INVASIONES
EL BARRIO EN FL QUE MI FAMILIA empez6 a ser una
no siempre ue lo que es ahora, Tampoco nosotros,
lubo un tiempo en el que los nitios nos
las casas a medio hacer, color
las montaitas de piedra y arena de construccién que se
{acumulaban en cada esquina y fingiamos ser atronautas
un nuevo planeta hasta que nos lamaban a comer.
Fra un inicio de todo, de nuestras vidas
Puede que del mundo entero. cae
pe Inuy devez en cuando pasaba alguien preguntan
lo dénde quedaba la casa niimero tal o cual. E °
d cual. Era imposible
Sefalizaciony las ices coordenadas eran las que ven
en los titulos de propiedad. Mis padres sabian que vu
“ es sablan que su casa
ala nimero 66 muestosvecinos don ads desnn
Tn
SACRIFIEIOS HUMANOS
65,y 67. Punto. Lo
To que nos rodeaba, to que estaba debaj
Enesa nueva ciudad todos los habitantes eran gente de
clase media, entre los veinte y los treinta, un nifio 0 dos:
pagadores a plazos, empleados de alguna empresa grande,
entusiastas con ropa china, sonadores de Disneylandia,
‘Mipadre nos Hlev6 un dia en su flamante carro rojo a ver
a casa en obras y, aunque el olor a y descomposi-
cién del estero lo dominaba todo, para él pronto seriamos
nosotros Jos que dominariamos al estero. No se preocupen,
decia, Ese es el olor del estero moribunde, decia, La ciudad
tenia que crecer, decia. No me imaginaba emo podiamos
ser nosotros mas fuertes que el estero, una bestia viva de
decenas de tenticulos abrazando la ciudad de norte a sur,
una masa del rio barbaro donde la gente borracha se aho-
‘gaba o se tiraba a los cadaveres de los obreros asesinados
por hacer problema,
Pero mi padre insistia. Estaba seguro de que un mons-
tro de cares era superior a un monstruo de agua.
Nos mudamos. La primera noche una rata enorme subid
4 vater y papa, con una escoba en lamano, nos mand
ala cama diciendo que era el rat6n de los dientes, que es~
cuché que habia nifios nuevos y quis
entonces cada vez que se nos caia uno lo oct
1s padres Jo miss posible: no queriamos que esa cosa
‘mojada, que vivie en las alcantarillas, estuviera bajo
muestra almohada.
Todos los dias en las aceras aparcofan iguanas aturdidas,
nutilades, intentando teagarse la basura como una vieja
desdentada. A los sapos que intentaban cruzar la calle los
carros los reventaban una y otra vez hasta que no quedaba
més que una Kamina de sapo, su siluetita.MARIA FERNAND AMPUERO
Una vez vi
estero, Bajaba la
8 colorados
tun grupo de cangrejos venir desde el
je empinada como un escuadrén de
i pinza roja sigui6
cortando trozos de aire aunque el cangrejito estaba hecho
trans contra el asfalto,
snsando que era
£0 pel
e puntillas sobre ta
bbasura que se acurnutaba en las esquinas. Ninas eon el tata
mugriento, demasiado preciosas para vivir entre la mierda.
_De las primeras eosas que paps instalé en la casa fue la
Jimpara exterminadora, Toda la noche, cada pocos segut
we mis pacires nos compraron en el mercado por las
buenas calitieaciones. Le deciamos Lorenzo y era
que pensaban,
alrededor de el
[Para orientarse y se quemaban,
‘Toda la noche escuchabamos la cancion de muerte de
los bichos. A veces, cuando creia que todos dormian, sal
a la lampara, Al rato
papa echaba de meno:
‘empezaban a chisporsote
no eran Los
(lcs baa ferliarsalcis de au ctlaga oe por
Jos verdaderos duefios de la casa. C!
alctcos, araiazos y un ruidito parceido @ un ehups
acompafaban toda
cidlagos, ademis, sal
losagujeros de las kimparas y caian uno tras otro sobre las
camas, los escritorios, las alfombras de colores, la casa de
olor que salia del techo era enfermizo, papa llamaba « los
antiplagas que humeaban fos techos con veneno, Yo imagi-
sorprendidos durante su suefio por
ese aire asesino. Los imaginaba abrazaditos a si mismos
xo como flores negras, muertas. Después de unos
rminador recolectaba cerros de cadaveres de
mureiélagos en fundas negras de
Lainfancia fue miedo, veneno, plagas
Alas seis de la tarde pasaba un cat
frando las calles, ls fachadas de las casas, a quien estuvieraenel parque, de una cosa que olfa a guayaba, vinagre y
amoniaco. Deeian por altavez que habia que abrit las ven-
tanas y dejar entrar el humo, pero mama las cerraba porque
cuando aquello se te metia en el cuerpo empezabas a toser
y alllorar y 1os ojos se te quedaban al rojo vive.
