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| R PRESENTACION do por una lengua y sus simbolos” y en un tiempo presente cargado de pasado y preftado de futuro. Al acercarse a Martt y a Rod6, a Sarmiento y a Alfonso Re- yes, muestra cémo hay en todos ellos una “forma de hablar” americana y cOmo las palabras son signos que informan de una pertenencia y de una escisién: de un asumirse desde la herida, el quiebre, la rotura, y de una aspiracion a transitar, ‘mediante esa palabra —soberana o vinculada a la accion— hacia lo colmado, lo inteligible, lo que tiene sentido. El papel de la critica en sociedades como las nuestras mar- cael talante propio del ensayo hispanoamericano. En tierras de América, pocos escritores han optado por alguna impro- bable “torre de marfil” y, con modalidades diversas de com- promiso, casi todos se han preguntado por nuestro destino ‘como naciones y como comunidad cultural. El vaivén entre lo americano y lo universal recurre en las indagaciones que formula, desde el ensayo, la inteligencia que, en América, habla espanol. Liliana Weinberg se asoma a esos caminos que han bifurcado y han hecho confluir los multiples aportes heredados en intentos, a veces fallidos, de definir lo propio sin excluir lo universal, Este ensayo no pretende recorrer tales senderos hasta agotarlos, sino abrimos una ventana pequesia, pero bien orientada, para invitamos a contemplar el jardin y provocarnos a emprender luego por nuestra cuenta, de la mano, quiz4, de uno 0 varios de los autores que invoca la autora, una nueva travesia de interpretacién. Todo ensayo, insinda, requiere de un lector, porque el ensayo es esencial- mente didlogo. A ti, lector probable, te invito a ocupar el lugar que yo, como lectora, he ocupado por un rato: vuélvete interlocutor y prolonga, como sin duda se lo merece, este sugerente ejercicio de confrontacién. JuuieTa Campos is AL LECTOR “He aqui un libro de buena fe, lector.” Estas palabras, con las cuales Michel de Montaigne decide abrir, a modo de adverten- cia, sus Ensayos, nos entregan la clave de lectura y escritura de Ia modalidad discursiva, rellexiva y artistica que él inaugura y hhacen explicita una preocupacién fundamental que atraviesa su obra toda. No se trata sélo de un mero arbitrio retorico ‘para presentar, con renovada formula de modestia, una nue- va clase de textos: se trata de la clave misma de su cons- truccién y su lectura, La protesta de presentacion de un dis- curso “de buena fe", sin dobleces respecto del mundo cuyo sentido se quiere desentrafar, respecto de sus posibles des- tinatarios y, mas atin, de la fiel correspondencia entre el pro- ceso de indagacién que se lleva a cabo y su versién en libro, se constituiré asf a partir de entonces en la clave del ensayo. La declaracion “de buena fe” que Montaigne hace explici- ta, y de la cual sara extraer consecuencias infinitas, es a la ver una de las mas antiguas de la humanidad, garante en ‘altima instancia de todo fendmeno significative y comunica- tivo, de las propias instituciones sociales, de las relaciones humana y del lenguaje mismo: g¢6mo podrtan fundarse la sociedad, la cultura, el conocimiento, el lenguaje, con su extraordinario tesoro de conceptos, imagenes, metéforas y stmbolos, e incluso, como podria desencadenarse todo acto fandador de sentido, imaginacién, intelecci6n, comprension de una sociedad y una cultura, si no es con un pacto mant- fiesto 0 sobreentendido de buena fe, de confianza? “Montaigne redescubre asf una expresion de larga data, que B 1 ALLECTOR, el vetnpo, el olvido y la nueva moral al uso habian vaciado de contenido, para volver a interpretarla y pronunciarla en toda su magnitud, hasta restituir su valor fundacional y res- taurar su fuerza originaria: la garantfa de buena fe es, para decirlo con un término de Cornelius Castoriadis, constitutiva por excelencia, en cuanto es anterior y fundante de toda ins- titucién, y es previa a cualquier otro eriterio de autoridad: s6lo somos hombres y sélo creemos los unos en los otros por la palabra”, dice el ensayista. Ya desde sus tempranos origenes, la protesta de buena fe implica una renovada gavantia de confianza en Ia autentici dad, la veracidad y el valor de lo dicho por parte de quien lo dice y de su escucha. Al solicitar la confianza del otro en snuestras acciones podemos también demandar reciprocidad en su conducta. El término remite as{ tanto a la posibilidad ide con‘iar en las palabras como a la de persuadir sobre la pase de la autenticidad de lo-afirmado. Pero ademas de este sentido moral y fundador de toda interaccién social, esta protesta de sinceridad resulta clave como garantia del proce- 0 de conocimiento que se est llevando a cabo, en cuanto firma que existe una correspondencia entre nuestra forma de entender el mundo y predicar sobre él y las condiciones de ese mundo de que queremos dar cuenta. El reclamo de bue- na fe es por tanto la solicitud de un acuerdo, de un sentido basico de confianza respecto de la accién que se va 2 em- prender: garantizar, far, confiar... ‘Sila buena fe es la “cicatriz” por la cual las palabras mues- tran siempre en altima instancia su vinculacién con el mun: do, con quien las promuncia y con quien las recibe, y por ende su cardcter profundamente social, otro tanto sucederd ‘con ese libro que, bona