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UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Justicia constitucional y democracia en México


INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 539
Coordinadora académica: Elvia Lucía Flores Ávalos
Coordinadora editorial: Karla Beatriz Templos Núñez
Edición y formación en computadora: Doris Adriana Torres Rodríguez
RUBÉN VASCONCELOS MÉNDEZ

UNA CORTE DE JUSTICIA


PARA LA CONSTITUCIÓN
Justicia constitucional y democracia
en México

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


MÉXICO, 2010
Primera edición en español: 15 de enero de 2010

DR © 2010, Universidad Nacional Autónoma de México

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 978-607-02-1194-2
A Sonia, por su cariño y paciencia;
a Choni y Rubencito;
a mis padres;
a mis hermanos,
y a Armando Alfonso, por su apoyo
CONTENIDO

Prólogo..................................................................................... XIII
Miguel CARBONELL
Introducción............................................................................. XIX

Capítulo primero. La Constitución, el legislador y el juez. La


presunción de constitucionalidad de la ley y la posición
institucional del órgano de control constitucional............. 1
I. La Constitución. Funciones y estructura..................... 1
II. Separación de poderes. Funciones de los órganos del
Estado. El legislador y el órgano de la jurisdicción
constitucional.............................................................. 17
III. La presunción de constitucionalidad de la ley.............. 27
1. El principio de interpretación conforme a la
Constitución................................................................ 27
2. La presunción de constitucionalidad de la ley.......... 30
IV. Causas por las que existe una presunción de consti-
tucionalidad de las leyes.............................................. 35

Capítulo segundo. El crecimiento de la posición jurídica y


política de los órganos de control constitucional y de las
limitaciones de las funciones del legislador....................... 63
I. El auge del establecimiento de órganos de control
constitucional............................................................ 69
II. Aumento de los asuntos puestos a solución de los
jueces constitucionales................................................ 97
III. El parámetro de control............................................... 101
1. La doble sujeción del derecho al derecho................. 101
2. Nuevas técnicas interpretativas................................ 116
IV. El objeto del control constitucional............................. 124
1. Las leyes de reforma constitucional......................... 129
2. El principio de congruencia...................................... 130
3. Disposición y norma................................................. 131
IX
X CONTENIDO

4. Las cuestiones políticas........................................... 135


5. Los vicios del procedimiento legislativo................. 138
6. Las omisiones del legislador................................... 140
V. El órgano y los procedimientos de control.................. 150
1. El sistema difuso y concentrado de control de
constitucionalidad.................................................... 150
2. Los sistemas mixtos de control de constitucionalidad 168
3. El control previo de constitucionalidad de las leyes 176
4. La cuestión de la legitimación................................. 182
VI. Aumento de competencias........................................... 191
VII. Efectos de las resoluciones del juez constitucional..... 202
1. El juez como legislador........................................... 210
2. El juez como colegislador........................................ 221
3. Sentencias con mandatos y recomendaciones
al legislador........................................................... 227

Capítulo tercero. Causas por las que se ha producido el creci-


miento de la posición jurídica y política del juez constitucio-
nal y la reducción de la posición de primacía del legislador 239
                   I.  La  intensificación  de  la  vinculación  de  los  derechos..              243
II. Los derechos como sistema de valores o principios..... 251
1. El proceso de rematerialización del derecho........... 258
2. El carácter estructuralmente abierto de los derechos. 263
3. El principio de ponderación..................................... 268
III. La ampliación del círculo de destinatarios de los
derechos................................................................... 277
               IV.  Los  niveles  de  eficacia  de  los  derechos  y  la  función
del legislador.............................................................. 285
1. Estado social, derechos y legislador........................ 285
2. La intervención del Estado. El crecimiento de
sus “tareas”.......................................................... 315
3. La decadencia de la ley y de la posición del
Parlamento............................................................... 318
4. La desustancialización de la ley.............................. 325
CONTENIDO XI

5. La intervención de los grupos de interés en el pro-


ceso legislativo....................................................... 329
6. La “descentralización” del derecho......................... 339
7. El debilitamiento del legislador y el fortalecimiento
del juez................................................................. 342

Capítulo cuarto. Hacia un sistema de control constitucional en


México. Justicia constitucional y democracia...................... 351
I. El derecho de control constitucional en México.......... 362
1. Órganos de control y defensa constitucional en los
estados................................................................. 362
2. Aumento de los asuntos puestos a consideración de
los tribunales........................................................... 368
3. El parámetro de control........................................... 369
4. El objeto del control................................................ 373
5. El órgano y los procedimientos de control.............. 391
6. Aumento de competencias...................................... 414
7. Efectos de las resoluciones del juez constitucional 420
II. Control constitucional y cambio político en México... 435
III. Una Constitución para la Corte de Justicia................. 442
1. La necesidad de una teoría constitucional............... 442
2. Para empezar a construir una idea de Constitución 447
IV. Una corte de justicia para la Constitución................... 474
1. Una auténtica jurisdicción constitucional................ 474
2. La protección de los derechos y la vigilancia del
procedimiento democrático de creación de normas 483
V. Límites y vínculos en la actuación del juez
constitucional........................................................... 493
1. Límites impuestos a la jurisdicción constitucional
en virtud de su integración y naturaleza jurídica..... 494
2. Límites a la facultad interpretativa del juez
constitucional.......................................................... 503

Bibliografía............................................................................. 557
Una corte de justicia para la Constitución. Jus-
ticia constitucional y democracia en México,
editado por el Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas de la UNAM, se terminó de imprimir el 15
de enero de 2010 en Impresión y Comunicación
Gráfica,   S.  A.   de   C.  V.,   Manuel   Ávila   Camacho  
689, colonia Sta. Ma. Atzahuacán, delegación
Iztapalapa, 09500 México, D. F. Se utilizó tipo
Times New Roman de 9, 10 y 11 puntos. En esta
edición se usó papel cultural ahuesado 70 x 95
de 50 kilos para las páginas interiores y cartulina
couché de 162 kilos para los forros; consta de 500
ejemplares (impresión offset).
PRÓLOGO

En México hemos hecho, durante décadas, derecho constitucional


sin Constitución. Esto se ha debido a un doble orden de problemas: por
un lado, no hemos tenido una Constitución en sentido moderno, dado
que las normas constitucionales no tenían en el pasado ni tienen todavía
en la actualidad de forma completa, un grado mínimamente aceptable
de normatividad: más bien parecían algo así como planes de gobierno,
listas de buenos deseos, recomendaciones de política pública, etcétera.
Obviamente, había normas que se respetaban escrupulosamente, pero
se trataba sobre todo de aquellas que regulaban el acceso a los poderes
públicos y la rotación de las élites que los ocupaban y transferían a
sus sucesores, en ausencia de una verdadera competencia electoral. Las
normas relativas a los derechos fundamentales no tuvieron, por déca-
das, la menor relevancia y es posible que, todavía en pleno siglo XXI,
su capacidad esté atenuada, por decirlo de alguna forma.
El segundo orden de problemas no era de carácter práctico, sino teó-
rico: no teníamos Constitución porque los constitucionalistas habían tra-
bajado sin preocuparse de construir una teoría que pudiera explicar su
objeto de estudio. Se hacía derecho constitucional sin haber analizado,
sistematizado, explicado y criticado los supuestos básicos de la constitu-
cionalidad: las construcciones teóricas sobre asuntos tan relevantes como
la supremacía, la rigidez, el carácter normativo de las normas constitu-
cionales, el alcance de los principios, la forma de interpretar los precep-
tos de la carta magna, etcétera, fueron temas sobre los que los teóricos
del derecho constitucional mexicano pasaron sin detenerse, en términos
generales y con algunas brillantes excepciones.
  Con   su   magnífico   libro,   Rubén  Vasconcelos   se   propone   paliar   estas  
deficiencias,   y   construye,   a   partir   de   referencias   universales,   una   teoría  
de la Constitución para México. Una teoría que el autor aterriza en uno de
los temas clásicos dentro del constitucionalismo moderno: la jurisdicción
constitucional.
XIII
XIV PRÓLOGO

Se trata de un texto no solamente necesario, sino sobre todo oportuno


y quizá incluso urgente. Sus cualidades son muchas y no es este el lugar
apropiado para reseñarlas todas. El lector las irá descubriendo confor-
me  avance  por  las  páginas  elegantemente  escritas  de  Vasconcelos.  Pero  
quisiera destacar algunos de los asuntos más relevantes de la obra, pues
merecen ser señalados dada su importancia y brillantez.
 El  primero  de  ellos  es  de  corte  metodológico:  Vasconcelos  redacta  su  
libro, como dije, a partir de referentes universales, es decir, comprendien-
do  que  el  significado  de  la  Constitución,  de  los  derechos  fundamentales,  
de la justicia constitucional o de las normas de principio, va más allá de
las  fronteras  de  México.  De  esta  forma,  Vasconcelos  abandona  el  yugo  na-
cionalista que había atenazado al derecho constitucional mexicano al ha-
cerlo  pensar  que  cualquier  influencia  teórica  o  práctica  que  viniera  de  otro  
país  era  necesariamente  mala  o  perjudicial.  Creo  que  Vasconcelos  se  afilia  
a la escuela del constitucionalismo mexicano que valora las enseñanzas
del derecho comparado y las pone al servicio de los valores más altos que
protegen las constituciones. Sobra señalar la enorme simpatía que esta
elección metodológica suscita entre quienes laboramos en el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, que cuenta entre sus investigado-
res con varios de quienes la han defendido desde hace décadas.
Creo que nuestro autor tiene buenas razones para haber adoptado esa
metodología, dado que el avance de la teoría constitucional en otras lati-
tudes nos permite advertir una cantidad considerable de cuestiones sobre
las  que  la  teoría  nacional  no  ha  reflexionado  todavía.  Podemos  aprender  
de lo que se hace en otros países tanto en el normativo como el nivel
teórico. ¿Quién podría negar la inspiración para mejorar nuestro juicio
de amparo que proviene de la acción de tutela colombiana o de los de-
sarrollos que el propio juicio de amparo ha tenido en Argentina?, ¿quién
estaría dispuesto hoy en día a prescindir de las construcciones teóricas
que han realizado autores como Robert Alexy, Ronald Dworkin, Luigi
Ferrajoli, Peter Häberle o Gustavo Zagrebelsky?
También en materia jurídica estamos asistiendo a un proceso de pro-
gresiva interdependencia: la globalización tiene ya traducción en el mun-
do  del  derecho.  Tienen  razón  quienes  afirman  que  existe  una  “migración”  
de criterios jurisprudenciales entre los países. Los tribunales constitucio-
nales dirigen la mirada hacia el trabajo de sus pares en otras latitudes y
siguen sendas jurisprudenciales ya exploradas por sus colegas. Pero lo
mismo sucede con las mejores teorías de nuestro tiempo. Los textos del
PRÓLOGO XV

garantismo constitucional o del neoconstitucionalismo recorren buena


parte de América Latina sin que las fronteras físicas o políticas impidan
la difusión del conocimiento más avanzado en nuestro campo del saber.
México  no  puede  ni  debe  sustraerse  a  ese  influjo  benéfico,  que  nos  per-
mite poner a prueba nuestros propios conocimientos, pero que además
nos suministra insumos para la mejora continua del incipiente Estado
constitucional de derecho que estamos construyendo. Y en esto el libro
de  Rubén  Vasconcelos  es  también  modélico.
Otro aspecto a destacar de la obra que prologamos tiene que ver con la
preocupación que muestra el autor sobre el lugar y el papel que tiene que
jugar la justicia constitucional en México. ¿Qué le podemos exigir a la
Suprema  Corte  en  la  configuración  del  modelo  de  Estado  constitucional  
que  deseamos  para  México?  Vasconcelos  realiza  en  el  capítulo  cuatro  de  
su texto un pormenorizado, brillante y original análisis de lo que ha sido
y lo que es la Corte, de sus facultades, de los temas que ha ido resolvien-
do en los últimos años, de los retos que tiene como institución central del
Estado mexicano.
Vasconcelos  critica  la  falta  de  construcción  de  estándares  hermenéu-
ticos por parte de la Corte, lo que la ha llevado a carecer de un modelo
de desarrollo constitucional apropiado para las competencias, las tareas
y las funciones que tiene al máximo tribunal a partir de la Novena Época
que  arranca  en  febrero  de  1995  y  que,  a  finales  de  la  primera  década  del  
siglo XXI, ya debería haber producido ciertas reglas o pautas interpretati-
vas básicas de las que seguimos careciendo en la actualidad. Esto genera
consecuencias negativas, como por ejemplo, la escasa predictibilidad de
las resoluciones de la Corte en muchos temas relevantes. Ni siquiera es
fácil imaginar cómo van a decidir sobre tal o cual asunto cada uno de los
ministros en lo individual. Así como en otros países los jueces pueden
ser agrupados por sus tendencias liberales o conservadoras, originalis-
tas o garantistas, en México los ministros han demostrado una amplitud
interpretativa que en algunas ocasiones los ha llevado a contradicciones
profundas. Los observadores de la actividad de la Corte no son capaces
de  definir  un  núcleo  de  ministros  que  puedan  considerarse  progresistas  ni  
uno que de manera estable asuma criterios conservadores.
Vasconcelos   señala   la   incongruencia   de   que   la   idea   según   la   cual   la  
Corte es un tribunal constitucional les permita a los ministros resolver
de determinada manera ciertos asuntos. Creo que su crítica es del todo
acertada,  pues  parece  que  el  concepto  de  “tribunal  constitucional”  se  ha  
XVI PRÓLOGO

convertido en una especie de fetiche que amplía competencias, modula


exigencias de fundamentación, fragmenta el discurso argumentativo y,
en  definitiva,  les  permite  a  los  ministros  decidir  en  ocasiones  bajo  moda-
lidades muy laxas de congruencia judicial y de apego a la Constitución.
Ya destacados académicos habían señalado que este uso perjudicial del
concepto de tribunal constitucional, desde los primeros años de del siglo
XXI.  La  argumentación  de  Vasconcelos  es,  en  este  punto,  sólida  y  aten-
dible. Creo que constituye un llamado a la responsabilidad no solamente
de los ministros, sino también de los académicos, de los periodistas y en
general de todas las personas que siguen el trabajo del máximo tribunal,
quienes deben generar un contexto de exigencia que hoy no se observa,
dada la ausencia casi completa de diálogo entre la Corte y los demás
interesados en el control de constitucionalidad. Y eso a pesar de la aper-
tura que ha demostrado tener la Corte a través del uso de la tecnología,
lo que le ha permitido que se transmitan en vivo sus debates y que se
pueda  contar  ágilmente  con  las  versiones  estenográficas  de  las  sesiones  
del tribunal pleno.
Considerando  el  uso  prolijo  del  concepto  de  “tribunal  constitucional”  
en  el  discurso  argumentativo  de  la  Corte,  Vasconcelos  advierte  que  se  ha  
abandonado la actitud de self-restraint que debe tener presente un órgano
límite como lo es cualquier órgano judicial de última instancia en materia
de control de constitucionalidad. A mí me parece que la actitud de self-
restraint siempre es necesaria y que los jueces constitucionales deben
tener presente en todo momento la presunción de constitucionalidad de
las leyes. Esta presención, como se encarga de explicarlo el propio autor,
genera exigencias de carácter argumentativo y probatorio considerables
para los jueces constitucionales. Pero no creo que a la Suprema Corte
se  le  pueda  calificar  como  activista  en  modo  alguno.  Lejos  de  eso,  me  
parece que los ministros han hecho una lectura bastante restrictiva de
muchas  normas  de  derechos  fundamentales.  No  me  refiero  solamente  a  
casos clamorosamente mal resueltos, sino en general a la aproximación
de los ministros a los temas de derechos fundamentales. Ha sido una
actitud conservadora, sobre todo si la comparamos con jurisdicciones
constitucionales de nuestro entorno, como la colombiana, que es verda-
deramente modélica en muchos temas. Si acaso la Corte ha abandonado
el exigible self-restraint, lo ha hecho para darle un giro conservador a
sus sentencias, más apegado a las creencias de los ministros que a lo que
dispone el ordenamiento jurídico en su conjunto. Para evitar en el futuro
PRÓLOGO XVII

esas  derivas  peligrosas,  el  libro  de  Vasconcelos  supone  una  herramienta  
de gran utilidad. Cualquier jurista que aspire a ser miembro de la Corte
debería leerlo, así como cualquier aspirante a ser juez constitucional, en
el nivel que sea.
Conocí  a  Rubén  Vasconcelos  mientras  estudiábamos  el  doctorado  en  
derecho constitucional en la Universidad Complutense de Madrid. Desde
entonces Rubén destacaba entre sus compañeros por su dedicación al es-
tudio, por la atención que le ponía a todos los temas abordados por nues-
tros profesores, por su capacidad de comprensión de problemas comple-
jos, por su rigor metodológico. Pero lo que en esos años llamaba más la
atención entre sus amigos y compañeros era la constante preocupación
de Rubén por aplicar lo aprendido en Madrid a la posible solución de
problemas  del  constitucionalismo  mexicano.  Estando  tan  lejos  geográfi-
camente, nunca dejó de tener presente las necesidades y problemas de su
país y de su querido estado de Oaxaca.
Ahora   los   lectores   se   podrán   beneficiar   de   esa   dedicación   modéli-
ca, de esa capacidad de explicar claramente las cosas, de ese compro-
miso cívico e intelectual con las mejores causas de México y de su
orden constitucional. Es un orgullo tener en México juristas de la talla
de  Rubén  Vasconcelos.  Además,  para  algunos  de  nosotros  que  tuvimos  
la fortuna de conocerlo hace años, es un honor haber podido compartir
con él esa época maravillosa en que tuvimos la calidad de becarios y ver
ahora que todo ese esfuerzo valió la pena. La obra que tiene el lector en
sus manos es la mejor prueba de que la dedicación al estudio, cuando se
conjuga con talento narrativo y espíritu crítico, da lugar a obras en verdad
impresionantes por su profundidad y por su brillantez. Esperamos que se
trate del primer fruto de una carrera académica y profesional que será sin
duda ejemplar.

Miguel CARBONELL
INTRODUCCIÓN

Este  trabajo  tiene  como  objetivo  principal  contribuir  en  la  definición  del  
rol  y  las  tareas  que  debe  desempeñar  el  órgano  de  justicia  constitucional  
en  México  y  en  la  determinación  de  la  forma  en  que  debe  desarrollar  legí-
timamente  sus  funciones  en  estos  nuevos  tiempos  que  corren  para  el  país.  
Esta  propuesta  de  definición  la  realizaremos  no  sólo  centrándonos  en  las  
facultades  o  competencias  del  denominado  juez  constitucional,  sino  con-
siderando  como  presupuesto  fundamental  e  ineludible  la  base  democrática  
de  legitimidad  que  sostiene,  o  debe  sostener,  a  la  Constitución,  y,  en  con-
secuencia,  la  naturaleza  y  significado  de  la  posición  que  corresponde  en  
un  sistema  político  de  este  tipo  al  legislador.  Nuestro  marco  de  referencia  
será  el  entendimiento  de  la  Constitución  como  una  norma  con  estructura  
específica  y  funciones  determinadas  que  contiene,  en  una  importante  rela-
ción  de  implicación  recíproca,  diversos  tipos  de  normas  y  principios,  entre  
las   que   sobresalen   las   que   contienen   derechos   fundamentales   y   las   que  
consignan  y  desarrollan  el  principio  de  separación  de  poderes.
Estas   cuestiones   relacionadas   con   las   cualidades   y   el   significado   de  
la   Constitución,   la   división   de   poderes,   los   derechos   fundamentales,   la  
posición  del  legislador  y  del  órgano  de  control  constitucional  dentro  del  
sistema  político,  en  un  país  en  el  que  sus  juristas  comienzan  a  construir  
teorías  que  explican  el  significado  de  su  Constitución  y  al  mismo  tiempo  
sus   ciudadanos   se   empeñan   en   configurar   un   auténtico   régimen   demo-
crático   después   de   haber   vivido   durante   tantos   años   bajo   uno   autorita-
rio,  son  sumamente  importantes,  porque  implican  el  intento  no  sólo  de  
contribuir  a  la  renovación  de  la  teoría  constitucional  nacional,  sino  a  la  
construcción   de   los   supuestos   que   sirvan   de   soporte   al   desarrollo   nor-
mativo   posterior   y,   específicamente,   al   otorgamiento   de   sentido   de   los  
productos  normativos  del  legislador,  a  la  atribución  de  valor  a  la  ley  y  al  
procedimiento  de  su  creación  y,  sobre  todo,  y  para  el  caso  de  este  trabajo,  
a   la   interpretación   y   aplicación   de   normas   y   al   adecuado   y   congruente  
desarrollo   de   los   instrumentos   creados   y   utilizados   por   el   juez   para   el  
XIX
XX INTRODUCCIÓN

desarrollo  de  sus  labores.  En  pocas  palabras,  solamente  mediante  un  en-
tendimiento  específico  de  la  Constitución  y  de  sus  elementos  singulares,  
todos  los  órganos  estatales  y,  especialmente,  el  juez  constitucional  po-
drán  desarrollar  su  función  de  forma  adecuada  y  comprometida  con  el  
sentido  y  orientación  que  impone  la  misma.  Nuestro  objeto  es,  como  con  
sumo  acierto  ha  motivado  Cossío  a  todo  el  ámbito  jurídico  de  nuestro  
país,  “enfrentarnos  con  la  construcción  del  tema  central  de  este  modelo  
jurisdiccional:  la  Constitución  misma”.
Por   ello,   este   trabajo   pretende   señalar   la   posición   que   ocupa   el   juez  
constitucional  dentro  del  sistema  jurídico  político,  pero  sin  aislarlo  del  
sentido  que  pensamos  tiene  la  propia  Constitución  y  de  la  posición  que  en  
ella  ocupa  el  órgano  legislativo,  en  virtud  de  la  idea  democrática  que  im-
pregna  todo  el  ordenamiento  y  la  consagración  consciente  del  principio  
de  división  de  poderes.  Otra  de  las  intenciones  de  esta  investigación  es  
mostrar  cómo  han  ido  creciendo  los  órganos  de  control  constitucional  no  
sólo  desde  el  punto  de  vista  cuantitativo,  sino  en  relación  con  cada  uno  de  
los  elementos  que  conforman  el  llamado  “derecho  de  control  de  constitu-
cionalidad”.  Exponer  estas  tendencias  nos  permitirá  identificar  los  cam-
bios  de  concepción  que  en  pocos  años  de  evolución  constitucional  se  han  
fraguado  sobre  diversos  temas;;  los  caminos  que  diversos  ordenamientos  
han  seguido  para  solucionar  los  problemas  que  se  les  han  presentado  y  
el  surgimiento  de  distintas  formas  de  enfrentarse  a  la  Constitución;;  pero  
también  las  incongruencias  que  en  muchas  ocasiones  existen  entre  estos  
desarrollos  y  la  declarada  orientación  popular  de  la  propia  norma  básica,  
y,   específicamente,   las   contradicciones   respecto   a   la   declarada   libertad  
del  legislador  en  el  desarrollo  de  sus  funciones.
Hacemos  un  recuento  general  desde  una  perspectiva  comparada,  por-
que,  primero,  hay  que  reconocer  que  es  poco  lo  que  podemos  recoger  de  
nuestra historia inmediata en lo relativo tanto a modos de entendimiento
como  a  técnicas  de  aplicación  de  las  normas  constitucionales;;  segundo,  
porque  es  de  esperarse  que  la  teoría  constitucional  mexicana  se  enriquez-
ca,  en  lo  sucesivo,  con  las  reflexiones  y  elaboraciones  teóricas  construi-
das  en  otras  latitudes  y,  tercero,  porque  muchos  de  los  problemas  que  se  
presentan  en  esos  ámbitos  y  por  corresponder  en  lo  general  a  un  modelo  
democrático  similar,  es  decir,  por  ser  cuestiones  estructurales  que  afectan  
a   todos   los   sistemas   regidos   por   Constituciones   democráticas,   tendrán  
que  presentarse  y  discutirse  en  nuestro  país.
INTRODUCCIÓN XXI

En  la  búsqueda  en  la  que  estamos  empeñados,  relacionada  con  la  nor-
matividad  y  sentido  de  la  Constitución  y  la  naturaleza  de  sus  normas,  no  
podemos dejar de señalar que en los problemas concretos que se presen-
tan  en  la  realidad  están  las  causas  por  las  que  se  han  extendido  concep-
ciones  sobre  la  posición  cada  vez  más  activa  del  juez  constitucional  y  se  
ha  ido  limitando,  a  veces  incluso  imperceptiblemente,  como  si  fuera  algo  
natural,  la  posición  de  creación  del  legislador.  Se  ha  intentado  construir  
demasiada  Constitución,  pero  a  costa  de  excluir  su  orientación  democrá-
tica.  Estos  desarrollos,  que  están  marcados,  de  forma  significativa,  por  
las   disfunciones   que   sufren   los   órganos   representativos,   interesan   a   la  
dogmática  mexicana  porque  a  pesar  de  que  es  muy  reciente  la  consagra-
ción  y  el  entendimiento  de  la  Constitución  como  norma  jurídica  y,  por  
tanto,  como  norma  vinculante  en  todos  sus  extremos  para  sus  operadores  
jurídicos,  que  aún  es  en  nuestro  medio  una  novedad  el  entendimiento  de  
las  normas  constitucionales  como  principios  o  valores,  y  que,  como  he-
mos  dicho  arriba,  apenas  se  construye  una  orientación  o  sentido  general  
que  otorgue  unidad  a  la  norma  básica,  es  previsible  que  estos  extremos  
y  las  diversas  formas  de  desarrollar  las  normas  vayan  a  ser  continuadas  
por  nuestros  juristas  y  jueces,  lo  que  impele  a  dar  a  conocer  que  algunos  
de  estos  desarrollos  normativos  traen  consecuencias  difíciles  de  compa-
ginar  con  una  clara  orientación  democrática  del  ordenamiento.  Estamos  
convencidos de que a pesar de la necesidad de justicia constitucional que
tiene  nuestro  Estado  constitucional,  no  podemos  dejarnos  guiar  por  entu-
siastas  propuestas  que  limitan  el  debate  democrático,  excluyen  la  partici-
pación  ciudadana  en  la  toma  de  decisiones  básicas  y  eliminan  la  discusión  
como  la  mejor  forma  de  tomar  dichas  decisiones.  Es  momento,  creemos,  
de  racionalizar  la  actividad  de  nuestro  órgano  de  justicia  constitucional  
y  hacer  que  en  el  ejercicio  de  sus  funciones  se  dirija  a  cumplir  con  las  
tareas  que  le  señala  la  Constitución  y  el  sistema  político  que  ésta  confi-
gura,  los  cuales  además,  le  imponen  límites  y  vínculos  ineludibles  en  el  
ejercicio  de  sus  actividades.
No  desconocemos  que,  como  escribe  Horn,  la  facultad  de  revisar  la  
constitucionalidad  de  la  leyes  aprobadas  por  el  Poder  Legislativo  “es  un  
tópico  crucial  de  la  discusión  constitucional”,  ni  que,  como  enseña  Pi-
bernat,  la  relación  entre  justicia  constitucional  y  representación  popular  
es uno de los temas capitales que se plantean en el Estado constitucional
contemporáneo.  La  importancia  de  estas  cuestiones  se  acentúa  en  Estados  
como  el  mexicano,  que  recientemente  han  dejado  de  estar  bajo  la  égida  
XXII INTRODUCCIÓN

de  un  sistema  autoritario  y  se  empeñan  en  construir  un  régimen  democrá-
tico.  Sin  embargo,  es  precisamente  porque  pensamos  que  es  enfrentán-
dose  con  estos  problemas  cruciales  como  nuestra  Constitución  y,  en  ge-
neral,  nuestro  ordenamiento  pueden  desarrollarse  adecuadamente  bajo  el  
manto  de  desarrollos  congruentes  elaborados  por  los  propios  ciudadanos,  
por  el  que  hemos  elegido  un  esquema  amplio  que  nos  permita  vislum-
brar  adecuadamente  el  estado  actual  de  estas  cuestiones  tan  importantes.
Lo primero que haremos en este trabajo es mostrar nuestro entendi-
miento  de  la  Constitución,  la  división  de  poderes  y  el  principio  democrá-
tico,  fundamento  y  eje  de  las  constituciones  actuales,  para  establecer  el  
paradigma  del  que  partimos.  Para  cumplir  con  este  objetivo,  en  el  primer  
capítulo  definimos  a  la  Constitución  como  una  norma  estructuralmente  
abierta  que  tiene,  por  esa  misma  característica,  la  posibilidad  de  cumplir  
con   variadas   funciones.   Esta   apertura,   sostenemos,   está   dirigida   a   to-
dos   los   órganos   estatales,   pero   principalmente   al   legislador   encargado  
de   desplegar   la   potencialidad   del   texto   constitucional   en   virtud   de   su  
posición   dentro   del   ordenamiento.   Es   decir,   la   estructura   abierta   de   la  
Constitución   es   el   primer   elemento   que   nos   conduce   a   sostener   la   pri-
macía  del  legislador  para  crear  derecho  y  desarrollar  sus  contenidos.  A  
continuación   definimos   el   lugar   que   ocupa   cada   órgano   estatal   dentro  
del   sistema,   específicamente,   el   legislador   y   el   juez,   porque   sólo   me-
diante  la  determinación  de  esta  posición  y  la  aclaración  de  sus  funciones  
podremos explicar los conceptos de derecho y Estado en los que nos
basaremos,  y  mostrar   que  el  principio  de  la  división  de  poderes  es  un  
sistema  delicado  que  requiere  el  respeto  y  la  cooperación  de  los  diversos  
órganos  estatales.
Asimismo,  además  de  señalar  que  uno  de  los  efectos  de  la  supremacía  
constitucional  y  del  reconocimiento  de  la  autoridad  del  legislador  dentro  
del  ordenamiento  es  el  principio  de  interpretación  conforme  a  la  misma,  
sostenemos  que  una  regla  constitucional  básica  del  sistema,  en  gran  par-
te  derivada  de  la  anterior,  es  la  presunción  de  constitucionalidad  de  las  
leyes  que  indica  el  necesario  respeto  que  todos  los  operadores  jurídicos  
deben  tener  al  legislador  democrático  y  a  todos  sus  productos  normativos  
que  son  válidos  hasta  que  se  demuestre  una  clara  e  indudable  contradic-
ción   con   las   normas   enunciadas   en   la   Constitución.   Pero   no   podemos  
solamente   señalar   la   existencia   del   principio   de   deferencia   legislativa,  
sino  que  es  necesario  encontrar  las  causas  de  su  consagración,  que  bá-
sicamente   están   en   las   características   del   procedimiento   por   medio   del  
INTRODUCCIÓN XXIII

cual   son   elaboradas   las   leyes.   La   definición   de   la   Constitución   como  


norma  abierta,  la  explicación  del  significado  de  la  división  de  poderes,  
la  descripción  de  las  funciones  del  legislador  y  el  juez  y,  sobre  todo,  la  
determinación  de  las  causas  por  las  que  los  productos  elaborados  por  el  
legislador  tienen  cualidades  que  impelen  a  dotarlas  de  una  validez  in-
trínseca,  conforma  para  nosotros  un  paradigma  que  nos  permitirá  expo-
ner  una  forma  de  entender  la  Constitución.
En  el  segundo  capítulo  mostraremos  que  en  muchas  de  las  experien-
cias  constitucionales  actuales,  el  esquema  de  la  justificación  democrática  
y  la  presunción  de  validez  de  los  productos  normativos  del  legislador  está  
debilitado,  o  está  siendo  eludido,  ya  que  los  jueces,  a  través  de  múltiples  
formas,  han  logrado  aumentar  su  presencia  dentro  del  sistema  jurídico  y  
político  estatal  y  hasta  sobreponerse  al  legislador,  quien  pierde  cada  vez  
más  la  libertad  que  debía  caracterizar  su  actividad,  y  el  Parlamento  decae  
como  el  espacio  en  que  se  construye  la  dirección  política  del  Estado.  Los  
jueces,  al  eludir  el  esquema  teórico  democrático  que  sostiene  a  la  propia  
Constitución,  están  interfiriendo  en  competencias  que  no  les  correspon-
den.  La  forma  en  que  pretendemos  abordar  este  proceso  es  a  través  del  
análisis  de  algunos  de  los  elementos  que  conforman  el  derecho  del  con-
trol   constitucional,  ya  que  consideramos  que  ésta  es  la  única  forma  en  
que   podemos   sólidamente   mostrar   que   efectivamente   se   ha   producido  
esta   modificación   de   la   preeminencia   en   el   desarrollo   y   concretización  
de   la   Constitución,   de   la   facultad   de   creación   del   derecho   y   de   fungir  
como  escenario  para  la  resolución  de  los  conflictos  sociales  y  políticos  
importantes.  Aludimos   por   ello   al   cambio   de   concepción   sobre   ciertos  
temas  y  determinados  elementos  del  control  constitucional,  para  mostrar  
este  proceso  a  partir  de  un  punto  de  vista  general  y  apoyándonos  en  el  
derecho  comparado,  porque,  insisto,  uno  de  los  objetivos  de  este  trabajo  
es  la  búsqueda  de  elementos  que  nos  ayuden  a  conformar  nuestra  propia  
experiencia  constitucional.
Así,  abarcamos  varios  temas:  el  crecimiento  de  los  institutos  encarga-
dos  de  realizar  la  función  de  control  buscando  las  causas  por  las  que  se  
ha  producido  dicho  incremento;;  la  conversión  de  estos  órganos  en  enti-
dades   encargadas   de   resolver   las   cuestiones   sociales   más   apremiantes,  
puesto   que   se   ponen   a   su   consideración   asuntos   de   extrema   actualidad  
y   significación   política;;   el   cambio   en   la   concepción   del   parámetro   de  
control  aludiendo  a  la  doble  sujeción  jurídica  a  que  el  legislador  se  en-
cuentra  vinculado,  a  la  extensión  que  el  mismo  ha  sufrido  de  manos  de  
XXIV INTRODUCCIÓN

los  propios  jueces  y  a  la  aparición  de  nuevas  técnicas  interpretativas  que  
cada  vez  con  mayor  rigor  examinan  y  limitan  la  labor  del  legislador  has-
ta  el  extremo  de  estrechar,  casi  anular,  su  ámbito  de  discreción;;  el  tipo  
de  normas,  cada  vez  más  variadas,  que  fungen  como  objeto  del  control,  
señalando  algunos  de  los  casos  más  evidentes  y  trascendentes;;  los  tipos  
de procedimientos empleados para controlar la constitucionalidad de las
leyes   para   mostrar   que   la   mayoría   de   los   sistemas   entran   dentro   de   la  
categoría  de  los  denominados  sistemas  mixtos  porque  emplean  métodos  
provenientes  de  los  dos  modelos  tradicionales,  así  como  la  existencia  y  
extensión  del  control  previo  y  del  número  de  sujetos  legitimados  para  in-
terponer  una  acción  ante  estos  órganos  constitucionales;;  el  aumento  de  
competencias   que   los   convierte   de   órganos   jurisdiccionales   de   control  
de  normas  en  verdaderos  órganos  de  justicia  constitucional,  y,  finalmente,  
la  forma  en  que  el  legislador  participa  directa  o  indirectamente  en  la  crea-
ción  del  derecho  a  través  de  sus  resoluciones.  Repetimos:  mostrar  estas  
tendencias  tiene  la  intención  de  conocer,  en  general,  la  evolución  de  los  
distintos  modelos  de  justicia  constitucional,  calibrar  las  consecuencias  de  
su  configuración  y  forma  de  actuar  y  tener  elementos  para  darnos  un  dise-
ño  a  través  del  cual  construir  conscientemente  el  propio.
En  el  capítulo  tercero  analizamos  las  causas  que  han  conducido  al  cre-
cimiento  de  la  posición  del  juez  dentro  del  Estado  y  a  la  reducción  de  la  
posición  de  preeminencia  del  legislador.  En  general,  encontramos  dichas  
causas  en  dos  factores:  en  una  concepción  amplia  o  intensa  de  los  dere-
chos   fundamentales   y   en   las   disfuncionalidades   que   se   presentan   en   la  
sede   legislativa.   Nos   interesa   mostrar   que   una   determinada   idea   sobre  
los derechos puede conducir a desarrollos exorbitantes que requieren y
exigen  en  todo  momento  la  intervención  del  juez.  Asimismo,  que  al  con-
trario  de  lo  que  el  establecimiento  del  Estado  social  pretendía  fomentar,  
fenómenos  tales  como  el  crecimiento  de  las  tareas  del  legislador,  la  deca-
dencia  y  administrativización  de  la  ley  y  la  apropiación  del  procedimien-
to  legislativo  por  parte  de  grupos  de  interés,  han  conducido  a  debilitar  la  
posición  del  legislador  y  propiciado  que  los  ciudadanos  busquen  sedes  
alternas  no  sólo  para  resolver  sus  disputas,  sino  para  solucionar  sus  pro-
blemas  y  tomar  las  decisiones  más  importantes  de  la  comunidad.
Basándonos  en  todo  lo  anterior,  es  decir,  en  la  justificación  de  la  base  
democrática  del  Estado,  por  un  lado,  y  en  el  análisis  de  algunos  de  los  
elementos y causas que han conducido a extender la presencia de los jue-
ces  en  los  sistemas  políticos  y  jurídicos  y  a  reducir  tanto  la  credibilidad  
INTRODUCCIÓN XXV

como  las  funciones  del  legislador,  proponemos  un  camino  determinado  


de  desarrollo  a  nuestra  justicia  constitucional  que,  considerando  las  ex-
periencias  de  otros  Estados,  proyecte  adecuadamente  un  entendimiento  
de  la  Constitución  hacia  el  futuro,  fomente  la  democracia  en  nuestro  país  
y  contribuya  a  configurar  una  comunidad  donde  sus  propios  integrantes  
diseñen   su   dirección   política   a   través   de   procesos   comunicativos   cada  
vez  más  extensos.
Hace  algunos  años,  Spadaro  escribía,  para  una  experiencia  concreta,  
que  en  virtud  de  los  problemas  políticos  y  sociales  actuales  y  los  desa-
rrollos  teóricos  de  los  últimos  años,  era  necesario  diseñar  y  configurar  
adecuadamente  una  “Corte  per  la  Costituzione”.  Pensamos  que  en  Méxi-
co  es  a  esa  tarea  a  la  que  debemos  abocarnos  para  asegurar  que  la  Corte  
ande  el  camino  trazado  por  el  sentido  de  la  Constitución  y  no  realice  su  
trabajo  sin  contar  con  un  paradigma  o  entendimiento  de  la  norma  básica  
que  la  conduzca  a  elaboraciones  contradictorias  o  poco  sólidas.  Por  ello,  
en  este  último  capítulo  estudiamos,  en  términos  generales,  la  evolución  
de   los   elementos   que   integran   el   derecho   de   control   constitucional   en  
nuestro  país,  sobre  todo  aludiendo  a  las  elaboraciones  y  propuestas  que  
a  partir  de  1994  se  han  producido  en  torno  a  los  mismos.  Comprobamos  
que  si  bien  ha  existido  un  desarrollo  importante  en  este  tema,  tribunales  
y juristas trabajan aún sin poseer un marco determinado que sirva de
paradigma   para   la   construcción   de   dichos   elementos,   es   decir,   para   la  
configuración  de  su  naturaleza,  elementos  característicos,  posibilidades  
y  límites.  Enseguida  aludimos  a  las  singulares  condiciones  políticas  de  
nuestro   país,   para   que   estemos   en   posición   de   realizar   tres   propuestas  
que  para  el  presente  trabajo  son  fundamentales:  una  propuesta  de  deter-
minación   del   sentido   que   la   Constitución   adopta;;   una   propuesta   sobre  
las  funciones  que  debe  realizar  la  Corte  para,  precisamente,  cumplir  no  
sólo  con  los  preceptos  de  la  Constitución,  sino  con  sus  fundamentos  y  
sentido,  y,  por  último,  una  propuesta  sobre  el  modo  en  que  debe  reali-
zar  sus  funciones  o,  en  otras  palabras,  sobre  los  vínculos  ineludibles  a  
los   que   está   sujeta   en   la   realización   de   sus   actividades,   precisamente  
en   virtud   de   la   naturaleza,   posición   y   funciones   que   el   propio   sentido  
democrático  de  la  Constitución  le  impone.  En  suma,  se  propone  un  en-
tendimiento  de  la  Constitución  para  modelar  el  comportamiento  de  los  
órganos  jurisdiccionales,  orientar  la  forma  de  realizar  sus  actividades  y  
fijar  sus  propios  límites.
XXVI INTRODUCCIÓN

En  México  junto  con  el  cambio  político  se  construye  una  nueva  dog-
mática;;   ésta   ha   empezado   a   trabajar   en   la   configuración   de   formas   de  
entender  la  Constitución  y  en  la  definición  funcional  de  nuestro  órgano  
de  control  determinando  los  elementos  que  lo  caracterizan  como  tribunal  
constitucional.  Es  novedoso,  además,  el  estudio  sobre  ciertas  cualidades  
de   la   Constitución,   el   carácter   o   naturaleza   de   las   normas   constitucio-
nales   y   su   estructura   principialista.   También   es   nueva   la   comprensión  
del   ordenamiento   como   un   sistema   de   valores;;   se   analiza   y   discute   el  
principio  de  separación  de  poderes;;  se  ocupan  métodos  y  técnicas  inter-
pretativas   diversas   alejadas   de   las   tradicionales   y,   para   nuestro   ámbito  
normales,  como  la  literalidad  de  la  norma  o  las  intenciones  de  sus  crea-
dores.  Se  discute  la  introducción  de  efectos  generales  en  la  declaración  
de  inconstitucionalidad  de  las  leyes;;  la  consagración  expresa  de  la  decla-
ración  general  de  interpretación  conforme;;  la  fijación,  como  autoridades  
responsables  de  violaciones  a  los  derechos  fundamentales,  de  los  grupos  
sociales  o  privados,  con  lo  que  se  alude  al  tema  del  efecto  de  irradiación  
de  los  derechos;;  la  ampliación  de  la  posibilidad  de  acceder  a  la  justicia  
constitucional  mediante  la  sustitución  del  interés  jurídico  por  el  interés  
legítimo;;  y,  la  extensión  del  ámbito  de  derechos  protegidos  mediante  re-
cursos   judiciales,   entre   otros   temas.   Este   trabajo   es   una   propuesta   que  
pretende,   basándose   en   un   paradigma,   mostrar   la   evolución   de   los   ór-
ganos  de  justicia  constitucional  y  analizar  las  causas  y  vertientes  de  su  
desarrollo  y  evolución  tanto  en  la  realidad  como  en  la  teoría,  para  estar  
en  aptitud  de  determinar  adecuadamente  la  posición  del  juez  constitucio-
nal  en  el  ordenamiento,  y  proponer  un  modo  de  entender  la  función  del  
control  constitucional  y  de  la  propia  Constitución,  que  nos  proporcione,  
a  su  vez,  pautas  para  que  nuestra  Corte  siga  un  camino  que  la  conduzca,  
junto  a  todo  el  sistema  político  y  jurídico  nacional,  a  hacer  realidad  el  
principio  democrático,  renovada  base  y  revivido  fundamento  de  nuestra  
norma  básica.
CAPÍTULO PRIMERO
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ.
LA PRESUNCIÓN DE CONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY
Y LA POSICIÓN INSTITUCIONAL DEL ÓRGANO
DE CONTROL CONSTITUCIONAL

I. LA CONSTITUCIÓN. FUNCIONES Y ESTRUCTURA

Para comprender cuál es el papel asignado al legislador y al órgano juris-


diccional dentro del ordenamiento jurídico es necesario partir de los datos
proporcionados por la propia Constitución y distinguir cuáles son las fun-
ciones  que  ésta  debe  cumplir  dentro  del  Estado.  Con  base  en  la  identificación  
de sus funciones fácilmente se podrán comprender sus cualidades básicas,
específicamente,  y  este  es  el  punto  que  en  este  apartado  nos  interesa:  su  
estructura normativa abierta. Sostendremos, de esta forma, la existencia de
una estrecha relación entre las funciones y la estructura de la Constitución.1
Las funciones de las Constituciones, en relación con las asignadas en
la génesis del movimiento constitucionalista, han sufrido cambios signi-
ficativos  como  consecuencia  de  las  grandes  crisis  sociales,  económicas  y  
políticas producidas a partir de la Segunda Guerra Mundial.2 Antes de pa-
sar a describir, aunque sea brevemente, estas nuevas funciones, debemos
decir que la Constitución posee, de acuerdo con sus premisas originarias,
una racionalidad basada en determinados supuestos y está conformada
por   específicos   contenidos.   La   racionalidad,3 expresada en la forma de
organización de los poderes del Estado, tiene como supuesto esencial su
1 Así lo hace Schneider, Hans Peter, “La Constitución. Función y estructura”, Demo-
cracia y Constitución, trad. de K. Albiez Dohrmann y M. Saavedra López, Madrid, CEC,
1991, pp. 35-52. A quien seguiremos muy de cerca.
2 Otto, Ignacio de, Derecho constitucional. Sistema de fuentes, 2a. ed., Madrid,
Ariel, 1995. p. 41.
3 La Constitución es, dice García Pelayo, “una racionalización del acaecer político”
que  hace  posible,  que  crea  y  expresa,  el  “orden  y  estabilidad  políticos”.  Significa  “una  
culminación  del  proceso  de  racionalización  y  planificación  de  la  vida  estatal  que  había  
1
2 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

origen popular, y como contenidos básicos la separación de poderes y la


garantía de los  derechos  del  hombre;;  su  finalidad  política  instrumental4
es la limitación del poder para hacer posible el ejercicio de la libertad.
La Constitución expresa, entonces, antes que cualquier otra cosa, la ra-
cionalización del poder para la defensa de la libertad. Junto a estas ca-
racterísticas originales, las Constituciones actuales tienden a asegurar las
funciones de Estado social y a fomentar la participación de la comunidad
en el proceso político con objeto de posibilitar la autodeterminación del
pueblo. Asimismo, intentan ser el factor determinante de su integración
como unidad política. Éstas son, como señala Schneider, particularidades
esenciales que diferencian a las Constituciones vigentes dotándolas de
una presencia más importante dentro de la comunidad.
Por las condiciones que impone la sociedad industrial moderna, las ac-
tuales Constituciones obligan al Estado a asumir importantes funciones
prestacionales, de dirección y de regulación, con objeto de asegurar la
paz social y la posibilidad a todas las personas de poseer los medios ne-
cesarios para disfrutar de una vida digna.5 Al otorgar al poder público la
posibilidad  de  configurar  a  la  comunidad,  las  Constituciones  del  Estado  
social adicionan un elemento teleológico a la estructura de la organiza-
ción estatal.6  La  incorporación  de  este  elemento  finalista  ha  producido  un  
cambio  en  el  modo  de  entender  sus  funciones,  ya  que  la  prefiguración  de  
un modelo de sociedad que la acción estatal debe satisfacer provoca su
conversión  en  programa.  Esta  modificación  implica,  además,  la  afirma-
ción de una estrecha relación entre el Estado y la sociedad, y, por tanto,
la conmoción de aquella característica que era considerada un rasgo es-
tructural básico del sistema social moderno; es decir, la separación entre

iniciado el absolutismo”, García Pelayo, Manuel, Derecho constitucional comparado,


Madrid, Alianza Universidad, 1984, pp. 34-37.
4 Como  escribe  J.  Reinaldo  Vanossi:  “La  Constitución  es  un  medio  y  no  un  fin”,  es  un  
“instrumento  o  medio  para  alcanzar  los  fines  de  la  sociedad”.  “La  Constitución  es  siempre  
—en  las  diversas  corrientes—  el  camino  para  alcanzar  la  vigencia  de  los  «fines»  cuya  
primacía se procura”, Vanossi, Jorge Reinaldo, En torno al concepto de Constitución: sus
elementos. Libro-homenaje a Manuel García Pelayo, Universidad Central de Venezuela,
1980, t. I, pp. 52 y 53; García de Enterría, Eduardo, “La Constitución como norma jurídi-
ca”, La Constitución como norma jurídica y el Tribunal Constitucional, 3a. ed., Madrid,
Civitas, 1991, p. 41
5 Bobbio, Norberto, “Igualdad y dignidad de los hombres”, El tiempo de los dere-
chos, Madrid, Sistema, 1991, pp. 43 y 44.
6 Aragón, Manuel, “Los problemas del Estado social”, Sistema, Madrid, núm. 118 y
119, 1994, p. 24.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 3

la esfera del poder público y la de las relaciones privadas.7 Ahora, como


escribe García Pelayo, no puede considerarse al individuo y a la socie-
dad como categorías aisladas y contradictorias, sino como dos elementos
en tan íntima implicación que no pueden realizarse el uno sin el otro. 8
Partiendo  de  esta  mutua  influencia  entre  Estado  y  sociedad,  la  Constitu-
ción   no   puede   entenderse   confinada   a   la   institucionalización   del   poder  
político ni ser considerada sólo el estatuto exclusivo del Estado ante el
que   se   construya   y   defienda   el   estatuto   propio   de   la   sociedad   civil.   La  
Constitución pasa a ser “el estatuto jurídico-político fundamental tanto
del Estado como de la sociedad”, ya que, como observa Hesse, en cuanto
orden jurídico fundamental de la comunidad, no se limita a la ordenación
de la vida estatal, sus normas abarcan también las bases de ordenación de
la vida no estatal convirtiéndose, de esta forma, en “elemento de unidad
de la Comunidad en su conjunto”.9
Junto a esta función, la Constitución también pretende garantizar un
proceso político libre mediante la regulación de la formación legítima
de la unidad estatal realizada sobre la base del autogobierno del pueblo,
procurando que el individuo participe activa y permanentemente en el
conjunto de los procesos públicos para asegurar la continuidad supra-
personal de la dirección de la comunidad.10 De esta forma, la Consti-
tución   “juridifica   y   racionaliza   la   democracia”,   orienta   la   realización  
de “la práctica de la autodeterminación de los miembros de una co-
munidad jurídica que se reconocen unos a otros como miembros libres
e iguales de una asociación en la que han entrado voluntariamente”,
puesto que los ciudadanos sólo son autónomos si se entienden y actúan
como autores de las normas a las que quieren someterse.11 El proceso
político democrático únicamente está garantizado si antes se asegura la
libertad y se reconoce al mismo pueblo su capacidad para reproducir
7 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 2, pp. 37 y 44.
8 García Pelayo, Manuel, “El Estado social y sus implicaciones”, Las transformacio-
nes del Estado contemporáneo, 2a. ed., Madrid, Alianza, 1991, p. 26.
9 Hesse, Konrad, “Concepto y cualidad de la Constitución”, Escritos de derecho
constitucional, trad. de P. Cruz Villalón, Madrid, CEC, 1992, p.16; Lavilla Alsina, Lan-
delino, en López Pina, A. (dir.), La garantía constitucional de los derechos fundamenta-
les. Alemania, España, Francia e Italia, Madrid, Civitas, 1991, pp. 33 y 34.
10 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, p. 42.
11 Habermas, Jürgen, Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático
en términos de teoría del discurso, trad. de M. Jiménez Redondo, Madrid, Trotta, 1998,
pp. 175 y 192.
4 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de forma constante su unidad. Son los propios ciudadanos los que, en


cada caso y contexto histórico, actuando como verdaderos legisladores
constituyentes, desarrollan e interpretan las normas que los rigen; su
participación en la formación de la voluntad colectiva los convierte de
objetos en sujetos del poder. Así se explica por qué, además de consti-
tuir una verdadera norma jurídica, la Constitución pretende organizar al
Estado, determinar los cauces de ejercicio del poder político y estable-
cer la conceptualización normativa del modelo estatal bajo la premisa
de  que  ella  misma  es,  como  señala  Stern:  “la  expresión  libre  de  la  auto-
determinación de la nación”.12
Asimismo, la Constitución tiene la función de crear, garantizar y de-
sarrollar la integración de la comunidad política a través de un con-
senso básico que haga posible el pluralismo dentro del Estado. 13 Lleva
a cabo dicha labor, que se caracteriza por una “continua renovación y
permanente reviviscencia”, mediante la plasmación consciente de los
principios  que  forman  el  “terreno  común  de  intuiciones  firmes”  de  to-
dos los miembros de la comunidad. De esta manera expresa “una vo-
luntad conjunta vinculante” creadora de la unidad del Estado, y garan-
tiza un mínimo común de ideas y creencias, un “trasfondo de consenso
en cuestiones fundamentales”.14 En virtud de este acuerdo en torno de
su contenido, la Constitución se muestra como guía para ciudadanos,
grupos y poderes públicos, y la sociedad encuentra en ella las normas
orientadoras de sus acciones y la garantía de su unidad. Además, con
esta operación de determinación jurídica del consenso, reforzada por
sus propias peculiaridades normativas, obtiene, como dice Grimm, las
características  de  certeza,  obligatoriedad  y  regularidad  y  una  configura-
ción  concreta  y  verificable  en  sus  contenidos,  desvinculada  de  interpre-
taciones subjetivas, susceptible de validez y adecuación en el tiempo,

12Aragón, Manuel, Constitución y democracia, Madrid, Tecnos, 1990, p. 26. También,


Aparicio Pérez, M. A., “Modelo constitucional de Estado y realidad política”, Corrup-
ción y Estado de derecho. El papel de la jurisdicción, Madrid, Trotta, 1996, pp. 30 y 31.
13 Häberle, Peter, La multifuncionalidad de los textos constitucionales a la luz de una
comprensión “mixta” de la Constitución, trad. de C. Ruiz Miguel, Universidad de Valen-
cia, Cuadernos de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol, núm. 17, p. 10.
14 Smend, Rudolf, Constitución y derecho constitucional, trad. de J. M. Beneyto Pé-
rez, Madrid, CEC, 1985, p. 63; Benda, Ernesto, “El Estado social de derecho”, en López
Pina, A. (ed. y trad.), Manual de derecho constitucional, Madrid, Marcial Pons, 1996,
p. 528; Häberle, P., en López Pina, A. (dir.), La garantía constitucional de los derechos
fundamentales. Alemania, España, Francia e Italia, cit., nota 9, p. 108.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 5

con capacidad de adaptarse a las más diversas circunstancias y perseguir


cambiantes y variados objetivos.15 Por todo esto se ha dicho que todas
las Constituciones tienen una sustancia pactista que representa el mo-
mento culminante de la cooperación general dentro de una comunidad
de individuos que se reconocen recíprocamente libres e iguales. Como
base de una estructura intersubjetiva de relaciones de reconocimiento,
expresa la existencia, dentro de la sociedad, no de sujetos aislados o ex-
trañados, sino cooperantes, íntimamente relacionados, y el momento en
el que los individuos, ciudadanos y grupos que forman parte del Estado
asumen su interdependencia, por lo que la solidaridad, la fraternidad y
la orientación al bien común pueden deducirse de ella. 16
Este consenso, compartido ampliamente por todo el pueblo, se ga-
rantiza, principalmente, con la existencia de una verdadera y efectiva
voluntad constitucional que se imponga a todas las divergencias de opi-
nión.17 La Constitución rige porque los órganos estatales la practican; es
comprendida como código de conducta para la vida y es asumida por el
pueblo.18  Como   afirma   Hesse,   como   cualquier   orden   jurídico   que   pre-
cisa de actualización por medio de la actividad humana, la fuerza nor-
madora de la Constitución depende de la disposición para considerar
como vinculantes sus contenidos y de la resolución de realizarlos in-
cluso frente a resistencias. La intensidad de su fuerza normativa deviene
así, primordialmente, una cuestión de voluntad de norma, de voluntad de
Constitución, de coscienza costituzionale,  que  procede  de  una  triple  raíz:  
1) la conciencia de la necesidad y el valor de la existencia de un orden
normativo inviolable que evite la arbitrariedad; 2) la conciencia de que
se trata de un orden legítimo y necesitado de constante legitimación, y
3) la conciencia de que el ordenamiento adquiere y conserva su vigencia
a través de actos de voluntad. Debe existir, por tanto, una voluntad cons-
tante, el compromiso y convicción de los implicados en el proceso políti-
co de realizar los contenidos de la Constitución para que ésta despliegue
efectivamente su fuerza normativa. “Cuanto más intensa sea la voluntad

15 Grimm, Dieter, “Il futuro della Costituzione”, en Zagrebelsky, G. et al., Il futuro


della Costituzion, Italia, Einaudi, 1996,p. 155.
16 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 223.
17 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, p. 39.
18 Kirchhof, Pablo, en López Pina, A. (dir.), La garantía constitucional de los dere-
chos fundamentales. Alemania, España, Francia e Italia, cit., nota 9, p. 245.
6 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de Constitución... tanto más lejos cabrá situar los límites de (sus) posibi-
lidades de realización”.19
La Constitución pretende asegurar y regular una convivencia social
pacífica  que  se  traduzca  en  el  mantenimiento  de  la  capacidad  fáctica  de  
consociación de la comunidad; establecer el marco institucional adecua-
do para la creación legítima de la unidad de acción estatal sobre la base
de la autodeterminación del pueblo y realizar la libertad, la igualdad y
la solidaridad. Para ello, las normas que la integran mantienen abiertos,
y cada vez más en términos de pluralidad y complejidad, los cauces del
proceso político, permiten la participación y garantizan la variabilidad
y capacidad de innovación social. En suma, siguiendo a Schneider, po-
demos  afirmar  que  las  funciones  de  la  Constitución  son,  en  orden  a  las  
características de la sociedad actual, la creación de la unidad política a
través de la conformación democrática del poder, el control y límite del
poder estatal, y el establecimiento de líneas de orientación que lleven a
la comunidad hacia formas sociales más justas. Dichas funciones, que no
están ni desconectadas ni contrapuestas, sino que se condicionan y com-
plementan   entre   sí,   se   reflejan   y   sintetizan   en   la   fórmula   Estado   social  
democrático de derecho.20
Pero para que la Constitución sea capaz de cumplir estas funciones en
una realidad social en permanente cambio, para que “no sea arrollada por
el proceso evolutivo” de la sociedad, debe tener una peculiar estructura
normativa; en otras palabras, para que la Constitución no sea “un conjun-
to de proposiciones normativas que en la práctica pueden cumplirse o no
cumplirse”21 poniendo en duda su propia fuerza normativa (como lo han
hecho autores de la talla de Lasalle, Von Stein, Jellinek y Burdeau, entre
otros) debe tener ciertas cualidades, que son, como el mismo Schneider
señala, una estructura dinámica, programática y abierta. De lo que se
trata  es  de  evitar  que  se  convierta  en  “un  mero  letrero  carente  de  signifi-
cación y contenido” en el que el proceso político discurre alejado de sus
enunciados normativos.22 La Constitución debe tener la capacidad de

19 Hesse, Konrad, “La fuerza normativa de la Constitución”, pp. 66 y 70; id., nota 9,
pp. 15, 26 y 27.
20 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, pp. 40 y 44.
21 Vega, Pedro de, “Constitución y democracia”, en López Pina, A. (ed.), La Consti-
tución de la Monarquía Parlamentaria, México, FCE, 1983, p. 54.
22 Abendroth, Wolfang, “El Estado de derecho democrático y social como proyecto
político”, El Estado social, trad. de J. Puente Egido, Madrid, CEC, 1986, p. 25; Herrera de
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 7

motivar y operar en la vida política; de ser realmente “un orden vivido,


formador y conformador de la realidad histórica”, pues, como se ha di-
cho, una “pretensión normativa que resulta irrealizable en la práctica no
es en realidad nada”.23
La estructura dinámica de la Constitución hace que el cambio social
se inserte en su entramado normativo. La Constitución es un orden esta-
ble,  pensado  como  definitivo,  producto  de  la  expresión  de  una  voluntad  
duradera que tiene la intención de regular “un futuro amplio”; su preten-
sión de permanencia representa un factor de estabilidad en las relaciones
sociales. Pero esto no quiere decir que se trate de un instrumento perpe-
tuo,  cerrado,  eterno  o  inflexible,24 al contrario, es una concreción históri-
ca susceptible de cambios por ser ella misma “expresión de una situación
cultural dinámica”.25 La idea de la Constitución como fundamento de un
orden de principios compartidos por toda la comunidad otorga a ésta una
base  histórica,  no  absoluta,  necesaria  de  modificar  en  orden  a  la  desapari-
ción del consenso en relación con aquellos principios. Por tanto, debe po-
seer  la  elasticidad,  flexibilidad  y  adaptabilidad  suficientes  que  la  convier-
tan en un instrumento que haga frente a las diversas y nuevas situaciones,
exigencias y problemas. Una Constitución que pretende ser “apropiada
para el futuro”, debe ser capaz de adaptarse a los diversos cambios socia-
les y constituir no sólo la referencia obligada para el ejercicio del poder,

Miñón, Miguel, “En torno a la aplicación de la Constitución”, La Constitución Española


y las fuentes del derecho, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1979, vol. II, p. 1219.
23 Pérez  Royo,  Javier,  “Del  derecho  político  al  derecho  constitucional:  las  garantías  
constitucionales”, RCEC, Madrid, núm. 12, 1992, pp. 245 y 246; Hesse, Konrad, op. cit.,
nota 19, p. 25, y nota 9, p. 59.
24 Como   escribe   C.   Mcilwain:   Ninguna   ley   “puede   captar   para   siempre   de   modo  
exacto lo más noble y lo más justo, ordenando de una vez lo mejor. Las diferencias
de   hombres   y   de   conductas,   así   como   las   infinitas   variaciones   irregulares   de   las   cosas  
humanas, no consienten ninguna regla universal y simple. No hay habilidad capaz de
establecer una norma que dure para siempre”. Constitucionalismo antiguo y moderno,
trad. de J. J. Solazábal Echavarría, Madrid, CEC, 1991, p. 50.
25 Häberle, Peter, Libertad, igualdad, fraternidad. 1789 como historia, actualidad y
futuro del Estado constitucional, trad. de I. Gutiérrez, Madrid, Trotta, 1998, p. 46. Como
escribe  Pedro  de  Vega:  “Porque  las  Constituciones  necesitan  adaptarse  a  la  realidad,  que  
se encuentra en constante evolución, porque su normativa envejece con el paso del tiempo
y porque la existencia de lagunas es un fenómeno obligado, que deriva de la compleja
e  inabarcable  realidad  que  con  ellas  se  pretende  regular,  su  modificación  resulta  inexo-
rable”. Vega García, Pedro de, La reforma constitucional y la problemática del poder
constituyente, Madrid, Tecnos, 1988, p. 59.
8 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sino el punto de partida para llevar hacia adelante “las ideas y las fuerzas
de la discusión política” y propiciar “que cada generación pueda decidir
libre y ordenadamente su propio destino”.26 En virtud de esto se puede
comprender la estrecha relación que media entre su carácter vinculante,
su capacidad de asimilación y la necesidad de su reforma.
La   modificación   de   los   principios   o   valores   constitucionales   es   una  
de  las  formas  en  que  se  manifiesta  la  capacidad  de  una  comunidad  para  
autodeterminarse.27 Con ella se hace patente, como ha escrito Hesse, que
ciertas necesidades objetivas, real o supuestamente inevitables, se va-
loran más que la regulación normativa vigente. La reforma es necesa-
ria, entonces, cuando la amplitud y apertura de la norma fundamental
no es capaz de dar respuesta a los problemas planteados por una situa-
ción determinada,28 cuando sus principios, normas o procedimientos or-
ganizativos no son reconocidos como vinculantes y son sentidos como
exclusivamente semánticos o, en otras palabras, cuando normatividad y
normalidad no coinciden29 y las aspiraciones de los individuos no se ajus-
tan  o  reflejan  en  lo  establecido  en  las  normas  jurídicas  que  los  rigen.  La  
Constitución, que no puede ser un obstáculo a las necesarias transforma-
ciones de la sociedad, tiene que prever posibilidades de reforma que im-
pidan las tensiones entre realidad y norma, ya que sólo puede cumplir sus
funciones cuando consigue, bajo las cambiadas circunstancias, preservar
su fuerza normativa.30  Como  escribe  Stern:  “la  coincidencia  entre  el  tex-
to constitucional y la realidad constitucional... es indispensable para una
Constitución con pretensión de continuidad”.31 Constitución y realidad
política y social deben estar “en relación mutua”, “indisoluble conexión”
y  “mutua  dependencia”;;  su  separación  puede  conducir  a  la  confirmación  
26 Stern, Klaus, Derecho del Estado de la República Federal alemana, trad. de J. Pé-
rez Royo y P. Cruz Villalón, Madrid, CEC, 1987, p. 228; Aragón Reyes, Manuel, “Estado
y democracia”, en García de Enterría, E. y Clavero Arévalo, M. (dirs.), El derecho públi-
co  de  fines  de  siglo.  Una  perspectiva  iberoamericana, Madrid, Civitas, 1997, p. 35. Muy
cerca de estas nociones está la concepción de “resistencia constitucional” desarrollada
por Tomás y Valiente, Francisco, “La resistencia constitucional y los valores”, Doxa,
Alicante, núm.15-16, 1994, p. 639.
27 Aragón Reyes, Manuel, op. cit., nota anterior, p. 34.
28 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 24.
29 Heller, Hermann, Teoría del Estado, trad. de Luis Tobio, México, FCE, 1995, p. 269.
30 Stern, Klaus, op. cit., nota 26, pp. 228 y 245; Hesse, K., “Constitución y derecho
constitucional”, en López Pina, A. (ed.), Manual de derecho..., cit., nota 14, p. 9.
31 Ibidem, p. 229.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 9

“de la tesis de la exclusividad de la fuerza determinante de las relaciones


fácticas”, al extremo “de la norma vacía de realidad o de la realidad vacía
de normatividad”.32
La estructura programática de la Constitución realza la necesidad de
su activación responsable y la proyectabilidad de sus contenidos. En las
Constituciones  existen  diferentes  tipos  de  normas,  con  distinta  eficacia  
jurídica o diferente nivel de aplicabilidad inmediata, pero todas vinculan
efectivamente a ciudadanos y poderes públicos.33 Por ello, es importan-
te distinguir, como hace A. Nieto, entre la normatividad de la Constitu-
ción  y  sus  efectos,  ya  que  afirmar  lo  primero  no  conlleva  que  aquélla  sea  
“siempre y en todo caso directamente aplicable”. Esto no es obstáculo
para  afirmar  que  toda  norma  constitucional  está  dirigida  a  ser  efectiva  en  
la realidad social.34 Existen preceptos que pueden ser aplicados directa-
mente,  y  otros  cuya  “eficacia  se  encuentra  interferida  por  la  peculiaridad  
de su naturaleza o por el tenor literal de su estructura”35 y que, por tanto,
exigen una ley que los desarrolle, “pero no para entrar a formar parte del
mundo jurídico, sino para alcanzar su plena garantía como derechos sub-
jetivos” y obtener de los tribunales la ejecución de alguna obligación in-
cumplida.36 Sin embargo, como escribe Solazabal, siguiendo a Biscaretti,
la  calificación  de  la  Constitución  como  norma  jurídica  en  ocasiones  pro-
32 Hesse, Konrad, op. cit., nota 19, p. 61. No podemos olvidar, sin embargo, que,
como  se  ha  escrito:  “si  una  ausencia  total  de  reformas  termina  provocando  el  alejamiento  
entre realidad constitucional y realidad política, convirtiendo a la normativa fundamental
en  letra  muerta  sin  significación  operativa  para  la  vida  del  Estado,  un  cambio  permanente  
y continuo de las normas constitucionales determina que, políticamente, pierdan su valor
simbólico de ley suprema y, jurídicamente, sufran un embate notable en cuanto sistema
de garantías de los derechos y libertades”. Vega, Pedro de, op. cit., nota 21, p. 64. “De-
masiadas reformas a la Constitución hacen daño al prestigio de una Constitución”. Stern,
Klaus, op. cit., nota 26, pp. 226-228. Las continuas reformas erosionan a las Constitucio-
nes, las hacen perder su fuerza normativa y “su virtud estabilizadora”. Como escribe Hes-
se:  “Si  tales  modificaciones  se  acumulan  en  poco  tiempo  la  consecuencia  inevitable  será  
el  resquebrajamiento  de  la  confianza  en  la  inviolabilidad  de  la  Constitución  y  el  debilita-
miento  de  su  fuerza  normativa.  Condición  básica  de  la  eficacia  de  la  Constitución  es  que  
resulte  modificada  en  la  menor  medida  posible”,  Hesse,  Konrad,  op. cit., nota 19, p. 69.
33 Importante al respecto García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 4, pp. 35 y ss.
34 Häberle, P., en López Pina, A. (dir.), La garantía constitucional de los derechos
fundamentales. Alemania, España, Francia e Italia, cit., nota 9, p. 328.
35 Nieto, Alejandro, “Peculiaridades jurídicas de la norma constitucional”, RAP, Ma-
drid, núms. 100-102, 1983, pp. 387 y 395.
36 Prieto Sanchís, Luis, “Dos años de jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre
cuestiones constitucionales”, REDC, Madrid, núm. 1, 981, pp. 223-225.
10 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

duce que se repare sólo en el valor jurídico de los preceptos que prescri-
ben obligaciones a los poderes públicos por establecer derechos a favor
de los particulares. Hay que considerar, por el contrario, que además de
este tipo de normas existen dentro de la ley fundamental directivas “que
fijan   los   objetivos   a   perseguir   por   la   organización   política”;;   valores,
que son la expresión de la normativización de la “conciencia jurídico-
política de la comunidad” y que muchas veces se concretan como man-
datos al legislador; principios fundamentales del ordenamiento y normas
de organización “que establecen instituciones u órganos del Estado, re-
gulando su composición, los procedimientos básicos para la formación
de su voluntad y las relaciones de los mismos entre sí”. Todas estas nor-
mas,  a  pesar  de  que  pueden  no  estar  suficientemente  desarrolladas,  tienen  
carácter jurídico y, por lo mismo, fuerza vinculante por el solo hecho de
estar incluidas en el texto normativo fundamental.37  Su  eficacia  se  deriva,  
precisamente,  de  sus  finalidades,  objetivos,  orientaciones  y  mandatos;;  en  
suma, de su fuerza programática. Se puede decir que están en espera de
configuración.  Como  escribía  Calamandrei:  a  través  de  estas  disposicio-
nes, la Constitución se reviste de muchas ventanas abiertas hacia el futuro,
puesto que son las normas que poseen “una mayor potencialidad de cam-
bio histórico”. Por ello no podemos aceptar que, como escribió Schmitt
refiriéndose  a  la  Constitución  de  Weimar,  las  diversas  prescripciones  que  
tienen  una  finalidad  programática  propicien  la  configuración  asistemáti-
ca, la debilidad y el oscurecimiento de la Constitución;38 por el contrario,
creemos que están “puestas” para dotar a la comunidad de instrumentos
para conformar su futuro, asegurar su continuidad y unidad e incenti-
var la imaginación, comunicación y solidaridad entre los ciudadanos.
La estructura abierta de la Constitución responde al propósito de
consolidar su legitimidad, mantener su estabilidad y duración, asegurar
la acción de integración que realiza a través del tiempo, 39 hacer efec-
37Solazábal   Echevarría,   Juan   José,   “Alcance   jurídico   de   las   cláusulas   definitorias  
constitucionales”, REDC, Madrid, núm. 15, 1985, pp. 83 y 84. También se puede ver la
importante  e  influyente  clasificación  recogida  por  Rubio  Llorente,  Francisco,  “La  Cons-
titución como fuente del derecho”, La forma del poder (estudios sobre la Constitución),
Madrid, CEC, 1993, pp. 88 y ss.
38 Schmitt, Carl, Teoría de la Constitución, trad. de Francisco Ayala, Madrid, Alianza
Universidad, 1982, p. 140.
39 Denninger, Erhardo, “Principios constitucionales y derechos fundamentales como
normas abiertas”, en López Pina, A. (ed.), División de poderes e interpretación. Hacia
una teoría de la praxis constitucional, Madrid, Tecnos, 1987, p. 179.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 11

tiva la intención de adaptarse a las cada vez más nuevas condiciones y


circunstancias sociales, abarcar todo el ordenamiento jurídico, regular
ampliamente la vida de la comunidad y ordenar al Estado como unidad
política. Este carácter abierto, “universal”, de la Constitución, encuentra
su fundamento en una concepción de la soberanía popular que tiene como
titular al pueblo de hoy, a las “generaciones vivas”, que buscan un mode-
lo  para  la  configuración  de  su  vida  presente  sin  pretender  vincular  eterna-
mente a las próximas generaciones, que deben tener la libertad de confor-
mar su organización de acuerdo con sus propias necesidades históricas.
Para cumplir este propósito, las Constituciones se “autoabrevian”, ya
que,  como  afirma  Elia  siguiendo  a  la  juez  Hufstedler,  la  extensión  des-
mesurada de sus regulaciones es una condena a muerte para una norma
que  quiere  estar  viva.  Esto  hace  que  en  ellas  sólo  se  especifiquen  prin-
cipios básicos y se consagren sólo las reglas, temas y directrices más
generales  de  la  vida  de  la  colectividad,  sin  que  esto  signifique  falta  de  
certeza  o  inexistencia  de  normas  firmes  y  seguras.  El  carácter  abierto  y  
la concreción, sin embargo, no son posibles de forma ilimitada; necesa-
riamente se debe regular “aquello que no debe permanecer abierto pues
cuando se entiende a la Constitución como un orden-marco se exigen
dos  cosas,  definición  de  lo  que  se  fija  y  de  lo  que  queda  abierto“. 40 Entre
aquello que decididamente debe regularse está, además de la garantía
de los derechos fundamentales de los individuos y la regulación de los
procesos políticos, la esfera de organización y forma del Estado, la dis-
tribución de competencias entre los órganos estatales y los principios
fundamentales que rigen a la comunidad.
Las normas constitucionales se presentan con una “abstracción y ge-
neralidad intrínsecas” para dejar amplio espacio a la actuación de las
fuerzas políticas y garantizar un proceso político libre.41 Así se hace po-
sible la existencia de una “sociedad libre, pluralista y en evolución” y se
satisface la necesidad de que los diversos individuos y grupos que co-
existen en la sociedad puedan, además de sentir a la Constitución “como
su propio hogar”, disponer de márgenes para una política orientada hacia
el futuro. Con su “incomplitud deliberada”, la Constitución garantiza,
dentro   de   sus   confines   y   mediante   su   estructura,   un   “compromiso   de  
posibilidades”, la espontaneidad de la vida social, la expresión de di-
versas concepciones políticas y sociales y la competencia para asumir la
40 Stern, Klaus, op. cit., nota 26, pp. 220-223.
41 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 6.
12 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dirección política.42 Zagrebelsky ha visto en esta concepción de la Cons-


titución un cambio trascendental, ya que la misma transforma la idea que
consideraba a la norma fundamental como centro del que todo derivaba
por irradiación a “centro sobre el que todo debe converger; es decir, más
bien como centro a alcanzar que como centro del que partir. La política
constitucional mediante la cual se persigue ese centro no es ejecución de
la Constitución, sino realización de la misma en uno de los cambiantes
equilibrios en los que puede hacerse efectiva”.43
El carácter abierto de la Constitución, que constituye su auténtica es-
pecificidad,  se  manifiesta,  según  Schneider,  en  tres  formas  básicamente:  
estructural, material y funcional.
La apertura estructural se revela en la existencia de lagunas dentro
del texto constitucional, su carácter incompleto e imperfecto, su neutra-
lidad  ideológica  y  en  la  falta  de  identificación  con  determinados  obje-
tivos y convicciones políticas, y se concreta regulando “en absoluto o
sólo parcialmente, algún ámbito de la vida y cuando importantes cues-
tiones particulares han quedado conscientemente abiertas, precisamente
para que sean resueltas en una libre confrontación política”. En este sen-
tido, la Constitución se presenta como un marco en el que caben opcio-
nes políticas distintas, que no tiene la pretensión de carecer de lagunas ni
ser “unidad sistemática cerrada”.44  Como  escribe  gráficamente  A.  Nieto:  
“La Constitución... no es un continente sin lagunas, es un archipiélago
de islas de derecho positivo”.45 Esto explica por qué estos documentos
no pueden tener preparadas “respuestas explícitas a todas las cuestiones
que se plantean en la comunidad, pues el intento de dominar el problema
con una casuística técnica y conceptualmente precisa, también tiene ne-
cesariamente que contener lagunas”.46 Para Schneider, el tema más repre-
sentativo de lo anterior es el orden económico social; de acuerdo con el
principio de “neutralidad”, la Constitución debe permanecer abierta a di-
versos  fines,  por  lo  que  no  puede  contener  una  decisión  definitiva  a  favor  
o en contra de un determinado sistema social o económico, sino dejar en
manos de la libre correlación de fuerzas políticas su desarrollo interno.
42
Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, trad. de Marina
Gascón, Madrid, Trotta, 1995, p. 14; Stern, Klaus, op. cit., nota 26, pp. 220-223.
43 Ibidem, p. 14.
44 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, pp. 17 y 18.
45 Nieto, Alejandro, op. cit., nota 35, p. 374.
46 Stern, Klaus, op. cit., nota 26, pp. 220-223.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 13

Así,  la  inconclusión  de  la  Constitución  significa,  además  de  la  expresión  
de  los  límites  de  la  configuración  jurídico-­constitucional,  la  voluntad  de  
dejar a las fuerzas políticas la capacidad de decidir qué es lo más conve-
niente en determinado momento histórico.47
La apertura material  se  manifiesta,  como  escribe  Schneider,  en  la  inde-
terminación y amplitud interna de las normas constitucionales, las cuales
ofrecen con frecuencia, por la forma de cláusulas generales que adoptan,
sólo  una  reducida  densidad  regulativa  por  la  variabilidad  de  sus  signifi-
cados. Las normas se muestran, como señala Rubio Llorente, esquemá-
ticas, abstractas, indeterminadas y elásticas, porque contienen “derecho
concentrado”.   Esta   estructura   materialmente   abierta   se   manifiesta   “por  
la amplitud material del área de regulación o por la indeterminación del
significado  de  determinadas  normas  constitucionales.  Hay  normas  cuya  
densidad normativa o regulación es reducida cuando tienen una exten-
sión del tipo de las cláusulas generales, por lo que su elevado grado de
abstracción necesita siempre de una concreción escalonada”.48
La apertura funcional se expresa en la heterogeneidad e incluso contra-
riedad de las estructuras constitucionales que poseen “idéntica pretensión
de validez y de conformación de la sociedad”, pero diversa procedencia
política  y  significado  histórico.  En  toda  Constitución  se  puede  observar  
una situación de tensión normativa, indicativa de cierta heterogeneidad
y  falta  de  unidad,  que  se  manifiesta  en  una  serie  de  “contraestructuras”  
que, según las circunstancias, pueden quedar concretadas y acentuadas
de distinta manera. Es el caso de fórmulas como Estado de derecho, Es-
tado democrático, Estado social o el de estructuras políticas, como la del
federalismo. El objetivo de la plasmación de estas “estructuras antinó-
micas”, que expresan “posiciones ideológicas no sólo discrepantes, sino
antitéticas”,49  es  aumentar  la  continuidad,  flexibilidad  y  efectividad  de  la  
Constitución y posibilitar un proceso político libre. El acoplamiento de
elementos heterogéneos, con una acentuación diferente, constituye una

47 Schneider, Hans Peter, “La Constitución. Función y estructura”, p. 46, “Aplica-


ción  directa  y  eficacia  indirecta  de  las  normas  constitucionales”,  p.  73,  y  “Constitución  
y método. Interpretación constitucional desde el punto de vista teórico”, pp. 59 y 60,
cit., nota 1.
48 Ibidem, p. 61.
49 Baratta, Alessandro, “Estado de derecho, derechos fundamentales y derecho ju-
dicial”, Revista de Ciencias Jurídicas, Costa Rica, núm. 57, 1987, p. 119. Reproducido
también con el título de “Defensa de los derechos humanos garantizados por la Constitu-
ción”, Revista Judicial, Costa Rica, núm. 50, 1990, pp. 13-22.
14 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

parte   sustancial   de   la   dinámica   específica   de   la   praxis   constitucional.50


Hesse también comparte esta idea de que la Constitución no debe cons-
truirse sobre estructuras unilaterales, ya que ello le permite sobrevivir a
una realidad política y social cambiante.

Si la Constitución pretende que sus principios fundamentales mantengan


su fuerza normativa, dice, tendrá que admitir, tras operarlo cuidadosamen-
te, algún elemento de la estructura contraria. Si tratase de realizar uno de
esos principios en toda su pureza su normatividad se vería arrinconada por
la realidad; los principios que pretende realizar se verían suprimidos.51

La Constitución posee “principios competitivos” que conviven, a pe-


sar  de  que  se  dirigen  en  direcciones  opuestas,  para  otorgarle  flexibilidad  
y permanencia.
En virtud de todo lo anterior, podemos decir, con Schneider, que la
cualidad de la Constitución se mide en función del espacio que deja a
las fuerzas políticas para que puedan realizar sus objetivos sin provocar
efectos  desintegradores;;  su  finalidad  es  la  creación  y  mantenimiento  de  
una sociedad “en donde la voluntad popular no tiene otras limitaciones
que las de mantener abiertas todas las posibilidades”.52 La Constitución
debe ser expresada en términos abiertos para que pueda “profundizar en
el tiempo”, “adentrarse en el porvenir” y así “ganar el futuro del Estado
constitucional”. Por ello es posible decir que una adecuada comprensión
de  su  significado  es  la  que  la  caracteriza  como  “enraizada  en  la  historia”  
y abierta al pasado, presente y futuro de la sociedad.53 De esta forma, la
Constitución demuestra ser, para decirlo con Heller, una forma abierta “a
través de la cual pasa la vida” en la que se encuentran las bases para “que
cada generación pueda decidir libre y ordenadamente su propio destino”
y los fundamentos para la solución de las múltiples situaciones críticas
históricamente cambiantes. Así es como la norma fundamental está en
50 Schneider, H. P., op. cit., nota 1, pp. 50, 59-63 y 74. Forsthoff también entiende
la Constitución como una combinación de criterios heterogéneos que deben completarse
mutuamente en sus respectivas repercusiones. Forsthoff, Ernst, El Estado de la socie-
dad industrial, trad. de L. López Guerra y J. Nicolás Muñiz, Madrid, IEP, 1975, p. 257.
51 Hesse, Konrad, op. cit., nota 19, p. 68. También Canotilho Gomes, J. J., Derecho,
derechos, tribunal, tribunales, Madrid, REP, 1988, pp. 824 y 825.
52 Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 37, p. 98.
53 Smend, Rudolf, op. cit., nota 14, p. 102; Häberle, Peter, Libertad, igualdad, fra-
ternidad. 1789 como historia, actualidad y futuro del Estado constitucional, trad. de I.
Gutiérrez, Madrid, Trotta, 1998, p. 88; id., op. cit., nota 13, p. 9.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 15

posición de cumplir las importantes funciones jurídicas, políticas y so-


ciales que tiene asignadas.
Como escribe Häberle, reconocer y aceptar la apertura de las normas
constitucionales, el carácter que tienen de “normas incompletas”, “no
acabadas”, trae como consecuencia la ineludible necesidad de proce-
der  a  su  desarrollo  para  que  desplieguen  “toda  su  eficacia  y  potencia-
lidad”; cada norma constitucional exige una interpretación orientada a
su vigencia práctica y “fuerza vinculante presupone interpretación” y
efectividad.54 Íntimamente ligada a esta cuestión está el problema de la
determinación de aquellos que participan personal y funcionalmente en
dicho  desarrollo.  Es  claro  que  la  eficacia  de  la  Constitución  depende  de  
la actividad de ciudadanos, juristas y órganos públicos en su conjunto,
pues, como se ha dicho, en todos los ámbitos de la vida del Estado se
“dirime   la   eficacia   de   la   Constitución”.55 La propia estructura de las
normas constitucionales posibilita la existencia de una pluralidad de in-
térpretes de las mismas; pero no podemos desconocer que, en principio,
estas normas deben ser puestas en vigor y hacerse efectivas por “orga-
nizaciones que tomen decisiones colectivamente vinculantes”. Todos
los poderes públicos, como sujetos cuyos actos aplicativos concurren
a la integración del ordenamiento, deben constantemente interpretar la
Constitución  a  través  de  sus  actividades  específicas  influyendo  decisi-
vamente en la orientación y desarrollo del sentido de sus normas, 56 que,
como   hemos   dicho,   pueden   estar   dotadas   de   diversos   significados   en  
virtud de su estructura abierta. La interpretación realizada por los ope-
radores jurídicos se presenta como una fase esencial de la producción
de normas; éstas cobran vida al ser aplicadas por algunas de las instan-
cias a las que el derecho reconoce tal virtualidad y que, principalmente,
son el legislador y los órganos jurisdiccionales.57 De esta forma, en gran
medida, la Constitución será lo que los órganos del Estado hagan de ella,

54 Häberle, Peter, en López Pina (dir.), La garantía constitucional de los derechos


fundamentales..., cit., nota 9, pp. 270, 271, 276, 277 y 328; Quadra, Tomás de la, “La
Constitución como norma suprema y la seguridad jurídica”, en López Pina, A. (ed.), Di-
visión de poderes e interpretación, cit., nota 39, p. 136.
55 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 36, p. 209.
56 Canosa Usera, Raúl, Interpretación constitucional y fórmula política, Madrid,
CEC, 1988, pp. 24 y 25.
57 Gómez Orfanel, Germán, El contenido normativo del derecho constitucional, cit.,
p. 63.
16 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

o,  en  otras  palabras,  su  eficacia  dependerá  “del  comportamiento  regular  


de los poderes públicos”.58
Pero si bien es verdad que la apertura o indeterminación de las normas
constitucionales  provoca  que  su  especificación  pertenezca  al  legislador  o  
al juez,59  en  esta  labor  no  puede  dejar  de  influir  la  configuración  específi-
ca del sistema constitucional, la naturaleza normativa de la Constitución
y el principio democrático que imponen necesarias diferencias y priori-
dades en dicha tarea interpretativa y de desarrollo. En esta virtud, pode-
mos  señalar  que  las  tres  formas  en  que  se  manifiesta  el  carácter  abierto  de  
la Constitución, mismas que hemos señalado anteriormente siguiendo a
Schneider,  tienen  en  común  que  su  primer  destinatario,  por  definición,  es  
el legislador, es decir, responden a que el Constituyente, de forma cons-
ciente, ha propiciado dicha estructura para estimular una libre confron-
tación política, facilitar la “proyección de las normas en el futuro”, con-
figurar  un  proceso  de  vida  libre  y  abierto  y  hacer  posible  el  pluralismo  
político dentro del Estado. El carácter sintético y abierto que conforma la
peculiaridad estructural de la Constitución está puesto a disposición del
legislador para que lo desarrolle. Valgan para resumir lo dicho hasta aquí,
estas  palabras  de  M.  Aragón:  

El principio democrático obliga a considerar al órgano representativo del


pueblo, esto es, al legislador, como único poder constituido capaz de “rea-
lizar” normativamente la Constitución, es decir, con atribuciones para
completar mediante normas jurídicas las partes que el constituyente dejó
inacabadas, para rellenar, mediante la ley, las lagunas que en la Consti-
tución existan, para optar, en suma, de acuerdo con las ideas que en cada
momento obtengan el apoyo mayoritario del pueblo, por las políticas le-
gislativas que el constituyente dejó perfectamente abiertas (apertura sin la
cual el pluralismo carecería de sentido).60

Las  afirmaciones  anteriores  imponen  la  relativización  y  limitación  de  


la  actuación  del  órgano  jurisdiccional,  y,  para  nosotros,  a  fin  de  hacer  su-
ficientemente  explícito  nuestro  discurso,  la  necesidad  de  considerar  las  
peculiaridades de las funciones estatales consagradas en la Constitución.

58Nieto, Alejandro, op. cit., nota 35, p. 406; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 36,
p. 210.
59 Alonso García, Enrique, La interpretación de la Constitución, Madrid, CEC, 1984,
p. 26.
60 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 120.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 17

II. SEPARACIÓN DE PODERES. FUNCIONES DE LOS ÓRGANOS


DEL ESTADO. EL LEGISLADOR Y EL ÓRGANO
DE LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL

La Constitución establece los órganos del Estado, su estructura, com-


petencias, funciones y estatus dentro del ordenamiento jurídico; todos
garantizan la unidad estatal y participan en el proceso de su formación
e integración61 y tienen asignados, dentro del marco de la división de
poderes  y  de  acuerdo  con  la  estructura  que  les  proporcione  la  suficiente  
capacidad de actuación,62   ámbitos   funcionales   específicos   y   diferentes,  
el mismo rango jurídico-público, paridad jerárquica, recíproca indepen-
dencia y competencias de coordinación. Existe, además, una “unidad bá-
sica y originaria de legitimidad” proporcionada por la ley fundamental,
por lo que, como señala De Otto, ningún órgano del Estado ostenta una
legitimidad ajena a la voluntad popular. En esta virtud, no existen, en la
organización estatal, jerarquía de mando, funciones inferiores o secunda-
rias; todas se encuentran en un mismo plano y en equilibrio. En el Estado
constitucional no rige el principio de jerarquía, sino el de competencia,
que otorga a cada órgano predominio dentro de su ámbito competencial,
independencia en el ejercicio de sus funciones y autonomía en el estable-
cimiento de sus reglas de organización y procedimientos internos.63
La Constitución, además de consagrar un pluralismo de poderes, se-
ñala a cada órgano la forma y límites de su actuación. Ésta resulta de las
funciones  específicas  que  tienen  encomendadas  y  de  las  que  otros  órga-
nos tienen atribuidas. Cada órgano constitucional tiene un rol distinto y
exige respeto a su esfera de acción. La existencia de “un pluralismo de
centros de decisión” reclama que los mismos se mantengan en el marco
de las funciones que tienen encomendadas y que respeten las atribu-
61 Leibholz, Gerard, “Poder del derecho y poder del Estado en la República Federal
de Alemania”, Problemas fundamentales de la democracia moderna, Madrid, IEP, pp.
193 y 194.
62 Esta tesis es un viejo principio sostenido por Montesquieu, y que subraya, si-
guiendo a Mortati, Solozábal Echavarría, Juan J., “Sobre el principio de la separación de
poderes”, REP, Madrid, núm. 24, 1981, p. 231.
63 García Pelayo, Manuel, “El “status” del Tribunal Constitucional”, REDC, Madrid,
núm.  1,  1981,  p.  28.  Como  escribe  Lavilla:  “El  grado  de  sensibilidad  y  rigor  con  que  se  
defienda  y  proyecte  en  la  conciencia  social  la  independencia  responsable  de  cada  órgano  
es la verdadera piedra de toque de la pureza del sistema y de la feliz consecución del equi-
librio  constitucional”.  Lavilla,  Landelino,  “Juridificación  del  poder  y  equilibrio  constitu-
cional”, en López Pina (ed.), División de poderes e interpretación..., cit., nota 39, p. 59.
18 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ciones conferidas a otros órganos constitucionales. Todos deben actuar


basándose en el criterio de corrección funcional, 64 es decir, no pueden
restringir, mediante su actividad, las funciones de otros órganos. Esto
no excluye la necesaria y recíproca interferencia, cooperación o coor-
dinación entre ellos. La articulación de poderes es compatible con la
obligación de respeto recíproco, sólo subraya la especial lealtad que to-
dos los órganos del Estado deben guardarle a la Constitución, y que se
demuestra, en gran medida, en la obligación que tienen de mantenerse
en el ámbito de su competencia sin invadir las funciones que les corres-
ponden  a  los  restantes.  En  pocas  palabras:  no  existe  desvinculación  en-
tre los poderes del Estado, sino diferenciación funcional; cada uno tiene
objetivos  propios  y  finalidades  específicas  que  debe  cumplir;;  además  de  
que, como señala Barile, es parte de su naturaleza ser “indefectibles”,
por lo que el reemplazo o sustitución de las funciones “nucleares”, de
alguno de ellos, puede tener como consecuencia un cambio de régi-
men político.65 Así, puede decirse que la división de poderes no es un
hecho   artificial,   sino   un   principio   de   carácter   cualitativo,   funcional   y  
racional,66 que responde a necesidades y exigencias de la organización
política, cuya función es la delimitación, cooperación y control entre
los poderes para lograr entre ellos equilibrio y obtener la adecuada or-
denación de la vida estatal.67
Como se puede deducir de lo anterior, es de gran importancia la de-
terminación del papel de cada uno de los órganos estatales, pues ello
condiciona el entendimiento sobre el derecho, el Estado68 y la división

64Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 47.


65Barile,   Paolo,   “La   Corte   Costituzionale   organo   sovrano:   implicazioni   pratiche”,  
Scritti di Diritto Costituzionale, Padova, CEDAM, 1967, p. 230. También, Trujillo Rin-
cón, M. A., “Sobre la posición del Tribunal Constitucional en el sistema de los órganos
supremos del Estado”, Revista Jurídica de Castilla-La Mancha, núms. 3 y 4, 1988,
p. 388. Esta caracterización de la separación de poderes como principio de asignación
competencial cuya función se limita a impedir que las competencias asignadas a la Cons-
titución a favor de un órgano, sean ejercitadas por uno diverso, también se encuentra en
Cossío Díaz, José Ramón, “El poder judicial de la Federación y la jurisdicción federal”,
Democracia mexicana. Economía, política y sociedad, México, Conacyt, pp. 177-180.
66 Citando a Max Weber, así lo entiende García Pelayo, Manuel, “La división de
poderes y su control jurisdiccional”, RDP, núm. 18-19, Madrid, 1983, pp. 7 y 9.
67 Al respecto véanse los comentarios de García Macho, Ricardo, “Problemática de
la división de poderes en la actualidad”, REP, núm. 53, Madrid, 1986, p. 189.
68 Quadra, Tomás de la, “Interpretación de la Constitución y órganos del Estado”, en
López Pina (ed.), División de poderes e interpretación, cit., nota 39, p. 32.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 19

de poderes. Por lo que a nosotros ahora nos interesa, debemos considerar


que  hay  una  distinción  perfectamente  definida  entre  el  rol  y  las  funciones  
de los órganos de producción legislativa y los del órgano de control de
constitucionalidad de las leyes. No se trata de una diferenciación sólo
formal,  sino  estructural,  que  deriva  de  la  configuración  de  las  modernas  
organizaciones jurídicas y estructuras constitucionales que distinguen
entre el órgano creador y aplicador de normas. Desde esta concepción,
es un atentado a la Constitución que el órgano de control resulte media-
tizado o sustituido en sus funciones por otros poderes tanto como que él
mismo mediatice o sustituya los ámbitos constitucionales reservados a
los restantes.69 Veamos a continuación, para ser más claros, cuál es, en
términos generales, la función del legislador y cuál la que corresponde
al órgano de la jurisdicción dentro del Estado democrático de derecho,
y, sobre todo, veamos cuál es su relación de vinculación con la Constitu-
ción, ya que, como señala Schneider, la vinculación del poder público a
la norma suprema no está desarrollada con la misma intensidad y actua-
lidad en todos los ámbitos.
Para el legislador, la Constitución es, además del fundamento para
ejercer su acción pública, el marco de referencia dentro del cual puede y
debe moverse con libertad y desarrollar sus funciones de dirección políti-
ca.70 Su vinculación con la Constitución tiene un sentido singular, ya que
ésta le otorga un amplio espacio dentro del cual puede decidir, con exclu-
siva y amplia libertad de elección, el contenido que vaya a dar a las leyes,
brindándole diferentes alternativas que no están previamente establecidas
con  carácter  definitivo,  por  lo  que  su  actividad  no  es  concreción  de  pro-
gramas  o  valores  predefinidos,  sino,  como  señala  De  Otto,  es  innovadora  
y, hasta cierto punto, discrecional. El principio democrático excluye, en
consecuencia, la consagración constitucional de un solo interés público,
en el cual el legislador necesariamente deba inspirarse; por el contrario,
posibilita   que   tendencias   políticas   diversas   puedan   influir   la   actividad  
legislativa en direcciones divergentes con el solo límite del respeto a los
principios constitucionales.71 Como dice Schneider, de la Constitución
no  se  infiere  “en  detalle  qué  comportamiento  debe  seguir  el  legislador,  
69 Lavilla, Landelino, op. cit., nota 63, pp. 59 y 60.
70 López Pina, Antonio, “Del derecho bajo el Estado previsor”, Saber/Leer, Madrid,
núm. 58, 1992, p. 11; Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 68, p. 34.
71 Pizzorusso, Alessandro, “Il controllo sull’uso della discrezionalita legislativa”, Stru-
menti e tecniche di giudizio della Corte Costituzionale, Milán, Giuffrè, 1988, pp. 76 y 77.
20 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

o al menos no está detallado, porque, de lo contrario, quedaría notable-


mente reducida la libertad de la formación democrática de la voluntad”. 72
Lo que la norma fundamental consigna para el legislador, así lo en-
tiende Pérez Royo, son límites extremos respecto a su libertad prácti-
camente total e intangible de conformación de la realidad. Dentro de
esos límites extremos, el legislador está facultado para realizar múltiples
interpretaciones  que  pueden  significar  diversas  maneras  de  entender  el  
texto constitucional y diferentes soluciones a los problemas políticos.
Con esto se subraya, explica Zagrebelsky, que la Constitución no es un
programa político determinado, sino un cuadro dentro del cual se con-
tienen múltiples posibilidades de actuación. En virtud de ello, el legisla-
dor dispone de amplias oportunidades en el momento de regular alguna
materia.73 Esto no quiere decir que el ámbito del Poder Legislativo sea
el de la arbitrariedad, pues está sometido indudablemente a los dictados
de la norma fundamental. Lo que ocurre es que dentro del respeto a esas
formulaciones constitucionales mínimas hay una decisión fundamental
contenida en la norma básica que es la de dejarle libertad para adoptar
las opciones que entienda más convenientes.74 Ésta es una garantía de
que el Estado avance.
En virtud de lo anterior, podemos decir que el legislador es libre para
actualizar y concretar los contenidos jurídico-fundamentales de la Consti-
tución,  conformar  el  ordenamiento  jurídico,  definir  prioridades  y  aprobar  
las normas necesarias según criterios de oportunidad y de acuerdo con las
exigencias que impongan las circunstancias. Por ello no se puede poner
en duda la obra del legislador por cuestiones técnicas en la redacción de la
ley ni controlar la conveniencia de sus normas, sus designios o intenciones
políticas;;  éste  es  libre  para  elegir  fines,  tomar  medidas  en  torno  de  ciertos  

72 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, pp. 77 y 78.


73 Recuérdese  lo  que  escribía  Kelsen:  “La  libertad  del  legislador,  que  no  está  subor-
dinado más que a la Constitución, no está sometida más que a limitaciones relativamente
débiles, su poder de creación es relativamente grande”. Kelsen, Hans, “La garantía ju-
risdiccional de la Constitución. (La justicia constitucional)”, Democracia y socialismo,
Madrid, Debate, 1988, pp. 111, 129 y 131. Un panorama interesante al respecto en Salas,
Javier, “El Tribunal Constitucional español y su competencia desde la perspectiva de la
forma   de   gobierno:   sus   relaciones   con   los   poderes   Legislativo,   Ejecutivo   y   Judicial”,  
REDC, Madrid, núm. 6, 1982, pp. 147-154.
74 Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 54, p. 138. Al respecto véase García de Enterría,
Eduardo y Fernández, Tomás Ramón, Curso de derecho administrativo, Madrid, 1980,
t. I, pp. 132 y ss.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 21

objetivos y fundamentar sus decisiones en preferencias valorativas. Como


enseña  Rubio  Llorente,  el  legislador  no  necesita  justificar  sus  decisiones  
como jurídicamente necesarias, sino a lo sumo como jurídicamente lícitas.
Las normas constitucionales le otorgan un amplio campo para que progra-
me sus decisiones, seleccione sus propósitos y determine la dirección de
la sociedad e, incluso, le brindan la libertad de que no actúe.
Si aceptamos la existencia de un basto campo de elección legislativa
dejado a la libre determinación de las fuerzas políticas, se hace necesario
circunscribir los poderes del órgano jurisdiccional para evitar que tras-
pase   las   fronteras   que   fijan   los   límites   que   corresponden   al   espacio   de  
discrecionalidad de aquéllas. Ésta es una exigencia impuesta por el prin-
cipio democrático. Si bien la función principal del juez constitucional
es velar por la supremacía de la Constitución y, en consecuencia, está
facultado para controlar la conformidad de los actos de los órganos del
Estado con ésta y, particularmente, la constitucionalidad de las leyes, 75
dicha actividad es, por tener como único parámetro a la Constitución,
aplicación y, posteriormente, creación del derecho. No hay que olvidar
tampoco que dicho órgano de control no es la única instancia dentro del
Estado que debe poner empeño en la realización de la Constitución y en
su respeto, sino que, como se sabe, todos los órganos estatales deben velar
por su observancia,76 además de que existen formas no jurisdiccionales
de control de constitucionalidad de las leyes. Por otro lado, y como vere-
mos más adelante, no es una cuestión menor que este órgano no disponga
de potestad normativa ni de derecho de iniciativa ni esté concebido como
responsable  “de  la  activa  configuración  de  la  comunidad  y  su  futuro”.  Su  
actividad se reduce a declarar conformes a la Constitución o inconstitu-
cionales los actos de los poderes públicos a examen. 77 Es más, cuando
el juez no estima la norma que revisa como inconstitucional, no declara
75 Brewer-Carías, Allan R., “Control de constitucionalidad. La justicia constitucio-
nal”, en García de Enterría, E. y Clavero Arévalo, M. (dirs.), El  derecho  público  de  fines  
de  siglo.  Una  perspectiva  iberoamericana, Madrid, Civitas, 1997, pp. 553 y 554.
76 En esto insiste Pliner, Adolfo, Inconstitucionalidad de las leyes, Argentina, Abe-
ledo-­Perrot,  s/f.  pp.  14-­17.  Dice  este  autor:  “El  derecho  y  el  deber  de  velar  por  la  obser-
vancia de la constitución, y el poder de remediar los actos inconstitucionales, están abun-
dantemente repartidos en nuestra carta fundamental; y si bien la parte de ese quehacer
que incumbe a los jueces, y en particular a la Corte Suprema, cobra en la realidad, y en la
trascendencia  institucional  de  su  funcionamiento,  una  jerarquía,  un  prestigio  y  una  efica-
cia que la convierten en pieza maestra del sistema, su tarea está lejos de ser exclusiva”.
77 Simon, Helmut, “La jurisdicción constitucional”, en López Pina (ed.), Manual de
derecho constitucional, cit., nota 14, p. 852.
22 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

su legitimidad, sólo descarta que ésta tenga algún vicio que propicie su
consideración como contraria a la norma fundamental. En otras palabras,
cuando el órgano de control considera desestimatorio el recurso presen-
tado, esto no implica una “declaración positiva de constitucionalidad”. 78
El órgano que ejerce el control de constitucionalidad tiene una relación
muy estrecha con el principio del Estado de derecho; incluso se ha dicho
que es el “complemento”, la “coronación”, culminación o “piedra de cie-
rre” del proceso evolutivo del Estado de derecho y de la misma noción de
Constitución, entendida como norma suprema y positiva.79 Este princi-
pio, como escribe Kirchhof, mira hacia la conservación; por lo que la ju-
risdicción constitucional es una instancia que tiende a proteger, asegurar
e imponer el derecho producto de la voluntad constituyente, que es, se-
ñala Mahrenholz, la única fuente de donde deriva su autoridad. Esta fun-
ción la realiza siempre de acuerdo con criterios estrictamente jurídicos,
lo que ya constituye una importante y limitada forma de participar en el
funcionamiento del sistema estatal. Como órgano que preserva los dicta-
dos de la Constitución, el juez constitucional es el guardián de la misma.
En virtud de lo anterior, podemos decir que la función primaria de
este órgano de defensa de la Constitución es garantizar los principios del
Estado  de  derecho  fijando  los  límites  precisos  dentro  de  los  cuales  pue-
den desarrollarse las más variadas expresiones políticas;80 su actividad
es  determinar  si  el  significado  que  el  legislador  otorga  a  un  precepto  o  
concepto constitucional al desarrollarlo normativamente es uno de sus
sentidos constitucionalmente posibles,81 y en caso contrario sancionar-

78Claro  que  esta  afirmación  tiene  sus  matizaciones,  pues  en  el  caso  de  los  denomina-
dos recursos directos de inconstitucionalidad, el fallo desestimatorio, como dice Jiménez
Campo, se puede ver, para las partes legitimadas para interponerlos, como un pronuncia-
miento  confirmatorio  de  la  constitucionalidad  de  la  norma  impugnada.  Jiménez  Campo,  
Javier, “Sobre el control de constitucionalidad de las leyes”, en García de Enterría, E. y
Clavero Arévalo, M. (dirs.), El  derecho  público  de  fines  de  siglo..., cit., nota 75, p. 581;
Sandulli, Aldo M., La giustizia costituzionale in Italia, Milán, Giuffre, 1961, pp. 13 y 14..
79 García Pelayo, Manuel, “Estado legal y Estado constitucional de derecho”, El
Tribunal de Garantías Constitucionales a debate, Perú, Consejo Latinoamericano de
Derecho y Desarrollo, 1986, p. 23; id., op. cit., nota 63, p. 18; Combellas, Ricardo, “La
justicia constitucional”, Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, Colom-
bia, 1995, p. 19; Brewer-Carías, Allan R., op. cit., nota 75, pp. 520 y 568.
80 García Pelayo, Manuel, op. cit., nota 63, p. 18; Guastini, Ricardo, Il giudice e la
legge, Torino, Giappichelli, 1995.
81 Laporta, Francisco J., “Norma básica, Constitución y decisión por mayorías”, Re-
vista de las Cortes Generales, Madrid, núm. 1, 1984, p. 39.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 23

lo con la expulsión y exclusión del sistema para conservar la unidad y


coherencia del mismo. En la realización de esta operación, como señala
Prieto  Sanchís,  el  juez  debe  asumir  que  se  halla  ante  un  sujeto  libre:  el  
legislador, y que su tarea no es precisar la mejor interpretación posible,
sino delimitar el camino dentro del cual la interpretación política de éste
resulta admisible, no arbitraria o intolerable. El juez sólo debe buscar los
límites del campo de licitud dentro del cual el legislador está autorizado a
imponer sus consideraciones y plantear legítimamente distintas opciones
políticas.82 En este sentido, el órgano de control no puede ser un órgano
limitante, sólo actualiza las limitaciones preestablecidas en el ordena-
miento;;  es  decir,  no  limita  al  poder,  sino  asegura,  fiscaliza  y  verifica  que  
se cumplan los límites objetivos establecidos en el ordenamiento.
El juez constitucional no debe entender las normas constitucionales
en términos de una acabada predeterminación de las opciones políticas,
sino que “ha de acercarse a ellas como a las estructuras abiertas que son,
limitadoras, no sustitutivas, de la decisión legislativa”.83 En esta virtud
le está vedado anular las facultades de opción del legislador, valorar la
conveniencia o mérito de la normativa dictada por el mismo, juzgar sus
decisiones desde el punto de vista de la oportunidad o realizar un exa-
men de naturaleza política que ponga en cuestión su poder discrecional. 84
No  puede  controlar  las  motivaciones,  reflexiones  políticas  o  pronósticos  
que impulsan al legislador a dictar una norma cuando los coloca como
fundamento de sus regulaciones.85 Tampoco le está permitido enjuiciar
el acierto con el que está llevando a cabo su labor de adopción de deci-
siones ni realizar juicios políticos de carácter sustantivo ni evaluar si ha
hecho  uso  prudente  de  sus  facultades  o  verificar  que  haya  dado  con  las  
soluciones más justas y funcionales. No puede, por tanto, buscar la única
interpretación jurídica posible ni decir que el contenido de una norma es
82 Prieto Sanchís, Luis, “Notas sobre la interpretación constitucional”, RCEC, Ma-
drid, núm. 9, 1991, p. 177.
83 Jiménez Campo, Javier, “Sobre los límites del control de constitucionalidad de la
ley”, en Aja, E. (ed.), Las tensiones entre el Tribunal Constitucional y el legislador en la
Europa actual, Barcelona, Ariel, 1998, p. 181.
84 Pizzorusso, Alessandro, Lecciones de derecho constitucional, trad. de J. Jiménez
Campo, Madrid, CEC, 1984, vol. II, p. 13.
85 Bachof  ,  Otto,  “Nuevas  reflexiones  sobre  la  jurisdicción  constitucional  entre  dere-
cho y política”, trad. de L. Cortiñas Peláez, Boletín Mexicano de Derecho Comparado,
México, núm. 57, 1986, pp. 845 y 846. Así también, Pierandrei, Franco, “Corte Costi-
tuzionale”, Enciclopedia del Diritto, Italia, Giuffrè, 1962, vol. X, p. 906.
24 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

el más conveniente políticamente ni evaluar su conformidad con el inte-


rés  público  o  controlar  los  fines  que  persigue,  ya  que  en  el  ejercicio  de  sus  
funciones le está prohibido expresar juicios de valor o preferencia.86 No
debe, en suma, analizar la justicia o verdad de la legislación ni su perfec-
ción técnica ni su oportunidad política, como señala Jiménez Campo. Su
función es realizar un juicio, un control de legitimidad, por lo que tiene
impedido decidir cuál es la mejor interpretación del texto constitucional,
anteponer sus propias consideraciones políticas o ampliar el ámbito de
lo no decidible. El juez puede corregir, pero no suplir la dirección de los
órganos constitucionales decisivos en la determinación de las grandes lí-
neas de acción política,87 si no fuera así, su presencia sería una traba para
la iniciativa política.
Podemos  afirmar  que  la  función  del  juez  constitucional  dentro  del  or-
denamiento  es  jurídica:  consiste  en  marcar  límites  a  la  actividad  del  le-
gislador de conformidad con los límites señalados en la Constitución,
pero sin sustituir, de ninguna manera, su importante función de dirigir
el proceso político; su esencia es ser un órgano de control y no de valo-
raciones. Si el juez asumiera otra actitud, se podría caer en el peligro de
construir,  como  escribe  López  Pina:  un

Estado de derecho orientado a la Constitución y decidido por la jurisdic-


ción88 lo que contrariaría el espíritu del Estado constitucional y generaría
gran inseguridad jurídica. El juez está obligado a respetar los principios
formales e institucionales consagrados en la Constitución que si bien le
asignan la tarea de mantener el proceso político dentro de ciertos límites,
cuidar el orden de competencias y los derechos fundamentales estableci-
dos  en  la  misma.  No  le  otorgan  la  facultad  de  participar  en  la  definición  de  
los objetivos de la política ni en el ejercicio del poder.89

86Denninger, Erhardo, op. cit., nota 39, p. 182.


87Cascajo de Castro, José Luis, “Las Cortes Generales y el Tribunal Constitucional”,
II Jornadas de Derecho Parlamentario, Madrid, Congreso de los Diputados, 1986, p. 17.
88 López Pina, Antonio, “Tareas del Estado y lugar de la Ley”, en López Pina, A.
(ed.), Democracia representativa y parlamentarismo, Madrid, Secretaría General del Se-
nado, 1994, p. 28; id., op. cit., nota 70, p. 10.
89 Un juez que no respetase los principios constitucionales sería un juez activista en el
sentido  peyorativo  del  término  a  juicio  de  Bayón,  Juan  Carlos,  “Principios  y  reglas:  legis-
lación y jurisdicción en el Estado Constitucional”, Jueces para la Democracia, Madrid,
núm. 27, 1996, p. 48; Kirchhof, Paul, Tareas del Bundesverfasungsgericht en una época
de cambios, trad. de A. López Pina, REDC, Madrid, núm. 49, 1997, p. 32; Kelsen, Hans,
¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?, trad. de R. J. Brie, Madrid, Tecnos, 1995,
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 25

Hay que recordar que los órganos que ejercen la jurisdicción son, como
señala Matteucci, órganos de la iurisdictio que operan con base en las le-
yes, y que, como tales, no participan de la función del establecimiento de
la dirección política, es decir, del gubernaculum.90

La tarea del juez no es la de determinar que es lo mejor para el país o que


norma particular sería la que más hiciera avanzar el bienestar de la Na-
ción y sus ciudadanos con relación a un determinado asunto de política.
Tampoco su misión es la de evaluar si una determinada ley es prudente e
incluso justa. En el ejercicio del control judicial el juez ha de determinar
no la sabiduría de la ley, sino su constitucionalidad.91

En consecuencia, en el Estado democrático, el juez constitucional


está llamado a esclarecer, como señala Zagrebelsky, los límites máxi-
mos de la legítima confrontación sin incluir o excluir alguna posición
y desarrollando una tarea tangencial sobre la vida política. Es más, su
función de protección de la integridad de la Constitución incluye cuidar
la  libertad  de  configuración  de  las  normas  constitucionales  que  tiene  el  
legislador. De esta forma, y como escribe Jiménez Campo, es garante de
la  Constitución  y  de  la  libertad  de  configuración  del  legislador,  que  es  un  
derecho reconocido en toda Constitución democrática.
Lo anterior nos demuestra que la decisión constitucional por una de-
mocracia con división de poderes es un sistema delicado, cuya conserva-
ción es tarea permanente de todos y cada uno de los órganos del Estado.
Este principio atribuye ámbitos de competencia a los poderes estatales en
un complejo entramado de controles mutuos, y exige que todos cooperen
entre sí y respeten las funciones y tareas de los restantes con el objetivo
de hacer funcionar adecuadamente la maquinaria estatal, racionalizada
para la protección de la libertad. En esta virtud, las decisiones de todos

p. 54. Así lo entiende también Hesse, a juicio de Schlaich, Klaus, “El Tribunal Consti-
tucional Federal alemán”, Tribunales constitucionales europeos y derechos fundamen-
tales, trad. de L. Aguiar de Luque y M. G. Rubio de Casas, Madrid, CEC, 1984, p. 153.
90 Matteucci, Nicola, “La Costituzione statunitense e il moderno costituzionalismo”,
La  Costituzione  statunitense  e  il  suo  significato  odierno, trad. de T. Bonazzi, Societá edi-
trice il Mulino, 1988, p. 41; Tamayo Salmorán, Rolando, “Una judicatura de amparo (una
judicatura ¿para qué?)”, Estudios en homenaje a Felipe Tena Ramírez, México, Porrúa,
1999, p. 464.
91 Al analizar las características del control moderado de constitucionalidad en los Es-
tados Unidos así lo comenta Wolfe, Christopher, La transformación de la interpretación
constitucional, trad. de M. Rubio de Casas y S. Valcárcel, Madrid, Civitas, 1991, p. 144.
26 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

los órganos estatales y, particularmente, las del juez constitucional, de-


ben necesariamente considerar el sistema de relaciones establecido en la
Constitución,  respetar  la  tarea  esencial  de  configuración  de  la  sociedad  
asignada al legislador y evitar cualquier “desplazamiento de las funcio-
nes constitucionalmente encomendadas”.92 El principio de corrección
funcional impone, se ha dicho, “el respeto al valor de la democracia”. En
toda Constitución democrática existe un mandato que asigna al legisla-
dor la función de legislar y que vincula de manera incondicional al juez
constitucional.93  Zagrebelsky  ha  definido  con  gran  claridad  este  principio  
de  competencia:  si  la  norma  está  presente  en  el  sistema,  corresponde  a  los  
jueces  extraer  su  significado;;  si  no  está,  corresponde  al  legislador,  y  sólo  
al legislador, crearla. Esta alternativa es rígida y no admite escapatorias
ni terceras vías.94 También Wrobléwsky lo entiende de esta forma cuando
escribe:  “En  la  configuración  de  un  sistema  legal  se  supone  que:  pertene-
cen al sistema legal las reglas que o son promulgadas por el legislador,
o son sus consecuencias lógicas o consecuencias interpretativas”.95 El
legislador posee el monopolio de la producción legítima de normas, por
lo que la única fuente de legitimidad del derecho deriva de su creación
por el legislador democrático. El respeto al orden constitucional implica
el respeto a la función legislativa. Esto nos impele a tratar de buscar, a
partir del entendimiento de la posición y las funciones del legislador y
del juez constitucional dentro del Estado y del valor de las normas que
expide y de la actividad de control que ejerce, cuáles son las causas y
consecuencias de las posiciones diferenciadas de ambos órganos y, sobre
todo, las razones que existen para la asignación a cada uno de ellos de tan
disímiles funciones.
92Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 52; López Pina, Antonio, op. cit., nota 88, pp. 32
y 33. En el mismo sentido Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 851; Bouzat, Gabriel, “El
control constitucional. Un estudio comparativo”, Fundamentos y alcances del control
judicial de constitucionalidad, Madrid, CEC, 1991, p. 73. También esta diferenciación
preside el trabajo de Guastini, Ricardo, op. cit., nota 80, pp. 9-33.
93 Mahrenholz, Ernesto G., “Constitución y ley. Acerca de la relación entre poder
judicial y poder político”, en López Pina (ed.), División de poderes e interpretación, cit.,
nota 39, p. 72; Ferreres Comella, Víctor, Justicia constitucional y democracia, Madrid,
CEC, 1997, pp. 41-45.
94 Zagrebelsky, Gustavo, “La Corte Costituzionale e il legislatore”, en Barile, P. et al.
(cura), Corte Costituzionale e sviluppo della forma di governo in Italia, Milán, Societa
editrice il Mulino, 1982, p. 110.
95 Wróblewski, Jerzy, Constitución y teoría general de la interpretación jurídica,
trad. de A. Azurza, Madrid, Civitas, 1988, p. 83.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 27

III. LA PRESUNCIÓN DE CONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY

1. El principio de interpretación conforme a la Constitución

Uno de los efectos de la supremacía de la Constitución es el principio


de interpretación conforme, que es una manifestación del criterio general
en virtud del cual toda regla jurídica ha de entenderse en términos com-
patibles con los enunciados normativos de superior rango jerárquico. Este
principio, cuyo reconocimiento como verdadero criterio de la interpreta-
ción constitucional es general, y su adopción es obligatorio para todos los
operadores  jurídicos  llamados  a  aplicar  las  leyes,  significa  que  el  intérpre-
te,  entre  los  varios  significados  posibles  de  una  norma  legislativa,  debe  
optar por aquel que primero se acomode a los dictados constitucionales y,
segundo, dentro de estos últimos, el que mejor lo haga.96 En todo caso de-
ben desecharse las interpretaciones contrarias a la norma fundamental.97
Éste es un “criterio básico, fundamental y prevalente” en la interpre-
tación de cualquier norma, que “hunde sus raíces”, como explica Hesse,
en el principio de unidad del ordenamiento jurídico, que indica que todas
las normas forman una totalidad que obliga a no contemplarlas de forma
aislada, sino inmersas en una unidad sistemática regida por la norma su-
perior que fundamenta la validez de todo el ordenamiento y que impele
a que todo producto normativo sea interpretado en consonancia con la
misma.98 Esta comprensión unitaria del ordenamiento jurídico exige su
interpretación coordinada99 y la necesidad de evitar y, en su caso, supri-
mir las contradicciones que puedan existir entre las normas que lo inte-
gran. De esta forma, el principio de unidad conduce, inevitablemente, al
principio de coherencia o concordancia práctica, en virtud del cual cada
norma jurídica adquiere sentido en función del conjunto. Si el ordena-
miento jurídico es un sistema, no hay posibilidad de incompatibilidades o
antinomias, al contrario, debe existir coherencia en todas sus reglas, por
lo que la interpretación debe realizarse de manera que no se produzcan
colisiones entre ellas. Los contenidos ambiguos e indeterminados de la

96 Jiménez Campo, Javier, “Interpretación conforme a la Constitución”, Enciclopedia


jurídica básica, Madrid, Civitas, 1995, t. III, pp. 3681 y 3683.
97 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 2, p. 79.
98 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 51.
99 Pérez Luño, Antonio A., “La interpretación de la Constitución”, Derechos huma-
nos, Estado de derecho y Constitución, 5a. ed., Madrid, Tecnos, 1995, p. 282.
28 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ley deben ser interpretados de forma acorde a los contenidos de la Cons-


titución, y la respuesta y el remedio a cuestiones dudosas debe resolverse
en su interior y no fuera de ella.100 Por todo esto se puede decir, como ha
escrito Schäffer, que la interpretación conforme es una exigencia de in-
terpretación sistemático teleológica, que garantiza la unidad del ordena-
miento jurídico. Con su existencia, éste muestra ser un orden jerárquico
constituido en un contexto sistémico consistente y coherente, compuesto
con reglas que no se contradicen y que están ordenadas axiológicamente
de manera armoniosa deviniendo la Constitución el punto de apoyo posi-
tivo para la validez y legitimidad de las diferentes normas que se produz-
can dentro del ordenamiento.101
El principio de la interpretación conforme es una manifestación de
la forma en que la Constitución “impregna” todo el ordenamiento ju-
rídico estatal y “reorienta” toda la producción subconstitucional a sus
dictados102 propiciando su máxima realización. Como ha escrito De la
Quadra, éste conlleva “el reconocimiento de que el ordenamiento es un
todo con normas superiores que iluminan la interpretación que debe ha-
cerse de las inferiores” que de cualquier forma deben ser “valedoras” de
la norma constitucional; es, asimismo, una directiva de actuación a todos
los operadores jurídicos que expresa exigencias formales y materiales103
y una garantía de la preeminencia que tiene la Constitución en su conte-
nido,  principios,  fines  y  objetivos.  Con  lo  anterior  fácilmente  se  pueden  
colegir,  como  enseña  Jiménez  Campo,  sus  dos  elementos  característicos:  
su imperatividad y su condición de criterio sobre la interpretación de
normas. Con el primer elemento se señala que la interpretación conforme
a la Constitución es, debido al carácter de norma suprema de ésta, un im-
perativo jurídico para todos los aplicadores del derecho, de manera que
todos deben interpretar los productos jurídicos de forma que concuerden

100 Bachof, Otto, “El juez constitucional entre derecho y política”, trad. de L. Cortiñas
Peláez, Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo, núm. 1-2,
1967, p. 252.
101 Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, pp. 38, 39, 44, 45 y 49; Vigo, Rodolfo L.,
Interpretación constitucional, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1993, p. 126.
102 Stern recomienda diferenciar entre la interpretación orientada a la Constitución
y la interpretación conforme a la Constitución; esta última sería un instrumento de los
tribunales  constitucionales  en  el  procedimiento  específico  del  control  de  normas.  Stern,
Klaus, op. cit., nota 26, p. 298.
103 Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 54, p. 140; Pérez Luño, Antonio A., op. cit., nota
99, pp. 282 y 283; también, Vigo, Rodolfo L., op. cit., nota 101, p. 127.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 29

con ella siempre y cuando una tal interpretación resulte factible. Con el
segundo elemento se entiende dicho principio como una “directiva de
preferencia” que “conduce a seleccionar, de entre las varias interpreta-
ciones posibles de un precepto, aquella que mejor se ajusta a las exi-
gencias constitucionales”104 con objeto de excluir del ordenamiento las
normas contrarias a aquélla.
Hay que destacar que no es posible la interpretación conforme, “si
quiere  seguir  siendo  interpretación”,  en  contra  del  texto  o  la  finalidad  le-
gislativa.105 Este principio opera siempre que no se fuerce el sentido que
de forma inmediata se deduzca de la ley a la luz de la voluntad del legis-
lador.106 El juez constitucional no puede imponer su interpretación a la
voluntad  del  legislador  ni  ignorar  o  desfigurar  el  sentido  de  las  normas  ni  
convertir  los  preceptos  en  disposiciones  superfluas  o  construir  normas  
inexistentes en los enunciados normativos. Podemos decir, siguiendo a
Stern, que los límites de la interpretación conforme son (a pesar de que
el mismo autor reconoce que son dudosos, entre otras causas, porque,
como escriben Schäffer y Hass, en los casos concretos es muy difícil es-
tablecer un límite exacto entre la correcta interpretación conforme y la
incorrecta  creación  del  derecho  por  parte  de  los  jueces):  el  tenor  literal  de  
la  ley,  la  voluntad  del  legislador,  el  objetivo  o  fin  legislativo  y  el  sentido  
de la propia ley.107 Éstas son condiciones para una “lógica” interpreta-
ción conforme de la Constitución que permiten conservar la certeza del
derecho y la seguridad jurídica. “Cualquier otro entendimiento conduce
a  la  desfiguración  y  manipulación  de  los  enunciados  legales,  esto  es,  al  
cambio legislativo por obra de los jueces, inconciliable con la condición
democrática de nuestro Estado”.108 De ninguna forma la interpretación
conforme debe ser un pretexto para el desarrollo de un derecho judicial
que complete al derecho legislativo. No hay que olvidar ni desdeñar que

104 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 96, p. 3682. Para este autor, el principio de la
interpretación conforme no es un criterio que se añada a los criterios tradicionales de inter-
pretación, más bien presupone una previa interpretación legal donde ya se utilizaron los
cánones tradicionales. Derechos fundamentales. Concepto y garantías, Madrid, Trotta,
1999, p. 51.
105 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 51.
106 Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 54, p. 142.
107 Stern, Klaus, op. cit., nota 26, pp. 298 y 299.
108 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 96, p. 3684; id., “Qué hacer con la ley inconsti-
tucional”, La sentencia sobre la inconstitucionalidad de la ley, Madrid, CEC, 1997, p. 48.
30 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dicho principio fue desarrollado al servicio del mantenimiento de las


normas y de la autoridad del legislador, como señala H. Simon.

2. La presunción de constitucionalidad de la ley

Si  la  finalidad  del  principio  de  interpretación  conforme  es  proteger  la  
unidad de la Constitución y garantizar su máxima realización, su funda-
mento es la conservación o subsistencia de las normas legales cuando se
procede a su enjuiciamiento. Lo anterior indica la estrecha relación que
tiene este principio con el de “mantenimiento de la ley”, que establece
que “sólo procede declarar la inconstitucionalidad de un precepto legal
cuando su incompatibilidad con la Constitución resulte indudable por
ser imposible llevar a cabo aquella interpretación conciliadora”. 109 De
esta forma, el principio de interpretación conforme resulta ser un mé-
todo especial para la interpretación de las leyes y, al mismo tiempo, un
instrumento de control de normas que tiene como resultado su manteni-
miento.110  Lo  que  pone  de  manifiesto,  como  escribe  Weber,  el  necesario  
respeto al legislador democrático y la existencia de una presunción de va-
lidez de sus productos normativos. Esta presunción de constitucionalidad
es de importancia fundamental, al grado de que frente a ella deben ceder
las reglas habituales de interpretación, pues cumple, entre otras, la fun-
ción práctica de evitar los vacíos normativos que se producirían “de la
eventual declaración de inconstitucionalidad de reglas susceptibles de
un entendimiento acomodado a la Constitución”. 111
Como  señala  García  de  Enterría,  el  legislador  no  tiene  la  agilidad  sufi-
ciente para cubrir inmediatamente el hueco que deja una norma anulada
y ello puede dar lugar a confusión, desorden, imprevisibilidad e insegu-
ridad jurídica para los ciudadanos y poderes públicos. Incluso, dice, la
laguna creada con la anulación de una norma puede provocar situaciones
de mayor inconstitucionalidad en la solución práctica de los problemas
que la ley anulada regulaba,112  y  tener  efectos  contrarios  a  los  fines  cons-
titucionales. Además, la declaración de nulidad de una norma es un ins-

109 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 96, p. 3683; García de Enterría, Eduardo, op.
cit., nota 4, p. 96.
110 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, pp. 203 y 204.
111 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 96, p. 3683.
112 García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 4, p. 96. Tanto las ideas de Crisafulli
como las de Di Manno se contienen en Acosta Sánchez, José, Formación de la Consti-
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 31

trumento reparador, “utilizable sólo cuando esa expulsión resulte medio


idóneo para el restablecimiento de la juridicidad conculcada”, es decir,
no puede acudirse a ella cuando al resultado ablativo “en nada repare, o
aún empeore, la situación inconstitucional”.113 Tómese en cuenta, tam-
bién, las repercusiones ya no jurídicas, sino políticas que podría tener
como efecto la anulación de una norma que afectara cuestiones conside-
radas importantes para la sociedad, y puede ocasionar gran inestabilidad
en el sistema. En consecuencia, será necesario intentar, por vía interpre-
tativa, que no se produzca dicho vacío, y evitar los efectos negativos para
no   sacrificar   la   igualdad   material,   la   seguridad   jurídica,   la   certeza   y   el  
bien común que se le reconoce a la forma de ley.114
Pero este principio de mantenimiento de la ley, que, como hemos di-
cho, proviene del deber de realizar una interpretación conforme con la
Constitución, está reforzado por las exigencias que impone el principio
democrático contenido en la misma; es decir, la presunción de validez
de que gozan las normas y actos de gobierno en todos los ámbitos del
ordenamiento es más fuerte “cuánto más próximo está el proceso de se-
lección de sus titulares a un concreto acto de expresión de la voluntad
popular”.115 De esta manera, la ley goza de una fuerte presunción de va-
lidez  porque,  como  afirma  De  Otto,  procede  directamente  del  órgano  que  
representa al pueblo y ello obliga a que el sistema de fuentes, del cual la
ley es su “pivote central”, se interprete a su favor. Esta caracterización de
la ley como “fuente única, originaria, suprema y omnipotente de creación
del derecho” es punto de partida obligado para la interpretación,116 por lo
que el juez debe entender la norma constitucional, dentro de lo posible,
en el sentido en que la ha concretizado el legislador. “De ahí que la inter-
pretación  conforme  de  las  leyes  sea,  en  su  efecto  reflejo  sobre  la  interpre-
tación de la Constitución, interpretación conforme a la ley”.117
La existencia de esta presunción de constitucionalidad de las leyes
impone que únicamente pueda declararse su invalidez cuando existan

tución y jurisdicción constitucional. Fundamentos de la democracia constitucional, Ma-


drid, Tecnos, 1998, p. 288.
113 Jiménez Campo, Javier, “Qué hacer con la ley inconstitucional”, La sentencia so-
bre la inconstitucionalidad de la ley, Madrid, CEC, 1997, pp. 35-37.
114 Otto, Ignacio, op. cit., nota 2, p. 80; Bachof, Otto, op. cit., nota 100, p. 253.
115 Lavilla, Landelino, op. cit., nota 63, p. 63.
116 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 2, pp. 143 y 148.
117 Hesse, Konrad, op. cit., nota 26, p. 54.
32 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

razones   graves   y   sólidas   y   se   haya   producido   una   colisión   manifiesta   e  


indudable con la norma fundamental.118 La decisión del legislador debe
ser “no sólo incorrecta, sino, además, irracional, clara e inequívocamen-
te errónea”.119 En caso de duda, o de ciertas reservas, debe aplicarse el
principio in dubio pro legislatore. Por ello, Wolfe señala que la duda que
reclama  la  deferencia  legislativa  debe  persistir  al  final  del  esfuerzo  global  
de determinación de compatibilidad de la ley con la Constitución.120 La
inconstitucionalidad tiene que ser demostrada a partir de argumentos jus-
tificatorios  de  suficiente  peso  entre  los  que  tendrán  un  importante  papel  
los principios de igualdad, coherencia y proporcionalidad. Esta “regla de
equivocación clara”, que exige que todo juicio de inconstitucionalidad su-
pere un “test muy estricto” para proceder a su declaración positiva y que
da lugar a la formulación del principio de presunción de validez de las le-
yes121 y al establecimiento, por medio de ella, de claros límites al ejercicio
del poder del juez constitucional, también demuestra que la primacía de
la Constitución sobre la ley no da lugar a una primacía de la jurisdicción
constitucional sobre el Poder Legislativo.122
La actividad que realiza el juez al momento de revisar la constitu-
cionalidad   de   una   norma   es   verificar   la   interpretación   efectuada   por  
el legislador, siendo, por tanto, una duda interpretativa la razón de di-
cho examen. Como señala Ferreres, controlar la constitucionalidad de
una ley implica la tarea de decidir si la interpretación del legislador
debe ser reemplazada por la del juez, 123   y,   en   este   sentido,   afirmar   la  

118 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 2, p. 148.


119 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, p. 147. La formulación clásica se halla
en la obra de Thayer. Al respecto, véase Dorado Porras, Javier, El debate sobre el control
de  constitucionalidad  en  los  Estados  Unidos.  Una  polémica  sobre  la  interpretación  cons-
titucional, Madrid, Dykinson, 1997, p. 15; Hesse, Konrad, op. cit., nota 26, p. 51.
120 Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, p. 150.
121 Alonso García, Enrique, La interpretación de la Constitución, Madrid, CEC, 1984,
p. 200; Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, p. 148.
122 De forma similar Aragón, Manuel, “La interpretación de la Constitución y el ca-
rácter objetivado del control constitucional”, REDC, núm. 17, Madrid, 1986, p. 97. La
caracterización clásica de esta concepción es de A. Hamilton, quien sostiene que el poder
de control que ejercen los jueces de la constitucionalidad de las leyes no es una manifes-
tación de su supremacía dentro del Estado, sino un arma de defensa de la propia Cons-
titución. Esta noción está recogida en el número 78 de la obra de Hamilton, A. et al., El
federalista, trad. de G. Velasco, México, FEC, 1994, p. 332.
123 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, p. 147.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 33

superioridad de un entendimiento sobre otro. En palabras de Rubio,


todo  conflicto  constitucional  es  pura  y  simplemente  el  enfrentamiento  
de  dos  interpretaciones:  la  del  legislador  y  la  del  juez, 124 y la declara-
ción de inconstitucionalidad implica que las valoraciones políticas de
la representación popular sean desplazadas por las valoraciones políticas
del órgano jurisdiccional, por lo que cada vez que éste “anula una ley del
Poder Legislativo se está indicando que el poder de unos jueces preva-
lece sobre el poder de los representantes legítimamente elegidos del
pueblo”.125 Acto que se considera muy grave y excepcional, pues atenta
contra el principio democrático consignado en la ley fundamental.
Como hemos dicho antes, de la estructura normativa abierta de la
Constitución se desprende el privilegio que posee el legislador para crear
derecho y concretizar y desarrollar sus contenidos.126 El juez no puede
discutir  esta  primacía  y  debe  diferirle  la  especificación  de  la  norma  cons-
titucional de lo que se deriva la existencia de una expectativa de subor-
dinación por parte de éste.127 La interpretación de la Constitución no es
la interpretación de cualquier objeto, sino de la norma suprema del orde-
namiento,  y  el  entendimiento  o  significado  del  que  se  dote  a  sus  normas  
tendrá como efecto la ampliación o limitación de las posibilidades de
124 Rubio Llorente, Francisco, “Prólogo”, en Alonso García, Enrique, op. cit., nota
121, pp. XXI y XXII. En la doctrina mexicana así lo entiende Carrillo Flores, Antonio,
“El Ejecutivo y las leyes inconstitucionales”, en Gudiño Pelayo, José de Jesús, Introduc-
ción al amparo mexicano, 3a. ed., México, Noriega Editores, 1999, p. 418.
125 Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 68, p. 31. Ya Carré de Malberg decía en 1928
que la cuestión de la constitucionalidad de una ley se reduce sustancialmente a una
cuestión de interpretación de los textos y de los principios constitucionales que tiene
como  objeto  preciso  buscar  y  fijar  la  amplitud  de  las  limitaciones  puestas  por  la  Cons-
titución al Poder Legislativo. Carré de Malberg, R., “La garanzia giurisdizionale della
Costituzione”, incluido en Kelsen, Hans, “La giustizia costituzionale”, en Geracia, C.
(cura), Milán, Giuffre, 1981, pp. 223 y 224. J. Chatelain escribía en 1959 que “Todo
juicio sobre la constitucionalidad de una ley es al mismo tiempo, aun bajo una forma
discreta, un juzgamiento del legislador”. Cit. por Pliner, Adolfo, Inconstitucionalidad
de las leyes, Argentina, Abeledo-Perrot, s/f, p. 26.
126 Canosa Usera, Raúl, op. cit., nota 56, p. 29. En el ordenamiento mexicano se ha
podido decir que la interpretación auténtica la realiza el legislador por disposición de la
misma Constitución, es más, que hay un monopolio en la interpretación y esta debe ser
la del Poder Legislativo. González Oropeza, Manuel, “La interpretación constitucional
en México”, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, Méxi-
co, Alfaguara, 1998, pp. 237-239.
127 Larenz, Karl, Metodología de la ciencia del derecho, 2a. ed., trad. de M. Rodríguez
Molinero, Barcelona, Ariel, 1994, p. 339.
34 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

desarrollo de todas las normas del sistema. Todo acto normativo del le-
gislador, cuya actividad es “permanente y directa”, es un acto de interpre-
tación  “implícita”  y,  por  tanto,  de  dotación  de  significado  y  alcance  de  las  
normas constitucionales.128 Como escribe Habermas, la tarea legislativa
es realización y continuación del proyecto de creación de la Constitución.
Cada ley individual representa una interpretación y un perfeccionamiento
hermenéutico “de los principios básicos que se encuentran y se explicitan
en una Constitución dada”.129 Además, y en principio, sólo el legislador
puede  derogar  o  modificar  sus  productos  normativos.  En  pocas  palabras:  
el derecho no cambia sin la intervención del legislador. Como la produc-
ción del derecho es una actividad racional orientada hacia objetivos,130 la
actividad creadora del legislador y los objetivos que ésta necesariamente
conlleva gozan de posición de preeminencia respecto a cualquier otro
poder dentro del Estado. Así se reconoce el valor que tienen los produc-
tos elaborados por el legislador “en tanto responsable político primario
de procurar jurídicamente que, a través de normas jurídicas generales, el
«derecho  concentrado»  en  los  valores  y  principios  consagrados  constitu-
cionalmente se explaye y gane en precisión histórica”.131 El legislador es
el encargado de imponer la dirección política del Estado y el juez debe
considerarse sujeto a ella. La presunción de constitucionalidad es una
forma de sujeción del juez a la ley; éste depende de las líneas de actua-

128 Ezquiaga, Francisco Javier, “Argumentos interpretativos y postulado del legis-


lador racional”, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial,
cit., nota 125, p. 158. En palabras de Kelsen, se podría decir que la ley es un acto de
aplicación  de  la  Constitución  que  continúa  el  proceso  de  determinación  que  configura  
el sentido de la secuencia graduada de normas jurídicas o de la sucesión de normas de
un grado a otro del ordenamiento. Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho, trad. de J. R.
Vernengo, México, Porrúa, 1991, p. 350; id., “Sulla teoria dell’interpretazione”, trad.
de R. Guastini recogido en Comaducci, P. y Guastini, R. (cura), L’analisi del ragiona-
mento giuridico, Torino, Giappichelli, 1989, p. 109. Labor interpretativa “implícita”
es el término que utiliza Cruz Villalón, Pedro, “¿Reserva de Constitución?”, La curio-
sidad del jurista persa, y otros estudios sobre la Constitución, Madrid, CEPC, 1999,
p. 144. Las citadas son dos características que a la actividad interpretativa del legis-
lador le atribuye H. Fix-Zamudio en Carpizo, Jorge y Fix-Zamudio, Héctor, “Algunas
reflexiones   sobre   la   interpretación   en   el   ordenamiento   mexicano”,   La interpretación
constitucional, México, UNAM, p. 25.
129 Habermas, Jürgen, “¿Impera el derecho sobre la política?”, trad. de E. Rivera Ló-
pez y S. Abad, La Política, Revista de Estudios sobre el Estado y la Sociedad, Barcelona,
núm. 4, 1998, p. 18.
130 Ezquiaga, Francisco Javier, op. cit., nota 128, p. 158.
131 Vigo, Rodolfo L., op. cit., 101, p. 131.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 35

ción del legislador, de su voluntad política y, por lo mismo, está colocado


en una posición derivada de sus designios.
Así, las exigencias propias del sistema jurídico, la estructura abierta
de la Constitución, la delicada distribución de competencias entre los di-
versos órganos del Estado, la libre autodeterminación del legislador para
dotar de contenido a las normas constitucionales impelen a dotar a la ley
de  una  resistencia  mayor  o  de  una  flexibilidad  especial,  en  virtud  de  la  
amplitud con la que aquél puede determinar la dirección política del Es-
tado.  Pero  ¿basta  todo  esto  para  afirmar  la  existencia  de  una  presunción  
de legitimidad de los productos normativos elaborados por el legislador?,
¿cuáles son las razones de fondo por las que existe una primacía del le-
gislador y no de otros operadores jurídicos en la concretización de nor-
mas?, ¿por qué la presunción de constitucionalidad de la ley es una regla
de interpretación tan importante capaz de relegar a otras consideradas
también  fundamentales?,  ¿es  suficiente  decir  que  dicha  presunción  existe  
por ser el Poder Legislativo un órgano electo por el pueblo?, ¿cuáles son
la peculiaridades que la actividad legislativa reviste y que le permite im-
poner su entendimiento en la interpretación de normas? A contestar estas
preguntas (en las que late la cuestión de determinar por qué el principio
democrático es “el eje central del Estado constitucional”), cuyas respues-
tas pretenden ser el fondo de las cuestiones reseñadas arriba, dedicare-
mos el siguiente apartado.

IV. CAUSAS POR LAS QUE EXISTE UNA PRESUNCIÓN


DE CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES

Ha sido Ferreres Comella quien mejor ha sistematizado los argumen-


tos  que  justifican  la  presunción  de  constitucionalidad  de  que  goza  la  ley  
en el Estado constitucional democrático de derecho.132 Para este autor,
son tres los argumentos que permiten hablar de dicha presunción de va-
lidez  de  la  ley  en  razón  de  las  características  de  su  génesis:  el  argumento  
epistémico, el de la igual dignidad política y el de la corregibilidad de los
errores; a estos tres argumentos agrega uno complementario que llama
de lege data. Sin embargo, el argumento central es el primero, el que se-
ñala que la superioridad de la democracia está fundamentada en su valor
epistémico. Este argumento comprende a los restantes y así lo vamos a
132 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, pp. 163-213.
36 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

entender en este trabajo. Por tanto, lo que se realizará en adelante es una


justificación  normativa  y  no  empírica  de  la  democracia  y  de  su  superio-
ridad, precisamente, por su valor epistémico, con objeto de encontrar las
razones de la existencia de la presunción de constitucionalidad de los
productos normativos elaborados por el legislador. Con ello se hará, al
mismo tiempo, una fundamentación normativa de la supremacía del le-
gislador para la creación de leyes sin olvidar que cuando se realiza este
tipo  de  justificación  se  hace  referencia  al  origen  de  las  reglas  y  principios  
que rigen su funcionamiento y se les atribuye, como consecuencia, un
valor inmanente.
Antes quiero hacer una breve acotación que me parece relevante. En
un importante trabajo, el maestro Laporta señala que todas las pautas y
reglas sociales que emanan de los representantes políticos están dota-
das  de  una  justificación  ética  inicial  si  además  de  no  entrar  en  conflicto  
con exigencias morales más fuertes, cumplen con los siguientes requi-
sitos:  1)  la  institución  representativa  se  basa  en  el  sufragio  universal  y  
reconoce a todos y cada uno capacidad como agentes en el proceso de
decisión electoral; 2) se articula un sistema normativo de libertades lo
más amplio posible; 3) se produce una discusión libre y equitativa de las
opciones; 4) se concede el mismo valor decisorio a cada voto, es decir,
se rige por el principio de mayoría, y 5) se reproduce con una periodi-
cidad razonable.
Todos estos requisitos son sin duda trascendentes para el entendimien-
to de la relevancia que tiene la representación política dentro del Esta-
do democrático, pero están dirigidas, por el contexto del trabajo de este
destacado  jurista,  a  un  solo  objetivo:  justificar  la  autonomía  de  un  me-
canismo  cuya  tarea  específica,  como  dice  él  mismo,  es  satisfacer  la  ne-
cesidad social de designar al individuo o individuos que fungirán como
representantes en virtud de la división del trabajo social existente en un
grupo social determinado, y que puedan emitir válidamente las decisio-
nes  de  aplicación  y  modificación  de  las  reglas  y  pautas  de  coordinación  e  
interacción que regulan en su interior el funcionamiento de dicho grupo.
Para Laporta, si la institución representativa está formada de manera jus-
ta, es decir, si se rige por los principios que hemos mencionado, todas sus
decisiones  estarán  dotadas  de  una  justificación  ética  inicial  y  tendrán  una  
pretensión fundada de obligar, por lo que quien se oponga a tales normas
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 37

ha de soportar la carga de la prueba.133 Nosotros no podemos desmentir


estas  afirmaciones  tan  sólidamente  justificadas,  pero  sí  pensamos  que  la  
presunción de legitimidad de las decisiones de los representantes deriva
no sólo ni mucho menos exclusivamente de estas consideraciones, que sin
dejar  de  ser  importantes  son  sólo  una  condición  para  sostener  firmemente  
la existencia de dicha presunción de legitimidad. Para completar dichas
afirmaciones  hay  que  pasar  al  estadio  siguiente,  es  decir,  hay  que  situar-
nos no en los extremos del procedimiento democrático, sino en su interior
y  verificar  las  condiciones  que  está  llamado  a  satisfacer  para  hacer  de  sus  
productos  resultados  válidos  éticamente  justificables,  ya  que  la  idea  de  
autolegislación debe hacerse valer en el derecho mismo.134 Situarnos en
esta  posición,  además,  abre  otras  vertientes  que  parecen  cerradas  o  defini-
tivamente concluidas cuando sólo hacemos alusión al estadio anterior.135
La  ley  goza  de  presunción  de  constitucionalidad  por  la  configuración  
del método que se utiliza para su creación. Como escribe Habermas, di-
cho método es la estructura nuclear del sistema político articulado en
términos de Estado de derecho, y constituye el espacio público adecuado
para la deliberación, toma de decisiones y formación general y racional
de la opinión y voluntad colectivas. A través de él se institucionalizan
discursos y negociaciones con ayuda de formas de comunicación que lo
hacen un mecanismo apto para lograr un mayor acercamiento a decisio-
nes moralmente verdaderas.136 Su superioridad reside en sus característi-
cas intrínsecas, en sus criterios institucionales, en su estructura delibera-
tiva, en la calidad de sus resultados y en la función sociointegradora que
realiza. La racionalidad inscrita en el proceso de producción legislativa
es, en consecuencia, la que otorga legitimidad137 a la ley y superioridad
al legislador. Este procedimiento discursivo de entendimiento,138 capaz de
133 Laporta, Francisco J., “Sobre la teoría de la democracia y el concepto de represen-
tación política”, Doxa, Alicante, núm. 6, 1989, pp. 139 y 140.
134 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 193.
135 Ruiz Miguel, Alfonso, “Problemas de ámbito de la democracia”, Doxa, núm. 6,
1989, p. 98.
136 Rosenkrantz,  Carlos  F.,  “La  democracia:  una  crítica  a  su  justificación  epistémica”,  
Doxa, núm. 10, 1991, p. 266.
137 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 380 y 381.
138 En las actuales democracias occidentales pueden distinguirse tres tipos ideales de
procedimientos   para   la   creación   de   normas   jurídicas:   el   discursivo,   el   estratégico   y   el  
instrumental. Así lo explica Tuori, Kaarlo, “Ética discursiva y legitimidad del derecho”,
trad. de J. Aguiló Regla, Doxa, núm. 5, 1988, pp. 52 y ss.
38 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

institucionalizar formas de comunicación para la formación racional de


la voluntad política, que cuenta con una intersubjetividad de orden su-
perior  y  en  cuyo  seno  puede  tener  lugar  la  percepción,  identificación  y  
tratamiento de los problemas necesitados de regulación y considerados
relevantes para la sociedad,139  es  el  más  confiable  método  de  autoorga-
nización colectiva140 y conforma el núcleo de nuestra concepción de la
democracia.
Es posible decir, con Elías Díaz, que el procedimiento democrático se
basa en tres presupuestos contenidos en las normas constitucionales que
lo  rigen:141 primero, los individuos se reconocen recíprocamente autóno-
mos a través del otorgamiento de ciertos derechos fundamentales bási-
cos que condicionan todo el procedimiento de creación normativa; estos
derechos son elementos imprescindibles para la formación discursiva de
la opinión y voluntad racional, la regulación legítima de la conviven-
cia, y son la base de legitimidad de todo el ordenamiento jurídico. Para
decirlo  con  Habermas:  los  derechos  son  las  condiciones  bajo  las  que  se  
institucionalizan jurídicamente las formas de comunicación necesarias
para una producción de normas políticamente autónomas,142 presupuesto
imprescindible para la realización equitativa, genuina o auténtica del pro-
ceso intersubjetivo de debate acerca de los asuntos de interés general143
y elementos necesarios del proceso de autodeterminación política en que
consiste la democracia. La universalidad de contenido del procedimiento
democrático se realiza a través de la concesión de derechos para todos,144
lo que presupone y expresa cierta homogeneidad social con objeto de
lograr integración e inclusión, dentro de las normas, de los ingredien-

139 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 377.


140 Así lo entiende Habermas a juicio de Vatter, Miguel E., “La democracia, entre
participación y representación”, en Porras Nadales, A. J. (ed.), El debate sobre la crisis
de la representación política, Madrid, Tecnos, 1996, p. 50.
141 Díaz, Elías, Ética contra política, México, Fontamara, 1993, pp. 41-46.
142 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 169.
143 Saavedra, Modesto, “El fundamento de la democracia en la obra de Elías Díaz”,
Doxa,  núms.  15-­16,  1994,  p.  99.  Al  respecto  véase  la  afirmación  de  Bobbio,  Norberto,  El
futuro de la democracia, 2a. ed., trad. de J. F. Fernández Santillán, México, FCE, 1996,
pp. 17 y 26, donde dice que los derechos “son el supuesto necesario del correcto funcio-
namiento de los mismos mecanismos fundamentalmente procesales que caracterizan a un
régimen democrático”.
144 Alexy, Robert, El concepto y la validez del derecho, trad. de J. M. Seña, Barcelona,
Gedisa, 1994, pp. 142 y 143.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 39

tes normativos de la igualdad y la libertad.145 Segundo, es la expresión


más acabada de la soberanía popular, ya que constituye la mejor vía para
expresar las decisiones políticas de la comunidad y garantizar la auto-
nomía de la misma. En consecuencia, el principio de soberanía popular,
reinterpretado de forma intersubjetiva, queda sustraído de la disposición
de esa sociedad, pues remite “en su lectura procedimentalística, a las
condiciones que en el marco social posibilitan la autoorganización de
una comunidad”. No quedan en manos de la política “las condiciones
que hacen posible la producción de derecho legítimo”.146 En virtud de las
dos razones señaladas se puede comprender que la legitimidad se regula
dentro del ordenamiento jurídico a través de derechos ciudadanos y de
procedimientos de producción democrática de normas.147 De esta forma,
como escribe el autor últimamente citado, se anudan y entrelazan, para
brindar legitimidad al sistema jurídico, el derecho a iguales libertades,
que implica la libertad de cada miembro de la sociedad y su igualdad
con todos los demás, y el principio de soberanía popular, que se expresa
a través de un procedimiento democrático cuyos resultados contienen el
consenso racional de todos los implicados.148 Tercero, opera a través del
principio de la mayoría (no del dominio de la mayoría o de la “casuali-
dad de la aritmética”), que es un criterio fundamental para crear normas
jurídicas o tomar decisiones políticas, y que lleva implícitas, en su propia
lógica interna, exigencias y cualidades, tales como la tolerancia, la liber-
tad intelectual y la participación política.149

145 “Una sociedad es homogénea cuando todos sus miembros gozan de los derechos
incluidos en el coto vedado de los bienes básicos”. Garzón Valdés, Ernesto, “Representa-
ción y democracia”, Derecho, ética y política, Madrid, CEC, 1993, p. 648.
146 Citando  a  Habermas  así  lo  entiende  García  Amado,  Juan  A.,  “La  filosofía  del  dere-
cho de Jürgen Habermas”, Doxa, núm. 13, 1993, p. 242.
147 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 155 y 156.
148 Ibidem, pp. 158 y 159.
149 Díaz, Elías, De la maldad estatal y la soberanía popular, Madrid, Debate, 1984,
p. 100. Recuérdese a Sartori, quien señala que la regla de la mayoría es “sólo una
fórmula abreviada del gobierno de la mayoría limitada, que respeta los derechos de la
minoría” y que “exige mayorías cambiantes, el que las diversas partes del cuerpo políti-
co puedan ser alternativas de poder”. Sartori, Giovanni, Teoría de la democracia. 1. El
debate contemporáneo, México, Alianza Universidad, 1994, pp. 55 y 57. Laporta consi-
dera, por su parte, que las exigencias y requisitos inherentes al principio de decisión por
mayoría “son las más amplias libertades posibles en el proceso mismo de la decisión”,
por ello puede decirse que “el proceso de decisión por mayorías, la “lógica de las ma-
40 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Hay que destacar la conexión que existe entre el contenido del proceso
democrático y los resultados obtenidos a través de él.150 Éstos se presu-
men valiosos porque tienden a ser más imparciales que los producidos
por medio de cualquier otra forma de adopción de decisiones colectivas,
ya que se obtienen a través de un procedimiento que cumple con criterios
sustantivos, como el de la participación de todos los afectados e intere-
sados por la vigencia de las normas por aprobar, la discusión y la acep-
tación mayoritaria. No es que dicho procedimiento sea infalible o que
sus  productos  sean  por  definición  correctos,  pero  “sí  es  el  menos  falible  
de los procedimientos existentes” y, por lo tanto, el que mejor garantiza
que las decisiones adoptadas sean correctas.
Para Nino, la razón esencial de que el procedimiento democrático ge-
nere una dinámica de acción colectiva con mayor tendencia a aproximarse
a decisiones imparciales que cualquier otro procedimiento alternativo de
decisión es la conexión o semejanza que tiene con el discurso moral.151 Su
legitimidad radica en que “se corresponde con la práctica discursiva que
el nivel posconvencional de la conciencia moral y jurídica en la sociedad
moderna requiere para la evaluación de pretensiones de validez norma-
tiva problemáticas”.152 Este horizonte posconvencional de la moralidad
rechaza  las  explicaciones  artificiales  donde  las  decisiones  son  asumidas  
de  forma  gregaria  y  exige  razones  suficientes  para  aceptarlas.  El  proce-
dimiento democrático, precisamente, exige a las decisiones políticamen-
te vinculantes los mismos requisitos que el discurso moral impone a la
verdad moral. Lo que permite que la validez de sus productos pueda ser
analizada de la misma forma en que se analiza el valor y validez de las
normas y juicios morales. Pero señalar que el procedimiento democrático

yorías”, incluye también en muy amplia medida a la “lógica de la no interferencia”. Op.


cit., nota 81, pp. 53 y 54.
150 Nino, Carlos S., La Constitución de la democracia deliberativa, trad. de Roberto
Saba, Barcelona, Gedisa, 1997, pp. 190 y 191.
151 Nino, Carlos Santiago, “La democracia epistémica puesta a prueba. Respuestas
a Rosenkrantz y Ródenas”, Doxa, núm. 10, Alicante, 1991, p. 300; Habermas, Jürgen,
“Ética del discurso. Notas sobre un programa de fundamentación”, Conciencia moral y
acción comunicativa, trad. de R. García Cotarelo, Barcelona, Planeta-Agostini, 1994,
pp.  57  y  ss.  Como  se  pregunta  este  último  autor:  “¿De  dónde,  acaso,  sino  de  un  derecho  
moral de orden superior, puede derivar su legitimidad el derecho positivo?”, en Haber-
mas, Jürgen et al., op. cit., nota 129, p. 16. De la misma forma en “El vínculo interno
entre Estado de derecho y democracia”, La inclusión del otro. Estudios de teoría política,
trad. de J. C. Velasco Arroyo, Barcelona, Paidós, 1999, p. 251.
152 Tuori, Kaarlo, op. cit., nota 138, p. 51.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 41

es  permeable  a  los  discursos  morales  no  significa  que  ambos  discursos


se confundan, pues lo que existe, como escribe Tuori, no son similitudes
sustantivas entre las normas jurídicas y las normas morales, sino una re-
lación o entrelazamiento entre sus procedimientos.153 El punto en común
entre ambos es que su racionalidad garantiza la validez de los resultados
obtenidos.154 Así, el proceso democrático aparece, desde esta concepción,
como un sucedáneo de la práctica no institucionalizada de la discusión
moral; una especie de discurso moral regimentado o práctico-moral ins-
titucionalizado, que preserva y expande, en más alto grado que cualquier
otro sistema de decisiones, los rasgos del discurso moral originario155 y
al que se recurre cuando éste resulta no ser operativo. En suma, es debido
a las profundas analogías e importantes correlaciones de fondo que exis-
ten entre el método y los valores de la democracia y los que impulsan el
razonamiento moral por lo que el método democrático se presenta como
el más legítimo, justo y ético.156
Hay algunas características del procedimiento democrático que indu-
dablemente lo separan o desvían del discurso moral con objeto de exten-
der su operatividad pragmática, estabilizarlo, hacerlo concluyente, per-
mitir la solución de problemas colectivos y lograr su institucionalización.
Así, ocurre que el discurso moral no tiene límites de tiempo y está dirigi-
do a obtener un consenso unánime acerca de ciertos principios. El proce-
dimiento democrático, por el contrario, tiene como base la imposibilidad
de culminar en la aceptación unánime de una decisión y la necesidad de
tomarla en un tiempo limitado debido a la presión de las circunstancias,
lo que hace que reemplace la exigencia de dicha aceptación unánime por
la aprobación mayoritaria.157 Si no se introdujeran estas dos considera-
ciones, siempre se tomarían, de forma implícita, respuestas pasivas frente

153 Tuori, Kaarlo, “Los intereses y la legitimidad del derecho”, Positivismo crítico y
derecho moderno, México, Fontamara, 1998, p. 121.
154 Habermas, Jürgen, “Derecho y moral (Tanner Lectures 1986)”, Facticidad y vali-
dez..., cit., nota 11, p. 557.
155 Nino, Carlos Santiago, Ética  y  derechos  humanos.  Un  ensayo  de  fundamentación,
2a. ed., Buenos Aires, Astrea, 1989, p. 388.
156 Díaz, Elías, op. cit., nota 141, p. 63; id., “Notas (concretas) sobre legitimidad y
justicia”, en Peces-Barba, G. (ed.), El fundamento de los derechos humanos, Madrid,
Debate, 1989, p. 151.
157 Nino, Carlos Santiago, op. cit.,  nota  155,  p.  391;;  Habermas,  Jürgen,  “Carl  Schmitt:  
los terrores de la autonomía”, Identidades nacionales y postnacionales, trad. de M. Jimé-
nez Redondo, México, Rei, 1993, p. 81.
42 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

a los acontecimientos o decisiones favorables al statu quo, ya que exigir


unanimidad   es   consignar   que   el   voto   de   una   sola   persona   es   suficiente  
para no aprobar la línea de acción deseada por los demás, consagrar la
dictadura de aquellos que están a favor de que no cambie nada y, por tan-
to, como señala Elster, establecer un concepto antidemocrático en el que
los pocos tienen poder de veto contra el cambio.158 Desde esta perspecti-
va, el paso de la exigencia de unanimidad a la regla de mayoría no tiene
como causa la imposibilidad de alcanzar aquélla, sino la necesidad de
tomar una decisión en un tiempo limitado y evitar la consagración del in-
movilismo. En virtud de ello, es decir, por la introducción de un límite de
tiempo para terminar las discusiones y la necesidad de votar, y no debido
a consideraciones cuantitativas, además de distinguirse entre el proceso
informal de la discusión moral y su sucedáneo institucionalizado, se pue-
de  definir  a  la  democracia  como  “un  proceso  de  discusión  moral  sujeto  a  
un límite de tiempo”.159
Sin embargo, no puede dejar de considerarse que la decisión mayori-
taria tiene el efecto de que el discurso tienda a la obtención de la unani-
midad, ya que el intento de convencer a todos constituye una forma de
avanzar hacia el logro de un acuerdo mayoritario. Éste estimula a los
interesados en cierta decisión a tratar de obtener la adhesión de tantas
personas como sea posible y convencerlos de la bondad de sus propues-
tas. Asimismo, la necesidad de reunir un mayor número posible de adhe-
rentes, el máximo de intereses posible para una determinada causa, cons-
tituye un vigoroso incentivo para que cada uno se acerque a posiciones
de imparcialidad.160 Así, la regla de mayoría es un principio que tiende
a la unanimidad, preserva la imparcialidad, evita el poder de veto de la
minoría y produce adhesiones cada vez más amplias. Los participantes
en la discusión tratarán de convencer a la mayor cantidad de personas, lo
que requiere que tengan en cuenta los intereses de la mayor cantidad de
individuos posible y, como dice Nino, dejándose guiar por el teorema
de Condorcet y evidentemente en contra de autores como Rawls, cuan-
158 Elster,  Jon,  “Argumentos  en  pro  de  la  elección  constitucional:  reflexiones  sobre  la  
transición al socialismo”, en Elster, Jon y Slagstad, R. (comps.), Constitucionalismo y
democracia, trad. de M. Utrilla de Neira, México, FCE, 1999, pp. 324 y 325. Nino señala
al  respecto:  “La  oposición  de  un  sólo  individuo  (o  de  un  número  pequeño  de  individuos)  
bastaría para que triunfe la alternativa de no hacer nada sobre la de producir un cambio”,
Ética y derechos humanos..., cit., nota 155, pp. 373 y 391.
159 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 150, pp. 167 y 168.
160 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 155, pp. 392-396.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 43

tas más personas apoyan una decisión, más posible es que sea correcta,
pues más probabilidades existen de satisfacer sus intereses. 161
Asimismo, el procedimiento democrático resuelve, y también en esto
se desvía del discurso moral, el problema de la imputación en el sentido
de que las normas producidas a través de él se convierten en jurídica-
mente obligatorias, es decir, las normas morales se transforman, median-
te este procedimiento, en normas sociales vinculantes garantizándose su
obediencia.162 Otro aspecto que distingue al discurso moral del procedi-
miento democrático es que el contexto del discurso en que opera el pri-
mero es toda la humanidad, su auditorio es universal, mientras que el del
segundo es una comunidad estatal y social concreta, y, por tanto, un ámbito
restringido de validez, requisito exigido por la seguridad de que los some-
tidos al derecho puedan apelar a una instancia que monopolice el ejercicio
de la violencia.163
Por otro lado, el procedimiento democrático conduce a una formación
racional de la voluntad porque permanece permeable a los temas y ar-
gumentos que se presentan dentro de la comunidad.164 Sin embargo, hay
materias que, a diferencia del discurso moral, están excluidas de su ámbi-
to. Como escribe Garzón Valdés, están excluidos “todos aquellos bienes
que son considerados como básicos para la realización de todo plan de
vida”.165 Dentro de la negociación entran todos los bienes secundarios,
es decir, todos aquellos que no sean considerados bienes primarios. En
otras palabras, el procedimiento no tiene valor epistémico respecto a la
totalidad de la dimensión moral, ya que no está constituido por princi-
pios morales intersubjetivos, sino por ideales morales autorreferentes o
personales;;  tampoco  se  aplica  a  temas  científicos  y,  en  general,  a  temas  
fácticos,  religiosos  y  filosóficos.166 En suma, como señala Habermas, en
los discursos jurídicos, el tratamiento argumentativo de las cuestiones
práctico-morales queda limitado por vía de la institucionalización jurídi-
ca. Limitado metodológicamente, por su vinculación al derecho vigente;

161 Nino, Carlos Santiago, Fundamentos de derecho constitucional, Buenos Aires, As-
trea, 1992, p. 206; id., op. cit., nota 150, pp. 178-180.
162 Tuori, Kaarlo, op. cit., nota 138, p. 47.
163 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 190. Para una crítica interesante al respecto
García Amado, Juan A., op. cit., nota 146, pp. 246 y 247.
164 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 611.
165 Garzón Valdés, Ernesto, op. cit., nota 145, pp. 644-646 y 649.
166 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 161, p. 182.
44 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

objetivamente, por los temas y cargas de la prueba; socialmente, por las


condiciones de participación, inmunidades y distribución de papeles, y
temporalmente, por los plazos de decisión.167
El procedimiento democrático, por tanto, tiende a producir leyes justas
porque para su aprobación debe cumplir ciertas condiciones similares a
las que satisfacen los principios morales para ser válidos. Las desvia-
ciones que se detecten dentro del mismo tienen que ser reconducidas al
parámetro que representa el modelo del discurso moral originario, por lo
que se pueden impugnar sus resultados cuando el margen de desviación
es excesivo. En esta virtud, el procedimiento democrático es el sistema
que disminuye, como ningún otro, la probabilidad de desvíos morales en
el dictado y aplicación de normas jurídicas, precisamente por la conexión
intrínseca que posee con la moralidad. Recuérdese, en este sentido, que
se trata de un sucedáneo del discurso moral y, por tanto, adquiere, de ma-
nera imperfecta si se quiere, su mismo poder legitimador, reduciendo la
posibilidad de errores al mínimo.168
El procedimiento democrático genera una tendencia a la imparciali-
dad en la voluntad y en el juicio, y la propensión a obtener productos
normativos  que  solucionen  los  conflictos  intersubjetivos,  ya  que  opera  
como criterio regulador para la adopción de principios sobre el tra-
tamiento armónico de los intereses personales. La imparcialidad, que
comprende un conjunto de ideas, tales como la generalidad (que exige
que los principios adoptados no distingan situaciones sobre la base de
nombres   propios   o   descripciones   definidas),   la   universalidad   (que   re-
clama que las soluciones resultantes se apliquen a todas las situaciones)
y la separabilidad e independencia de las personas (que otorga amplios
márgenes de autonomía a cada una de ellas), 169 se produce en el mo-
mento de adoptar una solución como resultado de una práctica discur-
siva con carácter inclusivo; esto es, por el involucramiento en el debate
y en la toma de decisiones de “personas con diferentes identidades y
formas de vida”.
Por ello se puede decir que hay dos características importantes que
generan  esta  tendencia  a  la  imparcialidad:  primero,  en  el  procedimiento  
se escucha e intervienen todos los interesados, y, segundo, la decisión
es tomada por mayoría, habiendo una gran intervención de los afecta-

167 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 560.


168 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 155, p. 398.
169 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 151, p. 302.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 45

dos en el resultado. Los sujetos concurren al proceso de toma de deci-


siones e inciden en su producto. El procedimiento está construido para
que represente los intereses de todos los involucrados,170 ya que se basa
en el presupuesto de una participación general, que considera a todos
los individuos con igual derecho a discutir y decidir las leyes mediante
las que han de regirse,171 y exige que únicamente sean válidas las nor-
mas que todos los afectados acepten como participantes en un discurso
práctico. Todos los interesados deben intervenir en la discusión y en las
decisiones  que  se  tomen,  ya  que  “la  discusión  colectiva  es  insuficiente  
si la decisión luego la toma uno o unos pocos, pues en el proceso de con-
vencer a los demás para una decisión mayoritaria es donde se genera la
tendencia a la imparcialidad”.172
El procedimiento reconoce en todos los participantes similares preten-
siones de intervención, idéntica capacidad para formarse una concepción
de lo justo e igual facultad de actuar en la vida pública. Todos son interlo-
cutores válidos y competentes para dar a conocer y expresar sus intereses
con  las  mismas  oportunidades,  justificar  sus  propuestas,  participar  en  los  
diálogos, deliberación y decisión de las cuestiones que les afecten en vir-
tud  del  principio  de  igual  consideración  y  respeto  y,  específicamente,  del  
derecho a ser tratado como igual, pues dicho procedimiento implica que
“cada uno sea igual que los demás en el momento de deliberar y decidir”.173
El proceso democrático es un espacio que otorga la misma considera-
ción y oportunidad a las opiniones, necesidades, problemas e intereses
de todas las personas examinando adecuadamente las implicaciones del
caso. Reconociendo un “trasfondo diferenciado de convicciones cons-
cientes” o de “pluralismo razonable”,174 otorga a cada miembro de la

170 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 150, p. 186.


171 Cortina,  Adela,  “La  justificación  ética  del  derecho  como  tarea  prioritaria  de  la  filo-
sofía política. Una discusión desde John Rawls”, Doxa, Alicante, núm. 2, 1985, p. 140.
172 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 161, p. 207.
173 MacCormick, Neil, “Derecho, el imperio del derecho y democracia”, trad. de A.
Méndez Garrido y S. Frisbie, La crisis del derecho y sus alternativas, Madrid, CGPJ,
1995, p. 417; Dworkin, Ronald, Los derechos en serio, pp. 389 y 390.
174 El “pluralismo razonable”, que excluye un “consenso valorativo comprehensivo”,
indica que “existen perspectivas de valor distintas e incompatibles, todas ellas razona-
bles, y según las cuales la gente aparece bajo condiciones favorables para el ejercicio de
su razón práctica. El ejercicio bien intencionado de la razón práctica por parte de gente
razonablemente interesada en vivir con otras personas, bajo términos aceptables por par-
te  de  ellas,  no  conduce  a  la  convergencia  en  torno  a  una  filosofía  de  la  vida  en  particular”.  
46 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sociedad las mismas posibilidades de plantear sus inquietudes, valores y


dudas con objeto de profundizar en el entendimiento de lo que se consi-
dera sustancial para la comunidad. Por ello, como mecanismo de entendi-
miento intersubjetivo, crea la posibilidad de un debate libre, abierto y re-
flexivo175 en el que intervienen individuos autónomos, no sujetos a algún
tipo de manipulación, que pueden expresar con libertad sus puntos de
vista, utilizar sus capacidades sin presiones y participar en la discusión
voluntariamente. Así se obtiene un equilibrio justo en el que se hacen oír
múltiples voces y se tienen los intereses equitativamente en cuenta para
formar, como escribe Alexy, una voluntad común que disuelva el poder
y la violencia y haga realidad la idea de la igualdad básica al evitar “que
un particular grupo de gente se encuentre en posesión del conocimiento
de las necesidades de la colectividad”.176
En el debate participan necesariamente aquellos que están involucra-
dos   en   el   conflicto   que   se   pretende   resolver   o   en   las   decisiones   que   se  
tomarán, porque son éstos los que conocen con exactitud y representan
los intereses, planes de vida y rasgos contrapuestos que pueden estar en
la base generadora de aquél.177 Como escribió Mill, sólo los afectados,
o “potencialmente afectados”, están ubicados en posición de expresar y
defender, de forma adecuada y con conocimiento de causa, sus propios
intereses, por lo que no hay mejores jueces e intérpretes de los valores in-
volucrados que los mismos afectados que participan en el proceso colec-
tivo de decisión.178 Se considera afectado a “cualquiera a quien puedan
concernir en sus intereses las consecuencias a que presumiblemente pue-
da dar lugar una práctica general regulada por normas”.179 La afectación
exige, por tanto, que intervengan dentro del proceso todos aquellos que
puedan  recibir  un  beneficio  o  un  perjuicio  y  tengan  capacidad  para  poder  
manifestar su voluntad,180   aunque   no   cuenten   con   suficiente   organiza-
ción, difusión o cobertura social. La ausencia de los interesados va en
detrimento del valor que debe otorgarse a los intereses que representan.

Cohen, Joshua, “Procedimiento y sustancia en la democracia deliberativa”, trad. de A.


Echegollen Guzmán, Metapolítica, México, núm. 14, 2000, p. 25.
175 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 155, p. 396.
176 Gargarella, Roberto, Nos los representantes. Crítica a los fundamentos del sistema
representativo, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1995, p. 140.
177 Nino, Carlos Santiago, El constructivismo ético, Madrid, CEC, 1989, p. 129.
178 Ibidem, p. 105.
179 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 172.
180 Ruiz Miguel, Alfonso, op. cit., nota 135, pp. 100 y 102.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 47

Esto trae como consecuencia que dentro del proceso se preste atención a
todos los intereses posibles y se busquen soluciones que los satisfagan.181
Lo que provoca que el razonamiento de las minorías también forme par-
te  del  resultado  final.  Esta  amplia  participación  en  la  discusión  de  todos  
aquellos que puedan resultar afectados por la adopción de una decisión,
sobre todo cuando tienen intereses opuestos, es la mejor garantía de que
el resultado se aproximará al consenso ideal.182 Es más, la decisión, al
considerar todos los intereses involucrados de manera imparcial, sienta
las bases para que la resolución de los problemas aparezca como el pro-
ducto de un esfuerzo cooperativo y el procedimiento como el camino
para la “búsqueda cooperativa de la verdad”. Así se consigue una sólida
integración social, que, como decía Kelsen, es la característica básica del
principio de mayoría.
Asimismo, el procedimiento democrático está diseñado para ser re-
ceptivo de todas las contribuciones, razones e informaciones que existan
en la sociedad. Los participantes pueden tener acceso a la mayor cantidad
de información para comprender las necesidades de regulación de deter-
minada materia, formarse una opinión amplia de los intereses involucra-
dos, conocer las alternativas y propuestas formuladas, los argumentos
invocados y la distribución de apoyos. Cuando la cuestión es resuelta
todos tendrán “la misma información completa acerca del camino que el
debate ha tomado”,183 situándose en posición de comprender todos los
hechos relevantes.184 Esta amplia perspectiva a través de la cual se anali-
zan los asuntos, provocada por la introducción de contribuciones, temas
e informaciones, frena la parcialidad de los actores y posibilita llegar a
resultados racionales que tengan a su favor una presunción de aceptabili-
dad.185  Como  escribe  Habermas:

181 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 150, pp. 176-178.
182 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 177, pp. 129 y 130, y nota 161, p. 203. Al
respecto véanse las interesantes críticas de Farrell, Martín Diego, “In cerca della volonta
di Dio”, en Martino, A. A. (cura), La  giustificazione  morale  della  democrazia, Quaderni
dell’Istituto di Scienza Politica, Universita di Genova, 1990, pp. 65 y 66.
183 Estas últimas son palabras de David Braybrooke y están citadas en, Fishkin, James,
Democracia y deliberación. Nuevas perspectivas para la reforma democrática, trad. de
J. F. Malem, Madrid, Ariel, 1995, p. 68.
184 Al   respecto   véanse   las   reflexiones   de   Rodríguez   Larreta,   J.,   “Il   paradosso   della  
irrilevanza morale del governo”, en Martino, A. A. (cura), La  giustificazione  morale  della  
democrazia, cit., nota 182, pp. 52 y 53.
185 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 214, 218 y 372.
48 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

La aceptabilidad racional de los resultados obtenidos de conformidad con


el mencionado procedimiento se explica por la institucionalización de una
red de formas de comunicación que, en idea, aseguran que todas las cues-
tiones, temas y contribuciones relevantes puedan hacerse oír y se aborden
y elaboren en discursos y negociaciones sobre la base de las mejores infor-
maciones y razones posibles.186

Hay que insistir en que la institucionalización de la formación de la


voluntad política y el aseguramiento de la igual participación en el pro-
ceso de producción de normas jurídicas implica la premisa de la com-
petencia  básica  de  todos  los  ciudadanos  para  identificar  sus  intereses,  
y la idea de que nadie puede ser excluido; todos aquellos que pueden
verse afectados por una decisión tienen iguales oportunidades de acce-
so y participación. Esta comprensión se deriva de la consideración de
todos los individuos como sujetos autónomos e iguales para defender
sus intereses como intereses generalizables.187   En   otras   palabras:   en  
virtud de que el procedimiento democrático presupone una distribución
paritaria  de  derechos  dota  a  las  personas  del  mismo  poder  para  influir  en  
las decisiones e igual derecho a obtener la satisfacción de sus intereses.
Pretende ser un sistema justo y equitativo que distribuye el poder con
igualdad,188 reconociendo el valor del igual poder de cada uno en la so-
ciedad. La consideración efectiva de las opiniones e intereses de todas las
personas y grupos propicia la realización de la igualdad política,189 que
es un elemento esencial del elemento justicia que impera en los proce-
dimientos de toma de decisiones sociales. El procedimiento, al implicar
un  equilibrio  y  división  igual  de  poder  entre  todas  las  partes,  refleja  lo  
que Habermas llama la “sociedad horizontal de ciudadanos” y asegura
un mayor grado de paz social y de estabilidad política que otros méto-
dos.190 De esta forma, como quería Kant, el procedimiento democrático
pretende no cometer injusticias con nadie, y hacer realidad la tradición
roussoneana de que cada individuo debe participar de forma libre e igual
en la determinación del interés común.
186 Ibidem, p. 238.
187 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 143, p. 106.
188 Nelson, William N., La  justificación  de  la  democracia, trad. de M. I. Guastavino,
Barcelona, Ariel, 1986, pp. 31 y 33.
189 Fishkin, James, op. cit., nota 183, p. 58.
190 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, pp. 187 y 188.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 49

El  núcleo  esencial  de  la  justificación  democrática  del  dominio  político  


es la institucionalización de diálogos racionales y públicos donde gobier-
nen los argumentos191 y las exigencias de fundamentación. En otras pala-
bras, la característica básica del procedimiento democrático de creación
de normas es que institucionaliza “discursos jurídicos que no sólo operan
bajo las restricciones externas que les impone el procedimiento jurídico,
sino también bajo las restricciones internas ajenas a la generación argu-
mentativa de buenas razones”.192  Como  escribe  Alexy:  las  exigencias  que  
se imponen dentro del proceso son, además de reglas cuyo objeto inme-
diato es el procedimiento del discurso, normas referidas a la estructura de
los argumentos,193 en su interior no sólo se expresan juicios descriptivos,
sino  argumentos  con  poder  justificatorio  que  promueven  el  valor  y  poder  
epistémico del mismo proceso porque presuponen, como señalan Benn y
Peters:  “el  intercambio  de  críticas  y  justificaciones  conducidas  dentro  del  
marco  de  criterios  morales”.  Es,  en  esta  virtud,  un  “contexto  de  justifica-
ción”. Las normas de racionalidad que lo rigen, crean, como dice Aarnio,
un “tubo” a través del cual se introduce el material de la discusión.194 En
razón  de  ello  se  ha  podido  definir  a  una  comunidad  democrática  como  
aquella  “en  la  que  la  justificación  de  los  términos  y  condiciones  de  la  aso-
ciación tiene lugar a través de la argumentación y del razonamiento públi-
co entre ciudadanos iguales”,195 o, como dice Cohen, aquella que conduce
“el ejercicio del poder mediante un proceso de argumentación congruente
con un arreglo de ciudadanos libres e iguales”.
La argumentación implica un intercambio de razones sobre las pro-
puestas presentadas. Las partes plantean proposiciones fundadas con ob-
jeto de mostrar su legitimidad y obtener el mayor apoyo posible mientras
los demás tienen la oportunidad de conocerlas, considerarlas y responder
también  de  modo  justificado;;  se  crea  así  una  situación  de  contraste  entre  
posiciones argumentativas rivales. A cualquiera se le puede pedir razones
de  lo  que  diga  o  que  justifique  la  corrección  de  las  normas  a  las  que  ape-
la. El compromiso de cada uno es con las razones que fundamentan sus

191 Al respecto, véase Habermas, Jürgen, op. cit., nota 157, p. 81.
192 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 554 y 555.
193 Alexy, Robert, op. cit., nota 144, p. 137.
194 Aarnio, Aulis, “Democracia y discurso racional”, Derecho, racionalidad y comu-
nicación  social.  Ensayos  sobre  filosofía  del  derecho, trad. de P. Larrañaga, México, Fon-
tamara, 1995, p. 73.
195 Citando a Cohen así lo entiende Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 381.
50 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

propuestas,196 y, por lo mismo, no hay restricciones a la facultad de ar-


gumentar, todos tienen presunción de veracidad y no existen discusiones
superficiales.  Esto  muestra  que  el  procedimiento  democrático  presupone  
el “uso público de la razón”.
La interacción comunicativa generada en un procedimiento en el que
todos  los  participantes  justifican  sus  propuestas  tiende  a  propiciar  el  cam-
bio de actitudes políticas, eliminar prejuicios y permitir la creación de
consensos motivados de forma argumentativa mediante la moderación
de las preferencias. Dichos consensos se obtienen mediante la fuerza de
los mejores argumentos, por lo que la generación de derecho legítimo de-
pende del tratamiento presuntivamente racional de los problemas colec-
tivos.197 Las decisiones tomadas no sólo deben contar con la aprobación
de los interesados, sino tienen que estar racionalmente motivadas y ser
universalizables y justas. Ésta es, como dice Habermas, la única forma
de coacción que es legítimo ejercer dentro del procedimiento y conduce,
como  enseña  Nino:

A una profunda moralización de la política, haciendo que el choque crudo


de  intereses  sea  atenuado  por  las  necesidades  de  ofrecer  justificaciones  mo-
rales de posiciones que pueden favorecer tales o cuales intereses; aunque
tales  justificaciones  sean  sólo  “racionalizaciones”,  la  necesidad  de  formu-
larlas constituye una limitación importante a la persecución del autointerés.

La  necesidad  de  justificar  ante  los  demás,  en  un  debate  público,  las  pro-
puestas que se formulan restringe los planteamientos que pueden hacerse
en el proceso de discusión.198 Como escribe Nino, siguiendo a Singer,

el  reclamo  por  una  razón  es  un  reclamo  por  una  justificación  que  sea  acep-
table  para  el  grupo  en  conjunto;;  y  para  que  lo  sea,  la  justificación  debe  ser  
desinteresada.  Si  la  presunta  justificación  toma  en  cuenta  sólo  los  deseos  o  
intereses del hablante no hay posibilidad de que ella resulte aceptable para
los demás, de que sirva de base a un consenso general.199

196 Ovejero Lucas, Félix, “Teorías de la democracia y fundamentaciones de la demo-


cracia”, Doxa, núm. 19, 1996, p. 340.
197 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 398.
198 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 161, p. 206.
199 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 155, p. 114.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 51

El procedimiento, en consecuencia, excluye las soluciones basadas en


la satisfacción de intereses particulares y en la falta de atención de razo-
nes alternativas. Los participantes no pueden presentar propuestas que
únicamente  justifiquen  su  interés  personal  o  grupal,  sino  que  deben  pro-
poner principios generales, públicos y comunes que sean universalmente
aceptados por todos aquellos sujetos imparciales, racionales y conscien-
tes de los hechos relevantes.200 Esto exige, dice Cohen, que se ofrezcan
justificaciones  que  otros  puedan  aceptar,  y  no  simplemente  que  se  inclu-
yan sus intereses en la toma de decisiones.201 De esta forma, el debate
democrático tiende a girar en torno a principios de moralidad social váli-
dos, no en torno a conveniencias. La legislación deviene algo sensible a
los bienes públicos, siendo los valores los que la motivan.202
Ackerman dice que en el procedimiento democrático existe lo que lla-
ma “comedimiento deliberativo”, pues se dejan de lado las cuestiones
que dividen y se dialoga sólo sobre metas prácticas y productivas y pre-
misas de valor público. En este sentido, implica un esfuerzo de “repre-
sión  selectiva”,  un  “ejercicio  de  autocontrol”  y  “sacrificio  emocional”  y  
la presencia inevitable de “reglas mordaza”.203 Todos los participantes
deben estar preparados para encontrar, mediante un “esfuerzo delibera-
tivo comedido”, los supuestos normativos que resulten razonables para
todas las partes hasta llegar a un “espacio evaluativo común”. La premi-
sa a la que se sujetan los participantes es que se reúnen para resolver los
conflictos  de  la  vida  social  de  manera  razonable  para  todos.204
200 Ibidem, p. 399; id., op. cit., nota 150, p. 185, y nota 151, p. 298.
201 La base de esto es la existencia de un “trasfondo diferenciado de convicciones
conscientes”.  Así,  este  autor  señala:  “el  requisito  de  dar  razones  aceptables  para  el  ejer-
cicio del poder político a aquellos que son gobernados por él...expresa la condición de
membresía igualitaria de todos en el cuerpo soberano responsable de autorizar el ejerci-
cio del poder”. Cohen, Joshua, op. cit., nota 174, pp. 32 y 33.
202 Sunstein,  Cass  R.,  “Constituciones  y  democracias:  epílogo”,  en  Elster,  Jon  y  Slags-
tad (comps.), Constitucionalismo y democracia, cit., nota 158, pp. 362 y 363.
203 Holmes, Stephen, “Las reglas mordaza o la política de omisión”, en Elster, Jon y
Slagstad (comps.), Constitucionalismo y democracia, cit., nota 158, pp. 49 y ss. Recuérdese
en este sentido cómo Kelsen, para quien el procedimiento parlamentario tiende a la conse-
cución de transacciones, pensaba que “la transacción consiste en posponer lo que estorba
a la unión, a favor de lo que contribuye a ella”. Kelsen, Hans, Esencia y valor de la demo-
cracia, trad. de R. Luengo Tapia y L. Legaz y Lacambra, México, Colofón, 1992, p. 86.
204 Ackerman, Bruce, “Por qué dialogar?”, trad. de R. Roque Baldovinos, Metapo-
lítica, México, núm. 2, 1998, pp. 216 y 217. Véase la certera crítica de Farrell, Martín
Diego, op. cit., nota 182, pp. 11-14. J. Bohman señala con contundencia que “el punto
52 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Esto,  sin  embargo,  no  significa  que  en  el  debate  no  se  puedan  exponer  
intereses o preferencias personales; al contrario, pueden exponerse siem-
pre   que   se   justifiquen,   “ya   que   ellas   son   el   objeto   de   referencia   de   los  
principios  o  preferencias  impersonales  y  su  ignorancia  no  justificada  es  el  
test de la parcialidad de estas últimas”.205 Como escribe Rawls, los pro-
pios intereses no tienen por qué ser inmoralmente egoístas.206 Tampoco
significa  que  exista  una  restricción  excesiva  que  excluya  las  cuestiones  
políticas  más  significativas  para  la  comunidad,  ya  que  ello  “prejuzgaría  
por lo menos implícitamente el orden del día a favor del trasfondo a que
se está habituado por tradición. Si ni siquiera podemos empezar some-
tiendo a discusión nuestras diferencias de opinión, no podremos sondear
las posibilidades de un acuerdo alcanzable discursivamente”.207 El pro-
cedimiento democrático es una contienda de preferencias impersonales
que atenúa la búsqueda del autointerés de las partes involucradas en
el  conflicto,  evitando  problemas  de  acción  colectiva.  Sólo  pueden  pre-
sentarse argumentos generalizables que abarquen los intereses o pers-
pectivas de todas las partes, motivo por el que, se ha dicho, supone el
abandono  de  perspectivas  egocéntricas:  “el  individuo  debe  trascender  sus  
propios  horizontes  de  historia  personal  y  forma  de  vida,  a  fin  de  asegurar  
la imparcialidad de normas y juicios morales”.208
Con lo anterior, se puede asegurar que están excluidos de cualquier
decisión, como señala Nino, siguiendo a Elster, la mera declaración de
deseos o intereses; la simple descripción de hechos, tradiciones o cos-
tumbres; la expresión de proposiciones normativas que no sean generales
o universales sino que, por el contrario, se apliquen a casos concretos y
particulares; las inconsistencias programáticas obvias, es decir, las in-
coherencias o contradicciones,209 las propuestas que no tomen en cuenta
los intereses de otros individuos, y el enunciado de proposiciones norma-
tivas que no sean morales o aceptables desde un punto de vista imparcial.

central de la deliberación política consiste en resolver los problemas sociales y solu-


cionar   los   conflictos   políticos”.   Bohman,   James,   “La   democracia   deliberativa   y   sus  
críticos”, trad. de I. Carvallo Robledo, Metapolítica, México, núm. 14, 2000, p. 51.
205 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 151, p. 303.
206 Comentado por Cortina, Adela, op. cit., nota 171, p. 141.
207 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 387.
208 Tuori, Kaarlo, op. cit., nota 153, p. 132.
209 Al   principio   de   coherencia   como   componente   de   la   racionalidad   se   refiere   con  
gran claridad Ackerman, Bruce, La justicia social en el Estado liberal, trad. de C. Ro-
senkrantz, Madrid, CEC, 1993, p. 39.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 53

En general, como se observa, quedan excluidas las posiciones autointere-


sadas. “Todos estos límites contribuyen al progreso de la discusión hacia
la aplicabilidad de criterios de imparcialidad, contra individuos paraliza-
dos por el autointerés o indiferentes hacia soluciones propuestas”.210
El procedimiento democrático es un proceso discursivo, dialógico y
racional en el que los participantes deben estar dispuestos a presentar
argumentos y a aceptar réplicas; lo que implica que todos están en condi-
ciones  de  problematizar  cualquier  afirmación.  En  un  proceso  así,  además  
de que todas las partes pueden presentar propuestas, ninguna de ellas
considera  sus  posiciones  como  definitivas.  Todas  pueden  ser  modificadas  
o mejoradas con otras aportaciones. Como dice Gargarella, en una situa-
ción deliberativa se rechaza tomar las preferencias de las personas como
dadas,  se  acepta  que  sean  interactivamente  modificadas  y,  es  más,  que  la  
posibilidad de tal cambio es deseable en tanto contribuya a una mayor
imparcialidad en las decisiones.211 Esto fuerza a todas las partes a asumir
una posición de disposición a revisar, por razones, sus propios juicios e
intereses y, en su caso, a reconsiderarlos, generando un diálogo racional
y sincero, refrenando la parcialidad.

210 Nino, Carlos S., op. cit., nota 151, p. 172; Elster, Jon, op. cit., nota 158, pp. 322-343.
211 Gargarella, Roberto, “Crisis de representación, deliberación y political correct-
ness”, Anuario de Filosofía del Derecho, Madrid, núm. XI, 1994, pp. 248 y 249. Son
interesantes al respecto las opiniones de B. Manin. Este autor sostiene que una discusión
tiene  sentido  y  justificación  sólo  si  los  actores  pueden  cambiar  de  opinión  entre  el  mo-
mento en que comienza el debate y el que termina. Si ese cambio no es posible resulta
indiferente que la discusión tenga lugar o no. “La posibilidad del cambio de opinión es
una  condición  necesaria  de  la  discusión  deliberativa  (aún  si  no  es  condición  suficiente)”.  
“Metamorfosis de la representación”, trad. de M. R. Dos Santos, en Dos Santos, M. R.
(coord.), ¿Qué queda de la representación política?, Argentina, Clacso, Editorial Nueva
Sociedad, 1992, p. 22. En otro lugar señala que una discusión puede producir un acuerdo
final   entre   los   participantes   con   opiniones   divergentes   sólo   si   son   proclives   a   cambiar  
sus opiniones durante la discusión. Es más, Manin entiende por discusión un tipo de
comunicación  en  que  al  menos  una  de  las  partes:  a) trata de producir un cambio en la
posición de la otra parte, y b) lo realiza empleando propuestas impersonales o relacio-
nadas con el futuro a largo plazo. La primera característica denota el elemento de la
persuasión que ha de incluir la discusión política para generar consensos; la segunda
corresponde a la dimensión racional y argumentativa de la discusión. Los principios
del gobierno representativo, trad. de F. Vallespín, Madrid, Alianza, 1998, pp. 243-252.
Según   Lefort,   hay   dos   requisitos   para   que   realmente   opere   una   modificación   de   los  
puntos  de  vista:  la  libre  expresión  de  las  opiniones  y  la  circulación  de  la  información.  
Lefort, Claude, “La representación no agota la democracia”, en Dos Santos, M. R.
(coord.), ¿Qué queda de la representación política?, cit., ibidem, p. 139.
54 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

El  proceso  legislativo  está  configurado  para  propiciar  un  diálogo  so-


cial abierto, libre, ilimitado, informado, racional, equitativo, exento de
coacciones, ampliamente participativo, basado en la fuerza de la argu-
mentación y orientado hacia el entendimiento mutuo. De esta manera
permite conformar una verdadera asociación de ciudadanos, construir el
interés común y desechar cualquier unión producto de la estrategia o
agregación de intereses. La fuerza del mejor argumento tiende a salir
victorioso dentro del procedimiento discursivo. Ésta es la única forma en
que es posible la conformación del interés común.
Hay otro elemento que explica la superioridad del procedimiento de-
mocrático  como   método   de  toma   de   decisiones:   las   influencias   que   re-
cibe no se restringen al ámbito parlamentario. La formación de la opi-
nión y la voluntad en las legislaturas se complementa con la opinión
informal que surge en los diversos espacios públicos abiertos a todos los
ciudadanos,212 dándose acceso al núcleo del sistema político, a las pro-
puestas provenientes de la sociedad civil. Existe una estrecha relación
entre las deliberaciones reguladas por procedimientos democráticos y los
procesos informales de formación de la opinión en el espacio público po-
lítico.213 Los discursos efectuados representativamente sólo pueden satis-
facer la condición de una participación de todos los miembros por igual,
si permanecen permeables, sensibles y abiertos a incitaciones, temas, in-
tervenciones, informaciones y razones de la propia sociedad.214 En otras
palabras, hay una interacción de las deliberaciones institucionalizadas
con opiniones públicas desarrolladas informalmente, una conexión inter-
na entre la política organizada y la opinión popular, entre la formación
institucionalizada de la voluntad política que conduce a la toma de deci-
siones y el entorno que constituyen los procesos informales no institucio-
nalizados de formación de la opinión, ya que
Una práctica de la autodeterminación de corte deliberativo sólo puede de-
sarrollarse en un juego de interacciones entre la formación de la voluntad
en los organismos parlamentarios, programada para la toma de decisiones
e institucionalizada en términos de derecho procedimental, por un lado, y
la formación política de la opinión en circuitos informales de comunica-
ción política, por otro.215
212 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 239.
213 Ibidem, p. 384.
214 Ibidem, pp. 251 y 252.
215 Ibidem, pp. 348 y 349.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 55

Por tanto, el ámbito público de comunicación intersubjetiva no se re-


duce al ámbito parlamentario. Para que la noción de espacio público ope-
re como concepto normativo, la calidad racional del proceso de produc-
ción legislativa no sólo dependerá del trabajo dentro del Parlamento,

también del nivel de participación y del nivel de formación de los parti-


cipantes, del grado de información y de la claridad y nitidez con que en
el seno de la opinión pública quedan articuladas las cuestiones de que se
trate,  en  una  palabra:  del  carácter  discursivo  de  la  formación  no  institucio-
nalizada de la opinión en el espacio público político.216

De esta forma, y siguiendo a Habermas, se constata que la soberanía se


expresa en las interacciones que se producen entre la formación institu-
cional de la voluntad organizada en términos de Estado de derecho y los
espacios públicos políticos culturalmente movilizados. Es una soberanía
comunicativamente realizada que brota de los espacios públicos autóno-
mos, pero que toma forma en las resoluciones de las instituciones demo-
cráticamente organizadas de formación de la opinión y la voluntad.217
“La soberanía popular surge de las interacciones entre la formación de la
voluntad común, institucionalizadas con técnicas propias del Estado de
derecho, y los espacios públicos movilizados culturalmente, que por su
parte hallan una base en las asociaciones de una sociedad civil alejada
por igual del Estado como de la economía”.218
Todo   esto   significa   que   la   formación   intraparlamentaria   de   la   volun-
tad sólo constituye un pequeño segmento de la vida pública; ésta abarca
también su contexto cultural y base social. A través de este proceso com-
plementario se logra, o trata de lograr, un diálogo continuo, la homoge-
neización entre las instituciones políticas y la sociedad civil,219 y un poder
político legítimo. Como el marco institucional del proceso de comunica-
ción dentro del Estado está determinado por los órganos parlamentarios y
las redes informales de la esfera pública, este amplio espacio público po-
216 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 561.
217 Ibidem,   pp.   610-­612.   Claude   Lefort   señala:   “todo   lo   que   hay   de   fecundo   en   las  
iniciativas colectivas, en las iniciativas comunitarias, en los movimientos a veces sal-
vajes que reaniman la exigencia de una participación activa en la vida pública, todo esto
adquiere sentido sólo si se articula con la existencia de la representación política”. Lefort,
Claude, op. cit., nota 211, p. 143.
218 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 218, p. 245.
219 Díaz, Elías, op. cit., nota 141, p. 55.
56 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

lítico somete a todas las instancias políticas a una “más fuerte coerción le-
gitimatoria”,  a  una  mayor  necesidad  de  dar  justificaciones.  La  expectativa  
normativa de resultados racionales dentro del procedimiento democrático
también se funda en la interacción entre la formación institucionalmente
organizada de la voluntad política y las corrientes de comunicación es-
pontáneas de un espacio público no distorsionado por relaciones de poder
ni programado para la toma de decisiones, y en ese sentido no organiza-
do. Como dice Habermas, los procedimientos democráticos estatuidos en
términos de Estado de derecho “permiten esperar resultados racionales
en la medida en que la formación de la opinión dentro de las instancias
parlamentarias permanezcan sensibles a los resultados de una formación
informal de la opinión en el entorno de esas instancias, formación que no
puede brotar sino de espacios públicos autónomos”.220
Esta concepción, como se observa, extiende el espacio de lo público,
reactiva  a  la  sociedad  civil  considerándola  un  poder  que  influye  legíti-
mamente  fijando  límites  o  dando  orientaciones  en  la  esfera  de  acción  del  
legislador y evita la dependencia de las instituciones respecto a formas
de poder no democráticas.221 Partiendo de un esquema similar, Kaarlo
Tuori ha diseñado la organización del Estado moderno como un sistema
conformado  por  tres  círculos:  en  el  círculo  interno  se  encuentra  el  Esta-
do como institución burocráticamente organizada; en el círculo externo
se hallan los ciudadanos unidos por el poder centralizado del Estado, y
en el círculo intermedio está comprendida la sociedad civil. Este círculo
intermedio lleva a cabo la mediación entre las esferas de los otros dos
círculos.222 Asimismo, Peruzzotti señala, llevando la importancia de la
sociedad civil al plano de los conceptos, pero de forma muy relacionada
con la hasta aquí aceptada, que el constitucionalismo está conformado
por un complejo institucional tripartito compuesto de un Estado de dere-
cho,  un  sistema  jurídico  racional  y  una  moderna  sociedad  civil:  ninguno  
de estos elementos, dice, es autoestabilizante, sino que dependen uno del
otro para su institucionalización y continua reproducción.223
En virtud de todo lo anterior, podemos decir que el derecho cobra
sentido y legitimidad por el procedimiento mediante el que es generado.
220 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 614.
221 Bohman, James, op. cit., nota 204, p. 50.
222 Tuori, Kaarlo, op. cit., nota 153, pp. 148-150.
223 Peruzzotti, Enrique, “Constitucionalismo, populismo y sociedad civil. Lecciones del
caso argentino”, Revista Mexicana de Sociología, México, núm. 4, 1999, pp. 149 y 150.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 57

Sólo es derecho legítimo aquél “racionalmente aceptado por todos los


miembros de la comunidad jurídica en una formación discursiva de la
opinión y la voluntad comunes”.224 En otras palabras, el derecho racio-
nalmente aceptado por todos por haber sido creado mediante un proce-
so de formación discursiva se considera legítimamente establecido. Las
características del procedimiento están, en consecuencia, estrechamente
conectadas con su producto, que, dice Habermas, es el resultado racio-
nalmente motivado, aunque falible, de una discusión acerca de lo que es
correcto, provisionalmente cerrado por imponerlo así la necesidad ins-
titucional de decidir, y condicionado al cambio de circunstancias por lo
que en principio puede retomarse.225
Es falible, provisionalmente cerrado y condicionado porque queda
abierto a nuevas y posteriores informaciones y razones. Las discusiones
pueden proseguir en cualquier momento, ya que la decisión sólo repre-
senta  la  interrupción  de  un  debate  continuo,  que  no  refleja  sino  el  resulta-
do provisional de una permanente formación discursiva de la opinión.

A causa de su conexión interna con una práctica deliberativa la regla de la


mayoría funda la presunción de que la opinión mayoritaria, falible, puede
servir como base racional de una praxis común hasta nuevo aviso, es decir,
hasta que la minoría haya convencido a la mayoría de la corrección de sus
(de la minoría) concepciones.226

Se pueden reabrir los debates, revisar en el futuro las decisiones alcan-


zadas y continuar defendiendo la posición sostenida por la minoría su-
poniendo, como quería Kelsen, que éstas no están nunca completamente
equivocadas y que el valor epistémico de la decisión tomada mediante el
procedimiento democrático a través de una decisión por mayoría no se
basa en el hecho de ser más imparcial o más correcta que la posición de la
minoría, sino en “que es probablemente más imparcial y por consiguiente
más correcta que la decisión que hubiera tomado un individuo o una mi-
noría fuera del proceso democrático”.227
El procedimiento democrático presupone también la regulación im-
parcial de las condiciones de convivencia. Implica el esfuerzo de obtener

224 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 202.


