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Mabel Burin Irene Meler GENERO Y FAMILIA Poder, amor y sexualidad en la construccion de la subjetividad » PAIDOS Buenos Aires ‘Bareelona México yf Ay 8 pg! al my e DIOS DE GENERO. RESENA HISTORICA | Mabel Burin El término “género” circula en las ciencias sociales y en los discursos con una acepeién espeeifiea y una intencionalidad ex- plicativa. Dicha acepcién data de la década del '50, cuando el in- vestigador John Money (1955) propuso el término “papel de género” (gender role] para deseribir el conjunto de conduetas atri- J” buidas a los varones y las mujeres. Pero ha sido Robert Stoller (1968) quien establecié més nitidamente la diferencia conceptual entre sexo y género, basdndose en sus investigaciones sobre ni- ios y nifias que, debido a problemas anatémicos congénitos, ha- Dian sido educados de acuerdo con un sexo que no se eorrespondia con el suyo. La idea general mediante la que se diferencia “sexo” de “género” es que el sexo queda determinado por la diferencia sexual inserita en el cuerpo, mientras que el género se relaciona (con los significados que eada sociedad le atribuye. Seguin lo plan- ‘ea Gomariz (1992), de manera amplia podria aceptarse que son teflexiones sobre género todas aquellas que se han hecho a lo lar- go de la historia del pensamiento humano acerca de los sentidos ¥ las consecuencias sociales y subjetivas que tiene pertenecer a ‘uno u otro sexo, por cuanto esas consecuencias, muchas veces entendidas como “naturales”, no son sino formulaciones de géne- ro, Asi, se puede hablar de forma amplia de los Estudios de Gé- nero para referirse al segmento de la produceién de conocimientos que se han ocupado de este émbito de la experiencia humana: las significaciones atribuidas al hecho de ser varén o ser mujer en cada cultura y en cada sujeto. 19 Una de las ideas centrales, desde un punto de vista descrip- tivo, es que los modos de pensar, sentir y comportarse de ambos géneros, més que tener una base natural e invariable, se deben ‘a construcciones sociales y familiares asignadas de manera di- ferenciada a mujeres y a hombres. Por medio de tel asignacién, 8 partir de estadios muy tempranos en la vida de cada infante humano, unas y otros incorporan ciertas pautas de configura- cién psiquica y social que dan origen a la feminidad y la mascu- linidad. Desde este criterio descriptivo, el género se define como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conduetas y actividades que diferencian a mujeres y a hombres. Tal diferenciacién es producto de un largo proceso histérico de construceién social, que no sélo produce diferencias entre los géneros femenino y masculino, sino que, a la ver, estas diferen- cias implican desigualdades y jerarqufas entre ambos. Los es- tudios de género utilizan una perspeetiva de andlisis de las diferencias en general, que denuncia la légica binaria con que se perciben, en este caso la diferencia sexual. Mediante esta légica binaria la diferencia es conceptualizada, en términos “0 el uno ool otro”. El quo se encuentra en el lugar —> de Uno ocupa una posicidn jerérquica superior, en tanto el Otro queda desvalorizado, Mediante esta operacién légica, en la que sélo habria lugar para Uno, el Otro ocuparia una posicién desjerarquizada. Asi Uno estard en la posicién de sujeto, mien- tras que el Otro quedaré en posicién de objeto. Esta logica de la J diferencia es desconstruida en los Estudios de Género, donde se hace visible que esas oposiciones y jerarquias no son naturales sino que han sido construidas mediante un largo proceso hist6- rico-social. En este texto analizaré las marcas que deja el orde- namiento de la desigualdad entre los géneros, en la construecién de la subjetividad, femenina y maseulina. El “género” como categoria de andlisis tiene varios rasgos caracteristicos: 1. Es siempre relacional, nunca aparece deforma sislada sino | mareando su conexién. Por ello, cuando me refiero a los Estu- dios de Genero siempre aludo a los que remiten a las relaciones entre el género femenino y el género maseulino. Hasta ahora, en los Estudios de Género se ha puesto énfasis en que tales rela- ciones son de poder (para Jane Flax [1990] se trata de relacio- 20 nes de dominacién). La mayoria de los estudios se han centrado en la predominancia del ejercicio del poder de los afectos en el ‘género femenino y el poder racional y eeonémico en el género masculino, Para estos fines, interesa analizar cémo se estable- | cen estas relaciones de poder dentro del ambito farniliar y las huellas que dejan en la eonstruecién de la subjetividad femeni- nay maseulina. 2. Otro rasgo de la categoria género para tener en cuenta es “~ que se trata de una construceién histérico-social, 0 sea que se fue produciendo a lo largo del tiempo de distintas maneras. Algu- nas historiadoras, como R. Pastor (1994) sefialan que el diseur- 80 histérico ha implicado relaciones de subordinacién en las significaciones del género, con un peso muy importante otorga- do a institueiones tales como religiGn, criterios médicos y cien- tificos, y aparatos juridicos. 3. Otro rasgo es que la nocién de género sucle ofteeer difi- “~ cultades cuando se lo considera un concepto totalizador, que vuelve invisible la variedad de determinaciones con que nos construimos como sujetos: raza, religién, clase social, etcétera. | tucidn de nuestra subjetividad; por lo tanto, ef género jamas aparece en forma pura sino entrecruzado con estos otros aspec: tos determinantes de la subjetividad humana. Algunas criticas que, desde la perspectiva del género, se hacen a las disciplinas que enfocan conflictos familiares y de la construecién de la subjetividad se refieren a los prin- cipios esencialistas, biologistas, ahistoricos e individualistas. Esencialistas son las respuestas a la pregunta “quién soy?” y “qué soy?", suponiendo que existiera algo sustancial e inmuta- ble que responderia a tales inquietudes. Esta pregunta podria formularse mejor para lograr respuestas mas enriquecedoras, por ejemplo “zquién voy siendo?”, con un sentido constructivista, Los eriterios biologistas responden a estos interrogantes basén- dose en el cuerpo, y asf asocian fundamentalmente la sujeto mujer a la capacidad reproductora. Este eriterio biologista su- pone que ser mujer es tener cuerpo de mujer, del cual se deriva- rfan supuestos instintos tales como el maternal, el de brindar 21 cuidados, el de nutrir, y otros. Los principios ahistéricos niegan que alo largo de la historia los géneros hayan padecido notables ‘cambios, especialmente el fermenino, en su posicion social, poli- tica, econémica, ¢ implicado profundas transformaciones en su subjetividad; por el contrario, suponen la existencia de un “eter- no femenino” inmutable a través del tiempo. Los criterios indi- vidualistas aislan a las mujeres del eontexto social, y suzonen que cada mujer, por separado y seguin su propia historia indivi- dual, puede responder acerea de la construccién de su subjeti- vidad. Si bien me centraré sobre eémo incide la perspectiva del gé- nero en las diversas configuraciones familiares y vinculares, y sobre la construccién de la subjetividad sexuads, femenina 0 masculina, no deberia dejar de mencionar que la perspectiva del género esta ligada a otros campos de aplicacién, por ejemplo, la educacién, la legislacién, las préctieas médicas, lo eual permiti- ré ampliar la perspectiva de dénde y cmo poner a operar los conocimientos de género en las diversas disciplinas. ANTECEDENTES DE LOS ESTUDIOS DE GENERO Diversos autores han hecho criteriosos relevamientos que permiten sefialar ciertas periodizaciones, Entre ellos, Gomariz (2992) afirma que los primeros antecodentes de estos estudios se refieren a la condicién social de las mujeres. Ya habia enun- ciados de Platén y de Aristételes acerea de la *inferioridad” fe- menina en contraposicién a la “superioridad” masculina, pero fue a partir de la Revolucién Francesa y la Tlustracién (siglos XVII y XVID cuando surgieron con énfasis en Europa, y mas adelante en Estados Unidos, los valores de la modernidad, explicitados en los términos “igualdad, libertad, fraternidad”, A partir de esos principios, las mujeres comenzaron a reclamar sus derechos como ciudadanas, con variada suerte, ya que alre- dedor del siglo XX tales principios se les revelan esquivos, es- pecialmente a partir del imperio de la rigida moral vietoriana, predominante en Europa a partir de mediados del sigio pasado, con implicaciones politicas, religiosas y cientificas. La ineiden- cia de los valores victorianos en su époea fue de tal aleance, que 22 llevaron a representaciones sociales de las mujeres como ma- dres, esposas, virgenes (a partir de la concepcién marianista, imperante desde mediados del siglo pasado) o fragiles y procli- ves a la enfermedad (por ejemplo, en los estudios sobre la histe- ria iniciados en el siglo XIX). Como modo de resistencia a ‘semejante posicién social y familiar de las mujeres surgen algu- nas figuras femeninas que, integradas a los movimientos obre- ros, reclaman participacién social y econémica igualitaria y sostienen el derecho a la educacidn igualitaria para ambos sexos (como Flora Tristén en Latinoamérica). También surgen muje- rres que tienen peso y visibilidad en el mundo cultural, en la li- teratura y las ciencias, pero a menudo deben esconderse detras de nombres masculinos para dar a conocer su produceién, como en el caso de George Sand, cuyo nombre era Aurora Dupin. Hacia comienzos de este siglo, el clima intelectual fue hacién- dose més permeable a la idea de la igualdad de derechos de las mujeres, y fue adquiriendo peso el movimiento sufragista, que se habia iniciado a fines del siglo anterior y que reclamaba el derecho al voto para las mujeres. Junto con ese movimiento sur- ge otro contrario, que insiste en confirmar a la mujer en el con- texto familiar, y asociarla a la maternidad y al rol de esposa y de ama de casa. Esta posicisn fue refrendada por algunas de las ciencias sociales que comenzaron en esa época a analizar la di- ferencia sexual (Sociologia, Pedagogia, Antropologia). La Segun- da Guerra Mundial impulsa los movimientos de las mujeres, y crea coyunturas favorables contra la diseriminacién por razones de raza, religién o sexo, Con este impulso se extiende el derecho femenino al voto a los paises occidentales que atin no lo habian conseguido, incluidos los p: a Argentina. También hacia los afios '60 sunge en los paises anglosajones la llamada “segunda ola del movimiento femini ta” (a primera habia sido la de las sufragistas), eon algunos | antecedentes importantes como las reflexiones de Simone de | Beauvoir (1957) en El segundo sexo. Las primeras criticas de aquellas feministas se orientaban, en buena parte, a lo que con- sideraban rasgos de la opresién patriarcal, en particular la_| = dol hemisferio sur, entre ellos sexualidad femenina enclaustrada en la esfera familiar yen la) fanei6n reproductora, y consideraban a las mujeres factores de estabilidad o inestabilidad social a través de su insercién en la | 23 familia. Por esta época, observaciones antropolégicas de Lévi- ‘Strauss (1949) sugieren que la division sexual del trabajo es un producto cultural para provocar la dependencia entre los sexos. _ Hacia mediados de los afios 60 surgen nuevos movimientos sociales, especialmente en Estados Unidos, que tienden ala eri- tica antiautoritarista, al incremento de oportunidades ecueati- vas con mayores posibilidades de prosperidad econémiea. Dentro de estos movimientos sociales se destacan el de los hi; pies (pacifista), el de lucha contra la diseriminacién racial (ne- gros) y religiosa (judios), y el de las feministas avanzar en sus luchas contra Ia desigualdad social, beneficiado * por el progreso de las técnicas anticonceptivas, que lograron ‘separar sexualidad de maternidad en el imaginario social y en Jas préeticas de las parejas, Hacia los afios "70 algunos sectores feministas radicalizados sostionen que las mujeres son un grupo social que padiecs con- diciones significativas de opresion en la sociedad patriarcal. Una autora de esa década, Kate Millett (1970), en su libro Polf- \tica sexual, establece que el patriarcado es un sistema politico ‘que tiene como fin la subordinacién de las mujeres. La familia Seria la encargada de esta tarea, cuando la politica estatal no es suficiente. También en esta década surge el Hamado “femi- nismo de la diferencia” (Luce Irigaray, Annie Leclerc, H. Cixous, ‘Gulia Kristeva), que sostiene que ser diferente es lo que enaltece a las mujeres: su irracionalidad, su sensibilidad y su sensuali- dad se ubicarian por encima de los valores masculinos, También defiende la maternidad y la ética diferente de las mujeres (“éti- ¢a de los cuidados”). Es durante esta década que comienzan a instalarse en la estructura académieca de diversos paises del he- ‘misferio norte los primeros seminarios y departamentos de Es- tudios de la Mujer, que instituciénalizan la produceién tedrica Y las investigaciones relativas a las mujeres. En sus. comienzos, los Estudios de la Mujer se proponian responder a los siguien- tes interrogantes: a) {cémo entender la diferencia entre los ‘seX0s, sus origenes, sus implicaciones sociales?; b) {las teorias vigentes permiten comprender esas diferencias, 0 meramente reproducen los prejuicios y los estereotipos culturales?; c)en una cultura donde la produccién de conocimientos ha estado predo- minantemente a cargo de los hombres, {llevaria esta situseién 24 te ultimelogra | - a una visién parcial y sesgada acerca de las mujeres?; d) si las ‘mujeres hubieran participado en la eonstruceién del conocimien- to, gcudles serian