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© de lecturas. medievales, én elece Se DUCCION A sociedad altomedioval se constituye sobre los presti- ios de la espada. Juglares dvidos de hazafias ajenas recorren el pals, destilando en el alambigue de su me- ‘moria la sangre heroica de los combates, con vistas a ulterio- res canciones de exterminio y violencia. (Quizé dichos jugla- tes estén cansados, Quiza prefieran escuchar de labios de otros cl relato de otras hazafias mas antiguas y, por tanto, més pres- tigiosas, para més tard hilvanarlas en a interminable y goz0- sa serie monorrima de sus versos. O quizé su cansancio no sea ‘mas que un reflejo de mi propia fatiga; de nuevo no lo 6) Lo cierto es que, en el momento de morir, Rolando invoca «4 Durandarfe, mientras Alda, muy lejos, espera en vano su re- sreso, mortalmente ilagada de cien heridas que no sangran. Lo cierto es que Jimena ha de sufrir en un monasterio todo cl des- tierto de su esposo, y no me la imagino ardiendo de deseo en Jos brazos de un monje con aureola de poeta. ;Sagas de los an- {iguos germanos, historias de traiciones y batallas sublimes cu- 30 finales el Walhalla, donde Brunilda la guerrera resplande- ‘ce tan s6lo por su condicién de valquiria, donde la suavisima Crimi es s6lo una promesa de venganzal Como en la socie- dad homériea de los siglos oseuros, la mujer en el Alto Me- x dievo no es sino un pretexto del miseulo voronil pare ponerse en movimiento, un hermoso bottn del que surgen disputas, el de una contienda, sta el siglo Xil, centuria dominada por la idea de fa ‘mujer, tanto en el Mediodia provenzal como en el Norte de Eu ropa. En ese punto, glosando a Paul Tullrau, una melodia ja mas oida se levanto fo lejos, desde la misteriosa Armorieay las mujeres, cansadas de Ia épiea escucharon con delectacion infinite esa masica ignota que fundia los corazones; una hz sobrenatural se insinuaba duleemente,transfigurando el mar- 0 ordinario de la vida; y el gran Ensuefio Celtic aparecis en. ‘medio de Ia Romania con su cortejo de hadas, de caballeros en busca de aventura, de amantes consumidos por el deseo, A nadie le extrané a partir de entonces que las naves pu: diesen discurrir por el océano sin piloto, que las ciervas hablasen, que las hades raptasen & sus donceles favoritos y los ‘condlujesen a Avalon, que cierios caballeros se metamorfosea- an en pajaros para visitar a sus amadas. Y todo ello bajo la tierna ferula de Amor. £1 conduce a nave, hace hablar ala cier- ‘a, rapta al héroe y converte en péjaro al caballero. Amor ma- ta, Amor embriaga, Amor siembra melancolia, Amor reparte dones de dulaura y saetas de angustia: es el filtro universal ue, una vez bebido, inunda de belleza los eorazones. Su gran enamorada, la Muerte, no esté lejos Y es que para los Celts el pals de Jos muertos, donde ha- bitan Tos dioses y las hadas, no esté vedado al simple mortal Un rio, como en la mitologia grecolatina, constituye la fronte- a entre Tiempo y Btemnidad. A menudo se puede atravesar ese ro, y noes preciso pagar por ello. El Otro Mundo se sittia 4 veces en una supuesta isla, Avalon (hoy se tiende a identifi- car el topénimo con Glastonbury, en el condado inglés de So- merset), y esté destinado a aquellos héroes que reunen en su Persona un arrojo sin limites y la debida poreza primigenia Los Celtas, en grfica expresiin de Gustave Cohen, «s0lo se huallan a gusto en el Mas Alla Paes bien, esta maravlla armoricana, siempre inconclusa, imprecisay fantéstica, tan araigada en las mas oscuras creen- a clas de fos hombres que sobrevive a todo itento de racione: aaolon, ya a trastomnar el orden épico imperante en Europa feminizando ta iteratura y sumergiendota en ef mar de os mi {os sagrados mas aigos. Sin embargo, el poeta ye lector de siglo Xt, como dice el penetrante Pierre-Yves