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z B oO oO © 2016, Lucia Laraciong YANA Maris SHUA © De esta edicién: 2026 , BDIGIONES SANTILLANA S.A. Ay, Leandro N. Alem 720 (C1001AAP) Cindad Auténoma de Buenos Aires, Argentina ISBN: 978-950-46-4768-3 Hecho el depésito que marcala ley 11.723 Impreso en Argentina. Printed in Argentina. Primera edicién: febrero de 2016 Direccién editorial: MARiA FERNANDA MaQuigina Bdicién; CLARA OBYEN Tlustraciones: CARLUS RODRIGUEZ Direccién de Arte: José Crasro ¥ Rosa Marin Proyecto grafico: MARISOL DEL BURGO, RUBAN CHUMILLAS ¥ JULIA ORTEGA Shua, Ana Maria ‘Timamuel y Margarita ‘un viaje inesperado/ Ana Marla Shua ; Luets Laragiane; ilusteade por Carlus Redriguer.-1a ed ,-Cludad Auténoma de thuenos Aiees : Santillana, 2016, ‘248 p.: iL; 20x 14cm. - (Azul) ISBN 978-950-46-476B-3 1. Narrativa Historica Argentina, 2. Literatura Juvenil. |. Carlas Rodriguez, lus. I, Laragione, Lucia HI. Titulo, CDD 863.9262 Todos los derechos reservados. sta publicacién no puede ser reproducida, mien todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacién de informacién, en ninguna forma ni por ningiin medio, se2 mecanico, fotoqui- mico, electrénico, magnético, electroéptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editarial ESTA PRIMERA BDICION DE 6.000 BJEMPLARES SE TERMING DE IMPRIMIR EN EL MES DE FRARERO DE 2016 EN ARCANGEL MAGGIO - DIVISION LIBROS, LAFAYETTE 1695, CIUDAD AUTONOMA DE Buanos AIRES, REPOBLICA ARGENTINA. Dwendtaoo! Fag Emanuel y Margarita Un viaje inesperado Lucia Laragione Ana Maria Shua Tlustraciones de Carlus Rodriguez loqueleo EM Dev recrstro pe Enanuc. By SIGLO XXI — TERCER VIAJE BUENOS AIRES Minombre es Emanuel Rizzo. Tengo dieciacho afios y Me preparo para mi tercer viaje al pasado. La ex- periencia me ha demostrado que estos registros son inttiles para convencer a nadie de que mis aventu- ras han sido reales. Pero tal vez sean importantes en el futuro, adonde mi maquina del tiempo no lle- ga. Su inventor, mi tio Francis, dice que no se puede iral futuro del siglo xx1 porque todavia no existe. Participé en la Revolucién de Mayo de 1810 y viajé también a 1813. Estuve presente en el Com- bate de San Lorenzo y estaba en Buenos Aires cuando la Asamblea del afio XIII dicté la Libertad de Vientres, declarando libres a los hijos de escla- vos nacidos a partir de ese momento. jQué raro suena todo esto! Ahora, mas grande, entiendo mejor que nadie me crea. Y es inuitil que traiga pruebas. Traje documentos, pero el papel es 5 nuevo y la tinta también. Por mds que vuelva con ropa, utensilios o lo que sea, jnunca tendran dos- cientos afios de envejecimiento! La maquina va y viene en unos segundos. Mi tio Francis, el hermano chico de mama, ya tiene veintiséis afios, no lo puedo creer, Se reci- bid en Fisica, gané una beca re-importante y aho- ra esta trabajando en una universidad de Estados Unidos, Cambié demasiado: se transformé total- mente en una persona adulta, me siento un poco como si me hubiera traicionado, Sus planes respec- to de la maquina del tiempo también cambiaron. Después del viaje que hice al afio 1813 se dio cuen- ta de que nadie iba a creer en mis grabaciones ni en las fotos 0 los videos que tomé en el pasado con mi celular, Decidié que él mismo tiene que conver- tirse en un personaje reconocido por la comunidad cientifica internacional para recién convencer a los dernds de que prueben su maquina del tiempo. “Paciencia’, me dice siempre. Yo estoy harto de pa- ciencia. Al terminar el colegio decidi que nada me in- teresa tanto como la Historia. Estoy haciendo el ingreso a la facu para estudiar esa carrera. Gracias al invento del tio Francis, tengo la posibilidad de estar presente en momentos claves de la historia argentina y enterarme bien de lo que pas6. Se me ocurrié una idea genial. Quizds traer co- sas de alli no prueba nada. Pero en cambio, cuando esté en el pasado, podria esconder objetos o docu- mentos importantes y después, cuando vuelva a esta época, “descubrirlos” y hacerme famoso como historiador y como arquedlogo, Ahora quiero estar en Tucumdn el 9 de julio de 1916 para ver cémo se declaré la independencia. Tio Francis no esta de acuerdo, se siente muy res- ponsable por mi, Después de todo lo que me pasé en 1813, cuando me secuestraron los indios ran- queles y me perdi en el desierto, le da miedo que me pase algo y no pueda volver, Pero yo me voy igual, ni tengo por qué avisarle. Con los cambios que le hizo a la maquina del tiempo, viajar es mil veces mAs facil. Ya no tengo que sentarme aden- tro de un gran cajén de madera. Ahora toda la ma- quina tiene el tamario de un control remoto. Basta con meterse en una especie de gran bolsa de plas- tico (es un material especial, impermeable al tiem- po) y accionar el control. Es muy practico, porque después doblo la bolsa chiquita y la Ilevo siempre encima. No voy a tener el problema de que se pier- dao me la escondan, como me pasé en 1810, ni de que se rompa en el choque al llegar, como en 1813. En cambio, voy a tener problemas nuevos. Por un lado, el de las comunicaciones con Francis, Mi celu- lar estaba tuneado para poder mandarnos mensajes de texto entre el pasado y el presente, pero ahora Francis no sabe que me llevé de su casa la maquina del tiempo y me voy a 1816 por mi cuenta. Poy otro lado, antes yo iba directamente desde el patio de la casa de Prancis hasta la casa de don Blas de Ulloa, en el pasado. Tener un aliado en ese mundo extrafic me hacia todo mas facil. Don Blas me ayudaba con la ropa, con el dinero, me daba instrucciones acerca de cémo comportarme, me ensefié a montar... Les dijo a todos que me habian criado en Italia, para que mi acento raro no llama- ra la atencién. Pero tengo motivos para creer que no voy a encontrar a don Blas en 1816. Estaba muy grave cuando lo dejé en 1813. Y no tengo ningan interés en encontrarme con su nieta. Margarita, la nieta de don Blas, es una chica de mi edad, solo que ya no es una chica. En esa época, una mujer de dieciocho afios es una sefiora.,., Bueno, casi prefiero ni hablar de eso. Cuando me fui, los dos tenfamos quince afios y ella se estaba por casar. Vivimos cosas increibles y sin embargo ella se iba a casar con otro, con un tipo grande, que la podia mantener... No quiero ni acordarme. Vuelvo a escu- char la grabacién que hice a la vuelta de mi viaje an- terior. Qué ingenuo que era a los quince afios. ... no me importa si cuando llego me la encuentro a Margarita casada con otro. Con Jean-Jacques 0 con el que sea. Estard casada en el siglo x1x. Y yo me la voy a llevar doscientos afios para adelante. é ella va a querer dejar a su marido y venirse conmigo? {Qué le puedo ofrecer yo? Mujeres, bah. Ahora las conozco mejor. Sali con muchas. Me gustan, claro. Me encantan las mujeres. Pero enamorarse,., No sé, me parece una pavada de novela rosa. No creo que nunca me vuelva a enamorar. Era demasiado joven y lo que me pasé fue demasiado fuerte. En este viaje no tengo ningun interés en ver a Margarita. Me voy a concentrar en lo que me interesa como historiador. Nunca entendi bien los hechos de 1816, esa parte del Congreso de Tucumdn es como un berenjenal histérico. Ahora sera distinto, LO porque voy a estar alli personalmente. Tengo que prepararme con mucho cuidado: al faltarme la apoyatura de don Blas, hay que ver cémo me las voy a arreglar para sobrevivir. Mi m4quina viaja en el tiempo pero no en el es- pacio. Si quiero aparecer en Tucuman, tengo que ir a Tucuman y meterme en la maquina alli. Eso ya esta preparado, Les dije a mis padres que me voy con unos amigos de campamento a Cérdoba, y es verdad, Cuan- do esté alli, me torno un micro a Tucumén. Total, pue- do ir y volver en el dia, Aunque esté meses enteros en el pasado, pasa muy poco tiempo en el presente. Mi plan es sencillo: me meto en la Casa de Tucuman como un turista cualquiera. Me escon- do en el baiio y me meto en la maquina. Voy un domingo a la mariana, asi esta todo tranquilo y tengo mas posibilidades de que nadie me vea lle- gar en 1816. En esa época, el domingo ala mafiana todo el mundo estaba en misa, hasta los esclavos. jTucumAn era un pueblo de doce manzanas y tenia cuatro iglesias! Pero, ademas, voy a alquilar un traje de época en un negocio de disfraces y me lo llevo en la mochila, Mmm, mejor que una mochila llevo una valija, que va a llamar menos la atencién, Algo de plata chica de la época me traje en el viaje anterior, pensando, como siempre, que ibamos a poder con- vencer a alguien con esa prueba. Billetes crujien- tes, moneda recién acutiada... qué inocente. Cuando salga de la Casa de Tucuman (espero que esté abierta, en un pueblito de doce manzanas no debe haber inseguridad), tengo que buscar posada. éHabra? Lei que los enviados de las provincias al Congreso de Tucuman iban a vivir en casas de fami- lia... Qué lo... Ya veré, En todo caso, le pido ayuda a Juan José Paso, que es secretario del Congreso, asi que tiene que ir todos los dias, En 1810 lo saqué de una tremenda gripe con aspirinas, para que pudie- ra estar el 22 de mayo en el Cabildo. ¥ en 1813 nos volvimos a ver, espero que me recuerde, Los con- gresales habran llevado esclavos, secretarios... Esta el ejército de Belgrano.., Por suerte seguro que hay mucha gente de afuera en ese Tucuman de 1816... De trabajar, ni hablar. Imposible. Con los traba- jos pesados se gana miseria, hay gente que trabaja por la comida. Y yo para escribir con pluma de gan- so soy un desastre. Se me ocurrid una idea genial para conseguir plata: llevar cosas para vender. Que no llamen demasiado la atencién, abvio que no voy a a 12 llevar una cd4mara digital. Por dos mangos me com- pro un montén de pafiuelos hindues, que son livianos, ocupan poco lugar y alli van a ser re-exoticos. Tam- bién Ilevo cuatro relojes que me compré en un lugar de antigtiedades en San Telmo, son de principios del siglo xx, a ellos les van a resultar super modernos: alli se fue todo lo que gané trabajando en el verano. Otra cosa que voy a meter en mi valijita son unos paraguas plegables, jcon eso voy a matar! Y es una