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afesied jap Je1IDOs UOID2NAJsUOD BT CP TA CoNsTaUCGION social del paisaje J Joan Nogué (ed.). — Madeid : Biblioteca Nueva, 2016 352 p. 21 cm (Coleccion Paisaje y Teoria) ISBN: 978-84.97424 1, Paisajismo 2. Goografia 3. Estructura tersitorial 4, Estética inpice 3. Cinilzaaen Auy ReR_GT_HPN Yar Cubiera: José Maria Corson Ilustracion de cubierta: Peee Sala, Observatorio del Paisaje de Cataluita INIKODUGCION. EL Falsa]E COMO CONSTRUCTO SOCIAL, 3," edicidn, noviembre 2016 ‘Joan Nogué © Los autores, 2007, 2009, 2016 1. EL CUERTO COMO PAISAJE. IDENTIDAD, GENFRO ¥ SEXO © Baitorial Biblioweca Nueva, . L Madrid, 2007, 2008, 2016 1, Paisajes del cuerpo, Maria Angeles Duran Almagro, 38 2. Cuerpo y palabra o los paisajes de la cautividad, 28010 Madrid ‘ww bibliorecanueva.es edicorialabibliotecanuevaes Josepa Bru I, PAISAJE Y CONFLICTO SOCIAL Y POLITICO ssn ISBN: 978-84-9742-624-4 1. Mucite enue la abundancia: os paisajes como sis Depésivo Legale M-37.130.2016 vemas de reproducsién social, Don Mitchell 2. Paisajes del recuerdo y el olvido: Pena .. El passje como metifora visual cultura e identi dd en la nacién posmodema, Miceia Fokh-Serra Impreso en Lavel Industria Grafica, S.A Impreso en Espana - Printed in Spain {Queda prohibida, salvo excepeién prevists en le ley evalquice forma de reprodaccion, distribucidn, comunicaciin publica ¥ transformacion de ests obra sin conrar con Ia autorizacion de los ieslares de propiedad ints IIL. La constescct6s soctAL DE 0S PAISAJES URBANOS lcctual. La infracci6n de los derechos mencionados puede ser constitutiva As: La-percenciéwy el tearadd debrezraocio latente; dd delito conera fa propiedad intelectual (arts. 270 y sizs., Codigo Penal). Fl Centro Espafiol de Derechos Reprografizes (wwencedeo.org) ela por “ el respeto delos cvados derechos. 2. La ciudad, paisaie invisible, Oriol Nello afar Gonzalez. Viros EL PAISAJE COMO CONSTRUCTO SOCIAL Joan Nogué El libro que tienen ustedes en sus manos retine las contribu- Giones mas significativas de las dos tltimas ediciones del Seminario Internacional sobre Paisaje del Consorcio Univer sidad Internacional Menéndez Pelayo de Barcelona-Centro Ernest Lluch, celebradas en Olot (Girona) en el otono de 2004 y de 2005, Este serninario se caracteriz6 desde el principio por encarar la tematica del paisaje desde una perspectiva inter- disciplinaria, abiersa ¢ innovadora. Se trataba de un foro anual de debate metodolégico y de pensamiento critico alrededor el paisaje en el que intelectuales, investigadores y profesio nales de prestigio de varios paises exponfan sus iltimas ideas ¥ aportaciones al respecto, en un entorno que favorecta la discusion y el debate. Entre los dos iiltimos seminarios cele hrados existian varios hilos conductores, varios puntos en ‘comin, Uno de ellos—quizé el mss apropiado para esta colec- cion—era el que hacta referencia al paisaje entendide como tuna construccién social, y de ahi el tema y el titulo escogi dos para la presente publicacién. SS En efecto, el paisa puede interpretarse como un produc. “f to social, como el resultado de una transformacién colectiva | de la naturaleza y como la proyeccién cultural de una socie- zal 1 LA CONSTRUCCION SOCIAL DEL PAISAJE ‘dad en un espacio determinado. Las sociedades humanas han \\ transformado a lo largo de la historia los originales paisajes 1) naturales en paisajes culsurales, caracterizados no s6lo por una determinada materialidad (formas de construcciéa, tipos de cul- (_ tivos), sino también por los valores y sentimientos plasmados cen el mismo. En este