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Frangois Jullien Francois Jullien Tratado de la eficacia La inteligencia de hacer posible lo que parece inaleanzable Tratado de Frangois Jullien {Cémo lograr ser eficaces? Occi- dente siempre ha crefdo que orientar los medios hacia un fin determinado y actuar en eonsecuencia es la via més segura para lograr el objetivo. Las tfcticas de guerra, la diplomacia ¢ incluso las estrategias de mercado estén condicionadas por este modelo. Tratado de la eficacia abre una nue- va perspectiva sobre el concepto de la accidn eficac. Sus premisas, basa- das en el pensamiento oriental, res tan la posibilidad de explotar el po- tencial de una situacién dada y de rectificarla mediante los métodos de intervencién apropiados. Por fin, despojdndonos de Ia idea espectacu- lar y heroica de la accién, reconoce- remos que el efecto deseado es el re- sultado de una transformacién. Francois Jullien propone un camino para concebir una estrategia eficien- te, econémica y sin resistencias. 1a La inteligencia de hacer posible lo que parece inalcanzable inn x05 /BASICOS i bo be Tratado de la eficac: 62 c sce: pe cf Francois Jullien Nacié en Embrun (Francia) en 1951. Es filésofo y sindlogo, profesor en la Universidad de Paris VII y actual presidente del Collage International de Philoso- phie. Es autor entre otras obras de “Et elogio de io insipido” (1991); “Figures de Vimmanence, Pour une lecture philosophique du Yiking” (1995); “Fonder la morale” (1995) y “Le Détour et L’Accés. Strategies du sens en Chine et en Gréce” (1997). Tratado de la eficacia La inteligencia de hacer posible lo que parece inalcanzable Frangois Jullien Tratado de la eficacia La inteligencia de hacer posible lo que parece inalcanzable Traduccién de Cristina Pinta Introduccién de Alejandra Tortorelli rer Gunes /BAs TOS 1999, LIBROS PERFIL S.A. Chacabuco 271 (1069) Buenos Aires Diseno: Claudia Vanni ISBN; 950-639-175-0 Hecho el depésto que indica Ia fey 11.723 Primera edicisn: mayo de 1999 (Composicién: Taller del Sur asco Cold 221, 11, Buenos Aires Innpreso en el mes de abil de 1999 Commas Offset S.A. Coronel Gareia 484, Avellaneda. Provincia de Buenos Aires Impreso en la Argentina» Printed in Argentina InrRopuccioN UN CALCO EN EL AGUA Dificil imaginar a un eoropeo pensando a China. Mis dificil adn imaginamos a nosotros mismos pensando a un europeo pensando a China. Y, sin embargo, como en una geografia superpuesta, como en un mapa ealcado sobre otto, Tratado de la eficacia plasma lo lejano en lo que nos es més préximo: la accién. “El Occidente activo ~nos di ce Jullien siempre sofié con su reposo en el Oriente”; mas nunca plegé sobre si ese reposo, De algin modo, Frangois Jullien lo ha hecho por nosotros. Shanghai y Pe- kin —donde realizara sus estudios orientales~ y su retomo a Paris configuran no s6lo un mero desplazamiento no el itinerario de una transfiguracién. Al leerlo, acepta- mos el desafio, ‘Pensar cémo pensamos siempre requiere mirarse desde ‘una otra orlla, uminar el propio terrtorio no desde ta luz que emitimos sino desde la sombra que proyectamos. Convengamos que siempre nos result6 ~y nos resulta atin— ‘més sencillo tensar los extremos y hacer del otro una suer- te de caricatura en negativo de lo que somos. Pero cuando los “extremos” se hacen simulténeos, cuando extrafarse es volverse otro en la tierra de los otros la somibra enton- vu ces proyectada se pliega sobre el cuerpo y se instala para siempre, Doble tarea para nosotros. Entrenados como estamos en el.arte de la escisién, los occidentales somos, estrictamen- te hablando, animales binatios. Armados desde una l6gica del enfrentamiento ser versus no-ser, esencias versus ac- cidentes, acto versus potencia, activo versus pasivo, teorfa versus praxis, sujeto versus objeto, permanencia versus cambio, trascendencia versus inmanencia~ somos como quel que buscaba desesperadamente salvarse tirando con ‘una mano la otra que le apretaba el Cuello, Entonces, pri- mero dividimos en dos y luego, despiegamos estrategias rmiihiples para reconciliar lo dividido sin siquiera reparar cn la escisin primera. Mas, en este ir y venir de la China ala Europa, aquello que nos constituye, lo que nos es mas propio, se hace visible a la vez que se desencaja, Sélo en- tonces podemos volver a pensar como si fuera por prime- +a vez. Ningtin gesto de oposicién, ninguna plasmacién en negativo ~Occidente versus Oriente— sino un “calcar en hhueco”, un dejarse ver a través de aquello que es radical- mente otro, Desviéndonos, el texto de Jullien, nos condu: ce hacia nosotros mismos. El Tratado de la eficacia no deja las cosas en su lugar. Produce quiebres y desplazamientos justamente allf don- de todo se ha instalado desde hace ya mucho tiempo. Abriendo un juego de pliegues y contrapliegues, nos de- saffa a pensar desde los intersticios. Pensar el tres sin que edie el dos, pensar la altemancia originaria, el Ying y el Yang, sin que medie una reconciliacién dialéctica. Como el Tao Te Ching de Lao-Tsé, respecto del cual Jullien nos, Wvierte “es inclasificable”, el Tratado de la eficacia, a su modo, en su estilo y no sin cierta modestia respecto de aquel, no se deja atrapar. Se escabulle. Cuando creemos que estamos leyendo un tratado militar nos conduce @ la politica, cuando finalmente nos convencemos que se tra- ta de politica vuelve a ondularse y nos traslada a la ret6- rica y la diplomacia. Cuando ya no sabemos de que se tra- ta a ciencia cierta es que entonces hemos empezado a Ivrea comprender. Ningiin acontecimiento es aislable. Guerra, politica y diplomacia; acci6n, poder y palabra dejan de ser sustantivos aislados y en reposo para tomnarse verbos en movimiento, lineas de fuerza atraveséndose mutua- mente. Allf donde nosotros somos piedra, la estrategia china recomienda hacerse agua. Bajo ningin concepto hay que solidficar los liquidos. En el Tratado, todo se li- cdia, Leerlo es un transcurtir con él, un dejarse Hevar. ¥ alli donde una hendija se abre, el agua comienza # ftir indefectiblemente. La tarca ao es sencilla, aunque tal vez, imprescindible. El tercero ese eterno excluido- tarde 0 temprano irrumpe. Apelando a lo obvio, podriamos afirmar que el Tratado de la eficacia es un tratado sobre la accién, la accién efi- ccaz, Sin embargo, lo que no es evidente de suyo para no- sotros, occidentales, es sobre qué esta montada la accién y la eficacia, Jullien sabe exactamente por donde comenzar a desatar el nudo, Nudo fundacional que atin nos sostiene sin siquiera damos cuenta. Es necesario retomar a Platén, siempre es necesario. Quebrar