You are on page 1of 237
ISBN: 978-84-945072-5-0 Depesivo Lega: M-15636-2018 (©2018 Dado Ediciones on nso E debate isorad Aes De Domini See an (001) Prefacio y traduccion de a primera y sun David} Domine : dy "Método hist ? Tacs bens Si rico y Ciencia Social’ ha sido realzada por aan Re Moron pi Empri Reits de Mt de Can NS jin de “Socologia y Ciencias Sociales" (Emile Dushei y Pal Fauconnet: Maso Do Mati Dominguez es a, ae ee a Seer Se cr 100,2 9 ee ta eee So. ee INDICE tribus e innovadore a 8 18 28 58 Davip J. Dominevez... onologia minima del debate. suchas y estrategias de auto-afirmaci i historia sera sociolégica 0 no sera: el método en disputa. El debate més alld del debate: auge y caida del modelo de 133 149 recientes de Lacombe y Seignobos. Frangots SIMIAND. La causalidad en Historia. Francois SIMIAND. ..- : condiciones pricticas de la buisqueda de las causas en el trabajo histérico. CHARLES SEIGNOBOS. desconocido y lo inconsciente en historia. 249 Crtantes SeiNonos, EMILe DURKHEIM. ......2.0000secesees 295 EGUNDA PARTE. TexTOS DE CONFRONTACION DISCIPLINAR ‘Trxros Dz Los HISTORIADORES método psicolégico en Sociologia. CHARLES SEIGNOBOS. ...... 329 ‘La ensefianza de la historia como instrumento de educacié 347 politica, CHARLES SEIGNOHOS...... - Algunas reflexiones sobre la causalidad en Historia. Avexanprv Dimrreie XéNopot . todo bistorico aplicado a las ci Emote DurkHem. Prefacio del L'dnnée Sociologique. Emuue Dunk La Historia y las Ciencias Sociales. Exar Durxuieine Sociologia y Ciencias Sociales. Emme Durknem y Paut Fauconner... ias sociales, de Ch.Seignobos. 375 379 387 Sociologia y Ciencias Sociales. Eur Dunanies os ©) Texros pe 10s nuBvos nisromtapones ‘Las relaciones de la historia y de las ciencias sociales segin Ch. Seignobos”. Henri Bern. . in 4 Historia yS logia. Paut Manroux. " ic coria tradicional y sintesis histérica, Hennt Bern 4a” PREFACIO ALA PRESENTE EDICION fibro tiene su origen en una investigacién realizada en el marco de mi esis doctor” El objetivo que me habia propuesto en esa ocasién consis- tfa en identificar los distintos mecanismos que habjan intervenido en la sionalizacion del saber histérico en Francia y su conversin en un te- o disciplinar. Esto es, un espacio donde una comunidad de investiga~ ‘moviliza un conjunto de pricticas mediante las cuales se efectia una in organizada de la “factualidad”, con sus programas, sus evidencias jentales y toda una serie de formas de inferencia que reproducen ‘sentido especifico (disciplinar) de la racionalidad. En el trascurso de uella investigacién tuve la oportunidad de articular mi anilisis sobre la "= ase de dos elementos importantes: la codificacién del método histérico yy la organizacién de una enseftanza estandarizada. Ambos aspectos, ana- izados al detalle, me proporcionaron indicios suficientes para saber qué sucedia cuando una actividad cognoscitiva adquiere un estatus disciplinar. La historia, al igual que otros saberes, tuvo que acondicionar su estructura cédigos y las pautas comunicacionales de una sociedad de de los procedimientos standarizado son s6lo algunos de los indicadores que caracterizaron el dispositivo disciplinar del saber hist6rico de finales del siglo xxx. ‘Sin embargo, cuanto mis ahondaba en estas consideraciones més cla~ ra era la presencia de los saberes que denunciaban las insuficiencias del saber histérico y su marco metodolégico, por aquel entonces presentado ‘con pompa y boato en la muy novisima universidad de la ‘Tercera Rept- blica, Fue abi cuando reparé en Ia novedad del pensar sociolégico y en el caricter conflictivo que tuvo su irrupcién (sobre todo, el de Ia sociologia durkheimiana) en el conjunto de las ciencias humanas. Y fue también en esa circunstancia cuando la lectura atenta de los sociélogos, algunos de los \ducles, Francisco Sevillano y Alain Brossat. esente libro nace de tal investigaciOn, especialmente de su tt Davin J. Domixcuez (rD.) ‘cuales me fueron transmitidos de forma caricaturesca, ada) pectiva novedosa, siguen forjando ese descubrimiento es la obra obra que recoge algunas svantes en la polémic el método histérico que tuvo lugar entre Ch. Seignobos y F. Si primero, un reconocido historiador experto en metodologia hi segundo, un so a despuntar como w s figuras mas prometedoras (y pol TAnnée socologique. El libro que presento aqui es pot tanto un homenaje a esta discusién, en parte desconocida por numerosos invest - Fruto de fias criticas cuya riqueza de esta disputa se del método, la cucsti i fo pk