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Trino Yépez OddIOW :dIBUBS Op BIJDAON ©] Monzco 50 isodio sil ndencia le cred ci sempo, este episodio sin Tasce! ierta Con el eee ‘Juan Manuel. Sin embargo, él, a pesar de su aureola dem ‘derabs 10 ocurTido 000 una altemativa planteada ta vida. Lo que hizo fue, en el extremo, defender su integridag por a YIdA. ari por encioa de toad 10 domi, Tike ae y el ean ce[OOs vB rendido a manejarel revdlver, ta vida ka falta de experiencia. Aunque le fue facil olvidarse de aquel mal rato, en. los demas fa por mucho tiempo el recuerdo para crear, en tomo al Pevhacho, una leyenda de macho. Meses después, én la Opornuni- ‘eal doa celebracin del dfa de San Antonio, fmubo de medi sus facullades de hombre, a gaote Empio, con el mas habil de los jugadores de palos de Moreco, unmozoaquienlamaban “El Catire Julidn'™, cuya fama hasta por los lados de Boro, tenfa bien cimenta- dos comentarios. Juan Manuel como muchas otras veces, se fue de mmirdn, a presenciar la fiesta del tamunangue en homenaje a San ‘antonio. Con toda la alegrfa y colorido se desarroliaba en el elozano, frente a la iglesia. Habfa terminado el paso de La Juruminga, luego el Poco a Poco, después La Perrendenga. Entre el carraspeo aguardientoyo de los cantadores y el tun-tun acompasado de igs tambores, estaban en el paso de La Bataila, Salieron, primero el Negro Baltazar Linares y el viejo Agapito Vergara, quienes tenfan pendiente desde el afio anterior un pique personal, desde la ocasi6n en que el primero en un quite le habfa tumbado el sombrero de cogollo al segundo, y en otro lo habia hecho resbalar y caerse en ¢l suvlo, en el instante en que al terminar un cambio de palossimulténcos, Baltazar le dejé corer desde abajo hasta arriba la mano izquierda por e| cuadril y al caer, patas arriba, le puso ia punta del.guayabo en el gaftote, cn seftal de tiunfo, En aquel momento paré el acompafiamiento y los demas jugadores de sqrse roar y aparecerse a SU casa, burlado por te asaltuntes. En buena hora hab{a porque si nd, hubieta pagado con Trino YEraz $1 palos levantaron al viejo Agapito. Este y Baltazar, en gesto de disciplina y de respezo a 1a devocién, cortieron a postrarse de rodillas ante San Antonio: los garrotes cruzados en el piso en sefial de paz. Sombrero en mano, de brazo se inclinaron con reverencia ante el Santo. Aparentemente todo acabé bien, pero una espinita le habfa quedado a Agapito por dentro y aspiraba a sacdrsela en esta ocasién. En la suerte de duelo sordo, entre Baltazar y Agapito no ocurrig nada de qué lamentarse. El viejo A gapito se habfaentrenade practicando durante todos los domingos del afio, en el patio dei rancho. Esta vez sus piemas estuvieron en la mejor forma. Cual dos valientes gladiadores, se enfrentaron al lance de los quites, a la estrategia de la defensa. Palosiban, palos venfan en aquella mafana del tamunangue moreguefio. Las figuras llenas de colorido, plenas de gestos viriles provocaban gran emocién. Del cerco humano, rodeando a los combafientes, se escapaban gritos, expresiones de asombro, al pasar rozando sobre el cuerpode unode los contendores una punta de garrote, o cuando, en el aire, en los quites, se sentfael chasquido producido por el roce de ambos garrotes. Cansados por el esfuerzo sin haberse tocado los cuerpos en ia contienda, conclu- yeron con el ritual ante San Antonio, rodilla en tierra, los brazos entrelazados al hombro. Agapito qued6 satisfecho consigo mismo. Hab{a recuperado la confianza; rescatado cl prestigio de tamunanguero ganado durante mucho tiempo, hacfa més de treinta afios. Al parar los musicos el son propio de La Batalla, corrfan los comentarios entre risas y gritos de aplauso. En eso, de entre la muchedumbre surgi6 El Catire Julidn. Diri giéndose a Juan Manuel, con ademén provocativo, echéndose el aia del sombrero hacia atrés, le dijo: Vamos a ver, mi joven, sics verdad como dicen, que usted sale palante. Juan Manuel andaba sin nada en Jas