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& m pensar NUMERO 0 La irrupcion de lo impensado os a CATEDRA DE ESTUDIOS CULTURALES MICHEL DE CERTEAU General ech. La irrupcién de lo impensado : Catedra de estudios culturales Michel de Certeau / editores Francisco A. Ortega, C: y Gabriel Izquierdo Maldonado, S.J. — Bogoté : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2004. 346 p. — (Cuadernos pensar en pilico ; no. 0) Incluye referencias bibliogtificas. ISBN: 958-683-695-9 los Rincén, Jaime Humberto Borja 1, CERTEAU, MICHEL DE, SJ, 1925-1986 - COLECCIONES DE. ESCRITOS, 2, CERTEAU, MICHEL DE, $,J., 1925-1986 ~ CRITICA E INTERPRETACION. 3, FOUCAULT, MICHEL, 1926-1984 - CRITICA E INTERPRETACION. 4. LACAN, JACQUES, 1901-1981 - CRITICA B INTERPRETACION 5. CULTURA - ENSAYOS. 6. VIDA COTIDIANA ~ ENSAYOS. 7, ENSAYOS FRANCESES. I. Ortega, Francisco A., Ed. IL. Rincén, Carlos, 1940-, Ed. Ill. Borja, Jaime Humberto, Ed. IV. Izquierdo Maldonado, Gabriel, SJ., Ed. V. Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar. VI. Editorial Pontificia Universidad Javeriana. CDD 306 ed. 21 Catalogaci6n en la publicacién - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Ago.2/2004 Disefio de caratula: Esteban Ucros Prohibida la reproduccién total o parcial de este material, sin autorizaci6n por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. cereus “ € JAVERIANA Reservados todos los derechos ©Pontificia Universidad Javeriana Francisco A. Ortega, ed., Carlos Rincén, Jaime Humberto Borja y Gabtiel Izquierdo Maldonado, S. J. Gracias a la sesidn de los detechos de teproduccién por parte de la Universidad Theroamericana de Ciudad de México, fae posible la publicacién de los textos de Michel de Certeau que aparecen en este libro. Editorial Pontificia Universidad Javeriana ‘Transversal 4* N° 42-00, primer piso, edificio Rafael Arboleda, S.J. Bogota, D.C. Direcci6n: Selma Marken Farley Coordinacién editorial: Alfredo Duplat Ayala Coordinacién de autoedicién: Fernando Serna Jurado Correccién de estilo: Leonardo Holguin Rincén Primera edici6n octubre 2004 ISBN: 958-683-695-9 Numero de ejemplares: 500 Fotomecénica e impresién: Javegraf Contenido PRESENTACION Carmen Millén de Benavides InTRODUCCION Francisco A. Ortega ... CArepra Micuei, pe CerTeau Carlas Rincén: EL LUGAR Y LA PRODUCCION; DE CERTEAU Y LA HISTORIA Jaime Humberto Borja .. ‘LA PRACTICA DE LA VIDA COTIDIANA Gabriel Izquierdo Maldonado, 8.5. . BIBLIOGRAFIA GENERAL ... MICHEL DE CERTEAU. SELECCION DE TEXTOS ESCRITURAS E HISTORIAS, Ervo-oraria. La ORALIDADO 0 EL ESPACIO DEL OTRO: LERY Et LENGUAJE ALTERADO? LA PALABRA DE LA POSESA .. EL SOL NEGRO DEL LENGUASE: MicHet Foucault LA INVENCION DE LO COTIDIANO .. ANDARES DE LA CIUDAD... LACAN: UNA ETICA DEL HABLA... MISTICAS VIOLENTAS Y ESTRATEGIA NO VIOLENTA .. LA LARGA MARCHA INDIA .. INTRODUCCION AVENTURAS DE UNA HETEROLOGIA FANTASMAL* La irrupcién de lo impensado es pegrosa para todo ‘especialista’ y para toda la nacién, Michel de Certeau, Una revolucién simbélica. T. Micuet DE CERTEAU: LA MIRADA TRANSVERSAL Pensar en piiblico a Michel de Certeau, pensar en piiblico desde Michel de Certeau, pensar en piblico con Michel de Certeau. He ahi el reto que lanza el INsTITUTO PENSaR al establecer la CAtedra Michel de Certeau en honor a la memoria del fascinante pensador francés. La primera catedra fue ofrecida por Carlos Rincon, profesor de estudios latinoamericanos de la Freie Universitdt en Berlin, el miércoles 20 de agosto de 2003 en el Auditorio Luis Carlos Galan de la Universidad Javeriana, sede Bogota. Las dos profundizaciones que Rincon Ilevé a cabo en los dias subsiguientes, las respuestas del historiador Jaime Borja y del filésofo Guillermo Hoyos hacen parte de este libro. La primera pregunta, en todo caso, debe ser {por qué Michel de Certeau? ;Se justifica, en esta época de modas efimeras y pensadores fugaces insistir en el conocimiento de un nuevo cor- Francisco A, Ortega, profesor de la University of Wisconsin, Madison; profesor asocindo de ta Universidad Nacional de Colombis, Bogota. 14 (Cannes PENSAR EN PBLICD NOMEN 0 pus tedrico? {Valdra la pena, el tiempo y la energia invertidos para acercarse al autor, conocer un nuevo lenguaje, familiarizar- se con nuevos modos de hacer critica? ,Acaso no hay ya sufi- ciente con la pléyade de autores posmodernos y poscoloniales que ocupan el horizonte contemporaneo de la teoria? ;Qué tiene Michel de Certeau, jesuita y amigo admirado de Jacques Lacan y Michel Foucault y de quien Julia Kristeva dice que es uno de los mis atrevidos, secretos y sensitivos espiritus de nuestro tiempo, para que nos veamos obligados a pensar con él y desde él?! Michel de Certeau, escribe Roger Chartier, “no era un histo- riador corriente.”? Me atrevo a recalcar que mas que historiador extraordinario era un pensador realmente excepcional y hoy en dia, absolutamente necesario. Sus miltiples labores e inserciones disciplinarias hacen dificil cualquier intento por definirlo:' histo- tiador de las religiones y la mistica, antropélogo, psicoanalista, semidlogo, socidlogo de la cultura, critico literario, tedlogo, ges- tor cultural y polemista, para nombrar apenas algunos de sus que- haceres mas conocidos y en los que se destacé con mayor noto- riedad. La indeterminacién disciplinaria que habilmente convirtid en condicién de productividad intelectual le sirvié para lanzar libros que dejaron huellas profundas en lectores, disciplinas y épocas diversas; La toma de la palabra (1970; trad. de La Prise de la parole, 1968), La escritura de la historia (1993; L'Ecriture de l'histoire 1975), La fabula mistica (1993; La Fable mystique 1982), y los dos voltimenes de La invencién de lo cotidiano (1996; L'Invention du quotidien 1980). Su reflexién logra poner en jue- go campos aparentemente disimiles que, a través de la mirada transversal de de Certeau, se revelan absolutamente pertinentes: Jas técticas secretas del mistico del siglo xvu y las del consumi- dor del siglo xx; la expansién imperialista de Europa durante la modernidad temprana y el despliegue de la historia como tecno- logia para manejar la diferencia cultural; la desaparicin del cuer- po y la emergencia del sujeto, etcétera. La iavPCiON pi: Lo uaPENSADO: CATHDRA DI RsTUDIOS CUUTURALES Mice De Currey 15 Michel de Certeau nacié en 1925 en Chambéry, la antigua capital de Saboya que para fines de la primera guerra mundial era un pequeiio pueblo industrial en la regién alpina de Francia.* En 1950 ingresé a la Compaiiia de Jests y en 1956 se ordend sacerdote. Cuatro afios después, recibié de la Universidad de la Sorbona el titulo de doctor en ciencias de la religion. Sus estu- dios culminaron con la traduccion y edicién de Le Mémorial de Pierre Favre (1506-1546), otro saboyano ilustre, acompafiante de Ignacio de Loyola y Francisco Xavier, y uno de los fundado- res de la Compafiia de Jestis.. Los estudios sobre religién que de Certeau realizé en esta época se hacen cargo de un periodo histé- rico dificil, cuando la unidad eclesidstica se fractura y la preemi- nencia de Roma se ve duramente cuestionada.’ La atencion de- dicada a las figuras del mistico y del hereje, dos temas recurrentes en su obra, representa un intento por entender los significados y los caminos de la espiritualidad privada en una sociedad que se reorganizaba y se secularizaba accleradamente. Al privilegiar el camino solitario de estos dos personajes, en el mismo momento cuando las instituciones religiosas desempefian un papel protagonico en la construccién nacional, y al procurar entender los lenguajes religiosos peculiares en sus propios términos, Michel de Certeau abre caminos inéditos en el analisis social, rescata un aspecto hasta entonces completamente huidizo de la experiencia histérica y cuestiona la vision teleolégica de la modernidad ilus- trada. Como dice Luce Giard: Certeau interroga (...) los caminos oscuros, no para juzgar a unos 0 a otros, menos aiin para designar el campo de la verdad y del derecho, sino para aprender del pasado cémo un grupo social atraviesa la defeccién de sus ereencias y lega a sacar provecho de las condiciones impuestas, para inventar su liber- tad, para aprovechar su margen de movilidad.® Las investigaciones posteriores de de Certeau se ocupan de Jean-Joseph Surin, jesuita mistico del siglo xvu. En 1963 edité y publicé su Guide spirituel pour la perfection y en 1966 su co- trespondencia. Los estudios sobre Surin lo consagran como uno 16 CLADERNOS PENSAR HAY PUBLIC NDMERO 0) de los mas importantes historiadores de la religiosidad moderna. Desde ese entonces, de Certeau enuncia temas que posteriormente desarrollara en su andlisis social mas contemporaneo: {.c6mo asig- narle un sentido a una accién privada que es tanto transformativa -en la medida en que opera una modificacién del sentido recibi- do de una ortodoxia— y generativa —en la medida en que eviden- cia un agenciamiento del sujeto? En efecto, tanto el mistico del siglo xvi como el televidente secular del siglo xx son receptores de signos de fuerza 0 hegeménicos. Sin embargo, tanto el uno como el otro no aceptan de manera pasiva la interpelacién del poder, sino que a través de su manipulacién privada construyen un entomo y subjetividad activa y significativa. Guiado por preocupaciones que lo sacan del estrecho circulo de la historia religiosa barroca, Michel de Certeau, al lado del polémico Jacques Lacan, hace parte de la Ecole Freudienne en 1964 donde particip6 activamente de los famosos seminarios psi- coanalistas hasta 1980, afio en el cual el mismo Lacan decide disolverlos.’ De Certeau comenzé a publicar en diversos y pres- tigiosos medios intelectuales ademas de Christus y Etudes, las dos revistas jesuitas en las que venia colaborando desde 1956, también publicé en Annales zsc, Esprit, Politique Aujourd’hui, Traverses— trabajos mas préximos a la sociologia cultural. Es precisamente en Etudes donde publica, en junio de 1968, el pri- mero de una serie de articulos que se convertiria en uno de los analisis mas liicidos y penetrantes sobre los movimientos obrero. y estudiantil de ese afio, eventos que el mismo de Certeau consi- deré una “‘revolucién simbélica” en tanto conmovieron el rigido ordenamiento social que imperaba desde la segunda guerra mun- dial. Alli publicé la famosa frase que hacfa evidente sus simpa- tias politicas y su decision de participar activamente en los even- tos: En mai 68, on a pris la parole comme on a pris la Bastille en 1789 —en Mayo del 68 nos tomamos la palabra, como nos habia- mos tomado la Bastilla en 1789. En 1974 consolida su reputa- cién como uno de los comentaristas mas agudos de la escena {4 IRUPGON OF Lo teENSADO: ChmeDeA De RSTUDINS CLETURALES MicHEL Du Cemmid 47 europea al sacar a la luz la coleccién de ensayos La cultura en plural (1999; trad, de La culture au pluriel). La publicacién del dossier sobre las posesiones diabélicas de 1632 en Loudun en 1970 y, cinco afios més tarde, de su impres- cindible estudio historiografico La escritura de la historia que junto a Cémo escribir la historia (1971) de Paul Veyne y Metahistoria (1973) de Hayden White, constituyen la apertura de la historiografia a una nueva sensibilidad—lo consolidan como uno de los historiadores mas importantes de ese momento.