fide, Montaigne presenta a su lector al tiempo que solicita su confianza en ese nuevo pacto, ahora establecido a través de la escritura. ALLECTOR 6 En el momento mismo de pronunciarse o inscribirse, la protesta “de buena fe" compromete a quien la hace, en este aso el ensayista, con la prictica que va a llevar a cabo: gavantiza por tanto la autenticidad de su esfuerzo y lo con- ‘Verte en aquello que el escritor espafiol Carlos Piera const- era su tasgo principal: el ejercicio de responsabilidad. Todo ensayo leva la firma de'su autor, y éste deberd responder ‘hasta sus dltimas consecuencias por aquél. ‘Alponer su obra en clave de buena fe, Montaigne anuncia ademés que ésta no se reducira a deseribir un determinado tstado del mundo, sino que dard también cuenta de su pro- pio proceso de conocimiento: “ao pinto el ser, pinto él paso", dice ms adelante. De este modo, la obra concluida ros remitird permanenterente al momento de su despliegue y sera testimonio de su esfuerzo por entenderse a s{ mismo y 7 ymmundo con las herramientas de la experiencia, eljuicio y el Tenguaje, a la vez que del no-menor esfuerzo de convert ese proceso en libro. scribe Montaigne: “Nosotros, mi libro y yo, vamos de acuerdo y con la misma marcha. En otros casos puédese elo- giar la obra y criticar al obrero, por separado; en éste no: si eeataca al uno, se ataca al otro”, A partir de estas palabras se descubre que la primera y gran mediacién entre el asunto tratado y el lector resulta ser la del autor: todo ensayo remite siempre a la perspectiva del sujeto y su capacidad de juicio, y esta remisién al sujeto debe considerarse también como un scto de buena fe, tarea descomunal si se piensa que, en cl caso de Montaigne, se trata de oponer este principio al crite- to de autoridad y al sistema jerérquico de conocimiento imperante en su época, como permanentemente ha sido él caso del ensayo: su inconformismo, su cardcter critico y su apoyo en la perspectiva sincera del autor, De este modo, primera forma de autentificar el ensayo es la autenticidad del 16 ALLECTOR intento, La “buena fe” remite por ende al propésita de no apelar a ningtin criterio de validacién heredado ni apoyarse en un método predeterminado de indagacién, sino poner acento en el propio y cambiante proceso de conocimiento. Podemos interpretar el acto de buena fe como un pacto de buena fe, que garantiza fidelidad en el acto de trasvasar la vida en libro, la experiencia en sentido, el habla en palabra escrita, con una absoluta sinceridad capaz de llevar a su autor a reconocer incluso las imperfecciones o limitaciones a que puede llegar a conducir la tarea emprendida: ‘Sea como fuere y sean cuales fueren mis inepcias, quiero decir que no he intentado ocultarlas, al igual que un retrato de mi per- sona en el que hubiese plasmado el pintor, no un rostro perfecto sino el mfo, canoso y calvo, Pues aqui estén mis sentimientos y opiniones; entrégolos en cuanto constituyen To que yo creo, 10 porque deban ser creidos. Sélo intento poner al descubjerto mi ‘manera de ser, que podria ser Ota maftana si un nuevo aprendi- ‘aje me hiciera cambiat. Montaigne se pone explicitamente entre el mundo del cual quiere dar cuenta y nosotros, sus lectores. La otra cara de esta aparente modestia es la necesaria presencia del ensayista: por una parte, aspira a darnos su version del mundo; por la otra, a recordarnos que esta presentacién del mundo re- quiere necesariamente de él. Como escribe Jean Terrase, el ‘ensayo es el producto de una tensin y el consiguiente inten- to de conciliar dos deseos en apariencia contradictorios: des- cribir la realidad tal como es y mostrar el punto de vista de quien la estd observando. “Doy a leer mis ojos”, escribe Francisco de Quevedo. La trea interpretativa abierta del ensayo permite enlazar aquello que esté fuera del texto con el texto mismo y la vision del propio ensayista o intérprete con la perspectiva del ALLECTOR WW lector: articula transitividad e intransitividad, transparencia y opacidad. La lectura que en él se propone no sélo implica buena fe en el sentido moral o practico, sino también en el logico y el artistico.. La obra no deberd ser ‘entendida slo. ‘como representacién del mundo, sino también como inter- pretacién de ese mundo y aun como constitucién de un nue vo mundo interpretado/ Del mismo modo, esta declaracion gatantizard el vinculo etre la situacion particular del ensa- yista y su posicién dentro de un campo mayor constituido por las convenciones sociales y juridicas de su época y su cultura, as{ como su esfuerzo por inscribir sus propias refle- xiones en un horizonte més amplio de comprensién e inteli- gibilidad. En una etapa de la historia convulsionada por las guerras de religion, atenazada por los riesgos del fanatismo y Ia anomia social, Montaigne imagina un nuevo mundo incluyente y hace explicita una de las reglas mas antiguas y fundamenta- les de toda convivencia, de toda comprensién y de toda pro- duccion de sentido, que aplica ahora a sus escritos y convier- te en el “sello de agua” del nuevo tipo de textos que esti fundando y del acto de intelecci6n que lo precede, apoyado todo él en la buena fe y en un juicio que enlazard a partir de su pronunciamiento una situacién particular con un sentido universal: “cada hombre encierra la forma entera de