«GUERNICA»ENLA TRADICION
PICTORICA
Valeriano Bozal
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ong Lol; 3
determinada: el SeReFO"UE"Hataas ode aeoMtecimientos belicos. PeFte-
necer a una tradicién no quiere decir respetarla, si algo hace la pintura
desPieassomestransformara tadieaimente, pero esa transformacién la
evoca y contribuye a comprenderla. Guernica puede considerarse como
una «maquina pictoricay afin a las grandes emaquinas pictéricas»-del
perfodosnapolednico que conserva el Louvre. Aquellos cuadros fueron
productosdelsencargorordel:concursoroficial, estaban destinados=reme=
morarslasshazafiasedelwemperadorsyede=susegenerales, pero también, y
esto me parece de suma importancia, a legitinmarshistéricasy=noral-
s. Respondian a una concep-
cién de lo sublimmesmoral que habia encontrado en los afios revolucio-
narios su manifestacién mejor. En ellos se perfilaba, a su vez, una
comprensidertOTe RST gue perdurard a lo largo del sighomencey=mm>
buena parte del xx: lashistorie=sedesarrollaverrepisodios"erucleseI™ pos
de-un-mundo-mejor-y-mas-justo, el progreso.tiene sus costes, pero los»
sesulvadosefinalesebienslosemerecen. Estas pinturas fueron reproducidas
en gfabadosreMestraciones; Utilizadas en librossdestextos y en crémieas,
ifGHATeHaS "asi Sts Valores entre amiplios scctores de poblacion.
La balsa de la Medusa, 48, 1998.
83El romanticismo un tanto académico de los pintores napoleénicos
no se funda sélo en la exaltacié los
IMIRETUCTS Cea y, sobre todo, capazdedominamsobre:siemismo,
ese romanticismo lo es, también, por la istoria
cnuelshéroessesenearna. Estas pinturas son inmejorable testimonio de
cémo esta concepcién puede ser accesible a todos, puesqparanedoseseane
pireadas, Su estructura, su formato, son conocidos, su memumentali-
dademanifiesta. Nada queda al azar en la obras de Gros, La batalla de
Aboukir (1806) 0 Napoledn en la batalla de Eylau (1808).
La figura del hésoe, el emperador 0 alguno de sus gemerales; sucle
presidirslarescenapque no ahorra ni crueldad ni violencia al espectador.
Sucle nfOHEP RP HHOSSCIbAllo, ya sea en elecentrosdelscombate, verda-
dero Marte valeroso, ya moStfando™stnnnisericordimcorrelnventido,
Marte pacificador y virtuoso. Ocupa el centro=deslancompostcror
en un espacio espectficamente pintado para tal objeto, lasshesi-
Weece trata de una batalla que ha terminado, como la
que Gros representa partir de los hechos de Eva giguasdeio
lenciasyaenftemtamiento —cuando la pintura se sittia en el centro de la
algarada, Aboukir es un buen ejemplo-. El espectador puede «reposar»
su. mirada en las figuras de este espacio inicial, que siF¥ECSHETES al
héroep En su torno, los.quede.secundansyelos.que.scdeenfientansadetas
LUM ce ee —los
cjetetoe tuntadores y los destotades, los cfectosadeslasviolencia, los
Hames de los incendios, los paisajessamrasados...— 0 de la que en ese pre-
ciso momento se desarrolla, siempre con un horizonveslo=suficiente>
sated“ lisLiaae
emmpaquedeslosaeontecinientos, y ninguno hay mayor que el aliento
césmico.
Me interesa sefialar que estas «méquinas pictéricas» dan una solu-
cién pictérica, no meramente anecdética, a los problemas planteados y
que sdlo por esto alcanzan un sentido ejemplar y se convierten en un
verdadero género, Que el héroe esté en el centro de los acontecimientos
es una anéedota obligada, pero también una necesidad plistica: es foco
Valeriano Bozal (1940) es catedrético de Historia del Arte en la Universidad Com-
plutense. Entre sus tiltimos libros: Pinturas negras de Goya (1998) y El gusto (1999).
84Pablo Picasso, Guernica
Jean-Antoine, barén Gros, La batalla de Aboukir, 1806.
85para el conjunto de la escena, gozne entre el primer plano y el fondo,
centro al que se dirige y del que vuelve nuestra mirada. Su posicidn es
una anécdota —estuvo siquiera en Ja batalla, en su centro?—, pero tam-
bién una necesidad seméntica plasticamente resuelta. Su posicién cen-
tral da sentido al motivo, ademas de formar parte fundamental de la
narracién del acontecimiento.
