You are on page 1of 21
HISTORIA DE LAS RELIGIONES SIGLO XXI Volumen 4 LAS RELIGIONES EN LA INDIA Y EN EXTREMO ORIENTE Formacién de las religiones universales y de salvacion VI. EL budismo japonés 1. La INTRODUCCION DEL BUDISMO EN EL JAPON EI budismo fue introducido oficialmente en el Ja- pon, al parecer, en el afio 538, pero cabe suponer que ya habia penetrado anteriormente en el archipiélago. Las relaciones entre éste y Cotea, constantes en el trans- curso de los siglos precedentes, habfan comenzado con coreanos Ilegados de diversos reinos de la peninsula y chinos establecidos voluntatiamente en ella o exiliados. Cruzando el estrecho en gran mimero, habian desem- barcado en Japén e instruido a los habitantes cuya ci- vilizacién se hallaba muy retrasada respecto de la suya. Los inmigrantes ensefiaron a los insulares las técnicas de sus oficios e introdujeron el uso de los caracteres chinos en un pais en el que se desconocfa toda suerte de escritura. Estos caracteres, hechos para un lenguaje monosildbico, apenas se prestaban a la notacién de una lengua polisflaba como el japonés; iban a hacer falta varios siglos para utilizarlos convenientemente con este fin. Por ello, los escribas extranjeros establecidos en el Japén tuvieron que recurrir siempre al chino cuando necesitaron escribir de parte del soberano local a algin principe del continente o llevar los registros y la conta- bilidad de los japoneses. Algunos de los inmigrantes eran monjes; otros, lai- cos que practicaban el budismo. Esta religién se habfa introducido en los diversos Estados coreanos en épocas distintas: desde el afio 372, en el reino de Ko-kuryd; en el afio 384, en el reino de Paik-tjyei. El de Silla no se llegd a convertir hasta principios del siglo v1. Entre 393 TI AHaguro-zan SADOL-/OD) =< EH 1S stdo (Tokya— nS jAwa- m.> Full, cominato m. MinoBugy sears Nara, os —Lago Biw tguta——"S Oki a = Hiei-zan; Kyoto"? ise— . 200 Km Fig. 6.- El Japén | | ! los libros que los continentales llevaron consigo se eh- contraban, con toda probabilidad, las Escrituras bidi- cas. Algunos japoneses podian, pues, haber oido hablar del budismo antes del siglo vi. Por verosimil que re- sulte esta hipétesis, debemos confesar, no obstante, que no hay documento japonés alguno que venga a confir- marla. Es en el Nihongi, compuesto entre los afios 714 y 720, donde se menciona por primera vez el envio a ja corte de una estatua y de siitra biidicos. El rey Syong- myéng de Paik-tjyei habfa ofrecido al emperador Senka (0, segtin otras fuentes, al emperador Kimmei) este pre- sente de objetos religiosos biidicos al que adjunté una carta celebrando los métitos que procuraba Ja venera- cién de las Escrituras. La carta en cuestién, cuyo texto se cita en el Nihongi, dice: Esta doctrina es, entre todas Jas doctrinas, la mejor con mucho, pero es dificil de comprender... Puede hacer nacer bendiciones y retribuciones venturosas sin cuento, sin limite, y hacer conocer el Despertar sin parangén. Como un hombre que posee los teso- ros que quiere y los emplea a su antojo para satisfacer sus de- seos, lo mismo sucede con los tesoros de esta maravillosa doc- trina: Jas suiplicas. se cumplen, nada queda olvidado. Ademés, ha venido de la India lejana a los tres reinos Han, donde no hay nadie que, habiéndola recibido, no la venere. El rey Myéng de Paik-tjyei tu servidor envia, pues, a su vasallo Nurishichikei para que la transmita al Imperio y la propague a jas provincias, a fin de que se cumpla la palabra del Buddha: «Mi ley se propagard hacia el Este.» Algunos eruditos que han examinado el documento han observado que el Nibongi reproduce pura y sim- plemente un pasaje del Satra del rey excelentisimo del resplandor de oro (Konkomyd-saishokyo), tal como lo habfa traducido al chino I-tsing entre los afios 700 y 712. De ello concluyen que esta famosa carta, al menos en la forma en que la conocemos, es falsa; por otra par- te, se han sentido inclinados a rechazar la fecha de 552, 395 9 oT considerada durante mucho tiempo como Ja del aconte- cimiento, prefiriendo Ja de 538, aunque sigue siendo brumosa la cuestién del soberano al cual se dirigia la embajada. 2. SHOTOKU-TAISHT Y SU OBRA Mientras se esforzaba por introducirse en la corte, el budismo chocd con Ia hostilidad de los miembros de dos grandes familias, los Mononobe, encargados tradi- cionalmente de las funciones de guardia y policia ejecu- tiva, y los Nakatomi, que eran los liturgistas del shinto. Estos adversarios estuvieron a punto de conseguir eli- minar, en el afio 585, Ia nueva religidn, que habfa en- conttado apoyo en otra poderosa familia, los Soga. El jefe de los Mononobe, Moriya, adujo el pretexto de una epidemia, debida, segtin él, a la cdlera de Jas divinida- des locales ofendidas, para conseguir que el emperador le permitiera incendiar el templo que habfan erigido los Soga y arrojar al rio la estatua del Buddha que alli se veneraba; pero poco después los Soga fueron autoriza- dos a ptacticar el budismo en privado. Los dos partidos acabaron Iegando a las manos. Moriya murid en la ba- talla del monte Shigi (587) y el budismo triunfé con los Soga. Al afio siguiente se comenzé en Asuka la cons- truccién de un templo importante, el Hokdji. La emperatriz Suiko, que subié al trono en el afio 592 y tenfa por madre a una Soga, delegé la regencia administrativa en su sobrino Shotoku-taishi, dicho de otro modo el principe Shotoku (574-622), Este, que era uno de los hombres mds inteligentes y mejor dotados de su tiempo, y a quien se considera con toda justicia el primer gran artifice de la propagacién del budismo en el pais, estudid las Escrituras biidicas bajo la direccién de un religioso coreano Hamado Eji; estudié también 396 i | profundamente la legislacién china y promulgé, hacia el afio 604, un edicto en diecisiete articulos estableciendo las bases de un régimen inspirado en gran medida en el de China. El segundo de los articulos alentaba el culto del Buddha. El principe hizo construir templos, de los cuales los més célebres son el Shitenndji, englobado hoy en la ciudad de Osaka, y el Horyiiji, situado en Ia Ila nuta de Yamato, donde se conservan numerosos teso- ros del arte biidico de la época. Cuando murid, los mo- nasterios del pais contaban con ochocientos veinte mon- jes y quinientas sesenta monjas. El principe habia estu- diado en particular tres siitra que él mismo explicd ante la corte. Entre éstos, hay que citar el Hokekyd, o Si tra del Loto, que influiria en el budismo japonés du- rante largos siglos. Se poseen de este siitra tres antiguos comentarios que una tradicién, hoy discutida, identifica con los de Shotoku-taishi. La costumbre de explicar lecciones de este género en la corte se generalizé. As fue como el religioso Eon, que Ilegé en el afio 639 de China, donde habfa ido a estudiar, recibid la peticién de que explicata uno de los siitra que predican la devocidn del buddha Amitabha, devocién que més tarde iba a desarrollarse en gran es- cala. Un grupo selecto de monjes se instruy6 en los mo- nasterios. Bajo el impulso de maestros coreanos o chi- nos especialmente versados en tal o cual doctrina, estos monjes se entregaron al estudio de los diversos siste- mas del Pequefio y del Gran Vehiculo, con lo que pro- gresivamente se comenzé a hablar de sectas. En un tem- plo, un maestro explicaba determinado siitra que servia de base a un sistema concreto, pero eso no impedia que otro monje ensefiara en el mismo templo una filosofia diferente, y los discipulos pasaban de este modo de un curso a otro. 397 Examinaremos r4pidamente, por orden cronolégico de aparicién, las escuelas que se instituyeron en el Japén hasta el fin de la época de Nara. 3. Las secras DE NARA Nara fue la capital del Japén del 710 al 784. Se llama convencionalmente «sectas de Nara» a las seis escuelas representativas de la fase inicial de desarrollo del bu- dismo japonés, cuatro de las cuales son en realidad an- teriores a la época Nara. Las dos primeras, cronolégicamente, fueron la JOjitsu y la Sanron, que fueron introducidas. ambas en el afio 625 —es decir, tan sdlo cuatro afios después de la muerte de Shdtoku-taishi— por e] monje coreano Ekan. La doctrina Sanron se remonta a Nagarjuna, que vi- vid en