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— | Luce Irigaray | Ese sexo que no es uno ~ (LELRLEE ‘Akal Cusstiones de ant Diet de inser y cubiens: RAG Treduediin de ‘atl Séncher Codie todos los derechos Aispoesio en oar 270 gus oe pens Reset De severdo so sa Coss Penal podein se 8b ile matey pwc de iberad gieass seprodcenn sn preceptva suns 0 Has eh de gen pace, una bra lceaia, artic 0 cents tide ea colgier io de sper Ce sexe gud wp 8 ions de Mint, 1977 © Eéiciones Alas S.A. 2009 pe lengua espace wrwalislcom TEBN, 975-84-86020095 episio Jee: M2078 2009 Taprese 2 Lave. raanes (Madsid) » con su pleno con gue se mansengen a defender su deseo, ss mujeres fuera del ocan como mescen snocimiento; que se desde luego, etapas do de los intercam orden de las cosas sfa finalmente sien- ario, ni su lenguaje Consideraciones retrospectivas sobre la teoria psicoanalftica La teoria freudiana Orgenizacién libidinal de los estadios prec «Los individuos de ambos sexos parecen at 10s estadios de la ibido. Contra toda expectativa, la nifia pequefia, en co-anal, no manifiesta menos agresividad que el nifio pequefio... D de la fase Filia, las similitudes son infinitamente més marcadas que Asi, pues, debemas admitir que fe x ve los prime estadio sadi- sde el comienz las divergences ia pequeita es un hombrecito. Como sabi llegado a ese estadio, el muchachito aprende a procusarse, gracias su pequefio pene, sensaciones voluptuosas ¥ esa excitacién entra en relacién con di taciones de relaciones sexuales. La aifia pequefia se sive, con le misn toris atin més peque' a.ese equivalente del pene y que, sminadas rep Parece que, en ella, todos los actos de mesiurbacin inceresan ppara ambos sexos, la vagina, especificamente ferneni ns, no ha sido ain descubiertan"', Para Freud, las primeras fases del desarrollo sexual se desarrollan de maneza idéntica en el chico y la chica. Lo que se justifica p cho de que las zonas erdgenas son las mismas y desempefian un papel parecido: fxen- 6n y de satisfaccién de las lamadas pulsiones «parciales». Eses zonas tes de exci * Sigmund Freud, «La feminitén, Nouvelles conférences sur te prehesalyse, Pars, Galimard, 1dé es, Me referiré con freevencta a este articulo en ls medida en que, eserio tardkamente en Ia vida Ge Froud, retoma un buen niimero de enunciades desarroliados en ot: diferentes textes [p cen castellano todas as referencias a Fread, wéase Obras completes, Madrid, Biblioreca Nu 25 elano, pero también los Srganos gent Jas pulsiones parcisles a la vvez en calidad de zon: exdgenes son, de manera privilegiada, la boca y tales, que, aunque todavia no hayen subcrdinado to “efunci6n sexual» 0 funcién reproductiva, imvervienen @ sy gena, en particular en la masturbaci6n. La primacfa del 6rgano masculino saponer problema alguno que la bace 0 el ano sean «ne. Para Freud no parece s to a la identidad de ros» desde el punto de viste de la diferencia de sexos. En cu Jas zonas genitales mismas, diré, apoydndose en la biologia y en ob Itieas, que para la chiquilla sdlointeruiene el elitors en ese periodo de su desarrollo sexual y que el elitors puede ser considerado como un pere mutilado, un pene «més pequeion, un «resto cmbriolégico que demuestea Ia nacuraleza bisexual de jeo>, una «zona erégena parecida a la que se encuentra en el glande», De esta suer- ¥ todas sus pulsiones y place te, la nifia pequeia es cabalmente un hombrecito, ¥ sewtales, en particular snasturberorios, son en realidad «virile Esos enunciados son desssrollados, entre otras lugares, en los eoria sexual, donde se afiema que la bipésesis de wn setico y s fandamental pare dar cuenta de la econom faciones ana: aparato genital ~el sa sexual infantil de los Srean0 mascul ddos sexos. Por consiguiente, Freud sostendré luego que le libido es {que se manifiesta en el hombre oen la mujer, tanto sic objeto deseudo es Ses hombre. Esa concepciGn relativa@ la primacta del pene y al carécter forzosamen tmasculino de la libido controla, como verernos, la problemiética de la castracién y como la desarrolla F: ud. Antes de tratar la cuestidn, es preciso considerar con de tenimiento algunas implicaciones de ese «comienzo» del devenir mujer siem Consccuencias para la genitalidad infantil de la nia -e Freud, no le va a la zage al nifio pequefio en cuanto a la energ / por ejemplo, «sus impulses egresivos no son ni menos .do que ha podido observar «la increible La chiquila, di de sus pulsiones parciales. vivos ni menos numerosos»*; del mismo ma actividad fica dela chiquillas*. Ahora bien, para que acontezcs la «ferninidad», se rergero delos ensayos, ens vers sult obee todo el 2 §, Freud, Tois ests sur le tbcore de e 1915 y posterior), Pac's, Gallimard, Ti 9's, Freud, «Le feminité, 2 bit ed én los éxganos gent siones patciales ala calidad de zona er ol ano sean «ne to a le identidad de observaciones ana- odo de su desarrollo lado, un pene «ands bisexual de la mu- inde», De esta suer pulsiones y placeres s siempre mascalina, weado es mujer como vardcter forzosamen- ade la casizacién tal a considerar con d: mujer. 2 cuanto a la energia 208 no son ni menos aservar «da incresble ale cfeminidad los ensavos, ens versio serrd una represién mucho més grande de las citadas pulsiones sor parte de Ie gull , sobre todo, la transformacién de su «actividad» sexual en su contrario jnepasividad>. De esta suerte, las pulsiones parciales, en particul al igual que las escoptofilicas, las més insistentes, van a distibuisse fin wniosa complementariedad: la rendencia a epropiarse encontrar su complemen “gp en el deseo ce ser poseida, el placer de hacer suftir en el masoquismo femenino, Te] deseo de ver en las «méscaras» y el pudor que evocan las ganas de exhibirse, etc. © La diferencia de los sexes atravesard de nuevo, més tarde, la pequetia infancie, dis tnibuyendo las funciones y ls roles sexusles: «lo masculino reuniré el sujto, la act © ‘iad y la posesin del pene, lo femenino perpetuara el objeto, a pesividad y... ¢ tgano genital castradon’, Pero esa discriminacién, a cestiempo, de las pulsiones parciales, no estdinserita en la actividad sexual de le pequefia infancy Freud dara fescasa cuenta de los efectos de la represién paza/por la mujer de esa energia sexual infantil. Insistir4, sin embargo, en que Ja femineidad se caracteriza, y debe caracteri- ‘arse, por una represi6n mas precoz y més inflexible de 2s sexuales ¥ wns ‘mayor inclinacién @ la pasividad En el fondo, le chiquilla ama a su madre como un hombrecito. La relacién espe fea de la nifie-mujer con la medre-mujer apenas es considerada por Freud. Sélo 2 ‘alia hora volverd sobre el pre-Edipo de la nifia fia como un campo de i vestigaciones que habia sido escasamente analizado, Pero durante mucho tiempo, ¢ incluso entonces, considera el deseo de le chiguilla hacia su madre como deseo ‘i rile, ofilico». De ahi la zenuncia, necesaria, a ese vineulo con la madre y, ade: «odio» hacia su