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Curso - Lenguaje inclusivo y no sexista en el ámbito sanitario Anna Sales Boix

Tema 2. Los problemas de los usos sexistas


del lenguaje.

Objetivo
A lo largo de esta segunda unidad se verán los distintos problemas del sexismo
lingüístico, realizando una breve aproximación a los usos sexistas más comunes
que se pueden encontrar en la lengua para finalizar con una estrategia muy
simple para verificar el sexismo en el lenguaje.

Sumario
1. Los principales problemas del sexismo lingüístico
1.1. La invisibilización y el ocultamiento de las mujeres
1.1.1. El masculino genérico
1.1.2. El Salto semántico
1.1.3. Problemas de concordancia
1.2. El desprecio y la infravaloración de las mujeres
1.2.1. Duales aparentes, vocablos ocupados y pares incorrectos
1.2.2. Vacíos léxicos
1.2.3. Asimetría en el tratamiento hacia mujeres y hombres
1.2.4. Denominación sexuada
1.2.5. Aposiciones redundantes
1.2.6. Asociaciones lingüísticas peyorativas o estereotípicas
1.2.7. El sexismo del oyente
2. La regla de verificación del lenguaje sexista
3. Bibliografía

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Las lenguas se fortalecen cuando, cambiando siempre, expresan la heterogénea multiplicidad de experiencias
de sus hablantes, más aún si son más quienes la leen y la escriben. Pueden, en cambio, debilitarse y
desaparecer si se imponen en ellas normas y usos que no concuerdan con las aspiraciones, las necesidades y
los deseos de las mujeres y los hombres que viven, piensan y sienten a través de sus propias hablas.
Marcela Lagarde

1. Los principales problemas del sexismo lingüístico


Hay tres agentes potencialmente responsables del sexismo lingüístico:

 La persona que habla y su contexto mental.


 La persona que escucha y su contexto mental.
 La lengua como sistema.

Según su naturaleza los problemas de los usos sexistas del lenguaje pueden clasificarse en 1:
 Problemas morfosintácticos, relacionados con la morfología y
la sintaxis de los elementos lingüísticos dentro de la oración, es
decir, la forma y la función de las palabras, la manera de
construir las palabras y las frases.
 Problemas léxico-semánticos, que tienen que ver con
cuestiones léxicas y semánticas, tanto con el origen y la
estructura de las palabras de nuestra lengua como con su significado
y las relaciones de sentido que establecen entre sí.
2
 Problemas estilísticos, derivados del estilo elegido para una
expresión lingüística concreta.

El desarrollo de este tema va a estructurarse, principalmente, atendiendo a los dos fenómenos que
define Teresa Meana (2002) 2, consecuencia en la lengua, del sexismo y el androcentrismo vistos en
el tema anterior:
 Por un lado el silencio sobre la existencia de las mujeres, la invisibilidad, el ocultamiento, la
exclusión.
 Por otro la expresión del desprecio, del odio, de la consideración de las mujeres como
subalternas, como sujetos de segunda categoría, como subordinadas o dependientes de los
varones.

1
Clasificación (no las definiciones) tomada de Medina Guerra, A. (Coord.). (2002): Manual de Lenguaje Administrativo
No Sexista.
2
Porque las palabras no se las lleva el viento. Ajuntament de Quart de Poblet.

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1.1 La invisibilización y el ocultamiento de las mujeres


1.1.1. El masculino genérico

Esta tipología de problemáticas vienen derivadas de esa doble función que en la lengua española se
le concede al género masculino cuando nombra o se refiere a seres animados, especialmente a
personas: nombrar al sexo masculino o varón (función específica) y hacer referencia a ambos sexos,
hombres y mujeres (función genérica).
El uso del masculino como genérico implica el uso sistemático de términos masculinos con la
intención de englobar a mujeres y a hombres.

