Las Manchas Del Jaguar (Cap 1 y 4)

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Eugenia Ibarra Rojas LAS MANCHAS DEL JAGUAR huellas indigenas en la historia de Costa Rica (Valle Central siglos XVEXX) EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD DE COSTA RICA Etlclén aprobada por la Comision de Editorial ‘dela Universidad de Costa Rica Primera edicion: 1999 CCoerdinacisn: — Seecién de Panicacion FRevisiénflolégica: Rocio Monge CCorrecctn de pruebas: Evcldes Heméndez P. yla autor, ae Diagramacién y 12 ciseito de portada: Luis Diago Parca ‘Moto de poriada: —Tomado del ttre ‘La Cordmica en Costa Rica’, de Saris, Mecha! J Publicado pore Init Nacional Sogures. Nore de la fowra: Jan Efe Jaguar (stan! potcremo); period Vi, 1000-1800 dC. Disefo y contol de ealiéad: Unidad de Libros ‘Jeo do la Edioral: Gilbert Carazo G. * Direcotin Edtoraly Ditusén dole Investigacién: Marlo MuriloR, Statena de Bib ioteces ~ UCR © Eitorial de la Universidad de Costa Rica “ Ciudad Universitaria *odrigo Facto’ 636321 ‘Apdo, 75-2060. Fax: 207-5257 ‘e-mail: edtuer@ cariarucr.ac.cr ‘San José, Costa Rica. — 536321 bara Pop, Evgenia 0 MAR 2dtt To mayo aqur: hots igenas on nitride Coos ica ate Conta er 013K) Eugenia bara js. ~ ed an ot Era dela Unversiad do Cova Fen, 109 mat ISBN: 9977-67.547-3 4, COSTA RICA-HISTORIA- S.XV1XK 2. INDIOS CCOSTARRICENSES. Liu. cir coisiap1, uca O- Prohibid la reproduccién total o parcial “ods los dorechos reservados. Hohe el deposto de ey. d ‘A Marfa Eugenia Bozzoli de Wille, maestra, amiga © inspiradora de esta obra, como un sincero reconoci- rmiento a sus bias ensetianzas “En montaas, ris yells, ceantos, danza y ranchos; all en donde nace el sol, sop el viento, «sala arama, se esconde la culebra, se asoma el lagarto 9 ‘ant el cuyeo, estén sus huellas, imborables, como las paras del jaguar sobre la peda." Eugenia Tara 12 de octubre de 1996 Sansiago de Chile 7 Para concluir estas palabras introductorias es necesario destacar la complejidad étnica que se pone de manifiesto cuando se observan los ‘procesos de conformacién de la nacién costatricense. El fendmeno inclu- ye a espafioles, a negros africanos y a indigenas, como habjamos mencio- nado pérrafos atrés, por lo que adquieren sentido y relevancia las siguien- {es palabras de Carlos Gagini, reunidas en un pensamiento expresado por 41 en las primeras décadas de este siglo: “A mi juicio, la historia antigua de Costa Rica, con sus intrincados problemas etnolégicos, se ha escrito algo prematuramente"2, Con esta obra deseamos contribuir a esclarecer «e305 “intrincados problemas emnol6gicos”, parafraseando a Gagini 2. Gatos Gog. Cocuments pare o Hons de Casta Rea Tomo (ane Pubes. Soy Jose Tear Pope 26 CAPITULO | ESCENAS PRECOLOMBINAS: GENTES Y PAISAJES SIGLO XVI La América prehispéinica, —de la que el actual eritorio costarricen- se formé una parte importante-, se encontraba poblada por diversos pue- blos indigenas que se distinguieron por haber establecido diferentes tipos de relaciones entre sus medios naturales y sociales. Algunos de ellos lo- graron aleanzar mecanismos mas complejos en sus formas de producir, en sus maneras de gobernarse, en aspectos militares y religiosos, en sus si temas de conocimiento y en la organizacién social en general, lo cual motiv6 a los espaftolesa sefialar notables contrastes entre los pueblos que \_encontrabar. Puede pensarse, como ejemplo de lo anterior, en las diferencias en- tre los incas del Pert, los chorotegas de Nicaragua y Nicoya, los guay- ‘mies de Panama y los huetares de Costa Rica. Entre esas sociedades, los incas pueden calificarse como una sociedad representativa de una orga- nizacién sociopolftica més compleja que la de los huetares, pero no por ello se les adseriben cualidades de inferioridad o de superioridad a nin- ‘guno de los pueblos. Las distinciones socioculturales entre los grupos americanos sut- gieron en la medida en que el desarrollo histérico de cada sociedad se fects en distintos perfodos y al resultado de enfrentamientos particu lares a experiencias diversas en medios naturales elaramente definidos. A ello obedecieron, entre otros. elementos, las distintas costumbres, len- ‘2uas,cteencias y grupos humanos de la América indigena. Los pobladores def actual territorio costarricense constituyeron una. ‘parte importante en ese mosaico interrelacionado de sociedades abort- senes y se mantuvieron vinculados con ottos pueblos americanos del norte y del sur por medio de relaciones econémicas, politicas y sociales. 29 ss Cl El establecimiento de estas sociedades y la comunicacién necesaria para su desarrollo se vieron complementadas, en gran medida, por el empleo de rutas terrestres y de navegaei6n, algunas de las cuales son las bases de fas vias de comunieacién actuales en América Central. Esos mismos ¢a- rminos fueron utilizados, tiempos atrs, en ocasiones de pillajes, embosca- das y otras acciones bélicas en que se involucraban esos grupos. Nuevos datos de poblacién Hasta hace unos pocos afos, se afirmaba que a la llegada de los espa- foles la poblacién autSctona de Costa Rica era de 27.200 habieantes, con fundamento en datos que brind6, en el siglo XIX, el Obispo Bernar- do Augusto Thiel, gran estudioso de nuestra historia. En Costa Rica esa ‘ifra no se cuestiond durante varias décadas, incluso se tomé como pun- to de partida para realizar otros estudios y andlisis. Esa baja cifta fue ta bién empleada para afirmar que en Costa Rica casi no habfa poblacién. aborigen, lo que dio paso a difundir una interpretaciért de la conquista ‘en [a cual se destacaba la idea de que fue un fécil proceso de domina- cién acompafado por cl sometimiento -voluntario, en su mayoria-, de pocos indigenas. El