Tee je de coordenadas sobre el cual van a pivotar los argumentos ca. Pero también representan el marco de debate en el que se habia instalado gran parte de In reflexion histriogéfica La necesidad de dotar al trabajo histérico de una justifc iteresante, es la que tuvo lugar coriadores franceses, Ahora bien, ciéno de Se ere rid teaeaeak adele origen de una disciplina, sino al contra mis propensos a explicitar los pri .una ciencia (Bourdieu y Passero Ch. Seignobos y F. Simiand, asi como la cascada de recensiones se hicieron eco de tales intervenciones, constituye un magnifico para ilustrar el modo en que dos comunidades de investigac deel desigualmenteequipadas en términos de capital simb € institucional, pugnan entre sf para imponer los principios de especificidad de sus objetos, asi como para proclamar su papel rector en el concierto de Cufo en pisrura Jas ciencias humanas de la universidad francesa. Por eso, nada mejor que tal disputa para poner de sto la situaci6n subalterna, claramente defici- historia de las cien riqueza de sus reflexiones epistem algunas de ellas tienen para el debate sobre las causas del cambio histérico yel papel de fa agencia, En efecto, una parte importante de los argumentos desplegados prefigura las lineas maestras sobre las cuales ha transitado el debate posterior de la sociologia histérica. Asi, en una época como la actual, plagada de gestos y de loas al voluntarismo, no seria exagerado adivinar en idolo politico” que ertas ocasiones un retorno, mis 0 menos sofisticado, ‘con tanto empefio demunciaba el joven Simiand, en que tales procla- ‘mas son pensadas en general desde una concepcién unilateral de la accién eoletiva. Una cosa es atimiir que la historia es infnitamente maleable y istinta es pensar que lo es gracias éan sélo alos esfuerzos intencionales defo: luos, lo cual es ya de por si, como atestigua el desarrollo de las ciencias sociales, una hipétesis problemitica. Por supuesto, esta afirmacion precisa de una aclaracién inmediiata: mi objetivo no es negar el papel de la agencia colectiva, pero si complejizar su andlisis ¢ introducir -con ayuda de Simiand- la cuestion acerca de las distintas categorias causales que pueden existir con respecto al cambio social, por mucho que uno simpatice con tales cuales acciones. En este sentido, cabe preguntarse si cl culto teproduciéndose en los debates actuales, asi como en suntamente sofisticados de la fil ta, desde luego, no se puede resol de la pluralidad de enfoques que los discursos act el tema. Seri pues el lector quien deberi discern ‘mecanismos sigue vigente en la actualidad, y sera él también quien debera dilucidar si la critica de Simiand no desemboca, a su vez, en un enfoque “restringido” de la accién social, al incidir demasiado en las tensiones estruc~ turales y poco tal vez en los efectos de estas iltimas sobre la manera en que los sujctos se inscriben (y se perciben) en la estructura socal. Que la agen~ ial -individual o colectiva— sea contemplada como un sindomao una izacién de tensiones estructurales no implica la negacién o el aban- + en términos categéricos, les mantienen sobre Ja presencia de tales a Davip J. Domineuez (x) recurso al estudio de ka ftimo, toda vez. que se indo el hecho de que la totalidad de las formas de accién huma- les y colectivas) encuentra sus condiciones de desarrollo (sus icativas) en las modalidades de la estructura social preexistente. es que Simiand nunea pretendié elaborar un anilisis de la accion colectiva. Su idea consistfa mas bien en delimitar la presencia de tensiones de caricter estructural, pero sin mostrar ef moclo en que tales fenémenos influ‘an en la formacién y las consecuciones de la accién colectiva, sin mostrar el grado yh fo ifica que adoptaban. De ahi los interrogantes inevitubles itico? ,O se trata mas bien de un enfoque donde la accién intencional aparece sélo como una sccuencia descriptiva, sin poder explicativo alguno con respecto al cambio social? ¥ si es asi, gqué margen de maniobra le queda a la accién colectiva? ;Se trata tan sélo de una suerte de formaciones de alcance morfogenético,a pesar de configurarse en el marco de interacciones previas —ejercidas pero no representadas~ que establecen las modalidades de su comportamiento? Tales cuestiones, como se sabe, sobrepasan el propésito inicial de los textos del joven socidlogo, pero nada de es pide expresar las dudas que pueden suse tan dulce y sugerente para la l6gica militante y sin embargo tan propenso a Jos puntos ciegos en el émbito