madre, cuando Ja nifia deseubra que en lo que xual valioso ella esta capada. Y que asf sucede con toda muj gia de las pulsiones parciales Freud, el andlisis de las pulsiones parciales se elabore a pattir de los deseos anatémica cuya represién traumatizante constata en la neurosis, y su realizacién en los casos de perversi6n. Las mucosas orales y anales se ven enton: das 2 im ponen los fantasmas y comportamientos sexuales de tipo sadomasoquista, voyeutis: , exhibicionista. Si Freud infiere la sexualidad infantil de los neu los perversos a partir de su sintomacologia, nos hace saber al mismo tempo que esos sintomas son el efecto, bien ce una disposicién congénita (donde pecio a las zonas genitales. En la misma medida en que tics y S. Freud, «Lorganisation génital infantiles, Le vie sexuelle, Pris, PUR Bibliotéque de psycho aly cién de Ja evolucién sexual. anclaje anarémico de su teoris bien de una intern ‘Asi, pues, la sexualidad de Ja mujer podria ser perturbada, bi ico (de los « s hermafroditas» que determinan una homosexualida ejemplo), bien por una suspensién en un periodo de su devenir mujer: de donde desprende la preponderancia de les mucosas orales que reconocemos, también, en la homosexualidad. Ec cuanto a las pulsiones escoptofilicas y sadomasoquistas, Da recen tan apremiantes que Freud no las excluird de la economia genitel, para rec peturlas mediante su diferenciacién sexual -recordemos la oposiciOn ver/ser vist. hacer sufrir/sufsit, Lo que no quiere decir que una relacién sexval que se convirtie ra. las mismas no fuera, a 83 juicio, patoldgica. Asi, pues, la patologis sexual feme ning tendsia que ser int en términos de pre-Edipo, como jijecibu 2 ga de la mucosa oral, pero también al exhibicionisnzo y al masoguismo, Por supuesto, ‘otros acontecimientos podran determinar una «regresién>, calificada de mérbida, a egenitales, con arreglo a distintas modalidades. Para consider por «errom anaré. los estadios pr habré que recuperar la hiscoria del «devenir una mujer normeb», sega Freud y. dh modo mis especifico, la relacidn de la chiquilla con ef complejo de castracisn. Expecificidad del complejo de castracién femenino io de Edipo, su Si el complejo de castracion marca para ei nifio el declive del coms cede de otro modo, y casi a la inversa, en el caso de fa nifta. ara considerarlas, segin Freud y, de de castracién. plejo de Edipo, su- uueba que el pene, © el cuerpo, que al . By zodo el mundo, ello Igunas persones no acipio, y luego se lo dha cometida por el — no tienen. La si6n para ese des- Jo que ha visto, sobre todo a su lescarga de los afec: als que el nigo pe se de prychanalyse, ee P iqeioa : perder su pene, 6teano muy cargado en términos narcisistas, es lo g | abandonat su posicién edfoica: deseo de posesr ¢ 1a madze y eiminar « su ¢ dre. De donde se desprender’ la formacion del supery6, herencis del complejo Euipo, y goasdién de los valores sociales, moras, culzurales yceligiosos. Preud in teen el beebo de que «sé se puede apreciar en su justo valor el significado del compl ide castracion cuondo se tenga en consideracién se aparicion en la fase de “el falo»', lo que asegura, como hemes visto, el reagrupamiento y la jerarquizacién de Jes pulsiones parciales en la genitalidad infantil, De tal suerte que un solo sexo, ¢] reconocido como valioso por los nifios asi como por las nifias. tonces, cabe imaginar lo que debe ser el complejo de castracién para it en el clitoris, un Greano félico apreciable. Y, a semejanza de racies 2 la masturbacién voluptuosas sensactones, Pero la ticidn del pene ~al igual yal revés de lo que le ocurre al nifio pequefio cuando des: ube los 6rgenos genitales de su hermane—le demuestea hasta qué punto su clitoris es incapee de aguantar la comparacién con el érgano sexual del nifio, Ella com- prende entonces el perjuicio ~anatémico~ que le ha tocado en suerte, y 4 tara castracién, no como la amenaza de una pérdida, el miedo a su realiza como un hecho ya consumado: una amputacién realizada. Elle reconoce, o deberis reconocer, que en comparacién con el nifio ella no tiene sexo, o al menos que lo ella considerabe un sexo valioso no es més que wn pene muttlado. Le envidia del pene y la entrada en el complejo de Edipo La chiquilla no se zesigna con facilidad a esa castraci6n efectiva, que representa sana herida nareisista. De abla «ensiidie del penen, que determinaré, en su mayo: parte, su evolucién ulterior, En efecto, le chiquilla espera, y continGa haciéndolo mucho mis rarde, encontrarse us dia provista de un «verdadero» pene, que sv S diminuro tiene que desarrollarse atin y, tal vee algtin dia, agnantar la compareci sperando Ia cont con el de su hermano, con Jos de sus compafieros de juegos. macién de tales esperanzas, v2 « dirigir sus deseos hacia su padre, desea de él lo que ella no tiene: el tan preciado érgano masculino. Le «ent conduce a apartarse de su madre, 2 la que culpa de baberla dotedo tan mal punto de vista sexual, y gracias a la cual comprende poco a poco que comparte su isin suerte, que esté, como ella, capada. Doblemente engaftads por su madre, su do obter de 7 S, Freud, «Lorganisation génitale inf, ct, 29 primer «objeto» sexual, ella le abandona pare entrar en el complejo de Edipo, o de. se0 hacia su padre, De esta suerte, el complejo de Edipo sucede, al revés de la se- cuencia observada en el caso del nific pequefio, a complejo de ce Pero, para la chiguilla, el complejo de Edipo podrd subsistr durante mucho Hens po. En efecto, ella no tiene por qué tener la pérdida de un sexo que no tiene. ¥ s6lo Seréa las frustcaciones reiteradas por parte del padre las que la conducirén, mucho aencia de manera incompleta, a apartar de él su deseo. Cabe in- Jes condiciones, compromet- mas tarde y con fre feric de elo que le formacton del superyé se verd, ent da, lo que dejaré a la chiquilla, a la mujer, en un estado de dependencia infantil res pecto al padre, al hombre-padre ~que hace las funciones de superyé- ¥ que la tomnara inepta para la patticipacién en los intereses sociales y culturales més ap: ciables. Poco auténoma, la chiquilla estaré ademés poco dotada para las catexis ‘cobjetivasy que estén en juego en la ciudad, toda vez. que sus comportamientos tén movidos bien por los celos, el rencor, la «envidia del pene», bien por el miedo a perder el amor de sus padres 0 ce sus substirutos. “Ahora bien, transfiriendo sobre su padre el apego que ella tenfa hacia su madre, realizando ese cambio de «objeto» sexual que exige de ella su condici6n f la chiquilla no ha terminado su periplo. Y, como insiste Freud, «devenir maciones mucho mas complejas y penosas que las que se «envi normal» exige trans cisan en el desacrollo, mas lineal, de Ia sexualidad masculine’. En efecto, si dia del pene» determina que la chiquilla desee a su padte, puesto que tal ves éste habté de darsclo, es preciso aiin que esa wenvidia» en exceso «activan deje paso 2 la