El tamafiondeslas=pinturas, el lugarsdonderserexponen, la indolesdel
Acargo,no son asuntos indiferentes al género. Permiten comprender
mejor su alcance, también sus limites: hoy nos parecen obras pomposas,
ret6ricas, alejadas de nuestra sensibilidad. El di o vl
cl jucQO"CFORTEHES,! verismo.de figuras yobietos, la reviriemde pester”
su_carderersestatwatio, son todos recursos necesarios para cumplir la
ABFAHGET propuesta: leslegitimactonmhistorieasdel-héroes6loseepOuBIe
ch una aproximacién que articule todos estos factores.
Un motivo a primera vista menor permite apreciar el alcance y la
importancia del verismo:elasebatallasssesrepresentanshabitualmente al
aireslibres y ello est4 deeacuerdowconmelshecho de que las batallas se desa-
trollaban preferentemente al aire libre, en la naturaleza, en ERGO
desbatalla> (aunque cabe pensar en enfrentamientos en las calles de una
ciudad, en sus edificios, en sus plazas, pero no son habitualmente repre-
sentados: Goya es una excepcién notable al respecto). Haysunascohe-
, sin embargo, posteinmphexcionenquzr wT Bro-
ref
fundas: el héroe est4-en la naruraleza, domina-a sus enemigos, los.
ac oEe Peronemincaiabidemimmanicalca oie taasians
dT HBAa. El héroe es parte de la naturaleza, parte esencial, viva,
expresionedesfuerzay=poder, tanto mds cuanto que la supera al encarnar
la historia que su victoria, su hero{smo construye.
Los motivos anecdéticos tampoco son, en este punto, caprichosos,
azarosos. El terrible» de los enemigos
ner Eleabaiorque”
caracolea dominado por el héroe, Napoleén o Murat, es la expresin
mas nitida de esa fuerza natural: elehétoesdashacessuya. La metdfora del
caballo y su jinete no ha hecho més que empezar, Géricault y Delacroix
dardn cuenta cumplida de ella.
Creo que ,
de » Pel fo Ina . i 2
las estampas que las difundian, los libros que de ellas se servian, El éxito
de estos pimtoresadesbordanlosslimicesshisroriograficos o més estricta-
mente criticos. ES arexitesocayrreulttral, estético: esas pitt for-
86ain see TNT TIT de sus tépicos
visuales, As{ lo comprendieron los pintores de historia decimonénicos,
que siguieron muchas de sus pautas. También obtendrfa Picasso con su
Guernica un éxito de mayor alcance que el limitado a coleccionistas,
historiadores o criticos: su pintura es patrimonio visual de nuestro
tiempo. También él habia recibido el encargo de -hacer un cuadro de
histor usampinewrenclesbarallas, una pintura quedebfareversmuchosr=
on la intencién de de
unos acontecimientos terribles,
Pintésunsgranseuadro, monumental, desdimensionessnotablesscomo
lo HEB HECHO CaS anitecesores. SeanerodmoncleMllenorehmunattradicion:
hechayeperoniastransformésradicalmentemiinté una obra monumental
que es casi un cartel, y como tal fue expuesta en su emplazamiento ori-
ginal. De lo més enfatico, la «maquina pictorica», ‘ZO Ur Carter ara
ticosinvirtié su condicién. Este proceder marca la que ser pauta gene-
ral de la pintura de Picasso,
en la que se sittia.
La monumentalidad de las pinturas decimonénicas se apoya en
diversos factores, no es el menor de ellos el tamafio y la naturaleza de
los cuadros. El péblteospaedequedamimpresionado, y seguramente
quedé impresionado, anteslasprestancia de unassobrassd@* Bran foriniato™
y notable precisién en los detalles, con un significademtaetlRTENte per-
Cet a ae aaettamescomdeelensliallaendanen —profunds-
mente ideolégicas— lasequesenslasrealidad=coticiananeran=escenasede
ctueldadayewiolencia. Aquellas «méquinas» debieron producir un efecto
rotundo, todavia hoy lo producen, lo que contribuyé a validar la inten-
cién de quienes las encargaron.