* En los afios siguientes aparecieron una serie de libros seminales que harian de Michel de Certeau un nombre familiar en numerosas disciplinas, contextos y paises. Asi, sus estudios sobre la cultura mediatica y politica del decenio de los sesenta evolucionaron hacia una meditaci6n sostenida sobre las “artes de hacer” o las tacti- cas que el ciudadano ~incluso el consumidor aparentemente pa- sivo- opera sobre su medio ambiente para vivir su realidad de manera significativa. Los dos voltimenes de La invencién de lo cotidiano (1980) representan el esfuerzo mas logrado aunque incompleto de un proyecto absolutamente revolucionario para la sociologia cultural, Muchos coinciden en sefialar que La fibula mistica (1982) es su libro més bello, complejo y completo. Sea esto cierto o no, lo indudable es que el ultimo libro de de Certeau nos ofrece una sintesis magistral de sus reflexiones sobre la his- toria de la religién, la semiética popular y el psicoanalisis, sinte- sis que le da unidad a su obra polifacética y contintia operando como influjo indudable en la renovacién de los estudios sociales. El recorrido institucional de de Certeau refleja una extensa variedad de intereses y especialidades. De Certeau empezé su docencia en la segunda mitad de la década de los sesenta como profesor de teologia en el Institut Catholique de Paris, En 1968 acept6 el reto de ensefiar psicoanalisis en la nueva y experimen- tal Universidad Paris-vii. En 1978 se unié a la facultad de etno- grafia que dirigia el polémico ¢ innovador Robert Jaulin en Pa- ris-vii con el curso de antropologia cultural. Desde 1978 hasta 18, CONDHRNS PINAR EN POBLICO NUMERO 1984 fue profesor invitado y jefe del Departamento de Literatura Comparada en la Universidad de California de San Diego. En 1983 fue elegido director de estudios de la Ecole des Hautes Etudes con una silla de “antropologia histérica de las creencias, siglos xvi y xvu.” Igualmente, de Certeau ocupé multiples car- gos de consultoria y elaboré informes para el Ministerio de Cul- tura francés (L'Ordinaire de la communication, 1983) y agencias internacionales.” Michel de Certeau murié de un cancer de manera imprevista el 9 de enero de 1986. Aunque dejé una obra inconclusa, en Francia fue rapidamente reconocido como uno de los pensadores més licidos de su generacién, e incluso como el “francotirador” mas certero de los tiltimos tiempos.* A su muerte, Luce Giard y un grupo cercano de colaboradores se encargaron de editar su obra y promover encuentros y coloquios sobre su legado. Ade- més de la reciente reedicion de sus obras mas importantes, han aparecido en los tltimos afios una serie de aproximaciones im- portantes en francés. En primer lugar, es necesario mencionar la obra editada y publicada por Luce Giard."' Por la misma época en que Giard, Hervé Martin y Jacques Revel publicaron el im- portante Histoire, mystique et politique (1991), Claude Geffré edité un volumen en el cual participaron colaboradores y estu- diantes, y donde se proponia una “visién plural de un hombre que no ces6 de hacer pensable el cristianismo en una sociedad poscristiana.” En el 2002 aparecieron dos obras monumentales. Una coleccién de trabajos criticos editada por Christian Delacroix y una biografia extensa de Francois Dosse, que expresan sin re- serva el vigoroso interés existente por la obra de Michel de Certeau.'* Desdichadamente, la obra de de Certeau no viaja con la mis- ma velocidad y entusiasmo con que lo hizo su duefo, infatigable viajero. El inglés es quizd el idioma mas afortunado, fuera del francés, al tener una relativamente amplia seleccion de textos traducidos. A los ya existentes, se le agregé en el 2000 el famoso La IRRUPCION DE Up tSOPENSADO: CATEDRA DF ESTUDIOS CULTURALES Micsta. of Crema 19, ~y atin no disponible en espaiiol— La possession de Loudun (Pa- ris: Gallimard, 1970) para cerrar un importante ciclo que puso a disposicién del pblico angloparlante gran parte de la obra de de Certeau. Existen también dos importantes selecciones de textos para el publico no especializado (Heterologia, 1986; The de Certeau Reader, 2000), dos estudios globales de su obra —de Ian Buchanan y Jeremy Ahearne— y una excelente antologia de inter- vyenciones criticas sobre su trabajo.'’ En Alemania, donde existe un publico especializado entusiasta, se edité el afio pasado un estudio importante y se esta trabajando en lograr la traduccion completa de su obra.'* En espaiiol, por su parte, sus obras apenas comienzan a ver la luz gracias a la excelente labor editorial que lleva a cabo la Universidad Iberoamericana de Ciudad de Méxi- co y al trabajo de difusién de la revista Historia y Grafia, tam- bién de México. Lamentablemente atin no se encuentra una bue- na aproximacién a su obra en el mundo hispanopariante.' Il. PENSAR CON Y DESDE MICHEL DE CERTEAU: HETEROLOGIAS FANTASMALES Durante la Catedra que se Ilevé a cabo en Bogota, se invité a jos participantes a considerar los modos como Michel de Certeau hace pensable el pais a la vez que éste hace pensable a de Certeau. En estas primeras paginas he tratado de mostrar lo polifacético de su trabajo, los muchos pliegos que lo animan y las diversas direcciones en que se mueve. Indudablemente Ia pertinencia del trabajo de de Certeau es muy amplia y sus aportes multiples, pero me centraré en tres nodos de reflexién que me parecen esenciales para enfrentar la crisis del conocimiento —mejor formulada como crisis de los paradigmas disciplinarios, en especial de las cien- cias sociales- y la crisis de legitimidad, propia de sociedades desgarradas y en conflicto como la latinoamericana y, en particu- lar, la colombiana. En primer término, deseo referirme al andli- 20 ClATERNos PENSAR BN PEBLICO NUMERO O sis de de Certeau sobre el lugar y los modos de produccién del saber; segundo, a su reflexién sobre las artes de hacer en la vida cotidiana, y por Ultimo, a su propuesta en torno a una politica y poética del saber que propicie la irrupcién de lo Otro." Los nodos de reflexion que propongo han abierto caminos inéditos en las ciencias humanas y nos proveen herramientas para re-examinar y re-evaluar la relacién del saber con lo social, labor urgente en sociedades donde la precariedad es el signo bajo el cual se vive la cotidianidad. La cuestién de la alteridad subyace los tres nodos de reflexién, hasta el punto que la labor critica de de Certeau adquiere cierto espesor en torno a su nocién de heterologia, 0 discursos en torno al otro, Pero la alteridad en el analisis de de Certeau no se puede confinar a lo que queda irremediablemente excluido, afuera y diferente, sino que es una categoria de la experiencia, siempre presente en el lugar del yo y constitutivo de la mismidad.'” En cuanto a la operacién interpretativa, la alteridad se refiere tanto al trabajo sobre una diferencia -el cuerpo que va a ser interpreta- do- para producir un relato coherente y entendible desde la mismidad, como a la imposibilidad que persiste en todo intento por eliminar de manera completa la diferencia. En efecto, la ope- raci6n interpretativa jamds logra aun en los intentos mas agresi- vos- reducir el cuerpo del otro a lo enteramente familiar. Por eso es posible decir que la interpretacion es siempre el lugar donde se desplaza la diferencia y a donde regresa de manera fantasmal. Hacer historia, por lo tanto, “‘exige que se dilucide siempre la relacién mantenida entre el discurso del saber y el cuerpo social que lo produce y en el que se inscribe.”"S Sin embargo, como el aparato interpretativo no es reducible a sus condiciones materia- les, igualmente se requiere de una atencién metodolégica a los modos en que la practica logra llevar al limite los procesos disci- plinarios. Por eso, cada uno de los nodos de reflexion presenta retos disciplinarios diferentes. Si el primero necesita de un acer- camiento epistemolégico y sociohistérico, el segundo requiere Es IRRLEIOS DE Lo nerENSeDo: Canons Dp sruDids ClurURATES Mica pe Comme 2] una antropologia cultural asentada en la lingiiistica y el tercero exige un anilisis psicoanalitico que explore Ja relacién entre ex- clusién y represién. A continuacién examinaré brevemente cada uno de estos tres puntos. A. INSTITUCIONES, PROCEDIMIENTOS, ESCRITURA: LA OPERACION INTERPRETATIVA Como cuerpo desnido de la india, el cuerpo del mundo se convierte en una superficie abierta a Jas inquisiciones de la curiasidad (e323). La que esté cerca enmascara J farinen.® Yo también dudo de haber comprendido ese “saber” (E14 234). Como sus contemporaneos Miche! Foucault, Pierre Bourdieu y Jacques Lacan, Michel de Certeau dedico gran cantidad de ener- gia y tiempo a la reflexién epistemoldgica sobre los limites y posibilidades de las ciencias del hombre. Si entre todas las disci- plinas, de Certeau alguna vez prefirié identificarse como histo- riador, posiblemente lo hizo porque pensaba que la historia re- Presentaba un paradigma ejemplar de las ciencias interpretativas.”