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ENSAYO Religion y Tecnologia
ENSAYO Religion y Tecnologia
9°
Valledupar
2022
¿Nos hace la tecnología más felices que Dios?
Introducción
La fe en el progreso de la ciencia ya es un indicador más fiable de la felicidad que la religión. Así lo revela
La rivalidad entre religión y ciencia ha sido durante siglos el Madrid-Barça del pensamiento humano.
Compleja. Irremediable. Necesaria. Protagonizada tanto por extraordinarios intelectuales como por
integristas que en muchas ocasiones confundieron la dialéctica con la hoguera, el objetivo de ambos
bandos ha sido siempre mostrar la supuesta superioridad de una sobre la otra. Este debate ha planteado
una nueva pregunta: cuál es más útil para alcanzar la felicidad. Y el resultado es realmente
tecnológico es o no una fuente universal de satisfacción vital ha puesto a Dios contra las cuerdas. La
Stavrova, concluye que hay un vínculo entre creer en el progreso de la ciencia y ser feliz. Y, lo más
impactante: esta fe secular es un indicador más robusto de la felicidad que la religión en más de la mitad
de los 71 países encuestados, a partir de los datos recogidos en la Encuesta Mundial de Valores, un
proyecto global de investigación social sobre actitudes y opiniones. Los participantes en el estudio
tenían que responder una batería de preguntas sobre su percepción de satisfacción gracias a los avances
científicos y sobre su sensación de libertad condicionada por la religión. Lo que no logró la Revolución
Argumentos
España aparece en este estudio como un país moderadamente protecnológico: puntúa 6,86 sobre 10,
ocho décimas por detrás de Alemania. Un dato interesante teniendo en cuenta que el 73% de la
población se declara católica, según el CIS, aunque de este grupo mayoritario sólo el 64,7% afirma acudir
a la Iglesia. Los españoles vemos a la tecnología capaz de aportar soluciones a los problemas reales y esa
concreción ataca de lleno a la idea abstracta de Dios. Las conclusiones de la investigación plantean un
escenario nuevo que muchos podrían interpretar como el germen del futuro que ya ha aventurado el
antropólogo israelí Yuval Noah Harari: las nuevas tecnologías van a matar a los dioses antiguos y dar a
luz a otros. ¿Estamos en ese momento anunciado de genuflexión por parte de la religión?
¿LLEGÓ EL INVIERNO?
Antes de nada, habría que determinar si existe un precedente histórico. Podría encontrarse en el siglo
XIX, cuando el desarrollo tecnológico generó enormes expectativas y la religión perdió fuerza. «Mucha
gente pensó que desaparecería, pero no sucedió así, por lo que es muy complicado pensar que pueda
suceder en un futuro inmediato”, explica cauto el filósofo José Antonio Marina. Convencida de la buena
salud de las creencias está también María del Mar Marcos, presidenta de la Sociedad Española de
Ciencias de las Religiones: “Tras lo que parecía un invierno hace unas décadas, asistimos a la primavera
de las religiones”.
milenio. Ya hay algunos que tienen claro el futuro, aunque resulta arriesgado discernir si son profetas,
gurús new Age o telepredicadores a cobro revertido. Aquellos que aspiran a sustituir a nuestros dioses -
como los espíritus venerados por los cazadores recolectores cambiaron al convertirnos en agricultores-
representan una fe nacida del culto a la tecnología. Sus teorías gozan de predicamento en las élites de
Silicon Valley, seguramente el mayor polo de influencia del mundo. Este movimiento transhumanista
¿Nos hace la tecnología más felices que Dios?
promueve la liberación de nuestros límites biológicos y tiene como insignes representantes a Ray
Kurzweil, jefe de ingenieros de Google, y Nick Bostrom, filósofo sueco de la Universidad de Oxford.
