La dominacién masculina revisitada
PIERRE BoURDIEU
Me gustarfa agradecer al departamento de Sociologfa y a su di-
rector, Neil Fligstei, la oportunidad de hablar aquf hoy, delante de
esta impresionante audiencia. Me gustarfa agradecer también a los
estudiantes y al personal de la facultad su hospitalidad, y a los di-
ferentes departamentos y programas la calidez de su acogida en
ey.
En primer lugar, debo decir que me siento sinceramente honra-
do, incluyo orgulloso, de ser el primer receptor del premio Goff:
man concedido por el departamento de Sociologfa de Berkeley. Er-
ving Goffman fue un amigo muy querido desde los dias en que
impartfa clase en la Universidad de California en los aftos 60. De-
jando a un lado muchos de los recuerdos personales sobre el hom-
bre, me gustarfa insistir sobre dos caracteristicas del profesional
que merecen, desde mi punto de vista, ser celebradas ¢ imitadas.
Primeramente, era muy modesto cuando trataba sobre su cultura
te6riea. A menudo expresaba su disgusto por no haber recibido la
sélida formacién filoséfica que suelen recibir algunos cientificos
sociales europeos. Pero, en realidad, tal como se aprecia claramente
al examinar sus notas a pie de pégina y, especialmente, la sustancia
9
CARPETA
Archipitlago 167
Scanned with CamScannerde sus andlisis, Goffman poseyé un dominio idéneo y profundo de
las herramientas tedricas que necesitaba para formular y desarrollar
su proyecto cientifico. Y sin jugar al “papel del filésofo” realizd im-
rrantes contribuciones a la filosoffa —en particular, a la filosofia
del lenguaje, los actos performativos y el yo—, entre otras Areas,
Erving Goffman tuvo otra singular cualidad intelectual estrecha-
mente relacionada con su modestia teérica: tuvo una habilidad tini-
ca para detectar y descifrar los detalles mintisculos, los procesos casi
invisibles y los rasgos infinitesimales de la vida cotidiana. Fue el des-
cubridor de lo infinitamente pequeno en la sociedad al clevar a la dig-
nidad de objetos cientificos las “piczas y fragmentos” de la vida so-
cial que estaban delante de los ojos de todo el mundo pero que
nunca habfan sido observados ni entendidos desde esa perspectiva.
Al hacer eso, abrié un campo completamente nuevo a la investiga-
cién sociolégica, antropolégica, lingii(stica, educativa, etc.
Hay una cosa que conviene resaltar particularmente en la mane-
rade trabajar de Goffman. En lugar de ofrecer respuestas retéricas
a preguntas amplias y vagas como la de “qué es el género” 0 “cémo
se entrelazan género, raza y clase” (el tipo de preguntas, tan de
moda hoy, que no conducen ni a una filosofia seria ni a una ciencia
social rigurosa pero que caen en algiin lugar entre ellas sin observar
los est4ndares de ninguna), Goffman trabajé reformulando asun-
tos amplios y abstractos mediante el andlisis preciso de los detalles
mas concretos y aparentemente triviales de los fenémenos sociales
que observaba.
Una vez tuve entre mis manos la caja donde guardaba las diapo-
sitivas de los anuncios —més de un millar de ellos— que habia re-
cogido y examinado para fundamentar su andlisis de la ritualizacién
de las relaciones de género que més tarde conducirfa a su bien co-
nocido libro Gender advertisements (1976-1979). Este es un buen
ejemplo, un modelo, particularmente para los jévenes investigado-
res, de cémo se realiza un andlisis social innovador y riguroso sin
grandes cantidades de capital econémico 0 burocrético (en forma
de becas u otros medios para la investigacién) ¢, incluso, con un
minimo capital simbélico —esto es, sin “dejar caer el nombre” ri-
tual de los autores filosdficos y canénicos y las referencias superfi-
ciales que consumen incluso més energfa y espacio.
Hace algunos afios, en 1990, escribf un articulo titulado “La
dominacién masculina” que, espero, serd pronto completamente
revisado y corregido para ser publicado en inglés en forma de li-
bro!, Hoy, en esta breve conferencia, me gustaria hacer tres cosas.
En primer lugar, quiero explicar la intencién metodoldgica que me
inspiré a tratar esta maferia de la manera en que lo hice, esto es,
recutriendo a lo que a primera vista aparece como un anilisis ide.
ogréfico de un caso particular de la dominacién masculina pero
que, desde mi punto de vista, es un “cuasiexperimento” sobre las
Archipitlage 67 10
CARPETA
_
NOTAS
1. El libro, Masculine domination,
fue publicado por Poiry Press en el
fo 2001. [N. del T.]
2. E. Durkheim (1912), Las formas
‘leremtles dela vid religion: el.
‘tema tottmico en Australia, Madi
All, 1992.
3. P. Bourdieu y J.C. Passeron
(1970), La reproduccin: elementos
para wa teorla del sistema de ene-
fanza, Madrid, Popular, 2001
Scanned with CamScannerestructuras fundamentales del género, En segundo lugar, me gustae
rfa exponer en forma modificada y elaborar alguno de los olulbides “Las mujeres,
sustantivos principales de este work in progress que espero seguir de- al haber sido
sarrollando gracias al didlogo critico con los investigadores america- constituidas como
nos del que esta conferencia es un momento. En tercer lugar y fi- seres sexuados
nalmente, quiero sugerit algunas implicaciones analiticas y politicas por el mundo social,
de este anilisis de la dominacién masculina que se presuiponen en ‘pueden contribuir
una teorfa materialista de la economia de los bienes simbélicos. ‘a su propia
Por razones de tiempo, abordaré estos puntos de una manera es- dominacién”
Gani y de alguna manera, didéctica, sin entrar en el detalle
jel andlisis y sin intentar cubrir todos los aspectos del fenémeno.