° Discurso nervioso, necesariamente inserto entre la ciencia yla ficcién, Ja historia se acerca a la posicion del psicoanilisis en tanto ciencia que se ocupa del sujeto y de lo Real2' Como tal esta rodeada de dos alteridades la presencia de lo ajeno encar- nada en el objeto a descifrar y la subyacente al andamiaje que constituye el lugar de interpretacién—que la circunscriben, la ase- dian y le ofrecen el material para que cuente su historia y sobre- viva, cual Scherezade, una noche mas. Su sustancia est no s6lo en lo que dice, sino en e! modo como lo dice.” Sin embargo, la historia —como gran parte de las ciencias interpretativas~ ha querido borrar su relacién con el aparato interpretativo en aras de una mayor legitimidad social” Asi, la historiografia mas ortodoxa ha querido presentar la historia como 2 ‘Cuapemos riasshe ox pouice Noam O una ciencia autonoma, cuyo acceso al objeto por descifrar es poco problematico y cuyas circunstancias sociales son relativamente poco importantes. Michel de Certeau afirmard todo lo contrario. La historia ante todo se hace: no es ni ideal ni auténoma sino que —como toda practica interpretativa— opera a partir de condiciones materiales y responde a necesidades simbélicas que son propia- mente histéricas. Aun mas, con el fin de captar mejor la eficacia de estas practicas, su capacidad para proponer relatos compren- sivos y construir visiones del mundo, es necesario estudiar e] acto interpretativo en tanto labor social. Por eso, al analisis psicoana- litico que da cuenta de los deseos, vulnerabilidades y alteridades que subyacen ese proceso, de Certeau yuxtapone el Iéxico mar- xista de trabajo productivo —en tanto toda labor tinicamente es productiva si produce capital— para designar lo que hace el histo- riador con el pasado (cH 28). Sélo en la complementariedad fe- cunda de Marx y Freud, sugiere de Certeau, podemos llegar a un analisis que dé cuenta apropiada de las economias libidinal y so- cial del acto interpretativo. Enefecto, aprehender la naturaleza propia del acto interpretativo consiste en aceptar que es una operacién social, establecida en un lugar, que re-organiza y transforma los materiales con los que fun- ciona y que produce como resultado una autoridad social a través de su textualizacién. Por eso mismo, de Certeau afirma que la interpretacién como operacién se debe entender “como Ia relacién entre un /ugar —un reclutamiento, un medio, un oficio, etcétera—, varios procedimientos de andlisis una disciplina~ y la construc- cién de un fexfo —una literatura—’ (zH 68). Cada uno de esos tres momentos constitutivos de la operacién —institucién, practica y escritura— es profundamente productivo: si el primero actualiza un lugar social de enunciacién, el segundo transforma propiamente el presente en material maleable para representar el pasado y el terce- ro genera un relato que construye y justifica la autoridad. En cada uno de esos tres momentos se lleva a cabo una lucha en la que la Ley annurctony DE 1 DartNsADO: CARA pf USTUDIOS cUETUKALRS Michi be Curmeau 23, voluntad de saber se topa con opacidades particulares del lugar, de la operacién y del cuerpo que se resiste a ser inscrito.?* El primer aspecto por considerar, asi sea brevemente, es la manera como el acto interpretativo esta atado a un lugar y produ- ce su propio espacio. “Por lugar —escribe de Certeau— entiendo el conjunto de determinaciones que fijan sus limites en un en- cuentro de especialistas, y que circunscriben a quién y de qué les es posible hablar cuando hablan entre si de la cultura.”2> En efecto, las practicas interpretativas no nos remiten a un lugar de correspondencias armoniosas entre un cuerpo ajeno —en el caso de la historia aquellos cuerpos que en su conjunto identificamos como evidencias del pasado-, listo y dispuesto a ser reconstituido y representado, y el lugar propio —en este caso, el presente—, des- de donde se enuncia y organiza el acto interpretativo. De Certeau seflala, en cambio, que la interpretacién es siempre una practica localizada ~como toda produccién ocurre en un lugar~ y en tanto producto, produce su propio lugar de produccién. Atin mas, las operaciones mentales que la constituyen—reglas, procedimientos, protocolos, eteétera— estén relacionadas con las inserciones institucionales del autor —su posicién en la universidad, membresia en una de las Academias, entre otras-, las fuentes de financiacién que le permiten adelantar su trabajo —institutos privados o estatales, fundaciones nacionales o internacionales—, los modos de trabajo —privado, cooperativo, etcétera-, las filiaciones ideolégicas -membresias en partidos politicos, religiosos y demas— y cuanto otro determinante social las habilite, sustente o limite. Aunque el proceso interpretativo no se puede reducir a tales condicionamientos, éstos ciertamente “no son accidentales, mas bien forman parte de la investigacién”’, son la “trama de los procesos cientificos” (EH 77). Asi pues, no se requiere de mala fe para que ciertas determinaciones afecten el proceso de manera fundamental. Es mas adecuado pensar que el /ugar estructura la operacién interpretativa como el inconsciente estructura el lenguaje: en 24 Cuxpenoss pexsan ix pOmcD xomno 0 ambos casos el principio organizativo se halla determinado por la forma social que el lenguaje o la operacién asume. Asi, por ejemplo, la institucién histérica, es decir las normas corporativas de los historiadores, han llevado a que la historia “‘se [haya] ins- talado en el cireulo de la escritura” (EH 77), Sus temas, su escu- drifiamiento, sus relatos privilegian aquellos circuitos donde la cultura letrada regula y monopoliza la produccién de significado de tal manera que la historia refuerza una “tautologia social.” El resultado es una reproduccién —una expresién— de la cultura hegem6nica consignada por los autores para un publico inclina- do a apreciar una sensibilidad letrada.”* A la sombra de la cultura hegeménica queda oculto el cuerpo y la oralidad de heterodoxos e iletrados, marginados de la historia por un procedimiento de lugar.” Asi pues, desde el momento cuando se escoge un tema y se empieza ¢l acopio de material hasta el momento de la redac- cin final, el lugar permite ciertas tematicas y lineas de investi- gacién mientras que inhabilita otras. Un segundo aspecto de la operacion interpretativa nos remite al escenario en que propiamente se manufactura la evidencia, materia prima de la interpretacién. El escenario constituye el aspecto fundamentalmente modemo de la operaci6n interpretativa: exhibe la sistematizacién propia de un lenguaje con aspiraciones universalistas, la homogeneidad que la hace funcional en una sociedad compleja y fragmentada, y la coherencia interna que le da el prestigio y la autoridad social necesaria para convertirse en el arbitro de las decisiones publicas. Su cardcter cientifico es siempre el resultado de una practica por medio de la cual toma un cuerpo ajeno y lo transforma en significacion social: “Un tra- bajo es cientifico, si realiza una redistribucién del espacio y con- siste en darse un lugar por el ‘establecimiento de fuentes’” (EH 88). Asi nos alejamos de toda idea positivista que postule el ac- ceso directo e inmediato al cuerpo por interpretar. En efecto, cl proceso modemo de convertir los fragmentos del pasado en rela- tos plausibles, consiste en una serie de procedimientos analiti- [La TRRLTCION OF Lo messAno: CArapaa DE ESTUDIOS CuLTURALES Mioma. De CeaTEN 25 cos, formales y sociales semejantes a cualquier otro proceso de produccién —sea de carros, como dice de Certeau, o de otro pro- ducto (HP 56), Las operaciones principales de todo acto interpretativo comprenden identificar la evidencia—fragmentos del cuerpo ausente que proveen los indicios para su reconstruccién— y retirarla de los sistemas en los que esta inserta —ya sean de archivos, museos, el habla de las personas y demas-; someter estos fragmentos a las operaciones analiticas necesarias que los convierten en materia prima de significacién, y desplegar y preparar los fragmentos para el proceso que les dara una coherencia narrativa (eH 87-9). Como puede suponerse, estas operaciones son conflictivas y ambivalentes. Si tomamos la historia como ejemplo, advertimos que los fragmentos existen inscritos en sistemas de clasificacién del presente, aun cuando no pueden ser reducibles a nuestra contemporaneidad. Para hacerlos disciplinariamente legibles, es necesario efectuar sobre ellos una serie de operaciones técnicas —por ejemplo, insertarlos y procesarlos ensistemas de clasificacién ya preparados, interrogarlos bajo criterios unificados, reducirlos a su minima expresi6n, etcétera. El objetivo de estas operaciones es preparar los fragmentos para reconstituir, de la manera mas econémica y a modo de simulacro, ese pasado que ya no esta disponible para el presente. Sin embargo, estos fragmentos preservan la huella del pasa- do y resuenan con una diferencia perturbadora; esa es precisa- mente la diferencia que los hace titiles para el historiador. El proceso por el cual se disciplina el fragmento nos remite a un choque entre su singularidad y el impulso homogeneizador de los modelos analiticos. En otras palabras: si el objetivo ultimo de la historia es la reconstruccién de un cuerpo a partir de si- mulacros que nos resulten familiares, también es cierto que la interpretacién pone en evidencia el limite del modelo tedrico una vez que lo enfrenta a la singularidad del pasado (gu 88). El encuentro con lo real no sélo resulta en una transformacién del fragmento en evidencia, sino que inscribe dentro de la misma 26 CHADERNGS Pesan FX REMLICO NOseRO operacién el valor singular de lo particular, la contingencia, en suma, lo no-inscribible. La interpretacién -el simulacro~ re- sulta de dirimir esa diferencia. Su manifestacién depende de un equilibrio precario entre lo singular y lo general, lo espectral y lo verosimil. Por lo tanto, la interpretacién es siempre un problema politico (cr 111-12). Ese ‘trabajo sobre el limite’ es precisamente la labor que abre la posibilidad genuina a la hete- rogeneidad (eH 93-6). La interpretacién realiza su potencial heterolégico cuando pone en evidencia el limite de los modelos de interpretacién.™* El tltimo término del andlisis operacional nos remite a la escenificacién discursiva de la operacién técnica que se apoya en un lugar social. En términos generales la produccién textual implica una contradiccién fundamental e irreducible entre lo real y el discurso. Ante todo nos oftece la ilusién de una sistematiza- cidn original “al prescribir como comienzo lo que en realidad es un punto de llegada” (zu 101). En efecto, mientras el trabajo social del intérprete comienza por la institucién y procede por los mecanismos de conversién de la evidencia, la escritura in- vierte ese procedimiento y le impone una coherencia discursiva al desorden propio de lo real. En cuanto a la operacién historiografica, esta contradiccién se percibe en los dos modos como el discurso le impone sus propias leyes a la investigacién: el orden del relato y los modos de verificacién de 1a historia. La historia “pretende dar un contenido verdadero —que de- pende de la verificabilidad-, pero bajo la forma de una narra- cién” (EH 109). Como tal, la informacién necesita ser organizada de acuerdo con las leyes de! relato. La narrativa asigna un punto de inicio —ya bien sea en términos de origen, causalidad o de ambas—que establece una coherencia particular, En el caso de la historia es la coherencia de la temporalizacién, marco de suce- sidn lineal que formalmente responde a cuestiones de principio y orden.” Simulténeamente, la temporalizacién de la historia par- ticipa de un orden tropolégico, pues despliega la informacién a Lac navrcioy bic Lo namessapo: CArmpas oF ssrupios curmimatis Micuut py Ceeretu 27 través de los recursos narratolégicos propios del relato, es decir la trama, el suspenso, el desenlace, entre otros. (HP 56-9). Entre semantizacién y narrativizacién, la historia es un discurso mixto que se debate entre contrarios.