Bade], no per eiben ef origen religioso pagano de Tos temas bretones. As sobre el terreno maravlloso de la fantasia celica el escritor mpone su vision caballeresea y coriés de la sociedad y del Eniramos en contacto, pues, con la otra gran melodia del ‘momento: la courtosie, de incquivoeas races. provencales Uns courtisie ertica que André el Capen cosid en sus tres libros De Amore y que, desde la rreverent yniilist ira dde Guillermo de Aquitania, impregna toda el quchacer litera Yio de In época, irascendiendo ampliamente el ambito oc Quins son los principales protagonists y mis calficados iinérpretes de esta moral del Sur, de este nuevo desaio del ma. lwiareado preindoesropeo de los pueblos mediterraneos, e> pregunta bien ficil de responder: los eaballeos, la cite de es- cogidos aistéeratas que apuntalan con sus hazafas los muros del sistema social que representan. Pero no todo es sociclo- sa: la eourtisie no ahoga la maravilla. Bejo la envoltura cor Xs caballeresca atin puede respirase el sire magico y pro: Aligioso del susrato, le inconfundible atmésfera de Bretana Con Maria de Francia, una mujer, la Materia Céltica queda definitivamente sofada segiin los moldes conceptuales de Ia ‘ourtoisie provenzal. Veamos a continuacién quién es Mari, ‘estra anfitriona en este gran banquete de fantasia, En el epflogo que clausura su recopilacion de fables es6- Picas (Ysoper),traducidas del inglés al dialeeto normando, ella ‘misma nos dice: Marie ai nun, si sui de France, Ello parece solo querer decir woriginaria de Francia», Y es ‘que Maria elige como vehiculo de expresion la lengua literaria x1 ‘de Normand (la emypleada por Wace en su tradueelén de Ia Historia requm Britanniae de Geolirey, a del Enneas), Mablas ban dicha lengua Tos Normandos que, al mando de Guillermo el Conquistador, pasaron a Inglaterra desde el continente, afianzandose en la isla tras la victoria de Hastings (1066) so: bre los Sajones. Todo indica, pues, que Maria vivis y esetibid em Ja Inglaterra anglonormanda. De ahi que hiciese piblica su procedencia al final de sus Fables (si sui de Frances). Pero, ‘quign es Marta? No es, desde luego, Maria de Champagne, hija de Luis VII de Francia y de Leonor de Aquitania. Probablemente tampoco sea Maria, abadesa de Shaftesbury entre 1181 y 1215, hija na. tural de Godofredo Plantagenet y hermanastra de Enrique I de Inglaterra. Ni Maria de Meulan © Beaumont, viuda del ba- ron Hugo Talbot de Clewvillee hija del conde Galera de Beau: ‘mont. El anticuario Fauchet, en el siglo X¥1, le dio el nombre dde Maria de Francia, fundéndose en el epilogo de su Ysopet Es cuanto sabemos a ciencia cierta de ella En el prologo de sus Lais (verso 43) puede leerse En Phonur de vas, nobles res. Parece que el monarea a quien van dedicados sus poemas no es otro gue Enrique I, rey de Inglaterra desde 1154 (mnt 146 en 1189) y auténtico Arturo redivivo por afcion y par ta lante (acaso también con fines propagandisticos en un pais re= cign conquistado que nevesitaba recobrar el pulso perdido), imagen arquetipica de soberano embrujado por los hechizos de Ia vieja Brtania, Puede tratarse también de su hijo Enrique (coronado por su padre en 1171 y muerto en 1185), pero pa- rece mucho més probable la primera alternativa, Los Las se fan, por lo tanto, anteriores ala muerte de Enrique Il (1189). Las deudas evidentes que presenta Maria en relacion con el Brut de Wace (1155) y con el Eneas (c. 1160) hacen que los Lais se hayan tenido que eomponer en fecha posterior a 1160 y anterior a 1189, Por otra parte, en fa novels Iile et Ga: lero, de Gautier de Arras, se desarolia el mismo tema de Eli duc (citimo de los Lais de Maria), trasladindolo a un plano xt ‘de relato moral yreallsta, Hoy ve fecha Ile et Galeron en 1178. nine Fineav(e 1160) © Ile er Galeron (1178) hay, pues, que