el paradigm de la linea, li nea vertical que, desde el Ilano de lo que somos, nos con- duce hacia el vértice ideal de lo que deberfamos ser. Por alli comienza el desmantelamiento. De Platén en adelan- te, Occidente siempre ha preferido las alturas. “El pensa- miento del modelo -nos dice Jullien~ se ha oftecido a si ‘mismo como modeto, se trata de un gesto primero: en su bondad divina, actuando en busca de lo mejor, el demiur- £20 platénico no podria hacer otra cosa que ‘fijar sin cesar la mirada’ en el ‘ser imperecedero’ para erigirlo en para- digma ...].” Desde entonces, nuestro destino ha sido mar- ceado y hasta los dados de la accién estén cargados. Actua- ‘mos segtin modelos proyectados en lo alto, muy alto. La idealidad del modelo postulado como fin nos hace extre- ‘madamente Voluntariosos a la vez que insatisfechos. (Aca~ 50, {0 €s la Voluntad el reverso altivo de una insatisfac~ cién constitutiva?) “Los ojos fijos en el modelo”, la orientacién platénica, abre el juego del Trarado y nos hace comparecer ante n0- sotros mismos. Ninguna accién funciona en el vacio. ‘Nuestro modo del actuar esté decidido de antemano. Ac- tuamos como pensamos. La metafisica occidental ~ese gran imaginario que pende sobre nuestras cabezas, esa eterna inmutabilidad de ideas trascendentes siempre més alld de nosotros mismos~ digita nuestro actuar como un hilo invisible tensado desde lo alto, Sea en la teorfa 0 en la praxis ~dicotomia no justificada— una gran maquinaria de modelos es la que nos rige. Luego, ;c6mo no forzar a la realidad a que responda cuando son los modelos los que la preceden? ,Cémo escapar al voluntarismo cuando aquello que dirige nuestro actuar es siempre més grande que noso- tros y que la accién misma? Todo nuestro campo esté mi- nado de ideales; sin embargo, rara vez llegamos a pisarlo. Preferimos, por el contrario, alzar los ojos hacia el cielo y preguntar “ zpor qué?” Pero, y si miréramos hacia lo bajo y preguntéramos ccdmo? No ja dénde va la acci6n? sino de dénde viene? Los gestos minimos horadan. Las construcciones s6lidas son débiles. Basta mover la piedra fundamental para des- ‘moronar la totalidad de la estructura. Occidente pregun- ta zpor qué? Esa es su vocacién. Pero ninguna pregunta es ingenua, Ella conlteva la solicitud de una respuesta cu- ya forma ha sido pautada de antemano. En la pregunta por el porqué, las cosas son Ilevadas fuera de si. Lo real se vacfa y no puede més que reclamar un principio de ra- z6n que lo haga ser. Causa primera u origen trascenden- te, Mas, si al por qué se le pregunta, a su vez, {por qué por qué?, la pregunta estalla y, con ella, todos sus silen- ciosos postulados. “El pensamiento chino [...] ~10s con- duce Jullien no se pregunt6 de dénde viene lo real (ni ‘por qué; por es0 no elaboré mits); su pregunta mas bien ‘es cdmo sucede lo real; cémo “marcha” (nocién de yong) y se vuelve “viable” (Siendo regulado: el tao).”” ,A dén- de nos conduce este cémo? Estrictamente, a ningtin lado, Ninguna xnticipacin es posible, ninguna precipitacién Inaodecen aconsejable. Es preciso que atravesemos el Tratado de la eficacia desde este cémo y sin por qué. {.Cémo se ejecuta la accién (si se ejecuta)? ;Con “Los (05 fijos en el modelo” al estilo occidental "O apoyados en la propensin” tal como lo sugiere Oriente? De aqui en més no hay retomo. El Tratado se abre y ya no sabemos si Jo que espiamos a su través es la irreductible otredad del otro 6 el reverso de nosotros mismos; o ambos a la vez. Ju- Hien hace correr el agua por debajo: “El pensamiento chi- no nos saca de esa costumbre/pliegue —la del pensar y ac: tuar segtin modelos pues no construy6 un mundo de formas ideales, como arquetipos o esencias puras, separa do de la realidad y que pueda dar cuenta de ella”. ;Esta- ‘mos dispuestos a dejamos “sacar”, a pensar aquello que de tan propio ya no pensamos? “Como prueba de la dificultad para plantear el compor- tamiento de la acci6n esté el intento de pensar la guerra” nos advierte Jullien. La guerra, como expresién exacer- bbada de la accién més directa, extrema la Idgica del mode- 0 a la vez que manifiesta el sentido més comprimido de Ia eficacia: buscar el camino més corto para realizar el fin més alto, En el siglo XIX, el estratega Clausewitz no dej6 de repetir el gesto inaugural platénico. Toda una planifica cin de medios para alcanzar los fines més excelsos. “Si la guerra es el medio, la politica es el fin” y cualquier accién esté justificada. Cuando una politica determinada se pos- tula como fin, la guerra se precipita como el camino més, corto, Toda una retérica de negociacién precede a la ac- ccién. Mas, ninguna negociacién es tal cuando el fin -mo- delo imperturbable— ha sido decidido con anterioridad. En todo caso, se trata de una imposicién disfrazada de nego- ciacién. Prueba de ello es que el fin rara vez se revisa, no s6lo en sus contenidos, claro esté, sino en su estructura propia. En el mejor de los casos, s6lo se atina a reforzar los medios. Dias més, dias menos... Hace falta mencionar algin ejemplo contempordneo? Cada uno esté en condi- ciones de pensar la actualidad de esta I6gica que persiste en presentarse como Nuevo Orden Mundial, como una x xu suerte de repetido mandato sentimental de liberacién asis- tida. Repitamos a Jullien: “EI pensamiento del modelo se ha oftecido a si mismo coma modelo” y se ofrece ain. cE posible revisar sus postulados y aventurar otro modo del actuar? El desafio continda, “Accién o Transformacién” “Des- truccién 0 Desestructuracién” ~interroga Jullien. En Occidente, la hazaia de guerra, el sujeto heroico, siem- pre ha encarmado ta figura de una accién directa: la des- truccién, la invasién, el exterminio (de ser necesario). {Qué es la Historia sino accién hecha palabra? Llevados ‘este punto, comenzamos a comprender que la vocacién Ge accién no es un rasgo entre tantos otros sino aquel que rns ha constituido de manera estrictamente esencial. A través de un ejercicio de rememoracién narrativa, Jullien nos muestra el relato de nosostros mismos: “Se trate de la tradicién judeocristiana, o del Timeo, Dios hizo el mundo con un acto creador; y también lo propio del hé- Toe es imprimir su accién en el mundo enfremténdose con 1: con la epopeya, la literatura comenz6 refatando actos memorables, magnificados a titulo de hazafias, luego la tragedia los puso en escena...”