manos, por eso le ofrecié El Catire un guayabo empatado, adomado con una vistosa brocha de cerdas blancas. debajo del empate tejido. Morscg 52 ra hacer e! cfrculo, lo agarré por un i 1 Santo parrandero. Alf, de ante la image? del brazo seven lacrezenel pecho. A a nolequedé ee tiva que aceptar ef reto. Durante ¢! lempo que pasé en owa ae nade las cosas practicada con més entusiasmo; porlag Laie los patios de café, con el Negro Froilén, fue el juego de ee eh uirido cierto dominio como para estab lo habla adq e Pea rerjade la defensa, La rueda de gente se formé, Sin demorg comenzaron los cantadores: ‘Aparvando a la gente pa donde esta, que no lo veo. Rataplda ! rataplan ! rataplan ! San Antonio esté en ef nicho cumpliendo con su deseo. Muy suave el ritmo al principio, Fl Catire Julién con un poco de mia intencion le hacla amagos; de repente se devolvia en la ronda de La Batalla, para confundir a Juan Manuel. Luego, adoméndose, le abria los brazos, balanceandolas manos, como para espantarlo y, desde arriba, de sorpresa le dejaba caer hacia el hombro, el garroie relancino. Juan Manuel hacfa cl quite al lance, reculando el cuerpo, alargando el brazo para tocar con Ja punta el cuerpo del Catire, Ei rimmo fue aligeréndose por medio de compases més répidos, Juan Manuel en el frenesf de la lucha producido porla tensi6n del esfuerzo, comenz6 a recordar los consejos del Negro Froilén, Hacfa el juego de acuerdo con Jas reglas, observando la actitud del contrincante, Palos iban y venfan: suavemente en los Seas a ‘pido al entrar en la emocién, De improviso, El se perfilaba en la sie cde eee volver hacia adentro. Le daba a 1 Para de inmediato gusyabol vee ca un toquecito con el cubilete del a cl sombrero, otras sobre ¢l hombro; en una de ‘Trino YAPEZ 53 éstas, le ocd Ja cara a El Catire Julian, Este, enardecido, le respondié con un palo a fondo que Juan Manuel esquiv6, perfilén- dose como un junco, delgadito como un hilo. A poco sélo se ofa el silbar de los garrotes én el aire, el chas alargado de les alpargatas enel piso y algunos gritos nerviosos de la muchedumbre, quebran- do el suspenso impuesto por la emoci6n. En este punto, el comen- tario de los cantadores era favorable a las acciones de El Catire Julidn, quien, con su veteranfa, ganaba terreno en Ja simpatla, adoméndose en la filigrana tejida por los garrotes en el aire: ‘Si mi padre San Antonio era un terco garrotero Rataplan ! ratapldn ! rataplan ! No leg6 a ver a Julién. C6mo baila en un tusero. No lleg6 a ver c6mo despluma al pollo que le hace frente. Rataplan ! rataplan ! rataplan ! Cémo le bebe en totuma el guarapo al més valiente. La emoci6n corrfa como una ola sobre la cabeza de tos presentes y bajaba por las cuerdas de los instrumentos hasta desembocar en las voces de los cantadores. Se hacfa el silencio. Un rel4mpago iluminaba el silbido de los garrotes, brillaba el chasqui- do, como truenos pujaban los combatientes por el esfuerzo en el derroche de agilidad que estaban brindando. El cfrculo de la muchedumbre se moyfa de un lado a otro, segiin los movimieatos delos luchadores, formando el anilloo el redondcl de un gran circo. Juan Manuel habfa dado un paso, dos pasos atris: y Julidn pa’ encima. La emoci6n Iegaba al Ifmite. Juan Manuel en un recurso extremo, dio ou atris, reculando esta vez la piema izquierda, mandandose luego a fondo con un barrecampo, la pierna derecha hacia adelamie, haste que aleanz0 le punta de su guayabo ¢l cuadril 54 Morzcg dn. Este dié un grito, larg el garrote y cay6 al Suelo ge Manuel aproveché para imitar la veleranta aah Negro Baltazar y le puso la punta del guayabo en el gafote, =¥y esté bienle gritun jugador—. Levantarona Julian yloparapetearon, Juan Manuele tendi6el brazo. Asfabrazados, se inclinaro; TOdilla en tierra, ante el nicho todo cubierto de flores. Sin asomo de Tencor nideodio, cansados y sudorososse despidieron. Ji van Manuel ge fue a su casa, El Catire Juliém se agach6 para sobarse el dolor, EL lamunangue siguié por el pueblo, cumpliendo con la tradicién de muchos afios.. El Catire Julidn tuvo que pasar sesenta dfas tomando zumo de zAbila, en ayunas, porque 1a punta del garrote, — Segiin decfa Ig curiosa Marla Nieves, curandera de ran fama en todos los Contr. 