receptividad «pasivan que se espera de la sexvalided, y del sexo, de la mujer. Que zona erégena clitoridiana «peneana» ceda su importancia a Ja vagina, que co evslot como mozada del pene, recogiendo la hezen: Pla el seno maternow (uilla debe cambiar no s6lo de objeto sexual, sino también de zona erdgena, Pata cual se hace necesaria una «presion la insteuracién de la feminidad de pasividad» absolutamente indispensable pat El deseo de «tener un nifio Eso no es todo. Pare Freud, la «funcién sexual» es principalmente la funciér reproductora. En cuanto tal, reunied y someteré todas las pulsiones « le primaci de la procreacién. Ast, pues, es preciso que la mujer sea inducida 2 privilegiee titada «funcién sexual, que lo que ponga término a su evolucién libidinal sea € © §, Fread, «La femini 9/5, Freud, «Locganisation génitale infantile, et. 30 lejo de Edipo, o de al revés de la se castracién, lurante mucho tiem. que no tiene. ¥ sélo conducirén, mucho ‘su deseo. Cabe in ciones, corspromett adencia infantil res superyé-, y que la uulturales mas aj sda para las eatexis omportamientos es- bien por el miedo a «devenir una mujer sque les que se pre efecto, sila «envi sto que tal vez éste stivas deje paso ala dele mujer. Quela vagina, que cobraré Le chi- sna erdgena. Para lo indispensable para materno»? almente la funcién nes @ la primacia a a privilegiar le 5i6n libidinal sea el 1 Elldeseo de obtener el pene del padre sera reempl ionde éste se convierte, con arzeglo a una equivalencia andlizade por ta si el recién nacido es un muchachito, portador del tan codiciado pene. De esta = suerte, con el nifio que trae al mundo, ella se verd recompensada de la humillacin narcisista inevitablemente asociada a la condicidn femenina. Por supuesto, 's 0 pequefia no tendré, realmente, un nifio de su pad. Seré preciso que espere para {que ese deseo infantil pueda realizarse algiin dia. ¥ en el rechazo que el padre opo: ne a todos sus deseos se basard el motivo de la transferencia de sus pulsiones a otzo hombre, eventualmente un sustituto pater. Una vez convertida en la madre de un nifo, la mujer podrd «trasladar a su hijo todo el orgullo que i no le permitié tener a ella», y, toda vez que la falta de pene n ha perdido naca de su poder de motivacién, «sélo las relaciones entre la madre y su hijo son capaces de dara la madre una plena satisfaccién, porque, de todas las ciones humanas, son las més perfectas y las més desprovistas de am partir de entonces, exe modelo, perfecto, de amor humano, podré tre. ade tal sverte que la felicidad conyugal no estard asegurada del todo hasta que la mujer no hays conseguide hacer de su esposo wn nifion™. Asf, pues, el dificil rrido que la chiguilla, la mujer, deben hacer necesariamente para realizar su «fem nidad», culmina con el salumbcamiento de un hijo, con la mateznalizacién del aifio Formaciones patol6gicas postedtpicas Sin duda, esa evoluci6n es susceptible de detenciones, de estasts, en determina dos periodos de su desarrollo, o incluso de regresiones, Asistimos enconces a las for maciones paroldgicas especificas de la sexualidad femenina. El complejo de visilidad y la homosexualidad De esta suerte, el descubrimiento de la castracién puede desemboe: ena claboracién de «un poderoso complejo de virlidad>. «Bn ese ® S, Freud, «Ls feminité, cit. se niega a eceptar la dura reelidad, exagera obstinadamente su acsiud vii, persiste en su actividad clitoridiana y busca su salvaci6n en una identificacién con la madre félica a con el padres”. La consecuencia extrema de exe complejo de virilidad se loca ‘aon la economia sexualy nla elec de objeto de la bomnosexual, la cual, habiendo adoptado par regla general a su padze como «objeto», conforme al complejo de Edi po fernenino, sufre luego una regresin a la virlidad infanri, a causa de las decepcio tes inevitables, que ha sultide por parte de aquél. Su objeto de deseo es elegido, 2 partir de entonces, conforme al modo masculino y ella adopta «claramente el rmasculino en su comportamiento respecto al objeto amado», «No sélo elige un abje to del sexo femenino, sino que ademés adopta, hacia exe objeto, una ectitud virl Ella deviene, en cierto modo, «hombre, y en ly dre, adopra a su madre como objeto de amor»'s. Sin egar a tales extremos, la alternancia repetida de cen las que una veces predomina la virlidad y otras la feminidad, tal vez expliqy enigma que representa la mujer para el hombre, enigma que ence tacién en le importancia de le bisexualidad en la vida de la mujer. Por otra parte, la protesta viril dela mujer no se resolveri te, a juicio de Freud, de resultas de Jo cual la «envidia del pene», tratan su infeviorided sexual, daria cuenta de muchas particularidades de una fi To demas «normal>. De esta suerte: «una cleccisn de objeto mas determinade por hombre, «la vanidad corporal», ela falta de sentido jo de paliar ninided pe nerdisismo» que en el caso del de la justicia», ¢ incluso el pudor, cuya funcién sezia ante todo le de «enma 0 a la efacultad més debi ganos genitaless, En cusn caricter defectuoso de los que la mujer tiene para sublimar sus instintos», y a su falta, correlative, pacién en los intereses sociales y cul wurales, hemos visto que procederian de Ja es. pecificidad de la relaciéa de la mujer con el complejo de Edipo y de lo que de ello se desprende para la formacién del supery6. Estas caracteristicas de la feminided, poco alegres, a decir verdad, no son sin embargo patolégicas. Pertenecerian, ¢juieio de Freud, ala evolucién «normaly de la femineidad™ La frigidez cuencia de la fr Ms inguictante resultarfa la constatacién de la le mujer. Pero, aunque admite que se trata de un fenémeno atin mal © Freud parece querer encontrar en ello una confirmacién de le des oid 5 §, Freud, «Psychopénése d'un eas Phomosexualtéfémininen, ci. lopte «claramente el tips ». «No sélo elige un obje- objeto, una ectitud viriby, vadze, adopta a su aancia repetide de épocas. nidad, tal vez explique el e encontraria su interpre rnjer. a nunca completamen: pene», tratando de paliar ides de una fe a més determinada por el vrabp, ela falta de sentido ode la de cenmascarer el ale «daculted més débil a, correlativa, de parti ue procederian de la es- dipe y de lo gue de elo stistcas de la feminidad, 3s. Pertenecerian, ajuico. ia de Ua jrigidex sexual en veno atin mal explicado, 2a desvencaja sexual na dela mujer. En efecto, «parece que la libido s una represin ma. ‘estd obligada a ponerse al servicio de la funcién femenina y que... le que en el caso de la virilidad. C feda confiada al hombre y, permanece, h FExiimiento de la muje»™, Que la frigider pueda ser el efecto de semejante con lente, violadora~ de las relaciones sexuales (que atribuye la frigidea bien 2 Ja inferioridad sexual de toda mujer, bien 2 sigga factor constitucional, o incluso anatémicon, que perturba la sexualidad de ‘se encuentra acerca de lo En cuanto al masoguismo, zdcbe