Este es el tipo de problema —como muchos problemas teéricos
reales— que se analiza mejor en un workshop, con materiales empi-
ticos muy concretos, no en una leccién formal como la de hoy.
Quisiera asegurarme de que estamos de acuerdo sobre el tema prin-
cipal para poder, posteriormente, iniciar la discusién que espero
que siga.
Un desvio etnoldgico como instrumento de reflexividad
Cuando pretendemos pensar la dominacién masculina, corre-
mos el riesgo de regresar o someternos a modos de pensamiento que
son, ellos mismos, producto de una dominacién masculina milena-
tia. Nos guste 0 no, el analista, hombre o mujer, es parte y parcela
del objeto que trata de observar. El o ella habrén interiorizado, en
forma de esquemas inconscientes de percepcién y apreciacién, las
estructuras sociales histéricas de la regla masculina. Consecuente-
mente, nuestro primer imperativo debe ser el de encontrar una es-
trategia prctica que nos permita efectuar la objetivacién metédica
del tema de la objetivacién cientifica: un instrumento para descu-
brir las estructuras del inconsciente arcaico que debemos a nuestra
ontogénesis y filogénesis como setes sexuados que nos lleva a parti-
cipar del mismo fenémeno que intentamos sondear.
Esta es una variante de la forma moderna de la intencién critica
cjemplificada por Immanuel Kant, a saber, explorar las categorias
del “entendimiento”. En su vertiente més materialista, inaugurada
por Durkheim, supone trazar la génesis histérica y la fabricacién
social de nuestros cuerpos, de las formas simbdlicas a través de las
que construimos el mundo, formas que estén mds a menudo de
acuerdo que en contra del mundo, de manera que tendemos a to-
mar el ultimo por evidente y coludir en su perpetuacién.
Hace treinta afios tuve que mostrar? que la escuela es una fuerza
conservadora para intentar convertirla en la fuerza liberadora que
podria set (en ciertas condiciones sociales que la socilogte puede
ayudar a especificar). Hoy es necesario asumir el riesgo de aparen-
tar que se justifica el estado actual de la relacién entre los géneros
ul Archipidlago 167
Scanned with CamScanneral haber sido constituidas como seres
fexuados por el mundo social, pueden contribuir a su propia do-
minacién. Si lo he hecho no es por el placer de desilusionar 0 de
aparecer como mas inclgene que el resto, sino para incrementar
la posibilidad de realizar la revolucién simbélica que es la condi-
cién necesaria de una verdadera transformacién de la relacién en-
tre los géneros.
La cuestién a la que me enfrenté fue,
zoémo transformar ese ejercicio de reflexién tra
Cuestién empirica, en un experimento antropo
que pueda ser controlado y replicado por oposicién a una expe-
riencia (Erlebnis) de lo masculino y de lo femenino que, por defini-
cién, no puede ser falsificada ni replicada? (Debo confesar que
también queria evitar el escribir otra exégesis sobre las exégesis del
género que se afiadiera a Ia profusién de los discursos sobre los dis-
cursos sobre el género y el sexo, otro texto sobre los textos candni-
cos que se encuentran en la lista de autores obligatoria de rodo el
mundo, desde Freud a Lacan y desde Lévi-Strauss a Mackinnon.
Querfa evitar, para expresarlo sin rodeos, la especulacién vacla de
los discursos puramente tedricos y sus clichés y esléganes sobre “gé-
nero y poder” que han hecho més por oscurecer el asunto que por
dlarificarlo.)
ara escapar a este circulo infernal dentro del que tomamos in-
conscientemente como instrumentos de andlisis de la dominacién
masculina las categorfas masculinas (inconscientes) producidas por
esta dominacién, decidf comenzar por el anilisis antropolégico de
tun caso histérico particular, tal como hice en mi estudio Homo
Academicus, donde realicé un estudio interno del sistema universi-
tario francés en los afios 60 para intentar descubrir las invariantes
de la mente y el universo académico modernos. Este caso es el del
mundo de regién de Kabylia en Argelia, en el que realicé trabajo de
campo entre los afios 1950 y 1960.
Describir las estructuras objetivas del universo social de los kaby-
es es, al mismo tiempo, describir las estructuras mentales del ob-
servador, esto es, mis propias estructuras mentales como hombre
nacido en la tradicién cultural neomediterrdnea. Kabylia oftece un
terreno nico para abordar este ejercicio experimental de socioandlisis
, si se me permite una expresién que tal vez pueda sonar como un
oximoron a algunos, un ejercicio en filosoffa critica experimental.
Por una serie de variadas razones histéricas que serfa muy largo
enumerar, esta sociedad campesina de las montafias del Atlas era,
hasta hace poco, una especie de santuario antropolégico donde se ha-
bfan preservado, en un alto grado de coherencia préctica e integri
dad, antiguas tradiciones mediterr4neas y modos de pensamiento.