0s de Moreco, se le habfa encajado en los pliegues del hfgado, 5] no hubiera sido porque no hubo derrame, El Catire la eSstuvierg, pasando muy mal; de paso, se le hubiera derramado la “jiel” y et “guarapo verde le hubiera subido hasta el Cerebro, por conducto de lasangre”. Ese erael pronéstico de Marfa Nieves, quien le Teforz6 el tratamiento con bebedizos de mostaza y escorsonera, tres veces al dia, nade madrugada, al Primer canto del gallo coniafresca, por Si acaso cl aire de la noche no le sacara lo “aporteao” de la caja del Cuerpo. Asuncién. Habfa en el muchacho un buen fondo, una formacion TriNo Yipee 55 natural de buena intencion y sensatez. Al corresponderle a Mena iniciarsu clase de educaciéncfvica, avo que dirigirel método hacia objetivos muy definidos como eran los de combatir las causas de estos hechos, como los ocurridos a Juan Manuel. Al hacerunaevaluacién dela clase, Mena hubo de deducir que serfa de mayor provecho estudiar un pocomas la personalidaddelos muchachos Villanueva, en especial la de Juan Manuel. Le preocu- paba el origen de cierta actitud asumida por éste enloslancesenque le habfa tocado ser protagonisla. Se preguntaba Mena si, en todo esto, existirfa un fondo de falta de educacién, o si por el contrario, serfan las protestas de un mundo signado porla barbaric y el atraso, expresadas en una posicidn de rebeldfa de la juventud. Tipos como El Catire Julidn, le parecfan dignos de un estudio profundo. Investigar de dénde le vendrfa el fenémeno de la agresividad y la provocacién, serfa una labor definir si tras un sentimiento vanidoso se esconderia cierta rivalidad, acaso cierto sentimiento de envidia, oun trastomo de Ja conducta, originado por el medio. De lo visto y ofdo del tamunangue conclufa interes4ndose sobremanera por el origen de esta fiesta extrafia. Gomenz6 por averiguar quién serfa la persona del lugar, poseedora de mayores conocimientos acerca de la tradicién. Al primero en preguntar fue. a Encarnaci6n, quien le informé de la persona sabedora de esas cosas antiguas: el viejo Mauricio Escalona. Se decfa, tener mds de cien afios y que desde su juventud, en cumplimiento de una promesa estaba obligado a bailar el tamunangue todos Jos afios, mientras viviese y estuviese cn condiciones de hacerlo. La tradici6n tamunangucra de Moreco le viene desde ia fundaci6n. Lo contaba Mauricio Escalona, el mas viejo de todos los viejos del pueblo. En su juventud habfa bailado el tamunangue desde 1a edad de los doce afios. Lo habfa dejado de bailar cerca de los ochenta, porque las piemas ya no le daban para més. Morgco 56 una silla recostada contra el marco de la puerta de su casa, contaba eniire escupitajos de chim6, haber cumplido jentg treinra afios, sin haber dejado nunca de asomarse al coro de ee eon manng eros) como tampo0co, de ee un palo cuando menos, en el dfa dedicado 4 la festividad. jAh mundo, en mis tiempos! —decta— desde la madrugada del trece de junio, después de un mes de preparativos, bajaban por todos los caminos, con sus quintos encintados los cantadores, Sus sombreros adomados y sus garrotes ‘encabullados, los mozos; sus Zarazas y crinolinas nuevas, sus pafiyelos de madrés y sus crinejas adomadas con flores silves. tres las mujeres. Aquellos sieran tiempos buenos —afirmaba— y se refa conuna picardfa enredada en los tnicos dos colmillos que le quedaban . ; Anmundo'!, Ja vieja Juana {la mejor tamunanguera de todo el contomo, con su vara de membrillo adomada, con la cual le echaba unos chaparrazos al m4s “pintso”. | Ah mundo el Indio Tomés ! elde Yacambu: le daban los calambres con tanta fruicién, que se los trasmitfa a toda la concurrencia en medio de un alboroto de risas que hasta el mismo San Antonio temblaba dentro