Ja India en el siglo 1. Ensefia que todas las co- ~ sas son itreales, «vacias» cuando se toman separadamen- te, aunque existen las unas en relacién con las otras. Esto conduce a negar Ia existencia y la nada en cuanto absolutos. Conviene mantenerse en una via «media» entre estos dos extremos (tal es el sentido del nombre que se le da en la India a esta escuela, Madhyamika). La secta Sanron se establecié en el famoso monasterio llamado Horyiji. La escuela Jojitsu, basada en el Satyasiddhi-sastra, ne- gaba la realidad del yo, asf como la de los agregados que constituyen a éste segtin la escuela Kusha (véase més adelante). Solamente admitia que existe en el ins- tante una realidad evanescente e ilusoria. La doctrina de esta escuela era estudiada conjuntamente con la de Sanron; Jdjitsu no poseyé jamds una organizacién au- ténoma. La tercera secta, Hoss6, fue trafda por un monje ja- ponés, Déshd, a su regreso de China en el afio 654, y propagada por otros varios religiosos en los afios 658, 398 703 y 735. La escuela se basa en el idealismo profesado por Asahga. Es el sistema filosdfico que el célebre pe- regrino Hstian-tsang (quien se dice que instruyé a Doshd) estudié en la India y predicd en China. Como para la Sanron, el mundo exterior es una ilusién, pero existe en el pensamiento; es nuestro espiritu quien ima- gina los fenémenos y sus relaciones. Si los espiritus coinciden en sus representaciones, es porque hay un co- nocimiento comin, lo que se Yamaba en la India dlaya- vijfi@na, conocimiento profundo. Para Hoss, existe en todos los seres una naturaleza propia, absoluta, imposi- ble de defini, la quididad (tathata, en japonés shinnyo). Quien se libere de sus manchas encontrard esta natu- raleza verdadera; deteniendo el curso de las transmigra- ciones, alcanzar4 la buddhidad. La doctrina de la escuela Kusha, que dieron a cono- cer dos religiosos chinos en el afio 658, no interesé mds que a unos cuantos monjes estudiosos. Basada en el Abbidharmakosa-Sastra, reconoce. la realidad de cinco agregados y de setenta y cinco elementos que consti- tuyen el yo fisico y mental, pero niega la del yo en cuanto realidad independiente. Se habla a veces a este propésito de escuela «materialista», pero se debe tener en cuenta que, entre los setenta y cinco elementos, las cosas del espiritu ocupan tanto o més sitio que las de Ja materia. Las dos ultimas sectas en orden cronoldgico fueron importadas en el siglo vit. El chino Tao-hsiian (en la ptonunciacién japonesa, Désen) introdujo en el afio 736 el Avantamsaka-siitra (en japonés, Kegonkyo). La secta Kegon compartia con otras escuelas la idea de que en todas las cosas existe un absoluto, esta «quididad» que hemos conocido con Hossd y que encontratemos con otros nombres en el pensamiento de todas las sectas ulteriores. Kegon representa el universo mediante esta imagen: el buddha supremo, llamado Roshana, esté sen- 399 tado sobre un loto de mil pétalos; sobre cada pétalo, que es en sf mismo un universo, esta sentado un éakya- muni, que es una manifestacidn de Roshana; cada uni- vetso se compone de una mirfada de mundos en cada uno de los cuales se encuentra una manifestacién més pequefia de Roshana y asf sucesivamente. La doctrina Kegon agradé a la corte, que veia una analogia entre su representacién del mundo y la del edificio politico exis- tente: el soberano en la cima, los funcionarios a conti- nuacién, en orden jerdrquico, y luego el pueblo. El em- perador Shdmu edificd en Nara, en honor de la secta, el mayor templo de entonces: el Tédaiji, y colocé alli una imagen colosal de Roshana. Ritsu, sexta y tiltima de las sectas Ilamadas de Nara, fue conocida en el Japdén en el afio. 754 gracias a un monje chino Iamado Kien-chen (en japonés Ganjin). Esta insiste menos en la doctrina filosdfica que en las reglas mondsticas. En aquella época, el reclutamiento de religiosos dejaba mucho que desear. La secta Ritsu (cuyo nombre significa «disciplina») hizo mds severa la seleccidn, mds solemne la ordenacién, fuera la que fue- se la escuela a la que perteneciesen los novicios. Los candidatos eran examinados y luego ordenados en Nara, sobre un estrado especial del Tddaiji. Las crecientes necesidades de los monasterios condujeron a crear otros dos estrados parecidos, uno en el Kannonji de Chikuzen, en Kydshi, y otro en el Yakushiji de Shimotsuke, en el norte del Japén. Cada monasterio tenia el matiz especial de una de- terminada escuela, pero no manifestaba ninguna animo- sidad con respecto a las diferentes doctrinas, déndose cobijo en ellos a otras escuelas. El Todaiji, centro del Kegon, acogia a la Ritsu que habia erigido en él su esttado de ordenacidén. También se predicé alli la San- ron. En el Kéfukuji, centro de la secta Hoss, tenfan todas las sectas su ensefianza. 400 Durante los siglos que transcurrieron asf, el budis- mo y el shintd coexistieron pacificamente. Las practicas de las dos religiones se mezclaban o se alternaban. No era rato que un enfermo recurriera a la lectura, hecha por un monje, de pasajes sacados de los siitra. No hay que olvidar que en el momento de la muerte, el difunto se encuentra sometido a la inevitable ley de la transmigtacién: puede que sus faltas le hagan caer, en su existencia posterior, en los infiernos, o en la condi- cién animal, o en una condicién humana més o menos buena; a menos que, habiendo tenido una conducta su- perior, se encamine por la via de la liberacion de la que el Buddha dio en otro tiempo ejemplo. Para conjurar las calamidades se recitaban paginas de sitra en las que se insertaban formulas (dhdrayi) catgadas de poder eficaz. Asi el emperador Shomu hizo leer el sittra llamado «de los Buenos Reyes» (Néins#o- kyG) para asegurarse el poder, la paz del Estado y el _ bienestar del pueblo. La Iluvia era la preocupacién mé- xima de los japoneses. Una lluvia abundante era indis- pensable para hacer crecer los cultivos, pero no debfa ser excesiva. Como diremos en el articulo sobre el sin- cretismo, se recurria a la vez al budismo y al shinté para tratar de hacer cesar las inundaciones y las sequfas. Por otra parte, se observa que, de una manera general, se consideraba que en esta materia el segundo reportaba més éxitos que el primero. Veremos también que el em- petador Shdmu, ferviente budista, concedia gran crédi- to a los ordculos del shints. 4. Las secras DE HEIAN Las escuelas de Nara conocieron un destino desigual, tanto en el plano del desarrollo espiritual como en el de la organizacién temporal. Algunas, como hemos vis- to, no tuvieron jamd4s una verdadera autonomia. 401 Una de las que continud prosperando fue la secta Hoss6, que tenfa por sede principal el Kofukuji. Debié esta prosperidad a la poderosa familia de los Fujiwara, que tenia estrechos lazos ancestrales con este monaste- rio, Hay que subrayar, sin embargo, que no fue sdélo su tiqueza, sino su influencia entre los religiosos, lo que hizo que la secta Hoss6 conservara durante mucho tiem- po su prestigio. La secta Kegon consetvé igualmente una cierta im- portancia debido a la grandiosa organizacién que le ha- bia dado el emperador Shdmu. Hacia el siglo x11 co- nocid un renacimiento espiritual. Su buddha colosal atra- jo durante mucho tiempo a los peregrinos a Tédaiji. La secta Sanron perdié bastante pronto su poder tem- poral, pero su doctrina no dejé de ser estudiada; sub- sistieron dos centros, en particular en Daianji y en Gan- goji. Un fenédmeno que estuvo cargado de consecuencias para la historia de la sociedad y de los monasterios fue la costumbre que se habia adoptado de conceder a éstos tierras exentas de impuestos en las que los agentes fis- cales del Gobierno no penetraban. Esta practica, de la que muchos nobles fueron igualmente beneficiarios, aca- barfa con el tiempo adquitiendo una gran extensién y debilitando la autoridad central, a la vez financieta y po- liticamente. Presintiendo el peligro, el emperador Kam- mu promulgé en el afio 783, y luego nuevamente en el 795, edictos destinados a limitar el incremento de los bienes eclesidsticos. Este soberano quiso susttaerse a la influencia de los monasterios de Nara, que se habian vuelto demasiado poderosos y de vez en cuando se querellaban por causa de sus bienes. Primero, en