. Del Génesis a la epope- ya, de la Historia ala Literatura, el gran mito de la accisn nos envuelve desde siempre. Si Occidente tiene una his- tori es porque su sentido de Ia accin se ha montado so- dre fa narrativa egovéntrica de un sujeto heroico, teatral Y voluntarioso a contrapelo del mundo. Sea el Dios Crea~ dor 0 el sujeto de Ia Historia, lo cierto es que el relato constitutivo de Occidemte es guerra y palabra, es haza- fia y retérica. Una historia de resistencias y enfrenta- mientos, de batallas actualizades y enemigos diezmados, de acciones premeditadas y estrategias planificadas. Una guerra de palabras, una imposicién de modelos. Conven- ‘Bamos que jamas hemos salido de la epopeya. Tampoco ahora. Mas, toda historia tiene su reverso, Es inevitable. :Y si Ja supremacta de! modelo en vez de viabilizar el proceso de los acontecimientos no hiciera mas que obstaculizarlo? Inoduccisa La pregunta no es en vano. Despierta, al menos, una cu- riosidad y vaticina un ejercicio, Algo as{ como mirar por debajo de nuestros propios zapatos. Apenas un sutil cam- bio de direccién ~de arriba hacia abajo-, apenas un viraje del mas alld al més acé—es suficiente para abrirle otra es- cenaal pensar y al actuar mismo, Platén lo supo en su mo- ‘mento y nos condujo fuera de la caverna. ,Y si el afuera no fuese més que un pliegue del mas puro adentro? ¢¥ si no hubiese otro mundo a dénde ir? Al pensamiento chino “todo lo real se le presenta como tun proceso, regular y continuo, que surge de la pura inte- raccién de los factores en juego (@ la vez opuestos y com- plementarios: los famosos ying y yang). En consecuencia, en él, el orden no proviene de tm modefo, en ef cual se pueda fijar la mirada y que se aplique a las cosas, sino que esta contenido por completo en el curso de lo real”. Diri- tidos hacia el mundo todo vuelve sobre sf. Ninguna exte- rioridad, ni para nosotros ni para la aecién misma, Enton- ces, “lo que se produce cada vez, no puede no ocurtit” “Bl efecto se manifiesta cuando sucede.”” A nosotros, en- trenados como estamos en el orden de las causas, se nos vuelve casi imposible pensar desde una Iégica del puro efecto, Todo nos suena a una terrible tautologia. Nos fal- ta.el sujeto de la acciGn, el lugar de origen: creador, pro- ductor 0 demiurgo. Mas, si al menos como prueba, aban- donéramos por un instante la posicién de control, la ciispide de 1a pirémide, lo que se nos manifestaba como mera tautologia muy pronto se nos revelard como la més puraeeficacia. Toda nuestra légica de produccién se toma: ra una logica de advenimiento: ya no un hacer sino un dejar venir, un dejar ser-hacer. Ninguna pasividad, ni pa~ ral sabio, ni para el estratega, “El no-actuar es dejar que suceda.” “La rosa florece porque florece” decta Novalis. No haa de crecer mas répido porque tiremos de ella, acon- seje Jullien. Citra vez la guerra, pero no sélo Ja guerra. Si Maquia- velo pens6 en formas y Clausewitz en confrontacién di- recta, el estratega chino piensa en seducir y manipular, x x ngue Jullien, Forma y confrontacién son solidarias. {La imposicién de una lleva al desentace de Ia otra. Seduc~ cién y manipulacién, en cambio, no son gestos interven cionistas sino modos de desvio, modos de conducir, de evar a otra parte, La diferencia no es meramente teéri- ‘ea, como nos gustaria suponer. Vietnam es su manifesta- cién més acabada, nos recuerta Jullien, Eximido de un hacer empedernido, librado de una accigi heroica y vo- Tuntariosa, eT chiro Sea esiratega 0 Sabio, politico o Cii- dadaio~ prefieré volverse Fantasma, retirarse del orden deo Visible, pasar desapercibido. Del Tondo indiferen- Grado Ge tas cosas Tas AcTUaTizacTones surgen como efec: tos, mas sélo para volver a diluirse. Como el mundo en su.constante flur, “la gran obra dice Lao Tsé- evita pro- ucirse”. Luego, la guerra més exitosa es aquella que no se ha librado asf como la palabra mas élocuente es aque- lig que no sé fi dicho. En una Tégica del no-enfrenta- miento, ef estraiega 68 sabio y la retérica, antirretérica. Si la mas minima accién impuesta desde afuera interrumpe. ‘et curso de las cosas, hasta la palabra misma es como la jderra y uno B arse de abrir la boea, Poli- liplomiacia también tienen sus silencios aunque @ nosotros nos zumben os ofdos. La palabra es eficaz cuando funciona al revés. El Gui gu 2i asi lo ensefia: “Ba- blar, no para decirle algo al otro sino para hacerlo ha: “brar"-La boca y Ta puerta, un abrir y un cervar, una pura altemancis. Mirando atentamente, todo es una cuestién de estrate- gia, Pero la estrategia no es sélo cuestién de estrategas. “La inteligencia china ~y no sOlo sus tratados de guerra y diplomacia predispone a la estrategia”. concluye Jullien. EI saber (no) actuar, el saber callar, consiste en con-for- ‘marse. Mas, con-formarse no es la figura de una resigna- ibn, sino tomar la forma de aquello que acomtece. Hacer- se como el agua -recornienda la esttategia China-, como, forma de wquetto que fo tiene forma. El agua no se quie- ‘bra-mo Se entenita fit Opone resistencia, En una légica de transformacién nada se regionaliza, nada sefala un limite Inireducci, infranqueable. Més bien, todo pasa de una forma a la otra sin solidificarse, ni el mundo ni nosotros. De ese modo, Jullien atraviesa los campos de la accién que nosotros so- lemos aislar -guerra, politica y diplomacia; accién, poder y Palabra mostréndonos por detrés la trama que los red ie. En efecto, ninguna accién es aislable. De lo real viene y allo real retorna Demasiado hemos escrito, més aiin hemos hablado y en plena era medidtica todo esté para ser visto. También la ‘guerra, sobre todo la guerra, Una exaltacién de sujetos es la politica, un espectéculo desplegado la confrontacién, cualquiera sea. Nuestra mayor diplomacia consiste en ha- ‘cer como si nada sucediera realmente. De algin modo he- ‘mos llegado al paroxismo de nuestro propio destino: & cer siempre conduce « mas hacer. La accién a mas accién, la produccién a producir atin mas, Sin embargo. no hemos comprobado atin ta eficacia de tal exuberancia. Desmon- tado el gran mito de la accidn, la dramaturgia de Occiden. te se revela verborrigica. Si la historia occidental es una epopeya de actos, Ia de Oriente es una topografia de fuer- zas: ningin sujeto, ninguna voluntad, ninguna exteriori- ddad respecto de la cual actuar “...] Tantas ausencias que hhabré que evaluar para indagar, a cambio, de dnde vienen ‘nuestras representaciones.” En Oriente, por decirlo de al ‘gin modo, ta Histeria se vuelve Geografia inmanente, Pe- 10, la misma carece de mapa, Ningtin modelo se imprisne desde 10 alto. Es el desplegarse mismo de Jo real fo que da la pauta, lo que conduce. Si, en Grecia, el método es un ca- mino trazado de antemano: en China, el ido, por el contra- rio, carece de itinerario. Es un pleno