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ZONA DE GALICIA (abo Finator Muros . MAR GANTABRICO © 16%: Bc santbon ao iS acon trina Y ta covade 3, a jee Sas oie oes Pobla de Ty, 0 Ritzdoviog ONENSE SIERRAS. GUERRILLERAS 1 Montes de Casoyo 2 Sierra del Ee 3 Sierra de San Mamed % Sierra de Queija & Sierra Seca & Montes Acededo 7 Sierras de la Perio Redonda y de! Caurel 8 Montes de Ia Grova 9 Sierra de Ancaros 10. Cordillera Cantdbrica 11 Montes da Ramolloira 12. Sierra del Gistral 13 Montes de Moncallén 14 Sterra de Outeiro Mayor 18 Montes de Pena de Loma 46 Montes de Chamarde 17 Sterra de Santiago 48 Sierra de Barbanea 48 Sterra del Candan 20 Sierra del Suido 21 Monte de la Frage El Bazzo do Valdeotras Apuntes en vivo De la importancia de la guerrilla gallega tenfamos amplia noticia gracias a lo mu- cho que se ha publicado sobre ella —ya desde los comienzas de la guerra civil— y por conversaciones sostenidas con ga- Uegos que residen fuera de su tierra na- tal.' Por ello dejé la visita de esta regién para mi ultimo viaje —setiembre-octubre de 1976—, ya que asi disponia de mds tiempo para establecer contacto con gen- tes de alli —Jos¢ Oliveira, Juan Noya Gil, Antonio Bar, Aguiar, Luis Noya, Da- rio Alvarez Blazquez, José M. Monterro- so, los hermanos Pousa, Jestis Aneiros, Pifieiro, José Diaz Lopez, «Siro», S. Al- varez y otros que me salieron al paso, con tan buena disposicién como mis co- rresponsales— y para establecer un plan de trabajo a tenor —ésta era mi mo- desta ambicién— de los merecimientos de la guerrilla gallega, que es tanto como decir el povo galego. Lo primero que observé, nada més pi- sar tierras de Galicia —impresién que se confirmaria en seguida colmadamente— es que aquellas gentes —que sin duda al- guna fueron las mas machacadas del 1, Véase Espaiia a hierro y fuego (Diez me- ses’ con los sublevados en Castilla, Leon, Astu- Fa "Galiia) Auronso Cows, Eitorat Nor te, , 1938, ¥ Galicia’ hoy,’ Ediciones Rue- do Thérico, Paris, 1966. Galicia Golpear en el aima del pueblo hasta con- seguir un estado de opinidn revolucionario, CasTELAo pais por la represién— no tienen ni Ja mas leve sombra de miedo. Se me po- dria decir que, de 1975 a 1976, y del primero al quinto viaje, «la atmésfera» se habia desdramatizado algo, pero yo responderia que, tanto a la ida como en la venida, volvi a pasar por provincias visitadas anteriormente (Teruel, Cuenca, Caceres, Badajoz, Ciudad Real, Toledo, Granada, Jaén, Castellén, Valencia y Ma- drid) y la verdad es que el nivel medio del destape verbal de mis interlocutores seguia estando muy por debajo del de los gallegos. Ya en el umbral de Galicia —en el leonés Carucedo— una amable estanquera, con hijos emigrados en los BE.UU. y en Australia, me habl6 de los Iuidos sin dejarse nada en el tintero. Me cont6, entre otras cosas, que alli estuvo acampada durante bastante tiempo una Compafiia de Esquiadores que partici- po en Ja lucha antiguerrillera. La man- daba el teniente Puente —natural de Arauzo de la Miel, en Burgos—, cuyos ayudantes —alféreces— se llamaban Mo- rillo y Valda. De esta unidad me habla- ron luego en el Barco de Valdcorras y me dijeron que no colaboré en la lucha antiguerrillera como se esperaba, ya que «al darse cuenta de que iban vendidos> y comprobar que si salfan con vida —cada vez que iban a patrullar por el monte— era gracias a que los guerrille- ros no disparaban, se ve que se les fue 349 enfriando el 4nimo. La estanquera me hablo de los ocho asesinados de Lago de Carucedo, precisandome que el grupo guerrillero que hizo aquello estaba man- dado por asturianos. «Fue una represa- lia porque los campesinos no les ayuda- ban tanto como ellos esperaban. Se ve que en su tierra los tenian mejor acos- tumbrados. Al ser de fuera debieron ha- berse informado y se hubieran enterado de que por aqui ia gente es muy pobre.> (En este capitulo los guerrilleros del Bajo Aragén sabfan muy bien el terreno que pisaban: en el Rincon de Ademuz no se registré un solo acto de violencia. Resultado: alli tenfan amigos y colabo- radores por todas partes.) Causé tal in- dignacién aquello que fos huidos que se echaban al monte —los que eran de por alli— tuvieron que marcharse a Galicia. (Carucedo y Lago de Carucedo son tie- rras leonesas,) También me hablé la es- tanquera, con visible orgullo, de «las muchas pirémides de médulos romanos que hay en aquella zona... y del Castillo de Cornatel... y de la famosa batalla de Lago de Carucedo>. En Galicia —y en esto si que hay plena coincidencia con el resto del pais—, cuan- do hablan de la guerrilla también hacen arrancar la narracién desde julio de 1936. Y debe tenerse en cuenta que, por Gali- cia, en realidad, la experiencia guerrille- ra no se cierra hasta la primavera de 1964, con la muerte de «el Piloto»? Es decir, que si afirmamos que un dia debe dedicarse un libro por provincia, para tratar debidamente de la guerrilla espa- fiola del siglo xx, en el contexto politico- social del periodo 1931-1960, en Galicia va a ser necesario que se editen unos auténticos episodios nacionates. En los quince dias que anduve por tie- rras gallegas’—siempre acompafiado y 2. Al ser localizado —en Monforte de Lemos pea sneosenrn gue fos leaden a guo compatiero de mili, que lo reconocié en la ba 10 (Lugo)— eel Pilo- , Procedente de Ma- Grid, con la misién de pulsar el ambiente, para tratér de organizar la guerrilla urbana, que era una idea antigua en los medios antifra quistas gallegos. ( lese que, en 1964, ha- algo més de cuatro afos gue actuaba, en Bed je guerrilla urbana, la organizacién vasca 350 asesorado por alguien— saqué la conclu- sin de que en parte alguna de Espafia la represién fue tan brutal y despiadada como en las cuatro provincias gallegas. Salvo, quiz4, en algunas zonas de Teruel, de Toledo, de Granada y de Cérdoba. Su dureza y su duracién éxplican, me pun tualizé el amigo Diaz, de La Coruiia, la reaccién actual: de no callarse, de no silenciar nada. El hecho de que tantas familias galle- gas resultaran marcadas por la represi hha desencadenado esa suma de reaccio nes contra los responsables y el que ésta haya sido mucho més importante que en otras regiones de Espaiia. Esto po dria explicar, también, el hecho de que el fendmeno guerrillero tuviera la inten sidad y la dureza que tuvo. O sea que aqui, en Galicia, y al revés de lo ocu do en el resto del pais, e] dafio causado por la represién fue directo —y no s6lo reflejo de la onda expansiva del terror- y el golpe directo provoca —no el replie gue, como el indirecto, en espera de tie pos mejores— sino el contragolpe. moraleja me la facilité un viejo milit te de la C.N.T. de Vigo: «A mayor te rror menos temor.» No faltan historiadores que se han pi guntado por qué «los actos de vand: mo» —acciones guerrilleras— se recra decieron en 1940. La respuesta me la dado casi con las mismas palabras en los cien puntos cardinales de Galicia: « chos huidos, que se encontraban en 4 monte desde los comienzos de la gu 3. Si se quiere comparar el ciento por to de asesoramiento que recibi de los galle ara orientarme por sus tierras, recoger dat informacién, fotos y testimonios con el de otros cuatro viajes —personas introductoras Telacién a pueblos visitados—, he aqui los centajes: Cataluna, 80%; Andalucia, 75%; tremadura, 50%;,"La Mancha, 45%; te, 40%; Aragén, 35%; Castilla, 2096; Pais V: 0, 10% y Navarra, 59%. 