que la cifta propuesta por Thiel se aceptara casi sin discusién se debié, principalmente, a la conjugacién de varias circunstancias relacio- rnadas con el avance de la ciencia en general, y con el desarrollo de las ideas en nuestro pats. Ast, la conquista espatiola se difundié y se acept6, “también sin mayores dudas, como el acontecimiento con el que llegé la civilizacién a América. La visién predominante fue la de que en Cos- ta Riea el panorama se caracterizaba por la presencia de personas inferior res, incultas e incapaces, conquistados y civiizaclos por los espafioles. Concepeién que se ha extendido hasta el presente. Un cambio reciente en el pensamicnto acerca de la legada de los es- pafioles a América, generado por el artibo al pats de otras ideas latinoa- tericanas asi como de nuevos resultados de investigacién en diversos ‘campos, ha hecho florecer enfoques diferentes. Por ejemplo, actualmente Sc tmta de seseatar el papel del incigena en la historia el cual, en visio- nes anteriores, habia estado opacado por un privilegio hacia lo europeo. Esta nueva perspectiva estimula otros campos y temas de estudio afines, con el consiguiente desarrollo de herramientas teéricas y conceptuales, 30 ademas de técnicas y métodos modemas. Por eso, es comprensible que sur- jan, en estos tiempos, datas innovadores acerca de la poblacién indigena, En la actualidad, especialstas en el campo, al revisar la informacién ‘que brind6 el obispo Thiel, han encontrado que tal cifra no es aceptable porque no hay coincidencia entre los datos que él presents la informa- ign disponible, asi como porque no_se ha podido esclarecer cusl fue el rmétodo que emple6 para alcanzar esos niimeros.? Por otra parte, el uso de técnicas modernas en el campo de la histo- ria demogréfica brinda otros resultados que contrastan notablemente con los comentados. De esta manera, se propone que la poblacién autée- tona de Costa Rica se aproximé a los 400 000 habitantes. En el resto de los actuales pases centroamericanos, en El Salvador, por ejemplo, se es tima una poblacién cercana a los 500 000 habitantes; en Nicaragua y Pa- nama, cerca de un millén; en Guatemala dos millones y en Honduras 750 000. Estas cifras, sin lugar a dudas, descubren otra idea en cuanto a la densidad de poblacién en América Central en el siglo XVI Epidemias del viejo mundo en Costa Rica Investigaciones recientes sugieren una altisima probabilidad de que enfermedades del Viejo Mundo, tales como la viruela, el sarampién, la fiebre neuménica y el tfus, azotaron a los pobladores del Valle Central antes de Ia conquista. Estas poblaciones, como otras del continente americano, no contaban con inmunidad ante esas enfermedades, por lo que, una ves propagada la enfermedad, los habitantes morfan en enormes cantidades, dejando viviendas, pueblos y regiones enteras sin poblacién, Las estrechas telaciones que mantenfan los ind¥genas entte sf, as{ como las vias de comunicacién y las practicas de intercambio de bienes con ‘otros indfgenas del istmo, parecen haber sido elementos importantes en la transmision y contagio de estas enfermedades. 3. ctor Per “2 patina Casa Hen igin el bape Me Avancs do resign NA (Conroe meats tes do Arata Carol Liedod Go Cosa a 58 Sono. 4 ugeniaibara® "Ls ender and se estas ce Cosa aes acon ‘uta supala unis oreaisog” Teer Cangiera Cantormecans Ge Hea Say 8 109. 31 Lo anterior hace suponer que la poblacién encontrada por los espa- foles en el Valle Central, en 1561, no fue la misma que en 1502 ya que habria disminuido sensiblemente a causa de las epidemias. Hasta el pre- sente, no se han localizado fuentes documentales que mencionen el su- ppuesto azote de las epidemias con claridad; sin embargo, la informacién, contenida en los documentos disponibles posibilita reconstruir las vias y rmedios de propagacisn de la viruela y el sarampin, por ejemplo, a par- tir de focos epidémicos identificados en Panamd, entre 1520 y 1523, ¥, en Nicaragua, en 1529, El siguiente cuadro resume la situacién en las re- giones vecinas entre 1520 y 1534 EPIDEMIAS EN PANAMA Y NICARAGUA ENTRE 1520 1534 SARAWRON pana 058 189 Neazacua yncown PESTENEUMONCA cazAcua wCoWN honours 29 ESE LBONCA Nemesia wucomn 1st Fenle:Eupinolbara. Lot epidemior lio Mundo ene sigan de Cotta a ater 36 "a connusta emporcle co‘ reoksad?”Tercer Congreso Centoomercane de Har. San sas enfermedades se transmitfan fécilmente por medio de saliva y secreciones del aparato respiratorio. Una de las conclusiones mas impor- tantes alcanzadas al respecto de la propagaciGn de ellas es que no nece- sariamente tenfa que haber presencia espafola en todas las regiones ha- bitadas por indigenas para que se diera el contagio. Era suficiente con que el virus, la bacteria o el protozoario, responsable de la enfermedad, se focalizara en un punto geogréfico determinado, y luego se propagara, por medio de los mismos indigenas, hacia otras regiones no visitadas atin por los espafoles. Las préeticas de intercambio entre los indigenas del sur de América Central constituyeron ocasiones propicias para la dispersién de enferme- dades por la regién. Las fuentes documentales permiten conocer las rutas ‘maritimas, flaviales y terrestres por donde se movilizaban, con sus familias, 32 Fr animales y bienes, de una parte a otra. Ademds, las viviendas grandes, cconstruidas para albergar a varias familias enteras a la ves, las fiestas y “chichadas” y otras ceremonias, promovian contactos interpersonales ¢s- trechos, ideales para esa transmisién. Tales actividades, ampliamente do- ccumentadas, permiten proponer, por ejemplo, que el sarampin y la vi- ruela pudieron haber sido de las primeras epidemias que se produjeron en el Valle Central de Costa