El uso sistemático del masculino como genérico, silencia, aliena la contribución personal y
social de las mujeres. Niega su existencia y su presencia, consolidando la existencia de
sociedades patriarcales y androcéntricas.
3
CARMEN ALARIO y otras autoras

Si bien se soporta desde una perspectiva lingüística “normativista” como “género no marcado” el
masculino genérico puede generar confusión y ambigüedad, pues, en ciertos contextos, no deja
claro si se refiere a los varones únicamente o también a las mujeres (uso específico o genérico) y,
además, desde un punto de vista de justicia social, silencia y oculta a las mujeres.
Discriminación de Género 3
El aspecto más conocido y reconocido es el del uso del masculino como genérico en las lenguas de origen latino, lo cual
abarca a centenares de millones de hablantes en el mundo. (...) En el caso que nos ocupa los sustantivos, artículos y
adjetivos en masculino subsumen el femenino siempre que conviene. De hecho, lo fagocitan. De este procedimiento se
derivan los fenómenos siguientes:
1. Invisibilización de las mujeres: simplemente, ellas no constan.
2. Exclusión: se las omite abierta y deliberadamente.
3. Subordinación: aparecen en posición de objeto pasivo, objeto del habla.
4. Desvalorización: se las menciona como inferiores o como ejemplo de inferioridad cuando se trata de una
comparación.
Sau, Victoria. 2001. Diccionario Ideológico Feminista, Volumen II

Los usos con el masculino genérico son muy frecuentes y se pueden encontrar en todo tipo de
contextos, discursos y textos, afectando tanto a sustantivos como a otras expresiones (el docente,
los trabajadores, todos, uno, algunos, del mismo…): Pocos conocen el origen del conflicto; El que
quiera inscribirse debe comunicarlo…
En el ámbito administrativo este uso se ha extendido mucho en formularios o documentos-tipo
(modelos: petición, acta, contrato, etc.) tanto para referirse a un individuo concreto como a un
colectivo. También es muy común en los textos normativos (el solicitante, los jueces, el
demandante, el infractor, el titular, el destinatario, el declarante, perceptores, socios…).
Y para que conste, a petición del interesado, firmo el presente documento
Firmado: El presidente

3
Nombra en femenino y en masculino: la representación del femenino y el masculino en el lenguaje

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Falsos genéricos o vocablos androcéntricos


La palabra hombre se utiliza tanto como equivalente de género humano
como para designar a un ser varón. Lo mismo ocurre con palabras y
expresiones de uso muy común como ciudadano, trabajadores, etc. que
se han convertido en “falsos genéricos” y ocultan a la mujer en el
lenguaje mediante el uso reiterado de voces masculinas para
englobarlas.
Esta doble identificación simbólica entraña, en no pocas ocasiones,
confusión y problemas en la interpretación del discurso, pues el
contexto no es suficiente para aclarar si se refiere a hombre en sentido
genérico o específico. Muchas veces, cuando se usan estos términos
para hacer referencia a personas, incluyendo también a las mujeres, el
proceso de identificación que se activa, influenciado por el pensamiento androcéntrico de la
sociedad -lo masculino como valor universal-, hace que tendamos a ocultar la presencia de éstas:
En la prehistoria los hombres vivían en cuevas; Los vecinos del municipio serán indemnizados; Los
españoles son iguales ante la ley. La primera de las frases podemos redactarla utilizando un
lenguaje inclusivo y cambiando hombre por las personas, la gente, los hombres y las mujeres, la
sociedad, los seres humanos o se puede decir simplemente “En la Prehistoria se vivía…”, por
ejemplo.

A lo largo de la historia algunos de los vocablos masculinos usados en un sentido androcéntrico,


generalizando la realidad masculina como la única realidad, sin incluir a las mujeres, eran
socialmente sexistas, aunque sí eran fieles a la realidad. En este caso sí eran masculinos específicos 4
aunque a vistas de la sociedad pudieran parecer genéricos:

Uno de los grandes logros de la Revolución Francesa fue el sufragio universal.


(¿Universal para quién?)
Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. (¿Qué pasaba con los derechos de
las mujeres? A Olympe de Gouges le costó la vida reclamar que éste
realmente fuera un lenguaje inclusivo)

En otras ocasiones se da por supuesto que el mensaje se dirige a un receptor varón (óptica de
varón 4): Si al llegar a casa no encuentra a su mujer, sepa que hoy han empezado las rebajas o Gente
que sólo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz.
Los vocablos en masculino no son universales por englobar a las mujeres. Es un hecho que nos
excluyen. Se dice que son universales porque lo masculino se ha erigido a lo largo de la historia en
la medida de lo humano. Así se confunden los genéricos con los masculinos. Como dice Fanny
Rubio: La lengua será neutra pero no es neutral 5.