4. Algunos iuidos, como don Juan Moya de La Guardia (Pontevedra), han puesto incluss en Jetra impresa ‘su odisea,’la de parientes, em ‘raflables y personas amigas, y de sus famil desde 1936-2 1975, Cuando le pregunté a mi go Noya qué actitud adoptaban los deudos 4 fos acusados como asesinos 0 torturadores malversadores— en su libro, me respondié: «Cuando me los encuentro por la calle bajan. cabeza y pasan de largo, amigo Pons Pr: iNo ve que yo sdlo he dicho la verdad y cosas que todo el mundo conoce desde si pre!» civil, tenfan la esperanza de poder reu- nirse con sus familias al terminarse la contienda. Aunque para ello tuvieran que pasar una temporada en la carcel. Al ver cémo trataban a los primeros huidos que abandonaron sus refugios y se entre- garon —los asesinaban en cualquier Iu gar después de haberlos torturado des- piadadamente—, los que se vieron con- denados a seguir marginados —y no po- cos de ellos sabiendo sus familias per- seguidas y acorraladas por el hambre— de huidos (de “cazados”) se transforma- ron en perseguidores (en “cazadores”).» Esta es una de tantas respuestas que s6lo pueden ser conocidas cuandd uno se patea los lugares donde se desarrolla- ron los hechos, en lugar de dedicarse a plagiar libros ajenos —sin molestarse si- quicra en citarlos en la bibliografia—, a medio transcribir informes y a mal co- piar atestados> Antes de la guerra civii por estas tie- 5. La cerrilidad y la vileza se albergaron mu- a ooes on las altura He agut otra muestra de ello: cOcurre con Santiago Casares una cosa muy curiosa, y es que el historiador espaiiol ho encuentra con frecuencia a mano datos so- bre su Diografia politica. Es posible. que esto sea consecuencia de cierta comunicacidn oficial del gobernador civil de La Covuita, ose Maria de Arellano, del 26 de noviembre de 1937, esto es, en plena guerra civil. En lugar de datos de su infancia, se copia a la letra dicha nota, que dice asi: “EI nombre de Santiago Casares’ Yoga, ser borrado de todos los registros, y siendo indigno de figurar en el registro de ios nacimientos que se lleva en los Jurgados Muni cipales, constituidos para seres humanos y no para alimatias, el nombre de Santiago Casares Guiroga, someto a su consideracion la proce: dencia de que se cursen las Ordenes oportunas para que el folio oprobioso del Registro muni, cipal de esta ciudad en que se halla inserito su nacimiento se haga desaparecer. En este senti do me comunicara V.E. a prestacién de este ‘obligado homenaje a ia Espana Una, Grande y Libre de Franco. En el Acta del Colegio de Abo- gados, y en cuantos libros figure el nombre Tepugnante de Casares Quiroga, debera proce. derse, asimismo, a borrarlo, para que las ge neraciones futuras no encuentren mas vestigio Suyo que su ficha antropolégica de foratido.— Dios guarde a V.E, muchos afios, La Coruf; 26 de noviembre de 1937. 1 Gobernador. C Tose Maria de Arcliano.”> (La proclamacion te 1a Republica, abrit de 1931, Fenenico Bravo Mo- Rata, Ediciones Fenicia, Madrid, 1973) (Nota del autor: ¥ otto tanto ocurrié, en las rimeras semanas de 1977, en. st pueblo natal ridano, con Liufs Companys i Jover, el ltimo presidente del Gobierno de la Generalitat de Cataluia, cuando familiares suyos trataron de obtener ‘documentos acreditativos del politico fusilado en 1940), rras preponderaban tres corrientes ideo- lgicas: la republicana, la socialista y la libertaria. Estas dos ultimas eran las de mayor arraigo popular. La comunista era. de reciente implantacién: sobresalié a partir de los sucesos de octubre de 1934. También tenia mucha fuerza el sector autonomista, cuyos principales animado- res procedian del campo republicano. Hoy este sentimiento lo encarnan —co- mo en Catalufia y en el Pais Vasco— grupos situados mucho mas a la izquier- da que los republicanos chistéricos». Es decir, menos roménticos y mas radicali- zados. A la salida de Astorga —cuando iba hacia la regién del Bierzo— tomé en auto- stop a un soldado de Aviacién, que dejé en Ponferrada y con domicilio en Lillo del Bierzo (Leén). Me conté que su fa- ‘milia era natural de Favero (Lugo) y que conocia muy bien lo ocurrido, cuando Io de la guerrilla, en la Sierra de Curel, cu- yas montafias estén taladradas por abun- dantes y misteriosas cuevas. Su abuela es de Cervantes —cerca de Becerreé—, donde él iba a pasar los veranos con ella. Entonces —tendria 10 afios, esto es, en 1966— la abuela le contaba .) Luego se hicieron de nuevo a la mar y no volvieron a arriar velas hasta tocar tierra venezolana. Iba con ellos Manolo Gallego, su jefe de E,M,, que habia sido coman: dante en jefe de la Defensa Antiacrea de La Corufia los Ejércitos republicanos del Este y del Ebro durante nuestra guerra civil, En esta partida, mientras estuvo en el monte, se dio un caso quizé tinico en Ia historia de Ja guerrilla espafiola: «Rodriguez» si- guid cursos de peritaje eléctrico por co- rrespondencia. Su hermana —la enlace que después se casaria con Manuel Pi- Aeiro— le subia las lecciones a la monta- fia y las cursaba, desde el llano, al centro de ensefianza. Cabe creer que los estudios le fueron provechosos ya que, afios mas tarde, cuando se construyé la Ciudad Uni- versitaria de Caracas, «Rodriguez» era el Jefe de los electricistas que trabajaban en tan ingente obra. Y una de las empre- sas constructoras era precisamente la de Manuel Pifieiro, su cufiado y jefe de la partida. Testimonio de Xavier Costa Clavell. «Lo primero que debo recalcarte es que en Galicia la actuacién de maquis franceses fue inapreciable, Que la nuestra fue una guerrilla genuinamente autéctona. Tanto en la primera etapa (1939-1943), que se caracteriza por su caracter espontaneo e inconexo, como en la segunda (de 1943 en adelante), en la que se organiza y has- ta coordina sus acciones. »Los primeros golpes de mano de Ios que tengo noticia fue la visita al hospital militar de E] Rebullén, en Vigo, donde se apoderaron de los medicamentos que ne- cesitaban para asistir a sus compafieros, heridos o enfermos, que se encontraban escondidos en las montafias. El otro fue en San Juan del Monte, a cuyas cercanias llegé una patrulla de guerrilleros disfra- 355 } | | ! | zada de falangistas, para efectuar una requisa de ropas, viveres y dinero, regre- sando a sus bases sin ser molestados. ¥ el tiroteo que sostuvieron, con fuerzas del Ejército en el aeropuerto de Vigo. En- tonces abundaron