La posicién de un hombre en una sociedad establecida. En nuestra sociedad cristiana, [...] el estatuto estaba omnipresente. No cubria toda el rea de Ja actividad humana, pero cubrfa un drea suficiente para hacer que el estatuto fuera el carfcter determinante de nuestra sociedad. La posicién de un hombre era conocida, los dere- chos y obligaciones que le comespondfan eran conocidos, como también lo eran las ventajas, y en su mayor parte tanto unas como otras estaban determinadas; porque en la fuerza espiritual que movfa todo el asunto habfa un apetito para la seguridad y para hacer que la vida fuera en su faz material tolerable, de modo que bubiera lugar y oportunidad para que los hombres pudieran evar una buena vida. [...] Bajo el estatuto un hombre era aceptado como superior a otro. ‘Ademds, cada hombre aceptaba y ejercfa la funcién que le habia sido asignada, la cual tenfa cardcter permanente, lo que lo distingufa de otro hombre a quien habia sido asignada otra funcién. El artesano, dentro del esquema de la sociedad, estaba colocado en un nivel més bajo que el sefior de una aldea, mas mantenfa una posicién con sus prerrogativas como miembro de la corporacién. El sieryo, que mas tarde se convirtié en el paisano de aldea, estaba colocado atin mds bajo que el artesano en Ia escala social, pero estaba seguro de su posicién, tenfa un patrimonio hereditario y no podian quitarle la tierra ni dejarlo desamparado, Tenfa un estatuto...”, Belloc sigue: “Ahora bien, el contrato [...] es el enemigo del estatuto. Alli donde el contra- to cobra importancia, el estatuto decae”. Volvia a prevalecer la Jey romana que entendia que las condiciones del contrato eran ley para las partes intervinientes. Y que presumfa que ambas sHISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 127 partes contratantes estaban en un pie de igualdad al contratar. A esto se sumé Ja irrupeién de un nuevo tipo de empresario capitalista, que bused eludir la legislacién que dentro de la ciudad le imponian el municipio y el gremio. Procuraba asf llevar su actividad fuera de a jurisdiccién del estatuto, en el campo o en el comercio de ultramar. Ello provoc6 el languidecer de las corpora- ciones en las ciudades, que hacfan regir las condiciones del mercado sobre la base del precio justo. De esa manera, hacia finales de la Edad Media se produjo un brusco cambio econémico, pues aparecieron nuevas condiciones que infundieron més dinamismo y productividad en la vida, hasta entonces estatica, de la economia. Se produjo una situacién que permitié una gran acumulacién, de capital, en la que muchos hombres quedaron desprotegidos porque estaban privados de esa posicién en Ia vida que les daba el estatuto (1939, pp. 188-193). 2.3. La naturaleza juridica de las corporaciones ‘La naturaleza juridica de las corporaciones fue objeto de largas discusiones en el mundo de los juristas, Se trataba de explicar porqué estas corporaciones, asociaciones, colegios, funda- ciones, compaiifas, sociedades podian tener personalidad, que conllevaba la capacidad para gobernarse a s{ mismos, poseer un patrimonio y, en general, actuar para la consecucién de sus finalidades sin que su voluntad se interpretara confundida con la de sus asociados, Se formula- ron vatias teorfas: 1) La idea de que estos entes son una mera ficeién, que actian y expresan su voluntad como cumpliendo el rol de una persona fisica, fue aceptada por el derecho romano, por los Blosadores y posglosadores, en particular por el Papa Inocencio IV (llamado Sinibaldo de Fieschi) 2) La idea de que se trata de una ficcién legal es una teoria expuesta por el gran jurista Savigny, creador de la Escuela Histérica, de enorme influencia en la codificacién moderna. Opinaba que estos entes son sujefos, en cuanto personas juridicas, del derecho de bienes, sobre Ja base de una ficcién admitida por la ley. Su capacidad es artificial, otorgada al cumplimiento de un fin juridico. 