Rica, a partir de la epidemia en Panama y de las relaciones entre los indigenas de esa regin con los pueblos de lo que hoy es Costa Rica. Este importante aspecto de la historia demogrfica se encuentra apenas dando sus primeras pasos en el pats, sin embargo, se sospecha fuertemente del azote de epicdemias presentadas antes de la con- guista en 1561. Elambiente natural de Costa Rica Cualitativamente, el ambiente natural de Casta Rica, en aquellos si- stlos, no fue muy diferente al que predomina actualmente. Se podria afir- ‘mar que una de las diferencias mas notables consiste en la abundancia de ‘bosques en contraste con la creciente deforestacién, Ello sugiere que, en quella época, el paisaje estuvo pleno de drboles, rico en variadas espe- cies de flora y fauna, bafiado por rios caudalosos en su camino hacia el Mar Caribe o el Océano Pacifico. Los conquistadores alabaron también lafertilidad de la tierra: la des- criben como propicia para la produccién agricola, decfan que era “de buen suelo y cielo” y comentaron acerca de la belleza natural que el con- junto oftecfa asus ojos. Las fuentes documentales mencionan embates de la naturaleza como temblores y terremotos, torrenciales aguaceros, inun- daciones, sequias y fuertes vientos. Hablan también de plagas de insee- tos, como las langostas, que, al igual que en Panamé, daftaban siembros yy cosechas enteras. Estos datos permiten suponer que esos fenémenos formaton parte de los problemas que también pudieron presentarse alos indigenas antes del arribo espafiol. En cuanto a su geograffa, Costa Rica refine caracteristicas especiales, ya que cuenta con sefialadas diferencias altitudinales a ambos lados de las condilleras que la atraviesan y que favorecen la existencia de doce zonas de vida y sicte transicionales. Ello implica diversos ambientes naturales aptos para el desarrollo particular de distintas especies de flora y fauna 3B 34 erie de telco. Si Ga, Fen: Conedo dele Lue Ladiversided de ambientes naturales fue aprovechada por los indige- nas, quienes distribuyeron sus asentamientos y el desatrollo de sus acti- vidades en aquellas regiones que reunian las condiciones mas adecuadas para sus intereses productivos, religiosos, recteativs y defensivos. Es ast ‘que ocuparon zonas en tierras mas altas, como Cot de Cartago, en tanto ‘otros ocuparon tierras mas bajas, como Chomes en Ia costa del Pacifico. El principio del aprovechamiento de las diferentes regiones naturales ori- ¢ginadas en cambios altitudinales, es similar al que realizaron los ind nas del Perd antes de la conquista espafola En el siglo XVI, se describen, entre la fauna, animales como venados, chanchos de monte, dantas, cabros de monte, pecaries, conejos, pizotes, ‘iguanas, felinos, monos, tortugas, cocodrilos, variadas especies de peces y también manatfes. Este ambiente tropical adquirfa enorme vitalidad durante los amaneceres y atardeceres, con el aullido de los monos con- ‘g0s, los rugidos de los jaguares, el canto de loras,lapas y yighirros y el so- nar de tambores, caracoles y ocarinas, matizado con voces humanas co- ‘mo acompaftaniento para alguna ceremonia religiosa. ET indigena utli26 su energia para hacer producir la tierra, cazar y pescar, ademés de recolectar plantas medicinales y utilitarias para cons- truir, por ejemplo, viviendas y puentes. También, para planificar cuida- dosamente aspectos relacionados con el manejo del agua y el escogi- miento de los mejores sitios para viviendas y sembradios. En este senti- do hay que sefialar el uso racional que hizo de los recutsos naturales dis- pponibles. Asimismo, consciente de los peligros de realizar una explota- tor Oosona tscin yess de Vniona Cuma SeringeUnencad Compurares de Mo ‘Sid Repogropte $2 Moo 19 Pog 4 a9 39 40 ante: Sov, Ca Ve por Centocréica (187-1859, Foro de Praoclin Curd Banco de Amaca, Managua, Neorg. 197, Pap TD. Las actividades para la subsistencia contemplaban también la obten- cin de miel y cera de abejas y la recoleccién de frutos como zapotes y uayabas, palitos y otras especies frecuentes en las montafas, de utili- dad para otros menesteres. La producciGn agricola lograda por medio de lautilizacion de técnicas y practicas agricolas que resultaban exitosas, aue nada a la posibilidad de obtener variadisimos recursos, contribuyeron Ja autosuficiencia de estas comunidades. Las labores agricolas de aquellos antiguos pobladores les permitieron, ademés, ser sedentarios. La movilizacién de contingentes de hombres, o de hombres, mujeres y nifios, estuvo asociada a actividades productivas, re- creativas, sociales o de guerra. Los indigenas de Casta Rica no pueden des- cribirse como semi-némadas. La misma estructura y composiciin de los pueblos, y las actividades en que se ocupaban, descritas en las fuentes do- cumentales, claramente presentan un patrén de asentamiento sedentario. ‘Aunque lamayoria de las personas se dedicé a la agricultura, también hubo especialista en otras actividades tales como la eesteria, a orfebre- tfa, el trabajo en piedta y la alfareria. Otras personas se dedicaron a hilar y tejer hamacas y prendas de algodén tefiidas con tintes vegetales o del caracol de mitice. Y no faltaron tampoco quienes prepataron los panes de sal y quienes elaboraron collares con conchas que habian sido recogi- das a orillas de las playas u obtenidas por intercambio con otras gentes que habitaban cerca de las costas. Las distintss actividades productivas estuvieron directamente asbcia- das con el ambiente natural presente en cada cacicazgo. Asi, por ejemplo, el procesamiento de la sal la extraccién del tinte de marice se realizaban en ambientes casteros, como en Nicoya y Quepos 0 Boruca; la elaboracisn de piezas de om en ambientes