ser considerado como factor de una feminidad soma? Algo gue parecen svar algunos enunciados de Freud, As as rea “sociales y su propia constitucién obligan a la {6s, de ahi Ja formacién de tendencias fuertemente masoquistas que logran ero: Jas tendencias destruttivas dirigidas hacia dentro. Asf, pues, el masoquismo: balmente, tal y como hemos dicho, especificamente femenina»'®, gO acaso const = quye'el masoquismo una desviacién sexual, un proceso mérbido, particularmente frecuente en las mujeres? Sin dude, la sespuesta de Freud seria que, si el mesoquis ‘ho es una componente de le femineidad «normal, ésta no puede reducisse sin mé al mismo. Bl andlisis del fantasma «Pegan 9 un nifion"’, da a la vez una descripcié: bastante completa de la organizacién genital de la mujer e indica cémo el masoquis- ‘mo esté implicado en ella: el deseo incestuoso de le-nifia hacia su padre, sus ganas detener us hijo suyo, yel ankelo corzelativo de ver cSmo pegan el hermano rival y de ‘estado, tanto porque seria el hijo que la nifia no tuvo con su padre como p oe | 6814 dotado de pene, todos esos deseos, ganas y anhelos de la chiquilla soa some: =) | dos 2 la represién mediante la prohibicién tanto de las relaciones incestuoses come a #de las pulsiones sadicas y, por regla general, «activas». De donde se desprende |: ssformacién del deseo de que peguen al hermano cn cl fantasma de ser pegeda al mismo de estos. La interpretacién de ese fantasma podsla ser también la siguiente: mi pa- dre me pega con los rasgos del nifio que yo quertia ser, ¢ incluso: me p ¢ soy aiffa, es decir, inferior desde el punto de vista sexual; lo que puede traducitse: cuando me pegan, pegan al clitoris, se érgano masculino muy pequefi pequefio: ese nifio pequefio que se niega a crecer. La histeria Respecto a la cuestién de si le histeria inaugura la escena y ademés el dis. analitico ~hay que remitirse, a este respecto, a los Estudios sobre la Freud y J. Breuer-, de si las primeras pacientes de Freud son histérices, ef exhaustivo de los sintomas en juego en la histeria y su vinculacién con el di de la sexualidad de la mujer desbordarian ef marco de este resumen de les posic! nes freudianas, y ademés aiin no se ha llevado a cabo un agrupamiento sistematico de los diferentes momentos de interrogacién sobre la histerie en la obra de Freud. Recordemos sencillamente que, para éte la histeria no constituye una parologia sarrolio clusivamente femenina. Por otra parte, encontramos definidas, a propésito del «Anilisis del caso Dora»’s, las modalidades positiva ¢ invertida del complejo de Edipo femer un lado; deseo hacia ia madre y odio hacie el padre, por el otro. Es le Edipo podsia localizarse en la sintomatologfa histérica. Regresando, mucho més tarde, sobre la cuestién del pre-Edipo de la nifia, afirmard que, en todo caso, hay una relecién particularmente estrecha entre la fase del vinculo con la madre y la ctiologia de la histeria»"®, Aunque la histeria exhibe ante todo fantasmas edipicos -que ademas son presentados a menudo como trai miticos-, es preciso volver al estadio preedipico para comprender un poco lo que se oculta detras de esa escalada edipica. ino, a saber: deseo hacia el padre y odio hacia la madre, Consideraciones retrospectivas sobre el pre-Hdipo de la nifta Les consideraciones retrospectivas sobre la cuestién del pre-Edipo de Ja nitia por parce de Freud ~a las que habia sido invitado, y en las cuales fue ayudado, por los ceabajos de mujeres psicoanalistas (Ruth Mack Brunswick, Jeanne Lampl de rgients d'une analyse d'hystérie (Dasabs, Cing prpohanalpses, PUR, Biblioteaue eps » S, Freud, «Sucla sexualitéfEminines, Le oe sexuelle, it 34 oign la siguiente: mi pa- icluso: me pega porque > que puede traducirse: uy pequefio, demasiado go, de esa primera fase de la oxganizaci6n libidinal fem fodo algunos aspectos que podsian calificarse de negetivos, 0 en cuala problematicos. Es el caso de las nurmerosas quejas que la chiguille tiene de ss madre destete demasiado prematuro, insatisfaccién de una ilimitada necesidad de amor, cobligacién de compartir el amor materno con sus hermanas y hermanos, prob ‘cién de la masturbacién, que llega después de la excitacién de las zonas et i por parte de la madre, y sobre todo el hecho de haber nacido nifa, es decir, des aa histéticas, el andlisis | provista del Srgano sexual félico. De ello se desprenderia una ambivalencia consi lacién con el desarrollo derable en el apego de la nifia a su madre, ambivalencia cuya ret esumien de las posci. portucbatia la relacién conyugal con conflictos casi irresolubles ‘upamiento sistemético mujer a la ectivided tendrla que considerarse también, en buena medida, como ut igen la obra de Freud. intento de la chiquilla de desprenderse de la necesidad de su madre haciendo tay ademas el discurso 5 sobre la bisteria de S, itaye una patologiecx- | como ella. Aparte del hecho de que la nia pequefia habria deseado, en tanto que aidas, a propésito del ttida del complejo de le made, por un lado; versiin del complejo de falica, seducir a su madre y hacerle un nifio. Asi, pues, algunas rendencias dema- siado «sctivasm en la organizacién libidinal de la mujer han de ser interrogadas = menudo como resurgenciss, represién insuficienze de la relacién con la madre, de cal suerte que las «pulsiones de meta pasiva» se desarrollarfan en proporcién al relacién con lz madre por parte de la nifia. Tampoce hay que re ‘dipo dela nifia, Freud tar importancia el hecho de que le ambivalencia de la chiquilla hacia su madre aca- cestrecha entre la fase rea pulsiones agresivas y sédicas, pulsiones cuya insuficiente represién 0 cuya in aque la histeria exhibe 6 contratio, podrén constituir el germen de sna paranoia ulterior que a menudo como trau- ha de ser intezrogada al mismo tiempo como algo procedente de las inevitables Ger un poco lo que se feustraciones impuestas a su hija por parte de la madre -durante el destete, el des- cubrimiento de ia «castracién» de la mujer, por ejemplo y de las reacciones agresi- vas de le chiguilla. De donde nace el temor a gue su made Ia mate, la desconfia yl control permanente de las amenazas procedentes de ésta 0 de sus sustitutas. pre-Edipo de la nifa ales fue ayudado, por ck, Jeanne Lampl de El xcontinente negro» del psicoandiisis Con independencia de los hallazgos de esta suerte realizados, Freud continuara calificando atin la sexualidad femenina como «continente negro» del psicoandlisis walyses, PUR, Biblioteque ® § Freud, ala feminitén, ct. Declarard haberse quedado en la «prebistoria de le mujer», admi nis, que el mismo periodo del pre-Edipo «sorprende como, en otto dominio, el des. brimiento de la civilizacién minoico-micénice antecesora de ia de los griegos. Con independencia de lo que haya dicho o escrito sobre e! desarrollo sexual de le mujer, &te no deja de resultarle muy enig ende en modo algun ha ber agrado Ja cuesti6n, Invite, en