*° Por otra parte, la escritura necesita acreditar mecanismos que certifiquen la relacién de la operacion técnica con aquello real que quiere evidenciar. Es decir, es esencial que la escritura produzca la coherencia interna y la autoridad social que la sus- tenta como actividad cientffica. Las estrategias son miiltiples y van desde borrar el lugar desde donde se habla y hacer como si el referente hablara, hasta rellenar los huecos —las hiancias 0 vacios en términos lacanianos- que hay entre fragmento y frag- mento para producir la ilusién de una totalidad recuperada y usar un lenguaje familiar que exuda prestigio.’ Por medio de estas estrategias se elabora un discurso didactico que “produce un contrato enunciativo entre el remitente y el destinatario” cuya garantia fundamental es que es razonable, coherente, plausible y aclaratorio (cH 113). La estrategia de acreditacién mas im- portante ~y la que decididamente hace de la interpretacion una heterologia— es el uso de la voz del otro a través de la cita: la voz es “un fragmento privilegiado que garantiza un cuerpo y que anuncia que esto tiene sentido.”* Desde tal perspectiva, podemos afirmar que si la operacién le puso atencién a la sin- gularidad del evento a su opacidad-, la escritura se mueve por la necesidad de producir una inteligibilidad. Pero la cita del otro produce una escritura foliada que combina el lenguaje del interpretado y el lenguaje del interpretante. Y si bien es cierto que poner en escena la voz del otro logra un efecto de verosimi- litud y extrae legitimidad (cH 110), también es cierto que trastoca ese discurso al comprenderlo, es decir, al inscribir dentro de si la opacidad del otro. El punto no es tanto que los condicionamientos hagan la inter- pretacién menos valida o menos necesaria. Al contrario, esos condicionamientos hacen del acto interpretativo un saber 28 Cusnenyos PENSAA ES PIMC NOAH O experiencial valioso y una intervenci6n politica necesaria. Lo im- portante es sefialar que una practica interpretativa “accede a la seriedad en la medida en que explicita sus limites, articulando su propio campo con el de otro, irreductibles” (cp 180). Dos estrate- gias se imponen: en primer lugar, es necesario confrontar la inter- pretacién con lo singular de su objeto, incluso si eso significa man- tener un grado de indeterminacién en la formulacién final: “Si la ‘comprensi6n’ (...) no se encierra en la tautologia de la leyenda o no huye hacia la ideologia, tiene como primera caracteristica (...) el nunca renunciar a la relacion que las ‘regularidades’ mantienen con las ‘particularidades’ que se le escapan” (14 99), es decir, ejer- cer siempre una practica de lo singular (Ic Vol. 2, 259-65). En segundo lugar, sefialar los determinantes que subyacen la operacién —por ejemplo, el sitio del origen, los procedimientos téc- nicos, la textualizacién— y que nos abren a “la condicién de posi- bilidad para una andlisis de la sociedad” (rH 81), Aquellas practi- cas interpretativas que insisten en disimular su localidad —es decir, su provisionalidad— despliegan lenguajes autoritarios sobre el cuer- po social y buscan recubrirlo completamente, asimilarlo a sus nor- mas y marginar a aquellos que se les resisten. Describir la opera- cion interpretativa en sus componentes, nos permite entender los modos como el proceso propicia una “socializacién de la naturale- za y una ‘naturalizacién’ de las relaciones sociales” (rH 84). Esto es, explicitar el proceso interpretativo, hacer mas dificil la mistificacién que ocurre en aquellos lugares donde converge el poder con sus medios legitimadores: el lugar que comimmente Ila~ mamos “ideologia”. La intencién es hacer evidente que la inter- pretacién no es neutra ni espontanea ni auténoma, y que la objeti- vidad es siempre un término acordado. El contexto colombiano nos invita a preguntarnos por qué la situacién ¢ historia del pais aparecen confusas, opacas, im- j posibles de ser pensadas, Una reflexion desde de Certeau nos debe aclarar que su opacidad no se debe a una supuesta natu- raleza perversa del colombiano ni a determinantes raciales, 1A nennCiOn: De. (4) IAMENSADO: CATKDRS DW: ESTUDIOS cULTRALES Micu De CenTERD 29) geograficos o climatolégicos, tampoco a una maldicién inve- terada. Ante todo, la historia de Colombia es el resultado del modo como la investigacién se ha acercado —o incluso no lo ha hecho-— al fenémeno histérico. Desde el punto de vista opera- cional, el analisis epistemolégico de de Certeau nos persuade a indagar la raz6n de ser de la investigacién social en el pais —jes cierto, por ejemplo, que la falta de apoyo para la investigacion obedece a la escasez de recursos? {Seria esta carencia tal vez mas comprensible como el resultado de una estructura defensi- va por parte de las fuerzas hegeménicas del pais?—; \a relacion de las instituciones que la albergan y sustentan con sus resulta- dos —gqué significa la transferencia al sector privado, desde universidades hasta centros de investigacién, de la agenda investigativa?—; el tipo de investigacion social que se lleva a cabo en el pais —zpor qué, por ejemplo, ciertos sujetos sociales (mujeres, niftos, grupos étnicos) pocas veces ocupan un papel protagénico en las investigaciones sociales?—; los temas gene- rales que se proponen ~{gué consecuencias tiene enfocar casi exclusivamente las maneras como la sociedad se degrada en ci- clos de violencia cada vez mds complejos y ponerle tan poca atencion a los modos como cotidianamente el colombiano esta- blece lazos de solidaridad?-, y \a autoridad y funcién social que ésta tiene —zqué tipo de autoridad interpretativa retiene el sujeto estudiado (por ejemplo, los desplazados) en rela- cién con el cientifico social que llevd a cabo la investiga- cién? {Cémo determina esa relacion las politicas recomen- dadas por los investigadores e implementadas por los administradores? Las preguntas que ofrezco son apenas un muestrario de la rica reflexién que emerge de la propuesta certeauniana de donde muchas otras y diversas lineas de re- flexién son posibles y necesarias. 30 CiApaRos HINSAR EN PORLICO NOMERO 0 B. Lo coripiano: EstRATEGIAS Y TACTICAS Nos maravilla que nos falte tanto para enten- der las innumerables astucias de los ‘béraes os- cares’ de lo efimero, caminantes dela cindad, habitantes de las barrios, lectoresy softadores, pueblo ascuro de las cocinas (\c Vol. 2 265). La obra de de Certeau también nos invita a pensar los modos. de consumo cotidiano y, en particular, la manera como el ciuda- dano comin y corriente recibe, vive, transforma y resiste las inter-pelaciones hegemonicas del Estado, del aparato productivo y de los medios masivos de comunicacién. En un momento cuan- do la sociologia de la cultura desarrollaba una critica contunden- te y necesaria, aunque unidireccional, dela forma como la socie- dad de consumo y los medios de comunicacién inundaban todos los rincones sociales y desplegaban una efectividad no vista an- tes, de Certeau desarrollé una antropologia politica en la que exa- mina los modos como estos consumidores se constituyen en agen- cia de su propia vida. Seria errado suponer que esta linea de reflexién existe en com- pleta autonomia del andlisis certeauniano de la operacién interpretativa. De hecho, la vision antropolégica de de Certeau emerge como consecuencia de separar “‘el estudio fijado sobre los productos [del] andlisis de las operaciones” de produccién y consumo (cp 202). Siguiendo ese método y en el contexto de sus estudios sobre la religion en el siglo xvu, de Certeau descubre evidentes limitantes en el campo de los estudios de la cultura popular. En estos estudios, de Certeau traza la emergencia del concepto de cultura popular para designar aquellos sujetos so- ciales que escenifican un tipo de légica social diferente y antagé- nica a la que en ese momento se articula como racional y even- tualmente moderna. Asi pues, lo popular es una tosquedad social que necesita ser civilizada, un reticente arcaismo, un residuo so- cial 0, como lo demuestra en La fabula mistica, una peligrosa alteridad del espiritu." A pesar de todos los esfuerzos por con- La mrvtcidN be Lo nmexssano: CATmbaA DR ESTUDIOS cirETURALES icin Cenreau 3] trolarla, lo popular se configura como una alteridad que regresa, una y otra vez, con un lenguaje que no siempre se deja entender. En el cdustico informe titulado “La belleza del muerto”, escrito en conjunto con Jacques Revel y Dominique Julia y pu- blicado en 1970, los autores argumentan que a partir del siglo xIX, momento cuando surge un interés cientifico por el tema, “La ‘cultura popular’ supone una operacién que no se confie- sa. Ha sido necesario censurarla para poder estudiarla. (...) Una represién politica se halla en el origen de una curiosidad cientifica” (cp 47). En efecto, el interés por el tema tiene que ver con la urgente necesidad de vigilar y disciplinar el cuerpo social, en especial aquellos sectores asociados con los trabaja- dores urbanos y los campesinos, ambos grupos portadores de légicas colectivas contrarias o divergentes a las propuestas por a elite nacionalista del momento. Los estudios sobre la cultura popular se gestan a partir de una necesidad de control y dan pie a una alteracién policiva. La consolidacién académica de los estudios sobre la cultura popular supone un doble gesto: por un lado la exhumacién de aquello que era peligroso, vulgar, efimero y opaco; por otro, la constitucién del bello cuerpo remanente —el muerto del titulo del ensayo- como fundamento para una historia de origenes y esen- cias colectivas. “Desde entonces, [la cultura popular] se ha con- vertido en un objeto de estudio porque su peligro ha sido elimi- nado” (cp 47). Aun aquellos autores —dicen de Certeau, Revel y Julia— que mas decididamente quisieron revindicar la cultura popular terminan siendo cémplices en el proceso de subalter- nizacién de los saberes populares. En efecto, la historiografia cultural contempordnea heredé un lenguaje y unos objetos por medio de los cuales cree acceder al caracter de lo popular. Al no investigar sus propios modos operacionales reproduce la separa- cién entre objetos constituidos por su perspectiva disciplinaria y la vida material de los hombres y mujeres que hicieron, consu- mieron 0 resistieron esos objetos. Asi, “la belleza del muerto” 32 Cuabeavos resin fn Pom ICO NOMTERO 0 serearticula en modos cada vez més sistematicos que invisibilizan ciertos actores sociales: el nifio, la mujer, el cuerpo, etcétera.