4
Álvaro García Meseguer (2001)
5
Citado en Porque las palabras no se las lleva el viento. (2002)

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En su momento podía entenderse que los documentos fueran redactados sólo en masculino,
porque sólo los hombres podían cumplimentarlos y eran ellos los referentes, los datos y las firmas
de las mujeres no constaban porque socialmente no tenían ningún valor. Ahora sí que lo tienen, de
ahí la importancia de que sean nombradas y de que cambie el lenguaje.

Para ampliar

https://elpais.com/especiales/2013/dia-de-la-mujer/#derechos EL PAIS. Marzo. 2013

En ocasiones, como ya se señaló en el tema anterior, se detectan errores en los usos del lenguaje
debidos a la identificación del género gramatical con el sexo biológico. Por ejemplo, expresiones
como “es la mejor persona que he conocido” o “se defendió como una bestia”, pueden referirse
tanto a una mujer como a un hombre, aunque según el género gramatical sean femeninos.

Otras veces también se da por supuesto (y así se recoge todavía en algunos libros de lengua
castellana) que el femenino se forma a partir del masculino, que se presenta como la raíz originaria
de la palabra. Hay palabras que, indudablemente, existieron primero en femenino, puesto que
nombran profesiones u ocupaciones que está documentado que realizaban sólo las mujeres: 5
comadrona, partera, etc.
Igualmente como se verá en el apartado relativo a las profesiones y cargos de responsabilidad, la
creación de nuevas palabras para designar nuevas profesiones también puede dar lugar a algunos
problemas morfológicos con las terminaciones y las reglas gramaticales que se presentan como
normalizadas.

1.1.2. Salto semántico

Según definición de Álvaro García Meseguer 6, a quien debemos este término, se incurre en salto
semántico cuando al hablar o al escribir se emplea un masculino en sentido genérico y se enuncia
sobre él una primera oración cuyo sentido cuadra a uno y otro sexo, y más adelante se repite el
empleo del mismo masculino (explícita o implícitamente) pero esta vez en su sentido específico, es
decir, referido a varones exclusivamente.
Los gibraltareños tienen todas las ventajas peninsulares: mujeres, sol, vino y música
Los egipcios habitaban en el valle del Nilo, sus mujeres solían...
El Corán dicta norma para los creyentes; pueden tener hasta cuatro esposas...

Así, si leemos en un libro de texto (en un pasaje referente a la conquista de América): "Todo el
pueblo bajó hacia el río a recibirles, quedándose en la aldea sólo las mujeres y los niños"… ¿Quién
entendemos que bajó? ¿Los varones, no? ¿O pueden ser los varones y las niñas? Sin embargo, ese

6
¿Es sexista la lengua española? (2011)

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"todo el pueblo" parece que sea usado como un genérico y confunde. Se produce, pues, un salto
semántico 7. Es decir, una oración comienza con un sujeto genérico que, a continuación, revela una
referencia exclusiva a los varones.

Este es otro de los usos lingüísticos relacionados con el sexismo que causa confusión semántica. En
una misma frase se emplea un término masculino que, aparentemente, tiene un sentido genérico y
más adelante, mediante otro vocablo, se destapa que el uso de ese masculino no era genérico, sino
específico:
Los españoles tienen problemas de sobrepeso en un 25%, en el caso de las mujeres un 35%
El seguro médico cubre a los afiliados. También a sus mujeres o Los ingleses prefieren el té al
café
También prefieren las mujeres rubias a las morenas.

Este segundo empleo demuestra que en la mente del autor el primer enunciado era ya sexista, “circunstancia que
habría pasado inadvertida de no haberse añadido la segunda frase”
Álvaro García Messeguer (1994)

Por tanto, ante un masculino plural las mujeres deben preguntarse si están incluidas o no, porque
son posibles ambas cosas, tienen una identidad que a veces se nombra en masculino y otras en
femenino. A los hombres esto no les sucede, siempre saben cuándo los nombran, su identidad no
es cambiante 8.
6
1.1.3. Problemas de concordancia

De la misma manera que sucede con uso del masculino genérico, las reglas generales de
concordancia de la lengua española establecen que cuando hay distintos sustantivos y el género de
los mismos no coincide, los adjetivos que los modifican deben ir en masculino plural.