sus supuestos basicos, sus eriterios de cienti- ficidad, sus légicas, sus metodologias? En Buenos Aires, la creacién del Centro de Estudios de la Mujer, en 1979, hizo de las preguntas anteriores sus principios fundantes, Para quienes fuimos sus protagonistas, los Estudios de la Mujer significaron una revolucién del conocimiento, y hemos asistido a la presen- cia numerosa y activa de una cantidad cada vez mayor de aca- démicas preocupadas por estas problematicas, Su impacto se produjo en nuestro medio basicamente en el eampo humanistico y de las ciencias sociales, focalizsindose més en disciplinas tales como Psicologia, Sociologia, Antropologia, Derecho, Letras, Fi- losofia y otras. Desde sus comienzos se defini6 como una corrien- te interdisciplinaria que utilizaba de modo heterogéneo diversos ‘marcos tedricos y metodolégicos. sociedades industrializadas, demostraron tener li- inherentes a la perspectiva unidireccional con que encaraban su objeto de estudio. Una de estas limitaciones con- sistia en que enfocar exclusivamente el problema de las muje~ res lleva a no tener una visidn de conjunto, ya que el Otro no es pensado, significado ni desconstruido. Sin embargo, a pesar de que esta situacidn produjo movimientos eriticos, igualmente se. Teconocen entre sus logros: haber hecho visible lo que no se veia | ena sociedad, poniendo en descubierto la marginacién social de Jas mujeres; desmontar la pretendida naturalizacién de la divi sign sexual del trabajo, revisando la exclusion de las mujeres ae Ambito puiblico y su sujecién en lo privado, eteétera. ie los aftos ’80 comienza a perfilarse una corriente més bs arcadora e incluyente que busca nuevas formas de construc- jones de sentido, tratando de avanzar en las relaciones entre lujeres.y varones, eon lo cual surgen los Estudios de Género. De ‘ma paralela un mimero atin reducido de hombres comenzé a cuestionarse sobre la “condicién masculina”, esto es eémo la cultura patriarcal deja sus marcas en la construceién de la mas- gulinidad, afectando sus modos de pensar, de sentir y de actuar. ‘Algunos de estos estudios dan lugar a Ja llamada “nueva mas- culinidad”, 25 ‘Los Estudios de Género aspiran a ofrecer nuevas eonstrue- ciones de sentido para que hombres y mujeres pereiban su mas- culinidad y su feminidad, y reconstruyan los vinculos entre ambos en términos que no sean los tradicionales opresivos y discriminatorios, todo ello basado en que el anlisis de los con- fictos de los nuevos vinculos entre los géneros contribuiré a establecer condiciones de vida més justas y equitativas para ambos. Estos proyectos, si bien loables, se encuentran dentro de contextos culturales a veces muy tensionados por sus conflic- ‘0s, que en el momento actual se describen de modo muy ge- meral como “conflictos de la posmodernidad”. A menudo se relacionan los Estudios de Género con la llamada “cultura posmoderna”, en tanto que los Estudios de la Mujer, y muy particularmente el feminismo, se asocian al ingreso de las mujeres en la modernidad. Esta aparece en el siglo XVII a partir de la Revolucién Francesa, con los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad’, y la propuesta de ineorporar a todos Jos sujetos sociales a la construceién de una sociedad orionta- [da hacia un futuro de progreso. Sus valores inclufan el culto a Ja raz6n, la dominacién de la naturaleza por parte del hombre, el desarrollo industrial y teenclégico, eteétera. En este proyec. to no participaron las mujeres; no fueron sujetos disehiadores de esos valores sino sus auxiliares, mediante la configuracién de una sociedad que delimitaba claramente, a partir de la Re- volucién Industrial, el espacio publico (para los hombres) y el espacio privado (para las mujeres). De esta manera se diferen- ciaban perfectamente dos reas de poder: para los hombres, el | poder racional y econémico: para las mujeres, el poder de los | afectos on el ambito de la vida doméstica y de la familia nu- |clear. Esta divisin de dreas de poder entre hombres y muje- res tuyo efectos de largo aleance en la constitucién ée su subjetividad, que iremos analizando a lo largo de este texto, En el caso de las mujeres, su subjetividad se hizo fragil, vulnera- ble, hasta llegar a caracterizarse como el “sexo débil”, para dar cuenta de la representacién social acerca de la feminidad, como efecto de aquella polities de exelusiones. Dentro de este con- texto de la modernidad, surgen los grupos de mujeres descri- tos anteriormente, que denunciaron su exclusién social y se 26 Propusieron ineorporarse de forma igualitaria a los espacios extrafamiliares (por ejemplo, las sufragistas). En ese proyecto de la modernidad, las primeras lnchas de mujeres apuntaban acierta narrativa acerea de Ia emaneipacin y la liberacién de sus condiciones de opresiGn. Esto se producfa dentro del con- texto de las grandes narrativas de I modernidad, que supo- nian que la huma acia la_en universal, y que valores tales como el progreso y la igualdad eran comunes a todos. También era propio de este discurso so- cial la noeién de un sujeto universal, unitario, que se dirige ha- cia un fin tnico. En el caso de las mujeres, algunos sectores del movimiento feminista consideran que semejante proyecto de la modernidad quedé inconcluso, mal logrado, pleno de fallas y en situacién de crisis, Los actuales Estudios de Género hacen al- gunas eriticas a aquella concepeién moderna acerca de la cons- iecién del género femenino, y abandonan el proyecto de una gfan teorfa explicativa sobre las condiciones femenina y mas- culina, Se centran cada vez mas en investigaciones concretas ¥ especificas, con metas més limitadas. A partir de los afios’80 los Estudios de Género han eriticado las suposiciones de la de- pendencia femenina universal y su confinamiento a la doméstica, que constituirian extrapolaciones empre cier-, , de sectores, te tienen un interés menor en las teorias sociales abarcadoras, y los estudios se han vuelto més localizados y orientados temé- ticamente. Estos principios serian acordes con la idea pos- moderna acerca del fin de las grandes narrativas explicativas de problematicas universales. Sin embargo, los Estudios de Género conservan para sila poderosa base de-eritica social con que se iniciaron los primeros estudios acerea de la condicién fe- ‘menina, especialmente la denuncia de las condiciones de des- igualdad y de marginacién de mujeres y/o de hombres en determinadas dreas de poder donde podrian desplegar su sub- jetividad. También los Estudios de Género han coincidido con la idea posmoderna de la pluralidad, la diversidad y la frag- ign de los sujetos que analiza, En. esta linea, sugieren tomar como punto de partida el andlisis de las practicas de la vida eotidiana, de lo personal, de las subjetividades. A la vez, 27 en la actualidad, los Estudios de Género eritican los discursos | de la modernidad: a) por ser dualistas (dividen el universo que estudian en sistemas “o...0"); b) por tener criterios hegeméni- cos acerea de un sujeto mujer (“estudiar a la mujer”); c) por ser universalistas y totalizadores (al considerar que lo uno repre} senta al todo). Dentro de este contexto, también los Estudio: de Génere adimiten la crisis de las representaciones socialed al cuestionar la nocién de que existiria un tinico modo domi- nante de representacién social para cada género. Un fenéme- no que destacan los Estudios de Genero es establecer redes y alianzas entre las diversas corriontes del género y con varia- dos movimientos sociales, tales como los ecologistas, los pre- ocupados por Ia calidad de vida, los interesados en la defensa de los derechos humanos, eteétera. También debe seftalarse las tendencias a la interdisciplina, a las *conversaciones” entre las distintas disciplinas respecto de un objeto de estudio. Las “conversaciones” no tienden a coneluir sino @ continuar mediante acuerdos y desacuerdos: no se proponen conclusiones ai sintesis sino puntos de llegada abiertos con nuevos interro- gantes. Algunas autoras catalogan de posfeministas a quienes | intentan positivizar la diferencia como expresion de un sujeto) social minoritario, enfatizando la discusién entre quienes afi man 0 niegan las eseneialidades como forma de entender 1 oposicién masculino-femenina (Tubert, 1995). El feminismo de, la diferencia propone una mayor participacién de las mujeres como consecuencia de estratos mas evolucionados del progre-| so de la sociedad tecnoldgica, en sus modos de construccién de | bienes simbélicos y de subjetividades, desde otra subjetividad v con otro posicionamiento de la realidad, Se busea legitimar subjetividades construidas sobre la base de la indagacién en la “otra” corporeidad, en la palabra de mujer, en su imaginario, conel objeto de resignificar los viejos significados patriarcales. ‘Nuestra insercién en América latina da pie a que nos pre- guntemos: :podemos las mujeres latinoamericanas hablar de posmodernismo desde nuestra realidad multicultural, mul- tiétnica, de pafses periféricos? Sin embargo, pareceria que la ~) polémica modernidad-posmodernidad no ha convocado central- { ‘mente el discurso feminista latinoamericano. Nuestra ambigua ( 28 incorporacién latinoamericana a los procesos culturales de los paises centrales nos lleva a interrogarnos sobre nuestra comple- ja realidad: ;vivimos en una modernidad periférica, en una con- fusa posmodernidad, o todos estos procesos coexisten de forma trunca e inconelusa? La complejidad de nuestra realidad latinoamerieana nos re- vela que en nuestra sociedad coexistirian tres tipos de rasgos: premodernos (francamente visibles en zonas del interior de nuestro pais, especialmente en regiones donde es més evidente | Ja feminizacién de la pobreza), modernos (como el avance masi- | vo de las mujeres por incorporarse a la educacién y al trabajo | remunerado) y posmodernos (como, por ejemplo, las problemé- | ticas que padecen las mujeres que se someten a técnicas sofisti- cadas de fertilizacién asistida), Esta coexistencia de rasgos de distintos momentos histéricos hace que debamos agudizar nues- ‘ros criterios de andlisis para proponernos mayor refinaziento al analizar estos fenémenos. 29 2. LA FAMILIA, ANTECEDENTES HISTORICOS Y PERSPECTIVAS FUTURAS Irene Meler En el amplio marco del campo interdiseiplinario de los Estu- dios de Género, nuestra perspectiva especifica ha sido el estu- dio de 1a subjetividad sexuada. Durante muchos aitos la subjetividad femenina atrajo nuestra atencién, y desarrollamos andlisis que ineluyeron la impronta subjetiva de las relaciones de poder entre los géneros sexuales, particularmente, las hue- las de la subordinacién social en el psiquismo de las mujeres. Recientemente hemos abordado el estudio de la subjetividad masculina desde la misma perspectiva teériea que contempla las relaciones existentes entre masculinidad y dominacién, A partir de la recusacién del paradigma biologista y del cues- tionamiento de la vertiente ahistérica del estructuralismo, considero que la subjetividad se constraye en un contexto socio- cultural que puede caracterizarse por su modo de produc- ction,‘ el cual a su vez se articula con dispositivos institucio- nales, posibles de ser estudiados en su legalidad espeeifica, y con un universo simbélico, En este contexto significativo, las re- resentaciones imaginarias hegem6nicas disputan la produesién del sentido a las representaciones alternativas, ya que existen 1. Bl eoncepto ‘modo de produceién” ae debe a la perspectiva marxista. Al ‘ser mi especialidad el estudio dela subjtividad sexuada, recurriréacatogorias {que me permitan pensar, sin que esto signifique adscibir de forma orgénica a alguna corviente del pensamiento socal politic, 31 diversos sectores dentro de una cultura compleja (Castoriadis, 1993)fLa subcultura que precede a cada sujeto propone deter- minados valores que se tradueen en el nivel personal, en el sis- tema de ideales propuestos para él yo asf como en el nivel eolec- tivo dan origen a prescripeiones y proscripciones explicitas e implicitas, que constituyen el cuerpo normativo que rige los in- tercambios sociales. Dado que la vida psiquiea surge y se desarrolla en una tra- ma vincular que preexiste al nacimiento de cada sujeto, la fa milia es un objeto de estudio privilegiado para su comprensién. Esta es una tarea de la mayor importancia en un periodo que, como el actual, se caracteriza por la transformacién acelerada de las instituciones y de las subjetividades. La direccidn del cambio es objeto de un debate donde se entrecruzan las postu- ras apocalipticas, propias del fin del milenio, con preocupacio- nes ms concretas acerca de eudl serd el camino a seguir en la buisqueda incesante de mejores condiciones de existencia. La indagacién de los estilos familiares de nuestro tiempo no puede desligarse de una formulacién, al menos implicita, de proyectos y preferencias. Dos preguntas importantes se refie- ren a los criterios que sustentan las simpatias o los rechazos por determinados arroglos familiares. ;Cual es el bien prote- gido? y 2qué representacién elaboramos acerea del bienestar 0 el malestar de los sujetos? Nuestras fantasias, utopias o pro- puestas acerea de Ja familia se formulardn de acuerdo con el estilo de personalidad que valorizamos, la subjetividad que preferimos. La definicién elegida es de por si ideol6gica, y particularmen- te prefiero optar, sohra eualquiar referencia iiusoria a estados de felicidad, por privilegiar los arreglos que favorezcan que cada sujeto desarrolle sus potencialidddes creativas en el curso de su existencia? 