* Michel Foucault madura por ese mismo entonces una novedosa historia politica sobre la construccién de objetos disciplinarios, en especial el loco y el criminal.** De manera andloga a como de Certeau propone la emergencia de la cultura popular, la apari- cién de la locura y la criminalidad moderna es consecuencia de miltiples procedimientos tecnolégicos impersonales que pene- tran el espacio social y lo forman a través de la catalogacién, la vigilancia y la reubicacién de lo existente. Estos procedimien- tos, gestados por una ldgica descentrada, constituyen lo que Foucault denomina una microfisica del poder. El método foucaultiano sirve tanto para describir la emergencia de algo nuevo como para hacer evidentes —es decir, intervenir politicamente— los procedimientos que la hicieron posible. Asi pues, el método de Foucault le ofrecia a de Certeau herra- mientas para emprender arqueologias de los procederes hegeménicos, pero permanecia mudo ante las respuestas que ne- cesariamente encontraba esta microfisica en sus consumidores. Ain més, la perspectiva foucaultiana produce una visién totalizadora de la realidad social que no permite ver o entender lo que ocurre mas alla del horizonte del productor, en especial aquellos movi- mientos fugaces e imperceptibles que animan el registro del con- sumidor.* En un ensayo ya famoso, “Andares de la ciudad”, de Certeau propone dos posibles entradas en la urbe.*” Por una parte, la magnifica vista que se despliega desde lo alto de'un rascacielos nos regala la belleza de una mirada totalizadora, visién pandptica de la ciudad en la cual sus habitantes se hallan comprendidos aun- que sus Idgicas no sean aprehendidas. Sobra decir que es una perspectiva que produce la ilusién de entender. El modo de anéli- sis propuesto por Foucault se asemeja a la vision pandptica. Por otro lado, podemos caminar las calles de la ciudad, seguir el libreto que escriben los transeiintes al caminarlas, actualizar nosotros mismos su geografia con nuestros desplazamientos, en- J. IRRURCION DE Lo DWENSADO: CATEDRA ne ESTUDIOS CAITURALES Mica, pe CERTEAY 33 trar en contacto con la heterogeneidad propia del rincon que la mirada panéptica no penetra, acariciar sus graffiti, en fin, encon- trar retéricas caminantes que hagan evidente ordenes diferentes al funcionalista e hist6rico del movimiento (1c Vol. 1, 1 17). En efec- to, para de Certeau “resta por saber qué sucede con los otros pro- cedimientos, también infinitesimales, que no han sido ‘privilegia- dos’ por la historia y que no ejercen una actividad innumerable entre las mallas de las tecnologias instituidas” (1c Vol. 1, 57). Por eso, a la microfisica del poder, de Certeau yuxtapone microtécnicas de resistencia; el andlisis disciplinario lo complementa con un acer- camiento a la poética de las practicas sociales: Si se puede tener por verdadero que la red de vigilancia se | extiende por todas partes y se precisa por procedimientos miltiples y detallados, me parece mis importante descubrir también como nna sociedad entera no se reduce a este aparato. [Una vez que] los apatatos de vigilancia responden a los dispo- sitivos de astucia, de mafias, que juegan con todos estos dispo- sitivos y los arman, [es] necesario preguntarse cuilles son las mindsculas pricticas populares; [con] qué manera de hacer res- ponden del lado de los practicantes a los procesos mudos de la “puesta en orden” socio politica por la “disciplina” El reto certeauniano es penetrar la légica cifrada del practi- cante y del consumidor, una dificultad que se hace evidente al observar que el consumo constituye “una manera de pensar investida en un modo de obrar, un arte de combinar, indisociable de un arte de utilizar” (ur 64; mi subrayado), Para enfrentar el reto, de Certeau invoca la lingiiistica: si la mirada pandptica pone en evidencia la lengua —/engue-, el acto de caminar la ciudad la actualiza en un enunciado ~parole-, tni- co modo en que la ciudad deja de ser simple abstraccién. El instrumental lingijistico le permite dirigir su mirada a los espa- cios de “produccién secundaria que se esconde[n] detras de los procesos de [recepcién]” (1c Vol. 1, xum) y sefialar las multiples Maneras como la creatividad bulle donde cada uno dé nosotros hace su cotidianidad. A la poética que se hace evidente en el acto 34 CChapensas passin nN ronco NiO 0 de la lectura, de la mirada, de Ja cocina, del andar y de tantas otras actividades cotidianas, necesitamos hallarle el aparato reté- rico que regla su produccién y nos oftece los elementos para ha~ cerlas descifrables 0, por lo menos, visibles.” La ya famosa diferencia entre tactica y estrategia hace parte de este dispositivo retérico. Si la estrategia es el lugar desde donde el poder despliega su quehacer, la tactica es el modo como los débiles responden: Llamo estrategia al cilculo (0 a la manipulacién) de las rela- ciones de fuerzas que se hace posible desde que un sujeto de voluntad y de poder (una empresa, un ejército, una ciu- dad, una institucin cientifica) resulta aislable, La estrate- gia postula wn dagar susceptible de ser circunscrito como algo propio y de set la base donde administrar las relaciones con una exterioridad de metas 0 de amenazas (los clientes o los competidores, los enemigos, el campo alrededor de Ia cit» dad, los objetivos y los objetos de la investigacién, etcéte- ra). (...) Llamo téetica'a la acciéa calculada que determina la ausencia de un lugar propio. (...) La tictica no tiene mas lugar que la del otro (,..), debe actuar con el terreno que le impone y organiza la ley de una fuerza extrafia, (...) Apro- vecha las ‘ocasiones’ y depende de ellas (...) Necesita utili- zat (...) las fallas que las coyunturas: abren en la vigilancia del poder propietario Caza furtivamente. (,..) Es.astuta. (..-) [Es] un arte del débil (1c Vol. 1, 42-3). El orden efimero y secreto de las tacticas replantea desde una nueva perspectiva la cuestién de la agencia, pues alli donde otros acercamientos encontraban el avasallamiento y la repeticién de lo mismo, de Certeau propone creatividad, diferencia y reconsti- tucién. El hombre corriente no carece de astucia, cultiva el “arte sutil de [los] inquilinos astutos”, se yale del desvio, el escamo- teo, la trampa, las transposiciones, la jerga, repertorio de accio- nes simuladas por medio de las cuales se insinda y reapropia el espacio del poder. Usa su ingenio para insinuarse en las fallas de Ja ortodoxia cultural (1c Vol. 1, 185)."° El valor de Ja tactica es irremediablemente opaco, pues es el resultado de acciones que no se apoyan sobre un piso epistemo- [Ly aiRURCION DB Uo IPENSABO: CAMHDRA De ESTUDIOS CtarruRAMIS Micr. 08 Cures 35 légico propio. En efecto, la tactica siempre es parasitaria, pues ocurre dentro del espacio y las clasificaciones generadas por la estrategia aun cuando no estén definidas por el lugar: la lectura, el caminar, la jerga ocurren siempre en el espacio del libro, la ciudad, el lenguaje. Su caracter es movil y efimero, pero sus efectos son decisivos. Una vez desplegada, la tactica opera so- bre el sitio que trabaja —Ia estrategia— para devolverlo ligeramen- te alterado, una alteracién que escapa el control de los censores, ya bien porque esta disimulada bajo un aparentemente permane- cer intacto 0 porque se presenta como inevitable e irremediable —por su fugacidad o por su irrevocabilidad. Como consecuencia, su valor es mucho més performativo —alterar relaciones sociales, aunque sdlo sea momentaneamente— que substancial —alterar los contenidos conceptuales que reglan esas relaciones. La sabidu- tia popular consiste en la capacidad de usar el aparato a modo de saltos y trampas (1c Vol. 1, 22).*! La atenci6n a las practicas cotidianas constituye un reto metodoldgico y abre nuevo espacios conceptuales y politicos, El problema metodolégico requiere un acercamiento interdisciplinario ya vimos como la lingiiistica aporta un elemento decisivo en esta antropologia de la cotidianidad. Precisamente uno de los retos mas importantes de la empresa intelectual contempordnea es la de en- frentarse a una division del saber en unidades cada vez mds peque- fias que resulta en una “parcelizacién de experiencias demasiado mintisculas” (cp 112). Nada puede ser més perjudicial para tal em- presa que mantener, ignorar o reconstituir esas fronteras institucionales y disciplinarias. No se trata de que cada disciplina comience un proceso de colonizacién de las otras disciplinas en el afan por organizar la totalidad de la experiencia humana bajo su propia autoridad, tampoco sirve el eclecticismo indulgente que con- funde métodos y fronteras. La interdisciplinariedad propuesta por de Certeau significa ante todo didlogo, cooperacién y trabajo entre equipo, algo de lo que él dio ejemplo continuo a lo largo de su vida.” 36 CuADEANOS PINEAL IES PoBIECE NENMEHOO El objetivo es tratar “de captar constelaciones epistemologicas que se dan reciprocamente, una nueva precisin de sus objetivos y un nuevo estatuto para sus procedimientos” (EH 277); activar confron- taciones productivas para buscar dilu-cidaciones epistemoldgicas que nos permitan explorar las practicas, espacios conceptuales y politi- cos atin adumbrados (cP 60). La atencién prestada a las tacticas también resulta en la politizacién de las practicas cotidianas, al reconocer la ingeniosi- dad del débil sobre la razén del fuerte. Ante todo, este enfoque inscribe el valor de la dignidad humana en tanto marca el lugar preciso que no puede ser reducido a una légica totalizante, ya bien sea ésta la econémica—del mercado-, la institucional —eclesial-, o la politica -liberalismo, Mas que simple naturaleza desviada, en- ferma, criminal 0 incivilizada, los sujetos subalternos constituyen una “‘pululacion