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Las ruinas de Pajauco y Tuscamayo entre Sian y Powén PROVINCIA DE CATAMARCA El ano pasado de 1898, tuve noticia de haberse descubierio Jas ruinas de un muy extenso «Pueblo de Indios» en indir genes del hoy rio seco de Tuscamayo 6 rio de la Tusea. Mi informante era el sehor Nstraton Gomez, yecino y propictario en aquellos lugares. Con tal motivo me dispuse visitar el local de las ruinas para darme cuenta de su cardcter 6 importancia, para aconsejar 6 no una exploracisn de ellas vi nuestro director, el doctor Moreno. Lo que vi en el terreno me persuadid que algo muy curioso se encerraba en aquelas interminables pireas, como Ilaman & los muros y cereas de piedra en aquellos lug rex. Di cuenta de todo exto al doctor Moreno, y se acords que partiria una expedicién para aquellos lugares, tan luego como se lo permitiesen sus lareas en la comisidn de limites y los re- cursos de que disponia. Al poco tiempo de estar en el litoral, salieron noticias muy abulladas sobre estas ruinas en uno de los diarios de la capital federal, y ya no era uno, sino dos los pueblos de que se tr taba, yen tales términos, que me hacia sospechar que no habia yo dado lu debida importancia a estas peredes del punto de vista de la estética. Al veresar al inte solucién hecha de volver di visitar los dos pueblos que recla- maban una expedicién arquealégica de tanto interés para la etnologia de aquella regién; porque es un hecho que se van descubriendo restos de grandes poblaciones de una raza cultora, que hacia uso ilimitado de construcciones de piedra en una region en que, segin Herrera, la gente vivian poco m 6 menos como los habitantes de ahora, en toldos de horcones y quincha, esto es, un lejido de ramas menudas, caiias. juncos oo material por el estilo. Por desgracia, la ausencia del doc- ar, en Junio de aste aba, fui con In re- — 260 — tor Moreno en Europa me privé de poderme acompaiar con un dibujante. Puesto de acuerdo con el descubridor de estos dos pueblos, el ya nombrado senor Gomez, nos encontramos con él en sus rastrojos de Pajanco a tines de sto del corriente aio (1899) ¥ pasamos a visitar tos restos de los dos pueblos, que se ha- llan, el de Pajaneo, inmediatamente al noroeste del toldo que sirve de casa 4 lus rastrojos, y el de Tuscamayo al sudeste de la misma, unas pocas cuadras G la mano izquierda del camino veal que gira de Sijan hacia ef Pajenal de Pomdn, y no muchas cuadras antes de dar con la senda qué se toma para Hegar esta altima villa, La distancia de Sijin, el «pueblo» actual mas inmediato, seré como de una fegua nacional El primero que visitamos fué el de Pajaneo, y alli vimos una serie de pircas enterradas que atraviesan la fulda de norte sur, es decir, en sentide contrario @ la inclinacidn de tu falda. Estas péveas abundan en toda la region, y se a en las cer: canias de Pomén y en especial cerea de los Corrales, camino de la Coneep En el momento de ver las pércas, comprendi que se trataba de construcciones destinadas & evilar el arvastre del lino cul- tivable que acarrean las aguas Lorrenciales del verano, con el que los indios fort 6 mejor dicho, pata-pate, La distribueiéu de estos rastrojos pireados parece sor de bastante extensidn, pero en la parte que exploramos no me pareeié que hubiese ctras construcciones de importancia. En el campo 6 falda se encuentran muchos restos de alfa- reria de la clase mas fins, mas 6 menos idéntiea a la que re- cogimos en el otro pueblo de Tuseamayo: las tejas estas se reproducen y a la deseripeidn de ellas me remito en cuanto a clase, forma y dibujo: yan sus admirables andenes, Del pueblo este perdido de Pajanco volvimos al rancho y de alli pasamos al otro mis importante de Tuscamayo, al que en- tramos del lado del norte, dejando el camino real de Sijin al Pajonal, a la mano derecha. Lo primero que hallamos fué una muralla extensa que corre de este ii oeste y parece haber scrvido de defensa por aquel lado. Tiene sus puertas 6 vancs de distancia en distancia, y en aquellos tiempos de areos, fechas, hondas, etv., pudo ser un obstéculo formidable para un enemigo invasor. No hemos hallado muvallas correspondientes por los costados oeste y sur pero bien pudiera ser que existiesen aunque no