tecnologia que bien podrian tener, no hay nada eléctrico, se ar- man con resortes... Eso si, se rompen facil, estos del siglo XIX no estan acostumbrados a lo de tiselo y tirelo. Llevo un par de celulares, unas cuantas baterias y el botiquin de primeros auxilios, que la otra vez me sir- vié muchisimo. También una libretita para anotar, por si me quedo sin bateria, y varias biromes, aunque no para vender, porque son demasiado raras. j han diario de Margarita a 20 DE MARZO DE 1816 TucUMAN iMe quedé sin respiracidn al encontrarlo y todavia estoy sofocada! jCémo pude ser tan imprudente! jArriesgarme a que Jean-Jacques diera antes que yo con este diario y sus escritos que detallan aque- lla aventura con alguien que decia venir del futu- ro! Me pregunto qué tenia yo en la cabeza cuando dejé, dentro de Ja caja y tan a la mano de mi espo- so, el diario que acabo de encontrar. gPor qué no lo quemé o lo enterré para siempre? Los Angeles, la Virgen y todos los santos han querido, sin duda, proteger mi matrimonio... Sin embargo, y raramente, volver a tener este diario y releerlo ha posibilitado también un en- cuentro conmigo misma. Con aquella nifia des- preocupada que fui hasta no hace mucho. Porque, aunque no ha transcurrido tanto tiempo desde entonces, jhan sucedido muchisimas cosas! ¥ de 13 14 pronto siento ganas de escribirlas, para pensar- las, para entenderlas mejor. No va a ser facil ha- cerme el tiempo, ya que Francois demanda toda miatencién, pero mientras él duerme, como aho- ra, encontraré algunos momentos para dedicar a la escritura. Las ultimas lineas de las paginas que he vuelto a leer habian sido escritas el 1 de junio de 1813, hace ya casi tres atios. Quince era mi edad en aquel tiempo. Me figuraba estar enamorada de aquel muchacho llamado Manuelito. ;Pensar que estuve a punto de decirle a Jean-Jacques que me habia enamorado de otro! {Como pude tomarme en se- rio esas historias? Muy poco después de aquel 1 de junio de 1813, llegaron las inquietudes reales, las que correspondian a una verdadera adulta. Llega- ron los dolores, y las responsabilidades. Ahora, con dieciocho, soy una mujer hecha y derecha. Esposa y madre. Y mas huérfana que nunca, porque hace poco mas de dos afios y medio nos dejé para siempre don Blas, mi abuelo, el hom- bre que me dio todo su amor y su amparo cuando, siendo una nifia de muy corta edad, mis padres perdieron la vida en un naufragio. Jean-Jacques y yo nos casamos el 1 de julio de 1813 en una sencilla ceremonia en la iglesia de la Merced (jtanto que habia sofiado con una gran fiesta!), Y tuvimos el inmenso honor de que mi amiga Remeditos y su esposo, el coronel San Mar- tin, fueran nuestros testigos de boda. A la alegria de iniciar una nueva vida junto a mi marido, se sumé demasiado pronto la pena in- mensa por la muerte del abuelo, que ocurrié quin- ce dias después de consagrado el matrimonio. Con la desaparicién de don Blas llegaron los problemas. Tuvimos que vender la casa de Buenos Aires por- que los malos negocios y el quebranto de la salud del abuelo habian generado muchas deudas. Por suerte, Jean-Jacques habia heredado de un tio, un hermano de la madre, una casa en Tucumdn. De modo que acd nos vinimos, en un viaje en galera que dur6 casi cuarenta dias. Yo no hacia mas que vomitar durante el trayecto porque ya estaba em- barazada, aunque todavia no lo supiera. Dejar Buenos Aires no fue facil. Abandonar la casa en la que creci, en la que habian vivido mi abuelo y mis padres... Separarme de las amigas de mi madre, que me habian protegido y mimado 45 16 cuando nifia y siguieron cuidandome y aconsejan- dome al hacerme mayor... Separarme también de mis amigas, con quienes compart{ risas y confi- dencias y el asombro y las dificultades de crecer... Todo aquello significé pérdidas muy dolorosas. Por suerte Remigia, tan fuerte como siempre, y Mali y Donga, o mejor dicho Pedro y Catalina -sus nombres de bautismo-, nuestros negros y fieles servidores, viajaron con nosotros para instalarse en el nuevo hogar. {fucum4n es una ciudad pequefia al lado de Buenos Aires! Apenas umas pocas manzanas... Pero la casa en la que vivimos es amplia, espaciosa, y tiene una huerta donde Catalina con sus manos mégicas cultiva verduras. También hay naranjos y el aroma de las flores de azahar alegra y serena mis dias. El 4 de abril de 1814 nacié mi precioso Frangois Blas Pierre Lorenzo. Sus cuatro nombres son dife- rentes homenajes. Francois corresponde al filéso- fo y escritor Voltaire, al que Jean-Jacques admira por su apasionada defensa de la libertad y la tole- rancia. Blas no necesita explicacién: recuerda a mi bienamado abuelo. Pierre era el nombre del padre de Jean-Jacques. Y Lorenzo fue el nombre por el que se conocié a mi padre Hoy, 20 de marzo de 1816, hace ya dos meses que Jean-Jacques partié en una misién secreta al servicio de la revolucién. jLa revolucién! jQué raro es decirlo en este momento, cuando todo es incierto! Lo que nadie podia prever, sucedid: Napoleon fue derrotado y Fernando VII volvidé al trono de Espafia. jCayé para siempre la mAscara de Fernando! Los espafioles quieren recuperar estas tierras y vienen por ellas con sus ejércitos y sus generales, a los que les oponemos patriotas convencidos como el general Belgrano, pero no profesionales de la guerra. Mientras tanto, hay peleas internas entre Buenos Aires y las provin- cias, entre Buenos Aires y Artigas, a quien un dia se lo declara un delincuente, y al otro, se lo vene- ra como héroe, Las autoridades se suceden y se traicionan unas a otras sin que logremos llegar a acuerdos duraderos. Ahora habré un Congreso en Tucuman que esta destinado a declarar la independencia, mientras en Europa corren vientos de restauracién de las monarquias. 17 18 Es dificil saber qué va a ocurrir. Yo, mientras tanto, desocupo el cuarto de huéspedes de las ca- jas que habia amontonado alli durante la mudanza, porque uno de los diputados no sé todavia cual- se alojara en mi casa. Tucuman no tiene posadas y so- mos sus habitantes quienes ofreceremos hospedaje a los diputados de las provincias. Por supuesto, no van a participar del Congreso aquellas que siguen a Artigas: Corrientes, Santa Fe, Entre Rios, la provin- cia Oriental y los pueblos de Misiones. Cordoba, por su parte, aunque forma parte de la llamada “Liga Federal”, enviard sus diputados a Tucuman. Me pregunto si lograremos escucharnos, si podremos ejercer esa libertad y tolerancia que Jean-Jacques tanto admira en su Voltaire. sDén- de estara ahora mi esposo? jCudnta falta me hace su compaiiia protectora! Y¥ ya no me pregunto nada mds porque en este mismo momento oigo llorar a Frangois, mi dulce nifio, que acaba de despertarse de su siesta. ¥ el pequenio no tiene otra preocupacién que no sea tomar su merienda. Ya mismo estoy yendo a co- bijarlo en mis brazos y a darle aquello que tanto desea. CARTA DE MARGARITA A JEAN-JACQUES Tucumdn, 20 de abril de 1816 Queridisimo Jean-Jacques: Ya van tres meses de tu partida y apenas recibt alguna noticia haciéndome saber que estabas bien de salud y que nos echabas mucho de menos, Sé que la misién que te ha llevado lejos pide actuar con dis- crecion y prudencia, pero yo espero ansiosamente una carta de tu pufio y letra, jTe extrario tanto! jY nuestro pequerio! Cada vez que alguien llama a la puerta, extiende sus bracitos exclamando “jpa-pd, pa-pal”. Ha crecido mucho en este tiempo. Como podrds imaginar, Tucumdn esta alborotada con la llegada de los diputados de las distintas provin- cias. Los que vivimos aqui hemos abierto las puertas de nuestras casas para brindarles alojamiento. 19 20 En nuestro hogar, hemos recibido a don Pedro Medrano y Cabrera, abogado y poeta. Fue él quien, al inaugurarse el Congreso el 24 de marzo, ejercié como primer presidente. Es un hombre que anda por los cincuenta afios de edad, buen conversador, aman- te de la naturaleza y de las empanadas tucumanas que Remigia aprendié a hacer muy bien. Don Pedra tiene muchos recuerdos de su infan- cia en Isla Gorriti, un lugar muy solitario adonde sus padres llegaron exiliados por orden del que en- tonces era gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula y Bucarelli. Ignoro las razones por las que el gobernador decreté el exilio y, por discrecién, no quise preguntarlo, De todos modos, esa infancia que vivid, rodeado por el agua y en compariia de los lobos marinos, imprimié en nuestro huésped un es- piritu sofiador que, me parece, lo ha conducido a la Poesia. Bs bueno tener a don Pedro en casa porque, de ese modo, me voy enterando de todas las alternativas de lo que sucede en el Congreso, Coma conversador que es, algunas cosas me las comenta con la mayor naturali- dad. Son muy vividos los retratos que suele trazar, ala hora de la cena, de los otros diputados. Dibuja con las palabras en el aire y los personajes invocados aparecen claramente ante nuestros ojos como si ellos estuvieran participando de la velada. Pero ayer, don Pedro estaba callado y pensa- tivo, Entonces, luego de ofrecerle una suculenta cena -una deliciosa carbonada- me animé a pre- guntarle qué lo tenia tan ensimismado, Dio algunos rodeos, antes de decirme que el primer problema que se le habia planteado al Congreso era resolver quién ocuparia el cargo de Director en reemplazo de Ignacio Alvarez Thomas, obligado a renunciar por Diaz Vélez. A veces me parece que jamds Ilegaremos a verda- deros acuerdos en esta bendita tierra. Hay algo més que, probablemente, ya sepas. El coronel San Martin apura a los diputados a declarar la independencia. Necesita, me aclaré don Pedro, un documento legal para su plan de liberar Chile y Pert. :Lo sabias, verdad? Te estds sonriendo por mi pregunta? Cierro los ojos y trato de imaginarme tu sonrisa. {Ojald pueda verla muy pronto! Tengo que ir terminando, Alguien pasard de un momento a otro a buscar esta carta. Me han prome- tido que te la hardin llegar. 21 Me atormenta la incertidumbre de no saber cudn- to tiempo mds pasard antes de que podamos volver el uno a los brazos del otro. Con la recomendacién de que te cuides mucho, te quieren y te extranan, Tu Margarita y tu hijito Francois. 