transcurrir del riss- do hacia el mundo. En algin punto, las légicas se bifurcan. Lo real tiene sus cxprichos. Del método al rao no hay trayecto sino salto, “El error de los hombres es buscar <1 camino mis lejos cuando esta cerca dice Mencio- bus- cat en el grado de lo dificil Io que en realidad es tcl.” Habiendo llegado hasta aqui, probablemente uno sienta que el suelo ye intentatst pisar se In destizado bajo los pies. Pareciera que ya no hay lu av xv si es que entonces hemos llegado? Sin lugar a dudas, el Tratado de la eficacia nos conduce lentamente a un punto cciego: sustrafdo el sujeto de la accién, la accién misma pa- rece sustraerse. Y, sin embargo, el reverso de nuestra ac- ccidn nos conduce hacia lo abierto, “Es del lugar, no de mf, de donde surge el efecto” ~dice ¢1 pensamiento chino-. “Es la puerta la que elige, no el hombre” solfa decir Jorge Luis Borges. Mas, que sepamos, ningiin poeta ha sido es- tratega por estas tierras, ni lo seré. Centrados como esta- ‘mos en la figura de un sujeto autosuficiente, no vemos el rasgo mitico de nuestro voluntarismo eidético y se nos ha- ce evidente la “mistica” de los demés, sefiata Jullien, De allf nuestra dificultad, aunque también nuestra arrogancia. Concebir la accién como puro efecto inscripto en lo real, cen el cauce mismo de las cosas, sin que medie sujeto algu- za, es, para Occidente, la propia figura de un pensar que ‘no ha alcanzado la fuerza del concepto, la fuerza de la ra- 26n. De ello nos hemos jactado, Mas, tarde o temprano, el tercero excluido irrumpe y las figuraciones vuelven a nosotros con el fmpetu de una re- vancha. Fulguran. “Hacer nada.” “Ser curso de agua y ‘cuerpo de dragén.” “Ser gozne.” “Ser la puerta.” “Abrir y ccerrar.” “Adaptarse como hembra.” Subrepticiamente, el texto de Jullien va imprimigndose en imégenes y la instan- tanea de la figura se trepa a la letra. Bl esfuerzo es doble: insinuar el trazo en lo alfabético, dejar huella en la preten- dida invisible caligrafia de Occidente. Ya no se trata de traducir un pensamiento sino de hacer subir ala superficie el pensamiento hecho figura. Donde dice agua es agua y toma la forma de lo que dice. En el pasaje de una figura @ la otra siempre hay otra figura, vacfa, llena, vacia. “Perra aristotélica, que lo binario que te afila los colmillos sepa de alguna manera su innecesidad cuando otra esclusa em- pieza a abrirse en mérmol y en peces, cuando Jai Singh ‘con un cristal entre los dedos es ese pescador que extrac de la red, estremecida de dientes y de rabia, una angi que es una estrella que es una anguila que es una estrella quees una anguila”escribfa Cortézar, El Tratado de la efi- Invaduccn cacia es esa esclusa. Es en vano que intentemos atrapar a la anguila Maria Alejandra Tortorelli* Buenos Aires, 1999 * Periodista Licenciada en Filosofia en la Facultad de Filosofia y Le- tras de la Universidad de Buenos Aes. Becada por la Fullbright Com- mission en 1991, cursa el Master en Filosofia en The New School for Social Research, Nueva York. En la actulidad, prepara su tess de doc: torade para la misma insitucién. xvIt TRATADO DE LA EFICACIA ADVERTENCIA {Qué queremos decir cuando decimos que algo es por- tador, no “portador de”, sino simplemente “portador” Por ejemplo, 2 prapésito de an mercado o de (a evolucion de una empresa, Cuando decimos que tal factor es porta- dor, considerames que ese factor promete por st mismo cierto desarrollo en el cual podemos apoyarnos: en lugar de hacer que todo dependa de nuestra iniciativa, reconoce- ‘mos que en la situacin se inscribe cierso potencial, gue debe localizarse, y que podemos dejarnos “llevar” por él. Empleo que se deja un poco vago, 0 que por lo menos que- da limitado a la esfera de la préctica, en el limite de la len: ‘gua, y cuya légica no intentamos averiguar. ¥, sin embar- Bo, me parece que en él se percibe una visién posible de ‘nuestro compromiso con et mundo y también que, al no acomodarse bien a nuestros prejuicios te6ricos, podria darnos la ocasién de rebasarlos, de volver a pensarlos des- de alli, lo que nos descubriria otras fuentes de “eficacia” Otras fuentes en relacién con ta tradicién europea 0, or lo menos, tal como nos llega de los griegos: tradicién que plantea la eficacia desde ta abstraccién de las for- ‘mas ideales, construidas como modelos, que se proyecta- ran en el mundo, y en los que la voluntad se establece como meta. Esta es la tradicién del plan forjado de ante- mano y del heroismo de la accién; segiin ei rodeo por el cual se da cuenta de ella, es también Ia de los medios y los fines o la de ta relacién teorfa-préctica. Ahora bien, un poco mas lejos, en China, descubrimos una concep- cidn de la eficacia que ensefia a dejar que el efecto se produzca: no a apuntar (directamente) a él sino a impli- carlo (como consecuencia); es decir, no ya a buscarlo si- no a recogerlo, a dejar que se dé como resultado. Basta- réa -nos dicen los antiguos chinos-, con saber sacar partido del desarrollo de ta sitwacién para dejarse “lle- var" por ella. Que uno no recurra a la astucia, no se em- peje ni se esfuerce, no quiere decir que aspira a despren- derse del mundo, sino que lo hace para tener mas éxito en él. Asta inteligencia, que no pasa por la relacién teo- rla-préctica, sino que se apoya en ta exclusiva evolucion de las cosas, esa la que lamaremos estratégica. Para es- tudiarla, tendremos que preguntarnos, a la vez, si de ‘nuestro lado, incluso entre quienes, al enfrentarse con el reino de las ideas 0 de la moral, hubieran optado por el “realismo” ~de Aristételes a Maquiavelo 0 Clause- wite- se ha pensado verdaderamente en Ia eficacia. Aun sila eficacia no es en si misma una nocién demasiado es- trecha, demasiado entumecida para captar cémo hacer- Hdejar que se produzca la realidad. En efecto, debajo de la cuestion de la eficacia, progre- sivamente se descubre otra: no ya la del ser o el conocer, tal como no ha dejado de plantearla la metafisica; ni tam- poco la de la accidn, que es la pareja ética de aquella, si- ‘no la de las condiciones de efectividad. Pues ;qué es, pro- piamente dicho, un efecto? ;O cémo se realiza lo real? Enure la cuestin de la eficavia, codavia impregnada de voluntarismo, » aquella de la “eficiencia” por a cual se ‘Advenencia alcanza el caudal de inmanencia, se debe intentar un “descalce”. Se debe entender descalce en los dos sentidos del término: producir un cierto desplazamiento o desfase en relacién con el enfoque normal (el de nuestras habitos de pensamiento), pasando de un marco a otro -de Europa China y viceversa-, que sacuda nuestras