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coleccién pan flauta Silvia Schujer Ilustraciones: Marcelo Elizalde PURO HUESOS * bt EDITORIAL SUDAMERICANA ‘.anpom Housr Monnapont 448 pro Coleccidn original dirigida por Canela (Gigliola Zecchin) Disefio de interior: Helena Homs Diseiio de tapa: Paula Lanzillotti Schujer, Silvia Puro huesos / ilustrado por Marcelo Elizalde - 14* ed, ~ Buenos Aires : Sudamericana, 2010. 64 >p,: il. ; 20x13 em, (Pan Flauta) ISBN 950-07-2047-7 |. Narrativa infantil Argentina, 1, Elizalde, Marcelo, ilust, U1. Titulo CDD A863.928,2, io de 1994 Decimocuarta edicién: septiembre de 2010 © 1994, Editorial Sudamericana $.A.0 Humberto I 555, Buenos Aires Impreso en la Argentina ISBN 10; 950-07-2047-7 ISBN 13: 978-950-07-2047-2 Queda hecho el depdsito que previene la ley 11,723. wwwthm.com.ar Todos los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni regis- trada en, o transmitida por, un sistema de recuperacién de informacién, en ninguna forma ni por ningiin medio, sea meciinico, fotoquimico, electrénico, magnético, electrodptico, por fotocopia ocualquier otro, sin permiso previo por escrito de la editorial, Esta edicién de 2.000 ejemplares se terminé de imprimir en Kalifon S.A., Humboldt 66, Ramos Mejia, Buenos Aires, en el mes de septiembre de 2010. SILVIA SCHUJER ibros a Bordo MUESTRA S/VALOR COMERCIAL LA AUTORA Silvia Schujer nacié en Buenos Aires en diciembre de 1956. Empezo escribiendo poesia y componiendo canciones. Con su primer libro, Cuentos y chinventos, gané el Pre- mio Casa de las Américas en 1986. Publicé, entre otros, Historias de wn primer fin de semana (Mencién Premio Nacional de Literatura), Oliverio Jun- tapreguntas y Palabras para jugar, ambos Lista de Honor ALIJA 1992, La abuela electrénica algunos cuentos de su diskette y Las Visitas, Lista de Honor IBBY Internacio- nal. EL ILUSTRADOR Marcelo Elizalde nacié en Buenos Aires en 1953. Dejé la agronomfa para dedicarse por completo al dibujo. Aprendié solo, no reconoce a ningtin maestro en parti- cular, Ilustré casi siempre libros para chicos, algunos de ellos editados en Espatia y en paises de América, es- pecialmente en Colombia, donde vivid algtin tiempo. Ha hecho dibujos animados para video y ha escrito al- gunos cuentos. Actualmente se desemperia como ilustrador en el dia- rio La Nacién y en la revista Billiken. PURO HURSOs Silvia Schujer llustraciones: Marcelo Elizalde Estimada autora de cuentos dona Silvia Schujer @ t ¢ Me he tomado el atrevimiento de hacerle estas lineas porque sabiendo como sé de lo ocupada que esta con su tra- bajo y sus libros, veo poco probable el que quiera conce- derme una entrevista. éMe equivoco? Desde el primero hasta este mismo, he leido todos sus cuentos con cierto placer y, aunque usted no lo crea, a veces hasta los he aprovechado con mis hijos (los uso como castigo). El motivo de mi carta no es otro que el de presentarme. Mayor gusto. Mi nombre es Ograldo y soy un monstruo. No obstante, si me permite, querria decirle otra cosa. Y es lo curioso que me resulta el que siendo usted wna autora | de libros para chicos, en ninguno de sus cuentos aparezca un personaje feo, inmundo, gelatinoso, despreciable, maligno | y temible como yo. éPor qué? He observado, y no con poca alegria, que en los tltimos tiempos el gusto de las criaturas humanas se inclina hacia las aventuras de seres como los de mi familia. Y su pluma, querida, sigue divagdndose con histo- rias que no asustan a nadie. éQué pasa? éTiene miedo? Diga la verdad... éNo cree que seria fascinante describir un cementerio leno de esqueletos y fantasmas? (Lo digo y se me hace baba la boca.) éNo cree que seria lindo wn ejercicio de escritura donde un pobre e indefenso nifio —preso en una casa abandona- da— quedara acorralado entre un murciélago y la pared? Porque usted podra decirme que esas cuestiones no se le ocurren, que ideas son mds elevadas. Pero, ‘vamos! Aqui, entre nosostros: éa qué alturas quiere llegar Silvia Schujer? A ver st todavia de tanto subir, los sesos se le aplastan contra el techo. Haga la prueba, querida. Intente hacer de nosotros sus nuevos prolagonistas. Por mi parte, pongo a su disposicién la propia historia de mi vida. Un saludo fraterno Ograldo Estimado personaje de cuento don Ograldo Por medio de la presente, acuso recibo de su carta fechada en pagina anterior. Con sumo agrado deseo comunicarle que habien- do tomado nota de su desinteresado consejo, me he lanzado a la aventura de este nuevo libro. Sin otro particular, y a la espera de su horrendo comentario, lo saluda cordialmente Silvia Schujer i ite. EL ESQUELETO DE LA BIBLIOTECA Ahi estaba yo. Entre un montén de mapas enrolla- os como tubos y el armario con puertas de vidrio. Me pararon en ese lugar cuando estrenaron la biblioteca y ahi quedé hasta que pasaron las cosas. La biblioteca se inaugur6 una mafana. Hubo gran revuelo en la escuela ese