las ejecuciones de con- fidentes de los falangistas. El jefe guerri- Mero de més nombradia en Ja primera hora fue Manuel Gonzalez Fresco, que tuvo en jaque, durante mucho tiempo, a las autoridades de toda la comarca del sur de Vigo. Se trataba de un hombre duro, bragado en la lucha, excelente tira- dor y valiente como pocos. Al parecer gozaba de mucha popularidad, tanto en- tre sus hombres como entre la poblacién civil. No se sabe cudles fueron las cir- cunstancias de su muerte, ya que su ca- daver aparecié un dia en los Altos de Cu- furco con un balazo en Ja cabeza. »La region donde la guerra de guerri- Mas alcanzé mayor virulencia fue la de La Corufia y en particular la comarca de El Ferrol. Un hecho muy sonado, hacia 1940, fue Ia aparicién en un café de Mu- gardos de tres guerrilleros, decididos a ejecutar a un falangista Hamado “el Bai- larin”. Se le acusé, alli mismo, de 76 ase- sinatos, perpetrados en el verano de 1936. Al terminar de leer la fimebre lista lo ma- taron a tiros. También en 1940, cinco gue- rrilleros asaltaron el polvorin de Carranza. (El Ferrol). ¥ en Valdovifio, La Corufia, otro grupo, mandado por un mallorquin, Vicente Pefia, ex condestable de Ia Ar. mada, oblig6 a las fuerzas de Marina a que devolvieran cuatro camiones de pa- tatas requisadas a labradores tildados de izquierdistas. Y antes de marcharse in- cendiaron los vehiculos. En efecto, fue- ron sus hombres los que ejecutaron al te- niente Torres, conocido en Jubia (comar- ca ferrolana), en los primeros afios de la posguerra, con el apodo de “Napoleén galego”. »Entre los guerrilleros que destacaron por la zona de El Ferrol, en la primera etapa (1939-1943), figuran Juan Pérez Do- pico (“Xan de Xenaro”), que era natural de la aldea de Limodre (Ayuntamiento de Mugardos); Andrés Toupelo, también de Limodre, que fue enlace de la guerrilla de Lugo. Se destacaron asimismo: Enri- queta Otero, maestra nacional, Gerardo 356 Chas y el doctor Bartino, madrilefio refu- giado en La Corufia, todos comunistas, vinculados a la guerrilla lucense. »En la segunda etapa, que se abre en 1943, ademas de la red guerrillera adscri- ta a la Union Nacional Espafiola, en la que se integré incluso un grupo del Par- tido Galleguista, mandado por Xosé Velo Mosquera —més tarde dirigente del D.R.LL, (Directorio Revolucionario Ibé- rico de Liberacién) y asaltante del tra- satlantico portugués Santa Maria—, y Otelo Castelao, hubo un par de partidas cenetistas que dieron mucha guerra: las que mandaban José Luis Quintas “Alfon- so” y Xestis Lavandeira “Ladrillo”; este ultimo secretario de Ia C.N.T. de Be- tanzos. >A mediados de 1944, a los nombres que mencionas tienes que afiadir, como jefes de Ja guerrilla, los de Xosé Remufian Ba- treiro, Gregorio Dopico (“o Bolichero”), Adolfo Allegue “Riqueche” y el de “Pedro Borrds”. “Marrofer” era un maestro as- turiano, en efecto. Remufian Barreiro tuvo dos nombres de guerra: el de “Ri- cardito” y el de “Simeon”. »En 1946 cayé Manuela Sanchez, una campesina de 53 afios, natural de Curtis. Fue una de tantas mujeres gallegas que valerosamente ponian su casa y su vida al servicio de la guerrilla. Su casa era un punto de apoyo seguro. Tras una accién arriesgada, un grupo de guerrilleros, al no poder alcanzar sus bases antes de que amaneciese, se refugiaron en su casa. Pero el enemigo peinaba metédicamente todo: pueblos y aldeas, casa por casa, monte por monte, pajar por pajar, hé. rreo por hérreo, alpendre pot alpendre, establo por establo. Fueron localizados y empezé el combate. Manuela, al ver que se les agotaban las municiones, les or- dené que se fueran: “idevos, meus fillos, e deixddeme un fusit” (marcharos, hijos mios, y dejadme un fusil). Al negarse ellos a marcharse, Manuela repitié la or- den enérgicamente. Y ella sola, hasta la ‘iltima bala, tuvo a raya a las fuerzas asal- tantes, »Por Ia zona de Calin (Pontevedra), en las comarcas cercanas a la Sierra del Fa- To, actuaron varios grupos. Uno de ellos Jo mandaba un labrador llamado Ber- Dolores Dominguez y su esposo Juan Moya, de La Guardia. €1 fue ‘sno de los numerosos «huidos» de la regién de Pontevedra. Isaura Gémez Pérez durante la guerra civil dio albergue a varios «huidos». lera (a la izqulerda), presidente del Goblemo de la Repiblica en el exilio, y Juan Noya Gil, autor de «Fuxidos» (Memorias de un republicano gallego perseguide por el franquismo), on el acto de presentacién del libro ‘en Caracas, el 14 de abril de 1976. més. Otro “el de Rodeiro”. Operaban en el valle de Camba y tenfan sus bases en Jos montes del Xisiral. Y en las proximi- dades del monte Carrio habia otro grupo mandado por un minero de Silleda (Pon- tevedra). Fueron partidas que lucharon durante largos afios, al igual que el de “os Corcheiros” —parte de los cuales procedian de otro grupo Mamado “Los Destroyers”, que dirigia también por tie- rras de Silleda un antiguo emigrante—, que mandé “Miguel”. Con “os Corchei- ros” actué Victor Garcia —que habia mandado una pequefia partida en la sie- rra del Candén (Pontevedra)—, respon- sable del asalto en la feria de “os Car- ballifios”. Manuel Ponte, para castigar aquella accién irresponsable, hizo ejecu- tar a Garcia por sus propios compafieros el 27 de enero de 1946. »Si, el “Curuxas”, como Ponte, tam- bién era sastre ambulante. Su partida ac- tuaba sobre todo en la comarca de Me- llid, Monterroso y Palas del Rey, es decir en el Alto Ulla. Operaban en grupos de tres hombres y contaban con una impor- tante red de enlaces. “Curuxas” era un hombre muy astuto, con reflejos ingenio- sos. almplanté entre sus hombres un ideal de justicia, condensado elementalmente en este lema: “El que maté debe morir, y quien ayud6 a los fascistas debe ayu- darnos a nosotros con todo Io que tenga.” »En lo mas fuerte de la ofensiva anti- guerrillera (1946-1948), en Galicia hubo unos ocho mil guardias civiles, tres tabo- res de Regulares, ocho compaiiias de Po- licfa Armada y un enjambre incalculable de agentes enemigos diseminados e infil- trados. La labor de estos tiltimos fue facilitada por el grado de solidaridad que se impusieron las gentes humildes de Ga- licia. Bastaba muchas veces con presen- tarse como /utido de otra regién para ser atendido y socorrido. “A fines del 47 —declaré el jefe guerrillero ‘Moncho’ a su Tlegada a Francia—, el enemigo legé a hacer quemas de monte bajo. Ardia el tojo y con él los pinos y los carballos, sembrando la ruina entre los campesi- nos.” Al tiempo que reconoce que “las contrapartidas constituyeron un rudo 358 golpe para el movimiento guerrillero de Galicia”. »Es verdad, el escritor, poeta y cate- dratico gallego Xosé Luis Méndez Ferrin, escribid, hacia 1967, una novela en galle- go sobre el tema de la guerrilla gallega. Se titula Os corvos, a figueira e a foz de ouro (Los cuervos, la higuera y la hoz de oro), que sigue inédita y que ha costado al autor, y también a su