2, Simone de Beauvoir propone este eriterio en su obra Rl segundo sexo, Por otra parte, debo a la perspectiva de un psicoanalista inglés, Donald Winsiott, el reonocimiento de la importaneia del desarrollo de la creatividad para expe. rimentar Ia sensacién de bionestar subjetivo. El placer do crear ee diferercia de otros deacontextualizado de los vinculos omeeionales, por st indice simbélica, que cupone y a la vez promueve mayor complejided psiquica 32 La estabilidad, el orden y el respeto por las jerarquias, que constituyeron los ideales del Antiguo Régimen europeo, en el contexto de un anhelo creciente de democratizacién y un desa- rrollo a veces exacerbado de las individualidades, son reempla- zados por la propuesta de extender a la totalidad del cuerpo social la meta del cultivo de si, Tomo esta expresién de M. Foucault (1986) quien, en su estudio sobre las précticas y los valores sexuales de la Grecia clésica, relaté que ésta fue la meta existencial de los varones adultos pertenecientes a los sectores ciudadanos. Hoy en dfa sigue siendo una propuesta estimulan- te, siempre y cuando todos podamos aspirar a acceder a ella. Las preguntas que dirigen esta indagacién son: zqué esta ocurriendo en la familia contempordnea? y ebmo deberé evolu- cionar a fin de favorecer un desarrollo més positivo y menos patégeno para todos sus miembros? Resulta evidente que la familia actual experimenta tensio- nes y conflictos tanto en el vinculo de alianza entre mujeres y varones, eomo en la relacién de filiacién, entre las generaciones. Sibien nuestro interés se foealiza en la primera dimensién, tam- bién es necesario articular el andlisis con la segunda. En el estudio que realizamos acerea de algunas cuestiones relacionadas con la familia y la subjetividad sexuada, que se construye en ese dmbito, no es conveniente ofrecer un discarso totalizador que ordene forzadamente la experiencia al darle una coherencia que sin duda resulta tranquilizadora, pero que tie- ne el inconveniente de congelar la indagacién. Mas bien brinda- remos elementos que sirvan como herramientas teéricas para sostoner interrogantes, facilitando futuras investigaciones, TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DE LA FAMILIA ‘Comencemos por pensar qué se entiende por familia, pregun- ta que va unida a la indagacién acerca de su origen. Los antropélogos evolucionistas tendian # pensar en un proceso histérico que, partiendo de la horda indiferenciada, fue instituyendo progresivas regulaciones que dieron lugar a la forma actual de familiarizacién, caracteristiea de las llamadas “sociedades avanzadas", y muchas veces considerada, con un 33 etnoeentrismo que ya no se sostiene con conviecién, la forma 6ptima de agrupamiento familiar. Puede haber debate entre los sectores conservadores ~que suponen Ia existencia de una naturaleza humana, lo que daria sentido a la continuidad de los arregios que mejor respetaran sus supuestos invariantes- y sectores innovadores —que denun- cian los aspectos opresivos de la organizacién vigente-, pero ambos concuerdan en suponer la existeneia de una transforma- cién a lo largo de la historia, evolutiva o involutiva segin las opiniones, pero que no seria uniforme, encontréndose hoy algu- nos pueblos en estadios superados por otros desde largo tiempo tras. Entre otros pensadores, Freud y Engels coinciden en este aspect, Sigmund Freud, en la construecién mitica realizada en su. obra Tétem y tabi (1913), imagina, siguiendo a Darwin, una horda primitiva gobernada por un macho despético. El pacto social habria surgido por un acuerdo realizado entre los hijos varones, quienes luego de matar a su padre para tener acceso @ las hembras que aquél monopolizaba, aceptaron renunciar a ellas a fin de evitar la rivalidad fratricida. De ese modo, se ins- tauré la exogamia y con ella el intereambio social y la primera regulacién legal eonsensuada entre los hombres, consistente on la interdiecion del incesto. Freud inicia su estudio basado en datos acerca de los abori- genes australianos, quienes, organizados en elanes totémicos, tienen prohibido comer a su animal totem que representa el antepasado primordial y, a su vez, no pueden eonsumar unio- nes sexuales dentro de su clan sino que deben emparentar con mujeres pertenecientes a otros clanes. Froud relaeiona al tabi del incesto con el crimen del padre primitivo, devorado por sus descendientes, y comparte asf Ta hipdtesis de Morgan acarca de Iaexistencia del matrimonio por grupos, previo a la monagamia, En este sentido, es evolucionista, pero sus ideas sobre el tabi del incesto se relacionan con el desarrollo de la antropologia estructuralista, corriente te6rica que, en lugar de suponer un proceso temporal evolutivo, busca leyes invariantes tras las in- finitas variantes googréficas e histéricas, que permitan descu- brir una estructura universal propia del parentesco humano, Esta postura tiene como representante a Claude Lévi- 34 Strauss (1974), cuya obra a su vez realimentaré a la escuela francesa de Psicoandlisis. En el texto freudiano, complejo y multivoco en muchos aspectos, encontramos referencia a una estructura invariante y universal, el complejo de Edipo. El animal totémico es comparado con el animal temido en las zoofobias infantiles, el cual se considera un representante sim- bolico del padre odiado y amado de forma ambivalente. El complejo de Edipo explica la existencia de dos ‘imperativos ca- tegéricos” universales: evitar el parricidio y evitar el incesto. Para Freud, el tabi del incesto salvaguardarfa la cohesién in- terna del grupo o fratria, mientras que Lévi-Strauss considera que su sentido es evitar la aniquilacién entre grupos rivales. Ambos autores eoinciden en relatar la historia y explicar la cultura en clave androeéntriea, sin dejar lugar para la problematizacién de la reificacién de la mujer, que no se consti- tuye en objeto de andlisis, ya que la consideran “natural”. Respecto de Freud (1913, 1921, 1930), 61 explica el origen de Ja familia en funei6n de Ia desaparieién del poriodo de celo y la instalacién biolégica de la posibitidad de apareamiento sexual en cualquier época del afio, lo cual determiné que los machos desearan retener junto a {a la hembra objeto de su deseo, mien- tras que ella se habria quedado al lado del macho tan sélo por necesitar su proteccién y por amor a sus erias. En ningin mo- mento aparece la imagen de la hembra humana como un ser con incipiente subjetividad y mucho menos con algiin deseo erético hacia el macho. De acuerdo con Ia ideologia de la época, la mu- Jer es representada ante todo como madre. Por el hecho de que la mujer suele ser el objeto de deseo del hombre, Frend la asimila a la sexualidad, y confande la porcep- cién maseulina acerca de ella con la subjetividad femenina, A partir de tal supuesto imagina que existe una tendencia estruc- tural en las mujeres a ser hostiles respecto de la sociedad, reve- Jada en que pretenden retener a sus hombres en el interior del cleo familiar, ya que su menor capacidad para producir e inte- grarse a la cultura las lleva a rivalizar eon los intereses sociales masculinos. Nos encontramos entonees con el curioso euadro de un hombre que consintié en formar familia debido a sus urgen- cias sexuales, pero que se distancia de ella a causa de su affin sublimatorio, La eriatura femenina, reducida a su dimensién 35 maternal, acepta con renuencia su postergacién en aras de obte- ner amparo para su eria, Segiin mi opinién, esta perspectiva freudiana es una extrapolacién realizada a partir de una escena conyugal de la ‘Viena de los afios "20, extendida de forma abusiva para construir una versicn explicativa de la prehistoria de la humanidad. La clave del relato de Freud pasa claramente a través dela sexua~ lidad, y el lazo familiar se constraye a partir de las experiencias erdticas de satisfaccién, EL lazo social, asf como la produceién cultural, se sustentan ena libido homosexual masculina sublimada. Freud no ha con- siderado a las mujeres como sujetos sino sélo en su funcién de objetos del contrato social y, segtin opina, los hombres, cuando se aman entre sf lo suficiente como para cooperar, estan trans- formando en sociabilidad su deseo homoerético originario. Freud imaginaba que los machos de la horda primitiva, exclui- dos por el macho dominante del acceso a las hembras, debian satisfacer su sexualidad con uniones homosexuales. A esto agre- 6 que tal ver la consumacién erétiea asi obtenida les proporcio- 16 las fuerzas necesarias como para llevar a cabo el parricidio originario, Bste es un comentario interesante, porque evidencia la estrecha asociacién que percibe entre ejercicio del poder y sa- tisfaccién sexual. El actual acceso al poder por parte de las muje- res se asocia, efectivamente, con un mayor acceso al goce erético. Federico Engels, en su obra El origen de la familia, la pro- piedad privada y el Estado (1984), afirma: ‘Seguin la teoria materialista, el mvil esencial y decisivo al cual ‘obedece la humanidad en la historia es la produceién y la veproduc- ion de la vida inmediata. A su vez, éstas son de dos clases. Por un lado, la produecién de los medios de existir, de todo lo que sirve para alimento, vestido, domicilio y de los utonsilios que para cllo se ne- cesitan; y por otro, la produccién del hombre mismo, la propagacién de la especie. Las institueiones sociales, bajo las que viver los hom- bres de una época y de un pais dados, estin intimamente enlaza- das con estas dos especies de produceién, por el grado de Gesarrollo del trabajo y por el de la familia. Siguiendo a Morgan, Engels considerd que la sociedad pri- mitiva 0 las sociedades simples se reducen al parentesco, mien- 36 tras que en las sociedades complejas, donde se ha constituido el Estado, el parentesco cede su importancia al orden de la propie- dad, donde tienen lugar esos antagonismos y esas Iuchas de cla- ses que componen hasta hoy tods Ia historia escrita. A diferencia de Freud, Engels no naturalizé el estatuto so- cial de las mujeres sino que elabor6 una hipétesis economicista acerca de lo que calificaba eomo su derrota histérica, Seguin dijo, a divisién sexual del trabajo, que parece atribuida al orden de Ja natureleza, no implicaba jerarquia entre los géneros sexua- les en las sociedades simples. Fue con el surgimiento de la agri- cultura de arado y la ganaderia cuando los varones que se dedicaban a estas tareas vieron aumentado su poder econémico por la posibilidad de acumular excedentes de produccién y dis- poner de ellos para el intercambio. Utilizando la légiea de las relaciones de clase para entender los vineulos entre géneros, supuso que estos nuevos ricos, una vez comprendido su rol en Ja reproduccién humana, habrian utilizado su poder para ins- taurar la monogamia y la filiacién patrilineal, ain de asegurar- se la legitimidad de la descendencia y poder transmitir los bienes que no aleanzaran a consumir a quienes pudieran consi- derar extensiones de su ser, o sea sus hijos biol6gicos. Al instaurarse la hegemonia de la descendencia patrilineal y la residencia patrilocal, las mujeres vieron reducidos sus de- rechos y restringida su sexualidad, y de este modo se inicié su subordinacién secular, que se extenderia hasta la monogamia moderna, caracterizada por la dependencia econmica de las esposas, recluidas en el hogar y obligadas a una fidelidad pocas veces correspondida. Si bien se ha criticado el economiciamo de esta tesis, que no toma en cuenta el rol diferencial de ambos sexos en Ia re- produccién biolégica, tiene el mérito de ser sensible al conflic- to y no naturalizar la dominacién, cosa que no puede decirse del relato freudiano, eon excepeién de alguna obra temprana (Freud, 1908), ya que, como dijimos, este autor consideraba que el lazo social se establecia entre varones, mientras que las mu- Jeres eran el objeto pactado, nunca su sujeto. Claude Lévi-Strauss, en su articulo “La familia” (1974), re- fat6 el criterio del evolucionismo biolégico, recordéndonos que Ja familia monogdmica nuclear se encuentra tanto en socieda- 37 des del nivel cultural més simple como en la sociedad actual. En este articulo, el autor considers que existe consenso en que: [J la familia, eonstituida por una unién més 0 menos duradera y socialmente aprobada de un hombre, una mujer y loa hijo de am- bos, es un fendmeno universal que se halla presente en todos y cada uno de los tipos de sociedad, Sin embargo, calificé esta hipétesis de simplista, Record6 la oxistencia de organizaciones de la alianza y la reproduccion ta- les como la que se encuentra entre los nayar de Kerala o los bororo, que estén muy alejadas del modelo de familia nuclear, asi como las familias poligamas. Lo tinico que consideraba ve- rosimil es la constatacién acerca de que la familia conyugal y monégama es un tipo de estructura muy frecuente, perono uni- versal Tratando de construir un modelo de la familia, lo considers basado en las siguientes caracteristicas: 1) Tiene su origen en el matrimonio. 2) Esté formada por el marido, Ia esposa y los hijos nacidos del matrimonio, aunque otros parientes puedan incluirse. 