la con- dicion humana”, El ensayista procede, desde la propia experiencia, a la interpretacion del mundo, y en éste, como en todos aquellos asuntos que no sean de suyo tan evidentes, es necesario pon- _ derar, como ya se recomienda en el Fedro, no s6lo la disposi- ‘cin de la materia sino también la invencién. El ensayista se dedica a la tarea de interpretar, desde su propio mirador, un mundo que es ya, de manera irrebasable, sentido. Al enlazar el acontecimiento con el horizonte de 18 ALLECTOR sentido, el ensayista pone en movimiento una prodigiosa tarea interpretativa en un mundo que est4, como dice Corne- ius Castoriadis, lingotsticamente alumbrado. Sera tarea del ensayista explorar, desde su situacién, esa realidad humani- zada, para entenderia, repensarla y expandirla. Sera también su tarea hacernos participes de sus descubrimientos y vol- verlos fielmente libro. El acuerdo entre autor, mundo, palabra, lector, el acuerdo entre la tarea de interpretaci6n del mundo que el ensayista desencadena, la version del sentido interpretado a través de tun libro y la participacién del acto interpretativo con el lec- tor, son condicion necesaria del ensayo. Una obra que es a la vvez ergon y enérgeia; una interpretacion del mundo ofrecida desde la propia situacién y acto interpretativo permanen- temente desencadenado por un hacedor y transmisor de sentido; un nuevo tipo de texto que se convierte a la vez en ventana, pintura y espejo; transparencia, opacidad y autorre- flexion, se apoya ast en esta regla bisica de todo acuerdo, a la vez juridico, politico, social, cultural, estético, vital: el pro- nunciamiento de la buena fe. ‘Nuestra propia época, amenazada una vez més por fanatis- ‘mos y provincianismos de diversa especie, entre la anomia y la necesidad de imaginar nuevas sintesis incluyentes, necesita recuperar la confianza en la posibilidad de recrear significa- dos compartidos, para asi superar esta “segunda inocencia” que, segin Antonio Machado, “da en no creer en nada”. Por fin, esta reflexion sobre la buena fe nos invita a recor- dar que ese “yo” constitutivo del ensayo no puede pensarse sin el “contigo” al que se refiere admirablemente Octavio Paz en su epilogo a El arco y la lira, y que implica el reconoci- miento de la presencia del otro en la intimidad misma de todos nuestros actos. Por otra parte, hablar de la necesidad de un acuerdo es hacer explicito el componente profunda- g AL UECTOR, ity mente moral y social que alberga el ensayo, El prodigto de todo acto significative es que nos permite arralgar nuestra siruacién vital en el Lenguaje (un lenguaje anterior a nos- ‘otros, que vive a través de nosotros) « la vex que salirnos de ella, expandir nuestra propia experiencia, convertirla en palabra compartida y volyerla sentido, He aqui un libro de buena fe, lector, yen él entrego, como el primer ensayista, mis propios sentimientos ¥ opliiiones: aquello que creo y defiendo en cuanto persona y en cuanto portadora de una biografia social: todo "yo" puede enlazarse con un “nosotros”. Resultado de anos dedicados « leer el ensayo, pensarlo y escribitlo, el presente texto eonstituye la interpretacién, nunca definitiva aunque slempre sincera, que una lectora de origen argentino y hoy radignda en México hace de un peculiar tipo de prosa que tan fructifern hia sido para su ambito cultural, En una inquletudl que @ también la de muchos artistas y pensadores de la region, ml estudio se- ha propuesto descubrir nuevas claves para contribu, sin determinismos ni fundamentalismos trasnocharlos, & 1a com- prension del ensayo en nuestra tradicidn cultural, Goineldo en esto con una de las propuestas (undamentates de Luis Cardoza y Arag6n: es necesario descoloniear Ia limaginacion. En sintesis admirable de la trea creativa, Octavio Paz se refiere a la tensign entre soledad y comunidn por si parte, el antropélogo Victor Turner ha estudiado dos elementos pola- es, estructura y communitas, como elftn te diversas pricti- cas culturales. Las paginas que siguen han procurado ex- plorar esta modulacion particular de wi problema universal: Ja busqueda de una comunidad de sentida y de un ventido: de comunidad en el ambito del ensayo hispanoamericano, Ese es el “paraiso” al que aspira el eseritor de nuestra re- gion, contra el “infiermo” de la no Lectura, del silencio y de la soledad. ~ ALLECTOR: El ensayo, entre el paraiso y el infiemo, presentado origi- nariamente bajo el pseudénimo de “Agustina Mendoza”, ob- ‘tuvo en 1997 el Premio Anual de Ensayo Literario Hispano- americano Lya Kostakowsky correspondiente a 1996, otorgado por la Fundacion Cultural Lya y Luis Cardoza y Aragon. El jurado, integrado por los escritores Julieta Campos, Sergio Pitol y Cintio Vitier, resolvié por unanimidad conceder la distincién a ese texto, que respondia al tema de la convoca- toria: el ensayo literario en Hispanoamérica. La obra que aqui se publica ha sido tambien fiel a uno de los rasgos recurrentes del género: su particular forma de rela- clon con las ideas y los libros de los otros. Se trata de com- partir con nuestro lector el gozo por las lecturas vividas. La voracidad por las ideas y la impaciencia por presentar- las no siempre concuerdan con la minuciosa labor del erudi- to. Sin embargo, convertida ahora en editora de mi propio libro, considero oportuno