el afio 782, se establecié en Nagaoka, luego, en el 794, no lejos de alli, en un pataje que recibid el nombre de Heian-ky6, el actual Kyoto. En esta misma época, y a favor del nuevo espfritu que 402 soplaba en la corte, dos famosos religiosos crearon las sectas Tendai y Shingon, las cuales iban a dominar el budismo japonés durante cuatro siglos. La secta Tendai Saichd (767-822), fundador de la secta Tendai, habia nacido en la provincia de Omi, al pie del monte Hiei (en japonés, Hiei-zan), imponente elevacién situada al nordeste de lo que iba a convertirse unos afios mds tarde en la nueva capital. En el afio 785, deseoso de retitarse a un lugar tranquilo, construyé alli una ermita, poco después de haber recibido la ordenacién en el Tédaiji de Nara. En el afio 797 se convirtié en uno de Jos capellanes del emperador. Su fundacién se mejoréd gracias a la concesién. de ingresos provinciales. En ella se celebré a partir del afio siguiente una ceremonia lla- mada Hokke-e («Asamblea para el Loto»); 1a del afio 801 fue particularmente importante. A peticién suya, Saichd fue autorizado a marchar a China, adonde Ilegé en el afio 804. Allf visité varios templos y, en primer lugar, el construido en el monte Tien-tv’ai (Tendai, segiin la pronunciacién japonesa), en el sur del pafs. Allf profundizé en la doctrina elaborada por el ilustre Chih-i (538-597) y recibié una ordenacién de naturaleza nueva de manos de un maestro llamado Tao-sui. Se instruyé también en el esoterismo. Se le pre- senté la ocasién de familiarizarse igualmente con la ense- fianza del dhyana (en japonés, zen), que debia de difun- dirse en el Japén unos siglos mds tarde, pero parece, pese a ciertas afirmaciones en este sentido, que regresd sin haber sacado provecho de él, en el afio 805. La doctrina Tendai se apoya esencialmente en el Sutra del Loto (Hokekyo), pero, ecléctica y sincretista, hace referencia también a gran nimero de otras Escrituras y acoge en su seno toda clase de practicas. De acuerdo con 403 las revelaciones del S#ra del Loto, proclama la verdad definitiva de un Vehiculo Unico de salvacidén, en contra de las antiguas concepciones relativas a Tres Vehiculos, correspondientes a las tres clases de accesos al Camino biidico. Afirma también que el buddha Sakyamuni, tal como aparecié en este mundo, no era sino la manifes- tacién de un Buddha eterno y universal. Dado que la «naturaleza de buddha» existe en todas las cosas, no hay ningtin ser, animado o inanimado, que no la posea ni que deje de estar capacitado para alcanzar un dia Ja bud- dhidad; es cuestidn solamente de desprender esta na- turaleza de las trabas que comportan la ignorancia y las pasiones. En algunos de estos puntos la escuela Tendai se en- contré en oposicién con la Hossé, que consideraba, en particular, que la naturaleza de buddha estaba reservada a determinados seres. Saichd mantuvo polémicas con un teligioso de esta secta, Tokuitsu. Saicho deseaba tener su propio estrado de ordenacién en el Hiei-zan con el fin de ser enteramente indepen- diente del Todaiji. El emperador, tras haber consultado a los dignatarios de Nara, no se lo concedid. Hasta el 827, cinco afios después de la muerte del fundador, la escuela Tendai no consiguié tener su estrado. Al afio siguiente, la corte concedia a Saiché el titulo péstumo de Dengy6- daishi (Gran Maestro que transmite la Ensefianza) bajo el cual ha sido comiéinmente conocido después; desde el afio 823, se habia otorgado a la fundacién del Hiei-zan el nombre de Enryakuji, 0 «monasterio de Enryaku», en recuerdo de la era del reinado (782-805) durante la cual se habfa establecido. La secta Shingon La otra secta de Heian, que tiene una doctrina ente- ramente esotérica y que se llama Shingon (Secta «de las 404 Pinca cha Bate AA acne nulccscenaceanamiuas SAAS ttle casas: férmulas», en sdnscrito mantra) fue creada por Kukai (774-835). Kitkai se habia educado bajo la direccién de un religioso del Sanron, Gonzo; recibidé la ordenacién en el Tédaiji en el afio 795. Como Saichd, pidié autoriza- cién pata ir a China. donde deseaba profundizar en la ensefianza del esotetismo. En el afio 804 llegé a Ch’ang- an donde tuvo por maestro a Huei-kuo, el cual Je ad- ministré la uncién. Estudié allf, también, con un maes- tto llamado Prajfia la escritura sdnscrita siddham con to- das sus implicaciones simbélicas y misticas. Habiendo regresado a principios del afio 807, se es- tablecid en el monasterio de Takao, vecino a la capital de Heian, y en el afio 812 administré la uncién a nume- rosos religiosos, entre ellos a Saichd. En el afio 823, se le confié la responsabilidad del Toji, un gran monasterio edificado por orden oficial en la ciudad de Heian. Kakai obtuvo también de la corte, en el afio 834, la instalacién de un santuario de esoterismo en el interior mismo de Palacio, el Shingon-in. Entre tanto, a partir del afio 816 habia comenzado a fundar en el monte Koya (Koya-san), en las montafias de la peninsula de Kii, un vasto con- junto mondstico. Fue alli, en el Kongobuji, donde murié. E] titulo pdéstumo de Kobé-daishi (Gran Maestro que propaga la Ley), bajo el cual debfa hacerse tan popular, le fue otorgado en el siglo siguiente. La doctrina Shingon se refiere a dos siitra fundamen- tales, el Dainichikyo (en sdnscrito, Mahavairocana-sitra) y el Kongdcho-kyo, y también, en gran medida, a un co- mentario, designado corrientemente bajo el nombre de Daisho, de la primera de estas obras. Esta secta afirma que el universo entero, animado e inanimado, no es otra cosa que el Buddha central Maha- vairocana (en japonés, Dainichinyorai), en quien se re- sumen los seis grandes elementos: Tierra, Agua, Fuego, Aire, Eter y Conocimiento. De esta concepcién se des- prende que Ja naturaleza del hombre y la del Buddha 405 bitaizo-mandara), y que cortientemente se denomina «M. del plano de mattiz» ( Taizokai-mandara), el Bud- dha, en cuanto principio de identidad fundamental, apa- rece como origen del desarrollo universal. En el segun- do, Hamado —por referencia a la inalterable sustancia que simboliza lo Absoluto— «M. del plano de diaman- te» (Kongdkat-mandara), este mismo Buddha, en cuanto ha alcanzado el Conocimiento supremo, que los seres poseen virtualmente, pero que tienen que hacer fructi- ficar por el ejercicio, es concebido como final, como re- sultado, como término del proceso de retorno. Los pasos trazados por estas figuraciones son, pues, inversos: uno centrifugo y otro centripeto, pero los dos aspectos que expresan son inseparables y reflejan una realidad tinica: lo que resume la sentencia: «Principio y Conocimiento no son dos». La doctrina de la secta Shingon resultaba muy dificil para el comtin de las gentes y exigta, para ser plena- mente comprendida, una préctica a fondo, cuyas etapas se hallaban marcadas por ritos de iniciacién; pero el pueblo, lo mismo que la aristocracia, era sensible a Ja pompa desplegada en sus ceremonias, a la belleza miste- tiosa de las imagenes pintadas o esculpidas, al esplendor de los vestidos sacerdotales, a la abundancia de luces, al incienso; atribufan a los gestos efectuados y alas férmu- Jas pronunciadas un poder mégico que permitia la sa- tisfaccién de cualquier stiplica que se hiciese. son idénticas, pero el hombre, obnubilado por su visién etrénea de las cosas, pierde de vista esta verdad; necesita operar en si mismo una especie de transmutacién 0, me- jor dicho, de retorno para alcanzar el Despettar, al cual puede tener acceso desde esta vida misma. Conviene afiadir que la practica del Shingon no se considera como conducente solamente a la buddhidad, sino también —como la practica del budismo en general— a toda clase de felicidades terrenas. Uno de los principios esenciales sobre los cuales des- cansa es el de los Tres Misterios (Sammitsu): todo lo que se ve en el mundo es una manifestacién del cuerpo de Buddha y constituye el misterio del cuerpo del Bud- dha; todos los sonidos del universo son el misterio de la palabra del Buddha; todas las formas de pensamiento son el misterio del pensamiento del Buddha. Dado que los. seres y el Buddha son idénticos, el triple misterio del Buddha y el triple misterio de los seres son igual- mente idénticos. Hemos olvidado esta