esposa —la también escritora Maria Xosé Quei- — disgustos muy serios y encarcela- miento. “Yo —me ha dicho Méndez Fe- rrin— fui condenado formalmente por el contenido de Os corvos, a figueira e a foz de ouro, pero, en realidad, lo que bus- caban era condenar a la Unién do Povo Galego (U.P.G.).” »Si, eso del escrito de Ponte a un re- presentante diplomatico de Inglaterra en Espafia es cierto. En nota, al final, te doy el texto. En efecto, el grupo que més actué por la zona de la Cafiiza fue el de Gonzalez Fresco que, como debes saber, habia sido campeon nacional de tiro a pichdn antes de la guerra, Estuvo por alli cuatro 0 cinco aiios y sus acciones se extendieron hasta Vigo. »Otro grupo muy importante, y de gran actividad, fue el de la abrupta Galicia sudoriental, que tenia sus principales re- fugios en Casayo y Vilar de Cervos, por la Sierra del Eje, con lugares de descan- so en As Fragas, parajes de las margenes del rio Sil tan sdlo accesibles por cami- nos entre rocas. Este fue el tinico que, dada Ja configuracién del terreno, pudo presentar batalla a fuerzas del Ejército, en 1941, en un combate que duré varias horas, en la comarca de A Veiga do Bolo, a orillas del rio Camba.’Lo formaban dos partidas: una mandada por Marceli- no Parra y otra por Bailarin. Sus tiltimos hombres serian exterminados en 1948. »Gémez, Gayoso era maestro, en efec- to, y habia estado exiliado en La Haba- na. Y Antonio Seoane, tipégrafo del dia- rio La Prensa de Buenos Aires, era un viejo emigrante en la Argentina. Regresa- ron clandestinamente a Galicia en 1943 Hevando el aliento de la emigracién ga- Mega a la Resistencia antifranquista y se incorporaron como instructores a las gue- rrillas de Galicia. Cinco afios mas tarde caian en poder de sus enemigos y fueron ejecutados el 6 de noviembre de 1948.1 »En el mismo proceso fueron encarta- dos: Juan Romero Ramos, jornalero; José Bartrina, médico; José Ramos Diaz, sastre; José Rodriguez Campos, jornale- ro; Juan Martinez, labrador, y cuatro mujeres: Maria Blazquez, Clementina Gallego, Carmen Orozco, maestra nacio- nal, y Josefina Gonzalez Cubeiro. »Se me olvidaba algo sobre Manuela Sénchez. Vivia en una aldea llamada San Vicente de Carrés, del término de Cesu- res, en la provincia de La Corufia. Y el grupo de guerrilleros que logré salvar To capitaneaba el propio jefe de la par- tida, Antonio Nouche Costa, »Otro guerrillero muy conocido fue Se- gundo Vilaboy, que habia sido obrero de Ia construccién naval de El Ferrol, que actus con Ponte y que serfa agarrotado en El Ferrol en énero de 1948. Sobre él se conoce el testimonio de un compafie- ro de guerrilla: Roces y Guill, que tam- bign colaboré con Ponte, »Su carta abierta a un embajador in- glés, ampliamente difundida en el ex- tranjero, dio popularidad internacional al jefe guerrillero: »“Sefior Embajador: Al conocer su via- je por Galicia no pude resistir a la ten- tacién de dirigirme a Vd, Me hubiera gustado hacerlo personalmente, pero me doy cuenta del abismo social que separa a un humilde combatiente de la Resis- tencia de un ilustre Embajador de S. M. Briténica. Por otra parte, ha encontrado Vd. como anfitriones ideales a los gober- nadores y jerarcas falangistas, que le consideran su huésped de honor. Cémo cambian los tiempos, sefior Embajador. »"En verdad ha Iegado Vd. en un mo- mento interesante. Ignoro si entre las visitas realizadas se encuentran las cér- celes de Galicia y la asistencia a los con- sejos de guerra donde se condena a muer- te como en los mejores dias de Hitler. Desconozco si en los agasajos que le brindaron figuré la asistencia al acto de ahorcar el dia 3 de setiembre, en Ponte- vedra, a Luis Blanco y a Diego Valero; 1. Rafael Alberti, en su libro Coplas de Juan Paradero (1949-1953), dedicé un poema a la me- moria de Gomez Gayoso y Seoane. el dia 20, en Lugo, a Manuel Alvarez, y el 21 a Julio Nicto y a Ramén Vivero. Tal vez extasiado por las bellezas del pai- saje gallego y embriagado por la carifio- sa acogida que le brindaron los ejecuto- res de esos crimenes, no le haya dejado tiempo para detenerse ante esos he- chos... »”...eran cinco antifascistas gallegos, de los que, con riesgo de su vida, impi- dieron que muchas toneladas de wélfram fueran para Ja industria nazi. Eran cinco gallegos, de esos que a millares sirvie- ron de pasto a los tiburones, para que los barcos ingleses y norteamericanos pudieran llevar soldados y armamento a las cinco partes del mundo. Y esos cin- co mértires fueron ahorcados por el cém- plice de Hitler, mientras usted, Mister Mallet, estrechaba las manos ensangren- tadas de los verdugos falangistas. »"Nosotros los guerrilleros entende- mos muy poco de sutilezas diplomaticas Pero entendemos mucho de lealtades. Diez afios de vicisitudes y lucha han for- jado en nosotros, gentes de escasa cul- tura, sencillas y honestas y con un co- razén abierto a todos los dolores y su- frimientos de nuestro pucblo, una clara visién de la decencia politica y del ho- nor. El hecho de que Franco afiada unas decenas mas de cadaveres al millén de victimas de su traicidn, eso no influye para nada en las cotizaciones de Ia City. La misién de un embajador de S. M. es més clevada, Espajia en su conjunto, sus riquezas, su posicién estratégica, son algo mas fundamental. Y ésta si que es una causa de sus constantes desvelos, porque una Espafia semicolonial o una’ Espaiia Libre y Soberana pueden aumentar o dis- minuir ceros en los dividendos de los muy dignos pilares del Imperio inglés. Esto, mucho més que el paisaje bucéli- co de Galicia, es lo que le trajo a usted a este peregrinar por la frontera con Portugal. >’Con todo respeto me permito pre- guntarle: ¢Recuerda los asaltos y pedreas a los consulados ingleses por parte de los falangistas? ¢Recuerda Vd. la Divi si6n Azul y los insultos de Franco a las ‘podridas democracias’? ¢Por qué titu- bea en contestar, Mister Mallet? Dice el 359 refran que no hay peor sordo que el que no quiere oir... »”Nosotros no pedimos cosas imposi- bles, sefior Embajador. No pedimos que el Ejército inglés venga a implantar en Espaiia una democracia. Sus delegados en Ja O.N.U. se encasquetaron la toga de abogados del palafrenero de Hitler. ‘A cambio de nuestros alimentos ustedes envian al verdugo espaiiol armas para que éste asesine a los labradores y aho- gue en sangre nuestro anhelo de disfru- tar de las Cuatro Libertades de la Carta del Atlantico. »"No somos mis que guerrilleros, hom- bres que hace diez afios se tiraron al monte porque las palabras rendicién y capitulacién ante el fascismo no cabian en sus cabezas. Quizds para Vd. somos también ‘bandoleros’. »"MANUEL PoNTE, Jefe de la IV Agru- pacién de Guerrilleros de Galicia. 