Ahora bien, precisamente los factores que entonces impresionaron
serfan en la actualidad obstaculo para alcanzar un resultado similar. dew
TRC HO Perec resist om petencia cee propapancn geaney se
apropiada para una
Picasso pinté un cuadro que mantenfa una relacién distinta con las
Bellas Artes y también con el espectador: nOsGidelilinGUadsOm€taeiith
dleonconcebidoncomOUlr Cartel MONUMENEA! COMO CN ERNIBICS (y
reproducido). Preseindionde los reetirsos catactertsticos de ta tradicién
pict6rica y de las pautas de habilidad académica, maestria'y retdrica que
a esa tradicién convienen. Rédujo el clomatismo a una gama somera
-de facil reproduccién— y la iluminacién fue objetualizada con toda
87Jean-Antoine, barn Gros, Napoleén en la batalla
de Eylan, deralle, 1808.
88
Ministero doMinisterio de Cul
nitidez. El formato y la sencillez compositiva se encargan de afianzar la
i énfasi. i las
Bellassvteves. Su colocacién en el Pabellén de linings en la Exy 1
de Paris contribuye a intensificar esos rasgos: castellano
unscaitelands, desdimensionesadesmesusadas, sobrecogedor en su pre-
sencia, Cuando, después, en Espafia, se mostré protegido por un cristal,
como si fuera una urna, el sentido original qued6 por completo tergi-
versado.
Unasenéquine=pictéricamquecessunscantel yer una «maquina pictd-
rica» que es unmcuadroysunazobrasdesarte..., y*sirmembargowessunscua-
die URP CURE EN Unscartelaquessimpacta y nosunaspincurasque
€KiggekCNELEMCideees Y, sin embargo, la reverencia esté a la orden del dia.
Lo que no ¢s esta presente en Guernica de una forma tan eficaz como
lo que es.
2
Pero creo que no se podrén comprender de forma suficiente los
cambios que Picasso introduce en la tradicién al pintar Guernica si
antes no tenemos en cuenta las transformaciones habidas en el motivo
que da origen al género, en la guerra. Guernica es una pintura de gue-
fre, como lo fueron las napolednicas, peromlaseguekiaselinticneiiacn cl
nancia moral, pero la historia de los acontecimientos posteriores mues-
10 impidier i i en-
ada i , en este aspecto, preludiondesonque
acontecié-después:en Europa. El (SoS ae CUE eo de Guernica, los de
Madrid y Barcelona, el avetrailamientorde-civilessfugitivossporslazavias>
' Allan Forbes, «Atrocidades: el progreso de la matanza de civiles», La balsa de la
Medusa, 37, 1996, 7-25.
89clon franqtieePenmlassearsetcras de Mélaga, fueron otras tantas manifes-
taciones de ese proceder atroz.
Por lo que hace a GHCHICE sudestraccionvesieucrerrelConteRtO de
la rte, que culminsconmlascaida de
Bil co”. Intervinieron fuerzas de tierra apo-
yadas por la aviacién, que bombarded con intensidad diversas ciudades
vascas, pero ninguna con la intensidad de Guernica. Gueffiies fue des-
truidanele2Gedesabriledesk93zeoleadas sucesivas d@BOMbAACOSAlema-
ese italianos-destruyeron ta ciudad. en. un. dia que se.celebraba mer-
ne
a abial ado en campos y montes circundantes. Se uti-
lizaron bortbawexplosivaresineenctiarias y fal decir del responsable
alemén, el coronel, Wolfram von Richthofen, un «éaxitostéenico=com-
plevonivsla presencia de periodistas extranjeros —tres reporteros britani-
cos y uno belga~ y de un sacerdote, Alberto Onaindia, permitié cono-
cer los acontecimientos, que s
Franco escribié una carta de felicitacién a Von Richthofen y
al jefe de la Legién Condor, general Spertle, y los miembros de ésta
recibieron la orden de negar los hechos.
"ESEHO Alc, como es sabido y ya se ha dicho antes, clatinicoraconte-
ARCHOS Ci letters Civil eepanola, earacterizada por muchos
historiadores como una guerra de aniquilamiento, perossisunshecho=
prORTCAMEMTeIGHIACHIVE, preludio de lo que més adelante iba a
suceder en la Segunda Guerra Mundial. Guermicascarecia=desinterés
militar perosteniasuealto,contenidossimbdlico, su destruccién sélo
podfa explicarse a partir de ese contenido y en el marco de un sistema
de terror que debfa ser experimentado con todas sus consecuencias. Ba
fue una de las razones que
actitud internacional fue de condena; y esta
impulsé al Gobi i
ci D la
a guerra que ha de representar Picasso ¢s, por tanto, bien diferente
a la que fue objeto de las pinturas napolednicas. Newertratapen sentido
estricto, de una’ Netay
HeSen que lentimen fe violence, empoce t ifiqquen:
* Sigo aqui el andlisis de Paul Preston en Franco, «Caudillo de Espafia», Barcelona,
Grijalbo, 1994, 299 y ss.