Los estudios etnoldgicos sobre el honor y la vergiienza en diferentes
sociedades alrededor de la costa mediterrdnea, de Grecia a Egipto y
al mostrar cémo las mujeres,
entonces, In siguiente:
nscendental en una
logico (Exfihrung)
Archipidage | 67
canner,
iets
NOTAS
4, . Routiw, Hom Ace
Pars Baio de Mii 96
5. John G. Persian (ed) (196
‘ono del nero lide
terrnea, Barcelona, Labor, 1969,
6, Barbara Christan, “The race for
theory”, Feminie studi, vl. 4,
1° 1, pp. 67-69, 1988,
Scanned with CamScannerde Espafia a Turquia’, muestran que Kabylia ofrece una encarna-
cién viva y paradigmdtica de una cosmogonfa masculina en accién “Kabylia ofvece
que es, aun tiempo, exdtica y familiar, porque sustenta nuestra una encarnacién
ropia tradicién cultural europea e, incluso, euroamericana. viva y paradigmdtica
De ahi se sigue que, mediante el estudio cercano de los rituales y de wna cosmogonta
pricticas micas de los kabyles, podriamos establecer (0 restable- masculina en accién”
cer) un sistema de representaciones 0, mejor, un sistema de princi-
pios de visi6n y divisién comtin a toda la civilizacién mediterranea
gue sobrevive hasta la actualidad en nuestras propias estructuras
mentales y, parcialmente, en nuestras estructuras sociales. La cos-
mologfa “falonarcisista” que muestran ptiblica y colectivamente los
kabiles aparece en nuestro inconsciente, incluido nuestro incons-
ciente escoldstico y el inconsciente de la ciencia del inconsciente,
esto es, el psicoandlisis (como un répido andlisis de los escritos de
Freud y Lacan revela facilmente).
Asi, para utilizar la descripcién etnolégica como un instrumento
de ruptura, tal como Goffman hizo con sus millares de diapositivas
sobre anuncios de género, regresé a los datos etnogréficos que habia
recogido en Kabylia pero que s6lo habfa analizado parcialmente en
este sentido. Traté el caso de Kabylia como un tipo de “cuadro
agrandado” con el que pudiéramos construir més sencillamente un
modelo histérico, pero general, de las estructuras fundamentales de
la visi6n y divisi6n masculinas del mundo. Intenté utilizar este mo-
delo para explicar cémo las disposiciones “falonarcisistas” que po-
demos discernir claramente en el caso de los kabyles han sido de-
positadas e inscritas dentro de los cuerpos de los hombres y de las
mujeres de las sociedades occidentales modernas, pero en formas
distorsionadas, parciales y mutiladas a costa de provocar ausencias,
discrepancias, sustituciones e inconsistencias.
Para proporcionar una analogia, me pondré en la situacién de
alguien que esté intentando ensamblar y entender los fragmentos
restantes de un gran monumento, el Partendn o el mausoleo de
Halicarnaso, utilizando para ello un mapa o un modelo dejado
por aquellos que lo construyeron. A este respecto, el experimento
fue exitoso ya que me permitié, mas tarde, recuperar de un clisico
del pensamiento feminista, como es A/ faro de Virginia Wolf, esa
mirada masculina que no habria detectado de no haberla relefdo a
través de los ojos informados de la visi6n kabyle.
Habfa otro uso del desvio etnolégico, secundario pero, sin em-
bargo, importante: someter las innumerables teorfas contendientes
del género al Acido del test de Kabilya 0, dicho de otra forma, dis-
cemir aquellos artefactos escoldsticos que Barbara Christian® deno-
mina “la carrera por la teorfa” de aquellos que sacan a la luz aspec-
tos genuinamente nuevos de la realidad sociohistérica. A riesgo de
parecer arrogante, confesaré que también esperaba que, gracias a
este instrumento metodolégico y siguiendo la Idgica de un modelo
13 Archipidlego 1 67
Scanned with CamScannerhistoricamente fundamentado, serfa capaz. de proponer un estado ————————
sistemético de la dominacién de género que integrarfa lo mejor de
Jos trabajos existentes sobre esta materia (trabajos que lef, en la
mayorta de los casos, sélo ex post, después de haber realizado mi
propia investigacién, por miedo a ser distratdo en direcciones esti-
puladas por el inconsciente masculino del que todos formamos
parte),
Algunos resultados provisionales del “experimento kabyle”
Me gustarfa mencionar brevemente alguno de los principales re-
sultados de este detallado andlisis antropolégico del caso kabyle en
el que me confronté con algunos de los grandes textos de la filoso-
fia occidental, de Kant a Sartre, tratados al mismo nivel como “do-
cumentos antropoldgicos” (pero esto serfa muy largo de contar
aqui).
La necesidad mediante la sistematicidad
Lo que podemos ver més claramente en el caso de los universos
sociales donde la “sexualidad” no ha sido constituida como tal ni
independizada de otras dreas (el caso Ifmite de esa independizacién
seria el “eroticismo” y su vstago, la pornografia) es que las diferen-
cias sexuales estén insertadas y sumergidas en un sistema de oposi
ciones antropolégicas y cosmolégicas que es constitutivo de una vi-
sién y una experiencia del mundo. Estas diferencias participan de
una cosmologia sexualizada (0 de género) que se encarna ella mis-
ma en la topologia sexual del cuerpo socializado, en su compostu-
ra, su espacialidad y su motilidad (por ejemplo, los movimientos
de abajo a artiba son, por definicidn, masculinos).
