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Revista Internacional del Trabajo, vol. 140 (2021), núm.

El género y la COVID-19:
trabajadoras y trabajadores en
las cadenas mundiales de valor
Sheba TEJANI* y Sakiko FUKUDA-PARR**

Resumen: Este artículo plantea un marco para analizar el impacto diferenciado


de la COVID-19 según el género en las cadenas mundiales de valor de la confec-
ción, la electrónica y la externalización de procesos empresariales. Se distingue
entre efectos derivados de las repercusiones sobre la salud y derivados de los con-
finamientos, y entre consecuencias de la interrupción de suministros y de la con-
tracción de la demanda, a partir de una visión multidimensional del bienestar,
considerando las esferas productiva y reproductiva, así como las normas sociales
y las estructuras de poder que producen desigualdades de género. Se observa que
la pandemia expone y amplifica las vulnerabilidades de las trabajadoras en las
cadenas mundiales de valor.
Palabras clave: género, trabajadoras, COVID-19, cadenas mundiales de valor,
externalización de procesos empresariales, sector de la electrónica, sector de
la confección.

1. Introducción: crisis, género y cadenas mundiales


de valor
La pandemia de COVID-19 ha supuesto una conmoción en las cadenas mundiales
de valor, que ya estaban experimentando importantes transformaciones, y está
teniendo profundas repercusiones en los trabajadores. A diferencia de las crisis
financieras de 1998 y 2008, la pandemia ha tenido un impacto doble al conllevar
una emergencia de salud pública que amenaza directamente la seguridad de
los trabajadores y una crisis económica que ha causado una contracción de
la demanda y ha provocado la interrupción de los suministros en diferentes
momentos. La dispersión que caracteriza la estructura de las cadenas mundiales
* Departamento de Desarrollo Internacional, Universidad de Birmingham; s.tejani@bham.ac.uk
(autora para la correspondencia). ** Programa de Posgrado en Asuntos Internacionales Julien J.
Studley, The New School, fukudaps@newschool.edu. Las autoras quieren dar las gracias a Sarah
Annay Williamson por el diseño de los gráficos y por su asistencia en la investigación. También
agradecen los comentarios de los editores invitados y de los evaluadores anónimos, que ayudaron
a mejorar el artículo.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos solo incumbe a sus autores,
y su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.

© Artículo original en inglés, las autoras, 2021


© Compilación de la revista y traducción del artículo al español, Organización Internacional del Trabajo, 2021
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de valor ha hecho que sean particularmente vulnerables a estas disrupciones du-


rante la pandemia. Como sucedió con el «gran desplome del comercio» de 2009
(Baldwin 2009), la contracción del comercio ha sido más pronunciada que la del
producto interior bruto (PIB): el valor del comercio mundial de mercancías cayó
en un 7 por ciento y su volumen en un 5 por ciento, mientras que la disminución
del PIB fue del 3,8 por ciento en 2020 (OMC 2021). Si bien la OMC predice una
recuperación mundial «sólida, aunque desigual» en 2021, las repercusiones de
la crisis en los trabajadores han sido profundas y podrían perpetuarse.
Los estudios muestran que las mujeres soportan la peor parte de las conse-
cuencias económicas y sociales de las crisis sanitarias y económicas, y que estas
les afectan de forma desproporcionada y de distinta manera que a los hombres
(ONU 2020). La naturaleza dual de esta crisis ha agravado los desafíos a los que
se enfrentan las trabajadoras, a las que prácticamente no se ha prestado aten-
ción en los estudios dedicados a las cadenas mundiales de valor, con algunas
notables excepciones (por ejemplo, Barrientos 2019; Bamber y Staritz 2016). En
el presente artículo planteamos la pregunta: ¿cuáles son las distintas vías por las
que la pandemia afecta a las trabajadoras de las cadenas mundiales de valor y
cómo las instituciones y normas con sesgo de género configuran estas vías? Nos
centramos específicamente en las trabajadoras de los segmentos intensivos en
trabajo y de bajos salarios de las cadenas, que representan uno de los grupos
más vulnerables. Aunque todavía es pronto para una evaluación empírica ex-
haustiva, nuestra intención es presentar un marco con el que pueda hacerse un
seguimiento de los factores con sesgo de género que afectan a las trabajadoras en
las cadenas mundiales de valor, teniendo en cuenta la particular naturaleza de la
pandemia: es decir, una crisis sanitaria acompañada de una recesión económica
que ha provocado tanto la interrupción de los suministros como la contracción
de la demanda. Ilustramos estas vías a partir en un examen de datos empíricos
de 2020 –procedentes principalmente de evaluaciones rápidas y de información
proporcionada por los medios de comunicación y la sociedad civil– de tres secto-
res: la externalización de procesos empresariales,1 la electrónica y la confección.
Nuestra contribución consiste en distinguir analíticamente entre los efectos de la
pandemia sobre los trabajadores derivados de las repercusiones sobre la salud y
los derivados de las medidas de confinamiento, y entre los que son consecuencia
de la interrupción de los suministros y los generados por la contracción de la
demanda, en todos los ámbitos de producción y reproducción social. Esto nos
permite adquirir una visión multidimensional de los diversos factores que han
tenido consecuencias sobre las trabajadoras durante la pandemia e ilustrar cómo
estos factores han funcionado en la práctica. Aportamos la perspectiva de la
reproducción social al análisis de las crisis en las cadenas mundiales de valor
para identificar los diferentes impactos de la pandemia según el género de los
trabajadores.

1 La externalización (o tercerización) de procesos empresariales (o de negocio) es un segmento

del sector más general de la tecnología de la información y la gestión de los procesos empresaria-
les y comprende la deslocalización tanto de recursos empresariales como de recursos humanos, así
como de la gestión de las relaciones con los clientes (Gereffi y Fernandez-Stark 2010).
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Hemos seleccionado las cadenas de los sectores mencionados porque per-