22 EM Dev recisto pe Enanuer BY 30 DE JUNIO DE 1816 TucuMAN Mis grandes planes... Ojala la vida fuera como uno la planea, Voy a tratar de ordenarme para que este registro tenga sentido: pasan los afios y sigo siendo el mismo atropellado. Estoy en 1816, pero no sé si me voy a poder quedar. Antes de que me leven preso los alguaciles del cabildo (la policia de esta época) me conviene renunciar a este viaje loco, meterme en la maquina y volver a casa. Crei que lo tenia todo friamente calculado. Me despedi de mis amigos en el campamento de Cérdoba, viajé tempranito a Tucuman y llegué el domingo a media majfiana, El horario para visitar la Casa de Tucuman es de 10a 18. Hasta ahi, todo OK. Debajo del jean y del puléver, llevaba puesto un traje de época alquilado en un negocio de disfraces, jSuerte que la independencia se declaré en julio y no en enero, porque me hubiera muerto de calor! Era 23 24 un dia bien frio. Para mi, que estuve ahi de ver- dad, el disfraz era un poco ridiculo, De la tela ni hablemos, pura fibra artificial. Pero para empezar mas o menos andaba, Sobre todo, estaba un poco gastado; eso le daba un aspecto bastante normal y, de paso, me lo alquilaron mas barato. Ya consegui- ria algo mejor en 1816. Cuando sali de casa para el campamento, meti en la mochila un maletin de cuero que fue de mi abuelo, con las cosas que traje para vender, el disfraz de época y un par de zapa- tos formales, con hebilla, que nunca uso. Asi que ahi estaba, un lindo y soleado 30 de ju- nio, frente al Museo de la Casa de Tucuman. Pensé que pasar con el maletin seria un problema, pero entré como estudiante y nadie me pregunté nada. Siguiente problema: jadénde meterme para usar mi maquina del tiempo sin que nadie me viera? Si, claro, en el bafio, pero gqué habia en 1816 en el lu- gar donde ahora est el bario para los visitantes del museo? Lei que la Casa de Tucuman fue remodela- da varias veces, y la ultima vez la reconstruyeron segtin los planos originales... Pero los barios... Eso tenia que ser nuevo, en esa época no habia. Ya pasé por ese problema. Los préceres estaban muy flojitos de baiios,.. Como mucho, tenfan una letrina: una tablita sobre el pozo ciego en un cuarto de made- ra en la huerta, con lavandas y limoneros plantados alrededor para disimular el mal olor. No quise meterme en la visita guiada del museo. En cambio, me quedé mucho rato mirando un retra- to de las damas patricias cosiendo la bandera. Toda mi infancia pensé que las damas patricias serian unos terribles vejestorios. Las chicas del retrato no parecian de mas de catorce o quince afios. Por mas que traté de evitarlo, me recordaron a Margarita. Pasé por la sala donde se juré la independencia, con mucha emocion. Sabia que en 1816 la casona la estaba alquilando el gobierno de Tucuméan, y ha- bian tirado abajo una pared para juntar dos cuartos y hacer esa sala donde cabian mAs de cien personas. Ami me parecid bastante chica. Los empleados del museo me miraban el male- tin con sospecha. Pregunté por el bao, que esta- ba al lado del negocio de recuerdos, entré en uno de los cubiculos, me saqué el puldver, el jean y las zapatillas y quedé con mi ropa antigua. Me paré sobre el inodoro, desplegué la bolsa de plastico, me meti adentro, agarré el control y me aseguré 25 26 de calcular bien las coordenadas. Tenia que evitar materializarme en el mismo lugar en que hubiera otro objeto. Tuve ese problema cuando llegué con mi maquina a 1813 y justo ahi habian puesto el es- critorio de don Blas. Ahora no tenia un cajén de madera para protegerme, solo mi bolsa de plasti- co y podfa pegarme un buen golpe... Entonces di un salto en el aire, lo mas alto que pude, mientras apretaba el ON, Otra vez esa sensacién del torbe- llino loco que me tragaba, la angustia de la falta de aire y, jplafl, el golpe contra el suelo. Por suerte habia caido sobre una alfombra bas- tante mullida, al lado de un escritorio grande. Era una salita que los congresales debian usar como despacho, La alfombra era nueva, pero las paredes estaban descascaradas. La silla y el escritorio estaban viejos y gastados, como si los hubieran usado varias generaciones, Habia un tintero de bronce, va- rias plumas de ganso, un cortaplumas (jrecién me doy cuenta de por qué se llama asi!) y un secante Ileno de manchas. Doblé bien la bolsa de plastico, me la meti debajo de la camisa junto con el control y sali a explorar. Se notaba que esa casa la habian usado como cuartel hacia poco, por mas que la sala principal estaba recién pintada de blanco, con los Marcos de puertas y ventanas de azul. Por suerte habia calculado bien. Domingo a la Mariana, todo el mundo en misa. Por si se hubieran quedado algunos esclavos o sirvientes de cuidado- Yes, me escurri con mucho cuidado hasta la puerta. Estaba abierta. Sali a la calle, Ya empezaba el movi- iento, estaba saliendo la gente de las iglesias. Traté de caminar con naturalidad pero pron- to me di cuenta de que todos me miraban raro, los chicos me sefialaban a sus padres y se refan. Hasta 1810, Tucuman era el lugar de paso para las merca- derias que entraban de Europa al puerto de Buenos Aires, e iban hasta Lima. Y viceversa. Pero, ademas, hacia un par de afios que esté aqui el Bjército del Norte... jtendrian que estar acostumbrados a ver fo- rasteros! Al principio pensé que me miraban los za- patos, que eran bastante diferentes. Hasta que me di cuenta: jme habia olvidado de ponerme sombrero! _ Estaba, como dicen ellos, “en cabeza” en plena calle, jqué escdndalo! Y por el momento no lo podia reme- diar, nadie vendia sombreros un domingo. Me acerqué a un muchachito andrajoso y des- calzo que me miraba con curiosidad. 27 28 —jAdénde podré conseguir posada? —le pre- gunté, tratando de usar palabras antiguas. Por mis viajes anteriores ya sabia que en Buenos Aires se hablaba de vos, pero no estaba seguro de lo que pasaba en Tucuman. —Sigame, vuesa merced —me dijo el chico—. Lo llevaré a la casa de la viuda de Suarez, donde se alojan varios caballeros. Lo segui por esas callecitas angostas hasta una zona casi fuera del pueblo, donde las ultimas ca- sas, ya bastante pobretonas, se mezclaban con el campo. Tocé el aldabén en una casa ruinosa. Una mujer vieja y desalifiada, con acento espafiol, nos abrié la puerta. gQué clase de caballeros se aloja- rian alli? La mujer me miré de arriba abajo con sospecha. Yo hice el ademas de llevarme la mano al sombrero que no tenia. —Disculpe, sefiora, el viento me lo arrebaté. Mafiana compraré otro. —Por ahora puedo prestarle uno de mi difun- to marido. gY ese es todo su equipaje? sComo llegé hoy, sefiorito, si no hay galera? —pregunts ella, mirando desconfiada mi pobre maletin—. Tendra que pagar por adelantado, i, i) (aia: | ae |, 3e —Estuve hasta ayer en casa de unos amigos, Solo necesito alojamiento por una noche. Le di todo el dinero de la época que me habia quedado de mi viaje a 1813. La vieja grufio y se lo metié en su sucio delantal. Después, a pesar de que era de dia, encendié un candil para llevarme a mi habitacién, que era oscura y triste. Tenia una cama, un crucifijo y una cémoda como la de mi abuelita, con una palangana y una jarra llena de agua para lavarse la cara y las manos. jEsta gente ni se lavaba los dientes! Si no encontraba nada mejor, pensaba quedar- me alli unos cuantos dias, pero recién el lunes iba a poder conseguir la plata, jO eso creia! El lunes 1 de julio, con un sombrero gastado y grasiento que me presté la dueria de casa, me fui al mediodia al centro de la ciudad, Ya habia tenido la oportunidad de ver a los otros “caballeros” que se alojaban en su casa, Eran dos tipos de muy mal as- pecto que cuchicheaban entre ellos cada vez que me vyeian. Lo unico bueno fue el puchero que me dio la mujer a la noche, Ya me voy a hartar de comer pu- chero, aqui casi no se come otra cosa, pero mientras tanto me vino muy bien. La carne es tan barata que ni la vieja esta se la mezquina a sus huéspedes. Elegi el mediodia para tratar de vender mis cosas porque habia leido que era el momento mas anima- do en las calles y me venia bien que hubiera mucha gente para no llamar la atencién. En efecto, por la zona de la Plaza Mayor, donde estan el Cabildo y los negocios, pasaban montones de carretas cargadas de mercaderfa, y otras vactas (se fabrican aqui), ha- bia negros vendiendo mazamorra o dulces de coco en las esquinas, igual que en Buenos Aires, y gente caminando por la calle. Ahora que tenia puesto ese sombrero ridiculo nadie me miraba. Entré a un negocio donde vendian telas con la idea de ofrecer mis paraguas. El vendedor, un mu- chacho flaco y alto que se me habia acercado con una gran sonrisa, cambié su expresién cuando le dije que queria ofrecerle mercaderia. —Ya tenemos todo lo que necesitamos —me asegurd. — Seguro que esto no lo tienen! Es mercaderia muy especial que traje de Europa. —Es cierto que ultimamente nos llega poco de alli, pero... 31 32 —Por favor, permitame que le muestre mis pa- raguas. —;Paraguas? Mmm, eso puede ser interesante, hay pocos en la ciudad y conozco familias que podrian estar interesadas. Abri mi maletin sobre el mostrador y empecé por mostrarle los patiuelos hindues. —Bonitos, sin duda, muy originales, pero no es lo que se lleva este afio. Sin embargo, si quiere dejarmelos, podria darle la mitad de lo que me pa- guen —dijo, mirandolos con atencién, Con ganas de asombrarlo, saqué uno de los pa- raguas plegables y lo abri apretando un botén. El yendedor dio un salto para atras, aterrado. — Qué es eso? g¥ para qué sirve? Le mostré como lo plegaba otra vez y lo practi- co que resultaba, —Disculpe, caballero —me dijo—, pero no logro entender la utilidad de ese artilugio, Un ca- ballero puede utilizar un paraguas comin como baston, pero, para qué le serviria uno pequefio y plegado? Por cierto, ninguna sefiora cargaria eso en subolso... gpara qué? Las damas no andan arras- trando sus vestidos por la calle cuando Ilueve. —No todas seran damas... El muchacho sonrid. —Las que no son damas tampoco tienen dine- ro para semejante lujo, Pero