dia. En principio, sus- endieron las clases. Los tnicos invitados a presenciar | acto fueron los maestros, los directores, los vices, los inspect y, por supuesto, el intendente. Las autoridades se ubicaron ante la puerta. Cortaron una cinta, des- cubrieron una placa, aplaudieron y entraron (dias mas tarde la secretaria recordaria que olvidaron entonar el Himno). Brillaba todo. El piso recién encerado, los vidrios de las ventanas, los libros forrados con papel arafia azul, los frasquitos con formol conteniendo —por orden de aparici6n— un cerebro, una nariz, una den- tadura perfecta, un par de ojos, una mano, una vibo- ~_— —= = ~—-> ra y otros bichos muy bien conservados; el grupo de mapas, los retratos de préceres recolectados de todas las aulas para decorar un poco el ambiente y, por supuesto, yo: el esqueleto que estaba parado como un centinela. Las personas allf reunidas recorrieron el salén con la mirada en pocos segundos y, en menos atin, descorcharon unas botellas de champan para acom- panar —luego del brindis— las masas y sandwichitos de miga ubicados en cuatro escritorios con manteles blancos y almidonados para la ocasién. Concluido el acto, la gente se fue retirando, y a los pocos minutos una sefiora sacé los restos de comida, los vasos, los manteles y hasta los escritorios. Pasé6 un escobillén, baj6 las persianas y asi, en penumbras, abandoné el recinto inaugurado y nos encerré con llave. Al dia siguiente, la biblioteca se abrié apenas los ‘icos terminaron de cantar Aurora para izar la ban- dera. ° De a un grado por vez, arrancando con los de séptimo, los alumnos empezaron a llegar con sus maestras a conocer el lugar. A casi todos se les ocurria lo mismo: pararse frente a la puerta, observar la placa, formar tomando distancia para no amon- tonarse al atravesar la puerta y entrar en silencio. Hacian un recorrido que empezaba por los libros: los de texto por allf, las enciclopedias por aca, los de entretenimiento por el otro rincén, etcétera. (Habia que aprender a distinguir unos libros de otros por el tamaho, ya que todos estaban forrados del mismo color.) Continuaban por los mapas: los alumnos debian estar encantados de asistir a una escuela con seme- jante cantidad de material para conocer mejor la yeografia del mundo. Acto seguido, una raépida mira- daa los frascos con formol: el cerebro, la dentadura, (algunas maestras, algo impresionadas, desviaban la vista antes de Ilegar a la vibora mientras los chicos se baboseaban deslumbrados). Por tiltimo me mostraban ~_— a mi aclarando que el cuerpo humano esta formado por 206 huesos y que eso (0 sea yo) era una réplica perfecta. La tnica persona que encar6 las cosas de otra manera fue la sefiorita Ofelia. Primero, porque no hizo formar a los chicos para entrar. Segundo, porque se senté en el suelo con ellos. Tercero, porque les empezé a leer los cuentos de un libro que encontro. Y cuarto, porque no me presenté como el esquele- to.“Saluden al flaco”, dijo, y me sefialé como al pasar. Ley6 un cuento gracioso y los chicos se rieron hasta contagiarme. Supongo que los huesos se me movieron y en el tumulto no se not. Después del gracioso, cont6 un cuento de amor. ‘Triste, para mi gusto. El tercero fue una historia de flamencos de la selva, Dej6 para el final el de terror. A partir de este tiltimo cuento, el clima en la bibliote- ca parecié cambiar. Los ojos de todos empezaron a abrirse y los corazones a inquietarse. Los latidos de unos cuantos retumbaron en el silencio acrecentando el misterio y la desazon. Por mi parte, la tenebrosa historia que la seforita Ofelia contaba empezé a aterrorizarme y a ponerme los huesos de punta desde el empeine hasta el occipi- tal. El panico me fue ganando de tal modo que cuan- do me quise acordar estaba temblando como un cobarde. Los desencantos de un vampiro a punto de atacar a una muchacha hermosa pusieron mis nervios a la miseria y los 206 huesos de mi estructura empezaron a golpearse unos contra otros haciendo el mismo ruido que las cortinas de cafia cuando se mueven. Asi se encadenaron los sucesos desde entonces. El que mas miedo tenia de los chicos fue el primero en descubrirme y al principio sélo atiné a patalear para que lo escucharan. “El esqueleto se mueye”, trataba de decir y las palabras se le quedaban pegadas en la boca. “El esqueleto se mueve”, insistia mientras los demas intentaban descifrar sus extrafios sonidos. Hasta que al fin le entendieron, me vieron y todo fue mucho peor. Los gritos atravesaron las paredes del colegio. _ Los chicos atravesaron en masa la puerta de salida de la biblioteca y la senorita Ofelia, desconcertada, cay desmayada a mis pies. La ambulancia llegé a los quince minutos del hecho. Los enfermeros se llevaron a la maestra. La directora bajé la persiana y la biblioteca se cerré hasta nuevo aviso. El nuevo aviso fue a los pocos dias. Cuando los Animos se tranquilizaron y todo parecié volver