» Ibid, 307. Preston analiza también el contexto y la responsabilidad de los mandos
espafioles.
90sélostertor, Son héroes los pilotos que arrojaron las bombas incendia-
rias, el coronel que mandaba la operacién, el general jefe de la Legién
Céndor, el general Franco, responsable ultimo de los acontecimientos?
No lo son, s6lo son los ejecutores de una atrocidad sobre la poblacion
civil
En la historia del arte creo que sélo otro artista se habia enfrentado a
hechos de violencia similar. COv#TEpresenta en sus Desasrres loswefectos
de dasguessa:sobreslaspoblaciénscivil, una de sus estampas se refiere a un
bombatdeonennchinterioindesuieedificio, con victimas, Estagosadenla
Suerzg,(Desastre ntim. 30). Nada tiene de particular que esta estampa
inspirase una de Solana sobre la Guerra Civil y que, en general, [&
estampas.de.Goya,fueransmotivondemeferenei® para Otros attistas —Cas-
telao es el ejemplo més notable, no el tinico— y se difundieran durante
estos afios.
Pero Picasso no tenia que hacer una estampa, ni una serie de estam-
pas en lo que, por otra parte, también se empefid: Suefto y Mentira de
Franco (1937)—, sino una pintura monumental destinada a una exposi-
,cién internacional. Ni i
« > =
3
Algunos de los problemas a los que Picasso se enfrentaba son senci-
los de formular pero complejos de solucionar plasticamente. De forma
resumida cabe mencionar los mas importantes: la WB&tala "HO habia
tenido lugar al aire libre, era el bombardeo de una ciudad, convertida a
estos efectos en un gecinto,cerrado.de.casas-calles,solaresescombros,
EPHO HAT Hees, SOlO Victimas y éstas, en sentido estricto, momeran
derrotadas (los habitantes de Guernica no luchaban-aquel: dia), no
Labeepicdae Hr hingune de las virtticdes habittiales en tas pints ce
bi Pree pea eae ee
vietifias, ni estaba identi ente (0 su identificacién per-
sonal era irrelevante), pero aquéllas,.anénimas.y.numerosas,sufiianlos
Teton event deste pore YerEeEOTT distancia entre viet!
taban inermes ante su poder), pero no
pe eso podia recurrirse pldsticamente a lo sublime: IMGIECEMabso-
leereraabsoltitamente nepativa, Ia vidlencia era Und Midsacte.
91instr
Estos son algunos de los rasgos més evidentes. ;Cémo se enfrenté
Picasso a este conjunto de problemas para los que carecia de referen-
cias en las pinturas tradicionales, si bien disponé ionien-
> ado? La cuestién es,
como se ha dicho, sencilla y compleja a la vez. Elearvisramreswelve el
problema del. Juganitilizando eos reersoshincameneNes: |PCORART-
sacién=espacialeyslasituminacion. Por lo que hace al primero, crea
Picasso un verdadero escenario ~en lo que no es muy original y en lo
que recuerda a los pintores de batallas~ con un espacio que no sélo le
permite «acomodar» la figuras, sino producir dos sensaciones relevan-
tes para el efecto buscado: el juego interior-exterior y el espac
cerrado, agobiante y udgico en el que la accidn-acontece. Si la pi
mera nota es claramente perceptible a la izquierda y a la derecha de la
pintura, alli donde las paredes se abren —a la izquierda, tras el toro— 0
se invierten —a la derecha, con las ventanas y las Ilamas—, la segunda se
perfila en la profusién y disposicién de lasefiguras, en el movimiento
de algunas de ellas, que «crecensmanmredidanquese™aproxtiiaimdede
espaciosmangostos™la ventana, por la que «entra» la figura con el,
quingué, es el ejemplo mas obvio.
La :hepepR?n contribuye de forma manifiesta a obtener esta confi-
guracién espacial, c structura res-
pectordelescertatio, dandowmeduladasclatidad:aslosemotivesyy actuando,
a su vez, como motivozexpresivo. La nitida delimivacionedeslas%onas
ilumimadas y la reducida, pero efectiva, gamemeromariercontnibuyen a
dotar a la luz de una intensa funcién expresiva que, sin embargo (y a
diferencia de lo que suele ser habitual) nosremivesarlarexpresiviclrdper-
S8ll, a la pulsién del gesto... De este modo, el.dtamatismondestasihumi-
nacioreserconfigura como parte Cel HECK” (Objetwvo) taBiCe y adiiicre
un tonomiionumental Ademds, y este es un punto en modo alguno
irrelevante, la organizacién de la luz construye un tramado en el que
quedan «prendidas» las figuras, de tal manera que el cardcter opresivo
general del espacio se trasmite a cada una de ellas, lo que recuerda
=aunque el procedimiento sea muy distinto~ algunas imAgenes del
manierismo clasico.