gde qué esta hecho su traje, caballero? No conozco esa tela, gMe permite tocarlo? Por supuesto, no se lo permiti. En otra tienda intenté vender mis relojes de bol- sillo, Los miraron con interés, como extrafias curio- sidades, pero nadie quiso comprarlos. Recorr{ todas las tiendas del pueblo, que no eran muchas. Poco a poco me fui alejando del centro. Un ropavejero me ofrecié comprarme los pafiuelos por una cifra tan modesta que apenas me alcanzaria para una noche mas. Sin pensarlo, estaba otra vez cerca de la casa de la viuda de Sudrez. Entré derrotado en mi fea habi- tacién. Alli vino a verme la bruja. —Se va usted mafiana a la mafiana, gverdad? —Si me da un poco de tiempo... Juan José Paso, el secretario del Congreso, es un buen amigo mio y puede responder por mi. {Uno de los sefiores que vinieron de Buenos Aires? No me haga reir, que me duele el higado. {Si 33 34 usted fuera amigo de ese tal Paso, no estaria alo- jandose en lo de la viuda de Suarez! jO me paga ahora mismo 0 llamo a los alguaciles! En cuanto la maldita bruja se dio cuenta de que no tenia un centavo mas para darle, salié de golpe iy cerré la puerta con Ilave! Escuché cémo enviaba a una criadita negra a buscar a los alguaciles. Y aqui estoy, sentado en este catre miserable, ya decidido a meterme otra vez en la maquina del tiempo y volver a mi época. Sin la ayuda de gente del siglo XIX que sepa mi secreto, no voy a poder quedarme. jHice muy mal en venir por mi cuenta! be harle de Mas favgorda 2 DE JULIO DE 1816 TUCUMAN jAlgo verdaderamente extraordinario acaba de suceder! Siento como si estuviera dentro de un suetio y despierta al mismo tiempo. Alegre y confusa, alborotada como una chiquilla, calma y serena cuando al fin logro recuperar el dominio. Paso de un estado a otro, en un torbellino de emociones. Y Jo que ha provocado todo este lio, es lo que nunca imaginé que sucederia. jLa llegada intempestiva -nunca mejor empleado el adjetivo- de Manuel! jManuel esta acd, en Tucuman, y lo que es mas: en mi propia casa! Hace un par de dias habian circulado rumores sobre la presencia de un recién llegado a la ciudad que habia llamado la atencién de algunos. Un jo- ven alto y de pelo rojo que, sin ninguna duda, no era uno de los diputados al Congreso. Iba “en cabe- za’, lo que hacia que el color de su cabello resultara 35 36 un escdndalo para los ojos recatados de damas y caballeros. Tucuman es tan pequefio que la pre- sencia de alguien venido de afuera se nota de in- mediato, aun en este tiempo en que los diputados de las distintas provincias han acudido en gran numero. El corazén me dio un vuelco cuando escuché el comentario en un corrillo de mujeres. (Un recién Hegado joven, alto y de pelo rojo! Inmediatamente pensé en Manuel, pero rechacé la idea por dispa- ratada. Me dije que no era posible, que él no era el tinico pelirrojo del mundo. Pero en el curso de esa misma tarde, nuevos rumores llegaron a mis oi- dos. Esta vez se comentaba que el mismo joven de pelo flamigero habia intentado vender en los nego- cios de la Plaza Mayor unos pafiuelos colorinches y unos extrafios paraguas que se encogian y se es- tiraban como culebras y que, por supuesto, nadie en su sano juicio querria usar. Entonces, no tuve ninguna duda. Ese no podia ser otro que Manuel! Poco después, fue el propio Pedro quien me confirmé que creia haberlo visto el domingo por la mafiana, en las proximidades de la casa donde se celebra el Congreso, cuando él habia salido para cumplir con un encargo urgente del doctor Medrano, Le parecié que era Manuel al verlo hablando con un chiquillo andrajoso, pero no pudo detenerse porque tenia que entregar sin demora la esque- que llevaba para Godoy Cruz, el diputado por Mendoza. _ Apenas Pedro me conté lo que habia visto, le edi que fuera a buscar al presunto Manuel. j¥ me- os mal que lo hizo porque llego para rescatarlo en el mismo momento en que iba a ser detenido por los alguaciles! E] chiquillo andrajoso con quien lo habia visto hablando fue quien condujo a Pedro a la casa de la viuda de Suarez, adonde el domingo anterior habia llevado a Manuel para que se alo- java. La muy bruja lo habia encerrado con llave y llamado a la autoridad temiendo que el huésped se escapara sin pagar. Y, segan me confes6 después el mismo Manuel, estuvo a punto de hacerlo. Ya es- taba enfundado en su cada vez mds extratia “ma- quina del tiempo”, dispuesto a regresar por donde habia venido, cuando llegaron a rescatarlo, Al verlo entrar a mi casa, conducido por Pedro, que venia con una sonrisa radiante, no me cos- t6 reconocer a mi amigo a pesar de los tres atios 37 38 transcurridos desde que nos separamos. Lo medi con la mirada: crecié unos centimetros, esta muy delgado y un bigote le sombrea el labio superior. Lleva patillas, tal vez para seguir la moda de nues- tros hombres. Y, por supuesto, jcomo no iba a lla- mar la atencién con ese traje de una tela inconce- bible y que, ademas, le queda corto de mangas y de piernas! Debe ser de un talle o dos menos de lo que élnecesita. Me pregunto de donde lo habra sacado. Toda la casa se alboroté con la llegada de Manuel. Pero lo més curioso fue la reacci6n de Frangois. Al verlo le tendié inmediatamente los brazos como si lo conociera. Y en cuanto mi amigo respondié a la demanda (no demasiado convencido, se nota que no tiene mucha experiencia con criaturas), Frangois se prendié de su rojo cabello y comenzé a tironear- lo como si quisiera arrancarselo. Lo detuve y lo reté fuertemente, pero la verdad es que tuve que hacer un gran esfuerzo para contener la risa. En cuanto a los demas habitantes de la casa, Pedro y Catalina se sienten muy contentos con la presencia de mi amigo. No olvidan que le deben su felicidad. Fue él quien rescaté a Pedro, que en ese entonces se Jlamaba Mali -tal su nombre africano-, cuando los esbirros de su antigua y cruel duefa intentaron secuestrarlo para devolverlo a la plan- tacién de Brasil. También es cierto que fue Pedro quien nos salvé a Manuel, al abuelo y a mi, cuan- do estabamos prisioneros del cacique Kintutianko, que pretendia hacerme su esposa. sDénde estaria yo en este momento si aquel indio hubiera logrado lo que se proponia? Remigia, por su parte, protesta -no seria ella si nolo hiciera-, pero se nota que esta contenta con la presencia de Manuel. Se desvive por prepararle las comidas que le gustan. En este momento, rellena decenas de empanadas para satisfacer el hambre del recién llegado y del doctor Pedro Medrano, que también tiene muy buen diente. Y hablando del doctor, tuve que recomendarle muy especialmente ami amigo que fuera muy cuidadoso y prudente con nuestro congresal, que no dijera nada que pu- diera resultar un exabrupto. Lo presenté como el hijo de un amigo de mi abuelo, criado en Italia. De este modo justificaba don Blas frente a cualquiera el acento extrario con el que habla Manuel. Sin embargo, de muy poco sirvieron mis reco- mendaciones. Ayer mismo, a la hora de la cena —la 39 40 primera que compartiamos todos los habitantes de la casa-, el doctor Medrano comentaba algu- nos de los sucesos que habian tenido lugar desde que el Congreso se inicié. Hablaba de la designa- cién de Juan Martin de Pueyrredén, que reemplaz6 como Director Supremo a Ignacio Alvarez Thomas, y del nombramiento, por parte de Pueyrredén, de Manuel Belgrano como jefe del Ejército del Norte en reemplazo de Rondeau, derrotado en Sipe-Sipe. Hasta ahi, todo habia ido bien. Manuel escucha- bay masticaba en silencio. Pero, en el mismo mo- mento en que oyé mencionar a Manuel Belgrano, se mostré muy excitado y pregunt6, vivamente, si el general ya estaba en Tucuman. —Por supuesto que si —afirmé el doctor Medrano. Entonces, Manuel, olvidando todas mis recomen- daciones de prudencia, dejé caer el interrogante que primero hizo palidecer a nuestro distinguido comen- sal y luego, ponerse tan colorado como el pelo del impertinente. — Y Belgrano ya propuso lo de coronar a un descendiente del inca Atahualpa o eso viene después? —le solté mi amigo. — Después de qué, jovencito? —lo increpd a su vez don Pedro, que casi se atraganta con el pedazo de carne que estaba masticando. —Después de declarar la independencia, por su- puesto —contest6 muy suelto de cuerpo Manuel mientras yo, al notar la reaccién del doctor Medrano, le apuntaba al desbocado un puntapié directo a la canilla que, lamentablemente, erré. Mientras me conformaba con fulminarlo con la mirada, soporté con una sonrisa los rayos que salian de los ojos del doctor Medrano y que me te- nian como destinataria, sospechosa de haber co- metido una infidencia de la que de ningin modo era responsable. jComo podia serlo si no tenia la menor idea de eso que estaba diciendo Manuel! Por suerte, en ese momento llegé Remigia trayendo a Francois en brazos. E] nifio se habia despertado y no dejaba de llorar reclamando algo que ella no entendia ni podia satisfacer. La irrupcién de la negra con el bebé, que, en cualquier otra circunstancia, habria resultado fuera de lugar, salvé la incémoda situacion, Pero lo que sucedié inmediatamente después me dejé con la boca abierta. Tendi los brazos al nitio para recibirlo y qi 42 lograr que se calmara. Entonces, Frangois giré la ca- beza, su mirada me atravesé como si yo fuera de vi- drio y se enfocé en Manuel. ¥ desde que lo vio, dejo de llorar y se deshizo en adorables sonrisas. Luego, ignorandome, le tendié los brazos y solo quiso que fuera él quien lo aupara. Me quedé muy ofendida -como solo una madre desairada puede sentirse- y también muy desconcertada. De mas esté decir que Manuel no se mostraba especialmente deseoso de recibir a Francois. Creo que temia los entusiastas tirones de pelo que el nifio ya le habia prodigado, Pero otra vez, Francois reaccioné como nadie espe- taba que hiciera. Mi hijo apoyé su preciosa cabeza sobre el hombro de Manuel, cerré los ojos y al ins- tante se quedé placidamente dormido. —Debe extrafiar a su papa —comenté con una sonrisa el doctor Medrano, aparentemente ya olvi- dado de los incémodos comentarios de mi amigo. Yo no pude decir ni una palabra, tan extratiada y conmovida me sentia al mismo tiempo. Remigia intenté tomar a Francois de los brazos de Manuel, pero el bebé se removis intranquilo. —Dejalo que se duerma mas profundamente, Remigia —le dije—. Después yo lo acuesto. Y asi fue. Media hora mas tarde, Frangois dor- mia tranquilo en su cuna. Y cada uno de nosotros se retiré a sus habitaciones. Es preciso que mariana sin falta hable con Manuel para conocer sus planes y saber con certeza qué ha venido a hacer aca, qué es lo que espera encontrar. 