3) Teorfa de que las corporaciones son exponentes de derechos subjetivos de sus miem- bros que constituyen un-interés juridicamente protegido. Esta teorfa, expuesta por otro gran jurista alemén, Rudolf Von Ihering, niega la personalidad de las corporaciones. Al carecer de personalidad, las corporaciones no tienen derechos propios sino que esos derechos son de los miembros que las componen. Existen muchas teorias mAs, pero nos interesa’referienos a aquella que se autodenomina “realista”. Originariamente se a us6 para justificar la. personalidad del Estado 0 de otros entes piiblicos, pero pronto se la extendié también al derecho privado. Fue enunciada, entre otros juristas, por Otto von Gierke, quien atribuye a las corporaciones una existencia real, concreta como si fuera un érgano vivo, dotado de un substrato corp6reo, con una conciencia y una voluntad propia y personal, sobre la cual reposa su personalidad juridica. Es decir, su capaci- dad para adquirir derechos y. contraer obligaciones y, en general, redlizar actos jurfdicos, con independencia de Jos miembros que la integran. 2.4. La camaraderia como base de la corporacién F.W. Maitland, en el prologo a la obra que tradujo de Otto von Gierke, Teorfas Politicas de la Edad Media, examina con prolijidad las diversas implicancias juridicas de las pétsonas jurf- dicas. Busca alejarse de cuanto pueda significar resabios del derecho romano para hallar en lo gue denomina camaraderfa la esencia de una corporacién, Maitland destaca las dificultades para dat un nombre a la relacién que él quiere expresar: “El traductor inglés debe evitar con todo cuidado el partnership; tal vez en muestros usos mo- dernos,.compafifa se ha vuelto demasiado especffico y técnico. Scciedad es también peligroso. L..] Nuestra camaraderia germanica (genossenschaft) no es una ficcién, ni un simbolo, ni una pieza de la maquinaria estatal, ni un nombre colectivo para un grupo de individuos, sino un organismo viviente y una persona real, con cuerpo y miembros y una voluntad propia. Por sf 128 JUAN MANUEL MEDRANO sola puede querer, por si sola puede obrar; qiiiere y obra por medio de los hombres, que son s 6rganos, como un hombre quiere y obra por medio del cerebro. [...] No es una persona ficticia; es una persona-grupo, y su voluntad es la voluntad de un grupo” (1963, pp. 35-36). Tanto Gierke como su traductor buscan encontrar inobjetable toda resolucién judicial 0 administrativa referida a estas corporaciones. En esta teorfa se observa un acercamiento a la natural sociabilidad que encontraba en el hombre Aristételes. Pero también un acercamiento a esa figura de gigante, formado por miles de cuerpos, que ilustrara la primera edicién del Le- viatdn, dosHobbes. Aunque éste considerase al Estado como, un hombre-artificial, esta exposi- cin tiene una dificultad: que se la considera s6lo aplicable al mundo germénico, extensivo al mundo anglosajén, al que se le concederfan atributos personales especiales para que funcione correctamente el mundo de las corporaciones. Es decir, se presenta esta “Camaraderfa” como propia y exclusiva del carécter de una nacién. 3. Las universidades Durante el periodo previo al advenimiento de’ Carlomagno, ocurrido en 768, se produjo una lenta asimilaci6n de la cultura romana. Eruditos como Casiodoro, San Isidoro de Sevilla, Beda el Venerable, se dedicaron a transmitir a los nuevos pueblos, formados por la fusi6n entre romanos-y- geTManos, et Saber de 1a antigiiedad.— oe ~ 3.1. El renacimiento carolingio En el afio 778, Carlomagno promulgé una capitular con respecto a la organizacién de las escuelas, provocando el renacimiento de las artes y de las letras en el Imperio Los programas de estudio favorecieron el desarrollo de Ia dialéctica en detrimento de Ia metafisica, la filosofia de la naturaleza, la filosofia y la moral, Como antecedente se mencionan Jas concepciones de San Agustin, expuestas en el tratado De Doctrina Cristiana, en el que sostenia que todas las ciencias profanas debfan ser puestas al servicio de la ciencia sagrada, es decir, el estudio de Jas Escrituras. Marciano Capella, contemporéneo de San Agustin, fijé