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3. Es sabido que el discernimiento de la oracién teresiana debe estar fundado en el crecimiento en el amor, con los frutos que se derivan de ello, Y una parte fundamental de ese amor es crecer en los deseos. Asi, estos frutos son titiles para el discernimiento sobre los buenos y santos deseos; por ejemplo, algunas preguntas con las cuales el orante se puede ayudar son: ;Qué deseos ha dejado en mila oracién del dia de hoy? ;Cudles han sido los deseos que han poblado mi coraz6n a lo largo de los aftos que Ilevo practicando oracién? 4. Seguin Teresa, cuando los descos tienen origen divino, cumplen las caracte- risticas que hemos visto: no hacen mal, traen consigo la luz, la discrecién y la medida (cf. CV 19, 13). Esta es una formula sencilla pero muy practica- ble. La hemos llamado el discernimiento abreviado. Ahora bien, si después de aplicar estos pasos queda alguna duda, Teresa remata con otto crite- tio contundente, que es a la vez el criterio maestro de todo discernimiento teresiano: “Y ast lo que mds os despertare a amar, eso haced” (4M 1, 7). 5. Otra nota caracteristica de los deseos divinos es su fuerza y permanen- cia: empujan a la concrecién. El antojo pasa y no deja efecto alguno, el deseo divino trae consigo la fuerza de las obras: “Llegada un alma aqui, no es sdlo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad la da fuerzas para ponerlos por obras” (V 21, 5). Teresa afirma con Ia claridad que la caracteriza: “Lo que Su Majestad quiere no se puede dejar de hacer” (F 22, 19). Podran surgir impedimentos para cumplir a cabalidad los deseos divinos, pero la Santa nuevamente aclara el panorama: “No deja Su Majestad de favorecer a los ver- daderos deseos para que se pongan por obra” (F 28, 23). Es decir, si un deseo es verdaderamente de Dios, el mismo Sefior, a pesar de las oposiciones que surjan, hard que se vaya favoreciendo poco a poco, hasta ponerlo por obra. 6. Los deseos divinos son apasionados, pero no por eso desmesurados. Ya hemos visto que algunos descos son sélo resonancia intrapsiquica y que otros pue- den ser del mal espfritu. Una particularidad de los descos divinos es que en algunos momentos, de acuerdo con la experiencia que se esté viviendo, seran descos “serenos”, pero no por eso carentes de efectividad: “Ahora van mis deseos con tanta quietud, que cuando los veo cumplidos, aun no entiendo si me huel- 7 118 go, que pesar y placer, si no es en cosas de oracién, todo va templado, que parez- co boba; y como tal ando algunos dias” (CC 3, 4; cf. CC 66, 5). 7. Los deseo divinos se interrelacionan, forman una cadena ininterrumpida. En el caso de Teresa no hay deseos opuestos o antagénicos; todos [evan una secuencia y el uno compromete la existencia del otro, y esto a pesar de que en algunos momentos no sepa comprender de! todo el plan que Dios tiene. 8. Todos los deseos divinos que vinieron a Santa Teresa fueron de capital importancia, pero la garantfa de todas las inspiraciones, es decir, lo genui- no de todas las mercedes recibidas, estd en el deseo de trabajar para la glo- ria de Dios: el deseo de salvar almas. 9. Cuando los deseos son verdaderamente divinos, aunque generalmente son recibidos por una sola persona, son capaces de contagiar a otros con la mis- mas inspiraciones y efectos que ha recibido el receptor primero: “Porque tengo para mi que nunca nuestro Senor hace merced tan grande sin que alcan- ce parte a mas que la misma persona” (F 22, 9). En este sentido, son comu- nicables; es mds, cualquier deseo divino repercute necesariamente en el quehacer y santidad de la comunidad, No hay deseo divino que se quede encerrado en el receptor, porque: “No soléis vos hacer, Senor, semejantes grandezas y mercedes a un alma, sino para que aproveche a muchas” (V 18, 4). Hay que hacer todo lo posible por evitar las rupturas entre el receptor del deseo y la comunidad; cuando esto sucede, es porque alguna de las dos partes ha fallado en Ia lectura o reflexion del carisma recibido. 10.Cuando aparecen muchos e impetuosos deseos, no conviene ponerlos por obra, pues la estrategia del mal espiritu es que el orante, en la ebullicién de estos deseos, tome decisiones equivocadas. Siempre debemos recordar que la tentacién, tal y como aparece en el Génesis, actué confundiendo la capacidad racional (cf. Gn 3, 4-6); provocé deseos impetuosos cuya finalidad era que la primera pareja humana tomara decisiones errdticas (cf. 3, 6.11). Es evidente, entonces, que el mal espiritu siempre est interesado en arrinconar al orante a que tome decisiones equivocadas y, en muchos casos, ieparables. "En la EMC R3, 4; en la BAC CC3, 4; en la ES CC3, 4. 11.No menos importante es el recurso al acompafiamiento espiritual. Teresa nunca hizo nada sin consultar, pues est convencida de que: “}Cudntos yerros pasan en el mundo por no hacer las cosas con consejo!” (CV 4, 14). El acom- pafiamiento es una ayuda indispensable en este y en muchos otros casos, dado que es facil confundir nuestros deseos personales y creer que son de Dios. Algunas veces esto lleva a muchas complicaciones, especialmente en las comunidades: "Si hubiere de decir los yerros que he visto suceder, fiando en la buena intencién!” (V 13, 10). Por eso, aunque el orante esté convenci- do de que Dios le esta pidiendo algo, si el acompariante le dice lo contrario, estd llamado a obedecer. Teresa tuvo esa experiencia: “Siempre que el Senor me mandaba una cosa en la oracién, si el confesor me decta otra, me tornaba el mismo Senor a decir que le obedeciese; después Su Majestad le volvfa para que me lo tornase a mandar” (V 26, 5). Este texto es de mucha profundi- dad para el discernimiento: si el deseo es verdaderamente divino, aunque el confesor (o director espiritual) en un primer momento se oponga, después cl Sefior hace que el confesor mismo vuelva por aquella causa que en prin cipio rechaz6 o negé. Si no sucede asi, simplemente hay que concluir que el deseo no era de Dios; al menos esa es la experiencia de Teresa. 119

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