sentido, los paisajes estan llenos de luga- res que encarnan la experiencia y las aspiraciones de los seres humanes, Estos lugares se transforman en centros de signifi- cados y en simbolos que expresan pensamientos, ideas y emo- “ciones de muy diversos tipos. El paisaje, por tanto, no s6lo nes nuestra como ¢s el mundo, sino que es también una construc- cida, una composicin de este mundo, una forma de verlo, Enteadicndo, pues, el paisaje como una mirada, como una ‘manera de ver" y de interpretar, es facil asumir que las mica- das acostumbran a no ser gratuitas, sino que son consirui- das y responden a una ideologia que busca transmitir una deter- minada forma de apropiacién de! espacio. Las miradas sobre el paisaje —y el mismo paisaje— reflejan una determinada forma de organizar y experimentar el orden visual de los obje- tos geograficos en el territorio. Asi, el paisaie contribuye a naturalizar y normalizar las relaciones sociales y el orden terti- (torial establecido. Al crear y recrear los paisajes a través de \ signos con mensajes ideolégicos se forman imagenes y patro- nes de significados que permiten ejercer el control sobre el comportamiento, dado que las personas asumen estos pai- sajes ‘manafacturados’ de manera natural y Igica, pasando a incorporarlos a su imaginario y @ consumirlos, defender- los y legitimarlos. En efecto, el paisaje es también un reflejo del podery una herramienta para establecer, manipular y legi- fimar las relaciones sociales y de poder. De ahi que sea tan importante anzlizar los simbolos que ka naci6n, el estado o la religién dejan impresos en el paisaje para marcar su exis- tencia y sus limites. Interesa también averiguar los critgtigs por los que un paisaje es calificado, por ejemplo, de exotico, aquellos paisajes que se convierten en un espectdculoy, por INTRODUCEION {o tanto, son utilizades por el marketing urbano recreando la diferencia o la similitud y reinterpretando el pasado. La teatralidad del paisaje adopea earacreres épicos en los ambien- tes rurales, a menudo identificados como simbolo de los ori- genes y Ia pureza de la identidad nacional, a pesar de que en Ja actualidad estén marginados politica y econémicamente, Existen, cn definitiva, formas de mirar el paisaje mltiples, simultaneas, diferentes y, algunas veces, hasta en comperen: cia. Los paisajes se construyen socialmente enel marco de— ur_juego. complejo y-cambiante de relaciones de poder, esto «s de género, de clase, de etnia... de poder en el sentido mas amnplio dela palabra. La ‘mirada’ del paisaje es extraordina~ riamente compleja y en ella interactiian muchas identidades, sociales diversas, y no sélo eso, sino que también influyen fac- rores tales como la estética dominante en un momento y lugar deverminados. En electo, « menudo slo vemos los pai- sajes que ‘deseamos" ver, es decis, aquellos que no euestionan nuestra idea de paisaje, construida socialmente, Dicho de otra manera: buscamos en el paisaje aquellos modelos est que tenemos en nuestra mente, o que mas se aproximan a alfos, como se pondra de nianifiesto en otro libro de esta misma coleccién que aparecers dentro de unos meses bajo el titulo El paisaje en ta cultura contemspordnea Esta tltima reflexion nos acerca a un campo muy poco explorado hasca el presente, complejo sin duda, perv, a su vez, muy evocador y sugerente: los paisajes inedgnitos ¢ invi sibles 0, mejor dicho, na visibles para algunas miradas, tema central de varios de los capitulos del presente volumen. Nos referimos a aquellos paisajes que, por diversas circunstancias, pasan desapercibidos y n0 son considerados