definitivamente la clasificacién de las siete ciencias fundamentales, también lamadas “artes liberales”. San Agustin adopt6 esta clasificacién del saber profano, en cuanto al estudio de las ciencias particulares. La organizacin educativa de la Alta Edad Media se bas6 en escuelas donde se ensefiaban las “artes liberales”. “Liberales”, es decir, propio de hombres libres, por oposicisn a “sexviles”, que eran los trabajos que se destinaban a Jos siervos. ‘Ya Severino Boccio habia distinguido en este grupo de “siete artes liberales” cuatro ramas cientfficas y tres ramas literarias: El quadrivium: aritmética, geometria, astronomfa y miisica. El trivium: gramética, retérica y dialéctica, Por encima de las escuelas de artes liberales se encontraban las escuelas de ciencia sagra- da, donde se estudiaban la Sagrada Escrituta y los comentarios de Ia Patristica, sobre aquélla. También, con el tiempo aparecieron la Escuela de Derecho, como la de Bolonia, y la Escuela de Medicina, como la de Salerno y Montpellier. Habian tres tipos de escuelas: las escuelas mondsticas 0 abaciales (Saint Victor y Saint— Denis, en Parfs; el Bec, en Normandfa; Clairvaux); las escuelas episcopales, catedralicias 0 capitulares, segin dependieran del obispo, de la Catedral o del Capitulo de Canénigos (Chartres, Notre Dame de Paris) y las escuelas palatinas 0 de palacio (establecidas cerca de Ia cortes del emperador, de un rey 0 de un sefior). Fernand Van Steenberghen, en su libro Filosofia Medieval, dice: “Fécil es ver que esta concepcién de los estudios no dejaba lugar alguno para a filosofia, entendida como interpreta- cién sintética de Jo real 0 como sabidurfa racional” (1964, pp. 5456). Las ramas de la filosofia tal como habfan sido expuestas por los griegos, han desaparecido todas. Sélo, sobrevive la dialéctica o l6gica, la séptima de les artes liberales. Esto se tradujo en un predominio de obras EW Pa a ee a HISTORIA DE LAS IDBAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 129 sobre I6pica y la atencién prestada al problema de los universales. O sea, el de Ja naturaleza de los géneros y las especies. Estos géneros y especies ;tienen realidad corporal, con independen- cia de Jos individuos que los integran? ,O como realidades incorpéreas? {0 s6lo son puros objetos del pensamiento? ,Y qué relacién tienen con los objetos sensibles? La cuestién era compleja y de gran alcance, ya que afectaba todo el valor del conocimien- to conceptual. Provocé grandes controversias, que agregaron, con frecuencia, més confusion gue claridad sobre el tema. Las discusiones oscilaban entre dos polos: el realismo y el nominalismo; asf unos sostenfan que los géneros y especies son reales, es decir, que son “cosas”, pero en este caso, {c6mo y dénde estén los géneros y especies en cuanto cosas? ‘A tales preguntas, los realistas respondian: — Los universales existen en sf — Existen en el pensamiento divino. ~ Bxisten en las cosas corporales como sustancias tinicas, comunes a los individuos que las integran. Los individuos existen entre si por accidentes. Desde la otra posicién extrema, los nominalistas proclamaban que los universales no exis- ten, que son voces vacias (flatus vocis), nombres cargados de sentido, de ahf lo de nominalismo; palabras con un contenido de pensamiento, un concepto, una idea, que representan una natura leza real, multiplicada con los individuos (op. cit., p. 58). La filosofia escoléstica, como su nombre Io indica, reflejaba el pensamiento de las escue- Jas. Y no debe identificarse con el tomismo, que es una de las filosofias escoldsticas. 