representacio- nes y vuelva a poner en movimiento el pensamiento; y tambiée descatce en el sentido de quitar los calces o las cwias: para empezar a percibir aquelto contra lo cual he- mos calzado el pensamiento, aquello que, por eso mismo, no podemos pensar. Por cierto, para producir ese descalce serd preciso reestructurar la lengua y sus prejuicios tedricos: de paso, hacer que se desvie de lo que se ve llevada a decir, aunan- tes de que hayamos empezado a hablar, abrirla a otra in- teligibilidad posible, lanzarla hacia otros recursos. Es. TEMA Y REFERENCIAS Este ensayo responde al anterior, dedicado a Ja moral (Fonder la morale, Grasset, 1995), que partia de una lec- tura de Mencio. En la China de fines de la Antigiledad, en efecto, dos corrientes se oponen cada vez.con més clari- dad: la de los “moralistas”, cuyo representante mas cono- ido, en el siglo 1v a.C. es Mencio (abrev.: MZ), con su Zhong Yong (abrev.: ZY), y la de los “realistas” que, en le carrera desenfrenada hacia el poder que atraviesan en ese ‘momento los Reinos Combatientes, reaccionan contra la tradicién y la enseiianza de los rtos. Estos dltimos son los que desarrollan en China, de 1a ‘manera més explicita, el pensamiento de la eficacia, Pero vveremos que los propios moralistas y sobre todo Meacio, al asumir posiciones contrarias, se‘les unen en muchos puntos. Pues todos comparten el pensamiento de la efica- cia y su diferencia s6lo reside en el “camino” tomado. —Respecto de la guerra, el texto principal es de Sun Tzu (abrev.: SZ; siglo viv a.C.2): Ja edicién que he seguido es Ja de Yang Bingan: Sunai huijian, Zohngzbu guji chubans- he, Henan, 1986 y la de los Once comentadores: Shi yi jia zhu Sunzi, edicién de Guo Huaruo, Zhonghua shuju; la mejor edicién occidental es la de Roger Ames: Sun-tzu, The Art of Warfare, Nueva York, Ballantine Books, 1993 (hay varias ediciones en castellano: Sun Tsu, El arte de la guerra). ‘titulo complementario se cita a Sun Bin, siglo a.C., 4 también muy interesante, pero su texto est mucho més alterado; la edicién que he seguido es la de Den Zezong: Sun Bing bingfa zhuyi, Pekin, Jiefangjun chubanshe, 1986; cf. también la reciente edicién de D. C. Lau y Ro- er Ames: Sun Pin, The Art of Warfare, Nueva York, Ba- antine Books, 1996, -Respecto de la politica, el texto que he seguido es el de Han Feizi (abrev.: HFZ, 2807-234), el pensador mas brillante del despotismo chino impropiamente llamado “legismo”; la edicién utilizada es Ia de Chen Qiyu: Han Feizi jishi, Shangai, Shangai renmin chubanshe, 1974, 2 vols. —Respecto de la diplomacia y lo que nosotros llamaria- mos la ret6rica, pero que es mas bien una antiretérica, el texto que se ha seguido es e! Gui gu zi (abrev.: GGZ, 3902-3202), Ante la ausencia de una edicién perfectarien- te confiable, lo que se explica por la escasa atencién que se presta por lo general a ese texto, seguf, ademas de los comentarios clésicos (Yin Zhizhang, Teo Hongjing), las indicaciones recientes de Zheng Jiewen: Guiguci yanjtu, Haiku, Nanhai chubangongsi, 1993 (cf. también Neng bian shan du, Sinan, Shandong renmin chubanshe, 1995) y,con criterio accesorio, los de Feng Zomun: Baila gui- ‘guci, Taiwén, Xingguang chubanshe. La guerra, el poder, la palabra constituyen los tres as- pectos principales. Respecto de ellos, el Lao-Tié (abrev. LZ, siglo tv 0 Vi a.C.? [hay Varias traducciones en caste- Iiano}) es inclasificable porque coincide con todos. Por £50, quise sacarlo del horizonte mfstico en el cual se han } 1 } | i i ema yreferecis complacido en ponerlo en Occidente, para inscribirloen la base de esta reflexidn sobre el efecto; respecto del estable- cimiento del texto y de su comentario por Wang Bi, la edi- ci6n que he seguido es la de Wang Bi ji xiaoshi, vol. 1, Pe- kin, Zhonghua shuju, 1980; la mejor edicién occidental es la de Robert G, Henricks: Lao-tzu, Te-tao ching, Nueva York, Ballantine Books, 1989. Por iltimo, prefert dejar fuera de este montaje las reco- pilaciones de “estratagemas”, del tipo de las Zrente-six stratagémes, San shi ti ji (Treinta y seis estratageras), a la ver para respetar la unidad histérica del corpus (porque estas recopilaciones son a todas luces mds tardfas y no ha- cen més que retomar, bajo forma de proverbios, los ele- mentos precedentes) y para separar de entrada esta refle- xi6n de las “chinerfas” en las que demasiado a menudo nos hemos detenido. Este ensayo, en efecto, no es un tratado de eficacia sino de 1a eficacia. Como tal, retoma las cuestiones abordadas Por la Propension des choses (La propensi6n de las cosas) (Seuil, “Des travaux”, 1992), pero intentando pensar sus limites y de llevarlos més lejos. Las letras voladas remiten al slosarlo de expresiones ch- nas que aparece al final del volumen ————— I Los 0408 FIJOS EN EL MODELO 1. gHasta qué punto hemos logrado alguna vez apartar- nos por completo de este esquema, més atin, podremos sa- lir de él, podremos siquiera interrogarlo (“nosotros”, con- adores, en el seno de la tradicién europea, de las primeras divergencias griegas)? Esté tan bien asimitado que ya no lo vemios, que ya no nos vemos: trazamos una forma ideal (eidos), que planteamos como fin (telos) y @ continuacién actuamos para hacer que ocurra en los he- hos. Todo eso caerfa por su propio peso -fin, ideal y vo- luntad-- con los ojos fijos en el modelo que hemos conce- biido, que proyectamos sobre el mundo y del cual hacemos un plan de ejecucién, elegimos intervenir en el mundo y darle forma a la realidad. Y cuanto més seamos capaces, ‘en nuestra accidn, de mantenemos fieles a esta forma ide- al, mas posibilidades tendremos de tener éxito en ella. Esa costumbrelpliegue! (“costumbre/pliegue” en el sentido en que se dice: tomar la costumbre/pliegue; en es- * Et autor utiliza un téemino en francés ~pi-,cuyo significado pri- mero es “piegue”, fo que le da una signiticacién mucho mis rca en el idioma original. que por desgracia no se puede mantener en espafl, 2 te caso, se trata de una costumbre/pliegue de la razén), por lo menos vemos de dénde la sacamos. Pues ya, para crear el mundo, ha tenido que ser asf (pero pensar en ex- plicar el mundo desde el dngulo de su creacién ya esté cargado de prejuicios...). El pensamiento del modelo se ha ofrecido a si mismo como modelo, se trata de un ges- to primero: en su bondad divina, actuando en busca de Io ‘mejor, el demiurgo platénico no podria hacer otra cosa que “fijar sin cesar Ia mirada” en el “ser imperecedero” para erigitio en paradigma, con el fin de realizar en su obra “la forma y las propiedades” (idea kai dunamis, Ti- ‘meo, 28a); y “todo lo