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La segunda enseñanza que saco es que para sacar virtud del Sagrario
hace falta tocar y saber tocar al Corazón de Jesús que está en él.
¡Saber tocar!
¡Qué!, ¿no es eso lo que quiere decir aquel «quién me ha tocado»,
en medio de aquella muchedumbre que le tocaba hasta oprimirlo?
Los discípulos, quizá sin darse cuenta, han puesto un nombre
adecuado a lo que hacen con Jesús muchos que andan con Él: «Las
muchedumbres te rodean y te oprimen».
¡Oprimir a Jesucristo!
¡Dios mío! ¡Qué miedo he sentido al fijarme en esa palabra!
¡Qué miedo y qué pena en pensar que no pocas veces las
muchedumbres que llenan tus templos y aun tus Sagrarios, están
imitando a las turbas del Evangelio; están oprimiéndote!