los fueron llegando muy poco a poco: una familia a
la vez, porla noche, en silencio. Las
cartén, aluminio y trozos de madera
ron
icja. Los que pudie-
pintaron y los que no las dejaren asi: propaganda
de candidatos a la presidencia, cajas de electrodomeésticos
0 bicicletas, telas de saquillos de arroz, colchas de tigre.
Hacian la comida en fueguecitos afuera de sus casas y los
nifios, algunos cargando bebés, corrian por tedos lados,
‘en manada, riendo. Los seguia un perro, siempre un petro.
Nadie nos lo dijo, pero cusnde nos encontrabamos fren-
tea frente, cllos y nosotros, algo de alerta se activaba, Tal
vez fuera que nuestros animales iban con collares y los
de ellos no. Tal vez eran los pies, los zapatos. Tal vex la
mirada, las miradss.
A la hora de las cometas, sin embargo, el grito era uno,
Porel cielo gris de la ciudad gris volaban otras cosas aparte
de los murciélagos, las moscas, los grillos, los mosquitos
yeldia se llenaba de aire bueno, de aplausos, de amor por
ese t1020 de papel de colores al viento.
Ellos y nosotros mirabames hacia el mismo cielo.
Una tarde a uno de esos nifios se le ocurrié que que-
sia la cometa de mi hermano, la de la mariposa monarca,
¥, aunque era mas pequefio, tenia mucha mais fuerza o,
quien sabe, muchas més ganas de volarla, Una mujer vino
corriendo, se la arranché, le dio una bofetada e intents
devolvémosia, pero el datio ya estaba hecho, Mi hermano
cruzaba la calle lorando y timbraba como loco en muestra
casa gritando que Ie habjan robado la cometa, la cometa
de la mariposa monarca, su cometa,
Mi paps salié de la easa como salen fas bestia: a mata.
Emper6 a gritara quien pasara por delante que esa gente
se fenia que ir, que eran ladrones, que lo de las invasiones
habia egado demasiado lejos y que esos miserables se
estaban burlando de nosotros. Los vecinos lo rodearon, lo
lo arengaron.
ires el tinico que puede ayudamos.
Papa se engolosiné con esas palabras. Cuando respondi6
yano eta él, sino alguien un poco més alto: el elegido.
~Yo Io arreglo, vecino. Déjenio en mis manos.
Esa noche papa llamé a su primo, el politico, y la his-
toria de la cometa de mariposa monarca se convirtié en
leta con cuchillos, en golpes a la cara de
mi hermano hasta dejarle la boca rota y el ojo morado, del
drama de la inseguridad, del miedo constante, de las inva-
siones transformando el barrio sofiado de la clase media
‘en una tierra sin dios ni ley. En un vecindario donde estaba
pasando lo impensable: que la gente sin casa invadiera los
terrenos y viviera ahi, como si hubiera pagado algo, como
si tuviera algin derecho.
El primo llamé al alcalde, dijo la palabra elecciones y.
al dia siguiente, aunque era domingo, mandaron los bull-
dozens.
Papdi se movia entre el piiblico como un rey en gusya-
bera, Lo tinico que falté fue que to ilevaran en andas, pero
no hacia falta porque é! ya caminaba varios metros por
encima de la gente. Su cigarrillo como una antoreh, la
sonrisa de satisfaccién, la mano protectora sobre los nifios
bblaneos, el abrazo con todas. Decia su apellido, respondia
las preguntas, levantaba la cabeza,MANIA FERNANDA AMPUERO
Si, tengo contactos.
Los bulldozers son unas bestias dentadas que mugen y
destiozan todo lo que esta a su paso: persona, animal 0
cosa. Vino uno detrds de otro como naves extraterrestres
yen el terreno donde se habjan asentado las familias lo
empezaton a tirar todo.
Les gritos que salian dle las casitas eran de fin del mundo.