identidad, pero nos es posible encontrarla gracias a las prdcticas funda- das en el principio de la unién de los Tres Misterios. Estas prdcticas son mudré@ o «sellos», consistentes en colocar las manos y los dedos en posiciones determina- das, significativas de Mahavairocana 0 de cualquier otro Venerado: buddha como Amitabha o Sakyamuni, bodhi- sattva, divinidades, etc. Son también. mantra, o férmulas, — que representan verbalmente a estos Venerados y sirven _ para suscitarlos, para invocarlos. Son, finalmente, sama- dhi o ejercicios de concentracién destinados a facilitar el acceso a estadios que son etapas conducentes al Desper- tar. La concentracién est4 favorecida por el uso de repre- sentaciones concéntricas Ilamadas mandala, donde los Ve- nerados son agrupados segin sus afinidades y su papel. La secta Shingon representa sus ensefianzas con ayuda de dos Grandes Mandala. En el primero, cuyo:verdade- to nombre es «M. de la matriz de gran compasién» (Dai- EI esoterismo Tendai La secta Shingon alcanzé asi un alto grado de ptos- peridad y de popularidad. Su éxito, por otra parte, pue- de medirse por el hecho de que en la secta Tendai se produjo un deslizamiento gradual hacia el esotetismo que acabé confiriendo a esta ultima un patecido notable con el Shingon. 406 407 Saich6, como hemos visto, no habia dejado de ins- truirse en la doctrina esotérica, pero ésta habia conser-”. vado en su tiempo, y conservé atin bajo su sucesor ine mediato, Gishin, que fue el primer superior del Tendai con el titulo de zasu, el cardcter de un elemento secun- dario en Ja ensefianza impartida en el Hiei-zan. La evolu- © cién se inicié con el segundo zasu, Encho, y fue acen- tudndose con dos famosos maestros, que fueron el tercero y el quinto superiores: Ennin (conocido més tarde bajo el nombre de Jikaku-daishi) y Enchin (cono- cido més tatde con el nombre de Chishé-daishi). En la = segunda mitad del siglo rx, se puede decir que la doctri- | na esotérica habia egado a dominar el Japén. : Hacia esa época se asiste a una escisién de la secta — Tendai en dos ramas. Enchin (814-891), que fue, tal como hemos dicho, el quinto abad superior de la secta, | profesaba en materia de esoterismo opiniones particu-.. larmente avanzadas que fueron juzgadas heterodoxas por | muchos religiosos del monte Hiei. Fue a constituir un | nuevo centro doctrinal en el Onjaji (o Miidera), mo- nasterio situado a orillas del lago Biwa, un poco apat- _ tado del monte Hiei y en él se instalé en el afi 858, a : su regreso de China. Las dos escuelas, Ilamadas del | Hiei-zan (Sammon) y del Onjoji (Jémon) entraron fre. cuentemente en conflicto, menos por razones doctrinales que por cuestiones de interés 0 de influencia. ‘ Las disputas de los monasterios y los monjes guerreros Este es el momento de recordar que durante més de d seiscientos afios, desde mediados del siglo x a finales” del xvi, se produjeron verdaderas luchas armadas entre los monasterios. Estas luchas tuvieton su origen en el hecho de que a estos tltimos les habfan sido otorgados, como hemos dicho més arriba, vastos dominios territo- 408 tiales en los que habfan establecido milicias, a la vez pata hacer reinar el orden y para protegerse contra las intrusiones exteriores. Los soldados que compon{an es- tas milicias, conocidos bajo el nombre de sdhei, «mon- jes guerreros», eran, lo més frecuentemente, laicos o re- ligiosos de rango inferior que se ocupaban habitualmente de las necesidades materiales (cultivo de las tierras, ex- plotacién de los bosques del monasterio, etc.), y a los que se movilizaba en caso de necesidad. Constitufan una categoria enteramente diferente de los monjes inte- lectuales que se dedicaban al estudio de las Escrituras y a la celebracién de los oficios. Citemos algunos ejemplos ilustrativos de la historia de Ios numerosos conflictos que enfrentaron a los mo- nasterios biidicos entre si y, también, con algunos tem- plos shintd: en el afio 993 salié una tropa del Hiei-zan para incendiar diversos edificios del.Onjoji, en respuesta, al parecer, a una incursién que hicieron los «malos mon- jes» de este ultimo en un edificio del monte Hiei. De- volviendo incendio por incendio, los monjes guerreros del Onjéji Hegaron en 1035 al Enryakuji y quemaron la residencia de un alto dignatario del monasterio. En el afio 1039, el nombramiento de un tal Mydson como su- perior del Onjoji provocé un incidente mds serio. Des- pués de protestar el Enryakuji contra este nombramien- to, tres mil hombres del monte Hiei descendieron para sitiar la residencia del gobernador imperial (kampaku) Yorimichi, cuyas macizas puertas derribaron. Hubo muertos entre los asaltantes y entre los guerreros del clan Taira que defendian la casa. E] Gobierno tuvo que ceder y Mydson presentd la dimisién. El Shugendo El Shugendé es \iteralmente la Via (do) de los que, mediante prdcticas 0 ejetcicios (shu), aspiran a conseguir 14 409 poderes sobrenaturales (gen). Se llama corrientemente yamabushi «(ptacticantes) que duermen en las monta- fias», a los adeptos, monjes o laicos que, de acuerdo con las reglas de esta via, adoptaban una existencia as- cética templande el cuerpo y el espiritu y precidndose de este modo de adquirir un imperio irresistible sobre todas las cosas: afirmaban que podian subyugar a los demonios y obtener la realizacién de cualquier deseo re- lativo a la vida presente o a la vida futura. Una parte del tiempo de estos ascetas transcurria en la montafia, otra, peregrinando a través del pafs de templo en templo. E] Shugendd no tuvo fundador. Los yamabushi afir- maban seguir el ejemplo de En no gydja, un anacoreta laico, que, segiin se dice, vivid en el siglo vu y muriéd a ptincipios del vi1r. Aunque no se sabe casi nada his- térico sobre este personaje, en cambio existen muchas leyendas en torno a él. Se le describe haciendo: -uso- de recetas mégicas, algunas de las cuales estaban saca- das del saitra bidico esotérico llamado de la Reina de los pavos reales dorados (en. japonés, Kujakumyooky6) . Sus poderes le permitian manejar a su antojo a los genios, a quienes empleaba para sacar agua, recoger lefia, et- cétera. ¢Tuvo adeptos? Se ignora, pero la tradicién de las épocas posteriores no deja de presentarlo como un pattiarca y de atribuirle sucesores que se habrian trans- mitido sus ensefianzas. Es evidente que no se puede hablar de una escuela de Shugendd en el transcurso de los dos siglos que si- guieron a la muerte de En no gydja, pero, en cambio, es cierto que un creciente mimero de individuos le imita- ron y que el monje Shob3, que a finales del siglo 1x desempefié un papel esencial en la formacién de las pri- metas agrupaciones de yamabushi, concentré en sus al- tededores a muchos practicantes del Shugends. Este Shobs, que vivid del 832 al 909, pertenecia a la secta Shingon y fue el fundador, cerca de Kydto, del 410 gran monasterio llamado Daigoji. Los yamabushi le consi- deraban como el renovador de su «Via». Es a él a quien se atribuye Ja creacién de los grandes centros teligiosos en que se convirtieron, a partir de esta épo- ca, los montes Kimbusen y Omine en Yamato. Otro centro de Shugendd, de igual importancia, se formé en Kumano, al sur de la provincia de Kii, donde desde tiempos temotos existian famosos templos shinto. A partir del siglo x se pusieron de moda las peregri- naciones, y desde entonces numerosos nobles e incluso emperadores, reinantes o retirados, acudieron con una devocién especial a todos los centros religiosos surgidos bajo el impulso de los yamabushi. Un monje llamado Zéyo (1032-1116), que habia realizado sus estudios en el Onjoji —centro de una ensefianza Tendai especial- mente inclinada hacia el esoterismo, como recordare- mos-— sitvié de gufa espiritual al ex emperador Shira- kawa en su peregrinacién a Kumano en el afio 1109. En agtadecimiento, el ex emperador hizo construir para él, en Kyéto, un establecimiento, el Shdgo-in, que iba a convertirse en el centro de la rama Tendai del Shu- gendd; asimismo, hizo que le nombraran supetior del Onjoji y superior de los templos de Kumano. De este modo se crearon entre estos diversos centros unos lazos duraderos. El Shdgo-in traté de extender su autoridad sobre todos los yamabushi, incluso sobre aquellos que estaban adscritos a la secta Shingon y cuyo superior se hallaba sometido a la obediencia del Daigoji. Anteriormente a Shdbd y Zayo, Jos practicantes del Shugends actuaban a su antojo, realizando cada uno, se- gin su ctiterio, la peregrinacién y los ejercicios. En ade- lante, hubo reglas a seguir, con motivo de las cuales aparecieron divergencias, por lo demas, sin consecuen- cias, entre las escuelas. Paralelamente a los focos principales de los que he- mos hablado, se fundaron en todas las provincias cen- 411i RRR tros del Shugendd. Los dos mds famosos fueron el Hiko- san en Buzen, en Kyasha, y el Haguro-san en Uzen, en el norte del Japén. Todos estos lugares sagrados veian desfilar a gran ndmero de yamabushi, monjes auténticos y falsos mon- jes, laicos Henos de fe ardiente o impostores. Muchos habian heredado recetas mdgicas supuestamente capaces de subyugar las fuerzas adversas y de curar las enfer- medades; frecuentemente, eran llamados junto a los en- fermos de elevada posicién para leer los sutra o férmu- las exorcizantes; no obstante, inspiraban cierto temor; se les atribuian facultades desconocidas del comiin de los mortales y, por consiguiente, temibles. 