miten mostrar las diferencias entre las repercusiones de la pandemia derivadas
de la interrupción de los suministros y las derivadas de la contracción de la
demanda. La externalización de procesos empresariales se ha visto muy afec-
tada por la interrupción de los suministros, el sector de la confección ha sido
el que más ha sufrido por la disminución de la demanda, mientras que el de
la electrónica ha experimentado tanto interrupciones de los suministros como
reducciones de la demanda según subsectores. Encontramos también otras
diferencias entre estos sectores que pueden ayudarnos comprender mejor las
diferentes repercusiones de la pandemia según el género en los trabajadores y
trabajadoras de las cadenas mundiales de valor. En primer lugar, el sector de
la electrónica tiene una de las cadenas de valor más dispersas geográficamente,
con una gran proporción de comercio de productos intermedios manufacturados
comparado con el sector de la confección, que está mucho menos fragmentado
(Rynhart, Chang y Hyunh 2016; Sturgeon y Kawakami 2010). En segundo lugar,
ambos sectores son también importantes fuentes de empleo para trabajadores y
trabajadoras poco o medianamente calificados de países en desarrollo, aunque
difieren en la proporción de mano de obra femenina: entre 1990 y 2014 en el
sector de la confección la proporción media de trabajadoras era de más del
60 por ciento en 14 países del Sur que eran importantes actores de estas cade-
nas; en el sector de la electrónica, en cambio, la proporción de mujeres apenas
superaba el 30 por ciento (Tejani y Kucera 2021). A diferencia de los sectores de
la confección y la electrónica, el de externalización de procesos empresariales
proporciona principalmente puestos de trabajo de oficina para personas con
niveles educativos relativamente más altos. En tercer lugar, en lo que respecta a
la adopción de nuevas tecnologías, el sector de la electrónica es líder en el ámbito
de la robótica, mientras que los sectores de la confección y la externalización de
procesos empresariales se encuentran en las primeras etapas de la adopción de
tecnologías de la industria 4.0.
Observamos que la pandemia ha puesto de manifiesto la persistente vulne-
rabilidad de los trabajadores y trabajadoras de bajos salarios y plantea dudas
sobre la viabilidad del modelo de las cadenas mundiales de valor como vía para
el desarrollo sostenible y la creación de trabajo decente. La pandemia no ha
terminado, sigue evolucionando y sus repercusiones sobre las personas traba-
jadoras varían en función de la propagación del virus y las características de las
políticas adoptadas. Aunque el presente artículo se centra principalmente en el
aspecto del género, cabe señalar que otros factores, como el estatus migratorio,
la educación, el origen étnico, la raza, la casta, la nacionalidad, la orientación
sexual y la edad también influyen notablemente en la posición estructural de
los trabajadores dentro de las cadenas mundiales de valor y afectan a los re-
sultados. Nuestro objetivo es presentar un marco de análisis para identificar
los principales mecanismos que determinan las diferentes consecuencias de la
pandemia según el género. Se tratará, necesariamente, de un marco estilizado
que no pretende ser exhaustivo.
Dicho marco se presenta en el segundo apartado del artículo. A continua-
ción, en el tercer apartado, realizamos un examen empírico de los tres sectores
objeto de estudio. En el cuarto apartado se exponen las conclusiones.
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2.  Marco conceptual


2.1.  Bienestar, reproducción social y estructuras de poder
En los análisis feministas del género y el trabajo en tiempos de crisis se utilizan
diversos enfoques fundamentales. En primer lugar, los efectos sociales y eco-
nómicos suelen analizarse en el marco del bienestar, que se concibe como un
ámbito multidimensional que, además de los salarios y el empleo, incorpora la
salud, la autonomía, la capacidad de decisión y otros aspectos importantes de
la vida (Floro 2019; Pearson y Sweetman 2011). El marco general del bienestar
tiene una importancia intrínseca como marco teórico para el análisis de los
objetivos que las mujeres pretenden alcanzar a través del empleo. Las cadenas
mundiales de valor han permitido tanto ampliar las oportunidades de empleo
de las mujeres como potenciar su autonomía, su voz y su capacidad de decisión
en el hogar (Kabeer 2008). Estos efectos sobre el empleo suelen verse como un
impulso positivo para la igualdad de género, pero en realidad son algo más
complejos y pueden ser contradictorios. En el empleo, a menudo, las mujeres
sufren condiciones de explotación, se violan sus derechos, se atenta contra su
dignidad y se pone en peligro su salud (Bamber y Staritz 2016).
En segundo lugar, el análisis feminista se basa en una concepción de la
economía que abarca las esferas de la producción y la reproducción social y
destaca la desproporcionada carga de trabajo de cuidados no remunerado que
las mujeres deben soportar en el hogar debido a las normas sociales (Elson 2010).
Esta labor de cuidados es necesaria para el mantenimiento de la vida. Implica
proporcionar alimentos, cuidado material y emocional a los niños, las personas
de edad y las personas con discapacidad y mantener un entorno vital limpio,
pero resulta limitador para la participación de las mujeres en el trabajo remu-
nerado y la educación. Los análisis con perspectiva de género de las anteriores
crisis suelen hacer hincapié en la pesada carga de las tareas de cuidados remu-
neradas y no remuneradas que recaen sobre las mujeres, aunque sus efectos
sobre el empleo varían según los casos (Pearson y Sweetman 2011).
En tercer lugar, en los análisis con perspectiva de género se considera que
los procesos sociales y económicos están integrados en estructuras e instituciones
con sesgo de género caracterizadas por asimetrías de poder, impregnadas por las
normas sociales, y en las que los hombres y las mujeres tienen roles y posiciones
distintos (Elson 2010; Pearson y Sweetman 2011). El impacto de las crisis sobre
los trabajadores y trabajadoras de las cadenas mundiales de valor también se
encuentra mediado por estas instituciones con sesgo de género –como el hogar,
el lugar de trabajo, el sistema educativo y las normas sociales–, que determinan
las oportunidades, las vulnerabilidades y el poder de negociación de las mujeres
con respecto al trabajo.
Las cadenas mundiales de valor se caracterizan por tener unas estructuras
de poder profundamente asimétricas en las que las empresas principales del
Norte acaparan la mayor parte de los beneficios mientras que la mayoría de los
proveedores operan en entornos muy competitivos y de escaso valor añadido en
el Sur. En el sector de la confección, aunque los proveedores de China, Malasia
y República de Corea han logrado subir de nivel y convertirse en proveedores
de servicios integrales, el resto de la industria de Asia y África Subsahariana
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sigue centrándose en procesos de ensamblaje, o de corte, confección y acabado,


intensamente competitivos y con reducidos márgenes de beneficio (Gereffi y
Frederick 2010; OIT 2020). La cadena del sector de la electrónica está compuesta
por empresas líderes, fabricantes contratistas y plataformas líderes que desa-
rrollan programas y equipos informáticos para productos de una diversidad
de empresas (Sturgeon y Kawakami 2010, 11). Por la naturaleza altamente
«modular» –estandarizada, codificada y formalizada– de los productos electró-
nicos, las empresas fabricantes pueden ser sustituidas por otras rápidamente y
tanto su poder de mercado como su rentabilidad son bajos a causa de la fuerte
competencia (Sturgeon y Kawakami, 14). Debido a la creciente consolidación y
concentración geográfica de los proveedores de la industria electrónica, la ma-
nufactura de diseños originales (es decir, los servicios de diseño y fabricación)
se encuentra mayoritariamente controlada por empresas de Taiwán (China). La
externalización de procesos empresariales se encuentra altamente concentrada
y dominada por grandes empresas informáticas con sede en países desarrolla-
dos, junto con algunas empresas con experiencia de la India que atienden a sus
clientes a través de una red de centros de prestación de servicios en países en
desarrollo de bajo costo (Gereffi y Fernandez-Stark 2010). En el extremo inferior
de la cadena de valor de la externalización de procesos empresariales predomi-
nan los servicios rutinarios fácilmente codificables y transferibles, mientras que
otros servicios con mayor valor añadido, como los recursos humanos, requieren
una mayor coordinación entre el comprador y el vendedor (Fernandez-Stark,
Bamber y Gereffi 2011).
Durante la pandemia de COVID-19, estas asimetrías estructurales han per-
mitido a los compradores y a las empresas líderes exprimir a los proveedores
del Sur, con nefastas consecuencias para los trabajadores y trabajadoras, cuyo
poder de negociación ya era escaso de entrada. Hay una larga historia bien do-
cumentada de condiciones de salud y seguridad claramente deficientes, salarios
bajos y precarios, y otros abusos, como los robos salariales y el uso de personas
sometidas a trata en las cadenas de la confección y la electrónica (Verité 2014;
Anner 2018; Know the Chain 2020). En el sector de la electrónica, las personas
migrantes extranjeras corren un alto riesgo de sufrir condiciones de «trabajo
forzoso» –uso de violencia, intimidación, manipulación por deudas, retención
de los documentos de identidad o amenazas de denuncias a las autoridades de
inmigración– si quieren conservar su puesto de trabajo. Una encuesta realizada
a las 49 mayores empresas de tecnología de la información y la comunicación
reveló que no hacían apenas esfuerzos por cambiar estas condiciones en sus
cadenas de suministro, en particular en el caso de la persistencia de las comi-
siones de contratación y la ausencia de negociación colectiva (Know the Chain
2020). En el sector de la externalización de procesos empresariales se obliga a
los trabajadores a firmar acuerdos de confidencialidad que los castigan con el
pago de al menos dos años de salario en concepto de daños y perjuicios si hablan
con los medios de comunicación o divulgan información sobre violaciones de los
derechos (Lee 2020). En su estudio sobre los centros de llamadas, Holman, Batt
y Holtgrewe (2007) descubrieron que los proveedores externos suelen ofrecer
salarios más bajos, tienen tasas de sindicalización inferiores y emplean a una
mayor proporción de trabajadores temporales que los centros de llamadas de
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la empresa principal. A pesar del trabajo intensivo, la presión, los horarios pro-
longados y los riesgos para la salud del trabajo nocturno, la sindicalización en
el sector de la externalización de procesos empresariales sigue siendo limitada
(D’Cruz y Noronha 2013).