Como si el próximo portal de Belén fuera la nueva sede de Apple en Cupertino (California), las
Dios del cielo. Por si acaso habría que guardar la Game Boy de nuestra infancia: quizás en un futuro sea
una reliquia como hoy lo es el brazo incorrupto de Santa Teresa. “No podemos olvidar que detrás de
todo ese potencial e inversión existen grandes poderes económicos e industriales que los apoyan y que,
por tanto, también hay que preguntarse por su sentido de la justicia”, advierte José Manuel Caamaño,
único que muestra inquietud ante esta filosofía religiosa: el influyente politólogo y experto en bioética
Francis Fukuyama describió el transhumanismo como “la idea más peligrosa del mundo” en un artículo
de la revista Foreign Policy. Las tecno-religiones juegan con dos bazas para desacreditar a los credos
monoteístas que lideran la fe de un planeta donde el 60% de sus habitantes sigue creyendo en un ser
superior: Sus defensores consideran que la Biblia o el Corán no son fuentes para afrontar conflictos
bioéticos como, por ejemplo, el nacimiento de bebés de diseño engendrados gracias a la biotecnología.
Mientras tanto el catolicismo mueve ficha. El papa Francisco ha definido al proceso científico y
tecnológico como un maravilloso producto de la sabiduría humana donada por Dios y anuncia que la
Iglesia no representa ningún obstáculo. El profesor Caamaño apunta algo importante: la tecnología no
es neutral. “Es necesario un control ético que acompañe el desarrollo científico para que ese enorme
potencial sea para servir mejor al ser humano. La Iglesia tiene que posicionarse en la defensa de la
dignidad humana y los vulnerables”. Respetuosa, pero alerta. El debate está abierto. Seguramente no se
cierre nunca y ciencia y religión sigan conviviendo como vecinos en tensión civilizada. Como cuando un
fiel entra en una iglesia y hace una petición a su virgen predilecta. Antes encendía una vela y rezaba bajo
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el olor a cera quemada. Hoy, seguramente por culpa de la normativa antiincendios, la llama de fe es una
bombilla de tres vatios que se enciende cuando cae una moneda de 10 céntimos. Ya lo dijo Albert
Einstein en su célebre aforismo espiritual: “La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está
ciega”.
Conclusión
Me parece que vivimos en un período en el cual la ciencia y la tecnología avanzan de forma inaudita, y
que las sociedades por el contrario, caminan en círculos. Lo que me parece es que tal vez algunas
personas o sociedades, o tal vez el ser humano en sí, no está capacitado para tanto, no sabe darle un
buen uso. En el trabajo se hizo especial énfasis en la relación religión-ética. Para hacer una conclusión en
este aspecto, diría que la ética es una disciplina que es autónoma y no está necesariamente ligada a
instituciones religiosas. Esto no significa sin embargo que cada religión no sea libre de proclamar sus
creencias morales y que sus fieles decidan seguirlas. Yendo a otro punto, respecto a la intervención de la
pasar por alto el aporte de religiosos en las teorías científicas, como por ejemplo la del “Big Bang” . Por
esto no me parece mal que los religiosos investiguen o expongan sus teorías con respecto al universo, lo
que no me parece productivo es que se genere conflicto a partir de nuevos postulados de carácter
científico. Supongo que muchos podrán decir que es la ciencia la que en realidad “interviene” haciendo
investigaciones sobre cuestiones que ya han sido “establecidas” de tal o cual manera por las
instituciones religiosas. De cualquier forma, lo que me parece equivocado es no permitir que otros
piensen diferente o busquen respuestas fuera de la religión, en realidad no veo nada de malo en eso.
Más aun, es posible ser un científico dedicado y creer aun así en Dios o en cualquier otro ser superior. Lo
cual no quiere decir que se “ataque” a la religión de ningún modo. Los hallazgos de la ciencia
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contemplan, si no aseguran, la probabilidad de que, al que igual que muchas otras especias ya extintas,
la raza humana desaparezca. Lo más probable es que la mayoría de las personas no puedan vivir una
vida “llena” sabiendo de la eminente extinción de los humanos. Muchos buscan la inmortalidad y la
religión satisface esa necesidad . Finalmente, destaco que para mí ciencia y religión convivirán juntas por
mucho más tiempo. Las religiones no desaparecerán fácilmente, porque son propias de las sociedades,
es algo que las caracteriza. Por su parte la ciencia avanza a un paso desenfrenado, describiendo un
camino único e importantísimo. Tal vez, como dije antes, la clave para compatibilizarlas o para no
generar conflicto entre ambas es saber cómo y cuándo recurrir a nuestras creencias, y también