Cuando nos encontramos con adjetivos de doble forma este uso sistemático del masculino en la
concordancia también puede generar confusiones e imprecisiones comunicativas: Los alumnos y
alumnas aprobados recibieron un diploma; Los trabajadores y trabajadoras de la empresa están
sindicados.

1.2. El desprecio y la infravaloración de las mujeres


En los usos lingüísticos también nos encontramos con distintos fenómenos que bien presentan a las
mujeres de forma sesgada, parcial y discriminatoria, bien ocultan o subordinan su presencia a la
masculina.
A veces son las palabras empleadas las que, por su significado cambiante, pueden generar disimetrías según se
apliquen a hombres o a mujeres (duales aparentes y vocablos ocupados). En otras ocasiones, es la estructura sintáctica
empleada la que genera el tratamiento desigual (salto semántico, asimetría en las fórmulas de tratamiento,
denominación sexuada, aposición redundante, preferencia en el orden de presentación, tratamiento heterogéneo,
etc.).

7
Citado en Porque las palabras no se las lleva el viento (2002)
8
Lengua, sexismo y mi día a día en todo esto. Doce miradas.

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Guía para un uso igualitario del lenguaje administrativo (2004). Diputación Málaga

1.2.2. Duales aparentes, vocablos ocupados y pares incorrectos

Los duales aparentes son términos que cambian de significado según se refieren a un sexo o al
otro. Se trata de casos en los que se altera el significado de una misma palabra cuando se le aplica
el accidente gramatical del género. Normalmente, la palabra suele adquirir un sentido más negativo
o señalar una posición inferior en femenino. Es decir, son expresiones formalmente simétricas pero
semánticamente asimétricas, en perjuicio de las mujeres.
Suele ocurrir en palabras que designan fórmulas de tratamiento, cargos o profesiones. Las formas
femeninas se convierten entonces en vocablos ocupados porque poseen entre sus acepciones un
significado inferior o negativo con respecto a la forma masculina, lo que dificulta que estas formas
se utilicen de un modo igualitario. Estos usos son cada vez menos habituales aunque las
instituciones lingüísticas formales aún recogen estas acepciones9:
Alcalde: 1. m. y f. Autoridad municipal que preside un ayuntamiento y que ejecuta los acuerdos de esta
corporación, sin perjuicio de sus potestades propias, y es además delegado del Gobierno en el orden
administrativo
Alcaldesa: 5. f. coloq. p. us. Mujer del alcalde.

Hombre público: 1. m. hombre que tiene


presencia e influjo en la vida social.
Mujer pública: 1. f. prostituta. 7
Gobernante: 1. adj. Que gobierna. Partido
gobernante. U. m. c. s.
Gobernanta: 1. f. Mujer que en los
grandes hoteles tiene a su cargo el
servicio de un piso en lo tocante a
limpieza de habitaciones, conservación
del mobiliario, alfombras y demás
enseres.2. f. Encargada de la
administración de una casa o institución.

Es frecuente que la forma femenina de estos pares esté ocupada por la acepción esposa de:
alcaldesa, concejala, sargenta 10, etc.

En el caso de secretario y secretaria, el masculino suele designar a un alto cargo de la


administración, mientras que el femenino hace referencia a tareas subalternas (un hombre en esta
misma posición suele denominarse administrativo y no secretario).

9
Acepciones del DRAE
10
Aunque el DRAE no recoge “sargenta” para referirse a una suboficial militar y sí para otras acepciones peyorativas, de
acuerdo con las normas gramaticales del español sería totalmente admisible, el uso es el que va imponiendo las formas
femeninas

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El problema surge cuando, en ocasiones, como las formas femeninas están ocupadas (con otros
significados), cuando una mujer desempeña un puesto importante, se utiliza el masculino no
marcado (aunque la forma en femenino incluya la acepción equivalente) de manera incorrecta: la
secretario, la alcalde o la sargento.