sitar la feel de composicion de los Lais de Maria de Fran: tia: Con rospecto u Chrétien de Troyes, la enigmtica escrito- fm parece desconocer sus romans conservados (Etec, primero ide Ia serie, data aproximadamente de 1170). Luego ha de ser entre 1160 y 1170 cuando deben fecharse los Lats. En toro 1165, como afirma Salvatore Battaglia. Deas otras dos obras de Maria, el Fspurgatoire saint Pa- trice, un viaje al Més Allé muy popular a lo largo del Medic- vo, €s posterior a 1189, pues se reliere a san Malaqui, y ste fue canonizado el 6 de julio de ese afio (la obra la tradujo del Jatin, de una leyenda escrita por el cisterciense Enrique de Sal- trey); las Fables, sies que estin dedicadas a Guillermo de Man: deville, conde de Essex, como parece mas que probable, data- ran del lapso de tiempo comprendido entre 1167 y 1189, y se situarian eronoldgicamente entre los Lais y el Espurgatoire, ‘Me he referido a los Lais de Maria de Francia sin que en ninggn momento me haya asaltado la tentaci6n de traducie el {érmino al castellano. Pero, ,qué son exactamente los lais con iniscula? Lai es una palabra de origen eéltico. Designaba en su ori ‘gen un canto semilirico, seminarrativo, compuesto por un bar- ddo bretGn para perpetuar el recuerdo de un suceso notable, de luna aventura En época de Maria, juglares procedentes de la Bretafia Ar- moricana interpretaban dichas canciones, acompansindose del arpa o de la cftara, En ellas se recogian las leyendas y tradi- ciones mas difundidas en Bretafa, siempre por métodos ora- les y al modo primitive, Si los temas, pretendidamente histéricos, de los Luis de Marfa estaban ya desarrollados en los [ais juglarescos, es algo ‘que nunca podremos saber con certeza. De To que nadie duda ces de que en los Lais con mayiscula hay tradicién oral y bresca al cincuenta por ciento, Maria ha relatado par rine las XI ‘maravitlosas histori de los antiques bardos eshticos, pero no hha podido por menos de ineluir en sus poemas la experiencia sd sus leeturas eruditas. Conoce a Ovidio, es capay de citar en su prologo al gramtico Prisciano, maneja el Brut de Wace, el Eneas y una novela de Tristdn hoy perdida que seria con toda probabilidad el arquetipo de los Tristanes conservados. Marla se dispuso a grevose ovre comencier, tomando las fabulas bre tonas como arranque de su actividad literati Pero los ais no son para ella sino un punto de partida —todo To sugestivo que se quiera— sobre el que actin su cultura y su pensamiento, tipicamente adscritos a su siglo y abiertamente renaissants, Por otra parte, lo que bésicamente interesa a nuestra escr tora son las circunstancias que concurrioron (siempre en un pesado remoto y, por lo tanto, prestigioso) para que un dai fue se compuesto. Este caréeter etiol6gico, tan de moda en la vie ja Alejandra de Calimaco, se hace visible en todos los lais que salieron de su pluma, El euento resultante (euento debe la are, en Tet eatllan, a todo desnell breve de ua aventura) reelabora y amplia la estructura del fai propiamente dicho, de la cancién juglaresca original. Pero el titulo de ese ‘cuento es siempre el titulo del fai. Maria se cuida mucho de consignarlo, a veces bajo vari formas idiomatices:Bisclavret (EI hombrelobo») en normando y en francés; Laistic («El Fuiseior») en bretén, con sus equivalentes semanticos en fran- ‘és ven inglés. De ese modo el la lega a identficarse con el ‘cuento que se proponia desarrollaro, y aquella palabra de ori gen eéltico que designsba un canto juglatesco y, por tanto, ‘angnimo pasa a designar un género lterario francés, dificil de definir por la impresién de sus contornos te6ricos y formales, pero parangonable con el euento tradicional en lo que ataie a téonicas y resultados. Uno de los principales rasgos distintivos del la (entendido ya en su acepcidn de género creado