225 Ibidem, pp. 247 y 248; id., “La soberanía popular como procedimiento”, cit., p. 601.
226 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 382.
227 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 155, p. 396.
58 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la convergencia de acciones y actitudes hacia ciertas directrices políti-


cas.  Esto  es  así  porque,  como  señala  Nino:  “la  aceptación  compartida  de  
principios para guiar la conducta se obtiene como consecuencia de una
búsqueda cooperativa de la verdad”.228 El proceso democrático es, por
consiguiente, una vía para reforzar la cooperación entre individuos, ya
que considera a la sociedad, precisamente, como un “sistema de coope-
ración” entre personas libres e iguales unidas por lazos solidarios. Como
escribe Rawls, el procedimiento político establecido en la Constitución
se fundamenta en la idea de cooperación social.229 La participación de un
gran número de personas y la obligación de tomar en cuenta las opiniones
e intereses de todos conduce a la formación de intereses compartidos. La
democracia, por consiguiente, obliga a pensar y actuar en común 230 y ge-
nera un ámbito en el que tienden a dominar sus propias cualidades. Estas
características básicas del procedimiento tienen un objetivo adicional y
derivado:  la  integración  política  de  la  sociedad.  Debido  a  que  institucio-
naliza discursos racionales y procesos ampliamente participativos, es el
único mecanismo efectivo dentro del sistema constitucional con el que
el derecho puede cumplir su función de integración social. 231
Por  otro  lado,  la  justificación  epistémica  de  la  democracia  otorga  res-
puestas a la cuestión referida a la naturaleza obligatoria del derecho; pro-
vee, por las condiciones en que se desarrolla, de motivos racionales de
obediencia al derecho, ya que cuando las leyes expresan realmente los
intereses de los afectados por ellas y se ha llegado a su formulación tras
de una deliberación mantenida en pie de igualdad, es moralmente obli-
gatorio obedecerlas.232 Como escribe Calsamiglia, entender el derecho
como un producto racional organiza el consenso sobre la necesidad de su
obediencia. Los ciudadanos son destinatarios, pero también autores del
derecho establecido, y esta “actitud realizativa” orienta el cumplimiento
de las normas jurídicas no por coacción, sino por convicción, no por-
228 Ibidem, p. 390.
229 Rawls, John, Sobre las libertades, trad. de J. Vigil Rubio, Barcelona, Paidós, 1996,
pp. 86 y 87.
230 Barber,  Benjamín,  “Democracia  fuerte.  Un  marco  conceptual:  política  de  la  partici-
pación”, trad. de J. A. Gabriel Pérez, en Águila, R. del et al., La democracia en sus textos,
Madrid, Alianza, 1998, p. 292.
231 Habermas, Jürgen, “La crisis del Estado de bienestar y el agotamiento de las ener-
gías utópicas”, Ensayos políticos, trad. de R. García Cotarelo, Barcelona, Península,
1988, pp. 129-134.
232 Cortina, Adela, op. cit., nota 171, pp. 136 y 137.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 59

que sean coactivas sino porque son legítimas.233 Esta concepción permite
comprender el carácter constitutivo que tienen los principios de autono-
mía política y autolegislación jurídica en los procesos de legitimación
democrática de una sociedad.234 Es a través de este procedimiento de pro-
ducción de leyes como se puede alcanzar la autonomía de los individuos
y el autogobierno de la comunidad,235 ya que su diseño responde a la ne-
cesidad de lograr su más intensa participación activa en los procesos de
creación normativas dando margen para que tanto los individuos como
la sociedad se sientan autores de las normas a las que se sujetan, desarro-
llando, además, su sentido de responsabilidad social.236 La democracia,
como dice Dahl, expande al máximo la oportunidad de cada persona de
vivir bajo el imperio de la ley que ella misma elija, maximiza y garantiza
la libertad de autodeterminación y el autogobierno de la sociedad, expre-
sando “la voluntad unida del pueblo”. Así se consigue el autogobierno
de los ciudadanos apareciendo el Parlamento como una institución cuyos
procedimientos están delineados para ello poniéndose en práctica, dice
Barber, “mediante instituciones diseñadas para facilitar una continua par-
ticipación  cívica  en  la  fijación  de  la  agenda,  la  deliberación,  la  legislación  
y la ejecución de las políticas”.237
El procedimiento democrático es el mejor medio por el que una de-
terminada materia puede ser regulada en interés de todos; es un ins-
trumento de realización de normas, valores y principios; en suma, de
la libertad dentro de una comunidad política. 238 Su valor “reside en su
capacidad para poder decidir asuntos morales” de manera informada y
razonada, y, precisamente por ello, es el espacio idóneo para conseguir la
protección y ejercicio de los derechos y libertades y la realización fáctica
233 Habermas, Jürgen, “Acerca de la legitimación basada en los derechos humanos”,
La constelación posnacional, Barcelona, Paidós, 2000, p. 149; también nota 11, p. 187,
y nota 151, p. 251.
234 Cortés Rodas, Francisco, “Liberalismo y democracia deliberativa. Consideracio-
nes sobre la fundamentación de la libertad y la igualdad”, Metapolítica, México, núm. 6,
1998, p. 269.
235 García Amado, Juan A., op. cit., nota 146, p. 253.
236 Guisán, Esperanza, “Los límites éticos de la democracia”, Anuario de Filosofía del
Derecho, Madrid, 1994, pp. 70 y 71.
237 Barber, Benjamín, op. cit., nota 230, p. 290; Dahl, Robert, La democracia y sus
críticos, trad. de L. Wolfson, Barcelona, Paidós, 1992, p. 113.
238 Así lo concibe Torre, Massimo la, “Discutiendo de democracia. Representación
política y derechos fundamentales”, trad. de J. Ansuátegui Roig, Derechos y Libertades,
Madrid, núm. 3, 1994, p. 232.
60 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

y jurídica de la igualdad básica entre todos los ciudadanos.239 La voluntad


general se forma mediante el análisis, la réplica, el debate, la crítica,
la  justificación  razonada  de  las  opiniones  y  la  revisión  de  las  preferen-
cias; y todas éstas son pautas para medir la realización del sistema de
derechos.240 El procedimiento democrático permite, asimismo, la for-
mación de una concepción y un criterio de la justicia propiciada y sur-
gida a través del debate y la decisión y, por tanto, suscrita por todos los
potenciales afectados. De esta forma, se puede decir que una decisión
es  injusta  o  insuficientemente  democrática  por  haber  sido  adoptada  sin  
la participación equitativa de todos los afectados o de aquellos que ha-
yan podido defender equitativamente sus intereses. 241 En palabras de
Bouzat, la legitimidad de una decisión mayoritaria depende “del grado
de amplitud, libertad y participación que alcance el debate público que
precede a la decisión, de la forma en que los valores de la autonomía
y la imparcialidad presupuestos en el procedimiento democrático sean
respetados por la decisión en cuestión”. 242
Por todas estas razones, por la forma en que se desarrolla el proce-
dimiento democrático, porque la decisión a que se llega debe cumplir
requisitos semejantes a los que debe satisfacer una proposición para
ser considerada moralmente verdadera, por el hecho de que el proce-
dimiento constituye a la sociedad en una comunidad de ciudadanos en
donde éstos se sienten autores racionales de las normas, el juez debe
diferir  su  juicio  al  del  legislador  democrático,  que  es  quien  identifica  
con mayor precisión el contenido y alcance de las normas constitucio-
nales. Y esta presunción de validez será más fuerte “en la medida en que
más gente, con intereses e idiosincracias contrapuestas, participen en la
discusión y decisión, en que esa discusión sea lo más libre posible, en
que la argumentación haya tenido un alto grado de racionalidad, en que
se haya contado con la mayor información posible”, y cuando más ciuda-
danos concurran a la misma conclusión en comparación con la que apoya
conclusiones alternativas.243

239 Díaz, Elías, op. cit., nota 141, pp. 21 y 22.


240 Ovejero Lucas, Félix, op. cit., nota 196, p. 339; Habermas, J., op. cit., nota 11, p. 379.
241 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 143, p. 101.
242 Bouzat, Gabriel, “La argumentación jurídica en el control constitucional”, REDC,
núm. 53, Madrid, 1998, p. 280.
243 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 177, p. 131; Tuori, Kaarlo, “Cuatro modelos
de Estado de derecho”, Positivismo crítico y derecho moderno, cit., nota 153, p. 149.
LA CONSTITUCIÓN, EL LEGISLADOR Y EL JUEZ 61

El procedimiento democrático es superior a cualquier otro procedi-


miento de toma de decisiones por sus características de participación co-
lectiva, deliberación pública y vigencia del principio de mayoría, que
están relacionados con los principios de imparcialidad, racionalidad y
conocimiento de los hechos relevantes. Es el único espacio en el que se
pueden  realizar  las  tres  condiciones  básicas  de  un  sistema  democrático:  
la igualdad política, la no tiranía y la deliberación, que exigen que todas
las voces sean escuchadas, se sostengan las pretensiones morales y los
intereses de todos los grupos, se otorgue sentido y legitimidad a los re-
sultados  del  procedimiento  y  tengan  la  suficiente  autoridad  política  para  
imponerse.244 Ningún otro procedimiento de toma de decisiones dentro
del Estado democrático posee estas características y, por tanto, ningún
otro se aproxima a tener resultados con ese grado de imparcialidad, con-
fiabilidad  y  racionalidad.245
El proceso judicial, como señala Saavedra, aunque posea, como se
sabe, importantes márgenes de participación246 y algunos rasgos propios
de una estructura intersubjetiva de diálogo y argumentación o “incenti-
vos para la deliberación”, no tiene las características que posee el pro-
ceso democrático. En aquél no puede darse una estructura democrática
de participación caracterizada por la libertad e igualdad de aquellos que
la integran, debido a que una sola persona se sobrepone al conjunto de
los participantes por la imposibilidad de una reconciliación igualitaria y
no coactiva de los intereses de las partes. El juez tiene autoridad sobre
todos los participantes dentro del proceso, y esta posición de primacía
contradice la comunidad ideal de comunicación que caracteriza a toda
estructura democrática.247  Como  señala  Nino:
En el proceso judicial la imparcialidad se introduce a través de la calidad de
una o varias personas a las que se supone dotadas de la capacidad moral e in-

244 Son las ideas que recorren todo el trabajo de Fishkin, James, op. cit., nota 183,
pp. 55 y ss.
245 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 161, p. 207.
246 Cappelletti incluso ha podido decir que el proceso jurisdiccional es el más parti-
cipativo y, por ello, potencialmente, el más democrático de todos los procesos públicos.
Cappelletti,  Mauro,  “El  Tribunal  Constitucional  en  el  sistema  polìtico  italiano:  sus  rela-
ciones con el ordenamiento comunitario europeo”, trad. de J. Rodríguez Zapata, La jus-
ticia constitucional (estudios de derecho comparado), México, UNAM, 1987, p. 292.
247 Saavedra, Modesto, “Poder Judicial, interpretación jurídica y criterios de legitimi-
dad”, Interpretación del derecho y crítica jurídica, México, Fontamara, 1994, p. 98.
62 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

telectual que llevan a una equitativa consideración de todos los intereses


involucrados cualesquiera que sean sus titulares, capacidades que están
reforzadas por la existencia de ciertos mecanismos que vedan que estén
involucrados  en  el  conflicto  intereses  del  propio  juez.248

La acción judicial, aun si se presenta como dotada de “hábitos de de-


liberación”,  adolece  del  defecto  inherente  a  su  naturaleza:  excluir  de  los  
procesos a la ciudadanía.249 Los participantes en la discusión están limi-
tados. Sólo las partes, y en ocasiones los expertos en derecho, pueden
participar en las discusiones, y no todos los afectados por la norma. La
garantía de imparcialidad sólo se aplica a las partes involucradas, ya que
la decisión únicamente alcanza a las personas afectadas por la decisión
que el juez dicta.250 “En el mejor de los casos, la discusión entre expertos
sólo puede ser un discurso advocatorio que se lleva a cabo en nombre de
las partes reales, esto es, en nombre de la comunidad jurídica en senti-
do amplio”.251 Una sola persona debe considerar los intereses de todos
los involucrados. Como dice Shapiro, en el procedimiento judicial existe
siempre,  de  forma  potencial  o  presente,  una  crisis  o  déficit  de  consenso.  
Las  partes  están  en  una  posición  asimétrica:  una  de  ellas  puede  suspender  
el diálogo y tomar la decisión sin considerar las posiciones de las otras
y de acuerdo con sus propios criterios.252 Un tercero “que decide sobre
una relación que no es suya” está colocado en una posición superpartes.
En el procedimiento democrático, en cambio, y como señala Nino, todos
son parte y todos son jueces, y el control se ejerce con mayor facilidad,
ya que lo rige la deliberación y discusión pública. Es obvia así nuestra
conclusión:   un   procedimiento   en   el   que   una   sola   de   las   partes   tiene   el  
derecho de decir la última palabra no puede ser equitativo, por lo que no
puede de ninguna manera dejarse, si queremos evitar el surgimiento de
una suerte de elitismo epistémico, a una persona o a un grupo reducido
de  personas  la  decisión  de  aquellos  asuntos  que  afectan  directa  y  signifi-
cativamente a la comunidad.

248 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 155, p. 393, y nota 150, p. 170.
249 Sunstein, Cass, R., op. cit., nota 202, p. 354.
250 Nino, Carlos S., op. cit., nota 150, p. 170.
251 Tuori, Kaarlo, op. cit., nota 138, p. 63.
252 Gargarella,  Roberto,  “La  dificultad  de  defender  el  control  judicial  de  las  leyes”,  en  
Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, cit., nota 126, p. 229;
id., Crisis de la representación política, México, Fontamara, 1997, pp. 86-88.
CAPÍTULO SEGUNDO
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA Y POLÍTICA
DE LOS ÓRGANOS DE CONTROL CONSTITUCIONAL
Y DE LAS LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES
DEL LEGISLADOR

La explicación que hemos dado de las causas por las que rige el principio
de presunción de constitucionalidad de los productos normativos deriva-
dos  del  procedimiento  democrático  ha  pretendido  justificar  por  qué  las  de-
cisiones políticas básicas dentro de una comunidad deben ser tomadas por
el legislador. Sin embargo, actualmente este esquema ideal no sólo no se
cumple en la realidad, sino que diversas experiencias jurídicas parecen di-
rigir la toma de decisiones fundamentales hacia otros espacios o institucio-
nes.  Recientemente  se  ha  afirmado  que  mientras  que  el  siglo  XIX  fue  el  del  
legislador  y  la  primera  parte  del  siglo  XX  del  Ejecutivo,  ahora  se  avanza  
hacia una fase en la que el protagonismo corresponde al Poder Judicial.253
La actividad decisional dentro del Estado, dice Luhmann, se resbala del
Legislativo al Ejecutivo hasta el Judicial. Pier Paolo Portinaro ha consta-
tado, de la misma forma, que el siglo pasado se cerró con una transforma-
ción del equilibrio de poderes con ventaja del Poder Judicial, que tiene un
peso creciente en la vida colectiva, y con una difusa preocupación por la
profunda alteración del Estado de derecho que ello implica.254 Asimismo,
en un importante trabajo, Alexy señala que el actual Estado constitucional
se  caracteriza  por  una  serie  de  principios  básicos  entre  los  que  destaca  la  
existencia  de  más  juez  que  legislador.  Ackerman,  por  su  parte,  afirma  que  
los  tribunales  constitucionales  en  todo  el  mundo  son  “fuerzas  poderosas”  
que ejercen una jurisdicción de largo alcance, mientras que para Favoreau,
253 López  Guerra,  Luis,  “La  legitimidad  democrática  del  juez”,  Cuadernos de Derecho
Público, Madrid, núm.1, 1997, p. 44.
254 Portinaro,  Pier  P.,  “Dal  custode  della  Costituzione  alla  Costituzione  dei  custodi”,  
en  Gozzi,  G.  (cura),  Democrazia, diritti, costituzione. I fondamenti costituzionali delle
democrazie contemporanee, Bolonia, Il Mulino, 1997, p. 401.
63
64 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

vivimos  más  que  un  Estado  de  derecho  un  “Estado  de  los  jueces”.255 Se
ha dicho, incluso, que la sobrevivencia de la Constitución en un mundo
como el actual se debe sobre todo al extenso papel que tiene el órgano
jurisdiccional.
Es verdad que siempre se ha hablado de la existencia, en algunas re-
giones, de una judiciocracia o gobierno de los jueces, pero ahora esta
caracterización  se  ha  extendido  a  gran  parte  del  mundo.  Y,  efectivamen-
te, si bien el señalamiento de la creciente importancia del papel de los
jueces dentro del Estado no es nuevo, lo destacable es constatar que la
actividad desplegada por las jurisdicciones constitucionales en las últi-
mas  décadas  ha  provocado  una  honda  transformación  del  derecho  cons-
titucional. Para autores como Favoreau, dicha transformación es el acon-
tecimiento  jurídico  más  destacado  de  la  segunda  mitad  del  siglo  XX, 256
mientras  que  para  otros  se  trata  de  la  más  firme  prueba  de  la  existencia  
de una tercera revolución jurídica, de “una mutación de importancia se-
mejante a la que tuvieron en la historia la aparición del derecho escrito,
el  derecho  positivo  y  el  derecho  constitucional  mismo...”,  que  conlleva  
la creciente presencia del derecho constitucional jurisprudencial y el de-
creciente papel del derecho constitucional formal.257 Hay quienes inclu-
so ven en los órganos jurisdiccionales una especie de “asamblea cons-
tituyente  en  sesión  permanente”,  la  “longa manus  nel  tempo”,  en  tanto  
que   van   actualizando   el   régimen   político   consagrado   por   la   voluntad  
constituyente.258 De esta forma, parece hacerse realidad lo escrito por

255 Favoreau, Louis, Los tribunales constitucionales, 2a. ed., trad. de V. Villacampa,
Barcelona, Ariel, 1994, p. 82.
256 Ibidem, p. 13.
257 Acosta  Sánchez,  José,  op. cit., nota 112; id., “Transformaciones de la Constitución
en  el  siglo  XX”,  REP, Madrid, núm. 100, 1998, pp. 57 y 58.
258 Vigo, Rodolfo L., Interpretación constitucional, Buenos Aires, Abeledo-Perrot,
1993,  p.  140.  Este  órgano  realiza,  dice  Sagués,  funciones  legislativas  de  tipo  constitu-
yente  en  el  sentido  de  que  decide  qué  no  admite  y  qué  admite  la  Constitución.  Sagües,  
Néstor  Pedro,  “Tribunal  Constitucional  e  interpretación  constitucional”,   Una mirada a
los tribunales constitucionales. Las experiencias recientes, Perú, Comisión Andina de
Juristas, 1995, pp. 20-22. Zippelius señala que las cortes se han convertido en “comi-
siones   permanentes   para   la   reforma   constitucional”,   son   ellas   el   camino   “para   adaptar  
cautamente la constitución a las cambiantes condiciones sociales y políticas sin tener
que poner siempre en movimiento el rígido procedimiento de una reforma constitucional
formal”.  Zippelius,  Reinhold,  Teoría general del Estado. Ciencia de la política, trad. de
Héctor  Fix-­Fierro,  México,  Porrúa-­UNAM,  1998,  p.  396.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 65

Carnelutti:   “El   juez   es   la   figura   central   del   derecho.   Un   ordenamiento  


jurídico  se  puede  pensar  sin  leyes,  pero  no  sin  jueces”.
Los jueces inciden en la transformación y orientación del sistema ju-
rídico y ampliamente en la dirección política del Estado; han pasado a
ocupar un lugar relevante en el espacio político, que, además, está en
vías de expansión más que de contención, y han asumido un peso cre-
ciente en la dinámica institucional que rige las diversas formas de go-
bierno.259 Cheli ha constatado que la mayoría de los tribunales ha segui-
do una línea expansiva funcionando más dentro de un modelo político
que de un modelo jurisdiccional, e inspirando su actuación en una línea
de activismo más que sobre una línea de contención o self restraint pro-
vocando que en la praxis el sistema jurídico formal se separe del modelo
originario  trazado  en  la  Constitución  y  se  convierta  en  un  sistema  más  
rico y articulado.260 Ante esta circunstancia se ha planteado el dilema
de si esta expansión de la presencia judicial es una muestra más de las
constantes crisis existentes entre el Poder Judicial y el legislador, entre
el órgano creador y el aplicador de las normas, o si bien se trata de una
nueva  fase  caracterizada  por  la  imposibilidad  de  reconducir  sus  respec-
tivas lógicas a un marco de equilibrio de poderes por el inevitable des-
borde de las funciones y papeles que les han sido atribuidos en el marco
de la Constitución.261  También  se  ha  hablado  de  la  existencia  actual  de  
un  gobierno  mixto  (democrático-­aristocrático)  en  el  que  la  democracia  
estaría templada por la aristocracia de los jueces; de la existencia de “un
monismo  limitado”;;  de  la  evolución  del  Estado  legislativo  en  un  Estado  
democrático jurisdiccional,262  y  de  la  naturaleza  de  una  Constitución  que  

259 Cheli,  Enzo  y  Caretti,  Paolo,  “Influenza  dei  valori  costituzionali  sulla  forma  di  gover-
no:  il  ruolo  della  giustizia  costituzionale”,  Quaderni Costituzionale, núm. 1, 1984, p. 34.
260 Cheli,   Enzo,   “Il   Diritto   Costituzionale   nella   prospettiva   giurisprudenziale”,   Jus.
Rivista di Scienze Giuridiche, núm. 1-2, 1996, pp. 51, 55 y 56.
261 Asensi  Sabater,  José,  “La  explosión  judicialista  y  la  orientación  democrática  de  la  po-
lítica”,  en  Tezanos,  J.  F.  (ed.),  La democracia post-liberal, Madrid, Sistema, 1996, p. 188.
262 Aragón,  Manuel,  “El  juez  ordinario  entre  legalidad  y  constitucionalidad”,  La vincula-
ción del juez a la ley, Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de
Madrid, 1997, p. 190; id.,  “La  justicia  constitucional  en  el  siglo  XX.  Balance  y  perspec-
tivas  en  el  umbral  del  siglo  XXI”,  La ciencia del derecho durante el siglo XX,  México,  
UNAM, 1998, pp. 186 y 187, 192 y 198; Spadaro,  Antonino,  “La  giustizia  costituzionale  
italiana:  da  originario  limite  a  moderno  strumento  della  democrazia  (pluralista).  Cinque  
proposte”,  en  Bin,  R.  y  Pinelli,  C.  (cura),  Il soggetti del pluralismo nella giurisprudenza
costituzionali, Torino, G. Giappichell, 1996, p. 313; id.,  “Una  Corte  per  la  Costituzione  
66 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

opera   a   través   de   cíclicos   cambios   de   preeminencia   entre   los   órganos  


del  Estado  por  la  estructura  flexible  y  adaptable  del  sistema  de  gobierno  
que pretende conseguir la circularidad del poder formando una dinámica
constitucional en el que el punto de referencia tiende a moverse de un
lado a otro dependiendo de las exigencias que imponen las circunstan-
cias históricas. Por ello, se dice, en la relación entre justicia constitucio-
nal y Parlamento, momentos de máxima deferencia con el legislador se
alternan con momentos de intenso activismo de los tribunales.263 Ante
este panorama, Fioravanti se pregunta si estaremos ante un nuevo tipo
de Constitución sustancialmente diversa de aquella que ha regido hasta
ahora,  y  que  se  caracterizaría  por  su  impotencia  para  predefinir  de  modo  
rígido el rol que ejercen los principales poderes públicos, lo que nos
colocaría  ante  el  reto  y  la  necesidad  de  redefinir  todas  las  funciones  que  
componen el orden primario.264
La cuestión sustancial es que los jueces, al asumir un papel más rele-
vante en la dinámica política, tienden a sustituir en sus funciones al Poder
Legislativo.  El  sistema  jurídico  y  político  sufre  el  desplazamiento  de  su  
centro de gravedad desde los órganos legislativos a los jurisdiccionales,
cuestión que choca con el paradigma del Estado de derecho. Esto impli-
ca, principalmente, la disolución del principio democrático que exige que
las cuestiones sociales importantes sean resueltas por las instituciones
políticas.265 Lo anterior es claro en algunos Estados donde los tribunales
han tenido y tienen, como escribe Amirante, un rol decisivo en la for-

(Nota  sulla  originaria  e  prioritaria  funzione  della  Corte  Costituzionale)  ”,  Studi in onore
di   Paolo   Biscaretti   di   Rufia,   Milán,   Giuffrè,   1987,   t.   II,   p.   1279;;   Böckenforde,   Ernst-­
Wolfgang, Sobre la situación de la dogmática de los derechos fundamentales tras 40
años de Ley Fundamental,  trad.  de  J.  L.  Requejo  Pagés,  Alemania,  Nomos  Verlagsge-
sellschaft,  1993,  p.  130.  También,  Rusconi,  Gian  Enrico,  “Quale  democrazia  costituzio-
nale?  La  Corte  Federale  nella  politica  tedesca  e  il  problema  della  Costituzione  Europea”,  
Rivista Italiana di Scienza Politica, núm. 2, 1997, p. 280.
263 Baldassarre, Antonio, “Parlamento y justicia constitucional en el derecho compara-
do”,  trad.  de  P.  J.  Hernández  García,  en  I  Vall  Pau  (coord.),  Parlamento y justicia consti-
tucional,  Barcelona,  Aranzadi,  1997,  p.  184.
264 Fioravanti,   Maurizio,   “Per   un   nuovo   costituzionalismo”,   Democrazia e diritto,
núm. 1, 1997, p. 270.
265 Dice Baratta que nuestro Estado de derecho parece más cercano al construido por
la  ciencia  jurídica  alemana  del  siglo  XIX  donde  el  Parlamento  no  constituía  la  suprema  
autoridad del Estado “sino que aparece condicionado, por el gobierno, por la burocracia y
por  la  magistratura,  es  decir,  por  el  Poder  Ejecutivo  y  el  Judicial...”.  Baratta,  Alessandro,  
op. cit., nota 49, p. 122.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 67

mación  del  sistema  constitucional  y  de  partidos,  pero  también  en  otros  
en  los  que  a  través  de  “un  conjunto  de  acciones  y  reacciones  colaborati-
vas”  intervienen  “en  la  fijación  de  las  opciones  legislativas  definitivas”,  
originando, como señala Stern, un “proceso de disolución de las dife-
rencias  funcionales”.266 Al incrustarse en el proceso legislativo, la acti-
vidad  del  juez  se  mezcla  con  la  del  legislador  en  una  relación  en  la  cual  
no son fácilmente distinguibles sus roles.267 Esto provoca, como señalan
algunos autores, que la jurisdicción compita con el legislador en la de-
finición  de  la  dirección  política  del  Estado.  Scoditti,  por  ejemplo,  afirma  
que la jurisdicción, que formalmente está vinculada a la voluntad política
expresada en las leyes, desarrolla una voluntad política propia, imponien-
do sus preferencias sobre las de la voluntad colectiva268 y reconstruyendo
su   posición   dentro   del   sistema   haciendo   que   se   reconozca   el   ejercicio  
de su actividad como original y su carácter de órgano que está sobre el
legislador por intervenir decisivamente en la regulación y conformación
de la sociedad. En consecuencia, los jueces no sólo serían copartícipes,
sino determinadores de la dirección política del Estado, y árbitros supre-
mos del proceso político, teniendo su actividad una directa y profunda
incidencia sobre la acción política y, es más, como para Alemania señala
Simon,  su  indiscutible  influencia  “se  subraya  como  predominante  fren-
te  a  otros  órganos  constitucionales,  caracterizándosele  de  cuarto  poder,  
legislador complementario, parlamento de notables, gabinete en la som-
bra,   instancia   suprema   de   revisión,   juez   soberano   o   contracapitán”.269
En virtud de lo anterior se ha puesto en duda la división de funciones,
la concepción sobre el equilibrio de poderes, el principio de seguridad
jurídica,  y,  como  escribe  De  la  Quadra:  “se  pone  también  en  cuestión  el  
papel del pluralismo y la legitimidad de la representación popular para
optar en cada momento por las legítimas opciones que en materia de de-
sarrollo  constitucional  le  corresponden”.270 Incluso, como nos recuerda
266 Cit. por Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 204; Amirante,  Carlo,  “La  Costituzione  
como  «sistema  di  valori»  e  la  trasformazione  dei  diritti  fondamentali  nella  giurispruden-
za  della  Corte  Costituzionale  federale”,  Politica del Diritto, núm. 1, 1981, pp. 15 y 16.
267 Franceschi,  P.  y  Zagrebelsky,  G.,  “Il  colegislatore  e  il  Parlamento”,  Quaderni Costi-
tuzionali, núm. 1, 1981, pp. 163 y 164.
268 Scoditti,  Enrico,  “Riforma  costituzionale  e  giurisdizione”,   Democrazia e Diritto,
núm. 1, 1997, p. 7.
269 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 838.
270 Quadra,   Tomás   de   la,“La   Constitución   como   norma   y   la   seguridad   jurídica”,   en  
López   Pina,   A.   (coord.),   División de poderes e interpretación, cit., nota 39, p. 142.
68 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Asensi  Sabater,  se  comienza  a  hablar  de  un  Estado  de  derecho  sin  Estado  
o de la presencia de derechos e instancias procedimentales y judiciales
no políticas que ocupan el lugar de los poderes tradicionales.271 Este
proceso  ha  llevado  a  señalar  también  que  el  legislador  ha  pasado  a  con-
vertirse en el último de los poderes; avasallado con el arribo del Estado
del bienestar por el Ejecutivo, ahora se sometería ante la actividad de
los órganos de la jurisdicción constitucional. Si Habermas, a principios
de  los  años  setenta,  constataba  una  disfunción  entre  los  límites  defini-
dos del Parlamento y los escasos y difusos límites de la administración,
aquél  ahora  se  encuentra  limitado,  además,  por  la  actividad  de  los  jue-
ces. El Estado actual, se asegura, es un verdadero Estado judicial al
tiempo  que  la  democracia  se  jurisdiccionaliza.272
Lo que haremos en este capítulo será tratar de comprobar la veracidad
de este proceso de crecimiento de la presencia y funciones de los jueces
constitucionales en la vida estatal. Esto resulta particularmente importan-
te si consideramos que normalmente los textos legislativos no describen
con claridad y en detalle las funciones desempeñadas por los órganos
constituidos. La experiencia muestra que una cosa es la posición del ór-
gano consagrada en los documentos jurídicos, y otra, el rol efectivo que
juega en el sistema político constitucional. En el caso de los tribunales, la
mayoría de ellos han rebasado el diseño original de funciones atribuidas
por su respectiva Constitución, no coincidiendo, en gran número de ellos,
la  configuración  y  el  sentido  que  tienen,  con  su  realización  práctica.  Los  
órganos  de  control  han  construido  su  propia  configuración  institucional  
más  allá  de  los  textos  constitucionales  y  legales  que  se  muestran  insufi-
cientes  para  captar  su  “modo  de  ser”  y  actuar.  Esto  ha  sido  así,  entre  otras  
razones,  porque  los  propios  constituyentes  no  imaginaron  las  potenciali-
dades que encerraba un órgano de este tipo y por los cambios ocurridos
en la realidad social y en las circunstancias políticas.273
Trataremos de mostrar este crecimiento de funciones de los órganos
jurisdiccionales a partir de los elementos que integran el núcleo mismo

271 Asensi  Sabater,  José,  op. cit., nota 261, p. 197.


272 Podemos decir que este Estado se ha sobrepuesto al Estado legislativo y convive
con el omnipresente Estado administrativo de nuestros días. Pergola, Antonio la, “La
garanzia  giurisdizionali  della  Costituzione”,  La Costituzione Spagnola. Nel trentennale
della Costituzione italiana, Bologna, Arnaldo Forni Editore, 1978, p. 33.
273 En  este  sentido,  véase  Sandulli,  Aldo  M.,  “La  Corte  e  la  politica”,  Diritto e Societa,
núm. 2, 1983, p. 396.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 69

de  lo  que,  al  decir  de  Cruz  Villalón,  conforma  el  derecho  del  control  de  
constitucionalidad. Obviamente no estamos en condiciones de tocar to-
dos los aspectos que integran esta disciplina, pero sí trataremos de aludir
a las cuestiones que para nosotros son más relevantes para comprobar
este  proceso  de  extensión  competencial  y  funcional.  Si  nuestra  finalidad  
es contribuir a la construcción de una orientación constitucional adecua-
da   del   órgano   de   control   judicial   en   México,   es   claro   que   no   podemos  
pasar por alto la experiencia que nos proporciona el derecho comparado
que muchas veces es ilustrativa, otras veces digna de consideración e
incluso imitación, pero otras más es desechable por su falta de sentido,
sistematicidad  y  orientación  definida.

I. EL AUGE DEL ESTABLECIMIENTO DE ÓRGANOS


DE CONTROL CONSTITUCIONAL

En  el  siglo  XX  fuimos  testigos  de  “tutti  un  fiorire  di  corti  costituzio-
nali  con  pienezza  di  poteri”.  Fueron  los  años  de  la  “mundialización”  o  
“marcha  triunfal”  de  la  justicia  constitucional,  que  se  convirtió,  en  poco  
tiempo,  en  “un  fenómeno  de  alcance  universal”.  Dicha  universalización  
se ha dado en todos los ordenamientos independientemente de su forma
de gobierno; es más, se ha impuesto en aquellos lugares que la tradición
o la historia mostraban clara hostilidad hacia ella.274 Junto a este desbor-
damiento estructural se observa una continua expansión de sus poderes;
es  decir,  no  sólo  hay  un  “impresionante  panorama  geográfico  de  expan-
sión”,  sino,  también,  una  extensión  de  sus  funciones  dentro  del  sistema  
jurídico político.
Los órganos de control constitucional se han convertido en “lu-
gar común en el arsenal institucional de cualquier estado contemporá-
neo”.   Como   escribe   Rodríguez   Bereijo:   “Muy   poco   crédito   tendría   ya  
el   proyecto   de   edificar   una   organización   estatal   democrática,   sometida  
efectivamente al imperio de la Constitución, si ese designio no fuera
acompañado de la articulación de un sistema —el que sea— de garantía
jurisdiccional de la Constitución misma frente a los actos que puedan

274 Elia,  Leopoldo,  “Giustizia  costituzionale  e  diritto  comparato”,  Quaderni Costitu-


zionali, núm. 1, 1984, p. 14. Sobre la expansión de los órganos de justicia constitucional
véase  Cappelletti,  Mauro,  “Gli  organi  di  controllo  della  legittimita  costituzionale  delle  
leggi”,  Studi in memoria di Carlo Esposito, Padova, CEDAM, 1967, vol. I, pp. 439-443.
70 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

afectar  su  integridad”.275 Para Schlaich, una comunidad política que ten-
ga como órgano central un Parlamento electo en intervalos regulares por
el  pueblo,  pretenda  garantizar  a  los  ciudadanos  sus  derechos  fundamen-
tales, según los principios del Estado de derecho, y constituya, median-
te una ley fundamental escrita, un ordenamiento democrático y liberal,
“no puede no tener como parte fundamental de la Constitución misma el
ejercicio del control sobre la constitucionalidad de las leyes aprobadas
por  el  Parlamento”.276 Con base en los más variados argumentos ha co-
brado  carta  de  naturaleza  el  control  constitucional  y  esto  se  constata  en  el  
texto  de  todas  las  Constituciones  recientes,  que  se  esfuerzan  por  incluir  
sus  bases  de  organización  y  funcionamiento.277 Estamos viviendo, como
se  ha  dicho,  la  época  de  oro  del  control  judicial  dada  la  plenitud  que  ha  
alcanzado.278 El fenómeno, señala La Pergola, está tan difundido que ex-
presa una tendencia del constitucionalismo no sólo ya consolidada, sino
destinada a desarrollarse, permanecer y extenderse.279 La experiencia pa-
rece  dar  la  razón  a  Gambino  cuando  señala  que  los  principios  de  consti-
tucionalidad  y  universalización  de  la  justicia  constitucional  constituyen  
la  nueva  forma  del  proceso  de  “racionalización  del  poder”  en  los  ordena-
mientos constitucionales contemporáneos.280
En el proceso de evolución de los órganos de justicia constitucional
se   reconocen   dos   ejemplos   magníficos:   las   experiencias   norteamerica-
na  y  europea.  En  ambos  casos  se  han  propuesto  fórmulas  de  periodiza-

275 Rodríguez  Bereijo,  Álvaro,  “La  justicia  constitucional  en  los  sistemas  contempo-
ráneos”,  Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, Madrid, 1997, p. 13. De la
misma forma escribe Aguiar: “pocos ordenamientos constitucionales escapan a la gene-
ralizada  tendencia  de  incorporar  entre  sus  instituciones  mecanismos  de  justicia  consti-
tucional”.  Aguiar  de  Luque,  Luis,  “La  justicia  constitucional  en  Iberoamérica”,  Anuario
Iberoamericano de Justicia Constitucional, Madrid, 1997, p. 21. “No se concibe hoy en
día  un  sistema  constitucional  que  no  reserve  un  lugar  a  esta  institución”.  Favoreau, Louis,
op. cit., nota 255, p. 13.
276 Schlaich,   Klaus,   “Corte   Costituzionale   e   controllo   sulle   norme   nella   Repubblica  
Federale  di  Germania”,  Quaderni Costituzionali, núm. 3, 1982, p. 558.
277 Marshall, Geoffrey, “La ley parlamentaria como fuente del derecho. Virtudes y vi-
cios  de  una  Asamblea  soberana”,  en  López  Pina,  A.  (ed.),  Democracia representativa y
parlamentarismo, cit., nota 88, p. 147.
278 Combellas, Ricardo, op. cit., nota 79, p. 21.
279 Pergola, Antonio la, “Funciones del Tribunal Constitucional en la democracia mo-
derna”,  Externado Revista Jurídica, Bogotá, núm. 2, 1991, p. 3.
280 Gambino, Silvio, “La jurisdicción constitucional de las leyes. La experiencia italia-
na  desde  la  óptica  comparada”,  pp.  252  y  257.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 71

ción. Así, la historia del control judicial en los Estados Unidos, enseña
Wolfe,281 puede dividirse en tres etapas: a) la era tradicional, que abarca
desde  la  expedición  de  la  Constitución  hasta  fines  del  siglo  XIX;;   b) la
etapa  de  transición,  que  corre  desde  el  final  de  la  Guerra  Civil  hasta  1937,  
y c)  la  era  moderna,  que  comienza  en  este  año  y  transcurre  hasta  nues-
tros días. En Europa se han podido distinguir cuatro fases históricas:282
la  primera  comprende  todo  el  siglo  XIX  hasta  el  fin  de  la  Primera  Guerra  
Mundial;;  la  segunda  etapa  continúa  hasta  el  fin  de  la  Segunda  Guerra;;  
la  tercera  comienza  precisamente  en  1945,  y  la  última  es  la  del  progreso  
acelerado desde los años setenta.
La consolidación de la facultad de control de la constitucionalidad en
los  Estados  Unidos  “será  el  resultado  de  un  auténtico  proceso  de  cons-
trucción,  en  el  que  las  diferentes  piezas  serán  cuidadosamente  colocadas,  
en  función  de  las  diversas  necesidades  y  coyunturas”.283 Dicho proceso,
que tiene sus orígenes teóricos en el principio de la prevalencia del de-
recho  natural  y  en  las  enseñanzas,  principalmente,  de  J.  Harrington  y  J.  
Locke,284  comienza,  efectivamente,  en  el  periodo  comprendido  entre  la  
Declaración  de  Independencia  (1776)  y  la  aprobación  de  la  Constitución  
Federal  (1787),  etapa  en  la  cual  se  dictarán  algunas  Constituciones,  que  
afrontarán, de forma directa, el problema del control de la constituciona-
lidad,  tales  como  las  de  Pennsylvania,  Vermont  y  Nueva  York,285 y “se
producirán más de media docena de casos en que el Poder Judicial pro-
cederá a declarar inconstitucionales normas legislativas que se entendían
contrarias a la legislación superior  de  los  Estados”.286 Como es conocido,
la Constitución de 1787 no instituyó ni desarrolló expresa ni directamen-
te la facultad de control de constitucionalidad de las leyes, a pesar de
que durante el desarrollo de los debates constituyentes se discutió pro-
fusamente el tema derivado de la propuesta de instituir un Consejo de
Revisión y de darle un poder de veto preventivo, absoluto y conjunto
a los poderes Ejecutivo y Legislativo. Aunque se ha considerado que

281 Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, pp. 15 y ss.


282 Arnold,  “El  desarrollo  de  la  jurisdicción  constitucional  en  Europa”,  La  unificación  
alemana. Estudios sobre derecho alemán y europeo, Madrid, Civitas, 1996, pp. 142 y ss.
283 Blanco  Valdés,  Roberto  L.,  El valor de la Constitución,  Madrid,  Alianza  Universi-
dad, 1994, pp. 117 y 118.
284 Así lo expresa Battaglini, Mario, Contributi alla storia del controllo di costituzio-
nalita delle leggi, Milán, Giuffrè, 1957, pp. 33-37.
285 Ibidem, pp. 38-43.
286 Blanco  Valdés,  Roberto  L.,  op. cit., nota 283, p. 124.
72 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

implícitamente  le  fue  confiado  al  Poder  Judicial  dicha  tarea,  atribución  
que se pretende demostrar con la aceptación por parte de los delegados
del poder de los jueces de declarar inconstitucional una ley en el ejercicio
de sus funciones, misma convicción que se externará durante las conven-
ciones  de  ratificación287 y que derivaba de la aceptación de la supremacía
de la Constitución, principio que hacía innecesario, como agudamente
observa  Cruz  Villalón,  establecer  el  derecho  del  control  de  constitucional  
como derecho escrito. Aunque no sea un texto constitucional ni una fuen-
te jurídica positiva, por su importancia es necesario señalar que ya Ha-
milton, en El federalista, defendió el derecho de los jueces de controlar la
constitucionalidad de las leyes basándose en la existencia de una “Cons-
titución  limitada”.  Los  tribunales,  escribió,  “han  sido  concebidos  como  
un   cuerpo   intermedio   entre   el   pueblo   y   la   legislatura,   con   la   finalidad,  
entre otras varias, de mantener a esta última dentro de los límites asig-
nados  a  su  autoridad”  por  lo  que  debían  ser  considerados  “baluartes  de  
una  constitución  limitada,  en  contra  de  las  usurpaciones  legislativas”.288
Después   de   la   ratificación   de   la   Constitución   por   las   convenciones   es-
tatales, es decir, posteriormente a 1789, ya en presencia de una ley fun-
damental escrita, los jueces norteamericanos dictaron varias sentencias,
que representan la consolidación en la práctica constitucional americana
del principio de supremacía judicial, y que aparecen como antecedentes a
la  producida,  en  medio  de  fuertes  conflictos  políticos,289 en 1803, dentro

287 Einaudi, Mario, Le origini dottrinali e storiche del controllo giudiziario sulla costi-
tuzionalita delle leggi, Italia, Universidad de Torino, 1931, pp. 32 y ss.; Catinella, Salva-
tore, La Corte Suprema Federale nel sistema costituzionale degli Stati Uniti d’America,
Padova, CEDAM, 1934, p. 200. Einaudi dice que si bien en la Constitución “non si
ritrova una parola sola che esplicitamente ammetta il principio del controllo della magi-
stratura  sull’attivita  legislativa”,  esta  facultad  “vi  e  invece  sottinteso  e  permea  di  se  tutta  
la  costituzione”.  En  otra  parte  de  la  misma  obra  con  gran  vehemencia  escribe  este  autor:  
“Cosi,  dai  capi  dei  partiti  avversi,  dai  fautori  e  dai  nemici  della  nuova  costituzione,  era  
stato  affermato  el  principio  della  «supremazia»  giudiziaria,  affermato  perche  esso  rap-
presentava  la  massima  difesa  dell’independenza  degli  stati  e  dei  cittadini,  il  mezzo  piu  
sicuro per costringere il sorgente leviatano dentro i limiti impostigli dei «poteri delegati»
e per mantenere intatte quelle norme di diritto naturale che nessun potere legislativo
avrebbe potuto impunemente violare. Unanimita incontrastata: perche nessuno, ne nella
convenzione  della  Virginia,  ne  in  altre,  si  alzo  mai  a  combattere  i  principii  che  venivano  
enunciati  sui  normali  compiti  futuri  della  nuova  magistratura  federale”  (pp.  37-­41  y  57).
288 Hamilton A. et al., op. cit., nota 122, pp. 332 y 333.
289 Blanco  Valdés,  Roberto  L.,  op. cit., nota 283, p. 144; Einaudi, Mario, op. cit., nota
287,  p.  44.  No  podemos  ahondar  en  el  tema  de  los  conflictos  surgidos  en  esta  época  entre  la  
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 73

del  célebre  caso  Marbury vs. Madison,  en  el  que  por  primera  vez  se  de-
clara  que  “una  ley  contraria  a  la  Constitución  es  nula”,  y  se  reconoce  el  
derecho a los jueces de no aplicar las leyes que consideraran inconstitu-
cionales,  basándose  en  la  supremacía  y  rigidez  de  la  Constitución,  en  el  
principio de división de poderes y en la existencia de un gobierno con
poderes limitados, incluido el Legislativo. Este poder de los tribunales,
consolidado  en  Estados  Unidos  precisamente  en  la  época  del  juez  John  
Marshall,  pasó  a  formar,  como  dijera  poco  después  Tocqueville,  “una  de  
las más poderosas barreras que se hayan levantado nunca contra la tiranía
de  las  asambleas  políticas”.290
En Europa, a pesar de que se puede presentar, como lo hemos hecho
arriba, un esquema cronológico del desarrollo de las instituciones de con-
trol constitucional, la verdad es que es muy difícil pensar en estas etapas
como una secuencia evolutiva, sobre todo si consideramos, como ha es-
crito Rubio Llorente, que su implantación es producto no de una evolu-
ción, sino de una revolución en el modo de entender la función judicial. 291
A los efectos del presente trabajo, sólo nos detendremos en el crecimien-
to  de  los  órganos  jurisdiccionales  durante  el  siglo  XX,  ya  que  en  la  cen-
turia  décimo  novena  y  debido  en  gran  parte  a  la  influencia  francesa,  estas  
instituciones fueron en Europa prácticamente ignoradas, aunque no se
nos  escapa  que  existen  algunos  antecedentes  tanto  en  las  ideas  (piénsese

administración del presidente Jefferson y el Poder Judicial. Sin embargo, es muy indicativo
de la situación política imperante en aquel momento la opinión de Brent, quien señala que
cuando se dictó la sentencia del caso Marbury vs. Madison “la atención que contemporá-
neamente se prestó a la discusión, se debía más a la desavenencia entre la administración
y el poder judicial que a la doctrina pregonada durante la causa, relativa al poder de la
Corte,  para  declarar  nulas  y  sin  valor  las  leyes  en  conflicto  con  la  Constitución…  Cuan-
do el fallo fue anunciado, en febrero de 1803, se concedió poca atención pública a las
discusiones sobre el poder y el deber de la Corte para considerar nulas y sin valor, y para
rehusar  la  aplicación,  de  las  leyes  en  discrepancia  con  la  Constitución”.  Brent  Swisher,  
Carl, El desarrollo constitucional de los Estados Unidos, trad. de H. Charny, Buenos
Aires,  Editorial  Bibliográfica  Argentina,  s/f.,  t.  I,  pp.  91,  95  y  96.
290 Tocqueville, Alexys de, La democracia en América, 2a. ed., trad. de L. R. Cuellar,
México,  FCE,  1996,  p.  110.
291 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del  derecho”,  La forma del poder, Madrid, CEC, 1993, p. 507; id., “La concepción de la
jurisdicción  constitucional  en  los  Estados  Unidos  y  en  Europa”,  Historia y pensamiento.
Homenaje a Luis Díez del Corral, Madrid, Eudema, 1987, p. 405. De una verdadera revo-
lución  también  habla  Rivero,  Jean,  “A  modo  de  síntesis”, en Tribunales constitucionales
europeos y derechos fundamentales, cit., nota 89, p. 664.
74 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

en  Sieyés,  quien,  al  decir  de  algunos  autores,  expone  la  primera  tentativa  
seria de establecer un control de constitucionalidad en Europa; el mismo
Jellinek,  con  su  exigencia  de  establecer  un  Supremo  Tribunal  Constitu-
cional para Austria en 1885, propuso el reconocimiento a los jueces de
dicha facultad o la creación de una jurisdicción con facultades de control
preventivo que decidiera, en el curso del procedimiento legislativo, de
lege ferenda,  acerca  de  la  constitucionalidad  de  las  leyes)292 como en las
instituciones  (por  ejemplo,  en  Alemania,  con  la  Constitución  del  28  de  
marzo  de  1849,  que  había  sido  concebida  como  una  instancia  de  amplias  
facultades, o la ley constitucional del 21 de diciembre de 1867 del Im-
perio austro-húngaro, que instituyó el Tribunal del Imperio dotado de
importantes atribuciones293  y  que  algunos  autores  han  calificado  como  el  
primer  intento  de  llevar  a  cabo  la  institucionalización  de  un  tribunal  consti-
tucional. Asimismo, no pueden olvidarse la Constitución alemana de 1871
o  la  suiza  de  1874  o,  en  otro  contexto,  las  leyes  fundamentales  de  varios  
países   de   Iberoamérica   que   introdujeron,   con   gran   entusiasmo,   no   sin  
importantes innovaciones fruto de varias tradiciones, la revisión judicial
por  el  influjo  de  los  Estados  Unidos  y  de  las  grandes  obras  de  la  época,  
tales como El federalista y La democracia en América),  lo  que  no  obsta  
para aceptar que, en general, como dice Favoreau citando a Rivero, en
esta  época  “el  control  de  constitucionalidad  de  las  leyes  era  en  el  dere-
cho  público  lo  que  el  western  y  la  comedia  musical  son  para  el  cine,  una  
especialidad  americana”.294
Sólo  el  fin  de  la  Primera  Guerra  Mundial,  con  el  advenimiento  de  regí-
menes  republicanos  y  demócratas  y  la  afirmación  de  lo  que  Guetzévitch  
denominó   “racionalización   del   poder”,   fue   testigo   del   establecimiento  
de “las primeras experiencias de regulación positiva del control de cons-
titucionalidad”   nacidas   de   las   exigencias   que   imponía   la   necesidad   de  
implantar mecanismos para proteger la distribución territorial. El pri-
292 Fernández  Segado,  Francisco,  “El  nacimiento  del  modelo  de  control  autónomo  de  la  
constitucionalidad  en  Europa.  (El  control  de  la  constitucionalidad  en  la  Europa  de  entre-
guerras)”,  La actualidad de la defensa de la Constitución,  México,  SCJN-­UNAM,  1997,  
pp. 34 y 35.
293 Al  respecto  véase  Öelingher,  Theo,  “L’evoluzione  della  giurisdizione  costituzio-
nale   in  Austria”,   Costituzione e giustizia costituzionale nel diritto comparato, Italia,
Maggioli, p. 38.
294 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  trad.  de  J.  J.  Fernández  Rodrí-
guez,  en  García  Belaunde,  D.  y  Fernández  Segado,  F.  (coords.),  La jurisdicción constitu-
cional en Iberoamérica,  Madrid,  Dykinson,  1997,  p.  99.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 75

mer   caso   significativo   es   el   Tribunal   Supremo   de   Weimar,   creado   por  


la Constitución del 11 de agosto de 1919, que se vio envuelto, como
ha  enseñado  Cruz  Villalón,  en  una  importante  polémica  heredada  de  la  
Constitución de 1871, sobre la posibilidad de que los jueces ejercieran
el  control  de  constitucionalidad  de  las  leyes,  que  se  saldó  hasta  1925  (en  
virtud de que no se establecía dicho control judicial expresamente, a pe-
sar de que el tema en su aspecto formal apareció y se debatió en la etapa
constituyente)  a  través  de  una  sentencia  (considerada  por  los  comentaris-
tas el Marbury vs. Madison  de  Weimar)  que  reconoció  dicha  facultad.295
Pero la importancia y trascendencia de la Constitución de Weimar en esta
materia  proviene  de  que  organizó  un  control  concentrado  de  constitucio-
nalidad de las leyes de los Länder ante el Tribunal Supremo atribuyendo
a sus decisiones efectos erga omnes.296 En el ejercicio de dicha facultad
se  ocupó  preponderantemente  de  conflictos  competenciales,  negándosele  
el control sobre la legislación federal, por lo que no podía controlar las
leyes federales ni las controversias constitucionales referidas a la orga-
nización  del  Estado;;  lo  que  hacía  que  sus  competencias  fueran  muy  limi-
tadas y que en la práctica ninguna ley fuera declarada inválida pese a las
fundadas dudas sobre su constitucionalidad saldándose su actividad en
resoluciones sobre casos sin ninguna trascendencia.297
Posterior y casi contemporáneamente, vendrían otros intentos de es-
tablecer el control de constitucionalidad de las leyes. El primero de ellos
en Checoslovaquia, con su Constitución de 1920, que incluyó un artícu-
lo que consagraba la supremacía constitucional; posteriormente, Austria
(1920),  que  instituyó  el  órgano  “de  más  vasta  influencia  y  actividad”,  y  
España  (1931),  cuyo  Tribunal  se  consideró  “un  progreso  definitivo”  en  
la materia. Sin embargo, estos tres tribunales, que surgieron, como dice
Mortati,  de  las  ilusiones  de  paz  y  hermanamiento  de  los  pueblos  que  la  
victoria de las naciones democráticas causaron en 1918, tuvieron una

295 La  polémica  derivó  del  artículo  70  de  la  Constitución  que  enunciaba:  “El  presiden-
te del Reich promulga las leyes elaboradas, de conformidad a las prescripciones de la
Constitución”.  Arnold, op. cit.,  nota  282,  p.  144.  Como  dice  Fernández  Segado:  “lo  que  
la  Constitución  no  había  contemplado,  sería  admitido  por  la  jurisprudencia”.  Fernández  
Segado, Francisco, op. cit., nota 292, p. 38.
296 Cruz  Villalón,  Pedro,  La formación del sistema europeo de control de constitucio-
nalidad, Madrid, CEC, 1987, pp. 77-96.
297 Loewenstein,  Karl,  Teoría de la Constitución, trad. de A. Gallego Anabitarte, Ma-
drid, Ariel, 1964, p. 316.
76 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

vida efímera y breve, resultó su experiencia muy reducida y de escasa


duración. El Tribunal checoslovaco apenas llegó a funcionar, ninguna
instancia legitimada impugnó ley alguna en sus años de existencia, sólo
efectuó el control preceptivo de disposiciones legislativas interinas y las
dos únicas impugnaciones de leyes que se presentaron no llegaron a re-
solverse desapareciendo desde el momento en que el sistema se inició.298
El Tribunal Constitucional austriaco, paradigma del sistema europeo,
como   lo   llama   Cruz   Villalón   por   su   eficacia   y   capacidad   de   funciona-
miento,  fungió  sobre  todo  como  árbitro  de  los  conflictos  surgidos  en  la  
Federación, y se desintegró en 1933 por el ascenso del autoritarismo.
El Tribunal de Garantías Constitucionales, regulado por ley orgánica en
1933,  tuvo  una  “existencia  fantasmal”,  desapareciendo  con  la  Guerra  Ci-
vil de 1936, que terminó con la misma República española.299
No podemos pasar por alto que ni en Checoslovaquia ni en Austria
ni en España se incluyó a nivel constitucional el “estatuto de control
de  constitucionalidad”,  lo  que  demuestra  la  existencia  en  esta  época  de  
una  confusión  bastante  extendida  “acerca  de  la  naturaleza  y  función”  del  
mismo.300  Es  decir,  en  estas  primeras  experiencias,  como  señala  Cruz  Vi-
llalón,  además  de  que  es  notorio  que  aún  no  estaba  definida  una  concep-
ción  sobre  la  naturaleza  de  esta  institución,  el  derecho  básico  de  control  
de constitucionalidad no tenía rango constitucional, optando los constitu-
yentes por una regulación fragmentaria e incompleta, relegando al legis-
lador  ordinario  su  “desarrollo”.301 Tampoco puede dejar de mencionarse
que en estos años la Constitución del Estado Libre de Irlanda de 1921
atribuyó   al  Tribunal   Supremo   la   facultad   de   apreciar   la   validez   consti-
tucional  de  las  leyes  al  igual  que  las  Constituciones  finlandesa,  rumana  
y   griega   de   1919,   1923   y   1927,   respectivamente.   En  América   Latina,  
las Constituciones de Chile de 1925, la de Uruguay de 1934 y la refor-

298 Cruz  Villalón,  Pedro,  “Dos  modos  de  regulación  del  control  de  constitucionalidad:  
Checoslovaquia  (1920-­1938)  y  España  (1931-­1936)”,  REDC, núm. 5, 1982, p. 139.
299 Aja, Eliseo, “Prólogo. El origen, la expansión y la transformación de los tribuna-
les  constitucionales  en  los  Estados  europeos”,  en  Aja,  E.  (ed.),  Las tensiones entre el
Tribunal Constitucional y el legislador en la Europa actual, cit.,  nota  83,  p.  XVII.  Ara-
gón  Reyes,  Manuel,  “La  justicia  constitucional  en  el  siglo  XX.  Balance  y  perspectivas  
en  el  umbral  del  siglo  XXI”,  La ciencia del derecho durante el siglo XX, cit., nota 262,
pp. 171 y 172.
300 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, pp. 362 y 407.
301 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 298, pp. 122, 123, 144 y 145.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 77

ma constitucional guatemalteca de 1935302 conforman una importante


aportación; sin embargo, es notorio en el origen de todas estas experien-
cias, como señala Rubio, la existencia de un enorme recelo “por la buena
y   simple   razón   de   que   la   jurisdicción   constitucional   es   una   institución  
absolutamente discordante con los presupuestos teóricos que están en la
base  de  toda  la  obra  de  las  constituyentes”.303
Es  necesario  preguntarnos  por  qué  en  Europa  no  se  aceptó  con  faci-
lidad la justicia constitucional. La respuesta está estrechamente ligada,
precisamente, a los presupuestos teóricos que servían de base a las insti-
tuciones estatales. Por ello, aunque sabemos que mucho se ha criticado el
carácter  estilizado,  ideal  o  alejado  de  la  realidad  del  “modelo”  liberal  del  
derecho,304 considerado por los más agudos comentaristas como “un fu-
gitivo  de  su  propia  realidad  histórica  y  social”,  debemos  comenzar  acer-
cándonos a sus características esenciales, ya que dicho arquetipo es el
recogido  en  los  documentos  jurídicos  de  la  época  y  el  punto  de  referencia  
de las construcciones doctrinales elaboradas en la misma.
En el modelo liberal los derechos fundamentales son concebidos como
anteriores  y  superiores  al  Estado  (preestatales  y  supraestatales),  y  se  con-
sidera  que  provienen  de  la  naturaleza  de  la  persona  individual,305 por lo
que el Estado ni los otorga ni los crea, sólo los reconoce y protege. Su
característica básica es que se trata, en principio, de derechos ilimitados
que  confieren  ámbitos  de  libertad  frente  a  cualquier  intromisión  por  par-
te del poder público. Como normas de distribución de competencias, 306
302 Fernández   Segado,   Francisco,   “La   jurisdicción   constitucional.   Nacimiento,   evo-
lución  y  perspectiva  actual”,  Revista General de Legislación y Jurisprudencia, Madrid,
núm. 5, 1989, p. 554.
303 Rubio  Llorente,  Francisco,  “Del  Tribunal  de  Garantías  al  Tribunal  Constitucional”,  
RDP, Madrid, núm. 16, 1982-1983, p. 33; Alcalá-Zamora, respecto al Tribunal de Ga-
rantías  Constitucionales  de  1931  apreciará,  de  forma  significativa,  que  su  creación  está  
rodeada  de  un  “culto  desbordado  al  parlamentarismo”.
304 Como  señala  J.  R.  Capella  refiriéndose  al  Estado  liberal:  “resulta  imposible  hablar  
directa y seriamente de algo que en puridad nunca se ha dado. El estado liberal apenas
existió.  Hay  un  modelo  de  estado  liberal  que  idealiza  una  experiencia  histórica  más  bien  
efímera  y  limitada...”.  Capella,  Juan  R.,  Fruta prohibida, Madrid, Trotta, 1997, p. 120.
305 Por  ello  se  dice  que  los  derechos  pertenecen  al  “individuo  aislado”.  Schmitt,  Carl,  
Teoría de la Constitución,  trad.  de  Francisco  Ayala,  Madrid,  Alianza  Universidad,  1992,  
pp. 169-174.
306 Zagrebelsky,  Gustavo,  “I  diritti  fondamentali  oggi”,  Materiali per una storia della
cultura giuridica,  1992,  vol.  XII,  núm.  1,  p.  189;;  Böckenförde,  Ernst-­Wolfgang,  “Teoría  
e  interpretación  de  los  derechos  fundamentales”,   Escritos sobre derechos fundamenta-
78 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

establecen el ámbito en que los individuos pueden desarrollar sus acti-


vidades sin obstáculos, y delimitan, de forma negativa, el campo ope-
rativo del Estado; como normas de comportamiento son una pretensión
de abstención y prohibición a la acción o intervención; como derechos
absolutos no tienen más límite que el respeto a los derechos de los otros
y   ningún   fin   puede   ser   asignado   a   su   ejercicio.307 La libertad burgue-
sa, como señala Hesse, era no política, una facultad de los particulares
para disponer de un espacio propio sin intromisiones del Estado, a quien
tampoco le interesaba el modo en que los individuos ejercieran su liber-
tad. En virtud de que los derechos se dirigían y estaban concebidos sólo
frente a la actuación de los poderes públicos, permanecían separados y
ajenos  a  la  asignación  de  posibles  objetivos,  fines  o  funciones,  inmunes  a  
cualquier  contenido  de  tipo  distributivo  y  no  estaban  garantizados  frente  
a  los  particulares.  Como  escribe  Habermas:  “las  relaciones  horizontales  
entre las personas privadas, sobre todo las relaciones intersubjetivas que
constituyen la práctica que los ciudadanos ejercitan en común, no tiene
para el esquema liberal de la división de poderes ningún efecto formador
de  estructuras”.308 Con esta noción de los derechos es como se pretende
asegurar la autonomía del individuo.
Para  hacer  realidad  la  promesa  de  la  protección  de  la  libertad  se  afir-
mó  el  “dogma”  de  la  separación  entre  Estado  y  sociedad.  Los  derechos  
eran garantías de libertad del individuo en la relación Estado-sociedad,
y la ley servía para delimitar las esferas jurídicas de ambas categorías.
Con ello se aseguraba el monopolio de la producción del derecho en el
legislador  y  la  regulación  de  las  relaciones  sociales  mediante  la  ley;;  ésta  
señalaba a los individuos esferas concretas de libertad “de acción en un
determinado  ámbito  material  o  vital”  de  acuerdo  con  el  principio  de  au-
tonomía y, al Estado, un ámbito restrictivo de actuación de acuerdo con
el llamado principio de distribución,309 por lo que las excepcionales in-
tervenciones en la esfera de libertad de los individuos únicamente podían
realizarse   con   el   objetivo   de   garantizar   la   autorregulación   social   y   con  

les”,  Alemania,  Nomos  Verlagsgesellschaft,  1993,  p.  48.  Recuérdese  también  al  respecto  
el artículo cuarto de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
307 Rivero, Jean, “Sobre la evolución contemporánea de la teoría de los derechos del
hombre”,  Anales de la Cátedra Francisco Suárez, núm. 25, 1985, p.190.
308 Habermas,  Jürgen,  op. cit., nota 11, pp. 318 y 319.
309 Schmitt, Carl, op. cit., nota 305, pp. 169-174.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 79

arreglo a una ley, eliminándose, así, cualquier intromisión no avalada por


la representación popular.
Dentro de esta construcción no es que fuera inexistente la intención de
lograr  el  bien  común,  sólo  que  éste  se  entendía  realizado  a  través  de  la  
acción individual y autónoma de los propios interesados y de forma in-
dependiente  del  Estado.  Como  explica  Grimm,  la  sociedad,  configurada  
de manera cuasinatural, devenía preeminente respecto al Estado y le co-
rrespondía  fijar  y  realizar,  con  sus  propias  y  espontáneas  fuerzas,  libre  de  
cualquier tipo de determinación externa, los objetivos de bienestar y jus-
ticia social, económicos y culturales, mediante la persecución autónoma
y voluntaria del bienestar individual, misma que conduciría de manera
natural  a  un  equilibrio  y  definición  de  intereses  comunes  entre  las  fuerzas  
sociales.  Por  ello  se  habla  de  autorregulación  social  de  los  conflictos  de  
intereses o de autofuncionamiento, autonomía y autarquía de la sociedad.
Al  Estado,  que  representaba  “la  fuente  de  todos  los  males  sobre  la  tierra”,  
“lo  artificial  y  arbitrario”,  sólo  le  quedaba  una  posición  instrumental  y  de-
rivada carente de cualquier responsabilidad en la procura del bienestar de
los ciudadanos; sus únicas funciones eran la eliminación de los obstáculos
que hicieran imposible la libertad de los individuos y el libre juego de
las   fuerzas   sociales,   la   garantía   de   las   condiciones   y   presupuestos   que  
posibilitaran  la  seguridad  interna  y  externa  ante  la  certeza  de  las  disfun-
cionalidades que podrían presentarse dentro de la propia sociedad, el es-
tablecimiento de reglas rectoras de las relaciones entre los particulares, y
su  represión  en  caso  de  violación,  y  evitar  las  amenazas  provenientes  de  
potencias extranjeras. El Estado debía “abstenerse de buscar el bienes-
tar  de  los  ciudadanos”,  no  estaba  obligado  a  procurar  la  realización  ni  la  
efectividad de los derechos ni de las condiciones sociales que los hicieran
posibles. El orden de la comunidad, considerado “un agregado de indi-
viduos”,  se  regulaba  y  estabilizaba  a  sí  mismo,  lo  que  hacía  superflua,  o  
casi  superflua,  la  existencia  del  Estado,  ya  que  la  no  regulación  de  las  re-
laciones sociales tendría como consecuencia el natural equilibrio social.
Como puede deducirse de lo anterior, la comunidad liberal era una “so-
ciedad volcada en la economía que mediante la satisfacción de las expec-
tativas  de  felicidad  privadas  de  ciudadanos  activos  habrían  de  garantizar  
un  bienestar  general  entendido  de  manera  apolítica”.
Así, se ha podido decir que el Estado liberal estaba construido desde
la negatividad; su papel era el de un simple, pero necesario “vigilante
nocturno”   de   la   sociedad,   que   cumplía   únicamente   funciones   políticas  
80 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de mantenimiento o restablecimiento del orden público general y que in-


tervenía  “sólo  en  caso  de  perturbaciones”310 o, como sucedió realmente,
cuando   los   “intereses   de   la   sociedad”   así   lo   demandaran.   Esta   concep-
ción era congruente con la doctrina del contrato social, que constituía el
principio de legitimación estatal, y con la idea de la existencia de un ente
neutral  carente  de  la  obligación  de  realizar  específicos  fines  políticos.  La  
sociedad,  abandonada  a  sus  propias  fuerzas,  no  sólo  estaba  separada,  sino  
en relación de supremacía respecto al Estado, y se gobernaba a sí misma.
Esta  sociedad  autoorganizada  y  despolitizada  estaba  regida  y  constituida,  
principalmente,   por   el   Código   Civil,   “auténtico   baluarte   de   la   libertad  
burguesa”,  que  contenía  “el  modelo  social  del  orden  jurídico”  y  expresa-
ba las bases de la relación Estado-sociedad y regulaba las relaciones en-
tre particulares desde el punto de vista de la libertad individual al margen
y por encima de las Constituciones.311  La  finalidad  de  toda  la  construc-
ción  liberal  era  que  a  través  de  la  autonomía  de  los  ciudadanos,  asegurada  
en  términos  de  derecho  privado,  el  libre  juego  de  los  fines  individuales  y  
de las decisiones tomadas con base en sus propias preferencias, surgieran
espontáneamente  “tramas  de  relaciones  sociales”  que  pudieran  conside-
rarse justas.312 Pero, como atinadamente aclara Neumann, en esta con-
cepción,   la   abstención   o   ausencia   del   Estado   no   significó   debilidad,   al  
contrario,  el  “Estado  liberal  mostró  siempre  la  fortaleza  que  le  exigieron  
la situación política y social y los intereses de la sociedad; sostuvo gue-
rras y aplastó huelgas; con la ayuda de armadas poderosas protegió sus
inversiones,  con  la  de  poderosos  ejércitos  defendió  y  extendió  sus  fron-
teras,  y  con  la  policía  restableció  la  paz  y  el  orden”.313

310 Grimm  señala  que  la  actividad  de  la  administración  “clásica”  tenía  las  caracterís-
ticas  de  ser  “reactiva,  bipolar  y  puntual”,  es  decir,  era  reactiva  en  cuanto  que  presuponía  
un  suceso  externo  calificado  como  perturbador;;  bipolar,  en  cuanto  que  la  actividad  se  res-
tringía a la relación entre el Estado y el elemento perturbador; y, puntual, pues se agotaba
en la eliminación de tales perturbaciones. Cit.  por  Habermas,  Jürgen,  op. cit., nota 11, p.
516.  Véase  la  referencia  concreta  de  estas  características  en  Grimm,  Dieter,  “Evolución  
de  las  tareas  del  Estado  y  crisis  del  Estado  de  derecho”,  trad.  de  A. López  Pina,  en  López  
Pina,  A.  (ed.),  Democracia representativa y parlamentarismo, cit., nota 88, p. 51.
311 Hesse, Konrad, Derecho constitucional y derecho privado,   trad.   de   I.   Gutiérrez  
Gutiérrez,  Madrid,  Civitas,  1995,  pp.  35-­38.
312 Habermas,  Jürgen,  op. cit., nota 11, p. 243.
313 Neumann,  Franz,  “El  cambio  en  la  función  de  la  ley  en  la  sociedad  moderna”,  El
Estado democrático y el Estado autoritario, Argentina, Paidós, 1968, p. 30. Como escri-
be Kammler: el Estado liberal era supuestamente un Estado vigilante, pero la verdad es
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 81

En las funciones y características atribuidas a la ley podemos iden-


tificar  la  idea  de  sociedad  configurada  en  el  Estado  liberal;;  su  función  
será articular las libertades de todos entre sí y delimitar las esferas ju-
rídicas del Estado y la sociedad. Como obra de la voluntad general,
crea  y  conforma  los  derechos  de  los  ciudadanos,  configura  y  regula  las  
relaciones  sociales  y  determina  el  funcionamiento,  organización  y  com-
petencias de los poderes públicos. La idea central era la inexistencia de
la libertad sin ley. Los únicos derechos que existen son los que derivan
de la ley, por lo que sólo ella podía limitarlos y regular los poderes exis-
tentes dentro del Estado.314
La   ley,   además   de   la   garantía   política   de   su   “origen   especial”   y   de  
haber sido dictada por la representación popular, “autoridad que se halla
por encima de las demás autoridades estatales y cuya voluntad domina
a  cualquier  otra  dentro  del  Estado”,  poseía  ciertas  características  semán-
ticas  esenciales  dirigidas  a  garantizar  la  libertad  y  la  persecución  de  ob-
jetivos sociales comunes: la generalidad, cualidad central, básica, sin la
cual, como explica Schmitt, el Estado de derecho desaparecería, abarca
la   materia   y   la   voluntad   que   la   establece   (generalidad   del   objeto   y   del  
sujeto  como  diría  Rousseau)  y  expresa  la  preeminencia  de  la  ratio sobre
la voluntas;;  esta  característica  presupone,  como  noción  “inmanente”,  la  
igualdad  de  todos  los  individuos  frente  a  la  ley  que  significa  no  sólo  estar  
sometidos   todos   a   las   mismas   leyes,   sino,   también,   “protección   contra  
quebrantamientos,  dispensas  y  privilegios”.315 La generalidad de la ley
conduce de forma natural a la igualdad, advierte de su estrecha relación
con el entendimiento de los derechos como normas o libertades negati-
vas316 e implica la exclusión de particularidades, por lo que puede enten-

que  era  tan  fuerte  “como  lo  exigía  la  situación  política  y  social  en  interés  de  las  clases  
dominantes”.  Kammler, Jörg, “El  Estado  social”, cit., p. 94.
314 La idea está articulada con suma precisión en García de Enterría, Eduardo, “La
democracia  y  el  lugar  de  la  ley”,  REDA, Madrid, 1996, núm. 92, p. 613; Fioravanti, Mau-
rizio,  Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las Constituciones, trad. de M.
Martínez  Neira,  Madrid,  Trotta,  1996,  p.  40.
315 Schmitt, Carl, op. cit., nota 305, pp. 152, 159 y 162.
316 Las normas de derechos eran consideradas normas de defensa ya que mediante
ella se pretendía la protección de la libertad ciudadana en el sentido de estatus negativo.
Starck,   Christian,   El concepto de ley en la Constitución alemana,   trad.   de   L.   Legaz   y  
Lacambra,  Madrid,  CEC,  1979,  p.  132.  También  F.  Neumann  señala  la  relación  entre  la  
generalidad de la ley y la concepción negativa de los derechos, op. cit., nota 313, p. 37.
82 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

derse  que  sólo  podía  tener  como  objeto  cuestiones  de  interés  universal  
para la comunidad. La Ley sería general por provenir de una voluntad
general, por su tendencia a la igualdad, es decir, por ser la misma para
todos317 y no tener determinados los sujetos a quienes se dirige ni indi-
vidualizados  los  supuestos  de  aplicación,  ya  que,  como  escribía  Schmitt,  
ante un mandato particular no hay igualdad ninguna, o, como decía Rous-
seau, no hay voluntad general sobre un objeto particular. En la generali-
dad de la ley se agota el contenido de la igualdad jurídica y toda la carga
de legitimación del derecho. Dicha igualdad traería como consecuencia
un equilibrio en la libertad de todos los individuos dentro del Estado. De
ahí que la idea de las libertades penetre en el instrumento mismo de la
determinación popular. Otra característica básica de la ley, la abstracción
o formulación sobre hechos no determinados concretamente, sino sólo de
forma  hipotética,  lleva  consigo  la  idea  de  estabilidad  o  permanencia,318
la  normalización  de  expectativas  de  comportamiento  y  al  aseguramiento  
de consecuencias ciertas. Estas características, como fácilmente se puede
apreciar, implican cualidades puramente formales; en cuanto al fondo, la
ley  “no  se  caracteriza  ni  por  su  materia,  ni  por  la  naturaleza  intrínseca  de  
sus  prescripciones”,  por  ninguna  condición  sustancial  (era  ley  lo  que  el  
Parlamento  creaba),  lo  que  significaba  que,  como  escribe  Habermas,  con-
forme a la lectura liberal su legitimidad se debía no a su procedimiento de
creación, sino a su forma gramatical.
Como  señala  Schmitt,  el  concepto  de  libertad  característico  de  la  épo-
ca  está  contenido  en  la  noción  de  ley;;  ésta,  además  de  ser  expresión  de  la  
voluntad popular y acto de autodeterminación de la sociedad, era el ins-
trumento  más  adecuado  para  garantizar  la  libertad  individual,  por  lo  que  
cualquier  intervención  en  ella  debía  realizarse  mediante  norma  general  y  
ser excepcional, “calculable, mensurable y controlable con arreglo al su-
317 Recuérdese  en  este  sentido  el  artículo  4  de  la  Declaración  de  Derechos  de  1789:  
“La  ley  es  la  expresión  libre  y  solemne  de  la  voluntad  general;;  es  la  misma  para  todos...”.  
Estas  ideas  también  se  encuentran  en  las  posteriores  constituciones  francesas,  principal-
mente, en la de 1793. En el mismo sentido las palabras de Rousseau: “Cuando digo que
el objeto de las leyes es siempre general, entiendo que la ley considera a los súbditos en
cuanto cuerpos, y a las acciones como abstractas, nunca a los hombres como individuos,
ni a las acciones como particulares. Así la ley puede decretar que habrá privilegios, pero
no  puede  concederlos  específicamente  a  nadie...en  una  palabra,  toda  función  que  se  rela-
cione  con  algo  individual  no  pertenece  al  poder  legislativo”.  Rousseau,  Juan  Jacobo,  El
contrato social, Madrid, Biblioteca Edaf, 1982, p. 37.
318 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., notas 42 y 306, pp. 29 y 190, respectivamente.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 83

puesto  y  contenido”.319 Por ser condición de existencia, fundamento, me-


dida  y  garantía  de  los  derechos,  la  efectividad  de  éstos  dependería  de  su  
desarrollo  legislativo,  lo  que  implicaba  que,  como  escribía  Anschütz,  no  
podían ser considerados efectivamente vinculantes sino directivas para
emanar leyes. Al ser la ley la principal fuente del derecho, y de los dere-
chos,  éstos,  como  dice  Aragón,  no  eran  facultades  constitucionales,  sino  
legales, y la Constitución no era fuente de la libertad, sino del poder, de
la que no emanaban derechos, sino competencias de los poderes públi-
cos.320 Como escribe Preuss, los derechos no eran obstáculos a la legisla-
ción  ni  al  bienestar  público,  no  garantizaban  una  ordenación  jurídica  que  
pudiera imponerse al legislador, sólo constituían obligaciones políticas.
Para   decirlo   con   Zagrebelsky,   los   derechos,   al   identificarse   con   la   ley,  
podían  ser  protegidos  por  ella,  pero  no  contra  ella,  no  garantizaban  una  
ordenación  jurídica  frente  al  legislador,  ya  que,  además  de  que  éste  tenía  
la última palabra en materia de derechos y libertades, se consideraba que
su actuación era natural y necesariamente justa, que la ley era “legítima
por  definición”,  por  encarnar  la  voluntad  general321 y ser producto de ac-
tos de autodeterminación de los ciudadanos. Al ser el Parlamento el lugar
de formación de la voluntad popular, la ley era considerada naturalmente
recta, infalible, legítima, correcta, siempre buena. Desde este punto de
vista,  el  problema  no  era  limitar  al  legislador,  sino  afirmar  su  autoridad,  
ya  que  cuanto  “más  fuerte  es  el  legislador  mejor  refleja  la  voluntad  gene-
ral y, en consecuencia, más seguras están las libertades y derechos”.322
Esta  organización,  fundada  en  la  reserva  de  ley  “racionalmente  ade-
cuada”,  dirigida  al  despliegue  de  la  actividad  privada,  que  confiaba  la  
realización   de   la   libertad   a   la   autogestión   de   la   ciudadanía,   que   tenía  
como  instrumento  principal  a  la  ley  y  como  finalidad  la  garantía  de  los  
derechos ante la administración, implicaba la total reducción del dere-
cho  a  la  ley  y  por  consiguiente,  como  explica  Zagrebelsky,  la  reducción  
319 Schmitt, Carl, op. cit., nota 305, p. 179.
320 Aragón,   Manuel,   “Constitución   y   derechos   fundamentales”,   Estudios de derecho
constitucional. Homenaje al profesor Rodrigo Fernández-Carvajal, Universidad de
Murcia,  1997,  t.  I,  p.  94.  Como  decía  Anschütz,  la  Constitución  “no  representa,  respecto  
a la ley ordinaria, una norma de rango superior a la que aquellas instancias que aplican el
derecho  debieran  obedecer  antes  que  a  la  ley”.
321 La  reflexión  en  este  sentido  es  de  clara  influencia  roussoneana,  pues  para  el  ginebrino  
las leyes, como expresión de la voluntad general, no pueden ser injustas, “es imposible que
el  cuerpo  quiera  perjudicar  a  sus  miembros”.  Rousseau,  Juan  J.,  op. cit., nota 317, p. 59.
322 Fioravanti,  Maurizio,  op. cit., nota 314, p. 73.
84 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de los derechos y de la justicia a la misma. En virtud de esto podemos


señalar,   con   Fioravanti,   que   la   ley,   “clarividente   y   ciega”   es,   en   esta  
época,  el  punto  de  encuentro  entre  el  individualismo  contractualista  y  el  
estatalismo propio del momento. A la imagen acuñada por el individua-
lismo de la preestatalidad de los derechos y su origen natural, se suma
y sobrepone la imagen de la ley como instrumento que no sólo los reco-
noce,  sino  que  también  les  otorga  existencia  y  efectividad.  Hay  un  nexo  
inescindible entre ley y derechos, que sostiene la primacía de aquella
sobre  éstos  y  que  podía  cumplirse  por  la  simplicidad  de  las  funciones  
atribuidas al Estado.
Sobre  esta  concepción  (el  derecho  es  la  ley,  ambas  se  identifican)  se  
levanta toda la construcción institucional del Estado de derecho. La po-
sición de supremacía jerárquica del Parlamento como representante de la
soberanía  del  pueblo  y  la  “virtud  superior  inherente”  a  la  ley  encontraban  
expresión en una rígida división de poderes y en las competencias y fun-
ciones subordinadas de la administración y los jueces, quienes venían a
ser agentes o funcionarios que recibían sus poderes de la ley general. La
separación   de   poderes   sólo   era   una   técnica   de   organización   del   Estado  
que permitía “asegurar la supremacía del Poder Legislativo —expresión
de   la   voluntad   popular—   sobre   el   Ejecutivo   y   el   Judicial”.323 En otras
palabras, como todas las actividades estatales estaban dominadas por la
fuerza  especial  de  la  ley,  la  división  de  poderes  no  era  sino  el  reflejo  de  un  
desequilibrio a favor del Legislativo, que ejercía funciones de “dirección
y  control”  y  regulaba  la  distribución  de  competencias  entre  los  órganos  
del Estado como consecuencia de ser considerada una autoridad superior
a cualquiera otra dentro del mismo. En este sistema estatal, la separación
entre el legislador y los otros órganos constitucionales no sólo es produc-
to de una graduación jerárquica de poderes, sino de la consideración de
que  éstos  estaban  investidos  de  diversa  naturaleza.324 No en vano se ha
dicho  que  la  división  de  poderes  se  configuraba  como  “guardián”  de  la  
ley325 o, es más, que no existía realmente, ya que se diluía en el predomi-
nio de un solo poder. Por ello se habla de la existencia de una concepción
monista  (que  tiene  en  el  centro  la  pregunta  sobre  quién  es  el  soberano  y  

323 Baratta, Alessandro, op. cit., nota 49, p.122.


324 Carré  de  Malberg,  R.,  “La  garanzia  giurisdizionale  della  Costituzione”,   cit., nota
125, pp. 221 y 222.
325 Otto Mayer, Derecho administrativo alemán, trad. de H. Heredia y E. Krotoschin,
Buenos Aires, Depalma, 1949, t. I, p. 91.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 85

cómo  puede  ejercitar  su  poder)  en  donde  uno  de  los  órganos  gozaba  de  
un  poder  originario,  “esencialmente  único”,  y  los  demás  ejercitaban  úni-
camente funciones derivadas.
En virtud de lo anterior, para que la actuación de la administración se
considerara legítima debía sujetarse a la norma general establecida por
los representantes populares. La administración no podía hacer nada que
no  estuviera  definido  en  la  ley,  producto  de  la  voluntad  y  consentimiento  
de  la  nación.  Como  escribió  Carré  de  Malberg,  los  agentes  administrati-
vos, en todos sus grados de jerarquía, únicamente “pueden querer y es-
tatuir”  mientras  invoquen  una  ley,  para  ellos  no  existe  campo,  general  o  
particular, dentro del cual puedan tener enteramente libertad de acción si
no es en ejecución de las leyes o en virtud de un poder legal.326 La lega-
lidad  transmite  legitimidad  al  funcionamiento  de  la  administración;;  ésta  
no podía intervenir en la esfera de libertad del individuo ni contra una ley
ni sin fundamento legal, lo que demuestra que todo el sistema jurídico
estaba llamado a la defensa de la libertad, pero siempre frente a las in-
tervenciones de la única instancia que podía violarlos: la administración.
Esto supone, asimismo, la existencia de una contraposición conceptual
entre poder y derecho, entre el campo en el que podía actuar la adminis-
tración y el campo de la libertad, que era el terreno de la sociedad y, por
tanto, del legislador.327
En   esta   época   existe   una   separación   radical   entre   creación   y   aplica-
ción del derecho, entre las funciones desempeñadas por el legislador y
las  realizadas  por  los  jueces;;  estos  últimos  también  estaban  atados,  en  el  
proceso de toma de decisiones, por la absoluta racionalidad de la ley y
la incondicional legitimidad del legislador, como la llama Bobbio. Por
su posición dentro del sistema, sólo extraían de las normas legales las
soluciones  a  los  casos  que  se  les  planteaban,  respetando  los  valores  sisté-
micos  básicos:  la  certeza  y  seguridad  jurídica.  Considerados  verdaderos  
“esclavos  de  la  ley”,  como  los  denominaba  Voltaire,  debían  limitarse  a  su  
aplicación escrupulosa y rigurosa y ceñir sus decisiones al sentido literal
de  sus  palabras;;  es  decir,  a  una  función  exclusivamente  mecánica  o  téc-
nica, quedándoles prohibida su interpretación, debido a que, además de

326 Carré  de  Malberg,  R.,  Teoría general del Estado, 2a. ed., trad. de J. Lión Depetre,
México,  FCE-­UNAM,  1998,  pp.  339-­343.
327 Una  explicación  sumamente  clarificadora  de  este  “dualismo  conceptual”,  Otto,  Ig-
nacio de, op. cit., nota 2, pp. 131 y 132.
86 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

algunas  razones  históricas  que  produjeron  una  gran  desconfianza  hacia  


este cuerpo, considerado un conjunto de funcionarios estatales enemigos
de la unidad política de la nación por su origen aristocrático, un juicio
sobre ella implicaría un atentado a la soberanía del Parlamento, único ór-
gano legitimado para aclarar o interpretar el sentido de las normas, y una
violación  a  la  idea  de  que  la  ley  tenía  un  significado  unívoco  que  conte-
nía  todo  el  derecho  capaz  de  cubrir  cualquier  laguna  que  pudiera  surgir  
dentro del ordenamiento.
El  juez  aparece  como  un  autómata  sujeto  estrictamente  a  la  ley  de  don-
de derivaba la legitimidad de sus funciones; sus decisiones debían basar-
se exclusivamente en las normas generales dictadas por el legislador, por
lo que no ejercitaba un poder originario, sino derivado. En este sistema
“cerrado,  unificado  y  completo”,  su  única  función  era  la  de  aplicación.  
Como el legislador era el dueño y creador de todo el derecho, hasta en
sus  más  pequeños  detalles,  éste  sólo  podía  ser  aplicado  por  el  juez  de  ma-
nera lógica, en cualquier tiempo sin que fuera necesario, por ello mismo,
que   tuviera   alguna   especial   preparación   científica;;   sus   funciones   eran  
meramente  “cognoscitivas”,  basadas,  como  visualizó  Neumann,  en  una  
“teoría  fonográfica”  íntimamente  relacionada  a  determinada  teoría  de  la  
separación de poderes. Esta sujeción de los jueces a la ley y su reducción
a simples operadores mecánicos de la misma, situación que no era vista
como negativa por los propios jueces, ya que por su formación, mentali-
dad  y  proveniencia  social,  éstos  no  podían  pensar  que  la  ley  se  aplicara  
de otra forma, sino de manera literal, tenía como fundamento el orden
institucional general creado para la salvaguarda y garantía de los dere-
chos,  y  como  objetivo  político  e  ideológico  comprometer  al  juez  “con  el  
proyecto revolucionario en la lucha contra el absolutismo real y en la de-
fensa  de  los  valores  propugnados  por  el  Estado  liberal  de  derecho”.328
El  juez  era  un  defensor  de  la  ley,  al  grado  de  que  se  crearon  institucio-
nes como el reféré legislatif,  que,  como  se  sabe,  establecía  que  cada  vez  
que  los  jueces  tuvieran  duda  sobre  el  significado  de  un  texto  legal  debían  
dirigirse   al   órgano   legislativo   para   que   éste   mediante   un   decreto   diera  
la  interpretación  válida  y  auténtica  del  mismo.  Precisamente  el  Tribunal  
de  Casación  se  creó,  como  enseña  Pizzorusso,  para  asegurar  el  respeto  
a la voluntad del legislador como órgano de control comisionado por el

328 Aparisi  Miralles,  Ángela,  “Notas  sobre  la  jurisprudencia  como  fuente  del  derecho”,  
AFD,  Madrid,  núm.  IX,  1992,  pp.  251  y  252.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 87

Parlamento,329 o, como dicen los textos jurídicos, para asegurar la exacta


observancia y uniforme interpretación de la ley y que cada órgano del
Estado se mantuviera en su órbita de competencias, y, en consecuencia,
para que los órganos judiciales no invadieran la esfera del legislador.
Como observa Cappelletti, precisamente por estas funciones se propuso
que dicho Tribunal “fuese designado como Conseil national pour la con-
servation des lois, un nombre que habría indicado, con mayor precisión,
su prístina labor, de impedir, utópicamente, que la interpretación de las
leyes entrase en la esfera de un órgano perteneciente a un poder diverso
del legislativo”.  Esta  Corte  de  Casación  garantizaba  al  Poder  Legislati-
vo  de  cualquier  injerencia  del  Judicial,  lo  que  reflejaba,  por  un  lado,  la  
desconfianza  en  la  actividad  interpretativa  y  creadora  de  los  jueces  y,  por  
otro,  la  confianza  en  la  ley  como  reguladora  de  toda  la  vida  social. 330
Así se pretendía suprimir todo intento por parte de los jueces de inter-
pretar  las  leyes,  juzgarlas  o  competir  con  ellas;;  su  función  se  limitaba  a  

329 Como  consignaba  la  ley  de  organización  judicial  de  1790:  “Los  tribunales  no  po-
drán participar ni directa ni indirectamente en el ejercicio del poder legislativo; ni impe-
dir  ni  suspender  la  ejecución  de  los  derechos  del  cuerpo  legislativo”.  También  en  Italia,  el  
Estatuto Albertino recogió este principio en su artículo 73: “la interpretación de las leyes
con  carácter  vinculante  para  todos  corresponde  exclusivamente  el  poder  legislativo”.  Cit.
por  Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit.,  nota  84,  p.  405.  También  en  México  se  aplicó  esta  
práctica.  En  las  entidades  federativas,  nos  informa  González  Oropeza,  el  Poder  Judicial  
no podía interpretar o suspender la aplicación de las leyes y cualquier duda que surgiera
al respecto debía hacerse del formal conocimiento del Congreso del Estado, por conducto
del gobernador sin que el Poder Judicial pudiera plantearlo directamente al Legislativo.
Hubo estados de la República incluso, que llegaron a sancionar con la remoción de la
autoridad  si  ésta  se  atrevía  a  interpretar  la  ley,  así  como  a  multar  a  los  particulares  que  
indujesen  la  interpretación  de  la  misma  por  autoridad  distinta  de  la  legislativa.  González  
Oropeza,  Manuel,  “La  interpretación  constitucional  en  México”,  Vázquez,  R.  (comp.),  
Interpretación jurídica y decisión judicial,  México,  Alfaguara,  1998,  pp.  240  y  241.
330 Son ilustrativas al respecto las siguientes palabras de Robespierre: “En un Estado
que tiene una Constitución, una legislación, la jurisprudencia de los tribunales no es otra
cosa que la ley...si una autoridad distinta del legislador podría interpretar las leyes, ella
elevaría  su  voluntad  por  encima  de  la  del  legislador”.  Pero  más  allá  de  este  control,  la  
interpretación  de  la  ley  era  impensable  para  el  propio  juez,  ya  que  “si  la  ley  pudiera  ser  
interpretada, ampliada o aplicada según la determinación de una voluntad particular, el
hombre ya no estaría bajo la salvaguardia de la ley sino bajo el poder del que la interpreta
o  la  amplía”.  Las  citas  provienen  de  Brewer-­Carías,  Allan  R.,  “Control  de  constitucio-
nalidad.   La   justicia   constitucional”,   en   García   de   Enterría,   E.   y   Clavero  Arévalo,   M.  
(dirs.),  El  derecho  público  de  fines  de  siglo…,  cit., nota 75, p. 547; Senese, Salvatore,
“Democracia  pluralista,  pluralismo  institucional  y  gobierno  del  poder  judicial”,  trad.  de  
P.  Andrés  Ibáñez,  Corrupción y democracia, Madrid, Trotta, 1996, p. 50.
88 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

administrar justicia legal, a ser, como escribió Montesquieu: “la boca que
pronuncia  las  palabras  de  la  ley”  y,  en  ese  sentido,  un  “poder  nulo”.  En  
otro  contexto,  pero  en  la  misma  época,  el  propio  Marshall  escribió  que  
el Poder Judicial “no tiene en ningún caso voluntad propia... La facultad
judicial  nunca  se  ejerce  con  el  fin  de  dar  efecto  a  la  voluntad  del  juez;;  
pero si para dar efecto siempre a la voluntad de la legislatura; o, en otras
palabras,  a  la  voluntad  de  la  ley”.331 Los jueces debían seguir la letra de
la ley; no podían innovar o crear nada que no estuviera contenida en la
misma  ni  moderar  su  fuerza  o  rigor  ni  ser  un  auténtico  poder.  Sólo  serían  
un instrumento con la función de declarar o pronunciar el valor y signi-
ficado  de  la  ley.
De esta forma, como escribe Tarello, se consagra la exaltación de la
ley  y  la  “esterilización  política”  o  abatimiento  del  Poder  Judicial. 332 Afec-
tado  por  una  debilidad  congénita,  fue  colocado  en  condición  de  inferiori-
dad en relación con los otros poderes; funcionaba como órgano auxiliar
de la asamblea legislativa y sólo le correspondía asegurar la aplicación de
la ley.333  Y  fue  precisamente  garantizar  que  el  juez  se  limitase  a  la  sim-
ple  aplicación  de  las  leyes  la  razón  por  la  que  se  le  impuso  la  obligación,  
entre  otras,  de  motivar  las  sentencias  que  dictase,  de  modo  que  éstas  real-
mente  aparecieran  como  la  particularización  de  la  ley  al  caso.334 Lo que
demuestra  que  no  sólo  a  nivel  doctrinal  el  juez  apareció  como  “la  boca  
que  pronuncia  las  palabras  de  la  ley”,  sino  que  dicha  concepción  también  
fue  institucionalizada.
Toda  esta  construcción  conducía  a  la  reducción  de  la  función  del  juez  
a un autómata en la aplicación de normas, y la de todo el derecho a una
ley  formal  en  la  que  no  podía  haber  más  interpretación  que  la  realizada  
por el legislador. Ante este modelo, la competencia judicial de revisar la
constitucionalidad de las leyes era impensable; no sólo porque la volun-
tad  expresada  en  la  ley  se  consideraba  necesariamente  justa,  sino  también  
porque  al  juez  le  estaba  prohibido  interferir  en  la  actividad  del  legislador.  

331 Cardozo,  Benjamín  N.,  La función judicial,  trad.  de  V.  Cisneros  y  L.  Pereznieto,  
México,  Pereznieto  Editores,  1996,  p.  87.
332 Hauriou, Maurice, Principios de derecho público y constitucional,  trad.  de  C.  Ruiz  
del Castillo, Madrid, Reus, 1927, p. 346.
333 Carré  de  Malberg,  R.,  op. cit., nota 125, p. 218.
334 García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 314, pp. 615-617. Se produjo el intento,
señala este autor, de separar en dos planos incomunicables la estructura del derecho: uno
material y político, y otro meramente mecánico.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 89

La   limitación   de   éste   a   través   de   un   control   jurisdiccional   hubiera   sig-


nificado  la  imposición  de  un  control  externo  de  su  obra  y,  por  tanto,  la  
alteración radical del sistema político imperante.
Como puede observarse, y advierte De Otto, la ley no sólo se im-
pone  al  Ejecutivo  y  al  juez  desde  el  punto  de  vista  negativo,  sino  que  
regula sus actividades, establece sus competencias y genera todos sus po-
deres. Considerando esta construcción teórica, Habermas, quien sigue
a Husserl, describe la distribución de competencias entre los órganos
del Estado desde la perspectiva temporal de las decisiones colectivas: la
actividad del Poder Judicial, en virtud de su sólida vinculación a las deci-
siones del legislador expresadas en el derecho legal, es acción orientada
al pasado. El legislador toma decisiones que ligan la acción futura, y la
administración hace frente a problemas que apremian a la actualidad.335
Gallego Anabitarte, por su parte, siguiendo a Kant, ha escrito que los tres
poderes, desde esta construcción jurídica, se corresponden con las pro-
posiciones  de  un  razonamiento  lógico:  la  ley  sería  la  premisa  mayor,  la  
menor sería la subsunción bajo la ley; es decir, el Ejecutivo dictando re-
glamentos, y la conclusión sería la sentencia.336 Desde la misma perspec-
tiva, otros autores han distinguido diferentes ámbitos de legitimación: el
que corresponde al legislador, que estaría en el campo de la legitimación
política, y el de los órganos ejecutores, a quienes les correspondería el
ámbito de la legitimación legal.
Toda esta construcción era posible porque el derecho del Estado libe-
ral  clásico  era  producto  de  una  clase  homogénea,  perfectamente  “acotada  
y   delimitada”   que   encontraba   su   espacio   de   expresión   en   el   Parlamen-
to por la existencia del sufragio censitario o restringido. Mediante este
instrumento se aseguró la homogeneidad de la base social del Estado y
la expresión de los intereses de esa sociedad unitaria. En el Parlamento
“se  alojaron”  únicamente  los  grupos  y  facciones  de  la  clase  dominante,  
haciendo  de  su  organización  un  auténtico  “consejo  de  administración  de  
la  burguesía”;;  una  verdadera  “asamblea  de  notables”,  y  de  su  funciona-
335 Habermas,  Jürgen,  op. cit., nota 11, p. 318. La misma referencia en Rodota, Ste-
fano,  “La  promesa  de  los  derechos”,  trad.  de  F.  Hinestrosa,  Revista Jurídica, Colombia,
núm.  1,  1992,  p.  27;;  Bouzat,  Gabriel,  op. cit., nota 242, p. 282.
336 Carreras, Francesc de, “La ley en el constitucionalismo y en la Constitución Es-
pañola”,  RFDUCM, Madrid, núm. 15, 1989, p. 294. Para Hegel, el poder de legislar y
establecer lo universal lo detentaba el Poder Legislativo y la subsunción bajo lo universal
de las esferas particulares y los casos individuales eran parte del poder gubernativo. Cabo
Martín, Carlos de, Sobre el concepto de ley, Madrid, Trotta, 2000, p. 18.
90 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

miento,  como  dice  Ostrogorsky,  “el  juego  favorito  de  un  grupo  selecto”.  
Si  bien  la  Constitución  garantizaba  la  esfera  privada  de  todos  los  indivi-
duos, la participación y, por tanto, la libertad política estaban reservadas
a un grupo privilegiado. Había, como se ha dicho, una vinculación ge-
nética  entre  institución  representativa  y  clase  social.  En  este  sentido,  la  
ley era la principal garantía de los valores, intereses y poderes de las cla-
ses sociales políticamente activas. La participación exclusiva de una sola
clase  dentro  del  Parlamento  garantizaba  que  la  ley  poseyera  contenidos  
determinados  y  garantizara  ciertos  intereses.  El  derecho  y  los  derechos  
constituían  “un  arreglo  social  monodimensional”.  Por  ello  se  puede  decir  
que  la  organización  política  decimonónica  se  caracterizaba,  como  escribe  
Zagrebelsky,  porque  una  de  las  partes,  la  que  constituía  la  sociedad,  la  
más  interesada  en  la  “corrección  del  sistema”,  permanecía  fuera  del  Es-
tado,  neutralizada,  clandestina,  sin  posibilidad  de  expresión,  excluida  de  
las decisiones políticas y sin poder participar en el diálogo político, y la
que lograba expresarse coincidía fundamentalmente en sus orientaciones
e intereses encontrando su consagración en la ley. Una sociedad política
“monista”  o  “monoclase”,  oligárquica,  que  poseía  el  monopolio  político  
y legislativo como era la sociedad liberal, determinaba el contenido y las
condiciones de la legislación,337 que, dada la calidad de los participantes,
sus   afinidades   ideológicas   y   su   comunidad   de   intereses,   garantizaba   la  
adhesión del legislador a los principios jurídicos que daban fundamento
a  la  sociedad  liberal.  Como  enseña  Böckenförde,  los  ciudadanos  y  la  so-
ciedad no tenían ninguna participación en el poder político de decisión ni
posibilidad  alguna  de  influir  activamente  en  ese  poder.  Son  estas  carac-
terísticas de la sociedad liberal las que hacían inviable y políticamente
imposible una garantía a favor de la Constitución contra la injusticia de
las  leyes.  El  Poder  Judicial  era  considerado  un  “poder  nulo”  porque  no  
representaba a ninguna clase social, era “totalmente ajeno de los intere-
ses  de  clase  del  Estado”.338  Además,  como  afirma  Neumann,  el  monopolio  
de  la  creación  de  la  ley  por  parte  del  Parlamento,  la  afirmación  de  que  los  
jueces y los órganos administrativos únicamente pueden aplicar las leyes
“es  una  ilusión  que  sirve  también  para  negar  la  capacidad  de  crear  leyes  a  
las  fuerzas  extraparlamentarias”.339

337Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 42, pp. 31 y 32.


338Solozábal   Echavarría,   Juan   J.,   “Sobre   el   principio   de   la   separación   de   poderes”,  
REP, Madrid, núm. 24, 1981, p. 223.
339 Neumann,  Franz,  op. cit., nota 313, p. 45.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 91

Es  después  de  terminada  la  Segunda  Guerra  Mundial  cuando  se  conso-
lidan  importantes  cambios  en  la  función  del  derecho;;  se  generalizan  y  am-
plían las facultades de los órganos encargados del control de constitucio-
nalidad  de  las  leyes,  y  se  acentúa,  profundiza  y  consolida  el  movimiento  a  
favor de la justicia constitucional, como escribe Fix-Zamudio. En los mo-
mentos constituyentes que preceden a la adopción de muchas de las más
representativas   constituciones   de   la   época   es   posible   comprobar   que   la  
instauración de un instituto encargado de controlar la constitucionalidad
de  las  leyes  era  una  certeza  a  la  que  pocos  ponían  reparos.  Las  palabras  de  
Kelsen  habían  encontrado  suficiente  eco  en  la  conciencia  jurídica:

Una  Constitución,  había  escrito  el  maestro  vienés  en  1929,  que  carezca  de  
la garantía de anulabilidad de los actos inconstitucionales no es una Cons-
titución  plenamente  obligatoria,  en  sentido  técnico...  una  Constitución  en  
la  cual  los  actos  inconstitucionales  sigan  conservando  su  validez  —al  no  
ser posibles anularlos por su inconstitucionalidad— equivale, desde el
punto de vista propiamente jurídico, a poco más que unos buenos deseos
desprovistos  de  fuerza  obligatoria.340

La  influencia  de  Kelsen  dio  lugar  al  inicio  de  una  especie  de  dere-
cho común341 basado en la idea de que la única forma de incrementar
la  fuerza  obligatoria  de  la  Constitución  era  mediante  la  instauración  de  
un órgano facultado para controlar la constitucionalidad de las disposi-
ciones  legislativas,  por  lo  que,  como  subraya  T.  Cole,  en  esta  época  las  
discusiones doctrinales ya no versarán sobre la necesidad de instaurar
dicho  control,  sino  sobre  el  tipo  de  tribunal,  su  organización,  compo-
sición  y  método  de  selección  de  sus  integrantes. 342 El establecimiento
de estos órganos ha sido considerado una innovación fundamental en el
constitucionalismo de posguerra; su introducción representó, en muchos
casos,   la   aparición   de   un   órgano   diferente:   un   “tercero   incómodo”,   la  
irrupción de nuevas categorías dogmáticas343 y, en algunos países, una
elección  “compleja  y  atormentada”.
340 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 150.
341 Elia,  Leopoldo,  “La  Corte  nel  quadro  dei  poteri  costituzionali”,  en  Barile,  P.   et
al.  (cura),  Corte Costituzionale e sviluppo della forma di governo in Italia, Milán, Il
Mulino, p. 516.
342 Fernández  Segado,  Francisco,  op. cit., nota 292, p. 548.
343 Esta  apreciación  es  de  Crisafulli,  Vezio,  “La  Corte  Costituzionale  ha  vent’anni”,  en  
Occhiocupo,  N.  (cura),  Corte Costituzionale tra norma giuridica e realta sociale. Balan-
92 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

No puede dejar de mencionarse la importancia que la experiencia his-


tórica tuvo en la instauración y consolidación de este instituto, que nace
de  una  matriz  cultural  común:  la  necesidad  de  controlar  el  poder,  tutelar  
y hacer efectivos los derechos fundamentales y robustecer la implanta-
ción de la democracia representativa con objeto de evitar la repetición
de experiencias similares a las que se presentaron antes y durante la Se-
gunda Guerra.344 Se trata de instituciones que, como se ha dicho en re-
petidas ocasiones, dan sus primeros pasos sobre las ruinas de sistemas
autoritarios, y son adoptadas como consecuencia de una opción política
considerada  la  más  conveniente  a  pesar  de  la  dificultad  de  incrustarlas  en  
la concepción clásica del sistema político. Como enseñaba Pierandrei, si
bien la idea de crear un órgano jurisdiccional encargado de controlar al
legislador suscitaba el temor de que, teniendo que operar en la esfera en
la cual tradicionalmente obraban los entes políticos, pudiera ocasionar
consecuencias negativas sobre el equilibrio del sistema, fue determinan-
te para su aceptación, además del recuerdo de las experiencias pasadas,
la conciencia de la necesidad de proveer a la defensa de la ley suprema
constitutiva del ordenamiento democrático,345 factor de unidad e inte-

cio di vent’anni di attivitta,  Padova,  CEDAM,  1984,  p.  74.  Para  De  la  Quadra,  el  control  
del legislador se presenta como “el reto más importante del derecho público de nuestro
siglo”.  Quadra,  Tomás  de  la,  op. cit., nota 3, p. 135.
344 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”, cit., p. 22. Hauriou lo captaba
con suma precisión desde 1929: “se siente la necesidad de controlar los parlamentos por-
que su legislación, movida por las pasiones electorales, se ha convertido en una peligrosa
amenaza  para  las  libertades”.  Favoreau,  Louis,   ibidem, p. 25. Así, se puede decir, con
este autor, que el fenómeno del control de constitucionalidad de las leyes se produjo en
Europa no por un problema de lógica jurídica del constitucionalismo, como en el caso
de los Estados Unidos, sino por un problema de lógica política: “el temor a la opresión
por  una  mayoría  parlamentaria”.  Brewer-­Carías,  Allan  R.,  op. cit., nota 75, p. 549. Los
Estados  europeos  salen  asfixiados  “por  el  abuso  barbárico  de  mecanismos  democráticos  
y  por  una  concentración  total  del  poder  estatal”.  Herdegen,  Matthias,  “La  jurisprudencia  
constitucional   en   el   derecho   comparado”,   Anuario de Derecho Constitucional Latino-
americano,  Colombia,  Dike,  1995,  p.  31.
345 Pierandrei, Franco, op. cit., nota 85, p. 890. Sin duda, el establecimiento de los
tribunales  constitucionales  después  de  la  Segunda  Guerra  tiene  como  fuente  la  terrible  
experiencia  sufrida  por  los  Estados  europeos  ante  los  embates  de  la  Alemania  nazi  y  la  
Italia fascista. Este es el verdadero impulso de su creación por lo que no es casual que
sean  estos  dos  Estados  los  primeros  en  afirmar  los  derechos  fundamentales  y  organizar  
su  garantía.  Beyme,  Klaus  von,  “La  difesa  dell’ordinamento  costituzionale”,   Quaderni
Costituzionali,  1984,  núm.  2,  p.  387;;  Rivero,  Jean,  “A  modo  de  síntesis”,  en  Tribunales
constitucionales europeos y derechos fundamentales, cit., nota 89, p. 665.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 93

gración y símbolo de reconciliación entre las partes.346 Por ello, Rubio,


con acierto, ha escrito que estos órganos son instituciones característi-
cas de las nuevas democracias, y que existen en los Estados cuya tra-
dición  democrática  es  débil  y  quebradiza.  La  misma  opinión  comparte  
Pérez  Royo,  quien  señala  que  la  justicia  constitucional  no  es  indicador  
de buena salud democrática; su incorporación, dice, ha tenido lugar en
aquellos países que tuvieron que pasar por la dramática experiencia de
la destrucción del Estado constitucional y su sistema de libertades; “allí
donde la división de poderes clásica, tripartita ha funcionado de manera
satisfactoria, no ha tenido cabida la justicia constitucional. Únicamente
donde no ha funcionado adecuadamente se ha considerado necesario o
al  menos  conveniente  introducirla”.347 Y esto se comprueba cuando se
constata que es en los países con menor tradición democrática donde
se  han  desarrollado  los  esquemas  más  sofisticados  de  justicia  constitu-
cional ante la necesidad que tienen de evitar tentaciones autoritarias y el
retorno de situaciones pasadas,348 lo que, claro está, no deja de indicar
que  son,  en  muchas  ocasiones,  la  poca  confianza  del  control  del  poder  
ejercido por la opinión pública, la falta de sometimiento del legislador a
los  límites  impuestos  por  la  Constitución  y  la  cada  vez  mayor  amplitud  
de las funciones del Estado, que pueden dañar o limitar los derechos
fundamentales reconocidos al individuo, las causas que han contribuido
a la instauración y desarrollo de este instituto.349
En el periodo que va de 1940 a 1965, y como con gran acierto lo ob-
servó en su momento Fix-Zamudio, el crecimiento de las instituciones
de justicia constitucional fue sorprendente en comparación con el “lento
y  lleno  de  asperezas”  desarrollo  anterior.  Si  bien  se  puede  aceptar  que,  
346 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 341, p. 516.
347 Pérez  Royo,  Javier,  “Tribunal  constitucional  y  división  de  poderes”,  p.  85.  Las  
palabras de Rubio Llorente en, “Siete tesis sobre la jurisdicción constitucional en Eu-
ropa”,  La forma del poder, cit.,  nota  292,  p.  576.  Considérese  como,  en  su  momento,  
Tripel  señalaba  que  la  exclusión  del  derecho  de  control  al  juez  era  una  puerta  abierta  
a  través  de  la  cual  el  absolutismo  podía  penetrar  en  el  Estado.   Martines, Temistocle,
“Lineamenti  della  giustizia  costituzionale  in  Germania”,  Studi nella scienze giuridiche
e sociali,  Pavia,  XXXIV,  1956,  p.  64.
348 Balaguer Callejón, Francisco, “Tribunal Constitucional, Poder Legislativo y Poder
Constituyente”,  Revista Jurídica de Castilla-La Mancha, 1988, núms. 3-4, p. 324; Cap-
pelletti, Mauro, “¿Renegar de Montesquieu? La expansión y legitimidad de la justicia
constitucional”,  trad.  de  P.  de  Luis  Durán,  REDC, Madrid, núm. 17, 1986, p. 16.
349 Mahrenholz,   Ernesto   G.,   “Constitución   y   Ley.  Acerca   de   la   relación   entre   poder  
judicial  y  poder  político”,  cit., nota 93, p. 70.
94 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

como señala Aragón, en esta etapa existe todavía una reducida implan-
tación  territorial  de  la  justicia  constitucional,  o  que,  como  advertía  Piz-
zorusso  en  1963,  todavía  en  esos  años  muchos  ordenamientos  ignoraban  
dicho  instituto,  hay  que  reconocer  la  pujanza  y  fuerte  implantación  que  
tuvo en los países donde se introdujo.350   Considérese   la   importancia   y  
significado   de   este   desarrollo   si   se   piensa   que   las   Constituciones   hasta  
esa  época  habían  sido,  en  esencia,  “la  organización  de  la  función  legis-
lativa  en  todos  sus  aspectos”,  y  que  la  implementación  de  estos  órganos  
era,  como  señalaba  Müller,  sólo  un  experimento.
Así, el 12 de octubre de 1945 se restablece el Tribunal austriaco. En
la  década  de  los  cincuenta  entran  en  actividad  el  Tribunal  Constitucional  
alemán  (1951),  la  Corte  Constitucional  italiana  (1956,  pues  debido  a  di-
versos problemas políticos su entrada en vigor se retrasó ocho años en
un  proceso  de  “faticosa  gestazione”)  y  el  Consejo  Constitucional  francés  
(1959)  un  poco  más  alejado  en  cuanto  a  sus  fines  de  la  concepción  que  ri-
gió a los dos anteriores, pero que constituyó una importante novedad de la
Constitución de 1958, sobre todo debido a la tradicional hostilidad fran-
cesa a la existencia de un instituto de este tipo. En 1946 la Constitución
japonesa, inspirada en la revisión judicial estadounidense, atribuyó a la
Suprema Corte la facultad de conocer del control de constitucionalidad
de  las  leyes,  ordenanzas,  reglamentos  o  disposiciones  oficiales.  En  1949,  
la Corte Suprema del Canadá se transformó en Tribunal Supremo para
cuestiones de constitucionalidad.351 La misma facultad establecieron las
Constituciones de China de 1947, la de República de Filipinas del mis-
mo   año,   la   de   India   de   1950,   las   Constituciones   federales   de   Pakistán  
(1956  y  1962),  Malasia  (1957),  Birmania  (1947)  e  Indonesia  (1949).352
En   la   década   de   los   sesenta   entraron   en   funcionamiento   los   tribunales  
de   Chipre   (1960),   Turquía   (1961)   y   Yugoslavia   (1963),   mismo   que   se  
presentó como una importante aportación, ya que, a pesar de pertenecer
este país a aquellos que vivían bajo la dictadura del partido comunista,
ejerció y desarrolló una importante actividad que se dirigió, primordial-
mente, como señala Brunner, al “examen de los actos autogestionarios de
350 Aragón  Reyes,  Manuel,  “La  justicia  constitucional  en  el  siglo  XX.  Balance  y  pers-
pectivas  en  el  umbral  del  siglo  XXI”,  La ciencia del derecho durante el siglo XX, cit.,
nota 262, p. 174.
351 Fix-­Zamudio,  Héctor,  Veinticinco años de evolución de la justicia constitucional.
1940-1965,  México,  UNAM,  1968,  p.  24.
352 Ibidem, pp. 51-55.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 95

diversas   organizaciones   municipales   y   empresariales”.353 Fix-Zamudio


también  se  refiere  a  algunos  países  africanos  que  adoptaron  en  estos  años  
la   revisión   judicial,   tales   como:   Ghana   (1960),   Nigeria   (1963),   Tanga-
nika  (1962),  Sierra  Leona  (1961),  Uganda  (1962),  Libia  (1951),  Eritrea  
(1952),  Alto  Volta  (1960),  Costa  de  Marfil  (1960),  Dahomey  (1960),  Ni-
ger  (1960),  República  del  Congo  (1961),  Gabón  (1961),  Tchad  (1962)  y  
Togo  (1963).354
En los años setenta surgen tribunales constitucionales en Portugal
(1976),  Grecia  (1975)  y  España  (1978).  En  la  siguiente  década  aparecen  
en  Bélgica  (1983)  y  en  los  países  del  Este  europeo  que,  después  de  las  
importantes convulsiones políticas producidas en esos años, crean tribu-
nales  constitucionales  especializados  “a  imagen  y  semejanza  de  sus  ho-
mólogos  occidentales”.  La  importancia  de  la  creación  de  estos  órganos  
en aquellos países ha sido tan grande que, se ha dicho con insistencia,
son ellos los que legitiman los procesos de transición a la democracia
que se viven en la región. En estos Estados, la anterior ideología im-
perante,   orientada   por   la   denominada   “democracia   popular”,   que   im-
plicaba   la   teórica   y   supuesta   “concentración   de   poderes”   en   el   Parla-
mento,  hizo  imposible,  durante  mucho  tiempo,  la  creación  de  órganos  
de control de constitucionalidad de las leyes, y cuando se planteaba su
posibilidad se les ubicaba en el ámbito parlamentario en forma de co-
misiones encargadas de resolver, de forma previa a la promulgación,
los problemas de constitucionalidad. “Detrás de la aversión hacia un
eficaz  control  de  la  constitucionalidad  no  sólo  se  escondían  escrúpulos  
ideológicos, sino el temor de que de forma indirecta pudiera restringir-
se  el  ilimitado  espacio  de  actuación  del  poder  totalitario  del  partido”.355
Una   vez   derrocado   el   régimen   comunista   se   produjo,   tanto   en   Europa  
Central  como  Oriental,  un  florecimiento  de  tribunales  constitucionales 356
y una tendencia a introducir un alto nivel de jurisdicción constitucional
paralelamente a la protección de los derechos fundamentales,357 lo que se
ha  interpretado  como  la  muestra  más  firme  de  la  intención  de  estos  países  

353 Brunner, Georg, “Un hito en el camino hacia el Estado de derecho. El largo tiempo
impedido  y  finalmente  conseguido  control  de  la  constitucionalidad  en  Europa  del  Este”,  
REP, Madrid, núm. 82, 1993, p. 138.
354 Fix-­Zamudio,  Héctor,  op. cit., nota 351, pp. 58-63.
355 Así  lo  refiere  Brunner,  Georg,  op. cit., nota 353, pp. 137 y 138.
356 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., nota 294, p. 99.
357 Arnold, op. cit., nota 282, p. 147.
96 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de  tomar  el  camino  del  Estado  constitucional.  Así,  Polonia  (1982,  aunque  
el  Tribunal  comenzó  a  funcionar  hasta  1986),  que,  en  medio  de  fuertes  
debates doctrinales, aceptó la posibilidad de que el Tribunal declarara la
inconstitucionalidad  de  las  leyes,  pero  no  su  anulación;;  la  Unión  Sovié-
tica,  en  la  que  se  creó  en  1988  el  Comité  de  Vigilancia  Constitucional;;  a  
estos  países  les  han  seguido  Hungría  (1989),  Croacia  (1990),  República  
Checa  (1992),  Albania  (1991),  Rumania  (1991-­1992),  Bulgaria  (1991)358
que  en  el  mismo  comienzo  de  su  actividad  tomó  “decisiones  dramáticas”;;  
Rusia  (1991-­1992),  que  también  de  inmediato  tomó  determinaciones  im-
portantes,   Eslovaquia   (1993),   Estonia   (1993),   Lituania   (1993),   Eslove-
nia   (1994),   Bielorrusia   (1994),   Moldavia   (1994),   Bosnia-­Hercegovina  
(1995),  Letonia  (1996)  y  Ucrania  (1996-­1997).359  Por  lo  que  se  refiere  a  
América  Latina,  basta  decir  que  en  Ecuador  se  introdujo  la  revisión  ju-
dicial en 1978; en Perú a nivel constitucional en 1980, aunque antes, en
1963, se había consagrado dicha facultad en la Ley Orgánica del Poder
Judicial;;  así  también  Guatemala  (1965  y  1985),  Brasil  (1988),  Costa  Rica  
(1989),  Colombia  (1991),  Paraguay  (1992),  Bolivia  (1994)  y  Nicaragua  
(1995)  consagraron  órganos  constitucionales  autónomos.
Como hemos constatado, la “justicia constitucional está más de ac-
tualidad  que  nunca”.  Su  expansión  se  ha  dado  a  través  de  diversos  me-
canismos o soluciones, unitarias o mixtas, tomando en cuenta las peculia-
ridades de cada país, sus problemas históricos, políticos y sociales y
las   enseñanzas   que   el   derecho   comparado   ha   proporcionado   a   través  
de  la  evolución  de  las  experiencias.  Lo  que  es  definitivo,  como  escribe  
Fix-Zamudio, es que cualquiera que sea la orientación política de los
ordenamientos constitucionales, ya no se puede prescindir de algún sis-
tema de justicia constitucional, más aún si se acepta que “el proceso de
mundialización   de   las   ideas   democráticas   en   la   actualidad,   necesaria-
mente tiene que verse acompañado de un similar proceso de mundiali-
zación  de  la  idea  de  supremacía  constitucional”. 360 En consecuencia, la
necesidad de hacer de la Constitución un orden jurídico inviolable es
la causa de la tendencia explosiva de la creación de estos órganos. 361

358 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., p. 14.


359 Torres  Pérez,  Mercedes  y  Flores  Juberías,  Carlos,  “Materiales  para  un  estudio  com-
parado  de  la  justicia  constitucional  en  la  Europa  Central  y  Oriental”,  Cuadernos Consti-
tucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol, Valencia, núm. 20-21, 1997.
360 Vega, Pedro de, op. cit., nota 25, pp. 52 y 53.
361 Fix-­Zamudio,  Héctor,  op. cit., nota 351, pp. 149 y 150.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 97

Su  gran  influencia  es  independiente  del  sistema  de  control  adoptado  y  


la  importancia  de  sus  funciones  y  la  vinculatoriedad  e  influencia  de  sus  
resoluciones han contribuido indudablemente a la consolidación de Es-
tados de derecho sólidos y estables.362

II. AUMENTO DE LOS ASUNTOS PUESTOS A SOLUCIÓN


DE LOS JUECES CONSTITUCIONALES

Pero no sólo se ha producido un crecimiento orgánico de estos institutos;


también  han  pasado  a  ser  quienes  resuelven  los  problemas  más  apremian-
tes  de  la  sociedad.  Como  señala  Horowitz,  el  ámbito  de  los  casos  y  temas  
de  los  que  conoce  el  juez  constitucional  se  ha  ampliado  enormemente,  de  lo  
que resulta su implicación “en asuntos que anteriormente se habrían con-
siderado  inapropiados  para  el  examen  judicial”.363 Esta mayor injerencia
en las cuestiones o temas más importantes para la comunidad demuestra
su vitalidad y la actualidad de lo escrito por Tocqueville en 1835, cuando
dijo,  refiriéndose  a  los  Estados  Unidos  de  América,  que  no  hay  “aconte-
cimiento  político  en  el  cual  no  se  intente  invocar  la  autoridad  del  juez”.364
El  aumento  no  es  sólo  cuantitativo,  sino  también  cualitativo,  ya  que  las  
cuestiones  de  las  que  conocen  los  jueces  son  aquéllas  cuyos  contenidos  
son  de  extrema  actualidad,  enorme  trascendencia  social  y  alta  significa-
ción e importancia, e incluyen los más diversos intereses sociales, polí-
ticos y económicos.365 Las decisiones de estos órganos tratan todos los
problemas fundamentales del Estado, las más variadas cuestiones que se
presentan  en  la  vida  cotidiana  y  las  divergencias  de  opinión  más  signifi-
cativas  en  la  sociedad,  lo  que  se  refleja  en  los  problemas  de  funcionali-
dad que muchos de ellos tienen en virtud de la excesiva carga de trabajo.
Hay que reconocer, con Capotosti, que este aumento de la “demanda de
justicia  constitucional”  no  estaba  dentro  de  las  previsiones  de  los  consti-
tuyentes366 debido, precisamente, al principio de presunción de constitu-
cionalidad de que están investidas las leyes.
362 Torres  Pérez,  Mercedes  y  Flores  Juberías,  Carlos,  op. cit., nota 359, p. 223.
363 Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, p. 21.
364 Tocqueville, Alexys de, op. cit., nota 290, p. 106.
365 Capotosti,  Piero  A.,“Tendenze  attuali  dei  rapporti  fra  Corte  Costituzionale  e  siste-
ma  politico-­istituzionale”,  Giurisprudenza Costituzionale, Italia, núm. 8, 1983, p. 1598.
366 La  misma  observación,  siguiendo  a  V.  Crisafulli,  hace  Cascajo  Castro,  José  Luis,  
“Kelsen  y  la  Constitución  Española  de  1931”,  REP, Madrid, núm. 1, 1978, p. 247.
98 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Como  señala  Zagrebelsky,  cada  vez  con  mayor  frecuencia,  cuando  se  
pone a discusión dentro del procedimiento legislativo una ley de impor-
tancia social, política o económica, los jueces constitucionales son solici-
tados  para  intervenir  en  la  elaboración  y  fijación  del  contenido  de  la  mis-
ma.367  Y  no  sólo  se  ponen  a  su  consideración  leyes  pasadas,  sino  también  
se les someten a examen importantes leyes de reforma apenas un tiempo
después  de  su  aprobación  por  el  legislador,  por  lo  que  su  intervención  se  
lleva a cabo cuando todavía resuena “el eco de los debates parlamenta-
rios”  lo  que  conlleva  que,  inevitablemente,  se  sientan  atraídos  por  la  “es-
fera  de  las  valoraciones  políticas”.368 Pero no sólo eso. Hay ocasiones en
que los más importantes problemas sobre los cuales se abre la discusión
en  sede  legislativa  han  sido  puestos  al  examen  del  juez  constitucional  an-
tes de la activación del proceso legislativo que llevaría a la reforma de la
disciplina vigente,369  o  bien  sus  resoluciones  o  criterios  son  confirmados  
y aceptados por regulaciones posteriores a sus pronunciamientos dando
la impresión de que el legislador sólo asume una posición de alineación.
En el fondo de este proceso late la idea de que los jueces constitucio-
nales  han  asumido  la  función  de  mediadores  de  intereses  y  conflictos  en  
las   sociedades   actuales,   caracterizadas   cada   vez   más   por   la   segmenta-
ción,  corporativización  y  ausencia  de  satisfacción  en  la  regulación  legal  
de determinadas materias. De esta forma, a su natural función de garanti-
zar  el  respeto  de  la  Constitución,  se  suma  la  de  ser  órganos  de  integración  
social y mediación, y, por haberse sustraído de la crisis institucional ge-
neral, portadores de los intereses no mediados por la clase política ni por

367 La intervención de la Corte en los asuntos más importantes desde el punto de


vista social y político parece dar a entender que el juicio de constitucionalidad es una
especie de prolongación de la confrontación dada en el Parlamento, tanto más abierto
cuanto más la elección legislativa es incierta, compromisoria, contradictoria e inesta-
ble. Zagrebelsky,  Gustavo,  “La  giurisdizione  costituzionale”,  en  Amato,  G.  y  Barbera,  
A.  (cura),  Manuale di Diritto Pubblico,  Bologna,  Il  Mulino,  1984,  p.  796;;  Rizzo,  A.  et
al.,   “Corte   Costituzionale   e   Parlamento”,   Parlamento, istituzioni, democrazia, Milán,
Giuffrè,1980, p. 178.
368 Romboli,  Roberto,  “Italia”,  trad.  de  E.  Expósito  Gómez,  en  Aja,  E.  (ed.),  Las ten-
siones entre el Tribunal Constitucional y el legislador en la Europa actual, cit., nota 83,
pp. 90 y 91.
369 Franceschi,   P.   y   Zagrebelsky,  G.,   op. cit., nota 267, p. 163. Es frecuente que los
tribunales colaboren con sus decisiones en el proceso formal de enmienda de las Consti-
tuciones. “A veces una decisión judicial crea una situación que origina un movimiento
de  reforma  de  la  Constitución”.  Wheare,  K.  C.,   Las Constituciones modernas, 2a. ed.,
Nueva Colección Labor, 1975, p. 117.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 99

el sistema de partidos.370 Los diversos grupos sociales que no encuen-


tran espacio de expresión en los órganos políticos recurren a los jueces
para  tratar  de  ser  escuchados,  convirtiéndose  éstos  en  “segundo  canal”  
o último remedio para obtener cierta satisfacción de sus intereses o una
modificación  o  adecuación  parcial  del  sentido  de  la  normatividad,  y  evi-
tar así la afectación sin remedio de sus exigencias.371 Los intereses poco
difundidos  u  organizados  encuentran  en  los  órganos  judiciales  un  espacio  
para  hacer  valer  sus  necesidades  inatendidas,  lo  que  hace  aparecer  a  éstos  
como  instancia  de  compensación  en  los  conflictos  sociales  no  resueltos  a  
través  de  los  instrumentos  ordinarios  de  formación  de  la  voluntad  gene-
ral372 y como vía legitimada para evitar la exclusión de los grupos margi-
nados del proceso político. Sus resoluciones, por tanto, son vistas como
decisiones de un árbitro, y su posición dentro del sistema parece suplir
la   del   legislador   como   mediador   de   conflictos   sociales.   Como   escribe  
Canosa, la actividad de arbitraje de los jueces constitucionales, que no
posee ningún fundamento constitucional, se ha elevado a la categoría de
función  después  de  haberse  iniciado  como  una  mutación  de  la  dinámica  
política. Así, los tribunales se han convertido en mediadores de intereses,
en  los  órganos  que  resuelven  los  conflictos  de  mayor  trascendencia  po-
lítica  y,  en  virtud  de  que  cada  vez  con  más  frecuencia  se  acercan  a  las  
necesidades de la población, en los verdaderos portavoces entre Estado
y sociedad. Como escribe Modugno, las cortes se han transformado en el
único medio de garantía del pluralismo institucional, en el canal alterna-
tivo  más  eficaz  para  la  transmisión  de  la  creciente  demanda  social  y  en  
la  vía  para  realizar  el  equilibrio  entre  fuerzas  políticas,  partes  sociales  y  
poder jurisdiccional.373  En  virtud  de  esto  ha  sido  posible  configurar  el  con-
trol de constitucionalidad “como una especie de segundo canal  a  través  del  
370 Modugno,  Franco,  “Ancora  sui  controversi  rapporti  tra  Corte  Costituzionale  e  po-
tere  legislativo”, Giurisprudenza Costituzionale, 1988, t. II, p. 20; Rodota, Stefano, “La
Corte,  la  política,  l’organizzazione  sociale”,  Politica del Diritto, núm. 2, 1982, p. 171;
Grassi,  Stefano,  “Osservazioni  sul  nuovo  ruolo  della  Corte  Costituzionale  nella  forma  di  
governo”,  en  Romboli,  Roberto  (cura),  La giustizia costituzionale a una svolta, Torino,
Giappichelli, 1991, p. 156.
371 Capotosti, Piero A., op. cit., nota 365, p. 1600.
372 Rodota, Stefano, op. cit., nota 370, p. 180.
373 Citado por Capotosti, Piero A., op. cit., nota 365, p. 1602. Para Modugno, incluso
esta  posición  de  la  Corte  como  mediadora  de  los  conflictos  sociales  le  otorga  una  legiti-
mación derivada de su relación permanente con los problemas sociales atenuando su falta
de legitimidad democrática. Modugno, Franco, op. cit., nota 370, p. 33.
100 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

que ciertos operadores, con formación distinta a la de los políticos profe-


sionales, pueden hacer valer directamente, las exigencias que consideren
dignas de mayor tutela y que, a menudo, no son así plenamente concebi-
das  por  los  políticos”.374 No está de más señalar, como lo han hecho algu-
nos autores, que esta función de árbitro, que ahora se considera inherente
a  su  actividad,  pero  que  no  concilia  con  la  concepción  tradicional  del  ré-
gimen  político,  ya  que  el  mediador  natural  de  los  conflictos  sociales  es  el  
Parlamento, podría tener como consecuencia la relajación de las formas
jurídicas, la reducción de la jurisdicción a equidad y la adquisición, por
parte de esta, de un tinte marcadamente político.375
Al conocer y participar en la toma de “decisiones de gran alcance
político”  y  fungir  como  árbitros  de  los  procesos  sociales,  colaborando,  
como decía García Pelayo, en la dirección del Estado,376 los tribunales se
“inmiscuyen  en  procesos  de  decisión  política”,  que  sólo  debían  corres-
ponder al Parlamento. Los más importantes asuntos sociales se sustraen
de  la   órbita   de  quien   debería   ser  su   juez   natural   y   pasan   a   confiarse   al  
órgano jurisdiccional. En otras palabras, las cuestiones fundamentales
que interesan a la sociedad no son resueltas por los representantes de los
ciudadanos; son los jueces quienes “terminan decidiendo cuestiones fun-
damentales que, bien podría pensarse, corresponde que sean decididas
democráticamente”.377 De esta forma, los jueces acumulan, en detrimen-
to del legislador y ciudadanos en general, un poder de decisión extraordi-
nario,  que  hace  que  cada  vez  más  se  les  contemple  como  órganos  con  una  
posición determinante dentro del proceso político. No se trata, y esto hay
que resaltarlo, de que sólo se amplíen las funciones de un órgano en de-
trimento de otro, sino de que en virtud de esta extensión, puede llegarse a
modificar  la  concepción  y  el  funcionamiento  del  sistema  de  gobierno.
El  proceso  anterior  también  nos  alerta  sobre  la  primacía  que  ha  ad-
quirido  “una  visión  puramente  jurídica  del  constitucionalismo”.  Dicha  
visión lleva consigo, por sí sola, la potenciación del momento aplicativo
de las normas y el realce de los órganos que llevan a cabo tales funcio-
nes.378 Al ser objeto de apreciación judicial, las materias que se consi-
374 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, p. 27.
375 Canosa Usera, Raúl, op. cit., nota 56, pp. 42 y 54.
376 Ibidem, p. 38.
377 Gargarella,  Roberto,  “Del  reino  de  los  jueces  al  reino  de  los  políticos”,  Jueces para
la Democracia, Madrid, núm. 28, 1997, p. 25.
378 Favoreau,  Louis,  “Informe  general  introductorio”,  en  Tribunales constitucionales
europeos y derechos fundamentales, cit.,  nota  89,  p.  44;;  Díez-­Picazo,  Luis  María,  “Re-
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 101

deraban  exclusivamente  políticas,  se  constata  que,  como  decía  Müller:  


“aquello   cuya   salvaguardia   presenta   el   mayor   interés   no   es   el   Estado,  
sino el derecho y, en virtud del cual, las manifestaciones de la vida esta-
tal no pueden desenvolverse dentro del vacío producido por la ausencia
de  toda  influencia  jurídica,  sino  que  han  de  ser  necesariamente  evaluadas  
con  arreglo  a  los  principios  elementales  del  derecho”.379 D. Rousseau ha
denominado a estos cambios constitucionales recientes como la “gran
transformación”,  que  sería  un  proceso  caracterizado  por  estar  compuesto  
de  dos  fases:  primera,  la  constitucionalización  del  derecho,  que  implica  
que la interpretación judicial de las normas constitucionales condiciona
todo  el  ordenamiento  jurídico,  y  segunda,  la  constitucionalización  de  la  
política, “en la medida en que por la lógica de las diferentes vías de ac-
ceso al tribunal, todos los problemas políticos que hasta la fecha eran
solventados en otras instancias exclusivamente políticas, van a tener que
ser resueltos por el Tribunal Constitucional, con su innata inclinación a
darles  una  solución  jurídica  mediante  la  utilización  de  reglas  y  técnicas  
propias  de  la  ciencia  jurídica”.380

III. EL PARÁMETRO DE CONTROL

1. La doble sujeción del derecho al derecho

El parámetro de control es el conjunto de normas en referencia a las


cuales se ejerce, precisamente, la actividad de control constitucional de
las leyes. Éste se expresa normalmente en un texto que opera como punto
de referencia necesario para cualquier operación interpretativa por su ca-
rácter de norma jerárquicamente superior, y se funda en la aceptación del
mismo  como  un  vínculo  jurídico  de  naturaleza  prescriptiva,  vinculante  
para  todas  las  normas  inferiores,  por  lo  que  el  juicio  que  se  realiza  en  tor-

flexiones   sobre   la   judicialización   de   la   política”,   Estudios de derecho constitucional.


Homenaje al profesor Rodrigo Fernández-Carvajal, Universidad de Murcia, 1997, t. I,
p. 210; Asensi  Sabater,  José,  op. cit., nota 261, p. 190.
379 Müller,  Gebhard,  “El  Tribunal  Constitucional  Federal  de  la  República  Federal  de  Ale-
mania”,  Revista de la Comisión Internacional de Juristas, Ginebra, núm. 2, 1965, p. 230.
380 Así   lo   comentan  Torres   Pérez,   Mercedes   y   Flores   Juberías,   Carlos,   op. cit., nota
359, p. 223.
102 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

no a la ley debe encontrar, necesariamente, en la propia Constitución, su


“centro  de  imputación”.  Existe,  en  consecuencia,  un  principio  que  señala  
que  “el  control  de  las  leyes  sólo  puede  realizarse  a  partir  de  la  Constitu-
ción  y  no  de  otras  normas”.  El  órgano  que  actúa  como  su  defensor  tiene  
como función defender a dicho parámetro contra las violaciones.381
En esta virtud, el primer presupuesto del control de constitucionalidad
es,  como  escribe  Cruz  Villalón:  “la  existencia  de  una  norma  constitucio-
nal  formalmente  identificada  con  supremacía  respecto  del  resto  del  orde-
namiento”.  Esto  implica  la  necesidad  de  que  dicho  parámetro  se  encuen-
tre en un “cuerpo legal nítido y evidente incorporado en un texto único o,
cuando  menos,  fácilmente  abarcable  también  por  los  no  especialistas”.382
Este requisito no existía cuando se produjeron los primeros intentos de
consagración de órganos de control constitucional. En la Austria de 1920,
las normas constitucionales no estaban consignadas en un texto único;
había  un  sinnúmero  de  preceptos  dotados  de  rigidez  y,  por  tanto,  un  con-
tenido amplísimo de lo que era derecho constitucional. En este ordena-
miento, la Constitución era “una categoría abierta, integrada por un nú-
mero impreciso de leyes de rango constitucional en continua ampliación
y  modificación...”,  por  lo  que  sólo  los  especialistas  dominaban  el  conte-
nido y extensión del parámetro de control.383 Algo parecido sucedió en
Checoslovaquia, donde si bien se proclamaba la supremacía de la Cons-
titución, el ordenamiento básico no estaba recogido en documento escrito
único formando parte integrante del mismo varias leyes que tenían rango
supremo.384  En  España,  si  bien  no  de  forma  tan  acentuada,  también  hubo  
importantes excepciones al principio de la existencia de una sola ley que
contuviera todas las normas con rango constitucional.
Una  vez  superada  la  deficiencia  anterior  y  generalizada  la  conciencia  
de la necesidad de una Constitución escrita y rígida, resultó claro que el
parámetro deviene de determinada idea, noción o descripción del signi-
ficado  de  ésta.385  Cuando  Kelsen  realiza  su  extraordinaria  obra  concibe  
como parámetro, arquetipo o modelo de Constitución, que proporciona

381 Kelsen, Hans, op. cit., nota 89, p. 3.


382 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, p. 345.
383 Ibidem, pp. 40 y 406.
384 Ibidem, p. 349; id., nota 298, pp. 120 y 121.
385 Como  escribe  H.  Simon:  “el  perfil  y  la  función  de  la  Jurisdicción  Constitucional  
van íntimamente asociados a la idea de la Constitución y a las corrientes políticas funda-
mentales  de  cada  fase  histórica”.  Simon, Helmut, op. cit., nota 77, pp. 824 y 825.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 103

unidad a todo el ordenamiento, a una norma entendida formalmente, di-


ferenciada  por  su  procedimiento  de  reforma.  Para  él,  la  Constitución  en  
sentido  “natural”,  “propio,  originario  y  estricto”,  es  la  regla  que  regula  
la creación de las normas jurídicas esenciales del Estado y determina
los órganos y el procedimiento de legislación; es decir, es una norma
organizativa   y   procedimental   cuyo   objeto   es   regular   la   producción   de  
normas generales. En virtud de ello, una norma forma parte del ordena-
miento jurídico y debe hacerse lo que en ella se dispone; ser aplicada y
observada, cuando ha sido dictada de conformidad con las condiciones
establecidas por otra norma válida del sistema jurídico.386  La  validez  de  
una ley está en relación con el acto de legislar, y, por tanto, es al pro-
cedimiento de creación de leyes al que viene aplicado el parámetro. En
virtud de ello, una ley puede ser inconstitucional únicamente porque no
han sido observadas las disposiciones para su formación, o porque su
contenido contrasta con las reglas sobre la competencia. Como el dere-
cho es producido por fuentes y en formas democrático representativas, el
juez  sólo  debe  comprobar  el  hecho  concreto  de  la  generación  de  la  nor-
ma.387 Como escribía Kelsen en 1928, los tribunales no pueden examinar
la regularidad o constitucionalidad de las leyes bajo todos los aspectos
“sino   solamente   verificar   la   regularidad   de   su   publicación”   estándoles  
prohibido  “rechazar  su  aplicación  al  caso  concreto  más  que  por  causa  de  
alguna  irregularidad  cometida  en  esta  publicación”.  El  legislador,  decía,  
no está vinculado a la Constitución más que con respecto al procedi-
miento y solamente de forma excepcional al contenido de las leyes que
debe dictar.388 En consecuencia, no era posible ningún control o criterio
válido  para  definir  la  constitucionalidad  de  una  norma,  sino  el  referido  a  
la parte formal de las leyes, a su proceso de formación. Kelsen, al con-
siderar a la Constitución como “fuente del derecho especialmente para

386 Kelsen, Hans, op. cit., nota 128, p. 205.


387 Kelsen,  Hans,  “Le  giurisdizioni  costituzionale  e  amministrativa”,  La giustizia cos-
tituzionale, cit.,  nota  125,  pp.  18  y  24,  también,  nota  89,  pp.  25  y  26.  Como  escribe  Stern,  
Kelsen  apoya  su  concepto  de  Constitución  en  la  modificabilidad  dificultada  de  la  norma  
jurídica. Stern, Klaus, op. cit., nota 26, p. 209; Ferrajoli, Luigi, “El Estado constitucional
de  derecho  hoy:  el  modelo  y  su  divergencia  de  la  realidad”,  trad.  de  P.  Andrés  Ibáñez,  
Corrupción y Estado de derecho, Madrid, Trotta, 1996, p. 22.
388 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, pp. 125 y 131. En la Checoslovaquia de 1920 ya se
vivió el debate acerca de si las leyes podían ser objeto de control de constitucionalidad
formal o si por el contrario lo que se podía controlar era su constitucionalidad material,
Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 298, p. 129.
104 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la  formación  de  la  ley”,  rechaza  que  el  legislador  esté  vinculado  a  los  
contenidos materiales de la misma.
Desde  esta  perspectiva,  la  función  que  realiza  el  Tribunal  es  pronun-
ciarse sobre el procedimiento seguido por el Parlamento en el momento
de dictar una ley, especialmente, indicarle si a su actividad legislativa
le corresponde el procedimiento ordinario o el de revisión constitucio-
nal.   “La   operación   de   calificación   de   la   constitucionalidad   de   una   ley  
es la de determinar que forma  (la  legal o la constitucional)  hubiera  sido  
la   correcta”.389   Como   la   invalidez   de   las   normas   no   podía   provenir   de  
su contenido, toda inconstitucionalidad sería formal, dependiente de un
error procedimental; incluso la llamada inconstitucionalidad material se-
ría una forma de inconstitucionalidad formal, ya que “una ley cuyo con-
tenido   esté   en   contradicción   con   las   prescripciones   de   la   Constitución  
dejará de ser inconstitucional si fuera votada como ley constitucional. No
puede, pues, tratarse nunca de otra cosa más que de saber si debe obser-
varse  la  forma  legal  o  la  forma  constitucional”.390  Recuérdese  que  ya  Je-
llinek,  Thoma  y  Anschütz,  en  el  debate  que  se  suscitó  sobre  el  control  de  
constitucionalidad en Weimar, hicieron notar que una ley materialmente
contrastante con la Constitución era una ley adoptada contraviniendo el
procedimiento previsto para el ejercicio del poder constituyente deriva-
do.391  Esto  nos  indica  la  influencia  y  extensión  de  la  idea  de  que  las  úni-
cas normas respecto de las cuales podía ejercerse la facultad de control
eran las que regulaban el procedimiento de aprobación de leyes, y que la
función  del  juez  sería  señalar  al  legislador  el  procedimiento  correcto  de  
elaboración.  Desde  este  punto  de  vista,  y  como  señala  Troper:  “el  juez  
constitucional es... comparable al guardagujas que se limita a encarrilar
los  trenes  sobre  una  u  otra  vía”.392  Así  se  agotaba  la  verificación  del  ejer-
389 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, pp. 406 y 407.
390 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 116. “Una norma jurídica no vale por tener un
contenido  determinado...sino  por  haber  sido  producida  de  determinada  manera”.  Teoría
pura del derecho, cit., nota 128, p. 205. Para Calamandrei, el control de las leyes única-
mente debía de ser formal, es decir, pensaba que solo se debía controlar si en la emanación
de la ley constitucional se cumplieron las formalidades del procedimiento de reforma
constitucional.  Es  verdad  que  consideraba  una  verdadera  limitación  material  la  inmodifi-
cabilidad  de  la  forma  de  gobierno,  pero  este  era  un  “caso  singolarissimo”.  Calamandrei,
Piero, La illegittimita costituzionale delle leggi nel processo civile, Padova, CEDAM,
1950, p. 32.
391 Fernández  Segado,  Francisco,  op. cit., nota 292, p. 37.
392 Troper, Michael, “Kelsen  y  el  control  de  constitucionalidad”,  trad.  de  M.  Venegas  
Grau, Derechos y Libertades, Madrid, núm. 4, 1995, p. 324.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 105

cicio regular de las funciones estatales, “la conformidad del derecho al


derecho”.
Controlar  únicamente  los  requisitos  formales  de  validez  de  las  leyes  
indica   que   si   bien   el   derecho   puede   verificar   su   forma   de   creación,   no  
puede poner límites a su contenido. Esta consideración es absolutamen-
te congruente con la concepción dinámica del ordenamiento jurídico y
con  la  idea  kelseniana  sobre  la  naturaleza  de  la  jurisdicción  constitucio-
nal, que, como se sabe, estaba ideada como “un elemento del sistema
de  medidas  técnicas  que  tienen  por  objeto  asegurar  el  ejercicio  regular  de  
las  funciones  estatales”;;  es  decir,  el  ejercicio  regular  de  un  sistema  que  
pretende  afianzar  la  relación  de  correspondencia  entre  los  diferentes  ni-
veles normativos que conforman el ordenamiento jurídico referidos a los
diversos actos jurídicos de creación y aplicación del derecho. Como el
objetivo es asegurar la regularidad de todas las funciones estatales y, por
tanto, la relación entre Constitución y ley, el control constitucional apare-
ce como la mejor garantía. Asimismo, en virtud de la relación jerárquica
existente,   las   leyes   ordinarias   no   pueden   modificar   la   Constitución,   lo  
que implica la existencia de reglas diferentes para la producción de leyes
y  la  revisión  de  la  norma  fundamental,  y  que  la  nota  de  rigidez  implica  
su supremacía. Con base en esta relación lógica, inherente al sistema, se
instituye un control sin el cual una ley podría derogar las normas consti-
tucionales y hacer desaparecer dicha jerarquía. El control constitucional
es, en esta virtud, consecuencia del carácter supralegal de la Constitu-
ción,  ya  que  garantiza  la  subordinación  de  la  ley  y  otorga  a  aquélla  fuerza  
obligatoria. Por ello, Kelsen señala que una Constitución que carece de
este control, aunque no deja de tener sentido jurídico, no es plenamente
obligatoria.393 Esta concepción del orden jurídico, la Constitución y la
jurisdicción constitucional, indica la ausencia de límites materiales a
la actividad del legislador, la amplia libertad que tiene en el ejercicio de
sus funciones y la inexistencia de condiciones jurídicas para poder ha-
blar de la posibilidad de un control de constitucionalidad material de las
leyes. Kelsen, congruente con sus presupuestos teóricos, de ninguna ma-
nera acepta la vinculación del legislador a los contenidos materiales de la
Constitución ni la predeterminación constitucional del contenido de la ley,
apareciendo  aquél  únicamente  vinculado  a  las  normas  organizativas.394

393 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 150.


394 Rubio Llorente, Francisco, La forma del poder…,  cit., nota 291, p. 467.
106 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Es importante resaltar en este momento la concepción de Kelsen so-


bre  el  valor  de  las  normas  de  contenido  de  la  Constitución  y  la  razón  
de su exclusión para emplearlas como parámetro de control. El ideal li-
beral establecía un modelo de Constitución exento de contenidos ideo-
lógicos, limitado a unas cuantas reglas claras, simples y concretas, y
compuesto  por  normas  referidas  a  la  organización  política  del  Estado  
y  un  catálogo  definido  y  preciso  de  derechos  ciudadanos.  En  este  mo-
delo  de  Estado  de  derecho  y  de  Constitución  de  “reglas  formales”,  el  
contenido de la norma no podía ser cualquiera, tenía que ser concreto
“de  modo  que  la  norma  sea  susceptible  de  aplicación”. 395 Las Consti-
tuciones, en consecuencia, no debían incluir fórmulas demasiado gene-
rales,  y  si  lo  hacían,  no  podían  ser  utilizadas  para  ejercer  funciones  de  
control de normas sirviendo de parámetro sólo aquellas que tuvieran
presupuestos y contenidos precisos, límites totales y no sólo parciales.
Para el pensamiento formalista, la construcción clara de las normas y
la  certeza  de  su  contenido  tendría  como  consecuencia  la  neutralidad  del  
juez  en  su  actividad  de  aplicación  del  derecho.
La intención de Kelsen al excluir a las normas materiales como pará-
metro  de  control  era  muy  clara:  evitar  el  peligro  de  un  desplazamiento  
del   Poder   Legislativo   por   el   jurisdiccional   y   “la   expresión   de   fuerzas  
políticas  totalmente  diversas  a  las  representadas  en  el  Parlamento”.  Este  
desplazamiento  y  cualquier  posibilidad  de  discrecionalidad  del  juez  en  el  
ejercicio de sus funciones se evitaban mediante la consagración precisa
de las normas constitucionales, la eliminación de preceptos de formula-
ción   general   o   significado   difuso,   y   la   prohibición   al  Tribunal   de   uti-
lizar,  para  sus  determinaciones,  las  normas  abstractas  inevitablemente  
contenidas en el texto constitucional. Si el objetivo, decía Kelsen, es
restringir el poder de los tribunales y el carácter político de su función,
entonces debía limitarse, lo más ampliamente posible, el espacio de li-
bre discrecionalidad que las leyes conceden a su aplicación. Las normas
constitucionales “en especial aquellas con las que se establece el con-
tenido de las futuras leyes, como las determinaciones de los derechos
fundamentales  y  otros  semejantes”,  no  deben  ser  formuladas  en  térmi-
nos demasiado generales, sino precisos, no deben emplear terminología
difusa o principios indeterminados, como libertad, igualdad, justicia,
cuyo  significado  no  puede  ser  inmediatamente  identificado,  ya  que  no  
395 Forsthoff,   Ernst,   “Concepto   y   esencia   del   Estado   social   de   derecho”,   El Estado
social, trad. de J. Puente Egido, Madrid, CEC, 1986, p. 87.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 107

tienen,  decía,  gran  significado,  “no  añaden  nada  a  la  realidad  efectiva  
del  derecho”.  Por  el  contrario,  ante  estas  normas  “existe  el  peligro  de  
un  desplazamiento  del  poder  del  Parlamento,  no  previsto  por  la  Consti-
tución, y desde el punto de vista político, sumamente inoportuno, hacia
una  instancia  ajena  a  él”.  Si  esto  sucediera  “el  poder  del  tribunal  sería  
tal  que  habría  que  considerarlo  simplemente  insoportable”.  La  base  de  
estas ideas se encuentra en la convicción de que los contenidos inde-
terminados de las normas deben ser dejados por completo al legislador
para  su  concreción,  por  ser  éste  el  representante  de  la  voluntad  popular.  
Los tribunales sólo pueden moverse en el campo de lo determinado,
ya  que  las  “zonas  de  penumbra”,  los  “campos  de  indeterminación”  son  
competencia  del  legislador  no  del  juez.  Como  se  ha  dicho,  y  se  puede  
deducir de lo anterior, en la posición de Kelsen se encuentran básica-
mente dos tesis: primero, las Constituciones deben evitar la proclama-
ción de valores abstractos, y segundo, el Tribunal no debe considerar, si
la  Constitución  proclama  en  su  texto  dichos  valores,  que  ella  le  autoriza  
a  utilizarlos  como  parámetros  para  medir  la  validez  de  las  leyes.  Con  
la  clarificación  de  esta  correlación  entre  abstracción  e  indeterminación  
interpretativa396 se evita la discrecionalidad judicial y, por tanto, el des-
plazamiento  del  Poder  Legislativo,  que  debe  tener  la  autoridad  suficien-
te para desarrollar y concretar las normas constitucionales.
Casi el mismo orden de ideas, aunque no de consecuencias, encontra-
mos en Carl Schmitt, para quien resulta necesario aceptar “la proverbial
experiencia de que no se deben abarcar demasiadas cosas en una Cons-
titución”   para   no   crear   “un   abismo   insondable   de   dudas,   divergencias  
de  opinión  y...  conflictos  de  derecho”.  Es  indispensable,  decía,  antes  de  
llevar a cabo cualquier actividad interpretativa, un elemento que objeti-
vice las normas constitucionales, que sólo son susceptibles de control si
permiten una subsunción concreta. “En todos los casos, decía, los fun-
damentos del control y de la decisión judicial han de ser normas que
permitan  una  subsunción  precisa  y  delimitada”.  El  parámetro  de  control  
sólo  podía  aducirse,  en  consecuencia,  “cuando  por  razón  de  su  contenido  
permite  una  subsunción  precisa  y  concreta  del  caso  de  que  se  trata”.  En  
otras palabras: “es improcedente atribuir a la Justicia ciertas funciones
que rebasan el ámbito de una subsunción real, es decir, que traspasan
las fronteras establecidas para la sujeción de normas de contenido pre-
396 Kelsen, Hans, op. cit.,  nota  89,  pp.  33  y  34,  y  nota  73,  p.  143.  Al  respecto  también  
Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, pp. 83, 93, 94, 100 y 102.
108 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ciso. Como la justicia se halla por entero sujeta a normas su acción cesa
cuando las mismas normas resultan dudosas o discutibles en cuanto a
su  contenido”.  Así,  cuando  el  juez  abandona  el  terreno  de  las  normas  en  
que  puede  realizar  la  subsunción  deja  de  ser  un  juez  independiente.  En  
la base de estas ideas está la necesidad de distinguir entre ley y sentencia
judicial,  entre  las  funciones  del  legislador  y  las  del  juez.397
Esta actitud de los dos maestros alemanes encuentra su paralelo en los
primeros años de operación de la justicia constitucional en Estados Uni-
dos cuando la Constitución era concebida como un conjunto amplio de
principios  sustanciales,  claros  y  definidos  que  proporcionaba  a  los  jueces  
una  firme  orientación  en  su  interpretación  y  aplicación,398 y, sobre todo,
como observa Ferreres, en los argumentos aducidos por los defensores
del denominado originalismo, cuya tesis principal sostiene que, cuando
por su abstracción, en las normas no pueden reconocerse las intenciones
del  constituyente,  el  intérprete  debe  ignorarlas  y  hacer  como  si  no  exis-
tieran.399 Esta teoría de la interpretación centrada en la intención original,
como  escribe  Lyons:  “obliga  a  los  jueces  a  identificar  y  a  atenerse  a  las  
intenciones  que  algunas  personas  tuvieron  en  el  pasado”,  buscando  la  so-
lución de cualquier duda interpretativa en los principios decididos por los
constituyentes. Así, la labor de los jueces debe regirse por la pretensión
objetiva de descubrir y hacer efectivas las intenciones originales de los
padres fundadores, que son concebidas, por su origen y derivación, como
verdaderos  principios  neutrales.  Esta  doctrina  implica,  también,  que  en  
la  realización  de  la  labor  de  interpretación,  los  jueces  no  pueden,  de  nin-
guna  forma,  extender  el  significado  de  las  normas  a  situaciones  fácticas  
o normativas no previstas por los propios constituyentes. Es decir, como
se  considera  que  las  normas  constitucionales  tienen  un  significado  uní-
voco, únicamente pueden regular las situaciones concretas para las que
fueron promulgadas. El contenido de las normas está, por tanto, respecto
397 Schmitt, Carl, La defensa de la Constitución,  trad.  de  M.  Sánchez  Sarto,  Madrid,  
Tecnos, 1983, pp. 48, 51, 53, 97. Dice Schmitt: “Una ley no es lo mismo que una senten-
cia judicial, ni una sentencia judicial es lo mismo que una ley, sino la decisión de un caso
sobre  la  base  de  una  ley.  La  posición  especial  del  juez  en  el  Estado  de  derecho,  su  objeti-
vidad, su situación por encima de las partes, su independencia e inamovilidad, todo ello
descansa sobre el hecho de que falla sobre la base de una ley, y su decisión se deriva, en
cuanto  al  contenido,  de  otra  decisión  definida  y  conmensurable,  que  se  halla  ya  contenida  
en  la  ley”.  Op. cit., p. 79.
398 Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, pp.16 y 451.
399 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, pp. 90-92 y 100
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 109

a los supuestos de hecho que regulan, predeterminado por la intención de


los constituyentes y por la realidad social que pretendieron regular. Todo
esto hace que las normas sean consideradas verdaderas cláusulas cerradas.
Si  el  juez  considera  de  forma  distinta  la  naturaleza  de  las  normas  cons-
titucionales,  esta  actuación  implicaría  la  utilización  de  sus  propios  va-
lores, la plasmación de sus preferencias políticas y morales y, por tanto, la
subversión de la Constitución y la usurpación de la voluntad del pueblo,
único  que  puede  revisar,  rectificar  o  modificar  las  decisiones  fundamen-
tales  por  él  tomadas.  De  esta  forma  es  como  los  teóricos  de  la  intención  
original buscan impedir que los tribunales interpreten directamente el
texto constitucional, utilicen sus expresiones ambiguas o empleen, en
el  proceso  de  desentrañar  sus  significados,  juicios  de  moral  política  o  
selecciones de valor. “En lugar de ello, se supone que el tribunal hace
una estimación objetiva, puramente histórica y libre de valoraciones, de
lo  que  pensaban  ciertas  personas  en  un  determinado  momento”.400 Como
es fácil advertir, en esta actitud predomina la idea clásica del imperio de
la   ley   que   exige   la   utilización   de   términos   con   autonomía   semántica   y  
con  el  menor  grado  de  vaguedad  posible  a  fin  de  hacer  de  esta  una  nor-
ma clara y terminante y del derecho un conjunto sólo de reglas.401 Así,
al igual que Kelsen y Schmitt, el originalismo plantea el problema de la
usurpación  de  la  función  del  legislador  por  parte  del  juez  como  funda-
mental  en  la  limitación  de  la  competencia  desarrollada  por  éste.402 Toda
su  elaboración  puede  considerarse  un  método  para  evitar  que  los  jueces  
puedan legislar y socaven los principios de división de poderes y gobier-
no de las mayorías. Como explica Richard, en virtud de que esta corriente
descansa en una interpretación positivista de la soberanía popular como
fundamento de la legitimidad política, considera que el pueblo impuso
límites  al  Estado  en  los  términos  con  que  los  padres  constituyentes  deli-
mitaron el lenguaje constitucional en el momento en que fue elaborada y
aprobada la Constitución, por lo que cualquier desviación interpretativa

400 Lyons,  David,  “Los  derechos  fundamentales  y  la  interpretación  constitucional”,  


Aspectos morales de la teoría jurídica,  trad.  de  S.  Álvarez,  Barcelona,  Gedisa,  1998,  
pp. 250-252.
401 Bayón, Juan Carlos, “Principios y reglas: legislación y jurisdicción en el Estado
constitucional”,  Jueces para la Democracia, Madrid, núm. 27, 1996, p. 44.
402 Beltrán, Miguel, Originalismo e interpretación. Dworkin vs. Bork: una polémica
constitucional, Madrid, Civitas, 1989, p. 98.
110 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

posterior, sin importar su longevidad y estabilidad, resulta ilegítima.403


El interpretativismo estricto viene motivado por una teoría política de
la legitimidad democrática, por una concepción que entiende a la sobe-
ranía  popular  como  fruto  de  las  mayorías  que  ratificaron  el  trabajo  de  
la convención constitucional en un proceso considerablemente demo-
crático, de lo que resulta que lo determinante sea la voluntad de los que
elaboraron la Constitución.404
Actualmente ya no se diferencia entre las diversas normas que existen
en las Constituciones, con objeto de fungir como parámetro de control,
debido a que se acepta que todas ellas, independientemente de su tipo,
estructura o alcance normativo y por el sólo hecho de estar incluidas en
la  norma  básica,  tienen  plena  fuerza  normativa  y,  por  tanto,  vinculan  a  
los poderes públicos y se aplican al conjunto del ordenamiento jurídico.
El parámetro, por lo mismo, se conforma no por una parte, sino por toda
la Constitución sin que pueda distinguirse entre normas programáticas y
vinculantes, preceptivas o de aplicación directa, de formulación abierta o
cerrada,  por  lo  que  la  invalidez  de  las  leyes  puede  provenir  tanto  de  unas  
como  de  otras,  ya  que  todas  son  “efectivas  normas  jurídicas”.405
En virtud de lo anterior, son parte indiscutible del parámetro, todas
las normas contenidas en el texto constitucional, como los principios es-
tructurales básicos, las normas que establecen la división de funciones y
distribución del poder y aquellas que consignan derechos fundamentales.

403 Richards, David A. J., “La intención de los constituyentes y la interpretación cons-
titucional”,  trad.  de  E.  Alonso  García,  RCEC, Madrid, núm. 1, 1988, p. 149.
404 Beltrán, Miguel, op. cit.,  nota  402,  p.  53.  Son  muchas  las  críticas  que  se  han  realiza-
do  a  la  teoría  originalista:  dificultades  para  la  determinación  del  significado  de  la  intención  
de los constituyentes por el cambio de concepción de las normas; imposibilidad de una de-
terminación precisa de la voluntad original de los constituyentes y la variedad de fuentes
históricas  de  donde  extraer  dicho  significado;;  negación  del  sistema  de  fuentes  al  eliminar  
la  validez  a  todas  aquellas  sentencias  que  incorporen  un  significado  distinto  al  estable-
cido en las normas constitucionales por los constituyentes; contradicción de la realidad
constitucional  al  negar  la  existencia  de  cláusulas  abiertas  que  definen  el  mismo  concepto  
de  Constitución;;  petrificación  de  los  valores  e  ideas  que  sirven  de  base  a  la  interpretación  
constitucional. Dorado Porras, Javier, op. cit., nota 119, pp. 49 y 60; Beltrán, Miguel, op.
cit.,  nota  402,  pp.  69-­92.  También  Alonso  García,  Enrique,  op. cit., nota 124, p. 139. Por
todo ello se ha dicho que el camino que toma el originalismo para evitar la usurpación del
Poder Legislativo por los jueces conduce de forma inevitable a la parálisis constitucional
y a la más absurda negación de los cambios sociales.
405 Al  respecto  véase  el  ya  clásico  estudio  de  García  de  Enterría,  Eduardo,   op. cit.,
nota 4, p. 68.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 111

En la actualidad, es más, las normas que funcionan como parámetro de


control  no  son  sólo  éstas,  sino  que  su  ámbito  se  ha  extendido  tanto  dentro  
como  fuera  del  texto  básico.  Como  afirma  Jiménez  Campo,  en  los  últi-
mos años, la complejidad del sistema de fuentes ha generado que cuando
se enjuicia la constitucionalidad de una ley se tenga en cuenta “no sólo
el conjunto de reglas y principios contenidos en la Constitución, sino
también  otros  textos  normativos...  que  se  presentan  como  condición  de  
validez  de  la  disposición  controvertida  y  cuya  infracción  por  ésta  puede  
dar  lugar  a  una  inconstitucionalidad  mediata  o  indirecta”.406
Ahora   también   se   consideran   parte   del   parámetro   de   control,   entre  
otras normas, los preámbulos que preceden a los textos constituciona-
les;;  las  denominadas  “normas  interpuestas”,  cada  vez  más  frecuentemen-
te  consagradas  y  utilizadas,  que  se  encuentran  intermedias  entre  la  nor-
ma fundamental y el ordenamiento jurídico y que son “llamadas por la
propia  Constitución  para  condicionar  la  aprobación  y  validez  de  nuevas  
leyes”;;  y,  las  “normas  paramétricas  reflejas”,  esto  es:  “aquellas  normas  
infraconstitucionales que por cuenta de la Constitución condicionan po-
sitiva  y  negativamente  la  validez  de  otras”.407  Junto  a  éstas  también  fun-
gen como parámetro de control, el derecho supranacional expresado en
los tratados internacionales y la doctrina producida por los tribunales; es
decir, las normas de creación jurisprudencial o normas subconstitucio-
nales o paraconstitucionales, como las llaman Alonso y Balaguer, res-
pectivamente, elaboradas como instrumento y resultado de operaciones
interpretativas.408  Asimismo,  son  utilizadas  como  parámetro,  las  normas  
extraídas de los principios generales constitucionales, normas no expre-
sas que, por lo mismo, no tienen más límites o extensión que el conferido
por  el  mismo  intérprete,  lo  que  indica  que  el  control  de  constitucionali-
406 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 78, p. 582.
407 Punset Blanco, Ramón, “Canon, carácter vinculante, contenido y efectos de los
pronunciamientos  sobre  la  constitucionalidad  de  las  leyes”,  La sentencia sobre la cons-
titucionalidad de la ley, Madrid, CEC, 1997, p. 82. Es importante señalar aquí que estas
normas  interpuestas,  cuya  “infracción  por  parte  de  otra  ley  determina  la  invalidez  de  la  
misma dado que es indirectamente o per relationem”  una  infracción  de  la  Constitución,  
deben cumplir, para funcionar como verdaderas leyes, ciertos requisitos procedimentales,
por ello se dice que su principio fundamentador es el de la especialidad procedimental.
Díez  Picazo,  José  M.,  “Concepto  de  ley  y  tipos  de  leyes”,  en  Garrorena  Morales,  A.  (ed.),  
El Parlamento y sus transformaciones actuales, Madrid, Tecnos, 1990, p. 150.
408 Balaguer Callejón, Francisco, op. cit., nota 348, p. 334; Aragón, Manuel, “Algunas
consideraciones  sobre  el  Tribunal  Constitucional”,  Revista Jurídica de Castilla-La Man-
cha, núm. 1, 1987, pp. 42-44.
112 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dad  se  realiza,  en  ocasiones,  mediante  el  contraste  con  normas  no  inclui-
das en la Constitución, propiciando una amplia libertad y un gran margen
de  maniobra  del  juez  en  el  momento  de  aplicar  una  norma  constitucional.  
Al  utilizar  los  jueces  principios  que  no  están  escritos  en  la  Constitución,  
extraconstitucionales, pueden ampliar, hasta hacerlas indeterminadas, las
fuentes de las que extraen los fundamentos de sus decisiones. En muchos
casos   parece   que   lo   decisivo   no   es   “il   collegamento   formalizzato   con  
il   testo   costituzionale,   ma   la   loro   forza   di   principi   superlegali...   come  
sintesi  di  valori  di  varia  ispirazione  storica  e  ideologica,  ma  comunque  
fondamentali”.409  En  virtud  de  la  utilización  de  dichos  principios,  los  jue-
ces pueden construir y reconstruir de forma continua, constante y oculta
el  parámetro  que  utilizan  para  confrontar  la  legitimidad  de  las  leyes  e,  
incluso, como dice Spadaro, inventar nuevos vínculos a los que debe so-
meterse  el  legislador  y  confrontar/comparar  los  intereses  protegidos  en  
las  disposiciones  de  la  ley  con  los  fines  y  valores  de  los  cuales  no  existen  
huellas, por lo menos explícita, en la Constitución.410 No hay que olvi-
dar,  en  fin,  que  los  cambios  normativos  e  interpretativos  en  el  canon  y  las  
modificaciones  o  alteraciones  interpretativas  en  las  normas,  no  sólo  con-
stitucionales,  sino  infraconstitucionales  que  forman  parte  de  él,  pueden  
afectar a todos los preceptos constitucionales, extendiendo, limitando o
modificando  su  alcance  y  significado.411
Lo  dicho  hasta  aquí  nos  lleva  a  aceptar,  con  Aja  y  González  Beilfuss,  
que se ha producido una progresiva extensión del parámetro formal y
material  de  constitucionalidad.  Ahora,  cuando  se  juzga  sobre  la  constitu-
cionalidad de una ley, no sólo se toma en cuenta un grupo determinado
de normas constitucionales, sino toda la Constitución, pero, además, un
conjunto muy complejo de normas distintas a las contenidas en el texto
supremo.   Esto   significa   que   las   normas   que   el   legislador   dicta   no   sólo  
deben ser acordes con las contenidas en la Constitución, a la que debe
dar  aplicación  total,  sino  con  todas  aquéllas  extraídas  de  la  misma  y  con-
tenidas en fuentes no constitucionales. Esta ampliación y multiplicación

409 Vita,  Ana   de,   “I   valori   costituzionali   come   valori   giuridici   superiori   nel   sistema  
francese. Il  Conseil  constitutionnel  fra  nuovi  compiti  e  nuove  responsabilita”,  Quaderni
Costituzionali, núm. 1, 1984, p. 65.
410 Spadaro,  Antonino,  “Le  motivazioni  delle  sentenze  della  Corte  come  “tecniche”  di  
creazione  di  norme  costituzionale”,  en  Ruggeri,  A.  (cura),  La motivazione delle decisioni
della Corte Costituzionale, Torino, Giappichelli, 1994, pp. 364 y 365.
411 Punset Blanco, Ramón, op. cit., nota 407, pp. 82-84.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 113

del parámetro de control ha conducido a hablar de su falta de estabilidad


estructural  o  “fluidez”  como  una  de  las  notas  distintivas  de  los  ordena-
mientos actuales, dándose por superado el principio que señalaba que “el
control  de  las  leyes  sólo  puede  realizarse  a  partir  de  la  Constitución  y  no  
de  otras  normas”.
Uno de los ejemplos más claros al respecto es la experiencia francesa,
donde en los últimos años se ha desarrollado positivamente el control
de constitucionalidad de las leyes. Ahí, el Consejo Constitucional, que
controla la constitucionalidad de las leyes orgánicas y ordinarias y los
reglamentos parlamentarios, de forma previa y abstracta, con su “deci-
sión  fundadora”  del  16  de  julio  de  1971  (decisión  que  constituye,  como  
se ha dicho, la “pietra angolare nel processo di progressiva estensione del
controllo  di  costituzionalita”  y  que  fue  precedida  por  la  también  impor-
tante  decisión  de  26  de  junio  de  1969),  en  la  que  por  primera  vez  declaró  
una ley inconstitucional y consagró la vinculatoriedad de la libertad de
asociación,  afirmó  que  también  el  preámbulo  de  la  Constitución  de  1958  
tiene pleno valor jurídico y carácter constitucional, fungiendo, por tanto,
como canon para medir la constitucionalidad de las leyes.
Así, por obra del Consejo Constitucional, se extendió el número de
normas que integran el denominado bloc de constitutionnalité, que impo-
ne y limita la actividad del legislador, dando entrada, en contra de cual-
quier intención constituyente, como parámetro para controlar la consti-
tucionalidad de las leyes, a los principios fundamentales reconocidos por
las  leyes  de  la  República  y  a  aquéllos  otros  considerados  particularmente  
necesarios en nuestros tiempos. Como escribe Favoreau, a partir de esta
sentencia, las normas de referencia en la aplicación del derecho consti-
tucional  francés  se  integran  con  diversos  textos,  como  la  Constitución  de  
1958, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789,
el Preámbulo de la Constitución de 1946, que constituye una verdade-
ra declaración de derechos económicos y sociales, y por los principios
fundamentales reconocidos en las leyes de la República, que al ser con-
siderados como medida de la constitucionalidad de las normas otorgan
vigencia y valor jurídico, a juicio de Rivero, a todos aquellos principios
reconocidos en la III República, es decir, a los dictados durante 1880 a
1940, lo que viene a hacer que el parámetro se integre por múltiples tex-
tos que han sido considerados fundamentales durante la historia del país.
A partir de esta decisión que, como dice De Vita, revolucionó los funda-
mentos  conceptuales  del  sistema  francés,  el  derecho  galo  tiene  un  bloque  
114 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de  constitucionalidad,  “extensísimo  y  de  muy  difusos  contornos”,  com-


puesto de un variado conjunto de normas, principios y reglas, cuyo respe-
to se impone a la ley, y que son invocados por el Consejo Constitucional
de   forma   cada   vez   más   frecuente   como   fundamento   de   sus   decisiones.  
Por ello, para Favoreau, la actual Constitución francesa bien podría ser
considerada no una norma singular, sino “el conjunto de textos que for-
man  el  bloque  de  constitucionalidad”412 que por responder “a espíritus o
concepciones  muy  distintas”  provocan  que  “inevitablemente”  se  produz-
can antinomias, mismas que, como escribe Poltroni, otorgan un campo
de  intervención  muy  amplio  al  juez  constitucional.413 No en vano se ha
dicho  que  la  utilización  de  nociones  como  “principios  fundamentales  re-
conocidos  por  las  leyes  de  la  República”  lleva  consigo  el  reconocimiento  
y  existencia  de  “principios  para  hacerlo  todo”.
Por otro lado, es muy difícil encontrar en la actualidad un tribunal que
considere a la Constitución sólo como una norma procedimental. Las
Constituciones  de  hoy  también  tratan  de  asegurar  su  supremacía  sustan-
cial.  La  sola  inconstitucionalidad  formal  no  es  suficiente  para  asegurar  
la congruencia entre las normas dictadas y el resto del ordenamiento ju-
rídico, y cualquier discordancia entre la norma superior e inferior puede
ser  objeto  de  control  judicial;;  lo  que  significa  que  la  posible  invalidez  de  
las leyes puede derivar tanto de violaciones al procedimiento de creación
412 Favoreau, Louis, en su contribución a la obra El bloque de la constitucionalidad,
Favoreau, L. y Rubio Llorente, F., Madrid, Civitas, 1991, pp. 25 y ss. En la misma obra
señala:   “El   juez   constitucional   ha   llegado,   en   menos   de   veinte   años,   a   realizar   lo   que  
cerca de dos siglos de historia no habían conseguido llevar a cabo: un conjunto consti-
tucional  suficientemente  armonioso  y  coherente,  que  combina  la  modernidad  y  las  tradi-
ciones y en el sentido que, sobre todo, los  derechos  fundamentales  han  sido  finalmente  
integrados”,  p.  42.
413 Rubio  Llorente,  Francisco,  “El  bloque  de  constitucionalidad”,  La forma del poder,
cit.,   nota  291,  p.   107;;   Patroni  Griffi
Patroni  Griffi,  Andrea,  
  ,  Andrea,  “Il  
“Il   Conseil   Constitutionnel   e   il   control-­
control-
lo  della  ragionevolezza:  peculiarita  e  tecniche  di  intervento  del  giudice  costituzionale  
francese”,   Rivista Italiana di Diritto Pubblico Comunitario, núm. 1, 1998, p. 51. La
decisión   del   Consejo   Constitucional   francés   del   16   de   julio   de   1971   hizo   duplicar   el  
contenido   de   la   Constitución.   Pérez   Luño,  Antonio  A.,   op. cit., nota 99, p. 250. Vita
escribe  que  la  decisión  pronunciada  el  16  de  julio  de  1971,  “significativamente  calificada  
el Marbury vs. Madison   de   la   justicia   constitucional   francesa”,   representa   la   asunción  
de un rol hasta entonces desconocido para el Consejo: de protector del Ejecutivo contra
el Parlamento se ha convertido en guardián de las libertades constitucionales frente a la
coalición  gubernativa  y  la  mayoría  parlamentaria.  Con  esta  decisión,  el  Consejo  comenzó  
a desenvolver un papel contrario a la voluntad constituyente y a la tradición y la historia
propia de la Francia. Vita, Ana de, op. cit., nota 409, pp. 42, 43 y 45.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 115

y aprobación como por su contradicción con los contenidos materiales


vinculantes  para  el  legislador.  Esto  significa,  con  otras  palabras,  que  la  
creación del derecho puede estar sujeta a controles formales y sustancia-
les; que la Constitución es la medida normativa de todas las normas “no
sólo  en  cuanto  a  su  génesis  y  validez,  sino  también  en  cuanto  a  su  inter-
pretación  y  aplicación”,414 y que ningún contenido constitucional, como
escribe Prieto Sanchís, puede quedar hasta tal punto devaluado, que sea
excluido de la protección de la justicia, ya que esto contradiría el mismo
principio de constitucionalidad.
Es precisamente en las normas de contenido material donde se puede
constatar, en toda su amplitud, la importancia actual del examen de cons-
titucionalidad  de  las  leyes  y  de  la  actividad  que  está  llamado  a  realizar  el  
juez  debido  a  la  “enérgica  pretensión  de  validez”  que  aquéllas  manifies-
tan.  Los  órganos  judiciales  se  encuentran,  en  el  momento  de  realizar  sus  
funciones,  frente  a  la  peculiar  y  extensiva  “resistencia  o  plus  de  validez”  
de este tipo de normas, cuya presencia convierte al sistema jurídico en
un  orden  “materialmente  determinado”  por  la  Constitución.415 En virtud
de  ello  se  ha  podido  decir  que  el  “verdadero  sentido”,  la  esencia  de  la  
institución   de   control,   su   “verdadera   fuerza”,   se   adquiere   y   desarrolla  
en virtud de las llamadas normas materiales de la Constitución. Éstas
condicionan en toda su plenitud la función de control al orientar la direc-
ción del sistema político y social, programar el contenido de las leyes y
la producción de normas y convertir a la Constitución en norma jurídica
y verdadera fuente del derecho.416  Pero  también  sucede  que  “sólo  a  tra-
vés  de  la  jurisdicción  constitucional  reciben  las  disposiciones  sustantivas  
verdadera  eficacia;;  mediante  ella  se  transforman  en  derecho  propiamente  
las meras proclamaciones políticas, las promesas, manifestaciones o re-
glas  de  la  organización  estatal”.417
Fundamentar el Estado en las normas materiales de la Constitución
provoca la aparición de un doble nivel de legitimidad representado en la
414 Grimm,  Dieter,  “La  Constitución  como  fuente  del  derecho”,  Las fuentes del dere-
cho, Barcelona, Anuario de la Facultad de Derecho, 1983, p. 22.
415 En este sentido Bachof, Otto, Jueces y Constitución,  trad.  de  R.  Bercovitz,  Madrid,  
Civitas,  1985,  pp.  42  y  48.  También,    Alexy,  Robert,  Teoría de los derechos fundamenta-
les,  trad.  de  E.  Garzón  Valdés,  Madrid,  CEC,  1997,  p.  525.
416 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, p. 40; Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 387, p. 23.
417 Citando a Ermacora así lo entiende Frisch Philipp, Walter, “La forma en que se
plasmó la «teoría pura del derecho» de Hans Kelsen en la jurisdicción austriaca, creada
por  él”,  trad.  de  E.  Bieler,  Jurídica,  México,  t.  2,  núm.  2,  1970,  p.  148.
116 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dialéctica  Constitución-­ley,  dominada  en  su  esencia,  como  escribe  Bal-


dassarre, por la lógica de las relaciones entre las mismas. Este esquema
reconduce  la  labor  del  juez  a  constatar  “la  doble  sujeción  del  derecho  al  
derecho”,  a  verificar  el  cumplimiento  de  una  doble  legalidad:  la  legali-
dad  formal  y  otra  propiamente  constitucional  que  caracteriza  al  Estado  
constitucional contemporáneo.418  Esta  “legalita  a  due  stadi”  indica  que  
el conjunto de la actividad jurídica, privada y pública, debe confor-
marse a las normas legales y, estas últimas, en cada aspecto, no pueden
ser contrarias a los contenidos y jerarquía de valores establecidos en
la Constitución.419 Como escribe Ferrajoli, las leyes deben sobrepasar
una  doble  evaluación  sobre  su  legitimidad,  y  el  juez,  por  lo  tanto,  debe  
controlar,  a  la  vez,  las  condiciones  de  validez  y  vigencia  de  las  leyes.  
Una de las consecuencias de esta concepción, extraída precisamente de
la  disociación  entre  vigencia  y  validez  de  las  normas,  es,  además  de  la  
consideración  de  que  las  leyes  solamente  cuando  son  revisadas  gozan,  
sin lugar a dudas, de legitimidad formal y sustancial, el debilitamiento
de la presunción de constitucionalidad de las leyes, en virtud de que el
principio   formal   de   la   democracia   política,   relativo   a   quién   decide   y  
cómo se decide, queda subordinado a los principios sustanciales expre-
sados por los derechos fundamentales. En otras palabras, la existencia de
una  presunción  de  constitucionalidad  de  las  normas  legales  se  relativiza,  
bastando  para  superarla  la  valoración  crítica  que  realice  el  mismo  juez  
cuando  objeta  su  invalidez.420

2. Nuevas técnicas interpretativas

La   utilización   de   las   normas   constitucionales   de   contenido   material  


como parámetro del control de constitucionalidad ha propiciado el em-
pleo  de  nuevas  técnicas  interpretativas,  que  resaltan  la  especificidad  de  la  
estructura constitucional, entre las que se encuentra el control de racio-
418 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 387, p. 23; Baldassarre, Antonio, op. cit., nota 263,
p. 185; id.,   “Costituzione   e   teoria   dei   valori”,   Politica del Diritto,   vol.   XXII,   núm.   4,  
1991, pp. 655 y 656.
419 Baldassarre,  Antonio,  “L’interpretazione  della  Costituzione”,  Congreso Internacio-
nal de Derecho Público, Filosofía y Sociología Jurídica. Perspectivas para el próximo
milenio, Universidad Externado de Colombia, 1996, p. 221.
420 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, 2a. ed., trad. de P.
Andrés  Ibáñez  et al., Madrid, Trotta, 1997, p. 873.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 117

nalidad, y tienen como consecuencia la imposición de nuevos límites a la


actividad del legislador. Este control que, en la mayoría de los casos, no
tiene concreta base constitucional y es una creación jurisprudencial, em-
pleado inicialmente como una regla que tenía por objeto asegurar que el
legislador considerara de manera igual situaciones iguales, y de manera
diferente  situaciones  diferentes,  es  la  “nota  dominante”  de  algunos  siste-
mas actuales de justicia constitucional y su aplicación parece extenderse
como  “un  parámetro  de  proyección  o  alcance  general”,421 a cualquier tipo
de  controversia  competencia  de  aquélla.
Mediante el control de racionalidad, los jueces supervisan una variedad
muy amplia de supuestos; controlan, entre otros extremos, la coherencia
entre  el  fin  normativo  y  la  norma  reguladora,  entre  los  medios  normativos  
empleados por el legislador y los objetivos generales perseguidos por la
norma  básica;;  verifican  si  existe  un  nexo  de  correlación  lógica  entre  los  
principios elegidos por el legislador y los elementos normativos del sis-
tema  formalizado,  determinando  la  ausencia  no  justificada  de  dicho  nexo  
o  la  irracionalidad  de  las  leyes.  Es  decir,  el  juez  a  través  de  este  método  
puede evaluar si los medios o medidas adoptadas por el legislador para
alcanzar  el  objetivo  prefijado  fueron  escogidos  de  forma  racional  y  son  
los  idóneos  para  realizar  los  fines  señalados  por  la  norma;;  verifica,  en-
tonces,  la  relación  entre  dichos  medios  y  los  fines  dispuestos  por  la  nor-
ma.  Cuando  el  juez  contempla  una  desproporción  manifiesta  entre  estos  
elementos  puede  declarar  la  inconstitucionalidad  de  la  norma  juzgada. 422
También  a  través  de  este  método  se  puede  controlar  la  adecuación  o  
congruencia   de   las   normas   con   sus   presupuestos   internos;;   el   sacrificio  
que una norma constitucional soporta en virtud del aseguramiento y tute-
421 Muchos tribunales han partido del principio de igualdad para desarrollar un inten-
so   control   sustancial  de  constitucionalidad   de  las  leyes  pero   la   dificultad  que  conlleva  
este  principio  es  que  no  tiene  un  contenido  específico  sino  que  asume  valor  integrativo  
de otros principios constitucionales, su potencial aplicativo es teóricamente ilimitado y,
según  como  se  entienda,  susceptible  de  paralizar  del  todo  la  acción  legislativa.  Vita, Ana
de, op. cit.,  nota  409,  p.  70.  En  
En  Francia,  escribe  Patroni,  el  control  sobre  la  “ragionevolez-
ragionevolez-­
za”  de  las  normas  expedidas  por  el  legislador  “al  di  là  delle  formule  utilizzate,  costituisca  
espressione   di   una   tecnica   d’intervento   metabolizzata   dal   giudice   delle   leggi   francese,  
che   viene   utilizata   sempre   più   frecuentemente   e   senza   più   «imbarazzi»   o   espressioni  
precostituite”.  Patroni  Griffi,  Andrea,  op. cit., nota 415, p. 67.
422 Chessa, Omar, “Bilanciamento ben temporato o sindacato esterno di ragionevo-
lezza?.  Note  sui  diritti  inviolabili  come  parametro  del  giudizio  di  costituzionalita”,  Giu-
risprudenza Costituzionale,   año   XLIII,   fasc.   6,   1998,   pp.   3925-­3927;;   Alonso   García,  
Enrique,  “La  jurisprudencia  constitucional”,  RCEC, Madrid, núm. 1, 1988, p. 189.
118 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la de otros intereses constitucionales concurrentes;423 la incoherencia de


las normas y su no contradicción con los principios esenciales y objetivos
básicos  del  sistema  normativo  en  el  que  se  insertan.  Los  jueces  también  
pueden enjuiciar la necesidad de las normas que imponen una limitación,
lo  que  les  confiere  la  facultad  de  verificar  si  una  regulación  es  indispen-
sable  y  si  no  existe  un  medio  alternativo  igual  de  eficaz  y  menos  perju-
dicial.  Todas  las  medidas  que  signifiquen  una  limitación  que  exceda  lo  
estrictamente   necesario   serán   constitucionalmente   ilegítimas.  Al   verifi-
car si el legislador procedió a la limitación del derecho en medida estric-
tamente  necesaria  y  utilizó  los  medios  adecuados  para  realizar  los  fines  
normativos  puede  también  examinar  si  dicha  limitación  tiene  como  base  
y  fundamento  un  interés  constitucionalmente  relevante  (lo  que  se  ha  dado  
en  llamar  la  “coesencialidad  del  límite”).  En  otras  ocasiones,  y  también  
a  través  de  este  método,  los  jueces  controlan  el  valor  de  las  normas  noto-
riamente  injustas  o  de  aquellas  decisiones  insostenibles  en  términos  axio-
lógicos decidiendo sobre su inadmisibilidad dentro del sistema jurídico.
Desde  la  posición  del  legislador,  lo  anterior  significa  que  está  obligado  
a revisar, en el momento de llevar a cabo sus funciones, el contempora-
mento  de  todas  las  normas  constitucionales  que  aparezcan  como  antago-
nistas a su regulación y a no restringir o limitar los derechos fundamenta-
les,  sino  sólo  en  la  medida  estrictamente  necesaria  para  la  realización  del  
interés  constitucional  relevante.  Puede  poner  límites  a  los  derechos,  pero  
sólo   los   indispensables   para   realizar   los   fines   constitucionales,   y   debe  
tener cuidado en escoger el medio normativo que menor lesión les cause.
Así, el objetivo legislativo debe guardar una relación proporcional con la
restricción de la libertad. De esta forma, el control de constitucionalidad
de  las  normas  se  extiende  al  control  de  los  motivos,  criterios,  razones,  
lógica y coherencia de la actividad legislativa. Como señala la doctrina
italiana,  todas  estas  exigencias  de  “bonne  législation”,  imponen  un  con-
trol  general  de  “impertinenza”  y  “adeguatezza” de la ley.
Hay  que  destacar,  con  J.  Lüther,  que  esta  vigilancia  o  control  que  reali-
zan  los  jueces  constitucionales  de  la  idoneidad,  necesidad  y  proporciona-
lidad de las medidas legislativas puede variar en intensidad, dependiendo
de las normas que la legislación concrete y de los sectores del derecho
regulados,  y  que  normalmente  el  control  de  las  normas,  que  se  realiza  a  
423 Tosi,   Rosana,   “Spunti   per   una   reflessione   sui   criteri   di   ragionevolezza   nella   giu-
risprudenza   costituzionale”,   Giurisprudenza Costituzionale,   Italia,   año   XLIII,   fasc.   1,  
1993, pp. 552 y 553.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 119

través  de  este  método,  no  se  lleva  a  cabo  utilizando  los  principios  básicos  
contenidos en el ordenamiento, sino diversos valores que se encuentran
fuera del mismo o que los propios jueces consideran implícitos, lo que
provoca   que   cada   vez   con   mayor   frecuencia   el   control   de   las   leyes   se  
realice con criterios de justicia establecidos a priori respecto a los conte-
nidos del ordenamiento, es decir, con base en principios desprovistos de
base  justificativa  jurídico  positiva.424
Prieto Sanchís, con suma claridad, ha señalado los requisitos de pro-
porcionalidad que una ley debe sobrepasar, para que no sea declarada
inconstitucional en el proceso de revisión:

primero,  un  fin  constitucionalmente  legítimo  como  fundamento  de  la  inter-
ferencia en la esfera de los derechos; segundo, la adecuación o idoneidad
de  la  medida  adoptada  en  orden  a  la  protección  o  consecución  de  dicho  fin;;  
tercero,  la  necesidad  de  la  intervención  o,  lo  que  es  lo  mismo,  del  sacrificio  
del derecho, mostrando que no existe un procedimiento menos gravoso o
restrictivo;;  y  finalmente,  la  proporcionalidad  en  sentido  estricto,  que  su-
pone  ponderar  entre  daños  y  beneficios,  es  decir,  acreditar  que  existe  un  
cierto  equilibrio  entre  los  beneficios  que  se  obtienen  a  través  de  la  medida  
limitadora y los daños y lesiones que de la misma se derivan para el ejerci-
cio del derecho. Pues, en palabras de Alexy, “cuanto mayor es el grado de
la no satisfacción o afectación de un principio, tanto mayor tiene que ser la
importancia  de  la  satisfacción  del  otro”.425

De forma parecida, Jörg Luther señala que los jueces, cuando revisan
la  constitucionalidad  de  una  ley,  deben  vigilar:  a)  la  idoneidad del acto,
entendido  como  el  medio  utilizado  por  el  legislador  para  realizar  el  obje-
tivo  que  busca  cumplir;;  b)  la  necesidad de la medida legislativa, es decir,
si el legislador tomó en consideración el acto normativo en relación con
otros medios alternativos a su disposición y consideró cuál de ellos in-
cidía  menos  sobre  la  posición  tutelada  (“regola  del  mezzo  piu  mite”);;  lo  
que  permite  al  juez  vigilar  si  realmente  existe  la  necesidad  de  limitar  el  
derecho por su relación con otros bienes igual de importantes y, en caso
positivo, si el legislador escogió la forma de intervención que afecta me-
nos  al  propio  derecho;;  así,  la  necesidad  se  refiere  a  la  facultad  del  juez  
424 Chessa, Omar, op. cit., nota 422, pp. 3925-3927.
425 Prieto  Sanchís,  Luis,  “Tribunal  Constitucional  y  positivismo  jurídico”,  en  Carbo-
nell,  M.  (comp.),  Teoría de la Constitución. Ensayos escogidos,  México,  Porrúa-­UNAM,  
2000, p. 326.
120 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de  verificar  si  el  legislador  seleccionó  el  medio  legislativo  más  eficaz  y  
menos  dañino,  y  c)  la  proporcionalidad, que permite al órgano judicial
controlar las consecuencias de la intervención legislativa en relación con
las  posiciones  del  individuo  y  la  comunidad,  ya  que  la  ley  debe  garantizar  
suficientemente  las  posiciones  subjetivas  del  ciudadano  y  los  intereses  de  
la comunidad.426
Baldassarre, por su parte, señala que los jueces enjuician la ragionevo-
lezza  de  las  normas  legales  bajo  dos  aspectos,  principalmente:  1)  verifican  
si  el  fin  legislativo  contrasta  con  los  valores  constitucionales,  con  algunos  
o  con  la  jerarquía  entre  ellos  establecida  en  la  Constitución,  y  2)  evalúan  
si   los   medios   o   medidas   adoptadas   para   alcanzar   el   objetivo   prefijado  
ha sido escogido ragionevolmente.  La  verificación  de  estas  medidas  se  
efectúa en varios sentidos: examinando la adecuación cuantitativa de los
medios, es decir, la proporcionalidad de los medios seleccionados para
la  consecución  de  los  fines  preestablecidos;;  la  adecuación  cualitativa  o  
congruencia  de  los  medios,  que  indica  la  idoneidad  de  éstos  para  la  per-
secución   de   los   fines,   y   la   clasificación   de   los   sujetos   o   categorías   de  
actividad,  dirigida  a  verificar  la  presencia  de  una  clasificación  incorrecta  
o arbitraria en el ámbito del sistema legislativo. Pero no se crea que la
construcción de estas reglas proviene sólo de la doctrina. Basta señalar,
para  mostrar  la  generalización  de  la  utilización  de  los  controles  de  racio-
nalidad y para no extendernos demasiado, que el Tribunal austriaco rea-
liza  el  examen  de  las  siguientes  cuestiones  antes  de  decidir  si  una  intro-
misión legislativa en las normas de contenido material de la Constitución
es admisible: a)  precisa  que  fin  persigue  la  ley  y  si  el  mismo  se  apoya  en  
un  interés  público;;  b) examina si la intromisión en la norma es adecuada
para  la  consecución  de  dicho  fin;;  es  decir,  realiza  un  examen  de  los  me-
dios  previstos  por  el  legislador  verificando  si  estos  son  idóneos;;  c) exa-
mina si la intromisión es necesaria; esto es, pondera el gravamen para el

426 Luther,  Jörg,  “Ragionevolezza  e  verhältnismärigkeit  nella  giurisprudenza  costitu-


zionale”,  Diritto e Societa,  Padova,  núms.  1-­2,  1993,  pp.  308-­327.  Según  Starck,  para  
que  un  derecho  pueda  ser  limitado  por  una  ley,  los  medios  utilizados  para  la  realización  
de dicha limitación tienen que ser adecuados, necesarios y proporcionales. Esto quiere
decir  que  un  derecho  puede  ser  limitado  siempre  que  la  medida  proteja  eficazmente  el  
bien  jurídico  amenazado;;  se  empleen  los  medios  más  blandos  posibles  para  proteger,  de  
modo  eficaz,  el  bien  jurídico  en  peligro  y  se  garantice  que  la  carga  para  la  persona,  de-
rivada  de  la  limitación  al  derecho  fundamental,  sea  razonable  con  las  ventajas  derivadas  
para  la  generalidad.  Starck,  Christian,  “I  diritti  fondamentali  nel  Grundgesetz  della  Re-
pubblica  Federale  di  Germania”,  Giurisprudenza Costituzionale, Italia, 1992, p. 2530.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 121

afectado y las ventajas para la colectividad, y d) examina si la gravedad


de la intromisión está en adecuado equilibrio con la importancia de los
intereses públicos.427
No  se  necesita  mucho  esfuerzo  para  comprender  que  la  utilización  de  
este criterio de control puede provocar que el juicio de constitucionali-
dad se convierta en una vía que permita a los jueces tomar decisiones
ampliamente discrecionales e imponer límites sustantivos, más estrictos
y  eficaces,  al  ejercicio  de  la  actividad  del  legislador.428 Como realmente
no   existen   reglas   objetivas   para   realizar   las   operaciones   comprendidas  
en  este  método,  sus  confines,  debido  a  su  carácter  incierto,  dependen  en  
gran  medida  de  las  preferencias  ideológicas  y  políticas  del  juez.  Por  ello  
se  ha  dicho  que  se  trata  de  un  medio  a  través  del  cual  se  puede  controlar  
la obra del legislador recurriendo a parámetros derivados de la corriente
de  pensamiento  político  a  la  que  pertenezcan.429 No puede dejar de seña-
larse  que  existen  dudas  de  que  este  método  de  interpretación  realmente  
permita  clarificar  el  significado  de  los  textos  o  haga  más  cierta  y  determi-
nada su interpretación,430 lo que sí se asegura es que ha servido, o puede
servir,  como  método  de  política  constitucional  para  frenar  o  justificar  in-
novaciones normativas o auxiliarlas o convalidarlas. “Todo depende del
modo  en  que  el  instrumento  es  operado”.431 Escribe  Kurkdjian:  “emerge  
l’esitenza  di  un  filo  sottile  che  separa  la  legittimità  di  questo  sindacato  dal-
la   posibilità   che   attraverso   esso   si   realizzi   di   fatto   una   sovraposizione  
della  politica  della  Corte  su  quella  del  legislatore”. 432 Por lo menos, dice
427 Schäffer,  Heinz  y  Haas,  Thomas,  “Austria.  La  relación  entre  el  Tribunal  Constitu-
cional  y  el  legislador”,  en  Aja,  E.  (ed.),  Las tensiones..., cit.,  nota  83,  p.  24.  Recuérdese  
cómo  hasta  hace  pocos  años  Öelingher  señalaba  que  la  Corte  Constitucional  austriaca  in-
terpretaba  el  derecho  constitucional  según  los  métodos  tradicionales  de  la  jurisprudencia,  
su  estilo,  decía,  podía  caracterizarse  de  positivista,  ya  que  se  distinguía  por  su  rechazo  a  
recurrir a normas no escritas o al derecho natural. Öelingher,  Theo,  op. cit., nota 293 p. 54.
428 Scaccia, Gino, “Il bilanciamento degli interessi come tecnica di controllo costitu-
zionale”,  Giurisprudenza Costituzionale,  Italia,  año  XLIII,  fasc.  6,  1998,  p.  3961;;  Bal-
dassarre, Antonio, op. cit., nota 419, p. 221.
429 Kurkdjian,  Vartui,  “Il  principio  di  ragionevolezza  come  strumento  di  contrapotere  
nei  confronti  del  legislatore”,  Diritto e società, Italia, núm. 2, 1991, p. 248.
430 Angiolini,  Vittorio,  “Costituzione  tollerante,  Costituzione  totale  ed  interpretazione  
della  disciplina  della  liberta”,  en  Romboli,  R.  (cura),  La tutela dei diritti fondamentali
davanti alle Corte Costituzionali, Torino, G. Giappichelli, 1994, p. 25.
431 Corasaniti,  Aldo,   “La   ragionevolezza   come   parametro   del   giudizio   di   legittimita  
costituzionale”,  Diritto e Societa, núm. 1, 1995, p. 4.
432 Ibidem, p. 260.
122 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Comanducci,  esta  técnica  interpretativa  utilizada  para  el  juicio  de  consti-
tucionalidad  resulta  “particularmente  peligrosa”  al  implicar  “la  atribución  
a los jueces constitucionales de un margen tan amplio de discrecionalidad
que los convierte no sólo en colegisladores, sino, incluso, en algunos
casos,  en  coautores  de  la  misma  Constitución”.433 Por ello, Angiolini se
sorprende  de  que  a  pesar  de  que  este  método  de  control  se  ha  generaliza-
do no existe la preocupación de poner a las operaciones que comprende
auténticos   límites   distintos   al   deber   de   coherencia   interna   del   discurso  
argumentativo.   El   esfuerzo,   en   todo   caso,   debía   dirigirse   a   aclarar   los  
modos  y  principios  de  la  ponderación  de  valores  para  racionalizar  la  la-
bor  del  intérprete  y  poner  límites  y  reglas  al  amplio  poder  decisional  que  
posee en el juicio de constitucionalidad.434
Ya  se  ha  advertido  que  una  inadecuada  utilización  de  este  criterio  de  
control puede conducir a extender la intervención de los jueces al control
del  mérito  político  de  las  leyes  y  entrometerse  en  el  poder  discrecional  
que le corresponde al Parlamento. Los jueces pueden caer en la tentación
de  revisar  “el  juicio  de  valor  de  sustancia  política”  realizado  por  el  le-
gislador, sus formas de apreciar determinadas realidades políticas y sus
juicios sobre la oportunidad y conveniencia de legislar relegándolos y
cambiándolos  por  su  propia  evaluación.  El  riesgo  es  que  el  juez  consti-
tucional,  en  vez  de  realizar  un  control  de  legitimidad  realice  un  control  
de  mérito  o  de  oportunidad  política  e  imponga  sus  propios  pareceres  al  
conocer   “de   los   fines   que   han   determinado   la   actuación   de   legislador,  
del correcto o incorrecto uso que el mismo haya hecho de su potestad
legislativa  e  incluso  de  la  solidez  o  insolidez  del  razonamiento  que  está  
en  la  base  de  la  ley  misma”,  lo  que  traería  como  consecuencia  que  los  
criterios del legislador sean “peligrosamente sustituidos por las propias
opciones  del  Tribunal”.435
433 Comanducci,  Paolo,  “Modelos  e  interpretación  de  la  Constitución”,  en  Carbonell,  
M.  (comp.),  Teoría de la Constitución. Ensayos escogidos, cit., nota 425, p. 153.
434 Baldassarre, Antonio, op. cit., nota 419, p. 222.
435 Garrorena  Morales,  Ángel,  “La  sentencia  constitucional”,  Revista de Derecho Po-
lítico,  Madrid,  núm.11,  1981,  pp.  14  y  17.  Recuérdese  que  ya  Calamandrei  señalaba  en  
1950,   comentando   la   posibilidad   de   que   el   juez   controlara   lo   que   la   doctrina   italiana  
llama  “ecceso  di  potere”  del  legislador,  entendido,  con  Mortati,  como  la  contradicción  
entre el motivo adoptado y el contenido objetivo del acto o la no correspondencia del
motivo  del  acto  con  el  fin  de  la  ley,  que  éste  fácilmente  podía  conducir  o  hacer  “resbalar”  
al  control  jurídico  de  constitucionalidad  a  un  control  de  mérito  o  sustancia  política  de  las  
leyes. Calamandrei, Piero, op. cit.,  nota  390,  p.  24.  También  para  Crisafulli  el  riesgo  que  
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 123

Lo  importante  es  resaltar  ahora  que  estos  métodos  de  control  multipli-
can  y  refuerzan  las  posibilidades  de  examinar  la  actividad  del  legislador.  
Éste es controlado en sus errores, posibles equivocaciones, apreciación
o  evaluación  que  hace  de  los  hechos  que  regula  (“erreur  manifeste  d’ap-
préciation”),  consecuencias  de  los  mismos,  contradicciones  y  en  la  ade-
cuación  de  sus  medidas  con  los  fines  que  persigue,  determinaciones  que  
antes indudablemente se dejaban en sus manos. Toda esta vigilancia so-
bre  su  forma  de  actuar  parece  contradecir  la  configuración  de  su  función  
como innovadora, no programada y discrecional.
Todo  lo  dicho  hasta  aquí  nos  permite  comprender  por  qué  Faller  con-
sidera que la cuestión del parámetro del control es el punto neurálgico
de   la   jurisdicción   constitucional,   y   redimensionar   por   qué,   como   decía  
Crisafulli,  la  zona  crítica  de  las  relaciones  entre  el  órgano  jurisdiccional  
y el legislador está representada por la constitucionalidad material. El
problema  no  es,  como  señala  Díez-­Picazo,  la  existencia  de  un  control  ju-
risdiccional de la ley, sino “la clase de límites que se imponen al legisla-
dor,  lo  cual  depende  únicamente  de  la  naturaleza  de  la  norma  suprema”.  
Si, como se hace actualmente, se acepta que deben aplicarse al juicio de
constitucionalidad  nuevas  técnicas  de  interpretación,  es  porque  la  con-
cepción de la estructura de la Constitución y, en general, el parámetro de
control  han  cambiado  sustancialmente  en  relación  con  el  significado  que  
antes se le confería. En virtud de que “el elevado grado de abstracción
de sus formulaciones y contenidos normativos permite sólo en algunas
ocasiones una aplicación inmediata del derecho constitucional mediante
una  estricta  subsunción  silogística”,436 la base del juicio de constitucio-
nalidad ahora está en la contraposición entre una proposición legislativa
y  un  principio  constitucional,  que  puede,  a  su  vez,  ser  deducido  de  una  
proposición  contenida  en  la  Constitución  o  del  significado  derivado  de  
la combinación de más disposiciones de rango constitucional.437 Esto in-

lleva consigo el principio de racionalidad es que puede hacer que el juicio de legitimidad
se convierta en un juicio sobre la justicia de las leyes sometido a las reglas creadas por los
mismos  jueces.  Crisafulli,  Vezio,  “Giustizia  costituzionale  e  potere  legislativo”,  Aspetti e
tendenze del Diritto Costituzionale. Scritti in onore di Costantino Mortati, Universitá di
Roma,  1977,  vol.  4,  p.  137.  Se  ha  dicho  que  la  lealtad  del  juez  no  es  una  lealtad  a  la  ley  o  
al legislador, sino a la buena ley, es decir, a la Constitución y sus principios, lo que quiere
decir: al buen legislador. Torre, Massimo la, op. cit., nota 238, p. 91.
436 Schneider,  Hans  Peter,  “Aplicación  directa  y  eficacia  indirecta  de  las  normas  consti-
tucionales”, cit., nota 1, p. 73.
437 Baldassarre, Antonio, op. cit., nota 419, p. 212.
124 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dica que las Constituciones sobre las que operan actualmente los jueces
constitucionales han cambiado por completo sus características, variando
también  la  forma  de  regular  sus  distintos  sectores.  Recuérdese  que,  como  
escribe   Cruz   Villallón:   “será   muy   distinto   el   sentido   de   la   función   de  
control de constitucionalidad según cuáles sean los caracteres formales y
materiales  de  la  norma  constitucional”.438

IV. EL OBJETO DEL CONTROL CONSTITUCIONAL

Objeto del control son las categorías normativas “contrastadas en la


operación  de  control  de  constitucionalidad”,  es  decir,  el  precepto  o  pre-
ceptos que se presumen contrarios a la Constitución, y que marcan, de
forma  objetiva,  los  límites  de  actividad  del  juez  constitucional.  Esto  últi-
mo resulta ser muy importante. Como escribía Hamilton en El federalis-
ta, número 81, tratando de frenar las suspicacias que ocasionaba una su-
puesta supremacía del órgano de control, uno de los elementos que hacía
imposible  que  el  juez  constitucional  invadiera  la  esfera  del  legislador  era  
el carácter limitado de los objetos a los que podía referir su actividad; a
estos órganos, decía, no podía corresponder el control de todos los actos
normativos de los poderes públicos.
Así,  y  como  nos  recuerda  Cruz  Villalón,  en  los  inicios  de  las  experien-
cias  de  control  constitucional  éste  era,  ante  todo,  control  de  las  leyes  o  de  
aquellos actos normativos inmediatamente subordinados a la Constitu-
ción  y  que  poseían  fuerza  de  ley.  La  materia  considerada  objeto  del  con-
trol,  el  “núcleo”,  “razón  de  ser”  y  “objeto  de  la  jurisdicción  constitucio-
nal”,  era  el  control  de  constitucionalidad  de  la  leyes,439 la confrontación
de las normas fundamentales del Estado, las creadas por el legislador,
con la Constitución. Esto resulta lógico si pensamos en la construcción
gradual  del  ordenamiento  jurídico  que  siguiendo  a  Merk  construye  Kel-
sen y la centralidad que en ella ocupa la legislación como forma primaria
de creación del derecho. La estructura gradual del ordenamiento deja
como objeto más importante de control la regularidad de la legislación
438 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, p. 40.
439 En 1923 Kelsen escribía que la justicia constitucionalidad “es ante todo control de
constitucionalidad  de  las  leyes”.  Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit.,  nota  296,  p.  352;;  Öehlin-­
Öehlin-
ger,  “La  giurisdizione  costituzionale  in  Austria”,  Quaderni Costituzionali, núm. 3, 1982,
p. 537. Esta concepción del objeto de control, dice T. Martines, es propia de los juristas
de la escuela de Viena. Martines, Temistocle, op. cit., nota 347, p. 56.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 125

por ser el único acto inmediatamente subordinado a la Constitución. 440


Además  de  esta  cuestión  técnica,  considerar  a  las  leyes  el  objeto  princi-
pal  del  control  de  constitucionalidad  también  respondía  a  la  necesidad,  
ya detectada por el mismo Kelsen, de sujetar a límites la actividad de
las asambleas parlamentarias. Éste es el motivo por el que se han cons-
truido  definiciones  que  identifican  a  la  jurisdicción  constitucional  como  
“aquella  que  decide  sobre  la  validez  constitucional  de  las  leyes”,  que  su  
finalidad  es  verificar  “la  sumisión  del  Parlamento  al  respeto  de  la  regla  
de  derecho,  ya  se  trate  de  una  regla  formal  o  de  fondo”,  o  bien  que  “con-
trolar los actos del legislador es lo único que pertenece a la esencia de la
justicia  constitucional.  Todo  lo  demás  son  añadidos”.441
Sin embargo, a nadie escapa que actualmente no son sólo las leyes
generales   las   que   pueden   ser   objeto   de   verificación   por   parte   del   juez  
constitucional, y que se han sumado nuevos y más variados actos nor-
mativos a su esfera de control. Así, pueden ser objeto de control, por
ejemplo, las leyes ordinarias, ya sean generales o concretas; las leyes
federales, regionales y de los Estados; las leyes orgánicas y resoluciones
de las asambleas legislativas, de los Parlamentos centrales y estatales;
las leyes de presupuesto que contienen las previsiones de gasto,442 los
actos con apariencia de ley e, incluso, los actos legislativos sin valor de
ley. El control se puede ejercer considerando no sólo el texto tomado
en  su  conjunto,  sino  algunas  de  sus  disposiciones  (artículos,  apartados,  
proposiciones,  palabras),  así  como  las  reglas  que  cabe  deducir  por  vía  de  
interpretación  de  una  o  varias  disposiciones  aunque  no  estén  literalmente  
escritos  en  ninguna  de  éstas.443  También  se  controla  el  derecho  precons-
440 La Ley Introductoria de la Carta Constitucional de la República Checoslovaca dice:
“son  inválidas  las  leyes  contrarias  a  la  Carta  Constitucional”.  La  Constitución  italiana  de  
1947 limita en su artículo 134 el juicio de constitucionalidad a las “leggi e le atti aventi for-
ze  di  legge”  y  en  forma  muy  similar  se  expresa  el  artículo  161  de  la  Constitución  Española  
de 1978 cuando dice que el Tribunal Constitucional es competente para conocer del recur-
so  de  inconstitucionalidad  “contra  leyes  y  disposiciones  normativas  con  fuerza  de  ley”.
441 Jiménez  Campo,  Javier,  “Los  procedimientos  de  declaración  de  inconstitucionali-
dad”,  Los procesos constitucionales, Madrid, CEC, 1992, pp. 15 y 16; Favoreau, Louis,
“Los  tribunales  constitucionales”, cit., p. 35.
442 Latorre  Segura,  A.  y  Díez-­Picazo,  L.,  “La  justicia  constitucional  en  el  cuadro  de  las  
funciones  del  Estado.  Vista  a  la  luz  de  las  especies,  contenidos  y  efectos  de  las  decisiones  
sobre  la  constitucionalidad  de  las  normas  jurídicas”,  Documentacao e Dereito Compara-
do, Lisboa, núms. 29-30, 1987, p. 193.
443 Así  en  Italia,  según  describe,  Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,
cit.,  pp.  91  y  92;;  Pizzorusso,  Alessandro,  “El  Tribunal  Constitucional  italiano”,  Tribunales
126 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

titucional bajo la consideración de que nada tiene que ver la anterioridad


y posterioridad de las leyes ordinarias para imponer la prevalencia de la
Constitución. No puede olvidarse, además, que algunos tribunales han
sometido  a  control  elementos  específicos  integrantes  del  texto  normati-
vo, como su preámbulo o exposición de motivos.444
También  son  objeto  de  control  los  actos  con  fuerza  de  ley,  como  las  leyes  
de delegación, los decretos del Ejecutivo y “las disposiciones legislativas
interinas”.  Otros  actos  sujetos  a  escrutinio  son  los  tratados  y  convenios  
internacionales, lo que no deja de llamar la atención, ya que, como es de
recordarse, en las primeras experiencias, distintas a la norteamericana, el
control  de  estos  actos  devenía,  por  lo  menos,  “una  cuestión  obscura”,  lo  
que se demuestra con el silencio que guardaban al respecto tanto la Cons-
titución austriaca como la checoslovaca y española,445 incluso, como se-
ñala  Cruz  Villalón,  una  sentencia  del  Tribunal  Administrativo  Supremo  
de Checoslovaquia en 1921 excluyó decididamente a los tratados inter-
nacionales de dicho control. Ahora la situación es distinta; en casi todos
los países estos actos son objeto de control al grado de que, en algunos
de ellos, por ejemplo, en Alemania, toda ley de aprobación de un trata-
do debe ser remitida al Tribunal antes de su promulgación.446 La con-
secuencia de la declaración de inconstitucionalidad de un Tratado será
que el gobierno opte por sufrir las responsabilidades internacionales que
dicha declaración acarrea o que promueva una reforma constitucional.447

constitucionales europeos y derechos fundamentales, cit., nota 89, pp. 283 y 284; id., op.
cit., nota 84, p. 20.
444 “De hecho, sería absurdo controlar una ley preconstitucional desde el punto de
vista del procedimiento que condujo a su promulgación desde los parámetros sobre pro-
ducción de normas introducidos por la nueva Constitución. Dicho control afecta, por lo
tanto, a los vicios materiales o sustanciales detectados en el examen de la norma anterior
y  los  nuevos  preceptos  de  la  Constitución”.  Gambino,  Silvio,  op. cit., nota 280, p. 271.
Latorre  Segura  A.  y  Díez-­Picazo,  L.,   op. cit., nota 442, p. 193; Favoreau, Louis, “Los
tribunales  constitucionales”, cit., p. 91.
445 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, pp. 355, 356, 359, 361 y 362.
446 En Alemania incluso se ha considerado que el derecho comunitario es susceptible
de control en los casos de extralimitaciones competenciales de los órganos comunitarios
o violaciones de los derechos fundamentales. Favoreau, Louis, “Los tribunales consti-
tucionales”, cit.,  p.  71.  Al  respecto  véanse  las  observaciones  de  Punset  Blanco,  Ramón,  
“Normas impugnables y motivos impugnatorios en los procesos de control de constitu-
cionalidad  de  las  leyes”,  REDC, Madrid, núm. 43, 1995, p. 211.
447 Aragón, Manuel, “El control de constitucionalidad en la Constitución Española de
1978”,  REDC, Madrid, p. 184.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 127

También  pueden  ser  objeto  de  control  las  leyes  no  promulgadas  o  en  
fase de preparación, las proposiciones o iniciativas de ley, las enmiendas
parlamentarias   consideradas   fuera   del   ámbito   otorgado   a   la   ley   (como  
sucede en Francia donde el ejercicio de esta atribución corresponde al
gobierno)  y  las  normas  derogadas  cuando  implican  algún  problema  cons-
titucional   o   es   necesario   fijar   con   claridad   alguna   nueva   doctrina   (así  
sucede  en  España  y  también  en  Austria  donde  este  tipo  de  derecho  pue-
de ser objeto de control de constitucionalidad cuando sea de aplicación
a  un  caso  concreto).  Otros  actos  también  han  pasado  a  formar  parte  del  
objeto de control de los jueces constitucionales. Así, por ejemplo, las
convocatorias  a  referéndum,  plebiscito  o  cualquier  otra  consulta  popular;;  
el  cumplimiento  de  los  convenios  firmados  por  el  órgano  central  del  Es-
tado  y  los  territoriales  o  las  pretensiones  patrimoniales  dirigidas  a  éstos.  
En  Austria  también  se  controlan  los  textos  refundidos,  es  decir,  las  nor-
mas generales adoptadas por los órganos administrativos superiores de
la Federación o de los Länder que tienen el carácter de reglamento, pero
que aprueban textos consolidados de leyes.448 Weber incluso enseña que
en Alemania pueden ser objeto de control “los estatutos y reglamentos
autónomos de las corporaciones, instituciones y fundaciones de derecho
público, de los municipios y de los distritos, así como los reglamentos
internos de los órganos constitucionales... y el derecho consuetudinario y
los  convenios  salariales  de  carácter  general”.449 Más aún, han llegado a ser
objeto  de  control  los  contratos  de  interés  público  y  los  actos  jurídicos  pri-
vados en la medida en que contienen disposiciones contrarias a la Cons-
titución  (por  ejemplo,  en  Francia  se  ha  declarado  la  inconstitucionalidad  
de  actos  relacionados  con  testamentos  y  contratos).450

448 Schäffer,  Heinz y Haas, Thomas, op. cit., nota 427, p. 10.
449 Weber,   Albrecht,   “Alemania”,   en   Aja,   E.   (ed.),   Las tensiones entre el Tribunal
Constitucional y el legislador en la época actual, cit., nota 83, p. 63.
450 Nogueira Alcalá, Humberto, “La justicia constitucional como defensa de la Cons-
titución”,  Revista Chilena de Derecho, núm. 2-3, 1993, p. 426. No debe olvidarse que a
través  del  amparo  puede  impugnarse  cualquier  acto  de  los  poderes  públicos  independien-
temente  de  su  forma.  Es  decir,  el  juez  constitucional  a  través  de  este  recurso  puede  cono-
cer de la constitucionalidad de actos administrativos, jurisdiccionales y de particulares.
Además,  a  través  de  este  instrumento  se  han  podido  recurrir  los  actos  de  las  instituciones  
eclesiásticas  sino  constituyen,  desde  un  punto  de  vista  material,  según  la  naturaleza  de  
las   cosas   o   su   finalidad,   actuaciones   propias   de   la   Iglesia   o   la   distribución   interna   de  
asuntos por parte de los tribunales ordinarios ya que pueden tener efectos externos frente
a  los  jueces  afectados  por  las  mismas.  También  a  través  del  amparo  se  han  recurrido  las  
128 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

En   algunas   experiencias   también   se   han   considerado   objeto   de   con-


trol las normas constitucionales, que en principio podría pensarse que
no pueden serlo, apareciendo así la posibilidad de un derecho constitu-
cional  inconstitucional.  Así,  por  ejemplo,  y  como  enseña  Pizzorusso,  la  
jurisprudencia del Tribunal Constitucional italiano ofrece indicaciones a
favor de la posibilidad de someter a control disposiciones o reglas de ran-
go constitucional cuando se constata la violación de los principios funda-
mentales  de  la  “Constitución  material”,  ya  que  “considera  que  ésta  no  es  
susceptible  de  modificación  ni  siquiera  a  través  del  procedimiento  de  re-
visión  constitucional”,  si  no  fuera  así,  se  asegura,  “se  llegaría  al  absurdo  
de considerar el sistema de garantías jurisdiccionales de la Constitución
como defectuoso o no efectivo, precisamente en relación con sus normas
de   más   valor”.451   También   las   normas   constitucionales   pueden   ser   su-
jetas a control en Alemania, donde “el Tribunal Constitucional Federal
ha estimado posible, al menos teóricamente, un derecho constitucional
contrario  a  la  Constitución”.452 Si pensamos que la propia Constitución
jerarquiza,  como  dice  A.  Nieto,  sus  propios  preceptos,  ordenándolos  en  
rangos diferentes y que, por tanto, dentro de la misma existen normas su-
periores e inferiores, entonces podría sostenerse la existencia de normas
constitucionales inconstitucionales. Pero como señala el mismo autor:
“cuando la diferencia de rango está señalada en la propia constitución, la

omisiones de los poderes públicos tanto de la administración, como de los tribunales y


del legislador. Este último caso es el más problemático, pero en Alemania se ha acep-
tado si el recurrente puede apoyarse en un mandato constitucional expreso. No hay que
olvidar que el amparo además de ser un instrumento protector de los derechos subjetivos
de   los   ciudadanos   tiene   la   función   de   garantizar   y   proteger   el   derecho   constitucional  
objetivo y de servir a su interpretación y desarrollo. Weber, Albrecht, op. cit., nota 449,
pp. 61-68. Como escribe Rupp, el procedimiento del recurso de amparo no sólo responde
al  fin  de  carácter  subjetivo  que  constituye  la  protección  de  los  derechos  fundamentales  
del ciudadano frente al poder público, al igual que todos los procedimientos consti-
tucionales   tiene   también   un   fin   objetivo,   la   resolución   de   los   problemas   de   derecho  
constitucional  a  través  de  la  interpretación  de  la  Ley  Fundamental.  Rupp,  Hans  G.,  “El  
Tribunal   Constitucional   Federal   alemán”,   en   Tribunales constitucionales europeos y
derechos fundamentales, cit.,  nota  89,  pp.  320  y  321.  Esta  idea  en  México  ya  era  sosteni-
da por Ignacio Mariscal cuando se discutía la Ley de Amparo de 1869 y, posteriormente,
en una obra que publicó en 1878: “las sentencias en esa clase de negocios tienen dos
fines:  el  uno  directo,  resolver  el  caso  que  se  presenta;;  el  otro  indirecto,  fijar  el  derecho  
público   o   constitucional,   con   la   inteligencia   que   en   ellas   se   diere   a   la   Constitución”.
451 Pizzorusso,  Alessandro,  “El  tribunal  constitucional”,  cit., nota 443, p. 249; Rom-
boli, Roberto, op. cit., nota 368, p. 96.
452 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 159.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 129

cosa  no  es  grave,  antes  bien  normal.  Los  riesgos  empiezan  cuando  tales  
diferencias  dependen  de  las  valoraciones  subjetivas  del  intérprete”.453

1. Las leyes de reforma constitucional

También  pueden  ser  objeto  de  control  por  parte  de  los  jueces  consti-
tucionales las leyes de reforma constitucional. Al respecto, es importante
recordar  que  hasta  hace  no  mucho  tiempo,  y  casi  de  forma  generalizada,  
se consideraba que los actos que provenían de la revisión constitucional
no podían ser controlados jurisdiccionalmente, ya que estaban en un plano
más alto que los actos estatales ordinarios, y daban expresión a la más
alta voluntad del Estado. Pierandrei, además de que pensaba que “non si
comprende  per  quale  motivo  essa  avrebbe  da  considerarle  viziate”,  esti-
maba contradictorio admitir que un órgano que asegura la garantía de la
Constitución y controla las diversas actividades públicas bajo la línea de
su   conformidad   con   aquélla   pueda   también   juzgar   los   actos   realizados  
con  base  en  el  ejercicio  de  una  competencia  específica,  esto,  sin  pensar  
en  la  no  idoneidad  de  tal  órgano  para  realizar  esa  tarea  y  en  las  graves  
consecuencias de orden político constitucional que podrían derivarse. 454
En la actualidad, por el contrario, ha llegado a señalarse que “allá don-
de  exista  un  control  de  constitucionalidad  auténtico,  éste  habrá  de  exten-
derse  también  a  las  reformas  constitucionales”.  La  justificación  de  esta  
afirmación  normalmente  se  basa  en  el  argumento  de  que  también  los  po-
deres constituidos están sujetos a la Constitución, que les impone límites
a los que necesariamente deben someterse. De esta forma se subordina
la  reforma  constitucional  a  límites  materiales  y  formales,  lo  que  significa  
que, desde el punto de vista de la materia, está prohibida la reforma total,
y que la reforma parcial está sometida a límites explícitos o señalados por
el  mismo  texto  constitucional.  Estos  límites  explícitos,  a  su  vez,  pueden  
ser, como escribe De Cabo, institucionales e ideológicos. Los primeros
453 Nieto,  Alejandro,  “Peculiaridades  jurídicas  de  la  norma  constitucional”,  RAP, Ma-
drid, núms. 100-102, 1983, p. 408.
454 Pierandrei,  Franco,  “La  Corte  Costituzionale  e  le  modificazione  tacite  della  Costi-
tuzione”,  Scritti Giuridici in onore de Antonio Scialoja per il suo XLV anno d’insegna-
mento, Bologna, Nicola Zanichelli Editore, 1953, vol. IV, pp. 331, 332 y 352. Hauriou ya
aceptaba la posibilidad de controlar la constitucionalidad de una reforma constitucional
por  vicios  de  forma.  También  decía  que  se  podía  considerar  la  legitimidad  de  la  reforma  
constitucional en relación con los principios superiores que formaban la legitimidad consti-
tucional. Hauriou, Maurice, op. cit., nota 332, p. 334.
130 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

excluirían la posibilidad de reformar aspectos concretos de la estructura


político  constitucional,  y  los  segundos,  modificar  “principios  generales,  
aspectos  genéricos  e  indeterminados  y  hasta  puras  abstracciones,  supues-
tamente  contenidos”  en  la  norma  básica.  No  puede  dejar  de  destacarse  
que consagrar estos límites a la reforma trae consigo aceptar la existen-
cia en la Constitución de cláusulas de intangibilidad e incluso de límites
inmanentes  cuyos  significados  sólo  pueden  ser  determinados,  realmente,  
por el órgano que controla la constitucionalidad de dichos cambios. 455

2. El principio de congruencia

Uno de los principios considerados de indudable vigencia en el pro-


ceso constitucional era el de congruencia entre lo pedido y lo decidido.
Esta regla indica que el pronunciamiento de los tribunales debe mantener
la más estricta correspondencia entre demanda y pronunciamiento, entre
lo solicitado y lo resuelto, de manera que no pueden fallar “ni ultra pe-
titum o cosa distinta de lo pedido ni extra petitum o cosa distinta de lo
pedido, ni con otro apoyo que no sea el de la causa petendi, es decir, el de
aquellos  fundamentos  en  los  que  la  demanda  basó  su  solicitud”.456
Este principio ha venido aplicándose con elasticidad, aceptándose la
posibilidad de que los jueces extiendan “su pronunciamiento a otros pre-
ceptos de la misma ley no impugnados, si guardan alguna relación con el
objeto  del  recurso”,457 o bien emitan decisiones fundadas en complejas
operaciones  interpretativas  realizadas  al  margen  de  lo  requerido  por  las  
partes.458 Mortati habló, en virtud de esta forma de actuar, de una “retrac-
ción  del  principio  de  congruencia”,  y  Garrorena,  más  recientemente,  de  
la propensión de los jueces de fallar extra petitum. Los tribunales han ex-
tendido el objeto de sus pronunciamientos a otros preceptos afectados por
conexión o consecuencia del mismo vicio que las normas impugnadas.459
Pero,  como  este  autor  señala,  no  se  trata  sólo  de  que  éstos  extiendan  su  
pronunciamiento por conexión a otras disposiciones no impugnadas en
la demanda, pero cuya inconstitucionalidad se deduce claramente como
455 Cabo, Carlos de, op. cit., nota 336, pp. 52-56.
456 Garrorena  Morales,  Ángel,  op. cit., nota 435, p. 9.
457 Aja,   Eliseo   y   González   Beilfuss,   Markus,   “Conclusiones   generales”,   en  Aja,   E.  
(ed.),  Las tensiones entre el Tribunal Constitucional..., cit., nota 83, p. 266.
458 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, p. 26.
459 Jiménez  Campo,  Javier, op. cit., nota 78, pp. 579 y 580.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 131

consecuencia o prolongación de las que sí se impugnaron, proceder que


no constituiría una quiebra al principio de congruencia, sino de un claro
divorcio entre demanda y pronunciamiento, lo que supone, a su juicio, un
exceso de la condición judicial de tribunal, constreñida a depender de una
instancia,  y  la  señal  de  una  “peligrosa  pretensión  de  modificar  expansiva-
mente  su  posición  como  poder”.460
En este tema parece incluso haber ocurrido una evolución: primero se
aceptó  la  posibilidad  de  analizar  los  preceptos  puestos  en  tela  de  juicio,  
después,  controlar  otras  disposiciones  no  censuradas  en  la  medida  en  que  
fueran  inseparables  de  las  reclamadas,  hasta  llegar  a  aceptar  y  verificar  la  
conformidad con la Constitución de toda disposición contenida en la ley
recurrida, incluso si es diferente del precepto censurado.461 Si los jueces
pueden fundar sus declaraciones de inconstitucionalidad en la infracción
de cualquier precepto constitucional, haya o no sido invocado en el cur-
so de un proceso; esta circunstancia, como dice Pibernat, “amplía la au-
tonomía procesal del Tribunal hasta un punto en que depende de la propia
autolimitación el que no se llegue a sustituir el principio de justicia rogada
propia  de  los  órganos  jurisdiccionales”.462 Normalmente esta operación
se  realiza  en  aras  de  la  garantía  de  la  supremacía  de  la  Constitución,  prin-
cipio que, a juicio de los propugnadores de esta forma de actuación, su-
pone que el órgano competente para efectuar tal labor realice el examen
de la ley sometida a su consideración sin estar limitado a los concretos
preceptos que los poseedores de legitimación activa han impugnado.