teérico. Por titimo, cabe seftalar otra razén en favor de la disputa entre Ch. historiografia, un ambito con escasa repercusién entre las filas de los his toriadores y que slo en épocas recientes ha comenzado a dar sus frutos y suscitar pistas interesantes sobre la confluencia de las ciencias sociales y la ciencia hist6rica. Mi objetivo, en este sentido, no consiste en reconstruir el debate por medio de una logica gremial o corporativa, y mucho menos de revitalizar una disputa (socidlogos versus historiadores) que hoy dia no se 10 Cfo eN piseura traduce bajo la forma de dos comunidades en pugna, dado el elevado grado de préstamos entre ellas (de métodos, de terrenos de trabajo, etc.). Nada mis, ficil que juzgar @ un clisico por los excesos no cometidos en el presente, pero quizds también nada més intl, Ambos autores presentan aspectos ue son sugerentes y cuestionables: lo interesante es poner de manifiesto sus respectivos argumentos y exponer al lector las consecuencias que la polémica sobre el método hist6tico ha tenido para el marco de trabajo de Ia historio- grafia francesa. Si ésta se ha caracterizado por la ampliacién de objetos y ‘métodos de trabajo, es porque la sociologia de Durkheim (y otros saberes, aterialismo histérico, la geografia, la etnografia, la economia) ha ina notable influencia en gran parte de las ciencias humanas de Ia época (economia, antropolo, oria, derecho), pero sobre todo entre los historiadores més abiertos de la Revue de Synthése bistorigue (H. Berr, P. Mantou) y os fundadores de Ia revista Anmales (M. Bloch, L.. Febvre). En este punto, se puede objetar que la reorganizacién de la ciencia hiistérica en Francia no se ha ejecutado de acuerdo al proyecto de norma tividad metodoldgica ideado por Durkheim. Es cierto, pero al menos orientado sus tertenos de trabajo en una direccidn proxima al estudio de las, regularidades sociales (longue durée) y la sospecha constante de los marcos clasificatorios (la critica de las prenociones) entablados por Ia costumbre 0 Ja tradicion. Un lector atento a la historia del saber sabri reconocer en esta encrucijada uno de los hitos més importantes para la reorganizacién del jeri Ios textos y la composicién del libro. En lineas generales, la obra se compone de dos grandes partes. La primera de ellas, que lleva por titulo “El debate Simiand-Scignobos”, reco- ge el cruce de argumentos que articula el Jeo baisico de la polémica. El ector podra encontrar aqui las dos eélebres conferencias de Simiand contra los historiadores (Método histérico y ciencia socal, de 1903, y La eausalidad en historia, de 1906); la de Ch. Seignobos al socidlogo (Las condiciones pricticas de la bisqueda de las causas en el trabaja histérico, de 1907); y por il- ‘timo, una reproduccién integra de la polémica conferencia (La desconacido y lo inconsciente en historia, de 1908) en la que E. Durkheim y Ch. Seignobos DavivJ. Domincurz D) debaten acerca del papel de las representa nos sociales. Todas ellas conforman el cl cual van a pivotar el 's colectivas en los fenéme- lo bisico del debate, el eje sobre las intervenciones anexas. Con respecto a esta parte, cabe dest importancia que revisten las discusiones finales de las conferencias, donde la interlocucién directa de los protagonistas se ve enriquecida por las sugerentes intervenciones de los intelectuales all presentes (los historiadores Gustav Glotz, Paul Lacombe, Gustav Bloch; logo Célestin Bouglé o los fildsofos Fréderic Raub, Xavier Léon Lalande, La segunda parte, en cambio, retine textos de cedencia. Algunos de ellos, por ejemplo, son extensos articulos ex de libros o de revistas, y otros -la mayoria- son recensiones criticas de las conferencias compiladas en la primera parte del libro. Los autores de di- chos textos proceden tanto de la cienci ‘ea como de Ia sociologia ana; de ahi que haya dividido este bloque en funcién de Ia pro ciplinar de los mismos: en primer lugar, los textos escritos por lores tradicionales, donde se profundiza en la especificidad del dimensién politica (el ico) para la comprensién del cambio social. E las publicaciones provenientes del profuundizar las criticas de historia en el nuevo programa de wi Durkheim. Y para acabar, un conjunto de textos que ponen de manifies cl cambio que se estaba produciendo en los margenes de la historiografia francesa. Me refiero, en concreto, a los textos de H. Berr y de P. Mantoux, ‘cuya novedad consiste en cuestionar por un lado las limitaciones de la Ila~ mada “historia historizante” y