que produce de esta manera es ne- cesariamente bello”. Ahora bien, ocurre lo mismo con el artesano de la ciudad, que toma como modelo al gran. Obrero: “fijando la mirada” en to absoluto de las esen- cias, trata de incorporar a las costumbres de sus préjimos lo que “percibe allé arriba” (Rep., VI, 500c). “Alléartiba” estén las formas eternas, virtudes perfectas, que s6lo un espiritu contemplative puede aprehender. Por eso, para trazar el plan de una buena constitucién politica, el are- ‘sano de Ta ciudad es Como un “pintor” que, trabajando so- bre el “ejemplar divino”. busca Teproducirio cuidadosa- _mentTncluso eT orador, por lo comin tan Sospechosd ‘desde el momento en que deja de ser lisonjero, mantiene su mirada fija en el ideal (Gorgias, 304d) y no deja, en su discurso, de inspirarse en él. Fue facil ver en ese poder de las Ideas ~y a pesar del tra- bajo de racionalizacién filoséfica al que esta sometido~ Jos restos de una concepcién mitica. Al relacionar de tal modo lo visible y o invisible, al acordarle a las formas del ims alld de ta experiencia, convertidas en arquetipos, la virtud de informar acerca de lo sensible, el platonismo si ‘gue siendo tributario de una “mentalidad primitiva” (co- mo prueba tenemos las analogias que ofrece la teoria de las Ideas con e! mundo extratemporal, con la funci6n casi por toque he taco por sear on barra el doble sentido de rm po. (Nede ln) osu ibs ene mito etiolégica ~como la de los “Demas"- que evocaba Lévy- Bruhl 8 prop6sito de las sociedades arcaicas); de ese ma- do, tomarfa su concepcién de la eficacia del viejo caudal religioso, del cual el pensamiento filos6fico intent6 dife- renciarse mis tarde, Pues bien sabemos que, con Aristéte- les, ya se ha dejado de creer en ese estatuto de pura imita- ci6n; la materia del mundo no seria un simple receptéculo al que el demiurgo le daria forma a voluntad: al no venir yaa imprimirse desde afuera como un canon intangible, la norma se convierte en el justo medio inmanente a las co- sas y, como tal, depende de la particularidad de las situa- ciones. Pero no por es0 dejamos de mantener los ojos ‘weltas havia; siempre debemos pensar la accién “llevan- do ta mirada” hacia el ideal, en este caso el de lo medio, tal como los “buenos artistas” (Et. a Nic., 1106b). Mas precisamente, es “hacia é1” ~dice Aristoteles~ como, “con los oj0s fijos hacia arriba, conduciremos nuestra obra”. A pesar de ser relativo tanto a las circunstancias como a los individuos, el justo medio ideal siempre es objeto de mi- rada (skopos), y su perfeccién se instaura como la noma ue, a continuacién, nos es preciso encamar en los hechos, Semantiene intacta la funcién del modelo planteado como fin, que se determina en un plano “te6rico” y al cual, una vez establecido, debe someterse la “préctica”. La costumbre/pliegue, en adelante, esté tomada: se im- one a nosotros est acoplamiento -teoria-practica~ cuya buena fundamentacién ni se nos ocurriia discutir (y por ‘mas que volvamos a elaborar la articulacién de esos térmi- nos, lo hacemos sin salir de ellos}. Veo en esto uno de los gestos mis caracteristicos del Occidente modemo (0 del Mundo, ya que este se estandariza siguiendo a “Occiden- te"); todos a su turmo, y sean cuales fueren los papeles, el revolucionario traza el modelo de la ciudad que se con: ‘ruird, el militar el plan de la guerra que se levard adelan- te, 0 el economista la curva del crecimiento que se deberd alcanzar... Tantos esquemas proyectados sobre el mundo, ¥ marcados de idealidad, que a continuacién seria necesa- rio, como se dice, meterse en los hechos. Pero ;yue es aqué El modelo sigue a la vista mn si cs inmanente La*costumbre/ pliegue” tora réctica Se puede seguir sendo tésnico ene! orden conducts? “meterse”, cuando es en lo real donde pretendemos hacer- Jo? Ante todo, el entendimiento concebirfa “con miras a lo mejor”; Iuego se emplea la voluntad para imponer ese mo- delo a la realidad, Imponer, es decir, poner sobre, como para calcar, pero también para someterio a la fuerza, Aho- ra bien, nos sentimos tentados de extender a todo esta mo- delizacién, cuyo principio es el de la ciencia; pues bien sa- bbemos que la ciencia (la €uropea, por lo menos, la ciencia clésica) no es en sf misma mas que una vasta empresa de modelizacién (y ante todo de matematizacién), de cuya cficacia da cuenta la técnica, como aplicacién préctica, al transformar materialmente el mundo. La cuestién sera entonces preguntarse si lo que ha teni- do tanto éxito desde el punto de vista de la técnica, al con- vertimnos en amos de la naturaleza, vale igualmente para el manejo de las situaciones y las relaciones humanas. O, re- tomando la divisi6n estabiecida por [os griegos: esta efica- Cia del modelo que comprobamos en el nivel dela produc cin (poiesis), ;puede tener valor también en el campo de Ja accién, el de la praxis, en el orden ~como dice Arist6- teles-, no ya de lo que se “fabrica” sino de to que se “fo- ‘gra? Pues por mas que se distinga entre los dos, tal vez se Copia uno del otro (y, por cierto, la accién de la produc- ign): incluso cuando las “cosas” pasan a ser asuntos hu ‘manos, no nos resulta menos atractive mantenemos en le tranquilizadora posicién de “técnicos”, artesanos 0 de- ‘miurgos. Pero bien sabemos, y Arist6teles es el primero en reconocerlo, que si la ciencia puede imponer su rigor las cosas, tomando en cuenta sti necesidad, de lo cual surgiria In eficacia técnica, nuestra accién, en cuanto a ella, se ins- cribe sobre un fondo de indeterminacién; no puede elimi- nar la contingencia y su particularidad se resiste a la gene~ ralidad de la ley: no puede ubicarse, en consecuencia, como simple prolongacién de la ciencia. Por eso, asf co- ‘mo la materia de Aristételes, potencia indeterminada de Jos contrarios, se muestra siempre ms o menos reacia ala determinacién de la “forma”, del mismo modo el mundo nunca se adecua totalmente a ese orden que quisiéramos } Los ojos jos en et model para él: inevitablemente subsistré la diferencia entre el modelo que proyectamos para actuary lo que, con las ojos {fiios hacia arriba, lopramos realizarEn resumen, siempre (1a practica traicionars, por poco que sea, a la teorfa, Y el modelo sigue alejado de la mirada. Protegido en su cielo; ce ideal es inaccesible.. —<—<—<—<—— 2. Pero esto, por cierto, es tan s6lo el comienzo de la | historia (a larga historia “teorfa-préctica” a filosofia no | podrfa aceptar este fracaso. Pues cémo, después de con- | fiar tanto en la aptitud del hombre para le ciencia, de ha- berle hecho entrever la perfeccién de las esencias, podria, conformarse con dejarlo finalmente tan desvalido: inepto para conducirse en el mundo, para plasmar sus proyectos | ¥. por eso mismo, para maniobrar? ©” De hecho, en ese debate incierto acerca de la forma y la ‘materia 0, como ya lo decfan los trégicos, entre lo “mejor” y lo “necesario”, Arist6teles creyé aislar una facultad cu- {yo destino serfa la préctica y que, ocupando el lugar de Ja {eorfa, pudiera llenar esa distancia: una capacidad que fue- | ra una virtud intelectual (“dianoética”) y que al mismo tiempo estuviera directamente vinculada con la accién y fuera capaz, por lo tanto, de asegurar la mediacién desea- de, A esa sabiduria préctica se la llama tradicionalmente ) “prudencia”(ehronesis).