5 de Octubre de 1946." Datos para la Historia PARTIDA DE MANUEL PONTE PEDREIRA («Pintor» y llamada también de «Manuel del Rio Botanay, en homenaje a un anti- guo jefe de partida, muerto a fines de 1941, en una refriega). Manuel Ponte habia nacido en el municipio de Frades, parroquia de Abelld, en la aldea de Fon- tao’ Su padre era sastre ambulante, de esos que iban de aldea en aldea, de pue- blo en pueblo y de casa en casa, con su maquina de coser portatil, y su oficio —y su generosidad— le habian granjeado la amistad de las gentes humildes de aque- Ha comarca. Su hijo, Manuel, empezé a trabajar a su lado a los diez afios, sin haber puesto nunca los pies en una ¢s- cuela. Lo que sabia lo habia aprendido, de mayor, en la cércel, ya que Ponte com- batié contra las tropas sublevadas en julio de 1936, en que fue hecho prisione- To y condenado a 30 afios y un dia, Sali6 en libertad condicional y vigilada a fines de 1943, Trabajé unos dos aiios en su oficio (de sastre-remendén a domicilio) y en el otofio de 1945 se eché al monte, 360 donde estuvo combatiendo, al frente de su partida, durante dos afios y medio. Diremos, también, que antes de echarse a la sierra Ponte actué siempre en Ia clandestinidad y estuvo relacionado con las principales partidas gallegas. Uno de sus hombres, que vive en Francia (Ma- nuel V. E.), me dijo que Ponte era un hombre discreto, poco amigo de imposi- ciones de ninguna clase —«ni las admitia ni las empleaba», me especificé su anti- guo compaiiero de armas—, introvertido y muy estudioso. Al empezar la guerra civil no tenia filiacién politica alguna. Empez6 a militar en la carcel, como mu- chos otros. ¥ cuando se marché al mon- te, como tantos «escapados» —como lla- man por alli a los huidos—, fue para librarse de la amenaza de ser encarcela- do de nuevo. Ademds, Ponte era de los que tenia que presentarse a Ja policia de Frades cada semana, y cada visita a la comisaria era, para él y para los demas, una humillacién insoportable. De Ponte, como de José Luis Quintas, de Vigo, me dijeron, quienes lo conocian de largas fechas, que tenfan un temperamento an- tiguerrillero por excelencia. Eran pacifi- cos de nacimiento y por conviccién. El 21 de abril de 1947, en la aldea de Fontao eran cercados seis guerrilleros. Desde primeras horas de la noche ante- rior, Ponte conocia la gran concentra- cién de fuerzas enemigas —«porque donde habja un campesine o una campe- sina, Ponte tenia un amigo», me puntua- lizé un compafiero suyo—, por lo que ordené desenterrar unos paquetes de do- cumentos comprometedores, que fueron quemados. Hay quien opina que, de no haberse entretenido en la destruccién de «tanto papel», hubiesen podido ponerse a salvo todos los guerrilleros y no s6lo tres de ellos. Otros paquetes de docu- mentacién, en cambio —la quema de unos camuflaba a menudo la conserva- cién de otros—, fueron enterrados y recu- perados mas tarde. Luego, antes de que amaneciese, Ponte dio orden de salir y de dispersarse. El jefe de la partida —y no es éste el tinico ejemplo— se quedé alli para cubrir la salida de sus hombres. Solo tres —y uno de ellos es el que se en- cuentra en Francia, otro est4 en Buenos Aires y el tercero ha muerto— lograron cruzar las lineas enemigas y ponerse a salvo. Los otros tres fueron heridos y rematados sobre el terreno en varios puntos cercanos a la aldea de Fontao: Ponte, el corufiés Manuel Diez Péez y el asturiano Manuel Rodriguez, En Ordenes —gracias a la informacién de amigos corufieses— pude localizar a Ja compafiera de Ponte. La vispera —yen- do hacia La Corufia— habia cenado y dormido alli sin sospechar que la tenia a unos cien pasos del hotel. Al dia si- guiente, cuando a la joven muchacha que me servia el desayuno le pregunté si conocia a la familia de Ponte, excla- mé: «¢Quiere usted decir Ponte, el famo- so guerrillero?» «Si, ese ‘mismo. Salié conmigo y me mostré un edificio moder- no cercano: «Ahf vive. Lo que no sé es en qué piso» Me abrié la puerta Marfa del Carmen —a hija de Ponte—. Una muchacha alta, guapa, distinguida y de mirada inteligen- te. (Ya me lo habian dicho en La Coru- fia los compafieros de cautiverio de Pon- te [1936-1943]: «Es igual que su padre.») Quedaba por saber si era tan estudiosa como él. Pero yo conoci a la nieta —Cla- ra Maria Ruiz Ponte—, y charlé con ella —y le prometf enviarle unos libros— y puedo asegurar que en lo de estudiosa se parece al abuelo. Y lo que mas le gusta son las matematicas, Los amigos y los camaradas de Ponte me trazaron los hi- tos esenciales de la vida del jefe guerri- Hero, por lo que con su compafiera, que convalecia de una grave dolencia cardia. ca, s6lo cambiamos unas palabras y un fuerte abrazo cuando nos separamos. Maria del Carmen me dijo dénde estaba enterrado su padre y me ensefié el ca- mino para llegar hasta su aldea natal: Fontao. Manuel Ponte descansa en su tierra, al lado de un muchacho corufés —de San Pedro de Nos— y de un joven asturiano, ex dinamitero, que son los tres que murieron, a pocos minutos de inter- valo, el 21 de abril de 1947, después de unas horas de asedio y cuando trataban de romper el cerco de unos doscientos enemigos armados. Después de haber fotografiado la tum- ba —tres montoncitos de tierra rodeados de mirto—, estuve en Fontao, sacando més fotos y conversando con vecinos de Ponte ¢ incluso con la mujer del her- mano mayor —que es carpintero— del jefe guerrillero. Pues bien, cuando esta- ba haciendo la tltima fotografia —una vista de la aldea a cierta distancia—, una anciana que estaba trabajando en la es- quina de un campo, muy cerca de mi, me pregunté lo que me traia por alli, Se lo dije y al final le recaiqué que aquél era el Ultimo documento fotografico que me iba a Ievar de la aldea de Ponte, En- tonces la vi erguirse frente a mi y se me quedé mirando fijamente. Con una voz seca, tajante —reaccioné como alguien a quien acaban de inferir una ofensa—, me espeté: «Qiga usted... cuando hable de él no diga Ponte a secas.,, diga Ponte de Fontao, que es como le Hamabamos por aqui.» La forma de encararse con- migo, repito, me sorprendié: era como si de pronto aquella mujeruca hubiese sospechado que yo era un tipo insensi- ble, que preparaba aquel trabajo sobre su Ponte de Fontao, como el que escribe un reportaje sobre la recoleccién de la remolacha. Luego, me clavé de nuevo su mirada en los ojos y, sefialndome la aldea con el brazo extendido, proclamé: «Si, sefior, se Hamaba Ponte de Fontao, como su padre, y legard un dia en que nuestra aldea se llamara Fontao de Pon- te»? La partida de Ponte tuvo siempre sus bases en la Cordillera Cantébrica (La Co- 2. A Ia vor de In campesina se le uniria la del poeta: «4 LA MEMORIA DE PONTE. / Lie. vabais a cuestas un_arca de silencio / y bajo los ojos Ia cicatriz, de la esperanza. / Conden- sados, azules, territorios del odio / ‘os cerca. ban. Entonces subisteis a las sierras / donde el crepiisculo promete una noche sin Sapos. / Fuisteis los manzanos que erecen en lag. ru nas, / el impulso que sostiene crepiisculos de piedra, / el avion que el pastor acecha desde la brafia.’