transversal y ‘‘metaforizante’’ de (...) micro-actividades diferentes” (cr 68). La valorizacién de las prac- ticas ordinarias nos permite entender el signo politico que caracte- riza todo su trabajo, desde la reflexién epistemoldgica sobre la operacién interpretativa, hasta los estudios sobre urbanistica, pa- sando por sus investigaciones sobre la historia de la mistica y los escritos en contra de las violaciones de los derechos humanos en América Latina: “Una manera de utilizar los sistemas impuestos constituye la resistencia a la ley histérica de un estado de hecho y de sus legitimaciones dogmaticas” (1c Vol. 1, 22). No estaria muy alejado pensar que la escritura, su escritura, representaba para de Certeau una tactica por medio de Ia cual buscaba redistribuir el espacio del poder. ‘La conexién entre labor intelectual e intervencién politica ~plasmada en libros como La toma de la palabra y La cultura en plural entre otros— tiene un punto adicional de interés para los colombianos. Los dos ensayos que abren la segunda parte de la edicién revisada de La toma de la palabra —“Misticas violentas y estrategia no violenta”’ y “La larga marcha india”— siguen la experiencia indigena y de las comunidades de base Lay RRUMCION DE LO MaPENSADO: CATEDRA DE sSTUMIOS ctleTURALES Mice, bx Commas = 37 en el pais. Esa experiencia de tomarse la palabra -tactica que equivale a una “‘determinacién politica de la especificidad cul- tural”, determinacién usada hoy por muchos movimientos sociales del continente~ desvirtia el proclamado éxito de la invasién europea y, en el caso de la teologia de la liberacién, asume la palabra de Dios desde su diferencia. Es claro que este proceso no comienza en los afios sesenta. La toma de la palabra continia un proceso de alteracién de la conquista y colonia, por medio de la cual los subalternos las “subvertian desde dentro, no al rechazarlas o al transformarlas ~eso tam- bién acontecia—, sino mediante cien maneras de emplearlas al servicio de reglas, costumbres 0 convicciones ajenas a la co- lonizacién que no podian huir” (ic Vol. 1, 38). Una situacién que —respetando las diferencias entre uno y otro caso~ se repi- te hoy en dia cuando los desplazados por la violencia, los fa- miliares de los secuestrados, los amenazados por razones po- litieas ~y todos aquellos que de una u otra manera son silenciados, sometidos a actos de intimidacién o marginados por aquellos poderes que se benefician de la crisis social— se toman la palabra e inquietan la paz del piiblico. C. HETEROLOGIAS: IRRUPCION DE Lo OTRO éPara qué se escribe, pues, cerca del umbral, sobre el taburete sealado por el relato de Kafka, sino para luchar contra lo inevitable? (rw 13), Finalmente, y como ya debe ser evidente, Michel de Certeau nos invita a pensar todo quehacer intelectual, en especial aquel que tiene pretensiones cientificas mas pronunciadas, como in- tervencién politica. Tomar y otorgar la palabra son modulaciones politicas del conocimiento una vez que alteran o ratifican los sitios institucionales del saber, los procedimientos de clasifica- cién y aprehensién, y los modos y lenguajes de inscripcién para CuNDERNOS PENSAR IBY PBLIGO NIOIEHO propiciar o reprimir la irrupcién de aquella diferencia que subyace a la tautologia. De manera sucinta, la lectura de de Certeau nos invita a considerar el pensar, e/ Pensar, como labor politica en por lo menos tres renglones diferentes: en tanto se ocupa de trazar las formas de inscripcién de la diferencia, en tanto procura modos de propiciar la diferencia y en tanto labor de duelo. En La possession de Loudun Michel de Certeau escribe “D’habitude, | 'étranger circule discrétement sous nos rues”, por lo general, lo extrafio circula disimuladamente en nuestras calles (pL 7). Esta diferencia representa un gran capital simbdlico que, sin embargo, nuestra sociedad desdefia, prefiriendo en cambio expulsarla de su seno. El exorcismo, procedimiento imposible sin la complicidad del saber institucional, continta siendo el modo. mis frecuente de manejarla. Conocedor de esta complicidad, de Certeau afirma que el historiador no deberia creerse capaz de descifrar las figuras ocultas de la alteridad (pL 327-28), cautela que explica la razén por la cual el impulso de su reflexion nos remite menos a hallar el sentido verdadero de lo Otro que a trazar los regimenes de verdad que lo inscriben y las operaciones interpretativas que se lo apropian.** Sin embargo, es imposible -ademas de cobarde~ renunciar a la diferencia. Identificar el sitio de la identidad— “Yo no hablo como analista ni como mistico” (up 122)— es apenas la condicién necesa- ria para hacer de la interpretacién un encuentro productivo con la diferencia. Por eso, si la tendencia principal de la operacién interpretativa es reproducir lo mismo —tendencia que produce un otro alterado-, una politica de la interpretacién busca alterar el funcionamiento de la disciplina para propiciar la apertura a una diferencia menos cémplice. No hay practica interpretativa verda- deta que “no aspire a este encuentro, que no busque la resistencia de los otros y que no pruebe o no fomente esa herejia del pasado con relacién al presente.”*” Especificamente eso quiere decir que Les IRV RCION i: 140 INPENSADOE TDR DE IsTebIS ukrunALES MicHEL OF © 39 ademas de diagramar los modos como se inscribe la diferencia, un ejercicio heterolégico del saber debe ocuparse insistentemente de trazar las figuras de su retorno y propiciar la irrupcién de lo Otro. Es precisamente en la tensa relacién entre regimenes de verdad y el retorno de lo reprimido que encontramos el modo de alterar la operacién interpretativa y propiciar la diferencia. Como vimos en el primer apartado de esta introduccion, el andlisis de la operaci6n interpretativa demuestra que el here- je, la monja mistica, el indigena no estan ahi para ser leidos —desde el presente, la institucion, la disciplina— sino que ne- cesitan ser producidos. La interpretacién es producto de una voluntad politica de hacer lo Otro formaimente inteligible y manejable, la manifestacién de una voluntad de saber que no estd exenta de ser también —e incluso sobre todo- una volun- tad de poder.** Sin embargo, lo Otro “‘no tiene la maleabilidad que en un principio suponiamos y que a veces quisiéramos” (mo 21). Como el pasado, la fabula, lo popular, la mistica y tantas otras figuras del salvaje (Fm 243-47), lo Otro persiste de dos maneras: en esa inscripcién mds 0 menos negligente que producimos durante la interpretacién y en el residuo que regresa fantasmalmente para asediar su sitio de produccién. Desde esa doble presencia, lo Otro se insintia hosco, reticente e indomable. No se deja producir a voluntad, recubre ese cam- po intelectual que llamamos ‘evidencias’ y se proyecta ince- santemente sobre sus intérpretes. En efecto, los saberes especializados son interrumpidos por lo extrafio que regresa. Lo extrafio se refiere a lo ajeno, lo que aparece desviado en relacién con la mismidad, pero también al unheimliche de Freud, lo inquietante y ominoso, incluso lo si- niestro, pues es lo que regresa modificado levemente de tal ma- nera que es familiar y ajeno a la vez.” El regreso puede estar en una palabra o frase por ejemplo, /a Violencia— que acude una y otra vez para designar fenémenos diferenciados guerra civil, hostigamientos politicos, delincuencia, agresién familiar—, se 40 CLADRENGS PENA AX PORTICO NOMERO O encarna en la figura marginal que escapa la explicacién global —el desplazado, el desaparecido-, se congrega en torno a seme- janzas formales que subsisten a pesar de diferencias ideoldgicas ~entre, por ejemplo, el ethos heroico masculino del subversivo y el del militar 0 patriético-, se asienta en el enemigo que se ubica mis alla de la comprensién —Ias fuerzas oscuras, los terroristas— o simplemente aparece como una irrupcién brutal y ciclica —los brotes periédicos de violencia que desmienten el control procla- mado por las autoridades.*° El retorno constituye ante todo la dindmica propia de la histo- ria. Nace de la exclusién —por el poder, la interpretacién— y al regreso se halla con una constelacién de fuerzas que ordenan su manifestacién: “Las escenas primitivas habitan y determinan [el] desarrollo. Bajo los desplazamientos culturales sobreviven las heridas originales y los impulsos organizadores que han olvida- do estas heridas y estos impulsos” (up 20).*! La interpretacién produce siempre, por lo tanto, un cuerpo heteronémico una vez que acoge formaciones diversas bajo la apariencia de lo mismo. Alli donde creiamos reconocer la unicidad y singularidad positi- va del momento, una segunda lectura nos revela el retorno y su reconstitucién bajo la mirada de una escena originaria —o primi- tiva~, organizadora del movimiento dividido de lo Otro. Aun mas, una vez que el retorno se hace por y a través de nosotros —los intérpretes-, la historia deviene nuestra propia escena origi- naria: “Siempre leida junto con otros y delante de ellos, la histo- tia se vuelve un psicoandlisis del presente: “escenas primitivas” resurgen en el curso de este dialogo actual, y éste las cambia en Ja medida en que nosotros descubrimos en ellas el condicionami- ento de un nuevo riesgo” (Mo 20-1), Identificar y hacer resonar las imagenes que regresan, es decir, activar el potencial que tienen para perturbar el funcionamiento de las escenas originarias y las identificaciones excluyentes que engendran, es uno de los modos claves para propiciar la irrupcin de lo Otro. Lay maurady 26 10 npexsapo: CATEDRA DE ESTUDIOS cuETURALES Mica. pr Cekmay 4] Activar esta resonancia, comunicarla a través del texto, re- quiere de una poética de la interpretacién. Para ilustrar sus ele- mentos necesarios, Michel de Certeau frecuentemente us6 la metéfora del viajero.” La auténtica aventura intelectual nos lle- va a parajes desconocidos, lugares donde lo que buscamos nos. devuelve la mirada, nos despoja de las palabras precisas, nos nie- ga el regreso al sitio de partida; “El en otra parte tiene cien for- mas (...), De ese pais, al término de mis primeros viajes, no sé sin embargo nada mas, y avanzo como un nadador mar adentro, Yo ‘pensaba ver’. En realidad, por el efecto de una inversion lenta, soy mirado. (...) Por todas partes la mirada del otro nos acecha” (FM 89). Toda escritura que se construye a partir de ese tipo de viaje esta hecha de despojos: miradas ajenas, huellas de huellas, fabulas impregnadas de la voz del otro. El mismo acto de escribir se convierte en un éxodo, una