Me tapé los oidos
Negaban los alaridos adentro, adento, tan adentro que que-
ria gritar yo también,
Fronte a todo micstro vecindario que los contempla-
ba como si fueran un especticulo callejero, las mujeres
a medio vestir cargaban a sus bebés y con
agarraban la de los nifios que miraban at
su vida, con ojitossalidos de las étbitas, de pesa
hombres intentaben sacar colchones, ropa, utensilios, a
algun anciano que no podia caminar, Gritaban, todo el
mundo gritaba, como en esas peliculas de la guerra cua
do habia bombardeos.
Los bulldozers revoleaban planchas metilicas, cartones,
ollas, hamacas, un entrevero de polvo y cosas que antes
fueron las casas de esos nifios y sus families. A los gritos se
sumaton losaplausos del barrio, Aplaudian a los bulldozers
y aplaudian a mi papé que con la boca decis no es nada,
es mi deber civico y con Ia cara decia si, los he salvado,
pedazo de perdedores, amenme y adérenme porque los he
salvado,
Unnifito corrié hacia la maquina brutal. Dicen que vio
un gatito, dicen que vio algo brillante, dicen que no era
del todo nommal. El nifio fue engullido por esa pala con
una fecilidad aterradora, como si fuera una hormiga, Su
cuerpecito flaco salt6 por los aires y cay6 casi sin ruido
en la mescolanza de ladrillos, maderas, cartones, piedras.
Todos lo vimos, el hombre que conducia el bulldozer lo
su midrelo vio. La mujer ecyé al suelo con un bramido
mortal y empez6 a lanzarse puiados de arena a los ojos. a
arrancarse pelos de la cabeza, a desgarrarse la carne de los
pechos hasta dejarsela en tiras de piel colgando, con toda
lasangre baindole el vestido de flores, las sandalias, Los
vecinos, ante esa imagen, agarraron a sus hijos dela mano
‘y huyeron hacia sus casas sin mirar atts
‘Mernd agarn6 el brazo de papi y 1 sesolté con violencia.
Qué? No es mi culpa que esta gente sea tan pendeja
Se dio la vuelia pero alguien lo Namé por su nombre. La
‘madre del nifio, con vozde trueno, dijo el nombre completo
de mi papa,
Else quedé tieso de espaldas a ella,
Ella repitié el nombre una vez y otra vez como si le
lanzara dages. Luego escupié en el suelo ¥ con un solo
movimiento del brezo se limpié el pecho, la nariz y los
ojos. Su cara quedé ensangrentada,
Papa siguié caminando y caminando y caminando. Casi
cn la puerta de nuestra casa sacudi6 la cabeza, sacé un ci-
garrllo cel bolsillo de la guayabera y mientras se lo ponia
en la boca mascullé.
~Puta bruja.
jemo fuc feroz. Llovid tanto que el véter, el la-
la ducha y el desogiie se desbordaron y convirtieran
nuestra casa en un acnario de caca de todo el vevindario.
Nos salieron infecciones que supuraban en las manos y
en los pies. La humedad fue pintando los interiores de los
armarios de un verde negruzco, a los osos de peluche les,
crecié lama, los zapatos se empezaron a cuartear y a peler,MARIA FERNANDA AMPUERO
la ropa, los cajones, nosotros mismos, todo cogi
perro mojado,
La calle desaparecis. Los veeinos mis arriesgadas ca-
minaban sin ver nada bajo sus mustos, algunos salian en
botes o boyas de plistico para intentar salvar a los perritos
callejeros o evar comida a los mas ancianos, Desde la
‘ventana del segundo piso veiamos pasar todo tipo de basura,
botellas, puertas, animeles muertos, cochecitos de bebé,
samas de Arboles, frutas, verduras.
