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t Cs Valledupar es tierra favorecida por el sol, los patios han sido plantados con Arboles de vegetacién espesa, generalmente mangos, tama- rindos, nisperoso acacios que florecen en agosto. Debajo de ellos se retine la gente, de pronto surgen las anécdotas y detrés las canciones, y, por supuesto, las leyendas. Y hay narradores famosos. Uno de ellos es Moisés Perea, varén de retérica bien pensada, pulido en sus ropas, en susmodalesy en su lenguaje que es rico y castizo cuando se trata de hilvanar con imaginacién desbordante, como la suya, alguna fantasia salida de lo que ocurre diariamente en la region. ‘A Moilo conocen casi todos los vallenatos, pero pocos saben a ciencia cierta como lleva la vida porque solamente lo ven en los patios bordando historias con su voz rasgada de cantaor de flamenco. Una tarde, en el patio de Carlitos y el Chichi Quintero, Wicho Sanchez le pregunt6 dénde vivia y Moile dijo que en 77 Ja Novena, via Hurtado, al lado de una casa antigua con y, aplique de madera de corazén fino y dos arbolitos de cafia. guate al frente. Y Wicho lo interrumplo: _Hombre, esa es la de Brito. ;Tt vives por ahi? —Si. —He odo hablar de las cosas tan extrafias que hacia e} viejo Brito. jEs cierto que alguna vez construyé un barco 9 una vaina de esas para navegar por el Guatapuri? Cuéntame cémo es esa historia, dijo Hernando Marin, y Moi, con la imaginacién muy en el caso, sonrid, se qued6 pensando unos segundos y luego solté asi: Compadre, es que Memo Brito resolvié una tarde cam. biar la mitad de su herencia por tres quintales de libros viejos, compendios, elucidarios, farragos con garabatos indescifrables, portulanos, planos y mapas que, segiin él, hablaban de la existencia de una civilizacién perdida debajo de Valledupar. El viejo decfa que era una ciudad bellisima donde abundaba la comida, con caciques y reinas y hombres de miembros bien formados y mujeres morenas de cabello largo, de pierna redondeada, tobillo relleno y cadera criolla de hoyito. Ademés, las piedras preciosas, el oro y el platino abundaban. Alli, decian los farragos, los tacanes de los fogo- nos eran de diamantes. Las cucharas de platino, los trompos ylos boliches, de zafiro. En general, las piedras y los metales preciosos no tenian valor. Segiin todo ese cartulario de papeles viejos, amarillen- tos y mareados, para llegar a aquella ciudad habia que atravesar una especie de sif6n y una cdmara que se hallaban 78 enel fondo del rio Guatapuri, al lado del puente de Hurtado, que es sitio de aguas profundas. Brito (que vivia en San Juan del Cesar, era entonces un tipo alto, palido y pobre de carnes, nervioso por familia y por tanto un investigador inquieto, excelente mecanico, inge- niero empirico, carpintero, albaiiil, peluquero y a esa altura cruzaba tal vez por los sesenta)... Brito, digo, luego de leer el mamotreto, consiguié en el puerto de Riohacha algunos libros y buena cantidad de orientaciones técnicas sobre buceo directo profundo, buceo ladiao, costillero y buceo de tipo pelotica, 0 sea enroscado, y se vino para Valledupar. Aqui buscé y encontré la ayuda de Saurith, un viejo mecdnico que en esa época era el tinico que tenia equipos de acetileno, dobladora de lamina de acero, torno y una canti- dad de equipamentos técnicos sofisticados. Su primera meta era construirun gran cachalandran de madera fuerte y liviana, no tan grande ni tan pequeiio, ni tan cuadrado ni tan rectangular, y no tan ancho por lo ancho como angosto por el remate, en el cual proyectaba encaramar —como en una balsa— el bastimento necesario para su gran expedicién a lo profundo del Guatapurf, que, estaba seguro, le daria el vuelco a la historia de la tierra. Llegar a aquella ciudad maravillosa seria, segiin las teorias de Brito, encon- trar una fuente de cultura muy avanzada y de grandes e incalculables riquezas materiales. Su mujer, Manuela Segunda de Gurrola y Brito, le dijo, “Memo, tt estas loco. ;Por qué mejor no cogemos esa platica yse la prestamos a interés a Yayo Ustaris y él nos paga esos intereses y tendremos excelente provecho? ;Por qué no hacemos eso?”, pero él le contesté: “jNo te metas en esto porque estoy