Mientras que una diferencia sexual particular es arbitraria cuan-
do se toma aisladamente (tal como ocurre con un fonema), la opo-
sicién masculino-femenino esté dotada de una necesidad objetiva y
subjetiva por el hecho de estar enredada en, apoyando y apoyada
por un sistema inextricable e inagotable de oposiciones homdlogas
gue se refuerzan unas a otras: alto y bajo, arriba y abajo, anterior y
posterior, izquierdo y derecho, derecho y torcido (tanto en el sen-
tido fisico como moral), seco y mojado, duro y blando, sabroso €
insfpido, claro y oscuro, dentio y fuera, etc. (hay un pequefio ex-
perimento goffmaniano que pueden hacer para verificar esto: pre-
gunten a un camarero en un restaurante que les traiga los quesos y
los postres. Observarén que, en casi todos los casos, esponténea-
mente, servird los platos salados a los hombres y los platos dulces a
las mujeres).
El primer efecto de la necesidad mediante la sistematicidad estd re-
doblado, reforzado, por la “confirmacién natural”: estas oposiciones
Arhipidae 167 4
we
CARPET
Scanned with CamScannermonne pounoiet
corresponden (en parte) a oposiciones geogréficas, ciclos biolgicos
yaciclos agrarios 0 eésmicos. De esta forma la oposicién jerdrqui-- “La masculinidad
YA binaria entre lo masculino y lo femenino aparece fundamenta- evi cova
daeen la naturaleza de las cosas porque se repite virtualmente por al habitus, dentro
todas partes. (Cuando era nifio, la gente de mi pucblo solia decit de todos los habitus,
que siempre llovia en Viernes Santo, y vefan en esta coincidencia tanto en los
tina prueba natural de su creencia religiosa,) de los hombres como
en los de las mujeres”
Divisién social y disposiciones corporales
La divisién de los dias, del calendario de las actividades agratias
y del espacio junto a la oposicién entre la casa y la asamblea, todas
estas divisiones sexuales objetivas inscritas en el orden social de las
cosas se inscriben en los cuerpos en forma de disposiciones y se
convierten en principios de visién subjetiva, categorias cognitivas a
través de las que los individuos observan y construyen el mundo
como significativo, como realidad vivida, Al ser resultado de la so-
ciedad, ese esquema de percepcién coincide con el orden objetivo
de las cosas y nos inclina a dar las cosas por supuestas. Este acuerdo
espontinco entre las estructuras sociales y cognitivas, cuando ocu-
rre, es la base de la experiencia déxica de la dominacién masculina
como algo inscrito en la naturaleza de las cosas, invisible, incues-
tionable.
En el mundo kabyle, y en el nuestro hasta hace muy poco (esto
¢s, hasta el inicio de la segunda revolucién feminista), el orden mas-
culino esté tan profundamente arraigado que no necesita justifica-
cidn: se impone a sf mismo como autoevidente, universal (el hom-
bre, vir, es ese ser particular que se experimenta a sf mismo como
universal y se arroga el monopolio sobre lo humano, homo). Este
orden tiende a ser asumido como evidente en virtud del acuerdo
casi perfecto e inmediato que se obtiene entre, de una parte, las es-
tructuras sociales como las que se expresan en la organizacién social
del espacio y el tiempo y en la divisién sexual del trabajo y, de otra
atte, las estructuras cognitivas inscritas en los cuerpos y las mentes.
Socializacién sexual y somatizacién de la dominacién
El trabajo de socializaci6n cierra el circulo mediante el reforza-
miento y la sistematizacién de la estructuracién de la experiencia
de un mundo estructurado de acuerdo a esa divisién original. La
educacién ejerce una accién psicosomatica que conduce a la soma-
tizacién de las diferencias sexuales, esto es, de la dominacién mas-
culina, Un dominio particularmente importante de aplicacién de
este trabajo de inculcacién psicosomatica es la construccidn incor-
Porada de las diferencias sociales entre los sexos. Opera de acuerdo
a diferentes modalidades.
15 Anbipiee 107
Scanned with CamScanner1 ritos de institucién (mds que ritos de
cisién, que marca la oposicién no entre
Piveyntes” y an “después”, entre la juventud y la madurer, sino en-
tre aquellos que participan en al rito, los hombres, y aquellos que
thoy lee mujeres (histéricamente, los deportes desempefiaron este
pape eritco en nuestras sociedades).