a la normalidad. De mas esta decir que nadie creyé la historia que la sefiorita Ofelia y los chicos contaron con respecto a mi. No obstante, y seguramente por las dudas, a par- tir de ese entonces la biblioteca sélo fue visitada por alumnos que eran enviados a buscar mapas, maes- tros de ciencias que llevaban frascos con formol para Sus clases y revoltosos que en vez de ser despachados a la direccién por portarse mal, cumplian su conde- fia entre los libros, los mapas y yo. Fue precisamente uno de los revoltosos, Jaime, el que cambio mi vida. oo 18 19 = ~—> LONE VATE TA A WANN Wal AMINE INWHANI NA) —> Aburrido de tener que pasar tantas y tan largas horas castigado en la biblioteca, una manana se puso a leer. Abrié el primer libro que encontré (total todos estaban forrados de azul como si fueran el mismo), y en voz alta leyé lo que sigue: LOS HACEDORES DE LEONES En cierto lugar vivian cuatro hermanos que se querian mucho. Tres de ellos habian estudiado todas las ciencias. Pero no habian aprendido cémo ser prudentes y humildes. El cuarto no habia estudiado mas que lo necesario, pero era un joven sencillo y muy ingenioso. Una vez, decidieron salir juntos de viaje y a poco de ini- ciar el camino por el bosque se encontraron con el esqueleto desarmado de un leén. Dijo el primero: —Vamos a probar nuestra ciencia: aqué hay un animal muerto. Podemos devolverle la vida con nuestro saber. Yo sé ordenar y juntar los huesos. Dijo el segundo: —Yo sé poner la piel, la carne y la sangre. Dijo el tercero: —WNo sé darle la vida. Y tras hablar asi, el primero junto los huesos y el segun- do les puso la piel, la carne y la sangre. Y cuando el tercero estaba a punto de darles vida se lo impidié el cuarto her- mano diciendo: —Es un le6n. Si le das vida nos matard a todos. Pero el otro contesté: —lTonto! No permitiré que la ciencia sea algo initil en mis manos. 20 a —Pues espera un momento hasta que yo haya subido a ese drbol —dijo el cuarto. Ast lo hizo. El leén recobré la vida, dio un salto 'y maté a los tres sabios hermanos. El prudente y astuto bajo del drbol cuando el leén ya se habia alejado. Lloré por la muerte de sus seres queridos pero volvié vivo a su casa. Cuando Jaime terminé de leer el cuento, me mir6, se rié de costado y yo supe que algo me iba a pasar. Lo presenti a la altura de las costillas, en la zona donde hubiera tenido que estar mi coraz6n. Me cuidé de no temblar para no arruinar las cosas. Sin embargo soné el timbre y esta vez el chico no hizo nada mas importante que desaparecer. Los dias empezaron a pasar sin novedades desde entonces. Hasta que una manana de viernes, ayer mismo, la puerta de la biblioteca se abrié sigilosa- mente y.entré Jaime con una bolsita en la mano. Dio instrucciones a unos cuantos para que vigilaran desde afuera y cerré. Primero sacé los ojos del frasco de formol y me los colocé con goma de pegar en las cavidades correspon- dientes. Después me metié la dentadura como pudo. La nariz. Me puso una peluca que venfa pegada a un gorro y por ultimo me vistid. De la bolsa también sacé una camisa celeste, una corbata, un pantalén largo grande. Por fin me puso un delantal como el de él, zapatillas tipo botines y una bufanda para disimular el cuello. —Bueno, flaco —me dijo cuando soné el timbre de salida—. A formar. 22 patio donde estaban las filas. Me senti el esqueleto mas feliz del mundo a pesar de las risas de mis com- | pafieros. Todos me querian tocar. Me agarraban la mano huesuda para saludarme y hacian un barullo espantoso. Cuando se fueron me quedé solo en el patio. No supe qué hacer. No tenfa addénde ir. Entonces traté de recordar cémo articular los movimientos y poco a poco me fui acercando a la biblioteca otra vez. Ahi estaba mi lugar. Llegué cansado pero con el animo y las ideas renovadas. Asi es como me siento ahora mientras trabajo sin pausa. Tengo sélo este fin de semana para mejorar las cosas. | | Entre él y otros me ayudaron a llegar hasta el ] en Ayer, con la ayuda de la portera que es medio chi- Cata, nos trajimos unas sillas. Hoy ya cosi unos almo- hadones. Descolgué los retratos de los préceres y los cambié por unos afiches con personajes de cuento que encontré en unas revistas. Lo que sigue es sacar tapas que estan Ienas de dibujos y dicen cosas que pueden interesar. El domingo, cuando termine, me voy a pegar un bafio. Quiero estar limpio y fresquito para cuando legue el lunes. Me propongo contarle el secreto a la senorita Ofelia. Con su ayuda y un poco de suerte, capaz que me nombran bibliotecario. Y todo. el papel arafia que forra los libros, y dejar al aire las ! BRUJAS MELLIZAS (fabula) 24 f Ademas de brujas, Brujefia y Brujilda eran her- jinas. Gemelas. Dos gotas de agua. Tan idénticas or fuera que a primera vista parecian fotocopias. Por fuera, porque en el caracter eran el dia y la ‘ache, la luz y la sombra, las olas y el viento... Brujefa era malévola, bellaca, descortés, deslucida