En pares como hombre público/mujer pública, individuo/individua, prójimo/prójima,


sargento/sargenta, frío/fría o verdulero/verdulera las formas femeninas tienen un sentido tan
negativo en alguna de sus acepciones que dificultan cualquier simetría con la forma masculina:
“prostituta”, “mujer despreciable”, “mujer de poca estimación pública o de dudosa conducta”, “mujer
corpulenta, hombruna y de dura condición” y “mujer descarada y ordinaria”, respectivamente. Se
supone que, con el tiempo, se equilibrará el uso de estos términos y se perderá el matiz despectivo
de la forma femenina: El escrito debe ser aprobado por la Gobernanta.
También se denominan pares incorrectos asociaciones como varón-hembra o marido-mujer,
puesto que no son equivalentes en sus significados masculinos y femeninos, aunque a veces sean
usados como tales.

Para ampliar
El término “mujer” sustituirá al de “hembra” en la
partida de nacimiento. EL PAIS. Viernes, 21 de
mayo de 1993

8
1.2.2. Vacíos léxicos

Hablamos de vacío léxico cuando en determinadas palabras no existe su correspondiente dual para
referirse al otro sexo. Se detecta una ausencia de palabras para referirse a ciertas cualidades en las
mujeres y en los hombres.
Podemos identificar los sesgos de sexismo pues cuando se refieren a hombres suelen ser virtudes,
tienen un valor positivo, y cuando aluden a mujeres, suelen tener connotaciones negativas,
peyorativas o de menor valor.

Arpía, maruja, pendón, víbora, ninfómana,


Caballerosidad, hombría, misoginia,
primera dama (no existe el masculino)
virilidad (no existe el femenino)

1.2.3. Asimetría en el tratamiento a mujeres y a hombres

Estas asimetrías se deben a tratamientos diferenciales, no equitativos, en un mismo nivel de


jerarquía, según se refieran a mujeres o a hombres. Muchas veces se deben a la vinculación de las
mujeres con lo reproductivo – doméstico - y a su posición social de dependencia en relación con los
varones (padre, esposo, etc.) y, por el contrario, a la vinculación de los hombres con el ámbito
público, cultural y social y la ostentación de una situación de poder.

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Así, por ejemplo, hallamos tratamientos de cortesía que, mediante la utilización del diminutivo,
convierten a las mujeres en dependientes, hacen referencia a su estado civil o las infantilizan,
mientras estos usos no son válidos con los varones.
Es muy clarificador el ejemplo que encontramos en el DRAE cuando buscamos señorito y señorita.
Constituyen también un caso de duales aparentes. Para señorita (f.) hallamos sexismo cuando se
hace referencia al estado civil o, incluso, cuando se asignan roles estereotipados o trabajos que
implican servicio, no siendo así en el caso de señorito (m.).
DRAE. Señorito, ta. (deldim. de señor).
1. m. y f. Hijo de un señor o de persona de representación.
2. m. y f. coloq. Persona, especialmente si es joven, a la que sirve un criado.
3. m. coloq. Joven acomodado y ocioso.
4. f. U. como tratamiento de cortesía aplicado a la mujer soltera.
5. f. U. como tratamiento de cortesía que se da a maestras de escuela, profesoras, o
también a otras muchas mujeres que desempeñan algún servicio, como secretarias,
empleadas de la administración o del comercio, etc.

También es significativo que sólo señora pueda utilizarse como sinónimo de esposa, teniendo
relación de nuevo con el estado civil y con la situación de dependencia de la mujer respecto al
hombre: Señora de Martínez, Señor Martínez y señora…
Señor: 9. m. y f. U. como término de Señora: 15. f. Esposa o mujer.
cortesía con que dirigirse a una persona 16. f. Mujer del señor.
o mencionarla anteponiéndolo a su .
apellido, o bien al nombre y apellido
9
precedidos de don o de doña, o al cargo
que desempeña.

Igualmente el trato discriminatorio puede deberse a otro tipo de disimetrías tales como:
 El uso de nombres y apellidos: en ocasiones se refiere a los hombres con el apellido y a la
mujer con el nombre y el apellido o con el nombre de pila precedido de una fórmula de
tratamiento (señora o señorita): El Sr. Giménez y
María Ruiz o El Sr. Giménez y la Srta. María
 El uso de fórmulas masculinas de tratamiento y
cortesía en documentos genéricos destinados tanto a
mujeres como hombres: la fórmula Don o su
abreviatura D. se utiliza comúnmente en documentos
que van dirigidos tanto a hombres como a mujeres: Sr.
D., Dr., Sr., Ldo.
 Ciertas estructuras de tratamiento que presentan a las mujeres en los textos como
dependientes, subordinadas o en un plano secundario en relación con sus homónimos
masculinos: señorita, esposa de, señora de, viuda de, etc. Algunas de estas expresiones ocultan la
identidad propia de las mujeres detrás de las de sus maridos, indicando, además de la relación,
cierto sentido de posesión o pertenencia.