Ta segunda es la construccidn del cuerpo bioldgico, esto es, la re-
construccién simbélica de las diferencias anat6micas. Aqut obser-
Vamos una inversién subrepticia de las causas y los efectos median-
te la cual el cuerpo socialmente construido sirve como fundamento
ideoldgico de la oposicién arbitraria por medio de la cual él mismo
fue construido. Ast, los esquemas que organizan la percepcién de
los drganos y las actividades sexuales son aplicados, también, al
cuerpo mismo, tanto masculino como femenino. Diferencian entre
las partes altas y bajas del cuerpo, el limite entre ellas marcado por
el cinturén (un signo de cerramiento y de limite simbdlico entre lo
puro y lo impuro, al menos para las mujeres); entre su parte delan-
tera y su trasero, donde la primera es el lugar de la diferencia sexual
y el segundo el lugar de la indiferenciacidn sexual, por lo tanto, po-
tencialmente femenino, es decir, pasivo, sumiso, tal como los insul-
tos mediterréneos a la homosexualidad, gestuales y verbales, nos re-
cuerdan; y entre sus partes piblica, la cara, la frente, los ojos, el bi-
gote, la boca, érganos nobles de la presentacién de sf mismo donde
ia identidad social se condensa, el punto del honor (nif, por un
lado, y las partes privadas, escondidas 0 vergonzantes, que el honor
requiere mantener cubiertas, por el otro,
Serd a través de la mediacién de la divisién social de los usos legf-
timos del cuerpo como se establece el vinculo entre el falo y el JAgos
(enunciado por el psicoandlisis). Los usos puiblicas y activos de la
parte superior masculina del cuerpo, encarar, confrontar (quabe),
mirar a la cara y a los ojos, hablar pitblicamente, son el monopolio
de los hombres. Las mujeres que, como en Kabylia, deben perma-
necer fuera de los lugares publicos, deben renunciar a utilizar sum
rada de manera piiblica (cuando se encuentran en la calle, deben
Figir sus ojos hacia sus pics). Lo mismo sirve para su lenguaje: la
sinica palabra que pronuncian en puiblico es wissen, “nolo se”, la an
titesis del lenguaje masculino, que es decisivo, acertivo al mismo
tiempo que pensativo y mesurado.
El trabajo de socalizacién tiende a realizar una somatizacién pro-
gresiva de las relaciones de dominacidn de género a través dena
operacién doble: primero, la construccién sociosimbélica de la vi
sién de los sexos bioldgicos que sirve ella misma como fandamenco
de todas las visiones miticas del mundo; y, segundo, la inculeacion
de una hexis corporal que constituye una verdadera politica incorpo
rads. La socindicea masclna debe su excepeionaleRcacia al heen
le que acumula y precipita dos operaciones, Legitima una relacin
La primera consiste et
paso’) tales como la circun
Arcipidlago 167 ie
+
CARPET,
_
NOTAS
7. P. Bourdieu (1982)
inition" em Lang
bole power, Cambrd
Univerity Pres,
2», “Ries of
ge andy
nd, Harvard
8. J. Lacan, Fert, Pats, fi
du Seu 1966." ion
Scanned with CamScannerdedominacién al inscribirla en la naturaleza biolégi ————_—
a fa una construcién socal natualizada, Legion ats eceds
de dominacién al inscribirla en un ser biolégico que es él mismo
sna consruecin socal bologiads,
"Aun a riesgo de embrollar la légica de mi demostraci ‘
ta realizar tna reve digresion y desarllar aqut an onl la
told hinchexén La vila, incluso en su mension ca
esto ¢s, como la esencia de vir, virtus, principio ay
ioremento ddl honor (if; x ctementinssentieaeleny, era ae
tldad Fisica, en particular a través de las pruebas tangibles de lay de Les que no son
i jue no son
potencia sexual (como la de una gran progenie) que se experan de Suietor”
Fhalquier hombre genuino. Podemos entender ast como el falo,
siempre metaféricamente presente pero raramente nombrado 0
rnombrable, concentra todas las fantasfas del poder fecundante. (La
tradicién europea, que permanece viva en el inconsciente masculi-
no de hoy en dia, asocia el coraje fisico o moral a la virlidad y, tal
como hace la tradicién bereber,establece un vinculo explcito entre
lvolumen de la nariz, simbolo del honor masculino, y el presunto
tamafio del pene.) Gracias a su turgencia tan querida para Lacan, el
falo participa de todo lo que se hincha o causa hinchazén: a la ma-
nera de los bufiuelos o las crepes que uno come durante lanifiez, Ia
circuncisién y la denticién “crecen” o “se levantan’. Este esquema
es el principio generativo de los ritos de fertilidad que persiguen
producir miméticamente la hinchazén, y es ubicuo en aquellos
momentos donde la accidn fecundadora del poder masculino debe
ejercerse, como en las bodas y el comienzo de la siembra, que es
otra ocasién para una accién homéloga de apertura e impregna-
cién de la tierra. Las mismas asociaciones que se encuentran en el
andlsis de Lacan (1966)8 —turgencia, flujo vital— pueden ser en-
contradas en la palabras bereberes que designan el esperma, zze,y,
especialmente, ladmara, cuya ratz, admmar, significa “rellenar”,
“prosperat”, y evoca plenitud, lo que estdlleno de vida y llena de
vid, Este esquema de rellenado (Ileno-vaclo, fecundo-estri, etc.)
se combina regularmente con el esquema de la hinchaz6n en la ce-
lebracién de los ritos de fertilidad.
Mediante la asociacién de la “hinchazén’ filica ala dindmica vi-
tal de la hinchazén inmanente a todo proceso de reproduccién na-
tural (germinacién, gestacién, etc.), la construccién social de los
Grganos sexuales registra y ratifica la “pregnancia” de las formas ob-
jetivas bioldgicamente fiundadas tal como la ereccién del pene. El
que la “seleccién’” cultural de rasgos semanticamente relevantes atri-
buya ciertas propiedades naturales indisputables contribuye, junto
2 otros mecanismos (el principal seria el de la insercién de toda re-
lacién dentro de un sistema de relaciones homlogas e interconec-
tadas), a la trasmutacién del arbitrario social, ndmos, en la necesidad
aparente de lo natural, pliisis. El cardcter arbitrario de la divisién no
“Hombres y mujeres
construyen el mundo
social, pero lo hacen
con categortas que
son construidas
por el mundo,
7 Archiptlego 167
Scanned with CamScannerse oscurece nunca completamente, como testimonian las disputas
simbélicas sobre la representacién de los érganos sexuales.