La segunda nota especffica a la que Picasso se enfrenta es la FER
cia dedhézaes, El pintor malaguefio es muy consciente de esa inexistencia
y la subraya col er plano: el
gl i > [a cspadamotardesdaspartesinferior, bajo el
caballo. Ni la colocacién de este personaje, ni su relacidn con el caballo
son casuales neutrales. El lugar en el que estd tendido es, efectiva-
92Jean-Antoine, barén Gros, La batalla de Abonbir, detalle, 1806
Pablo Picasso, Guernica, detalle, 1937.
93
‘Minitarrolladas muchas veces por los caballos, caidas, desmontadas, compo-
niendo grupos que enmarcaban la mirada sobre el héroe y los comba-
tientes, inmediatamente detrés.
Picasso se atiene a estas pautas, pero las altera profundamente:#las
victimascaidasyloseguerreros 0 soldados, lo atencién a un yalor
het@iconquesdegitimabassinsaciificio ~y asi participaban dé orla-,
pero aqui ha desaparecido ¢sa.telacion. Sobre el guerrero. caido solo se
levantan las victimas.
Toda la parte inferior de Guernica estd ocupada horizontalmente:
mano, brazo, cabeza del guerrero, cascos del caballo, brazo y pufio con
espada, casco del caballo, pie, rodilla, pierna y pie de la mujer que se
«estira». Logra asi un efecto de contimuosespaciosocupado —consmotivos
arquitect6nicos.que-«tellenan»-los lugares vacios—, rdximo al per-
fil del cuadro y, por tanto, SUES PISTOL ERECT dor La
parte inferior contrasta con la superior, en la que rompe la continuidad
a fin de destacar, de manera discontinua, perSORjEP STO SOESTEPE
susauvonomfa: la cabeza del toro, el caballo y la luz, el quinqué, el
«pico» luminoso, la ventana con la figura, la mujer que levanta los bra-
zos entre las llamas. El perfil discontinuo es bien diferente del continuo
de la parte inferior, llama profundamente la atencién sobre @2Q2EHOUE
| ' ?
hesoico. Podemos dudar sobre la indole del toro o del caballo —més
adelante volveré sobre ambos-, pero no son motivos heroicosptodosios
demas muestransexplicitamente:suscardctertragico.
ree
ones Pree Boe para lo que Picasso se sirve de Tos recursos que
con
aprendi cubismo, y la mirada no se pierde en el fondo. El resul-
tado estd ala vista: un frisomerépleerprofemedamenrerefecrivorenrsa efecto
commeniens LEesetha no remite a més alla alguno, histérico ° ideal, «we
esto es
saan podia ser menos, a ici ioen
quesedesarrella. Como sucedidé con los bombardeos y ametrallamien-
tos, ni
Al margen del guerrero, el caballo y el toro, los restantes personajes
son protagonistas tradicionales:de una tragedia: la maternidad:cruel-y: la
figuidadésesperadanquesgtitas protagonizan ambos extremos; las dos
maujetesmla que se arrastra y la que entra por la ventana, son vietinvasede
{ESACCOHES HPAES Sobre las que Haman la atencién: una los ilumina,
la otra los contempla en el pathos de la més profunda amargura. No ser4
94improcedente llamar aqui la atencién sobre la economia de medios
plasticos de la que Picasso hace gala: todasslasefigurasstienenssiamilar
fisononia=soremiembrosdeunsmismorepueblo» (bien picassiano, por
cierto, segtin ponen de relieve las pinturas, dibujos y grabados de los
afios anteriores)—, su expresién cambia alterando la linea del perfil, de la
boca y del mentén, la disposicién de los ojos.
Veamos ahora las tres figuras marginadas del comentario anterior.