desagradable. Brujilda en cambio era cAndida, benigna, sensible, ibnegada y generosa. Brujeaban en la misma cueva. Atendian a los ‘clientes por orden de Ilegada: el primero para una, el ‘segundo para la otra. El tercero para la primera. El Cuarto para la segunda, etc. Todo un tratado de democracia brujeril. Pero una cosa era cuando atendia Brujilda. Y otra muy distinta cuando lo hacia Brujefia. Si a la choza llegaba un paciente con empacho, Brujilda con sus brebajes convertia la panza de la vic- 27 tima en un parafso gAstrico. Brujefia, en cambio, transformaba al indigesto en un cerdo, como acto de castigo al muy tragon. Exageraba su tratamiento hasta que el cliente quedaba reducido a la categoria de bestia. Asi eran: iguales y distintas. Y asf se soportaban. Porque por miedo 0 por respeto entre hermanas ninguna se atrevia a desafiar los poderes de la otra y viceversa. Hasta un dia en que esto ocurrié. Un martes 13. A primera hora de la mariana. Aparecié en la cueva un joven hermoso con el pelo enrulado, ojos claros y estatura de principe. Buenos dias —dijo. Y antes de que pudiera con- tinuar, por tinica vez en la vida Brujefia y Brujilda estuvieron de acuerdo: se enamoraron perdida- mente del mancebo y cayeron desmayadas a sus pies. —Es mio —suspiré ya repuesta Brujilda, a quien de verdad correspondia la atencion de ese cliente. —Lo siento —la desafié Brujefia decidida a todo. Y al cabo de una larga discusién abundante en agravios brujeriles: “arpia”, “lechuzona”, “cara de fécula”, “revuelto de piraia”, “nariz de escoba vieja”, se retaron a duelo. De entrada Brujilda descargé sobre su hermana cien kilos de polvo de estrellas que, endurecidos sobre su cuerpo (el de Brujeia), la convirtieron en monumento a la piedra preciosa. Librada del hechizo y con ayuda de su escoba, Brujefia dispar6 contra los ojos de su hermana dos litros de leche cuajada que le dejaron la vista a la miseria. 28 Llorando lagrimas de yogur, Brujilda rompié de tn escobazo los frascos con yveneno de su hermana. Furiosa, Brujefa respondié al ataque desarman- do el laboratorio de Brujilda de este modo: las pociones para enamorar las hizo sopa; los brebajes de calmar dolores, saliva de caballo enfermo; las esencias de flor en jarabe las convirtié en laxante. Mnojadisima, Brujilda hizo que su hermana se transformara en mariposa. Mariposa y todo, Brujefia logré que su hermana se volviera un jaball. Jabali y todo, Brujilda hizo desaparecer la escoba de su hermana. Hermana y todo, Brujena consiguié que la escoba 29) — de Brujilda se hiciera carbén en el mismo horno donde aiios atras intentara cocinar a Hansel y Gretel. La guerra se fue tornando cada vez mas fria, mas destructiva. Hasta que las hermanas se desaparecie- ron una a la otra, y los poderes se quedaron solos, es decir sin ellas, es decir a la buena de Dios. Invisibles, flotando por el aire, ante los ojos claros del joven hermoso con estatura de principe que no entendia qué rayos habfa pasado desde su llegada a la choza hasta’ ese momento. Seguro de haber cafdo en una trampa y estar atrapado en la cueva, nuestro héroe respiré bien hondo y se dispuso a enfrentar la situacién con la mayor valentia: abrié la puerta para escapar. Por su parte, aburridos de andar sueltos, los poderes de las brujas se disolvieron en el aire, y sin saberlo se dejaron respirar por el muchacho antes de que éste abandonara corriendo el lugar. Quiza por eso el que una vez fuera tan sélo joven y hermoso, a partir de aquel dia tuvo épocas de magica belleza y otras de increfble fealdad. Vivid horas de loca alegria seguidas por horas de sorpren- dente amargura. Odié y amé lo que odié. Construyé y destruy6. Acaricié y golped. Algunas veces mintid y otras dijo la verdad. Para unos fue malo y para otros muy bueno. Lo cierto es que hasta el ultimo minuto de su vida, el hombre traté de entender la razon de su pena y la de su dicha. Y como nunca encontré una respuesta, dejé escrita esta historia de brujas por si alguien que pasa la quiere escuchar. LA LEYENDA DEL BIGHO COMERRUIDOS 30 Cuando lleg6 no era mas grande que una hormi- ga. Invisible, si, pero una hormiga. Y entré sacando pecho como si fuera a comerse el mundo. Dicen que se metié en el barrio como Pancho por su casa. Como ciudadano ilustre. Que empezé el atracén por lo mas grande: por la calle principal a la hora en que los autos, la gente y los oficios parecen tener cuerda para rato. Que se trag6 las sirenas, dicen. Las bocinas, el ronroneo de los motores, las frenadas de los colec- livos y el estornudo de un canillita. Que se metid en los bares y tragé mesa por mesa el tintineo de las tazas, el murmullo de las conversa- ciones y la melodia de un afilador que se colé por la ventana. Que asi fue como en un santiamén y sin que nadie hasta entonces supiera de su existencia el bicho comerruidos cobré el tamafio de un gato. 30) Que apenas satisfecho con