donde éste existera o se obtuviera por in- tercambio, como se menciona en Coto, en el Pacfico su. Las materias pri ‘mas disponibles fueron muy importantes para el desarrollo de la vida cot diana y del sistema politico y econémico de entonces. La posesién de aque- los recursos menos comunes favorecié la competencia entre los caciques. Los miembros de las familias extensas, ~concepto entendico como el ‘conjunto de tres © cuatro familias que viven juntas bajo un mismo techo-, se dividian las abores de acuerdo con su sexo y su especialidad. En esto tu- vo gran influencia el clan al que se perteneciera. Refieren las fuentes que a los caciques se les servfa, se les sembraban sus campos y se les construfan sus viviendas, lo que pone en evidencia diferencias entre gobernantes y g0- bbernads que rueden haber generado conflicts y rivalidades en algunas ‘ocasiones, Los documentos guardan bastante silencio al respecto. 41 Los clanes, ~grupos que se ereen descendientes de un antepasado co- ingin, por lo general de origen mitico, compuestos por miembros de dife- rentes linajes,o parentelas-, se ocupaban tradicionalmente de activida- des muy concretas. La presencia de varios miembros de diferentes clanes fen un mismo pueblo aseguraha un mayot acceso a bienes variados, por la especialidad productiva de cada uno. Esa organizaciGn del trabajo permi- te reconstruir un panorama humano que presenta grupos de hombres y mujeres en intensa actividad, donde los muchachos se encargaban de ta- reas como las de espantar las aves que se coméan los maizales. ‘La herencia de las especialidades laborales, la pertenencia a clanes cespecificos, los derechos sobre la tierra y los cargos politicos y religiosos pparecen haber estado determinados por la linea materna. La mujer in fgena jug6 un papel fundamental en estas sociedades en las diversas acti dades que se desarrollaban, donde la procluccién de diversos tipas de bie- nes fue bisica. La importancia de la mujer indigena en relacién con la tie tra se puede identificar en la historia del Valle Central hasta el siglo XIX. ‘Cada jefe del grupo familiar extenso intercambiaba excedentes de to- do tipo con hombres de otros pueblos. De esos, entregaba también una fraccién a los caciques superiores. Asf la produccién se movilizaba en medio de medidas y transacciones pensadas e interesadas, cumpliendo tna labor intermediaria en el desarrollo y fortalecimiento de relaciones politicas, sociales y econémicas. El aspecto social fue muy importante, ya que en cada ocasién de in- tercambio se abtia el espacio para reuniones fraternas. Al final del dia, después de haber intercambiado bienes unos con otros, se celebraba una fiesta tradicional en donde se consumfa la chicha, bebida de mafe que se tomaba de un huacal de jicaro que se pasaba de mano en mano. Esta ma- rnera ritual de tomar la chicha simbolizaba la peticién de ayuda y cola- bboracién que se pedian los indigenas entre sf RECURSOS, PARENTESCO Y POLITICA La variedad de recursos disponibles en cada cacicazgo, ~incluyendo los bienes elaborados por los especialistas y los bienes que se adquirfan de lu- gares lejanos (piezas de oro de Colombia o Panam, por ejemplo}- y la ne- Eesidad de asegurase aliadus ext un ambiente competitive hizo que el in- tercambio fuera una actividad trascendental en estas sociedades. Se cam- biaban mutuamente bienes materiales a los que se les habia otorgado un valor equivalente. También se buscaban transacciones que incluyeran el r7) movimiento de bienes intangibles como el poder, el prestigio 0 los favo- res y compromisos. En estas actividades se transmittan ideas y se dfun- dian los diltimes acontecimientos: la gente se comunicaba entre sf y vo- caban temas de interés politico, entre otros, 1o que ayudaba a los cacie ques a planificar sus estratezias El poder polftico, ademas de estar vinculado con la pertenencia a cla- rnes importantes, estaba estrechamente telacionado con la cantidad y la calidad de los recursos de que pudiera disponer o controlar un cacique. Eneeste aspecto, los articulos suntuarios como el oro, jugaron un papel re- levante. Asimismo los bienes escasos, como los panes de sal, que sola- mente se podfan elaborar en un medio natural particular. Por la posesién ¥ disposicisn de esos bienes (entre otros) los caciques compitieron entre sly se esforzaron por gobernar de manera tal que les permitiera ganar aliados y seguidores en vez de enemigos. En este intento, con frecuencia, surgieron rivalidades y las guerras fueron cotidianas. El origen ancestral de los caciques, —personajes considerados como los descendiientes de antepasados miticos de alta jerarquia-, los colocaba fen una posicién destacada para el ejercicio del poder, legitimada, ade- mis, por el parentesco, Nacidos en clanes de rango importante e imbui- dos de poder ea los diferentes pueblos de un mismo cacicazgo 0 en caci- ccazgos vecinos, estos individuos y sus familias se convirtieron en el gru- po dominante de entonces. Existié una jerarquia de caciques conformada ‘por un cacique mayor y ottos secundarios, denominados en huetar, lengua ppredominante en esos afis, bux, taque y wr own, respectivamente. Sus matrimonios ~y aparentemente los de los demas miembros de la sociedad~ estuvieron regulados por leyes espectficas, por ejemplo, las tuniones debian efectuarse entre miembros de clanes de una jerarqu‘a igual o similar Los diversos clanes estuvieron distribuidos en diferentes puntos del sefaro o del cacicazgo. Los matrimonios fueron exogsmicos, lo que implicaka buscar pareja en otro clan. No podian unirse miembros de un mismo cian, pues eso significarfa casarse entre hermanos, lo que se- rfa gravemente castigado y calificado de incesto. Los