2.2. Marco para el análisis con perspectiva de género


de los efectos de la COVID-19 sobre los trabajadores
y trabajadoras
En el marco que presentamos en el gráfico 1 se analizan los diferentes efectos de
la pandemia sobre el bienestar según el género por mediación de dos factores:
i) las repercusiones sobre la salud, y ii) las medidas de confinamiento. Se realiza
un seguimiento de estos efectos en los lugares tanto de producción como de
reproducción social y se identifican las instituciones con sesgo de género en las
que las normas sociales y el escaso poder de negociación dan lugar a condiciones
de desigualdad para las mujeres. En el gráfico 1 se representa el marco completo
como un diagrama circular en el que los efectos derivados de ambos factores
fluyen desde la esfera de producción hasta la esfera de la reproducción social
(y viceversa).
A través del «canal» de la salud (línea discontinua del gráfico 1), los contagios
en el lugar de trabajo enferman a los trabajadores y trabajadoras y afectan a la
reproducción social como resultado de la pérdida de ingresos, la disminución
del consumo y el aumento de las tareas de cuidados. Por su parte, la mala salud
y el aumento del trabajo de cuidados afectan al suministro de trabajadores y
trabajadoras a la esfera productiva. A través del «canal» del confinamiento (línea
continua del gráfico 1) las pérdidas de empleo e ingresos de los trabajadores y

Gráfico 1. Marco para el análisis con perspectiva de género de los efectos


de la COVID 19 sobre los trabajadores y trabajadoras
en las cadenas mundiales de valor
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Factor salud Factor confinamiento


Género y COVID-19 en las cadenas mundiales de valor 717

trabajadoras de la esfera productiva afectan al abastecimiento básico para la


reproducción social. Además, el propio confinamiento produce nuevas limitacio-
nes en la capacidad para trabajar a causa del incremento del trabajo en el hogar,
la educación en casa y la violencia de género, que afectan particularmente a las
mujeres, al igual que las restricciones del transporte y la movilidad. También
reduce todavía más el poder de negociación de los trabajadores y trabajadoras.
Estos factores, que examinaremos más detalladamente a continuación, se mues-
tran como «canales» separados a los efectos del análisis, pero, por supuesto,
pueden solaparse y funcionar de forma simultánea. Además, con la adopción de
prácticas de trabajo a domicilio en sectores como la externalización de procesos
empresariales, los ámbitos de la producción y la reproducción social son cada
vez más difíciles de distinguir, lo que crea nuevas oportunidades, pero también
nuevas limitaciones para las trabajadoras. La estructura de las cadenas mun-
diales de valor ha contribuido a exacerbar los efectos de la pandemia en los
trabajadores y trabajadoras de formas diversas que destacaremos en distintos
momentos de nuestro análisis.

2.3.  El factor salud


La pandemia representa una amenaza para la salud de los trabajadores y tra-
bajadoras en el lugar de trabajo, tanto de forma directa como a través de su
impacto en los hogares. En el gráfico 2 se muestra la cadena de consecuencias

Gráfico 2. El factor salud


PANDEMIA
Esfera Esfera
productiva reproductiva

SALUD

Contagios en Miembros del hogar


el lugar de trabajo enfermos de COVID-19

Escasez de mano Cierre Aumento del trabajo


de obra de fábricas
Trabajador de cuidados
enfermo
de COVID-19
Reducción del tiempo
para el trabajo remunerado,
agotamiento, estrés

Pérdida de ingresos,
consumo del hogar, agencia Impacto diferenciado
según el género

BIENESTAR
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de: i) los contagios en el lugar de trabajo, y ii) los casos de enfermedad de traba-
jadores y trabajadoras y los miembros del hogar, que incrementan las tareas de
cuidados. Los impactos diferenciados según el género se representan mediante
nodos redondeados.
El contagio en el lugar de trabajo es un importante factor que causa cierres
de fábricas y sigue siendo una de las principales causas de la interrupción de
los suministros en las cadenas mundiales de valor. Por la naturaleza de estas
cadenas, las fábricas se encuentran sometidas a una presión inmensa para man-
tener sus calendarios de producción. Se trata de un modelo de negocio que busca
minimizar las existencias y optimizar la flexibilidad, por lo que los retrasos en
la producción resultan extremadamente costosos, en particular en sectores en
los que el factor tiempo tiene particular importancia, como el de la confección
y el de la electrónica. La exposición a la COVID-19 supuso una seria amenaza
para los trabajadores y trabajadoras de los tres sectores en 2020, en particular
cuando trabajaban en espacios abarrotados, mal ventilados e inadecuadamente
higienizados.
Los contagios en el lugar de trabajo tienen un efecto directo sobre la salud
y el bienestar de los trabajadores y trabajadoras y conllevan el riesgo de que la
enfermedad se extienda por los hogares, lo que, a su vez, produce una reducción
del consumo y el bienestar general. Las mujeres están más expuestas al contagio
si su proporción es mayor en la fuerza de trabajo, en particular cuando las me-
didas de protección de la salud son inadecuadas y si alguna condición médica
previa incrementa su vulnerabilidad. Aunque no hay pruebas concluyentes de
que las mujeres sean más propensas al contagio, es evidente que sufren la peor
parte de la creciente carga de trabajo de cuidados, la violencia de género en el
hogar y las presiones sobre la salud mental.