43 EX Dev reerstro ve Enanuc. BJ 4 DE JULIO DE 1816 TucuMAN {Qué maravilla estar otra vez entre amigos, en un lugar seguro y tranquilo! Estaba a punto de escapar en mi maquina del tiempo de esa horrible pension cuando de pronto escuché una voz conocida, con fuerte acento brasilefio. No lo podia creer: no te- nia sentido. jPero si, era Pedro, el esclavo fugitivo que don Blas habia protegido en mi viaje anterior, y que nos ayudé a salvarnos de los ranqueles! Abri la puerta para encontrarme con su cara negra y feliz. — Pedro! —le dije—. sQué hacés en Tucuman? Me explicé que dofia Margarita y su marido (qué palabras tan ridiculas) estaban viviendo alli. —Remigia también esta aqui, y mi Donga —al pronunciar esta palabra se puso todo lo colorado que le permitia su color y se corrigié inmediata- mente—, Quiero decir, mi Catalina. 45 46 Pero no pudo evitar que la viuda de Suarez le echara una mirada de sospecha. Cualquier sirvien- te negro, libre o esclavo, que use nombres africa- nos y no los de bautismo se vuelve sospechoso de seguir practicando ritos prohibidos por la Iglesia. De todos modos, la vieja bruja se olvidé de sus sospechas cuando Pedro sacé de su éfaltriquera’... increible como me vuelve el vocabulario del siglo xIx cuando estoy aqui. La cosa es que sacé de su faltriquera (un bolsito que se cuelga del cinturén) suficiente dinero como para que a la viuda le cam- biara la expresién. —jHaberlo dicho, hombre! Es que yo no sabia que era usted conocido de dofia Margarita Morel... Claro, ahora ya no era mas Margarita de Ulloa... Pensar que ni tenia ganas de volver a verla y ahora fue ella la que me salvé... Pedro me llevé a ja casona donde viven en Tucuman, que tiene un zaguan de baldosas, un primer patio leno de plan- tas y rodeado de galerias, con madreselvas que se enroscan en los postes, una sala alfombrada con muebles oscuros, plateria labrada, un pianito raro y una huerta atras. Me dejé en la biblioteca, don- de hay unos cuantos libros en francés protegidos en las vitrinas. Después Margarita me explicé que Jean-Jacques, ademas de sus negocios (tiene una curtiembre con otro socio), sigue vendiendo en su casa libros que traen de Buenos Aires, donde antes de mudarse manejaba la libreria de su padre. En Tucuman hay pocos compradores, pero también Ilegan encargos de otras ciudades del Norte. No se puede vivir de los libros, me explicé Margarita, jpero tampoco se puede vivir sin ellos! Ya me estoy adelantando, como me pasa siem- pre. Es que me cuesta contar cémo fue el reencuen- tro con mi amiga. jLa vi tan cambiada! Ahora es una sefiora, con peinado de sefiora, ropa de sefio- ra, cara de sefiora. Casi deberia decir “sefiorona’. {Una chica de dieciocho afios! Entré a la biblioteca con el paso digno de una reina, pero en la cara se le notaba que no estaba bien. Después me fui en- terando de que su marido tuvo que irse no sé bien adénde (creo que no me lo quiere decir) y hace tres meses que no tiene noticias de él. Tres meses es bastante, incluso aqui: el correo no va en carreta sino a caballo y desde cualquier parte del pais una carta llega en quince dias, La pobre Margarita esta muy angustiada. 47 48 Tuve suerte de que justo lo tiene viviendo en la casa a Medrano, uno de los tipos que vinieron al Congreso de Tucumdn, que ademas se trajo con él aun servidor y aun amanuense, una especie de se- cretario. Si no fuera por eso, Margarita no hubiera podido recibirme en su casa no estando el marido, para no dar lugar a “habladurias y maledicencias’, como ella dice. Me alegro, porque Medrano me cae muy bien. Estuve estudiando un poco antes de ve- nir y este congresal es de los mas piolas. La cosa es que entré Margarita en la biblioteca y los dos nos quedamos cortados mirdndonos sin saber qué decir. Ella fue la primera en reaccionar, prdcticas como son las mujeres. —Manuel —me dijo, ¥ se quedé callada un mo- mento. Es que aqui pierdo una parte del “Emanuel” y me convierto en Manuel de los Rizos, jqué nom- bre absurdo! —Manuel —siguié, con un tono de dar érdenes que me dio un poco de rabia—, esa ropa te queda ridicula y es muy rara —y yo que estaba tan or- gulloso de mi disfraz—. El abuelo Blas fallecié un tiempo después de que te fueras, en 1813. Yo me he traido a Tucuman un bail con algunos de sus trajes. Remigia los arreglara para que puedas usarlos. Estaba muy delgado cuando se nos fue, bastard con que te alargue las mangas y los pan- talones. éEso era lo primero que tenia para decirme después de tres afios que no nos veiamos? Muy bien, entonces yo iba seguir para el mismo lado. Y me preparaba para decirle algo asi, bien practico y en indiferente, cuando un chiquito entré corrien- lo a la biblioteca y se abrazé a la falda de Margari- ta gritando... jmaméal! No solo estaba casada, jtenia n hijol El chiquito se llama Francois, me parece re-esnob jue le hayan puesto un nombre en francés, por as que el padre sea Jean-Jacques. Pero ya vi ue todos le dicen Fran, porque al final se llama rancisco, igual que mi tio el inventor, La negra emigia, por supuesto, lo llama “nifio Pancho”, mo siempre, ella hace lo que se le da la gana... En estos dias decidi hacer un experimento. Lo ial chiquito, que no tendré mucho mas de dos afios, asomandose a la puerta de mi cuarto y se e ocurrié mostrarle fotos con el celular. jJa, ja, seguida aprendié a buscarlas y pasarlas, igual 49 que los chicos del siglo xxi! “/Ma-mal”, dijo cuan- Ayer a la noche comimos unas deliciosas palo- do le mostré una foto de Margarita que le tomé en 1813. Fran apenas sabe hablar, pero se las arregla para demostrar clarito quién le cae bien, y con se- mejante juguete creo que me lo gané para siempre. mas escabechadas, que casi casi se me atragantan (jda trabajo comerse un pajarito tan chico!) cuando sali el tema de la forma de gobierno... Hasta Medrano, que a mi me parecia tan pio- la, estaba de acuerdo en que teniamos que ser una monarquia. Increible, Habia cada plan mas loco que ni me cabia en la cabeza. Como si nos hiciera una confidencia super-secreta (pero des- pués Margarita me comenté que todo el mundo lo sabe), Medrano nos conté que el afio anterior hubo un plan para raptar a un principe borbon, el infante espafiol Francisco de Paula, y traerlo para aqui a que fuera nuestro rey, jNada menos que Belgrano y Rivadavia andaban en esa! Puf, voy a empezar a pensar que no se merecen las calles que tienen. Pero ya empezaron los problemas. Yo queria hacerme amigo de Medrano, para que me llevara alas sesiones del Congreso; especialmente no que- ria perderme el 9 de julio. —Me han llegado rumores —le comenté— de que pronto se va a declarar la independencia de nues- tro pais, como lo pide San Martin... 52 §2. —Asies, las cartas del gobernador de Cuyo han pesado en la decision. —Usted recibid alguna? —No, yo no, pero mi amigo Godoy Cruz, repre- sentante de Cuyo, nos conté a muchos lo que muy yazonablemente pide el gobernador. {Qué gobierno extranjero nos va a reconocer y a apoyar si nosotros mistmos seguimos declarandonos dependientes de Fernando VII? (Basta de Fernandito! Fingirnos va- sallos de Fernando VII estaba muy bien en 1810, cuando el rey estaba preso, pero ahora que esta otra vez en el trono de Espafia, es un disparate. —Y supongo que se preparan para proclamar la independencia el 9 de julio... —Bueno, {qué importancia tiene la fecha? E18, el 9, el 10... Lo importante es que sera ya, en este mismo mes. Margarita y yo saltamos al mismo tiempo, aun- que por muy distintas razones. —jAh, no! —casi gritamos a coro. —jEso no puede ser! jLas damas tenemos que saber la fecha precisa con algo de anticipacion para poder organizar el baile de festejo! —dijo Margarita. Yo temblaba por dentro, ;Cémo explicarle a Medrano por qué para mi era tan importante que fuera el 9 de julio y no cualquier otro dia? —Pero supongo que no hay ningun inconve- niente en que sea el dia nueve... —murmuré, —Bueno, justamente... —dijo Medrano— me dijeron que el gobierno de Tucumén quiere que el 9 sea un dia de asueto para el congreso, asi pueden limpiar la casa bien a fondo y prepararla para el acontecimiento, {Me van a cambiar la historia! ne, bei daria de Margarita 7 DE JULIO DE 1816 TucuMAN ‘Cuando esperaba una carta de Jean-Jacques que ‘me trajera sus noticias, llegé otra misiva, Me puse ‘muy contenta al ver la letra, porque reconoci la de mi querida amiga Remeditos. La abri llena de ansiedad, imaginando que tal vez traeria alguna novedad sobre mi marido, Pero no. Ella me cuen- ta sobre su embarazo (que ya me habia anunciado ‘con enorme alegria en una carta anterior) y que ahora esta llegando a término: su bebé nacerd a ediados del mes de agosto, Como toda primeri- ‘a -yo he pasado por eso-, se siente inquieta y con temores frente a la proximidad del parto, Me dice que es muy dificil, si no imposible, compartir esas vivencias con su marido, tan dedicado a la organi- zacién del ejército que cruzara los Andes. Aunque cree que, aun en otras circunstancias, estos temas tan intimos de las mujeres no pueden entenderlos 55 56 los hombres, y menos un soldado. Y aqui viene algo que me llama mucho la atencién. Me dice que no hay nadie de su familia que pueda viajar para acompafiarla en esta ultima etapa del embarazo y me pregunta si yo estaria dispuesta a trasladarme a Mendoza para estar con ella. Si bien nos hemos comunicado por carta, no yeo a Remeditos desde hace dos atios y media, cuan- do Jean-Jacques y yo nos instalamos en Tucuman. Ella se habia trasladado a Mendoza a fines de 1814 cuando San Martin fue nombrade gobernador de Cuyo. Alli colaboré intensamente con el