matrimonios fueron de carter complementario, -un miembro de un clan A, por ejemplo, se unfa a otro miembro de un clan B-, unién que fortalecia los vinculos s0- eiales y politicos ademas de que aseguraba el acceso a los recursos que ofrecieran ambas regiones. Los documentos hacen referencia a que, en el seftorio del Grarco, las mujeres de Tucurrique podian unirse a hombres de otros cacicazgos como el de Suerre y Pocosf. Esto brindaba a Fernan- do Correque;-cacique mayor del sefiorfo del Guarco durante las tiltimas décadas del siglo XVI,~ el acceso a recursos propios de esas zonas. Por 8B medio de esos matrimonios fortalecfa,a la vee, sus vinculos sociales y en- grandecia su poder politico, La dindmica interna de los cacicazgos convertfa esa forma de organi zacién sociopolitica en un sistema competitivo en el que el menor desa- cuerdo 0 roce por desaveniencias en transacciones o rivalidades podfan desembocar en sangrientas batalla, La guerra se convirti6 en otro medio, pata obtener prisioneros, considerados como de gran valor, ademés de corros bienes materiales y no materiales. También abria espacios para au- mentar prestigio al desempefiarse con éxito como guerreros. Por ejemplo, las fuentes contienen episodios que refieren que el cacique de Coto, Co- rrohore, en el Pacifico sur, apt6 a la hermana del cacique de Quepo, en cl Pactfico central, llamada Duleche. La intervencién de Juan Vasquez cde Coronado logré que ella regresara a su gente por medio del rescate que ‘este dio, el que fue considerado justo por los captores para solucionar el problema. En la guerra, asf como en todas las otras actividadles que se han ‘comentado en estas paginas, desemperiaba un papel fundamental el as- pecto religioso, la cosmovisiGn que regia la vida cotidiana indigena. LA COSMOVISION INDIGENA EN EL SIGLO XVI Los caciques conformaron, a la vez, el grupo dirigente religioso. Sus funciones incluyen las de tipo ceremonial, actividades en las que se mez: claban aspectos politicas y econdmicos de manera conjunta, Por ejem- pio, se citan caciques de diferentes regiones del sefiorfo del Guarco que acudian al llamado del eacique mayor y le traian regalos y bienes. Es pro- ‘able que en una plaza similar a las descubiertas por los arquedlogos en sectores de la Vertiente Atléntica ~Guayabo de Turrialba, Aguacalience de Cartago, La Cabana~se reunieran y se efectuaran intercambios en un ambiente ceremonial cuyo actor principal fuera el cacique. Estas posiciones religiosas estaban jerarquizadas al igual que las otras ‘que se han sefialado. En Talamanea, hasta hace pocos afios, existié un ‘personaje que se le consideraba sagrado y poderoso por lo que se le temia hablarle. La comunicacién se efectuaba con la ayuda de un intermedia- rio quien, a la ver, le hablaba de espallas. Esto era sefial de respeto peto, también, de precaucién ya que era inconveniente mirar de frente a una persona tan poderosa. Los caciques se distinguieron, adlemés, por ser intermediarios entre los vivos y los muertos, entre este mundo y el més alls. Portal motivo los “ espafioles dejaron plasmados en los documentos diversos pasajes en que los describen oficiando una ceremonia dirigida a aplacar algin fenéme- xo de la naturaleza, 0, en otras ocasiones, a lograr el beneplécito para que Jas cosechas fueran. buenas, asf como para tener éxito en otras activida- des productivas y en la guerra. La cosmovisin de los indigenas, la forma en que se concebfan a sf tmismos y a los demas en relaci6n con el resto del mundo, su manera de pensar acerce de la existencia, se originé en una concepeién de totalidad del hombre con la naturaleza, En el sistema de pensamiento que los ca- ractetiz6, nose separaba al hombre de la naturaleza como si fuesen pla- ‘nos distintos, como sf lo hacen muchos pueblos no indigenas, sino que se ‘concebfan cemo partes de un mismo sistema, Este pensamiento ayuda a comprender aspectos de las relaciones po- Uiticas, sociales y econémicas antes comentadas, en el sentido de que si todo formaba parte de un sistema integrado, las formas de comportarse y actuar en miltiples ocasiones estuvieron orientadas por esa concepciGn. Esta se vio complementada por un principio en el cual el indigena bas6 sus acciones cotidianas, el de la reciprocidad, entendido coms el obtener algo por otra cosa que se da. Las reguliciones que determinaban el comportamiento cotidiano ‘moldeaban las conductas con base en la reciprocidad. De esta manera, se ctearon relaciones entre los hombres que se esperaba fueran equilibradas Por ejemplo, las colaboraciones © ayudas que se brindaban unos a otros cen el seno familiar debfan tener un eardcter parecido; este podria ser el aso de la corstruccién de las viviendas, que era una actividad comunal. Se trata, fundamentalmente, de un compromiso adquirido en el que en tuna relacién son otro una parte parece decir: “si me ayudas te ayudo”, mientras que la otra piensa “te ayudaré para que me ayudes”, Esta es la lé- sgica que subyaciaa la formacién de alianzas en tiempos de guerra, en la que se unfan varies cacicazgos ala vez en contra de otro u otros. Esa fue la si- ‘tuacién que se detecta entre los seRiorfos de Guarco y Garabito contra los ceacicazgos de Quepo y de los chorotegas la llegada de los espatioles. Es también la légica que estaba detris de ls relaciones entre el hom. bre y la naturaleza, entre el hombre y el mas alls. La tierra da: provee el alimento y ottos recursos que permiten al hombre sobrevivis, pot lo tan- to, los indiger.as crefan que la naturaleza debfa protegerse, que los recsir- sos naturales debfan cudarse, Esa manera de razonar contribuye a expli- cat la presencia de ceremonias y rituales especiales dedicados a distintas