3. Disposición y norma

Un   problema   cuya  resolución  resulta   fundamental   para   la   definición  


del  ámbito  sobre  el  que  opera  el  juez  es  la  determinación  del  objeto  del  
juicio de constitucionalidad. Esta cuestión parte del reconocimiento de
que las disposiciones constitucionales, por su carácter abierto, no tie-
nen  una  sola  interpretación  ni  un  solo  significado;;  al  contrario,  pueden  
contener  distintas  normas  y  múltiples  significados,  por  lo  que  el  control  
460 Garrorena  Morales,  Ángel,  op. cit., nota 435, pp. 9 y 10.
461 Así  sucedió  en  Francia  según,  Fernández  Rodríguez,  José  Julio,  “Aproximación  a  
las  técnicas  de  decisión  del  Consejo  Constitucional  francés”,  Cuadernos Constituciona-
les de la Cátedra Fadrique Furio Ceriol, Valencia, núms. 18-19, 1997, pp. 174 y 175.
462 Pibernat   Domenech,   Xavier,   “La   sentencia   constitucional   como   fuente   del   dere-
cho”,  RDP, Madrid, núm. 24, 1987, p. 78.
132 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

puede ejercerse en virtud del texto tomado en su conjunto o de algunas de


sus  disposiciones  (artículos,  apartados,  proposiciones,  palabras)  o  reglas  
deducibles.463 Reconocer esto nos coloca en la necesidad de distinguir
entre disposición y norma. Para Silvestri, esta última es la disposición
interpretada;;  es  decir,  la  interpretación  de  un  enunciado  lingüístico  que  
opera como fuente del derecho. Guastini aclara la diferencia: una dis-
posición es el enunciado que forma parte de un documento normativo
y   una   norma   es   el   enunciado   que   constituye   el   sentido   o   significado  
adscrito a una disposición. Si bien ambos son enunciados y, en este
sentido,   entidades   homogéneas,   “la   disposizione   e   (parte   di)   un   testo  
ancora da interpretare;;  la  norma  e  (parte  di)  un  testo  interpretato”;;  en  
otras  palabras:  “la  disposizione  e  un  enunciato  che  costituisce  l’oggetto  
dell’interpretazione.   La La   norma
norma   ee   un
un   enunciato
enunciato   che
che   costituisce
costituisce   el
el   pro-
pro-­
dotto,  o  risultato,  dell’interpretazione”. La disposición sería la expre-
464

sión  lingüística  mediante  la  cual  se  manifiesta  la  voluntad  del  órgano  que  
emana un determinado acto jurídico. La norma sería el resultado de un
proceso  interpretativo  realizado  sobre  las  disposiciones  y  que  puede  con-
ducir a encontrar más de una norma en una sola disposición o una sola
norma en varias disposiciones.
Esta distinción entre disposición y norma resulta trascendente, ya que
mediante  ésta  puede  separarse  la  norma  del  significado  lingüístico  origi-
nario de la disposición cortándose la relación que la liga con el momento
de su creación.465  La  no  “correspondencia  biunívoca”  entre  disposición  
y  norma  también  indica  que  la  identificación  de  las  normas  de  un  orde-
namiento “no es tarea que se agote en el conocimiento de sus enuncia-
dos”.  Asimismo,  si  se  acepta  esta  diferencia,  el  objeto  del  control  puede  
ser el texto o sus normas deducibles; sin embargo, parece claro que si
463 Favoreau, Louis, “Los   tribunales   constitucionales”, cit.,   pp.   91   y   92.   También  
Pizzorusso,  Alessandro,  “El  tribunal  constitucional…”,  cit., nota 443, pp. 283 y 284; id.,
op. cit., nota 84, p. 20. Las normas no se agotan en su expresión literal, ellas tienen un
“ámbito  normativo”,  es  decir,  tienen  en  su  interior  un  amplio  contenido  que  constituye  
lo que se ha llamado el programa de la norma. García Canales, Mariano, “Notas sobre el
método  y  los  límites  de  la  interpretación  en  derecho  constitucional”,  Estudios de dere-
cho constitucional. Homenaje al profesor Rodrigo Fernández-Carvajal, Universidad de
Murcia, 1997, t. I, p. 300.
464 Guastini,   Riccardo,   “Disposizione   vs.   norma”,   Giurisprudenza Costituzionale,
Milán, 1989, 2a. parte, pp. 4-6.
465 Rolla,  Gincarlo  y  Groppi,  Tania,  “Tra  politica  e  giurisdizione:  evoluzione  e  sviluppo  
della   giustizia costituzionale   in   Italia”,   Cuestiones Constitucionales,   México,   núm.   2,  
2000, p. 169.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 133

bien el precepto es el único que puede ser objeto del proceso constitu-
cional, el objeto del pronunciamiento debe ser una de las normas que
ésta  contiene.  Esto  significa  que  el  objeto  del  control  de  constituciona-
lidad no es la ley, sino las normas contenidas en el enunciado legal que
puede  tener  una  pluralidad  de  significados.466 “El control de constitucio-
nalidad  se  realiza,  no  comparando  los  enunciados  legales  con  los  consti-
tucionales, sino las normas que, tras interpretarlas, han sido atribuidas a
esos  enunciados”.467 Sobre la base del texto, que como escribe Chiarelli,
históricamente   representa   “un   pasado”,   el   intérprete   formula   la   norma  
que  es  “el  presente”  en  el  momento  de  la  aplicación  del  derecho.  Por  ello  
se puede decir que la interpretación es una selección entre los diferentes
significados  atribuidos  al  texto;;468  es  decir,  una  decisión  realizada  sobre  
una variedad de opciones. En esta virtud, el legislador no crearía nor-
mas, sino disposiciones, aunque disposiciones con un múltiple, a veces
involuntario, potencial normativo, que corresponde determinar, por vía
hermenéutica,  a  los  operadores  prácticos  del  derecho. 469
En las ideas de M. Troper encontramos una construcción jurídica de-
rivada de la aceptación de esta diferencia y del reconocimiento de que
el  juez  antes  de  proceder  a  la  aplicación  de  una  norma  debe  interpretar-
la.  Para  este  autor,  ambas  cuestiones  implican  reconocer  que  es  el  juez,  
quien  al  determinar  el  “auténtico”  significado  de  las  normas  se  convier-
te  en  “el  verdadero  legislador”,  relegando  de  esta  posición  al  autor  del  
enunciado. “El verdadero legislador, dice, no es el autor del texto, sino
el   intérprete”.   Es   más,   si   la   interpretación   es   la   elección   entre   varios  
significados  contenidos  en  el  texto  de  la  norma  y  es  el  juez  el  que  define  
su contenido,470  éste  no  está  sometido  a  ella.  Así,  el  legislador  no  puede  
466 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 78, p. 581.
467 Ezquiaga  Ganuzas,  Francisco  Javier,  “Diez  años  de  fallos  constitucionales  (senten-
cias  interpretativas  y  poder  normativo  del  Tribunal  Constitucional)”,   Revista Vasca de
Administración Pública, núm. 31, 1991, p. 122. Una prueba importante sobre el hecho
de  que  es  el  mandato  y  no  el  texto  legal  el  objeto  del  control  es  la  afirmación  de  que  la  
reiteración por parte del legislador de un precepto igual al declarado inválido supone un
ilícito  constitucional.  Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 78, p. 581.
468 Chiarelli,  Giuseppe,  “Processo  costituzionale  e  teoria  dell’interpretazione”,   Studi
in memoria di Tulio Ascarelli, Milán, Giuffrè, 1969, vol. V, p. 2854.
469 Spadaro, Antonino, op. cit., nota 410, p. 357.
470 Muy cercana a esta aseveración Horn cuando dice que “en la práctica, la Ley Funda-
mental  rige  hoy  según  la  interpretación  que  le  ha  dado  el  máximo  tribunal  constitucional”.  
Horn,  Wolfgang,  “Estado  de  derecho,  democracia  y  jurisdicción  constitucional”,  en  The-
sing,  Josef  (comp.),  Estado de derecho y democracia, Argentina, CIEDLA, 1999, p. 135.
134 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

infringir  “la  Constitución  tal  y  como  la  interpreta  el  juez.  El  Parlamento  
no  está  sometido  a  un  texto,  sino  a  una  norma  creada  por  el  juez”.  Por  
ello, para Troper, no existe jerarquía entre la Constitución y las decisio-
nes del órgano jurisdiccional, puesto que si la norma constitucional tiene
el  significado  que  le  atribuye  o  escoge  el  juez,  éste  “no  está  sometido  a  
una  norma  emanada  del  poder  constituyente”  sino  “a  sus  propias  normas,  
a  su  propia  voluntad”.
La segunda aseveración que hace este autor, derivada de estas consi-
deraciones, es que el órgano jurisdiccional es indudablemente coautor
de la ley, ya que su consentimiento es indispensable para su formación.
Aceptar  que  el  juez  constitucional  participa  en  la  formación  de  la  ley  trae  
como   consecuencia   que   se   le   reconozca   como   órgano   que   contribuye,  
junto con otros órganos, a la expresión de la voluntad general. De este re-
conocimiento de la participación de múltiples órganos en la elaboración
de la ley surge un modelo de Poder Legislativo cuya función la ejercen
diversos órganos parciales, lo que indica que la ley no es elaborada en su
totalidad  por  el  propio  pueblo  ni  por  sus  representantes.  El  juez  contribu-
ye a la expresión de la voluntad general porque participa en la formación
de la ley. Así concluye Troper: “la ley, expresión de la voluntad general,
es  elaborada  por  varios  órganos  parciales.  Las  voluntades  que  éstos  ex-
presan  contribuyen  a  formar  la  voluntad  general”.  La  ley  no  es  expresión  
de  la  voluntad  de  la  mayoría,  sino  de  la  voluntad  general,  y  ésta  no  es  la  
del momento de la votación, sino la del momento de la aplicación. 471
Parece que el despliegue de la jurisdicción constitucional ha condu-
cido  a  un  nuevo  paradigma  jurídico  que  incluye  un  régimen  concurren-
cial de producción de la ley.472   También   Cruz   Villalón   acepta,   aunque  
desde otra perspectiva, que la ley es resultado de dos funciones: la po-
testad   legislativa   y   la   justicia   constitucional;;   por   ello   la   define   como:  
“la norma tal como resulta de su revisión constitucional o de su control
de  constitucionalidad”,  “el  resultado  de  la  interacción  de  dos  funciones  
constitucionales distintas, la función legislativa y la función de control
de  constitucionalidad”.473 De la misma forma, D. Rousseau señala que el
juez  es  un  actor  del  complejo  proceso  de  elaboración  de  leyes  que,  a  su  
471Troper,  Michel,  “Justicia  constitucional  y  democracia”,  Por una teoría jurídica del
Estado,  trad.  de  María  Venegas  Grau,  Madrid,  Dykinson,  2001,  pp.  316  y  ss.
472 Así  lo  expresa  D.  Rousseau,  citado  en  Acosta  Sánchez,  José,  op. cit., nota 112, p. 298.
473 Cruz  Villalón,  Pedro,  “Jurisprudencia  constitucional  y  ley”,  en  López  Pina  (ed.),  
Democracia representativa y parlamentarismo, cit.,  nota  88,  pp.  135-­137.  Ahora  también  
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 135

parecer, incluye dos fases: la de determinación, que correspondería al le-


gislador,  y  otra  en  donde  el  juez  participaría  en  la  definición  de  su  sentido  
y  contenido.  En  este  proceso,  el  juez  sería  un  colegislador  que  colabora  
en la predeterminación de la norma dictada por el legislador.474
Hay otras normas y actos que actualmente pueden ser controlados por
el  juez  constitucional  y  que  amplían  sensiblemente  sus  posibilidades  de  
participar activamente en la función legislativa y que incluso pueden lle-
gar a introducir controles de oportunidad política incompatibles con la na-
turaleza  de  la  jurisdicción  constitucional.475 Estos objetos, que sin ánimo
exhaustivo,  sino  sólo  ejemplificativo,  comentaremos  en  lo  que  sigue,  son  
los siguientes: las cuestiones políticas, los vicios del procedimiento legisla-
tivo y las denominadas omisiones legislativas, a las que dedicaremos las
siguientes  páginas  para  comprobar  la  veracidad  de  la  anterior  afirmación.

4. Las cuestiones políticas

En el caso Marbury vs. Madison, Marshall sostuvo que los actos po-
líticos  eran  expresión  de  un  poder  de  naturaleza  discrecional  no  suscep-
tible de control. Estas cuestiones, decía, “no pueden nunca ser traídas
ante  la  Corte”.  Estas  materias  fueron  excluidas  por  la  doctrina  clásica  del  
control judicial con objeto de conservar cierto ámbito discrecional a los
poderes públicos y respetar el principio de división de poderes.476 Son un
“referente  negativo  de  la  jurisdicción  de  la  ley”,477 y se basan en la idea
de que existen algunas materias cuya decisión corresponde, por mandato
constitucional, únicamente a determinada rama del gobierno y, por tanto,
no pueden ser revisadas por ningún otro órgano. No eran justiciables,
en virtud de esta doctrina, los temas que fueran objeto del conocimien-

en La curiosidad del jurista persa y otros estudios sobre la Constitución, Madrid, CEPC,
1999, pp. 188 y 189.
474 Citado  por  Acosta  Sánchez,  José,  op. cit., nota 112, p. 327.
475 Aguiar de Luque, Luis, “El Tribunal Constitucional y la función legislativa: el con-
trol  del  procedimiento  legislativo  y  de  la  inconstitucionalidad  por  omisión”,  RDP, Ma-
drid, núm. 24, 1987, pp. 14 y 15.
476 Schwartz,   B.,   Los poderes del gobierno,   trad.   de   J.   Olloqui   Labastida,   México,  
UNAM, 1966, vol. I, p. 577; Alonso García, Enrique, “El Tribunal Burger y la doctrina
de  las  «political  questions»  en  los  Estados  Unidos”,  REDC, Madrid, núm. 1, 1981, pp.
293-­299.  También,  Hughes,  Charles  E.,  La Suprema Corte de los Estados Unidos, trad.
de  R.  Molina  y  V.  Herrero,  México,  FCE,  1946,  pp.  56-­58.
477 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 108, p. 22.
136 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

to discrecional de los poderes Legislativo y Ejecutivo, como podían ser


las elecciones, los reglamentos de necesidad o urgencia emanados por
el Ejecutivo declarando el estado de sitio o la suspensión de garantías
individuales,  etcétera;;  lo  que  suponía  reconocer  que  existían,  dentro  de  
la Constitución, cláusulas no enjuiciables o no aplicables por los jueces
por  ser  actos  de  soberanía  exentos  de  cualquier  actividad  de  fiscalización,  
sólo sometidas a la decisión, desarrollo e interpretación de las instancias
políticas.478   Estas   cuestiones,   escribía   Loewenstein,   hacen   referencia   a  
la posesión del poder político o a la soberanía sobre la cual deciden el
gobierno o el congreso y ligan irremediablemente a los tribunales, que
en estos casos no pueden sustituir la inactividad o el ejercicio anticons-
titucional de otro órgano. El poder político que lo ejerce es responsable
sólo ante el país y su conciencia, como decía Marshall. En la base de esta
actitud de los tribunales, de no conocer de cuestiones políticas, estaba
la decisión de autoimponerse límites para no caer en el torbellino de la
vida política, y, como escribe Wolfe, el reconocimiento de que el poder
de control judicial no es un poder general para anular todos los actos del
Ejecutivo o del Legislador.479 Las political questions exigen prudencia y
auto restricción a los jueces. Por ello, Horn, hace algunos años, pudo de-
cir que el sistema de justicia constitucional funda su autoridad en la im-
parcialidad,  pero  también  en  su  reserva  frente  a  la  tentación  de  intervenir  
en asuntos políticos.480

478 Loewenstein,  Karl,  “La  función  política  del  Tribunal  Supremo  de  los  Estados  Uni-
dos”,  trad.  de  M.  Medina,  REP, Madrid, núm. 133, 1964, p. 7. Las Constituciones no
sólo han impuesto límites respecto de la cuestiones políticas, sino en ocasiones han
excluido parte de sus preceptos de la jurisdicción de los Tribunales. Es el caso de países
como la India, en el que se excluye tomar como parámetro de constitucionalidad de
alguna ley, las declaraciones de principios de política social contenidos en la Consti-
tuciones,  o  el  caso  de  Suiza  que  excluye  de  cualquier  control  las  leyes  aprobadas  por  
la Asamblea Federal. Wheare, K. C., op. cit., nota 369, p. 107. Como ha de recordarse,
hasta hace pocos años, la mayoría de las Constituciones latinoamericanas prohibían u
omitían la procedencia de la revisión judicial en caso de las disposiciones que establecían
el  estado  de  emergencia  y  de  las  que  se  derivaban  de  él.  Carpizo,  Jorge  y  Fix-­Zamudio  
Héctor,  “La  necesidad  y  la  legitimidad  de  la  revisión  judicial  en  América  Latina.  Desarrollo  
reciente”,  Revista Parlamentaria Iberoamericana, Madrid, núm. 2, 1986, p. 115.
479 Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, p. 153.
480 Horn, Hans-Rudolf, “República Federal de Alemania: justicia y defensa de la Cons-
titución”,  La Constitución y su defensa,  México,  UNAM,  1984,  p.  617.  En  un  artículo  
escrito  en  1983,  Vergottini  señalaba  que  uno  de  los  factores  que  hacía  precaria  e  ineficaz  
la  obra  de  los  jueces  en  Iberoamérica  era  “la  tendencia  expansiva  de  las  cuestiones  polí-
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 137

Ahora se sostiene que tampoco estos actos pueden desconocer los lí-
mites que la Constitución señala, y que la abstención de los jueces ante
ellos representa un perjuicio a la política y un obstáculo a la evolución
de la justicia constitucional. La división entre cuestiones justiciables y
no justiciables aparece como una fabricación inconstitucional. Como
escribe  Cruz  Villalón,  los  jueces  han  venido  demostrando  que  no  están  
dispuestos “a abdicar de su cometido esencial, la custodia de la Consti-
tución,  ante  supuestas  «razones  de  estado  o  «political  questions  »”.481 Es
más, paralelamente a la reducción del número de cuestiones no justicia-
bles  se  sostiene  que  si  en  un  sistema  determinado  éstas  son  demasiadas,  
sólo  existirá  un  régimen  parcial  de  control  de  constitucionalidad.  Y  aun  
cuando se considera que existen ciertos actos políticos que no pueden ser
susceptibles  de  control  judicial,  esta  afirmación  cede  si  el  acto  pone  en  
riesgo la vigencia de un derecho fundamental. Es precisamente el peligro
que pueden sufrir los derechos y libertades públicas la causa por la que ha
decaído el principio de no control de los actos políticos. Así, aquellos que
todavía pugnan por la necesidad de su vigencia no tienen más remedio
que aceptar que la regla de no conocer este tipo de cuestiones debe ser
respetada, pero no en todos los casos.
Sin  embargo,  y  aunque  se  esté  de  acuerdo  con  esta  tendencia,  no  puede  
dudarse  que  otorgar  influencia  y  participación  a  los  jueces  en  estas  cues-
tiones  puede  perturbar  “el  desenvolvimiento  del  libre  juego  de  las  fuerzas  
políticas”  y  hacer  que  se  caiga  en  excesos,  como  sucede  con  propuestas  
tales como dejar a los jueces el control de la dirección de las relaciones
internacionales. Al respecto, Scoditti señala que la incardinación de los
tribunales  en  cuestiones  políticas  hace  que  éstas  sean  resueltas  por  órga-
nos  que  tienen  una  legitimación  estrictamente  técnica  no  democrática  y  
a los que no se les puede exigir responsabilidad política. De esta forma
se sustrae la política de los órganos representativos que cuentan con le-
gitimidad democrática, y se deja a los órganos que tienen legitimación
exclusivamente  técnica  la  resolución  de  las  cuestiones  políticas.  Para  este  
autor, esto es una grave distorsión del proceso político democrático cuyo

ticas  sustraídas  al  control  jurisdiccional”.  Vergottini,  Giuseppe  de,  “Sobre  la  efectividad  
del  control  jurisdiccional  de  constitucionalidad  en  los  ordenamientos  iberoamericanos”,  
trad.  de  J.  Jiménez  Campo,  REDC, Madrid, núm. 8, 1983, p. 100.
481 Cruz  Villalón,  Pedro,  “¿Reserva  de  Constitución?”,  La curiosidad del jurista per-
sa…, cit., nota 473, p. 134.
138 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

resultado es la paradoja de una política sustraída a la democracia y go-


bernada  por  los  técnicos.482

5. Los vicios del procedimiento legislativo

Según la doctrina más tradicional, los vicios producidos por la ley en


el  iter  legislativo  de  su  creación  configuran  un  “área  exenta”  a  cualquier  
tipo de control judicial. Además de que la tutela e interpretación de las
normas parlamentarias corresponde a los propios legisladores, existe un
ámbito autónomo reservado exclusivamente al legislador que no puede
ser sometido a controles externos en virtud de su posición dentro del sis-
tema jurídico. En consecuencia, el desarrollo del procedimiento legisla-
tivo sólo puede estar sujeto al control del propio Parlamento. Lo que era
la  más  auténtica  expresión  y  garantía  de  su  autonomía  y  libertad  de  ac-
ción. No puede olvidarse que en los orígenes y motivos de la elaboración
doctrinal  de  esta  figura  están  los  esfuerzos  de  garantizar  la  autonomía  del  
Parlamento frente al monarca.
Pero  en  tiempos  recientes  se  ha  comenzado  a  aceptar  que  el  incum-
plimiento de los preceptos constitucionales en materia de formación de
leyes  lleva  consigo  su  invalidez;;  también  que  ésta  se  produce  si  se  vio-
lan los reglamentos parlamentarios, y que las cámaras están obligadas a
su observancia por su carácter de normas interpuestas e integradoras; lo
que  hace  que  constituyan  una  condición  de  validez  de  las  leyes.483 Una
vez  que  se  ha  aceptado  lo  anterior,  como  escribe  Torres  Muro,  algunos  
órganos judiciales han ido más allá y han pasado a controlar los actos
administrativos y de ejecución o empleo de los presupuestos o fondos pú-
blicos,  hablándose  ahora  de  interna  corporis  procedimentales,  financieros  
y administrativos,484 que complementan el control de constitucionalidad
material,  competencial  y  procedimental.  La  justificación  para  el  control  
de este tipo de actos vuelve a ser la idea de la Constitución como nor-
ma  suprema  y  la  afirmación  de  que  si  ésta  tiene  efectivamente  carácter  
482 Scoditti, Enrico, op. cit., nota 268, pp. 2 y 3.
483 Biglino Campos, Paloma, “Los vicios en el procedimiento legislativo: la postura
del  Tribunal  Constitucional  en  la  sentencia  97/87”,  REDC, Madrid, núm. 24, 1988, pp.
213 y 220; id.,  “Los  vicios  en  el  procedimiento  legislativo”,  en  Garrorena  Morales,  A.  
(ed.),  El Parlamento y sus transformaciones actuales, cit., nota 407, pp. 205-208.
484 Torres Muro, Ignacio, “El control jurisdiccional de los actos parlamentarios. La
experiencia  italiana”,  REDC, Madrid, núm. 17, 1986, pp. 194, 195 y ss.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 139

vinculante no existe objeción válida al control de los actos de formación


de las leyes.
La cuestión que de inmediato sigue a la aceptación del control de los
“interna  corporis”  es  saber  cuáles  vicios  pueden  ser  controlados,  o,  con-
cretamente, cuál es el objeto de control en estos casos. No puede pasarse
por alto que si bien se acepta que los tribunales, en su mayoría, controlan
el respeto de los actos legislativos a las normas reglamentarias que re-
gulan  el  procedimiento  legislativo,  “los  criterios  que  pueden  fijarse  con  
carácter general respecto a la delimitación del control en sede constitu-
cional   de   los   vicios   de   procedimiento   son   bastante   imprecisos”.485 Tan
difícil resulta determinar el objeto a controlar en estos casos que la res-
puesta que parece ser más efectiva es, como dice Garrorena, en quien se
detectan  claramente  el  eco  de  las  ideas  de  Kelsen,  que  una  vez  aceptada  
la controlabilidad de los interna corporis se debe “iniciar una ponderada
y prudente construcción jurisprudencial que depure progresiva y casuísti-
camente...  qué  vicios  de  forma  debe  ser,  son  efectivamente  esenciales,  in-
validantes...  y  cuales  no”.  Es  decir,  para  determinar  con  precisión  cuáles  
son los actos que pueden ser objeto de control, no queda otra más que rea-
lizar  “un  análisis  casuístico  de  los  distintos  preceptos  infringibles”.486
Los  “interna  corporis”  se  han  visto  sometidos  a  un  importante  proceso  
de  disminución”.  Las  violaciones  de  las  normas  constitucionales  referi-
das al procedimiento legislativo y las de los reglamentos parlamentarios
han pasado a formar parte de los objetos de control de los jueces consti-
tucionales.  Lo  anterior  podría  significar  que  el  Parlamento  no  realiza  sus  
funciones en completa libertad y autonomía ni con garantía de absoluta
autoorganización.  Al   controlar   la   forma   en   que   el   legislador   desarrolla  
su labor legislativa, los jueces se inmiscuyen y entrometen en su autono-
mía e independencia. Parte de la doctrina opina que este control puede
desembocar en la imposición al legislador de una racionalidad contro-
lable  jurisdiccionalmente  al  forzarlo  a  adoptar  una  metodología  óptima  
que  choca  con  la  configuración  de  la  función  legislativa.487 Asimismo, la
485 Aguiar de Luque, Luis, op. cit., nota 475, p. 22.
486 Garrorena  Morales,  Ángel,  op. cit.,  nota  435,  p.  14.  Recuérdese  que  ya  Kelsen  se  
preguntaba  si   no  sería  oportuno  “autorizar   al  Tribunal  Constitucional  a  anular  un   acto  
por  vicio  de  forma,  es  decir,  por  irregularidades  en  el  procedimiento”  pero  “únicamente  
si  este  vicio  es  particularmente  importante,  esencial”.  Biglino  Campos,  Paloma,  op. cit.,
nota 483, p. 227.
487 Figueruelo  Burrieza,  Ángela,  “La  incidencia  positiva  del  Tribunal  Constitucional  
en  el  Poder  Legislativo”,  REP, Madrid, núm. 81, 1993, p. 56.
140 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

aceptación de este control es considerada una muestra más de la constitu-


cionalización  de  los  ámbitos  jurídicos,  concretamente  del  derecho  parla-
mentario, que deriva de la normatividad de la Constitución y su carácter
vinculante para todos los poderes públicos, que se impone sobre la propia
autonomía del legislador. No es que se sostenga que los tribunales con
el control de los actos legislativos eliminen por completo la esfera de
discrecionalidad  y  libertad  de  decisión  de  que  goza  el  Parlamento  en  el  
ejercicio de sus funciones, sólo que es indudable que los jueces han ga-
nado  espacios  también  dentro  del  proceso  de  formación  de  las  leyes,  acto  
esencial, motivo de ser, del órgano legislativo.

6. Las omisiones del legislador

Paladín señalaba que una de las características de la función legislativa


era que no podía ser constreñida. Decía que sólo desde un punto de vista
formalista podía concebirse como obligación del legislador hacer ope-
rantes  las  directrices  y  los  principios  constitucionales;;  éstos  no  represen-
tan obligaciones por cumplir, sino programas que hay que evaluar según
oportunidades concretas. La única sanción ante la inercia del legislador es
la responsabilidad política: “e per l’appunto sul piano politico, e non sul
piano  formale,  chi  si  deve  aprezzare  il  discorso  sulla  doverosita  delle  leg-
gi  d’attuazione  costituzionale”.488 Para Crisafulli, si bien la falta de ema-
nación, por parte de los órganos legislativos, de las normas exigidas por
los principios constitucionales era un comportamiento inconstitucional,
ésta  no  podía  sancionarse  a  través  del  control  jurisdiccional  porque  éste  
no comprendía la inercia legislativa, sino sólo los comportamientos po-
sitivos del legislador; las sanciones a dicha inconstitucionalidad debían
imponerse   en   otros   momentos   del   sistema,   concretamente,   en   aquéllos  
diseñados para exigir responsabilidad política, como las elecciones, la
petición o la iniciativa popular de leyes.489
Calamandrei señalaba, que el control de constitucionalidad de las
leyes no era un remedio adecuado para atacar la inercia del legisla-
dor;;  si  éste,  decía,  se  abstiene,  no  obstante  los  propósitos  expresos  en  

488 Paladin,  Livio,  “Legittimita  e  merito  delle  leggi  nel  processo  costituzionale”,  cit.,
p.  313.  El  ejercicio  de  la  actividad  legislativa  y  reglamentaria  es  incoercible.  Díez-­Pica-
zo,  Luis  M.,  op. cit., nota 407, p. 163.
489 Crisafulli,  Vezio,  “Le  norme  programmatiche  della  Costituzione”,  cit., pp. 63 y 64,
en  la  misma  obra,  “Costituzione  e  protezione  sociale”,  p.  132.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 141

la Constitución, de dictar las normas de desarrollo, ningún control de


legitimidad logrará vencer esta inercia legislativa, dado que la actua-
ción y desarrollo de la Constitución depende de evaluaciones de orden
exclusivamente político que escapan a un control creado para garan-
tizar  la  legitimidad  de  las  leyes  que  existen,  no  de  aquellas  que  deben  
existir. En esta virtud, era imposible que la trasgresión de la obligación
del legislador ordinario de emanar leyes de actuación de las normas
constitucionales pudiera encontrar remedio y sanción en el control de
legitimidad constitucional.490   En   fin,   Sandulli   aseguraba,   refiriéndose  
al ordenamiento italiano, que era impensable que las omisiones del le-
gislador fueran objeto de juicio, ya que sólo podían ser llevados ante el
juez  los  conflictos  positivos  y  no  aquéllos  negativos, 491 por lo que era
necesario que las normas existieran para poder ser impugnadas. Como
falta el acto, que es el presupuesto del control, el no acto no puede ser
anulado o removido. Para este autor, así como para Crisafulli, el proble-
ma  es  determinar  con  qué  medios,  en  qué  ámbito  y  con  cuáles  efectos  
poder ejercer un control de este tipo. 492
Dos convicciones, esencialmente, parecen latir en estas ideas. Prime-
ro, el legislador, por su posición dentro del sistema constitucional, tiene
la facultad de decidir sobre sus tareas, el momento y la forma de asu-
mirlas.493  Su   autoridad,  y   “la  dignidad   del   producto   de   sus   funciones”,  
lo facultan para guardar silencio sin que puedan imponerse sanciones a
este comportamiento. La decisión sobre el modo y tiempo que considere
oportuno legislar corresponde al propio legislador, quien no puede ser
coercionado a desarrollar las normas constitucionales, ya que al perte-
necerle  la  facultad  de  innovar  el  ordenamiento  jurídico,  posee,  también,  
la facultad de llevar a cabo un comportamiento omisivo, que puede signi-
ficar   una   actitud   positiva   ante   determinadas   materias   y,   por   tanto,   una  
expresión  de  su  voluntad  política.  Segundo,  la  certeza  de  que  la  concul-
cación de la Constitución se produce únicamente en los casos de activi-
dades positivas por parte de los órganos estatales, por lo que el objeto del
control  está  concebido  para  ser  realizado  contrastando  un  texto  legisla-
tivo, siendo inconcebible que se efectúe en ausencia de dicho texto. Es
490 Calamandrei, Piero, op. cit., nota 390, pp. 29 y 30.
491 Sandulli, Aldo M., op. cit., nota 78, p. 15.
492 Crisafulli,  Vezio,  op. cit., nota 435, p. 143.
493 Denninger,  Erhardo,  “El  lugar  de  la  ley”,  en  López  Pina  (ed.), Democracia y parla-
mentarismo, cit., nota 88, p. 56.
142 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

decir,  la  actividad  del  juez  debe  realizarse  a  partir  de  un  texto  normativo  
preestablecido, siendo imposible que opere con normas inexistentes o
vacíos jurídicos.
Sin embargo, la solución que indica la posibilidad de controlar toda la
actividad de los poderes públicos, incluidas sus omisiones, va ganando
terreno.494 Se considera que la omisión es impugnable y su control se
coloca  al  mismo  nivel  que  cuando  se  refiere  a  una  acción  positiva  ase-
gurándose que la inexistencia en un ordenamiento de la posibilidad de
declarar  la  inconstitucionalidad  por  omisión  revela  “un  déficit  injusto  en  
la   jurisdicción   constitucional”.495 En el derecho positivo, fue la ex Re-
pública Socialista Federativa de Yugoslavia la que primero consagró, en
su texto constitucional de 1974, la posibilidad de declarar la inconstitu-
cionalidad por omisión. Le siguieron Portugal, con sus Constituciones
de 1976 y 1982; Brasil, con su Constitución de 1988; la Carta de la
Provincia de Río Negro en la Argentina en el mismo año y, posterior-
mente,   Chile.  Asimismo,   como   escribe   Fernández   Segado,   la   moderna  
dogmática   constitucional   “ha   desarrollado   encomiables   esfuerzos   en   la  
dirección de habilitar mecanismos con los que hacer frente a aquellas
ilegitimidades constitucionales que tienen su origen en la inercia de los
órganos  legislativos  en  orden  a  la  efectiva  y  necesaria  concretización  de  
los   principios   establecidos   en   la   Norma   Fundamental”.496 Pero además
de  la  dogmática,  también  los  jueces  han  actuado  en  este  ámbito  cada  vez  
con mayor frecuencia.497
Según sus pugnadores, el objeto del control de las omisiones legi-
slativas es “el incumplimiento de la Constitución por ausencia de las
medidas legislativas necesarias para hacer realidad los mandatos

494 Zagrebelsky,  Gustavo,  “El  Tribunal  Constitucional  italiano”,  en  Tribunales consti-
tucionales europeos y derechos fundamentales, cit., nota 89, p. 450.
495 Bidart Campos, Germán, “La jurisdicción constitucional. Entorno político, limita-
ciones  y  alcances”,  Externado, Revista Jurídica, núm. 2, 1995, p. 61.
496 Bidart Campos, Germán, “La justicia constitucional y la inconstitucionalidad por
omisión”,  La Justicia, México,  núm.  601,  t.  XXXVI,  p.  429.
497 Así,   por   ejemplo,   Cortés   Campos,   Josefina,   “El   control   de   constitucionalidad   de  
las   omisiones   legislativas   en   España”,   Anuario de Derecho Público,   México,   núm.   2,  
2000,  p.  313.  Dice  Bazán  que  “doctrinaria  y  jurisprudencialmente,  la  figura  de  la  incons-
titucionalidad  por  omisión  tuvo  desarrollo  inicial  en  la  República  Federal  de  Alemania”.  
Bazán,  Víctor,  “Un  sendero  que  merece  ser  transitado:  el  control  de  la  constitucionalidad  
omisiva”,  en  Bazán,  Víctor  (coord.),  Desafíos del control de constitucionalidad, Buenos
Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1996, p. 195.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 143

constitucionales”.498 Como escribe Silvestri, la falta de emanación de le-


yes ordinarias en función de la actuación de institutos o principios con-
tenidos  en  la  carta  constitucional.  En  virtud  de  que  los  jueces,  a  través  
de  este  control,  están  en  posibilidad  de  verificar  el  no  cumplimiento  de  
las normas constitucionales por inejecución legislativa de las mismas.
Lo inconstitucional sería la abstención del órgano, y el objetivo, la ac-
tivación del legislador; es decir, hacerlo cumplir su deber de dictar las
normas necesarias para el desarrollo de la Constitución. Dicho control de
las  omisiones  del  legislador  se  justifica,  normalmente,  con  el  argumento  
de asegurar la plena aplicación de la Constitución, hacer vigentes y ope-
rativas  las  normas  constitucionales,  realizar  la  voluntad  constituyente  y  
defender  la  Constitución;;  justificación  que  hace  que  dicho  control  apa-
rezca  como  un  control  objetivo,  ya  que,  como  señala  Aguiar,  la  admisión  
de esta competencia parece lógica: si la función del órgano de justicia
constitucional es controlar la regularidad constitucional del actuar del
legislador, tan inconstitucional es una actuación positiva vulneradora
del orden constitucional como la no actuación cuando constitucional-
mente  está  prevista,  o,  en  otros  términos,  “tan  alterada  queda  la  plenitud  
del texto constitucional y tan negada la voluntad del constituyente con
un  actuar  contrario  a  la  Constitución  como  con  un  no  actuar”. 499
La aceptación de la inconstitucionalidad por omisión ha propiciado la
posibilidad de distinguir diversos tipos de omisiones legislativas. Mortati,
que sigue a Wessel, ha diferenciado entre omisiones legislativas absolutas
y relativas.500 Las primeras se dan “en los casos en que el incumplimiento
de la Constitución se debe a la omisión de las medidas legislativas nece-
sarias para convertir en ejecutables ciertas disposiciones constituciona-
les, precisamente aquellas que exigen para su efectividad la intervención
del  legislador  ordinario”.501 Así, hay omisión absoluta cuando falta todo
el desarrollo legislativo que exige una norma constitucional. La omisión
relativa deriva de actuaciones parciales que disciplinan un tema para al-
gunas  relaciones  y  no  para  otras  idénticas.  Se  trata  de  regulaciones  hechas

498 Nunes  de  Almeida,  Luis,  “Portugal”,  en  Aja,  E.  (ed.),  Las tensiones entre el tribu-
nal constitucional..., cit., nota 83, p. 222.
499 Aguiar de Luque, Luis, op. cit., nota 475, p. 25.
500 Mortati,  C.,  “Appunti  per  uno  studio  dei  remedi  giurisdizionale  contro  comporta-
menti  omissivi  del  legislatore”,  Raccolta di Scritti, Milán, 1972, vol. III, pp. 923 y ss.
501 Nunes de Almeida, Luis, op. cit., nota 498, p. 213.
144 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

por el legislador de forma incompleta, no idónea o insatisfactoria.502 Estas


omisiones se producen, a juicio de Vecina Cifuentes, cuando la norma le-
gal, al regular ciertos supuestos, omite incluir en la misma regulación
o  someter  al  mismo  tratamiento  jurídico,  casos  idénticos,  violándose  el  
principio de igualdad. En ellas hay una conducta del legislador, pero es in-
completa, y sus defectos pueden ocasionar situaciones inconstitucionales.
Desde otra perspectiva, Silvestri distingue entre omisiones que deter-
minan lagunas institucionales en el sentido que hacen imposible el fun-
cionamiento práctico de órganos o entes previstos en la Constitución, y
lagunas normativas, que se presentan cuando determinados hechos no
están regulados, en todo o en parte, según los principios constitucionales
o cuando no han sido puestos en operación institutos delineados de forma
general por la misma norma básica.503  Sagüés,  por  su  parte,  distingue  en-
tre omisiones de actos individuales y omisiones de normas generales.504
Fernández  Segado,  que  se  apoya  en  Canotilho,  señala  que  existe  inconsti-
tucionalidad por omisión en los siguientes casos: cuando la obligación
de legislar se deriva de mandatos constitucionales concretos, no se pro-
cede a la regulación de las normas de escasa densidad operativa, no se
desarrollan los preceptos que ordenan la regulación de una institución, y
cuando si bien existe la norma legislativa, sus carencias son de tal mag
nitud  que  resulta  insuficiente  para  cumplir  con  el  mandato  exigido  en  la  
Constitución.505

502 Parejo Alfonso, Luciano, Estado social y administración pública, Madrid, Civitas,
1983, p. 53.
503 Silvestri,  Gaetano,  “Le  sentenze  normative  della  Corte  Costituzionale”,  Giurispru-
denza Costituzionale, Italia, 1981, t. I, p. 1705.
504 Sagüés,  Néstor  Pedro,  La interpretación judicial de la Constitución, Argentina, De-
palma, 1998, p. 176.
505 Fernández   Segado,   Francisco,   “La   inconstitucionalidad   por   omisión:   ¿cauce   de  
tutela  de  los  derechos  de  naturaleza  socio-­económica?”,  Anuario de la Facultad de De-
recho de Carabobo,  Venezuela,  1995,  pp.  423-­427.  Resulta  interesante  constatar  que  la  
jurisprudencia alemana ha suscrito que pueden ser objeto de recurso de queja consti-
tucional las omisiones relativas del legislador. En España, la vulneración de derechos
ocasionada   por   la   omisión   legislativa   puede   ser   reconocida   por   el   juez   ordinario   que  
planteará  la  cuestión  de  inconstitucionalidad  por  vía  de  amparo  o  mediante  un  conflicto  
de   competencias.   Cortés   Campos,   Josefina,   op. cit., nota 497, p. 316. En este país, el
Tribunal  Constitucional  ha  afirmado  que  la  inconstitucionalidad  por  omisión  sólo  se  da  
en los casos en que la propia Constitución impone al legislador la obligación de dictar
normas de desarrollo y el legislador no lo hace. “En Alemania y en España se produce
un efecto de control de las omisiones sólo en materia de derechos fundamentales y por
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 145

Pero la cuestión de la omisión no parece terminar con el señalamien-


to de la misma ya que si se comprueba su existencia “non si puo non
indicare quale  norma  manca”.  El  juez,  además  de  constatar  la  omisión  
debe determinar la norma faltante, por lo que su pronunciamiento se
desdobla;;  es  decir,  se  considera  insuficiente  sólo  señalar  que  la  omisión  
es contraria a la Constitución, por lo que el efecto positivo se hace de-
rivar de un pronunciamiento posterior que puede ser de varios tipos: un
mandato  al  legislador  para  que  proceda  a  realizar  su  actividad  y  regular  
determinada   materia;;   la   imposición   de   un   plazo   para   que   cumpla   con  
la   sentencia   dictada;;   la   regulación   de   la   materia,   a   través   de   la   propia  
sentencia, supliendo la omisión legislativa, y la “integración del orden
normativo”.  Bidart  señala  que  este  segundo  pronunciamiento  puede  ser  
de  tres  tipos:  el  dictado  de  la  norma  reglamentaria  omitida;;  el  emplaza-
miento al legislador a emanar la regulación omitida, y la constatación de
la existencia de una laguna en el ordenamiento y, como consecuencia, la
integración del orden normativo mediante la auto o heterointegración.
En  otras  palabras,  ante  la  falta  de  normación  del  legislador,  el  juez  consti-
tucional tendrá la posibilidad de librar una orden al legislador o un man-
dato  de  ejecución  para  que  proceda  a  realizar  su  actividad  normativa  en  
un  tiempo  determinado,  y  si  no  cumple,  será  el  propio  juez  quien  proce-
derá a cubrir la laguna, ya que la hipótesis de la inconstitucionalidad por
omisión  no  difiere  en  nada  de  cualquier  otro  caso  en  que  una  carencia  
normativa provoca el deber de los jueces de integrar el orden jurídico
mediante  la  elaboración  o  creación  de  la  norma  (sentencia)  que  confiera  
solución al caso.506

la vía del recurso de amparo, cuando la ausencia de la ley prevista por la Constitución
acarrea la subsistencia de un obstáculo que supone la vulneración del derecho fundamen-
tal;;  pero  la  técnica  que  se  utiliza  para  su  remedio  no  es  el  control  de  la  constitucionalidad  
sino la protección del derecho mediante la aplicación directa de la Constitución, aunque
ello implica una urgente llamada al legislador para que apruebe la ley correspondien-
te”.  Aja,   Eliseo   y   González   Beilfuss,   Markus,   op. cit., nota 457, p. 282. En Hungría,
el Tribunal Constitucional hasta 1997 había dictado en siete casos declaraciones de
inconstitucionalidad por omisión por parte del legislador. El Tribunal austriaco, por su
parte, no acepta, en principio, la impugnación de los vacíos legislativos, sin embargo, ya
ha derogado, en base al principio de igualdad, “regímenes jurídicos que, en comparación
con otras situaciones equivalentes, debían haber incluido determinados aspectos, pero
que  por  no  hacerlo  se  declararon  inconstitucionales”,  lo  que  indica,  a  juicio  de  Schäffer  y  
Haas, que se acepta la corrección en caso de inactividad parcial del legislador. Schäffer,
Heinz  y  Haas,  Thomas,  op. cit., nota 427, pp. 17, 18 y 45.
506 Bidart Campos, Germán, op. cit., nota 495, p. 61, y nota 496, p. 29.
146 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Sagüés,  percatándose  de  la  falta  de  consideración  al  principio  demo-
crático que implican las soluciones anteriores, propone otro camino. Para
este autor, el problema está centrado en las normas programáticas con-
signadas  en  la  Constitución.  Respecto  a  éstas,  hay  que  distinguir,  dice,  
entre las normas de cumplimiento discrecional y obligatorio. Entre estas
últimas,   a   su   vez,   pueden   diferenciarse   (aunque   el   mismo   autor   señala  
que   esta   distinción   no   “siempre   es   nítida   ni   cuestionable”)   las   normas  
cuya garantía puede cumplirse de manera relativamente sencilla porque
llevan  un  mensaje  definido  y  concreto  y  aquellas  otras  cuyo  cumplimien-
to  es  más  complejo  por  sus  imprecisiones  y  dificultades  técnicas.  En  el  
primer  caso,  el  juez  puede  sustituir  al  legislador,  “saltar  por  encima  de  
la  ley”  y  cumplimentar  la  norma  constitucional  aun  si  no  existe  ley  re-
gulatoria previa, transformando la norma programática en operativa. En
el  segundo  caso,  Sagüés  reconoce  que  es  muy  difícil  que  el  juez  pueda  
reparar la omisión legislativa desarrollando las exigencias que impone la
norma;;  considerar  que  el  juez  pueda  hacer  esto,  opina,  “parece  escapar  
al   sentido   común   y   aproximarse,   además,   a   lo   irrealizable   o   al   absur-
do”.   Sin   embargo,   propone   una   solución:   habilitar   al   afectado   una   vía  
indemnizatoria  judicial,  por  daños  y  perjuicios,  contra  el  legislador  que  
omite cumplir las obligaciones que derivan de una norma programática;
el  punto  de  partida  de  esta  propuesta  es  la  certeza  de  que  la  no  regula-
ción por parte del legislador de una norma constitucional causa daños a
los derechos de las personas, ya que no pueden ejercerlos. Así, dice: “la
no sanción de la norma infraconstitucional reglamentaria priva al titular
de un derecho constitucional su legítimo ejercicio. Al afectado, le toca
alegarlo  y  probarlo.  A  la  judicatura,  regularlo  prudencialmente”.  De  esta  
forma, la cuestión de la omisión legislativa se convierte en una privación
o afectación de derechos individuales o colectivos que daría lugar a una
acción  (quizá  el  amparo)  para  solicitar  la  reparación  por  daños  y  perjui-
cios.507 Esta propuesta está muy cerca de aquella que sostiene que existe
un derecho subjetivo a que el legislador legisle, es decir, un derecho a
exigir una actuación positiva del legislador, y, por tanto, de que cualquie-
ra que se sienta afectado en sus derechos por una omisión legislativa está
legitimado para interponer una acción judicial.
La  inconstitucionalidad  por  omisión  “deviene  cada  vez  más  proceden-
te  en  un  auténtico  estado  constitucional  de  derecho”,  ya  que,  se  afirma,  el
principio de supremacía constitucional está por encima de lo que piensa
507 Sagüés,  Néstor  Pedro,  op. cit., nota 504, pp. 188-193.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 147

el electorado y opinen los representantes populares.508 Dicho control se


presenta  como  el  medio  adecuado  para  dar  verdadera  fuerza  normativa  
a la Constitución y restablecer su imperio en caso de una agresión por
omisión   del   legislador   a   sus   normas.   El   juez   constitucional   aparece,   a  
su  vez,  como  el  encargado  de  hacer  funcionales,  operativas,  aplicables  
y efectivas las normas constitucionales bajo la convicción de que “tanto
se vulnera la Constitución cuando no se hace lo que ella manda, como
cuando   se   hace   lo   que   ella   veda”.   De   esta   forma,   se   asegura,   además  
de  salvaguardarse  la  supremacía  constitucional,  se  ensancha  el  horizonte  
garantista de la Constitución, se rompe con el “trasfondo de indemnidad
e  irresponsabilidad”  que  tiene  el  Estado,  y  se  erige  un  valladar  contra  las  
“ínfulas   quiméricas”   de   los   constituyentes   que   se   explayan   plasmando  
promesas en las Constituciones.509
Hemos dicho que el legislador es, dentro del sistema estatal, quien
debe llevar a cabo la innovación del ordenamiento, y que esa potestad,
constitucionalmente asignada, comprende la posibilidad de no actuar.
Independientemente  de  las  dificultades  de  carácter  procesal  que  la  atri-
bución de constatar una inconstitucionalidad por omisión conlleva, no
se puede negar que puede propiciar la sustitución del legislador por el
órgano de justicia constitucional,510 ya que, como hemos señalado, con
esta   competencia   éste   puede   obligarlo   a   dictar   determinada   normativa,  
señalarle  el  modo  en  que  debe  realizar  su  actividad  o  bien  poner  él  mismo  
en funcionamiento la norma no reglamentada llenando la laguna dejada
por  la  omisión.  Esto  significa  que  puede  constreñir  al  legislador  a  actuar,  
incitarlo a tomar decisiones políticas, imponerle límites temporales en
la   realización   de   su   actividad   y   determinar   el   contenido   de   las   normas  
que debe reglamentar. En general, el objeto de la censura puede ser la
decisión  política  del  legislador  de  no  legislar,  aunque  ésta  sea  tomada  
conscientemente, lo que, como resulta claro, implica el control jurídico
de una decisión política. Al considerarse que no existe otra alternativa
más que obligar al legislador a legislar, o bien sustituirlo en sus funcio-
508 Ibidem, pp. 191 y 197.
509 Para  Sagüés,  este  instituto  deviene  al  mismo  tiempo,  contra  el  legislador  constitu-
yente y el ordinario, ya que su objetivo es, por un lado, moderar al primero en el momento
de inscribir promesas en la Constitución y, por el otro, imponer al legislador ordinario la
obligación  de  desterrar  la  pereza  y  hacerle  cumplir  sus  deberes  constitucionales.  Ibidem,
p.  198;;  Bazán,  Víctor,  op. cit., nota 497, pp. 175 y 195.
510 Aguiar de Luque, Luis, op. cit.,  nota  475,  p.  26;;  Figueruelo  Burrieza,  Ángela,  op.
cit., nota 487, p. 66.
148 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

nes, se niega su autonomía política y se le convierte en mero ejecutor de


la Constitución.511 Más que un control jurídico, mediante esta acción se
efectúa  un  control  político,  donde  el  juez  realiza  un  juicio  de  oportuni-
dad. La voluntad del sujeto que controla se impone sobre la voluntad del
sujeto  controlado.  La  voluntad  del  juez  se  sobrepone  a  la  del  legislador:  
“salta  por  encima  de  la  ley”.
Como se deduce de todo lo señalado en este parágrafo, hay una gran
ampliación  o  “allargamento”  de  las  normas  objeto  del  escrutinio  de  los  
órganos de control, lo que trae como consecuencia la extensión de las atri-
buciones de la justicia constitucional. No hay normas sustraídas, exentas
o  inmunes  a  la  verificación  del  juez  constitucional  como  era  normal,  por  
ejemplo,  en  la  España  de  1931.  Tampoco  hay  normas,  como  también  su-
cedía en los primeros años de operación del control de constitucionalidad
en  Europa,  que  resulten  inimpugnables  después  de  un  cierto  tiempo  de  su  
publicación  (así  sucedía  en  Checoslovaquia  en  1920),  o  bien  que  por  ser  
derecho emanado con anterioridad a la propia Constitución queden exen-
tas del mismo.512 Pueden ser objeto de control casi todos los actos de los
poderes públicos, los emanados en ejecución directa de la Constitución, y
en ejercicio de facultades constitucionales513 tanto del Parlamento como
del gobierno e incluso las sentencias pronunciadas por los jueces.
Por  lo  anterior,  se  puede  afirmar,  categóricamente,  que  los  tribunales  
son los órganos que deciden sobre la constitucionalidad de los actos de
los  poderes  públicos.  El  juez  constitucional  es  el  “juez  de  la  acción  legis-
lativa”,  como  lo  llama  Bon,  pero  también  es  el  juez  de  la  acción  estatal  
y,  más  aún,  con  algunos  instrumentos  comienza  también  a  controlar  las  
actividades desarrolladas por los ciudadanos. Además, hay que consi-
derar que muchos de los actos que los jueces controlan no constituyen
atribuciones señaladas en los textos legales. Es verdad, por tanto, que
“el control de constitucionalidad parece abrirse a espacios en principio
511 Véanse  al  respecto  las  interesantes  reflexiones  de  Villaverde,  Ignacio,  “La  inconsti-
tucionalidad  por  omisión  de  los  silencios  legislativos”,  Anuario de Derecho Constitucio-
nal y Parlamentario, núm. 8, 1996, pp. 120-124.
512 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit.,  nota  296,  p.  358.  Al  respecto,  recuérdese  que  tanto  en  
Checoslovaquia  (1920)  como  en  España  (1931)  existía  un  grupo  de  normas  que  “en  base  
a una referencia temporal, quedan sustraídas al control de constitucionalidad; normas,
pues, que dejan de constituir un posible objeto del control, pero sin que por ello pasen a
formar  parte  integrante  del  sujeto  o  parámetro  del  control”.  Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit.,
nota 298, p. 126.
513 Brewer-­Carías,  Allan  R.,  op. cit., nota 75, pp. 555 y 556.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 149

no explícitamente previstos por el derecho positivo y que, sin embargo,


la  práctica  constitucional  parece  ir  consolidando”,514 ya que se considera
saludable que no exista un número muy amplio de actos estatales o par-
ticulares  que  no  estén  sujetos  a  control.  Mientras  más  actos  sean  contro-
lables,  se  piensa,  más  eficaz  es  el  sistema  constitucional.  Pero  como  dice  
Pibernat, la progresiva ampliación del control judicial entraña el peligro
de  la  suplantación  del  poder  constituyente  por  el  juez  constitucional,  o  
en último extremo, la sustitución del gobierno de los representantes del
pueblo por el gobierno de los jueces.515 Esto se aprecia con claridad en
aquellos casos en los que el control del objeto se convierte en el control
del sujeto y se controla al legislador, no a sus actos.
Y es precisamente porque los sistemas de control actuales son, en su
mayoría,   sistemas   totales   o   plenos,   en   el   sentido   de   que   verifican   toda  
la acción normativa de los órganos del Estado, por lo que, a diferen-
cia  del  pasado,  puede  definirse  a  la  justicia  constitucional  integrada  por  
“todo procedimiento judicial de control de constitucionalidad de los ac-
tos  estatales”.  De  esta  definición  se  deduce  que  por  medio  de  la  juris-
dicción constitucional se determina la conformidad o inconformidad
de un acto, cualquiera, con la Constitución.516 Su función es asegurar
la constitucionalidad de las actividades jurídicamente relevantes de los
poderes públicos; enjuiciar toda la actividad del poder desde el punto de
vista de la Constitución; es decir, la constitucionalidad tanto de las le-
yes como de la actividad del Ejecutivo y de la aplicación de la ley por
parte  de  los  jueces  (la  “microconstitucionalidad”  como  se  le  ha  llamado  
ilustrativamente).517 Este concepto, en gran medida construido a partir
del  objeto  del  control,  nos  indica  el  significado  actual  de  la  jurisdicción  
constitucional  y  nos  fuerza  a  pensar  que  estrechar  nuestro  concepto  a  
su vertiente referida al control constitucional de las leyes, resulta ac-
tualmente  una  concepción  “insuficiente”,  “simplista”  y  “convencional-
mente  limitado”.

514 Aguiar de Luque, Luis, op. cit., nota 475, p. 14.


515 Pibernat  Domenech,  Xavier,  op. cit., nota 462, p. 75.
516 Acosta  Sánchez,  José,  op. cit., nota 112, pp. 341 y 342.
517 Seguimos  en  esta  definición  a  Rubio  Llorente,  Francisco,  “Tendencias  actuales  de  
la  jurisdicción  constitucional  en  Europa”,  en  Rubio  Llorente,  F.  y  Jiménez  Campo,  J.,  Es-
tudios sobre la jurisdicción constitucional,  Madrid,  McGraw-­Hill,  1998,  pp.  156  y  157.
150 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

V. EL ÓRGANO Y LOS PROCEDIMIENTOS DE CONTROL

1. El sistema difuso y concentrado de control


de constitucionalidad

Brevemente   nos   referiremos   al   enfoque   denominado   “subjetivo”   del  


control de constitucionalidad de las leyes; es decir, al que hace referencia
a los órganos que ejercen la función de tutela de la Constitución.518 Pero,
más que al órgano propiamente dicho, a la forma de elección de sus miem-
bros,  integración,  composición,  etcétera,  aludiremos  al  tipo  de  órgano  que  
ejerce el control y a la forma en que está concebido para mostrar el sus-
trato  y  fundamento  de  los  modelos  a  través  de  los  cuales  puede  ejercerse  
la  función  de  garantía  de  la  Constitución.  Así,  al  aspecto  “subjetivo”  del  
control le añadiremos lo que Cappelletti ha denominado su aspecto for-
mal, “o sea el análisis de la forma en que pueden suscitarse las cuestio-
nes de constitucionalidad de las leyes ante los jueces competentes para
decidirlas...”,  o  bien  los  “canales  de  activación”  o  “vías  a  través  de  las  
cuales  el  control  mismo  se  pone  en  funcionamiento”519 y se procede a
defender y conseguir la vigencia de la ley fundamental y la expulsión de
la norma contraria a la misma. En pocas palabras, señalaremos los me-
dios mediante los cuales pueden hacerse efectivas las normas previstas
en  la  Constitución.  Cuestión  de  gran  importancia  para  calificar  el  valor  de  
la  función  de  control  y  aclarar  el  sentido  de  afirmar  que  a  través  de  estos  
procedimientos  el  juez  se  muestra  como  defensor  del  Estado  de  derecho,  
de la supremacía constitucional y la división de poderes.520
Los  procedimientos  de  control  de  normas,  núcleo  esencial  y  razón  de  
ser de la jurisdicción constitucional, son aquellos por medio de los cuales
el  juez  enjuicia  la  conformidad  con  la  Constitución  de  las  normas  sujetas  
518 Al   respecto   véase   Biscaretti   di   Ruffia,   Paolo,   “Il   problema   de   la   «giurisdizione  
costituzionale»  e  la  sua  recente  soluzione  in  Italia”,  Scritti giuridici in memoria di V. E.
Orlando, Padova, CEDAM, 1951, vol. I, p. 126.
519 Cappelletti, Mauro, El control judicial de la constitucionalidad de las leyes en el
derecho comparado,  trad.  de  C.  Gómez  Lara  y  H.  Fix-­Zamudio,  México,  UNAm,  1966,  
p. 53; Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, “El Tribunal Constitucional en la nueva Constitu-
ción  Española:  medios  de  impugnación  y  legitimados  para  actuar”,  trad.  de  F.  González,  
REDC, Madrid, núm. 7, 1979, p. 122.
520 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 367, p. 768; Weber, Albrecht, op. cit., nota 449,
p. 55; Arnold, op. cit., nota 282, p. 139.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 151

a su control.521 Estos procedimientos, independientemente de sus reglas


específicas  y  diferenciadas  y  sus  peculiaridades,  tienen  carácter  objetivo,  
ya  que  su  finalidad  es  la  garantía  de  la  primacía  de  la  Constitución,  ya  
sea de forma directa o indirecta,522 y su preservación frente a la actuación
arbitraria  del  legislador.  Así,  puede  afirmarse  que  en  la  jurisdicción  cons-
titucional  “prima,  por  encima  de  la  resolución  definitiva  de  un  conflicto  
entre distintos intereses, su carácter de juicio en defensa objetiva de la
Constitución”.523  En  palabras  de  Jiménez  Campo,  el  punto  de  identidad  
de  estos  procedimientos,  en  cuanto  a  su  carácter,  finalidad  y  alcance,  es  
su carácter objetivo ajeno a cualquier debate sobre situaciones subjetivas.
No se desconoce, al señalar lo anterior, que a dichas formas o procedi-
mientos   de   control   pueden   corresponder   distintas   razones   instituciona-
les,  diferente  origen,  determinadas  reglas  específicas  de  procedimiento  y  
distinta  naturaleza  jurídica,  sólo  consideramos  necesario  advertir  que  en  
ellos siempre existe una identidad teleológica, que es la preservación de
la superioridad de la Constitución.524
Como  escribe  Pizzorusso,  las  experiencias  modernas  de  justicia  cons-
titucional tienen como origen dos intuiciones profundamente diversas
tanto  por  la  técnica  jurídica  empleada  como  por  las  orientaciones  ideo-
lógicas que presuponen.525 La distancia que separa el sistema de control
difuso del concentrado se considera irreducible no tanto por ser alternati-
vas  técnicas  para  garantizar  la  superioridad  de  la  Constitución,  sino  sobre  
todo porque están fundados sobre premisas teóricas diversas.526 El punto
de partida del sistema americano es la existencia de un control de cons-
titucionalidad detentado por todos los tribunales y jueces integrantes del
Poder Judicial. El sistema europeo, por su parte, implica la concentración
de la apreciación de inconstitucionalidad en un órgano ad hoc, “en cuya
función  asume  una  posición  de  monopolio”,  creado  en  orden  al  desempe-
ño  de,  al  menos,  esta  función  específica.527 Baste decir, por el momento,
521 Weber, Albrecht, “La jurisdicción constitucional en Europa Occidental: una com-
paración”,  REDC, núm. 17, 1986, p. 58.
522 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 108, p. 16.
523 Pibernat  Domenech,  Xavier,  op. cit., nota 462, pp. 62-66.
524 Jiménez  Campo,  Javier, op. cit., nota 78, pp. 571 y 572.
525 Pizzorusso,  Alessandro,  “I  sistemi  di  giustizia  costituzionale:  dai  modelli  alla  pras-
si”,  Quaderni Costituzionali, Italia, núm. 3, 1982, p. 521.
526 Mezzanotte,  Carlo,  “La  Corte  Costituzionale:  esperienze  e  prospettive”,  Attualitá e
attuazione della Costituzione, Bari, Tempi Nuovi, 1979, p. 150.
527 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 298, p. 135.
152 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

con Favoreau, que el Tribunal Supremo del tipo americano está situado
en  la  cima  de  un  edificio  institucional  único  y  desempeña  una  autoridad  
definitiva  sobre  el  conjunto,  mientras  que  los  tribunales  constitucionales  
del  tipo  de  los  europeos  son  jurisdicciones  constituidas  específicamente  
para conocer litigios constitucionales independientes del sistema juris-
diccional ordinario.528
Calamandrei escribía, con gran claridad, que los caracteres que dis-
tinguían los diversos sistemas de justicia constitucional estaban necesa-
riamente agrupados por exigencias lógicas. Así, el control judicial era,
decía, necesariamente difuso, incidental, especial y declarativo, mientras
que el control autónomo sería concentrado, principal, general y constitu-
tivo;;  donde  el  control  es  atribuido  a  un  juez  ordinario,  que  lo  ejercita  en  
vía prejudicial en una controversia concreta no existe un órgano especial
que pueda anular erga omnes  las  leyes  inconstitucionales,  éstas  sólo  po-
drán  ser  modificadas  cuando  los  órganos  legislativos,  en  vista  de  los  re-
petidos pronunciamientos de los jueces, consideren oportuno abrogarlas;
donde existe órgano especial, los jueces no tienen ninguna injerencia, en
vía incidental, sobre la cuestión de inconstitucionalidad, hasta que este
órgano, directamente llamado en vía principal, no haya declarado de for-
ma general la ilegitimidad.529
Desde este punto de vista, los sistemas de justicia constitucional se
diferencian básicamente entre aquellos en que la facultad de control es
ejercida por todos los órganos judiciales, y aquellos otros que confían di-
cha facultad a un órgano único. Unos ejercen dicha facultad únicamente
en vía principal, mientras que los otros sólo en vía incidental, unos por
acción, otros por excepción. El primero es característico del sistema eu-
ropeo, y el segundo, del sistema americano. Estos dos sistemas o mode-
los originarios surgen de forma independiente uno de otro, “sin aparentes
lazos  de  contacto  y  sin  influencias  recíprocas”.
En el sistema difuso, todos los jueces, independientemente de su je-
rarquía, y en virtud del principio de supremacía constitucional, tienen la
facultad, el poder y el deber de examinar, inaplicar y declarar la inconsti-
tucionalidad de las leyes en ocasión de la resolución de un caso concreto.
Este  sistema  se  denomina  “difuso”,  precisamente  porque  todos  los  órga-
nos judiciales tienen la obligación de inaplicar las leyes inconstitucio-

528 Favoreau, Luis, op. cit., nota 378, p. 18.


529 Calamandrei, Piero, op. cit., nota 390, pp. 5, 6, 35 y 36.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 153

nales o pronunciarse sobre su constitucionalidad en los casos o procesos


de que conocen o en las controversias suscitadas por ellas, y la resolución
que  dicten  sólo  tiene  efectos  para  el  caso  concreto  (desaplicación),  siendo  
el precedente el vínculo que mantiene la estabilidad jurisprudencial. Las
divergencias suscitadas entre los distintos órganos judiciales son solucio-
nadas, con carácter vinculante, por los órganos judiciales superiores.
En  este  sistema,  los  órganos  encargados  del  control  no  realizan  fun-
ciones exclusivamente constitucionales ni ejercen su función mediante
un  procedimiento  especial,  sino  que,  explica  Cappelletti,  se  llega  a  él  a  
través  de  impugnaciones  y  recursos.530 Como dice Grant,531 en el control
difuso no existe un procedimiento especial para controlar la constitucio-
nalidad  de  las  leyes,  éste  se  realiza  de  forma  incidental  y  con  base  en  un  
caso concreto, por lo que es un error buscar su esencia en algún juicio,
acción, auto o recurso. Esta característica nos indica que, como escribe
Kelsen,  “solamente  la  violación  del  interés  particular  pone  en  movimiento  
el  procedimiento  del  control  constitucional”,532 es decir, el juicio opera
sólo cuando una de las partes lo solicita, en una causa determinada y
el  alcance  de  la  resolución  es  relativa  por  lo  que  el  juez  nunca  entra  en  
conflicto  directo  con  el  legislador  ni  la  ley  es  atacada  ni  se  expone  a  las  
“agresiones  de  los  partidos”.  La  causa  de  esta  organización  del  control  
fue explicada de forma sumamente clara por Tocqueville:

Si  el  juez  hubiera  podido  atacar  las  leyes  de  una  manera  teórica  y  general,  si  
hubiera podido tomar la iniciativa y censurar al legislador, hubiera entrado
brillantemente en la escena política convertido en campeón o adversario de
un partido, suscitando todas las pasiones que dividen al país a tomar parte
en  la  lucha.  Pero  cuando  el  juez  ataca  la  ley  en  un  debate  oscuro  y  sobre  una  
aplicación particular, oculta en parte a las miradas del público la importan-
cia  del  ataque.  Su  fallo  sólo  tiene  por  objeto  lesionar  un  interés  individual,  
pero la ley no se siente herida más que por casualidad.533

530 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 274, pp. 452 y 453.
531 Grant, J. A. C., El control jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes. Una
contribución de las Américas a la ciencia política,  México,  UNAM,  1963,  pp.  34  y  39.
532 Kelsen, Hans, “El control de constitucionalidad de las leyes. Estudio comparado
de  las  Constituciones  austriaca  y  norteamericana”,  trad.  de  D.  García  Belaunde,  Dereito,
núm. 1, 1995, p. 225.
533 Tocqueville, Alexis, op. cit., nota 290, p. 109.
154 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Éstas  son,  resumidamente,  las  razones  por  las  que  el  control  que  se  es-
tablece en los Estados Unidos es a posteriori, concreto e incidental.
Como   hemos   dicho   antes,   y   es   suficientemente   conocido,   la   Consti-
tución estadounidense de 1787 no explicitó en su texto la facultad del
judicial review,   sino   que   ésta   fue   consecuencia,   además,   de   la   influen-
cia  de  la  doctrina  inglesa,  principalmente  la  proveniente  del  juez  Coke,  
de varias decisiones judiciales dictadas antes de su promulgación hasta
llegar   a   la   decisiva   sentencia   del   juez   Marshall   en   1803,   que   se   apoyó  
básicamente en las opiniones que Hamilton vertió en El federalista, aun-
que   también   en   los   debates   de   la   Convención   Constituyente,   donde   se  
expresó la necesidad de la existencia de un medio para hacer efectivas
las disposiciones constitucionales y se señaló que el mejor instrumento
era la potestad conferida a los tribunales de hacer a un lado las leyes que
la contravinieran. En Estados Unidos, la instauración del control consti-
tucional es considerada desde el inicio de su historia jurídica como algo
consustancial al concepto de Constitución, y si bien originalmente no
fue consagrado como elemento integrante de la estructura del sistema ju-
dicial, fue contemplado como “parte del ejercicio ordinario de la función
judicial”,  consecuencia  necesaria  de  su  función  “natural”  de  resolver  ca-
sos y litigios concretos.534
Hamilton sostuvo que una Constitución limitada solamente puede ser
mantenida  a  través  de  los  tribunales  de  justicia  “cuyo  deber  ha  de  ser  el  
declarar nulos todos los actos contrarios al sentido evidente de la Consti-
tución”.  Cuando  existan  dos  leyes  incompatibles,  es  a  los  jueces  a  quie-
nes  corresponde  esclarecer  y  fijar  su  significado  y  alcance  y  realizar  una  
selección   de   la   norma.   “Si   es   posible   que   una   interpretación   razonable  
las  concuerde  y  armonice,  la  razón  y  el  derecho  aconsejan  de  consuno  
que así se haga; pero si ello es impracticable, se impone la necesidad de
aplicar  una  con  exclusión  de  la  otra”.535 John Marshall, en Marbury vs.
Madison, se  basará  en  un  razonamiento  similar:  los  jueces,  en  su  deber  
de declarar lo que es derecho, en el momento de aplicar una ley tienen,
como  dato  previo,  que  interpretarla;;  si  esta  ley  entra  en  conflicto  con  la  
Constitución y ambas son aplicables al caso particular, la tarea esencial y,
es más, el deber de la Corte, será señalar cuál de las dos normas en con-
flicto  es  aplicable  al  caso  concreto.  La  conclusión  es  obvia  si  se  considera  
534 Rubio Llorente, Francisco, “La concepción de la jurisdicción constitucional en Es-
tados  Unidos  y  Europa”,  cit., nota 291, p. 401.
535 Hamilton, A. et al., op. cit., nota 122, pp. 331 y 332.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 155

que la Constitución es superior a los actos legislativos ordinarios: “es la


Constitución, y no esa ley ordinaria, la norma que debe regir el caso al
cual  ambas  se  aplican”.  Los  sujetos  encargados  de  la  aplicación  del  dere-
cho antes que estar sujetos a las leyes están sujetos a la Constitución. La
facultad de los jueces para ejercer el judicial review deriva de la conside-
ración de la Constitución como una ley más fuerte que una ley ordinaria.
Así, como decía Tocqueville en 1835: “escoger entre las disposiciones
legales aquellas que lo atan más estrechamente es, en cierto modo, el
derecho  natural  del  magistrado”.536 Los jueces, al tener como “facultad
natural”  decidir  los  conflictos  de  leyes  que  se  presentan  en  relación  con  
los asuntos concretos de que conocen, poseen la capacidad de declarar la
prevalencia de la ley superior.537
Es importante señalar, como agudamente lo hace Gargarella, que en el
fondo de la instauración del control constitucional en Estados Unidos se
encuentran  conflictos  de  naturaleza  económica  aumentados  por  el  control  
del Poder Legislativo, que en algunos Estados de la Unión Americana
asumió  el  grupo  de  personas  que  permanecieron  con  deudas  después  de  
la  guerra  de  independencia.  Por  ello  se  ha  podido  afirmar  que  la  jurisdic-
ción  constitucional  surge  como  “reacción  cautelar  conservadora”  ante  la  
desmesura de las actuaciones del Poder Legislativo y con el objetivo de
proteger a las minorías acaudaladas.
Esta protección provendría principal, aunque no exclusivamente, del
Poder  Judicial.  El  razonamiento  subyacente  en  esta  convicción  era,  creo,  el  
siguiente: si a) los jueces son elegidos de modo indirecto, b) las elecciones
indirectas  garantizan  la  elección  de  miembros  del  sector  minoritario  (deu-
dores  (sic),  propietarios),  c)  la  minoría  constituye  un  grupo  homogéneo,  
y d) los miembros de esta minoría se hallan fundamentalmente motivados
(lo  mismo  que  cualquier  persona  racional)  por  el  interés  propio,  entonces,  
e)  la  minoría  se  hallará  protegida,  ya  que  los  jueces  (miembros  del  grupo  
minoritario)  estarían  interesados  en  proteger  al  grupo  al  cual  pertenecen.538
536 Tocqueville, Alexys de, op. cit., nota 290, p. 108.
537 Shapiro, Martín, “Revisión judicial a priori y a posteriori: los modelos norteame-
ricano  y  europeo”,  trad.  de  A.  M.  Silva  Jiménez,  Revista Chilena de Derecho, vol. 20,
1993, p. 476.
538 Gargarella,  Roberto,  “Representación  plena,  deliberación  e  imparcialidad”,  en  Els-
ter,   J.   (comp.),   La democracia deliberativa, Barcelona, Gedisa, 2001, p. 333; id., La
justicia frente al gobierno. Sobre el carácter contramayoritario del poder judicial, Bar-
celona, Ariel, 1996, pp. 17-47; id., “Crisis de representación y constituciones contrama-
yoritarias”,  Isonomía,  México,  núm.  2,  1995,  pp.  100-­102.
156 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

García  Cotarelo  ha  ilustrado,  con  gran  lucidez,  la  relación  estructural  
que media entre la representatividad democrática y la revisión judicial
en el proceso constituyente americano. Para este autor, las experiencias
de excesos e injusticias ocurridas en los trece Estados que integraban la
Unión Americana en el periodo que media entre 1776 y 1787, producto
de  la  filosofía  política  que  inspiró  los  inicios  del  proceso  revolucionario  
que otorgaba preeminencia dentro de la estructura estatal al órgano repre-
sentativo, considerado el instrumento para la implementación de radica-
les  reformas  socioeconómicas,  hizo  surgir  recelos  y  desconfianzas  sobre  
la actuación del Poder Legislativo democráticamente legitimado.
La   ilimitación   con   que   el   entusiasmo   democrático   había   configura-
do las legislaturas en las Constituciones de los distintos Estados fue la
cuestión más unánimemente criticada por los miembros de la Asamblea
Constituyente.  De  hecho,  puede  afirmarse  que  la  propia  convocatoria  de  
la Convención fue producto precisamente de los excesos a los que la ili-
mitación del poder condujo a las legislaturas estatales.
De ello derivó la exigencia de la necesaria vinculación del Parlamento
a normas escritas indisponibles aun para la mayoría y la creación de ba-
rreras contra sus posibles extralimitaciones o excesos. La judicial review
americana en sus inicios puede ser considerada, por consiguiente, un
“instrumento  con  objetivos  esencialmente  políticos”  cuyos  fundamentos  
estaban  en  el  “interés  de  conservación  del  status quo  socio-­económico”  
y por ello la protección que ofrece “se orienta en contra del legislador
democrático  que,  en  opinión  también  de  todos  los  constituyentes,  es  el  
núcleo  de  toda  posible  desestabilización”.539
Fioravanti  también  explica  que  tanto  para  Hamilton  como  para  Madi-
son el poder más temible era el Legislativo, por reunir las prerrogativas
estatales más relevantes y su tendencia a absorber a los otros poderes; el
control  de  constitucionalidad,  por  estas  razones,  debía  tener,  como  uno  
de  sus  objetivos  esenciales,  impedir  que  aquél  pudiera  “aspirar  a  cubrir  y  
representar  todo  el  espacio  de  la  constitución,  identificándose  con  su  fun-
539 García Cotarelo, Juan, “Los fundamentos socio-políticos de la jurisdicción cons-
titucional”,   RDP, Madrid, núm. 3, 1991, pp. 30-39. Es interesante señalar que en los
debates del Congreso Constituyente mexicano de 1857, uno de los fundamentos que
sirvieron para la consagración del juicio de amparo mexicano fue “el peligro que para
los  derechos  del  hombre  representaba  «la  tiranía  de  los  legisladores»”.  Así  lo  describe,  
citando  a  Ponciano  Arriaga,  Carrillo  Flores,  Antonio,  “Reflexiones  con  motivo  del  ses-
quicentenario  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia”,  La Constitución, la Suprema Corte y los
derechos humanos,  México,  Porrúa,  1980,  p.  114.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 157

damento  primero,  con  el  mismo  pueblo”.540 Por todo ello, autores como
Walton H. Hamilton han señalado que el año de 1787 representó un mo-
mento de involución conservadora en la historia de los Estados Unidos,
pues el judicial review  significó  la  instauración  del  gobierno  de  los  jueces.
Por otro lado, y como señala De Otto, son tres las características
básicas del sistema concentrado de constitucionalidad de la leyes. 541
a)  el  juez  ordinario  no  puede  hacer  valer  las  consecuencias  de  la  supe-
rioridad normativa de la Constitución, de otra forma, se dice, quedaría
desligado  de  la  ley;;  por  ello  el  control  de  las  leyes  está  confiado  úni-
camente a un tribunal especial; b)  el  control  se  configura  como  control  
abstracto, puesto que el juicio de constitucionalidad es consecuencia
de un recurso dirigido directamente contra la ley, y no contra un caso
concreto, y es esa misma ley la que ha de ser subsumida en el supuesto
que contemple la norma constitucional; la garantía jurisdiccional no
puede ser activada por un particular porque sus derechos no provienen
de la Constitución, sino de la ley, así el Tribunal Constitucional “ase-
gura el cumplimiento de obligaciones sin proteger el derecho de nadie
en  concreto”,542 y c) el principio del control abstracto y la anterior si-
tuación de no proteger el derecho de nadie en concreto trae como con-
secuencia la limitación de los sujetos que pueden poner en marcha el
proceso de enjuiciamiento constitucional.
Como  se  ha  dicho,  este  sistema  se  caracteriza  por  “la  concentración  
en un órgano ad hoc de la función de apreciar la inconstitucionalidad de
las normas con rango legal, al margen de cualquier incidencia procesal
y con efectos vinculantes erga omnes”.  Existe  un  órgano  constitucional  
especial, distinto a los tres poderes clásicos y, por tanto, del Poder Judi-
cial, creado con la facultad exclusiva de ejercer la función de control de
constitucionalidad,  poseedor,  en  consecuencia,  del  monopolio  de  rechazo  
de la constitucionalidad de las leyes.543 El control se ejercita en vía prin-
cipal  a  través  de  un  proceso  específico  y  autónomo  iniciado  ad  hoc  por  

540 Fioravanti,  Maurizio,  Constitución. De la antigüedad a nuestros días, trad. de M.


Martínez  Neira,  Madrid,  Trotta,  2001,  pp.  108  y  109.
541 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 2, pp. 144 y 145.
542 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del  derecho”, cit., nota 291, p. 508.
543 Brewer-­Carías,  Allan   R.,   “Bases   del   sistema   concentrado   de   justicia   constitucio-
nal”,  Revista de Derecho Público, Caracas, núm. 52, 1992, pp. 26, 31 y 38. Crisafulli
decía,  con  razón,  que  este  sistema  “toglie  anche  qualcosa  ai  giudici  comuni”.  Crisafulli,  
158 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

medio de una demanda especial,544 la acción es abstracta, ya que la ley


impugnada es tomada en consideración por aquello que prescribe inde-
pendientemente de sus concretas aplicaciones, por ello se dice que tiene
carácter preventivo o cautelar, y sus elementos, contenido y ámbito pres-
criptivo   son   identificados   por   los   recurrentes   de   modo   casi   hipotético,  
como propuestas o sugerencias interpretativas.545 La falta de precedentes
sobre la forma de interpretar o aplicar la norma impugnada demuestra
que  es  la  ley  y  no  el  interés  del  sujeto  el  objeto  del  recurso.546 Los jueces
ordinarios  no  pueden  realizar  ningún  control  sobre  la  validez  de  las  le-
yes, la acción no corresponde a los particulares y el pronunciamiento im-
porta la anulación ex nunc de la ley impugnada. “En esta concepción de
la jurisdicción constitucional como control abstracto de la actuación del
legislador, el objeto inmediato y único del juicio no es ni puede ser otro
que el enunciado promulgado por el legislador positivo y la única decisión
posible  del  juez  es  la  de  mantenerlo  o  anularlo”.547
El sistema europeo, producto de la genialidad de Kelsen, se distingue
en sus inicios por la existencia de un recurso directo contra las leyes, des-
vinculado por completo de los casos concretos, accionado siempre, como
escribe Cappelletti, en vía principal, es decir, en vía de acción, mediante
una  demanda  autónoma  especial,  y  a  través  de  un  proceso  autónomo  es-
pecífico  ante  la  Corte  Constitucional.548 En virtud de que, en los prime-
ros años de funcionamiento, no se concedió a los jueces ordinarios la
facultad  de  plantear  las  cuestiones  de  constitucionalidad,  éstas  debían  
ser introducidas, necesariamente, por los órganos legitimados para ello.
De   forma   congruente   con   el   principio   anterior,   y   como   enseña   Cruz  
Villalón, el sistema establecido en la República de Checoslovaquia en
1920 fue “pura y exclusivamente de control abstracto; la norma es im-
pugnada directamente y en cuanto tal ante el Tribunal Constitucional
por una serie de órganos facultados, con total desvinculación de la oca-

Vezio,  “La  Corte  Costituzionale  tra  Magistratura  e  Parlamento”,  Scritti giuridici in me-
moria di Piero Calamandrei, Padova, 1958, vol. IV, p. 286.
544 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, pp. 54 y 55.
545 Jiménez   Campo,   Javier,   op. cit.,   nota   78,   p.   573;;   Zagrebelsky,   Gustavo,   op. cit.,
nota 367, p. 769.
546 “Una interpretación de la ley ajena a cualquier problema singular de aplicación
tiene  siempre...  algo  de  aventura”.  Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 78, p. 581.
547 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del  derecho”, cit., nota 291, p. 509.
548 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, p. 55.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 159

sional  aplicación  de  la  misma  a  cualquier  supuesto  o  persona”,  por  lo  
que estaba excluida cualquier posibilidad de control concreto o por vía
de excepción.549  Se  puede  comprender  que  este  tipo  de  control  se  refie-
re, como dice Arnold, a un examen sobre la norma misma. 550 Gascón
lo  dice  con  suma  precisión:  “el  rasgo  definidor  del  sistema  kelseniano  
residía en la rigurosa exclusión del conocimiento de hechos por parte
del   juez   de   constitucionalidad;;   su   tarea   quedaba   así   circunscrita   a   un  
juicio de compatibilidad lógica entre dos enunciados normativos per-
fectamente  cristalizados,  pero  carentes  de  cualquier  referencia  fáctica,  
la  constitución  y  la  ley”.551 Esto era así porque se consideraba que el
conocimiento por parte del tribunal de hechos o intereses concretos ne-
cesariamente contendría elementos de libre creación, por lo que dicho
recurso   era   una   forma   de   evitar   que   este   interfiriera   en   el   ámbito   de  
la discrecionalidad legislativa.552   Por   estas   razones   se   puede   asegurar  
que  en  los  orígenes  del  sistema  era  posible  realizar  una  diferenciación  
nítida  entre  el  método  americano  de  control  judicial,  efectuado  exclu-
sivamente   en   vía   incidental,   y   el   método   austriaco,   que   era   realizado  
exclusivamente en vía de acción.553
Es digno de señalar que este sistema de control de normas no protege
de forma directa, sino indirecta al particular afectado, precisamente por-
que su objetivo es controlar, de manera objetiva, la constitucionalidad de
las normas, sin colocar en primer lugar la protección del individuo even-
tualmente lesionado en sus derechos. “Dado que se persigue el sanea-
miento del orden jurídico mediante la eliminación de normas inferiores
en discordancia con una norma superior, la cuestión de un perjuicio o
de   un   beneficio   subjetivo   de   un   particular   carece   de   relevancia   como  
supuesto  para  la  procedencia  del  control  de  normas”.554 El mismo Kel-
sen  subraya  que  su  sistema  era  un  método  de  control  objetivo  de  nor-
mas   independiente   de   la   protección   de   los   particulares,   cuando   afirma  
que  “el  interés  en  la  constitucionalidad  de  la  legislación  es...  un  interés  
549 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 298, p. 133. No se puede dejar de mencionar que
tampoco la Constitución italiana previó originalmente un control concreto de normas,
sino  que  éste  fue  incorporado  en  una  sucesiva  ley  constitucional  de  1948.
550 Arnold, op. cit., nota 282, p. 101.
551 Gascón,   Marina,   “La   justicia   constitucional   entre   legislación   y   jurisdicción”,  
REDC, núm. 4, 1994, p. 314.
552 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 425, pp. 314 y 315.
553 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, pp. 60 y 61.
554 Frisch Philipp, Walter, op. cit., nota 417, pp. 131, 137 y 138.
160 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

público   que   no   necesariamente   coincide   con   el   interés   privado   de   las  


partes  interesadas”.555  Es  el  interés  público  el  que  “merece  la  protección  
de   un   proceso   especial,   en   conformidad   con   su   carácter   especial”;;   la  
protección de los derechos fundamentales, individuales o colectivos, se
realiza  sólo  de  forma  eventual  y  de  reflejo.556 Lo anterior se demuestra
claramente,  por  ejemplo,  en  la  circunstancia  de  que  los  recursos  una  vez  
presentados  no  pueden  ser  retirados,  pues  el  interés  general  reclama  una  
decisión del tribunal.
Ahora  bien,  en  Europa,  una  vez  aceptada  la  necesidad  de  establecer  
la competencia de control de la actividad del legislador, a pesar de las
dudas sobre una institución que no se conformaba adecuadamente con
la lógica de la democracia liberal, la discusión se centró en el órgano
que  iba  a  realizarlo.  Rechazada  la  posibilidad  del  control  por  parte  del  
Parlamento  y  una  vez  superado  el  temor  de  la  garantía  efectuada  un  ór-
gano jurisdiccional, la mayoría de los países europeos, en su momento,
estuvieron  tentados  a  adoptar  el  sistema  americano,  pero  finalmente  lo  
rechazaron  de  manera  perfectamente  consciente,  y  prefirieron,  en  medio  
de  “largos  y  tormentosos  debates”,  la  opción  kelseniana  de  establecer  un  
órgano  especial  que  realizara  esa  función.557
La elección de una jurisdicción constitucional concentrada, dice Elia,
fue  una  selección  difícil,  pero  necesaria;;  ¿por  qué?,  ¿por  qué  no  se  confió  
555 Kelsen, Hans, op. cit., nota 532, p. 225.
556 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 525, p. 530.
557 Favoreau, Louis, op. cit., nota 294, p. 16. Al decir de Biscaretti, cuando se excluye
al  juez  ordinario  para  conocer  de  los  conflictos  constitucionales  se  abren  dos  vías  que  
surgen como posibilidades: a) brindar dicha competencia a un órgano político como el
legislativo, o bien b)  configurar  y  crear  órganos  especiales  de  naturaleza  político-­judicial.  
Biscaretti   di   Ruffia,   Paolo,   “Il   problema   de   la   “giurisdizione   costituzionale”   e   la   sua  
recente  soluzione  in  Italia”,  cit., nota 518, pp. 134 y 135. Dice Horn que en Alemania
durante algún tiempo dominó la idea de un tribunal superior mayor que “decidiera en
última  instancia  sobre  todas  las  cuestiones  jurídicas,  inclusive  constitucionales”.  Horn,  
Hans-­Rudolf,  “Justicia  constitucional  y  consenso  básico”,  Estudios en homenaje al doc-
tor Héctor Fix-Zamudio en sus treinta años como investigador de las ciencias jurídicas,
México,  UNAM,  1988,  t.  II,  p.  1070.  Recuérdese  a  este  respecto  la  crítica  de  Schmitt,  
quien señalaba que el modelo del tribunal supremo americano no podía ser “adaptado sin
más requisitos a la situación, política y socialmente distinta, de un Estado constitucional
europeo. La posición del Tribunal Supremo de los Estados Unidos se ha desarrollado en
el ámbito de un Estado anglo-sajón de tipo judicialista, que... se halla en evidente opo-
sición  a  los  Estados  del  Continente  europeo”.  Para  Schmitt,  todo  intento  de  adaptación  
y  divinización  del  Tribunal  Supremo  americano  era  “insensato”.  Schmitt, Carl, op. cit.,
nota 397, 1983, pp. 44 y 46.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 161

al  Poder  Judicial  el  control  de  constitucionalidad?,  ¿por  qué  se  sustrajo  
tan importante función de su competencia y se optó por atribuirla a un
órgano  constitucional  ad  hoc  que  detentara  el  monopolio  de  rechazo  de  
las  leyes  inconstitucionales?,  ¿por  qué  extraña  razón,  como  se  pregunta  
incisiva y sugestivamente Cappelletti, la Constitución austriaca de 1920
prefirió  realizar  un  sistema  concentrado  de  control  de  constitucionalidad  
que  confiaba  dicha  función  a  un  Tribunal  situado  fuera  del  Poder  Judi-
cial si tenía como ejemplo el carácter lineal, la coherencia y simplicidad
del modelo americano?,558   ¿por   qué   se   prefirió   la   construcción   de   un  
sistema   artificial?   Las   respuestas   a   estas   preguntas   resultan   muy   inte-
resantes  para  constatar  el  “esfuerzo  de  racionalización”  que  representó  
la instauración del control de constitucionalidad de las leyes en ordena-
mientos  jurídicos  diferentes  del  norteamericano  y  el  esfuerzo  que  signi-
ficó,  también,  la  intención  de  corregir  los  que  se  consideraban  defectos  
de este sistema.559
Fueron   razones   históricas,   políticas,   técnicas   y   estructurales   las   que  
determinaron esta exclusión. Entre las primeras, que nos muestran la ín-
tima  relación  que  existe  entre  la  naturaleza  del  control  de  constitucionali-
dad y la conducta de los órganos judiciales, podemos mencionar la tradi-
cional  desconfianza  hacia  la  actitud  conservadora  de  los  jueces,560 la idea
de  su  falta  de  capacidad  y  calificación  técnica  y  política  y,  también,  como  
escribe Rubio, el temor al activismo judicial. Este juicio sobre los jue-
ces derivaba de que en su mayoría pertenecían a una clase determinada,
estaban educados en la disciplina de recibir órdenes superiores y repre-
sentaban,  como  escribe  Neumann:  “la  alianza  entre  la  corona,  el  ejército,  
la  burocracia,  los  terratenientes  y  la  burguesía”,561 pero además, estaban
558 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, pp. 38 y 45, y nota 274, pp. 445 y 446.
M. Hauriou, por ejemplo, optaba francamente a favor del establecimiento de un sistema
como el americano de control de constitucionalidad: “La verdadera solución práctica,
decía,   es   que   el   juez   ordinario   entienda   en   materia   de   la   constitucionalidad   de   la   ley,  
cuando  tenga  que  aplicar  ésta  a  un  litigio”.  Hauriou, Maurice, op. cit., nota 332, p. 354.
Considérese  esta  pregunta  desde  la  visión  de  Crisafulli  para  quien  la  aceptación  del  prin-
cipio de control de constitucionalidad de las leyes correspondía en abstracto a todos los
jueces   y   con   la   creación   de   un   Tribunal   específico   les   era   sustraída   esta   competencia  
concentrándola en un solo órgano. Crisafulli,  Vezio,  op. cit., nota 543, p. 286.
559 Fernández  Segado,  Francisco,  op. cit., nota 292, p. 555.
560 Bon,  Pierre,  “El  Conseil  Constitutionnel  francés  y  el  modelo  de  cortes  constitucio-
nales  europeas”,  trad.  de  F.  J.  Ezquiaga  Ganuzas,  RVAP, España, núm. 31, 1991, p. 38.
561 Neumann,  Franz,  op. cit., nota 313, p. 50.
162 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

acostumbrados   a   interpretar   la   ley   con   una   técnica   hermenéutica   muy  


distinta a la que exige el control constitucional. En esto último insiste
Cappelletti, para quien los jueces eran magistrados de carrera poco aptos
para cumplir la tarea del control de normas que, por tener como objeto la
interpretación de leyes constitucionales no ordinarias, es inevitablemente
creadora,  rebasa  la  función  tradicional  de  mero  intérprete  y  fiel  servidor  
del legislador y requiere “una actitud difícilmente compatible con las
tradicionales  debilidad  y  timidez  del  juez  del  modelo  continental”  cuyo  
cuerpo formaba, dice, un conjunto de funcionarios burocráticos, anóni-
mos, que sentían como misión la aplicación de la ley, no su crítica, con lo
cual las normas de valor de la Constitución corrían el riesgo de quedarse
en letra muerta.562
Mortati  señaló,  en  1949,  que  la  naturaleza  de  las  controversias  cons-
titucionales y la peculiaridad de los criterios a adoptar para sus resolu-
ciones exigían no sólo un particular conocimiento o información sobre
hechos y situaciones controvertidas, sino, además, una especial capaci-
dad  interpretativa,  sensibilidad,  actitud  y  forma  mental  de  la  cual  el  juez  
ordinario,  por  su  preparación  y  por  la  naturaleza  de  la  tarea  que  le  era  
normalmente  confiada,  estaba  en  general  desprovisto.  La  forma  tan  ge-
nérica  con  que  están  redactadas  las  normas  constitucionales  exigen  del  

562 Cappelletti,   Mauro,   “Necesidad   y   legitimidad   de   la   justicia   constitucional”,   en  


Tribunales constitucionales europeos y derechos fundamentales, cit., nota 89, p. 603.
Este argumento está ampliamente desarrollado en su trabajo: “Gli organi di controllo
della  legittimita  costituzionale  delle  leggi”,  cit.,  nota  274,  pp.  454-­457.  También,  “Co-
municación  oral”,  cit.,  pp.  655  y  666.  No  cualquier  juez,  dice  este  autor,  está  preparado  
para la interpretación y aplicación de la norma constitucional mucho menos aquellos
“formados en las salas cerradas de los tribunales, a los cuales llega frecuentemente sólo
los atenuados ecos de los acontecimientos tumultuosos y de las palpitantes exigencias
de  la  sociedad”.  El control judicial de la constitucionalidad de las leyes en el derecho
comparado”,  cit.,  nota  519,  p.  46.  También  en  América  Latina  la  consideración  de  los  
jueces como sujetos no aptos, por diversos motivos, ha tenido una función importante en
la conformación de la facultad de control constitucional. Así, para el Perú lo explica Gar-
cía Belaunde, Domingo, “La jurisdicción constitucional y el modelo dual o paralelo. La
justicia  constitucional  a  finales  del  siglo  XX”,  Revista del Instituto de Ciencias Políticas
y Derecho Constitucional,  Huancayo,  núm.  6,  1998.  En  México  también  la  desconfianza  
hacia  los  jueces,  por  su  falta  de  independencia,  se  muestra  en  la  centralización  que  se  pro-
dujo de todos los asuntos judiciales en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, proceso
que  se  desarrolló  desde  finales  del  siglo  XIX.  Fix-­Zamudio,  Héctor,  “La  Suprema  Corte  
de  Justicia  como  tribunal  constitucional”,  en  Pérez  Nieto,  L.  (comp.),  Reformas consti-
tucionales de la renovación nacional. Hacia un nuevo derecho constitucional,  México,  
Porrúa, 1987, pp. 521 y 522.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 163

juez,  aseguraba,  un  poder  de  valoración  muy  amplio,  lo  que  requiere  una  
específica  preparación  y  sensibilidad,  “una  capacita  ben  diversa  da  que-
lla  da  una  macchina  sillogizzante,  nella  quale  da  una  parte  si  introduce  
una   monetina   e   dall’altra   esce   la   decisione”.563 En suma, y como dice
Fernández   Segado,   la   opción   por   un   órgano   ad hoc   se   justifica,   y   para  
este   autor   esta   es   “la   razón   decisiva”,   por   “la   especificidad   de   la   her-
menéutica  constitucional”,  peculiaridad  proveniente  de  la  diferencia  que  
existe entre las normas constitucionales y las normas legales564 y por la
incomprensión  de  los  jueces  de  la  época  de  la  estructura,  valor  y  eficacia  
de la Constitución. Así, se puede decir que existía una convicción am-
pliamente difundida: los jueces no eran sujetos idóneos para administrar
los nuevos valores y procesos constitucionales cargados de importantes
implicaciones  éticas  y  políticas.565
Ante esta situación, escribe Bon, nada parecía estar más contraindi-
cado  que  confiar  el  control  de  constitucionalidad  a  los  jueces,  pues  ello  
y, en general, la instauración de una jurisdicción difusa podía tener, al
decir  de  Zagrebelsky,  dos  posibles  consecuencias:  una  excesiva  timidez  
de los jueces, que por tradición y formación cultural eran poco propensos
a evaluar críticamente la obra del legislador, o bien una actitud conser-
vadora, que impediría las reformas políticas y sociales promovidas por
éste.  Así,  y  como  señalaba  Calamandrei,  la  forma  de  actuación  de  los  en-
cargados de ejercer la jurisdicción ordinaria sería uno de los argumentos
más importantes para sostener que la justicia constitucional debía ser una
actividad particular del Estado distinta de los tres clásicos poderes y, en
especial, diferente del Poder Judicial.566
Pero no sólo convicciones intelectuales, ideológicas y de formación
profesional de los jueces impulsaron a tomar la decisión a favor de un
control  concentrado  de  constitucionalidad.  La  estructura  y  organización  
de los órganos judiciales y sus reglas tradicionales de procedimiento
contribuyeron  también  a  excluir  al  orden  judicial  de  la  tarea  del  control  
563 Mortati,  Costantino,  “La  Corte  Costituzionale  e  i  presupposti  per  la  sua  vitalita”,  
Raccolta di scritti, Milán, Giuffrè, 1972, vol. IV, pp. 683 y 684; Calamandrei, Piero, op.
cit., nota p. 460.
564 Fernández  Segado,  Francisco,  op. cit., nota 292, p. 47.
565 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 367, p. 762.
566 Algunas experiencias de países europeos con el modelo difuso como Weimar e
Italia   (1942   a   1956)   no   fueron   afortunadas   precisamente   por   la   pasividad,   debilidad   y  
timidez  con  que  realizaban  su  actividad  los  jueces  de  carrera  continentales.  Cappelletti,
Mauro, op. cit., nota 562, pp. 603 y 610.
164 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de leyes. Kelsen señala concretamente los siguientes motivos e inconve-


nientes por los que el control se estableció concentrado y no difuso: a) el
peligro de la falta de uniformidad de las cuestiones constitucionales de-
bido  a  la  organización  de  los  tribunales  de  la  época;;  b)  la  falta  de  eficacia  
vinculante u obligatoriedad de las decisiones de los tribunales supremos
sobre las instancias judiciales de menor jerarquía; c) la inexistencia de
un principio parecido al stare decisis que obligara al propio Tribunal
Supremo a seguir sus decisiones anteriores, lo que podría provocar “una
grave situación de incertidumbre del derecho, perjudicial tanto para los
individuos   como   para   la   colectividad   e   inclusive   para   el   Estado”, 567 y
d) las posibles dudas sobre los efectos jurídicos de las leyes declaradas
inconstitucionales.
Kelsen  justificó  la  creación  de  un  órgano  concentrado  de  control  en  
la desventaja que a su juicio representaba la solución norteamericana
de conceder a cada tribunal la facultad de apreciar la constitucionali-
dad  de  las  leyes,  ya  que  ésta  podía  ocasionar  que  los  distintos  órganos  
que las aplicaran tuvieran distintas opiniones al respecto provocando
falta de uniformidad o prácticas contradictorias poniendo en peligro la
autoridad de la norma suprema.568 El riesgo relativo a la falta de unidad
o uniformidad en las decisiones era especialmente importante en aque-
lla   época   por   la   forma   en   que   estaba   organizada   la   estructura   judicial.  
Un órgano especial se consideró necesario para resolver los problemas
constitucionales de modo más unitario y sistemático en sus diversos as-
pectos y direcciones.569  Como  afirma  Zagrebelsky,  influyó  la  existencia  
de  un  sistema  judicial  fuertemente  burocratizado  en  el  que  no  encontraba  
acogimiento la regla de stare decisis, lo que podría ocasionar, en caso de
adoptarse el control difuso, gran inseguridad o incertidumbre jurídica,570
puesto que su introducción podía tener como consecuencia que una mis-
ma ley o disposición fuera desaplicada por inconstitucional por algunos
jueces, mientras que otros la aplicaran por considerarla perfectamente
constitucional. Es más, podría ocurrir que el mismo órgano judicial que
ayer  había  desaplicado  una  ley,  la  aplicara  después,  cambiando  de  opi-
nión sobre el problema de su legitimidad, o que existieran contradiccio-
nes entre órganos judiciales de diverso tipo o grado. La consecuencia de
567 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, p. 40.
568 Kelsen, Hans, op. cit., nota 532, pp. 217, 218, 221 y 224, y nota 73, p. 125.
569 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”, cit., pp. 19 y 20.
570 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, pp. 39 y ss.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 165

todo  esto,  concluye  Cappelletti,  sería  “una  grave  situación  de  conflictos  
entre  órganos  y  de  incerteza  del  derecho,  situación  perniciosa  tanto  para  
los  individuos  como  para  la  colectividad  y  el  estado”.571 Por todo esto,
como  dice  Kelsen,  “una  centralización  del  control  constitucional  de  las  
leyes era altamente deseable, en salvaguardia de la autoridad de la Cons-
titución”  y  la  unidad  de  la  jurisdicción.
En  el  centro  de  esta  construcción  está  la  necesidad  de  unificar  y  unifor-
mar el entendimiento de la Constitución, hacer que su interpretación fuera
la más adecuada para lograr su comprensión,572 evitar “el peligro de una
práctica  contradictoria  por  los  órganos  que  aplican  las  leyes”,  propiciar  
la igualdad en la aplicación de las normas a todos los ciudadanos, exten-
der  la  certeza  del  derecho,  la  seguridad  jurídica  y  la  previsibilidad  de  las  
decisiones. A partir de aquí puede entenderse lo que respecto a este tema
señala  La  Pergola.  Para  este  autor,  Kelsen,  que  es  un  racionalizador  con-
vencido,  se  percata  de  la  dificultad  de  recrear  modelos  extranjeros  fuera  
de su ambiente natural. Las raíces del judicial review son anglosajonas y
difícilmente  pueden  transplantarse  a  otro  suelo.  En  aquella  época,  en  los  
Estados Unidos había un Poder Judicial prestigioso e independiente diri-
gido a crear y a formular antes que a aplicar el derecho, que encarnaba la
idea  de  un  poder  igual  a  los  otros  dos,  funcionaba  a  través  del  principio  
de stare decisis, y sus sentencias vinculaban a los tribunales inferiores.
Lo  que  hizo  Kelsen  no  fue  proponer  un  sistema  opuesto,  sino  racionali-
zar  el  modelo  americano  a  un  ordenamiento  político  diferente  en  diver-
sos  aspectos  a  éste,  por  lo  que  puede  decirse  que  el  sistema  de  control  
concentrado  es  en  el  fondo  la  versión  racionalizada  del  control  difuso. 573
Entre  las  razones  estructurales  que  se  tuvieron  para  adoptar  este  siste-
ma  de  control  podemos  decir,  siguiendo  a  Mezzanotte,  que  hay  dos  que  
destacan y que sólo pueden ser entendidas conjuntamente, ya que si se
toman de manera aislada resultan ser explicaciones parciales: para garan-
tizar  la  superioridad  de  la  Constitución  y  para  que  el  concepto  tradicional  
de  “ley”  no  resultara  afectado.  No  hace  falta  insistir  en  la  extensión  de  la  
idea de la superioridad de la Constitución, de la cual ya hemos hablado,
que  así  como  está  en  la  base  del  esquema  de  Marshall  también  está  en  el  
de  Kelsen.  Con  respecto  a  la  segunda  razón,  dice  Modugno  que  el  modelo

571 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 274, pp. 446 y 447.
572 Pierandrei, Franco, op. cit., nota 85, pp. 881, 887 y 896.
573 Pergola, Antonio la, op. cit., nota 272, pp. 38, 39 y 42.
166 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

difuso fue desatendido porque está fundado sobre una concepción que
entiende  la  Constitución  como  la  codificación  de  unas  pocas  y  precisas  
reglas  sobre  la  organización  del  Estado  y  los  clásicos  derechos  de  libertad  
del ciudadano y frente a la cual la ley, creada en el Parlamento soberano,
mantenía  su  primacía  y  validez;;  mientras  que  la  intención  prevaleciente  
en las experiencias posteriores a la Segunda Guerra eran las opuestas, es
decir, delinear una Constitución como programa para la acción estatal de
intervención y transformación social o como suma de principios y garan-
tías de los derechos preexistentes y de salvaguardia de las autonomías,
de  manera  que  “la  scelta  de  una  costituzione  lunga  si combino cosi alla
scelta  del  controllo  accentrato  di  costituzionalita  delle  leggi”.574
Esta  segunda  razón  es  la  más  relevante  para  entender  el  núcleo  de  la  
idea de establecer un control concentrado de constitucionalidad de las le-
yes.  Como  escribe  Mezzanotte,  el  hecho  de  que  el  poder  de  controlar  la  
ley sea atribuido a un órgano único y especial, y que, como consecuen-
cia,  los  otros  órganos  jurisdiccionales  estén  sujetos  a  la  ley  ordinaria  y  
no puedan hacer valer las consecuencias de la superioridad normativa de
la Constitución, es indicio de que este principio no es tan intenso como
para eliminar las clásicas concepciones dominantes en Europa desde el
siglo  XVIII.575  La  construcción  kelseniana  tiene  como  propósito  la  afir-
mación de la supremacía de la Constitución y, al mismo tiempo, la sub-
ordinación de los jueces a la ley. El objetivo que pretende cumplir con
el establecimiento de un tribunal que detenta el monopolio de la declara-
ción de inconstitucionalidad es doble: subordinar al legislador a la Cons-
titución sin que ello suponga su subordinación orgánica al Poder Judicial.
Los jueces pueden examinar la constitucionalidad de las leyes, pero no
emitir un juicio sobre ellas, ya que ello implicaría un juicio al legislador.

574 Modugno,  Franco,  “La  funzione  legislativa  complementare  della  Corte  Costituzio-
nale”,  Giurisprudenza Costituzionale, 1981, parte I, p. 1647; id., “Corte  Costituzionale  
e  potere  legislativo”,  en  Barile,  P.  et al., Corte Costituzionale e sviluppo della forma di
governo in Italia, Milán, Societa editrice il Mulino, 1982, p. 31. Por ello para algunos
autores es precisamente de la proclamación y consolidación del Estado social de donde
deriva  el  control  material  de  constitucionalidad  de  las  leyes.  Díez-­Picazo,  Luis  M.,  op.
cit., nota 407, p. 147.
575 Para demostrar su aseveración, este autor señala que basta pensar en el peculiar
arreglo o conformación del Poder Judicial en estos ordenamientos jurídicos, concebido
como un sistema diárquico donde coexisten dos órdenes jurisdiccionales: por un lado, la
Corte  Constitucional  como  juez  de  constitucionalidad  y,  del  otro,  la  Corte  de  Casación  
como  juez  de  legalidad.  Mezzanotte,  Carlo,  op. cit., nota 526, pp. 159 y 160.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 167

Así se logra protegerlo de la posibilidad de que los jueces ordinarios no


respeten las normas producidas por el mismo.
Esta  monopolización  de  la  facultad  resolutoria  a  favor  de  un  tribunal,  
que   conoce   de   cuestiones   constitucionales,   escribe   Müller,   recalca   la  
gran autoridad que tiene el Poder Legislativo dentro de estos sistemas
constitucionales. “Únicamente un Tribunal que por sí mismo ocupa una
posición privilegiada en el ámbito del derecho constitucional es el llama-
do a poseer la facultad de declarar inconstitucionales actos emanados del
legislador”.576 Con la existencia de una jurisdicción encargada del con-
trol de normas se instaura una “justicia especial de la ley. Ésta tiene tal
precedencia que postula su propia jurisdicción, su propio «fuero»; es la
ley  como  norma  «aforada»”.577 El fundamento de este monopolio no es,
sin  embargo,  dice  Jiménez  Campo,  la  cualidad  intrínseca  de  la  ley,  sino  el
tipo de enjuiciamiento en que consiste el examen de constitucionalidad,
trasunto  de  la  específica  relación  que  media  entre  Constitución  y  ley.  Esta  
relación depara un ámbito de libre disposición para el legislador, y es
precisamente ese ámbito de autodeterminación el que resulta protegido a
través  del  “privilegio”  que  constituye  el  núcleo  del  control  concentrado.
De ello se puede advertir que el juicio de constitucionalidad en dicho
sistema no es un simple contraste lógico entre dos disposiciones, y que
en la base del mismo está el reconocimiento al legislador de su función
creadora y conformadora del ordenamiento. Lo que se protege no es la
voluntad del legislador, sino su posición ante la Constitución.578 Esta
idea nos permite señalar que todos los instrumentos que integran, lo que
Cruz  Villalón  denomina,  elementos  básicos  del  control  europeo  de  cons-
titucionalidad, deben entenderse como “privilegios jurisdiccionales de la
ley”.  Como  escribe  Prieto  Sanchís,  el  modelo  kelseniano  de  justicia  cons-
titucional pretende expresar el máximo nivel de compatibilidad entre las
ideas  de  constitucionalidad  y  el  principio  de  legalidad:  la  configuración  
del tribunal, sus competencias, restricciones, alcances, “son todas caute-
las  al  servicio  de  las  prerrogativas  del  legislador”.579 La solución europea
del  control  de  constitucionalidad  demuestra,  a  la  vez,  como  observa  Pli-
ner,  un  celo  riguroso  por  el  cumplimiento  de  la  Constitución  y  una  fle-

576 Müller,  Gebhard,  op. cit., nota 379, p. 232.


577 Cruz  Villalón,  Pedro,  “Nota:  legitimidad  de  la  jurisdicción  constitucional  y  princi-
pio  de  mayoría”,  La curiosidad del jurista persa…,  cit., nota 473, p. 490.
578 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 441, pp. 28 y 29.
579 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 425, p. 315.
168 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

xibilidad muy grande “para no herir demasiado la susceptibilidad de los


parlamentos  omnipotentes”.  Y,  en  esta  “solución  de  compromiso”,  el  juez  
aparece  no  sólo  como  defensor  de  la  Constitución,  sino  también  de  la  ley.
Esto indica que en estos sistemas, las fuentes de producción normati-
va  no  convergen  en  un  principio  unitario,  sino  que  están  polarizadas  en  
torno a dos principios distintos y en cierto modo opuestos: la superioridad
de  la  Constitución,  y  la  fuerza  de  ley.  Ambos  principios,  sin  embargo,  con  
dicha construcción pierden parte de su virtualidad. La ley, a pesar de que
es producto de un sólo órgano, está sujeta a control y, por tanto, no es ni
ilimitada ni omnipotente. La Constitución, por su parte, no es siempre in-
mediatamente aplicable con preferencia a las leyes que pudieran contras-
tar con la misma. Todos los órganos, a excepción del que ejerce el control
constitucional, tienen el deber de aplicar las leyes aunque sean ilegítimas,
por  lo  que  éstas  siguen  fungiendo  como  el  punto  de  referencia  principal  
para los sujetos que deben aplicar el derecho a casos concretos. Como
advierte  De  la  Quadra,  la  idea  de  un  control  concentrado  pretende  supe-
rar los defectos de un concepto de Constitución, entendido como norma
programática no directamente invocable ni aplicable y, al mismo tiempo,
evitar  los  riesgos  de  un  control  difuso  que  debilitara  la  fuerza  de  la  ley  y  la  
función del Poder Legislativo, minusvalorando, en consecuencia, el papel
del pluralismo.580 Puede decirse, en suma, que en este sistema, el princi-
pio  de  la  superioridad  de  la  Constitución  se  afirma  de  forma  parcial  sin  
sustituir el viejo dogma iluminístico de la ley, al contrario, recuperándolo
y  convirtiéndolo  en  uno  de  sus  fundamentos,581 por lo que, como señala
Díez-­Picazo,  la  introducción  de  un  sistema  de  control  de  constitucional  en  
Europa  no  alteró  la  “esencia  legalista  de  los  ordenamientos  receptores”.

2. Los sistemas mixtos de control de constitucionalidad

Los modelos actuales de justicia constitucional parecen ya no respon-


der  a  las  características  técnicas  que  los  singularizaban  tradicionalmente.  
Incluso se ha dicho que no existen sistemas que recojan dichos modelos
originales de forma pura y que imperan aquellos que combinan elementos
y criterios provenientes de ambos paradigmas.582 Ya no puede hablarse,
580 Quadra,  Tomás  de  la,  op. cit., nota 54, p. 142.
581 Mezzanotte,  Carlo,  op. cit., nota 526, pp. 151-153.
582 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 525, p. 522.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 169

en consecuencia, como hacía Calamandrei en los años cincuenta, de


sistemas que se excluyen y distinguen mutuamente, al contrario, pare-
cen  predominar  los  sistemas  mixtos  o  híbridos  que  combinan  las  téc-
nicas del control difuso y concentrado, aconsejándose incluso, desde
la   teoría,   la   conveniencia   de   su   integración   en   interés   de   la   “armonía  
y  racionalidad”  del  sistema  y  de  los  fines  que  cada  uno  de  ellos  está  lla-
mado a cumplir. Es recomendable y preferible, se arguye, el empleo de
métodos   diversos   de   control   de   constitucionalidad   en   vez   del   empleo  
de uno de ellos.583
Esta “tendencia creciente a la aproximación de los principios estruc-
turales  y  de  organización  de  los  diferentes  tribunales”  que  ejercen  la  fun-
ción de control constitucional584 indica, como dice Aragón, la relativi-
zación  de  las  diferencias  entre  los  modelos  difuso  y  concentrado.  Dicha  
convergencia se advierte en la adopción, que hacen varios ordenamien-
tos,  de  “aspectos  tutelares  de  diversa  naturaleza”,  y,  específicamente,  en  
cuestiones  tales  como  las  vías  de  acción,  competencias,  categorías  y  téc-
nicas, vías procesales, formas de pronunciamiento y efectos de las deci-
siones.585  En  virtud  de  esto  se  han  clasificado  los  sistemas  de  control  en  
modelos derivados, llamados así por ser consecuencia de los originarios,
que comprenderían a los modelos mixtos y duales o paralelos. El prime-
ro, se dice, “es aquel que nace como producto de una mixtura o fusión
de  otros  sistemas,  creando  uno  nuevo,  distinto  al  originario,  quizá  sin  la  
misma  consistencia  teórica,  pero  eficaz  en  el  mundo  de  la  práctica”.  El  
segundo es un sistema que en sí mismo encierra a dos o más modelos,
“que coexisten sin interferencias... ya que en su seno alberga a dos siste-
mas  originarios,  sin  mezclarse,  por  lo  que  no  puede  llamarse  mixto,  pues  
la  mixtura  supone  fusión,  y,  en  este  caso  tal  fusión  no  existe”.586

583 Ibidem, p. 532.


584 La  cita  es  de  McWhinney,  E.  y  la  recogemos  de  Acosta  Sánchez,  José,   op. cit.,
nota 112, p. 342.
585 Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 517, p. 159. Esto y lo que sigue se dice con
independencia de que, como ha constatado Aguiar, incluso si se aceptan las diferencias
técnicas  en  el  modo  de  desarrollar  las  funciones  que  existen  entre  los  variados  modelos  de  
justicia  constitucional  hay  una  gran  afinidad  en  las  soluciones  que  se  alcanzan  a  la  hora  
de dar respuesta a los problemas que se les plantean, “lo que ha provocado una extraor-
dinaria aproximación en el modo de entender los principios y valores fundamentales del
régimen  constitucional  y  representativo”.  Aguiar  de  Luque,  Luis,  op. cit., nota 275, p. 22.
586 García Belaunde, D., “La acción de inconstitucionalidad en el derecho compara-
do”,  Revista de la Facultad de Derecho de México,  México,  núm.  181-­182,  1992,  p.  64.
170 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Es claro que actualmente no existe en Europa la aplicación ortodoxa


del sistema austriaco de control de constitucionalidad, e, incluso, hay as-
pectos en los que estos sistemas se avecinan al modelo de control difuso,
siendo  la  principal  y  más  significativa  muestra  de  esta  tendencia,  inicia-
da a partir de la Segunda Guerra, la introducción del control incidental
mediante   el   que   se   legitima   al   juez   ordinario   para   llevar   una   cuestión  
constitucional al ámbito de la Corte Constitucional. Hoy en día, los siste-
mas europeos de justicia constitucional, que habían adoptado el modelo
austriaco, además de la acción directa de inconstitucionalidad cuentan
con una vía incidental o prejudicial que, por cierto, resulta ser, como se
demuestra en los últimos años, la más efectiva y funcional.587
En  términos  generales,  el  control  incidental  supone  que  cuando  en  el  
curso de algún proceso surja la duda de que una disposición es inconsti-
tucional  y  dicha  norma  condiciona  el  sentido  del  fallo,  el  juez  debe  sus-
pender el proceso y promover el recurso ante el Tribunal Constitucional,
único  competente  para  conocer  sobre  la  legitimidad  del  precepto.  El  juez,  
al evaluar la relevancia del caso y decidir si este puede o no ser resuelto
sin antes resolver la cuestión de la legitimidad de la ley aplicable, evalúa
inicialmente su constitucionalidad y tiene la facultad y el poder de iniciar
un   juicio   ante   el  Tribunal   Constitucional.   El   juez   no   puede   declarar   la  
invalidez  de  la  norma,  sino  que  una  vez  que  ha  verificado  su  inconstitu-
cionalidad  debe  someterla  a  control,  junto  con  los  razonamientos  que  lo  
conducen a dicha conclusión, para que sea el Tribunal quien decida sobre
su  validez.  El  juicio  suspendido  se  reanudará  una  vez  que  aquél  emita  la  
decisión  sobre  la  validez  de  la  norma.  La  promoción  de  la  cuestión  está  
configurada  como  un  deber  cuando  el  juzgador  tiene  dudas  sobre  la  cons-
titucionalidad de la norma aplicable.
En  virtud  de  que  en  el  procedimiento  el  juez  examina  la  constituciona-
lidad de una norma que será aplicada en un caso concreto, se dice que es
prejudicial.  Es  un  control  diferido,  ya  que  se  realiza  en  razón  de  la  aplica-
ción concreta del precepto que se considera viciado; es, además, un con-
trol incidental, porque la norma es sometida al Tribunal Constitucional,
el cual conoce del proceso únicamente por esta causa, por invocación del
juez  que  debe  aplicarla  para  decidir  el  caso  específico,  quedando  suspen-
dido el proceso hasta que se produce la decisión del Tribunal.

587Scavone,  Angelo,  “Tendenze  della  giurisdizione  costituzionale”,  Diritto e Societa,


núm. 3, 1986, p. 580.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 171

Como se observa, hay una relación muy estrecha entre este tipo de con-
trol  y  el  proceso  particular,  pues  éste  da  lugar  a  aquél  y  normalmente  pre-
supone la afectación de los derechos de una persona.588 Mediante esta
vía,   el   juez   puede   acudir   al   Tribunal   Constitucional   en   cualquier   mo-
mento.  Como  escribe  Pibernat:  “lo  específico  de  la  cuestión  es  que  deja  
abierta siempre la posibilidad de enjuiciar la constitucionalidad de una
ley”  aunque  ésta  ya  haya  sido  resuelta  por  el  mismo  Tribunal.  La  tenden-
cia  es  facilitar  que  el  juez  ordinario  presente  el  mayor  número  de  cues-
tiones, ya que de esta forma se amplía la tutela que ofrece el recurso y se
hace más efectiva la garantía que conlleva. No podemos olvidar que este
método  de  control  se  dirige  principalmente  a  la  tutela  de  las  posiciones  
jurídicas subjetivas de los ciudadanos, y ha pasado a constituir “una de
las   defensas   de   carácter   general   más   penetrantes   y   eficaces   contra   las  
violaciones  de  los  principios  constitucionales”.589  Por  ello  se  puede  afir-
mar que la inclusión de la vía incidental ha permitido a los jueces prote-
ger  directamente  los  derechos,  actualizar  y  adaptar  la  Constitución  a  los  
cambios sociales, acercarse a los asuntos concretos que se presentan en
la vida de las personas y ponerse en conexión y confrontar los casos con
el programa prescriptivo de las normas. Como escribe Schlaich, con este
instrumento los órganos de control “fa i conti con tanti piccolo casi della
vita  quotidiana”.
La introducción de la cuestión de constitucionalidad en estos sistemas
ha  proporcionado  a  los  jueces  “le  chiavi  per  aprire  la  porta  del  giudizio  
costituzionale”,  haciéndolos  participar  en  la  depuración  del  ordenamien-
to e inaplicar las normas que consideren inconstitucionales. Por ello, Fer-
nández  Segado  señala,  citando  a  Trujillo,  que  la  jurisdicción  concentrada  
en un órgano ad hoc no es un monopolio riguroso ya que “los órganos
inferiores intervienen, indirectamente, en el ejercicio de la función de
control en la medida en que tienen el poder y el deber de suspender el
curso de un proceso en el que se ha planteado una cuestión de consti-
tucionalidad respecto de la ley aplicable, hasta que decida el Tribunal
Constitucional  al  que  se  ha  de  deferir  la  resolución  de  la  misma”.590
588 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 836.
589 Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, op. cit.,  nota  519,  p.  141.  Como  afirma  Punset,  el  
instituto  de  la  cuestión  de  inconstitucionalidad  “sólo  adquiere  auténtico  sentido  y  razón  
de  ser  en  orden  a  la  defensa  de  los  preceptos  constitucionales  sustantivos”.  Punset  Blan-
co, Ramón, op. cit., nota 407, p. 84; Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 525, p. 529.
590 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, p. 207.
172 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

El  juez  sí  efectúa  un  enjuiciamiento  de  la  constitucionalidad  de  la  ley,  
aunque no puede hacer valer la Constitución frente a la misma, cuestión
que deja en manos del Tribunal Constitucional.591 Como con gran preci-
sión  afirman  Galeotti  y  Rossi,  esta  forma  de  control,  que  no  está  sometida  
a  límites  de  tiempo,  permite  al  juez  constitucional  “efectuar  una  valora-
ción de la conformidad o no a la Constitución de las normas impugnadas
y no ya de manera abstracta sino en base a las aplicaciones concretas de
dichas normas y adecuar la propia interpretación a los cambios de la re-
alidad  social,  a  fin  de  garantizar  la  continua  funcionalidad  de  los  princi-
pios  constitucionales  respecto  a  la  realidad  misma”.592
Todo  esto  implica  que  en  la  práctica,  como  dice  De  la  Quadra,  los  siste-
mas concentrados dotan a los jueces y tribunales ordinarios de un impor-
tante poder de inaplicar las leyes, sin anulación formal, en virtud de la
observancia del principio de interpretación conforme a la Constitución,
que provoca que la aplicación de la ley sea efectuada no únicamente por
el  órgano  especializado  creado  al  efecto,  sino  por  todos  los  tribunales  y  
jueces del Estado. Por ello, para este autor, a pesar de que se hable de un
sistema concentrado de control, todos los órganos judiciales participan
en el mismo, existiendo, realmente, un control difuso en la medida en que
aplican la ley, según lo que cada tribunal entiende que es conforme con
la Constitución.593  Prieto  Sanchís  comparte  la  afirmación  anterior.  Para  
él,  la  apertura  de  los  tribunales  constitucionales  a  la  resolución  de  casos  
concretos ha supuesto “tanto que el Tribunal Constitucional deja de ser
un  juez  “abstracto”  como  que  los  tribunales  ordinarios  dejan  de  encarnar  
una  justicia  de  mera  legalidad  para  convertirse  también  en  una  justicia  
de  constitucionalidad”.  Ha  desaparecido,  por  tanto,  la  distinción  entre  el  
juicio de constitucionalidad reservado a un órgano especialísimo y el jui-
cio de legalidad reservado a la jurisdicción ordinaria, “es absolutamente
evidente que la jurisdicción ordinaria aplica la Constitución, y no sólo
cuando  plantea  la  cuestión,  sino  cuando  no  lo  hace”.594
591 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 7, p. 146.
592 Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, op. cit., nota 519, pp. 141 y 142.
593 Quadra,  Tomás  de  la,  op. cit., nota 68, p. 29, y nota 54, pp. 140 y 141. Comenta-
rios similares respecto a la jurisdicción italiana en Elia, Leopoldo, op. cit., nota 341,
pp. 532 y 533.
594 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 425, pp. 317, 323 y 324. Por ello se ha podido
decir  que  “tanto  la  configuración  de  la  cuestión  de  inconstitucionalidad  como  el  recurso  
de  amparo  son  claramente  contradictorios  con  la  concepción  kelseniana”.  Gutiérrez  Zarza,  
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 173

Esto indica que existe una marcada tendencia al rompimiento del mo-
nopolio de la justicia constitucional en un solo órgano, ya que inevita-
ble  y  necesariamente  los  jueces  ordinarios  también  desempeñan  el  papel  
de jueces constitucionales.595  Como  observa  Pizzorusso,  en  los  sistemas  
concentrados los jueces comunes se han revelado no tanto como el “guar-
daportoni”  de  las  cortes,  sino  como  los  verdaderos  promotores  del  con-
trol, y la vía incidental, por su importancia para la protección de los de-
rechos,  constituye  “la  vera  “via  europea”  del  controllo  di  costituzionalita  
delle  leggi”.596 Esto ha ocurrido así porque el reconocimiento de la Cons-
titución como ley suprema vinculante para todos los poderes constitui-
dos  y  fuente  inmediata  de  derechos  y  obligaciones  impone  que,  a  fin  de  
asegurar  dicha  supremacía,  el  juez  ordinario  la  interprete  y  aplique  y  no  
pueda  “dejar  de  hacer  justicia  constitucional”.597  Al  respecto,  Martínez  
Sospedra señala: “la lógica de la supremacía constitucional nos lleva no
sólo  a  que  todo  juez  es  eo ipso  juez  constitucional,  sino  también  a  que  el  
juez  ordinario  debe  poseer  la  facultad  de  excluir  del  ordenamiento  la  ley  
inconstitucional,  con  lo  cual  no  puede  existir  el  monopolio  de  rechazo”,  
pasando la exclusividad que pregonan los tribunales constitucionales eu-
ropeos a ser una utopía.598 De esta forma, todos los jueces de ambos sis-
temas, difuso y concentrado, son jueces de la Constitución.
La experiencia hace evidente que “en el escenario fundamental de la
recepción  del  modelo  kelseniano,  esto  es,  el  europeo,  ninguno  de  los  sis-
temas de control de constitucionalidad instrumentados en las democra-
cias  liberales  después  de  1945  sigue  fielmente  el  modelo  kelseniano”.599
Estos sistemas, tanto por sus competencias como por sus funciones y su
organización,  se  han  acercado  al  modelo  difuso,  por  lo  que  en  este  con-
texto, como escribe Rubio Llorente, la contraposición entre ambos resulta
inútil.  También  hay  que  tomar  en  cuenta  la  diversificación  de  los  propios  

María de los A., “Las sentencias interpretativas y aditivas del Tribunal Constitucional
español”,  Revista de Derecho Procesal, Madrid, núm. 3, 1995, p. 1029.
595 Martínez  Sospedra,  Manuel,  “Constitución  y  justicia  constitucional.  Sobre  las  rela-
ciones  entre  el  concepto  de  Constitución  y  el  sistema  de  justicia  constitucional”,  Revista
General de Derecho, Valencia, núm. 634-635, 1997, p. 8712.
596 Pizzorusso,  Alessandro,  “Giurisdizione  costituzionale  e  diritti  fondamentali”,  Ri-
vista di Diritto Processuale, núm. 2, 1981, pp. 341, 342 y 348.
597 Martínez  Sospedra,  Manuel,  op. cit., nota 595, p. 8728.
598 Ibidem, pp. 8729 y 8732.
599 Ibidem, pp. 8711 y 8712.
174 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sistemas europeos, al grado que, como se ha dicho, “hablar hoy de un sis-


tema europeo carece de sentido porque hay más diferencias entre unos y
otros  de  ellos  que  entre  algunos  de  ellos  y  el  norteamericano”.600 En estos
sistemas  si  bien  se  acepta  el  predominio  del  modelo  kelseniano  y  se  reco-
noce su acercamiento con el modelo difuso es muy difícil poder hablar de
un modelo europeo único de justicia constitucional, pues “la disciplina
del control sobre la constitucionalidad de las leyes es largamente diver-
sificada”.  En  otras  palabras,  si  bien  se  reconoce  que  en  Europa  el  modelo  
kelseniano  es  el  más  influyente,  con  el  pasar  de  los  años  y  la  difusión  de  
los ordenamientos inspirados en la ideología liberal democrática, no se
puede hablar de un modelo europeo único de justicia constitucional por-
que hay una gran variedad de ellos.601 Es en este sentido en el que ahora
se pregona en el continente la existencia y extensión de un sistema mixto
o de transición y se puede decir que los sistemas europeos están situados
a la mitad del camino de las tradiciones americana y austriaca.
En  América,  como  sostiene  Fix-­Zamudio,  en  los  últimos  años  se  ob-
serva  la  influencia  del  sistema  europeo  o  austriaco  de  jurisdicción  consti-
tucional. Su introducción ha sido paulatina: primero, como señala García
Belaunde,  se  dio  en  una  de  sus  variantes,  que  hizo  a  estos  modelos  mix-
tos;;  posteriormente,  se  introdujeron  tribunales  especializados  fuera  de  la  
clásica división tripartita de poderes, lo que propició una “experiencia
jurídica  amplia  y  matizada”.602 En general, la evolución de estos siste-
mas,  nacidos  de  la  matriz  representada  por  el  modelo  norteamericano,  se  
ha dirigido hacia “la modalidad del control concentrado de constitucio-
nalidad basado en la creación de un órgano constitucional especial, una
corte  o  un  tribunal  para  actuar  como  juez  constitucional  dotado  del  poder  
original y exclusivo para anular las leyes y otros actos de rango y efectos
similares”.603 Situación que se comprueba con la creación, en las últimas
décadas,  de  varias  cortes  o  tribunales  constitucionales  especializados  en  
varios  ordenamientos,  como  son  Guatemala  (1965  y  1985),  Chile  (1971  y  
1983),  Ecuador  (1948-­1984-­1998),  y  Perú  (1979  y  1993),  que  conforman  
600 Rubio Llorente, Francisco, “Tendencias actuales de la jurisdicción constitucional
en  Europa”,  cit., nota 291, p. 160.
601 Bartole,   Sergio,   “Modelli   di   giustizia   costituzionale   a   confronto:   alcune   recenti  
esperienze  dell’Europa  centro-­orientale”,  Quaderni Costituzionali, núm.2, 1996, pp. 230
y 231.
602 García Belaunde, Domingo, op. cit., nota 586, p. 67.
603 Brewer-­Carías,  Allan   R.,   “La   jurisdicción   constitucional   en  América   Latina”,   La
jurisdicción constitucional en Iberoamérica, Madrid, CEPC, 1997, p. 136.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 175

órganos   situados   fuera   del   Poder   Judicial;;   Colombia   (1991)   y   Bolivia  


(1994),  cuyo  órgano  judicial  actúa  como  Tribunal  Constitucional,  y  Cos-
ta  Rica  (1989),  El  Salvador  (1983  y  1991),  Paraguay  (1992),  Venezuela  
(1999)  y  Nicaragua  (1995),  que  han  constituido  salas  constitucionales  den-
tro de su órgano judicial superior, ante las que se plantea de forma directa
la impugnación de actos presuntamente inconstitucionales y cuyas deci-
siones, cuando se trata de normas generales, tienen efectos erga omnes.
En la introducción de estos tribunales, y del sistema concentrado, se
ha considerado como una de las más importantes ventajas, que un cuerpo
especializado  en  la  temática  constitucional  interpretará  y  aplicará  mejor  
a la Constitución que un órgano con funciones jurídicas múltiples;604 es
decir,  la  especialización  y  la  división  del  trabajo  entre  diversos  tribunales  
estatales  beneficiaría  a  la  misma  Constitución.  Lo  característico  en  estas  
experiencias es que al lado de la declaración general de inconstitucio-
nalidad subsiste la desaplicación de las disposiciones legislativas en los
procesos concretos “por lo que permanece el control difuso al mismo
tiempo  que  el  concentrado”,605 es decir, la introducción del modelo euro-
peo  en  América  Latina  no  ha  propiciado  la  desaparición  de  los  modelos  
anteriores, sino más bien ha coadyuvado a la pluralidad de sistemas. Por
ello  se  afirma  que  existe  un  sistema  mixto  de  jurisdicción  constitucional  
conformado por los principales elementos de los sistemas predominan-
tes.606  No  se  equivoca  Brewer-­Carías  cuando  señala  que  “por  lo  general,  
los sistemas de control de la constitucionalidad que se han desarrollado
en  América  Latina  durante  los  últimos  40  años  se  han  ido  orientado  pro-
gresivamente hacia sistemas mixtos de control de la constitucionalidad,
en  los  cuales  coexisten  el  sistema  difuso  y  el  sistema  concentrado”.607
604 Sagüés,   Néstor   Pedro,   “Tribunal   constitucional   e   interpretación   constitucional”,  
Una mirada a los tribunales constitucionales. Las experiencias recientes, Perú, Comi-
sión Andina de Juristas, 1995, p. 19.
605 Fix-­Zamudio,   Héctor,   “Los   tribunales   y   salas   constitucionales   en  América   Lati-
na”,  Estudios jurídicos en homenaje a don Santiago Barajas Montes de Oca,  México,  
UNAM, 1995, pp. 59 y ss.
606 García Belaunde, Domingo, op. cit.,  nota  586,  p.  66;;  Garro,  Alejandro  M.,  “Eficacia  
y  autoridad  del  precedente  constitucional  en  América  Latina:  las  lecciones  del  derecho  
comparado”,  en  Smith  James,  F.  (coord.),   Derecho constitucional comparado México-
Estados Unidos,  México,  UNAM,  1990,  p.  500.
607 Brewer-­Carías,  Allan  R.,  op. cit.,  nota  543,  p.  32.  De  la  misma  forma,  Fernández  
Segado,  Francisco,  “La  jurisdicción  constitucional  en  América  Latina.  Evolución  y  pro-
blemática  desde  la  independencia  hasta  1919”,  en  Ferrer  Mac-­Gregor,  E.  (coord.),  Dere-
cho procesal constitucional,  México,  Porrúa,  2001,  pp.  5  y  6.
176 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

3. El control previo de constitucionalidad de las leyes

En  este  contexto,  es  muy  significativo  e  importante  señalar  la  propa-


gación,   dentro  de  la  doctrina,  pero   también   en  el   derecho   positivo,   del  
control previo de constitucionalidad de las leyes, que tampoco toma en
cuenta,  como  dice  Bouzat,  la  incidencia  de  la  aplicación  de  las  normas  
en   casos   particulares,   dejando   que   el   juez   se   desenvuelva   en   un   grado  
de abstracción similar al del legislador al sancionar la ley. El control de
una ley en la fase anterior a su promulgación es particularmente desta-
cable si consideramos que en los inicios de las experiencias de control
de constitucionalidad únicamente había sistemas de control represivo y
sucesivo “es decir, un control que opera siempre sobre leyes ya perfectas
y  no  sobre  proyectos  en  mayor  o  menor  avanzado  estado  de  tramitación  
parlamentaria”.608 Así era, por ejemplo, en la Austria de 1920.609 Actual-
mente, el control previo, es decir, el que opera antes de la promulgación
de las leyes, en el curso del procedimiento de elaboración de las normas
y, por tanto, de la producción de sus efectos, es una realidad en muchos
ordenamientos,  y  casi  una  práctica  generalizada  y  hasta  obligatoria  en  el  
caso de convenios y tratados internacionales.610
La presencia en un sistema de justicia constitucional de un control de
este  tipo  hace  que  el  juez  se  interfiera  en  el  desarrollo  de  la  labor  legis-
lativa, ya que a las fases normales del proceso legislativo se agrega una
nueva  de  “pendencia”  del  proyecto  de  ley  aprobado  definitivamente  por  
las cámaras.611. Esto es así porque cuando se presenta el recurso se produ-
ce la suspensión “de la tramitación ordinaria del proceso de producción
normativa”,  y  si  el  Tribunal  constata  una  inconstitucionalidad  en  el  pro-

608 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, p. 414. Rodolfo Reyes ya señalaba en 1934
que el remedio post-eventum,  “recaído  a  hecho  pretérito  subsanable...  es  lo  factible  por  
ahora  en  nuestras  medidas  sociales  y  políticas”.  Reyes,  Rodolfo,  La defensa constitucio-
nal. Recursos de inconstitucionalidad y amparo, Madrid, Espasa-Calpe, 1934, p. 128.
609 En la reforma constitucional de 1925 se introduce una modalidad de consulta pre-
via  a  través  de  la  cual  se  concede  al  Tribunal  la  competencia  de  pronunciarse  con  ca-
rácter vinculante sobre la titularidad de una competencia o sobre un proyecto de ley o
reglamento ya formulados antes de que esta haya sido asumida o puesto en vigor por la
Federación  o  por  un  Länder.  Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, pp. 381 y 386-388.
610 Así  lo  señala  para  los  países  iberoamericanos  Caamaño  Domínguez,  Francisco,  “In-
forme  general”,  Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, Madrid, 1997, p. 30.
611 Alba Navarro, Manuel, “El recurso previo de inconstitucionalidad contra proyec-
tos  de  Ley  Orgánica”,  RDP, Madrid, núm. 16, 1982-1983, p. 174.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 177

yecto  de  ley,  éste  no  puede  ser  sancionado  hasta  que  dichos  vicios  sean  
suprimidos   o   modificados,   lo   que   significa   que   queda   bajo   la   decisión  
del  juez,  además  de  reabrir  el  procedimiento  legislativo  en  su  parte  más  
importante,  “dar  por  terminada  la  tarea  de  las  Cámaras  o  hacer  que  éstas  
tengan que trabajar de nuevo sobre los principios que la propia Corte
fija”.612 La resolución del tribunal aparece como la condición para que se
cierre o continúe la tramitación del procedimiento legislativo. Figuerue-
lo describe las consecuencias de este tipo de control muy claramente. La
intervención del tribunal, dice, supone un veto suspensivo del procedi-
miento legislativo, que se vuelve a poner en marcha cuando el recurso
es resuelto. Si la sentencia es estimatoria, exigirá una nueva intervención
del Parlamento, pero no podrá decirse que la expresión de su voluntad
será  libre  en  cuanto  a  sus  fines  y  contenidos,  pues  estará  condicionada  o  
predeterminada por la decisión previa del tribunal, que puede imponerle
principios o normas obligatorias y, es más, puede vincularlo mediante la
imposición de una determinada interpretación de la ley.613
Como fácilmente puede comprenderse de lo anterior, con esta forma
de control, el órgano judicial se inserta en el procedimiento legislativo de
creación  de  leyes  haciéndose  corresponsable  y  colocándose  en  paralelo  
con el Parlamento en el momento de creación de la ley. Pero no sólo eso,
sino  que  al  tiempo  que  asume  dicha  posición  se  convierte  en  “un  filtro  
político adicional en las cuestiones políticas de la máxima trascendencia
que  se  desarrollan  en  el  proceso  legislativo”.  Esto  es  así  porque  en  este  
tipo  de  control,  cuando  el  juez  declara  la  inconstitucionalidad  de  las  nor-
mas, en ocasiones, además de limitar la continuación de su tramitación,
elimina algunas normas del proyecto legislativo o indica al legislador
modificaciones   a   las   mismas,   verificándose   una   delegación   a   éste   para  
que actúe en determinado sentido, otorgue a las normas cierto contenido
o  incluya  criterios  al  reformular  los  artículos  que  debe  modificar.  El  con-
trol  previo,  en  consecuencia,  suele  permitir  al  juez  corregir  al  legislador,  
darle indicaciones, sugerencias, orientaciones, imponerle obligaciones y
determinar el sentido de las normas y valores constitucionalmente reco-
nocidos,  como  escribe  Pérez  Royo.  Por  ello  se  ha  dicho  que  con  este  re-
612 Ibidem, pp. 176 y 177.
613 Figueruelo   Burrieza,   Ángela,   op. cit., nota 487, pp. 52 y 53. Como sostenía R.
Reyes, convertir la defensa constitucional de tipo judicial “orgánicamente preventiva sig-
nificaría  en  lo  principal  estar  sometiendo  la  función  legislativa  a  tamices  y  vistos  buenos  
advisorios”.  Reyes,  Rodolfo,  op. cit., nota 608, p. 128.
178 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

curso los tribunales desempeñan una función más próxima a la legislativa


que a la jurisdiccional, y que las sentencias dictadas en virtud del mismo
son actos que, por su carácter vinculante y por enmarcarse en el proceso
de   formación   de   la   ley,   asumen   de   éste   su   misma   naturaleza   legislati-
va.614  Así,  con  el  control  previo,  el  juez  rebasa  sus  límites  funcionales  
invadiendo el ámbito que corresponde al legislador; vulnera, como se-
ñala Rubio Llorente, el principio de separación de poderes; opera como
tercera  cámara  con  facultades  para  resolver  sobre  el  contenido  ético  o  la  
oportunidad política de las leyes; sustituye en sus funciones al legisla-
dor, e, incluso, invade la esfera reservada al Poder Constituyente.
Este tipo de control, además, puede contribuir a la distorsión del pro-
ceso político, debido a que la decisión del tribunal necesita de mucho
tiempo para ser emitida retrasando la decisión tomada por el legislador
y, por tanto, la entrada en vigor de la ley, convirtiendo dicho recurso en
instrumento de obstruccionismo por parte de las minorías y en límite para
el desarrollo del programa de las mayorías.615 Otra importante objeción a
su implementación es que este recurso normalmente considera a la norma
susceptible de una sola interpretación, además de que puede hacer inúti-
les disposiciones valiosas, o bien validar leyes contrarias a la Constitu-
ción  “cuyo  vicio  no  se  advirtió  precisamente  porque  se  la  juzgó  en  abs-
tracto  y  bajo  el  apremio  de  términos  angustiosos”.616 Éste es, a nuestro
parecer, y si apreciamos la funcionalidad del principio del mantenimiento
de las normas, un argumento importante contra su introducción. Resulta
indudable,  también,  que  la  politicidad  del  tribunal  aumenta  con  la  asig-
nación de esta facultad. No se trata de desconocer el contenido político

614 Figueruelo  Burrieza,  Ángela,  op. cit., nota 487, p. 54; Alba Navarro, Manuel, cit.,
nota  611,  pp.  179  y  181.  Como  dice  Pérez  Royo,  no  es  un  hecho  casual  que  la  mayoría  
de los sistemas de control hayan optado por un sistema de control a posteriori “por la
imposibilidad casi absoluta en la práctica de que un TC no acabe cayendo en la tentación
de invadir la esfera del legislador, trastocando el equilibrio entre los poderes del Estado
diseñado  por  el  constituyente”.
615 Pérez  Royo,  Javier,  “Crónica  de  un  error:  el  recurso  previo  de  inconstitucionalidad  
contra  leyes  orgánicas”,  REDC,  Madrid,  núm.  17,  1986,  pp.  158  y  161.  Considérese  el  
problema que puede generar una amplia legitimación para presentar el recurso lo que
puede abrir la puerta al obstruccionismo parlamentario por parte de dichas minorías le-
gitimadas que con la presentación de dicho recurso previo detienen la aprobación de la
ley.  También,  Moderne,  Franck,  “El  control  previo  de  constitucionalidad  en  la  Europa  
contemporánea”,  Revista Chilena de Derecho, núm. 2-3, 1993, t. I, p. 416.
616 Pliner, Adolfo, op. cit., nota 125, p. 30.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 179

de las sentencias de aquel, sino de que este contenido es mayor al nor-


mal que se produce cuando el control es sucesivo. Es de considerar, ade-
más,  que  este  tipo  de  control  alienta  la  utilización  del  escenario  judicial  
como espacio de la lucha política y trae consigo la interferencia dentro
del proceso legislativo de un órgano no proveniente del voto ciudadano.
“Dicho tipo de control implica una suerte de elitismo que presupone que
un reducido grupo de expertos están mejor capacitados que el Parlamento
para  solucionar  los  conflictos  valorativos  que  plantea  la  declaración  de  
inconstitucionalidad  de  una  ley”.617 No hay que olvidar, por último, que,
como   escribe   Pérez   Royo,   el   control   preventivo   responde   a   una   lógica  
específica  derivada  de  todo  el  entramado  jurídico  del  sistema  en  donde  
opera, por lo que “no es compatible, sin grandes perturbaciones, con el
control represivo o a posteriori”.  Los  tribunales  no  están  concebidos,  se-
ñala  González  Pérez,  para  decidir  de  forma  preventiva  o  a  priori  sobre  la  
inconstitucionalidad de un proyecto normativo.618

617 Bouzat,  Gabriel,  op. cit., nota 242, p. 281.


618 Alba Navarro, Manuel, op. cit., nota 611, p. 170. Debemos decir que muy cerca
del control previo está la actividad consultiva; ambas se diferencian porque esta última,
a diferencia del primero, no es vinculante. Lo interesante es constatar que, como nos re-
cuerda  Wolfe,  uno  de  los  límites  al  Poder  Judicial  que  surgieron  de  su  propia  naturaleza  
al principio de su puesta en operación era la de negarse a dar opiniones consultivas. Así
lo  hizo  la  Suprema  Corte  de  los  Estados  Unidos  en  sus  comienzos  cuando  el  presidente  
Washington le pidió una opinión acerca de una serie de problemas relacionados con unos
tratados  firmados  por  el  Gobierno  Federal.  “La  Corte  considera  inadecuado  exponer  opi-
niones  sobre  cuestiones  que  no  hubieran  surgido  de  pleitos  sometidos  a  su  conocimiento”.  
La  Corte  rechazaba  cualquier  opinión  sobre  cuestiones  constitucionales  que  cuando  no  
tuviera que decidir un caso o una controversia reales. Hughes, Charles E., La Suprema
Corte de los Estados Unidos,  trad.  de  R.  Molinar  y  V.  Herrero,  México,  FCE,  1946,  pp.  53  
y  54.  La  razón  aducida  era  la  existencia  del  principio  de  separación  de  poderes  y  el  hecho  
de que los miembros del Tribunal eran jueces de un órgano de último recurso. “Cualquier
opinión extrajudicial, podría comprometer la actuación de los jueces en su papel más fun-
damental  de  decidir  casos  imparcialmente”.  Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, p. 146.
A  pesar  de  la  existencia  de  estas  razones  hoy  en  día  encontramos  esta  facultad  extendida  
con alguna amplitud. Por ejemplo, en Austria, el Gobierno Federal o un Länd pueden
solicitar a la Corte Constitucional decidir si un acto legislativo o administrativo es com-
petencia de la Federación o de los Länder. Favoreau, Louis, “Los tribunales constitucio-
nales”, cit., pp. 51 y 52. En Canadá, esta institución se ha desarrollado con profusión
particularmente a partir de 1949. En este país la opinión judicial consultiva consiste en
la atribución que se otorga a la Suprema Corte y a los Tribunales Superiores de los Es-
tados para que, a petición del Gobernador de la Unión o vicegobernadores de una de las
provincias, o de las autoridades legislativas, tanto de la Unión como de las provincias,
se pronuncie sobre la constitucionalidad de una ley o de un proyecto de ley. Esta opinión
180 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Los diversos procedimientos a los que nos hemos brevemente referido


permiten la defensa directa de la Constitución y, con ella, la protección
inmediata de los intereses públicos. Lo que aquí hemos pretendido es
destacar  que  en  la  actualidad  los  instrumentos  a  través  de  los  cuales  se  
realiza   el   control   de   constitucionalidad   forman   un   “complejo   amplio   y  
articulado”.  La  existencia  de  una  doble  vía  de  acceso  al  enjuiciamiento  
de  la  ley  se  ha  convertido  en  “arquetípico”  de  la  mayoría  de  los  ordena-
mientos. El control únicamente abstracto se considera inadecuado para la
protección de los intereses básicos que establece la norma constitucional,
por lo que los ordenamientos han pasado a regular sistemas mixtos, am-
biguos  o  flexibles  que  combinan  elementos  de  los  diversos  modelos.  La  
constatación de que los sistemas de control normalmente se componen
de dos vías de carácter general ha ocasionado que algunos tratadistas
afirmen  que  éstos  ahora  se  diferencian  principalmente  por  el  relieve  que  
tenga ya sea el control abstracto o el concreto, lo que implica una con-
traposición entre los sistemas en los que prevalece el carácter jurídico y
jurisdiccional  del  control  sobre  su  carácter  político  y  aquéllos  en  el  ám-
bito del cual el carácter político es predominante.619 De forma parecida,
Pérez  Royo  ha  señalado  que  los  tribunales  ven  “acentuada  su  naturaleza  
de órgano político cuanto mayor sea el grado abstracto que establece la
Constitución y la ley que lo regula, y menos acentuado cuando menor el
grado  de  control  abstracto  y  mayor  el  de  control  concreto”.620

admite  apelaciones  contra  cualquier  resolución.  Su  desarrollo  ha  ido  extendiéndose  y  se  
regula   su   tramitación   a   través   de   leyes   específicas.   Fix-­Zamudio,   Héctor,   “Veinticinco  
años   de   evolución   de   la   justicia   constitucional.   1940-­1965”,   cit., nota 351, p. 24. En
Francia el Consejo Constitucional ejerce funciones consultivas en caso de aplicación
de medidas excepcionales por parte del presidente de la República. Weber, Albrecht,
“La  jurisdicción  constitucional  en  Europa  occidental:  una  comparación”,  op. cit., p. 77.
También  en  Francia  la  consulta  al  Consejo  Constitucional  sobre  la  constitucionalidad  
de los tratados internacionales tiene efectos constitutivos, por disposición del artículo
54 de la Constitución. El texto original de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
alemán   lo   autorizó   a   emitir   opiniones   judiciales   consultivas   en   materia   constitucional,  
pero como algunas provocaron muchos debates, se suprimió esta facultad con las reformas
de 1956. Horn, Hans-Rudolf, “República Federal de Alemania: justicia y defensa de la
Constitución”,  cit., nota 480, p. 588.
619 Así,  por  ejemplo,  Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 525, pp. 527-530.
620 Pérez  Royo,  Javier,  “La  regulación  de  algunos  aspectos  del  recurso  de  inconstitucio-
nalidad:  su  influencia  sobre  la  naturaleza  del  Tribunal  Constitucional  en  la  Constitución  
Española  de  1978”,  El Tribunal Constitucional, vol. III, pp. 2191 y 2192.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 181

En esta virtud, los sistemas de justicia constitucional no pueden con-


siderarse de forma pura, ya que existe, como señala Fix-Zamudio, una
tendencia  a  su  combinación  a  través  de  sistemas  mixtos  que  “utilizan  las  
ventajas  de  ambos  y  eluden  los  inconvenientes  de  su  estructura  rígida”.621
Al decir de Rolla y Groppi, estos sistemas han superado las diferencias
existentes entre los dos tradicionales modelos teóricos dando vida a un
tertium genus   o   sistema   híbrido   abierto   a   la   influencia   de   ambos   gran-
des modelos. Por ello actualmente no se pueden contraponer de manera
frontal los originales sistemas de justicia constitucional. La antigua vi-
sión de arquetipos ha dejado el paso a una visión mucho más pragmática
e integrada.622  Así,  García  Belaunde  clasifica  los  modelos  existentes  en  
modelos originarios y derivados; entre los primeros estarían los sistemas
clásicos: concentrado y difuso, y dentro de los segundos los que se han
formado por imitación o recepción de otros sistemas y de los que hay mu-
chas  variantes,  sobre  todo  en  América  Latina,  donde  se  han  desarrollado  
modelos diversos a partir de la aplicación de los institutos creados en
otras partes y de los cuales el autor citado encuentra, como hemos dicho
atrás,  modelos  mixtos  y  duales  o  paralelos  caracterizados  porque  hacen  
converger los modelos difuso y concentrado sin llegar a fusionarse, es
decir, “ni un modelo ni otro; tampoco una síntesis o mixtura, sino una co-
existencia  pacífica  sin  interferencias  de  modelos  distintos”.623
En resumen, podemos decir que estamos ante la combinación de mo-
delos y la asunción de los mismos en diferentes sistemas jurídicos. Pero
hay una explicación que nos parece la más certera para entender las cau-
sas de dicha cercanía de fondo entre los sistemas existentes: todos parten
de la consideración de la Constitución como norma suprema.624 Por ello,
como  señala  Rubio,  lo  definitivo  y  primordial  al  momento  de  explicar  lo  
anterior  no  es  el  análisis  de  los  modos  de  organización  de  los  sistemas  
de justicia constitucional y de sus elementos provenientes de diversas in-
621 Fix-­Zamudio,  Héctor,  “La  justicia  constitucional  en  Iberoamérica  y  la  declaración  
general  de  inconstitucionalidad”,  Latinoamérica: Constitución, proceso y derechos huma-
nos,  México,  Porrúa,  1987,  p.  343.  Es  verdad  que  una  naturaleza  híbrida  de  combinación  
de elementos del sistema europeo y del americano se encuentra ya en el Tribunal de Ga-
rantías  Constitucionales  español  de  1931.  Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 298, p. 145.
622 Rodríguez  Bereijo,  Álvaro,  op. cit., nota 275, p. 15.
623 García Belaunde, Domingo, op. cit., nota 562, pp. 144, 147 y 152.
624 Aragón,  Manuel,  “La  justicia  constitucional  en  el  siglo  XX.  Balance  y  perspectivas  
en  el  umbral  del  siglo  XXI”,  La ciencia del derecho durante el siglo XX, cit., nota 262,
pp. 177 y 178.
182 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

fluencias, sino la recepción general de un determinado concepto de Cons-


titución. La convergencia de los dos modelos de jurisdicción es un hecho
generalmente admitido y motivado por un acercamiento en la concepción
sobre  el  significado  de  la  Constitución.  El  cambio  de  esta  concepción  tie-
ne  como  consecuencia  la  modificación  en  la  organización  de  los  órganos  
de control.625 Si partimos de esta idea, estaremos en condiciones de en-
tender  con  precisión  las  razones  de  fondo  de  la  actual  separación  de  los  
sistemas de control de constitucionalidad de sus modelos originarios y la
consiguiente formación y expansión de sistemas de control híbridos.626

4. La cuestión de la legitimación

El tema de los procedimientos de control está sumamente relacionado


con la cuestión de la legitimación, es decir, con la cuestión formal de
responder “dónde se sitúa la capacidad de impulsar o provocar un juicio
de  inconstitucionalidad”,  o,  en  otras  palabras,  en  determinar  quiénes  son  
los  que  pueden  instar  un  procedimiento  de  control  frente  al  juez.  Recuér-
dese  que  ya  Kelsen  afirmaba  que  de  la  solución  adoptada  en  la  cuestión  
de la legitimación depende la medida en la que el Tribunal podrá cumplir
su misión de garante de la Constitución. Hay un nexo muy estrecho en-
tre el número de intervenciones de los jueces, el ámbito de normas sus-
ceptibles de ser objeto de control, los casos de inconstitucionalidad y el
aumento  de  sujetos  legitimados.  Como  dice  Cruz  Villalón,  el  régimen  de  
legitimación condiciona los caracteres del sistema y proporciona la me-
dida del grado de incidencia de la jurisdicción constitucional en la vida
de  los  individuos,  ya  que  su  eficacia  social  está  en  “función  directa  de  
las  posibilidades  de  que  éstos  dispongan  para  acudir  ante  ella  y  que,  en  
consecuencia, resulta mayor cuanto más amplia es la legitimación y más
extenso  el  elenco  de  los  actos  impugnables”.627
Uno de los elementos básicos del original sistema de control con-
centrado de constitucionalidad era la restricción del número de suje-
tos legitimados para provocar un procedimiento de control de normas.
Como en estos primeros intentos de formación de sistemas autónomos

625 Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 37, pp. 470 y 472.
626 Martínez  Sospedra,  Manuel,  op. cit., nota 595, pp. 8724 y 8725.
627 Rubio Llorente, Francisco, “Seis tesis sobre la jurisdicción constitucional en Euro-
pa”,  La forma del poder, cit., nota 37, p. 581.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 183

de control la preocupación era el sistema de distribución de compe-


tencias   entre   el   Estado   central   y   los   periféricos,   había   una   “excesiva  
limitación”   en   materia   de   legitimación   activa   estando   sólo   autoriza-
dos para reclamar la constitucionalidad de las leyes el gobierno federal
contra las leyes regionales y los gobiernos regionales contra las leyes
federales.628 Los jueces, como hemos dicho antes, no podían solicitar
a   la   Corte   Constitucional   que   realizara   el   control   sobre   las   leyes,   por  
lo  que  debían  aplicar  aun  aquéllas  manifiestamente  inconstitucionales.  
Así ocurría en Austria, Checoslovaquia y España. 629
Hay que subrayar que la causa de la limitación de la legitimación era
que el control de constitucionalidad se ejercía únicamente en vía princi-
pal, con exclusión del control concreto, pero sobre todo porque era consi-
derado un instrumento para la salvaguardia de las competencias atribuidas
entre los miembros del Estado federal. La exclusión de los sujetos no
involucrados en la distribución de competencias, incluso los propios tri-
bunales, era un elemento lógico en un sistema que tenía como centro al
legislador y que se había establecido para ejercer una función arbitral en-

628 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, pp. 56-58. En otras palabras, el órgano de jus-
ticia constitucional podía controlar la constitucionalidad de una ley federal sólo a instancia
de un gobierno de un Länd y se podía impugnar una ley de una Länd sólo a instancias del
Gobierno federal. Oehlinger, op. cit., nota 439, pp. 538 y 541.
629 Aunque  también  se  establecía  un  control  de  oficio  por  parte  del  mismo  Tribunal  y  
los tribunales ordinarios podía recurrir la constitucionalidad de los reglamentos. En 1929
se amplió la legitimación, llevándola al ámbito jurisdiccional, en virtud de una reforma
al art.140 constitucional, a los órganos judiciales superiores, es decir, al Tribunal Supre-
mo de Justicia y al Tribunal Administrativo siendo la decisión de someter al Tribunal
Constitucional el control de una ley una decisión adoptada por el Pleno de los mismos
tribunales y la constitucionalidad de la misma presupuesto de la sentencia que debe dictar
el Tribunal en un asunto pendiente ante el mismo, es decir, se trataba de un control en
vía de excepción que dio participación en el proceso de control instaurado ante la Corte
Constitucional a las partes del proceso a quo. Este sistema reservaba sólo a los órganos
judiciales superiores la facultad de someter ante el Tribunal Constitucional la cuestión
de constitucionalidad. En 1975 el derecho a contestar una ley se extendió a todos los
tribunales de segunda instancia y a los individuos, y el recurso directo, a un tercio de
los   miembros   del   Consejo   Nacional.   Cruz  Villalón,   Pedro,   op. cit., notas 296 y 298,
pp. 384, y 138 y 139, respectivamente; Oehlinger, op. cit., nota 439, p. 543; Favoreau,
Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  p.  53.  En  Checoslovaquia,  las  partes  legitima-
das estaban notablemente reducidas y limitadas y no existía “el menor rastro de “acción
popular”,  lo  que  se  veía  agravado  por  el  carácter  exclusivamente  abstracto  del  control”  
y,  más  aún,  por  la  “realidad  constitucional”  que  impulsó  a  pensar  a  algunos  autores  que  
el fracaso de esta experiencia se hallaba en la regulación de la legitimación.
184 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

tre la Federación y las regiones o provincias.630  Así  se  refleja  la  vertiente  
política y la función que estaba llamado a cumplir el control de constitu-
cionalidad  en  esta  época,  y  se  explica,  además,  por  qué  en  ningún  Estado  
se  legitimaba  a  las  minorías  u  oposición  parlamentaria.  Cruz  Villalón  lo  
señala  con  certeza:  en  esta  época  “tan  intensa  como  la  coincidencia  en  
la  necesidad  de  una  justicia  constitucional  que  dirima  los  conflictos  po-
der  central/poderes  territoriales  autónomos  es  la  ignorancia  de  las  posi-
bilidades  de  la  justicia  constitucional  en  la  dialéctica  mayoría/minoría,  
Gobierno/oposición”.631
No podemos dejar de señalar que Kelsen había llamado la atención
desde 1920 sobre la necesidad de “conceder a una minoría el derecho de
plantear la constitucionalidad de la ley adoptada por la mayoría, median-
te  una  demanda  hecha  ante  el  Tribunal  Constitucional”,  y  que,  en  1928,  
sostuvo que era extremadamente importante conceder el derecho de pre-
sentar el recurso contra leyes a las minorías porque la justicia constitu-
cional  también  tenía  como  función  esencial  proteger  a  éstas,  y  la

simple  amenaza  del  recurso  al  tribunal  constitucional  puede  constituir,  en  
manos de la minoría, un instrumento adecuado para impedir que la mayo-
ría viole inconstitucionalmente los intereses jurídicamente protegidos de
aquella y para oponerse así, en última instancia, a la dictadura de la mayo-
ría,  que  no  es  menos  peligrosa  para  la  paz  social  que  la  de  la  minoría. 632

Esta iniciativa, que traía consigo un cambio en la concepción de las


funciones   del   control   de   constitucionalidad,   encontraría   su   realización  
durante la segunda posguerra.
Actualmente en la mayoría de los Estados existe un amplio número
de sujetos que pueden acceder a los órganos de control y, como escribe
Jiménez   Campo,   una   interpretación   amplia   de   las   reglas   de   legitima-
ción633 que obviamente varía según el tipo de proceso de que se trate.
Brevemente  diremos  que  en  lo  que  se  refiere  a  la  protección  de  los  de-
rechos fundamentales, tanto nacionales como extranjeros, pueden recu-
rrir a los procesos que se siguen ante las distintas jurisdicciones. El cri-
630 Öehlinger,  Theo,  op. cit., nota 293, pp. 48 y 49.
631 En  esta  época  no  hay  rastro  de  legitimación  de  la  oposición  parlamentaria  dice  Cruz  
Villalón, Pedro, op. cit., nota 296, p. 415.
632 Kelsen, Hans, op. cit.,  nota  73,  p.  147,  también,  nota  532,  p.  229.
633 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 441, pp. 19 y 20.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 185

terio general en esta vertiente es que el acceso depende de la titularidad


del derecho cuya lesión se invoca, por lo que “no existen, en principio,
diferencias entre personas físicas o jurídicas a los efectos de la legitima-
ción... la pauta general es la inexistencia de limitaciones en el acceso a la
jurisdicción constitucional en atención a la condición de persona física
o  jurídica  del  demandante”.634 Incluso, la acción se puede ejercer por
cualquier persona en representación de la afectada, es decir, se pueden
defender  derechos  de  titularidad  ajena.  En  el  control  concreto  realizado  
por  vía  incidental,  la  legitimación  puede  corresponder  al  juez  que  co-
nozca  de  la  causa,635 a una de la partes del proceso y, en ocasiones, al
Ministerio  Público.  En  los  conflictos  de  competencias,  en  orden  al  te-
rritorio, están legitimados para defender sus competencias, además del
gobierno  federal,  los  gobiernos  locales,  regionales  y/o  municipales  y,  
en  los  conflictos  de  atribuciones  entre  órganos  estatales,  la  legitimación  
corresponde, precisamente, a los diversos órganos que ejercen funcio-
nes públicas.
Es   destacable   que   a   través   de   la   acción   directa   de   inconstitucionali-
dad se otorga legitimación a cierto número de diputados y senadores que
“pueden actuar no sólo en defensa de los intereses de las minorías, sino
también   de   los   intereses   públicos   generales”.636 Pero la acción directa
ha  dado  entrada  a  cada  vez  más  sujetos  legitimados  para  interponerla.637

634 Caamaño  Domínguez,  Francisco,  “Informe  general”,  cit., nota 610, pp. 45 y 46.
635 En  Italia,  por  ejemplo,  el  juez  que  puede  someter  a  control  la  cuestión  de  inconsti-
tucionalidad  puede  ser  cualquier  autoridad  que  admita  la  definición  de  juez.  Como  señala  
Favoreau, la Corte Constitucional ha optado por una concepción muy amplia que admite
la remisión por toda autoridad integrada en la jerarquía jurisdiccional, incluso si el ca-
rácter jurisdiccional de sus funciones es dudoso, y por toda autoridad situada fuera del
aparato jurisdiccional cuando su función es jurisdiccional. Esto, como fácilmente puede
comprenderse, da lugar a una gran variedad de autores de impugnaciones. Favoreau,
Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., p. 92.
636 Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, op. cit., nota 519, p. 127.
637 Otra   vez   podemos   poner   el   ejemplo   francés,   donde   en   1974   se   registró   una   am-
pliación del número de legitimados para presentar su característico recurso directo. Esta
reforma, que se ha considerado esencial para el sistema de justicia constitucional en
Francia abrió la legitimidad para interponer el recurso a sesenta diputados y sesenta
senadores  lo  que  “rappresenta  una  vera  e  propria  rivoluzione  copernica  per  la  giustizia  
costituzionale  in  Francia”  que  ha  aumentado  el  número  de  recursos  presentados  ante  el  
Consejo de 54 adoptadas del periodo de 1954 a 1974 a más de 300 adoptadas de 1974 a
1996, la politicidad de los propios recursos y una más intensa apreciación del contenido
de las leyes. La revisión de 1974, aunque sigue conservando la titularidad del poder de
impugnación únicamente a sujetos institucionales, constituyó en Francia el cambio del
186 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Por medio de ella se ha legitimado al titular del Ejecutivo, secretarios de


Despacho, Corte Suprema de Justicia, presidentes de las asambleas que
integran las cámaras representativas, procuradores de Justicia, ministe-
rios públicos, ejecutivos estatales, órganos regionales, asambleas repre-
sentativas estatales e incluso al ombudsman, cuya legitimación, se dice,
otorga la posibilidad a un órgano que tiene atribuida la función institucio-
nal de defender los derechos fundamentales de “someter inmediatamente
al juicio del Tribunal Constitucional las normas primarias que considere
lesivas de estos derechos, de modo que quede asegurada la rápida tutela
de  los  mismos”.638 En general, puede decirse que dotar a órganos inde-
pendientes  de  la  influencia  del  gobierno  y  del  Parlamento  de  la  posibili-
dad  de  accionar  de  oficio  estos  recursos  cuando  consideren  determinados  
actos jurídicos como irregulares es una forma de crear un defensor de la
Constitución, en el sentido propuesto por Kelsen.
También  existen  ordenamientos  en  los  que  a  través  de  esta  acción  se  
han legitimado a colegios profesionales, asociaciones de derecho público
o entidades de relevancia pública, como son los partidos políticos, los
colegios de abogados, las confederaciones sindicales o gremios o enti-
dades de clase de ámbito nacional. Se propone, asimismo, la ampliación
de la legitimación para presentar recurso directo a sujetos colectivos o
formaciones sociales y a los entes a los cuales la Constitución reconoce
explícitamente autonomía.639  Se  ha  legitimado  también  a  un  número  de-
terminado de ciudadanos y hasta a individuos particulares. En ocasiones
se va más allá y sólo se alude a una condición general de legitimación,
como ser afectado en sus personales y legítimos intereses, y, es más, hay
Estados  en  que  la  acción  directa  ni  siquiera  requiere  un  legítimo  interés  
para  poder  ser  interpuesta  pudiéndose  alegar  la  defensa  de  la  colectividad  
o de intereses difusos. Existen experiencias en las que este recurso está

Consejo Constitucional de defensor del ejecutivo en garante de las relaciones entre los
poderes del Estado y de la supremacía constitucional. Así lo observa Amirante, Do-
ménico,   Giudice costituzionale e funzione legislativa. L’esperienza francese, Padova,
CEDAM, 1991, p. 26.
638 Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, op. cit.,  nota  519,  p.  128.  Aunque  con  mucha  razón  
también  se  ha  dicho  que  la  legitimación  de  un  órgano  como  éste  para  interponer  la  acción  
de   inconstitucionalidad   “nada   tiene   que   ver   con   la   función   específica   marcada   por   la  
Constitución”,  “se  trata  de  una  incoherencia  gratuita  y  que  no  aporta  nada”.  Pérez  Royo,  
Javier,   “La   regulación   de   algunos   aspectos   del   recurso   de   inconstitucionalidad”,   cit.,
nota 620, p. 2194.
639 Spadaro,  Antonino,  “La  giustizia  costituzionale”...,  cit., nota 262, p. 324.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 187

constituido como una actio popularis  (Colombia,  Venezuela,  Panamá,  El  


Salvador,  Nicaragua,  Ecuador),  mediante  la  cual  todo  gobernado,  aunque  
no  tenga  interés  jurídico  ni  sea  ciudadano,  puede  impugnar  la  inconsti-
tucionalidad de las disposiciones legislativas y obtener una declaración
con efectos generales. Este último sistema ha llegado a ser considerado
el  “más  acabado  sistema  de  control  de  constitucionalidad  de  las  leyes”,640
ignorando por completo lo señalado por Kelsen cuando decía que si bien
una actio popularis   demostraría   el   interés   político   que   tiene   la   elimi-
nación de los actos irregulares, no era recomendable “porque la misma
entrañaría un peligro excesivo de acciones temerarias y el riesgo de una
sobrecarga  insoportable  de  procedimientos”.641
En  términos  generales  puede  decirse  que  la  tutela  de  la  constituciona-
lidad  de  las  leyes  y  de  los  intereses  públicos  fundamentales  está  confiada  
a  cada  vez  más  número  de  entes.  En  la  mayoría  de  los  casos,  la  legitima-
ción  es  “generosa”  y  está  “configurada  en  términos  muy  amplios”,  siendo  
la causa de ello la idea de que cada esfera de intereses constitucional-
mente  protegidos,  precisamente  porque  encuentran  su  razón  de  ser  en  la  
norma  básica,  deben  ser  defendidos  por  el  juez  constitucional.  Desde  esta  
perspectiva,  la  ampliación  de  la  legitimación  significa  la  consolidación  
del Estado de derecho,642 e indica la intención de que un gran número de
personas  experimenten  materialmente  el  “valor  existencial”  de  la  Cons-
titución  y  se  refuerce  la  conciencia  de  su  fuerza  normativa,  pues,  como  
escribe Häberle, a un mayor grado de legitimación corresponde un mayor
grado de vinculación.
Pero  hay  otra  razón  igual  de  importante  que  parece  explicar  la  amplia-
ción de la legitimación para acceder a los órganos jurisdiccionales. Bajo