proyecto que desvela a su marido. Fue la primera en donar sus joyas para recaudar los fondos necesarios para la formacién del Ejército de los Andes y con su ges- to logré que las damas mendocinas, generosamen- te, la imitaran. Cuando Remeditos se fue a vivir a Mendo- za, algunas amigas la acompafiaron para que no se sintiera tan sola, y también la siguio su cria- da, la mulata Jesusa. Y ahora la falta de noticias de Jean-Jacques, que ya lleva mas de tres meses, y este pedido de Remeditos me producen un gran desasosiego. No sé por qué, pero intuyo que hay algo que mi amiga no me dice, que hay alguna otra razon para pedirme que viaje. Esta inquietud se ha instalado en mi desde el mismo momento en que leila carta, No sé qué hacer ni con quién hablar de todo esto que pasa por mi cabeza, Llegar a Mendo- za implica un largo trayecto de, por lo menos, cua- renta dias. ¥ no es solo la fatiga de transitar cami- nos dificiles, sino los peligros: salteadores, fieras y por supuesto los indios. No puedo ni quiero so- meter a Frangois a un viaje cansador y arriesgado. Y tampoco quiero separarme de él por un tiempo tan prolongado, Sé que Remigia lo cuidaria como siempre lo hizo conmigo, pero de solo pensar que no voy a verlo ni abrazarlo durante meses, se me encoge el corazén de pena. Pero dy sile ha ocurrido algo a Jean-Jacques? Algo horrible que nadie quiere decirme. ;Si Remeditos tiene alguna noticia que no puede o no debe transmitirme por carta? jSi Jean-Jacques me necesita alla donde esté? Entonces pienso que tengo que ir. Mi cabeza y mi corazén son un ver- dadero torbellino. Me pregunto si podré contarle a Manuel algunas de estas cosas, En otros momen- tos, hemos sido amigos y nos hemos sentido muy 57 58 cercanos, Es mas, y aunque me perturba recono- cerlo, a veces siento que he tenido con él una cerca- nia mayor de la que tuve con mi marido. Aunque es cierto que en estos dias lo que mas parece preocuparle a Manuel es el tema de la de- claracién de la independencia, que, segun él, tiene que ser exactamente el 9 de julio. Me resulta difi- cil de entender tal empecinamiento. Es cierto que también yo espero y deseo que esta declaracién, postergada desde 1813, finalmente se concrete. Entonces, habré festejos y reinara un clima de ale- gria en la ciudad que nos hermanaré y nos permi- tird dejar de lado las diferencias. Ayer por la noche, el doctor Medrano nos confid algo sobre lo que pidié infinita reserva. Habl6 de la presencia de Belgrano en el Congreso en una sesién secreta, Se trata de aquello que Manuel, de alguna manera, ya sabia, El general, que habia viajado a Europa para conseguir apoyo para la Revolucion de un pais extranjero que, légicamente, no fuera Espafia, expuso que, si bien al comienzo nuestra gesta habfa merecido las simpatias de las naciones europeas “por su marcha majestuosa’ (esas fueron las palabras que empleo), en el momento y debido al desorden y la anarquia actuales, solo podiamos contar con nuestras propias fuerzas. También sefia- 16 que las ideas republicanas habian perdido fuerza y que lo que se imponj{a era una monarquia consti- tucional, a la manera inglesa. Mientras el doctor Medrano hablaba, yo vi- gilaba todo el tiempo a Manuel, temerosa de que cometiera algun exabrupto, pero él se mantenia silencioso y muy atento a las palabras de nuestro congresal, Vi sonreir a mi amigo cuando el doctor Medrano mencioné que Belgrano habia propuesto como forma de gobierno una monarquia “tempe- rada” (esa fue exactamente la palabra que usd) y que debiamos restituir en el trono a la dinastia de los Incas, tan injustamente despojada. Crefa el ge- neral que esta decisién despertaria un gran entu- siasmo y adhesién entre los habitantes del interior y ayudaria a evitar nuestras discordias y luchas encarnizadas y sangrientas. El doctor Medrano, que se notaba muy preocupado por todo lo que nos estaba contando, siguid diciendo que coincidia con Belgrano en su mirada sobre la situacion de Esparia que, si bien se encontraba decafda por las largas lu- chas contra Napoleon, tenia mas poder que nosotros 59 60 y que, por lo tanto, era imprescindible robustecer nuestro ejército, tan debilitado después de la de- vastadora derrota de Sipe Sipe. Siempre repitiendo las palabras de Belgrano, el doctor Medrano agregé que no debiamos alar- marnos por la llegada de tropas a Brasil, que no tenian miras ofensivas contra nosotros, sino que querian prevenir la entrada del artiguismo en aquellos territorios y que el principe don Juan era pacifico y enemigo de conquistas y estas provincias no debian temer la agresién de aquellas fuerzas. Si la intencion de estas palabras habia sido dar- nos tranquilidad, en mi tuvieron exactamente el efecto contrario. Me invadié la angustiante sen- sacién de que los peligros que nos rodeaban eran muchos y nos amenazaban por todos lados. jLas sangrientas luchas entre hermanos, el poderio mi- litar de la debilitada Espafia y ahora también las tropas portuguesas...! /¥Y Jean-Jacques tan lejos y yo sin tener noticia alguna y temiendo que algo malo le hubiera sucedido! jEra demasiado para mil Fue entonces cuando la voz de Manuel me sacé de ese torbellino de angustia que me habia arrastrado lejos. —jLa declaraci6n de la independencia tiene que hacerse si o sf el 9 de julio! jNi un dia antes ni un dia después! —estaba diciendo mi amigo con una conviccién dificil de ignorar. Para mi sorpresa, esta vez el doctor Medrano no reaccioné airadamente ante las palabras del jo- vencito, como llama a Manuel. Se quedé pensati- vo, en silencio. Y luego de unos momentos, dijo: —No hay ninguna duda de que la exposicién de Belgrano, que nos advierte que estamos libra- dos a nuestras propias fuerzas, alienta a declarar Ja independencia lo antes posible, En ese mornento, Remigia llegé trayendo el postre, o mejor dicho, los postres: quesillos en- dulzados con arrope, tortas fritas bafiadas en -miel de cafia, dulce de cayote y el infaltable dul- ce de leche. Entonces, tanto el doctor Medrano como Manuel parecieron olvidarse, por un mo- mento, de las grandes cuestiones de la patria y de la independencia y, como niftos golosos, empeza- ron a zamparse un dulce detras del otro, En cam- bio, yo tenia el est6mago cerrado y no podia dejar de pensar en Jean-Jacques, dénde estaria, qué le habria pasado. 61 62 Estoy decidida. Esta misma tarde voy a hablar con Manuel, me confiaré a él y le pediré que me acompatie en el viaje incierto que debo emprender. EN dev recrsteo ve Enanuer By 9 DE JULIO DE 1816 TucuMAN Margarita me preocupa, se la ve cada dia mas nerviosa y afligida. ;Pero mas me preocupa la posibilidad de que me cambien la historia! Cuando me enteré de que el 9 de julio pensaban desratizar la Casa de Tucuman o algo por el estilo, me puse en marcha y salia buscar a mis contactos. 35e acordaria de mi Juan José Paso? ;Pen- sar que en 1810 era mi précer preferido porque era pe- tiso igual que yo! Ahora lo iba a mirar desde arriba... Me lo encontré de camino a la Casa de Tucuman, adonde tiene que ir todos los dias porque es el se- cretario del Congreso, un cargo muy importante. En seis afios Paso habia cambiado, lo encontré un poco envejecido. Muchas preocupaciones, me ima- gino, tal como estan las cosas aqui. —Don Paso, jse acuerda de mi? —le dije, sa- candome el sombrero con toda la elegancia que pude, que no es mucha. 63 64 —Jovencito, no me detenga que estoy apura- do... Pero... caramba... usted... gnos conocemos? —jYo fui el que le bajé la fiebre en 1810, cuando tenia que ir al Cabildo el 22 de mayo! Paso cambié la expresién y sonrié de buen humor. —jPero claro! Es que usted crecié mas de la cuenta, hombre... Pero al menos sigue siendo pelirrojo... {Tiene todavia esas pastillas magicas a las que llamaba...? —jAspirinas? Si, traje, si quiere le doy una tira. Pero, don Paso, usted me tiene que ayudar. Aqui Paso se puso un poco rigido, Eso no cam- bid mucho en los ultimos doscientos afios. Cuando uno usa la palabra “ayudar”, todo el mundo piensa que le van a pedir plata. —No me entienda mal. Todo lo que quiero es que me ayude a concretar la proclamacién de la in- dependencia. {Es muy importante que suceda el 9 de julio! jTenemos que hablar con Belgrano! j¥ con Laprida! A Laprida yo no lo conocia, era el congresal por San Juan y justo ese mes le tocaba ser presidente del Congreso, Pero a Belgrano si lo habia visto en 1810, en una reunién de patriotas en la jaboneria de Vieytes. —Estoy de acuerdo, cada dia que se posterga es un dia perdido para la causa... —me dijo Paso—. No serd tan dificil. Mas de una vez hablamos con el gene- ral Belgrano sobre usted y sobre las noticias de Europa tan importantes que nos trajo en ese momento, En efecto, un rato después estabamos en la Casa de Tucuman, conversando nada menos que jcon el mismisimo Belgrano! —~Usted me recuerda? —le dije asombradisi- mo—. 