los ruidos de la calle, fue a las fabricas mas grandes de la zona. A comerse el traqueteo de las mAquinas como si fuera un postre. Y, con el ruido, a las maquinas mismas que dejaban de moverse por el susto (o porque ninguna maquina se mueve si no suena). Que trago todas las quejas, pataleos, silbatinas y protestas de la gente que quedaba sin trabajo. Que engord6 mas de cien kilos ese dia y, al si- guiente, fue a buscar nuevos manjares: los clap cla de unos aplausos le encantaron, segtin dicen. Probé el ufa de la bronca. Los ja ja ja de la risa. El chuic de los besos. El glub de las burbujas. El snif de la pena. Cuentan que una manana se comié el canto de We tf L YP PY es los pajaros. Dicen que no le gusté. Esa misma tarde, el silbido del viento. Truenos. El repiqueteo de las gotas de Iuvia al chocar contra el piso. El chapoteo de los sapos en un charco. Grillos en concierto a la hora de cenar... Y que asi pas6 una semana, cuentan. Dos. Tres. Cuatro, Hasta que el tamafio del bicho sélo pudo compararse con el del silencio, lo tinico que también. habia crecido desmesuradamente en el barrio. Cuentan que para ese entonces los vecinos se reunjan a charlar en las esquinas y cuando menos se lo esperaban el bicho comerruidos les deglutia las voces. Que trataban de aprender a tocar cualquier ins- trumento con tal de recuperar la mtisica —que no sabfan cémo ni cuando habian perdido— y que el bicho | comerruidos se devoraba las notas como galletitas. Que a veces pateaban tachos de basura en las veredas 0 pataleaban un poco para escucharse los | pasos, pero el bicho comerruidos se hacia un festin con estas cosas y se lo comia todo. Hasta los suspiros, si se le daba la gana. Que asi fueron pasando muchos ajfios, segtin dicen. Que hubo mis de treinta mil razones por las cuales el bicho comerruidos, a pesar de ser invisible, un dia fue descubierto por la gente. Y que, de todas maneras, no fue descubrirlo lo que cambié las cosas. Dicen que fue una mafiana. Cuando muerto de hambre por el silencio que él mismo habia instaura- do, el bicho comerruidos oy6 un grito. El grito mas | agudo que jamas habia ofdo. Dicen que se estremecié de alegria. Que le volvieron los colores a la cara. Que para sabbrear mejor el manjar que se le ofrecia se encaminé al lugar de los hechos. Y que a medida que se iba acercando, el chillido | se hacia mas audible hasta convertirse en lo que ver- | daderamente result6 que era: un alarido descomu- nal con palabra incluida y todo. “WiSILENCIO!!”, dicen que fue el grito que soné por segunda vez en el aula de un quinto grado A, en el preciso instante en que el bicho comerruidos se cola- ba invisiblemente por la ventana y, desde la O a la S, se devoraba el banquete. “iSILENCIO, SENORES!”, dicen que volvié a sonar estrepitosamente en el aula antes de que el — 36 cet bicho pudiera tragarse el “silencio” anterior; ese que la maestra habia gritado con tanto entusiasmo a los alumnos que no le prestaban atenci6n. Y que de gloton, nomas, de atolondrado, el monstruo no terminé de tragar uno, cuando traté de devyorarse el siguiente con la boca Ilena y con tanta mala suerte (para él), que se atragant6 hasta sentir que los ojos se le salfan de las 6rbitas como dos huevos duros. Cuenta esta leyenda que el bicho comerruidos empez6 a toser y a toser como un descosido. Y que, como si en verdad se fuera descosiendo, se le empezaron a escapar del cuerpo todos los ruidos que habia acumulado desde su Ilegada al barrio: voces, estornudos, chapoteos, bocinazos... Que, como era natural, todas aquellas armonias liberadas se fueron esparciendo por el aula mientras los chicos se dedicaban a atraparlas, a meter las que podian en los bolsillos, en las cartucheras 0 en los tanques de las biromes. Divertidisimos. Sin tener la menor idea de que en ese momento un monstruo se desinflaba para siempre. Porque asi es como cuentan en mi barrio que el bicho comerruidos cay6 en desgracia. Derrotado por un grupo de alumnos que, aprovechando la ocasién, se apropié de una increfble variedad de sonori- dades. Un barullo —a veces insoportable— que desde entonces cada uno saca del bosillo para entretenerse cuando una clase le resulta aburrida, plomiza, interminable, insfpida, incolora y esas cosas. QUERIDO TIO LUCAS 38 Espero llegar al final de esta carta sin problemas. TU ya sabes; tengo tantas, tantas cosas que contarte... Y los frasquitos de sangre que celosamente he con- servado en la nevera, no siempre alcanzan para mojar la pluma del cuervo con la que te escribo. Ante todo has de saber que te extrafamos. Guardamos tu lugar en esta casa para cuando vuel- vas. iOh, sf, tio! Aunque te parezca mentira no hemos querido reemplazarte por nada ni nadie. TJuminamos la mansién con velas. ¢Cé6mo no anorar entonces las lamparitas que encendias en tu boca? No hemos instalado ni un solo enchufe a la espera de los espléndidos agujeros de tu nariz. De veras te