La tercera modalidad de la incorporacién de las diferencias so-
cialmente construidas entre los sexos es la codificacién simbélica
del acto sexual, donde el hombre esté arriba, en la parte superior, y
Ja mujer abajo, en la parte inferior, El acto sexual es representado
como un acto de dominacién, un acto de posesién, la “toma” de la
mujer por el hombre (lo mismo es vélido para las relaciones homo-
sexuales, donde la oposicién arriba/abajo cs reemplazada por la
oposicién delante/detrés). Aunque pueda aparecer como la matriz
original a partir de la que se engendran todas las formas de unién
entre principios opuestos, reja de arado y surco, cielo y tierra, fuego
y agua, etc., el acto sexual es concebido por medio del principio de
la primacia de lo masculino, La oposicién entre los sexos esta inscri-
ta en un conjunto de series de oposiciones mitico-rituales: alto-
bajo, superior-inferior, seco-mojado, frio-caliente, activo-pasivo,
mévil-inmévil. Del hombre que desea dicen los kabyles que “su cf-
tara estd roja” y “su caldera arde”; de las mujeres se dice, al contratio,
que tienen la capacidad de “extinguir el fuego”, de “dar frescor”. De
aht se sigue, (mito)légicamente, que la postura que se considera
normal es aquella en la que el hombre “monta’.
En cuarto y tiltimo lugar, la somatizacién de las diferencias de
género socialmente instituidas opera a través de la organizaci6n
simbélica y préctica de los usos diferenciales del cuerpo (motilidad
y conducta) y de los ritos que formalizan la virlizacién de los chi-
cos y la feminizacién de las chicas. La cultura kabyle despliega una
multiplicidad de actos rituales para separar a un chico de su ma-
dre; muchos de ellos implican el uso de objetos cortantes tales
como cuchillos disefiados para simbolizar un rasgén o una rotura.
Asi, tras el nacimiento, el beb¢ es depositado a la derecha de la ma-
dre, el lado masculino, donde yacen t{picamente los objetos mas-
culinos —como los grandes cuchillos, las rejas de arado y las pie-
das del fuego del hogar. Es el padre quien corta en primer lugar el
pelo del bebé, debido a que el cabello, un rasgo femenino, lo vis
cula al mundo de las mujeres. Es el padre quien lleva al joven hi
(ala edad de entre seis y diez afios) al mercado, es decir, lo int
duce en el mundo de los hombres y en los juegos del honor viril.
EL hijo es vestido con nuevos ropajes y usa un cinturén de seda; re-
cibe un cuchillo, un candado, y un espejo, mientras que su madre
pone un huevo en la capilla de su casa, En la puerta de entrada del
mercado, el joven hijo rompe el huevo y abre el candado, dos actos
de desfloracién vir. Su padre le gufa entonces al mercado y le pre-
senta al resto de los participantes en este mundo masculino exclu-
sivo. De camino a casa, el padre y el hijo compran la cabeza de un
toro, un simbolo filico estrechamente vinculado al nif, al honor
masculino.
Archipidago 167 18
i, }
CARPET,
——___
a ee
Scanned with CamScannerenae pourri
pido todo esto, ee trabajo doble de incucacié, al mismo —
aMelmente dferenciadoy serualmentediferenciador ime “Le ps
2 eos hombres las mujeres diferentes conjuntas dedi aaa
ee sn rexpecto a os juegos sociales que son cruciles para. def ee
eae ent de I sociedad, como losjuctos de honor y gues ofalsonige
para el despliegue de la vriidad) o, en las sociedades de nuestro manda
las arenas de la polftica, los negocios o la ciencia. La nuestro mundo
da cin de los cuerpos masculinos y la feminizacién de los a otene
Image femeninos realiza una somatizacién del arbitraro cultural de he
equivalente a una construccién duradera del inconsciente. bos ag ae ne cao
mujeres”
Gonocimiento y desconocimiento
siempre que el dominado, en el caso presente las mujeres, aplica
eqquemas impensados de pensamiento que son el producto de la
incorporacién de esta relacién de poder a objetos del mundo natu-
tay social y, en particular, ala relacién de dominacién en la que es-
tin insertas y a las personas a través de las que esta relacién se reali-
ta (hombres pero, también, mujeres), sus actos de conocimiento son
‘nevitablemente actos de desconocimiento. Este desconocimiento les
lleva a construir esta relacién desde el punto de vista del dominan-
te, es decir, como algo natural, de modo que contribuyen a su pro-
pia dominacién a través de la complicidad del cuerpo socializado.
sos actos corporales de desconocimiento no son actos conscientes,
no son operaciones de la conciencia; operan bajo el régimen de las
emociones —lo que los filésofos del siglo xvii denominaban “pa-
siones”.
