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5.

RENDIRSE
«Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres».

Mateo 4:19

El discípulo de Jesús es un aprendiz que es absolutamente sumiso a su Maestro. El discípulo de


Jesús obedece a Jesús. Esa fue la gran lección que aprendió Pedro; de hecho, vivió – en el
encuentro que tuvo con Jesús en la experiencia de la pesca maravillosa. El asunto aquí es que
cuando tratamos de obedecer a Jesús, nos damos cuenta, y sucede muy rápido, que no podemos
obedecer completamente, y también no conseguimos obedecer a todo lo que el manda. En el
mejor de los casos, cuando conseguimos obedecer, no conseguimos obedecer perfectamente.
En el camino de la obediencia a Jesús, nos encontramos con nuestra condición humana, con el
hecho de que somos como muñecos de trapo delante de un ser humano de verdad. Descubrimos
que no conseguimos, con nuestras propias fuerzas y capacidades, hacer todo lo que Jesús quiere
que hagamos, y mucho menos ser todo lo que él quiere que seamos.
Esa es la angustia, por ejemplo, del apóstol Pablo. Escribiendo a los cristianos de Roma, él dice:
“Pues el bien que hago no es el bien que deseo, sino el mal que no quiero hacer, esto lo sigo
haciendo ¡Miserable hombre que soy!”. Esa es una experiencia humana universal y atemporal.
Esa es la manera como la Biblia describe la condición humana. La gran evidencia de que somos
semejantes a un muñeco de trapo es el hecho de que no conseguimos hacer algo simplemente
porque sabemos que debe ser hecho o porque deseamos hacerlo. Esta es también la razón por la
cual el evangelio de Jesús es una buena noticia. La invitación de Jesús es un gran alivio para
todos los que desean andar, en los caminos de la voluntad de Dios: “Síganme, y los haré
pescadores de hombres". Es como si Jesús dijera: “No depende de sus fuerzas, no es algo que
depende de su capacidad, ven conmigo y yo, Jesús, te haré una persona extraordinaria, yo, Jesús,
te haré una persona diferente, yo, Jesús, te transformaré”.
Mientras caminamos con Jesús, en rendición y obediencia, él nos va transformando. Eso es el
evangelio. La religión dice que tienes que hacer esto, aquello y aquello otro. Y tu lo intentas, pero
no puedes. Todo lo que consigues hacer es frustrarte, experimentar una culpa muy grande y una
sensación de insuficiencia casi absoluta delante de Dios. Jesús te dice: “Ven conmigo, yo
transformaré tu vida”.
AMEN.

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