en sentar por otro las bases de una sintesis hist6rica no supeditada al factor politico. Huelga decir que todos estos tex- tos, casi todos, permanccen inéditos en lengua castellana. Lo cual no hace sino corroborar, una vez mas, la necesidad de compilar y editar en forma de libro un debate que interesa por igual a la cie rica y ala sociologia, ‘Como remate, cabe afiadir que la pres. de tales textos va pre- cedida de un largo y detallado estudio introductorio. En él he tratado de poner al descubierto los dos grandes aspectos del debate: el andlisis de su 2 Cufo BN pispuza se desarroll6 efectivamente la polémica. No basta mentos oftecidos por los autores, esencial es también ubicarlos en el marco de las luchas que subyacen al proceso de institucionalizacion de los saberes en Ja universidad francesa, E] lector tiene q yar conciencia de la rela- imétrica, profundamente desigual, que la so ‘especto a la infraestructura institu dad de la Tercera Republica. De igo de : jando de lado, por razones analiticas, el estudio de las uchas y de las estrategias de autoafirmacién disciplinar que subyacen la autonomizacién de los saberes) en los que se desplegaron tales discursos Confio pues en que las paginas siguientes cumplan, en parte, a pectativas de un acercamiento como éste. Para ello he utiizado una variedad considerable de fuentes, que va desde las obras publicadas por los autores hhasta los documentos legales que atestiguan las reformas republicanas en jtaria, pasando por boletines, recensiones criticas y dems jas en las principales revistas dedicadas al saber hist rico y las ciencias sociales en Francia (Revue historique, L’Année ain de Metl et de morale, Revue de Synthise Historique, Bulletin Be sulletin de ia Société d'Histoire Moderne). formacién directa sobre la vida de las co- del ejercicio profesional de una comunidad de investigacién (nominaciones, ‘conmemoraciones, reformas educativas, concursos piiblicos, congresos, ha- Ilazgos documentales, recensiones critcas,cartas de respuesta, et). No quisiera finalizar este prefacio sin expresar mi agradecimiento a las diferentes personas que me han ayudado, de un modo w otro, a ma- terializar este libro: sus consejos, apoyos y criticas han desempefiado un papel importante en la elaboracién del mismo, Pienso en particular en Ma- tio Dominguez, Sabina Loriga, Jacques Revel, Pedro Ruiz Torres, Maggie . Ignacio Azcona y Miguel Alhambra Delgado. David J. Dominguez Febrero de 2018 13 7 DE [DOLOS, TRIBUS E INNOVADORES. NOTAS PARA UNA GENEALOGIA DE LA DISPUTA ENTRE SOCIOLOGOS E HISTORIADORES EN FRANCIA (1903-1908) David J. Dominguez Puede que ta historia ~a corto plazo— sea hecha por los vencedores, pera las ‘vances en el conocimento de la historia a largo plazo— se deben alos vencides R. Koselleck, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia El periodo que va desde 1890 hasta 1914 es testigo de continuos debates entre las ciencias sociales y el saber histérico, Basta con echar un vistazo a las publicaciones de la época (revistas, ticulos, cartas de respuesta, ete.) para tor asunto: todas ellas estaban repletas de ideas, debates y cuestiones que ya se habjan fraguado desde la segunda mitad del siglo x1x, pero cuya repercu- sién y posterior refinamiento habria de situarse algunos afios después, al calor de las disputas entre los socidlogos durkheimianos y los historiadores universitarios. En aquel momento, la historia, hermana mayor de la socio- logia, gozaba de una salud envi 1a de Tos invent corpus de fuentes (fuentes i del método y las monografias hist6ricas, todo lo c saber més o menos estandarizado que parecfa estructurarse de acuerdo a la ia de una comunidad cientifica, basada en la investigacidn colectiva terna (y creciente) del trabajo. sechaba en aquel momento un enorme capital simbdlico. Eran los historia dores, yen conereto la generacién de normaliens que dominé el campo de la historia entre 1880 y 1930, quienes ocupaban los puestos estratégicos de la administracién piblica y de los érganos universitarios: desde la presidencia Y la asesoria en los ministerios de Instruccién Piblica (W. H. Waddington, ‘A. Rambaud, E. Lavisse) ala direccién y la docencia en las principales éoles francesas (A. Dumont, como director de la Escuela francesa de Atenas, 15 | parte de la reflexion \ las ciencias humanas. Todo el mundo parecia sen sourz (eD.) G. Monod en la Ecole Pratique des Hautes Etudes, etc.), pasando por la participacién de ciertos historiadores (de nuevo E, Lavisse y