3A mi? —Bueno, no exactamente a usted —me dijo Belgrano, riéndose—. jA un chiquilin de pelo co- lorado que no Jevantaba una cuarta del suelo y que se le parecia mucho! —{Pe-pe-pero por qué? —le pregunté, tarta- mudeando. —Tal vez no le haya dado importancia —me dijo Belgrano—, pero esa noche, cuando me vio, usted exclamo “|Belgrano, el creador de la banderal”. Era una tonteria, pero nunca lo olvidé, Un par de afios después, estando al frente de mis tropas y siendo preciso enarbolar bandera, recordé su frase y la 65 66 mandé a hacer celeste y blanca, con los colores de la escarapela. Casi me caigo redondo cuando escuché eso. jFui yo, entonces, yo mismo, Emanuel Rizzo, el que le dio la idea a Belgrano! No lo podia creer. Con el acuerdo de dos amigos tan importantes no fue dificil convencer a las autoridades de que dejaran para otro dia el tema de la limpieza y el 9 de julio, es decir hoy, se realizé la sesién del Congreso que todos estaban esperando. Cuando lo pienso, me falta la respiracién, me tiembla la voz, me tiembla la mano que sostiene el celular, jhoy se proclamé la independencia de la pa- trial j¥ yo estuve alli, en la Sala de Sesiones de la Casa de Tucuman! Paso y Belgrano se las arregla- ron para que me dejaran entrar. (Por cierto no era el unico colado). Era un dia soleado, sin una nube. Claro que ya estaba todo cocinado y todos estaban de acuerdo. ¥ sin embargo, jqué tremenda emocién! La sesién empezé normal, se hablo de varios asuntos, pero era como si todos quisieran terminar rapido con lo de siempre. Entonces empezé la discusién sobre la proclamacién de la independencia. Narciso Laprida es un tipo alto y bigotudo, un abogado, Los congresales son todos militares, aboga- dos o curas, Con disimulo, saqué un monton de fotos, Cuando terminaron de hablar los congresa- les, se hizo un silencio muy especial. Yo aprove- ché para prender el grabador del celular, Entonces Juan José Paso, en voz bien fuerte, pregunté: —Quieren que las Provincias Unidas sean una Nacion libre e independiente de los Reyes de Espafia y su metrépolis? Un enorme grito salié al mismo tiempo de to- das las gargantas. De pronto me di cuenta de que yo estaba gritando también, estaba gritando con todos esos hombres que tenian los ojos empatia- dos de emocién. jSi, queremos! Tenemos miedo, sabemos que estamos rodeados por todas partes, que los realistas nos acosan desde el Norte, que tienen tomado Chile, que pueden atacarnos des- de Brasil, sabemos todo y no nos importa. jPorque queremoas ser libres! [Porque tenemos el coraje de ser libres! Después de ese grito espontaneo que nos con- movié a todos, uno por uno los congresales fueron dando su voto a favor de la independencia. 67 68 Luego todos firmayon el acta de la declaracion, que ya la tenian escrita. Y ahi mismo se decidié que habia que hacer mil quinientas copias en castellano y otras mil quinientas en quechua y aymara, Eso de tener en cuenta a los pueblos originarios me parecio de lo mas adelantado. Cuando terminé la sesién, nadie tenia ganas de volver a la casa donde se alojaba. Fuimos a un café. Todos seguian hablando, dandose amistosos golpes en la espalda y de vez en cuando algtin emocionado abrazo. Habia caido el sol cuando llegamos con don Medrano a la casa de Margarita, que nos esperaba ansiosa. Remigia habia preparado un banquete. Mi pla- to preferido: mulita al carbon, una delicia. Y de postre, arroz con leche y zapallo en almibar. Ha- blamos sin parar de todo lo que habia pasado, de lo que habfa dicho cada uno. Margarita, que por mis viajes anteriores ya conoce la magia de mi celular, no podia esperar a que Medrano se fuera a dormir de una vez para escuchar con sus propios oidos la declaracién de la independencia. O eso creia yo. En realidad, queria hablar conmi- go de otra cosa. La pobrecita esta desesperada por 7O la ausencia de su marido, Con medias palabras me hizo entender que Jean-Jacques estaba cumpliendo una importante mision para San Martin. Ella mis- ma no sabe de qué se trata. ¥Y ahora que no tiene noticias esta asustadisima, sin saber qué le pudo haber pasado. Me mostré la carta de Remedios de Escalada. Es verdad que, cuando la invita a Men- doza, también da la sensacién de que quiere decirle otra cosa entre lineas, algo que quizds no se atreva a escribir, Margarita me pide que la acompafie a Mendoza y maldita la gracia que me hace. No quisiera ale- jarme de Tucumén, porque es aqui donde quiero reaparecer en el siglo xx1. También podria ser en Cérdoba, pero ;Mendoza? Sin hablar de que si me ve San Martin seguro que me va a querer meter en el Bjército de los Andes, ese hombre tiene la idea fija, dicen que esta convocando a todos los jovenes dis- ponibles, No, decididamente no me conviene. Pero ademas, los viajes en ese siglo son tan lentos y tan peligrosos... Tengo que pensar como decile que no, boi daria de Margarita di DEB JULIO DE 1816 TucuMAN Agotada por las emociones de estos ltimos dias. Ayer, domingo por la mafiana, siguieron el jubilo y los festejos por la bendita declaracidn de la inde- pendencia de nuestra patria. Y aunque no estuve presente en la casa congresal, pude ofr la voz del secretario Paso haciendo la pregunta: —Quieren que las Provincias Unidas sean una Nacién libre e independiente de los Reyes de Espania y su metropoli? Y pude también escuchar la respuesta undni- me. El milagro se lo debo a Manuel y a su aparato magico. Ojala a través de ese mismo aparato me llegara la voz de Jean-Jacques haciéndome saber cémo y dénde esta. La alegria por los felices suce- sos que estamos viviendo se tifie todo el tiempo para mi con la angustia de la incertidumbre. 71 7 Ayer, desde las diez de la mafiana, hubo dis- tintas ceremonias. Todo el pueblo de Tucuman se volcé a las calles para celebrar. Colmaban la Plaza Mayor los artesanos con sus chambergos y chaquetas, los paisanos, con botas y poncho al hombro, las mujeres, las cholas, con sus ropas co- loridas, sus vinchas y sus largas y sedosas tren- zas, Mezclada con esa multitud estaba yo con mi pequefio Francois en brazos, con Manuel, con Remigia, con Pedro y Catalina. Ninguno de no- sotros queria perderse el festejo, aunque a mi me acompanara ademas ese frio en el alma por mi ausente. Los diputados y autoridades, que se habian reunido en la casa congresal, se encaminaron to- dos juntos hacia al templo de San Francisco. Las tropas de la guarnicién habian formado en doble hilera, a lo largo de las tres cuadras que separan la casa de la iglesia, Vimos pasar entre las filas de los soldados al Director Supremo, Juan Martin de Pueyrredén, que encabezaba el séquito y mar- chaba entre el presidente del Congreso, Narciso Laprida, y el gobernador de Tucuman, Bernabé Ardoz, Todos ellos llevaban impreso en el rostro el orgullo y la alegria por el gran paso que habiamos logrado dar en el camino de la independencia y la libertad. Entregué a Francois, que se habia dormido, a los brazos de Remigia y le pedi que lo llevara a casa. Pedro fue con ella mientras Manuel y yo, seguidos por Catalina, continuamos con la co- mitiva para asistir a la misa. No debo ni quiero mostrarme en piblico sola en compafiia de Ma- nuel, quien, por otra parte, siempre llama mucho la atencién. El emocionante sermén que pronuncié el sa- cerdote y diputado por la Rioja, Pedro Ignacio de Castro Barros, exalté el hecho de que la declara- cién de nuestra independencia significaba devol- ver a los indigenas los derechos legitimos sobre estas tierras, brutalmente arrebatados por los es- patioles. Vi que Manuel palidecia al escuchar estas palabras. No me animé a preguntarle nada por el temor de que algtin exabrupto de mi amigo hiciera que todas las miradas se fijaran en nosotros. Una vez en casa, le pregunté a Manuel qué le habia sucedido, por qué se habia puesto tan palido al escuchar el sermén de Castro Barros. —Tengo miedo de que ahora mismo estén trayen- do aun inca para coronarlo como Rey —respondis. 73 74 —i¥ acaso eso no seria bueno? —repliqué. —j No podés entender que, si cambian algo de la Historia, corro el riesgo de no regresar jamas a mi casa? —contesté enojado. Y esa respuesta desencadené en mi un llanto inesperado y tumultuoso, que dejé completamente azorado a Manuel. —,Qué dije de tan terrible para que te pongas asi? Te pido perdén, perdén y mil perdones si de alguna manera te lastimé... gCémo explicarle que, sin que él lo quisiera, esas palabras habian conseguido reavivar en mi el temor mas oculto, el que yo no queria nombrar? El miedo profundo a que mi marido nunca vuelva a nuestro hogar. Alanoche, hubo baile de festejo. |Me costé tan- to vestirme de fiesta! Estrenaba un vestido blanco, con preciosos encajes que Jean-Jacques me habia traido de Francia. No habia existido antes una ocasién propicia para lucirlo. Y aunque, sin duda, esta lo merecia, yo me miraba en el espejo y veia a una mujer joven y agraciada, cuya imagen no se correspondia con el sentimiento de profunda tris- teza que la embargaba. Finalmente, acompariada por el doctor Medrano, que estaba exultante, y por Manuel, que también se sentia muy excitado ante la idea del encuentro con gente notable, nos dirigimos a la casa congresal. El baile tuvo lugar en el mismo salén donde el dia anterior se habia declarado la independencia, que ahora lucia adornado con guirnaldas de flores y emblemas patridticos. Lo poblaban en su mayo- ria hombres de uniforme y otros, de frac. Precio- sas y elegantes mujeres deslumbraban con lujosos atavios. Se ofan risas, jirones de conversacién y el entrechocar de las copas en los brindis. A Manuel no le alcanzaban los ojos para tratar de reconocer a los personajes. El secretario Paso se acercé muy amablemente a saludarnos. —Qué tal, jovencito? Hemos cumplido con la fecha de declaracion de la independencia jverdad? Se siente ahora mas tranquilo? —encaré el secretario a Manuel. Mientras no estén trayendo a un inca para co- ronarlo ya mismo como Rey, todo esta bien —res- pondidé mi amigo. —Eso si que no puedo garantizarlo. Deberia consultarlo con Belgrano —dijo el secretario y, dando la media vuelta, se alejé. 75 76 En ese momento, la orquesta de pianoforte y violin empezé a ejecutar una deliciosa pieza: “La condicién”. Y entonces divisé al general Belgrano, sonriente y feliz, que invitaba a bailar a la muy bella Dolores Helguera. Me alegré de verlo en compariia de esa dama, que, segtin me han contado, le trae el contento y el sosiego necesarios para enfrentar las exigentes responsabilidades de su cargo. El ge- neral y su dama bailaban con gracia y elegancia. Todos disfrutabamos viéndolos dar sus giros con tanta precision y belleza. De pronto, observé a mi amigo y adiviné sus intenciones. Manuel miraba fijamente a Belgrano, sin ninguna duda con una sola idea fija en la cabeza. ve —jNi se te ocurra! —le dije por lo bajo—. jNo te muevas de mi lado y deja en paz a ese pobre hombre, que ya bastantes preocupaciones tiene como general en jefe del Ejército del Pert! Pasada la medianoche, el baile se fue apagan- do. Y yo que, por un tiempo breve, habia logra- do olvidar mis negras ideas, volvi a pensar en la carta que me habia enviado Remeditos. Ya ca- mino a casa, escoltada por el doctor Medrano y por mi amigo, decidi que debia hacer el viaje a Mendoza. Ignoro todavia, pero lo sabré muy pronto, si habré logrado convencer a Manuel para que me acompafie en una aventura que lo que mas prome- te son dificultades y sinsabores. Sé que el pequetio Frangois quedara al cuidado de Remigia. Por suer- te, la madrina de mi pequefio, Juana de Almeyda, es también mi vecina y sera la encargada de asistir (y supervisar) a la negra. Pedro, por su parte, ve- lara por la seguridad de todos en la casa, En cuan- to a Catalina, si bien yo habia pensado que viajara conmigo, Juana me ha convencido de que ante los ojos de la sociedad una esclava liberta no ofrece las garantias necesarias como dama de compaiifa. 