dispuesto a irme y me voy como sea!” Y armé 79 reforzado con esquineras de fierro y lo su cachalandrén, ‘ de José Bernier. monté en el camién rleachalandrén levaba unos gigantescos cilinarns Ne nos de oxigeno con capacidad para dos mew y el buceo estaba calculado para el mes de agosto, cosa que nolo fuera a agarrar alla el invierno porque le taponiaba la bocatoma de entrada y salida cuando el Guatapurt cogiera aguas, y él no sabia si se iba a poder quedar 0 si tenia que recular pronto —dependiendo del recibimiento que le dieran— en gracia a que segiin las fojas amarillas de sus libros, allé abajo Fabia arqueros que disparaban flechas de cuatro y cinco puntas, tipo tenedor, que si no te pinchaban con una, te cogian con otra. Una vez eumplidos esos menesteres, Brito se presenté donde Neuman, un polaco que en la Segunda Guerra mun- dial se vino carrera a carrera y dando trastabillones con un parco de provisién de guerra y elementos de servicio para algiin batallén secreto, porque vino cargado de grapas oxi- dadas y millones de clavos de todas las dimensiones. Clavos de cabeza cuadrada, redonda, de rosca, de vidriero, de tapi- cero, de albaiil,de punta de Paris, de alpinista, de corona, de botén en alas de mosca, de alcayata y de herradura. Carga- mentos de especies. Mucha lejfa para hacer jabones, brea, tinturas, colorantes artificiales, esencias, balsamos, una pélvora mojosa que no era recomendable tampoco porque no era de estallido sino de accion retardada. (Esa se utilizé luego cuando Ilegaron los primeros cachacos al Valle y comenzaron a festejar la fecha de la Virgen del Carmen y se hicieron las primeras vacalocas en Valledupar). En ese barco de Neuman venian ademés una cantidad de chécheres, utensilios, aparejos, artefactos y armadijos que nadie sabia cémo utilizar. 80 Con todo eso, Neuman puso una ferreteria y consiguié un pen de mano llamado Manuel Felipe Maestre, un muchacho sencillisimo de La Junta que no sabia polaco pero que se las ingenio y no solo termin6 por entenderlo a él y @ doiia Margarita, su mujer, (Neuman jamas aprendi6 espafiol y mucho menos dofia Margarita) sino que, ademés, fue capaz de vender buena parte de tanto cacharro inservible. Lo unico que no dio resultado fueron los elementos de inodoro porque las maniguetas eran distintas y echaban unos chorros de agua p’arriba y las duchas eran de jaladera de barbiqui y resultaban un solo disparate, y una buena cantidad de esmalte amarillo fiebre. Bueno. Allé donde Neuman, Brito compré una man- guera ancha y gruesa, y los dos le adaptaron un sistema de sifon de valvula para respiracién pausada, que ensambl6 més tarde en la frente de una escafandra disefiada por él mismo que corté y sold6, utilizando las maquinas de Sau- rith, La escafandra, més que una esfera, era un morrién grandisimo de cobre con ventanilla de cristal ardiente sobre los ojos y una esclavina ristica de fierro cubriéndole la garganta. Y para que no se le colara el agua, le colocé un collarin de cuero de chivo que le envolvia el pecho a toda presién. Para completar, pinté el cachalandrén de un color que le resulté entre amarillo fiebre y azafrén, aprovechando varios potes de esmalte que le regalé Neuman. Después hizo una lista de la menestra que tenia que embarcar y les pregunté a sus amigos en qué podian colabo- rar como aporte a la gran expedici6n. En esta forma fue a donde Chano Gutiérrez y él le dio cuatro cortes de otomana 81 de la India, de granito de oro, y un corte de organdi para la mujer del cacique. Pas6 donde la vieja Paya Sierra y ella contribuy6 con cuatro potes de anilina que nadie compraba porque eran de color verde batatilla y rojo solferino. Jacob Luque contribuyé con cuatro machetes Colorao, tres palas Atlas, dos hachas Colepato y dos Collins de cuatro libras que tampoco habia quien las comprara porque eran muy pesadas. Unas iban con cabo y otras sin cabo. Fue luego donde Vicente Pérez Pérez y 61 peché con dos fosforeras, una Colibri y otra Ronson. La Ronson para el cacique y la otra para algiin otro invitado de la corte real. De donde Enrique Diaz se llev6 dos docenas de franelas amansalocos. De donde Juventino Romero, media docena de hamacas paletiadas de San