G. Monod, E. Renan, Ch. Seignobos, F. de Coulanges, etc.) en la creacién y la secretaria de las comisiones pedagdicas (Société pour ltude des questions denseigne ‘ment sypérieut) que lucharon en favor de la reforma universitaria, o bien en la direccién de grandes colecciones intelectuales (Peuples et civilisations, bajo la direccién de L. Halphen y P. Sagnac; Liévalution de lbumanité, con ipronta de H. Berr, ete En este sentido, no parece descabs lado adjudicar un cierto grado de ca, como tampoco lo es admitir controversias que fueron surgiendo en el trascurso de su di- telectual y su ejercicio profesional. La época cera Repiblica es la edad dorada de la ciencia historica, B: que numerosos historiadores empiezan a cuestionar su pasado minado todavia por la historia romantica, y tra t6rico de una justificacién cientifica, acorde si se quiere a las exigencias de formaliza jaf por tanto cuando empiezan a plantearse interrogantes de orden metodolégi £ storico para ser cientifico? ¢Cudl es el lividuales 0 las regularidades sociales? Qué significa explicar en historia? gLa cien terios de justificacién procedimental? Y por iltimo, gqué relacién debe tener el saber bistorico con el resto de las ciencias humanas? gDebe ocupar un lugar rector 0 mds bien ha de convertirse en una ciencia auxiliar al servicio de otro saber mas fundamental y abstracto (sociolegia)? Tales cuestiones definen el marco de debate en el que se instalé un asunto capital, bisico para el objetivo de equipararse en términos epis- temoldgicos a otras comunidades Las discusiones se sucedian, al punto de rebasar los muros de la comunidad historiogrifica y suscitar el interés de numerosos investigadores procedentes de otros ambitos de Ja necesidad de hacer de la historia su objeto de reflexién: los filésofos se hacfan historiadores, ‘© mis bien trataban de considerar la realidad histérica como una suerte de “materia pensante”, susceptible de articularse con arreglo a la légica del pensamiento (con sus etapas, sus tomas de conciencia, etc.); a su vez 16 Crio adores de {a literatura, mientras que ‘tu positivista de la época, se esforzaban fen construir sus tcorias (sus leyes, en la jerga de la época) a partir de los ‘materiales proporcionados ~y purgados oa fil historica (Léroux, 1998: 153). El significante “historia” Jos literatos se convertian en hi de la ciencia historica o de los limites de sus enunciados y sus mecanismos de imputacién causal. De todas esas intervenciones hay una sin embargo {que merece especial atencién, Nos referimos a la espacio de conocimiento sino contra las diversas formas de determi (individualist, cronolégico, politico) que ponian en prictica los histo mejor manera de contribuir al debate sobre el método hi nando los objctos (las prenociones) y las explicaciones causales planteadas cn los trabajos de los historiadores, io cual trajo consigo un debate repleto de polémicas y de serios malentendidos. Quiz la vehemencia del lenguaje fo el tono excesivamente incendiario utilizado por los durkheimianos no ayud en exceso a este respecto, pero bien es cierto que bajo tales criticas aguardaba un intento de renovar la historia (y por exten: is de Jo bistorico) sobre otras bases mas acordes a los progresos realizados por las disciplinas vecinas (sociologia, estadistica, economia, etc.) El estudio que presentamos ahora evoca precisamente este tipo de cuestiones, y lo hace a través de un episodio conereto: el debate que tuvo lugar entre F. Simiand y Ch. Seignobos. Se trata de un episodio conocido, ‘cuya materia ha suscitado la atencién de importantes y reconocidos inves- tigadores, algunas veces de manera inteligente y bastante detallada.! Pese a ello, la imagen habitual del asunto retiene un aspecto limitado del debate. Por lo general, se tiendle mis a recordar la célebre critica de F. Simiand a los “idolos" de los historiadores que otros aspectos. lema es que este tipo de lectura, centrada en la polémica sobre las pricticas cientificas nor- ‘males, no resume por entero un episodio del que se pueden deducir miilti- piles desafios disciplinares (Besnard, 1986: 32). Asi, junto a la polémica mis, 11. Véanse los trabajos ce Réberioux (1983), Besnard (1986), Vizquex. Garcia (1989), Léroux (1998), Revel (1999), Noiriel (2003), Garcia (2007), Devato (1992). _— Daviw J. Domincurz (ep.) claramente teérica, cabe deducir otro aspecto, no menos relevante, acerca de las luchas y las estrategias de auto-afirmacién disciplinar que subyacen al proceso de disciplinarizacién de los saberes en el matco de la universidad francesa.! jetivo de las paginas si jentes es poner de manifiesto esta com- plejidad. Para ello es preciso comenzar con una breve cronologia del debate: adénde y cuando tiene lugar? ¢Quiénes son sus protagonistas principales? Qué instituciones lo promueven y qué tipo de retos o desafios se disputan en el debate? 