el momento de abordarla, ala prudencia, en par. ticular en Jo que atafe a las determinaciones sociales que ocultan parcialmente lo gue corresponderfa a la sexualidad femenina, En efecto, con frecuencia éstas colo. can ala mujer en situaciones pasivas, obligéndole a reprimis sus instintos ag ponigndola en dificultades a la hora de la eleccién de sus objetos de deseo, etc. Los prejuicios corren el riesgo de estorbar, en Io que ataiie a este campo de inve Ia objetividad de las investigaciones, y ~queriendo d roversias~ Freud volveré sobre le afin 6 dad en debates tan sujetos a coi que le libido es forzosamente masculina para sostener que no hay en re: ero que ésta puede ponerse al servicio de «metas pasivas» en d que una sola libido, el caso de la feminidad®. Lo que en modo alguno constituia una impugnsci hecho de que esa libido dea ser més reprimida en la economia sexual de le mujer. Esto explicaria la insistencia, la permanencia, de la «envidia del pene», inc ‘cuando le femineidad esté mejor establecida Esos consejos de prudencia, esos ajustes de enunciados anieriozes, no im rn que Freud ignore el andlisis de las determinaciones socioeconémices y rales que regulan, a su vez, la evolucién sexual de la mujer; ¢ incluso, o incluss ‘que reaccione negativamente a las investigaciones de los analistas que s¢ reb: contra la Sptica exclusivamente masculina que domina su teorfa y la de alguno: de sus discipulos/as en lo que acaiie al «devenir mujer». Raz6n por la cual, eung dio su aprobacién « los trabajos de Jeanne Lampl de Groot, Ruth Mack Bruns wick, Héléne Deutsch ¢ incluso, con algunas reservas, a los de Karl Absaham aunque lleg6 2 inscribis los resultados en sus dtimos escritos sobre el proble: siempre se mostré desfavorable a los iatentos de Karen Homey, Mélanie Klei Emnest Jones de elaborar hipécesis sobre la sexualidad de la mujer algo mencs preserivas por pardmertos masculinos, algo menos dominadas por la «eavidia «cl pene», Sin duda, él veia en ello, ademas del disgusto de verse criticado por sus disefpulos, el riesgo de ver puesto en tela de juicio el complejo de castracisi te menino tal y como él lo habie definido. * Ibid © SS, Fread, «Sur la sewulitéféminines ci ep", admitiendo, adem n otto dominio, el desl va de la de los griegog nir sus instintos age objetos de deseo, ete. Logs este campo de investiga: dat prucba de imparcial sobre la afitmaciéa de realidad még ‘do de ametas pasivess en ia una impugnacién del xual de la mujer vidia del pene», inci er ¢ incluso, o in analistas que se rebelen orfa y la de algunos/as 26n por la cual, a oot, Ruth Mack Beuns- os de Karl Abraham, y tos sobre el problema, omey, Mélanie Klein y la mujer algo menos tas por la cenwvidia del verse critieade por sus plejo de castracién fe- Pel desarrollo sexual des sende en modo alguno be » ala prudencis, en pare « ocultan parcialmente Ig con frecuencia éscas colo. cia éstas colo. aay cdicar la evoluci6n sexual de la chiguille, debia ser «invertidan. La interpre se ve considerablemente modificade gue apacta a la nifia de su madre, que a su padre, que podria dérselo; lo que sucede es que la ch “guile ba visto frustrado su deseo especificamente femenino de relaciones ine “as il padve, basta tal punto que llega, secundariamente, 2 cenvidiary el pene como sust to de aquel. Asi, pues, el deseo de la chiguilla, de la mujer, ya no es el de ser un hom- re, Si ella liege a la ccnvidian, postedip) Ibrey tener pene para ser (como) un hom de apropiarse el pene, lo hace para compensar su decepcién por haberse visto, obje- talmente, privads del mismo, ¥ también, o también, para defenderse de la culpabili dad correspondiente a sus deseos incestuosos y de une eventual penesracién sédica del pace, que elle teme tanco como deses®. Lo cue supone que entonces la chiguila 70 be descubierto la vagina, a diferencia de las afirmaciones d: ‘que la vagina permanece largo tiempo ignorada por ‘Ahora bien, hablar de ignorancia no seria lo mas adecuado en lo que atafie a Jacién de la chiquilla con su vagina, sino que habria que hacerlo més bien de «denega- cep. Lo que explicaria que pueda aparecer ignorante, conscientemente, delo gue ‘Fsa adenegacidn» de la vagina por parce de la chiquilla se justificaria por el hecho de que ¢l conocimiento de esa parte de su sexo no se encuent ido y {quees,asuver, temido, La comparacién del pene de un hombce adulto con la exigitidad de la vagina infantil la visién de las menstruaciones, o incluso eventuales y dolorosos desgazros del himen durante exploraciones manuales han podido, en efecto, insigar en la chiguilla el emor a tener una vagina, y a negar lo que el ya sabe de su existencia, Karen Homey, «De la gentse du complexe de castration», Le psychologic de la ferone seologis fomenina, Buenos Aites, Peique, 1976) seme, cit. Sobre este punto, Payor, Bibliotéque scientifique fed. cast. K. Horney, «La aégation du vaginn, “Homey recoge y desarrolla las afirmaciones de J. Muller en «A contribution 10 the problem of 2 prychologie de La neurosis cultural de la mujer de las tes Mas adelante, Karen Horney se distanciaré més at puesto que se referird casi exclusivamente a las determinaciones sociocultural. para der cuenta de los caracteres especificos de la Hamada sexuelidad fereenina. La influencia de las sociGlogas y antropélogas estadounidenses, tales como Kardine Margaret Mead y Ruth Benedict provocd en ella un alejamiento cas, a las q reemplazar,o2 udianas, | marcado ce las visiones psicoanaliticas cla agregarse criticéndolas, el andlisis de los fact claboracién de una sexualidad «normal» como en la etiologia de una Desde esa perspec niinserita, por/en | ne «naturaleza» femenina, correla es preciso interpretarla més bien como sintoma defensivo, que protege a la mujer de la condicién politica, econdmica, social y cultural que es la supa y que al mismo le impediria contribuir eficaamente a la transformacién del destino que le a tocado en suerte, La «envidie del pene» traduciria el despecho de la celos, por no tener derecho a las ventajas, sobre todo sexuales, reservadas exelust vamente a los hombres: «autonomian, «libertad, afuerza», et, pet por su escasa participacién en las responsabilidades politicas, sociales, culrurales, de las que esti exeluida desde hace siglos. De sea desde entonces el «anor», de tal suerte elevado por ella al rango de valor nico sociales y culturales tanto en la § Ja «envidia del penen ya no ¢s pres de un «defecto anatémicon, ete. Sino que tier aier, sus { gue st y absoluto. Asi, pues, Ia «envidia» J indice de una «inferioridad» que partirfa, de hecho, con los demés oprimidos de la cultura occiden Sos, os locos, etc. ¥ la aceptacién, por elle, de un «destino» biolSgico justiciay que se habrfa cometido con ella en Ja constitucién de sus érganos sex seria La negativa a tomar en consideracién los factore’ gue, en realidad, explican supuesta «inferioridade. Dicho de otra