5. Las SECTAS DE KAMAKURA Y LOS GRANDES REFOR- MADORES. Una profecia recogida en varias Escrituras anunciaba que la Ley btidica, comprendida antes en la plenitud de su sentido, pasatia por una fase intermedia, y entraria luego en un periodo de decadencia, entristecido por mu- chas calamidades. Se propusieron diversas interpretacio- nes pata fijar la duracién de los perfodos respectivos. Segiin la que prevalecié finalmente en el Japén, el afio 1069 debia marcar el principio del temible perfodo final. Los tiempos parecian dar la razén a la profecfa. El Gobierno imperial, sin medios y sin autoridad, se hallaba impotente ante la creciente anarquia. En el siglo x1, los incendios, los petiodos de hambte, las. epidemias, las guerras civiles asolaban el pais. Estas guerras civiles concluyeron, a finales de aquel mismo siglo, con el triun- fo del clan guerrero de los Minamoto sobre el clan rival de los Taira y la instalacién por parte de Yoritomo, jefe 412 de los Minamoto, de una administracién de control en Kamakura, al este del Japén. En cuanto al budismo propiamente dicho, si bien ha- bia conquistado a una parte cada vez mayor de la po- blacién y tenia a su disposicién recursos considerables, en cambio su nivel moral habfa bajado, tal como atesti- guan las luchas en las que participaron los monasterios y la vida, a menudo poco edificante, que se llevaba en los conventos. Muchos fieles estaban desampatados: puede decirse que los tiempos estaban maduros para una reforma religiosa. Esta se manifesté bajo Ja forma de tres gtandes corrientes: el amidismo, el zen y el bu- dismo del Loto de Nichiren. El amidismo Se lama amidismo a una forma de budismo centrada en la devocién al buddha Amitabha (en el Japén, en trans- cripcién abreviada, Amida). A diferencia de Sakyamuni, Amitabha no es un personaje histérico; es un buddha fabuloso, exaltado en un cierto ntimero de stitta de ori- gen oscuro. En Ja India, la veneracién que se otorga a este buddha ha quedado en un segundo plano, pero en todo el Extremo Oriente (el Tibet, China, Vietnam, Co- rea, Japén), Amitabha ha sido objeto de un culto fer- viente. En una de las tres Escrituras fundamentales que sir- ven de canon al amidismo se cuenta que, cuando tomé ante un buddha del pasado la resolucién de convertirse él mismo en buddha un dia, el futuro Amitabha formulé un voto compuesto de cuatenta y ocho articulos. Lo esencial de Ja creencia amidista reside en el articulo dé- cimo octavo. He aqui lo sustancial: «Aun cuando yo consiga convertitme en buddha, si aquellos que creen en mi legaran a expresar (en su ultima hora) el deseo de 413 renacet en mi pafs y no renaciesen en él, yo no alcan- zaria el Despertar —dicho de otro modo: renunciaria a convertitme en buddha—». El pafs del que se habla aqui esta situado muy lejos, hacia el oeste; es una «Tie- tra pura» (en japonés, Jédo) Wamada «la Dichosa» (en sdnscrito, Sukbavati; en japonés, Gokuraku), especie de paraiso donde todo es perfecto, luminoso. Quien renace en este paraiso sale para siempre del ciclo de las trans- migraciones y goza alli de todas las alegrias puras mien- tras. espera convertirse en buddha. Para lograr este rena- cimiento, de acuerdo con el voto de Amitabha, tiene que pensar en él con fervor y expresar su pensamiento mediante la férmula «Adoracién al buddha Amitabha» (en japonés, Namu Amida-butsu). , La doctrina amidista habia sido conocida en el Japén desde los primeros tiempos de la penetracién del budis- mo. Se recordard que el monje Eon habia sido encargado de explicar ante la corte una de las Escrituras funda- mentales que ensefian la devocién al buddha del Oeste. Los gtandes monjes de Nara la habian predicado y la secta Tendai, de acuerdo con su tendencia a alentar toda clase de vias posibles de adentramiento en el budismo, habia erigido en el monte Hiei, en el afio 848, una ca- pilla destinada a la prdctica de la concentracién en el pensamiento de Amitabha. Pero sélo hacia el fin del siglo x, cuando crecia la ansiedad de un mundo que veia acercatse el] momento de su entrada en el perfodo de decadencia de la Ley bi- dica, comenzé el amidismo a adquirir un auge verdade- ramente incomparable. Un monje del Tendai llamado Genshin (942-1017), que habia estudiado profundamen- “te el amidismo a la luz de los comentarios y los escri- tos de los maestros chinos, sobre todo de Chan-t’ao (613- 681, la pronunciacién de este nombre en japonés ‘es Zendo); escribié un tratado titulado. Oja-yashii (Lo esen- cial para renacer:en Tierra pura), en el cual exponia la 414 ventaja que reportaba el renunciar a adquirir con sus propias fuerzas (jiriki) los méritos deseados, cuando era tan sencillo y tan eficaz entregarse ciegamente, pero de todo corazén, a la fuerza de «otro» (tariki), es decir, a Ja omnipotente compasién de Amida. Hacia la misma época, un hombre santo Ilamado Kiiya (0, mds exactamente, como se ha demostrado re- cientemente, Koya), recorrié el Japén proclamando el nombre del buddha del Oeste; invocaba su nombre dan- zando para atraer a la muchedumbre. La formula de adoracién de Amitabha, o menzbutsu, se difundid por el pais. El monje Rydnin (1072-1132) cred, en torno a una secta llamada Yizu-nembutsu, una verdadera reli- gién, en la que el culto a Amida no era ya solamente una prdctica adicional. Fue la primera secta amidista. Un afio después de la muerte de RyOnin nacfa Honen. Como tantos otros religiosos del Japén, éste ultimo se habia formado en el Hiei-zan y habfa estudiado alli lo que entonces se ensefiaba, es decir, el Tendai fuertemen- te mezclado con Shingon. Convencido de que los budis- tas habfan perdido el fervor y no podrian someterse en lo sucesivo a las disciplinas que hasta entonces se habfan considerado necesarias para alcanzar la buddhidad, Ho- nen buscé otra via de salvacién. La encontré entre los amidistas chinos. Puesto que sus contempordneos se ha- bian vuelto incapaces de salvarse por s{ mismos, ¢por qué no iban a aceptar el auxilio que les ofrecia Amida? No tenfan més que abandonarse a la fuerza de este bud- dha y repetir el nembutsu. Puede decirse, pues, que Honen tendfa a sustituir la idea de la salvaci6n mediante las obras por la de Ia gracia. La doctrina de Hénen —llamada de la Tierra pura, o Jédo— fue acogida con tanto interés por todas las clases de la poblacién que los grandes monasterios se estremecieron. En 1204, los religiosos del Enryakuji se reunieton con el fin de presentar una peticién al 415 abad superior Shinshd. Acusaban a Hénen de denigrar toda prdctica que no fuera el nembutsu y pedian que se declarara ilegal la practica exclusiva de este viltimo. Ho- nen dirigié a su superior una carta y un documento que habia hecho firmar por sus discfpulos, en el cual se comprometian a respetar las sectas Tendai y Shingon, asi como las ensefianzas tradicionales del budismo. El Hiei-zan, tranquilizado, cesé en sus ataques, pero al afio siguiente fueron los monjes del Kéfukuji de Nara quie- nes pidieron una severa condena para Honen, pretextan- do que algunos