3) Existen entre los miembros de la familia: a) lazos legales; 'b) derechos y obligaciones econémieas, religiosas yde otro tipo; e) una red precisa de derechos y prohibiciones sexuua- les, a las que se suman aspectos psicolégicos. Todas las sociedades diferencian entre uniones libres y legt- timas, y es frecuente el rechazo del celibato. Esto se debe a la division sexual det trabajo, que hace dificil sobrevivir sin pare- 4a, ya que los varones no dominan Las habilidades sociales feme- ninas y las mujeres no tienen permitido aprender las tareas masculinas, ambas indispensables para subsistir. Lévi-Strauss concibié el matrimonio como una alianza entre familias. A veces se enfatiza la alianza y otras la consanguinidad, ppero los lazos se establecen entre linajes. La familia amplia es la forma originaria, y la familia nuclear una restriecién que surge de aquélla. Cuando la familia cumple muchas funciones sociales tien- de a ampliarse, y cuando pierde funciones tiende a desaparecer 38 incluso por dehajo del nivel conyngal. Cité casos en que ni siquiera se respeta la dualidad de sexos, como es el caso de los nuer, pueblo afrieano donde una mujer de rango elevado puede ejercer la pater- nidad social de los hijos de otra. En otros casos, Ia familia no se dediea a a erianza de los hijos propios sino que los intereambia (in- tereambio 0 fosterage). Tampoco superpuso la institucién familia con la préetica de la sexualidad, ya que en muchas sociedades exis- ten reglas de intereambio sexual extrafamiliar. En su profundo estudio, este autor descubrié algunos princi- pios universales de la unién matrimonial. Uno de ellos es cco n6mico: la divisién sexual del trabajo. Este es un dispositive universal, euyo contenido es arbitrario y contingente. Significa que uno de los sexos debe realizar cierias tareas y tiene prohi- bido aprender las propias del otro sexo. Consideré entonces que 1a finalidad de ese dispositivo es establecer la dependencia recf- roca entre los sexos. Otro dispositive universal es la prohibicién del incesto. Los parientes interdictos por el tabti a fines de la unién sexual pue- den variar, pero en toda sociedad conocida existe algtin tipo de unién no permitida, Al respecto expresé: (...Jexactamente de la misma forma que el prineipio de la division sexual del trabajo establece una dependencia mutta entre los sexos, obligéndoles a perpetuarse y a fundar una familia, la prohibieién del incesto establece una mutua dependencia entre familias, obli- ‘géndolas, con el fin de perpetuarse a si mismas, a la ereacién de ‘nuevas familias [...] lo que verdaderamente diferencia el mundo /humano del mundo animal es que en la humanidad una femilia no podria existir si no existiera la sociedad, es decir una plaralidad de familias dispuestas a reconocer que existen otros lazos ademas de Jos consanguineos y que el proceso natural de descendeneia s6l0 puede llevarse a cabo a través del proceso social de afinidad, Para explicar estas dos invariantes recurrié a una hipétesis de Tylor, quien consideraba que con el fin de liberarse de la lu- cha salvaje por la existencia habia que elegir entre “casarse fue- ra de la propia familia 0 ser matado fuera del grupo” Las reglas matrimoniales, muy divergentes de cultura en cultura y en apariencia arbitrarias, expresarian la negativa so- cial de admitir Ta existencia exclusiva de la familia biolgica, 39 Otro principio general que enuncié es: Se deberdn interpretar los sistemas de parenteseo y las reglas ‘matrimoniales como enearnacién de la regla de un tipo de juego ‘muy especial que cansiste en que grupos consanguineos de hombres intereambian mujeres entre st Si bien ensayé una débil referencia respecto de que seria igual si el intercambio tomara como objeto a los hombres, no cuestioné seriamente las consecuencias de su afirmacién ni la dominacién masculina que evidencia. Esta cuestién fue reto- mada posteriormente por las antropélogas feministas Rayna Reiter (1975), Michelle Rosaldo y Louise Lamphere (1974), Karen Sacks (1974) y otras. ‘Lo que resulta destacable en el pensamiento de Lévi-Strauss es el énfasis en el intercambio, en la articulacién necesaria y a la ver. antagénica existente entre familia y sociedad, y la tran- sitoriedad de la estructura familiar en funcién de los cambios en el ciclo vital y las nuevas alianzas. La frase: “La existencia de 1a familia es al mismo tiempo la condicién y la negacién de la sociedad’, expresa la version antropolégica de lo que en el nivel subjetivo el psicoandlisis deseribié como el drama edipico. E] infante humano se debate entre su apego a los objetos de amor primarios y el imperativo de desplazar su aspiracién amorosa hacia sujetos pertenecientes a otras familias, 0 sea realizar una eleceién exogmica. ‘Maurice Godelier (1990), un antropélogo marxista, cuestions algunos supuestos en los que Lévi-Strauss basaba sus hipdtesis. En primer término, diseutié la construecién de ese autor eonsis- tente en sostener que en tiempos previos a la historia, los huma- nos vivian agrupados en farniltas. Se inclind a considerer que lo més probable es que existieran hordas 0 bandas constituidas por hombres y mujeres, que controlaban un determinado territorio. ‘También discutié la idea de que la solidaridad humana haya surgico a partir del miedo y el odio, relacionando esta postura con una tradicién filoséfica que se inieia en Hobbes y en Rousseau, que considera que la sociedad humana surgié de un contrato en- tre individuos, el cual se fundé en una renuncia. Come vimos, Freud se inscribié en la misma corriente de pensamiento. 40 Segiin Godelier, existié una intervencién humana delibera- da en las regulaciones de las uniones sexuales, lo cual influyé en la organizacién ulterior de la sociedad, La pérdida del perio- do de estro en la hembra humana y la inmadurez inicial de las crias, vineuladas al parecer a la encefalizacién pronunciada de la especie, cambiaron las condiciones de existencia al ampliar el campo de Ia sexualidad humana. Aumentaron tanto las rela- ciones ocasionales como los apareamientos duraderos. Al respec- to dice Godelier: Al intonsificar las tensiones y eompetencias entre los hombres, a ampliacién del campo de Is sexualidad produjo al mismo tiempo tuna intensificasin de las formas de competicién y do jerarquia so- ciales. Lainstauraciéa del tabi del incesto responderia ala necesidad de lograr que 1a sexualidad no interviniera de forma disruptiva respecto de las jerarquias basadas en las diferencias sexuales y etarias, a fin de garantizar la reproduecion de la sociedad. El parenteseo es, desde esta perspectiva, una consecuencia de la prohibicién del incosto, ya que es necesario registrar los vincu- los filiatorios y consanguineos, para identificar las uniones per- mitidas y diferenciarlas de las prohibidas. Estas relaciones, especificamente humanas, se convierten en soporte de obligacio- nes o derechos, y determinan la identidad social de los individuos. Un aspecto particularmente interesante para nuestro propé- sito es el cuestionamiento que realiz6 Godelier acerca de la na- turalizacién oxistente en la teorfa de Lévi-Strauss respecto del dominio masculino. Sin discutir los datos que indican que los, hombres han dominado de diversos modos las sociedades huma- nas, Godelier express: Criticamos [..] su concepeién de la subordinacién social de las mujeres como un heeho inscrito en ultima instancia en nuestra naturaleza biolégica, un hecho que no puede transformarse en cl curso de la evalucidn social del hombre, La divisién sexual del trabajo, creada en principio en funeién de la mejor supervivencia del grupo, generé diversas formas de opresién y explotacién de mujeres y jévenes por parte de los 41 hombres adultos, situecién que de ningtin modo es estructural ni invariante. Godelier es, en este aspecto, un teérieo afin al pen- samiento feminista. Mis all4 de cualquier compromiso ideolégico, el cembio ac- tual en el rol social de las mujeres hace necesario considerar algtin desarrollo teGrico que tome como objeto la cuestién de Ja subordinacién femenina y que no acepte la naturalizacién androcéntriea, propia de los diseursos del psicoandlisis y del estructuralismo. Pese a criticarlos, el pensamiento feminista abreva en estas fuentes, sélo que las reinterpreta de forma cri- tia. Un aporte representativo para este fin os la contrihueién de Gayle Rubin, en su articulo “EI tréfieo de mujeres: novas sobre la ‘economia politica’ del sexo” (1975) Esta autora consideré que los textos de Freud y de Lé Strauss nos brindan un relato acerea del proceso social de “domesticacién” de las mujeres, aunque ésa no fue la intencion de los autores. Definié asf lo que denomina sistema sexo-género: Los arreglos mediante los cuales una sociedad transforma la sexualidad biol6gica en produeto de la actividad humana, y en Ja cual esa sexualidad asf transformada es satisfecha, ‘Segiin dijo Rubin, en contraposicién a la visién economieista del marxismo, el psicoandlisis y el estructuralismo recanocen el lugar social de la sexualidad, asf como las profundas diferencias de la experiencia social de varones y mujeres. La primera teo- ria ha servido para demostrar la forma especifica en que la acu- mulaci6n de capital se beneficia con el trabajo no remunerado de las mujeres, pero no es vélida para explicar el origen de la subordinacién femenina. Destaeé, sin embargo, la importancia que otorgaba Engels a las relaciones de sexualidad, diferencién- dolas de las relaciones de produecién y vineuliindolas a la repro- duceién de la vida humana. Rubin considers que la sexualidad tal como la conocemos, in- cluidos la identidad de género, el deseo sexual, la fantasia, los con- ceptos de infancia, eteétera, es una construecién sceial. La ‘denominacién sistema sexo-género tiene como ventaja sucaréeier 42 neutro, ya que no esta forzosamente asociada a la dominacién ‘masculina. El término patriarcado se reserva para referinse a las sociedades dominadas por patriarcas, tales como las tribus he- breas, pero no se hace extensivo a todas las sociedades de dominio mazculino, como las basadas en rituales de iniciacién masculina y segregaciGn sexual. La denominacién. modo de reproduccién ha sido elaborada extrapolando el concepto marxista de modo de pro- duceién. Rubin destacé que la esfera piiblica, eonsiderada esencial- mente productiva, contiene sus propios modos de reproduecién y, ala ver, en la esfera privada definida como reproductiva, se pro- ducen sujetos. Por estos motives prefirié acuftar la categoria de “sistema sexo-género”, que tiene la ventaja de no ineluir la subor- dinacién femenina como caracveristica estructural, por lo que per~ mite pensar en una modalidad organizativa de los géneros que no ‘implique jerarquia. Esta afirmacién resulta algo confusa debido a Ja suposieién de la autora acerea de que en un futuro no existirén Jos géneros sexuales como categoria social. Los sistemas de parenteseo se fundamentan sobre formas coneretas de sexualidad socialmente organizada y a la vez las reproducen. Poreello los consider6 formas empiricamente obser- vables de los sistemas sexo-género. Opiné, al igual que otros autores: En las sociedades preestatales, el parenteseo es el lenguaje de la interaccién social, organizando la actividad econdmica, politica y ceremonial, asi como el intercambio sexual. Para muchos antropélogos, éste es el desarrollo que carae- teriza al proceso de humanizacién. Analizé la reelaboracion de Lévi-Strauss acerea de la teoria del don o regalo de Marcel Mauss. Segiin Mauss (citado por Lévi-Strauss), el intercambio de dones crea y sostiene el lazo social y organiza la comunidad preestatal. Lévi-Strauss eonsi- deraba que el don mas precioso pasible de ser intercambiado es la mujer. Quienes las intereambian devienen parientes. Son los ‘hombres quienes se benefician con las alianzas y la acumulacién de poder derivada de estos intercambios matrimoniales. Para G. Rubin, el concepto de intereambio de mujeres resulta atractivo, porque ubiea la opresién en los sistemas sociales en lugar de 43 referirla a la biologia. Consideré que el trafieo de mujeres existe hoy en dfa, y que si bien los hombres son también inter- cambiados en las relaciones de poder, no lo son en su condicién de hombres sino de subordinados. Para esta autora, la cultura es, por definicién, inventiva, y por lo tanto es posible pensar hoy bases alternativas para el intereambio social en lugar del tréfico de mujeres. Sugirié estu- diar las bases econdmicas de los vinculos sexuales, asi como la construccién de la subjetivided sexuada, que se basaria en la represion de determinados aspectos del self, vinculados a las similitudes entre los sexos, También se refirié a que un aspecto no explicito del tabti del incesto es el tabi respecto de la homosexualidad, a fin de favo- recer la alianza. Por lo tanto, el mismo sistema que oprime a las mujeres y exige a los hombres, discrimina a los homosexuales. Esto no exeluye précticas homosexuales rituales, como las em- pleadas para masculinizar a los novicios, o précticas de eabio de sexo, pero siempre sobre la base de la construccién social de sélo dos géneros y su unién ritual En cuanto a la sexualidad femenina, estos arreglos favore- cen el cultivo de un estilo que responde al deseo de los otros, mas que un deseo personal activo. La asimetria de género (la dife- rencia entre intercambiador e intereambiado) implica la constriceién de la sexualidad femenina. Segtin Rubin, el psicoandlisis deseribe el residuo dajado en los individuos por su particular vinculo eon las regulaciones de la sexualidad en las sociedades en las que nacieron. E) psicoa- nilisis norteamericano, cuya base epistemolégica es biologista, considera que el desarrollo evolutivo esta pautado por una se. rie de etapas que cl individuo debe atravesar. Esta corriente ha entrado en confrontacién con los aspectos radicales del pensa- miento feminist, por su cardeter politieamente conservador: EI psicoandlisis ha devenido frecuentemente, mas que en una teoria acerca de los mecanismos de reproduccién de los arreglos sexuales, en uno de esos mecanismos. Sin embargo, prove un euer- po te6rivo que deseribe e6mo los sexos han sido dividides y deforma- dos y cémo los infantes bisexuales y andréginos se transferman en varones y nifias. En ese sentido, el psicoandllsis es una teorfa ferni- nista mangué. 