1. Cronologia minima del debate La historia del presente debate se despliega en el trascurso de los aos 1903 y 1908, Sin embargo, existen algunos antecedentes que merece la pena se- fialar, pues articulan el terreno por el cual van a transitar la ideas inmedia~ tamente posteriores. Uno de tales antecedentes se encuentra en la figura de P. Lacombe y en su obra Histoire considerée comme science. Publicada ini- almente en 1894 la obra prefigura ciertas cuestiones que serin objeto de disputa posterior entre la sociologia durkheimiana y la lamada hist torizante. Abreviando en exceso, se puede resumir su critica de la siguiente ‘manera: el saber histérico no debe privilegiar los hechos individuales. $i s6lo hay ciencia de lo general, Ia Historia erudita no se puede asemejar al discurso cientifico; se identifica, a lo sumo, con un saber erudit tuna ciencia en sentido est 1usas explicativas siguen identifi- cindose con hechos y acont ividuales. Asi pues, reconstruye el pasado a partir del encadenamiento eronolégico de causas y efectos, segtin el modelo de los méviles psicoldgicos de los individuos (Lacombe, 1894: 12). a expresion designa el proceso que tiene lugar en el dmb se consuma el paso de una sociedad tradicional a otra de tipo burocritico. En este sentido, sabe sefialar dos aspectos interelacionados: a normalizacién interna del saber, que hace ‘referencia a la unificaciin de los procedimientos enunciativs,y la norm: inde un espac de ese conocimiento. Asi al modi ormalirad, EL cca donde un conjunto de perso con objetos y proble formas unificadas de instrumentacién procedimental. Véanse Foucault (1997: 160 y 55), Fabiant (en Revel er af, 2006: 11-34), Kubn (1962). 18 Cufo ex pisruta, verdad, el planteamiento de P. Lacombe no desecha por entero individual o el aconteci su rechazo se centra mas bien en ar este titimo como una realidad explicativa en si misma, algo que tosuficiente al margen de las estructuras de repeticién del mundo A su juicio, el acontecimiento es sélo un punto de partida del and- co, una causa efciente en sentido estricto cuya tinica finalidad es ocasién para que lo general y lo institucional (verdadero objeto de la iencia hist6rica) se manifieste (Zoid: 10-11). En este sentido, P. La- e reivindicaba abiertamente la necesidad de un horizonte sociol6gico ‘a ciencia histérica (Réberioux, 1983: 219), algo que subrayaba tam= afios antes L. Bourdeau en su libro /'Histoire et les bistoriens, igue sur l'bistoire considérée comme une science positive (1888). Dicho lo trataba de cuestionar la tendencia /iteraria del género que realizaba importantes cn favor de la cuantificacién y el andlisis de las propiedades dis- de los datos (Bourdeau, 1888: 131-13). En efecto, para este filé- ode A. Comte,el valor cientfco dela i mentales de los historiadores, al igual que su predileccién por la di- itica del devenir histdrico. La desaparicién de tales elementos Su juicio, el requisito basico para el desarrollo de la obj 10 se ve, en ambos autores subyace el mismo interrogante: geémo | condiciones el trabajo historico puede convertirse en ciencia? Y aun- ‘Tespuesta a estas cuestiones sea relativamente diferente, en los dos institucional que sui vento disciplinar: aquellas primeras eriticas no pasaban de ser nes “marginales” 0 pensamientos individuales que ocupaban un es- os historiadores historicistas, La disputa del método o Merlodensret constituye un > parafelo del ipo de critcas que vamos a plantear aqui cn relacin alos durkheimianos. Davi J. Domincurz (ep.) pacio demasiado periférico con respecto al establishment del campo histo- riognifico francés," Sea como fuere, ica ya estaba presente, de manera que tales enfoques no hicieron sino anticipar lo que iba a formalizarse diez aos después. Tanto era su influjo que el propio G. Monod, historiador y director de la Reeue Historique, no tuvo mas remedio que asumir como i demandas de amy ién tematica lanzadas desde las trincheras sociol6gicas, demandas, dicho sea de paso, que iri resignificdndose con el ppaso del tiempo como una estrategia de autoafirmacién disci Tales son los antecedentes inmediatos. Sin embargo, salida de la polémica