Fl caso de la dominacién de género muestra mejor que ningiin
otro que la violencia simbélica se despliega mediante un acto de cono~
cimientoy de desconocimiento que sesitha mds alld (0 mds abajo) de ls
controle: de la conciencia y de la voluntad, en las obscuridades de los
esquemas del habitus que estén, al mismo tiempo, sexualmente dife~
renciados y son sexualmente diferenciadores. Y demuestra que no
podemos entender adecuadamente la dominacién masculina (y
violencia simbélica en términos mds generales) sin desechar la opo-
sicién escoléstica entre la coercidn y el consentimiento, la imposi-
cién externa y el deseo interno, la constriccién y la resistencia.
Peto, por muy estrecho que sea el acuerdo entre las divisiones
rs del mundo social y los principios de visién subjetivos que
[ eentssaplican, existe siempre espacio para las contiendas sim-
a aus es la forma politicamente més profunda de contienda)
ie significado del mundo y, en particular, sobre las realidades
ca a teorfa de la violencia simbédlica que estoy sugiriendo
re de otras teorfas en dos cuestiones principales: en la f-
losofia de : I
Ela dela ain que presspone yen manera en qe ‘analiza la
19 Archipitlago 1 67
Scanned with CamScannerEn primer lugar, en la teorfa de la accién disposicional se afirma
que slo puede desplegarse mediante la renuncia a la filosofla del
sujero que se reencarna hoy bajo la borrosa etiqueta de “agente”.
Los hombres y las mujeres construyen el mundo social, pero lo ha-
cen con formas y categorfas que son construidas por el mundo, ca-
tegorias que no eligen ni hacen y de las que no son sujetos. Cuando
decimos que el género, la raza, la clase y otras distinciones sociales
estén “socialmente construidas’, no debemos olvidar que existen
condiciones y mecanismos sociales de la construccién de los cons-
tructores, incluyendo al Estado, que es el gran constructor oculto
de agentes por medio de la mediacién de las identidades legftimas?.
El orden masculino esté inscrito tanto en las instituciones como en
los agentes, en las posiciones y las disposiciones, en las cosas (y en
las palabras), por un lado, y en los cuerpos, por el otro. La masculi-
nidad esta cosida al habitus, dentro de todos los habitus, tanto en
los de los hombres como en los de las mujeres. La visién androcén-
trica del mundo es el sentido comiin de nuestro mundo porque es
inmanente al sistema de categorfas de todos los agentes, incluidas
las mujeres (y las impulsoras de la teorfa feminista).
En segundo lugar, la teorfa de la violencia simbélica que pro-
pongo est4 basada en un andlisis materialista del orden simbélico.
Muchas teorias sobre el género proceden de un andlisis materialista
del orden material o de un andlisis simbélico del Ambito simbélico.
Lo que yo propongo hacer es importar el modo de pensamiento
materialista al andlisis del universo simbélico (tal como hizo Max
Weber para la sociologia de la religién)"®. De hecho, la sociologia
de la dominacién masculina, m4s que muchos otros temas, saca a
Ja luz las severas limitaciones de las teorfas materialistas de la domi-
nacién.
Las limitaciones son especialmente visibles en el caso de las so-
ciedades precapitalistas en las que el capital simbélico es la forma
de poder preeminente. Los antropélogos han mostrado que no se
pueden entender el significado de las practicas sexuales en esas for-
maciones sociales sin tener en cuenta el hecho de que la accién
masculina est siempre orientada hacia el prestigio'’. Pero para ex-
traer todas las implicaciones de este descubrimiento, no podemos
confiar en un anilisis simbélico del orden simbélico. Necesitamos
una teorfa materialista de la economia de los bienes y los intercam-
bios simbélicos!2, La dominacién masculina, en su andlisis final, se
fundamenta sobre la lgica de la economéa de los intercambios simbé-
licos, es decir, sobre la asimetria fundamental entre los hombres y
as mujeres instituida en la construccién social del parentesco y el
matrimonio: entre el sujeto y el objeto, agente e instrumento. Es la
autonomfa relativa de la economfa del capital simbélico la que ex-
plica que la dominacién masculina pueda perpetuarse a pesar de las
transformaciones en el modo de produccién.
Archipidego 167 20
ae
CARPET,
_
NoTas
9. P. Bourdieu, "Rethinking the
State: on the genesis and snare
of the bureaucratic Fld” Sec
tal theory, vol. 12, mara, 19%
pp. 1-19. :
10. P. Bourdieu, “Legiimation
and srcrured nen in Wee
sociology of ‘eligion”, en Sim
Whimster y Scoct Lash (eds), Mar
Weber. Rationality and modern,
Londres, Allen and Unwin, 1987,
11, B Sheery Orenee y H. White
head (eds), Sexual meanings be
caleuralconsrucon of gender and
secuality, Cambridge, Cambridge
Universi Pres, 1981.
12. P. Bourdieu (1994), Razors
prdctics: sobre la teorta dele acin,
Barcelona, Anagrama, 1997 (cd,
orig. Editions du Seu.