por Maria de Francia den- ‘ro de la literatura francesa medieval) es la omnipresencia en ‘sus intrigas y argumentos de Amor, el dios que no eonoce la Piedad, el dios ciego e invicto. xIV ei neil fin Maria el amor es simpre un amor secreto, sembrado Peligiosy dle obstielos punto menos que insalvables. Ei ‘por ejemplo, reflere un trdngulo erdtico con muy pari filles eonseciencias: Guieluce, Io legitima esposa, renun- tira Hlidue, su marido, en favor de ls amante de éste, Gu Tlackin, Bn Lguitdn se narra la pasion de un monarea con la Injor de su fclsenescal, hombre elealy esforzadon, y Ia sub- siguiente relacion adcltera entre umbos amantes (es el viejo te ‘na biblico de David, su fiel Uria y Betsabé). Los Amores de Milon, protagonista del fat que lleva su nombre, son ya de un faburguesamiento que revoca la maravilla; nos legarian a burnt, de no ser por un extrafo cisne mensajero y por un ombate entre padre e hijo, gnorantes de su parentesco, que ecuerda el Hldebrandslied y un pasaje del Libro de los Reyes de Findus. En los demas lais Amor es igualmente duefo y sefior de fasunio y de personajes. Pero un amor leno de angustia, mér- Dido, enutrido de silencios y de secretos», como ha sefalado Giovanni Macchia. Un amor que erece en, para con la sole- dad. At héroe de Guigemar el amor see anioja una herida den- {ro del corazon, Al rey Equitén una angustia de amor Io hace {emblar en todos sus miembros. Lanval perderé en su lai how énimo los favores de un hada, al revelar a la impciica es- pposa de Arturo su feérica relaci6n amoroso. Fs el amor prohibido, el amor imposible, el que la amor- dazadasiente hacia el prisionero, el de la cautiva hacia el em- plazado, Muestras todas ells, al cabo, del ensuetio meridional Codificado por el eapellin Andrés. Es la otra gran locura del momento, la que, engastandose en el sustratocélteo como una joya en un metal previoso, civilza el prodigioinefuble de Bre {aa con ls leyesrimadas de la courtoisie provenzal Insertos en el marco de una literatura wcortés», caballeres. 2 y cristiana los las bretones sufren, no cabe duda, impor: ‘antes cambios. Sin embargo, la maravila eéltica, por mas que se haya visto entretejida con los hilos corteses del amor pro- xv snuficlonto para I «equiltrio entre folklore primitivo y el arte de salon 0, como dive Jean Ryehiner, eentre lt ingenuidad de la fabulay la conse ciencia de la aventura aristocratica y psicolbgica» El clima de Maria es el de los (ais tradicionales, esto es, un lima fantastico, entreverado de insinuaciones y neblinas, Pe- +0 sobre ese clima acti la courtoisie, aportand elementos co- tidianos, precisos y reales. Ast, en Fresno, la doneella con la revién nacida en los brazos atraviesa el bosque secular de los ‘euentos folkloricos, y lo atraviesa tan cargada de enigmas que asi nos sorprende comprobar cémo, al otta lado de ese bos- ue, puede encontrarse una ciudad en la que todo nos parece cextraordinariamente vulgar, desde el Iadrido de los perros has- ta el portero de la ubadia, Lo vulgar no es, desde luego, lo «cortésv: quiz el ejemplo de Fresno sea un cjemplo limite. FI choque entre Ia marsvlla céltca y la courtoisie (choque que funde y acomoda, no que disgrega) puede constatarse con més pureza en Guigemar: el hheroe, conducido por una nave encantads, llega al pais donde ‘une dama vive recluida en su habitacion, vietima de los eclos de su esposo; en las paredes de la cémara esté representada ‘Venus en el instante de quemar los Remedia amoris de Ovi- dio. O en Larval, donde un hada bretona se presenta, radian- te de belleza fantasmagorica, ante una corte de justicia orga nizada segin los moldes anglonormandos de la epoca. O en. Yonec, donde el péjaro-caballero, antes de hacer el amor con Ian heroina, ha de recibir la eucarista bajo sus dos especies; Yo rec, esa