2.4.  El factor confinamiento


Los confinamientos afectaron a los trabajadores y trabajadoras por dos vías prin-
cipales: a través de la interrupción de los suministros en las cadenas mundiales
de valor y a través de la contracción de la demanda en los mercados finales.
Las interrupciones del suministro se caracterizan por una infrautilización tem-
poral de la capacidad y se deben a retrasos en los envíos, escaseces de materias
primas o restricciones causadas por los confinamientos durante la pandemia.
Sin embargo, allí donde la demanda permaneció intacta, la producción se ha
recuperado en un momento dado. Por el contrario, cuando se produce una con-
tracción de la demanda, las pérdidas de empleo e ingresos de los trabajadores
y trabajadoras pueden perpetuarse por la disminución de la demanda de mano
de obra causada por los cierres generalizados de empresas y las dificultades de
la industria. Por lo tanto, es importante distinguir entre estos dos factores para
evaluar las repercusiones sobre los trabajadores y trabajadoras.
En el gráfico 3 se presentan los canales de transmisión por los cuales los confi-
namientos2 afectaron al bienestar de las personas trabajadoras. La estructura y las

2 La escala mundial de los confinamientos durante la pandemia de COVID-19 no tiene prece-

dentes, aunque su alcance, duración y naturaleza variaron considerablemente según los países.
Para los fines de nuestro análisis, nos abstraemos de estas diferencias.
Gráfico 3. El factor confinamiento

PANDEMIA

Confinamiento

Interrupción del suministro Contracción de la demanda

Cierres de fábricas y cancelaciones de pedidos


Confinamiento en el lugar de trabajo Trabajo desde el domicilio

Suspensiones de empleo/despidos Retención del empleo

Transferencia
Aumento de Mayor vigilancia
de riesgos a
riesgos sanitarios y autoexplotación
los trabajadores
Pérdida Intensificación
Recortes del trabajo y
de ingresos salariales mayor inseguridad
Jornada laboral
Violación Menores más larga
del derecho ingresos netos Aumento de
al trabajo los riesgos sanitarios
decente
Frenos a la voz y Formas de trabajo
a la agencia Aumento de más precarias
los riesgos sanitarios

Violencia
de género Disminución de
la participación laboral Impacto diferenciado
según el género

BIENESTAR
720 Revista Internacional del Trabajo

características de las cadenas mundiales de valor generaron condiciones y conse-


cuencias específicas para estas personas por la vía del confinamiento. En primer
lugar, el inmenso volumen del comercio mundial de insumos intermedios hace
que estas cadenas sean muy vulnerables a las interrupciones del suministro que
pueden producirse en cualquier etapa de la producción durante una pandemia.
Esto se evidenció claramente cuando los primeros brotes de COVID-19 en Wuhan
(China) y, más tarde, en la República de Corea, causaron carencias importantes
de insumos en las industrias de la confección y la electrónica.3 Las graves disrup-
ciones sucedidas en los ámbitos de la logística y el transporte de mercancías por
aire, tierra y mar en diferentes momentos de la pandemia generaron también
efectos dominó a lo largo de las cadenas mundiales de valor (CFI 2020). En segundo
lugar, las caídas de la demanda tienden a extenderse más rápidamente a través
de las cadenas mundiales de valor porque la reducción de las exportaciones de
productos finales afecta a la demanda de insumos intermedios, que puede desplo-
marse de forma aún más abrupta, ya que se opta por utilizar las existencias para
la producción en lugar de realizar nuevos pedidos en un clima de incertidumbre
(Ferrantino y Taglioni 2014). Esto tiende a agravar las repercusiones concomitantes
sobre los trabajadores y trabajadoras en las cadenas mundiales de valor. En tercer
lugar, la posición de dominio y el poder de mercado de las empresas líderes del
Norte les ha permitido transferir numerosos riesgos y costos a los proveedores
del Sur, con efectos devastadores sobre los trabajadores y trabajadoras, cuestión
que examinaremos más detenidamente en el apartado 3.
Como se observa en el gráfico 3, tanto la interrupción de los suministros
como la contracción de la demanda provocaron suspensiones temporales de
empleo y despidos, aunque estos efectos fueron de mayor magnitud y probable-
mente se vuelvan permanentes en los casos en los que se contrajo la demanda.
Las mujeres empleadas en los niveles inferiores de las cadenas suelen ser tra-
bajadoras ocasionales o con contratos flexibles que tienen más probabilidades
de ser despedidas o sometidas a suspensiones de empleo y sufren con especial
intensidad la pérdida de ingresos resultante. Esta pérdida material amenaza la
subsistencia e incrementa los riesgos para la salud. Mientras que la percepción
de ingresos monetarios refuerza la voz y la capacidad de decisión de la mujer
en el hogar, la pérdida del puesto de trabajo debilita su poder de negociación y
puede asociarse con situaciones de violencia doméstica y con un mayor estrés
psicológico. La violencia de género se ha incrementado drásticamente durante
la pandemia, con un aumento de entre el 30 y el 50 por ciento en algunos países
(ONU 2020), y las mujeres han sufrido de manera desproporcionada el estrés
añadido que esto ha provocado (AFWA 2020a). Durante el confinamiento, algu-
nas mujeres se han quedado atrapadas con parejas que las maltrataban y no
tenían la posibilidad de pedir ayuda o refugiarse con sus familiares o vecinos.
En los lugares de trabajo, las situaciones de trato abusivo y acoso sexual se
han exacerbado por las difíciles condiciones que ha traído la pandemia (AFWA
2020b). La combinación de estos efectos ha hecho que muchas mujeres renun-
cien por completo a su participación laboral. La creciente vulnerabilidad social
y económica derivada de la pérdida de ingresos puede empujar a las personas

3 Véase DHL (2020) para un resumen de las disrupciones del transporte que afectaron a las

cadenas de suministro en las primeras etapas de la pandemia.


Género y COVID-19 en las cadenas mundiales de valor 721

a aceptar trabajos más precarios. Este riesgo es mayor entre las mujeres porque
tienen menos opciones de empleo alternativas a causa de las normas sobre quién
ha de ser el sostén de la familia, el racionamiento de los puestos de trabajo y la
segmentación de género en la industria, además de las limitaciones causadas
por del aumento de las tareas de cuidados.
Cuando ha habido una interrupción de los suministros, pero la demanda
ha permanecido intacta, han surgido nuevas modalidades de trabajo, como, por
ejemplo el alojamiento en el lugar de trabajo o el trabajo desde el domicilio.
No obstante, estas modalidades conllevan nuevos riesgos, que pueden incluir
violaciones del derecho al trabajo decente, mayores gastos generales y la prolon-
gación de las jornadas de trabajo, especialmente para las mujeres. Cuando se ha
producido una contracción de la demanda, a menudo los trabajadores y traba-
jadoras que han conservado el empleo se han enfrentado a riesgos adicionales
para la salud por el incumplimiento de las normas de distanciamiento físico en
el lugar de trabajo o la falta de equipos de protección personal adecuados. Las
personas que han mantenido sus empleos también se han enfrentado a recortes
salariales, a la intensificación del trabajo y a una creciente inseguridad, como
se ilustra en el siguiente apartado.