640 Es notorio el caso de Hungría, que acepta la acción popular y mediante ella los
ciudadanos pueden impugnar la constitucionalidad de las normas jurídicas en cualquier
momento  sin  tener  un  interés  propio  en  la  anulación;;  así  “la  población  ha  aprovechado  
ávidamente esta amplia oferta del Estado de derecho, y de los 3927 casos que han sido
presentados al Tribunal Constitucional para su resolución en el bienio 1990-1991, 3284
procedían   de   una   acción   popular”,   en   relación   con   ésta,   el  Tribunal   Constitucional   ha  
dictado 237 decisiones de fondo y ha anulado total o parcialmente, cien preceptos jurídi-
cos por inconstitucionales. Brunner, Georg, op. cit., nota 353, p. 141. La acción popular
puede verse como una institución dirigida a producir “una mayor efectividad práctica de
los  derechos  fundamentales”.  Häberle,  Pedro,  en  su  colaboración  a  la  obra  La garantía
constitucional de los derechos fundamentales.... cit., nota 9, pp. 336 y 337.
641 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 146; Brunner, Georg, op. cit., nota 353, p. 142.
642 Öehlinger,  Theo,  op. cit., nota 439, p. 542.
188 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la  idea  de  que  la  aceleración  del  proceso  de  democratización  de  la  socie-
dad en la dirección de un pluralismo integral implica la transformación
de la justicia constitucional de límite en instrumento de la democracia
y,  por  lo  tanto,  el  reforzamiento  de  sus  funciones  y  la  ampliación  de  sus  
canales de acceso,643 se señala la necesidad de convertir la tarea judicial
en representativa, próxima y sensible a las necesidades de la población.
La extensión de la legitimación estaría determinada por la estructura de
la  sociedad  actual,  que  exige  que  el  juez  tenga  mayor  contacto  con  las  
necesidades e intereses de las partes que participan en los litigios. Esto
impele a otorgar oportunidad de expresarse a la mayoría de las personas o
grupos de la sociedad, máxime si consideramos que las normas constitu-
cionales pueden afectar, por su carácter abierto, a estas personas o grupos
de manera desigual, o propiciar diferentes criterios de entender su nor-
matividad. No debe limitarse la participación en los procesos a las partes
directamente  afectadas  por  la  decisión,  aunque  ésta  tenga  como  materia  
dirimir  un  conflicto  entre  particulares,  ya  que,  generalmente,  al  ser  sus  
efectos generales, todos sus miembros pueden considerarse participantes
interesados.644 Por ello se pretende introducir en el juicio no sólo a las
partes,  sino  a  los  distintos  portadores  de  intereses.  Considérese  que  si  
existe  un  elemento  fundamental  de  la  democracia,  éste  consiste  en  hacer  
que todos tengan acceso al sistema jurídico y, sobre todo, a sus formas de
tutela.645 Entendiendo a los procedimientos de control de constitucionali-
dad como orientados a propiciar la confrontación más amplia de intereses,
se pretende hacer efectivo el “núcleo fundamental de democracia646 que
tienen los procesos jurisdiccionales, y extender la participación de los
sujetos  interesados  de  manera  que  el  juez  pueda  evaluar  de  la  manera  más  
completa  posible  los  intereses  en  liza.
Desde esta perspectiva, la ampliación de los sujetos legitimados para
poner en marcha el control de constitucionalidad sería un elemento que
reforzaría  la  representatividad  y  democracia  del  sistema  político.647 Éste
643 Spadaro, Antonino, op. cit., nota 262, p. 324.
644 Saavedra  López,  Modesto,  op. cit., nota 247, p. 98.
645 Cappelletti,  Mauro,  “La  justicia  constitucional  y  supranacional”,  Dimensiones de
la justicia constitucional en el mundo contemporáneo. Cuatro estudios de derecho com-
parado,  México, Porrúa, 1993, p. 76.
646 Ibidem, p. 75.
647 Interesantes  matizaciones  a  esta  idea  pueden  verse  en  Favoreau,  Louis,  “Reflexio-
nes  sobre  algunos  problemas  planteados  por  la  justicia  constitucional”,  trad.  de  A.  López  
Castillo, Revista Jurídica Castilla-La Mancha, núm. 3-4, 1988, p. 53.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 189

impone la exigencia de otorgar acceso a los órganos jurisdiccionales a


todos  los  sujetos  individuales  y  colectivos  que  han  visto  obstaculizada  su  
presencia en los lugares tradicionales de representación para que puedan
expresar sus puntos de vista.648 Se extiende la legitimación activa para
otorgar protección, a aquellas personas o grupos que no tienen repre-
sentación   dentro   del   Parlamento.   Se   considera   que   el   juez   es   capaz   de  
proteger a aquellos grupos que no tienen la posibilidad de acceder a las
ramas políticas, “los grupos marginales, dice Shapiro, pueden esperar
encontrar en el tribunal un apoyo político que no hallarán en ninguna
otra  parte”.649 No puede, sin embargo, desconocerse que el aumento de la
capacidad de las cortes para ser receptivas de las necesidades de los ciu-
dadanos ha ocasionado que comience a señalarse que “mientras la llave
para  abrir  las  puertas  de  los  tribunales  se  viabiliza  por  una  demanda;;  re-
sulta mucho más difícil y misterioso llegar a los estrados de una Cámara
Legislativa”,650 y, es más, en virtud de la circunstancia de que los jueces,
a  través  de  sus  fallos,  hacen  participar  a  cada  vez  más  intereses,  no  ha  fal-
tado  quienes  afirmen  que  la  naturaleza  imparcial  de  sus  decisiones  y  las  
cualidades deliberativas del proceso judicial aventajan a las del proceso
político democrático.651
La importancia que conlleva la legitimación ha llevado a Bartole a
señalar que el criterio de diferenciación entre los juicios constituciona-
les puede ser el diverso papel asignado a las partes que participan en los
mismos y la relativa ponderación de los intereses; en otras palabras, se
puede establecer una distinción entre los diversos juicios constituciona-
les tomando como criterio de diferenciación la diversa titularidad del
poder de instaurar el control sobre la legitimidad de la ley. La titularidad
del  recurso  puede  ser  el  factor  central  para  repensar  las  clasificaciones  en  
materia de justicia constitucional. Así, dice, cuando de la acción resultan
titulares órganos del Estado o sujetos públicos, el juicio de constituciona-
lidad  estaría  dirigido,  esencialmente,  a  la  definición  de  las  controversias  
entre poderes, o bien a asegurar el ejercicio regular de las funciones es-
tatales. Cuando son sujetos privados los que pueden tomar la iniciativa o

648 Bergalli,   Roberto,   “Protagonismo   judicial   y   representatividad   política”,   Doxa,


núm. 15-16, 1994, pp. 440 y 443.
649 Cit. por Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 562, p. 626.
650 Hitters, Juan Carlos, “Legitimación democrática del Poder Judicial y control de
constitucionalidad”,  Justicia, Barcelona, núm. 11, 1987, p. 430.
651 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, p. 178.
190 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ser parte del juicio sobre la constitucionalidad de las leyes, la atención se


centraría en la tutela de los derechos fundamentales asumiendo relevan-
cia  el  interés  de  los  individuos  a  un  ejercicio  regular  de  las  funciones  pú-
blicas  respecto  a  la  situación  de  ventaja  garantizada  por  las  normas  cons-
titucionales.652 Así parece constatarse la clásica disyuntiva señalada por
Cruz  Villalón  en  el  tema  de  la  legitimación:  ésta,  o  bien  se  centra  “en  la  
dialéctica  del  conflicto  de  competencia  legislativa  entre  el  poder  central  y  
los  periféricos”,  o  en  “la  dialéctica  mayoría/oposición  parlamentaria”. 653
Así, y como dicen Galeotti y Rossi, tanto las acciones como los legiti-
mados para actuar forman un complejo amplio y articulado que permite,
en relación con las diversas funciones atribuidas a los jueces constitucio-
nales, “la intervención de una pluralidad de sujetos y órganos portadores
de intereses privados o de intereses públicos, haciendo posible de esta
manera  la  práctica  de  la  garantía  constitucional”.654 Pero no es descono-
cido que un amplio ámbito material de impugnación puede generar con-
flictos  políticos  importantes.  Por  ello  no  es  casualidad  que  actualmente  
exista la preocupación por administrar adecuada y “racionalmente el ac-
ceso  a  la  jurisdicción  constitucional”,  debido,  precisamente,  a  que  existe  
una amplísima legitimación para acceder a los procedimientos de los
que conocen las cortes constitucionales. Es necesario, se señala, tomar
medidas restrictivas para salvaguardar la capacidad operativa de los tri-
bunales,   ya   que   al   “elevar   su   capacidad   de   tramitación   cuantitativa”,  
se puede propiciar que no exista una deliberación sustantiva sobre los
recursos ni una preparación adecuada de las resoluciones o que sus sen-
tencias no satisfagan adecuados niveles de exigencia o calidad ni exista
una  “deliberación  continua  y  fluida”.  Con  la  práctica  actual  “la  idea  de  
una  jurisdicción  constitucional  se  sacrifica  a  favor  de  la  mera  cantidad...  
se  exprime  a  la  institución  hasta  su  agotamiento”.655

652 Bartole, Sergio, op. cit., nota 601, pp. 233-235.


653 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, p. 43.
654 Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, op. cit., nota 519, p. 140.
655 Wahl, Rainer y Wieland, Joachim, “La jurisdicción constitucional como bien
escaso.  El  acceso  al  Bundesverfassungsgericht”,  trad.  de  Pablo  López  Pietsch,   REDC,
Madrid, núm. 51, 1997, p. 14. Estos autores proponen, para evitar lo referido, el refor-
zamiento  de  la  jurisdicción  constitucional  de  los  entes  territoriales  del  Estado  mediante  
el establecimiento de cláusulas de subsidiariedad y la introducción del procedimiento
estadounidense de libre admisión, op. cit., pp. 11 y ss.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 191

VI. AUMENTO DE COMPETENCIAS

Junto  a  la  amplia  difusión  y  generalización  de  los  mecanismos  de  con-
trol dentro del Estado constitucional existe un desbordamiento del ám-
bito originario de la institución clásica en el sentido de que ya no sólo
cumple una función de control de normas, sino una función de justicia
constitucional que incluye una amplia gama de materias. Es característi-
co de estos órganos el constante aumento de las competencias que entran
dentro  de  su  ámbito  de  acción.  Ya  no  se  configuran  como  entes  que  con-
trolan única y exclusivamente normas, como sucedía, por ejemplo, en los
inicios del Tribunal checoslovaco de 1920, que, como se recordará, era
un  órgano  “exclusivamente  de  control  de  constitucionalidad”  que  dejaba  
a otros órganos ejercer las futuras materias integrantes de la denominada
justicia constitucional, o el Tribunal de Weimar, que sólo tenía la función
de resolver las cuestiones referidas a controversias suscitadas entre el
Reich y los Länder. Ahora puede escribirse que “un tribunal Constitucio-
nal difícilmente puede consolidarse cuando su jurisdicción se agota en el
exclusivo  control  de  constitucionalidad  de  las  leyes”,  por  lo  que,  de  for-
ma normal, casi natural, se les encomienda una pluralidad de funciones
de la vida jurídica estatal656 que provocan su intervención en campos y
materias en las que antes no participaban. Esto resulta ser de gran impor-
tancia  si  pensamos  en  que  el  grado  de  influencia  de  los  tribunales  en  la  
vida del Estado está en función, precisamente, de la extensión e impor-
tancia de las competencias que se les asignen y que muchas de las que
integran su campo de acción propiciarán el desarrollo del derecho consti-
tucional.  Como  dice  Böckenförde,  la  función  del  juez  constitucional  sólo  
puede determinarse a partir de las competencias que le son atribuidas;
de  ahí  la  importancia  de  señalar  y  analizar,  aunque  sea  brevemente,  sus  
tareas y cometidos,657 es decir, referirse a la perspectiva formal que, con
gran  sencillez,  pero  con  suma  precisión,  Rubio  ha  definido  como  “todo  lo  
que  hacen”  los  órganos  de  la  jurisdicción  constitucional.658
Hay que advertir antes que la amplitud competencial no es una no-
vedad de los últimos años en la conformación de estos órganos. Como
se sabe, el Tribunal austriaco de 1920 y el español de Garantías Consti-

656 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit., nota 296, pp. 378 y 412; id., nota 298, p. 135.
657 Böckenförde,  Ernest-­Wolfang,  op. cit., nota 262, p. 132.
658 Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 291, p. 157.
192 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

tucionales de 1931, tenían amplias competencias. 659 Es necesario tam-


bién  considerar  que  muchas  de  las  atribuciones  que  les  son  otorgadas  
en  cada  país  al  órgano  de  control  tienen  razones  específicas  dadas  por  la  
experiencia histórica, por lo que, como señala Weber, resulta imposible
una clara delimitación de las competencias integrantes de las distintas
jurisdicciones   constitucionales,   pues   cualquier   sistematización   que   se  
intente debe tomar en cuenta la diversidad histórica de cada Estado 660
y sus variadas circunstancias sociales y políticas. No puede tampoco
soslayarse que, en ocasiones, es el mismo legislador quien decide, al
configurar  los  tribunales,  que  éstos  tengan  una  muy  importante  presen-
cia dentro del Estado, y los inmiscuye directamente en los procesos de
decisión política en el momento en que los dota de competencias. En
otros ordenamientos, el campo de atribuciones de estos órganos ha sido
extendido no por normas constitucionales, sino por disposiciones lega-
les, en virtud de que es el propio constituyente quien deja abierta la po-
sibilidad de asignación de nuevas competencias mediante cláusulas en
blanco o la falta de una adecuada regulación permitiendo su extensión
a  través  de  leyes  de  desarrollo.661

659 Ya Alcalá-Zamora señalaba que el Tribunal de Garantías Constitucionales tenía una


“competencia amplísima, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que en su determina-
ción  se  haya  procedido  con  acierto,  ya  que  entiende  en  materias  que  tal  vez  no  debieran  
estarle  confiadas,  y  en  cambio,  no  se  le  reconoce  intervención  en  asuntos  donde  pareciera  
obligada”.  Alcalá-Zamora   y   Castillo,   Niceto,   “Significado   y   funciones   del  Tribunal   de  
Garantías  Constitucionales”,  Reus, Madrid, 1933, p. 8. Rodolfo Reyes, respecto al mis-
mo Tribunal señalaba que la heterogeneidad de sus funciones provenía de que entre sus
competencias constitucionales se combinaban los medios preventivos, represivos y repa-
radores de defensa de la Constitución. Decía este autor respecto a este Tribunal: “aterra
la  heterogeneidad  y  peso  político  de  las  funciones  concedidas”  a  este  “superpoder”;;  “la  
suma  heterogénea,  poderosa  e  intensa  de  las  funciones  que  se  han  unido  para  constituir  
una  especie  de  cuarto  Poder,  que  en  cierto  sentido...  es  casi  la  Constitución  misma”.  Y  
más  adelante:  “las  funciones  conferidas  al  Tribunal  son  complejas,  heterogéneas,  múl-
tiples,  propicias  a  llevarlo  a  peligrosa  hegemonía”.  Reyes,  Rodolfo,  op. cit., nota 608,
pp. 127 y 144-149.
660 Weber, Albrecht, op. cit., nota 521, p. 78; Vega, Pedro de, “Problemi e prospettive
attuali  della  giustizia  costituzionale  in  Spagna”,  en  Lombardi,  G.  (cura),  Costituzione e
giustizia costituzionale nel diritto comparato, Italia, Maggioli Editore, 1985, p. 131.
661 Así, como escribe Embid Irujo, si nos atenemos a la descripción constitucional de
las competencias de los tribunales no abarcaríamos todas, pues puede ser que las Consti-
tuciones dejen abiertas las puertas a nuevas atribuciones. “Este cajón abierto puede, en
ocasiones, ser causa de entorpecimiento en la labor del tribunal y, a veces, hasta de
deformación  de  su  función”.  Así  sucedió,  por  ejemplo,  en  España  con  el  recurso  previo  
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 193

Cappelletti,  en  un  trabajo  publicado  hace  unas  décadas,  señalaba  que  
no debían subsumirse, bajo una sola categoría y mediante un tratamiento
unitario,  las  diversas  funciones  realizadas  por  los  órganos  de  la  jurisdic-
ción constitucional.662 Sin embargo, se puede decir que entre ellos existe
una identidad desde el punto de vista funcional, un común denominador
que  les  otorga  una  sustancial  identidad  material  y  que  se  refleja  en  tres  
órdenes de competencias: el control de constitucionalidad de las normas
y  actos  con  valor  de  ley;;  la  resolución  de  conflictos  interorgánicos  o  in-
terterritoriales, y la tutela y protección de los derechos fundamentales. 663
Así, el núcleo de las competencias que se les atribuyen a estos órganos
normalmente está relacionado con el carácter rígido de la Constitución,
la  organización  territorial  del  Estado  y  la  protección  de  los  derechos  fun-
damentales.  A   estas   tres   funciones   básicas,   que   constituyen   el   “fondo”  
de la justicia constitucional, se les han ido agregando otras distintas que,
como  se  ha  dicho,  son  un  añadido  a  su  razón  de  ser.664 Algunas pueden
quedar agrupadas dentro de lo que se denomina justicia constitucional,
pero otras no forman parte de ella ni aunque se le otorgue a esta noción
un sentido amplio.
Entre estas competencias añadidas podemos subrayar, siguiendo a Be-
guin, las siguientes: contencioso cuasi penal, que incluye la acusación
por alta traición contra el presidente de la República; prohibición de los

de inconstitucionalidad de las Leyes Orgánicas y los Estatutos de Autonomía, que vi-


nieron a aumentar las competencias originarias del Tribunal y, por tanto, a ampliar los
límites  establecidos  en  la  Constitución.  También  el  artículo  93.5  de  la  Ley  Fundamental  
alemana establece que, además de las competencias constitucionales, el Tribunal Cons-
titucional es competente en los otros casos señalados en la Ley Federal reguladora. Lo
mismo la Constitución de Hungría que deja a la ley la atribución de otras competencias al
Tribunal entre las que se deducen las de participar, junto con el presidente del Parlamento
y el primer ministro en la declaración del estado de guerra y la suspensión del Parlamen-
to.  Torres  Pérez,  Mercedes  y  Flores  Juberías,  Carlos,  op. cit., nota 359, p. 243.
662 Cappelletti,  Mauro,  “La  actividad  y  los  poderes  del  juez  constitucional  en  relación  
con  su  fin  genérico  (naturaleza  tendencialmente  discrecional  de  la  providencia  de  actua-
ción  de  la  norma  constitucional)”,  trad.  de  S.  Sentís  Melendo  y  T.  A.  Banzhaf,  La justicia
constitucional,  México,  UNAM,  p.  117,
663 Caamaño  Domínguez,  Francisco,  op. cit.,  nota  610,  p.  23.  Así  también  para  Friesen-
hahn y Weber, las competencias que integran el núcleo de la jurisdicción constitucional
en las democracias basadas en el Estado de derecho y la división de poderes son: el
control  de  constitucionalidad  de  normas;;  los  conflictos  federales  o  cuasifederales,  y  los  
recursos de amparo de los derechos fundamentales, con ocasión de la violación directa o
indirecta de la Constitución. Weber, Albrecht, op. cit., nota 521, p. 58.
664 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”, cit., pp. 28 y 29.
194 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

partidos políticos que atenten contra el orden liberal y democrático; re-


vocación  de  los  magistrados  que  violen  el  orden  constitucional;;  pérdida  
de los derechos fundamentales de los ciudadanos que abusen de su liber-
tad, y el contencioso electoral.665  Como  puede  verse,  y  señala  Öehlinger,  
para Austria, la esfera de las atribuciones de los jueces constitucionales
supera por mucho el concepto de jurisdicción constitucional contenido
en   el   término   “corte   constitucional”,   es   decir,   el   control   judicial   de   la  
legitimidad de los actos del Estado. Este autor señala, entre otras com-
petencias: a) salvaguardia del ordenamiento federal; b) resoluciones de
controversias entre órganos; c) competencia para el control de eleccio-
nes,  referéndum  y  propuesta  de  leyes  de  iniciativa  popular 666 y declara-

665 Citado  por  Bon,  Pierre,  “El  Conseil  Constitutionnel  francés  y  el  modelo  de  cortes  
constitucionales  europeas”,  trad.  de  F.  J.  Ezquiaga  Ganuzas,  RVAP, núm. 31, 1991, p. 55.
La competencia electoral tiene un carácter político muy amplio y puede incluir: interve-
nir en la preparación y desarrollo de las operaciones electorales; conocer de las causas
de inelegibilidad e incompatibilidad de los parlamentarios; resolver los contenciosos de
las  principales  elecciones  políticas  (en  ocasiones,  como  sucede  en  Austria,  se  incluye  el  
control de las elecciones de los órganos de las corporaciones profesionales legales repre-
sentativos  con  facultad  de  fijar  sus  propios  estatutos);;  verificar  la  atribución  de  los  poderes  
de los miembros de los órganos legislativos; proclamar los resultados; examinar las re-
clamaciones;;  decidir  sobre  la  regularidad  de  las  elecciones;;  entre  otras.  A  través  de  esta  
competencia los tribunales se pronuncian sobre temas vitales para la comunidad política.
666 Interviene  para  resolver  la  regularidad  de  las  iniciativas  populares  y  referéndums  
pero  también  puede  tener  facultad  para  pronunciarse  sobre  la  posibilidad  misma  de  or-
ganizarlos,  de  manera  que  su  decisión  es  uno  de  los  controles  que  pasa  la  iniciativa  de  
referéndum  antes  de  que  pueda  ser  convocado.  Lo  que  normalmente  le  corresponde  al  
Tribunal  es  verificar  si  la  ley  que  se  propone  derogar  entra  o  no  entre  las  materias  que,  
de acuerdo con la Constitución, no pueden ser objeto de estas consultas. Establecido en
Italia   en   1953,   opera   cuando   se   han   recogido   quinientas   mil   firmas   a   favor   de   alguna  
iniciativa.  Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., p. 90. Mediante esta
competencia los tribunales resuelven las dudas que puedan suscitarse sobre el respeto
recíproco entre las esferas de competencia del Parlamento y el cuerpo electoral, cuan-
do  actúa  en  formas  de  democracia  directa.  Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, p.
11. En el ejercicio de esta competencia la Corte se halla en la necesidad de conjugar
dos   principios   institucionales   tendencialmente   opuestos:   por   un   lado,   debe   garantizar  
la soberanía popular frente a maniobras fraudulentas del legislador, y, por otro lado,
tiene que evitar que un instrumento esencial de la democracia directa sea transformado
en un distorsionado instrumento de democracia representativa. Favoreau, Louis, “Los
tribunales  constitucionales”,  cit.,  p.  49.  D’Orazio,  Giustino,  “Aspectos  y  problemas  de  
la   justicia   constitucional   italiana”,   trad.   de  A.   Sainz  Arnaiz,   RVAP, 31, 1991, pp. 62 y
63.  Esta  competencia,  como  escribe  Zagrebelsky,  se  diferencia  notablemente  de  otras  
porque   no   es   una   atribución   judicial   e   implica   al   juez   directamente   en   la   dinámica  
política. Sin embargo se le atribuye a la Corte debido a su colocación constitucional
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 195

ción  de  pérdida  de  mandato;;  d) jurisdicción por ilícitos constitucionales;
e) control normativo; f) recursos constitucionales para la protección de
los derechos, y g) control del derecho internacional.667
La amplitud de las funciones atribuidas a los tribunales ha dado lugar
a  que  sean  clasificadas  en  sentido  finalista,  es  decir,  según  los  objetivos  
en vista de los cuales le son asignadas las competencias. Así procede
Silvio Lessona, para quien las competencias de los tribunales pueden
ser divididas en las siguientes:668  a)  Funciones dirigidas a la tutela de la
Constitución y la estructura de la República libre y democrática, entre
las  que  se  incluyen:  declarar  la  pérdida  de  los  derechos  fundamentales  
de quienes abusan de los derechos de libertad por combatir la estructu-
ra fundamental libre y democrática de la República,669   juzgar   y   decla-
rar inconstitucional el comportamiento de los partidos políticos que, por
tales   o   por   el   comportamiento   de   sus   afiliados,   tiendan   a   subvertir   las  
leyes de la República o pongan en peligro su existencia,670 asegurar la

suprapartes.  Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit.,  nota  367,  p.  790.  Esta  atribución  se  justifica,  
dice  Pizzorusso,  en  la  medida  en  que  el  Tribunal  puede  desplegar  una  función  arbitral  
entre la esfera de competencias del Parlamento y la que corresponde al cuerpo electoral.
Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, p. 30. Este es un caso de jurisdicción objetiva
que está, como se ha dicho, en el límite de la función consultiva. Favoreau, Louis, “Los
tribunales  constitucionales”,  cit., p. 49.
667 Ölingher,  Theo,  op. cit., nota 293, pp. 44-46.
668 Lessona,  Silvio,  “La  funzione  del  Tribunale  Costituzionale  Federale  della  Repub-
blica  tedesca”,  Rivista Trimestrale di Diritto Pubblico, Milán, núm. 4, 1964, pp. 808 y ss.
669 El  Tribunal  Constitucional  alemán  puede  declarar  la  pérdida  de  derechos  funda-
mentales para quienes abusen de los mismos. Esta competencia, junto con la declara-
ción de inconstitucionalidad de los partidos políticos, se incrustan dentro de lo que se
ha llamado democracia militante o combativa, y tiene como objeto la protección de
la democracia en libertad, es decir, de una determinada ideología, y aunque material-
mente se trata de actos de jurisdicción, las sentencias recaídas en estos casos tienen
un alto valor político e, incluso, se ha podido decir que constituyen actos de gobierno.
Leibholz,   Gerard,   “El  Tribunal   Constitucional   de   la   República   Federal   alemana   y   el  
problema   de   la   apreciación   judicial   de   la   política”,   Problemas fundamentales de la
democracia moderna, Madrid, IEP, 1971, pp. 168 y 169. Con estas competencias, el
juez  constitucional  se  convierte,  se  ha  dicho,  en  juez  de  la  libertad.  Sin  embargo,  para  
algunos  comentaristas  esta  competencia  significa  la  apropiación  por  parte  del  Estado  
parlamentario  de  una  técnica  que  pertenece  a  los  regímenes  totalitarios.  Pergola,  
Pergola, A
Anto-
nto-­
nio la, op. cit., nota 272, pp. 43 y 44.
670 El artículo 21 de la Ley Fundamental de Bonn señala que son anticonstitucionales
los partidos políticos que, ya sea en sus objetivos, ya por el comportamiento de sus segui-
dores, se propongan dañar o eliminar el orden fundamental liberal y democrático o pon-
gan en peligro la existencia de la República Federal de Alemania. Su inconstitucionalidad
196 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

regularidad de la composición de los cuerpos representativos; conocer


de las acusaciones contra el presidente de la República por violación a la
Constitución  o  de  otras  leyes  federales,  y,  en  su  caso,  declarar  la  pérdida  
del cargo,671 resolver las divergencias sobre los deberes del Estado y las

es declarada por el Tribunal Constitucional Federal. En este campo, en Alemania se ha


procedido con extrema cautela y sólo se han presentado dos casos en 1952 y 1956 en los
que se declaró anticonstitucional el Partido Socialista del Reich y el Partido Comunista
de  Alemania,  respectivamente.  También  en  Portugal  es  competencia  del  Tribunal  Cons-
titucional declarar la prohibición de los partidos fascistas. Weber, Albrecht, op. cit., nota
521,  p.  77.  En  Albania  y  Bulgaria  también  el  Tribunal  decide  sobre  la  constitucionalidad  
de  los  partidos  y  organizaciones  políticas.  El  carácter  político  de  esta  función  es  obvia  
pues  como  dice  Richter,  la  contradicción  de  los  fines  y  programas  de  un  partido  con  los  
principios constitucionales “debe basarse necesariamente, no tanto sobre los estatutos
o  los  actos  oficiales  del  partido  mismo,  sino  esencialmente  respecto  de  la  actividad  que  
desarrolle,   los   métodos   que   adopte   y   su   presumible   comportamiento   futuro”.   Stella  
Richter,  Mario,  “La  organización  y  las  funciones  de  la  Corte  Federal  Constitucional  y  
de  la  Corte  Federal,  de  Alemania  Occidental”,  Revista de la Facultad de Derecho de
México, núm. 31-32, 1958, p. 287.
671 Con respecto a esta competencia, ya Kelsen había escrito que “puede ser oportuno,
si  se  presenta  el  caso,  hacer  también  del  tribunal  constitucional  un  Alto  Tribunal  de  Justi-
cia,  encargado  de  juzgar  a  los  ministros  sometidos  a  acusación,  un  tribunal  de  conflictos  
central   o   atribuirle   otras   competencias   para   evitar   instituir   jurisdicciones   especiales”.  
Esto debe ser así pues es preferible “reducir lo más posible el número de autoridades
supremas  encargadas  de  aplicar  el  derecho”.  Kelsen,  Hans,  op. cit., nota 73, p. 137. Ésta
es una de las funciones en que divide la actividad de la Corte Constitucional. Pierandrei,
Franco, op. cit.,  nota  85,  pp.  874  y  875.  En  estos  procedimientos,  el  juez  constitucional  
decide sobre demandas de declaración de responsabilidad constitucional de los órganos
superiores del Estado y de las provincias por infracciones a la legalidad cometidas en el
ejercicio  de  su  cargo  (Austria.  Artículo  142.2).  En  Italia  hay  establecido  en  el  artículo  
134 de la Constitución un juicio sobre la acusación contra el presidente de la República
por   delitos   graves   que   resulta,   como   escribe   Zagrebelky,   acentuadamente   político,   por  
la  composición  de  la  Corte  en  el  ejercicio  de  esta  competencia.  Zagrebelsky,  Gustavo,  
op. cit.,  nota  367,  p.  764.  Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., p. 89.
También  en  Alemania  está  establecida  una  acusación  contra  el  presidente  federal  y  los  
magistrados  federales  realizada  por  el  Bundestag  o  el  Bundesrat  cuando  se  considere  que  
el presidente haya violado con intención la Ley Fundamental o el derecho federal. Como
escribe  Pizzorusso,  estas  acciones  tienen  en  su  ejercicio  y  desarrollo  concreto  una  fuerte  
influencia  política,  no  sólo  por  el  hecho  de  tener  como  protagonistas  a  sujetos  políticos  
destacados  sino  también  porque  las  contravenciones  imputadas  se  habrán  realizado  en  
el  ejercicio  de  poderes  políticos.  Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, pp. 29 y 30.
Como señala Schäffer, los órganos de la jurisdicción constitucional conocen de una com-
petencia para casos muy especiales que debe afrontar el sistema político con lo que se les
concede funciones sancionatorias de la comisión de determinados ilícitos constituciona-
les. Si bien es una competencia de especial importancia para la democracia puede generar
muchos problemas tanto para el ámbito político como al jurisdiccional. Las competencias
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 197

regiones, particularmente en orden a la observancia del derecho federal;


decidir todas las competencias de derecho público entre el Estado y las
regiones, entre las regiones o en el interior de las regiones, y resolver
sobre  las  controversias  de  naturaleza  constitucional  que  sobrevengan  en  
el interior de las regiones cuando las leyes regionales dispongan en ese
sentido.  b) Funciones dirigidas a la observancia de la Constitución y la
certeza del derecho en manera objetiva.  Aquí  se  incluyen:  1)  control  abs-
tracto  de  normas;;  2)  control  concreto  de  normas;;  3)  decidir  si  un  juez  es  
transferido a otro cargo o cesado, en caso de que se comporte contra los
principios  fundamentales  de  la  Constitución;;  4)  decidir  si  una  regla  de  
derecho internacional constituye parte integrante del derecho federal y si
crea  directamente  derechos  y  deberes  hacia  los  individuos;;  5)  mantener  
la  unidad  de  la  interpretación  jurisdiccional  constitucional;;  6)  decidir  si  
una norma jurídica preconstitucional pertenece al ordenamiento jurídico
vigente. Por último, c) todas las funciones dirigidas a la tutela individual
de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución.
Dentro  de  sus  competencias  también  están  contempladas,  en  algunos  
casos, las siguientes: otorgar opiniones consultivas; participar en la de-
cisión de permitir el ejercicio de poderes excepcionales; entender de los
conflictos  surgidos  entre  las  diversas  jurisdicciones  del  Estado672 o con
las autoridades administrativas; conocer de actuaciones administrativas
cuando   lesionan   un   derecho   constitucionalmente   garantizado   (con   esta  
facultad se habla de que este órgano se convierte en una jurisdicción
administrativa  especial);;  opinar  sobre  la  existencia  y  alcance  de  una  re-
gla general de derecho internacional público cuando exista un litigio al
respecto,673 declarar la existencia de un convenio entre la Federación y

referidas a acusaciones sobre cargos públicos, decisiones de inconstitucionalidad de los


partidos  políticos  y  la  pérdida  de  los  derechos  fundamentales  por  abuso  de  los  mismos,  
pueden entrar en lo que se ha denominado la “competencia penal de los tribunales cons-
titucionales”.   Cascajo   Castro,   José   Luis,   “Aproximación   al   tema   de   las   funciones   del  
Tribunal  Constitucional”,  El Tribunal Constitucional, Madrid, IEF, vol. I, 1981, p. 638.
Con  estas  tres  competencias  el  juez  constitucional  se  convierte  tanto  en  juez  de  la  ilegiti-
midad como de la ilicitud constitucional con la posibilidad de aplicar sanciones diversas
para uno y otro caso. Pergola, Antonio la, op. cit., nota 79, p. 6.
672 En Austria, por ejemplo, por disposición del artículo 138 de la Constitución, el
Tribunal  Constitucional  conoce  de  los  conflictos  de  competencia  que  se  puedan  presentar  
entre tribunales y órganos administrativos; entre el Tribunal Administrativo y los restan-
tes tribunales incluyendo, especialmente, el Tribunal Constitucional, así como entre los
tribunales ordinarios y los otros tribunales.
673 Arnold, op. cit., nota 282, p. 109.
198 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

los estados o los estados entre sí y el cumplimiento de las obligaciones


de  él  dimanantes,674 resolver sobre la existencia de responsabilidad pa-
trimonial de un ente territorial cuando no existe otro órgano competente
administrativo o judicial para ello; constatar la incapacidad del jefe de
Estado   para   realizar   sus   funciones;;   intervenir   en   los   casos   de   vacancia  
de la Presidencia de la República; apreciar la incapacidad del presidente;
opinar sobre las iniciativas de reforma constitucional; dirigir mensajes al
Congreso en sesión conjunta y presenciar el juramento del presidente de
la  República,  y,  en  fin,  sancionar  por  la  comisión  de  determinados  ilícitos  
constitucionales.675
La enorme cantidad de competencias que tienen los jueces constitu-
cionales, que en ocasiones “sobrepasan en gran medida las que se en-
tienden  normalmente  atribuibles  a  un  tribunal  constitucional”,  hace  que  
la  mayoría  de  éstos  sean  considerados  como  poseedores  de  jurisdicciones  
generales   o   reforzadas,   “a   tutto   ragio   in   materia   costituzionale”.   Basta

674 En tales convenios las partes contratantes se obligan a la adopción de leyes o regla-
mentos para transformar el contenido del convenio “por lo que una decisión simplemente
declarativa del Tribunal acerca del cumplimiento o no de las obligaciones derivadas del
convenio que podría tener considerables consecuencias políticas sobre el legislador afec-
tado  en  cada  caso”.  Artículo  138  a:  1)  A  instancia  del  Gobierno  federal  o  del  Gobierno  de  un  
Land, el Tribunal Constitucional se pronunciará acerca de la concurrencia de algún acuerdo
en el sentido del artículo 15 a, párrafo 1 y de si las obligaciones resultantes de tal acuer-
do, excepto las de tipo patrimonial, han sido cumplidos por un Land o por la Federación.
2)  Cuando  esté  previsto  en  un  acuerdo  en  el  sentido  del  artículo  15  a,  párrafo  2,  el  Tribunal  
Constitucional se pronunciará además acerca de la concurrencia de tal acuerdo y de si las
obligaciones resultantes del mismo, excepto las de tipo patrimonial, han sido cumplidas.
675 Con  los  pronunciamientos  como  el  de  la  admisibilidad  del  referéndum  o  con  com-
petencias como si las normas de derecho interno se conforman con las del derecho
internacional o en consultas sobre competencias o en la resolución de dudas sobre si
las reglas de derecho internacional son o no parte integrante de la ley fundamental o
en los casos de control preventivo, en controversias sobre el alcance de los derechos
y obligaciones de un órgano federal supremo o en el reglamento interno de un órgano
federal supremo o en las diferencias de opinión o dudas sobre la compatibilidad formal y
material del derecho federal o de los Länder con la Constitución o la compatibilidad del
derecho de los Länder con otras normas de derecho federal, a instancia del Gobierno fe-
deral, del Gobierno de un Land o de un tercio de los miembros de la Dieta Federal o en las
diferencias de opinión, sobre derechos y obligaciones de la Federación y de los Länder,
especialmente en relación con la ejecución del derecho federal por los Länder y el ejerci-
cio de la supervisión federal se comprueba que una de las atribuciones de estos tribunales
es su función declarativa donde diversas instancias requieren del Tribunal una labor me-
ramente  interpretativa  prescindiendo  de  un  conflicto  y  que  se  sitúa  en  la  frontera  con  un  
dictamen  de  órgano  consultivo.  Cascajo  Castro,  José  L.,  op. cit., nota 671, pp. 637 y 638.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 199

enumerar todas las competencias que les son asignadas para darnos cuen-
ta   de   su   robusta   institucionalización   dentro   del   cuadro   de   poderes   del  
Estado  y  entender  por  qué  se  dice  que  las  mismas  “llegan  hasta  lo  más  
hondo  de  las  bases  democráticas”.676 Como decía Posada en 1944, y lo
confirmaba  Alcalá  Zamora,  estos  órganos,  por  sus  atribuciones,  son  no  
sólo  tribunales  constitucionales,  sino  tribunales  de  conflictos,  electorales  
e instancias para perseguir altas responsabilidades, además de tribunal
de  ciudadanos,  de  legalidad,  administrativo,  juez  de  la  libertad,  de  la  ile-
gitimidad e ilicitud constitucional.677  Luther  confirma  la  idea  al  señalar  
que su función no es sólo justicia constitucional, sino “justicia política,
justicia de las leyes, justicia federal, justicia de los poderes y justicia
social”.   En   virtud   de   lo   anterior   ha   podido   decirse   que   este   órgano   es  
vigilante de la efectividad de la Constitución, defensor de la estructura
del Estado y del adecuado funcionamiento de sus instituciones; concilia-
dor  o  mediador  entre  partes  en  conflicto;;  protector  del  Estado;;  “juez  de  
paz  de  la  federación”;;  protector  de  los  derechos  fundamentales  y  princi-
pios del Estado de derecho; garante del pluralismo institucional; árbitro
de  los  conflictos  políticos  y  constitucionales  del  Estado;;  impulsor  de  la  
pacificación  de  las  distintas  esferas  políticas  estatales;;  árbitro  del  balan-
ce de poderes; garante de la unidad y equilibrio del Estado,678 defensor
de  la  unidad  nacional  y  del  Estado  democrático;;  artífice  de  la  seguridad  
jurídica, y encargado de la unidad jurídica en el derecho constitucional
676 Por   ejemplo,   el   Tribunal   Constitucional   alemán   llega   a   contar   dieciséis   ámbitos  
de   competencias;;   esta   “competenze   veramente   notevole”   ha   sido   llamada   “un   avance  
revolucionario  en  la  materia”,  “verdadera  salvaguardia  del  estado  de  derecho”.  Listl  ha  
dicho respecto a este Tribunal que ninguno del mundo dispone de poderes tan intensos y
de  competencias  tan  amplias.  Acosta  Sánchez,  José,  op. cit., nota 112, p. 263.
677 Con respecto al recurso contra la violación de derechos individuales, en algunos or-
denamientos llamado amparo, y que forma parte de la denominada “jurisdicción consti-
tucional  de  las  libertades”,  su  objeto  es  de  una  importancia  tan  fundamental  que  provoca  
la conversión del Tribunal Constitucional en un tribunal de ciudadanos pues le permite,
precisamente,  imponer  la  fuerza  de  obligar  de  los  derechos  fundamentales.  Simon,  Hel-
mut, op. cit., nota 77, p. 834. Como escribe Prieto, el amparo convierte al tribunal en
una jurisdicción para los ciudadanos, al grado de que sin esta competencia sólo sería una
jurisdicción  para  los  órganos  estatales,  no  garantizaría  la  posición  jurídica  de  los  indivi-
duos, sino sólo las competencias, procedimientos y límites de la actividad de los poderes
públicos. Prieto Sanchís, Luis, Estudios sobre derechos fundamentales, Madrid, Debate,
1994,  p.  216;;  Torres  Pérez,  Mercedes  y  Flores  Juberías,  Carlos,  op. cit., nota 359, p. 222.
678 Pierandrei señalaba que la función de la Corte era ser el centro del equilibrio de
todo el ordenamiento, a ello tendía esa función de controlar la actividad y comporta-
miento de los diversos órganos del Estado. Pierandrei, Franco, op. cit., nota 85, p. 360.
200 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

y  de  mantener  “en  toda  su  pureza  e  integridad  el  ordenamiento  jurídico  
liberal”.679  En  suma:  “guardián  y  defensor  del  derecho”.
La  atribución  de  tan  variadas  competencias  se  justifica,  como  señala  el  
mismo Cappelletti, en el hecho de que a pesar de las profundas diferen-
cias estructurales que existen entre ellas todas tienen como presupuesto
común “la función de la tutela y actuación judicial de los preceptos de la
suprema  Ley  Constitucional”.680 Con todas estas competencias, que dise-
ñan,  en  términos  generales,  la  actual  forma  “de  ser”  de  estos  tribunales,  
que están comunicadas íntima e intensamente desde muy diferentes vías,
se  pretende  asegurar  el  respeto  a  la  Constitución  y  “la  garantía  de  su  fuerza  
normativa”,  por  lo  que  tienen,  en  conjunto,  “un  carácter  de  defensa  ob-
jetiva”  de  la  misma,  aunque  garantizan  dicha  fuerza  vinculante  de  muy  
distinto modo, con perspectivas y sentidos diferentes.
A nuestro parecer, el incremento de las competencias del juez  cons-
titucional  refleja  la  convicción  de  que  todos  los  sectores  de  la  Consti-
tución tienen que ser vigilados por el mismo órgano encargado de su
guardia   y   custodia.   Se   les   confiere   múltiples   competencias   porque   se  
considera que poseen una mayor y especial sensibilidad política para
valorar adecuadamente la dimensión institucional de ciertos hechos, 681
pero, sobre todo, porque se les concibe como los únicos aptos para ase-
gurar la regular actuación del ordenamiento jurídico constitucional. Es
decir, se tiene la idea de que todas o gran parte de las funciones que con-
lleva la protección de la Constitución tienen que otorgarse, para una ma-
yor  eficacia  de  la  función,  a  un  solo  órgano,  por  lo  que,  como  explicaba  
T. Martines, se hace que coincidan la justicia constitucional en sentido
subjetivo y objetivo.682
A nadie se oculta, sin embargo, que muchas de las competencias que se
les asignan resultan ser bastante dispares, e incluso extrañas a la esencia
de la justicia constitucional.683 Algunas de ellas parecen incluso no ser
una función propia de estos órganos, ya que no tienen por objeto el con-
679 Müller,  Gebhard,  op. cit., nota 379, pp. 223, 225 y ss.
680 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, p. 9.
681 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, p. 11.
682 Martines, Temistocle, op. cit., nota 347, p. 90.
683 Cuando  Martines  se  refería  a  la  competencia  de  la  Corte  para  pronunciar  la  pérdi-
da de derechos fundamentales decía que dicha competencia causaba perplejidad y que
además de ser una innovación de la Constitución de Bonn, inexistente en otro sistema,
únicamente podía hallarse en conexión con el sistema jacobino de subordinar todo a la
seguridad del Estado. Nunca hasta ahora, decía, un Estado para tutelar los principios
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 201

trol del poder, sino el de sus titulares, el de personas, como explica Rubio
Llorente, lo que propicia su conversión en órganos que ejercen justicia
política.684  Asimismo,  como  señala  Pizzorusso,  no  puede  desdeñarse  que  
muchas de las competencias que les son atribuidas tienen muchas incer-
tezas  teóricas  y  presentan  dificultades  de  funcionamiento  práctico  y  que  
no  hay  explicación  o  razón  satisfactoria  para  atribuir  a  estos  órganos  una  
plétora   de   atribuciones   que   poco   o   nada   tienen   que   ver   con   la   justicia  
constitucional. Si a favor de la asignación de algunas competencias, dice,
como las controversias penales o electorales, está el alto prestigio del
que  gozan  los  jueces,  no  puede  dejar  de  considerarse  el  peligro  de  con-
taminación  de  su  actividad  derivada  del  hecho  que  ésa  venga  empleada  
para  funciones  extrañas  a  aquéllas  para  el  ejercicio  de  las  cuales  ha  sido  
pensada.685 Las competencias en exceso pueden causar un desvío de los
tribunales  en  la  realización  de  sus  funciones  sustanciales  y  un  obstáculo  
en el desarrollo de otras.
Tampoco puede dejar de señalarse que la atribución de un conjunto
heterogéneo  de  competencias  hace  que  el  órgano  de  control  se  interfiera  
en el ámbito de los otros órganos del Estado distorsionando el tradicional
régimen  de  división  de  poderes686 por su participación en las cuestiones
políticas fundamentales, porque un Tribunal dotado de amplios poderes
y legitimado indirectamente por los órganos político democráticos, de
manera inevitable se ve inmerso en el proceso político frente al legis-
lador.687 La atribución a los jueces de amplias competencias les otorga
participación   en   numerosas   controversias   aumentando   su   influencia   en  
la  dirección  política  del  Estado.  Pues  como  decía  Schmitt:  “figura  entre  
los fenómenos típicos de la vida constitucional el hecho de que un or-
ganismo  que  hace  conciente  uso  de  su  influencia  política,  extienda  cada  
vez  más  su  influencia  política”.688 Pero lo que más llama la atención es
que  aunque  esto  se  reconoce  abiertamente  cada  vez  con  más  persistencia  

sobre los cuales se funda había retenido necesario sancionar una norma que sancione la
pérdida  de  un  derecho  de  libertad.  Ibidem, p. 95.
684 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 84, pp. 29 y 30.
685 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 525, p. 532.
686 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 846.
687 Weber, Albrecht, op. cit., nota 449, p. 58.
688 Schmitt, Carl, op. cit.,  nota  397,  p.  94.  También  Barile  pensaba  que  estos  tribuna-
les tienen la tendencia a extender la esfera de sus poderes y su competencia normativa.
Barile,  Paolo,  “Legami  fra  la  Corte  Costituzionale  e  le  funzioni  esecutiva  e  legislativa  e  
influenza  di  queste  su  quella”,  Scritti di Diritto Costituzionale, Padova, CEDAM, p. 461.
202 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

se señala que mientras más competencias se les atribuyan a los órganos


jurisdiccionales más adelantado es el sistema de justicia y con más soli-
dez  se  construye  una  “verdadera  salvaguardia  del  estado  de  derecho”.  Esto  
se vislumbra con claridad en el caso de los tribunales que se han creado
recientemente y que están siendo concebidos con multitud de competen-
cias,  erigiéndose  concientemente  como  pilares  del  Estado  de  derecho.
La  cada  vez  mayor  atribución  de  competencias  a  los  órganos  de  con-
trol ha propiciado su conversión en verdaderos órganos de la justicia
constitucional  si  atendemos  a  la  concepción  de  Cappelletti  y  a  su  afir-
mación de que todas las competencias que la integran son ulteriores al
control de constitucionalidad de las leyes. Podemos decir, en conse-
cuencia,  con  Cruz  Villalón,  que  los  actuales  tribunales  constitucionales  
no son sólo órganos jurisdiccionales de control de normas, sino órga-
nos a los que se les encomienda las diferentes funciones de la llamada
justicia constitucional en sentido amplio. Por ello, este autor señala
que   cada   vez   más   justicia   constitucional   se   encomienda   a   la   jurisdic-
ción constitucional, circunstancia que provoca que los órganos que la
ejercen ocupen un lugar preeminente dentro del marco de la estructura
constitucional del Estado.689

VII. EFECTOS DE LAS RESOLUCIONES


DEL JUEZ CONSTITUCIONAL

En la concepción clásica y con objeto de no desvirtuar las compe-


tencias  de  otros  órganos  estatales,  específicamente,  para  respetar  las  del  
órgano legislativo,690 las resoluciones de los jueces constitucionales sólo
podían producir dos órdenes de consecuencias: la nulidad de la norma
enjuiciada o la declaración de conformidad de la misma con las normas
constitucionales. Este esquema inicial planteaba una alternativa rígida: la
respuesta a una cuestión sobre la constitucionalidad de una ley era posi-
tiva o negativa, una ley es constitucional o inconstitucional. Esta secuen-
cia   inflexible   entre   inconstitucionalidad   y   nulidad   indicaba   que   la   ley  
689 Cruz  Villalón,  Pedro,  op. cit.,  nota  296,  p.  375;;  también,  “Justicia  constitucional  
y  jurisdicción  constitucional”,  cit.,  pp.  487-­493;;  Müller,  Gebhard,  op. cit., nota 379,
pp. 215 y 221.
690 Requejo  Pagés,  Juan  Luis,  “Constitución  y  remisión  normativa.  Perspectiva  está-
tica  y  dinámica  en  la  identificación  de  las  normas  constitucionales”,   REDC, núm. 39,
1993, pp. 150 y 151.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 203

podía  ser  anulada,  “pero  sólo  anulada”,  por  el  juez  constitucional. 691 El
modelo estaba ideado de forma lineal, unilateral, con una sola alternativa
en el momento de resolver la duda de constitucionalidad.692 Este efecto
de las sentencias está, como se puede comprender, en íntima relación con
la  configuración  de  las  funciones  y  relaciones  que  debían  existir  entre  el  
legislador  y  el  juez.  Recuérdese  que,  para  Kelsen,  el  órgano  encargado  
de  ejercer  la  función  de  control  realizaba  una  función  legislativa,  ya  que  
su actividad se dirigía a la anulación de leyes inconstitucionales. Anular
una  ley  significaba:

... dictar una norma general; porque la anulación de una ley tiene el mismo
carácter de generalidad que su producción y no es, por así decirlo, sino
producción con un signo negativo y, por tanto, una función legislativa.
Un tribunal que tiene el poder de anular las leyes es, por consiguiente, un
órgano del Poder Legislativo. La anulación de las leyes por un tribunal
puede,  pues,  interpretarse  con  igual  razón  más  como  un  reparto  del  poder  
legislativo entre dos órganos.693

Para Kelsen, el Tribunal “no produce sino que anula una norma, reali-
za  el  acto  contrario  a  la  producción  jurídica”.  Al  anular  una  norma  actúa  
como legislador negativo. Como señalaba Tomás y Valiente: “la jurisdic-
ción constitucional es negativa, puede formular exclusiones o vetos sobre
los textos a ella sometidos: lo que no puede hacer es decirle al legislador
que debe añadir a las Leyes para que sean constitucionales. Si actúa así
se  convierte  en  un  legislador  positivo”.
De lo anterior puede inmediatamente colegirse la existencia de un bi-
nomio inseparable en la forma de actuar de los órganos de justicia cons-
titucional:  éstos  se  moverán  necesariamente  dentro  de  la  rígida  e  incon-
dicional alternativa inconstitucionalidad-nulidad en la que está excluida
cualquier   modificación   textual   o   interpretativa.   La   función   judicial   de  
protección del ordenamiento se efectuará mediante la elaboración de un
juicio de compatibilidad lógica que resolverá únicamente sobre la ade-
cuación o inadecuación de las normas legislativas con la Constitución, y
las  resoluciones,  en  consecuencia,  sólo  declararán  la  validez  o  invalidez  
de una ley, procediendo a la desestimación o estimación del recurso pre-
691 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 441, pp. 33 y 34.
692 Modugno, Franco, op. cit., nota 370, p. 16.
693 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 130.
204 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sentado y, en este último caso, dejando al legislador la facultad de pro-


ceder  a  cubrir  el  vacío  jurídico  que  se  produzca.  Esto  significa  que  ante  
una  decisión  de  inconstitucionalidad  y,  por  tanto,  de  nulidad  (considera-
da  la  mejor  y  más  eficaz  garantía  de  la  Constitución)  el  legislador  esta-
rá en una situación de completa libertad: será su responsabilidad volver
a legislar sobre la materia o abstenerse de hacerlo. Pues, como escribe
Jiménez  Campo,  si  no  proceden  la  anulación  de  la  ley  ni  la  interpreta-
ción de la misma de forma conforme a la Constitución, tampoco la repa-
ración  de  inconstitucionalidad  puede  alcanzarse,  de  forma  inmediata,  a  
través  de  la  sentencia  constitucional.  La  declaración  y  la  reparación  de  
inconstitucionalidad corresponden a órganos distintos: la primera al Tri-
bunal y la segunda al legislador, solución impuesta por la propia distri-
bución de funciones dentro del Estado constitucional. “De la jurisdicción
constitucional no cabe esperar legislación positiva sino, precisamente,
jurisdicción”,694 ya que, como decía el propio Kelsen, esta actividad es de
aplicación  “y  sólo  en  una  débil  medida  de  creación  del  derecho”.  Su  fun-
ción es declarar la inconstitucionalidad de las leyes, es decir, una activi-
dad ligada a la jurisdicción y no a la legislación. Desde esta perspectiva,
actuar  la  Constitución  significa,  para  el  juez,  aplicar  una  ley,  no  participar  
en la legislación constitucional.695
Sin embargo, podemos constatar que se ha producido un profundo
cambio  en  el  modo  de  actuar  de  los  órganos  jurisdiccionales  convirtién-
dose la dicotomía constitucionalidad-nulidad, en una ingenua visión de
los  constituyentes,  ya  que  el  juez,  escapando  del  “excesivo  corsé”  que  
le fue impuesto, interviene, no sólo en negativo, aplicando los princi-
pios  constitucionales,  sino  también  positivamente  imponiendo  normas,  
indicaciones y prescripciones696   mediante   la   creación   y   utilización   de  
diversos mecanismos procesales que consienten la eliminación y con-
servación  de  las  leyes,  pero  también  su  transformación,  adecuación,  mo-
dificación  e  integración.697  Como  escribe  Pizzorusso,  la  gran  mayoría  de  
los tribunales ha desarrollado un rol normativo no sólo negativo, sino
también  positivo  adoptando  sus  decisiones  la  misma  eficacia  normativa  

694 Jiménez  Campo,  Javier,   op. cit., nota 108, p. 54. También,  por  ejemplo,  Ancora,  
Tullio,  “La  Corte  Costituzionale  e  il  potere  legislativo”,  Giurisprudenza Costituzionale,
primera parte, 1987, p. 3841.
695 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 296, pp. 582 y 583.
696 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 10.
697 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 367, p. 776.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 205

que las leyes u otras fuentes jurídicas a esta equiparada lo que constituye
una  “novedad  de  la  mayor  importancia”.698
Esta actuación positiva se constata claramente en el uso de instru-
mentos procesales construidos, en la mayoría de los casos, por los mis-
mos tribunales, y que, como se ha dicho, constituyen, hoy en día, un
verdadero  “armamento”  de  los  mismos;;  a  través  de  ellos,  el  juez  realiza  
una actividad cuasilegislativa o de colegislación que pone en entredicho
su actividad únicamente limitadora, la capacidad exclusiva del legislador
para crear derecho y, en general, el principio de corrección funcional,
que,  como  hemos  dicho  antes,  exige  que  el  intérprete  no  modifique  la  dis-
tribución  de  funciones  entre  los  órganos  del  Estado  a  través  del  ejercicio  
de sus facultades. Dichos instrumentos procesales se expresan en senten-
cias  denominadas  genéricamente  “intermedias”  o  anomale,  términos  con  
los  que  se  pretende  subrayar  tanto  la  imposibilidad  de  que  el  juez  declare  
siempre, en el marco de las normas constitucionales y de los complejos
problemas sociales actuales, la constitucionalidad o inconstitucionalidad
de las normas legislativas, como su participación en la creación del dere-
cho y en actividades sustancialmente legislativas.
Este tipo de sentencias, o como escribe Canosa, este “abundante baga-
je  de  técnicas  interpretativas”  de  las  que  se  han  equipado  los  tribunales  
constitucionales para resolver los casos que se les presentan, no están, en
la mayoría de las ocasiones, consignadas en los textos constitucionales y
legales  y,  a  pesar  de  ello,  se  han  generalizado  y  vuelto,  por  su  cantidad,  
“poco  menos  que  incontrolables”,699  no  pudiéndose  ocultar  que  dicha  au-
sencia de previsiones legales sobre esta clase de sentencias positivas, y
su consiguiente impredecibilidad, atenta contra la seguridad jurídica. La
importancia de estos pronunciamientos ha llevado, incluso, a diferenciar
entre aquellos sistemas en los que la expansión de los órganos jurisdic-
cionales  se  realiza  a  través  de  instrumentos  tipificados  y  codificados,  y  
los sistemas en los cuales dicha expansión se desarrolla en modos y tiem-
pos que los mismos tribunales escogen. Es decir, para diferenciar entre
tribunales activistas o no activistas habría que distinguir entre aquellos
que encuentran en las leyes reguladoras de su funcionamiento los instru-
mentos  para  realizar  su  tendencia  expansiva  y  aquellos  otros  que  cuentan  
con  instrumentos  fijados  en  términos  rígidos  de  anulación  o  validez  de  las  

698 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 525, pp. 522-525.


699 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 274; Canosa Usera,
Raúl, op. cit., nota 56, p. 43.
206 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

leyes, pero que el mismo desarrollo y praxis de sus funciones les ha per-
mitido  la  utilización  de  determinados  medios  gozando  de  una  importante  
libertad de maniobra para señalar los modos de intervención y adecuar el
juicio de constitucionalidad a las diversas situaciones concretas.700
El   origen   de   estas   técnicas   interpretativas   se   encuentra   en   la   apli-
cación de los principios de interpretación conforme, conservación de
las normas, protección de la ley, respeto a la voluntad del legislador y
en los efectos negativos que, en determinados casos, podría traer como
consecuencia  la  declaración  de  nulidad  de  las  leyes  (horror vacui).  Esto  
quiere decir, concretamente, que la presunción de constitucionalidad de
las leyes, el principio de conservación de la ley y de interpretación con-
forme han sido, aunque pueda parecer paradójico, por lo que señalamos
en el capítulo precedente, el origen de las distintas sentencias y reglas
procesales creadas por los jueces constitucionales.701 La aplicación de
estos principios, que exigen a los jueces preservar al máximo los textos
legislativos y eliminar sólo aquellas partes que resulten contrastantes
con la Constitución, ha conducido a los tribunales a elaborar, más allá de
la  alternativa  fundada-­infundada,  técnicas  interpretativas  cada  vez  más  
refinadas  que,  sobre  la  base  de  la  distinción  entre  norma  y  disposición,  
forman una rica tipología de sentencias.702 Así, la actividad cuasilegis-
lativa de los jueces ha surgido de la obligación que tienen de interpretar
las normas de conformidad con la Constitución, del riesgo de producir,
mediante sus decisiones de anulación, vacíos normativos en el ordena-
miento jurídico y de la falta de instrumentos procesales idóneos para
realizar  sus  funciones.703
Puede  decirse  que  la  expansión  de  la  influencia  de  los  tribunales  ha  
sido provocada por el principio de supremacía constitucional y las exi-
gencias  que  impone  la  técnica  jurídica.  El  primero,  como  hemos  seña-
lado,   obliga   al   juez   a   buscar   una   interpretación   de   la   ley   conforme   a  
la Constitución y a conservarla dentro del ordenamiento. Si asumimos
hasta el extremo esta perspectiva, la creatividad judicial sería una ac-
700 Cheli,  Enzo  y  Caretti,  Paolo,  op. cit.,  nota  259,  p.  25;;  Cheli,  Enzo,  “Giustizia  costi-
tuzionale  e  sfera  parlamentare”,  Quaderni Costituzionali, núm. 2, 1993, p. 274.
701 Alonso García, Enrique, op. cit.,  nota  121,  pp.  201  y  202;;  Gutiérrez  Zarza,  María  
de los A., op. cit., nota 594, p. 1031.
702 Pierandrei, Franco, op. cit., nota 85, p. 881.
703 Mezzanotte,   Carlo,   op. cit.,   nota   526,   pp.   161;;  Aja,   Eliseo   y   González   Beilfuss,  
Markus,  op. cit., nota 457, p. 278.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 207

tividad instrumental, como escribe Elia, condicionada a la adecuación


del derecho legislativo a la Constitución y se explicaría, precisamente,
por   su   subordinación   a   alcanzar   el   objetivo   de   la   adequatio.704 Así, el
principio de interpretación conforme se expresaría, tomando en cuenta
la alternativa constitucionalidad-nulidad, como una “variante de la nor-
mación”,  que,  como  dice  Jiménez  Campo,  no  merecería  ningún  reparo,  
siendo  la  única  cuestión  importante  el  ”reconocimiento  de  sus  condicio-
nes  y  límites”,705 máxime si se piensa que ha sido esta regla la que ha
propiciado la posibilidad de otorgar a las normas un alcance y sentido
diferente al querido por el legislador706 alterándose el principio que lo
reconoce  como  el  único  competente  para  derogar  o  modificar  las  leyes  
producto de la voluntad popular. No puede pasarse por alto que el hecho
de  que  el  juez,  a  través  de  algunas  sentencias,  cree  derecho  con  el  pre-
texto de adecuar el contenido normativo de la norma impugnada a las
normas   constitucionales,   significa   que   interfiere,   como   escribe   Hesse,  
en las competencias del legislador incluso con más intensidad que en el
supuesto  de  una  declaración  de  nulidad,  puesto  que  en  aquella  es  él  mis-
mo  quien  conforma  positivamente  el  texto  mientras  que  en  ésta  la  nueva  
configuración  sigue  siendo  asunto  del  legislador.707
La  preocupación  por  no  crear  “agujeros  negros”  dentro  del  ordena-
miento acompaña, de forma determinante, el proceso de ampliación de
la tipología de las decisiones de los jueces. 708   La   dicotomía   validez-­
nulidad ha resultado excesivamente rígida, y se ha considerado que de
seguirse literalmente puede provocar que la sentencia anulatoria de la
ley genere efectos más perniciosos que su mantenimiento, por lo que
los tribunales deciden adoptar medidas para limitar o corregir sus con-
secuencias.709 En gran medida, las sentencias creativas se apoyan en los
efectos negativos que podría tener una declaración de nulidad, como
pudiera ser un vacío jurídico que traería como consecuencia la creación
de situaciones de más grave inconstitucionalidad que la que pudiera
representar una legislación inconstitucional, problema que, como tam-

704 Elia,  Leopoldo,  “Il  potere  creativo  delle  Corti  Costituzionali”,  La sentenza in Euro-
pa. Metodo, tecnica e stile, Padova, CEDAM, 1988, p. 224.
705 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 83, p. 189.
706 Quadra,  Tomás  de  la  ,  op. cit., nota 54, p. 133.
707 Hesse, Konrad, op. cit., nota 47, pp. 52 y 53.
708 Modugno, Franco, op. cit., nota 574, p. 45.
709 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 260.
208 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

bién  hemos  subrayado,  no  puede  ser  ignorado  por  el  juez. 710 Así como
éste   no   puede   aplicar   normas   de   las   cuales   tiene   fundadas   sospechas  
de inconstitucionalidad, tampoco puede correr el riesgo de crear situa-
ciones de inconstitucionalidad peores de las que existían antes de su
intervención.711 Las sentencias que crean derecho, pues, no sólo se han
justificado  con  el  argumento  de  que  tratan  de  evitar  vacíos  normativos,  
sino  también  con  el  de  que  intentan  eliminar  resultados  inconstitucio-
nales más negativos de aquellos de los que se parte. Ante la posibilidad
de  que  la  declaración  de  invalidez  de  una  norma  genere  mayor  incons-
titucionalidad, los jueces no permanecen indiferentes y adoptan deci-
siones intermedias en las que no declaran la ley inconstitucional, sino
que actúan sobre ella.712
Estas  exigencias  prácticas  han  propiciado  el  esfuerzo  por  justificar,  
desde algunos sectores de la doctrina, estos nuevos tipos de sentencias,
cuyo  dictado,  afirma  Crisafulli,  es  más  imperioso  cuando  el  legislador  
no está presto a colmar los vacíos dejados por las decisiones de nulidad
pura y simple o no está solícito a adecuar a la Constitución las leyes
que  los  jueces  salvan  a  través  de  otros  tipos  de  decisiones.  Desde  esta  
perspectiva, como escribe Modugno, la búsqueda y elaboración de ins-
trumentos   decisorios   intermedios,   diversos   y   sofisticados,   respecto   a  
aquéllos  paradigmáticos  de  las  decisiones  de  simple  rechazo  o  estima-
torios, son inherentes, ratione  officii, a la función garantista y promo-
cional  de  los  tribunales,  a  su  función  de  control  de  la  realización  concreta  
del  dictado  constitucional,  y  responden  a  la  exigencia  de  conciliar  la  efi-
cacia del control de constitucionalidad con la seguridad jurídica y la
certeza  del  derecho.
Zagrebelsky   ha   señalado   que   el   juez   constitucional   interviene   en   la  
actividad legislativa como legislador y colegislador. Mediante la pri-
mera participa directamente en la función innovadora del ordenamiento
jurídico,  y  a  través  de  la  segunda,  indirectamente  crea  derecho  mediante  
710 Ibidem, p. 276.
711 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 341, p. 527. El deber de anular las leyes inconstitu-
cionales está acompañado del deber de cuidar no producir situaciones de mayor inconsti-
tucionalidad, de ahí que la necesidad de evitar peligrosos vacíos normativos tenga un
elevado  valor  constitucional.  Modugno,  Franco,  “I  criteri  della  distinzione  diacronica  tra  
norme  e  disposizioni  in  sede  di  giustizia  costituzionale”,  Quaderni Costitucionali, Italia,
núm. 1, 1989. Citado por Vecina Cifuentes, J., “Las sentencias aditivas del T. C. y el
respeto  al  legislador”,  Justicia, Madrid, núm. III-IV, 1993, p. 484.
712 Öehlinger,  op. cit., nota 439, p. 552.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 209

la indicación de la vía correcta de legislar en un caso determinado; es


decir,  colabora  con  el  legislador  obligándolo  a  legislar  o  prefigurando  la  
opción  que  debe  adoptar.  La  función  paralegislativa  del  juez  constitucio-
nal se desarrolla en estas dos direcciones.713 En la primera forma, para
dicho autor, existe una sustitución del legislador, y en la segunda, una
influencia  en  la  dirección  política  del  Estado.  A  través  de  ambas  influye  
e  interviene  en  la  función  legislativa  realizando  una  actividad  que  con-
trasta con aquella que le es propia de anular las normas no conformes
con la Constitución.714
Ilustrativa  de  esta  tendencia  general  es  la  clasificación  que  realiza  Fa-
voreau   de   los   diversos   tipos   de   interpretación   que   realizan   los   jueces.  
Éstas  se  dividirían  en  interpretaciones  neutralizantes,  constructivas  y  di-
rectivas.  La  primera  ocurre,  según  este  autor,  cuando  el  juez  impone  la  in-
terpretación  de  una  determinada  norma  vaciándola  de  “su  veneno”,  lo  que  
permite considerarla como constitucional; mediante su intervención priva
de  efectos  jurídicos  a  cualquier  disposición  considerada  “peligrosa”  que  
hubiera podido ser declarada inconstitucional; es decir, borra los efectos
nocivos   de   ciertas   disposiciones   afirmando   que   no   tienen   determinado  
significado  o  que  están  desprovistas  de  efectos  jurídicos.  La  interpreta-
ción constructiva  ocurre  cuando  el  juez  completa  la  ley  aportando  adicio-
nes que permiten considerarla constitucional, y la interpretación directiva
tiene lugar cuando dirige exhortaciones a las autoridades encargadas de
aplicar la ley, tanto al legislador como a otros jueces y autoridades admi-
nistrativas, señalándoles una línea de conducta. La existencia de estos
tipos  de  interpretación,  dice  este  autor,  hace  evidente  que  el  juez  utiliza  
diversos medios para privar de efectos a ciertas disposiciones, añadir los
elementos  de  que  carezcan  para  ser  conformes  con  la  Constitución  y  se-
ñalar la manera idónea de aplicar la ley.715

713 Modugno, Franco, op. cit., nota 370, p. 21.


714 La misma distinción puede verse en Elia, Leopoldo, op. cit., nota 341, p. 224. Asi-
mismo, Aguiar de Luque, L., op. cit.,  nota  475,  pp.  12  y  13;;  también  Ancora,  Tullio,  op.
cit., nota 694, p. 3828.
715 Favoreau, Louis, op. cit.,  nota  647,  pp.  63  y  64;;  también,  “Los  tribunales  consti-
tucionales”,  cit.,  p.  109;;  Bon,  Pierre,  “Francia”,  en  Aja,  E.  (ed.),  Las tensiones entre el
tribunal constitucional y el legislador, cit., nota 83, p. 162.
210 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

1. El juez como legislador

La actividad creadora de los jueces se desarrolla, en rigor, en dos pla-


nos distintos: constitucional y legal. Lo que hace que Elia distinga dos
momentos  de  creación  judicial  del  derecho:  1)  en  la  interpretación  o  con-
creción  del  contenido  de  la  norma  constitucional,  y  2)  en  la  interpretación  
del  texto  revisado  por  el  juez  constitucional.716  Ruiz  Miguel  señala  que  
los jueces constitucionales crean derecho de tres maneras: a) formalmen-
te,  cuando  a  través  de  sus  sentencias  introducen  una  nueva  norma  en  el  
sistema; b) materialmente, cuando en las sentencias no aplican mecánica-
mente el derecho y proceden a innovar, bien eligiendo una de las posibles
interpretaciones que tenga la norma aplicable o estableciendo nuevos cri-
terios inexistentes previamente, y c) cuando la sentencia produce efec-
tos no sólo para el caso concreto, sino erga omnes. Sin embargo, como
señala Rubio, habitualmente se habla de creación del derecho por parte
de  los  jueces  haciéndose  “referencia  sólo  a  la  creación  en  el  plano  legal,  
esto  es  a  la  eliminación  con  eficacia  erga  omnes  de  enunciados  o  normas  
con  fuerza  de  ley  como  consecuencia  necesaria  de  su  contradicción  con  
una  norma  constitucional”.717
Aunque no vamos a extendernos en las consecuencias de la anulación
simple  de  las  leyes,  antes  de  continuar  es  preciso  señalar  que  ésta  puede  
producir importantes efectos creativos e innegables consecuencias mo-
dificadoras  e  innovadoras  en  el  ordenamiento  por  el  cambio  que  podría  
ocasionar  a  su  contenido;;  cualquier  modificación  del  sistema  normativo  
crea reglas nuevas y así ocurre cuando se anula un enunciado legal. Para
apreciar dichos efectos creativos basta con mencionar los siguientes su-
puestos  en  que  se  declara  la  nulidad  y  se  produce  una  modificación  en  
el contenido de la norma:718  a)  declaración de nulidad parcial, en la que
se proclama la ilegitimidad constitucional de parte de una disposición o
norma  elaborada  a  través  de  la  interpretación  de  una  o  más  disposiciones  
legislativas; en estas decisiones, los tribunales sólo anulan una palabra o
una frase del conjunto normativo impugnado, “pero con ello cambian la

716 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 704, pp. 222-224. La misma división en Rivero, Jean,
op. cit., nota 291, p. 675.
717 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del  derecho”, cit., nota 291, p. 524.
718 Canosa Usera, Raúl, op. cit., nota 56, p. 35; Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota
108, pp. 37-41.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 211

norma,  el  sentido  del  precepto”;;719  b)  nulidad cualitativa parcial en que
se suprimen del texto enjuiciado incisos o palabras que alteran o innovan
su sentido,720  y  c)  casos  en  que  la  nulidad de una norma provoca la re-
surrección  o  revivificación  de  la  que  fue  expresamente  derogada  por  la  
declarada  inconstitucional  y  nula.  Recuérdese,  al  respecto,  que  la  regla  es  
que la ley es válida hasta su anulación por parte del órgano competente,
por  lo  que  “ésta  no  debe  tampoco,  en  principio,  llevar  consigo  la  recupe-
ración  de  la  vigencia  de  las  normas  que  fueron  derogadas  por  aquélla”.721
Sin embargo, los jueces, en ocasiones, ordenan que las disposiciones de-
claradas derogadas por la norma inconstitucional entren de nuevo en vi-
gor, es decir, declaran que las normas, todas o algunas, que constituían la
anterior regulación reingresen al ordenamiento jurídico.722 En virtud de
estos supuestos, nos parece inobjetable que la supresión o anulación sim-
ple de las leyes puede tener una importante virtualidad transformadora.
Sin embargo, ahora lo que nos interesa es señalar cómo los jueces
constitucionales han asumido francamente tareas positivas de creación
de  normas.  A  través  de  sus  sentencias,  de  forma  distinta  y  con  diferente  
intensidad innovativa, crean derecho de manera inmediata, apareciendo
como  auténticos  legisladores.  A  este  complejo  tipo  de  sentencias  se  les  
ha  denominado  “sentencias-­ley,  integrativas”  o  de  “revisión  constitucio-
nal”,  ya  que  completan  o  incorporan  normas;;  también  se  les  ha  llamado
“unilaterales”,  porque  “remedian  inmediatamente  la  inconstitucionalidad  
modificando  la  norma  considerada  inconstitucional”,  es  decir,  resuelven  
la inconstitucionalidad con la incorporación a la ley de algún elemento
normativo nuevo.723 Se trata de decisiones autoaplicativas, como las llama
Zagrebelsky,  ya  que  para  alcanzar  sus  fines  no  necesitan  de  la  interposi-
ción  de  actos  realizados  por  otros  sujetos  normativos.  El  criterio  para  in-
dividualizar  el  carácter  de  innovación  positiva  de  los  pronunciamientos de
719 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 277.
720 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 108, p. 38.
721 Alegre   Martínez,   Miguel   Ángel,   “Control   difuso   y   control   concentrado   de   cons-
titucionalidad:  características  diferenciales”,   Cuadernos de la Cátedra Fadriqve-Furió
Cerriol, Valencia, núm. 6, 1994, p. 127.
722 “En el ejercicio de esta competencia, que puede ser, como en Austria, una facultad
discrecional   de   la   misma   corte,   se   confiere   a   esta   tomar   en   cuenta   consideraciones   de  
política del derecho y decidir si el vacío originado por la declaración de inconstituciona-
lidad  de  la  ley  debe  ser  llenado  por  las  leyes  que  le  antecedieron”.  Frisch  Philipp,  Walter,  
op. cit., nota 417, p. 144.
723 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, pp. 275 y 277.
212 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

los órganos jurisdiccionales, dice este autor, debe ser el cuadro norma-
tivo  producido  después  de  la  resolución.  Si  en  él  resultan  inscritas  pres-
cripciones o decisiones político-legislativas nuevas, que tengan como
origen   la   exclusiva   voluntad   del   juez   y   no   una   precedente   evaluación  
política hecha en la sede adecuada, la sentencia debe ser considera le-
gislativa.724  La  cuestión,  entonces,  no  es  determinar  si  el  juez  realiza  o  
no una actividad creadora, sino indagar si esa actividad corrige o no la
función de conformación y dirección que sólo compete a la ley como
expresión de la voluntad del Parlamento y si con ello se altera el sistema
formal de fuentes del derecho.725
Algunos autores, como Crisafulli, han aseverado que dicha actividad
positiva no conlleva la creación de normas nuevas, sino de normas deri-
vadas de las propias reglas constitucionales. Los jueces, en estos casos,
dice,  no  crean  derecho,  sino  descubren,  extienden,  explican  o  especifican  
contenidos preexistentes o comprendidos en el sistema normativo. En
todo caso, se trata de sentencias a rime obligate,726 es decir, sin alterna-
tiva, exigidas por el mismo ordenamiento para proteger adecuadamente
algún   valor.   La   misma   idea   parece   sostener   Pizzorusso   cuando   afirma  
que estas decisiones no están basadas en una voluntad política que tienda
a  la  modificación  del  ordenamiento,  sino  en  el  empleo  de  ciertas  técnicas  
interpretativas, por lo que sería el propio principio de interpretación
conforme el que provocaría dicha actividad legislativa. Sin embargo, a
la gran mayoría de la doctrina no le queda duda de que con este tipo de
sentencias,  el  juez  actúa  como  verdadero  legislador  positivo,  innovando  
el   ordenamiento,   produciendo   modificaciones   legislativas,   realizando  
una actividad legislativa complementaria y sustituyendo al legislador
en su facultad de crear derecho. “Más aún, habrían asumido la posición
de un superlegislador, dado el efecto erga omnes  de  sus  sentencias”.727
En  esta  virtud,  se  comienza  a  hablar  de  suplencia  del legislador, lo que

724 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 367, pp. 106 y 107.
725 Rodríguez-­Zapata  y  Pérez,  Jorge,  “Desviación  de  poder  y  discrecionalidad  del  le-
gislador”,   RAP,   Madrid,   núms.   100-­102,   1983,   p.   1537;;   Pizzorusso,  Alessandro,   “Las  
sentencias  manipulativas  del  Tribunal  Constitucional  italiano”,  El Tribunal Constitucio-
nal, Madrid, IEF, 1981, vol. I., p. 287.
726 Crisafulli,  Vezio,  op. cit., nota 543, p. 84.
727 Estas palabras forman parte del Informe del Tribunal Constitucional italiano pre-
sentado en la VII Conferencia de Tribunales Constitucionales Europeos y está citado en
Acosta  Sánchez,  José,  op. cit., nota 112, p. 294.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 213

implica un exceso ilícito respecto de las funciones que la Constitución


le atribuye.728

A. Las sentencias interpretativas

A  través  de  estas  sentencias,  el  juez  constitucional  crea  derecho,  con  
el pretexto de adecuar el contenido normativo de la regla impugnada a
las normas constitucionales. Las mismas tienen su fundamento, como
ya hemos señalado, en el principio de conservación de las normas, en
la obligación que tiene el órgano jurisdiccional de reducir al mínimo las
lagunas del ordenamiento,729 y en la distinción entre el enunciado legal
y las posibilidades interpretativas que ofrece. Mediante ellas, los jueces
declaran que un determinado precepto es constitucional o inconstitucio-
nal,  siempre  que  su  significado  se  entienda  de  una  determinada  manera.  
De  esta  forma,  el  juez  impone  una  interpretación  de  la  ley  y  condiciona  
su permanencia dentro del ordenamiento jurídico a dicha interpretación
que  es,  a  su  juicio,  la  adecuada  y  legítima.  Esta  operación  se  realiza  por  
dos vías principalmente: declarando la inconstitucionalidad de todas las
interpretaciones contrarias, expulsando o excluyendo explícitamente del
ordenamiento aquellas que considera inconstitucionales, o mencionando
expresamente cuál es la interpretación o interpretaciones consideradas
constitucionalmente legítimas.730 Es decir, o se eliminan interpretacio-
nes   o   se   imponen   las   únicas   aceptables;;   o   se   fijan   las   interpretaciones  
inconstitucionales o se señalan las interpretaciones conformes a la Cons-
728 Romboli, Roberto, op. cit., nota 368, p. 114.
729 Rubio Llorente, Francisco, La forma de poder, cit., nota 291, p. 480.
730 Gutiérrez  Zarza,  María  de  los  A.,  op. cit., nota 594, p. 1020. En su calidad de órga-
no jurisdiccional, todas las decisiones de los órganos de control constitucional son inter-
pretativas. Crisafulli, Vezio,  “Le  sentenze  interpretative  della  Corte  Costituzionale”,  Stu-
di in memoria di Tulio Ascarelli, Milán, Giuffrè, vol. V, 1969, p. 2871. En la medida en
que  para  la  resolución  de  los  conflictos  de  que  conocen  tienen  que  aplicar  normas,  y  esta  
operación  exige  atribuir  significados  a  estas  normas,  tanto  a  la  de  grado  constitucional  
como a la que es objeto de su juicio de legitimidad: “todo control de constitucionalidad
exige necesariamente la interpretación de los enunciados constitucionales y legales, por
lo que, en este sentido, todas las sentencias recaídas en recursos y cuestiones de inconsti-
tucionalidad  son  interpretativas”.  Ezquiaga  Ganuzas,  Francisco  Javier,  op. cit, nota 467,
pp.  121  y  122.  Ninguna  sentencia  deja  de  ser  interpretativa,  dice  Jiménez  Campo.  Todas  
las  sentencias  son  interpretativas  en  el  sentido  de  que  el  juez  debe  atribuir  un  significado  
a  las  proposiciones  lingüísticas  que  expresan  el  material  normativo  que  hay  que  aplicar  
al caso concreto. Silvestri, Gaetano, op. cit., nota 503, p. 1684.
214 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

titución.731 El resultado concreto es que la ley sólo puede ser considerada


conforme  a  la  Constitución  si  es  interpretada  de  un  modo  específico  y  es  
inconstitucional si es interpretada de otra manera. En estas sentencias la
interpretación no es premisa, sino objeto del fallo constitucional.732
El  juez  realiza  una  “manipulación”  de  los  textos  legislativos  y  extrae  
normas  de  las  disposiciones  a  fin  de  seleccionar  aquellas  que  sean  com-
patibles con la Constitución y aquellas otras que resultan inconstitucio-
nales.733 El texto permanece, sin producirse vacío jurídico, aunque en
ocasiones,  “su  significado,  su  campo  semántico,  ya  no  coincide  de  modo  
pleno  con  el  inicialmente  querido  por  el  legislador”.734 Este tipo de sen-
tencias   también   han   sido   llamadas   “condicionales”,   porque   establecen  
como condición para que las normas no sean declaradas inconstitucio-
nales que se las entienda o no se les interprete de determinada manera.
Díez-­Picazo  y  Latorre  las  han  llamado  sentencias  desestimatorias  condi-
cionales, porque

No aprecian la inconstitucionalidad del precepto controlado, si bien de


forma condicionada a su interpretación de una determinada manera, o
a su no interpretación de algún otro modo. La sentencia interpretativa
es una sentencia desestimatoria, con independencia de que la declaración
interpretativa tenga el sentido de vedar o de imponer una determinada in-
terpretación.735

Se ha distinguido entre sentencias interpretativas di accoglimento y


di rigetto. Las primeras excluyen o expulsan las normas consideradas
inconstitucionales; las segundas señalan las interpretaciones de la norma
conformes a la ley fundamental, y su característica principal, es como
dice Crisafulli, que declaran infundada la cuestión de inconstitucionali-
dad, pero siempre que la disposición impugnada se entienda en determi-

731 A  través  de  estos  pronunciamientos  los  jueces  señalan,  o  bien  el  sentido  que  deben  
tener los preceptos para poder ser considerados como constitucionales o el sentido o sen-
tidos en que no pueden ser interpretados para ser considerados constitucionales, es decir,
el  sentido  o  sentidos  en  que  el  precepto  es  inconstitucional.  Ezquiaga  Ganuzas,  Francisco  
Javier, op. cit., nota 467, pp. 125 y 133.
732 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 441, p. 34.
733 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 725, p. 287.
734 Garrorena  Morales,  Ángel,  op. cit., nota 435, p. 24.
735 Latorre  Segura,  A.  y  Díez-­Picazo,  L.,  op. cit., nota 442, p. 203.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 215

nado sentido y no en otro.736  Ambos  tipos  de  sentencias  tienen  naturaleza  


sustancialmente legislativa, aunque el carácter legislativo de las senten-
cias interpretativas di rigetto es más acentuado que el de las sentencias
di accoglimiento, ya que en las primeras el efecto legislativo es directo,
y en las segundas indirecto.737
Díez-­Picazo   y   Latorre   Segura   han   distinguido,   analizando   las   reso-
luciones dictadas por el Tribunal Constitucional español, tres tipos de
sentencias interpretativas: a)   los   “fallos   interpretativos”   o   sentencias
genuinamente interpretativas que incluyen una declaración interpreta-
tiva en el fallo o parte dispositiva de la sentencia, donde explícitamente
se  determina  la  exégesis  o  entendimiento  válido  de  la  norma  sometida  
a control constitucional, es decir, la interpretación condicionada de la
misma,738 b) sentencias interpretativas de remisión que contienen en el
fallo una remisión expresa a la interpretación inscrita en los fundamentos
jurídicos  y  que  tienen  dos  variantes:  las  que  se  remiten,  genéricamente,  a  
los  fundamentos  jurídicos  de  la  sentencia  (sentencias interpretativas de
remisión genérica)  y  las  que  se  remiten  de  forma  específica  a  uno  o  va-
rios  de  sus  fundamentos  jurídicos  (sentencias interpretativas de remisión
concreta),   y   c) sentencias en cuyos fundamentos jurídicos se contiene
una   interpretación   conforme   del   precepto,   sin   que   en   el   fallo   aparezca  
referencia interpretativa alguna.739
Estas  sentencias  definen  el  significado  del  texto  legal;;  determinan  las  
interpretaciones  válidas  y  vinculantes  de  la  norma  interpretada,  fijando,  
en ocasiones, el único sentido que se considera conforme con el dictado
constitucional   cerrando   otros   significados,740 operan como normas de
selección o exclusión y tienen carácter declarativo porque se limitan
a  realizar  una  interpretación  conforme  a  la  Constitución  del  enunciado  
legal y a desechar otra u otras por su incompatibilidad con ella sin aña-
dir  a  aquél  determinación  positiva  alguna.  El  juez  realiza  así  discrimi-
naciones o proscripciones interpretativas; escoge entre interpretaciones
736 Crisafulli, Vezio,  op. cit., nota 730, p. 2874.
737 Silvestri, Gaetano, op. cit., nota 503, p. 1688.
738 Así,  por  ejemplo,  y  citando  a  Santos  Vijando,  véase  Ortiz  Herrera,  Silvia,  “Arti-
culación del Tribunal Constitucional y del Poder Judicial en la labor interpretativa de la
Constitución. Especial referencia a las sentencias interpretativas del Tribunal Constitu-
cional”,  Boletín de la Facultad de Derecho, Madrid, núm. 12, 1997, pp. 633 y 634.
739 Latorre  Segura,  A.  y  Díez-­Picazo,  L.,  op. cit., nota 442, pp. 205 y ss.
740 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 264.
216 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

adecuadas  y  no  adecuadas  a  la  Constitución;;  señala  en  qué  sentido  debe  
ser  entendida  una  norma  para  ser  considerada  legítima;;  afirma  la  consti-
tucionalidad  de  una  de  las  normas  identificables  en  el  enunciado  legal. 741
Lo  importante  ahora  es  señalar,  con  Jiménez  Campo,  que  la  operación  
consistente en excluir, por su contradicción con la Constitución, una o
varias de las interpretaciones que el texto admite, entraña, estrictamen-
te, una declaración de inconstitucionalidad de tales normas, canceladas
así del ordenamiento pese a la pervivencia del enunciado que las hace
posibles. Por ello se ha dicho que estas sentencias, fundamentadas en el
principio del mantenimiento de la ley, “tienen siempre, cualquiera que
sea la formulación de su fallo, un alcance materialmente estimatorio,
en la medida en que, de modo directo o indirecto, excluyen o niegan la
constitucionalidad de una norma deducible del enunciado legal a partir
de  los  cánones  hermenéuticos  establecidos  con  carácter  general”. 742
Ollero  advierte  que  estas  sentencias  contradicen  el  normativismo  kel-
seniano para el que cada una de las alternativas abiertas por una nor-
ma   no   tendría   ni   más   ni   menos   validez   formal   que   cualquier   otra;;   las  
sentencias  interpretativas,  por  el  contrario,  establecen  qué  alternativa  o  
alternativas cabrá asumir y cuáles no, para que la norma pueda seguir
siendo considerada constitucional.743  Laporta  señala  que  si  el  juez  puede  
dictar  sentencias  interpretativas  que  perfilen  un  concepto  o  atribuyan  un  
sentido a la norma constitucional, se puede llegar a concluir que es más
importante  la  norma  dictada  por  el  juez  a  través  de  la  sentencia,  que  la  
norma  constitucional  de  referencia.  Si  aceptamos  que  la  misión  del  juez  
es, dice, determinar si el sentido que el legislador otorga a un precepto
o concepto constitucional al desarrollarlo normativamente es uno de sus
sentidos posibles, cuando, mediante una sentencia interpretativa, valida
uno  de  esos  sentidos  como  el  único  constitucional,  por  fuerza  elige  “en-
tre  los  varios  caminos  legales  de  desarrollar  la  Constitución”,  con  lo  que  
toma una decisión política.744

741 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit.,  nota  78,  pp.  580  y  581;;  Pizzorusso,  Alessandro,  op.
cit., nota 84, p. 53.
742 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 108, p. 45.
743 Ollero,  Andrés,  “Control  constitucional,  desarrollo  legislativo  y  dimensión  judicial  
de  la  protección  de  los  derechos  humanos”,  Anuario de Filosofía del Derecho, Madrid,
núm.  XI,  1994,  p.  96.
744 Laporta, Francisco J., op. cit., nota 81, p. 39.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 217

Parece  indudable  que  mediante  este  tipo  de  sentencias  el  juez  realiza  
legislación positiva, ya que cuando declara que una norma es legítima si
es interpretada de un cierto modo existe la posibilidad de otro resultado
con  una  interpretación  distinta.  El  tribunal  se  arroga  la  facultad  de  definir  
cuál es la interpretación adecuada, verdadera y vinculante de la norma,
apareciendo   el   riesgo   de   limitar   la   evolución   normativa   y   petrificar   el  
contenido  de  la  norma.  Por  eso,  Fernández  Rodríguez  señala  que  el  he-
cho  de  que  sea  el  juez  quien  establezca  la  única  solución  interpretativa  
adecuada “es altamente criticable y puede convertirse en una pesada tra-
ba para la evolución aplicativa de esa normativa, evolución que es esen-
cial para disciplinar con corrección la realidad a la que está destinada y
que  cambia  con  el  paso  del  tiempo”.745 Así, parece no ser verdad, como
quería  Crisafulli,  que  con  estas  sentencias  el  juez  sólo  se  limite  a  encon-
trar o hacer explícita una norma ya existente en el ordenamiento, más
bien, como dice Silvestri, con ellas el material normativo es usado por el
juez  para  construir  una  entidad  cualitativamente  distinta  y  nueva  respec-
to a la existente.746  Se  puede  decir,  en  consecuencia,  que  cuando  el  juez  
dicta estas sentencias opera como fuente del derecho, y como tal entra
en concurrencia con las leyes dictadas por el Parlamento,747 apartándose
del marco teórico en que se encuadra el sistema tradicional de justicia
constitucional.

B. Otras sentencias creadoras de normas jurídicas

Hay otras sentencias por medio de las cuales los jueces introducen en
las  normas  significados  que  cuando  fueron  dictadas  por  el  legislador  no  
contenían.  Entre  ellas  se  encuentran  las  denominadas  “manipulativas”  y  
“sustitutivas”.  Las  primeras  transforman  la  ley  sometida  a  control,  cam-
biando o reorientando la voluntad del legislador mediante la creación de
normas  distintas  de  las  aprobadas  por  éste  o  la  extensión  de  su  alcance  
a  través  de  la  introducción  de  contenidos  normativos.  La  manipulación  
se  produce,  como  enseña  Ezquiaga,  eliminando  por  inconstitucional  una  
parte del enunciado legal, de forma que se crea una norma completamen-
te nueva que amplía o restringe el campo de aplicación del enunciado
745 Fernández  Rodríguez,  José  Julio,  op. cit., nota 461, p. 168.
746 Silvestri, Gaetano, op. cit., nota 503, p. 1688.
747 Igartua  Salaverria,  Juan,  “La  interpretación  de  la  Constitución  (notas  introducto-
rias)”,  RVAP, núm. 9, 1984, p. 12.
218 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

original. Las sentencias sustitutivas, por su parte, condicionan la vigen-


cia   de   la   norma   a   la   interpretación   del   juez,   introduciendo   una   nueva  
norma dentro del precepto. Estas sentencias cambian el sentido de la ley,
eliminan una norma e introducen otra que se aprecia más conforme a la
Constitución.  El  juez  actúa  sustituyendo  una  norma  elaborada  por  el  le-
gislador  por  otra  elaborada  por  él  mismo  dando  una  nueva  redacción  a  los  
artículos  elaborados  por  aquél.
En  las  denominadas  “sentencias  aditivas”,  el  juez  declara  la  constitu-
cionalidad  de  la  norma  siempre  y  cuando  se  entienda  añadido  un  signifi-
cado que se considera omitido por el legislador. Operan un cambio en el
enunciado normativo mediante la incorporación de un elemento nuevo,
produciéndose  también,  como  consecuencia,  una  modificación  en  el  sig-
nificado   de   la   norma.   En   otras   palabras,   el   juez   incorpora   significados  
que no estaban contenidos, por lo menos originalmente, en el texto, ex-
tendiendo “el contenido normativo de un precepto a un supuesto de he-
cho no previsto, de forma que suponen la introducción de una norma dis-
tinta  a  la  aprobada  por  el  legislador”.748 Estas resoluciones no sólo actúan
sobre  el  significado  de  las  normas,  sino  sobre  su  tenor  literal  añadiendo  
algo no previsto por el legislador. Silvestri señala que este tipo de sen-
tencias se construyen mediante tres pasos lógicos: a) el análisis del texto
existente  y  el  reconocimiento  de  su  insuficiencia,  cosi com’e, de resistir
la censura de inconstitucionalidad; b)  la  abstracta  figuración  de  aquello  
que debería ser, e non c’e, para que el texto pueda considerarse ilegítimo,
y c) la adición del quid necesario para volver legítimo el texto.749
El fundamento de estas sentencias es la existencia de una omisión re-
lativa por parte del legislador, y, por tanto, la consideración de que en
la  norma  dictada  por  éste  manca qualcosa y “el defecto de formulación
textual redunda en defecto de contenido o alcance o de capacidad norma-
tiva  de  la  disposición”.750  Por  ello,  el  juez  adiciona  una  nueva  norma  en  
el enunciado normativo extendiendo la regulación vigente a situaciones
no  previstas  por  el  legislador  o  “vacías  de  regulación”  en  las  que  es  muy  
difícil recurrir al principio de interpretación conforme al no presentar, la
disposición impugnada, alternativas interpretativas, sino sólo una inter-
pretación,   precisamente   aquélla   contradictoria   con   la   Constitución.   Su  
748 Gutiérrez  Zarza,  María  de  los  A.,  op. cit., nota 594, p. 1007.
749 Silvestri, Gaetano, op. cit., nota 503, p. 1693.
750 D’Orazio,  Giustino,  “Aspectos  y  problemas  de  la  justicia  constitucional  italiana”,  
trad.  de  A.  Sainz  Arnaiz,  RVAP, 31, 1991, pp. 71-73.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 219

finalidad, por tanto, suele ser remediar las lesiones que las omisiones re-
lativas del legislador ocasionan al principio de igualdad.751
Junto a esta lesión del principio de igualdad se considera que la norma
legal tiene un contenido normativo inferior del constitucionalmente exi-
gible, por lo que, como señala Rubio, la contrariedad con la Constitución
no se produce por lo que la norma dice, sino por lo que no dice.752 En esta
virtud,  el  juez  tiende  a  reestablecer  el  orden  constitucional  perturbado  en  
esos supuestos,

de ahí que su adecuación al texto constitucional la realice el Tribunal me-


diante una doble y sucesiva operación, que por un lado es demolitoria o
ablativa  de  la  disposición  legislativa  en  la  que  ésta  tiene  de  norma  exclu-
yente, y, por otro, reconstructiva, en cuando aumenta el inicial contenido
normativo de la disposición, introduciendo una norma positiva sustitutiva
de la originariamente negativa.753

El  juez  anula  el  enunciado  que  contiene  la  norma  legal  e  incorpora  en  
el texto una norma nueva que a su juicio compone la anterior situación
restableciendo el orden constitucional vulnerado. En otras palabras, las
sentencias aditivas declaran la inconstitucionalidad de una disposición
no  por  aquello  que  prevé,  sino  por  aquello  que  no  prevé,  introduciéndose  
normas nuevas que no se pueden recabar del texto normativo ampliando
la  esfera  de  eficacia  de  la  disposición.  Es,  por  tanto,  una  omisión  formal,  
textual, la que constituye el fundamento de este tipo de pronunciamientos
aditivos, omisión que no existe en el plano objetivo y sustancial, por lo
que la extensión que produce la sentencia se presenta como “lógicamente
necesitada”.754
751 Vecina Cifuentes, J., op. cit., p. 478.
752 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del  derecho”, cit., nota 291, p. 521.
753 Vecina Cifuentes, J., op. cit., nota 711, pp. 478 y 479.
754 Tómese en cuenta que este tipo de sentencias extiende o amplía normalmente los
beneficios  a  otras  categorías  de  personas  que  han  sido  excluidas  de  la  regulación  por  el  
legislador,  aunque  también  pueden  hacer  desaparecer  privilegios  injustos  o  arbitrarios.  
Las consecuencias de este modo de actuar pueden ser graves, o como se ha escrito, “per-
versas”,  particularmente  cuando  provocan  la  erogación  de  nuevos  gastos  para  el  Estado.  
Como  el  juez  no  puede  indicar  los  medios  a  través  de  los  cuales  se  puede  hacer  frente  a  
las nuevas erogaciones imponen, además, al legislador, la búsqueda de dichos medios y
la  regulación  de  la  normativa  a  través  de  la  cual  hacerles  frente.  Esta  obligación  de  dictar  
220 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Este tipo de sentencias representan una de las expresiones más direc-


tas  de  la  forma  en  que  el  juez  rebasa  sus  funciones  originarias.  Al  adicio-
nar una norma no indicada u omitida por el legislador, lo suplanta en sus
funciones,  ya  que,  en  estos  casos,  como  señala  Ezquiaga,  no  se  trata  de  la  
deducción del componente normativo inherente a todo fallo interpretati-
vo, sino de dictar, no sólo la norma, sino incluso el enunciado inexistente.
Al agregar a la norma un quid novi, se introduce una distinta compren-
sión de las funciones del órgano encargado de controlar las normas, tras-
pasando sus límites e invadiendo facultades que corresponden al legis-
lador.  Es  indudable  que  con  estas  sentencias  el  juez  realiza  una  actividad  
paralegislativa asumiendo funciones propias del Parlamento mediante la
introducción de nuevas disposiciones normativas.755 Como escribe Cri-
safulli, este tipo de sentencias, que hacen decir a las disposiciones algo
diverso  o  de  más  a  su  significado  originario,  constituyen  el  punto  extremo  
de  expansión  de  los  poderes  del  juez  constitucional,  son  poco  respetuosas  

una nueva normativa que haga frente a las nuevas erogaciones no constituiría una obliga-
ción en sentido estricto para el órgano legislativo, pero son evidentes las consecuencias
políticas que provocaría la falta de emanación de dicha normativa, más aún si se tiene
en cuenta las legítimas expectativas que generan en la categoría interesada e incluida en
la   resolución   del   juez.   Sobre   estos   efectos   “perversos”   y   su   posible   solución   son   inte-
resantes  las  observaciones  de  Rizzo  A.  et al., op. cit., nota 367, pp. 175 y ss. Sobre las
consecuencias  financieras,  Gutiérrez  Zarza,  María  de  los  A.,  op. cit., nota 594, pp. 1039
y 1040. Asimismo, hay que considerar que las personas a las que se extienden los bene-
ficios  no  han  participado,  en  muchas  ocasiones,  en  el  mismo  juicio.  Es  muy  interesante,  
al respecto, constatar que las sentencias aditivas han propiciado sobre todo la concreción
de los derechos sociales proclamados en las Constituciones. Elia por ello ha hablado de
la existencia de sentencias aditivas de prestación que son aquellas que determinan la
adquisición  a  favor  de  determinadas  categorías  de  sujetos  (personas  dependientes,  pen-
sionados,  etcétera)  de  un  derecho  de  contenido  patrimonial  (retribución,  indemnización,  
pensiones,  etcétera)  o  a  prestaciones  de  servicio  de  la  cual  eran  excluidos  con  anterio-
ridad  determinando,  de  este  modo  la  obligación  de  una  (nueva  o  mayor)  prestación,  es  
decir, una situación de dar o de hacer. Cit. por Bongiovanni, Giorgio, “Diritto sociali e
giurisprudenza  della  Corte  Costituzionale:  il  rapporto  Corte/Potere  legislativo  nel  muta-
mente  costituzionale”,  en  Gozzi,  G.  (cura),  Democrazia, diritti, costituzione. I fondamenti
costituzionali delle democrazie contemporanee, Il Mulino, Bolonia, 1997, p. 346. Se
puede  decir  que,  en  general,  la  forma  en  que  el  tribunal  actualiza  el  principio  de  igualdad  
es   a   través   de   las   sentencias   aditivas.   Elia,   Leopoldo,   op. cit., p. 470. Los tribunales,
especialmente el italiano, han aplicado las disposiciones de derechos sociales sin hacerse
cargo de los efectos de sus decisiones; en los años ochenta fue frecuente el recurso a las
decisiones de tipo aditivo, que además de incidir en la esfera del legislador tuvieron un
relevante impacto en el gasto público. Rolla, G. y Groppi, T., op. cit., nota 465, p. 176.
755 Gutiérrez  Zarza,  María  de  los  A.,  op. cit., nota 594, p. 1038.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 221

del legislador  y  configuran  una  violación  del  principio  de  división  de  po-
deres, fundamento de toda la arquitectura constitucional.756

2. El juez como colegislador

De acuerdo con el esquema tradicional, los jueces no pueden indicar


al  legislador  las  líneas  a  través  de  las  cuales  debe  realizar  sus  funciones.  
Su  actividad  estaría  caracterizada  por  resolver  conflictos  concretos,  y  no  
por dar directivas a otros órganos, mucho menos al legislador,757 que tie-
ne  libertad  de  apreciación  política  y  no  está  sujeto,  en  la  realización  de  
su  actividad,  a  la  directriz  de  ningún  otro  poder.  Sin  embargo,  un  diverso  
tipo  de  condicionamiento  e  influencia  en  el  proceso  legislativo  ha  estado  
presentándose,   en   diversas   experiencias,   a   través   de   recomendaciones,  
sugerencias, indicaciones o directivas dadas por los jueces al legislador.
Aquéllos,  a  través  de  algunas  sentencias,  de  distinta  forma  y  con  diversa  
eficacia,  tratan  de  dirigir  la  actividad  del  legislador  y  orientar  sus  deci-
siones  solicitándole,  por  ejemplo,  su  intervención  para  la  modificación  e  
integración de determinada normativa, la regulación de alguna materia
o la eliminación de algunas disposiciones. Son sentencias que no crean
derecho directamente, pero que tienen efectos normativos indirectos, ya
que indican al legislador, normalmente en la parte de motivación, una di-
rección a seguir, propiciando la participación de los jueces en el proceso
legislativo y en la creación de normas.758  Zagrebelsky  ha  denominado  a  
estas  resoluciones  “sentencias-­directriz”.  Aja  y  González  Beilfuss  las  lla-
man  “sentencias  bilaterales”  por  la  doble  intervención  del  juez  constitu-
cional y el legislador para solucionar la inconstitucionalidad de la ley. Su
característica  principal  es  que  no  solucionan  inmediatamente  la  invalidez  
de la ley, sino que llaman a la colaboración del legislador suponiendo la
enmienda de la inconstitucionalidad por el conjunto de dos decisiones.
Como  en  otro  tipo  de  resoluciones,  también  en  éstas  el  juez  suele  justi-
ficar  su  dictado  en  el  respeto  a  la  discrecionalidad  del  legislador,  en  su  
lentitud para llevar a cabo su actividad legisladora y en la función que
tiene atribuida de ser el garante de la Constitución.759
756 Crisafulli,  Vezio,  op. cit., nota 435, p. 141; Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdic-
ción  constitucional  como  forma  de  creación  del  derecho”, cit., nota 291, p. 523.
757 Pliner, Adolfo, op. cit., nota 125, p. 46.
758 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 704, p. 224.
759 Modugno, Franco, op. cit., nota 370, pp. 20 y 21.
222 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Hay algunos tipos de sentencias en las que claramente se contempla la


situación descrita con anterioridad.

A. Sentencias que declaran que la ley


es todavía constitucional

Mediante estos pronunciamientos, los jueces declaran que la ley no es


inconstitucional al momento de dictar la sentencia, que es conforme a la
Constitución, pero que el legislador debe cambiarla porque puede deve-
nir inconstitucional en el futuro. El tribunal hace una llamada, una ad-
vertencia o apelación al legislador, constatando una inconstitucionalidad
próxima, para que transforme la norma en plenamente constitucional y
evite  a  tiempo,  a  través  de  medidas  legislativas,  la  declaración  de  invali-
dez.  Se  trata  de  sentencias  desestimatorias  que  apelan  al  legislador  para  
que   modifique   el   régimen   jurídico,   a   veces   señalando   un   determinado  
plazo,760  lo  que  implica,  entre  otras  cosas,  la  imposición  de  un  término  
preciso para que proceda a una nueva reglamentación.761 A estas deci-
siones  se  les  ha  llamado  “apelativas”,  en  Alemania,  y   admoniciones al
legislador, en Italia.
Dice Schlaich que estas sentencias son usadas en casos o situaciones
particularmente complejas, y mediante ellas se escinde la declaración
de  inconstitucionalidad  y  la  remoción  de  la  norma;;  el  juez  amonesta  y  
advierte al legislador que la disposición examinada es ilegítima y que,
por  tanto,  tiene  que  ser  modificada,  por  lo  que  pospone  la  anulación  a  un  
pronunciamiento ulterior, otorgándole un margen de acción suplemen-
tario,  que  el  juez  se  reserva  emitir  si  no  se  siguen  sus  instrucciones.762
Como escribe Aja: “considerando que la apelación al legislador carece de
valor  jurídico,  estas  sentencias  encierran  la  amenaza  de  que  si  no  se  mo-
difica  la  norma,  la  Corte  podría  declararla  inconstitucional  en  una  futura  
sentencia,  supuesto  que  fácilmente  puede  darse  porque  cualquier  juez  la  
volverá  a  cuestionar  si  no  se  ha  cambiado”.763 Para Romboli, mediante
760 Weber, Albrecht, op. cit., nota 449, p. 80; Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 199;
Schäffer,  Heinz  y  Haas,  Thomas,  op. cit., nota 427, p. 36.
761 Schäffer,  Heinz y Haas, Thomas, op. cit., nota 427, p. 36; Romboli, Roberto, op.
cit., nota 368, p. 112.
762 Pergola, Antonio la, op. cit., nota 79, p. 5; Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, pp. 201
y 202.
763 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 280.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 223

estas   resoluciones,   el   juez   “informa   al   legislador   que   si   su   inactividad  


se prolonga en el tiempo, en una ocasión posterior en que la Corte sea
llamada a enjuiciar las mismas disposiciones declarará ciertamente su
inconstitucionalidad”.764
Esta  forma  de  actuar  demuestra,  al  decir  de  Zagrebelsky,  la  intención  
de los jueces de desarrollar una función ulterior respecto de aquella que
tienen  asignada.  Se  trata  de  una  técnica  de  anulación  diferida  mediante  la  
cual la ley se convierte en inconstitucional de forma progresiva debido a
la evolución social o jurídica, circunstancia que hace que el tribunal no
anule la ley, sino que la ponga en duda, indicándole al legislador que sólo
es  constitucional  provisionalmente  y  ordenándole  que  la  modifique.765 La
mayoría de los autores coinciden en señalar que estas sentencias provo-
can  que  el  derecho  constitucional  se  manifieste  como  derecho  político  y  
se  reduzcan  las  diferencias  del  órgano  jurisdiccional  con  respecto  a  los  
órganos de dirección política por la libertad que aquel tiene para reaccio-
nar ante posibles violaciones a la Constitución.

B. Posposición de la entrada en vigor de los efectos


de la inconstitucionalidad

Kelsen, en su momento, señaló la conveniencia de que el tribunal pu-


diera  decidir  que  la  anulación  de  una  ley  no  entrara  en  vigor  sino  después  
de  transcurrido  un  cierto  plazo  a  contar  del  día  de  su  publicación,  “para  
dar al Parlamento la posibilidad de sustituir la ley inconstitucional por
una ley conforme a la Constitución, sin que la materia regulada por la
ley  anulada  permanezca  sin  regulación  durante  un  periodo  relativamente  
largo  de  tiempo”.766 A partir de entonces, esta solución se ha tratado de
poner en vigor aceptándose que la declaración de inconstitucionalidad
de   una   norma   no   tenga   efectos   inmediatos,   sino   que   pueda   ser   aplaza-
da   haciendo   surgir   las   denominadas   sentencias   “con   plazo   de   espera”.  
Sus objetivos son, como señalaba Kelsen, hacer que subsista una norma
aplicable a los supuestos regulados por ella sin tener que sufrir los incon-
venientes  de  un  vacío  legal  y  darle  al  Parlamento  tiempo  suficiente  para  
modificar  o  sustituir  la  normativa  inconstitucional  otorgándole  la  posibi-
764 Romboli, Roberto, op. cit., nota 368, pp. 110 y 111.
765 Favoreau,  Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., p. 78.
766 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 149; id.,  “Le  giurisdizioni  costituzionale  e  ammi-­
“Le  giurisdizioni  costituzionale  e  ammi-
nistrativa”,  en  Geraci,  C.  (cura),  La giustizia costituzionale, Milán, Giuffrè, 1981, p. 26.
224 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

lidad de preparar, antes de la derogación de esta, una nueva regulación


que desarrolle el mismo objeto de forma constitucional.767 Durante el
plazo  que  va  de  la  declaración  de  inconstitucionalidad  a  su  derogación,  
y  con  el  fin  de  asegurar  la  integridad  del  principio  de  seguridad  jurídica,  
la ley sigue aplicándose a todos los casos, con excepción del que ha dado
lugar a dicha declaración.
Para algunos autores, con este tipo de resoluciones se evitan las daño-
sas consecuencias que ocasiona un vacío jurídico en el sistema respetán-
dose  los  límites  políticos  que  impiden  que  el  juez  declare  la  inconstitu-
cionalidad  de  una  norma.  “Esta  técnica  resulta  respetuosa  con  la  función  
respectiva   del  Tribunal   Constitucional   y   el   legislador...   racionalizadora  
de una división de poderes moderna, porque el Tribunal Constitucional
se limita a controlar la inconstitucionalidad, el legislador la repara y ade-
más  se  evitan  los  inconvenientes  del  vacío  normativo”.768 Sin embargo,
la circunstancia de que sea el mismo órgano jurisdiccional quien decide,
tomando  en  cuenta  el  caso  concreto,  si  fija  un  plazo  y  acepta  la  vigencia  
temporal de una norma inconstitucional, o bien acepta los inconvenientes
derivados de un vacío legal, hacen pensar que desempeña una función de
legislador positivo.769  Como  afirma  Oehlinger,  desde  el  momento  en  que  
un tribunal tiene la facultad de hacer inimpugnable una norma declarada
inconstitucional dentro de un determinado tiempo ejercita una verdadera
y propia función legislativa, en este caso, una función de legislador ad
interim,  pero  legislativa  al  fin.770

767 Schäffer,  Heinz y Haas, Thomas, op. cit.,  nota  427,  p.  32.  Ésta  es  la  única  justifi-
cación que encuentra La Pergola para la existencia de este tipo de sentencias. Pergola,
Antonio la, op. cit., nota 79, p. 4.
768 Aja,   Eliseo   y   González   Beilfuss,   Markus,   op. cit., nota 457, p. 280; Favoreau,
Louis,  “Los  tribunales  constitucionales”,  cit., p. 56.
769 Ermacora,  Félix,  “El  Tribunal  Constitucional  austriaco”,  en  Tribunales constitucio-
nales europeos y derechos fundamentales, cit., nota 89, pp. 274 y 282.
770 Öehlinger,  op. cit., nota 439, pp. 546 y 547. En el artículo 139.2 de la Constitución
austriaca  se  ha  dispuesto  la  facultad  de  la  Corte  de  prorrogar,  hasta  por  un  plazo  de  seis  
meses, la subsistencia de un Reglamento declarado ilegal o de doce meses para el caso de
una ley. El Tribunal austriaco actúa sin duda como legislador positivo desde el momento
en que tiene la facultad de determinar autónomamente los efectos de sus sentencias.
Como  se  sabe,  a  partir  de  1975,  éste  puede  establecer  un  término  para  la  entrada  en  vigor  
de  la  anulación  de  una  ley  que  ha  sido  considerada  inconstitucional,  término  que  puede  
ser hasta de un año. En tales circunstancias la ley debe ser aplicada a todos los casos
que  se  presenten  dentro  de  ese  término  y  no  puede  ser  impugnada  antes  de  la  entrada  en  
vigor  de  la  anulación.  Además,  la  Constitución  prevé  que  las  normas  jurídicas  derogadas  
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 225

C. Declaración de inconstitucionalidad sin nulidad

En  estas  sentencias,  denominadas  de  “incompatibilidad  sin  nulidad”,  


de  “mera  inconstitucionalidad”  o  de  “inconstitucionalidad  simple”,  se  re-
conoce que existe una contradicción entre la disposición legislativa y la
Constitución, pero no se declara su nulidad, sólo la incompatibilidad de
la  norma  controlada.  Es  decir,  si  bien  el  juez  afirma  que  la  normativa  im-
pugnada está en contraste con los principios constitucionales, no obstante
ello y basándose en diversos argumentos, no declara inconstitucionales
las normas. El objetivo de estas resoluciones es ejercer presión sobre el
legislador para que remueva la inconstitucionalidad por considerar que la
variación de las circunstancias fácticas en que se desenvuelve la norma
propiciará  su  inconstitucionalidad;;  para  ello  se  fija  un  término  de  validez  
de  la  norma  y  una  vez  fenecido  opera  su  anulación.
Es muy importante resaltar que la declaración de inconstitucionalidad
se hace en la motivación de la sentencia, no en el fallo, porque no se efec-
túa una declaración de nulidad sino de incompatibilidad que contiene “la
amenaza   de   que   si   no   se   modifica   la   norma,   la   Corte   podría   declararla  
inconstitucional  en  una  futura  sentencia”,771 pero que deja la disposición
en vigor. En palabras de Romboli, la motivación de estas sentencias se
argumenta   en   términos   de   inconstitucionalidad,   pero   la   declaración   de  
ésta  es  diferida.772

en virtud de la ley reconocida inconstitucional retornen en vigor con la publicación de la


sentencia  de  la  Corte  de  Justicia.  Aún  así,  ésta  puede  ordenar  lo  contrario,  por  lo  que  es  a  
ella  a  quien  corresponde,  una  vez  declarada  la  inconstitucionalidad  de  una  ley,  determi-
nar la situación jurídica vigente. Asimismo,  éste  asume  una  actividad  de  legislador  en  el  
ámbito del control preventivo de las leyes que, como hemos dicho, opera en cuestiones
de competencia. En este caso el Tribunal emite los motivos de su decisión en una fórmu-
la  jurídica  que  será  publicada  en  el  Boletín  Oficial  teniendo  aquélla  el  valor  de  una  ley  
constitucional federal. Ibidem, pp. 546 y 547.
771 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 280.
772 Romboli, Roberto, op. cit., nota 368, p. 112. En Alemania, estas sentencias son muy
conocidas e incluso a partir de 1970 están reguladas en la ley que rige el funcionamiento
del  Tribunal  Constitucional  aunque  hay  que  hacer  notar,  como  lo  hace  Schlaich,  que  éste  
ha  creado  este  tipo  de  decisiones  sin  autorización  legislativa  e  incluso  en  contradicción  
con la propia ley pues se tomaba como punto de partida la existencia de un vínculo
necesario entre la inconstitucionalidad y la nulidad de la norma. Es más, a pesar de las
reformas  de  1970  estas  sentencias  carecen  de  un  régimen  jurídico  preciso  porque  sólo  
mencionan la posibilidad de ser dictadas. Por ello este autor dice que el reconocimiento
por ley ha seguido en esta ocasión a la jurisprudencia. Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89,
226 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Algunos autores han señalado que estas sentencias son una medida
favorable al Poder Legislativo,773 porque le otorgan plena libertad para
escoger  los  medios  a  través  de  los  cuales  hacer  cesar  el  contraste  de  la  
norma con la Constitución, lo que indicaría el respeto a su libertad de
configuración   y   el   otorgamiento   al   juez   de   un   margen   de   acción   para  
hacer justicia, propiciando, además, entre ambos actores, un verdadero
diálogo.   Las   complicaciones   comienzan   cuando   se   reconoce   que   estas  
resoluciones diferencian e incluso separan la inconstitucionalidad y la
nulidad y que la mayoría de los tribunales no tiene atribuida competencia
para  realizar  estas  operaciones  ni  prevén  sus  consecuencias.774 Tampoco
puede  soslayarse  que  si  bien  a  través  de  la  declaración  de  incompatibili-
dad  la  norma  inconstitucional  sigue  manteniéndose  dentro  del  entrama-
do normativo, es en el legislador sobre quien recaen las consecuencias
más vinculantes, ya que le imponen la obligación de aprobar, incluso a
veces  necesariamente  y  “sin  demora  ni  vacilación”,  dentro  de  un  deter-
minado  plazo,  una  regulación  que  sea  constitucional.  Vuelve  a  ser  claro  
que  a  través  de  estas  sentencias  el  juez  impone  obligaciones  al  legislador  
consistentes en legislar, o bien en suprimir las situaciones que aprecia
como inconstitucionales.775  El  “llamado  al  legislador”,  incluido  en  estas  
resoluciones, es una verdadera obligación de ejercer su función de ma-
nera  concreta  y  en  un  plazo  de  tiempo  definido.  Así,  el  juez  actúa  como  
auténtico  “legislador  durante  el  periodo  transitorio  hasta  la  elaboración  
del  nuevo  derecho”.776

pp. 194 y 195. De la misma forma Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitu-
cional  como  forma  de  creación  del  derecho”, La forma del poder, cit., nota 37, p. 522.
773 Arnold, op. cit., nota 282, pp. 111 y 112.
774 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 195.
775 Ibidem, p. 197. Weber, Albrecht, op. cit., nota 449, p. 80; Schlaich, Klaus, op. cit.,
nota 276, p. 575.
776 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 198. En Austria está regulada en la Constitu-
ción  la  posibilidad  de  aplazar  la  pérdida  de  validez  de  la  sentencia  y  la  vigencia  de  la  ley.  
En estos casos, la ley será siendo aplicada por los operadores jurídicos, pero el legislador
cuenta  con  un  plazo  determinado  para  reconstruir  la  norma  de  acuerdo  con  la  Constitu-
ción.  Como  nos  informa  Rubio,  estas  sentencias  son  utilizadas  con  gran  soltura  por  el  
Tribunal Constitucional alemán, al grado de que existe en el Ministerio de Justicia “una
oficina  encargada  de  preparar  los  cambios  sugeridos  por  el  Tribunal”.  Rubio  Llorente,  
Francisco,   “La   jurisdicción   constitucional   como   forma   de   creación   del   derecho”, cit.,
nota 37, p. 522.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 227

3. Sentencias con mandatos y recomendaciones al legislador

Otra de las formas que han encontrado los jueces para intervenir en la
órbita  del  legislador  es  incluyendo  en  las  motivaciones  o  razonamientos  
jurídicos de las sentencias, líneas de actuación, propuestas, invitaciones,
observaciones, orientaciones, sugerencias o mandatos sobre el contenido
de alguna ley futura. Estas recomendaciones, como señala Tomás y Va-
liente,  no  son  exigencias  del  juez  al  legislador  para  que  realice  su  función  
de la forma que aquel lo indica, son más bien, “observaciones no vincu-
lantes de inmediato tendentes a orientar al legislador en una determinada
dirección  o,  incluso,  a  impulsarle  a  que  siga  la  orientación  indicada”.777
Son consejos, advertencias, sugerencias de lo que el tribunal considera
más conveniente sobre el sentido que debe tener una regulación legal y

El criterio principal para valorarlas es el diferente nivel de presión que


puedan presentar para el legislador. El máximo sería cuando contienen
mandatos que la futura ley debe respetar para adecuarse a la Constitución,
como  amenaza  encubierta  de  una  futura  declaración  de  inconstitucionali-
dad en caso de incumplimiento. Aunque el legislador podría seguir o no
tales orientaciones, la mayor parte de los Parlamentos las respeta, incluso
con  fidelidad.778

A  través  de  estas  resoluciones,  los  jueces  pueden  efectuar  diversos  ti-
pos de indicaciones o sugerencias, por ejemplo, señalar los principios so-
bre los cuales debe versar la legislación sobre determinada materia; suge-
rir dictar o reformar una ley, sustituir una norma inconstitucional por otra
acorde con la norma básica y regular alguna cuestión siguiendo determi-
nados criterios. Asimismo, estas proposiciones e invitaciones han servi-
do  para  que  el  juez  indique  al  legislador  la  regulación  adecuada  de  una  
normativa defectuosa; insista en la necesidad de eliminar incongruencias
presentes en alguna disciplina; señale los problemas irresolubles en la
normativa dictada; brinde soluciones legislativas admisibles y constitu-
cionales779 o indique los principios que tiene que contener la normativa
777 Tomás  y  Valiente,  Francisco,  “A  modo  de  sugerencia.  (Notas  sobre  las  recomen-
daciones  del  Tribunal  Constitucional  al  legislador)”,  en  Garrorena  (ed.),  El Parlamento
y sus transformaciones, cit., nota 407, p. 18. Reproducido en Escritos sobre y desde el
Tribunal Constitucional, Madrid, CEC, 1993, p. 103.
778 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, p. 282.
779 Schäffer,  Heinz  y  Haas,  Thomas,  op. cit., nota 427, p. 37.
228 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

que regule la materia que desarrollaba la ley declarada inconstitucional,


para que sea compatible con los principios constitucionales.780 Todo lo
anterior  puede  darse  de  forma  específica  y  puntual,  con  indicaciones  de  
plazos   más   o   menos   breves,   o   bien   de   forma   genérica   y   flexible.781 Es
decir,  se  puede  tratar  de  invitaciones  genéricas  para  volver  a  regular  una  
disciplina  defectuosa,  pero  no  inconstitucional,  o  bien  de  señalizaciones  
puntuales de problemas irresueltos en la normativa legislativa.782
Pero tal parece que cuando con más intensidad los jueces intervienen
en  el  espacio  de  libertad  política  del  legislador  a  través  de  estas  senten-
cias, ocurre cuando le indican las líneas o principios que deben uniformar
determinada disciplina para que sea considerada correcta constitucional-
mente, acentuándose el carácter de estas indicaciones cuando, además, se
especifican  las  condiciones  mínimas  que  debe  cumplir  la  nueva  norma-
tiva. En estos casos, que implican sugerencias sobre el contenido de las
decisiones legislativas que regulan una materia determinada y pretenden
la vinculación de la actividad normativa del legislador, parece no haber
duda que las resoluciones judiciales son dictados de las normas que debe
contener la normativa a establecer por el legislador y no sólo recomenda-
ciones o advertencias al mismo. Por ello se dice que las recomendaciones
tienen la tendencia a convertirse “en instrucciones detalladísimas que no
dejan al Parlamento más tarea que la de dar a aquellas decisiones forma
articulada”.783 Existe la posibilidad, claro está, de que el legislador no
tome  en  cuenta  los  criterios  establecidos  por  el  juez  en  el  momento  de  
dictar la ley, pero ello podría traer como consecuencia que aquel declare
la inconstitucionalidad de esa norma fundamentando su decisión en el
argumento de que sus indicaciones son las condiciones mínimas que de-
ben regular la materia para que sea conforme con la Constitución. Estas
decisiones, por tanto, implican un constreñimiento al legislador para que
realice su actividad de un modo determinado y, en todo caso, el respeto a
sus  indicaciones  “está  garantizado  por  la  posibilidad  de  que  esta  retorne  
a examinar la nueva disciplina sobre la base de los puntos de vista expre-
sados  anteriormente”.784

780 Pizzorusso,  Alessandro,  op. cit., nota 443, p. 262.


781 Romboli, Roberto, op. cit., nota 368, p. 108.
782 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 494, p. 135.
783 Garrorena  Morales,  Ángel,  op. cit., nota 435, p. 24.
784 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 494, pp. 136 y 137.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 229

Para  Zagrebelsky,  existen  directivas  constitucionales  e  inconstitucio-


nales.  Las  primeras  son  indicaciones  al  legislador  que  consisten  en  afir-
maciones y explicaciones de obligaciones directamente extraídas de la
Constitución.  Sin  embargo,  dice,  su  aceptación  se  opone  a  la  naturaleza  
de   la   jurisdicción   constitucional,   ya   que   a   través   de   éstas,   cualquiera  
que   sea   su   eficacia,   se   abre   la   entrada   a   un   rol   consultivo,   preventivo  
y abstracto contrario al sistema positivamente sancionado, que es un
rol sucesivo, represivo y concreto. Las directivas inconstitucionales son
aquellas que se originan en puntos de vista políticos que nada tienen que
ver con la exigencia de respeto a la Constitución. Cuando esto sucede,
los  jueces  se  hacen  promotores  de  una  dirección  de  naturaleza  política  
alterando   el   juego   parlamentario   y   convirtiéndose   en   actores   políticos  
que  intervienen  para  reforzar  o  debilitar  orientaciones  presentes  en  las  
formaciones parlamentarias. Esto repugna a su posición institucional, la
cual  exige  la  sustracción  de  ésta  respecto  a  la  libertad  de  configuración  
política del legislador.785
Tomás  y  Valiente  ha  realizado  una  tipología  de  las  recomendaciones  al  
legislador, entresacándola de las decisiones del Tribunal Constitucional
español. Ésta resume las diversas formas en que dicho Tribunal ha rea-
lizado   recomendaciones   al   legislador   encontrando   las   siguientes:   tran-
saccionales,  en  las  que  el  juez  no  declara  la  inconstitucionalidad,  pero  
advierte de los riesgos que tiene la regulación escogida por el legislador;
cautelares,  por  medio  de  las  cuales  el  juez  recomienda  una  reforma  legis-
lativa y advierte de las consecuencias que ocasionaría no llevar a cabo di-
cha  modificación;;  correctivas, que se sugieren en virtud de la existencia,
en el texto legal, de normas ambiguas, imperfecciones o imprecisiones
técnicas,  circunstancia  que  crea  dificultades  interpretativas,  por  ello  el  
Tribunal sugiere que se precise el alcance y sentido de las normas y se
elimine  la  ambigüedad  del  texto;;  orientadoras, que se producen cuan-
do  el  juez  señala  orientativamente  algunos  criterios  que  puede  seguir  el  
legislador en el momento de trabajar sobre determinado asunto si bien
deja a su elección escoger la opción que considere adecuada. Hay, a
juicio del mismo autor, otro tipo de recomendaciones: las que tratan de
estimular o incitar al legislador a que remedie situaciones donde existe
desigualdad material.786
785 Ibidem, p. 143.
786 Tomás y Valiente, Francisco, op. cit., nota 777, pp. 104 y ss.
230 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Para Crissafulli, estas directivas no pretenden vincular al legislador,


sólo indicarle lo que se puede y no se puede hacer, o lo que se debe hacer
para no incurrir en censura de inconstitucionalidad. Mediante ellas, el
Tribunal sólo propone, indica, aconseja, sugiere, pero queda bajo la de-
cisión del legislador si interviene, cuándo y cómo lo hace, o bien si opta
por  seguir  un  camino  distinto  desatendiendo  lo  dicho  por  aquél.  Al  fin,  
dice, dependerá de las circunstancias si la nueva ley es denunciada ante
un  juez  y  si  éste,  que  no  está  vinculado  por  sus  decisiones  precedentes,  
confirma  la  inconstitucionalidad  declarada  en  ocasión  anterior.  Para  este  
autor, la hipótesis de que la ley será anulada si el legislador no respeta
las indicaciones del Tribunal no es una consecuencia jurídica necesaria
sino una eventualidad histórico-política que depende de numerosos fac-
tores, tales como su composición, la variación del cuadro legislativo o la
interpretación del parámetro constitucional,787 por lo que este tipo de sen-
tencias,  en  vez  de  representar  una  invasión  a  la  soberanía  del  legislador,  
deben ser vistas como un instrumento de comunicación y una forma de
colaboración entre ambos.788 Este modelo de colaboración implicaría la
intervención  directa  del  juez  en  la  elaboración  y  fijación  de  la  opción  le-
gislativa, mediante la imposición de la obligación de ponerse en acción
o  la  prefiguración  de  su  opción  legislativa  alterándose  con  ello,  por  esta  
incardinación  del  juez,  el  propio  procedimiento  legislativo.
Para Modugno, no hay que olvidar que cualquier pronunciamiento ju-
dicial, principalmente si está centrado en la interpretación de un principio
constitucional, asume un carácter más o menos vinculante, imprescindi-
ble y relevante y, por tanto, condicionante para la función legislativa fu-
tura,  modulando  el  ámbito  de  su  disponibilidad.  Las  decisiones  del  juez,  
asegura,   se   manifiestan   siempre   como   una   influencia   en   el   ámbito   del  
legislador, por lo que es perfectamente congruente con el sistema que
pronuncie sugerencias, indicaciones, directivas, prescripciones, o reco-
mendaciones al legislador, que si bien no lo vinculan plena y automáti-
camente  influyen  en  su  actividad  como  producto  de  la  función  garantista  
que  tiene  asignada  el  juez  de  la  ley.789
Modugno   señala   que   las   recomendaciones   y   orientaciones   del   juez  
constitucional no tienen valor de obligación jurídica, pero tampoco son
inútiles, ya que mediante ellas se puede orientar al legislador sin vincu-
787 Modugno, Franco, op. cit., nota 708, p. 51.
788 Crisafulli,  Vezio,  op. cit., nota 343, p. 80.
789 Modugno, Franco, op. cit., nota 370, pp. 19 y 20.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 231

larlo, aconsejarlo sin obligarlo.790  Sin  embargo,  como  afirma  Zagrebels-


ky,  es  una  contradicción  estimar  eficaces  y  útiles  estas  recomendaciones  
y, al mismo tiempo, no lesivas de la esfera de discrecionalidad política
del   legislador.   Si   estas   recomendaciones   son   eficaces,   opina,   se   limita  
la discrecionalidad del legislador; si, por el contrario, se sostiene que la
discrecionalidad no es limitada, las indicaciones son inútiles. Pero como
dice  Tomás  y  Valiente,  aunque  carecieran  de  la  eficacia  vinculante  propia  
de  un  fallo,  “para  algo  se  dicen  y  algo  puede  que  valgan”.  El  problema,  
en  consecuencia,  es  establecer  si  las  limitaciones,  influencias  o  interfe-
rencias de este tipo son admisibles.791
Es verdad que, como escribe este autor, en las recomendaciones existe
siempre  una  dosis  de  intención  de  respetar  la  libertad  de  configuración  
del  legislador  soberano.  Pero  no  se  puede  desconocer  que  con  éstas  el  
juez  rebasa  su  posición  de  mero  órgano  aplicador  de  leyes  y  pasa  a  to-
mar   la   iniciativa   en   la   formulación   de   las   mismas,   ya   que   a   través   de  
ellas  dicta  directivas  precisas  al  legislador  para  la  realización  de  su  ta-
rea; indica la forma en que debe regular una materia determinada; crea
límites y vínculos a su actividad; señala principios y criterios; obliga
a   legislar   y   “generalmente   con   buenos   resultados”;;   todo   ello   de   forma  
incompatible  con  la  libertad  de  configuración  política  del  legislador  y  la  
esfera de discrecionalidad que le corresponde.
Con  las  directivas,  escribe  Silvestri,  si  bien  el  juez  no  obra  de  forma  
innovadora, constriñe y determina los márgenes de la legislación. Éstos
no sirven sólo para prevenir y evitar desbordamientos fuera de la Consti-
tución, sino que “tracciano in anticipo el cammino da seguire per la sua
attuazione”.   La   consecuencia   de   esto   es   que   el   Parlamento,   al   efectuar  
sus labores, no debe tener en cuenta sólo la norma constitucional y sus
posibles  interpretaciones,  sino  la  interpretación  que  el  juez  le  atribuyó.  
“La  Corte  di  fatto  ordina  al  parlamento  di  andare  in  una  direzione  piutto-
sto  che  in  un’altra.  In  definitiva,  la  corte  non  si  limita  a  dire  cio  che  il  le-
gislatore non doveva fare, ma enuncia cio che lo stesso dovra fare”.792 De
esta forma, la libertad del legislador se ve condicionada por la dirección
que  el  juez  establece,  convirtiéndose,  como  ha  dicho  Pedrieri,  en  un  mero  
“legislador  delegado”,  ya  que  sus  decisiones  tienen  la  estructura  de  leyes  
790 Modugno,  Franco,  “La  funzione  legislativa  complementare  della  Corte  Costituzio-
nale”,  cit., nota 574, p. 1653.
791 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 494, p. 141.
792 Silvestri, Gaetano, op. cit., nota 503, p. 1718.
232 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

basadas en los principios dictados por los jueces. Se trata de una especie
de delegación implícita al legislador para crear derecho; lo que hace que
se convierta en un órgano de mera actuación de la Constitución. 793 Por
ello,  Denninger  escribe,  refiriéndose  al  Tribunal  Constitucional  alemán,  
que  la  tendencia  de  éste  de  emitir  sugerencias  al  legislador,  a  efectos  de  
elaborar soluciones conformes a la Constitución, ha conducido a que en
una serie de áreas se vea degradado a la condición de mero alumno del
preceptor de Karlsruhe.794
El  cada  vez  mayor  número  de  instrumentos  procesales  utilizados  por  
los tribunales, creados, en ocasiones, por ellos mismos, sin intermedia-
ción  legal,  caracterizados  por  su  ductibilidad,  y  completamente  extraños  
a las experiencias iniciales del control de constitucionalidad, indica que
se ha rebasado la alternativa, tan rígidamente dispuesta, de aceptación
o   rechazo   de   la   inconstitucionalidad.   No   más   la   relación   lineal   entre  
Tribunal   y   legislador   que   suponía   la   conexión   entre   validez   y   nulidad  
de la ley. Imposible considerar a los jueces únicamente legisladores ne-
gativos,  como  proponía  el  modelo  kelseniano.  A  través  de  diversas  téc-
nicas jurisprudenciales crean normas jurídicas e inciden positivamente
en  el  ordenamiento  ocupando  una  posición  cada  vez  más  destacada  en  
el proceso de creación del derecho y, en general, en el sistema jurídico,
agudizándose,  como  escribe  Requejo,  la  tendencia  de  convertirse  en  los  
artífices  del  contenido  de  las  normas  que  lo  integran. 795
Este   tipo   de   pronunciamientos   también   ha   permitido   que   los   jueces  
participen  en  el  proceso  legislativo  ejerciendo  un  auténtico  rol  colegisla-
tivo y asumiendo un lugar relevante en la dirección política del Estado.
Mediante  ellos  han  podido  transformar,  realizando  operaciones  directas  
en el texto legislativo, una ley ilegítima en legítima, o bien, al intentar
hacer la reparación inmediata de los vicios de inconstitucionalidad, pro-
ducir una nueva ordenación abstracta, materialmente legislativa.796 En
otras  ocasiones,  y  a  través  de  diversos  medios,  los  jueces  influyen  sobre  
la   actividad   parlamentaria   fijando   principios   y   dando   indicaciones, 797
793 Occhiocupo, Nicola, “La  Corte  Costituzionale  como  giudice  di  “opportunita”  delle  
leggi”,   en   Occhiocupo,   Nicola (cura),   La Corte Costituzionale tra norma giuridica e
realta sociale, Bolonia, Il Mulino, pp. 51-56.
794 Denninger, Erhardo, op. cit., nota 493, p. 62.
795 Requejo  Pagés,  Juan  Luis,  op. cit., nota 690, p. 154.
796 Jiménez  Campo,  Javier,  op. cit., nota 108, p. 54.
797 Zagrebelsky,  Gustavo,  op. cit., nota 367, p. 777.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 233

señalando los criterios que el legislador debe tomar en cuenta en el mo-


mento  de  realizar  su  función  y  advirtiendo  sobre  la  necesidad  de  revisar  
determinada  normativa  con  el  fin  de  hacerla  constitucional.  Así,  los  jue-
ces  extienden  su  influencia,  introducen  principios,  “meten  al  orden  del  
día”  del  debate  político  o  del  calendario  legislativo  de  labores  determi-
nado  tema,  y  provocan  y  fuerzan  la  intervención  del  legislador  ejercien-
do  una  función  de  impulso.  En  virtud  de  ello,  puede  decirse  que  realizan  
una función propulsiva, de iniciativa y estímulo798 que los convierte en
custodios de los valores fundamentales consignados en la Constitución,
árbitros  de  los  conflictos  sociales  y  órganos  impulsores  de  los  procesos  de  
innovación legislativa.799 Esta es, sin duda, una de las características de la
actual  fase  de  relaciones  entre  el  legislador  y  el  juez  constitucional.
La  justificación  de  estos  pronunciamientos,  como  hemos  dicho  antes,  
está, en la mayoría de los casos, en los principios de interpretación con-
forme  y  presunción  de  validez  de  la  ley.800 Lo que hace evidente que su
aplicación puede provocar más interferencia en la libertad legislativa que
las  declaraciones  de  nulidad.  La  práctica  ha  confirmado,  como  advierte  
Ezquiaga,  que  estos  principios  ponen  un  enorme  poder  en  manos  de  los  
tribunales constitucionales, dándose,

Por tanto, la curiosa circunstancia de que el principio de conservación de


las  normas  (que  exige  interpretar  la  normas  de  conformidad  con  la  Consti-
tución,  para  lo  que  se  usan  los  fallos  interpretativos)  se  justifica  por  el  res-
peto  debido  al  legislador  y  a  su  obra  (los  enunciados  legislativos),  pero  el  
mismo principio lleva inevitablemente a manipular el discurso normativo
del legislador para mantener sus enunciados en el ordenamiento jurídico,
aun a costa de proclamar normas completamente distintas de las queridas
por el órgano legislativo.801

Una de las formas de comprobar la existencia de una práctica de toma


de decisiones que no sólo llena huecos legales, sino que representa un
“auténtico  desarrollo  constructivo  del  derecho”802  es  verificando  que  las  
declaraciones determinantes en los diversos tipos de sentencias que emi-
ten  los  jueces  no  figuran  en  el  fallo,  sino  en  las  rationes decidendi, lo que
798 Modugno, Franco, op. cit., nota 708, p. 63.
799 Cheli,  Enzo,  op. cit., nota 260, p. 50.
800 Ibidem, p. 53. Schlaich, Klaus, op. cit., nota 276, p. 576.
801 Ezquiaga  Ganuzas,  Francisco  Javier,  op. cit., nota 467, p. 132.
802 Habermas,  Jürgen,  “Derecho  y  moral”,  Facticidad y validez…,  cit., nota 11, p. 552.
234 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

implica la atribución de valor vinculante no sólo al dispositivo, sino a la


motivación  o  razones  de  la  decisión.  La  doctrina  contenida  en  las  senten-
cias pasa a ser tan vinculante como el decisum.803 Tradicionalmente, en
atención  a  las  reglas  de  teoría  del  proceso,  a  la  naturaleza  de  la  actividad  
judicial  y  al  carácter  lógico  de  la  argumentación  del  juez,  la  autoridad  y  
eficacia   de   las   sentencias   recaía   exclusivamente   en   el   dispositivo.   La  
autonomía  de  éste  era  suficiente  para  considerarlas  verdaderos  actos  del  
Estado  e,  incluso,  se  advertía  que  el  problema  del  valor  y  eficacia  de  la  
motivación emergía como más interesante cuando la argumentación no
repercutía de forma tangible en el dispositivo.804 Con los diversos tipos
de sentencias que dictan los jueces, ahora no sólo resultan vinculantes
los  fallos,  sino  también  poseen  fuerza  obligatoria  las  motivaciones  que  los  
preceden  y  fundamentan,  los  razonamientos  vertidos  en  los  considerán-
dos. Y en virtud de la íntima conexión entre el fallo y la motivación o
fundamentación de la sentencia, la decisión se transforma “en un todo en
el que es prácticamente imposible distinguir los motivos de la decisión a
la  que  conducen”.805 Como dice Spadaro, la motivación aparece tan vin-
culante como el dispositivo y ambos inescindibles, por lo que la norma
extraída de la interpretación del enunciado jurídico no sólo se compo-
ne  de  su  significado  sino  también  de  la  motivación  o  justificación  que  
sirvió   de   base   a   dicha   atribución   de   significado.  Así,   una   norma   será  
el contenido de cada decisión motivada, jurídicamente vinculante, que
desciende  de  un  texto  fuente,  es  decir,  “interpretazione  argomentata  di  
un  testo-­fonte”.806
Es importante decir que, para Schlaich, atribuir carácter obligatorio a
los motivos que están en la base de las decisiones judiciales puede tener

803 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del  derecho”, cit., nota 37, pp. 516-520.
804 Pizzorusso,  Alessandro,  “La  motivazione  delle  decisioni  della  Corte  Costituzionale:  
comandi  o  consigli?”,  Rivista Trimestrale di Diritto Pubblico, Milán, núm. 2, 1963, p. 350.
805 Ezquiaga  Ganuzas,  Francisco  Javier,  op. cit., nota 467, p. 117.
806 Spadaro, Antonino, op. cit.,  nota  410,  p.  359.  En  Francia  también  el  Consejo  Consti-
tucional ha atribuido autoridad a las motivaciones que sostienen la parte dispositiva de
las  sentencias  pues  son  su  sostén  necesario  y  constituyen  su  fundamento  mismo.  Es  inte-
resante al respecto señalar que esto puede implicar dos cuestiones distintas: que las deci-
siones  del  tribunal  tengan  autoridad  de  cosa  juzgada  y  que  por  lo  mismo  se  impongan  (las  
decisiones)  a  todas  las  autoridades  públicas;;  y  que  tengan  autoridad  de  cosa  interpretada  
que  implica  que  no  sólo  la  decisión,  sino  también  la  jurisprudencia  del  Tribunal  se  im-
pone a las diferentes autoridades públicas. Bon, Pierre, op. cit., nota 715, pp. 168 y 169.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 235

resultados  insatisfactorios  por  las  siguientes  razones:  1)  no  se  sabe  cuá-
les  motivos  son  verdaderamente  la  base  de  las  decisiones;;  2)  el  órgano  
jurisdiccional  puede  formular,  a  través  de  las  motivaciones,  un  derecho  
constitucional   obligatorio   para   los   poderes   públicos;;   3)   contradice   el  
carácter abierto de la Constitución, ya que impele a comprender a la
jurisprudencia constitucional como una interpretación obligatoria en el
mismo plano que aquella e incluso como acto constitucional de carác-
ter  constitutivo;;  4)  contribuye  a  que  el  Tribunal  se  aleje  del  significado  
otorgado a los derechos fundamentales y que en su lugar se vincule a
concepciones  jurídicas  más  generales;;  5)  reduce  las  posibilidades  de  reac-
ción  del  legislador  respecto  a  las  decisiones  del  Tribunal,  y  6)  pone  en  
peligro,  a  largo  plazo,  la  consideración  del  Tribunal  como  jurisdicción  
suprema.807 En suma, dice este autor, la vinculación a las ratio decidendi
de las sentencias constituye una violación a los límites funcionales de la
jurisdicción constitucional.808
Hay  que  considerar  que,  como  dice  Zagrebelsky,  no  hay  fundamento  o  
principio  constitucional  para  justificar  la  pretensión  de  los  jueces  de  indi-
car ellos mismos, y por todos, el modo de concretar los valores constitu-
cionales del ordenamiento, mucho menos, el modo de reconstruir inter-
pretativamente el sistema legislativo.809  Así  también  opina  Silvestri,  para  
quien este tipo de sentencias no tiene fundamento teórico ni práctico. Están
exentas de fundamento teórico porque el principio de conservación de las
leyes no está contenido en ninguna disposición jurídica, y de fundamento
práctico, porque lejos de evitar el mayor de los males lo provoca, dado
que las disposiciones sujetas a control de legitimidad son, al menos desde
una  perspectiva  hermenéutica,  inconstitucionales  y,  sin  embargo,  el  juez  
las acepta y, todavía más, exonera al legislador de su deber de proveer
rápidamente y de modo conforme a la Constitución.810
No desconocemos que, como comentan Groppi y Rolla, las nuevas
técnicas  de  decisión  han  partido  de  la  necesidad  de  dar  respuestas  a  es-
pecíficas  exigencias  prácticas,  enfrentar  los  acuciantes  problemas  que  se  
presentan en la sociedad, ponderar los efectos de las decisiones judiciales
y calibrarlas sobre la base del impacto que puedan provocar no sólo so-
bre  el  ordenamiento  jurídico,  sino  también  sobre  las  relaciones  con  otros  
807 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, pp. 212-214.
808 Weber, Albrecht, op. cit., nota 449, p. 74.
809 Ibidem, p. 109.
810 Silvestri, Gaetano, op. cit., nota 503, p. 1687.
236 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

poderes del Estado.811 Sin embargo, por ello mismo estos diversos tipos
de sentencias tienen serios inconvenientes dogmáticos: no pueden prever
los diferentes aspectos de las normas que emiten; provocan inseguridad
jurídica, ya que no hay reglas para deducir cuando se van a producir;
presentan  dificultades  en  su  determinación  y  conocimiento,  puesto  que  la  
norma  nueva  no  figura  en  el  fallo  de  las  sentencias,  sino  en  la  motivación  
o en los fundamentos jurídicos; e imponen una sola interpretación de la
ley, lo que afecta a todos los operadores jurídicos.812
Claro   está   que,   como   escribe   Favoreau,   la   influencia   de   las   técnicas  
de interpretación depende de la autoridad que alcancen en la esfera de
los poderes públicos.813   Si   analizamos   el   tema   desde   esta   perspectiva,  
podemos percatarnos de que en la mayoría de los casos esta situación es
aceptada sin resistencia y casi de forma general por el Poder Legislati-
vo.  Como  dice  Sandulli,  éste  parece  estar  dispuesto  a  aceptar,  secundum
eventum,  una  política  del  juez  constitucional  invasiva  de  su  propia  esfera.  
Las reacciones contra el contenido de las sentencias son ocasionales, de
breve duración y acordes con los diversos intereses de los grupos políti-
cos.814  Las  razones  de  dicha  pasividad  son  esencialmente  políticas.  Las  
decisiones de los jueces pueden suscitar críticas que normalmente divi-
den a las formaciones parlamentarias de mayoría y oposición. Es muy
difícil y políticamente riesgoso formar un frente compacto entre la mayo-
ría y la oposición para inducir al tribunal a evitar ocasiones legislativas.
Como observan Schaffer y Haas, a menudo el legislador, en vista de que
su regulación no está del todo madura, lo que concientemente quiere es
que  el  juez  constitucional  corrija  su  obra  y  la  inserte  sistemáticamente  en  
el ordenamiento, pues tomando “en cuenta la existencia de un control a
posteriori de las normas y la creciente predisposición de los particulares
a recurrir, frecuentemente se aprueban normas sin examinar cuidadosa-
mente  sus  efectos  a  largo  plazo  y  su  acomodación  al  ordenamiento  jurí-
dico  y  a  la  Constitución”.815
Una cuestión parece ser clara en relación con todo lo expuesto: los
diversos pronunciamientos de los jueces han generado por lo menos
811 Rolla, G. y Groppi, T., op. cit., nota 465, p. 169.
812 Aja,  Eliseo  y  González  Beilfuss,  Markus,  op. cit., nota 457, pp. 277 y 278.
813 Favoreau, Louis, op. cit., nota 378, p. 50. El mismo planteamiento en el artículo de
Rivero,  Jean,  “A  modo  de  síntesis”, cit., nota 291, p. 676.
814 Sandulli, Aldo M., op. cit., nota 273, pp. 399-401.
815 Schäffer,  Heinz  y  Haas,  Thomas,  op. cit., nota 427, p. 30.
LIMITACIONES DE LAS FUNCIONES DEL LEGISLADOR 237

confusión en el papel que dentro del sistema constitucional le corresponde


a cada uno de los poderes estatales; tienden a borrar los diferentes roles
de los órganos públicos y las diversas funciones que les corresponden.
Asimismo, evidencian que se difumina el respeto que cada uno de ellos
debe tener a la esfera de competencias de los otros, la pluralidad de ló-
gicas que regulan las diversas funciones constitucionales y la existencia
de  esferas  de  poder  individualizadas  e  inconfundibles.  No  con  facilidad  
puede aceptarse que un órgano del Estado tenga el derecho de señalar a
otro las directrices en virtud de las cuales debe efectuar su actividad.
CAPÍTULO TERCERO
CAUSAS POR LAS QUE SE HA PRODUCIDO EL CRECIMIENTO
DE LA POSICIÓN JURÍDICA Y POLÍTICA DEL JUEZ
CONSTITUCIONAL Y LA REDUCCIÓN DE LA POSICIÓN
DE PRIMACÍA DEL LEGISLADOR

Como hemos tratado de comprobar en el capítulo anterior, existe una gene-


ral tendencia expansiva en la actuación de los órganos que ejercen la jus-
ticia constitucional816 que ocasiona la restricción del margen de discreción
interpretativa de los productos normativos por parte del legislador. Así nos
lo indica su conversión en órgano esencial del sistema estatal; el aumento
del número e importancia de los asuntos que se ponen a su consideración
para ser resueltos; el cambio en la concepción del parámetro sobre el que
realiza sus operaciones y en las posibilidades que el mismo le otorga para
una más penetrante intervención; el aumento del número de normas suje-
tas a su control; el incremento de los procedimientos o vías para poner en
funcionamiento sus tareas de defensa; los cada vez más numerosos sujetos
legitimados para acceder a los mismos; el aumento de sus competencias; y
la  facultad  que  tienen  para  modificar  o  crear  derecho  directamente.
Todos estos elementos provocan un aumento en la importancia de su
papel dentro del Estado, ya que los mismos lo hacen ser, además de defen-
sor y custodio del orden jurídico y de los valores fundamentales consigna-
dos  en  la  Constitución,  árbitro  que  soluciona  diversos  conflictos  jurídicos  
y sociales, factor de estabilidad política, elemento para la integración y
cohesión de la sociedad y órgano de impulso de procesos de innovación
legislativa, es decir, “motor de reformas”.817 Este aumento de sus com-
petencias y funciones le otorga, también, una amplia libertad para dar
sentido a las normas constitucionales y determinar las consecuencias jurí-
816 Cheli, Enzo y Caretti, Paolo, op. cit., nota 259, p. 24. En el mismo sentido, Rodota,
Stefano, “La Corte, la política, l’organizzazione sociale”, Politica del Diritto, núm. 2,
1982, pp. 174-176.
817 Así, por ejemplo, Cheli, Enzo, op. cit., nota 260, p. 50.

239
240 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dicas  de  sus  decisiones,  ejerciendo  gran  influencia  en  el  marco  estatal,  al  
grado de que, se ha dicho, entre sus facultades está “el mantenimiento de
la lógica global del sistema jurídico-político”.
Al realizar los tribunales actos legislativos o funciones de naturaleza
legislativa, dejando de ser simples aplicadores del derecho, se hace evi-
dente su poder creativo y su capacidad para reemplazar en sus funciones
a los órganos legislativos. Muchas veces esta capacidad de innovación
y la sustitución de funciones no son producto derivado de su actividad,
sino de una verdadera “voluntad de creación”. Esta forma de actuar pro-
voca la percepción de que el legislador no está sometido a la Consti-
tución, sino al Poder Judicial, y que éste asume “una y otra vez la fun-
ción de compensar o sustituir al legislador”,818 lo que, indudablemente,
implica una vulneración de los principios de separación de poderes y
gobierno de las mayorías. Si sostenemos que existe usurpación de la vo-
luntad del pueblo donde se crea derecho sin su consentimiento, cuando
el juez constitucional realiza operaciones creando derecho directamente
subvierte el proceso legislativo y erosiona la actividad ciudadana. Esto
puede conducirnos, en palabras de Barber, a una “democracia jurídica o
a la desdemocratización y despolitización del proceso político”. Como
dice Günter, cuando los jueces intervienen constantemente en los pro-
cesos políticos aparece el riesgo de que el Estado de derecho constitu-
cional pierda el predicado “democrático”, porque no son los ciudadanos
quienes toman las decisiones importantes sino los jueces que integran
los tribunales supremos.819
Lo que haremos en este capítulo es tratar de detectar y analizar las cau-
sas por las que ha aumentado tanto la presencia de los órganos jurisdic-
cionales en los sistemas políticos y jurídicos. Recuérdese que Cappelletti
en su momento señaló que este crecimiento era un fenómeno compensa-
torio, una “corrección necesaria”, un intento normal de reequilibrio de
los poderes estatales ante el “gigantismo del Estado”; es decir, una res-
puesta al crecimiento continuo de las funciones de la administración y
el legislador. El factor determinante del aumento de la fuerza del Poder
Judicial sería el incremento de la fuerza de los otros poderes del Esta-
do. El Estado social, explicaba el maestro italiano, caracterizado por
un Poder Legislativo y un Poder Ejecutivo de dimensiones gigantescas,
818 Weber, Albrecht, op. cit., nota 83, p. 84.
819 Habermas, Jürgen et al., op. cit., nota 129, p. 6; Barber, Benjamín, op. cit., nota
230, p. 284.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 241

debía producir un Poder Judicial paralelamente gigantesco en virtud del


principio de separación de poderes, que exige que “cuando más fuerte es
un poder, tanto más fuertes devienen también los demás en cuanto que
todos y cada uno de ellos están controlados por todos los demás y los
controlan”. Los tribunales, en consecuencia, atrapados en “el callejón
sin salida” que implica enfrentarse, en el Estado moderno, al aumento
de facultades del legislador y de la administración, debían “elevarse al
nivel de las otras ramas, de hecho, convertirse ellos mismos en el tercer
gigante para controlar al legislador mastodonte y al administrador levia-
tán”. Desde esta perspectiva, los órganos jurisdiccionales han crecido
para fungir como barrera de contención del sobredimensionamiento del
Ejecutivo y Legislativo acentuado su naturaleza política al representar
el único contrapeso a ambos. Sólo así se puede conformar un sistema de
equilibrio de poderes con un adecuado control recíproco que permita la
supervivencia de las libertades.820
Otros autores ven la razón del aumento de los poderes del juez en “la
progresiva consolidación de los regímenes democráticos”, que de forma
natural conducen al perfeccionamiento de los mecanismos técnicos de
protección de derechos y control de la actuación de los poderes públi-
cos.821  Algunos  juristas  más  afirman  que  la  razón  de  que  los  tribunales  
actúen como legisladores positivos, creando normas, está en los cambios
estructurales sufridos en el conjunto de las instituciones y el sistema cons-
titucional. “La actitud positiva de los tribunales constitucionales no es,
por tanto, un acontecimiento aislado, sino un fenómeno sistemático, que
tiene razones profundas en los cambios del sistema constitucional”.822
Concretamente se ha dicho que los tribunales se han acreditado como
órganos capaces de encarnar el nuevo sentido de legalidad de la civili-
zación democrática.823 Para Renoux, el crecimiento de la presencia de
las jurisdicciones constitucionales en la vida del Estado es consecuen-
cia de dos factores principalmente: la decadencia de las instituciones de
legitimación tradicionales (especialmente del rol del Parlamento dentro

820 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 562, pp. 608, 612 y 613, y nota 246, pp. 290 y 291;
Bachof, Otto, op. cit., nota 415, p. 58; Hitters, Juan Carlos, op. cit., nota 650, pp. 424 y
433; López Pina, Antonio, op. cit., nota 88, p. 30.
821 López Guerra, Luis, op. cit., nota 253, p. 44.
822 Aja, Eliseo y González Beilfuss, Markus, op. cit., nota 457, pp. 259 y 260.
823 Pergola, Antonio la, op. cit., nota 79, p. 3.
242 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de las democracias modernas) y la reivindicación por parte de los ciuda-


danos de una mayor protección asegurada por el Estado de derecho.824
Para nosotros, la respuesta a la pregunta sobre las razones de la exten-
sión  de  la  importancia  e  influencia  del  órgano  de  control  dentro  del  siste-
ma jurídico, político y social se explica desde una doble vertiente fuerte-
mente entrelazada: el aumento de la importancia y el cambio de naturaleza
de los derechos fundamentales, y la pérdida de la función de la ley y el
decaimiento de la posición del Parlamento dentro del sistema político. La
primera vertiente, que explica e implica en gran medida el desarrollo
de la segunda, se expresa, como señala Häberle, fundamentalmente en
los  siguientes  temas:  el  crecimiento  de  “la  intensificación  de  la  vincu-
lación” impuesta por los derechos, es decir, el paso de la vinculación
programática a la vinculación inmediata; la ampliación del “círculo”
de “destinatarios” de los derechos, que pueden ser los poderes públicos
o los particulares, y la extensión de los  niveles  de  eficacia “sobre todo
el desarrollo en dirección a los derechos fundamentales como tarea
estatal”.825  Con  el  desarrollo  de  estas  dimensiones,  que  reflejan  el  costa-
do objetivo de los derechos, como lo llama Alexy, éstos se han conver-
tido en normas sin objeto de regulación ni destinatarios dibujados con
precisión, con pretensión universal, y, al mismo tiempo, indetermina-
dos y abiertos en el sentido de una continua expansión posterior. 826 La
libertad pasa a hacer abstracción del titular y destinatario del derecho
y de algunas particularidades de su objeto. 827 La segunda vertiente, que
repetimos, está íntimamente relacionada con la anterior, indica que el
aumento de la importancia del órgano judicial tiene que ver con el pro-
ceso de decadencia de la ley y la pérdida de importancia del proceso le-
gislativo. Desde hace tres décadas, Trujillo advirtió que la extensión del
control de constitucionalidad estaba relacionada con problemas, como
la pérdida de prestigio de la Constitución y la crisis de la concepción
clásica de la ley, dos de las cuestiones, decía, más importantes de la
fenomenología político-constitucional de nuestro tiempo. Estos proble-
824 Renoux, Thierry S., “El Consejo Constitucional y el Poder Judicial en Francia y
en el modelo europeo de control de constitucionalidad de las leyes”, Revista Chilena de
Derecho, vol. 20, 1993, p. 442.
825 La evolución de los derechos fundamentales es “la historia de una progresiva in-
tensificación   y   extensión   de   su   eficacia”.   Häberle,   P.,   en   su   colaboración   a   la   obra   La
garantía constitucional de los derechos fundamentales. cit., nota 9, pp. 264 y 265.
826 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op. cit., nota 262, p. 110.
827 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 509.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 243

mas  están  íntimamente  unidos  a  otros,  como  la  ineficacia  conformadora  


de las Constituciones y sus fórmulas y el dominio de los mecanismos
institucionales del Estado por grupos políticos y económicos que im-
primen orientación al proceso político. Estas situaciones exigen inten-
tar su remedio. “Por eso, si realmente importa vigorizar el sentimiento
constitucional  estimulando  la  confianza  en  la  Constitución,  es  evidente  
la   necesidad   de   reforzar   la   eficacia   de   sus   prescripciones,   dotándolas  
de   garantías   eficientes”.828 Obviamente no es casualidad que los fun-
damentos de nuestra explicación se encuentren en los dos elementos
que constituyen los valores políticos basilares sobre los que se levanta
toda la construcción liberal del derecho, mismos que están en relación
muy estrecha con el modo de concebir la relación Estado-sociedad: los
derechos fundamentales y la ley, expresión de la soberanía popular.

I. LA INTENSIFICACIÓN DE LA VINCULACIÓN
DE LOS DERECHOS

Como dijimos en el capítulo precedente, los enunciados sobre dere-


chos contenidos en las normas constitucionales eran considerados nor-
mas programáticas, que de ninguna forma vinculaban al legislador, y que
resultaban operantes solamente en virtud de su desarrollo legislativo. En
palabras de Anschütz, los derechos no constituían derecho efectivamente
vigente, permanecían sin producir ningún efecto particular, ya que sólo
eran “directivas para emanar leyes”.829 Este entendimiento, desfavorable
para el desarrollo de una noción que sustentara la “prioridad de la Cons-
titución” sobre la ley ordinaria, tenía como causa, como escribe Bachof,
su origen histórico y, sobre todo, la consideración de que el único órgano
que podía representar una amenaza para los derechos era el Poder Ejecu-
tivo.830  Esto,  señala  Grimm,  no  significaba  que  fuera  nulo  el  efecto  de  los

828 Trujillo Fernández, Gumersindo, Dos estudios sobre la constitucionalidad de las


leyes, Facultad de Derecho de la Universidad de la Laguna, 1970, pp. 7 y 8.
829 “En la historia del constitucionalismo continental europeo, los derechos fundamen-
tales apenas habían logrado salir de la esfera de la aspiración... Se consideraba por lo
general que no producían efectos jurídicos sino que cumplían sólo una función programá-
tica o de apelación”. Cascajo Castro, José Luis, La tutela constitucional de los derechos
sociales, Madrid, CEC, 1988, pp. 18 y 19.
830 Bachof, Otto, op. cit., nota 415, p. 40. “El pensamiento liberal en su lucha contra el
absolutismo había supuesto que la libertad quedaría perfectamente garantizada en cuanto
244 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

derechos, sino que no se trataba de un efecto jurídico, sino político. El


legislador no estaba vinculado a ellos, la administración estaba sólo so-
metida al principio de legalidad y la justicia no los aplicaba directamente
en las relaciones entre el individuo y el Estado.831 En este sentido, “po-
dían servir de base para la reivindicación de las libertades prometidas en
la Constitución o como rasero para juzgar el comportamiento del gobier-
no”, pero no podían hacerse valer ante la justicia ni constituir verdaderas
fuentes del derecho.832
Actualmente se considera que los derechos gozan de las cualidades
de la Constitución; es decir, la fuerza normativa de los derechos se ex-
trae de la fuerza normativa de la Constitución, y se imponen, aun sin
mandato expreso, a todos los ciudadanos y poderes instituidos, inclui-
do el legislador.833 Esta vinculación se entiende, dice Díez-Picazo, como

el pueblo fuera quien detentara el ejercicio del poder a través de la ley, entendida como
expresión  de  la  voluntad  general.  De  ahí  la  confianza  de  los  autores  de  la  Declaración  de  
1789 en la ley, como instrumento más adecuado para establecer el contenido y el límite
de los derechos fundamentales”. Asignando a la ley la tarea de concretar el alcance de
los derechos fundamentales, los primeros constitucionalistas intentan, antes que nada,
sustraer de cualquier injerencia arbitraria del ejecutivo el estatuto de estos derechos, pero
dejan un amplio margen de actuación al legislador”. Pérez Luño, Antonio E., Derechos
humanos, Estado de derecho y Constitución, 2a. ed., Madrid, Tecnos, 1986, p. 97.
831 Grimm, Dieter, “La Constitución como fuente del derecho”, cit., nota 414, p. 14.
“El revolucionario francés igualmente fundó un nuevo régimen que se apoyaba en el
texto constitucional, pero éste quedaba reducido a su sección orgánica, porque las decla-
raciones de derechos se formulaban como grandes principios revolucionarios con “valor
absoluto y universal” aunque a menudo sin efectividad jurídica directa”. Vigo, Rodolfo
Luis, op. cit., nota 101, p. 62.
832 Grimm, Dieter, op. cit., nota 414, p. 16. Todavía durante la vigencia de la Constitu-
ción de Weimar “hubo de plantearse frecuentemente el problema de si una norma cons-
titucional debe recibir una aplicación inmediata o constituye una regla programática que
vincula simplemente al legislador”. Forsthoff, Ernst, op. cit., nota 395, p. 76. Dice Cruz
Villalón  que  en  Weimar  se  plantea  en  toda  su  agudeza  el  problema  de  la  eficacia  jurídica  
de las normas sobre derechos fundamentales. “La década larga de vigencia de la Consti-
tución es un proceso de descubrimiento de los derechos fundamentales”. Cruz Villalón,
Pedro, “Formación y evolución de los derechos fundamentales”, REDC, Madrid, año 9,
núm. 25, 1989, pp. 55 y 58.
833 “Si recordamos la vieja idea de Windscheid y, desde luego, kelseniana, de que
los derechos subjetivos sólo son las normas que los reconocen, en cuanto están puestas
a disposición de los sujetos, el problema de la fuerza normativa de los derechos fun-
damentales es el problema de la fuerza normativa de los textos o de las reglas en que
tales derechos fundamentales están descritos y están reconocidos. Es, por consiguiente,
el problema de la fuerza normativa de la constitución misma, en cuanto, corpus donde
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 245

un deber jurídico de respeto, observancia y remoción de los obstáculos


que existan para su plena efectividad, en el sentido de proporcionar a
sus titulares el disfrute de su íntegro contenido constitucional. Pero no
sólo se establece la vinculación de todos los poderes públicos a los de-
rechos, también se considera que éstos añaden “un plus” a su regulación
constitucional, “que consiste, justamente, en que tal regulación tiene el
carácter de derecho inmediatamente aplicable, sin necesidad de interme-
dio de una ley”.834 La Constitución, al vincular a los poderes públicos,
los obliga a la aplicación directa de sus normas impidiéndoles distinguir
entre artículos de aplicación directa y otros meramente programáticos
que carecerían de valor normativo, teniendo todos plena virtualidad des-
de el momento en que son reconocidos por el texto constitucional, no
precisando de “ulterior concreción normativa” o “mediación previa del
legislador ordinario”.835 Las Constituciones están revestidas frente a los

estos derechos se reconocen y consagran”. Díez Picazo, L., en López Pina (ed.), La ga-
rantía constitucional..., cit., nota 9, p. 289. Los derechos fundamentales, como parte de la
Constitución,  comparten  su  alcance  normativo,  que  entre  otras  cosas  significa,  como  ya  
se dijo, su fuerza, su capacidad de imponerse a la voluntad de los órganos que encarnan
el poder constituido. Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, pp. 100 y 206. Si buscamos
una razón objetiva para sostener la vigencia inmediata de los derechos fundamentales la
respuesta no puede ser sino obvia después de haber considerado a la Constitución como
norma jurídica en toda su plenitud. La vigencia inmediata de los derechos fundamentales
es “conclusión necesaria de su constitucionalización normativa” y “de su incorporación
al derecho constitucional”, a la Constitución y con ello a la cúspide de la jerarquía norma-
tiva. Stern, Klaus, “El sistema de los derechos fundamentales en la República Federal de
Alemania”, RCEC, Madrid, núm. 1, 1988, p. 263. Así, como ejemplo, el artículo 1.3 de la
Ley Fundamental de Bonn expresa: “los derechos fundamentales vinculan a los poderes
legislativo, ejecutivo y judicial a título de Derecho inmediatamente válido o aplicable”.
De la misma forma el artículo 53.1 de la Constitución Española declara que “los derechos
y libertades reconocidos en el Capítulo II vinculan a todos los poderes públicos”. Se con-
sidera a la Constitución un sistema preceptivo que vincula tanto a los poderes públicos
como a los ciudadanos, lo que hace decir a Kaegi que lo fundamentalmente nuevo y sig-
nificativo  del  Estado  constitucional  actual  es  “la  fuerza  vinculante  bilateral  de  la  norma”.  
Cit. por García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 4, p. 49. Claro está que, como dice E.
Díaz, aunque la Constitución obliga y vincula a todos, no se puede olvidar que vincula
y obliga de manera más intensa al Estado, a sus órganos y poderes, representantes y go-
bernantes. Díaz, Elías, “Estado de derecho: exigencias internas, dimensiones sociales”,
Sistema, Madrid, núm. 125, p. 9.
834 García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 4, p. 127.
835 Ibidem,  p.  122.  Schneider,  Hans  Peter,  “Aplicación  directa  y  eficacia  indirecta  de  
las normas constitucionales”, Democracia y Constitución, trad. de K. Albiez Dormán y
M. Saavedra López, Madrid, CEC, 1991, p. 79. No solamente se debe señalar la vigencia
246 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

órganos estatales de una fuerza directa que implica que su “contenido


material opera directamente, y sin excepciones, sobre los ciudadanos y
poderes públicos”.836 Esta circunstancia provoca que los derechos tengan
validez aun sin leyes de desarrollo y virtualidad jurídica desde su propia
constitucionalización, por lo que su efectividad no queda a expensas de
otras leyes o del riesgo de que éstas nunca se dicten, ni sus titulares “han
de esperar para su ejercicio ningún reconocimiento previo por parte de
ningún poder público”. La Constitución genera “por sí misma derechos
subjetivos sin necesidad de intermediación legislativa” y, es más, esta
eficacia  inmediata  opera  también  en  el  caso  de  “los  llamados  derechos  de  
configuración  legal”.837 Con esto se puede entender con claridad por qué
Kruger  afirma,  en  extendida  frase,  que  “antes  los  derechos  fundamentales  
sólo valían en el ámbito de la ley; hoy las leyes sólo valen en el ámbito
de los derechos fundamentales”. Anteriormente no había derechos, sino
en virtud de las leyes; hoy las leyes no pueden existir si no respetan los
derechos fundamentales. La ley queda subordinada a los derechos. En

o  eficacia  inmediata  de  los  derechos  fundamentales,  resulta  indispensable  también  seña-
lar a “aquellas personas que se encuentran vinculadas o comprometidas por los mismos
derechos fundamentales” y estas son: el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder
Judicial. “Los poderes del Estado han de estar vinculados por los derechos fundamenta-
les; constituyen, pues, los destinatarios de la vinculación”. La vinculación a los derechos
tiene “vocación de ser exhaustiva”. Stern, Klaus, op. cit., nota 833, pp. 267 y 268. Los
derechos “son origen inmediato de derechos y obligaciones y no meros principios progra-
máticos con lo que sus titulares no han de esperar para su ejercicio a ningún reconocimien-
to previo por parte de ningún poder público”. Fernández Segado, Francisco, “La teoría
jurídica de los derechos fundamentales”, REDC, Madrid, núm. 39, 1993, pp. 212 y 213.
836 Nieto, Alejandro, op. cit., nota 453, p. 387; Schneider, Hans Peter, op. cit., nota
835, p. 77.
837 Aguiar, Luis, “Dogmática y teoría jurídica de los derechos fundamentales en la
interpretación de estos por el Tribunal Constitucional español”, RDP, Madrid, núms. 18-
19, 1983, p. 26; Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 835, p. 212. Como escribe
M. Fromont: todos los derechos fundamentales “tienen valor constitucional y, por tanto,
se hallan en la cúspide de la jerarquía normativa “no hay pues, ocasión para establecer
distinciones según el tipo de derecho fundamental de que se trate”, simplemente por el
hecho de ser declaraciones de derecho positivo vinculan al legislador “a pesar de que pro-
claman principios económicos o sociales que en ocasiones no parecen sino tener un valor
meramente programático”. Fromont, Miguel, en López Pina (ed.), La garantía consti-
tucional..., cit., nota 9, p. 307. Escribe Prieto Sanchís que “la ausencia de un desarrollo
legislativo  puede  dificultar  el  ejercicio  de  los  derechos,  pero  en  ningún  caso  impedirlo,  
pues éstos se imponen directamente y deben ser aplicados por los órganos primarios del
sistema”. Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 120.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 247

palabras de Baldassarre: la legitimación del Estado no se agota más en


la legalidad, no se basa solamente en las leyes del Parlamento, sino que
tiene su punto de apoyo en los derechos constitucionales de la persona
humana, “en relación a los cuales se mide la legitimidad de la misma ley
y del mismo Estado”.838
El paso de la vinculación programática a la “vinculación inmediata”
o directa impone un deber de respeto a los derechos y “de abstención de
cualquier comportamiento que los pueda vulnerar”, por lo que “la inobser-
vancia de esta regla o deber jurídico comporta indiscutiblemente ilicitud
y determina la nulidad del acto jurídico de los poderes públicos que así
se produzca”.839 La fuerza vinculante de los derechos produce que cual-
quier infracción a los mismos pueda ser reclamable ante los tribunales, y
susceptible de ser declarada antijurídica.840 Así, el medio en que se con-
creta  el  carácter  vinculante  de  la  Constitución,  consigue  la  eficacia  de  
sus normas y se eleva a los derechos fundamentales al rango de fuente
del derecho es, principalmente, la jurisdicción, lo que conlleva, señala
De  Otto,  que  la  Constitución  se  “juridifique  y  judicialice”.841 Esto indi-
ca, como escribe Grimm, que existe una estrecha relación entre la con-
sideración de los derechos como directamente aplicables, su carácter de
normas vinculantes respecto a todos los poderes públicos y la existencia
de un medio para controlar los actos del Estado.
Ahora bien, que el legislador deba respetar los contenidos vinculan-
tes de los derechos fundamentales y esta vinculación sea, como señala
Díez-Picazo, principalmente, de carácter negativo, en el sentido de que
la legislación que se dicte no puede violar su núcleo esencial, 842 ha oca-
sionado que en un sector de la doctrina todas las normas constitucionales
sean concebidas como reglas negativas de competencia, que imponen

838 Baldassarre, Antonio, “I diritti fondamentali nello stato costituzionale”, Scritti in


onore di Alberto Pedrieri, Milán, Giuffrè, 1996, t. I, p. 66.
839 Díez-Picazo, Luis, en López Pina (ed.), La garantía constitucional..., cit., nota 9,
p. 290; id., “Constitución, ley, juez”, REDC, Madrid, año 5, núm. 15, 1985, p. 19.
840 “La constitucionalización no supone... la mera enunciación formal de un principio,
sino la plena positivización de un derecho a partir del cual cualquier ciudadano podrá
recabar su tutela ante los Tribunales ordinarios”. Fernández Segado, Francisco, op. cit.,
nota 835, p. 212.
841 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 7, p. 36; Grimm, Dieter, op. cit., nota 414, p. 18.
842 Díez-Picazo y Ponce de León, Luis, en López Pina (ed.), La garantía constitucio-
nal..., cit., nota 9, p. 292; Fromont, Miguel, en su colaboración a la misma obra, p. 317.
248 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

deberes de omisión al Estado,843 produciéndose dos consecuencias: la


limitación de la discrecionalidad del legislador al desarrollarlas y la
consideración de que su protección y efectividad es una función exclu-
sivamente judicial.
El   caso   más   significativo   es   el   de   los   derechos   sociales.   Con   base  
en la idea de que la garantía del contenido esencial no es privativa
de algunos preceptos constitucionales, sino común a cualquier norma
constitucional,844 y que, es más, ésta es la garantía mínima que tiene
todo enunciado constitucional para que no sea anulada su normativi-
dad, se asegura que los derechos sociales tienen un “núcleo” irreduc-
tible e indisponible para el legislador que permite considerarlos au-
ténticas pretensiones subjetivas reconocibles con independencia de la
mayoría  política  y,  en  general,  de  la  libertad  de  configuración  del  legis-
lador. En virtud de este núcleo esencial puede obtenerse, escribe Prieto,
un contenido subjetivo prestacional, y, de esta forma, convertirlos en
triunfos del individuo que se imponen contra los intereses de la mayo-
ría. Lo que queremos destacar es que, como sucede con todo contenido
esencial,  los  contornos  de  éste,  su  definición  y  configuración  pasa  a  ser  
objeto de la labor de los jueces constitucionales, lo que si bien resul-
ta  congruente  con  la  afirmación  de  que  estos  derechos  son  posiciones  
tan importantes que su garantía no puede dejarse a simples mayorías
parlamentarias,   como   afirma  Alexy,   no   resulta   fácilmente   conciliable  
con el principio democrático.845 Esta “aproximación absolutista” a los
derechos sociales, como la llama Gómes Canotilho, puede tener efectos
negativos   derivados   de   la   confianza   que   se   otorga   a   “la   simple   inter-
pretación de normas consagradoras de derechos sociales para, a través
del  procedimiento  hermenéutico  de  la  atribución  de  significado  a  enun-
ciados lingüísticos, deducir la efectividad de los mismos derechos”.
Con ello, dice el autor portugués, pueden producirse resultados irrazo-

843 López Pina, Antonio, “Comentarios al capítulo III del título I. De los principios
rectores de la política social y económica”, Comentarios a la Constitución Española de
1978, Madrid, 1997, pp. 27, 33 y 34.
844 Otto y Pardo, Ignacio de, “La regulación del ejercicio de los derechos y libertades.
La garantía de su contenido esencial en el artículo 53.1 de la Constitución”, cit., p. 127.
845 Prieto Sanchís, Luis, “Los derechos sociales y el principio de igualdad sustan-
cial”, Ley, principios, derechos, Madrid, Dykinson, 1998, pp. 104, 109, 110 y 114-116.
También, “Ideología liberal y fundamentación iusnaturalista de los derechos humanos.
Observaciones críticas”, ADH, Madrid, núm. 4, 1986-1987, p. 300.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 249

nables, irracionales y efectos contrarios a los pretendidos. 846 Advertir


sobre   estas   posibles   consecuencias   no   significa,   de   ninguna   manera,  
como indica Böckenförde, empeñado en diferenciar la estructura de
los derechos liberales y sociales, no aceptar que hay situaciones en las
que estos últimos operan, por su propia naturaleza, como auténticos lí-
mites a la actuación del Estado (es el caso, por ejemplo, de la práctica
administrativa  continuada:  “frente  a  una  configuración  ya  verificada...  
los derechos sociales pueden establecer ciertos límites elementales a la
transformación o a la supresión”).847 A parecidas consecuencias sobre
la acción del legislador conduce la denominada teoría de la irreversibi-
lidad de las conquistas sociales, que sostiene que las regulaciones y me-
didas escogidas para la realización de los derechos sociales están prote-
gidas  ante  cualquier  intento  de  supresión  o  reducción  que  signifique  un  
retroceso  en  su  configuración.  La  irreversibilidad  significa,  como  dicen  
De  Esteban  y  López  Guerra,  que  todos  los  logros  y  beneficios  que  se  
han alcanzado en un momento histórico deben entenderse como pasos
hacia   una   meta   futura   y,   por   ello,   su   modificación   únicamente   puede  
darse en sentido favorable a los afectados, por lo que no se puede des-
mantelar o reducir esencialmente la acción del Estado, en particular, no
se pueden subvertir “determinados logros ya alcanzados en ejecución
de los derechos sociales”.848 Para algunos autores, ésta es una forma de
garantizar la existencia, permanencia y desarrollo de los derechos so-
ciales; para otros, es el camino para reducir la acción del legislador.849

846 Gómes Canotilho, José J., op. cit., nota 51, pp. 41 y 42.
847 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op. cit., nota 657, p. 78. Por otro lado piénsese,
como escribe Gargarella, en una sociedad donde la totalidad de las personas viviesen
satisfactoriamente. El deber del Estado sería el de abstenerse de desarrollar comporta-
mientos susceptibles de afectar el orden económicamente justo ya establecido. Gargare-
lla, Roberto, “Primeros apuntes para una teoría sobre los derechos sociales. ¿Es posible
justificar  un  tratamiento  jurídico  diferenciado  para  los  derechos  sociales  e  individuales?”,  
Jueces para la Democracia, Madrid, núm. 31,1998, p. 12.
848 Vallespín Oña, Fernando, “Estado de Bienestar y Constitución”, RCEC, Madrid,
núm. 1, 1988, p. 136.
849 Otro límite al legislador resulta de las propuestas de establecer un porcentaje mí-
nimo para la realización de los derechos sociales. Esta acción puede ser considerada una
forma más de limitar la acción de los parlamentos, además de que se pone en cuestión
su prerrogativa de establecer si los ciudadanos han de ser gravados y cuando. Además de
esta forma “La destinación de los recursos a la satisfacción de los derechos reconocidos
se convierte en un vínculo inmanente al sistema, que puede ser declarado cuando quiera
que el ciudadano haga valer su derecho insatisfecho delante del juez”. Rodota, Stefano,
250 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

La intervención judicial se refuerza aceptando la existencia de una re-


lación lineal e ineludible entre el carácter vinculante de los derechos y su
aplicación directa.850 Esta idea produce que los jueces posean un amplio
margen de regulación y realmente corra a su cargo, como señala Aragón,
el desarrollo normativo de los derechos. De esta forma, éstos, de ser le-
gales, pasan a ser derechos jurisdiccionales y, los jueces, conformadores
del estatus jurídico de los ciudadanos del Estado.851 Lo que preocupa es
que en esta construcción parecen ignorarse las diferencias que existen en-
tre las diversas normas constitucionales, que si bien todas tienen fuerza
obligatoria,  esto  no  significa  que  no  tengan  que  ser  concretadas  y  desa-
rrolladas “en razón de su indeterminación, elasticidad e incomplitud”.852
El afán de la aplicación directa ha llevado a relegar las distintas formas de
vinculación normativa que existen según el tipo de relación sobre la que el
derecho fundamental se proyecte y las diferencias en “el modo y grado de
vinculación a los derechos fundamentales” que tiene cada órgano estatal.
Como señala Schneider, y hemos insistido antes, “la vinculación del po-
der público a la Constitución no está desarrollada con la misma intensidad
y actualidad en todos los ámbitos”. La vinculación a la Constitución por
parte  del  Poder  Legislativo  es  menos  inmediata  y  más  flexible  que  la  de  
otras funciones estatales por la falta de determinación de las normas cons-
titucionales; la vinculación de la administración es más fuerte y se produ-
ce, principalmente, a través del principio de legalidad, y la vinculación del
Poder Judicial se da mediante la aplicación de la ley.853 En consecuencia,
“más  que  un  tipo  de  eficacia  vinculante  de  los  derechos  fundamentales,  
existen tipos diversos y plurales de vinculación”; por ello es necesario
distinguir la forma en que los poderes públicos se sitúan frente a la Cons-

“La promesa de los derechos”, trad. de F. Hinestrosa, Revista Jurídica, Colombia, núm. 1,
1992, p. 14.
850 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 835, p. 103; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota
677, p. 117. Es común el error de confundir normatividad con aplicación directa de las
normas  y  control  jurisdiccional.  “Afirmar  esto  es  desconocer  una  parte  substancial  de  la  
Teoría  general  del  derecho”.  “Identificar...  normatividad  con  aplicación  directa  y  control  
jurisdiccional es un grave error técnico”. Es indiscutible que “la Constitución es cierta-
mente  una  norma...pero  tal  afirmación  no  conlleva  la  consecuencia  de  que  sea  siempre  y  
en todo caso directamente aplicable”. Nieto, Alejandro, op. cit., nota 453, p. 387.
851 Aragón, Manuel, op. cit., nota 320, p. 101.
852 Solozábal   Echeverría,   Juan   José,   “Alcance   jurídico   de   las   cláusulas   definitorias  
constitucionales”, REDC, Madrid, núm. 15, 1985, pp. 84 y 85.
853 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 835, pp. 77 y 78.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 251

titución, ya que cada uno de ellos aplica el derecho constitucional, y con-


secuentemente, los derechos fundamentales, de manera distinta.854
El propósito de establecer un efectivo estatuto de la libertad ha pro-
vocado,  como  afirma  García  de  Enterría,  que  se  configure  una  Constitu-
ción efectiva por sí misma, no necesitada “de ningún complemento para
ser operativa inmediatamente...”.855 El debilitamiento de la ley, al que
nos referiremos más adelante, “junto con la extensión desorbitada de la
técnica de aplicación directa de la Constitución están produciendo... una
potenciación extraordinaria del derecho judicial”. La “aplicación de la
Constitución lleva directamente a la creación judicial del derecho”. 856
Esto lleva a Schneider a insistir en no equiparar totalmente fuerza nor-
mativa  y  eficacia;;  a  Cervati  a  señalar  que  es  necesario  promocionar  una  
plena y efectiva aplicación de los derechos fundamentales, pero conside-
rando las respectivas funciones de los poderes públicos, y a Díez-Picazo
a  afirmar  que  es  indispensable  una  tendencia  restrictiva  a  la  aplicación  
directa de la Constitución “no yendo nunca más allá de los supuestos en
que la aplicación directa es posible”, porque sólo así se puede evitar “la
tentación de un derecho judicial”.857

II. LOS DERECHOS COMO SISTEMA DE VALORES


O PRINCIPIOS

Los derechos, como escribe Habermas, han pasado de ser simples nor-
mas de defensa que garantizan la libertad y legalidad de las intervenciones
de la administración a principios básicos del orden jurídico conservando
su contenido de derechos subjetivos de libertad dentro del contenido ju-

854 Ibidem,   pp.   76-­78.   La   eficacia   vinculante   de   los   derechos   fundamentales   es   más  
fuerte respecto al legislador y al órgano jurisdiccional y menos fuerte respecto al Poder
Judicial.  García  Torres,  Jesús,  “Reflexiones  sobre  la  eficacia  vinculante  de  los  derechos  
fundamentales”, Introducción a los derechos fundamentales. X Jornadas de Estudio,
vol. II, España, Ministerio de Justicia, 1988, pp. 1031 y 1032.
855 García de Enterría, Eduardo, op. cit., nota 4, p. 128.
856 Díez-Picazo, Luis, op. cit., 839, p. 23.
857 “Me parece que el único campo posible de aplicación directa es el de los derechos
fundamentales que disponen de un ámbito especial de protección”. Díez Picazo, Luis, op.
cit., nota 839, pp. 19 y 23; Cervati, Ángel A., en López Pina (dir.), La garantía constitu-
cional de los derechos fundamentales..., cit., nota 9, p. 55.
252 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

rídico-objetivo de normas-principios.858 Es decir, los derechos, además


de su carácter jurídico subjetivo, de su pretensión de asegurar la libertad
del individuo frente a cualquier intromisión por parte del poder público,
que es la forma en que se entienden originalmente, son principios y va-
lores sustanciales del ordenamiento jurídico o “elementos constitutivos
del orden institucional”, que “incorporan un orden axiológico objetivo
que, en su condición de decisiones constitucionales básicas, vale para
todos los ámbitos del derecho, proporcionando directrices e impulsos
para la legislación, la administración y la jurisprudencia”. Este sistema
de valores, que no es neutral y pretende tener validez universal y unidad
material de sentido, resume la esencia de la vida estatal, y tiene su fun-
damento, al decir de Smend, en “conceptos universales de justicia”; lo
que  significa,  desde  el  punto  de  vista  político,  la  existencia  de  “una  vo-
luntad de integración material”, y, desde el jurídico, la forma en que se
legitima el orden positivo estatal, ya que éste es válido “sólo en cuanto
que representa este sistema de valores.859 Desde esta perspectiva, como
escribe Bachof, este orden de principios no ha sido creado por la Consti-
tución, es preestatal, independiente del arbitrio del Estado, que se limita
a reconocerlo y garantizarlo, y tiene su “fundamento de validez” en los
valores determinantes de la cultura occidental”. 860
Desde esta concepción, los derechos consagrados en la Constitución
son la plasmación jurídica de los valores éticos de la sociedad y el so-
porte axiológico que estructura y armoniza todo el sistema jurídico. Al
representar la sistematización del contenido axiológico aceptado por la
comunidad, integran y otorgan sentido a todo el ordenamiento y a cada
una  de  sus  normas,  imponen  determinada  configuración  a  las  institucio-
nes, prescriben las metas comunitarias, fungen como criterios básicos a
través de los cuales se enjuicia la conducta y ordenan y establecen los
fines  de  la  convivencia  social.  Son  las  decisiones  éticas  básicas  indicado-
ras del camino para construir el orden político, social y cultural. Poseen,
858 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 320 y 321. El carácter objetivo de los dere-
chos es una cualidad de su mismo ser. Alexy, Robert, op. cit., nota 415, pp. 507-510.
859 Smend, Rudolf, Constitución y derecho constitucional, trad. de J. M. Beneyto
Pérez, Madrid, CEC, 1985, p. 232.
860 Bachof, Otto, op. cit., nota 415, p. 40. También, por ejemplo, J. M. Pabón de Acuña
señala que la jurisdicción constitucional en todos los países europeos tiene un trasfondo
cultural que parte “del reconocimiento de unas reglas básicas que “ni los monarcas po-
drían  derogar”.  “Nacimiento  y  configuración  de  la  jurisdicción  constitucional”,  en  López  
Pina, A. (coord.), División de poderes e interpretación, cit., nota 39, p. 39.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 253

en suma, como señala Pérez Luño, una triple dimensión: a) fundamen-


tadora del conjunto del ordenamiento jurídico, las instituciones consti-
tucionales y todo el sistema jurídico político; b) orientadora del orden
jurídico  hacia  el  cumplimiento  de  determinados  fines,  y  c)  crítica, pues
sirven como parámetro para valorar las acciones tanto de sujetos priva-
dos como públicos.861 La “médula” de este sistema de valores, su “uni-
dad material de sentido”, es el reconocimiento de la dignidad humana, de
manera que los derechos son, antes que todo, expresión de “exigencias
inherentes a la propia condición humana”.862  De  este  principio  “fluye  el  
principio de libertad” que exige que se garantice el más amplio desarro-
llo posible de la personalidad. Como señala Dworkin: “si los derechos
tienen algún sentido, la invasión de un derecho relativamente importante
debe  ser  un  asunto  muy  grave,  que  significa  tratar  a  un  hombre  como  algo  
menos que un hombre, o como menos digno de consideración que otros
hombres”.863 Así, cualquier afectación a los derechos, escribe Zagrebels-
ky, es inadmisible en cuanto que entraña “una alteración de los princi-
pios éticos y políticos en que se basa la legitimidad de las instituciones
políticas”.864  Ésta  es  la  dimensión  ético-­filosófica  con  la  que  el  ordenamien-
to  jurídico  exige  comenzar  la  reflexión  sobre  los  derechos  fundamentales.
Si aceptamos que la dignidad de la persona es la base de todas las
libertades individuales, de los derechos fundamentales, del orden políti-
co, del ordenamiento jurídico y, en general, del Estado constitucional, 865
861 Pérez Luño, A., op. cit.,  nota  830,  p.  288.  Lavilla  señala  que  el  calificativo  “funda-
mentales” de los derechos “tanto expresa la esencial dimensión de lo humano y su prio-
ridad axiológica, cuanto su función cimentadora, fundamentadora del orden político”.
Lavilla Alsina, Landelino, op. cit., nota 9, p. 36.
862 Ara Pinilla, Ignacio, Las transformaciones de los derechos humanos, Madrid, Tec-
nos, 1994, p. 116. Como dice Rivero, fundamentar los derechos del hombre en la digni-
dad  humana  es  la  justificación  más  adecuada  debido  al  proceso  de  extensión  de  su  campo  
de aplicación y la consiguiente pérdida de fundamentos doctrinales que dicho proceso ha
traído consigo. Al haber perdido los derechos su fundamento teórico inicial, es decir, las
ideas  del  estado  de  naturaleza  y  del  contrato  social,  debido  a  la  afirmación,  extensión  y  
renovación de los mismos derechos, el principio de la dignidad humana aparece como
el único fundamento teórico aceptable hoy en día. Rivero, Jean, “Sobre la evolución
contemporánea de la teoría de los derechos del hombre”, Anales de la Cátedra Francisco
Suárez, núm. 25, 1985, pp. 189-196.
863 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 295.
864 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 494, p. 418.
865 Häberle, Peter, “Recientes desarrollos sobre derechos fundamentales en Alema-
nia”, Derechos y libertades, trad. de L. Parejo, Madrid, núm. 1, 1993, p.155. También, El
concepto de los derechos fundamentales, p. 103.
254 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

debemos admitir que la fundamentalidad de un derecho se debe no al


nivel   de   su   eficacia   ni   a   su   protección   institucional   o   procesal,   sino,  
precisamente, a su relación con la dignidad y libertad de la persona hu-
mana, por lo que estaremos en presencia de un derecho fundamental
cuando una norma o institución sirva razonablemente a este valor. 866
Las técnicas de reconocimiento y tutela de los derechos, como escri-
be Prieto Sanchís, no serían esenciales a su carácter fundamental, ya
que aceptar que las garantías convierten a los derechos en fundamen-
tales “conlleva admitir que esos derechos no cuentan con elemen-
tos propios de caracterización, sino que los adquieren por incorpora-
ción de un elemento externo”.867 Sin entrar ahora al debate sobre esta
cuestión, no puede escapar a nuestra consideración que concebir a los
derechos como valores universales inherentes a la dignidad humana
convierte su fundamento en supraconstitucional, preordinamental o me-
tapositivo eliminando la posibilidad de concebirlos como creación o
concesión del constituyente. Con esta concepción, la legitimación del
ordenamiento se basaría en valores prejurídicos,868 y el legislador se-
ría sólo un sujeto dedicado a recoger los derechos en normas positivas.
Otra de las consecuencias más destacadas, a nuestro parecer, de fun-
damentar el ordenamiento jurídico en la dignidad humana es la apari-
ción de nuevos derechos. La formulación del sistema sobre esta base
sugiere de inmediato la posibilidad de que formen parte del mismo, de-
rechos no reconocidos explícitamente.869 Así, han surgido nuevas dimen-
siones   de   derechos,   justificados,   precisamente,   en   la   necesidad   de   eli-
866 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 88; Solazábal Echaverría, Juan José,
“Algunas cuestiones básicas de la teoría de los derechos fundamentales”, REP, Madrid,
núm. 71, 1990, p. 92.
867 Cossío Díaz, José Ramón, Estado social y derechos de prestación, Madrid, CEC,
1989, p. 67; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 111.
868 Esta idea recorre y fundamenta el trabajo de Perfetti, Luca, “Interpretazione costi-
tuzionale e costituzionalita dei valori nell’interpretazione”, Jus. Rivista di scienze giuri-
diche, núm. 1, 1993, pp. 171 y ss.
869 Esta última apreciación es reconocida por Basile, Silvio, “Los valores superiores,
los principios fundamentales y los derechos y libertades públicas”, en La Constitución
española de 1978. Estudio sistemático, cit., p. 274. Es el caso, dice Pedro Sagüés, de
la enmienda IX de la Constitución estadounidense o el artículo 33 de la Constitución
argentina que otorga rango constitucional a derechos no enumerados o implícitos pero
que nacen de la soberanía del pueblo o de la forma republicana de gobierno. Al respecto,
Sagüés, Néstor P., “La interpretación constitucional, instrumento y límite del juez cons-
titucional”, Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, 1996, pp. 32 y 33.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 255

minar cualquier situación que implique una amenaza a las condiciones


de vida de la humanidad.870 La dignidad de la persona aparece como el
“concepto nido” a partir del cual se crean nuevos derechos, y el orde-
namiento, entendido como sistema axiológico positivizado, se presenta,
de forma natural, con indudable carácter de derivación de los mismos.
Cada contexto particular parece exigir el reconocimiento de un nuevo
derecho, al grado de que el catálogo consignado en las Constituciones se
hace omnicomprensivo, la enumeración elástica y susceptible de exten-
derse ilimitadamente.871 Lo anterior nos coloca ante, por lo menos, dos
cuestiones problemáticas:872 primero, muchos de estos nuevos derechos
no son producto de una reivindicación realizada por los ciudadanos den-

870 Háberle, Peter, op. cit., nota 865, p. 165. Así, engrosando el patrimonio de derechos
de los individuos, han aparecido los derechos llamados de la persona, los derechos polí-
ticos, los derechos de participación, los derechos sociales, los derechos de prestación, el
derecho al desarrollo, a la paz, al medio ambiente, y seguramente seguirán apareciendo
otros en función de las necesidades. Asimismo, el principio de la dignidad de la persona
ha hecho surgir derechos como el de la identidad cultural y la autonomía de las comu-
nidades. Piénsese, además, en los nuevos derechos derivados del poder informático, de
la libertad de información o del derecho a la intimidad, que ya han logrado acomodo en
algunas cartas constitucionales. Por ello parece extraordinariamente cierta la visión de
Bobbio que señala que el desarrollo de los derechos han devenido en dos direcciones: el
de su universalización y su multiplicación. En otro lugar Häberle señala: el progresivo
desarrollo de los derechos fundamentales se ha a dado a través del “impulso de la digni-
dad humana”. Häberle, P., op. cit., nota 825, p. 111.
871 Como explica Garzón Valdés, los bienes básicos tienen una tendencia a la expan-
sión determinado por factores de tipo cognitivo, es decir, por la intelección de algunas
conclusiones hasta ahora no percibidas que pueden ser inferidas de las premisas ya acep-
tadas del sistema de derechos o bien por factores materiales de disposición de recursos
económicos, técnicos y culturales. Y esto es lo que ha sucedido con el crecimiento de
las generaciones de derechos y es una de las causas por las que se han extendido los
límites del denominado “coto vedado”. Garzón Valdés, Ernesto, op. cit., nota 145, p.
645. Como escribe Ferrajoli: “la historia del constitucionalismo es la historia de esta
progresiva ampliación de la esfera pública de los derechos”. Ferrajoli, Luigi, “Derechos
fundamentales”, Derechos y garantías. La ley del más débil, trad. de P. Andrés Ibáñez,
Madrid, Trotta, 1999, p. 54.
872 Hay otras muchas cuestiones que este fenómeno provoca. Laporta, señala, por
ejemplo, que este crecimiento puede producir la pérdida de su carácter normativo, su
trivialización,  la  devaluación  de  su  objeto,  la  perdida  de  su  eficacia  vinculante  y  la  re-
ducción de su fuerza como exigencia jurídica. Laporta, Francisco, “Sobre el concepto
de derechos humanos”, Doxa, núm. 4, Alicante, 1987, pp. 23 y ss. Este temor también
lo comparte Rivero, Jean, op. cit., nota 291, pp. 671 y 672. No podemos extendernos
aquí en este tema pero compartimos la idea de que son los poderes públicos y los mis-
mos  individuos  titulares  de  los  derechos  los  responsables  de  que  la  inflación  de  dere-
256 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

tro del espacio público, sino que surgen de escenarios distintos a éste, y,
segundo, mientras más intensa es la irradiación de los derechos en el or-
denamiento y más extenso su catálogo, más intensos y extensos son sus
mecanismos de protección que normalmente se exige sean de carácter
jurisdiccional.873
Con respecto a lo primero, la fuerza de la concepción de los derechos
como normas objetivas provoca, como señala Hesse, que cualquier cues-
tión jurídica se convierta en una cuestión de derechos fundamentales,
ya que, como escriben Wahl y Wieland, “en último término todo está
influido,  irradiado  e  informado”  por  ellos,  lo  que  implica,  a  su  vez,  que  
todos  los  conflictos  pueden  recaer  en  la  competencia  de  decisión  de  los  
jueces constitucionales,874 ya que nada que les concierna, se dice reite-
radamente, puede serles ajeno. En una Constitución de principios, dice
Prieto Sanchís, difícilmente puede hablarse de materias sustraídas a la
justicia. Además, las diversas experiencias jurídicas nos enseñan que son
los jueces, desarrollando de manera omnicomprensiva cuanto está insi-
to en las normas constitucionales,875 quienes extraen de la norma básica
nuevos derechos y se arrogan la facultad de determinar la amplitud de sus
alcances y contornos. No hace falta decir que esta tendencia a extender el
ámbito normativo de la Constitución y multiplicar el número de derechos
provoca que cada vez sean más las normas que no están a disposición de
los representantes políticos.876
Con relación a lo segundo, como enseña Guastini, consignar derechos
en normas, o extraerlos, tiene como consecuencia crear pretensiones le-
gítimamente reclamables por los titulares de los mismos, y lo que ha

chos, el aumento de su número, no devalúe el objeto sobre el que recae ni hagan perder
su  eficacia  vinculatoria.
873 Pérez Luño, Antonio-Enrique, “Concepto y concepción de los derechos humanos.
(Acotaciones a la Ponencia de Francisco Laporta)”, Doxa, núm. 4, 1987, p. 61.
874 Hesse,  K.,  “Significado  de  los  derechos  fundamentales”,  trad  de  A.  López  Pina,  en  
López Pina, A. (ed.), Manual de derecho constitucional, cit., nota 14, p. 93; id., “Estadios
en la historia”, cit., pp. 557 y 560.
875 Así lo entiende Faller, Hans J., “Cuarenta años del Tribunal Constitucional Federal
alemán”, REDC, Madrid, núm. 34, 1992, p. 136.
876 Para una exposición de los problemas que genera la existencia del “coto vedado”,
tales como el paternalismo, las limitaciones a la representación política, a los principios de
relativismo, tolerancia y autonomía que constituyen la base del régimen democrático, así
como  a  la  existencia  de  las  minorías,  se  puede  ver  Vidal  Gil,  Ernesto  J.,  “Justificación  de  la  
democracia y límites de la decisión por mayorías”, Doxa, núms. 15-16, 1994, pp. 236-238.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 257

venido sucediendo es que la única vía de reclamación o garantía que se


considera  eficaz  es  la  jurisdiccional.877 En esta virtud, los “nuevos” de-
rechos no sólo han planteado la necesidad de buscar mecanismos que
los protejan, sino su jurisdiccionalización, aunque ello supone, en algu-
nos supuestos, “una radical mutación de los esquemas tradicionales de
la tutela jurisdiccional” debido a la problemática de su accionalidad o
legitimación procesal, circunstancia que ha llevado a plantear, incluso, la
necesidad de abandonar la idea de subjetividad como categoría del dere-
cho público para estar en posibilidad de dotar a ciertos grupos y organi-
zaciones de la facultad para recurrir ante los tribunales.878
Estas dos cuestiones provocan la posibilidad de que se produzca la de-
valuación del papel del legislador, ya que su actividad pasa a convertirse
en “mera ejecución constitucional” con perjuicio, como señala Hesse, de
la  configuración  política  y  autónoma  de  las  distintas  ramas  del  derecho.  
Pero es más, ante la amplia posibilidad creativa de los jueces se corre el
riesgo de que éstos se apropien de las normas de derechos y se produzca
la entrada, en los procesos interpretativos, de sus valoraciones subjeti-
vas, generándose la posibilidad de que se presenten algunas formas de
decisionismo, que degeneren en lo que Schmitt llamaba “tiranía de los
valores”. En suma, la concepción de los derechos como principios objeti-
vos, que atribuye su protección exclusiva a los órganos jurisdiccionales,
potencia su posición y encierra el peligro de que éstos conviertan en exi-
gencia constitucional su propio sistema de valores y nieguen validez a las
concepciones del legislador.879