Primero el g@€#f8, sobre el que tanto se ha escrito, identificado en
muchas ocasiones con el Longinos de la Crucifixién. Ateng4monos a lo
que se presenta: un guerrerosderribadonyadeseuantizado, puede que
caido del caballo 0 pateado por él, al igual que tantos combatientes de
pinturas de batallas. Pis i i gui na
i uras : Estudio con cabeza de
escayola (1925), una pintura en la que, sobre la mesa del estudio, ade-
més de la cabeza cldsica -cuya sombra adelanta las cabezas multiples
dalinianas— dispone fragmentos de un cuerpo clisico y de motivos clasi-
cistas.
El guerrero forma parte de la violencia general que domina la
escena, su presencia no sdlo esté justificada, es una «batalla», sino exi-
gida por el asunto. Retoslenosesaverduge, también podemos contem-
plarlo como
Después, segundo,«elstorom Es la figura que més polémica levanta
entre historiadores y criticos. No es motivo que encontremos en las pin-
turas de batallas pero sf en la iconograffa picassiana anterior. Aun més,
es figura muy habitual y relevante de esa iconograffa, tanto en pinturas
y dibujos como en grabados, entre los que destaca La Minotauromaguia
(1935).
Picasso dijo que ebvoronOCt el fascht Hpsinowbruvalidadsy"oscusi-
d@9% y no encuentro razén alguna para dudar de sus palabras. Como
monumental brutalidad y oscuridad -sefior del «ruedo ibérico» y del
laberinto— se levanta poderoso, en acusado contraste con la maternidad,
testimonio y emblema de la violencia apocaliptica, del mundo de la
noche propio de Guernica. En este punto convendra recordar la evolu-
cién de la figura del minotauro y el cardcter profundamente nocturno
de La Minotauromaquia. EPCOYO Cprestde” ese Mundo deta toChe,
mundo del apocalipsis, PEAS sie
Y al apocalipsis nos remite directamente la figura del caballo"que,
atravesado por una lanza-o una pica, caracoleando, coceando, brama
conmlossbelfosdistorsionados, exaltados los ojos, con esa extrafia lengua
punzante que puede perforar. Llamar aqui la atencién sobre el modo en
95ica, detalle, 1937.
96que lo pinta Picasso no es extemporineo: para marcar mas la escasez del
espacio, su angostura, lo «despliega» en el plano, recurriendo, tal como
se ha dicho, a las posibilidades que el cubismo oftecta. El «BEARER»
caracteristico de algunos planos cubistas a partir de 1912 reaparece en
la figura del caballo, acentuando la condicién de su origen formal. De
esta manera obtiene un doble resultado: expresivorenslawangustianque
suscita y constructivo en-larelacién que con las demés figuras articula.
4
Tras esta somera descripcién, que podrfa hacerse mucho més com-
pleja pero no mucho més clara, estamos en condiciones de contestar a
algunas de las cuestiones planteadas en un principio, en especial la cues-
tidn central: ,sislasepinvurasedesbarallasplas grandes «maquinas pictéri-
cas» eee er ecleneiad ear ett a eTS eaNeeR
005, yaCoincllosadensuseprotagonisias, delshéroemquémconsagrar
anmne
La condicién absoluta de la masacre puede inducirnos a pensar en lo
sublime, pero la ausenciasdesvaloresepositivos, de valores de legitima-
cién, pone en duda -si no la excluye por completo- esta eventual refe-
rencia. Leersublime, tal como lo vieron los autores dieciochescd™°EPORE
Si APE EHPASPECTO POSHLIVONPICEMTETE; que en ocasiones costé mucho
explicar. No es dificil, empezando por lo més sencillo, explicar la admi-
racién y el gozo que produce la grandeza de las montafias elevadas o de
los fenémenos atmosféricos desatados. Se cumple en esta contempla-
cién la nota tradicional del sublime: lapertenenciandelsujetosacunantea-
lidacdeedsmicayecdercondiciéneabsoluta. Mas complejo resulta explicar lo
sublime terrorifico, pero no fueron pocos los autores que, tras Burke, se
dedicaron a ello, destacando ya fuera la intensidad de las sensaciones, ya
la legitimacién de la crueldad terrible en atenci6n’a valores superiore
(y; por lo general, ambas cosas a la vez). Los a@OHtcitichtos Tevolucto-
EEE Ge los manuales de historia suelen iniciar la contempo-
raneidad acentuaron la importancia de esa legitimacién con su concep-
cién del REPORMTO Va Moral civil.
Una via diferente de explicacién fue la leerreiam@y que, aun fecha-
Tandonelcardctemestéticondelconceptonde,sublime, proporciond aspec-
tos relevantes para su posterior comprensidn en este campo. El més
importante elvalSPPITRESRAT, con éra iden,