Jacinto, en consignacién, queen caso de no gustarle la hamaca alla a esa gente, él se las trafa otra vez. De su parte se encargé de acomodar en el cachalandran cuatro quintales de maiz recién pilao donde el cachaco Alfredo Saldarriaga. Llevé también tres quintales de maiz en cdscara para las gallinas y los piscos, dos bolsas de Café Vallenato (“Puro, puro, de la mata al pocillo”), la primera industria que tuvo Valledupar. Llevé unos alfandoques de Atanques, panelas atanqueras, veinte libras de maguey, metié cuarenta libras de cebollin, llevé culantro, llevé unas yucas por si acaso, llevé alifio. En un bojote de tela amarré cuatro libras de achote, porque de pronto allé las comidas eran descoloridas, llev6 dos damajuanas o garrafas de manteca de puerco, de cuchi- 82 nato joven o lech6n que es lo mismo, llevé una carne sala, hueso, medio chivo asoliao, limén que no faltara, y como plantas lev6 vira-vira, curaré, canutillo’el medio, orosul, resfriao, tropicana, capitanita, recontracapitana para la picada de culebra y animales ponzofiosos (de ponzoma alante y atrds), llev6 piftiqui-piiqui p’al torz6n, malambo p’a la picada de bocadoré y p’a curar el tétano. Arrastré también una bolsa repleta de medicinas que don6 Roberto Benavides, farmacéutico unico del Valle, con un elegante saludo para el cacique y su sefiora. Se llevé unos sombreros, unas abarcas, cuatro angarillas, siete esterillo- nes y arristrancos para burros de esas profundidades y solicité que cada angarilla, o silla, o montura, tuviera dos estribos mas porque de pronto los hombres alld eran de seis u ocho patas, o de golpe montaban de a dos guerreros por burro: uno p’alante y otro p’atras. Todo eso lo encaramé al cachalandrén que seguia encima del camién de José Bernier, contratado por dos meses que era lo que debia durar la gran algarada a las profundidades del Guatapuri. Alli llegaron todas las sanjuaneras, su familia de Corral de Piedras, Guayacanal, sus comadres de Lagunita, de Toca- palma, de Los Haticos, de Badillo y las personas que mas lo estimaban, a pedirle que por favor no hiciera ese viaje tan misterioso porque posiblemente no podria regresar. Brito fue donde el doctor Angel Raja del Mellado, o sea Fray Vicente de Valencia, parroco de Valledupar. El padre se aperson6 de todos los chécheres, de todos los curucuteos eclesidsticos, bendiciones de flor de tierra y de profundida- des de mar y de rio, y consiguié un articulo que mas creye- ron que fue de parte de él que de parte de su breviario. 83 Cirino Castilla, el maestro de Ja caja, tay uno de EI Molino,aacomPar'® la banda encargada de hacerle la despedida a Brito. Olaya yanvnendi estaba entoncesmuchachon y compuso una fan- farria muy guapachosa. También tocaro™ Reyes Torres y los arrreanos Morales, de La Garita. Todos elios componian una banda de la gran provincia de Padilla. Vinieron ese dia dos misicos de Urumit Esa gente partié en una gran peregrinacion respetuosa, Hevando por delanteel camién Chevrolet modelo cincuenta y tres de José Bernier y en su planchén el cachalandran y todos los bartulos empacados en papel encerado, porque se carecia de elementos plasticos y sintéticos para protegerlos dela humedad. Sin embargo se calculé que cada envoltura y con nudo cada amarre que él le hizo a cada paquete, caevono, nudo de puerco, de media pifia, de bolina doble, de bolso por seno, de vuelta de ballestrinque, de falcaceadura, de gola de raya, de boca de lobo y de bolso por chicote —que habia aprendido de un marinero en Riohacha— estaba en capacidad de demorar aproximadamente setenta metros de buceo y dos horas de permanencia en las profundidades, antes de que le penetrara la primera gota de agua ala punta de la esquina de cada paquete. Llegé el momento de la ceremonia. Engancharon un extreme del cachalandrén a una cadena larga y pesada comprada donde Neuman yla otra punta sela conectaron al chasis del Chevrolet de José Bernier y fueron dejando esco- rar el cachalandran. ‘A medida que todo bajaba lentamente, buscando la superficie de las aguas del Guatapuri, se escucharon gemi- dos, mientras Manuela Segunda de Gurrola y Brito, su amante esposa, se desgafiitaba diciendo, “;Por qué, cobar- des, lo dejan