de sus discipulos cafan en la herejia y amparados en el nembutsu infringian los mandamientos més elementales. El Jodo, no obstante, contaba ya con muchos adeptos; el Gobierno se contentd con castigar a los discipulos que habian cometido aquellas transgre- siones y se abstuvo de tocar al propio Honen. Un inci- dente provocado en la corte del ex emperador Go Toba por el celo de dos jévenes adeptos suscité, desdichada- mente, la célera del antiguo soberano, que ordendé en el afio 1207 el destierro de Honen a Tosa, mientras que sus discipulos fueron dispersados por diversas pro vincias alejadas. Indultado unos meses después, Honen obtuvo permiso para regresar y establecerse fuera de la capital, y luego en ella, donde murié en 1212. La secta Jodo siguié estando proscrita durante un cierto mimero de afios todavia, No tardaron en suscitarse controversias entre sus discfpulos, aun en vida del maestro, con motivo de la manera de entender y practicar el nembutsu. En- tre ellos estaba Shinran, quien deb{a desempefiar mds tarde el papel mds importante. Shinran habia nacido en el afio 1173 en Kyéto. Huér- fano a temprana edad, entré en el Hiei-zan, donde fue ordenado. Tras pasar algiin tiempo en vanas investigacio- nes en Nata y, quiz4, tras una estancia en el Koya-san, volvid a Ky6dto, donde se hizo discipulo de Honen. Cuando los fieles de éste recibieron en 1207 la orden 416 de dispersarse, Shinran partid hacia la regién de Echigo y permanecié una veintena de afios en las provincias del norte y del este del Japén predicando la adoracién del nombre de Amitabha. Su vida, durante esta época, se co- noce mal. Volvié a Kyoto cuando era ya sexagenatio y murié alli en 1262. Rompiendo con la tradicién del ce- libato -eclesidstico, se casé y tuvo hijos; demostraba asi que la salvacién, lejos de estar reservada a los que han abrazado el estado religioso, es accesible a todos; que Jo es incluso en primer lugar a los que se hallan espiri- tualmente mds desprovistos porque, siendo incapaces ‘de realizar el m4s minimo esfuerzo personal, se entregan con menos resistencia que los demds a la fuerza salva- dora de Amitabha. Tal es el sentido de la célebre frase atribuida a Shinran: «;Si los buenos van al paratso, con mayor razén irdn los malvados! » La religién de Shinran fue més radical que la de Honen. Todo culto distinto del de Amida fue declarado indtil. La invocacién del Nombre, cuya repeticién ince- sante consideraba Honen necesaria, podia ser tinica a condicién de que fuese sincera. Esta anulaba el efecto de todas las faltas desde el momento en que el sujeto aceptaba abandonarse a la «fuerza del Otro». La comunidad que se formé alrededor de Shinran y que adopté més tarde el nombre de «Verdadera secta de la Tierra pura» (Jodo-shinshi; abreviadamente, Shin- shi, «secta Shin») se desarrollé entre las clases popu- lares de forma tal que finalmente se convirtié en la més numerosa de todo el budismo japonés. El cargo de su- perior se transmitid de manera hereditaria entre los des- cendientes de Shinran. Una ultima secta amidista, la secta Ji, fue fundada por el monje itinerante Ippen (1239-1289), Contribuyé a propagar la fe en el buddha del Oeste mediante préc- ticas tales como el «nembutsu danzado» (Odorinem- butsu) y tuvo durante algin tiempo cietta influencia. 417 i I Esta secta existe atin, pero no posee més que un pe- quefio numero de fieles. El Zen La escuela del Zen se desarrollé en China. Un reli- gioso Hamado Bodhidharma (en japonés, Daruma), del que se sabe poco y que debié de llegar al sur de China en el afio 520 procedente o bien de la India meridional o bien de Persia, esté considerado como su fundador. Pero fue Hui-neng (638-713), sexto patriarca de la es- cuela, quien mds contribuyé a su desarrollo. El término zen (en chino, ch’an), que puede traducirse aproximada- mente por «meditacién», es una transcripcién abreviada que responde al sdnsctito dhyana. El zen era conocido por los japoneses como prdctica de meditacién, pero no lo habjan erigido en sistema independiente. No se concede mucho crédito, recordé- moslo, a Ja tradicién segtin la cual Saiché se habia inte- resado por la doctrina propiamente dicha del Zen du- tante su estancia en China. A finales del siglo x11, cuando el Zen chino se habia fraccionado ya en varias ramas, llegé del Japén un mon- je del Tendai llamado Eisai —cuyo nombre se pronuncia a veces Yosai— (1141-1215) que trafa el propdsito de perfeccionarse en el esoterismo. Se unié a un maestro del ch’an de Ja rama Lin-chi (en japonés, Rinzai), y después de varios afios de estudio, regresé y establecié en Japon Ja secta Rinzai en el afio 1191. Unos afios més tarde, un religioso llamado Dogen (1200-1253), que habia estudiado también en el Hiei-zan y después se habia hecho discipulo de Eisai, fue a China ~ a su vez. Alli estudid el Zen de la rama Ch’ao-tung (en japonés, Sot6 0, mds corrientemente, aunque parece que — es menos correcto, Séd6) y, a su regreso, en 1227, fundd la segunda de las sectas Zen del Japén. 418 ¢Qué ensefia el Zen? Hemos hablado ya, a propésito de otras escuelas bidicas, de este principio fundamental que est4 en nosotros y al cual se le han dado los nom- bres de naturaleza de buddha, naturaleza propia, reali- dad suptema y quididad. Estas denominaciones se apli- can a los aspectos y a las propiedades de un principio que se desvanece tan pronto como se le quiere encerrar en una definicién precisa. Para liberarlo de la ganga im- pura con que lo cubren nuestras pasiones, las sectas que hemos visto desarrollarse en el Japén recomiendan el es- tudio profundo de las Escrituras, las practicas ascéticas o esotéricas. La escuela Zen nos invita a ver claramente lo que est4 en nosotros, lo que supone, segtin ella, que nuestro espiritu alcance un estado tal que quede «vacia- do» de lo que lo Hena ordinariamente: espacio, tiempo, afirmacién y negacién, bien y mal. No obstante, este es- tado es hicido; los japoneses le dieron el nombre de sa- tori, que significa «comprensién» en el lenguaje co- rriente. eCémo llegar al satori? La lectura de los libros se reputa inutil; actitud bastante curiosa en el budismo, que no proviene de la India. En cambio, se puede com- parar este desdén por Jo escrito con la aversién que mos- traban los taoistas hacia los textos, «esas heces de los antiguos», como dice Chuang-tzu. Por otro lado, hay otro punto de semejanza entre los taofstas que tratan de en- trar en contacto con el Tao mediante la contemplacién, y los zenistas que tecomiendan la contemplacién para captar la identidad del individuo y de la naturaleza de buddha. Afladamos que la contemplacién y la medita- cién eran ampliamente practicadas en la India. Las escuelas del Zen, el Sdtd.en particular, recomien- dan la meditacién en una posicién sedente: (zazen) sufi- cientemente confortable para que el espiritu no tenga preocupaciones, pues no debe tener ninguna, ni siquiera la de alcanzar el Despertar, que debe producirse por sf Ald solo. Otro ejercicio propio del Zen. consiste en reflexio- nar sobre problemas de apariencia absurda y que no comportan una solucién légica (Roan). Los maestros tie- nen también la costumbre de dar a sus alumnos pufieta- zos y hasta bastonazos. El objeto de estas prdcticas es el mismo: colocar al discfpulo en tal estado mental que su espiritu se halle completamente desorientado y esté dis- puesto para el Despertar. . El Zen pretende que la ensefianza debe transmitirse de maestro a alumno; de ahi, como hemos dicho antes, la inutilidad de los textos. Esto no es mds que una in- dicacién y no quiere decir que los libros estén realmente proscritos, pues Ia literatura Zen ha proliferado hasta un extremo extraordinario. Asimismo, las ceremonias son declaradas superfluas, aunque sdélo teéricamente, puesto que de hecho se celebran en los monasterios Zen reunio- nes con lecturas de siitra, cantos de himnos y sermones. Lo que diferencia a la escuela Rinzai de la Soto es que la primera insiste en la absoluta necesidad del koan, mientras que la segunda, sin descuidarlo enteramente, ve en la meditaciédn sedente Ja prdctica fundamental del Zen. Afiadamos que, de manera general, el Rinzai se ha mantenido mds cetca, por su estilo, y sus fuentes de ins- pitacién, del espiritu chino, mientras que el S6td, reno- vado en gran medida por Dégen, se constituyé en una escuela del Zen japonés completamente original. El Std se desarrollé sobre todo en provincias y en un medio relativamente popular. El Rinzai se difundid, en un principio, al menos, entre las clases mas elevadas, particularmente entre los guerreros de Kamakura y, lue- go, de Kydto, entre los que gozé de gran estima. Los guerreros se sintieron atraidos por una religién que afir- maba que no habia necesidad de libros, ni de ceremonia- les, ni de oraciones, y, en cambio, exigia una fuerte dis- ciplina moral. 