deidades o “duefios” en el momento en que se recogfan las cosechas, las 5 ‘que, en algunas ocasiones, se acompafiaron de sactificios humanos como los ocurridos en el Pacifico norte y en Nicaragua. Esa era la contraparte que entregaban los hombres alos seres superiores a cambio del éxito en las actividades productivas o en la bisqueda de su beneplicito para rea- lizar otras acciones con resultados positives. Los peirrafos anteriores aclaran que todo objeto material elaborado por los indigenas, toda accién ejecutada, estuvo acompafiada de pensa- rmientos, actitudes, costumbres y creencias que se enmatcaron dentro de fa cosmovisién predominante. Al hilar los diferentes aspectos de la vida cotidiana indligena en la épaca de los eacicazgos, comentados en parra- fos precedentes, queda expuesta la dindmica social y humana de aquellos tiempos. Sobra afadir que las descripciones dadas pot los espatioles y los resultados de la arqueologfa permiten percibir un mundo cacical Ileno de ‘movimiento, En la memoria de los costarricenses, debe quedar lejos quella imagen estética, de pobreza e inferioridad que se les atribuys a estas sociedades en décadas atts. AL ARRIBO DE LOS CONQUISTADORES Ese complejo mundo cacical fue el que prevalecia a la Hegada de los esparfoles, en estrecho contacto con otros mundos cacicales panamefios y de Nicoya y Nicaragua. Vinculados en actividades de intercambio, uni- dos por las vias que servian de paso a objetos, bienes, noticias, ideas y ‘otros conocimientos, salieron de sus rutinas al aparecet los conquistado- res en [as costas de América Central. Después de una estadia depredadora en Panamé, los espatioles salie- ron, en 1519, de la isla de las Perlas en el Pacifico, hacia Nicaragua, don- de creyeron poder encontrar el Estrecho Dudoso y muchas riquezas. En esas primeras expediciones, apresaron indigenas del Golfo de Nicoya y Jos llevaron a Panamé, para que luego sirvieran de gufas e intérpretes 0 de informantes de las riquezas y la geografia de la tierra por conocer. Una vez en Nicaragua y Nicoya, no fue sino hasta 42 afios después que decidieron conquistar el interior de Costa Rica, en un plan mis or- ganizado. Las ideas de conquista sirgieron mientras trataban de sobrevi- vir una fuerte crisis en Nicaragua y, en general, obedecis a condiciones existentes en el resto de América Central. En Nicaragua y Nicoya, toda esperanza de enriquecimiento répido habia casi desaparecido, al igual 46 que miles de indigenas, como consecuencia de la esclavitud a la que Fue- ron sometidos, exportados a Peri y Panamé, as{ como por el azote viru- lento de varias epidemias que diermaron significativamente las poblacio- nes indfgenas. ‘Aseguran las fuentes que cuando los indligenas del Valle Central de Costa Rica intercambiaban con los de Nicoya, levaban en su cuerpo adomos de oro. Eso hizo pensar a los espafioles que tal metal era abun- dante entre los indigenas del interior. Los conquistadores, motivados por el interés de lozrar un ripido enriquecimiento, salieron de Nicaragua bus- candlo mejores oportunidades. En 1561 penetra el primer grupo de conquistadores al mando de Juan. de Cavallén. Fsicamente, el Valle Central, con altitudes que oscilan en- tre los 600m y los 150m s.n.m, esté rodeado por la Cordillera Voledni- ‘ca Central en sus secciones oriental y norte, la Cordillera de Talamanca hhacia el sur y los escarpados Montes del Aguacate al occidente. Este va- le se separa en secciones oriental y occidental por los certos de la Car- pintera, divisién que se encuentra también en las vertientes de agua que riegan la zona, Hacia el oeste confluyen numerosos tributarios que des- ccargan sus aguas en el rfo Grande de Tarcoles. El Reventazén, ro impor- tantfsimo para los cacicazgos, deposita las aguas del sector oriental del valle. A este paisaje geogrifico arribé Cavallén y entré al Valle Central por el noroeste. El padre Esada Révago, su socio en esta empresa de conquista, pene- 116 por la costadel Caribe para encontrarse con Cavallén. Fundaron Gar aum de idioma.” 1, Aco Corstens “Bhustarcoearacknes soba le motes ponte ora a etie ys0 Delarhpslaaien one onus afnsoder nguear fovea de login ines de Ut ‘esos de Cove ca X() Uren Coto eo san or, 984 Page 18 Del texto citado, es posible observar una de las maneras que desarro- Ilaron los vecinos de Orosi para negociar con el Estado, al manifestar su disposicién de colaborar con éste y con la Iglesia para lograr la conquis- ta religiosa de “cribus salvajes” talamanquefias. Asi, asumfan una actitud de colaboracién con los intereses estatales. ero dicho ofrecimiento no iba despojado de un interés en obtener beneficios para sf. Nétese que mencionan la necesidad de mejorar el pue- blo, ala vee que hacian una firme peticién para que se multara alos ve- cinos indigenas,“hijos desnaturalizados de este pueblo”, quienes vendie- ran sus tierras a “Iadinos aventureros y corrompidos”. Como queda claro, ya existian entre los pobladores de Orosi algunos indigenas que vendtan sus tierras Ello evidencia que también se presentaron contradicciones entre los rmismos indligenas por el problema de la tierra. Por ejemplo, existe infor- macién acerca de un indigena que vendi6 tierras de la legua del pueblo ‘un ladino. Bl acto fue duramente criticado por otros vecinos, quienes Htegaron a plantearle el problema al Presidente. Es importante destacar que en la carta al Presidente, aclaran que, en- tre esos ladinos compradores de tierras no incluyen a los hacendados, contra quienes no tenfan ninguna queja. El problema lo identificaban principalmente con los ladinos. En esta época, el ladino 0 mestizo se convierte en el actor histrico principal en el Valle Central ‘COSTUMBRES ANCESTRALES