3. Efectos a corto plazo en los sectores de


la externalización de procesos empresariales,
la confección y la electrónica
Nuestro análisis de tres cadenas mundiales de valor diferentes revela que las
vulnerabilidades en el empleo por motivo de género persisten y se han agravado
en los tres sectores objeto de estudio durante la pandemia. Sin embargo, los
trabajadores y trabajadoras de las industrias que han sufrido principalmente
interrupciones del suministro debidas a los confinamientos –como el sector de
la externalización de procesos empresariales y, hasta cierto punto, el de la elec-
trónica– están en mejor posición para proteger sus empleos e ingresos con la
continuación del trabajo, desde los domicilios o en las fábricas, aunque esto vaya
acompañado de nuevos riesgos y vulnerabilidades. El sector de la confección,
en el que predominan las trabajadoras, parece encontrarse en la posición más
precaria, ya que la importante disminución de la demanda y el vuelco sufrido
por el conjunto de la industria ha dado lugar a pérdidas permanentes de puestos
de trabajo y de ingresos. La distribución asimétrica del poder y de los beneficios
a lo largo de la cadena de valor ha hecho que los trabajadores y trabajadoras
sean quienes más profundamente sufren los efectos de la crisis de la COVID-19.
Las suspensiones temporales del empleo no remuneradas, los despidos, los sa-
larios impagados, los contagios en el lugar de trabajo y los riesgos para la salud
que sufrieron en los primeros meses de la pandemia son clara muestra de ello.

3.1.  El sector de la externalización de procesos empresariales


El sector de la externalización de procesos empresariales se ha visto principal-
mente afectado por la interrupción de los suministros y, nos permite pues ver, tal
como se ilustra en el gráfico 3, las vías por las que estas interrupciones afectan
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a los trabajadores y trabajadoras. En muchos servicios o segmentos verticales


de industrias específicas, como la informática, las telecomunicaciones, la tecno-
logía financiera, la atención de salud y el comercio electrónico, la demanda se
mantuvo invariable o se incrementó, mientras que en los viajes y la hostelería
el volumen de llamadas se disparó temporalmente a causa de las cancelaciones,
para hundirse poco después (Deloitte 2020a; Oxford Business Group 2020; Wi-
lliams 2021). Algunas empresas como la británica Virgin Media y las australianas
Telstra y Optus que operaban en la India y Filipinas empezaron a repatriar sus
operaciones y a contratar a trabajadores en su propio país para hacer frente
a la creciente demanda durante el confinamiento (The Economic Times 2020).
En la industria de la externalización de procesos empresariales, los trabaja-
dores que podían desplazarse hasta su lugar de trabajo continuaron trabajando
presencialmente a pesar de los riesgos que ello representaba durante la primera
fase del confinamiento en la India (Business Standard 2020). Otros declararon
que se alargaron sus horas de trabajo, sufrieron la estigmatización de sus ve-
cinos, fueron desahuciados por su posible exposición a la COVID-19, o que se
resistían a pedir una baja por miedo a ser despedidos (Bhattacharya 2020). Mu-
chos trabajadores se enfrentaban al duro dilema de arriesgarse al contagio en
el trabajo o a perder sus ingresos. Aunque anteriormente la práctica de pasar
la noche en el lugar de trabajo no era infrecuente en el sector de la externali-
zación de procesos empresariales, «cientos» de trabajadores de un centro de
llamadas de la ciudad de Cebú, en Filipinas, que prestaba servicios a Amazon
fueron obligados a dormir en el suelo en «condiciones inhumanas» para seguir
trabajando durante el confinamiento (Lee 2020). Además de los riesgos para la
salud de tales medidas, encerrar a las mujeres con sus compañeros en el lugar
de trabajo conlleva también riesgos de abusos y acoso sexual.
Sin embargo, los confinamientos estrictos impidieron a la mayoría de los
trabajadores y trabajadoras desplazarse hasta el lugar de trabajo, lo que dio
lugar a un gran número de suspensiones temporales del empleo (Frayer y Pathak
2020; Mendonca 2020; Reed, Ruehl y Parkin 2020). En Filipinas, una encuesta
en la que participaron 146 trabajadores y trabajadoras reveló que cuatro de
cada diez tenían contratos que estipulaban que «si no se trabaja, no se cobra»
o se encontraban en situación «flotante», mediante la práctica de tener a los
trabajadores fijos en situación de suspensión de empleo sin sueldo durante un
periodo de hasta seis meses (BIEN 2020a; Macaraeg 2020). Solo una pequeña
proporción de los trabajadores y trabajadoras encuestados recibía algún tipo de
ayuda financiera de sus empresas o del Gobierno (BIEN 2020b).
En el sector de la gestión de procesos empresariales de tecnología de la
información, las mujeres se concentran en los segmentos relativamente peor va-
lorados y están sobrerrepresentadas en ocupaciones rutinarias, inseguras y mal
remuneradas, particularmente en centros de llamadas en los que sus «competen-
cias sociales femeninas» se valoran positivamente (PSA 2015; Domingo-Cabarru-
bias 2012). En este contexto, las suspensiones temporales de empleo han tenido
un impacto diferenciado según el género por dos razones. En primer lugar, las
tareas que requieren el uso de la voz han sido las más afectadas durante la
crisis (Mendonca 2020). En segundo lugar, las mujeres sufrieron una pérdida
de ingresos desproporcionada porque tenían contratos flexibles e inseguros:
Género y COVID-19 en las cadenas mundiales de valor 723