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Se trasladó la notificación a D. Juan Simón y a su esposa


Sr. Juan Simón y esposa (en una invitación de boda)

Hasta hace relativamente poco tiempo se ha empleado con profusión la doble forma señorita/señora para referirse
a la mujer soltera o casada respectivamente, lo que reflejaba el mayor prestigio social de esta última. Para el varón,
sin embargo, se ha utilizado señor con independencia de su estado civil. Esto manifiesta que la cultura tradicional
otorga una personalidad al hombre en sí mismo, mientras que la mujer la adquiere en relación con él (es decir, si
está casada o no).

Manual de lenguaje administrativo no sexista (2002). Ayuntamiento de Málaga

 El orden de presentación pone en evidencia la preferencia del hombre a la mujer,


anteponiendo, como norma, el primero a la segunda sistemáticamente: Señores y señoras
 La utilización de mujer de en el sentido de esposa cuando hombre no se utiliza en este
sentido: En su discurso dedicó unas preciosas palabras de agradecimiento a su mujer.
 En ocasiones también se utiliza señora delante de ciertas profesiones con la finalidad de
dignificarlas (sin poder encontrar equivalentes masculinos): señora de la limpieza, señora de
compañía, etc.
 El uso de señorita como tratamiento de cortesía con que se nombra a la mujer en
ciertas profesiones: maestras, dependientas, etc.
 En ocasiones se antepone el artículo determinado delante del nombre de la persona
cuando se habla de un personaje público o de alguien que no se conoce personalmente
10
(aunque sea incorrecto en castellano es un trato ocasionalmente extendido para aproximar
o familiarizar a la persona a quien se denomina). Este hecho es frecuente en mujeres y no en
hombres: la Callas, la Merkel, la Seles… También se dirigen a las mujeres del ámbito público
con el nombre de pila, como si fueran conocidas, cosa que no sucede con sus homólogos
masculinos: María, Ángela o Mónica.
Un detalle anecdótico de este uso puede verse en el bautizo de dos puntos geográficos de la Antártida por parte de
la expedición polaca, ya que esta expedición fue la primera que realizó un mapa cartográfico de la isla Livingstone,
que es donde se asentó la base española en la Antártida. Pues bien, se bautizó una playa con el nombre de pila
“Pepita” –en honor de su exdirectora, la oceanógrafa Josefina Castellví que es quien la montó– y se puso el apellido
“Ballester” a uno de los cabos de la isla –en honor de Antoni Ballester, que fue quien tuvo la idea de estudiar la
Antártida–.
Eulàlia Lledó Cunill

Para ampliar
¿Por qué a ellas se les llama por su nombre y a ellos por su apellido? SINC La
ciencia es noticia. 27 de junio de 2018

1.2.4. Denominación sexuada

Otro uso que implica falta de simetría tiene que ver con la forma de mencionar a los varones, a
quienes se identifica usualmente por su cargo, oficio o profesión, y a las mujeres, quienes,
comúnmente, son identificadas antes por su sexo o por su relación y dependencia de un varón

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(padre, marido, etc.) que por sus méritos o identidad propia. Este uso no es habitual encontrarlo
en modo inverso:

Se presentan a las oposiciones 3 candidatos y 2 mujeres


En el turismo accidentado viajaban dos suecos con sus mujeres
La empresa indemnizará a los despedidos: tres abogados, dos contables y cuatro mujeres.

En estos ejemplos a las mujeres se las nombra teniendo en cuenta su condición de mujeres y no en
relación con lo que son: candidatas, suecas o trabajadoras con un puesto determinado en la
empresa.

También serían expresiones de este tipo las asimetrías


comentadas anteriormente que presentan a las
mujeres desempeñando un papel secundario o
subordinado respecto al hombre: esposa de, mujer de,
señorita, etc.