3.2. La universidad en el siglo XII En el siglo XIII se produjo el fenémeno de la concentracién de las escuelas en un cuerpo integrador, Algunos centros de estudio realzaron su importancia y en ellos confluyeron maes- tros y alumnos. Esos centros de estudios recibieron una organizaci6n juridica similar a 1a de las corporaciones de oficio. Tal fue el origen de las universidades. Las més antiguas de ellas fueron las de Paris y Ia de Bolonia, nacidas hacia el aiio 1200. Luego, la Universidad de Oxford que inici6 su vida en el affo 1214. Poco después, en 1224, nacié la Universidad de Népoles, de la que Santo Tomas de Aquino fue estudiante antes de ingresar en la Orden de los Predicadores 0 Dominicos. También las érdenes religiosas contaron con Estidios Generales, asimilables a las universidades. Asi, por ejemplo, los dominicos regtan- Jos Estudios Generales de Colonia, en 1248, y los Estudios Generales de Népoles, en 1272. Pero la Universidad de Parfs serd, hasta el final de la Edad Media, la metr6polis cultural de la cristiandad, pues fue el centro de los estudios teolégicos y filos6ficos. Las ciencias juridicas Drillaron en la Universidad de Bolonia y las de medicina en Montpellier y en Salerno. La Universidad de Parfs fue conocida como “La Sorbona”; en realidad, ese nombre corres- pondfa a la Escuela de Teologia para estudiantes pobres, fundada en 1257 por Robert de Sorbon. La llamada “Universitas Magistrorum et Scholarium” era la corporacién de maestros y alumnos de Paris, donde los profesores eran los maestros, los bachilleres eran los oficiales, los estudiantes eran los aprendices y las facultades eran los oficios. La Facultad de Artes nacié del agrupamiento de las escuelas de artes liberales y era una escuela preparatoria para el ingreso a otras facultades en busca de una especializacién profesio- nal, Bra la més numerosa y la més bulliciosa debido a la juventud de sus estudiantes y profeso- res. La facultad comprendfa cuatro naciones: los franceses (es decir, los provenientes de la llamada fle de France), los normandos, los picardos y los ingleses. Los demas ektranjeros eran acogidos por cualquiera, de las naciones citadas, La Pacultad de Artes crecié en el siglo TIT en importancia y en autonomfa cientifica por la ampliacién de su programa; y la Facultad de Teologia desempeiié un papel de importancia en el desarrollo de los estudios filoséficos. En la Facultad de Artes se ingresaba a los quince afios. Después de cuatro afios, el estu- Giante debfa rendir examen. En caso de aprobar, e] estudiante se recibia de bachiller y debia leer y explicar los textos que oficialmente se le imponfan, siempre bajo la direccién de un maestro. Terminado este perfodo, recibia su licencia para ensefiar, era un licenciado, y también recibia el titulo de maestro de-artes.”Para cllo el interesado debia llegar a los veintitin afio "130 JUAN MANUEL MEDRANO En la Facultad de Teologfa, el estudiante, después de haber estudiado cinco afios se recibia de bachiller. Luego debia realizar estudios durante dos afios més para lograr el titulo de bachi- ler biblico; dos afios més y alcanzaba el titulo de bachiller sentenciario. Finalmente obtenfa el grado de licenciado que lo habilitaba para enseitar y también el titulo de maestro (magister) ‘La Universidad conocfa dos formas de ensefianza que se complementaban: la lectio (lec- ci6n) y la disputatio (discusién). La leccién era el curso propiamente dicho. Consistia en la lectura y comentario de un texto escogido ex profeso. La disputatio era un ejercicio de discusién. Cada semana, o bien quincenalmente, tenia lugar una disputatio ordinaria. Dos veces al afio habfa una disputatio solemne, general 0 de qiolibet (sobre un tema libremente elegido). Tenfan Iugar en presencia del obispo, del canciller y de toda la facultad. Durante esta disputatio el maestro debja responder a todas las cuestiones que se le formularan. Como dice Van Steenberghen: “Estas grandes sesiones académicas arro- jaban una viva liz sobre los medios teoldgicos del siglo XIII: daban testimonio de la virtuosidad dialéctica, del espiritu combativo, de la franqueza, sobre todo de las preocupaciones doctrinales de los tedlogos de esta época” (p. 94). En general, las lecciones versaban sobre las obras de Aristételes, de Severino Boecio y también sobre el Libro de las Sentencias de Pedro Lombardo. Los frutos de las disputatio son las quaestiones disputatae, las quaestiones quodlibetales y los sophismata (0 impossibilia, insolubitiae’. Taanbiéa