Y ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA En esa manera de negociar puede observarse la vigencia del principio de reciprocided caracteristico del intercambio indigena, regido por el dar y esperar algo a cambio. Ademas, en la propuesta que hacen a don Pris- pero Fernndex, se observa el interés que manifiestan por la bisqueda de un espacio que les permitiera mantenerse de acuerdo con sus eostumbres. Por ejemplo, insisten reiteradamente en no poder vivir con gente dif. rente a ellos, como los ladinos, “que son de indole opuesta a la nuestr 12 Job Anton ats Op et Pgs 20820 14 Queda expuesto que las maneras de relacionarse con el Estado estu- ‘vieron permeadas de costumbres y pensamientos antiguos. Pero, ala ves, cesté claro que los pobladores indigenas de Orosi trataron de establecer y defender vinculos que sirvieran como eslabones para insertarse en la so- ciedad dominante. Las transacciones procuraron resguardar un smbito aque les permitiera continuar resistiendo con el arma de sus costumbres ancestrales. El ejemploanterior nos lleva a contemplar que los pobladores tardos del pueblo de Orosi no olvidaban sus rafces ancestrales ni que sibu esta- ba en Orosi como el patrono San José. De al‘ que, entre las diversas me- didas que adoptaron para la defensa de sus terras, la conservacicn de sus, costumbres ancestrales desempefiara un papel relevante. Tal comporta- miento condujo a que en 1881, Pedro Sardi, italiano a cargo de levantar tun Memorial sobre Orosi, apuntara que: “Las costumbres de los indigenas de los pueblos de Oras son hoy casi las rmismas que en tiempos de la conquista, Por consiguiente este pueblo no ha ‘mejorado su conducta ni participado de los progresos que la ciilzacion ha hecho en las demés poblaciones de la Repiibica: pueblo excepcional, lo mismo que el de Tucurrique, que no ha creado necesidades, mi tiene aspi- raciones de vingin género, ues sus favigas se reducen alas indispensables para maneener la vida material, aunque tienen feracisimos terrenos bara toda clase de cultvos” .1> En 1884 esta actitud, ~que puede interpretarse como una efectiva medida de resistencia-, prevalecfa, como leemos a continuaciGn en el re- velador texto de José Marfa Oreamuno: “He sacado en limpio, Sefior Secretario, que las frecuentes exigencias con que los indigenas de Orosi Haman a cada paso la atencién del Supremo Gobierno, nacen precisamente de sw excepcional mado de ser. Preciso es canfesar que este pueblo noha hecho uso,como los demds de la Replica, de los benejicios que nos ha proporcionado la independencia de nuestra ‘madre para. Viven ests indigenas como en la época del Colonaje; no prescinden de las costumbres que les inculcaran las misiones de propagan- da fide; no tienen esa natural tendencia de mejorar su condicién; no se ‘ocxpan sina de las faenas indispensables para mantener la vida material; 13. Salat, poh 11 1S es que toda prdctica ajena de sus inveteradas costumbres les preocupa de- ‘nasiado” 4 Mientras los pobladores de Orosi continuaban aferrados a sus cos- tumbres tradicionales, seémo se relacionaron los indios del Valle del Re- ventazén , en general, con los hacendados de las grandes propiedades que se destinaban al café y a la cafia de azticar, y que comensaban a modifi- car el paisaje? Es claro que los indigenas excluyeron a estos hombres del grupo de “ladinos aventureros y corrompides”. Mas bien, agradecfan los beneficios que les dispensitan. Los vinculas com los duefios de las hacen: das parecen haber sido laxos, en el sentido de que éstos los dejaron vivir conforme a su naturaleza, de acuerdo con sus costumbres. Fueron condes- cendientes con los indigenas y les offecian trabaja en las haciendas. No fueron forzados ni obligados, ni, aparentemente maltratados por ellos. ‘Tampoco exist la coerci6n ni el peonaje por deudas,situacién muy dis- tinta ala registrada en México entre pucblos indigenas y hacendados. ‘Al contrario, la escasa informacién de que disponemos, refucrza es- tas ideas de la “tranguilidad” que los dejaron tener. Inclusive, en las épo- cas de recoleccién de café, los duefios de las haciendas destinaron un es- pacio para que vivieran de acuerdo con sus costumbres por el tiempo ne- cesario en terminar las faenas que iban a desempefar. Este lugar estaba apartado de las viviendas de los trabajadores no-indigenas, repitiéndose aqui el patrén indigena de no querer estar cerca de los ladinos. La actitud de los indios de Orosi a finales el siglo XIX parece haber resultado en una efectiva estrategia de superviviencia en un mundo que cambiaba a pasos agigantados. Orosi, Tucurrique y Pejibaye perduraron con poblacién indigena hasta principios del siglo XX, lo que puede en- tenderse a partir de la relativa “tranquilidad” con que les permitieron vi- vir los hacendados. Relativa, porque hubo ocasiones en las que estos se aunaron con los ladinos pobtes en perjuicio de los indigenas. Pero, apa- rentemente, los indios no lo supieron. A los hacendados les conventa que los ladinos compraran tierras porque asf se aseguraban mano de obra asalariada cercana a sus hacien- das, condicién que era dificil lograr de los indgenas. Las acciones de los hacendados estuvieron ocultas tras la Municipalidad, el Gobernador y los ladinoe de recurvos medios 0 pequetios. Sin embargo, es evidente que M4 Slo. Ope 21 116 ‘no hubo injerencia en cuanto a permititles alos indigenas vivir de acuer- do con sus costumbres, lo que redunds en asegurarles un espacio para re- forzar su identidad La pérdida de las tierras en Orosi fue un proceso que obedeci6, en gran medida, alos intereses de los ladinos pobres. Entre 1880 y 1891 los indigenas de Orosi perdieron la propiedad comunal. El ladino se intro- dlujo