44 | | G. Rubin equipara el apego infantil respecto de la madre durante el periodo preedipico a una posicién homosexual en la nifia, a la que denomind “la lesbiana preedipica”. Este tipo de interpretacién no coincide con los desarrollos de N. Cho- dorow (1984) y E. Dio Bleichmar (1985), quienes considera- ron, partiendo de los estudios de R. Stoller, que existe una identidad de género temprana, diferenciable logicamente de la direceién del deseo erético. La envidia félica tiene un earécter genitalizado y lésbico para Rubin, mientras que el discurse freu- iano s6lo destaca su aspecto narcisista. Si para Freud la nii- ta es una especie de varoncito asexuado, para Rubin es un varén en posicién féliea que desea a su madre. Entre las discipulas de Freud, fue Jeanne Lamp] de Groot (1927) la psicoanalista a quien el creador del Psicoanalisis debe la conceptualizaciin acerea del lazo preedipico de la nifia con respecto a su madre. Ella relacioné la envidia félica con el deseo de unién sexual con la madre y la comprensién de su imposibilidad debido a Ja similitud anatémiea. El relato freudiano es mucho menos es- peeifico y adultomérfieo en este aspecto, y enfatiza los elemen- tos narcisistas de la envidia félica femenina (Freud, 1931 y 1933). ‘Si seguimos a Rubin, pareciera que la tinica forma de resea- tar las tendencias activas femeninas es no reprimir la corriente psiquica homosexual. De acuerdo con Freud, los deseos dirigi- dos a personas del mismo sexo estarfan presentes en todos los sujetos, pero en la mayor parte de los casos quedarian reprimi- dos debido a la hegemonia de los deseos heterosexuales, corres- pondientes al complejo de Edipo positivo. En un trabajo anterior (Meler, 1987) desarrollé la posible compatibilidad de la reten- cin de actividad femenina eon el desco heterosexual. La acti- tud pasiva de las mujeres en el amor y el erotismo va quedando ‘como un recuerdo del pasado, ya que correspondié a un periodo histérico durante el eual esa modalidad de conducta expresaba elestatuto femenino de objeto de deseo, quedando impedida la asuncién de la subjetividad deseante para las mujeres. En la actualidad, consideramos saludable la posibilidad de un inter- {juego flexible entre los deseos ligados al dominio y las tenden- cias a depender y abandonarse a la actividad del otro. ¥ ese “otro” no es forzosamente la madre o las figuras que la represen- 45 ten sino que puede ser, como ocurre en la mayoria de los casos, un hombre. Rubin analizé la versién lacaniana del eonflicto y de la es- tructura edipica, que desprende el relato de toda referencia rea- lista ingenua. Seguin esta postura, la castracién no es una falta real sino simbélica: es un significado atribuido a los genitales femeninos. Eso nos leva a reconocer que atin vivimos en una cultura félica. El falo esta donde no estn las mujeres; es la on- carnacién del status maseulino al que aeceden los hombres, y que implica ciertos derechos, entre ellos, el de tener una mujer. Es entonces una expresiGn de la dominacién masculina, y deja profundas huellas en la subjetividad sexuada, entre ellas, la envidia del pene en las mujeres. La autora describié lo que con- sideraba el penoso camino hacia la feminidad, signado por la renuncia a la madre, la autodevaluacién y la pasivizacién. So- iin dijo, la feminizacién de le nifta implica violencia y deja un saldo de resentimiento. Es la preparacién para vivir en la opre- sion, La autora consideré que la teoria freudiana oftece una deseripcién acerea de edmo la cultura falica domestica a las mujeres. En este sentido es correcta, pero es necesario rechazar su cardcter normalizador y prescriptive, ya que convalida ese estado de cosas. Utilizada de forma eritica, proporeiona una adecuada herramienta para entender y modificar el “sistema sexo-género”. fin de transformar la situacién en la que transcurre la so- cializacién primaria de los nifios, modificando ast las condi- ciones en las que se desarrolla el conflicto edipico, propuso compartir la erianza entre padre y madre, de modo que los ob- Jetos de amor primarios pertenezean a ambos sexos. EI desman- telamiento de la compulsién cultural hacia la heterosexualidad haria innecesaria la represiéit de los amores tempranos ¥ la sobrevaluacién del pene. Si no hubiera intercambio de mujeres ni géneros, el drama edipieo seria una reliquia, En suma, os necesario modificar el sistema de parentesco, Este, por otra parte, ha ido perdiendo funciones, quedando reducido a la de construir el género. Caracteristicas descritas como femeninas, tales como maso- quismo, narcisismo y pasividad, le parecieron indicadores del dano psiquico producido en las mujeres por el proceso de 46 feminizacién; por ello laments que los psicoanalistas no hayan denunciado el carécter patégeno de lo que tan bien deseribian. Propuso la eliminacién de los roles sexuales obligatorios, una sociedad andrégina y agenérica (aunque no asexuada), en la cual Ja anatom{a sexual resulte irrelevante para lo que uno es, Jo que hace y con quien uno hace el amor. Planted la necesidad de estudiar las formas especificas como se produce el intercambio de mujeres en cada cultura, su rela- cin con la acumulacién de riquezas y el poder politico, y cémo se relacionan estas cireunstancias con el estatuto relativo de las mujeres. Consideré necesario un anélisis que articule la sexua- Tidad con la economia y con la politica. LA FAMILIA OCCIDENTAL ACTUAL Luego de este viaje por diversas teorias acerea del origen de la familia, con referencia a pueblos exéticas, resulta necesario pensar en nuestra familia, la familia occidental que conocemos. Para ello, recurriremos a la obra de Edward Shorter, historiador norteame- rricano, autor de El nacimiento de la familia moderna (1977). Segrin dice en esta obra, lo que distingue a la familia nuclear de otro tipo de familias es, mas que el mimero de integrantes, tun aspecto subjetivo o intersubjetivo, y que caracteriza eomo un sentido especial de solidaridad que separa la unidad doméstica de la comunidad que la rodea. ‘Sus miembros [...] se sienten participes de un clima emocional que deben protager do la intrusién ajona, por media de Ia privaci- dad y el aislamiento. Para este autor, no debemos buscar la clave de la retraecién. familiar respecto de los lazos con la comunidad en el amor ro- méntico, ya que éste surgié primero en las clases bajas, libres de las constrieciones de la alianza debido a su eareneia de recur- 808 materiales, sino que el nticleo de formacién de la familia nuelcar fue la relacién entre la madre y el hijo. La domesticidad surgié sobre la base de la creencia en la necesidad de un ambien- te protegido para la crianza. 47 En el Antiguo Régimen, los grupos de pares organizados so- bre eriterios de edad y sexo eran grandes organizadores de la vida social. Los més visibles eran las agrupaciones juveniles, Su impertancia variaba segiin la regién: en Escandinavia supera- ban la influencia de las familias en la concertacién de alianzas; en el mundo anglosajén Ia familia las superaba en influencia, mientras que Francia presentaba una situacién intermedia, Luego de contraer matrimonio, la vida social de los hombres giraba en torno al bar o pequefios clubes privados maseulinos, Las mujeres, por su parte, organizaban veladas destinadas a realizar trabajos manuales, durante las cuales conversaban a fin de intercambiar informacién. Los nacimientos, las bodas y los funerales eran acontecimien- tos comunitarios. Los grupos de pares participaban en las eere- smonias. Para penalizar las transgresiones, la comunidad recurria una técnica llamada katzenmusik, charivari o eencerreda, me- diante la cual se obligaba en ocasiones al transgresor a pagar multa o, en otras, se limitaban a aturdirlo con ruidos cacofénieos considerados una sancién moral. Lo que penalizaban cran las transgresiones al orden social, por ejemplo, cuando un marido no controlaba el adulterio de su mujer, se impugnaba el dominio ‘masculino o se traian al mundo nifios bastardos, se alteraba el régimen de alianzas. La violencia femenina ora castigada con mayor velocidad y énfasis que la masculina, la que sélo era pena- lizada durante un mes especialmente dedicado a las mujeres. En las ciudades, se hacia objeto de cencerradas, por ejemplo, a los jornaleros que se easaban con las viudas de sus amos. De este ‘modo, el grupo corregia o expulsaba a los individuos. Dice Shorter: El amor roméntico aparté ala pareja de la supervisién sexual comunal y los hizo volver al afecto. El amor materno ereé un nido sentimental dentro del eual se ceultaria la familia modernay apar. 1a muchas mujeres de su compromiso con la vida comunitaria, ‘Mais allé de eso, la domesticidad apart6 a Is familia en su tetalidad de Ia interaccin tradicional con el mundo que la rodeaba. La domesticidad surgié en Europa a fines del siglo XVII y comienzos del XIX, en los sectores medios. Fueron las costum- 48 bres derivadas de|la mejoria del estilo de vida de los sectores medios las que alejaron a los pobres de las veladas comunita- rias. Es decir que, aunque Shorter centra lo que llama ‘la re- volucién sentimental” en los afectos, existen determinantes socioecondmicos, relacionados con el proceso de estratificacién social de sectores que previamente eran més homogéneos. Shorter considera que el combate entre la comunidad y la domesticidad fue ganado de forma definitiva por esta iiltima durante el periodo entre ambas guerras mundiales. Como an- tecedente de esta mentalidad, sefiala que “Hogar, dulee hogar” fuo una frase que comenzé a ofrse en 1870. Describe como la pareja se ha retirado casi completamente de la vida comunitaria, reforzando sus relaciones eon los padres ¥ los parientes préximos. La cohesién familiar del Antiguo Ré- gimen se debfa a la importancia del linaje, pero no habia afec- tos positivos fuertes que hegemonizaran la relacién y superaran el odio, surgiendo con frecuencia disputas por cuestiones patri- moniales. Segtin este autor, durante el siglo XX, en los afios sesenta y setenta, se registré un incremento de la cantidad y la ealidad de Jos vineulos de parentesco. Las relaciones con otras parejas constituyen una especie de ampliacion de los lazos de familia. En las clases bajas, la retraccidn al ambito privado es menor. Un historiador francés, J. Donzelot (1990), afirmé que se ha estimu- lado este proceso con el objetivo de romper las viejas solidarida- des comunitarias y regular asi las tensiones sociales. Shorter considera que la relacién con los parientes no reem- plaza los antiguos vinculos comunitarios. Mas bien se los ve como amigos, y ac privilegian los aspectos emocionales de los vinculos. En cuanto a la préctiea de la sexualidad, de acuerdo con Shorter, el erotismo no era demasiado importante en la vida de Ja pareja tradicional. Tampoco habfa un nivel elevado de adul- terios, por lo que se puede saber. El adulterio masculino era minimo y el femenino casi inoxistente. La cohabitacién con al- guna sirvienta tenia por objeto cuidar a la esposa de los muilti- ples embarazos. Eso est muy alejado de la idea contempordnea de adulterio, que implica participacién activa de las mujeres y biisqueda de amor. 49 En el periodo entre 1850 y 1914 las parejas se erotizaron y un indieador de esta situacién fue el derecho de la mujer al or- gasmo. Las clases bajas precedieron en este camino a los secto- res medios, ya que las uniones se concertaban basades en la atraceién mutua. En las clases medias, donde la transmision del patrimonio habia decrecido pero no desaparecido, la nevesidad de continuidad familiar favorecié la primacia del amor de las madres hacia sus nifios y 1a domesticidad se constrayé en torno a la diada madre-hijo. En el siglo XX el coito dejé de ser estacional, y se volvié par- te de la experiencia cotidiana de la vida conyugal. Durante la década del ’60, se asistié en Estados Unidos a una revolucién espectacular de las practicas sexuales. Subié el nivel de actividad erdtica, por ejemplo, se incrementaron los, indices de autoerotismo y de coito. La duracién del ecito au- menté, subiendo hasta diez minutos. Lo mismo ocurrié con la préctica del sexo oral. El Informe Hunt nos revela que un cuar- to de las parejas norteamericanas, en 1970, practicaban el coi- to anal. Ante estos datos, Shorter se pregunta si no se trataré de manifestaciones de explotacién sexual de las mujeres, lo cual revelaria la persistencia de su estatuto subordinado reci- clado bajo un ropaje erstico, pero coneluye que noes asi, va que sien 1907 las tres cuartas partes de las mujeres no habian experimentado orgasmos, Kinsey relata que el 45 % de las es- posas en su decimoquinto afio de matrimonio casi siempre te- njan orgasmos. Ademds, se manifestaban satisfechas y no se quejaban de los requerimientos maritales. Por el contrario, Shorter considera que la demanda femenina es responsable del aumento del indice de impotencia masculina El precio de esta erotizacién de la vida cotidiana ha sido el abandono de una vida emocional significativa fuera del hogar y el aumento de la inestabilidad de las relaciones conyugeles. Shorter relaciona lo que él llama la revolucién sentimental con el capitalismo como modo de produceién. Destaca la desapa- ricidn de las restriceiones al comercio antes impuestas por los gremios, lo que favoreeié el aumento del nivel material de vida, que se produjo a posteriori del periodo de sobreexplotacion i cial y el surgimiento del proletariado industrial. Relaciona la organizacién desregulada del mercado, el aumento de la produc- 50 cién y la proletarizacién como los faetores determinantes del aumento de la ilegitimidad y el surgimiento del amor en el no- viazgo. El eapitalismo fomenta la individuacién y el egoismo, lo que favorecié priorizar la satisfaccién de los deseos personales en lugar de los lazos y las obligaciones comunitarios, La biisque- da de felicidad personal se emprende a través de la valorizacién del romance y, segtin este autor: ‘Se busca en los ojos de otra persona con la esperanza de encon- trarse a sf mismo, La posibilidad de las mujeres de conseguir empleos pagos les Proporcioné un estatuto de mayor autonomia con respecto a la proteccién y el control familiar y comunitario, Io cual aument6 su biisqueda de amor y sexualidad. Los que poseian eapital, si- guieron supeditando el sexo al interés, pero quienes no tenfan nada que perder pudieron perseguir ohjetivos personales, una vex liberados del control comunitario. La migracién de mujeres jovenes se debié a la posibilidad de obtener empleo lejos de su lugar de origen. Seguin Shorter, existe: {...] una intima relacién entre el trabajo capitalista, la huida de los controles familiares y el deseo de libertad [...] esas cosas vinieron juntas en el siglo XVIII, e hicieron, especialmente para las mujeres {j6venes, del “amor roméntico” la contrasefia de autonomfa personal El amor maternal, en cambio, surgié en los sectores medios anticapitalistas. Ellos experimentaron un aumento mayor y més rapido del nivel de vida. Mantenian, sin embargo, el de- seo de transmitir herencia a las generaciones siguientes. F] crecimiento econémico liberé a las madres de la necesidad des- esperada de trabajar, por lo que pudieron dedicarse mas al cuidado de los ninos y menos a la produccién. La acumulacién de riqueza y los avances médicos junto a la provisién de euida- dos maternos mas adecuados a las necesidades infantiles dismi- nuyeron la mortalidad infantil. Ast comenz6 un proceso también descrito por otros autores (Donzelot, 1990; Badinter, 1981) que se caracteriz6 por la definicién social de las mujeres en funcién. 