proporcionar a quien lo consulte tun anexo bibliogrifico minimo que siga las normas de la co- leccién dentro de la cual ser publicado y permita observar el horizonte de lecturas en que se inscribe mi propio texto as{ como el mirador desde el cual contemplo el ensayo, a Ia vez que ofrezca al lector interesado un primer “mapa de ruta” que lo invite a internarse en este tema infinito. LIuANA WEINBERG POR UNA NUEVA TEORIA DEL ENSAYO EL ENSAYO, interpretacién de interpretaciones, representacion de representaciones, se despliega terrenamente entre el parai- ‘50 del sentido total y el infierno de la incomprension. Tras la quiebra de la palabra absoluta, de la identidad entre el nom- bre y lo nombrado, tras la quiebra del horizonte mitico que imaginamos como el mundo de los pocos concepts y de los ‘muchos stmbolos, el humano queda destinado a reempren- der la antigua tarea prometeica: hacer intetigible el mundo, volverlo a dotar de sentido, ponerlo en valor. ) Por la interpretacién el sentido se confronta con una reali- dad extrasemistica; por la interpretacion se gestan nuevos conceptos y nuevos simbolos; por la interpretacién la inteli- gibilidad se hace valor. Entre el tiempo-espacio criginario y total de la imagen pura y el tiempo-espacio abstracto de la pura conceptualidad, el ensayo se nos vuelve espiral que necesita para su despliegue, como el propio mundo del hom- bre, historia, espacio, valor. Por muchos afios la critica asocié al ensayo con las nocio- nes de subjetividad, arbitrariedad, dispersion, falta voluntaria de profundidad en el tratamiento de los temas; se lo clasifico como género, antigenero, género desenmarcado, género peri- férico en el sistema literario, forma discursiva no tradicional; fue saludado, a la vez que criticado, por su desapego de la verdad “cientifica’, por su critica de toda ilusion de neutrali- dad, por su marginalidad respecto del discurso filoséfico y por su intelectualizacion de las busquedas poéticas. Su aper- tura, su vision indirecta, su cardcter ‘omnivoro, su incémoda_ a “eumpunuied eiqejed ua yenpUpUut 204 ap ‘uote 30d ‘asiaajoa a1sa u2 A ‘oqea ‘ossons ap ‘opntias Node ap ‘9812284 2189 Ua ‘anBoypdsap ns wa oony oytinBas {+,eioyp ‘ynbe “ok, seaqeyed sey eiountioad msukesus 1? optens ‘omstm oyuoympeu ns ¥ sowteaiaoe ‘opty 1surd nis su§nosap ostoaid sa ofesua Jo zapttazua eng jadnmnsuco ‘o} anb ooiseq oarneraxdiamy oruayuysow 252 224 wepidun Sou o7xa1 epEo ap sazejnopzed sopuaitos so] anb mis ‘opse> ~W}S09 UIs ‘ojana [2 sTUYap ome ‘odwsua J> TIUYap OWNED? ‘osrauruy fase anb ua yesnyjn wororpen vj A onvaiuos jo 10d sepep A sajemidaouoa & seorjoquuis souo|aeiwasaadar £ sou ~opperaidiaiuy ap uproeraidianut ua aXnansuoo as odesta 2 “une spur A ‘oantiaidiaimn osaooud yp oqeo # sen] wzed wiouz[z0x9 aod o1au98 J2 se ofesua ya eonorunasenxa pepryeal wun o> cononmas ourld Jap uprre teres azuRsuCD s9 oIoerads=NLy jerazajaruy odures ya ta —semiode sx A seuerua, se] 2p 208n] [>— oof¥pense svBn] un eA ednoo :oueiaMy ewarsis Je Op -vfaq] up1oa1 un tu epred um ‘opeaseasop tin s9 om wisLAesta | “sakay osuoyy ezua1DeI"9 0] OUK “819191, Je "eyazew wa osao0ad ye "ea “FaIge vaio ef ous ‘sonBnue so] ap opeiz9 4 2wndm9 2qz0 1 22puodsaa e4 apand ou anb eamyjno wun ap osoysuido oft oxdoxd ‘opor 2qeo 4 opor ap Aey 2puop ‘sazsu98 so] ap ome -ao aisa, :oquafurj2ouo9 ap A ersuajzadxa ap seiojso sexantt ap aquapuaidios upioersose A ypanbsnq ap eueuiny-u9I> -B00A ¥| ap Uoloezneurexp uy 10d 9 ovsta 1g “reBznf ap om sia os2o0xd jap ofjouesap ‘spn ap seiqeped ta ‘0 ‘rested ap wulio} wun ap ovuanutajoatiasap o8oppIp un 9p uptomuas -aidan aueisuos o1teno u9 ugromardianuy spuape so okesus 1a ‘89quy uosrepary enbumug sour muanoulo ap spar upiqamn 20ey O7t2IDe3w9 O} EX oUIOD ‘onsiax A ous; $9 ‘souoroeH | “BA sns so X vula) [9 $9 ‘JeDIsnUI OpNuas |= Ud Uo|rardaur |, UPIqUIEY so ofesuD |g aNIA oprepay_ Sou MuaTUID ap spUL et ‘OAVSN 7a VPHOAL VASNN WNA OE | 7 seait) ‘seanunsyp seaze fest Jo ua uxpru ofzequt s0ey aquaumepy|dxa oftp 0] omo> 4 inBarwrseyy sop 9sof, ots cxasanu ap sepergp seiaumad se] uo ofnain 0] wf omoa ‘to[ea ua orsand opunu un ap up|suaiduios ej anb ono sa (ou Spratt} oXno owarusoue> un ‘oruatmD0UeD ap e>qMEUIP A.rwmopied rui0} omens ua upioeraidiorm s9 ofesua [3 ‘a1uaAnppxa upze Bp e239 2p A10}es jap efoua|zax2 20d ononsay jo auameyuaS gza “too owopy anb o12u98 asa ap ‘seyp somsantt ua odesua Jap uoisuedxe esarquiose ¥ He 2( ‘seaisnjout a sesoxsus8 seu ‘PepitqrSyaiu! ap ssuo1sipuco sexanu ap epanbsng ¥| ap uy 1 ov0dun ru sazojea 50] ap opunus jap wy f2 opow undum ap admnsuco ou orsq "oxneuttou omsyesiaatun, eumiouap seuuaqey anb oljanbe ap wy je auautemfos soumsisy Tetuaumuas euaatA Bun OWLO. pepHEM2ajzu} ¥] ap BIEN 26 noajenu1 vuizod, sure} 0] soeyn7 anb se aq “oAesua je ed 4 oBoTeIp wa arduais opronp ie jap ‘seueruan age 2p 139 2 UP}DEIwOITUOD Ns ap anb _ 120014 jap opeuedmone aids 4 anb iis jenNaH 59 ou fepunu> >p oypay J A salopapuanua ap s2p1e9 onsonu pinsisied so] opuays sowieSis souvumny, S0 senuaqur ‘—ousayuy onantu— sovaunw ap wolseztpat> wun, ‘U9 soumniaato9 uoo aoeuaune seseu ap eamjno ej anbuny “uo}peztproadso uo orpiad as anb 0] opnuas uo reiodno01 uvosng anb ‘sopppaiqodua 4 soprpursso spur zaa epeo seund ~idsqp 4 saxquroy ‘sapepatoos ap aued 10d Up} seZUOTeAaL aE “suo ns ‘sozauy8 sono