deberia situarse en 1901, con la de Ch. Seignobos / métado bstérico aplicado a ls ciencias sociales. Este texto se compone de dos partes diferentes: la primera esta dedicada a presen- tar las directrices metodoldgicas que guian la prictica de los historiadores. Esta parte no suscita més problemas que los que sugiere la propia meto- dologia de la época y el conjunto de determinismos implicitos asociados ella; simplemente se trata de normativizar el conjunto de procedimientos cognoscitivos (manipulativos, evaluativos, procedimentales) que ya se ha- bfan planteado en Intraduccin a los estudios histércos (1898). El problema se plantea cn la segunda parte. Es ahi donde Scignobos se muestra mas agresivo y proclama el papel rector del saber histérico en el conjunto de las ciencias sociales, al defender un tipo de articulacién conjunta donde las 41. Tinto Lacombe como Bourdeau rpresentan posciones marginale enc conjunto ercaso la publi «com la nfluenea real ejercida sobre los historiadores de su épaca, Sus propuestas Pertinentes para un public propenso al ecleteismo y ls propuestas experimentales. De ahi sa relaciin com H. Bere y a Reewe de Syntbse Historique, de la cual fue colaborador asuo desde et arto desu fundacién. En cuanto a Bourdeau la distancia es mayors eabe. De hecho, ni siquiersformaba parte dela comunidad de historiadores. Se tataba de un filésofo,lo que Je situaba en una posicién demasiado extema para influir en ls dindmicas intclectuales de ‘os historiadores. Mas informacidn en Carbonell (1978: 180-182), Léroux (1998: 52-75) 2, G,Monodl se expresa asi en 189%6:*Los historadoree estamos demasiado habitua~ dos centrarnos ante tol en as manifestacionesbillantes, sonora yefimeras de la activi dad humana, en los grandes acontecimientos ylos grandes hombres, en vez de insstir en los ‘astos y lentos movimicntos de las insttuciones, de las condiciones econémicas y sociales, {as cuales constituyen la parte verdaceramente interesante y permanente de la evolucién ‘humans, aquella que puede analizarse con alguna certeray, en cierto modo, sr seducida a eyes" (Monod citado en Rebesioux, 1983: 219). Cfo ex piseuta segundas acaban por ocupar una ‘ello se aducian dos Spee fe saint El ro de ellos tenia que ver “con Ia idea de que las 's son ante todo ciencias de observa~ inguna de tales ciencias podria realizar enun- Jos significativos en tinicamente a la observacién directa de fcha tarea exigia recurri al mismo tiempo a procedimien- indirect, o cual les hacia isremediablemente deudoras de los documentos y, en consecuencia, del método hist6rico, Por esta raz6n, Seignobos defiende la “indispensabilidad” del método histérico para las clas sociales: si el objetivo es utilizar de modo correcto los documentos porneos, entonces aquellas deberian ajustarse alos procedimientos \étodo histérico, con todo lo que ello supone en términos epistemo~ legio del registro subjetivo del texto, privilegio de la proble~ de la autenticidad de las fuentes, etc.) Y el segundo argumento se en el caricter dindmico de los fenémenos sociales. Estos tiltimos ermanecen constantes en el tiempo, se caracterizan por el cambio y Ia 1acién en el marco de un futuro abierto e indeterminado. Lo que e Seignobos es que la verdadera comprensién de los fenémenos so- es exige un conocimiento Aistérico de los fenémenos sociales anteriores, s6lo os posible -y esto es sin duda lo problemtico—a partir del and- de aquellos accidentes histéricos (guerras, conquistas, descubrimientos sevas tierras, revoluciones, etc.) que han motivado la transformacién ‘costumbres y los hechos regulares. tanto, la historia es la disciplina que debe guiar a las ciencias so- jienten directamente agraviados, al que la propuesta del historiador francés no sélo reduce la inves- stérica a un procedimiento de tipo descriptivo sino que dota de heuristico al resto de las ciencias sociales. Fruto de aquella publicacién fueron las recensiones criticas redactadas investigadores reconocidos, cuyas opiniones coincidian todas un tema recurrente, la necesidad de pensar un modelo de ciencia | (comparativa y no ideogrifica) para el estudio de las representa~ Davi J. Domincusz (ep.) ciones sociales, a las cuales el planteamiento de Seignobos habfa reducido a estados de naturaleza subjetiva.! Cierto es que este debate no era muy diferente del que se habia producido en lugares como la Revue de Synthese Distorigue, Historiadores tan dispares como A. D. Xénopol 0 P. Lacombe protagonizado sendas mes relacionadas con la naturaleza