51 de su rol maternal, a las que se asignaba la tarea de producir sujetos. El capitalismo destruyé los lazos comunitarios y favorecié el repliegue de la familia sobre sf misma. La movilidad de las pobla- ciones relaj6os controles comunitarios y la autoridad eclesistica. Eso favoreeié, de forma indirecta, la autonomia de las mujeres. En euanto a Ja familia posmoderna, Shorter describe tres aspectos cambiantes: * El corte de los lazos entre los jévenes y los mayores. + La inestabilidad de la pareja, + Laliberacion de las mujeres, que implica la demolicién de Ja idea del hogar como nido 0 refugio. Actualmente, el grupo de pares retoma la tarea de socializar a los adolescentes, lo que debilita la influencia de los padres. Aparece la “brecha generacional”. A diferencia de los grupos ado- lescentes del Antiguo Régimen, los adolescentes de hoy no estén integrados sino que eonstituyen una subcultura separada. Desde mediados de la década del sesenta, los indices de divorcio han aumentado espectacularmente en los paises oeci- dentales. Al contrario de lo que algunos sectores consideran, no es la familia la que se esta destruyendo, porque muchos divor- ciados vuelven a casarse. Lo que no se sostiene es la idea do la unién de por vida. Lo que se debe a: * la tendencia actual hacia la biisqueda de placer erstico. ‘+ Ia independencia eeonémiea de las mujeres. Concluye Shorter: : La familia nuclear se hunde [..]y ereo que sera reemplazada por Ia pareja libre, una diada marital sujeta a espectaculares fisiones y fusiones, y sin los satélites orbitales de los hijos puberes, Jos amigos intimos o los vecinos[.. solo los parientes, disimulados en el fondo, con sonrisas amistosas en sus rostros. Es dificil para nosotros prever el curso futuro de los arreglos familiares, ya que intentamos analizar un proceso en el que es- 52 tamos inmersos y que afecta profundamente a nuestras vidas y alas de nuestros consultantes, amigos y parientes. Sin embar- 80, esta tarea resulta imprescindible a fin de promover la salud ¥ evitar, en lo posible, un exceso de trastornos personales y fa- miliares. El andlisis histérico que nos ofrece Edward Shorter permite reflexionar acerca de las transformaciones familiares y los factores que influyen en ellas, proporcionando asi un susten- to amplio para las reflexiones acerea de la subjetividad. RELACION FAMILIA-ESTADO. De todo lo antes expuesto se desprende que existe una es- trecha relacién entre la forma de familiarizacién y la organi- zacién social en su conjunto. La expresién corriente que se efiere a la familia como “la célula bisica de la sociedad” ha sido leida en su sentido elementalista, suponiendo que el taji- do social se arma sobre la base del agrupamiento de familias diseretas, Si compartimos algunos prineipios generales de la erspectiva estructuralista, veremos que los mismos principios onganizadores de la produccicn y las instituciones sociales inci- den en el estilo o los estilos familiares prevalecientes. Conti- nuando con la metfora biologista, son la estructura y la funcién del tejido las que condicionan la morfologia celular. La consulta de la obra de Jacques Donzelot, La policta de las familias (1990), resulta esclarecedora para explorar la articu- lacién entre familia y estado. Seguin este autor, la familia pudo haber sido un mecanismo destinado a mantener el orden establecido durante el Antiguo Régimen,? ya que la sociedad era autoritaria, patriarcal ¢ inmovilista. Luego de ese periodo, los dispositivos de regulacién 3, Donzelot no considera necesario aclarar eudl es e] periodo de la historia al que se refiere como “Antiguo Régimen”. Se entiende que éste llega hasta la Revolusién Franceea.B. Shorter denomina a los siglos XVI y XVII los viejos y ‘tals tiempos’. Al parecer, éstees el periodo en el que numeroscs autores in sian eus estudios para determinar los antecedentas dela organizacia familiar contemporsnea, 53 hhan sido mas méviles y flexibles, adecuéndose a la democrati- zacién creciente. Considera que la retraceién al ambito privado y la raptu- ra de los lazos comunitarios que deseribe Shorter fueron estimuladas por los sectores dirigentes para evitar la insu- rreecién y el surgimiento de reclamos politicos. La constraecién de viviendas populares y el estimulo a regularizar los matri- ‘monios en los sectores desposefdos tendieron a reforzar el rol de las mujeres, a fin de que ellas controlaran la conducta de sus maridos y los alejaran de los bares y otros lugares puibli- cos, semilleros de desérdenes gestados por el descontento de Jos hombres jovenes. Hoy en dia vemos como contintia esa es- trategia en nuestro conurbano bonaerense, donde se entregan Jas escrituras de propiedad de los terrenos habitados en al- ggunas zonas, contra la presentacién de la libreta de macrimo- La visién de Donzelot deja muy poco espacio para el estudio de los aspectos subjetivos del micleo familiar, ya que se feealiza en la relaciGn familia-estado y en la necesidad de regular las, tensiones sociales. Més adelante retomaré u anslisis de dispositivos tales como la Escuela para Padres, que serd de gran utilidad para el estudio de los recursos sociales destinados a la promocién de la salud familiar. Segrin mi opinién, es necesario relativizar una cierta visién centrada exclusivamente en Ia acumulacién de poder, que lleva a Donzelot a considerar el surgimiento del psicoandlisis sélo como otro dispositivo de control. Por cierto, e] examen de los aspectos ttiles a la regulacién social de los dizeursoe cientifieos hha sido un logro reciente y necesario. Pero debemos evitar re ducir la riqueza de la experiencia a esta tinica cuestién, mante- niendo abierta la interrogacisn acorea del futuro de la familia, y de cémo serdn satisfechas las demandas de afecto e intimidad, aalianza ante el desamparo, solidaridad y erianza de los ni‘ios en l future. Laura Balbo es una sociéloga y politica feminista iteliana, que en su obra Stato di Famiglia. Bisogni Privato Collettivo (1976), considera que: 4 ‘Analizar la familia significa plantearse el problema del proceso de produccién y reproduccién de la fuerza de trabajo, o mejor, tra- duciendo este nivel abstracto a términos cotidianos y coneretas, describire interpretar cémo se vive y sobrevive en nuestra sociedad, e6mo se nutre, erece y socializa. La perspectiva de esta autora consiste en relacionar la fami- lia de nuestro tiempo con el particular modo de produecién y de onganizacién politica del capitalismo en su fase actual. Ya en el ‘momento de publicacién de su obra, hace mas de veinte afos, se pereibia la crisis del estado asisteneial, que actualmente se ha desplegado en toda su profundidad. Existe un deterioro compa- rativo de las condiciones objetivas de vida de la mayor parte de la poblacién. El anélisis de la familia, como dispositivo institu- cional y de los vineulos que se establecen en su seno, se realiza en este contexto, Emergen nuevos sujetos de demanda politica: los jovenes, las mujeres, los marginales, los desempleados, los jubilados. Seziin L. Balbo, la construceién de la subjetividad se relacio- na estrechamente con el modo de produccién. En el capitalismo, los adultos son socializados para pensar en el bienestar de su propia familia, y los nitios y los jévenes, para depender casi ex- clusivamente de ella. Esta autora enfatiza la construccién del mundo privado en oposicién al pablico y el establecimiento de profindos lazos de lealtad (0 su reverso, la rebelién) en oposi- cién a la solidaridad comunitaria, La perspectiva de Balbo es fuertemente economicista, y los conflictos vinculares y subjetivos derivan de situaciones tam- bién conflictivas entre las estrueturas productivas y las ins- tituciones y procesos relacionados con la satisfaecién de neeesidades. La repiesentacién consensual de lo que es conside- rado necesario ha mejorado, y existen expectativas generaliza- das de cierto bienestar minimo considerado un derecho, lo que aumenta el conflicto cuando existe una imposibilidad estructu- ral para su satisfaccion por parte de amplios sectores sociales. La autora ofteee una vision histériea acerca de la relacién entre la institueién familiar y el modo de produceién para la subsistencia. Toma el caso de la Inglaterra preindustrial a fin de mostrar el peso prevaleciente de la actividad productiva fa- 55 miliar y la subordinacién a ella de los arreglos relativos a la satisfaccién de necesidades. En la familia dedicada a la produccién textil, agricola 0 artesanal, el trabajo determinaba el rol de adultos y nifios, y de varones y mujeres. Todos eolaboraban en la produccién yi bien existfa una division de funciones y una jerarquia entre los gé- neros y las generaciones (el padre dirigfa la industria domésti- ca, los varones tejian; las mujeres generalmente hilaban, y los nifios ayudaban), no habia una divisién sexual del traba- jo tan polarizada como se registré luego de la Revolucién In- dustrial, ni la separacién entre infancia y adultez estaba tan institueionalizada como en Ia actualidad, al menos en los secto- res integrados en el sistema. La esfera publica no se habia dife- renciado claramente de la privada y la relacién entre produccién de recursos y satisfaccién de necesidades no se habia constitui- do en un problema politico por falta de una representacién ¢0- lectiva de la satisfaccin de necesidades basicas como un derecho ciudadano, Como se ve, si bien esta perspectiva toma como eje explica- tivo el sistema de produccién, también considera la influencia de Io que los historiadores franceses han Hamado “las mentali- dades”. Balbo considera que la Revolueién Industrial destruy6 la fa- milia de la clase obrera. El periodo inicial de acumulacién capi- talista se caracterizé por la explotacién brutal de las masas operarias y campesinas. E} trabajo femenino ¢ infantil no res- petaba las diferencias biolégieas y evolutivas, y las condiciones de vida eran deplorables, tal como lo describe F. Engels en su obra sobre la condicién de la clase obrera en Inglaterra. La fa- miilia industrial no fue més la sede de actividades productivas, que pasaron a desarrollarse en las fébricas, mientras que se redujeron al minimo las actividades de cuidado y asistencia de sus integrantes. En ese contexto de superexplotacién, el agru- pamiento familiar se mantenia con el propésito de favorecer la mera subsistencia, y los vinculos emocionales experimentaron un proceso de maximo empobrecimiento, dadas las agobiantes condiciones de existencia. En el capitalismo avanzado, la familia vuelve a ser sede de actividades que, aunque aparentan ser internas, resultan re- 56 levantes para el sistema productivo. La educacién, el cuidado, Ja asistencia de los integrantes de la familia, aunque auxilia- dos por institueiones externas que asumen parte de la tarea, tales como escuelas y hospitales, constituyen la funcién actual de la familia, centrada en la satisfaceién de necesidades pri- vadas. Las mujeres, antes integradas en la produccién de forma indiseriminada, se constituyen en especialistas del ambito pri- vado; el eapitalismo, en ese periodo, se caracteriza por una es- tricta divisién sexual del trabajo. Segin Balbo, lo que se ha considerado “funciones de consumo” consiste en triimites insti- tucionales indispensables para utilizar los bienes provenientes del sistema productivo. Las mujeres organizan estos recursos y gestionan con estos fines las relaciones con otras instituciones, En la fase avanzada del sistema capitalista resurge el inte- rés por la organizacién familiar, y los sectores dominantes Promueven una familia obrera organizada y disciplinada de acuerdo con ¢] modelo de la familia burguesa. La responsabilidad de acceder a recursos a los que todos aspiran, pero que son escasos, resulta privatizada, y