woo afeznsour ns ‘upisuedxa ns “epta ‘wake| ns ueznueres anb A mydun9 2p wy Jp ojos anb aydumno mS A. ) “opyeo jaBue un owos ‘ozy1a1 -woxy 019038 un omo ‘opriqgy un owoo opeBzn{ 195 odesua Te n1Qe2 ojos ‘sepepuejod 2p opunu un ua ersand :oreypanj2 oUoPrgarde e] uoratpen 3] ‘oueImy BwAsIs Ja va UoIDtsOd ‘OAVSNE HG VPUOAL VAAN VIN Bod w * POR UNA NUEVA TEORIA DEL ENSAYO Se trata entonces de explorar este proceso por el cual el ensayista hace del acontecimiento sentido, de la experiencia escritura, a través de un trabajo interpretativo que en doble movimiento lo enlaza con su comunidad asi como enlaza a las palabras y al universo simbélico y conceptual que lo ro- dean con un horizonte de sentido: la conversién al nosotros, a la profundizacién temporal del ahora y a la extensién del aqui en las nuevas coordenadas de un espacio compartide y hhabitado por el lector y el valor. a ENTRE EL ACONTECIMIENTO ¥ EL SENTIDO EN su ENSAYO sobre “El infierno de la literatura”, Tomés Segovia escribe que la nocion de “lector” no debe confundirse con la de “pablico”. El escritor es un seductor que escribe para que lo quieran, dice Segovia. ¥ su destinatario, aquel pa- a quien escribe, no coincide, segiin él, con esa entidad abs- tracta Iamada “pablico”, sino que corresponde a alguien muy cercano a él, su entorno familiar, su “tia”, y al mismo tiempo a una entidad tan universal como la humanidad toda: ‘en cuanto escritor, su destinatario es siriultaneamente Ia Huma- nidad con maydscula, y al mismo tempo unas focas, poqui- simas, quiza una sola persona concreta [...] Nidgun grupo de lectores, por mucho que lo quiera configurar y limitar, o al con- trario extender y generalizar, puede coincidir a la vez con la Humanidad y con mi tia, Si digo “mi tia” (aparte de que me gus- ta as la frase) es porque tengo la impresién de que en la idea que el escritor se hace del publico subyace siempre una ima igen que no es sino Ia extensién del grupo familiar. No sélo el lector, sino también el escritor y su quehacer se encuentran mds acd y mds alld de esas abstracciones de diverso orden que lamamos “cédigo”, “sistema” o “publico”, y son irreductibles a ellas. Mas aca, porque el escritor des- pllega su tarea a partir de una situacién intima y proxima, que es el acto mismo de enunciacién, el momento de uso y actualizacién, el momento inmediato en que se organiza el yo, aqut, ahora. ¥ mas alla, porque el escritor apunta siempre a la inscripcién de sus experiencias particulares en un hori- 2% 26 ENTRE EL ACONTECIMIENTO Y EL SENTIDO zonte de sentido. Se trata dé un movimiento que Paul Ri- coeur denomina “dialéctica entre el acontecimiento y el senti- do” —“Si todo discurso se actualiza como acontecimiento, todo discurso es comprendido como sentido”—, y que im- plica un prodigioso salirse del escritor de si mismo y de su po- sicién peculiar para comunicar y a la vez inscribir su expe- riencia como participacion y como sentido. El escritor escribe para una comunidad a la vez. doméstica y total: las dos caras de un paraiso, y lo asedia el peligro del silencio y la incomu- nicacion: su verdadero infierno. Al referirse a los méviles del acto creativo como actos de seduccién y amor, Segovia nos conduce a las ideas de deseo y valor, cuyo fundamento tiltimo es, como dice en otra parte el propio autor, el deseo platénico: sélo vale aquello que es de- seable, interesante; todo valor es correlato del deseo. Una vez mis, el desencadenante del sentido no es neutral ni desinte- resado, sino que esta cargado de voluntad y ligado a la ex- periencia y al didlogo: todo decir es un querer decir. La ensayfstica de Segovia se ha constituido siempre en una defensa del acto creativo y de la experiencia literaria en cuanto instancias relacionadas con el uso y el sentido, a la vez que en una honda objecién a la reduccién de todo acto creativo a conceptos que, como los de “mensaje” o “estruc- tura’, se basan en una limitacién y un empobrecimiento del amplio mundo significative que rodea al hombre, ligados hoy tanto a las diversas “tecnocracias” (as{ las llamé Georges Mounin) que invaden la critica académica como a la jerga con que se traduce la circulacién mereantil del libro. Estos conceptos, ya cristalizados, institucionalizados, mercantili- zados, y en cualquier caso vacios de sentido, poco tienen pot tanto que ver con el proceso creativo y participativo a través del cual se desencadena el encuentro entre el escritor y el lec- tor, La obra ensayistica de Segovia es siempre un alegato en Ww [ENTRE EL ACONTECIMIENTO Y EL SENTIDO ru favor del momento de uso, una critica de toda reduccién de la creacién a una cuestién de cédigo y sistema abstracto, pero es ademis la bitsqueda de un mirador privilegiado para com- prender la significacién. Esta es circularidad, dice Segovia: la significacién no “empieza” nunca, esté siempre ya empezada; imposible resulta por ende pensar un momento o mbito anterior a ella, puesto qué toda significacién opera ya sobre ‘una significacion anterior, al mismo tiempo que se actualiza encada hablante, en cada escritor concreto, a través del uso y Ia experiencia. Es en el encuentro de cada ser humano con el mundo de sentido donde se desencadena la significacion. No podernos salirnos pues de esta,circularidad, y s6lo nos es dado buscar un punto irrebasable