marcha interminable “‘a través de Jenguas extranjeras [pues el intérprete] no tiene mas recurso que la elucidacion de sus viajes en la lengua del otro” (en 305; 314). Tal poética no necesariamente consiste en decir mejor y mas completo, sino en aprender a soltar el titubeo, el murmullo indeciso, pero sobre todo a afinar el oido para escuchar el ruido de lo Otro. La apertura, que es una de sus preocupaciones centrales, ocurre a través del lenguaje. El segundo tomo de La invencién de lo cotidiano abre con una bella reflexién que constituye a su vez una poética de la interpretacién: Parciales y necesariamente limitados, estos anales de lo cotidiano no pueden ser, en un lenguaje de la espera, mis que efectos marcados por esos ‘héroes oscuros’ de los que somos sus deudores y semejantes. El estudio, narratividad encantada, no busca pues echar fuera de la casa a los autores vivos y muertos que la habitan, para hacer de ellos sus ‘objetos’ de anilisis, Se articula sobre la relacién que su extraiieza mantiene con la familiaridad (I¢ Vol. 2, 1-2). a2 ‘CoADERNOS VENSAR EN ELACO NUMER O Ejercicio de gratitud que reconoce una deuda impagable, la interpretacién ya no es la intencion de manifestar un significado oculto gracias a la destreza cientifica. Ahora la interpretacién es escritura, trabajo sobre los significantes. Contrario al informe que busca dominar la voz del otro, este lenguaje encantado se deja marcar por aquellos héroes oscuros de cuyas agencias sdlo tenemos noticia por las trazas de las’ trazas. El concepto de fabula es fundamental para entender la reflexion de de Certeau. Ya bien hablemos de historia, antropologia, psicoanilisis, sociologia o cualquier otra ciencia heterolégica, la fibula identifica la voz del otro, el lugar desde donde habla. Designa asi dos rasgos principales: una oralidad que resulta de su exclusién de la economia escrituraria -el salvaje, la posesa, el pueblo, etcétera— y un saber imperfecto que resulta de su exclusion de los regimenes modernos de verdad —el mito, la herejia, el rumor, entre otros, Es decir, la fabula identifica un sujeto excluido y crea la necesidad de corregir 0 completar y traducir su posicién, pues la fabula nunca sabe lo que dice. De igual manera, la fabula es simulténeamente cita que autoriza — “la voz hace escribir”, dice de Certeau- y cuerpo ruidoso que perturba la tranquilidad escrituraria, motor de la interpretacién y rapto ante lo enigmatico (ic Vol. 1 “Citas y voces” 167-76). Embeleso que existe en exceso a la escritura, la fibula es la manera mas eficaz para que la narrativa se articule sobre la rela- cién que la extrafieza mantiene con la familiaridad. Una practica deliberada de la fabula reintroduce la voz del otro alli donde pre- valecia la propia, deja que los fantasmas se cuelen y nos perturben, traiciona el discurso cientifico y nos pasa al campo de los novelis- tas y poetas (PH 157). La fabula opera como una tactica, es parcial, trabaja sobre el terreno de la interpretacién, perturba el lenguaje de su época ¢ instituye una alteracién de los discursos existentes.** Su modo de operar es erdtico, pues despliega una relacién sensual con su intérprete ~a la exclusién responde con el encanto—, consti- tuye una pasién alterante y alterada que incita el deseo: “Hay del Ls RRICION DE LO AOENSADE: CATEDRA DH EsTUbIOS CULTURA Meena bk Commas — 43; Otro, pero no hay nada qué esperar de é1 sino el deseo que se instaura por estar privado de él” (pH 142), Valga la pena aclarar que asi como de Certeau no usa el concepto de fabula para designar lo mentiroso o carente de racionalidad, igualmente por escritura no se refiere exclusivamente al acto de notacién letrada. La escritura es “(...) [el] rastreo de un deseo en el sistema de la lengua -esta lengua puede ser profesional, politica, cientifica, eteétera, y no sim- plemente literaria~ y por lo tanto también, como diriamos en dere- cho, la ‘insinuacién’ en un cuerpo —un cuerpo de leyes, un cuerpo social, el cuerpo del lenguaje— de un movimiento que la altera.”** Erotizar la interpretacién no significa, por lo tanto, ajustar el cuer- po ajeno al régimen de placer propio. Por el contrario, es una intervencién sobre ese régimen —o economia escrituraria— para propiciar la irrupcién de lo Otro, acto que viene siempre acompa- fiado por el goce y no el placer.** Una interpretacién que escuche la voz del otro y no hable por él. La escritura como escenario de la diferencia hace efectiva una demanda ética presente en toda operacién interpretativa.** Asi como en la Invencién de lo cotidiano de Certeau nos propone que énten- damos la lectura como una suerte de escritura transitoria, podemos igualmente decir que la escritura heterolégica abandona la rigidez y se convierte en lectura tactica: aprovecha, trastoca, desplaza los materiales que encuentra en el camino, se convierte.en saber pro- visional y se mantiene al acecho de una falla en la estrategia para efectuar una ruptura instauradora (ic Vol. 1, 95). Ese trabajo sobre el limite hace de Ja interpretaci6n un modo particularmente valio- so de heterologia. Consideremos brevemente el caso de la historia. Si en algo se distingue de otras ciencias heterolégicas es que hace del pasado su capital simbélico, del cual dispone y organiza para satisfacer nece- sidades sociales muy profundas. En efecto, la historia constituye nuestro procedimiento por medio del cual nos apropiamos de un pasado, instituimos un presente y abrimos la posibilidad de un fu- turo. Pero, como dice el mismo de Certeau, si el historiador “(_..) 44 COADERNOS PENSAR HA PORLICO HUamERO-O tiene como tarea proporcionar para sus contemporaneos esta parte necesaria y legitima de su ‘imagen’ social que integra un pasado al presente, (...) descubre, progresivamente una misién mas esencial y més dificil, que consiste en revelarles en un momento del pasa- do, la negacién de esta imagen misma” (Mo 17). La demanda ética, por lo tanto, se expresa en primer lugar en el cuestionamiento de las unidades sociohistéricas de la comunidad para “descubrir en ellas una soldadura superficial” (ex 108). Origenes y tradicién, dos modos de sancionar la identidad y la autoridad, se revelan heterogéneos, inciertos, evanescentes..” Es por eso precisamente que la apertura al Otro no se puede llevar a cabo sin una labor de duelo. “Los rechazos se afirman en la escritura, pero la escritura les responde con un trabajo—una elucidacién— contra la muerte” (cn 314). La interpretacién es una “manera contemporanea de practicar el duelo.** Se escribe partiendo de una ausencia y no produce sino simulacros, por muy cientificos que sean. Pone una representacién en lugar de una separacién” (FM 21). Mas concretamente y para regresar a nues- tro ejemplo de la historia, en tanto escenifica los muertos, pode- ‘mos pensarla tanto como un rito funerario —exorciza la muerte al insertarla en el discurso— como un ejercicio de simbolizacion que “‘le permite a una sociedad situarse en un lugar al darse en el Jenguaje un pasado, abriendo asf al presente un espacio” (cH 116). La historia se escribe para no perecer, para luchar contra la muer- te del éxtasis perceptivo.? En Colombia, donde sucesivas guerras han dejado cuerpos silenciados, mutilados y excluidos y un legado pertinaz de prac- ticas autoritarias, esta funcién adicional del duelo cobra una urgencia especial en las ciencias interpretativas. Ademds de propiciar la irrupcién de lo inesperado, la fabula como practica heteroldgica deliberada debe poner el saber al servicio de la recuperacién de la memoria histérica, socavada por la intensi- dad, complejidad y persistencia de una crisis social que frag- menta lo colectivo y dificulta un relato abarcador. Ante Ja au- La rRUPCON BE LO OMENSADO: CATEDRA DE ESTUDIOS CUNTURALES MicHEti De Canney AS sencia de fabulas que registren la topologia secreta de los cuer- pos torturados surge el estupor, el relato fetichista, el mediatico, el paranoico, coherencias fantasmales que tienden a exterminar el fragmento y a ratificar las practicas exclusionarias. Las ex- periencias de los desplazados, entre las de muchos otros con- temporaneos, necesitan ser fabuladas, pues ‘‘(...) alli donde los relatos desaparecen —o bien se degradan en objetos muse- ograficos—, hay una pérdida de espacio: si le faltan narraciones (...) el grupo o el individuo sufre una regresién hacia la expe- riencia, inquietante, fatalista, de una totalidad sin forma, indis- tinta, nocturna” (1c Vol. 1, 136). Dotar de palabras eso que ocupa el espacio abierto por la vio- lencia, significa simbolizar lo que permanece desolado por el horror de lo innombrable. Tal grado de restitucién necesaria sdlo se consigue cuando el lugar de produccién discursiva comple- menta su mirada cientifica con una prdctica auricular; es decir, cuando despierta al murmullo de lo que persiste a//d, al otro lado: cuando aprende a escuchar la oralidad que necesariamente se ha infiltrado en la practica escrituraria (eH 231). En ese momento la interpretacién en tanto mediacién —irrupcién y duelo— cumple con la condicién de posibilidad para concebir una politica de la memoria y la historia, Cuando lieguemos a ese punto, los saberes académicos en Colombia estaran listos para ayudarnos a encon- trar “las herramientas para abordar el pasado de guerras no re- sueltas." TI. ConcLusION: SELECCION DE TEXTOS Y BIBLIOGRAFIA Mas que intentar dar una visién completa sobre de Certeau, el objetivo de este ensayo ha sido dar una visién introductoria de la obra del autor. En particular, he querido examinar tres lineas de reflexion concretas que sobresalen en el trabajo de Michel de Certeau. El criterio que me guié es su pertinencia para la re- 46 CUsDIaNOS PENSAR EX eOMLICD NtaERO 0 flexion en el pais; es decir, que hicieran visible a Colombia de manera novedosa. La manera como la experiencia particular del pais ilumina la obra de Michel de Certeau daria pie a una rela- cion mucho mas critica y menos expositiva con los textos, y aun- que ello no se pueda llevar a efecto en estas lineas, me parece que quedan esbozadas algunas lineas para futuras incursiones. Adicionalmente, hay muchos otros senderos de reflexion que sobresalen en el vasto campo del pensamiento certeauniano —por ejemplo, en torno al urbanismo, la teologia, el psicoandlisis, en- tre otros. Esos caminos merecen y deben ser explorados con tranquilidad y precisién; sin embargo, en vez de alargar este tex- to. excesivamente prefiero dejarle la palabra a nuestro invitado Carlos Rincén, a sus