manera, la neurosis de la mujer, a juicio de Karen Horney, apenas se dis: le asigna la civilizacién occidental” a saber, los r de una « tinguitia de una componente indispensable para «le ad: resignarse al papel, ent sna mujer normal» seg Hbidinal development of the geni vol. 13 K. Homey, aha survelorisation de V'amourm, Le prycbologie de babria que remitir también alos sriculos: «Le probléme du masocki soin névrotique d'amour», etcéter hase in gicls», Insernatione! Journal of Psychoane ey cit, A desir ver Ferner, «Ls be de las cesis freudianas, inaciones soctoculturales sexualided forenina. La es, tales como Kardiner, ejamiento cada vez més | evino a reemplezar, oa y culturales tanto en la iologia de una neurosis serita, ni inscrita, por/en aatémico», etc. Sino que 9, gue protege a la mujer | 5 la suye y que al mismo racién del destino que le Jespecho de la mujer, sus aales, reservadas éxclusi- rza», etc,, pero también 3 ales, — quela nia sélo obtiene placer ac: ilegiada del clitoris es ya un proceso defensivo contra la erosizacion vaginal sa, mas problemética, en ese estadio del desarrollo sexual. Las excita. clones vaginales son las mis precoces, pero los fantasmas de incorporacién del pene del padre y de destruccién de la madre rival que acompafian a éstas provocan ena chiguilla la angustie ante medidas de represalia por pare para vengarse podria llegar a despojarla de sus Srganos sexuales internos. Puesto _que ninguna verificaci6n, ninguna prueba de la «realidad» permien verificar la in dane Klein, Como Karen Homey, veremos emo inv {a algunas secuencias de acontecimientos consecutivos establecidas por d ¥, de mcwo como aquela, defenders que la cen dl pene» es ura for “Les diferencias con Freud se amuncian, por asf decitlo, enseguida: desde fF eptincipio». Puesto que Melanie Klein se niega a similar la masturbacién clitort © diana a una actividad masculina. El clitoris es un érga no genital femenino; por lo ‘imica posicién de retirada a.al rango de valor tnico idad» que la mujer com: neck o» bioldgico, de una «in- de sus ér en realidad, explican esa is de la mujer, a juicio de + indispensable para «de- entre o:10s el sexual, que al ~a sabei nos sexuales, por tales fancasmas, la chiquilla se ve llevada a renunciar, provisionalm _ erotizacién vaginal, Como quiera que sea, la nifia pequefia no ha esperado al «complejo ci6n» para acercarse a su padre. En su caso, el «complejo de Edipo» operari economia de las pulsiones pregenitales, y sobre todo de les pulsiones orales®. De Suerte, no sélo el destete del «buen seno» acarrea la hostilidad de la nifia peque- Melanie Klein, «Les stades précoces du conflit oedipiem», Essie de pry iblioch2que sciesifiqne [para consultar en castellano las obras de M. Kein, véase Obes eo areslona, Paidds, 1990] © M. Klein, «les premiere stades da confit sedipien tla formation du surmoin, Pychen , Payor, Bibliovaque scientifique af Journal of Psychoanalysis, a forme, cis. & decic verdad, visme chez la femmes, eLe be- a hacia su madre -hostilidad que seté, en un primer momento, proyectada sobre ésta como temor de que sea una «mala madre»- sino que ademas esa relacién cor fictiva con le made se vera agravada por el hecho de que ella represents le pro} bicién ce la saisfaccién oral de los deseos edipicos, la que se opone a la incorpore. ida del pene paterno. Intzoyectar el pene del padze, tal seria, juicio de Melanie Klein, la primera forma del deseo del pene en la nifia. Asi, pues, no se tratatia de “cenvidia del pene» en el sentido freudiano del término, de le tendencia 2 aprop' te el atibuto de la potencia viel para ser (como) un hombre, sino de le expresin, desde la fase oral, de deseos femneninos de invromisién del pene. Por lo tanto, el edi. po de la nifia no es le contrepartida de un «complejo de castracién» que Ja impuisa adre el sexo que ella no tiene, sino que estaria activo desde los 2, Ese precocidad edipica de la chiquilla se via a esperar de primeros apetivos sexuales de la « Ha acentuada por el hecho de que las pulsiones genitales en la mujer privilegian le receptividad, como las pulsiones orsles. Identificaciones masculinas defensivas Sin duda, esa precocidad edipica no estaria exenta de riesg del padre es susceptible de colmar los deseos de la chiquilla, pero también puede, al mismo tiempo, destruir, Es «bueno» y «malo», vivificante y mortifero, preso @ su vez del, implacable embivelencia amor/odio, de la dualidad de las pulsiones de vids y ¢ muerte, Ademas, la primera atraccién hacia el pene del padre aspira al mismo er. ls para la chiquilia se contenidos en dl medida en que ya ha sido introyectado por la madre. Ast, pus, ve de los hij trate de aduedarse del pene patemno, y eventualm: dre: lo que conlleva agresién « ésta, que puede legar a replicar de teuyendo el in: porsclas la angustia de la nite pequeiia en lo concerniente al pene del padre y ¢ la vegans cuerpo dela rior» del cuerpo de la nia y los «objetos buenos» ya inct la madre 12 generelmente a abandomar esa primera estracturacién, femevr de su libido, ya identificarse, como medida defensiva, con el pene del padre 0 pode mismo. Ella adopta entonces una posicién «masculina» en ceacci6s lar tracién y a los peligros de sus deseos edipicos. Asi, pues, esa masculinidad es de cho secundaria y sa funci6n consiste en ocultaro incluso asegurat la represi¢n cl los fantasmas incestuosos: deseo de ocupar el lugar de la madre junto al padre y de te ner un hijo suyo* °° M. Klein, «Le setendssemeit des premiétes situations ansiogines sure développement». dela fille, sid 3M, Klein, «Le complexe o’Oedipe ecaité par les angoisses précoces», Boats de psycholue's ot 40 uiendencia @ spropiars 2, sino de la expresi te, Por lo tanto, ele o» cue la impulse fa activ ca ce le chiquilla s ve la mujer privilegi 0s. El pene del padre abién puede, al mismo fo, preso a su vez dela pulsiones y @ aspira al mismo en la xes, para la chiguilla se hijos, contenidos en el de Degar 2 replica: des snos» ya incorporados pene del padre o con el » en reaccién ala fr masculinida urar la represién deo junto al padre y de te Fencia de Freud, Emest Jones acogeré con gran interés las modificaciones Fas mujeres, como Karen Horney y Melanie Klein, aportan ¢ las primeras Ba cones psicoanalticesrlaivas ala sexulided ferenina, La r6n de ello e- By Gada, en una interrogacién mucho més profunda, en él, sobre lor deseos fe del hombre y sobre la angustia de castracién que acompari, en el nif, ¢ la iifieaciOn con el sexo de la mujer, sobre todo en la relacién cox el padh TSgriente del eseo y del temor de esa identificacién, Emest Jones pudo aventu- acontinente negtor de la feminidad, e inte id a defender los cimientos de un nuevo edificio teérico. El easo es que, sin es “ar conforme con algunas posiciones ~las sostenidas por Karen Homey en ia segu “Bi parte de su obra-, negindose a marcar frente a Freud las rupturas que hebian Fido