desde el cual se pueda empezar a entenderla, Uno de estos puntos clave es, para Segovia, el momento del uso, como lo es para Ricoeur el ‘momento del acontecimiento, que incluye el empleo de detcti- cos, a través de los cuales el hablante comienza a trazar, a partir del yo-aqui-ahora, las coordenadas de persona, espa- cio, tiempo, que le permiten ubicarse en el mundo de los hechos y del habla. Nuestra situacién esté muy particu larmente ligada al acto tlocutivo y al acto interlocutivo: hace- ‘mos algo al decir algo, y este algo esta dirigido a alguien. ‘Ahora bien: si regresamos a “El infierno de la literatura”, encontramos que cuando el propio Segovia se refiere a un momento fundacional irrebasable, el del uso, lo hace en cuanto ensayista, esto es, nos brinda ya esta primera intuicién verti- da como interpretacién. En efecto, la primera unidad de sen- tido de su ensayo consiste en una afirmacién: “Escribir es un infierno”. Esta es ya una interpretacion, la interpretacién de la tarea escritural, al modo ensayistico. También lo es la evo- cacién de aquella comunidad originaria que es a la vez do- méstica y total, puesto que se nos presenta como la interpre- tacién del ambito que rodea al acto creativo. 28 [ENTRE EL ACONTECIMIENTO Y EL SENTIDO {Qué es primero, entonces, el “acontecimiento” o el “senti- do"? Aun cuando, como veremos, en el ensayo queden hue- llas del momento originario en que el ensayista comienza a hablar, de todos modos se nos dard también todo uso como interpretado, y ambos momentos se nos presentan como las caras de una cinta de Moebius, en la cual és imposible des- lindar —o, en todo caso, en la cual el deslinde resultara igualmente arbitrario— estos dos movimientos de sentido basicos. De este modo, para el caso que nos ocupa, el ensayo litera- rio en Hispanoamérica, es necesario preguntarse por qué caminos este proceso que surge en un primer latido, el yo- aqui-ahora, llega a ensancharse a través de la interpretacin hasta convertirse en el nosotros de una comunidad culvaral situada en un espacio imaginario trazado por una lengua y sus simbolos, cuyo presente se expande en el tiempo para volverse memoria; historia e imaginacion de futuro. Sin discutir la primacia de este movimiento fundacional universal que intuye Segovia —uso, experiencia inmediata, didlogo primordial—, me preguntaré por los otros compo- nentes posibles del mismo, esto es, por las condiciones que permitirdn dar el paso del acontecimiento al sentido, del uso a la inscripcién de una nueva interpretacion. Temas todos, claro est4, fundamentales para la comprension del género ‘que es interpretacién de interpretaciones: el ensayo. DEICTICOS ¥ ENSAYO LAAPELACION a este momento a la vez fundacional e irteba- sable que corresponde al empleo de defcticos esta presente de manera notable en el propio Montaigne, quien hace pre- ceder sus Ensayos por una advertencia “Al lector”: “Cest ici un livre de bonne foi, lecteur Il tavertit, des Ventrée, que je ne m'y suis proposé aucune fin, que domestique et privée [...] Je ai voué @ la commodité particuliére de mes parents et amis...” Y més adelante, en la misma advertencia, Montaigne anota: ‘je suis moi-meme la matire de mon livre”. Asistimos, en una breve declaracién, a una operacién maravillosa: mediante la afirmacién del moi-méme, a la vez quie inscribe su quehacer en ‘una situacién especifica, desencadena un movimiento funda- cional por el cual el ensayista se vuelve sobre sf mismo para observarse e interpretarse en el momento de observar ¢ inter- ppretar el mundo: el yo va en busca del yo. Ese moi-méme que originariamente nos remite al momento de la deixis, yo, aqut, hora, y ala absoluta intimidad doméstica, se iri convirtiendo, 1 partir de aquty 4 lo largo de sus ensayos —y muy particu larmente en el tercer tomo—, en,un yo que se observa, exami- ‘nae interpreta a s{ mismo en el momento de la interpretacion, y que al hacerlo se descubre representante de l'humaine condi- tion: “cada hombre lleva en sf la forma entera de la condicion humana”, anota en *Del arrepentimiento”. Y en “De la expe- riencia”, aftade: “escribo sobre mi y sobre mis escritos, como sobre mis otros actos” y “mi tema se vuelve sobre si mismo”. Si se considera a Montaigne el primer ensayista propia- mente dicho no es slo porque encuentre un nombre nuevo » EL ENSAYO Y LA PALABRA (“La Paasra va en busca de la palabra” )escribe Alfonso Reyes @ proposito del surgimiento de la critica en la antigtedad clé- sica. En efecto, a partir del pensamiento griego el hombre se pone ante el espejo, se quiebra el horizonte mitico, y la pa- labra, convertida hora en herramienta del conocimiento y de la critica, comienza a tomar distancia de la palabra total: partir de ese momento, la palabra, mas rica en agudeza y alicia, ir nuevamente en busca de la plenitud de sentido, sin poder ya nunca restituirlo a cabalidad. A partir de ese momento de sentido que se da en el mundo griego y que retornard, de martera més radical auin, con la modernidad, la palabra perder en virtualidad polisémica lo que gane en sofisticacién critica; la palabra perderd en capacidad evocati- valo que gane en malicia. Una vez producido este corte radi- cal, la palabra se distanciard de la Palabra, y la brecha deberd cubrirse a través de la imaginacion y la critica. Ninguna