77 78 Entonces, deberé buscar una chaperona confiable para este viaje. Lo que deseo con toda mi alma es que, al final del largo trayecto que me espera, finalmente en- cuentre sano y salvo a mi marido, Dev reorstro pe Enanuer Ey 20 DE JULIO DE 1816 TUCUMAN No tengo que dejar pasar tanto tiempo entre un registro y otro. Increible lo rapido que pasan las horas aqui, a pesar de que estoy sin internet, sin la play y sin jugar con el celular, por cuidar las baterias. Es que, justamente, la tinica manera de informarse bien es hablar con la gente, de modo que ando de acd para alla, colandome en las sesio- nes del congreso, visitando tertulias y yendo al café, el Gnico de la “ciudad”, Bueno, ahora bastante ciudad, sin embargo, por los soldados del Ejército del Perti: solo darle de comer a tanta gente tiene a todo Tucuman en actividad. Me vuelve loco el tema de la forma de gobier- no, Seré egoista, pero yo prefiero la anarquia an- tes que pongan un rey que no figure para nada en los libros de mi época. j¥ aqui todos parecen estar de acuerdo en que es necesaria la monarquia! Monarquia 79 80 “temperada’, le dicen, o sea, con un rey controlado por diputados y senadores. Belgrano vino de Europa convencidisimo de que esa es la nica manera de que nos acepten, como dice él, “en el concierto de las na- ciones”. Hay que ver que los diputados del Alto Pert estén entusiasmadisimos con la propuesta de tener un rey inca, se sienten de lo mas identificados. Inclu- so se habla de poner la capital en Cuzco. En cambio, por las noticias que llegan de Bue- nos Aires (muy atrasadas, claro), alli se matan de la risa. Hablan de un “rey pata sucia’, al que habria que ir a buscar a alguna pulperia del altiplano... Yo no estoy de acuerdo con lo del rey inca, pero poner esas cosas en el diario me parece una vergtienza, le conté a Margarita que en mi época los periodistas podrian haber ido presos, por las leyes antidiscri- minacién. Ella sonrié sin entusiasmo, por levar- me la corriente. Lo nico que la hace sonreir de verdad es Francois... y los preparativos para el via- je. Pero eso viene después. —En mi época, te mandarian al sicdlogo —le dije, fastidiado por su indiferencia—. jLa forma de go- bierno que va a tener el pais es algo muy importante! — Al sico qué? —me preguntd. Nunca nos entendimos menos que en este via- je, ni siquiera cuando Ilegué la primera vez fue tan incémodo estar con ella. Remigia la persigue todo el dia tratando de tentarla con delicias, pero ella come poco y esta re-flaquita. Y preciosa. Mas linda que nunca. Pero ni me mira. Esto después lo borro. Para peor se les ocurrié que el rey inca tiene que ser un hermano del Inca Atahualpa, un viejo como de ochenta arios (en esta época, como minimo sera ciego y sordo) que, encima, jestd preso en Cadiz! Y no entiendo lo de la capital en Cuzco, si Pert esta en manos de los realistas... Otros delirantes insis~ ten en que el rey tendria que ser algiin personaje de sangre real de las dinastias europeas. Pero para mi los peores son los que opinan que las Provin- cias Unidas tendrian que ponerse, junto con Bra- sil, jbajo la corona de Portugal! gMiren si vuelvo a casa y esta todo el mundo hablando en brasileiro? Eso si que con Argentina, Uruguay y Brasil en un solo pais... jjnadie nos volveria a ganar un Mun- diall! Por suerte, ayer, don Medrano, el congresal que vive aqui con nosotros, se las arreglé (el tipo tiene la- bia) para convencer a todos de que habia que votar 81 82 un arreglito a la declaracién de la independencia. Donde decia que seriamos “una naci6n libre e in- dependiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrépoli” hizo agregar “y de toda dominacién ex- tranjera”, para que quedara bien clarito que no nos iba a manejar Brasil, es decir, el rey de Portugal. Les hizo ver a los congresales que eso seria poner- se en contra del pueblo. Y, bueno, al final caigo en lo que no queria: el maldito viaje. Por mas que luché por convencer a Margarita de que no tendrfa sentido viajar a Mendoza, que era un viaje tan largo y peligroso, por mas que le recordé las que pasamos cuando nos atraparon los ranqueles en el viaje a Cérdoba, no hubo nada que hacer. Ni siquiera sirvio mi argumento supre- mo: que seguro se iba a cruzar con el chasqui que le traia las noticias de su famoso Jean-Jacques. Chasqui les dicen a los carteros que llevan el co- rreo al galape de posta en posta. Ella ni se mosqued. —Las noticias que espero no son de las que se escriben —me dijo. Y me rogé que la acompariara con lagrimas en los ojos. En esos ojos hermosos. No pude decirle que no. El chiquito se queda con Remigia, eso la deja tranquila. Pero también le encargé que lo cui- de a su madrina, una chica de su edad, casada pero sin hijos, que se llama Juana de Almeyda. —Juana me escribir si fuera necesario, —También te puede escribir Remigia —le dije yo. —¢Remigia? ;Vos te pensds que sabe leer y es- cribir? Tendria que haberlo sabido, pero igual me asombré, Cuando murié don Blas, su abuelo, mi querida Margarita les dio libertad a todos sus es- clavos. La mayor parte se fue y muchos estén hoy con San Martin, en Mendoza, preparandose para luchar contra los realistas. Pero Remigia, Pedro y Catalina (Mali y Donga, solo que eso no se puede decir) se quedaron trabajando con ella, un mucho per carifio y un poco por la paga. No es tan facil ganarse la vida para los negros libertos. Me dijo Margarita que intenté ensefiarle el alfabeto a Remigia, pero ella no le da importancia a la cues- tion y nunca tiene tiempo para sentarse a aprender. jOtra vez en la aventura de un viaje! Qué pocas ganas. De Tucuman a Mendoza hay como doscientas cuarenta leguas, mil kilémetros de los nuestros. 83 84 En galera no vamos a tardar menos de un mes y medio, Imbancable, Pero lo mas complicado fue lo de la chaperona. Cuando finalmente le dije que si a Margarita, se puso tan contenta que me abrazé y me dio un beso. Fue un beso de hermana, pero a mi me costé mucho contenerme para no tomarla en mis brazos y besarla como me hubiera gustado. Yo cref que ya estaba vacunado, pobre iluso. Sigo tan engan- chado como de costumbre, con la unica diferencia de que esta vez ella esta casada y yo no le importo nada. Bah, peor que eso: le importo como amigo, qué humillante, —No podemos viajar juntos y solos. Ahora soy una mujer casada —me recordé Margarita, como si yo pudiera olvidarme—. Y hay que guardar las apariencias. La verdad es que ni siquiera en el siglo XxI una mujer casada puede viajar un mes con un tipo sin que todo el mundo sospeche que pasa algo. Solo que en el siglo x1x todo se arregla si a la mujer la acom- patia otra mujer que le haga de cuida. A Margarita le importa muchisimo que no se hable mal de ella, no quiere que su marido tenga nada que reprocharle cuando se encuentren. Me tiene un poco harto pero lo puedo entender, Bueno, justo aparecié una sefiora como de cin- cuenta afios que también tenia que viajar a Mendoza para encontrarse con su madre viejita. jQué per- sonaje! Una gorda terrible que nos ya a obligar a viajar apretados en el asiento de la galera. La se- flora Agustina Frias de Guzman es una charlatana de aquellas y una chismosa profesional. Los ojitos le brillan de gusto cuando se pone a contar, por ejemplo, con quién se lo vio al general Belgrano haciendo qué (Belgrano tiene una fama de rompe- corazones que no me hubiera imaginado). Cuando no esta bajando la voz para fingir que te cuenta un secreto, habla a los gritos, y se rie con unas risota- das que me molestan mucho. Pero Margarita dice que es muy importante para ella tenerla cerca, porque, si se gana la buena voluntad de la lengua mas venenosa de Tucuman, su reputacién queda a salvo. j¥ dale con la repu- tacién! Por eso no salimos todavia, estamos espe- rando que dofia Agustina esté lista para el viaje. Aqui no metés cuatro cosas en una mochila. Son batles y batiles que hay que arrastrar, sobre todo 85 86 las mujeres, Margarita tiene la esperanza de en- contrarse con Jean-Jacques y quiere estar bien ves~ tida. Pero, por otro lado, va a estar con Remeditos, la esposa de San Martin, que viste tan sencillo, asi que tampoco puede exagerar. Se dice que, cuando se casaron, San Martin, fandtico de la sencillez, la obligé a Remeditos a quemar todos sus mejores ves- tidos y quedarse solamente con cuatro de los mas simples. Lo cierto es que Margarita pone y saca cosas de los batiles, parece que nunca va a terminar de armar el equipaje. Y a cada rato deja lo que esta haciendo para abrazar a Francois y comérselo a besos. El chico no entiende nada. Ko ym Del daria de Margarita = 31 DE JULIO DE 1816 EN VIAJE Ya camino a Mendoza, en la habitacion de la posta del Desaguadero donde estamos haciendo noche, a Ja luz de una vela que ilumina las paredes, blancas en otro tiempo y hoy cubiertas por los nombres de sucesivos viajeros, escribo estas lineas, mientras me acompatian los escandalosos ronquidos de la sefiora Agustina Frias de Guzman. Estoy conven- cida de que cometi una verdadera imprudencia al traer el diario conmigo. No quiero ni pensar en lo que ocurriria si llegara a caer en manos de mi chaperona (la misma que ahora no deja de roncar), cuyo mayor placer consiste en meter las narices en la vida de los demas. Pero la musica disonante, que no se acalla ni por un segundo, me asegura que doria Agustina duerme profundamente. En cuan- to deje de oirla, como el mago mas avezado, haré desaparecer el diario entre mis ropas. 87

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