a cabo algunos/as de sus alumnos/as, intenta conciliar el punto de vista raudiano con las nuevas aportaciones de psicoanalistas que atafien al desarrollo se- ual de la mujer, aportaciones a las que afiade su contribucién. Castracion y afénisis ‘Ast, pues, colocandose en cierto modo como érbitro del debate y tratando de en conirar los acverdos posibles entze posiciones divergentes, mantiene la concepci freudiana del complejo de Edipo femenino, pero demuestra que los descubrimicn: de las analistas de nios sobre el pce-Edipo de la chiquilla invitan « modificae la for tmulacién de la relacin de ésta con el complejo de Edipo. ¥, en primer lugar, diferen- Gia la eastrcion ~o amenaza de perder la capacidad de goce sexual genital~ de fa nists, que representaria la deseparicion total y permanente de todo goce sexual. Si se piense en tales términos, se comprenderd que el temor @ a «afinisis», « consecuencia Ge la frustracin radical de sus deseos edipicos, empuje a la chiquilla ¢ xenunciar 8 su feminidad para identificarse con el sexo que se sustrac a su placer”, De esta suerte, élla pone remedio, imaginario, a la angustia de estar privada para siempre de todo _ goce. Esa solucidn tiene ademas la ventaja de aliviar la culpabilidad vinculada s€08 incestuos0s. Si esa opcién es levada hasta al final, desemboca en la homosexuali- ire Par, aye [para conten en eslano, vase Obras esd, Berson Ce dad, pero la reconocemes bajo una forma atenuada en el desarrollo normal de laf. rminidad. En éste representa una reaccién secundaria y defensive contra le angusta de In efinasis que sucede a la no respuesta a sus deseos por parte de su padre Las distintas interpretaciones de la «envidia del pene» Asi, pues, le chiquille era emujem antes de pesar por esa masculinidad reactivs, Y ‘encontramos indices de esa feminidad precoz en los lamados estadios «pregenita. les», La envidia del pene es en primer lugar el deseo de incorporarse el pene, €10¢3, un deseo halo-erético ya localizable en el estadio oral. La zona de atraccién del pene, c eta, se Gesplaza més tarde gracias al funcionamiento de la equivalen vagina. La atencién de ese deseo precoz por el sexo del padre leva a Jones a diferen. ciar la nocién de «eavidia del pene». A su juicio, puede tratarse del deseo de la chi quilla de incorporas, de introyectar el pene para conservarlo «en cl interior» del xs po y ttansformarlo en un hijo; 0 incluso del deseo de gozar del pene en we coito: oral anal, genital; y, por tltimo, del deseo de poseer ur sexo masculino en lgar del citar Esta diltima interpretacién seria la privilegiada por Freud, que de tal suerte hace hrincapie en el deseo de masculinidad de la chiquilla, dela mujer, que niegs ficidad de su economia libidinal y de su sexo. Ahora bien, l desco de pos cen la regién clitoridiana corresponderia, por encima de todo, a sus deseos autos: cos: 6 pene resulta més accesible, mas visible, més portador de narcisismo er tividades masturbatorias, Asimismo, éste se veria favorecido en los fantasmas de om. nipotencia uretral, 0 en las pulsiones escopiofilicas y exhibicionistas. No podemos reducir a esas actividades 0 fantasmas la evoluciéa pregenital de la nifia pequeti, incluso cabe sostener que éstas s6lo se desarroilan con posterioridad a sus halo-eréticos del pene del padce, De esto se desprénde que, en Ja Uamada est raci6n preedipica y en la fase postedipica, la xenvidia del pene» en la nifia es Reantente femenino de go fia no era en todo momento un nifio pegueio, ca ra boce, ano, Ja especi daria, ya menudo defensive, respecto a un deseo expect pene, Asi, pues, la nifia pequ tampoco el devenir de su sexualidad estard subtendido por la envidia de ser on bre. Querer que asi sea equivaldria a suspender abusivamente la evaluciéa sexual d= la nifia ~y por lo demés también del nifio~ en una fase particularmente critica de s deve falica»™, en la que cada uno de los dos sexos se ve levado a identificarse con el objeto de su deseo, esto es, con el ses ‘puesto, pare escapar de la amenaza de mutilacién del Srgano genital que llega , 1a fase que Jones denomina «ew » E.Jones, wexualicé YE Jones, Le sade 6 sexo, el rival en la economia edipica, asf como de la ange: ‘ensiva contra [a angui de su deseos incestuoses. ane de su padre y i visto que, contra esas remodelaciones teéricas, ozcas mujeres anal idesarrolian las primeras concepciones de Freud, y que éste recoge en s primetos estadios de la evo. ia masculinidad reactiva:¥ redos estadios «pregeninil ‘porarse el pene, esto es, deatcaccién del pene, a , 3 ae 2la equivalencia boca, ang ‘grdemos que Jeanne Lamp! de Groot insiste en la cuestidn del Edipo negar: dre leva a Jones a diferen fis nifa, Antes de volver al deseo «positive» hacia el padre, la chiguilla ha de atarse del deseo de la chi: do poseer a la madre y excluir al padre, y esto en el modo «activor y/o afilico» > «en el interior» del cuer sibilidad de cealizar cales deseos acarrea la desvalorizacién del clitoris, que del pene en unt coito: orale fo puede soportar Ia comparacién con el pene. Asi, pues, el trénsito dela fase nega- | diva (activa) a la fase positiva (pasiva) del complejo de Edipo se lleva a cabo median I) tela intervenci6n del complejo de castracisn”. sexual de la mujer. ino en lugar del ei nur, que niega la especi | deseo de poseer un pene ‘Uno de los rasgos especificas de los trabajos de Héléne Deutsch es el hincapié en ©, asus deseos autoerdtis = © el masoqutsrea en la estructurociOn de la sexaelided genital de la majer. Bn todes las 1 de nareisismo en las ac- 7 fases del desarrollo pregenita, a clitoris esta cargado igual que un pene » en los fantasmas de om- ‘& ignoreda, y s6lo sera descubierta en la pubertad. Pero si el clitoris (pene) puede sicionistas. No podemos © ger asimilado al seno, a la columna fecal, su inferioridad aparece en el estadio is toda vez que esté mucho menos capacitado que el pene para satisfacer las pulsiones sterioridad a su ‘actives que entonces entran en juego. ¢Qué sucede con la energta libidinal dela que 5 eo la llamada estruce: = estaba cargado el eltoris ahora desvalorizado? Hélene Deutsch sostiene que, en 90 omen en la nitia es secun | mayor parte, experiments una regresi6n al modo masoquista El fantasma «Quiero sie femeniao de gorar del eg Set casttada» eelevaria a los deseos falicos izreaizables. Evidentemente, no habria an nizo pequeio, como {que confundir ese mesoquismo con el masoquismo «morals posterior. Representa 2 envidia de ser un hon || tia una forma primaria, enfqenay bioldgicamente determinada del masoguismo cons ela evolucién sexual de | ttutivo de la sexualidad femenina, dominada por la tiada: castracion, violactém, 92 Jarmente critica de su to, ala que se agregaré, secundaria y correlativamente, el caricter masoquista de las. qe cada uno de los dos sublimaciones efectuadas pos las mujeres, incluso en sus comp. ros y maternalizantes con el hijo™ eto €S, con el sexo 0 genital que llega de} » Jeanne Lampl de Groot, «The evolution of the Oedipus comples in women», The Pyeboena lal Reader R. Flies (ed), Hogarth Pres. 2% Hélene Deutsch, Le pryehologie des feromes, Pais, PU, Biblothéque de psycbenalyse. Después de haber recordado, siguiendo a Freud, que el desarrollo sexual g gobernado por el juego de tres oposiciones que se suceden una 4 ot7a sin gue wg obstante leguen a sustituirse exactamente ~activo/pasivo, félico/casttado, mascul no/femenino-, Ruth Mack Brunswick analiza, principalmente, las modalidaces y transformaciones del par actividad/pasividad en la fase preedipica del desarrollo se xual de la chiquilla”., Grganos sexnales femeninos serian asimilables a Srganos masculines inhibidos en su crecimiento 2 causa del desarrollo de los «anexos» que sirven pa dad?