en Filipinas, las mujeres representaban el 75 por ciento de los trabajadores en


condiciones de «si no se trabaja, no se cobra» y el 70 por ciento de ellas estaban
en situación de suspensión temporal de empleo (BIEN 2020a).
Como se muestra en el gráfico 3, el confinamiento tiene otras consecuencias.
Para las personas que mantuvieron sus puestos en el sector de la externalización
de procesos empresariales, surgió la alternativa de trabajar desde el domicilio.
En la India, el 70 por ciento de las empresas tenía a más del 80 por ciento de su
personal en modalidades de trabajo desde el domicilio un mes después del inicio
del confinamiento (NASSCOM 2020a). La evolución del sector en Filipinas fue
similar. Probablemente, las estrategias de trabajo desde el domicilio se convier-
tan en parte de los protocolos habituales de trabajo de la industria (NASSCOM
2020b), por lo que vale la pena examinar las diferentes consecuencias del uso de
estas modalidades según el género. En primer lugar, el trabajo desde el domicilio
conllevará un mayor uso de herramientas tecnológicas de microvigilancia para
garantizar que no disminuyan los niveles de productividad (Thompson 2020;
Bhattacharya 2020). Esto puede dar lugar a una intensificación del trabajo y a
la autoexplotación de los trabajadores y trabajadoras, especialmente a medida
que las barreras entre el hogar y el lugar de trabajo se vayan volviendo más
difusas. Para las mujeres que deben dedicar todavía más horas a trabajos no
remunerados durante la pandemia, las exigencias son particularmente onerosas
y prolongan las jornadas laborales. Aunque trabajar desde el domicilio puede
dar a las mujeres una mayor flexibilidad para combinar el trabajo remunerado
y no remunerado, algunos informes indican que muchas de ellas tienen que
renunciar a seguir formando parte de la población activa por el aumento de su
carga de trabajo durante la pandemia (Bhattacharya 2020). Como trabajar desde
el domicilio se ha convertido en la nueva normalidad, el empeoramiento de la
situación de confinamiento y reclusión de las mujeres, que podrían ya estar
sometidas a restricciones de movimiento, es motivo de preocupación.
En la práctica, las modalidades de trabajo desde el domicilio también suponen
la transferencia de numerosos riesgos y costos operativos de las empresas a los
trabajadores y trabajadoras, lo que afecta a sus ingresos netos y a la duración de
sus jornadas laborales. En Filipinas, personas que trabajan en la externalización
de procesos empresariales y que habitan en barrios con alta densidad de pobla-
ción, escaso apoyo logístico y conectividad de banda ancha inestable declararon
que habían tenido que incrementar sus horas de trabajo para cumplir con unos
objetivos de productividad que no se habían ajustado teniendo en cuenta estas
circunstancias (BIEN 2020c; The Economic Times 2020). La mayoría de los traba-
jadores y trabajadoras también tenía que cubrir el costo de la electricidad y la
conexión a internet de alta velocidad, lo que consumía una porción de sus ingresos
(Apolinar 2020). Ahora las empresas prefieren contratar a nuevos trabajadores
y trabajadoras que aporten parte de los equipos necesarios, en lugar de recurrir
a los que se encuentran en situación de suspensión de empleo (BIEN 2020c). En
consecuencia, para optar a un puesto, es necesario realizar una inversión previa
adicional en equipos informáticos. Las mujeres, que representan la mayor propor-
ción de personas en situación de suspensión del empleo y suelen tener un poder
adquisitivo menor y poseer menos bienes que los hombres, se encuentran en una
posición de desventaja relativa en esta situación.
724 Revista Internacional del Trabajo

3.2.  El sector de la confección


El sector de la confección es uno de los más duramente afectados por la crisis
de la COVID-19. Según las estimaciones de diversos estudios, en 2020 se produjo
una disminución de los ingresos mundiales del sector de entre el 25 y el 30 por
ciento (OIT 2020; BoF y McKinsey 2019), lo que supuso un duro golpe para la
economía de los países que dependían de esta industria. Por ejemplo, en 2020,
los ingresos de las exportaciones de Bangladesh se redujeron en un 18 por ciento,
en gran medida por las pérdidas sufridas por el sector de la confección, con can-
celaciones de pedidos que ascendieron a un valor aproximado de 3000 millones
de dólares de los Estados Unidos y despidos que afectaron a 1 millón de trabaja-
doras y trabajadores de los 3,5 millones que conformaban la fuerza de trabajo
del sector (FMI 2020). Aunque el brote de COVID-19 de Wuhan (China) ralentizó
drásticamente las exportaciones de tejidos y otras materias primas, produciendo
interrupciones en el suministro, el golpe más duro a la cadena mundial de valor
llegó con la contracción de la demanda cuando los contagios comenzaron a ex-
tenderse por Europa y América del Norte. La cancelación abrupta de los pedidos
dio lugar a cierres de fábricas, despidos y recortes salariales. Este sector ilustra,
por lo tanto, las vías por las que se produjeron efectos diferenciados según el
género derivados de la contracción de la demanda (gráfico 3). Nuestro análisis
muestra la vulnerabilidad de las trabajadoras, que son mayoría en este sector en
los países del Sur, y el poder de los consumidores y consumidoras, los minoristas
y las marcas mundiales, todos ellos ubicados en el Norte, que determinan las
condiciones de empleo y remuneración.
Las cancelaciones de pedidos repentinas obligaron a las fábricas a detener
casi todas sus operaciones. Además de las suspensiones temporales del empleo
y los despidos, se produjeron retenciones, retrasos y recortes en los salarios.
Esto afectó particularmente a las personas que no tenían contrato de trabajo,
como era el caso de muchos trabajadores y trabajadoras migrantes a destajo y a
domicilio. En los informes de la Asia Floor Wage Alliance sobre las condiciones
en Camboya, India, Indonesia, Myanmar, Pakistán y Sri Lanka se documentan
diversas situaciones en las que los fabricantes (o contratistas) obligaron a los tra-
bajadores y trabajadoras a aceptar salarios inferiores a los acordados, se negaron
a pagarles cuando cerraron las fábricas, o incluso «se fugaron o se negaron a
responder a las llamadas telefónicas de los trabajadores, dejándolos sin ninguna
garantía de pago» (AFWA 2020b, 8).
Estos trabajadores y, en su mayoría, trabajadoras, han sufrido las duras
consecuencias de dichas situaciones y el apoyo que han recibido ha sido muy
parcial. En una encuesta realizada en Bangladesh, el 72 por ciento de los propie-
tarios de fábricas declaró que no podía proporcionar ingresos a los trabajadores
y trabajadoras en situación de suspensión de empleo y el 80 por ciento no podía
cubrir el pago de las indemnizaciones por despido (Anner 2020a). Esto se debe,
al menos en parte, al hecho de que, cuando cancelaron los pedidos, las marcas
y los minoristas se negaron a pagar las materias primas y los costos de produc-
ción asociados, haciendo un «uso discutible de las cláusulas generales de fuerza
mayor para justificar sus violaciones de los términos de los contratos» (Anner,
1). En Bangladesh, por ejemplo, a finales de marzo, alrededor del 46 por ciento
de los proveedores afirmaban que «muchos» o «la mayoría» de los pedidos que
Género y COVID-19 en las cadenas mundiales de valor 725

ya estaban en fase de finalización habían sido cancelados por los compradores;


