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La historia de
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RABBI T

Beatrix Potter
Coordinadora de Literatura: Karina Echevarría
Corrector: Mariano Sanz
Coordinadora de Arte: Natalia Otranto
Diagramación: Ana G. Sánchez
Título original: The Tale of Peter Rabbit
Traductora: Evelia Romano

Potter, Beatrix
La historia de Peter Rabbit / Beatrix Potter. - 1a ed. - Boulogne : Estrada,
2018.
48 p. ; 19 x 14 cm. - (Azulejitos ; 40)
Traducción de: Evelia Romano.
ISBN 978-950-01-2275-7
1. Narrativa Infantil Inglesa. I. Romano, Evelia, trad. II. Título.
CDD 823.928

© Editorial Estrada S. A., 2018


Editorial Estrada S. A. forma parte del Grupo Macmillan.
Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Internet: www.editorialestrada.com.ar
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
Impreso en Argentina. / Printed in Argentina.
ISBN 978-950-01-2275-7
Beatrix Potter
La historia de

Peter Rabbit
É
rase una vez cuatro conejitos, sus nom-
bres eran: Flopsy, Mopsy, Cottontail y
Peter.

Vivían con su madre en el tronco de un abeto


muy grande.

- Ahora, queridos míos, dijo la Sra. Conejo una


mañana, podéis ir al campo o al sendero
a jugar, pero no vayáis al jardín del
Sr. McGregor. -Vuestro padre se
acercó por allí y terminó en el
plato de la Sra. McGregor.

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Entonces, la Sra. Conejo se marchó con su ca-
nastilla y su paraguas a la panadería. Com-
pró una barra de pan integral y cinco bollos
de grosellas.

Mientras tanto, Flopsy, Mopsy y Cottontail,


que eran unos buenos y obedientes conejitos,
bajaron por el sendero a recoger moras
pero..

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Peter Rabbit, que era muy travieso, no pudo evi-
tar la tentación y corrió de inmediato al jardín
del Sr. McGregor.

Allí comió lechugas y judías ver-


des; y luego comió unos rábanos.
Se llenó tanto su barrigui-
ta que fue a buscar perejil
para hacer mejor la digestión
pero antes de que diera un mor-
disco al perejil vio las piernas del

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Sr. McGregor que estaba plantando
coles.

Enfurecido, el señor MacGreggor co-


rrió tras Peter agitando un rastrillo y
gritando:

- “¡Detengan al ladrón!”

Peter Rabbit estaba terriblemente


asustado, corrió por todo el jardín tan
rápido como pudo, sin conseguir salir
de él porque había olvidado el camino
de regreso a la puerta.

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Perdió uno de sus zapatos entre
las coles y el otro entre las pata-
tas pero siguió corriendo cuatro
patas mucho más rápido, por lo
que pensó que podría haberse
escapado de aquel hombre.

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Sin embargo, de pronto se topó con una red de grosella
espinosa y los botones de su chaqueta
quedaron enredados en ella.

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Peter Rabbit se dio por perdido
y comenzó a llorar a mares, sin
embargo, antes de que el señor
McGreggor le atrapara, unos
amistosos gorriones que ha-
bían presenciado todo, volaron
hacia él y le imploraron que
dejara de llorar y se esforzara
en zafarse de aquella planta.

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Con energías renova- a girarasla vuelta con
das, Peter consiguió cuidado, miran- do
escapar de la intrincada debajo de cada
red de la grosella antes una de
dejando la chaque- ellas.
ta enganchada en la
planta. Corrió al cober- En ese
tizo de herramientas y momento,
saltó dentro una lata. Peter es-
El señor McGreggor tornudó:
entró en el cobertizo
bastante seguro de que
Peter estaba allí, qui- “¡Aaaaachús!”
zás escondido debajo de
una maceta. Comenzó

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¡Le había descubierto otra vez!

El Sr. McGregor fue tras él y trató de poner


su pie sobre Peter, quien saltó por una venta-
na, volcando tres plantas. La ventana era de-
masiado pequeña para el Sr. McGregor quien
estaba cansado de correr detrás de Peter y vol-
vió a su trabajo.

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Peter Rabbit se sentó a descansar;
estaba sin aliento y temblando de
miedo, y no tenía la menor idea de
qué camino tomar.

Después de un tiempo, encontró una


puerta en una pared; pero estaba ce-
rrada y no había espacio para que
un conejo gordito como él gordo se
metiera debajo.

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Un viejo ratón entraba y salía co-
rriendo por el umbral de piedra,
llevando guisantes y frijoles a su fa-
milia en el bosque. Peter le preguntó el
camino a la puerta, pero ella tenía un
guisante tan grande en la boca que no
pudo responder. Ella solo negó con la
cabeza. Petercomenzó a llorar.

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Peter siguió tratando de encontrar su
camino de vuelta a través del jardín,
pero se sintió cada vez más descon-
certado.
Volvió hacia el cobertizo de herramien-
tas, pero de repente, muy cerca de él,
escuchó el ruido de una aza-
da: scritch, scratch, scratch,
scritch. Lo primero que vio
fue al Sr. McGregor ca-
vando cebollas. Estaba
de espaldas a Peter, y más
allá de él estaba la puerta...

¡por fin!
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Peter comenzó a correr lo más rá-
pido que pudo, por un camino recto
detrás de unos arbustos de grosellas
negras. El Sr. McGregor lo vio en la
esquina, pero a Peter no le impor-
tó. Se deslizó por debajo
de la puerta y por fin
estuvo a salvo en el
bosque fuera del jar-
dín y no dejó de correr ni
miró hacia atrás hasta
que llegó a su casa.

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Estaba tan cansado que se dejó caer sobre la are-
na suave y agradable del suelo de la madriguera
y cerró los ojos. Su madre estaba ocupada coci-
nando; se preguntó qué habría hecho con su ropa.
¡Era la segunda chaqueta pequeña y el segundo
par de zapatos que Peter había per-
dido en quince días!

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Siento tener que decir que a Peter no le
fue muy bien durante la noche.

“Una cucharada debe tomarse a la hora


de acostarse.”

Su madre lo puso a la cama, e hizo un poco de té de manzanilla; y


le dio una dosis de ella a Peter!

Peter Rabbit no se encontró muy bien aquella


tarde, su madre le acostó y le preparó una
infusión de manzanilla, mientras, sus her-
manos Flopsy, Mopsy y Cottontail tuvieron
pan, leche y moras para cenar.

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FIN

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Beatrix Potter
La historia de

Peter Rabbit
Mamá coneja les dice a sus hijos que no se
acerquen al jardín del señor Macgregor.
Pero Peter es muy desobediente y le encanta
comer verduras bien frescas....

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