420 Los monjes Zen tuvieron que defenderse contra va- tios intentos de destruir sus monasterios; pero, en gene- ral, fueron menos batalladores que los religiosos de las otras sectas. Los del Rinzai cultivaron las letras chinas, particularmente la poes{a y, cuando pasd el gusto por ella, se dedicaron a la filosofia y a la historia; fueron buenos educadores. Crearon en sus templos centros de arte que podrian Hamarse academias de pintura, donde trabajaban pintores como Sesshii, Shibun, Kano Masa- nobu. Influyeron en el teatro del nd, el cual les debe el refinamiento y la sobriedad que caractetiza a su te- presentacién, su danza, sus decorados. Fueron buenos consejeros de los shdgun Ashikaga en materia de politi- ca exterior y sus relaciones con China les Ilevaron, en el siglo xiv, a dirigir el comercio con el continente. La secta Nichiren El tercer gran movimiento de teforma del budismo en Ja época de Kamakura se debié a Nichiren (1222-1282). Nichiren nacié en el pueblo de Kominato, en la costa de Awa, al este del Japon. Era hijo de un pescador; eso es todo lo que sabemos de cierto sobre sus orfgenes. Entré a la edad de once afios en el monasterio de Kiyo- sumi, que se alzaba sobre una colina prdéxima. Este monasterio pertenecia a la secta Tendai, pero la ense- fianza estaba alli muy impregnada de esoterismo. Un maestro llamado Dézen instruyé al ‘novicio en Jas litera- tutas exotérica y esotérica. Ordenado a los quince afios, el joven pidié al bodhisattva Akagagarbha (en japonés, Koktizdbosatsu), patrén del templo y conocido dispensa- dor de la sabiduria, que le permitiera Iegar a ser un dia el hombre més preclaro del Japén. De acuerdo con la costumbre que segufan los monjes deseosos de aumentar sus conocimientos, Nichiren’ em- prendié un viaje de estudios a través del pais. Lo inicié 421 con una estancia en Kamakura, en un templo que aca- baba de fundar Nenna, el tercer padre de la secta Jodo. Después de este contacto con los amidistas Ilegé al Hiei- zan, donde permanecid varios afios. Se empefid en visitar todos los grandes monasterios de la regién: el Onjoji o Miidera (Tendai Jimon), el Kdya-san (Shingon), el Ten- ndji (donde se practicaban entonces el Ytizu-nembutsu y el Jodo), los templos de las viejas sectas del Nara; des- pués de esto, regresd a Kiyosumi, en 1253. Se habia puesto en contacto con los maestros de todas las sectas. Habfa comprobado que el Tendai habia de- tivado hacia el esoterismo. Habia sido testigo del entu- siasmo general por el amidismo, que destronaba a Sakya- muni en beneficio de Amitabha. Su espiritu, hostil por naturaleza al compromiso, se negaba a aceptar la coexis- tencia de tantas creencias; ardfa en deseos de encontrar «la» verdad. Era preciso, ademds, que fuese reconocida universalmente, y destruir hasta la raiz todo lo que no fuera la Buena Ley. Tal fue el programa que concibié Nichiren. Deseoso de remontarse a la palabra del Buddha, creyé : encontrar su expresién definitiva en el Sdtra del Loto; que reconocié como la Escritura fundamental del budis- mo. Chih-i, fundador chino del Tendai, habia razonado de la misma maneta; pero él era tan tolerante como in: transigente era Nichiren. Tan pronto como regres6 a Kiyosumi, el ardiente religioso armé un escéndalo ante los monjes del monasterio, proclamando:su fe en el Loto y su odio hacia las demas doctrinas. Ante su vehemencia, su antiguo maestro, Dozen, le expulsé y el intendente local, amidista convencido, quiso matarlo. Nichiren huyd a Kamakura. Alli comenzé a predicar al aire libre, en la ciudad, proclamando la excelencia del S##tra del Loto y conde- nando firmemente las sectas del nembutsu, el Shingon, el Zen, el Ritsu. En 1260, Ilegd a dirigir una carta a 422 las autoridades, en la cual les suplicaba encarecidamente que prohibieran todas las ensefianzas que no fuesen conformes a la verdad del Loto; de lo contrario, el Ja- pon, agobiado desde hacia algunos afios por una serie de calamidades, veria abatirse sobre él desdichas adn mayores. Las autoridades aceptaron la carta, pero, poco después, Nichiren era expulsado de Kamakura. Volvié poco més tarde y reanudé sus ataques. Detenido, exilia- do, indultado, este incansable perturbador de la tranqui- lidad del Gobierno, fue condenado nuevamente al des- tierro en 1271. Se proponian hacerle perecer por el ca- mino. Un milagro lo salvé. Fue enviado a la lejana isla de Sado, donde pasé tres afios (1271-1274). Indultado una vez més, fue a retirarse al monte Minobu, al oeste del Fuji, donde se consagré al establecimiento de su Iglesia. Dejé su retiro en 1282 y murié en kegami (en- globado hoy en la ciudad de Tokys). Nichiren no cesé de escribir tratados y de estar en contacto epistolar con gran niimeto de adeptos. Para él, sélo habia una Escritura valida: el Sara del Loto de la Ley Maravillosa. Su guia en la comprensién de este libro fueron los comentarios que sobre él habfa escrito Chih-i y que habian adoptado Chan-jan, sexto patriarca chino del Tendai, y luego Saichd, el fundador japonés. Los puntos esenciales que habian extraido estos dos eminen- tes religiosos eran los siguientes: Todo ser posee en si Ja naturaleza de buddha; nuestra incomprensién o nuestra mala voluntad se oponen a su expansién; cada uno debe comprender que esta natura- leza se encuentra en él y liberarla de la ganga que lleva adherida. Esta liberacién requerir4 un tiempo extrema- damente largo, un ntimero de muertes y de renacimien- tos incalculables, pero, tarde o temprano, el plazo se cumplir4 irremediablemente; dicho de otro modo, todos los sees, cualquiera que haya podido ser su pasado, al- canzardn el estado de buddha, 423 A esta tesis se afiade otra, estrechamente vinculada a ella: el Buddha es eterno; se manifiesta de tiempo en tiempo en el mundo bajo una forma tal como el Sakya- muni se aparecié antes, con el fin de ensefiar a los seres y ayudarles a Hevar a cabo su liberacién. En resumen, todos los seres del universo participan de la naturaleza eterna del Buddha y, después de una evolucién, se hardn idénticos al Buddha. Pero a estas verdades fundamentales puestas en evi- dencia por sus predecesores, Nichiren afiadis una apor- tacién procedente de sus meditaciones personales; es lo que él Ilamé las «Tres Leyes Esotéricas», leyes que de- bian traducirse concretamente en tres instituciones. La primera era una representacién del objeto ofreci- do a la veneracién de los fieles (honzon). Mientras que las demds sectas adoptaron como honzon las figuras de buddha: Amitabha, Mahavairocana, etc., no le resultaba facil a Nichiren ofrecer a sus fieles una representacién simple del Buda exaltado en el Sura del Loto. Compuso, pues, tal como se hacia en el esoterismo, un mandala. Este mandala tenia en el centro el titulo del Stitra (en japonés, Mydhdrengekyd) rodeado de los nombres de Sakyamuni, de diversos buddha y bodhisattva, asi como de divinidades guardianas; no era, pues, la imagen de un personaje, sino un conjunto simbdlico. La segunda consiste en una f6rmula Namu Myoboren- gekyd, «Adoracién del Sutra del Loto de la Ley Mara- villosa». Esta férmula era una profesién de fe, cuya re- citacién representaba para los fieles el testimonio més elemental de la creencia. La tercera se referfa a un proyecto de transformar el Japon, una vez regresado a la Buena Ley, en una plata- forma de irradiacién de ésta a través del mundo. Nichi- ren no tuvo posibilidad de dar cuerpo a tal proyecto, pero éste da testimonio del ardiente patriotismo que le animaba, 424 Antes de la ultima guerra mundial, los ultranaciona- listas pretendieron interpretar este proyecto desde un