habitualmente; paisajes invisibles que, sin duda, son objeto de una construc ida social y que, por lo mismo, para unos si son visibles, por- que no olvidemos que la invisibilidad no es independiente de la mirada, Son, entre otros, los paisaies fugaces y efimeros elas metropolis contemporaneas, los paisajes del miedo cons- LA CONSTRUCCION SOCIAL DEL PAISAE truidos socialmente, los paisajes de la ciudad oculra, los pai- sajes del cuerpo 0, también, los paisajes de la nostalgia y del recuerdo, tan presentes en las diésporas y en las migraciones forzosa En efecto, aungue no seamos conscientes de ello, aunque rnp los veamos ni los miremos, lo ciervo es que nos movemos a diario encte paisajes incégnitos y territorios ocultos, entre gcografias invisibles solo en apariencia, Las geografias de la invisibilidad —aquellas geogeafias que estan sin estar—mar- cai nvestras coordenadas espacio-temporales, nuestros espa~ ios existenciales, tanto o mas que las geografias cartesianas, visibles y cartografiadas propias de las Ibgicas territoriales hege- ménicas. Y, sin embargo, ahi estén, en nuestros suefios y qui- meras y también en el tozado escenario de nuestra cotidi: nidad. Son las ‘otras’ geografias: las que contienen los “orros’ paisajes. Hoy, cuando parecia que la Tierra habia sido finalmente explorada y cartografiada en sa totalidad y hasta el més minimo detalle, reaparecen nuevas ‘tierras inc6gnitas’, que poco o nada tienen que ver con aquellas rerrae incognitae de los mapas medievales 0 con esos espacios en blanco cn el mapa de Africa que tanto despertaron la imaginacién y el interés de las sociedades geograficas decimondnicas, o de los protago- nistas de muchas novelas de la época, como Marlow, el pro- tagonista principal de El corazdn de las tinieblas (1898- 1899), de Joseph Conrad. En nuestros dias, ante los ojos —o, mejor dicho, ante las, lentes— de los mas sofisticadas sistemas de teledeteccion y de informacion geogritica, estan apareciendo de nuevo espa ios en blanco en nuestros mapas, con unos limites impreci~ sos y cambiantes, difusos, dificiles de percibir y avn mas de cartografiar. La geopolitica contempordnea se caractetiza por una cadtica coexistencia de espacios absolutamente con- trolados y de territorios planificados con precision milimé- trica, al lado de nuevas tierras incdgnitas que funcionan con INTROBUCCION otra légica. Nuevos agentes sociales han forjado opacas redes espaciales y creado nuevos territorios no siempre de facil a s0, a menudo misteriosos, y un tanto sombrios. Son territo- rios y, en ellos, sus habitantes— desconectados y margi- nados de un sistema cada ver mas segmentado en esiratos espaciales absolutamente discanciados unos de otros. Los mapas se han Ilenado de nuevo de tierras desconocidas, de regiones que se alejan, que se epartan, que se ‘descartogra fian’ y se vuelven opacas, invisibles, como las peqnefias islas que se tragé el mar por efectos del tsunami que azoré las cos- tas de Indonesia hace un par de aiios, Los desastres natura- Jes, por cierto, con una especial incidencia en las zonas mas pobres del planeta, contribuyen tanto como las guerras a la generacion de lo que alguien ha calificado ya de “paisajes de la desolaci6n’, con un tremendo —pero fugaz— impacto mediatico. Paisajes desolados que dejan sin embargo sus tra- zados a menudo poco visibles —pero laventes— en el terri- torio, de la misma forma que los han dejado histéricamente las ruinas, urna curiosa mezcla de naturaleza y cultura que nos recuerda la volatilidad del tiempo y la brevedad de la vida. La estética de las rainas es en muchos sentidos