explicacion queda ya dada por anticipado: ha comenzado el momento de la interpretacién. He aqut el movimiento originario que se reiterara en cada ensayo literario: la palabra va en busca de la palabra, ya en os de la restitucién creadora del sentido perdido, ya en pos de una agudizacion cada vez mds profunda de la critica, ya en pos de una expansién de los procesos de sentido a través de la interpretacion. En nuestra época, escribe Octavio Paz, ¢ ya impensable la creaci6n sin la critica, signo por excelen- cia de la modernidad. Tampoco son ya pensables creacion y critica, agreguemos, sin ese otro acto fundamental de enten- ” 24 ELENSAYOYLA PALABRA, 95 dimiento por el que se reabre la interpretacién de y stmbolos, He ae Teena due 5 fuerce la lectura sociologizante del ensayo literario hasta convertirlo en una “estrategia sin tactica”, El Ensayo €s, una vez mds, interpretacion, puesta en relacion el mundo de la palabra con diversas instancias intertentus, les y contextuales, Amplia y diversa es la gama de la ensaytstica literavia én nuestro ea ue se tiende entre la eritica y la creacion ¥ que se resuelve, una vez mis, como interpretacidn, ;Es posi. ble deslindar “critica” y “creacion” ae Bio man ambas parte de una indagacién mas. amplia del sentido? Encontramos ejemplos de ello en “La muralla y los libros”, ‘uno de los més notables textos cle Borges, por el cual el ensa, 20 $¢ va emancipando de coordenadas histéricas,espaciales, Ciustles, hasta convertrse en reflexion sobre la forma pura, Encontramos ejemplos también en Los raros, donde a través del retrato de sus grandes interlocutores Dario se retrata «st mismo. COMUNIDAD Y S{MBOLO {QUIEN ESCRIBE EL ENSAYO? El autor del ensayo es, como el lector del Proteo de Borges, alguien que es uno y a la vez mu- chos hombres, hecho a la vez de inconstantes ayeres y matia- nas, y obligado por tanto al ejercicio de la memoria, Ia com- prension y la imaginacion. El autor del ensayo es, entonces, un yo en el ejercicio de reconocerse como un nosotros, y que necesita, por tanto, interpretar su situacién y su nombre. Este ejercicio, lejos de ser solitario, es absolutamente social, aunque el autor se encuentre recluido en el lugar mas oscuro y remoto del universo: no podemos pensar siquiera la posi- bilidad de un ensayista sin lector. Como Tomas Segovia, es- cribiré para su entorno familiar como escribir para la Humanidad toda, a la vez que reinscribird en un didlogo mas © menos subversivo “las palabras de la tribu”, mareadas ya por una determinada forma de ver el mundo que es al mismo tempo una determinada forma de simbolizar el poder. Revisard esas formas de inteligibilidad llamadas conceptos y simbolos, y las reinterpretard a la luz de nuevos enlaces epis- temolgicos y axiol6gicos. Revisara por tanto, como lo dijo de manera brillante Adorno, “conceptos preformados cultu- talmente”, como revisard y abrir representaciones simbdli- . conceptos y simbolos inteligibles, consensuados, para ofrecer reinterpretaciones que tendrén a su vez una nueva forma de coherencia basada en la renovacién de un pacto de inteligibilidad que se someterd a la prueba del lector. Por ello el ensayo sera sierapre una puesta en valor, sélo comprensi- ble a la luz del ethos de su sociedad. 96 2 | ‘COMUNIDAD YStMBOLO or Toms Segovia eseribe para su tfa y para la Eumani través de él se eseribe la lengua mister Pero Seva sete también para desautomatizar la nocién ya gastada y mercane tilizada de publico, escribe para replantear desde nuevas bases los criterios de inteligibilidad que rigen las maneras ‘contemporineas de relacign con el arte, escribe en calidad de eseritor para renovar las condiciones de lectura, escribe para conventernos de que lo leamos de manera No automatizada ni “sociologizada” ni mercantilizada, Escribe para seducin, nos.(la tia), para compartir con nosotros una vision del mundo (la Humanidad), pero escribe también en cuanto es Tomas Segovia, poeta de origen espaftol que los avatares de 4a guerra civil hicieron llegar a México, y escribe por tanto Para invitamos arepensar con é el pacto de la lectura y con. vencernos de la necesidad de encontrar nuevas condiciones de legibilidad e incelegibitidad, contestatarias de toda ame. ‘naza de institucionalizacion de la lectura y el conocimaiento, Tot 2pUOQ? "yporg ap o TIsnWY ap 505e9 so] U2 1opeszeU 9 10d 01 -Jonsot 102d o zofoun ‘2]qys124auH1 osao01d un ow1o> eLapoul vanow ¥] Ua oesua Jap ,WoIseAM, e] Elap|suod exApUNY URL LeOUNISTY e]2A0U 3} ssazofaun so] ap soyonu A oseg [eq ‘soiseg voy ‘iznuadie u2 vjaaou yl ezusTU -09 f odesua 2 equae apugg? ‘vjanfry ua ayueuojsede op -nu un wadninstos ‘okesua ‘uorooy "e}sa0q {seBi0g U2 0 [HO] ua up}o3y x] ezuaquio A ofesua J2 eqEDe apUOp? :seaIsINDSTp sewio} seo zeouiied sey apuvdxo as A ezueae ‘oueia] Bu -ais jo ua ,asieBjdax, ap sofa] ‘odesua Ja anb ajqeBauuy sy -vorfopered uponnsuoa ap arauy8 omoo o oraupfnue owlo> opresuad ajqisod aynsaz anb ye ap £ ‘orxan Je soxoyarxe sou -orotaat09 too eamadna ayuauremrad yl £ eousyus exm32a} e] 20d epep zennoad peproyduoo vy] ua wenu2 20103] A xorne Jen [9 ua ‘omd yermuose oquamoaruoze owos odesua je uesua}d sauamnb ‘ereuresuag epay owio> soon usIquE UaIsEy “Te omos uesyrpooap o} anb soyeuoronmmsuy ou X sajeu -o1anansuy sepieismy sesiaatp se] ap anzed e uptodaoai