(Es pridente, posee esta caps (dad préctica quien “es capaz de deliberar correctament sobre aquello que es bueno y ventajoso para él" (£7, a \Nic, Vi, 5). Como séta se detibera sobre fo contingente, Ja pridencia no es una ciencia; pero tampoco es un arte, en ¢l sentido de la techné, pues tiende a la accién (praxis) y 10 la produccién. Por esa doble restriccidn, se la recono- ce en su funcién propia: no ya como prolongacién de ta Ciencia sino junto a ella, y remitiéndose a otro aspecto del alma racional. Mientras que del lado cientifico tiende a Contemplar todo lo que no puede ser diferente de lo que es (los objetos metafisicos © matematicos), por sv Jado “lo- Bistico” retoma a su cargo las necesidades de la accién, en iLograti la “prudencia” Benas Ia distancia teorialprictica? | te Periles Sobre qué se funda la pradencia? el sentido de un mundo en constante cambio, calculando y deliberando para obtener lo mejor. La completan, en ese sentido, tanto la “precision de la mirada” como la “vivaci- dad de espiritu” 0 la capacidad de “juicio” (gnomé). La ilustran no ya los sabios absortos en sus especulaciones, sino los “administradores de casas y ciudades”. No ya los Tales o los Anaxégoras, cuyo saber “dificil” y “divino” “carece de utilidad”, sino un hombre de accién: Pericles Pericles es rehabilitado por la filosofia por haber sabido administrar los esuntos de Tos hombres. Con Aristoteles, pues, y como no se ha dejado de decir desde entonces, la filosofia volveria @ las “cosas”; des- ‘pugs de haber apuntado demasiado alto, se habria vuelto “ealista”, Pero, por otra parte, dudo que se trate, con res pecto a la “prudencia”, de una verdadera capacidad “lo- sistica”, que satisfaga la necesidad detectada y cuyo prin- cipio seria la eficacia. Ante todo, para definir esta facultad practica en funcién de criterios propios, Arist6teles se ve atrapado en un circulo vicioso que los comentadores han puesto en evidencia. “La prudencia define Arist6teles— es esta disposicién prictica, acompaftada de regla verda- dera, centrada en lo que es bueno y malo para el hombre.” Pero de dénde viene esa “regla verdadera” necesaria pa- ra la deliberacién y que le sirve de norma, si no es justa- mente de la ciencia? Pero sabemos que, a diferencia de Platén, Arist6teles ya no cree en la posibilidad de deducir completamente lo particular de lo general, 0 la accién de los principios; por lo tanto, s6lo el prudente puede definir la prudencia: ese criterio de la prudencia, imposible de es- tablecer desde la ciencia, tnicamente podrd ofrecerlo el hombze a quien comtinmente Hamamos “prudente”. Al dejar de confiar en la trascendencia de la norma, Arist6te- les se ve lanzado por el mismo impulso al otro extremo y condenado al empirismo; pues al carecer de esencia res- pecto de la cual definirse, la prudencia no es discernible mds que a través de la existencia de individuos singula- res: Aristételes, en consecuencia, est4 incapacitado para dar cuenta de ella més alld de lo que siempre sostuvo el Len ojos ios en el medeto sentido comin, En definitiva, es casi imposible establecer cl valor de esta facultad practica, invocada como solucién para el déficit de Ia teorfa. {0 serdn las premisas intelec- tualistas ariegas (y de las que Arist6teles no se librd: val- ‘ga como prueba su defimicién de la prudencia por la “re- gla verdadera”, orthos logos) las que, al impedit que la prudencia pueda captarse a través de su criterio, chocan contra la teoria? Por otra parte, y a pesar de la valoracién popular de la prudencia en la que se inspiraba, Aristoteles no pudo, o no quiso, separar su reflexién de las consideraciones éticas. Lacostumbre/pliegue tomada por la filosofia griega orien- ta la acci6n en el sentido de Ia moral, y Aristételes no se ‘ibr6 de eso: a pesar de ser quien va mAs lejos, en Ia filo- sofia griega, en la tarea de pensar las condiciones de la ac- cién eficaz, esta se encuentra siempre trascendida en su fin (la “ventaja” a la que apunta el pradente no es el pro- vvecho personal sino el de la comunidad: tiene como hari- zonte la ciudad, cf: Et. a Nic., II). Lo demuestra, espe: cialmente, 1a manera en que Aristteles opone el prudente al habil (deinos): en tanto Ia habilidad es la capacidad de combinar los medios més eficaces, sin importale la cal- dad del fin, la prudencia se preocupa por ella. Como recu- peracién ética de la habilidad, esta queda orientada hacia bien; y la “habilidad” misma es eliminada, 3. {Cémo aceptar, sin embargo, que fos griegos, cuyo {gusto por las estratagemas es bien conocido, no se hayen sentido seducidos por Ia pura habilidad y el arte de tener €ito? Muy tempranamente y en los campos més diversos de la accién, celebraron esta inteligencia astuta, capaz de Superar las dificultades por medio de rodeos, a la que se denomina 1a metis, Como forma de inteligencia compro- metida con la préetica, esta combina nos dicen Marcel Detienne y Jean-Pierre Vernant en el hermoso estudio que le dedicaron-, a 1 vez “el olfato, la sagacidad, la previ- sin, Ia flexibilidad de espirits, el engafo, la desenvoltu- 0 Pradenciay Dabilidad Lansbitidad no es pensada La imetigencta asta de los Ulises La mens “Flexbilided™ det espirita frente ala variabilidad e las cosas 1a, la atencién vigilante, el sentido de la oportunidad”... Ulises, el ingenioso Ulises, Ulises el de las mil tretas, es el héroe rico en metis, polumetis. Y el mismo Zeus comien- za por devorar a la divina Metis para incorporar su sabidu- ria y estar seguro, tanto frente a los dioses como a los hombres, de precaverse de las trampas que podrtan deter- minar st caida. ‘Aunque la capacidad de inteligencia que designa la me- tis se manifiesta en planos muy diversos nos dicen De- tiene y Vernant~ el acento siempre esta puesto sin embar- 120 sobre “la eficacia préctica”, es decir, “Ia busqueda de Exito en el campo de la accién”. Lo que