el 91 por ciento de ellos se negaba a pagar los costos de producción y el 72 por
ciento, las materias primas (Anner). A lo largo de 2020, la producción comenzó
a estabilizarse, pero las fábricas proveedoras estaban sometidas a una presión
continua porque las marcas y los minoristas negociaban unos términos cada
vez más desfavorables –recortes de los precios en ocasiones por debajo de los
costos de producción y extensión de los calendarios de pago– y «utilizaban la
creciente desesperación de sus proveedores como una baza en la negociación»
(Anner 2020b, 2).
En algunos países, como Camboya, Indonesia, Myanmar y Sri Lanka, los
gobiernos proporcionaron pequeños subsidios y prestaciones a los trabajadores
y trabajadoras de la confección (AFWA 2020b). Sin embargo, sus testimonios
recogidos por organizaciones de la sociedad civil indican que esta ayuda fue
insuficiente, o bien de difícil acceso, en especial para los trabajadores y tra-
bajadoras migrantes y que trabajaban desde sus domicilios. Incluso antes de
la pandemia, los trabajadores y trabajadoras de la confección vivían sobre la
base de un jornal y sufrían una inseguridad alimentaria crónica. La pérdida
de los ingresos los empujó hasta el borde del abismo, impidiéndoles cubrir sus
necesidades básicas, siendo la inseguridad alimentaria «la preocupación más
acuciante» (AFWA 2020b, 16).
Aunque muchas fábricas de prendas de vestir cerraron, también hubo mu-
chas otras que se mantuvieron abiertas o reabrieron pasado un tiempo, en cier-
tos casos con permisos especiales para operar en países donde se había impuesto
un confinamiento general, como Camboya, Indonesia y Myanmar (ibíd.). El uso
de dormitorios comunes para alojar a los trabajadores y trabajadoras migrantes
del sector de la confección es una práctica habitual, aunque el riesgo de infección
en estas dependencias abarrotadas se ha convertido en un importante motivo
de preocupación. Además, los trabajadores y trabajadoras señalan que no se les
pagaba licencia por enfermedad cuando mostraban síntomas (AFWA 2020a).
Se teme que, donde escasea la mano de obra, se intimide a los trabajadores y
trabajadoras para que asuman horas de trabajo adicionales. Además, los bajos
salarios, las largas jornadas de trabajo y la falta de atención sanitaria y protec-
ción social adecuadas han dejado a estos trabajadores y trabajadoras sin ahorros
y en situación de vulnerabilidad.
Estos efectos sobre el empleo se suman a otros tipos de desventajas. El
cierre de las guarderías ha hecho que para las madres jóvenes sea difícil se-
guir trabajando o regresar al trabajo. Los patrones de despido y contratación
analizados por AFWA (2020b) revelan que las personas que trabajaban como
aprendices, jornaleras, en régimen de subcontratación y a domicilio fueron las
primeras despedidas, al tiempo que se invitaba a regresar al trabajo a las más
jóvenes y a las que vivían cerca de las fábricas. También hay constancia de
la contratación de adolescentes mientras las escuelas estaban cerradas. Estos
efectos conectan las esferas productiva y reproductiva. Como se muestra en
el gráfico 3, el retorno al trabajo expone a los trabajadores y trabajadoras al
contagio, mientras que el cierre de las guarderías limita el retorno al trabajo
y la oferta de trabajo (gráfico 1). Cabría esperar también que la pérdida del
726 Revista Internacional del Trabajo

empleo afecte al estatus de las trabajadoras en la familia, así como a su capa-


cidad para aportar recursos, por ejemplo, para la alimentación, así como para
la salud y educación de los niños.

3.3.  El sector de la electrónica


La pandemia afectó al sector de la electrónica no solo por la reducción de la
demanda, que varió entre los distintos subsectores, sino también, y de forma
más pronunciada, por la interrupción de los suministros. De hecho, la dispersión
mundial que caracteriza al sector hace que sea muy susceptible a las perturba-
ciones de la cadena de suministro debidas a la escasez o a retrasos en la entrega
de materias primas, componentes y subensambladuras. La interrupción de los
suministros comenzó justo al inicio de la pandemia de COVID-19, tras la impo-
sición de medidas de confinamiento en Wuhan (China) y, posteriormente, en
la República de Corea, ambos importantes centros de fabricación para grandes
empresas como Apple y Samsung (Deloitte 2020b). El cierre de las fábricas de
Samsung en la República de Corea por mandato gubernamental, que cortó el
suministro de pantallas y chips, tuvo un poderoso efecto dominó en la totalidad
de la cadena de suministro de China, Japón y otros lugares. Las medidas de confi-
namiento y la interrupción de los suministros provocaron altos en la producción,
que se combinaron con una disminución de la demanda mundial de bienes de
consumo con componentes electrónicos. Esto dio lugar, a su vez, a reducciones
de las horas de trabajo, suspensiones del empleo y despidos. En general, el con-
junto del sector electrónico sufrió importantes pérdidas en el primer trimestre
de 2020 (Meticulous Research 2020). No obstante, en la segunda mitad del año
se produjo un repunte y, finalmente, la contracción que experimentó la totalidad
del sector fue solo del 3 por ciento en 2020.4
Estas perturbaciones también provocaron muchos cierres de fábricas, por
los que los trabajadores y trabajadoras perdieron sus salarios y no recibieron
indemnización por despido, quedando en una situación que no les permitía
satisfacer sus necesidades básicas (CIEDH 2020). En informes de organizaciones
de derechos humanos se documentan testimonios de trabajadores y trabajadoras
cuyos medios de vida se vieron gravemente amenazados por esta situación,
que dio lugar a violaciones de los derechos humanos y los derechos laborales
y al impago de las prestaciones establecidas por la legislación. En Viet Nam, los
efectos de la interrupción del suministro y la cancelación de entre el 30 y el
50 por ciento de los pedidos provocaron la pérdida de entre el 50 y el 60 por
ciento de los ingresos de las personas trabajadoras; en Indonesia, a causa de los
cierres de las fábricas, miles de ellas fueron despedidas sin recibir la indemniza-
ción estipulada por ley (Electronics Watch, s.f.). Parece observarse un aumento
de la explotación laboral puesto que los empleadores amenazaban con retener
los salarios, suspender la negociación colectiva y los incrementos salariales, al
tiempo que mantenían la producción incluso en contra de las recomendacio-
nes gubernamentales (Weber 2020). La mayoría de las personas en ocupaciones

4 Statista, «Estimated growth rates for the global electronics industry from 2019 to 2021, by

region». https://www.statista.com/statistics/268396/estimated-growth-rates-for-the-electronics-industry-
by-region/, (acceso el 5 de febrero de 2021).
Género y COVID-19 en las cadenas mundiales de valor 727

poco calificadas del sector de la electrónica tienen contratos de trabajo de corta


duración. En Asia, las mujeres representan el 60 por ciento de la mano de obra
del sector de la electrónica en Indonesia, el 81 por ciento en Filipinas, el 74 por
ciento en Tailandia y el 75 por ciento en Viet Nam, y realizan trabajos repetitivos
que corren un alto riesgo de ser automatizados (Rynhart, Chang y Hyunh 2016).
La diferencia salarial por razón de género ha sido considerable desde siempre
y en la mayoría de los países ha ido en aumento (OIT 2007).
En los lugares donde las fábricas se mantuvieron abiertas, supuestamente se
introdujeron medidas sanitarias preventivas, pero múltiples testimonios revelan
que las condiciones de salud y seguridad eran inadecuadas, con fábricas en las
que no había el suficiente distanciamiento físico entre los puestos de trabajo, ni
mascarillas, ni instalaciones sanitarias y de limpieza, o ventilación (CIEDH 2020;
Electronics Watch, s.f.; Know the Chain 2020). También denuncian que a me-
nudo se incumplían las medidas de seguridad sanitaria, no se daban licencias
remuneradas por enfermedad y no había acceso a atención sanitaria de calidad.
Muchos trabajadores y trabajadoras del sector de la electrónica son migran-
tes de otras regiones del país o de países extranjeros. Por ejemplo, en 2008, el
50 por ciento de las personas que trabajaban en el sector de la electrónica de
Malasia procedía de Indonesia (Verité 2014). Estas personas quedaron atrapadas,
sin poder volver a casa por las restricciones de viaje impuestas por el confina-
miento. La situación en la India e Indonesia fue similar.