extrafiamos, tio Lucas. Nada esta igual desde que te marchaste a conocer el mundo: nada de huracanes, ni un solo derrumbe... La familia contina encantadora como siempre: mami, los nifios, Homero. No me canso de repetir — 4l ae, | ~—— que es el esposo ideal. Tt ya sabes. Apenas pronun- cio una palabra en francés y él me cubre de besos el brazo. Le siguen fascinando mis ojeras, los huesos prominentes de mi rostro, mi palidez mas extrema ys por supuesto, la negra mortaja que luzco a diario. Los nifos se comportan que da gusto. En la escuela los regafan cuando en los recreos juegan a la soga con culebras 0 matan sapitos para alimentarse. Cuesta aceptarlo, sin duda. Y sin embargo ellos lo hacen: resignados a las rarezas de la gente, en vez de asesinar a sus maestros, mis nifios siguen jugando como si tal cosa. Deliciosos, ¢verdad, tio Lucas? Merlina sobre todo es una nifia encantadora. Cuando pelea con su hermano mayor lo encierra en el closed con candado. Enseguida se arrepiente, pobrecilla, y lo convida con un vaso del veneno mas exquisito que hemos conseguido tltimamente en el supermercado. Asi es, querido tio. La semana pasada hemos ido a unas tiendas donde hallamos alimentos fabulosos: jabén en polvo para gelatina, una viruta finisima para las pastas del domingo... Si supieras, tio Lucas, Fuimos al mercado cami- nando, como es nuestra costumbre cuando debemos ir lejos. Tardamos algo menos de seis dias y joh, Dios! iCuanta injusticia! A nuestro paso se escuchaban comentarios de la vecindad. ¢Verdad que es rara la gente en este pueblo? “Alla van los Locos Adams”, decian algunos. Y otros salian corriendo como si vie- ran quién sabe qué calamidad. ¢Hay acaso peor calamidad que jévenes de meji- las sonrosadas leyendo bajo la sombra de un arbol? ¢Hay acaso peor calamidad que una bandada de ~~ 42 — mariposas? ¢Verdad que no, tio Lucas? Y, sin embargo, semejantes horripilancias abunda- ban en nuestro paseo de compras. Largo, nuestro buen mayordomo, sigue tan fiel y galante como siempre. Su voz cada dia se asemeja mas al ronquido de un caballo cuando duerme. Su buen humor esta intacto: nadie grufe como él. Claro que a veces comete errores, lo sabes. La otra tarde cont6 un chiste a la abuela y casi lo echamos de la mansién. La abuela anda espléndida como pocas veces la he visto. Cada dfa tiene mas arrugas y el pelo mas sucio. Su entretenimiento preferido sigue siendo probar punteria con los dardos en el lomo de su gato. Pregunta siempre por ti, tio Lucas. Creo que es la que mas te extrafia de todos ya que en tu ausencia su silla eléctrica no tiene corriente. El tio Cosa no nos visita hace tiempo. Segtin hemos sabido por sus cartas, se ha cortado el flequi- Ilo: ahora sélo le llega a los dedos del pie. iDedos! Claro que si. Dedos tampoco te olvida. La manito que guardamos en el cofre asoma en seguida cuando suena el teléfono para levantar el tubo. Como todos nosotros, espera noticas de ti. ¢Qué tal te va yendo de viaje? {Como te tratan las playas contaminadas donde disfrutas tus vacaciones? ¢Y el humo de las ciudades? He sabido que hay sitios donde el aire verdaderamente es asfixiante. No dejes de pasar por allf para purificar tus pulmones, mon cheri. O por algtin pais en guerra: siempre es gratifi- cante ver que hay gente que se mata. He sabido también que en un sitio Hamado Argentina o algo parecido, hay espantosos grupos de nifios que prefieren leer cuentos en vez de mirar siempre la televisi6n. |Oh, Dios! Y que en vez de comer alfajores de espinaca con caparazén de can- grejos prefieren una pasta melosa llamada dulce de leche. s cierto eso, tio Lucas? ¢Visitaste también esas ruinas 0 sdlo te dedicas a lo bueno? Espero que pronto nos envies unas lineas. Te quiere con frenesi, tu sobrina, JUEGOS PELIGROSOS Si usted esta acostumbrado a desarrollar una intensa y saludable actividad fisica pero ahora no puede hacer nada porque esta enfermo... no lo dude. Aqui le ofrecemos una guia practica de juegos caseros que, si no lo desintegran, al menos lo inten- taran. URTICARIA'S DANCE El equipo se compone de un solo participante: el jugador con urticaria a quien llamaremos U. U pone un casete de miisica movida en su grabador. Acto seguido, se ata las manos ayudandose con la boca. Una vez preparado el campo de juego, baila al compas de la miisica como si nada. Cuando es atacado por la comezén, busca un ele- mento sobresaliente con el que rascarse y, sin perder _—_ 49 el ritmo en ningtin momento, se rasca bailando. (Sia U le pica la espalda, por ejemplo, puede rascarse con un picaporte. La cola o la barriga, con el borde de una mesa; los hombros, con su propio mentén, etcétera.) E] juego termina cuando se acaba el casete. Pierde U si, enloquecido por la picazén, al moverse supera el ritmo de la musica y en vez de bailar empieza a morder sus propios brazos 0 a gol- pearse la cabeza contra la pared. CAMINATA GRIPAL El equipo se