/ Un azufre mezclado de pustula y car naza / exhalaba sin tregua. Bravos pufios er guisteis / contra la corriente. Libres, despiertos, permanente / centinela de la vida pusisteis en Ia patria, / ¥ en medio del ejército popular v furtivo, / representando @ las gentes de cada dia, un hombre / con sintaxis perfecta de rio 0 de caballo, / dijo que no al fascio y atrincheré las altas / heredades que recibimos, en el re- ducto de Jas dguilas / Y tras de el las clases del trabajo comprado: / marineros, labriegos silenta patria!—, obreros, / apoyaron la roia rebelion de la montatia, / Desde la noche de Piedra que canté Celso-Emilio, / desde la cat 361 Benigno Andrade Garcia «Foucel José Castro Veiga Luis Trigo «Guardar «el Piloton. Juan Antonio Cortifias BI «Manuel Veg: José Gémez Galloso «Lépez». Manuel Fernandez Soto «Coronel Benito». Francisco Rey Ballbis «Moncho». José Neira Fernandez «Neiray. Guillermo Moran. Julian Asebo «Guardifian. «Trancas», ...(Ediciones Libro de Oro, Vigo, 1976). Los rostros destigurados pertenecen a personas que ain viven. Eebariies an a cagtonats de su nacimiento>... rufia-Lugo) y puntos de apoyo por todas partes... Partipa pe «Foucettas» (Benigno Andra- de Garcia), Era natural de una aldea corufiesa: Foucellas. En 1936 trabajaba como peén en una serreria de la parro- quia de Mesia. Era de estatura pequefia pero de fuerte complexion fisica. Perte- necia a la C.N.T. y en julio de 1936 ya se enfrenté con ei destacamento de la Guardia Civil de Cabruy. Al decir de la gente era un rebelde nato y tenia un don rarisimo: olfa a los guardias a cien le- guas a la redonda. Aunque oficialmente se le lanza al monte en 1941, a mi, por sus ares, me aseguraron que, antes de que terminase el verano de 1936, ya anda- ba por aquella montafia hostigando a las fuerzas enemigas. Parece ser que anduvo por los Montes de Chamarde, a las 6r- denes de «el de Negreira», que era una pequefia partida de 5 0 6 hombres que corrié por la zona de Betanzos-Curtis- Ordenes. En el otofio de 1940 es cuando «Foucellas> monta su propia partida, con escapados de unidades disciplinarias de la regién. Se instala en los Montes de Bocelo. La partida se compone casi toda. de prisioneros republicanos («que habfan recorrido todos los pasos de la amargu- ra, como Cristo», me especificd un viejo de Curtis). La zona batida es la del cua- drilétero Betanzos-Ordenes-Arztia-Guiti- riz. Quienes le conocieron —y que me aconsejaron no ir a ver ni a sus herma- nos nia sus sobrinos, porque no quieren ofr hablar de su pariente guerrillero— niegan que (Luis Trigo). Se creé en Ja primavera de 1940, en la zona oeste de Mondofiedo, con bases en la Sierra de Gistral (Alfoz, Ferreira, Mu- ras, Corbelle, Abadin), El lugarteniente de «Guardarrios» era Venancio Seoane «Pasoslargos». La partida se extinguid en 1948, cuando, después de varios encuen- tros con las fuerzas del orden, murieron se entrego al jefe de la Cuarta Columna de Operaciones, pretextando querer colaborar en la exterminacién de sus antiguos compafieros. Nunca se sa- bra —o quizé si— con qué intenciones se rindié, ya que se sabe que no presté el menor servicio a favor de sus enemigos. Fue encarcelado, juzgado y fusilado en Orense, en la primavera de 1941. PARTIDA DE (Alfredo Yatiez Do- minguez). Era natural de Jares (Oren- se), una aldea que se encuentra al sur de la Sierra del Eje. Como «Bailarin», era un militante de la Sociedad Obrera y Campesina de Jares, de neta influencia comunista. En realidad esta partida se formé con un grupo de guerrilleros de «Bailarin» y con algunos desertores del Ejército franquista, todos ellos proceden- tes de grupos auténomos que merodea- ban por la zona de la Sierra del Eje y la de la Lastra (en Ia divisoria con Leon), Esta partida, como casi todas las de Orense, tenia estrechos contactos con los militantes de la Alianza Democratica Por- tuguesa —cuya sede provincial estaba en la zona de Braganza-Vinhais. Las bases de la partida estaban en Ia Sierra del Eje, pero sus correrias por esta zona fue- ron bastante espaciadas, ya que la regién —pobre de solemnidad— no daba para muchos merodeos. «Aguirre» sucumbid por tierras de Portugal, en noviembre de 1947, y su lugarteniente «Sinsegundo» se hizo cargo del destacamento guerrillero hasta el otofio de 1949, en que éste y va- tios de sus hombres resultaron heridos en una refriega y fueron detenidos. PARTIDA DE «PARRA» (Marcelino de la Pa- rra Casas). Esta partida también se creé en las primeras semanas de la guerra civil, después que su jefe actué un tiem- po de lugarteniente del «Bailarin. Tuvo sus bases en la Sierra de Porto, por lo que sus incursiones tenian a menudo como meta las vecinas tierras de Zamo- ra. Parece ser que colaboré activamente en el intento de militarizacién de las par- 376 tidas, al que se opusieron varios vetera- nos de la guerrilla de extraccién liberta- ria, entre los que destacaron . Sin embargo, uno de los contertulios se creyé obligado a acla- rar: «Langullo» y varios de sus hombres mar- charon a Francia en el verano de 1950, (Testimonio de «Vladimiro»: «Si, lo re- cuerdo muy bien, porque fue uno de los pocos que acepté la idea de disolver las guerrillas sin rechistar. ¥ me dijo: “Ya era hora de que plegdsemos velas, por- que aqui lo tinico que estamos haciendo hace mucho tiempo es el canelo.”») PARTIDA DE LOS «SOULECINES>. Esta fue, sin duda, la partida del pafs en cuya crea. cidn intervinieron mayor mimero de her- manos: Adolfo, Domingo, Consuelo, An- tonia, Rogelio y Sebastian Rodriguez Leon. Eran naturales de Soulecin, una aldea del término de El Barco de Valdeo- rras. Los cuatro primeros recibieron su 2. Con relacién al, niimero de refriegas, las bajas ‘guerrilleras. colocan a Orense en tercer lugar de la clasificacion nacional, Yen el déct mo tespecto las baias, toales de la guerrilla (Muertos, heridos, presos y enlaces detenidos). Respecto las bajas de la poblacion civil, la gue: rrilla orensana tiene en su haber el veinte por lento de los curas ejecutados en todo el pais. E1756 de los curas ejecutados por la guerrilla en el pais lo seria en Galicia, bautismo de fuego con la partida de «Gi- ron», en la que las dos hermanas —Con- suelo y Antonia— habfan actuado como enlaces durante mucho tiempo, en com- pafiia de Odilia Gonzalez «Pequefia», que era la compajiera de «Girén». Esta par- tida se cred en la primavera de 1939, ape- nas terminé la guerra civil, cuando se desencadené —y no sélo por tierras oren- sanas, como es bien sabido— otra ola re- presiva, incluso contra hombres que, lla- mados por quintas, lucharon en el ejér- cito vencedor, pero que, entretanto, al- guien denuncié eporque no iba a misa antes de la guerra», eporque se sabia que habia asistido a un mitin izquierdista, a principios del 36> 0 que «se tenfa infor- macién de que, en el 36, voté por las izquierdas». Los «Soulecin» tuvieron