®, Ademés, asu juicio, tres leyes dorian Ja evolucion sexual de la mujer que ataiie al objeto de! deseo, 1odas las cargas, pasivas y actives, implicadas e relacién con la madze serén transferidas a la relacién con el padze; en lo que res pecta al devenir pulsional, los fancasmas sidicos de la chiquilla serén teansfo dos en fantasmas masoquistas con motivo del transito del «pasivon: en cuanto a la zona erdgena privilegiada, se desplazan a la wcloacan, y luego @ la vagina, con motivo del abendono de fa masturbaciéa fa, para Marie Bonaparte, un esta | dio intermedio entre el erotismo anal y la erotizacién mucho més cardia de la va gina, Esta no seria entonces més que un anexo del ano, o snd ia no se habria diferenciado de éste, de tal suerte que la zona erég preponderante prefélica y postfilica seria el agujero cloacal, hasta la erotiza vaginal pospuberal edipo «activo» al edi 1 clitoris (pene) i clitoridiana. El erotismo de «cloaca consti exactemente 10% El orden simbélico: Jacques Lacan Quince, veinte afios después de que las controversias en torno a la sexual ine se hubieran apaciguado, y que su envite hubiera sido olvidado ~er de nuevo?-, Jacques Lacan vuelve a abrir los debates. Para subzayar, en particu que a menudo las cuestiones se han planteado mal, y hacer ademds un balance las que, a su juicio, quedan en suspenso. Entre estas ltimas, evoca los nuevos res * Ruth Mack Brunswick, «The preot ial Reader. 38 Marie Bonaparte, «Passive, masochisi bliothique de psychanalyse » M. Bonspane, Sexualit de le forame, Pass, PUP, Bibliothique de psy cal phase of the libido development», The Perchow Heminitén, Prycbanaiyse et biologie, Paris, PUF 1 44 | wsexo rome. “Bimicon y €l «sexo hormonal», asi como las investigaciones sobre «el privilegio li co/eastrado, masculi- G jidinal de la hormona masculinaw, lo que le lleve a interrogarse de nuevo sobre les e, las modalidades y “odalidades de la intervenciéa del «corte» entre lo orgénico y lo subjetivoy asi sica del desarzollo se- f pricmo, voelve a llamar Ja atencién sobre la ignorancia que contin © eganto a , ct §, Freud, «Psychos! libido, de cal suerte que la chiquila seve obligada a reprimir sus pulsio- da, ‘eras cargas. (Su libido? ion més especificame meve, ella se somereiia’ ales sexuales esté sufi. iprende en una econdi i masculino-femenino ~que recibisia de la misma su coloracién ps nuevo la marca de uy UMMM stagica?™aliguel que determina los roles respectivos del hombre dela majer en i rgal no exté adecunda, ee veeacién®'. Qué relacién continia manteniendo esa pasividad con las pulsiones de su esposo su hijo, 42 MME Fae Cédico-anales, permitidas para el hombre y prohibides para ~inhibidas en- le mu. ce anuncia la siguiente B Gee? De tal suerte que al hombre se le gerantiza que es cl nico propicrario del hijo |{@ producto), de la mujer la maquina reproductiva) y del sexo (el agente repro © suctor), Donde le violacién, sies posible fecundadora, presentada por lo demés po! “lgunos/as psicoanalistas como cl colmo del goce fernenino™, se sora en modelo de ne se torne en ciesto Jp relacién sexual obra valor sino como 4 Jicho de otra manera, eras catexis objetal do que la tomaré sus amor con su madre, o ropia madre ~«odiar al nombre de su ma- mbre? F conduce 2 la cuestién de saber por gué la oposicién activo/pasivo sigue sien Epitenteen ls consroversias relatives «la sexualided de le mujer. Aunque Set TGs como caracteristica de un estadio pregenital, el estadio anal, continsa mar- 4, mds compleia que la gPor qué la mujer es ian poco apta para la sublimacién? éY sigue siendo tan a pendiente dele instancis superyotca paterna? ¢Pot qué la instencie social dela mujer 1 parte «transcendente zespecto al orden del contrato propagado efecto el estaceto del matrimo- es ain eng ‘el abajo? Y, sobre todo, ¢se mantiene gracias a rio en el ocaso de! pateraalismo?»®. Mientras que estas dos cusstiones confluyen tal vez en el hecho de que ia mujer estaria sometida a las tareas domésticas sin que ningin contrato de trabajo la vincule a as mismas explicitamente, reemplazado por i contzato matrimonial » interpretads confor. sexual desea, en tan- No hemos tecminado de enumerar Jas cuestiones que podria plastearse el psi se, por deteminados 2 andlisis en cuanto al «destino», sexual en particular, asignado a Ja mujer, destino ®. Por qué el deseo i achacado demasiadas veces a la anatomia, a la biologia, que explicarian, entre otras posible a la mujer? E 4 cosas, Ja elevadisima frecuencia de le frigidez femenina. + pensadas, necesaria Pero valdria la pena examinar las determinaciones hisibricas de exe destino, Bllo ra qué sirve ese des- implica que el psicoanalisis reconsidere los limites mistnos de su campo teérico y leseos originales, esa practico, que él se imponga el rodeo por la «interpretacién» del fondo cultural y de tr la preponderancia la economia, especialmente politica, que, sin saberlo, han dejado su marea sobre % §, Freud, sPulsions et destins de pulsions», Met 8, rend, whe ferinité, cl, * [bid HE, Deotseh, Le pachologie des f init, Pychanole er biologi, ct 2 J. Lacan, «Propes dire sosychologie, Gallimard, Id foams, cts M. Bonaparte, «Passivts, masochisme © ifs pour un congrés sur Is sexvalité f&minine», ct, 49 acerca de l Y que se preguate si es posible debatir, regionalmen: menina mientras no se haya determinado cudl fue el estatuto de la mujer en la eco. nomfa general de Occidente. ¢Qué funcién le fue reservada en los regimenes de pro. piedad, las sisterséticas filosoficas y las mitologias religiosas que desde hace sighs dominan ese Occidente? Desde esta perspectiva, cabe suponer que el flo (el Falo) es la figura actual de un diva clos de 1a prerogatives, que preteade, en calidad detal ser elsentdo thing E de todo discurso, el patrén de la verdad y de la propiedad, especialmente del sex el significante y/o el significado tltimo de todo deseo, que ademés, en tanto cu emblema y agente del sistema patriarcal, continuatia respaldando ¢! crédito del nombre del pacire (del Padre).

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