877 Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, “El acceso a la justicia de los intereses de grupo
(Hacia un juicio de amparo colectivo en México)”, en Ferrer Mac-Gregor, E. (coord.),
Derecho procesal constitucional, cit., nota 607, p. 220.
878 Fernández Segado, Francisco, “La dinamización de los mecanismos de garantía de
los derechos y de los intereses difusos en el Estado social”, Boletín Mexicano de Dere-
cho Comparado, México, núm. 83, 1995, pp. 582 y 583. En palabras de Cascajo Castro:
“El tránsito del estado liberal al estado social de derecho ha determinado un progresivo
abandono de la categoría del derecho público subjetivo”. Sin embargo “este abandono es
relativo, bastante problemático y no exento de algunos riesgos teóricos”. Cascajo Castro,
José Luis, op. cit., nota 829, p. 57.
879 Rubio Llorente, Francisco, “Constitución y derechos fundamentales”, La forma del
poder, cit., nota 291, pp. 633 y 634.
258 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

1. El proceso de rematerialización del derecho

A partir de la idea de los derechos como núcleo esencial de la Cons-


titución se asiste a un proceso de rematerialización del derecho880 y a
la  consagración  definitiva  de  la  Constitución,  no  sólo  como  norma  que  
regula el proceso de creación jurídica y condiciona la validez de todas
las normas inferiores, sino como verdadera fuente del derecho dotada de
contenido material que vincula, tanto negativa como positivamente, a
todos los poderes públicos, y que es, como dice Rubio, origen inmediato
de derechos y obligaciones. Este proceso de rematerialización no sólo
hace  referencia  al  valor  o  eficacia  de  las  normas,  sino  a  una  comprensión  
del derecho asentada sobre una idea de justicia que, además de la idea de
igualdad, lleva consigo la promesa de realizar la libertad y dignidad. 881
Los derechos, como elementos del ordenamiento objetivo, aspiran a
tener validez, como decisiones jurídicas fundamentales, en todos los sec-
tores del sistema jurídico y regir y orientar todas las actividades de los
poderes  públicos.  Esta  concepción  de  los  derechos  refuerza  su  eficacia  
vinculante y pretensión de validez, y provoca su irradiación y extrapo-
lación a todas las normas y ámbitos del derecho. Como puntos de parti-
da axiológicos, otorgan unidad y coherencia al sistema jurídico, y guían
y determinan la producción, interpretación y aplicación de normas. El
significado   de   éstas   tiene   que   ser   acorde   con   el   establecido   por   aque-
llos que son los principios básicos del ordenamiento, el cimiento de su
estructura. Y esto es así porque, como señala Schneider, concebir a los
derechos como base de toda la comunidad es considerarlos fundamentos
materiales del ordenamiento jurídico,882 de la convivencia humana, del
orden político, de la paz y de la justicia. El derecho derivado, subcons-
titucional, por tanto, tiene que ser formulado, interpretado y aplicado de
acuerdo con ellos y con las premisas y contenidos que imponen, por lo
880 Olivas, Enrique, “Problemas de legitimación en el Estado social”, en Olivas, E.
(ed.), Problemas de legitimación en el Estado social, Madrid, Trotta, 1991, p. 14.
881 Éste  es  el  significado  de  la  materialización  del  derecho  que  conlleva  la  imposición  
del Estado social después de la Segunda Guerra y cuya trascendencia para la compren-
sión de los fenómenos jurídicos puede captarse si se parte de la consideración formalista
del derecho que dominaba la ciencia jurídica de principios de siglo. Habermas, J., op. cit.,
nota 11, pp. 471 y 502; id., “¿Cómo  es  posible  la  legitimidad  a  través  de  la  legalidad?”,    
p. 537.
882 Schneider, Hans Peter, “Peculiaridad y función de los derechos fundamentales en el
Estado constitucional democrático”, cit., p. 139.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 259

que el legislador, en el momento de crear alguna disposición, debe nece-


sariamente tomar en cuenta su sentido, y una vez creadas, el aplicador del
derecho tendrá que interpretarlas de acuerdo con sus presupuestos, ope-
rando, de esta forma, “como normas para la información e integración de
otras normas”, o principios que “se prolongan en otros preceptos” y que
proyectan su sentido sobre otras disposiciones.883 De esta manera, los de-
rechos fundamentales “sirven de pauta tanto para el legislador como para
las demás instancias que aplican el derecho, todas las cuales al establecer,
interpretar y poner en práctica normas jurídicas habrán de tener en cuen-
ta el efecto de los derechos fundamentales”.884 El carácter proyectivo y
prioritario  de  estas  normas  se  refleja  incluso  en  la  propia  Constitución,  
ya que las normas que no consagran derechos fundamentales deben en-
tenderse de acuerdo con éstos.885. El ordenamiento jurídico se presenta,
en suma, como un desarrollo de las normas de derechos fundamentales,
éstos le otorgan a aquél, un sentido sistemático al funcionar como “canon
para disciplinar jurídicamente las diversas manifestaciones de la vida del
Estado y de la sociedad”.886
Como señala Hesse, esta comprensión de los derechos implica no sólo
el rechazo de su interpretación formalista y relativista, sino el giro hacia
una noción material de los mismos, el reforzamiento de su fuerza nor-
mativa y de validez y el reconocimiento de su capacidad de determinar
no sólo la vida estatal, sino toda la vida jurídica del Estado a la que
impregnan hasta en los menores detalles: “los derechos fundamenta-
les determinan y troquelan incluso en detalles menores no sólo la vida
pública sino la totalidad de las relaciones jurídicas”. 887 No existen, en
consecuencia, en el ordenamiento jurídico, compartimientos estancos,

883 Al  referirse  a  la  eficacia  de  los  valores  así  se  expresa,  Garrorena  Morales,  Ángel,  
“Valores superiores y principios constitucionales”, Estudios de derecho público. Home-
naje a Juan Ruiz Rico, Madrid, Tecnos, 1997, vol. I, p. 36.
884 Hesse, K., op. cit., nota 874, p. 93. Como escribe Ruggeri, la luz de los valores
penetra en los ángulos más recónditos del ordenamiento, de cada norma puede decirse
que, aunque sean en reducidísima medida, lleva consigo el signo de un valor o de una
síntesis  de  valores.  Y,  precisamente,  como  la  luz,  es  natural  que  esa  influencia  aparezca  
más intensa y más viva en los lugares más cercanos a su fuente mientras que se debilita
cada vez que se aleja de ella. Ruggeri, Antonio, “Giurisprudenza costituzionale e valori”,
Diritto Pubblico, núm. I, 1998, p. 4.
885 Stern, Klaus, op. cit., nota 833, p. 266.
886 Pérez Luño, Antonio E., op. cit., nota 830, p. 310.
887 Hesse, K., op. cit., nota 874, p. 113.
260 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

autónomos  o  separados  sobre  los  que  no  ejerza  su  influencia  el  derecho  
constitucional,  circunstancia  que  ha  llevado  a  la  afirmación  de  la  om-
nipresencia de la Constitución, y, por tanto, a la constitucionalización
de todas las ramas del derecho que aparecen como su prolongación o
concretización. Esta hiperconstitucionalización o extensión progresiva
del ámbito de aplicación de la norma básica tiene como consecuencia
la pérdida de espacios para la actuación del legislador y la acentuación
del papel de los jueces.888 Desde la teoría del derecho se asegura que
este  fenómeno  reafirma  el  predominio  de  la  dimensión  estática  del  de-
recho, es decir, del criterio de deducibilidad dentro del ordenamiento
o de conformidad de la norma inferior con los contenidos de la norma
superior que le sirve de base.889 Al respecto, hay que considerar, con
Alexy,  que  normalmente  los  derechos  están  configurados  de  forma  im-
precisa, por lo que la aplicación del criterio de “deducción” o “deriva-
ción” de contenidos concretos, que es “una de las formas más obscuras
de la fundamentación jurídica”, conlleva la posibilidad, precisamente por
la  manifiesta  incomplitud  de  dicho  sistema  objetivo  de  valores,  que  las  
normas de derechos sean utilizadas de forma no racional.890 Asimismo,
exigir que todo el sistema jurídico sea compatible con la Constitución
y que los operadores jurídicos se comprometan con él, provoca que no
sea posible una aproximación avalorativa a las normas constitucionales
y  se  afirme  que  la  propia  norma  básica  no  es  ideológicamente  neutral  en  
su realización.891
Como puede comprenderse, esta concepción de los derechos funda-
mentales   transforma   significativamente   su   naturaleza   y   los   aproxima,  
como señala Aja, a los principios constitucionales generales haciendo que
“el papel que desempeñaba antes el derecho natural respecto del sobera-
no, lo desempeña ahora la Constitución respecto al legislador”.892 Los
888 Esta tendencia hacia la hiperconstitucionalización, De Cabo la contempla en dos
sentidos  específicos  principalmente:  la  extensión  de  los  derechos  y  libertades  hasta  enten-
der que todas las cuestiones están relacionadas con algún derecho y “el intento de encon-
trar en la Constitución la regulación de todas las materias sin márgenes o con márgenes
cada vez más reducidos para el legislador”. Cabo, Carlos de, op. cit., nota 336, p. 80.
889 García Figueroa, Alfonso, Principios y positivismo jurídico, Madrid, CEPC, 1998,
pp. 62-66; Prieto Sanchís, Luis, Constitucionalismo y positivismo, México, Fontamara,
1997, p. 65.
890 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 510.
891 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 41.
892 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 889, pp. 17 y 35.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 261

derechos  en  las  Constituciones  significarían  la  plasmación  de  decisiones  


o valores morales, la proyección de un consenso de moralidad pública,
la consignación de una idea sobre la equidad y, en este sentido, como
dice E. Fernández, un punto de vista sobre la justicia. Ello representa la
emigración de la moral en el derecho positivo y la incorporación en el
constitucionalismo “de los contenidos o valores de justicia elaborados
por el iusnaturalismo racionalista e ilustrado” o, como escribe Habermas,
la conversión de los principios morales del derecho natural racional en
derecho positivo.893 La consecuencia es la “revitalización del viejo dere-
cho natural”894 y la percepción de la Constitución y su supremacía como
una norma del tipo de las normas supremas del derecho natural. Por ello
se ha dicho que existe igualdad de contenidos entre los principios positi-
vizados en la Constitución y los postulados del derecho natural, y que el
contenido de aquella coincide en gran medida con la moralidad debido a
que los derechos son principios de justicia positivizados, y, como escribe
Zagrebelsky, en presencia de principios “el derecho funciona como si ri-
giese un derecho natural”.895 La Constitución de esta forma incorporaría
las normas de derecho natural, y sería, como señala Baldassarre, “ley natu-
ral positivizada”, expresión de la “secularización del derecho natural”. 896
En esta virtud, cada norma constitucional sería un derecho natural, la
Constitución  se  identificaría  con  la  justicia  y,  por  tanto,  fundaría,  por  sí  
sola, un deber de obediencia. Como dice Alexy, la irradiación en todos
los ámbitos del sistema jurídico de los derechos fundamentales incluye
la irradiación de la idea de justicia en todos los ámbitos del derecho897
impregnado de contenido moral precisamente por la penetración en las
normas constitucionales de contenidos materiales de justicia o de prin-
cipios morales de derecho natural,898   lo   que   hace   que   se   reafirme   el  

893 Habermas, Jürgen, “Derecho y moral”, cit., nota 11, pp. 545 y 547.
894 Prieto Sanchís, Luis, “El constitucionalismo de principios, ¿entre el positivismo y
el  iusnaturalismo?  (A  propósito  de  “El  Derecho  dúctil”  de  Gustavo  Zagrebelsky)”,  Anua-
rio de Filosofía del Derecho, Madrid, núm. XIII, 1996, p. 136.
895 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 119.
896 Baldassarre, Antonio, op. cit., nota 838, p. 71.
897 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 526. Vari señala que el juez está llamado a la
individualización concreta de los valores fundamentales y a la persecución de un ideal no
meramente abstracto de justicia. Vari, Massimo, “Giustizia costituzionale e tutela dei di-
ritti fondamentali”, Revista Uruguaya de Derecho Constitucional, núm. 4, 1997, p. 466.
898 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 116. Desde la perspectiva de Habermas,
esto  no  significa  la  inexistencia  de  distinciones  entre  normas  jurídicas  y  normas  morales,  
262 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

carácter eterno, universal e inmutable de las normas constitucionales y


la noción de los derechos como valores “apriorísticos e indiscutibles”.
Algunos autores han visto en esta “positivización del derecho natural”
la superación de la contraposición entre positivismo y iusnaturalismo,
debido a que la importancia de la constitucionalización de los derechos
no derivaría de su consagración por parte del órgano legislativo, ésta
sólo  sería  un  instrumento  para  su  eficaz  aseguramiento;;  para  otros,  dicha  
positivización   significa   la   conversión   del   derecho   constitucional   en   un  
“derecho frontera” y algunos más ven en ella el fundamento de la doble
evaluación de legitimidad a la que deben someterse las leyes ya que la
rematerialización  de  los  textos  supone  la  “juridificación  o  positivación  de  
una ética que se erige así en criterio de validez; las normas del sistema ya
no sólo deberán respetar determinados requisitos formales y procedimen-
tales, sino que habrán de ser congruentes con principios y valores que son
morales y jurídicos a un tiempo”.899 Otros consideran que la aceptación
de la idea de que los derechos consagran expectativas de justicia provoca
la aparición, dentro de la vida constitucional, del problema de la búsque-
da de la verdad y la conversión del Estado constitucional en un “estado
ético” “refugiado en la Constitución”900 obligando a resolver, debido a la
fusión del derecho constitucional con la ética, si tiene prioridad la teoría
de la Constitución o la teoría ética. Asimismo, esta forma de entender la
Constitución ha provocado que se le conciba como el “imperio de la justi-
cia”, ya que dentro de ella se contendrían no simples normas, sino las me-
jores normas, a través de las cuales puede regirse la sociedad. Desde esta
perspectiva, la interpretación de la Constitución cobra, como señala Ha-
bermas,  una  forma  más  o  menos  relacionada  con  la  filosofía  del  derecho,  
ya que la función de los juristas pasa a ser la de administrar el derecho na-

referidas sobre todo a la forma de tratar los problemas y al carácter institucional de uno y
cultural y simbólico del otro ni tampoco una “relación de copia” entre derecho y moral,
pero sí implica que entre ellas exista una jerarquía, que ambas se complementen sin dejar
de ser independientes, por lo que “un orden jurídico sólo puede ser legítimo si no contradi-
ce principios morales” pues “el derecho sólo mantiene fuerza legitimante mientras pueda
actuar como fuente de justicia”. Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 171, 172 y 212.
899 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 889, p. 50.
900 Muy distinto al surgido en la doctrina germana de mediados del siglo XVIII que
implicaba, como explica Pérez Luño, además de la absolutización de la idea racional-
formal subyacente en la construcción kantiana del Estado de derecho, “la supeditación de
las  libertades  individuales  a  los  fines  del  Estado”  y  que  derivó  en  la  concepción  hegeliana  
del Estado de fuerza. Pérez Luño, Antonio E., op. cit., nota 830, pp. 220 y 221; Díaz,
Elías, op. cit., nota 141, p. 37.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 263

tural consagrado en la Constitución.901 Este “retorno al derecho natural”,


marcado por la intención de evitar la injusticia de las leyes y la “perver-
sión del ordenamiento”, producto de la desformalización o rematerializa-
ción de los textos constitucionales, implica el abandono de la distinción
entre la ley y el derecho, considerándose este último, por su contenido
axiológico, el verdadero orden normativo, por lo que sus aplicadores es-
tarían sometidos a este orden de valores más que a la legislación positi-
va. No puede extrañar, en esta virtud, que el crecimiento de la presencia
de los órganos de control se halla derivado, en ocasiones, de considerar
que la propia ley puede llegar a degradarse a instrumento de injusticia. 902

2. El carácter estructuralmente abierto de los derechos

Otro de los aspectos del proceso de materialización del derecho es el


cambio de estructura de las normas jurídicas, que pasan a ser concebidas
como cláusulas generales dirigidas a “producir justicia material”.903 En
consecuencia, todos los derechos se presentan como principios con tex-
tura abierta, sin contornos precisos, carentes de sentido material único,
susceptibles de que su contenido sea extendido, interpretado y desarro-
llado cada vez que las circunstancias lo requieran.904 Los derechos no
“están  definidos  de  una  vez  y  para  siempre”  ni  son  mandatos  cerrados  a  
las concepciones futuras ni su positivizacion en la Constitución consigna
su  definición,905 por lo que no pueden limitarse sus contenidos potencia-
les. La que por su formulación escueta y restringida pudiera considerarse
una norma limitada puede convertirse, en virtud del impulso de sus titu-
lares,  en  fuente  de  innumerables  significados.906
Esto  no  significa  que  los  derechos  no  sean  normas  determinadas,  con-
cretas, objetivas y puntuales907 que se imponen y aplican de forma inme-

901 Habermas, Jürgen, op. cit., “Derecho y moral”, cit., nota 11, p. 547.
902 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 831.
903 Estas normas son típicas del Estado social dice Aarnio, Aulis, “Sobre el derecho
y el Estado de bienestar”, Derecho, racionalidad y comunicación social. Ensayos sobre
filosofía  del  derecho, trad. de P. Larrañaga, México, Fontamara, 1995, pp. 40 y 41.
904 García Torres, Jesús, op. cit., nota 854, p. 1037; Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op.
cit., nota 262, p. 44.
905 Tomás y Valiente, Francisco, op. cit., nota 26, p. 639.
906 Martín-Retortillo, L., “Régimen constitucional de los derechos...”, cit., p. 32.
907 Hesse, K., “La Ley Fundamental y la unidad de Alemania”, entrevista realizada por
P. Cruz Villalón, Anuario de Derecho Constitucional y Parlamentario, núm. 3, 1991, p. 17.
264 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

diata en cualquier situación ni desconocer que poseen un contenido esen-


cial, sólo quiere decir que son más que reglas jurídicas, o, en todo caso,
como explica Alexy, que su estructura posee un “carácter doble”908 que
incluye,  al  mismo  tiempo,  un  mandato  normativo  perfectamente  definido  
e ineludible y la cualidad de ser garantía del futuro para todos los ciuda-
danos  por  su  especial  textura  flexible  adaptable  a  las  circunstancias  por  
su  potencial  capacidad  de  optimización,  intensificación  y  expansión.  Los  
derechos  son  mandatos  definitivos  y  mandatos  de  optimización.  En  virtud  
de su primera cualidad, vinculan efectivamente y de forma ineludible a
todos los poderes públicos, mientras que como mandatos de optimización
expresan la exigencia de ser realizados en la mayor medida posible.909
En palabras de Dworkin, los derechos son sustancialmente normas que
poseen  por  definición  una  razón  para  ser  desarrollados  en  acciones  y  en  
normas de derechos individuales y bienes colectivos, como termina se-
ñalando Alexy. Los derechos son “conceptos” con un contenido esen-
cial, susceptibles de cambiantes, diversas y extensivas “concepciones”
(“conceptos controvertidos” los llama Dworkin en otro lugar), normas
con la posibilidad de ser complementadas y desarrolladas y que otorgan
espacio a las más diversas concepciones concurrentes de moralidad po-
lítica.910 Como dice Aragón, los derechos son “fórmulas de derecho fuer-
temente condensadas que albergan en su seno condiciones o gérmenes de
reglas”,911  o,  como  escribe  Zagrebelsky,  son  un  número  indefinido  de  po-
sibilidades, normas destinadas a un “incesante hacerse”, esbozos cuyo
contenido depende del contexto y cuyo “alcance concreto se mueve en el
sentido de la evolución de las ideas”. Los derechos son normas siempre
abiertas a la realidad, a las más diversas y novedosas situaciones fácti-
cas. Por ello, y ante la necesidad de proteger al individuo y satisfacer sus
exigencias, la apertura que principalmente se les reconoce es de conteni-
do para subrayar que pueden dar paso a nuevos aspectos de la libertad o
dignidad humana y a otras funciones y formas de tutela.912 Para autores
como Richards, sólo esta forma de interpretar las cláusulas de derechos
fundamentales, como principios abstractos contextualmente sensibles a
908 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, pp. 133 y 138.
909 Alexy, Robert, op. cit., nota 144, pp. 162, 165 y 185.
910 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, pp. 79, 214-216, 219-220.
911 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 93.
912 Häberle, Peter, “La libertad fundamental en el Estado constitucional”, cit., pp.
255 y 257.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 265

los cambios de las circunstancias de hecho y normativas, resulta consis-


tente con el presupuesto moral de la legitimidad constitucional.913
Una de las consecuencias de esta apertura es la noción sobre el catá-
logo de derechos consignados en la Constitución, el cual no puede ser,
se dice, completo ni exhaustivo, en virtud de que existen derechos di-
ferentes a los expresamente señalados, es decir, derechos implícitos o
periféricos que refuerzan o garantizan la existencia de los derechos ex-
plícitos. La posibilidad de que existan derechos implícitos, que provocan
la ampliación del contenido normativo de la Constitución, sugiere que
su  conocimiento  se  adquiere  o  infiere  a  través  de  procesos  de  interpreta-
ción,  específicamente,  mediante  procesos  de  integración  realizados  por  
los jueces, y que éstos pueden utilizar para ello normas no consagradas
expresamente, y en este supuesto, la revisión de la constitucionalidad
de las leyes no se limitaría a su confrontación con las normas escritas
en la Constitución sino con los principios no expresos en el texto.914 La
Constitución no sería únicamente su contenido explícito, sino también el
implícito, y mientras más amplios sean ambos contenidos, el espacio de
intervención del juez sería más ancho. Esta concepción de los derechos
señala nuevos límites a la acción del legislador y permite que el juez
constitucional haga labor de segundo constituyente “ya sea respecto de
los “derechos naturales” olvidados por los redactores de la Constitución,
sea respecto a las “situaciones de libertad” que emergen progresivamente
en la conciencia jurídica y política y son materializadas en las convencio-
nes internacionales, en las leyes ordinarias o en los valores comúnmente
admitidos por la sociedad”.915
Concebir a los derechos y, en general, a las normas constitucionales
como conceptos provoca que se conviertan en “dato interpretativo” y
que la actividad que realizan los jueces al momento de aplicar la Cons-
titución  se  transforme  en  labor  de  concretización,  lo  que  significa  que  
éstos  asuman  la  facultad  de  fijar  las  concepciones  de  las  normas.  Como  
escribe Böckenförde, en la medida en que los derechos se presentan
como normas principio no se les interpreta sino se les concretiza, y esto
913 Richards, David A. J., “La intención de los constituyentes y la interpretación cons-
titucional”, trad. de E. Alonso García, RCEC, Madrid, núm.1, 1988, p. 148.
914 Estévez Araujo, José A., “Estructura y límites del derecho como instrumento del
Estado social”, en Olivas, E. (ed.), Problemas de legitimación en el Estado social, Ma-
drid, Trotta, p. 152.
915 Citando a Marie-Claire Ponthoreau, así lo consigna Acosta Sánchez, José, “Transfor-
maciones de la Constitución en el siglo XX”, REP, Madrid, núm. 100, 1998, pp. 81 y 82.
266 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

implica su desarrollo creativo dotándolos de contenidos determinados,


ya que la concretización es el llenado creativo de algo que únicamente
se  fijó  en  principio,  que  permanece  abierto  y  necesita  de  la  predetermi-
nación conformadora para ser ejecutable. La concretización, por tanto,
va más allá de la interpretación, ya que como dice este autor siguiendo
a Huber, aquella requiere más atribución de sentido que aclaración de
sentido y es más atribución de sentido desde fuera.916 Las decisiones del
juez al presentarse como concretizaciones del texto no son ley ordinaria
sino derecho constitucional. Además, resulta inevitable que sobre una
norma aumente el número de concretizaciones y que una lleve a la si-
guiente. Todo esto se produce como interpretación de la Constitución, y
no es desconocido que cada vez que se amplía, extiende y enriquece el
contenido de las normas constitucionales, se amplía, al mismo tiempo,
la competencia de los jueces. Al convertirse éstos en órganos de “con-
cretización jurídico-creativa de la Constitución”, ésta se enriquece en su
contenido y el legislador se ve vinculado a ella en virtud de la primacía
de las decisiones de aquél.917 Piénsese también que la concretización
del contenido de los derechos no tiene, muchas veces, conexión con la
literalidad,  el  significado  de  las  palabras  o  el  contexto  normativo,  pues  
cuando se concibe a las disposiciones constitucionales como principios,
cuyas características estructurales son la indeterminación y apertura, no
pueden ser entendidas literalmente, ya que “la interpretación literal de
un principio no tiene otro efecto que el de privarlo de todo contenido
prescriptivo y hacerlo, así, inutilizable en la aplicación del derecho”. 918
Asimismo, y como señala Tribe, la generalidad de las normas constitu-
cionales  sugiere  y  exige  el  intento  de  no  limitar  su  significado  a  resul-
tados   y   contextos   específicos   que   estuvieron   en   la   mente   de   aquellos  
que por primera vez los utilizaron, sino más bien pretenden estimular la
creación  de  significados  a  la  luz  de  las  necesidades  y  discernimientos  de  
las generaciones subsecuentes.919
916 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, “Los derechos fundamentales sociales en la estruc-
tura de la Constitución”, trad. de J. L. Requejo Pagés, Escritos sobre derechos fundamen-
tales, Alemania, Nomos Verlagsgesellschaft, 1993, pp. 126 y 127.
917 Böckenförde, Ernest-Wolfang, op. cit., nota 262, pp. 95, 135 y 136.
918 Guastini,  Riccardo,  “¿Especificidad  de  la  interpretación  constitucional?”,  trad.  de  J.  
Ferrer I Beltrán, Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del derecho, Barcelona,
Gedisa, 1999, p. 294.
919 Tribe, Laurence H., “Los límites del propósito original”, Facetas, Washington,
núm. 75, 1987, p. 31.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 267

Sobrevienen  así  algunas  dificultades  en  la  interpretación  de  las  normas  
constitucionales, ya que precisamente en virtud de su carácter abierto no
se   les   puede   dotar   de   un   significado   que   obligue   a   una   sola   dirección  
en su desarrollo, produciéndose diferentes interpretaciones y resultados,
según las variadas circunstancias de hecho, contextos sociales o exi-
gencias normativas. La Constitución, como escribe Habermas, parece
haber perdido su elemento estático: “aun cuando la letra de las normas
permanezca  intacta,  sus  interpretaciones  están  en  flujo”  y,  en  virtud  de  
ello, los jueces están en posibilidad de reelaborar constantemente su sig-
nificado.  Además,  el  entendimiento  de  las  normas  constitucionales  como  
principios provoca que las operaciones interpretativas que realizan los
jueces sobre ellas no se contemplen como creación ilegítima de normas
debido a que se considera que éstos sólo descubren lo que está contenido
de forma concentrada en ellas. Como dice Aragón: “las reglas deriva-
das de un principio están indeterminadas en él, pero son “predictibles”
en términos jurídicos”.920 La estructura de los derechos conduce, como
escribe Böckenförde, a la idea de que existe una predeterminación de
los contenidos normativos de la Constitución. Así se puede entender la
razón de la distinción, tan recurrida por los tribunales, entre enunciado o
precepto legal y normas que en el mismo se encuentran, distinción que,
como hemos señalado en el capítulo precedente, ha dado lugar, junto
con otros factores, a la emisión de las llamadas sentencias intermedias.
Esta misma estructura semántica de las normas hace que el juicio de
constitucionalidad pase a ser un juicio de valor más o menos opinable,
es decir, ni verdadero ni falso, llevado a cabo por el juez constitucional.
Así, para Ferrajoli, el juicio de validez o constitucionalidad de una ley
“es   un   juicio   de   valor   confiado   a   la   valoración   operativa   del   juez”. 921
Por todo esto se ha dicho que la concepción de los derechos como prin-
cipios abiertos puede hacerlos perder su carácter normativo o eliminar
su  significado  básico.  Se  teme  que  mediante  ella  se  relativice  el  carácter  
vinculante de la Constitución, como lo expresó, entre otros, y desde el
inicio de esta concepción, E. Forsthoff.
La apertura de la Constitución también parece obligar a los tribunales
a realizar, mediante sus sentencias, “una adaptación progresiva”, una
“tarea  de  actualización  vivificadora”  del  texto  constitucional  a  la  reali-
dad social y a las circunstancias y valores políticos siempre cambiantes.
920 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 96.
921 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 420, pp. 874-877.
268 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

La función del juez se muestra, de esta forma, no sólo exegética, sino


creativa, de desarrollo e impulso de la Constitución.922 Ante esta cir-
cunstancia, Guastini se pregunta: ¿dónde queda la importante función
que tiene el procedimiento de reforma de la Constitución, que precisa-
mente al hacer participar a ciertos órganos tiene como función “adaptar
el  texto  normativo  a  las  nuevas  circunstancias”?  “¿Por  qué,  ante  la  inac-
tividad del “legislador constitucional”, la renovación de la Constitución
debería realizarse por vía interpretativa, por obra de ciudadanos priva-
dos (como son los juristas) y/o de órganos en todo caso incompetentes
para  enmendar  la  Constitución?”.  Esto  constituye,  termina  diciendo  el  
jurista italiano, “una violación de la propia Constitución (de aquellas
normas que precisamente regulan la revisión constitucional)”. 923 Claro
está que no hay que olvidar que cuando el juez constitucional se enfrenta
a preceptos abiertos, se coloca ente el dilema de dotarlos de sustancia o
vigor, o bien considerarlos no vinculantes a riesgo de que la Constitu-
ción pierda su carácter normativo.

3. El principio de ponderación

Considerar a los derechos un orden de valores implica que forman par-


te de un sistema de normas mutuamente interrelacionadas en el que no
pueden  existir  antítesis  y  contradicciones  de  sentido,  como  afirma  Pérez  
Luño, estando todos en “íntima interdependencia, condicionamiento re-
cíproco y una verdadera y profunda complementariedad, tanto histórica
como sistemática”.924 Y es precisamente de considerar que cada derecho
adquiere  significado  preciso  en  función  del  conjunto,  y  de  que  entre  ellos  
existe un “esquema relacional”, ya que todos se hallan en conexión entre
sí y con la totalidad de la Constitución, en virtud del cual ha surgido el
principio de ponderación.
Concebir a los derechos como principios inmersos en un sistema conlle-
va la inexistencia de una jerarquía material o de relaciones de prioridad que
922 Rodríguez Bereijo, Álvaro, “Constitución y tribunal constitucional”, REDA, Ma-
drid, núm. 91, 1996, pp. 370 y 371.
923 Guastini,  Riccardo,  “¿Especificidad  de  la  interpretación  constitucional?”,  Distin-
guiendo. Estudios de teoría y metateoría del derecho, trad. de J. Ferrer I Beltrán, Barce-
lona, Gedisa, 1999. p. 296.
924 Smend, Rudolf, op. cit., nota 859, p. 106; Castro Cid, Benito de, “Los derechos so-
ciales económicos y culturales”, cit., pp. 76 y 77; Häberle, P., .“La libertad fundamental
en el Estado constitucional”, cit., pp. 64-70.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 269

implique la primacía de alguno de ellos; al contrario, esta noción condu-


ce a establecer una jerarquía formal que sólo comprenda las diferencias
expresamente señaladas en el derecho positivo.925 Esto es así porque si la
Constitución y los derechos son factores de integración plasmados con-
cretamente como orden unitario de valores por los miembros de la co-
munidad,  se  reconoce  la  capacidad  de  aquélla  de  fijar  sus  parámetros  de  
valor y la posición y rango de dichos bienes.926 En esta virtud, la norma
básica no puede ser contemplada como “una tabla” en la que se consigne
el “valor posicional” de cada derecho, ya que entre ellos no puede existir
un orden o superioridad jerárquica ni diferencias de rango,927 todos tienen
el mismo valor y dignidad, salvo que, como señala Prieto, directamente
se establezca esa prioridad. En otras palabras, no es posible admitir el
absolutismo de un principio o derecho o el establecimiento de jerarquías
inflexibles   entre   ellos.   Dentro   de   la   Constitución   no   pueden   existir   re-
glas de preferencia, más que las que ella misma establece ni puede haber
una jerarquía material a pesar de que pudieran existir algunas contradic-
ciones. Como escribe Stern, todos los derechos tienen “el mismo valor,
peso, importancia” y fuerza jurídica debido a que las diferencias de rango
únicamente existen entre normas de diferente cualidad o entre aquellas
que expresamente disfrutan de rango superior. Una Constitución de prin-
cipios no es un orden o sistema de valores jerarquizado, sino un conjun-
to plural de principios que entran en juego simultáneamente.928 De esta
forma se expresa el principio de equivalencia de los bienes y derechos
constitucionales que excluye las jerarquizaciones internas en la Consti-
tución y “la atribución de abstractas posiciones de valor, claudicantes y
preferentes, a aquellos bienes y derechos”.929 Considérese, además, que

925 Otto y Pardo, Ignacio de, op. cit., nota 844, pp. 117 y 118. Es muy riesgoso estable-
cer, siguiendo las mismas coordenadas del ordenamiento, una jerarquía de derechos, pues
se crearían derechos absolutos. Schefold, Dian, “L’effettivita dei diritti fondamentali in
Germania”, Democrazia, diritti, costituzione. I fondamenti costituzionali delle democra-
zie contemporanee, Bolonia, Il Mulino, 1997, pp. 394-395.
926 Häberle, Peter, “La libertad fundamental en el Estado constitucional”, cit., p. 57.
927 Larenz, Karl, Metodología de la ciencia del derecho, 2a. ed., trad. de M. Rodríguez
Molinar, Barcelona, Ariel, 1994, pp. 340 y 400. Como escribe Stern: “Ningún bien jurí-
dico debe de ser considerado como de rango superior a costa de otro valor protegido, a
menos que la propia constitución ordene la diferencia de rango”. Stern, Klaus, op. cit.,
nota 26, pp. 293 y 294.
928 Prieto Sanchís, Luis. op. cit., nota 425, p. 322.
929 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 104, p. 58.
270 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

el establecimiento de una jerarquía de derechos sería incompatible con el


carácter  pluralista  de  la  sociedad,  ya  que  en  caso  de  conflicto,  el  princi-
pio de mayor valor privaría en todos los casos sobre los inferiores dando
lugar a una peligrosa tiranía de dicho valor.930
Las nociones anteriores hacen imposible la lectura única de los dere-
chos y convierten en necesaria la actitud de proceder a encontrar sus sig-
nificados  coordinándolos  con  otras  normas  del  mismo  sistema  y  tomando  
en cuenta las peculiaridades de la situación concreta que se presente. Los
límites y contenidos de los derechos, como dice Häberle, deben determi-
narse  mediante  una  visión  de  conjunto  que  considere  el  significado  de  los  
derechos como elementos constitutivos de un sistema unitario, indepen-
dientemente de los visos de contraposición e aislamiento entre los mismos.
Esto nos indica, dice Gianformaggio, que todos los derechos son concu-
rrentes y que la aplicación de uno, en cualquier contexto, implica simul-
táneamente la aplicación de todos y la exclusión de ninguno. En palabras
de De Otto: “los derechos y libertades, por reconocerse en el interior del
ordenamiento jurídico, han de conciliarse con otros bienes que el orde-
namiento protege y no pueden hacerse valer de modo absoluto frente a
estos”.931 De la misma forma, Alexy señala que el principio de unidad
de la Constitución y de concordancia práctica de todas sus normas exige
la conciliación y armonización de los derechos con otros bienes consti-
tucionalmente protegidos; el valor principal, dice, es el de la necesaria
coexistencia de los contenidos.932 Los derechos no exigen una determi-
nada medida de cumplimiento, sino la más alta que resulte viable a la luz
de otros derechos.933  De  esta  forma,  se  puede  afirmar,  con  Zagrebelsky,  
que entre todos los derechos, principios y valores constitucionales existe
una especie de compromiso que garantiza su convivencia a pesar de su

930 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 124. Si se parte de que ninguna norma
o derecho tiene un valor absoluto pues de lo contrario surgiría la tiranía de dicho valor,
se sostiene al mismo tiempo que el único valor realmente existente dentro de la Consti-
tución es el pluralismo de valores. La dimensión absoluta de los derechos deviene así un
“espejismo”, puesto que “el absolutismo no sólo viene objetado por cláusulas externas
limitadoras o suspensivas, sino por la constante necesidad de compatibilizar la aplica-
ción práctica de los distintos derechos humanos”. Pérez Luño, Antonio-Enrique, op. cit.,
nota 873, p. 55.
931 Otto y Pardo, Ignacio de, op. cit., nota 844, pp. 110.
932 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 422, p. 198.
933 Prieto Sanchís, Luis, Sobre principios y normas. Problemas del razonamiento jurí-
dico, Madrid, CEC, 1992, p. 47.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 271

aparente  contradicción,  situación  que  justifica  y  exige  la  interpretación  


sistemática-unitaria de la Constitución como “garantía segura para la tu-
tela de los derechos fundamentales”.
No existen, pues, derechos absolutos, los límites de éstos están deter-
minados por otros derechos constitucionalmente protegidos con los cua-
les deben conciliarse y armonizarse recíprocamente para poder coexistir.
La prevalencia o forma de limitación entre unos y otros no puede deter-
minarse a priori, es necesario atenerse al caso concreto y a las circunstan-
cias  específicas  para  determinar  su  posición  dentro  del  sistema  jurídico  y  
en la relación jurídica particular. Es así como funcionan, en el momento
de su operatividad, los derechos cuando son considerados principios. To-
dos subsisten a cualquier operación interpretativa; la aplicación de uno no
implica la pérdida de validez de los otros; en caso de colisión, uno de ellos
debe ceder ante el otro, pero aquel no pierde su validez, ya que en otras
circunstancias la cuestión de la precedencia puede variar. La solución de
una  colisión  entre  principios  consiste,  por  tanto,  en  la  fijación  de  una  rela-
ción de precedencia que debe tomar en cuenta las circunstancias del caso
y  que  no  establece  de  manera  fija  las  condiciones  necesarias  de  su  aplica-
ción ni exige una decisión en particular.934 Así, los derechos encuentran
su carácter singular en su aplicación haciéndose “más difíciles los casos
fáciles”, obligando “a un planteamiento siempre más problemático de las
soluciones sencillas basadas en la subsunción” y pasando a convertirse el
razonamiento en una verdadera exigencia constitucional. La aplicación
de los derechos aparece así como algo más que la mera subsunción de
un caso bajo una regla, como un proceso de ponderación y balanceo.935
La caracterización de los derechos como principios que no se encuen-
tran en relación de exclusión ni de supra a subordinación y cuyo objetivo
es realizar la tarea de conformar un orden unitario provoca que su aplica-
ción se vuelva difícil y sea necesaria la regulación de compatibilidades,
la  solución  de  colisiones,  la  fijación  de  puntos  de  equilibrio  y  la  coordi-
nación entre los mismos.936 La ponderación deviene así el instrumento

934 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 76.


935 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 894, p. 138; Alexy, Robert, Derecho y razón
práctica, 2a. ed., trad. de M. Atienza, México, Fontamara, 1998, p. 27.
936 Prieto Sanchís, L., op. cit., nota 425, p. 321; Häberle, P., “La libertad fundamental
en el Estado constitucional”, cit., pp. 94 y 95; Rubio Llorente, Francisco, “Principios
y valores constitucionales”, Estudios de derecho constitucional. Homenaje al profesor
Rodrigo Fernández-Carvajal, p. 656.
272 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

indispensable  para  fijar  los  contenidos  y  límites  de  los  derechos  y  la  regla  
de  solución  de  los  conflictos  surgidos  de  su  aplicación  caracterizándose  
porque con ella no se logra una respuesta válida para todo supuesto, sino

una preferencia relativa al caso concreto que no excluye una solución di-
ferente en otro caso; se trata, por tanto, de una jerarquía móvil que no
conduce a la declaración de invalidez de uno de los bienes o derechos
constitucionales   en   conflicto,   sino   a   la   preservación   de   ambos,   por   más  
que  inevitablemente  ante  cada  conflicto  sea  preciso  reconocer  primacía  a  
uno u otro.937

Entendiendo a todos los derechos como portadores del mismo valor,


cuando contienden entre sí, el punto de equilibrio entre ellos no está pre-
determinado por lo que debe procederse a realizar una operación de ba-
lanceo,  siendo  la  situación  normativa,  el  caso  concreto,  quien  fijará  los  
pesos diversos y moverá la tabla del equilibrio a favor de uno u otro.938
La decisión se obtendrá de la ponderación entre los derechos y el contex-
to particular en que la operación se realice. Por ello, Alexy señala que los
derechos “implican una estructura racional de argumentación orientada a
través del concepto de ponderación” mismo que deviene un principio ge-
neral de aplicación que, es más, al decir de Häberle y Starck, aunque no
esté contenido de forma expresa en la Constitución, debe ser considerado
un  principio  inmanente  o  derivado  de  la  misma,  y,  específicamente,  del  
sistema de derechos, porque, dicen, la razonabilidad no necesita de una
“expresa remisión legal para su empleo”.939
Si los derechos son considerados principios, proporcionan razones
para las decisiones, pero no las determinan. Su peso, valor y alcance se
descubren  en  los  casos  específicos  en  que  colisionan  con  otras  normas  
de derecho fundamental sin que se invalide el que en una situación sin-
937 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 425, pp. 326 y 327.
938 Chessa, Omar, op. cit., nota 422, p. 3933.
939 Así lo recomienda principalmente Häberle según Schefold, Dian, op. cit., nota 925,
p. 391; Starck, Christian, op. cit., nota 426, p. 2531; Solazábal Echavarría, Juan José,
“Principialismo y orden constitucional”, AFDUAM, Madrid, núm. 2, 1998, p. 224; Lu-
cas, Javier de y Vidal, Ernesto, “Una nota sobre interpretación constitucional en materia
de derechos fundamentales”, en Álvarez Conde, E. (ed.), Diez años de régimen constitu-
cional, Madrid, Tecnos, 1989, p. 17. Dworkin señala que no se desvaloriza un derecho si
en  el  caso  de  un  conflicto  entre  ellos  se  protege  el  derecho  más  importante  a  costa  del  que  
lo es menos. Tampoco hay violación de derechos si se limita un derecho si se cree que un
derecho concurrente es más importante. Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 288.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 273

gular sea de menor peso940 y o se alegue contradicción o incoherencia


entre los mismos. Ningún derecho puede ser declarado inválido ni serle
añadida alguna cláusula de excepción, pero bajo ciertas circunstancias
tendrá preferencia sobre otro. La importancia del conocimiento de los
casos concretos es, desde esta concepción y como se comprenderá, ma-
yúscula: “sólo en el caso, y a través del caso se hace comprensible lo que
“piensa”  la  ley”.  El  significado  y  alcance  de  cada  derecho  se  define  en  
estricta correspondencia con el caso concreto. Para Zagrebelsky, cons-
tatar que los principios se realizan mediante “el contacto de la realidad
viva de las experiencias sociales”, demuestra las exigencias de carácter
jurídico que impone la realidad. Así, la justicia se contextualiza. La in-
terpretación deviene “tópica” convirtiéndose en una forma de “pragma-
tismo orientado a los casos y a los contenidos”.
Sin embargo, es importante destacar que la técnica de la ponderación
puede ocasionar la relativización de la norma constitucional y la disolu-
ción del sistema de derechos fundamentales en una casuística que termine
por provocar la pérdida de su unidad de sentido. Si esto sucediera, como
señala Pérez Luño, en lugar de una teoría de los derechos fundamenta-
les conforme a la Constitución, tendríamos múltiples interpretaciones, en
principio igualmente legítimas, cuya aplicación, lejos de ser corolario de
la racionalidad objetiva o intención normativa de la norma básica haría
que ésta quedara “relegada a factores tópicos de oportunidad, con el ries-
go de que ello se traduzca en una instrumentalización partidista del texto
constitucional fruto de ideologías arbitrarias”.941
La ponderación entre derechos o valores de rango constitucional puede
“aumentar dramáticamente el poder del juez constitucional”,942 otorgarle
amplios  márgenes  de  discrecionalidad  y  convertirlo  en  artífice  de  la  confi-
guración del sistema de derechos, privando a la ley de su valor intrínseco
de ser expresión de compromisos asumidos entre las diversas instancias
sociales. Para García Amado, dicha discrecionalidad, que puede encu-
brir un franco “decisionismo judicial o interpretativo”, puede producirse
por lo menos por las siguientes tres razones: primero, porque como los
principios carecen de contenido unívoco, es el intérprete quien determina
940 Alexy, Robert, op. cit., nota 935, pp. 9 y ss.; Atienza, Manuel, “Los límites de la in-
terpretación constitucional. De nuevo sobre los casos trágicos”, en Vázquez, R. (comp.),
Interpretación jurídica y decisión judicial, México, Alfaguara, 1998, pp. 198 y 201.
941 Pérez Luño, Antonio E., op. cit., nota 830, p. 305.
942 Herdegen, Matthias, op. cit., nota 344, pp. 40 y 41.
274 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

el contenido relevante antes de la solución del caso; segundo, porque el


intérprete es el encargado de llevar a cabo una conciliación adecuada con
los principios opuestos que existen en el ordenamiento constitucional, y
tercero, porque la forma de balancear los principios no es idéntica en to-
dos los casos, “ya que es el propio caso el que determina el sistema métri-
co o la balanza con la que en esa ocasión los principios se van a medir”.943
Esta concepción del sistema de derechos convierte al órgano juris-
diccional en la instancia llamada a realizar el equilibrio entre ellos y en
el   encargado   de   que   todos   los   contenidos   básicos   tengan   eficacia   y   no  
se produzcan restricciones innecesarias en los mismos. Como no exis-
te   una   rígida   jerarquía   de   valores   absolutos,   sino   un   orden   flexible   de  
preferencias prima-facie a favor de determinados valores o principios
con la consiguiente carga de la argumentación,944 el juez se convierte
en responsable de salvaguardar no sólo un principio, sino varios simul-
táneamente, tratando de realizar la concordancia práctica entre ellos y
eliminar las posibles contradicciones que se presenten.945 Ante esta si-
tuación,  el  juez  está  obligado  a  justificar  sus  decisiones  con  buenos  ar-
gumentos, interpretar el ámbito normativo de las disposiciones consti-
tucionales,   y   ponderar   los   intereses   en   juego   en   cada   caso   específico.  
Mediante la ponderación, y tomando el caso como punto de referencia,
el juez establecerá una regla, siendo el contexto particular el que pro-
porcionará  la  definición  del  criterio  de  justicia  ad hoc e individualizará
el punto de equilibrio entre los principios.946 La norma, en consecuen-
cia, y como dice Pérez Luño, no será presupuesto, sino resultado del
proceso de interpretación. En virtud de esta facultad creativa, escribe
Spadaro, se puede decir que los jueces no sólo crean normas con rango
legislativo, sino la misma norma básica construyendo y reconstruyen-
do, con sus decisiones, el parámetro constitucional y estableciendo su
significado.   De   todo   ello   resulta   un   derecho   constitucional   concreto   e  
histórico que muestra la inseparabilidad de la norma con la realidad,947
943 García  Amado,  “¿Ductilidad  del  derecho  o  exaltación  del  juez?  Defensa  de  la  ley  
frente a (otros) valores y principios”, Anuario de Filosofía del Derecho, Madrid, núm.
XIII, 1996, p. 71.
944 Luther, Jörg, op. cit., nota 426, p. 313.
945 Aunque de entrada esta tarea la describe como imposible, esta función le atribuye
Zagrebelsky al juez constitucional. Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 16.
946 Scoditti, Enrico, op. cit., nota 268, p. 31.
947 Kaufmann, Arthur, “Entre iusnaturalismo y positivismo hacia la hermenéutica jurí-
dica”, trad. de A. Ollero, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, núm. 17, pp. 358 y 359.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 275

y que exige una activa presencia del juez que se vuelve, con mayor in-
tensidad, un sujeto que interviene, crea derecho y proyecta en sus deci-
siones sus prejuicios, convicciones e intereses, como dice Kaufmann.
La necesidad de ponderar entre principios constitucionales ha condu-
cido, en algunas experiencias, a construir una escala de valores deriva-
da de la labor jurisprudencial, a la que se le atribuyen las cualidades de
ser  abierta,  flexible  y  mutable  a  todas  las  posibles  innovaciones  surgidas  
de  la  actividad  judicial,  modificaciones  legales,  costumbre  y  otros  facto-
res.948 Lo que interesa destacar ahora es que la ponderación puede llevar
al establecimiento de una jerarquía de valores diseñada por el intérprete,
que se confronta con la realizada por el legislador. Pero aun así, como las
soluciones deben referirse a los casos concretos, la jerarquía establecida
entre las normas se torna móvil y cambiante y es que, como escribe Guas-
tini, la ponderación de principios se funda

en una peculiar interpretación de los principios en juego, así como en un


subjetivo juicio de valor (un juicio en términos de justicia) del juez. De
este modo, el juez impone su propia valoración frente a la valoración de la
autoridad normativa (en este caso, la autoridad constituyente). Además, el
conflicto  no  es  resuelto  de  manera  estable,  de  una  vez  para  siempre,  dando  
prevalencia,  sin  más,  a  uno  de  los  principios  en  conflicto  sobre  el  otro...  cada  
solución  al  conflicto  vale  sólo  para  el  caso  concreto,  con  lo  cual  sigue  siendo  
imprevisible  la  solución  que  recibirá  el  mismo  conflicto  en  casos  futuros. 949

Otro de los principales problemas de esta concepción reside en que


conduce a conferir a los tribunales plena libertad para realizar la pon-
deración de bienes y, por tanto, para determinar los espacios de libertad
que  existen  en  cada  conflicto  de  derechos.  Al  juez  se  le  otorga  la  facultad  
de  elegir,  y  por  consecuencia,  reducir  los  significados  contenidos  en  las  
normas, lo que implica la posibilidad de que imponga sus juicios perso-
nales, predilecciones y valoraciones políticas; en suma, su voluntad más
que su racionalidad. Para Pace, justamente el peligro es la relativización
de los contenidos normativos de los derechos por la proliferación de una
casuística oportunista y decisionista, y para De Otto, el riesgo deviene

948 Romboli, Roberto, “Italia”, trad. de E. Expósito Gómez, en Aja, E. (ed.), Las ten-
siones entre el Tribunal Constitucional..., cit., nota 83, p. 102.
949 Guastini, Riccardo, “Derecho dúctil, derecho incierto”, trad. de M. Gascón, Anua-
rio de Filosofía del Derecho, Madrid, núm. XIII, 1996, p. 122.
276 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

cuando dicha ponderación se realiza sin que existan criterios teóricos que
permitan valorar correctamente sus magnitudes:

como en los valores, también la relación entre bienes habrá de resultar de


la propia Constitución de manera expresa, y cuando no sea así la decisión
a favor de aquel o de éste no podrá tener más fundamento que una ponde-
ración en la que todo es inseguridad y juicios de valor subjetivos y con la
que se pone en peligro la unidad de la Constitución y su misma prioridad
jerárquica, porque la obligada hermenéutica constitucional, sin la que no
es posible una dogmática de los derechos fundamentales, se sustituye por
un  trabajo  de  Sísifo  en  el  que  otra  vez  se  ha  de  resolver  sin  guía  fiable  pro-
blemas que renacen en cada encuentro de bienes.950

La lógica de los valores exige que tanto las reglas de interpretación


como la naturaleza de la hermenéutica se adecuen a la lógica de la rag-
gionevolezza y a las reglas sobre relaciones entre valores. Desde la pers-
pectiva de la teoría constitucional, concebida como sistema de valores,
la ponderación pasa a ser la esencia del juicio de constitucionalidad, la
única metodología efectiva capaz de resolver las posibles antinomias que
se presenten en el interior de un sistema de doble legalidad. Esto implica
“una   profunda   renovación   teórica   y   un   significativo   cambio   en   el   mé-
todo del derecho constitucional”.951 La hermenéutica aparece así como
determinante  para  la  definición  de  los  contenidos  de  la  Constitución.  La  
teoría constitucional pasa a ser, como se ha dicho, teoría de la interpre-
tación.952 Sin embargo, no puede dejar de considerarse que la tendencia
a incrementar la importancia de la interpretación jurídica puede llevar a
la  construcción  de  una  Constitución  que  se  manifieste  total  en  el  plano  
del derecho y con vocación de cubrir cualquier franja de la sociedad. 953
Y es que, como escribe Bongiovani, precisamente porque la ley aparece
siempre  como  un  equilibrio  entre  intereses  y  principios  confluyentes,  la  
actividad de los jueces se inmiscuye progresiva y necesariamente sobre

950 Otto y Pardo, Ignacio de, op. cit., nota 844, p. 121. Este autor también señala que
en la labor de ponderación son de importancia extrema el contexto o las circunstancias,
la  intención  de  los  autores,  la  finalidad  normativa  y  sus  consecuencias  pero  casi  no  toma  
en cuenta el desarrollo legislativo de las normas.
951 Baldassarre, Antonio, “Constitución y teoría de los valores”, trad. de E. García,
Revista de las Cortes Generales, Madrid, núm. 32, 1994, pp. 31 y 33.
952 Kaufmann, Arthur, op. cit., nota 947, p. 361.
953 Angiolini, Vittorio, op. cit., nota 430, p. 20.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 277

el aspecto político y paralelamente extiende su control sobre la raciona-


lidad y razonabilidad de las opciones políticas. “El postulado de la ra-
cionalidad, tiende a ponerse como instrumento general de control de las
clasificaciones  legislativas  y  de  las  soluciones  de  los  problemas  consti-
tucionales en clave interpretativo-aplicativa”.954 Así, la consideración
de las normas constitucionales como principios y, en general, la incor-
poración en las constituciones de normas valorativas explica el cambio
de funciones de los tribunales constitucionales y la existencia de nuevos
contenidos en sus sentencias, que de forma más relevante los acercan a
realizar actividades legislativas. Y es precisamente por la necesidad de
proceder a la ponderación de principios y reconocer que la jerarquía va-
lorativa  de  cada  derecho  se  define  en  cada  caso  concreto,  que  se  habla  de  
una “dimensión ética del control de constitucionalidad”. 955

III. LA AMPLIACIÓN DEL CÍRCULO DE DESTINATARIOS


DE LOS DERECHOS

Tradicionalmente, la Constitución ha sido considerada protectora del


individuo frente a los poderes públicos; sin embargo, actualmente se ex-
tiende su entendimiento como un conjunto de normas que vinculan a
todos los poderes, públicos y privados.956 Antes de pasar adelante es ne-
cesario insistir en que la atribución de funciones y objetivos a los órganos
del Estado, especialmente al que ejerce el control constitucional, está en
relación con la idea de Constitución que se tome como base. Kelsen nos
otorga, al respecto, un ejemplo contundente. Si para él la jurisdicción
constitucional debía tener como objeto garantizar el ejercicio regular de
las funciones estatales, éste derivaba de su concepto de Constitución,
basado en la estructura jerárquica del ordenamiento, y de una cuestión
que para nosotros resulta implícita en la anterior, pero que es importante
resaltar para entender la concepción kelseniana sobre la justicia constitu-
cional: estima que únicamente pueden violar la Constitución los órganos
constitucionales al ser éstos, en su concepto, los únicos destinatarios de

954 Bongiovani, Giorgio, “Dalla “dottrina della costituzione” alla «teoria dei valori»: la
ricerca  di  un  difficile  equilibrio”,  Democrazia e Diritto, núm. 1, 1997, pp. 99 y 100.
955 Ollero, Andrés, op. cit., nota 743, pp. 94-98.
956 Giorgio, Pastori, “Funciones y derechos sociales entre Estado y sociedad”, Docu-
mentación Administrativa, Madrid, núm. 248-249, 1997, pp. 201-205.
278 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la misma.957 Resulta comprensible que estas ideas o supuestos imperaran


en el momento de la conformación de la justicia constitucional porque
entonces, por lo menos en Europa, no existían formulaciones teóricas
que consideraran a otros posibles violadores de la norma básica. Si la
jurisdicción  constitucional  había  sido  configurada  como  una  garantía,  su  
conceptualización se hizo dentro del contexto histórico y político de la
época y por ello fue diseñada sólo como instrumento de defensa frente a
la opresión del poder político monopolizador de la coacción legítima. 958
La concepción de los derechos fundamentales como decisiones cons-
titucionales básicas implica reconocerles que tienen valor en todo el or-
denamiento jurídico y capacidad de informar la vida social y política.
Además, si se parte, como hemos dicho antes, de que los derechos tienen
como fundamento la dignidad del hombre, debe reconocerse ésta en to-
dos los ámbitos, pues la existencia humana es una existencia social. Su
validez, en consecuencia, no puede quedar reducida al ámbito estatal,
debiendo también regir en el ámbito de las relaciones privadas y sociales,
lo que exige dejar de interpretarlos formando parte exclusiva de la rela-
ción Estado-ciudadano y entenderlos vigentes no sólo donde el Estado
participa directamente, sino de forma universal, en toda dirección, tipo
de relaciones y ámbitos del derecho.959  Esto  significa  una  ampliación  de  
la esfera de sujetos obligados por los mismos, y, es más, un verdadero
cambio cualitativo de los derechos que afectan su sentido.960
957 Kelsen, Hans, op. cit., nota 89, pp. 3 y 4.
958 En El federalista  XXXIII  Hamilton  afirma  que  la  Constitución  entendida  como  ley  
suprema “es una regla que están obligados a observar aquellos a quienes se dirige”. Cit.
por Martínez Sospedra, Manuel, op. cit., nota 595, pp. 8712 y 8713.
959 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op. cit., nota 262, pp. 105, 106 y 109. “En su concep-
ción como derechos públicos subjetivos los derechos establecían un orden de relaciones
jurídicas entre el Estado, concebido como persona jurídica, y los ciudadanos individual-
mente considerados. Fuera de esta relación era impensable la vigencia de los derechos fun-
damentales”. Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 835, p. 216. Como señala Pace:
“en la actualidad no es posible mantenerse anclado en la concepción decimonónica que ve
los derechos fundamentales como un estricto problema de colisión entre libertad (privada)
y autoridad (pública)”. Cit. por Aguiar, Luis, op. cit., nota 837, p. 21. Es muy interesante
señalar  que  para  Cruz  Villalón  es  necesario  precaverse  de  la  afirmación  de  que  la  eficacia  
de  los  derechos  frente  a  terceros  es  un  añadido  o  una  extensión  al  ámbito  de  eficacia  de  los  
derechos fundamentales. Dice este autor, apoyándose en la teoría contractualista del Esta-
do que: “en el principio era la Dritwirkung”. Cruz Villalón, Pedro, “Derechos fundamen-
tales y derecho privado”, La curiosidad del jurista persa…, cit., nota 473, 1999, p. 219.
960 Cruz Villalón, Pedro, op. cit.,  pp.  221-­223.  El  problema  de  la  eficacia  de  los  dere-
chos  fundamentales  frente  a  los  particulares,  (llamada  eficacia  horizontal)  fue  inicialmen-
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 279

En la base del reconocimiento de esta dimensión de los derechos está


la constatación de que la presencia de poderosos grupos sociales cons-
tituye un peligro para las libertades de los ciudadanos. En la actualidad
existe una “sociedad dominada, controlada y dirigida por poderes priva-
dos” que han ocasionado la eliminación de la autonomía privada y de “la
simetría, paridad e igualdad” en que debían fundamentarse las relaciones
jurídicas privadas,961 lo que ha mostrado que el poder capaz de afectar
o condicionar los derechos de los ciudadanos y desvanecer la libertad,
igualdad y autonomía de la voluntad no sólo está concentrado en el Esta-
do, sino que puede derivar de los particulares, “en cuanto que ambos son
titulares de intenso poder social”.962 Los atentados a la libertad individual
no sólo proceden del Estado, en la esfera liberada de su control se pro-
ducen amenazas mucho más graves provenientes de particulares, grupos
sociales o poderes “no públicos”.963 Éstos pueden impedir la libertad real
y hacer que no se realice la prometida libertad jurídicamente garantiza-
da.964 De esta forma, “la tutela de los derechos no podría encontrar ex-
plicación, esto es, quedaría como puramente nominal o teórica, si esas
relaciones inter privatos quedaran al margen de los mecanismos consti-
tucionales de garantía de los derechos”.965 Así, los derechos pasan de una

te planteada en la atmósfera política de Weimar y desarrollada en Alemania y otros países


a  partir  de  los  años  cincuenta.  Vega  García,  Pedro  de,  “La  eficacia  horizontal  del  recurso  
de amparo: el problema de la Drittwirkung der grundrechte”, Garantías jurisdiccionales
para la defensa de los derechos humanos en Iberoamérica, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1992, p. 411, y es “uno de los más difíciles problemas que la
doctrina constitucional tiene planteado en la actualidad”. Aguiar de Luque, Luis, “Los
derechos fundamentales en las relaciones entre privados. Estado de la cuestión”, Actua-
lidad Jurídica, Madrid, X, 1981, p. 6. La fórmula Drittwirkung fue acuñada inicialmente
por Hans-Peter Ipsen. Embid Irujo, Antonio, “El Tribunal Constitucional y la protección
de las libertades públicas en el ámbito privado”, REDA, Madrid, núm. 25, abril-junio de
1980, p. 201; Gutiérrez, Ignacio, “Introducción”, en Hesse, K., Derecho constitucional
y derecho privado, cit., nota 311, p. 12; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 207.
961 Vega García, Pedro de, “La crisis de los derechos fundamentales en el Estado so-
cial”, p. 129.
962 Aguiar de Luque, Luis, op. cit., nota 960, p. 6; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota
677, p. 209.
963 “Subjetivamente los derechos fundamentales solo contemplan los atentados a la
libertad individual si estos procedían del Estado, contra el cual se dirigían exclusivamen-
te. Ahora la historia demuestra que este punto de vista era demasiado estrecho”. Grimm,
Dieter, op. cit., nota 414, pp. 20 y 21; Hesse, Konrad, op. cit., nota 30, p. 11.
964 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op. cit., nota 916, p. 85.
965 Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 835, p. 216.
280 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

concepción puramente negativa que los entiende como defensa frente a


la arbitrariedad pública a ser concebidos “también como una protección
contra la arbitrariedad privada”966 y, en este sentido, como domesticadores
del poder social.
Los derechos pasan a regir las relaciones del ciudadano con el Estado,
pero también las relaciones de coordinación que entablan entre sí los su-
jetos privados. La esfera de libertad de las personas, en consecuencia, in-
cluye la protección frente al Estado y contra otros particulares que pudie-
ran atentar contra sus derechos. Éstos tienen vigencia frente a cualquier
poder,  público  o  privado,  de  forma  tal  que  “la  calificación  de  un  derecho  
como fundamental no prejuzga la cualidad pública o privada de los su-
jetos obligados”.967   La   protección   o   eficacia   inmediata   de   los   derechos  
puede extenderse a cualquier situación en que una persona esté sujeta
a un poder superior de regulación del otro;968 es decir, los derechos no
sólo  fijan  ámbitos  de  actuación  al  individuo  libre  de  la  intervención  del  
Estado, sino que garantizan dicho ámbito frente a toda persona o grupo
que posea y ejerza “un poder predominante, de alguna manera semejan-
te a la soberanía estatal”.969 La prolongación de la lógica del Estado de
derecho a las relaciones entre individuos y poderes privados que esta no-
ción implica, como con gran acierto señala Bilbao, provoca, también, que
la  Constitución,  mediante  los  derechos,  influya  determinantemente  en  el  
derecho privado, es decir, que funcione como guía y orientación para
su   configuración   y   que,   por   la   propia   lógica   constitucional,   comiencen  
a buscarse mecanismos de garantía de los derechos frente a las posibles
arbitrariedades de aquéllos.970
Es verdad que no todos los derechos pueden ser vulnerados por los par-
ticulares, ya que algunos, por su propia naturaleza, únicamente vinculan a
los poderes públicos. Lo que resulta indudable es que hay otros que tras-
cienden la esfera relacional establecida con el Estado y garantizan a cada
ciudadano un estatus social en sus relaciones jurídicas con los demás y,
966 Rivero, Jean, op. cit., nota 291, p. 673.
967 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 206; Ruiz Miguel, Alfonso, op. cit.,
nota 135, p. 666.
968 Zippelius, Reinhold, Teoría general del Estado. Ciencia de la política, 3a. ed., trad.
de H. Fix-Fierro, México, Porrúa, 1998, pp. 313 y 314.
969 Embid Irujo, Antonio, op. cit., nota 960, pp. 203 y 204.
970 Bilbao Ubillos, Juan María, La   eficacia   de   los   derechos   fundamentales   frente   a  
particulares. Análisis de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, Madrid, CEPC,
1997, p. 266.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 281

de modo especial, con los grandes grupos y organizaciones socioeconó-


micas, es más, existen derechos concebidos y positivizados precisamente
en virtud de una hipotética actuación de los particulares, y es frente a
éstos que se articulan sus mecanismos de garantía.971 Así, reconocer la
eficacia  horizontal  de  los  derechos  implica,  como  premisa  previa,  reco-
nocer su carácter heterogéneo o estructuralmente diverso: hay derechos
que son oponibles únicamente frente al Estado; la polivalencia de otros
(Bilbao)  es  inherente  a  su  estructura  o  definición  por  lo  que  rigen  también  
en  las  relaciones  entre  particulares;;  pero  hay  unos  más,  como  afirma  De  
Vega: “cuyas posibles colisiones sólo se generan en las relaciones entre
particulares”, como sucede, por ejemplo, con los derechos sociales, cuya
funcionalidad y sentido hay que buscarlos, únicamente, en el ámbito de
las relaciones entre particulares.972 Esto nos indica, por un lado, que no
podemos   atribuir   un   grado   uniforme   de   eficacia   horizontal   a   los   dere-
chos, sino que más bien para efectuar dicha operación “es imprescindible
analizar en concreto y con el mayor detenimiento cada precepto”,973 y,
971 Fernández Segado, F., op. cit., nota 878, pp. 218 y 221. Algunos derechos deben
poder imponerse, para tener sentido, ante otros particulares, por lo que no es verdad
que los derechos impliquen únicamente una relación entre el ciudadano y el Estado.
Hay muchos derechos que se aplican a las relaciones privadas y que están concebidos
“no frente a la acción hipotética del Estado, sino de los particulares, y que, en conse-
cuencia será frente a estos a quienes habrá que articular los mecanismos de garantía”.
Vega   García,   Pedro   de,   “Dificultades   y   problemas   para   la   construcción   de   un   constitu-
cionalismo  de  la  igualdad  (el  caso  de  la  eficacia  horizontal  de  los  derechos  fundamenta-
les)”, en Pérez Luño, A. (coord.), Derechos humanos y constitucionalismo en el tercer
milenio, Madrid, Marcial Pons, 1996, p. 273. Así sucede, por ejemplo, con el derecho
a una información veraz, los derechos sindicales, el derecho al honor, a la intimidad
y a la propia imagen. Vega García, Pedro de, op. cit., nota 960, p. 419. De la misma
forma Fernández Segado, Francisco, op. cit.,  nota  878,  p.  597.  La  extensión   de   la  efi-
cacia de los derechos fundamentales en el ámbito privado resulta imprescindible si se
quiere salvaguardar determinados derechos que generan obligaciones dirigidas pre-
ferentemente a sujetos no estatales. Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 211.
972 Vega García, Pedro de, “La crisis de los derechos fundamentales…”, cit., p. 130;
id., op. cit., nota 960, p. 419. Es patente que algunos derechos fundamentales han sido
concebidos no frente a la acción de los poderes públicos, sino más claramente frente a
una hipotética actuación de los particulares”. Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota
835, p. 221. Los derechos no sólo tienen sentido, dice Prieto Sanchís, y operan en las
relaciones  entre  privados,  sino  que  algunos  de  ellos  sólo  despliegan  su  eficacia  principal-
mente en ese ámbito. Prieto Sanchís, Luis, Ideología liberal..., cit., nota 845, p. 317.
973 García Torres, Jesús y Jiménez Blanco, Antonio, Derechos fundamentales y rela-
ciones entre particulares, Madrid, Civitas, 1986, p. 18. Así lo entiende también Figuerue-
lo  Burrieza,  Ángela,  “Los  derechos  fundamentales  en  el  Estado  social  y  su  eficacia  en  las  
282 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

por otro lado, que los derechos fundamentales en las relaciones privadas
obligan de modo diferente a como lo hacen frente al Estado “pues su
ejercicio ha de inscribirse en un complejo entramado de derechos y obli-
gaciones recíprocos presididos por reglas propias” que no puede resol-
verse en abstracto y de una vez para siempre.974 Al analizar esta cuestión
lo conveniente parece ser reconocer que, en principio, todos los derechos
pueden “ser omnidireccionales” debido a que “aunque se concibieran ori-
ginariamente como derechos de defensa frente al Estado, no se puede
descartar, de entrada, la ampliación del círculo de destinatarios y la vio-
lación de los mismos por particulares”.975
Es preciso resaltar que, como la mayoría de los textos constituciona-
les,  no  ofrecen  apoyo  expreso  para  afirmar  la  eficacia  frente  a  terceros  
de los derechos fundamentales, su consagración ha sido principalmente
una tarea jurisprudencial.976  La  extensión  de  la  eficacia  de  los  derechos  
es, principalmente, derecho judicial.977 El legislador no ha podido ni
querido, en muchos casos, dar soluciones claras a esta cuestión. Recuér-
dese que cuando Nipperdey propuso, en la década de los cincuenta, la

relaciones privadas”, Congreso Internacional de Derecho Público. Filosofía y Sociología


Jurídica. Perspectivas para el próximo milenio, Universidad Externado de Colombia,
1996, p. 256.
974 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 677, p. 214.
975 Bilbao Ubillos, Juan María, op. cit., nota 970, p. 359.
976 El Tribunal Constitucional Federal alemán a partir de la sentencia del caso Lüth-
Urtiel  “ha  mantenido  el  reconocimiento  de  la  eficacia  mediata  o  indirecta  de  los  derechos  
fundamentales inter privatos”. Lo mismo ha sucedido con la doctrina y la jurisprudencia
italiana que ha rechazado la doctrina de los derechos fundamentales como meros dere-
chos públicos subjetivos y aceptado la idea de que “las normas constitucionales relativas
a  las  libertades  y  derechos  tienen  eficacia  erga  omnes  o,  lo  que  es  igual,  han  de  ser  tutela-
das a los ciudadanos frente a las actuaciones tanto de los poderes públicos como de otros
particulares”. Fernández Segado, Francisco, op. cit., nota 835, p. 218. En ningún país de
Europa la comunidad jurídica ha alcanzado la mayor homogeneidad respecto al tema, y
privan en el ambiente cautela e inseguridad como caracteres generales. García Torres,
Jesús y Jiménez Blanco, Antonio, op. cit., nota 973, p. 13. Como dice De Vega, salvo en
la Constitución portuguesa, que en su art. 18.1 consigna que “los preceptos relativos a
los derechos y libertades son directamente aplicables a las entidades públicas y privadas
y vinculan a estas”, no se encuentran en el derecho constitucional comparado, normas
explícitas  de  reconocimiento  de  la  eficacia  directa  frente  a  particulares  de  los  derechos  
fundamentales. “Será pues, en al ámbito doctrinal y jurisprudencial donde las exigencias
de  la  lógica  jurídica  harán  necesario  su  desarrollo”.  Vega  García,  Pedro  de,  “La  eficacia  
horizontal del recurso de amparo: el problema de la Drittwirkung der grundrechte”, cit.,
nota 960, pp. 418 y 419.
977 García Torres, Jesús y Jiménez Blanco, Antonio, op. cit., nota 973, pp. 141-143.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 283

eficacia  horizontal  de  los  derechos  sociales,  la  consideró  una  solución  
provisional ante la falta de disposición del Bundestag de desarrollar le-
gislativamente el programa recogido en la Constitución.978 Ha sido “la
insuficiencia  de  la  mediación  legislativa”  la  causa  de  que  la  construcción  
de  la  eficacia  horizontal  de  los  derechos  haya  sido  una  obra  jurispruden-
cial.979  Por  ello,  dice  De  Vega,  que  reconocer  la  eficacia  frente  a  terceros  
de  los  derechos  fundamentales  equivale  a  confirmar  la  limitación  de  la  
legislación ordinaria para hacer valer, como instrumento mediador en el
campo de las relaciones privadas, el sistema de principios que inspira al
ordenamiento constitucional.980
Zagrebelsky ha escrito que reconocer la aplicación de las normas
constitucionales   a   las   relaciones   interindividuales   significa   “la   posi-
bilidad de los jueces de aplicar directamente las normas constitucio-
nales en materia de derechos para resolver las diferencias entre los
particulares”.981 Este incremento del protagonismo de los jueces se pro-
duce  a  través  de  los  dos  modos  en  que  se  pregona  la  eficacia,  frente  a  
terceros, de los derechos fundamentales, directa o indirecta, ya que me-
diante ambas la única garantía efectiva de los derechos es la jurisdiccio-
nal y, por lo mismo, son los jueces quienes pueden y deben dotarlos de
significado.  En  el  caso  de  la  eficacia  mediata,  como  se  sabe,  se  imputa  
la violación del derecho fundamental al juzgador, por lo que se conside-
ra que la misma no se produce en la relación entre individuos, sino entre
el particular y el juez que no restablece, mediante su sentencia, el orden
constitucional. El juez ordinario, considerado poder público, aparece
como  potencial  violador  de  los  derechos  fundamentales  y  ello  justifica  
que sus resoluciones sean impugnables ante el juez constitucional. Pero
la verdad es que “quien viola el derecho fundamental es un sujeto ajeno
a la jurisdicción, en este caso un particular, y el tribunal ordinario lo
único que hace es no ofrecer remedio, pero en modo alguno ser causa
u origen de la lesión, menos aún origen inmediato y directo”. 982 En vir-

978 Así lo explica Bilbao Ubillos, Juan María, op. cit., nota 970, p. 271.
979 García Torres, Jesús y Jiménez Blanco, Antonio, op. cit., nota 973, pp. 141-143.
Bilbao Ubillos, Juan María, op. cit., nota 970, p. 302.
980 Vega García, Pedro de, “La crisis de los derechos fundamentales…”, cit., p. 131.
981 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 494, p. 446.
982 “De no verlo así, y dado el carácter subsidiario de casi todos los recursos de ampa-
ro, resultaría que el objeto del recurso sería siempre un acto de los órganos jurisdicciona-
les;;  lo  que,  además  de  inexacto,  oscurecería  la  naturaleza  específica  de  aquellas  lesiones  
284 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

tud  de  esta  construcción,  que  para  algunos  es  una  verdadera  ficción,  se  
dota de competencia de revisión de las sentencias civiles al juez cons-
titucional provocando que se amplíen sus funciones al convertirlo en
instancia “super-revisora”.983   Por   ello   se   dice   que   la   eficacia   mediata  
conduce al expansionismo de la jurisdicción constitucional. Ésta asume
el control, para utilizar palabras de Cruz Villalón, de la relevancia de
los derechos fundamentales en las relaciones entre particulares desde
el   momento   en   que   verifica   la   actuación   que   de   los   mismos   realizan  
los tribunales ordinarios, lo que conlleva, además, la extensión de la
influencia  del  Tribunal  al  ámbito  civil  y  el  peligro  de  que,  como  señala  
Hesse,  se  convierta  “en  el  supremo  tribunal  de  los  conflictos  jurídico-­
civiles” asumiendo un papel que la Constitución no le ha conferido. 984
Reconocer  eficacia  directa  a  los  derechos  en  las  relaciones  privadas  
tiene como objeto volverlos garantías protegidas por el juez en caso de
que   no   exista   ley   o   ésta   sea   insuficiente.   En   el   fondo   de   este   recono-
cimiento late el temor de que el legislador restrinja el carácter vincu-
lante  de  los  derechos  y  los  grupos  sociales  sigan  influyendo  de  forma  
determinante en la elaboración de la ley. Pero no podemos desconocer
e   ignorar   que   consagrar   o   reconocer   esta   eficacia   directa   de   los   dere-
chos en las relaciones entre particulares, sin mediación del legislador,
podría conducir por “la indeterminación y abstracción inherentes a la
norma constitucional... a la supresión... de la libertad del sujeto, cuyo
status quedaría, en un todo, a merced de la discreción de los jueces”; 985
es   decir,   el   reconocimiento   de   la   eficacia   directa   podría   llevar   a   que  
los jueces dilaten el valor conformador de los preceptos constituciona-
les que reconocen derechos fundamentales haciéndolos una concreción

que efectivamente tienen su origen en la actuación de los tribunales”. Prieto Sanchís,


Luis, op. cit., nota 677, p. 217.
983 En este modelo hay, como se ha dicho, una mezcla de la relación jurídica material
con la relación jurídica procesal. García Torres, Jesús y Jiménez Blanco, Antonio, op.
cit., nota 973, pp. 26 y 38. Pensamos que Prieto tiene razón cuando señala que sostener
la  eficacia  mediata  de  los  derechos  es  un  corolario  de  la  afirmación  de  la  Constitución  
como norma jurídica y del principio de interpretación conforme a la misma, y una elu-
sión del principio general conforme al cual el legislador es el encargado de reglamentar
los   supuestos   de   eficacia   de   los   derechos.   Prieto   Sanchís,   Luis,   op. cit., nota 677, p.
212; Ballarin Iribarren, Javier, “Derechos fundamentales y relaciones entre particulares
(La “drittwirkung” en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional)”, REDC, Madrid,
núm. 24, 1988, p. 298.
984 Hesse, K., op. cit., nota 311, p. 62.
985 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 104, p. 35.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 285

suya, “abriendo por tanto la posibilidad de sustituir el derecho todo


en su poliédrica complejidad por la simple proyección constructiva de
los derechos fundamentales”. Las consecuencias serían la quiebra de
la seguridad jurídica y la reducción del papel de la ley y del proceso
democrático.986

IV. LOS NIVELES DE EFICACIA DE LOS DERECHOS


Y LA FUNCIÓN DEL LEGISLADOR

1. Estado social, derechos y legislador

El advenimiento del Estado social representó un cambio de paradigma


jurídico que propició el resurgimiento del contenido de derecho objetivo
siempre presente en el sistema de derechos.987 Este resurgimiento provo-
có que los derechos, además de ser considerados derechos subjetivos, pa-
saran a ser concebidos como valores sustanciales del ordenamiento jurí-
dico. Sin embargo, hay que decir desde ahora que el carácter objetivo de los
derechos es dependiente de su carácter subjetivo; el primero es una incor-
poración o derivación de éste, que es el componente originario del derecho.
Este  replanteamiento  o  refinamiento  de  la  concepción  sobre  los  derechos  
fundamentales, desarrollada después de la Segunda Guerra Mundial, re-
presentó, a juicio de Habermas, un auténtico “shock” para la autocom-
prensión liberal del derecho. El cambio en las circunstancias y la estruc-
tura de la sociedad,988 el surgimiento del ciudadano y la aparición de la
comunidad  y  de  todo  el  organismo  social  en  el  Estado  modificó  la  forma  
de concebir la libertad y con ello las relaciones entre ambos órdenes. No
se trata, como brevemente trataremos de mostrar, de un cambio orientado
por una sola premisa, económica, social o política, sino de una transforma-

986 Gutiérrez, Ignacio, op. cit., nota 960, pp. 17 y 18.


987 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 323.
988 La  necesidad  de  modificar  la  estructura  política  y  social  fue  una  de  las  causas  que  
obligaron al establecimiento del Estado social durante la época de la Posguerra. Abendroth,
Wolfgang, “El Estado de derecho democrático y social como proyecto político”, trad.
de W. Abendroth et al., El Estado social, Madrid, CEC, 1986, pp. 13 y 14. Aquí es muy
interesante constatar que, como señala Preuss, no se puede separar el análisis jurídico y,
especialmente, el análisis de los derechos, de las relaciones sociales en su conjunto, como
lo hacen las teorías formalistas-normativistas.
286 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ción integral relacionada con los procesos de modernización de la socie-


dad y la emergencia de una concepción donde ésta y el individuo ocupan
un lugar central dentro de la comunidad y su construcción institucional.
Es conocido que el derecho del Estado liberal derivaba su legitimación
de la estructura y el funcionamiento del orden económico. Sus caracte-
rísticas racionales, sintetizadas en la unidad del orden jurídico, en la ley
abstracta y general y en la vinculación de la justicia y la administración
a la ley, estaban en función del modo de organización del sistema eco-
nómico de mercado. Entre éste y el Estado liberal clásico había una co-
rrespondencia estructural:989 el derecho estatal existía para garantizar el
funcionamiento del mercado y así proteger los intereses de la burguesía.
Los derechos eran los medios a través de los cuales una clase conseguía
la institucionalización de un sistema990 que coincidía con las reivindica-
ciones de la burguesía y la ideología individualista liberal. Su verdadera
función era la “protección de los intereses dominantes”. Por ello se puede
decir que la abstención del Estado era la más auténtica representación de
su compromiso con el estatus social y económico entonces vigente y la
causa  por  la  que  se  excluyó  del  contenido  de  los  derechos  cualquier  fin  u  
objetivo social.
En esta época, como se sabe, se suponía una situación armónica de
las relaciones Estado y sociedad, la presencia de intereses generales,
una clase social dominante y homogénea y la inexistencia, como con-
secuencia,  de  conflictividad  social.991 Pero precisamente por la acepta-
ción de la vigencia de un marco institucionalizado de iguales libertades
en términos de derecho privado y de igualdad social basado en la con-
fianza  en  la  autonomía  privada,  que  suponía  individuos  que  tenían  re-
sueltas  sus  necesidades  económicas,  surgieron  innumerables  conflictos  
sociales que hicieron visibles las desigualdades en el goce de aquellos
derechos que formalmente eran iguales. El modelo condujo a la exclu-
sión de derechos a gran parte de la población, a condiciones de pobre-
za,  dependencia  y  explotación,  graves  conflictos,  antagonismos  sociales,  

989 Habermas, Jürgen, “¿Cómo es posible la legitimidad a través de la legalidad”, Fac-


ticidad y validez…, cit., nota 11, pp. 537-540 y 549.
990 Preuss, Ulrich K., “El concepto de los derechos en el Estado del bienestar”, trad. de
F. Serra et al., en Olivas, E. (ed.), Problemas de legitimación en el Estado social, Madrid,
Trotta, 1991, p. 80.
991 Porras Nadales, Antonio J., Introducción a una teoría del Estado postsocial, Barce-
lona, PPU, 1988, p. 37.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 287

disfuncionalidades y desequilibrios. La libertad general de acción de-


sarrollada sobre la base de la igualdad jurídica, supuesta por el Estado
liberal, no produjo más que desigualdades.
Además, como dijimos en el capítulo anterior, por su escasa capaci-
dad económica y débil posición social, la mayoría de la población estaba
exenta   de   la   posibilidad   de   influir   políticamente   en   las   decisiones   del  
Estado. El pueblo real estaba fuera del Parlamento. La participación y
representación, el acceso a las decisiones políticas, estaban reservadas al
estrato  económicamente  superior,  que  en  esta  construcción  se  identifica-
ba con todo “el pueblo”, mientras que la gran mayoría de la población es-
taba excluida. Existía “una democracia de minorías sobre la base de una
jerarquía social”. Los derechos, y la pertenencia a la comunidad política,
en consecuencia, estaban reservados a aquellos que contaban con bienes
económicos  suficientes,  y  la  distribución  de  éstos  y  la  posición  social  de  
sus detentadores se consideraban inalterables debido a que se suponían
preestablecidos.
Estas circunstancias implicaban, como denunció T. Martínes, un hiatus
entre el plano deontológico y el existencial. “Pocas veces, advirtió Olle-
ro, el derecho constitucional ha estado tan alejado de la realidad como lo
está hoy”,992 lo que podría conducir, vaticinó el italiano, a que el derecho
se convierta en una realidad vacía que ocasionará una crisis general del
ordenamiento debido a su extremo formalismo.993 Ante esta situación,
se tornó inevitable un papel activo de la sociedad y del Estado, ambos
responsables de propiciar una existencia digna para los individuos, su-
jetándose  a  crítica,  no  los  derechos  fijados  en  el  ordenamiento  jurídico  
y en la conciencia de los individuos que, por el contrario, saldrían refor-
zados y profundizados, sino los medios de su realización. La vertiente
determinante de la nueva concepción, y esto es importante advertirlo
antes de seguir adelante, fue la relación entre derecho y realidad, la inten-
ción de dejar atrás la concepción formal del derecho para enlazarlo con
la realidad social y sus transformaciones. Los esfuerzos de la dogmática
jurídica se dirigirían, como con gran precisión señaló Ollero, hacia la
eliminación del normativismo ausente de todo sentido social e histórico.
Lo urgente era acercar norma y realidad para evitar que aquélla se encon-

992 Ollero, Carlos, El derecho constitucional de la postguerra (apuntes para su estu-


dio), Barcelona, Bosch, 1949, p. 11.
993 Martines, Temistocle, Contributo ad una teoria giuridica delle forze politiche,
Milán, Giuffrè, 1957, pp. 22 y 82.
288 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

trara al margen de los problemas políticos y sociales. Así, además de res-


catarse la idea de la funcionalidad del derecho y su elemento teleológico,
se subrayaba su necesaria sociabilidad y situabilidad histórica. El orden
constitucional de un Estado no podía ser correctamente comprendido,
pensaba Pierandrei, sin considerar las reglas escritas en relación con su
realización concreta.994  Las  normas  debían  ser  la  cualificación  del  ámbito  
material operado por la libertad, y la libertad jurídica, libertad de hecho.
El reto era, en consecuencia, convertir a los derechos no en meros “nom-
bres  sin  sustancia,  consignados  inertes  e  ineficaces  en  un  elenco,  sino  en  
ideales sentidos y operantes en la vida civil de hecho practicada”. 995
La  base  de  estas  modificaciones  fue  el  cambio  estructural  producido  
en la comprensión de la sociedad y en las funciones que debía cumplir el
Estado.996 Aquella deja de ser un orden autónomo, “cuasinatural”, auto-
suficiente  y  homogéneo,  regido  por  sus  propias  leyes,  que  puede  quedar  
abandonado a su acción espontánea, y pasa a ser un orden por construir y
modelar. Las disfuncionalidades surgidas en su seno no podían ser corre-
gidas  por  sí  mismas,  necesitaban  de  la  acción  del  Estado  para  ser  modifi-
cadas. Su autogestión no conduciría de forma directa a la justicia ni ésta
sería inmanente ni brotaría a través de su funcionamiento libre. Nada más
rechazable  que  la  “ficción  ideológica  de  una  justicia  social  automática”.  
La libertad, el bien común, no son productos o datos previos ni necesa-
riamente implican el distanciamiento del Estado. Junto a esta idea de la
sociedad,  el  Estado  pasa  a  ser  concebido  como  un  artificio  que  cumple  
la función de conservar la libertad y cooperar para hacer posible la igual
libertad de todos. Su noción se reconstruye a partir de concepciones posi-
tivas de su actividad, lo que impulsó su “reactivación” y “reivindicación”
y la transformación del papel pasivo, neutral e imparcial que le había sido

994 Pierandrei, Franco, op. cit., nota 454, p. 317.


995 Battaglia, Felice, “Los derechos fundamentales del hombre, del ciudadano y del
trabajador: esencia, evolución, perspectivas futuras”, Estudios de teoría del Estado, Ma-
drid, Publicaciones del Real Colegio de España en Bolonia, 1966, p. 157.
996 Como escribe Crisafulli, las Constituciones de la Segunda posguerra pretendieron,
además de regular la estructura estatal, determinar la estructura de la sociedad. Pero la
nota distintiva de ellas, pues de una u otra forma todas las Constituciones realizan este
objetivo, fue que además de que regularon las relaciones entre los ciudadanos y entre
éstos y el Estado sin abstraer de la realidad la posición que éstos ocupan, extendieron
su competencia a regular el sistema de relaciones sociales que de hecho condicionan la
libertad  de  los  ciudadanos  y  a  modificar,  limitar  y  orientar  la  influencia  de  tal  sistema.  
Crisafulli, Vezio, “Constituzione e protezione…”, cit., nota 489, p. 118.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 289

conferido. De esta forma se convierte en corresponsable del bienestar de


los ciudadanos y se le asigna el objetivo de la procura existencial. En este
sentido, se convierte en instrumento compensador o corrector que realiza
intervenciones racionales sobre la sociedad con objeto de lograr iguales
condiciones de vida para todos. Esta intervención, producida, precisa-
mente, por el reconocimiento de la inexistencia de un orden social au-
tónomo, y la tarea que se le atribuyó de conformar un orden adecuado,
trajo como consecuencia la quiebra del principio de la separación Esta-
do y sociedad997 y el arribo de la idea, como escribe Habermas, de que
los  conflictos  de  intereses  no  podían  seguir  desarrollándose  en  la  esfera  
privada. El Estado no podía ser más “sereno árbitro del libre juego so-
cioeconómico,  de  la  competencia  y  de  los  conflictos  sociales”.  El  orden  
económico  y  social  pasó  de  ser  un  orden  prefijado,  natural  e  intocable,  a  
ser  objeto  de  modelación  y  configuración  por  parte  del  Estado.  Pero,  al  
contrario de lo que en su tiempo sostuvo Schmitt, esta nueva concepción
no  significó  la  absorción  total  de  la  esfera  social  por  el  Estado  o  la  des-
aparición de la sociedad como ente autónomo, se mantuvo la distinción
entre Estado y sociedad y la noción de los derechos del hombre como
presupuesto esencial para la realización de la libertad. La importancia de
estas  modificaciones  se  hace  mayúscula  si  se  aprecia  que  esta  actitud  po-
sitiva frente al Estado pasó a convertirse en auténtico factor de integra-
ción en un momento en que se habían escindido y roto para siempre los
mecanismos tradicionales que mantenían la unidad de la comunidad.
Esta nueva concepción de la sociedad y del Estado trajo como conse-
cuencia el desquebrajamiento del concepto de Estado de derecho enten-
dido como el ordenamiento jurídico de la sociedad burguesa y la consa-
gración de un discurso ético que permeará al derecho de contenido moral,
fuerza emancipadora y transformadora. La nueva forma de Estado puso
en  discusión  su  estructura  organizativa  y  los  fines  y  valores  que  está  lla-
mado a cumplir, y consagró en su núcleo una idea de libertad distinta a la
del Estado liberal.998 Se pasa de una noción meramente formal a una con-
cepción material de la libertad que remarca que el derecho debe tener es-
trecha relación con la justicia. Aunque parezca paradójico hay que decirlo
con Kelsen: la libertad debía indicar una determinada posición del indivi-
997 Abendroth, Wolfgang, “Sobre el concepto de Estado de derecho democrático y
social tal como se formula en la Constitución de la República Federal de Alemania”,
Sociedad antagónica y democracia política, Barcelona, Grijalbo, 1973, p. 276.
998 Parejo Alfonso, Luciano, op. cit., nota 502, p. 45.
290 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

duo dentro de la sociedad. Ésta se concretaría en el contenido esencial de


los derechos y sus condiciones materiales de realización999 y exigirá que
el individuo tenga libertad general de acción, es decir, el mayor grado
posible de libertad de hacer o dejar de hacer, la facultad de determinar
su propia existencia dentro del grupo social y la posibilidad de desarro-
llar ambas exigencias. Como se aprecia, otra vez la vieja idea de iguales
libertades para todos o iguales oportunidades en el ejercicio de las liber-
tades. Se aceptaba así, como escribe Bobbio, que las personas de hecho
no nacen ni libres ni iguales, que la libertad y la igualdad son “un ideal a
perseguir; no una existencia, sino un valor; no un ser sino un deber”.1000
El cambio de los contextos históricos y la transformación de las cir-
cunstancias sociales exigió promover acciones para hacer real la libertad,
o, en palabras de Leibholz, para transponer la libertad al ámbito donde
los hombres desarrollan su existencia. Como señala Habermas, lo impor-
tante es hacer uso real de los derechos formales equitativamente reparti-
dos. La libertad jurídica no tiene sentido sin la libertad real, y ésta no se
consigue sólo mediante la abstención de la intervención estatal. La liber-
tad depende de presupuestos sociales y factores externos muchas veces
incontrolables por los propios individuos. Para contribuir a la ejecución
de estas ideas, se encarga al Estado la función de procurar, mantener y
asegurar las condiciones fácticas para que los sujetos puedan ejercer su
libertad en igualdad de oportunidades y llevar una existencia humana
digna. El Estado, de esta manera, “ya no aparece sólo como el enemigo
potencial de la libertad, sino que tiene que ser también su defensor y
protector”. Sin embargo, y esto es determinante en esta concepción, la
atribución al Estado de esta responsabilidad de intervención en ningún
momento se pensó que fuera extrema o ilimitada, porque si ello hubiera
sido así, no se realizaría la libertad ni se promovería su ejercicio res-
ponsable por parte de cada uno de los miembros de la sociedad, soporte
ideológico de la nueva concepción. Como señala Hesse: “una ampliación
ilimitada de la responsabilidad y actividades del Estado que desemboque

999 López Pina, Antonio, op. cit., nota 843, p. 19.


1000 Bobbio, Norberto, “Presente y porvenir de los derechos humanos”, El tiempo de los
derechos, trad. de R. Asis Roig, Madrid, Sistema, 1991, p. 67. Esta idea de los derechos
también impone una determinada concepción del orden político como algo a obtener, a
alcanzar, una realidad por construir y, como dice Fioravanti, que no puede ser por más
tiempo considerada como presupuesta. Fioravanti, Maurizio, “Costituzione e Stato di
Diritto”, Filosofia  Politica, Bologna, núm. 2, 1991, p. 345.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 291

en   la   omnicomprensiva   procura,   planificación   y   configuración   estatal,  


anularía   toda   configuración   existencial   autorresponsable”.1001 Tampoco
esta  intervención  se  configuró  como  política  de  caridad,  sino  como  fun-
ción inherente, funcional, y legitimadora del Estado. También hay que
subrayar que estas nociones no llevaban consigo la supresión de los prin-
cipios y valores básicos que se venían sosteniendo desde la formación del
Estado liberal, “no hay un cambio de las premisas normativas” o políticas
ni una negación rotunda de sus presupuestos legitimadores, sólo deviene
una nueva, más amplia y sustancial interpretación de éstos y la creación
de otros derechos que reforzarían y harían posibles los anteriores con
base en un nuevo paradigma de la sociedad y del Estado. No por nada al-
gunos  autores  afirman  que  es  en  esta  época  cuando  se  produce  realmente  
la aparición y nacimiento de los derechos fundamentales.
Como puede deducirse de lo anterior, hay un cambio profundo en la
concepción del papel del Estado en relación con el individuo y su liber-
tad1002 que viene a constituir el punto central de la normativa constitu-
cional y la acción de los poderes públicos. Los ordenamientos atribuyen
al Estado un papel activo e intervencionista en aras de transformar la so-
ciedad y hacer posible el disfrute pleno de los derechos. Su función será
contrarrestar,  como  señala  De  Otto,  el  déficit  de  derechos  fundamentales  
existente en la sociedad. La base y guía de esta tarea de reconstrucción de
la sociedad sería, precisamente, la realización de los derechos de los indi-
viduos y la remoción de cualquier posible obstáculo. En otras palabras, la
finalidad  de  la  existencia  del  Estado  sería  convertir  la  proclamación  abs-
tracta de los derechos en una realidad que incluyera la posibilidad de su
disfrute. Se produce así lo que se ha denominado “socialización del Esta-
do”, ya que éste se convierte en receptor de deberes y obligaciones positi-
vas derivadas de la idea de que la libertad no se protege ni asegura con su
abstención, sino con su actividad permanente.1003 Esta concepción, que
conlleva, repetimos, la adopción por parte de la sociedad de una actitud
positiva frente al Estado, hace cambiar profundamente, como enseña Fe-
rrajoli, la estructura normativa del poder estatal, que pasa de estar única-
mente limitado por prohibiciones, a estar funcionalizado por obligaciones
1001 Hesse, K., op. cit., nota 874, p. 95.
1002 López Guerra, Luis, “Las dimensiones del Estado social de derecho”, Sistema, Ma-
drid, núms. 38-39, 1980, p. 171.
1003 Vega García, Pedro de, “La crisis de los derechos fundamentales…”, cit., p. 123;
García Pelayo, Manuel, op. cit., nota 8, p. 25.
292 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

positivas cambiando también su base de legitimación porque “mientras


el Estado liberal debe sólo no empeorar las condiciones de vida de los
ciudadanos, el Estado de derecho social debe también mejorarlas” .1004
Los derechos serán límites, pero también mandatos, es decir, verdade-
ras obligaciones positivas que vinculan de forma activa. Como escribe
Ferrajoli, los derechos son “expectativas positivas” a los que “correspon-
den vínculos positivos por parte de los poderes públicos”. Al estar todos
al servicio de los derechos, deben procurar su realización y efectuar las
actividades necesarias para lograr su efectividad y garantía. Hesse des-
cribe este cambio de concepción con suma claridad: de las premisas de
la vinculación de todos los poderes públicos a los derechos surge, junto
a la clásica obligación negativa, la obligación positiva “de llevar a cabo
todo aquello que sirva a la realización de los derechos fundamentales, in-
cluso cuando no conste una pretensión subjetiva de los ciudadanos”.1005
El sistema de derechos constitucionales pasa a conformar un sistema de
deberes para los poderes públicos, por lo que un derecho del individuo
siempre implicará un deber del Estado para hacerlo real. Los órganos es-
tatales existen para cooperar en la determinación y consolidación del con-
tenido normativo del derecho y en el crecimiento y maduración del texto
constitucional. Así, se produce, junto con un cambio de comprensión de
los derechos, un entendimiento especial de las tareas del Estado. Cambia
la  relación  entre  el  Estado  y  los  derechos,  ya  que  éstos  pasan  a  configurar  
un proyecto de Estado, siendo la Constitución el instrumento para rea-
lizar  el  orden  social  determinado  por  aquéllos.  El  fin  del  poder  político  
será   realizar   ese   orden   configurado   en   los   derechos   fundamentales, 1006
convirtiéndose el Estado en “instrumento para la creación de una liber-

1004 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 420, p. 862.


1005 Hesse, Konrad, op. cit.,  nota  874,  p.  94.  Muy  cerca  de  esta  afirmación  está  la  de  
Fernández Segado: “Del carácter objetivo de los derechos, o, lo que es lo mismo, de su
peculiar  significación  y  finalidades  dentro  del  orden  constitucional,  se  desprende  a  su  vez  
que la garantía de su vigencia no puede limitarse a la posibilidad del ejercicio de preten-
siones por parte de los individuos, sino que ha de ser asumida también por el Estado”. De
“la obligación del sometimiento de todos los poderes a la Constitución... no solamente
se deduce la obligación negativa del Estado de no lesionar la esfera individual o insti-
tucional protegida por los derechos fundamentales, sino también la obligación positiva
de contribuir a la efectividad de tales derechos y de los valores que representan, aun
cuando no exista una pretensión subjetiva por parte del ciudadano”. Fernández Segado,
Francisco, op. cit., nota 835, p. 210.
1006 Así, por ejemplo, Aguiar, Luis, op. cit., nota 837, p. 23.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 293

tad efectiva”, en una organización dirigida a asegurar a los individuos el


ejercicio de las libertades.1007
Lo anterior no implica, y esto hay que subrayarlo, que se abandone la
noción de los derechos subjetivos públicos, lo que se abandona, como
dice Häberle, es una “visión unilateral de la libertad”. La vertiente obje-
tiva complementa su naturaleza subjetiva. Considerarlos sólo derechos
subjetivos pasa a ser una idea “intemporal y unilateral” de los mismos,
como escribe Baño León.1008 Los derechos no están formulados única-
mente “a la defensiva” o de manera “unidimensional” ni tienen sólo
“valor negativo” o limitativo ni imponen exclusivamente la abstención
del Estado. Esta es una de sus caras, ya que también se muestran como
portadores de un poder activador de los entes públicos convirtiéndose
en “referencias polivalentes”,1009 que imponen límites y marcan la direc-
ción de la actividad de los órganos estatales. Es más, es difícil distinguir
entre los derechos que requieren acciones negativas y aquellos otros que
exigen acciones positivas, ya que todos requieren tanto acciones negati-
vas como positivas y, en esta virtud, todos tienen una faceta prestacional
que exige la intervención activa de los poderes públicos, lo que no im-
plica desconocer que algunos necesitan con mayor intensidad dicha in-
tervención  para  ser  efectivos  y  definir  sus  modalidades  y  formas  de  tute-
la.  Por  ello  Rolla  puede  afirmar  que  “cada  derecho  contiene  en  sí  mismo  
un componente garantista y una prestación”.1010 Cada uno reclama “en
mayor o menor medida una organización estatal que permita su ejercicio
o  que  los  defienda  frente  a  intromisiones  ilegítimas,  o  también  el  diseño  
de formas de participación”.1011 En consecuencia, las técnicas prestacio-
nales no pertenecen en exclusiva a alguna clase de derechos.1012 Aceptar
1007 Burdeau, Georges, La democracia. Ensayo sintético, Barcelona, Ariel, 1960, pp.
27 y 28; Martínez Pujalte, Antonio-Luis, La garantía del contenido esencial de los de-
rechos fundamentales, Madrid, CEC, 1997, p. 85.
1008 Baño León, José María, “La distinción entre derecho fundamental y garantía insti-
tucional en la Constitución española”, REDC, Madrid, núm. 24, 1988, p. 156.
1009 Kirchoff, Pablo, en su colaboración a la obra La garantía constitucional de los
derechos fundamentales..., cit., nota 9, p. 129.
1010 Rolla, Giancarlo, “Las perspectivas de los derechos de la persona a la luz de las
recientes tendencias constitucionales”, trad. de C. Ortega Santiago, REDC, núm. 54,
1998, p. 55.
1011 Prieto Sanchís, Luis, “Los derechos sociales y el principio de igualdad sustancial”,
cit., nota 845, p. 75.
1012 Como escribe De Otto: “el derecho fundamental de libertad es multidimensional,
es también libertad en la sociedad, sólo se realiza mediante condiciones sociales determi-
294 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

esta multifuncionalidad de los derechos implica, también, reconocer su


pluralidad   de   fines.1013 De esta forma, como con acierto aseguró en su
momento Forsthoff, los derechos pasan a ser funciones jurídicamente ga-
rantizadas, o, como recientemente ha señalado Olivas, derechos públicos
subjetivos-­funciones,  y,  por  tanto,  “uno  de  los  más  significativos  elemen-
tos de la unidad del proceso social global”.
Con esta forma de entender los derechos, la Constitución aparece,
como  afirma  Dogliani,  como  instrumento  dotado  de  dos  funciones  prin-
cipales, paralelas y complementarias: garantizar un orden limitando el
poder político y realizar un orden por medio del ejercicio del poder po-
lítico. “Constitución como garantía de un orden y Constitución como
instrumento de realización de un orden”. Constitución “non semplice-
mente come vincolo esterno ma come forza interna que anima la stessa
funzione legislativa”. Por un lado se somete al legislador al control de los
tribunales con el objeto de conservar ciertos derechos e institutos y, por
el  otro,  se  le  confiere  la  facultad  de  hacerlos  realidad.  Con  ello  se  crea  un  
esquema constitucional que a la vez que exige la labor garantista del juez,
obliga al legislador a una labor conformadora. Si los derechos, como
derechos subjetivos, se pueden imponer frente a las decisiones de la ma-
yoría, como derechos objetivos se les deja a la mayoría para su realiza-
ción.  En  un  caso  son  límite,  en  el  otro,  facultad.  En  un  caso  significan  que  
la  mayoría  no  es  soberana,  en  el  otro,  que  tiene  la  facultad  de  configurar-
los, desarrollarlos, hacerlos reales y extenderlos. La Constitución apare-
ce  dirigida  a  efectuar  una  función  configuradora  y  otra  conservadora,  al  
tiempo que preserva y salvaguarda ciertos contenidos sirve de guía para
realizar una sociedad donde imperen los derechos. El constitucionalismo
del Estado social supone así, el ensayo de una respuesta de síntesis entre
conservación y cambio, subsistencia y desarrollo. Ésta es la sustancia
material sobre la que se pretende construir el denominado Estado social
fundamentado en la conciliación simultánea de los principios de consti-
tucionalidad y democracia.1014
Lo anterior es de suma importancia, porque sólo entendiendo el signi-
ficado  del  Estado  social  se  puede  captar  el  sentido  que  le  trasmite  a  los  

nadas,  se  afirma  frente  a  los  grupos,  requiere  una  estructura”.  Otto  y  Pardo,  Ignacio  de,  
op. cit., nota 844, p. 167.
1013 Pérez Luño, Antonio E., “Análisis funcional de los derechos fundamentales”,
Anuario de Derechos Humanos, Madrid, núm. 5, 1988-1989, pp. 177 y ss.
1014 Gutiérrez, Ignacio, op. cit., nota 960, pp. 12 y 13.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 295

derechos. Aquel consagra una idea de éstos situada dentro de los pará-
metros que impone la noción de libertad política democrática. Esto es
así porque, como nos recuerda Pérez Luño, desde su génesis el Estado
social tuvo en su interpretación y funcionalización una vertiente abierta
y decididamente democrática1015 debido, principalmente, a que históri-
camente la aparición de los derechos políticos y la concepción sobre la
democracia precede al intervencionismo estatal. La democracia política
antecede, como contundentemente decía García Pelayo, a la democracia
social que pretende instaurar el Estado social. La rehabilitación del pue-
blo es anterior a la del Estado. Existe una sucesión lineal de conceptos
que  se  afirman  mediante  un  proceso  que  inicia  con  la  consagración  de  las  
nociones básicas del Estado de derecho, continúa con el proceso de juri-
dificación  o  racionalización  de  la  democracia  y,  posteriormente,  con  la  fi-
jación  de  fines  a  la  actividad  estatal.  El  Estado  social  significa,  desde  esta  
perspectiva, no la alteración de la estructura del Estado de derecho, sino
la  incorporación  a  éste,  a  nivel  jurídico  constitucional,  de  fines  y  objeti-
vos al Estado. Es decir, a la concepción liberal democrática del Estado se
acompaña una noción instrumentalista del derecho,1016 que lo considera
el  medio  apto  para  ser  utilizado  con  el  fin  de  satisfacer  exigencias  de  jus-
ticia social distributiva y realizar tareas compensatorias, redistributivas,
regulativas y transformadoras. Por ello, el Estado social de derecho no
puede ser considerado “medio Estado social y medio Estado de derecho”.
Los conceptos que lo integran están inescindiblemente asociados y siste-
máticamente unidos, vinculados, no sujetos a prelación. Abendroth con-
firmaría  estas  nociones.  Para  él,  lo  que  históricamente  sucedió  fue  que  la  
obligación social del poder estatal democrático se expresó “en la misma
definición  del  Estado”,  apareciendo  la  idea  democrática  junto  al  “obje-
tivo de un estado socialmente obligado”. En otras palabras, la idea de
democracia como principio de legitimación política se complementó con
la  idea  de  democracia  como  principio  de  configuración  social.  A  partir  
de  esta  unificación  adquirió  un  componente  dinámico:  un  poder  público  
democratizado iba a construir una sociedad democrática.1017 Siguiendo
estas ideas, Forsthoff pudo escribir que el elemento de compatibilidad,
el “concepto puente”, entre los Estados liberal y social es el elemento
democrático, y Kägi, que hay una comunidad de destino entre la demo-

1015 Pérez Luño, Antonio E., op. cit., nota 830, p. 231.
1016 Torre, Massimo la, op. cit., nota 238, p. 85.
1017 Kammler, Jörg, “El Estado social”, cit., p. 95.
296 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

cracia y el Estado social. Más recientemente, Offe, que sigue a Titmuss,


definió  el  Estado  de  bienestar  como  aquel  que  expresa,  en  primer  lugar,  
el deseo de la sociedad de sobrevivir como totalidad orgánica, y, en se-
gundo lugar, la intención de todas las personas por contribuir a la su-
pervivencia de algunas personas, siendo la democracia política el medio
institucional que posibilita esta manifestación y expresión. La política
democrática  sería  el  medio  de  configuración  del  modelo  de  acción  colec-
tiva racional impulsado por el Estado social.1018 Se puede resumir así el
ideal del Estado social: democracia social bajo las formas del Estado de
derecho y a través del principio democrático.
La expansión de democracia produjo el Estado social, y ambos se con-
virtieron en factores que propiciarían la reproducción de sus principios
dentro de las diversas esferas sociales.1019 Su instauración extendería la
funcionalidad del principio democrático a todos los ámbitos o esferas
sociales, más aún, al orden económico y social. Como escribió Crisafulli,
las Constituciones de contenido social positivo expresaron una tendencia
política resumida con exactitud en la exigencia de expandir el principio de-
mocrático a la esfera de las tradicionales relaciones políticas, pero también
a la entera estructura de la comunidad estatal, corrigiendo y atenuando las
consecuencias o daños más graves que el orden económico-social, fun-
dado sobre el principio de la propiedad, pudiera ocasionar a los ciudada-
nos.1020 Esta idea de extender el principio democrático a todas las esferas
sociales es característica del pensamiento de la época, que se enmarca,
precisamente, en una “lógica expansiva” que consideraba necesario, como
dice Bobbio, que una vez conseguida la ampliación subjetiva de la parti-
cipación democrática, se produjera una ampliación objetiva material que
incluyera “las células básicas de la existencia cotidiana de la población”.
Definitivo  resulta  decir  que  el  Estado  social  lleva  consigo  la  idea  de  
que el orden social es resultado de la comunidad que se autogobierna
y   decide   autónomamente   su   configuración   política.   El   Estado   confor-
maría el orden social, pero a través de la formación democrática de la
voluntad del pueblo. Abendroth escribía en 1964: “no se puede llamar
democrático a un Estado más que si en él (o en la medida en que en él)
1018 Offe, Claus, “La separación de forma y contenido en la democracia liberal”, trad.
de A. Escohotado, Contradicciones en el Estado del bienestar, México, Conaculta, 1991,
p. 177.
1019 Karsch, Friederun y Schmiederer, Úrsula, “Evolución funcional del Poder Legisla-
tivo”, Introducción a la ciencia política, cit., p. 214.
1020 Crisafulli, Vezio, “Constituzione e protezione…”, cit., nota 489, p. 118.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 297

la mayor parte posible de los ciudadanos interviene en la formación de la


voluntad política y si en principio ofrece a cada ciudadano la posibili-
dad de insertarse en ese proceso de formación de la voluntad”. 1021 Si,
como  se  reconocía  claramente,  el  orden  constitucional  no  podía  confi-
gurarse de forma espontánea o automática, únicamente podía estar “a
disposición de la formación democrática del pueblo”. Sería tarea de los
ciudadanos, de la clase trabajadora especialmente, 1022 concretar y reali-
zar los compromisos contenidos en la norma básica. En otro trabajo, el
autor citado expresa:

La proclamación del estado de derecho democrático y social por la Cons-


titución no sólo abre el camino para ocasionales intervenciones del estado
con objeto de equilibrar un orden social amenazado, acaso, en su norma-
lidad,   pero   en   principio   reconocido   como   firme   y   justo,   sino   que   pone  
además y por principio el mismo orden económico y social presente a la
disposición de la formación democrática de la voluntad del pueblo. Por
eso, la Constitución no posibilita sólo intervenciones ad hoc del poder del
Estado, sino que asigna a la sociedad representada en el Estado democráti-
co la posibilidad de transformar sus mismos fundamentos.1023

El proyecto del Estado social incluye dejar en manos de los ciudada-


nos la posibilidad de cambiar la estructura política del Estado y, en gene-
ral, transformar la sociedad.1024 La democracia sería garantía de la libre e
igual participación del individuo en la vida de la comunidad, y el ciuda-
dano, convertido en elector, el “orientador político”, el estimulador de la
actuación legal, sobre cuya base articularía sus demandas concretas.1025
La  sociedad  se  autotransformaría  y  configuraría  a  sí  misma,  asumiendo  

1021 Abendroth, Wolfgang, “El problema de la democracia interna de partidos y asocia-


ciones en la República Federal”, Sociedad antagónica y democracia política, Barcelona,
Grijalbo, 1973 p. 409.
1022 Como  dice  Crisafulli  la  meta  final  propuesta  por  la  Constitución  a  la  obra  refor-
madora de los órganos legislativos del Estado consistirá en un ordenamiento capaz de
asegurar una completa tutela de la integridad física y de las exigencias de los ciudadanos
que vivan de su trabajo, en cualquier hipótesis de necesidad y siempre a través de inter-
venciones de carácter iuspublicistico. Crisafulli, Vezio, “Constituzione e protezione…”,
cit., nota 489, p. 139.
1023 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 997, p. 277.
1024 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 988, pp.13-15, 25 y 40.
1025 Porras Nadales, Antonio J., “Derechos e intereses. Problemas de tercera genera-
ción”, RCEC, Madrid, núm. 1, 1991, p. 224.
298 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

el control sobre su propio destino. Hay, como puede comprenderse, una


extrema  confianza  en  el  principio  democrático  y  en  la  capacidad  de  au-
togobierno   de   los   ciudadanos.   Por   ello   podemos   afirmar   que   el   Estado  
social representa la búsqueda de un equilibrio, entre las funciones del
Estado y el pluralismo, entre la creciente y más incisiva intervención
del Estado y la cada vez más activa participación de la sociedad en la
definición  de  su  destino.1026  Desde  la  perspectiva  histórica,  esto  significa  
la recuperación del pueblo y la conformación de un marco en el que las
construcciones jurídicas, como escribe Leibholz, de forma contraria a lo
que sucedió en el siglo XIX, comenzarán a volcarse hacia el pueblo y no
hacia el Estado.
Hay que insistir en que el Estado social, como dice García Herrera,
sólo se entiende “como ejercicio del poder animado por un impulso trans-
formador”. Busca actualizar el derecho, hacerlo acorde con la realidad y
convertirlo en instrumento de profundas transformaciones. Sus impulso-
res buscaron dirigirlo a enfrentar los problemas sociales, darles cauce y
orientación y propiciar nuevos cambios. Por ello, las Constituciones de la
época, a través de la estructura de sus normas, dejan abiertos caminos para
realizar esa transformación y conformar una sociedad justa que considere
las aspiraciones de las generaciones subsiguientes. Igual de importante
es, en esta noción, la idea de que el cambio en las estructuras sociales se
haría con la participación de la ciudadanía. Como dice De Otto, si bien
el Estado social exige la efectividad de los derechos fundamentales, cir-
cunstancia sin la cual el mismo no es posible, “su actividad prestacional
sólo puede tener un sentido realmente liberal e igualador si está encauza-
da a través de la participación de los ciudadanos”.1027 Las funciones del
Estado social únicamente se cumplirían mediante la participación de los
ciudadanos, quienes actualizarían las normas contenidas, como prome-
sas, en la Constitución. La premisa era, en consecuencia, una moviliza-
ción autoconsciente de los ciudadanos. Era necesario, por tanto, no sólo
un cambio en la forma de operar de los poderes públicos, sino también en
la actitud de la propia sociedad civil que tendría la posibilidad de trans-
formar ella misma su comunidad e instaurar un orden social más justo.
1026 Así, como escribía Pugliatti, el derecho, en su nacimiento y actuación, pasaba a
convertirse en vida e historia del pueblo que lo ha producido y actuado, ganando la
sociedad,  en  reflexividad.  Contreras  Peláez,  Francisco  José,  Defensa del Estado social,
Universidad de Sevilla, 1996, p. 72.
1027 Otto y Pardo, Ignacio de, op. cit., nota 844, p. 165.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 299

Existe una íntima relación entre la democracia, la intención de realizar


cambios sociales y la ampliación de la libertad de los ciudadanos y, en ge-
neral, de la sociedad. Simon habla de una tríada inseparable basada en el
paradigma de un hombre ideal que puesto en el lugar del ciudadano de una
sociedad libre actúa con responsabilidad y criterio autodeterminista.1028
En este marco, los órganos políticos encarnan la “garantía natural” de
hacer realidad el proyecto constitucional. Las cuestiones sociales debían
desarrollarse y resolverse en espacios políticos, en ninguna otra sede.
Concretamente, como escribe Horn, los órganos legislativos, legitimados
por el voto democrático, serían los facultados para concretar el principio
del Estado social a través de la ley, que si había sido el principal instrumen-
to del Estado de derecho, sería, asimismo, la principal herramienta para
realizar el Estado social1029 y hacer posible la efectividad de los derechos,
regular las relaciones entre poderes públicos y ciudadanos y dar vigencia
integral a la Constitución. En otras palabras, la responsabilidad principal,
el impulso decisivo en la concreción de las normas constitucionales, la
configuración  del  orden  social,  la  conformación  de  las  relaciones  Estado  
sociedad y la consecución de un bienestar mínimo y homogéneo para la
población recaería, principalmente, en el legislador por ser el órgano le-
gitimado por el consentimiento de los ciudadanos. La idea trae consigo el
aumento de competencias, tareas y responsabilidades del legislador,1030
encargado ahora de realizar mandatos de protección, promoción y procu-
ra existencial.1031 Todos los conceptos y, en general, el programa constitu-
cional, los derechos, el núcleo de principios y valores, la idea de justicia,
el bien común, cuya realización se comprendía no podía ser automática
ni producto sólo de su consagración normativa, debían ser realizados por
quien detentaba la representación de la ciudadanía. Éste sería el primer
responsable de interpretar, desarrollar y modelar un verdadero sistema
1028 Simon, Helmut, “Los derechos fundamentales en el Estado democrático y social de
derecho”, en Thesing, J. (comp.), Estado de derecho y democracia, cit., nota 470, p. 182.
1029 Horn, Wolfgang, “Estado de derecho y Estado social. El Estado social de derecho
como principio constitucional”, en Thesing, J. (comp.), Estado de derecho y democracia,
cit., nota 470, p. 175. Kelsen ya vio al legislador como la única y exclusiva fuente de
la voluntad estatal, como “el fundamento de la existencia del estado”, por lo que pudo
afirmar  la  existencia  de  una  relación  directa  entre  soberanía  de  la  ley  y  forma  de  Estado.
1030 Para una observación acerca de la relación de cada tipo de derecho con las insti-
tuciones estatales es importante, Marshall, T. H., Ciudadanía y clase social, trad. de P.
Linares, Madrid, Alianza Editorial, 1998, pp. 22 y ss.
1031 Häberle, Peter, op. cit., nota 825, pp. 112 y 113.
300 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de derechos y convertir a la Constitución en un ser viviente. Por ello


Baldassarre señala que uno de los elementos característicos del Estado
social es que representa la idea de la omnipotencia de la política enten-
dida  como  instrumento  para  la  realización  del  derecho,  específicamente,  
para la actuación y realización de los derechos cuyos protagonistas son
el legislador y la ley. Así, la noción del Estado social implica un legisla-
dor actuando como formador de la unidad política del Estado inspirado
por los valores fundamentales de la comunidad. Me parece que las obras
de   Neumann   y,   sobre   todo,   de   Heller   reflejan   con   claridad   estas   ideas.  
Recuérdese que éste sostuvo una propuesta de Estado social que, preci-
samente, tenía como instrumentos básicos e insustituibles la extensión
del imperio de la ley y la autodeterminación democrática.1032 Podemos
asegurar, en consecuencia, que el principio del Estado de derecho demo-
crático y social es una máxima de legislación para el desarrollo del orden
jurídico. En este Estado, como escribe Olivas, “la legalidad se propone
como valor; en consecuencia, como fuente de legitimidad”,1033 existien-
do, por tanto, una íntima implicación entre legalidad y democracia, apa-
reciendo la primera como fundamento del funcionamiento de la segunda.
Lo anterior es consecuente con las nociones que sostienen esta forma
de Estado. En un orden que, además de pretender ser social, es democrá-
tico, la sociedad queda sometida únicamente al órgano democráticamen-
te legitimado. El Parlamento se torna en “espacio público de resolución
de  conflictos”,  punto  de  unión  entre  Estado  y  sociedad,  foro  de  encuentro  
y enfrentamiento de todas las clases sociales e “instrumento de poder”
para reformar la sociedad. Esto es así, y vale la pena insistir en esto,
porque, como escribe Abendroth, si bien en la noción resulta decisiva
el abandono de la fe en la justicia inmanente del orden económico y so-
cial  existente,  la  sociedad,  en  su  facultad  de  configurar  el  orden  jurídico,  
“queda sometida a la acción de los órganos del Estado en los que está
representada la autodeterminación democrática del pueblo”.1034 Será el
Parlamento  el  lugar  donde  se  definirá  el  diseño  constitucional  del  Estado,  
y, como dice Cheli, el ámbito destinado a regular el ritmo y velocidad de
la marcha del sistema, el elemento “bizagra” entre el aparato estatal y la
1032 Así también, por ejemplo, Preuss, Ulrich K., “El concepto de los derechos en el Es-
tado del bienestar”, trad. de F. Serra et al., en Olivas, E., (ed.), Problemas de legitimación
en el Estado social, Madrid, Trotta, 1991. p. 67.
1033 Olivas, Enrique, op. cit., nota 880, p. 25.
1034 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 997, pp. 267, 269 y 271.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 301

comunidad, el lugar del pluralismo social y la sede natural de elaboración


de las políticas destinadas a orientar todas las acciones de los poderes pú-
blicos, en suma: “l’asse portante del’intera vita istituzionale”.
Por ello no nos cabe duda que si en el Estado social el legislador es
el  responsable  de  la  configuración  de  la  sociedad,  ya  que  expresa  la  vo-
luntad   del   pueblo,   concebir   a   la   Constitución   y,   específicamente,   a   los  
derechos fundamentales como normas objetivas susceptibles de ser desa-
rrolladas es otorgar al legislador la oportunidad de realizarlas.

Los derechos fundamentales concebidos como principios objetivos, sólo


prevén la obligación del legislador de actuar, pero nada dicen de las medi-
das que debe tomar. Por este motivo el elemento objetivo no proporciona
al individuo ninguna pretensión frente al Estado. En lo que concierne a la
realización de la obligación, el poder legislativo queda en libertad, pues
tal realización depende de los medios disponibles y de las prioridades del
programa político de la mayoría.1035

El Estado social, que lleva consigo el fomento de la acción del legis-


lador, también, como consecuencia natural, consideró a la ley el mejor
instrumento para la transformación social. La ley sería, según Horn, “el
nexo formal entre el Estado de derecho y el Estado social” y garantía de
libertad en tanto productora de la efectividad de los derechos fundamen-
tales.1036 Si antes se había manifestado la superioridad de la legislación
por el dominio que sobre ella tenía una clase determinada, en una socie-
dad pluralista, donde todos los sectores sociales tendrían participación,
la  ley  venía  a  ser  un  medio  para  la  realización  de  diversos  fines  u  obje-
tivos sociales, instrumento único y esencial del cambio y canal, no sólo
para “salvaguardar y promover los derechos civiles y políticos del indivi-
duo en una sociedad libre, sino también para crear condiciones sociales,
económicas, culturales y de educación bajo las cuales puedan cumplirse
plenamente las aspiraciones legítimas del hombre y quede garantizada su
libertad”.1037 De esta forma, la ley adquirió una marcada función social
que   implicaba   una   modificación   sustancial   con   respecto   a   otras   etapas  
1035 Grimm, Dieter, op. cit., nota 414, p. 21.
1036 Häberle,   P.,   “Contenidos   significativos   y   funciones   de   la   Ley   parlamentaria”,   en  
López Pina (ed.), Democracia representativa y parlamentarismo, cit., nota 88, p. 76.
1037 Esta es la noción de ley extraída del Informe presentado por la Comisión Interna-
cional de Juristas en un documento tituado: Aspectos dinámicos del Imperio de la Ley en
la Época Moderna, Ginebra, 1965, p. 17.
302 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

históricas.  Ella  sería  la  vía  para  la  redistribución  de  ventajas,  la  definición  
de medidas concretas para lograr la igualación social, la construcción de
una sociedad donde imperara efectivamente la libertad y, en suma, la re-
moción de los obstáculos que impidieran las desigualdades y permitieran
la integración entre los distintos sectores sociales.
Con   la   atribución   de   estas   funciones   y   fines   sociales,   las   leyes   per-
dieron  sus  características  básicas  de  generalidad  y  abstracción.  Si  la  fi-
nalidad del Estado era operar con base en las necesidades surgidas en
una sociedad plural y desequilibrada económicamente y la intención era
transformarla, la ley pasó a regular cuestiones concretas, asuntos urgen-
tes y problemas determinados. Parecía imposible regular una sociedad
plural, política y socialmente, con leyes generales que no aludieran a
situaciones particulares. La racionalidad de las leyes se trasladó a su con-
tenido, pasando a ser una racionalidad de corte material.1038 Además, si
el nuevo Estado era concebido como producto del compromiso entre las
diversas fuerzas políticas, la ley debía ser resultado del acuerdo obtenido
entre todos los sectores sociales, ya que sólo así aparecería como el me-
dio para la realización del pluralismo y la integración de todos los grupos
dentro del Estado. Sin embargo, es preciso aclarar, que si bien las nuevas
funciones de la ley exigieron su reconceptualización nunca se contem-
pló la pérdida de su centralidad, por el contrario, se consideró que sólo
a  través  de  ella,  y  con  en  base  en  los  valores  previamente  definidos  en  la  
Constitución, los ciudadanos podían decidir “cuánto y qué espacio dar a
otros valores, como la justicia social, la igualdad y la solidaridad”.1039
Lo anterior nos permite advertir la relación tan estrecha que existe, en
esta idea del Estado, entre normas constitucionales y fuerzas políticas.
Dice Abendroth: “la conexión de la idea del estado social de derecho con
la  idea  de  democracia  pone  de  manifiesto  que  este  estado  tiende  a  conse-
guir en cada caso una situación de compromiso entre los grupos sociales
que garantice un mínimo de criterios comunes de valor admisibles para
todos”.1040 En virtud de que el Estado se basaría en el pluralismo y la acep-
tación de la existencia de diversas concepciones sociales, la concreción de
las normas debía ser producto del compromiso entre las diversas fuerzas
1038 Maestro Buelga, Gonzalo, “Negociación y participación en el proceso legislativo”,
RDP, Madrid, núm. 32, 1991, p. 80.
1039 Pasquino, Gianfranco, La democracia exigente, trad. de R. González, Argentina,
FCE, 1999, p. 95.
1040 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 997, p. 280.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 303

políticas presentes en la comunidad y en la vida estatal. A ellas les corres-


pondería la tarea de actuar la Constitución e impulsar la vida política en
el Estado. Esto implicaba reconocer la presencia de un amplio y complejo
número de sujetos sociales y políticos, articulados en grupos de interés,
partidos, sindicatos, quienes debían hacer realidad cierto orden de valo-
res y determinado “indirizzo”   político.   De   esta   forma,   la   eficacia   de   la  
Constitución sería producto del acuerdo entre las diversas fuerzas políti-
cas que buscaban en ella la tutela de sus intereses; todas tendrían peso en
la  formación  y  actuación  de  los  fines  animadores  de  la  vida  social  e  inter-
vendrían en la realización integral de los objetivos constitucionales.1041
Las Constituciones de esta época son documentos obtenidos median-
te el consenso de distintas fuerzas políticas. Su fundamento estaba en
las ideas de compromiso, equilibrio y cooperación. Ésta es la caracte-
rística   que   las   define   y   diferencia   de   las   del   pasado,   que   eran   produc-
to de los intereses de una sola clase. Dichos contratos, como los llama
Zagrebelsky,  derivaban  de  acuerdos  que  reflejaban  “un  cuadro  social  y  
político general, respecto al cual cada fuerza política representa sólo un
fragmento”.1042 Es muy interesante constatar que años antes, Kelsen ha-
bía construido un concepto de Constitución entendido como ordenamien-
to  normativo  de  conflictos,  resultado  de  compromisos  contraídos  por  las  
diferentes fuerzas políticas. Como explica Bongiovani, dicha noción es-
taba fundamentada en la pluralidad social y dirigida a la búsqueda de
acuerdos entre las distintas fuerzas políticas sobre la base de una media-
ción contractual expresada en la Constitución. Su intención era reconocer
reglas comunes, dar voz y representación a los diversos intereses y llegar
a compromisos satisfactorios para todos. El objetivo era conformar un
equilibrio racional entre las exigencias de unidad política y pluralidad,
concentración y participación, autoridad y libertad, en una dinámica en
la cual, además de los órganos estatales, estuvieran presentes fuerzas y
formaciones político-sociales diversas. La Constitución sería el punto de
referencia de todos los sujetos partícipes en el proceso político y expre-

1041 Barile, Paolo, La Costituzione come norma giuridica, Firenze, G. Barbera, 1951,
pp.   39-­41.   Es   muy   representantiva   la   definición   de   Constitución   que   da   este   autor:   un  
conjunto  de  institutos  jurídicos,  positivamente  válidos  y  operantes,  que  realizan  un  fin  po-
lítico  como  resultado  de  los  diversos  fines  perseguidos  por  las  varias  fuerzas  políticas  que  
operan en lucha entre ellas en un determinado país y momento histórico. Op. cit., p. 40.
1042 Comanducci, Paolo, Modelos e interpretación de la Constitución, trad. de M. Fe-
rrer Muñoz, México, Porrúa, 2000, p. 132.
304 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sión del equilibrio entre las distintas exigencias sociales generadoras del
orden y la unidad; el Estado conformaría una solución político institu-
cional,  consecuencia  del  compromiso  normativo,  y  el  derecho  reflejaría  
dicho compromiso normativo institucional, las reglas comunes de la vida
política y la condición jurídica de los diversos sujetos siendo su función
configurar  una  estructura  de  mediación  entre  las  diversas  exigencias  de  
la sociedad. Así se construía una democracia pluralista, como lo ha ob-
servado Baldassarre, basada en la reconstrucción del armazón estatal y
en lo político entendido como trueque o lucha entre los diversos grupos
sociales bajo la garantía común de los principios fundamentales de liber-
tad, igual dignidad social, y recíproca tolerancia.1043  Todo  esto  significó  
la  creación  de  un  espacio  público  de  moderación  del  conflicto,  el  reco-
nocimiento de la existencia de legítimas fuerzas políticas y la necesidad
de la búsqueda de consensos para llegar a soluciones adecuadas. En este
marco,  la  realización  de  las  normas  constitucionales  y,  específicamente,  
de los derechos, sería, como había sido su misma consagración en los
textos constitucionales, producto del consenso y del acuerdo. Se puede
decir, en consecuencia, que es el compromiso entre los distintos sectores
sociales la idea que fundamentará la Constitución; éstos participarían en
la  toma  de  decisiones  políticas  fundamentales  y  así  se  afirmaría  el  plu-
ralismo dentro de la sociedad reconociéndose el igual valor de todas las
posiciones políticas.
En el Estado social, la doctrina de la supremacía de la Constitución
aparece constituida por dos ideas fundamentales: una normatividad ade-
cuada a una sociedad pluralista, y la individualización del sistema de
partidos como medio privilegiado de la pluralidad y la soberanía popular
e instrumento del acuerdo y la mediación. El mantenimiento del pluralis-
mo  democrático,  la  mediación  entre  los  valores  aceptados,  la  afirmación  
de ideologías particulares, el respeto del programa constitucional y la
síntesis  entre  intereses  de  partes  e  interés  general,  es  confiada  al  papel  
constitucional de los partidos en el marco del sistema representativo.1044
No podemos extendernos en este tema, pero es necesario decir que
el origen y desarrollo de los partidos está ligado a la institucionaliza-
ción de la democracia, la extensión del sufragio y la consolidación del

1043 Baldassarre, Antonio, “Lo Stato sociale: una formula in evoluzione”, en Baldassarre,
A. y Cervati, A. (cura), Critica dello Stato sociale, Roma-Bari, Editori Laterza, 1982,
p. 27; Fioravanti, Maurizio, op. cit., nota 1000, pp. 325-327 y 330.
1044 Bongiovani, Giorgio, op. cit., nota 754, pp. 357-360.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 305

Estado representativo.1045 Su arribo a la vida estatal representó, como


señala De Cabo, la destrucción de los supuestos y mecanismos con los
que se manifestaba la representación burguesa, y la recuperación e in-
corporación de las clases sociales en el espacio político después de un
largo periodo de desconocimiento y ocultamiento llevado a cabo a tra-
vés de los instrumentos políticos y jurídicos del Estado liberal.1046 Por
ello, en un primer momento, los partidos fueron mecanismos de expre-
sión de las clases sociales en la órbita del Estado y de las aspiraciones
frustradas de la población marginada del proceso político por razones
de fortuna.1047 Su nacimiento, además de ser consecuencia de la destruc-
ción de los supuestos básicos del orden liberal también lo fue de la in-
crustación del principio democrático sobre el Estado representativo. Sur-
gen cuando la totalidad de los ciudadanos accedieron a participar en la
vida política del Estado y en la toma de decisiones públicas, operando,
en un primer momento, primordialmente como canalizadores de los in-
tereses de una sociedad que se reconocía heterogénea. La sociedad pe-
netraría en el Estado a través de un proceso mediado por el sistema de
partidos, quienes serían los reductores de la pluralidad social1048 dentro
de un esquema general de “estatalización de la sociedad” que supone una

1045 Se ha dicho incluso que los partidos aparecen como instrumentos “imprescindibles
para garantizar el funcionamiento del parlamentarismo liberal”. Duverger, Maurice, Los
partidos políticos, trad. de J. Campos y E. González Pedrero, México, FCE, 1957, p.
13; Vega, Pedro de, “Presentación”, Teoría y práctica de los partidos políticos, Madrid,
Edicusa, 1977, p. 10. Como dice Weber: “los partidos sólo alcanzan su tipo moderno en
el estado legal con constitución representativa”. Weber, Max, Economía y sociedad, trad.
de J. Medina Echavarría, México, FCE, 1944, p. 302; Chueca Rodríguez, Ricardo L., “La
representación como posibilidad en el Estado de partidos”, RDP, Madrid, núm. 27-28,
1988, p. 36.
1046 Cabo, Carlos de, “Algunos aspectos de la problemática representación-partidos po-
líticos”, Contra el consenso. Estudios sobre el Estado constitucional y el constituciona-
lismo del Estado social, México, UNAM, 1997, pp. 132-134.
1047 Vega, Pedro de, “Estado social y Estado de partidos. La problemática de la legitimi-
dad”, en “Problemas actuales del Derecho Constitucional. Estudios en Homenaje a Jorge
Carpizo”, México, UNAM, 1994, pp. 401 y 402.
1048 Porras Nadales, Antonio, “El derecho intervencionista del Estado”, REP, Madrid,
núm. 63, 1989, pp. 65 y 66. Recuérdese la concepción, por ejemplo, de Jellinek que
los catalogaba como formaciones sociales, los partidos tienen una “esencia social”, por
lo que consideraba que “en el orden de la vida del Estado no hay lugar alguno para el
concepto de partido político”. Jellinek, George, “Los partidos como elementos de la so-
ciedad”, en Lenk, K. y Neumann, F. (eds.), Teoría y sociología críticas de los partidos
políticos, trad. de I. de Otto, Barcelona, Anagrama, 1980, p. 185.
306 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

comunidad  donde  conviven,  no  siempre  pacíficamente,  un  complejo  con-


junto de grupos y organizaciones.1049 De esta forma, los partidos eran,
precisamente, la expresión del fraccionamiento social. Hacían eviden-
te  la  existencia,  dentro  de  la  sociedad,  de  una  estratificación  conflictiva  
y una pluralidad de racionalidades1050   reflejando   al   pueblo   organizado,  
“imagen y semejanza del mismo”, “medios de expresión, como señalaba
Leibholz, de los cuales se sirve el pueblo para exteriorizar sus opiniones
y   actuar   eficazmente   en   la   esfera   política.   Mientras   los   partidos   cum-
plan este cometido, puede considerárseles sostenedores del Estado...”.
En su momento, Tripel no dudó en sostener que el sistema de parti-
dos políticos era “la autoorganización que se ha dado la democracia de
masas”1051 y, al mismo tiempo, de forma inseparable, “las fuerzas forma-
doras  del  Estado”.  Neumann,  por  su  parte,  afirmó  que  los  partidos,  como  
instrumentos a través de los cuales “habían de ser activadas e integra-
das unas capas sociales de intereses divergentes y contrapuestos”, sur-
gieron debido a que las circunstancias sociales y políticas hacían nece-
sarias nuevas formas de organización. “Los grupos y partidos políticos,
decía, tenían que convertirse en unidades de acción social y política”.
De la misma forma, Leibholz señaló que los partidos eran “unidades
políticas de acción”, “elementos imprescindibles en el proceso de in-
tegración política”, medios de actuación social y presupuesto funcional
del sistema. En su opinión, los partidos agrupaban a los ciudadanos en
unidades de acción proporcionándoles la ocasión de obrar políticamen-
te, por lo que eran verdaderos “medios de expresión política del pue-
blo, sin los que éste no podría moverse dentro de la esfera política de
un modo coherente”. Únicamente con su concurso, escribió, “puede el
pueblo desorganizado, o sea, la masa de los ciudadanos activos, compa-
recer en el terreno político como una unidad de actuación efectiva”.1052

1049 “Los criterios sobre los que se asienta la legitimidad del Estado social son los mis-
mos  que  sirvieron  para  justificar  y  dar  sentido  a  la  acción  de  los  partidos”.  Vega,  Pedro  
de, op. cit., nota 1047, pp. 396 y 405. También, “La crisis de los derechos fundamentales
en el Estado social”, cit., pp. 123-125.
1050 Chueca Rodríguez, Ricardo L., op. cit., nota 1045, pp. 36 y 38.
1051 Triepel, Heinrich, “Derecho constitucional y realidad constitucional”, en Lenk, K.
y Neumann, F. (eds.), Teoría y sociología críticas de los partidos políticos, cit., nota
1048, p. 191.
1052 Leibholz, Gerhard, “La función controladora del Parlamento en las democracias
de partidos del siglo XX”, Problemas fundamentales de la democracia moderna, cit.,
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 307

Si el objetivo de la democracia era “mantener vivo el Estado mediante


su apertura a las fuerzas políticas activas del pueblo y en consonancia
con ellas”,1053 los partidos ocuparían una posición privilegiada dentro
del mismo, en comparación con otros grupos sociales o formas de aso-
ciación, situándose como “los únicos medios con los que los ciudadanos
contarían para insertarse en la vida política”, participar en la toma de
decisiones y transmitir sus demandas e intereses.1054 Serían la vía a tra-
vés de la cual se accedería al Estado y el instrumento de integración más
idóneo de las diversas demandas sociales. Resolverían las cuestiones que
interesaran a todos, las que estuvieran relacionadas con el bien común y
afectaran la base del Estado,1055 y asumirían el papel de “verdadero cen-
tro motor de la actuación constitucional”, produciendo y manteniendo
la dirección fundamental y representando y trascendiendo los intereses
particulares.1056 La íntima relación entre los partidos y el Estado obligaría
a aquellos, como señala Schmidt, a reconocer que hay temas en los que
necesariamente debían actuar en interés del todo. “Un exagerado egoís-
mo de partido, que los aguijonea a buscar directa o indirectamente por
todos los medios sólo su particular conveniencia, tiene que debilitar a la
larga  la  eficacia  del  Estado”.1057 Los partidos, en consecuencia, no debían
perseguir  “intereses  meramente  particulares”  ni  identificarse  con  los  de  
un determinado grupo.
De esta forma, y como señala Abendroth, los partidos surgieron como
grupos permanentes capaces de actuación política, asociaciones de ciu-
dadanos reunidos para defender sus intereses e insertarse en el proceso de
formación de la voluntad política, monopolizando dicho proceso y, por
consecuencia, proporcionando al sistema estatal los impulsos necesarios
para  configurarlo  democráticamente,  lograr  la  movilización  electoral  de  

nota 669, p. 70. En la misma obra, “El legislador como amenaza para la libertad en el
moderno Estado democrático de partidos”, p. 28.
1053 Forsthoff, El Estado de la sociedad industrial, trad. de L. López Guerra y J. N.
Muñiz, Madrid, IEP, 1975, pp. 146 y 147.
1054 Abendroth, Wolfgang, “El problema de la democracia interna de partidos y asocia-
ciones en la República Federal”, Sociedad antagónica y democracia política, Barcelona,
Grijalbo, 1973.
1055 Leibholz, Gerhard, op. cit., nota 669, pp. 120 y ss.
1056 Bongiovani, Giorgio, op. cit., nota 754, p. 360.
1057 Schmidt, Richard, “Los partidos como fuerzas formadoras del Estado”, en Lenk,
K. y Neumann F. (eds.), Teoría y sociología críticas de los partidos políticos, cit., nota
1048, pp. 176 y 177.
308 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la población, el ascenso al Estado de las diversas orientaciones políticas,


demandas sociales, programas de acción y personas destinadas a ser ti-
tulares de los órganos públicos estatales.1058 Con acierto se ha dicho que
concurrirían en la formación y manifestación de la voluntad popular fren-
te al Estado, en el Estado y desde el Estado.1059
Una de las funciones principales de los partidos sería “integracionis-
ta”, ya que organizarían a los ciudadanos y encauzarían sus acciones,
incentivando  y  promoviendo  su  participación  en  la  configuración  de  la  
voluntad popular. El pueblo se incorporaría a los partidos y a partir
de ellos expresaría su voluntad. Éstos serían los “altavoces” de que
se servirían los ciudadanos “para expresarse articuladamente”, tomar
decisiones1060 y determinar la dirección política del Estado. Al ofrecer
a   los   ciudadanos   la   oportunidad   de   configurar   la   vida   pública   fungían  
como medios para la integración democrática del pueblo, mediadores del
proceso representativo e instancia de comunicación entre la sociedad y
el Parlamento. Su fuerte comunicación con la comunidad les permiti-
ría transmitir las reivindicaciones de ésta a la sede del poder, canalizar
la  participación  política  y  encauzar  los  conflictos  sociales.  Precisamente  
para cumplir estas funciones se les positivizó y convirtió en instituciones
legitimadas constitucionalmente.
Debido  a  que  los  partidos  monopolizarían  el  “proceso  de  configura-
ción de la voluntad del pueblo” su organización interna era “una premisa
imprescindible para la estructura democrática del Estado”. Aquella debía
ser  racional  y  democrática  y  ello  significaba  que  los  afiliados  tendrían  la  
posibilidad  de  participar  en  la  elección  de  los  lideres  y  en  la  configuración  
de la voluntad del partido; contar con información referida a las acciones,
posturas y posiciones del mismo ante todos los problemas; conformar au-
tónomamente su opinión fomentando las discusiones internas, y contro-
lar racionalmente y con conocimiento de causa a los dirigentes actuando
como auténticas instancias de control, amonestación y discusión (Weber).
Este  modelo  de  partido  tenía  en  mente  Abendroth  cuando  afirmó  que  és-
tos debían estar democráticamente estructurados en el sentido de que su
voluntad política debía formarse de abajo hacia arriba, ya que “sólo esa
1058 García-Pelayo, Manuel, El Estado de partidos, Madrid, Alianza Editorial, 1986,
pp. 85 y 86.
1059 González Encinar, José J., “Democracia de partidos versus Estado de partidos”, en
González Encinar, J. J. (coord.), Derecho de partidos, Madrid, Espasa, 1992, p. 25.
1060 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 1054, p. 413.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 309

forma de partido ofrece en las presentes condiciones sociales la posibi-


lidad de ser el instrumento con el cual el pueblo, auto organizándose, se
haga capaz de función política”. Los partidos políticos, decía, tendrían
el deber de orientar su ordenamiento interno basándose en principios de-
mocráticos, dejar espacios para la libertad de opinión y discusión y dar
cuenta pública del origen de sus recursos, en suma: “asegurar la estructu-
ra democrática y la libertad interna de discusión”, que constituiría “el cri-
terio de legitimidad democrática de las posibilidades de intervención de
tales grupos en la formación de la voluntad política del pueblo”. Única-
mente la organización democrática daría posibilidades legítimas de par-
ticipar en el proceso democrático.1061 Por ello es que “el adoctrinamiento
y el fomento de la capacidad de juicio político de todos los militantes”
constituía una de las tareas principales de la organización del partido”,
ya que la existencia de una verdadera crítica pública era considerada la
única forma de evitar la manipulación por parte de una oligarquía y pro-
piciar y garantizar que su voluntad se formara a partir de su base social.
Los partidos se presentaban como asociaciones de electores “inte-
gradas por ciudadanos con una convicción política semejante”, “grupos
que  mediante  convicciones  comunes  relativas  a  ciertos  fines  del  Estado  
tratan  de  realizar  estos  fines  concretos”,  “formaciones  anudadas  por  es-
tímulos espontáneos en torno a un ideal común... que se rigen por re-
laciones   inmediatas   de   afinidad,   colaboración,   integridad,   etcétera”.1062
Como escribió Forsthoff, sus miembros tendrían postulados políticos
ideales, estarían formados en torno a una concepción del mundo, serían
“uniones  sociales  libres  de  personas  políticamente  afines  con  finalidades  
electorales”.1063 Que los partidos tuvieran un “fundamento voluntarista”
implicaba que el objetivo de su constitución era interesar a los ciudada-
nos sobre la cosa pública mediante “la gestión voluntaria de la política”,
ya que, como decía Weber, “la actividad de la política es una actividad de

1061 Ibidem, pp. 419, 420 y 426; id., “La función mediadora de los partidos”, en Lenk,
K. y Neumann F. (eds.), Teoría y sociología críticas de los partidos políticos, cit., nota
1048, pp. 232. Para asegurar esa organización democrática interna se disponen algunas
reglas como, por ejemplo, la presentación pública de cuentas acerca del origen de los re-
cursos  financieros  de  los  partidos  o  bien  el  principio  de  la  libre  fundación  de  los  mismos.
1062 Jellinek, George, op. cit., nota 1048, p. 185; Garrorena Morales, Ángel, “Hacia
un análisis democrático de las disfunciones de los partidos políticos”, en Vega, P. de
(coord.), Teoría y práctica de los partidos políticos, Madrid, Edicusa, 1977, p. 82.
1063 Forsthoff, op. cit., nota 1053, pp. 134-144.
310 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

interesados”.1064  Esta  identificación  voluntaria  entre  ciudadanos  preten-


día tener como efecto su integración en torno de determinadas ideas. Así
se podrían conformar programas políticos o de principios comprensivos
de “los puntos fundamentales de la vida general del Estado”, requisito in-
dispensable de todo partido legítimo, según Jellinek.1065 También Aben-
droth consideraba como función de los partidos “hacer que el ciudadano
participe en la formación de la voluntad política, en activarlo democrá-
ticamente y en ganarlo para la colaboración con los partidos, todo esto
mediante  la  oferta  de  concepciones  alternativas  de  los  fines  a  largo  plazo  
y de programas de gobierno basados en ellas”.1066 Para Leibholz, el hecho
de que los ciudadanos eligieran no a una persona con ciertas cualidades y
características, sino al exponente de un partido político era “una garantía
para los electores de un determinado programa político”. Esta función de
integrar a los ciudadanos alrededor de programas y principios políticos
comprueba también el objetivo de hacer de los partidos instrumentos de
enlace entre el mundo jurídico y la realidad social, trait d’union entre el
dato material y el normativo, como escribió Martines.
Ante la presencia de los partidos, el Parlamento se transformó en órga-
no de actuación de la dirección política impuesta y generada por aquéllos
convertidos en medios a través de los cuales el pueblo ejercitaría su sobe-
ranía. Como escribió Rescigno, en virtud de que los partidos serían ins-
trumentos de mediación para alcanzar compromisos solidarios, realizar
los principios constitucionales e imponer la dinámica política dentro del
Estado, también fungirían como canal de la soberanía política.1067 Pero
tenían   muy   claras   sus   finalidades.   Como   los   principales   actores   dentro  
del órgano legislativo su obligación sería crear las condiciones “para que
los despojados de la libertad y dejados en condición desigual la alcancen
nuevamente”.1068 Su primer deber constitucional dentro del proceso legis-
lativo era, contribuir a devolver la libertad a quienes no contaran con ella;
por eso pudo concebírseles como agentes políticos encargados de desa-
rrollar  la  “configuración  del  espacio  distributivo  del  Estado  social”.1069

1064 Weber, Max, op. cit., nota 1045, pp. 300-302.


1065 Jellinek, George, op. cit., nota 1048, p. 186.
1066 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 1061, p. 235.
1067 Lucas Murillo de la Cueva, Pablo, “Problemas constitucionales de la representa-
ción política”, Debate Abierto, Madrid, núm. 7, 1992, p. 141.
1068 Leibholz, Gerhard, op. cit., nota 669, pp. 34, 41 y 42.
1069 Olivas, Enrique, op. cit., nota 880, p. 20.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 311

El Estado social, como podemos deducir de todo lo dicho hasta aquí,


es mucho más que un Estado de prestaciones, es un Estado cuyo principal
objetivo será hacer efectiva la libertad para que todos los individuos pue-
dan ejercerla. La intervención estatal se convirtió en obligación jurídica
por la necesidad de crear las condiciones sociales adecuadas para el ejer-
cicio efectivo de la libertad y propiciar que los individuos pudieran tener
una vida digna, máximo valor del orden constitucional.1070 Las Constitu-
ciones, al consagrar lo que el Estado no puede hacer y consignar normas
indicativas de objetivos generales en forma de mandatos constitucionales,
ampliaron el “radio de acción” de la actividad estatal, pero pretendiendo
que ello sucediera de manera acorde con el fomento de la solidaridad de
los individuos. El Estado social implica una propuesta ética que tiene
como presupuesto mejorar la calidad de vida de la población y proteger
la dignidad de los individuos con el apoyo derivado de la idea de solida-
ridad  que,  como  afirma  Vallespín,  “encontraba  su  sede  programática  en  
todas las proclamaciones constitucionales referentes a la justicia social o
material”1071 y se realizaría en los espacios democráticos donde partici-
paba gran parte de la población. Desde esta concepción, las obligaciones
positivas del Estado se traducían, así lo entendía Duguit, en la obligación
de dictar y ejecutar leyes que, por ejemplo, organizaran y protegieran la
enseñanza, socorrieran al enfermo, al desempleado o al anciano y orga-
nizaran todos los demás servicios que le permitieran al individuo lograr
el mayor desarrollo de su actividad individual. “No solamente está obli-
gado el Estado a no hacer ninguna ley que atente o perturbe la solidari-
dad social, sino también a hacer todas las leyes que sean necesarias para
asegurar la realización de la solidaridad social” que únicamente se hace
efectiva mediante la elaboración de las normas necesarias y la organi-
zación de todos los servicios que permitan y faciliten a los individuos
“el completo desarrollo de su actividad física, intelectual y moral”.1072
Como  el  Estado  social  depende  de  la  configuración  de  procesos  políti-
cos y sociales, la garantía de la fuerza normativa de los documentos cons-
titucionales surgidos bajo su marco estará determinada no por mecanis-
mos jurisdiccionales, sino por presupuestos políticos.1073 El Parlamento
1070 Simon, Helmut, op. cit., nota 1029, pp. 195 y 197.
1071 Vallespín Oña, Fernando, op. cit., nota 848, p. 139.
1072 Duguit, León, Manual de derecho constitucional, trad. de José G. Acuña, Madrid,
Francisco Beltrán Librería, 1921, pp. 199-202, 279 y 280.
1073 Gutiérrez, Ignacio, op. cit., nota 960, p. 14.
312 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sería el órgano que proyectara los intereses sociales generales; escenario


del compromiso entre grupos sociales garantizador de “un mínimo de cri-
terios comunes de valor admisibles para todos”;1074 vía de expresión de
las minorías, y lugar de desarrollo de la competencia política y de reso-
lución  de  conflictos.  La  tarea  de  transformación  social  se  llevaría  a  cabo  
por vía del procedimiento democrático, donde debía predominar el deba-
te, la disputa de opiniones, el control recíproco, la crítica y el equilibrio
entre los participantes. En él participarían todos los ciudadanos contribu-
yendo libremente, como quería Calamandrei, a la formación y perenne
renovación de la voluntad común. Su importancia residía, precisamente,
en su consideración, “como lugar de participación que posibilita la com-
posición  de  intereses  afectados  por  el  resultado  final  del  mismo”.1075
Esta participación implicaría la intervención de los sujetos sociales
en la génesis, elaboración y sanción de la ley, lo que permitiría mantener
la correspondencia entre la voluntad popular y la ley, y, en este sentido,
constituir un espacio para la autodeterminación social. “La ampliación
de los sujetos formalmente habilitados o de hecho llamados a participar
en el proceso de formación de la norma está en gran parte determinado
por el hecho de que la producción legislativa incide directamente en la
distribución de rentas y recursos y tiene unos efectos directos e inme-
diatos en estos planos”.1076 Por esta razón, el procedimiento de forma-
ción de la ley ocuparía un lugar central dentro del Estado, ya que sería
punto de encuentro entre los diversos intereses, instrumento de media-
ción  de  conflictos  y  cauce  para  lograr  la  integración  de  la  comunidad.  
La competencia entre partidos, a su vez, produciría y alentaría, en el
seno del Parlamento, un debate nutrido por los derechos fundamentales.
La representación, en suma, haría posible la expresión de los grupos
sociales, la libertad de opinión y la manifestación de los intereses sub-
yacentes en la sociedad.
Todo lo anterior forma parte de la concepción política del Estado y la
Constitución que sostiene el Estado social, y ello nos permite comprender
el rol que dentro de este modelo le correspondía al juez constitucional.
Su papel sería colaborar e indicar límites, pero de ninguna manera desa-
rrollar directamente los principios y derechos constitucionales. Como es-
cribió Crissafulli, su función será sancionar, hacer efectivos y operantes
1074 Abendroth, Wolfgang, op. cit., nota 1061, p. 280.
1075 Maestro Buelga, Gonzalo, op. cit., nota 1038, p. 89.
1076 Ibidem, p. 88.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 313

los límites impuestos por las normas constitucionales manteniendo así el


equilibrio político mediante la indicación de los aspectos imposibles de
negociar por parte de los sujetos políticos.1077 Hay, como se puede apre-
ciar, una clara división entre las funciones del legislador y las del juez
constitucional, misma que indica una diversa posición dentro del Esta-
do: mientras el primero haría las leyes, el segundo las anularía,1078 o, en
palabras de Mortati: “en la dinámica de la máquina estatal, un tribunal
constitucional no puede tener otra función que aquella de freno”. 1079 La
justicia frena e impulsa, pero no manda.1080
La   realización   de   la   Constitución   fue   confiada   al   legislador,   quien  
desarrollaría sus principios, valores y programas; el órgano de garantía
debía solamente defenderla, mantenerla y tutelarla, puesto que, repeti-
mos, aquélla era concebida como una norma dirigida no directamente a
los ciudadanos ni a los jueces o a los poderes públicos en general, sino
al legislador y sólo pro futuro a la Corte Constitucional.1081
El entendimiento de la Constitución como un conjunto de normas
consensadas por todas las fuerzas políticas provocaba que el juez se
presentara como el garante del pacto institucional consagrado por las
mismas, como instrumento para asegurar su prevalencia. 1082 En otras
palabras, como la democracia era, según lo señalado por Kelsen, un
compromiso entre los grupos representados en el Parlamento, la justi-
cia constitucional debía ser un medio para su realización deviniendo su
función defender y conservar los valores más importantes del ordena-
miento. Por esta función exclusivamente de defensa y conservación de
valores,  Pierandrei  consideraba  injustificada  la  intervención  del  juez  en  

1077 Bongiovani, Giorgio, op. cit., nota 954, pp. 80 y 81.


1078 Crisafulli, Vezio, op. cit., nota 543, p. 277. La Corte Constitucional, desde la per-
spectiva de este autor, ocupaba una posición intermedia entre Parlamento y magistratura:
“tra chi fa le leggi, e chi e chiamato ad applicarle con la autorita del giudicato”. De esta
forma interrumpe el esquema circular abstractamente lógico producción aplicación del
derecho. “Tra y due termini del circolo, si inserisce la Corte, la cui pronuncie variamente
reagiscono, a seconda dei casi, e sull’uno e sull’altro”. Op. cit., pp. 276 y 285.
1079 Mortati, Costantino, “La Corte Costituzionale e i presupposti per la sua vitalita”,
Raccolta di scritti, Milán, Giuffrè, 1972, p. 686.
1080 Frase de C. Schmitt citada por Aragón, Manuel, op. cit., nota 122, p. 97.
1081 Modugno, Franco, “La funzione legislativa complementare della Corte Costituzio-
nale”, cit., nota 574, p. 1647.
1082 Así, por ejemplo, lo entiende para Italia, Pizzetti, Franco, “Riforme istituzionali e
giustizia costituzionale”, Vita e Pensiero, núm. 11, 1982, p. 30.
314 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

un contexto de normas de estructura abierta, ya que éstas presuponían


únicamente la actuación del legislador ordinario. En una Constitución
con esta estructura, decía, el juez constitucional no debe controlar las
interpretaciones de las normas realizadas por el legislador, lo más que
puede hacer es determinar si las fuerzas políticas se han mantenido en
los límites prescritos en la norma básica, lo que de ninguna manera sig-
nifica  cotitularidad  en  la  actividad  de  “indirizzo  politico”  o  el  ejercicio  
de una facultad discrecional que pueda contraponerse y sobreponerse
a aquélla efectuada por los órganos políticos.1083 Desde esta perspecti-
va, al juez constitucional sólo le correspondía una actividad de soporte
o sostén de los sujetos políticos. El programa ilimitado contenido en
la  norma  básica  se  dejaba  a  los  partidos  para  su  especificación.  Estos,  
como los entes o fuerzas políticas más representativas de la comunidad,
serían  los  encargados  de  desarrollarla  y  dotarla  de  eficacia.  “Il  sindaca-­
“Il sindaca-
to di legittimita costituzionale sulle leggi ordinarie, decía Calamandrei,
dovrebbe arrestarsi la dove esse regolino materie che la Costituzione ha
rimesso alla discrezione politica del futuro legislatore”.1084 Este papel
limitado de los jueces no se contradecía con la riqueza y complejidad
de las normas constitucionales, al contrario, recuérdese que fue, preci-
samente, esta complejidad y riqueza de las normas fundamentales, las
que  condujeron  y  justificaron  la  introducción  y  creación  de  un  órgano  de  
garantía constitucional ya que esta estructura comportaba la posibilidad
de que se produjeran violaciones fáciles y frecuentes.1085 Para subrayar
este papel sólo de límite o freno que le fue conferido al órgano de control
constitucional en sus inicios, Mortati, en un trabajo consagrado al esta-
blecimiento del Tribunal Constitucional italiano, se refería a los peligros
o enemigos a los que éste debía enfrentarse; encontraba entre ellos a la
hostilidad,  la  indiferencia  y  la  confianza  ciega;;  esta  última,  a  su  juicio,  
era la más peligrosa porque podía provocar que esta institución se convir-
tiera, como antes había sido la monarquía, en un símbolo de protección
externa que evitara que la defensa de las institucionales democráticas la
realizaran los propios ciudadanos.1086

1083 Pierandrei, Franco, op. cit., nota 85, p. 895.


1084 Calamandrei, Piero, op. cit., nota 390, p. 17.
1085 Ibidem, pp. 876 y 877.
1086 Mortati, Costantino, op. cit., nota 1080, p. 691.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 315

2. La intervención del Estado. El crecimiento de sus “tareas”

El esquema presentado arriba nos indica, entre otros temas, el abando-


no  definitivo,  por  parte  del  Estado,  de  su  posición  de  mero  guardián  del  
orden  existente,  y  su  conversión  en  promotor  de  la  configuración  y  desa-
rrollo de la sociedad. La aplicación del poder político sería el medio más
adecuado  para  alcanzar  el  fin  de  mejorar  y  consolidar  formas  de  vida  dig-
nas.1087 El proyecto del Estado de bienestar se hizo depender de su poder
y capacidad para actuar en favor de la sociedad, y ello propició que su in-
tervención, inicialmente sectorial, pasara a ser generalizada. Este proceso
de institucionalización del Estado intervencionista ha podido ser, inclu-
so, esquematizado en líneas generales de desarrollo basadas en el criterio
del  crecimiento  de  sus  tareas,  identificando,  en  cada  etapa,  determinadas  
metas  características  y  definitorias:  seguridad  jurídica,  bienestar  social  y  
prevención.1088 Al decir de Grimm, la primera de estas etapas se ubica en
el siglo XIX, época de construcción del Estado liberal, y se caracteriza
por atribuir al Estado, además de la conservación del orden existente para
la consagración del dominio de un grupo social, la facultad de impedir
los abusos en la libertad económica. Este objetivo lo realizó el Estado a
través de limitaciones jurídicas a la autonomía privada y mediante una
función eminentemente represiva. En la segunda etapa, que se produjo
después de la Primera Guerra Mundial, la actividad del Estado se enca-
mina al socorro de las situaciones de emergencia social y de crisis econó-
mica, y a la tutela de las necesidades vitales de la población. Los instru-
mentos para la realización de estas funciones fueron la intervención en
el proceso económico, la institucionalización de sistemas de prestaciones
sociales y la creación de entes asistenciales. En la tercera etapa, la más
reciente, el Estado asume la responsabilidad del desarrollo de la sociedad
en todos los aspectos: social, económico, cultural, para lo cual utiliza
los  instrumentos  de  la  planificación  y  dirección  del  desarrollo  social.1089
Esta  responsabilidad  en  la  dirección  y  planificación  del  desarrollo  in-
cluye acciones “inimaginadas e interminables”, tales como la procura
de la competitividad internacional mediante innovación, y la “garantía
1087 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 231, p. 121.
1088 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 520.
1089 Grimm, Dieter, “Il futuro della Costituzione”, en Zagrebelsky et al., Il futuro della
Costituzione, Italia, 1996, pp. 142 y 143. Un modelo parecido puede verse en Porras
Nadales, Antonio, op. cit., nota 1048, p. 70.
316 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

del futuro”1090 por los riesgos que entraña el proceso de transformación


técnico-­científico  de  la  sociedad,  lo  que  trae  como  consecuencia,  como  
escribe Grimm, que la actividad estatal pierda su orientación puntual y
retrospectiva y adquiera un carácter prospectivo, produciéndose la dila-
tación de su horizonte temporal y perspectivas. El aumento de las fuentes
de riesgo para los ciudadanos, derivadas, enseña Beck, de las fuerzas
productivas y su carácter invisible1091 genera que el Estado, para tratar de
minimizar y anticipar los efectos nocivos, asuma la tarea de prevenirlos
y, por tanto, acreciente su intervención, lo que implica que extienda sus
tareas al extremo de desarrollar no sólo acciones protectoras, reparadoras
o compensatorias, sino también otras dirigidas a anticipar posibles pro-
blemas graves, lo que da lugar a enormes márgenes de discrecionalidad
y, por tanto, al quebranto de la seguridad jurídica de los individuos. El
inconveniente de este tipo de acciones es, dice el propio Grimm, que la
percepción y objetivización de tales riesgos, que asumen dimensiones,
intensidades y extensiones sin precedentes hasta amenazar la propia su-
pervivencia de la humanidad, sólo se obtiene después de un largo
periodo  de  tiempo,  lo  que  dificulta  el  dictado  de  medidas  de  cautela  y  
la  fijación  de  responsabilidades  por  los  efectos  de  tales  daños.  Así:  “la  
seguridad es promovida como una tarea urgente del Estado y de su ase-
guramiento depende tanto la legitimidad estatal como el mantenimiento
del bienestar material. De aquí la transformación de la seguridad en una
pretensión subjetiva y su elevación al rango de derecho humano”. 1092
A esto es necesario añadir el surgimiento de nuevas necesidades cuya
satisfacción también se exige al Estado. No se trata, como señala Valles-
pín, de necesidades, intereses o valores tradicionales, sino otros de dis-
tinta  naturaleza,  calificados  por  Inglehart  como  posmateriales  o  posad-
quisitivos. A las exigencias de prestaciones relacionadas con necesidades
materiales y la corrección de problemas “colectivamente perceptibles”,
se suman las que provienen de otro tipo de valores y que tienen que ver
con experiencias de seguridad y prosperidad a largo plazo. Y es que,
como señala Offe, a medida que se forman y organizan más y mejor los
grupos de clientes y solicitantes, que expresan demandas incompatibles
1090 Grimm, Dieter, ibidem, pp. 142-144; López Pina, Antonio, op. cit., nota 88, pp. 26
y 27, y nota 70, p. 10.
1091 Mardones, José María, “Teorías de la legitimación del poder hoy: J. Habermas y la
teoría del discurso”, Sistema, Madrid, núm. 120, 1994, p. 56.
1092 Grimm, Dieter, op. cit., nota 1089, pp. 144-146.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 317

entre sí, y se incluyen en la agenda asuntos nuevos, se activa un proceso


de “expectativas en aumento”1093 que conlleva el incremento de las acti-
vidades de los órganos estatales, el desorbitado crecimiento del orden ju-
rídico, el desbordamiento de demandas sociales, una crisis de sobrecarga
financiera  y  técnica  que  el  Estado  no  está  en  condiciones  de  satisfacer  y  un  
efecto desmoralizador dentro de la sociedad que contrasta dramáticamente
con sus propios fundamentos. La sobrecarga de demandas a un Estado,
que por su propia estructura no está en condiciones de poder satisfacer,
provoca una crisis de legitimación política, y, como señala Habermas,
el rompimiento del carácter integrador del derecho y su estructura me-
diática y la disolución de la vinculación de la política a la realización de
los derechos incondicionales.1094 Estos derechos, que en un principio exi-
gieron del Estado una actividad creciente para su realización, sufren las
consecuencias de su cada vez más condicionado cumplimiento. Y si los
derechos dejan de ser cumplidos o realizados, pasan a ser considerados,
por los propios ciudadanos, “simples promesas vacías de contenido” apa-
reciendo la Constitución “inexorablemente sobrepasada por la desmedi-
da amplitud de las funciones que estaría llamada a encauzar”. 1095
En suma, las tareas del Estado se han ampliado “a una general respon-
sabilidad para mantenimiento y desarrollo social, económico y cultural
de la sociedad, de los cuales en principio no se excluye esfera existencial
alguna”.1096  No  existe  ámbito  social  sustraído  a  la  influencia  del  Estado  
ni  límites  definidos  a  la  expansión  de  su  actuación  o  intención  de  inte-
grar a los diversos sectores sociales a su actividad prestacional. Su pre-
sencia ha crecido al grado de que ahora tiene entre sus funciones, por el
aumento  de  riesgos,  crisis  e  inseguridad,  la  planificación  del  futuro,  con  
lo que asume el control del “ciclo vital de sus ciudadanos”. Con razón
se ha dicho que el desarrollo del Estado social puede interpretarse como
un proceso de elevación a la esfera pública de necesidades privadas. Los
asuntos de cada individuo han dejado de ser sólo personales y han pasado
a transformarse en asuntos públicos.1097 El problema es que no ha existi-

1093 Offe, Claus, op. cit., nota 1018, p. 173.


1094 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 524.
1095 Vega García, Pedro de, “Jurisdicción constitucional y crisis de la Constitución”,
REP, Madrid, núm. 7, 1979, p. 105.
1096 Grimm, Dieter, op. cit., nota 1089, p. 48
1097 Porras Nadales, Antonio J., “La evolución del Estado social y sus perspectivas”,
Sistema, Madrid, núm. 118-119, 1994, pp. 239 y 240.
318 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

do ni existe, junto al crecimiento constante del intervencionismo estatal,


un incremento paralelo de la presencia de la sociedad sobre el Estado.

3. La decadencia de la ley y de la posición del Parlamento

El crecimiento de las funciones del Estado, el amplio espectro de sus


políticas y atribuciones de carácter material dirigidas a compensar las
desigualdades  sociales  y  económicas,  la  necesidad  de  modelar  y  configu-
rar el orden social y controlar y regular todos los procesos sociales hicie-
ron surgir un derecho de “respuesta”, “una gran necesidad normativa”1098
que generó sobreproducción legislativa. En pocas palabras, el paso de un
Estado abstencionista a uno activo se hizo evidente en el “desenfrenado
crecimiento de la legislación”,1099  en  la  juridificación  de  todos  los  ámbi-
tos de la vida social.1100 No hay que olvidar que la ley era para el Estado
social la forma idónea de responder a las demandas sociales, por lo que
su consolidación produciría, naturalmente, un incremento de aquéllas le-
gitimando la actuación de los poderes públicos. La sobreproducción de
leyes expresa, por tanto, el intento del Estado por dar respuestas a todas
las demandas provenientes de la sociedad.
No voy ahora a profundizar en otros fenómenos jurídicos que acompañan
al incremento en la legislación estatal. Lo que para nosotros resulta ahora
importante es destacar que ha sido la base social pluralista del Estado, la
exigencia de justicia social y la necesidad de hacer frente a las demandas
de los diversos sectores sociales1101 las principales causas por las que han
aparecido multitud de normas con caracteres distintos a los tradicionales,
1098 Häberle, Peter, “Elementos teóricos de un modelo general de recepción jurídica”,
trad. de E. Mikunda Franco, en Pérez Luño, A. E. (coord.), Derechos humanos y consti-
tucionalismo ante el tercer el milenio, Madrid, Marcial Pons, 1996, p. 156; Bulow, Erico,
“La legislación”, en López Pina (ed.), Manual de derecho constitucional, cit., nota 14, p.
763. Como escribe García Pelayo: “Jamás se ha legislado tanto en la historia como legisla
el  Estado  de  nuestro  tiempo”,  lo  que  ha  traído  como  resultado  una  “inflación  normativa”  
sin precedentes, “una orgía de legislación”. García Pelayo, Manuel, “La organización de
intereses y la teoría constitucional”, cit., p. 128.
1099 Cabo Martín, Carlos de, “Democracia y derecho en la crisis del Estado social”,
Sistema, Madrid, núms. 118-119, 1994, p. 71.
1100 Maestro Buelga, Gonzalo, op. cit., nota 1038, p. 76.
1101 Modugno, Franco y Nocilla, Damiano, “Crisi della legge e sistema delle fonti”,
Diritto e societa, núm. 3, 1990, p. 412. De Cabo no vacila en señalar que las razones por
las que se ha perdido el carácter de generalidad de la ley son de índole socioeconómico
y jurídico-constitucional. En pocas palabras: “la transformación socioeconómica exige
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 319

consolidándose la tendencia de revestir con forma de ley, no sólo las me-


didas de alcance general, sino las de alcance particular. Las leyes, como
señala Preuss, se volvieron más selectivas en relación con los diferentes
segmentos de la población y los diversos aspectos sociales, convirtiéndose
en regulaciones de aspectos concretos, especiales y coyunturales de la
vida social, con alcance limitado, considerando casos y personas particu-
lares. De esta forma, frente al principio de generalidad aparece el de par-
ticularidad  o  concreción  indicando  el  fin  de  la  concepción  que  fijaba  en  la  
forma semántica de la ley la base de racionalidad del Estado de derecho.
Esta concepción de la ley como el objeto más adecuado para resol-
ver problemas particulares, permitida y auspiciada por la transformación
de la relación Estado-sociedad y la concepción normativa de la Cons-
titución, ha traído como consecuencia la pérdida de sus características
consideradas esenciales, y, por consecuencia, la erosión de la estructura
unitaria del sistema jurídico, el crecimiento de la complejidad del siste-
ma normativo, la falta de uniformidad en la importancia de las normas y,
especialmente, un trascendente cambio en su función.1102
La ley deja de ser norma general y abstracta capaz de preverlo todo
y se convierte en mandato de contenido individual y concreto, dirigida
al  cumplimiento  de  determinados  fines  y  objetivos.  “No  más  la  norma,  
sino la medida particular dirigida a enfrentar de inmediato y en su espe-
cificidad  un  interés  público,  una  necesidad  determinada,  una  necesidad  
más o menos urgente”. Ello provoca, dice García de Enterría, un cambio
en  su  concepto  y  funciones,  ya  que  ahora  “no  pretende  definir  un  orden  
abstracto de justicia y tendencialmente permanente”, por el contrario,
“se presenta abiertamente como una norma ocasional, contingente, ex-
plicable sólo en función de una situación o problemas determinados que
se pretende enderezar o superar, en todo caso conformar, mediante una
determinada política en consideración a un cierto objetivo que se intenta
alcanzar en el tiempo, más que en función de una justicia abstracta” re-
nunciando, de esta forma, a la generalidad y concretándose en supuestos
singulares  y  específicos.1103 La consecuencia de lo anterior es una “legis-

la quiebra de la generalidad y la transformación constitucional la permite”. Cabo Martín,


Carlos de, “Garantismo y ley”, Contra el consenso, cit., nota 1046, p. 313.
1102 Arbos, Xavier, “La crisis de la regulación estatal”, REP, Madrid, núm. 71, 1991,
pp. 266-268.
1103 García de Enterría, Eduardo, Justicia y seguridad en un mundo de leyes desboca-
das, Madrid, Civitas, 2000, p. 51.
320 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

lación “motorizada” o “incontinente” que produce una sociedad “inun-


dada por una marea incontenible de leyes y de reglamentos”1104 e ine-
vitablemente, su desvalorización, lesionando el principio de seguridad
jurídica, llevando a la confusión e “indeterminación del derecho positivo
a extremos difícilmente imaginables, y quizá más difícilmente aún con-
trolables y reducibles a sistema”. Aunado a esto, las transformaciones
sociales parecen conducir a la formación de una nueva “racionalidad le-
gal” cuya orientación sería el tránsito de un derecho formal a un derecho
útil, lo que implica la sobreposición de los criterios de efectividad sobre
los de legitimidad en la génesis de aquel, y, lo que parece ser aún más
grave, que el sistema normativo evolucione sin una “lógica unitaria de
desarrollo”.1105 Por lo anterior, Habermas, recientemente, ha podido ase-
gurar que el orden jurídico ha caído en un prolifero particularismo: “en
su adaptación a la complejidad de un entorno social, de la que carece de
concepto, parece haber perdido su centro y deshilacharse en términos
incrementalistas”.1106
Si aludimos a las características tradicionalmente atribuidas a la ley,
podemos percatarnos de un proceso de deterioro de sus elementos esen-
ciales. A su carácter de generalidad, de norma de conducta “universal-
mente válida”, ahora se opone el acto concreto dirigido a situaciones y
destinatarios determinados no sólo en su forma, sino también en su con-
tenido  en  virtud  de  los  objetivos  específicos  que  pretende  cumplir,  lo  que  
permite  distinguir  nítidamente  la  relación  medio  (ley)  -­fin  (objetivo);;  a  su  
imperatividad se opone la concepción de la ley como norma destinada a
cumplir funciones de integración lo que la hace aparecer como resultado
de la persuasión o del estímulo,1107 su carácter abstracto contrasta con la
pretensión de estar “cortada a la medida de contextos particulares” e inci-
dir  directamente  sobre  determinados  ámbitos  y  aspectos  específicos,  y  a  
su estabilidad se oponen sus continuos cambios en vista de lograr mayo-
res consensos dentro de la comunidad.1108 No hay que olvidar, sin embar-
go, que en el contexto del Estado social, la pérdida de las características
1104 Ibidem, pp. 47 y 48.
1105 Habermas, Jürgen, op. cit.,  nota  11,  p.  514.  Así,  véase  Cano  Bueso,  Juan,  “Insufi-
ciencias del procedimiento legislativo en el Estado social”, cit., p. 648.
1106 Habermas, Jürgen, ibidem, p. 475.
1107 Maestro Buelga, Gonzalo, op. cit., nota 1038, pp. 78-80.
1108 Como escribe Maestro Buelga, si estas eran las notas características del modelo del
Estado de derecho, “crisis de la ley y crisis del Estado de derecho son términos equiva-
lentes”. Ibidem, p. 80.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 321

clásicas   de   la   ley   es   un   proceso   “normal”   y   positivo   que   refleja   que   el  


Estado ha pasado de una actuación mínima a una permanente, del terre-
no de lo común al de lo diferencial y, sobre todo, que ante las demandas
del sistema socioeconómico se mueve con acciones rápidas y contenidos
singulares  adecuados  a  fines  e  intereses  sectoriales  muy  concretos.1109 Lo
que parece soslayarse es que la congestión legislativa, al no ir acompa-
ñada de la creación de un sistema de garantías, puede comportar, entre
otros efectos, el desconocimiento de los derechos y la consolidación de
espacios de decisión gestionados burocráticamente.1110
Las consecuencias de lo anterior son múltiples y notables: la fragmen-
tación  del  sistema  jurídico  y  la  existencia  de  normativas  específicas  para  
determinados sectores de la sociedad”,1111 pero también la invasión de las
funciones legislativas por parte de otros órganos estatales, la desnatura-
lización  del  carácter  de  varios  institutos  y  la  propensión  a  la  “descodifi-
cación”. Incluso, se ha dicho que la pérdida del atributo de generalidad
ha provocado que la ley deje de tener como objetivo la protección de las
libertades.   Modugno   afirma   que   con   las   leyes   convertidas   en   medidas  
concretas se produce un valnus al principio de certeza del derecho y la
confusión  entre  el  significado  de  la  ley  como  valor  en  sí  misma  y  como  
medio para la obtención de objetivos concretos.
El incremento de la legislación y su conversión en norma efímera, “en
estado de perpetua ebullición y cambio frenético” que “sigue afanosa-
mente las exigencias de una realidad mutable”, provoca, además de la
imposibilidad material de conseguir cierta racionalidad,1112 la agudiza-
ción de los problemas relacionados con las condiciones de legitimidad de
la legalidad, ya que, como señala Habermas: “el derecho positivo, con su
creciente velocidad de cambio, entierra sus propias bases de validez”.1113
El  Estado  interventor  y  su  proceso  de  legalización,  juridificación  y  frag-
mentación  de  leyes,  y  su  cambio  continuo,  ha  traído  consigo  dificultades  
para conocer, manejar y controlar en su integridad el derecho vigente del
1109 Cabo, Carlos de, “El parlamento en el Estado del capitalismo avanzado”, Contra el
consenso…, cit., nota 1046, p. 155.
1110 García Herrera, Miguel Ángel, “Poder judicial y Estado social: legalidad y resisten-
cia constitucional”, Corrupción y Estado de derecho. El papel de la jurisdicción, Madrid,
Trotta, 1996, p. 72.
1111 Arbos, Xavier, op. cit., nota 1102, p. 270.
1112 Calsamiglia, Albert, Introducción a la ciencia jurídica, 3a. ed., Madrid, Ariel, 1990.
p. 393.
1113 Habermas, Jürgen, “Derecho y moral”, cit., nota 11, p. 547.
322 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Estado, afectando seriamente el principio de seguridad jurídica.1114 La


superproducción de leyes hace difícil abarcarlas, controlarlas y sistema-
tizarlas en un orden, y exige a los ciudadanos una amplia especialización,
preparación y competencia para poder conocerlas y “movilizarlas” en fa-
vor de sus derechos. Así, el ordenamiento se convierte progresivamente
en impenetrable, desconocido y alejado de las posibilidades del ciuda-
dano medio, que termina sufriendo otro de los efectos perversos a que
conduce  la  quiebra  del  principio  de  generalidad:  “la  hipertrofia  de  lo  obli-
gatorio y prohibido en detrimento de lo facultativo y permisivo”.1115 Esta
circunstancia ha traído como consecuencia adicional la aparición, como
muestra Dahl, de una vertiente paternalista fundada en el monopolio del
saber, que representa un modo subrepticio de dominación sobre un públi-
co de ciudadanos mediatizado, apartado de las fuentes del conocimiento,
nutrido sólo de política simbólica y en posición de “incompetencia bási-
ca”, como la llama Garzón Valdés.
Por otro lado, y como señala García Morillo, la gran cantidad de leyes
existentes también provoca que los legisladores, en el momento de ejer-
cer sus funciones, no aborden “a fondo y en toda su complejidad” muchas
cuestiones que se les presentan y que, por consiguiente, su labor carezca
de contenido normativo o de trascendencia pública1116 e, incluso, sólo sea
expresión de sus deseos o propósitos,1117 carentes de calidad técnica. La
creciente  dificultad  y,  por  ende,  la  especialización  de  los  asuntos  públicos  
tiene como consecuencia, advierte De Lucas, la progresiva burocratiza-
ción de los representantes y la apatía/indiferencia y ausencia de control
por parte de los representados.1118 Todo esto provoca que, como con gran

1114 Ara Pinilla, Ignacio, op. cit.,  nota  862,  p.  102.  A  este  problema  se  refiere  Galindo,  
Fernando, “Jueces y democracia. Criterios para una actividad democrática”, Anuario de
Filosofía del Derecho, Madrid, núm. VII, 1990, p. 162.
1115 Cabo, Carlos de, op. cit., nota 336, pp. 58 y 59.
1116 García Morillo, Joaquín, “El Parlamento ante las nuevas realidades”, Anuario de
Derecho Parlamentario, Valencia, núm. 4, 1997, p. 156.
1117 Hierro, Liborio, “El imperio de la ley y la crisis de la ley”, Doxa, Madrid, núm.19,
1996, p. 294.
1118 Lucas,  Javier  de,  “Sobre  la  justificación  de  la  democracia  representativa”,   Doxa,
Madrid, núm. 6, 1989, p. 194. La creciente complejidad de los asuntos que se presentan
en la sociedad hace que con mayor número estos se confíen a los especialistas. Son cada
vez más técnicos los problemas que hay que resolver. Como escribe Olivas: “el gran
agente socializador que pretende ser el Estado social se apoya, cada vez en mayor medi-
da, en los dictámenes de los técnicos”. Olivas, Enrique, op. cit., nota 880, p. 19.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 323

plasticidad señala Rivero, el ciudadano actualmente cuando observa las


leyes no dice “nosotros hemos querido”, sino que dice “ellos han querido”.
Debido a que el derecho ha perdido sus características de estabilidad,
duración, objetividad, certeza y coherencia, producto de la congestión
legislativa, hay quienes han comenzado a buscar soluciones y voltean
a diversos espacios institucionales para ello. El control de constitucio-
nalidad aparece así como uno de los instrumentos a través del cual se
corregirán estas disfunciones, y el juez, como el órgano encargado de
realizarlo; es decir, la recuperación de los valores más caros del derecho
“sólo  parecen  posibles  tras  la  formulación  definitiva  de  la  norma  que  se  
realiza por la jurisdicción constitucional”.1119
Hauriou, en la tercera década del siglo XX, consideraba que el con-
trol de constitucionalidad de las leyes era necesario, precisamente, por
el continuo cambio legislativo, que “estimulado por las pasiones elec-
torales, ha llegado a ser una amenaza y un peligro para la libertad”. 1120
Para Bachof, era también la superproducción de normas, realizadas de
forma apresurada y sin meditación, la razón que exigía que fueran revi-
sadas por un órgano que actuara con la serenidad y técnica necesarias
para estar atento a su conformidad con la Constitución. Este órgano
sería un contrapeso, “una fuerza que se preocupe de que, al menos, los
valores superiores del derecho y del orden, que la Constitución ha es-
tablecido como fundamentales, permanezcan protegidos”.1121 Para otros
autores, la creación de sociedades “supernormativizadas” ha provocado
que los órganos encargados de controlar la constitucionalidad de las leyes
“acrecientan su protagonismo y conviertan la anulación de las leyes no
en una acción extraordinaria y aislada, sino en un acto cotidiano al que
ya no se presta atención excesiva”.1122 Zagrebelsky agudamente obser-
va que no es una casualidad la difusión y extensión de los órganos de
la jurisdicción constitucional dentro del actual periodo de desarrollo
del Estado de derecho. El uso desorbitado de las leyes ha eliminado la
exigencia y garantía de certeza, estabilidad, mensurabilidad y objetivi-
dad del derecho. La jurisdicción constitucional, en esta virtud, asume
la tarea de suplir, si bien no en el plano formal, sino en el sustancial, las
características perdidas de las leyes, atropelladas en medida creciente
1119 Arbos, Xavier, op. cit., nota 1102, p. 271.
1120 Hauriou, Maurice, op. cit., nota 332, p. 335.
1121 Bachof, Otto, op. cit., nota 415, pp. 53 y 54.
1122 Aja, Eliseo y González Beilfuss, Markus, op. cit., nota 457, p. 260.
324 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

por las necesidades del Estado social intervensionista. 1123 Con un razo-
namiento que parece partir de las mismas premisas, se ha llegado a con-
cluir que la cada vez más penetrante intervención de los jueces a través
de las diversas sentencias que emiten encuentra su causa en el cambio de
naturaleza de la ley, que aumenta los márgenes de ambigüedad y deja ma-
yores espacios a las interpretaciones, por lo que aquellos se convierten en
medios que refuerzan la autoridad de la ley, en cuanto se dirigen a corregir
la falta de claridad, de precisión y densidad jurídica de que adolecen las
leyes  convertidas  con  frecuencia  en  “disertaciones  filosóficas,  enuncia-
dos de intenciones o declaraciones programáticas”. 1124 Pero si bien lo
anterior parece ser importante y certero, no se puede dejar de reconocer
que, en ocasiones, es el propio legislador quien ha propiciado una in-
tervención más acentuada del juez constitucional. Hay casos en los que
el propio legislador declara su incapacidad para prever la concreta apli-
cación de la ley, y autoriza una posición activista del órgano jurisdic-
cional.1125 En todo esto parece que encontramos las causas por las que
se señala, cada vez más reiteradamente, que ahora la ley es resultado de
dos  funciones:  la  legislativa  y  la  judicial,  y  por  la  que  se  le  ha  definido  
como “la norma tal como resulta de su revisión constitucional o de su
control de constitucionalidad”.
En suma, ante la disminuida capacidad del legislador para fungir
como  instancia  de  solución  de  los  diversos  conflictos  sociales  y  debido  
a que su función está cada vez más condicionada por diversos aspectos
políticos presentándose el producto de su actividad como impreciso y
contradictorio, el juez constitucional es, cada vez más visto, como se-
ñala Jiménez Campo, como árbitro de la razonabilidad de la misma en
un segundo procedimiento que daría ocasión para ponderar o atender
lo que se juzga mal apreciado o indebidamente postergado en el pro-
cedimiento parlamentario.1126 Así, la erosión del concepto de ley como
norma general y abstracta es una de las explicaciones de la generali-
zación, extensión y profundización de las funciones de la jurisdicción
constitucional.1127
1123 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 367, p. 767.
1124 Palabras de D. Rousseau citadas por Acosta Sánchez, J., op. cit., nota 112, p. 327.
1125 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 136.
1126 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 108, p. 20.
1127 Así lo entiende Scheuner a juicio de Rubio Llorente, Francisco, “El principio de
legalidad”, La forma del poder, cit., nota 291, p. 365.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 325

4. La desustancialización de la ley

Lo que se ha dicho antes permite comprender por qué con frecuencia,


sobre todo cuando se trata de cuestiones que afectan intereses amplios o
generales, la ley se diseña de forma imprecisa, con fórmulas vagas, gené-
ricas  y  hasta  superficiales,  utilizando  conceptos  jurídicos  indeterminados  
o  reglas  que  se  limitan  a  fijar  objetivos  genéricos,  presentándose,  como  
escribe De Cabo, como mero instrumento simbólico o legitimador.1128
“Se mantiene, pues, la cobertura jurídica de la actuación estatal en gene-
ral  y  administrativa  en  particular.  Pero  las  normas  que  configuran  esa  co-
bertura pierden capacidad de predeterminar las decisiones concretas”. 1129
Este “proceso de informalización del derecho”, como lo llama Maus, es
alentado   por   las   dificultades   que   tiene   el   legislador,   bajo   relaciones   de  
mayorías y minorías, de construir decisiones unívocas1130 o armonizar
“todos los intereses en presencia en el ámbito parlamentario”. La plura-
lidad política, la necesidad de conseguir compromisos, la urgencia de in-
cluir a toda la sociedad en el proceso de elaboración de las leyes provoca
que éstas contengan imprecisiones y contradicciones, vacíos y cláusulas
indeterminadas. Pero estas mismas causas suelen provocar también el
efecto contrario. Ello sucede cuando la propia ley, como observa Prieto
Sanchís, desarrolla de forma pormenorizada alguna regulación, y termina
por  adoptar  una  fisonomía  reglamentista  y  prolija  repleta  de  peculiarida-
des y excepciones, con lo que “el reglamento no reemplaza a la ley, sino
que ejerce sobre ella un efecto mimético”.1131 En todo caso, el efecto es
la potenciación normativa del Ejecutivo producto del entendimiento del
Estado como instrumento para actuar, no para legislar.1132

1128 Cabo Martín, Carlos de, “Democracia y derecho en la crisis del Estado social”, cit.,
nota 1099, p. 71. Ahora recogido en la obra del autor, Contra el consenso..., cit., nota
1046, p. 232; Díez-Picazo, Luis, “Constitución, ley, juez”, cit., nota 839, p. 11.
1129 Estévez Araujo, José A., “La crisis del principio de legalidad: la imagen jurídico-
formal y la realidad material del funcionamiento de la administración”, Anuario de Filo-
sofía del Derecho, núm. VII, 1990, p. 112.
1130 Denninger, Erhardo, op. cit., nota 493, p. 63.
1131 Prieto Sanchís, Luis, “Del mito a la decadencia de la ley. La ley en el Estado Cons-
titucional”, Ley, principios, derechos, Dykinson-Universidad Carlos III de Madrid, 1998,
p. 27; Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 259.
1132 Ramírez, Manuel, “Problemática actual del Parlamento”, REP, Madrid, núm. 87,
1995, p. 65.
326 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Este proceso de “desjuridización de las decisiones” parece expresar


que la legalidad es “horma” demasiado estrecha para la actuación del
Estado y que las decisiones importantes tienden a desaparecer de los
escenarios públicos refugiándose en los ámbitos de la administración.
Las cuestiones que afectan más directamente la vida de los ciudada-
nos se desplazan de los espacios democráticos hacia otros lugares no
construidos para la deliberación. Como escribe Abendroth, los con-
flictos   de   intereses,   los   acuerdos   y   compromisos   pasan   a   ser   resueltos  
y contraídos en sede administrativa que crecientemente se autonomi-
za del espacio público. Cada vez más materias sociales son sustraídas
de la esfera de los órganos constitucionalmente creados y facultados
para considerar por igual todos los intereses afectados,1133 desplazán-
dose este poder hacia la órbita del Ejecutivo, donde los acuerdos suelen
ser tomados sin ningún control ni publicidad.1134 Por ello, Offe seña-
la que en la situación actual “tras la fachada de la democracia parla-
mentaria,   tanto   el   conflicto   político   como   la   solución   para   cuestiones  
de   planificación   acontece   en   ambientes   organizativos   desconocidos  
para la teoría democrática”.1135 Este proceso provoca la exclusión de
la participación de los ciudadanos en el canal que se considera idóneo
para su relación con el Estado y alejados de los espacios públicos de
decisión, quedan a expensas y bajo la dependencia de la administra-
ción. Su único contacto con el Estado pasa a estar determinado por la
prestación de servicios, pero esta relación es de carácter apolítico, ya
que “la actitud ante el Estado de quien recibe del mismo un servicio,
no es precisamente participación política, sino una genérica actitud
reivindicativa, que espera asistencia sin querer imponer acciones”. 1136
De esta forma, provisto de ciertos derechos “y prácticamente excluido
de una participación efectiva, el pueblo se convierte en objeto de asis-
tencia social... todo para el pueblo, pero nada a través del pueblo”.1137

1133 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 231, p. 126.