sus bases en la Sierra del Eje y su zona de actuacién en el triangulo El Barco de Valdeorras, Pue- dla de Trives y Viana del Bollo, terreno que conocian bien y en el que tenian fa- miliares por todas partes y, por consi- guiente, refugios seguros. Mas tarde, Ro- gelio y Sebastian crearian otra partida, con «el Capitén» y «el Corchas» de lugar- tenientes. Rogelio y varios de sus hom- bres fueron detenidos en Portugal y en- tregados a las autoridades espafiolas. Fue- ron juzgados y ejecutados en La Corufia el 2 de octubre de 1941. Sebastian mori- ria a fines del mismo afio, en una refrie- ga, junto con salié. con Ta expedicién maritima que zarpé elandestina- mente de Luanco (Asturias) el 23 de octubre de 1948, junto con otros treinta guerrilleros 378 Jesis. Eran naturales de Los Barrios de Sala (Le6n) y crearon su partida, en la primavera de 1939, recién terminada Ia guerra civil. Tuvieron sus primeras bases en la Sierra Calva o de Porto, en la divi- soria Orense-Zamora, Su campo de ac- cin inicial fue la zona de El Bolo, La Vega, Casoyo (Orense) y la de Porto de Sanabria, Barjacoba, Padornelo (Zamo- ra), aunque también realizaron incursio- nes por el Bierzo leonés (Truchas, Enci- nedo, Iruela y Quintanilla). Hasta fines de 1949 ‘no abandonan aquella zona. Entre- tanto «Girény ha recuperado hombres de varias partidas, entre ellas una de las més antiguas de la regi6n: la del «Baila- rin». Sus hombres de confianza eran, como él, leoneses, y casi todos de Ponfe- rrada. Ello le permitiria disponer de nu- merosos puntos de apoyo en el Ilano y de invernaderos de dificil localizacién. La existencia de esta partida sera muy aza- rosa y como se trata de gente experta —y muy castigada por las represiones, empezando por la del invierno 1934 1935—, harén pagar caras sus vidas. «Gi- r6n> caeria, en una refriega con la Guar- dia Civil, el 2 de mayo de 1951, en Ias cercanias de Ia aldea leonesa de Molina- seca (en la zona de Ponferrada). Orras Partipas: Las de «Abel», «Albi- no» (llamado también «Moreiras»), «Ca- ravana» (José Pedreira de la Iglesia), «Ce- sareo Rios», «el Guardifiax, «Carrillo», «Juan Genaro» (Juan Pérez Dopico), «Pepe» (José Gil Conde «Xesta»), Mire, lea el titular, a toda plana, del Wltimo mimero que sacamos del Nuevo Heraldo de La Guardia, que yo fundé, con Ja ayuda de buenos amigos mios, en 1934: “Las convulsiones sociales pueden exi mirse de Ia violencia facilitando trabajo a los parados. La Guardia, que en este aspecto es un pueblo excepcional, puede seguir manteniendo esa primacia, si auna- mos todos los esfuerzos para hacer de este paradisiaco rincén una Arcadia fe- liz.” ¢Dénde estaba el odio? Qué pedia- mos? Trabajo para Ios parados. ¢¥ el trabajo quién podia darlo sino los que te- nfan fabricas, tierras, bienes, en fin, algo que poner, en alguna medida, al servicio de la comunidad y en particular de los més desheredados? »Nada, todos los Iamados a la concor- dia no sirvieron para nada. Quienes lo po- sefan todo, con la proteccién de las ar- mas y la bendicién de la Iglesia, lo pusie- ron todo patas arriba y empez6, no la lu- cha fratricida, como tanto se ha dicho y escrito, sino la exterminacién de aque- Nos que en el lugar del corazén tenian 381 un corazén y no un piedra, como los ex terminadores.! »Por aqui, como por muchos sitios, an- duvimos bastante desorientados. Y como 1, En la catedral de Tuy, el 30 de octubre de 1974, tuvo Tugar una misa en memoria de don Dario Alvarez Limeses, don Alejo Diz, Jurado, don Serafin Fernandez Costas, su hijo don Julio Fernandez Fernandez, don Manuel Dominguez Leon y don José Felipe Muticz, muertos a las siete de la manana del 30 de octubre de 1936 en Ia Alameda de Tuy. ¢Quiénes eran estos hom- bres? Nos lo dice Emilio Alvarez Blazquez, hijo de don Dario, en un trabajo publicado por la prensa local titulado «Cuarenta afios después» («Coarenta anos despois...»): «Mi padre y don Alejo, médicos los dos, que repartian a diario sus curas y Ia esperanza entre las gentes humil des, visitando las mas alejadas aldeas a pie y a caballo, bajo el sol ¥ la Iluvia; Manuel Domin- gue, Leda, recién Megado de Ta emigracion ar. gentina con a cabeza lena de ideas generosas; Felipe Musioz, funcionario de, Correos, vecino de Tay desde hacia muy poco, peauetito,simpatica y feo; Serafin Ferninde2, industrial autodidacta, greador de una fuente de trabajo en el comple. Jo ceramista de Cerquido; su hijo Julio, el. in- cansable querido Julio, risuetio, enamoradizo, con su titulo de aparejador debajo del braze sin estrenar adn, con stt sonrisa perenne, aman- te de Ja vida, que quiso impedir, en un abrazo imposible, que la muerte atravesase el cuerpo. de su padre... ¢A quién hirieron, qué mal hicie- ron, a quicn ultrajaron? Cuarenia afios despues de Su muerte, el tiempo no ha hecho sino er- guir bajo su memoria un pedestal de reverente sspeto ¥ amor. Porque fueron honrados, traba- iadores y valientes ante la vida. Y también va. Hentes ante la muerte. Y'porque amaron fa ertad...> «Para Juan Noya: Querido amigo Juan: Nues- tro drama va a tener un final sangriento dentro de breves horas. »"Con serenidad esperamos el cumplimiento de la sentencia que nos condena a muerte, di tada por unos militares sin entrafias, y acus dos por unos guardieses [naturales de La Guar dia, Pontevedra} malvados. Si, como esperamos, ti Sobrevives a ‘nuestra tragedia y lleza la hora, que no dudo cercana, de la venganza, no tengas corazin, hiere sin piedad, que no haya compa: sign pata los causantes ‘de nuestro sacrificio, Porque tampoco la hubo para nosotros, ino: Gentes de todo delito. "EI calyario que hemos recorrido ha sido te- rrible: todas las vejaciones, todas las humilla: ciones nos fueron impuestas, tantas, que la muerte es para nosotros. la’ liberacién. Mis ultimas palabras seran: |Venganzal >"Adiés, Juan, dichoso tt que podrés ser tes. tigo del castigo’ que les espera ‘a los Candido Rodriguez, Luis Alonso, José Alyarez Novoa, Mariano Jiménez, Fernando Jiménez, Nicolas Linares, Arturo det Valle, Anselmo Ferndndez, José Sobrino, Juan Delgado (policia) y otros muchos que ¥a te enterards. Que no escape uno al castigo que merecen, por criminales sin co- razén, > Vive muchos afios y sed felices. (Viva Ta Li- Bertad! iViva el Frente Popularl |(Firmado: Brasumo Auvazez,) Carcel de Tus, diciembre le 1936." »(Esta carta su destinatario, Juan Nova Gil, no la recibiria hasta la primavera de 1939, pues 382 en estos trances Ja iiltima palabra la tie- nen siempre las armas, y nosotros en esta asignatura ramos unos principian- tes, quienes habfamos estado al frente de la defensa de Ia libertad y de la j--ticia no tuvimos otro camino que el dé huir 0 escondernos. Nunca agradeceremos bas- tante a la Madre Naturaleza, y a los ma- zales en particular, lo mucho que nos ayudé en tan precaria situacién. Algunos pasaron a Portugal y otros se fueron al monte. Yo