Scanned with CamScanner>
De ahi se sigue que la liberaci6n de la mujer puede provenir, so-
jamente, de una accién colectiva orientada hacia una lucha simbé- “La dominacién
de oponerse al acuerdo inmediato de las estructuras in-
lica capa? sl i
terporadas yobjetivas, esto es, de una revolucién simbélica que dé pyar
corel a los mismos fundamentos de la produccién y reproduc- wf a Ibgica
‘én del capital simbélico. de la economta
oath de los intercambios
Observaciones finales simbélicos”
No es posible, en una leccién tan breve, decir todo y decirlo en
elorden adecuado, especialmente a propésito de un tema tan de-
batido y espinoso, Pero me gustaria concluir sugiriendo tres fun-
ciones que este andlisis del caso kabyle podria desempeiar cuando
Jo transferimos y aplicamos a la comprensién de las sociedades
contemporneas.
En primer lugar, este modelo puede servir como “detector” para
lcalizar y recoger los rasgos infinitesimalesy los fragmentos dispersos
pero ubicuos de la visién del mundo anidrocéntrica. Nos permite
comprender mejor el cardcter sistematico de la dominacién mascu-
lina y el proceso por medio del cual se constituye la regla masculi-
na, heterosexual, como lo natural dado. En segundo lugar, el andli-
sis del caso kabyle como un “idealtipo realizado”, proporciona un
‘punto de comparacién para medir los cambios y desaftos en cada una
de las dimensiones de la dominacién masculina que he discutido
brevemente. En tercer lugar, la nocién de violencia simbdlica nos
permite anticipar las condiciones bajo las cuales podria ser posible
tuna verdadera revolucién del género. Fie indicado que tendrfa que
comprender una revolucién simbélica, esto es, que abarque no so-
lamente un derrocamiento del orden de cosas, de las estructuras
materiales, sino, también, una perturbacién mental, una transfor-
macién de las categorfas de percepcién que nos llevan a participar
en la perpetuacién del orden social existence.
Para concluir, no me gustaria aparecer como participe de la “ca-
sera por la teorfa” que deploraba al comienzo. Pero nuestro tema es
muy serio, con inmensas consecuencias intelectuales y politicas. A
mi modo de ver, estamos ante una encrucijada histérica porque la
raztn erttca esté en peligro tanto fuera como dentro de la Universidad.
Hoy, el feminismo, que ha tenido el potencial de ser una de las ar-
mas més poderosas de la razén critica, esté en peligro de convertirse
en algo inofensivo por su contaminacién con Jo que en EE UU ha
sido denominado “postmodernismo”.
_ Ahora no esté hablando el antropélogo de Kabylia sino el so-
ci6logo de la Universidad y el comercio de las ideas. Recuerden
que las teorfas, como todos los bienes simbélicos, deben muchas
de sus propiedades fundamentales a sus condiciones sociales de
Produccién y circulacién. El mundo académico, dentro del que
2 Archipidlago 167
Scanned with CamScannereste discurso académico, vago y vaporoso, que pasa por ser “post- —————~
modernista”, tiene sus jerarquias, sus formas de hegemonia e impe-
rialismo. El feminismo debe liberarse de la dominacién de la més
masculina de todas las disciplinas candnicas, la filosofia y, secun-
dariamente, de la teorfa literaria filoséficamente inspirada. Esto es
especialmente necesario cuando lo que el feminismo toma presta-
do de la filosoffa denominada postmoderna estaba a su vez presta-
do, pero subrepticiamente, de las ciencias sociales (un ejemplo: la
realidad construida social 0 discursivamente es una proposicién
fundamental de la ciencia social clésica, no un descubrimiento re-
ciente monopolio del asf llamado postmodernismo).
En lugar de confiar acriticamente en la deconstruccién, el femi-
nismo deberia deconstruir la deconstruccién. Descubrirfa, enton-
ces, que se ha trasladado al feminismo la ilusidn de la omnipotencia
del pensamiento que es constitutiva del inconsciente (masculino)
de fa filosofia, Esta ilusién, a su vez, esté alimentando la creencia
fantistica, tipica del “radicalismo de campus”, de que uno puede
cambiar el mundo cambiando las palabras, que la subversion de
los términos, categorias y discursos basta para subvertir o deformar
Is estructuras objetivas de la dominacién, Esta peligrosa delusién,
a su vez, nos lleva a olvidar que la critica discursiva no esta auto-
maticamente dotada, en sf misma, con algtin tipo de eficacia so-
cial; que deben reunirse ciertas condiciones sociales y econémicas
para que la critica de las categorias se convierta en critica social y
que debemos luchar colectivamente para hacer reales estas condi-
ciones fuera y dentro de la Universidad.
‘Concluiré con el recuerdo de una conversacién que tuve con Er-
ving Goffman, en frente de la Maison des Sciences de Comme poco
antes de su muerte. Me hablé sobre la necesidad de organizar una
batalla colectiva contra los abusos sociales de las ciencias sociales.
Hoy necesitamos organizar también esta batalla contra las fuerzas
que trabajan para restablecer la hegemonia de la filosofia sobre las
auencias sociales en un tiempo en el que, més ahora que nunca, ne-
Csitamos las herramientas de la raz6n critica para concrarrestar la
racionalizacién de la dominacién.
ER a te ie Fu pte sagan le
degen Une ay dor fi Rac, Spee
ome Bourdieu el permivo par reproducirlo
cn i es cl 1 de Piete Bourdic se encuentran: Las rel de are hue
rr ls ine vs taducds lesa
Fee clon, Anaya, 2005; nerecon, 1961-200: cena cial y =
Ie eta 200; ale de le cd ciel amps eel Baars,
cs
Archipidago 167 2
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