compone de una sola persona: el jugador resfriado a quien llamaremos A. A coloca su pafiuelo en el lugar opuesto al sitio donde ha decidido permanecer. De esta manera, cada vez que estornuda o siente una mucosidad en su nariz, debe ir trotando en busca de ese pafiuelo para ejecutar la accién de sonarse. Concluido el acto, y saltando en un pie, A regresa al punto de partida, de donde saldra nuevamente para repetir la operaci6n toda vez que ésta sea nece- saria. : Tiempo de juego: dos a seis horas (segtin el esta- do gripal de cada uno). Pierde el jugador que en un acto desesperado se vea en la obligacién de usar los dedos en vez del paniuelo. VARIANTE Igual que el ejercicio anterior pero con un agre- gado: un jugador ayudante a quien llamaremos B. B esconde el pafuelo del jugador resfriado A cada vez que éste concluye el acto de sonarse la nariz y regresa al punto de partida dando saltos. De esta manera, cuando estornuda o siente una mucosidad en las fosas, A sale trotando en busca de su pafiuelo, el que —gracias a B— tendra un escon- dite diferente para cada ocasi6n. ‘Tiempo de juego: dos a seis horas. Gana A si antes de terminar el partido B se conta- gia la gripe. Gana B si, en un acto desesperado, A no encuen- tra el pafiuelo y se suena la nariz con la cortina, un mantel, una toalla o una manga del piyama. RELAJACION SUBMARINA Para este ejercicio se requiere la presencia de un solo participante: un jugador contracturado a quien llamaremos J. J llena la bafiadera con agua caliente. Preparado el campo de juego, procede a darse un bafo de inmersi6n. 51 En ese lapso, se relaja. A los quince minutos sale del agua —se seca— y se viste, con ropa abrigada para mantener el calor en el cuerpo. Concluido el primer tiempo, J debe desagotar la bafadera sacando el agua con un baldecito de plasti- co y echando su contenido al inodoro. Realiza esta operacién hasta dejar la tina comple- tamente vacia. Si una ‘vez consumado el desagote, J siente que le duele la cintura 0 no puede enderezarse cuando se agacha, vuelve a llenar la bandera con agua caliente y comienza el ejercicio otra vez. ‘Tiempo de juego: veinte a treinta horas. Pierde aquel jugador que, al relajarse en el agua caliente, se queda dormido y se ahoga. TORTICOLIS MATCH Ejercicio para un solo ea ae a Se Hla- maremos T, T coloca una mesa abajo dé los apliques de luz que cuelgan del techo. Se sube con cuidado (a la mesa, al techo no). Una yez arriba, T tira la cabeza hacia atras apoyando la nuca sobre sus dos manos. Conservando esa postura, T rodea ‘con su boca la bombita de luz y, haciendo un Tae nO giratorio, intenta desenroscarla. Gana un punto si lo logra. Pierde el campeonato si recibe una deseatea eléctrica. ' ; , LA ULTIMA PALABRA 52 Cuando empecé a escribir esta historia no me di cuenta de lo que me iba a pasar. Tal vez porque en ese momento era sélo cuestié6n de empezar. O porque cuando uno agarra la lapicera y la apunta hacia el papel en blanco para escribir un cuento (por ejemplo un cuento), no siempre sabe todo lo que vaa contar. A veces sabe muy poco. Es mas, a veces no sabe nada. No era éste el caso, de manera que lo que me ocurrié (mejor dicho, lo que me iba a ocurrir a poco de iniciar esta historia) verdaderamente me sor- prendié. ¢Cémo iba yo a imaginar —a pensar siquiera— que teniendo las ideas tan claras como las tenia, podia faltarme una palabra? La Ultima, para ser mas exactos. Porque precisamente en el parrafo anterior fue eso lo que descubri: que me faltaba la ultima palabra. 5b a Claro que, como recién estaba llegando a la mitad, no me preocupé demasiado. Pensé: “se me debe haber escapado”, “ya va a volver” , “las palabras son asi”, “van y vienen a su antojo”. Entonces segui escribiendo como si nada. Bueno, como si nada grave pasara. Y escribi lo que sigue, al principio con la esperanza de que la Ultima palabra viniera sola y después buscando por todas partes sus posibles escondites. Intenté empezar de nuevo para ver si la ultima se me habia quedado enganchada con alguna de las primeras palabras. Puse en letra grande: CUANDO EMPECE A ESCRIBIR ESTA HISTORIA NO ME DI CUENTA DE LO QUE ME IBA A PASAR, Mejor dicho, de lo que ya me habia pasado. Porque miré fijo letra por letra, lef en voz alta para ver si de la punta de la lengua me brotaba algo, y nada. Entonces me fui al diccionario. De la A a la Z revisé todas las palabras metidas ahi adentro, y por mas que algunas me parecieron hermosas —“clep- sidra”, por ejemplo— ninguna resulté ser la tltima palabra de mi cuento. Ahi nomas entré en panico. ¢Cémo iba a ser el final? ¢Cémo podria terminarse alguna vez esta his- toria si su ultima palabra no estaba? ¢Significaba todo esto que tendria que seguir escribiendo sin pausa, hora tras hora, dia tras dia hasta que a la ultima pa- labra se le diera por aparecer? Empecé a imaginarme cosas horribles. Que se me acababa la tinta, luego las lapiceras y tenia