fuesen més que los cimientos enterrados en el aluvion de aquelins faldas. — wl — Las construct jones que exploramos estin todas al sur de la muralla que se acaba de ci consisten de una gran represa, de una gran plaza cereada por un muro en cuadro bastante bien construido, y con un contra-muro del Indo del veste, que parece haber servido de entrada, probsblemente en forma de plano inelinado. Adentro del murallén continente se encuentran algunas construcciones cuadradas, Los cantos de la pirca estin dispuestos con arte y simetria, y se ve que no es obra de gente ignorante que amontona piedras para proporcionarse un reparo contra las inclemencias de la intemperie. KI alto de las pire existentes que hallamos, en ninguna parte excede de un metro de la superficie, pero las excavaciones de los buscadores de «tapados» 6 lesoros escondidos, dejan ver que una buena parte de las murallas estas se halla bajo de tierra. Pero lo que mas Hama la alencisn son esas interminables pireas semi-enterradas, que aqui, como en Pajaneo, corren de norle a sur, atravesando la corrida de la falda y que se al- ternan dejando un espacio como de seis @ siete metros entre otros dos de quince a veinte. Son aquellos di que los criollos dan el nombre de calles, porque efectivamente lo parecen. No se puede dudar que el objeto de estas pircas 6 murallas subterraneas antes era el de formar esos andenes 6 patas en que los indios sembraban su maiz, sus papas, quinoa, zapallos y demis con que se sustentaban. Aqui como en Pajanco, el suelo esti sembrado de restos de alfareria, y el sefior Gomez me asegurs que ha encontrado pie- vas de cobre y restos de algarrabo, ete. Eis indudable que este cra uno mis de esos grandes centros agrivolas que existicron en esta regién antes de la entrada de los espaiioles, pero que ya en ese iempo estaba en decadencia, porque algo nos debieron contar los conquistadores y misione- ros si se hubiesen hallado los andenes 6 patas en el estado flo- reciente de su primera época. Al norte de Saujil, & medio camino entre este pueblo y el de Pisapanaco, como 4 media legua de uno y otro y al este del eamino, se hallan vastas pireas que sin duda aguna responden & otro centro agricola de igual 6 mayor importancia que la de estos, ti que los eriollos dan el nombre de ciudareita y les sirve y ha servido de eantera, asi que dentro de poco habra desapa- recido del todo. {in muchos otros puntos de estos pueblos se sabe dle otras ruinas por el mismo estilo, de suerte que es indudable que al- guna vez hubo una densa poblacién agricola en todas estas fal- das, hoy convertidas en dridos pedregales. — 262 Lozano, en su historia del Paraguay, tomo IV y pagina 25, habla de una emigracién en grande escula al Chaco, & conse- cuencia de una seca y corsiguiente hambruna poco antes de Ia entrada de los espaioles, y muy bien podria suceder que a esto se deberia atribuir la desolacién que notamos hoy en toda ta regién al oeste de Catamarca, Yo sospecho, empero, que la tuina de la prosperidad de esta region. pueda deberse en parte a las s de hordas salvajes 6 de Juries, que dieron en tierra con algo, sino con el todo, de la civilizacién implan- tada por los pueblos de Chiehas, introducidos por los Incas, 6 por olros, anteriores a la epoca de Tiahuanaco, que no exclui- ria miento bajo los auspicios de los reyes del Cua que para mi no son més que restauradores de la. civili de un imperio viejo del Pera, cuyo gran centro se lallaba en el ya nombrado ‘Tialuanaco, Lo que cuentan Lozano y fos aulores que eila, de las gran- des Jabranzas que encontraron los Césares en ol Tucumin, solo se explica salislactoramente si suponemos que ain estaba existente un sistema de agricultura eomo ésle, indicado por Jas ruinas de Pajaneo, et ble que en 1558, cuando se fundaron las ciudades de Cordoba de Calehaqui, Londres y Canete (‘) la poblacin de esa region era inmensamente mayor que fa de ahora, pues entre Jas tres ciudades se encomendaron treinta y seis mil indios, y los indios de tasa eran los varones de diecioe! neuenta aiios (). Hay noticia de panteones, pero yo no quise que se tovasen porque no tenia ni dibajante ni fotégrafo conmigo para que se consignase la colocacion del yacimiento, No hay cosa mis sen- sible que el modo