una estética delos paisajes de la invisibilidad: estan abt’ fo que Fieron, pero permanecen. Los grandes espacios urbanos y metropolitanos contem- ncos estén plagados de zonas inseguras, indeseables, Teaagealeblea (ec loweute seimecbles 9 exawnadbles ala mirada. Son los territorios de la ciudad oculta, que sdlo entraran en escena cuando, por diversas circunstancias, el espa- cio que ocupan se convierta en apetecible, bien por procesos de aburgucsamiento /genttificatiou))bien por otras vias. Ver~ tederos de todo tipo y obsoleros paisajes industriales sin valor historico y monumental alguno entrarian también en esta categoria Ma alla de estos territories oculcos, casi con premedita~ cién, emergen en la ciudad contempordnea otro tipo de geo- 15 Aowaurow un us ous A vpap eID 1039} [2p 0820} Of ¥ YADA 98 OWIOD ‘$0]H90 SOIEIDTT [A ap LIOY EYE id seu yout “U0 2s eunad app sns peioodsa ua 4 ‘olested wn seUrse: VISTA ] ap OpAuias [9 anb sorepsuLUE 3 SevU 49s vapand 03989 [2 0 OpIo FP “Ore[0 [9 oad “Rasta e] ap EPH “as j2 woo osypatioas afested ja aruatueopowsiy opeuorre|>1 Souo}{ g028j]0 [2 4 o2903 Jo “ousn$ pp sod sepionpan seyjeI0983 se] 2p Sayers ou sajeuosuas stead sof ap Sey an A? | eanyjag v] 9 UO! -uud je eqeoxpur woe Sapod ap souorseyss Sv] ap 15 \suo9 9p sosaaoad so} ap 1M “epeatur v 9p aauarpuodapur > ou pepipiqisiaut ej ovend anb exsey ap eonziusipezed ojduiala in nye 9} (UOISIOAU ap SoamMoUI9 SH ap & [GOS PYPMD e| ap aiue1iodun Jo19s un euesaxdas anbsod anuouresizazd ‘ean > & voRUEUOD? d Av peprunwos vj op pueznueses “e102 uopowodd ef ua auaueoup edit sv apaons ou o8requID tas ‘Pe e Compare] 1 ponsxasowoy pepHusp! 8] optt spyjod osore ps 1) Pf tkaNJMs SOLENSN Sns X So|DECS? 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Pero, ademas, el paisaje es hoy y ayer, presente y pasado, y elayer —el pasado—entra en la categoria de lo no visible simple vistas entra en la categoria de lo casi invisible, aun- que siempre presente: son las herencias histoticas, las conti nuidades, las permanencias, los esteatos superpuestos de res tos de antiguos paisajes. ELpaisaje es un extraordinario palimpsesto constituido por capas centenarias, a veces mile Dentro de este marco interpretative que entiende el pai saje como wn producto social, la ciudad —o mejor atin, los paisajes urbanos—, a la que ya nos hemos referido en parte mis arriba, merece una atencién especial y de ahi que le hayamos dedicado buena parte del libro, Asistimos, en efec- 10, a Ja emergencia de nuevos espacios urbanos como resul- tado de intensas dinamicas de metropolizacién y urbaniza ion difusa y dispersa, que comportan transformaciones territoriales, ambientales y paisajisticas muy notables. La ciudad ha ‘explotado’ y ello ha redundado cn una excepcio- nal difusion y dispersién en un extenso territotio de los asen. tamientos de poblacién, ce las actividades econémicas y de los servicios. Hasta shora ha habido poco interés por analizar los pai- sajes resultantes de estas formas de urbanizacién. Se han estudiado los procesos que los originan, las dindmicas terri- toriales que los generan, pero no sus paisajes, cuando es e dente que desis del urban sprawl descrito mis acriba se escon- de una nueva estética, una nueva concepcidn del espacio y del tiempo, un nuevo paisaje, en definitiva, al que alguien se ha atrevido ya a darle nombre: el paisaje de In dispersién, el sprawlscape. No es facil, sin embargo, ‘leet’ este nuevo pair saje, al menos com Ia facilidad con que aprendimos a leer descle la semiologia urbana, desde Kevin Lynch, el paisaje urbano compacto, Qué categorias, qué claves interpretativas nos per- INTRODUCCION mitirian leer hoy el paisaje de la dispersion, el spratelscape? Noes facil integrar en una lgica discursiva clara y compren- sible los paisajes de frontera, hibridos, fracturados, rotos, en forma de manchas de aceite que generan los auevos entra- mados urbanos; unos paisajes de dificil Iegibilidad y que a veces parecen moviles, itinerantes, némadas. 