respondents Gabriel Izquierdo y Jaime Borja y, sobre todo, al mismo Michel de Certeau. En la parte del libro correspondiente a de Certeau, que cons- tituye mas un muestrario que una antologia completa de textos, he querido ofrecer una variedad sugerente y pertinente de su pen- samiento. Como ya ha sido mencionado, una de las dificultades fundamentales para el conocimiento del trabajo de de Certeau es la escasez de traducciones y la dificultad para conseguirlas. Hasta hace poco s6lo se conseguia una edicién chilena de la co- leccién de ensayos La Prise de la parole que llevaba el subtitulo de la edicién francesa, Por una nueva cultura (Santiago de Chi- le: Universitaria, 1971) y un pufiado de articulos desperdigados por revistas en todo el continente y Espafia. Afortunadamente, la editorial de la Universidad Tberoamericana en Ciudad México se ha hecho cargo en los tiltimos afios de traducir las obras mas importantes. Este volumen pone a disposicién del publico hispa- no-parlante por primera vez una seleccién de textos que le per- mita acceder a varias de las lineas de reflexién de de Certeau. El capitulo introductorio de la Escritura de la historia —“Es- crituras e historia” es, ademas de un ejemplo de belleza econd- mica, un texto programitico. En él, de Certeau expone el con- cepto de economia escrituraria y esboza los elementos principales Laci raon De Lol MeRNSADO: CoTADEA DE STUDIOS CuETURALS Mice oe Cexresy 47 de la operacién historiografica. E] segundo capitulo de ese libro es un clasico. Decidi sin embargo no incluirlo, pues es relativa- mente facil conseguirlo, tanto en la Escritura de la historia, como n una version anterior que aparecié en la antologia editada por Jacques Le Goff y Pierre Nora, Hacer la historia (2da. ed. Bar- celona: Editorial Laia, 1984). En cambio, elegi incluir los ensa- yos sobre Jean de Léry y la posesa — ““Etno-grafia. La oralidad o el espacio del otro: Léry” y “El lenguaje alterado: la palabra de la posesa”—, porque hacen evidentes los analisis etnograficos y lingitisticos aplicados al encuentro entre la oralidad y la cultura escrita y demuestran la admirable continuidad existente en el tra- bajo de de Certeau entre la reflexién metodolégica y los estudios de casos. El ya clasico ensayo “El sol negro del lenguaje: Michel Foucault", tomado de Historia y psicoandlisis, ofrece uno de los puntos de entrada teéricos mas completos y sugerentes a la obra de de Certeau. El ensayo introductorio de La invencidn de lo cotidiano — “Artes de hacer’ representa por su parte una expo- sicién clara y sucinta de su acercamiento antropolégico a las prac- ticas sociales. E] otro ensayo de ese libro, “Andares de la ciu- dad”, es.uno de los mas bellos y fascinantes de los dos voltimenes del estudio. El ensayo “Lacan: Una ética del habla” correspon- de a una resefia de la obra del psicoanalista poco después de su muerte y es uno de los textos claves de de Certeau, donde con- vergen sus reflexiones psicoanaliticas, teolégicas, y una poética del habla —del pensar como intervencién politica, Para aquellos que cultivan el andlisis textual o la ética del lenguaje, éste es uno de los ensayos mas sugerentes y bellos escritos en cualquier idio- ma durante las iiltimas décadas. Por ultimo, inclui los ensayos “La larga marcha india” y “Misticas violentas y estrategia no violenta” de la Toma de la palabra, los cuales recogen sus pre- ocupaciones teéricas para ponerlas al servicio del ensayo politi- co, a la vez que demuestran su valiente compromiso con los mo- vimientos sociales de América Latina. 48 CChABERNOS PHSAR FN DimLIoD StARRO 0 Debo igualmente constatar ausencias notables. Fue imposi- ble conseguir textos provenientes de libros como La Possession de Loudun, La Faiblesse de croire 0 L’Absent de l'histoire -to- dos esenciales para una comprensién completa de de Certeau~, 0 sus articulos sobre mistica o relatos de viajeros publicados en diversas revistas de Europa y Estados Unidos, pues son de dificil acceso y no estan disponibles en espafiol. Me consuela saber que el ptiblico colombiano y latinoamericano despierta inquieto al pensamiento de Michel de Certeau y que esta seleccién de textos avivara atin mas ~asi por lo menos lo espera el editor— la deman- da por tan indispensable obra. Finalmente, anexo una bibliografia de y sobre Michel de Certeau con el dnimo de estimular la curiosidad de! lector y apo- yar al investigador que busca las herramientas minimas para ini- ciar una reflexion prolongada y fructifera.? Notas 1 La eit de Kristeva en “Ticlirer la tradition mystique”, Liktiin (11-12 de enero, 1986), Aprove- cho esta nous pura agradecer Ia lecum cuidadoss y generosa de Jaime Borja y Carlos Rinedn. De igual forma, la asistencia editofial de Liliana Obregin y Laissa Rodriguez, 2 Roget Chartier, Heir at précis: Fomcuall, de Corkan, Marin, trac. Horacio Pous (Buenos Aires ‘Manantial, 1996) 58, 3 De hecho, de Certeau frecuentemente rehus6 el encasillamiente disciplinario. Sin embargo, como ‘08 recuerda Roger Chartir, de Certeau termina aeeptando el titulo de historiador can mis tin: quilidad que cualquier otro. thid. 57-8. Ver, por ejemplo, Michel de Certeau, Li oma de la para y ‘res eres pois, reat lejandro Pescador, Historia y GraBa 2 (México: Universidad Teroame- sicana ¢ Instituto Teenoldgios y de Bstudios Supetiones de Oceidente, 1995) 37. 4 Las fuentes mis valinsas sobre la vidh de Michel de Certeau sor: !) las varias obias editadas por Luce Giatd, colega con quien celabotd en tumerosos proyectos y que a su muctte se hizo cargo de kire-edidion de su obra. Ver Luce Giard, ed, Mice! de Certaw (Paris: Contre Georges Pompidou, 1987), en especial, “Ta Passion de Valterté® (17-38) y “Biobibliographie” 245-53); Luce Giard, ed. Le Haynes mystique. Michel de Cereae (Pats: Recherches de seienees religieuses-Editions du Cerf, 1988); y Lace Giard, eal, Miser, meetique et poktique. Misbe de Certeau (Grenoble: Jéréme Millon, 1991), 2) Tguakmente es importante la extenta y meticulosa biografia escrita ior Francais Dosse, ‘Michel de Carte, ke marur besé Paris: La découverte, 2002). Fl libro fue traducido al espaol y éditado en México por la Universidad Tberoathericana: Miche! de Cartan: ef caminante beri, trahuc cin de Claudia Mascara (Mésieo: Universidad Bperonmericana, 2003). 3) Por dltimo, algunas de Jas resis yarticalos que aparecieron ex el mero especial de Lidraton (enero 1986) que se hizo en su memoria pooo después de su muerte, 5 Elconcepi ¥la gues de lx Scturi «fundamental en la obra de Michel de Cera, La fctura representa el quielre-de un coherencin sistéica, ya bien on un determinaclo momento histérico mayo det 1966 en Paris-, en la vida de wna instiucion —Heipfesia durante el siglo xv1 y xvt—o el decurio de una prictica social ta evolnci6n lingistica de un idionn, ef proceso de tepresentacién La turciON DE 10 IMPENSADO: CATEDRS DE ESTUDIOS CoRTURALES Micinia. BE Cheread 49. de una diferencia. Ese quicbre designa simultineamente wna fuga que se eseapa ierevocablemente Yun suegimiento—Ia vor del ot, la fibula que remplava lo que se escape y subvierte el regimen de control de lv excritura ya ciencia. Asi, de Cerncau eseribits que “toda literatura heterokiyien (0 Giencia del otro como la antropologial puede considerarse como efecto de [url] fractuta.” Lar Jmencin de le adie, trad. Alejandro Pescador, Lace Giasdl ed, vol. 1: Artes de hacer (México DE: Universidad Iberoamericana, 1996) 174. A partir de este momenta, las referencias a ls Ineo ede do eoticne tk en el texto principal, seguidas por ls sigias ic Vol. 1 (para el primer temo) 0 (c Vol 2 (para el segundo tomo), La figura adquiere mayor fuerza cuando os pereatamos que ‘uestro presente historico ~esta modernidad tardia et ersis~ sobrevive fractarad, tant social como espiritilmente, Ver Michel de Certeuu y Jean-Marie Domenach, Lz Christiansen été (Paris: Seuil, 1974), Ver mas adelante la seecitin “Heterologias:irrapeida de lo Ouro”. 6 “Abrir os posibles” Prefacio a Michel de Certeau, La culms ov plumih, traci. Rogelio Paredes, ed. Lace Giard (Buenos Aires: Nueva Visién, 1999) 7. 7 Es importante notar que la partiipaci6n de Michel de Cerreau en polémicas psicoanaliticas 9 ru ‘compromiso don la escuela Icaniana es tal vee el aspecto menos explorado y menos conocido de sulaborinelecraal, Recientemente, Frangois Dosse, Christian Delacroix y Patrick Garcia editaron un datder goace el tema ent EspacesTenps (Nos. 80-81). En ese deste se exploran de riattera prelimi- ‘nar el uso singular que hace de Certeau de Frevd y Lacan (ver Claude Rabin y Nicole Edelinan) y algunos de los temas fundamentales de su obra: la historia cormo mediadora entre un preseite cexigente yun pasado ausente; la alteddad como constitutiva del yo; e) regreso de lo reprimide en a prictica interpretativa; la prictica deliberada de alterucién’ eomo ética del saber; eteétera. Ver Michid de Certeau, hctrel pychanabe, Mies @ Cépreme (Paris: ExpacesTemps, 2002), Elisabeth Roudinesco, quien tiene un articulo et el deszer, ha phiblicado varios ensavos breves sobre el tena ~rer, por ejemplo, “Michel de Certem, icnnnclaste éclaii.” Le Monte 6 Septembre 2002. De los trabajos que conovce, el estudio que abarca de manera mis sistematica este problema es el de Carla Freceero, “Tirward a Psychaanalstcs of Historiography: Michel de Certeau’s Barly Modern Encounters", Midd de Cereaw tr the Péral, ed. Yan Buchanan (Duthans: Duke University Press, 2002). Sobre cl mismo tema, Juan Alberto Litmnariovich publied Cound earcbive s bac act onto dd froma, exe don ptcnanis¢ storia de Mie de Cerca y janes Lacan (México: Lidiiones de 1a Noche, 20), Hbro, que a pesar de su pertinencia, me ha sido imposible consegui. 8 Michel de Cetteau deupa una posicin peculie en el campo dé Is historiogralia contemporinca AAlganos erticos tender a asuciaelo eon la llamada tercera generac de los Annales -que compren: de historiarlores como Philippe Ariés, Jucques Le Got y Le Roy Ladlurie~ mientras que ottos insisten’ cn ls distancia que median entre éstos ye Certeas Puss una discosién del contexte histatiogritico francés ~y que paradéjicamente apenas menciona a de Certeau— ver Peter Burke, La revo ‘icra frmie. Lat ela de los Areas, 1929-1989, esl, Alberto Lis Bixio (Barcelona: Edito tial Gets, 1993), Lo ciero es que la recepeiia de de Certeax en Francia como historiador tiene una ddoble dimensiéns por una parw Le Goff y Pierre Nora le piden en 3973 un artealo sobre la opera-

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