iconockistico de recoger antigtedades y que resulta de los precios que se pagan por cualquier coleccién & lo bric-a-brac que se ofrece en Buenos Aires. Los tinicos objetos que consegui fueron las tejas lisus y pin- sn alguna. Son invasion un rena C0, jon is induc ho # c (adas que recog del suelo sin hacer excavaci ellas de una alfaréria artistica en todo sentido, por Ja mater y pinturas, y las piezas principales pueden clasifiearse como del tipo draconiano de los alrededores de Chafur-Yaco y del Fuerte de Andalgala, ete., porque en muchas partes se hatlan, pero siempre en ta clase mds fina de alfarcria. Debo lar que lus tejas de Chafiar-Yaco se savaron, no de las huacay descr er noe s, sino de fos alrededores. sembradas sobre la super- (1) Conquista del Kio de te Plata, tomo IN, capitulo VL. EAL () Ibid, pagina 165, mas, — 3 — ficie, precisamente como las pie ben aqui. Del punto de vista de la estética, puede asegurarse que estas ruinas no tienen valor alguno, pero son en alto grado intere- santes. y una exploracién inis prolija puede sacar é luz mu- cha s que se escapan una visita, como Ia nuesira, que se limitaba & indagar si era procedente el envié de una comi- sién exploradora con todos los requisilos del caso. as que se veproducen y descri- ©o: Las tejas reunidas se reducen «i tes grupos: 1, Alfareria ordinaria y sin pintura, pero bien quemada y alganas de las piezas estriadas con un instrumento de tres puntas, y de més 6 menos. [iI color es bayo claro y fa masa bien trabajada sin granzas; el grueso, entre seis y siete mili- metros. Parece que los fragmentos pertenecen 4 ollas. NH. Alfarerfa tina, bien amasada, alisada y quemada: color bayo natural de la greda, sin pintura ni otro adorno, y los dos fragmentos levantados. corresponden & puros planos 6 platos. Grueso entre cuatro y siete milfmetres, segin Ia parte de Ja pieza. Uno de ellos tiene un agujero para atar una quebradura. Otro de los fragmentos sélo mide dos milimetros de grueso, y parece haber pertenccido sun cantaro de especial forma y finura, tal vex pintado. HI. Alfareria fina, bien amasada, alisada 6 pulida y que- mada; de un bayo algo més obscuro que el anlerior, en un caso con un viso ante de pintura, y adornados en dos y en tres vo- lores, todo con una sola excepeiin perteneciente al grupo de las tinajas con serpientes 6 dragones enroseados. El grueso de estas tejas varia entre cinco y siete milimetros. Los adornos de los dragones 6 serpientes son Jos de stempre:—huevos tt dvalos, ya lisos. ya jaquelados, ya con otros 6valos concéntri- — wt — vos en el interior. Los colores son negro, rajo y el del fondo, (Véase figuras 1 4 6 de la lamina adjunta). Una de las tejas presenta un dibujo de otro tipo que no se describe por faltar lo de arriba: # lo que se ve, la parte prin- cipal consta de un medalén con lineas negras orladas con on- das del mismo color. Hl grueso de esta pieza apenas excede de cuatro milimetros. (Véase figura 7 de la lémina.) IV. Los dos ditimos de Je Kiinina (fig. 8 y 9) representan Ia cabeza y el cuerpo de dos de esos idolillos tan comunes en toda la regién catamarquena, pero muy especialmente en la parte antes Homada jurisdiccién de Londres 6 Calehaqut. La eaber pertenece al género palta ume (cabeza ancha), y, eomo casi siem- pre, tiene Jos ojos oblfcuos. cosa bien rara en una regién donde este razgo no es caracteristico de la raza actualmente en ocu- pacién, Pueron hallados como a dos leguas 6 tres al norte de Pajanco y Tuseamayo. Las muesiras estas bastan para hacer comprender la impor- tancia de una exploracién cientifica, Estas alfarerias det tipo dracénico, de las que contamos con ejemplos preciosos, no se han hallado atin iv site oava saber con precision a que tipo de entierros corresponden. En Santa Maria, donde abundan las unas funerarias de las tan conocidas en todas las colecciones. pocas 6 ningunas ollas de Ins dracsnicas se encuentran (que yo Sepa): mientras que en el Valle de Londres y sus anejos, es decir. Andalgali, Belen. etc., donde las de Santa Maria son ra- risimas, abundan las del dragin, enteras 6 en fragmentos. apap od yop PuasEsty losewrseny, & esuvfed 9p Seuiny ‘OaASNO ANOS OL — eveia © 9p oasnin top “ana,

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