increible fabula surreal que, desde el momento en que cs herido a traici6n su alado protagonista, no cesa de acum Tar imagenes de pesadilla en el deambular dela amante en bus: ca de su amado moribundo; Yonee, ese sueno obsesivo dentro de la realidad mas tangible, 'Y es que es precisamente dentro de la realidad cotidiana de la vida donde mas atractiva resulta la presencia de la ma- ravillairracional. La téenica de Maria es, por ello, parangona- ble con la del realismo fantéstico de nuestros das, que tantos lienzos, libros y peliculas inolvidables ha presidido, con su pre= XVI ide ef agoblo de to eotidiane, Lo mar a ame en la hogucra del tedio racio: ‘ul a vida To que xe tora maravlla, Desde ta legante ven tana (a nnagen 86 de foun Rychner? de un wcortes castillo ‘hormando, Maria contempla un paisaje de leyendas y mitos an- tiqutsimos, E inscribe ese castillo en el paisaje. inscribe esa ‘carlesta» en el prodigio, en el vertigo de lo irracional, en la ‘Yeloz y subyugante diligencia de lo fantéstico, Y de semejan- {e eomposicion, a caballo entre el pop y el manierismo, dima Hn signos simbolicos que trascienden toda consideracion simplisa —psicologica © moral— de los Lais de Maria de Francia, Ein Lanwut y Yonee, quid las mestras més depuradas de realisino fantéstico en Maria, of mundo célio de las hades ¥ €) mundo provenzal de los amantes cortsses xe interpenetran dolorosamente. Lanval huira a Avalon (hermosa fuga en pos: de a inmortaidad) y el padre de Yonee caeréen le trampa ten- ida por el vijo eloso, Ambos cjemplifican« la perfeccion la Jimposibilidad rel, no literaria, de la fasidn de dos mundos que son completamente inreductibles « la unidad, Temo que {odo esto tenga que ver, al cabo, con aquella figura humana de perfevtablancura que interrumpe el relao de Arturo Gor don Pym. Aunque la Bterstura se complazca en unl, fanta- sia y realidad no pueden fundirse, por culpa de Naturalza Goethe, que conocié tal ver, en su vejez, Ia edicion de las ‘obras de Maria al cuidado del barén de Roguefort (Paris, 1820, dos volimenes), veia en los Lais un lugar privilegiado desde donde aspirar, & pleno pulmén, el inimitable perfume de los siglos. Tuviera 0 no la Stimmung de los Germanos, Ma ria de Francia nos ha legado, entre otras cosas, la melancolia, ‘que es algo asi como un dolor muy maguillado que ha dado un juego enorme en literatura. La lectura de sus poemas re= sulta hoy, a tanto tiempo de su muerte, por Jo menos el mis- mo viaje incitico que suponia leerlos en el siglo XII, poco an- XVIL tes de que el rey Ricardo Corazén de Ledn partiera para las Cruzadas. Los Lais son una de esas obras que ganan con el ‘paso de los siglo. LUIS ALBERTO DE CUENCA Madi, 1975 y 1987 NOTA TEXTUAL Hace algunos aos traduje nueve de los dove Lais de Ma- dle Francia (Madrid, Editors Nacional, 1975). Poco des- i, Ana Maria Valero dedicaba al maestro Martin de Riguer fn (raduccion castellana de los Lais, esta vez completa (Ma- Espasa-Calpe, 1978). Eliduc y Lanval formaron parte, Ireinta anos, dela previosa Antologia de cwentos dela i: jr universal reunida por Ramén Menéndez Pidal (Bar fu, Labor, 1955): aunque muy alejados del original, eran primeros lais que podian leerse en castellano. fe soguido el texto preparado por Jean Rychner (Les Lais je de France), volumen numero 93 de la coleccion «Les Francais du Moyen Age», Paris, Champion, 1975, luna excelente bibliografia. He procurado ceiirme il.con la mayor fidetidad posible. Asimismo, me ha si- dngular utilidad en ciertos pasajes la magnifica recrea- ide los Las en francés moderno a cargo de Paul Henri Piazza, 1959), lleyada a cabo con una difieilmente hubiera legado a su culminacién sin ada y erudita, de mi querido y viejo amigo ‘1 mi testimonio més sincero de L.A.dec. ee ee

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