1.2.5. Aposiciones redundantes


11
Consiste en destacar y redundar la condición sexuada de las mujeres por encima de otras
cualidades que indican posición en lo público y por ellas mismas ya serían pertinentes para
designarlas:

La manifestación terminó con la lectura de un manifiesto de las mujeres periodistas


Día de las mujeres trabajadoras

La expresión las periodistas hubiera bastado para conocer el sexo de las profesionales. Añadir
mujeres es redundante y permite leer que en la mente de quien redacta el hecho que una mujer
sea profesional del periodismo es una excepcionalidad que requiere una matización específica.
Este hecho en ocasiones causa que la identificación profesional de las mujeres pase a un segundo
plano destacando por encima su condición sexual.
1.2.6. Asociaciones y expresiones lingüísticas peyorativas o estereotípicas

La construcción, en el pensamiento, de lo masculino y de lo femenino no se produce, únicamente,


con la aplicación de las reglas gramaticales de género a las palabras.
Por tanto, la creación de un sistema de comunicación no sexista requiere de una reflexión y análisis
que rebasen la discusión de la mera conversión en femenino de lo masculino, por ejemplo,
cambiando la -o por la-a.

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Los términos sobre los valores que se entienden como femeninos también se definen a partir de
convenciones o prejuicios sociales y no, únicamente, de criterios lingüísticos.
En los usos del castellano existen numerosas voces que connotan insulto o desprecio únicamente
para las mujeres o en las que su significado peyorativo no tiene correlación en masculino. Estos
usos lingüísticos peyorativos (así reconocidos como despect.) abundan en el Diccionario de la Real
Academia Española: maruja, zorra, fregona, etc.
1. DRAE. Maruja. 1. f. despect. coloq. Ama de casa de bajo nivel cultural
2. DRAE. Fregona. 4. f. despect. Criada que sirve en la cocina y friega.
5. f. despect. Esp. P. us. Mujer tosca e inculta.

En otras ocasiones, también se alude a las mujeres haciendo referencia a sus cualidades estéticas,
al aspecto físico, a su vestimenta o a ciertas cualidades personales asociadas a lo que se considera
“tradicionalmente femenino” que también las discriminan y las tratan de manera asimétrica en el
lenguaje: La primera ministra dio en todo momento muestras de inteligencia y simpatía (nunca se
harían estos comentarios referidos a un primer ministro, también sucede con la vestimenta).
Un claro ejemplo puede observarse en la siguiente noticia: El guardarropa de las ministras de Pedro
Sánchez (ABC- 13/06/2018).

También existen expresiones y asociaciones que superponen a la mujer estereotipos de género


(pasividad, debilidad, tareas domésticas, infantilismo, histeria, condición de madres o esposas,
etc.):
Su marido la sacó a cenar 12
Su marido la ayuda con la limpieza de su casa
Que pasen las mujeres y los niños primero.

Otras las presentan como si fueran una propiedad más de los


varones:
Los colonos americanos trajeron a sus mujeres e hijos al
nuevo mundo
Los trabajadores podrán incluir a sus mujeres e hijos en su
cartilla sanitaria.

Vídeo. No dejes que las etiquetas te echen atrás, sé


fuerte y brilla. Pantene #WhipItCampaign. En 60 segundos
Pantene muestra cómo hombres y mujeres son vistos por la sociedad de
diferente manera al realizar las mismas acciones, sobre todo en el
mundo laboral, utilizando un juego de palabras en inglés (traducidas al español)
mientras se muestran diferentes acciones protagonizadas por hombres y
mujeres.

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El uso de diminutivos también es más frecuente en las mujeres y acentúa el concepto de


insignificancia o pequeñez así como el uso de ciertos adjetivos que resaltan las cualidades
tradicionalmente asociadas a lo femenino (dulce, paciente, amable, graciosa, bonita, mona,
preciosa, etc.).

Otro uso muy estereotipado es también el hecho de convertir el género femenino en un grupo
homogéneo mediante la(s) mujer(es), metiendo siempre a todas las componentes en un único saco
cuando no se habla realmente de todas las mujeres en general, por ejemplo en: Es un curso para
la(s) mujer(es) de la tercera edad o Se organizarán actividades para la mujer.

Muchas de estas expresiones y asociaciones, toda vía a día de hoy, se ven reflejadas en las definiciones,
acepciones y ejemplos de los diccionarios así como en refranes y frases hechas.