partir solo?” ’ 84 Cl Las hermanas del Goraz6n de Jestis impartian cénti yun coro bellisimo realizaba una pxeaisdls coaurkacalae on Manele Segunda de Gurrola y Brito repetia, “Nolo jejen ir solo”. , En el momento de embaularse en el pescuezo el gorrén de su escafandra con un tornillo de cinco octavos, que asegur6 con arandela de presién, Brito dio la Ultima despe- dida con los ojos altos al cielo y después intents la prueba del diapasén a través de valvula y manguera, a ver sisonaba onosonaba la voz en un extremo y otro. En ese momento, el cachalandran se acercé avin més al agua. Arriba hubo requiebros y las mas amigas se agarraban la cabeza y se tapaban los ojos para no verlo partir hacia su loca aventura. Entonces se oyé el jondazo cuando cayé el cachalan- dran al rio, pero al principio no quiso sumergirse por el Asunto de los tanques de oxigeno y hubo que boliarle ‘encima unos pedruscos de cierto tamafio para darle peso y al fin desaparecié bajo el rio. uundiendo empezé el murmujeo y A medida que se fue el guata- se escucharon las primeras voces del dialogo entre purinauta y el encargado de las comunicaciones en tierra. ele que su “agame el favor y comuniqu y decia el 5 Vasquez lo saluda”, icaciones en tierra: “De- a-qui- de- ”Y de alla se recibia la respuesta guyt-dudi...” jNo se enten- Alguien dij comadre Ana Mercede: encargado de las comun: par-te- de- su- co-ma-dre. que decia: “Adu- guyuyd-adu dia un carajo! Como de acuerdo con los papiros que habia adquirido en San Juan del Cesar, la puerta de entrada a la ciudad magica estaba resguardada por un aparato monstruoso de 85 una escopeta con un caiién de wzarle el primer fogonazo en Be eye asomara. Iba a disparar a quema. ee Fad estaba dispuesto a perder el tiempo no ita tirar pescueZO @ PESCUEZO y Por eso La escopeta tenia, ademas, un gatilly mejor armero dela regionen ¢ 6 de tres cabezas, se provey' seis metros de largo para Pe! pescue: ; rropa porque 6 apuntando. Su plan @l largo del canén. La esc of nado por Dorancé Padr6n, el ese entonces. Elcachalandrén pegé el ultimo zangolot eoycuandono quedaba més que una espuma en la superficie del Guata- puri, la gente del Valle se fue yendo poco a poco. Unos Feraban otros estaban silenciosos y el tinico que quedé ahi enel puente, encargado dela vigilancia, fue José Bernier con su camién guindao de la cadena que en caso de emergencia jbaa ser movida desde abajo por Brito. Ele habia puesto en el extremo de arriba —contra el camién— un rin viejo que Servia para amplificar el sonido del llamado como si fuera altavoz. Pero José Bernier se puso a beber y se descuidé de la cadena, pues esperaba que Brito apareciera muchas semanas después. Sin embargo, apenas lo tiraron, Brito empezé a pedir los primeros. auxilios pero nadie escuchaba por los alborozos, los lantos, los requiebros, la despedida y los comentarios. El, allé abajo, con un dislabén que le regalé Mahoma, un herrero, empez6 a dar las sefiales de rigor: quin-clan, quin-clan, quin-clan, clan-clan... Brito y Bernier habian elaborado con suficiente antici- paci6n un cédigo especial para este momento: un quin y un clan queria decir: “Alerta”. Dos quin y dos clan, “ojo pelao”, y de tres clan en adelante, “Hala la cadena y sacame de aqui”. 86 x _ Pasaron, sin embargo, algunos minutos hasta que de vainas José Bernier se dio cuenta que habia emergencia Porque se le ocurrié acercarse a orinar contra la Ilanta del camion, pero ya oy6 mAs de veinte clanes y pens6, “Ya p’a qué... Sin embargo, voy a halar la vaina esta”, y pego el primer estrechon y, claro, rescaté por fin a Memo Brito que salié izado por el gafote y el camién lo llevé y lo levé arrastrando y levantando una polvareda enorme hasta el centro de Valledupar donde la gente lo recogié amoratado, cinchado con el cuero’echivo y el guargiiero de mangueraen la frente, desmigajao, maltrecho, descalandrajao y sin herencia, pero con tres quintales de libros amarillentos, farragos con garabatos indescifrables y mapas raidos por los afios, como testigos de una severa leccion para el que frente a las cosas del dinero, no escucha a su mujer ni a sus hijos nia sus amigos. 87

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