'Y, sin embargo, son estos paisajes cotidianos, metropoli- tanos-periurbanos-rururbanos, los que viven la mayoria de Ia gente y los que hoy dia deberian mereces, también, nues- tra atencida, Abundian en ellos los espacios yacios, desocw paddos, aparentemente libres: espacios que aparecen como tierras de nadie, tertitorios sin rumbo y sin personalidad; espacios indeterminados, de limites inprecisos, de usos inciertos, expectantes, en ocasiones hibridos entre lo que han dejado de set y Io que no se sabe si serén, Son los terrains vagues, extrafios lugares que parecen condenados a un exilio desde el que contemplan, impasibles, los dinémicos circuitos de pro- duceién y consuimo de los que han sido apartados y a los que algunos —no todos— volveran algiin dia. ‘Asi pues, el paisaje es un concepto fuertemente impreg- nado de connotaciones culturales y puede ser interpretado como un dinémico cédigo de simbolos que nos habla de la cul- tura de su pasado, de su presente y tal vez tambien de la de su futuro. La legibilidad semi6rica de un paisaje, esto es el grado de descodlificacién de sus simbolos, puede tener mayor 0 menor dificultad, pero esté siempre unida a la cultura que los produce. Si Ja cultura es concebida como un sistema de sig- nificaciones vehiculadas por un conjunto de mediadores y de representaciones, el paisaje juega un papel esencial en tanto que contribuye a la objetivacion y a la naturalizacién de la misma: el paisaje no s6lo refleja la cultura, sino que es parte desu constitacién. Y es por ello mismo —y sobre todo— un, producto social. / ; “Trece son los auvores y les capitulos que desarrollan de una u otra forma lo expuiesto hasta el momento y los trece LA CONSTRUCCION SOCIAL DEL PAISAJE se han agrupado en tres grandes bloques mas un epilogo a cargo de Fduardo Martinez de Pisén, ge6grafo y humanista de extensa cultura y exquisita sensibilidad. El primer bloque hace referencia al papel del cuerpo en la construccin indi- Vidual y social de los paisajes. Olvidamos demasiado a meau- do que el cuerpo, en su sentido mas amplio, es el primer ele- mento referencial en términos espacio-temporales del que disponemos los seres humanos. Dos de las personas que mas han reflexionado sobre ella en nuestro pais van a ocuparse de esea cuestidn: Marfa Angeles Duran, socidloga, y Jose Bra, gedgrafa, El segundo bloque eleva la escala de anélisis y se sitiia a otto nivel: el de la construccién social de los paisajes a tra vés del conflicto social y politico, Larguisima seria la lista de temas que tratar bajo este epigrafe, pero ala hora de escoger entre ellos, nos ha parecido que tres de los nnds relevantes podsi- an ser los referidos a los paisajes entendidos como sistemas de reproduccién social, a los paisajes recreados poz los emi grantes y exiliados, y a los paisajes metafSricos inherentes a todo proceso de construccién de la identiclad nacional. El pri- ‘mer tema ha sido desarrollado por Don Mitchell, aventaja- do discipulo de David Harveys el segundo, por Carmen Pen excelente historiadora del arte; yel terceto, por Mireia Folch- Serra, ge6grafa de origen catalén que ha desarrollado su vida académica en Canada, donde es ampliamente conoci- da. Y, ademés, hemos