1.2.7. El sexismo del oyente

Imagine el lector que se le presenta un texto de dos párrafos, el primero de los cuales reza así: En una carretera
secundaria, sin casas a la vista y en plena lluvia, se pinchó una rueda de mi viejo y destartalado coche. ¡Qué
contratiempo! Abro el maletero y lo primero que observo es que no está el gato. ¿Cómo es posible? siendo éste el
segundo párrafo: Pronto caigo en la cuenta de que debí perderlo cuando hice una parada para ajustar el equipaje, que
iba dando tumbos. ¿Cómo explicar a mi llegada a mi hija Marta que no le traía el gatito persa chinchilla que había
prometido comprarle?

Probablemente, al leer el segundo párrafo el lector ha sentido una especie de clic en su cabeza. En efecto, el contexto
del primer párrafo le había llevado a interpretar la palabra gato en un sentido que hubo de ser rectificado al acabar la
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lectura. (…)

De un periódico gallego transcribo a continuación un largo titular, muy destacado, que ocupa dos líneas. La primera
dice: Treinta y seis jóvenes competirán esta noche. Esta línea presenta una información parcial que el lector espera ver
completada en la segunda línea. En efecto, la información se completa así: por el título de Miss España en el Coliseo.

Si al leer la segunda línea el lector ha experimentado en su interior un clic análogo al que antes mencioné a cuento del
ejemplo del gato, eso significa que su subconsciente es sexista. Porque obsérvese que la palabra jóvenes no tiene
marca de sexo, ampara por igual a mujeres y a varones. Un subconsciente no sexista habría mantenido desde el
principio abierta la doble posibilidad, con lo que la lectura de la segunda línea habría producido una simple precisión
pero sin provocar ningún tipo de clic. El clic surge cuando, a la vista de la palabra jóvenes en la primera línea, nuestro
cerebro la capta inconscientemente como si significase jóvenes varones, lo cual explica que, al leer la segunda línea,
hayamos tenido que rectificar nuestra primera impresión.

Denomino a este fenómeno sexismo del oyente, resultando obvio que en este caso el hablante está libre de sexismo.
Con mayor precisión puedo añadir ahora que se incurre en sexismo del oyente en cualquiera de los dos casos
siguientes: a) cuando el oyente interpreta con sesgo sexista una expresión no sexista (caso al que corresponde el
ejemplo que acabo de exponer, en el cual hay sexismo del oyente y no del hablante); y b) cuando el oyente no detecta
el sexismo del hablante (caso en el que se dan simultáneamente ambos sexismos, del hablante y del oyente).

Álvaro García Meseguer. El español. Una lengua no sexista

Fundación Isonomia – Universitat Jaume I de Castelló http://isonomia.uji.es


Curso - Lenguaje inclusivo y no sexista en el ámbito sanitario Anna Sales Boix

2. La regla de verificación del sexismo


Hasta aquí se han revisado algunas de las principales manifestaciones del sexismo y el
androcentrismo en la lengua, cuando un mensaje:

 bien por el léxico, por el significado de las palabras elegidas, comunica desprecio,
infravaloración o menosprecio hacia las mujeres, considerándolas como sujetos de segunda
categoría, subordinadas o dependientes de los hombres (tratamientos de cortesía, pares
incorrectos, dueles aparentes, vacíos léxicos, expresiones estereotipadas…)
 bien por los mecanismos utilizados para construir sus frases, por la sintaxis, invisibiliza,
excluye, oculta o silencia a las mujeres (masculino genérico, salto semántico…).

Como ya se expuso en el tema 1 se puede utilizar una herramienta muy sencilla para comprobar si
un enunciado o un mensaje tiene tintes de sexismo: la Regla de la Inversión.

Esta regla permite sustituir en el mismo lugar al otro sexo y analizar así si la situación descrita es
equitativa para ambos sexos o si, por el contrario, perjudica a uno de ellos: Los alumnos mejor
calificados recibirán un premio. Como si decimos Las alumnas mejor calificadas recibirán un premio,
la situación descrita se entiende que no incluye a los estudiantes varones, y la frase resulta inadecuada y no
incluyente, el enunciado inicial era sexista y hay que modificarlo.

Para ampliar
El lenguaje es sexista. ¿Hay que forzar el cambio? EL PAIS. 14 de junio de 2008 14

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