ns ua ‘ciuer 10d uesuaid & ‘eaisinostp euiz0} owios oXesua Je WETE) ‘oueieos rotugWy owod ‘sauainb Avy “saxero3] ap .eonNgU | -ouuz9y peprunuios, wun ap viouaispxe v] ap 2 12 aesuad auodoad ‘ojdurafs 10d ‘ojou8ry z21]eM “e>LI9221 eaanu v £ ugtadaoai x] ap seuraygoid so] ua openuaa & oon -puiSead anboyua un e doy opesed ey 2s ‘ooqmpuoxe; upye un A .msyepunisns, ugfeunxoide tun ujmopaid szend so] ‘wa soue soyamun sez] ‘o12u98 Jap eura|qoud ya :odesua Jap vo “BUD B] we ootdon oxapepran ‘a]qqpny>U} euINI ONO Nav asIK, O8ANFS TV ZOA V1 3G pod soperardiarurax ‘zon x18 ‘wos A wakmapsuos of ‘ouexary oXesua onsont 9p 25eq 1 wos —avawewad A sigue anb exmyyno etn ap ojoquns— aiofind) uop & ejovedsa eniua] er] “woroquns uoromuasaidas 1 £ uofoeradzayuy v] ap s9aen e sopeztjerovax ‘eouared -suen soypoy ‘sows: soy ap asijes ns & ‘pepioedo widoad ns ‘epla eidoid ns anus vonogperp Fun owo> wadnynsuod 2s okesua A endua] anb aquapisa 20ey as o1xai 2159 ap med y -safiog v soa aypuniad anofind 13 ‘nofind je 22] soBiog :wureBoxd yap wry -pueuayi-f280g 2139p sq -2oeyaz of anb 10199] [2 e10Ye 52 a10find uog "wEPUSHA) ‘unfig » jestaaqun 0] w1>eq ‘eoustod euestioute Pepytest e] “of ind [pp euoisaden e] euawa[doi09 jst eoUPIY ‘sBUEAIID ‘uozeptajo 2] 2¢ anb sojmajde> so] grquiose ‘owuamow ns U9 ‘osqe -aaopy anb opoul omistx jap sa1weAia7 2190s o2qy] UN OrLIDSe wy uuamnb ‘saquan sopre) v seBaqurnty ap ‘seumsy © soAay OsUOTY ap ‘opoy ¥ oL1eq UPQNy ap ‘]p 1Gos Cx}I259 UeY anb souETaTE “oune] saioriiose so] 2p aed euang welidov2: 26 apuop U O2qN [PP sovxat soj uo> ‘saury souang ap oTin{ =p 6 ePTUSAY | Uo orto snow a|quaioy ‘Ho¥log 9p 79 2]le> &| U2 opeBpessesap SeIUEAIID ‘eoupury wa si0find [9p BIn8y x] —so{ngip “senreiso— seu -repou sauaSpus] uoo ‘weaisay Aunfexeg [2 U2 20{Ind uod :591 tensa orusadg JP 21q}924 |e soiseg OY 2p OsIN2S1C 20)10) [9P snzed oyjana et 25 sojeunpin oipag apuop XenBereg [2 0 ‘opent -a1ofind. 13a o1wand 73 oot 102 DELAVOZ AL GENERO acaba el ensayo y comienza la poesia en Machado? Muchos son ya lds poetas-fildsofos. {Dénde acaba la crénica y co- mienza el ensayo en Monsivdis 0 Poniatowska? La organiza- cién de Los rituales del caos obedece a una decision autoral afin a la prosa interpretativa. {Dénde acaba el ensayo y comienza el articulo periodistico en Carlos Fuentes 0 Mario ‘Vargas Llosa? Muchos de los mejores ensayos de Marti sur- gen al calor de la lucha politica, y aparecen, como los de Dario, en cardcter de corresponsalia. Una de las mejores y mis recordadas caracterizaciones del ensayo, la de Alfonso Reyes, aparecié publicada por primera vez en Tricolor ;Don- de acaba el ensayo y comienza el andlisis antropolégico en los trabajos de critica cultural de Néstor Garcia Canclini o Beatriz Sarlo? Existe en nuestro medio, ademds, una miria- da de textos de critica literaria que en la pluma de Anto- nio Alatorre o Angel Rama alcanzan dimensién universal. Al estudiar fendmenos parangonables con éstos, Claire de Obaldia los atribuye a la expansién de un “espiritu ensayisti- co": el “ensayismo genetalizado”, nos dice esta critica, puede ser contemaplado de manera optimista por parte de los defen- sores del ensayo, o de manera pesimista por sus detractores, quienes ven en tal expansién una amenaza para la literatura, y ésta a su vez pareceria “agonizar” victima del “virus” ensa- yistico que contamina todo lo que toca, La autora misma siente que no es posible hablar del ensayo sino de un modo ensayistico, y considera que el ensayo ¢s “literatura en potencia” y que se trata de un género marginal y contestata- rio, imposible de “domesticar” sin que se lo desvirtie, y que no necesariamente est ligado pot su origen al campo de lo estrictamente literario. dores de librerias, particularmente las librertas norteamerica- nas, en las cuales abunda una clasificacién de las obras a par- 2 DELAVOZ AL GENERO tir de las categorias de prosa “ficcional” y “no ficci este segundo grupo cabe practicamente todo: no s6l sayo, sino también las obras de divulgacion superficiales y malas, las diversas formas de literatura intermedia y todo cuanto de aqui en mas pueda ocurrirsele ventilar a la indus- tia editorial. Algunos tienen miedo al ensayo. Otros tienen fe en el ensayo. Parafraseando a Italo Calvino, diremos que nuestra fe en el futuro del ensayo consiste en saber que —a pesar de apariencias engaftosas— hay cosas que sélo el ensayo, con sus medios especificos, nos puede dar. El ensayo lleva una firma: el ensayo es ejercicio de responsabilidad por la inter- pretacion de la cosa publica. El ensayo es una puesta en valor: no es nunca ejercicio literario gratuito y neutral, sino antes bien examen de los mas diversos temas desde el dor del compromiso. El ensayo es interpretacion: es ej permanente de confrontacién entre nuestros saberes y los nuevos datos que nos aporta la experiencia. El ensayo es logo, es mirada, es comprension. El ensayo es ejercicio de me- moria y de imaginacién, y es siempre forma de recuperacién de la comunidad perdida y restitucion del sentido fracturado. El ensayo precisa de nosotros, sus lectores, para que se com- prendan sus claves, sus guifios, sus debates, sus obsesiones, sus salvaciones: el ensayo, epifania de sentido, nos necesita para que se produzca su milagro.

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