del i i idad de leyes en historia. Lacombe cues~ iador rumano entre “hechos coexistentes” y ia depender el objeto formal idad de los hechos indi- Sin embargo, el mor Ta concurrencia de vari 10 de 1903, a raiz de una conferencia ofrecida por F. Simiand en la Société Histoire moderne. Aquella comunicacién tenia un escueto titulo, Método ‘istorico-y Ciencia social, pero en realidad se trataba de una respuesta bastante dura (aunque desigu: ‘que tratase de aprehender lo social. desapercibida por nadie: a todo ello, realizado en el seno de la Soci d’ moderne, o que aseguraba la reso nnancia del discurso durkheimiano en uno de los espacios privilegiados en el territorio de la comunidad historiogrifica.’ Acto seguido, la comunicacién le Dominique Parodi (1899; ivalgacién metodolégica de Seignobos, ‘estin traducidas en el presente volumen, 2, Desigual porque la obra de Lacombe, pese aa ‘nas 6s analizada, mas alli de ciertos elogioso referencia sco lleva la obta de Seignobos. 3, La Sovité a Hisoire Mederne es wna instieucion creada en 1901 con el rotuluda en el subtiulo, ape OE a __, Cufo ex pispura ficdndose en la revista de H. Berr,la Revue de syntbese Bistorique,! a ‘tra cascada de recensiones eriticas en el trascurso de ese mis- esta ver en publicaciones propensas al debate y a la comunicacién finar? salvo la excepcién significativa de la Revue bistorigue, que fics texto alguno relacionado con esta célebre disput. sna y habia participado en que sin embargo no enco’ obos, lo que provoeé un fecha ésta en la que F. Simiand prosigué ‘conferencia pronunciada en la Société francaise de philosopbi in del texto la revista decide publicarlo en forma de dos extensos aticulo el primero aparece en febrero de 1908 (1-22) y el segundo en abril de es io seréreeditado a peticiin de F. Braudel en la 1909, no hemos en= jc esta relevancia no st cia dedicada alas relaciones entre Historia y Sociologia. Dicha confetencia Ja Ecole des Hautes Enudes Sociales, junto al socidlogo C. Bouglé. Los resti- dos confeencias pueden encontrars en la Ree internationale de Sail, sorter 36 Davip J. Doatincurz (ep.) la Société d'Histoire moderne, espacio dominado por historiadores, a la Société frangaise de philosopbie, lugar de raigambre filoséfica (como la de kheimianos) pero propenso al debate y a la comunicacié: especialmente cuando los temas considerados concernian a las ciencias oa la reflexién epistemologi ‘Tal etapa se compone a su ver de tres conferencias: la primera de ellas constituye el enfoque més propositivo de F. Simiand. En ella el sociélogo francés ofrece una serie de pautas sobre las cuales deberia asentarse todo saber cientifico, todo saber que pretenda aspirar a oftecer explicaciones ob- jetivas. Después, combina la exposicién tedrica de tales pautas con el ana~ isis de algunos pasajes de las obras de E. Bernheim y de Ch. Seignobos, a fin de advertir en estas tltimas un tipo de construccién argumental basada en el uso vulgar de In idea de “eausalidad”, Deeese modo, la pelota estaba de nuevo en el tejado de los historiado- res, con de que ahora la ofensiva perpetrada por Si dejé indiferente al recién nombrado catedritico de “metodologia hist6rica’ de la Sorbona. Es mis, este tiltimo se vio ya en una tesitura comprometida, ya que el revuelo suscitado por la critica de 1903 no habia hecho mas que aumentar con el paso de los afos. Un hombre de su posicién académica, titular de una cétedra en la facultad més prestigiosa de Francia, no podia fchuir por mucho més tiempo la polémica y estaba obligado a defenderse de Ia retahila de acusaciones lanzadas desde las trincheras de la perife- ica. El resultado fue la conferencia pronunciada el 30 de mayo de 1907, titulada Las condiciones pricticas de la biisqueda de las causas en el ‘trabajo bistdrico. Como su propio nombre indica, esta conferencia es una ‘respuesta que procede del campo de los historiadores. No es una respuesta de un te6rico, sino de alguien que conoce de primera mano las condiciones nes propias del trabajo histérico. En ella Seignobos recoge imidas por Simiand y trata de neutralizarlas apclando as (a menudo exiguas y desfavorables) en las que se desarrolla la investigacién de los historiadores. EI hilo de su argumento ¢s claro: “de qué tipo de fuentes disponemos? Es posible serializar esas fuentes y establecer relaciones numéricas entre los fendmenos expresados ‘en términos generales? ¢Es licito prescindir de las causas inmediatas y re- trotraerse a las causas generales?

You might also like