por sobre todo ca- racteriza a la metis es que, por una maniobra mas o menos fraudulenta y gracias al partido que saca de las circunstan- cias, permite prevalecer sobre la fuerza: el Antiloco de Ho- mero, cuando engafia a su adversario en la carrera de ca- ros y porque sabe esperar 'a acasién conveniente, logra invertr la situacién a su favor. Puesto que tiene come cara- ‘po de aplicacién el mundo de lo que se mueve, lo miltiple ¥ylo ambiguo, a inteligencia de la metis puede volverse in- finitamente flexible y suti, se la lama “ondulante” y “abi- zgarrada” como las realidades a las que afecta por lo gene- ral son agitadas por fuerzas contrarias, debe mantenerse polimorfa y mévil, y porque influye en una situacion cons- {antemente en cambio, se mantiene abiesta a todas las po- sibilidades y se transforma siempre pata adaptarse. Aiin ‘més imperceptible y huidiza que el mundo al que se dirige, aracias a su maleabilidad triunfa allf donde norhay reglas | | | | hechas o recetas fijas para el éxito, Su modelo -0 por lo | ‘menos su bestiario favorito- conjuga los papeles del zorre yel pulpo: del primero posee la habilidad de ser taimad con el otro, comparte la capacidad de estrechar a su vict ‘ma y paralizarla, Ulises sabe, por igual, desbaratar los asal- tos de su adversatio, a tal punto es artero y, por su elocuen- | cia, retenerlo en sus redes. ‘Tendrfamos en ella, por fin, sin vacilaciones, Ia leccién universal del realismo. Y, no obstante, cuando leemos a | Detienne y Verant, quedamos convencidos de la origina- Los oo. ij on ef mado lidag griega de la metis. Pues contiene dos niveles: el téc- nico y el magico, Atenea es sx patrona. La dimensién téc~ nica se aplica tanto a la caza como a la pesca, esta istea- da por el arte de conducir el carro 0 el naviodfAsi, el buen piloto es aquel a quien la metis permite, frente al movi- rmiento descontrolado de las olas, ejercer al maximo su do- minio, y aunque se trate de la accién, la referencia no alu- deen menor medida a la produccisn: Atenea es a la vez la que construye el navio y la que lo conduce. Por otra par~ te, cuando se trata de las maquinaciones de Atenea 0 de Medea, tememos sus filtros y su prestigio, pues hacen in- tervenir otros poderes, mas oscuros que la pura inteligen- cia humana, ya que no se han alejado det mundo de los sontilegios, ni renunciado a los eneantamientos. La efica- cia que revela la metis no esta. pot lo tanto, liberada de 10 rmaravilloso de fos mitos. Ms importante atin es que en Grecia no encontramos en ninguna parte la teorfa de esta inteligencia artera. La Podemos descubrit por todas partes en el juego de las Précticas sociales ¢ intelectuales, y también de vez en cuando “de manera obsesiva’, pero ningtin texto la anali- 24 para revelammos sus fundamentos o mostrarnos sus re- cursos. Por es0, para estudiarla, a Vernant y Detienne no les quedi otra salida que interrogara los mitos que drama- tizan, pues aparece siempre mis 0 menos “en ausencia”, inmersa en una préctica que no se preocapa, en ningén ‘momento, a pesar de que la utiliza, por explicar su natura- leza ni por justificar su gestién”. Por lo que supone de m6. Vile inasequible, y por lo tanto de refractario a toda forma erigida en modelo, la metis escapa a la tentativa de estabi- lizacién de la identidad, sobre la base del Ser y de Dios, a le cual se consagré el espiritu griego. Sélo los sofistas ha- bian empezado a abrir la inteligencia filoséfica a los recur- 0s inquietantes de la metis, pero sabemos que su orienta- cin fue totalmente :2chazada; en consecuencia era inevitable que la metis “se mantuviera fuera de lo que, sin embargo, constituye el centso de la ciencia helénica” (y la Palabra misma pronto desaparecié de la lengua griega), » Esta inteligencia astuta escapa al pensamiento {Es s6lo por d ja, mas preocupad las cosas Y re sta movida perpen 8 accién no puede ser ricas griegas (Pero at aan)? Lo cierto €s 4 por parte de los grtex0s -Y Sea Ejemlo:eh fracaso on reotizar la guerra que le rec tos haya producid® Jmiento se al esinterés en ella que el cxncinint 1, ante todo, por enc a rrden en Wi mundo? {O no serd me nevi a cual se debate 1a Tas herramientas t€6- ue a tal punto siguen siendo jas pues ia prictica, por lo m 1 esta eficacia pra o ‘cual fuere la importancia cual fuere el placer @Ne ‘zcamos, es decir, sea cual roel no fue pensada. aprehendida pot evocarla~ 1 com: aos ean elec en a ve a mai Tone ain io se fica, puesto que proviene ei sinc pe ect Sonya verlo, va erp erperars a vet, van nts), TM or pare ue en lo eerie MEET on ‘mewitz a comienz0s del si ve gice de ella Clausewitz 3 gi ci, die de tance de los esturansrealizados 67 cua mae iat ger, Burs demvests 8 TC ropa par re ae debe ante odo sepa 3 Ne 8 Oe respecto, Fg guerra como se haconcebido ches, 28nd laproduccion materi erandoe de a prep ate civ a cence I 6 et pincinio Prope ane de fabricar as armas y de COUT” sme eters oe Taro yimnientos, evolucionando asi va de sus movimientos, st dee sen de sus mo ca nical hasta un arte recA Viorica y I rado, © bien, cuando intenta sistrm ez mas elabora ; c : da vez mis abo reduce i sueronal eh sos das Foe umércos abe fundamen. s8 19 a as) o ign procede por Beometiznclet fermtgctres en juego (a pari del de forma la rea cf. von Bi fuerza armada con su base, ef von 4, Como prieba de la portamiento de la acci6n. iilow, 0 por Ia teoria Los ojos sen el ode de las lineas interiores, cf. De Jomini). “Resultado pura- mente geométrico y sin valor”, concluye Clausewitz, con severidad; por su perspectiva unilateral, inaccesible a la variable y s6lo material, semejante teorizaciGn es incapaz, de “dominar Ia vida real”, Por eso, como la conduecién de la guerra se muestra refractaria a la teorfa, para dar cuen- ta de los éxitos militares no cabe otra posibilidad que in- vvocar las disposiciones naturales y el “genio” (el cual ~co- mo sabemos- supera la teorfa); y en rigor la verdadera conduccién de la guerra s6lo aparece ~comprueba Clause witz—“de manera accesoria y anénima”, bajo la pluma de testigos o de memorialistas”. Ahora bien, volo el beneficio que puede obtener). Més precisamense, toda su estraregia consiste en hacer evolucionar Ia situs toe de tal forma que el efecto resulte progresivamente de Si mismo y que sea apremiante. Esto st logrs —empezane® a verlo- agotando y paralizando poco a poco al adverse fig, de manera que, cuando entre por fin la accin, el O49 tye haya renureiado a combatir 0, ala inverse, conducien- fo sus propias tropas 2 una situacion sin sida, conven

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