del nicho. La fama y los conocimientos del viejo Mauricio eran extraor- dinarios. Una tarde, Mena fue a visitarlo, con intencién de conocer- lo y el propésito de recoger para la crénica, el colorido y los elementos de aquel rito montado en medio del tun-tun de los tambores, expresando las vivencias de quién sabe qué mundos y culturas. Le habfa impresionado tanto a Mena, el ritual, la misica, 1a Fuerza de sus expresiones, que en su visita traté de desentrafiar de la mente de Mauricio, todas las emociones y recuerdos suficientes para alumbrar el origen, a veces agreste, a veces nostélgico, arisco, hasta viril del baile de San Antonio. Después de ba presentacién, Mena le explicé el motivo de su visita. De una vez entré en materia. —Pues bien —dijo Mauricio Escalona— aguf me tiene pafa Sentado sobre Taino YEPEZ, 51 servirle. Con esta chechera mia, —agreg6— ya casi no me aguerdo de las cosas. Hay dfas de mente clara, otros la cabeza la tengo lena Como de una niebla confusa de Jo tanto visto y vivido por mf, otros la tengo tan vacfa como una tapara, no me sirve para nada, Esla viejera, mi amigo: es comosidijéramosese devolverse, ese desandar de tiempos y recuerdos en trope}, con la diferencia del camino recorrido. Si miramos atrés, lo volvemos a sentir con todo el lastre de los achaques y de1o que hemos sido. Es un regreso triste, miamigo. Cargamoscon la experiencia, como conun fardo: que nos sirve de apoyo: pero, al fin y al cabo pesa. Asf es. —Me agrada que haya venido, —continu6—. Yame habfan dicho de su llegada, de su trabajo con don Clarencio. Me hablaron también de sus condiciones de maestro de escuela o de preceptor, como se solfan amar en mis tiempos. Ojalé se le ocurra, al gin dia, implantar en su escuela la celebraciéndel Dia de San Antonio, con el baile del tamunangue, por ser una de las pocas festividades propias, con esencia y rafz de lo nuestro. Alf est4 lo que somos y lo que hemos sido, el testimonio de nuestra propia personalidad de pueblo. Ahoracon esas danzas y unas fulanas cuadrillas, pretenden cambiarlo todo, como se cambia de camisa. Pretenden cambiar los sentimientes del pueblo y eso no puede ser, E] coloniaje no pnede egara tanto. No, mi amigo. 1 aflo pasado pretendieron intercalar enla celebracién, algunas de esas cosas para deformar lo que viene de siglos. Mire, seflor Mena —prosigui6— en mis tiempos daba gusto ver \legar el Dfa del Santo. Nos unfamos todos bajo un solo principio: el de la devociGn para la celebraci6n, sin hacer diferen- cias. Yo estoy de acuerdo en que todono puede serigual, porque las leyes de Ja naturaleza, se manifiestan en que hasta los palos del monte tienen su SeparaciOn; pero no se puede separar del presente ese algo de lo sido. Al fin de cuentas serd eso lo perdurable Por otra parte, nuestru carécter, so amadopor don Hilario—un arnigo que Dios tenga en la gloria— la idiosincrasia, no se puede cambiar ast MoRECo 58 a i cambian, sf scfior, pero los hombres segui- eet iy ote lavejez nos arrugue el pellejo, nos ponga etre acorte la vista, nos someta el poder mental aesa suerte de limbo ode neblina donde nos perdemos. Pues oe pe esas facultades hablantinosas que me hacen desviar a de su interés. Me vontaba mi padre, un yiejo morequefio, un caballero cabal, al cabo de una edad larga como la 0. como yo, mustto , a oS pe ie del tamunangue nadie lo habfa establecido ni nadie sabfa Omori cuando habfa legado a estas Nerras. Enalgunos por los cronistas de entonces, en las cuales ya se hablaba del, tamunangue y de su origen como una cosa aparecida en la misma aparicién del hombre civilizado por estas Serras. Sin embargo, nadie podrd describir 1a sensaci6n mistesiosa y extrafiadel rimmode gu midsica especial y el frenes(, igual que si un licor se nos fuera metiendo por denuro hasta embriagamos. No con Ja borrachera vulgar del alcohol, si no con algo sublime, enervante, indescripti- bie, de una fuerza de expresion tan poderosa, capaz por momentos, de desdoblar ta personalidad