punto de vista temporal -y no solamente religioso: para ellos, el Japén debia convertirse realmente en el centro del mundo en el seno del océano Pacifico. La secta de Nichiren ha conservado la marca de la combatividad y de la vitalidad de su fundador. Sus ramas antiguas cuentan con unos dos millones y medio de adep- tos. Ademés, entre las numerosas «religiones nuevas» que florecen en el Japén figuran cerca de una decena de so- ciedades religiosas que se proclaman partidarias de Nichi- ren y del Sara del Loto; suman, en mimeros redondos, més de diez millones de fieles. Revueltas y guerras religiosas en la Edad Media Las luchas armadas entte las sectas, las tamas 0 los mo- nasterios de una misma secta, y los templos shintd, no cesaron en las épocas que vieron aparecer y difundirse estas nuevas formas del budismo. Las sectas antiguas es- taban celosas de las que se desarrollaban més reciente- mente y a las que la poblacién dispensaba en general una acogida favorable. Estas ultimas tuvieron, pues, que com- batir frecuentemente para defender su derecho a sobrevi- vir y, a este respecto, se puede hablar de verdaderas gue- tras de religién, algunas de las cuales adquirieron carac- teres de revueltas populares. Particularmente importantes fueron las ikkG-ikki, es de- cit, las revueltas (iki) de los que se volvieron en la «direccién tinica (de Amida)» (ikkd); dicho de otro mo- do, de los adeptos de la secta Shin. La intransigencia doc- trinal de éstos, que rechazaban todo compromiso con las creencias y las prdcticas tradicionales, su particularismo en materia de organizacién comunitaria, les hacian. pare- cer temibles para el orden establecido; por ello se hicie- 425 ton numerosos intentos de aplastarlos, lo que supuso: para ellos otras tantas reacciones pata preservar su auto- nomia y su originalidad. Hay que afiadir que las diver. gencias de opinién y las rivalidades entre los dispersos centros de la secta no dejaron de atrastrar a los fieles del Shin a guerras intestinas que, como los contflictos entte las antiguas sectas, se hallaron ineluctablemente en- tremezcladas con las luchas de los grandes por el poder. A mediados del siglo xv, el superior del gran centro llamado Honganji, situado en el lugar Iamado Otani, en Kyoto, donde habia sido enterrado Shinran, era un re- ligioso muy notable, Rennyo. Como el cargo era heredi- tario, habia sucedido a su padre en 1457. Su -populari- dad, sus éxitos, le habfan atraido la hostilidad del Hiei- zan y, mds tarde, la de otra rama del Shin, la Hamada rama de Takata. Cuando, con motivo de la sucesién del shogun Yoshimasa, estallé la guerra civil de Onin, las ramas de Otani y de Takata se aliaron a las dos fac- ciones beligerantes. Después de muchas peripecias, la rama de Otani elimind a su rival. Rennyo fundé en 1496, tres afios antes de su muerte, el gran Honganji de Ishi- yama en Osaka. Sus sucesores continuaron reclutando gtan ntimero de adeptos; el poder del Honganji no cesd de aumentar. : La secta Nichiren tuvo que sufrir, también; numero- sas persecuciones. En 1334 obtuvo una carta imperial que consagraba oficialmente su reconocimiento, pero tuvo continuas fricciones con el Hiei-zan, que la vela, -con gtan irritacidn, afianzarse como representante de la pura ortodoxia del Tendai. Durante la era Tembun (1532- 1555) se produjo un grave enfrentamiento, a consecuen- cia del cual la secta de Nichiren quedé casi aniquilada en la capital; pero tenfa tanto vigor que pronto se res- tablecid. Las sectas participaron asi en casi todas las luchas que desgarraron al Japén hasta finales del siglo xvi. Fi- 426 nalmente, en 1564, el famoso capitan Oda Nobunaga, que fue el primer artifice de la reunificacién del pais, destruy6 todos los templos que Ja secta Shin habia esta- blecido en la regién de Mikawa. En 1567, el Todaji de Nara, incendiado ya una vez a finales del siglo xu, fue desttuido. En 1571 le tocé el turno al Hiei-zan, que fue destruido por Nobunaga: sus habitantes fueron exter- minados y todos sus edificios incendiados. En 1574 le tocé a la poderosa fortaleza Shin, de Nagashina. El Hon- ganji de Osaka tesistié diez afios a Nobunaga, pero tuvo que capitular en. 1580. El terrible soldado fue asesinado en 1582, pero su sucesor Toyotomi Hideyoshi prosiguié su empresa de destruccién del poder de los templos. De los grandes templos sélo el Kofukuji de Nara y el Koya-san escapa- ton a ese destino comtin, si bien el primero fue incen- diado en gran parte en 1532. Uno y otro perdieron, por otro lado, casi todos sus bienes. Los monasterios dejaron de desempefiar en la vida civil del Japén el papel que habfan representado durante seis siglos; pero Hideyoshi, que, contrariamente a Nobunaga, no odiaba profunda- mente los establecimientos religiosos, los ayudé a levan- tarse. Su sucesor, Ieyasu, primer shogun Tokugawa, adop- t6 la-misma actitud de benevolencia, al mismo tiempo que de firmeza, con respecto a ellos. Desde entonces pu- dieron volver al ideal que con demasiada frecuencia ha- bian olvidado. 6. OCASO DEL BUDISMO EN EL JAPON: Pese al retorno de la-calma, el budismo no volvid a recuperar su-vitalidad. En el siglo xvi, su existencia ca- recié de brillantez, si bien conté con algunos religiosos de valia, como Tetsugen y més tarde Hakuin, y vio des- arrollarse una nueva rama del Zen importada de China, 427 la secta Obaku, que conocié un cierto éxito, pero no ocupé jamas un lugar comparable a Ja de Rinzai y la de Sot6. La popularidad de que fue objeto el neoconfucianismo en esta época, y luego los esfuerzos que se hicieron, por reaccién, en el siglo xvi1t para volver a las fuentes y a la tradicién del antiguo shintd, contribuyeron a dejar re- ducido el pensamiento bidico a un papel relativamente botroso. La revolucién de Meiji fue un golpe pata el budismo, al decretar la separacién de su culto respecto del culto shintd. En el Japdn actual, el budismo ocupa un lugar que no se puede comparar con el que ocupé en los siglos pasados; pero permanece sdlidamente implantado en la tradicién. : Gaston RENONDEAU y Bernard FRANK BIBLIOGRAFIA R. C. Armstronc, Buddbism and buddhists in Japan, Nueva York, Macmillan, 1927. Coates ¢ Isnizuxa, Hénen the buddbist Saint, KySto, 1925, H. Dumouxin, Zen, Geschichte und Gestalt, Berna, Francke, 1959, Sir Cuartes Exsor, Japanese buddhism, Londres, Arnold, 1935. Ryauon Fuyisuima, Le bouddhismejaponais. Doctrines et histoi- re des douze grandes sectes bouddbiques du Japon, Paris, Mai- sonneuve, 1889, W. Gunpert, Az introduction to the main currents of buddhist philosophy in Japan, «Transactions of the Asiatic Society of Japan», 22* serie V, dic., 1928, — Japanische Religions geschichte, Tokyo y Stuttgart, 1935. R. Linssen, Essais sur le bouddhisme en général et le Zen en Paticulier, 2 vols., Bruselas, Editions Etre Libre, 1955, H. pe Lusac, Amida, Paris, Editions du Seuil, 1955, G. Renonpeau, «Le bouddhisme au Japon», en Présence du boud- dbisme, obra dirigida por R. pe BERVAL, ntimeto especial de «France-Asie», Saigén, 1959. 428 — «La date de l’introduction du bouddhisme au Japon», T’oung pao, XLVII, 1.2, 1959. / — «Histoire des moines guettiers du Japon», Mélanges, publi- cadas por el Institut des Hautes Etudes Chinoises de Paris, I, 1997. — «Le Shugend6. Histoire, doctrine et rites des anachorétes dits yamabushi», Cahiers de la Société Asiatique, Paris, 1965. — «Le ”Traité sur l’Etat” de Nichiren, suivi de huit lettres de 1268», T’oung pao, XL, 1-3, 1950. — «La doctriné de Nichiren», Museo Guimet, Bibliothéque d’Etu- des, LVIII, Paris, 1953. — Le bouddbisme japonais, textes fondamentaux (Hénen, Shin- ran, Nichiren et Dégen), Paris, Albin Michel, 1965. E. D. Saunvers, Mudré. A study of symbolic gestures in Japa- nese buddhist sculpture, Nueva York, Pantheon Books, 1960. — Buddhism in Japan, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1964. R. Taymma, «Les deux gtands mandalas et la doctrine de |’ésotéris- me Shingon», Bulletin de la Maison Franco-Japonaise, Tokyo y Paris, 1959, TersucENn, Le sermon de Tetsugen sur le zen, trad. Shibata, Ri- sésha, Tokio, 1960. A. W. Warrs, The way of Zen, Nueva York, Pantheon Books, 1957;, trad. francesa: Le bouddbisme Zen, Paris, Payot, 1960. 429

You might also like