se asigna cada familia la responsabilidad por lograrla. Desde esta pers- pectiva, las nuevas profesiones -tales como médicos, trabaja- dores sociales, educadores (a los que también se refiere J. Donzelot)~ elaboran normas de comportamiento destinadas a esta finalidad. Dice Balbo: Haber demandado a a familia, institueién * privada”, la respon- sabibidad de la satisfaccién concreta de ae neceridades co un "ha- azgo” fundamental, que consigue saldar el equilibrio entre dos términos: recursos y necesidades. De ese modo se construye una representacién de lo privado asociado a lo competitive, que es contrapuesto a lo coleetivo, a lo que se agrega el sentido de “no politico”. Recordemos que esta definicién consensual fue impugnada desde el pensamien- to feminista a través de la eélebre frase “Lo personal es politi- 0”, con la cual se pretendia expresar la estrecha articulacion percibida entre la subjetividad, los conflictos privados y las 57 condiciones de vida espeeificas para las mujeres en la sociedad oceidental actual. De acuerdo con el planteo de Balbo, las mujeres de los s: tores medios se ven constreftidas al desemperio del rol dom tico, debido a la escasez de recursos comunitarios destinados al cuidado de los nifios, a la neeesidad incrementada de rea- lizar gestiones burocraticas relacionadas con el sistema de salud y el educativo, etcétera. Son las mujeres provenientes de sectores acomodados quienes pueden integrarse al merea- do de trabajo extradoméstico y obtener recursos propios, en algunos casos delegando en otra adulta algunas de sus fan- ciones hogarefias, en otros, recurriendo a familiares o a instituciones de buena calidad; mientras que las mujeres de sectores desposefdos realizan trabajos de todo tipo a expensas de la calidad de la vida familiar y del abandono de sus nifios. Aun cuando las mujeres se incorporan al tra- bajo remunerado, el mercado esta segmentado; muchas de ellas son trabajadoras de tiempo parcial, con tareas escogidas en fancién de Ia flexibilidad que les permita hacer compati- bles el trabajo y las obligaciones familiares. De este modo, su ingreso es complementario, y se reproduce de modo atenuado la divisién sexual del trabajo. Respecto de esta cuestién, se ha realizado entre nosotros un estudio acerca de mujeres profesio- nales, que compara las estrategias de vida y las actitudes de profesionales que priorizan su carrera y que, por eso mismo, aleanzan resultados més satisfactorios en el trabajo, con el estilo desarrollado por quienes privilegian su rol maternal y doméstico, desarrollando su profesidn de forma subordinada a Jo que consideran su responsabilidad principal (Ana Maria Fernandez, 1993). Este tipo de estudios permite comprender que no son s6lo los determinant’ relacionados con la condicién social los que inciden en la inserciGn laboral y el rol familiar de las mujeres, sino que es necesario tener en cuenta los fac- tores més especificos, relacionados con los valores familiares, las expectativas respeeto de las mujeres y las respuestas per- sonales de cada sujeto a su contexto. En el mismo sentido, re- sulta ilustrativo un trabajo de Lidia Heller y Susana Ruiz (1992), donde se analizan las condiciones familiares de las mu- eres exitosas en el aspecto laboral. 58 Elestudio de Balbo destaca el nexo existente entre familia y pe- riodo histérico, asi como entre familia y sector social. Es interesan- te recordar que incluye una investigacién focalizada en las relaciones intergeneracionales, basada en entrevistas con estu- diantes mujeres de la Facultad de Ciencias Politicas de la Univer- sidad estatal de Mildn, Balbo destaca que nuestra sociedad mantiene a los j6venes de sectores medios en un estatuto de no productividad econdmiea, en una posicién de marginalidad res- pecto del sistema politio, reprimidos en la esfera sexual y subor- dinados a un indefendible sistema de autoridad. Es en este aspecto en el que se hacen més evidentes las profundas transfor- ‘maciones acaceidas en los tiltimos veinte afios, ya que esta carac- terizacién, si bien no ha sido superada totalmente, en buena medida ha quedado atrés, sino a nivel de la insercién ocupacio- nal sf en cuanto a la autonomia en el seno de la familia y el ejer- cicio de la sexualidad por fuera de la alianza matrimonial. En cuanto a la participacion politica, el descrédito actual de esta for- ma de ejercieio del poder coloca en situacién de marginalidad a toda la poblacién que no pertenece a sectores eeonémicos podero- 50s 0 a la clase politica. En el marco de una coneepeién general donde se describe a la familia como un dispositivo institucional que promueve la competencia con los otros grupos familiares a expensas de la solidaridad, Balbo senala el impacto de Ja lucha por el po- der que surge en la adolescencia de los hijos, y la necesaria redefinicién de roles y vinculos. Tras las divergencias apa- rentemente profundas, la autora destaca importantes acuer- dos tacitos entre las generaciones, en los que los jévenes usufructiian el sostén de los adultos para mantenerse den- tro de su clase, y las mujeres aspiran a volver a fundar una familia monogdmica, donde los vinculos sean mas democré- ticos, mas abiertos sexualmente, con mayor riqueza interper- sonal, pero que no difiere estrueturalmente de la familia tradicional. El ideal maternal como organizador principal del proyecto de vida para las mujeres permaneeia incuestionado, y el proyecto laboral supeditado a esta expectativa, pereibido como “destino”. PROBLEMAS FAMILIARES EN LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA ‘Un camino posible para el andlisis de las problemsticas re- levantes de Ia familia actual es confrontar algunas definieiones de “familia” con situaciones empiricas registradas en el curso de nuestra experiencia de vida y de la préctica profesional. Bronislaw Malinowsky (1922), citado en Wainerman (1994), define asf a la familia: Grupo social que existe como tal en la representacién de sus ‘miembros, el cual es organizado en funcién de La reproduecisn (bio- logica y social) por la manipulacién, de un lado, de los principios formales de la alianza, la descondencia y la conzanguinided y, de otro, de las practicas sustantivas de divisién sexual del tralaaj, He elegido esta definicién por su caréeter amplio y poco sesgado, ya que su formulacién es suficientemente abstracta como para dar cuenta de miiltiples formas de agrupamiento fa- miliar. La existencia intersubjetiva del grupo resulta destacada, lo cual permite incluir a familiares que no conviven en la misma unidad doméstica, pero que se consideran integrantes de un niicleo familiar, como ocurre euando los hijos adolescentes viven solos, pero toman el hogar paterno como referencia simbéliea y como sostén material. @Pero podemos hablar de divisién sexual del trabajo en los hogares monoparentales con jefatura femenina? Los hogares monoparentales ascendian al 10 % en nuestro pais en 1991, y de este porcentaje, un 77 % estaba integrac por una madre sca con sus hijos (Wainerman, 1994). También existe un porcenta- Je, muy bajo por cierto, en rapido ascenso, de familias con jefa- ‘ura masculina exclusiva (me refiero a que la madre no vive con los nitios). Cuando quien esta al mando del hogar es mujer, ella desempefia funciones antes asignadas a los hombres sin dejar por eso de ejercer en alguna medida sus roles tradicionales, aunque los delegue en parte a su madre, una hija mayor o la empleada doméstica, Cuando falta la madre, es posible que el padre recurra a otra mujer en su reemplazo, aunque tenders a asumir algunas tareas antes consideradas femeninas. Lo que interesa destacar es que aun en familias donde la pareja parental permanece unida, en muchos casos Ja divisién sexual del trabajo esta en franco retroceso, porque se compar- ‘ten las tareas y funeiones de forma flexible. E] U.S. Bureau of the Census considera familia: Un grupo de dos o mas personas que residen juntas y que estén relacionadas por consanguinidad, matrimonio 0 adopeién. Como vimos, existen formas familiares donde hay parien- tes que no viven juntos, pero que se consideran subjetivamen- te integrantes de un micleo. Por otra parte, en las familias ensambladas, el marido de la madre no esta relacionado con los hijos que ella tuvo en su primera unién conyugal, ni por consanguinidad ni por matrimonio, y generalmente no los adopta, ya que ellos tienen padre. Queda decretar que “eso no es una familia” ~a lo que muchas veces adseriben sus mismos integrantes con graves dafios para todos~ 0 erear nuevas cate- gorias y formas de nominar y dar sentido a estos nuevos esti- los de familiarizaci6n. Seguin el Oxford English Dictionary, la palabra inglesa family viene del latin “familia”, que significa “hogar” y famulus sea “sirviente”. Un viejo dicho europeo define la familia en el mismo sentido, como “aquellos que comen de la misma olla”. {Habra que transgredir las fronteras de clase y considerar a la empleada doméstica que reside en el hogar como parte de Ia familia? Cuando la asociacién es prolongada y estrecha, la em- pleada adquiere un estatuto emocional que la pone a la par de un familiar. Algunos nifios reservan para ella la denominacién de “segunda mama”, en los cazos en que la crianza esta parcial- mente a su eargo cuando la madre trabaja, o en familias adine- radas que delegan la atencién de los hijos al estilo del Antiguo Régimen europeo. Recordemos el rol subjetivante que se atribu- y6 al vineulo con la nifiera en algiin historial freudiano (véase el historial clinico sobre “El Hombre de los lobos”, Freud, 1918). ‘También en este caso, la ausencia de reeonocimiento, de pala- bras para decir lo que ocurre, se constituye en factor patégeno, 61 Por supuesto que los sileneios no son inocentes, ya que encubren conflictos que no se desea hacer explicitos, tales como, en el caso mencionado, la contradiceidn interna que experimenta la ma- dre, quien desea que la empleada trate a sus hijos come si fuc- ran propios, pero, a la vez, que no reivindique derechos sobre ellos ni sea més amada por los nifies que la madre misma. El Diccionario de la Lengua Espanola define a la familia como “Grupo de personas emparentadas entro sf que viven jun- tas bajo la autoridad de una de ellas”. Esta definicién no reconoce el fenémeno de la jefatura com- partida, propio de la crecionte democratizacién social y de la mejoria de la condicién femenina, Bs de destacar que los censos ‘mantienen la eategoria de jefe de familia, que oscurece en mu- chos easos el hecho de que ya no existe un ingreso basico ma- Yor que los otros, que se supone aportaria el padre, y que ese poder se ha deseentralizado. El Journal of Home Economics describe a la familia como: ‘Una unidad de personas interdependientes, que estén involuera- das en transaeciones intimas y que comparten recursos, responsabi- lidad y compromiso a lo largo del tiempo, Como vemos, aquf no quedan trazas de consanguiniéad, fi- hacién ni alianza. Esta definicién es valida para un grupo de amigos que comparten su vivienda y su vida, tal como vimos en la pelicula Carrington, o como nos relata Betty Friedan en su obra La segunda fase (1981). Amy Swerdlow (1989) considera que Ia familia es: ‘Un hogar compuesto por personas interdependientes, que com parten responsabilidades y compromiso reciproco a 1o largo del tiempo Esta autora propone como requisito compartir la unided doméstica, cosa que, como dije, no siempre ocurre. Segiin el censo norteamericano de 1978, citado por Briden- thal (Swerdlow, 1989), 11 millones de nifios vivian en hogares 62 monoparentales con jefatura materna y un millén vivian sélo con sus padres varones. Existe una tendeneia creciente hacia la conviveneia de parejas no casadas y hacia los hogares uniper- sonales (Swerdlow, 1989), Meneiono estos datos porque, a mi entender, marcan una tendencia comtin en la actualidad y que, salvando las diferencias culturales, sefiala el rumbo de una po- sible transformacién de las familias en Occidente. La situacién en nuestro pais, de acuerdo con C. Wainerman (1994), se caracteriza por los siguientes rasgos: creciente urba- nizacién, disminucién de la fecundidad, aumento de la expecta- tiva de vida, mayor nivel educativo y participacién econémica femenina (lo que leva a la postergacién del matrimonio), nuclearizacién de la familia, aumento de las niones consensua- les, aun en Jos sectores medios, e incremento de las separacio- nes y los divorcios, Por todos estos factores, las familias son cada vez mas pequefias. Ha aumentado la proporeién de personas que viven solas, que en la juventud y la!adultez son mayormente varones debido a la mayor autonomia estimulada para el géne- ro masculino y al hecho de que en los casos de divorcio todavia Jos hijos suelen quedar a cargo de la madre. En la edad madura ‘y la vejez, las personas que viven solas son en su mayorfa muje- res, debido a le expectativa de vida que suele acompafarse de viudez, ya que a la mayor longevidad femenina se agrega ol hecho de que, por razones culturales, los hombres tienden a ser mayores que sus esposas. Por otra parte, existe una menor ten- deneia a casarse nuevamente por parte de las mujeres. Debo aclarar que eonsidero que esta menor probabilidad de nuevo matrimonio se explica en parte porque muchos hombres cligen mujeres més jdvenes en sus segundas nupcias, lo que constituye un indicador de continuidad de la dominancia mas- culina, tanto eeonémica como intersubjetiva. Aumentan los hogares monoparentales, generalmente con Jefatura femenina, como consecuencia del divorcio, y existe, como vimos, una pequefa proporcién de hogares donde el padre esti solo a cargo de los nifios, tendeneia incipiente pero en rapi- do crecimiento. En cuanto a los adolescentes, en muchos casos se est retra- sando su desprendimiento del hogar parental debido a la crisis ‘econdmica, en especial en los sectores medios. 