en su tierra y en su pueblo, y el indfgena huy6 y retrocedis del u- gat, mientras que otros se convirtieron en agricultores “independientes” ‘en fuerza de abajo asalariada, Esta época representa una etapa importante en la constitueién del pro- yecto politico liberal. Las grandes haciendas que se localizaron en la re- gidn pronto tuvieron el eafé y Ia cafa de aaicar entre sus cultivos princi- pales. Don Rafael Iglesias expresaba, en 1896, inquietudes en cuanto a los graves problems que habia traido al pats la legislacin acerca de la enaje- nacidn de tierra baldias. Agregaba que existia un verdadero desequilibrio cn su justa distnibuci6n. Si también tomamos en cuenta a los indigenas co- mo sujetos en ese desajuste, la injusticia es evidente. Ahora algunos ve- nfan de Chirrips a trahajar en las haciendas, con el fin de obtener dinero para conseguir bienes en los pueblos cercanos, como Turrialba. En este aspecto, disponemos de informacién valiosa para el caso de Atirro entre 1896 y 1950. A pesar de que es tarda, puede iluminar el ti- pode relacién que se present6 entre hacendados e indigenas en la regién en el siglo XIX, asf como la persistencia de costumbres ancestrales. Cer- cade 1938, durante los meses de agosto y fines de diciembre y principios de enero, los indios cabécares de Chirripé, en niimeros que oscilaban desde dos hasta cincuenta, se acercaban voluntariamente @ Atirro y a las hhaciendas vecinas en busca de trabajo. Vestian atin con pampanilla, car- gaban arcos,flechas y cerbatanas. Solfan venir acompafiados de sus hijos ‘yde sus mujeres, quienes trafan los canastos en que guardaban sus senci- llas pertenencias, colgando de una faja desde la frente. También los acompafiaban animales, tales como monos o chanchos. Su conocimien- to de la lengua espafiola era muy pobre, hablaban cabécar, y en esa len ua pedtan cigarros y fuego. En Atirro existi6 una especie de campamento para estos indigenas. All preparaban chicha y mantenfan una vida social apartada del resto de los otros trakajadores. Los hombres cogian café y chapeaban siguien- do el mismo orden que se sigue en las cogidas de café, deserita como “par reja". Faro signficaha que todos than haciendo el trabajo a la vez, cada uno colocado en un lugar determinado, para cumplir con la labor de ma- nera continua y ordenada. Las mujeres y los nifios también participaban cn la recoleccién del grano. “7 ‘Todavfa en esta época el indigena pescaba con bejucos venenosos 0 batbasco, y con arco y flecha en los rios Atirro, el Pejibaye y el Reven ‘azn, Esta manera tradicional de pescar es una muestra més de la per- rmanencia de antiguas costumbres. Interesa anotar también que, con el dinero que ganaban, compraban en Turrialba bienes tales como sal, agu- jase hilos ollas de hierro, machetes, tijeras, en fin, el mismo tipo de bie~ nes que intercambiaban con los primeros espafioles en el siglo XVI. N6- tese una ver ms la persistencia de costumbres ancestrales. (Cuando finalizaban la chapia y la recoleccién del grano, se devolvian. a su tierra natal, en las montafias. Obsérvese que, aparte de la novedad de que ahora estaban contribuyendo a la economia agroexportadota, en la que plasmaron sus huellas, es posible afirmar lo mismo que apunté el vigjero Carl Hoffman con respecto a los indigenas de Orosi en 1860, en el sentido de que “no han cambiado sus costumbres desde la conquista”, “Trabajar para las grandes haciendas continus siendo una manera de vvincularse a la sociedad dominante. Al no tener tierras propias cercanas, su desplazamiento hacia esta zona del Reventaz6n era necesaria. Hasta esos ais, acercarse y alejarse, manteniendo “lo ancestral”, siguié siendo un importante mecanismo de sobrevivencia, ‘Amerita profundizar en esas costumbres ancestrales como arma de re- sistencia. Carl Hoffman, coments en 1860 que estos indigenas parecen evitar los productos de la industria europea, con excepcién del hacha y del machete , lo que también fue comtin en Guatemala, Esa discrimina- ci6n cultural les permiié mantenerse apartados de los ladinos. Esprobable que las relaciones que mantuvieron los indigenas de Oro- si con sus parientes eabécares de Talamanca durante el siglo XIX y prin- cipios del XX, reforzaron los vinculos con las costumbres ancestrales y la ‘memoria, fortaleciendo su identidad. En esos aftoslas visitas entre fami- liares continuaron, y, ms importance atin, se mantuvieron las relaciones de intereambio, con un sentido similar al de siglas anteriores. Los bienes que trafan los de la montafia eran de all, lo que hacta diffe conseguir- los en ambientes colonizados. La desestructuracién final del pueblo indigena de Orosi, y probable- mente la de algunos otros, como Cot, se acrecent6 con la posesién de las tierras en manos de los ladinos. El proceso de colonizacién agricola de la regién fue lento. Los veeinos del pueblo de Orosi se resistieron hasta donde pudieron, para perecer al final en términos de la dinémica de esa colonizacién agricola, en que se vieron finalmente absorbidos. La rica historia de Orosi se asemeja y, a la vex difiere de la de otros pueblos de indios de antaiio. Pero en todos ellos, como evidencia de su 118 presencia historica, acompafiada de una resistencia tena: y continua, permanecen las huellas indelebles de una historia compartida. En Orosi, las huellas de esas luchas quedaron grabadas para siempre, como las man- cchas del jaguar, en las riberas del Reventazén, en los cafetales, en la ighe- sia, en la imagen de San José y en los descendientes de aquellos valien- tes y, sin duda, persistentes indigenas, que hoy habitan el lugar. Inlet ox So Archive Nocona Corte Rie Fat te 119

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