tas sumas, quo son obras de siuiesis; tus opriscuios, acerca de temas mis especiales y los reportatio o apuntes de clases. La mayorfa de las veces las lecciones eran impartidas por clérigos seculares bajo Ia antori- dad del obispo de Parfs, dado que la Universidad habfa nacido del agrupamiento de escuelas que dependian de la cétedra. Ms tarde, y tras largas discusiones, también se admitié a los frailes franciscanos y a los dominicos en la ensefianza de la teologia Van Steenberghen sefiala que la ventaja de participar de estas drdenes (a las que después se sumarian otras) era la disciplina de la vida de los religiosos, que ordenaba el tiempo’ para los. estudios. La desventaja radicaba en la formacién de un espiritu de cuerpo entre los miembros de la misma Orden, lo que quité objetividad a las exposiciones y enfrenté innecesariamente a seculares y regulares, y entre éstos a franciscanos y dominicos. ‘Lo expuesto Io sefiala Leonardo Castellani en el Anteprdlogo que introdujo a Ja traduccion que, jumtamente con Ismael Quiles, emprendiera de la Suma Teoldgica (Edicién del Club de Lectores): “Asi, pues, en el Barrio Latino, sobre Ia colina de Santa Genoveva, a la orilla izquier- da del Sena, se aglomeraba y bullia el mundo pintoresco de los maestros de toda laya en medio del hormigueo de los estudiantes de todo pelo y pueblo, sobre Ios cuales el rey habia puesto una especie de intelectual sub-rey, un sabio entre jos sabios que tenia el poder de azotar y hasta de imponer poena cdpitis a los suyos; poder este iiltimo que no usé casi nunca. Studium Generale, Universitas Studiorum era toda una institucién que tenfa su fuerza propia y privativa, que podia hacer temblar a los poderosos del dinero y de la espada, incluso de la espada espiritual, y que ocupaba una tercera parte de los pensamientos del rey y del Papa, aunque no les gravaba para nada la Hacienda ni el Tesoro. Hoy dia es al revés: la Universidad gasta mucho y puede poco, su luz es més sin fuerza que Ja Iuna; y entre nosotros su pobre luz prestada parece més bien a ratos el résplandor fosforescente que brota de los cadaveres”. Pedro el Lombardo, que recitaba todos los Santos Padres y sabia el hebreo como un rabi- no, posefa un galpén cualquiera, o un patio abovedado. Se sentaba en un sill6n frailero puesto encima de dos arneses, mientras los discfpulos se amontonaban en taburetes y Jos més pobres en montones de paja, algunos tirados pecho a tierra con Ja nariz en los papeles, escribiendo como demonios, mientras en la puerta se agolpaban de pie caballeros y nobles y algunas veces asomaba discretamente un obispo extranjero; y en el silencio profundo, donde reinaba la voz chillona del Maestro de las Sentencias, habfa novecientos alumnos. Si el Maestro se volvia a tomar un manuscrito, surgia un rumor espeso como el suspiro de un monstruo, un cuchicheo como el de la Iuvia; pero’ mirando él a su ptiblico, ni la menor palabra se escapaba, pues los mancebos sabjan bien lo que son veinticinco colas de gato y el Lombardo no sabia de bromas. Un dfa, en medio de la lectio eg6 un faraute con una bula del Papa refrendada por el rey y el fornido lombardo dejé su asiento de dos ameses por la silla archiepiscopal de Parfs, que en aquel tiempo era como ser vice-Papa. HISTORIA DB LAS IDEAS POLITICAS. LA REGULACION DEL PODER. EDAD MEDIA-EDAD MODERNA 131 Por Ja mafiana la lectio, por la tarde Ja disputatio, son los dos ejercicios escolares funda- mentales que menciona Santo Tomés en su Prélogo. Lectio (pr. Iéccio) significa lectura, En aquel tiempo no habia imprenta, Jos libros eran pocos, 1a memoria humana era mayor; y. quizé también (hablando en general) la inteligencia, Los maestros tenfan libros a los que consideraban sus instrumentos, su capital y'su tesoro. Santo ‘Tomés dijo una vez que daria la ciudad de Paris por un manuscrito del Criséstomo. El Maestro ge sentaba en lo alto y empezaba a leer su libro, el De Trinitate de San Agustin. Pausado. Todo; tanto el texto como sus notas marginales, deteniéndose por