1134 Cabo Carlos de, “La crisis del Estado social”, en Cámara Villar y Cano Bueno
(eds.), Estudios sobre el Estado social. El Estado social y la Comunidad Autónoma de
Andalucía, Madrid, Tecnos, 1993, p. 25.
1135 Offe, Claus, op. cit., nota 1018, p. 157.
1136 Habermas, Jürgen, “Concepto de participación política”, en Abendroth, Bacia et
al., Capital monopolista y sociedad autoritaria, Barcelona, Fontanella, 1973, p. 38.
1137 Ibidem,  p.  53.  De  déficits  de  participación  habla  Schneider,  Hans  Peter,  “Soberano  
sin poder. Representación y participación del pueblo como problema de legitimación de
la soberanía democrática”, Democracia y Constitución, cit., nota 1, p. 263.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 327

En torno a lo anterior, es inevitable considerar, con Habermas, que la


dilatación  del  horizonte  temporal  de  la  actividad  estatal  planificadora  y  
preventiva ha ensanchado los espacios de discrecionalidad de la adminis-
tración y aumentado los problemas derivados de su autoprogramación.
Las actividades del Estado, como señala Grimm, son cada vez menos
susceptibles de dirección automática por medio de la ley por su “grado
de complejidad, dependencia de situaciones o circunstancias concretas e
incertidumbre, que no puede ser anticipada ni jurídico-normativamente
por entero determinada”.1138  Las  leyes  con  dificultad  pueden  regular  los  
complejos programas de acción de la administración que dependen de
la capacidad y acierto de los pronósticos; necesitan de constantes co-
rrecciones y se orientan hacia el futuro debido a que son dinámicos y
extensivos. Fracasan también los medios de regulación y control de la
prevención clásica, ya que no fueron ideados para hacer frente a riesgos
potenciales donde pueden quedar expuestos grandes grupos de perso-
nas.1139 Todos los problemas implicados y derivados de la “sociedad del
riesgo” conllevan la agudización de la desvinculación de la administra-
ción a la ley y el quebrantamiento de la seguridad jurídica. 1140
Resulta comprobable que las decisiones sociales fundamentales han
pasado a ser tomadas no en el interior del Parlamento, sino en el Eje-
cutivo, “quedando reducida la cámara legislativa a una residual posi-
ción política, relativamente vacía de contenido”, 1141 con la única función
de brindar legitimación a las decisiones tomadas en la administración.
Ésta ha dejado de ser simple ejecutora de la ley y se ha convertido en
“el actor principal de elaboración de la política del Estado” asumien-
do el protagonismo y la hegemonía y consolidándose “en una posición
cardinal en el sistema de producción de normas jurídicas”. 1142 Este
progresivo deslizamiento a los poderes burocráticos de la tarea de or-
denación   política   y   configuración   social,   que   se   desenvuelve,   inevita-­
1138 Grimm, Dieter, op. cit., nota 310, p. 51.
1139 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 518.
1140 Grimm, Dieter, op. cit., nota 310, p. 47.
1141 Porras Nadales, Antonio J., “Parlamento y corporativismo”, en Pérez y Ruele, M. y
Giner, S. (eds.), El corporativismo en España, Barcelona, Ariel, 1988, p. 1159.
1142 Lavilla Alsina, Landelino, “Potestad normativa, acción del Ejecutivo y Ley”, en
López Pina, A. (ed.), Democracia representativa y parlamentarismo, cit., nota 88, p. 89;
Cabo Martín de, Carlos, “Estado y Estado de derecho en el capitalismo dominante: aspec-
tos  significativos  del  planteamiento  constitucional  español”,   Contra el consenso…, cit.,
nota 1046, p. 211.
328 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

blemente, bajo parámetros susceptibles de interpretaciones diversas, 1143


ha   permitido   afirmar   que   en   esta   época   “el   Ejecutivo   es   el   que   crea   y  
el Legislativo coadyuva a esa función”, o bien asegurar que existe un
proceso de administrativización de la ley o de deslegalización, pues-
to que ésta “no determina ya los contenidos de la acción administra-
tiva”, sino que es la administración quien de verdad otorga contenido
a la ley. El Ejecutivo tiene en sus manos la dirección de importantes
áreas  de  la  política  legislativa,  la  configuración  del  “espacio  social  in-
mediato   del   ciudadano”   y   la   determinación   de   la   eficacia   de   los   dere-
chos, ya que al ser los reglamentos las normas más abundantes, son
también las de mayor incidencia práctica en la vida de los ciudadanos.
El aparato estatal, como señala Habermas, está en continua expansión,
se programa a sí mismo, se hace independiente de las formas democrá-
ticas,  afianzándose  un  proceso  de  legitimación  administrativamente  di-
rigido y controlado. Se ha producido una “expropiación burocrática” de
la base sobre la que opera la democracia. La causa de este proceso está,
dice el mismo autor, en que la sociedad ha pasado a ser contemplada
desde la perspectiva del poder, y en ésta, “la circulación de la actuación
normativa de la sociedad sobre sí misma, programada por vía de leyes,
cobra el sentido opuesto, a saber el de una circulación autoprogramada
del poder”. El Estado actual, en consecuencia, se ha cerrado como un
subsistema centrado en sí mismo regido por el medio poder y no por las
normas, logrando desplazar hacia su entorno los procesos de legitima-
ción.1144 Por ello se habla de la autonomización de la administración,
que supone la no conformidad a esquemas normativos preconstituidos
y de tipo general y abstracto en concordancia con las funciones presta-
cionales que asume el Estado, cuya satisfacción “resulta cada vez más
intolerante con las rígidas formas normativas del Estado de derecho, y
requieren  estructuras  organizativas  y  modalidades  de  intervención  flexi-
bles, no legalmente predeterminadas, sino libremente modeladas”.1145
Ante este panorama, Habermas alerta sobre el peligro de que aquel Esta-
do que pretendía repartir oportunidades vitales a sus ciudadanos con objeto
de garantizar la base material para su existencia dañe con sus penetrantes
1143 García Herrera, Miguel Ángel, op. cit., nota 1110, p. 73.
1144 Habermas, Jürgen, “La soberanía popular como procedimiento”, cit., nota 11, pp. 607
y 608.
1145 Ferrajoli,  Luigi,  “¿Existe  una  democracia  representativa?”,  Democracia autorita-
ria y capitalismo maduro, Ferrajoli, L. y Zolo, D., Barcelona, El viejo topo, s. f., p. 43.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 329

procedimientos y métodos la autonomía de los propios ciudadanos. Ferra-


joli  afirma  que  los  procesos  indicados  hacen  imposible  calificar  al  Estado  
contemporáneo como democrático y representativo, ya que resulta obvia
“la creciente impotencia de la política frente a los aparatos ejecutivos y bu-
rocráticos del poder estatal y la correlativa autonomía de éstos frente a las
instancias político-representativas”.1146 Bobbio va más allá y sostiene que
lo  anterior  significa  la  creación  de  un  Estado  que  obedece  a  una  lógica  dis-
tinta a la del Estado representativo, caracterizado por estar constituido por
normas esencialmente antidemocráticas: relaciones descendentes no ascen-
dentes, actividades secretas y no públicas, estructura jerárquica no autóno-
ma, que tiende a la inmovilidad, no dinámico, conservador, no innovador.1147

5. La intervención de los grupos de interés en el proceso legislativo

Si bien el objetivo inicial de la instrumentalización de la ley fue hacer


posible la intervención estatal para resolver los más apremiantes pro-
blemas sociales, la multiplicación de leyes, particulares y concretas, ha
terminado sirviendo a los grupos e intereses dominantes dentro de la so-
ciedad.1148 “La competencia universal de la ley, escribe Bobbio, ha sido
desplazada por el protagonismo de los llamados agentes sociales, más
favorables a dotarse de reglas pactadas y transitorias, condicionadas a los
cambios en la relación de fuerzas, que a someterse a leyes heterónomas,
con vocación de generalidad y permanencia”.1149 Los grupos de interés

1146 Ibidem, p. 40.


1147 Como escribe Bobbio, una de las paradojas de la democracia, o como señala en
otro lugar, una de las promesas incumplidas de la democracia, es que trae como resultado
el crecimiento del proceso burocrático. Bobbio, Norberto, “¿Qué alternativas a la demo-
cracia  representativa?”,  ¿qué socialismo?, trad. de J. Moreno, Barcelona, Plaza & Janes,
1986, pp. 90 y 108. Todos los Estados que se han vuelto más democráticos se vuelven
más burocráticos, pues la burocratización ha sido una consecuencia del proceso de demo-
cratización, que implica dar voz y cauce a las necesidades de todos los individuos dentro
del Estado. El Estado benefactor, como Estado burocrático, ha sido la respuesta a una
demanda proveniente de abajo, a una petición democrática. El futuro de la democracia,
cit., nota 143, pp. 42 y 43.
1148 Cabo Martín, Carlos de, “Democracia y derecho en la crisis del Estado social”, cit.,
nota 1099, p. 76; id., “Garantismo y ley material”, cit., nota 1046, p. 318; id., “Estado
social de derecho y ley general: una perspectiva constitucional”, Jueces para la Demo-
cracia, Madrid, núm. 23, 1994, p. 38.
1149 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 1131, p. 30.
330 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

participan de manera preeminente en el proceso político, determinando


y condicionando las grandes decisiones públicas. En la actual sociedad
corporativa, dicen Modugno y Nocilla, la ley, “da attivitta normativa ra-
zionale guidata dagli interessi generali e tutrice degli interessi individuali
si   trasfigura   in   terreno   di   scontro   e   compromesso   fra   gli   interessi   par-
ziali. El compromessismo, talora con eufemistico pudore chiamato neo-
contrattualismo, e la nota tipica della legislazione odierna”.1150 Las leyes
han pasado a ser producto de los intereses y grupos dominantes, “con-
venios con los propios grupos de intereses privados”,1151 conformando
la opinión de una minoría, y de los sectores sociales más poderosos. Se
produce así lo que se ha denominado “colonización del poder público”, o
“privatización de lo público”, con la consiguiente sustitución del Estado
como  definidor  de  los  intereses  generales  por  los  grupos  que  procuran  sus  
propios  beneficios.1152 En esta “democracia de asociaciones” o “gobierno
de los intereses privados”, en la que los intereses corporativos logran im-
poner el contenido de las leyes, sus intereses y condiciones, se disuelve
la soberanía del Estado, su esfera y fuerza autónoma, pasando el ejercicio
del poder público a ser compartido con organizaciones sociales podero-
sas sin que éstas queden sujetas a ningún tipo de responsabilidad.
El  Estado  ha  asumido  la  posición  de  mediador  de  partes  en  conflicto  
al buscar no eliminar las negociaciones, sino canalizarlas institucional-
mente. Los grupos sociales poderosos no sólo participan, sino determi-
nan la actividad del gobierno y la creación de leyes haciendo valer sus
condiciones. La codeterminación de la acción del Estado provoca, como
señala Grimm, la alteración o trasgresión de la relación entre éste y la
sociedad, situados, por esta circunstancia, en un mismo plano. En las
negociaciones, que no son excepcionales, sino que se han institucionali-
zado dentro del sistema político, el Estado aparece como una parte más,
quedando destruido el monopolio de su poder y dejando de ser el primum
inter pares.1153 La política se ha vuelto condescendiente de los poderes pri-
vados, y así, el Estado, que poseía como uno de sus elementos esenciales

1150 Scarpelli, Uberto, “Dalla legge al codice, dal codice ai principi”, Rivista di Filoso-
fia, núm. 1, 1987, p. 9.
1151 Vega García, Pedro de, op. cit., nota 1095, p. 104; Maestro Buelga, Gonzalo, op.
cit., nota 1038, p. 82.
1152 Vega García, Pedro de, “La crisis de los derechos fundamentales”, cit., p. 134.
1153 Vidal, Ernesto, “Representación y democracia: problemas actuales”, Doxa, Ma-
drid, núm. 6, 1989, p. 173.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 331

el empleo de la coerción, “no actúa por más tiempo desde una posición de
soberanía, sino que se encuentra en un plano de igualdad con las fuerzas
sociales”.1154 El Estado renuncia a su soberanía y concede a las fuerzas so-
ciales, que no pasan por competencias electorales, la facultad de participar
en el ejercicio del poder público, sin incorporarse a la estructura consti-
tucional de responsabilidad y legitimación ni subordinarse a los víncu-
los constitucionales a los que están sometidos los órganos estatales.1155
Grimm nos recuerda que la participación de los grupos en la sociedad
actual es necesaria, ya que la ausencia de éstos en las negociaciones pone
en peligro no sólo el acuerdo, sino la estabilidad social, debido a que el
Estado, que está obligado a la resolución de un conjunto cada vez más
grande de problemas, no controla directamente los medios económicos
para resolverlos,1156 por lo que debe cumplir con sus funciones de acuer-
do con aquéllos sin posibilidad de recurrir a la utilización de instrumen-
tos  imperativos  en  su  contra.  El  cumplimiento  de  los  fines  estatales  no  
depende actualmente del empleo del medio poder, sino de innumerables
recursos que el Estado no tiene y no puede controlar como instrumen-
tos imperativos. La extensión de las tareas estatales no ha tenido como
correlato la extensión de sus poderes dispositivos produciéndose una am-
plia fractura entre las responsabilidades y los medios a su alcance para
la implementación de sus programas, ya que está sometido a estrechos
vínculos en relación a la forma y modo de su actuación. Por ello, dice
este autor, mando y coerción no son ya instrumentos útiles para la rea-
lización de las tareas de formación del orden social y prevención de las
crisis.1157 Habermas, muy cerca de esta concepción, señala que es notorio
que la aplicación de los programas estatales tropieza cada vez más con
la resistencia de los actores privados pasando la política a depender del
cálculo privado, ya que el Estado no posee los medios coercitivos para
imponer sus decisiones o vincular la conducta de aquéllos. Para él, este
límite estructural del sistema abre el camino a la discusión sobre el en-
tendimiento del Estado como organización política autónoma poseedora
del monopolio legítimo de la violencia.1158
1154 Grimm, Dieter, op. cit., nota 310, p. 49.
1155 Grimm, Dieter, op. cit., nota 1089, p. 159.
1156 Vallespín Oña, F., op. cit., nota 848, p. 138.
1157 Grimm, Dieter, op. cit., nota 1089, pp. 148 y 149.
1158 Vega, Pedro de, op. cit., nota 1047, p. 389; Habermas, Jürgen, op. cit., nota 231,
pp. 121 y 122.
332 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Con  la  influencia  determinante  de  los  grupos  privados  poderosos,  el  
procedimiento parlamentario ha dejado de considerar, al contrario de lo
que exige la Constitución, todos los intereses de forma igual, quedan-
do excluidos un gran número de sectores. Esto implica, antes que todo,
como advierte Barcellona, que “los sectores más débiles y menos tute-
lados, todos los sectores marginados, los desempleados quedan fuera
del juego y del cambio político”.1159 Esta situación rompe con la idea
básica de que los representantes en sus decisiones deben tener presentes
a todos los grupos sociales de la población con objeto de hacer posible
el bien común. La participación limitada a unos cuantos estrecha la vía a
través de la cual se da cauce a las diversas demandas sociales y limita el
horizonte  del  conflicto;;  es  decir,  como  sólo  unos  pocos  participan  en  la  
configuración  de  las  diversas  demandas  sociales,  requerimientos  de  mu-
chos sectores quedan excluidos de cualquier posibilidad de ser tomados
en cuenta. Y cuando éstos de alguna forma participan, siguen siendo los
grupos más poderosos los que, mediante su poder de veto o “potencial
de obstrucción”, imponen una solución contraria, o bien frenan cual-
quier actitud reformista.
Cotta advierte que la presencia de los grupos de interés en el ámbito
parlamentario ha producido la aparición de otros circuitos representativos
y, por tanto, de distintos mecanismos de transmisión y mediación de in-
tereses y opiniones muy diferentes a los reconocidos normativamente y,
aún más, ha generado una alteración del sistema de gobierno. Junto al que
existe jurídicamente, donde son protagonistas los electores, los represen-
tantes y partidos políticos, aparece el circuito, basado en las actividades
de presión de los grupos organizados, en el que son determinantes sus
líneas funcionales, su fuerza en el escenario oligopólico y el cálculo de los
recursos. Se trata de un modelo de organización corporativo en el que sólo
determinados grupos, visiblemente delimitados y diferenciados, que cuen-
tan con la aquiescencia y reconocimiento del Estado, tienen la posibilidad
de participar y expresar sus intereses. Si nosotros tomamos en cuenta,
siguiendo a Cotta, que el circuito de la representación política debe im-

1159 Barcellona, Pietro, “Los sujetos y las normas. El concepto de Estado social” trad.
de H. E. Díaz-Otero, en Olivas, E. (ed.), Problemas de legitimación en el Estado social,
Madrid,  Trotta,  1991,  p.  36.  La  esfera  política  se  ve  influenciada  por  los  efectos  negativos  
de las desigualdades económicas y sociales existentes en la sociedad, fallando un requi-
sito fundamental de la igualdad política: la condición de aislamiento. Fishkin, James,
Democracia y deliberación..., cit., nota 183, pp. 58 y ss.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 333

plicar una fuerte vinculación y comunicación entre el gobierno en sentido


amplio (gobierno-parlamento) y la base del cuerpo político, podemos en-
tender  el  importante  cambio  que  conlleva  esta  configuración  política  cor-
porativa, en lo que el mismo autor entiende por sistema de gobierno.1160
Además, al sobreponerse la forma de adopción de decisiones en que
participan y tienen prioridad los grupos privados al método democrático
de toma de decisiones públicas, el consenso que subyace a las mismas,
en palabras de Offe, surge de un acuerdo proveniente “de negociaciones
informales, altamente inaccesibles, entre representantes pobremente le-
gitimados de grupos funcionales”.1161 A diferencia de los poderes públi-
cos, los poderes privados no son localizables, son dominantes, ocultos, se
mueven  por  definición  en  ámbitos  de  escasos  niveles  de  igualdad,  partici-
pación y control democrático,1162 por lo que si éstos son los que toman las
decisiones claves dentro del Estado, éstas se generan en procesos infor-
males de negociación y, por tanto, sin transparencia y sin publicidad,1163
quebrantándose principios basilares de la democracia, como el de igual-
dad política y participación. Como escribe Laporta, en la concepción de
la democracia como negociación de intereses particulares encuentra di-
fícil acomodo la noción de interés general y la independencia del repre-
sentante político, fortaleciéndose la teoría del mandato imperativo y la
tesis de la privatización de la representación política.1164 Así: “actores
sociales dotados de un poder paraconstitucional de negociación hacen
añicos el marco de la Constitución”.1165
Por la constatación de que no sólo son entes diferentes al legislador los
que toman las decisiones, sino que además éstas son adoptadas por medio
de actos distintos a los formalmente establecidos, se ha podido diferenciar
entre el plano de los “procedimientos y los sujetos”. En el primero se en-
contraría el procedimiento legislativo, como el conjunto de actos regulados
jurídicamente para la formación de la ley y el proceso de elaboración de de-
cisiones que efectivamente contribuyen a la formulación de las normas, y

1160 Cotta, Maurizio, “Parlamentos y representación”, en Pasquino, G. (comp.), Ma-


nual de ciencia política, Madrid, Alianza Universidad, 1988, pp. 280-287.
1161 Offe, Claus, op. cit., nota 1018, pp. 157 y 158.
1162 López Calera, Nicolás M., Yo, el Estado, Madrid, Trotta, 1992, p. 25.
1163 Arbos, Xavier, op. cit., nota 1102, pp. 269 y 270.
1164 Vidal, Ernesto, op. cit., nota 1153, p. 173; Laporta, Francisco J., op. cit., nota 133,
p. 135.
1165 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 519.
334 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

en el segundo, el nivel de los sujetos, que indicaría que en la confección de


la ley hay que diferenciar entre el legislador formal, habilitado para reali-
zarla, y el legislador informal, que sería aquel que realmente la elabora.1166
Lo anterior explica por qué la institución representativa no está con-
formada actualmente como un espacio dialéctico o dialógico, adecuado
para la deliberación de puntos de vista, como se previó con la irrupción
de las clases sociales al espacio público, elemento característico, como
hemos señalado, del proceso de democratización. Se ha desvanecido la
discusión pública de los problemas sociales y políticos básicos, siendo
éstos resueltos mediante decisiones tomadas por unas cuantas personas
aisladas totalmente de la esfera pública.1167 La discusión parlamentaria,
concebida inicialmente como intercambio racional orientado a la per-
suasión recíproca, mediante el cual, por el convencimiento mutuo, se
alcanzaría una voluntad común, ha cambiado de sentido, ya que ahora
sólo se exponen las razones que mueven a cada partido o grupo político
a comportarse de cierto modo.1168 En ella está ausente el requisito de la
racionalidad y la argumentación, recurriéndose, en sustitución, al lengua-
je emotivo, eslóganes, argumentos “ad hóminen” y “ad autoritatem”, y,
en el momento de la votación, al carisma personal y la estrategia propa-
gandística.1169  El  único  fin  que  tiene  el  debate  es  transmitir  a  la  opinión  
pública la posición defendida por cada grupo político. No hay la menor
intención de persuadir a los parlamentarios.
Como observa García Morillo, en el modelo actual las decisiones en
las cámaras están adoptadas de antemano, por lo que son previsibles las
posiciones de los distintos grupos parlamentarios.1170 El sentido de la
votación está previamente impuesto por la cúpula de los partidos, un
grupo muy reducido de personas, eliminándose el debate racional y la
decisión libre entre los diputados. Más aún, cuando hay discusión, los
congresos terminan siendo “meras cajas de resonancia”1171 donde, como

1166 Otto, Ignacio de, “La función política de la legislación”, en Aparicio, M. A. (coord.),
Parlamento y sociedad civil, Universidad de Barcelona, 1980, pp. 50 y 51.
1167 La ausencia de discusión se ha convertido en un vicio estructural del sistema. Vega,
Pedro de, “Parlamento y opinión pública”, en Aparicio, M. A. (coord.), Parlamento y
sociedad civil, cit., nota 1166, p. 26.
1168 Idem.
1169 Rodríguez Larreta, Juan, op. cit., nota 184, p. 51.
1170 García Morillo, Joaquín, op. cit., nota 1116, p. 144.
1171 Ramírez, Manuel, op. cit., nota 1132, p. 74.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 335

consecuencia de que los acuerdos han sido tomados previamente, la con-


frontación de pareceres sólo tiene como objeto la medición de fuerzas,
el aplauso o la aclamación. El Parlamento se ha convertido en un simple
símbolo, como lo llama Pitkin, que desarrolla una especie de representa-
ción simbólica, escenario que da forma a una representación teatral,1172
máquina registradora que reproduce decisiones tomadas en otros lugares,
según Lasky, o como decía Leibholz: “un foro de manifestación” o “lu-
gar, en donde se dan cita los delegados militantes de los partidos, para
dar constancia de unas decisiones que ya han sido tomadas con ante-
rioridad en los comités o los congresos de los partidos”. Esta conver-
sión  del  Parlamento  en  simple  instrumento  de  ratificación,  propaganda  
y legitimación de las decisiones tomadas previamente en otras sedes, es
decir, en vía de legitimación a través de la cual los intereses individua-
les o de grupo se convierten en públicos, hace que pierda, como escribe
Ferrajoli, todo poder real en el ámbito del Estado, incluido su carácter de
mediador  de  conflictos.1173 Este cambio en las funciones reservadas a las
instituciones representativas1174 ha producido la “fuga de poder a sedes
y cuerpos separados de aquellos” que no son representativos, pero que
desempeñan la función política esencial quedando aquellas únicamente
como instrumento de legitimación externa.1175
Al producirse “la privatización del poder político” y convertirse la ley
en simple medio “para el fomento o la contención de intereses particula-
res y concretos, su auctoritas, producto en otro tiempo de su generalidad,
ha quedado inapelablemente quebrantada”.1176 La ley deja de ser el acto
normativo central del ordenamiento jurídico, pierde su capacidad vincu-
lante y su característica de ser expresión de la voluntad general o de la
mayoría de los ciudadanos y de una “racionalidad ordenadora buscada
deliberativamente”. Además, se produce la reducción de los ciudadanos
“a la categoría de simples comparsas” siendo excluidos de la esfera vincu-
lante de las normas. La ley está muy lejos de ser el instrumento que per-

1172 Lucas Murillo de la Cueva, Pablo, op. cit., nota 1067, p. 133.
1173 Ferrajoli, Luigi, op. cit.,nota 1145, pp. 28 y 29; Cabo Martín, Carlos de, “Democra-
cia y derecho en la crisis del Estado social”, cit., nota 1099, p. 6; id., “La crisis del Estado
social”, cit., nota 1134, p. 21.
1174 Garrorena Morales, Ángel, Representación política y Constitución democrática,
Madrid, Civitas, 1991, p. 69.
1175 Chueca Rodríguez, Ricardo L., op. cit., nota 1045, p. 35.
1176 Vega García, Pedro de, op. cit., nota 1095, pp. 104 y 105.
336 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

mite la autonormación de los individuos y conduzca a la libertad de los


ciudadanos.1177 Éstos no determinan la orientación de la actividad estatal
ni intervienen realmente en la formación de la voluntad popular porque
tienen vedadas las posibilidades de acceder a los espacios creados para
conformar las decisiones públicas. Todo ello trae como consecuencia pe-
simismo, apatía, desinterés y falta de participación.1178 Los ciudadanos,
en vez de mostrarse solidarios, se encierran en sus propias preocupacio-
nes, relegando las de la comunidad. El egoísmo sustituye a la solidaridad.
Los  valores  públicos  declinan  en  beneficio  de  los  apetitos  individuales.  Y  
en esta crisis de los mismos individuos se sumerge y debilita el espacio
público.  Así  se  produce,  también,  la  declinación  de  la  confianza  que  los  
ciudadanos tenían en la intervención del Estado como medio para obte-
ner metas y objetivos de bienestar. Ésta es considerada una estrategia,
altamente  eficaz,  elaborada  por  una  clase  al  servicio  de  sus  particulares  
intereses, que trata de cimentar sus posiciones de poder y privilegio.1179
Los individuos no creen en la autorrealización autónoma del pueblo, ya
que se sienten sustituidos por grupos privilegiados que imponen sus intere-
ses ni tampoco confían en una participación libre con igualdad de opor-
tunidades. Se ocasiona la pérdida de la base social del Estado y se explica,
a su vez, por qué la sobrecarga del legislador, consecuencia de las cada vez
más amplias exigencias de intervención, es considerada una “auténtica
lacra”, una verdadera “contaminación legal”.
Y así como el Parlamento se ha desvinculado, como dice De Cabo, de
su base social y se ha vuelto autónomo respecto de la sociedad, el mismo
proceso de desvinculación o ruptura social se opera en el interior de los
partidos políticos, que tampoco han logrado canalizar adecuadamente
los  conflictos  sociales.  Éstos  muestran  tales  disfunciones  en  su  actuación  
que actualmente, se asegura, tienen una existencia patológica.1180
La tendencia de los partidos es hacia la homogeneización o uniformi-
dad de sus ofertas,1181 en virtud de sus pretensiones generalizadoras y su
1177 Ara Pinilla, Ignacio, op. cit., nota 862, pp. 89 y 126.
1178 Díez Picazo, Luis, “Constitución, ley, juez”, cit., nota 839, p. 13.
1179 Offe,  Claus,  “¿La  democracia  contra  el  Estado  de  bienestar?, cit., pp. 204 y 205.
1180 Garrorena Morales, Ángel, “Hacia un análisis democrático de las disfunciones de
los partidos políticos”, en Vega, P. de (coord.), Teoría y práctica de los partidos políti-
cos, cit., nota 1062, p. 74.
1181 Cabo Martín, Carlos de, “Estado y Estado de derecho en el capitalismo dominante:
aspectos  significativos  del  planteamiento  constitucional  español”,  Contra el consenso…,
cit., nota 1046, pp. 208-210.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 337

intención de incorporar los más variados intereses sociales, exigencias


y preocupaciones. Se mueven cada vez más en un estrecho ámbito de
opciones, dando lugar a la aproximación o falta de diferenciación entre
los mismos y, por consiguiente, a su desideologización, debido a varios
motivos, entre los que están las cada vez más concretas demandas de los
electores y más fragmentaria composición de la sociedad. Esto ha traído
como consecuencia, como dice Offe, la disolución del sentimiento de
identidad colectiva, que, como hemos dicho antes, era la base de la etapa
primitiva de los partidos cuyos miembros se unían porque poseían “un
mundo   cultural   de   valores   y   significaciones   compartidas”.1182 Además,
es clara la tendencia a la oligarquización de los partidos en el sentido
de que su voluntad no se estructura en su interior democráticamente y
sólo los dirigentes tienen acceso a las decisiones básicas.1183 Como es-
cribe Habermas: éstos “son instrumentos de la formación política, pero
no en manos del pueblo, sino de aquellos que dominan el aparato del
partido”.1184 No hay espacios dentro de ellos para debatir las cuestio-
nes que más preocupan a la sociedad. Éstos se presentan estructurados
normalmente de la misma manera que el aparato burocrático: lejanos de
las bases sociales y oligopólicos en cuanto a las personas que realmen-
te tienen el poder1185 y toman las decisiones. Más aún, y como escribió
Neumann: la “dirección manipulativa interna de un partido por parte de
la oligarquía establecida en los puestos clave” lleva al “control ejercitado
desde fuera”, convirtiéndose en representantes de grupos de interés, en
asociaciones “de grupos de interés económicos y sociales, sin apenas
estructura organizativa”. Pero en esta época el problema se agrava, ya
que en las sociedades actuales los grupos que están tras los partidos no
necesitan la mediación de aquéllos.1186 Como señala De Cabo, apenas
existe un grupo colectivo importante “que no actúe como representante
de sus propios intereses y trate de gestionar sus problemas al margen
1182 Offe, Claus, “Democracia competitiva de partidos y Estado de bienestar keynesia-
no.  Reflexiones  acerca  de  sus  limitaciones  históricas”,  Parlamento y democracia. Pro-
blemas y perspectivas de los años 80, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1982, p. 55.
1183 Cabo Martín, Carlos de, “Estado y Estado de derecho en el capitalismo dominante:
aspectos  significativos  del  planteamiento  constitucional  español”,  Contra el consenso…,
cit., nota 1046, p pp. 230 y 231.
1184 Habermas, Jürgen, “Concepto de participación política”, Abendroth, Bacia et al.,
Capital monopolista y sociedad autoritaria, trad. de R. Gual, Fontanella, Barcelona, 1973.
1185 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 1145, p. 31.
1186 Cabo Martín, Carlos de, op. cit., nota 1099, p. 69.
338 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de los partidos”, aprovechando que cuentan con sus propias estructu-


ras de poder y que éstas muchas veces no pueden ser reguladas por la
Constitución normativa.1187 De esta forma, las funciones integradoras,
tradicionalmente  confiadas  a  los  partidos,  son  reemplazadas  por  formas  
alternativas de participación política,1188   intensificándose   la   percepción  
de que aquéllos ya no son mediadores del consenso ni canalizadores del
conflicto  ni  absorben  ni  incorporan  las  demandas  sociales  ni  median  ni  
integran la relación sociedad-Estado.
El Parlamento no es el lugar en el que se encuentran y concilian los
diversos  intereses  sociales.  El  legislador  ha  dejado  de  ser  el  configurador  
de la realidad social y jurídica del Estado contemporáneo, debido, entre
otros factores, a que le han sido sustraídas competencias decisivas en ma-
teria política, o, en otras palabras, por la “usurpación de las atribuciones
de normación por factores extraparlamentarios de poder”. Las leyes son
con mayor frecuencia negociadas fuera del Parlamento, desvirtuando el
procedimiento legislativo. Pero también ocurre que el propio legislador
renuncia a utilizar sus competencias y deja de regular materias que por su
naturaleza exigen su intervención. Más aún, como señala De Cabo, la ley
cada vez menos demuestra alguna virtualidad jurídica, no ejerce su “fuerza
de  ley”  en  lo  que  se  refiere  a  su  capacidad  de  innovación  jurídica.
Algunos autores han visto en todo este proceso una irrupción antide-
mocrática de los intereses organizados en el ámbito de la representación
política.1189 El núcleo del problema, como señala Zagrebelsky, es que
cada vez se representan en el Parlamento más intereses, y cada vez me-
nos unidad política, y un órgano que sólo representa intereses particula-
res produce compromisos particulares, pero no produce unidad política.
Concretamente, el Parlamento no conforma un espacio donde se forme
unidad política, al contrario, sólo es utilizado “para legitimar intereses
particulares”. Este fenómeno puede conducirnos a la reprivatización
del proceso político,1190 al cuestionamiento, como escribe Vidal Gil, del

1187 Fioravanti,  Maurizio,  “¿Quale  futuro  per  la  Costituzione?”,   Quaderni Fiorentini
per la storia del penseiro giuridico, núm. XXI, 1992, pp. 631-633; Cabo Martín, Carlos
de, op. cit., nota 1134, p. 21.
1188 Offe, Claus, op. cit., nota 1182, pp. 57, 58 y 63.
1189 Laporta, Francisco J., op. cit., nota 133, pp. 134 y 135; Zagrebelsky, Gustavo, “La
sovranita e la rappresentanza politica”, Lo stato delle istituzione italiane. Problemi e
prospettive, Milán, Giuffrè, 1994, p. 87.
1190 Vidal Gil, Ernesto J., op. cit., nota 1153, pp. 173 y 174; id., “Paradojas de la demo-
cracia”, Anuario de Filosofía del Derecho, Madrid, núm. VII, 1990, p. 52.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 339

principio del imperio de la ley y al derrumbe del fundamento de legitimi-


dad del Estado de derecho, ya que lo que se genera en el Parlamento no
es la expresión de la voluntad general, sino la de intereses corporativos y
egoístas incompatibles con dicha voluntad general. Junto a este proble-
ma hay otro igual de grave. El Estado social, se dice, ha creado nuevas
situaciones de dependencia de los individuos. Las actividades realizadas
y los resultados conseguidos por los grupos sociales en las negociaciones
con el poder político generan límites a la autonomía individual, ya que
en la mayoría de los casos son imposiciones y modos de disciplina. Este
proceso, como escribe Habermas, “viene caracterizado por una ambiva-
lencia de aseguramiento de la libertad y sustracción de la libertad”.1191
El Estado, en este sentido, contiene un programa jurídico “insensible a
las secuelas restrictivas de la libertad que tiene la propia compensación
practicada por el Estado social”.1192

6. La “descentralización” del derecho

Aunque sea brevemente, no podemos dejar de mencionar que jun-


to con los fenómenos anteriores también se produce la ruptura de la
unidad del sistema jurídico basado en el escalonamiento de normas y
la  pérdida  de  eficacia  vinculante  del  derecho,  ya  que  ahora  ni  todo  el  
derecho procede de la Constitución ni el emanado en consonancia con
ésta  es  considerado  el  más  eficaz  para  resolver  los  problemas  de  la  vida  
cotidiana.1193
Estamos ante un doble proceso: a) el rompimiento del paradigma de la
regulación estatal y centrista, y b) la multiplicación de centros encargados
de emanar y producir normas válidas.1194 Han surgido espacios de pro-
ducción normativa que no encuentran en la Constitución su núcleo de
referencia, provocando una “dinámica centrífuga”, que elimina la clásica
visión del Parlamento como único centro de producción de normas. Es el
inicio, dice Prieto, del “camino de la desregulación”, de la “reprivatización
y refeudalización” de la formación del derecho, contrario al propuesto y

1191 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 500.


1192 Ibidem, p. 501.
1193 Vega García, Pedro de, op. cit., nota 1095, pp. 103 y 104.
1194 Torre, Massimo la, op. cit., nota 238, p. 70.
340 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

desarrollado por el Estado intervencionista,1195 que empuja la retirada del


Estado y la delegación de la responsabilidad de adoptar decisiones y po-
nerlas en práctica, mediante procedimientos cuasipolíticos de formación
de la voluntad y compromisos, a los sectores interesados dentro de cada
uno  de  los  ámbitos  de  conflicto,  formalizándose  la  autonomización  de  los  
destinatarios del derecho,1196 la conformación de esferas institucionales
semiautónomas de cuya gestión va a depender la implementación efec-
tiva de ámbitos de bienestar1197 y el componente corporatista que tienen
los procesos reales de toma de decisiones.1198 Se ha pasado gradualmente
de una regulación jurídica realizada desde y a partir del Estado como ele-
mento central, a un modelo de autorregulación social,1199 que “revitaliza
las fuentes sociales del derecho”. Surge así un derecho desformalizado,
“reflexivo”,  difundido  bajo  la  sombra  de  desarrollos  corporativos.
En virtud de que el derecho estatal deja de ser el único sistema norma-
tivo que dirige la conducta de los particulares y por la multiplicación de
los centros encargados de emanar o producir reglas válidas o principios
jurídicos, hay quienes aseguran que se ha producido el paso a un perio-
do de “recontextualización del derecho”, de reconocimiento de diversos
contextos de producción jurídica o coexistencia de múltiples redes de ór-
denes legales e “interlegalidad”, que se entrelazan e interseccionan unos
con otros atravesando la realidad de la sociedad posmoderna.1200 Otros
observan en este proceso el surgimiento de modos de “formación coope-
rativa de voluntad”, sustitución o complementación de la autonomía indi-
vidual por la autonomía social de participantes en procedimientos.1201
La realidad del hecho ha inducido, incluso, a proponer una división
entre las funciones legislativas de los órganos que crean derecho. Los
órganos centrales deben limitarse, se dice, a la creación de reglas sobre
cuestiones que realmente afecten a todos los miembros de la sociedad, y
todas las otras materias deben ser delegadas a las partes afectadas por ser
“asuntos de procesos sociales democráticamente organizados de forma-
ción de normas”. Así, la regulación estatal se limitaría a ofrecer normas
1195 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 1131, p. 31.
1196 Habermas, Jürgen, “Derecho y moral”, cit., nota 11, p. 546.
1197 Porras Nadales, Antonio J., op. cit.,nota 1025, p. 226.
1198 Estévez Araujo, José A., op. cit., nota 1129, p. 126.
1199 Asensi Sabater, José, op. cit., nota 261, pp. 197 y 198.
1200 Bergalli, Roberto, op. cit., nota 648, p. 431.
1201 Citado por Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 495.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 341

de procedimientos, formas de organización y mecanismos de toma de de-


cisiones, dejando a los individuos y a los grupos privados o semipúblicos
la determinación de los contenidos.1202
Independientemente de la consideración sobre el valor de esta situa-
ción, lo que es un hecho es que ante la atribución de facultades de nor-
mación a asociaciones y grupos de presión, el derecho creado por los
órganos del Estado entra en crisis. Y es que, como escribe Bergalli, la
existencia de órdenes legales supra e infraestatales erosiona el concepto
de derecho estatal. Ahora no todo el derecho deriva directamente de la
Constitución, ya que hay nuevas formas de producción jurídica que dis-
curren  al  margen  de  las  instituciones  estatales.  En  este  contexto,  reflexio-
na Grimm, la norma básica deviene un ordenamiento jurídico parcial que
tiene cada vez más disminuida su capacidad de conformar el orden social
y disciplinar las tensiones y cambios políticos.1203
Como señala De Vega, el hecho no tendría mayor repercusión si no
fuera porque esos sectores de donde provienen dichas regulaciones se
convierten en los verdaderos centros de referencia para los individuos
aisladamente considerados.1204 Los ciudadanos están cerca sólo de aque-
llas regulaciones que directamente les afectan, y muchas veces las nor-
mas dictadas en el ámbito privado, aunque pueden contraponerse a la
legalidad estatal por su pretensión de autonomía, están más allegadas a
sus vidas que la Constitución y las leyes.
En suma, y siguiendo a Bartole, podemos decir que la supremacía y
centralidad de la ley ha sido por muchos aspectos puesta en discusión
con el proliferar de otras fuentes concurrentes y la existencia de autori-
dades distintas a las asambleas legislativas, que, al igual que éstas, están
investidas de importantes poderes políticos. Directamente subordinadas
a la Constitución, estas autoridades y fuentes son factores determinantes
del funcionamiento del ordenamiento, y representan, al mismo tiempo,
posibles elementos perturbadores del ejercicio regular de las funciones
públicas y de la garantía de los derechos fundamentales.1205 Como señala
Cotta, quien insiste especialmente en la conexión analítica de las cues-
tiones normativas y empíricas, en la emergencia de canales alternativos
1202 Estévez Araujo, José A., op. cit., nota 914, p. 157.
1203 Llavilla Alsina, Landelino, op. cit., nota 1142, p. 91.
1204 Vega García, Pedro de, “La crisis de los derechos fundamentales”, cit., p. 134.
1205 Bartole, Sergio, “Modelli di giustizia costituzionale a confronto: alcune recenti
esperienze dell’Europa centro-orientale”, Quaderni Costituzionali, núm. 2, 1996, p. 233.
342 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de articulación de intereses se revela la pérdida tendencial de peso de las


instituciones representativas y el declive de los parlamentos,1206 la crisis
del principio democrático que impone que “toda ordenación mediante
normas jurídicas de un área existencial pueda ser referida a una decisión
de los órganos legislativos popularmente elegidos”1207 y la imposibili-
dad de control de estas nuevas fuentes sociales del derecho, inmunes a
revisión precisamente por no haber ingresado de manera formal a la cla-
sificación  de  las  fuentes  del  derecho  tradicionales.1208

7. El debilitamiento del legislador y el fortalecimiento del juez

El Estado se convirtió en sujeto de las más variadas pretensiones, in-


dividuales  y  colectivas,  mediador  de  los  más  diversos  conflictos  socia-
les y responsable de crear la unidad e integración política dentro de la
comunidad.   Pero   el   sistema   institucional   se   ha   mostrado   insuficiente   e  
incapaz  de  dar  respuestas  efectivas  a  las  demandas  y  cauce  a  los  conflic-
tos, y, concretamente, las instituciones representativas han funcionado
de   forma   “ineficiente   y   anormal”   deviniendo   incapaces   de   atender   los  
objetivos para las que fueron creadas y conformar la tan prometida uni-
dad estatal. El legislador no sólo da muestras de no realizar de forma
eficiente  su  tarea  esencial  de  integración  política  y  mediar  en  los  conflic-
tos de mayor trascendencia, sino que su actividad muestra incoherencia,
falta de dirección precisa (porque normalmente es fruto de compromisos
poco claros e inestables), retardo en la normación de los problemas más
urgentes, ambigüedad al determinar el contenido de muchos principios
constitucionales1209 y falta de capacidad para actuar pronto y crear las
leyes necesarias para desarrollar la Constitución. Precisamente en virtud
de estas circunstancias, es decir, de que el órgano legislativo no ha rea-
lizado efectiva y adecuadamente las tareas y funciones que le fueron en-
comendadas, ha ido perdiendo la importancia que el texto constitucional
le reconoce, propiciando, como escribe Zagrabelsky, que otras instancias
1206 Cotta, Maurizio, op. cit., nota 1160, pp. 287 y 298.
1207 Citando una jurisprudencia del Tribunal Constitucional alemán así lo sostiene
Denninger, Erhardo, “Principios constitucionales y derechos fundamentales como nor-
mas abiertas”, en López Pina, A. (coord.), División de poderes e interpretación, cit.,
nota 39, p. 179.
1208 Rodríguez-Zapata y Pérez, Jorge, op. cit., nota 725, p. 1532.
1209 Franceschi, P. y Zagrebelsky, G., op. cit., nota 267, p. 163.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 343

intenten realizar dichas funciones y representar o crear la necesaria uni-


dad política,1210 dando paso a una importante deformación de los esque-
mas del Estado de derecho.1211
Las instituciones garantistas, dice Occhiocupo, son quienes, ante esta
situación de disfuncionalidad de las instituciones tradicionalmente reves-
tidas de la función de dirección política, han asumido dinamismo. Éstas,
en simetría, por una parte, con la profundidad de la crisis que afecta a
las instituciones y, por otra, con las demandas de justicia provenientes
de la sociedad civil en fase de rápida maduración y transformación, han
desarrollado, en forma, medida y tiempos diversos, una actividad de su-
plencia de las instituciones inactivas.1212 Los jueces hacen aquello que el
Parlamento debería realizar, pero que por diversas razones no ha podido
efectuar.   De   la   misma   forma,   De   Cabo   afirma   que   es   precisamente   la  
ineficiencia  y  anormal  funcionamiento  de  las  instituciones  democrático-­
políticas  y  su  incapacidad  para  resolver  conflictos  la  causa  del  protago-
nismo de las instituciones judiciales; y Baldassarre asegura que los órga-
nos  jurisdiccionales  han  suplido  las  insuficiencias  y  limitaciones  de  otros  
poderes del Estado funcionando “como un verdadero y propio órgano de
cierre y salvaguarda del sistema...”.1213 Así, parece no haber duda de que
el incremento de la actividad, protagonismo, vitalidad y presencia, cada
vez más relevante, de los jueces en el funcionamiento del sistema polí-
tico  se  debe  a  las  disfunciones  que  se  manifiestan  en  diversas  sedes  y  en  
diferentes momentos,1214 la creciente presencia del corporativismo y la
multiplicación de subsistemas jurídicos diferenciados.1215
Sin embargo, para muchos comentaristas, este proceso, que conlleva
que   los   conflictos   sociales   básicos   se   sustancien   ante   los   tribunales   de  
justicia,  o,  en  otras  palabras,  que  los  conflictos  políticos  se  transformen  
en jurídicos y asuman los jueces el papel de mediadores o moderado-
res responsabilizándose de las posibilidades de transformación social,
no constituiría una usurpación de los poderes del Parlamento, sino la
muestra del ejercicio dinámico de las funciones de aquellos, que si bien
hace que crezcan sus actividades y el papel que desempeñan, esto es por
1210 Estévez Araujo, José A., op. cit., nota 1129, p. 128.
1211 Cabo Martín, Carlos de, op. cit., notas 1099 y 1134, pp. 72 y 26, respectivamente.
1212 Occhiocupo, Nicola, op. cit., nota 793, p. 23.
1213 Asensi Sabater, José, op. cit., nota 261, p. 201.
1214 Capotosti, Alberto, op. cit., nota 365, p. 1598.
1215 Olivas, Enrique, op. cit., nota 880, p. 17.
344 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

causa de la irresponsabilidad de quien no ha ejercido las funciones y el


rol que tiene asignado en la Constitución y no ha reaccionado, como de-
bería, para proteger su posición y prerrogativas en el ordenamiento.1216
Los jueces, más bien, con su creciente actividad, atenuarían la fractura
entre Constitución formal y sociedad civil, entre norma jurídica y reali-
dad social, convirtiéndose, como dice Ascarelli, en el “puente necesario
entre el corpus iuris y la cambiante realidad”.1217. Es más, esta posición
de  mediadores  de  conflictos  sociales  les  brindaría  una  legitimación  deri-
vada de su relación permanente con los problemas sociales, atenuando de
esta forma su falta de legitimación democrática.1218 Nos parece que este
entendimiento se constata cuando se aprecia que las determinaciones del
legislador son combatidas y censuradas cada vez más crecientemente por
los grupos olvidados,1219 y que la ciudadanía alimenta la percepción de
que el Poder Legislativo no goza de mayor consenso que el Poder Judi-
cial, más aún, que este último está más cerca del pueblo al resolver efec-
tivamente los problemas que cotidianamente las partes les presentan.1220
El juez ejerce un rol de suplencia y provoca que se le considere vía
alternativa al Parlamento y al sistema de partidos, como ya desde hace
algunos años advirtió Pizzorusso, y sede abierta para la canalización de
las demandas sociales en tiempos de crisis de las sedes políticas insti-
tucionales.1221  Debido,  precisamente,  al  afianzamiento  de  esta  labor  de  
suplencia,  Cappelletti  distingue  dos  formas  de  la  misma:  la  fisiológica  
y la patológica. La causa de esta última está en el incumplimiento por
parte del Poder Legislativo de sus obligaciones de creación, transfor-
mación y modernización del derecho, y frente a estos incumplimientos,
dice,  “no  puede  afirmarse  que  una  creatividad  supletoria  más  importante  
por parte de los jueces deba ser tachada de violación de los límites
institucionales que les corresponden”. Esta suplencia “patológica” no
representaría “necesariamente una transgresión de los límites naturales
de  la  función  jurisdiccional”,  sólo  reflejaría  “un  sistema  en  el  que  los  po-
deres públicos fundamentales se encuentran en desequilibrio. Uno o más

1216 Ibidem, pp. 23 y 64.


1217 Comentado y citado por Occhiocupo, Nicola, op. cit., nota 793, p. 26.
1218 Modugno, Franco, “La Corte Costituzionale italiana oggi”, cit., nota 574, p. 33.
1219 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 108, p. 20.
1220 Hitters, Juan Carlos, “Legitimación democrática del Poder Judicial y control de
constitucionalidad”, Justicia, Barcelona, núm. 11, 1987, p. 426.
1221 García Herrera, Miguel Ángel, op. cit., nota 1110, p. 80.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 345

poderes, de signo negativo, logran contraponerse a un poder de signo


positivo, que es, o se supone que sea, fuerte. Lo logran gracias a la de-
bilidad de éste”.1222 Así, que todos los temas que más preocupan a la
ciudadanía lleguen a ser objeto de conocimiento, consideración y deci-
sión de los jueces, tendría una causa, y no sería precisamente, como con
atino escribe Mezzanotte, accidental: en un sistema político en el cual
los instrumentos de selección y síntesis de los intereses a duras penas
funcionan, frente a un modo de legislar desarticulado y fragmentario,
el  enredo  de  los  conflictos  existentes  en  la  sociedad  tiende  a  inflarse  y  
los múltiples y contradictorios intereses que no encuentran un momento
de mediación política terminan dirigiéndose desordenadamente hacia
órganos imparciales.1223
Ante todo lo anterior, ante la evidencia de que los jueces desarrollan
una  función  de  colegislación  sucesiva  y  preventiva,  se  puede  afirmar,  con  
De Cabo, que tienden a ocupar

Un lugar que no les corresponde ni desde la estricta consideración jurí-


dico-constitucional ni desde la lógica del sistema representativo. Se trata
no tanto de un desarrollo o transformación del sistema constitucional, o de
una adaptación del estado de derecho a las nuevas realidades, cuanto de una
patología o excrescencia del mismo y, por tanto, de un hecho que no cabe
sancionar sino denunciar, y en la medida de lo posible corregir.1224

Para Cheli, forma parte de la naturaleza de los órganos jurisdicciona-


les conjugar la expansión con la continencia debido a la fusión de su for-
taleza  con  la  falta  de  competencia  para  iniciar  de  oficio  su  actividad.  Es  
característica  estructural  del  sistema  que  exista  un  enlace  flexible  entre  la  
esfera política y judicial, mismo que forma la razón de ser del sistema de
justicia constitucional. Esta natural “dopia anima” o vocación “bifronte”,
política y jurisdiccional,1225 depende y está determinada por los tiempos
y el modo del sistema político. Según las condiciones que existan en

1222 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 246, pp. 289-290.


1223 Mezzanotte, Carlo, op. cit., nota 526, pp. 170 y 171.
1224 Cabo Martín, Carlos de, op. cit., nota 1099, p. 235, también, “Garantismo y ley
material”, cit., nota 1046, p. 303.
1225 Cheli, Enzo, “Introduzione”, en Barile, P. et al. (cura), Corte Costituzionale e svi-
luppo della forma di governo in Italia, Milán, 1982; id., Grassi, Stefano, “Osservazioni
sul nuovo ruolo della Corte Costituzionale nella forma di governo”, en Romboli, Ro-
berto (cura), La giustizia costituzionale a una svolta, Torino, Giappichelli, 1991, p. 153.
346 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

los diversos momentos históricos, se desarrollan o acentúan cada una de


estas características del sistema. En condiciones de inestabilidad, tran-
sición,  ineficiencia  y  parálisis  del  sistema  político,  los  jueces  devienen  
sede de mediación de los grandes intereses sociales que no encuentran
expresión en las instituciones representativas tradicionales, y promotores
de reformas en nombre de los valores constitucionales; en condiciones
opuestas  de  estabilidad,  competencia,  eficiencia,  orden,  devienen  órganos  
de los intereses minoritarios que se mueven en los márgenes de un sistema
que no los representa. En el primer caso se acentúa el aspecto político del
modelo, mientras que en el segundo es la vertiente jurisdiccional la que
encuentra expansión.1226
Es importante resaltar que existe un estrecho nexo entre la funciona-
lidad del sistema político representativo y el sistema de justicia cons-
titucional: el desarrollo de este último depende de las características
del primero. Como escribe Pizzorusso, el grado de incidencia de las
decisiones del juez constitucional depende, en gran medida, de la forma
en que funcionan las instituciones constitucionales en su conjunto y,
concretamente, el legislativo. La justicia constitucional estaría llamada
a desarrollar una función dirigida al enriquecimiento del tejido institu-
cional propio de la democracia representativa, y a fungir como válvula
de seguridad operando según la mayor o menor presión política que se
acumule dentro del sistema. Ante la crisis actual de la institución repre-
sentativa, el órgano jurisdiccional no sólo estaría llamado a tutelar los
intereses de las minorías frente a los eventuales abusos de las mayorías,
sino  a  cubrir  las  insuficiencias  del  funcionamiento  de  los  mecanismos  de  
representación de los intereses sociales.1227
Es difícil decir ahora, en consecuencia, que los jueces sean exclusi-
vamente un poder que contiene a otros poderes, que detienen o limitan
al  Poder  Legislativo  en  su  función  de  crear  derecho.  Pero  esta    afirmación  
no puede conducirnos a desdeñar que la existencia de un fuerte órgano de
control de constitucionalidad de las leyes puede comportar el riesgo de que
la actividad política dependa cada vez más de la jurisdicción, y que las
fuerzas políticas recurran “precipitadamente” a ella soslayando la reso-
lución  democrática  de  los  conflictos.  Garapon  ha  visto  con  claridad las
consecuencias de este proceder. Para él, los tribunales se han convertido
1226 Cheli, Enzo, op. cit., nota 700, pp. 272 y 273; id., op. cit., nota 1225, p. 12; id. y
Caretti, Paolo, op. cit., nota 259, pp. 34-36.
1227 Cheli, Enzo y Caretti, Paolo, op. cit., nota 259, pp. 37 y 38.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 347

en guardianes de las promesas contenidas en las Constituciones. Su rele-


vancia, dice, es expresión del “fracaso del hombre y la sociedad demo-
cráticos” y su activismo

no puede entenderse si no se vincula con un movimiento profundo, del


cual es solo una de sus manifestaciones. No se trata de una transferencia de
soberanía al juez, sino de una transformación de la democracia. Los jueces
no gozarían de tal popularidad sino satisfacieran una nueva expectativa
política, de la que se han convertido en campeones, y si no representaran
una nueva manera de comprender la democracia.1228

Para Portinaro, la creciente participación de la justicia dentro del


Estado constitucional conlleva una alteración fundamental en el equi-
librio de poderes y un importante daño a la autonomía de los ciudada-
nos que pone en peligro la sustancia democrática del Estado de dere-
cho. Lo que se delinea, opina, es el escenario de una salida del modelo
constitucional de la sociedad liberal democrática y la posible entrada a
una forma de Estado constitucional no legitimado democráticamente. 1229
Precisamente aquí está el núcleo de la cuestión. Como ha señalado
Dogliani, la transferencia de poderes del legislador a los tribunales puede
significar   la   reestructuración   de   la   democracia   en   sentido   elitista   y   oli-
gárquico.1230 Radbruch ya advertía de la posibilidad de que exista una
situación de guerra entre el pueblo y la justicia; y Abendroth observaba
que los controles constitucionales tienen el inconveniente de su menor
carácter representativo, su conservadurismo estructural y tendencial buro-
cratismo. Su función, decía, que encierra altas dosis de decisión política,
puede resultar restrictiva,1231 ya que, como enseña la experiencia, cuando
1228 Esta  afirmación  de  Garapon  la  recoge  Fix-­Fierro,  Héctor,  “Poder  Judicial”,  en  Gon-
zález, M. R. y López Ayllón, S. (eds.), Transiciones y diseños institucionales, México,
UNAM, 1999, p. 170.
1229 Portinaro, Pier P., op. cit., nota 254, p. 430.
1230 Dogliani, Mario, “Los problemas del constitucionalismo en la crisis del Estado
social”, trad. de M. A. García Herrera, Estado de bienestar: perspectivas y límites, Zara-
goza, Pórtico Librerías, 1998, p. 689.
1231 Aguilera de Prat, Cesáreo R., “Problemas de la democracia y de los partidos en
el Estado social”, REP, Madrid, núm. 67, 1990, p. 100. Jefferson dijo en el mismo mo-
mento en que se ponía en funcionamiento el control judicial: “el tribunal, como instancia
suprema  de  todas  las  cuestiones  Constitucionales,  significaría  someternos  al  despotismo  
de una oligarquía”. Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución, trad. de A. Gallego
Anabitarte, Madrid, Ariel, 1964, p. 310. Los jueces pueden imponer a la sociedad una
348 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

se  verifican  cambios  en  el  orden  político  y  económico  el  juez  constitucio-
nal  prefiere  no  arriesgar  mucho,  aferrándose  a  los  valores  consagrados  por  
la tradición: “il suo controllo sull’azione legislativa è molto più incisivo
e intraprendente, allorchè sono in gioco mere riforme di dettaglio, pro-
vvedimenti di natura contingente”.1232 De Vega también ha advertido del
peligro de caer en la “desvertebración democrática del Estado” que con-
duciría “directamente a convertir a la Constitución, como gran programa
político de la libertad, en el único criterio legitimador de la vida pública”.
Si esto sucediera, se impondría la lógica de la Constitución sobre la lógi-
ca de la democracia, la voluntad de aquélla sobre la voluntad del pueblo.
Las Constituciones, de esta forma, dejarían de “ser en la práctica obra del
pueblo  y  fiel  reflejo  de  la  realidad  social,  para  convertirse  en  creación  de  
poderes constituyentes ocultos y misteriosos”.1233
Hemos  tratado  de  mostrar  que  el  aumento  de  la  influencia  del  juez  
constitucional en la vida del Estado proviene de una comprensión más
intensa   de   los   derechos   y   de   las   deficiencias   del   proceso   político   de  
formación de la voluntad estatal. La materialización de los derechos au-
menta de forma considerable e inevitable la participación de los jueces en
la evolución, modernización y creación del derecho,1234 debido a que pre-
tenden abarcar todo el mundo jurídico y tienen varias facetas de desarrollo,
todas  ellas  vinculantes  para  los  poderes  públicos  y,  específicamente,  para  

ideología, retener el avance hacia mayores formas de justicia social o incluso fortalecer
la centralización o la autoridad de un solo poder en detrimento del equilibrio de poderes.
Al respecto, Wheare, K. C., op. cit., nota 369, pp. 100 y ss. Asimismo, pueden retardar
reformas sociales o evitar cambios importantes para el progreso de la comunidad. Los
ejemplos clásicos al respecto son la República de Weimar (1919-1933) y la crisis en-
tre el presidente Roosevelt y el Tribunal Supremo de los Estados Unidos (1933-1937).
Abendroth con respecto a la República de Weimar dice que hubo en ella una “corrosión
sistemática del derecho constitucional por las artes interpretativas de los juristas anti-
democráticos activos en la ciencia y en la jurisprudencia”. Abendroth, Wolfgang, op.
cit., nota 1054, p. 414. Como escribió en su momento Lincoln, si el ciudadano deja las
cuestiones esenciales que afectan a todo el pueblo a las decisiones del tribunal supremo,
el pueblo habrá dejado de ser el soberano y habrá entregado prácticamente su gobierno a
las manos de ese eminente tribunal.
1232 Vita, Ana de, “I valori costituzionali come valori giuridici superiori nel sistema
francese. Il Conseil constitutionnel fra nuovi compiti e nuove responsabilita”, Quaderni
Costituzionali, núm. 1, 1984, pp. 68 y 80.
1233 Vega García, Pedro de, “Mundialización y derecho constitucional: la crisis del
principio democrático en el constitucionalismo actual”, REP, Madrid, núm. 100, 1998,
pp. 35 y 46.
1234 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 562, p. 617.
EL CRECIMIENTO DE LA POSICIÓN JURÍDICA DEL JUEZ 349

el legislador, además de que existen síntomas de disfunciones en diversas


sedes del poder político. Hace tres décadas, Trujillo advirtió que la exten-
sión del control de constitucionalidad estaba conectada con problemas,
tales como la pérdida de prestigio de la Constitución y la crisis de la
concepción clásica de la ley: dos de las cuestiones más importantes de
la fenomenología político-constitucional de nuestro tiempo. Estos proble-
mas  están  íntimamente  unidos  a  otros,  como  la  ineficacia  conformadora  
de las Constituciones y sus fórmulas, y el dominio de los mecanismos
institucionales del Estado por grupos políticos y económicos que im-
primen orientación al proceso político. Estas situaciones exigen inten-
tar su remedio. “Por eso, si realmente importa vigorizar el sentimiento
constitucional  estimulando  la  confianza  en  la  Constitución,  es  evidente  
la  necesidad  de  reforzar  la  eficacia  de  sus  prescripciones,  dotándolas  de  
garantías  eficientes”.1235

1235 Trujillo Fernández, Gumersindo, op. cit., nota 828, pp. 7 y 8.


CAPÍTULO CUARTO
HACIA UN SISTEMA DE CONTROL CONSTITUCIONAL
EN MÉXICO. JUSTICIA CONSTITUCIONAL
Y DEMOCRACIA

La concepción de los derechos que hemos presentado en el capítulo an-


terior condiciona la forma de entender la naturaleza y funciones de la
jurisdicción constitucional. Las ideas esbozadas sobre el papel de deter-
minación material o sustancial que desempeñan los derechos dentro del
sistema jurídico, su carácter de principios y la consecuencia de concebir
al orden jurídico como un sistema abierto frente a la moral por el efecto
de irradiación de los mismos derechos ponen en discusión cuestiones dis-
tintas a las tratadas tradicionalmente. Además, como señala Baratta, ac-
tualmente nos hallamos ante un proceso en el que los derechos fundamen-
tales se van desvinculando de la ley por no encontrar en ella una verdadera
garantía de protección de las libertades de los individuos y los grupos, y
se van vinculando a fuentes superiores del ordenamiento del Estado: normas
constitucionales, principios constitucionales, principios generales del de-
recho, derecho natural y justicia material.1236 Asimismo, los problemas a
los que se enfrenta el sistema representativo no han dejado de condicionar
las funciones que está llamado a desempeñar el juez constitucional. Como
hemos tratado de mostrar, el vacío político creado por el actual funciona-
miento de la democracia representativa ha acentuado la participación de
los  jueces  como  mediadores  en  los  conflictos  sociales  y  ha  aumentado  sus  
competencias.  A  través  de  la  canalización  a  sede  judicial  de  los  conflictos  
sustanciales, los partidos minoritarios o los grupos que no encuentran ex-
presión en el Parlamento tratan de equilibrar su posición respecto de la
mayoría1237 o simplemente obtener un espacio para ser escuchados. Son,
1236 Baratta, Alessandro, “El Estado de derecho, historia del concepto y problemática
actual”, trad. de M. Barbero, Sistema, Madrid, núm. 17-18, 1977, p. 21.
1237 García Morillo, Joaquín, “El parlamento en la era global”, Cuadernos de Derecho
Público, Madrid, núm. 1, 1997, p. 92.
351
352 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

en suma, los problemas que enfrenta la dinámica propia de las sociedades


democráticas contemporáneas los que han propiciado una mayor interven-
ción de los órganos jurisdiccionales en la vida comunitaria.
México de ninguna manera ha permanecido exento de todas estas cir-
cunstancias. A continuación nos parece, al efecto, de sumo interés señalar,
más que el proceso de disfuncionalidad del Parlamento mexicano y la
decadencia de la ley en nuestro país, que es un proceso estructural que
forma parte de los problemas propios de todas las democracias actuales
y que puede darse por referido con la exposición que hicimos en el ca-
pítulo tercero de este trabajo, el aumento de funciones, competencias e
importancia  del  órgano  de  justicia  constitucional  en  México.  La  finalidad  
de lo anterior será demostrar que también nuestro país ha entrado a lo que
López Guerra y Aguiar de Luque han llamado “el proceso de recupera-
ción y relanzamiento del control de constitucionalidad en sus diferentes
variantes”. No por casualidad se ha dicho que hoy tenemos un tribunal
constitucional más activo y con mayor presencia en la vida pública.
Al abordar esta perspectiva no podemos olvidar que, como ha pues-
to  de  manifiesto  José  Ramón  Cossío,  en  México,  hasta  hace  muy  pocos  
años, privó un entendimiento político de la Constitución, “construido de
modo  específico  por  los  juristas”,  conveniente  para  mantener  al  entonces  
régimen político dominante. La Constitución no era vista como un “obje-
to de estudio normativo”, al contrario, era, simultáneamente, “un objeto
de estudio sustantivo y emotivo”, un verdadero fenómeno político, “ex-
presión directa de una realidad política”.1238 Más que una norma jurídica,
la ley fundamental era un programa político. Además, y por las mismas
causas, existía un “orden jurídico fuertemente homogéneo”, tanto en sus
condiciones de producción como en el alcance de sus sentidos normati-
vos, lo que evitó que se reconociera a las normas constitucionales tener
varios  significados  y  que,  en  general,  el  sistema  jurídico  y  la  Constitución  
pudieran “desarrollarse” o evolucionar.
En virtud de esta comprensión de la Constitución, la Suprema Corte
de Justicia de la Nación no pudo ejercer adecuadamente sus funciones,
caracterizándose por su “debilidad institucional y un grado de indepen-
dencia acotado”, que se manifestó, fundamentalmente, en la circunstan-
cia de que su actividad interpretativa fuera “desigual y relativamente
escasa, salvo por algunas áreas jurídicas determinadas”, postergando,
1238 Cossío Díaz, José Ramón, Dogmática constitucional y régimen autoritario, México,
Fontamara, 1998, p. 69.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 353

como señala Cossío, su papel de interprete creador de la Constitución.


Importantes cuestiones constitucionales “no fueron objeto de interpreta-
ción, o lo fueron de manera incompleta, inconsistente y, en ocasiones,
desafortunada”, además de que su actividad, “en términos genéricos, se
encontraba muy distante del ámbito de toma de decisiones políticas”.
La Corte dejó de formular “criterios sobre las partes más relevantes de la
Constitución” causando “una disminución de las posibilidades de control
constitucional”. De esta forma se produjo una “interpretación minima-
lista de la Constitución” y sus preceptos, es decir, una reducción de “los
contenidos y alcances” de las decisiones de la Corte a expresiones míni-
mas, caracterizándose su jurisprudencia no por una orientación positiva
y  determinada,  sino  por  criterios  de  identificación  negativos,  es  decir,  por  
lo que “dejó de hacer y de decir”.1239
Esta actitud tiene su explicación, según Fix-Fierro, principalmente en
tres razones relacionadas, precisamente, con la comprensión política de
la Constitución: ante los tribunales no se plantearon cuestiones determi-
nantes para la vida de la comunidad; los pocos casos que se presentaron
fueron evadidos por los mismos juzgadores, y la vía de la reforma al tex-
to constitucional gozaba de preeminencia como instrumento del cambio
constitucional. Súmese a esto, como señala el mismo autor, la inexisten-
cia de una efectiva separación entre la justicia ordinaria y la constitu-
cional debido a la débil fuerza normativa de la norma básica; la escasa
virtualidad  del  amparo  para  afirmar  dicha  separación;;  el  rechazo  de  la  
propia Corte de conocer cuestiones políticas; su exorbitante competen-
cia para conocer de amparos contra sentencias judiciales; los efectos re-
lativos de las sentencias de amparo,1240 y las características autoritarias
del régimen mexicano que suponía y efectuaba un férreo control sobre
el aparato de justicia, la autonomía de sus órganos y la independencia
de sus funcionarios.
Por estas circunstancias, el papel que desempeñaba el órgano de con-
trol de constitucionalidad en nuestro país era “poco determinante” y muy
disminuido en relación con los otros poderes públicos. Incluso, en aque-
llos años se aseguraba que no podía ser considerado un verdadero con-
trapeso político, ya que su función se limitaba a “servir a los intereses
1239 Cossío Díaz, José Ramón, “La teoría constitucional de la Suprema Corte de Justi-
cia”, La teoría constitucional de la Suprema Corte de Justicia, México, Fontamara, 2002,
pp. 114-138.
1240 Fix Fierro, Héctor, op. cit., nota 1228, pp. 171-180.
354 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

del Estado autoritario”, “hacerle el juego al sistema político”, avalando y


validando “la arbitrariedad como sistema de gobierno”, y robusteciendo,
con algunas de sus interpretaciones, “aspectos fundamentales del autori-
tarismo del sistema político mexicano”. En virtud de este rebajado papel,
cuando surgían nuevos problemas sociales era más expedito reformar la
Constitución  o  llevar  los  temas  al  Congreso  que  intentar  que  los  definiera  
y resolviera la Suprema Corte. En suma, durante muchos años, la Corte
no asumió su responsabilidad de dar contenido al marco jurídico cons-
titucional y “adaptarlo a los cambios sociales mediante la jurispruden-
cia y los criterios de interpretación de las leyes”. 1241 Así se explica por
qué la jurisprudencia era considerada “uno de los barrios bajos del pen-
samiento  jurídico”,  “pragmática  e  irremisiblemente  superficial”,  “inútil  
para  nuestro  conocimiento  científico”1242 y que, incluso, como señalaba
Cabrera, se le haya ubicado, despectivamente, “debajo de la ley y a veces
de la doctrina”.
A partir de 1994 existe en México una corte de justicia con mayores
competencias y poderes de control, y una renovada posición dentro del

1241 Carrillo Flores, Antonio, op. cit., nota 539, pp. 53 y 54. El Poder Judicial Fede-
ral se desenvolvió “en una esfera cerrada, altamente verticalizada, anquilosada y muy
poco receptiva y sensible por la problemática social y política...”. Era “el poder menos
visible  e  influyente  en  la  vida  estatal  mexicana”  limitándose  en  su  tarea  sustancial  a  
“resolver casi siempre a favor del sistema político tradicionalmente conocido, para el
remoto caso de que los órganos administrativos o legislativos no hubieran podido con-
tener algún tipo de protesta o inconformidad ciudadana”. Gómez Martínez, Juan Carlos,
“Las funciones de la Suprema Corte: presente y futuro”, cit., pp. 384 y 385. Concha
Cantú señala que, en general, las instituciones judiciales del país han estado olvidadas,
desde todos los ámbitos, incluido el académico. “Por muchos factores de tipo político,
histórico, económico que tienen que ver con la realidad mexicana, no han cumplido o
no se les ha dejado cumplir con el papel de poderes públicos de manera cabal”. Concha
Cantú, Hugo A., “La administración de justicia en las entidades federativas”, La admi-
nistración de justicia en las entidades federativas. Amparo directo (dos conferencias
magistrales), Zacatecas, Cuadernos de la Judicatura, 2000, pp. 12 y 13. También Rubio,
Luis y Magaloni, Beatriz (coord.), A la puerta de la ley. El Estado de derecho en México,
México, Cal y Arena, 1994.
1242 Gaxiola, Jorge, “Los efectos de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia
que declara la inconstitucionalidad de una ley”, El pensamiento jurídico de México en el
derecho constitucional, México, Porrúa, p. 138. Si consideramos, por ejemplo, los tér-
minos del mensaje de Carranza en 1916 cuando presentó ante el Congreso Constituyente
su  propuesta  de  reformas  a  la  Constitución  de  1857,  fin  de  una  época  en  México  desde  el  
punto de vista jurídico e histórico, y lo que hasta aquí hemos dicho sobre la actuación de
la justicia mexicana hasta hace pocos años, nos podemos percatar del drama de la justicia
mexicana que durante años no ha podido consolidarse de forma sólida.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 355

sistema político. Para algunos autores, incluso, este año marca un “nuevo
comienzo” para la Suprema Corte de Justicia mexicana. A partir de en-
tonces, se repite con insistencia, la Corte ha pasado a transformarse de
un supremo tribunal de justicia a un verdadero tribunal constitucional.
Como fundamento de esta conversión, y basándose en un “retrato tipo”
de estos órganos,1243 se aducen cambios, tales como la reducción del nú-
mero de sus integrantes; la asignación a éstos de un periodo relativa-
mente amplio de permanencia en el puesto, el aumento de los requisitos
que deben cumplir para aspirar al cargo y la prohibición de reelección;
la consagración de un nuevo sistema de nombramiento en el que los se-
nadores tienen amplia participación; la exclusión de las actividades de
administración por la creación de un órgano especial para el gobierno del
Poder Judicial, y el otorgamiento de la facultad de declarar la anulación
de leyes con efectos generales.
Pero entre estas razones, dos nos parecen las más recurrentes entre los
analistas para considerar a la Corte un tribunal constitucional: primero,
la eliminación de algunas de sus competencias no constitucionales, ya
que las atribuciones de control de legalidad se trasladaron a los tribuna-
les colegiados (fenómeno incluso cronológicamente comprobable, pues
en 1988 fue cuando comenzó a hablarse del tránsito hacia un tribunal
constitucional, y en aquella ocasión lo que sucedió fue una “renovación
de las competencias de la Corte” en el sentido, no de un aumento de
competencias, sino de un “nuevo arreglo competencial” entre la Corte y
los tribunales colegiados);1244 y segundo, la atribución o fortalecimiento
de las competencias más características de los denominados tribunales
1243 Según Favoreau, las condiciones de existencia de un Tribunal Constitucional son:
un contexto institucional o jurídico peculiar; un estatuto constitucional; un monopolio
de lo contencioso constitucional; que la designación de los miembros del Tribunal pueda
realizarse entre jueces no magistrados y por autoridades políticas; que integre una ver-
dadera jurisdicción y que ésta se encuentre fuera del aparato jurisdiccional. Favoreau,
Louis, op. cit., nota 255, pp. 27-35, y nota 294, p. 105. Brage Camazano señala que un
Tribunal es auténtico Tribunal Constitucional si es un órgano constitucional ad hoc y
especializado en el conocimiento de los asuntos jurídico constitucionales. Brage Cama-
zano, Joaquín, La acción de inconstitucionalidad, México, UNAM, 1998.
1244 Cossío Díaz, José Ramón, “La Suprema Corte y la teoría constitucional”, Política
y Gobierno, México, núm. 1, 2001, p. 97. Entre quienes consideran como determinante
para señalar que la Corte es un Tribunal Constitucional por la posibilidad conferida de
declarar en forma general la inconstitucionalidad de las leyes está el maestro Juventino
Castro, como lo señala en su trabajo, “Ideas generales sobre la Suprema Corte como
Tribunal Constitucional”.
356 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

constitucionales, concretamente, las acciones de inconstitucionalidad y


las controversias constitucionales.
La primera razón mencionada, que reforzó la tendencia a eliminar las
características de tribunal de casación de la Suprema Corte, es muy im-
portante debido a que éstas habían sido las que “oscurecían”, para decirlo
con Carrillo Flores, su papel de poder político. Este “desarrollo lento y en
ocasiones contradictorio, para atemperar la función de nuestra Suprema
Corte como tribunal de casación”, que procedía de una resolución que
data de 1869 y que se reforzó en 1928 y 1934 con el aumento del número
de ministros y la creación de salas especializadas dentro de la Corte para
conocer de los juicios de amparo, y que llevó a Rabasa a señalar la im-
posibilidad de aquélla en la realización de esta tarea, comenzó en 1951
con la creación de los tribunales colegiados de circuito conformados con
el propósito de auxiliar a nuestro máximo tribunal en el conocimiento y
resolución de juicios de amparo contra sentencias judiciales. Piénsese en
la  importancia  de  esta  modificación,  tomando  en  cuenta  que  antes  de  la  
misma era el Pleno y las salas de la Corte quienes conocían de los recur-
sos de revisión interpuestos en contra de las sentencias dictadas por los
jueces de distrito en amparo indirecto y de todos los amparos directos
promovidos. Los tribunales colegiados se crearon para que conocieran
de violaciones procesales, mientras que la Corte se reservó el análisis de
las violaciones de fondo.
Las  reformas  de  1968,  en  la  misma  línea,  modificaron  la  distribución  
de competencias para el conocimiento del juicio de amparo, trasladando a
los tribunales colegiados los asuntos de mayor importancia social, eco-
nómica y jurídica, dejando a la Corte el conocimiento de los más tras-
cendentes desde el punto de vista patrimonial y material. Asimismo, en
esta reforma se consignó que cuando el Pleno de la Corte estableciera
jurisprudencia en asuntos promovidos contra la inconstitucionalidad de
una ley, los casos subsecuentes podían trasladarse a los colegiados para
su resolución y que sólo conocería de los asuntos federales que el propio
Pleno considerara de trascendencia para los intereses de la nación. En
1983 se otorgó a la Corte la facultad de remitir a los tribunales colegiados,
de  oficio  o  a  petición  del  procurador  general  de  la  República,  cualquier  
amparo promovido ante ella que careciera de importancia y trascendencia
social y la facultad inversa de atraer a su conocimiento los amparos que,
tramitados ante los tribunales colegiados, fueran de especial importancia.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 357

Lo que es necesario decir es que el rezago era el principal problema


que las reformas efectuadas de 1928 hasta 1983 trataron de combatir.
Como señala Fix-Fierro: “las reformas sufridas por la Corte a partir de la
Constitución de 1917 es la historia de los esfuerzos por aliviar su carga de
trabajo y por combatir el rezago”, esfuerzo realizado, en algunas ocasio-
nes, mediante el aumento periódico del número de ministros, la creación
de órganos judiciales especiales o, posteriormente, mediante el reparto de
competencias en materia de juicio de amparo entre los diversos tribuna-
les.1245 Es decir, los cambios en la justicia federal respondieron más que
al  desarrollo  de  una  tendencia  basada  en  una  concepción  específica  de  la  
norma constitucional, al convencimiento de que la Suprema Corte no po-
día resolver “en último grado todas las controversias judiciales del país”.
Aun  así,  Carrillo  Flores  señalaba,  a  fines  de  los  años  setenta,  que  a  pesar  
de sus facultades relacionadas con el control de la constitucionalidad, la
Suprema Corte era

cuantitativamente es decir, por el volumen y no por la trascendencia de su


trabajo... fundamentalmente un órgano para el control de la legalidad de
las autoridades mexicanas en sus tres ámbitos; el federal, el local, e incluso
el  municipal.  Lo  cual  significa  que  la  Suprema  Corte  es  una  institución  que  
en la actualidad, paradójicamente, se acerca más, sin que naturalmente sea

1245 Fix-Fierro, Héctor, “La defensa de la constitucionalidad en la reforma judicial de


1994”, La reforma constitucional en México y Argentina, México, UNAM, 1996, p. 44;
id., op. cit., nota 1228, p. 176. Así, también J. Castro señala que “en agosto de 1928 se
inaugura una espectacular y sostenida carrera para disolver la acumulación de asuntos
de la competencia de la Suprema Corte”. Las reformas a la Suprema Corte de justicia la
Nación en el siglo XX, cit., p. 336. Una de las reformas efectuadas en 1951 fue la con-
sagración del sobreseimiento de la acción por inactividad procesal misma que a pesar de
las críticas que recibió se encontraba “en armonía con la preocupación general de abatir
el rezago existente”. Fix-Zamudio, Héctor y Cossío Díaz, José R., El Poder Judicial
en el ordenamiento mexicano, México, FCE, 1996, p. 157. Con respecto a las reformas
de 1968, Fix-Zamudio señala enfáticamente: “No se advierte entonces la intención de
realizar una reforma a fondo de la estructura y el funcionamiento del Poder Judicial Fe-
deral, sino, de manera predominante, la corrección de los errores técnicos en que habían
incurrido las reformas de 1951, y por ello, se centró en un nuevo reparto de competencias
entre la Suprema Corte y los propios tribunales colegiados de circuito, exclusivamente en
relación con los juicios de amparo”. Fix-Zamudio, Héctor, “Ochenta años de evolución
constitucional del juicio de amparo mexicano”, Ensayos sobre el derecho de amparo, 2a.
ed., México, Porrúa, 1999, p. 748. La verdad es que el problema del rezago ya estuvo
presente en las reformas constitucionales de 1900 y 1908 y está ligado desde esta época
al amparo judicial.
358 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

idéntica, a lo que quisieron hacer de ella los Gobiernos centralistas, que a


lo que imaginaron los Constituyentes de 1824.1246

Cambios importantes se produjeron en 1987. Es en este año cuando,


como apunta Fix-Fierro, comienza la denominada transición hacia una
justicia   constitucional   real,   eficaz,   independiente   y   profesional.   El   ob-
jeto de estas reformas fue fortalecer el principio de división de poderes,
salvaguardar las libertades de los individuos, continuar con el proceso
de descentralización de la función jurisdiccional federal y acabar con el
problema del rezago en asuntos de competencia de la Suprema Corte de
Justicia, pero, sobre todo, el objetivo fue hacer que la Corte se dedicara
“fundamentalmente a la interpretación  definitiva  de  la  Constitución”, a
la  salvaguarda  y  “fijación  en  definitiva  del  alcance  de  los  textos  constitu-
cionales”, dejando a los tribunales colegiados el control de las cuestiones
de legalidad, como ya se había propuesto en dos proyectos presentados
en 1944 y 1959. La vía de realización de este objetivo fue la redistribu-
ción de competencias entre los diversos tribunales basándose en una idea
distinta a la que se utilizó en las reformas anteriores. El nuevo criterio
fue la naturaleza de la función y el control: a la Corte le correspondería el
control de constitucionalidad, y a los tribunales colegiados el control de
legalidad,1247 consagrándose, de esta manera, la distinción entre ambas
esferas jurídicas. Mediante esta división competencial y, principalmente,
porque la Corte únicamente intervendría cuando existiera una violación
directa a la Constitución, se pretendió eliminar su función de tribunal de
casación, y consagrar, en su lugar, un tribunal constitucional.
En  esta  virtud,  se  redefinió  la  competencia  de  la  Corte  en  materia  de  
juicio de amparo; se le otorgó la facultad de atracción de los amparos en
revisión que considerara de especial interés, importancia y trascenden-
cia;;  se  le  atribuyó  competencia  para  emitir  acuerdos  generales  con  el  fin  
de distribuir entre las salas los asuntos de su competencia; se ampliaron
las materias susceptibles de ser objeto de su actividad para que estuviera
en actitud de “controlar la constitucionalidad de los actos materialmente

1246 Carrillo Flores, Antonio, “La Suprema Corte de Justicia mexicana y la Suprema
Corte norteamericana. Orígenes semejantes; caminos diferentes”, La Suprema Corte y el
pensamiento jurídico, op. cit., p. 323.
1247 Fix-Zamudio, Héctor y Valencia Carmona, Salvador, Derecho constitucional mexi-
cano y comparado, México, Porrúa, 1999, p. 761; id., “La Suprema Corte de Justicia
como Tribunal Constitucional”, cit., nota 562, p. 535.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 359

legislativos más importantes en todo el ámbito del país”, y se dejó todo el


control  de  legalidad  a  los  tribunales  colegiados.  A  juicio  de  la  más  influ-
yente doctrina del país, esta reforma hizo posible el surgimiento de una
verdadera justicia político-constitucional distinta de la justicia ordinaria,
y abrió la puerta a la Suprema Corte para efectuar una auténtica interpre-
tación  constitucional,  intervenir  de  manera  directa  en  la  definición  de  las  
cuestiones constitucionales sustantivas y formales de competencia y pro-
cedimiento,  y  ejercer  “mucha  mayor  influencia  en  la  política  pública”.  Por  
todo lo anterior se ha dicho que esta reforma “marca el comienzo de un
nuevo rumbo en la evolución de las instituciones judiciales del país”. 1248
La reforma de 1994 ha sido considerada la más radical y profunda
“que hayan enfrentado la Suprema Corte y el Poder Judicial de la Fede-
ración a lo largo de su historia”, y no sólo eso, sino “uno de los cambios
más sorprendentes en la historia legislativa de México”, pues “alteró pro-
fundamente la estructura y funciones del sistema judicial federal” del
país.1249 Con la misma se instituye el Consejo de la Judicatura Federal,
se crea la carrera judicial, se dota a la Corte de nuevas atribuciones y se
le otorga la facultad de pronunciar declaraciones generales de inconsti-
tucionalidad; se diseña una nueva forma de integración del máximo tri-
bunal, se reduce el número de ministros, se establecen límites a su per-
manencia en el cargo y se perfecciona el régimen de incompatibilidades.
Asimismo, se distribuyen competencias jurisdiccionales, concentrándose
en  la  Corte  la  solución  de  los  conflictos  derivados  de  la  aplicación  de  la  
Constitución trasladando las controversias de legalidad a los tribunales
colegiados de circuito y conservando únicamente en la competencia de
aquélla los juicios de amparo de segundo y último grado en los cuales
se discutieran cuestiones constitucionales. De este modo, señala Fix-Za-
mudio,  la  Suprema  Corte  recuperó  su  función  de  intérprete  final  de  los  

1248 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1228, p. 207. De forma por demás incisiva Cossío
señala que “esta nueva forma de distribución dio lugar a una separación heterodoxa en
donde, dentro de un sistema de control difuso de la constitucionalidad, se concentraron
en un solo órgano los pronunciamientos sobre constitucionalidad de normas generales”.
Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1244, pp. 96 y 97.
1249 Vargas, Jorge A., “El renacimiento de la Suprema Corte de México: evaluación de la
reforma judicial del presidente Zedillo de 1995”, trad. de J. Serrato Combe, Revista de In-
vestigaciones Jurídicas, México, núm. 20, 1996, p. 603. También Gudiño Pelayo, José de
Jesús,  “La  justicia  federal  al  final  del  milenio”,  Ingeniería judicial y reforma del Estado.
Preocupaciones, inquietudes, esperanzas..., México, Editora Laguna, 2001, pp. 25-45.
360 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

principios y valores de la carta federal, y superó su carácter de tribunal


de casación.1250
Estas reformas, como observa Cossío, no se fundamentaron en el re-
zago  o  en  razones  de  eficiencia,  “sino  en  el  carácter  de  la  Constitución  y  
del orden jurídico, y en la necesidad de fortalecer al órgano competente
para mantener la supremacía constitucional”. En este sentido, han podido
ser apreciadas como la continuación, el reforzamiento y la ampliación
de la tendencia iniciada en 1988 de convertir a la Corte en un tribunal
constitucional,  sobre  todo  porque  se  le  confió  la  facultad  de  defender  la  
supremacía de la norma básica a través de ciertos procesos característi-
cos de la competencia de estos órganos y se dotó a sus resoluciones de
la posibilidad de tener efectos generales, y “justamente eso es lo que
caracteriza a los tribunales constitucionales”.1251 Para los autores de la
reforma, ésta traería como consecuencia el fortalecimiento y consolida-
ción de la Suprema Corte. Lo que es necesario advertir ahora es que estas
modificaciones  no  fueron  un  mero  ajuste  de  la  estructura  judicial,  sino  
un auténtico cambio que le otorgó al Poder Judicial mayor peso político
e institucional, amplió su función de intérprete y garante último de la
Constitución, y afectó el equilibrio de poderes.1252
Con la reforma de 1999 se continuó la tendencia de concentrar sólo
los asuntos más importantes dentro de la competencia de la Corte. “Es
imprescindible, se señala en la exposición de motivos de la iniciativa de
reformas, permitir a la Suprema Corte —como sucede en otras nacio-
nes— concentrar todos sus esfuerzos en el conocimiento y resolución de
aquellos asuntos inéditos o que comprendan un alto nivel de importancia
y trascendencia y que, por tal razón, impactan en la interpretación y apli-
cación del orden jurídico nacional”. A partir de este objetivo se amplió la
facultad del Pleno de expedir acuerdos generales para lograr una adecuada
distribución entre las salas de los asuntos competencia de la Corte, y la
de remitir a los tribunales colegiados aquellos que, siendo de su conoci-
miento, ya se hubiera establecido jurisprudencia en la materia correspon-
diente, no revistan interés o trascendencia o los que ella misma determine

1250 Fix-Zamudio, Héctor, Introducción al estudio de la defensa de la Constitución en


el ordenamiento mexicano, 2a. ed., México, CCG-UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, 1998, pp. 11, 102 y 109.
1251 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1244, p. 99.
1252 Fix-Fierro, Héctor, “La reforma judicial de 1994 y las acciones de inconstituciona-
lidad”, Ars Iuris, México, núm. 13, 1995, p. 113.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 361

para lograr una mejor impartición de justicia. Esta reforma, además, con-
sagró  modificaciones  relacionadas  con  la  integración  del  Consejo  de  la  
Judicatura y su relación con el Poder Judicial de la Federación.
Se ha insistido en señalar que las reformas constitucionales y lega-
les de 1988 y 1994, además de que transformaron sustancialmente las
instituciones que conforman la jurisdicción constitucional en México,
concentraron en la Suprema Corte la decisión en última instancia de las
controversias estrictamente constitucionales, otorgándole una competen-
cia  definida  de  jurisdicción  constitucional,  que  la  convirtió,  desde  el  pun-
to de vista material, en un tribunal especializado, aunque no se le haya
conferido la denominación expresa correspondiente.1253 Desde esta pers-
pectiva, para que un tribunal tenga esta denominación, debe conocer sólo
de cuestiones constitucionales. La tendencia de que la Suprema Corte
conozca sólo de estos asuntos ha sido, como hemos reseñado rápidamen-
te, evolutiva, de ninguna manera espontánea, y dio inicio en los años
cincuenta. Por ello se puede asegurar que, efectivamente, ha habido una
“reducción paulatina de la competencia de la Suprema Corte de Justicia
en materia de casación y en general, del control de legalidad”, por lo que
el título de tribunal constitucional para nuestro máximo tribunal ha sig-
nificado  una  transformación  negativa,  que  comprende  la  eliminación  de  
sus  competencias  en  cuestiones  de  legalidad,  “que  se  refieren  a  la  reso-
lución  de  conflictos  derivados  de  la  aplicación  de  leyes  ordinarias”,  y  su  
especialización en competencias únicamente de justicia constitucional.
Este título también tiene una reciente vertiente positiva, ya que se han
incluido dentro de su competencia nuevos instrumentos de control y se
reforzaron otros, tales como las controversias constitucionales, lo que,
como escribe Fix, ha propiciado una renovación de sus funciones propia-
mente constitucionales.1254
Pero, a nuestro parecer, no basta con la consagración formal de más
competencias al órgano de control para poder considerarlo un tribu-
nal constitucional, por más que éstas sean las más características de
los mismos. Es necesario analizar cada uno de los elementos básicos
del denominado derecho del control de la constitucionalidad, y, sobre
1253 En esta característica insisten Carpizo, J. et al., “La jurisdicción constitucional en
México”, en García Belaunde, D. y Fernández Segado, F. (coords.), La jurisdicción cons-
titucional en Iberoamérica, Madrid, Dykinson, 1997, pp. 747, 748, 759 y 761.
1254 Fix-­Zamudio,  Héctor,  “Significado  actual  del  control  constitucional  en  México”,  El
significado  actual  de  la  Constitución, México, UNAM, 1998, pp. 233 y 234.
362 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

todo,  verificar  si  en  la  utilización  y  el  sentido  que  se  les  ha  impreso  a  los  
mismos se han producido los cambios señalados e introducido alguna
concepción sobre la Constitución y la vida constitucional. En adelante
trataremos de analizar esto, aunque sea brevemente, guiándonos por los
cambios ocurridos a partir de la importante reforma de 1994 en la que,
como hemos dicho, se establecieron importantes instrumentos de protec-
ción directa de la Constitución.

I. EL DERECHO DE CONTROL CONSTITUCIONAL EN MÉXICO

I. Órganos de control y defensa


constitucional en los estados

Una de las consecuencias más visibles del proceso de transición po-


lítica en México ha sido el resurgimiento del constitucionalismo local.
También en este caso, como señala Concha Cantú, la reforma federal de
1994 fue “detonador de los procesos de cambio” y factor de “activación
o reactivación de la función social de los tribunales”. Estos procesos de
cambio tienen diversas vertientes, igual de complejas e importantes, pero
sólo a dos nos referiremos, brevemente, a continuación: los esfuerzos por
crear un auténtico federalismo judicial, y la conversión de los órganos de
justicia local en tribunales constitucionales estaduales.
La  primera  vertiente  está  relacionada  con  la  gran  influencia  que  tiene  
la  justicia  federal  sobre  la  local.  Esta  influencia,  y,  en  algunas  ocasiones,  
subordinación y dependencia, se muestra, principalmente, con dos atri-
buciones conferidas a los tribunales federales: la facultad de revisar, a
través del amparo, las resoluciones dictadas por los tribunales estatales, y
la obligatoriedad de la interpretación que realizan de las normas locales.
Es decir, dentro del marco jurídico actual, la justicia federal no sólo revi-
sa  las  actuaciones  de  la  justicia  local,  sino  también  define  el  significado  
de  las  normas  que  rigen  en  los  Estados,  y,  por  tanto,  fija  pautas  interpre-
tativas obligatorias a sus órganos judiciales. Ambas cuestiones afectan y
limitan la autonomía judicial de los estados, haciéndola aparecer como
una  ficción,  ya  que  las  mismas  hacen  visible  que  los  tribunales  locales,  
como con gran acierto se ha explicado, están subordinados a los pautas y
criterios que dicta el Poder Judicial Federal.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 363

Los   órganos   jurisdiccionales   locales   no   resuelven   en   forma   definiti-


va   los   conflictos   que   se   les   presentan,   ya   que   la   justicia   federal   puede  
revisar  y  modificar  sus  resoluciones  a  través  del  amparo.  Por  ello,  Gu-
diño Pelayo señala que el sistema vigente del amparo judicial hace de la
justicia estatal una justicia de trámite, de paso hacia la justicia federal,
pues “cualquier controversia local es judicial por destino”. “En otras pa-
labras, las resoluciones que dicten los jueces locales, incluso las de los
tribunales superiores de justicia de los estados, son provisionales, pues
su  definitividad  sólo  la  adquieren  cuando  las  partes  deciden  no  interponer  
amparo, o cuando el Tribunal Colegiado niega el amparo que contra tales
resoluciones promovió alguna de las partes”. A través de estos tribunales,
y mediante dicha función, la justicia federal “se erige como auténtica ter-
cera instancia” o “autoridad jurisdiccional superior de todo el país”. 1255
La autonomía de los poderes judiciales locales también resulta afectada
en virtud de la obligación que tienen de interpretar las normas estatales de
forma acorde con la efectuada por los órganos federales, es decir, las re-
soluciones de aquellos tienen que estar basadas en la interpretación de las
normas locales realizada por los tribunales federales, por lo que son éstos
1255 Concha Cantú, Hugo H. y Caballero Juárez, José A., Diagnóstico sobre la adminis-
tración de justicia en las entidades federativas. Un estudio institucional sobre la justicia
local en México, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2001, p. 7. El
origen de esta situación data de 1869. El artículo 8 de la Ley de Amparo de aquel año
negó la procedencia del amparo en cualquier asunto de orden judicial. Sin embargo, en
torno a un caso que se presentó el mismo año ante la Suprema Corte, y que se conoce his-
tóricamente como el “Caso del juez de letras de Culiacán Miguel Vega”, “el equivalente
mexicano del caso Marbury vs. Madison”, sobre todo porque fue la primera vez que la
Corte declaró la inconstitucionalidad de una ley federal, y en medio de serias confusio-
nes  sobre  la  materia  del  mismo,  confusiones  azuzadas  por  los  conflictos  políticos  de  la  
época y por la acusación del Congreso contra varios ministros, un asunto que no tenía
por objeto más que un acto administrativo, se convirtió en la puerta de entrada a la pro-
cedencia del amparo contra actos judiciales, aun en contra de lo establecido por la Ley
de amparo respectiva y aunque en ella sólo se discutiera la aplicación de disposiciones
legislativas y no constitucionales. Como señala Lucio Cabrera: “La sentencia de 20 de
julio de 1869 concediendo el amparo al quejoso, Miguel Vega, no declaró expresamente
la inconstitucionalidad del artículo 8 de la Ley de amparo. Sin embargo, debido a las cir-
cunstancias políticas que habían rodeado a tan sonado asunto y al triunfar la Corte contra
las acusaciones del Congreso así fue interpretado por la opinión pública”. Carrillo Flores,
posteriormente, señalaría que esta sentencia, que cambió para siempre la historia de la
Suprema  Corte,  que  transformó  en  forma  definitiva  al  juicio  de  amparo  mexicano,  produ-
jo, también, la muerte del federalismo judicial. Cabrera Acevedo, Lucio, “El amparo del
juez de letras de Culiacán, Miguel Vega”, La Suprema Corte. La República y el Imperio,
México, SCJN, 1988, pp. 195 y ss.
364 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

quienes,  finalmente,  definen  con  carácter  vinculante  el  sentido  y  alcance  


de las leyes locales. Esta situación, que se consagró con la reforma cons-
titucional  de  1968,  refiere  claramente  una  paradoja:  “las  entidades  fede-
rativas tienen la potestad de establecer sus leyes en aquellas áreas que la
Constitución no ha reservado a la federación, pero no la de establecer su
sentido a través de su propia interpretación”.1256 Este criterio ha sido re-
afirmado  por  la  misma  Corte,  que  ha  señalado  que:  “para  saber  a  ciencia  
cierta, si una disposición de las leyes de los Estados es contraria a los pre-
ceptos constitucionales, se requiere que previamente así se haya resuelto
por tribunales competentes, que no pueden ser otros que los Tribunales
de la Federación”. Carrillo Flores, en 1975, ya consideraba absurdo que
“la jurisprudencia de la Suprema Corte sea obligatoria tratándose de la
interpretación de las leyes locales, pues si la facultad legislativa corres-
ponde a los Congresos de los Estados, la potestad para interpretar las
leyes en forma obligatoria —que es una manera de legislar— debiera ser
también estatal”.1257 Más recientemente, Acosta Romero y Pérez Fonseca
han  afirmado  que  esta  atribución  de  la  Corte  es  una  “usurpación”  de  la  fa-
cultad  que  tienen  los  estados  de  definir  el  significado  de  sus  propias  leyes  
que contraría la tradición jurisprudencial mexicana que data de 1882, y,
lo que es más grave, a los propios principios fundamentales consagrados
en la vigente Constitución federal.
Han surgido voces que reclaman “replantear las relaciones entre la jus-
ticia local y la justicia federal”, eliminar la tendencia centralista, y hacer
realidad el federalismo judicial. Se pugna por “una reforma que limite la
posibilidad de acudir al amparo directo, para controvertir la legalidad de
sentencias dictadas por los tribunales superiores de justicia de las entida-
des federativas”,1258  o  bien  por  definitivamente  eliminar  la  facultad  de  la  
jurisdicción federal de revisar, en amparo directo, las sentencias emitidas
por los tribunales de justicia de los estados, de tal manera que se tras-
lade, efectivamente, la competencia de interpretar y aplicar el derecho

1256 Acosta Romero, Miguel y Pérez Fonseca, Alfonso, Derecho jurisprudencial mexi-
cano, 2a. ed., México, Porrúa, 2000, pp. 41, 181 y ss.; Pérez Fonseca, Alfonso, “Excesos
y defectos de la jurisprudencia federal en el marco de las leyes estatales”, Revista del
Poder Judicial del Estado de México, núm. 1, 1997, pp. 125 y ss.
1257 Carrillo Flores, Antonio, op. cit., nota 539, p. 171.
1258 Así, por ejemplo, Arenas Bátiz, Carlos Emilio, “Por una justicia constitucional fe-
deralista en materia electoral”, en Valadés, D. y Gutiérrez Rivas, R. (coords.), Justicia.
Memoria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional I, México, UNAM, 2001,
pp. 50 y 51.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 365

local a los estados. En este caso se recomienda “devolver, poco a poco,


a los jueces y tribunales estatales la cualidad de ser órganos terminales,
es decir, de ser autoridades con facultades para decidir en  definitiva las
controversias que se sometan a su consideración”. La limitación, gradual
y progresiva, del amparo judicial permitiendo a las justicias locales resol-
ver en última instancia las controversias del fuero común provocaría que
asumieran de forma plena su autonomía en materia de administración de
justicia.1259 De esta forma, los tribunales de los estados no sólo enfren-
tarían la responsabilidad e, incluso, el costo político de sus determina-
ciones, sino que lograrían que sus sentencias no fueran percibidas como
irrelevantes   o   de   mero   trámite,   sino   como   definitivas   y,   por   lo   mismo,  
trascendentes para los habitantes de las comunidades.
Junto  con  estas  propuestas  se  afirma  también  la  facultad  de  los  estados  
de  definir  jurisprudencialmente  sus  normas  “como  parte  inherente  de  su  
derecho soberano para hacerlas”, ya que, se asegura, si la Constitución
otorga a los Estados el derecho de establecer sus propias normas ello in-
cluye  la  posibilidad  de  determinar  sus  sentidos  o  significados.

Negar  a  la  jurisprudencia  local,  la  facultad  de  definir,  interpretar,  precisar  
o integrar las normas de su estado no sólo restringe y vulnera el derecho
soberano del Estado para establecer sus normas, pues le deja en la impo-
sibilidad de establecer qué es lo que su precepto quiso decir; esto es, es-
tablecer no sólo el precepto, sino también su inteligencia; sin ello, es muy
cuestionable hasta que grado el Estado realmente es “libre y soberano en
todo lo concerniente a su régimen interior”, ya que el sentido último de su
norma no será el que él mismo establezca.1260

Estas tendencias y propuestas para el derecho mexicano son de una


importancia extraordinaria, porque implican un vuelco a sus esquemas

1259 Gudiño Peñayo, José de Jesús, “La jurisdicción de amparo y la independencia del
juez local”, en Ferrer Mac-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitucional, cit.,
nota 607, pp. 257-259. Es necesario recordar que en 1994 en la Reunión Nacional de
Presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia de los Estados de la República, éstos
suscribieron la “Declaración de Querétaro” en la que propusieron que “se deje a los tribu-
nales de los estados la última palabra en todos los negocios de su competencia, de manera
que, como lo establecía la Constitución de 1824, los negocios de cada Estado concluyan
ante sus tribunales, hasta su última instancia; naturalmente sin excluir la posibilidad de
que esta última sentencia sea combatida por medio del juicio de amparo, en el caso que
ella suscite una verdadera cuestión constitucional”.
1260 Acosta Romero, Miguel y Pérez Fonseca, Alfonso, op. cit., nota 1256, p. 197.
366 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

más tradicionales. La procedencia del amparo en negocios judiciales,


además de tener una larga historia, que inicia en 1869, y ser expresión del
centralismo jurídico del régimen dominante hasta hace pocos años, sin
duda, forma parte, como ya señalaba Carranza en 1916, del actual sen-
timiento de justicia de los ciudadanos mexicanos que piensan que sólo
pueden tener sus derechos garantizados si cuentan con la posibilidad de
recurrir a los tribunales federales para impugnar las resoluciones de los
jueces locales. A pesar de esto, las propuestas de renovar o reconstruir
nuestro federalismo judicial crecen cada vez más. Estas propuestas se ba-
san y fundamentan en diferentes argumentos, entre los que se encuentran:
el cambio de las condiciones políticas y sociales que determinaron que la
Corte conociera de todos los asuntos resueltos por los tribunales locales;
la necesidad de retomar el propósito inicial del amparo mexicano; las
exigencias del nuevo federalismo implantado en el país que impone una
redistribución de competencias entre las dos jurisdicciones existentes; la
conquistada y, para algunos, lograda independencia de los poderes judi-
ciales estatales; la necesidad de consolidar la autonomía de los gobiernos
estatales, y el reforzamiento que la misma traería del derecho de los ciu-
dadanos a gozar de una tutela judicial efectiva. En suma, para los soste-
nedores  de  esta  tendencia  no  existen  “razones  que  justifiquen  que  no  sean  
las autoridades judiciales estatales las que pronuncien la última palabra
en los asuntos de su competencia, y si muchas para que asuman cabal y
plenamente el ejercicio de su soberanía”.1261
Otro de los temas que actualmente se desarrolla con profusión es el
referido a la justicia constitucional local, a la instauración de órganos y
procedimientos dirigidos a garantizar y defender las Constituciones lo-
cales  y  dirimir  los  conflictos  que  surjan  en  el  interior  de  los  estados.  Fix-­
Fierro plantea esta cuestión con una lógica contundente: así como no hay
derecho sin jueces, no puede haber Constitución, como verdadera norma
jurídica, sin juez constitucional, “en este sentido, puede decirse que las
entidades federativas no tienen Constitución, en la medida que carezcan
de una justicia constitucional propia”.1262 La carta federal, en su artículo

1261 Romero Zazueta, Jorge, “Federalismo judicial. Creación de cortes estatales. Jus-
tificación”,  Revista Jurídica del Poder Judicial del Estado de Aguascalientes, México,
núm. 18, 2000, p. 52.
1262 Fix-­Fierro,  Héctor,  “La  otra  justicia.  Breves  reflexiones  sobre  la  reforma  judicial  
en las entidades federativas”, La administración de justicia en México, México, núm. 3,
1997, p. 83.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 367

124, atribuye competencia a los estados para resolver las controversias que
tengan por objeto las materias que les son reservadas,1263  y  específicamen-
te, para defender la regularidad constitucional en su régimen interior.
Partiendo de estas bases, se busca “diseñar un modelo de justicia local que
opere en forma subsidiaria, inmediata y expedita en el ámbito local, de
tal suerte que desaparezca la necesidad de acudir a la justicia federal
para resolver los problemas constitucionales locales”. 1264 El estableci-
miento de un control de constitucionalidad local sería una vía alterna
complementaria de la protección de la constitucionalidad en nuestro
país, que haría de los juzgadores locales, jueces constitucionales.
Junto con la cuestión competencial también se ha propuesto el estable-
cimiento de órganos facultados para intervenir en caso de violación a las
normas de las Constituciones locales, señalándose la posibilidad de crear
tribunales constitucionales especializados, salas especializadas, o hacer
que el órgano encargado del control sea el propio Poder Judicial. Esta úl-
tima sugerencia es compartida, por ejemplo, por Martínez Sánchez, quien
ha propuesto que se faculte a los tribunales superiores de los estados “para
que se constituyan en el órgano judicial encargado de velar por el exacto
cumplimiento de la ley suprema estatal” y puedan controlar la constitucio-
nalidad de leyes, reglamentos, bandos de policía y buen gobierno, decre-
tos, circulares y disposiciones administrativas de observancia general.1265
Normalmente se sostiene que el establecimiento de procedimientos de
defensa de las Constituciones locales lograría garantizar la supremacía
de  ésta  y  los  derechos  de  los  gobernados,  dirimir  los  conflictos  internos  
que se presenten dentro del estado, mantener la regularidad constitucio-
nal, fortalecer el federalismo, “revitalizar” la vida constitucional de las
entidades federativas y fomentar su autonomía frente a la Federación.

1263 Arteaga Nava, Elisur, La controversia constitucional, la acción de inconstituciona-


lidad y la facultad investigatoria de la Corte. El caso Tabasco y otros, 3a. ed., México,
Monte Alto, 1996, pp. 16 y 17; Martínez Sánchez, Francisco, El control interno de las
Constituciones de los Estados de la República mexicana. Perspectiva de un nuevo fede-
ralismo, México, Porrúa, 1988, pp. 46 y ss.
1264 Ríos Vega, Luis Efrén, “La justicia constitucional en Coahuila”, Lex, México,
2001, p. 57.
1265 Martínez Sánchez, Francisco, op. cit., nota 1263, pp. 46 y ss.
368 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

2. Aumento de los asuntos puestos a consideración


de los tribunales

El diputado Medina, durante los debates constituyentes de 1917, seña-


ló que una de sus aspiraciones era que “todas las pasiones, que todas las
agitaciones de esta Revolución inmensa, no lleguen a la Alta Corte, a la
Suprema  Corte  de  Justicia  de  la  Nación...”.  Carrillo  Flores  afirmaba,  va-
rios años después, que “la facilidad y frecuencia con que aquí se reforma
la Constitución y la autoridad tan grande del presidente de la República,
hacen  que  las  cuestiones  sociales  de  mayor  significación  no  se  encaucen  
por la vía judicial, sino que las decida el Ejecutivo con la colaboración y
el eventual control del legislativo y de la opinión pública”. 1266
Estas  afirmaciones  no  pueden  ser  en  la  actualidad  ratificadas  fácilmente  
debido a que también en México se ha desarrollado un proceso de judicia-
lización de los ámbitos de la vida social traducido en la idea de que todo
conflicto   encuentra   canal   de   solución   en   las   instancias   jurisdiccionales;;  
incluso, se ha llegado a asegurar que el camino que en mayor medida
beneficia  a  la  nación  es  el  de  la  judicialización  de  los  conflictos  políticos  
y sociales. Lo que es un hecho, como comprueba Fix-Fierro, es que se
ha incrementado el “litigio constitucional”, “tanto en el número de asun-
tos planteados, como en la variedad de materias sobre las que versan”.
Se ha producido “un proceso continuo de crecimiento en los asuntos in-
gresados” a los tribunales al mismo tiempo que son “llamados, cada vez
con mayor frecuencia, a resolver importantes cuestiones públicas, inclu-
so asuntos escandalosos”.1267 Éste también ha sido tomado como criterio
para medir la importancia de los nuevos instrumentos de control consa-
grados en las reformas recientes y, es más, para valorar la posición actual
de  la  Suprema  Corte.  Así,  José  R.  Cossío  afirma  que  “la  novedad  o  apa-
rente diferencia entre la Corte actual y sus antecesoras no viene dada por
los criterios de resolución adoptados, sino por las competencias que les
fueron asignadas mediante la reforma de 1994 y por el tipo de controver-
sias que se han suscitado con motivo del cambio social que vivimos”.1268
1266 Carrillo Flores, Antonio, “La Suprema Corte de justicia mexicana y la Suprema
Corte norteamericana. Orígenes semejantes; caminos diferentes”, en La Suprema Corte
y el pensamiento jurídico, cit., p. 324.
1267 López Ayllón, Sergio y Fix-Fierro, Héctor, “¡Tan cerca, tan lejos! Estado de dere-
cho y cambio jurídico en México (1970-1999)”, Boletín Mexicano de Derecho Compa-
rado, México, núm. 97, 2000, p. 217.
1268 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1239, p. 141.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 369

En los últimos años, la Corte ha decidido casos que versan sobre temas
tan  variados  e  importantes  como  el  anatocismo;;  el  financiamiento  de  los  
partidos  políticos;;  la  afiliación  obligatoria  de  empresarios  a  las  cámaras  
de Comercio o Industria; la naturaleza del sistema de representación pro-
porcional; los sindicatos únicos y el derecho de asociación; la división de
los distritos electorales; las responsabilidades de los servidores públicos;
el aborto; la función de las fuerzas armadas; la cuestión indígena; el de-
recho a la salud; el derecho a la información; asuntos relacionados con
el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; tratados de extradi-
ción; casos relacionados con la guerra sucia de los años setenta; la priva-
tización del servicio eléctrico; entre otras. El mismo Cossío señala que
las causas que han originado que los tribunales conozcan cada vez más de
complejos  asuntos  son  la  creciente  pluralidad  social  y  las  dificultades  que  
tiene el sistema político para encontrar soluciones normativas generales,
circunstancias que han provocado que se perciba a los tribunales como
los  órganos  más  idóneos  para  resolver  los  litigios  o  conflictos  normati-
vos. Es claro que el conocimiento de cada vez más asuntos delicados ha
provocado, entre otros efectos, el crecimiento de la importancia política
de la Corte dentro del sistema de gobierno, su cada vez más destacada
participación  en  el  diseño  de  políticas  públicas  y  en  la  afirmación  del  in-
terés  público,  y  su  conversión,  como  afirman  Fix-­Fierro  y  López  Ayllón,  
en privilegiado árbitro social y político, al tiempo que el Poder Judicial
se convierte, en espacio de transformación social.1269

3. El parámetro de control

Es importante señalar que el parámetro de control en el juicio de amparo


mexicano, único medio de control constitucional efectivo antes de la re-
forma constitucional de 1994, está conformado únicamente por los dere-
chos fundamentales. De manera que mediante este juicio sólo se protegen
las llamadas garantías individuales, los veintinueve primeros artículos de
nuestra norma básica, y “no todo el cuerpo de la Constitución”. La misma
Corte estableció mediante jurisprudencia este criterio de forma muy clara:

1269 Escribe José Ramón Cossío que fue en los años ochenta, ante una sociedad “pro-
gresivamente   compleja   y   en   conflicto”   y   por   conveniencia   del   régimen   político   domi-
nante  que  necesitaba,  precisamente,  racionalizar  la  solución  a  las  demandas  y  conflictos  
sociales, cuando comenzó a reconocérsele un papel arbitral al Poder Judicial. Cossío,
José Ramón, Cambio social y cambio jurídico, México, ITAM-Porrúa, 2001, p. 162.
370 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

El juicio de amparo fue establecido por el artículo 103 constitucional, no


para resguardar todo el cuerpo de la propia Constitución, sino para proteger
las garantías individuales... si el legislador constituyente hubiese querido
conceder la facultad de pedir amparo para proteger cualquier violación a
la Constitución, aunque no se tradujese en una lesión al interés particular,
lo hubiese establecido de una manera clara pero no fue así, pues a través
de las Constituciones de 1857 y 1917, y de los proyectos constitucionales
y actas de reforma que las precedieron, se advierte que los legisladores,
conociendo ya los diversos sistemas de control que pueden ponerse en
juego para remediar las violaciones a la Constitución, no quisieron dotar
al Poder Judicial Federal de facultades omnímodas, para oponerse a todas
las providencias inconstitucionales, por medio del juicio de amparo, sino
que quisieron establecer éste, tan sólo para la protección y goce de las ga-
rantías individuales.

El recurso de amparo está ideado y diseñado para proteger los derechos


de las personas y no toda la Constitución. Para Rabasa, ésta era una de las
formas en que se “rebajaba” el papel del Poder Judicial y un indicador
de  que  nuestro  sistema  de  control  constitucional  era,  desde  su  configura-
ción inicial, un sistema con “extensión limitada”.1270  Para  este  influyente  
autor, la atribución de mantener la integridad de la ley suprema no debía
tener excepciones, en su objeto debían incluirse todos sus preceptos y to-
dos los casos de posible infracción constitucional. La forma en que esta-
ba diseñado el amparo dejaba desamparados muchos derechos personales
porque no estaban incluidos en los primeros veintinueve artículos de la
Constitución. De esta forma se había construido un sistema que propi-
ciaba la devaluación de la posición del Poder Judicial. Decía:

El  papel  del  poder  judicial,  su  alta  influencia  en  beneficio  de  las  libertades  
públicas, su elevado carácter de mantenedor de la soberanía nacional, se
ven  rebajados  de  tres  maneras:  por  deficiencia  esencial  e  irremediable  del  
sistema; por la restricción del juicio constitucional con motivo de viola-
ción de derechos del individuo a sólo veintinueve artículos de una Cons-
titución que cuenta ciento veintinueve; por no habérsele dado jurisdicción
en las controversias que nazcan de invasiones que nazcan de un poder en
la esfera de otro.

1270 Rabasa, Emilio, El artículo 14 y el juicio constitucional, 7a. ed., México, Porrúa,
2000, pp. 236 y 240.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 371

A estas limitaciones vino a contribuir la propia jurisprudencia cuando


declaró que “el juicio constitucional era improcedente contra leyes in-
constitucionales mientras no se convierten por la ejecución en actos ofen-
sivos para el individuo. Así la Corte inventó la cuarta manera de restrin-
gir su papel y de alejar al poder judicial del tipo teórico y perfecto”. 1271
Además, opinaba que los límites del juicio constitucional eran muy es-
trechos porque para poder accionarse debía existir un agravio individual;
para impugnar la invasión de esferas de un poder a otro debía existir una
afectación de derechos individuales y de ninguna forma se protegían los
casos que no estuvieran en estos supuestos. Su principal alegato era en el
sentido de que se dejaba sin defensa a la Constitución en muchos casos y
sin protección muchos derechos individuales.
Así, el único control constitucional efectivo en México hasta 1994 no
incluía la protección de todas las disposiciones constitucionales, sólo las
de la parte dogmática de la norma básica (aunque es preciso decir que
algunos derechos consignados fuera del título primero sí fueron prote-
gidos). Dos cuestiones relacionadas con el parámetro de control que se
han producido a partir de las reformas introducidas en 1994 nos intere-
sa destacar en este momento. Primero, con la introducción de nuevos
instrumentos procesales se ha abarcado la protección y defensa de toda
la Constitución, y logrado el objetivo de garantizar íntegramente la su-
premacía de la misma. La propia Suprema Corte, en una tesis que dictó
en 1999, ha señalado que en virtud de que el orden constitucional tiene
una naturaleza total, “tiende a establecer y proteger todo el sistema de
un Estado de derecho, su defensa debe ser también integral, indepen-
dientemente de que pueda tratarse de la parte orgánica o la dogmática
de la norma suprema, dado que no es posible parcializar ese importan-
te  control”.  Segundo,  la  Corte  ha  comenzado  a  reelaborar  el  significado  
del texto constitucional y la importancia de cada una de sus normas. En
este sentido, es importante resaltar la caracterización que del parámetro
de control de constitucionalidad, es decir, de la propia Constitución, ha
realizado al resolver la controversia 31/97. Al respecto, la Corte ha seña-
lado  que  “el  texto  constitucional  refleja  un  sistema  de  valores  que  en  oca-
siones pueden presentar ambigüedades, fórmulas genéricas de contenido
indeterminado o muy discutibles o incluso contradictorias, el órgano de
control está llamado a actualizar e integrar los valores imperantes en la
Constitución...”. Esta consideración de la Constitución como un sistema
1271 Ibidem, pp. 244 y 245.
372 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de valores, como lo hemos señalado en el capítulo precedente, puede


permitirle ampliar sus atribuciones y competencias. Cossío al respecto
señala:   “lo   que   al   final   de   cuentas   está   haciendo   la   Corte   es   establecer  
una serie de criterios que, bajo el pretexto de la protección de la persona,
en el futuro le permitirán ampliar sus competencias tan lejos como sea
necesario  en  la  búsqueda  de  tal  fin”.1272
En relación con este tema, también resulta importante señalar que el
anteproyecto de nueva Ley de Amparo contenía la propuesta de proteger
directamente, mediante este instrumento, la violación de las garantías
individuales y sociales, pero no sólo las establecidas por la Constitución
de la República, sino las consagradas por cinco instrumentos interna-
cionales: la Declaración Universal de los Derechos Humanos; el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; la Declaración America-
na de los Derechos y Deberes del Hombre, y la Convención Americana
sobre Derechos Humanos. Dos son los argumentos que en su momento
se esgrimieron para limitar el ámbito de protección a estos instrumentos
internacionales, según Lelo de Larrea, primero, el desconocimiento cabal
del  número  de  tratados  en  la  materia  celebrados  y  ratificados  por  nuestro  
país, y, segundo, la ambigüedad con la que muchos tratados están for-
mulados; circunstancia que podría generar riesgos en el momento de su
aplicación. No es necesario insistir ahora en que, entre otros objetivos, el
mencionado anteproyecto buscaba hacer efectivos los derechos sociales
y ampliar o completar el catálogo de derechos constitucionales.
En un proyecto más reciente, elaborado por la propia Corte con base
en el anterior, se propone ampliar el catálogo de derechos protegidos a
través del juicio de amparo a los derechos contenidos en todos los ins-
trumentos internacionales generales que en la materia haya celebrado el
Estado mexicano, para evitar, se dice, estableciendo un señalamiento ca-
suístico, alguna omisión y la posible multiplicación de reformas legales.
No podemos olvidar que, mucho antes, parte de la doctrina mexicana
(por ejemplo, Carrillo Flores, Fix-Zamudio, entre otros) ya consideraba
procedente el amparo para proteger los derechos consagrados en los tra-
tados  internacionales  ratificados  por  México,  y  que  nuestro  máximo  tri-
bunal, en la tesis LXVII/99, separándose de sus anteriores decisiones,
consideró que los tratados internacionales están, en la jerarquía de fuentes,

1272 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1239, p. 154; también, id., “La indebida
ampliación competencial de la Suprema Corte”, Este País, México, 2000, pp. 34 y ss.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 373

por encima de las leyes federales y en un segundo plano respecto de la


Constitución de la República. La cuestión que a nuestro parecer resulta
determinante de esta nueva perspectiva, y de los cambios brevemente co-
mentados, es que implican la elección franca de la protección procesal de
los  derechos  y,  específicamente,  su  tutela  jurisdiccional  directa,  y,  sobre  
todo, el cambio que produce en la concepción de la Constitución y de la
naturaleza de los procesos políticos que sirven para crear y desarrollar el
contenido de las normas primarias del ordenamiento.

4. El objeto del control

Con respecto al tipo de normas que pueden ser objeto de control, el


fortalecimiento de las controversias constitucionales y la creación de
las acciones de inconstitucionalidad han llevado a ampliar el catálogo
del mismo, no obstante que, como es conocido, el juicio de amparo
prevé un amplísimo espectro de normas generales y actos de autoridad
susceptibles de ser impugnados y de que actualmente se discute la con-
veniencia de que los actos de particulares también puedan ser impugna-
dos a través de este recurso.
Con respecto a las “controversias constitucionales”, que son procesos
de   resolución   de   conflictos,   su   objeto   puede   ser   cualquier   norma   apro-
bada por los órganos que tengan el carácter de parte en las mismas,1273
debido a que por la forma en que están reguladas, lo relevante es “la
resolución  del  conflicto  suscitado  con  independencia  del  tipo  de  norma  
que lo genere”. Por ello, mediante este procedimiento, puede ser sujeta a
control cualquier norma general o individual o acto jurídico emitido por
los órganos que se mencionan en el primer párrafo de la fracción I del
artículo 105 constitucional. Más explícitamente podemos decir que el
objeto de las controversias constitucionales puede ser la impugnación de
normas generales emitidas por una entidad, poder u órgano; actos emiti-
dos  por  una  entidad,  poder  u  órgano,  y  conflictos  contenciosos  respecto  
a límites de los estados. Como se puede apreciar, no hay restricciones
en el tipo de normas que pueden ser objeto de las controversias, y el
acto revisado puede ser positivo, negativo u omisiones. Por normas ge-
nerales se entiende, así lo hace Juventino Castro, quien sigue la prác-
tica jurisprudencial, leyes, reglamentos y decretos. Objeto del control
1273 Cossío, José Ramón, “Artículo 105 constitucional”, en Ferrer Mac-Gregor, E.
(coord.), Derecho procesal constitucional, México, Porrúa, 2001, p. 13.
374 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

en estos procesos no serían sólo las leyes, sino las normas jurídicas que
“obligan a todas las personas inmersas en la hipótesis reglamentaria, y
cuyo incumplimiento daría como consecuencia la imposición coactiva o
el cumplimiento forzoso, en virtud de que ese atributo pertenece a todas
las normas jurídicas”.1274 También Hernández Chong y Olvera López se-
ñalan que la expresión “disposiciones generales” incluye “cualquier acto,
administrativo o legislativo, que sea materialmente legislativo, es decir,
cualquier acto, llámese como se llame, que contenga disposiciones ge-
nerales, abstractas e impersonales podrá ser motivo de impugnación por
esta vía”.1275 La propia Corte ha señalado que “una norma es de carácter
general cuando reúne las características de generalidad, abstracción e im-
personalidad”, por lo que los reglamentos que tengan estos atributos se-
rán  considerados  verdaderas  normas  generales.  Lo  anterior  permite  afir-
mar, con Cossío, que aun cuando de manera genérica las controversias
se denominen constitucionales, pueden tener distintos objetos de control
de regularidad.1276 Los actos que pueden ser impugnados a través de ellas
son numerosísimos, pudiendo abarcar normas constitucionales, leyes de
reforma constitucional, tratados internacionales, leyes federales y loca-
les, reglamentos, decretos de suspensión de garantías, leyes emitidas en
uso de facultades extraordinarias, normas constitucionales locales, regla-
mentos administrativos, actos individuales1277 y “cualquier tipo de acto
gubernativo” o de autoridad.
Cossío ha esquematizado los supuestos en que, por disposición del ar-
tículo 105 de la Constitución, la Suprema Corte puede conocer de alguna

1274 Castro, J. V., El artículo 105 constitucional, 3a. ed., México, Porrúa, 2000, p. 69.
1275 Hernández Chong Cuy, María A. y Olvera López, Juan J., “El artículo 105 constitu-
cional  y  la  redefinición  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia  de  la  Nación  como  estabilizadora  
del poder público”, en Ferrer Mac-Gregor (coord.), Derecho procesal constitucional,
cit., nota 1273, p. 383. Un ejemplo claro de lo que el ordenamiento jurídico mexicano
entiende por ley se puede determinar si comparamos el artículo 107 fracción IX de la
Constitución y el 83 de la Ley de Amparo. Cuando analizan estos conceptos Carranco y
Zerón señalan que el término ley “no se limita al acto formal y materialmente legislativo,
sino a aquellos cuyos efectos jurídicos sean de carácter general, impersonal y abstracto,
sin interesar el carácter formal de la autoridad que los emite”. Carranco Zúñiga, Joel y
Zerón de Quevedo, Rodrigo, Amparo directo contra leyes, México, Porrúa, 2001, p. 207.
1276 Cossío Díaz, José Ramón, “Similitudes y diferencias entre las controversias cons-
titucionales y las acciones de inconstitucionalidad”, Constitución, tribunales y democra-
cia, México, Themis, 1998 p. 29.
1277 Cossío, José Ramón, “La justicia constitucional en México”, Anuario Iberoameri-
cano de Justicia Constitucional, Madrid, 1997, p. 238.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 375

controversia que tenga por objeto la constitucionalidad o legalidad de


una norma general o acto:
a)  Conflictos  entre  diversos  órdenes  jurídicos.
b)  Conflictos  entre  órganos  de  diversos  órdenes  jurídicos.
c)  Conflictos  entre  órganos  pertenecientes  a  un  mismo  orden  jurídico.
La amplitud de estos supuestos hace posible asegurar, como lo han he-
cho distinguidos tratadistas, que mediante las controversias constitucio-
nales se puede realizar un control de regularidad constitucional o legal,
cuyo efecto será que la Suprema Corte, en sus resoluciones, asigne com-
petencias o declare la inconstitucionalidad de normas legislativas con
efectos generales.1278  Esta  afirmación  encuentra  una  excepción,  y  es  en  
los  casos  de  conflictos  entre  órganos  pertenecientes  al  mismo  orden  jurí-
dico, en los que únicamente el control será de regularidad constitucional,
pues la propia Constitución señala que sólo se controlará “la constitucio-
nalidad de sus actos o disposiciones generales”.
Que la Corte, mediante estos procesos, pueda conocer de asuntos
de mera legalidad ha inducido a algunos autores a recomendar alejar-
la de los mismos en virtud de que esta competencia puede desvirtuar
su carácter de medio de control constitucional. Para quienes sostienen
esta posición, las controversias deberían caracterizarse por su materia
y  referirse  sólo  a  cuestiones  de  constitucionalidad,  es  decir,  a  conflictos  
derivados de la aplicación directa de la Constitución. 1279 Arteaga señala
que por la forma en que están regulados los supuestos de procedencia
de las controversias constitucionales, los tribunales superiores de justi-
cia de los estados pueden conocer de aquellas que tengan por objeto la
aplicación de algún precepto de la Constitución local, por lo que en el
caso de los estados, el Distrito Federal y los municipios, son susceptibles
de ser impugnados “tanto los actos como las disposiciones generales que
ellos emitan, por lo mismo, dentro de este último rubro, quedan compren-
didas las leyes, las reformas a las Constituciones, los bandos de policía y
buen gobierno, los reglamentos e, incluso, la jurisprudencia que integren
los tribunales locales”.1280
1278 Carpizo, J. et al., op. cit., nota 1253, p. 772.
1279 Sepúlveda I., Ricardo J.,  Reflexiones  sobre  la  controversia  constitucional  (hacia  
un tribunal constitucional), cit., pp. 392 y 393.
1280 Arteaga Nava, Elisur, Derecho constitucional, México, Oxford University Press-
Harla, 1998, p. 802.
376 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Dentro de este mismo proceso de extensión de las normas objeto de


control por medio de las controversias constitucionales se ha propuesto la
introducción en el texto de la Constitución de una disposición que permi-
ta  interponerla  en  caso  de  que  en  la  misma  se  plantee  por  un  conflicto  en-
tre dos municipios de un mismo estado, aunque, como con certeza señala
Hernández Chong, el artículo 105 excluye deliberadamente del conoci-
miento de la Corte estas controversias, debido a que las mismas se dan en
el nivel estatal y deben resolverse de acuerdo con lo señalado y dispuesto
en la legislación estatal; si se le hubiera otorgado competencia a la Corte
para conocer de estas controversias “pudiera aducirse una intromisión de
soberanías, invasión de esferas competenciales, lo que precisamente las
controversias constitucionales pretenden solucionar”.1281 Por ello, Carpi-
zo asegura que esta exclusión tiene dos razones: trasladar a los estados la
resolución  de  estos  conflictos  en  virtud  de  la  autonomía  de  los  mismos,  y  
evitar la sobrecarga de trabajo de la Corte.1282
Pero así como el objeto de control en las controversias constitucio-
nales es extraordinariamente amplio, también ciertas normas están ex-
cluidas de estos procesos. El mismo José R. Cossío señala cuáles son las
normas excluidas de las controversias constitucionales:
a) Las normas y actos en materia electoral. En nuestro sistema, la
materia electoral está compuesta por todas las normas generales y actos
mediante los cuales se lleva a cabo la designación de los titulares de los
órganos del Estado, cuando la Constitución o las leyes secundarias exi-
gen la participación directa de los ciudadanos mediante voto ejercido en
elecciones populares.1283 Según el criterio de la Suprema Corte, confor-
man la materia electoral todas las normas “que establecen el régimen
conforme al cual se logra la selección o nombramiento, a través del voto
de los ciudadanos y dentro de un proceso democrático, de las personas
que han de fungir como titulares de órganos de poder representativo del
pueblo, a nivel federal, estatal, municipal o del Distrito Federal”. En otra
tesis de jurisprudencia, dentro de la acción de inconstitucionalidad 10/98,

1281 Hernández Chong Cuy, María A., La defensa jurisdiccional del municipio y las
controversias constitucionales, Guadalajara, Universidad Panamericana, 1998, p. 104.
1282 Carpizo, Jorge, “Reformas constitucionales al Poder Judicial Federal y a la ju-
risdicción constitucional del 31 de diciembre de 1994”, Boletín Mexicano de Derecho
Comparado, México, núm. 83, 1995, p. 833.
1283 Cossío Díaz, José R. y Pérez de Acha, Luis M., “El artículo 105 constitucional y el
concepto de materia electoral”, Lex, México, núm. 6, 1995, p. 6.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 377

el órgano de control amplió lo que debe entenderse por ley electoral, al


señalar que:

Las normas generales electorales no sólo son las que establecen el régimen
normativo de los procesos electorales propiamente dichos, sino también
las que, aunque contenidas en ordenamientos distintos a una ley o código
electoral sustantivo, regulan aspectos vinculados directa o indirectamente
con  dichos  procesos  o  que  deban  influir  en  ellos  de  una  manera  o  de  otra...

Para Arteaga Nava, la materia electoral son todos los actos y hechos
que se realizan y ejecutan para lograr la renovación de los poderes y ór-
ganos federales y locales, mediante el sufragio universal, sin importar
quién los realice ni el momento en que los haga o ejecute.1284 Todas las
normas contenidas en esta materia están excluidas de las controversias,
misma situación que parte de la doctrina ha considerado un defecto en
la regulación de las mismas. Así, por ejemplo, para Fix-Zamudio, esta
prohibición no se apoya en un fundamento sólido, “pues el posible te-
mor  de  que  se  politice  el  conflicto  carece  de  justificación,  si  se  toma  en  
cuenta que el examen que debe hacer la Suprema Corte es de carácter
exclusivamente jurídico”.1285
b) Las omisiones en el ejercicio de alguna facultad conferida a alguno
de los órganos señalados en la fracción I del artículo 105 constitucional.
Respecto a las omisiones en el caso de las controversias constitucionales,
Cossío señala que no se puede reclamar la actuación de cualquier órgano
si éste no ejercita sus facultades, “pues ello implicaría que la Suprema
Corte terminara por sustituirse en el ejercicio de las facultades del órgano
de que se trate”. Sin embargo, sí puede reclamarse dicha omisión en caso
que el órgano, una vez que haya ejercido dicha facultad, haya incurrido
en una omisión respecto a lo ordenado por la norma superior que lo re-
gule.1286  Esto  significa,  si  entendimos  bien,  que  no  serían  controlables  las  
omisiones absolutas, pero sí las omisiones relativas. En un trabajo poste-
rior,  Cossío  parece  variar  significativamente  esta  posición  extendiendo  el  
poder  de  la  Corte  de  manera  sorprendente.  Así,  afirma  que:

1284 Arteaga Nava, Elisur, op. cit., nota 1263, p. 6.


1285 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1250, p. 79.
1286 Cossío, José R., “Comentario al artículo 105 constitucional”, en Constitución
Política Mexicana comentada, 13a. ed., México, Porrúa-UNAM, Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas, 1998, p. 1060.
378 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

mientras el órgano del cual se reclame la omisión no ejerza sus facultades


la Corte podrá compelerla a hacerlo sin señalar el sentido material de su
actuación, pues de proceder de esa forma, terminaría por sustituirse en
el ejercicio de las facultades del órgano de que se trate. Por el contrario,
cuando se estima que el órgano ha incurrido en su actuar en una omisión
parcial respecto de lo ordenado por una norma superior —Constitución o
no— puede llevarse a cabo el control de regularidad a efecto de llegar a es-
tablecer, inclusive, el contenido de la norma que deberá ser expedida.1287

c) Las resoluciones dictadas en juicio político, ya que por disposición


del artículo 110 constitucional son inatacables las declaraciones y resolu-
ciones que se tomen dentro de este proceso.
Por   lo   que   se   refiere   a   las “acciones de inconstitucionalidad”, la
Constitución establece que éstas proceden únicamente contra “normas
de carácter general, abstracto e impersonal, aprobadas en términos de
los correspondientes procedimientos legislativos federal, estatal y muni-
cipal”.  Esto  significa  que  el  objeto  del  control  en  este  proceso  son  sólo  
las leyes entendidas desde el punto de vista formal, es decir, emitidas
mediante el procedimiento legislativo señalado en la Constitución, por
lo que se incluyen las leyes federales, estatales y del Distrito Federal,
y los tratados internacionales aprobados por el Senado de la República
y promulgados y publicados por el Ejecutivo. 1288 Recuérdese que estos
últimos hace sólo unos cuantos años eran considerados no susceptibles
de control jurídico.1289 También por este medio pueden ser impugnadas
las prevenciones generales del decreto de suspensión de garantías a que se
refiere  el  artículo  29  de  la  carta  federal  cuando  las  apruebe  el  Congreso,  así  
como la aprobación o rechazo que el Congreso haga del uso que el Ejecuti-
vo  realice  de  la  facultad  a  que  se  refiere  el  artículo  131  constitucional.1290
La Constitución de la República establece una relación directa entre
las fracciones de los órganos legitimados para interponer las acciones y
el tipo de normas generales sujetas a control,1291 que puede esquematizarse
de la siguiente manera:
1287 Cossío, José R., op. cit., nota 1273, pp. 349 y 350.
1288 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, p. 120; Cossío, José R., op. cit., nota 1273,
p. 360, y nota 1276, p. 31.
1289 Así lo hacía ver Carrillo Flores, Antonio, op. cit., nota 539, pp. 22-26.
1290 Ibidem, p. 122.
1291 Cossío, José R., op. cit., nota 1277, p. 243. De la misma forma Fix-Zamudio, Héc-
tor,  “Significado  actual  del  control  constitucional  en  México”,  cit., nota 1254, p. 238.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 379

a) La fracción legitimada de la Cámara de Diputados puede impugnar


leyes federales o del Distrito Federal expedidas por el Congreso de
la Unión. No puede, sin embargo, impugnar leyes expedidas por las
cámaras en uso de facultades exclusivas.
b) La fracción legitimada de la Cámara de Senadores puede impugnar
leyes federales o del Distrito Federal expedidas por el Congreso de
la Unión, y tratados internacionales celebrados por el Estado mexi-
cano. No puede impugnar leyes expedidas por las cámaras en uso
de sus facultades exclusivas, con excepción de los tratados interna-
cionales, que por disposición del artículo 76, fracción I, de la Cons-
titución, es facultad exclusiva del propio Senado de la República.
c) La fracción legitimada de las legislaturas estatales puede impugnar
las leyes expedidas por el propio órgano.
d) La fracción legitimada de la Asamblea de Representantes del Distri-
to Federal puede impugnar leyes expedidas por la propia Asamblea.
e) A partir de la reforma de agosto de 1996, también los partidos po-
líticos pueden impugnar, a través de sus dirigencias, y si cuentan
con registro ante el Instituto Federal Electoral, la constitucionalidad
de las leyes electorales federales o locales; las dirigencias de los
partidos políticos que cuenten con registro estatal pueden impugnar
únicamente las leyes electorales expedidas por el órgano legislativo
del estado que les otorgó el registro. El artículo 105 señala que la
acción de inconstitucionalidad es “la única vía para plantear la no
conformidad de las leyes electorales a la Constitución...”. Esto nos
lleva a dos conclusiones: primero, que se excluye la posibilidad de
que se utilicen las vías de la controversia constitucional o del juicio
de amparo para plantear posibles contradicciones entre las normas
electorales y la Constitución, y, segundo, que con excepción del
procurador general de la República, los partidos políticos tienen
una posición privilegiada, ya que cuentan con una legitimación en
la materia “sea de manera directa a través de sus dirigencias nacio-
nales o indirectas a través de sus fracciones parlamentarias”.1292 Es
importante señalar que con la reforma de 1996 las leyes electorales
dejaron de ser inimpugnables, lo que implicó romper, como escribe
Brage, “con una larga tradición de inimpugnabilidad constitucional
de las leyes electorales, situación que constituía una clara laguna,
1292 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1286, p. 1070.
380 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

tan profunda como lamentable, en la supremacía constitucional”.1293


La importancia de la materia electoral se hace patente en el número
de acciones de inconstitucionalidad promovidas. El ministro Ortiz
Mayagoitia nos informa que de agosto de 1996 y hasta el 30 de
junio de 2001 se habían interpuesto 117 acciones de inconstitucio-
nalidad, de las cuales 84 versaron sobre la materia electoral, lo que
representa el 71% del total, y 77 de ellas fueron incoadas por los
partidos políticos.1294

Como se observa, y esto resulta ser muy importante porque en realidad


podría ser de otra forma, el objeto de control, las normas que pueden ser
sujetas a control, está limitado en relación con el órgano que expidió la
norma respectiva. Las minorías de determinado órgano legislativo única-
mente pueden impugnar las normas aprobadas por el órgano al que per-
tenecen. La excepción a la regla de la necesaria relación entre la norma a
impugnar y el órgano del cual emana la misma, es el caso del procurador
general de la República, quien puede impugnar leyes federales, estatales
y del Distrito Federal expedidas por el Congreso de la Unión, y los tra-
tados internacionales celebrados por el Estado mexicano. El procurador,
como no está vinculado a ningún órgano creador de normas ni es emisor
de las mismas, puede impugnar “cualquier norma general de los ámbitos
indicados a la cual pueda dársele el carácter de ley, incluyendo aquellas
que fueren emitidas en uso de facultades extraordinarias para legislar (ar-
tículos 29 y 131 constitucionales)”.1295
En  virtud  de  que  el  artículo  105  de  la  Constitución  se  refiere  a  leyes  
aprobadas formalmente por los órganos legislativos, no pueden ser im-
pugnadas por este medio, como dice Fix-Fierro, las leyes expedidas por
los poderes ejecutivos en uso de facultades extraordinarias o delegadas
para legislar que sí pueden ser impugnadas a través del amparo. No han
faltado propuestas en el sentido de hacer impugnables este tipo de normas
1293 Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1243, p. 131.
1294 Ortiz Mayagoitia, Guillermo I., “El control constitucionalen materia electoral”,
Elecciones y justicia en España y México, p. 529; id., “El control constitucional de las
leyes electorales”, en Ferrer Mac-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitucional,
cit., nota 1273, pp. 469 y 470; Román Palacios, Humberto, “La Suprema Corte de Jus-
ticia como garante de la democracia mexicana”, VIII Encuentro de los Presidentes y
Magistrados de las Cortes y Salas Constitucionales de América Latina, México, Konrad
Adenauer Stiftung, 2002, p. 154.
1295 Cossío, José R., op. cit., nota 1286, p. 1069.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 381

a  través  de  las  acciones  de  inconstitucionalidad  justificando  las  mismas  


en el carácter general que tienen.1296 Tampoco pueden ser impugnadas
por este medio los reglamentos administrativos ni actos concretos de
aplicación de normas generales, pero sí pueden ser objeto de las mismas
el decreto de suspensión de garantías durante los estados de emergencia
y las leyes emitidas en uso de facultades extraordinarias. Hay que decir
también que la circunstancia de que la ley reglamentaria disponga que la
impugnación de las leyes generales sólo procede treinta días después de
publicada la norma hace imposible la existencia de omisiones absolutas,
pero “sí puede darse una inconstitucionalidad por omisión parcial o en
sentido relativo una vez que la norma se hubiere publicado”. 1297

A. Las leyes de reforma constitucional

En el derecho mexicano no procedía, a través del juicio de amparo,


la impugnación de las reformas constitucionales. Esto era así porque se
consideraba que la expresión “leyes” contenida en los artículos 103 y 107
de la Constitución no comprendía a la ley suprema, ya que ello implica-
ría confundirla con las leyes ordinarias. No procedía la impugnación ni
siquiera por vicios de forma, es decir, por violaciones cometidas en el
proceso de formación de la reforma constitucional. Además, la misma
Corte ha sostenido, reiteradamente, la tesis que de conformidad con el
artículo 133 de la Constitución todas las normas constitucionales tienen
la misma jerarquía y ninguna de ellas prevalece sobre la demás, por lo
que ninguna puede ser inconstitucional. No podía haber reformas consti-
tucionales inconstitucionales porque toda reforma pasaba a formar parte
de la carta magna, y las normas aprobadas adquirían la misma jerarquía
que las demás, sin que fuera posible la existencia de contradicciones en-
tre las mismas.
En 1996, sin embargo, la Corte declaró que es posible impugnar, a tra-
vés del juicio de amparo, el procedimiento de reforma constitucional, ex-
tendiendo, ella misma, el objeto de control al procedimiento de reforma.
Este criterio ha ocasionado que algunos autores pugnen por extender el
control a la inconstitucionalidad material de las reformas constitucionales,

1296 Reyes Reyes, Pablo Enrique, La acción de inconstitucionalidad, México, Oxford,


2000, p. 156.
1297 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1286, p. 1069.
382 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

proponiendo que “en caso de que un artículo, surgido de una reforma


constitucional realizada a través del procedimiento que marca el artículo
135 de la ley fundamental, no esté en concordancia con ella sino que por
el contrario, pugne con sus valores y principios” sea considerado viciado
de inconstitucionalidad.1298 Si se reconoce que el órgano reformador es un
poder sometido a límites, el control judicial de la reforma es ineludible.
Además, se sostiene, al ser una ley el producto de la reforma constitucio-
nal es procedente la intervención judicial mediante el juicio de amparo,
aunque no lo señalen la Constitución, la Ley de Amparo ni la Ley Orgá-
nica del Poder Judicial de la Federación. La competencia de la Corte en
esta materia se apoyaría en una atribución implícita derivada del carácter
normativo de la Constitución.1299
En materia de controversias constitucionales, dice Cossío, las reformas
constitucionales no pueden fungir como objeto porque el poder revisor
de la Constitución no tiene el carácter de parte en estos recursos. De
ninguna  de  las  fracciones  del  artículo  105  constitucional,  afirma,  “puede  
desprenderse la posibilidad de que el poder revisor en su conjunto pueda
ser parte en un proceso. En el mismo sentido, no parece posible llevar
a cabo la fragmentación del órgano complejo de revisión a efecto de
hacer parte a uno solo de los órganos simples que lo componen....”. Sin
embargo, en un trabajo posterior, el mismo autor señala que puede cues-
tionarse la constitucionalidad de las reformas constitucionales mediante
el planteamiento de las controversias por vicios de forma, es decir, por
violaciones de carácter estrictamente formal, como también sostienen,
Fix-Zamudio, apoyándose en las disposiciones de otros ordenamientos
latinoamericanos,1300 y Arteaga Nava, quien fundamenta su aserto en
que la fracción I del artículo 105 estipula que las controversias proce-
den contra disposiciones generales, dentro de las que deben incluirse
las reformas constitucionales.

1298 Rodríguez Vásquez, Miguel Ángel, “¿Es posible que una reforma a la Constitución
sea inconstitucional por razón de su contenido?”, La actualidad de la defensa de la Cons-
titución, México,UNAM, 1997, p. 296.
1299 Alvarado Esquivel, Miguel de Jesús, “La inconstitucionalidad de algunas reformas
constitucionales”, Revista Mexicana de Procuración de Justicia, México, núm. 5, 1997,
pp. 127 y 132.
1300 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1277, p. 238, y nota 1273, p. 349; Fix-Zamudio,
Héctor, op. cit., nota 1254, p. 222.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 383

En materia de acciones de inconstitucionalidad, resulta difícil imaginar la


posibilidad de ejercerla con motivo de los vicios de una reforma constitu-
cional,  ya  que,  primero,  el  constituyente  permanente  no  se  identifica  con  
los órganos cuyos integrantes pueden llevar a cabo una impugnación y,
segundo, porque la reforma no resulta equiparable a una ley.1301

Sin embargo, se acepta casi unánimemente que a través de este pro-


ceso sean impugnadas las reformas constitucionales para analizar si han
cumplido con los requisitos que la propia Constitución establece para su
reforma.  Arteaga  Nava  justifica  la  procedencia  de  la  acción  de  inconstitu-
cionalidad contra una reforma constitucional considerando que

Una  reforma  a  la  carta  magna  es  una  de  las  formas  en  que  se  manifiesta  la  
actividad legislativa; en defensa del principio de supremacía constitucio-
nal, la fórmula leyes federales, para los efectos de su impugnación a través
de esa vía, debe ser considerada como amplia, que comprende o está refe-
rida a toda clase de normas de carácter general, sin importar que se trate
de una ley federal ordinaria o de una enmienda constitucional.1302

Incluso, parte de la doctrina, después de aceptar la posibilidad de que


mediante una reforma constitucional se introduzca una norma inconsti-
tucional, sugiere que la acción de inconstitucionalidad funcione como
mecanismo de control de constitucionalidad de la actividad del Poder
Constituyente  Permanente,  tanto  por  lo  que  se  refiere  a  la  forma  como  al  
fondo de las reformas y adiciones.1303
La  justificación  de  la  necesidad  de  controlar  la  reforma  de  la  Consti-
tución y aceptar la posibilidad de que existan reformas constitucionales
inconstitucionales está en el reconocimiento de que el órgano reformador
“tiene límites en su competencia y que estos límites están dados por los
principios,  valores  y  normas,  que  configuran  la  identidad  de  la  Constitu-
ción y cuya alteración sustancial produciría la destrucción total o parcial
de la Constitución”. En virtud de estos límites, este órgano debe estar so-
metido al control judicial “tanto en sus aspectos procesales como en los
sustanciales de su actividad”, porque “aunque el órgano reformador haya
1301 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1273, p. 362.
1302 Arteaga Nava, Elisur, “El amparo Camacho. La impugnación de una reforma cons-
titucional”, Alegatos, México, núm. 46, 2000, p. 517.
1303 Siguiendo a González Schmal así lo propone, Reyes Reyes, Pablo Enrique, op. cit.,
nota 1296, p. 158.
384 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

guardado las formas procesales, si destruye los valores y los principios


sustanciales de la Constitución, estaremos ante la presencia de un fraude
a la Constitución”.1304
Es importante recordar que el criterio tradicional en esta materia, acor-
de con una concepción formal del principio de supremacía constitucional,
siempre fue que no era posible, “ni siquiera por medio de una reforma
constitucional, establecer la facultad de los tribunales de decidir sobre el
fondo   de   la   compatibilidad   de   las   modificaciones   constitucionales   con  
los principios, valores o preceptos de la carta fundamental”.1305 Sin em-
bargo, como hemos dicho antes, parte de la doctrina comienza a sostener,
cada vez con más profusión, que el poder reformador de la Constitución
tiene límites al desarrollar su actividad y que éstos conforman las deci-
siones políticas fundamentales referidas básicamente a la organización
política del Estado y su funcionamiento y, especialmente, a los derechos
fundamentales, por lo que no se pueden reformar o suprimir aspectos
consagrados en la Constitución que atenten contra la libertad y dignidad
del ser humano. En virtud de lo anterior, sería inconstitucional, se dice,
cualquier reforma que suprimiera alguno de estos principios o valores
básicos del ordenamiento y, por tanto, procedente algún medio de control
constitucional.

B. Las cuestiones políticas

Durante  muchos  años,  en  gran  parte  por  la  influencia  de  la  jurispru-
dencia estadounidense, dominó la idea de que la Suprema Corte no podía
inmiscuirse  en  cuestiones  políticas.  Bajo  el  influjo  de  Vallarta,  que  con-
trovirtió en este tema, principalmente, con José María Iglesias, persona-
jes que poseían “dos concepciones distintas de los alcances del control de
constitucionalidad y de las funciones que le corresponde desempeñar a la
Corte de Justicia”,1306 el Poder Judicial aceptó la tesis de la “incompeten-
cia de origen”, que sostenía que la protección constitucional no abarcaba
la legitimidad de las autoridades, sino sus atribuciones, lo que produjo la
1304 González Schmal, Raúl, “¿Una reforma a la Constitución puede ser inconstitucio-
nal?”, El  significado  actual  de  la  Constitución, México, UNAM, 1998, pp. 345-347.
1305 Fix-Zamudio, Héctor, “Hacia una nueva constitucionalidad. Necesidad de perfec-
cionar la reforma constitucional en el derecho mexicano. Las leyes orgánicas”, Hacia
una nueva constitucionalidad, México, UNAM, 2000, p. 206.
1306 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 87.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 385

no justiciabilidad de estas cuestiones. Iglesias, a raíz del famoso “ampa-


ro Morelos” (1874), sostuvo la procedencia del amparo contra actos de
autoridades ilegítimas, y, por tanto, la posibilidad de que la Corte inter-
viniera en asuntos de carácter político electoral. Desde su perspectiva,
para que una autoridad pudiera dictar una disposición legal o un acto,
debía tener facultades expresas y haber sido electa o designada de ma-
nera legítima. La Corte señaló en la ejecutoria correspondiente a dicho
amparo que “la incompetencia por ilegitimidad, ó por falta de todo tí-
tulo legal, que con razón se ha llamado incompetencia absoluta, debe
entenderse comprendida lo mismo que cualquiera, en el artículo 16 de
la Constitución, puesto que él no hace distinción ni excepción alguna”.
Como se desprende de este texto, la legitimidad era considerada “requi-
sito previo de la competencia”, y el juicio de amparo el único recurso
para que “las falsas autoridades, las ilegítimas, las usurpadoras, cesen
en el ejercicio de las funciones que no les competen”. Como señala Fix-
Zamudio: “la exigencia de la legitimidad de las autoridades para expedir
la ley o el acto reclamados, implicaba que su competencia no sólo era
funcional, sino también originaria, y de ahí el nombre de la institución,
como incompetencia de origen”.1307 No es necesario decir mucho para
comprender la franca intención política de esta tesis y las posibilidades
de intervención que otorgaba a la Corte en el ámbito político.
Vallarta, por su parte, en el voto particular suscitado en el amparo
“León Guzmán” (1878), y, posteriormente, en el amparo promovido por
Salvador Dondé (1881), basándose en la distinción entre legitimidad y
competencia, entre autoridad competente y autoridad legítima, y señalan-
do que para la impugnación de ambas debían conocer autoridades dife-
rentes, excluyó de la competencia de la Corte la posibilidad de juzgar la
ilegitimidad de las autoridades, “sencillamente porque no tiene facultad
1307 Fix-Zamudio, Héctor, “Ignacio Luis Vallarta. La incompetencia de origen y los de-
rechos políticos”, A cien años de la muerte de Vallarta, México, UNAM, 1994, p. 22.
“Resulta evidente que el ilustre magistrado José María Iglesias confundió el concepto
político de legitimidad de los funcionarios contra los cuales se promovía el amparo, con
el estrictamente jurídico de competencia, que es el regulado por el citado precepto cons-
titucional”. “La Suprema Corte de Justicia y el juicio de amparo”, en La Suprema Corte
y el pensamiento jurídico, cit., p. 141. Para algunos autores esta tesis es muestra de la re-
percusión política que puede tener el juicio de amparo, es más, “demuestra que una Corte
fuerte y en manos de la ambición, en un entorno de debilidad institucional e inestabilidad
política, puede llegar a convertirse en un actor político de peso que pone en riesgo la esta-
bilidad del país”. González Compeán, Miguel y Bauer, Peter, Jurisdicción y democracia.
Los nuevos rumbos del Poder Judicial en México, México, Cal y Arena, 2002, p. 80.
386 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

expresa para ello” y “su poder de interpretación no puede, pues, invo-


carse nunca, para ensanchar según su criterio el círculo de sus propias
facultades”. Desde su punto de vista, era inconveniente que los tribunales
conocieran y decidieran asuntos políticos que tenían otra vía natural de
solución, “porque ello equivaldría a la intervención de los tribunales en la
política activa”.1308 En relación con este tema escribió con vehemencia:

El que cree ilegítimo a un presidente, a un Congreso, a un Gobernador, a


una Legislatura, no puede ir ante los Tribunales entablando una demanda
contra ellos, aunque esa demanda sea de amparo, sino que debe ocurrir
ante el Colegio Electoral, que revisa y computa los votos, que aprecia las
causas  de  nulidad  de  la  elección  y  que  resuelve  definitiva  y  finalmente  so-
bre la validez del acto político.

Si se analizaban las cuestiones políticas a través del juicio de amparo,


se politizaría este recurso, se desnaturalizaría al Poder Judicial que debía
moverse únicamente en el ámbito de lo jurídico, y se ocasionaría que la
“pasión política” se introdujera en la Corte, desvirtuándose sus funcio-
nes y produciéndose la subordinación de los otros poderes a su volun-
tad. Como con gran agudeza observa Terrazas Salgado, para Vallarta, las
cuestiones político electorales no podían revestir formas judiciales, debi-
do a que estas materias incidían en las relaciones políticas de los poderes
públicos, “y sostener lo contrario implicaría desnaturalizar al Poder Ju-
dicial y subvertir el orden constitucional”1309 basado en el principio de la
división de poderes. “La razón pura condena que el Poder Judicial usur-
pe las funciones políticas de los otros dos departamentos de gobierno,
rompiendo la base de la división de poderes, como decía Marshall, base
fundamental de nuestras instituciones”. El triunfo y aceptación de la “te-
sis Vallarta”, implicó, al decir de González Oropeza, una barrera entre la
política y el derecho y una forma de autolimitación del Poder Judicial; 1310

1308 Ibidem, p. 32.


1309 Terrazas Salgado, Rodolfo, “El juicio de amparo y los derechos político-electora-
les”, en Ferrer Mc-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., nota 1273,
p. 269; Ojesto Martínez, J. Fernando, “Evolución de la justicia electoral en México”,
Derecho político en México en la segunda mitad del siglo XX, México, Porrúa-UNAM,
2001, pp. 170-177.
1310 González Oropeza, Manuel, “La zaga de los derechos políticos en México”, en
Moctezuma Barragán, G. (coord.), Derecho y legislación electoral, México, Porrúa,
1999, p. 46.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 387

pero también hay que reconocer con Fix-Zamudio, permitió que la Corte
conservara, en una época difícil en nuestra historia, una independencia
relativa, y evitó posibles enfrentamientos entre órganos de gobierno.
El Congreso Constituyente de Querétaro también excluyó del conoci-
miento de la Suprema Corte las cuestiones políticas, bajo los argumen-
tos de Hilario Medina, quien sostuvo que las mismas “mancharían a la
Corte” y la desviarían de su función eminentemente técnica. Los años
siguientes a la Constitución de 1917 fueron de consolidación de la misma
tesis. En 1927, en torno del denominado “caso Guanajuato”, la propia
Corte   afirmó   que   no   podía   constituirse   en   árbitro   de   cuestiones   neta-
mente electorales, y que decidir quién era autoridad electa era un asunto
político no justiciable. Carrillo Flores comenta que incluso después de
los problemas políticos que surgieron en el país en 1935, nuestro máxi-
mo tribunal tuvo que insertar un aviso en el Semanario Judicial de la
Federación que decía:

El desconocimiento de una persona como gobernador constitucional de


un Estado, por parte del Ejecutivo Federal o el reconocimiento de ese ca-
rácter, a favor de otra persona, son actos de índole estrictamente política
que no pueden dar lugar a juicio de amparo, por no estar comprendidos
en las disposiciones de los artículos 103 de la Constitución Federal y 1 de
la Ley de Amparo.

En 1936 se consagró, en el artículo 73, fracciones VII y VIII de la Ley


de Amparo, la improcedencia de éste contra las resoluciones o decla-
raciones de organismos o autoridades en materia electoral. Esta norma
sirvió  también  para  fijar  la  distinción  entre  derechos  políticos  y  derechos  
individuales y considerarlos de naturaleza jurídica distinta y, por tanto,
como normas que debían ser protegidas con diversas formas de garantía
y a través de distintas autoridades. La misma Corte señaló que la viola-
ción de derechos políticos no daba lugar a juicio de amparo porque no
eran garantías individuales o derechos humanos, sino derechos especia-
les otorgados únicamente a los mexicanos. Este criterio, que se convirtió
en jurisprudencia obligatoria y dio lugar a la falta casi absoluta de protec-
ción de los derechos políticos, especialmente los electorales, fue aceptado
por la mayoría de los tratadistas de derecho constitucional en el país bajo
el argumento de que así se evitaría la politización y distorsión del juicio
de amparo, y se conservaría la integridad del principio de legalidad y la
388 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

independencia de la Corte. Parecía existir, en lo mejor de la doctrina, una


clara y casi unánime concepción de la Constitución y del régimen político
que se quería implantar. Así, en opinión de Carrillo Flores, en nuestro país
no se aceptaba la participación de los jueces en los procesos políticos no
por razones lógicas, como había señalado Rejón, sino porque el fenóme-
no político correspondía al dominio de las ciencias naturales, en tanto
que el derecho, al mundo de la cultura. “Acercar la realidad de la política
al ideal del derecho es nobilísima y urgente tarea, pero nada se aventaja
sustituyendo con una ley, y menos con una sentencia, lo que debe ser
fruto de un esfuerzo colectivo largo y tenaz”. Con mayor claridad, en
1975  afirmó:  “la  acción  decisoria  del  Poder  Judicial  no  puede  interferir,  
ni  menos  sustituir,  a  la  de  los  cuerpos  a  quienes  corresponde  calificar  los  
procesos   electorales”.   El   trasfondo   de   esta   afirmación   provenía   de   una  
determinada concepción de la democracia:

la mejoría de los procesos políticos en un régimen democrático es —en


contra de lo que pensó ingenua o muy prematuramente Iglesias— tam-
bién una tarea de orden político: es la ciudadanía quien debe incitar a los
poderes políticos por excelencia, para que hagan posible la mayor parti-
cipación del pueblo en el funcionamiento de la democracia, inclusive en
la vida interior de los partidos... sería malo que la Corte se convirtiera en
centro de luchas saludables y necesarias, pero que deben librarse en otros
palenques.1311

La exclusión del Poder Judicial de las “cuestiones políticas” lo man-


tuvo alejado de algunos de los temas más importantes de la vida del país.
Al día de hoy sigue sin proceder el juicio de amparo cuando se trate de
derechos políticos, pero se vislumbra en la jurisprudencia de la Corte una
tendencia  a  su  protección,  aunque  sea  sólo,  como  se  afirmó  en  el  amparo  
en revisión 1334/98, cuando “también entrañe la violación de derechos
subjetivos públicos”. Sin embargo, es preciso decir que los derechos po-
líticos de carácter electoral ya no están exentos de protección jurisdic-
cional: se ha construido un “sistema integral de medios de impugnación

1311 Carrillo Flores, Antonio, op. cit., nota 539, pp. 145-149. En otro trabajo este autor
señala que si bien se puede considerar a la Corte como “elemento coadyuvante de nues-
tras instituciones políticas”, los jueces “jamás podrán sustituir a los partidos políticos y a
una ciudadanía vigilante... Siempre habrá decisiones que la Constitución, tanto la formal
como la real, exijan que sea de naturaleza política, es decir, que su validez no esté condi-
cionada al cumplimiento de una norma legislativa”. Op. cit., nota 1266, p. 346.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 389

en materia electoral” a través del cual se controla la constitucionalidad


y legalidad de todos los actos y resoluciones de autoridades electorales
federales y locales.
En un proceso que parte de 1977 se han creado recursos que tienden
a la protección de dichos derechos políticos electorales. Primero, el re-
curso de reclamación, que procedía contra las resoluciones del Colegio
Electoral   de   la   Cámara   de   Diputados,   significó,   aun   con   sus   importan-
tes limitaciones en cuanto al carácter no vinculante de sus resoluciones,
otorgar a la Corte la facultad de intervenir en cuestiones electorales, lo
que  implícitamente  significó  “un  deber  de  actuación  en  la  vida  política  
del país”. En 1986 se creó el Tribunal Electoral, órgano administrativo
especializado con competencia para conocer de las cuestiones de carác-
ter político electoral, siendo determinante en su constitución la idea de
salvaguardar el prestigio y las facultades constitucionales de la Corte.
La actuación de este Tribunal demostró, dice Ojesto, que “la solución
de controversias electorales no era cuestión política, sino jurisdiccional”
dando lugar a que en 1990 se creara un verdadero órgano jurisdiccional
autónomo.   En   1993   se   suprimió   el   sistema   de   autocalificación   que   po-
seían las cámaras del Congreso de la Unión, y se dotó a las resoluciones
del  Tribunal  Federal  Electoral  de  carácter  definitivo  e  inatacable.
En  1996  se  judicializó  definitivamente  la  resolución  de  los  conflictos  
electorales, mediante la inclusión del Tribunal Electoral en el Poder Judi-
cial y la creación de diversos medios a través de los cuales se controla la
constitucionalidad de las leyes y actos electorales estableciéndose las ba-
ses de un verdadero “sistema mexicano de justicia constitucional en ma-
teria  electoral”.  Así  se  creó,  con  el  fin  de  proteger  los  derechos  políticos  
electorales individuales, una materia política clásica, un instrumento pro-
cesal  específico  denominado  “juicio  para  la  protección  de  los  derechos  
político-electorales del ciudadano”, que se interpone por el ciudadano
que se considera lesionado en sus derechos político electorales, ante las
salas del Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial de la Federación,
y que funciona, como enseña Fix-Zamudio, como instrumento paralelo
al juicio de amparo en su función de protección de los derechos huma-
nos.1312 Si consideramos lo que dijimos antes, sobre la tradicional impro-
cedencia del juicio de amparo en materias políticas, puede entenderse la
importancia de la consagración de este instrumento procesal. Antes de él
no existía ningún instrumento procesal que tuviera como objeto proteger
1312 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1291, p. 239.
390 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

los derechos políticos de carácter individual. Esto ha llevado al Poder


Judicial  a  modificar  paulatinamente  su  jurisprudencia  y  considerar  justi-
ciables cuestiones que antes no lo eran por su naturaleza política.1313
En el mismo año de 1996 se consagró en el artículo 99 constitucional
el “juicio de revisión constitucional electoral”, para establecer la posi-
bilidad de combatir la inconstitucionalidad de los actos o resoluciones
definitivos  y  firmes  de  las  autoridades  electorales  de  las  entidades  fede-
rativas. La implantación de este juicio es de relevancia, pues no existe
otro procedimiento por el cual se puedan combatir los actos concretos de
las autoridades electorales locales que infrinjan la Constitución. No pue-
de olvidarse tampoco que en este mismo año se reformó el artículo 105
constitucional con objeto de que la Corte pudiera conocer de acciones de
inconstitucionalidad en contra de leyes electorales y legitimar a los par-
tidos políticos para realizarlo, lo que vino a poner

decididamente en tela de juicio la vieja tesis de que la Suprema Corte no


debe  intervenir  en  cuestiones  electorales,  pues,  sea  como  sea,  el  definir  a  
través de la acción de inconstitucionalidad la conformidad de una ley elec-
toral con la propia Constitución general de la República, evidentemente,
es una facultad de naturaleza política, sobre todo si tomamos en cuenta que
son los partidos políticos quienes más hacen uso de esta acción.1314

Este sistema de medios de impugnación en materia electoral que,


como hemos señalado antes, conforma un sistema integral de control de
constitucionalidad de “todas y cada una de las leyes y normas generales
electorales al igual que de la constitucionalidad de todos y cada uno de
los actos y resoluciones de las autoridades electorales” federales o loca-
les,  ha  permitido  afirmar  a  Ortiz  Mayagoitia  que  la  vieja  tesis  de  Vallarta  
“hoy por hoy, ha dejado de ser útil”.1315

1313 Ibidem, p. 241.


1314 Ortiz Mayagoitia, Guillermo I., op. cit., nota 1294, p. 458.
1315 La procedencia del amparo como instrumento de control constitucional es genérica
por su objeto de protección y, por lo tanto, cualquier acto que se pretenda excluir de dicho
control tiene que estar consignado mediante texto expreso de la propia Constitución. Zal-
dívar Lelo de Larrea, Arturo, Hacia una nueva Ley de Amparo, México, UNAM, 2002,
pp. 134 y 139.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 391

5. El órgano y los procedimientos de control

Si atendemos a la tradición jurídica mexicana y a lo dispuesto en el


artículo 133 de la Constitución de la República, el sistema de control
constitucional  en  México  es  de  carácter  difuso;;  incluso  así  lo  afirmó  la  
Corte en sus criterios originales sobre esta cuestión.1316 Este artículo
establece el denominado “control federal”, que impone, a efecto de lo
que ahora nos interesa destacar, la subordinación de las Constituciones
y leyes de los estados a la ley suprema de toda la Unión, compuesta por
la propia Constitución, las leyes federales y los tratados internaciona-
les. El mismo artículo señala que los jueces de los estados se arreglarán
a la ley suprema a pesar de las disposiciones en contrario que pueda
haber en los ordenamientos locales, lo que indica que en el momento de
aplicar  una  ley  local,  se  tiene  que  verificar  su  correspondencia  con  las  
normas superiores y dar preferencia a éstas en caso de que exista una
contradicción.
Ésta, que podría ser la lectura literal del precepto citado, no es la
interpretación dominante en nuestro medio, principalmente porque se
ha considerado que dicho sistema es “técnicamente inaplicable”. Desde
hace varios años se ha sostenido la tesis de que únicamente las auto-
ridades que forman parte del Poder Judicial Federal pueden ejercer el
control de constitucionalidad de las leyes, en virtud de lo dispuesto en
el artículo 103 de la Constitución y de una interpretación sistemática
del  mismo  texto  básico.  En  sentido  negativo  esto  significa  que  no  todos  
los jueces pueden declarar la inconstitucionalidad de las leyes. Al res-
pecto, la Corte ha sostenido que “aun en el caso de que un juez de una
entidad federativa, frente a una ley local que estimara inconstitucional,
se abstuviera de aplicarla para arreglar tales preceptos a la Constitu-
ción Federal, esta abstención no tendría los alcances de una declaración
sobre la inconstitucionalidad de una ley, más allá del ámbito del pro-
cedimiento en que interviene”. La declaración de inconstitucionalidad
es competencia exclusiva de los tribunales federales, y los tribunales
locales y cualquier otro tribunal carecen de esta facultad.

1316 Así lo subraya citando una ejecutoria de la Corte, de 1919, Gudiño Pelayo, José de
Jesús, op. cit., nota 124, pp. 110 y 111. De la misma forma, Cossío Díaz, José Ramón, op.
cit., nota 1239, pp. 125-128.
392 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

La propia Corte ha señalado recientemente que:

El artículo 133 constitucional, no es fuente de facultades de control cons-


titucional para las autoridades que ejercen funciones materialmente juris-
diccionales, respecto de actos ajenos, como son las leyes emanadas del
propio Congreso, ni de sus propias actuaciones, que les permitan desco-
nocer unos y otros, pues dicho precepto debe ser interpretado a la luz del
régimen previsto por la propia carta magna para ese efecto. (74/99).

Precisamente, debido a que en el control de constitucionalidad, la fun-


ción de justicia constitucional está limitada a los tribunales que forman
parte del Poder Judicial Federal, se sostiene que en nuestro país existe un
sistema mixto de control de constitucionalidad: concentrado “en tanto lo
ejercitan con exclusividad el Poder Judicial de la Federación”, y difuso,
“al corresponder a los distintos órganos que componen ese poder, i. e., el
Tribunal pleno y las salas de la Suprema Corte de Justicia, los tribunales
colegiados, unitarios de circuito y los jueces de distrito”.1317 La inaplica-
ción en México de un exclusivo control difuso, aunque se ha escrito a su
favor (Martínez Báez, Fraga, entre otros) se debe a dos razones, princi-
palmente, según Fix-Zamudio: por un lado, a

la  desconfianza  que  todavía  subsiste  en  la  idoneidad  de  los  jueces  loca-
les, no obstante que han cambiado las circunstancias que originaron esa
falta  de  confianza,  y  por  la  otra,  en  el  temor  de  dichos  juzgadores  para  
avocarse a dichas cuestiones, que tradicionalmente se han considerado
dentro de la esfera de los tribunales federales por conducto del derecho
de amparo.1318

Con respecto a este tema, en la jurisprudencia de la Corte se denota un


excesivo respeto al principio de división de poderes, y la clara intención
de establecer límites a la facultad de control ejercida por los poderes judi-
ciales locales, los órganos administrativos que realizan actos de naturaleza
jurisdiccional y al mismo Poder Judicial Federal, además de que se aprecia
1317 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1277, p. 229. En esto insiste Orozco Henríquez,
J. Jesús, “Los procesos electorales y el Tribunal Electoral”, en Derecho procesal consti-
tucional, cit., p. 448. Hay autores que señalan esta característica como una de las causas
de que la función de defensa de la constitucionalidad ha sido tan “modesta” durante
muchos años.
1318 Fix-Zamudio, Héctor, “La justicia constitucional en el ordenamiento mexicano”,
Justicia constitucional, ombudsman y derechos humanos, México, CNDH, 1993, p. 211.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 393

una imbricada interpretación de los textos constitucionales. Hay que des-


tacar también que nuestro máximo tribunal no sólo ha declarado que la
Constitución no otorga a todos los órganos judiciales facultades de con-
trol constitucional, únicamente al Poder Judicial Federal, sino también
que esta facultad se ejerce sólo a través del juicio de amparo que, como
se  sabe,  es  un  “juicio  de  fisonomía  singular”,  donde  la  posible  declara-
ción de inconstitucionalidad “se rodea de una serie de precauciones y
de requisitos que tratan de impedir una desorbitada actividad del órgano
judicial en relación con los demás poderes”. De esta forma, la inconstitu-
cionalidad de una ley únicamente podía ser declarada por un órgano y a
través  de  un  procedimiento  constitucional  configurado  de  tal  manera  que  
no existía peligro para que se produjera algún exceso en sus funciones en
perjuicio de otros poderes, ya que éste requiere para poder ejercerse de
requisitos tales como la existencia de un agravio personal, actual, directo
y objetivo, la violación a las garantías individuales, el agotamiento de los
medios ordinarios de impugnación, produce sólo efectos particulares, no
abarca cualquier motivo de invalidez de las leyes contrarias a la Consti-
tución, entre otras. Como señalaba Martínez Báez:

La consecuencia lógica de esta práctica y de la doctrina que la informa, es


el monopolio de todas las cuestiones constitucionales en manos del Poder
Judicial de la Federación, así como la exclusividad del juicio de garantías
individuales o de amparo para tratar, dentro de su limitada estructura y
particular  finalidad,  todas  las  posibles  extralimitaciones  o  desvíos  de  las  
reglas jurídicas secundarias.

La   justificación   de   esta   construcción   jurídica   se   basó   en   la   idea   de  


que el principio de división de poderes impide a los órganos judiciales
controlar la constitucionalidad de los actos de los poderes públicos y que
únicamente se puede ejercer esta competencia si se encuentra establecida
en la propia Constitución. Es decir, se parte de que los órganos judiciales
no pueden llevar a cabo, por sí mismos, el control de constitucionalidad
de las leyes, ésta tiene que ser una competencia expresa, y como tal debe
estar consagrada a favor de un órgano en la carta fundamental. Partiendo
de  esta  interpretación  se  afirma  que  el  artículo  103  constitucional  otorga  
facultad exclusiva a los tribunales federales para decidir sobre la consti-
tucionalidad o inconstitucionalidad de las leyes, y, por tanto, excluye de
la misma a los tribunales locales u otros de tipo administrativo.
394 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Claro está que se han vertido sólidas opiniones contrarias a esta inter-
pretación; por ejemplo, Martínez Báez señala que no hay alguna norma
constitucional “que erija al juicio de amparo en el monopolizador de la vir-
tud de la defensa de la Constitución”, por lo que sería correcto reconocer

que corresponde a cualquier juez la tarea de aplicar en la resolución de los


conflictos  que  la  sometan  a  su  conocimiento,  las  normas  jurídicas  condu-
centes, y en caso de que la norma inmediata que reclama su aplicación al
caso, sea antinormativa, esto es, contraria a una ley fundamental que le es
superior, debe aplicarse preferentemente la de grado más valioso y dejar
de cumplirse la subordinada o secundaria.

La   definición   del   derecho   aplicable   al   caso   compete   naturalmente   a  


todo juez y debe realizarse en todo proceso “por lo que es infundado el
principio que la aplicación preferente de las normas superiores con re-
lación a las reglas secundarias corresponda exclusivamente a los jueces
federales y ello solamente dentro del procedimiento de amparo”.1319 Lo
que ha provocado la interpretación dominante, dice el propio Martínez
Báez,  es  la  “desfiguración  de  los  textos”  y,  en  primer  lugar,  del  artículo  
133, que no establece de ninguna forma el control de constitucionalidad
de las leyes, sino el “control federal”, cuyo objetivo es hacer efectiva la
supremacía del ordenamiento jurídico federal sobre las Constituciones
y leyes de los estados. En virtud de lo anterior, y esto es lo que a noso-
tros nos interesa ahora destacar, puede comprenderse la limitación que
implicaba para el sistema mexicano que el único medio de control de
constitucionalidad de las leyes fuera, hasta antes de la reforma de 1994,
el juicio de amparo.
Lo   anterior   no   significa   que   antes   de   esa   fecha   el   juicio   de   amparo  
fuera el único medio de control de constitucionalidad, pero sí que era el
único efectivo. Como subraya Fix-Zamudio, hasta las reformas de inicios
de los años noventa, de los cuatro instrumentos de control constitucional
consagrados en la Constitución de 1917, todo el peso de la tutela de las
normas fundamentales estaba concentrado casi exclusivamente en el de-
recho de amparo, porque, precisamente, éste era, realmente, la única vía
procesal de control que funcionaba en México. Por ello se pudo hablar
1319 Martínez Báez, Antonio, “El indebido monopolio del Poder Judicial de la Federación
para conocer de la inconstitucionalidad de leyes”, Revista de la Escuela Nacional de Juris-
prudencia, México, núm. 15, 1942. Tomado de la obra de Gudiño Pelayo, José de Jesús,
op. cit., nota 124, pp. 400 y ss.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 395

del “raquitismo de los medios de defensa de la Constitución distintos del


amparo”. Esta “máxima institución procesal” está constituida por una
“federación de instrumentos procesales, cada uno de los cuales posee
una  función  tutelar  específica”  y  “fuertes  matices  que  los  singularizan  y  
los distinguen”. Fix habla de cinco funciones diversas: “puede utilizarse
para la tutela de la libertad personal; para combatir las leyes inconstitu-
cionales; como medio de impugnación de las sentencias judiciales; para
reclamar  los  actos  y  resoluciones  de  la  administración  activa,  y  finalmen-
te para proteger los derechos sociales de los campesinos sometidos al ré-
gimen de la reforma agraria”. Los otros instrumentos de justicia constitu-
cional consignados en nuestra ley fundamental no eran aplicados, como
el juicio político, o lo habían sido de forma esporádica, como las contro-
versias constitucionales.1320
Ahora bien, es necesario considerar, para comprender la trascendencia
de los cambios ocurridos en los últimos años que, como lo hemos dicho
antes y como enseñó Tena Ramírez, el juicio de amparo en México no
está ideado como “un sistema de defensa directa de la constitucionalidad,
sino de defensa primordial del individuo frente al Estado, que se resuelve
en defensa secundaria y eventual de la Constitución”. Es decir, el amparo
no es un control constitucional completo y auténtico, está al servicio del
individuo y no al directo de la Constitución. Su misión es, como decía
el mismo Tena, defender primordialmente al individuo, y sólo indirecta,
secundaria y limitadamente a la Constitución.