me escondi en casa de gente amiga-porque no queria alejarme de mi mujer y mis chicos. Y estar presto a in- tervenit —a entregarme, vamos— si veia que los molestaban mucho. ¥ en realidad asi fue, pero Lola, mi compafiera, logré que yo no me enterase de casi nada. »Uno de mis primeros refugios fue el hogar de Isaura Gémez. Piense usted que hacfa pocos meses que habian asesinado a su marido. Alli estuve cerca de medio aiio y creo que si no me encontraron fue porque cuando salia de una casa, los amigos que me albergaron quedaban cor- tados de mi totalmente. Nadie, ni fami- lia ni mis mas intimos amigos —menos uno: Rafael Dominguez, que fue mi én- gel de la guarda permanente—, sabfan dénde me escondia. »{ Claro que cometi imprudencias! Bue- no, si se puede lamar asi a las salidas que hice para encontrarme con mi Lola. Habiamos conseguido tal compenetracién en todos los terrenos que no era posible vivir més tiempo del razonable sin ver- nos. Ella estaba sobrecargada de pro- dlemas, de preocupaciones y era Iégico que no me echase tanto de menos como yo a ella. Asi que quien daba cita al otro era casi siempre yo. Designaba el lugar —siempre diferente— de un antiguo en- cuentro nuestro... cuando éramos novios él también era un fuido, Al entregarme la foto- copia de la carta, el amigo Nova Gil me di “Todos los que le conocieron le dirén que Bra- gilino era Ia bondad personificada. Y al leer su Ultima carta todos nos hemos preguntado lo que’ debieron hacer con ellos para que se viese obli- gado a redactarla en tales términos" Con el grupo fue ejecutado —asesinado— el propio hermano de Nova, Manuel, que fue el ultimo alealde. republican de La Guardia.)» (Fuxidos, Memorias de un republicano galle- zo perseguidd por el franquismo, Juan Nova Gu, Ediciones Casuz, Caracas, Venezuela, 1976.) © ya de casados. Donde més veces Ia‘ vi —porque ella acabé trabajando de coci- nera en la Hosteria del Monte de Santa Tecla— fue en las boscosas laderas de aquella montaiia. Es seguramente el tro- zo de tierra del mundo donde mas can- tos a la vida se han entonado por metro cuadrado... 0 cibico, como usted quiera. Por eso he pensado a menudo en Io duro que serfa, para los del monte o los que es- taban en la cdrcel, la abstinencia sexual. Eso que para la gente normal es tan ne- cesario como el aire que se respira. Y por eso, también, echando un vistazo alrede- dor nuestro, y fijandome bien en qué clase de tipos eran, por lo regular, nues- tros perseguidores, he Iegado a la con- clusién de que muchas barbaridades no hubieran sido posibles de haber gozado —quienes las cometieron— de la vida a pleno pulmén. Pero para ello era preciso que hubiesen tenido el valor de despren- derse de los enormes prejuicios que la Iglesia —siempre ella en primer plano— Ies habia inculcado en los afios mozos, cuando o se modelan bien o se estropean las personas para siempre? >Estuve a punto de huir a Portugal en julio de 1938, pero no Io hice porque bue- nos amigos mios me dijeron que eso equivaldria a meterse en la boca del lobo, ya que la P.I.D.E, estaba interesada en mi captura, Piense que esta policia poli- tica salazariana colaboraba estrechamen- te con Ia espafiola desde tiempos de la Republica. Ya habian devuelto refugiados politicos espafioles a raiz de Ios sucesos de octubre de 1934, »Cuando lea mi libro se dara cuenta que no me duelen prendas y reconozco que hubo alguna excepcién, entre tanto malvado y asesino. Hablo de don Manuel Boullosa Rajé, alcalde de Santa Marfa de Oya, que en la etapa culminante de una hidrofobia de odio y venganzas sabria elevarse sobre el cieno del crimen y de- fender a la comunidad. Y también del canénigo e historiador Juan Dominguez Fontenla, “que estaba orgulloso de su estirpe guardesa, pero que después de 2. «La Iglesia crea enfermos psiquicos.» Habla Ross CastEis4, del Instituto Genus de Sexolosia, Ineryiu, 32, Barcelona, 23 de diciembre de 1976, 8. 56. los crimenes cometidos alli se avergon- zaba de ello” »Fui detenido en casa de mi suegra, en Vigo, el 11 de agosto de 1939. Lo que si- guid no tiene gran importancia porque es lo que ocurrié a miles de espafioles de pro, tan hijos de buena madre como yo. 2Si, en la carcel conoci algunos huidos de los que se fueron al monte. Bueno, en general, eran hombres valerosos, capa- ces de todos los sacrificios, pero a menu- do incapaces de adaptarse a Ia dura exis- tencia del monte. Eso es mucho menos facil de lo que muchos parecen creer. Por consiguiente, eran gente que, de un modo u otro, habian propiciado o pro- vocado su captura. Algunos se habian en- tregado y no pocos pagaron con su vida al creer que “por no haber hecho nada malo no les podia suceder nada grave”, Pero a los guerrilleros —que dejaron de 3. Dos monasterios de aquella zona adqui- rieron una triste y vergonzosa fama que toda. fa, conservan hoy: el de Santa Maria de Oya y el de Camposancos. El primero reservado a pri- sioneros de guerra catalanes y levantinos y el sespindo para asturianos, montatieses y wascos. Del de Santa Maria mé hablo un campesino euya finea bordea el monasterio: «Si, sefior, ahi dentro murieron muchos de hambré. Al tnico sitio que dejaban ir a los prisioneros era a la Playa y entonces éstos se hartaban de comer de las cosas de la mar y les daban unos calam- bres muy malos y se morian. A nosotros nos prohibieron terminantemente que les diésemos comida de ninguna clase. Yo tuve unos dias en casa a un matrimonio de Barcelona que cra gente de dinero— y trafan los avales para Ilevar- se a su hijo —un chico de 18 anos, el unico que tenian— y el jefe de la prisién dijo que tenia que comprobar si aquellos documentos eran auténticos, Mientras se hacia la gestion, pasa- ron unos dias. Y cuando se supo que los’ avales eran buenos, el matrimonio tuvo que resresar a Barcelona sin el hijo porque se habia muerto en el monasterio, sin que ellos hubiesen podido verlo. Los padres, yo cref que se volvian locos. El chico estuvo énterrado aqui, en nuestro ce- menterio, hasta que los padres vinieron a Me- varselo unos afios mas tarde.» Del de Camposancos no me hablaron mejor. «De allf intenté pasar a Portugal un grupo de evadidos, pero fueron rechazados por: los poli cias portugueses. Las autoridades de la prision se hicieron cargo de ellos y los Tlevaron a un bosquecillo de pinos que hay cerca del cemen- terio y alli, sin mediar la mas minima explica- cién, los mataron_a todos. Eran unos 20 y los tiené usted enterrados, en ima zanja, al pie mis- mo, de la pared que bordea el “‘cementerio ci- vil” de Camposancos, sin identificar siquiera, Eran todos vascos y' asturianos», me explicd don Juan Nova, antes de acompafiarme al ce- menterio y después de haber visitado y foto grafiado el fatidico monasterio de Camposancos. Del que vo habia ofdo hablar muchas veces ya ‘antes de pisar tierra gallega. 383

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