63 Los ancianos varones viven, de acuerdo con Wainerman, en tun contexto familiar en mayor proporeién que las ancianas, quienes cuando no viven en una familia extendida, Is hacen so- las. La mayor longevidad de las mujeres hace més probable para ellas la institucionalizaci6n, ya que la creciente tendencia a in- corporarse al mercado por parte de las mujeres casadas, no les permite cumplir con uno de sus roles tradicionales consistente enel cuidado de los ancianos. También contribuyen aesta situa- cién las caracteristicas de la vivienda urbana y el consenso ere- ciente acerca de la necesidad de intimidad para la pareja conyugal. La familia actual tiene su centro subjetivo en la alianza més que en Ia filiacién, y son la sexualidad y el amor los recursos contemporéneos aptos para cimentar y dar centido a las alian- zas conyugales. La “familia tipo” -compuesta por el padre, la madre y dos nifios es un modelo ideal, y todavia es el més freeuante en la Argentina, En 1991 Ia mitad de todas las familias eran de este tipo, y su frecuencia aumenté levemente desde 1980, como tambiée oeurri6 en el AMBA (Capital Federal y conurbano bonacrense), donde estas familias crecicron de 50 a 53 por ciento de todas las farcilias entre 1980 y 1989 (Wainerman, 1994). Sogn la misma autora, los hogares monoparentales ascien- den a un 10 por ciento. Sin embargo, los expertos predicen que en el futuro casi la mitad de los nis pasarén antes de los dieciocho afos a vi- vir parte de sus vidas con un solo progenitor. Millones de ni- hos habitaran en hogares compuestos por uno de sus padres bioldgicos y un padrastro o madrastra. Y si la tendencia ac- tual continia, un niimero creciente de los nifios de hoy ten- derdn a posponer el matrimonio y a comenzar su vida adulta en hogares unipersonales o conviviendo en pareja sin casarse (Swerdiow, 1989), Los cambios afectan no s6lo al tamario y la composicién de las familias sino que los roles familiares experimentan profundas modificaciones. Uno de los principales factores es que las 64 ‘mujeres casadas que tienen hijos de corta edad no abandonan el mereado de trabajo, como solian hacerlo, sino que permane- cen en él pese a la carencia de dispositivos sociales adecuados para el cuidado de los nitios. La disponibilidad de recursos pro- pios para las mujeres y el consenso creciente en Oceidente acer- ca de la legitimidad de los arregios democréticos, promueve que Jas familias evolucionen hacia una jefatura compartida. Los nifios, por su parte, han pasado a ser sujetos de derecho, haciéndose visibles las situaciones de abuso fisico, sexual y emocional, que en otros tiempos no se pereibian o se naturali- zaban. Los adolescentes gozan de mayor libertad que antes, pero ésta parece ser una libertad “para nada’, ya que su insercién ocupacional es dudosa en un periodo de retraccion del empleo. La creciente adicciGn a las drogas y la violencia juvenil son pro- blemas que exceden la perspectiva familiar y que no es mi in- tencién referir @ las familias privatizando una problematica piiliea. Pero sin duda afeetan a los grupos familiares, exponien- do a sectores que antes se sentian protegidos de la intromision del poder publieo, a intervenciones gubernamentales en las que la potestad de los padres puede verse debilitada 0 revocada. Por tltimo, existen més ancianos, generalmente ancianas, cuya expectativa de vida aumenté debido a las mejores eondi- ciones de existencia y los avances médieos, pero que parecen no tener destino social, no s6lo por razones vinculadas al envejeci- miento poblacional y ls carencia de recursos para sostenerlos en su etapa no produetiva, sino porque la ideologia cultural predo- minante tiende a negar la muerte y la desgracia, y esta estrate- gia de desmentir el dolor hace invisibles a los ancianos, difundiendo la imagen de sujetos hegeménicos, que suelen ser adolescentes 0 adultos jévenes unidos a través del amor pasién. De acuerdo con Swerdlow (1989), en Estados Unidos la “fa~ rmilia tipo” es atipica, ya que sélo entre el 7 y 15 % de las fami- lias norteamericanas esta compuesto por ambos padres y sus hijos, con el padre que provee y la madre que cuida. En un contexto cambiante, y contrariamente a las posturas que anuncian la muerte de la familia, ecnsidero que, asi como Ja estructura familiar ha cambiado en funcidn de factores eco- 65 xnémicos, politicos e ideologicos sin desaparecer a lo largo de la historia conocida, persistiré alguna especie de arreglo familiar en el futuro, Sigue siendo necesario gestionar, en el pequerio grupo de parientes y/o allegados, la reproducciGn de las fuerzas de los trabajadores, la crianza de los nifios y los adolescentes, 6] cuidado de los enfermos y los ancianos, la transmisién cultural a través de la socializacién primaria, Todo esto supone el esta- blecimiento de alguna clase de lazos emocionales profundos y estrechos, requisite al parecer indispensable en el proceso de construccién subjetiva. El dmbito privado se ha descrito como un almédcigo donde se caltiva el individualismo y la competencia en contraposicién a la solidaridad eomunitaria. Esto es vélido para la familia ca talista avanzada, pero junto con los aspectos negativas del in vidualismo extremo, es necesario destacar su vertients positiva, ‘ya que el proceso de individuacién supone subjetividades com. plejas, aptas para resistir las tendencias masificantes y aportar la cuota de creatividad y diversidad necesaria en une sociedad demotrsitiva: (Bsisten lgunos problemas en la actualidad que requieren arreigios evlectivos, afin de actualizar los dispositivos institueio- nales y las priicticas cotidianas para reconocer y dar cabida a situaciones nuevas, Los dispositivos para la crianza de nifios y adolescentes no se han ajustado al fenémeno de la incorporacisn creciente de las mujeres en el mereado de trabajo, Este proceso se viene dando en funcién de la posibilidad de regular los nacimientos merced a la teenologia médica anticonceptiva y a la Iogiea de hacerlo en el ambiente urbano, donde los hijos no ayudan ala subsisteneia, como ocurre en los ambientes rurales, sino que constituyen una responsabilidad econémica para los padres durante largos aos. La experiencia de adquirir poder, que acompafia general- mente el hecho de generar recursos, sostione la actual tenden- cia femenina a prepararse para el trabajo y subjetivarse como trabajadoras. Una transtiirtnacion tan profunda en los roles de género sexual no puede tesultar eficaz sin profundas modifica- ciones, no s6lo relacionadas con guarderias, jardines materna- 66 les, escuelas y centros recreativos, sino que la estructura mis- ma del sistema productivo deberia armonizarse con las trans- formaciones del ambito privado, Las mujeres han debido “travestirse” para trabajar, ya que aun existiendo una mareada segmentacién del mereado en tareas feminizadas y por lo tanto subvaluadas, y la escasa participacién femenina en los niveles directivos en empresas, profesiones, uni- versidades y organizaciones politicas, el modelo ideal del traba- Jador sigue siendo un varén adulto que euenta con el apoyo de una esposa. Cuando son las esposas quienes trabajan, y més atin cuando las trabajadoras son ex esposas (me refiero a las mujeres divorciadas y viudas), su participacién en la generacién de recursos se realiza a expensas de esfuerzos extracrdinarios ¥ carencias lamentables, respecto de las cuales las principales victimas son ellas mismas y sus hijos. sta es una problemati- ca que debe desprivatizarse, ya que corresponde al conjunto de la sociedad hacerse cargo de la reproduecién generacional, ga- rantizando las eondiciones minimas para hacer compatible tra. bajo, hogar y esewela. La reduecién de jornadas laborales es un recurso posible de ser implementado en un periodo caracterizado por Ia eseasez del ‘empleo y permitiria a todos dedicar mas tiempo a la crianza de los hijos, sin establecer diferencias discriminatorias entre mu- Jeres y varones. En el mismo sentido, deberia concurrir Ia com. binaci6n de horarios escolares y laborales, la amplia disposicion de guarderias, jardines y escuclas, eteétera. La légica que puc- de sustentar este tipo de politicas publicas es la que Heve a sus tiltimas consecuencias la intuicion moderna acerca del valor de Ja poblacion saludable como parte de la riqueza de las naciones, Seria deseable que la creciente paridad social y politica en- tre varones y mujeres se refleje en précticas de crianza compar- tida por ambos padres y que esta tendencia contintie més alld de los avatares del vinculo conyugal. Existen numerosos estu- dios, a los cuales me referiré mas adelante, que avalan este tipo de modatidad de crianza como promotor de la salud mental y de identidades de género mas flexibles. También es posible regis- trar la existencia de una tendencia social en esta direccién ob- servable en las familias més jovenes, y respeeto de la cual 67 alguns indicadores son los mensajes de los medios masivos, el sungimtento de asooiaciones civiles de progenitores varones que reclaman la teneneia eompartida en caso de divorcio, eteétera. ese a algunos presupuestos en contrario, la dificultad exis- tente para sostener un nivel de vida definido como aceptable basado en el ingreso del padre de familia ha promovido, de acuerdo con mis observaciones, una creciente aceptacién del rol productive de las mujeres por parte de los hombres de edad mediana 0 jévenes. Sin demasiada reluctancia acepten ceder una parte (no todo) de su antiguo poder a cambio de cooperacién, El paso siguiente es la participacién masculina en las tareas del dmbito privado, que algunos varones jovenes comienzen a di frutar con un entusiasmo semejante al de las primeras mujeres de sectores medios que obtuvieron trabajos remunerados, Al cempalidecer el mito del héroe, el ex self made man se dediea a construir a sus hijos, ya que hoy no es tan facil hacerse a si mis- mo desde la nada. Es importante agregar que este proceso re- quiere ajustes subjetivos por parte de la mujeres, quienes a veces se muestran reticentes para compartir el aparentemente denostado “reino del hogar”, ya que hasta hace poeo éste consti- tuy6 su tinico espacio de poder. La realidad dol divorcio ha modificado la tradicién matrimo- nial y se requiere acumular experiencia a fin de otorgar sentido yy legitimidad a los arreglos familiares contemporneos. Es ne- cesario crear nombres y regular las funciones correspondientes a los nuevos parentescos. El desarrollo de un discurso social acerca de estos estilos familiares puede operar en el sentido de promover la salud mental, y los terapeutas a nuestra vex neopiamos experiencias que nos habilitardn de forma progres va para la atencién de los nuevos problemas familiares. Esta problematica resulta de gran significacién para la sa- lud piblica porque es probable que aumente, ya hoy en Estados Unidos el divorcio es el destino de uno de cada dos primeros matrimonios y de uno de cada tres matrimonios (véase Joan Kelly, en Swerdlow, 1989). La situacién actual de los adolescentes es muy conflictiva, lo que se evidencia en la profunda crisis de la escuela media, la drogadiccién, la violencia juvenil, eteétera. Es necesario reali- 68 zar estudios acerca de la problemética adolescente contempord- nea, con el fin de implementar politicas adecuadas acerca de la educacién y el empleo para favorecer la asignacién de un esta- tuto social definido a este grupo de edad, que permanece en una moratoria psicosocial semejante a una tierra de nadie. También se requiere explorar los modos especfficos como se construyen las nuevas identidades de género y relevar las probleméticas diferenciales para mujeres y varones adolescentes, Es posible prever que la ineidencia de trastornos depresivos en las mujeres de edad mediana cuyos hijos dejan el hogar, de- nominada por Rose Oliver (1981) “el sindrome del nido vacio”, tenderd a disminuir al incorporarse esta situacién existencial a las expectativas eonscientes de la mayor parte de las personas. Existe un ntimero creciente de adultos que viven en hogares sin hijos. Eso se debe al aumento de la esperanza de vida, lo que permite anticipar que las parejas o las mujeres solas transcu- rrirén una prolongada etapa de su ciclo vital sin convivir eon los hijos. Las depresiones que se producen en mujeres euya funcién maternal se ha cumplido derivan del proceso histérieo de eons- truceién de la madre moderna, una madre de tiempo completo que todavia existe en amplios sectores, pero que supongo ird transformando su modalidad de ejercicio de la crianza. Una si- ‘tuacién semejante es la depresién posretiro de los hombres subjetivados para ser s6lo trabajadores, quienes ante el cese de sus tareas productivas experimentan un colapso en su autoes- tima. En los paises desarrollados ya se han creado espacios ins- titucionales para la sociabilidad de los ciudadanos maduros (ilamados senior citizens en Estados Unidos). La madurez de la vida ha dejado de ser para muchos una breve antesala de la muerte, por lo cual es necesario gestar espacios, regulaciones y representaciones que den sentido y valor a este periodo vital. {Qué haremos por fin con Jos ancianos? Las exhortaciones morales 0 los reclamos emocionales dificilmente logren revertir la tendencia actual hacia la nuclearizacién de las familias y la biisqueda exacerbada de intimidad, propia del individualismo posmoderno, En cuanto existen minimas condiciones materi 69

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