para preducir ¢l trance entre lo divino ylopagano, ounamezcla de cierta sensualidad dela hombrfa, ciena mi{stica de 10 teldirico y lo divino. $f puedo decirle, porque me lo coniaba mi padre, que en Moreco el tamunangue forme parte de su historia. En tiempos lejanos, desde los caflaverales regados por el Rio Tocuyo, venfan en romeria, a competir los tamunangueros de allé. Pasaban hasta ues dfas, celebrando la festividad de San Antonio, haciendo sancochos, rindiendo homenaje al Santo, quien de paso, segiin dicen, era un gran bailador, un gran parrandero y un eran jugador de palos. Precisamente existe una leyenda, confonme ‘18 cual sc llega a decir que cierto Dia de San Antonio, estando en plena celebracién, sepresentéen Moreco un desconocido y semetié 4 jugar La Batalla a cantar, a beber, a bailar. Nadie en e] pueblo pudoigualarioen resistencia y agilidad, Los mejores tamunanguers Tuno YGrEZ 59 ie iraron palos a diestra y siniestra, sin poder ni siquicrarozario. Ast dun) dos dfas parrandeando. Los tamunangueros io llamaban Fl Aparecido, Al tercer dfa desaparecié igual a como habla Hegado. Causé gran extrafieza que a los tres dias, cuando lo buscaban por toxtos Los rincones, descubrieran debajo de la mesa cubierta, dande estaba colocada la imagen del Santo, las ropas de la persona que habla parrandeado durante dos dfas con ellos. Allf encontraron, junto con las sandalias, una taparita Nena de aguartiente. Los devotes la conservaron come remedio para curar las dolencias del cuerpo y para ahuyentar et espfritu malo de las enfermedades. Como le iba diciendo, para suerte tengo Noy tal grado de jucidez, porque la cabeza me amanece en veces tan vacia, tan huera, parano acordarme de nada. Debe ser el paso del tiempo. Yano tarda en privarme de la gracia de tener una mene clara, capaz de conservar las cosas vistas durante mi larga vida. Como Je decia — repito— en mis tiempos las cosas eran tan distintas. A! hacer comparaciones, encuentro un abismo enue una ¢poca y otra. Naturalmente, ios dempos cambian. Los hombres no nos scostum- bramos a) continuo oleaje del agua de la vida. El tiempo Gene ef poder de transformario todo; acaso sea esa la raz6n fundamental de ip vide: una Continua renovacidn no obstante la came, 0 sea la materia de ls que estamos hechos, cumpliendo lz sentencia, se pudre, s¢ convierte en polvo y vuelve a servir de savis parael candor de la Gor de ls vida. Terminando de decir esto, comenz6 a bostezar. Una gota de sudor le corrié por los pliegues del rostro arrugado. En un tilin se qued6 danmide en La silla reoostada contra la puerta de la calle. Regresaba dc un sucho a our sucfio. De! largo viaje de contar valvia cansado al viaje del suefo. ‘Mens se fue de la casa de Mauricio con el propésitode volver. Recorrid las calles con ls luz de Latarde, Al volver a su cuarto buscé 60 Morucg ali tes, destinada para anotar las cosas mis i 3 Boe ali de Moreco. Reconstruy6 mentalments Ta conver, secién mantenida, los puntos telatados més importantes, Con ios datos oidos al viejo Mauricio lené varias paginas. Conc) cuendo siatié unos pasos en el corredor, hacia su cuarto. Era Juan Manuel. Abriélapuerta, entry saludé: Buenas tardes, sefior Meng. No le habfa visto en las uhimas horas. Lo anduve buscando invitarlo a presenciar el careo de dos pollos, uno mio y el otro de Sandalio Piero. Dos pallos de mucha raza. Los vamos a preparar para la préxima temporada de peleas de gallos, —No estuve aqui ea la tarde —respondié Mena, Me fuia visitar al anciano Mauricio Escalona, para Conversar con él sobre esa celebracion tan hermosa, tradicional de este Bueblo, llamada ef tamunangue. Estoy muy interesado y muy curioso por conocer su origen. —1Y pudo hacerlo? {Conversé con €? , viejo, el pobre, que en Ip més emocionanie del relato se quedé en un suetio profune Igual que un nifio, —Ese viejo es toda una institucién de Moreco—afirmé Juan Manuel, Hasta hace unos afios, conservaba.ciemtafrescura en sas recuerdos. Daba gusto