El amparo no es por su naturaleza control de constitucionalidad, sino


defensa del individuo, “no es sino defensa secundaria e indirecta de la
Constitución, por cuanto en ésta se hallan consignados aquellos derechos;
pero el juicio de amparo no llena, ni puede llenarlo, el vacío que existe
en nuestro derecho público tocante a una defensa directa y general de la
Constitución”.1321

1320 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1291, p. 263. Una de las propuestas básicas
del maestro Fix-Zamudio es que en la nueva Ley de Amparo se contenga el reconoci-
miento de que el juicio de amparo está integrado por varios procesos cada uno con sus
características  propias.  Por  ello  su  propuesta  se  encamina  a  modificar  el  formato  actual  
de  la  Ley  de  Amparo  para  regular  de  forma  específica  y  clara  los  procesos  que  integran  
el juicio de amparo. Para esto véase “Hacia una nueva Ley de Amparo”, en Estudios
en homenaje a don Manuel Gutiérrez de Velasco, México, UNAM, 2000, pp. 329 y ss.
1321 Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, 27a. ed., México, Porrúa,
1993, p. 512.
396 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Este instrumento de control únicamente protege los derechos indivi-


duales de las personas, no la totalidad de la Constitución; incluso la doc-
trina mexicana, con base en esta concepción, señalaba que no existían
diversas clases de acciones de amparo y que ésta era una y única. “Sólo
existe, dice Juventino Castro, una única acción de amparo, y un solo pro-
ceso dentro del cual plantearla y obtener su resolución”.
Con la reforma de 1994 “el tradicional juicio de amparo ha dejado de
tener el monopolio de la defensa de la Constitución, al consolidarse un
sistema integral de instrumentos procesales para su tutela”.1322 Esto es
sumamente importante para el derecho mexicano si recordamos que des-
de 1841, con la Constitución del estado de Yucatán, se previó aquél como
el método ideal y casi único de control constitucional. A partir de 1994 se
reforzó el control constitucional creándose cuatro garantías adicionales
a la ya existentes. Como señala Fix-Zamudio, estos instrumentos de re-
ciente introducción han vigorizado considerablemente la función de so-
lución  de  conflictos  constitucionales1323 e impactado fuertemente, escribe
Gudiño, en el desarrollo y en la experiencia del control de constituciona-
lidad en nuestro sistema jurídico. Sin embargo, hay quienes encuentran
todavía  insuficiencias  en  este  sistema  de  control.  Por  ejemplo,  Brage  Ca-
mazano ha echado de menos que no se halla previsto un control previo de
constitucionalidad en el caso de los tratados internacionales. Dice que en
los sistemas más avanzados de justicia constitucional se prevé para estas
normas dicho control previo, que en ocasiones concurre con otro control
posterior, que permite evitar muchos de los inconvenientes que se deri-
van del control exclusivamente a posteriori de la constitucionalidad de
las normas internacionales.1324
Nos ocuparemos a continuación sólo de dos procesos de control cons-
titucional: las acciones de inconstitucionalidad y las controversias consti-
tucionales, como lo hemos venido haciendo en el desarrollo de este ca-
pítulo. Las acciones de inconstitucionalidad han sido consideradas “la
mayor novedad” en el ordenamiento mexicano y una de las “reformas
más dramáticas” a la jurisdicción original de la Suprema Corte. Su in-
1322 Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, “Los tribunales constitucionales y la Suprema Corte
de Justicia de México”, en Ferrer Mac-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitu-
cional, cit., nota 607, p. 57.
1323 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1254, pp. 263 y 264.
1324 Brage Camazano, Joaquín, “El control abstracto de la constitucionalidad de las
leyes en México”, en Ferrer Mac-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitucional,
cit., nota 607, pp. 320 y 321.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 397

troducción representa la aceptación de fórmulas propias del control abs-


tracto de constitucionalidad, mismo que, como subraya Fix-Zamudio,
no tiene antecedentes en nuestro orden jurídico y, a diferencia de otras
garantías procesales, no proviene del modelo estadounidense, sino del
derecho constitucional europeo donde surgieron, producto de la visión
kelseniana, para otorgar a las minorías parlamentarias la posibilidad de
impugnar las disposiciones aprobadas por la mayoría. Por ello se asegura
que estas acciones son “un instrumento importante para otorgar garantías
jurídicas  a  la  oposición,  a  fin  de  que  pueda  participar  más  activamente  en  
las decisiones políticas de gobierno, según el principio de la “oposición
política garantizada”.1325  Esto  significa  que  su  introducción  en  el  orde-
namiento otorga a los congresistas que no forman parte de la mayoría,
la facultad de hacer que la Suprema Corte controle una ley votada por la
mayoría,1326 pero también, y esto es lo más trascendente, que el principio
de la mayoría no es absoluto, que la justicia constitucional ha sido ins-
trumentalizada como garantía de protección de las minorías y, por tanto,
como un sistema que tiende a reforzar nuestro orden democrático, con-
virtiéndose la Suprema Corte, como consecuencia, en factor de impulso
del sistema representativo de gobierno.
Rubio   Llorente   ha   definido   este   instrumento   como   “una   acción   me-
diante la cual un órgano o una fracción de órgano impugna una norma
fundamentando tal impugnación en la infracción de un precepto de un
principio constitucional”.1327   Cossío,   por   su   parte,   define   estas   accio-
nes como “procesos en los cuales determinados órganos o fragmentos
de órganos, o los órganos directivos de determinadas personas morales
(partidos políticos) reconocidos constitucionalmente de interés para la
sociedad, plantean ante el pleno de la Suprema Corte de Justicia el con-
trol abstracto de la regularidad constitucional de determinadas normas
constitucionales”.1328 Para darnos cuenta, con precisión, de la importan-
cia de la inclusión de estas acciones en nuestro ordenamiento, tenemos
que decir que a las mismas las caracterizan tres notas principalmente:1329
la abstracción, la parcialidad y la temporalidad.
1325 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1291, pp. 236 y 237.
1326 Favoreau, Louis, “Los tribunales constitucionales”, cit., p. 53.
1327 Rubio Llorente, Francisco, “Seis tesis sobre la jurisdicción constitucional en Euro-
pa”, La forma del poder (Estudios sobre la Constitución), Madrid, CEC, 1993, p. 583.
1328 Cossío, José R., op. cit., nota 1286, p. 1067.
1329 Acosta Sánchez, José, op. cit., nota 112, p. 307.
398 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

a) La abstracción. El carácter abstracto indica el origen del procedi-


miento y las características del enjuiciamiento constitucional. Estas ac-
ciones se promueven de forma directa y no resultan o provienen de un
proceso anterior incoado ante los tribunales ordinarios, es decir, se pro-
mueven “con total abstracción de la aplicación concreta del derecho”.1330
Para su interposición no es necesaria la aplicación previa de la ley a un
supuesto concreto y, por tanto, tampoco la existencia de un agravio, le-
sión   jurídica   o   interés   jurídico   específico.   Es   suficiente   la   constatación  
por la parte legitimada de una irregularidad constitucional.1331 Por ello
estos recursos provocan que la interpretación de los preceptos constitu-
cionales y legales sea producto de una interpretación abstracta, no apli-
cativa, completamente desligada de casos o supuestos concretos, iden-
tificándose   sus   elementos   de   modo   casi   hipotético,   como   propuestas   o  
sugerencias interpretativas.1332  Lo  significativo,  y  que  hay  que  subrayar  
de lo anterior, es que tradicionalmente había sido considerado algo po-
sitivo en la actuación de la Suprema Corte, que en el ejercicio de su fa-
cultad de control no interviniera si no existían casos o litigios auténticos.
En el derecho mexicano no era conocida la posibilidad de recurrir ante el
tribunal sin que existiera un caso controvertido o litigio concreto.
b) La parcialidad. Esta característica indica, como dice Jiménez Cam-
po, que se trata de un proceso iniciado por órganos de carácter político,
o por fracciones de esos órganos, esto es, por sujetos que protagonizan y
se comprometen en el debate político y expresan su concepción del inte-
rés general e interpretan la Constitución de forma política más que jurí-
dica.1333 La característica de parcialidad o de ser instrumento puesto en
manos de sujetos políticos impone dos particularidades a estas acciones:
a) no pueden ser inadmisibles por razones sustantivas, es decir, porque se
aprecien débiles o inconsistentes los fundamentos que se estimen como
razones para recurrir ante el tribunal determinada ley, y b) no puede tener

1330 Brewer-Carías, Allan R., op. cit., nota 75, p. 567. Así, por ejemplo, Cruz Villalón,
Pedro, op. cit., nota 296, p. 99.
1331 Nogueira Alcalá, Humberto, op. cit., nota 450, p. 423.
1332 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 78, pp. 572 y 573; Fix-Zamudio, Héctor,
“Significado  actual  del  control  constitucional  en  México”,  cit., nota 1254, p. 236. De la
misma forma Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, p. 115.
1333 Jiménez Campo, Javier, op. cit.,  nota  78,  p.  574.  Claro  está  que  esta  afirmación  hay  
que matizarla, pues, por ejemplo en el caso de México, el procurador general de la Repú-
blica no puede considerarse un órgano de carácter político, como tampoco en el caso de
España se le puede atribuir este carácter al Defensor del Pueblo.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 399

efectos suspensivos la aplicación de la disposición impugnada. Por ello


se consigna en el artículo 64 de la Ley Reglamentaria que: “la admisión
de una acción de inconstitucionalidad no dará lugar a la suspensión de
la norma cuestionada”. Que la interposición de estas acciones carezca
de efectos suspensivos tiene razones normativas y políticas. Las razones
normativas son el principio de mantenimiento de la ley y sus consecuen-
cias, y las políticas están relacionadas con el cuidado necesario que debe
existir al poner en entredicho un producto del legislador. Los requisitos
señalados tienen como objetivo, como dice Jiménez Campo, que la poli-
ticidad inherente a esta acción no se propague al proceso constitucional
ni se convierta el recurso en una “pieza en el sistema de frenos y contra-
pesos políticos”.1334
c) La temporalidad. Por su carácter político, estas acciones tienen un
plazo para poder ser interpuestas. La sujeción a plazo, como enseña Ji-
ménez  Campo,  hace  que  la  impugnación  de  la  ley  se  configure  como  una  
oportunidad de los sujetos políticos legitimados para combatir su cons-
titucionalidad, volviéndose la ley inatacable a través del mismo cauce si
es desaprovechada dicha oportunidad. La limitación temporal responde
a la necesidad de que “el debate político constitucional así encauzado”
tenga, “en garantía de la propia posición de la ley, un término cierto” 1335
y  no  quede  indefinidamente  abierto.  En  México,  el  plazo  es  de  30  días  
contados a partir de que la ley o tratado impugnado sean publicados en
el Diario  Oficial  de  la  Federación. Dicho plazo no inicia el día en que
comienzan a tener vigencia dichas normas, sino a partir del día de su pu-
blicación, es decir, pueden ser controladas las leyes aunque todavía no
entren en vigor, en el caso de que exista una vacatio legis, lo que indica
la  configuración  de  un  sistema  de  “eficacia  provisional”  de  todas  las  le-
yes expedidas por el legislador.1336 Se ha criticado el plazo establecido
en la norma reglamentaria para la interposición del recurso, quizá sin
considerar seriamente la protección que el mismo tiende a dispensar a la
ley. Fix-Fierro, por ejemplo, dice que dicho plazo es demasiado breve,

1334 Ibidem, p. 584.


1335 Ibidem, p. 576.
1336 Este plazo, como dice Cossío, que conlleva la posibilidad de que la impugnación de
la  norma  legal  o  tratado  se  lleve  a  cabo  antes  de  que  halla  entrado  en  vigor  no  significa,  
dice, un control previo de constitucionalidad, debido a que en ese momento se han ago-
tado ya la totalidad de la etapas que conforman el proceso legislativo Cossío, José R., op.
cit., nota 1277, p. 244.
400 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ya que no toma en cuenta que para interponer una acción es necesario, en


muchas ocasiones, poner de acuerdo a varias fracciones opositoras y que
la demanda respectiva ha de fundamentarse adecuadamente. Carpizo, por
su parte, señala que este plazo es muy corto pues no permite la realiza-
ción de un estudio constitucional serio y profundo, y por ello propone
ampliarlo a tres o cuatro meses.1337
Estas tres características dotan de una fuerte carga política a esta vía
procesal. Como dice Rubio, casi inevitablemente, este instrumento apa-
rece como la continuación en sede jurisdiccional de una polémica abierta
entre mayoría y minoría en las cámaras legislativas. Las resoluciones
que se dictan en su virtud revisten gran importancia ya que su objeto son
temas candentes producto del disenso en el proceso de formación de la
ley.1338 La victoria política pasa a ser el objetivo inmediato del litigio, por
lo que cae sobre los órganos de la jurisdicción constitucional una fuerte
carga que difícilmente pueden asumir sin grave quebranto de su propia
naturaleza. En este tipo de recursos resulta casi imposible evitar que ante
la  opinión  pública  el  Tribunal  no  sea  identificado  como  una  tercera  cáma-
ra que actúa con la lógica propia de una institución política.
No podemos dejar de señalar, por último, que la inclusión en Méxi-
co del recurso directo parece estar en discordancia con las tendencias a
abandonarlo que se observa en aquellos países en los que se originó. En
ellos,  su  utilidad  es  discutida,  su  insuficiencia  casi  generalmente  acepta-
da  y  muchas  voces  se  alzan  proponiendo  su  supresión  por  calificarse  su  
funcionamiento de insatisfactorio.1339 Como escribe Rubio Llorente ci-
tando a la doctrina alemana: “la perturbación que para el funcionamiento
de  la  democracia  parlamentaria  significa  la  existencia  de  un  recurso  de  
ese género, a través del cual los grupos políticos pueden continuar en el
Tribunal  el  debate  parlamentario,  excede  con  mucho  los  beneficios  que  
de él cabe esperar y aconseja su supresión”.1340
Las principales razones que se aluden para suprimir este recurso
son la naturaleza de la norma constitucional y la posición del legisla-
dor democrático dentro del Estado. Éste debe gozar de un marco muy

1337 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, pp. 122 y 123; Carpizo, Jorge, op. cit., nota
1282, p. 836.
1338 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 276, p. 568.
1339 Rubio Llorente, F., op. cit., nota 517, p. 171; Pérez Royo, Javier, “Tribunal consti-
tucional y división de poderes”, cit., p 91.
1340 Rubio Llorente, F., op. cit., nota 517, p. 171.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 401

amplio para adoptar decisiones políticas y regular las diversas materias


constitucionales,1341 máxime cuando la impugnación que se presenta de-
riva precisamente de otra interpretación realizada por una opción política
distinta.  También   influye   en   los   defensores   de   esta   propuesta   la   fuerza  
expansiva que han demostrado tener los derechos fundamentales, cir-
cunstancia que hace que se privilegie el recurso de amparo para resolver
cualquier tipo de litigio constitucional. Además, y por ser los derechos
fundamentales el objeto privilegiado de protección dentro del Estado
constitucional,  se  ha  propuesto  que  este  recurso,  configurado  inicialmen-
te como defensa dirigida a la protección no de los derechos sino de la ley,
se transforme en un verdadero recurso protector de derechos. Es decir, se
sugiere que sirva para imponer al legislador la obligación de cumplir con
la función que tiene constitucionalmente encomendada.1342
Con respecto a las controversias constitucionales, éstas se establecen
por primera vez en el texto original de la Constitución de 1917, con ob-
jeto de garantizar el equilibrio entre la Federación y los estados de la
República. En dicho texto se consagró que la Suprema Corte conocería
de seis clases de controversias1343 y únicamente podían ser parte en las
mismas la Federación, los estados y los poderes de éstos; se excluían al
Distrito Federal y a los municipios. De 1917 a 1994 este instrumento de
control sufrió importantes reformas, pero se aplicó de manera excepcio-
nal, ya que cuando se producían diferencias de carácter jurídico entre el
gobierno federal y los estados, éstas se resolvían a través de vías políticas
y  no  jurídicas,  en  su  mayor  parte,  a  través  de  la  figura  de  la  desaparición  
de poderes o “por las vías internas del sistema político”, en virtud de la
homogeneidad que existía en los diversos órdenes de gobierno. Se puede
decir, por tanto, que esta garantía constitucional “era prácticamente ino-
perante”, o bien que “había caído en desuso”.1344 Como escribe Arteaga
Nava:  “en  la  práctica  se  trató  de  una  figura  casi  teórica;;  impidieron  su  
operatividad el presidencialismo, el centralismo y la falta de democracia”.
Bajo la vigencia del texto original del artículo 105, únicamente se re-
solvió un caso y éste fue el denominado “caso Oaxaca”, en el que la
Suprema Corte declaró la inconstitucionalidad de la Ley del Dominio y

1341 Pérez Royo, Javier, “Tribunal constitucional y división de poderes”, cit., p. 107.
1342 Ibidem, p. 110.
1343 Vargas, Jorge A., op. cit., nota 1249, p. 625.
1344 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1254, pp. 219 y 220.
402 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Jurisdicción de Monumentos Arqueológicos del Estado en 1932. Cossío


nos informa que de 1917 a 1994 se promovieron 55 controversias cons-
titucionales, 14 entre la Federación y un Estado; 22 entre poderes de un
mismo estado; 1 entre estados; 12 entre municipios y estados, y 1 entre
un municipio y un estado. El mismo jurista señala que para junio de 2000
ya se contaban 202 controversias interpuestas. Es importante mencionar,
además, que antes de las reformas de 1994 no existía una vía exclusiva
de tramitación y resolución de estas controversias o normas adjetivas es-
pecíficas  que  regularan  este  procedimiento,  se  sustanciaban  utilizando  el  
Código de Procedimientos Civiles, el cual, como resulta comprensible,
“no  resultaba  adecuado  para  este  tipo  de  conflictos  por  tener  como  propó-
sito  fundamental  el  conocimiento  de  conflictos  de  carácter  privado”. 1345
La forma tan limitada en que estaban reguladas las controversias se
comprueba cuando se analiza, por ejemplo, que no se incluía como parte,
como hemos dicho arriba, a los municipios ni al Distrito Federal, lo que
se subsanó hasta 1993; no se hacía referencia a la hipótesis de las posi-
bles controversias entre el Poder Ejecutivo y el Congreso de la Unión o
entre aquel y una de las Cámaras del Congreso de la Unión o la Comisión
Permanente;;  y  no  se  especificaba  qué  efectos  tendrían  las  decisiones  de  la  
Corte.1346 El texto reformado en diciembre de 1994 amplió considerable-
mente los supuestos de procedencia de las controversias constitucionales,
muchas de las cuales son legalmente novedosas e inexploradas procesal-
mente.1347 Asimismo, se incluyeron no sólo, como señala Fix-Zamudio,
a los municipios dentro de las entidades legitimadas para plantearlas,
sino  también  los  llamados  conflictos  de  atribuciones  de  los  órganos  le-
gislativos y ejecutivos tanto de la Federación como de las entidades fe-
derativas y el Distrito Federal.1348 En resumen, y siguiendo a Cárdenas
Gracia, podemos decir que las innovaciones más importantes de la re-
forma comentada fueron: a) la inclusión clara y expresa del Municipio
como sujeto legitimado, que para algunos autores será “el motor de la
nueva reglamentación”; b) la posibilidad de que algunas controversias
puedan dar lugar a resoluciones con efectos generales, y c) la expedición,

1345 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 27.
1346 Rodríguez Lozano, Amador, “Las controversias constitucionales y la construcción
del nuevo federalismo”, La actualidad de la defensa de la Constitución, México, UNAM,
pp. 254 y 255.
1347 Vargas, Jorge A., op. cit., nota 1249, pp. 628 y 629.
1348 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1254, pp. 262 y 263.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 403

por primera vez en la historia de nuestro país, de la ley reglamentaria


correspondiente.1349
El advenimiento de la democracia en nuestro país ha propiciado el au-
mento del número de controversias constitucionales, por lo que la Corte
ha  adquirido  mayor  influencia  en  la  solución  de  los  conflictos  políticos.  
Esto resulta hasta cierto punto normal si se considera que la concurren-
cia de diversos partidos en los distintos niveles de gobierno, supone la
presencia  de  distintos  puntos  de  vista  sobre  el  contenido,  significado  y  
alcance de las normas jurídicas que regulan sus respectivas competen-
cias. Las controversias constitucionales también operan como vía pro-
cesal  por  medio  de  la  cual  se  resuelven  los  conflictos  suscitados  por  las  
diversas  perspectivas  que  existen  sobre  el  significado  de  las  normas.1350
Los   conflictos   que   surgen   entre   los   órdenes   jurídicos   en   el   fondo   tie-
nen un contenido político, por la pluralidad de concepciones que sobre
el ordenamiento jurídico tienen las diversas visiones políticas de los
titulares  de  los  poderes  públicos.  De  esta  forma,  puede  afirmarse  que  
cuando la Corte declara la inconstitucionalidad de una norma también
declara la imposibilidad de aceptar una determinada visión política de
un  problema  específico.1351

Legitimación procesal

El control constitucional en México, antes de las reformas de 1994,


se caracterizaba por un principio esencial: se realizaba, como señalaba
Tena Ramírez, únicamente a través del individuo. El amparo nació y se
desarrolló como una institución basada en principios individualistas, por
ello sólo legitima a la parte agraviada en sus derechos por leyes o actos
de autoridad para la interposición del mismo, lo que indica que el accio-
nante necesariamente debe tener un “interés jurídico que deducir” y no
se puede alegar un interés general para ejercer dicho poder. Es decir, el
amparo se promueve por la parte perjudicada por el acto o ley reclama-
da por lo que se exige como requisitos necesarios para su procedencia
el interés jurídico del quejoso o la titularidad de un derecho subjetivo,
entendido como facultad o potestad de exigencia, y un perjuicio causado
1349 Cárdenas Gracia, Jaime, El municipio en las controversias constitucionales, BMDC,
México, núm. 86, 1996, p. 454.
1350 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 28.
1351 Ibidem, p. 178.
404 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sobre el mismo. El agravio que sufre el accionante de amparo tiene que


ser personal y directo. En una tesis de jurisprudencia la Suprema Corte
de Justicia aclaró que “el Poder Judicial Federal no podrá de esta suerte
constituirse en instrumento de otro de los poderes del Estado, porque el
único que puede provocar su intervención es el particular agraviado, y la
base de la solicitud tiene que ser un agravio concreto en su patrimonio o
en  su  persona.  La  función  controladora  se  refiere,  pues,  a  un  interés  pri-
vado, particular y no a un interés de un partido o facción política o de un
órgano del Estado”.
La “naturaleza expansiva” del juicio de amparo provocó que cada vez
más sujetos estuvieran protegidos bajo su manto protector, por lo que ac-
tualmente, para efectos del derecho positivo mexicano, parte agraviada
puede  ser  cualquier  individuo,  las  personas  morales  privadas  y  oficiales  
cuando el acto o ley que se reclame afecte sus intereses patrimoniales,
persona distinta a la agraviada en determinados supuestos, los menores
de edad y los ofendidos por delitos. La Ley de Amparo también reconoce
la posibilidad de que un grupo de personas que se considere agraviado
por un acto de autoridad pueda interponer amparo designando un repre-
sentante común y, en materia agraria, se permite la acción colectiva de
ejidatarios y comuneros.
Una  de  las  exigencias  sociales  más  apremiantes  es  configurar  un  siste-
ma de justicia que garantice un amplio acceso a la misma. No podemos
desconocer que a través del amparo se otorgó progresivamente acceso
a la justicia constitucional a diversos sectores y personas, entre los que
destacan trabajadores y campesinos. Sin embargo, en años recientes se
ha propuesto revisar el concepto tradicional de legitimación procesal,
aumentar el número de sujetos legitimados para accionar en amparo y
revalorar el principio del agravio personal y directo, porque se considera
que impide un adecuado acceso a la justicia y restringe y limita la protec-
ción de un gran número de actos de autoridad que aunque no afectan los
derechos subjetivos de los gobernados sí lesionan su esfera jurídica.
Así, por ejemplo, Juventino V. Castro ha pugnado por el reconoci-
miento de lo que denomina “amparo social” o “acción social de amparo”
que conlleva la propuesta de legitimar activamente a los miembros de
un cuerpo social o de la sociedad para plantear una controversia consti-
tucional en defensa de algún derecho social y que la resolución sea, en
su caso, favorable a ese grupo, clase o a la sociedad y no solamente al
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 405

promovente individual del juicio de amparo.1352 Lucio Cabrera sugiere la


consagración  de  un  amparo  colectivo  o  de  grupo  que  tendría  la  finalidad  
de prevenir la comisión de daños colectivos a grupos indeterminados,
evitar la presentación de innumerables recursos sobre la misma materia
y proteger los denominados derechos humanos de la tercera generación.
En estos recursos, que serían un complemento del actual proceso de am-
paro, un miembro del grupo tendría legitimación para actuar a nombre
de toda la colectividad con objeto de “impedir, ordenar o suspender ac-
tos de autoridad que toleren o dañen el ambiente o los derechos humanos
de ciertos grupos y otros derechos individuales” teniendo las sentencias
efectos para el grupo en su conjunto. A través de estas acciones se otor-
garía legitimación para proteger estos derechos a individuos, organiza-
ciones no gubernamentales e institutos de investigación,1353 con lo que
se conseguiría democratizar el acceso a la justicia permitiendo que cada
vez más personas puedan tener acceso a los tribunales.
Ferrer Mac-Gregor señala que la realidad social impone la necesidad
de abrir “el cauce a legitimaciones “supraindividuales” que hagan posi-
ble el acceso a la justicia”, lo que podría realizarse a través de la creación
de nuevos mecanismos procesales, o bien mediante la utilización de las
instituciones procesales existentes. Sugiere permitir el acceso a la justi-
cia, a través del amparo, a los intereses de grupo en el que el accionante
actúa en nombre de todos los posibles afectados por determinado hecho
o acto, abriendo paso a una legitimación ad causum, aunque, dice, el au-
téntico problema radica en la determinación de los sujetos legitimados
activamente para promover las acciones relativas a dichos intereses difu-
sos o colectivos.1354 También Burgoa, para preservar los intereses de los

1352 Castro, Juventino V., Hacia el sistema judicial mexicano del XXI, México, Porrúa,
2000, p. 88; id., El sistema del derecho de amparo, 3a. ed., México, Porrúa, 1999, pp.
32 y 45-47. Este importante jurista señala, al fundamentar esta acción de amparo, que
si se concluye que “los derechos sociales solamente pueden ser controvertidos al mo-
mento de su violación a través de la prevalencia del derecho individual implícito en los
derechos sociales, nada hemos avanzado ni nada novedoso creó nuestra Constitución de
1917”. Id., La mutación estructural del derecho en México, México, Porrúa, 1998, pp.
110 y ss., y Hacia el amparo evolucionado, 5a. ed., México, Porrúa, 1997, pp. 107 y ss.
1353 Cabrera, Lucio, op. cit.,    nota  1255,  pp.  207  y  ss.  Del  mismo  autor  es  muy  clarifica-
dora su obra El amparo colectivo protector del derecho al ambiente y de otros derechos
humanos, México, Porrúa, 2000.
1354 Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, op. cit., nota 877, pp. 217 y ss.; id., “El acceso a la
justicia de los intereses de grupo (hacia un juicio de amparo colectivo)”, en Estudios en
homenaje a don Manuel Gutiérrez de Velasco, cit., nota 1320, pp. 221 y ss.
406 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

grupos colectivos ante determinados actos de autoridad que los lesionen,


considera necesario que el juicio de amparo extienda su procedencia a
favor de los intereses grupales o difusos.1355  Fix-­Zamudio,  en  fin,  apre-
cia conveniente conferir, “al Ministerio Público, a asociaciones civiles y
a personas individuales la posibilidad de acudir ante los tribunales para
la defensa de los derechos colectivos de los sectores sociales indetermi-
nados que resultan lesionados”, y que las sentencias que se pronuncien en
dichos procesos, cuando estimen la pretensión, tengan efectos generales
y  beneficien  a  todos  los  afectados.1356
Todo este movimiento en el ámbito de la dogmática ha producido que
en el proyecto que actualmente existe de nueva Ley de Amparo se pro-
ponga  modificar  el  tipo  de  interés  que  se  posee  para  promover  el  juicio  y  
se legitime a los gobernados que tengan interés legítimo, por verse afec-
tados en su esfera jurídica, para interponer dicha acción, rompiendo de
esta forma con el requisito del agravio personal y directo aunque conser-
vándolo,  obviamente,  dentro  de  la  definición  de  aquél.
Hay sólo una cuestión que nos interesa destacar ahora. Si bien la con-
sagración del interés legítimo, como requisito para la procedencia del
amparo, representa la extensión de su ámbito de protección a los intere-
ses difusos y colectivos, la ampliación de la posibilidad de que los go-
bernados  defiendan  su  esfera  jurídica,  y  la  atribución  a  ciertos  grupos  de  
contribuir a la efectividad de los derechos fundamentales, también puede
representar, como lo ha destacado un sector de la doctrina mexicana, un
factor dirigido a incrementar la discrecionalidad del juzgador y otorgarle
mayor  libertad  para  definir  el  acto  de  autoridad  y  el  derecho  protegido.  
Esto es así porque aquel es un concepto abierto que permitirá, como se-
ñala Lelo de Larrea, que los jueces decidan “en cada caso concreto si se
está o no en presencia de un acto de autoridad que implique una violación
constitucional o a los derechos humanos... y, en consecuencia, acreditar
o  no  la  legitimación  en  el  juicio  de  amparo.  Esto  no  se  puede  definir  a
priori en la ley, tiene que ser una creación jurisdiccional”.1357
1355 Burgoa, Ignacio, ¿Una nueva Ley de Amparo o la renovación de la vigente?, Méxi-
co, Porrúa, 2001, pp.108 y 109.
1356 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1245, p. 781; id., “El papel del ombudsman en
la protección de los intereses difusos”, Justicia constitucional, ombudsman y derechos
humanos, México, CNDH, 1993, pp. 423 y ss.; id. y Cossío Díaz, José R., op. cit., nota
1245, pp. 40 y ss.
1357 Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, Hacia una nueva Ley de Amparo, México,
UNAM, 2002, p. 62. Es importante destacar que esta nueva Ley de Amparo que se
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 407

En cuanto a la legitimación pasiva en el amparo, éste procede única-


mente contra actos de autoridades estatales, no de autoridades particulares,
por lo que predomina el concepto tradicional de autoridad. Sin embar-
go, ha habido cambios importantes en torno al entendimiento de esta
noción. En el derecho mexicano han sido consideradas autoridades las
personas que disponen de la fuerza pública, ya sean estas autoridades
legítimamente constituidas o de facto. Esta noción hacía referencia a las
autoridades centrales del Estado y de ninguna forma, como es compren-
sible  por  el  elemento  central  de  la  propia  definición  relacionada  con  la  
disposición de fuerza pública, a los organismos descentralizados y em-
presas de participación estatal ya que debido a que estos tienen persona-
lidad jurídica y patrimonio propios, sus actuaciones se asimilaban a la de
los particulares.
Actualmente, y debido al aumento de la actividad del Estado deri-
vada de la asunción de múltiples funciones y de la constatación de que
los derechos pueden ser violados no sólo por órganos públicos, sino por
sujetos situados fuera del aparato estatal, se ha consagrado la proceden-
cia del amparo contra actos de los organismos descentralizados y em-
presas de participación estatal y se ha propuesto que también proceda
frente a actos de los “grupos sociales intermedios”. El criterio que sirve
de  base  para  definir  los  casos  en  que  se  está  en  presencia  de  un  acto  de  
autoridad  se  refiere  no  a  la  disposición  directa  de  la  fuerza  pública  ni  
al  órgano  que  lo  emite,  sino  a  la  naturaleza  del  acto.  Esto  significa  que  
el  elemento  que  debe  definir  a  un  acto  de  autoridad  como  susceptible  de  
ser recurrible por medio del amparo, no es la fuerza pública o imperio
que posea o emplee determinado órgano o persona, sino la afectación que
sufran  los  particulares  en  su  esfera  jurídica,  es  decir,  para  definir  a  una  
autoridad para efectos del amparo no debe prioritariamente considerarse
el imperio que la misma tenga para imponer sus resoluciones, sino la
naturaleza del acto reclamado. Lo importante es la naturaleza del acto
y no la procedencia del mismo. No importa quién emita el acto, sino
verificar  si  el  gobernado  es afectado en su esfera jurídica. Extendiendo de

promueve, a juicio del autor citado, tiene como supuestos básicos una revalorización de
la función jurisdiccional y privilegiar la discrecionalidad de los jueces, por ello se con-
signan conceptos abiertos, para que sean los jueces quienes busquen soluciones adecuadas
a los problemas concretos que se les planteen. Ibidem, p. 92. De la misma forma Quijano
Baz, Javier, “Proyecto de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de la Ley de Amparo”,
en Vega, Juan y Corzo, Édgar (coords.), Instrumentos de tutela y justicia constitucional,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2002, pp. 460 y ss.
408 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

esta forma el concepto de autoridad responsable, se han podido reclamar,


mediante amparo, los actos de organismos descentralizados y empresas
de participación estatal que con su actuación afectan unilateralmente la
esfera jurídica de los gobernados, y lo que es más novedoso dentro de
nuestro ámbito, se prepara el camino para hacer objetos de impugnación
los actos provenientes de los particulares o grupos sociales que con sus
decisiones lesionan los derechos fundamentales de los individuos. No
hay duda que, independientemente de sus importantes ventajas, con esta
noción se desdibuja el concepto de autoridad para efectos del amparo y se
confiere  a  los  jueces  un  extenso  poder  para  definir  “si  el  acto  de  autoridad  
es tal en cada caso concreto”.1358
Con la consagración de las controversias y acciones de inconstitucio-
nalidad se produce una ampliación del número de sujetos legitimados ad
causum para defender la constitucionalidad de las leyes y, por tanto, para
acceder al ámbito del que conoce el Poder Judicial de la Federación. Se
ha dicho que “la gran diferencia” entre estos dos instrumentos de defensa
constitucional es, precisamente, la diversidad de sujetos legitimados acti-
vos que, en el caso de las primeras, son los órdenes normativos u órganos
enunciados en la fracción I del artículo 105 de la ley fundamental, lo que
para algunos implica consagrar un acceso restringido a las mismas,1359
pero que sin duda representa, si nos situamos en una perspectiva his-
tórica, un importante aumento del número de sujetos legitimados para
accionar. La entidad, poder u órgano legitimados para promover dichas
controversias son los distintos órdenes jurídicos:1360 Federación, estados,
Distrito Federal y municipios; los poderes federales y locales, el Ejecu-
tivo federal y local, el Congreso de la Unión o cualquiera de las cámaras
1358 Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, “Hacia una nueva Ley de Amparo”, en Ferrer
Mac-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., nota 607, pp. 288-290;
id., op. cit., nota 1357, p. 79, y nota 1315, p. 171. Para este tema véase Fix-Zamudio,
Héctor, “Algunos efectos de la protección de los derechos humanos en las relaciones
entre particulares en México y Latinoamérica”, Latinoamérica: Constitución, proceso y
derechos humanos, México, Porrúa, 1986, pp. 99 y ss. También Góngora Pimentel, Gena-
ro, Introducción al estudio del juicio de amparo, 8a. ed., México, Porrúa, 2001, pp. 1-22.
1359 Arteaga Nava, Elisur, op. cit., nota 1263, p. 3.
1360 Como  señala  Cossío,  cuestión  difícil  de  definir  por  la  jurisprudencia  es  la  delimi-
tación de los casos en que se considere que los órdenes jurídicos puedan ser partes en
estos  procedimientos.  El  problema  “deriva  de  la  dificultad  de  establecer  que  actuaciones  
de qué órganos pueden ser imputadas a un determinado orden jurídico, al punto de consi-
derar que el mismo resulta afectado o que, al menos, debe ser parte en la correspondiente
controversia”. Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 32.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 409

que lo integran y la Comisión Permanente; y los poderes de una entidad


federativa, así como los órganos de gobierno del Distrito Federal. Así,
en las controversias pueden ser parte todos los entes, poderes u órganos
prescritos en la Constitución con excepción del Poder Judicial Federal.
Es preciso en este momento recordar que antes de la reforma de 1994
estaban imposibilitados para ejercitar esta acción tanto el Distrito Fede-
ral como los municipios, aunque esta última exclusión, como se sabe,
se subsanó en años recientes desde la propia jurisprudencia.1361 Por esta
circunstancia, para el derecho mexicano es de gran relevancia la legiti-
mación que a partir de aquel año otorga el artículo 105 a los municipios
para iniciar controversias, debido a que la Suprema Corte de Justicia des-
de 1919, y sistemáticamente, negó la posibilidad de que éstos pudieran
accionar este proceso con el argumento de que no eran un poder público.
La  importancia  de  esta  legitimación  resulta  confirmada  en  la  práctica,  ya  
que en la mayoría de las controversias de que conoce nuestro máximo
tribunal, es parte algún municipio, llegándose a decir que éstos son “el
principal actor de las mismas”, o bien el “motor de la nueva regulación”.
González Compeán y Bauer nos informan que de 1994 a 1998 de 48 con-
troversias resueltas por la Corte, en 47 de ellas aparece como parte algún
municipio, “como parte actora en 45, y como parte demandada en dos”.
Asimismo, está legitimado para intervenir en todas las controversias,
en  interés  de  la  Constitución,  de  forma  oficiosa  y  obligatoria,  el  procura-
dor general de la República. Como escribe Fix-Zamudio, el procurador
interviene en todas las controversias a efecto de representar el interés
social y defender el orden constitucional.1362 Su papel en ellas, dice Ar-
teaga Nava, es dar opiniones autorizadas en relación con el fondo de las
materias planteadas, ya que se presenta como un tercero que interviene
para  moderar  entre  partes  en  los  conflictos  que  impliquen  materias  polí-
ticas o requieran de conocimientos especializados en asuntos delicados
y auxiliar técnicamente a las partes en el planteamiento y defensa de sus
puntos de vista con base en la Constitución. Permitir su participación
tiene el objeto de “hacer oír el punto de vista de un especialista en de-
recho que es ajeno a la controversia y, por lo mismo, darle a ella altura,
seriedad y ecuanimidad, a objeto de resolver un diferendo de naturaleza
1361 La SCJN consideró en 1991, a través del “Amparo Mexicali”, que los municipios po-
dían interponer la acción de controversia constitucional al considerar a estos como un poder
del Estado de conformidad con la redacción anterior del artículo 105 de la Constitución.
1362 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1254, p. 222.
410 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

fundamental”.1363 Algunos autores han considerado la intervención del


procurador como un sin sentido, ya que sus funciones, “no tienen rela-
ción alguna con el carácter del juicio constitucional” además de que for-
ma parte de la estructura del Poder Ejecutivo.1364 Resulta contradictorio,
se dice, que este funcionario pueda interponer un recurso contra el titular
del Ejecutivo; circunstancia que “rompe con el esquema constitucional
de la administración pública federal, ya que se está situando en este caso
al procurador como otro poder constitucional. Al parecer la inclusión de
este alto funcionario en el juicio constitucional se debió a situaciones po-
líticas y no jurídicas”.1365
Es importante tomar en cuenta que por disposición del artículo 21 de
la Ley Reglamentaria del Artículo 105 de la Constitución, los órganos le-
gitimados para interponer controversias tienen “una doble oportunidad”
para hacerlo, cuando se trata de impugnar normas generales: a) dentro
de los treinta días contados a partir del día siguiente de su publicación, y
b) dentro de los treinta días contados a partir del día siguiente en que se
produzca el primer acto de aplicación. La Corte ha dicho que en el caso de
que la primera no prospere por alguna causal de improcedencia, el órgano
legitimado puede ejercer posteriormente la segunda con la misma validez.
En cuanto a las acciones de inconstitucionalidad, la idea que subyace
en ellas es la de conferir legitimidad para promover a aquellos órganos de
naturaleza política que se supone están encargados de velar por el interés
general. La excepción a esta regla es el procurador general de la Repú-
blica. Así, se ha legitimado para interponer estas acciones al 33% de los
integrantes de la Cámara de Diputados (152 diputados), Cámara de Sena-
dores (39 senadores), Asamblea de Representantes del Distrito Federal y
las legislaturas de los estados. A partir de la reforma de agosto de 1996,
los partidos políticos con registro nacional están facultados para impug-
nar, aunque no tengan representación parlamentaria, a través de sus diri-
gencias, la constitucionalidad de las leyes electorales federales o locales;
las dirigencias de los partidos políticos, que cuenten con registro estatal,
pueden impugnar las leyes electorales aprobadas por el órgano legisla-
tivo del estado que les otorgó el registro. Se trata de una legitimación
concreta a los partidos para impugnar sólo leyes electorales, aunque no
1363 Arteaga Nava, Elisur, op. cit., nota 1280, p. 810.
1364 Cárdenas Gracia, Jaime, op. cit., nota 1349, p. 456.
1365 Rabell García, Enrique, “La inconstitucionalidad de leyes en México”, La actuali-
dad de la defensa de la Constitución, México, SCJN-UNAM, pp. 234 y 239.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 411

es una legitimación exclusiva, porque conservan la facultad de promover


las mismas tanto las minorías parlamentarias como el procurador general
de la República.
Lo   anterior   significa,   como   lo   ha   señalado   una   tesis   de   la   Suprema  
Corte, que la reforma de 1996 amplió la legitimación en una clase especí-
fica  de  leyes.  Dice  esta  tesis:  “el  círculo  de  legitimación  se  extiende,  bajo  
ciertas condiciones formales y materiales, a los partidos políticos, lo que
se explica por el especial interés que éstos tienen en cuanto tales por este
tipo   de   leyes...”.   Como   señala   Brage,   esta   legitimación   específica   está  
creada con mucha amplitud y generosidad, ya que todo partido legalmen-
te constituido, cualquiera que sea su fuerza parlamentaria, “incluso si no
tiene representación alguna, sea por no haberla obtenido, sea por no haber
concurrido nunca todavía a unos comicios”, puede acudir a la Suprema
Corte1366  provocando  la  “intensificación  del  control  de  constitucionalidad  
de las leyes electorales”.1367 Hay que advertir que el propio artículo 105
señala que la acción de inconstitucionalidad es “la única vía para plantear
la no conformidad de las leyes electorales a la Constitución...”. Esto nos
conduce a dos conclusiones: primero, está excluida la posibilidad de que
se utilicen las vías de la controversia constitucional o el juicio de amparo
para plantear posibles contradicciones entre las normas legales electora-
les y la Constitución, y, segundo, con excepción del procurador general
de la República, los partidos políticos cuentan con una legitimación en
la materia “sea de manera directa a través de sus dirigencias nacionales o
indirectas a través de sus fracciones parlamentarias”.1368
También ha sido objeto de variadas críticas el requisito del 33% de los
integrantes de los congresos respectivos que se exige para poder interpo-
ner  estas  acciones.  Este  umbral  mínimo,  se  afirma,  es  “bastante  restricti-
vo”, lleva a la “disfuncionalidad de la legitimación”, y tiene como único
objetivo   dificultar   la   interposición   del   recurso.   El   porcentaje   requerido  
incluso se ha interpretado como un defecto o restricción de origen de la
propia acción de inconstitucionalidad. En virtud de ello, se asegura, es
necesario disminuir dicho porcentaje. La reducción daría oportunidad a
la oposición de impugnar, por vía jurídica, las leyes, protegiendo con
mayor amplitud los derechos de las minorías. Así, debido a que “no hay
razones de peso para negar legitimación a un porcentaje más reducido de
1366 Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1243, p. 134.
1367 Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1322, p. 311.
1368 Cossío, José R., op. cit., nota 1286, p. 1070.
412 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

representantes del pueblo”, se ha propuesto que el porcentaje exigido se


reduzca a un 30 o 25% y hasta un 15%, reducción que se considera más
acorde con la función y propósito de la institución y con el objetivo de
procurar su virtualidad y operatividad.1369
El procurador tiene la legitimación más amplia de todos los sujetos
legitimados para interponer la acción de inconstitucionalidad. Para Ju-
ventino Castro, esto es así porque “es una especie de supervigilante de
lo constitucionalmente reglamentado; procurador del pacto federal; des-
tacado opinante social del ordenamiento jurídico nacional”. Se le otorga
legitimación porque entre sus funciones está vigilar permanentemente
la supremacía de la Constitución.1370  Otra  justificación  importante  de  su  
presencia en estos procedimientos es que con su participación se propicia
la inclusión de novedades argumentativas durante el desarrollo del pro-
ceso, cuestión necesaria si se piensa que en estas acciones es muy difícil
que el tribunal obtenga más argumentos que los que fueron presentados
en el proceso legislativo, dada la identidad entre quienes debatieron en el
mismo y los que presentan el recurso.1371 Podría sostenerse también que
la razón de la participación del procurador en estos procedimientos está
en la necesidad de no excluir a la administración de la posibilidad de
plantear un recurso cuando tenga dudas sobre su constitucionalidad o
en la conveniencia de que exista como órgano legitimado un defensor
de la Constitución al estilo del que en su momento recomendó Kelsen.
Por la forma en que ha operado el sistema político mexicano, la legiti-
mación del procurador para impugnar normas generales hace pensar de
inmediato que se trata de una forma de legitimar al gobierno federal para
impugnar normas inconstitucionales. Esta legitimación del gobierno no
es extraña, existe en España, Italia y Alemania, entre otros países. Pero
más que una posible legitimación indirecta del gobierno federal, las cau-
sas de la legitimación del procurador son históricas y jurídicas, como
dice Estrada Sámano, ya que en el ordenamiento mexicano éste siempre
ha sido el representante de la sociedad civil, garante del orden jurídico y
de la vigencia del Estado de derecho.1372

1369 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, pp. 118 y 119; Rabell García, Enrique, op.
cit., nota 1365, p. 239; Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1243, p. 114.
1370 Castro, Juventino V., op. cit., nota 1274, p. 72.
1371 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, p. 177.
1372 Estrada Sámano, José A., “Inconstitucionalidad de leyes en la reforma judicial”,
cit., pp. 422 y 423.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 413

A partir de la consagración de las acciones de inconstitucionalidad se


han presentado propuestas para que otros sujetos distintos a los legitima-
dos actualmente estén en posibilidad de interponerlas. Para Carpizo, por
ejemplo, sería conveniente otorgar legitimación a “algún personaje con
respeto social, para no dejarla en manos de entidades políticas”. Por ello
propone legitimar al presidente de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos y al homólogo en el Distrito Federal. Además, sugiere discu-
tir si podría legitimarse a una institución académica de prestigio, como
una facultad de derecho o al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
Universidad Nacional,1373 o bien al Instituto Federal Electoral. También
se ha sugerido otorgar la posibilidad de accionar este recurso a las orga-
nizaciones  políticas,  sociales  y  científicas  con  presencia  y  legitimidad  en  
la comunidad, en las materias que correspondan a su quehacer.1374 Asi-
mismo, se ha aconsejado la legitimación del presidente de la República
para impugnar leyes de los Estados y de los gobernadores y legislaturas
locales para impugnar la constitucionalidad de las leyes federales y trata-
dos internacionales.1375 También se ha argumentado a favor de legitimar
a los órganos locales para impugnar las leyes federales y los tratados
internacionales,   debido   a   que,   se   dice,   la   regulación   actual   refleja   des-
ventaja de los estados y municipios, incompatible con los pesos y contra-
pesos  que  deben  definir  la  relación  entre  entidades  federativas  y  órganos  
estatales.1376 Pero se ha ido más allá: se propone introducir la acción po-
pular como mecanismo idóneo para ejercitar este instrumento de control,
considerándose un error haber dejado dicha acción a las minorías y una
omisión no haber legitimado a los ciudadanos para la interposición de
dicha acción cuando ellos debían ser los principales sujetos legitimados
para interponerla. La acción de inconstitucionalidad debería, desde esta
perspectiva, ciudadanizarse de forma acorde con la actual democracia
participativa.1377

1373 Carpizo, Jorge, op. cit., nota 1282, p. 837.


1374 Rabell García, Enrique, op. cit., nota 1365, p. 239.
1375 Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1243, p. 110. La misma propuesta de in-
cluir la acción popular en Morales Paulín, Carlos A., Justicia constitucional, México,
Porrúa, 2002, p. 6.
1376 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, p. 120.
1377 Morales-Paulín, Carlos A., “La justicia constitucional en México, avances y pers-
pectivas. Una propuesta”, en Valadés, D. y Gutiérrez Rivas, R. (coords.), Justicia. Me-
moria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional I, México, UNAM, 2001,
414 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

6. Aumento de competencias

Las reformas de 1994 y 1996 aumentaron las competencias de la Cor-


te, lo que es de por si notable si aceptamos que “el sentido de la Consti-
tución deriva en buena medida de las atribuciones del órgano competente
para protegerla”. Esta atribución de nuevas competencias es producto de
una operación consciente. Se escogió uno de los caminos existentes para
hacer realidad la pluralidad social y política: fortalecer al Poder Judicial
y hacerlo garante del cambio político. Al momento de la reforma había
plena coincidencia entre los juristas mexicanos de la necesidad de lograr
en nuestro país “la consolidación de un Poder Judicial fortalecido en sus
atribuciones y poderes, más autónomo y con mayores instrumentos para
ejercer sus funciones”. Sin embargo, no podemos soslayar que la vía ele-
gida, la del fortalecimiento del órgano de control constitucional, median-
te la dotación de nuevas competencias y poderes de decisión, acentúa la
tendencia  del  sistema  en  su  conjunto  de  resolver  los  conflictos  sociales  
y políticos a través de procesos jurisdiccionales; lo que puede llevar a la
juridificación  de  la  vida  política  del  país  y,  por  tanto,  a  la  incursión  del  
tribunal dentro del proceso político.
Señalaremos a continuación las funciones jurisdiccionales más impor-
tantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sin considerar ya las
acciones de inconstitucionalidad y las controversias constitucionales:
1. Conocer de los recursos de revisión contra sentencias de amparo en
los siguientes supuestos: a) cuando han sido pronunciadas por los jueces
de distrito o los tribunales unitarios de circuito, y subsista en el recurso el
problema de constitucionalidad, si en la demanda de amparo se hubiese
impugnado la inconstitucionalidad de una ley federal, local, del Distri-
to Federal, o un tratado internacional; b) cuando se ejercite la facultad
de atracción contenida en el segundo párrafo del inciso b de la fracción
VIII del artículo 107 constitucional por tratarse de un asunto que por su
interés y trascendencia así lo amerita, y c) en los casos en que se hayan
impugnado en amparo, por violación de alguna garantía individual, leyes
o actos que invadan la esfera local o federal.
2. Conocer de los recursos de revisión contra sentencias que en am-
paro directo pronuncien los tribunales colegiados de circuito, cuando

p. 342. De la misma forma, Márquez Hernández, Rosario S., “México: acción popular
y derechos ciudadanos”, Vega, Juan y Corzo, Édgar (coords.), Instrumentos de tutela y
justicia constitucional, cit., nota 1357, pp. 739 y ss.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 415

habiéndose impugnado la inconstitucionalidad de una ley federal, local,


del Distrito Federal o de un tratado internacional, o cuando en los con-
ceptos de violación se haya planteado la interpretación directa de un pre-
cepto de la Constitución, dichas sentencias decidan, u omitan decidir,
sobre tales materias, debiendo limitarse en estos casos el recurso a la
decisión de las cuestiones propiamente constitucionales.
3. Vigilar la ejecución de las sentencias pronunciadas en los diversos
procesos de que conozcan los órganos del Poder Judicial de la Federa-
ción. La Constitución contiene, en términos generales, los casos en que
se debe dar dicha ejecución. Así, la norma básica distingue entre aque-
llos supuestos en que la sentencia es de inexcusable cumplimiento y
aquellos otros en que dicho incumplimiento es excusable. En el primer
caso, si la autoridad responsable del acto reclamado trata de eludir la
sentencia de la autoridad federal, dicha autoridad será inmediatamente
separada de su cargo y consignada al juez de distrito que corresponda.
En el segundo caso, previa declaración de incumplimiento o repetición,
la Suprema Corte requerirá a la autoridad responsable y le otorgará un
plazo prudente para que proceda a ejecutar la sentencia. Si la autoridad
no la ejecuta en el término concedido, aquélla procederá en los términos
señalados en el primer caso. Asimismo, cuando la naturaleza del acto
lo  permita,  la  Suprema  Corte  puede  disponer  de  oficio,  o  a  solicitud  del  
quejoso, el cumplimiento sustituto de las sentencias cuando su ejecución
afecte gravemente a la sociedad o a terceros en mayor proporción que los
beneficios  económicos  que  aquél  pudiera  obtener.
4. Conocer y resolver las denuncias de contradicción de tesis sustenta-
das por las salas de la Suprema Corte de Justicia, los tribunales colegia-
dos de circuito o el Tribunal Electoral. Pueden presentar dichas denuncias
los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el procurador
general de la República, los tribunales colegiados de circuito o las partes
que intervinieron en los juicios en que dichas tesis fueron sustentadas.
5. Conocer y dirimir cualquier controversia que surja entre las salas de
la Suprema Corte de Justicia y las que se susciten dentro del Poder Judi-
cial de la Federación, con motivo de la interpretación y aplicación de las
disposiciones contenidas en los artículos 94, 97, 100 y 101 de la Consti-
tución y los preceptos relativos a su Ley Orgánica.
6. La Suprema Corte de Justicia de la Nación puede nombrar, cuando
se lo solicite el Ejecutivo Federal, alguna de las cámaras del Congreso
de la Unión o el gobernador de algún estado, a alguno o algunos de
416 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sus miembros o a algún juez de distrito o magistrado de circuito, o a


uno o varios comisionados especiales, para que averigüe algún hecho
o hechos que pudieran constituir una grave violación de garantías indi-
viduales. También puede solicitar al Consejo de la Judicatura Federal,
que investigue la conducta de algún juez o magistrado. Al terminar la
investigación la SCJN emite un dictamen que debe entregar a las auto-
ridades competentes o a la que hubiese solicitado su intervención. Este
instrumento de garantía ha sido utilizado esporádicamente y con resul-
tados poco satisfactorios.
No han faltado quienes pugnan por atribuir nuevas competencias o
potestades a la Suprema Corte. Juventino Castro, por ejemplo, ha de-
fendido la idea de atribuirle la facultad, “siempre limitada”, de iniciar
leyes. Esta propuesta se basa en varias razones: la existencia, desde el
siglo XIX, del argumento sobre la conveniencia de atribuir esta facul-
tad a nuestro máximo tribunal (facultad concedida en las Siete Leyes de
1836); la constatación de que la gran mayoría de los estados de la Fede-
ración, y muchos países, reconocen la facultad de iniciativa a sus poderes
judiciales; la consideración de que los ministros de la Corte son personas
con  la  experiencia  suficiente  en  la  resolución  de  asuntos  relacionados  con  
la impartición de justicia; y la certeza de que esta facultad propiciaría la
cooperación entre poderes. Castro propone que la Corte sea autorizada
para redactar su ley orgánica; tenga facultades de iniciativa restringidas
a ciertas materias, estrictamente precisadas, de tal forma que su facultad
sólo se extienda a “cuestiones que correspondan estrictamente a sus fun-
ciones”,  ya  que  respecto  a  las  otras  leyes,  “le  es  ampliamente  suficiente  
su capacidad para invalidar normas generales y tratados internacionales
inconstitucionales, o para autorizar su inaplicación a un quejoso dentro
del juicio de amparo”; y pueda “opinar sobre las iniciativas de otros po-
deres”. Esta facultad limitada de iniciar leyes no incluiría reformas a la
Constitución debido a que, dice el autor citado, los integrantes del Poder
Judicial han protestado cumplir y hacer cumplir la Constitución por lo
que sería un contrasentido que alguno de los jueces federales propiciara
reformas a la carta magna.1378
Fix-Zamudio e Ignacio Burgoa años antes ya habían pugnado por otor-
gar a la Corte dicha facultad. En 1997, el PAN, con la intención de forta-
lecer al Poder Judicial, presentó una iniciativa en la que propuso incluir a

1378 Castro, Juventino, La posible facultad del Poder Judicial para iniciar leyes, Méxi-
co, SCJN, 1999, p. 111.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 417

la Suprema Corte como entidad facultada para iniciar leyes o decretos en


asuntos de su competencia. Entre los fundamentos de esta propuesta esta-
ban: la necesidad de equilibrar los poderes y fortalecer al Poder Judicial;
la irrazonabilidad de conceder facultad de iniciativa al Poder Ejecutivo
y negársela al Judicial; la consideración de la Corte como el órgano más
calificado  e  idóneo,  técnicamente,  para  formular  ciertos  proyectos  de  ley;;  
la seguridad de que la presentación de una iniciativa no implica que ésta
sea  la  decisión  definitiva  adoptada  por  el  Congreso,  y  la  certeza  de  que  
los ministros son especialistas en el conocimiento del derecho, en la in-
terpretación y aplicación de las leyes y la Constitución. Esta iniciativa
concluía señalando que era “innegable que la alta calidad técnica y la ex-
periencia de los integrantes del más alto tribunal de la Federación, con su
propuesta oportuna, incidirá en el mejoramiento de la legislación en ma-
teria de justicia”. “Por razón de especialización, se considera razonable
que dicha facultad de iniciar leyes, se circunscriba a la materia de asuntos
de la competencia del Poder Judicial de la Federación, ya que en esa área
es de esperarse que surjan iniciativas de alta calidad profesional y en re-
lación de las necesidades prácticas que surgen en el momento oportuno”.
Gudiño Pelayo va más allá de esta propuesta de otorgar iniciativa le-
gislativa a la Suprema Corte, y sugiere

Que ese derecho de iniciar leyes también incluya la derogación o abroga-


ción, según sea el caso, de aquellas leyes sobre cuya inconstitucionalidad
se haya pronunciado el más alto tribunal, aunque aún no se haya consti-
tuido Jurisprudencia al respecto. De esta manera se establecerá un diálogo
entre el legislativo, federal o local, y la Suprema Corte, pudiendo darse
como resultado la derogación o abrogación de la ley o, también, que ante
los argumentos de los legisladores, este alto tribunal cambie su criterio,
y si ya se había integrado Jurisprudencia declarando la inconstituciona-
lidad de una ley, la interrumpa, y entonces las autoridades puedan seguir
aplicando la ley.1379

No podemos dejar de mencionar que hay una extendida opinión de


la conveniencia de que los tribunales federales que están actualmente
bajo la órbita del Poder Ejecutivo, y cuyas instituciones conforman una
1379 Gudiño  Pelayo,  José  de  Jesús,  “Reflexiones  en  torno  a  la  obligatoriedad  de  la  juris-
prudencia: inconstitucionalidad del primer párrafo de los artículos 192 y 193 de la Ley
de Amparo”, El Estado contra sí mismo. Las comisiones gubernamentales de derechos
humanos y la deslegitimación de lo estatal, México, Noriega, 1999, p. 274.
418 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

verdadera justicia paralela a la ordinaria, rompiendo con la tradicional


concepción de la división de poderes y con el principio de unidad de la
jurisdicción, pasen a formar parte, orgánica y funcionalmente, del Poder
Judicial Federal. Dice Fix-Fierro que dicha incorporación es conveniente
por varias razones:

Se refuerza el peso institucional del Poder Judicial; es posible homologar


salarios y condiciones de trabajo de jueces y funcionarios judiciales, donde
éstos  sean  desiguales;;  se  extienden  las  garantías  judiciales  y  los  beneficios  
de la carrera judicial a los órganos que no cuentan con ellos o solamente
en forma disminuida; se favorece la elaboración y aplicación de políticas
judiciales uniformes, etcétera. Al mismo tiempo se mantienen las ventajas
de una organización especializada ya existente y funcional.1380

José Ramón Cossío ha advertido de la ampliación que la propia Corte


ha realizado de sus competencias constitucionales, partiendo de la idea
de que ella representa y constituye un tribunal constitucional y, por tanto,
“no se requiere de su intervención en aquellos asuntos en los que, al resol-
verse, no se tengan que abordar cuestiones estrictamente constitucionales
o en los que ya haya emitido un pronunciamiento sobre tales cuestiones”.
La Corte, dice, ha utilizado la atribución y “nueva facultad” legislativa
que  le  confiere  el  artículo  94  constitucional,  para  asignar  competencias  
a los tribunales colegiados mediante la expedición de acuerdos dictados
por  ella  misma.  Así,  a  través  de  dichos  acuerdos,  definió,  con  gran  libe-
ralidad, los supuestos de procedencia de la revisión en amparo directo,
mediante la aclaración de los criterios de importancia y trascendencia
señalados en la fracción IX del artículo 107 de la Constitución (Acuer-
do 5/1999); estableció las bases para remitir los asuntos de competen-
cia originaria de la Suprema Corte a los tribunales colegiados (Acuerdo
6/1999), y determinó que corresponde a éstos conocer de los recursos de
revisión de las sentencias dictadas en amparo indirecto en que se hubiere
impugnado la constitucionalidad de una ley local (Acuerdo 10/2000).
Estos  acuerdos  han  dado  lugar,  afirma  dicho  autor,  a  la  definición,  pero  
también  a  la  disposición  de  las  competencias  fijadas  en  el  artículo  107  
constitucional y a la fragmentación de la interpretación constitucional
porque asignan

1380 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1262, pp. 91 y 92; Rocha Díaz, Salvador, “El futu-
ro de la Suprema Corte como tribunal constitucional”, cit., pp. 133-137.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 419

a los tribunales colegiados la competencia para decidir de manera exclu-


siva  y  definitiva  todo  lo  relacionado  con  la  constitucionalidad  de  las  leyes  
locales y de los reglamentos federales, estatales y del Distrito Federal.
Respecto de estos ordenamientos, la remisión es total, lo que conduce a
una fragmentación, es decir, a que no exista una sola Constitución, sino
a que exista aquella que determina el Pleno respecto de leyes y tratados
federales, y aquélla que establecen los colegiados respecto a las leyes lo-
cales y a los reglamentos de cualquier orden normativo. 1381

Otros autores han señalado la incertidumbre e inseguridad jurídi-


ca que se produce con el ejercicio de esta facultad de emitir acuerdos
competenciales. Con relación al Acuerdo 10/2000 y a la disposición
que ordena que la competencia atribuida al Pleno de la Corte en mate-
ria de inconstitucionalidad de leyes locales pasa ahora a los tribunales
colegiados, se ha aducido con reiteración que implica sustraer al prime-
ro su competencia de controlar la constitucionalidad de las leyes y la
asignación a éstos no sólo de competencias referidas a la legalidad sino
a la constitucionalidad de las leyes, convirtiéndose, por este motivo, en
órganos terminales.
Cossío también ha advertido sobre el riesgo de que a través de con-
sultas  pueda  extenderse  la  competencia  de  la  Corte.  Se  refiere  concreta-
mente a la consulta hecha a la Corte por el presidente del Consejo de la
Judicatura Federal 698/2000 P/L. En ella, la Corte se asigna competen-
cias nuevas porque ningún precepto le otorga la atribución de conocer
de consultas realizadas por otro órgano; asimismo, a través de ésta, el
Pleno de la Corte conoció y resolvió asuntos que no tenían el carácter de
controversia violando uno de las más importantes límites que tienen los
órganos jurisdiccionales en virtud del principio de división de poderes.
“La Corte violentó la Constitución al asignarse una competencia con que
no contaba, es decir, violó de manera concreta la Constitución, en aras de
buscar el respeto a una cierta interpretación o forma de construir el prin-
cipio de división de poderes”.1382

1381 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1239, p. 148.
1382 Ibidem, pp. 155-165.
420 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

7. Efectos de las resoluciones del juez constitucional

La iniciativa de reforma judicial de 1994 señaló que para consolidar a


la Suprema Corte como tribunal de constitucionalidad era imprescindi-
ble otorgar mayor fuerza a sus decisiones y ampliar su competencia para
emitir declaraciones sobre la constitucionalidad de las leyes. Al respecto,
es necesario recordar que el sistema de control constitucional mexica-
no, hasta antes de dicha reforma, tenía como una de sus características
esenciales  que  “la  definición  de  inconstitucionalidad  sólo  aprovecha  en  
el caso concreto que motiva la reclamación, con lo que se excluyen las
apreciaciones generales y se evita la derogación de la ley tachada de
inconstitucional”.1383 Hay que decir, sin embargo, que formalmente sí
existió la posibilidad de declarar con efectos generales la inconstitucio-
nalidad de las leyes.1384
Los efectos relativos eran norma en el derecho procesal constitucional
mexicano, desde que se consagró la denominada “fórmula Otero” en el
artículo 25 del Acta Constitutiva y de Reformas de 1847. La Constitución
de 1917 y, antes, la de 1857, estableció, y conserva hasta la fecha, tratán-
dose del juicio de amparo, que hasta 1994 era el control constitucional
por excelencia, que “la sentencia será siempre tal, que sólo se ocupe de in-
dividuos particulares, limitándolos a ampararlos y protegerlos en el caso
especial sobre el que verse la queja, sin hacer una declaración general res-
pecto de la ley o acto que la motivare”. En consecuencia, las sentencias en
juicio de amparo siempre son relativas, ya sea que versen sobre actos de
autoridad o leyes, por ello se ha podido asegurar que en el sistema mexi-
cano no existe amparo contra leyes inconstitucionales, sólo un “estado
de excepción, contra la aplicación de esas leyes a un caso concreto”.1385
La razón original de esta fórmula fue, según lo explicó en su tiempo
Rejón, quien desde la Constitución yucateca de 1840 había propuesto di-
cha solución, evitar que el Judicial se convirtiera en un poder temible; lo
que sucedería si se tuviera la posibilidad de impugnar las leyes “de modo
1383 Tena Ramírez, Felipe, op. cit., nota 1321, p. 498.
1384 Así lo observa Fix-Zamudio, Héctor, y señala también que se dio un único caso
antes de 1994 y fue con relación al caso Oaxaca de 1932. En su trabajo: “La declaración
general de inconstitucionalidad, la interpretación conforme y el juicio de amparo mexi-
cano”, Revista del Instituto de la Judicatura Federal, México, núm. 8, 2001, pp. 115 y
150. La posibilidad de declaraciones de nulidad con efectos generales se previó desde las
Siete Leyes, dictadas en 1836.
1385 Castro, Juventino V., op. cit., nota 1352, pp. 18 y 30.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 421

teórico y general”. Otorgar este poder al órgano judicial, decía, implica-


ría hacerlo censor del legislativo y permitirle entrar a la escena política
propiciando el enfrentamiento entre poderes. La inaplicación, no anula-
ción de la ley, al contrario, provocaría que el Poder Judicial no se hiciera
superior a la ley ni pudiera colocarse contra el legislador. Sus sentencias,
por ello, “no tendrán por objeto más que descargar el golpe sobre un in-
terés personal y la ley sólo se encontrará ofendida por casualidad. De to-
dos modos la ley así censurada no quedará destruida: se suspenderá sí su
fuerza moral, pero no se suspenderá su efecto material. Sólo perecerá por
fin  poco  a  poco  y  con  los  golpes  redoblados  de  la  jurisprudencia”.  Con  
claridad se puede apreciar, en el pensamiento de este destacado jurista,
la idea del necesario equilibrio de poderes y, concretamente, el respeto al
valor  de  la  ley.  Mariano  Otero,  en  1847,  afirmó  que  el  sistema  que  propo-
nía, y que posteriormente se consagró para el Poder Judicial, “sin hacerse
superior a la ley, ni ponerse en oposición contra el Poder Legislativo, ni
derogar sus disposiciones, en cada caso particular en que ella debía herir,
la hace impotente”. En términos similares, en la exposición de motivos
de la Constitución de 1857 se señaló que se consagraba un procedimiento
“que si bien deje sin efecto en aquel caso la ley de que se apela, no ultraje
ni deprima al poder soberano de que ha nacido, sino que lo obligue por
medios indirectos a revocarla por el ejercicio de su propia autoridad”.
Todavía durante la elaboración de la Ley de Amparo de 1861 se discutió
la legitimidad democrática de los jueces para declarar la nulidad de las
leyes.  El  diputado  Couto  afirmó:

Desde el momento en que pueda ponerse en duda la validez de una ley;


desde que haya una autoridad que pueda declarar que los ciudadanos
no la deben cumplir, quedará enteramente desvirtuada, y resultará que
un juez de distrito tenga más respetabilidad que toda la representación
nacional, y que el voto de uno sólo tenga más valor que ciento y tantos
diputados que hayan podido expedir la ley. No solamente habrá, pues,
conflictos,  sino  que  las  leyes  no  tendrán  valor  alguno  desde  el  momento  
en que un juez cualquiera las pueda tachar de inconstitucionalidad... No
nos cansemos: aprobar el presente proyecto sería establecer un principio
completamente antidemocrático; sería sujetar la opinión de la mayoría a
una  minoría  insignificante.1386

1386 Cit. por Cabrera, Lucio, “La jurisprudencia”, en La Suprema Corte y el pensamien-
to jurídico, cit., p. 231. Es muy importante señalar, que este argumento, incluso, años más
tarde, con la expedición del Código de Procedimientos Federales de 1897, sirvió de fun-
422 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Estos   argumentos   que   sirvieron   para   justificar   la   no   procedencia   de  


la declaración general de inconstitucionalidad de las leyes, también per-
mitieron, posteriormente, y al decir de algunos de nuestros tratadistas,
la consagración constitucional del juicio de amparo. Gaxiola señalaría,
algunos años después, que esta fórmula, al prohibir las declaraciones ge-
nerales, “daba estabilidad a la institución y permitía que los tribunales
desempeñaran su función de guardianes de las garantías individuales sin
poner en pugna el Poder de la Corte con el del Legislativo y Ejecutivo”. 1387
Mariano Azuela aseguraba que la importancia política de este principio
era extraordinaria, ya que hacía imposible el enfrentamiento entre po-
deres, lo que, por el contrario, se propiciaría de aceptarse la anulación
erga omnes. “Cuando el poder controlador, decía, dispone de capacidad
para derogar las leyes degenera fácilmente en un poder político que, rom-
piendo todo equilibrio con los poderes controlados, se erige en poder so-
berano y puede sustituir la norma constitucional por su libre arbitrio”.1388
Burgoa opinaba que en gran medida este principio había contribuido a la
sobrevivencia del amparo en nuestro “turbulento” medio político, y que
si existiera la declaración general de inconstitucionalidad, el órgano de
control asumiría el papel de legislador provocando el desequilibrio de los
poderes estatales y la supeditación del Legislativo al Judicial.1389
Sin embargo, desde hace varios años, y cada vez con mayor insisten-
cia, se sostiene la necesidad de suprimir la “fórmula Otero”, por “ver-
gonzosa”, “estéril y perjudicial”, y establecer la declaración general de
inconstitucionalidad, concretamente, en el caso del amparo contra leyes,
con objeto de hacer efectiva la supremacía de la Constitución. La razón
de esta propuesta, inclinada a anular e incluso a no considerar para nada
los argumentos de su establecimiento, es, para algunos autores, la mejor
constatación de que dicha fórmula ha cumplido su función histórica. Si
en  el  siglo  pasado,  se  dice,  su  existencia  se  justificó  por  las  condiciones  
políticas, sociales y económicas del país, y fue de gran importancia para
el desarrollo del amparo, en el momento actual estas circunstancias son to-
talmente diversas. Zaldívar Lelo de Larrea escribe: “es difícil imaginar que

damento para eliminar el carácter obligatorio de la jurisprudencia. Al respecto véase Car-


bonell, Miguel, “Una aproximación al surgimiento histórico de la jurisprudencia en Méxi-
co”, Revista de la Facultad de Derecho de México, México, núms. 199-200, 1995, p. 72.
1387 Tena Ramírez, Felipe, op. cit., nota 1321, p. 502.
1388 Cit. por Burgoa, Ignacio, El juicio de amparo, 27a. ed., México, Porrúa, 1990, p. 277.
1389 Ibidem, p. 276.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 423

un instrumento controlador con efectos generales hubiera podido desen-


volverse en el México del siglo XIX, así como durante el régimen priísta
que constituyó el llamado sistema político mexicano durante la mayor
parte  del  siglo  XX”.  El  principio  de  relatividad  debe  superarse  con  el  fin  
de adaptar el juicio de amparo a los tiempos actuales en los que “existe
una  clara  masificación  y  tecnificación  de  los  conflictos  jurídicos”  que  exi-
gen celeridad en su resolución y respeto al principio de igualdad de los
gobernados ante la ley. La limitación de los efectos de las sentencias ha
provocado,  se  afirma,  la  vulneración  o  escarnio  de  la  supremacía  de  la  
Constitución, la afectación de la regularidad del orden jurídico, el rezago
del propio juicio de amparo en comparación con instituciones similares
de otros países, el retraso en la labor de la Corte, la trasgresión del prin-
cipio de economía procesal, la inadecuada defensa de la Constitución por
parte del Poder Judicial Federal, y la afectación de la interpretación de las
normas  constitucionales  que  no  influye  sino  al  reducido  número  de  perso-
nas que obtienen sentencia favorable, “pero no a las políticas públicas o
a la distribución de competencias entre los distintos actores sociales”.1390
La consignación de los efectos generales permitirá, según esta corriente
doctrinal, que la Corte realice un control más efectivo y eleve su prestigio
social, ya que la conservación de los efectos particulares ha convertido
a la jurisprudencia en la burla de los poderes federales y locales y pue-
de propiciar el colapso del sistema judicial. Además, la consagración de
los efectos generales de las sentencias evitará la repetición de procesos
sobre la validez de la misma norma (economía procesal) e instalará el
principio de igualdad en el corazón de los instrumentos que integran la
justicia constitucional. Este último pretende ser el argumento de fondo
para combatir las desaplicaciones de las disposiciones legislativas, ya
que con ellas:

Se viola el principio esencial de igualdad de los gobernados ante la ley,


que es uno de los valores básicos de un régimen democrático, en cuanto
la desaplicación particular implica que, frente a una ley inconstitucional,
las personas que cuentan con recursos económicos para lograr el asesora-
miento de abogados expertos no tienen obligación de cumplirla al haber

1390 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 189; Zaldívar Lelo de Larrea, Ar-
turo, op. cit., nota 1357, pp. 115 y 116; Carbonell, Miguel, “Algunas posibles reformas
al Poder Judicial en México”, en Vega, J. y Corzo, E. (coords.), Tribunales y justicia
constitucional, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2002, pp. 67 y ss.
424 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

figurado  como  partes  en  los  propios  juicios  de  amparo  en  el  caso  de  ha-
ber obtenido un fallo favorable, en tanto que un número generalmente
mayor de personas, las que por su limitación de recursos económicos y
por su inadecuada preparación cultural no han contado con ese asesora-
miento, deben acatar las disposiciones legales contrarias a los preceptos
fundamentales.1391

La   cada   vez   más   definida   tendencia   a   favor   de   la   derogación   de   la  


“fórmula Otero” en caso de la inconstitucionalidad de leyes, ha servido
incluso para asegurar que ése es el camino hacia el desarrollo de una jus-
ticia constitucional auténtica1392 que permita reforzar la cohesión jurídica
y social consagrada en la Constitución. Fix-Zamudio, hace algunos años,
daba las pautas necesarias para establecer, de forma prudente, tomando
en cuenta “el peso de la tradición”, la declaración general de inconstitu-
cionalidad en México. El presupuesto necesario, dijo, es superar nuestra
concepción tradicional de la división de poderes, el miedo de que dicho
instrumento conlleve una invasión de las facultades del Congreso de la
Unión, y el temor de que la atribución de dicha facultad propicie un en-
frentamiento entre la Suprema Corte y los otros dos órganos del poder.
Propuso, además de un proceso de adaptación que permitiera arraigarla
en la práctica judicial, que se adoptara, inicialmente, un sistema interme-
dio y se requirieran varias decisiones de la Corte declarando la inconsti-
tucionalidad  de  una  norma  para  que  se  produjera  la  ineficacia  general  de  
la misma. Así, sugirió que:

Cuando el tribunal en pleno de la Suprema Corte de Justicia de nuestro


país establezca en jurisprudencia obligatoria... que determinado precepto
es inconstitucional, el quinto fallo se publique en el Diario  Oficial  de  la  
Federación y, a partir de ese momento, dicha disposición legal quede sin
efecto para el futuro, sin perjuicio de su desaplicación en los juicios de
amparo en los cuales surgió la cuestión respectiva.1393

1391 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1318, p. 229. Muy incisivo en este argumento
también Pérez Fonseca, Alfonso, op. cit., nota 1256, pp. 172 y 173.
1392 Horn, Hans-Rudolf, op. cit., nota 557, p. 1059.
1393 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1318, p. 230; en la misma obra, “El amparo
mexicano como instrumento protector de los derechos humanos, pp. 519 y 521. También,
y la cita concreta es del trabajo titulado, “La declaración general de inconstitucionalidad
y el juicio de amparo”, en Ensayos sobre el derecho de amparo, cit., pp. 233 y 235.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 425

En la propuesta de la nueva Ley de Amparo se establece la declaración


general de inconstitucionalidad en el caso de amparos que se presenten
contra leyes, con algunas modalidades que no es el caso reseñar aquí.
La  justificación  de  su  introducción  está,  precisamente,  en  el  principio  de  
igualdad ante la ley: la supremacía de la Constitución, se dice, “no puede
depender de la capacidad económica de los individuos para acudir al jui-
cio  de  amparo”.  Sin  embargo,  no  se  ha  considerado  suficientemente  que  
dicha  propuesta,  como  ha  puesto  de  manifiesto  Cossío,  implica  o  debería  
implicar, y este es su auténtico trasfondo, la intención de construir un
modelo  específico  de  justicia  constitucional,  porque  atribuir  a  la  Corte  la  
facultad de anular una ley debe ser congruente con una concepción o idea
específica  de  la  Constitución,  del  orden  jurídico  y  del  funcionamiento  de  
los órganos estatales. Con esta atribución, desde el punto de vista orgá-
nico, la Corte se convertiría no sólo en un órgano encargado de proteger,
a través del amparo, los derechos subjetivos de los ciudadanos, función
casi exclusiva asignada ahora a dicho instituto, sino a la propia Consti-
tución en su conjunto, fungiendo, además, como límite a los excesos de
las mayorías parlamentarias; desde el punto de vista procesal, los actores
promoventes del juicio pasarían a convertirse, de defensores de sus par-
ticulares intereses, a defensores de la supremacía constitucional, por lo
que la procedencia de la acción, al no estar relacionada con el interés de
una persona, podría ser concebida en términos más amplios y generosos;
y,  en  fin,  esta  atribución  significaría  “la  garantía  de  igualdad  en  el  orden  
jurídico, al entenderse que no se trata más de que cada una logre la defen-
sa de un interés concreto y con independencia de la posición de los de-
más, sino que todos puedan gozar de condiciones jurídicas homogéneas
sin importar su concreta posición jurídica o sus particulares posibilidades
de acceso a la justicia”.1394 A la justicia constitucional mexicana la guia-
ría, en adelante, la idea de proteger el ordenamiento constitucional y los
derechos fundamentales consagrados en el mismo.
En el mismo proyecto que comentamos se consagra la facultad de la
Corte para emitir declaraciones de “interpretación conforme”; es decir,

1394 Cossío, José Ramón y Zaldívar, Arturo, “¿Una nueva ley de amparo? IV”, Este
País, México, agosto de 2001, pp. 33-36. También, de este último, op. cit., nota 1357,
pp.  120-­122.  Este  autor  ha  recalcado  la  importancia  de  reflexionar  sobre  “el  tipo  de  jus-
ticia constitucional que queremos los mexicanos”, en “Suprema Corte y democracia en
México”, Lex, México, núm. 84, 2002, p. 25; id., “La justicia constitucional en México.
Balances y retos”, en Tribunales y justicia constitucional, cit., p. 439.
426 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

se otorga la facultad expresa a nuestro máximo tribunal de señalar de


forma vinculante qué interpretación normativa es aceptable dentro del
marco de la Constitución, lo que constituye para nosotros, por lo que de-
jamos dicho en el capítulo segundo de este trabajo, una extensión de las
posibilidades  de  la  Corte  de  influir  en  la  vida  jurídica  y  política  del  país.
Con la introducción de las acciones de inconstitucionalidad y la reacti-
vación de las controversias constitucionales se ha aceptado que las reso-
luciones judiciales anulen, con efectos generales, las normas que sean de-
claradas contrarias a la Constitución. “Con esto se rompe con una barrera
sicológica, se diría, construida alrededor de la famosa «fórmula Otero»
en el juicio de amparo” desde 1847 y se produce una de las “innovacio-
nes más importantes que nuestro régimen jurídico haya tenido a lo largo
de su historia”.1395 La sentencia estimatoria, en estos procesos, práctica-
mente deroga la norma declarada inconstitucional. En la exposición de
motivos que se presentó para la reforma de 1994, se apunta que con esta
facultad se otorga mayor fuerza a las decisiones de la Suprema Corte y se
amplía “su competencia para emitir declaraciones sobre la constituciona-
lidad de las leyes”.
En el caso de las controversias constitucionales, no todas las resolu-
ciones tienen efectos generales; algunas las tendrán, pero otras solamente
producirán efectos entre las partes. Se pueden distinguir los siguientes
supuestos respecto a los efectos de las sentencias en este instrumento
procesal.1396

a) Cuando la Federación impugne normas generales estatales o muni-


cipales o los estados impugnen normas generales municipales, las
resoluciones estimatorias de los ministros tendrán efectos generales
cuando hubieren sido aprobadas por una mayoría de por lo menos
ocho votos.
b) Cuando se combatan normas generales por órganos de un mismo
orden normativo las resoluciones estimatorias tendrán efectos ge-
nerales cuando hubieren sido aprobadas por una mayoría de por lo
menos ocho votos. De no presentarse la votación requerida no habrá
pronunciamiento sobre el fondo del asunto planteado.
1395 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, p. 123; Laynez Potisek, Javier, “La Suprema
Corte de Justicia como tribunal constitucional: su impacto en la administración pública
federal”, cit., p. 96.
1396 Carpizo, Jorge et al., op. cit., nota 1253, p. 774.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 427

c) Cuando los municipios impugnen normas generales de carácter es-


tatal o federal o los estados reclamen normas generales federales,
las resoluciones que declaren la inconstitucionalidad tendrán efec-
tos generales, si bien circunscritos al ámbito del orden jurídico que
hubiese obtenido sentencia favorable. En estos casos no se requiere
de  votación  calificada,  sino  sólo  mayoritaria  a  partir  del  quórum  de  
asistencia de siete ministros que es la que prevé la Ley Orgánica del
Poder Judicial de la Federación.

De este modo resulta curioso que cuando la Federación impugna normas


estatales o normas municipales o los estados normas municipales, la anu-
lación de la disposición cuestionada requiere de ocho votos, mientras que
cuando los estados impugnan normas federales o los Municipios normas
federales o estatales, únicamente se requiere una mayoría simple.1397

d) Cuando las controversias versen sobre normas individuales, los


efectos  de  las  sentencias  se  limitarán  a  las  partes  en  conflicto.

En resumen, los supuestos en que las resoluciones pueden tener efectos


erga omnes en el caso de las controversias constitucionales son: a) cuando
la Federación impugne disposiciones generales de los estados y muni-
cipios; b) cuando los estados impugnen disposiciones generales de los
municipios; c) controversias entre el Poder Ejecutivo y el Congreso de
la Unión; aquél y cualquiera de las cámaras de éste o, en su caso, la Co-
misión Permanente, sean como órganos federales o del Distrito Federal;
d) controversias entre dos poderes de un mismo estado, sobre la consti-
tucionalidad de sus actos o disposiciones generales, y e) controversias
entre dos órganos de gobierno del Distrito Federal sobre la constitucio-
nalidad de sus actos o disposiciones generales. Los efectos generales se
producirán en caso de que hubiera sido aprobada por una mayoría de por
lo menos ocho votos de los ministros. Todas las otras resoluciones ten-
drán efectos solamente entre las partes.
En las acciones de inconstitucionalidad se acepta también la posibi-
lidad de la anulación con efectos generales de una norma contraria a la
Constitución siempre que sea aprobada por una mayoría de cuando me-
nos ocho votos. Cuando no se reúnan los votos, la Corte no hará ningún
pronunciamiento de inconstitucionalidad y, como señala el artículo 72 de
1397 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 34.
428 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la Ley Reglamentaria del Artículo 105, desestimará la acción ejercitada y


ordenará el archivo del asunto. En consecuencia, la sentencia sólo se dic-
ta cuando se reúnen ocho votos de los ministros y únicamente se declara-
rá si las normas son inconstitucionales, produciéndose los consiguientes
efectos anulatorios generales.1398
Mucho se ha criticado el número de votos que se requieren para efec-
tuar una declaración de inconstitucionalidad. El porcentaje de la vota-
ción  que  se  solicita  constituye  una  mayoría  supercalificada  (72%)  que,  
se dice, es inconveniente y hace muy difícil la declaración de inconsti-
tucionalidad.1399 Para Fix-Zamudio, este porcentaje es muy alto y limita
gravemente el desarrollo de los instrumentos de justicia constitucional:
“nos   parece   un   error   grave,   dice,   que   sin   duda   afectará   la   eficacia   de  
este instrumento de garantía constitucional. En efecto, en una materia
tan compleja como lo es una controversia sobre la constitucionalidad de
normas  generales,  no  se  debe  exigir  una  votación  calificada”.1400 Otros
autores han considerado que este sistema se presta a la politización de la
Corte, “entorpece la función principal de realizar un verdadero control
directo de la Constitución” y representa “un obstáculo más para alcanzar
la  plena  eficacia  de  la  justicia  constitucional”.1401 Asimismo, se ha dicho
que la exigencia “de mayoría reforzada, superior a la mayoría simple por
la que razonablemente ha de resolver un órgano jurisdiccional colegia-
do, carece de todo sentido y supone una extrapolación inadmisible de las
reglas del procedimiento parlamentario al proceso judicial”.1402 En esta
virtud,  y  para  evitar,  se  afirma,  que  no  tenga  efecto  la  opinión  que  den  
la mayoría de los ministros en contra de una ley, se ha propuesto que se
disponga que “cuando se pronuncien 6 o 7 votos a favor de la inconsti-
tucionalidad de una norma, se elabore una resolución que sea enviada
en  calidad  de  recomendación  al  órgano  legislativo  que  la  aprobó  a  fin  de  
que este reconsidere, si así lo decide, la norma y eventualmente apruebe
una nueva”.1403
1398 Idem.
1399 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1250, p. 92; Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota
1252, p. 124.
1400 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1254, p. 224.
1401 Rabell García, Enrique, op. cit., nota 1365, p. 231.
1402 Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1322, p. 324.
1403 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, p. 125. Este criterio es compartido por Bra-
ge Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1322, p. 325.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 429

La importancia de estos cambios se entiende si captamos que “la de-


claración de inconstitucionalidad con efectos generales es el arma más
contundente en el arsenal de la justicia constitucional”.1404 Lejos ha que-
dado la advertencia que hace algunos años hiciera Rosen: “pedir que en
América Latina los jueces declaren leyes inconstitucionales con efectos
erga omnes es precipitarlos a jugar un papel político para el cual no se
encuentran preparados por falta de temperamento y experiencia”. Por el
contrario, ahora se asegura que aceptando los efectos generales de las sen-
tencias, el Estado de derecho se fortalece. Sin embargo, hay que decir que
en   México   la   aceptación   de   la   posibilidad   de   declarar   con   eficacia   erga  
omnes la inconstitucionalidad de las leyes en caso de las acciones de in-
constitucionalidad,  no  significa  la  consagración  de  un  “monopolio  de  re-
chazo” en manos de la Suprema Corte, ya que, como con acierto señala
Brage, en otro tipo de acciones los jueces continúan inaplicando las leyes
que consideren inconstitucionales en determinados casos concretos.
Pero la procedencia de la declaración general de inconstitucionalidad
ha revivido el reclamo de aceptar también los efectos generales en el
amparo contra leyes, y difundido la idea de que cuando una norma gene-
ral sea declarada inválida, dicha invalidez no sólo recaiga en las normas
objeto de la controversia, “sino también en aquellas normas cuya propia
invalidez derive de la norma declarada inconstitucional” pues esta es, se
afirma,  “la  única  vía  posible  para  garantizar  auténticamente  la  suprema-
cía de la Constitución y para darle efectos plenos a las declaraciones de
inconstitucionalidad de normas generales”.1405 Según datos del maestro
Fix-Zamudio, hasta 2001, la Suprema Corte había declarado la invalidez,
con efectos generales, de nueve normas generales impugnadas a través de
controversias constitucionales, y veinticinco normas generales impugna-
das en acciones de inconstitucionalidad.
Hay otros temas, relacionados con los efectos de las sentencias que
dictan los jueces constitucionales, que también han sido introducidos,
como una novedad, en el sistema de justicia constitucional en México.
El primero de ellos es el relacionado con los efectos temporales de las
sentencias. Con relación a esta cuestión, son dos las características bá-
sicas de estos recursos: los efectos se producirán a partir de la fecha
en que lo determine la Suprema Corte y no tendrán efectos retroactivos
1404 Fix-Fierro, Héctor, op. cit., nota 1252, p. 124.
1405 Sánchez Cordero de García Villegas, Olga, “El artículo 105 constitucional”, La
actualidad de la defensa de la Constitución, México, SCJN-UNAM, 1997, p. 303.
430 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

salvo en materia penal, es decir, los efectos son pro futuro, con algunas
excepciones, según lo dispuesto en el segundo párrafo de la fracción III
del artículo105 de la Constitución y 45 de la Ley Reglamentaria. Como
escribe Cossío, debe suponerse que la prohibición de retroactividad se
refiere  a  las  resoluciones  que  declaren  la  invalidez  de  normas  de  carácter  
general y no de carácter particular1406 y su objeto es evitar la “inseguridad
retroactiva” y, claro está, evitar las consecuencias graves a que pueda dar
lugar la anulación de una ley con efectos retroactivos.1407
Con respecto al plazo de vigencia de la ley declarada inconstitucional,
se atribuye a la Corte la facultad de determinar, tanto en el caso de las
acciones como de las controversias, la fecha en que las sentencias de in-
validez empezarán a tener efectos. Así lo señala el artículo 45 de la Ley
Reglamentaria.  Esto  significa  que  la  Corte,  al  analizar  cuáles  son  las  con-
secuencias e implicaciones políticas de declarar la inconstitucionalidad
de  una  norma  o  tratado  internacional,  definirá  el  momento  en  que  comen-
zará a surtir efectos la sentencia. Claro está que aunque el Tribunal tiene
la  posibilidad  de  fijar  el  plazo  en  que  surtirá  efectos  la  anulación  de  una  
ley, esto no quiere decir que lo pueda realizar con arbitrariedad; cada vez
que  fije  un  plazo,  debe  argumentar  el  motivo  del  tiempo  fijado,  ya  que,  
como es obvio, no todos los casos necesitan del mismo plazo.
Otro tema importante es el del valor de los considerandos de las sen-
tencias. El artículo 43 de la Ley Reglamentaria del Artículo 105 Consti-
tucional establece que las razones que funden las sentencias aprobadas
serán obligatorias para todos los órganos jurisdiccionales del país inclu-
yendo a los tribunales administrativos y del trabajo. Como escribe Fix-
Zamudio al comentar esta disposición:

Las razones contenidas en los considerandos que funden los resolutivos


de las sentencias aprobadas por lo menos con ocho votos, serán obligato-
rias para las salas, tribunales unitarios y colegiados de circuito, juzgados
de distrito, tribunales militares, agrarios y judiciales del orden común de
los estados y del Distrito Federal, y administrativos y del trabajo, sean
estos federales y locales.

Esto  implica  la  introducción  de  “una  importante  modificación  al  sistema  
de precedentes judiciales o de jurisprudencia obligatoria en el ordena-
1406 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1286, p. 1064.
1407 Carpizo, Jorge, op. cit., nota 1282, p. 838.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 431

miento mexicano”.1408 En adelante, las consideraciones que sustentan los


fallos, es decir, las argumentaciones o razonamientos mediante los que la
Suprema Corte fundamente el sentido de las resoluciones que dicte,1409
serán obligatorias o vinculantes.
Si tomamos en cuenta, como lo hicimos en el capítulo segundo de
este trabajo, que la ratio decidendi  es  el  grado  máximo  de  eficacia  per-
suasiva de la resolución jurídica contenida en la sentencia, con la dis-
posición citada la fuerza vinculante de las sentencias de la Corte se
refuerza ya que ahora no sólo puede declarar la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de una norma, sino imponer interpretaciones vincu-
lantes, “comprometiendo la libertad interpretativa de los futuros apli-
cadores del derecho”.1410 Las razones o motivos en que se sustentan
las decisiones, las declaraciones que interpretan la Constitución, tienen
ahora naturaleza constitucional y efectos obligatorios. Así damos la ra-
zón a García Pelayo, quien escribía que la parte fundamental de las
sentencias, cuando se trata de la jurisdicción constitucional, no es el
fallo sino la motivación de las mismas. “La escisión entre lo resuelto
y los considerándos es particularmente insostenible cuando se trata de
sentencias constitucionales”.1411
Atribuir efectos obligatorios a las razones de las resoluciones refuerza,
sin duda, la conversión de la Suprema Corte en intérprete auténtico de la
Constitución, ya que, con ello, como escribe Cossío, no es sólo la tesis lo
que va a ser obligatoria, sino el conjunto de consideraciones expuestas de
manera general para sustentar el fallo.1412 Pero lo anterior también obliga
a  los  jueces  a  tener  mucha  cautela  en  el  momento  de  fijar  en  el  fallo  una  
interpretación de las normas legales más aún cuando no existe una ex-
periencia apreciable sobre la interpretación y aplicación de los preceptos
impugnados.1413
Otros temas importantes no podemos abordarlos aquí, sin embargo,
es necesario aunque sea señalar que una característica importante de las
sentencias derivadas de una acción de inconstitucionalidad es que la Su-
prema Corte, como establece el artículo 71 de la Ley Reglamentaria,
1408 Fix-Zamudio, H. y Valencia Carmona, Salvador, op. cit., nota 1247, p. 843.
1409 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 37.
1410 García Canales, Mariano, op. cit., nota 463, p. 308.
1411 Vigo, Rodolfo L., op. cit., nota 101, p. 178.
1412 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1276, p. 37.
1413 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 78, p. 581.
432 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

puede fundar su declaración de inconstitucionalidad en la violación de


cualquier precepto constitucional, haya o no sido invocado por las partes
en el escrito inicial, salvo en materia electoral. El principio con el que se
pretende  justificar  esta  disposición  es  con  el  de  unidad  de  la  Constitución,  
que obliga a los recurrentes a considerarla como un todo en el momento
de interponer recursos. Lo que resulta claro es que con esta norma se otor-
ga  al  Tribunal  la  posibilidad  de  actuar  de  oficio  y  ampliar  por  su  cuenta  
el canon de constitucionalidad propuesto en el momento de interponer la
acción. Además, en caso de que se declare la invalidez de una norma, los
efectos de la sentencia deben “extenderse a todas aquellas normas cuya
validez dependa de la propia norma invalidada”, lo que, como observa
Brage, representa una quiebra del principio de congruencia, que exige
que exista una exacta correlación entre el petitum de la demanda y el
contenido del fallo.1414
No sobra recordar al respecto que el artículo 190 de la Ley de Ampa-
ro establece que las sentencias no comprenderán “más cuestiones que
las legales propuestas en la demanda de amparo; debiendo apoyarse
en el texto constitucional de cuya aplicación se trate y expresar en sus
proposiciones resolutivas el acto o actos contra los cuales se conceda el
amparo”.  Fix-­Zamudio  señala,  cuando  se  refiere  a  los  casos  de  suplen-
cia que existen en materia de controversias constitucionales y acciones
de inconstitucionalidad, que si dicha suplencia existe para salvaguardar
no sólo los derechos fundamentales, como sucede en el amparo, sino
todo  el  sistema  constitucional,  esto  significa  que  la  Suprema  Corte  tie-
ne la facultad de analizar la constitucionalidad no únicamente de las
normas generales impugnadas expresamente sino también aquellas que
estén relacionadas con las que se combaten en el proceso constitucio-
nal. Es decir, puede declarar la invalidez de normas no impugnadas ex-
presamente por las partes con la única limitante de su relación con las
que sí han sido combatidas.
Otra cuestión importante es la obligación de publicar todas las reso-
luciones estimatorias de manera íntegra. Esto es una importante nove-
dad en el derecho mexicano, que se traduce en que para que se produzca
una declaración estimatoria no basta con la sentencia, es necesaria tam-
bién su publicación para que surta efectos. Asimismo, se consagra que la
sentencia sólo producirá efectos a partir del día de su publicación, lo que

1414 Brage Camazano, Joaquín, op. cit., nota 1243, p. 224.


JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 433

impone la pregunta sobre lo que debe ser publicado. Podría pensarse,


por seguridad jurídica, no sólo en publicar la sentencia, sino también la
impugnación de la norma para que todos conozcan que una determinada
normativa  ha  sido  impugnada  y  que  posiblemente  pierda  su  eficacia.
Resulta importante señalar, por último, la tendencia existente para ha-
cer que la jurisprudencia de la Corte extienda su ámbito de acción y ejer-
za  mayor  influencia  en  la  definición  del  contenido  de  las  normas  jurídicas  
que integran el orden normativo. Esta ampliación de la importancia de
la jurisprudencia resulta más apreciable si recordamos las característi-
cas generales que poseía en 1917: era establecida sólo por el Pleno de
la Corte, por ningún otro tribunal federal; se limitaba a la interpretación
de la Constitución y leyes federales, excluyéndose cualquier ley estatal,
reglamento o acto de autoridad; se creaba al dictar sentencias en juicios
de amparo; y su obligatoriedad sólo comprendía a los jueces de distrito,
es decir, no vinculaba “ni al legislador, ni a las autoridades administrati-
vas, ni a los tribunales o jueces comunes”.1415 Los límites de la facultad
interpretativa de la Corte, que tradicionalmente estaban circunscritos a
la Constitución y leyes federales, se fueron extendiendo paulatinamente.
En 1951 (fecha en la que se estableció por vez primera la existencia de la
jurisprudencia en la Constitución) se amplió su facultad para interpretar
y establecer jurisprudencia respecto a los tratados internacionales y, en
1968, se le otorgó competencia para interpretar, con carácter obligatorio,
leyes y reglamentos locales. A partir de entonces, los tribunales federales
establecen jurisprudencia sobre casi todas las normas del país, es decir,
interpretan y determinan “jurisprudencialmente el sentido de las dispo-
siciones de carácter general de todo el orden jurídico mexicano”.1416 En
diversas ocasiones se ha sugerido, también ahora con la propuesta de
nueva Ley de Amparo, reducir el número de ejecutorias necesarias para
crear jurisprudencia. Ya Carrillo Flores opinaba que era “ilógico exigir
precisamente un número mágico de ejecutorias y de votos para que la
Suprema Corte contribuya a la formación y a la depuración del derecho
mexicano”,  y  que  este  requisito  no  era  sino  una  confirmación  de  que  no  
existía en “los hábitos mentales de los juristas mexicanos que la juris-
prudencia sea una auténtica fuente de derecho”. Por ello propuso que la

1415 Cabrera, Lucio, “La jurisprudencia”, en La Suprema Corte y el pensamiento jurí-


dico, cit., p. 249.
1416 Fix-Zamudio, Héctor y Cossío Díaz, José R., op. cit., nota 1245, p. 158.
434 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

jurisprudencia de la Corte fuera obligatoria desde la primera ejecutoria y


para todas las autoridades, incluso para los congresos.1417
Al respecto es muy importante señalar que con la introducción de las
acciones de inconstitucionalidad y el fortalecimiento de las controversias
constitucionales en nuestro país y su regulación a través de la ley re-
glamentaria correspondiente se introdujo la posibilidad de que los crite-
rios contenidos en las resoluciones del Pleno de la Corte vinculen, desde
la primera resolución, con carácter obligatorio, a los órganos sujetos al
sistema. También hay que advertir que la obligatoriedad de la jurispru-
dencia se ha extendido a diversos órganos paulatinamente. En la Ley de
Amparo de 1919, a los magistrados de circuito, tribunales de los estados
y del Distrito Federal y territorios; en la Ley de 1936, a las juntas de
conciliación y arbitraje; en 1951, a los tribunales colegiados de circuito,
y con la reforma constitucional de 1968, a los tribunales militares, ad-
ministrativos y del trabajo locales. La tendencia de extender el ámbito
de obligatoriedad de la jurisprudencia continúa (incluso, por ejemplo,
se reclama la vinculación de la jurisprudencia respecto al Consejo de la
Judicatura Federal), a pesar de que se conserva el criterio de que ésta no
vincula directamente a los órganos ejecutivos ni al Poder Legislativo, de
conformidad con los artículos 192 y 193 de la Ley de Amparo. Gudiño
Pelayo ha resaltado, en un interesante trabajo, que los artículos citados,
“al no incluir a los órganos que integran al Poder Ejecutivo y al Poder
Legislativo entre aquellos que les es obligatoria la jurisprudencia”, cues-
tión que representa “una falla estructural del sistema jurídico mexicano”,
“un estado de excepción constitucional”, violan el primer párrafo del ar-
tículo 16 constitucional, que establece la obligación de toda autoridad
de fundar y motivar sus resoluciones “en la interpretación que hace la
Jurisprudencia de la Constitución y de la ley secundaria” y evitan que el
sistema de jurisprudencia tenga congruencia lógica y, por tanto, integre
e interprete todas las normas que componen el orden jurídico mexicano.
Si no se reconoce y establece dicha obligatoriedad, dice el ministro de la
Corte, estamos aceptando que existen dos tipos de leyes: una ley depu-
rada cuya interpretación ha sido establecida por la jurisprudencia y una
ley en bruto que corresponde acatar a las autoridades administrativas, “o
mejor  dicho,  que  una  misma  ley  puede  tener  dos  significados  y  dos  tipos  
de vinculación con los destinatarios de la misma, según el sujeto que le
corresponda exigir su cumplimiento”. Lo más interesante y polémico de
1417 Carrillo Flores, Antonio, op. cit., nota 539, pp. 171 y 176.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 435

esta tesis, cuyo fundamento en la propia Constitución parece indudable,


es la concepción que le sirve de base. Para Gudiño:
el error consiste en considerar que la ley y la jurisprudencia son dos cosas
distintas, cuando en realidad la Jurisprudencia es la única forma válida
como debe interpretarse la ley, es parte esencial de la ley, no un añadido
que el legislador pueda decidir que a unos obligue y a otros no. En otras
palabras, la ley dice exacta y únicamente lo que la Jurisprudencia estable-
ce,  no  tiene,  ni  puede  tener,  otro  sentido  ni  otro  significado.  En  consecuen-
cia para toda autoridad la ley ordena lo que la jurisprudencia ordena, pero
no sólo para los órganos jurisdiccionales.1418

II. CONTROL CONSTITUCIONAL Y CAMBIO POLÍTICO


EN MÉXICO

Como hemos tratado de mostrar, y con gran acierto apunta Fix-Zamu-


dio, el control constitucional en México ha experimentado cambios sus-
tanciales. Ha evolucionado tan notablemente que actualmente se conside-
ra que la Corte no es ya sólo un órgano encargado de dirimir los negocios
de los particulares, “hoy día es ya un poder de equilibrio y de estabilidad
nacional, que además, tiene encomendada la alta responsabilidad, al pa-
rejo  de  los  otros  dos  poderes,  de  cumplir  con  los  fines  y  propósitos  de  la  
nación”.1419 Se asegura que el amparo, las acciones de inconstituciona-
1418 Gudiño Pelayo, José de Jesús, op. cit., nota 1379, p. 272, y nota 1249, pp. 138 y ss.
Para este autor, si queremos dar congruencia al sistema mexicano de control constitucio-
nal hay dos caminos: dar efectos generales a las resoluciones de amparo que resuelvan
la constitucionalidad de una ley u otorgar obligatoriedad a la jurisprudencia respecto a
toda autoridad. “La fórmula Otero en el proyecto de una nueva Ley de Amparo”, Revista
del Instituto de la Judicatura Federal, México, núm. 8, 2001, p. 168. Recuérdese que
en 1878, Ignacio Mariscal, creador de la jurisprudencia mexicana, había sostenido la
obligatoriedad de la interpretación de la Constitución “para todos los departamentos del
gobierno federal y para todo el pueblo, en cuanto sus derechos y deberes emanan de la
Constitución y son afectados por ella”. Cit. por Cabrera, Lucio, op. cit., nota 1415, p.
242. Similar propuesta en Acosta Romero, Miguel y Pérez Fonseca, Alfonso, op. cit.,
nota 1256, pp. 223 y 224. Es interesante la observación que hace Magaloni en el sentido
de que si la Corte logra asegurar que los tribunales inferiores acaten su jurisprudencia, los
poderes legislativo y ejecutivo cambiarán sus formas de proceder, aunque no estén vincu-
lados directamente a dicha jurisprudencia. Magaloni, Ana Laura, “La agenda pendiente
de la justicia constitucional mexicana”, cit., p. 268.
1419 Ortiz Mayagoitia, Guillermo I., op. cit., nota 1294, p. 470. Concha Cantú señala
que en un proceso de transformación estatal las instituciones judiciales son instituciones
436 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

lidad y las controversias constitucionales han consolidado un auténtico


“sistema nacional de defensa de la constitucionalidad” y conformado “un
sistema completo de garantías constitucionales”, que permiten a nuestro
máximo tribunal “intervenir de manera directa en los procesos políticos”
mediante  la  resolución  de  cada  vez  más  conflictos,  coadyuvar  al  desarro-
llo democrático, arbitrar en forma imparcial y objetiva las controversias
entre poderes, estabilizar el ejercicio del poder público1420 y determinar
los sentidos de las normas constitucionales. “Mediante las resoluciones,
da  fin  a  la  situación  de  enfrentamiento  que  se  haya  presentado;;  mediante  
las interpretaciones, prevé los sentidos que habrán de tener las normas
jurídicas y, con ello, determina los cauces por los que debe conducirse la
lucha política”.1421
Respecto  a  este  último  tema,  Fix-­Zamudio  afirmó,  desde  hace  varios  
años, en distintos trabajos, que el efecto más importante de la con-
versión de la Corte en tribunal constitucional se daría en su función
de intérprete de la Constitución. Fix-Fierro, en la misma línea, opi-
na que las más recientes reformas en materia de justicia han otorgado
a la Corte “nuevas posibilidades de realizar una auténtica interpreta-
ción constitucional”, lo que coincide con la característica básica que se
le asigna a los tribunales constitucionales, “la resolución de litigios o
conflictos  derivados  de  la  interpretación  o  aplicación  directa  de  la  nor-
mativa constitucional”.1422 Más aún, autores como Gudiño Pelayo han
llegado  a  afirmar  que  las  resoluciones  dictadas  por  la  Corte  al  interpre-
tar la Constitución, al ser parte de ésta, son expresiones de la soberanía
popular, por poseer los dos elementos que caracterizan a este concepto: la
supremacía y la independencia, y que la propia Corte, en esta virtud, es el
único poder real y efectivamente soberano, por lo que su situación es
de superioridad con relación a los restantes poderes. No extraña que,
como  corolario  de  esta  afirmación,  este  autor,  parafraseando  a  Charles  
Evans  Hughes,  afirme  que  “nuestra  Constitución dice, ordena o permite

clave: “no podemos entender un proceso de transformación estructural estatal, un pro-


ceso de transición como el que estamos viviendo, si no entendemos el papel clave de las
instituciones encargadas de administrar justicia”. Concha Cantú, Hugo A., op. cit., nota
1241, p. 20.
1420 Hernández Chong Cuy, María A. y Olvera López, Juan J., op. cit., nota 1275, p. 396.
1421 Cossío Díaz, José Ramón, “Régimen democrático e interpretación constitucional
en México”, cit., p. 179.
1422 Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, op. cit., nota 1322, p. 67.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 437

lo que la SCJ dice, ordena o permite”, lo demás carece jurídicamente


de trascendencia.1423
Si bien se está produciendo en nuestro país un importante crecimiento
de la importancia del órgano de control constitucional, sus competencias
e  influencia  en  los  procesos  políticos  y  sociales,  nos  deja  insatisfechos  la  
ausencia  de  una  definición  sustantiva  de  la  posición  que  debe  asumir,  el  
papel que debe cumplir y el sentido que debe orientar su actividad en esta
etapa tan importante para el país, principalmente, en materia de inter-
pretación constitucional. Los cambios constitucionales de 1994 se pue-
den analizar como parte de la transformación del modelo de Estado que
México ha estado experimentando desde hace más de una década, por
lo  que,  definitivamente,  no  resulta  casual  que  la  introducción  en  nuestro  
sistema de nuevos instrumentos procesales se halla dado en momentos de
apertura democrática, más aún si consideramos que la historia demuestra
la estrecha relación que existe entre democracia y justicia constitucio-
nal, relación que, al contrario de lo que pudiera pensarse, y como hemos
señalado antes, es negativa o de orden inverso, pues la introducción o
fortalecimiento de esta institución no es “un indicador de buena salud
democrática, sino de todo lo contrario”.1424 Es dentro de este contexto de
importantes transformaciones políticas donde se deben incrustar las re-
formas tendientes a fortalecer el papel de la Suprema Corte como órgano
de control. Y, así, como dice Cossío: “Si en algún momento de la historia
del país la Suprema Corte ha adquirido una seria responsabilidad en la
conducción del proceso democrático, es en la hora actual”.1425
En virtud de estas circunstancias y del conocimiento de otras experien-
cias nacionales, como las que hemos intentado mostrar en los anteriores
capítulos de este trabajo, quizá deberíamos haber esperado que en la base
de esta conversión de la Corte de Justicia mexicana en un órgano más
activo en la vida jurídica y política de la nación, subyaciera, sobre todo
pensando en su tarea más relevante, que es la interpretación de la norma
básica, una idea determinada de la Constitución y de su posición den-
tro del sistema para así estar en actitud de llenar de sentido a las diver-
sas normas y principios constitucionales. Lo lamentable es que, como ha
1423 Gudiño Pelayo, José de Jesús, Problemas fundamentales del amparo mexicano,
México, Universidad Iberoamericana, 1994, pp. 255-260 y 266.
1424 Pérez Royo, Javier, “Tribunal constitucional y división de poderes”, cit., p. 85.
1425 Cossío, José Ramón, “Régimen democrático e interpretación constitucional en
México”, cit., p. 69.
438 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

probado Cossío, en estos primeros años de renovación de la Corte, no ha


sido  definido  un  paradigma  hacia  el  cual  desarrollar  y  hacer  evolucionar  
las normas constitucionales ni se han determinado “las funciones, funda-
mentos  y  fines  de  la  Constitución  a  partir  de  un  cierto  modelo  de  domina-
ción política”. Esto ha traído como consecuencia que ni la jurisdicción ni
la práctica constitucional ni la dogmática asuman el pleno sentido norma-
tivo de la Constitución; no se haya iniciado “un auténtico diálogo entre
la sociedad y nuestro máximo tribunal”,1426 no se ejerza un adecuado self
restraint; que los propios órganos judiciales asuman facultades que la ley
no  les  confiere  e,  incluso,  se  desnaturalicen  algunas  acciones  de  defensa  
de la Constitución, circunstancia que ha llevado a advertir sobre los ries-
gos de convertir a la Corte en un “ente cuasi omnipotente”.1427
No  basta  con  afirmar  que  indiscutiblemente  nuestra  Corte  de  Justicia  
se ha convertido en un verdadero tribunal constitucional y ha dejado de
ser un tribunal de casación, por su carácter de órgano constitucional ad
hoc especializado en el conocimiento de asuntos jurídico constituciona-
les. Tamayo lo dice contundentemente: “conocer de cuestiones constitu-
cionales no convierte a un tribunal en tribunal constitucional”. 1428 Con-
tra el entusiasmo de la mayoría de los comentaristas sobre la existencia
de un auténtico tribunal constitucional, Cossío revela que entre nosotros
esta idea

se   ha   vuelto   una   especie   de   panacea   que   desde   ese   año   (1988)   justifica  
cualquier cambio. Bien a bien, no sabemos si el tribunal constitucional
debe llegar a ser de tipo europeo, una generación autóctona o llegarse a
parecer a la Corte estadounidense. Por el contrario, en apariencia sólo se
trata de utilizar una muletilla que hace parecer progresivo todo cambio y,
por ende, conferirle una amplia legitimidad.1429

1426 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1244, p. 103.


1427 Gudiño Pelayo, José de Jesús, Controversia sobre controversia, México, Porrúa,
2000, p. 166.
1428 Tamayo Salmorán, Rolando, “Una judicatura de amparo (una judicatura ¿para
qué?)”, Estudios en homenaje a Felipe Tena Ramírez, México, Porrúa, 1999, p. 470. Con
los cambios ocurridos en 1994, dice García Belaunde, la Suprema Corte de Justicia mexi-
cana más que un Tribunal Constitucional es “una corte ordinaria con prevalente función
constitucional”. “De la jurisdicción constitucional al derecho procesal constitucional”, en
Ferrer Mac-Gregor, E. (coord.), Derecho procesal constitucional, cit., npta 607, p. 150.
1429 Cossío, José Ramón, op. cit., nota 1244, p. 109. El mismo Cossío señala en otra
obra:  “sin  haber  establecido  los  supuestos,  las  funciones  y  las  finalidades  de  una  pro-
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 439

Y si es criticable carecer de una idea clara sobre la naturaleza de un tri-


bunal constitucional y, más aún, que no se asuma plenamente la normati-
vidad de la Constitución ni se desarrolle una concepción sobre la misma
y que, como consecuencia, la labor interpretativa se efectúe bajo “una
especie de vacío conceptual” o una cada vez mayor “fragmentación”
de sentidos normativos, es igual de lamentable que la conformación de
nuestro tribunal constitucional y de los elementos básicos que conforman
los instrumentos procesales de la nueva justicia constitucional, no esté
siendo precedida, o por lo menos continuada, por una discusión sobre los
contenidos  y  significados  de  las  normas  constitucionales  y  sobre  el  valor  
y posición que tiene la ley en nuestro Estado, cuando, como hemos dicho
antes, los sistemas que cuentan con este tipo de órganos se construyen,
fundamentalmente, basados en el “privilegio de la ley”.
Ésta es precisamente la cuestión que a continuación desarrollaremos.
En capítulos precedentes hemos tratado de mostrar el contexto político y
jurídico institucional al que se enfrenta el control de constitucionalidad
de las leyes con la idea de que, como observa Grassi, para comprender
la esencia y función de la justicia constitucional, no basta una óptica
estrictamente procesal, es necesario referirse al ámbito dentro del cual
desarrolla sus funciones. Hemos abordado también el tema referido a los
cambios que esta institución ha sufrido tratando de mostrar su evolución
en otros Estados, ya que consideramos que para la adecuada conforma-
ción de este órgano, hay que tomar en cuenta todas las experiencias que
proporciona el derecho comparado. Asimismo, señalamos las causas por
las que esta institución ha crecido con gran rapidez y generado el entu-
siasmo de la ciudadanía, y, por último, mostramos algunos aspectos de
su desarrollo en México.
De este análisis, lo primero que tenemos que decir es algo obvio a
esta altura de nuestro discurso: los órganos de control, y entre ellos el
mexicano, se han consolidado como parte importante de la cultura jurí-
dica, son aceptados en todos los lugares donde se han establecido y han
adquirido una sólida posición dentro del sistema jurídico y político. Se
puede asegurar que se trata de una institución jurídica central del siste-
ma político. Es más, sin el control judicial de la Constitución no podría
entenderse  la  estructura  del  Estado  actual  ni  el  significado  de  la  división  

puesta... ¿qué importancia tiene el que se diga que la Suprema Corte, ahora sí, debe
constituirse en un auténtico tribunal constitucional?”. “Los supuestos de la constitucio-
nalidad”, en Hacia una nueva constitucionalidad, cit., p. 152.
440 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de poderes ni los derechos fundamentales ni la Constitución misma. En


virtud de ello, como han asegurado diversos autores, no se puede pensar
en la eliminación o amplia limitación de dicho control sin arriesgarse a
la destrucción o pérdida de normatividad de la propia Constitución. 1430
Y esto es así porque, como dice Müller, estos tribunales han demostrado
ser  los  más  eficaces  defensores  de  la  Constitución,  han  contribuido  a  la  
protección y actualización de los derechos fundamentales, a la estabili-
zación de la vida constitucional y al desenvolvimiento progresivo de las
normas fundamentales, es más, su mera existencia ha llegado a constituir
una garantía para el orden estatal.1431
Debido al importante papel asumido en la praxis por la mayoría de
los  órganos  judiciales,  parece  sobrar  la  cuestión,  como  afirma  Tomás  y  
Valiente, referida a quien debe ser Der Hüter del Varfasung, y asumir
relevancia el tema de la determinación de sus objetivos, funciones y for-
ma de realizar sus actuaciones. Pero antes de contestar estas importantes
cuestiones, a las que estarán dedicadas las últimas páginas de este traba-
jo, es imprescindible establecer qué Constitución tiene que tutelar nues-
tro  órgano  de  control  e  identificar  su  finalidad,  sentido  y  contenidos.1432
La  precisión  de  estas  premisas  nos  permitirá  definir  la  orientación  y  ob-
jetivos de nuestra carta magna, construir una “totalidad normativa do-
tada de sentido”, y consolidar el tipo de régimen político que queremos
construir. No podemos olvidar que existe una estrecha relación entre el
tipo de control constitucional de las leyes, el régimen político vigente
y los principios políticos fundamentales consignados en la norma bási-
ca.1433  La  afirmación  de  estos  supuestos  hará  posible,  además,  afinar  la  
concepción que tenemos de nuestro instituto de justicia constitucional,
ya que la instauración de un tribunal constitucional debe tener como pre-
supuesto  la  consciente  definición  de  su  papel  dentro  del  Estado.  Como  
enseñó Sandulli hace algunos años: lo verdaderamente importante en la
discusión sobre el papel de la justicia constitucional en nuestros días es
la concepción que se tenga de dicha función puesto que esta es la base
de su actividad y de los instrumentos que posee para realizarla. También
Cappelletti consideraba imprescindible y prioritario señalar cuál era la

1430 Loewenstein, Karl, op. cit., nota 1231, p. 315; Schäffer, Heinz y Haas, Thomas, op.
cit., nota 427, p. 40.
1431 Müller, Gebhard, op. cit., nota 379, p. 216.
1432 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 13; Spadaro, A., op. cit., nota 262, p. 1288.
1433 Renoux, Thierry S., op. cit., nota 824, pp. 441 y 442.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 441

razón  de  ser  de  la  Corte  debido  a  que  con  base  en  la  definición  de  ésta  po-
dían determinarse sus actividades y poderes.1434 Si pretendemos estable-
cer  un  tribunal  constitucional,  es  necesario  definir  los  fundamentos  sobre  
los que descansa, así podremos, para decirlo en palabras de Rorty, rees-
cribir  la  institución  y  otorgarle  la  funcionalidad  suficiente  para  que  haga  
frente, de forma adecuada, a los problemas que actualmente se presentan
en nuestra sociedad. La determinación de las anteriores cuestiones nos
permitirá, como sociedad, saber a dónde nos dirigimos, a dónde vamos y
qué es lo que pretendemos hacer de nuestra vida comunitaria futura.
Elia con gran razón señala que a la determinación de estos extremos
precede la existencia de un verdadero idem sentire sobre la propia Cons-
titución. La condición básica para un adecuado funcionamiento de los
órganos de justicia constitucional, dice, no es tanto su organización o
estructura, más bien la exigencia primaria, fundamental, sin la que es
imposible que ésta pueda existir, es la vigencia dentro de la comunidad
de un consenso sobre la propia Constitución.1435 La presencia de este
“sentimiento”, como lo hemos señalado antes siguiendo a Hesse, lleva
consigo la adopción de una “voluntad de Constitución”; es decir, de una
voluntad constante de los implicados en el proceso constitucional de
realizar  los  contenidos,  finalidades  y  objetivos  de  la  Constitución.  Cuan-
do falta esta voluntad, que le sirve de soporte a la norma básica, observa
Burdeau, ésta se disuelve en ambigüedades y se convierte en “un falso
respeto a las tradiciones jurídicas, en una coartada que encubre de mala
manera la primacía de los hechos sobre el derecho”.
En esta virtud, el consenso en torno de la Constitución, del sistema
constitucional y de la división de poderes es presupuesto indispensable
para el funcionamiento adecuado, la viabilidad y operatividad del ór-
gano de justicia constitucional. Y como ésta es la condición de la exis-
tencia misma del órgano de control, su primera función atribuida, como
escribe  Rodríguez  Bereijo,  el  fin  que  debe  guiar  su  acción,  al  igual  que  
la de todos los restantes poderes públicos, es consolidar y arraigar una
cultura  constitucional  que  genere  confianza  en  la  norma  constitucional  y  
1434 Para Cappelletti, la razón de ser de la justicia constitucional es ejercer la tarea de
actuación constitucional. Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 246, pp. 131 y 135; Sandulli,
Aldo M., op. cit., nota 273, p. 396; Luciani, Massimo, “La Corte Costituzionale nella
forma di governo italiana”, La Costituzione italiana quarant’anni dopo, Milán, Facolta
di Scienze Politiche dell’Universita di Pavia, 1989, p. 67.
1435 Refiriéndose  a  la  Corte  de  la  República  Federal  de  Alemania,  así  lo  expresa  Elia,  
Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 13.
442 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

haga viable la formación de un sedimento de valores compartidos indis-


pensables para la vigencia de la democracia constitucional.1436 Algo hay
que  afirmar  en  nuestro  caso:  la  implantación  de  nuevos  instrumentos  de  
control de constitucionalidad lleva implícita la intención de hacer de la
Constitución una norma y actualizar y hacer efectivo el sistema de va-
lores, reglas y principios que subyacen en la misma; más aún, supone
aceptar   la   vigencia   y   eficacia   de   los   derechos   fundamentales   y   de   las  
reglas políticas democráticas como normas susceptibles de ser vividas
por la conciencia general y actuadas a través de la conducta cotidiana, en
suma,  trasluce  la  confianza  de  conformar  en  nuestro  país  un  “consenso  
constitucional vivido”.

III. UNA CONSTITUCIÓN PARA LA CORTE DE JUSTICIA

1. La necesidad de una teoría constitucional

Hemos  dicho  que  la  justificación  de  la  existencia  de  un  órgano  de  con-
trol constitucional proviene de la función que está llamado a cumplir
dentro del sistema constitucional. Para la determinación de esta función,
no basta proclamar la supremacía y rigidez de la Constitución, es nece-
sario partir de la caracterización de la propia norma básica. Es decir, el
esfuerzo previo a la determinación de las funciones de la justicia cons-
titucional y de la forma de actuar de los órganos que la ejercen es la de-
finición  de  los  presupuestos  que  fundamentan  y  dan  sentido  a  la  idea  de  
Constitución. El cumplimiento de las funciones de la Corte, y, claro está,
de todos los poderes públicos, exige contar con una concepción del sig-
nificado  de  la  Constitución  que  permita  desarrollar  sus  normas  y  texto  en  
su conjunto a partir de la misma. Utilizando una idea de Lüther, podemos
decir que si tenemos una idea formada y aceptada de la ley fundamental
determinaremos claramente las funciones llamadas a realizar por todos
los órganos del Estado, concretamente, por el órgano de justicia consti-
tucional.  No  estamos  diciendo  que  debamos  consignar  la  “filigrana”  de  
la Constitución, sólo su carácter general, su sentido más amplio. La idea
que  obtengamos  impregnará  el  contenido  de  nuestro  derecho,  la  defini-
ción de las fuentes del mismo y su propia interpretación, ya que, como
certeramente escribe Zagrebelsky: “lo que cuenta en última instancia, y
1436 Rodríguez Bereijo, Álvaro, op. cit., nota 275, p. 16.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 443

de lo que todo depende, es la idea del derecho, de la Constitución, del


Código, de la ley, de la sentencia”.1437 El entendimiento de la Constitu-
ción  es  la  base  de  definición  para  la  actuación,  dirección  y  sentido  de  la  
actividad de los órganos jurisdiccionales.1438
El punto de partida tiene que ser aceptar el pleno carácter normativo
de la Constitución y reconocer que, como hemos señalado en el capítulo
primero, las normas constitucionales se caracterizan por su indetermina-
ción y apertura. Esta normatividad plena y el carácter estructuralmente
abierto de las normas constitucionales suponen, en el caso de nuestro
país,  el  final  de  la  época  en  que  la  norma  básica  se  consideraba  un  progra-
ma centrado en un “punto de vista dominante”. Como con gran agudeza
ha mostrado Cossío, debido a los cambios políticos, sociales y jurídicos
acontecidos en México recientemente, que han llevado a reconocer la
base plural de la sociedad y a consagrar nuevos procesos constitucio-
nales, “es imposible seguir interpretando a las normas constitucionales
como la pura y acabada decisión de quienes detentan el poder”,1439 por lo
que es de esperarse una “lucha por la Constitución” o “por la objetiviza-
ción del derecho”, en la que se presentarán múltiples discusiones en torno
a la determinación del sentido de las normas constitucionales.
En esta “lucha por la Constitución”, el más importante “teatro de ba-
talla”, como lo sostiene parte de la doctrina alemana, lo constituye la
interpretación de los derechos fundamentales, ya que de ella se derivan
cuestiones esenciales para el orden político. Como escribe Stern, así
como son empleados los principios sobre la estructura del Estado tam-
bién los derechos son utilizados por los partidos, grupos e individuos
como armas jurídicas porque consideran que “chi stabilisce le regole
per l’interpretazione dei diritti fondamentali determina per conseguen-
za una parte non irrelevante della formulazione dell’ordine giuridico e
sociale”.1440   Cervati   también   ha   señalado   que   “los   mayores   conflictos  

1437 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 9.


1438 Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 37, p. 472. Algunos autores sugieren esta
misma idea señalando que es inevitable pensar en una supremacía ideológica de la Consti-
tución y reconociendo que esta tiene una “fórmula política”, un “techo ideológico insupe-
rable”. Incluso se ha podido decir que la supremacía ideológica de la Constitución es más
trascendente que su supremacía normativa. Sagüés, Néstor Pedro, op. cit., nota 604, p. 30.
1439 Cossío Díaz, José Ramón y Raigosa, Luis, “Régimen político e interpretación cons-
titucional en México”, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judi-
cial, México, Alfaguara, 1998, p. 269.
1440 Stern,  Klaus,  “Reflessioni  sull’intepretazione  dei  diritti  fondamentali”,  cit., p. 213.
444 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

políticos y jurídicos atañen a la interpretación de los derechos funda-


mentales, sea en relación con el valor de los enunciados contenidos en
los principios fundamentales, sea respecto a la compatibilidad entre los
mismos derechos fundamentales citados en la Constitución”.1441 La cues-
tión, repetimos, se complica porque es inevitable concebir a los derechos
como normas abiertas formuladas de forma vaga y general, y a la Consti-
tución como norma dotada de una pluralidad de sentidos.
Ya hemos dicho en el capítulo primero cuál es la posición del legisla-
dor y del juez ante la Constitución, y señalado que ésta exige que cada
uno de los poderes esté en su sitio. El entendimiento de la actividad que
desempeñan ambos poderes y la forma en que la desarrollan está precedi-
do por el análisis de su colocación y función institucional.1442 Lo anterior
indica  que  es  necesario  definir  claramente  la  posición  de  la  Corte  dentro  
del sistema de gobierno y el lugar que ocupa en relación con otros pode-
res y una vez hecha esta determinación es impostergable que todos res-
peten los equilibrios políticos señalados y dispuestos en la Constitución.
Lo importante es comprender el sentido de los principios que informan
nuestro  sistema  político  y,  específicamente,  el  papel  y  las  funciones  que  
les toca desempeñar al legislador y al órgano de justicia constitucional,
ya que la existencia y forma de actuación de estos órganos representará
la consagración de cierto tipo de ordenamiento democrático, que, como
escribe  Crisafulli,  podría  configurar  no  un  diseño  antinómico  con  respec-
to al esquema democrático puro, sino una alteración intencional y cons-
ciente del mismo en función de un preciso modelo político con objeto de
expresar como sustancial su componente garantista.1443
Todas estas cuestiones, incluyendo la relacionada con los métodos de
interpretación, deben estar comprendidas en una teoría constitucional
que fundamente toda la Constitución. Si el pluralismo propiciará que en

1441 “Los  conflictos,  sigue  diciendo  este  autor,  conciernen  además  a  la  valoración  del  
papel desempeñado por el legislador ordinario, la jurisdicción constitucional y los jueces
comunes en la ampliación del ámbito de garantía de los derechos fundamentales”. Cerva-
ti, Ángel A., op. cit., nota 857, p. 52.
1442 Dice Taruffo: “toda teoría de la interpretación «lleva consigo» una imagen particu-
lar  del  juez  y  toda  definición  del  papel  del  juez  “lleva  consigo”  una  específica  concepción  
de la interpretación”. Taruffo, Michele, “Ley y juez en el “rule of law” inglés y en el
constitucionalismo americano”, trad. de P. Andrés Ibáñez, La experiencia jurisdiccional:
del Estado legislativo de derecho al Estado jurisdiccional de derecho, Madrid, Consejo
General del Poder Judicial, 1999, pp. 159 y 160.
1443 Crisafulli, Vezio, op. cit., nota 343, p. 73.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 445

nuestro  país  se  genere  una  discusión  sobre  el  significado  de  las  normas  
constitucionales,  la  cuestión  previa  es  definir  el  entendimiento  que  sirva  
de marco a todas las interpretaciones posibles. Como señala Comanducci,
el   esfuerzo   previo,   de   tipo   metodológico   e   ideológico,   es   configurar   el  
objeto Constitución y después proceder a interpretarla. Una concepción
compartida de lo qué es la Constitución es el dato previo a la forma de
actuar de los órganos estatales. Según lo que se entienda por Constitución
se derivarán diferentes modos de efectuar su interpretación.1444 Gianfor-
maggio también procede de esta manera y dice que no es posible atribuir
significados  a  las  disposiciones  constitucionales  sin  antes  haber  atribui-
do a la Constitución una función, valor o rol dentro del sistema jurídico
institucional y político social. Así, dice: “Quella della concezione della
costituzione...e questione pregiudiziale a quella della interpretazione de-
lle disposizioni costituzionali”.1445
La misma base social plural que en el país ha dado origen a “la lucha
por  la  Constitución”  y  a  la  urgencia  de  configurar  una  noción  de  la  mis-
ma, nos impone la obligación de excluir y resaltar de antemano algunas
nociones. Así, debemos desechar la idea de que la Corte es la Constitu-
ción y asentar que la interpretación de ésta no es ilimitada ni está abierta
a cualquier sentido, y que su primer y principal límite y orientación es,
precisamente, esa “teoría constitucionalmente adecuada”. No es posible
recavar  de  la  Constitución  “infinitas  combinaciones  de  sentido”,  ya  que  
ésta   no   puede   legitimar   cualquier   significado   que   el   intérprete   retenga  
cada vez como oportuna.1446 El tribunal no debe desligarse de las orienta-
ciones políticas consagradas en la Constitución, al contrario, debe tener
conciencia que éstas le otorgan a la práctica constitucional rumbo, senti-
do y orientación.
En nuestro país el único que, hasta donde sabemos, se ha ocupado de
esta medular cuestión es José Ramón Cossío, quien señala que el pro-
blema actual es la ausencia de discusiones sobre la dimensión teórica de
la Constitución. Para este autor, es necesario construir una noción sobre
el  significado  de  la  Constitución  que  dé  sustento  y  sentido  a  las  propias  
normas  constitucionales.  La  identificación  de  estos  supuestos  permitirá  
1444 Comanducci, Paolo, op. cit., nota 433, p. 124.
1445 Gianformaggio, Letizia, “L’interpretazione della Costituzione tra applicazione di
regola ed argomentazione basata sui principi”, Rivista   Internazionale   di   Filosofia   del  
Diritto, núm. 1, 1985, pp. 67 y 68.
1446 Chessa, Omar, op. cit., nota 422, p. 3930.
446 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

determinar qué interpretaciones son aceptables o posibles y cuáles no lo


son por no corresponderse con el texto constitucional. Dichos supuestos
estarán abarcados en una teoría que sirva de guía a las opiniones de juris-
tas y jueces, autoridades y ciudadanos en el momento de discutir en torno
a las normas constitucionales y en la ocasión de “determinar los grados
de afectación del entramado constitucional por una reforma o adición”.

El mantenimiento de la unidad dentro de la pluralidad, la posibilidad de


resolver  la  conflictividad  social  a  partir  del  derecho,  y  la  racionalidad  de  la  
lucha  por  la  Constitución,  pasan  por  la  identificación  o  construcción  de  los  
supuestos que le dan sentido a la Constitución en tanto unidad normativa
suprema, y a cada una de las normas de que ésta se compone; a nuestro jui-
cio, por una teoría constitucional que se construye a partir de la Constitu-
ción misma en tanto que, repetimos, mediante ella se ejerce la dominación.

Esta  teoría  constitucional  debe  contener  “la  identificación  de  los  su-
puestos generales que animan a un texto positivo en particular... Los
supuestos  que  se  busca  identificar  tienen,  simultáneamente,  la  cualidad  
de  dar  contenido  a  las  normas  constitucionales  específicas,  pero  no  di-
luirse en ellas”. Las normas deben ser entendidas desde sí mismas, pero
sin  apartarse  del  significado  y  sentido  de  la  Constitución. 1447
La  definición  del  carácter  y  naturaleza  de  la  Constitución  es  de  suma  
trascendencia para determinar el papel que le toca desempeñar a cada
órgano constitucional y, especialmente, al juez constitucional, pero ade-
más es de gran importancia porque la forma en que ésta desempeña sus
funciones y las soluciones que obtiene de los diversos criterios de control
constitucional que ejerce, necesariamente deben ser coherentes con el
sistema dogmático que sostiene al ordenamiento constitucional. El con-
cepto  de  Constitución  define  y  orienta  las  funciones,  las  características  de  
las actividades y los límites de las resoluciones que debe dictar el órgano
de justicia constitucional. Por eso pensamos que en México lo priorita-
rio  es  llenar  de  sentido  y  significado  a  la  Constitución.  En  adelante,  y  
basándonos en estas premisas, trataremos de a) señalar, aunque sea a

1447 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1244, p. 63. El caso que Cossío señala
como característico de México es la forma de estudio de los derechos sociales que se
han analizado desde un punto de vista interno, es decir, se han estudiado a partir de sus
propios elementos y se ha excluido el análisis de la relación que tienen con el carácter de
la propia Constitución.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 447

grandes rasgos, por la magnitud que un esfuerzo como este representa y


que siempre será limitado, los presupuestos que sostienen nuestra idea
sobre la Constitución, para que b)  justifiquemos  una  forma  concreta  de  
actuar del juez constitucional.

2. Para empezar a construir una idea de Constitución

La labor que sigue es, como se comprenderá, tratar de señalar los con-
tenidos que conforman nuestra noción de Constitución, en el entendido
de que los mismos orientan, o deben orientar, la introducción, funcio-
namiento y operación de los instrumentos que coadyuvan a su respeto y
realización. A estas alturas de nuestro trabajo quizá ya se deducen estos
supuestos, ya que en los capítulos precedentes, sobre todo en el tercero,
hemos dado pauta para iniciar a pensar en ellos. A pesar de que pudiera
resultar  limitado,  pensamos  que  este  intento  no  carece  de  justificación,  
debido a que, como hemos dicho antes, si queremos determinar la fun-
ción o funciones que está llamado a cumplir el órgano encargado de la
defensa de la Constitución y la forma en que las debe ejercer, éstas no
pueden  fijarse  en  abstracto.
Una premisa inicial: el núcleo de la concepción de la Constitución re-
side en la forma de entender y comprender los derechos fundamentales.
Ellos forman, como escribe Schneider, “el eje central de la regulación
normativa constitucional”1448 y, por tanto, de nuestra concepción sobre
el Estado. El gobierno de la Constitución dentro del Estado se traduce
en el gobierno de los derechos. Alexy señala que las principales fórmulas
del moderno derecho racional son la incorporación o positivización de
los  derechos  fundamentales  y  los  principios  que  establecen  los  fines  y  la  
estructura del Estado.1449 Esto indica que existe una estrecha relación en-
tre la concepción del Estado y la de los derechos fundamentales. La idea
de aquel, como escribe Häberle, está determinada por la concepción de
éstos,  mismos  que  le  proporcionan  su  base  de  legitimación,  le  fijan  sus  
deberes  y  obligaciones  y  le  definen  una  orientación  y  un  contenido  sus-
tancial que conforma, contra lo que pensaba Forsthoff, una concepción
formal  del  Estado  constitucional  actual.  Los  derechos  otorgan  significado  
y sentido a los objetivos de la comunidad política y a los principios con-

1448 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, p. 38.


1449 Alexy, Robert, op. cit., nota 144, p. 173.
448 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

formadores de la Constitución.1450 Esto muestra que existe una “conexión


de sentido” entre Constitución y derechos fundamentales.1451 Por ello se
puede  decir  que  en  su  definición  está  el  núcleo  de  la  actividad  que  deben  
desempeñar los tribunales constitucionales que tendrán asignadas sus
funciones y desarrollarán su papel en virtud de dicha caracterización.

A. Constitución y derechos fundamentales. Las vertientes


subjetiva y objetiva de las normas
de derechos fundamentales

Las Constituciones actuales tienen dos funciones básicas: “garantizar


un orden (dado) limitando el poder político y la de realizar un orden (po-
sible) por medio del ejercicio del poder político”.1452 En otras palabras,
los documentos constitucionales poseen dos vertientes complementa-
rias: una sustantiva y otra procedimental, que indican la conjunción,
en la cultura jurídica del presente, de dos comprensiones implicadas en
la misma: el constitucionalismo y la democracia. “Si el constituciona-
lismo es en sí mismo el contrapeso a los excesos de la democracia, la
democracia es el contrapeso a los excesos del constitucionalismo”.1453
Como expresa MacCormick: el constitucionalismo es un presupuesto in-
dispensable para tener una democracia operativa, es un prerrequisito de
la democracia.1454 Así, con términos de Günter, podemos decir que im-
plícita en la función estructural de la Constitución está la idea que “los
procedimientos democráticos se erigen a través del derecho y el derecho
se conforma en medio de los procedimientos democráticos”, por lo que
en la democracia constitucional no pueden separarse creación del orden
y contenido de ese orden.1455
No puede haber democracia sin derechos ni derechos sin democracia.
“Es decir, no puede organizarse un procedimiento de debate y decisión en
el que intervengan todos los afectados, si no se asegura su participación o
representación a través de la institucionalización de los correspondientes
1450 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, p. 136.
1451 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., nota 296, p. 41.
1452 Dogliani, Mario, op. cit., nota 1230, p. 697.
1453 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 422, p. 185.
1454 MacCornick, Neil, “Constitucionalismo y democracia”, trad. de M. Carreras,
Anuario de Derechos Humanos, Madrid, núm. 5, 1988-1989, p. 380.
1455 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 44.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 449

derechos y libertades. Y no se puede institucionalizar derecho que no


sea  el  resultado  final  o  el  requisito  previo  de  tal  procedimiento”.1456 La
Constitución estaría fundada en un equilibrio entre su vertiente procedi-
mental y sustantiva, entre el pluralismo político y los valores de libertad e
igualdad. Portinaro ha descrito esta relación como una imbricación entre
gobernabilidad y tutela de los derechos, entre democracia gobernante y
democracia garantista, y otros autores, como una combinación entre so-
beranía popular y garantía de los derechos, entre principio democrático
y tutela de la tiranía de la mayoría.1457 Reconocer la presencia de ambas
vertientes en la Constitución impone que todas las interpretaciones que
se hagan de ella las incluyan y los instrumentos que se formen para su
garantía se funcionalicen en torno a la realización de ambas.
Todo   el   edificio   dogmático   de   los   derechos   fundamentales,   su   base  
y fundamento, parte “de una vigorosa concepción de los mismos como
derechos subjetivos”, como esferas de vida protegidas frente al Estado
constituidas   con   el   fin   de   permitir   el   pleno   desarrollo   de   la   personali-
dad individual.1458 Los derechos fundamentales son “el núcleo básico,
ineludible e irrenunciable del status jurídico del individuo”, determinan
y aseguran su posición jurídico-política en el seno de la comunidad en
que se integra1459 y lo protegen de la acción del Estado, garantizándole
una esfera de autonomía privada y un ámbito de “seguridad personal y de
posibilidades de acción”.
Como hemos dicho en páginas precedentes, el sistema de derechos
establecido en una Constitución es un sistema de vínculos impuestos a la
acción del Estado que, por su propia naturaleza, está excluido de la ac-
ción de los poderes constituidos. Los derechos son, primaria y esencial-
mente, normas de defensa frente a las acciones del Estado, limitaciones
para los órganos estatales. La primera consecuencia que impone su con-
sagración constitucional es la de no suprimirlos ni limitarlos, por lo que
la actitud ante ellos se articula en un deber negativo o una abstención. Su
función es asegurar un espacio dentro del cual los sujetos jurídicos estén

1456 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 143, p. 103.


1457 Scoditti, Enrico, op. cit., nota 268, p. 9; Vega García, Pedro de, op. cit., nota 1095,
p. 429.
1458 Häberle, Peter, “La libertad fundamental en el Estado constitucional”, cit., p. 63;
López Pina, Antonio, op. cit., nota 843, pp. 22 y 23.
1459 Lavilla Alsina, Landelino, op. cit., nota 9, p. 36; Solozábal Echavarría, Juan José,
op. cit., nota 866, p. 88.
450 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

libres  de  presiones  externas  y  puedan  afirmar  sus  intereses1460 mediante


la posibilidad de exigir la omisión de intervenciones no consentidas.
Así, los derechos son “normas de distribución de competencias entre
el individuo (sociedad) y el Estado”, reglas de comportamiento, deberes
públicos negativos o normas secundarias negativas cuyo contenido es una
prestación negativa por parte de los órganos públicos.1461 Si concebimos
a los derechos de esta forma, estamos estableciendo para el individuo un
espacio  de  libertad,  y  para  el  Estado,  en  orden  a  su  significado  objetivo,  lo  
que Hesse denomina preceptos negativos de competencia, o como escribe
Alexy, derechos a acciones negativas u omisiones, ya que “excluyen de
la competencia estatal el ámbito que protegen y en esa medida vedan su
intervención”.1462 Lo anterior indica que los derechos no están a disposi-
ción del poder, de ningún poder, público o privado; no están a disposición
ni del Estado ni de los individuos o grupos sociales ni dependen, como
escribe Zagrebelsky, de las tendencias políticas contingentes.1463 Ésta es
la parte de “indisponibilidad pasiva” que les corresponde y que deriva de
su carácter universal.1464
En virtud de lo anterior, Alexy ha señalado que “los derechos funda-
mentales son posiciones tan importantes que su otorgamiento o no otorga-
miento no puede quedar en manos de la simple mayoría parlamentaria”. 1465
Esto  no  significa,  como  dice  este  autor,  desdeñar  las  competencias  y  fun-
ciones  del  Poder  Legislativo,  sólo  que  cuando  los  derechos  están  fijados  
como posiciones iusfundamentales, hacen pasar éstas a un segundo plano
por la prioridad que tienen sobre las decisiones tomadas en el procedi-
miento legislativo.1466 De esta forma, los derechos establecen ámbitos en

1460 Habermas, Jürgen, “Derechos humanos y soberanía”, cit., p. 223.


1461 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 420, pp. 860-862; Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op.
cit., p. 48.
1462 Hesse, K., op. cit., nota 874, pp. 91 y 92; Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 419.
1463 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 494, p. 433.
1464 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 871, p. 47.
1465 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 432. Aunque con otra orientación y objetivos,
Ferrajoli ha señalado que “la primera regla de todo pacto constitucional sobre la convi-
vencia civil no es, en efecto, que se debe decidir sobre todo por mayoría, sino que no se
puede decidir (o no decidir) sobre todo, ni siquiera por mayoría”. Ferrajoli, Luigi, op. cit.,
nota 420, p. 859.
1466 “La competencia de control del tribunal, depende pues, siempre esencialmente de
la seguridad con la que pueda fundamentarse la existencia de una posición iusfundamen-
tal”. Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 529.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 451

los  que  no  puede  intervenir  el  legislador,  “fijan  prohibiciones  y  manda-
tos que limitan su libertad y son, además, normas negativas que limitan
su competencia”.1467 Como escribe Garzón, los derechos son un “coto
vedado” a las decisiones democráticas que no pueden dejarse a la libre
decisión de cualquier instancia transpersonalista; son un catálogo de bie-
nes primarios indisponibles e inegociables por la mayoría, inalcanzables
a las decisiones de los representantes y sustraídas al “regateo político y
el cálculo de intereses sociales”, como señala Rawls.
Esto también se puede decir con Alexy de otra manera: los derechos
fundamentales son no-procedimentales debido a que no todo lo que pue-
de ser resultado de discusión y votación en el Parlamento es iusfunda-
mentalmente posible. Al imponer límites materiales al procedimiento
legislativo, son no-procedimentales.1468 La dignidad humana, la liber-
tad, no pueden someterse a votación ni depender de decisiones heteró-
nomas.1469 Los derechos se imponen y desplazan a consideraciones de
interés general, decisiones políticas tomadas por la mayoría, directrices
que pretendan impulsar el bienestar general, “demandas morales colec-
tivas”, o bien “demandas individuales no constitutivas de derechos”.1470
No valen motivaciones de oportunidad ni de política estatal para limitar
los derechos. Dworkin ha dicho, con frase célebre, que son triunfos so-
bre la mayoría, “contrapoderes”, “contrapesos”, triunfos de la sociedad,
si por esto entendemos, no victorias frente a las decisiones democráticas
sino, como escribe Nino, frente a los poderes e intereses mayoritarios a
quienes les imponen reglas infranqueables para la realización de sus fun-
ciones. Algo, sin embargo, hay que dejar en claro: la limitación que im-
ponen  los  derechos  no  se  refiere  de  manera  directa  a  la  ley  o  al  derecho  en  
general. Como escribe Elías Díaz, los derechos negativos imponen una
concepción de la legitimidad y la justicia, la raíz y el núcleo legítimo que
conlleva la limitación a la regla democrática de decisión es la libertad y

1467 Ibidem, p. 432.


1468 Ibidem, pp. 472 y 473.
1469 Díaz, Elías, op. cit., nota 141, p. 31.
1470 Al decir de Laporta, la única forma en que se puede pensar en el desplazamiento
justificado  de  un  derecho  es  cuando  entra  en  conflicto  con  otro  derecho,  es  decir,  los  dere-
chos únicamente pueden ser desplazados por otros derechos. Laporta, Francisco, op. cit.,
nota 872, p. 41. Como escribe Dworkin: “La perspectiva de logros utilitarios no puede
justificar  que  se  impida  a  un  hombre  hacer  lo  que  tiene  derecho  de  hacer...  el  beneficio  
general no constituye una buena base para recortar los derechos”. Dworkin, Ronald, op.
cit., nota 173, pp. 285-288 y 298.
452 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la autonomía moral del ser humano. “Se trataría así, en todo caso, de una
limitación interna, producida por la propia lógica de la libertad y la de-
mocracia, no de una limitación impuesta más o menos dogmáticamente
desde el exterior. El derecho de las democracias sería así un derecho que
se impulsa y se autolimita desde la libertad”.1471
Esta  concepción  de  los  derechos  como  posiciones  definitivas  otorga-
das a los individuos y, por lo mismo, excluidas de las decisiones de cual-
quier mayoría, tiene una importancia fundamental en la comprensión de
todo el sistema de derechos y la democracia constitucional. Ésta restringe
el poder de las mayorías para disponer de los derechos que son conside-
rados posiciones de máxima importancia para los individuos, el Estado
y la comunidad política, parámetros de legitimidad de las actuaciones
estatales y límites a la democracia entendida como el gobierno de la ma-
yoría pura que, desde esta concepción, sería anticonstitucional.1472 Las
decisiones sobre derechos contenidas en la Constitución, al ser expresión
del conjunto de principios que conforman el consenso básico del pue-
blo, resultan exoneradas de la necesidad de una continua fundamentación
y excluidas de reiteradas discusiones relacionadas con su validez. Son,
como dice Holmes, reglas que no se pueden poner en duda en los con-
flictos  surgidos  en  los  procesos  políticos,  por  el  contrario,  representan  las  
líneas encauzadoras de su solución.
Los derechos excluyen de la discusión política y jurídica ciertos temas
y  se  convierten  en  punto  de  partida  de  la  misma.  La  Constitución  define  
en  términos  concretos  el  ámbito  del  conflicto  y  las  reglas  a  través  de  las  
cuales éste puede desarrollarse y solucionar, convirtiéndose en gestora
de  los  conflictos  sociales.1473 Por ello no es posible situar a los derechos
en  permanente  e  irresoluble  conflicto  con  la  democracia.  La  idea  de  ésta  
implica la existencia de ciertos derechos que son parte esencial de la con-
cepción  del  Estado  constitucional  formando  ambas  una  “relación  unifi-
cante”. El consenso logrado a través de los mismos “presupone la acepta-
ción  compartida  y  libre  de  principios  para  justificar  acciones  y  actitudes”,  
basadas en razones.1474  Para  el  legislador,  esto  significa  que  la  mayoría  

1471 Díaz, Elías, op. cit., nota 141, p. 61.


1472 MacCormick, Neil, op. cit., nota 1454, p. 374.
1473 Barcellona, P. y Cantaro, A., “El Estado social entre crisis y reestructuración”, en
Corcuera Atienza, J. y García Herrera, M. A. (eds.), Derecho y economía en el Estado
social, Madrid, Tecnos, 1988, pp. 55 y 56; Smend, Rudolf, op. cit., nota 859, p. 87.
1474 Nino, Carlos S., op. cit., nota 150, p. 75.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 453

debe gobernar y decidir respetando los derechos fundamentales que es-


tán inmunizados contra y sustraídos a la “zona pública de obligaciones
ilocucionarias recíprocas”, es decir, a lo que Habermas llama libertad
comunicativa:

las libertades subjetivas de acción, dice, autorizan a apearse de la acción


comunicativa y a negarse a contraer obligaciones ilocucionarias…De ahí
que la autonomía privada del sujeto jurídico pueda entenderse esencial-
mente como la libertad negativa de abandonar la zona pública de obliga-
ciones ilocucionarias recíprocas y retraerse a una posición de observancia
mutua  y  de  mutuo  ejercicio  de  influencias  empíricas.  La  autonomía  priva-
da llega hasta allí donde el sujeto jurídico tiene que empezar a dar cuenta
y razón, hasta allí donde tiene que dar razones públicamente aceptables de
sus planes de acción.1475

Lo   anterior   permite   afirmar   que   la   democracia   constitucional   es,  


como escribe Nino aludiendo a Holmes, una forma de paternalismo le-
gítimo, o como indica MacCormick, una democracia protegida que pre-
tende superar la inferioridad moral de la democracia absoluta e ilimi-
tada. Este objetivo se consigue, precisamente, mediante la restricción
del ámbito de aquello que puede ser decidido o realizado por la mayo-
ría.1476 En el Estado constitucional, en consecuencia, “la atribución de
la soberanía al pueblo no sólo está declarada, sino garantizada a través
de determinadas cláusulas constitucionales que permiten a ese pueblo
seguir siendo soberano, permanecer como un pueblo de hombres libres
e iguales en su libertad”.1477 Éste es, para muchos autores, el principio
legitimador de la Constitución. Esto representa una superación del Es-
tado de derecho, o quizá una extensión, como escribe Baldassarre, ya
que se garantizan al ciudadano sus derechos no sólo en el momento de
la ejecución de la ley por parte de la administración, sino en el momen-
to mismo de su creación.1478 Cualquier tipo de interferencia es inadmi-
sible y no deja de serlo en razón de la naturaleza democrática del poder

1475 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 185 y 186.
1476 Rodríguez Larreta, Juan, op. cit., nota 184, p. 56.
1477 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 42; Häberle, Peter, “La libertad fundamental
en el Estado constitucional”, cit., p. 73.
1478 La idea también está señalada en Matteucci, Nicola, “La Costituzione statunitense e
il moderno costituzionalismo”, en Bonazzi, T. (ed.), La Costituzione statunitense e il suo
significato  odierno, Societá editrice il Mulino, 1988, pp. 41 y 47.
454 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

del que procede. “En estos casos, no hay medio de distinguir interfe-
rencias buenas y malas, admisibles o inadmisibles, según el autor de la
interferencia”.1479 Lo mismo se ha señalado diciendo que los derechos
son expresión de un consenso constituyente inalterable en el momen-
to   constitucional,   por   lo   que   su   modificación   “requiere   del   consenso  
generalizado del pueblo, precisa de una intervención basada en lo que
podríamos llamar la democracia constitucional por contraposición a la
democracia de la mayoría”.1480
No existe un gobierno representativo ilimitado, el legislador no puede
tomar ciertas decisiones, por lo que el sistema está concebido con carac-
terísticas  antimayoritarias,  o  como  afirma  Lyons,  no  está  comprometido  
de forma incondicional con la democracia representativa. Si la Constitu-
ción pensara en una democracia pura tendería al suicidio.1481 La demo-
cracia que se pretende realizar es una democracia constitucional basada
en los derechos concebidos como límites infranqueables para todos los
poderes públicos y privados, única expresión real del poder constituyente
del  pueblo,  reflejo  de  la  autonomía  de  los  ciudadanos  y  la  autorrealiza-
ción de la comunidad. Se trata no sólo de tomar en serio los contenidos
del Estado de derecho, sino también los del Estado democrático; conce-
bir la Constitución como instrumento de preservación de la libertad, pero
también como instrumento de realización de la misma. Hay que desarro-
llar un Estado de derecho fuerte basado en los derechos fundamentales
y, al mismo tiempo, un Estado de derecho democrático donde el proceso
político sea símbolo de “convivencia en libertad”.
La libertad de los ciudadanos no se reduce a la liberación de la inter-
vención estatal o a la concepción de los derechos fundamentales como
meros derechos de defensa.1482 Junto a su carácter de derechos subjetivos,
los derechos son, en “una relación de remisión y complemento recípro-
1479 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 494, p. 463.
1480 Balaguer Callejón, Francisco, “Derechos fundamentales y Constitución normati-
va”, Introducción a los derechos fundamentales, Madrid, Ministerio de Justicia, 1988,
vol. I, p. 214. La misma idea externa Scoditti: “Como Ulises tenía necesidad de perma-
necer ligado al palo de la nave para escuchar el canto de las sirenas, así la democracia
debe permanecer vinculada a los derechos constitucionales”. Scoditti, Enrico, op. cit.,
nota 268, p. 71.
1481 Véase al respecto Garzón Valdés, Ernesto, “La democracia y el mercado: dos ins-
tituciones suicidas”, Instituciones suicidas. Estudios de ética y política, México, Paidós-
UNAM, 2000, pp. 24 y ss.
1482 Hesse, K., op. cit., nota 874, pp. 94 y 95.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 455

co”, normas objetivas o principios del ordenamiento constitucional y del


sistema jurídico en su conjunto. Como escribe Schefold, los derechos, en
parte prevalentemente, en parte no obstante su carácter de normas bien
definidas,  son  valores  y  principios  constitucionales.1483 Al vincular a los
poderes públicos, les imponen no sólo deberes de respeto y protección,
sino también deberes positivos que implican la obligación de realizarlos
en la vida comunitaria, “deber que, por decirlo en términos muy amplios,
exigirá, en unos casos, una acción pública de promoción de condiciones
y medios para el efectivo disfrute del derecho y, en otras ocasiones, su
protección legal frente a agresiones que provengan de quienes no son
poderes públicos”.1484 Así, cada derecho es, al mismo tiempo, una norma
de competencia negativa y una norma objetiva de principio que impone
deberes de protección y actuación a los poderes públicos.1485
Sin embargo, es importante decir que “los derechos fundamentales
han de ser en primera línea derechos individuales, su función como prin-
cipios   objetivos   solo   significa   el   reforzamiento   radical   de   su   fuerza   de  
validez en cuanto derechos subjetivos”.1486 En la medida en que puedan
ser ejercitados a nivel individual o colectivo, el derecho fundamental in-
dividual debe ser protegido antes que el colectivo.1487 Es decir, la función
de limitación que éstos realizan es irrenunciable debido a que así se ase-
gura la prevalencia de ciertos contenidos frente al Estado, es más, como
escribe Starck, cuando excepcionalmente no sea posible atribuir a un de-
recho el carácter de derecho subjetivo tiene que darse una motivación
concluyente. Lo que trae consigo el aspecto objetivo de los derechos es
el  reforzamiento  de  su  validez  y  el  incremento  de  su  influencia  en  todo  

1483 Schefold, Dian, “L’effettivita dei diritti fondamentali in Germania”, en Gozzi, G.


(cura), Democrazia, diritti, costituzione. I fondamenti costituzionali delle democrazie
contemporanee, Bolonia, Il Mulino, 1997, p. 391.
1484 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 104, p. 30.
1485 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, “Sobre la situación de la dogmática de los dere-
chos fundamentales tras 40 años de Ley Fundamental”, cit., nota 262, p. 109. Como no
podemos dejar de considerar los derechos como norma objetivas, verdaderos principios
que irradian a todo el ordenamiento, es necesario trabajar en la cuestión de fondo que
viene a ser la forma en que se realizan las relaciones entre las instituciones, la comuni-
dad y los ciudadanos, y la manera en que entendamos nuestra forma de gobierno y de
Estado. Así, Ruggeri, Antonio, op. cit., nota 884, p. 8.
1486 Stern, Klaus, op. cit., nota 833, p. 265.
1487 Starck, Christian, op. cit., nota 426, p. 2533.
456 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

el sistema jurídico, en la comunidad y en la situación de cada individuo,


pero sin amenazar su naturaleza de derecho subjetivo.1488
En virtud de lo anterior, nos parece que no podemos seguir el cami-
no reclamado por Böckenförde como el único viable para solucionar los
problemas planteados por la expansión de los derechos fundamentales,
es decir, no podemos dar pasos atrás y considerar a éstos únicamente
como derechos subjetivos de libertad accionables contra el Estado y dejar
de concebirlos como normas objetivas de principio vinculantes en todos
los  ámbitos  del  derecho.  Recuérdese  que  para  este  autor,  quien  afirma  la  
función decisiva del Parlamento elegido por el pueblo para crear normas
jurídicas, los derechos fundamentales son “sólo” derechos subjetivos de
libertad frente al Estado y no normas objetivas de principio.1489 Pero,
como escribe Habermas, aunque el paradigma de los derechos fundamen-
tales ligados al Estado social establecido en la actualidad no convence to-
talmente,  esto  no  es  motivo  suficiente  para  la  restauración  del  paradigma  
liberal.1490 sobre todo porque, y así lo entiende Grimm, con la reducción
de los derechos a normas de defensa se quedarían sin protección diversas
necesidades y exigencias que existen en la actualidad. En esta virtud, el
avance en materia de derechos es un “punto de no retorno”.
Pero si bien no podemos regresar a la concepción unilateral de los de-
rechos que los concibe sólo como normas negativas de defensa frente a
intervenciones  del  Estado,  cada  experiencia  nacional  debe  definir  y  prio-
rizar la vertiente de los derechos que es posible y necesario desarrollar
en vista a sus propias circunstancias políticas, económicas y sociales. El
énfasis en un determinado “lado” de los derechos está en función de la
realidad de cada país,1491 ya que es la situación histórica concreta, como
tiene que ser por corresponder a derechos constitucionales, la que los re-
viste  de  contenido  específico,  al  ser  parte  de  su  esencia  su  carácter  abierto,  
incompleto, sugerente de desarrollo, siempre marcados por el impulso de
una  historia  sin  regreso,  pero  también  sin  un  futuro  definido,  por  lo  que  así  
como no es viable el retorno a una concepción únicamente liberal de los

1488 Gallego Anabitarte, Derechos fundamentales y garantías institucionales: análisis


doctrinal y jurisprudencial, Madrid, Civitas, 1994, p. 54; Häberle, Peter, “La multifun-
cionalidad de los textos constitucionales a la luz de una comprensión mixta de la Consti-
tución”, cit., p. 12; Starck, Christian, op. cit., nota 426, p. 2536.
1489 Böckenförde, Ernest-Wolfang, op. cit., nota 1485, p. 134.
1490 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 324 y 336.
1491 Häberle, Peter, op. cit., nota 865, p. 158.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 457

derechos fundamentales,1492   tampoco   es   una   configuración   permanente  


diseñada para el futuro. Como escribe Häberle, los derechos fundamenta-
les “conforman barreras culturales que no permiten el paso atrás y fundan
elementos básicos de cualquier avance constitucional hacia el futuro”.1493
Aceptar que los derechos establecen verdaderas obligaciones positi-
vas  al  Estado  significa  atribuir  deberes  a  todos  los  poderes  públicos,  pero  
principalmente al legislador. Al exigir concreción para adquirir plena
efectividad, ésta sólo se puede conseguir a través de la legislación; es
decir, por medio de decisiones políticas.1494 El derecho surge “como rea-
lidad práctica y actual, de la convergencia y conexión entre el enunciado
abstracto de la Constitución y la ordenación legal de los procedimientos y
condiciones que delimitan el derecho”.1495 En este sentido, el legislador,
que  tiene  un  “horizonte  amplísimo  de  fines  legítimos”,  es  quien  debe  ele-
gir los medios de realización de los derechos, el momento e instrumentos
adecuados  para  su  desarrollo,  las  modalidades,  la  forma  de  configurarlos,  
los objetivos concretos y su puesta en práctica; elementos que se expre-
sarán, en general, en el dictado de regulaciones complementarias; es de-
cir, en medidas normativas que, por ser tales, resultan obligatorias. Esto
indica,  además,  que  los  derechos  no  son  autosuficientes  ni  plenos  cuan-
do son enunciados en la norma constitucional, su caracterización como
principios subraya su carácter dinámico y programático, su vertiente po-
sibilitadora y su racionalidad formal. Para su actualización, requieren la
participación del legislador debido a que todo derecho vive a través y por
medio de la legalidad a falta de la cual resultan impracticables. 1496
Considérese que los derechos tienden a desempeñar múltiples funcio-
nes, acordes con los problemas que surgen en un determinando periodo
histórico.1497 Las circunstancias provocan que los derechos tiendan a ac-
tualizarse y ampliar sus contenidos, lo que supone un reto para los pode-
res públicos, especialmente para el legislador.1498 A éste, el ordenamiento
1492 Fioravanti, Maurizio, op. cit., nota 1187, pp. 48 y 49.
1493 Häberle, Peter, Libertad, igualdad, fraternidad. 1789 como historia, actualidad y
futuro del Estado constitucional, trad. de I. Gutiérrez, Madrid, Trotta, 1998, p. 88.
1494 Horn, Wolfgang, op. cit., nota 1029, pp. 178 y 179.
1495 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 104, p. 43.
1496 Ibidem, p. 22.
1497 Pérez Luño, Antonio Enrique, op. cit., nota 830, pp. 302-304.
1498 Pérez Luño, Antonio Enrique, “La evolución del Estado social y la transformación
de los derechos fundamentales”, en Olivas, Enrique (ed.), Problemas de legitimación en
el Estado social, Madrid, Trotta, 1991, pp. 91 y 97.
458 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

le otorga la oportunidad de aumentar el catálogo mínimo consignado en


la   Constitución,   definir   y   extender   su   contenido,   construir   nuevos   ins-
trumentos de tutela y consagrar los medios de su disfrute, ampliar las
formas  de  titularidad,  resolver  posibles  conflictos  entre  ellos  y  utilizar  su  
especial fuerza expansiva, o sea, su “capacidad de proyectarse, a través
de los consiguientes métodos o técnicas, a la interpretación de todas las
normas del ordenamiento jurídico”.1499 Como dice Pérez Luño, las nece-
sidades históricas unas veces hacen surgir nuevos derechos y otras exigen
su  redimensión  o  redefinición  “para  adaptarlos  a  los  nuevos  contextos  en  
que deben ser aplicados”, y es al legislador a quien se le debe conferir la
competencia de transformarlos. Así, los derechos pasan de ser ideas abs-
tractas que se agotan en y para sí mismos, y devienen normas que se rea-
lizan con los demás y en un contexto social e histórico determinado. 1500
“El legislador concreta los derechos fundamentales en la medida que
desarrolla  y  perfila  en  detalle  sus  contenidos  jurídico-­objetivos...  La  le-
gislación es en este sentido política de los derechos fundamentales... El
Legislador ordinario actualiza continuamente los macrocontenidos jurí-
dico-fundamentales de la Constitución”.1501 La realización de la dimen-
sión objetiva y prestacional de los derechos queda a cargo del legislador.
Es éste quien debe hacer exigibles las vertientes y el contenido de los de-
rechos que en la Constitución aparecen sólo potencialmente enunciadas.
Así se expresa la voluntad democrática de la propia Constitución que deja
a  las  diversas  mayorías  la  posibilidad  de  configurar  el  contenido  de  los  
derechos siempre protegiendo los límites que de éstos se deducen. Lo que
el  legislador  debe  hacer  es  “aprovechar  suficientemente  las  posibilidades  
de la Constitución”, como escribe Kirchoff. Las únicas limitaciones que
tiene son la adopción de “medidas que no sean completamente inadecua-
das   o   insuficientes   en   amparo   de   los   derechos   fundamentales”1502 y la
desatención evidente y grosera de los mismos,1503 pues ni el legislador ni

1499 Pérez Luño, Antonio Enrique, op. cit., nota 830, p. 310. Así también lo reconoce
con mucha claridad, Rolla, Giancarlo, “Derechos fundamentales y Estado democrático:
el papel de la justicia constitucional”, Derechos fundamentales, Estado democrático y
justicia constitucional, México, UNAM, 2002, pp. 138 y 139.
1500 Pérez Luño, Antonio Enrique, op. cit., nota 1498, pp. 98 y 104.
1501 Häberle, P., op. cit., nota 825, p. 333.
1502 Hesse, K., op. cit., nota 874, p. 105.
1503 Böckenförde, Ernst Wolfgang, “Los derechos fundamentales sociales en la estruc-
tura de la Constitución”, cit., p. 81.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 459

nadie puede anular su virtualidad jurídica. Además, si bien el legislador


es libre de elegir los medios para la realización de los derechos, en caso
de que exista sólo un medio de darle efectividad práctica, debe utilizar
precisamente ese medio.1504 Esto quiere decir que si bien los derechos
dependen de su asunción por el legislador y de las circunstancias y po-
sibilidades del momento, ya que su realización puede rebasar la capaci-
dad del Estado por carecer de los medios indispensables, éste no puede
ignorarlos.1505
En vista de lo anterior, podemos asegurar que no hay una relación in-
defectible entre la concepción de la Constitución como norma abierta y
una que propugne su adueñamiento por parte de los jueces. La idea de
la Constitución como norma de principios es un campo abierto para el
legislador,  no  para  los  jueces.  Es  más,  una  de  las  finalidades  de  plasmar  
principios en las Constituciones es reducir los riesgos del subjetivismo
en la conformación del ordenamiento, poniendo límites a un excesivo ac-
tivismo  judicial  en  beneficio  de  la  certeza  del  derecho.1506 Los principios
y valores del ordenamiento son fundamentalmente límites a la activi-
dad desarrollada por los jueces, y desempeñan la función de ser criterios
orientadores de sus decisiones fortaleciendo el papel de la Constitución
al  plasmar  la  filosofía  jurídica  que  inspira  todo  el  sistema  de  conviven-
cia. En otras palabras, la función de los valores y principios constitucio-
nales es condicionar y orientar el proceso interpretativo, ser pautas de
interpretación, normas de clausura del ordenamiento, que se proyectan
siempre sobre el momento creativo que tiene toda decisión judicial. Son
un condicionamiento al proceso interpretativo que de otra manera sería
más libre. En suma, como escribe Prieto Sanchís, estas normas desem-
peñan “una tarea de fortalecimiento de la norma constitucional en el
proceso de creación-aplicación del derecho, reduciendo el ámbito de
discrecionalidad de todos los poderes públicos y singularmente de los
tribunales al determinar el sentido último de las normas que componen
el ordenamiento jurídico”.1507
1504 Mencionando las resoluciones del Tribunal Constitucional alemán así lo sostiene
Gómes Canotilho, José J., “Tomemos en serio los derechos económicos, sociales y cultu-
rales”, cit., p. 253.
1505 Hesse, K., op. cit., nota 874, pp. 98-100 y 105.
1506 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, pp. 76 y 77.
1507 Prieto Sanchís, Luis, “Los valores superiores del ordenamiento jurídico y el Tribu-
nal Constitucional”, Revista del Poder Judicial, Madrid, núm. 11, 1984, pp. 84 y 85.
460 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

B. La Constitución como orden tolerante

Es necesario considerar, con Habermas, que en las condiciones del


pluralismo actual, la Constitución no puede entenderse

como un orden jurídico global de tipo concreto que imponga a priori a


la  sociedad  una  determinada  forma  de  vida.  Antes  la  Constitución  fija  los  
procedimientos políticos conforme a los que los ciudadanos, ejercitando
su derecho de autodeterminación, pueden perseguir cooperativamente y
con perspectivas de éxito el proyecto de establecer formas justas de vida.

En otra parte de la misma obra, este autor señala:

la primacía que, desde la perspectiva de la técnica jurídica, tiene la Consti-


tución sobre las leyes simples, pertenece a la sistemática de los principios
del  Estado  de  derecho;;  pero  esa  primacía  sólo  significa  una  fijación  relati-
va del contenido de las normas constitucionales... toda Constitución es un
proyecto que sólo puede cobrar consistencia en el modo de una interpreta-
ción constitucional sostenida, impulsada continuamente hacia adelante en
todos los planos de la producción de normas.1508

No repetiremos lo que ya dijimos en el capítulo primero de este trabajo


sobre la estructura y cualidades de la Constitución. El esquema ahí pre-
sentado nos permite asegurar ahora que ésta no tiene una dimensión está-
tica,  sino  dinámica.  Y  esto  significa,  sobre  todo  para  la  dogmática  mexi-
cana, que hay que desterrar de nuestras ideas aquella que nos sugiere que
la Constitución es un orden global que contiene todo el ordenamiento;
al contrario, hay que asumir que la norma básica no contiene todas las
posibilidades ni las únicas ni las más claras o verdaderas. Tampoco po-
see cláusulas eternas ni consigna “un bien común acabado o una justicia
ideal”, como señala Häberle,1509 ni prescribe sólo un interés público de
obligatorio desarrollo. Que la Constitución sea la cabecera del ordena-
miento jurídico impele a entender, es verdad, que todo el sistema jurídico
debe ser valorado a partir de aquella, pero esto no obsta para reconocer
que no tiene el propósito ni la posibilidad “de erigirse en ordenamien-
to prescriptivo de alcance total y rígido”.1510 La Constitución no es una
1508 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 195 y 336.
1509 Häberle, P., op. cit., nota 1036, p. 77.
1510 Lavilla Alsina, Landelino, op. cit., nota 1142, p. 91.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 461

suma de principios que contiene todo el sistema normativo y que sólo


requiere de actuación y desarrollo; no es un programa acabado de acción
para el poder público; no es, en pocas palabras, un ordenamiento total.
Hace varios años Forsthoff decía que la Constitución no era ni po-
día ser “el origen del mundo, la célula jurídica germinal de la que todo
procede”.1511 Pierandrei, por su parte, señalaba que si bien la Constitu-
ción   debía   codificar   todas   las   cuestiones   relacionadas   con   el   orden   es-
tatal “non puo tuttavia regolare codeste questioni minutamente nei loro
particulari”.1512 La Constitución no puede contener todas las regulacio-
nes  posibles  para  la  convivencia  de  la  comunidad.  Esto  no  significa,  claro  
está, que no sea nada, pues el carácter abierto de la norma básica no riñe
con su naturaleza de ser un vínculo objetivo, un límite insuperable y últi-
mo.1513 Así, con Ruggeri podemos decir que hay que “tenersi lontano sia
da dottrine svalutative che da dottrine ipervalutative della forza espressi-
va della scrittura costituzionale. Quest’ultima... non è né tutto né niente”,
así como no es un texto à tout faire tampoco lo es à tout dire, concepción
que no se contrapone con la consideración de que la misma impone con
sus normas “orientaciones de sentido”.
La razón de asumir esta concepción resulta comprensible si acepta-
mos, con Pinna, que las actuales condiciones democrático pluralistas no
permiten presuponer alguna homogeneidad política sobre la cual apoyar
la modelación de la sociedad, pero sí constituir, a través de la Consti-
tución, una estructura de poder legitimada con los valores de libertad,
democracia y justicia. La norma fundamental no prevé algún modelo de
sociedad, pero tampoco renuncia a la aspiración de construir una socie-
dad más libre y justa. En ella no hay un modelo de estructuración social,
sólo principios comunes a todos que la organización política está lla-
mada a concretizar a través de decisiones democráticas.1514 Lo anterior
tiene varias consecuencias. La primera, aceptar que la Constitución no

1511 Hesse, K., op. cit., nota 311, p. 82.


1512 Pierandrei, Franco, op. cit., nota 994, p. 319.
1513 Chessa, Omar, op. cit., nota 422, p. 3930.
1514 Ibidem,  p.  3942.  El  prurito  de  las  Constituciones,  dice  Canosa,  “por  ofrecer,  prefi-
gurada, una sociedad ideal, a despecho de las contingencias futuras, complica la relación
entre legislador y Constitución y, sobre todo, la del primero con el tribunal constitucio-
nal”. Canosa Usera, Raúl, “Problemas de la interpretación constitucional en la democra-
cia contemporánea”, en Valadés, D. y Gutiérrez Rivas, R. (coords.), Justicia. Memoria
del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional I, México, UNAM, 2001.
462 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

es una tabla de valores unitarios en la que se encuentren indicaciones


excluyentes para dirigir la sociedad, sino un texto en el que se hallan
las garantías de los derechos y sus límites, y las reglas del desarrollo
del juego institucional.1515 Concebir a la Constitución de esta forma, es
decir, como un instrumento que no regula toda la vida estatal y social, y
que sólo norma los aspectos comunes más fundamentales, nos permite
asegurar,  con  Hesse,  que  la  configuración  de  los  restantes  aspectos  de  la  
vida comunitaria queda como tarea de los poderes estatales por ella cons-
tituidos y, en particular, del legislador democrático.1516 En otras palabras,
esta concepción “tolerante” de la Constitución permite hacer pervivir el
principio de legalidad; reconocer que, como señala Jiménez Campo, la
enérgica   afirmación   del   principio   de   constitucionalidad   no   tiene   como  
consecuencia la abolición de aquel, y, sobre todo, aceptar que la ley no
es simple ejecución de la Constitución, sino el producto de una actividad
libre  que  puede  escoger  entre  una  serie  de  fines  y  objetivos.
Aceptar que la Constitución está imposibilitada para regularlo todo,
también impele a rechazar la tesis, como sugiere Spadaro, quien se es-
fuerza por defender la existencia de un espacio constitucional neutro, que
concibe a la producción legislativa como funcional a la Constitución, es
decir,  conduce  a  afirmar  que  la  ley  no  constituye  la  prolongación  o  actua-
ción de la Constitución.1517 Así, la ley no es sólo, como decía Calaman-
drei,  la  prosecución  y  especificación  de  la  voluntad  general  contenida  en  
las disposiciones constitucionales o una consecuencia lógica de aquellas
necesarias premisas.1518 Esta concepción, escribe Solazábal, de que todo
el derecho está contenido en la norma básica, ha llevado a sostener que la
ley es ejecución de la Constitución, misma que es inadecuada, por igno-
rar la concepción de la ley como verdadero acto de creación del derecho
y como decisión de la comunidad sobre su modo de vida, y antidemo-
crática,   en   la   medida   en   la   que   afirma   el   predominio   de   la   generación  
constituyente sobre todas las demás,1519 desconociendo que la Constitu-
ción  tiene  un  “contenido  existencial”,  no  petrificado,  que  le  permite  estar  

1515 Bongiovani, Giorgio, op. cit., nota 954, p. 83.


1516 Hesse, K., op. cit., nota 311, pp. 82 y 83.
1517 Spadaro, Antonino, “Dalla Costituzione come atto (puntuale nel tempo) alla Costi-
tuzione come processo (storico)”, Quaderni Costituzionali, Italia, núm. 3, 1988, p. 380.
1518 Calamandrei, Piero, op. cit., nota 390, p. 27.
1519 Solazábal Echavarría, Juan José, op. cit., nota 939, p. 211.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 463

sujeta a continua reelaboración y ser receptiva de los constantes cambios


históricos.1520
Aceptar una noción de Constitución “tolerante”, frente a la de Cons-
titución “total”, permite consolidar y desarrollar el pluralismo político y
afirmar,  con  Angiolini,  nuestra  confianza  en  la  sociedad  y  en  su  capaci-
dad de gestionar por sí misma su existencia y desarrollo. Häberle no se
equivoca  cuando  afirma  que  el  significado  de  las  normas  constitucionales  
es obra de la política, la jurisprudencia, la doctrina y los ciudadanos que
mediante sus acciones individuales y como miembros de la comunidad
se  esfuerzan  por  configurarlas  en  cada  caso  y  contexto  histórico,  actuan-
do como verdaderos legisladores constituyentes. En este sentido, la ca-
racterización de las normas constitucionales como principios abiertos,
“no saturados”, “esencialmente controvertidos”, es un reconocimiento al
derecho de las generaciones actuales a su “apropiación consciente”, a de-
sarrollar y aplicar sus propias concepciones, a renovarlas continuamente
a través de su ejercicio, a participar en el enriquecimiento de sus conteni-
dos, a tornarlas cotidiana y continuamente efectivas hasta hacerlas parte
de un “proceso público” inacabado mediante el cual se renueven y con-
figuren,  constantemente,  nuevos  niveles  de  libertad1521 conformes con su
propio proyecto de vida.
De acuerdo con lo anterior, el primer derecho de los individuos es par-
ticipar en la determinación del contenido de sus propios derechos como
vía para hacer realidad su función de igualación y socialización.1522 El
ordenamiento  democrático  “cobra  su  configuración  jurídica  en  los  dere-
chos fundamentales”, dice Hesse, porque éstos sostienen y fundamentan
la idea de la libertad como autodeterminación política de los ciudadanos
y como colaboración al resultado de la voluntad política que crea el or-
den imperante en el Estado.1523 Habermas señala: “en el ejercicio de la
autonomía política los ciudadanos no pueden transgredir el sistema de los
derechos, que es el que empieza constituyendo esa autonomía”.1524 De
1520 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 216; Alexy, Robert, op. cit., nota 935, p. 13.
1521 Häberle, Peter, “La libertad fundamental en el Estado constitucional”, cit., pp. 56,
59, 197, 272 y 273; Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 214.
1522 Otto y Pardo, Ignacio de, op. cit., nota 844, p. 169.
1523 Esto representa, según Kelsen, seguir el camino del liberalismo a la democracia
que pretende reducir al mínimo la discrepancia entre orden estatal y voluntad individual.
Kelsen, Hans, op. cit., nota 203, pp. 17, 24 y 25; Hesse, K., op. cit., nota 874, p. 92.
1524 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 248.
464 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

esta forma, aceptamos que los derechos se expresan a través de un costa-


do pasivo y de una vertiente activa que otorga participación al ciudada-
no en el procedimiento de creación de normas jurídicas1525 y, al mismo
tiempo,  fortalece  el  significado  del  procedimiento  democrático  y  asegura  
los presupuestos comunicativos que garantizan un verdadero proceso de
reflexión  colectiva.  Habermas  pone  el  acento  en  la  mutua  implicación,  en  
la “conexión circular”, que existe entre autonomía privada y pública. Su
opinión al respecto es importante:

los ciudadanos sólo pueden hacer uso apropiado de su autonomía pública


si  son  suficientemente  independientes  en  virtud  de  una  autonomía  privada  
asegurada de manera homogénea; pero que a la vez sólo pueden lograr una
regulación susceptible de consenso de su autonomía privada si en cuanto
ciudadanos pueden hacer uso apropiado de su autonomía política. 1526

La noción constitucional de libertad pretende realizar una función


doble: por un lado, garantizar los espacios de acción negativamente de-
limitados para la persecución de los intereses de cada quien y, por otro
lado,  posibilitar  (no  realizar)  una  configuración  autónoma  de  la  propia  
existencia “en el sentido ético de persecución de un proyecto de vida
racionalmente elegido que sea expresión de la autonomía, de la auto-
rresponsabilidad y del libre desarrollo de la personalidad”. 1527 Los de-
rechos institucionalizan el papel del ciudadano y mantienen abiertas las
posibilidades  de  participación  en  la  configuración  ilimitada  de  los  mis-
mos, actuando, también, como “garantías organizatorias y procesales
que contribuyen a garantizar un proceso de decisión libre y abierto”. 1528
Mientras más amplias sean estas posibilidades de participación mayor,
será su fortaleza. De esta forma, todos los derechos fundamentan com-
petencias  para  participar  en  la  configuración  de  los  mismos  en  el  proceso  

1525 La idea es de Alexy, Robert, op. cit., nota 144, p. 173; Habermas, Jürgen, op. cit.,
nota 11, p. 491.
1526 Habermas, Jürgen, “El vínculo interno entre Estado de derecho y democracia”,
trad. de J. C. Velasco Arroyo, La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Barcelo-
na, Paidós, 1999, p. 255.
1527 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 481.
1528 Schneider, Hans Peter, “Peculiaridad y función de los derechos fundamentales en
el Estado Constitucional democrático”, cit., pp. 141-143. En sentido parecido aunque
en otro contexto Habermas, Jürgen, “Un modelo de compromiso del Estado social”, trad.
de M. Jiménez Redondo, Teorema, Valencia, núms. 13-14, 1983, p. 14.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 465

político, contribuyendo a realizar “la práctica de la autodeterminación


de los miembros de una comunidad jurídica que se reconocen unos a
otros como miembros libres e iguales de una asociación en la que han
entrado voluntariamente”, pues los ciudadanos sólo pueden alcanzar
autonomía entendiéndose y actuando como autores de los derechos a
los que quieren someterse.1529
Enseña Hesse: “para que la situación jurídica regulada como derecho
fundamental se torne real y efectiva en el seno de la Sociedad, se hace ne-
cesario por doquier no solamente establecer regulaciones materiales más
minuciosas, sino también poner en pie formas de organización y normas
de procedimiento”.1530 La concepción de los derechos como principios
exige reforzar la idea de los procedimientos a través de los cuales éstos
serán desarrollados. Los derechos no sólo colocan a los sujetos jurídi-
cos libres de presiones externas para conformar sus intereses, además
exigen una adecuada organización del procedimiento democrático que
asegure, precisamente, la libertad contenida en los mismos. Y es que una
vez aceptada la sustancialización de los derechos, el problema deviene
en la determinación de sus contenidos, pero para efectuar esto hay que
considerar que aquellos exigen la instauración de un procedimiento ra-
cional de producción de normas jurídicas que únicamente es legítimo, y
su resultado válido, si se organiza como un proceso discursivo articulado
jurídicamente que goce del asentimiento de todos los miembros de la
comunidad.1531 Esto hace necesaria “la institucionalización jurídica de
condiciones para un ejercicio discursivo de la autonomía política” me-
diante la cual la autonomía privada, que en un primer momento sólo se
afirma   en   términos   abstractos,   sea   objeto   de   desarrollo   jurídico.1532 El
método democrático es un instrumento para la realización de los valores
y  principios  que  fundamentan  y  configuran  la  libertad  dentro  de  una  co-
munidad política y está diseñado para decidir sobre el contenido, alcance
y jerarquía de los derechos.1533 Éste es su verdadero valor y mediante su
operatividad se pueden medir sus capacidades.

1529 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 175 y 192.
1530 Hesse, K., op. cit., nota 874, p. 102.
1531 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 175.
1532 Ibidem, p. 187.
1533 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 150, p. 190; Torre, Massimo la, “Discutiendo
de democracia. Representación política y derechos fundamentales”, trad. de J. Ansuáte-
gui Roig, Derechos y Libertades, Madrid, núm. 3, 1994, p. 232.
466 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Ya hemos señalado antes las características básicas de este proce-


dimiento discursivo de toma de decisiones colectivas que funge como
modelo ideal de proceso legislativo. El producto del mismo será la ley
democrática que, justamente, por originarse en un procedimiento de
este tipo, será el saldo de una “empresa colectiva”, una obra delibera-
tiva o, para decirlo con Manin, resultado “de la deliberación general, y
no la expresión de la voluntad general”. Actualmente, ante el peligro de
“la muerte de la ley” es necesario, como dice Aragón, “revalorizarla”
como derecho de emanación democrática, convertirla en fuente primor-
dial del ordenamiento, en “la norma de derecho que, bajo la Constitu-
ción,   se   ocupa   de   configurar   general   e   inmediatamente   las   relaciones  
jurídicas en el seno de una sociedad”.1534 Esta revalorización, dice De
Cabo, presupone eliminar, de su proceso de elaboración, la prevalen-
cia de los mecanismos de negociación y el autointerés de grupos po-
derosos. En el lugar de estos nocivos elementos hay que colocar a la
deliberación, al poder de la argumentación, para hacer derivar a la ley,
como escribe Sunstein, de algo muy diferente al poder político ejercido
por grupos particulares o al “simple trato con un grupo de presión”. La
acumulación de poder político no debe determinar la legislación, ésta no
puede ser producto “exclusivo del poder privado”. Es preciso asegurar
que la ley no sea resultado de las relaciones de poder y esté sometida al
debate político para mostrar que es posible que los valores, y no sólo
el poder, motivan la acción legislativa.1535 Las condiciones sociales y
políticas actuales exigen que la ley democrática sea, como señala Hä-
berle, el producto de la cooperación entre diversos participantes en un
proceso donde se expresen los variados intereses. Si debido a diversas
causas, que ya hemos reseñado, la ley ha perdido sus características
esenciales  que  la  definían  como  expresión  de  la  voluntad  general,  esta  
cualidad hoy debe provenir, como señala Zagrebelsky, no de su origen
o de su objeto, sino de un procedimiento en el que participen la totali-
dad de los sujetos políticos.1536
Para realizar un Estado democrático, no sólo se debe defender a la
Constitución, sino también a la ley, al principio de legalidad, por lo que
debemos proponernos su fortalecimiento como fuente de legitimación

1534 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, pp. 124 y 125.
1535 Sunstein, Cass R., op. cit., nota 202, pp. 362 y 363.
1536 Comentado por Figueruelo Burrieza, Ángela, op. cit., nota 487, pp. 57 y 58.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 467

de nuestro Estado de derecho. Si actualmente en México asistimos a la


recuperación del valor normativo de la Constitución, es necesario, al mis-
mo tiempo, recuperar el valor de la ley. A lo mejor, más que recuperar-
lo, deberíamos construirlo. Este esfuerzo implica, también, revalorizar al
órgano legislativo, intentar hacerlo un verdadero protagonista jurídico y
político,  y  otorgar  un  voto  de  confianza  a  las  fuerzas  políticas  como  suje-
tos capaces de crear y perfeccionar sus formas de asociación y construir
y  regenerar  a  “ese  ente  artificial  que  llamamos  Estado”,  en  el  entendido  
de que únicamente a la sociedad le corresponde decidir las característi-
cas generales de la comunidad política, y de que, como escribe Elia, la
solidez de las instituciones en una democracia depende de la existencia
de fuerzas políticas coherentes que sepan en qué dirección moverse, y
que tengan, además de lealtad a las instituciones, capacidad autónoma de
propuesta y realización.1537
La ley debe ser expresión del proceso de integración política del Es-
tado, y el legislador, protector de los intereses de todos los individuos y,
por tanto, el órgano que, como señala Denninger, custodia el bien común
y expresa el pluralismo político de la sociedad. Este bien común, que
por las características de la actual sociedad pluralista se presenta como
informe y difuso, necesita, como observa Böckenförde siguiendo a Kauf-
mann, un proceso que le dé forma. La voluntad popular no existe por sí
misma ni se produce por su simple evocación, sino que debe ser actuada
y producida. Así, dice el maestro alemán: “la posibilidad implícita en la
voluntad popular de asumir una subjetividad concreta es una pura posibi-
lidad que para ser realizada debe ser actuada”.1538 Esta forma de entender
la ley y el impulso que demos al proceso de su revalorización nos per-
mitirá lograr “legitimidad a través de la legalidad”, dotarla de fuerza de
innovación y contar con un punto de partida para la adecuada aplicación
e interpretación judicial de la misma. Además, como escribe Sunstein,
nos permitirá reducir el peso de los grupos de interés, ampliar el espacio
de la discusión democrática y recuperar la legitimidad del Parlamento,
factor clave de la unidad política estatal. De esta forma, el principio de
legalidad se convertirá, como quiere Berlinguer, en una fuerza general,
hegemónica, protagonista de la reforma del Estado.

1537 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 15.


1538 Aunque estas palabras son pronunciadas en crítica a la democracia directa o de
identidad Bockenförde, E., “Democrazia e reppresentanza”, trad. de F. Fiore y P. Pasqui-
no, Quaderni Costituzionali, núm. 2, 1985, p. 235.
468 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Estos planteamientos también implican, como fácilmente puede com-


prenderse, la convicción de que en el Estado democrático actual sólo la
democracia representativa es posible. Ésta, como dice Aragón, “constitu-
ye la forma propia de la democracia, sobre todo, a mi juicio, de la demo-
cracia como modo de ejercicio del poder “constituido”.1539 Esto no quiere
decir que no existan o puedan existir canales alternativos a través de los
cuales los individuos se hagan presentes dentro del Estado, sólo aceptar
que la institución representativa encarna la principal fuente de legitimi-
dad del sistema y que está situada, como dice Pasquino, en la cima de los
procesos democráticos, ya que la fuente de toda legitimidad dentro del
Estado se encuentra en el proceso democrático de producción del dere-
cho, que constituye el núcleo que sostiene todo el entramado político del
sistema. Este proceso conforma el más importante espacio en el que los
ciudadanos ejercen su autonomía política y el principal camino a través
del  cual  encuentran  solución  a  sus  conflictos.  En  palabras  de  Böcken-
förde, es el espacio indispensable a través del cual un grupo de hombres
se constituye como asociación y como unidad política de acción, hacien-
do posible la limitación del poder político y, por tanto, la salvaguardia de
los derechos fundamentales.1540
La Constitución mediante la positivización de derechos fundamenta el
orden jurídico en las ideas de autorrealización y autonomía. Como señala
Habermas,  aquéllos  reflejan  tanto  los  principios  éticos  y  morales  de  au-
tonomía y justicia como los de autorrealización y vida proyectada cons-
cientemente.1541 Comprendiendo esto se puede asumir una comprensión
del derecho en la cual éste se fundamenta desde sí mismo. A esta noción
contribuye el carácter abierto de las normas constitucionales que exigen
su constante y continua legitimación y excluyen aceptar la posibilidad de
que  exista  un  acto  instantáneo  que  les  confiera  validez  permanente.  La  
Constitución impone una legitimidad democrática continuada y deshe-
cha la idea “salvajemente democrática” de una asamblea constituyente
que impone para siempre normas de convivencia a la comunidad y que
desaparece de golpe el problema de la legitimación dentro del Estado.
Entender de este modo a la norma básica implica una especie de deci-
sionismo totalitario de estirpe schmittiana que concibe a la Constitución

1539 Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 106.


1540 Lucas Murillo de la Cueva, Pablo, op. cit., nota 1067, p. 131.
1541 Habermas, Jürgen, “Derechos humanos y soberanía popular”, cit., pp. 220 y 221.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 469

como un conjunto de “normas estáticas, sustraídas al tiempo y resistentes


al cambio histórico”.
Al  contrario,  las  normas  constitucionales,  cuya  fijación  es  “relativa”,  
deben concebirse como “un proceso constituyente planteado a largo pla-
zo” y siempre impulsadas hacia adelante. Ante los problemas relacio-
nados  con  el  significado  de  las  normas  constitucionales,  la  única  lógica  
que cuenta es la de las generaciones de hoy; éstas, cada vez que hacen
uso de su autonomía política y efectúan la interpretación y desarrollo de
aquéllas, realizan un verdadero acto constituyente. Sólo esta concepción,
ha dicho Häberle, hace posible una Constitución sin derecho natural; o,
como   afirma  Ackermann,   permite   eliminar   de   la   lógica   del   Estado,   en  
virtud de la incesante necesidad de legitimación de las normas, la idea
del estado de naturaleza y la del contrato social, y sustituirlas por la ne-
cesidad de fundamentación de las normas surgida de su propia positi-
vización. Habermas ha expresado esta idea con claridad: los derechos
deben ser desarrollados, por lo que no pueden quedar anclados en un
ficticio   estado   de   naturaleza.   Es   necesario   dar   continuidad   al   contrato  
social a través de una “revolución permanente y legal”.1542 Una Consti-
tución democrática y pluralista representa un punto de coincidencias, un
marco de desarrollo para las distintas posibilidades políticas. Ésta es la
única concepción aceptable si queremos tener una “Constitución toleran-
te” y no una “Constitución total”,1543 que reconozca el pluralismo social
y permita que los individuos puedan perseguir, como escribe Habermas,
cooperativamente, y con perspectivas de éxito, el proyecto de establecer
formas cada vez más justas de vida.1544 Este entendimiento de la norma
básica otorga a los individuos la responsabilidad de buscar en los dere-
chos concepciones cada vez mejores que permitan la realización del bien
común; convierte el catálogo de derechos en un modelo constructivo1545
objeto del desarrollo de los individuos llamados a llenar “de vida los
ordenamientos”, y evita su cristalización e inmovilidad. La realización
de los derechos es obra de muchos y constituye una vocación, una tarea
conferida a todos aquellos que formen parte de la comunidad.1546
1542 Habermas, Jürgen, “La soberanía popular como procedimiento”, Facticidad y vali-
dez…, cit., nota 11, p. 602.
1543 Bongiovani, Giorgio, op. cit., nota 954, p. 82.
1544 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 336.
1545 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 249.
1546 Häberle, Peter, “La libertad fundamental en el Estado constitucional”, cit., p. 189.
470 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

C. La Constitución y los poderes públicos y privados

Actualmente, ante las condiciones sociales y políticas imperantes y


frente a las presiones de los grupos de interés, la Constitución no puede
significar,  como  señala  Habermas,  un  orden  marco  que  sólo  regule  la  re-
lación entre el Estado y los ciudadanos. “En sociedades complejas con
subsistemas horizontalmente diferenciados y concatenados el efecto pro-
tector que los derechos fundamentales tienen, ya no debe quedar referido
solamente al poder administrativo, sino en general al poder social de or-
ganizaciones  fuertes”.  Esto  significa  que  “el  poder  económico  y  el  poder  
social han menester de la disciplina del Estado de derecho no menos que
el poder administrativo”.1547  La  mutua  influencia  que  existe  entre  Estado  
y sociedad impele a dejar de entender la Constitución como norma con-
finada  a  la  institucionalización  del  poder  político  o  como  estatuto  exclu-
sivo  del  Estado  ante  el  que  se  construye  y  defiende  el  estatuto  propio  de  
la sociedad civil. La Constitución debe ser concebida como “el estatuto
jurídico-político fundamental tanto del Estado como de la Sociedad”, 1548
ya que, como observa Hesse, en cuanto orden jurídico fundamental de
la comunidad, no se limita a la ordenación de la vida estatal, sus normas
abarcan también las bases de ordenación de la vida no estatal represen-
tando el “elemento de unidad de la Comunidad en su conjunto”.1549 Al ser
la Constitución el estatuto fundamental del ordenamiento jurídico es tam-
bién el estatuto básico de todas las relaciones sociales, incluidas aquellas
que se producen en torno de los propios ciudadanos. Es una norma para
el Estado, pero también para la sociedad correspondiéndole a ambos el
cumplimiento   de   sus   finalidades   y   objetivos.   Como   escribe   Habermas:  
“la  facultad  —propia  del  derecho  privado—  de  perseguir  fines  privados,  
determinados libremente, obliga a su vez a observar los límites de la ac-
ción estratégica que hayan sido acordados en igual interés de todos”.1550
La Constitución, decía Abendroth, no sólo es Constitución política, tam-
bién es Constitución de la sociedad.
Partiendo de esta noción, los derechos no sólo son límites frente a los
poderes públicos, en su carácter de “derechos de la sociedad”, son tam-

1547 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 320 y 336.
1548 Lavilla Alsina, Landelino, op. cit., nota 9, pp. 33 y 4.
1549 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 16.
1550 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 218, p. 236.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 471

bién expresión de la “Constitución de la sociedad”.1551 La norma básica,


fuente de los derechos en el ámbito público es, al mismo tiempo, “fuen-
te primigenia de las libertades en el ámbito privado”1552 y, por ello, sus
normas son vínculos que se establecen y realizan en la sociedad y en las
relaciones entre sus componentes, pasando toda su problemática a ser
parte de la órbita de la propia comunidad, es decir, del espacio “donde
el hombre desarrolla su verdadera existencia”, ya que es ahí donde tiene
que ser libre. De esta forma, el reconocimiento y garantía de los derechos
“no  es  sólo  eficiente  ante  desmanes,  ofensas  o  excesos  del  poder  políti-
co; hoy no puede ya cuestionarse que preserva una esfera susceptible de
especial protección también frente a abusivas e indebidas interferencias
de los demás ciudadanos y de los grupos y organizaciones en que se ma-
nifiesta  la  llamada  sociedad  civil”.1553
El  efecto  de  protección  que  tienen  los  derechos  no  se  refiere  únicamen-
te al Estado, sino también a las organizaciones privadas, por su capacidad
de afectar o conculcar los derechos fundamentales de los ciudadanos. Lo
primero  que  se  pretende  con  la  afirmación  de  los  derechos  fundamentales  
frente a terceros, es asegurar que los que tienen poder dentro de la socie-
dad no impidan a otros ciudadanos, en especial a los socialmente débiles,
la realización de su libertad.1554 El Estado debe delimitar y canalizar, más
allá de la garantía jurídico formal de la libertad, el poder social existente
o en formación, “e impedir que ponga en juego por entero su superiori-
dad frente a los no-poderosos, y ahogue la libertad jurídica de éstos”.1555
En el Estado de derecho, todos los poderes deben estar sujetos a las leyes,
no deben existir poderes absolutos.1556
Para nosotros, la proyección de los derechos en el ámbito privado es
facultad y deber del legislador. Es a éste a quien corresponde asegurar la
vigencia de los derechos en las relaciones jurídico-privadas. Como dice
Hesse,  es  el  legislador  el  poder  que  debe  realizar  la  influencia  de  los  dere-
chos fundamentales en el derecho privado y el responsable de desarrollar
la legislación que sirva de medio para el despliegue de su contenido jurí-

1551 Otto y Pardo, Ignacio de, op. cit., nota 844, p. 168.
1552 Embid Irujo, Antonio, op. cit., nota 960, pp. 200 y 201.
1553 Lavilla Alsina, Landelino, op. cit., nota 9, pp. 33 y 34.
1554 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op. cit., nota 1485, p. 91.
1555 Ibidem, p. 87.
1556 Ferrajoli, Luigi, “Garantismo e potere selvaggi”, Teoria Política, núm. 3, 1998,
pp. 13-15.
472 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

dico.1557 Es decir, para que los derechos fundamentales puedan regir en el


ámbito privado, es necesaria la mediación legal. La ley, en consecuencia,
es  el  instrumento  a  través  del  cual  se  puede  desplegar  dicha  eficacia,  y  el  
legislador el sujeto que debe concretar las condiciones en las que se ejer-
citarán los derechos en las relaciones entre particulares y decidirá, incluso
ante la ausencia de una aceptación positiva o negativa a nivel constitucio-
nal  de  esta  eficacia,  si  ésta  existe,  en  que  términos  y  con  relación  a  qué  de-
rechos. Como escribe Böckenförde, es al legislador a quien le corresponde
traducir y concretizar los principios de libertad expresados en los dere-
chos fundamentales en todos los ámbitos del ordenamiento jurídico.1558
La regulación del poder social con objeto de impedir su superioridad
frente a los no poderosos la debe realizar el legislador. Efectivamente, la
vinculación directa de los derechos vale sólo para las relaciones jurídico
públicas de sujeción general. “En estas relaciones, no en otras, se inserta
de modo directo el derecho fundamental, del que nace así una vincula-
ción, igualmente directa, entre el individuo y el Estado”.1559 Sin embar-
go, como escribe Jiménez Campo, esta delimitación del ámbito en que
los derechos vinculan de modo directo, “es del todo compatible con la
irradiación de tales derechos más allá de ese ámbito o relación, proyec-
ción del derecho en otros ámbitos que supone, rigurosamente, un deber
constitucional para el legislador”. En otras palabras, la proyección de
los derechos en el seno de las relaciones entre particulares no es directa,
tiene que ser producto de la mediación legal, debido a que los derechos
fundamentales, en principio, sólo se dirigen contra los poderes públicos,
“afirmación  cuyo  fundamento  no  está,  o  no  está  sólo,  en  la  historia,  sino,  
en lo que aquí más importa, en el sentido mismo de lo que es, y para lo
que sirve, una Constitución”.1560
Pero   junto   con   esta   justificación,   basada   en   la   naturaleza   de   los   de-
rechos, la atribución al legislador de la competencia de transformar el
contenido de los derechos fundamentales en derecho vinculante para las
relaciones privadas se debe, como dice Gutiérrez, a que éste es el único
órgano que está en condiciones de fomentar la realización material de
1557 Hesse, K., op. cit., nota 311, p. 63. Una posición diferente se asume cuando se dice
que   “la   técnica   jurídica   pública   no   cuenta   con   instrumentos   definitivos   para   atender   a  
dicho reto”. Aguiar, Luis, op. cit., nota 837, p. 26.
1558 Böckenförde, Ernst-Wolfgang, op. cit., nota 1485, p. 91.
1559 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 104, p. 34.
1560 Ibidem, pp. 34 y 35.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 473

los derechos para todos, imponer su vigencia frente a las diversas for-
mas de poder social organizado y considerar los múltiples factores que
se presentan al efectuar la regulación. Tómese en cuenta que al realizar
esta conversión, el legislador debe analizar varios aspectos, entre los que
se  encuentran:  cuidar  las  modificaciones  que  produce  la  influencia  de  los  
mismos  sobre  el  derecho  privado;;  velar  que  dicha  influencia  no  elimine  
la autodeterminación y responsabilidad individuales ni la autonomía pri-
vada; ordenar, de forma recíproca y proporcionada, las diversas posicio-
nes jurídicas fundamentales que estén en colisión; crear los medios de
tutela según el ámbito material en cuestión; realizar la regulación legal
materialmente diferenciadora que concrete los presupuestos y efectos de
la  influencia  de  los  derechos  fundamentales,  entre  otros.
la protección de los derechos se debe realizar también a través de normas
organizativas adecuadas, de la correcta —a estos efectos— disposición
de las instituciones y de los procesos públicos y privados. Sólo la polí-
tica de derechos fundamentales que está exclusivamente en manos del
legislador  puede  enfrentar  eficazmente  ciertas  amenazas  a  la  libertad  o  
articular medidas antidiscriminatorias efectivas. 1561

Todo lo anterior implica, y quizá está de sobra decirlo, pensar en


la Constitución desde una perspectiva distinta de la que nos legó el
liberalismo  predemocrático,  ya  que  con  la  aceptación  de  la  eficacia  ho-
rizontal de los derechos se abandona la concepción unilateral que los
define  como  límites  únicamente  dirigidos  al  Estado.  Las  libertades  ya  
no tienen como punto de referencia un “escenario estatocéntrico” ni se
fundamentan en la “antihistórica” teoría de la autolimitación estatal.
Los derechos han pasado a ser facultades que el individuo debe ejer-
citar  en  la  vida  social  para  realizar  su  propia  personalidad  y  afirmar  su  
autonomía.1562 La libertad debe tutelarse de manera global y como ella
puede ser perturbada desde el ámbito público o privado, el origen de la
interferencia no es más el parámetro exclusivo a la hora de protegerla.
Ésta debe protegerse independientemente del sujeto que atenta contra
ella. Así, los derechos rebasan la separación entre lo público y lo privado,
son criterios básicos que se imponen en todo el ordenamiento y protegen
1561 Gutiérrez, Ignacio, op. cit., nota 960, pp. 12 y 19.
1562 Pace, Alessandro, “Derechos de libertad y derechos sociales en el pensamiento de
Piero Calamandrei”, trad. de E. Calderón Martín y P. Lucas Murillo de la Cueva, REP,
Madrid, núm. 63, 1989, p. 48.
474 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

todas las situaciones jurídicas en las que las personas se hallan inmersas.
Esto provoca otra consecuencia de efectos más generales. Sostener que
no es posible concebir a la Constitución como norma reguladora única-
mente de las relaciones entre individuo y el Estado, supone la conversión
del derecho constitucional en el derecho no sólo de la organización de los
poderes públicos, sino en el derecho de los ciudadanos, en la medida en
que es aplicable no solamente en las relaciones con los poderes públicos
sino también en las relaciones intersubjetivas privadas.1563 La Consti-
tución pasa a ser la luz de la interpretación de los derechos frente a los
poderes privados. El objetivo será hacer realidad, como quiere De Vega,
junto a un derecho constitucional de la libertad, un derecho constitucio-
nal de la igualdad.1564

IV. UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

1. Una auténtica jurisdicción constitucional

Hemos sostenido que la función que los tribunales deben reali-


zar dentro del Estado está en relación no sólo con los términos de la
Constitución,1565 sino con la idea que sobre la misma y sus preceptos ten-
ga una sociedad determinada. Ahora trataremos de señalar, precisamente,
cuál es esa función general que pensamos debe desempeñar la Suprema
Corte de Justicia. Esto resulta ser de suma importancia debido a que, como
ya señalaba R. Reyes: “es imposible tratar de un órgano” y saber el lugar
que ocupa dentro del orden constitucional, “sin tener antes una idea de su
función”. Incluso hay autores, como Elia, que fundan la legitimidad de
los tribunales en las funciones que realizan y les atribuyen una legitima-
ción funcional, “de ejercicio no de origen”.1566 En lo sucesivo se trata,

1563 Gomes Canotilho, José Joaquim, op. cit., nota 51, p. 820.
1564 “El reconocimiento de la Drittwirkung presupone... una opción política, según la cual,
sin negar el constitucionalismo de la libertad, se pretende abrir una vía razonable para asen-
tar el constitucionalismo de la igualdad”. Vega García, Pedro de, op. cit., nota 960, p. 425.
1565 Wheare, K. C., op. cit., nota 369, pp. 106 y 125.
1566 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 9; López Guerra, Luis, op. cit., nota 1002,
p. 247. Bachof iba todavía más allá cuando señalaba que para un órgano constitucional
es más importante la función que desempeña que la clase de mandato que recibe. Bachof,
Otto, op. cit., nota 415, p. 59. Para Zaffaroni, la legitimidad democrática de un órgano
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 475

por consiguiente, y como escribe La Pergola, de dilucidar y precisar en


qué debe consistir su labor en una sociedad democrática y abierta. Como
insiste Zagrebelsky, en una Constitución democrática todo órgano debe
justificar  su  papel  dentro  del  sistema  y,  para  esto,  su  presencia  dentro  
de  la  Constitución  no  es  suficiente,  es  necesario  encontrar  y  definir  las  
funciones que realiza dentro del Estado. La propia Constitución impone
que la función del órgano de control no sólo sea poner límites jurídicos
al  ejercicio  del  poder,  también  tiene  que  verificar  que  los  órganos  que  
conforman el Estado satisfagan las exigencias contenidas en la mis-
ma. Resumidamente podemos decir, y como puede deducirse de todo
lo dicho en el parágrafo precedente, que la función general del órgano
de justicia constitucional debe ser vigilar de forma estricta el núcleo
esencial de la Constitución, es decir, cuidar la vigencia de los derechos
fundamentales y el cumplimiento de los presupuestos que garantizan
que los resultados del procedimiento de formación democrática de la
voluntad sean legítimos.
Aceptamos que la razón de ser de estos órganos es la protección de
los  derechos  fundamentales,  y  que  esta  finalidad  constituye  el  paradigma  
para la construcción de un modelo apropiado de justicia constitucional.
Es más, tomamos como válida la idea de que una jurisdicción se convier-
te en constitucional cuando se avoca a la defensa de los derechos funda-
mentales. Como escribe Baldassarre: “el sentido profundo de la justicia
constitucional se encuentra en ser una jurisdicción constitucional que se
ocupe de la tutela de los derechos fundamentales”. Esta tutela, conside-
rada inherente a la idea misma de la jurisdicción constitucional es, en la
actualidad, el punto de convergencia de los modelos existentes en la ma-
teria,  verificable  en  la  práctica,  y  su  importancia  se  antepone,  incluso,  a  
las cuestiones orgánicas y procedimentales.1567 Lo anterior es de extrema

no se juzga por su origen, sino fundamentalmente por su función. Zaffaroni, Eugenio


Raúl, Estructuras judiciales, Argentina, Ediar, 1994, p. 43. Para Cossío, la dilucidación
y explicación de las funciones del máximo tribunal de justicia son de gran importancia
para determinar y formular la teoría constitucional que sirve de soporte a la misma Cons-
titución. Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1239, p. 77. Recientemente también Ana
L. Magaloni ha hecho referencia al papel que debe desempeñar la justicia constitucional
en una democracia. Magaloni, Ana Laura, op. cit., nota p. 263.
1567 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 8; Baldassarre, Antonio, op. cit., nota 263, p.
190. Claro está que, como hemos dicho antes, todo depende del entendimiento sobre la
naturaleza y funciones de los derechos fundamentales. Rubio Llorente, Francisco, op.
cit., nota 517, pp. 160 y 172; Rodríguez Bereijo, Álvaro, op. cit., nota 922, p. 384. Es
476 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

importancia sobre todo si pensamos que cuando se introdujo esta insti-


tución, en Europa y Estados Unidos, no contaba entre sus prioridades la
protección de las libertades públicas; al contrario, su actuación en esta
materia se consideraba subsidiaria y ajena a su labor fundamental.
Recuérdese al respecto que Kelsen plantea el problema de la justicia
constitucional, inicialmente, en su escrito más antiguo sobre la materia
que data de 1923, como un instituto garantizador del sistema federal,1568
para él, la justicia constitucional era “la perfezione tecnico-giuridica
dell’idea dello stato federale”, por lo que tenía que ser, casi exclusiva-
mente, el árbitro de la repartición de las competencias entre la Fede-
ración y los Estados federados. En 1928, el escritor vienés apunta esta
finalidad   con   toda   claridad:   “es   en   el   Estado   federal   donde   la   justicia  
constitucional  adquiere  una  importancia  mayor.  No  es  exagerado  afirmar  
que la idea política del Estado federal sólo encuentra su plena realización
con la instauración de un tribunal constitucional”.1569Basándose en estas
ideas, la Constitución austriaca de 1920 estableció, por vez primera en
Europa, el control de constitucionalidad de las leyes, tanto de la Fede-
ración como de los Länder, si unas y otras resultaban contrarias a la dis-
tribución de competencias consignadas en la propia Constitución. Esto
resulta  muy  significativo  si  consideramos  que,  como  bien  observa  Aja,  
en este ordenamiento no existía el recurso directo de inconstitucionalidad
ni la cuestión de inconstitucionalidad.1570 En otros muchos aspectos de la

muy interesante que, por ejemplo, con base en su función de protección de los derechos
fundamentales,  se  ha  propuesto  abandonar  la  tradicional  clasificación  entre  sistemas  di-
fusos  y  concentrados  de  control  de  constitucionalidad.  Rolla  propone  una  clasificación  
que engloba cuatro modelos de justicia constitucional que van desde los sistemas que
cuentan con una jurisdicción constitucional de las libertades muy amplia hasta aquellos
sistemas, como el francés, en que la garantía de los derechos se realiza de forma indirec-
ta. Rolla, Giancarlo, op. cit., nota 1499, pp. 146-150. También, “El papel de la justicia
constitucional en el marco del constitucionalismo contemporáneo”, en Vega, Juan y Cor-
zo, Édgar (coords.), Tribunales y justicia constitucional”, cit., nota 1390, pp. 366 y ss.
1568 Barberis, Mauro, “Kelsen e la giustizia costituzionale”, Materiali per una storia de
la cultura giuridica, núm. 1, 1982, p. 210.
1569 Lüther, Jörg, Idee e storie di giustizia costituzionale nell’ottocento, Torino, Giappi-
chelli, 1990, p. 20; Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 152.
1570 Aja, Eliseo, op. cit., nota 299, p. XVIII. Ya antes de Austria, como señala Simon,
y como hemos comentado en páginas precedentes, en la Constitución de Weimar, las
competencias   de   la   jurisdicción   constitucional   se   habían   orientado   a   la   edificación   del  
Estado federal relegando las exigencias de la nueva democracia pluralista con división
de poderes. Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 826.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 477

configuración  de  la  jurisdicción  constitucional  austriaca  puede  compro-


barse esta orientación federalista. Así, por ejemplo, en la composición del
Tribunal, en cuya integración participaban los dos órganos legislativos,
de tal manera que la mitad de los miembros eran electos por el Consejo
Nacional y la otra mitad por el Consejo Federal, que representaba a los
Länder,1571 y en la regulación de la legitimación para impugnar la cons-
titucionalidad de las leyes, en la que se demuestra, siguiendo el juicio
de Cruz Villalón, el “protagonismo asumido por las normas relativas
al sistema de distribución de competencias entre la Federación y los
Länder en los orígenes de la organización de un control de constitucio-
nalidad de las leyes”; asimismo, debemos recordar que en la práctica la
mayoría de las sentencias del Tribunal tuvieron como objeto problemas
de constitucionalidad competencial.1572
Es   necesario   decir,   para   entender   lo   anterior,   que   esta   configuración  
del derecho de control de constitucionalidad era acorde con el proceso de
unificación  que  la  propia  Constitución  promovía  en  el  Estado  germano.  
Por  ello,  Barberis  señala,  cuando  se  refiere  a  la  configuración  del  control  
en Austria, que esta representación reductiva de la institución estaba con-
dicionada a su particular situación después de la Primera Guerra Mun-
dial. En la Austria posbélica, la exigencia primaria era salvaguardar la
unidad estatal absorbiendo las fuerzas centrífugas; situación que, aunada
a la tradición constitucional proveniente del siglo XIX, provocó que la
Corte Constitucional fuera concebida, sobre todo, como un instrumen-
to  de  regulación  de  los  conflictos  entre  el  Estado  federal  y  los  Estados  
miembros.1573 Öehlinger enseña que cuando en la Ley Constitucional del
1o.  de  octubre  de  1920  se  establece  definitivamente  la  estructura  del  Es-
tado como un Estado federal, también la jurisdicción constitucional asu-
me  su  configuración  definitiva  siendo  modelada  esencialmente  en  virtud  
de dicha estructura federal. En la práctica, como agudamente observó
Cappelletti,  esto  significaba  que  dicho  control  tenía  una  función  limita-
da, restringida a establecer barreras contra las posibles extralimitaciones
inconstitucionales de los poderes legislativos de las provincias o de la
Federación, garantizando la recíproca repartición de competencias entre
1571 Öehlinger, Theo, op. cit., nota 439, p. 554. Para este autor, el examen ejercitado
sobre las leyes para establecer su legitimidad constitucional tiene sus raíces en el pensa-
miento federal. Op. cit., nota 293, p. 40.
1572 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., nota 296, pp. 366 y 382.
1573 Barberis, Mauro, op. cit., nota 1568, p. 230.
478 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la Federación y los Länder.1574 Pero en esa época, ejercer el control de


constitucionalidad desde otro punto de vista hubiera sido incompatible con
la idea de la soberanía de la representación popular.1575 Lo que ahora a no-
sotros  nos  interesa  señalar  es  que  el  “conflicto  federativo  marca  históri-
camente la primera atribución de una jurisdicción constitucional” y que,
es más, los tribunales constitucionales nacieron con objeto de garantizar
el reparto de competencias entre el gobierno central y las provincias que
hay en todo Estado Federal, por lo que entre ambos existe una estrecha
correspondencia.1576 No es por azar, como ha señalado Rivero, “que los
países que primero han puesto en marcha un control de constitucionali-
dad han sido países federales”, como Austria, Checoslovaquia y España,
y   que   este   tipo   de   conflictos   fueron   decisivos   para   el   desarrollo   de   la  
institución.1577 Así se explica, además, como escribe Brewer-Carías, por
qué el problema de la legitimidad del control de la constitucionalidad de
las leyes nunca se ha planteado en el caso de la distribución vertical del
poder del Estado.

1574 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, p. 57.


1575 Oehlinger, Theo, op. cit., nota 439, p. 539. De la misma forma Brewer-Carías,
Allan R., op. cit., nota 75, p. 559.
1576Öehlinger, Theo, op. cit., nota 439, pp. 536 y 537; Schlaich, Klaus, op. cit., nota
89, p. 155. Para Loewenstein, una estructura federal es el dominio legítimo del control
judicial. Loewenstein, Karl, op. cit., nota 1231, pp. 310 y 311. Como dice Hesse, para
Alemania, el nacimiento de la jurisdicción constitucional “tiene menos necesariamente
que ver con la democracia, que con raíces en vínculos o relaciones federales”. Hesse,
Konrad,  “Evolución  histórica  y  configuración  de  la  justicia  constitucional  en  Alemania”,  
en López Pina, A. (coord.), División de poderes e interpretación, Madrid, Tecnos, 1987,
p. 50. “La institución del control de constitucionalidad es una pieza indispensable y ne-
cesaria en el engranaje normativo de un Estado federal”. Como escribe Shapiro, en un
principio las naciones en que el control de constitucionalidad se practicaba en forma más
activa eran Estados federales. Esto demuestra que donde “quiera que exista el federalis-
mo, debe haber alguna forma de decidir las disputas que se plantean entre el gobierno
central y los estados miembros sobre los límites constituciones entre sus respectivos
poderes”. Otorgar a la Corte estos poderes de solución de controversias entre la autoridad
central y los estados miembros es “una solución natural”. Shapiro, Martín, op. cit., nota
p. 475; Schmill, Ulises, “Fundamentos teóricos del control de constitucionalidad en
México”, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, México,
Alfaguara,1998, p. 290.
1577 Rivero, Jean, op. cit., nota 291, p. 665; Brewer-Carías, Allan R., op. cit., nota 75,
p. 559; Aragón Reyes, Manuel, op. cit., nota 262, pp. 169 y 170; Weber, Albrecht, op.
cit., nota 521, p. 69.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 479

Lo mismo sucedió con el control de constitucionalidad en Estados


Unidos; aunque normalmente se piensa que el modelo difuso se dirigió,
desde sus orígenes, a la protección de los derechos fundamentales. La
verdad es que esta jurisdicción no está pensada en sus inicios ni para pro-
teger a la sociedad ni para tutelar al individuo.1578 Como señala De Vega:
la preocupación principal al establecer la competencia de control cons-
titucional fue “exclusivamente técnica”, su instauración era considerada
consecuencia de la jerarquía formal entre las diversas normas del sistema
jurídico y por ello se orientó a mantener la congruencia lógica del orde-
namiento y la unidad de la organización federal estableciendo como su
objetivo  principal  la  resolución  de  los  conflictos  surgidos  entre  los  pode-
res federales y estatales para dar coherencia y unidad al ordenamiento de
estructura política federal.1579  Precisamente  porque  ésta  era  su  finalidad,  
Hughes  pudo  afirmar  que  la  Suprema  Corte  de  los  Estados  Unidos  fue  
resultado de la creación del derecho federal.1580
Esta orientación impuesta por la Constitución de 1787 no resulta ex-
traña  si  se  reflexiona  que  la  atribución  y  ejercicio  de  esta  competencia  por  
parte de los jueces era considerada “natural” desde el inicio de la organi-
zación del Estado federal norteamericano, lo que puede constatarse en al-
gunos documentos dictados antes de la propia Constitución, como el Plan
de  Nueva  Jersey,  en  el  que  se  confiere  a  los  jueces  la  obligación  de  acatar  
en la interpretación que realizaran de la norma fundamental el principio
de prevalencia del derecho federal sobre el estatal. La poca atención en
esta época a la defensa de los valores políticos fundamentales se puede
apreciar en la propia práctica del control, ya que durante todo el siglo
XIX no hubo gran actividad en la materia. En su primera década de exis-
tencia, la Corte Suprema atendió sólo casos de menor importancia, por
lo que se puede asegurar que, efectivamente, la judicial review se conso-
lidó “inicialmente como técnica constitucional a partir de su no ejercicio
práctico”.1581 Después de Marbury vs. Madison pasó más de medio siglo

1578 Para lograr estos objetivos, dentro de la Constitución Federal se idearon mecanismos
tales como la división de poderes y la articulación territorial de mayorías extensas y com-
puestas constituidas a nivel nacional con el objeto de evitar la formación de mayorías siste-
máticas. Pérez Royo, Javier, “Tribunal constitucional y división de poderes”, cit., pp. 78-80.
1579 Balaguer Callejón, Francisco, “Tribunal Constitucional, Poder Legislativo y Poder
Constituyente”, Revista Jurídica de Castilla-La Mancha, núm. 3-4, 1988; p. 325; Vega
García, Pedro de, op. cit., nota 1095, p. 100.
1580 Hughes, Charles E., op. cit., nota 476, p. 30.
1581 Blanco Valdés, Roberto L., op. cit., nota 283, p. 117.
480 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

para que la Corte juzgara a otra ley del Congreso como inconstitucional.
Y, como observa Shapiro, después de este “largo silencio”, y hasta 1890,
no se pronunció prácticamente en ningún caso sobre derechos individua-
les. Es más, a partir de esta fecha, cuando la Corte empieza a conocer so-
bre asuntos de derechos, éstos estaban relacionados casi exclusivamente
con el derecho de propiedad; por ello este autor señala que “la Corte ganó
apoyo efectivo en la forma que es habitualmente la más fácil para las en-
tidades gubernamentales: defendiendo los intereses de los poderosos, no
de los indefensos”. Así, como dice Schwartz, durante la primera parte de
la historia americana “los derechos de propiedad, más que los derechos
de la persona, fueron la principal preocupación de las cortes”.1582 Que
los derechos no eran el objeto básico de la jurisdicción norteamericana,
lo  demuestran  casos  como  el  Dred  Scott,  donde  la  Corte  no  quiso  afir-
mar la igualdad de razas, o el Plessy vs. Ferguson, y posteriormente el
conflicto  surgido  en  1937  con  el  presidente  Roosevelt.  Estas  circunstan-
cias dan elementos para asegurar que el sistema estadounidense no inte-
graba en sus inicios una verdadera justicia constitucional. “La historia de
la Corte Suprema de los Estados Unidos no es de una continua defensa
de los derechos constitucionales de las minorías y de los desvalidos”.1583
Como escribe Lyons: “Nos gustaría pensar que el sistema constitucional
norteamericano está obligado a respetar los derechos de todos los seres
humanos, pero en realidad esa visión del sistema sólo ha sido admitida
recientemente”.1584 Después de la Segunda Guerra se produjo la expan-
sión de la jurisdicción constitucional como tutela jurisdiccional de las
libertades  y  una  intensificación  de  la  judicial review1585 Fue con la Corte
Warren (1955-1969) que la justicia constitucional en Estados Unidos se
1582 Schwartz, Bernard, “La Corte Suprema de los Estados Unidos: cambios recientes y
tendencias futuras”, El derecho y los problemas contemporáneos, Argentina, Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, 1991, p. 38. Schmitt no se equi-
vocaba cuando escribía que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos “aparece frente
al Estado como protector de una ordenación social y económica indiscutible por natura-
leza”. Su jurisprudencia representaba decía, la defensa y protección contra el legislador
de los principios de la ordenación social y económica del pueblo norteamericano, que el
mismo Tribunal considera como la ordenación suprema y como la verdadera Constitu-
ción. Schmitt, Carl, op. cit., nota 397, pp. 46 y 47.
1583 Shapiro, Martín, op. cit., nota 537, p. 477.
1584 Lyons, David, op. cit., nota 400, p. 246.
1585 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 645, p. 52; Aragón Reyes, Manuel, “La justicia
constitucional…”, cit., nota 262, pp. 168 y 169.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 481

convirtió en un instrumento efectivo contra la violación de los derechos


fundamentales y pasó de ser defensora de los derechos de propiedad a
salvaguarda  de  la  libertad  y  los  derechos  civiles.  En  suma,  y  simplifican-
do la historia constitucional hasta sus extremos, podemos decir que la
Corte Suprema de los Estados Unidos comenzó siendo necesaria para
hacer efectivo el sistema de gobierno federal; después fue necesaria
para proteger los intereses de los propietarios y, posteriormente, vino
en ayuda de los que no tenían el poder. 1586
En  virtud  de  todo  lo  anterior,  afirmar  que  la  jurisdicción  constitucional  
está dirigida a la protección de los derechos, o bien decir, con Luciani,
que centralidad de los derechos es centralidad de la justicia constitucional,
significa  aceptar  que  se  ha  producido  un  “cambio  cualitativo”  en  la  misma  
que  ha  implicado  el  paso,  como  afirma  P.  Bon  para  Francia,  de  un  control  
de constitucionalidad ejercido sólo en interés de los poderes públicos a un
control de constitucionalidad ejercido en interés de los ciudadanos.1587 En
otras palabras, se ha pasado de la vigilancia del Parlamento y la distribu-
ción de competencias estatales a la defensa de los derechos fundamenta-
les.1588 Por ello se asegura que los jueces constitucionales son “guardia-
nes de los derechos fundamentales”,1589 y que el esfuerzo por consolidar
una jurisdicción especializada pasa por construir una “jurisdicción de
los derechos”, incluso, y llevando al extremo el argumento, como lo han
hecho algunos autores, se ha dicho que la competencia natural del juez
constitucional es la protección de los derechos y que, como todo el do-
cumento constitucional encuentra en ellos su inspiración, el Tribunal, al
protegerlos,  protege  al  Estado  mismo.  Así,  la  primera  justificación  de  la  
participación de los jueces en el control de la actividad legislativa reside,
precisamente,  en  ser  garantes  de  la  Constitución  y,  específicamente,  de  
los derechos fundamentales.1590 En términos generales, esto implica que
1586 Shapiro, Martín, op. cit., nota 537, p. 478. En la doctrina mexicana esta visión es
explicada y fundamentada mediante la alusión a diversos casos concretos, por Carrillo
Flores, Antonio, op. cit., nota 539, pp. 85 y ss.
1587 Bon, Pierre, op. cit., nota 715, p. 139; id., op. cit., nota 560, p. 49; Luciani, Massimo,
op. cit., nota 1434, p. 174.
1588 Moderne, Franck, “El Consejo Constitucional francés”, Justicia constitucional
comparada, México, UNAM, 1993, pp. 130 y 131.
1589 Renoux, Thierry S., op. cit., nota 824, p. 446.
1590 Ferrajoli, Luigi, “El derecho como sistema de garantías”, Jueces para la Demo-
cracia, Madrid, núms. 16-17, 1992, p. 66; id., “Jurisdicción y democracia”, Jueces para
la Democracia, Madrid, núm. 29, p. 6; Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 348, p. 46. En
482 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

junto  o  por  encima  de  la  justificación  puramente  orgánica  de  la  justicia  
constitucional, referida a la necesidad de mantener el equilibrio entre las
distintas fuerzas políticas o los diferentes componentes territoriales del
Estado, que está en la base de la concepción kelseniana1591 y estadouni-
dense, se sobreponga otra más importante, de orden funcional, dirigida
a la protección de los derechos fundamentales, misma que, hay que de-
cirlo, siempre ha estado presente, por lo menos en la teoría, en el ámbito
latinoamericano.
Es necesario insistir, como complemento indispensable de lo ante-
rior, en que la democracia constitucional, si bien no es una “democracia
pura”, no concibe la eliminación del poder decisorio o autoridad de las
determinaciones de origen mayoritario.1592 Sólo considerando este prin-
cipio  se  puede  afirmar  que  la  democracia  constitucional  actual  es  acor-
de con la existencia de un órgano que controle con cierta intensidad la
actividad de la representación popular, que éste es elemento o “valor”
indispensable de aquélla y uno de sus productos más modernos y actua-
lizados.  Así,  de  forma  paralela  a  la  afirmación  de  la  finalidad  del  órgano  
de control y de la importancia de su presencia para la democracia actual,
hay que sostener que el desarrollo de sus funciones no puede llevarse a
cabo mediante la sustitución del legislador. Como escribe Rubio, no se
puede sustituir al legislador por el poder ilimitado de un juez que crea
derecho libremente con el pretexto de la Constitución, o colocar en el
lugar de la ley una decisión derivada de un caso concreto, expresión de
un  criterio  sobre  cuya  fijeza  y  generalización  no  tiene  el  ciudadano  ga-
rantía alguna.1593 Sin pretender adoptar la postura originalista y, quizá,
sacándola de contexto, creo que Bork no se equivoca cuando sostiene
que “los tribunales deben ser vigorosos en la defensa de los derechos

México véase Magaloni, Ana Laura, op. cit., p. 266, donde señala que la tarea central
de la Corte debe ser “garantizar al ciudadano que su esfera de acción individual está
protegida  frente  a  la  acción  estatal  arbitraria  o  injustificada”.  Héctor  Fix-­Zamudio,  en  un  
trabajo reciente señala que los tribunales constitucionales actuales son “tribunales cons-
titucionales de derechos humanos”, “Breves  reflexiones  sobre  la  naturaleza,  estructura  y  
funciones de los organismos jurisdiccionales especializados en la resolución de procesos
constitucionales”, en Tribunales y justicia constitucional, cit., p. 228.
1591 Rubio Llorente, Francisco, “Sobre la relación entre Tribunal Constitucional y Po-
der Judicial en el ejercicio de la jurisdicción constitucional”, cit., p. 469.
1592 Aragón, Manuel, op. cit., nota 408, p. 28.
1593 Rubio Llorente, Francisco, “Prólogo”, en Alonso García, Enrique, La interpreta-
ción de la Constitución, Madrid, CEC, 1984, p. XXIV.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 483

de los individuos pero también deben tener buen cuidado de no invadir


ni disminuir el legítimo derecho de la mayoría a gobernar”.1594 Ésta es
la democracia constitucional que debe ser protegida por la jurisdicción
constitucional;1595  lo  que  significa  un  punto  de  orientación  definitivo:  el  
reconocimiento simultáneo de la exigencia de proteger los derechos de
los ciudadanos y la superioridad de la creación legislativa del derecho.