quecido reunis a autores que se inspi raran en perspectivas metodolégicas radicalmente distintas, por no decir opuestas. Asi, mientras Don Mitchell se sirve para su andlisis de una mecodologfa claramente marxista, Mireia Folch-Serra se refugia en el posmodernisme. Como apuntébamos mis arriba, dentro del marco inter- pretativo que entiende el paisaje como umn producto social, la Ciudad y, por exzensi6n, los paisajes ucbanos merecen una aten- ciGn especial; de ahf que le hayamos dedicado todo el tercer blogue, el mas extenso de los tres. En un libro como éste no 22 INTRODUCCION podiamos dejar de lado la ciudad compacta tradicional, y mucho menos la ya citada emergencia de nuevos espacios urbanos como resultado de intensas dindmicas de metropo- lizaci6n y urbanizacién dispersa, creadora de nuevos paisa- jes de dificil visibilidad, legibilidad y representacién. A inter- pretar y descifrar estos complejos paisajes, sin olvidar la reinterpretacion de los paisajes urbanos habituales, van a dedicarseen las paginas que siguen ltofar Gonzilez Vit6s, arqui tecta de especial sensibilidad que reiine tambien la condicin de zahor! y, quiz por ello misma, reconstcuye los trazados invisibles ea les territorios latentes con increible faclidad Oriol Nello, uno de los geégrafos que han sabido compaginar con mis acierto la teoria y la praxisy Raquel Hemerly Tardin Coelho, arquitecta brasilena que conoce a la perfeccién los paisajes ocultos de las favelas; Alicia Lindén y Daniel Hier- naux, dos de los més innovadores ge6grafos mexicanos que desarrollan en sus contribuciones, respectivamente, la cons- truccién social de los paisajes invisibles y del miedo y la emer: pencia de paisajes fagaces y geografias efimeras en la metro- polis conrempordnea; Xerardo Estéver, arquitecto y celebrado alcalde de Santiago de Compostela durante muchos aiios, ppor lo que sabe distinguir perfectamente los paisajes urbanos con-texto y sin-textoy ¥, finalmente, Francesc Mufioz, autor del conocido concepto de ‘urbanalizacion’, que aplica en su conttibucién a lo gue él denomina paisajes aterritoriales. Son muchas las personas que han hecho posible la edicion deeste libro y a ellas va dirigida toda mi gratitud. En primer lugar, los autores, cuya predisposicién para reelaborar sus ponencias y adaprarlas al formato exigido fue desde un prin= cipio absoluta. Mi agradecimiento se dirige en segundo lugar a Editorial Biblioteca Nueva, sin cuya receptividad no sélo este volumen, sino la coleccién «Paisaje y Teoria en su con- junto no habria salido a la luz. Es también de justicia citar aqui a las dos inscituciones que impulsaron los seminarios de paisaje més arriba mencionados y cuya direccion me confia 23 LA CONSTRUCCION SOCIAL DEL PAISAJE ron, Me refiero a la Fundacién de Estudios Superiores de Olot (Girona), dirigida con acierto por Margarida Castafien y al Consorcio Universidad Intemacional Menéndez Pelayo de Bar celona-Centro Ernest Luci, cuya tiltima directora, la Dra Blanca Vil, se mosir6 en todo momento receptiva ala publi- cacién del presente libro. Sin ellas, nada habria sido posible Deseo agradecer finalmente la ayuda que he recibido en tarcas logisticas y de coordinacion de Laura Puighert, gedgrafa, y de Gemma Bretcha, documentalista, ambas del Observa- torio del Paisaje de Catalufa, institucion coorganizadora de la Gltima edicién de los mencionados seminarios cn cuya web (wwwcatpaisatge.net) puede consultarse el programa completo de ésta y dll resto de ediciones 24 1, EL CUERPO COMO PAISAJE IDENTIDAD, GENERO Y SEXO.

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