oirlo, Yo Esures la primera novela de Los Andes larenses, Entre los pueblos serranos de aquclia f6rtil zona, no habla sido hasta ahora escogidoninguno eomo espacio covere\o pars situate accién de una obra narativa, Por ello repito que ésta es la primera novela de Los Andes larenses. Lo que, de entrada, constiwuys ya uno de sus varios méritos MORECO es su titulo, —Por qué? En homenaje al sito Iamado asf por los indios donde los Misionergs fiandaron ~-la primera vez-- el pucblo de Nuestra Sefigra Santa Ana de Sanare. De aquel Primitivo Inger apenas queda el recuerdo de su nombre en una agreste laguna situsdaen ef corazén ée las montaias que hoy forman la zona virgen del “Parque. Nacional Yacamba",en le propia jurisdicci6n de Sanare, pueblo que tiene derecho a ufanarse no tan séto de los dones celestes de su lima y de tas incomparable bellezas de su paisaje, sino también porque le pertenecen dos de las Maravillosas singularidades de la naturaleza venezolana, cuales 20n: Hl Volcdn y La Angostura La ccién de la présente novela Eranscurre ¢n Sanare, a fines del pasado siglo. Como en todas las de su género, ¢s obvio que en su trama argumental figuren personajes de Ia mis varieda indole, Entze ellos, resulta inolvidable uno cuasi sesquicentenario en edad, que parece la encamacién de un mito. Pero el protagoni sta de verdad es el propio Sanare: con sus gentes, fundamentalmente agricultoras, Y €on sus peculiares modos de vida. ‘Abundan aqui los valores costumbristas y folcléricos sanarcfos. Significativa muestra de los ‘dtimos la representa ef tamunangue. La escena en que se fo describe, puede calificarse, sin exageracién, de magistral por su plasticidad y su dinamismo. Conviene advert que, en riguroso sentido, el tamunangue sanarefio, més que el de cualquicra otra localidad circunvecina, conserva todavia toda su amenticidad y pureza originales. Por otra pants, es notoriv el equilitrio eatre los sucesos reales y las leyendas, cuando en ciertos Pasajes el autor hace uso eficaz de sus prenogativas fabuladotas, Tal acontece en a “asamblea de. los animales”, capitulo que ~me consta— fue escrito con anterioridad a otro, de similar séenica, que aparece en reciente novela de resonante fama. Las péginas dedicadas « esa humoristica “asamblea” convierten la realidad en campo para ¢l despeque de los vuelos de la fantasia, libre de forzosos servizajes. Quienes, con fundamento en la modems ciencia litersria, conceptian los valores del longuaje como cterminanies para jurgar una novela, habrén de olorgarie a ésta una calificacién superior, porque en ella se encuentra recogido, en integracion aradnica y fecunda -también por vez primers y pare escrito-- el caudal vivo del habla popuiar de aquella hermosisima regién andina del Estado Lata. Mérito evidente es, por tanto, haber incorporade ese nuevo tertitorio a la “ geografis espiritual” de la novela venezolans; y a! propio tiempo, haber contribuido a la ampliacién y enriquecimiento literario del mapa lingufstico del pais. Nacido en Sanare y Licenciado en Administsacién en nuestra Universidad Contra}, Trino Yépezno ¢s un improvisado en los ejercicios de la iateligencia ni en los certémenes de la cultara, Nada propenso a publicar --salvo breves ensayos en alguno de los grandes periédicos caraquefios--, MORECO es Is Gnica obra que ha resuelto dar « la estampa, Con ella entra a ocupar bien ganado puesto entre los novelistas nacionales. Los precedentes conceptos sobre esta obra ocuparon las solapas.de su primera edicién , impresa em México D.F.,e1 29 de Noviernbte de 1970. No obstante el limitadfrimo tiraje de la misma, dicha novelamerecié muy positivos comentarios como el que publicé en {a "Revista Nacional do Culiuca” Edgar Gasald6n Marquez Lapresene edicién es un bomenaje de la Alcaldfa y del Cabildo de Swiare a Trino Yépez,conmotive del proximo sepluagésimo quinto aniversaric de su nacimiento. José Antonio Escalona Escalona

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