2. La protección de los derechos y la vigilancia del procedimiento


democrático de creación de normas

Como hemos dicho antes y en virtud de que la jurisdicción es un ins-


trumento de garantía, la primera y básica función del órgano de justicia
constitucional es la protección o tutela de cada uno de los derechos fun-
damentales y, en general, del sistema de derechos constitucionales. La
finalidad  no  puede  confundirse  y  es  inequívoca:  posibilitando  la  autono-
mía privada de los ciudadanos se hace realidad su autonomía pública. En
este sentido es como se puede decir que su función debe ser garantista.
No se trata, por consiguiente, de que el juez limite las decisiones tomadas
por  otros  órganos,  sino  que  las  controle.  Es  decir,  el  juez  debe  verificar  
que la actividad legislativa se ciña a los límites constitucionales, defen-
der la sustancia de los derechos, delimitar sus contornos y trazar el punto
de equilibrio entre éstos; pero estas funciones debe realizarlas conside-
rando que no es el encargado de crear sino de defender la normatividad,
fuerza y carácter de los derechos.1596 En este sentido, su función general
será vigilar que no se sobrepase el contenido esencial de los derechos, lí-
mite infranqueable para cualquier sujeto constitucional, y, en general, de-
fender el núcleo de certeza de las normas constitucionales, pero el “área
de certeza negativa” no le corresponde a él, sino al legislador.1597 Así, con
la diferenciación de las funciones del juez constitucional y del legislador
1594 Bork, Robert H., “La propuesta de los padres de la patria”, Facetas, Washington,
núm. 75, 1987, p. 32.
1595 Scoditti, Enrico, “Riforma costituzionale e giurisdizione”, cit., p. 9.
1596 Alexy, Robert, op. cit., nota 144, p. 168.
1597 Rodríguez Zapata, Jorge, “Métodos y criterios de la interpretación de la Constitu-
ción en los seis primeros años de actividad del Tribunal Constitucional”, en López Pina,
A. (coord.), División de poderes e interpretación, cit., nota 39, p. 157; Alonso García,
Enrique, op. cit., nota 124, pp. 119, 120 y 122; Crisafulli, Vezio, op. cit., nota 435, p.
137. Así también lo explica Bayón cuando analiza la posición de aquellos que sostienen
el no interpretativismo en los Estados Unidos. Bayón, Juan Carlos, “El debate sobre la
484 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

se propicia que los órganos estatales no aparezcan sometidos a los tribu-


nales,  sino  a  la  Constitución.  Esto  no  obsta  para  afirmar  que  los  jueces  
tienen que ejercer sus funciones de forma muy rigurosa cuando se trata de
un  acto  que  interfiera  en  los  derechos  fundamentales.  Ello  en  virtud  de  que  
las complejas sociedades actuales exigen una actitud decidida en torno a
dicha función garantizadora.
En un Estado en el que la complejidad es cada vez mayor, en el que los
aparatos burocráticos adquieren constantemente más importancia, en el
que el individuo se encuentra cada vez más a merced tanto de las estructu-
ras jurídico-públicas como de las socioeconómicas es necesaria una tutela
más penetrante de sus derechos y libertades fundamentales.1598

De esta forma, en virtud de sus propias funciones, la justicia constitu-


cional se convierte en un instrumento indispensable que al proteger los
derechos fundamentales protege también la democracia. Si, como dice
Habermas, los derechos “institucionalizan las condiciones comunicati-
vas para la formación de una voluntad política racional”, es decir, las
condiciones que hacen posible el ejercicio de la soberanía popular, es
necesario proteger estas condiciones comunicativas. Y el Tribunal apa-
rece, precisamente, como el órgano encargado de vigilar el respeto a los
derechos, porque sin ellos, “en particular sin el derecho fundamental a
una igual libertad de acción, no existiría tampoco ningún medio para la
institucionalización jurídica de aquellas condiciones bajo las cuales los
ciudadanos pueden participar en la praxis de su autodeterminación”.1599
Su función será asegurar la autonomía privada de los ciudadanos, por-
que sólo realizándola, éstos pueden hacer uso de su autonomía pública.
“Sin derechos fundamentales que aseguren la autonomía privada de los
ciudadanos, no habría tampoco medio alguno para la institucionalización
jurídica de aquellas condiciones bajo las cuales los individuos en su pa-
pel de ciudadanos podrían hacer uso de su autonomía pública”.1600 Los
derechos deben ser garantizados en virtud de su importancia estructural

interpretación constitucional en la reciente doctrina norteamericana”, Revista de las Cor-


tes Generales, Madrid, núm. 4, 1985, p. 141.
1598 Lucas Murillo de la Cueva, Pablo, “El examen de la constitucionalidad de las leyes
y la soberanía parlamentaria”, REP, Madrid, núm. 7, 1979, p. 200.
1599 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 233, p. 152.
1600 Habermas, Jürgen, “El vínculo interno entre Estado de derecho y democracia”, La
inclusión del otro…, cit., nota 151, p. 255.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 485

y funcional para la democracia,1601 pues éstos conjugan las condiciones


que hacen posible el ejercicio de la soberanía popular, conforman los ca-
nales insustituibles del cambio político, impiden la parálisis de la socie-
dad, otorgan al principio individualista su preeminencia en el sistema y
hacen de la sociedad una comunidad abierta. La justicia constitucional, a
través de la protección de los derechos fundamentales, coadyuva al man-
tenimiento efectivo del pluralismo político.1602
Si, como hemos insistido en todo este trabajo, es necesario hacer
efectiva la idea del autogobierno del pueblo, es decir, promover que
sean   los   ciudadanos   quienes   definan   las   dimensiones   de   las   normas  
constitucionales,  específicamente,  de  los  derechos  fundamentales  y  los  
principios básicos del orden jurídico, social y político, debemos cons-
truir espacios adecuados para que aquellos puedan participar, efecti-
vamente, con libertad, sin exclusiones y con igualdad, en la adopción
de las decisiones más importantes de la comunidad política. Sin estos
espacios no habrá autogobierno popular, no podrá encauzarse a las ins-
tituciones estatales en el ejercicio de sus funciones, no se depurará el
ejercicio de la función legislativa ni se revalorará la importancia de la
ley dentro del Estado. Ya hemos dicho que la forma en que la Constitu-
ción consigna en su texto la idea de autoorganización de la comunidad
es mediante el establecimiento de procedimientos políticos y que el de
mayor  valor  epistémico  es  el  procedimiento  legislativo,  lo  que  significa  
que el espacio adecuado para realizar aquel propósito es el Parlamento
y que nuestros esfuerzos deben estar dirigidos a asegurar la construc-
ción de un proceso legislativo democrático que permita la participación
de todos los sectores de la sociedad, asegure una amplia discusión de
los   asuntos   a   tratar,   encauce   la   resolución   de   los   conflictos   más   apre-
miantes de la comunidad y garantice que se tomen las decisiones más
adecuadas.  Necesitamos  configurar  un  procedimiento  que  haga  posible  
el pluralismo, garantice los derechos de las minorías, convierta al Poder
Legislativo en un espacio de discusión y de negociación y cuente con “la
presencia constante de la opinión pública”,1603 pues, como hemos dicho
reiteradamente, son las condiciones de este procedimiento los que ase-
1601 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 143, p. 100.
1602 García de Enterría, Eduardo, “La democracia y el lugar de la ley”, REDA, Madrid,
núm. 92, 1996, p. 622.
1603 Éstas son las características del procedimiento legislativo a juicio de Aguiar de
Luque, Luis, op. cit., nota 475, p. 22.
486 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

guran la legitimidad del derecho producido. No puede olvidarse que el


crecimiento de las tareas del Estado ha conducido a concebir al derecho
como  medio  de  regulación  y  configuración  social,  lo  que  hace  que  sea  
mayor la necesidad de legitimación del derecho a través de su génesis
democrática.1604
El modelo que presentamos en el capítulo primero es el que aceptamos
como ideal de un procedimiento democrático de creación de normas. Es
un criterio que indica una dirección a seguir, un tipo ideal de democra-
cia, un “estándar crítico para el análisis de la realidad constitucional”.1605
Para   nuestra   democracia   en   transformación,   podría   significar   una   guía  
“a  fin  de  incrementar  su  capacidad  para  alcanzar  el  conocimiento  de  las  
soluciones  moralmente  correctas”  y  “una  aspiración  que  define  los  lími-
tes extremos de la dimensión deliberativa del proceso político”.1606 Esto
significa  que,  como  escribe  Nino:

El valor epistémico de la democracia se amplía o reduce en la medida en


que el procedimiento de discusión y decisión se aproxime más o se aleje
de las exigencias de una discusión amplia y abierta, con la participación de
todos los afectados, en las mejores condiciones de libertad e igualdad po-
sibles, con la más cuidadosa atención de pautas de racionalidad y de la in-
formación fáctica relevante, y con la más estricta observancia de la nece-
sidad  de  justificar  las  propuestas  sobre  la  base  de  principios  universales,  
generales, públicos, etcétera, y no sobre la base del mero autointerés.

De  esto  infiere  “que  hay  que  maximizar  las  oportunidades  del  debate  
libre,  reflexivo  e  informado  y  de  participación  de  todos,  para  que  las  de-
cisiones que se obtienen a través del procedimiento democrático alcan-
cen el mayor grado de validez moral”.1607
Y si aquél es nuestro objetivo y éste nuestro modelo, y en la actua-
lidad el mismo resulta problemático, el sistema político en su conjunto

1604 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 513.


1605 Habermas, Jürgen, “Derecho y moral”, ibidem, p. 586; Aarnio, Aulis, “Democracia
y  discurso  racional.  Una  perspectiva  iusfilosófica”,  Derecho, racionalidad y comunica-
ción  social.  Ensayos  sobre  filosofía  del  derecho, trad. de P. Larrañaga, México, Fontama-
ra, 1995, p. 75; Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, trad. de E. García
Máynez, México, UNAM, 1979, p. 337.
1606 Fishkin, James, op. cit., nota 183, pp. 68 y 69; Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota
150, p. 180.
1607 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 161, p. 210; id., op. cit., nota 177, p. 127.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 487

debe dirigirse a hacerlos efectivos, orientarse, como señala Gargarella,


cada vez más, hacia la promoción de la discusión pública, por lo que,
en el caso concreto del juez constitucional, una de sus más importantes
funciones debe ser proteger la naturaleza democrática de los procesos
políticos.  Si  aceptamos  que  la  garantía  del  sistema  democrático  significa  
la protección de las reglas que consienten el desarrollo, en condiciones
de paridad, de la persona humana y de la competencia política,1608 o
que,  como  dice  Spadaro,  “custodire  la  Costituzione  significa  anche ga-
rantire la natura democrática dell’ordinamento, che e uno —certo fra i
piu rilevanti— dei valori costituzionali”,1609 es necesario y acorde con la
naturaleza  racionalizadora  de  nuestro  sistema,  con  el  carácter  artificial  o  
de instrumento de ingeniería constitucional del órgano de control,1610 y
para no dejar que nuestra democracia se someta al juego de “la naturale-
za de las cosas”, reforzar el control del procedimiento de formación de
la ley para cumplir con el objetivo de fortalecer nuestro sistema demo-
crático  representativo  y,  específicamente,  al  Parlamento  como  “un  lugar  
donde los individuos conforman su voluntad mediante la discusión y el
intercambio de argumentos”, como hace algunos años sugirió Ely.1611 A
pesar de las difíciles y distorsionadas condiciones políticas actuales, y en
virtud de la lógica que impone la decisión de regirse por una democracia
representativa, no se puede plantear, como parece hacerse constante e
inconscientemente, despojar de poder al órgano más representativo de-
1608 Gallo, Ettore, “Il controllo di legittimita costituzionale como garanzia del sistema
democratico”, cit., p. 19.
1609 Spadaro, Antonino, “La giustizia costituzionale italiana: da originario limite a mo-
derno strumento della democrazia (pluralista). Cinque proposte”, cit., nota 232, p. 312.
1610 No se puede desconocer, como dice La Pergola, que la rigidez de la Constitución
y el control de constitucionalidad son expresiones de una racionalización, es decir, ins-
trumentos creados por el hombre para hacer realidad ciertos objetivos. El constituyente
pretende  con  esa  operación  reducir  a  la  lógica  ordenación  del  derecho  toda  una  fluida  y  
resbaladiza materia, la cual permanecería de otro modo abandonada al curso imprevisi-
ble de las relaciones de fuerza. Pergola, Antonio la, op. cit., nota 272, p. 33. Como decía
Biscaretti, siguiendo a Mirkine-Guetzévitch, los órganos de justicia constitucional surgen
con el objeto de alcanzar la actuación plena y racionalizada de los principios democráti-
cos.  Biscaretti  di  Ruffia,  Paolo,    op. cit., nota 518, p. 127.
1611 Ely, John Hart, Democracia  y  desconfianza.  Una  teoría  del  control  constitucional,
trad. de M. Holguín, Bogotá, Universidad de los Andes, 1997, pp. 97 y ss. Es muy intere-
sante constatar que ya se ha señalado, quizá con otra intención, que el tema de la justicia
constitucional no es “ajeno al problema de la estabilidad del orden democrático”. Cascajo
Castro, José Luis, “Kelsen y la Constitución española de 1931”, REP, Madrid, núm. 1,
1978, pp. 244 y 253.
488 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

sistema, más bien hay que buscar la forma para que éste cumpla su papel
de verdadero portavoz de toda la comunidad. No podemos compartir la
opinión  de  quienes  ante  la  dificultad  de  hacer  efectivo  un  modelo  por  las  
contradicciones prácticas que derivan de él quieran enterrarlo, lo con-
sideren superado y pretendan sustituirlo por uno contrario. El juez no
puede remplazar al legislador en el ejercicio de sus funciones más bien
su actividad debe orientarse a reforzar o mejorar dichas funciones,1612
más aún, si aceptamos que existe una crisis de legitimidad de los órganos
políticos.1613
Nos parece certero señalar que el juez debe defender las competencias
del legislador, incluso, como dice Bon para Francia, “contra sí mismo”,
y convertirse en “defensor de los poderes del legislador”. Por ello con
Zagrebelsky podemos decir que no es correcto, como sucede mediante
el uso de algunas de las denominadas sentencias creativas, perpetuar el
incumplimiento del legislador y consolidar una situación anómala más
bien hay que crear y aplicar instrumentos que propicien que enfrente su
responsabilidad política y constitucional, a través de una mejor organiza-
ción de sus labores o una más sensible respuesta a las exigencias sociales
de normación. La solución no es, dice el italiano, la defensa de la inte-
gridad de una abstracta esfera del legislador contra intromisiones ajenas
sino el perfeccionamiento de un proceso que lleve a recomponer el sis-
tema de producción normativa en torno a los órganos parlamentarios.1614
Ésta  es,  al  parecer,  también  la  finalidad  de  la  propuesta  de  Schlaich,  quien  
señala que sería sensato “che la Corte costituzionale ricorra piu spesso
alla formula della nullita di una legge, rimettendo cosi nuovamente il
problema in mano al legislatore, e non usando invece formule ambigue
(“meramente” incostituzionali, “ancora” conformi a costituzione, disci-
pline  transitorie,  etc.),  che  correggono  il  legislatore  e  che  fissano  gia  in  
parte il contenuto”.1615 Gargarella, siguiendo esta dirección, sugiere la
introducción y práctica del reenvío legislativo en caso de que la Corte se
encuentre  ante  decisiones  que,  a  su  juicio,  se  refieran  a  cuestiones  consti-
tucionales o a la forma en que aquellas fueron tomadas, ya que ello, dice,
permitiría lograr “la promoción del diálogo institucional, la protección

1612 Esta idea está presente en Gargarella, Roberto, op. cit., nota 377, p. 26.
1613 Gargarella, Roberto, op. cit., nota 252, p. 224.
1614 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 94, p. 121.
1615 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 276, p. 592.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 489

ante una falibilidad en la toma de decisiones imparciales; la defensa del


principio mayoritario, y la disminución de la actual rigidez del sistema
institucional”.1616
Lo  anterior  también  se  justifica  si  consideramos  que  el  trasfondo  so-
ciopolítico de la jurisdicción constitucional se encuentra en la intención
de resolver los problemas que la sociedad y el sistema político enfrentan
en un momento histórico determinado. Como con gran acierto escribió
Schmitt hace algunas décadas, la demanda de defensa de la Constitución
es indicio de situaciones críticas para la Constitución, y para constatar
la existencia de éstas, es necesario examinar la actuación de los órganos
estatales no “en las épocas de prosperidad económica y tranquilidad po-
lítica... sino en los momentos críticos e inquietos”.1617 De Vega, hacien-
do eco de estas ideas, señala que la jurisdicción constitucional emerge
históricamente como “respuesta a una crisis generalizada del concepto
de Constitución” agregando que es precisamente este origen la que la
obliga a responder a necesidades políticas e históricas concretas.1618 Son,
en consecuencia, las amenazas, ataques y riesgos que sufre la Constitu-
ción  en  un  momento  histórico  específico,  los  factores  que  deben  determi-
nar el funcionamiento del órgano de control constitucional. Además, es
importante tener presente que, como escribe Pérez Royo, los tribunales
constitucionales no son órganos surgidos de forma natural o espontánea,
sino  entes  artificiales  utilizados  por  algunas  sociedades  con  finalidades  
diversas. Si en la época actual, como lo hemos señalado en el capítulo
anterior, una de las más graves crisis del sistema político está representa-
da por las disfunciones del Parlamento y del proceso de decadencia de la
ley, los órganos jurisdiccionales deben tener algún papel en la búsque-
da de soluciones de esta crisis del constitucionalismo.1619 Desde esta
perspectiva, al custodio de la Constitución le corresponderá coadyuvar
a recomponer las disfunciones causadas con el objetivo de vigorizar las
1616 Gargarella, Roberto, op. cit., nota 538, p. 177.
1617 Schmitt, Carl, op. cit., nota 397, pp. 27 y 45; Vega García, Pedro de, op. cit., nota
1095, p. 98.
1618 Ibidem, pp. 95 y 108; id., “Problemi e prospettive attuali della giustizia costituzio-
nale in Spagna”, en Lombardi, G. (cura), Costituzione e giustizia costituzionale nel
diritto comparato, Italia, Maggioli Editore, 1985, pp. 129 y 131; Cheli, Enzo, op. cit.,
nota 1225, p. 17.
1619 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 16. Este argumento puede verse en Aguiar de
Luque, Luis, op. cit., nota 1603, p. 18. Lo sigue muy de cerca Figueruelo Burrieza, Án-
gela, op. cit., nota 487, p. 56.
490 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

normas y estabilizar los equilibrios y relaciones establecidas en la propia


Constitución.1620 Si el órgano jurisdiccional no actúa tomando en consi-
deración  esta  situación  y  esta  ineludible  finalidad,  la  crisis  deslegitimará  
por completo la función de regulación de la Constitución, el funciona-
miento de las instituciones, y desalentará el sentimiento constitucional.
En  suma,  se  producirá  la  desvalorización  o  socavamiento  del  significado  
de la norma básica.1621
La  eficacia  legitimadora  del  proceso  democrático  depende  de  las  nor-
mas constitucionales de procedimiento y organización. Por ello, la ma-
yoría no puede decidir la restricción de las condiciones y presupuestos
que lo caracterizan haciéndose necesario contar con órganos indepen-
dientes que controlen si esos presupuestos y condiciones se satisfacen
en cada momento.1622 Como se ha constatado que las formas de control
interno  que  existen  en  el  Parlamento  son  bastante  ineficaces,  sobre  todo  
cuando existe una amplia mayoría parlamentaria que detenta el Poder
Legislativo, se requiere un órgano que opere como “garante del equili-
brio institucional” vigilando la actuación del legislador y realizando la
función de control externo en suplencia de la inoperancia de los órganos
internos de control. Esta función la debe hacer el juez constitucional vi-
gilando que ninguna decisión, por muy mayoritaria o unánime que sea,
vulnere las condiciones estructurales de los procedimientos democráticos

1620 Es la interpretación de Portinaro, Pier P., op. cit., nota 254, pp. 411 y 412.
1621 El mismo Kelsen consideró la creación de un órgano de jurisdicción constitucional
como una garantía para el funcionamiento del sistema democrático y, por tanto, para la
protección de las minorías. La justicia constitucional desde su perspectiva era un medio
idóneo para hacer efectiva la esencia de la democracia. Kelsen, Hans, op. cit., nota 73,
pp. 151 y 152. Un  parlamento  ineficaz  es  el  mejor  terreno  para  una  función  activista  
de la Corte. Si el parlamento asume la centralidad que le corresponde en el sistema
político,   la   Corte   tenderá   a   reducir   su   influencia   en   el   mismo.   Como   se   ha   dicho,   la  
función de suplencia de la Corte implica la temporalidad de dicha función, cuyo titular
puede recuperar el lugar que le corresponde. Rodota, Stefano, op. cit., nota 816, p.
178; Barile, Paolo, “Corte Costituzionale e sviluppo della forma di governo italiana:
sintesi”, en Corte Costituzionale e sviluppo della forma di governo in Italia, p. 540.
Para Mezzanotte, una inversión de ésta tendencia sólo puede ocurrir si cada uno de los
componentes  del  sistema  encuentra  su  propia  identidad  y  define  su  propio  rol.  Hay  que  
potenciar aquellas partes de la Constitución respecto a las cuales menos arduo y alea-
torio aparecen la posibilidad de derivar derecho unitario sin la efectiva mediación del
momento político. Mezzanotte, Carlo, op. cit., nota 526, pp. 172 y 173.
1622 Nino,  Carlos  Santiago,  “La  filosofía  del  control  de  constitucionalidad”,  RCEC, Ma-
drid, núm. 4, 1989, p. 87.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 491

de decisión mismos que, como escribe Saavedra, incluyen aquellos fac-


tores que hacen que todos los afectados por una decisión puedan partici-
par  con  igual  autonomía  en  su  justificación.1623 De esta forma, el control
judicial  se  orientará  por  el  carácter  procesal  de  su  objeto  y  su  finalidad  
será fungir como soporte de la democracia representativa para que exista
más democracia mediante la orientación de la participación política. El
juez salvaguardará, además de la supremacía normativa, la supremacía
ideológica de la Constitución,1624 y el control de constitucionalidad de
las leyes estará diseñado y funcionará de tal manera que no turbe el jue-
go democrático, sino que “lo complete y refuerce” de modo que, como
señala Spadaro, “da originarie forme di limitazone democratica (contro
gli arbitri popolari-parlamentari), tendono a trasformarsi in strumenti di
democrazia (a favore dei diritti delle minoranze)”.1625
Es claro que lo anterior, en vez de concretar el objeto del control de
constitucionalidad   al   producto   de   la   legislación,   a   la   ley,   lo   refiere   al  
proceso de creación de la misma.1626 Así, el juez constitucional ya no
sería sólo juez de la ley, sino del procedimiento legislativo, ya que se
trataría, en virtud del concepto de ley que aceptamos, de un control so-
bre aquel en la medida en que incide sobre el mismo acto legislativo,
para emplear las palabras que Crisafulli ocupaba hace más de dos déca-
das. El control de la ley incluiría el control del procedimiento a través
del cual se ha llegado a aquélla, pues controlando éste, se controlaría a
la ley misma.1627 Pensamos que estas ideas son acordes con una noción
de ley que incluya elementos materiales (recuérdese en ese sentido que
Rubio ha señalado que el concepto de ley debe construirse con elemen-
tos formales y materiales), en virtud de que compartimos la idea de que
el proceso de rematerialización del derecho constitucional, comporta
de manera inexcusable “un realzamiento de los elementos formales
del proceso legislativo, que no pueden ser marginados del control de
constitucionalidad”.1628
1623 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 143, p. 102.
1624 Sagués, Nestor P., op. cit., nota 869, p. 36; Bergalli, R., op. cit., nota 648, p. 443.
1625 Spadaro, Antonino, op. cit., nota 262, p. 319.
1626 La diferencia entre estos dos términos puede hallarse en Otto, Ignacio de, op. cit.,
nota 1166, p. 49.
1627 Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, pp. 143 y 144; Garrorena, A., “La sentencia consti-
tucional”, RDP, Madrid, núm. 11, 1981, p. 14.
1628 Aguiar de Luque, L., op. cit., nota 1603, p. 17.
492 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Resulta muy importante insistir en que el control de las condiciones


del proceso legislativo es una exigencia derivada de la misma Constitu-
ción que lo regula teniendo todas esas normas “formales” un sustrato ma-
terial ya que, como hemos dicho antes, están ideadas para hacer efectivos
los derechos de los ciudadanos. En esta virtud, el control sobre el proceso
de creación de leyes podría considerarse un control material, ya que su
finalidad  es  velar  por  los  derechos  que  todos  los  ciudadanos  tienen  para  
acceder y participar en la toma de decisiones dentro del Estado. Ya Ely
observó que los valores adjetivos son en sí mismos sustantivos, y Tribe,
que las normas adjetivas tienen raíces sustantivas, ya que es la libertad
lo que pretende asegurarse con las protecciones procedimentales consig-
nadas  en  la  Constitución.  Como  afirma  Gargarella  al  describir  la  postura  
del Ely, los procedimientos y la estructura de gobierno establecidos en
la Constitución están enfocados a asegurar que los valores sustantivos
constitucionales puedan ser sujetos de la decisión colectiva, que todos
puedan participar en la toma de decisiones y no se discrimine a nadie en
la  aplicación  de  los  valores  colectivos  definidos.1629
De todo lo dicho podemos deducir que una de las funciones más im-
portantes del Poder Judicial debe ser contribuir al logro de una demo-
cracia donde imperen la igualdad, los derechos fundamentales y la deli-
beración.1630 Como señala Habermas, el juez constitucional debe ejercer
la función de proteger el proceso democrático de modo que “se efec-
túe en condiciones de una política deliberativa, que son las que fundan
legitimidad”.1631 Si los órganos jurisdiccionales han de vigilar la obser-
vancia de la Constitución y, es más, si su función principal es su defensa,
tienen que garantizar su naturaleza democrática y prestar atención a las
normas  de  procedimiento  y  organización  “de  las  que  depende  la  eficacia  
legitimatoria del proceso democrático”,1632 y el funcionamiento adecua-
do del sistema representativo. Esto exige que el juez intervenga para ase-
gurar el buen o adecuado funcionamiento del proceso o procedimientos
democráticos,  es  decir,  para  verificar  el  cumplimento  de  las  condiciones,  
positivas y negativas, que fundamentan su valor y superioridad epistémica,
vigilando que se “cumplan las reglas y condiciones procedimentales de
1629 Gargarella, Roberto, op. cit., nota 538, p. 151.
1630 Fishkin, James, op. cit., nota 183, p. 74.
1631 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 348 y 359.
1632 Ibidem, p. 337; Spadaro, Antonino, “La giustizia costituzionale italiana: da origi-
nario limite a moderno strumento della democrazia (pluralista)..., cit., nota 262, p. 312.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 493

los mecanismos de decisión y discusión democráticas”.1633 Como escribe


Sunstein, el Tribunal debe contribuir a imbuir la política nacional ordina-
ria de rasgos auténticamente deliberativos, asegurar que los representan-
tes, durante el proceso legislativo, actúen deliberativamente y, así, evitar
cualquier actuación mecánica o interesada, máxime cuando se trata de
decisiones que afectan a toda la comunidad. Si en el espacio parlamenta-
rio no se cumplen estos requisitos, el órgano de control puede pronunciar
la invalidez de las normas que se hubieren dictado en franca violación de
los procedimientos establecidos en la misma Constitución.1634

V. LÍMITES Y VÍNCULOS EN LA ACTUACIÓN


DEL JUEZ CONSTITUCIONAL

En las páginas anteriores hemos sostenido una concepción de la Cons-


titución y señalado algunas funciones que, en atención a la misma, debe
realizar el órgano de control constitucional. Ahora nos referiremos, sin
considerar haber agotado el tema, al modo de actuación o forma en que el
juez debe realizar dichas funciones para hacerlas acordes, precisamente,
con la idea de Constitución antes expuesta. Esto es sumamente impor-
tante porque el carácter abierto, amplio y controvertido de los derechos
y otras normas contenidas en la Constitución exige la atribución y ac-
tualización  de  su  significado  lo  que  hace  necesaria  la  labor  interpretativa  
de todos los operadores del sistema quienes deben actuar considerando
el principio de división de poderes. En una democracia, las funciones de
concreción y desarrollo de la norma básica y, en general, las decisiones
fundamentales y sustantivas para la comunidad, deben ser tomadas por
personas electas y responsables, por lo que el problema de la legitimidad
del control de estas también se relaciona con la organización del órgano
controlador y con la forma en que realiza sus funciones. Esta relación es
imprescindible resaltarla porque, como se sabe, actualmente se objeta, no
la existencia del órgano de control constitucional, sino la forma en que
desarrolla la labor de determinar el sentido y contenido de las normas
1633 Nino, Carlos S.,“Los fundamentos del control judicial de constitucionalidad”,
Fundamentos y alcances del control judicial de constitucionalidad, Madrid, CEC, 1991,
p. 126; id., op. cit., nota 161, p. 693, y nota 150, p. 272; Ferreres Comella, Víctor, op.
cit., nota 93, p. 58.
1634 Gargarella, Roberto, op. cit., nota 538, p. 195; Sunstein, Cass R., op. cit., nota 202,
pp. 349 y 350.
494 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

constitucionales, es decir, el modo de realizar sus funciones, y, como


sostiene Canosa, “la interpretación constitucional sólo puede entenderse
en contexto de la relación entre el tribunal constitucional y el legislador
democrático”, en otras palabras, “interpretación y desarrollo legislativo
de la Constitución guardan una estrechísima relación”.1635

1. Límites impuestos a la jurisdicción constitucional


en virtud de su integración y naturaleza jurídica

En el transcurso de este trabajo hemos señalado algunas limitaciones


de tipo estructural que impone la Constitución a la actividad realizada
por el juez constitucional. Dichos límites no son los únicos, ya que, como
veremos más adelante, existen otros sumamente importantes que deter-
minan directamente su labor interpretativa. Ahora vamos a mencionar
algunas barreras que le son impuestas con objeto de que no pueda in-
tervenir  francamente  en  la  configuración  política  de  la  comunidad,  fun-
ción que, repetimos, corresponde fundamentalmente al legislador. Las
sintetizaremos en dos aspectos: la forma de elección de sus miembros
y  la  definición  de  su  naturaleza  jurídica.  Con  ello  también  pretendemos  
mostrar la diversidad de funciones que tiene en relación con las ejercidas
por el órgano legislativo y los límites a los que está irremediablemente
sujeto  por  influencia  del  principio  democrático.  El  carácter  jurisdiccional  
es doble: del órgano y del modo de ejercer la función, y en los dos en-
contramos el ascendiente del principio democrático que es, como hemos
dicho antes, componente imprescindible del sistema constitucional, de la
configuración  y  forma  de  actuación  de  los  elementos  que  lo  integran.

A. La forma de elección de los jueces constitucionales

A nadie es desconocido que los jueces no forman un cuerpo repre-


sentativo electo directamente por el pueblo, por lo que si bien cuentan
indudablemente con legitimidad constitucional no gozan de inmediata le-
gitimidad democrática para el ejercicio de sus funciones. Por esta razón,
y para evitar la consolidación de una élite o “aristocracia de la toga” que
“no se representa más que a si misma”, como decía Tocqueville, se hace
necesario propiciar su más intensa legitimación democrática de origen a
1635 Canosa Usera, Raúl, op. cit., nota 1514, pp. 5 y 8.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 495

través de un sistema de elección de carácter fundamentalmente legislati-


vo.1636 Como escribe Rubio, para lograr la atenuación, no abolición, de la
tensión, que implica la existencia de un órgano de control con el principio
democrático, los jueces que pertenecen a este cuerpo son designados con
la  participación  de  los  poderes  específicamente  políticos  del  Estado.1637
La legitimidad de la actividad de los jueces proviene, desde esta pers-
pectiva, de su designación por autoridades políticas democráticamente
investidas y según modalidades que garantizan el pluralismo en el seno
del Tribunal, por lo que la intervención de órganos políticos en dicha
designación, lejos de ser un inconveniente, es una cualidad que refuerza
su legitimidad democrática.1638 Recuérdese al respecto que ya el mismo
Kelsen recomendaba, en virtud de que los jueces constitucionales ejer-
cían una función de legislador negativo, que fueran elegidos, al menos
en parte, por el Parlamento, teniendo en cuenta la fuerza relativa de los
diferentes partidos.1639 La elección basada en criterios políticos e ideoló-
gicos, que forma parte de los elementos técnicos de los órganos de con-
trol  de  constitucionalidad,  pone  de  manifiesto  sus  importantes  funciones  
y tareas dentro del sistema estatal.1640 Pretende asegurar, en virtud de
que el nombramiento se efectúa normalmente por una mayoría reforza-
da  que  se  identifica  con  la  exigida  para  la  reforma  de  la  Constitución,  
un amplio consenso entre las fuerzas políticas que integran los órganos
1636 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., nota 296, p. 413.
1637 Rubio Llorente, Francisco, op. cit., nota 37, p. 660.
1638 Favoreau, Louis, op. cit., nota 294, p. 108; id., “Los tribunales constitucionales”,
cit., p. 30. También, Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 68, p. 31; Simon, Helmut, op. cit.,
nota 77, p. 844. Para G. Müller, es precisamente la circunstancia de que la elección se
efectúe  con  intervención  de  los  gremios  políticos  lo  que  confiere  al  Tribunal  Constitucio-
nal la calidad de institución democrática. Müller, Gebhard, op. cit., nota 379, p. 218.
1639 Para Kelsen, las consideraciones políticas que dominan el problema de la forma-
ción del órgano legislativo no entran en juego cuando se trata del órgano encargado de
la anulación de leyes en el que “para su constitución entran pues, en juego, los mismos
principios que para la organización de los tribunales o de los órganos ejecutivos” y ello
es así, desde su óptica, porque la función del Tribunal no es la elaboración sino la anula-
ción de las leyes que se produce, como es propio de todos los Tribunales, en función de
la aplicación de las normas de la Constitución”. Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 131.
Recuérdese, además, que para este autor la intervención de los partidos en la composi-
ción de la Corte tiene mucha importancia por las importantes competencias políticas que
esta tiene asignada. Es más, en virtud precisamente de que los miembros del Tribunal son
nominados por los partidos políticos este asume un carácter arbitral. Esta opinión en “Le
giurisdizioni costituzionale e amministrativa”, cit., nota 766, p. 17.
1640 Sandulli, Aldo M., op. cit., nota 273, p. 395; Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 145.
496 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

representativos y que las designaciones sean “un acuerdo consensuado


entre la mayoría y la minoría”1641 y no una “prolongación de la mayoría”,
de forma que también en el órgano de control se exprese el pluralismo
político que exista en la sociedad.
En esta virtud, la inevitable injerencia de los partidos políticos en la
designación de los jueces tiende a representar un factor de homogeneiza-
ción o alineación entre el controlador y la parte controlada, produciéndo-
se así, en primer lugar, que las fuerzas políticas tengan la sensación de es-
tar representadas en el seno del Tribunal y que, en consecuencia, confíen
en quien va a controlarlos,1642 en segundo término, que los jueces no sean
ajenos a las ideas dominantes en la mayoría gobernante y que haya una
actitud de colaboración entre ambos, es decir, se alienta que el origen de
los tribunales sea también expresión de la voluntad general y, por tanto,
no se oponga a esta. En palabras de Dahl, se garantiza que los jueces sean
“parte de la alianza nacional dominante” en un momento histórico deter-
minado.1643 Esta forma de elección, como señala Zagrebelsky, permite
establecer un nexo de homogeneidad entre las orientaciones políticas de
fondo expresadas a nivel político y aquellas presentes en los cuerpos
jurisdiccionales, evitándose desviaciones amplias y dramáticas que pu-
dieran surgir entre las diversas orientaciones del juez constitucional y el
legislador  lográndose  que  la  filosofía  del  cuerpo  judicial  no  se  aparte  de  
la que sostienen los demás organismos del Estado.1644 La estructuración
de los órganos jurisdiccionales responde a la exigencia de que sus inte-
grantes  comprendan  las  valoraciones  y  finalidades  de  la  actividad  legis-
lativa. Esta pretensión técnica de adherencia de los órganos de control al
ambiente político provoca que pasen a formar parte del orden estatal, por
lo  que  no  puede  pensarse  en  eliminar  la  influencia  política  en  el  proceso  
de  nominación  pues  dicho  ambiente  político  influye  considerablemente  
para dotar de legitimidad a quien ocupa el cargo.1645 Por estas razones

1641 Pérez Royo, Javier, Tribunal constitucional y división de poderes, pp. 87 y 88.
1642 Favoreau, Louis, op. cit., nota 294, p. 108.
1643 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 562, p. 624.
1644 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 367, p. 764. También, Hitters, Juan Carlos,
op. cit., nota 650, p. 427; Pibernet, Domenech X., op. cit., nota 462, p. 77. Para una
mención sobre la importancia de que los jueces compartan cierta ideología, véase Fa-
rrell, Martín Diego, “Control judicial de constitucionalidad de las leyes: una defensa
liberal”, cit., pp. 128-130.
1645 Ermacora, Félix, “El Tribunal Constitucional austríaco”, Tribunales constituciona-
les europeos y derechos fundamentales, trad. de L. Aguiar de Luque y M. G. Rubio de
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 497

predomina actualmente en la composición de estos órganos los sistemas


de designación política y una nominación de otro tipo, como la realizada
por  los  propios  órganos  judiciales,  se  considera  injustificada.1646 A estas
razones también responde el hecho de que los jueces constitucionales
estén  limitados  en  sus  mandatos  por  un  tiempo  definido  y  no  puedan  ser  
reelectos, ya que la elección, ya no vitalicia sino por un periodo muy
largo de tiempo, hace imposible un mínimo de correspondencia entre
sus orientaciones y aquellas que provienen del órgano legislativo y de la
propia sociedad.
La diferencia de legitimación democrática entre el juez y el legislador,
mostrada a través de la distancia que existe entre los procesos de elección
de los representantes populares y el proceso de selección de jueces,1647
no es un elemento distorsionador del sistema, sino un elemento inherente
al mismo. Ambas formas de legitimación son distintas, pero no contras-
tantes. Sería un error tratar de aplicar los mismos criterios de legitimidad
para el legislador y para el juez. Pues, como escribe Zagrebelsky, en una
Constitución pluralista que acoge diversos principios inspiradores, el ór-
gano investido del poder de control no participa de un fundamento análo-
go al órgano políticamente activo que expresa el principio de mayoría1648
para evitar, además de un choque entre dos poderes que emanen su fuerza
de la misma legitimidad democrática, la expansión ilimitada del poder
político del órgano jurisdiccional y, con esto, la exhorbitación de sus
funciones. En consecuencia, la falta de legitimidad democrática directa
del juez constitucional es necesaria e inevitable si se pretende asegurar la
efectiva separación entre el órgano controlante y el órgano controlado, y
obtener la máxima neutralidad política de aquél.1649 Es más, el órgano que
ejerce el control constitucional debe estar compuesto de manera diversa
al órgano creador de leyes, porque si estuviera conformado con el mis-
mo criterio, el control no podría ejercerse, sería de raíz un no control.1650

Casas, Madrid, CEC, 1984, p. 273; Herdegen, Matthias, op. cit., nota 344, p. 43. También
Cascajo de Castro, José Luis, “Las Cortes Generales y el Tribunal Constitucional”, en
II Jornadas de Derecho Parlamentario, Madrid, Congreso de los Diputados, 1986 p. 12.
1646 Cheli, Enzo y Caretti, Paolo, op. cit., nota 259, p. 23; Favoreau, Louis, op. cit., nota
378, p. 26.
1647 Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, p. 43.
1648 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1614, pp. 111 y 154.
1649 Crisafulli, Vezio, op. cit., nota 435, p. 133.
1650 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 274, p. 9.
498 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Lo   anterior   no   significa   que   sostengamos   que   el   juez   constitucional  


deba depender del partido victorioso en las urnas1651 o sea un represen-
tante del legislador, ya que ello conduciría a la “parlamentarización del
Tribunal”, produciría una continuidad inaceptable entre los dos poderes
que debilitaría el control hasta hacerlo autocontrol, y conduciría a la do-
mesticación de la justicia constitucional.1652 La elección de los jueces por
órganos políticos no riñe con su imparcialidad ni conlleva la sumisión a
las fuerzas políticas ni la pérdida de autoridad. Ésta se logra no con su
forma  de  nominación,  sino  con  la  configuración  de  su  estatus,  como  desde  
hace décadas lo sostuvo Eisenmann. En otras palabras, la designación de
los jueces constitucionales por órganos políticos no está en contradicción
con la neutralidad que se espera de ellos, ya que las garantías de su in-
dependencia no dependen de las condiciones de su nombramiento, sino
de la conformación de su estatuto. Éste hace que el funcionamiento del
Tribunal se produzca al margen de la representatividad política y ascen-
dencia partidista.1653 Para Favoreau, son tres las mejores garantías para
asegurar la independencia de quienes integran los tribunales: a) el carác-
ter no renovable del mandato, b) la inamovilidad y c) algunas incompa-
tibilidades con funciones políticas. Pero junto con estas garantías ,es de
enorme importancia que los miembros de los tribunales posean cualida-
des   personales   y   conocimientos   científicos   y   profesionales,   ya   que   de  
éstos depende el adecuado ejercicio técnico de su función, única circuns-
tancia capaz de reforzar el carácter jurisdiccional del órgano. La duración
en el cargo, y la renovación de sus miembros, es también trascendente,

1651 Sagüés, Néstor P., op. cit., nota 869, p. 38.


1652 Crisafulli, Vezio, op. cit., nota 543, p. 74. Por estas consideraciones y para evitar
que la Corte se convierta en un órgano político, Crisafulli consideraba idóneo un sistema
mixto. Al respecto se puede ver del mismo autor, op. cit., nota 435, p. 133. Como se
recordará, también Kelsen recomendó como conveniente un sistema donde se combina-
ran la elección de jueces por el poder legislativo y por el jefe de Estado. Kelsen, Hans,
“El control de constitucionalidad de las leyes. Estudio comparado de las constituciones
austriaca y norteamericana”, trad. de D. García Belaunde, Dereito, núm. 1, 1995, p. 220.
Para Zagrebelsky la composición mixta del tribunal demuestra la creencia de su impli-
cación no imparcial en los asuntos constitucionales y la conciencia de orientarlo a través
de la presencia de componentes que representen sensibilidades distintas, lo que a su vez
significa  distintas  actitudes  respecto  al  grado  de  compromiso  o  implicación.  Zagrebelsky,  
Gustavo, “La Corte Constitucional y la interpretación de la Constitución”, en López Pina,
A. (coord.), División de poderes e interpretación, cit., nota 39, p. 167.
1653 Igartua Salaverría, Juan, op. cit., nota 747, p. 9.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 499

ya  que  de  ellas  depende,  como  dice  Weber,  su  continuidad,  petrificación  
o capacidad innovativa. Sin embargo,

en última instancia hay que apelar a las convicciones democráticas y al


sentido institucional de quienes designan o eligen y de quienes resulten
nombrados; ni aquellos pueden lícitamente operar con criterios partidistas
e hipotecar la independencia de los magistrados, ni éstos pueden legítima-
mente aceptar o tan siquiera sentir condicionamiento alguno por el origen
y los términos de su selección y propuesta.1654

B. Límites derivados de la naturaleza jurídica del tribunal

Hay que tomar en cuenta, en primer lugar, que atribuir al órgano judi-
cial la función de guardián de la Constitución, no es una operación ne-
cesaria ni característica de determinada forma de Estado o de gobierno,
sino que es la elección de una opción, entre muchas, considerada la más
conveniente   para   cumplir   con   la   finalidad   de   garantizar   la   supremacía  
de  la  Constitución.  Tampoco  puede  olvidarse  que  el  significado  de  esta  
elección debe adecuarse a la noción de democracia contenida en la norma
básica y, por lo tanto, como señala Wróblewsky, está en estrecha relación
con el lugar que ocupa el legislador dentro del sistema político. 1655
Este “arreglo contingente de ciertos sistemas jurídicos” que otorga a
los jueces la facultad de declarar la inconstitucionalidad de las leyes1656
está basado, explica Cruz Villalón, en un presupuesto doble: a) es un con-
trol externo, puesto que quienes participan en él han permanecido ajenos
al proceso político de creación normativa y únicamente intervienen con
posterioridad al nacimiento de la norma bajo un impulso externo, a través
de un procedimiento y sometidos sólo al derecho también preexistente;1657
y b) el órgano de control es un tribunal o está organizado como tribunal
(en  aquellos  países  en  donde  se  crea  “un  ente  artificial”  especializado)  
característica que garantiza una forma de actuar objetiva, imparcial y ra-
zonable, una singular organización y funcionamiento, independencia de-
cisoria frente a los demás órganos estatales cuyos actos serán controlados
1654 Lavilla, Landelino, op. cit., nota 63, p. 61.
1655 Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, pp. 98 y 99.
1656 Nino, Carlos S., op. cit., nota 1633, p. 107.
1657 Cruz Villalón, P., op. cit., nota 296, p. 28. Kelsen, Hans, op. cit., nota 89, p. 54.
500 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

(característica que para algunos autores constituye el verdadero carácter


distintivo de un régimen constitucional)1658 e idoneidad técnica para el
conocimiento del derecho y el ejercicio de su actividad.1659
El  órgano  de  control  al  estar  configurado  como  un  Tribunal  realiza  su  
tarea mediante el empleo de medios o métodos jurisdiccionales. Como
acertadamente ha señalado Mahrenholz, dispone de la más fuerte auto-
ridad, pero de la más débil potestad (se ha dicho que es el más débil de
los poderes estatales), pues no tiene iniciativa legislativa ni puede iniciar
de  oficio  su  actividad,  ya  que  el  impulso  inicial  lo  recibe  de  actores  le-
gitimados activamente para plantear los distintos procesos (nemo judex
sine actore). Como regla general, considerada incluso “natural y lógica”
y algunas veces como prueba de no ser el primer o principal destinatario
de la Constitución,1660 no actúa de forma espontánea, no puede promo-
ver por sí mismo la anulación de las leyes, su acción normalmente debe
ser inducida por un tercero interesado que activa los mecanismos perti-
nentes, por lo que carece de fuerza política directa. Se trata de un poder
negativo en el sentido de que ejerce su función únicamente cuando le es
solicitada.1661 Como dice Rubio, la justicia constitucional es “meneste-
rosa”  porque  no  puede  actuar  de  oficio,  sino  sólo  a  instancia  de  parte1662
o, como se ha dicho coloquialmente, “sólo habla cuando se le pregunta
y cuando le pregunta quién puede hacerlo...”.1663 Éstos son límites, pero
también parte importante y decisiva de la legitimidad democrática y fuer-
za del juez constitucional y condición necesaria para hacer efectivas sus
funciones de defensa.1664 Por otro lado, no se puede solicitar la interven-
1658 En este sentido pueden verse los comentarios y comparación de Matteucci, Nicola,
op. cit., nota 1478, p. 36.
1659 Aquí  se  hace  evidente  la  importancia  de  la  composición  del  Tribunal  para  un  eficaz  
ejercicio de su función. Aragón, Manuel, op. cit., nota 447, p. 174; id., op. cit., nota 122,
p. 102; Carrió, Genaro R., “Una defensa condicionada de la judicial review”, Fundamen-
tos y alcances del control judicial de constitucionalidad, Madrid, CEC, 1991, p. 154.
1660 Wheare, K. C., op. cit., nota 369, p. 107; Kirchof, Pablo, op. cit., nota 1009, pp.
252 y 253.
1661 Tomás y Valiente, Francisco, “La Constitución y el Tribunal Constitucional”, La ju-
risdicción constitucional en España, Madrid, CEC, 1995, p. 27; Nogueira Alcalá, Hum-
berto, op. cit., nota 450, p. 420.
1662 Combellas, Ricardo, op. cit., nota 79, p. 27.
1663 Tomás y Valiente, Francisco, “La defensa de la Constitución”, RDP, núm. 16, 1983,
p. 187.
1664 “El   contacto   del   juez   con   el   pueblo   deriva,   en   fin,   del   hecho   de   que   no   actúa in
causa  propria  y  ex  officio, sino sólo a instancia de los interesados, decidiendo en forma
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 501

ción del juez si no se invoca un perjuicio que implique la violación o alte-


ración de un derecho propio o de un precepto o norma concreta. El Tribu-
nal se presenta como instancia comprometida con la solución de asuntos
o  litigios  definidos  y  limitados  por  las  partes  o  sujetos  legitimados.  Esta  
circunstancia hace que su poder de invalidar leyes “se circunscriba a los
casos en los cuales resulta lesionado aquello que la Constitución inequí-
vocamente protege”1665 y al examen de las disposiciones impugnadas o
cuestionadas sin poder recomendar fórmulas alternativas. Los deman-
dantes  son  los  que  fijan  el  thema decidendum, el juez, sujeto al principio
de congruencia, debe ceñirse en sus resoluciones a las peticiones de los
demandantes, por lo que no puede resolver ultra petita. En suma, el jui-
cio constitucional es siempre un proceso a base de acción, ya que el juez
no  puede  actuar  oficiosamente,  sólo  interviene  cuando  se  lo  solicitan  las  
personas legitimadas por la ley respectiva y, además, debe limitar su pro-
nunciamiento a la petición hecha por la parte activa y no en forma dis-
crecional sobre las materias que estime convenientes.1666 Como resulta
claro, esta forma de actuar contrasta en gran medida con la del legislador,
quien puede obrar sin que sea provocado por alguien que tenga interés o
abstenerse de actuar no obstante la existencia de alguna petición.
Los jueces, además de que tienen delimitadas claramente sus compe-
tencias, tampoco pueden ejecutar por sí mismos sus propios fallos. De-
penden de la fuerza que tiene el Poder Ejecutivo para que se cumplan sus
sentencias, como escribía Hamilton, han de apoyarse “en la ayuda del
brazo   ejecutivo   hasta   para   que   tengan   eficacia   sus   fallos”.1667 Con ello
se comprueba que su autoridad no reside, como señala Fix-Zamudio, en
su fuerza física, sino en su prestigio moral y estricta imparcialidad, en el
consentimiento de los ciudadanos y en la objetividad con la que resuel-
van  los  delicados  conflictos  políticos  que  se  les  presentan.  Su  autoridad  
es legal-racional si utilizamos la tipología de Weber. Los recursos insus-
tituibles con los que cuenta, por su carencia de poder ejecutivo, son la
confianza  y  el  prestigio,  y,  en  esta  virtud,  su  única  fuerza  impulsora  es

congruente con la demanda y una vez “oídas” las partes”. Cappelletti, Mauro, op. cit.,
nota 246, pp. 288 y 292; Galeotti, Serio y Rossi, Bruno, op. cit., nota 519, p. 121.
1665 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 7, p. 148.
1666 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1356, pp. 44 y 59.
1667 Hamilton, A. et al., op. cit., nota 122, p. 331.
502 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la que representa la opinión pública.1668 Por ello sólo “resulta posible allí
donde la cultura jurídica de un país permite la contraposición entre una
sentencia que carece de poder y el poder político”.1669
Con lo dicho hasta aquí se pueden detectar claras diferencias entre
las funciones del legislador y el juez constitucional. Mientras que aquél
obra libremente, bajo el impulso de la oportunidad política, el juez, en
el momento de anular una ley actúa por motivos puramente jurídicos, su
actividad  se  dirige  a  verificar  el  contraste  de  aquélla  con  la  Constitución.  
Además, como enseña Kirchoff, el legislador decide con la autoridad de
la mayoría de hoy no con la de una mayoría para siempre, por lo que pue-
de cambiar cualquier ley; en cambio, la jurisdicción decide investida con
la autoridad de lo justo, y con su fallo pretende vinculación a largo plazo,
para todo el tiempo que se mantenga vigente la norma constitucional.
Una diferencia más, que resalta Fix-Zamudio, es el carácter imparcial
del juez en relación con la cuestión que se le plantea, pues se presenta
como un tercero que se coloca por encima de las partes respecto al pro-
blema de constitucionalidad que debe decidir, mientras que el legislador
carece de dicha imparcialidad, ya que, debido a la naturaleza de sus fun-
ciones, es juez y parte en la decisión que adopta.1670
Esta forma de organización y funcionamiento explica por qué el judi-
cial es la forma auténtica de control constitucional. Pero, por otro lado,
también esa estructura y composición es la causa por la que en ocasio-
nes se le ha reclamado su modesta actividad y sobre todo la razón por
la que no puede solucionar objetivamente determinados problemas de la
comunidad política e inevitablemente tiene que reconocer al legislador
amplios márgenes de actuación,1671 es más, debido a estas característi-
cas, el juez constitucional no es, desde el punto de vista de la creación
del derecho, la autoridad central dentro del ordenamiento jurídico. Como
escribía Leibholz: “la jurisdicción constitucional no puede, en modo al-

1668 Esta   idea   fue   pronunciada   por   Böckenförde   al   finalizar   su   mandato   como   juez  
constitucional y está citada por Rusconi, Gian Enrico, “Quale democrazia costituziona-
le? La Corte Federale nella politica tedesca e il problema della Costituzione Europea”,
Rivista Italiana di Scienza Politica, núm. 2, 1997, pp. 275 y 280; Bachof, Otto, op. cit.,
nota 85, p. 844.
1669 Mahrenholz, Ernesto G., op. cit., nota 93, p. 71.
1670 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1356, pp. 45 y 59.
1671 Schneider, Hans Peter, “Jurisdicción constitucional y separación de poderes”,
cit., p. 200.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 503

guno, por su esencia misma, asumir la suprema potestas”,1672 ya que sólo


le “compete la limitada tarea de aplicar en un procedimiento judicial el
derecho producido por órganos dotados de potestad normativa, interpre-
tarlo y desarrollarlo dentro de los límites de la interpretación”.1673 Por eso
debemos pasar al estudio de la forma en que realiza su labor de interpre-
tación y señalar los límites a los que está sujeta para así seguir mostrando
los  márgenes  de  actuación  dentro  de  los  que  se  configura  y  desarrolla  su  
actividad.

2. Límites a la facultad interpretativa del juez constitucional

A. El juez constitucional entre el derecho y la política

Se han tratado de establecer límites a la jurisdicción constitucional


basándose en la diferenciación entre derecho y política. La tensión entre
estos dos componentes de la vida del Estado es un problema medular de
las relaciones entre los órganos públicos.1674 Sin embargo, si se plantean
de esta forma los límites de la actividad jurisdiccional se toma un camino
equivocado, ya que, como escribe Schneider, la justicia constitucional
es de por sí justicia política porque, entre otras razones, se enfrenta a
un objeto de contenido político, sus miembros son designados por ins-
tancias políticas y sus sentencias tienen efectos políticos más o menos
amplios sobre el sistema constitucional.1675 Para Wróblewsky, la función
controladora que ejerce el juez constitucional es política al menos por
dos causas: primero, porque garantiza ex   definitione la observancia de
reglas constitucionales que tienen de por sí carácter político, y segundo,
porque sus decisiones interpretativas muchas veces determinan los asun-
tos políticamente relevantes,1676 puesto que, como señala García Pelayo,
1672 Leibholz, Gerard, op. cit., nota 669, p. 165.
1673 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 852. Como escribe Tamayo y Salmorán, la or-
ganización en forma de Tribunal “no hace a la judicatura la institución mejor dotada para
instrumentar políticas”. Tamayo y Salmorán, Rolando, “Una judicatura de amparo (una
judicatura ¿para qué?)”, Estudios en homenaje a Felipe Tena Ramírez, México, Porrúa,
1999, p. 463.
1674 Idem. También, Vega García, Pedro de, op. cit., nota 1095, p. 114.
1675 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 145; Schneider, Hans Peter, “Jurisdicción
constitucional y separación de poderes”, cit., p. 198.
1676 Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, p. 113.
504 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

las demandas que se le plantean son, en muchas ocasiones, la formula-


ción  en  términos  de  litis  jurídica  de  cuestiones  o  conflictos  de  carácter  
político.1677
Como enseña Triepel, el derecho público no tiene absolutamente otro
objeto que lo político,1678 por lo que la justicia constitucional tendrá que
desplegar necesariamente una sustancial función política precisamente
porque el objeto de su jurisdicción son normas constitucionales que por
su naturaleza tienen un alto contenido político. En otras palabras: la acti-
vidad de enjuiciamiento constitucional, en su vertiente de interpretación
y aplicación de normas es político porque su objeto es la norma funda-
mental del Estado que por razón de su génesis, contenido y función tiene
un carácter político especialmente pronunciado.1679 Como escribe Cano-
sa, las características del objeto de la función de los tribunales arrastra
consigo   el   mismo   carácter   definitorio   para   aquéllos.   Esto   se   capta   per-
fectamente si aceptamos que una decisión política en sentido amplio es
aquella que se caracteriza en razón de su objeto. Además, cuando un juez
enjuicia la constitucionalidad de una ley, interviene directa y necesaria-
mente en la política, porque también las leyes, objeto de su escrutinio,
son por antonomasia actos políticos.1680 Recuérdese igualmente que las
decisiones de la Corte son inapelables y tienen la pretensión de ser irre-
versibles. Simon ha descrito lo anterior con gran exactitud: la jurisdic-
ción constitucional se ocupa de contenciosos de naturaleza política en los

1677 García Pelayo, Manuel, op. cit., nota 63, p. 25; Leibholz, Gerard, op. cit., nota 669,
p. 149.
1678 Triepel, Heinrich, Derecho público y política, 2a. ed., trad. de J. L. Carro, Madrid,
Civitas, 1986, p. 42.
1679 Mahrenholz, Ernesto G., op. cit., nota 93, p. 71. Como escribe Schmitt: “no hay
ninguna Constitución que sea, puramente y sin residuo, un sistema de normas jurídicas...
Lo político no puede separarse del Estado”. Schmitt, Carl, op. cit., nota 305, p. 137. Para
Pierandrei, “la Costituzione ha e non pottrebbe non avere per contenuto la materia poli-
tica”, Pierandrei, F., “L´interpretazione della Costituzione”, cit., p. 474. La Constitución
es, dice Pérez Royo, “el punto de intersección entre la política y el derecho”. Pérez Royo,
Javier, op. cit., nota 23, pp. 233 y 234. Como señala Aragón: “La norma constitucional
es  un  tipo  específico  de  norma  y  justamente  su  especificidad  jurídica  proviene  de  la  finali-
dad política que pretende cumplir. Aragón, Manuel, “Sobre las nociones de supremacía y
supralegalidad constitucional”, REP, Madrid, núm. 50, 1986, p. 10. Para Leibholz, “Toda
la problemática de la jurisprudencia constitucional depende de esa esencia del Derecho
Constitucional. Se trata de un derecho que no puede sustraerse a su origen político”.
Leibholz, G., op. cit., nota 669, p. 193.
1680 Sandulli, Aldo M., op. cit., nota 273, p. 394.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 505

que se discute sobre la interpretación y aplicación de derecho político y


lo político mismo se hace objeto de juicio de constitucionalidad. 1681
En la base de todas estas consideraciones está la caracterización de
los órganos jurisdiccionales como la coronación del Estado de derecho
singularizado por la existencia de controles jurídicos sobre toda la acti-
vidad pública.1682 En esta virtud, no es posible establecer barreras para
separar tajantemente jurisdicción constitucional y política puesto que
esta   institución   tiene   como   presupuesto   una   reflexión   previa   sobre   la  
conveniencia  de  sujetar  a  control  jurídico  los  conflictos  de  naturaleza  
política que pudieran surgir dentro del Estado. 1683 Esto, como es de
suponerse, es un contrapunto a las críticas sobre la viabilidad de la jus-
ticiabilidad  de  los  conflictos  políticos  y  muestra  de  la  seguridad  de  que  
este tipo de controversias son susceptibles de ser resueltas a través de
vías jurídicas. Para decirlo con Bachof: “el carácter político de un acto
no excluye un conocimiento jurídico del mismo, ni el resultado político
de dicho conocimiento le despoja de su carácter jurídico”.1684 Es más,
la experiencia indica que el control de constitucionalidad se implanta,
como dice Lavilla, donde es mayor la densidad política y más cruda la
manifestación del poder. ya que, como escribió Eisennman, la institución
es  reflejo  de  las  luchas  políticas  supremas  de  los  países  que,  precisamen-
te por ello, son transformadas en litigios de derecho;1685 ésta es la causa
por  la  que  ha  sido  definida  como  “un  medio  civilizado  y  racional  para  la  
instauración de la paz social y la eliminación de la violencia descentra-
lizada, que caracteriza a las situaciones sociales donde la legitimidad y
la creencia en la validez del derecho se ha deteriorado o destruido”.1686
Así,  la  posibilidad  de  que  surjan  conflictos  entre  los  órganos  estatales  es  

1681 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 849.


1682 Lavilla, Landelino, op. cit., nota 63, p. 51.
1683 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, pp. 848 y 849. Recuérdese en este sentido que un
ordenamiento puede prescindir de la existencia de un Tribunal Constitucional. Al respec-
to véase Favoreau, Louis, op. cit., nota 294, p. 104.
1684 Bachof, Otto, op. cit., nota 415, p. 61.
1685 Esta es una de las funciones que atribuye Vincent Boivier a la jurisdicción consti-
tucional y que recoge Acosta Sánchez, José, op. cit., nota 112, pp. 343 y 344.
1686 Schmill, Ulises, op. cit., nota 1576, p. 294. También  Rubio  Llorente  afirma  que  la  
jurisdicción constitucional contribuye a moderar las posturas políticas alejándolas de
cualquier tipo de radicalismo. Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional
en España”, cit., nota 291, p. 434.
506 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

casi  “fisiológica”,  “connatural”  o  “inherente”  a  la  opción  de  un  control  


constitucional de tipo jurisdiccional.1687
El control constitucional está destinado, por su propia naturaleza, a
tener una coloración política más o menos acentuada,1688 por lo que hay
que  empezar  por  reconocer  que  los  conflictos  de  que  conocen  los  jueces  
constitucionales tienen sustancia política y que la jurisdicción constitu-
cional tiene carácter político. No se puede, en consecuencia, esconder la
politicidad de la función judicial como se ha hecho durante tanto tiempo
“por la llegada y radicalización de los principios de legalidad y de divi-
sión de poderes en la cultura política y jurídica en el Estado moderno y
por el consiguiente corolario de la neutralidad y de la terciariedad del
juez”.1689 Hay una intrínseca politicidad de las funciones del juez cons-
titucional. Se trata, por tanto, como se ha dicho en elocuente frase, de
“una justicia teñida de política” característica que la dota de un carác-
ter bifronte: político y jurisdiccional al mismo tiempo que constituye su
“propia y peculiar impronta”.1690
El problema básico, una vez establecido lo anterior, se transforma,
pues todas las decisiones tomadas por cualquier órgano estatal podrían
aparecer como decisiones políticas.1691 Por tanto, la cuestión reside en
buscar la fórmula para evitar que los tribunales sean catalogados como
órganos que deciden políticamente. Si no encontramos dicha fórmula,
existe el riesgo de que las actuaciones judiciales sean leídas en términos
de confrontación política y sus resoluciones como generadoras única-
mente  de  efectos  políticos,  es  más,  de  que  dichos  órganos  sean  califica-
dos como entes que a través de sus decisiones se convierten en “dueños
de la Constitución” que detentan “de manera oculta el poder soberano”

1687 Rolla, Giancarlo, “Consolidación y desarrollo de la justicia constitucional en Eu-


ropa: el surgimiento de algunas líneas de tendencia comunes”, trad. de Joan O. Araujo,
Cuadernos de la Facultad de Derecho de la Universidad de las Islas Baleares, núm. 16,
1987-1988, pp. 147 y 148.
1688 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 519, p. 65; id., op. cit., nota 662, p. 148; también
Loewenstein, Karl, op. cit., nota 1231, pp. 308, 309 y 322.
1689 Morisi, Massimo, “Jurisdicción y política: viejas preguntas al hilo del caso italia-
no”, trad. de A. Elvira, REP, Madrid, núm. 85, 1994, p. 13.
1690 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 367, p. 760; Leibholz, Gerard, op. cit., nota
669, p. 151.
1691 Troper, Michael, op. cit., nota 392, p. 328. También Juan Martín, Ángel de, “Co-
mentarios en torno a la jurisdicción constitucional”, El Tribunal Constitucional, Madrid,
Instituto de Estudios Fiscales, 1981, vol. II, p. 1339.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 507

creando nuevas normas o relegando las elaboradas por el órgano legisla-


tivo democráticamente electo poniendo en duda el sistema de equilibrios
diseñado en la norma fundamental.

B. Control judicial e interpretación

El problema entonces es averiguar cómo “una decisión que ratione


materiae tiene un evidente contenido político puede aparecer como un
dictum de justicia”.1692 Como escribe Häberle, la cuestión no es si el juez
constitucional incide en la política, sino cómo incide en ella. Esta inge-
rencia depende del modo en que lleve a cabo el proceso de aplicación de
normas1693 o adopción de resoluciones por lo que es mediante el ejercicio
de la facultad de interpretación a través de la cual los jueces pueden in-
fluir  en  la  realidad  política  y  social.  Se  puede  decir  entonces  que  “el  pro-
blema del carácter político o no político de la jurisdicción constitucional
es   en   definitiva   el   problema   de   la   interpretación   constitucional”,1694 ya
que, como escribe Schlaich, es mediante esta como el juez constitucional
puede participar en la modelación de la vida del Estado y de la sociedad.
Existe una estrecha relación entre los problemas derivados del control
y la interpretación constitucional, por lo que los límites de esta última
son idénticos a los de la primera.1695 Más aún, el control de constitucio-
nalidad, cuando se concibe a la Constitución como derecho, es el único
instrumento jurídico cuya función de preservación de la norma básica es
realizada mediante la interpretación y aplicación jurisdiccional de nor-
mas.1696 Las violaciones a la norma fundamental se resuelven a través de

1692 Carrasco Perera, Ángel, “El juicio de razonabilidad en la justicia constitucional”,


REDC, Madrid, núm. 11, 1984, p. 40.
1693 Otto, Ignacio de, “La posición del Tribunal Constitucional a partir de la doctrina de
la interpretación constitucional”, El Tribunal Constitucional, Madrid, Instituto de Estu-
dios Fiscales, 1981, vol. III. También en este sentido véase Aragón, Manuel, op. cit., nota
122, pp. 102, 124 y ss.; Igartua Salaverría, Juan, op. cit., nota 747, p. 14.
1694 Otto, Ignacio de, ibidem, p. 1940.
1695 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., nota 296, p. 29, Rodríguez Zapata, Jorge, op. cit.,
nota 1597, p. 157; Schneider, Hans Peter, “Jurisdicción constitucional y separación de
poderes”, cit., p. 199; Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 855.
1696 Aragón, Manuel, op. cit., nota 408, pp. 40 y 45. Como explica Guastini, desde el
punto de vista estricto no es lo mismo la interpretación que la aplicación de normas aun-
que entre ambas existe una imprescindible vinculación. Las diferencias estriban en los
sujetos que realizan ambas actividades, en los objetos sobre las que recaen las mismas
508 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

la interpretación y por medio del instrumento jurídico denominado con-


trol  judicial.  A  esta  relación  se  refiere  Aragón  cuando  señala  que  la  justi-
cia constitucional no es otra cosa que la aplicación judicial de la Constitu-
ción,  y  Spadaro  al  afirmar  que  la  tarea  de  custodiar  es  “tutt’uno  (e  dunque  
coincide) con quello di interpretare”. De esto se colige la importancia
fundamental que tiene la interpretación constitucional en aquellos siste-
mas que cuentan con una jurisdicción constitucional ya que todo control
de constitucionalidad exige una interpretación constitucional previa.1697

y sobre todo en que la aplicación designa, cuando se hace referencia a órganos jurisdic-
cionales, un conjunto de operaciones dentro de las cuales está incluida o presupuesta la
interpretación. Guastini, Riccardo, “La interpretación: objetos, conceptos y teorías”,
trad. de M. Carbonell, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judi-
cial, México, Alfaguara, 1998, p. 27. “La interpretación es, pues, un proceso intelectual
que acompaña necesariamente el proceso de aplicación del derecho...”. En esto insiste
en todo su trabajo, Tamayo y Salmorán, Rolando, “Interpretación constitucional. La fa-
lacia de la interpretación cualitativa”, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y
decisión judicial, cit., p. 98. “La interpretación sólo se lleva a cabo al aplicar”, dice, Gil
Cremades, Juan J., “La motivación de las decisiones judiciales”, Estudios en honor del
doctor Luis Recaséns Siches, México, UNAM, 1980, p. 428. “La captación del sentido
de los enunciados normativos se hace precaria y aventurada cuando se realiza al mar-
gen del proceso de aplicación del derecho porque, también en este ámbito “comprender
es siempre, también, aplicar”. Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 108, p. 67. Esta
comprensión me parece deudora de H. Kelsen, quien sostiene que “cuando el derecho
tiene que ser aplicado por un órgano jurídico, éste tiene que establecer el sentido de
la norma que aplicará, tiene que interpretar esas normas”, la interpretación acompaña al
proceso de aplicación del derecho, pues siempre hay interpretación de normas jurídicas
cuando éstas deben recibir aplicación. Kelsen, Hans, op. cit., nota 128, p. 349. Para Fro-
sini, el momento crucial de la vida de una ley es aquél de su aplicación, Frosini, Vittorio,
“Legislazione e interpretazione”, Rivista Trimestrale di Diritto Pubblico, Roma, núm. 2,
1990, p. 392. Así también Silva, Carlos de, “La jurisprudencia, interpretación y creación
del derecho”, en Interpretación jurídica y decisión judicial, p. 145. La distinción no es
una novedad, se encuentra también en el célebre fallo del juez Marshall donde se puede
leer: “Los que aplican las normas a casos particulares, deben por necesidad, exponer
e interpretar esta norma”. La distinción es interesante si se consideran las diferencias
que se establecieron entre la interpretación y la aplicación de la ley en el siglo pasado
y las orientaciones ideológicas de la misma, además de que esta diferenciación estaba
íntimamente unida con la función jurisdiccional considerada como aplicación mecánica
y pasiva de la ley. Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1356, pp. 4-7 y 56, quien también
señala que “la aplicación de las disposiciones normativas abstractas a los casos concretos
de la realidad, forzosamente tiene que presuponer una labor interpretativa...”.
1697 Pérez Luño, Antonio A., op. cit., nota 99, p. 249; Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota
95, p. 99.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 509

Esto no quiere decir que no se puedan separar, desde el punto de vista


teórico estos dos conceptos sólo que, en la práctica, el control es posible
únicamente mediante la interpretación que, a su vez, adquiere su ma-
nifestación   más   decisiva   e   importante   cuando   se   realiza   a   los   fines   del  
ejercicio del control.1698 Para decirlo con Wolfe, la interpretación consti-
tucional y el control judicial son cuestiones analíticamente distintas pero
aquella está en el fondo de éste1699 que solamente se entiende y realiza
en virtud de la forma en que se efectúan las operaciones interpretativas.
La relación es nítida si asumimos que controlar la constitucionalidad de
una  norma  exige  la  atribución  de  significados.  Sin  embargo,  afirmar  que  
el control judicial es una cuestión de interpretación no elimina los pro-
blemas sino los profundiza puesto que quien controla la interpretación
de  las  normas  constitucionales  puede  llegar  a  dominar  su  significado,  es  
decir, determinar lo que funciona como derecho constitucional.1700 La
interpretación es en gran medida el estudio de la forma de actuación del
juez, quien, por diversas causas, no debe sobrepasar ciertos límites, y si
ello sucediera, si se difuminaran los límites entre interpretación y potes-
tad normativa, se haría “subrepticiamente soberano a quien únicamente
es custodio de la Constitución”.1701 Por todo esto, que lleva implícitas
cuestiones de gran importancia, sorprende que el estudio de la interpreta-
ción constitucional no haya sido considerado seriamente por los estudio-
sos del derecho público sino hasta hace pocos años1702 y que, incluso, en
algunas experiencias, aún no se tenga conciencia clara de la proyección
práctica y relevancia institucional de ella en el control judicial de las le-
yes.1703 Troper señala tres causas que podrían explicar esta situación de
indiferencia: primero, el hecho de que las Constituciones no contienen
casi nunca disposiciones referidas al poder de interpretación;1704 segun-
do,  los  grandes  principios  de  la  filosofía  política  integrados  en  las  Cons-
tituciones  no  se  relacionan  con  una  teoría  específica  de  la  interpretación  
jurídica, y tercero, y esencialmente, ésta se ha considerado como compe-
1698 Vigo, Rodolfo L., op. cit., nota 101, pp. 105 y 106.
1699 Wolfe, Christopher, op. cit., nota 91, p. 107.
1700 Wróblewski, Jerzy, op. cit., 95, p. 85.
1701 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 854.
1702 En México así lo hacía ver desde 1965 el maestro Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota
1356, pp. 25 y 26; también, Carpizo, Jorge y Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 128, pp.
9, 10 y 37. Recientemente también Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 1439, p. 144.
1703 Bouzat, Gabriel, op. cit., nota 242, p. 278.
1704 Igartua Salaverría, Juan, op. cit., nota 747, p. 16.
510 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

tencia ejercida en función judicial de aplicación contenciosa de la ley y,


por tanto, subordinada a la misma.1705
Debemos aceptar que, junto al carácter de órgano político del juez
constitucional, carácter derivado, como hemos dicho antes, de la natura-
leza  del  objeto  con  el  que  opera  (recuérdese  que  la  especificidad  de  la  in-
terpretación constitucional está en relación estrecha con el propio objeto
sobre el que recae dicha interpretación),1706 la creatividad es inevitable
en  la  función  jurisdiccional  y,  específicamente,  en  el  juicio  de  constitu-
cionalidad. No podemos partir de considerar la actividad que realizan
los jueces como una función automática, mecánica o lógica. Si así fuera
aceptaríamos su posición subordinada en el sistema constitucional, ya
que su actividad se reduciría a realizar operaciones silogísticas, reve-
lando   fácilmente   lo   que   la   Constitución   significa.   La   actividad   judicial  
no es ni nunca ha sido tan sencilla, “las operaciones interpretativas en la
aplicación de las reglas comportan siempre operaciones constructivas”
que conforman, desarrollan y prolongan el derecho,1707 ya que, como es-
cribe Saavedra, el juez tiene un margen de actuación o enjuiciamiento
no cubierto de forma unívoca por el sistema de normas jurídicas válidas
dentro del Estado.1708 Existe siempre un espacio en el que se mueve con
cierta libertad quien aplica el derecho precisamente por la indetermina-
ción,  apertura  y  flexibilidad  de  las  normas  constitucionales,  su  pluralidad  
de  significados,  su  aplicación  normativa  directa  y  la  imposibilidad,  de-
rivada de estos factores, de que funjan como elementos de vinculación
en  su  operación  concretizadora.  Como  se  ha  dicho  gráficamente,  el  juez  
siempre tiene un “trozo” de decisión, ejerce una función decididamente
activa.1709   La   labor   interpretativa   en   la   configuración   de   las   normas   es  

1705 Troper, Michel, “Il problema dell’interpretazione e la teoria della sovralegalita cos-
tituzionale”, trad. de P. Comanducci, en Comanducci, P. y Guastini, R. (cura), L’analisi
del ragionamento giuridico, Torino, Giappichelli, 1989, pp. 215 y 216.
1706 Solazábal Echavarría, Juan J., “Notas sobre interpretación y jurisprudencia consti-
tucional”, REP, Madrid, núm. 69, 1990, p. 181.
1707 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p. 585.
1708 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 247, p. 83. De la misma forma Rovira, Antonio,
“Jurisdicción y Constitución”, cit., p. 41. Hay siempre, decía Kelsen, un ámbito de inde-
terminación de las normas. Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho, cit., nota 128, p. 350.
No podemos olvidar que toda la polémica que genera el carácter creador del juez deriva
de la contemplación de éste como un sujeto pasivo. Gutiérrez Zarza, María de los A., op.
cit., nota 594, p. 1028.
1709 Pierandrei, F., “L´interpretazione della Costituzione”, cit., p. 474.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 511

inversamente proporcional a la precisión y carácter completivo del man-


dato, pues “el tipo de norma condiciona la interpretación”.1710 Si traslada-
mos esta idea a las normas constitucionales, se podrá comprender que su
grado de abstracción se traduce en la imposibilidad de concebirlas como
“reglas dotadas de valor inmediatamente deductivo” y en la aceptación
de un amplio margen de discrecionalidad para el interprete puesto que no
existen en la Constitución términos “saturados” que no requieran alguna
actividad de integración, determinación o reconstrucción.1711
En  consecuencia,  debe  definitivamente  abandonarse  la  concepción  que  
sostiene que la actividad judicial es una labor meramente cognoscitiva,
mecánica, de subsunción, que las leyes preprograman todo con antela-
ción,  que  fijan  alternativas  lógicas,  incompatibles  y  claras  y,  por  el  con-
trario, hay que reconocer su inevitable aspecto creativo. Y esta cuestión
se  complica,  como  afirma  Elia,  cuando  es  necesario  individualizar  el  “de-
recho viviente” contenido en las normas constitucionales promulgadas
desde hace mucho tiempo.1712 Además, hay que aceptar que en su activi-
dad  el  juez  está  influido  normalmente  por  “elementos  ajenos  al  ámbito  de  
la legalidad”, por factores extrajurídicos, normas metajurídicas, o presio-
nes externas, tales como su propia subjetividad, sus expectativas, convic-
ciones, experiencias, prejuicios o precomprensiones y, en general, por los
ineludibles elementos hermenéuticos que implican “el reconocimiento de
anticipaciones de expectativas relativas al proceso de interpretación”.1713
Como escribe Posner, muchas de las soluciones que dan los jueces de-
penden de sus preferencias políticas y éticas, es decir, conectan con su
código de valoraciones y su “horizonte de contexto”. Por ello, Aarnio
1710 García Canales, Mariano, op. cit., nota p. 302; García Belaunde, Domingo, “La
interpretación constitucional como problema”, REP, Madrid, núm. 86, 1994, p. 27.
1711 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit.,  nota  1356,  p.  60.  “Dificultades  específicas  de  la  in-
terpretación constitucional traen causa de la apertura y amplitud de muchas normas”, dice
Simon, Helmut, op. cit., nota 77 p. 856; Bouzat, Gabriel, op. cit., nota 242, p. 277. Tam-
bién Leibholz, para quien los conceptos vagos y fórmulas indeterminadas presentes en la
Constitución  confieren  al  juez  un  papel  especial  pues  ponen  de  relieve  el  carácter  creador  
de su actividad, op. cit., nota 669, p. 182. Asimismo, Aparisi Miralles, Ángela, “Notas
sobre la jurisprudencia como fuente del derecho”, AFD, núm. IX, 1992, pp. 257-261.
1712 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 704, p. 222.
1713 Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho, cit., nota 128, p. 354; id., “Sulla teoria
dell’interpretazione”, cit., p. 114; Saavedra, Modesto, op. cit., nota 247, pp. 86-88; Es-
ser, Josef, “La interpretación”, trad. de M. Rodríguez Molinero, Anuario de Filo-
sofía del Derecho, Madrid, núm. III, 1986, p. 51. Así también lo refería Pierandrei, F.,
“L´interpretazione della Costituzione”, cit., p. 505.
512 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

afirma,  siguiendo  a  Wróblewsky,  que  los  valores  y  las  valoraciones  son  


algunos de los tipos relevantes de argumentos que utilizan los jueces al
justificar  sus  decisiones.1714 En suma, como escribe Larenz: “las resolu-
ciones judiciales no están completamente programadas en las leyes, la
aplicación de la ley no es sólo subsunción lógica, el juez emite juicios de
valor y en este respecto, le queda cierto margen de enjuiciamiento”.1715
En esta virtud, es imposible negar que la aplicación judicial del dere-
cho constitucional es un acto de creación jurídica y esto equivale a decir
que  los  órganos  jurisdiccionales  con  sus  decisiones  configuran  un  poder  
normativo que establece normas jurídicas y que, por tanto, son parte in-
tegrante del sistema de producción normativa del ordenamiento que no
sólo se integra, como decía Kelsen, de normas jurídicas generales.
Si aceptamos que el juez constitucional realiza una función creadora
de normas “subconstitucionales” equivalentes a la Constitución misma
que se demuestra en la praxis de la mayoría de los tribunales consti-
tucionales1716  la  pregunta  es:  ¿cómo  justificamos  que  un  órgano  no  de-
mocráticamente electo cree derecho? Más aún, desde la perspectiva del
principio democrático, ¿cómo se asegura que las normas elaboradas por
los  jueces,  fuente  de  obligaciones  para  los  ciudadanos,  reflejen  efectiva-
mente, sin desvirtuarla, la voluntad popular y no sus meras preferencias
subjetivas?1717 Esto es importante porque si bien podemos aceptar que los
jueces crean derecho a través de su labor hermenéutica, esto no quiere
decir  que  sin  justificación  aceptemos  que  esta  creación  jurídica  se  efectúe  
en sustitución del legislador.
Existen importantes diferencias entre las decisiones adoptadas por los
órganos políticos y las que corresponden a los órganos jurídicos, entre
actos de creación y aplicación de normas. Häberle lo ha visto con clari-
dad: si el órgano intérprete de la Constitución, dice, está bajo el mandato
del principio de corrección funcional, tiene que realizar sus funciones
de forma distinta de como la realizan otros órganos que tienen diversas
competencias. Si diferenciamos entre ambas formas de tomar decisiones
podremos distinguir la función desarrollada por el juez y la desempeñada

1714 Aarnio, Aulis, “La respuesta correcta única y el principio de la mayoría”, cit.,
pp. 62 y 63.
1715 Calsamiglia, Albert, op. cit., nota 1112, p. 102.
1716 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 124, p. 2; Pizzorusso, Alessandro, op. cit.,
nota 525, pp. 524 y 525.
1717 López Guerra, Luis, op. cit., nota 253, p. 56.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 513

por el legislador y, al mismo tiempo, establecer una base para diferenciar


entre política y derecho. Esta distinción debe obtenerse de considerar la
manera de actuar la interpretación de la Constitución, ya que sólo ella jus-
tificará,  en  su  caso,  un  desplazamiento  de  la  decisión  legislativa  por  la  
judicial y logrará garantizar “que el destronamiento de la ley no se salde
con una pérdida de la seguridad jurídica, que es una exigencia básica del
Estado de derecho”.1718 Recordemos que, como hemos dicho antes, todos
los órganos estatales están vinculados a la Constitución y deben interpre-
tar sus normas en el momento de aplicarlas. Sin embargo, no podemos
obviar que la autoridad del legislador proviene de las normas fundamen-
tales y de la representación popular y la del órgano judicial procede úni-
camente de la Constitución, lo que obliga a que las funciones de este
último  se  tengan  que  desarrollar  a  través  de  un  método  específico  y  dife-
rente de interpretar el derecho. Tampoco podemos soslayar que el lugar
que dentro de la Constitución y el Estado le corresponde a la jurisdicción
constitucional debe hacerse compatible con el principio democrático y,
en general, con los principios estructurales consagrados en la norma bási-
ca.1719 La actividad del intérprete judicial se encuentra inmersa dentro de
un  sistema  normativo  que  tiene  categorías  técnicas  que  le  dan  significado  
y le prestan coherencia.1720 Su forma de actuar debe considerar necesa-
riamente su función y posición política en el sistema institucional, la fun-
ción y posición política de los otros órganos del Estado y los principios
constitucionales inherentes a la forma y estructura del ordenamiento. Ta-
les principios, incluso, como escribía Crisafulli, pueden no estar inscritos
en el texto legislativo pero existir implícitos en el complejo de decisiones
expresas imponiéndose al trabajo del intérprete.1721 Las normas constitu-

1718 Rubio Llorente, Francisco, “Prólogo”, op. cit., nota 1593, p. XXIII. Como escribe
D’Orazio, en los Estados de democracia clásica las relaciones entre el órgano de garantía
y el órgano de dirección política tienden a distinguir, en el plano conceptual y axiológico,
los valores expresados por la política y por la justicia, perseguibles con métodos y crite-
rios distintos y tendencialmente diferenciados. D’Orazio, Giustino, “Aspectos y proble-
mas de la justicia constitucional italiana”, trad. de A. Sainz Arnaiz, RVAP, núm. 31, 1991,
p. 68. Como escribe Cappelletti, la naturaleza de un acto “no depende (inmediatamente)
del por qué, sino del cómo del acto”. Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 662, p. 131.
1719 Rubio Llorente, Francisco, “Prólogo”, op. cit., nota 1593. p. XXIII. También de
esta forma procede Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 54, pp. 137 y ss.
1720 Aragón, Manuel, op. cit., nota 122, p. 127.
1721 Crisafulli, Vezio, op. cit., nota 343, pp. 678 y 679. También Carbone, Carmelo,
L’interpretazione delle norme costituzionale, pp. 25 y ss.
514 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

cionales incluyen y tienen integrada una teoría de la Constitución que las


dota de sentido. Muy acertadamente, Böckenförde1722 dice que la activi-
dad del juez debe partir de una teoría de la Constitución “constitucional-
mente adecuada”, que necesariamente respete la posición del legislador
dentro del Estado, su actividad de apreciación, su misión y respon-
sabilidad, pues de otra manera atentaría contra el orden fundamental
y la seguridad jurídica. Esta aseveración, más que un presupuesto del
proceso interpretativo, es una condición previa e ineludible del mismo.
Es importante recordar ahora la distinción que propone Dworkin entre
las decisiones de los jueces y las del legislador. Los argumentos que uti-
lizan los jueces en sus resoluciones, dice, se generan en principios y están
dirigidos  a  verificar  que  las  decisiones  tomadas  por  otros  órganos  estatales  
respetan y aseguran los derechos individuales o de grupo. A diferencia de
estos argumentos, los que utiliza el legislador para tomar sus decisiones,
se  justifican  en  el  favorecimiento  o  protección  de  alguna  meta  colectiva  
considerada como un todo, pues la ponderación de intereses que realiza
tiene en cuenta “un panorama totalizador de la vida pública” difícilmente
sometible a parámetros estrictamente jurídicos.1723 Esta posición, como
puede apreciarse, distingue dos tipos de argumentos sobre los cuales se
fundan las decisiones. Primero, argumentos que hacen referencia a prin-
cipios, basados en el reconocimiento de que los ciudadanos tienen cier-
tos   derechos   individuales   y,   segundo,   argumentos   que   se   refieren   a   la  
dirección política de la comunidad en virtud de los cuales las decisiones
promueven determinadas concepciones del bienestar general o del in-
terés público. Los jueces deben fundar sus juicios sobre argumentos de
principio y no sobre los de dirección política.1724   Estos   últimos   justifi-
can decisiones como medios adecuados para la obtención de objetivos
políticos,  en  tanto  que  los  primeros  las  justifican  bajo  el  argumento  de  la  

1722 Böckenförde, Ernest-Wolfang, “Los métodos de la interpretación constitucional.


Inventario y crítica”, trad. de I. Villaverde Menéndez, Escritos sobre derechos funda-
mentales, cit., nota 1485, pp. 37 y 38. Kelsen señaló, en virtud del carácter parcialmente
determinador de las normas jurídicas, la necesidad de que la interpretación desarrollara
“un método que posibilite completar correctamente el marco establecido”. Kelsen, Hans,
op. cit., nota 128, p. 352.
1723 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, pp. 148-150, 166 y 171. Quadra, Tomás de la,
op. cit., nota 3, p. 138. De Otto también caracteriza las decisiones políticas como argu-
mentables  desde  los  fines  que  persiguen.  Otto,  Ignacio  de,   op. cit., nota 1693, p. 1945.
1724 Dworkin, Ronald, “La política dei giudice e il principio di legalita”, trad. de R.
Guastini, L’analisi del ragionamento giuridico, pp. 358 y 359.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 515

protección de determinados derechos.1725 Una legislatura no necesita re-


glas  de  principios  para  justificar  las  normas  que  sanciona,  en  cambio,  los  
jueces siempre deben tomar sus decisiones sobre fundamentos de prin-
cipio (por ello se le reconoce como el único órgano con capacidad para
la argumentación moral)1726  y  esto  es  lo  que,  según  Dworkin,  justifica  el  
poder creador de derecho de los mismos.
La diferencia entre política y derecho, entre la actividad desarrollada
por el legislador y el juez, estaría en los distintos modos de argumenta-
ción y fundamentación de sus actos.1727 Como escribe Carrasco Perera,
el uso y ejercicio de la autoridad que la Constitución otorga al juez cons-
titucional sólo puede ser legítimo si la decisión sobre el caso que se le
somete a examen puede ser reconocida como jurisdiccional y no como
acto   de   libre   configuración   política.1728 El juez debe remitirse necesa-
riamente, si pretende dotar de legitimidad a sus decisiones, a un esque-
ma  argumental  específico,  acorde  con  la  conciencia  jurídica  y  distinto  al  
que preside la política.1729 En otras palabras, la diferencia funcional entre
ambos operadores jurídicos, que se explica en términos de división del
trabajo, radica en los distintos tipos de discursos que corresponden al le-
gislador y al juez, a la distinta lógica argumentativa entre ambas tareas,
ya que al primero le corresponde un discurso de fundamentación y al se-
gundo un discurso de aplicación aunque ambos son discursos prácticos
institucionalizados porque tratan de cuestiones práctico-normativas y sus
resultados implican una pretensión de validez normativa.1730 La toma de
1725 Ésta también parece ser la posición de Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 82, p. 198.
1726 Dworkin, Ronald, El imperio de la justicia, 2a. ed., trad. de C. Ferrari, Barcelona,
Gedisa, 1992, p. 176; id., op. cit., nota 173, pp. 151 y 208. Muy parecida a estas consi-
deraciones de Dworkin se desprenden también de las observaciones de C. Mezzanotte a
juicio de Luciani, Massimo, op. cit., nota 1434, p. 69.
1727 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 7, p. 289. También, Prieto Sanchís, Luis, op. cit.,
nota 1725, pp. 197 y 198.
1728 Carrasco Perera, Ángel, op. cit., nota 1692, p. 40.
1729 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 1693, p. 1946.
1730 Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, pp. 240 y 241. Como escribe Bouzat: “existen
diferencias   entre   el   razonamiento   justificatorio   de   normas   generales   y   el   que   justifica  
la aplicación de una norma a un caso determinado”, en otras palabras, la forma en que
aprueba las normas el legislador “se da en un nivel de abstracción distanciado de las
situaciones concretas en que las normas son aplicadas”. Bouzat, Gabriel, op. cit., nota
242, pp. 281 y 282. Hay otras posiciones que tratan de distinguir entre la función del
legislador y la judicial. Para Kelsen, por ejemplo, ambas actividades son de creación
del derecho y se distinguen porque el legislador no está tan limitado como el juez por
516 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

decisiones judiciales y su creatividad, por tanto, debe ser analizada desde


la perspectiva de su racionalidad procedimental.
Como señala Aragón, la actividad de los jueces está sujeta a principios
materiales predeterminados y a un modo de interpretar y razonar que
no está a su libre disposición. La misma debe realizarse, para que sus
decisiones no sean catalogadas de “políticas” (recuérdese que es en el
contenido de su actividad decisional donde puede tener efecto la crítica
de que la Corte hace política) y puedan alcanzar legitimidad, se evite la
inseguridad jurídica y la violación al principio de unidad del derecho,
mediante  justificaciones  racionales  que  incluyan  ciertas  premisas,  reglas  
o criterios conocidos y de aceptación general.1731 En palabras de Alexy,
tiene que efectuarse mediante un procedimiento que excluya el volunta-
rismo y asegure la racionalidad de la aplicación del derecho orientado
por el concepto de razón práctica con el objeto de crear certeza y previsi-
bilidad jurídicas y llegar a una decisión responsable constitucionalmente
correcta.1732 “La decisión debe exponerse no como un acto arbitrario,
sino como el resultado de un razonamiento que puede ser racionalmente

los contenidos de la ley, el legislador es más libre desde el punto de vista material en el
acto de creación de derecho que el juez, por lo que, como él mismo dice, “la diferencia
es de cantidad no de calidad”. Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho, cit., nota 128, p.
353. Para Cappelletti, que sigue de cerca a Kelsen, se puede distinguir entre la función
legislativa y la jurisdiccional por el grado de creatividad de una y otra, es decir, la dife-
rencia sería una “mera graduación cuantitativa del grado de creatividad”, que será más
acentuada en la primera y menos amplia en la actividad judicial. Cappelletti, Mauro, La
justicia constitucional (estudios de derecho comparado), México, UNAM, 1987, p. 287.
Otro  criterio  parte  de  la  distinción  entre  los  conceptos  de  motivo  y  fin  de  los  actos  jurí-
dicos que se realizan. Así, Carlos de Silva siguiendo a Jellinek, considera que cuando la
actividad del Estado produce situaciones jurídicas generales y abstractas está realizando
una función legislativa y cuando establece situaciones jurídicas particulares y concretas
realiza una función jurisdiccional. Silva, Carlos de, “La jurisprudencia, interpretación y
creación del derecho”, cit., pp. 138 y 139. También se ha dicho que la diferencia radica en
que el poder legislativo realiza actividades asociadas con la voluntad mientras que las acti-
vidades del poder judicial están asociadas con el juicio o en que el discurso político-moral
que precede a la votación parlamentaria es más amplio que el discurso jurídico que precede
a la votación en el seno de un tribunal encargado de controlar la constitucionalidad de una
ley. Ferreres Comella, Víctor, op. cit., nota 93, pp. 96 y 97.
1731 Otto, Ignacio de, op. cit., notas 7 y 1693, pp. 289, y 1945 y 1947, respectivamente.
1732 Alexy, Robert, op. cit., nota 144, pp. 173-177; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota
1725, p. 177; Hesse, Konrad, op. cit., nota 47, p. 35. Siguiendo a M. Kriele así lo sostiene
también Otto, Ignacio de, op. cit., nota 1693, p. 1942.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 517

presentado y, también, racionalmente controlado”.1733 La labor de inter-


pretación realizada por el juez constitucional exige, por tanto, como es-
cribe Hesse, hallar el resultado constitucionalmente correcto a través de
un procedimiento racional y controlable.1734 El juicio de razonabilidad
se presenta así como intermediario para la realización de la interpreta-
ción jurídica, como “la verdadera piedra angular” de la actividad del juez
constitucional que evita que sus decisiones puedan convertirse en actos
de  configuración  política.  Más  aún,  es  este  método,  el  que  permite  que  
las decisiones del órgano jurisdiccional formen parte del orden jurídico
al  fungir  como  medio  exclusivo  de  su  legitimación  y  generar  la  confian-
za de la población.1735 Por ello se ha dicho que “el valor que se atribuye
a las normas de origen jurisdiccional no proviene tanto del valor que se
atribuye al órgano del que emanan, cuanto de que sean un producto de la
elaboración racional del propio derecho”.1736
En virtud de todo lo dicho podemos asegurar que la justicia constitu-
cional si bien es política por su materia debe ser estrictamente jurídica
por sus métodos y criterios de fondo.1737 De ningún modo el juez puede
abandonar el método jurídico, estrictamente jurisdiccional, en su labor
de enjuiciamiento. La forma en que ejerce su actividad no corresponde
a un contrapoder político, sino a un “poder neutro”.1738 La creación de

1733 Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, p. 62.


1734 Hesse, Konrad, op. cit., nota 47, p. 35.
1735 Summers, Robert, “Sobre la interpretación legislativa ideal”, trad. de M. Gonzá-
lez Oropeza y H. Anderson, Isonomía, México, núm. 6, 1997, p. 107; Carrasco Perera,
Ángel, op. cit., nota 1692, p. 46; Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 1725, pp. 177 y 180;
Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 108, p. 23.
1736 Aguiló Regla, Josep, Teoría general de las fuentes del derecho (y del orden jurídi-
co), Barcelona, Ariel, 2000, p. 121.
1737 García de Enterría, Eduardo, “La posición jurídica del Tribunal Constitucional en
el sistema español: posibilidades y perspectivas”, La Constitución como norma y el Tri-
bunal Constitucional, cit., nota 4, p. 180.
1738 Böckenförde, Ernest-Wolfang, “Los métodos de la interpretación constitucional.
Inventario y crítica”, cit., p. 42. Este término lo utiliza expresivamente Balaguer Ca-
llejón, Francisco, op. cit., nota 347, p. 327. También García Pelayo, Manuel, op. cit.,
nota 63, p. 30. Ermacora considera esta neutralidad derivada no de otra cosa sino de su
posición con respecto a los otros poderes del Estado. En su polémica con Schmitt, Kel-
sen insitía en la neutralidad como una ventaja que tenía un Tribunal como defensor de la
Constitución frente al jefe de Estado. Kelsen, Hans, op. cit., nota 89, pp. 54 y 55. Tam-
bién Portinaro, Pier P., op. cit., nota 254; D’Orazio, Giustino, op. cit., nota 1718, p. 65.
En contra de una posible neutralidad, Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 166.
518 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

derecho  por  parte  de  los  jueces  se  justifica,  entonces,  por  ser  producto  de  
una actividad de aplicación del derecho, es decir, no es creación política
de normas, ya que proviene de un órgano que para tomar sus decisiones
sigue   un   procedimiento   de   razonamiento   práctico   justificatorio   basado  
únicamente en las normas constitucionales.1739 Así, si bien se reconoce
la  creatividad  del  juez  constitucional,  se  fija  como  su  límite  ineludible  el  
carácter jurisdiccional de su obra.1740  El  trasfondo  de  esta  justificación  no  
hay  que  olvidarla.  Como  señala  Jiménez  Campo,  la  afirmación  de  la  li-
bertad de ordenación de la comunidad por parte del legislador “no es sino
otra manera de designar aquella negatividad (objetividad) que da su valor
y legitimidad a la argumentación jurisdiccional y según la cual es ajeno al
control de constitucionalidad el juicio puramente político”. A este ámbi-
to  de  libertad  de  configuración  del  legislador  debe  renunciar  el  juez  para  
que su razonamiento alcance objetividad.1741 Es constatable que el prin-
cipio democrático funge como fundamento teórico de la interpretación
constitucional y como límite de la jurisdicción constitucional.1742
Con  estas  afirmaciones  y  las  subsiguientes  pretendemos  mostrar  que  el  
alcance de la competencia de control de los jueces constitucionales tie-
ne  límites  definidos,  objetivos  e  inevitables.  La  falta  de  consignación  en  
la  Constitución  de  disposiciones  que  regulen  específicamente  la  forma  de  
interpretación de sus normas o la ausencia de concreta conexión de estas
con  alguna  teoría  específica  de  la  interpretación,  no  es  argumento  válido  
para sostener la libertad del intérprete. No podemos aceptar, por tanto, la
afirmación  de  Nino  en  el  sentido  de  que  no  hay  límites  fijos  en  el  control  de  
constitucionalidad.1743 Por ello, en adelante referiremos lo que para Alexy
son las bases de la argumentación iusfundamental: el texto y la voluntad
del legislador, los precedentes y la dogmática, como muestra de que la
actividad del juez constitucional está sujeta a serias limitaciones que pre-
tenden garantizar la objetividad y previsibilidad de sus decisiones y evitar
que eleve su juicio político subjetivo a rango constitucional.1744 Para de-

1739 Nino, Carlos S., op. cit., nota 1633, p. 111.


1740 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 704, p. 222.
1741 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 83, p. 179.
1742 Hernández Valle, Rubén, “El principio democrático como límite de la jurisdicción
constitucional”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 88, 1997, p. 222.
1743 Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 1622, p. 88.
1744 Herdegen, Matthias,“La jurisprudencia constitucional en el Derecho comparado”,
Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, Colombia, 1995, p. 38.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 519

cirlo con Pérez Luño, señalaremos los controles jurídicos de la actividad


interpretativa partiendo de la idea que señala que “el alcance de la juris-
dicción constitucional viene determinado sobre todo por su facultad de
interpretación”.1745 Otra vez pues, como se ha hecho desde la experiencia
de la República de Weimar, la pregunta sobre los límites y vínculos de
la jurisdicción constitucional que, como se recordará, el mismo Kelsen
consideraba totalmente legítima y que hoy, como expresa Simon, es la
cuestión más delicada de esta materia ya que una interpretación ilimitada
puede conducir a una “total perversión del derecho y de sus propios pre-
supuestos como derecho”.1746

C. El texto constitucional

Antes que todo, el intérprete está sujeto y limitado por el texto cons-
titucional y la voluntad del legislador,1747  lo  que  significa  que  ambos  son  
los principales instrumentos para controlar la decisión judicial.
Dado  que  la  función  e  influencia  del  control  judicial  reside  en  la  inter-
pretación de una Constitución dotada de fuerza normativa con primacía
sobre cualquier otro producto jurídico, hay que buscar los límites de sus
poderes precisamente en el texto sobre el que opera.1748 Lo primero que
el juez debe tomar en cuenta, como señala Aragón, es que el parámetro
de control al que se enfrenta es un conjunto normativo preexistente e in-
disponible, para él y para cualquier otro operador jurídico, motivo por el
1745 Pérez Luño, Antonio A., op. cit., nota 99, p. 258; Simon, Helmut, op. cit., nota 77,
p. 855.
1746 Kelsen, Hans, op. cit., nota 89, p. 33; Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 847;
Esser, Josef, op. cit., nota p. 45. “Se empiece por donde se empiece, se sea más o menos
partidario de la institución, siempre se acaba en los límites de la justicia constitucional”.
Pérez Royo, Javier, “Tribunal constitucional y división de poderes”, cit., p. 74. La cues-
tión de los límites decisorios de los jueces constitucionales ha sido, como señala Cossío
Díaz, “en buena medida, la historia del derecho constitucional, de la teoría del derecho y
de  parte  de  la  filosofía  política  europeas  y  estadunidenses  de  los  últimos  cincuenta  años”.  
Cossío Díaz, José Ramón, “División de poderes y tribunales constitucionales”, p. 66,
y “Régimen democrático e interpretación constitucional en México”, p. 150, cit., nota
1276. Es muy interesante recordar ahora el artículo 34 de la Ley de Amparo de 1882:
“Las sentencias pronunciadas por los jueces, serán en todo caso fundadas en el texto cons-
titucional de cuya aplicación se trate. Para su debida interpretación se atenderá al sentido
que le hayan dado las ejecutorias de la Suprema Corte y las doctrinas de los autores”.
1747 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 533.
1748 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 850.
520 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

cual  no  puede  sacrificar  su  juridicidad  ni  dejar  de  aplicar  los  casos  con-
cretos según la norma.1749 La obvia consideración de que los contenidos
de   la   Constitución   están   escritos   y   codificados   en   un   documento   hace  
que adquieran fuerza vinculante especial determinando los límites de la
interpretación admisible.1750 Es ineludible la adhesión estricta al texto
constitucional. En él existen “zonas de certeza” que el intérprete no pue-
de traspasar. En virtud de ello, la interpretación que realice únicamente
será conforme a derecho si se produce dentro del marco de posibilidades
delimitado por la norma fundamental. “Si las rebasa, deja de realizar
interpretación constitucional para entrar en el terreno de la ilegitimidad
constitucional”.1751 Esta es una limitación derivada de la normatividad
de la Constitución, la consideración de la misma como producto cuya
autoría no le corresponde al juez y el principio de seguridad jurídica.
Sin embargo, como escribe Alexy, si bien el hecho de que el texto exija
o excluya una determinada interpretación es un argumento muy sólido
en favor o en contra de la misma esto no quiere decir que siempre se
imponga el argumento semántico sino sólo que posee una enorme fuerza
que  se  despliega  en  dos  sentidos:  primero,  es  un  argumento  muy  firme  
en favor o en contra de la interpretación que tome el juez y, segundo,
vincula la fundamentación jurídica debido a que existe a su favor la car-
ga de la argumentación, lo que en otras palabras quiere decir que si bien
el  argumento  semántico  es  muy  fuerte,  ello  no  significa  que  se  imponga  
siempre, sólo que para desplazarlo no basta con exponer que la solución
contraria es mejor que la conforme al texto, sino que es necesario que las
razones en favor de la solución contraria tengan un peso tal que, desde el
punto  de  vista  de  la  Constitución,  justifiquen  dicho  apartamiento.1752
El juez en la realización de su tarea debe basarse en una teoría constitu-
cional que tome en cuenta no sólo las reglas textuales de la Constitución,
sino  también  las  prácticas  tenidas  por  firmes  por  esas  normas,  es  decir,  la  
totalidad del esquema constitucional.1753 Asimismo, debe considerar que
la norma fundamental tiene contenidos vinculantes, criterios orientado-
res, directrices, principios y valores integrados e ineludibles que determi-
nan y conducen la interpretación. La fuerza normativa y obligatoriedad

1749 Herdegen, Matthias, op. cit., nota 1744, p. 42.


1750 Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, p. 47.
1751 Balaguer Callejón, María L., op. cit., nota 1480, p. 26.
1752 Alexy, Robert, op. cit., nota 415, p. 534.
1753 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 178.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 521

de  los  mismos  son  respetados  si  el  intérprete  es  consiente  de  sus  signifi-
cados en el momento de realizar cualquier actividad concretizadora. Es
necesario, en consecuencia, que el intérprete realice su labor de aplica-
ción “dentro del horizonte circunscrito por la norma superior”, ya que
como está inmerso en un sistema debe necesariamente actuar dentro de
sus coordenadas.1754 Como escribe Pizzorusso, es inexcusable encuadrar
o reconducir el entendimiento de todas las normas constitucionales a la
configuración  general  de  la  forma  de  Estado  y  de  gobierno  vigente  en  el  
momento histórico concreto en que se realiza la interpretación para que
se conserve y fortalezca la unidad del régimen político que la sociedad ha
establecido en la norma fundamental.1755  En  suma,  como  afirma  Dwor-
kin, la actividad del juez constitucional se ve frenada por la existencia de
paradigmas del derecho,1756 por lo que debe estar en concordancia con los
fines  generales  del  ordenamiento  constitucional  o,  como  señala  Hesse,  la  
existencia de un texto limita las posibilidades de entendimiento diferente
que  se  le  pueden  dar  a  sus  normas,  dando  a  la  “concretización  firmes  pun-
tos de referencia”.1757 Esta es una exigencia que imponen los principios
de unidad de la Constitución y de concordancia práctica. 1758
Una  Constitución  pluralista  impone,  como  afirma  Zagrebelsky,  dos  lí-
neas de actuación al juez constitucional: primero, que sus decisiones no
perjudiquen la libertad del proceso político y la más amplia participación
de los individuos en el sistema y, segundo, que en sus pronunciamientos
sobre los casos evite que sus estimaciones asuman valor supletorio sobre
programas y tendencias políticas.1759  Las  ventajas  que  presenta  la  confi-
guración abierta de las normas constitucionales no pueden ser puestas en
peligro mediante una interpretación  activista  o  petrificante.1760

La estructura de las normas constitucionales, la amplitud e indetermina-


ción de su contenido, así como su carácter fragmentado, obligan al juez
constitucional a actuar con prudencia si no quiere correr el peligro de que

1754 Gil Cremades, Juan J., “La motivación de las decisiones judiciales”, Estudios en
honor del doctor Luis Recaséns Siches, México, UNAM, 1980, p. 429.
1755 Pizzorusso, Alessandro, op. cit., nota 1755, pp. 10, 11, 14 y 15. También Vigo,
Rodolfo L., op. cit., nota 101, p. 133.
1756 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 1726, pp. 72 y 73.
1757 Hesse, Konrad, op. cit., nota 9, p. 21.
1758 García Canales, Mariano, op. cit., nota 463, pp. 302 y 303.
1759 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 173.
1760 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 857.
522 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

una   prematura   restricción   del   significado   de   una   norma   concreta   pueda  


reducir  su  flexibilidad  y  modificabilidad,  esto  es,  debilitar  en  el  futuro  de  
forma irremediable la fuerza normativa de la Constitución. 1761

El juez no debe estrechar o eliminar la apertura de las normas consti-


tucionales ya que atentaría contra su capacidad de evolución e intención
de incluir a todos los sectores y expresiones sociales. Tampoco puede
cerrar el paso a las diversas opciones políticas mediante la imposición
de alguna de ellas, ya que no dirige la contienda política sólo la limita.
Debe mantener, eso sí, intactas las posibilidades de competencia políti-
ca y social, evitar cualquier posibilidad de discriminación y privilegios,
“impedir que una fuerza, una mayoría, un movimiento de opinión llegue
a imponer modelos político-culturales totalizantes, que excluyan a todos
los demás”.1762 Su función debe ser la tutela de la apertura de las normas
constitucionales y con ella la salvaguarda del pluralismo político, propi-
ciando que todas las expresiones políticas encuentren un espacio en la
Constitución y un amplio margen para desarrollarla, manteniendo abier-
tos  los  cauces  para  el  afianzamiento  de  su  fuerza  normativa  y  eliminando  
cualquier riesgo de injusta exclusión. Los cambios sociales penetran en
la norma gracias a su naturaleza abierta. “Si el tribunal se deja compro-
meter con una única de entre varias alternativas y concreciones concebi-
bles, la Constitución pierde su dinámica apertura y se arriesga a reducir
el consenso constitucional bien pueden los seguidores de la alternativa
rechazada preguntarse si un tal Constitución continúa siendo la suya”.1763
Así, el juez tutela la neutralidad de la Constitución, entendida, como es-
cribe   Schneider,   como   no   identificación   con   determinados   objetivos   y  
convicciones. De aquí se deduce que no hay incompatibilidad entre las
funciones que realiza y el principio democrático. Por el contrario, aquél
debe ser guardián de la efectividad de éste marcando el cauce a través
del cual puede expresarse. Al proteger la apertura de la Constitución
1761 Schneider, Hans Peter, “Constitución y método. Interpretación constitucional desde
el punto de vista teórico”, cit.,  p.  59.  De  la  misma  forma  refiriéndose  a  los  derechos  fun-
damentales  se  expresa  García  Torres,  Jesús,  “Reflexiones  sobre  la  eficacia  vinculante  de  
los derechos fundamentales”, Poder Judicial, Madrid, núm. 10, 1988, p. 16.
1762 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 172.
1763 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 857. Canosa apunta al respecto que el Tri-
bunal  debe  “mantener  abierto  el  marco  constitucionalmente  fijado  y  garantizar  margen  
suficiente  a  las  mayorías  sucesivas  para  que  éstas  desarrollen  la  Constitución  según  sus  
opciones programáticas”. Canosa Usera, Raúl, op. cit., nota 1514, p. 5.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 523

colabora en la estabilidad y permanencia del texto, ya que su autoridad


intergeneracional  se  ha  confiado  a  la  consagración  de  cláusulas  abiertas.  
No cabe duda, en consecuencia, de que el principio del pluralismo es un
límite ineludible para la actividad del juez constitucional y que si este
principio es anulado por su actividad, estaríamos ante una violación de la
norma fundamental.1764
Por otro lado, no puede olvidarse que no existe poder jurisdiccio-
nal, ni interpretación constitucional desvinculados de la resolución de
casos o controversias concretas, ya que el conocimiento de las normas
constitucionales y de los problemas generados en la realidad están “mu-
tuamente entrelazados”. La interpretación judicial requiere tanto la in-
terpretación  del  texto  como  la  constatación  y  calificación  del  supuesto  
de hecho, pues existe una recíproca interrelación, “simultánea e indiso-
luble”, entre la constatación del hecho y la determinación de la norma
aplicable  en  virtud  de  que  la  comprobación  de  ambos  y  su  calificación  
jurídica, “no son dos momentos diferentes y sucesivos en el proceso ju-
risdiccional, sino que son algo así como el anverso y el reverso de una
misma operación”.1765  Esta  característica  determina  y  define  las  cualida-
des del proceso de enjuiciamiento y lo diferencia de la actividad propia
del Poder Legislativo, cuya función es la emanación de normas genera-
les aplicables para toda la sociedad. Como escribe Zagrebelsky, la in-
terpretación tiene un “carácter bipolar” que impone que no sea “sólo el
caso el que debe orientarse por la norma, sino también la norma la que
debe orientarse al caso”. Así, señala:
el intérprete procede del caso y regresa a él, en un procedimiento circular
(el círculo interpretativo o hermenéutico) de reconducción bipolar... que
encuentra su descanso en el momento en que se componen, de la manera
más satisfactoria posible, las exigencias del caso y las del derecho, cuando
el resultado interpretativo no causa violencia ni a uno ni al otro... entonces
la interpretación podrá considerarse conseguida.1766

1764 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 422, p. 185.


1765 Palabras de Recaséns Siches citadas por Silva, Carlos de, “La jurisprudencia, in-
terpretación y creación del derecho”, cit., p. 144. Como escribe Jiménez Campo: “la
identificación  del  sentido  de  los  enunciados  normativos  se  ha  de  obtener  en  la  interacción  
del problema o del caso con el programa que la regla incorpora, pues sólo así resulta
reconocible, en toda su variable complejidad, el ámbito vital disciplinado por la norma,
sus necesidades intrínsecas de ordenación y el modo en que la regla legal permite dar
respuestas a tales exigencias”. Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 78, p. 573.
1766 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., notas 1652 y 42, pp. 163 y 134, respectivamente.
524 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

El caso es el motor que impulsa y dirige al intérprete, el punto de par-


tida de su actividad.1767 Partiendo del caso se acude al derecho para, a
través de su contenido preexistente y estructuralmente abierto, integrarlo
y obtener de él una respuesta satisfactoria tanto al caso como al orde-
namiento. Esta “operación bipolar” debe asegurar, al mismo tiempo, la
pretensión de vigencia normativa del precepto constitucional, la vincu-
lación de la actividad judicial al derecho positivo y el carácter práctico
del derecho y de la interpretación.1768 La decisión aparecerá como con-
cretización y expresará la fuerza normativa de la regla y las posibilidades
de regulación de la realidad. Esto no puede conducirnos a señalar que
el “valor de las reglas jurídicas esté fuera de ellas”, por el contrario,
la vinculación señalada es posible debido a las cualidades intrínsecas
de la norma. Otra vez Zagrebelsky: “no se trata en absoluto de asig-
nar a lo fáctico una prioridad sobre lo normativo, sino de mantener una
concepción del derecho que permita que estos dos momentos no sean
irrelevantes el uno para el otro”. Constitución y realidad se encuentran,
se confrontan, para complementarse y esta conjunción es la base para la
resolución de las controversias. Una interpretación rígida e impermea-
ble a las exigencias del caso, que resquebraje la esperanza común en la
Constitución, es una interpretación hostil a la misma.1769 De esta manera
se garantiza el contenido vinculante de la norma fundamental y se otorga
acceso a las diversas realidades que se encuentran inmersas en una socie-
dad plural como la actual. La consideración de una relación inseparable
entre norma y realidad y la caracterización de la actividad del intérprete
como una operación circular e intermedia entre ambas que evita la abso-
luta discrecionalidad en el proceso interpretativo no puede dejar de tomar
en cuenta la situación histórica concreta y las exigencias actuales de la
sociedad, apareciendo, indica Pérez Luño, como una actividad realizada
dentro de una determinada “sede material” y atenta al “espectro de va-
riación de los contextos”. En otras palabras, como escribe Gil Cremades,

1767 Guastini, Riccardo, “La interpretación: objetos, conceptos y teorías”, trad. M. Car-
bonell, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, México, Al-
faguara, 1998 p. 37.
1768 Ibidem, pp.132 y 133. Así también, Sagués, Néstor P., op. cit., nota 869, p. 30, que
señala que la interpretación de las normas constitucionales debe ser una interpretación
práctica, “destinada a la acción”, “una interpretación para la aplicación”. García Belaun-
de, Domingo, op. cit., nota 1710, p. 22.
1769 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42 y 1652, pp. 122 y 174, respectivamente.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 525

el acto jurisdiccional parte del caso pero procede dentro del horizonte
circunscrito por la norma superior. Es decir, y a esta conclusión arriba-
mos una vez más, al tiempo que se efectúa un giro hacia los problemas es
imprescindible realizarlo desde el marco global de una teoría de la Cons-
titución capaz de ser el soporte de objetividad y previsibilidad requerido
en dicho proceso jurídico concretizador.1770
Otra forma, si bien limitada, en que se encuentra vinculado el juez y
mediante la que se reducen los márgenes que tiene para realizar su acti-
vidad ya que representa un obstáculo a su capacidad para crear derecho,
es la voluntad expresada en la génesis del texto. Sin incurrir en el error
de  concebir  la  interpretación  como  una  actividad  historiográfica,  como  
advertía Pierandrei, las intenciones e ideas de los creadores de la norma
siempre deben ser tomadas en cuenta por el operador jurídico ya que estas
no pueden dejar de tener un lugar en la interpretación de las normas. Es
conocido que en casos concretos es ineludible la consideración de dichas
intenciones máxime si se trata de materias que no han sido desarrolladas
con  principios  firmes.  Esta  es  consecuencia  del  principio  democrático  que  
reclama que las leyes se interpreten de acuerdo con la intención de quie-
nes las formularon. Como hemos dicho antes, uno de los argumentos que
justifican  la  existencia  del  control  de  constitucionalidad  es  la  conserva-
ción del pacto constitucional. Es decir, los órganos jurisdiccionales exis-
ten para asegurar el respeto de la voluntad constituyente y así asegurar la
superioridad de la voluntad del pueblo sobre cualquier otro poder. 1771 Su
función es hacer efectivas las normas que son expresión de las decisiones
fundamentales tomadas por el pueblo por lo que la interpretación judicial
no debe cambiar el derecho porque esto podría ir contra la certeza, esta-
bilidad y predictibilidad del mismo.1772 Estos órganos aparecen así como
intermediarios entre el pueblo y el legislador siendo su función mante-
ner a este último dentro de los límites que la propia Constitución, como
creación de aquel, le señala. “En la medida en que el derecho deriva de
la  legislación  deliberada,  su  interpretación  debe  reflejar  las  intenciones  
del legislador”.1773 Esta exigencia implícita en el principio democrático

1770 García Canales, Mariano, op. cit., nota 463, p. 294.


1771 Mahrenholz, Ernesto G., op. cit., nota 93, p. 71. También puede verse desde el pun-
to de vista de la teoría del derecho, Raz, Joseph, La intención en la interpretación, trad.
de J. J. Moreso y P. E. Navarro, Doxa, pp. 208-210.
1772 Wroblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, p. 75.
1773 Raz, Joseph, op. cit., nota 1771, pp. 208-210.
526 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

puede  verse  de  dos  formas:  estática,  que  implicaría  la  exigencia  de  fide-
lidad incondicional a las intenciones del autor de la norma; y, dinámica,
donde lo importante es la intencionalidad de la norma y no la voluntad de
su  autor.  En  el  primer  caso,  el  mandato  normativo  se  petrifica  en  el  mo-
mento de su dictado; en el segundo, el mandato es reactualizado a tenor
de las materias en que se aplica, procurando que sea un instrumento útil
para solucionar jurídicamente los casos que se presenten.1774 A pesar de
que esta segunda concepción es, a nuestro parecer, la adecuada, algo sin
embargo, es indudable: las intenciones de los que elaboraron las normas
vinculan a los jueces en el momento de enfrentarse con la Constitución
e interpretarla. Pero no podemos ser tan ortodoxos por la exigencias que
imponen las variadas circunstancias sociales, el cambio de sentido o sig-
nificado  de  las  normas,  su  recontextualización,  la  dificultad  de  hallar  la  
propia intención en virtud del desconocimiento e imposibilidad de deter-
minar un único motivo o propósito que anime a los autores, etcétera; en
la realidad práctica la voluntad del constituyente siempre tiene “un peso
específico   relativo”   por   la   necesaria   consideración   objetiva   de   las   nor-
mas,  por  lo  que  si  bien  es  una  exigencia  ineludible  atender  su  significado  
genético, si no es dable seguirlo será necesario presentar razones que
justifiquen  dicha  separación.1775
Hay otras exigencias y limitaciones que impone el texto pero que no
podemos tratar aquí. Sólo para terminar éste apartado diremos que el juez
debe realizar siempre una actividad adecuada en el momento de resolver
los  conflictos  a  los  que  se  enfrenta;;  no  puede  agudizar  los  problemas  o  
dejarlos inconclusos,1776 ya que, como escribe Zagrebelsky, su función
1774 Vigo, Rodolfo L., op. cit., nota 101, pp. 159 y 160.
1775 Solazábal señala que el criterio histórico es de escasa consideración en la interpre-
tación constitucional, sólo le atribuye “una función auxiliar o complementaria”. Dice que
no se puede conferir verdadera voluntas legislatoria a una Asamblea por dos razones: 1)
está formada por una reunión de individuos con “sus propios propósitos políticos, opinio-
nes e intereses”; y, 2) “una vez producidas las normas estas se independizan de su autor y
han de ser consideradas objetivamente como medios o instrumentos del sistema jurídico,
como sus elementos ordenativos”. Solazabal Echeverría, Juan José, op. cit., nota 852, pp.
79 y 80. El juez Brennan en 1986, en respuesta a ataques que había pronunciado el minis-
tro de Justicia por la interpretación de la Constitución que realizaba el Tribunal Supremo
dijo que la tesis sostenida de que para la interpretación de la Constitución es siempre
determinante la voluntad de su creador no revela más que “arrogancia arropada de mo-
destia.” No deja de ser pretencioso, dijo, intentar saber que respuesta darían los padres
fundadores a los problemas actuales. Schneider, Hans Peter, op. cit., nota 1, pp. 56 y 57.
1776 Sagüés, Néstor Pedro, op. cit., nota 869, p. 31, y nota 604, p. 25.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 527

no  es  introducir  nuevas  dificultades  en  el  sistema  político  sino  allanar  las  
existentes. “La justicia constitucional debe facilitar, no obstaculizar”.
Tampoco puede dejar de tomar en consideración las consecuencias de
sus resoluciones en el ámbito social, político o económico, por lo que,
como decía Holmes, es su deber ponderar cuidadosamente las efectos
de sus decisiones. La consideración de estas consecuencias por parte del
juez entra dentro del esquema de razonabilidad de sus funciones. 1777

D. La dogmática

Los métodos de interpretación son otra muestra de las limitaciones


que tiene el juez constitucional en el ejercicio de sus funciones. Todo
lo  escrito  sobre  ellos  son  intentos  para  influir,  restringir  y  determinar  su  
actividad.  Como  enseña  Simon,  los  estudios  sobre  la  materia  configuran  
“uno de los puntos cardinales del esfuerzo de la doctrina por limitar la
jurisprudencia constitucional”.1778
La actividad llevada a cabo por los expertos en derecho en una comu-
nidad determinada, dirige la acción de los intérpretes ya que sus esque-
mas conceptuales, la labor de sistematización del derecho que efectúan y
las doctrinas que elaboran y que son susceptibles de aceptación general
les  sirven  de  base  para  justificar  sus  decisiones.1779 El juez debe funda-
mentar sus enunciados con métodos hermenéuticamente admisibles de
pensamiento y abstenerse de realizar juicios de valor y decisiones no
justificables.1780 Claro está que no toda regla de uso de las palabras o
propuesta empleada en la interpretación de una norma puede ser conside-
rada un enunciado de la dogmática, sino sólo aquel establecido, aceptado
y discutido en el marco de una ciencia jurídica que funcione institucio-
nalmente.1781 Los jueces se sirven de los conocimientos que la dogmáti-
ca suministra realizando esta un control de consistencia de sus decisio-
nes.1782 Por ello, el discurso jurídico exige su utilización cuando existen
1777 García Belaunde, Domingo, op. cit., nota 1710, p. 31.
1778 Simon, Helmut, op. cit., nota 77, p. 855.
1779 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 1693, p. 1946.
1780 Larenz, Karl, Metodología de la ciencia del derecho, 2a. ed., trad. de M. Rodríguez
Molinero Barcelona, Ariel, 1994, p. 226.
1781 Alexy, Robert, Teoría de la argumentación jurídica, trad. de M. Atienza e I. Espejo,
Madrid, CEC, 1989, pp. 247 y 248.
1782 Luhmann, Niklas, Sistema jurídico y dogmática jurídica, trad. de I. de Otto, Madrid,
CEC, 1983, p. 34. Asumimos que en este ámbito existen dos fenómenos perfectamente
528 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

y son susceptibles de ser empleados.1783 Esto hace posible una aplicación


segura y calculable del derecho y evita que el juez tome una decisión
irracional, arbitraria e improvisada. Dworkin ha escrito, en esta virtud,
que no existe discreción judicial porque quien controla las decisiones y
soluciones de los jueces es la dogmática jurídica. Por tanto, cuanto me-
nos desarrollada esté una dogmática, más imprevisible será la decisión
de los tribunales, más dependerán del azar y de factores incontrolables
las decisiones jurídicas, es decir, como señala Gimbernat, más inconexas
y contradictorias serán las decisiones de los jueces.1784 Esto aclara, en
gran medida, la estrecha implicación que existe entre interpretación y
dogmática jurídica.
Como escribe Calsamiglia, la dogmática jurídica para la elaboración
de sus construcciones parte necesariamente de la aceptación de ciertas re-
glas indiscutibles que determinan el marco de su actividad. Dichos presu-
puestos son básicamente los siguientes: a) la sujeción a la ley, puesto que
la dogmática acepta sin dudar, de forma acrítica, las normas y valores que
proporciona el derecho positivo lo que supone “la abdicación valorativa
de sus opiniones subjetivas”; b) la adecuación de la solución planteada al
problema, ya que el jurista no resuelve sin considerar las consecuencias de
sus planteamientos, y c) la racionalidad, que implica que la razón ocupa
un lugar preponderante en la construcción de las teorías dogmáticas y que

diferenciables:  la  actividad  del  jurista  como  científico  del  derecho  y  la  actividad  del  juris-
ta como intérprete y aplicador del derecho. Así, Baratta, Alessandro, “La jurisprudencia y
la ciencia jurídica como fuente del erecho”, Las fuentes del derecho, Barcelona, Anuario
de la Facultad de Derecho, Estudi General de Lleida, 1983, p. 41.
1783 Alexy, Robert, op. cit., nota 1781, p. 261.
1784 Gimbernat, Enrique, “¿Tiene un futuro la dogmática jurídicopenal?”, Estudios de
derecho penal, 3a. ed., Madrid, Tecnos, 1990, p. 158. Como con gran agudeza señala Ara-
gón, la Constitución democrática no cumple sólo la función de limitar el poder del Estado
sino también el de los juristas. Aragón, Manuel, op. cit., nota 12, p. 78. En este sentido
resulta  sumamente  certera  y  a  la  vez  preocupante  la  afirmación  de  Cossío  en  el  sentido  de  
que  el  trabajo  dogmático  de  los  juristas  mexicanos  más  que  una  labor  científica  ha  sido  
“la expresión de la ideología jurídica del régimen por el cual hemos estado gobernados”.
Cossío, José R. y Raigosa Luis, op. cit., nota 1439, p. 255. O cuando en otro trabajo se-
ñala Cossío que “nuestros órganos de justicia constitucional no han sido capaces de desa-
rrollar  sus  propias  reflexiones  acerca  del  sentido  de  la  Constitución  o,  si  se  quiere,  de  una  
teoría constitucional propia, pero tampoco han podido echar mano de las formuladas por
doctrinarios o teóricos nacionales, sencillamente porque éstos no han podido producirlas”.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 529

éstas se hallan expuestas a la crítica de la comunidad. Estas reglas consti-


tuyen, para la dogmática, límites al discurso jurídico que construyen.1785
Pero no basta con mencionar las reglas ineludibles de la actividad
dogmática, es necesario, además, señalar cuales son las funciones que
esta cumple. Siguiendo a Alexy, podemos decir que dichas funciones
son: a)  estabilización,  en  tanto  que  fijan  soluciones  a  cuestiones  prácti-
cas; b) progreso, pues la discusión jurídica permite ofrecer comproba-
ciones y diferenciar enunciados; c) descarga, ya que permite adoptar en
las fundamentaciones enunciados comprobados y aceptados; d) técni-
ca,  al  presentar  de  forma  simplificada  y  sistemáticamente  unificada  las  
normas jurídicas desarrollando una función de información, enseñanza
y aprendizaje de la materia jurídica y de su capacidad de transmisión;
e) control, en la medida que permite decidir no de manera aislada sino
en relación con una serie de casos ya decididos, y f) heurística, en tanto
que es punto de partida de nuevas observaciones, relaciones y conoci-
mientos.1786
Una de las más importantes funciones de la dogmática, como se pue-
de captar de la enumeración anterior, es proporcionar criterios para la
resolución  de  casos  difíciles.  Con  esta  afirmación  asumimos  que  no  sólo  
tiene una función cognoscitiva, reconstructiva o descriptiva de categorías
o principios dirigida al análisis de las informaciones provenientes del pa-
sado, sino también un propósito práctico o prescriptivo, que se ocupa del
futuro y sirve a la conformación de la sociedad,1787 es decir, la dogmática
tiene una función híbrida, en el sentido de que no sólo proporciona co-
nocimientos también otorga criterios al intérprete para resolver proble-
mas. Para decirlo en términos de Alexy, la dogmática tiene una función
práctico normativa que presupone las dimensiones empírico-descriptiva
y analítico-lógica.1788 Su empeño es proporcionar criterios racionales o
enunciados jurídicos que sirvan a las decisiones que resuelven cuestio-
nes jurídicas1789 o casos dudosos para lo cual analiza, sistematiza y aplica
conceptos jurídicos creando una “red conceptual”, criterios ordenado-
res o modelos de regulación que, como “contextos de solución”, debe
1785 Calsamiglia, Albert, op. cit., nota 1112, pp. 93-119; id., “Jurisprudencia y raciona-
lidad”, cit., pp. 389 y 390.
1786 Alexy, Robert, op. cit., nota 1781, pp. 255-260.
1787 Calsamiglia, Albert, op. cit., nota 1112, p. 139.
1788 Alexy, Robert, op. cit., nota 1781, pp. 241 y 242, y nota 415, pp. 29-34.
1789 Larenz, Karl, op. cit., nota 1780, p. 226.
530 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

considerar el juez. Como señala Esser: “la teorización y la construcción


dogmáticas son el emporio donde las ideas generales de justicia son ofer-
tadas  en  formulaciones  conceptuales  de  contenido  dogmático  eficaz”.1790
Estas construcciones son la muestra de variadas opiniones que participan
en la vida social mismas que amplían la perspectiva dentro de la que
se adoptan las decisiones, dotando de contenido, actualizando los textos
jurídicos, permitiendo una interpretación del derecho abierta a las condi-
ciones cambiantes del contexto social, en suma, como escribe Galindo,
“por medio de la dogmática se actúa judicialmente en forma democrática
al posibilitar, moderando los personalismos participar de la pluralidad de
opiniones presentes en la sociedad y exteriorizados en el proceso a partir
del  conflicto  a  resolver”.1791  La  dogmática  aparece  así  como  un  filtro  o  
poder de mediación entre creación y aplicación del derecho, por lo que
se puede decir que tiene “una función inmanente al sistema jurídico”. 1792
Por ello debe ser tenida necesariamente en cuenta como un elemento para
justificar  decisiones.1793
Como escribe Kriele, las construcciones jurídicas desarrolladas por
vía dogmática se traducen en derecho positivo en la medida en que la
jurisprudencia las apropia. Recuérdese al respecto que es precisamente
la  asignación  de  sentido  o  significado  a  las  normas  el  núcleo  de  la  activi-
dad del juez constitucional. El resultado de esta operación interpretativa
depende, como hemos dicho antes, de la comprensión previa que le sirve
de base, pero también del método que se elija. Los métodos de interpreta-
ción son medios para llegar a resultados correctos, expedientes argumen-
tativos  para  mostrar  que  las  reglas  extraídas  son  posibles  y  justificables  
en un ordenamiento determinado.1794  Esto  significa  que  el  problema  de  
la interpretación es distinto al de la elección del método interpretativo.
Este  último  es  un  instrumento  para  alcanzar  un  fin  mientras  que  aquella  
se  sirve  o  manifiesta  en  ellos.1795 Las decisiones preceden, por tanto, a la
argumentación proporcionada por los métodos. Por otro lado, es preciso
señalar que no existe una “metodología unívoca” ni jerárquica, como ex-
1790 Esser, Josef, “La interpretación”, trad. de M. Rodríguez Molinero, Anuario de Fi-
losofía del Derecho, Madrid, núm. III, 1986, p. 58.
1791 Galindo, Fernando, op. cit., nota 1114, p. 166.
1792 Luhmann, Niklas, “Sistema jurídico y dogmática jurídica”, cit., p. 20.
1793 Calsamiglia, Albert, “Jurisprudencia y racionalidad”, cit., p. 399.
1794 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, p. 134.
1795 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 168.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 531

plica Esser, rectora de la labor judicial. Ningún criterio puede “estimarse


a priori de aplicación preferente respecto de los demás”.1796 Todos han de
ser combinados, por lo que ninguno debe ser absolutizado ni desplaza-
do. Su “intercambiabilidad” es necesaria para “la integración práctica de
la diversidad de componentes teóricos”,1797 ya que todos, como observa
Zagrebelsky, remiten a cierta concepción ontológica del derecho. El plu-
ralismo metodológico1798 es aceptado en la ciencia jurídica como hecho
normal y deseable para obtener resultados favorables en la interpretación.
Böckenförde distingue cuatro métodos jurídicos que entresaca de la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional alemán: el clásico u objetivo,
el tópico orientado al problema, el dirigido a las ciencias de la reali-
dad y el hermenéutico concretizador.1799 Como se sabe, a esta enume-
ración, Coing y Häberle han incluido el de la comparación, que implica
la  apertura  de  contenidos  bajo  la  visión  de  su  extrapolabilidad  con  el  fin  
de construir un Estado constitucional cooperativo.1800 La mayoría de los
jueces hacen uso parcial, alternativo y complementario de varios méto-
dos  aunque  no  lo  refieran  explícitamente.1801 Y esto es lógico ya que si
ellos representan distintas interpretaciones “a mayor número de méto-
dos,  un  mayor  número  de  posibilidades  de  significación”.1802 La variedad
permite   resolver   las   insuficiencias   que   tuviera   cada   uno   de   ellos1803 y
considerar adecuadamente el tipo de problemas representados por cada
caso particular. Quien aplica el derecho puede leer, como dice Esser, la
exactitud de su modelo de solución en un sistema dogmático de regula-
1796 Silva, Carlos de,“La jurisprudencia, interpretación y creación del derecho”, p. 146.
1797 Häberle, P., op. cit., nota 825, pp. 273 y 274.
1798 Esser, Josef, op. cit., nota 1790, pp. 53-57.
1799 Böckenförde, Ernest-Wolfang, “Los métodos de la interpretación constitucional...”,
cit., p. 37.
1800 Favoreau, Louis, op. cit., nota 378, p. 43; Häberle, P., op. cit., nota 825, pp. 272 y
273, y nota 865, p. 151.
1801 La Suprema Corte de Justicia mexicana ha reconocido expresamente, en el Informe
de la SCJN 1987, tercera parte, Tribunales Colegiados, p. 119. A. R. 1487/87 que “cuan-
do  se  plantea  un  conflicto  sobre  la  significación  que  debe  asignarse  a  un  término  o  palabra  
empleada de alguna disposición legal, de la que no exista una interpretación auténtica,
es decir, elaborada por el mismo legislador, es deber del tribunal servirse de todos los
métodos”. Cit. por González Oropeza, Manuel, op. cit., nota 126, p. 252.
1802 Tamayo y Salmorán, Rolando, “Interpretación constitucional. La falacia de la in-
terpretación cualitativa”, en Vázquez R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judi-
cial, México, Alfaguara, 1998, p. 118.
1803 Balaguer Callejón, María L., op. cit., nota 1480, p. 46.
532 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ción y en su contexto de valoraciones de problemas, así puede llegar a


una comprensión objetiva de la norma.1804 La pluralidad de métodos, la
gran “oferta metodológica” actual es consecuencia de las características
especiales que posee la Constitución, indica su comprensión como norma
abierta  orientada  a  diversos  fines  y  a  variadas  experiencias  histórico  so-
ciales1805 y nos muestra que no es posible una sola teoría para describir la
realidad. Obsérvese, en este sentido, cuan lejos estamos de la concepción
del Estado liberal de derecho que exigía la utilización de determinados y
específicos  criterios  metodológicos.
Pero no podemos ocultar que los mismos métodos sufren indetermi-
naciones y que, además, dadas sus propias lagunas suponen una elec-
ción valorativa por parte de quien aplica el derecho lo que provoca que
la decisión judicial pueda seguir siendo observada como “fuente de
incertidumbre”.1806 En otras palabras, sigue siendo indeterminada “la
cuestión de la decisoriedad racional”, es decir, las razones o motivos por
las que el intérprete escoge o elige un método particular para el trata-
miento de los casos. Esta situación con contundencia inigualable la des-
cribe Kriele: el dogmático puede sólo proponer es el juez el que decide.
Asimismo, en la medida en que la dogmática se desarrolla el abanico de
soluciones se amplía.1807 Y, como escribe Häberle, la combinación de mé-
todos de interpretación es abierta pero no discrecional o ilimitada.1808
Volvemos así, irremediablemente, al punto inicial en el que debemos
insistir: la elección del método está en relación con la concepción del
derecho y el concepto de Constitución que sirva de base a la actividad
del juez, sólo de esta manera se cubren los vacíos que pudieran ocasio-
nar el uso discrecional de las operaciones interpretativas. 1809

E. Los precedentes

Otro límite que se halla en el punto de partida del discurso jurídico


y que disciplina la actividad del juez constitucional, es el principio que
1804 Esser, Josef, op. cit., nota 1790, p. 58.
1805 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 168.
1806 Nino, Carlos S., op. cit., nota 150, p. 40; Esser, Josef, op. cit., nota 1790, p. 56.
1807 Calsamiglia, Albert, op. cit., nota 1112, p. 140.
1808 Häberle, Pedro, op. cit., nota 1036, p. 73.
1809 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 42, pp. 134-135; Böckenförde, Ernst-Wolfgang,
“Los métodos de la interpretación constitucional. Inventario y crítica”, cit., p. 37.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 533

establece que sus decisiones no pueden ignorar “las interpretaciones


ya acreditadas y consolidadas de un cierto texto normativo”. 1810 Esta
es  una  de  las  influencias  institucionales  más  importantes  a  las  que  está  
sometida la argumentación de los jueces y su objetivo principal es, pre-
cisamente, reducir la libertad y eliminar la discrecionalidad en el ejer-
cicio de sus funciones evitando que resuelvan los casos conforme al
voluntarismo de las circunstancias concretas y en desacuerdo con prin-
cipios razonables derivados de la voluntad de aplicar la misma jurispru-
dencia a casos semejantes.1811 Los precedentes son, indica Calvo Gar-
cía, una salida a la interdicción del arbitrio subyacente en la actividad
interpretativa. Su fuerza normativa se expresa como vínculo que induce
y obliga al juez a aplicar a un caso nuevo el mismo principio jurídico
que fue objeto de aplicación en casos anteriores. El juez debe nece-
sariamente respetar la orientación impuesta por los precedentes fallos
interpretativos de los tribunales, ya que sólo así puede presentar su de-
cisión como justa “esto es, como aportada por un criterio que no sea la
pura subjetividad del juez ni la pura peculiaridad del caso”. 1812 De esta
forma, las soluciones presentes se ajustan a las decisiones instituciona-
lizadas del pasado y ejercen “una fuerza gravitacional sobre las deci-
siones posteriores”.1813 Como escribe Larenz, las decisiones judiciales
del  pasado  funcionan  a  modo  de  prototipo  o  paradigma;;  influyen,  deter-
minan y fundamentan las decisiones presentes y constituyen una razón
importante para decidir casos futuros que sean semejantes. La suje-
ción a los precedentes implica, asimismo, la vinculación de los órganos
judiciales   a   figuras   jurídicas   ampliamente   experimentadas,   discutidas  
profundamente, demostradas y consideradas válidas representando una
forma   de   descargarse   de   influencias   ideológicas   y   críticas   posteriores  
y, por tanto, señal de sometimiento al principio de responsabilidad. 1814

1810 Guastini, Riccardo, “La interpretación: objetos, conceptos y teorías”, trad. de M.


Carbonell, en Vázquez, R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, cit.,
nota 126, p. 32.
1811 Schwarz, Carl E., “El papel del precedente como factor institucional en la toma
de decisión judicial: los Estados Unidos y México”, en Smith, James F. (coord.), Dere-
cho constitucional comparado México-Estados Unidos, México, UNAM, 1990, p. 534;
Alonso García, Enrique, op. cit., nota 422, p. 182.
1812 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 1693, p. 1946.
1813 Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 184.
1814 Ibidem, pp. 153-156, 182 y ss.
534 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

Funcionan, además, como elemento que sirve para distinguir la activi-


dad judicial de la legislativa, ya que, como señala Dworkin, a diferencia
del legislador, cuando decide sobre un determinado problema no necesita
demostrar que su voto es coherente con el de sus colegas legisladores o
con el de miembros de legislaturas pasadas, el juez siempre debe tratar
de  relacionar  la  justificación  que  ofrece  de  una  decisión  judicial  con  las  
decisiones que antes han tomado otros jueces o funcionarios.1815 Pero la
vinculación de los jueces a los precedentes no es idéntica a la que tienen
respecto a las leyes, pues, como veremos más adelante, frente a estas úl-
timas aquellos están siempre e indudablemente vinculados mientras que
en relación a los precedentes no están sometidos de forma indubitable o
“ciega” ya que su fuerza vinculante se expresa en la máxima de decisión
y sólo cuando se trata de una interpretación acertada, que complementa
normas o concretiza algún principio jurídico de modo paradigmático. 1816
El  juez  justificará  siempre  una  resolución  original  con  las  decisiones  
o argumentos de principio tomadas anteriormente por otros jueces. Estas
decisiones,  al  reflejar  las  disposiciones  adoptadas  en  el  pasado,  aparecen  
no como determinaciones aisladas o incoherentes, sino como una cadena
de  criterios  continuados  o  mandatos  reafirmados  a  través  del  tiempo,  que  
afirman  la  intención  de  establecer  una  justicia  uniforme  dentro  del  Esta-
do. La salvaguarda de la continuidad de los criterios de decisión es una
exigencia del carácter jurisdiccional del órgano de control.1817 Si un juez
puede aducir un precedente para tomar una determinación debe, induda-
blemente, hacerlo. Si no actuara de esta forma pondría en peligro la idea
misma de jurisdicción ya que, como dice Rubio comentado el sistema
norteamericano de control judicial, apartarse de los precedentes “es, lisa
y llanamente, apartarse del derecho vigente.1818 Por otro lado, los prece-
dentes también ayudan a reducir la complejidad, cumplen una “función
pacificadora”,   como   reflejo   del   principio   de   seguridad   jurídica,   que   se  
expresa en el efecto vinculante del contenido de las sentencias e imponen
que las resoluciones judiciales operen, de forma mediata y a través de su

1815 Ibidem, p. 185; Favoreau, Louis, “Los tribunales constitucionales”, cit., p. 102.
1816 Larenz, Karl, Metodología de la ciencia del derecho, cit., nota 1780, pp. 430-432.
1817 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 174.
1818 Rubio Llorente, Francisco, “La jurisdicción constitucional como forma de creación
del derecho”, cit., nota 291, p. 501. De la misma forma, Garro, Alejandro M., cit., p. 520.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 535

fundamentación,  más  allá  de  un  caso  específico.1819 Aseguran, en suma,


la justicia, la certeza del derecho, la seguridad jurídica, la previsibilidad
de las decisiones y evitan los cambios frecuentes y repentinos de orien-
taciones judiciales. Se muestran así, al decir de Pizzorusso, como fuente
cultural producida por la actividad de un grupo de sujetos que pertenecen
a la categoría de juristas portadores de cierto tipo de valores.1820
Los precedentes representan también el propósito de hacer realidad,
dentro del ordenamiento, el principio de igualdad al asegurar similar tra-
tamiento normativo a todos aquellos supuestos que reúnan condiciones
fácticas semejantes.1821 Como señala Dworkin, su fuerza gravitacional
apela a una doctrina o argumento sobre la equidad porque se basan en la
aceptación del principio de universalidad que rige el razonamiento prác-
tico   justificatorio.   Imponen,   por   ello,   entre   otras,   dos   exigencias   bási-
cas. Primero, tratar de igual manera las cosas o situaciones iguales para
garantizar la corrección, rectitud y justicia de las decisiones judiciales
cuando se enfrenten a una pluralidad de soluciones viables, 1822 y, se-
gundo,  evitar  que  el  órgano  jurisdiccional  modifique  “arbitrariamente  el  
sentido de sus decisiones en casos sustancialmente iguales”. Los pre-
cedentes implican la toma en consideración de los principios estable-
cidos previamente en otras decisiones e impiden, o tratan de impedir,
los cambios arbitrarios, actuando como control de la actuación judicial
irrazonable.  El  juez  debe  mantenerse  fiel  a  su  propio  precedente,  no  pue-
de  modificar  infundadamente  su  línea  jurisprudencial  en  casos  que  sean  
sustancialmente  idénticos  ni  tiene  la  posibilidad  de  discrepar  injustifica-
damente con otras resoluciones pasadas, así se trata de erradicar el vo-
luntarismo y la arbitrariedad. Se conforma así un sistema que implica un
control de racionalidad sobre las actuaciones del órgano jurisdiccional
ejercido sobre las resoluciones emanadas del mismo (esto se entiende si
pensamos  en  lo  que  se  ha  llamado  el  sistema  de  eficacia  horizontal  del  
precedente). Gascón resume todo lo anterior con gran exactitud: la téc-
nica del precedente, dice, es un instrumento de interdicción de la arbitra-

1819 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 124, p. 172; Larenz, Karl, op. cit., nota 1780,
p. 429.
1820 Pizzorusso, Alessandro, op. cit., nota nota 84, p. 409.
1821 Gascón Abellán, Marina, La técnica del precedente y la argumentación racional,
Madrid, Tecnos, 1993, p. 56.
1822 Alexy, Robert, op. cit., nota 1781, p. 262; Gascón Abellán, Marina, op. cit., nota
1821, pp. 212-214. También Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 82, p. 188.
536 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

riedad, de control de la racionalidad de la actuación judicial, esto es, de


aquellos comportamientos que, sin violar propiamente la Constitución ni
el derecho ordinario que admite soluciones plurales, lesiona, en cambio,
una regla fundamental de la argumentación racional, la regla de la uni-
versalidad que establece “compromisos con el futuro”.1823
La  afirmación  de  los  precedentes  no  está  en  contradicción  con  la  posi-
bilidad  de  modificarlos.  Como  escribe  Larenz,  esta  regla  “no  es  ni  debe  
ser un mecanismo automático de acatamiento” que el juez deba aceptar
“ciegamente” o implique que éste se abandone a ellos sin reparo. Casos
concretos pueden obligar a revisar los criterios de justicia que los sos-
tienen y fundamentan. Por ello, hay que reconocer la variabilidad y no
rigidez absoluta del sistema de precedentes para propiciar, entre otros
efectos,  confianza  en  la  justicia.1824 Esta es una exigencia que de ninguna
manera comporta su falta de valor, sólo demuestra que son “opiniones
normalmente   definitivas”.   Las   razones   de   su   modificación   pueden   ser  
variadas, entre otras podemos señalar las siguientes: adaptar la Consti-
tución a nuevas circunstancias fácticas y normativas y con ello evitar la
petrificación  del  ordenamiento1825 y la exclusión de nuevas demandas so-
ciales;;  otorgar  valor  a  nuevas  situaciones  específicas;;  consolidar  la  uni-
dad, uniformidad y homogeneidad de la interpretación y aplicación de
la norma fundamental; corregir la generalidad de su consignación y sub-
sanar errores, ya que puede suceder que algunos precedentes contengan
una  interpretación  incorrecta  o  un  desarrollo  jurídico  insuficientemente  
fundamentado.1826
Pero si bien es verdad, como dice Alexy, que toda decisión plantea una
pretensión de corrección, apartarse de un precedente implica asumir la
carga de la argumentación, por lo que sólo puede ser cambiado si pueden
aducirse   razones   suficientes   para   ello.   Está   excluido,   en   consecuencia,  
todo cambio de criterio irracional, arbitrario u ocasional. La variación
debe efectuarse, para evitar la arbitrariedad e inseguridad jurídica, de for-

1823 Gascón Abellán, Marina, op. cit., nota 1821, p. 225; Aguiló Regla, Josef, op. cit.,
nota 1736, pp. 109-111.
1824 Esser, Josef, op. cit., nota 1790, p. 47.
1825 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 82, p. 189.
1826 Como escribe Iturralde Sesma, los tribunales deben someterse a las lecciones de la
experiencia y a la fuerza de los mejores razonamientos, reconociendo que el proceso de
prueba y error, tan fructífero en las ciencias físicas, también es apropiado en la función
judicial. Citado por Dorado Porras, Javier, op. cit., nota 119, p. 72.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 537

ma  suficientemente  motivada,  con  carácter  general,  mediante  expresa  re-


ferencia  al  criterio  anterior  y  con  la  mención  de  las  razones  que  justifican  
dicho apartamiento y la estructuración de la nueva respuesta al proble-
ma planteado.1827  La  exigencia  de  motivación  incluye  la  justificación  del  
cambio de criterio de forma general, no individualizada, reconociéndola
como solución universal y conscientemente diferenciada de la que se ve-
nía manteniendo. “En otras palabras, la aceptación de la decisión no nace
sólo de su buena fundamentación, sino principalmente de la seguridad
jurídica que proporciona en la medida en que el Tribunal esté dispuesto a
mantenerla en el futuro”. La decisión de cambio implica la resolución del
problema con “vocación de universalidad”1828 y no como respuesta indi-
vidualizada  a  un  supuesto  específico  ya  que  su  relevancia  rebasará  el  caso  
concreto. En esto radica, fundamentalmente, el carácter genérico del cam-
bio que se produzca. El precedente exige estabilidad y cambio racional por
dos razones: primero, porque quien se separa de la norma no sólo asume
una posición de aplicador del derecho sino de partícipe en su creación1829
y, segundo, porque el objetivo del juez debe ser, en virtud de exigencias
propias del ordenamiento, conseguir una “continuidad jurisprudencial crí-
ticamente  evaluada”  que  se  deje  influir  por  las  nuevas  categorizaciones  de  
sentido y valor de los casos y por las críticas externas.1830
Siguiendo a Martín Kriele, podemos sostener que existe, como regla
no escrita de la práctica y metodología jurídica1831 una “presunción a
favor del precedente” que determina la labor de los jueces. La interpre-
tación  jurídica  debe  partir  de  los  precedentes,  que  son  punto  de  reflexión  
práctico jurídico, y si se decide separarse de ellos esto sólo puede rea-
lizarse,  como  hemos  dicho,  si  existen  buenas  razones  y  suficiente  moti-
vación. Esta adecuada fundamentación, que debe poseer fuerza de con-
vencimiento,  provoca  confianza  en  la  nueva  decisión  que  deviene  punto  
1827 Alexy, Robert, op. cit., nota 1781, p. 263.
1828 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 82, pp. 189, 194 y 195.
1829 Kriele, Martín, “Il precedente nell’ambito giuridico europeo-continentale e an-
gloamericano”, cit., p. 520.
1830 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, pp. 174 y 175.
1831 Al respecto, Fix Zamudio señala que aun cuando no exista una disposición legal
ni impere la autoridad del precedente, “de cualquier manera el conjunto de disposiciones
individuales sobre casos similares van estableciendo una serie de principios comple-
mentarios de los más generales determinados por el legislador, formando lo que se ha
denominado “jurisprudencia constante” y que sirve de orientación fundamental para la
resolución de casos similares...”, Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., nota 1356, p. 12.
538 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

de partida de una nueva cadena de precedentes. Pero si no existen argu-


mentos convincentes contrarios al precedente debemos adherirnos a su
contenido; en otras palabras, en caso de duda se debe decidir a favor del
precedente vigente. Este principio de “presunción a favor del preceden-
te”  tiene  un  significado  muy  importante  para  el  derecho  ya  que  prueba  
que los juristas se deben dejar orientar por máximas generales, muestra
el nivel de institucionalización jurídica de la dogmática, indica el grado
de la cultura jurídica existente en determinado contexto porque de ellos
depende la creación de adecuados institutos jurídicos y, sobre todo, cons-
tituye un vínculo ético del juez a su capacidad de generalización. 1832
Todo lo anterior nos lleva a sostener que el texto constitucional, la
dogmática jurídica y los precedentes forman un “valladar” que, junto a
una teoría constitucional basada en la propia norma fundamental, con-
duce y limita la labor del juez de la Constitución.1833 En otras palabras,
estos elementos, imprescindibles en la actividad del órgano jurisdiccio-
nal, demuestran que su actividad se desenvuelve en condiciones y límites
muy rigurosos que tratan de eliminar cualquier posibilidad de decisio-
nismo, reducen la inseguridad y restringen el riesgo de la existencia de
“huecos de racionalidad”.1834  Aunque  el  Tribunal  es  competente  para  fi-
jar  el  contenido  de  la  Constitución  con  eficacia  vinculante,  sus  decisio-
nes están sujetas a “un círculo de restricciones” que excluyen las basa-
das únicamente en su propia subjetividad. Estas, como dice Rubio, deben
estar fundadas en derecho, ser consecuencia necesaria de razonamientos
que partan de normas, desarrollarse mediante pautas preestablecidas y
empleando categorías construidas sobre los datos que el propio ordena-
miento ofrece. Nada más alejado de pensar que sus decisiones son “actos
creativos de opción constituyente”. Los jueces no representan el órgano
que detenta el poder en el Estado ni son dueños de la Constitución, ésta
no es lo que ellos determinan ya que no está enteramente disponible a
su aplicación, su actividad está sujeta a ineludibles límites teóricos, nor-
mativos y argumentativos1835 que necesariamente deben considerar, para
1832 Kriele, Martín, “Il precedente nell’ambito giuridico europeo-continentale e an-
gloamericano”, pp.  517  y  519-­521.  Esta  tesis  es  considerada  superflua  y  peligrosa  por  
Larenz, Karl, op. cit., nota 1780, p. 431.
1833 De la misma forma Pérez Luño, Antonio A., op. cit., nota 830, p. 262; García Ca-
nales, Mariano, op. cit., nota 463, p. 306.
1834 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 1507, p. 84; Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11,
p. 334.
1835 Aragón, Manuel, op. cit., nota 408, p. 35; Dworkin, Ronald, op. cit., nota 173, p. 154.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 539

evitar  dificultades,  como  dice  Zagrebelsky,  al  sistema  constitucional  en  


su conjunto.
Esta forma restringida de actuar, como explica De Otto, que corres-
ponde a los órganos de carácter jurisdiccional, no sólo permite diferen-
ciarla de la actividad realizada por el legislador, sino que otorga legitimi-
dad a su propia existencia1836 al demostrar que sus decisiones no resultan
del capricho, idiosincrasia o predilecciones subjetivas sino de una ope-
ración racional, “de un esfuerzo por parte de los mismos por permanecer
fieles  al  sentido  de  la  justicia  y  la  equidad  de  la  comunidad”.1837 Se puede
decir entonces, que la racionalidad en la argumentación que realizan los
jueces en su labor interpretativa constituye el fundamento de su legitima-
ción  democrática  y  es  la  forma  en  que  generan  confianza  en  la  realización  
de sus funciones. Como escribe De la Quadra: “es en la coherencia de
sus sentencias, en la motivación de las mismas, en la utilización de un
método jurídico unida a la existencia de una especial sensibilidad política
en la elaboración de sus decisiones donde encuentra el Tribunal Consti-
tucional su legitimidad”1838. Esta es la razón por la que sus decisiones
llegan a prevalecer sobre las del legislador y la única forma de evitar, al
mismo tiempo, que la Constitución pierda su sentido garantista ante el
peligro de que los jueces impongan sus pareceres personales, juicios de
valor o predilecciones como contenido de las normas y se corra el riesgo
de  caer  en  un  gobierno  de  los  hombres  y  no  de  las  leyes.  Como  afirma  
Ollero, los jueces no son ciudadanos privilegiados que pueden convertir
en ley sus opiniones personales. Cuando el juez no motiva ni argumenta
de modo exhaustivo y persuasivo sus pronunciamientos estos aparece-
rán como pretensiones de poder impropias, decisiones de un árbitro que
crea no sólo inseguridad jurídica, sino desconcierto sobre los fundamen-
tos de la democracia.1839 En otras palabras, cuando se impone la creencia
de que los jueces han leído en la Constitución lo que no hay en ella, su
sentencia pierde fuerza de convicción objetiva y aparece políticamente
motivada,1840 con lo que estará “cediendo parte de su propia legitima-

1836 Otto, Ignacio de, op. cit., nota 1693, p. 1939.


1837 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 562, p. 625.
1838 Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 68, pp. 31 y 35.
1839 Rusconi, Gian Enrico, op. cit., nota 1668, p. 280.
1840 Schneider, Hans Peter, “Constitución y método. Interpretación constitucional des-
de el punto de vista teórico”, cit., p. 59.
540 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

ción”, violando el principio democrático y, por tanto, usurpando el poder


constituyente.1841
Y esto es así porque la fundamentación de las decisiones, como exi-
gencia de transparencia y credibilidad de la actuación judicial, permite
el control y autocontrol de las mismas.1842 Si inevitablemente los jueces
crean derecho y en el proceso de adopción de decisiones están presentes
factores no exclusivamente jurídicos que condicionan la elección del mé-
todo  y  orientan  la  búsqueda  de  significados  y  del  sentido  de  los  hechos,  
entonces la sociedad tiene el derecho de exigirles responsabilidad. La
naturaleza abierta de la Constitución exige el control de las decisiones
judiciales, factor decisivo para el problema de su legitimidad.1843 Esto no
debe confundirse, como escribe Aarnio, con la independencia de los tri-
bunales, pues este principio, que garantiza su autonomía respecto a otros
centros  de  poder,  no  significa  que  permanezcan  fuera  del  control  demo-
crático. Los tribunales son elementos de la sociedad y existen dentro de
un orden democrático, y por ello, “también tienen que estar abiertos al
control por medios democráticos”. El único medio de efectuar ese con-
trol es obligarlos a argumentar sus decisiones. No existe una “autoritaria
eliminación de la duda”. De ello deriva la importancia que tiene la críti-
ca externa, representada en la opinión pública y la ciencia jurídica, y la
crítica interna emanada del mismo tribunal, principalmente a través de
la  figura  del  voto  particular.1844 El deber de razonar adecuadamente las
resoluciones es ineludible ya que permite que toda la comunidad pueda
percatarse de las mismas. Como escribe Fuller, se “obliga al decisor a ra-
zonar el acto para que pueda ser abiertamente contrastado por todos”1845
y así se potencien las posibilidades de crítica por parte de la opinión
pública. Las resoluciones contienen, como dice Müller, “una racionali-
dad  verificable  y  discutible”.  La  justicia  está  obligada,  escribe  Habermas,  
para   poder   satisfacer   su   propia   legitimación   a   dar   justificaciones   ante  
un foro amplio de críticos. La crítica de las sentencias “es un medio de
participación en la adopción de las mismas, que contribuye a hacerlas

1841 Aragón, Manuel, op. cit., nota 408, p. 36; García de Enterría, Eduardo, “La posi-
ción jurídica del Tribunal Constitucional en el sistema español: posibilidades y perspec-
tivas”, cit., p. 201.
1842 Aarnio, Aulis, “Democracia y discurso racional”, cit., p. 79.
1843 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 247, pp. 85, 86 y 94.
1844 Bachof, O., op. cit., nota 85, p. 850; Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 246, p. 295.
1845 Vigo, Rodolfo L., op. cit., nota 101, p.174.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 541

progresivamente más aceptables, más merecedoras de reconocimiento,


o por lo menos más contrastadas y fundamentadas”.1846 Para hacer esto
posible debe abrirse el Tribunal ya que la justicia constitucional es asun-
to de todos los ciudadanos.1847 Como señala Prieto Sanchís: “las argu-
mentaciones y decisiones de los jueces se hallan tan sometidas al debate
como las opciones legislativas” y “en ese debate todos tenemos derecho
a participar, pues ninguna propuesta o concepción política o moral está
excluida por principio”.1848

F. El órgano jurisdiccional frente a la sociedad

Todo lo anterior aunado a la presunción de validez de las leyes y a


la apertura material de las normas constitucionales nos lleva a asegurar
que cuando la Constitución regula determinados ámbitos de vida me-
diante normas indeterminadas, traslada, no al juez constitucional, sino a
los ciudadanos y a aquellos grupos y comunidades con organización so-
cial autónoma, la competencia o prerrogativa interpretativa propiciando
y garantizando la autonormatividad de esos ámbitos y la participación de
aquellos  en  la  definición  de  sus  contenidos.1849 El juez que interpreta la
Constitución, necesariamente debe tomar en cuenta el contexto funcional
en que opera el derecho que aplica, no puede ejercer su actividad “sin re-
currir a las concepciones sociales y políticas de la comunidad”1850 porque
su actividad forma parte del proceso político en el que todos los ciudada-
nos del Estado deben participar y están interesados.1851 El entendimiento
de los preceptos constitucionales que tengan todos y cada uno de los ciu-
dadanos determina la vivencia real de la norma básica y explica, como
señala Alonso, la actualización de la misma al conformar una cultura
que no puede ser ajena para los intérpretes por el mero hecho de que son
criaturas de esa sociedad.1852   En   consecuencia,   no   sólo   es   significativa  
la relación que el juez tenga con el legislador, también es importante la
1846 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 247, p. 99.
1847 Aarnio, Aulis, “Democracia y discurso racional”, cit., p. 69.
1848 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 82, p. 198.
1849 Schneider, Juan P., “Constitución y método. Interpretación constitucional desde el
punto de vista teórico”, cit., pp. 61 y 62.
1850 Bachof, Otto, op. cit., nota 100, p. 250.
1851 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 89, p. 189.
1852 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 124, p. 3.
542 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

que tiene con la sociedad.1853 Simon, siguiendo esta concepción establece


una regla fundamental de la jurisdicción constitucional: en caso de duda
el Tribunal siempre debe renunciar a interpretaciones rígidamente ela-
boradas  y  confiar  a  la  autorregulación  temas  controvertidos  del  proceso  
político.
Peter Häberle, partiendo de una concepción de la Constitución como
norma abierta que establece las bases de la estructura del Estado y presu-
poniendo la existencia de una comunidad fundada en la participación de
sujetos activos que contribuyen a su autoentendimiento, ha desarrollado
una tesis que contempla la interpretación constitucional desde la pers-
pectiva  de  una  “teoría  científica  y  democrática”  (“la  teoría  interpretativa  
tiene que ser garantizada desde la teoría democrática y viceversa”): la
cuestión de los participantes en el desarrollo y entendimiento de la Cons-
titución. Para este autor, en todos los procesos interpretativos, cada vez
que se actualiza y concreta la norma constitucional, deben intervenir y
participar no sólo los intérpretes jurídicos “agremiados” o “formales”,
sino todos los órganos del Estado, ciudadanos, grupos y, en general, toda
la comunidad política. Cada uno de ellos es un fragmento de la realidad
pluralista   con   relevancia   para   el   significado   de   la   norma   fundamental.  
Existe un amplio y difuso espectro de “fuerzas de producción interpre-
tativa” que participan en el proceso de dotación de sentido a las nor-
mas constitucionales. La interpretación de estas es, por tanto, un asunto
que incumbe a todos. Desde esta perspectiva, la efectividad de las reglas
constitucionales “no es la consecuencia automática de un orden abstracto
de  eficacia  o  de  la  eficacia  vinculante  de  un  texto”  sino  “el  resultado  com-
plejo y pleno de riesgos de procesos pluriarticulados de interpretación de
numerosos participantes”. La Constitución es abierta para ser moldeada
por la sociedad, para ser actualizada, “llenada”, por todos aquellos que
viven sus normas, que “anticipan con su conciencia práctica de la libertad
la conciencia general de la libertad en el Estado constitucional”.1854 Las
fuerzas sociales son parte importante de la realidad de la Constitución,
si las concebimos como sujetos activos y no como simples objetos, ya
que son los principales lectores de sus normas. En la democracia de los
ciudadanos, el individuo participa en la realización de las normas fun-
damentales en la praxis diaria, de manera personal o a través de formas

1853 Aarnio, Aulis, “Sobre la ambigüedad semántica en la interpretación jurídica”, trad.


de José P. Úbeda, Doxa, núm. 4, 1987, p. 114.
1854 Häberle, P., op. cit., nota 825, pp. 270, 271, 276 y 277.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 543

mediadoras de organización, por lo que el pueblo, entendido como “aso-


ciación de ciudadanos”, no se asoma sólo el día de las elecciones, está
presente siempre, como soberano, de muchas formas, por todas partes,
a muchos niveles, universalmente.1855 De esta manera la Constitución
se muestra como objeto de debate público para establecer el sentido de
sus mandatos y pluralista no sólo en el momento de su nacimiento sino
también en su ulterior desarrollo.1856 Por todo esto, la interpretación de
las normas constitucionales debe orientarse a la forma en que sus propios
destinatarios llenen el ámbito vital protegido por la misma. Con ello se
acentúa la relevancia de la comprensión que de la norma fundamental
tengan todas las fuerzas sociales y se reconoce su aptitud para captar su
significado  en  un  determinado  momento  histórico.  El  autoentendimiento  
de la norma por parte de sus destinatarios se transforma así en un ele-
mento material del derecho público que garantiza la incorporación de la
realidad en el proceso interpretativo, el desarrollo democrático del dere-
cho, la subsistencia de la comunicación Estado-sociedad y, sobre todo, la
consolidación de la unidad de la Constitución.
La interpretación constitucional no es ni desde el punto de vista teó-
rico ni desde el punto de vista práctico un proceso estatal exclusivo. Los
operadores jurídicos y expertos no son los únicos intérpretes, mucho me-
nos los más importantes en la interpretación de la norma básica. El de-
sarrollo  y  fijación  de  sentido  de  sus  normas  no  puede  ser  el  privilegio  de  
unos cuantos profesionales alejados de la sociedad, únicos depositarios
de la soberanía e irresponsables ante ella.1857 Su posición, a lo sumo, es
la de cointérpretes de la Constitución y su presencia demuestra la inte-
racción de intérpretes que existe dentro del Estado constitucional. No po-
demos reducir el ámbito de participantes en el proceso de interpretación
porque corremos el peligro de empobrecerlo, por el contrario, debemos
ampliarlo a todas y cada una de las personas y grupos que actúan dentro del
Estado. El entendimiento de la Constitución como ciencia normativa y de
la realidad impone no renunciar a la fuerza creadora de los intérpretes no

1855 Häberle, Peter, “La sociedad abierta de los intérpretes constitucionales. Una contri-
bución para la interpretación pluralista y procesal de la Constitución”, trad. de X. Arzoz
Santiesteban, Retos actuales del Estado Constitucional, Oñati, IVAP, 1996, pp. 27-36.
1856 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 108, p. 19; Häberle, Peter, op. cit., nota 1855,
pp. 17-24.
1857 Saavedra López, Modesto, “La legitimidad judicial en la crisis del imperio de la
ley”, Jueces para la Democracia, Madrid, núm. 1, 1993, p. 6.
544 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

gremiales,  impedir  la  arbitrariedad  de  los  intérpretes  formales  u  oficiales  


y hacer real el control social sobre su actuación con objeto de convertir
en responsables las decisiones. Esta concepción, que como dice Häberle,
implica sostener que el órgano de la justicia constitucional no posee ni el
monopolio ni el primado de la interpretación, no conlleva, sin embargo,
una merma en sus funciones porque le sigue perteneciendo la responsabi-
lidad  de  una  interpretación  vinculante  y  definitiva  dictada  en  última  ins-
tancia. En otras palabras, sigue siendo necesario, a pesar de que se abra
el espectro de intérpretes constitucionales de forma ilimitada, un órgano
que  formule,  en  los  casos  de  conflicto  interpretativo,  la  última  palabra,  
que opere como órgano de clausura del ordenamiento y garantice la se-
guridad jurídica dentro de la convivencia social.1858
Desde el punto de vista estricto lo que venimos diciendo hasta aquí
implica dos tipos distintos de interpretación que se dan en distintos ni-
veles y que, como escribe Kelsen, deben ser nítidamente distinguidos.
Todos los sujetos que integran la sociedad realizan una interpretación que
se puede llamar no auténtica o no positiva en contraposición a la inter-
pretación positiva o auténtica que realizan los órganos jurídicos aplica-
dores del derecho, la “comunidad jurídica en sentido estricto”.1859 Estos
interpretan  el  derecho  con  la  finalidad  de  aplicarlo  por  lo  que  el  resultado  
de su actividad es la creación de nuevos materiales jurídicos mediante la
elaboración de discursos prescriptivos, mientras que aquellos sólo pre-
tenden dotar, a través de la utilización de discursos descriptivos o cog-
noscitivos,  de  significado  al  lenguaje  jurídico,  sin  manifestarse  en  actos  
de aplicación del derecho y sin producir nuevos materiales jurídicos ya
que su actividad se traduce en casos de conocimiento y descripción no de
creación de derecho.1860 Una es la interpretación que realizan los órganos

1858 García Belaunde, op. cit., nota 1710, p. 35. Como escribe Schneider, si bien es al
órgano  jurisdiccional  al  que  le  compete  primordial  y  definitivamente  la  aplicación  directa  
de las normas constitucionales, “en una sociedad abierta para los interpretes de la Cons-
titución” no están excluidas en absoluto para su aplicación concreta otras instancias (ór-
ganos estatales, la doctrina, ciudadanos con conocimientos jurídicos)”. Schneider, Hans
Peter, op. cit., nota 1, p. 103.
1859 La actividad de estos últimos también se ha llamado “interpretación operativa”. Si-
guiendo a Ferrajoli así la llama Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, p. 28; Kelsen, Hans,
op. cit., nota 128, p. 349.
1860 Tamayo y Salmorán, Rolando, op. cit., nota 1802, pp. 96-104. Para una compa-
ración entre las operaciones de interpretación y el modo de funcionamiento del control
judicial puede verse, en la misma obra, Schmill, Ulises, op. cit., nota 1576, p. 280.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 545

aplicadores del derecho y otra la que efectúan los órganos no aplicado-


res del derecho. La interpretación realizada por estos últimos se agota
en  la  realización  o  exposición  de  actos  de  significación  o  cognoscitivos  
mientras que la de los primeros está dirigida a actos de aplicación y, por
tanto, de creación del derecho y se resuelven, a diferencia de la anterior,
en actos que forman parte de la experiencia jurídica por su carácter pres-
criptivo y no simplemente descriptivo. Pero estos sistemas “aunque fun-
damentalmente distintos, están persistentemente relacionados”, ya que
existe  una  estrecha  conexión  entre  las  funciones  científico-­jurídicas  y  las  
jurídico-­políticas.  Estas  influyen  en  aquellas  inevitablemente.  Podemos  
decir, siguiendo a Tamayo Salmorán y apartándonos en este aspecto del
pensamiento de Kelsen para quien existe una separación indiscutible en-
tre ambos tipos de interpretación, que la interpretación que realizan todos
los individuos dentro del Estado es el “metalenguaje del discurso jurídico
prescriptivo”.  Aquellos  realizan  la  “decodificación”  del  lenguaje  que  utili-
zarán los órganos que realizan la interpretación auténtica,1861 lo que a nues-
tro  juicio  significa  que  necesariamente  los  órganos  aplicadores  del  derecho  
al proceder a la actividad de interpretación de los materiales jurídicos
que se les presentan deben considerar las apreciaciones, entendimiento y
significado  que  los  actores,  no  aplicadores  del  derecho  pero  si  intérpretes  
del mismo, le proporcionan a las normas constitucionales. Para decir-
lo con Wróblewsky, los aplicadores del derecho deben tomar en cuenta
en  el  momento  de  dotar  de  significado  a  una  disposición  constitucional,  
“el contenido de la conciencia jurídica de los grupos particulares de una
sociedad”.1862
El juez constitucional debe considerar en el momento de dotar de con-
tenido  a  una  norma  los  significados  atribuidos  a  la  misma  dentro  del  am-
biente cultural donde esta existe. Como escribe Guastini, las interpreta-
ciones  que  no  estén  dentro  de  la  gama  de  posibles  significados  aceptados  
en dicho ambiente cultural “son difícilmente sostenibles, sujetas a crítica,
probablemente destinadas a fracaso”. La actividad del juez, por tanto,
debe ser “sensible al contexto” y ello lo obliga a entender las normas

1861 Tamayo y Salmorán, Rolando, op. cit., nota 1802, pp. 103 y 104. Así también Silva,
Carlos de, “La jurisprudencia, interpretación y creación del derecho”, en Vázquez, R.
(comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, cit., nota 126, p. 153.
1862 Wróblewski, Jerzy, op. cit., nota 95, p. 29.
546 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

como las “encuentra en la conciencia común de la comunidad”.1863 En


otras palabras, su actividad debe ser receptiva o sensible a las opiniones
de la mayor parte de los ciudadanos y a los hechos acaecidos y valores
aceptados en su entorno social.1864  Claro  que,  como  afirma  Zagrebelsky,  
si  es  firme  el  contexto  cultural  en  el  que  la  interpretación  se  desarrolla,  es  
obvio pensar que existirá una coincidencia natural de valoración de senti-
do entre el juez y la sociedad y, como señala Esser, el “consenso sobre la
racionalidad entre las ideas valorativas entre quien aplica el derecho y las
de los destinatarios del derecho”1865 convierte en aceptable o razonable la
solución que se armoniza con dicho horizonte.
Para  la  determinación  del  significado  de  las  normas  el  juez  no  puede  
prescindir de la sociedad de la cual él mismo forma parte. Su convicción
debe estar encausada por el diálogo y la comunicación con la comunidad
concebida esta como “la estructura intersubjetiva de argumentación y
crítica cristalizada en unas coordenadas espacio temporales”. En otras
palabras, el juez debe relacionarse con la sociedad, sin afectar su posi-
ción institucional, mediante una vinculación dialéctica de debate y argu-
mentación.1866 Hay o debe haber un momento esencial de comunicación
y control entre el juez y la sociedad. Aquel debe instaurar las condiciones
institucionales necesarias para la existencia de una relación dialógica, de
intercambio continuo de ideas y argumentos “con aquellos que pueden
aportar diferentes perspectivas y arrojar una nueva luz sobre el objeto
que se trata de comprender”.1867 Frente a casos y problemas concretos
debe realizar su actividad adecuándose “a los criterios jurídicos y mo-
rales admitidos intersubjetivamente, más que atendiendo a convicciones
universales o a las que proporciona la conciencia”.1868 En general, debe
intentar establecer una línea de contacto inmediata, una praxis comuni-
cativa siempre abierta a las diferentes culturas, valores y opiniones so-
ciales  para  que  su  función  sea  un  proceso  autorreflexivo  que  entiende  a  la  
1863 Guastini, Riccardo, “La jurisprudencia, interpretación y creación del derecho”,
en Váquez, R. (comp.), cit., nota 126, p. 32. También Loewenstein, Karl, op. cit., nota
1231, p. 204.
1864 Galindo, Fernando, op. cit., nota 1114, p. 166.
1865 Esser, Josef, op. cit., nota 1790, p. 46.
1866 Saavedra López, Modesto, “La jurisprudencia, interpretación y creación del dere-
cho”, en Vázquez. R. (comp.), Interpretación jurídica y decisión judicial, cit., nota 126,
pp. 96-98 y 100-101.
1867 Ibidem, p. 87.
1868 Galindo, Fernando, op. cit., nota 1114, p. 167.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 547

Constitución como una convención fundacional y esto le permita obtener


el consenso social necesario en sus pronunciamientos.1869 La labor que le
ha sido encomendada únicamente se explica en virtud de este “continuo
diálogo”. Como escribe Bachof, el juez debe estar con las partes litigan-
tes en el proceso, con los colegas del tribunal, con el mundo jurídico
especializado, con la ciencia, el pueblo, la opinión pública, en comuni-
cación constante y permanente.1870 La “audiencia del intérprete” debe
implicar a toda la comunidad jurídica y no sólo a “audiencias concretas”.
Las interpretaciones solitarias, cerradas a las sugerencias o expectativas
que procedan de la sociedad, incapaces de confrontación, son hostiles a
la Constitución y pueden causar, por la exclusión de pareceres y puntos
de vista, un distanciamiento de los individuos y grupos de las sedes jurí-
dicas de decisión. En suma, la atención a las expectativas sociales y, en
general, a la intersubjetividad, está implícita en la naturaleza de la Cons-
titución y de la justicia constitucional.1871
Bajo este entendimiento, las formas de participación se amplían, los
jueces aparecen como la voz de la comunidad que realiza la interpreta-
ción de las normas tomando en cuenta la fuerza normativa de las opinio-
nes de todos y, por tanto, su actividad queda muy estrechamente ligada a
vínculos sociales. Estos vínculos, que expresan la recíproca interacción
entre los operadores jurídicos y el auditorio al que se dirige el discurso,
son la única manera que tienen las decisiones judiciales para persuadir,
convencer, ganar en autoridad y representar un consenso ideal, que se
obtiene, como dice Saavedra, cuando se llega a la creencia de que la
decisión tomada puede ser aceptada y asumida por todos, que merece el
1869 Esta forma de concebir la actividad de la Corte es de Günter Frankenberg y está
recogida en Rusconi, Gian Enrico, op. cit., nota 1668, p. 287. También Canosa Usera,
Raúl, op. cit., nota 56, pp. 52 y 53. Cappelletti señala que es necesaria una amplia par-
ticipación dentro de los procesos constitucionales. Así dice: “sólo un marcado carácter
participativo de la justicia constitucional puede proteger a sus jueces de la acusación de
antidemocraticidad que tantas veces se les ha dirigido”. Cappelletti, Mauro, op. cit.,
nota 246, p. 293.
1870 Bachof, Otto, “La jurisprudencia, interpretación y creación del derecho”, en
Vázquez, R. (comp.), cit., nota 126, p. 60. Como escribe Nino de forma contundente:
“parece  reflejar  una  suerte  de  elitismo  epistémico  inaceptable  presuponer  que  unos  seño-
res, por más ilustrados que sean, pueden llegar a conclusiones valorativas correctas en la
soledad de sus despachos y bibliotecas, sin participar en el proceso de discusión pública
con todos los interesados en una u otra decisión y sin que su decisión sea revisada en ese
proceso de discusión pública”. Nino, Carlos Santiago, op. cit., nota 161, p. 209.
1871 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota nota 1652, pp. 165, 174 y 176.
548 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

reconocimiento social y la adhesión de los implicados.1872 Ésta es una


de las formas en que se expresa el “imperio de la sociedad”, ya que los
jueces no pueden dar “forma concreta a la moral pública” sin conside-
rarla a ella misma. El control social que se ejerce sobre su actividad in-
terpretativa es “esencial en el campo del derecho”1873 por lo que están
obligados a considerar las opiniones y los intereses de aquellos a los
que la decisión afecta, sobre la base de la igualdad de las personas. Es
más, están obligados a procurar que sus decisiones gocen de un amplio
consenso social, una “aceptabilidad sustancial” para que cumplan las
expectativas de la colectividad y sean legítimas.1874  Lo  que  significa,  en  
pocas palabras, que sus resoluciones no pueden ir contra la moralidad
válida ampliamente aceptada por la sociedad, por el contrario, esta es un
criterio orientativo en la realización de su actividad y un principio regu-
lativo del razonamiento práctico1875 que implica un importante momento
de comunicación, control y legitimidad de los motivos de la decisión 1876
y un importante límite a la arbitrariedad que, aunque afecta la autono-
mía de los jueces, no afecta su independencia.1877 Angiolini lo dice con
suma  precisión:  “l’aspirazione  alla  “verita”  scientifica,  insomma,  no  va  
espunta dall’interpretazione giuridica, ma va rimessa al dialogo sponta-
neo tra gli interpreti”.

1872 Saavedra, Modesto, op. cit., nota 247, p. 100.


1873 Aarnio, Aulis, op. cit., nota 1854, p. 114.
1874 Pérez Luño, Antonio A., op. cit., nota p. 258. Aarnio, Aulis, op. cit., nota p. 52. La
importancia del elemento consenso como subyacente en la legitimidad de las decisiones
judiciales se encuentra reiterado por Lucas, Javier de y Vidal, Ernesto, op. cit., nota 939,
pp. 17, 19 y ss. Son también muy expresivas al respecto las palabras de García de Ente-
rría, Eduardo, quien considera que la última legitimación de la justicia constitucional se
encuentra en el “Tribunal de la Historia”, en el “plebiscito diario” “sobre el que una comuni-
dad se asienta por la comunión en ciertos principios”. Esta idea en op. cit., nota 4, p. 203.
1875 Aarnio, Aulis, op. cit., nota 194, p. 37; id., “La respuesta correcta única y el prin-
cipio de la mayoría”, cit., p. 67.
1876 Zagrebelsky, Gustavo, op. cit., nota 1652, p. 165.
1877 Al   respecto   puede   recordarse   que   Kelsen,   con   gran   claridad   afirmaba   que   la   in-
dependencia del juez consistía “en no estar jurídicamente obligado, en el ejercicio de
sus funciones, por ninguna norma individual (orden) de otro órgano, en particular de un
órgano superior o perteneciente a otro grupo de autoridades, y en no estar vinculado, por
tanto, más que exclusivamente a las normas generales y esencialmente, a las leyes y a los
reglamentos”. Kelsen, Hans, op. cit., nota 73, p. 121.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 549

G. El juez y la práctica estatal

Brevemente diremos que como consecuencia de la apertura funcio-


nal de la Constitución, que implica, como ya dijimos en el capítulo
primero de este trabajo, la existencia de situaciones estructurales de
tensión dentro de la misma, la propia norma básica reconoce el derecho
de participar de su interpretación vinculante a todos los órganos consti-
tucionales lo que constituye una “base metodológica para el reconoci-
miento de la praxis estatal como criterio de interpretación”. 1878 Esto
quiere decir, concretamente, que el órgano jurisdiccional no puede ignorar
las interpretaciones unánimes que realicen de una norma constitucional los
órganos estatales; estos generan prácticas y convenciones a veces de
trascendencia  mayor  en  lo  que  se  refiere  a  la  interpretación  de  la  Cons-
titución  que  la  que  puede  fijar  el  juez  constitucional. 1879
Para Bachof, quien sigue a Jellinek, ésta es una forma en que se ex-
presa   la   función   normativa   de   lo   fáctico   que   se   justifica,   sobre   todo,  
en caso de las normas de competencia, puesto que cuando una nor-
ma  de  este  tipo  es  ambigua,  “una  competencia  ejercida  pacíficamente  
durante  años,  podrá  pretender  que  ha  completado  y  definido  la  norma  
originariamente abierta en determinado sentido y con un contenido de-
terminado con el resultado de que también un tribunal puede y debe
considerar este ejercicio de competencia como constitucional, aún en
caso de que tenga ciertas dudas respecto del ejercicio originario de la
competencia”.1880 Esto indica que debe reconocerse una especie de pre-
sunción de constitucionalidad de la práctica estatal basada en la labor
de interpretación de las normas constitucionales que realizan todos los
órganos estatales en el ejercicio de sus funciones. También Jiménez
Campo,   aunque   refiriéndose   sólo   a   la   órbita   judicial,   reconoce   lími-
tes “institucionales” a la labor de interpretación realizada por el juez
constitucional, pero para él estos límites no tendrían como fundamento
la vinculación a la labor realizada por otro órgano sino la conservación
de la certeza del derecho. La interpretación de la ley que realiza el juez
constitucional, dice, debe considerar necesariamente, el entendimiento
previo  que  la  jurisdicción  ordinaria  tenga  acerca  de  su  significado,  la  que  

1878 Schneider, H. P., op. cit., nota 1, p. 62.


1879 Alonso García, Enrique, op. cit., nota 422, pp. 179 y 180.
1880 Bachof, Otto, op. cit., nota 100, pp. 15 y 16.
550 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

está por encima de cualquier otra construcción lógica que sobre la norma
enjuiciada pudiera realizar el mismo órgano de control. Este no puede
romper con el entendimiento constante de la ley que poseen los jueces
ordinarios  y,  por  tanto,  dicho  significado  se  impone  en  el  momento  de  la  
realización de su labor. De otra forma podrían existir dentro del ordena-
miento normas contrapuestas: la arraigada en la jurisprudencia y la pues-
ta por el juez constitucional.1881 Todo lo anterior supone una pauta más de
autocontrol para el juez ya que tiene prohibido desconocer interpretacio-
nes unánimes de la Constitución realizadas por los órganos estatales.1882

H. El self restraint

Pero en ocasiones, como enseña Schneider, ni la aplicación de criterios


hermenéuticos como los que hemos señalado puede impedir cierto acti-
vismo judicial. Por ello se reclama, junto a la aplicación de rígidos méto-
dos interpretativos, “contención, moderación y una autolimitación judi-
cial, no imperativa e implícita”1883. Es decir, las reglas sobre el modo de
operar de los órganos jurisdiccionales están necesitadas, para evitar que
estos  se  impongan  sobre  otros  órganos  estatales  interfiriendo  en  su  esfera  
de competencia, de su propia autolimitación, misma que surge como re-
gla de conducta que expresa la dialéctica que existe entre la posibilidad
de poder llegar a resultados que rebasen lo permitido y la continencia
respecto a ciertos asuntos.1884 Como dice Luther: “a la inapelabilidad de
las decisiones de la Corte corresponde un deber institucional de la Corte
como juez único de los propios poderes constitucionales de proceder con
la máxima responsabilidad y sensibilidad para con los principios y las
reglas constitucionales sustanciales”.1885
Lo anterior parece indicarnos que la participación activa o expansiva
de la justicia constitucional queda en manos del propio juez ya que el self
restraint no es un límite objetivo que explique y prescriba su actividad,1886
en el mejor de los casos, como señala Böckenförde, el único criterio de

1881 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 83, p. 190.


1882 Schneider, H. P., op. cit., nota 1, p. 63.
1883 Schneider, H. P., “Jurisdicción constitucional y separación de poderes”, cit., p. 199.
1884 Elia, Leopoldo, op. cit., nota 704, p. 229.
1885 Lüther, op. cit., nota 1569, pp. 5 y 6.
1886 Aja, Eliseo y González Beilfuss, Markus, op. cit., nota 457, p. 289.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 551

comportamiento que guía su conducta es su ética profesional; así, dice


este autor: “nadie, salvo el mismo juez con su ethos y sentido de respon-
sabilidad,  puede  ofrecer  la  garantía  de  ejercitar  su  oficio  como  lo  exigen  
la Constitución y la ley. Aquí se revela un nexo sistemático entre dere-
cho y moral”1887 ya que todo se funda en la virtud del controlador. Desde
esta visión, el mismo juez debe trazar sus fronteras lo que supone eleva-
das exigencias a su capacidad y el traslado del problema al campo de la
dogmática jurídico constitucional y del método judicial “allí permanece
de forma puramente subjetiva, sin parámetro aprehensible y consecuen-
temente sin poder ser objetivada. El resultado sería el tener que estar a
cada caso, según la valoración subjetiva del ímpetu moral, pero sin un
principio demostrable”.1888 Es claro que, como dice Simon, no se ayuda
mucho a los jueces con apelaciones generales a la virtud y en esta cons-
trucción todo queda al pragmatismo. Quizá por ello dice Rubio Lloren-
te que la existencia de esta regla de conducta representa una confesión
de impotencia e incluso un germen de negación del constitucionalismo
como pretensión de organizar un gobierno de leyes.
En este tema tan delicado debemos partir señalando, para tratar de
ser congruente con todo lo dicho hasta aquí, que la forma de actuar del
órgano de control constitucional tiene una íntima conexión con sus fun-
ciones dentro del Estado1889 y el conocimiento de las mismas constituye
una cuestión sustantiva si pretendemos determinar y preservar la posi-
ción jurídica y política que le corresponde. En virtud de su posición ins-
titucional, el reducido poder político que tiene, como señala Schneider,
es mayor cuanto menos lo despliega. Su autoridad reside, como hemos
dicho  antes,  en  su  comportamiento  prudente,  pacificador  y  en  la  obser-
vancia estricta de los límites que le impone la Constitución. En esta se
encuentran múltiples principios y normas que le exigen moderación y
continencia, entre los que podemos anotar la unidad de acción estatal, la
cooperación entre los distintos órganos del Estado, el principio de divi-
sión de poderes y el deber de respetar la acción de los otros centros de
poder institucional.1890 En el despliegue de sus competencias el órgano
de control debe necesariamente considerar las peculiaridades del objeto a
1887 Rusconi, Gian Enrico, op. cit., nota 1668, p. 287.
1888 Böckenförde, Ernest-Wolfang, op. cit., nota 1485, p. 132.
1889 Quadra, Tomás de la, op. cit., nota 68, p. 34.
1890 Carrió, Genaro R., “Una defensa condicionada de la judicial review”, Fundamen-
tos y alcances del control judicial de constitucionalidad, Madrid, CEC, 1991, p. 146.
552 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

interpretar y la posición de primacía del legislador en la conformación de


la vida política de la comunidad, por lo que la autodisciplina judicial es,
fundamentalmente, consecuencia del carácter abierto de la Constitución
y de la posición del legislador dentro del Estado, en suma, del principio
de separación de poderes.
Esto no implica que éste principio sea un postulado genérico de sub-
ordinación; la defensa y protección de la Constitución y los derechos
fundamentales  exigen  una  firme  ingerencia  e  inmediata  y  decidida  inter-
vención que en ocasiones puede ser, como enseña Hesse, contraria a la
continencia  “incluso  a  riesgo  de  conflicto  con  uno  u  otro  de  los  poderes  
públicos”.1891 No se puede permitir que esta norma de actuación se con-
vierta, como observa Bayón, “en sinónimo de pasividad, de dejación de
funciones por parte de un juez que, actuando sólo cuando se viola el sig-
nificado  explícito  de  la  Constitución,  se  cruza  de  brazos  cuando  se  con-
tradice  el  significado  implícito  de  la  misma”.1892 La discusión de la con-
veniencia  del  self-­restraint,  como  afirma  Habermas,  no  puede  realizarse  
en  abstracto;;  si  la  actividad  del  Tribunal  está  dirigida  a  la  configuración  
de un sistema de derechos, y, como dijimos, estos actualmente se pre-
sentan como principios, una posición activa de éste no sólo es necesaria
sino que está normativamente exigida para la adecuada garantía de los
mismos.  La  autolimitación  de  los  jueces  no  es  definitiva,  ni  constante,  ni  
se da en todos los casos, incluso, se ha comprobado que es la oscilación
la  que  califica  la  actitud  de  la  jurisprudencia  frente  a  la  ley.  Lo  que  el  Tri-
bunal debe buscar es el equilibrio entre su posición creadora y el respeto
del ámbito de libertad política del legislador.1893 Su objetivo debe ser
no interferir en la voluntad de legislativo pero al mismo tiempo impedir
que se violen los límites impuestos por la Constitución. Como escribe
Cappelletti: “La audacia o el restraint del Tribunal Constitucional (o de
otros tribunales) derivará, en cada caso, de razones prácticas de posibili-
dad, de efectividad, de reacciones posibles, por parte de los otros poderes
públicos  o  de  centros  más  o  menos  oficiales  de  poder.  De  la  reacción,  en  

1891 Schlaich, Klaus, op. cit., nota 276, p. 583; Hesse, K., “Estadios en la historia...”,
cit., nota 874, p. 561.
1892 Bayón, Juan Carlos, op. cit., nota 1597, p. 141.
1893 Aragón, Manuel, op. cit., nota 408, p. 35; Habermas, Jürgen, op. cit., nota 11, p.
354.  Para  Alexy,  no  es  de  mucha  ayuda  el  principio  del  self  restraint  en  lo  que  se  refiere  
al equilibrio entre las competencias del tribunal constitucional y el legislador. Alexy,
Robert, op. cit., nota 415, p. 527.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 553

fin,  de  la  opinión  pública  y  de  los  mass media. No derivará, por tanto, de
razones puramente conceptuales”.1894
Señalar que la autodisciplina judicial es consecuencia metodológica
del “carácter abierto, estructural, funcional y material del Derecho Cons-
titucional”,  implica  afirmar  que  no  es  añadida  a  la  norma  básica  desde  
fuera, como elemento subjetivo ajeno a su esencia, sino que proviene de
la estructura normativa de la propia Constitución, de sus dimensiones e
indeterminación de contenido.1895 Con la misma visión, Prieto Sanchís
afirma  que  los  derechos  y  valores  de  la  Constitución  son  la  pauta  para  
que  el  mismo  Tribunal  fije  los  límites  en  que  debe  desenvolver  su  acti-
vidad.1896 Si esto es así, escribe Schneider, los límites funcionales más
importantes de la jurisdicción constitucional se encuentran en el ámbito
del derecho constitucional material por lo que no es en los métodos de
interpretación sino en la Constitución misma donde hay que buscar di-
chos límites. Esto resulta muy importante reconocerlo porque si se acepta
la existencia de una estrecha relación entre la Constitución y la forma
de actuar del órgano de control, el activismo judicial puede conducir al
estrechamiento del contenido material de las normas constitucionales,
a  la  reducción  de  su  flexibilidad  y  capacidad  de  evolución,  al  debilita-
miento de su fuerza normativa de cara al futuro y a la perdida de fuerza
objetiva de las resoluciones judiciales.1897
Esta perspectiva, además de que pretende reforzar el carácter norma-
tivo de la Constitución, exige al juez sensibilidad constitucional y con-
ciencia de la trascendencia política de sus decisiones y pugna por la re-
construcción de la interpretación constitucional desde una concepción
democrática,   encontrando   su   justificación   en   el   principio   de   la   libertad  
del  legislador  para  definir,  dentro  del  marco  constitucional,  las  opciones  
políticas.1898 El Tribunal debe renunciar a intervenir en el ámbito de la

1894 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 246, p. 291.


1895 Schneider, Hans Peter, “Constitución y método. Interpretación constitucional desde
el punto de vista teórico”, cit., pp. 58 y 59; id., “Continencia judicial y estructura nor-
mativa abierta del derecho constitucional”, en López Pina (ed.), División de poderes e
interpretación..., cit., nota 39, p. 73.
1896 Prieto Sanchís, Luis, op. cit., nota 1507, p. 84.
1897 Schneider, H. P., op. cit., nota 1895, p. 75.
1898 Rodríguez Bereijo, Alvaro, op. cit., nota 922, p. 378; Quadra, Tomás de la, op. cit.,
nota 68, p. 34; Schneider, H. P., “Constitución y método. Interpretación constitucional
desde el punto de vista teórico”, cit., pp. 53-55.
554 UNA CORTE DE JUSTICIA PARA LA CONSTITUCIÓN

libre   configuración   política   porque   la   Constitución   lo   ha   dejado   cons-


cientemente abierto para la intervención de los órganos políticamente
conformadores.1899 El primado de la política tiene su paralelo en la re-
gla de abstinencia o autorrestricción por parte de los jueces que deben
ser respetuosos del ámbito privativo que corresponde al legislador.1900
El desarrollo político de la Constitución pertenece a los órganos polí-
ticos constitucionales y los tribunales deben dejar a estos libertad para
ejercerlo evitando tomar ellos mismos parte activa en la política. Esta
actitud de moderación frena los peligros de una colisión institucional,
como escribe Pizzorusso, contribuye a reducir las objeciones a la fa-
cultad de control y a aumentar el prestigio y autoridad del Tribunal que
necesita legitimarse de forma permanente y continuada a través de su
propia actuación frente al legislador democrático. La autolimitación es
una garantía del respeto al legislador pero también una garantía de su
propia autoridad, que en última instancia es lo que asegura la sujeción del
legislador a sus sentencias.1901 Esta autorrestricción también provoca que
las fuerzas políticas confíen en los tribunales y respeten y cumplan todas
sus resoluciones ya que, como señala Öehlinger, el carácter efectivo de
la jurisdicción constitucional se basa en gran parte en la recíproca con-
fianza  que  exista  entre  el  órgano  de  la  justicia  constitucional  y  el  Poder  
Legislativo.1902 Todo lo anterior nos lleva a sostener que el propio órgano
de control tiene que asumir, consciente y deliberadamente, una tenden-
cia hacia el autocontrol con el objeto de “dejar margen al legislador para

1899 Stern, Klaus, op. cit., nota 26, p. 297. También de Borja López-Jurado Escribano,
F. de, “La formulación de criterios de interpretación de la Constitución en la doctrina
alemana: parámetros de admisibilidad”, REDC, Madrid, núm. 34, 1992, p. 115.
1900 Jiménez Campo, Javier, op. cit., nota 108, p. 22.
1901 Pibernat Domenech, Xavier, op. cit., nota 462, pp. 78 y 83.
1902 Pero no todo es responsabilidad de los órganos jurisdiccionales. La incidencia de
la justicia en los procesos políticos en Estados con Constitución abierta en los que son
muy amplios los “márgenes de incidencia” depende no sólo del autocontrol de aquellos
sino también de la continencia, responsabilidad y porque no decirlo, la “virtud”, que
cada  uno  de  los  poderes  del  Estado  que  participan  en  el  proceso  político  manifieste  en  el  
cumplimiento  de  sus  funciones  ya  que,  como  señala  Rusconi,  la  juridificación  de  la  polí-
tica no es sólo imputable al activismo de los jueces, sino también al comportamiento de
los políticos. El legislador no puede aprovecharse de la ambigüedad de la formulación
de las normas constitucionales para acusar de inconstitucionalidad a cualquier norma
aprobada por la mayoría pues este proceso se convertiría en un instrumento continuador
de la lucha política parlamentaria.
JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA 555

que con libertad desarrolle la Constitución”. Como escribe Pardo Falcón,


la primera regla de las relaciones entre el Parlamento y la jurisdicción
constitucional es el self restraint por parte de esta última y esto implica
dejar a los órganos constitucionales mayor autonomía y renunciar a hacer
política.1903 El self restraint puede considerarse, en consecuencia, un sig-
no de prudencia para no tomar decisiones arriesgadas o como una regla
sociológica que impulsa a los tribunales a llegar sólo hasta el punto en
que su decisión será políticamente admisible.1904

1903 Como señala Fix, “la actuación serena y objetiva de los jueces constitucionales, in-
clusive a través de una autolimitación muy equilibrada, ha determinado el éxito extraor-
dinario que han alcanzado los tribunales constitucionales”. Fix-Zamudio, Héctor, op. cit.,
nota 351, p. 153; Pardo Falcón, Javier, “Parlamento y juez constitucional en Francia: ¿un
modelo de relaciones diferente o simplemente peculiar?”, trad. de P. J. Hernando García,
en I Vall Pau (coord.), Parlamento y justicia constitucional en el derecho comparado,
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también debe ser de los actores políticos legitimados para interponer el recurso, que deben
evitar, como señala Rubio, la tentación de utilizar la vía del Tribunal para resolver proble-
mas políticos que sólo políticamente deben ser resueltos “y tengan presente que al llevar
un asunto ante el Tribunal Constitucional no sólo debe tenerse en cuenta la posibilidad de
que el asunto en sí sea soluble por vía jurídica, sino también la inconveniencia de obligar
al Tribunal a tomar decisiones sobre problemas que, aún planteados en términos jurídicos
y susceptibles quizá de ser resueltos jurídicamente, tienen una carga política de tal natura-
leza que inevitablemente han de llevar a considerar como decisión política la decisión del
Tribunal, erosionando con ello su autoridad”. Rubio Llorente, Francisco, “Del Tribunal de
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