que pin- charme un dedo para seguir escribiendo con sangre. Que se me terminaban los papeles, los cuadernos, las _——— 56 — = resmas... y tenia que seguir escribiendo en las pare- des primero y en las veredas después. Bajo la lluvia o al rayo del sol. Entre las pisadas de la gente que a lo mejor borraba con la suela mis historias. Fue entonces cuando decidf poner punto final en cualquier parte. Donde quedara mejor. Donde las ideas dijeran “basta”, “hasta aqu{ llegamos”. Donde los lectores empezaran a bostezar 0 a poner cara de desesperacién. O a dudar sobre si ellos también podrian quedar atrapados adentro de una historia a la que siempre —por los siglos de los siglos— le habrfa de faltar la ultima INDICE El esqueleto de la biblioteca.......sseesseeecteseeeners 13 Brujas mellizas.....csccsssrserscsecesesseseeersssesercenseerenes 25 La leyenda del bicho comerruidos.. Querido tho Lucas: ss ieercnirieceqessreeerrte cit 39 MMe BOS Pel GOSS ss sssetererccsecseerssemesactceererserisaeterts 47 Va tltimia palabrar viccsstssestrctisietterettectesetentepsrtere =: 53 — 59 DE LA AUTORA Me hallaba yo frente a la maquina escribiendo la mas maravillosa historia que hasta ese momento habia podido concebir, una que —por pura modestia— jamas daré a conocer para evitar la gloria, cuando de pronto llegé a mis manos la carta de Ograldo. Hice una interrupceién para leerla. “[Dios mfo! Este monstruo tiene raz6n”, pensé. ¢C6mo hacer ofdos sordos a su justo reclamo? ¢Cémo no comprender de una vez por todas que seres de su calaha debian convertirse en personajes de mis cuentos? Dudé, me pregunté por donde empezar. Caminé cual penitente por la habitacién. Agité las ideas en mi cabeza. Por fin apelé a la memoria y entonces, como recién legados de una existencia ante- rior, unos tras otros surgieron los terrores de imi infancia. “iSuéltenme, terrores! iSuéltenme!”, debi gritar cuan- do atin estaba a tiempo. Antes que las agujas del miedo se fueran apoderando de mi hasta dejarme definitivamente presa entre ellas y la pared. De haberlo tenido a mano, me hubiera clavado un punal en el centro del coraz6n para terminar con aquella tortura. Pero no. Quiso el destino que en vez de eso escri- biera este libro y recuperara la calma. * Ahora estoy realmente contenta. Sera que como bien dice el proverbio chino que acabo de inventar, la vida no es cuestion de andar muriéndose por cualquier cosa. 14 DEL ILUSTRADOR A mi los libros de terror me abren el apetito. Y no me hablen de esqueletos porque se me hace agua la boca. Peor atin, a la sola mencion de una telarafia, pue- do llegar a comerme cualquier cosa: una bolsa de pocho- clo o una caja de lapices, lo que tenga mds a mano. Un buen dia me llama Canela para encargarme este li- bro. “Oh, no”, me dije. La panza me empez6 a hacer ruido ya desde el titulo mismo y todo lo que iba ilustrando me parecia delicioso 0 me traia gratos recuerdos. Esqueletos, sangre, brujas, immm! iE] hambre no me dejaba dibujar! Y bueno, no aguanté mas. Uno no es de telgopor. Ahora espero encontrar una manera de confesarle a Silvia Schujer que fui yo quien se comié la tiltima peullien CODIGO DE COLOR - (Edad sugerida) Serie Azul: Pequefios lectores Serie Naranja: A partir de 7 afios Serie Violeta: A partir de 9 afios Serie Verde: A partir de 11 afios CODIGO VISUAL DE GENERO eenimionee Naturaleza etal Humor —_— Aventuras ie Ha Ret Ciencia-ficcién aK Cuentos de América ar aick Cuentos del mundo @ Cuentos fantésticos « » » 42 Poesia Teatro COLECCION PAN FLAUTA La puerta para salir del mundo, Ana Maria Shua Barco pirata, Canela Los imposibles, Ema Wolf Expedicién al Amazonas, Ana Maria Shua Mas chiquito que una arveja, mas grande que una ballena, Graciela Montes éQuién pidid un vaso de agua?, Jorge Accame Cosquillas en el ombligo, Graciela Beatriz Cabal La guerra de los panes, Graciela Montes El enigma del barquero, Laura Devetach El carnaval de los sapos, Gustavo Roldan Cartas a un gnomo, Margarita Mainé Las hadas sueltas, Cecilia Pisos Puro huesos, Silvia Schujer jBasta de brujas!, Graciela Falbo El monumento encantado, Silvia Schujer El caballo alado, Margarita Mainé Miedo de noche, Ana Maria Shua Un largo roce de alas, Gustavo Roldan La aldovranda en el mercado, Ema Wolf La sefora planchita, Graciela Beatriz Cabal jAl agua, Patatls!, Gabriela Keselman El viaje de un cuis muy gris, Perla Suez Llegar a Marte, Adela Basch M El hombrecito del azulejo, Manuel Mujica Lainez Pahicaplapa, Esteban Valentino coleccion SERIE VERDE pan flauta Avartirdenanos GENERO 4 Humor =~ PURO HUESOS gQué pasa cuando en la biblioteca el esqueleto tiembla de espanto? ¢Y cuando dos brujas gemelas se pelean hasta el fin? éQué pasa cuando un bicho se come todos los ruidos? #Y cuando Morticia Adams le escribe una carta al tio Lucas? Una de dos: 0 uno se muere de miedo o se muere de risa. \www.thm.com_ar

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