4. Conclusión
El presente artículo propone un marco para el análisis de los efectos diferencia-
dos que tuvo la pandemia según el género en los trabajadores y trabajadoras de
las cadenas mundiales de valor a partir de dos factores de influencia o «canales
de transmisión»: las consecuencias directas de la pandemia sobre la salud y las
que se derivaron de las medidas de confinamiento. Así, la fuerte contracción
de la demanda y simultánea interrupción de los suministros hicieron que la
pandemia acentuara las fragilidades que ya existían en las industrias analizadas,
con graves consecuencias para las trabajadoras. Según nuestro análisis prelimi-
nar, el sector de la confección –afectado por la reducción de la demanda en las
economías de altos ingresos y el mayor empleador de mujeres en las cadenas
mundiales de valor– ha sido el más duramente golpeado en este sentido. En lo
que respecta al sector de la electrónica, aunque también se ha visto afectado
por la contracción de la demanda, los principales impactos se han debido a la
interrupción de los suministros, que ha dado lugar a recortes salariales y pérdi-
das de puestos de trabajo, especialmente entre los trabajadores y trabajadoras
migrantes. Por su parte, el sector de la externalización de procesos empresariales
se ha visto en general afectado de forma temporal por la interrupción de los
suministros y se espera que experimente otra a medio plazo, a medida que las
empresas vayan intensificando la deslocalización de sus servicios como parte de
sus medidas de ahorro de costes. Al inicio de la pandemia, este sector se adaptó
a la modalidad de trabajo desde el domicilio con bastante rapidez, por lo que
sus trabajadores y trabajadoras estuvieron menos expuestos a los contagios en
el lugar de trabajo que los de la confección y la electrónica, donde no era posible
728 Revista Internacional del Trabajo

tal adaptación. Muchos trabajadores y trabajadoras de estos sectores no tuvie-


ron otra alternativa que la de seguir acudiendo al centro de trabajo durante la
pandemia y exponerse gravemente al virus a causa de las inadecuadas medidas
preventivas en materia de seguridad y salud de las fábricas.
En las cadenas mundiales de valor de los tres sectores objeto de estudio, las
grandes desigualdades estructurales entre los compradores y los vendedores, así
como entre los empleadores y los trabajadores, implican que los trabajadores
y trabajadoras, cuyo poder de negociación ya era escaso, se enfrenten ahora
a una mayor inseguridad y a peores condiciones de trabajo. En los segmentos
intensivos en trabajo y de bajo valor añadido de estas cadenas, en los que suele
predominar la mano de obra femenina, se han sufrido dramáticas pérdidas
de puestos de trabajo e ingresos. Al mismo tiempo, la desigual distribución del
trabajo del cuidado no remunerado y los casos de violencia de género en los
hogares pueden contribuir a un círculo vicioso que afecta a la capacidad de las
mujeres de mantener un trabajo remunerado y dificulta todavía más la lucha
por la igualdad. La segregación por género en el mercado de trabajo y las normas
sobre quién ha de ser el sostén de la familia también hacen que sea más difícil
para las mujeres encontrar un empleo alternativo. Dada la forma en la que se
imbrican las diferentes instituciones con sesgo de género –es decir, el hogar, las
instituciones educativas, las empresas y los mercados–, las múltiples desventajas
a las que se enfrentan las mujeres fuera del mercado de trabajo a menudo se am-
plifican al entrar en él. Observamos, por lo tanto, que los efectos de la pandemia
ilustran y, a la vez, profundizan las vulnerabilidades de las mujeres derivadas de
su posición en el extremo inferior de la escala salarial de las cadenas mundiales
de valor, así como de las normas sociales que definen los roles de género en el
hogar y en el mercado de trabajo.
En el momento actual es crucial que se protejan los derechos de libertad
sindical, el trabajo decente y la negociación colectiva para que la contracción eco-
nómica resultante de la pandemia de COVID-19 no dé lugar a una mayor represión
de los trabajadores y trabajadoras. En lugar de medidas unilaterales, como la
decisión de siete estados de la India de suspender casi todas las leyes laborales,
se necesitan consultas tripartitas entre los gobiernos, las empresas y los sindicatos
(Rathi y Chatterjee 2020). También importan las políticas sociales; los países que
tenían regímenes de protección social bien implantados, como China, Malasia
y República de Corea, destacan por haber tomado algunas de las medidas más
proactivas –por ejemplo, de protección del empleo y protección por enfermedad,
así como transferencias monetarias y en especie– para proteger a los trabajadores
y trabajadoras vulnerables (Gentilini et al. 2020; Electronics Watch 2020).5
En el futuro, las empresas utilizarán una amplia gama de estrategias para
hacer frente a las consecuencias de la pandemia de COVID-19, gestionar los riesgos
y desarrollar resiliencia ante futuras crisis. Las cadenas mundiales de valor de los
sectores de la externalización de procesos empresariales y la confección parecen
preparadas para encajar olas de consolidaciones y se espera una aceleración de
la adopción de tecnologías disruptivas de la industria 4.0, después de que la pan-
demia haya dejado claramente en evidencia los riesgos de la producción intensiva
en trabajo. Por el momento, la automatización parece más viable en los sectores de

5 Véase también https://www.imf.org/en/Topics/imf-and-covid19/Policy-Responses-to-COVID-19.


Género y COVID-19 en las cadenas mundiales de valor 729

la electrónica y la externalización de procesos empresariales que en el sector de


la confección, donde sigue habiendo trabas técnicas y económicas. Sin embargo,
las tecnologías de automatización de primera línea que podrían desplegarse en las
tres industrias reducirían la necesidad de mano de obra y esto afectaría de forma
desproporcionada a las trabajadoras (Tejani y Fukuda-Parr 2021). Es probable que
la creciente viabilidad de los procesos de relocalización de proximidad y repatria-
ción y el interés en reducir la huella ecológica, reconfiguren considerablemente
el modelo de las cadenas mundiales de valor.
Hasta la fecha no hay estudios académicos sistemáticos de los diferentes
efectos de la pandemia según el género en ninguna de las tres cadenas, aunque
en los informes de organizaciones internacionales y ONG citados se documen-
tan algunos de estos efectos. La contribución original del presente artículo con-
siste en desarrollar un marco para el análisis de los efectos diferenciados de la
pandemia según el género en los trabajadores y trabajadoras de las cadenas
mundiales de valor y poner de relieve ciertos temas destacados que podrían ser
objeto de futuras investigaciones. Por ejemplo, se requieren ulteriores estudios
para explorar cómo las normas y estructuras de poder con sesgo de género
de las cadenas mundiales de valor determinan la situación de trabajadores y
trabajadoras, si es más probable que se despida, se deban salarios y se someta
a condiciones de trabajo inseguras a las mujeres que a los hombres, y si otros
sectores en los que trabajan predominantemente mujeres y personas migrantes
se han visto particularmente afectados. Aunque las encuestas muestran un pro-
nunciado aumento del trabajo del cuidado no remunerado, de la violencia de
género y de los problemas de salud mental, no hay estudios que analicen estas
tendencias relacionándolas con los trabajadores y trabajadoras de las cadenas
mundiales de valor. Nuestro marco expone los procesos y vías por los que la
crisis de la COVID-19 produce consecuencias diferentes según el género para los
trabajadores y trabajadoras de estas cadenas y sienta las bases de un programa
de investigación para el estudio en profundidad de estos efectos.

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