momentos para aiiadir otra nota 0 hacer una observacin exegética; y los discfpulos jcopiaban todo! ;Qué memorismos!, dirfa uma maestra de hoy. Asf era el tipo de ensefianza general Pero Pedro el Lombardo habja inaugurado una ensefianza més compendiosa y nerviosa: en vex de leer el texto ‘patristico entero, habia coleccionado las sentencias més notables, os dichos capitales que contenfan 0 rozaban un dogma, o que encerraban herejias aparentes, con- tradicciones, antinomias, aporfas, problemas. Como un albatros sobre el mar, su memoria in- mensa cemfa sobre los escritos patristicos buscando el pejertey del punto duro, Y asf la lectura se convertia en preparaci6n inmediata'de lo que era Jo esencial de la ensejianza medieval (y de toda enseiianza propiamente filoséfica), a saber, la disputatio. . Cartas y Fueros En Ja Espaiia cristiana de la Edad Media, a medida que se expulsaba a los moros durante la reconquista hacia el sur, se ganaron grandes superficies territoriales que hubo que repoblar. Esta repoblacién fue hecha, bien por grandes sefiores 0 monasterios, bien por gente de escasos recursos, lo que determiné Ia existencia de medianas y pequefias heredades En Castilla y Leén, durante los siglos IX y X, la nota distintiva era el predominio de la pequefia propiedad territorial sobre el sistema del gran dominio, contrario a lo que ocurria en Jos paises occidentales, por lo que se daba la existencia de un gran nfimero de hombres libres, de pequeiios propietarios rurales no sometidos a ninguna dependencia econémica ni seiiorial. Pero desde finales del siglo X y durante el siglo XI, la situacién camnbi6 y se extendié el gran dominio o sefforfo que incorpord al derecho real sobre 1a tierra otros derechos que situaron bajo su potestad a los habitantes y cultivadores de sus campos. Se produjo un proceso de concentracién de la propiedad de la tierra por diversas causas: donaciones reales; donaciones a la Iglesia efectuadas por propietarios con reserva de usufructo (que se incorporaban al patrimonio eclesiéstico a 1a muerte del donante); despojos violentos; necesidad que indujo # pequeiios propietarios a ceder el dominio de sus tierras, transforméndo- se en colonos del adquitente y matrimonios de familias poderosas, entre otras. De modo que el régimen seficrial consistié en el conjunto de relaciones de dependencia entre Ios habitantes del gran dominio 0 sefiorio y el seffor, que no tenia que Ver con Jas relacio- nes de vasallaje entre el sefior feudal y la corona. ‘Los campesinos, en general, continuaron ocupando la tierra, trabajéndola en beneficio del seffor. Sobre todo, tenfan Ia posesiGn precaria del suelo, a través de gran cantidad de contratos agricolas entre los que eran frecuentes la explotacién a medias del suelo perteneciente al sefior, mediante diversos contratos de aparcerfa. El caso general era que los labredores siguieron trabajando Ia tierra a cambio de un canon ‘0 un censo que pagaban al sefior peridicamente. Esta retribucién, que present6 diversas for- mas, segiin fuese la regién, era acompaiiada también con la obligaci6n de trabajar las tierras propias del sefior en determinadas épocas del afio; en Ja obligacién de pagar ci¢ftas sumas en algunas circunstancias que se presentaban en la vida: el casamiento de una hija del colono que obligaba a éste al pago de una contribucién; también en ocasién de la muerte los herederos debjan pagar una cantidad a titulo de “rescate”, etcétera, El sefior también podfa tener la explo- tacién monopélica del molino o del horno de pan, lo que obligaba a los labradores a moler su cereal 0 a cocer su pan en las referidas instalaciones. Pero, por encima de las conveniencias particulares de los grandes sefiorfos, las necesida- des de poblar Ias tierras desocupadas, de roturar los suelos yermos, de ocupar el espacio con aldeas y pueblos, movid a los reye, a los grandes sefiores eclesidsticos y civiles a eximir de cargas y prestaciones la ocupacién de la tierra JUAN MANUEL MEDRANO

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