Ese invierno duré un siglo y cuando se tem
do por fin salio el sol y se empez6 a secar la vida, todos
éramos otros,
Mucha gente decidié mudarse 2 1a parte alta de la ciu-
dad, Nosotros no pudimos. Papé tenia tierras y ganado y
peidio todo, absolutamente todo, en tres meses de Iuvia,
Empez6 el tiempo de fiar en le tienda y de comer un
dia tras otro artoz con huevo o arroz con attin, mortadela
y queso en papel de despacho. Nos cambiaron a un colegio
mis barato, pasibamos vergiienza cuando nos lemaban
a rectoria porque no habfamos pagado la pension. Cada
cierto tiempo despediamios del barrio a otra familia y pro-
mantendrfamos en contacto. Las nifias
lloribamos abrazadas y los nifios se miraban los pies sin
saber muy bien qué hacer con la tristeza 0 con el equipo
de fitbol
Asi fuimos creciendo, como tantos, perdiendo,
Un dia, sin saber muy bien cémo, nos dimos cuenta de
que no conocianios a nadicen el barrio. Quienes organiza-
ban las fiestas con los parlantes en la calle y montaban las
piscinas inflables en la vereda no sabian nuestros nombres.
Ni nosotros los suyos.
Ellos y nosotros.
ra
Nosotros éramos los paris.
En donde un dia hub invasiones se levantaban cien-
‘tos de casas apiladas come dientes sin ortodoncia. Al
se montaron peluquerias, locutorios, ventas de peliculas
piratas, farmacias, bazares, iglesias evangélicas, jardines.
de infantes, consuliorios médicos, asesores de extranjeria,
veterinarias, salsotecas y restaurantes.
Papa volvia de su trabajo maldiciendo, Odiaba les ma-
sicas, los colores, las decoraciones, las comidas, Ins de-
‘vociones y les algarabias de los nuevos vecinos. Llamaba
4 la policia todos los fines de semana y nunca, jams, la
policia le hizo caso. Al principio, cuando todavia era joven,
tocaba la puertade las casas donde habia fiesta y es gritaba
se bajaran el volumen, que sino sabian quign era él, que
lamaria a la policia, al Municipio.
Los veeinos al principio le decian que serelajara, que se
tomara un trago. Después empezaron a insultarlo, Al final
salieron de la fiesta varios chicos, se pararon uno al lado
del otro, muy juntos, a contemplarlo y le pregunteron si
queria problemas.
Después de In muerte de mam los hijos nos fuimos cada
uno por su lado. Ella era el pegamento, la bisagra. Sin ella
todo despedia olora gas y a desaseo, sin ella éramos como
cometas sin hilo, nada mas volando, volando.
‘La medida de la distancia de la familia es la medida del
dolor de la familia.
Supimos que los ledrones se habjan intentado meter en
la case por el patio y que pepé habia decidido rodear todo
con alarmas y alambre de puias. Encementé la puerta de
entrada, cogs casi todas las ventanas, convirtié la casa en
una caja gris, un ataid. Abi dentro, a solas, quién sabe quéMARIA FERNANDA AUPUERO.
al lado del niimero 66 dela casa
's papa echaba cualquier pintura
imero y echaba miradas asesi-
Todos tos dias aman.
‘otro 6 mas y todos los
que encontrara sobre ese
nas a todos los que paszban por abi. Un dia, harto, dejé de
hacerlo y la casa se convirtié en la villa 666.
Los nifios empezaron a temerle. La casa, nuestra casa,
se convirtié en lz mansién embrujada de! barrio y de papa
decian que era canibal, pedéfilo, que nos habia matado a
todos, que era el diablo, Suimagen les daba la razén. Cada
dia més sucio, con la barbe blanca crecida y las ufas lar-
guisimas, enfebrecido de odio, mascullaba barbaridades y
hablaba solo de los otros tiempos, cuando ese era un buen
barrio, un barrio de gente decente, no de drog:
extranjeros.
Cuando lo llamatamos nos hablaba de las caras negras
que se le aparecian en fa ventana del segundo piso y que
le decian muérete viejo de mierda, de las cartas amenazan-
tes que le ponian bajo la puerta con fotos de balas con su.
jas, de que le manchaban las paredes
‘con huevos podridos, con grafitis, con eruces invertidas,
de que todo ef barrio tiraba la basura en su puesta, de que
le cortaron su érbol y que hicieron una hoguera donde
quemaron a un monigote con careta de barba blanca y un
cigarrillo en la boca.
En nuestra iltima conversacidn su voz ya no me era fa-
miliar. Susurré al teléfono que ya habian entrado a la casa,
que esiaban en nuesiras habitaciones, en la cocina y que
pronto llegarfan al bafio donde llevaba dias escondido, sin
comer ni dormir. Le pregunté quiénes, otra vez, como cada
llamada, le pregunté quignes se hebfan metido en nuestra
casa y ahi si me respondié.
“Los invasores.
nombre escrito ea